Borges, Moderno Teseo En El Laberinto Del Terror a Escala Mundial.* (Tercera Versión)
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1 Borges, moderno Teseo en el Laberinto del Terror a Escala Mundial.* (tercera versión). dedicado a la memoria de Daniel Santamaría y Pedro Navarro Floria Índice Introducción A. El dolor moral, el epigenoma y el duelo poético en Bo rges B. El aislamiento, el ninguneo académico y el abolengo mítico en Borges C.- El Marranismo, el antisemitismo y el lenguaje de los sueños en Borges D.- Víctimas y victimarios, “La Fiesta del Monstruo” y el crimen de Aramburu E.- El Nobel a Borges, la caída de Allende y el apocalipsis Rioplatense F.- La causal externa del terror y Altamirano en su enigmática interpelación al drama de América Latina G. El culto a la adversidad y el destino sudamericano en Borges H. Las persistentes pesadillas t eológicas y los laberintos oníricos en Borges I. El laberinto borgeano y sus ámbitos espacial y lingüístico en América Latina J. El laberinto borgeano y la reinvención de América en el tiempo histórico K. El sueño del Mayflower en la América sajona L. La traición del Gran Garrote de Teddy Roosevelt al mensaje de Lincoln M. Conclusión y Proyecto Por Eduardo R. Saguier http://www.er-saguier.org Introducción Entre los que primero contribuyeron a un nuevo tipo de relato en la historiografía universal se destacó en el siglo XIX el historiador romántico francés Jules Michelet, rescatado recientemente por el filósofo Jacques Rancière, quien le asignó suprema validez al sentido emocional (balzaciano) del relato por encima de la erudición.1 Con ese poder de evocación que brinda el sentido en todo relato, autores recientes (Alonso, Plot, Borovinsky, Iglesia) redescubren a Jorge Luis Borges en su Poema Conjetural (1943),2 manifestando compromisos políticos y literarios disparados en la Argentina de 1943 por un golpe militar de signo político ultranacionalista y partidario del Eje, donde el nacionalismo filosófico argentino (Astrada, Sampay, Kusch) al disociarse del secularizado legado intelectual de las generaciones precedentes, la de 1837 (Echeverría, Mármol, Alberdi, Sarmiento), la de 1880 (Wilde, Cárcano, Cané, Groussac, García Merou, Lucio López) y la de 1900 (Ingenieros, Lugones, Rojas, Bunge, Quesada), engendró un “huevo de la serpiente” que estalló en la segunda mitad del siglo XX.3 1Para la contribución al nuevo relato por parte de Jules Michelet, ver Lefebvre, 1974, 195-213; Rancière, 1993, 58-59 y 63-64; y Contreras, 2012, 86-87. Y para la contribución de Jacques Rancière a la resucitada interpretación de la obra de Michelet, ver Plot, 2010a, 15. 2Para la memorización del poema por los alumnos de una escuela rural de Santiago del Estero, ver Rivas, 2000, 126. Para la “poética conjetural” del Dante según Borges, ver Durante, 2006. Leído el poema por Borges, puede escucharse en https://www.youtube.com/watch?v=7gONk8prjRw 3Plot, 2010a, 14. 2 Para esa representación redescubridora, Diego Alonso (2002) lo muestra a Borges revelando una dualidad en la concepción del patriotismo consistente en un patriotismo republicano y cosmopolita sujeto a sentimientos de perplejidad enfrentado al patriotismo nacional-populista. Ante el retorno de la barbarie populista, Borges cuestiona la exaltación del “color local” y el culto a la épica gauchesca (el Martín Fierro de Hernández), menoscabadora del cosmopolitismo, e imagina “un nuevo modo de entender lo heroico”, irreconciliable con el culto moderno al hombre providencial, que era legatario crítico del antiguo mito del héroe.4 A renglón seguido, el mismo Alonso (2007) apela a las Tesis de Walter Benjamin (1940) para encontrar a Borges analizando la noción de tiempo histórico y asimilando la supervivencia de un pasado inconcluso, cuyas aspiraciones frustradas (la argentinidad rivadaviana y de Mayo de su abuelo Laprida) habrían de ser suturadas en forma retrospectiva. En estas aspiraciones retroactivas, dicho pasado es retratado como algo que no es fijo pues se “mueve” y también “salta”, desde que en la modernidad el tiempo mesiánico y los contenidos de la cultura (arte, ciencia, derecho) dejaron de sustentarse en la mística o la religión para volverse profanos y crecientemente secularizados.5 La casi veintena de tesis sobre la historia de Benjamin apuntan en ese sentido, pues todas ellas están íntimamente imbricadas entre sí.6 Otros tres (3) años después, a propósito del Facundo de Sarmiento, Borovinsky (2010) y Gasparini (2014) historizaron el tratamiento que de lo telúricamente atávico (pánico, terror, horror, y enfermedades del cuerpo) habían bosquejado entre otros: Groussac, Lugones, Rojas y Martínez Estrada, y donde la estética de la barbarie se restringe –al decir de Ansolabehere (2012)— a lo “sublime”, definido como lo lúbrico, lo oscuro y lo monstruoso (“transgresión de los códigos de la razón y la moral”).7 Y Borges contrajo, según Borovinsky, un compromiso moral con el legado histórico de Sarmiento, que antes habían trasegado esos mismos autores mencionados (y también Carlos Astrada con su Mito Gaucho),8 ya que Sarmiento en palabras de Borovinsky es el “testigo de la patria”, el que ve “nuestra infamia y nuestra gloria”, y que como tal “no ha muerto aún en la conciencia de los argentinos”.9 En el plano de lo literario, Iglesia (2010) descubre que Borges en su Poema Conjetural recupera el monólogo dramático de los poetas victorianos Alfred 4 Para un análisis antropológico de las interrelaciones entre los mitos políticos y el totalitarismo, ver Svilicic y Maldini, 2014. 