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UNA BREVE

APROXIMACIÓN AL

ROL DEL QHAPAQ ÑAN Manuel F. Perales Munguía EN EL PROCESO Proyecto Qhapaq Ñan – Sede Nacional CONDUCENTE A LA Autor

FORMACIÓN DEL

PUEBLO DE TAMBO, 21 de febrero SAUSA, JUNÍN, PERÚ de 2020

El 24 de febrero de 1965 se creó el distrito de Sausa mediante Ley N° 15437, fijándose su capital en la villa homónima, categoría y denominación que le fueron otorgadas al antiguo pueblo de Tambo a través de la Ley N° 10155 del 30 de diciembre de 1944 (Aranda 2009: 25). No obstante, este último nombre –Tambo– posee una singular connotación histórica, pese a que en la actualidad está cayendo en desuso frente al de Sausa, el cual ha ido ganando terreno a partir de la adquisición del estatus distrital de la localidad.1 Considerando lo expuesto, el presente trabajo desarrolla un conjunto de planteamientos en torno al proceso que condujo a la formación inicial del pueblo de Tambo, que en la actualidad constituye el núcleo urbano del moderno distrito de Sausa, localizado sobre los 3371 msnm y dentro de la jurisdicción de la provincia de , en el departamento de Junín (figura 01). Dicho proceso tuvo hitos importantes, como el establecimiento del extenso complejo inca de Hatun Xauxa en la segunda mitad del siglo XV y la fundación de la ciudad hispana de Xauxa por par de Francisco Pizarro entre 1533 y 1534, consolidándose durante las décadas de 1560 y 1570, cuando alcanzó funcionamiento pleno el tambo colonial del mismo nombre.

Figura 01: Mapa de ubicación del distrito de Sausa, en la provincia de Jauja, departamento de Junín.

1 Se puede plantear que el nombre castellanizado de Sausa corresponde a una pronunciación particular que se ha venido haciendo de la denominación Xauxa, la misma que aparece en la documentación escrita colonial y de la que deviene también el término Jauja. De acuerdo a la lingüística, Xauxa debió representar a la voz quechua shausha o shawsha (v. Cerrón-Palomino 1989: 53-57), sobre cuyo origen se brindan algunos alcances más adelante en este documento. 1

Cabe precisar que el enfoque que se desarrolla en las páginas siguientes resalta el papel desempeñado por los caminos –integrados, en tiempos incaicos, al propio Qhapaq Ñan– a lo largo del proceso arriba señalado, incidiendo en la posición estratégica del territorio que actualmente comprende el distrito de Sausa en el establecimiento de antiguas rutas de comunicación terrestre que se fueron estructurando con el paso del tiempo, por lo menos desde el siglo III de nuestra era hasta el siglo XVI. De este modo, se espera que el presente documento sirva para contribuir al reconocimiento de los valores del patrimonio cultural del lugar por parte de la población sausina en general, así como al fortalecimiento de sus identidades y sus vínculos con la historia de su localidad, continuando con la labor iniciada años atrás por autores de la zona como Pedro Aranda (2009).

Antecedentes: los tiempos previos al Tawantinsuyu De acuerdo a las investigaciones realizadas hasta la fecha (v. g. D’Altroy 1981, 1992, 2015; Parsons et al. 2013), las evidencias más antiguas de la presencia humana en el territorio que actualmente corresponde al distrito de Sausa datan de los periodos Intermedio Temprano (ca. 200 a.C. – 600 d.C.) y Horizonte Medio (ca. 600 – 1000 d.C.). De manera concreta, se ha señalado que durante esos tiempos se pudieron haber establecido al menos dos pequeños asentamientos, de los cuales solo se han reportado hasta el momento restos dispersos de cerámica fragmentada superficial (figura 02).

Figura 02: Ubicación y probable extensión de los sitios arqueológicos JASP 549 y JASP 550 con evidencias de ocupaciones de los periodos Intermedio Temprano y Horizonte Medio.

El primero de dichos sitios se localizó hacia el lado noroeste del área urbana de Sausa y habría ocupado una superficie estimada en cinco hectáreas (D’Altroy 1992: 111; 2015: 244; Parsons et al. 2013: 234).2 Siguiendo las referencias disponibles, se puede plantear que ese espacio se habría ubicado principalmente hacia el sector por donde hoy corren los jirones Túpac Amaru, Dos de Mayo y Huayna Cápac. El segundo posible asentamiento, de unas 3.4 hectáreas, estuvo emplazado a unos 500 metros al sureste del anterior, hacia la parte alta del pueblo de Sausa (figura 02), en una ladera de suave

2 Sitio 550 de acuerdo al registro del Proyecto de Reconocimiento Arqueológico Junín o JASP (Junin Archaeological Survey Project) por sus siglas en inglés (Parsons et al. 2013: 232-234) y sitio J5 según el Proyecto de Investigaciones Arqueológicas Alto Mantaro o UMARP (Upper Mantaro Archaeological Research Project) por sus siglas en inglés (D’Altroy 1992: 113). 2

pendiente muy cerca del sector conocido como Macón y en la margen izquierda de la sección superior de la quebrada Huatanay (Parsons et al. 2013: 232).3 Algunos hallazgos recientes confirman la eventual existencia de ocupaciones humanas preincas en Sausa y brindan algunos alcances adicionales al respecto. Por un lado, se cuenta con una figurina zoomorfa de cerámica (figura 03a),4 similar a otros especímenes que han sido reportados en sitios vecinos con ocupación temprana como San Juan Pata al noroeste de Jauja (Perales et al. 2015: 84-87; Villanes et al. 2009: 82-83), los mismos que se pueden clasificar dentro del estilo Usupuquio del periodo Intermedio Temprano (ca. 300 – 500 d.C.), definido décadas atrás por David Browman (1970).5 De manera específica, el ejemplar referido representa a un camélido –posiblemente una alpaca de la variedad huacaya– en estado de preñez, con las patas extendidas y el cuello erguido.

Figura 03a: Figurina zoomorfa de Figura 03b: Cuenco de estilo cerámica (estilo Usupuquio), procedente Huacrapuquio, procedente de Sausa del sector noroeste de Sausa. (Colección Sergio Reyes Peralta).

