La Segunda Guerra Púnica en la península ibérica Baecula: arqueología de una batalla

La Segunda Guerra Púnica en la península ibérica Baecula: arqueología de una batalla

Editores científicos: Juan Pedro Bellón Ruiz, Arturo Ruiz Rodríguez, Manuel Molinos Molinos, Carmen Rueda Galán y Francisco Gómez Cabeza

Colaboración en la edición: María Isabel Moreno Padilla, Miguel Ángel Lechuga Chica y Amparo Rodríguez Martínez La segunda Guerra Púnica en la península ibérica : Baecula: arqueología de una batalla / editores científicos, Juan Pedro Bellón Ruiz… [et al.] ; colabo- ración en la edición, María Isabel Moreno Padilla… [et al.]. -- Jáen : Servicio de Publicaciones, Universidad de Jaén, 2015 688 p. ; 27 cm ISBN 978-84-8439-914-8 1. Guerra Púnica, 2ª, 0218-0201 a. C. 2. Historia 3. Siglo 3 a. C. Santo Tomé (Jaén)4. España I. Bellón Ruiz, Juan Pedro, ed. lit. II. Moreno Padilla, María Isabel, col. III. Universidad de Jaén, ed. IV. Título 931(460.352)

© Autores © Universidad de Jaén Primera edición, diciembre 2015

Diseño y Maquetación Servicio de Publicaciones

ISBN 978-84-8439-914-8

Depósito Legal J-536-2015

Colección CAAI Textos, 7

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN...... 7

CONTEXTUALIZACIÓN DE LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA...... 11 1. BRIZZI, G.- Qualche riflessione a proposito delle guerre puniche...... 13 2. DOMÍNGUEZ MONEDERO, A. J.- Los autores antiguos y la Segunda Guerra Púnica: una visión sesgada...... 29 3. MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V. y LÓPEZ CASTRO, J. L. - El comercio en Iberia du- rante la Segunda Guerra Romano-Cartaginesa...... 49 4. NOGUERA GUILLÉN, J., BLE GIMENO, E. y VALDÉS MATÍAS, P.- El campamento de la Palma-Nova Classis y la Segunda Guerra Púnica en el norte del río Ebro...... 63 5. ARANEGUI GASCÓ, C.- Sagunto en la encrucijada. Topografía de las fortificaciones del oppidum...... 91 6. OLCINA DOMÉNECH, M. y SALA SELLÉS, F.- Las huellas de la Segunda Guerra Púnica en el área contestana...... 107 7. RAMALLO ASENSIO, S. F. y MARTÍN CAMINO, M.- Qart-Hadast en el marco de la Segunda Guerra Púnica...... 129 8. CANTO, A. Mª- La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica, y el sitio de Ilorci-Amturgi...... 163

LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA EN EL ALTO GUADALQUIVIR: EL CASO DE BAECULA 193 9. MOLINOS MOLINOS, M., RUIZ RODRÍGUEZ, A., BELLÓN RUIZ, J. P., GÓMEZ CABEZA, F., RUEDA GALÁN, C., SÁNCHEZ VIZCAÍNO, A. y GUTIÉRREZ SOLER, L. Mª.- El Proyecto Baecula: historia de una investigación...... 195 10. BELLÓN RUIZ, J.P., GÓMEZ CABEZA, F., RUIZ RODRÍGUEZ, A., MOLINOS MO- LINOS, M., RUEDA GALÁN, C., LECHUGA CHICA, M. A. y PÉREZ CANO, F.- Una metodología arqueológica para el estudio de campos de batalla...... 233 11. CÁRDENAS ANGUITA, I.- Análisis SIG de un escenario arqueológico de batalla...... 261 12. MOLINOS MOLINOS, M.; BELLÓN RUIZ, J.P.; RUEDA GALÁN, C.; RUIZ RODRÍ- GUEZ, A.; GÓMEZ CABEZA, F.; LECHUGA CHICA, M.; PÉREZ CANO, F. y RODRÍ- GUEZ MARTÍNEZ, A.- El Cerro de las Albahacas: configuración y secuencia...... 277 13. RUEDA GALÁN, C.; BELLÓN RUIZ, J.P.; RUIZ RODRÍGUEZ, A.; GÓMEZ CABEZA, F.; MOLINOS MOLINOS, M. y LECHUGA CHICA M. A.- Un contexto excepcional: las áreas campamentales en la Batalla de Baecula...... 289 14. QUESADA SANZ, F.; GÓMEZ CABEZA, F.; MOLINOS MOLINOS, M. y BELLÓN RUIZ, J.P.- El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula..... 311 15. GARCÍA-BELLIDO, Mª P.; BELLÓN RUIZ, J. P. y MONTERO RUIZ, I. - La moneda de un campo de batalla: Baecula...... 397

5 La Segunda Guerra Púnica en la península ibérica Baecula: arqueología de una batalla

16. BELLÓN RUIZ, J.P., RUEDA GALÁN, C., RUIZ RODRÍGUEZ, A., GÓMEZ CABEZA, F. y MOLINOS MOLINOS, M.- El oppidum de Los Turruñuelos...... 427 17. MONTES MOYA, E. y PRADAS BALLESTEROS, C.- Aportaciones desde la arqueobo- tánica a la agricultura y el entorno vegetal del oppidum de Los Turruñuelos...... 457 18. TUÑÓN LÓPEZ, J., SÁNCHEZ VIZCAÍNO, A., MONTEJO GÁMEZ, M.; MÁRQUEZ LÓPEZ, F. y PARRAS GUIJARRO, D.- Análisis de decoraciones en cerámicas iberas del oppidum de Los Turruñuelos mediante microespectroscopía Raman...... 469 19. RUEDA GALÁN, C., RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, A., MORENO PADILLA, Mª I, GÓ- MEZ CABEZA, F., GUTIÉRREZ SOLER, L. Mª, BUENO, A., MARTÍNEZ CARRILLO, A., MORA MONDÉJAR, Mª C. y RUIZ RODRÍGUEZ, A. - La cerámica en el Cerro de las Albahacas y en el oppidum de Los Turruñuelos...... 477 20. GÓMEZ CABEZA, F.- El territorio de Baecula: análisis de la evolución del poblamiento en el curso medio-alto del Guadalquivir...... 521 21. BELLÓN RUIZ, J. P., RUIZ RODRÍGUEZ, A., MOLINOS MOLINOS, M., RUEDA GALÁN, C., GÓMEZ CABEZA, F. y QUESADA SANZ, F. –Conclusiones y propuestas sobre el desarrollo de la Batalla de Baecula...... 537 22. QUESADA SANZ, F. La Batalla de Baecula en el contexto de los ejércitos, la táctica y la estrategia de mediados de la Segunda Guerra Púnica: una acción de retaguardia reñida...... 601 23. RUIZ RODRÍGUEZ, A., BELLÓN RUIZ, J. P., MOLINOS MOLINOS, M., RUEDA GA- LÁN, C. y GÓMEZ CABEZA, F.- La visibilidad arqueológica de un acontecimiento: las contradicciones de la arqueología histórica...... 621

UN ESCENARIO METODOLÓGICO DE REFERENCIA...... 637 24. ROST, A. y WILBERS-ROST, S.- Looting and scrapping at the ancient battlefield of Kalkriese (9 A.D.)...... 639

BIBLIOGRAFÍA...... 651

6 14. EL ARMAMENTO HALLADO EN EL CAMPO DE BATALLA DE LAS ALBAHACAS-BAECULA

Fernando Quesada Sanz1 Francisco Gómez Cabeza2 Manuel Molinos Molinos Juan Pedro Bellón Ruiz

1.- OBSERVACIONES PRELIMINARES

Al abordar el estudio de las armas encontra- 1.a.- Proceso postdeposicional das en la zona del Cerro de Las Albahacas, que su- pone ya un lote extraordinariamente numeroso, En primer lugar, los tipos de armas que es necesario realizar una serie de observaciones cabe esperar encontrar en un campo de batalla de partida, que en principio pueden parecer con- dependen del proceso postdeposicional, inme- tra-intuitivas, e incluso –en un primer análisis– diato y a largo plazo (Figura 1). En el mundo contrarias a la lógica. Estas consideraciones son antiguo (como en el medieval), lo normal es necesarias ya que permiten explicar los patrones que el bando vencedor, que ocupaba el campo observados en nuestro análisis arqueológico, y de batalla al concluir ésta, emprendiera una además responden satisfactoriamente a algunas recogida más o menos sistemática de las armas objeciones que se nos han realizado en estos años utilizables, tanto de las propias como de las de sobre el número, tipo y dispersión espacial de las los vencidos. Por poner un ejemplo de estos mis- armas localizadas, de acuerdo con las prácticas mos años, Polibio es explícito al indicar que los militares del mundo antiguo, bien documentadas cartagineses de Italia despojaron a los romanos por las fuentes literarias y, de modo creciente, por caídos en Trasimeno de sus armas, y que Aníbal la ‘arqueología de los campos de batalla’3. equipó con ellas a sus tropas africanas (Polibio, 3,114,1). En el caso de Baecula, sabemos además por las fuentes literarias que Escipión se quedó unos días sobre el terreno (Polibio, 10, 40, 11; 1 Universidad Autónoma de Madrid, Dpto. de Prehis- Livio, 27, 19), por lo que la recogida de armas toria y Arqueología, [email protected]. debió ser más exhaustiva. No es sólo que los ro- 2 Instituto Universitario de Investigación en Arqueo- manos tuvieran una larga tradición de adoptar logía Ibérica de la Universidad de Jaén, fgcabeza@ las armas de sus enemigos para configurar su ujaen.es, [email protected], [email protected]. panoplia (Arnim, 1892; Couissin, 1926; Briquel, 3 Un marco conceptual y aplicado de estas considera- ciones puede encontrarse desarrollado en Quesada, 1986, Quesada, 2007: 379-381, etc.), sino que en (2008a). Ver además –y sobre todo– Geier, Babits, este periodo las armas de los iberos y cartagi- Scott, Orr (2011); Scott, Babits, Haecker (2009); Free- neses eran compatibles con las romanas, como man, Pollard (2001). El salto que se ha producido veremos enseguida (infra, Apdo. 1.d.). para los estudios del mundo desde el trabajo de J. Coulston (2001) es evidente.

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Figura 1. Procesos postdeposicionales de las armas en un campo de batalla antiguo.

¿Qué armas eran las que se recogían?: lógi- del Little Bighorn en 1876, son bien explícitos al camente las más costosas, fundamentalmente respecto en sus hallazgos y en su interpretación corazas de todo tipo, cascos, escudos no daña- en la misma línea que avanzamos. Por ejemplo, dos y espadas, armas que no se podían fabricar en el caso de las prospecciones y excavaciones en campaña e incluso podían ser de compleja de Kalkriese, los excavadores insisten en que de reparación; otras armas como lanzas y pila eran los aproximadamente cinco mil objetos romanos también visibles y se podían recoger fácilmen- hallados en las excavaciones en el Oberesch es- te. Esta recogida no sólo permitía abastecer al tán en un estado muy fragmentario y que esto propio ejército, sino que impedía que otros (los es resultado de “body stripping by the Germans propios enemigos huidos, campesinos poten- who plundered the battlefield […] the looters cialmente hostiles, bandidos y saqueadores de carried away nearly everything as they could use todo tipo) pudieran recogerlas luego, creando it or melt it down […] Therefore we do not find un peligro futuro. complete armour, not even a complete gladius was discovered, but only those pieces which the Los estudios de arqueología militar realiza- Germans who plundered the battlefield failed dos en campos de batalla que abarcan un amplio to notice” (Rost y Wilbers-Rost, 2010:123 ss.; periodo, desde los restos de Kalkriese (muy ver también las consideraciones sobre el mismo probablemente la batalla de Teutoburgo en 9 tema en Rost, 2008: 222 ss.). Exactamente lo mis- d.C. o en todo caso no después de las campañas mo ocurrió en el Little Bighorn, ya cerca de dos de Germánico del 14-15 d.C.) y hasta la batalla milenios después (Scott et al., 1989:90).

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La utilización de parte de las armas captura- aquello que restara y tuviera algún valor en das para la erección de trofeos in situ (Gabaldón, el mercado del coleccionismo ilícito. Esto su- 2002-2003) o en santuarios como ofrendas (como pone, con absoluta seguridad pues lo hemos se dice que los germanos hicieron en Teutoburgo documentado en la tradición oral local y en (Tacito Ann., 161) debe también tenerse en cuen- diversas colecciones particulares, la pérdida de ta, aunque no es algo que se mencione en Baecula, una importante cantidad de monedas, fíbulas, y en Kalkriese no se han localizado restos inter- broches de cinturón, puntas de flecha llamativas, pretables en este sentido (Rost y Wilbers-Rost, y por supuesto las pocas armas completas que 2010: 133 n.7), quizá porque los romanos de la pudieran quedar tras los procesos anteriores. expedición de Germánico los desmontaran. Estas búsquedas, cuya magnitud y atención al detalle no exageramos en absoluto, sin duda Pero el proceso postdeposicional del campo han supuesto una importantísima pérdida de de batalla no acaba con la recogida de las armas material, la más importante en siglos desde que caídas por parte de los vencedores. Cuando éstos los últimos saqueadores abandonaran el campo abandonaran el terreno, la población local de la semanas después de la batalla. zona caía como aves carroñeras sobre el campo de batalla, para saquear a los heridos y muertos Así pues, las armas que cabe esperar hallar no enterrados y recoger cualquier cosa de valor, mediante trabajo arqueológico sistemático y em- un fenómeno que se ha dado hasta la actuali- pleando herramientas de detección sofisticada dad4. De este modo, buena parte de lo que los (en caso contrario nada o casi nada se hallará) ejércitos hubieran abandonado sería recuperado en un campo de batalla antiguo son, en primer y reutilizado en muy breve plazo. lugar, una muy pequeña fracción de las inicial- mente abandonadas o perdidas. En segundo Con el paso de los años, décadas y siglos, lugar el conjunto se limitará a unos tipos cla- la erosión, el trabajo de los campos, y hallaz- ramente sesgados por todo el proceso descrito. gos casuales suponen un desgaste adicional, especialmente de todos aquellos elementos realizados en materia orgánica, como madera de 1.b.- Grupos y tipos de armas esperables escudos, textiles de cuero de atalajes, corazas y otros elementos de material orgánico y también En consecuencia con lo dicho en el apartado de elementos metálicos frágiles, como vainas de anterior, no cabe argumentar que ‘Las Albaha- espadas, cantoneras de escudos, etc. cas’ no puede ser el resto de una importante ba- talla donde se enfrentaron quizá hasta cuarenta Finalmente, con especial relevancia en el mil hombres, porque ‘no aparecen’ ni espadas, caso de Andalucía, y en particular en el Cerro ni cascos, ni corazas, ni apenas lanzas o escudos5. de Las Albahacas, las depredaciones de los Como consecuencia del proceso ‘tafonómico’ excavadores ilegales a lo largo de las últimas analizado, lo que realmente cabe esperar hallar décadas han ido despojando el paraje de todo

4 En general, Stephenson (2013: 116). Un ejemplo peninsular y bien documetando es por ejemplo el de la batalla de Albuera (1811) (Dempsey, 2011: 209-210, 5 El examen de los restos hallados en Kalkriese- citando testigos presenciales). En el Little Bighorn, Teutoburgo muestra grandes similitudes, aunque la al año siguiente del combate, quedaba ya muy poco extensión de las excavaciones realizadas en el punto visible que saquear (Scott et al., 1989: 90). De los más nuclear de la batalla (ausentes en Las Albahacas a una de doscientos sesenta soldados estadounidenses escala remotamente similar) multiplica el número muertos, solo han quedado para la arqueología seis de hallazgos. Es particularmente significativa la fragmentos de armas de fuego, y ninguna completa, reconstrucción sobre un maniquí de los elementos sabiendo que cada jinete del 7º de caballería llevaba, hallados: sólo mínimos fragmentos permiten trazar además de su carabina, pistolas, sable y quizá otras la existencia previa de cascos, corazas o espadas armas (Scott et al., 1989:94). El horror de lo que (ver Rost, 2009a: Abb,6, p. 108 y Rost, 2009b: 69). Ver ocurría en la noche de una batalla fue magistralmente igualmente las categorías de objetos, muy similares a descrito por Victor Hugo en Los Miserables (II Parte, las de Baecula, en Harneker (2009: 94 ss.), Moosbauer, Libro Primero, cap. XIX). Wilbers-Rost (2007).

313 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula en éste, o en casi cualquier otro un campo de les empleados en su momento, muchas batalla6, son otros restos, en concreto: decenas de millar, hace que todavía hoy se conserve en el terreno una muestra a. Un número elevado de piezas metálicas relativamente numerosa. pequeñas no necesariamente fragmenta- rias o en mal estado. Se trata de elementos d. Un número reducido de elementos me- de equipo militar perdidos de manera tálicos de armas de asta como moharras involuntaria e inadvertida, y de poco o de lanza (hastae) o jabalina (veruta), re- nulo valor, como piquetas de tiendas de gatones y conteras, pila y soliferrea. Las campaña o tachuelas de la suela de las bo- armas originales eran grandes y visibles, tas militares (clavi caligares) desprendidas y por tanto susceptibles de ser recogidas en la marcha. Son piezas despreciadas o en los días o semanas posteriores a la no detectadas por los saqueadores anti- batalla. Son además piezas atractivas guos y por los excavadores clandestinos para el coleccionismo, de manera que los modernos7. ejemplares supervivientes son detectables y atractivos para los excavadores clandes- b. Un número elevado de piezas fragmenta- tinos, limitando la muestra que nos llega. rias corroídas de escaso valor tanto para los saqueadores antiguos como para los e. Un número extremadamente reducido modernos: fragmentos de cantoneras de armas elaboradas o costosas, como de escudo, trozos de vainas de armas cascos, corazas metálicas, grebas, espadas (vaginae), elementos de atalaje o adorno y puñales, etc. La gran mayoría serían personal desprendidos de las guarni- recuperadas en el plazo de unas sema- ciones de cuero, elementos metálicos no nas tras la batallas, y dado su volumen y identificables con facilidad, etc. En un atractivo, a lo largo de los siglos es posible contexto que no es de basurero, y al ser que las restantes hayan sido localizadas partes pro toto, cuando es posible identi- casualmente o en trabajos clandestinos ficar a qué tipo de objeto pertenecieron recientes. (y a menudo es muy difícil), estos restos son prueba de la existencia de las piezas Como veremos de inmediato, estos son originales completas. precisamente, y en grandes cantidades gracias al empleo sistemático de detectores de metal, c. Un número sustancial de proyectiles los tipos de objeto localizados –junto con otros, de pequeño tamaño: puntas de flecha como algunas monedas– en el campo de batalla (saggittae) y glandes de honda de escaso que estudiamos (Figura 2). interés para su recogida al final de la ba- talla y, en el caso de los glandes de honda Sobre una muestra de 766 armas y piezas de plomo, no muy fáciles de localizar directamente relacionadas con armamento por los saqueadores antiguos. Aunque localizadas en los trabajos de prospección siste- son de cierto valor para los depredadores mática en la zona del Cerro de Las Albahacas, modernos, el gran número de proyecti- además de muchos otros centenares de peque- ños fragmentos metálicos no identificables, el 6 Hay, por supuesto, excepciones: tras la batalla 69%, una proporción elevadísima, son pequeñas de Wisby el 27 de julio de 1361 muchos de los tachuelas de hierro, en su gran mayoría clavi campesinos arrojados a las fosas comunes llevaban caligares, pero también remache para objetos consigo parte de sus armas defensivas (no las variados de cuero y madera, que se desprendían ofensivas) y vestimenta. Probablemente el calor en grandes cantidades, que carecen de valor aconsejó un enterramiento rápido, y las elementales corazas de los vencidos no tenían mayor interés para para el coleccionismo ilegal, y que no son casi los defensores (Thordeman, 1939: 24-25; 93-95). invisibles en el terreno por su pequeño tamaño 7 No ocurre en todos los casos. En el Little Bighorn la y porque su forma ‘recoge’ pequeñas pellas de rebusca moderna de casquillos y munición puede ser barro que las ocultan. un problema (Fox, 1993: 128).

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Figura 2. Categorías funcionales y grupos de armas. Cerro de Las Albahacas.

Otro 23,5% de los objetos son proyectiles, puntas de lanza, jabalina y pilum, regatones, sobre todo (17,8%) un tipo de punta de flecha espuelas y apenas algunos fragmentos aislados fusiforme o bipiramidal alargada de hierro, que de conteras de vaina de espada o puñal. Hasta también es utilizable como punzón si se enman- ahora no se ha localizado ninguna espada o ga, pero que en este contexto, como en otros casco enteros, aunque sí algunos fragmentos similares, sin duda corresponde a puntas de muy dañados que pueden corresponder a estas flecha sencillas (‘dardos’). Las puntas de flecha armas. en bronce o hierro más elaboradas constituyen un subgrupo menor (3,7%), en parte porque se Por último, el restante 2,5% de las piezas usaron en número menor, en parte porque sin incluye otros elementos de equipo militar, como duda han sido saqueadas con mayor entusias- piquetas de tiendas de campaña, cadenas, chis- mo. Lo mismo ocurre con los proyectiles de queros metálicos para encender fuego, etc. honda en plomo (2%), más atractivos desde la antigüedad por su materia prima, posibilidad de Este patrón es exactamente el que cabe reutilización y, en la actualidad, por su atractivo esperar en un lugar como el Cerro de Las Alba- para los excavadores clandestinos. hacas, donde dos grandes ejércitos acamparon unos días y se enfrentaron en campo abierto Sólo 42 piezas, un número absoluto estima- durante unas horas. En las zonas identificadas ble pero que supone sólo un 5,5% del total de la como campamento cabe esperar la existencia de muestra, corresponde a armas más elaboradas: estructuras excavadas y basureros que podrían

315 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula contener una proporción algo mayor de restos metros como máximo, lo que es irrelevante en un de armas más complejas8. campo de batalla que puede superar las 450 ha. Por tanto, el patrón de dispersión de los objetos es relevante y significativo de cara a reconstruir 1.c.- Dispersión espacial esperable de las armas movimientos tácticos. Un desplazamiento de algunos metros es, en este sentido, irrelevante, Otra observación, en apariencia contra-in- toda vez que el frente pudo superar los 1.700 tuitiva, es que la mayor concentración de armas metros y más de 4.000 la profundidad del área más elaboradas, si llegaran a documentarse en de movimientos tácticos (Bellón et al., 2013: 329). cierto número (espadas, elementos de casco, escudo o armadura, lanzas…) se localizará no En cambio los proyectiles (flechas, glandes en la zona de mayor intensidad de la batalla, de honda) se localizarán en las zonas de mayor sino precisamente en zonas algo más apartadas, intensidad del combate, y por tanto su localiza- donde el número de bajas sería inferior y donde ción topográfica individual es muy relevante, no habría compensado, tras la batalla, el esfuer- teniendo en cuenta lo indicado en el párrafo zo de una rebusca y recuperación sistemáticas. anterior. La dispersión de esos proyectiles puede Además, es un hecho muy observado que los indicar la posición de determinadas unidades heridos en combate tienden a buscar para morir especializadas (por ejemplo, los honderos balea- un lugar lo más apartado posible, a menudo res), e incluso sus movimientos11. Debe tenerse en una vaguada, junto a un arroyo, tras unas en cuenta que en la mayoría de los casos los rocas, o entre arbustos, fuera del área nuclear proyectiles se localizarán en la zona de caída, y del combate9. En este sentido, la prospección que por tanto su distribución puede emplearse con detector de zonas aparentemente marginales para (a) indicar zonas de avance enemigo y (b) podría llegar a ser provechosa, aunque se trata, determinar, teniendo en cuenta el alcance conoci- casi literalmente, de buscar agujas en un pajar. do de las armas12 la posición de las unidades que

Los indicios documentados hasta ahora 11 El caso paradigmático de este tipo de estudios es el llevan a pensar que el desplazamiento de los análisis de las balas y las vainas metálicas empleadas objetos desde la antigüedad a nuestros días es, en el campo de batalla del Little Bighorn (Fox, 1993: en las zonas de pendiente limitada, bastante 53 ss.;79 ss.). Es un caso especial, sin embargo, dado reducido, como se ha analizado en detalle en que cada vaina tiene unas marcas específicas de 10 disparo (Scott, Haag, 2009) que permiten incluso otros yacimientos . En Las Albahacas muchas trazar el movimiento de individuos concretos, y zonas no han sido objeto de labranza intensiva, tanto balas como vainas permiten identificar el arma y en todo caso los movimientos de vaivén de los con que se dispararon, permitiendo identificar los arados tienden a arrastrar los pequeños objetos bandos. La ausencia de cultivos en la zona y la falta en un área reducida y en un movimiento de ida y de un saqueo sistemático de estos elementos han ayudado también mucho. Sólo, quizá, los glandes vuelta. Los hoyos para plantar olivos pueden re- de honda con pesos estandarizados e inscripciones mover pequeños objetos, pero del mismo modo del periodo sertoriano en adelante permitirían una su desplazamiento se puede estimar en unos aproximación similar al desplazamiento de unidades concretas, pero el expolio de yacimientos como el Cerro de las Balas en Écija hace difícil que tal cosa sea 8 Ver el trabajo de Rueda et al. en este mismo volumen. ya posible. Desde las excavaciones y prospecciones 9 E.g. y por observación directa, Capitán Thomas en el Little Bighorn los trabajos de campo utilizando Browne, ‘The Napoleonic War Journal of Captain Thomas las municiones como base para un estudio SIG se Henry Browne 1807-1816. “Los hombres, cuando resultan han multiplicado (e.g. Reeves, 2011; Pratt, 2009, heridos de gravedad, tratan de hallar el refugio de una etc.). Estos estudios de caso se apoyan en excelentes piedra o un arbusto hacia el cual se dirigen antes de fuentes presenciales, pero sus enfoques pueden ser tumbarse, en busca de apoyo y seguridad, tal como hacen de utilidad para su aplicación al mundo antiguo, caso los pájaros o las liebres en una situación de sufrimiento del asedio de Olinto en 348 a.C. (Lee, 2001). semejante” (cit. por. Holmes (2004: 398). 12 Tema complejo en el que no entraremos ahora, cf. 10 En el Little Bighorn se prestó especial atención a la Quesada, 1997: 476, Fig. 282. Sobre los alcances y su tafonomía, con conclusiones similares a las indicadas concepto hay una amplísima bibliografía, a menudo aquí (Fox, 1993:127ss.). Ver también Scott et al. (1989) contradictoria, cf. Mc Leod, 1965, 1972; Knecht, 1997; para un estudio integral, no sólo de vainas y balas. Ratznisch, 2000: 33, etc.

316 Fernando Quesada et al. disparan. Esta posibilidad que se abre no es muy exclusiva en el combate cerrado (e.g. Polibio, 18, frecuente; en el caso de Kalkriese, por ejemplo, 28-30; Livio, 9,19,7-8). En particular, no debemos los excavadores anotan enfáticamente que los olvidar tampoco que el ejército romano de los pocos proyectiles encontrados no aparecen en siglos III-II a.C. no se componía únicamente de función de movimientos de unidades (Rost y infantes pesadamente protegidos con lorica ha- Wilbers-Rost, 2010: 134). mata, como ocurriría desde Mario a César, sino que la coraza de mallas era una rareza que sólo se permitían los más pudientes con un censo 1.d.- Atribución de las armas a contendientes superior a diez mil dracmas (Polibio, 6,23,15), mientras que la mayoría se conformaban con La atribución de las armas halladas a uno u un pectoral metálico (Polibio, 6,23,14), y hasta otro de los bandos contendientes es un problema un 30% de la legión quizá no llevaba protección bastante más complicado de lo que pueda pa- corporal alguna (al menos a mediados del s. recer a primera vista. Es cierto que había armas II a.C. y probablemente también en época de características de los distintos pueblos, y Polibio Escipión el Africano) (Polibio, 6,22). por ejemplo es explícito al respecto (3,113); pero también lo es que estas armas características eran Esta esencial compatibilidad de tácticas es muy permeables si demostraban su eficacia, y la que facilitó la adopción por parte del ejército sobre todo en condiciones de campaña13. romano republicano de distintas armas de la Pe- nínsula Ibérica (incluyendo el gladius hispaniensis La investigación reciente ha mostrado que y el pugio) (Quesada, 2006b: 77-80; 2007 passim el combate individual y la táctica de pequeñas para análisis detallado). Además, sabemos unidades del ejército romano de finales del s. III que tipológicamente un pilum del tipo ligero a.C. era sustancialmente similar a la de los ejér- descrito por Polibio y una falarica son armas citos ibéricos de la época14. Se basaba sobre todo idénticas o casi idénticas (discusión detallada en que al combate inicial con armas arrojadizas en Quesada, 1997: 334 ss.); y funcionalmente (jabalinas y armas propulsadas empleadas por un soliferreum y un pilum cumplen la misma unidades auxiliares) seguía la lucha decisiva función con eficacia similar (alcance, capacidad de las tropas de línea, que intercambiaban pri- perforante etc.) (Quesada, 1997: 341-342). Por mero salvas de armas arrojadizas pesadas (pila, tanto, es perfectamente normal que a menudo soliferrea, falaricae) lanzadas a corta distancia y los ejércitos contendientes emplearan armas luego buscaban el combate cuerpo a cuerpo, el similares: las fuentes, por ejemplo, mencionan combate con espada (Livio, 28,2,5-6; 34,14,10; el uso de soliferrea por tropas romanas (o en el cf. Quesada, 2006a: 257 ss.; 2003a: 189-192). En bando romano) en varias ocasiones, aunque en este sentido, las tropas romanas se parecían épocas posteriores a la que nos ocupa aquí (e.g. más a los ejércitos del Mediterráneo occidental en Pydna en 168 a.C., cf. Plutarco, Aem. Paul. que a los ejércitos de piqueros helenísticos del 19,9; en la batalla naval de Cumas en el 38 a.C., Mediterráneo oriental que se basaban en la pica Apiano, Bell. Civ. 5,82). (sarissa) de más de cuatro metros como arma casi Y no sólo eso: dadas las dificultades de co-

13 municación entre la Península Itálica e Iberia en Incluso en momentos tan recientes como 1876 las los años de la Segunda Guerra Púnica e incluso tribus indias no sólo contaban con armas variopintas y antiguas, sino que por distintos medios se hicieron en décadas posteriores, los romanos utilizaron (incluso en el mismo campo de batalla del Little artesanos armeros locales, tanto iberos como Bighorn) con armas de reglamento del ejército más púnicos para reponer sus existencias. Así, las modernas (Fox, 1993:77-79), lo que complica la fuentes nos indican explícitamente que tras la interpretación de la dispersión de vainas y balas toma de Carthago Nova el año antes de Baecula Es- (ibídem, p. 87; 115 ss.). cipión puso a los armeros locales a trabajar para 14 Por supuesto, esta similitud no se extiende a la disciplina, estructura organizativa, cadena compleja él (cf. Polibio, 10,17,6-9; 10,20,6-7; Livio, 26,47,2; de mandos y otros elementos que proporcionaban 26,51,7). De hecho, las campañas de Escipión en a los ejércitos romanos su habitual superioridad en Iberia pueden estar en la base de la aparición de batalla campal (cf. Quesada, 2006a: 260).

317 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula armamentaria que a finales de la República ya Floro cuenta incluso cómo en 137 a.C. los celtíbe- equipaban a menudo a los soldados, sobre todo ros exigieron a Mancino sus armas como botín, cuando combatían largos periodos en provincias y no cabe pensar que fuera necesariamente para (cf. análisis detallado en Quesada, 2006b: 81-87). destruirlas (Floro, 1,34,6).

En paralelo, ya hemos visto que los cartagi- Por tanto, en lo que se refiere a armas de- neses no hacían ascos, antes al contrario, a reuti- fensivas activas y pasivas16 y armas ofensivas lizar las armas y armaduras romanas capturadas de astil, su hallazgo en un punto concreto del (supra). Probablemente también empleaban ya campo de batalla no nos permite asegurar su por esa época escudos ovales y cascos de bronce pertenencia a uno u otro bando. Ciertamente, de tradición tanto itálica como céltica, aunque un pilum de lengüeta plana (como el hallado en su panoplia en este periodo no es bien conocida Las Albahacas) es tipológicamente romano, y lo (Quesada, 2002-03a: 72-84). En particular, y en el más probable es que en Baecula fuera portado caso de los ejércitos de Iberia, tras una década por un legionario, pero no podemos tener la en el terreno no sólo sus contingentes hispanos seguridad. Y un pilum de cubo (como el hallado se armarían con su panoplia local, sino proba- en Las Albahacas) puede haber sido usado al blemente también algunos de los contingentes 50% por un combatiente del bando romano o africanos. Incluso es probable que los arsenales del cartaginés. Lo mismo ocurre con las puntas de Cartagena tuvieran tantos hispanos como de lanza y jabalina halladas en la zona; luego lo cartagineses entre las 2000 personas que traba- analizaremos en detalle tipo por tipo. jaban en sus armerías. El caso de los proyectiles es también com- En otros contextos militares comparables, plejo. En este escenario y en esta época, parece como en Alesia, se ha observado un fenómeno (y solo parece) que los únicos que empleaban similar y, como ha señalado Deyber, en el cam- glandes de honda eran los contingentes de po de batalla uno ‘tira de lo que tenga a mano’ mercenarios baleares, que en este periodo sólo (Deyber, 2008: 177), lo que dificulta las atribucio- sabemos que estuvieran al servicio de Cartago. nes de armas a contendientes concretos incluso Por tanto, con la documentación disponible po- en un contexto tan preciso. En ese sentido, la demos pensar con razonable seguridad (aunque tipología de puntas de flecha de Duval (1970) nunca con certeza) que en Las Albahacas estos que prescindía de atribuciones étnicas viene a proyectiles de plomo pertenecen a unidades resultar más eficaz que el intento de caracterizar del bando cartaginés. Mucho más complicado armas ‘galas’ y ‘romanas’ (Sievers, 2001: 175 ss. es el caso de las puntas de flecha, tanto de la y Figs. 13 y 14), cuando todas ellas fueron casi variedad de tipos más elaborados como de los sin duda alguna empleadas por ambos conten- denominados ‘dardos’ fusiformes o bipirami- dientes, con independencia de su origen inicial dales alargados. Hay tipos, como las puntas de (e.g. Sievers, 2001: 175). bronce con arpón lateral, que podrían incluso ser mucho más antiguos, de época orientalizante, Los descubrimientos arqueológicos hispa- y no tener nada que ver con la batalla (infra), nos son especialmente consistentes con este aunque lo probable es que perduraran, y en panorama de préstamo, intercambio y en general ese caso serían cartaginesas casi con seguridad. de permeabilidad de las panoplias. Por ejemplo, Otras piezas, como las puntas de gran aleta en el yacimiento ibérico de Castellruf (Álvarez y asimétrica, suelen atribuirse a tropas romanas Cubero, 1999) aparecen pila de lengüeta de tipo o aliadas. Otras, finalmente, podrían incluso inequívocamente romano en un contexto que ser de periodos muy posteriores, ya que son puede ser de reparación y uso (o incluso copia) tipológicamente indistinguibles. por los habitantes locales (Álvarez y Cubero 1999: 140)15, y hay otros casos similares desde En consecuencia, y salvo algunos tipos muy finales del s. III a.C. y hasta época sertoriana. concretos (glandes de honda, puntas de arpón

15 Pero ver infra para otra posibilidad: el encargo por autoridades romanas. 16 Para el concepto, Quesada, (1997: 483).

318 Fernando Quesada et al. lateral, pilum de lengüeta plana) la gran mayoría halladas en Las Albahacas no tienen en su gran de los tipos de armas hallados no son ‘marcado- mayoría una datación precisa, ya que se trata res’ étnicos utilizables con fiabilidad. de tipos de larga perduración. El armamento romano de la época de las guerras púnicas es muy mal conocido arqueológicamente y, por 1.e.- Qué puede y qué no puede decirnos el ejemplo, hasta ahora las tachuelas de suela más estudio de las armas en el campo de batalla antiguas que se conocían no iban más allá de época cesariana; lo mismo ocurre con varios En este capítulo no haremos alusión a la de los tipos de punta de flecha o de jabalina. El dispersión espacial de las armas localizadas, conjunto de Las Albahacas, considerado aislada- que es objeto de un análisis específico en otro mente, podría ser incluso considerado de época lugar en combinación con las monedas y otros sertoriana de no ser por la ausencia de los tipos objetos. Nos limitamos aquí a un análisis tipo- diagnósticos del s. I a.C., y sobre todo por la lógico y funcional. Desde el punto de vista de la presencia del pilum antiguo de lengüeta plana batalla, insistimos, la potencialidad del conjunto hallado en 2012 (infra), de algunas puntas de de armas en su contexto espacial detallado es flecha, y del conjunto de monedas que abrazan inmensa, y de hecho es de lamentar la pérdida al de armas y que consolidan la datación de fines sin duda producida de una información valiosa del s.III a.C. por las rebuscas clandestinas recientes. Con todo, lo hasta ahora hallado permite trazar la El conjunto hallado adquiere una extraordi- línea de avance del ejército romano, el lugar de naria importancia para comenzar a rellenar ar- su despliegue, y mucho más (Bellón et al., 2012, queológicamente el vacío que, insistimos, existía 2013 y otros capítulos de este mismo libro). In- hasta hace muy pocos años sobre las armas de cluso permite asistir a la argumentación de que fines del s. III a.C., en particular las romanas. De la batalla fue una reñida acción de retaguardia hecho, ayuda a proponer –incluso a probar– que cartaginesa, más que una lucha a muerte en lo muchos elementos hasta ahora considerados alto del cerro (Quesada, 2013). característicos del s. I a.C. pueden remontarse hasta fechas más de un siglo anteriores, como El análisis de las armas puede ayudarnos, los propios clavi caligares o tipos de jabalina de con limitaciones, a precisar la cronología. Pero punta piramidal alargada. al contrario que muchas monedas, las armas

2.- PILA

En Las Albahacas han aparecido hasta el nervio. La pieza, casi completa, mide 25,5 cm, de momento cuatro pila reconocibles, de tipos di- los que 4,9 corresponden a la punta y 6 a la len- ferentes (Figura 3). güeta, dejando apenas 14 para el vástago o astil férreo. La lengüeta tiene un ancho de 3,9 cm. El Nº cat. 9459. Hierro de pilum corto con orificio de remache proximal tiene un diámetro enmangue por lengüeta plana. La lengüeta pre- de 1,1 cm; el distal, de 0,6 cm. Están separados senta dos pliegues o pletinas laterales en sentido por apenas 0,9 cm. La punta, restaurada, pesa opuesto para asegurar la fijación (una rota), y 113 gramos. dos orificios grandes para remaches. El vástago, corto, es de sección cuadrada en su recorrido, Nº cat. 9450. Hierro de pilum corto con en- virando a sección circular en el extremo distal mangue de cubo (aplastado) y punta prolonga- (i.e. la más lejana al astil y al cuerpo del porta- ción del astil de sección circular que se transfor- dor), que remata en la punta. Esta es gruesa, de ma en sección cuadrada por forja. Corresponde forma losángica con anchura máxima en el tercio pues a un tipo Quesada, IIIB pequeño, común proximal (i.e., la más cercana al astil), muy grue- en el mundo ibérico (Quesada, 1997: 328 y Figs. sa hasta tener casi sección piramidal con fuerte 189, 190). No es pues un tipo canónico romano,

319 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Figura 3. Puntas de pilum (Dibujo: Paloma Serrano).

