TINTA EN ALAS DE PAPEL: LA CIUDAD DE LOS PALACIOS

El día que cambió la noche*

En las páginas de papel couché de Su Otro YO brillaron la José Luis Martínez S. Princesa Lea, la , , Mora Escu- dero, Gloriella, , Gioconda, Thelma Tixou, Angélica Chaín, Sasha Montenegro, Isela Vega, … Era una lista grande de mujeres famosas por sus cuerpos contundentes y sinuosos, por el arte con que muchas de ellas El 19 de septiembre de 1985, la noche de la Ciudad de México —no todas hacían striptease— se despojaban poco a poco de su cambió súbitamente; en su lugar quedaron los recuerdos, la ropa llena de holanes, plumas, chaquira, lentejuelas. Un bon- nostalgia, el cascajo de insospechados deseos. gocero sonriente —a veces un grupo o una orquesta— les Ese día, sin saberlo, me despedí de ella con una larga pere- marcaba el ritmo mientras ellas se desnudaban frente al públi- grinación por sus santuarios. co devoto y expectante. ¿Por qué nunca antes quise escribir de esas últimas horas Recuerdo la primera vez que Ortega Colunga me invitó a de una ciudad luminosa, divertida, no exenta de peligros y acompañarlo en sus andanzas nocturnas: contrastes pero tampoco de emociones? —Vamos a trabajar —me dijo, como si en la redacción no No lo sé. O tal vez sí: en un principio porque la tragedia hiciéramos sino perder el tiempo. ocasionada por el sismo de las 7:19 llenaba todas las páginas Saliendo de la oficina, en Bucareli 18, fuimos a cenar. Alre- de los periódicos y revistas, todos los espacios noticiosos de la dedor de las once nos dirigimos al Can Can, un cabaret de la radio y la televisión. Zona Rosa en la esquina de Génova y Hamburgo, donde la Porque nadie hablaba ni pensaba en otra cosa que en los estrella era la canadiense Princesa Lea. En el clímax de su ac- muertos, las casas y escuelas destruidas, los edificios convertidos tuación, se metía en una gran copa de champaña para el baño en polvo, las calles llenas de escombros, el dolor de quienes ha- más erótico y sensual de aquellas noches. bían perdido o buscaban desesperados a sus familiares o amigos. Ortega Colunga era conocido y respetado en esos ambien- Todo eso lo vi, todo eso lo viví a las pocas horas de ocurrido. tes; su revista representaba una importante publicidad para las Pasaba en mi Volkswagen azul por calles irreconocibles; es- modelos que aparecían en ella y era un cliente que gastaba cuchaba gritos y llantos, veía a los primeros voluntarios mover dinero a manos llenas. piedras, improvisar campamentos, ayudar a los damnificados. Cuando llamó al capitán para pedirle que al terminar su Y entonces lo supe: nada volvería a ser igual. actuación invitara a la Princesa Lea a nuestra mesa, yo no lo El día 18 a las ocho de la mañana —casi 24 horas antes del podía creer. terremoto— había estado en Radio Cañón, una de las estacio- Una hora después, con un vestido de noche, radiante, con nes del grupo Radio Fórmula, en Doctor Río de la Loza 300, el cabello dorado sobre los hombros descubiertos, la Princesa entrevistando a Sergio Rod y Gustavo Armando el Conde Cal- Lea estaba con nosotros, o más bien con don Vicente, a quien derón, conductores del programa Batas, pijamas y pantuflas, el saludó con un beso en la mejilla —a mí me dijo hola y me re- más popular de la época. galó una sonrisa—. Se tomaron dos botellas de champaña Después de desayunar y leer los periódicos en el café La Ha- mientras él hablaba sin parar y yo veía a otras mujeres magní- bana, me fui a la revista erótica donde trabajaba, en la que me ficas pasar por el escenario. inicié en el periodismo y en la cual, bajo la guía de su director, Salimos en la madrugada. Don Vicente estaba feliz: la ha- Vicente Ortega Colunga, se acrecentó mi gusto por la noche. bía convencido de posar una vez más para la revista. Su Otro YO se llamaba la revista, era mensual y competía, Desde entonces me hice su acompañante. Yo tenía veinti- muchas veces con éxito, con la versión mexicana de Playboy cinco años y estaba dispuesto a todos los desvelos para ganar- (en los setenta lo había hecho con Eros y Él, dirigidas por Ja- me el título de noctámbulo y convertirme —como él— en mes Forston). Lo hacía mediante un recurso sencillo y eficaz: cazador de estrellas. mientras Playboy publicaba modelos extranjeras, sobre todo Cada tenía un lema que la identificaba y una parroquia. norteamericanas, Su Otro YO abría su espacio a las vedettes cu- Mora Escudero era anunciada como Las piernas del millón: yos nombres resplandecían en las marquesinas de los más lu- las había asegurado por esa cantidad en moneda nacional, en josos cabarets de la Ciudad de México. caso de que sufrieran algún daño. Recuerdo sobre todo sus