3 Sitio 549 en el reporte del JASP (Parsons et al. 2013: 232). 4 Esta figurina fue recuperada en el marco de la ejecución de un proyecto de monitoreo arqueológico de obras civiles a lo largo de la avenida Hatun Xauxa en el año 2017. De acuerdo a la información brindada, un punto de referencia de la ubicación de su hallazgo es la intersección de la referida vía con la avenida Héroes de la Breña (Dannal Aramburú, comunicación personal 2017). 5 Inicialmente Christine Hastorf et al. (1989: 96) consideraron la cerámica Usupuquio dentro de una categoría mayor denominada Huacrapukio I, a partir de sus estudios en el cercano sitio de Ninacanya en Pancán, Jauja. No obstante, en una publicación posterior, Terence D’Altroy (2001: 30) retoma el término Usupuquio para referirse a toda la cerámica desarrollada en Jauja durante el periodo Intermedio Temprano. 3

De otra parte, también se cuenta con un cuenco de base redondeada y engobe naranja (figura 03b),6 con decoración interior de aspecto geométrico, consistente en bandas rectas de tono rojizo que se entrecruzan de manera casi perpendicular, conformando dos campos reticulados de aspecto triangular que se unen a su vez por un vértice ubicado hacia la parte central de la pieza. Adicionalmente, hacia sus bordes dicho cuenco presenta más bandas similares que corren de forma horizontal, definiendo otros campos reticulados parecidos a los anteriores. De acuerdo a la clasificación alfarera de Browman (1970) este espécimen correspondería al estilo Huacrapuquio, que se habría vuelto popular en el valle del Mantaro hacia la parte final del periodo Intermedio Temprano (ca. 500 – 600/650 d.C.).7 Otros hallazgos adicionales se han reportado cerca del lado noreste del distrito de Sausa, hacia las orillas del río Yacus y a un lado del aeropuerto Francisco Carlé, en donde se han recuperado de manera fortuita piezas de cerámica que evidentemente pertenecen al periodo Horizonte Medio. A modo de ejemplo, se puede mencionar una vasija cerrada de cuerpo globular, que presenta apéndice con orificio, gollete ancho y superficies pulidas, además de decoración polícroma con atributos relacionados al estilo Chakipampa (figura 04a). De otro lado, también podemos señalar una vasija abierta, en la forma de vaso con bordes divergentes y superficies pulidas (figura 04b), vinculado al estilo conocido como Negro Decorado, específicamente con su variante llamada Wari Negro (v. Menzel 1964; cf. Pozzi-Escot et al. 1994).8

6 Si bien se sabe que esta pieza procede de Sausa, no se cuenta con información precisa sobre el lugar del hallazgo de la misma. En la actualidad obra como parte de la colección particular del Sr. Sergio Reyes Peralta, ciudadano del distrito de Sausa y miembro de la Comunidad Campesina de Tambo. 7 Tal como se ha indicado en la nota 5, también ha habido cambios en relación al uso del término Huacrapuquio en los esquemas de periodificación elaborados para Jauja y el valle del Mantaro por parte de los integrantes del UMARP. En un principio dicho nombre se utilizó para denominar a toda la tradición alfarera del área señalada, desarrollada desde casi la mitad del periodo Intermedio Temprano hasta la primera porción del Horizonte Medio (Hastorf et al. 1989: 96). No obstante, años después se reconsideró su aplicación para incluir únicamente a los estilos alfareros del periodo Horizonte Medio, como Calpish y Quinsahuanca definidos previamente por Browman (D’Altroy 2001: 30). Esta situación deja entrever la necesidad de revisar con detenimiento el problema de la periodificación arqueológica en la región. Por este motivo, en este texto se emplea la propuesta inicial de Browman, para evitar mayores confusiones. 8 En el caso de las dos piezas que se acaban de describir, ambas actualmente son parte de la colección del investigador jaujino Henoch Loayza Espejo, quien las recibió en calidad de donación y quien, gentilmente, nos ha brindado alcances respecto de las circunstancias de su hallazgo (Henoch Loayza, comunicación personal, 2014). 4

Figura 04a: Vasija con atributos Figura 04b: Vaso relacionado al estilo estilísticos Chakipampa, procedente de las Wari Negro, procedente de las inmediaciones del río Yacus al noreste de inmediaciones del río Yacus al noreste de Sausa (Colección Henoch Loayza Espejo). Sausa (Colección Henoch Loayza Espejo).

Al margen de la limitada información disponible y de las escasas evidencias presentadas, de todos modos se puede señalar que los grupos humanos asentados en el ámbito del distrito de Sausa a partir del periodo Intermedio Temprano, especialmente desde los siglos III y IV de nuestra era, mantuvieron importantes contactos con otros colectivos presentes en el área de Jauja. Para ello, debieron desplazarse por caminos también antiguos que bien pudieron haber servido para que estas personas entablen relaciones con poblaciones de otros territorios, incluso a gran distancia fuera de la región. Ello estaría corroborado por la presencia de piezas de aparente factura foránea como las vasijas con rasgos estilísticos Chakipampa y Negro Decorado que aquí hemos presentado, así como los especímenes de estos y otros estilos del periodo Horizonte Medio que han sido reportados años atrás por el equipo de investigadores del Centro de Estudios Histórico-Sociales “Julio Espejo Núñez” de Jauja (Villanes et al. 2009: 98-103). Después del periodo Horizonte Medio, pasado el influjo de elementos culturales que se relacionan con el fenómeno conocido como Wari,9 la presencia humana parece haber comenzado a concentrarse hacia las laderas al suroeste del distrito, en dirección a Macón y Shushunya, aunque hasta la fecha no se han recuperado evidencias que demuestren ello de manera fehaciente. En contraste, el registro arqueológico señala una importante ocupación humana en los territorios más allá de los confines del actual distrito