320 Fernando Quesada et al. aunque es perfectamente compatible con el término que implica una connotación como modelo más conocido de pilum ‘ligero’ romano arma típica y exclusivamente romana, que está republicano. Longitud máxima, 35 cm; Longitud lejos de ser correcta. de la punta 4,8 cm; Longitud del cubo, 5,8 cm; Diámetro del cubo 1,3 cm; Diámetro del astil, Suele utilizarse a Polibio como la autoridad 0,9 cm; Peso 113,1 gr. Doblado en ángulo abierto más experta y explícita sobre el pilum empleado hacia su mitad, quizá por impacto. por las legiones romanas, pero ahí está parte de la raíz del problema. De Polibio 6,23,8 ss. (y con Nº cat. 1069 (Mus. Jaén inv. 5249). Hierro menor detalle y mucho tiempo después también de pilum incompleto con hoja plana de forma Dionisio de Halicarnaso, 5,46,2) se extrae que foliácea losángica de sección romboidal a cuatro a mediados del s. II a.C. (no sabemos desde mesas, bastante aplanada, sin arista marcada. La cuándo, y suele asumirse tácitamente que esto se longitud máxima conservada es de 37,9 cm. La aplica también a las Guerras Púnicas) los hastati y mayor parte es el vástago de sección cilíndrica principes legionarios llevaban un ὐσσὀς ‘grueso’ con un diámetro medio de 0,8/0,9 cm. La lon- (παχύς) mejor que ‘pesado’ como suele tradu- gitud de la punta propiamente dicha es de 5,9 cirse; y otro que Polibio denomina igualmente cm (se estima el tamaño original en 6,2 cm) con pilum, pero ahora λεπτός ‘delgado’ (mejor que una anchura máxima en su tercio proximal de ‘ligero’), similar a un venablo de caza (σιβύνη). 2,1 cm. Lo conservado pesa 109,1 gr, aunque tal Los arqueólogos desde siempre han identificado valor es engañoso al faltar parte del hierro. Se ha el pilum grueso (o ‘pesado’) con los ejemplares perdido el extremo proximal para el enmangue, conocidos en los que el elemento férreo se em- que pudo ser pues de cubo hueco o de lengüeta bute en la madera, mediante una lengüeta o una plana para insertar en la parte lígnea del astil. espiga (una de las dos grandes familias de pila El astil férreo está doblado una sola vez, en un clasificadas en arqueología, cf. Figuras 4 y 5),18 ángulo obtuso abierto de unos 150º respecto a la y el ‘ligero’ con el tipo de cubo. recta original. Pudo doblarse y perder el extremo de la punta por impacto. La forma, tamaño y pro- Sin embargo, de esta identificación entre des- porciones de la punta y el aspecto del astil nos cripciones texuales y objetos surgen problemas, llevan a descartar que se trate de un fragmento como suele ocurrir. Por un lado, y como varios distal de soliferreum, aunque no puede obviarse investigadores han advertido, los pila de cubo de por completo esa posibilidad. gran tamaño (Figura 6) pueden ser tan pesados como los de lengüeta o espiga (e.g. Connolly, Nº cat. 9979. Punta de hierro de probable 2001-2: 1), y en muchos casos, más pesados; des- pilum. Hoja foliácea de tendencia losángica con de luego resulta difícil considerar el modelo más ancho máximo en el tercio proximal. Sección antiguo de pilum de lengüeta (Fig. 5 o 6.5) como lenticular con fuerte nervio. Conserva el arran- más ‘pesado’ que los enormes pila de Vulci o Re- que de un vástago de hierro de sección circular, nieblas que normalmente se describirían como macizo, que sirve para catalogar la punta como ‘ligeros’ de acuerdo a la terminología al uso,19 de pilum. La hoja mide 4,7 cm, y el fragmento en que probablemente debamos revisar (Figura conjunto, con el arranque del astil, alcanza los 6.A y 6.C frente a Fig. 6.5). Una comparación 6,1 cm. La punta tiene una anchura máxima de a la vez de tamaño y de cronología demuestra 2,4 cm, y el ancho del vástago en su arranque, la similitud de piezas fabricadas con siglos de corroído, es de unos 0,5 cm, aunque su diámetro original alcanzaría los 0,9 o 1 cm. genérico βέλος para venablos. El estudio y catalogación tipológica, crono- 18 La variante de espiga, quizá originaria del valle del lógica y sobre todo cultural de estas piezas sufre Po y en general del ámbito de la conquista de la Galia (cf. Feugère, 1994: Fig. 11; Connolly, 1997: 49 y Fig. ya de partida de un problema en la definición 5; 2001-2: 2) es marginal en época republicana antes 17 misma de estas armas empleando el latín pilum, de César, aunque llegaría a ser predominante en el Imperio. 17 Nadie usa el equivalente griego ὐσσὀς que es el que 19 Por ejemplo, Vicente et al., 1997:181; García-Dils y emplea Polibio como traducción griega, junto con el Menéndez Argüin, 2006; Bonacina, 2007, etc.

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Figura 4. Organización tipológica de las diversas familias, tipos y variantes de pila documentados arqueológicamente, roma- nos o no.

diferencia, y la gran variabilidad de tamaños, En tercer lugar, no hay dos tipos de pila romanos, que irían desde el apropiado para la jabalina sino varios (Figuras 4 y 5), de entre los que el más de un infante ligero hasta un pilum ‘grueso’ (cf. antiguo de lengüeta (el llamado tipo Talamonac- Bonacina, 2008: Fig. 1, tipo ‘a incavo’).

Por otro lado, Polibio nada dice del sistema no es cierto en absoluto, cf. Junkelmann, 1986: 188- de inserción como criterio para distinguir los dos 9&Taf. 51a; Connolly, 2002-2: 6-7; Bonacina, 2007: 41-42; Quesada, 2008b: 226-228; McDonnell-Staff, tipos de pilum, más allá de que el astil metálico 2010; Grab, 2011: 92). Polibio sí especifica, por el 20 se fija con ‘numerosos’ remaches (el término contrario, que sólo la jabalina ligera (γρόσφος βέλος) λαβίς suele referirse sobre todo a abrazaderas) empleada por los velites (νεώτατοι ο γροσφομάχοι) para asegurar que no se desprenda al impacto21. se diseñaba con un hierro delgado para doblarse al impacto y asegurar que no pudera devolverse (Polibio, 6,22,4). En todo caso, la famosa reforma de 20 Otro problema: el término πυθμήν que Polibio Mario permitiría, en pila republicanos muy tardíos, utiliza para referirse al extremo proximal del pilum que la parte metálica del pilum rotara libremente fijado mediante remaches (¿o abrazaderas?) tiene más sobre el remache de hierro al partirse el remache connotaciones de ‘cubo’ (socket en las traducciones de madera, dejando el arma momentáneamente inglesas) que de lengüeta plana, pero puede referirse inutilizada. Y es evidente, a partir de los pila de espiga simplemente al extremo o base. de época sertorianas de La Almoina (Valencia) o de 21 Esto tiene relación con el mito, ampliamente Caminreal (Teruel) que muchos pila post-marianos desmentido pero persistente, de que el hierro del seguían sólidamente fijados al astil lígneo (Ribera, pilum se diseñaba para doblarse al impacto; esto 1995: Fig. 15; Vicente et al., 1997: Fig. 24).

322 Fernando Quesada et al.

Figura 5. Evolución de los principales tipos de pilum romano entre la Segunda Guerra Púnica y época julio-claudia (de Con- nolly, 1997: Fig. 4). En la parte superior, pila de cubo, y en la inferior pila de inserción con lengüeta plana.

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Figura 6. Pila romanos e indígenas, de tipos de cubo (izquierda) y lengüeta (derecha) en la Península ibérica entre c. s. V a.C. y c. 50 a.C. Con letras, piezas itálicas o de contexto romano; con números, piezas en contexto indígena hispano. Se aprecia que las piezas de cubo son comunes; la de espiga, salvo en el caso excepcional de Castellruf, se adscriben a contextos romanos. A.- Vulci (s. V a.C. probablemente); B.- Montefortino (s. III a.C.); C.- Campamento III de Renieblas (mediados s. II a.C.). D.- La Almoina de Valencia (c. 75 a.C.) =Quesada 2692; E.- Numancia (mediados s. II a.C.); F.- La Almoina de Valencia (c. 75 a.C.); G.- La Caridad (Teruel), c. 75 a.C. 1.-Perelada= Quesada 2735 (s. V a.C.?); 2.- Almedinilla =Quesada 958 (s. IV-III a.C.; 3.-.Cigarralejo Sep. 532 (=Quesada 532) (s. II a.C.); 4.-Mirador de Rolando (=Quesada 1434) (s. IV a.C.); 5.- Castellruf (fin s. III a.C.). Pese a la similitud funcional y tipológica básica, los dos grupos de los llamados pila (de cubo y espiga) tienen un desarrollo paralelo independiente, aunque su origen remoto en la I Edad del Hierro pudiera ser común (a partir de Quesada 2007: Figs. 1 y 2 modif.).

cio), fechable entre el s. III a.C. con perduraciones madera relativamente corto al que se fija (de ocasionales quizá hasta el I a.C. se aleja mucho de diferentes maneras), y un tramo de astil férreo la idea general que solemos tener del pilum como de sección cuadrada, circular o mixta, de en un arma de largo astil metálico (de sesenta cm o torno a un cm de lado, vástago que puede ser mucho más) fijado a un corto astil de madera. tan corto como 20 cm o tan largo como 100 cm, en todos los tipos. En efecto, se entiende por pilum no sólo el archiconocido tipo legionario llamado Oberaden, Esta pieza férrea remata en una punta muy sino todo un conjunto de armas arrojadizas a pequeña y compacta en relación al resto del corta distancia (alcance menor de unos treinta hierro, que puede tener diferentes variantes (de metros) y función perforante, que en realidad se antigua a moderna esencialmente: plana y lan- fabricaron en diversas variantes y tamaños a lo ceolada con o sin aletas; lanceolada con nervio, largo de muchos siglos, y con distintos nombres piramidal maciza). en diversas regiones (Quesada, 1997: 331 ss.). En esencia (y ya desde Lindeschmitt 1865: 388), se Para analizar pues las armas de Las Alba- vienen caracterizando tipológicamente los pila hacas es pues necesario comprender claramente a partir de los siguientes elementos: un astil de que (Figuras 4 y 5):

324 Fernando Quesada et al.

a. En la bibliografía arqueológica, y con in- caracterizados, en modo alguno, como dependencia de Polibio, se distinguen dos ‘marcadores étnicos’ (Figura 6). grandes familias denominadas pila por la forma de unión del vástago de metal d. Las fuentes grecolatinas se caracterizan al astil de madera (Connolly, 1997; Que- por su extrema inconsistencia en la de- sada, 1997: 327 ss.; Pernet, 2010: 63 ss.). nominación de las armas, y ello incluso En el primer grupo (Fig. 4, Fig. 5 parte entre los autores más técnicos (e.g. Que- inferior), la fijación se hace embutiendo sada, 1994). En particular, el caso de las el metal en el astil de madera, y fijándolo armas arrojadizas es un verdadero campo con remaches, virolas o una combinación de minas (Quesada, 1997: 331-343 con de ambos (figura 5, parte inferior)22. En el discusión detallada). Por ejemplo, es más segundo grupo tipológico (Figura 5, fila que probable que el pilum de cubo, con va- superior), el vástago metálico arranca en riantes formales escasas o incluso nulas, su parte proximal con un cubo hueco en se conociera en Etruria, la Galia e Iberia el que se inserta el astil de madera. bajo diversos nombres, como falarica en Iberia (cf. Quesada, 1997: 334 ss., a partir b. Ambos grupos pueden tener el hierro de Livio, 21, 8, 10)24; o gaesum en la Céltica corto o largo, y diversos tipos de punta. (cf. pila romana sunt quia gaesa gallorum, Aunque hay algunas tendencias crono- Serv. Gram. ad Aen. 8,661, donde gaesa lógicas, distan mucho de ser exactas o y pila pueden ser piezas muy similares, precisas. En términos generales las puntas no solo funcional sino tipológicamente, evolucionaron de más anchas a más com- por limitaciones prácticas de las formas pactas, piramidales; los hierros tendieron posibles; ver discusión y bibliografía a alargarse en los pila de lengüeta, y a específica en Quesada, 1997: 331-332 y reducirse en los de cubo. 339). Ejemplares muy similares abundan en contextos ibéricos desde antes de la c. Mientras que los ejemplares de lengüeta presencia romana, como veremos. En y de espiga (Figura 5, debajo) son casi consecuencia, es tarea casi estéril precisar exclusivos del mundo itálico, y en parti- con exactitud la denominación de un tipo: cular del romano23, los pila con emangue probablemente variaría, para la misma de cubo aparecen en contextos hispanos, pieza, en diversas regiones y momentos. galos, etruscos y latinos desde el s. V a.C. e incluso algo antes, sin aparente relación e. Como se ha detallado antes (Apartado entre ellos. No pueden ser por tanto 1.d), la similitud en las formas de combate individual y de pequeñas unidades entre hispanos y romanos hace que ambos ejér-

22 citos, en la época de la Guerra de Aníbal En realidad, esta familia tiene a su vez dos tipos (Figura 4): en el más común el extremo proximal del y décadas posteriores, pudieran emplear astil metálico es una lengüeta plana (que a su vez indistintamente sus armas o las captura- puede ser rectangular o con escotaduras centrales das al enemigo o fabricadas en armerías que le dan un perfil de ‘reloj de arena’) y que puede locales. Por tanto, todos los pila hallados (o no) tener los laterales doblados en un característica en Las Albahacas (incluyendo el que en sección en ‘S’ para mejorar la fijación. En el segundo tipo el astil de hierro arranca, en lugar de con una principio sería más característicamente lengüeta, con una punta afilada que se inserta en el romano, el núm. 9459) pudieron haber astil de madera, reforzándose (o no) la unión con sido llevados allí por combatientes ro- un virola o capuchón metálico. Este último tipo de manos, hispanos o cartagineses de toda espiga aparece sobre todo en contextos cesarianos procedencia. Sin embargo, dado que esta- en Alesia, y luego en contextos imperiales a partir de época augustea (no incluidos en la Figura 4, ver mos a comienzos de la campaña anual, las Connolly, 1997: 49 y Fig. 5; 2001-2: passim). armas más características (como el pilum 23 Las piezas romanas de espiga con un solo remache podrían ser originarias del valle del Po, en el norte de Italia (Connolly, 2001-2). 24 Contra, en un trabajo confuso, Melgares (1982).

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9459) normalmente procederían de su tipo (Kranj en Eslovenia, Bishop y Coulston, usuario inicial, en este caso, un romano. 2006: 51) debe también datarse probablemente en la primera mitad del s. II a.C. Con estas consideraciones, morosas pero imprescindibles, podemos entender más ca- Más significativa aún es la aparición reciente balmente la clasificación de lospila hasta ahora en Iberia de algunos ejemplares de este tipo de catalogados en Las Albahacas. pilum de lengüeta antiguo. Los más importantes son los (entre seis y diez) del poblado ibérico de En principio, sólo el ejemplar 9459 de len- Castellruf (Gerona), fechados muy a fines del s. güeta podría ser considerado como ‘romano’. III a.C., es decir, en plena Segunda Guerra Púnica, Por su carácter diagnóstico es una de las armas del mismo tipo que el de Las Albahacas (Álvarez más importantes de las halladas en Las Albaha- y Cubero, 1999; García Jiménez, 2013: 45)25. cas, ya que, por su tipología y tamaño, corres- ponde perfectamente a un tipo de pilum romano Si la asociación de estas armas a un pequeño antiguo, característico sobre todo de fines del s. taller metalúrgico local es correcta, y no se trata III a.C. A grandes rasgos, puede decirse que los de restos de una destrucción por asalto al poblado pila de este tipo son piezas cortas, de entre 25 y 30 (Álvarez y Cubero, 1999: 140), es más que probable cm de longitud total, achaparradas, con lengüe- que las posibles explicaciones proporcionadas tas cortas y anchas de dos remaches y pletinas por estos autores a la presencia del lote de pila dobladas; las puntas son triangulares, con barbas (reparación o reaprovechamiento del material, o sin ellas, o lanceloadas con gruesos nervios. armas capturadas) ya de por sí algo forzadas26, podrían ser sustituidas por una explicación más Un buen ejemplo son las piezas de Tala- económica, esto es, que estas puntas estaban sien- monaccio, procedentes de un depósito votivo do fabricadas en el poblado, quizá por orden de tradicionalmente (cf. Couissin, 1926: 190 ss.) aso- autoridades romanas locales, necesitadas de toda ciado a la batalla de Telamon contra los galos en la capacidad productiva por parte de pueblos alia- 225 a.C., y cuyos ejemplares más característicos dos y/o sometidos; o por imitación local de armas han dado nombre al tipo (Luik, 2000; Connolly, conocidas. Sabemos que en diversos momentos 1997: Fig. 2). De hecho, las decenas de casos de de la República los romanos recurrieron a fabricae especímenes funcionales de la Variante 1 de Luik o armamentaria locales, bien en enclaves púnicos (2000: Abb, 1) son casi idénticos al ejemplar de como Carthago Nova en la Guerra de Aníbal (Poli- Las Albahacas en dimensiones, proporciones bio, 10, 17, 6 y 10, 20, 6-7; Livio, 26, 47, 2,; 26, 51, 7), achatadas, y características de la lengüeta (in- bien en otros iberos (en época sertoriana, cf. Livio, cluyendo plegado y número de perforaciones). 91: “Había publicado [Sertorio]un edicto en toda En los ejemplares de Telamon sólo su punta, la provincia disponiendo que se fabricasen armas plana, sin nervio, es más sencilla y débil –menos según los recursos de cada pueblo” (trad. F. Villar, perforante, pues que la de Las Albahacas–, como BCG)27 (Quesada, 2006b: 95 ss.). Dado lo que he- correspondería en el primer caso a un modelo mos dicho sobre la compatibilidad de armas (por ligeramente más antiguo (unos veinte años). ejemplo soliferreum/pilum; espada recta hispana/ A este contexto de c. 225 a.C. pueden añadirse espada recta romana), la navaja de Occam apunta varios otros ejemplares antiguos, pero datados a esta explicación. ya hacia el 180 a.C., y procedentes del impor- tante conjunto de Smihel (Eslovenia) (Horvat 25 Hay en Castellruf variantes con y sin escotadura 1997, 2002), así como otros ejemplares similares y con y sin aletas en la punta, indicativo de la procedentes del nekromaneion de Ephyra en contemporaneidad de estas variantes (ver Fig. 6). Epiro, datados c. 167 a.C. (Volling, 1997: Abb Lo mismo ocurre con Talamonaccio, donde conviven estas variantes en las mismas fechas (Luik 2000, Abb. 11a-11b; Connolly, 1997: Fig. 2.F-J, ec.); y otro 2). de Entremont en la Galia, datable ya a fines del 26 Las armas no estaban especialmente dañadas en s. II o incluso principios del s. I a.C. (Arcelin y principio, y la reutilización de la materia prima es, en Girard, 2013) (ver Connolly, 1997; Horvat, 1997; el caso del hierro ya forjado y de este tipo de vástagos, Luik, 2000 para síntesis). Otros ejemplares del problemática. 27 A partir del palimpsesto Vaticano Lat. 24, 91.4.

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Aunque son los más significativos y cercanos El segundo ejemplar de pilum, nº 9450, per- a Albahacas 9459, los de Castellruf no son los tenece a la otra gran familia de este grupo de únicos ejemplos de tipo ‘Talamonaccio’ en Iberia. armas, caracterizada por su enmangue de cubo El más completo y problemático es el proceden- y normalmente calificada como ‘ligeros’, carac- te, sin contexto ni origen preciso, de la Penya del terización que ya hemos analizado (Figuras 4, 5 Aguila en el macizo del Montgó, en Denia, con- parte superior y 6). Tipológicamente, su ausencia servado en el Museo de Jávea28. El arma, corta, de de punta elaborada lo incluye en el tipo Quesada, lengüeta plana y punta con aletas, corresponde IIIB corto, es un modelo tan frecuente en contex- a un modelo antiguo, pero el problema es que tos romanos como indígenas, en Iberia al menos. el conjunto de las armas documentadas como procedentes del Montgó (aunque sin contexto En el depósito de armas romanas de Smihel, preciso), suelen asociarse a las fuentes literarias datado como sabemos en las primeras décadas que identifican el punto como una base naval de del s. II a.C., se asocian hasta 47 puntas de este época sertoriana, hacia el 75 a.C., lo que parece tipo a otras del modelo de lengüeta corto o confirmarse por la datación de los materiales ‘Talamonaccio’ (Fig. 5; Hovat, 1997: Fig. 6, 111; cerámicos del yacimiento, estos sí prospectados 2002: Pl.). El diámetro interior de estos pila (1,3 in situ (Sala et al. 2013:197 ss.). Si la datación cm) y la longitud de la mayoría (entre 30 y 38 sertoriana es correcta (aunque las armas loca- cm) coincide plenamente con el de Albahacas, y lizadas hasta ahora permitirían una horquilla correspondería con el tipo ‘delgado’ y por tanto hasta el final del s. III a.C.) y atribuyéramos al liviano de Polibio. En contextos posteriores y contexto sertoriano la punta, se convertiría esta asociados al ejército romano siguen aparecien- pieza en la más moderna conocida del tipo, casi do estos pila de cubo con punta simplificada cuatro décadas posterior a la pieza, hasta ahora desde c. 133 a.C. Así, en Numancia, tanto en la más reciente, de Entremont, fechada c. 123 los campamentos del cerco como en Renieblas a.C. (Luik 2010:275; Arcelin y Girard, 2013:335- III (Luik, 2002: 76 ss, en concreto Abb.85.136 338). En cambio, la lengüeta rectangular con dos o Abb. 183.145). El modelo perdura en época remaches del Tossal de la Cala, en Alicante (Bayo sertoriana como en Caminreal (Teruel, Vicente 2010:125 ss. y Fig. 75.3) podría tanto pertenecer et. al, 1997: Fig. 27). a un pilum de vástago corto o largo, y su crono- logía podría ir por tanto, per se, desde el final del A menudo estos hierros de pila de punta s. III a principios del s. I a.C.29. simplificada pero eficaz alcanzan una longitud mucho mayor, hasta 90 cm de hierro, aunque sin En conjunto, pues, consideramos que el llegar nunca a los tres codos (πἠχεις), (c. 130 cm) pilum 9459 de Las Albahacas (Bellón et al. 2013a: mencionados por Polibio (6,23,10)30. Pueden apa- 327; 1013b: 31) es un ejemplar de morfología recer en contextos romanos (Numancia, Luik, típicamente romana, característico del periodo 2002: Abb.183.143), pero también en contextos de las Guerras Púnicas aunque pudo perdurar ibéricos como la necrópolis de Íllora en Granada en el tiempo hasta el s. II o incluso (muy dudoso) (Quesada, 1997: nº cat. 1565). principios del I a.C. Ahora bien, pila sencillos de este tipo, indis- tinguibles de los ‘romanos’ son muy abundantes en la Península Ibérica en contextos indígenas 28 Por donación de J. Cardona (núm. Inv. Mus. Javea 2184a), cf. VVAA, 2004: 88). Long. Max. 41 cm, desde el s. V a.C. (Figura 6). En 1997 catalogába- algo mayor que la media. Dos posibles orificios de mos en torno a 42 piezas del tipo III (pila de cubo remache en la lengüeta (obsv. personal). con punta elemental) (Quesada, 1997: 862ss.) en 29 Existe otro posible ejemplar de este tipo procedente fechas muy variadas. de Ampurias (Mus. MAC-Girona, n.inv.13866, cortesía Gustavo García Jiménez), del que sólo se conserva punta (plana y lanceolada, sin aletas ni 30 Coincidimos con Luik en que las medidas que nervio) y un corto tramo de astil con ensanchamiento proporciona Polibio no son realistas, y en que su proximal quizá indicativo del arranque de la descripción es muy problemática al casarla con los lengüeta. No tiene contexto, ya que procede de datos arqueológicos contemporáneos a este autor, en colecciones privadas. particular Numancia (Luik, 2002: 81).

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Así, hay contextos que llegan al siglo V a.C., imposible precisar si corresponderían a puntas como en El Bovalar (Castellón de la Plana) (Sep. de cubo o de lengüeta. 2, Quesada, nº cat. 2333) o el Puig de Benicarló (Quesada, 1997: nº cat. 2362 y otros) y otros En el primer caso, si fueran piezas de cubo, ejemplos, que podrían también ser considera- el ejemplar Albahacas 1069 sería un pilum de tipo dos como los grandes regatones de hasta 40 cm Quesada, II (Quesada, 1997: 327 ss.), de tamaño que corresponden a las grandes lanzas arcaicas mediano o grande, con punta lanceolada sin de hierro (en Mianes, Solivella, etc.). Lo mismo nervio marcado, con sección lenticular o a cuatro ocurre con el probable pilum multiuso de Prados mesas. De nuevo es un modelo que puede atri- Redondos (Guadalajara) (Quesada, nº cat. 3610) buirse tanto al ejército romano como a pueblos del s. V a.C. En el otro extremo de la horquilla peninsulares. Así, hay pila romanos republicanos cronológica, probablemente a fines del s. III, o de este tipo en contextos itálicos antiguos, siem- quizá un poco después, hay ejemplos celtibéri- pre anteriores a mediados del s. II a. C., como el cos de este tipo en Arcóbriga (Zaragoza) (Sep. ejemplar de Vulci de los Museos Vaticanos, de C, Quesada, nº cat. 3042, actualizado en Lorrio cronología debatida que podría subir hasta el y Sánchez 2009: 56 ss.). En el ámbito ibérico, y s. V a.C. (Connolly, 1997: 44 y Fig.1.A); o el de con una datación de fines del s. III a.C. tenemos Montefortino de c. 250 a.C. (Connolly, 1997: Fig. ejemplos en Cabecico del Tesoro (Murcia) (Sep. 4, ver Figura 5). En cambio, Horvat no recoge 69, nº cat. 203), Cabrera de Mar (Quesada, 1997: puntas de este tipo en Smihel en contexto de c. nº cat. 2632) y su equivalente de gran longitud 170 a.C. (Horwat, 1997), ni Luik en Numancia (80 cm) nº cat. 2644. Quizá a caballo con el s. II en contexto de c. 133 a.C.31 (Luik, 2002). Sin em- a.C., y en un contexto interesante, podemos citar bargo, y para complicar las cosas, hay también el pilum de la necrópolis emporitana (Quesada, pila de cubo con punta de hoja ancha y plana en nº cat. 2772) que quizá algunos preferirían con- momentos muy muy tardíos, de época cesariana, siderar romano. Ya en la primera mitad del s. como en el ejemplar de Osuna (Sievers, 1997a: II a.C. contamos con ejemplares en Cigarralejo núm. 68, que también podría ser indígena dados (Murcia) (Sep. 198, nº cat. 532); Cabecico del los tipos de armas hallados, cf. Quesada, 2008: Tesoro (Sep. 49, nº cat. 202; Sep. 141, nº cat. 204), 17 y Fig. 4B). llegando a mediados de esa centuria e incluso más allá (Cabecico, S 41, Quesada, nº cat. 202). En casos de piezas nuevas sin contexto, En la otra gran área geográfica tenemos un pa- como la de El Guijo (Écija, Sevilla), la atribución norama similar; en Uxama (Soria) hay piezas de pila de este modelo32 a un contexto romano similares en tipo y datación (e.g. Sep. 3, Quesada, en periodo cesariano es posible (García-Dils nº cat. 4299). y Menéndez, 2006), pero igualmente podría remontarse a época sertoriana o (menos pro- Valga esta tediosa enumeración para de- bablemente por su gran longitud, 74,6 cm) a la mostrar que este tipo de armas de manufactura época de la Segunda Guerra Púnica. elemental abarca un amplio marco cronológico (toda la Segunda Edad del Hierro) y cultural Por lo que se refiere a contextos peninsulares (toda la Península Ibérica, además del mundo no romanos, en 1997 conocíamos ocho ejempla- romano, y también buena parte de la Galia, res de tipo II (pilum de cubo con punta lanceola- donde no queremos entrar ahora). El pilum da sin nervio), fechables desde fines del s. V a.C. Albahacas 9459 es pues perfectamente compa- (Alpanseque, Sep. 27, Quesada, nº cat. 4071) y tible con el contexto cronológico de la batalla el primer cuarto del s. IV a.C. (Cigarralejo, Sep. de Baecula, pero no podemos saber a qué bando 277, Quesada, cat. 628; Serreta de Alcoi, Sep. 1) pudo pertenecer.

31 El problema de la cronología de Renieblas V Los otros dos restos de pila de Las Albahacas (sertoriano o anterior) afortunadamente no nos (Figura 3), con números 5249 y 9979, presentan afecta aquí por ausencia de piezas relevantes en ese una problemática en cierto modo similar al de contexto. Albahacas 9459. Al estar ambos incompletos, es 32 Aunque la punta es sospechosamente débil por su desmesurada longitud y ausencia de nervio.

328 Fernando Quesada et al. a los que ahora cabe añadir algunos más del En conclusión, pues, el grupo de pila de Las Puig de Sant Andreu (Ullastret, Gerona, MAC Albahacas es consistente con un arco cronológico Ullastret 2753, cortesía G. García); o de Arcóbriga máximo de c. 225-75 a.C., pero el ejemplar de (Lorrioy Sánchez, 2009: Fig. 162). tipo Talamonaccio es diagnóstico para llevar la fecha a fines del s. III a.C. Por lo que se refiere al otro fragmento de probable pilum con punta ancha pero ahora Además, ayuda a sostener una fecha antigua con nervio marcado (Albahacas 9979, Figura la presencia de dos puntas anchas y planas, con o 3), el problema es el mismo al del caso anterior, sin nervio, combinada con la completa ausencia agravado por la práctica ausencia de astil. De de puntas piramidales macizas alargadas, que nuevo hay paralelos anteriores a mediados del son con mucho las más características de los s. II a.C. para este tipo de punta ancha en con- contextos de c. 130 y c. 75 a.C. (además de, por textos romano-republicanos; pero también, y con supuesto, los cesarianos y altoimperiales). Estas mayor claridad, aparece este tipo en contextos puntas piramidales macizas y alargadas serán plenamente indígenas, y en fechas del s III a.C. o con el tiempo las más caracerísticas tanto en las incluso anteriores. La punta lanceolada con ner- familias de cubo como en las de lengüeta (en ge- vio marcado es base del tipo de pilum Quesada neral ver Connolly, 1997, 2001-2002; Luik, 2002). I, que aparece en contextos indígenas hispanos En época sertoriana son en Iberia casi exclusivas, con tamaños de entre 20 a 70 cm (Quesada, 1997: como en la Almoina de Valencia (Ribera, 1995: Fig. 192). En 1997 conocíamos como mínimo Fig. 15), en Cáceres el Viejo (Ulbert, 1984: Taf. tres ejemplares del tipo, fechables en el s. IV 24); o en Bordegasos (Vilopriu, Gerona) (Nolla a.C. (Mirador de Rolando, Granada, cat. 1434) et al., 2010: 165-166 y Fig. 10.2.2.10); en época o de fecha imprecisa y gran tamaño (Meca en cesariana, c. 45 a.C., son igualmente predomi- Valencia y Galera en Granada, nº cat. Quesada, nantes en Osuna (Sievers, 1997a: 63 ss.) y quizá 5017 y 2741). A ellos se pueden añadir ahora en el Castro de la Dehesa de la Oliva (Cuadrado, varias piezas de S. Julià de Ramis31, halladas en 1991: 226 y Fig. 38). un contexto de destrucción (Burch et al., 2001: 20) de fines del s. III o muy principios del s. II a.C. Culturalmente hablando, el pilum más an- (García Jiménez, 2006: 284; 2012: 537). tiguo de lengüeta de Las Albahacas fue muy probablemente romano. Los otros tres pudie- Estos datos impiden pues que podamos atri- ron pertenecer a cualquiera de los dos bandos buir el arma a un bando concreto, pero de nuevo enfrentados. son un indicio de cierta antigüedad comparativa.