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Inundación castálida_3.indd 37 27/08/17 17:16 exitosas temporadas en el Capri, en la esquina de Juárez y Bal- Prefería recordarlo —sonriente, bromista, audaz, enérgi- deras, en el Hotel Regis. co— en los días que tomábamos café en el Habana o bebíamos Rossy Mendoza era conocida como La cintura más breve de unos tragos en el Nicté Ha o el Bar Montenegro en el Hotel México. La vi por primera vez en El Quid, en la calle de Puebla Del Prado, sobre Avenida Juárez, cuando era mi guía en la 194, en la colonia Roma; desde entonces me volví el más leal noche pródiga de la Ciudad de México. de sus admiradores. Me gustaban su porte altivo, su piel mo- El día antes del temblor, después de mi entrevista con los con- rena, su cuerpo perfecto. ductores de Batas, pijamas y pantuflas, de escribir y corregir A Gioconda la llamaban La muñequita de San Ángel. Traba- algunos textos, me fui con dos fotógrafos de la revista —Artu- jaba en el Montparnasse, en Insurgentes Sur 2064, y durante ro Sampedro y David Ricardo Quintero— a trabajar, como un tiempo —no mucho, realmente— me robó el corazón. Fue decía don Vicente. mi primer descubrimiento, la primera modelo que conduje a Comimos en la cantina La Reforma, en Bucareli y Artículo las páginas satinadas de Su Otro YO. 123. Más tarde nos dirigimos al legendario centro nocturno La vedette más cotizada en aquellos años era Olga Breeskin, El Patio, en Atenas 9, donde conversé con Héctor Suárez, Súper Olga, que protagonizaba largas, esperadas y suntuosas quien preparaba una nueva temporada en la que alternaría temporadas en el salón Belvedere del Hotel Continental, en con Macaria. Fuimos a escuchar jazz al Salón Luz en la Zona Paseo de la Reforma, que se desplomó, como el Hotel Regis, Rosa y luego al Capri, en el que la estrella era Mara Maru, La con el terremoto del 19 de septiembre. Pantera Blanca, para entrevistar a la pianista y cantante Tere En 1985 yo tenía 30 años. Una o dos veces a la semana bus- Cisneros. Nos seguimos al Studio 54, frente a la estación de caba nuevos talentos en las pistas de los cabarets. Me esforzaba trenes de Buenavista, donde le entregué a Mayra Rey —una en hacerlo a pesar de que no era una exigencia de la revista y los vedette joven, sin fama ni fortuna— el número de septiembre hallazgos, cuando los había, eran cada vez menos glamorosos. de Su Otro YO, en el que ella ocupaba las páginas centrales. Ortega Colunga había muerto el 21 de febrero de ese mis- Luego no sé dónde más estuvimos. Fue una noche larga, llu- mo año y su hijo Roberto Diego, de mi edad, se había hecho viosa, de muchas risas y muchas copas. cargo de la dirección de Su Otro YO. Fui a dejar a Sampedro a su casa y con David llegué a la En sus últimos meses vi muy poco a don Vicente; no por- mía, en la periferia de la ciudad, casi a las cinco de la mañana; que alguien me lo impidiera, sino porque nunca me atreví a temprano iríamos a hacer un reportaje. Él, quien se había ser testigo de su paulatino deterioro. quedado en un sillón en la sala, se estaba bañando cuando