9 Considerando las características y finalidad del presente texto, no se abordará aquí el problema de Wari y la naturaleza de las ocupaciones humanas durante el periodo Horizonte Medio en Sausa. Por lo pronto, se puede recordar que un último trabajo sobre el tema señala que la población de esta zona pudo sufrir una reorganización significativa, incorporándose a circuitos de intercambio de bienes a larga distancia bajo el liderazgo de los habitantes del sur del valle del Mantaro, donde se edificó el importante sitio de Huarivilca (Borges 1988: 53-54). 5

de Sausa, hacia el norte, en donde comenzaron a desarrollarse numerosos asentamientos hacia el fondo del valle, así como sobre colinas bajas y estribaciones cercanas al mismo, en particular durante la primera parte del periodo Intermedio Tardío, correspondiente a la fase Wanka I (ca. 1000 – 1350 d.C.) en la secuencia establecida por el equipo del UMARP (D’Altroy 2001: 37-38). En relación a los años posteriores (fase Wanka II, ca. 1350 – 1450 d.C.), hasta el momento tampoco contamos con indicios de actividades humanas relevantes dentro del distrito de Sausa, puesto que la tendencia observada en los patrones de asentamiento indica un mayor énfasis en la ocupación de tierras más altas y cumbres de cerros elevados, en donde se emplazaron extensos sitios de habitación como Tunanmarca y Hatunmalca en el vecino valle de Yanamarca (D’Altroy 2001: 39-40). En efecto, como se sabe, allí se alojaron numerosas comunidades de un colectivo étnico conocido como xauxa o shawsha, que por aquel entonces ya estaba adquiriendo características culturales propias que se reflejaban en determinados aspectos de su cultura material, como fue el caso de su cerámica y arquitectura, además de elementos de su vestimenta (D’Altroy y Hastorf 2001; Perales 2004; Hurtado 2013).10

Los incas y el establecimiento de Hatun Xauxa

Según la información disponible a la fecha, la expansión inca habría alcanzado el valle del Mantaro hacia el año 1450 d.C. aproximadamente, con lo que se daría inicio a la fase Wanka III de la secuencia propuesta por el UMARP, que concluirá posteriormente con el arribo de los primeros europeos a la región en el año 1533 (D’Altroy 2001: 43). Durante aquel lapso de tiempo se dieron cambios de singular trascendencia entre las poblaciones de Jauja, entre los que podemos mencionar una drástica reubicación de las mismas hacia emplazamientos más bajos y cercanos al fondo del valle, la implementación de diferentes estructuras de poder y el establecimiento de nuevas posiciones de autoridad, además de la construcción de una importante infraestructura estatal como instalaciones para la administración y el ritual, complejos de almacenaje, puentes, caminos, entre otros (v. D’Altroy 1981, 1992, 2015; D’Altroy y Hastorf 2001). En el contexto delineado, el régimen inca dispuso la construcción de un extenso asentamiento estatal hacia la parte central del actual distrito de Sausa, proyectado para desempeñarse como “cabeza” del wamani que los señores del establecieron en esta región.11 Dicho asentamiento fue

10 De modo interesante, la evidencia lingüística respalda la propuesta de una diferenciación marcada entre las poblaciones de las partes norte y sur del valle del Mantaro durante el periodo Intermedio Tardío, expresada en la escisión de las variantes quechua shawsha y wanka (Cerrón-Palomino 1989: 53-55). 11 Usualmente se ha traducido la voz wamani como “provincia”, sin embargo en los últimos años se ha llamado la atención acerca de la necesidad de reconsiderar ese planteamiento (v. Pino 2017).

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bautizado como Hatun Xauxa por una decisión presumiblemente tomada por un “general” y hermano de Pachacútec,12 durante el proceso de conquista del valle del Mantaro, tal como se indica en el siguiente testimonio del siglo XVI, contenido en un documento redactado hacia 1582 por orden del entonces corregidor de Jauja, Andrés de Vega: “[…] antes del Inga [la cabecera del repartimiento] se llamó Xauxa, y porque asentó allí algunos días, la llamó Hátun [sic] Xauxa, que quiere decir Xauxa la grande” (Vega 1965 [1582]: 168). El citado testimonio resulta importante, puesto que deja en claro que la voz xauxa es de fecha anterior a la presencia inca, lo que obliga a rastrear su origen y significado de manera seria. En dicha tarea puede ayudar, quizás, el hecho de que un paraje localizado hacia el lado oeste del sitio arqueológico de Chucchu o Chucchush, en la jurisdicción actual de la Comunidad Campesina de Huancas, distrito de Yauyos, era conocido como Shaushamalca –o más propiamente Shawshamalka– de acuerdo a las referencias proporcionadas por el investigador jaujino Henoch Loayza Espejo (comunicación personal, 2017).13 Numerosas fuentes escritas tempranas brindan importantes alcances sobre el asentamiento inca de Hatun Xauxa, en vista de haberse tratado de una de las instalaciones estatales más importantes en todo el territorio del Tawantinsuyu (v. Rivera 1967). Para ilustrar ello, podemos remitirnos a los alcances brindados por Miguel de Estete, español que acompañó a Hernando Pizarro en su expedición hacia Pachacamac en los primeros meses de 1533, arribando a Hatun Xauxa al atardecer del día domingo 16 de marzo de ese año:

“El pueblo de Xauxa es grande y está en un valle muy hermoso, y es tierra templada; passa un río poderoso por la una parte del pueblo. Es abundoso de bastimentos e ganados; está hecho a manera de pueblo de España, muy junto e sus calles bien traçadas. Hay a vista del otros muchos pueblos sus subjetos, y era tanta la gente que parescio allí de la del mesmo pueblo e sus comarcas, que otra semejante en un solo pueblo no se ha visto en Indias, porque al parescer de quantos españoles lo vieron se juntaban cada día en la plaça principal mas de cient mill animas, y estaban los mercados e otras plaças e calles del mesmo pueblo tan llenos de gente, que parescia cosa de maravilla su grandissima multitud. Avía hombres que tenían cargo de contar aquella gente cada día, para saber los que venían a servir a la gente de guerra; otros tenían cargo de mirar todo lo que entraba en el dicho pueblo” (Estete 1917 [1533]: 96-97).

Años después Pedro Cieza de León pasó también por Hatun Xauxa y como producto de dicha visita el citado cronista dejó importantes anotaciones que refrendan las apreciaciones previas de Estete, como se muestra a continuación:

12 Según D’Altroy (1992: 77), partiendo de una revisión de varias fuentes, este personaje se habría llamado Cápac Yupanqui. No obstante, cabe destacar que en la versión de Cieza (1880 [1551]: Cap. 49, pp. 183-185) el nombre empleado es el de Lloque Yupanqui. 13 Respecto del topónimo Hatun Xauxa se han dicho muchas cosas sin fundamento. A modo de ejemplo, se puede mencionar un planteamiento que señala que el término procede de una voz cuya representación escrita sería “atuc jauca” y que significaría “zorro tranquilo” (Mallma 1992: 32). Ello, claramente, no resiste en lo absoluto al análisis lingüístico riguroso.