3.- ¿VERUTA O TIPO 11A (=X)? (Figuras 7 y 8)

Quizá el conjunto más compacto tipológi- cm de longitud total, con cubo circular de un camente de armas procedentes de Las Albahacas diámetro interno cercano a los 1,3 cm, dotados de es el de cinco (quizá hasta siete) puntas de arma un orificio para un pasador de fijación. El cubo arrojadiza perforante más ligera que el pilum de forma cónica se prolonga en sección circular (Figura 8)34. Se trata de puntas de unos 15 a 20 hasta que, en su extremo distal, se transforma por forja para adoptar una sección cuadrada de en torno a 0,8-1.0 cm de lado. En el punto de 33 Algunas perdidas, MAC Gerona. transición suele haber un ligero resalte, siendo 34 Aunque algún autor como Poux (2008: 333) los incluye inicialmente entre los pila, luego muestra el extremo circular del cubo, ya macizo en este sus dudas para clasificarlos genéricamente como punto, ligeramente menor que el arranque de ‘proyectiles’ dependiendo de su tamaño (ibid.: 358 la punta cuadrada, que es pues piramidal, muy ss.). Pernet agrupa por su parte en una categoría los pila cortos de cubo y estas jabalinas, por su tamaño menor y su carácter arrojadizo perforante (Pernet, tienen cubo, astil y punta independizados, y los 2010: 68), con independencia de que los primeros segundos en realidad no.

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Figura 7. Puntas de verutum (Dibujo: Paloma Serrano).

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Observaciones. Núm.Cat. Metal Tipo Lg. Mx. Lg. Hj. Lg. Cb Ø. Cb. Ext AnMxHj Peso Gr.

Cubo deformado y muy abierto con sutura abierta. Una perforación para pasador. 1474 Fe 11a,Var.X 21,0 12,6 8,4 1,5 1,0 65 Faltan unos mm. de la punta. Mus. Jaén 5343. Un orificio de pasador. Sutura abierta y 195 Fe 11a,Var.X 18,4 9,5 8,9 1,4 0,9 59 visible en toda la longitud. Mus. Jaén 5346. Perforación opuesta a la sutura visible. 3088 Fe 11a,Var.X 16,3 8,8 7,5 1,2 0,9 44,1 Mus. Jaén 5415. Extremo cubo aplastado. Conserva orificio de pasador, opuesto a línea de sutura, que 9550 Fe 11a,Var.X 19, 2 13,2 6 1,4 0,8 60 es visible hasta el inicio de la punta. El cubo se estrecha hasta un diámetro de 0,8 en el arranque de la punta. La parte hueca parece corta, unos 2,7 cm, y se prolonga en vástago macizo de sección circular antes de llegar a la punta 4754 Fe 11a,Var.X >13 >7 >5,8 0,9 piramidal alargada de sección cuadrada. El extremo de la punta está ligeramemente aplastado y deformado por impacto. Arran- que cubo aplastado. Ver 2258. Punta maciza de hierro sin señal de arranque de cubo y sección subcircular irregular con marcas de foija. Sin embargo, presenta un muy ligero estrangulamien- to en lo que podría ser el arranque de 2379 Fe ¿11a,Var.X? >9,5 0,7 una punta piramidal alargada de sección cuadrada. Lo que correspondería al asttil es de sección circular maciza. La ausencia de señal de arranque de cubo es llamativa. No es pilum ni soliferreum claro. 2258 Fe ¿? Ver 2379.

Figura 8. Tabla de dimensiones y clasificación deveruta .

alargada y maciza (Figura 7). El peso oscila en (De genere armorum 19, ed. Lindsay), pero sobre torno a los 50-65 gr. Se trata pues de un tipo de todo por la descripción del lexicógrafo del s. II arma arrojadiza a mano, dotada de una notable d.C. S. Pompeyo Festo (de sign. verb. s.v. verutum) capacidad perforante en especial contra escudos quien, resumiendo a Verrio Flacco (de época y protecciones como la lorica hamata, cuyos ani- augustea), escribía: “veruta pila dicuntur, quod llos remachados se abrirían con más facilidad veluti verua habent praefixa”; esto es, “llaman... ante el impacto de estas puntas muy estrechas veruta a pila que tienen fijada [por punta] una y compactas que frente a otras anchas y planas. a modo de asador”35. Otros autores que se han

Hemos empleado para el epígrafe de clasi- ficación el término latino verutum, que hemos preferido al genérico tela (Isid. Etym. 18, 7, 1-11) 35 Sobre la compleja transmisión del léxico de Varrón precisamente por su significado comotelum breve vía Festo y Paulo Diacono, ver recientemente http:// et angustum, según el léxico de Nonio Marcelo www.ucl.ac.uk/history2/research/festus/index. htm

331 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula fijado en detalle en el término36 traen a colación el del mundo ibérico, lo más notable es que la Corpus Glossariorum latinorum (vol. V Ed. Goetz, mayoría de estas puntas han aparecido en lotes p. 253.11) donde, de manera curiosa, el verutum o ‘manojos’ de seis puntas (Cabecico del Tesoro, sería un genus telum… in quo ferrum solidum est Murcia, Sep. 102, Quesada, 1997: nº cat. 208 y atque productum, un hierro sólido y alargado en 210-214) o de doce (Cigarralejo, Murcia, Sep. forma de cuña. Convendremos en que estas des- 147, Quesada, 1997: nº cat. 474 a 486).39 Ambas cripciones se adecúan perfectamente a nuestro sepulturas son tardías, y se pueden fechar en tipo 37. Además, Livio dice (1,43) que el verutum la segunda mitad o incluso finales del s. II a.C. fue el arma arrojadiza de los infantes ligeros de la (respectivamente Quesada, 1989: vol. I p.317 cuarta clase censitaria serviana, por lo que debió y vol. ΙΙ p. 151; y Cuadrado, 1987: 302 y Fig. de ser un arma sencilla. Podría ser equivalente 123). Otras puntas sueltas aparecen en diversos del griego ἀκὀντιον (empleado normalmente yacimientos, con y sin contexto, desde Cataluña como sinónimo de iaculum y de telum) o incluso a Córdoba (Quesada, 1997: 382 y Fig. 231) y Na- del polibiánico γρόσφος. varra, en un contexto ya casi augusteo en Eraul (Castiella, Sesma, 1988-89: Fig. 227.3). Pero en realidad no podemos saber si nues- tra propuesta es correcta o no, dada la notoria La más llamativa, porque es la única que falta de precisión y consistencia de los autores puede sin duda llevarse al s. IV a.C., es la pro- clásicos en el uso de los términos técnicos, cedente del Dpto. 100 del oppidum de La Bas- incluso de los más conocedores de la termino- tida (Mogente) cuya datación anterior a fines logía militar (Quesada, 1994). La alternativa es del s. IV a.C. no debe ponerse en duda, y que la escueta clasificación tipológica de acuerdo a por tanto lleva a retrotraer mucho el origen de criterios formales y numéricos. En tal caso, y estas puntas en Iberia (Fletcher et al., 1969: 289 teniendo en cuenta que –y como ocurría en el y Quesada, 2011: passim). No podremos entrar caso de los pila– hay en Iberia más ejemplares aquí en el origen del tipo, itálico, hispano o de este tipo de punta en contextos locales que por convergencia, pero la pieza de Bastida es romanos, la alternativa es emplear nuestra deno- más antigua que la mayoría, si no la totalidad, minación en la clasificación de las armas de astil de las conocidas en contexto romano. Por otro lígneo hispanas: tipo Quesada, 11a (variante X) lado, la forma del arma es lo suficientemente (Quesada, 1997: 382 ss. y Figs. 244 y 245). elemental como para consentir un diseño in- dependiente en varias regiones distintas en Con este tipo ocurre como con las puntas distintos momentos. de pilum estudiadas antes: aparecen tanto en contextos ibéricos como romanos38. En el caso Si este tipo de punta no sólo está muy presente en el mundo hispano, sino que tiene ejemplares muy significativos, por contexto y 36 Reinach (1907: 434); Couissin (1926: 121 ss.; 214 ss); Schulten (1943). Para este último, verutum es un antigüedad, es en el ámbito romano dónde re- sustituto de pilum en su variante ligera. Ver síntesis sulta más conocido, hasta el punto que resulta de la discusión en Quesada (1997: 332). 37 Otro candidato plausible para este tipo de hasta velitaris sería precisamente el modelo de pilum de su recorrido medieval al menos en el s. XII-principios cubo con punta simplemente aguzada que hemos del XIII, aunque las piezas de Alarcos sean mucho clasificado antes (tipo Quesada, III). mayores que las antiguas. Sirvan estas líneas para 38 Debemos indicar también que piezas aparentemente recordar las dificultades de fechar objetos metálicos muy similares se fabricaron en otros contextos mucho simples procedentes de prospección superficial. más tardíos, por ejemplo en el Medievo hispano. Volveremos sobre este problema, a mucha mayor Algunas (Soler, 1986: Fig. 5.2; Izquierdo, 1994: Fig. escala, al analizar las puntas de flecha de Las 28.3) son reconocibles como distintas por la factura Albahacas (infra). y tosca forma de plegar el cubo, que no se da en 39 Quizá no sea del todo ocioso recordar en este peculiar estas piezas en época romana. Otras (Soler, 1986: contexto y números que seis asadores (οβελὀι) Fig. 5.4) son aún más difíciles de reconocer, salvo por forman un manojo (δράγμα), el número mayor que no presentar el engrosamiento en el arranque de la cabe en una mano, y que tanto δράγμα como δραχμἠ punta piramidal. Los hallazgos del campo de batalla tienen su raíz en δρἀσσομαι, ‘coger con la mano’, de Alarcos (Zozaya, 1995: 176-182) permiten fechar ‘agarrar’; mientras que ὀβολὀς deriva de ὀβελὀς.

332 Fernando Quesada et al.

Yacimiento Cronología Bibliografía Observaciones Reinach (1907:Fig. 6); Telamon c. 225 a.C. Muy probable. Couissin (1926:Fig. 53) La Palma (Tarragona) c. 215-209 a.C. Noguera et al. (2013:Fig.18.1) Sin engrosamiento basal. Al menos 11 ejemplares, Smihel c. 180-160 a.C. Horvat (1997:Fig. 9) claramente distinguidos de los tipos de catapulta. Luik (2002:Abb. 87.151- 154) Numancia-asedio y Renie- Numerosos ejemplares. c. 133 a.C. Luik (2002:Abb.183.147; 186- blas III 187) Versión simplificada sin Renieblas V c. 100 o c. 75 a.C? Luik (2002:Abb.183.147) apenas escalón basal. Brouquier-Reddé (1997); Alesia c. 52 a.C. Reddé-Schnurbein (2001:167) Engel, Paris (1906); Sievers Conserva orificio de pasa- Osuna c. 45 a.C. (1997:n.75); Quesad (2008c:Fig. dor.Mus. St. Germain.AM 5c) 1243-1249,71. Moosbauer, Wilbers-Rost En 2007 clasificados como Kalkriese c. 9 d.C. (2007:29); Moosbauer, Wilbers regatones; en 2009 ya Rost (2009:ABb. 3) como jabalinas. ¿empleadas como proyec- Kalefeld c. 250 d.C. Geschwinde et al. (2009;Abb.4) tiles de catapulta?

Figura 9. Ejemplos de veruta de tipo Quesada 11a en contextos romanos de distinta cronología.

característico en muchos lugares y contextos mont (Arcelin y Girard, 2013) o más tarde en el (Luik, 2002: 81-82), de los que ofrecemos en oppidum de La Cloche, en un contexto cesariano la Figura 9 un resumen no exhaustivo pero sí hacia 49 a.C. (Chabot y Feugère, 1993: 37 ss.) y muy significativo, que demuestra su existencia en Alesia (Sievers, 2001: Pl. 70.373-374). En el desde fines del s. III a.C. hasta el s. III d.C. por interior continental galo estas puntas, sin ser lo menos. Es especialmente relevante el caso del frecuentes, son conocidas en diversos yacimien- campamento de campaña romano de La Palma, tos indígenas de época ‘republicana’ en el valle en la desembocadura del Ebro, fechable a fines del Ródano (Desbat y Maza, 2008: Fig. 7.59), y al del s. III (Noguera, 2008, 2012), en los mismos interior como la Butte Saint-Geneviève (Meurthe años que Baecula, y donde el ejemplar de este et Moselle), o Bibracte, donde los investigado- tipo conocido se asocia a otras armas similares res se preguntan también por el origen del tipo a las de Las Albahacas, incluyendo puntas de (respectivamente Dechezleprêtre, 2008: 99-100 y flecha y una gran punta de pilum o de jabalina Fig. 5.4; Pernet et al., 2008: 105). La idea de Pernet fragmentada en la base, además de glandes de (2010: 107) de considerar estas puntas ‘galas’ honda (Noguera et al., 2013: Figs 18-19). como de origen romano es discutible a la vista de los casos hispanos antiguos. El modelo tuvo Por otro lado, y además de en Hispania, larguísima perduración, e incluso encontramos este tipo es frecuente en contextos ‘provincia- anomalías como su producción en bronce en les’ no estrictamente romanos, pero sí, como campamentos militares romanos de la Dacia a en la mayoría de los casos hispanos, asociados mediados del s. III d.C., con una tipología muy al momento de la conquista romana. Aparecen próxima a la de ejemplares seis siglos anteriores así en lugares tan distantes entre sí como en un (Petulescu, 1991). depósito de c. 180 a.C. en Smihel en Eslovenia (Horvat, 1997, 2002); en una sepultura de un Existe una cierta confusión entre estas pun- reyezuelo númida en Es Soumaa de c. 130-110 tas alargadas y relativamente largas (si cogemos a.C. (Ulbert, 1979: Abb. 203; Pernet, 2010: 51), o la muestra completa, no solo la de Albahacas, el sur de la Galia, como circa 123 a C. en Entre- oscilan en torno a los 15-28 cm de longitud y los

333 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

50-80 gramos de peso) que aquí denominamos prolongados (en Numancia, por ejemplo, Apia- veruta, y otro grupo de puntas tipológicamente no Iber. 92) y más tarde en batallas campales41. similares y quizá derivadas de aquellas, pero reducidas a la mínima expresión en su longitud Por otro lado, tampoco se debe confundir (solo 8-12 cm), y de función muy diferente: pro- los veruta con unas puntas de flecha (caracteri- yectiles de artillería neurobalística (Poux, 2008: zadas obviamente por su pequeño tamaño, en 354 para la más reciente síntesis). Estas puntas torno a 4-9 cm, con cubos de menos de 1 cm, y cortas y macizas aparecen a su vez en dos tipos sobre todo con pesos de 10 a 15 g), que tienen principales: un aspecto similar y pueden ser confundidas si no se presta atención especial a la escala42. • con un cubo muy corto, cónico, y una Corresponde al tipo A de Duval (1970: Pl. 1), su cabeza engrosada y más ancha, mucho origen propiamente galo parece dudoso dado a más cuadrada, de aspecto muy macizo y su amplia zona de aparición43. compacto (40-50 g) (e.g. Luik, 2002: Abb. 50, Horvat, 1997: Fig. 8, nº 1-5).

• con cubo más estrecho y punta menos regruesada con respecto a él, y más alar- 41 La primera vez que se documenta el uso de artillería gada. Es como una miniatura de nuestros en una batalla campal, bien que en un terreno veruta, pero de menor tamaño y peso cuidadosamente preparado con tiempo, es en 354 a.C., en Tesalia, en un enfrentamiento entre Filipo II (20-40 g). (Luik, 2002: 82-83 y Abb. 188; y Onomarco (Marsden, 1969: 59). Sin embargo, sólo Horvat, 1997: Fig. 8, nº 6-12). desde c. 100 d.C., en época de Trajano, los romanos contaron con artillería que podría transportarse Este grupo de puntas cortas –en sus dos tipos montada al campo de batalla (Marsden, 1969: principales– aparece ya en los sitios militares 165); anteriormente se llevaban desmontadas en carromatos y por tanto su uso en batallas campales romanos clásicos del s. II a.C. (depósitos, cam- era complicado. Alejandro la empleó también a fines pamentos, asedios, etc.) como Smihel, Ephyra, del s. IV en ocasiones como cruces de ríos (Arriano, Entremont, Numancia, etc…, y perdura sin Anab. 1,6,8). Pero incluso en época de César el uso apenas cambios en el s. I a.C. (Osuna, Alesia, cf. de artillería en campaña era excepcional (Marsden, Poux, 2008: 308 ss.; Sievers, 1997a, 1997b)40 e in- 1969: 167 ss.). El ejército romano comenzó a adoptar la maquinaria de guerra y sobre todo la artillería en cluso en época imperial (ss. I-III d.C.), como en la una cronología bastante avanzada, muy posterior mayoría de los campamentos militares romanos a su empleo en el mundo griego o cartaginés, y es del limes altoimperial (e.g. Varusschlacht, 2009: un obvio anacronismo la tradición de la Venus Calva 275, 352) llegando al s. III d.C. (Harzhorn/Ka- que remontaba al 390 a.C. la introducción de la lefeld, cf. Geschwinde et al., 2009: Abb.4). Estas artillería de torsión, antes incluso de su invención piezas cortas y macizas son, sin duda, puntas en Macedonia hacia mediados del s. IV (Marsden, 1969: 83; Saez, 2005: 137 y Apéndice I). Livio (6,9,1-3) de proyectiles de artillería (Luik, 2002: 81-82; comenta también que en el 386 a.C., cuando Camilo Poux, 2008: Fig 1 y 308 ss.), y no hay problema intentó tomar la capital de los volscos, hubo de al respecto, sobre todo en contextos de c. 145 renunciar ‘por carecer de artillería pesada’ (magno a.C. en adelante, donde las fuentes testimonian apparatu tormentis machinisque); pero como en esta explícitamente el empleo de artillería en asedios época tampoco existía tal capacidad ni siquiera en el mundo griego, hay que pensar en otro anacronismo. 42 Ya documentados en Smihel en la primera mitad 40 Resulta llamativo que, sin embargo, junto al del s. II a.C. (Horvat, 1997: Fig. 8, nº 13-17) pero muy armazón de catapulta de época sertoriana de frecuentes en contextos galos de época republicana- Caminreal (Teruel) no se hayan documentado sus cesariana, como en Clermont-Ferrand (Pouxet al., correspondientes puntas de proyectil, cuando sí 2008: 218-129) o Bourgingnon-lès-MMorey (Haute- aparece un completo repertorio de otras armas Saône) (Dubreucq, 2008: 170). romanas e indígenas (Vicente et al., 1997) lo que junto 43 Finalmente, cabe la posibilidad de que algún a las características incompletas del propio hallazgo, ejemplar modificado del tipo, como la pieza de la Sep. pueden apuntar a que la pieza estaba parcialmente 28 de la necrópolis vaccea de Las Ruedas (Valladolid) desmontada (junto a otros datos llamativos, Vicente (Sanz Mínguez, 1998: 77 y Fig. 76.N,) fuera, pese a su et al., 1997:169), quizá en reparación, en el momento similitud, un regatón de tamaño mediano/pequeño de la destrucción del poblado. (long. 9,4 cm).

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Nuestras puntas largas de veruta aparecen y maquinaria en asedios, uso bien documentado a menudo asociadas en contextos de los siglos I en este momento. a.C. a III d.C. junto con las cortas de catapulta44 y las de flecha. Sin embargo, y aunque losveruta Descartada la función como proyectiles de 13 a 25 cm a menudo se han considerado de catapulta, debemos recordar que lo más erróneamente estas piezas como proyectiles de llamativo de los hallazgos de Cigarralejo y Ca- artillería (o se han planteado dudas, como en becico ya mencionados antes en Iberia, o el de Luik, 2002: 81; Desbat y Maza, 2008: 248-249; Es Soumaa en Numidia, es que se trata de lotes Poux, 2008: 358; Desbat y Maza, 2008: 248 y de armas, manojos, sin duda las que un comba- Fig.7.59), a nuestro juicio no cabe duda de que tiente, infante o jinete ligero46, podría llevar a la se trata de jabalinas, en lo que coincidimos con lucha para arrojar a distancia en un combate en otros investigadores (Sievers, 1997a; Horvat, orden abierto. Hace ya algunos años (Quesada 1997, Poux, 2008, Pernet, 2010 etc.). Eso no quiere y García-Bellido, 1995) llamamos la atención decir que, en algún momento u ocasión, no pu- sobre una de las acuñaciones de la peculiar ceca dieran ser empleadas las puntas de veruta de 20 de Ikalensken (Ripollés, 1999; Luján, 2003, Pérez cm de tal modo, como proyectiles de catapulta, Vilatela, 2009), en la que la clámide o manto de pero no sería su uso normal por ser demasiado un jinete en reverso aparece sustituida por lo que largas y pesadas. parece claramente un haz de jabalinas. Poníamos entonces en relación esa imagen, estos haces de En todo caso, en el contexto de la Segunda jabalinas con una representación grabada en una Guerra Púnica no hay indicio alguno (desde estela númida de Abizar (Mus. Constantine), luego no en las fuentes literarias, que sin duda fechada entre finales del s. III y el s. II a.C. (Horn lo habrían mencionado), del empleo de artillería y Rüger, 1979:581) en la que un jinete porta un ‘de campaña’, ni por parte romana ni por parte pequeño escudo circular y un manojo de jabali- de los cartagineses. Y los autores romanos lo nas cortas. Pensamos que en efecto estos haces hubieran narrado sin duda, especialmente en de jabalinas corresponden a la ‘dotación’ de un el caso de Baecula, con el asalto cuesta arriba infante ligero o de un jinete, y la aparición de ’lo- y toma del campamento cartaginés. De hecho, tes’ de este tipo en contextos funerarios tanto en la República romana estaba en el comienzo de Iberia como en Numidia hace imposible precisar su relación con la artillería, tras la captura del ingente arsenal de Cartagena (Livio 26,47,5-6), y no sería hasta años después, ya concluida la fiables y continuados (Marsden, 1969: 84-85). Las campana hispana, cuando Roma comenzara a fuentes enfatizan la captura de catapultas en casos fabricar artillería45. Otro caso es el de la artillería como la toma de Siracusa (211 a.C.) o Cartagena (209), y en general se considera que cuando los romanos usaron artillería en sus asedios antes del final de la II 44 De hecho, casi sistemáticamente: Smihel, Numancia, Guerra Púnica, es porque la conseguían de ciudades Alesia, Osuna… Pero también se asocian en todos griegas o empleaban las capturadas en lugares como esos sitios a elementos de pila o puntas de flecha de el gran arsenal púnico de Cartagena. La primera vez dos o tres tipos muy concretos, y no por ello son todos que sabemos que los romanos fabricaron catapultas proyectiles de artillería. (y posiblemente empleando ingenieros griegos) 45 Roma no parece haber comenzado a enfrentarse con fue en el asedio de Útica en 204 a.C. (Livio, 29,35,8). artillería de manera regular hasta la Primera Guerra Sólo en el s. II a.C. Roma utilizó ya con regularidad Púnica, y durante décadas los romanos parecen máquinas lanzadoras en asedios (como en el haberse limitado como mucho a utilizar las numerosas depósito de Smihel, o en el asedio de Numancia), y máquinas –cientos de ellas– capturadas a griegos o no fue hasta mediados del s. I a.C. cuando el ejército cartagineses. Alguna tradición de inferior calidad romano parece fabricar, reparar y emplear artillería lleva a la I Guerra Púnica el empleo de máquinas y máquinas de asedio móviles de manera regular por los romanos, en concreto el ejército de Régulo (César Bell.Gal. 4,25; 7,41,3) (Campbell, 2003: 23; en África (Val. Max. 1,8,19; Plinio Nat.Hist. 8,37; A. Sáez, 2005: 139). Gelio, 7,3): en 256 a.C. los romanos habrían usado 46 Luik (2992: 81), como Ulbert (1979: 338, n. 275), se máquinas lanzadardos para acabar con gigantescas inclina por jinetes, y es cierto que la ausencia de serpientes que devoraban soldados. Marsden (1969: puntas anchas favorece agarrar un puñado de piezas 84) da como buena la base de la noticia. Pero sólo con facilidad, pero no por ello debemos descartar la en la Segunda Guerra Púnica aparecen datos más infantería ligera, con las mismas necesidades.

335 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula a qué ejército podrían atribuirse (ver también al ligero… la parte de madera de la jabalina tiene respecto García Bellido, 2010: 166 ss.). aproximadamente una longitud de dos codos, y dedo de espesor y su punta mide un palmo; La utilidad, necesidad incluso, de llevar en esta punta es tan afilada y tan aguzada que al la mano varias armas arrojadizas en el caso de primer choque se tuerce y el enemigo no puede las tropas ligeras es evidente, ya que permitirían dispararla; sin esto la jabalina serviría a los dos a los combatientes combatir en orden abierto ejércitos” (Polibio, 6, 22). durante un período relativamente prolongado de tiempo, como parece haber ocurrido en Bae- En cuanto a los pueblos hispanos, la utili- cula. Al ser además piezas sencillas y rápidas zación de varias jabalinas se demuestra en la de fabricar45, su empleo en masa es más que iconografía, por ejemplo en la pintura vascular factible. Todo ello teniendo en cuenta, además, contemporánea a las Guerras Púnicas (ver dis- que las fuentes son explícitas al respecto. En cusión en Quesada, 1997: 415), mientras que las el caso concreto de los númidas, por ejemplo, fuentes literarias son menos específicas a la hora Livio escribe, hablando de una acción en 193 de determinar cuántos tela o iacula portarían. a.C.: “Nada menos preocupante a simple vista: caballos y hombres pequeñitos y frágiles, jinetes Da la sensación, por último, de que la caba- desceñidos y sin más armas que las jabalinas que llería romana y aliada, como por otro lado men- llevan consigo [iacula], caballos sin brida… ” ciona Polibio, no empleaba haces de jabalinas: (Livio, 35, 11, 7); y Apiano lo confirma: “Masinis- “Por otra parte, si bien la caballería romana, me- sa… reuniendo un cuerpo de caballería que tenía tida en la refriega, donde podía utilizar la lanza, como misión ejercitarse día y noche en disparar y en la distancia más corta la espada [ubi cuspide numerosos dardos [akontion]…” (Apiano, Lyb. uti et comminus gladio posset], era más fuerte, 11, Segunda Guerra Púnica). los númidas disparabam mejor desde lejos sus jabalinas contra ella [Numidae iaculabantur] Sobre los velites romanos, las fuentes son …” (Livio, 30,18,7; 203 a.C. , derrota de Magón). también explícitas: “Estos soldados [velites, 189 a.C:, batalla Mte. Olimpo] tienen un escudo de En conclusión, las piezas de Las Albahacas tres pies [tripedalem parmam] y venablos [has- deben ser consideradas jabalinas que pudieron tas!]en la diestra para usar a distancia, se ciñen la ser empleadas en lotes por infantes o jinetes de espada hispánica, y si hay que combatir cuerpo cualquiera de los dos bandos, aunque más pro- a cuerpo pasan los venablos a la izquierda y bablemente por el lado cartaginés, compuesto desenvainan la espada” (Livio, 37, 21, 13); “A de contingentes púnicos, libios, númidas e los más jóvenes les ordenan armarse de espa- hispanos. da, jabalinas [γρόσφος βέλος] y de un escudo

4.- TELA. OTROS TIPOS DE ARMAS ARROJADIZAS (Figuras 10 y 11)

En este apartado vamos a recoger un número agruparse con el grupo anterior, que al ser más relativamente sustancial de puntas de arma de homogéneo y estar mejor definido tipológica astil, en general mal conservadas y en estado y culturalmente hemos decidido separar. Se fragmentario. Por su morfología y pequeño recogen en las Figuras 10 y 11. tamaño las consideramos como armas arroja- dizas en sentido amplio (tela) 48, y podrían pues Como se aprecia en la Figura 10, el estado de conservación de las piezas es mejor cuanto más compacta y maciza es la moharra, lo que es 47 Sim (1992) cita, a partir de piezas pre-formateadas, de lógico. Esto lleva, sin embargo, a que sea difícil unos ocho minutos para piezas de este tipo forjadas su clasificación y estudio más allá de la mera por él, cinco minutos para un herrero habituado. catalogación. 48 Aunque las fuentes, tan inconsistentes siempre, usan a veces telum para lanzas empuñadas o amas en general.

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Figura 10. Otros tipos de jabalinas.

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Observaciones Núm.Cat. Metal Tipo Lg. Mx. Lg. Hj. Lg. Cb Ø. Cb. Ext AnMxHj Peso Gr.

4752 Fe Nuevo 10,5 3,4 7,1 1,3 1 Cubo y punta incompletos, el peso es irrelevante. Cubo cónico muy largo prolon- gado en vástago de sección circular que remata en punta romboidal aplanada. Cubo muy abierto en sutura (perdida). Baja calidad elaboración. 9431 Fe 16 var. >11,5 c. 8 >5,2 1,3 1,1 24,2 Cubo incompleto en su extremo proximal. Línea de sutura visible. Orificio pasador no visible. 509 Fe 16 var. >3,2 Ver paralelo 9431, casi completa, Jabalina corta en torno a 12 cm, similar tipo 16 pero con nervio muy marcado y mesas muy estrechas 2430 Fe 16 var. >3,6 Nervio marcado tipo 2. Similar a 9431 y 509. 9410 Fe 12b 16,9 13,5 6,4 1,5 3,2 47,2 Línea de sutura muy visible en todo el (Var.XIB) cubo. Conserva pasador de cabeza he- miesférica aplastada, que no es diame- tralmente opuesto a la sutura, sino lateral. Hoja casi lenticular a cuatro mesas muy poco pronunciadas. 9521 Fe 12b? >15 3,2 Trozo de moharra de jabalina de tamaño grande, c. 15-20 cm. No conserva ni el cubo ni el extremo distal de la hoja, a cuatro mesas casi lenticular. 6129 Fe 12 >5,4 >3 >2,4 Fragmento hoja y parte del cubo. Hoja (Var. (estim. con nervio tipo 1. Hoja moharra estrecha XIB?) 11-13 de filos paralelos. Deformada lateralmen- cm.) te, en forja. Arranque AnMxHj en tercio proximal. Al faltar el cubo no es posible saber la longitud relativa a la punta, y por tanto el tipo preciso. 5934 Fe 12b? >6,6 >3,3 >3,3 >2 Sección lenticular aplanada tipo 5.Factura (Var.XIB) (c. 11 tosca. Muy dañada. cm.? Cuando se indica un signo ‘>’ en las dimensiones, expresa un fragmento de esa dimensión, que originalmente sería ‘mayor que’ la cifra indicada, que tiene valor descriptivo pero no para el análisis de tamaños, etc. Figura 11. Tabla de dimensiones y clasificación de otras jabalinas.

La pieza más completa (Albahacas 4752, Fig. vástago corto de hierro, macizo y de sección 10) es también la más interesante y problemática. circular, y remata en una punta de unos 3,5 cm Es una punta de unos 11 cm de longitud total, de longitud de fuerte sección romboidal, maciza con un cubo cónico muy ancho en su arranque, y perforante. lo que implica un astil de madera con un diá- metro de en torno a 1,7 cm, inferior a una lanza Este modelo no se corresponde con ninguno normal (unos 2,0 cm), pero superior a los 1,2/1,5 de los múltiples tipos catalogados en la panoplia cm de las jabalinas habituales (Quesada, 1997: peninsular de la Edad del Hierro (Quesada, 347). Este largo cubo cónico se prolonga en un 1997: 352-406); no conocemos tampoco paralelos

338 Fernando Quesada et al. próximos en el mundo norteafricano, tan mal sertoriana-cesariana (primera mitad del s. I conocido por otro lado. En cambio, hay paralelos a.C.) en Hispania, aunque no es éste el lugar de cercanos en contextos claramente romanos, bien abordar su catalogación. que ‘contaminados’ por la segura presencia de tropas auxiliares. En Albahacas se documentan además tres piezas, dos de ellas muy fragmentarias (nº cat. Los ejemplos más cercanos en contexto ro- 9431, 509, 2430), que corresponden a otro tipo de mano e hispano proceden de Numancia, tanto jabalina (Fig. 10), en este caso de hoja con filos de los campamentos del cerco como de la base paralelos, muy estrecha de alas, y con mercado de Renieblas III y en la posterior de Renieblas nervio de tipo 1 (grueso y de sección redondea- V. Así, los encontramos en el Cerco (Luik, 2002: da, Quesada, 1997: 357, Fig. 208). El arranque Abb. 88-C158) y en Renieblas III (Luik, 2002:Abb. de la hoja (nº cat. 9431) es suave, sin el escalón 188-R187, R188) o Renieblas V (Luik, 2002, Abb. característico de los modelos antiguos de lanzas, 188, R-189)49. Luik tiende a dudar entre catalogar de los siglos VI-V a.C. (Quesada, 1997: 360 ss.). El estas piezas como una variante liviana de dar- cubo es largo, y en su arranque (parte proximal, dos de artillería (ver supra Apdo. 3), puntas de la más cercana al astil), es incluso más ancho que flecha, o incluso regatones de lanza (2002: 84). la hoja. El diámetro del cubo, en torno a 1,2 cm, Personalmente, y por las razones que hemos es apropiado para jabalinas ligeras, y es excesivo apuntado antes (Apdo. 3), creemos que en el para una punta de flecha, como su propio peso caso de las puntas mayores de c. 10 cm, nos en- (24,2 g, incompleta, llegaría a los 30/35 gr.)50. contramos ante jabalinas ligeras. La asociación No se puede descartar, con todo, que los dos catapultas no puede ser descartada en absoluto pequeños fragmentos de punta corresponden (pese a lo argumentado en el Apartado 3). Pero a un tipo de lanza de hoja muy estrecha pero en tal caso, y dadas las condiciones tácticas de la tamaño mayor. batalla, esos proyectiles sólo podrían pertenecer al bando cartaginés. Los romanos, marchando Existen paralelos para la forma general de desde su campamento, trepando por las cuestas este arma en Iberia, en contextos desde el s. IV y escarpes, y en una batalla fluida, difícilmente a. II a.C. de la Meseta, pero son piezas escasas y podrían haber montado y movido las máqui- casi siempre de sección lenticular más o menos nas por las laderas durante kilómetros. Los aplanada (tipos 5 o 7) o aristada (tipo 4). Se cartagineses, desde su campamento, sí, pero trata de nuestro tipo16 (= a variante XII) (Que- entonces llama la atención que ninguna fuente sada, 1997: 387 ss.). Sin embargo, esta forma haga mención alguna al respecto. Y como luego de Albahacas se diferencia porque no tiene el tampoco se mencionan durante la épica marcha acusado adelgazamiento en la unión entre cubo de Asdrúbal hasta Metauro, toda la artillería car- y hoja característica del tipo, y por su pequeña taginesa habría sido capturada, lo que sin duda dimensión. habría merecido alguna mención en Polibio o Livio, dado el precedente de Cartagena en la Tampoco es un tipo habitual de contextos campaña anterior. romanos del s. II a.C., ya que no se documenta en los lugares con grandes conjuntos clave, como En fechas ya considerablemente más tardías, Smihel, Numancia o Es Soumaâ. Tampoco apare- cesarianas, puntas de este modelo aparecen ce en los contextos más importantes del s. I a.C., por ejemplo en Alesia (Poux, 2008: 359 y Fig. sea sertorianos (Cáceres el Viejo, La Caridad, 41, fila superior, izquierda; Sievers, 1997b), y Almoina) como cesarianos (Osuna, Alesia...). En probablemente en distintos contextos de época Alesia hay puntas de funcionalidad semejante pero sin el característico nervio circular, sustitui- do por una punta en diamante (romboidal) (cf. 49 En contextos posteriores, como Cáceres el Viejo, aparecen ya c. 80/75 a.C. puntas de una variante del tipo, con la hoja aplanada, que también se dan 50 Como veremos, las puntas de flecha del periodo en Numancia (comparar Luik, 2002: Abb. 188. R190 oscilan, según los tipos, en el rango de 8 a 15 gramos, y Ulbert, 1984: Taf. 24, 186); pero en ambos casos son con excepciones ligeramente por encima y por variantes menores, probablemente puntas de flecha. debajo.