Fotografía: cortesía de Enrique Metinides

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Inundación castálida_3.indd 38 27/08/17 17:16 comenzó el terremoto; yo dormitaba en mi recámara. Me le- trayecto, por la crónica de Jacobo Zabludovsky —quien tenía vantaron los gritos de mi madre pidiéndome que bajara de la uno de los pocos autos con teléfono que había en el país— co- planta alta, donde me encontraba. menzamos a entrever la magnitud de lo que había sucedido. No había luz ni teléfono (ni quién soñara entonces con los De repente lanzábamos maldiciones y volvíamos a callarnos. celulares). No podía comunicarme con mis parientes ni ami- Cuando llegamos a Tlatelolco, entre nubes de polvo, vimos gos, como se acostumbra en estos casos, para preguntar si es- construcciones deshechas y un hervidero de gente desespera- taban bien. David salió del baño, desayunamos con calma y da y llorosa. nos fuimos a buscar un teléfono público. En el camino vimos David, milagrosamente, encontró muy pronto a sus hijos. gente alrededor de un auto estacionado con las puertas abier- Estaban en una carpa con su mamá y unos vecinos. Lo deja- tas y la radio encendida. La escena se repetiría una y otra vez. mos con ellos y Sampedro y yo nos dirigimos a la oficina, para Nos acercamos y supimos que la catástrofe había sido más ese entonces en un hermoso edificio color rosa y con amplias grande de lo que pensábamos. Nos urgía hablar por teléfono, escaleras de mármol, en Paseo de la Reforma 27. Estacioné el pero ninguno servía. David, alto, flaco, con el pelo largo y el carro en una calle de la colonia Tabacalera y caminamos entre bigote como Frank Zappa, se detuvo intempestivamente los escombros de los lugares donde habíamos estado unas ho- cuando al pasar escuchó por la radio de otro auto de la devas- ras antes. tación en Tlatelolco; ahí vivían sus hijos. La ciudad era un espanto. Volvimos apresuradamente a mi casa. Nos subimos al ca- Más tarde sabría que Sergio Rod y Gustavo Armando Cal- rro, fuimos por Sampedro, que vivía en una colonia vecina, y, derón habían muerto al derrumbarse el edificio de Radio Fór- casi en silencio, emprendimos el camino de regreso. Íbamos mula. escuchando las noticias, alarmantes y a la vez inciertas. En el La noche nunca volvió a brillar como antes.

*Primer capítulo del libro El día que cambió la noche, Grijalbo, 2017. Lo publicamos con autorización del autor.

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Inundación castálida_3.indd 39 27/08/17 17:16 TINTA EN ALAS DE PAPEL: LA CIUDAD DE LOS PALACIOS

Nada, nadie: las voces del temblor (fragmento)

puerta del baño, que se había quedado abierta, golpea contra Elena Poniatowska el marco sin volver a cerrarse, después se pega contra el muro. Por un momento, todavía sin despertar bien, me pregunto quién entró. ¿La empleada, probablemente creyendo que yo ya me había ido? Escucho un ruido de vasos que chocan, y la luz que dejé prendida sobre el lavabo se apaga.