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“En todas estas partes había grandes aposentos de los ingas, aunque los más principales estaban en el principio del valle, en la parte que llaman Jauja, porque había un grande cercado donde estaban fuertes aposentos y muy primos de piedra, y casa de mujeres de sol, y templo muy riquísimo, y muchos depósitos llenos de todas las cosas que podían ser habidas. Sin lo cual, había grande número de plateros que labraban vasos y vasijas de plata y de oro para el servicio de los ingas y ornamentos del templo. Estaban estantes más de ocho mil indios para el servicio del templo y de los palacios de los señores. Los edificios todos eran de piedra. Lo alto de las casas y aposentos eran grandísimas vigas, y por cobertura paja larga” (Cieza 1922 [1551]: Cap. 84, p. 275).

Como resultado de investigaciones previas, se planteó que el asentamiento inca de Hatun Xauxa tuvo una extensión modesta, de tan solo 36.3 hectáreas (Parsons et al. 2013: 233.235), 48.4 hectáreas (D’Altroy 1981: 74, 1992: 106) o 48.9 hectáreas (LeVine 1985: 312, 316). Asimismo, sobre la base de tales propuestas, se estimó que el sitio podía alojar a una población permanente relativamente pequeña, de entre 5300 y 8000 personas (D’Altroy 1992: 107). No obstante, los estudios desarrollados en años recientes por el Proyecto Qhapaq Ñan – Sede Nacional han mostrado que Hatun Xauxa era una instalación mucho más grande de lo que previamente se había pensado (figura 05), cubriendo una superficie de por lo menos 170 hectáreas –de las que 50 hectáreas pudieron corresponder, tal como adelantó Terry LeVine (1985: 312, 316), a su plaza principal– con una capacidad para alojar un contingente humano numeroso, en un rango de 16 mil a 25 mil individuos (Perales 2013).

Figura 05: Nueva extensión propuesta para el asentamiento inca de Hatun Xauxa (tomado de Perales 2013: 19; y de Perales y Rodríguez 2016: 124).

Las nuevas cifras mostradas para Hatun Xauxa resultan más coherentes con los relatos del siglo XVI acerca de la magnitud del asentamiento e incluso en torno al tamaño de su plaza principal, sobre la cual el hermano de Francisco Pizarro, Hernando, afirmó que por lado “tiene un cuarto de legua” (Pizarro 1959 [1533]: 90). Del mismo modo, los trabajos del Proyecto Qhapaq Ñan – Sede Nacional han hecho posible reconocer cierta diferenciación a nivel de

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las actividades llevadas a cabo en los distintos sectores que habrían conformado el asentamiento, destacando su parte central –desde la actual plaza Huáscar de Sausa, hacia el paraje conocido como Cancha Cancha– en donde se debieron concentrar muchas de las principales edificaciones incaicas de carácter religioso, administrativo, político y residencial del sitio (Perales y Rodríguez 2016: 153-155; cf. D’Altroy 1992: 114). De otra parte, ahora también sabemos que edificios importantes de Hatun Xauxa, como la plataforma conocida con el nombre de ushnu, experimentaron remodelaciones que pudieron haber estado relacionadas con distintas fases constructivas del sitio, en las cuales, a su vez, se habrían aplicado principios de organización espacial de carácter ortogonal y radial, respectivamente (Perales y Rodríguez 2016: 155-156). Adicionalmente, resulta de singular interés la particular configuración del asentamiento en general, con una plaza que parece proyectarse hacia el paisaje por sus flancos septentrional y oriental (figura 06), precisamente hacia donde se concentra un conjunto importante de accidentes naturales que habrían tenido una connotación sagrada en la época del Tawantinsuyu y que, a su vez, están relacionados con algunos antiguos mitos que han sobrevivido parcialmente hasta el presente (Perales y Rodríguez 2016: 157).14

Figura 06: Proyección de la plaza inca de Hatun Xauxa hacia el paisaje circundante, en donde se localizan varios rasgos significativos de posible connotación sagrada en tiempos precoloniales (tomado de Perales 2016: 185; y de Perales y Rodríguez 2016: 156).

Otro aspecto que pone en relieve el estatus prominente de Hatun Xauxa en el contexto del Tawantinsuyu corresponde a la magnitud de la infraestructura de almacenaje que se implementó en el entorno inmediato del sitio (figura 07). En efecto, en las laderas localizadas al este y sureste de la actual zona urbana de Sausa, particularmente hacia los parajes de , Mesapata, Shushunya y Macón, se pueden observar hoy en día los restos de varias agrupaciones de depósitos circulares y rectangulares, levantados con muros de piedra y

14 Estas nuevas evidencias dejan sin sustento planteamientos previos que señalaban que, visto desde el aire, el asentamiento inca de Hatun Xauxa tenía la forma de cabeza de zorro (v. Mallma 1992: 32-35, 1996: 95, 98). De otra parte, uno de los mitos aludidos en este párrafo corresponde al que fue recogido por la maestra Rebeca Manhualaya (1994) en la localidad de Condorsinja, al noreste de Sausa, en la década de 1980.

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mortero de barro, que se disponen formando hileras que siguen de forma aproximada el contorno de la pendiente. Los reconocimientos arqueológicos desarrollados previamente por el equipo del UMARP han permitido identificar unos 1,069 almacenes distribuidos en cinco conjuntos ubicados a menos de un kilómetro de distancia de Hatun Xauxa, contando con un volumen total de 64,618 metros cúbicos disponibles para el acopio de los distintos tipos de bienes que eran obtenidos por el Estado inca, principalmente como resultado de la prestación de servicios y mano de obra por parte de las poblaciones conquistadas, bajo la forma de mit’a (D’Altroy 1992: 165).

Figura 07: Distribución de los sitios de almacenaje inca asociados directamente al asentamiento estatal de Hatun Xauxa.