339 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Sievers, 2001: Pl. 69). Es probablemente un mo- núm. 9410, de tipo 12b, son el modelo más fre- delo hispano que conserva, en una época tardía, cuente en el ámbito ibérico y celtibérico de fines la vieja tradición de hojas con nervios gruesos del s. III a.C. (Quesada, 1997). No es el lugar de propia del ámbito ibérico (Quesada, 1997: 405- hacer aquí una catalogación detallada, pero por 406) y que en Baja Epoca fue desplazada bien citar dos ejemplos señeros, uno en la Iberia y otro por hojas de sección lenticular aplanada o, en en la Celtiberia, en la necrópolis del Cigarralejo su caso, por puntas macizas piramidales, todas las lanzas del tipo Cuadrado 9 (Cuadrado, 1989: ellas de fabricación más económica. 60-64), equivalentes a los tipos Quesada, 6c y 12b respectivamente, según tamaño) son las más El tercer bloque de hojas de jabalina se for- tardías del conjunto, a partir del 175 a.C. (Cua- ma por piezas más comunes (nº cat. 9410, 9521, drado, 1989:67)52. Por su parte, en la necrópolis 5934 y 6129). Sólo la pieza 9410 está completa, de Numancia, toda ella fechable entre los siglos pero sirve para marcar el tipo. Se trata de piezas III-II a.C., las lanzas y jabalinas sin nervio son de uso mixto, como lanzas empuñadas o como todas de este modelo. En dicho yacimiento todas jabalinas, aunque su tamaño reducido (menos de las armas de asta son clasificadas genéricamente 20 cm de longitud total) nos lleva a pensar en un como ‘lanzas’ y divididas en tres grupos por su uso primario como jabalinas (Quesada, 1997: 404), tamaño, y correspondiendo las ‘pequeñas’ de como versiones reducidas de piezas mayores de 15-16 cm a nuestras ‘jabalinas’ (e.g. Seps. 60, 112, morfología similar. Los rasgos más característicos etc., Jimeno et al., 2004: Fig. 179). son: hoja lanceolada con anchura máxima en el tercio inferior, cubo largo en proporción a la hoja, Este modelo de jabalina lanceolada es aunque sin llegar a alcanzar la misma longitud, y también especialmente característico de los sección aplanada sin nervio ni arista, aunque es contextos militares romanos republicanos, por ocasional la presencia de una sección losángica ejemplo en Hispania, con gran ventaja de los ti- aplanada a cuatro mesas (Tipo 4) o con nervio pos sin nervio de hoja lenticular aplanada sobre redondeado (tipo 1) (como en nº cat. 6129). las de sección romboidal o con nervio. Así, en Numancia la mayoría son similares, y alguna Rasgos característicos de las lanzas y jabalinas virtualmente idéntica, como un ejemplar de los de la fase avanzada de la II Edad del Hierro en campamentos de asedio (Luik, 2002:Abb. 84, la Península Ibérica, a partir de c. 250 a.C. son51: n. C-127). En contextos ya sertorianos son las (a) La tendencia a disminuir su tamaño y peso; armas habituales, como en Cáceres el Viejo (e.g. (b) Tendencia a la desaparición de las secciones Ulbert, 1984: Taf.24, n. 181, 182) y sobre todo en con nervio marcado, desplazadas por las hojas Caminreal (Vicente et al., 1997: Fig. 28). Siguen sin nervio que, al ser más cortas, mantienen su- perdurando en estos tipos en época cesariana, ficiente solidez y rigidez; (c) Descuido creciente como en Osuna, también con piezas iguales a en la manufactura, visible sobre todo en la sutura las de Albahacas (e.g. Sievers, 1997a: nº 73, 74). de los cubos, llegándose incluso a las burdas y No olvidemos, por último, que en el ámbito débiles producciones del tipo 17 (Quesada, 1997: africano del s. II los veruta ya mencionados de 382 y Fig. 245), que hasta ahora no están presentes Es Soumaâ (Apdo. 3) se asocian a jabalinas muy en Albahacas pero sí por ejemplo en Numancia próximas a las que comentamos (Ulbert, 1979; (Luik, 2002: Abb. 180 nº R125, R126). Pernet, 2010: 51).

Todos estos rasgos son visibles en las jaba- Lo mismo ocurre en el mundo galo desde linas y también en las lanzas (ver Apdo. 5) de mediados del s. I a.C. tanto en contextos indíge- Las Albahacas, pero son también evidentes en nas (Pernet, 2010: passim) como romanos (Poux, las producciones contemporáneas de otras cul- ed. 2008: passim). turas del Mediterráneo centro occidental, con excepción de algunas manufacturas galas. Así, las jabalinas de Las Albahacas, en particular la 52 Posiblemente desde algo antes según la revisión cronológica que realizamos algo más tarde, ver 51 Ver Quesada, 1997:343 ss. para explicaciones Cuadrado, Quesada (1991) y las tablas en Quesada detalladas. (1998).

340 Fernando Quesada et al.

En conclusión, el conjunto de jabalinas, pese concretas, simplemente no es posible definir si a su número limitado y mala conservación, es son romanas, iberas, celtíberas, númidas u otra consistente con los tipos de armas estudiados cosa, porque son tipos comunes. La situación hasta ahora, con una fecha de entre fines del s. en la Galia, para el s. I a.C., en el periodo de la III y principios del s. I a.C., y está próximo tanto conquista romana, es muy similar (cf. Pernet, a materiales locales como a los lotes de armas 2010: 106-107 y sobre todo Poux, 2008: 335-338). llamadas ‘romanas republicanas’ conocidos ca- racterísticos de la República, pero llevando hasta En Baecula, Livio habla (27,18) tanto de omnis c. 210 a.C. algunos modelos (Albahacas 4752 por generis... telorum como de missilia (incluyendo ejemplo) que hasta ahora se remontaban sólo pedruscos)53, y la distribución de las armas en hasta c. 180 a.C., por falta de contextos anterio- el campo de batalla, tanto en frente como sobre res fiables. Lo que es claro es que en Hispania todo en profundidad, tiende a hacernos pensar ocurre (Quesada, 1997) lo mismo que en la Galia: en efecto en un uso intensivo de todo tipo de las puntas de jabalina y de lanza tardías son proyectiles por ambos bandos. tipológicamente sencillas y, salvo en variantes

5.- HASTAE (Figuras 12 a 14)53

La distinción entre arma de astil empuñada voces griegas)55, hay excepciones, complicadas y la arrojadiza es tan difícil en las fuentes como porque incluso estas armas, lógicamente, podían en el registro arqueológico (Couissin, 1926: 14- emplearse empuñadas y no arrojadas si era ne- 18; Snodgrass, 1964: 136-137; Quesada, 1997: cesario56. En todo caso, ninguna fuente literaria 347-350 y 432-433; Poux, 2010: 338-339 entre establece los criterios de distinción, obviamente otras muchas discusiones extensas anteriores). porque daban por supuesto que sus oyentes los conocían, y probablemente porque en muchos Desde el punto de vista de las fuentes litera- casos no existía una distinción precisa. Sólo en rias, aunque hay algunas voces generales para armas con una morfología muy precisa y un ca- proyectiles (iacula, tela, missilia tela) bastante rácter marcado, como el pilum, encontramos no específicas para armas arrojadizas (comopilum, una sino varias descripciones. Y cuando un autor falarica, soliferreum, tragula, saunion, gaesum, con vocación de etnógrafo describe armas de, spiculum) y sus más o menos correspondientes por ejemplo, germanos o hispanos, la confusión está casi asegurada, caso de la falarica (v. supra).

53 Emplearemos aquí el uso común y canónico (Livio, 55 Discutidas extensamente en Quesada (1997: 331-342). 1,43; 8,8,5) de la voz hasta como la lanza empuñada Hay glosarios antiguos recopilatorios de nombres (el equivalente griego que Polibio emplea para dis- de lanzas que pueden llevar a la desesperación del tinguirla lanza empuñada de los triarios es δόρυ, esforzado investigador, como Isidoro (Etym. 17, 7, como también Dionisio de Halicarnaso 4,18 para 1-11) o el De genere armorum, de Nonio Marcelo XI. distinguirla del σαυνἰον). Sin embargo, el empleo Prueba de que ya en la antigüedad había notable latino de este término es a veces más irregular. Así, la confusión en este sentido es que en las Noches Aticas, jabalina de los velites es descrita por Livio (38,21,12) Aulo Gelio (10,25) cuenta cómo una distracción como hasta qui eminus utitur, y si esto demuestra que durante un viaje aburrido podía ser enumerar, a el uso habitual para hasta es para el combate comi- modo de juego, cuantos más tipos de lanza mejor… nus, hay otros casos –raros– en que hasta se emplea y su lista alcanza la veintena de nombres. como sinónimo de jabalina, directamente. Plinio se 56 Incluso el pilum, arquetipo de arma arrojadiza. Hay descuelga con un hasta velitaris (Nat. Hist. 28,6 (34), ejemplos como Plutarco (Cam. 40) en 367 a.C. Camilo y algún gramático habla de hastae ansatae (i.e., con enseñó a sus legionarios a usar sus pila, con hierros amentum, cf. Ennio ap. Non. Marc.). largos, para desviar las espadas galas, que no podían 54 Pero la imagen de los calones buscando y arrojando cortar limpiamente el largo vástago metálico. Incluso piedras (saxa) en Livio es sospechosa. La imagen es en época imperial, en el 133 d.C., Arriano (Acies muy similar a la de Livio 38,21,6, en la que los Galos contra Al. 17 ss.) describe su uso como picas contra recurren al mismo expediente, con similares palabras. caballería.

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Estos criterios deben, pues, crearse a partir La distinción entre lanza empuñada y arro- de los propios objetos arqueológicos, y ya desde jadiza es relevante porque tiene importancia el siglo XIX se emplean los mismos: una combi- social, en el estudio por ejemplo de ajuares fu- nación de morfología, tamaño y peso. Se suele nerarios, para periodos antiguos (ss. VI-III a.C.), aceptar sin discusión, como hemos visto, que puesto que sabemos que en el Mediterráneo las puntas muy estrechas, macizas y compactas, antiguo, de Grecia a Iberia pasando por Italia, a menudo de sección cuadrada piramidal o en la organización militar discriminaba por grupos diamante, y de tamaño relativamente reducido, de riqueza y el armamento que cada uno podía se empleaban en la Antigüedad para jabalinas57. costearse, de modo que la lanza pesada empu- Por ello hay determinados tipos que no plantean ñada era característica de los guerreros mejor demasiados problemas, por ejemplo los que armados de la infantería ‘de línea’ (hoplitas, hemos analizado en los apartados anteriores. hastati, etc.), mientras que las jabalinas eran Además, si contáramos con los astiles de made- empleadas por las tropas ligeras, que no podían ra, los de las jabalinas suelen ser cortos, menores costearse el costoso equipo de las tropas de línea de 200 cm y a menudo rondando los 160 cm, (psiloi, velites…). A partir del s. III a.C. (estamos mientras que los de las lanzas suelen superar pues en un momento bisagra) esa distinción de los 200 y los 250 cm. Del mismo modo, el astil carácter social toma cada vez más un significado de la lanza suele superar los 2.0 cm en el cubo, y táctico, puramente militar, en conexión con el el de jabalina se mantiene en torno a los 1.5 cm. progresivo aligeramiento de la panoplia que se produce incluso en las tropas mejor armadas. Hay otro criterio que permitiría determinar un arma arrojadiza: la presencia en el astil de En este contexto histórico ya avanzado, las un propulsor de cuerda enrollado y con una lanzas pesadas fueron desapareciendo casi por lazada (gr. ἀγκύλη; lat. amentum)58, que es por completo (ver supra, Apdo. 4), y la diferenciación ejemplo visible en una decena de vasos ibéricos formal se hace más difícil. Se han propuesto –y en otras culturas– (Quesada, 1997: 350-352). criterios de tamaño que no se sostienen esta- A la inversa, una espiral de hilo de bronce (o de dísticamente (por ejemplo, para Iberia Schulten cuerda fina) sin lazada, enrollada en torno al astil propuso arbitrariamente (1927: 217) un límite de era un sistema de evitar que resbalara la mano 25 cm, que no es sostenible [ver Quesada, 1997: con el sudor o la sangre, es una marca de arma Figuras 202 a 205]). Sólo en determinados casos diseñada para luchar cuerpo a cuerpo. Lamen- podemos, tipológicamente, hacer la distinción, tablemente estos criterios no son utilizables en y en el rango de las moharras con hojas relativa- el mundo de los realia arqueológicos. mente anchas de entre unos 15 y 25 cm podemos siempre mantener la duda. Finalmente, el regatón colocado en el extre- mo proximal del astil de madera (sobre el que En Las Albahacas se ha encontrado hasta el luego volveremos) suele ser un buen indicador momento un solo ejemplar completo de moharra de lanza usada para el combate cuerpo a cuer- de lanza (nº 120 A) (Figura 12), además de es- po, ya que no mejora las condiciones de vuelo casos fragmentos de cubos que por su diámetro y de impacto de la jabalina, y supone un coste debieron corresponder a lanzas (nº cat. 1374, añadido innecesario. 2745 y 2575), y una docena de regatones, sobre los que volveremos luego.

La punta corresponde al tipo 6b (Variante VIC), un arma de línea elegante, de 20 cm de 57 Aunque si aplicáramos ese criterio a algunas puntas longitud total, con una hoja lanceolada mas de picas del Renacimiento podríamos llevarnos una ‘de sauce’ que de ‘laurel’ en el que la anchura sorpresa. máxima, de 3 cm, se alcanza en el tercio inferior 58 “Amentum vinculum est iaculorum hastilium qui mediis astis aptatur” Isid. Etym. 18,7,6). El amentum o proximal de la hoja. Presenta un nervio aris- se documenta tanto en la cerámica ibérica (Lliria, tado (tipo 9), más característico de las Mesetas, Alcudia, Tarraco) como en la celtibérica (vaso de los aunque el tipo aparece en casi toda la Península Guerreros de Numancia).

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Figura 12. Puntas de lanza y regatones

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Observaciones Núm.Cat. Metal Tipo Lg. Mx. Lg. Hj. Lg. Cb Ø. Cb. Ext AnMxHj Peso Gr. 120A Fe 6b 20 13,5 6,5 1,6 3 66,9 Conserva orificio del pasador, no enfren- (Var. VIC) tado a la línea de sutura, que es visible hasta el arranque de la hoja. Nervio en arista, suvizado tipo 9, ‘meseteño’. Indice 1=4,5 (var. C). 1374 Fe Indet. >1,2 Fragmento de lámina de metal, arranque de cubo con perforacion para pasador de sujección, diámetro compatible con punta de lanza o jabalina, diam cubo 1,2 o mayor. El orificio del pasador está a 0,7 cm. del arranque del cubo. 2745 Fe Indet. Posible cubo de lanza por diámetro e inclinación. No se aprecia perforación de pasador, pero sólo se conserva medio diámetro. 2575 Fe >1,9 Trozo de cubo de lanza de forma cónica, con doble perforación. Sutura perdida porque no está todo el diámetro. N.Inv. Mus. Jaén 5350. Cuando se indica un signo ‘>’ en las dimensiones, expresa un fragmento de esa dimensión, que originalmente sería ‘mayor que’ la cifra indicada, que tiene valor descriptivo pero no para el análisis de tamaños, etc.

Figura 13. Tabla de Lanzas.

desde el s. V a.C. pero a partir del s. III a.C. maâ (Ulbert, 1979) durante el s. II, y en Cáceres sobre todo (Quesada, 1997: 373 ss.), con una el Viejo (Ulbert, 1984: Taf. 24.184), en el I a.C., concentración en la zona de la Alta Andalucía por poner ejemplos. En la Galia son abundantes (Quesada, 1997: Fig. 240, p. 397). Se diferencia en contextos funerarios indígenas asociados a de las jabalinas del tipo 12 por el tamaño total la conquista romana, lo que refuerza nuestra (normalmente de 20 cm para arriba en las lan- postura de su nulo valor como identificadores zas y menores para las jabalinas) y el diámetro (e.g. Pernet, 2010: Pl. 6.1178.16; 18.16; 24.7 etc.). del cubo, normalmente cercano a los 2 cm en las lanzas, y en torno a 1,5 en las jabalinas. En Es quizá significativo que en Albahacas no consecuencia, esta pieza que discutimos está en se haya documentado hasta ahora ninguna de el límite –reconocemos que bastante vago– de la las puntas que consideramos más típicamente clasificación, y realmente puede ser considerada galas o laténicas (en último lugar, García Ji- como una lanza pequeña o una jabalina grande, ménez, 2012: 278-292), en particular las de filo con buena capacidad de uso en ambos empleos, ligeramente ondulado y las de hoja ancha que sí como arma empuñada o arrojadiza: podría pues aparecen por ejemplo c. 133 a.C. en Numancia también haber sido incluida en la clasificación (Luik, 2002: Abb. 180, R.131 y R.132), ambas anterior sin demasiada dificultad. además con nervio de arista característico de la Meseta Norte (Quesada, 1997: 366) y el ámbito Además de los numerosos paralelos penin- galo. La combinación que tenemos hasta ahora sulares, al igual que en el caso de la moharra es típicamente hispánica y romana, sin una in- de jabalina 9410, la pieza 120A es un modelo fluencia que pudiera atribuirse a tropas galas o frecuente en contextos militares romanos, por lo del norte peninsular, lo que es consistente con que se aplica a este caso todo lo indicado enton- el contexto histórico y estratégico de la batalla ces. Incluso el nervio aristado, menos habitual de Baecula. en contextos romanos parece presente en Es Sou-

344 Fernando Quesada et al.

Observaciones Núm.Cat. Metal Tipo Lg. Mx. Ø. Cb. Ext Peso Gr. 1390 Fe Hueco >3 >1,5 Extremo romo, redondeado, de contera. Probablemente no cónico es regatón. Se conservan sólo 3 cm. 3074 Fe Macizo/ 9,3 1,8 43,1 Punta o regatón sin sección definida, irregular, con golpes Hueco. de forja. Cubo corto, resto macizo. Señal de sutura del Cónico cubo. Long. interior del cubo: 3,8 suficiente para enmangar con cierta solidez. 5090 Fe >3,7 1 Fragmento tubular informe. Lg. cons. 3,7Lg. conservada 3,7 cm. Material interior. oxido y ¿madera? Revisar por restaurador. 1701 Fe Cónico 14,3 1,8 86,5 Regatón tosco, marcas de forja visible. Arma.Sutura per- hueco/ dida. Cabeza de remache de pasador visible al exterior. macizo Considerar posible punta de jabalina tosca. N.Inv. Mus. Jaén 5344. 333 Fe Cónico, 8,6 2,3 52,8 Orificio de pasador. Extremo de la contera cuadrado. Sutura Hueco muy abierta. N.Inv. Mus. Jaén 5348. 1748 Fe Cónico. 11,8 2 50 Regatón marcas de forja. Extremo sección cuadrada, en Hueco. punta.Ligeramente doblado. N.Inv. Mus. Jaén 5345. 3004 Fe Cónico. >5.0 >1,5 Extremo distal de regatón. Hueco. N.Inv. Mus. Jaén 5352. 1207 Fe Cónico. >3,8 Extremo de regatón. N.Inv. Mus. Jaén 5351. Hueco. 2320 Fe Cónico >4,9 Extremo distal regatón. N.Inv. Mus. Jaén 5349. Huevo/Ma- cizo 3096 Fe Cónico. 5,5 1,3 Golpes de forja. Posible no regatón sino contera. Sección Hueco. cubo circular. Sección extremo facetada tendente a cuadra- da. Extremo no afilado. 2148 Fe Cónico. 4,4 1,4 Contera cuya parte hueca es inferior a 1 cm de long, sin ori- Macizo. ficio de pasador. No conserva la sección circular más allá de la parte hueca, adoptando en el extremo distal una sección rectangular irregular, 3265 Fe Cónico/ 5,9 1,9 Aunque es corto y de extremo romo, su diámetro y peso son Hueco adecuados para regatón o contera de bastón grueso. Cuando se indica un signo ‘>’ en las dimensiones, expresa un fragmento de esa dimensión, que originalmente sería ‘mayor que’ la cifra indicada, que tiene valor descriptivo pero no para el análisis de tamaños, etc.

Figura 14. Tabla de regatones.

Regatones y conteras era frecuente), rematar a los heridos enemigos caídos sin necesidad de rotar el arma 180º, y fi- A diferencia de la muy escasa evidencia de nalmente, en el caso de las lanzas con moharras puntas de lanza, en Las Albahacas se han docu- largas y pesadas, o de picas, actuar de contrape- mentado hasta una docena de piezas cónicas con so para permitir desplazar hacia atrás el centro cubo para embutir un astil de madera. Tradicio- de gravedad del arma y permitir empuñarla nalmente se han considerado que los regatones proyectando la mayor parte de su longitud por tuvieron una función múltiple, documentada de delante del combatiente, y no por la mitad59. una manera u otra en las fuentes o la iconografía: proteger el extremo inferior de golpes, hincar la lanza en el suelo en campamento, actuar como punta de emergencia si el astil se partía (lo que 59 Ver análisis más detallado de todas estas funciones en Quesada (1997: 427-429).

345 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

La identificación de regatones como partes horcas para enganchar el equipo en las marchas de armas es relativamente sencilla en el caso (la furca) o incluso palos de tiendas de campaña, de contextos cerrados como ajuares funerarios, objetos todos que tendrían la misma necesidad donde se suelen asociar a puntas, y a menudo de proteger su extremo con piezas de morfología ayudan a distinguir lanzas empuñadas de jaba- idéntica a un regatón. Por tanto, es posible que linas. Además, a lo largo de la Edad del Hierro todas o varias de estas piezas no correspondie- se observa una evolución de regatones muy ran en origen a lanzas (Figuras 12 y 14). largos (mayores de 25 cm, hasta 50 o más, y con un diámetro de 2 cm) a otros progresivamente Todas las piezas de Las Albahacas son del menores aunque de diámetro similar, que acom- tipo de cubo hueco y forma cónica. No aparece paña a una similar disminución de tamaño de ningún ejemplar del tipo de espiga interior para las moharras. En esos casos, a veces es incluso clavar en el astil, que es rarísimo en Iberia pero difícil diferenciar entre un regatón muy largo relativamente frecuente en la Galia (García Jimé- y un pilum de cubo corto. Sin embargo, en el nez, 2012:285-286). Por lo demás, los paralelos conjunto de Las Albahacas faltan los regatones para las piezas que sí están en Las Albahacas son largos (lo que era previsible), y varios de ellos tan abundantes y genéricos que carece por com- podrían perfectamente ser partes de otros obje- pleto de sentido lanzarse a una enumeración. tos, como conteras de bastones para caminar, las

6.- GLANDES (Figuras 15 y 16)

De acuerdo con lo dicho en el Apartado 1 latericiae, cf. César, Bell. Gal. 5,43)60, se usaron sobre la tafonomía –por tomar prestado este como proyectiles desde la Prehistoria (Quesada, término de la Paleontología en lo que se refiere 2008b: 116; Kelly, 2012: 278), desde la aparición a la formación del registro fósil–, en un campo de los proyectiles de plomo, probablemente en de batalla como el de Baecula cabe esperar que Grecia, hacia el s. V a.C., se impusieron rápida- las armas arrojadizas propulsadas (proyectiles mente en los ejércitos regulares, por sus obvias de honda y de arco) formen el conjunto más ventajas (Jenofonte, Anab. 3,3,17), básicamente numeroso. Y ese es exactamente el caso. mayor alcance y mayor precisión al tener los proyectiles de plomo pesos estandarizados y El lote de una quincena de glandes (lat. mlans, forma aerodinámica61. gr. μολυβδῖδες) de honda es uno de los más sig- nificativos y homogéneos de los hallados en el Es enorme la variedad de tipos de glande de yacimiento (Figuras 15 y 16). Sabemos además honda de plomo conocidos en el mundo antiguo, por la información local que los excavadores desde el s. V .C. al III d.C., incluidas formas ver- clandestinos han desenterrado a lo largo de las daderamente peculiares como conos o dedales últimas décadas conjuntos importantes de glan- (Bosman, 1995: Fig.1). Lo mismo ocurre con los des (además de monedas y otros materiales) que pesos, desde los 20 gramos hasta 160 g y más, se han perdido irremediablemente para su estu- dio. Es concebible que a los proyectiles plúmbeos de honda pudieran añadirse numerosos cantos 60 Ver en último lugar Kelly (2012: 281) para su uso en determinados contextos geográficos rodados de piedra empleados del mismo modo, 61 sobre todo dado que Livio menciona para el La bibliografía sobre la honda es ingente. Entre los trabajos básicos posteriores al año 1990, que caso de Baecula a los calones, bagajeros del ejér- suelen recoger la bibliografía anterior, citaremos cito romano, que habrían atacado ladera arriba especialmente Völling, 1990; Richardson, 1998; Díaz arrojando piedras recogidas del suelo –aunque Ariño, 2005; Pina y Zanier, 2006; Contreras et al., 2006- no especifica que mediante hondas– (Livio, 7; Benedetti, 2012; Kelly, 2012. El estudio de Rihll 27,18,11-12). Sin embargo, y aunque las piedras (2009), que propone el uso de glandes de plomo como munición de catapulta, no ha sido generalmente (e incluso proyectiles de barro cocido, glandes aceptado, aunque no negamos un tal uso ocasional con glandes muy pesados (Apiano Mitr. 5,34).

346 Fernando Quesada et al.

Figura 15. Proyectiles de honda.

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Observaciones Núm.Cat. Metal TipoVolling (1990:34) Lg. Mx. Ø. Máx. Peso Gr. 1008A Pb Ib 3,4 1,8 43,3 Superficie muy irregular, rodado y golpeado. No se aprecian suturas. N.Inv. Mus. Jaén 5362. 2364 Pb Ib 3,7 1,7 33,3 Se aprecia sutura molde bivalvo y cizalla en un extremo. N.Inv. Mus. Jaén 5358. 2383 Pb Ib/Ic 3,6 1,5 37,0 Golpe ancho y profundo reciente que quita metal (actual 34,8). Banda decorativa por ambas caras de lado a lado de 0,35 de ancho. N. Inv. Mus. Jaén 5356. 2228 Pb Ic 3,2 1,9 42,4 Muy ligeramente desplazada lateralmente en el molde bivalvo. Banda decorativa de 0,4 de punta a punta. N.Inv. Mus. Jaén 5355. 2393 Pb Ic 3,5 1,8 39,5 Con banda ancha decorativa de punta a punta 0,4 ancho. Superficie rodada. N. Inv. Mus. Jaén 5360. 8000 Pb Ic 3,2 1,7 41,5 Se aprecia línea de unión de dos valvas. Pero en las caras superior e inferior hay una banda o cinta decorativa de punta a punta, aplanada y en relieve, de unos 0,4 cm. de anchura. Valores medios parciales 3,43 1,73 39,5 392 Pb IIa? 3,9 1,6 39,4 Bicónico alargado. De molde bivalvo desplazado en el mo- mento de fundición. En una cara, cortas líneas incisas que no parecen formar letras. Marca de cizalla en un en extremo. 237 Pb IIb 3,8 1,7 34,3 Amigdaloide aplanado por una cara. Gopleado y como marti- lleado y picado. N.Inv. Mus. Jaén 5354. 318 Pb IIb 4,1 1,6 33,0 Ligeramente desplazadas las valvas. Sutura perfectamente visible. N.Inv. Mus. Jaén 5361. 540 Pb IIb 4,1 1,5 46,4 No se aprecia marca de molde bivalvo. Superficie rugosa, como limada toscamente. 2171 Pb IIb 3,8 1,7 37,2 No se aprecia sutura clara. Mala fundición. N.Inv. Mus. Jaén 5363. 3119 Pb IIb 3,9 1,7 36,9 Se aprecia sutura de molde bivalvo. Ligerísimo desplazamien- to lateral en el momento de fundición. Arista en el borde, pero no banda decorativa. Valores medios parciales 3,93 1,63 37,87 Valores medios totales 3,68 1,68 38,69 2403 Pb - 4,2 1,5 25,4 ¿Glande? muy dudoso, de peso muy inferior al normal, forma- do por una gruesa lámina doblada helicoidalmente y acabada en punta en un extremo. El otro roto. Tiene la forma y tamaño general de un glande, pero no su masa ni peso. N. Inv. Mus. Jaén 5359. 3021 Pb - - - - Fragmento de extremo de glande cizallado. Procede de la zona del campamento. 4313 Pb - - - - Fragmento muy rodado de glande de molde bivalvo, cizallado y cortado, como si hubiera sido desechado. Otro golpe es re- ciente, de azada. Sin embargo, procede del ‘Cerro del glande’. 1000A Pb 353,8 Bloque o lingote de plomo en forma de paralelepípedo. Mide aprox. 6 x 5 x 2 cm. Si se usara para fundir glandes, daría para casi exactamente 9 glandes del peso medio total (error 5,5 g). Figura 16. Tabla de glandes.

348 Fernando Quesada et al. y con las longitudes, entre los 3 cm y los 7 cm62. De entre los conjuntos más próximos al Pero si nos limitamos a la Península Ibérica, y de Las Albahacas en tipología y dimensiones, dentro de la variedad que resulta del descuido el que más llama la atención es precisamente con que muchos glandes fueron fundidos, el el del campamento de La Palma (Tortosa), ya uso de cizallas y limas, etc., hemos preferido la mencionado por la similitud de sus materiales clasificación formal de Völling (1990: Abb. 19) y su cronología, idéntica a la de Albahacas. Así, basada en formas geométricas dibujadas, a otras aunque no hay una publicación definitiva, por clasificaciones recientes, como la de Rihll (2009: ahora se menciona (Noguera et al., 2003: 49-50 154-55) basada en formas vegetales (‘almendra’, y Fig. 19) en la prospección de superficie el ha- ‘bellota’, ‘aceituna’,) y otras geométricas (‘bicó- llazgo de hasta 17 glandes de honda de plomo. nica’), ya que Völling cubre adecuadamente los El lote principal está formado por piezas de los ejemplos ocumentados en la II Edad del Hierro tipos Ic, Ia y II (coincidiendo sustancialmente Peninsular, sin pretender excesivas precisiones con Albahacas), y se dan pesos que oscilan en (Figura 16), y además entia non sunt multiplicanda su mayoría entre 21,4 y 40 g, en lo que coinciden praeter... también, sobre todo porque el valor medio para 14 ejemplares es de 38,6 g de idéntico a Las Alba- El peso medio de los doce ejemplares com- hacas a la décima de gramo65. La exactitud de la pletos en Albahacas es de 38,7 gramos, sin que correspondencia es, obviamente, una casualidad haya mucha diferencia entre los 39,5 gramos de resultado probablemente de la limitación de promedio de los glandes de tipo Völling I (más la muestra, pero es también extremadamente ovoides) y los 37,8 g de los de tipo II (tenden- significativa, puesto que los conjuntos podrían cia bicónica, aunque muchos de ellos podrían incluso corresponder a las mismas unidades y considerarse de tipo I si los comparamos con los los mismos años. verdaderamente bicónicos con arista central que aparecen en algunos yacimientos posteriores)63. Al correlacionar la longitud y el peso de El recorrido es de entre 33 y 46,4, g. Estos pesos los ejemplares de Albahacas, se advierte una son, en conjunto, los más bajos de las series que diferencia entre los ejemplares que se pueden hemos podido recopilar en un trabajo prelimi- incluir en el Tipo 1b y 1c de Völling, y los que nar (Figura 18), ya que incluso los yacimientos incluimos en el grupo II (Figura 17). El grupo como el Cerro de la Alegría de Monzón (Hues- Ic y también el Ib (no siempre es fácil, por otro ca), cuyos setenta glandes carecen de contexto lado, hacer la distinción en estos productos) preciso pero son posiblemente cesarianos, tienen presenta una correlación negativa en apariencia valores que suben de los 50 g y llegan a los 94 contradictoria: las piezas más cortas tienden a g (Contreras et al., 2007-7 pero comparar con ser las más pesadas. Esto se explica porque en López Vilar, 2013)64. el tipo Ic, más esferoidal, la menor longitud (en apenas milímetros) se acompaña de un diáme- tro máximo mayor, y sobre todo de una mucho mayor masa de plomo. En cambio, en el tipo de 62 Datos hispanos en las tablas de Quesada (1997: 478); tendencia bicónico IIb la correlación es positiva: romanos imperiales de otras regiones en Völling a mayor longitud tiende a aumentar fuertemente (1990: Abb. 31). 63 el peso (salvo en el caso del ejemplar nº cat. 318). Estamos lejos de poder calibrar los posibles patrones Convendrá volver sobre estas observaciones métricos utilizados. Un valor medio de 43,25 gramos (aceptamos si calculamos desgaste y cortes de cizalla) cuando contemos con una muestra mayor de sería el de una decadracma ática. Se han propuesto materiales, y comparar este análisis con otros metrologías basadas en la griega (Noguera et al., en yacimientos como la Palma. 2013:49) sobre la base de 8 dracmas para los glandes de La Palma, pero ¿por qué ocho?); Poux (2008: Como suele ocurrir, pero en mayor medida 369) juega con el valor de la uncia romana (onza) de 27,4 gramos para el lote de Numancia y otros galos. que en el caso de los ejemplares de glandes an- Queda mucho por hacer. 64 No incluimos éste y otros conjuntos en los datos de la 65 Agradecemos a J. Noguera y E. Ble que nos hayan Figura 17 por su relativa incertidumbre cronológica, proporcionado el detalle del peso de cada glande y aunque aceptemos una data sertoriana. los valores exactos de medias, todavía inéditos.

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Figura 17. Correlación longitud-peso de glandes de honda.

teriores (griegos) o posteriores (romanos tardíos) tiles inscritos se datan a partir de ya avanzadas con epigrafía, los proyectiles de Las Albahacas las primeras décadas del s. I a.C., a partir de las son de una baja calidad de manufactura. Hay guerras civiles, sin que se puedan documentar ejemplares con desplazamiento lateral de la en Iberia casos anteriores (Díaz Ariño, 2005: sutura, que indica una fabricación en molde passim y especialmente p. 221). Un estudio de bivalvo (Figura 15, nº 392), y otros con la unión pesos y tamaños como el que luego apuntamos de las valvas visible y sin limar (nº cat. 2364). podría ayudar a decidir sobre el caso, negado por Díaz Ariño y con quien coincidimos, de los Ningún glande en Las Albahacas (como tam- glandes con epigrafía latina en la zona del Gan- poco en la Palma) es epigráfico, aunque cuatro dul (Sevilla) supuestamente fechables c. 210 a.C. de ellos (nº 2383, 2228, 2393 y 8000) tienen una marca intencional: una banda en relieve –y por Queremos llamar la atención además sobre tanto originalmente en negativo en el molde– de un pequeño bloque de plomo de unos 6x5x 0,4 cm de anchura que recorre la pieza de punta 2cm y un peso de 353,8 gramos (Figura 15), que a punta por ambas caras (esto es, en ambas mi- permitiría, si se hubiera empleado para fundir tades del molde). Las cuatro piezas son del tipo glandes, fabricar exactamente nueve proyectiles I de Völling, todas de la variante Ic, más redon- contando con el peso medio de 38,9 gramos que deada y con un solo extremo más apuntado. Los tienen los glandes de Las Albahacas, con un error pesos de estas cuatro piezas oscilan sólo 5,5 gr. inferior a 6 gramos. Debemos recordar que los (min. 36,9 g y máx. 42,4 g). La banda podría ser ejércitos en campaña reparaban y fabricaban un signo indicativo de un individuo o de una numerosas armas, como por ejemplo el de César: unidad, y convendrá seguir la pista a este rasgo. “En consecuencia [César] establecía talleres de forja, se preocupaba de que se fabricaran mu- En cuanto a la ausencia de epigrafía, que chas flechas y proyectiles, hacía fundir glandes creemos es un indicio de antigüedad, recordare- de honda, preparar estacas….” (Bell. Afr. 20,2), mos que el reciente estudio de Díaz Ariño sobre y desde mucho antes y después (Mutz, 1988; las glandes inscriptae de la Península Ibérica se Quesada, 2006b: 81 ss.). Además, los proyectiles concluye tajantemente que todos estos proyec- de honda están entre los de más fácil manufac-

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Figura 18. Evolución de pesos medios de glandes en distintos yacimientos y periodos. tura, dado el bajo punto de fundición del plomo estudios más detallados sobre muestras mayores (327,4º C) y el empleo de moldes sencillos (Kelly, (y con análisis que han de incluir no sólo pesos 2012: 280 ss.). De hecho, es posible incluso fa- medios, sino recorridos, desviaciones estándar y bricar glandes eficaces en condiciones de emer- subdivisiones por tipos). El resultado preliminar gencia simplemente apretando el pulgar sobre es que, en conjunto, los valores del lote de Las Al- arena o tierra humedecida, a un ritmo de entre bahacas, el más antiguo de la serie, son también 17 y 37 segundos por proyectil (Bosman, 1995). los más bajos, y muy próximos a los de conjuntos contemporáneos, como el ya mencionado de La Hemos realizado un primer intento (Figura Palma y el lote de glandes hallados en el Dpto. 18) de comparar los pesos medios de la serie de 12 del Puntal dels Llops, un pequeño yacimiento Albahacas con los de otros conjuntos contem- fortificado ibérico valenciano cuya destrucción poráneos y posteriores,66 y parece anunciarse se fecha en torno al 190/180 a.C., en el contexto una tendencia que habrá que comprobar con histórico del final de la Guerra Púnica y la ocupa- ción romana tras la gran rebelión de 195 a.C. (en último lugar, Bonet y Mata, 2002: 80-82 y 222)67. 66 Por diferentes razones relacionadas con la Es uno de los poquísimos lotes de contexto bien heterogeneidad de procedencia o dificultades con la definido –si no el único– contemporáneo o casi misma, asociadas a la ausencia de epígrafes omitimos por ahora lotes muy importantes como el de Asso contemporáneo de Las Albahacas o La Palma. (Fontenla, 2005) o el de Sanitja (Contreras et al., 2006) y el de Monzón (Contreas et al., 2006-07) sobre los que hay además discrepancias cronológicas (cf. López Vilar, 2013: 179 ss.). En otras ocasiones, pese a ser 67 Estos glandes han sido mencionados en diversas conjuntos homogéneos y bien publicados, carecemos ocasiones (especialmente Bonet y Mata, 2002: 160), de pesos, como en Osuna (Le Roux, 1997: 68 solo aunque no se han publicado en detalle. Agradecemos menciona un ‘peso medio de 80 a 100 gramos’ lo que a Helena Bonet y Jaime Vives-Ferrándiz que nos no tiene valor para comparaciones. Agradecemos a hayan proporcionado los pesos individuales de las D. Javier Moralejo que nos diera a conocer el trabajo piezas del lote conservado, que hemos empleado del Cahimo (Contreras et al., 2006-7). para el estudio.

