Obras De Wesley
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OBRAS DE WESLEY Edición auspiciada por Wesley Heritage Foundation, Inc. P.O. Box 76 Henrico, NC 27842 USA TOMO VII LA VIDA CRISTIANA Editor General JUSTO L. GONZÁLEZ CONTENIDO Libros PDF Introducción 5 4 1. Graves reflexiones motivadas por el reciente terremoto de Lisboa 13 12 2. Sinceras reflexiones sobre las presente situación de los asuntos públicos 33 31 3. Reflexiones sobre la libertad 61 59 4. Reflexiones sobre el origen del poder 79 78 5. Reflexiones sobre la presente escasez de comestibles 89 88 6. Reflexiones sobre la esclavitud 99 97 7. Apacibles palabras a nuestras colonias americanas 129 128 8. Algunas observaciones sobre la libertad ocasionadas por un reciente tratado 145 148 9. Apacibles palabras a los habitantes de Inglaterra 187 187 10. Grave discurso al pueblo de Inglaterra respecto al estado de la nación 205 205 11. Un estimado de la conducta contemporánea 219 219 12. A quien no guarda el día reposo 233 232 13. A quien acostumbra hacer juramentos 239 237 14. A un bebedor 243 240 15. A una mujer desdichada 247 244 16. A un contrabandista 251 248 17. A un reo 259 257 18. Una palabra oportuna o consejos a un súbdito inglés 265 262 19. A un protestante 273 269 20. A un votante 281 276 21. Consejos a un soldado 285 280 22. Reflexiones acerca del celibato 293 288 23. Reflexiones acerca del matrimonio 305 300 24. Recomendaciones al pueblo llamado metodista respecto a su manera de vestir 309 303 25. Reflexiones sobre la indumentaria 327 322 26. Reflexiones sobre la disipación 329 323 Introducción En el presente volumen, bajo el encabezado general de «La vida cristiana», incluimos varias obras de Wesley que ilustran su ética. Puesto que no será sino en el próximo volumen que publicaremos algunos de sus principales tratados teológicos, y particularmente los que tratan sobre la santificación y la perfección cristiana, es importante que, antes de adentrarse a la lectura de los tratados que se encuentran en éste, le demos alguna indicación del modo en que se relacionan los temas éticos aquí discutidos con los temas teológicos de la salvación y la santificación. En primer lugar, hay que subrayar e insistir en que, aunque Wesley le da enorme importancia al comportamiento ético, éste no es substituto para la fe. Esto puede verse claramente en el sermón número 2, «El casi cristiano», que publicamos en el tomo dos de esta serie.1 Allí nos describe a una persona que, desde el punto de vista de lo que se espera de los cristianos hoy, sería un modelo de virtud y fidelidad: cree todas las doctrinas de la iglesia, asiste al culto regularmente, practica sus devociones privadas, ofrenda generosamente, les enseña los fundamentos de la fe a sus hijos y allegados, se abstiene de toda suerte de pecados, etc. Y sin embargo, después de describir a esta persona que sería miembro ejemplar de cualquier iglesia, Wesley dice que no es sino «casi cristiano». ¿Por qué? Porque le falta lo principal, que es el amor y la fe. Vale la pena citar a Wesley, para dejar bien claro que la buena conducta, aun la conducta religiosa, no es 1 Obras, 1:41-52. 5 6 La vida cristiana en modo alguno substituto para la fe y el amor. Dice él en aquel sermón: Si se pregunta: ¿Qué otra cosa además de todo esto se requiere para ser completamente cristiano?, respondo: En primer lugar, amar a Dios. Porque así dice su Palabra: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Tal amor de Dios hinche el corazón, se posesiona de todos los afectos, llena el alma a plenitud, y emplea todas sus facultades hasta el máximo. El espíritu de quien así ama a Dios continuamente se regocija en Dios su Salvador. En el Señor está su delicia; en su Señor y su todo, a quien da gracias en todo. El nombre y la memoria del Señor son el deseo de su alma. Su corazón clama constantemente: «¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra». Ciertamente, ¿qué puede desear, sino a Dios? No el mundo, ni las cosas del mundo. Porque el mundo le ha sido crucificado, y él al mundo. Ha sido crucificado al deseo de la carne, al deseo de los ojos, y al orgullo de la vida. Sí, está muerto a toda clase de orgullo, porque el amor no se envanece... La segunda señal del verdadero cristiano es el amor al prójimo. Porque así lo dice el Señor en las siguientes palabras: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Si alguien pregunta, «¿quién es mi prójimo?», le respondemos: «Toda persona en este mundo; todo hijo del Padre de los espíritus y de toda carne. No podemos en modo alguno