Si bien la cantidad de depósitos vinculados directamente a Hatun Xauxa resulta excepcional, mucho más sorprendente aún es el número de tales edificios que se ha reportado para todo el valle del Mantaro, que con un total de 2,753 estructuras y un volumen de unos 170,000 metros cúbicos, constituyen “[…] uno de los mayores complejos de almacenaje arqueológicamente registrados en las Américas prehispánicas” (D’Altroy 2003: 281, traducción propia). Todo ello no hace sino corroborar muchos de los testimonios contenidos en las fuentes escritas de los siglos XVI y XVII, respecto del papel fundamental que desempeñó Hatun Xauxa en la administración inca al momento del arribo de los europeos, tal como afirma Felipe Guamán Poma al referirse al inca Huáscar: “Desde el valle de Xauxa, indios Guancas, gobernó y reinó este dicho Inga” (Guamán Poma 1993 [1615]: 92 [116]). Además de todo lo manifestado, también debe señalarse que Hatun Xauxa ocupó una posición neurálgica dentro del sistema vial inca, encontrándose en la ruta del camino principal –el Qhapaq Ñan propiamente dicho– entre Cusco y Quito (v. Regal 2009 [1939]; Hyslop 2014 [1984]; Jenkins 2001; Ccente y Román 2005; Bar et al. 2016; Pino 2016). Paralelamente, desde allí partían otras vías –varias de carácter transversal– que articulaban el asentamiento mencionado con otros territorios importantes, tanto al oriente como hacia el occidente, entre las que destacaba la que ascendía a la cordillera de Pariacaca (figura 08), para llegar al centro ceremonial de Pachacamac, frente al Océano Pacífico (v. La Torre y Caja 2005; Capriata et al. 2019). De modo

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interesante, si consideramos las evidencias arqueológicas correspondientes a los tiempos previos a la ocupación inca –reseñadas al principio– se puede pensar que el espacio correspondiente al actual distrito de Sausa ya se encontraba integrado a antiguas rutas desde, por lo menos, el periodo Intermedio Temprano, alcanzando un rol mucho más prominente en el contexto andino durante los tiempos del Tawantinsuyu.

Figura 08: Mapa de ubicación del camino transversal que en tiempos del Tawantinsuyu unía Hatun Xauxa con Pachacamac, a través de la cordillera de Pariacaca.

Los comienzos del periodo colonial: La reestructuración toledana y la formación inicial del pueblo de Tambo

Como se manifestó antes, Hernando Pizarro y Miguel de Estete fueron algunos de los primeros españoles que arribaron a Hatun Xauxa en los primeros meses de 1533, integrando una expedición de avanzada que tenía, además, la finalidad de capturar a Chalcuchima, líder de las tropas inca leales a acantonadas por aquel entonces en las inmediaciones del mencionado sitio inca (Perales 2016). Los testimonios de dichos europeos (Estete 1917 [1533]: 96-97; Pizarro 1959 [1533]: 89-90) dejan entrever la admiración que les causó Hatun Xauxa, por lo que el lugar despertó el interés del propio Francisco Pizarro, quien tomó por ello la decisión de establecer allí un asentamiento hispano durante su marcha de hacia el Cusco (Sancho 2004 [1534]: 50). El arribo de Francisco Pizarro a Hatun Xauxa se concretó en el mes de octubre de 1533 y fue en ese momento cuando:

“En el intermedio, para poner orden en las cosas de aquella ciudad [de Xauxa], [Francisco Pizarro] fundó el pueblo a nombre de S.M., y creó oficiales para la justicia de él, que fueron ochenta, y los cuarenta de ellos fueron

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cuarenta caballos ligeros [sic] que dejó allí de guarnición con el tesorero [Alonso de Riquelme] para que guardase también el oro de S.M.. [sic] dejándolo por su lugar teniente, y para que en todo fuese cabeza y tuviera el mando y suma del gobierno” (Sancho 2004 [1534]: 64-65).

Sin embargo, esta fundación del nuevo asentamiento español quedó trunca debido a la pronta partida de Pizarro hacia el Cusco. Finalmente, el proceso sería concluido meses después, el 25 de abril de 1534, según refiere Raúl Porras (1950: 122) sobre la base de un documento del siglo XVI transcrito por dicho historiador y publicado luego por Clodoaldo Espinosa, en donde se refiere que:

“[…] despues de hecha la fundación de la dicha ciudad de xauxa segun va declarado y benido el dicho gouernador francisco pizarro de conquistar pacificar y poblar la gran ciudad del cuzco y conquistada e poblada en serbicio del emperador rrey don carlos nuestro señor luego en llegando a esta ciudad que fue a veynte e veynte cinco días del mes de abril de mill e quinientos e treinta e quatro años vi to [sic] el estado en que la población desta ciudad quedo e lo que sobre ello conbenia hazerse tomo consigo a alonso riquelme tesorero de su majestad en estos rreynos e con su aquerdo e parecer e continuando la dicha población mando traçar el pueblo y solares que en el abia de auer y plaça en lo mejor y en el comedio en la qual se dyo solar a la yglesia catedral que abia de aber y en el solar mando hazer y edificar la populosa que ser pudo como conbenia y era necesario para celebrarse en ella el culto dibino a la qual puso nombre e abocacion de nuestra señora de la concebcion en cuyo onor e alabança de nuestro señor se hizo y edifico. Asimesmo hizo señalar solar para monasterio de la orden de santo domingo e hizo sobre esto otras cosas conbenientes como parece por la traça de la dicha ciudad que adelante esta” (Espinosa 1964: 111).

Este valioso relato es corroborado también por las referencias proporcionadas por el mismo secretario de Francisco Pizarro, Pedro Sancho, quien indica que:

“[Francisco Pizarro] ordenó el lugar y sitio donde se había de levantar la iglesia en aquella ciudad de Xauxa; la cual mandó que hicieran los caciques de la comarca, y fue edificada con sus gradas y puertas de piedra” (Sancho 2004 [1534]: 118).