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Núm. pie- Peso medio Lugar Fecha Bibliografía zas (n) gr. Cerro Albahacas c. 208 a.C. 12 38,7 - La Palma (Tortosa) c. 210/205 12 (o 14) 38,6 (o 42,8)* J. Noguera, E. Ble (com.pers.) Puntal dels Llops c. 190/180 a.C. 32 (o 33) 40,0 (o 40,1)* H.Bonet, J.Vives (com. pers,.) Numancia (campamentos) 134/133 a.C. 3 32,7 Luik (2002) Numancia (glandes etolios) 134/133 a.C. 7 48,4 Gómez Pantoja, Morales (2008) Inscr. Quintus Metelus c. 80/60 a.C. 3 50 Díaz Ariño (2005) La Caridad (Caminreal) c. 80/60 a.C. 6 61 Vicente et al. (1997) Inscr. Sert. Proc. (77/72 a.C.) 10 39,7 Díaz Ariño (2005) Picamoixons, Ta (inscr. SCAE) 49 a.C. 82 60,7 López VIlar (2013) Inscr. CnMag (Cerro de las Ba- 46/45 a.C. 49 51,3 Pina, Zanier (2006) las, ¿Munda?) Inscr. CnMag 46/45 a.C. 4 81 Díaz Ariño (2005) Pompeius 46/45 a.C.. 10 85,8 Día Ariño (2005) Glandes Perusinae 41/40 a:C. 78 53,3 Benedetti (2012) (*) Si se incluyen los glandes de >70 gr.)

Figura 19. Tabla de datos de pesos de glandes hispanos.

En el lote del Puntal del Llops hay 33 glandes de que pudieron coexistir hacia 200 a.C. dos completos y otros incompletos. De los comple- metrologías de glandes, una del doble de peso tos, uno sólo se sale por completo de los valores aproximado que la otra. Si es así, la de 70 g sería del conjunto con un peso de 70,10 g (nº cat. 7493). muy rara en el momento –fines del s. III a.C.– en El resto oscila entre 57,49 g y 23,22, pero el peso que nos movemos, y hasta ahora no aparece en medio es de 40,1 g para el total (Figura 18) y de Las Albahacas. En tal caso, si consideramos el 40 gramos si descontamos el ejemplar 7493. peso medio de todos los ejemplares de La Palma, y no sólo los de tamaño menor, el valor medio Estos valores deben contrastarse no sólo con de las 16 piezas de la Palma pasa de 38,6 g a el peso medio muy cercano de los ejemplares 42,8 gramos, peso todavía muy inferior al de de Las Albahacas (38,7 g según se ha dicho), los periodos posteriores (Figura 18), y sólo 4 g sino con los de La Palma, también citados, muy superior a los de Las Albahacas, y 2 g superior a similares. los de Puntal dels Llops, muy poco posteriores.

Los investigadores de La Palma mencionan En todo caso, y con independencia de cómo e ilustran (Noguera et al., 2013: Fig. 19) dos ejem- consideremos los escasos glandes de 70/73 g de plares de glande de gran tamaño, muy bicónicos La Palma y Puntal dels Llops, los valores medios y de un peso doble a lo normal, en torno a los de estos dos yacimientos y de Albahacas oscilan 70/73 gramos. En una primera aproximación, entre 38,7 y 42,8 g como máximo, con lo que la opinábamos que esos dos glandes podrían ser Figura 18 muestra una clara tendencia a que con –por su forma y peso– posteriores, de época el tiempo el peso medio de los glandes fuera sertoriana, momento en el que también se do- aumentando (los tres glandes de Numancia de cumentan materiales en este lugar estratégico c. 133 a.C. suponen una muestra demasiado pe- en la desembocadura del Ebro (a presencia de queña), llegando a los valores más altos en época numismática de época sertoriana confirma esta sertoriana/pompeyana para luego comenzar a idea, cf. Noguera, 2008: 36). Sin embargo, la disminuir en época imperial. Este último paso presencia de un ejemplar solitario de 70 g junto del proceso no lo hemos incluido aquí, pero se a otros cuarenta menores en Puntal nos lleva a extrae de lo recogido en la Figura de Völling desechar esa idea, y considerar como sugestiva (1990: Abb. 31). En ese gráfico, los valores más la propuesta sugerida por Ble (2013 y com. pers.) altos (con una concentración entre los 45 y los

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75 gramos) se dan en Asculum (c. 88 a.C.), des- nuevo y dramático ascenso de los pesos de los cendiendo bastante en campamentos limitaneos proyectiles de honda. altoimperiales como Haltern o Dünsberg, para volver a dispararse hacia pesos mayores siglos Si nos centramos en lo que nos dicen las después en el contexto bajoimperial de Krefeld/ fuentes literarias, los honderos fueron, en la Gellep. Segunda Guerra Púnica, contingentes pequeños de especialistas mercenarios, baleares cuando se Esta tendencia al crecimiento de pesos a lo menciona su procedencia. El manejo de la honda largo de la República se manifiesta también en exige una larga familiaridad y entrenamiento, el estudio de Poux sobre los glandes galos de desde la infancia si es posible, y eso se aplica época de la conquista de la Narbonense, a fines desde los rodios en el Mediterráneo oriental del s. II a.C., de época cesariana y los imperia- (Jenofonte, Anab. 3,3,16) hasta los baleares en el les del limes renano, con algún añadido como occidental (entre otros muchos textos, Diodoro, Numancia como caso más antiguo (Poux, 2008: 5,18 o Estrabón, 3,5,1). A cambio, el proyectil de Fig. 47, abajo a la derecha). Los pesos medios de honda es mucho más peligroso que la flecha, sus glandes romanos de fines del s. II a.C. están porque viaja a mayor velocidad y su trayectoria en la gama de los de Albahacas y de Numancia, es invisible (Onasandro Strat. 19,3) y su impacto mirando hacia el pasado; por el contrario, a par- puede inhabilitar por conmoción aunque no tir de entonces el panorama cambia: los pesos penetre un casco o coraza. Es, además, fácil de de Alesia (52 a.C.), por ejemplo, están en torno fabricar incluso por cada combatiente en condi- a 10/15 gramos por encima de los pesos medios ciones de campaña (supra). de Albahacas. En principio, sólo se mencionan honderos Insistimos con todo que en este terreno es- en Hispania entre los ejércitos púnicos, y siempre tamos iniciando los trabajos de cuantificación, en contingentes comparativamente reducidos ya que buena parte de los lotes principales de de unos cientos, no de millares (e.g. Polibio, época de las guerras civiles muestran grupos 3,33,8-11; 3,33,15-16), y son tropas baleares (Do- de glandes de diferente peso, posiblemente mínguez Monedero, 2005). En el caso de Baecula, según las unidades que los emplearon, aunque además, Tito Livio los menciona expresamente casi siempre con valores muy por encima de la (“los jinetes númidas y a los baleares y africanos mayoría de los proyectiles del s. III a.C. de armamento ligero”, 27,18,7). Por tanto, lo más probable es que los glandes de honda de De todos modos, y si se confirma esta doble Las Albahacas pertenecieran al bando púnico. tendencia de pesos medios en torno a 35-40 g en Controlando la dispersión de su caída, sería el s. III, subiendo a los 50/55 g o más en el s. I posible proponer diferentes posiciones para a.C. y descendiendo de nuevo en época imperial, los lanzadores, calculando alcances eficaces de una explicación para el crecimiento de peso de combate (muy inferiores a los alcances máximos, los glandes de la época de las guerras civiles es o incluso los prácticos Quesada, 1997: 476, Fig. que entonces los proyectiles se iban a emplear 282) de hasta 200 metros68. contra otros legionarios bien protegidos en cabeza y torso, mucho mejor que los pueblos Esto no quiere decir que los romanos no ‘bárbaros’ anteriores y posteriores. Cuando esa pudieran haber contado con honderos, aunque necesidad cesó, y los nuevos enemigos fueron fueran los calones de Livio, pero no formaban germanos y otros pueblos con menor capaci- parte de la orgánica de las unidades legionarias, dad de protección corporal (armaduras, cascos, grebas, escudos grandes), los pesos de los pro- 68 yectiles (y por tanto su capacidad de detención) Somos plenamente conscientes de que suelen pudieron volver a bajar poco a poco. A partir del sostenerse alcances mayores e incluso mucho mayores (cf. Griffiths, 1989: 262), pero, como ya s. III d.C. (cf. Völling, 1990: Abb. 31), la mejor se dijo (ver nota 10) éste es un tema complejísimo protección de los enemigos de Roma (en el Este en el que no podemos entrar aquí, pero en el que pero también en Europa central) llevaría a un suelen confundirse alcance teórico, alcance máximo y alcance eficaz en combate.

353 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula ni de los socii. Sin embargo, la presencia de al pesos similares. Queremos llamar la atención, menos una quincena de ejemplares de glande sin embargo, y de nuevo, sobre que los ejempla- en el campamento de La Palma, identificado res occidentales (no nos referimos aquí al caso como romano por el conjunto de la cerámica y griego) más antiguos tienden a ser anepigráficos, numismática, lleva a pensar en la presencia hacia apareciendo la epigrafía, aparentemente, sólo el 210 a.C. (no citada por las fuentes literarias), a partir del s. I a.C. La producción local está de honderos entre las tropas romanas, quizá bien documentada en la Caridad de Caminreal, baleares. Se ha llegado a plantear la fabricación donde además de unos glandes sueltos aparecen de glandes in situ (Noguera et al., 2013: 49) lo que cuatro bloques procedentes directamente del parece probable, más que considerarlos como molde de fundición, todavía unidos ente sí y con producto de un ataque cartaginés o de captura, las rebabas (Vicente et al., 1997: Fig. 39). todo ello difícil de precisar dada la naturaleza misma del yacimiento y la superposición de ma- En cuanto al dudoso empleo de hondas por teriales de los más diversos periodos (Noguera parte de los numerosos contingentes de auxi- et al., 2013: 32 ss.). liares y aliados hispanos (iberos y celtíberos), ninguna fuente las menciona, ni en el s. III a.C. Aunque las fuentes literarias no mencionan ni en los cientos de descripciones de armas y nunca en la Segunda Guerra Púnica en Hispania batallas y asedios durante la ulterior conquista la presencia de honderos en el bando romano romana, salvo por la única y notable excepción (ver repertorio de fuentes en Völling, 1990:Liste de Estrabón (3,4,15) cuando habla de los Cel- 3; también Griffiths, 1989: 267 ss.), sí mencionan tíberos (por el contexto), aunque menciona el honderos al servicio de Roma en 217 a C., traídos genérico iberos (Quesada, 1997: 479-480). de Sicilia por Hieron (Livio, 22, 37, 8 y 13)69. De modo que según el viejo principio de que la La ausencia de iconografía, y el hecho de que ausencia de evidencia no es evidencia de ausen- cuando contamos con contextos arqueológicos cia, los datos de La Palma indican que Escipión la presencia de glandes de plomo se asocia a bien pudo haber reclutado honderos, quizá los contextos romanos o directamente asociados cercanos baleares, desde Ampurias o Tarragona, con la conquista romana, a partir del s. II, pero y por tanto bien pudo haberlos llevado a Baecula y sobre todo en el s. I a.C. en época sertoriana algo después. y cesariana (Díaz Ariño, 2005), nos ha llevado a sostener que la honda, aunque conocida, fue En el caso de Hispania, no es hasta Numan- un arma menospreciada ideológicamente en la cia, al comienzo del último tercio del s. II a.C., guerra, y por tanto no digna de ser representa- cuando se mencionan honderos en el ejército da o enterrada en ajuares funerarios (Quesada, romano (Apiano, Iber. 92; Frontino, Strat. 4,27). 1997: 475 ss.). La arqueología lo confirma, e indica que al me- nos en parte debieron ser honderos extranjeros, Pero como es sabido, una cosa es la ideología griegos etolios a juzgar por las glandes inscriptae y otra que la realidad se imponga, y sin duda la halladas en Numancia (Díaz Ariño, 2005: 224; masa oscura de combatientes empleó la honda, Gómez y Morales, 2008). en la caza y quizá en la guerra, especialmente desde principios del s. II a.C. y sobre todo en el s. La búsqueda de paralelos de glandes en la I a.C., como indica la presencia del lote ya men- Península Ibérica o en Italia o la Galia entre los cionado de cuarenta y un glandes en la estancia siglos III y I a.C. sería interminable, ya que apa- 12 del Puntal dels Llops en Valencia, próxima a recen en todos o casi todos los yacimientos que la torre de entrada (Quesada, nº cat. 2193). venimos citando en este trabajo, con tipología y La inusitada presencia de un glande bicónico en el ajuar de la Sep. 199 del Cabecico del Tesoro, 69 No aceptaremos como válida la otra mención, de Silio Itálico para Cannas en 216 a.C. (Pun. 8, 521) donde fechable en el s. II a.C. (Quesada, 1989: vol. II, p. también habrían combatido, según el poeta, vascones 164) y la de otro en el espacio 11 del santuario y cántabros entre otros (razones en Quesada, 2001: del Cigarralejo (Cuadrado 1950: 49, Quesada, nº 146).

354 Fernando Quesada et al. cat. 1285) son testimonio de esta ambivalencia En conjunto, parece que en Albahacas, y ideológica. Pero la prueba definitiva del carácter comparando los datos con los muy próximos propiamente ibérico de algunos glandes es la de La Palma, y los posteriores de glandes del existencia de –rarísimas (sobre millares)– piezas s. I a.C., podemos aproximarnos a unos rasgos con inscripción ibérica, costumbre epigráfica que característicos de glandes plúmbeos de fines del debe interpretarse como de influencia romana s. III a.C.: ausencia de epigrafía, formas ovaladas o púnica tardía68. Así, el ejemplar andaluz con de los tipos I b/c y IIb de Völling, mala calidad leyenda ibérica incisa sobre el proyectil tras la de manufactura, peso medio en torno a los 38/40 fabricación (no en el molde) se asocia a otros con gramos y nunca superior a 50/55 gramos. Será inscripciones en neopúnico, probablemente del necesario confirmar con estudios más precisos s. I a.C. (García Garrido y Lalana, 1993: 106). El esas tendencias que se apuntan, en especial la glande del Pico de los Ajos de Ayora, en Valencia de un peso de tendencia creciente en las series (Fletcher, 1985: Fig. 29.3; Quesada, nº cat. 2329) posteriores hasta época cesariana. con inscripción incisa debe también ser tardío.

7.- SAGGITTAE

El estudio de las puntas de flecha es pro- durante siglos, o han desaparecido para bablemente el más complejo e incierto de este volver a renacer dado que determinadas trabajo. Debemos recordar que nos encontramos formas, sistemas de enmangue y dimen- ante el producto de una prospección de superfi- siones son a las más eficaces y a la vez las cie realizada sobre un muestreo en un área global más sencillas para determinadas tareas: de cientos de hectáreas, y que entre los más de puntas macizas sencillas con cubo para seis mil objetos metálicos registrados, casi dos perforar, con aletas para herir en la caza, mil quinientos no son identificables, y más de etc. Por tanto, un modelo muy parecido mil seiscientos pertenecen a otros momentos, puede haber existido en el s. III a.C. y en el desde la Prehistoria Reciente a la época Moder- s. XII d.C. (pueden consultarse repertorios na. Por ejemplo, hay tantas monedas medievales tipológicos medievales (como Serdon, y modernas como antiguas en el Cerro de Las 2005; Jessop, 1996; Hardy, 1976; Soler, Albahacas70. 1986) e incluso los detalles de fabricación (Sainty y Marche, 2006) para apreciar la En un contexto así, los proyectiles de flecha pervivencia de tipos y su forja. presentan un serio problema, por varias razones: c. En las batallas como Baecula combatieron a. El mismo –y en este caso inevitable– ca- tropas de muchas procedencias distintas, rácter de la recogida de la información, al menos norteafricanos (a su vez con con- con carencia de contexto estratigráfico. tingentes libios, númidas y cartagineses), hispanos (iberos de distintas etnias, tur- b. Aunque hay tipos muy característicos de detanos, celtíberos de diferentes regiones) diferentes periodos, otros muchos mo- e itálicos (romanos, aliados latinos…). delos, los más sencillos, han perdurado Esto implica la existencia de numerosas tradiciones regionales distintas, y la po- 70 No tenemos claro que los glandes supuestamente sibilidad de la existencia de una enorme saguntinos con inscripción griega procedan de ese variedad de modelos de puntas, a menu- yacimiento y que puedan fecharse en el s. III a.C. do –o casi siempre– poco conocidas. como propone Aranegui (2003), y menos aún en el s. IV a.C. (Aranegui, 2003: 50) para lo que no hay nin- En el caso de la Roma Republicana, lo que gún dato. Díaz Ariño (2005: 223) también se muestra llama la atención es la ausencia de un buen co- escéptico sobre la procedencia y datación de estas piezas. nocimiento de su armamento en general, y de

355 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula las puntas de flecha en particular. Los manuales empleado a fines del s. III a.C. Pero si los hubo, al uso, recientes, apenas hacen un intento des- es probable que a estas alturas emplearan los ganado de recoger alguna idea y desde luego modelos cartagineses típicos, parte de una gran no ilustran más que un tipo de punta (Bishop familia de las que las puntas de arpón lateral tan y Coulston, 2006: Fig. 27)71, o casi nada en ab- conocidas en Hispania son sólo una parte (Ferrer, soluto (Fischer, 2012: 201). Manuales antiguos, 1996, sobre todo Elayi y Planas, 1995; Bartoloni, paradójicamente, prestan más atención al tema, 1988; Curtis, 1987). como las Memorias de las grandes excavacio- nes como Numancia; pero entonces la misma Hecho este caveat, procederemos a analizar antigüedad de los textos y de la metodología las puntas de flecha halladas en Las Albahacas, de los trabajos de campo hace que, por ejemplo, incluyendo todas aquellas que, aunque sean piezas medievales puedan haber sido tomadas dudosas, pudieran haber sido de la época del como romanas, dado que por su densidad y resto de las armas (rango máximo posible entre pequeño tamaño son buenos candidatos para c. 210 a.C. y c. 50 a.C., casi con seguridad c. desplazarse en la estratigrafía. Pero incluso los 208 a.C.). Examinaremos puntas de bronce de trabajos especializados en el equipo de arquería tipología anterior que pueden haber perdurado romano apenas son útiles para el estudio de las (incluso en el caso de las de arpón lateral de tipo puntas de flecha republicanas (Coulston, 1985) Ramon 11a parece probable que hayan perdurado ya que se concentra en el periodo imperial, desde el s. VII), y otras que posiblemente sean debido precisamente a la escasez de buenos medievales, aunque quepa la alternativa de que repertorios republicanos, y menos aún ante- sean de filiación ibérica/romana/númida/celta riores a c. 150 a.C. La presencia de auxiliares por diversas razones que comentaremos en cada galos al servicio de Roma es improbable en el caso. Hay finalmente otras puntas que pueden contexto de c. 218-c. 106 en Iberia, pero en tal con igual probabilidad ser romanas o medieva- caso estaremos mejor servidos por repertorios les, porque el tipo no varió en más de un milenio, relativamente completos como los de Duval pero en las que la ley de probabilidades indica (1970) o Poux (2008). que, si la inmensa mayoría de las armas de la zona son ibero/romanas/cartaginesas, estas En el caso de Iberia, es notoria la escasez puntas lo sean también. extrema de puntas de flecha en buenos contextos arqueológicos a partir del s. IV a.C. (Quesada, Concluiremos añadiendo que, si bien 1997: 459-46) en comparación con contextos ante- puede bien haber quien prefiera insistir en riores de la Edad del Bronce (e.g. Kayser Aguilar, la incertidumbre, y afirmar tomándonos la 2003); y el Orientalizante (Ferrer, 1994, 1996), y palabra, que todas las puntas dudosas (una las que hay, aparte de las perduraciones de las fracción del total, en todo caso) pudieran en puntas de bronce orientalizantes, pertenecen a efecto ser consideradas medievales, sería más una amplia variedad de tipos herencia de los del que improbable, imposible que: (a) estuvieran Bronce Final, incluso en bronce en el nordeste, los tipos menos frecuentes, y que en cambio lo que dificulta o impide la datación de piezas falten por completo los tipos más diagnósticos sin contexto preciso. de, por ejemplo, los siglos XI-XIII, como son las puntas piramidales de sección triangular Por lo que se refiere a las tropas norteafri- con enmangue por espiga, características por canas, confesamos nuestro desconocimiento ejemplo de los campos de batalla de Alarcos o sobre los tipos de punta de flecha que supues- de las Navas de Tolosa (cf. Soler, 1986; Zozaya, tos arqueros númidas o libios pudieran haber 1995) y (b) los otros elementos de contexto, como monedas, fíbulas, cerámica, y el resto de armas apunten abrumadoramente a una fecha en 71 “Arrowheads were mostly tanged and of both el s. III a.C. y no en el s. XIV d.C. flat-bladed (some barbed) or trilobite (triple bladed forms, and a number of single barbed Celtic-style arrowheads from Roman contexts may indicate the use of auxiliary archers…” (Bishop y Coulston, 2006: 58).

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Figura 20. Puntas de flecha ahusadas ’tipo Numancia’ de Deyber.

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Figura 21. Selección de dibujos de variantes puntas de flecha ahusadas.

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Las puntas bipiramidales mal llamadas ‘Nu- Se trata de un expediente y tipo extremada- mancia’ mente sencillo pero debemos pensar que eficaz si es con mucha diferencia el más frecuente en Excepción hecha de los clavi caligares (infra) el campo de batalla (si es que no casi el único). el lote tipológicamente homogéneo de armas De hecho, su forma muy puntiaguda y compacta más numeroso es, en Las Albahacas, y con mu- es ideal para penetrar tanto en los anillos de una cha diferencia, el formado por hasta 136 puntas lorica hamata, como para perforar un pectoral de hierro forjado de forma bipiramidal (mejor metálico, aunque para esta última función la que ‘fusiforme’) muy alargada y básicamente masa de las puntas más pequeñas es quizá en simétrica, y sección cuadrada, que termina en exceso reducida. punta afilada por ambos extremos (Figura 20). Se trata de piezas toscas, y por tanto presentan una Donde sí puede haber intencionalidad es cierta variedad formal, con algunos ejemplares en las longitudes y pesos, siendo la segunda proporcionalmente más gruesos y otros más variable en principio dependiente de la prime- estilizados. Sin embargo, no hemos realizado ra72. Pero como demuestran tanto la Figura 22 una clasificación, una ‘tipología’ siguiendo el como los gráficos de las Figuras 23 y 24, sólo principio de non sunt multiplicanda…, y porque unos pocos ejemplares ‘se salen’ del patrón partimos de la base de que, dada la naturaleza general, hasta el punto de que por su gran ta- de la fabricación de estos objetos, una cierta maño y peso deben ser considerados aparte del variabilidad es inherente al tipo. resto, bien como puntas de jabalina, bien como instrumentos tales como punzones, empleados Debe resaltarse (Figura 20) que aunque estas enmangados en una empuñadura de madera. piezas son bipiramidales de sección cuadrada, Se trata (Figura 20) de las piezas n. cat. 1173 y casi nunca son completa y perfectamente si- 5946, y –solo quizá porque están sobre la recta métricas, de manera que el ancho máximo no de regresión– también 1002a, 1033, 9147 y 2497. está en el centro, sino algo desplazado hacia un Se observará que la diferencia entre estas puntas extremo, que entendemos es el extremo distal y el resto, que se hace tan evidente en la gráfica de la punta, que adopta así un aspecto ligera- de la Figura 22, es en realidad visible también mente ‘cabezón’, mientras que el otro extremo, al ojo desnudo en la Figura 20, donde aparecen el proximal, forma un pedúnculo más largo y aislados en la parte superior de la fila izquierda. afilado, que suele perder la sección cuadrada para convertirse en irregular –o de tendencia Obviamente, el resto de piezas73, el 96%, circular– en el extremo proximal, que es el que forma un grupo muy compacto. La figura 22 se embutiría en el astil de las flechas. muestra un histograma de frecuencias de pe- sos por intervalos de medio gramo, con una Unas 15 piezas (un 11% del total) presentan marcada asimetría a la derecha, y donde queda el pedúnculo doblado, casi siempre justo en la clara la agrupación de la gran mayoría de las base de la ‘cabeza’ del proyectil, casi siempre piezas en el intervalo de 1 a 3,5 gramos, con en un ángulo de unos sesenta grados. Podría una cola por la derecha entre 4 y 6 gramos, y pensarse que se trata del resultado de impactos, dos excepciones (nº cat. 5946 y 1173, con 10,54 y donde el metal se habría doblado por su parte 14,9 g respectivamente). Se apreciará que entre más débil. Sin embargo, esta explicación no re- el peso de estas dos piezas hay casi el mismo sulta convincente, porque esas mismas puntas recorrido estadístico (4,36 g) que entre las otras no suelen ser las que tienen el extremo distal 119 puntas (4,96 g), lo que confirma que deben aplastado por un impacto tal que además habría tener otra función. doblado el vástago metálico. Da la sensación de que están dobladas expresamente, lo que impediría su inserción en un astil de flecha. Otra 72 Salvo que hubiera un tipo mucho más grueso, en media docena de piezas tienen la punta aplas- el que sería el volumen total y no la longitud lo que tada por impacto, pero solo una de esas piezas aumentaría decisivamente el peso. Pero tal tipo no tiene también el pedúnculo doblado. se da en Albahacas. 73 Descartando 15 incompletas, esto es, 119.

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Fig. 22. Histograma de frecuencias de pesos de puntas fusiformes.

Figura 23. Correlación longitud máxima/peso de las puntas fusiformes.

Eliminando estas dos excepciones, y man- zas completas es de 2,78 gramos, con un valor teniendo en el cálculo las otras cuatro piezas máximo de 5,8 y mínimo de 0,84 (muy reducido, ya mencionadas, que se salen del conjunto por quizá por oxidación). longitud pero no por peso (Figura 22, nº 2497, 9147, 1033 y 1002a)74, el peso medio de 119 pie- La longitud media para el mismo conjunto de 119 piezas es de 4,4 cm, con un valor mínimo

74 Porque consideramos que siendo flechas del mismo perfil aerodinámico, la longitud total que sobresale menos efecto aerodinámico y de capacidad de del astil –con una diferencia de mm.- tiene mucho penetración que su masa total.

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N.inventario LgMx LgPt AnMxHj Peso gr Observaciones 1002A 7,6 2,1 0,5 5,5 Pedúnculo muy largo, extremo ligeramente doblado 1003A 4,7 1,7 0,5 3,1 ‘Dardo’ bipiramidal 1019 3,5 1,1 0,5 1,69 Sección Rectangular. Aplanado 1027 3,7 1,6 0,4 2,5 Probablemente falta un poco de la punta 1033 7,1 3,6 Pedúnculo doblado en ángulo recto por la mitad. Punta dudosa. Probable punzón. 1038 2,9 1 0,4 1,6 1060 5,1 1,5 0,6 4,1 Atípico. El pedúnculo es aplanado, no piramidal 1122 4 1,3 0,5 1,82 1173 8 4,1 0,8 14,9 Mucho más masivo que los demás. Además, la punta es igual de larga que el pedúnculo. Dudoso. 1223 3,3 0,8 0,4 1,26 1263 4,4 1,2 0,5 3,2 1304 5,3 1,9 0,6 5,1 Pedúnculo doblado en un tercio de su longitud 1371 5,7 1,8 0,5 4,5 La punta es la parte corta 1391 4,6 1,6 0,5 2,9 1433 4,9 1,9 0,4 3,2 1572 3,5 1,4 0,5 1,8 1712 5,3 2 0,6 4,2 1714 5 2 33 2013 4,5 1,9 0,6 4,4 2020 5,3 1,8 0,4 2,8 2060 4 0,4 2 Quizá punzón. No es posible definir la punta 2079 3,8 1,6 0,5 2,09 2083 4,9 0,4 3,5 Roto por ambos extremos 2110 4,8 1,7 0,5 2,5 2112 3,8 1,4 0,5 2,2 Punta aplastada. 2139 4,3 1,8 0,7 4,8 2154 4,8 2 0,4 3,2 Falta extremo de la punta, aplastado 2165 4 1,5 0,6 5,5 Punta aplastada por impacto 2186 5 1,7 0,6 4,4 2220 3,7 1 0,4 2,2 2236 4 2 0,6 3,3 Totalmente simétrico (punta/pedúnculo) 230 4,6 0,4 3,1 No tiene la clara tendencia bipiramidal de los dardos. Probable punzón 2330 4,5 1,2 0,5 2,6 234 4 1,3 0,5 3,1 2347 5,2 1,5 0,7 5,2 236 5,3 1,2 0,5 2,8 Extremo pedúnculo doblado 2394 5,5 2 0,7 5,8 2401 2,7 1,5 0,5 1,96 Incompleto 2414 4 0,5 3,84 Incompleto 248 4,1 1,5 0,4 1,9 2497 6 1,7 0,5 3,1 Doblado 60º por el pedúnculo. 2528 4,7 3,9 Posible punzón. Difícil diferenciar punta de pedúnculo 2574 2,8 1,6 0,5 2,9 Incompleto 2597 5,8 2,6 0,6 4,9 Punta roma 2604 4,8 1,8 0,5 2,8 2608 5,4 1,9 0,6 5,5 2623 5,2 1,7 0,5 3,1 2640 4,1 1,7 0,5 2,4 2690 4,1 0,5 3,2 Casi simétrico. Imposible distinguir punta de pedúnculo por simetría. 2714 3,2 0,5 0,5 1,49 2715 4,8 1,4 0,5 3,71 2731 3,5 1,6 0,5 2,11 2786 3,2 1 0,4 1,1 Muy pequeño. Probable punzón. 3063 5 1,5 0,6 4,13 3065 4,5 1,7 0,6 3,03 3077 5,3 0,4 2,6 Punta dificil de distinguir del pedúnculo 3081 4,1 1,6 0,5 2,48 3134 5 1,9 0,5 2,3 Al forjarla, se ha aplicado una decorativa torsion helicoidal a la pieza. Es dificil distinguir la ‘punta’ del ‘pedúnculo’ 3137 3 1,8 0,4 1,27 Incompleto 4036 4,6 1,5 0,5 2,8 4075 4,4 1,8 0,5 2,6 4123 3,9 1,5 0,4 2 413 2,7 1,2 0,5 2,1 Incompleto 4147 3,7 1,5 0,5 2,68 4194 3,7 1,1 0,5 1,58 4205 4 1,8 0,5 2 Pequeño 4272 4,3 1,7 0,5 2,2 Doblado

361 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

4284 4 1,4 0,4 2,4 Pequeño. 4342 4,6 1,4 0,5 2,55 4356 4,3 1,8 0,5 3,3 4419 4,5 1,3 0,5 1,97 4421 4,1 1,7 0,4 1,76 4425 3,8 1,2 0,5 2,25 4426 4,7 1,6 0,5 2,03 4518 4 1,4 0,5 2,13 4570 4,2 1,1 0,5 2,9 4633 3,8 1,1 0,5 2,1 4736 4,3 2,1 0,6 4,34 Incompleto 4802 3 1,5 0,5 1,49 4834 3,9 1,1 0,5 2,43 Aplanado, seccion rectangular 4900 3,3 1,6 0,5 2,47 4965 5 1,7 0,5 3,2 4988 5 1,7 0,5 3,2 Doblado por impacto 5099 4 1,4 0,6 3,2 5394 3,8 1,4 0,7 3,15 5417 4,8 2 0,5 3 5425 3,5 0,5 2,36 Incompleto 5438 4 1,4 0,4 1,96 5447 3,5 0,3 1,3 Dudoso. Posible punzón. Lg punta no mensurable 5489 3,6 1,6 0,4 1,5 Muy pequeño, posible punzón. 5497 4,1 1,3 0,5 2,86 5546 3,6 1,3 0,6 2,77 5578 5,7 0,7 7,1 Imposible distinguir la punta del pedúnculo, es simétrico 5946 8,2 4,2 1 10,54 Aplanado, seccion rectangular 6004 5,4 1,8 0,6 4 6088 4,2 1,5 0,5 2,31 6093 4,3 1,6 0,4 1,54 6119 3,6 1,2 0,3 1,3 Muy pequeño, posible punzón. 6143 5,1 1,7 0,5 4,1 6236 3,6 2 0,5 2,68 Incompleto 6291 4,1 1,5 0,5 1,82 6483 2,7 1,2 0,4 1,28 Incompleto 6576 3,7 1,2 0,4 1,6 6578 3,2 1,7 0,5 2,12 Incompleto 6642 3,6 1,6 0,5 2,28 6783 4,8 2,3 0,5 4,21 Incompleto 6939 4,6 1 0,5 2,44 7066 2,4 1 0,4 0,84 7085 4,4 1,5 0,5 3,17 7194 3,1 1 0,4 1,42 7227 5,4 1,7 0,5 4,22 7334 5,2 2 0,5 3,53 7398 4,7 1,7 0,7 5,23 7413 1,4 0,4 1,82 Incompleto 7419 3,6 0,9 0,5 2,1 7515 4,9 1,3 0,4 2,07 7535 4,5 1,5 0,5 2,71 7587 2,9 1,1 0,4 1 Pequeño. Punzón? 7632 2,9 1,7 0,6 2,66 Incompleto 7655 4,6 1,6 0,5 2,9 7663 5,5 0,5 4 Imposible distinguir la punta 7840 4,1 1,6 0,4 1,9 9102 3,9 1,4 0,4 2 9135 1,5 0,5 1,6 Pedúnculo incompleto 9136 4,1 1,8 0,4 2,3 9147 6,5 2 0,4 2,8 9161 3,5 1 0,4 1,2 9191 1,5 0,4 1,8 Pedúnculo incompleto 9194 4,8 1,7 0,5 3,2 9375 5,7 2,2 0,4 3,1 9548 3,5 1,2 0,4 2,2 9567 7 2,1 0,5 3,3 9723 5 1,7 0,6 5,5 9774 3,3 1,6 0,6 1,94

Figura 24. Tabla de datos con dimensiones de las puntas fusiformes.