exceptuar a nuestros enemigos, ni a los enemigos de Dios y de sus propias almas. Todo cristiano ama a los tales como a sí mismo, así como Cristo nos amó. ... Hay todavía una cosa más que se requiere para ser completamente cristiano. Esta merece consideración aparte, aunque en realidad no puede separarse de lo que antecede. Se trata del fundamento de todo, la fe. ...No es casi, sino completamente cristiano todo aquel que tenga esta fe que purifica el corazón y que obra por el amor. Esta fe purifica el corazón, mediante el poder de Dios que mora en él, de la soberbia, de la ira, del deseo impuro, de toda iniquidad, de toda inmundicia de carne y de espíritu. Y por otra parte lo llena de un amor hacia Dios y hacia toda la humanidad --un amor que hace las obras de Dios, que se gloría en gastar y gastarse en pro de todos, que sufre con gozo, no sólo los reproches por causa de Cristo, el que se burlen de él, lo desprecien, que todos lo aborrezcan, sino también todo lo que la sabiduría de Dios permite que la malicia humana y los demonios inflijan sobre él. Es importante señalar esto al inicio del presente volumen, pues de otro modo, leyendo uno tras otro estos tratados en los que Wesley trata sobre asuntos de conducta tales como la vestimenta, la responsabilidad política, o la actitud cristiana hacia la esclavitud, corremos el riesgo de imaginarnos que Wesley es un legalista que coloca todo esto en el lugar central que sólo les pertenece al amor y la fe. Lo Introducción 7 cierto es todo lo contrario. Así, por ejemplo, aunque Wesley admiraba muchísimo a William Law, el famoso escritor puritano, sin embargo llegó a escribirle una carta en la que le reprochaba precisamente el no haber recalcado suficientemente la primacía de la fe sobre la conducta: Llevo dos años dedicado particularmente a predicar siguiendo el ejemplo de sus dos tratados prácticos, y todos los que me han escuchado han creído que la ley es grande, maravillosa y santa. Pero tan pronto como intentaron cumplirla, descubrieron que es demasiado alta para el mortal, y que «mediante las obras de la ley ninguna carne será justificada». Para remediar esto, les exhorté, y me dediqué yo mismo, a orar asiduamente por la gracia de Dios, y hacer uso de todos los medios que el Dios que todo lo sabe nos ha provisto para obtenerla. Pero aun sí, tanto ellos como yo nos convencimos más y más de que se trata de una ley que el humano no puede vivir, porque la ley en nuestros miembros constantemente pugna con ella, y que por tanto nos lleva a un cautiverio aun mayor bajo la ley del pecado. Bajo ese pesado yugo hubiera yo gemido hasta el momento de mi muerte, de no haber sido porque un santo varón, a quien Dios me llevó recientemente, al escuchar mi lamento me respondió de inmediato: «Cree, y serás salvo. Cree en el Señor Jesucristo con todo tu corazón, y nada te será imposible. Esta fe, y la salvación que trae, es el don gratuito de Dios. Busca, y hallarás. Desnúdate de tus propias obras y de tu propia justicia, y busca refugio en él. Porque a quien acuda a él, no le echará fuera.» Ahora, buen señor, permítame que le pregunte, ¿cómo ha de responder usted ante nuestro común Señor, por no haberme dado tal consejo? Wesley, al tiempo que reconoce el valor de los consejos de Law, y a través de toda su vida llamará a sus seguidores a una vida santa, reconoce también el peligro de que se llegue a pensar que la santidad es el camino que conduce a la salvación, de tal modo que los creyentes, en lugar de confiar en la gracia de Dios, confíen en su propia santidad. En este punto, Wesley afirma categóricamente el principio protestante de la justificación gratuita. Y lo afirma con palabras tan fuertes como cualesquiera de Lutero o de Calvino. Por otra parte, como se verá en el próximo volumen, Wesley, como fiel heredero de la tradición reformada, 8 La vida cristiana subraya la importancia de la santificación para la vida cristiana, y por ello las cuestiones éticas son para él de importancia fundamental. Aunque algunos elementos de la tradición wesleyana han subrayado la santificación personal, y otros han hecho caer el énfasis sobre la responsabilidad social de los cristianos, lo cierto es que para Wesley ambas cosas son inseparables. La vida cristiana es necesariamente vida en comunidad, y por tanto la santificación ha de manifestarse, no solamente en la vida interior y en el desarrollo del carácter individual, sino también en las relaciones con los demás, y en el modo en que nos comportamos en esas relaciones, incluso las de carácter político y económico.