Sobre la base de los escritos citados, resulta claro que los mayores esfuerzos de los vecinos de la flamante ciudad española de Xauxa –fundada en calidad de capital de la gobernación de Nueva Castilla– estaban orientados hacia la construcción de la catedral y el monasterio de la orden dominica. No obstante, a la fecha se desconocen los puntos exactos en donde se habrían erigido tales edificios, al igual que tampoco se sabe sobre la ubicación precisa de aquella primigenia plaza hispánica. De todos modos, considerando los casos de otros asentamientos inca en los que se intentaron establecer luego urbes españolas, como Huanuco Pampa (Gasparini y Margolies 1977: 113-114), se puede sugerir que el trazado de la ciudad española de Xauxa pudo haberse efectuado en alguna parte del sector ocupado originalmente por la plaza

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principal de la Hatun Xauxa inca, la cual era sumamente extensa, como ya se dijo antes. Más adelante, a fines de agosto de 1534, Francisco Pizarro viajó desde Xauxa hacia Pachacamac con la finalidad de conocer dicho centro ceremonial y, adicionalmente, la región de Chincha (Porras 1950: 139). Si bien resulta casi seguro que Pizarro haría dicho viaje siguiendo el camino transversal que atraviesa la cordillera de Pariacaca, su intempestivo retorno desde Chincha – a raíz de un llamado de alerta a causa de un hipotético alzamiento de los indígenas en Jauja– se llevó a cabo mediante otra ruta, esta vez por el valle de Cañete, tal como se colige de las referencias disponibles (Porras 1950: 141). Al margen de lo señalado, una consecuencia trascendental de la mencionada travesía de Pizarro fue su decisión –respaldada luego por los españoles avecindados en Xauxa– de trasladar la capital de la gobernación de Nueva Castilla a la costa, hecho que se consumó en una asamblea del cabildo de dicha ciudad, llevada a cabo el 29 de noviembre de 1534 (Porras 1950: 142). Días después, en sesión de cabildo del 4 de diciembre, se acordó enviar una comitiva para la búsqueda del lugar apropiado para la reubicación de la urbe, la misma que estuvo integrada por García de Salcedo, Rodrigo de Mazuelas y Francisco de Herrera. Finalmente, poco antes de la navidad de 1534, Pizarro y los vecinos españoles de Xauxa partieron rumbo a la costa (Porras 1950: 144) –seguramente de nuevo por el camino que atraviesa la cordillera de Pariacaca, con dirección a Pachacamac– para fundar en el valle del Rímac la Ciudad de los Reyes, hoy , un 18 de enero de 1535. La salida de los españoles del viejo asentamiento inca de Hatun Xauxa, en el que Pizarro había fundado la urbe hispana de Xauxa, no significó en absoluto el final de su historia, en vista de que el grueso de sus habitantes nativos seguía establecido allí, tal como dan a entender otras referencias documentales de la época. Por ejemplo, Cristóbal Vaca de Castro en sus Ordenanzas de tambos del año 1543 menciona a Xauxa como un tambo en: “[…] donde han de servir los yndios de Gómez de Carabantes y Rodrigo de Macuelas [sic: Maçuelas] y ciertos yndios, y abíos [¿yauyos?] mitimaes que allí están” (Vaca de Castro 2018 [1543]: 66). Años después, hacia 1568, se emitió un documento oficial de la administración española, consistente en lo que Luis Miguel Glave considera el más antiguo arancel para tambos coloniales, titulado “Mandamiento para que los españoles y caciques de los tambos principales del camino de Jauja tengan los víveres necesarios para el servicio de quienes los solicitan”, el cual fue emitido por Rodrigo Cantos de Andrada, corregidor de Jauja hacia aquellos años (Glave 1989: 126-127).15 De acuerdo al análisis efectuado por

15 Si bien el propio Glave emplea el término Jauja en general, poco después especifica claramente que el tambo al que se hace referencia directa es el de “Hatun Jauja” (Glave 1989: 127), es decir el tambo que ya estaba operando en el emplazamiento correspondiente al antiguo asentamiento inca de Hatun Xauxa. Cabe precisar, además, que de acuerdo a Alfredo Bar (2013: 48), el título del citado documento sería el de “Mandamiento para que los españoles a cuyo cargo están los tambos y los caciques y principales e indios que sirven los tambos que están en el camino real del valle de Jauja tengan los mantenimientos necesarios para vender a los que pasaren a los precios que se indican”, el mismo que data de 1568. En contraste, Glave (1989: 126) le asigna la fecha de 1550, lo que en palabras de Sergio Cangahuala (comunicación personal, 2020) constituiría un error si se toma en cuenta que la

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el mencionado historiador, el documento referido resulta de singular transcendencia en la medida que establece, entre otras cosas, tasas para los servicios en los tambos y el salario para los mitayos involucrados en los mismos, los cuales debían ser respetados y aplicados tanto por españoles como por indígenas. De este modo, se buscaba que el tambo de Xauxa o Hatun Xauxa esté suficientemente abastecido y ordenado –puesto que no se debía permitir “meter” animales dentro del tambo– además de que se efectúen pagos apropiados según los servicios brindados por los indígenas que cumplían su mita sirviendo en dicha instalación caminera, tanto hacia el sur del valle del Mantaro, como hacia Huarochirí (Glave 1989: 127-128). En suma, las fuentes documentales citadas dan cuenta de la notable importancia del antiguo emplazamiento que los incas bautizaron como Hatun Xauxa en el contexto de la naciente administración española de los caminos andinos, por lo que, como ya vimos, se comenzó a considerar al sitio básicamente como un tambo, en la acepción colonial del término, como se verá más adelante. Sin embargo, una evaluación conjunta de la información disponible nos permite señalar que, al margen de ese nuevo estatus, Hatun Xauxa seguía siendo un asentamiento que albergaba a una población nativa importante, incluyendo a miembros de las elites indígenas del valle del Mantaro. Más aún, algunas evidencias arqueológicas recuperadas por el Proyecto Qhapaq Ñan – Sede Nacional en dicho sitio, podrían constituir indicios del desarrollo de algunas prácticas rituales de raíces andinas realizadas frente a los momentos de desestructuración y crisis que sucederían en las décadas inmediatamente posteriores a la caída del Tawantinsuyu (Perales y Rodríguez 2016: 132-133, 150-151).16 Pasando a otro punto, de acuerdo a Waldemar Espinoza (1964: 53-54), a mediados de agosto de 1565 el capitán Juan de Larreinaga Salazar – designado como corregidor de Jauja por el virrey Lope García de Castro– se instaló en Hatun Xauxa y poco después habría decidido la reubicación de su población a cierta distancia al noreste. De este modo, siguiendo la versión del historiador cajamarquino, se estableció la reducción de indígenas del mismo nombre, “[…] el día de Santa Fe de aquel año de 1565” (Espinoza 1964: 54), pueblo que con los años daría lugar a la moderna ciudad de Jauja (figura 09).

disposición fue emitida por Rodrigo Cantos de Andrada, quien asumió el cargo de corregidor de Jauja después de Juan de Larreinaga Salazar, el cual hizo lo propio recién en 1565 (Puente 2016). Esta observación estaría respaldada en el hecho de que Rodrigo Cantos, en su calidad de corregidor de Jauja, emitió otro dispositivo similar en 1569, pero para el caso del tambo de (v. Puente 2007: 94; cf. Espinoza 1973: 192). 16 Se hace referencia, en especial, a un entierro humano exhumado hacia el centro de la parte superior de la plataforma ushnu de Hatun Xauxa, el cual exhibe características que parecen situarlo hacia los inicios del periodo colonial (Perales y Rodríguez 2016: 150). No obstante, aún hacen falta estudios especializados y fechados que ayuden a caracterizar mejor dicho contexto.