362 Fernando Quesada et al. de 2,4 y uno máximo de 7,6 cm pero con una ‘vástagos’ (rods) por J. Horvat (1997: 112-113; clara concentración (Figura 22) entre los 3 y los 2002: 135 ss.), sin atreverse a proponer una fun- 5,5 cm. Se aprecia también a simple vista, aun- ción para los mismos en 1997, y considerando que no presentamos los estadísticos, la excelente su uso como puntas de flecha de circunstan- correlación entre longitud y peso en todas las cias (Horvat, 2002:137). En realidad no son piezas (salvo las dos antes mencionadas), indicio exactamente como las piezas bipiramidales de de una buena regularidad de proporciones (rela- Albahacas o Numancia en su forma, aunque ción Longitud/Anchura máxima) del conjunto sí probablemente en su función, ya que tienen de las mismas. un pedúnculo largo susceptible de insertarse en un fino astil de madera, un tope y una corta Antes del hallazgo de Albahacas, el conjunto punta, y por tanto podrán funcionar como una más importante de estas puntas era el de Nu- variante de los mismos proyectiles. Su fecha, c. mancia (c. 134/133 a.C.), identificado como de 180/170 a.C., está a caballo entre los dos yaci- puntas de flecha ya por Schulten (1927: Taf. 35) mientos hispanos donde hemos analizado estas y aceptado por Luik sin demasiado comentario piezas. En cierto modo más próximas a Smihel (Luik, 2002). Se trata de apenas una docena de que a Numancia y Albahacas están las piezas ejemplares procedentes tanto de los campa- de arponcillo de Osuna (Engel y Paris, 1906: Pl. mentos de contravalación (Luik, 2002: Abb. 90: XXXV; Sievers, 1997a: nº 45 ss.) que pudieron 194-198) como de Renieblas III (Abb.19: 206- bien usarse como elementales puntas de anzuelo 212). Sin embargo, en Numancia estas puntas con enmangue de espiga, siendo descendientes aparecen acompañadas de otras mucho más del modelo de Las Albahacas. diagnósticas, como son las trilobadas de espiga (Abb. 90: 188-191), las de hoja triangular con En cambio, en las obras del asedio de Alesia engrosamiento basal y espiga, con o sin aletas, de aparecen puntas tipológicamente idénticas a las herencia griega helenística (tipo Olinto D1) (Abb. de Las Albahacas o Numancia, en contexto ya 89)75, o incluso las triangulares de cubo con aleta del 52 a.C., que sin embargo fueron clasificadas y sección romboidal (Abb. 190 202, 205) docu- por el equipo franco-alemán a cargo de las mentadas también en Almedinilla (Schule, 1969: excavaciones como ‘alênes ou poinçons’, ‘leznas Taf. 72.24, Quesada, 1981)76. Lamentablemente, o punzones’ (Brouquer-Reddé y Deyber, 2001: hasta ahora ninguna de estas puntas caracterís- 316-317 y Pl. 103, nº 235-238 y 239-242). Sin em- ticas ha aparecido hasta ahora en Las Albahacas bargo, con posterioridad, A. Deyber (2008) ha aunque, de nuevo, la “ausencia de evidencia no mutado por completo su identificación, y es con es (todavía) evidencia de ausencia”. esta última con la que estamos de acuerdo, aún reconociendo las más que probable polifuncio- El tipo se ha identificado también en el ya- nalidad de estas piezas de forma tan elemental. cimiento de época de la conquista romana en el s. I en Altikogaña (Eraul, Navarra), como tipo B, En efecto, A. Deyber (2008) denomina y descrito también como punta de flecha (Mar- ahora este objeto una punta de flecha ‘type tínez Velasco, 2003: 164 y Fig. 2), anunciando Numance’, siguiendo esa peligrosa tradición además el mismo trabajo la presencia de otras de denominar yacimientos epónimos que es puntas similares en el campamento del Cerro útil para la memoria, pero que arrastra una de la Muela, asociado a las guerras cántabras. serie de connotaciones culturales y cronológicas que se pueden revelar a la larga erróneas pero Más problemas plantea el conjunto de 211 que es muy difícil disipar. Sea como fuere, el piezas de Smihel (Eslovenia) publicadas como estudio de Deyber nos recuerda la presencia de estas piezas en la contravalación romana de Alesia (c. 52 a.C.), pero también la revela 75 Que también se documentan en bronce en Sanita (Menorca), en un contexto probable de c. 123 a.C. en un contexto galo/romano en Montmartin, (Quesada, 2007b: 31). Sobre las flechas tipo Olinto, sin remontar más allá del último tercio del s. Robinson (1941: 378 ss.; para el tipo D1 ver Pl. CXXI). II a.C. Recuerda que también en la Galia estas 76 Que, pensamos, podría estar relacionada con la piezas han sido tradicionalmente consideradas destrucción del poblado c. 141 a.C.

363 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula como instrumentos (por ejemplo como ’leznas’, ficación con armas, a no ser que se trate de una o ‘buriles’ Deyber, 2008:174), pero se alinea con elíptica alusión a la caza en tumbas de guerreros. Luik (2002) en la idea de que, por el contexto, deben considerarse puntas de flecha. Por tanto, el nexo a un origen hispano, ibé- rico o celtibérico, se refuerza hasta el s. IV a.C. Una cuestión que quizá convenga plan- para la forma, aunque no necesariamente para tearse, de manera tentativa, es la del origen de la función (como sostiene, quizá con demasiado estas puntas. Su misma sencillez y obvia forma entusiasmo Deyber (2008: 177). Dicho todo esto, hace que un origen múltiple pueda descartarse. no hemos examinado en el suficiente detalle Pero lo cierto es que si en 1997 no creíamos que otros contextos (como por ejemplo norteafrica- algunas puntas de este tipo halladas en contextos nos y en especial númidas) como para desechar ibéricos pudieran ser puntas de dardo o flecha, otras alternativas. y pensábamos que se trataría de punzones para enmangar (Quesada, 1997: 462), ahora no esta- mos tan seguros. Es probable que sean útiles po- Otras puntas de flecha de hierro -con enmangue lifuncionales, pero al aparecer ejemplares sueltos de cubo en las Sepulturas 161, 204, y 333 del Cigarralejo en Murcia (Cuadrado, 1987), datadas todas ellas El resto de las puntas de hierro de Las con bastante fiabilidad en la primera mitad del Albahacas forma un conjunto mucho menos s. IV a.C. (cronología revisada, Quesada, 1998: numeroso (28 piezas frente a 136) y menos Apéndice I), o en el siglo III a.C. (Sep. 283), y homogéneo que las puntas bipiramidales (al todas ellas con armas, cabe al menos replan- menos 10 tipos diferentes). Presenta, además, tearse la cuestión. En todo caso, todas las piezas diversos problemas, sobre todo por la similitud del Cigarralejo, aunque idénticas formalmente, de muchas de las piezas con modelos medievales son mucho mayores y robustas que las de Las de los siglos XII-XIV. Albahacas, con longitudes en torno a 6,5 -10 cm, más apropiadas incluso como puntas de dardo Se pueden establecer dos grandes categorías, o venablo ligero (además de, cómo no, como en ambos casos poco consistentes con lo que punzones), mientras que las jiennenses rondan sabemos sobre las puntas de flecha de época los 4,5 cm de media. de la conquista romana de Iberia. Por un lado, las piezas de hierro que, contra lo habitual, son Por su parte, en el ámbito celtibérico apare- todas de enmangue de cubo; por otro, las puntas cen estas mismas piezas en su variante de mayor de bronce. tamaño ya en época antigua, incluso a finales del s. VI (Carratiermes Sep. 582, ver el contexto Por lo que se refiere al primer grupo, el de en Lorrio, 1994: Fig. 5F) y quizá de manera más piezas forjadas en hierro, comenzaremos con la concreta en Altillo de Cerropozo, asociadas a punta de gran aleta lateral, nº cat. 5423 (Fig. 26), armas dentro del s. IV a.C. en las Seps. 9, 15 o que plantea el problema de si originalmente tuvo 16 (Cabré, 1929: Láms. XII, XVI, XVII). otra aleta simétrica hoy perdida. Por el desgaste del muñón, no es posible asegurarlo, aunque no Con todo, trabajos recientes como por ejem- lo parece. plo sobre el caso de la necrópolis de Arcóbriga, siguen considerando estas piezas como punzo- Si originalmente tuvo dos aletas, hay que nes bipiramidales, no sin buena razón (Lorrio y decir que se habría sido casi idéntica sobre todo Sánchez, 2009: 61-62; sobre todo 354 ss. donde a un modelo medieval de caza de los ss. XIII-XV inciden sobre la misma idea de la multifuncio- (Jessop, 1996: 194, Tipo H3, equivalente al tipo nalidad). De hecho, su presencia aislada en las 15 de la clasificación del Museo de Londres, cf. tumbas, en lugar de en lotes amplios como suele Hardy, 1976). La única diferencia es que en las ocurrir en ajuares funerarios cuando se trata de puntas medievales las aletas suelen llegar hasta flechas (como en la necrópolis orientalizante de la base del cubo, mientras que en este caso (Figu- la Angorrilla en Sevilla), hace extraña la identi- ra 26) no lo hace. Por otro lado, hay ejemplares

364 Fernando Quesada et al. medievales españoles en los que la aleta no lle- 9458, 2756, 6153, 5727, 3012, 2102) que compar- ga tan abajo, siendo muy parecidas a la de Las ten como características básicas un largo cubo Albahacas (Soler, 1986: Figura 1, 3). El problema de enmangue –mayor que la propia hoja- que es que la pieza (Museo Arqueológico Nacional remata en una hoja con forma triangular, rom- de Madrid nº 50835) carece de procedencia, y su boidal o triangular con aletas más o menos propia adscripción medieval podría discutirse, desarrolladas (muy desarrollados en el caso de dadas las reticencias que muestra el investiga- nº cat. 1675) cuya característica más llamativa dor (Soler, 1986: 317-318). Por otro lado, Duval es que por el anverso (cara A) tiene nervio o publica como datables en la Edad del Hierro dos doble mesa con arista, mientras que la cara B puntas próximas a las de Las Albahacas, una de es por completo plana. No conocemos hasta St. Pierre-en-Chatre y otra de Salisbury (Duval, ahora puntas con este rasgo en el periodo que 1970: 49 y Planche III, nos. 13 y 15), aunque con nos ocupa. En cambio, es un elemento tipoló- un nervio ausente en nuestro ejemplar. De nuevo gico muy distintivo en la Edad Media, entre la pieza gala procede de excavaciones de época los siglos XII-XIV. Aparecen puntas con esa asi- de Napoleón III. En la Real Academia de la metría por cara en Alarcos, aunque de un tipo Historia se conserva una punta de dos aletas de diferente al que aquí presentamos (Soler del forma idéntica a la de Albahacas, aunque mucho Campo en Zozaya, 1995: 177), por tanto a fines mayor, casi el doble, por lo que tampoco resulta del s. XII. Más cercana es una punta procedente un paralelo definitivo (Eiroa, 2006: 91, núm. 93) de Luque (Córdoba), en un contexto próximo a la conquista cristiana (R. Carmona, com. pers.). Si por el contrario la punta tuvo original- Y casi idéntica al nº cat. 1675 es la punta conser- mente sólo una aleta, sus paralelos más cercanos vada en la Real Academia de la Historia (Eiroa, para la Edad del Hierro serían las puntas de una 2006: 90, n. 90), que se ha fechado entre el siglo aleta desarrollada, nacida también del extremo XIII y el XIV. Sin embargo, su procedencia es distal, del mundo galo, del Tipo B de (Duval, desconocida y los paralelos aducidos son pro- 1970: Planche I). El problema es que estas pun- blemáticos, por lo que podríamos encontrarnos tas de mediados del s. I a.C. tienen aletas muy ante una atribución discutible. diferentes por su tamaño, proporciones y forma a la de Las Albahacas. El reciente y detallado Hay puntas morfológicamente similares en estudio de Dubreucq (2008) remonta su fecha contextos locales o romanos, como las puntas en desde época cesariana al final de La Tène B2/ hierro de cubo, aletas desarrolladas y nervio de Cc1, hacia la segunda mitad del s. III a.C., enla- Almedinilla (Schüle, 1969: Taf. 72.24,25), pero su zando su datación con la posible del ejemplar de sección (lenticular, romboidal o con nervio) es Albahacas. Esta datación muy anterior a época simétrica, y muy distinta de la asimetría de las cesariana es confirmada por la aparición del piezas de Albahacas. mismo tipo en Smihel (Horvat, 2002: Pl.16, nº 26, 27). Pero insistimos que tipológicamente estas En consecuencia, ante la ausencia de para- piezas no son cercanas salvo por la presencia de lelos conocidos por nosotros para estas puntas una aleta lateral desarrollada, que es muchísimo en época ibérica o romana, y la presencia de más grande en Albahacas. paralelos cercanos atribuidos a época medie- val, creemos que debemos presentar estas En conjunto, pues, relacionar la punta de Las piezas como ‘en cuarentena’ a la espera de Albahacas con el tipo galo bien documentado de estudios ulteriores. Una posibilidad a explo- barbelure (Poux, 2008: 360 ss.; Dubreucq, 2008), rar es que estas puntas asimétricas tengan un incluso si remontamos su cronología desde el s. origen norteafricano antiguo, se utilizaran en I a fines del III a.C., nos resulta un poco forzado La Albahacas en el s. III a.C., y que el modelo en comparación con la alternativa de una data- retornara a Al Andalus en el s. XII desde el ción medieval. Magreb con motivo de las penetraciones al- morávides y almohades. Un problema similar plantea un conjunto de hasta siete puntas de hierro (Fig. 26, nº 1675,

365 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Observaciones Núm.Cat. Metal Tipo Lg. Mx. Lg. Hj. Lg. Cb Ø. Cb. Ext An Mx Hj Peso Gr. 5423 Fe Aleta 5,9 4,2 4,1 0,8 2,3 11,1 Con dudas. No parece haber tenido dos lateral aletas, pero cabe la posibilidad. La aleta es muy larga para punta romana, pero corta para medieval, donde llega a la base del cubo. Cubo de lámina plegado con sutura visible. No se aprecia orificio de perforación. Para Anch. Max. se ha medido solo desde el extremo de la aleta al centro del eje del cubo 1675 Fe Reverso 4,3 2,1 2,9 0,4 2 3,7 Con dudas. Punta de cubo largo (mayor plano que la punta) con hoja de aletas laterales muy desarrolladas y abiertas. Cara A a dos mesas, cara B plana. ¿De caza?. Quizá medieval. Puntas idénticas de los ss. XII-XIV en España (Eiroa 2006:n.90).N.Inv. Mus. Jaén 5402. 9458 Fe Reverso 5,1 1,8 3,3 0,6 5,18 Punta de cubo largo (mayor que la punta) plano con hoja triangular con aletas apenas desa- rrolladas. Cara A a dos mesas con arista; B plana. Sutura visible en el cubo. 2756 Fe Reverso 6,8 2,8 3,8 1,6 >6,9 Punta de cubo largo (mayor que la punta) plano con cabeza romboidal sin aletas. Cara A con nervio marcado; B plana. Sutura visible en el cubo. 6153 Fe Reverso 6,8 2,5 4 0,5 6,9 Punta de cubo largo (mayor que la punta) plano con hoja con aletas perdidas, dando aspecto romboidal. Cara A con nervio marcado, B plana. Sutura visible. 5727 Fe Reverso 2,1 1,7 Punta de cubo (incompleto, pero largo). Hoja plano triangular con aletas atrofiadas. Cara A con nervio marcado, B plana. Falta extremo del cubo. 3012 Fe Reverso >4,2 >3,4 Punta de cubo largo (mayor que la punta). plano Hoja triangular con aletas atrofiadas. Cara A con nervio marcado, B plana. Cubo con pliegue visible. N.Inv. Mus. Jaén 5403. 2102 Fe Reverso 2,9 1,9 >4 Punta ¿de cubo o de pedúnculo? Eb nal plano estado, de hoja triangular. Cara A a dos mesas, dañada; cara B plana. N.Inv. Mus. Jaén 5401. 1001a Fe ‘Virote’ >3,1 0,4 0,6 >2,2 Punta de cubo largo cónico. Cabeza maciza piramidal alargada de sección cuadrada. Reproduce a pequeña escala proyectiles de catapulta. Paralelos romanos claros y medievales claros.Ver 7368. N.Inv. Mus. Jaén 5400. 7368 Fe ‘Virote’ 3,8 1,1 2,7 0,5 0,8 4,1 Punta de cubo largo cónico. Cabeza maciza piramidal alargada de sección cuadrada. Reproduce a pequeña escala proyectiles de catapulta. Paralelos romanos claros y medievales claros. Ver 1001ª. 9464 Fe Piramidal 6,1 3,8 0,5 7,89 Punta pesada. Cubo circular se prolonga en punta maciza de sección cuadrada sin cabeza marcada salvo por la arista donde convergen los planos para formar la punta. Como 2691

366 Fernando Quesada et al.

2691 Fe Piramidal 8,9 4,5 4,4 0,6 0,8 15,4 Punta muy pesada. Cubo circular se prolon- ga en punta maciza de sección cuadrada con cabeza marcada por ligero estrangu- lamiento justo antes de la arista donde convergen los planos para formar la punta. Ver 9464. 6517 Fe Sección 7,3 5,4 2,3 0,5 Punta de cubo formada por lámina plega- en V da y cizallada en la base de la hoja. Hoja de forma triangular con aletas muy ligeras (resultado del cizallamiento del inicio del cubo). Como 6457 pero mayor. Sección en ‘V’. a dos mesas en la cara A y cóncava en la B. Parece una lámina hecha a presión sobre una matriz, de factura muy tosca. Como 6457. 6457 Fe Sección 5,3 3,2 2,1 0,5 Punta de cubo formada por lámina plegada en V y cizallada en la base de la hoja. Hoja de forma triangular con aletas muy ligeras (re- sultado del cizallamiento del inicio del cubo). Seccion en ‘V’. a dos mesas en la cara A y cóncava en la B. Parece una lámina hecha a presión sobre una matriz, de factura muy tosca. Como 6517 pero más corta. 9571 Fe 5,4 4,5 1,5 Punta incompleta de cubo, casi perdido. Hoja lanceolada de tendencia romboidal con el ancho máximo en el tercio proximal. Hoja a cuatro mesas. 2740 Fe Cónica 6,0 0,5 Punta en forma de contera, de cubo pro- longado directamente en vástago apuntado de sección cuadrada. Como un pequeño regatón con extremo cuadrado macizo. 7644 Fe Cónica >0,6 >6,3 Extremo distal de posible punta de flecha en forma de contera, con cubo prolongado en punta maciza. 2130 Fe Cónica >4,8 Extremo distal de posible punta de flecha. Objeto de hierro (Lg. cons. 4,8 cm.) forjado tosco, con sección irregular de tendencia cuadrada. 7887 Fe Cónica >4,5 >0,7 >9,9 Dudosa. Cubo ancho prolongado en punta irregular con golpes de forja. Aspecto basto y grueso. Figura 25. Tabla de puntas de flecha de hierro.

Sólo en apariencia es más firme el terreno tas, poco más de unos 4,5 gramos. Sin embargo que pisamos cuando nos enfrentamos a dos su estructura es la misma: cubo cónico largo que puntas de cabeza piramidal casi idénticas (nº remata en una pirámide de sección cuadrangu- cat. 1001A y 7368), que tienen exactamente la lar muy compacta. Hay abundantes paralelos misma forma, pero mucho menor tamaño, que para estas piezas en la República Romana que los proyectiles de catapulta que analizábamos en suelen identificarse como puntas de catapulta, el Apartado 377. En lugar de medir entre 10 y 18 venablo o flecha. De hecho, es extremadamente cm con un peso en torno a los 50-80 g, nuestras difícil distinguir estas categorías en las puntas puntas miden entre 3 y 4 cm y pesarían, comple- piramidales, siendo el peso el mejor y casi único criterio (Petulescu, 1991: 40; Baatz, 1966: 203 ss.). 77 Y que aparecen sistemáticamente en los grandes depósitos militares republicanos: Smihel, Numancia, En efecto, las puntas formalmente equiva- Alesia, Osuna… Para el caso de Francia, ver la lentes de Numancia son mucho mayores que recopilación y estudio estadístico reciente de Poux las de Albahacas, con una longitud cercana a (2008: 354-358).

367 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Figura 26. Puntas de flecha de hierro.

368 Fernando Quesada et al. los cinco cm y un peso, el doble, de unos 8 gra- punta de 4,9 cm de longitud y una hoja maciza mos (Luik, 2002: Abb. 88.160; otros tipos, más piramidal (es difícil confirmarlo por el mal di- parecidos formalmente que el ejemplo elegido, bujo) más corta que el cubo (Casañas y del Nido, son aún mucho mayores). Lo mismo ocurre con 1959: 115). Lo notable es que se publique junto las puntas de Osuna, muy similares en forma, con una posible punta bipiramidal del tipo que pero de más del doble de tamaño que las de las hemos estudiado antes. de Albahacas (Engel y Paris, 1906: 110 s. y Pl. XXXVI; Sievers, 1997a: nº 60, 61; 1997b: Abb.1). Finalmente, y en el contexto de la conquista tardía del norte de la Península, se han identifi- Aparte de estos dos yacimientos romanos, cado estas puntas en contextos de campamen- clásicos, en España se han identificado algunas tos romanos asociados a campos de batalla. El puntas de este tipo (Quesada, 11b/XVI) en proyectil de Andagoste, con sus 5,2 cm y su contextos indígenas, pero en general tienen el cubo de casi 9 mm es el que más se acerca por mismo problema de ser bastante (o mucho) dimensiones a los de Albahacas (aunque sigue mayores y más pesadas que las de Albahacas. siendo bastante mayor), pero su punta piramidal Abarcan un periodo amplio, pero en general a achatada denuncia que, efectivamente, estamos partir del s. II a.C., salvo algunas excepciones: en un contexto en torno al 40-35 a.C., justo antes se documentaron dos piezas (perdidas) de unos de las campañas de Augusto (Ocharán y Un- 13 cm de longitud en las Sepulturas 245 y 266 zueta 2002: 315, Fig. 2.1). Es el mismo tipo que del Cabecico del Tesoro (Quesada, 1989). En el aparece poco después en Altikogaña de Eraul interior peninsular es posible que en la Sep. 350 (Navarra), como tipo A3 de Martínez Velasco de la Osera haya dos puntas precedentes de (2003: 164), de 6,5 cm de longitud (ya el doble este tipo, aunque con punta maciza de sección que en Albahacas). triangular en lugar de cuadrada (Cabré et al., 1950: 130; 129; Schule, 1969: Taf.; Quesada, 1977: Fuera de Hispania, el depósito de Smihel de nº cat. 4796 y 4797), con sólo 5-6 cm de longitud. c. 180 a.C. proporciona, una vez más, un amplio Dada la datación de esta tumba en el s. IV a.C., repertorio en el que pueden distinguirse además o como mucho principios del s. III, deberíamos tres tamaños diferentes, el mayor para catapul- estar ante un precedente a explicar. tas, el menor para flechas (Horvat, 1997: Fig. 8 y sobre todo 2002: Pl. 15 nº 17-18 por ejemplo). La pieza de la Sep. 156 de Les Corts en Am- Sin embargo, estas piezas miden 7 cm y pesan purias (Almagro, 1955: 378 y Fig. 382; Quesada, 10 gramos, son al menos el doble de grandes que 1997: nº cat. 2792) con sus 9,1 cm de longitud las de Albahacas. y un cubo muy grueso debe sin duda ser un proyectil de artillería tardío, como también En la Galia, las reproducciones a pequeña probablemente las dos de Burriac, de más de 8 escala de las puntas de catapulta siguen siendo cm (Barbera y Pascual, 1979-80: 236 y Fig. 19.7 sistemáticamente mucho mayores que las muy y 222 y Fig. 8.8 respectivamente). En todo caso, pequeñas de Las Albahacas. En Bribacte un en ambos casos estamos ante materiales de fines ejemplar mide 9 cm (Pernet et al., 2008: 107 nº del s. II o principios del I a.C. En cuanto a la 23) y los más pequeños 6,5 cm, con una cabeza pieza del Castellet de Banyoles, desconocemos más de tres veces más gruesa (ibidem p. 109), y las dimensiones, pero debe ser mayor que una en Gergovia ocurre lo mismo (Poux et al., 2008: punta de flecha (Vilaseca et al., 1949:41 y Lám. 206, Fig. 3). XXXV). Una pieza similar, de 8,6 cm procede del campamento sertoriano de Cáceres el Viejo Como decíamos antes, estos dos ejemplares (Ulbert, 1984: Taf. 24.185). de Albahacas son más problemáticos de lo que parece, porque puntas exactamente iguales Sorprendentemente, es en el santuario del en forma, y mucho más próximas en peso y Collado de los Jardines donde hemos localizado tamaño, se consideran medievales o incluso la referencia a la que podría ser la pieza más virotes de ballesta bajomedievales. Es el caso de próxima en tamaño a las de Las Albahacas, una tres piezas depositadas en el MAN de Madrid,

369 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula procedentes de Adra (Almería) y Mogón (Jaén) (Orense) (Rodríguez Colmenero y Vega, 1996: (Soler del Campo, 1985: Fig. 1, nº 4-6 y p.320). Figura 2.3). Podría aducirse, sin embargo, que en estos casos –y como ocurre con muchas piezas medievales–, Es una forma muy sencilla que cuenta con podemos estar ante un círculo vicioso de cono- algunos paralelos, especialmente en la Galia, cimiento, ya que casi ninguna de estas piezas donde una tumba en Clermont-Ferrand ha pro- medievales procede de contextos controlados porcionado un lote de cuatro piezas similares, arqueológicamente, por lo que cabría pensar, aunque sin el claro regruesamiento de las de a la inversa, en una datación mucho más anti- Albahacas. La datación es compleja, entre el s. gua que la asignada por los medievalistas78. El II y el I a.C. (Poux et al., 2008: Fig. 11, nos. 5 a 8), problema es que hay una producción aún más mientras que puntas similares en Alesia (Sievers, tardía, ya de los siglos XIV y XV, la de los viro- 2001:180, Fig. 13) tienen una clara datación hacia tes de ballesta bajomedievales (Lillo, l987: Fig. el 52 a.C., formando parte del tipo A de Duval 9) que por su pequeño tamaño encaja con los (Planche 1, nos. 3 y 4). tipos de Las Albahacas, lo que demuestra que, al menos, el tipo existió desde el s. XII al XV con Sin embargo, hay que decir también que independencia de que existiera también en el s. excelentes paralelos para estas puntas, casi III a.C. Es el caso, por ejemplo, de los virotes del idénticos en forma y proporciones, e idénticos s. XV hallados en excavación de castillo de Co- en tamaño y peso, son medievales. Es el caso de rullón (León), asociados además a otras puntas una punta procedente de Ronda la Vieja (Má- de flecha también presentes en Las Albahacas laga) y fechada por Eiroa en los siglos XII-XIV (González Castañón, 2012: 129 y Fig. 4). (Eiroa, 2006: 86); el de ejemplares igualmente próximos procedentes del campo de batalla de Las siguientes dos puntas son de nuevo Alarcos (1195 d.C.) (Soler en Zozaya, 1995: 174), problemáticas, ya que sus mejores paralelos se y el de otros procedentes del de Las Navas de consideran tanto medievales como romanos. Se Tolosa (1212) (Soler del Campo, 1986: Fig. IV, 1-5, trata de puntas de cubo largo que se prolongan especialmente 1 y 2). en una cabeza bipiramidal alargada (nº 9494, 2691). Tenemos un excelente paralelo en el Incluso en épocas posteriores, las encon- conjunto casi ‘hermano’ de La Palma, fechable tramos bien asociados a contextos medievales, en torno a fines del s. III a.C. (Noguera et al., como los lotes de puntas del Castro de los Ju- 2013: Fig. 18.7), una punta de 6 cm idéntica a nº díos de León (González Castañón, 2007: 76 ss. cat. 9494, y que nos lleva a aceptar el tipo como y Fig.8), y en el castillo de Corullón en León, romano y coexistente con las otras puntas ya en el contexto de las revueltas irmandiñas (s. estudiadas. XV) (González Castañón, 2012: 130 ss. y Figs. 3 y 4), quizá como puntas de ballesta asimilables Puntas similares se documentan en Numan- al tipo A3 y B de Serdón (2095: 95 ss.). Quizá lo cia (Luik, 2002: Abb. 188 183-189), y varios otros más inquietante desde nuestro punto de vista yacimientos, pero sobre todo en contextos de es que estos dardos se asocian en Corullón a avanzada la conquista romana, como en Altiko- uno de los paralelos más próximos que tenemos gaña de Eraul (Navarra) (Tipo A.4 de Martínez para las puntas piramidales cortas y gruesas (vid. Velasco, 2003: 164) y ya en época altoimperial, supra) que recuerdan, a muy pequeño tamaño, como en el campamento de Aquae Querquennae las de catapulta romana, y que sin embargo no se reproducen a tan pequeño tamaño hasta la Baja Edad Media. 78 Incluso piezas con aparentemente buen contexto dan que pensar. En el conjunto del campo de Dado el caso citado de La Palma, que no batalla de Alarcos (ubicado como es sabido junto a puede ser coincidencia (porque se suma además un importante yacimiento ibérico e iberorromano hasta el s. I d.C.) se ha publicado algunas puntas a muchas otras armas), no dudamos de la fecha que sin dudar consideraríamos romanas de época antigua de las dos puntas de hierro de este tipo tardorepublicana o augustea (muchas de las incluidas de Las Albahacas, y sobre su coincidencia formal en la foto de Zozaya, 1995: 173).

370 Fernando Quesada et al. con las medievales sólo cabe decir que, como en midal muy alargada de sección cuadrada a los el caso de tantos instrumentos agrícolas, meta- tipos B y C (Serdon, 2005: 95-128). Sin embargo, lúrgicos o de carpintería de secular o milenaria estos paralelismos (y otros varios con otros tipos perduración, es seguro que fueran estas puntas de puntas romanas que no aparecen en Las Al- tan eficaces como sencillas, por lo que su ma- bahacas) sólo indican la eficacia que los modelos nufactura en formas casi idénticas perdurara o de la Antigüedad alcanzaron, y su perduración renaciera a lo largo de más de un milenio. durante siglos, no son prueba alguna de que las puntas de Las Albahacas sean medievales. Es el Las dos puntas con sección en ‘V’ (nº 6517 contexto general y la asociación a otros materia- y 6457) aparecidas en Las Albahacas son llama- les (pila, lanzas, monedas, cerámica, fíbulas y un tivas. Se trata de piezas toscas, relativamente largo etcétera) el que permite señalar para estas grandes (entre 5,5 y 7 cm de longitud) plega- puntas de prospección una cronología antigua das al parecer sobre una matriz, de forma que en la gran mayoría de los casos, aunque quizá la hoja tiene una llamativa sección en V, y un no en todos. cubo toscamente plegado tras cizallar la lámina metálica de partida. No conocemos paralelos para estas puntas ni en el mundo romano, ni en Puntas de flecha de bronce o aleación de cobre el peninsular, pero tampoco en época medieval, donde tipológicamente nos parece que casan Junto con las puntas de flecha de hierro, en más. Será necesario seguir investigando sobre el Cerro de Las Albahacas se ha recuperado otro este peculiar tipo. conjunto de puntas de flecha en bronce fundido, con características por completo diferentes al Finalmente, hemos incluido dentro del gru- lote anterior. po de puntas de flecha en hierro con cubo un pequeño lote de cuatro pequeñas conteras de Las puntas de bronce se subdividen a su vez hierro toscamente forjadas, con un tamaño de en dos grupos bien definidos tipológicamente. entre 5 y 6 cm, y un cubo demasiado pequeño para corresponder a astiles de jabalina, basto- Por un lado, contamos con cinco pequeñas nes, etc. En al menos un caso el cubo circular se puntas de bronce con enmangue de cubo, del transforma en un extremo aguzado de sección tipo que genéricamente es conocido como ‘feni- cuadrada intencional (nº cat. 2740). En numero- cio-púnico’. Se trata probablemente del modelo sos yacimientos ibéricos, celtibéricos y romanos más estudiado de la Protohistoria peninsular, así republicanos (de Hispania y de la Gallia) aparecen como del Mediterráneo central (Quesada, 1997: objetos de este tipo y tamaño que a menudo se 441-458; Ferrer, 1994, 1996; Elayi y Planas, 1995; vienen interpretando como puntas de flecha Ramón, 1983; García Guinea, 1967; Snodgrass, toscas y de fortuna. 1962-63, etc.).

Si comparamos el repertorio de puntas de Con independencia de su remoto origen hierro halladas en Las Albahacas– con el reciente escita, y de su transmisión por los fenicios al y completo repertorio de puntas de flecha y ba- Mediterráneo Occidental a partir del s. VIII llesta medievales realizado por Valerie Serdon a.C. (Quesada, 1997:442 ss. y Fig. 262), lo que para Francia, y que en buena medida es válido a nosotros nos interesa ahora es si estas cinco también para la Península Ibérica, veremos que puntas (nº 5479, 5339, 6433, 6383, 6342) pueden casi todas las puntas de Las Albahacas tienen corresponder al momento de la batalla de Bae- paralelos muy cercanos con las medievales. Así, cula, o en todo caso, a fines del s. III a.C. las bipiramidales corresponden exactamente con su tipo I; las de grandes aletas al tipo E; las de El consenso general es que este grupo gene- aletas con reverso plano a modelos de Europa ral de puntas llegó a Iberia vía la colonización fe- central (Fig. 11, izquierda); las cortas con cabeza nicia hacia el s. VIII, como muestran ejemplares piramidal compacta a una variante de su tipo D en colonias como Toscanos o la Peña Negra de (Fig. 45); las alargadas de cubo y cabeza bipira- Crevillente, en contextos al menos del s. VII a.C.

371 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Observaciones Núm.Cat. Metal Tipo Lg. Mx. Lg. Hj. Lg. Cb./Ped. Ø. Cb. An Mx Hj Peso Gr. De cubo 5479 Ae Arpón 4,6 2,8 1,8 0,4 1 5,8 Punta de arpón lateral tipo 11a Ramón/Ferrer 11a con arpón desarrollado. Sin perforación en el cubo. Nervio de sección circular no facetado. Rotura en la base de la hoja, resultado de im- pacto (doblado en el cubo). 5339 Ae Arpón 5 3,3 1,6 0,4 0,9 5,4 Punta de tipo 11a Ramón/Ferrer. Sin perforación 11a en cubo. Arpón lateral desarrollado. N.Inv. Mus. Jaén 5410. 6433 Ae Arpón 4,5 2,1 2,3 0,5 0,6 6 Punta de arpón lateral pseudo-fenestrada tipo 12b Ferrer (1996) 12b. Cuatro mesas, sin nervio. Arpón muy desarrollado y delicado. 6383 Ae Arpón 4,5 2,5 2 0,5 0,7 5,3 Punta de cubo y arpón lateral trilobulada tipo 44a 44a. N.Inv. Mus. Jaén 5413. 6342 Ae Tipo 32 5 3,2 2,3 0,4 1,2 6,8 Punta de cubo y aletas de la familia fenicio- púnica. N.Inv. Mus. Jaén 5414. De espiga 6911 Ae C2 RZ/ 3,8 - 1,0 >3,7 Punta similar a tipo IVB1 Kaiser/ C2 Ruiz Zapa- IVB1 K tero pero sin nervio tan marcado. Hoja alargada de aletas cortas, a cuatro mesas con arista visi- ble. Sin decoración incisa. Pedúnculo de sección sub-rectangular, grueso. Roto en el arranque. 7519 Ae C2 RZ/ 6,8 3,5 4,3 - 1,8 6,1 Punta de tipo IVB1 Kaiser/ C2 Ruiz Zapatero. IVB1 K Hoja triangular alargada de aletas medias, con nervio plano y pseudofenestrada. Pedúnculo de sección rectangular, grueso. 1362 Ae C2 RZ/ 8,1 3,75 - 1,4 5,4 Punta de tipo IVB1 Kaiser/ C2 Ruiz Zapatero. IVB1 K Hoja alargada de aletas medias, con nervio plano desgastado y pseudofenestrada. Pedún- culo de sección rectangular. Los dos filos con melladura. Pedúnculo doblado por completo. 1575 Ae IIIBK? 3,2 - Punta de tipo IIIB Kaiser / C Zapatero. Faltan las aletas, rotas. Sin nervio. Pedúnculo de sección rectangular, partido. Figura 27. Tabla de puntas de flecha de bronce.

