Radiografía De Un Delirio
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RADIOGRAFÍA DE UN DELIRIO José Manuel Mójica Legarre © Del texto, José Manuel Mójica Legarre © Portada, Juan Cañadas. © De esta edición, ISBN: Depósito legal: Impreso en España por Gráficas Vela Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra, sin contar con la autorización escrita de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Arts. 270 y siguientes del Código Penal de España). La estupidez es infinitamente más fascinante que la inteligencia. La inteligencia tiene sus límites, la estupidez, no. Claude Chabrol Ningún hombre es demasiado bueno para gobernar a otro sin su consentimiento. Abraham Lincoln PROLOGO Al leer el título de este libro muchos habrán pensado que trato de aprovechar la repercusión mediática alcanzada por la larga serie de desagradables incidentes diplomáticos incitados por el presidente electo de Venezuela D. Hugo Rafael Chávez Frías; pero la realidad es que ya es hora de que se publique un libro capaz de explicar, a los no venezolanos, la trayectoria política de este teniente coronel retirado que, tras un golpe de estado fallido, alcanzó la presidencia de la que hoy es conocida como República Bolivariana de Venezuela, aunque, en realidad, el contenido de este libro es resultado de mis experiencias personales a lo largo de diez años de estancia en Venezuela, durante una de las épocas más interesantes de la Historia de ese país caribeño, lo que me permitió ser testigo de la metamorfosis de un país y del ascenso al poder de quien ahora rige los destinos del país caribeño. Uno de los momentos más publicitados del presidente venezolano tuvo lugar durante la Cumbre Iberoamericana que se celebró en Chile, cuyos protagonistas fueron el rey de España Juan Carlos de Borbón, el presidente de España José Luis Rodríguez Zapatero y el mismo señor Chávez; el famoso “¿por qué no te callas?”, repetido hasta la saciedad por los medios de comunicación de todo el mundo, sacó a la luz las diferencias existentes de entender la política y las actitudes radicalmente opuestas de los tres mandatarios. No es mi intención el sacar tajada de un hecho que ha dado bastante juego a lo más representativo de nuestros humoristas televisivos que, empeñados en reírse de su sombra, se tomaron a chacota aquel hecho sin conseguir nada más que proveer de “razones”, que fueron posteriormente manipuladas a favor de Chávez por sus más acérrimos seguidores. La corta frase pronunciada por el rey, que había sido precedida por un gesto de Don Juan Carlos de Borbón señalando con el dedo a Chávez al tiempo que le decía “tú, tú”, mientras el mandatario venezolano expresaba que se debía respetar a las naciones y a los pueblos, no creo que fuera el fruto de un momento de nervios o de obcecación del monarca, sino la conclusión de un largo proceso en el que casi todos los líderes políticos de occidente han tenido que ejercer la virtud de la paciencia con un personaje que, si bien ha sido elegido varias veces por su pueblo -de la legitimidad de los últimos resultados electorales hablaremos más adelante- no conoce la medida cuando se le calienta la lengua. La primera vez que pisé territorio venezolano llegaba por vía terrestre desde Maicao, Colombia, después de haber trabajado como articulista en el diario “El Informador” de Santa Marta y como locutor-director de un programa nocturno en Radio Santa Marta perteneciente a la Cadena Radial Colombiana “Caracol”. Esta circunstancia me había permitido ser espectador privilegiado de algunos hechos tan interesantes, periodísticamente hablando, como la muerte de Gonzalo Rodríguez Gacha “El Mejicano”, jefe militar del cártel de Medellín, la voladura del edificio del D.A.S. -Dirección Administrativa de Seguridad- en el sector Paloquemao de Bogotá, la persecución a Pablo Escobar Gaviria, también conocido como “El Doctor” desde los tiempos en que fue Diputado, jefe incontestable del mismo cártel citado y uno de los narcotraficantes más relevantes de la época amén de algunos atentados de la guerrilla colombiana. Recién llegado a Venezuela, el golpe de estado encabezado por un visionario teniente coronel paracaidista, hasta entonces desconocido por todos, me sorprendió en San Felipe, capital del Estado Yaracuy; la primera imagen que tengo de Hugo Chávez es la de un militar ojeroso, cansado, derrotado y humillado, reconociendo por televisión ante todo el país que había fracasado en su intentona y pidiendo a sus compañeros que depusiesen las armas ya que él, en la ciudad de Caracas, no había podido conquistar todos los objetivos que se le habían encomendado por lo que la toma del poder que habían previsto era inviable. A renglón seguido, como si amenazase o hiciese una promesa, escondidas en medio de una frase aparentemente anodina, insertó dos palabras