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Figura 09: Vista de la iglesia matriz de Jauja y el palacio municipal, en el lado suroeste

de la plaza de armas de la ciudad, antigua reducción de Santa Fe de Hatun Xauxa (Fotografía: Proyecto de Tramo Xauxa-Pachacamac).

Si bien Espinoza ha reafirmado este planteamiento en publicaciones posteriores (v. g. Espinoza 1973), hasta la fecha no ha presentado formalmente las fuentes documentales que den fe de lo que propone.17 En contraste, en años recientes ha visto la luz la transcripción de un valioso manuscrito que incluye el traslado de un texto redactado por orden del virrey Francisco de Toledo en el pueblo de La Concepción el 14 de noviembre de 1570, en el marco de su visita general a esta parte del virreinato peruano, en el que se dispone:

“[…] que los naturales del dicho repartimiento de los luxinguancas [sic] estubiesen ocupados ciento ni docientos yndios como lo tenian en el dicho tanbo de Hatun Jauxa osiossos aguardando que pasase algún pasajero sino que del dicho repartimiento de Hatun Jauxa se diessen al tanbo que estubiese en el dicho tanbo que fuesse español o yndio ocho o diez mitayos por sus mitas y questos no avian de llebar cargos sino entender en traer yerba, leña, maiz y otros mantenimientos para los passajeros y otras cossas como fuesse hordenado pagándoles lo que se acordase que se les devia dar e pagar e que se avia de fundar […] un pueblo de yndios junto al dicho tanbo para que los pasajeros que trajesen algunas cargas fuessen al dicho pueblo a buscar yndios para ello y si ellos se quissiessen alquilar para los llebar lo pudiessen hacer pagándoselo pero que no avian de ser conpelidos a ello y que avia de aber pesso para ello” (Hurtado y Solier 2017: 37-38; resaltado mío).

El citado texto, que incluye disposiciones del virrey Toledo para la reorganización de los tambos del periodo colonial temprano en el valle del Mantaro, brinda alcances importantes sobre la historia de Sausa durante la segunda mitad del siglo XVI. En primer lugar, muestra que el antiguo asentamiento inca de Hatun Xauxa seguía ocupado por un importante

17 Al respecto, quien sí ha publicado documentación que podría apoyar la propuesta de Espinoza es José Carlos de la Puente Luna. Concretamente, se trata de una carta remitida por el cabildo de indígenas de Xauxa al rey de España en 1566, en la que manifiestan su apoyo al gobierno del virrey Lope García de Castro (Puente 2016: 102-103). Como ha indicado Sergio Cangahuala (comunicación personal, 2020), si ya se había instalado el mencionado cabildo de naturales entonces resultaría lógico pensar que ya se habría iniciado el proceso de reducción bajo la dirección de Juan de Larreinaga. Ciertamente se trata de un tema que merece una investigación mucho más detenida.

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contingente humano al momento del arribo del virrey Toledo a la zona, el mismo que incluía individuos procedentes de otras partes del valle, comprendidas dentro del repartimiento de Lurinhuanca. De otro lado, el escrito da a entender que, pese a la continuidad en la ocupación de Hatun Xauxa, dicho asentamiento ya estaba siendo considerado plenamente como un tambo por las autoridades hispanas, es decir, como una instalación destinada exclusivamente al servicio de los viajeros que transitaban por esta ruta, por lo que ya se hallaba desprovista de las funciones administrativas, ceremoniales, políticas y económicas que tuvo en tiempos del Tawantinsuyu en su calidad de “cabeza” de wamani. De otro lado, el documento deja entrever que el gobierno español tenía interés en optimizar la mano de obra indígena de la zona, dejando un limitado número de individuos para el servicio del tambo de Hatun Xauxa y concentrando al grueso de su población original en un asentamiento aledaño que no vendría a ser otro que el pueblo de indios de Santa Fe de Hatun Xauxa. Surge entonces la pregunta respecto del momento en el que se habría establecido dicho pueblo, puesto que de acuerdo a la versión de Waldemar Espinoza ello habría ocurrido en 1565, en tanto que según el documento publicado por Carlos Hurtado y Víctor Solier, la reducción se habría constituido después del 14 de noviembre de 1570.18 Al margen de la referida controversia, resulta claro que en el otrora extenso centro administrativo y ceremonial inca de Hatun Xauxa quedó viviendo, a partir de la disposición del virrey Toledo, una pequeña colectividad indígena dedicada al servicio del tambo colonial allí establecido durante aquellos años, en especial después del traslado de la capital de la gobernación de Nueva Castilla a la Ciudad de los Reyes en el valle del Rímac. Resulta lógico pensar que dichas personas y sus descendientes dieron lugar, con el transcurso del tiempo, al pueblo que llegaría a ser conocido con el nombre de Tambo, como testimonio del papel desempeñado por sus habitantes en el funcionamiento del sistema vial andino durante el dominio español en esta región. Asimismo, es factible pensar que dicho colectivo humano constituiría el antecedente histórico de la actual Comunidad Campesina de Tambo, reconocida originalmente como comunidad indígena mediante resolución suprema del 6 de febrero de 1941 (Aranda 2009: 21).

18 Otros traslados insertos en el expediente publicado por Hurtado y Solier (2017: 42-43) señalan como lugar de redacción de los originales al “pueblo de yndios de Hatun Jauxa” y están fechados en 4 de diciembre de 1570. Ello quiere decir que, si la orden para establecer la reducción de Santa Fe de Hatun Xauxa corresponde al 14 de noviembre de 1570, entonces ella debió comenzar a cumplirse –al menos en su etapa inicial– con mucha celeridad, en un lapso de poco menos de tres semanas.