7:18 7:19.30

El sol y los mexicanos están levantados desde hace bastante “Caramba”, por supuesto, es un temblor. Eso es frecuente en tiempo. Mi ventana, equipada con un fino mosquitero, está México. Inmediatamente vuelvo a la impresión que tuve du- abierta; la mañana es aún fresca. Debido al cambio de horario rante el sismo de la Navidad de 1969 en la Martinica. No sólo de Europa a México, estoy despierto desde hace unos minutos mi cama sino todo se mueve: la puerta golpea como si alguna (¡cosa rara para quien me conozca!). mano invisible tratara de cerrarla; la empuja con fuerza, la En pleno centro de esta monstruosa megalópolis de diecio- empuja hasta el hartazgo, la mesa, el sillón. Mi radio se cae del cho millones de habitantes y de seiscientos kilómetros cuadra- buró. Un ruido de vidrio roto en el cuarto de baño. dos, hace dos días vivo en un encantador hotelito. Está situado a un paso del Paseo de la Reforma. Del otro lado del Paseo de 7:20 la Reforma se encuentra la “Zona Rosa”. Subiendo hacia el ángel dorado de la Independencia que domina la plaza (que el Bueno, esperemos. Esto tiene que terminar. Es entonces sismo de 1957 hizo caer de su pedestal), se extiende el centro cuando un golpe sordo, de una violencia inusitada, sacude el histórico de México: una inmensa plaza, el Zócalo, el Palacio muro que está tras de mí. Nacional, la Catedral, las secretarías, las grandes tiendas, los De la ventana me llega un ruido lejano de vidrios rotos. hoteles, algunos más recientes que el mío. Descubriré más tarde, en la calle, que se trata de los vidrios de los edificios vecinos. 7:18.30 Los golpes frecuentes sacuden mi muro, toman un ritmo de metrónomo aproximadamente cada cinco segundos. Ignoro todavía si hice una buena elección escogiendo este en- Esta vez estoy en el camarote de un velero en mar abierto cantador edificio rosa de tres pisos, construido a la española, y con mal tiempo, con cabeceo y balanceo. con su patio, su ancha escalera de piedra que conduce a cada El ritmo de golpes monstruosos se acelera. Trato de levan- piso, su hall equipado de sillones y divanes de cuero y en el tarme. Imposible estar de pie sin asirse a la pared o a la cama. rincón una televisión. Sin lujos pero confortable. Mi cuarto está en el primer piso. El ruido de la ciudad sube hasta mí. Los 7:20.30 alumnos están en clase desde hace diecinueve minutos, pero los empleados se dirigen hacia sus trabajos. Desde este instante pierdo la noción del tiempo. Solamente La circulación es intensa como de costumbre. México es después de terminado el terremoto sabré que duró casi dos una de las ciudades más contaminadas del mundo. No sola- minutos, con una intensidad de 8 grados en la escala de Ri- mente por el humo de las fábricas y los gases que se escapan chter (¡graduada solamente hasta 9 grados!). sino también por el ruido. Aquí no está prohibido el claxon y Por la ventana, el espectáculo es terrorífico. Los coches se toca en una forma muy latina. estacionados caminan hacia adelante, hacia atrás, chocan en- tre sí. Los cables eléctricos se estiran, se contraen, se azotan 7:19 centellando. Pero lo peor son los edificios de doce y catorce pisos que nos rodean y que se mueven de izquierda a derecha De pronto un crujido sordo. Estoy sobre la cama y siento frente a mí, con una amplitud de varios metros. como un vértigo pasajero. Mientras que el crujido de la tierra Entonces comprendo que los golpes que sacuden el hotel crece, tengo la leve impresión de que mi cama se mueve. La están provocados por el movimiento de balanceo del edificio

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Inundación castálida_3.indd 40 27/08/17 17:16 que está junto a éste. Creo recordar que es cuatro veces más alto 7:22 (verificación hecha, resulta ser más o menos de catorce pisos). Mi hotel y la torre vecina se mueven de manera arrítmica. Es en este momento cuando tomo conciencia de que el edifi- Cuando el hotel se inclina hacia la derecha, la torre se inclina cio de al lado ya no golpea detrás de mí. También me doy hacia la izquierda, y se alcanzan a tocar al repetirse el movi- cuenta de que la cabecera de mi cama se mece. El hotel y la miento, con una intensidad más y más fuerte. torre se balancean ahora al unísono. Las personas que pasan por la calle se agrupan en medio de Aunque esto parezca extraño, sigo sin pensar en nada. Ni ésta. No se pueden tener en pie. Yo tampoco. Dos policías se actor, ni siquiera espectador. Fuera del tiempo y del espacio agarran de sus cinturones. Los otros se detienen de las manos, de mi recámara. ¿Inconciencia? ¡Seguramente falta de valor! de los hombros, atrapados por un extraño bailoteo de San Vito. De pronto se me ocurre que debería yo de estar desenro- llando la película de mi vida, pensando en las personas que 7:21 quiero. Nada de eso. Una profunda ansiedad, egoísta. Como anes- Espantado, me vuelvo a acostar. tesiado por la intensidad del cataclismo. Estoy en una coctelera, movido por la mano maestra de un cantinero cuya energía aumenta constantemente. 7:22.30 En el muro, los cuadros se vuelven manecillas de reloj. No queda nada encima del buró, ni sobre las estanterías. En mi Esta vez, pienso en mí. cuarto hay un amontonamiento de artículos personales, de li- Titubeando me levanto y encorvado voy hacia el marco de bros y periódicos. la puerta, me acuerdo de que es allí en donde se está un poco Trepidaciones, choques ensordecedores, se ondula el sue- resguardado, esta infraestructura puede resistir el peso de un lo, la puerta de entrada se entreabre más y más; a decir verdad, derrumbe. empiezo a angustiarme. Poco a poco, tengo la impresión —pero mi deseo ¿es ver- daderamente realidad?— de que el movimiento realmente 7:21.30 disminuye. Unos instantes más y esto es cierto. Me siento todavía a destiempo, pero sólidamente protegi- Alargado sobre mi cama, veo el techo. Se agrieta. Pequeños do bajo mi puerta. pedazos de yeso caen del techo y de los muros. Un olor a pol- La calma vuelve. Espero todavía bastante, pensando que vo invade mi recámara. Desde que empezó el sismo me parece puede volver a empezar. ¿Cuánto tiempo? Lo ignoro. una eternidad. No pienso en nada. Espero acostado. Miro el techo. Poco a 7:23 poco tengo la seguridad de que éste se va a derrumbar por el peso de la torre vecina, es decir, empujado por los muros del hotel. Se acabó: ya nada se mueve.