que cambiarían para siempre la Historia de Venezuela: “Por ahora”. Aquel “por ahora” fue años más tarde una de las coletillas más utilizadas por los venezolanos, siempre jocosos, ya que se convirtió en una especie de recurso chusco cuando no se podía terminar algo que se había emprendido o, de manera graciosa, en cualquier ocasión en la que uno debía ausentarse de un lugar; pero también era un recuerdo subliminal, permanente, del golpe de estado fallido que no había desagradado por completo a un gran sector de la población venezolana. Para comprender la reacción de la sociedad venezolana ante la intentona golpista, sería necesario describir el panorama político que se respiraba por aquel entonces lo que requiere un trabajo de documentación que llenaría millares de páginas; para resumir un poco el caos en el que se vivía, diré que el sistema bipartidista impuesto por las formaciones políticas AD -Acción Democrática- y el partido Social Cristiano -COPEI-, hacía que ambos se sucedieran en el poder sin opciones reales para un tercer partido que, por entonces, no llegó a ver la luz. La calidad de vida del venezolano medio era, más o menos, aceptable. Había una clase alta que obtenía unos beneficios increíbles, y que no ha dejado de hacerlo a pesar de los conceptos populistas del ahora presidente Chávez, una clase media que debido al alza de los precios petroleros se defendía con holgura y una clase necesitada, que no vivía en la pobreza sino en el umbral de la miseria. Debemos tener en cuenta que la bondad del clima venezolano facilita la vida en “ranchitos”, un eufemismo que define a chabolas y casas de fortuna, y no implica una gran necesidad de ropa de abrigo a excepción de la zona andina. Sumidos en este panorama, la idea de alguien que pregonara ser el paladín de los más necesitados, era muy agradable para un sector de la sociedad que sobrevivía, con grandes dificultades, del rebusque y la chapuza; pero también podía ser una vía abierta a la conquista del poder para quienes, manipulando la verdad y utilizando la demagogia, supiesen ir a los barrios más pobres para fascinar a los más necesitados, como hacen las serpientes con sus víctimas, prometiendo lo que querían oír a sabiendas que nunca podrán cumplirlo. Tras el juicio político celebrado contra el presidente Carlos Andrés Pérez, del partido Acción Democrática, después de una maniobra política que se podría definir como “sucia”, ganó las elecciones Rafael Caldera, del partido COPEI, quien amnistió a los golpistas sin tomarse la molestia de inhabilitarlos para la política lo que, a la larga, permitiría a Hugo Chávez hacerse con el poder, de manera legítima, en unas elecciones que estuvieron precedidas de una campaña brutal, llena de agresiones verbales, descalificaciones y violencia callejera; lo que vino después de aquellos hechos desmedidos es lo que justifica la publicación de este libro. Con independencia de las inclinaciones políticas de cada cual, la personalidad del actual presidente de Venezuela Hugo Rafael Chávez Frías no deja indiferente a nadie. Su locuacidad y sus frecuentes salidas de tono disgustan a unos, encandilan a otros y sorprenden a todos ¿Qué pensaríamos en Europa de un presidente que tuviese un programa, radiado y televisado a nivel nacional, con una duración indeterminada situada entre las tres horas y media y las diez horas?, ¿qué pensaríamos en España de un mandatario que apoyase a candidatos de otros países y pagase con fondos públicos campañas políticas extranjeras?, ¿qué diría la prensa española de un presidente que, además de lo expuesto, amenaza con interrumpir las emisiones radiadas cuando lo crea conveniente para hablar durante horas?. Respondan ustedes. A estas alturas todos sabemos quién es Chávez y ya no es noticia que dé la nota en los foros internacionales patrocinando una postura, la suya, que es indefendible. Los desplantes del presidente Chávez, las “humoradas” y chascarrillos de este hombre tan odiado como amado, la chulería barriobajera y los insultos de este líder tan denostado como elogiado, no dejan de ser noticia casi a diario; pero lo que al principio de su mandato se tomaba en broma o se acogía con un gesto de incredulidad, para muchos ya se ha convertido en un forúnculo molesto, en un tumor que no para de crecer amenazando la estabilidad política tanto de su país como de toda América del Sur. Yo que soy un enamorado de Venezuela y de sus gentes, que no milito en ningún partido político, no voy a juzgar a un presidente que no es el del país en el que resido, ni pretendo que todos acaten mi pensamiento como verdad total; en el primer caso porque no soy quién para juzgar -bastante habría que decir de nuestros políticos como para meternos en otros países-, y en segunda instancia porque no existe una sola verdad sino que hay multitud de opiniones.