A partir de ese momento las piezas de bronce convierten en un fósil director durante el Perio- con cubo adquieren un carácter internacional, do Orientalizante en la cuenca occidental del difundiéndose junto con el mundo púnico por Guadalquivir (Murillo, 1994: 405), conociéndose todo el Mediterráneo centro-occidental (Gonzá- o asumiéndose una cronología global de entre lez Prats, 1983: 246), incluyendo por ejemplo el los siglos VII y V a.C. para los miles de piezas entorno de Ampurias en el s. VI a.C. documentadas (Ramón, 1983; González Prats, 1983; Murillo, 1989; Ferrer, 1994; Quesada, 1997: Hay consenso, confirmado por análisis 447-448, etc.). metalográficos (Quesada, 1997:446 ss.) en que estas puntas comenzaron a fabricarse en la Pe- Se admite una ocasional perduración hasta nínsula Ibérica al menos desde comienzos del mediados del s. IV a.C. en la Andalucía Occi- s. VI a.C. (Ferrer, 1994: 38; Elayi y Planas, 1995: dental y en algunos contextos muy concretos en 216; Sánchez Meseguer, 1974: 101), y en que se el mundo ibérico, como en diversos contextos

372 Fernando Quesada et al.

Figura 28. Puntas de flecha en bronce.

373 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula bien fechados en el s. IV en el mundo bastetano- existían, asociadas a las de doble filo, en el s. contestano (análisis detallado caso por caso en VII a.C. en Grecia por ejemplo (Snodgrass, 1964: Quesada, 1997:448 y 459-463) o Ibiza (Ramón, 151), y que por tanto es seguro que llegaron a 1983; Elayi y Planas, 1995: 173 ss.). Occidente ya juntas.

Frente a esta opinión generalizada sólo A. Valga toda esta discusión, ya larga, para López Palomo, excelente conocedor de la cuenca volver a examinar con mejor criterio las puntas del Genil, mantiene desde hace mucho que estas de Las Albahacas (Figura 28). Tres de ellas co- puntas perdurarían incluso hasta Baja Época rresponden al tipo 1, de hoja de doble filo con Ibérica (López Palomo, 1987:184). Y aunque en grueso nervio. De ellas dos son de la variante principio escépticos, los datos crecientes sobre 11a, con arpón lateral (nº 5339 y 5479), y una de la este tipo de puntas de flecha nos llevaron a con- variante 12a (con arpón lateral y pseudofenestra- ceder en 1997 que “quizá las tropas cartaginesas da) (nº 6433), que es mucho menos frecuente en y-o incluso los habitantes del Valle del Genil y el registro arqueológico, ya que supone menos Bajo Guadalquivir- siguieran fabricando flechas del 3% del total de las 538 puntas que hemos de bronce de estos tipos hasta el s. IV y quizá, tomado como muestra para el análisis estadístico en tipos macizos de sección triangular, hasta el (ver Quesada, 1997: Figs. 267 y 271). s. III a.C. La dispersión de materiales… muestra además una más que notable correlación con la La cuarta punta (nº 6383) es un modelo de de campamentos militares cartagineses en los triple filo con arpón (Tipo 44a), y la quinta (nº que se ha hallado moneda púnica”(Quesada, 6342) es una punta de la misma familia (cuyo 1997:448). rasgo principal, insistimos, es el enmangue de cubo, no el arpón), también de nervio circular La referencia a los ‘tipos macizos de sección pero con dos aletas. triangular’ tardíos se debe a que estas puntas de cubo tienen una amplia tipología (Ferrer, 1994 El tamaño de todas ellas (en torno a 5-6 cm completa la de Ramon, 1983), donde los rasgos de longitud) y peso (en torno a los 5,5-6,8 gra- comunes son el tamaño, el material, el acabado mos) son los habituales del grupo. y sobre todo el cubo79. La presencia de uno o dos arpones es llamativa pero es un rasgo secunda- La aparición de una punta de triple filo en el rio. Entre todas las variantes destaca la punta conjunto, y la repartición relativamente agrupa- ‘Macalón’, ‘de anzuelo’, ‘a barbillón’ o más da de estas flechas en el Cerro de Las Albahacas asépticamente tipo 11a Ramon/Ferrer. Este tipo nos hace reflexionar de nuevo sobre su empleo (normalmente con un arpón, a veces con dos o a en el s. III a.C. Si en principio no habría dema- veces sin ninguno) se considera el más antiguo y siado problema en aceptar el uso tardío de las el de mayor dispersión (Quesada, 1997: Fig. 269). puntas de triple filo 44a, e incluso de la de tipo Suele considerarse que, con el tiempo, el Tipo 11 32, descartar las de doble filo de origen más de hoja plana con nervio se fue perfeccionando, antiguo del Tipo 11a (‘Macalón’) parece forzar y que los tipos más tardíos buscaron cada vez las cosas contra la evidencia. una mayor capacidad de penetración, por lo que se fabricaron puntas de triple filo (e.g. tipo Pero es que, además, descubrimientos muy 44) y luego casi piramidales macizas (tipo 41), recientes, aunque ambiguos, ayudan a plantear siempre dentro del rango habitual de material, con mayor fuerza la hipótesis del empleo de las enmangue por cubo, tamaño y peso. Estos tipos puntas de arpón lateral sencillo en el tercio final supuestamente tardíos están bien documenta- del siglo III a.C. Por un lado, en las prospeccio- dos, por ejemplo, en Cartago en contextos del nes del campamento de La Palma en Tortosa, s. III a.C. (Bartoloni, 1988: 132). Ahora bien, de datación idéntica en términos arqueológicos los datos disponibles indican, y es importante, a la de los restos de Las Albahacas, y donde han que las puntas de triple filo más avanzadas ya aparecido glandes de honda de peso idéntico a los de nuestro yacimiento, se ha publicado el 79 Sobre la importancia del cubo como rasgo, ver hallazgo de al menos cuatro puntas del mismo Quesada (1997: 441).

374 Fernando Quesada et al. grupo (Noguera et al., 2013: Fig. 18, 6-11). El s. III, procedente de una factoría de salazones conjunto es notable. Dos de las puntas (nº 8 y gaditana, en el Puerto de Santa María (Algeciras, 10) son del modelo más común y de origen más 2004:140-141). antiguo, el tipo 11a. Otra es un modelo mucho menos habitual, el pseudofenestrado con arpón Ante esta acumulación de datos, pero sobre lateral (12b) pese a lo cual coincide con una de las todo ante el caso de las coincidencias de Las puntas de Las Albahacas. La última es una punta Albahacas con La Palma –las posibilidades de completamente piramidal de sección triangular aleatoriedad son bajas por las peculiaridades de del Tipo 41 Ramón/Ferrer, el supuestamente los tipos documentados- creemos que no cabe más tardío de a familia. negar que el lote de flechas de arpón lateral de Las Albahacas corresponde a un contexto homo- Es cierto que, como en Las Albahacas, en el géneo con el resto de las armas de fines del s.III caso de La Palma nos hallamos ante una pros- a.C. que venimos analizando. pección superficial, y también lo es que bajo el campamento de la Segunda Guerra Púnica está ¿Quiénes emplearon pues estas puntas la necrópolis ibérica antigua de Mas de Mussols, broncíneas de cubo y arpón lateral en Las Al- donde puntas de flecha de los tipos de arpón bahacas? A nuestro juicio sin duda fueron las encontrarían fácil acomodo cronológico. Es tropas del bando cartaginés, y probablemente cierto también que se trata de un campamento contingentes locales procedentes del área tur- romano, donde el uso de estas puntas resulta detana o de la costa entre Almería y Cádiz, de extraño salvo que presupongamos la existencia fuerte y antigua tradición semita, y donde las de tropas procedentes de Las Baleares (idea no puntas de estos grupos aparecen con frecuen- tan absurda si aceptamos la presencia de un cia, como en la propia necrópolis de Baria (e.g. posible contingente de honderos de esa proce- Siret, 1906: Lám. VI, punta de tipo 42, tardía; dencia, ver supra). Pero más cierto aún es que el Lám VII.4, tipo 22, tardía; Astruc, 1951: 78, Lám conjunto de puntas de La Palma es consistente 49.3, Tipo 42, y otra media docena publicada en (por la pieza de Tipo 41) con la datación más baja diversos trabajos). de la serie, y que es llamativa la coincidencia de puntas pseudofenestradas, muy escasas, tanto El segundo –y último– lote de punta de bron- en La Palma como en Las Albahacas. Tendemos ce está formado por puntas de bronce de pedún- pues a pensar que los conjuntos de puntas de culo y hoja con aletas, tipológicamente bastante flecha ‘fenicio-púnicas’ de La Palma y de Las homogéneas. Se trata de cuatro ejemplares Fig. Albahacas son consistentes, entre sí y también 28) de pedúnculo largo y sección rectangular con una fecha de finales del s. III a.C. robusta, con hoja triangular de filos de tenden- cia cóncava, con aletas cortas (pieza 6911, con Pero es que además recientemente se ha proporción de hoja más estilizada que las otras publicado el hallazgo de otra punta de este tipo tres), o largas (piezas 7519, 1362, 1575). Sin tener procedente del campamento romano de fecha propiamente un nervio, estas hojas tienen en la sertoriana de Villajoyosa en Alicante (yacimien- arista de la hoja una parte aplanada que en el to de la calle Colón 17). Es cierto que la punta, arranque de la misma (extremo proximal, base asociada a materiales de la primera mitad del s. I de la hoja) forma una prolongación del grueso a.C., apareció en el contexto del relleno de la fossa pedúnculo. Este rasgo es claramente visible en fastigata del campamento, no el más preciso de las piezas nº cat. 7519 y1362, pero se aprecia con los contextos posibles, pero es de nuevo un dato desgaste también en nº cat. 1575 y 6911. importante sobre la aparición de estas puntas en contextos militares muy tardíos (Espinosa et al., Incluso teniendo en cuenta las proporciones 2008, Figura 4: UE1/71). más alargadas de la punta n. 6911, y la sección más lenticular de nº cat. 1575, el conjunto es Finalmente, se ha publicado una nueva pun- homogéneo y responde a un grupo de puntas ta de tipo 11a (con arpón lateral) procedente de características del Final de la Edad del Bronce un contexto de mediados del s. IV a finales del y principios de la Edad del Hierro (es uno de

375 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula los modelos con mayor perduración) en toda Algo parecido ocurre en el yacimiento de la fachada mediterránea de Iberia, con claras Ephyra, citado al principio por la presencia de penetraciones al interior. Corresponde con el un pilum de tipo arcaico (Talamonaccio), don- tipo C2 de Ruiz Zapatero (1983: 934 y Fig. 264, de aparecen también puntas triangulares con sistematizado en Quesada, 1997: Fig. 277) y al espiga de tipo en apariencia antiguo (Völling, IVB1 de Kaiser (2003: 83). 1997: Abb 11b).

En principio, pues, no dudaríamos en consi- En estas condiciones, y con estos paralelis- derar un lote de puntas semejante, procedente de mos, no nos atrevemos a negar que estas puntas prospección superficial, como tipológicamente de bronce con espiga, tan arcaicas, llegaran tam- de finales de la Edad del Bronce o Hierro I, con bién a ser utilizadas en la batalla que se libró en una datación que como mucho podría bajar has- Las Albahacas a fines del s. III a.C. ta quizá fines del s. VII o el s. VI a.C., forzando como mucho hasta el s. V a.C. en el valle del Ebro y área catalana. Sin embargo, hay consideracio- Síntesis nes que nos llevan a matizar esta datación. Por un lado, la homogeneidad misma del lote en el Con independencia de la presencia de contexto de Las Albahacas, y por otro el hecho de puntas de flecha de cronología y tipología que en otros yacimientos muy tardíos, asociados dudosas, el conjunto de puntas de flecha que a sucesos bélicos de época romana, se docu- documentamos en Las Albahacas tiene rasgos mentan puntas de flecha de bronce con aletas y importantes tanto por las presencias como por pedúnculo ‘que tampoco deberían estar allí’. Es, las ausencias. Llama la atención el predominio de nuevo el caso del campamento de La Palma masivo de las puntas bipiramidales elongadas, (una vez más), donde se han recogido (Noguera que se documentan en el s. II en Numancia y en et al., 2013: Fig. 18) varias puntas de tipo B1 y la Galia, y que pudieran tener un origen hispano. C3 de Ruiz Zapatero (=Kaiser IIIB1=Mailhac Igualmente es llamativa la presencia de tipos I), correspondientes las primeras sobre todo a en general sencillos, y de algunas puntas de un claro tipo Mailhac I norpirenaico (Ruiz Za- tipo virote que consideramos romanas dado el patero, 1983: 930). Estas puntas con pedúnculo contexto general del material, aunque podrían engrosado son características del Hierro I, pero ser igualmente medievales. perduran hasta el s. III a.C. en sitios como Pech Maho (Aude) al norte de los Pirineos o el pobla- Con todo, la ausencias son tan llamativas do ibérico de la Cadira del Bisbe, que llaga al s. como las presencias: faltan por completo los III a.C. (Ruiz Zapatero, 1983: 933). tipos más característicos de puntas republica- nas de fines del s. II a.C. en adelante, como las Esta perduración del tipo Mailhac I nos lleva puntas de tipo Olinto D1 evolucionadas que al caso del oppidum de La Cloche, en la desem- son las más características en Numancia (Luik, bocadura del Ródano, donde en un contexto del 2002: Abb. 89); así como las puntas trilobadas de destrucción de mediados del s. I a.C., en plena espiga, presentes desde c. 130 a.C. en Numancia época cesariana, se halla una punta de bronce (Luik, 2002: Abb. 90, nº 188-190), en Andagoste de hoja plana y espiga, muy arcaica, junto con (Alava) c. 38 a.C. (Ocharan y Unceta, 2002: Fig. puntas galas à barbelure (ya citadas antes) típicas 2.6), y típicas del Alto Imperio, desde Herrera del s. I a.C. (Chabot y Feugère: 1993: 340 y Fig. de Pisuerga (Fernández Ibáñez, 2010: Fig. 4.9) 4.4): El propio Michel Feugère, gran conocedor hasta Masada en Israel (Sitebel y Magness, 2007: de los militaria de la Galia meridional, escribe Pl. 24). La impresión que se obtiene es la de un sobre la punta que “bien que de type ancien, repertorio antiguo, por tanto coincidente con cette armature a été recueillie dans la couche de la propuesta del conjunto a fines del s. III a.C., destruction du site: elle avait donc vraisembla- con independencia, insistimos, de los problemas blement fait l’objet d’une réutilisation au Ier s. que plantean algunas puntas concretas y que no av. n è.” (ibidem p. 340, nº. 4). ocultamos.

376 Fernando Quesada et al.

Es en efecto llamativo que las puntas roma- Por otro lado, los datos de Las Albahacas nos nas republicanas e imperiales sean normalmente llevan a dar por buena la perduración de todos de hierro y con enmangue de espiga (Bishop y los tipos de puntas de bronce de cubo ‘fenicio Coulston, 2006: 58) y que en Albahacas, salvo púnicas’, incluyendo los tipos Ramón/Ferrer por el grupo principal de puntas bipiramidales, 11 y 12, y no solo los 42, incluso a fines del s. III todas las puntas de hierro localizadas, de tipo- a.C., dada la acumulación de datos que se viene logía muy diversa, sean de cubo. Es probable produciendo desde el año 2000. Lo mismo ocu- que, de ser antiguas, correspondan a variados rre con las puntas de bronce con pedúnculo y contingentes no itálicos ni hispanos, quizá con aletas, que cualquier especialista reconoce como un componente norteafricano fuerte, todavía propios originalmente de la Primera Edad del mal conocido. Hierro, y que sin embargo están saliendo a la luz en yacimientos muy tardíos, de la Segunda Guerra Púnica e incluso de mediados del s. I a.C.

8.- CLAVI CALIGARES

El conjunto más numeroso de militaria del análisis, hemos tomado una opción intermedia, Cerro de Las Albahacas está formado por hasta y hemos clasificado el material recuperado en 526 clavos de hierro de cabeza hemisférica o de cuatro tipos, de acuerdo con los siguientes rasgos tendencia cónica, en forma de ‘tachuela’, con (Figuras 29, 30 y 32): diversos grados de desgaste. El interior de la cabeza es hueco, y de su centro parte el clavo Tipo A (Figura 29): Cabeza de grandes propiamente dicho, que en la mayoría de los dimensiones, con un diámetro de en 1,0 casos tiene su punta doblada en ángulo marcado, cm o superior, incluso 1.5/1,6 cm, con un casi de 90º (Figuras 29, 30, 31). Se trata obviamen- margen entre 1,0 y 1,8 cm. La cabeza es de te de clavos con un extremo visible y funcional, tendencia más bien cónica, apuntada, que y una punta deliberadamente doblada para hemisférica, aunque el desgaste e algunas asegurar la fijación en condiciones de uso rigu- piezas hace que adopten una forma tronco- roso. Dado el tamaño y grosor de estos clavitos, cónica. El hueco efectivo que dejan los clavos dicho material hubo de ser necesariamente de doblados, que indica el grosor máximo del baja dureza, probablemente cuero. La mayoría material fijado, es de 0,3 a 0,8 cm Es el gru- de las piezas son sin duda clavi caligares (v. infra) po menos numeroso, con 36 piezas (7% del aunque una parte de estas piezas, de apariencia total, Figura 32). similar o idéntica al resto pero en la gama baja de tamaños pudieron muy probablemente servir Tipo B (Figura 29): Cabeza de grandes además para otros usos, como fijar piezas de dimensiones, con un diámetro de 1,0 cm o cuero en atalajes de caballo y otras piezas de superior (recorrido entre 0,9 y 1,5 cm), pero indumentaria y equipo militar. con la cabeza mucho más aplanada que en el tipo A. En muchos ejemplares con cierto des- De acuerdo a sus características formales gaste (e.g. nº 4330, 7482, etc.) la atribución al y tamaño, es tentador, con una muestra tan tipo A o B es discutible. Un índice puramente grande, realizar una compleja Tipología80. Sin numérico, como la relación diámetro/altura embargo, una larga familiarización con estas de la cabeza tampoco resulta funcional. El piezas nos lleva a pensar que el desgaste dife- hueco efectivo de los clavos es de entre 0,3 rencial es responsable de variaciones que no se y 0,9 cm. Se han documentado 94 piezas de aprecian bien necesariamente en dibujos o fotos, este tipo, un 18% del total, Figura 32. Cabría pero sí en los originales mismos. Pese a ello, y pensar que buena parte de estas piezas son para asegurar una más correcta descripción y fruto de desgaste y luego erosión durante dos milenios del tipo A, pero por ahora hemos 80 Y de hecho, en una clasificación inicial distinguíamos decidido mantener separados los grupos. cinco Tipos y algunas Variantes.

377 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Figura 29. Clavos de tipos A y B.

378 Fernando Quesada et al.

Figura 30. Clavos de tipos C y D.

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Figura 31. Dibujos de una muestra representativa de clavi caligares.

Figura 32. Proporción de los distintos tipos de clavi caligares.

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Tipo C (Figura 30): Cabezas de perfil cónico El histograma de frecuencias por intervalos o troncocónico, con un diámetro en torno a de 0,1 cm (Figura 33) es bastante significativo. 1 cm en la mayoría de los casos (pero reco- Aunque la coincidencia no es absoluta, porque rrido entre 0,6 y 1,0 cm) y huecos efectivos alguna pieza se separa de los valores habituales, mayores a los de los Tipos A y B, entre 0,7 y los diámetros permiten predecir los tipos básicos 1,2 cm. Conocemos 148 tachuelas del Tipo de cabeza. El Tipo D, el de cabezas más peque- C, un 28% del total (Figura 32). ñas de tipo cónico, es el que alcanza una mayor variación de diámetros, entre 0,3 y 0,9 cm, con el Tipo D (Figura 30): Similar al Tipo C pero máximo de piezas en los 0,5-0,7 cm. El tipo C se con cabezas de menor diámetro, en torno a separa claramente tanto de su versión menor D los 0,6 cm con un recorrido relativamente como de los modelos mayores y de cabezas apla- amplio por ambos lados de la curva (de 0,3 a nadas o hemisféricas A y B, la inmensa mayoría 0,7 cm). Al igual que en el Tipo C, los huecos de cuyas piezas parten de 1,1 cm de diámetro. La efectivos son grandes, entre 0,8 y 1,4 cm. Es Figura 34 muestra los solapamientos parciales el tipo más frecuente, con 246 ejemplares, un de dimensiones entre tipos. 47% del total (Figura 32).

Figura 33. Histograma de frecuencias de dimensiones de clavos (diámetro de la cabeza, en cm).

De entre las ‘tachuelas’ del tipo A destaca se trata de ocho glóbulos de unos dos mm de un grupo muy reducido de sólo tres piezas (nº diámetro colocados perimetralmente. Corres- 1370, 2047y 2064) (Figura 35) que presentan en ponde al tipo B de Alesia de c. 52 a C. (Brouquier- su interior una serie de resaltes en relieve en Reddé, 1997:Fig. 7; Brouquier-Reddé, 2001: Pl. forma de pequeños glóbulos o segmentos rectos, 93). El segundo modelo tiene sólo 4 glóbulos que son bien conocidos en los clavi de época y también corresponde al tipo B de Alesia. El tardorepublicana o augustea. En el primer caso tercer ejemplar alterna glóbulos con barritas en

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Figura 34. Tamaños de las cabezas de clavos por individuos y tipos. relieve dispuestas radialmente, y corresponde de dispersión más o menos completo de los ha- al tipo D de Alesia. El diámetro de las cabezas llazgos galos de época republicana, todos ellos de tendencia cónica o hemisférica (cercano a 1,5 dentro del s. I a.C. cm), y el hueco limpio que deja libre el clavo doblado (entre 0,7 y 1,2 cm) también son igua- En la península ibérica los clavos de bota les. Otros yacimientos con contextos militares militar nunca han sido objeto de estudio siste- romanos de cronología cesariana o ligeramente mático, pero se han publicado ejemplos con ele- posterior proporcionan clavos con estos mismos mentos en relieve en Andagoste (c. 38 a.C.), con elementos, tanto en la Galia como en Hispania. clavos de tipo D de Alesia (Ocharan y Unzueta Así, en la Galia aparecen en escasa proporción 2002: Fig. 2, nos. 11 y 12). Del mismo modo se respecto al número total de clavos de tipo Alesia han identificado clavos con glóbulos en el traza- A (sin relieve) en Ribemont sur Ancre (c. 54 a.C.) do de una vía romana en el Campo de Montiel con tipos C y D de Alesia (Viand et al., 2008: Fig. (Rodríguez et al. 2012:152 ss.), sin un contexto 12); en el oppidum de Boviolles (Meuse) (s. I a.C) externo que permita una datación precisa. con tipos B y D (Dechezleprêtre y Mourot, 2008: Figs. 2 y 3); Butte Sainte-Geneviève (Meurthe- Este tipo de clavos con relieves en el interior et-Moselle) con tipo D (ibidem Fig. 5); Bibracte de la cabeza son, por supuesto, ya muy carac- (s. I a.C.) con tipos C y D (Pernet et al., 2008:Fig. terísticos de todos los campamentos militares 9), etc. Poux (2008: 379) ha publicado un mapa y campos de batalla del limes altoimperial en

382 Fernando Quesada et al.

Figura 35. Patrones de fijación de clavos del tipo A. plena configuración en época augustea, caso de ella hallados todavía fijados a suelas de botas de Oberammergau (c. 15 a.C.) (en Varusslacht militares, no cabe duda de la función idéntica de Kataolg, 276, 3.7.11) o Kalkriese (probable locali- la mayoría de los ejemplares de Las Albahacas. zación de la Varusschlacht, 9 d.C.) (Moosbauer y No parece haber duda sobre nuestros tipos A y Wilbers-Rost, 2009: 65), con relieves similares o B, por su diámetro y características. La Figura idénticos a los de cincuenta o sesenta años antes 36 proyecta sobre un cuadro correspondiente en Alesia. En Kalkriese se han localizado incluso a diversos yacimientos tardo-republicanos e suelas completas de botas con sus clavi forman- imperiales de la Galia y el Rhin las dimensiones do patrones a la vez funcionales y decorativos, de los clavos A y B de Las Albahacas. Se observa a unas 50-75 tachuelas por bota (Moosbauer y cómo, según el cuadro de Poux, los yacimientos Wilbers-Rost, 2007: 30; 2009: Abb. 6, 23). cesarianos (c. 55-50 a.C.) en las columnas 2 a 5 tienen clavos con cabezas de entre 1 y 2 cm de Estos motivos en relieve son descritos nor- diámetro (con algunas excepciones por encima malmente como ‘decorativos’ (Brouquier-Reddé y por debajo); los altoimperiales (columnas 1997: 283; 2001: 303). Pero dado que una vez números 9 a 12) presentan clavos menores, con colocados en su lugar (normalmente la suela cabezas de entre 0,5 y 1,5 cm de diámetro. Los ya- de una bota) estos resaltes serían por completo cimientos de larga duración, entre la República invisibles, y dado el carácter a la vez elemental, e Imperio (columnas 6 a 8) cubren ambas gamas relativamente tosco y masivo de esta produc- de tamaño. Si proyectamos sobre esta figura las ción, creemos que son utilitarios, probablemente tachuelas de los tipos A y B de Las Albahacas, para fijarse en la superficie del cuero e impedir en principio las más antiguas de todas, se aprecia que los clavos rotaran al caminar y se despren- que están a caballo entre las tardo-republicanas dieran con facilidad. e imperiales, con una mayoría entre los 0,9 y 1,6 cm. Da la sensación, pues, de que si aceptamos Dada la ingente cantidad de paralelos en de- una cronología del final del s. III a.C. para el cenas de yacimientos militares romanos, muchos conjunto de Las Albahacas, estamos ante tipos

383 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Figura 36. Comparación entre el diámetro de los clavos de los Tipos A y B de Las Albahacas y una muestra recopilada por M. Poux (2008:380, Fig. 56). de tamaño medio, que crecieron hacia el final del armamento, según hemos analizado en las de la República para volver a disminuir en el páginas anteriores. Y desde luego es la opción Alto Imperio. más económica frente a sostener que por Las Albahacas habría pasado primero un ejército Los clavos de los tipos Albahacas C y D, cesariano hacia el 45 a.C. (posible) y medio siglo de cabeza más pequeña, podrían plantear más después uno alto-imperial (sumamente impro- posibilidades. Personalmente creemos que la bable dado que a juzgar por la documentación mayoría –aunque no necesariamente todas– de de todo tipo de que disponemos, sumamente las piezas de tipo C, con diámetros en torno a fiable para época augustea, no hubo campañas 1 cm o ligeramente menores (recorrido entre ni legiones en la región en ese periodo). 0,6 y 1,0 cm) pertenecieron también a caligae, mientras que los clavos de tipo Albahacas D, Ahora bien, la importancia de la evidencia marcadamente cónicos, de cabeza bastante de Las Albahacas radica en este caso en que su- menor de 1 cm (recorrido entre 0,3 y 0,7 cm) y pone un gran salto hacia atrás, de casi siglo y me- amplia longitud de hueco útil, pueden haber dio, en la datación de las más antiguas tachuelas correspondido, bien a un tipo de clavos pequeño de hierro para caligae. Hasta ahora, como se ha para caligae, bien para otro tipo de fijaciones de visto, las más antiguas se remontan a mediados cuero, como hemos sugerido antes. Recordemos del s. I a.C., durante la campaña cesariana en las a este respecto que este tipo ‘D’ de menor tamaño Galias, y ahora estamos documentándolas en un también aparece en Alesia, pero en bronce, y se contexto de c. 208 a.C. ha considerado empleada para atalajes y otros elementos de indumentaria (Brouquier Reddé, Es cierto, y es un problema, que no hay 1997: 283, Fig. 7b). documentación para estas piezas en Cáceres el Viejo (c. 80 a.C.) o Numancia (c. 133 a.C.) lo cual La datación del conjunto de estos clavos en el plantea un hiato en dos yacimientos importantes final del s. III a.C., viene apoyada por el contexto, donde cabría esperar su aparición. Es cierto que especialmente el numismático y el del conjunto se trata de excavaciones antiguas republicadas

384 Fernando Quesada et al. en fechas recientes, y que estos humildes ele- numerosos guerreros armados con panoplia de mentos pudieron haberse perdido, o no haber tipo helenístico, o en desnudo heroico, destaca, sido recogidas en su momento por A. Schulten. justo a la derecha de la figura central del cegado Además, la ausencia de tachuelas en el material Edipo con los brazos en alto, la de su yacente hijo conocido de Osuna, campo de batalla contem- Eteocles, sostenido por Yocasta (n.inv. 26016, So- poráneo casi de Alesia, y donde sabemos pues printendenza alle Antichità, Firenze). La posición que sin duda los legionarios llevarían caligae con de este último permite ver, en una postura for- clavos, es en indicio que apoya la idea de que zada que permite una perfecta visión, la suela de estos materiales pudieron haberse despreciado una bota militar en la que destacan, claramente y no haberse estudiado o incluso conservado. representados, los clavi caligares (Massa Pairault, 1985: Fig. 78; Torelli, 2000: 268). Por otro lado, hemos de tener en cuenta el casi total desconocimiento de la panoplia roma- Si tenemos en cuenta que la cuidadosa y na del s. III a.C., excepción hecha de depósitos alabada restauración y reconstitución que ha rituales como el de Talamonaccio –donde no recibido el conjunto por parte de O.W. von Va- cabría esperar encontrar tachuelas de botas–, cano (Massa Pairault, 1985: 131 con referencias), carencia que sólo conjuntos como el de Las Al- y el cuidado con que se señalan los elementos bahacas comienza ahora a paliar. ausentes, parece seguro que se trata de parte del modelado original sin adulterar. Aunque a Además, las prospecciones en el probable finales del s. XIX L.A. Milani consideró que la campamento –o zona de concentración y tránsito fecha del frontón debía rondar el año 80 a.C. en de tropas– de La Palma en Tarragona, ya tantas el entorno de las guerras civiles romanas (reco- veces mencionado aquí por sus paralelos con Las gido en Torelli, 2000: 632 con fecha en abierta Albahacas, han proporcionado un cierto número contradicción con p. 264-265), hoy en día hay un de clavos de nuestros cuatro tipos Albahacas acuerdo generalizado en considerar el frontón A-D (Noguera et al., 2013: 52, Fig. 20, nº 16 a 26), una obra helenística de mediados del s. II a.C., lo que viene a ser una confirmación arqueológica o más precisamente c. 170-140 a.C. (Pallottinno, independiente de la existencia de esos clavi en 1984: 281-282; Massa–Pairault, 1985: 137 ss., un contexto paralelo y coherente de fines del s. especialmente p. 141 con discusión de la obra III a.C. (además, la forma de los clavos de La de referencia inicial en proponer esta datación, Palma, y la ausencia de clavos con relieves, nos Von Vacano, 1975; Nijboer, 1991: 17 ss.; Giuliano lleva a una fecha antigua dentro de la horquilla y Buzzi, 1992: 126-127; Spivey, 1997: 100-101; temporal que venimos manejando). Ciacci, 1999: 284-285; Torelli, 2000: 265; Barbagli, 2007: 205; Aldrete et al., 2013: 200, nº cat. T-23). En Finalmente, y aunque esta es una infor- tal caso, la bota de la figura yacente sería –hasta mación que sería decisiva pero que deseamos ahora- la prueba más antigua, arqueológica, li- confirmar y precisar con un estudio ulterior, teraria o iconográfica, del empleo de suelas con hemos de tener en cuenta el espléndido frontón clavos, dato importantísimo que contribuye a en terracota del templo etrusco en Telamon81. cerrar la brecha entre los hallazgos de Las Alba- Este santuario del s. IV a.C. fue reconstruido en hacas hacia el 208 a.C. y los de época cesariana época helenística y dotado de un frontón deco- de c. 55-52 a.C82. rado con escenas de los Siete Contra Tebas (sobre el arte y artesanado etrusco itálico en época he- 82 Los guerreros representados en el frontón que no van lenística, y en particular sobre este frontón, con en ‘desnudo heroico’ portan armamento defensivo de la bibliografía de referencia, ver Massa-Pairault, tipo griego clásico o helenístico temprano, arcaizante 1985: passim y 138 ss.). El elemento fundamental en el contexto del s. II a.C., incluyendo aspides, cascos para nosotros es que en el centro de la escena de ¿áticos?, y corazas de hombreras o con pteruges del casi nueve metros de largo en la que aparecen tipo IV de Jarva y la característica estrella en el pecho. La figura de Eteocles lleva una variante de esta coraza con plaquitas de metal no superpuestas cosidas sobre 81 Agradecemos efusivamente a D. Alberto Pérez un soporte, de tipo etrusco-itálico, con paralelos en Rubio que haya llamado nuestra atención sobre esta el llamado ‘Marte de Todi’ (Aldrete et al., 2013: 53 y escultura arquitectónica. 233, n. 65, cat. M-18), la estatuilla de Falterona (Stary,