Fotografía cortesía de Enrique Metinides

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Inundación castálida_3.indd 41 27/08/17 17:16 Ningún ruido del exterior. Estrella, Tlanepantla. Tultitlán, Zona Industrial de Toluca, Me dirijo rápidamente a la ventana. entrando por la Súper, vía Tapo, calzada Vallejo, Camarones, Los sobrevivientes se abrazan en medio de la calle. Central, 2500 kilómetros cuadrados son recorridos de una Yo no tengo a nadie a quien abrazar. punta a la otra en pesero, combi, minibús, ferrocarril subur- Me visto rápidamente y salgo. Quiero ver. En la escalera bano, “tolerado”, autobús foráneo o urbano, metro, moto o me cruzo con los clientes del hotel. Algunos medio desnudos, bici, de aventón o como se pueda, por hombres y mujeres que lívidos. Yo debo de estarlo también... van a la chamba. Niños y niñas que van a la escuela; la red vial Al final de la calle, el Paseo de la Reforma hierve de gente lo atrapa todo, es la x de México la que rayan una y otra vez en y de coches inmóviles. El espectáculo es alucinante. El silen- un crucigrama gigantesco de 18 millones (nacen 560 mil capi- cio es extraño. talinos cada año). Cruz, cruz, cruz, la misma que Cristo cargó Pero estoy aún lejos de la carga de horror que me espera en en. su camino de la cruz, la de la misa de siete en la Sagrada los días y las noches que seguirán. Familia en Puebla y Orizaba, la de la Coronación en el Parque Un inmenso alivio me invade. Unas extraordinarias ganas España, la de San Juan Bautista en Tacubaya, la de Nuestra de vivir, como para exorcizar esos cuatro minutos. Señora de Fátima en la colonia Roma por la señal de la santa Fue hasta ese momento cuando de verdad tuve miedo. La cruz, de nuestros enemigos líbranos señor Dios nuestro, la torre vecina está todavía en pie. A la altura de la terraza de mi larga letanía amodorrada de los persignados se esparce tam- hotel se pueden ver las marcas de los golpes. Y descubro a bién en el Centro Médico. Natalia Cruz la enfermera se dis- pocos metros tres hoteles reducidos al estado de mil hojas de pone al cambio de turno, dentro de cinco minutos les toca a losas de hormigón y de fierro, bajo los cuales, lo sé, cientos de las otras. A los enfermos les gusta verlas entrar; sus rostros turistas quedaron atrapados; tengo dos sentimientos: que no frescos remplazan los nocturnos; empieza la charla cariñosa: me tocaba y —reflexionando— no me imaginé ni una sola vez “¿Qué tal amaneció? ¿Pasó buena noche? Hoy le toca gelati- que algo me hubiera podido suceder. na”. Un nuevo día, uno más, hacia la recuperación. Esto no es presunción, sino una profunda intuición. De En Tlanepantla, la familia Pérez Cruz se hace cruces: “A las esta experiencia, dos cosas me vienen a la cabeza: el descubri- cuatro de la mañana caliento un poco de café o té de hojas para miento de la vanidad y la conciencia de lo efímero. no salir con el estómago vacío”, dice Martina Pérez Cruz. “Sa- A fin de cuentas nada ha sido inútil. Que me perdonen: limos a oscuras. Si no instalamos el puesto temprano perde- cuando estuve en la calle, sonreí. Sobre la manija de la puerta, mos la venta de los trasnochados.” Vienen a diario a poner su había yo colgado el letrero: “No molestar”. Una hora más tar- puesto de tacos en la plaza de toros de la Ciudad de los Depor- de, hubiera sido el holocausto. tes. “Damos mole de olla, de cola de res, frijoles charros, pam- La versión que Jean Miot, consejero