5 Para un agudo comentario de la noción Benjaminiana de la violencia en la formulación del derecho, ver Honneth, 2009a, 101-130. 6 Para el debate sobre las Tesis del concepto de historia de Benjamin, ver Liceaga, 2010; Löwy, 2012, 160- 166; Abadi, 2014, 176-184; Vargas (2016) y Dimópulos, 2017. 7 Para Borges y su contradicción de la tesis lugoniana sobre el Martín Fierro, ver Dowry, 2016, 176-180. Para lo sublime en la definición sarmientina de bárbaro, ver Ansolabehere, 2012, 248. Para el terror y el horror como enfermedades de la barbarie en Sarmiento, ver Gasparini, 2014, 176. Para la domesticación de la barbarie en la literatura venezolana dedicada al tiempo del Guzmanato, ver González-Stephan, 1994. 8 Para el campo de batalla semántico entre Rosas y Sarmiento en las epítetos discursivos de “salvaje” y “bárbaro” y como se desplaza este último del indígena al gaucho, ver Ansolabehere, 2012, 240-250. 9 Para las ideas e imágenes políticas de Groussac, Lugones, Rojas y Martínez Estrada en el segundo siglo argentino y americano, ver Borovinsky, 2010. Para Sarmiento en las palabras de Leopoldo Lugones y Paul Groussac, ver Baltar, 2011. Para el mito argentino en Sarmiento, Carlos Astrada y Rodolfo Kusch, ver Guerra, 2007. Para el mito del gaucho rioplatense en Hidalgo, Ascasubi y Hernández comparado con el mito del negro brasilero en Fagundes Varela, ver Croce y Molina, 2016. 3 Tennyson y Robert Browning. En esa recuperación, Borges también se apoya en Ezra Pound, quien se “proyecta en el papel de poeta antiguo usándolo como portavoz para dramatizar una idea de la época adecuada a su intención moderna”.10 Y en el plano de lo político, Plot (2010a) lo muestra a Borges confrontando la democracia con el totalitarismo, las repúblicas liberales con las populistas, y ofrendando como secuela fatal el “Destino Sudamericano”.11 Pero que las democracias republicanas hayan tenido lugar debido a “la desesperación de no dar con héroes que nos dirijan”, fue para Plot (2010b) el atajo mítico que dejó incubada la tradición jesuítica (barroca y pre-iluminista) y la filosofía del escocés Thomas Carlyle, el del mito del héroe u hombre providencial, gobernado por la “fortuna”, en su obra sobre Cromwell (a la que acudió Hitler en su momento final antes de suicidarse). Para Borges, el Cromwell de Carlyle fue el principal causante del “primer Adán del nazismo”, o el verdadero “huevo de la serpiente”.12 Y otros cinco (5) años más tarde, Finchelstein (2015) –en la misma veta que la de Vargas Llosa (2010)-- encuentra a un Borges “cada vez más conservador e incluso autoritario”, supuestamente alejado de su otrora individualismo anárquico, y en su alegada “transición poco conceptualizada del anti-fascismo al anti-peronismo”.13 Tácitamente Finchelstein polariza con las imágenes que devuelven Alonso (2002, 2007), Borovinsky (2010) e Iglesia (2010). Pero en su estudio comparativo, lo sustancial en Finchelstein es que a diferencia de la opinión de Max Scheler y Georg Simmel que fundaban el origen del fascismo en la guerra, Borges y Freud lo fundaron en el mito, una máquina donde no transcurre el tiempo y donde al suspenderse la incredulidad (privarse de dudar) permite el despliegue de relatos ideológicos arcaicos.14 Ese mito está contagiado con emociones, sonidos e imágenes colectivas e irracionales, que constituyen un retorno de lo históricamente oculto y reprimido.15 Para entender este irracional fenómeno político, Finchelstein hace eje en la filosofía del inconciente de Freud, y apenas incursiona en la filosofía del tiempo, que es el núcleo del pensamiento benjaminiano. Para el mito clásico, Finchelstein se remonta al mito Prometeico del robo del fuego; continúa en la Israel bíblica con el mito de la Tierra Prometida o el de Moisés y su parricidio; y se prolonga en la antigüedad del pasado histórico con las figuras heroicas de Alejandro, Aníbal y César. Finalmente, Finchelstein apela --para la modernidad tardía-- a la nueva mitología del idealismo alemán (Novalis, Lessing, Schlegel), la de los héroes nacionales (Cromwell, Napoleón, Bismark) promovidos por el filósofo de Tübingen Friedrich Schelling (inspirado en Hölderlin, Heyne, y Herder); y últimamente la de los héroes fascistas (Mussolini, Hitler, Franco, Salazar) impulsados por los ensayistas Giovanni Gentile, Ernst Jünger, Carl Schmitt y los ideólogos falangistas.16 10 ver Langbaum, 1996, 178, cit. en Iglesia, 2010, 77. 11 Plot, 2010a, 14. 12 Plot, 2010a, 14 y 178. Para la obra de Carlyle, ver Bloom, 2010, 135-156. En esta obra, Bloom registra una veintena de escritores integrantes del canon, aunque para excluir a Borges alegó que “habiendo sido un escritor fascinante no era un creador” (Ibáñez, 2014).