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En todo caso, la perduración sin cambios un área de cientos de hectáreas sólo cuadra con durante siglo y medio, y luego más allá, de este el movimiento en un eje de progresión sur-norte modelo de clavo para botas no debe llamarnos del ejército romano y un posterior despliegue especialmente la atención, dado que se produce en sentido este-oeste y avance hacia la cima del en tantas y tantas artesanías de instrumental cerro. agrícola, de carpintería, armamento, etc: una vez alcanzado el diseño de un tipo plenamente De hecho, y por otro lado, entre los romanos eficaz, a menudo tal diseño ha perdurado no ya la bota claveteada militar, la caliga, era junto con unos siglos, sino milenios, caso de hoces, podo- el balteus83, un atributo casi exclusivo de los mi- nes, tijeras de esquilar, y por supuesto remaches, litares, incluso cuando vestían ’de paisano’. Los roblones y clavos de todas las formas y tamaños. textos dan a entender que, al menos a comienzos del Imperio, las caligae eran atributo de los mili- En consecuencia, cabe afirmar que los datos tares y les distinguían, por lo que no debían ser de Las Albahacas llevan el origen de las caligae habituales entre paisanos salvo, probablemente, claveteadas a la Segunda Guerra Púnica, al los veteranos. Así, Juvenal describe en un pasaje menos. Si tenemos en cuenta que hasta 1998 una aglomeración y avalancha en la que “un se consideraba que la aparición de estas suelas soldado planta sus suelas claveteadas sobre mis claveteadas era resultado de experimentación en dedos” (Sat. 3, 248)84. En el Satiricon de Petronio los campamentos augusteos del limes, y que solo a un falso soldado le denuncia su calzado civil85, en 1997 se adelantó la fecha a época cesariana y en el asedio de Jerusalén al veterano centurión (Poux, 2008: 377), se comprenderá la novedad Juliano los remaches de sus botas militares, tan que esta aportación supone. útiles en el campo, le costaron la vida al resbalar y caer rodeado de enemigos en las pulidas losas Una pregunta necesaria es la de quienes del Templo (Josefo, Bell. Iud. 6, 81-89). De hecho, pudieron ser los ‘propietarios’ de este tipo de en Roma los civiles se burlaban de los soldados calzado en el contexto de nuestro campo de bata- que resbalaban en las zonas pavimentadas (Ta- lla. La respuesta obvia basada en la arqueología, cito Hist. 2,88,3), lo que sin duda daría lugar a la iconografía y las fuentes literarias es que el numerosas trifulcas. Una revisión reciente y de- ejército romano, y probablemente sólo sus tropas tallada de fuentes clásicas ha sido recientemente legionarias y de socii itálicos organizados y ar- publicada a raíz de otros hallazgos hispanos mados de manera similar o idéntica. No tenemos (Rodríguez et al. 2012). noticias sobre botas claveteadas en el mundo africano cartaginés, y tampoco, en absoluto, Las botas claveteadas parecen haber sido entre los pueblos hispanos prerromanos, como empleadas no por los oficiales superiores, que tampoco en el ámbito helénico, aunque sobre vestían calcei, sino por la tropa y los mandos esto podría haber alguna duda. de centurión hacia abajo. Por ello la clase de tropa era a veces apodada ‘caligati’ (Suetonio, Desde el punto de vista arqueológico, y en Aug. 25; Vitel. 7)86. De Mario se decía que había el contexto de la reconstrucción del desarrollo de la batalla, que cuadra bien con el de Baecula 83 Sobre el problema terminológico cingulum/balteus descrito por las fuentes literarias, el trazado ver Bishop, Coulston (2006: 106-107). rastreado por la prospección sistemática sobre 84 Planta mox undique magna/calcor, et in digito clavus mihi militis haeret. 1981: Taf. 24.1; Aldrete et al., 2013: Fig. 2.13, cat. M25) 85 “Quid tu, inquit, commilito, ex qua legione es aut o el asa de la cista del Museo de las Termas (Aldrete, cuius centuria? constantissime et centurionem et 2013: M-29) por ejemplo. Es esta figura la que lleva legionem essem ementitus: Age ergo, inquit ille, las caligae más claras, con clavos, aunque no puede inexercitu uestro phaecasiati milites ambulant?” (Sa- descartarse que otras, en las que no se aprecia la tiricon 82), donde al militar le llama la atención que suela, pudieran llevarlas, claro es. No hay datos del un soldado se pasee phaecasiatus, con un afeminado uso de tachuelas en el calzado griego antiguo, y el calzado de tipo griego. aire etrusquizante de la figura de Telamon no debe, 86 E.g. “Dona militaria, aliquanto facilius phaleras et a nuestro juicio, llevarnos a mirar fuera del ámbito torques, quicquid auro argentoque constaret, quam vallares itálico para el origen de este calzado militar. ac murales coronas, quae honore praecellerent, dabat;

386 Fernando Quesada et al. ascendido a caliga, es decir, desde las filas de los realizado por un grupo de reenactors alemanes soldados rasos (Seneca, De Benef. 5,16,2)87. No (Himmler, 2008). En un experimento bien con- hay probablemente que recordar que el sobre- cebido, cinco voluntarios caminaron, con equipo nombre de Cayo Julio César Augusto Germánico completo, entre 16 y 21 días, cubriendo una dis- venía de su infancia, cuando se paseaba por los tancia a pie de entre 400 y 530 kilómetros. Tres de campamentos militares de su padre calzado ellos iban armados como legionarios, uno como con botas militares en miniatura, de donde arquero y otro como explorador, llevando pues Caligula (Suetonio, Calig. 8-9). Es probable que cargas diferentes. Además, su estilo de caminar con el tiempo esta cierta exclusividad se fuera (‘cuidadoso’ y ‘agresivo’) fue tenido en cuenta. diluyendo, especialmente a partir de época au- Se contabilizó el ritmo de pérdida de clavi caliga- gustea avanzada, o al menos así se plantea por res según todos estos parámetros. En conclusión, la aparición de clavos en contextos civiles y en cada soldado perdió de media 15 clavos diarios tumbas femeninas en la Galia a partir de este de sus botas (se emplearon dos modelos de los momento (Poux, 2008: 377). ss. II-III d.C., uno con 130 tachuelas pequeñas por bota y otro con unas 80), aunque el ritmo de Sin duda, la estructura de la suela claveteada desgaste varía mucho según la forma de caminar de la caliga estaba perfectamente adaptada a las y el equipo del soldado. A medida que pasa el largas marchas campo a través o por caminos no tiempo el ritmo de pérdida crece mucho: en la pavimentados, que los legionarios debían reco- tercera semana de marcha cada soldado perdía rrer incansablemente. De hecho, experimentos un clavo de media al día. modernos indican que la bota romana propor- ciona en terreno no pavimentado mejor tracción Si extrapolamos estos datos, y sabiendo que ninguna bota moderna (Himmler, 2008: que la batalla en Las Albahacas se libró al cabo 351). Sabemos por numerosas vías que en estas de una larga marcha desde Tarraco al menos, y largas marchas, cargados con veinte o treinta calculando de manera conservadora, podemos kilogramos de equipo, las suelas se desgastaban suponer que si Escipión llegó a las cercanías de y se perdían tachuelas. Tácito (Hist. 3.50.3) nos Baecula llevando unos 25.000/30.000 soldados dice que en ocasiones, los soldados reclamaban romanos e itálicos (ver Quesada, en este mismo una paga especial específicamente llamada cla- volumen para los cálculos), sólo en el día de la varius para un calzado del que gastaban hasta batalla pudieron perder en torno a 25.000/30.000 tres pares al año. Y las tablillas del campamento clavos, lo que coloca en su correcta perspectiva de Vindolanda, que son una verdadera mina de los 526 localizados hasta ahora, suponiendo que información sobre la vida diaria de las tropas, todos ellos fueran de caliga: se ha recuperado en son claras al respecto. Durante la Fase III del torno al 1,8-2,1% de los que se pudieron perder campamento (c. 97-103 a.C.), cuando estaba aquel día, y un nimio 0,017% del total de los cla- ocupada por la Cohors VIIII Batavorvm, la tablilla vos que hollaron el suelo aquel día si cada bota 1528 C-E nos informa que Taurino compró, un de este periodo tenía unas 50 tachuelas (cien por 20 de Julio, 350 clavi caligares, y Tetrico, 6 (Birley, hombre), redondeando a la baja el número de 2002: 101-102). Unos pocos años después, en la tachuelas conocido para las botas conservadas Fase IV de Vindolanda, cuando el campamento más antiguas (sobre las botas y sus tachuelas, estaba ocupado por la Cohors I Tungronvm, uno van Driel-Murray, 1986: 23-27)88. de sus hombres, Cerialis, compró por dos ases cien clavi caligares (ibidem p. 103). El conocimiento de las posibilidades que permite el estudio de estos modestos clavos Estas fuentes primarias documentan un comienza a dar resultados en la bibliografía. Por rápido desgaste de las botas claveteadas por poner dos ejemplos, en un muy reciente estudio pérdida de los clavos. Y han sido verificadas por sobre la red viaria romana y los vasos de Vicare- un serio trabajo de arqueología experimental llo (Benítez et al., 2012; Rodríguez et al., 2012), se utiliza la aparición de tachuelas de caliga de los has quam parcissime et sine ambitione ac saepe etiam caligatis tribuit”.(Aug. 25.3). 88 El porcentaje cae al 0,011 % si calculamos 75 clavos 87 C. Marius ad consulatus a caliga perductus. por bota, una cifra más probable.

387 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula tipos Albahacas A, B y D (ibidem p. 113-115), los Molinos, 2011: 134-135). En este periodo, como de tipo A y B con glóbulos en relieve, como un se ha dicho (Poux, 2008), el uso de las botas elemento significativo sobre la construcción de militares parece –al menos en la Galia– haberse una vía importante en la provincia de Ciudad extendido hacia una población no militar, por lo Real y la intervención de militares en ella, sin que hay que ser precavido en la interpretación precisar fechas. (Serrano y Molinos, 2011: 149). Conviene tener en cuenta además de que muchos clavos de forma En otro trabajo reciente, de muy distinto similar pero no idéntica pueden haber servido cariz, se documenta cuidadosamente la apari- a fines muy diferentes. ción de clavos, probablemente de caligae, en una tumba (Sep. 223) de una necrópolis de la ciudad Por ejemplo, algunos clavos de diámetro romana de Jaén, en la que se muestran pervi- similar a los clavi caligares grandes, pero de ca- vencias indígenas en un contexto de avanzada beza totalmente plana y en bronce en lugar de romanización (Serrano y Molinos, 2011). En esta hierro, como los documentados en el Tossal de sepultura, fechable por cerámica sigillata desde la Cala (Alicante), un yacimiento ibero-romano fines del s. I d.C., aparecen 145 clavos ubicados recientemente reevaluado (Bayo, 2010: 126, Fig. en la zona ‘de los pies’ de la pira funeraria, lo 74), han sido identificados como partes de la que parece descartar que pertenezcan a un ataúd guarnición de un escudo en un contexto crono- (aparecen además otros grandes clavos, total- lógico del s. III a.C. en Ambrussum, en el sur de mente diferentes, del lecho fúnebre) (Serrano y la Galia (Dedet, 2012: Fig. 96E).

9.- CALCARIA (Figura 37)

Hasta el momento, en el Cerro de Las Alba- Southern, 1992: Fig. 26; Quesada, 2005: Fig. 29), hacas se han localizado tres espuelas (nº 2466, las piezas de Las Albahacas parecen correspon- 2591, 2654, Figuras 37 y 38. Todas ellas constan der al segundo grupo, ya que no hay indicio de de un cuerpo en forma de lámina de hierro de que remataran en gancho mediante el plegado forma rectangular, curvada para adaptarse al del extremo de la placa, aunque no se puede talón, a la que se remacha un aguijón, acicate o descartar esa posibilidad en la pieza 2591. estímulo de longitud variable (“calcaria dicta, quia in calce hominis ligantur, ad stimulandos Dentro de nuestra clasificación, todas las equos, Isid”. Etym. 20, 16,6). Aunque normal- espuelas de Las Albahacas pertenecen al Gru- mente la colocación del acicate es asimétrica para po 3, y al tipo 3A, es decir, a piezas de placa facilitar la acción sobre los flancos del caballo, en rectangular estrecha con ventanas u orificios de los ejemplos de Las Albahacas la posición exacta fijación. No es posible precisar la variante por del aguijón no es fácil de determinar. faltar los extremos de las placas (Quesada, 2005: 132 y Fig. 356). El Grupo 3, y en particular el Todas las piezas de Las Albahacas son de tipo 3A es, con más de una veintena de piezas, hierro, lo que sin ser raro, es interesante ya el más sencillo y a la vez el más frecuente en la que es bastante habitual que la placa metálica Península Ibérica durante la II Edad del Hierro. sea de lámina de bronce y el acicate de hierro, aunque no son en absoluto raras las piezas todas La espuela metálica fijada al talón mediante de hierro. Dada su morfología es probable que correas (gr. μὐωψ, lat. calcar) era ya conocida por contaran con un sistema de fijación mediante los griegos al menos desde mediados del s. V a.C. orificios circulares o ventanitas rectangulares (ver Quesada, 2005: 125-126 para la recopilación para pasar las correas con que se sujetarían al de fuentes literarias que describen el ‘tábano’; tobillo. De los tres grandes modelos de sujeción Anderson 1978 para un caso iconográfico), y por que definen tres series distintas (por gancho, tanto es probable que desde el fin del s. III a.C. se fenestra o remache, ver Shortt, 1959; Dixon y empleara en todo el Mediterráneo. En Iberia, en

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Figura 37. Espuelas halladas en Las Albahacas.

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Observaciones Núm.Cat. Metal Tipo Longitud Cuerpo Anchura cuerpo Longitud Acicate Sección acicate 2466 Fe 3A >3 1,1 3,9 No se conservan los extremos del cuerpo, con lo que no es posible determinar la variante, con Cuadrada ventanas (3A.1) o con orificios circulares (3A.2). Gran remache tosco para fijar un acicate muy largo. 2591 Fe 3A >3 1,1 1,7 No es posible determinar si el cuerpo tenía Cuadrada fenestras rectangulares o circulares, o pequeños orificios circulares. 2654 Fe 3A.2? >4,2 0,4 1,2 Muy pequeña. De placa plana sin orificios visibles ni ventanas para correas. Aguijón corto Redonda de hierro, de tendencia bicónica, con sección cir- cular engrosada en el centro. Peso 3,1 gr. N.Inv. Museo de Jaén 5347. La indicación > ‘mayor que’ señala una pieza incompleta, cuyo tamaño original sería mayor que el recogido, que es el tamaño conservado actualmente. Figura 38. Tabla de caractertísticas de las espuelas.

particular, conocemos casi un centenar y medio imperial, de nuevo carecemos prácticamente de de espuelas fechables entre los siglos IV y I a.C. trabajos de síntesis sobre el periodo republica- procedentes tanto del ámbito ibérico como de las no, cf. Shortt, 1959, Bockius, 1991, ver la línea y dos mesetas (Quesada, 2002.3: Fig.2; Quesada, media que se les dedica en Bishop y Coulston, 2005: 128 ss.), y sabemos que eran consideradas 2006: 69). También hay catálogos importantes un objeto importante por los iberos, ya que to- de espuelas de procedencias variadas, bien de maron particular cuidado en representarla, pese un santuario como Olimpia (Baitinger, 2004) o a su pequeño tamaño, en la pintura vascular. de colecciones antiguas (Sannibale, 1998: 212 En particular en la cerámica de Lliria, fechable ss.). Por otro lado, existen ya varios estudios a fines del s. III o principios del s. II a.C., las es- parciales sobre espuelas peninsulares de la puelas aparecen frecuentemente representadas Edad del Hierro (sobre todo Cuadrado, 1979; (Ballester et al., 1954: 110); incluso en un caso se Pérez Mínguez, 1992; Quesada, 2001-2 y 2002-3b; retoca la pintura mediante un perfilado inciso Ruiz Vélez, 2007; Pachón et al., 2010), pero sólo que incluye la espuela (Bonet, 1995: Dpto. 91-92, un intento de sistematización general, que nos p. 224, Fig. 108 y Lám. XXVI). Precisamente por sirve de base tipológica y de estudio cronológico ello la ausencia de espuelas en los fragmentos (Quesada, 2005: 125-134). de piernas y tobillos del conjunto de (Negueruela, 1990: Lám. XXXII), fechable hacia El lote de las tres espuelas de Las Albahacas mediados del s. V a C., y en el que todos los encuentra su mejor acomodo en el conjunto co- otros tipos de armas y adornos son tallados con nocido de las escuelas peninsulares y en particu- pulcritud, puede proporcionar un terminus a quo lar ibéricas, de una época ya avanzada (en el s. IV para la introducción de la espuela metálica en la a.C. sería esperable al menos una pieza de placa Península Ibérica. más ancha, del Grupo Quesada, 1, y con cuerpos y aguijones elaborados, cf. Quesada, 2005: Fig. Contamos con una amplia pero dubitativa 34). Es cierto que no sabemos nada de cómo bibliografía sobre espuelas de tipo celta/galo serían las espuelas de la caballería cartaginesa, y germano (Dechelette, 1927: 708 ss.; Metzler, por lo que esta posibilidad debe quedar abierta. 1993; Kontny, 2009: Fig. 5; Filipovic, 2009: Fig. 8; ver síntesis reciente en Poux, 2008: 387 ss.), Ninguna de las espuelas de Las Albahacas y también de modelos ‘romanos’ (sobre todo es de tipo galo o celta de botón y/o remache

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(cf. Quesada, 2005: Figs. 1 y 32 y supra). En más espuelas han aparecido (Luik, 2002: Abb. cuanto a las espuelas propiamente romanas, 81, nos. 84 a 89; 172, nº 72 a 75), y aunque hay nada sabemos de las empleadas en los siglos alguna espuela simple de tipo 3A (Abb. 172, nº IV-III a.C., pero en Las Albahacas no aparecen cat. 72, 73), abundan los tipos más elaborados las características espuelas romanas del tipo en bronce. Lo mismo ocurre en Cáceres el Viejo, Kobarid/Numancia, características de un ám- en un contexto ya de c. 80 a.C., donde coexisten bito geográfico tan amplio como el de las con- espuelas de tipo 3 sencillo similares a las de Las quistas de la República Romana en la segunda Albahacas (Ulbert, 1984: Taf.10.53) con otras más mitad del s. II a.C. y el s. I a.C. (Quesada, 2005: elaboradas, por ejemplo con aguijón moldurado Fig. 36; Sannibale, 1998: 215; Boziç com. pers., (Ulbert, 1984: Taf. 10, n. 51, 52). las conocemos en Numancia, Teruel, Telamon, Eslovenia, Corinto, Dodona, Olimpia...), y que En conjunto, pues, aunque no puede des- quizá pudieran remontarse hasta fines del s. III cartarse el uso de las espuelas de Tipo 3A por a.C. si atendemos a lo que estamos viendo en las cualquiera de los bandos contendientes en la páginas anteriores sobre otros muchos tipos de Segunda Guerra Púnica, el candidato más pro- armas y de militaria. De hecho, Numancia es el bable es, en Las Albahacas, la caballería hispana. yacimiento romano republicano hispano donde

10.- VAGINARUM FRAGMENTA (Figuras 39, 40)

De Las Albahacas proceden centenares de del conjunto (por ejemplo, para falcatas ibéricas, fragmentos y piezas asociadas al equipo militar, Cuadrado, 1989: Fig. 7; para espadas romanas desde piquetas de tiendas de campaña (de un republicanas, Miks, 2007: Vortafel A; Taf. 1. Nº tipo inhabitual y probablemente antiguo, sin cat. A123 (Delos). orificio ni anilla móvil en la parte superior)89, chisqueros metálicos para hacer fuego, grille- Sin embargo, y al contrario de lo que es tes, amuletos, etc. Sin embargo, no se trata de común en espadas de época romana imperial, armas estrictamente, y su estudio detallado nos no son muy habituales las conteras metálicas llevaría demasiado lejos. Sin embargo, conclui- que reforzarían el extremo inferior de la vaina remos nuestro catálogo con un pequeño lote y protegerían la punta. Por ejemplo, y en el de conteras o extremos de vaina de espada o caso de la falcata ibérica, de la que conocemos (menos probablemente por su tamaño) de puñal cientos de ejemplares, las conteras de vaina son (Figura 39). muy raras; el Cigarralejo, por ejemplo, Cua- drado hubo de reconstruir una contera lígnea La vaina (gr. θηκη; lat. vagina) típica de ficticia a falta de ejemplos reales entre decenas espadas y puñales parece haber sido en el Medi- de piezas (Cuadrado, 1989: Fig. 67). De hecho, terráneo de la Edad del Hierro (excepción hecha en las pocas vainas que fue posible reconstruir, de las vainas enterizas de lámina de hierro de los parece claro que no llevaban contera metálica galos meridionales y de los iberos del nordeste, (Cuadrado, 1989: Fig. 10, Sep. 153; Fig. 22, Sep. de las que no se ha encontrado traza alguna en 212, respectivamente Quesada, 1997: nº cat. 498 Las Albahacas) una estructura de planchas de y 564). Sin embargo, sabemos que en ocasiones material orgánico (madera y/o cuero) a veces sí se colocaron, caso de la contera arriñonada decoradas con placas de cobre, unidas mediante y decorada con damasquinados en plata de la un armazón de cantoneras de metal plegadas en falcata de la Sep. 53 de La Serreta de Alcoi (Reig, forma de ‘U’, fijadas entre sí y a las placas de 2000: Lám. IV), fechada en el s. IV a.C. (Quesada, materia orgánica mediante remaches. A menudo 1997: nº cat. 4557). unas abrazaderas metálicas aseguran la solidez Se documentan más cantoneras metálicas en 89 Por otro lado documentadas en sitios como Alèsia las espadas hispanas de hoja recta, como espadas (cf. Poux, 2008: Fig. 64). de frontón (La Serreta Sep. 50, Reig, 2000: Lám

391 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Figura 39. Conteras de vaina de espada o puñal (Dibujo: Paloma Serrano).

VI; Quesada, 1997: nº cat. 4597), pero también, las espadas de tipo VI (‘Arcóbriga’) de las Seps. y con formas muy diversas, en los yacimientos 182 y 200 de La Osera, en Ávila, fechables en las celtíberos y vetones de la Meseta, como en Agui- primeras décadas del s. III a.C. (respectivamente lar de Anguita (Schüle, 1969:Taf. 1 = Quesada, Cabré, Cabré y Molinero, 1950: 109 y Lám. 33,34, 1997: nº cat. 3217; Taf. 9.4=Quesada, 1997: nº Quesada, 1997: n ºcat. 4753 y Cabré, Cabré y cat. 3224); Altillo de Cerropozo Sep. 13 (Cabré, Molinero, 1950: 113 y Lám. 41; Quesada, 1997: nº 1929: Lám XV; Schüle, 1969: Taf. 17=Quesada, cat. 4770); o en la Se. 16 de Altillo de Cerropozo 3919); Alpanseque, Gormaz, La Mercadera, etc., (Cabré, 1929: Lám. 17; Schüle, 1969:Taf. 19.2= o en Andalucía (Moraleda de Zafayona, Illora), Quesada, 3931) y otros muchos lugares como Lusitania (Alcacer do Sale) etc. Alpanseque. Con todo, las conteras algo más antiguas de la Meseta suelen presentar apéndi- La contera núm. 2625, de forma arriñona- ces decorativos triangulares ausentes en la pieza da y con una amplia abertura, tiene paralelos de Las Albahacas. formales en la citada contera de la Sep. 53 de La Serreta, fechable en la segunda mitad del s. Las otras tres conteras de Las Albahacas IV a.C., de forma arriñonada pero combinada forman parte de un mismo tipo, ya que tienen con una embocadura alta, y toda ella cubierta planta circular de en torno a 2,2-2,6 cm de diáme- con decoración damasquinada. Más cercanos tro, pero con una embocadura de forma aproxi- son los múltiples paralelos de la Meseta, como madamente rectangular y de 1 a 1,4 cm de ancho,

392 Fernando Quesada et al.

Observaciones Núm.Cat. Metal Altura Long./ Diám. Espacio interior Peso (gr.) 2582 Fe 2,1 2,6* 1,4x0,8 27,7 Extremo de contera de vaina en hierro, con orificios de pasador y espacio hueco interior de tendencia rectangular. Dos pares de orificios. 2625 Fe 1,6 3,4 1,9x0,6 Tipo distinto al resto, arriñonado o en forma de ‘pelta’. Un orificio completo asimétrico y restos del otro par. Es aplana- da en lugar de circular. 4825 Fe 2,3 2,2 * 1,0x0,8 23,5 Similar a la 2582, pero mucho más basta, y con espacio para entrada de la armadura de la vaina mucho menor. Podría ser incluso una contera roma de bastón. No hay orificios de sujeción de la armadura. 6055 Fe 2,4 2,2 1,1x0,6 24,9 Similar a la 2582, pero mucho más basta, y con espacio para entrada de la armadura de la vaina mucho menor. Se conserva un orificio en posición asimétrica, y posible indicio del otro par. Figura 40. Características de las conteras de vaina. lo que sólo permitiría la unión de dos cantoneras romanos conocidas se fechan entre c. 133 a.C. y de sección en ‘U’, sin el elemento orgánico de época cesariana y augustea temprana, cerca ya la vaina. Los pares de orificios de las conteras del cambio de Era. En estas espadas romanas sirven, obviamente para fijar mediante remaches las conteras de vaina suelen ser distintas a las estas piezas a las cantoneras que se insertan en de Albahacas: discoidales las de puñal, y muy ellas. Es una forma simple, que tiene numerosos pequeñas y molduradas las de espada, como se paralelos lejanos en la Meseta hispana (ver por aprecia bien en el estudio de síntesis de Poux ejemplo Schüle 1969: passim), pero sobre todo para la Galia, que incluye otros elementos repu- de forma esférica o discoidal, no con la carena blicanos (Poux, 2008: 323, Fig. 15) y en el estudio que aparece en las tres piezas de Las Albahacas. reciente de Miks sobre espadas romanas (Miks, 2007: Tafeln 3-4). De hecho, en el muy amplio De hecho, los modelos más elaborados y repertorio de conteras republicanas e imperiales característicos de conteras hispanas están au- recogido por este último autor (Taf. 200-205) sentes en Las Albahacas, caso de las arriñonadas sólo muy escasas conteras se aproximan a las prolongadas en embocadura alta, como la ya carenadas de Las Albahacas, se trata de piezas citada de Alcoi, o la discoidal con embocadura de proporciones menos rechonchas y de época alta de la espada de la Sep. 9 del Estacar de muy tardo-republicana o alto-imperial temprana Robarinas (Quesada, 1997: num. cat. 1694, cf. (como en Magdalensberg, Miks A459, c. 30-20 García-Gelabert y Blázquez, 1988: Fig. 26.100), a.C.; en Ljublanica, Miks A767, o ya en Kalkrie- fechable en el s. IV a.C. En conjunto, aunque se, A72, c. 9 d.C.), o en Pitres, Bâle-Munsterhügel no existe un estudio de detalle, las conteras y Altenburg-Rheinau (Poux, 2008: Fig. 15). De metálicas de vaina del mundo hispano tienden hecho, Poux considera que las formas ‘de pel- a simplificarse y a perder tamaño a medida que ta’ aplanadas y carenadas, ubicables entre las avanza el tiempo, pero también se hacen más puramente arriñonadas y las esferoidales, son habituales. de procedencia hispana (Poux, 2008: 322), en lo que coincidimos. En una línea de indagación paralela, son tan pocas las espadas romanas republicanas y sus En conjunto, y provisionalmente, conside- vainas que resulta imposible establecer criterios ramos de raíz ibérica o celtibérica la contera cuantitativos, y se reducen a cero las del s. III arriñonada 2625, mientras que las otras tres con- a.C. Las conteras de vaina de gladii y pugiones teras carenadas y rechonchas de Las Albahacas

393 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula pudieron haber sido empleadas por hispanos o duradas, aparecidas en época cesariana (como por romanos –nada sabemos de las espadas pú- en Berry-Bouy, cf. Miks, 2007: A160) y que se nicas–, y constituir los precedentes más antiguos harán características en el Alto Imperio, y de las de los tipos carenados en pelta más tardíos. Estas que se conservan docenas (Miks, 2007:Taf. 202 a conteras son en todo caso más primitivas y muy 205; ver también Appels y Laycock, 2007: 46 ss.). distintas de las esferoidales y esferoidales mol-

11.- CONCLUSIONES

El conjunto de armas hallado en las pros- tienden a acabar empleando similares armas pecciones y excavaciones en el Cerro de Las ofensivas y defensivas, es complicado asignar Albahacas y sus aledaños es perfectamente armas concretas a contingentes precisos. Con consistente con lo que cabe esperar en el regis- todo, ha sido posible mostrar que determinados tro arqueológico, tras una reflexión detallada objetos deben asignarse probablemente a com- sobre los procesos tafonómicos, como materiales batientes romanos (pila de tipo Talamonaccio, ta- resultado de una batalla campal librada en un chuelas de caligae), baleares (glandes de honda), sólo día, en las inmediaciones del campamento cartagineses (puntas de bronce con enmangue temporal de un bando, y en el que los vencedo- de cubo), hispanos (espuelas). Otros tipos en res permanecieron poco tiempo tras su victoria, cambio debieron ser empleados tanto por iberos mientras que los vencidos se batían en retirada. como por romanos y africanos (veruta, lanzas y Así, hemos documentado un elevado número jabalinas, conteras, etc.). de proyectiles propulsados (glandes de honda y puntas de flecha), armas de las que las fuentes El problema fundamental es el de la cro- literarias suelen decir poco, dado que su empleo nología. Si bien conocemos bastante sobre el es característico de las fases iniciales de la batalla armamento ibérico tardío, no es fácil distinguir y por parte de las tropas menos prestigiosas. Sin entre tipos de finales del s. III y de principios del embargo, en el caso de la batalla de Baecula, con s. I a.C., ya que pertenecen a la fase avanzada del el que se postula la identificación, las fuentes armamento peninsular. Por otro lado, sabemos mencionan como especialmente relevante el poco –por no decir casi nada– de la tipología del uso de estas armas, mencionando en particular armamento cartaginés o númida a fines del s. III la honda (Liv. 27,18,7-12). En segundo lugar, a.C. Y finalmente, aunque el armamento romano son comparativamente abundantes las armas republicano de los siglos II y I a.C. es bastante arrojadizas (pila y jabalinas), mientras que es- bien conocido (sobre todo en Hispania y gracias casean las lanzas empuñadas y los elementos a conjuntos como los de Smihel, Numancia, de espada, al tiempo que no hemos localizado Cáceres el Viejo, La Caridad, Valentia, Alesia, armamento defensivo. Todo ello es consistente Osuna, y un largo etcétera), para la época de las con los patrones de deposición de armas y de Guerras Púnicas nuestro conocimiento arqueoló- recogida de despojos y restos que cabe esperar gico era hasta ahora casi nulo, excepción hecha en un campo de batalla. del conjunto de Talamonaccio y lotes aislados como los de Castelruf. Incluso la descripción En un choque en el que combatieran contin- de Polibio, que describe el ejército romano del gentes romanos, itálicos, cartagineses (a su vez mediados s. II a.C., suele ser proyectada hacia de procedencias distintas, púnicos, númidas y atrás medio siglo para llenar ese vacío. probablemente libios), iberos de diferentes re- giones de la Península y Baleares, cabe esperar El conjunto de Las Albahacas podría en un una variada tipología de armas. Sin embargo, y primer vistazo ser considerado apropiado tanto dado que de acuerdo a lo dicho antes, no apa- para época cesariana (c. 50 a.C.), sertoriana (c. recen las armas más diagnósticas para intentar 80/70 a.C.), como para la época de las Guerras dichas identificaciones, y dado que en campañas Celtibéricas y Lusitanas (c. 150-130 a.C.). Y ello y guerras prolongadas los diferentes bandos precisamente debido a nuestro desconocimiento

394 Fernando Quesada et al. del armamento romano de fines del s. III a.C. Hay, es cierto, alguna sorpresa. Hasta ahora Hay, sin embargo, suficientes elementos en el la fecha más antigua conocida para los clavos conjunto de armas (especialmente pila, veruta, de bota militar romana no llegaba a fechas y puntas de flecha) como para remontarnos a anteriores a las campañas de César (y antes no fases tan antiguas como el depósito de Smihel se consideraban anteriores a Augusto), aunque (c. 180 a.C.) y más allá, al momento del depósito hay al menos un dato iconográfico, el frontón de Talamonaccio (c. 225 a.C.) y de los pila de del templo de Telamon, que permite llegar hasta Castelruf (c. 200 a.C.) o de los glandes de Puntal mediados del s. II a.C. Los datos de Las Alba- dels Llops (c. 190 a.C.). hacas llevan a proponer que el diseño de estos clavos, en forma, tamaños y detalles idénticos a Pero –y sobre todo– contamos además con los de c. 55 a.C., debe elevarse al menos hasta c. un fuerte conjunto de evidencia externa, la 208 a.C. Sin embargo, ya hemos argumentado Numismática. Aunque esa disciplina presenta que tal perduración tipológica en unas piezas sus propios problemas y dudas, en el caso de tan sencillas es perfectamente habitual, como Las Albahacas el conjunto más importante y se demuestra en instrumental agrícola, puntas homogéneo de monedas se data sin duda en de lanza y otros tipos de objetos que alcanzaron los últimos años del s. III a.C., con una precisión pronto una excelente adecuación entre forma y incomparable en otros tipos de materiales. función, y que incluso han perdurado hasta la actualidad sin apenas cambios, tras milenios y Si la Numismática proporciona una data- no décadas. ción muy cercana a la batalla de Baecula para los hallazgos de Las Albahacas; si algunas armas Los datos de Las Albahacas confirman la encuentran sus mejores paralelos a fines del s. III sospecha de que unos pequeños objetos hasta a.C.; si el resto presenta un abanico cronológico ahora a menudo considerados como punzones amplio que puede perfectamente remontarse o leznas debieron ser multifuncionales, o incluso al 208 a.C.; y si además la variedad tipológica que fueron en su casi totalidad puntas de flecha apunta a la presencia en Las Albahacas de tropas empleadas por los romanos o sus auxiliares, qui- baleares (glandes), africanas (algunas flechas), zá tomando el modelo de prototipos hispanos. romanas (pila, clavos de caligae, veruta) e hispa- A los muchos ejemplares de Numancia, Alesia y nas (espuelas), resulta difícil negar que estamos otros yacimientos de época romana republicana ante un campo de batalla de la Segunda Guerra se une ahora, de forma aplastante, la evidencia Púnica, y que tal lugar sólo puede corresponder a del Cerro de Las Albahacas. Baecula si atendemos a toda la evidencia adicional que se presenta en otros capítulos de esta obra. Desde el punto de vista tipológico, el estudio de las armas de Las Albahacas permite además Es llamativo, por la proximidad en el tiempo plantear otras hipótesis nuevas, sustentadas es- de los descubrimientos, que el yacimiento que tadísticamente, como la del peso creciente de los ha proporcionado un conjunto de materiales glandes de plomo en el occidente Mediterráneo más próximo, en tipología y proporción de los desde el s. III al I a.C. y la posterior disminución diferentes tipos, aunque con un mucho menor de nuevo de los pesos. Hemos concluido además número absoluto de piezas, sea el posible cam- que algunas puntas que a menudo, y de manera pamento de La Palma en Tortosa, cerca de la poco reflexiva, se han atribuido a catapulta, son desembocadura del Ebro, en uno de los enclaves jabalinas de morfología similar pero no idéntica militares más importantes de la Segunda Guerra y que es posible proponer criterios de distinción. Púnica en la Península Ibérica. Las múltiples coincidencias –también en numismática y ce- Es cierto también que algunos de los tipos rámica– no pueden ser casuales y así lo hemos de punta de flecha de Las Albahacas plantean ido analizando al estudiar los diversos tipos de serios problemas de adscripción, por la presen- armas. Es un elemento adicional que nos ayuda a cia de puntas tipológicamente muy anteriores fechar el conjunto de Baecula-Albahacas, aunque (bronces con pedúnculo) y posteriores (hierros). no el primordial en absoluto. Hemos concluido que algunas de ellas son

395 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula probablemente puntas medievales, y que otras Pero en combinación con los otros hallazgos podrían fecharse quizá en el Periodo Orien- (numismáticos, cerámicos, restos de estructuras talizante, aunque hay pruebas de que formas excavadas...), el gran conjunto de Las Albahacas que un medievalista consideraría ‘suyas’ se multiplica su consistencia cronológica y tipo- dan también en época romana, y de que otras lógica, permitiendo plantear el problema del ‘prehistóricas’ seguían usándose incluso en el s. bagaje real portado por los ejércitos durante la I a.C. Por ello, dejamos planteadas las distintas Guerra de Aníbal. opciones y nuestras opiniones para cada caso en particular, sabiendo que a partir de ahora será Y toda esta suma de datos, integrada en un más fácil discutir los nuevos datos o replantearse contexto geográfico gracias al empleo sistemá- los antiguos. tico de SIG para ubicar topográficamente cada objeto, y en el contexto del análisis de las fuen- En conjunto, pues, el conjunto de armas de tes literarias, permite a nuestro juicio afirmar Las Albahacas, por sí solo, tiene el importan- con nulo margen de duda que estamos ante un tísimo valor de que comienza a llenar el vacío campo de batalla de la Segunda Guerra Púnica y existente sobre el armamento –especialmente que tal batalla no puede ser otra que la ubicada el romano– en la Segunda Guerra Púnica, junto a Baecula por distintas fuentes literarias, confirmando que muchos tipos característicos que describen un entorno geográfico local, y de mediados del s. II a. C. ya existían muchas unos movimientos de tropas, plenamente con- décadas antes. sistentes con los tipos y dispersión de las armas que aquí hemos estudiado.

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1 Recogemos aquí las indicadas por los autores en sus respectivos capítulos.

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