delegado de Le Figaro, bazos y flautas, y no es que le presuma pero todo bien rico.” le da a Lola Creel, es más distante que la de los reporteros del Cada día son más grandes las distancias, cada día más lento el Unomásuno: trayecto: “Hago dos horas y media y cuando me va bien, dos A las 7:21 el tripulante de la patrulla 5214 reporta nervioso —dice Jorge Múgica, tornero que vive en la colonia Pólvo- por el rastreador de la policía: ra—, transbordo tres veces. Cuando me toca ir colgado afuera, —¡Control, está temblando! me alegro porque me ahorro los tres pesos del pasaje. Camino Voz anónima de otro agente: un kilómetro hasta el taller y me gusta porque a esa hora pien- —¡Ya despierta, mi cuate! so en mi casa y en mis hijos que están durmiendo”. A las 7:22 la voz ahora angustiada del conductor de la pa- Jesús Zavala, proveniente de la Cuchilla del Tesoro, calle trulla 5214: Poniente 8, manzana 12, lote N, informa: “Me paro a las cin- —Se derrumba la scop. ¡Mándeme todas las unidades de co de la mañana y si hay tiempo, mi mujer me da de desayu- rescate y ambulancias de la Cruz Roja! nar, y si no, así me quedo, con la panza de farol hasta que llego 7:36, frente al inmóvil reloj de H. Steele, ruge en su des- al trabajo. Espero quince o veinte minutos el camión en la plome el Hotel Regis, que muere entre una nube de polvo. Y avenida Texcoco, pero si viene muy lleno, me trepo en el que el limpio cielo matinal de la ciudad toda es ya una masa grisá- sigue y así me voy hasta Francisco del Paso donde espero a cea. Porque caen edificios uno tras otro. Y la tragedia va de que otro me lleve hasta Nativitas. Ya luego nomás camino norte a sur y la ciudad se divide: gente que lo sabe y gente que para acá unas ocho cuadras. Es por eso que tengo que madru- no lo sabe... gente que, a toda prisa, desaloja las aulas porque gar, porque los camiones vienen bien llenos y allí va uno a los la escuela se derrumba... gente que termina su ejercicio matu- puros arrempujones, pero no nos queda otra, ¿no?”. tino y se apresta a la ducha. Parques y jardines quedan vacíos. La luz bonita del amanecer ni quien la recuerde. El sol no Y gente que enfrenta la tragedia: que remueve escombros, que se ha ni levantado cuando ya la cantidad de motores aumenta rescata cuerpos sin vida, que salva existencias, que con trapos la nata que se quedó flotando en el aire desde ayer, desde hace y franelas desvía el tránsito de las zonas dañadas. Gente que muchos días. Es una cachucha de mugre la que cubre nuestra lucha dentro de las llamas. ciudad. Silvia y José Luis Vital despiertan a las cuatro: “¿No Antes de las cuatro de la mañana, la malla de la ciudad se puedes dormir?”, le pregunta José Luis a su mujer. “No, no aprieta de cargueros, autobuses y transportistas que van cu- puedo.” Platican y a las seis de la mañana él inquiere: “¿No te briendo la zona metropolitana; de Milpa Alta a El Peñón, de vas a parar a bañarte?”. “No, no tengo ganas siquiera de ir a Los Reyes a Nezahualcóyotl, de Ciudad Azteca a Texcoco, trabajar.” Al cuarto para las siete José Luis le insiste a su mu- Barrientos, Ecatepec, Ciudad Labor, Moctezuma, lztapalapa, jer: “Ándale pues, ya”. “No, no voy a ir.” Silvia trabaja en Gi- Contreras, Cuajimalpa. Cuautitlán Izcalli, Molinito, Nadim, necobstetricia del Hospital General. “Faltaste el 16.” José Chimalhuacán, más allá de Neza hacia Tlalpan, Santa Fe, La Luis trabaja en la Secofi. “Si te quedas tú, nos quedamos los