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Figura 10: Vista de la plaza Huáscar del actual distrito de Sausa. En primer plano se aprecia la estatua del inca a quien debe su nombre dicho espacio público. Al fondo destacan la iglesia de San Francisco de Asís, el palacio municipal y el edificio de la Comunidad Campesina de Tambo (Fotografía: Proyecto de Tramo Xauxa-Pachacamac).

De este modo, se puede plantear que el templo colonial de San Francisco de Asís, el principal edificio religioso del distrito de Sausa en la actualidad, pudo haber comenzado a construirse después de la década de 1570, tal vez sobre los restos de alguna edificación de factura inca o incluso sobre los vestigios del proyecto trunco de la gran catedral que Francisco Pizarro quería para la capital de su gobernación. Asimismo, parece que los caminos también sufrieron algunas modificaciones en vista de que se habría replanteado el trazo de algunos de ellos, de modo que puedan llegar de forma mucho más directa al pequeño conjunto de edificios que debieron pasar a conformar el viejo tambo colonial. Tales estructuras habrían constituido la parte más antigua del pueblo del mismo nombre, Tambo, distribuyéndose en torno a la iglesia de San Francisco y a la principal plaza del distrito de Sausa, denominada Huáscar (figura 10), hasta algunas cuadras a la redonda en donde aún se pueden observar viviendas y restos de estructuras de adobe, levantadas sobre muros y cimientos de piedras que originalmente integraban edificaciones incaicas.19

19 Este espacio incluye los sectores correspondientes a los dos cuarteles más antiguos en los que se subdividía anteriormente el pueblo de Tambo. El Primer Cuartel, ubicado hacia la parte occidental y más elevada, constituía el Barrio Arriba o Wichan Barriu, en tanto que el Segundo Cuartel, localizado hacia el lado oriental, sobre la llanura que forma el fondo del valle, era el Barrio Abajo o Ulan Barriu (Aranda 2009: 25). De manera interesante, las capillas de estos dos cuarteles primigenios se alzan en emplazamientos de singular significado histórico. Por un lado, la capilla del Primer Cuartel se encuentra hacia el punto de inicio del antiguo camino precolonial a Pachacamac, mientras que la del Segundo Cuartel ha sido erigida sobre la plataforma inca conocida como ushnu.

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A modo de consideraciones finales

A partir de los alcances presentados acerca de las antiguas ocupaciones humanas que se sucedieron a través del tiempo –por lo menos desde el siglo III de nuestra era hasta el siglo XVI– en el territorio correspondiente al actual distrito de Sausa, se puede afirmar que este espacio tuvo una posición importante en la estructuración y funcionamiento de antiquísimas rutas y ejes de comunicación, cuya expresión material más tangible se aprecia en los distintos caminos que actualmente se pueden apreciar en la zona y que en tiempos incaicos estuvieron articulados al Qhapaq Ñan. En ese sentido, se puede plantear que dichas rutas pudieron haber estado activas desde el periodo Intermedio Temprano (ca. 200 a.C. – 600 d.C.), aunque, como se ha visto, su uso más intensivo y a mayor escala se dio en tiempos del Tawantinsuyu (ca. 1450 – 1533 d.C.) y en la época colonial. En la perspectiva que se ha delineado se aprecia, entonces, que el proceso inicial de la formación del actual pueblo de Tambo –núcleo urbano del distrito de Sausa– se inscribe en el marco de un conjunto de transformaciones implementadas por el régimen español en el siglo XVI, con la finalidad de reorganizar el funcionamiento del sistema caminero en los y de optimizar el aprovechamiento de la mano de obra indígena que ya había comenzado a decaer de manera precipitada a raíz, entre otras cosas, de las enfermedades traídas por los europeos a estas tierras. No obstante, debe recordarse que dicho proceso se funda sobre otros que acontecieron previamente, como por ejemplo aquellos acaecidos en torno al establecimiento del gran asentamiento inca de Hatun Xauxa y a la fundación de la ciudad de Xauxa como capital de la flamante gobernación de Francisco Pizarro. En la actualidad, los moradores del distrito de Sausa conservan un conjunto importante de tradiciones y prácticas culturales de singular valor y significado, a la par que habitan en un espacio en el que existen bienes patrimoniales de carácter mueble e inmueble de gran relevancia –incluyendo el Qhapaq Ñan, inscrito en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco desde el año 2014– y que constituyen testimonios tangibles del proceso que ha sido abordado en el presente trabajo. Su preservación y adecuada gestión constituyen retos de particular complejidad y dificultad, pero, al mismo tiempo, éstos resultan ineludibles si es que las autoridades sausinas y su población apuestan por formas alternativas y sostenibles de desarrollo, que garanticen condiciones de vida dignas y de calidad para las próximas generaciones.

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Agradecimientos

El presente trabajo es resultado de las actividades desarrolladas en el marco del proyecto de investigación y conservación que se ha llevado a cabo en la sección de camino Hatun Xauxa–Hatun Chaka del tramo Xauxa–Pachacamac, componente del “Programa de Investigación Arqueológica con fines de Conservación y Puesta en Valor del Tramo Xauxa–Pachacamac”, autorizado mediante R. D. N° 405-2015- DGPA-VMPCIC/MC y ejecutado por el Proyecto Qhapaq Ñan – Sede Nacional. Las labores de campo y gabinete contaron con el respaldo de la Municipalidad Distrital de Sausa, la Dirección Desconcentrada de Cultura de Junín y las instituciones integrantes de la Mesa de Coordinación y Gestión Local del Qhapaq Ñan en Jauja. Del mismo modo, se agradece al Lic. Dannal Aramburú y a los señores Sergio Reyes Peralta y Henoch Loayza Espejo, por la gentil autorización para divulgar las imágenes de los materiales arqueológicos presentados en este trabajo. Una mención especial merece Sergio Cangahuala Castro, por sus orientaciones e importantísimos alcances bibliográficos sobre varios puntos desarrollados en este escrito.

Bio de autor

Manuel F. Perales Munguía

Licenciado en Arqueología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y egresado de la Maestría en Historia del Arte Peruano de la Universidad Católica de Santa María de Arequipa. Ha realizado investigaciones en la costa norcentral y la sierra central del Perú, con énfasis en las ocupaciones precoloniales tardías y el periodo colonial temprano. Los resultados de sus trabajos han sido publicados en medios especializados peruanos y extranjeros. En la actualidad pertenece al equipo del Proyecto Qhapaq Ñan-Sede Nacional que viene realizando intervenciones en el tramo Xauxa-Pachacamac.

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