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Inundación castálida_3.indd 42 27/08/17 17:16 dos, ninguno va a trabajar.” Silvia entra antes que José Luis; se en el suelo por donde desaparece el restaurante junto con el viste muy aprisa y cierra la puerta de la calle. José Luis, como edificio de departamentos donde viven más de trescientas per- siempre, lleva a los chavitos a la guardería, ¡qué día tan feo, a sonas, igual que si una gigantesca aspiradora lo hubiera suc- ver si se compone! cionado. Incrédulos, incapaces de moverse, oyen el estallido En su departamento de Tehuantepec 12 en la colonia Roma, de los tanques de gas, ven cómo un humo negrísimo tapa el Judith García le dice a su segundo hijo: “Rodrigo, apúrate, es sol, el cielo, la tierra. hora de que te levantes; parece mentira que Estrella que es más Tres cuadras más hacia el centro se desploman el edificio chiquita que tú ya esté en la cocina tomando su fruta”. Rodrigo de la Procuraduría y en la calle Victoria, la Central de Teléfo- tiene el sueño muy pesado. En el mismo edificio, su vecino el nos. En la avenida Juárez, el Hotel Regis, el Conalep en ingeniero, Raúl Pérez Pereyra le ofrece a su mujer: “Yo llevo a Humboldt cercano a Balderas, el Hotel Romano en Artículo la escuela al niño, Elvira, no te preocupes”. En el edificio Nue- 123 es un gigantesco mil hojas, la torre maestra, la antena de vo León de Tlatelolco, Gloria Guerrero le saca su ropa a Ga- y Televisa, el Centro Médico, el Hospital Juárez, el briela; Alondra, su gemela, todavía está dormida. General, el edificio Nuevo León en Tlatelolco, la Secretaría Como todos los días, Lucas Gutiérrez llega a abrir el res- del Trabajo en Río de la Loza, la Secretaría de Comunicacio- taurante de treinta y tres mesas y reservados a lo largo del nes, el Multifamiliar Juárez, la Secretaría de Comercio, la de muro, el “Super Leche” que su padre fundó en 1949 —dice Marina, Tehuantepec 13, Bruselas 8, el Versalles, el Hotel de Elena Alonso—. El personal (treinta meseros, cocineros y ga- Carlo, el Hotel Principado vecino al De Carlo, en José María lopinas) empieza a trabajar; a las siete en punto se abren las Iglesias, la Secofi, la colonia Roma, la Doctores, las vecinda- puertas del número 41 de San Juan de Letrán, ahora Eje Cen- des de Tepito, Guerrero y Morelos, cinco subestaciones de la tral Lázaro Cárdenas, esquina con Victoria, y entra la cliente- Comisión Federal de Electricidad, todo se ha venido abajo. la habitual. A las 7:10 hrs, Lucas, contra su costumbre, avisa: La ciudad está cubierta por el polvo, que raspa la garganta, “Voy a la farmacia a inyectarme”. Tiene gripa. Al pasar junto sale de cientos de edificios; asfixia el polvo lo cubre todo. Ate- a la mesa de salida oye a una niña de trenzas muy bien alisadas rrados, los madrugadores tratan de abrirse paso en medio de pedir: “Yo chocolate y bísquets”. A las 7:19, un ruido extraño, esa neblina café, terrosa. De pronto, una voz: “Está ardiendo seguido de una fuerte sacudida, atemoriza a la gente, alguien el Regis”. Alguien ha prendido a todo volumen un radio de grita: “Tranquilos, está temblando, pero no pasa nada”. Al in- transistores, en un coche estacionado. El locutor anuncia: “Se tensificarse el movimiento, uno de los meseros suelta la cafe- acaba de caer una parte del conjunto Pino Suárez, el ‘Super tera y sale corriendo, acompañado por un aterrado turista ar- Leche’ es un montón de escombros”. gentino. Desde la acera de enfrente ven cómo se abre un hoyo Yo ya no soy nadie.

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