SU IDENTIDAD DOLOROSA: LA COLONIALIDAD Y VIOLENCIA DEL PERÚ

SETH HOPKINS

A Thesis

Submitted to the Graduate College of Bowling Green State University in partial fulfillment of the requirements for the degree of

MASTER OF ARTS

May 2017

Committee:

Valeria Grinberg Pla, Advisor

Amy Robinson

Francisco Cabanillas © 2017

Seth Hopkins

All Rights Reserved iii ABSTRACT

Valeria Grinberg Pla, Advisor

Muchos críticos han escrito copiosamente sobre la colonialidad e igualmente sobre la violencia del Perú implacable y los escritores Mario Vargas Llosa (1936-), Santiago

Roncagliolo (1975-) y Diego Trelles Paz (1977-). Sin embargo, no he encontrado mucho escrito sobre la relación entre estos tres tópicos: la colonialidad, la violencia del Perú y los tres escritores mencionados. Por lo tanto, este trabajo analizará cinco obras—¿Quién mató a

Palomino Molero? (1986) y Lituma en los Andes (1993) de Mario Vargas Llosa; Abril Rojo

(2006) y La pena máxima (2014) de Santiago Roncagliolo; y Bioy (2012) de Diego Trelles Paz— y establecerá una relación entre la colonialidad y la violencia del Perú. En la introducción, el trabajo definirá la colonialidad y la violencia. En el capítulo uno, se examinará la perspectiva de las cinco novelas de este estudio sobre la relación entre la colonialidad y las razas peruanas; en el capítulo dos, su perspectiva sobre la relación entre las clases peruanas y la colonialidad y

últimamente en el capítulo tres, su perspectiva sobre la violencia de género en el Perú. Para concluir, este trabajo demostrará que estas novelas, reflejando la violencia del país, critican a los defensores de la colonialidad que utilizan tal violencia para mantener su dominación en el

Perú—resultando en una identidad dolorosa.

Palabras claves: colonialidad, violencia, raza, clase, género, Perú iv

This work of love is dedicated to my family: to my wife Shelley and my children Jared, Caleb,

Rachel and Benjamin who have accompanied me on this crazy, adventurous journey, supporting

me all the way to Spain and back again. Thank you. v ACKNOWLEDGMENTS

I would like to acknowledge first of all the support of my wife, my father and my sister.

Without their support, I would have never considered returning to school with four wonderfully, active children. Thank you, so much.

Asimismo, quisiera decir gracias a mi directora, Dra. Grinberg Pla. Ella me dio mucho consejo durante este proyecto, dirigiéndome profundizar mis ideas, y más importante, me animó cuando yo estaba desanimado. Estoy muy agradecido por su apoyo. Estoy agradecido también por el consejo de mi comité pues a través de sus ideas y críticas, este trabajo ha mejorado.

Muchísimas gracias. vi

TABLA DE CONTENIDO

PÁGINA

LA INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………...... 1

CAPÍTULO I. LA RAZA—LA RAÍZ DE LA COLONIALIDAD Y LA

VIOLENCIA……………………… ...... 7

Lituma y el racismo…………………………………………...... 9

La pena máxima…………………………………………………………………… . 15

Abril rojo…………………………………………………………………… ...... 17

Bioy…………………………………………………………………… ...... 21

CAPÍTULO II. LA CLASE—OTRA MIRADA A LA COLONIALIDAD Y LA

VIOLENCIA………………………………………………………………...... 26

¿Quién mató a Palomino Molero?…………………………………………...... 30

La pena máxima…………………………………………………………………… . 32

Lituma en los Andes…………………………………………………………… ...... 35

Abril rojo…………………………………………………………………… ...... 39

Bioy…………………………………………………………………… ...... 43

CAPÍTULO III. EL GÉNERO, LA VIOLENCIA Y EL PODER………………………. ... 50

¿Quién mató a Palomino Molero?………………………………………………….. 51

Lituma en los Andes……………………………………………………………… .. 54

La masculinidad de Chacaltana……………………………………………………. 56

La violencia de género y el terror del Estado…………………………………….. .. 60

Bioy…………………………………………………………………… ...... 63 vi i CAPÍTULO IV. CONCLUSIÓN……………………………...... 69

La raza………………………………………………………………...... 70

La clase…………………………………………………………………………...... 72

El género……………………………………………………...... 75

OBRAS CITADAS………………………………………………………………………… 79 Hopkins 1

LA INTRODUCCIÓN

La literatura nos recuerda que siempre hay algo más allá de los reportes producidos por las

Comisiones de la Verdad, más allá de ciertas versiones oficiales que tienden a dividir el

mundo entre buenos y malos, o entre justos e injustos, terroristas y aterrorizados.

Oswaldo Estrada (Estrada 16)

El dolor. Cuando llegué al Perú por la primera vez, vi mucho dolor en las caras de la gente que caminaba alrededor de mí. Llegué en 1995 a los fines del conflicto armado contra el Partido Comunista del Perú (PCP), o el Sendero Luminoso como yo lo conocía, y vi muchas desigualdades de raza, de clase y de género. Visité los “pueblos jóvenes” que los pobres habían construido alrededor de Lima; trabajé con mi padre entre los indios discriminados en la selva y me di cuenta del machismo que dominaba el país. ¿Eran esas desigualdades, esas injusticias, relacionadas con la violencia y el dolor que el país había sufrido durante ese conflicto? Desde entonces, esta cuestión se ha quedado viva dentro de mí y por eso, esta investigación se ha convertido en el fruto de esa cuestión.

Sin embargo, este estudio tuvo otro propósito al principio—estudiar la novela policial o su subgénero, la novela negra. Por eso, decidí investigar a los escritores Mario Vargas

Llosa (1936-) y Santiago Roncagliolo (1975-). Lo que me interesó de ellos era el hecho de que ambos habían escrito dos novelas con el mismo protagonista principal: el cabo Lituma en las de Vargas Llosa y Félix Chacaltana Saldívar en las de Roncagliolo. Pensaba que podría hacer una comparación entre los autores y la intertextualidad de su protagonista en ambas novelas. Mi directora de tesis Valeria Grinberg Pla entonces me sugirió que incluyera un tercer escritor peruano, Diego Trelles Paz (1977-) para dar otra perspectiva a mi Hopkins 2 investigación. Por lo tanto, esta investigación analizará las novelas: ¿Quién mató a Palomino

Molero? (1986) y Lituma en los Andes (1993) de Vargas Llosa; Abril Rojo (2006) y La pena máxima (2014) de Roncagliolo y Bioy (2012) de Trelles Paz.

Aunque el tema de las técnicas literarias de las novelas policiales o negras peruanas habría sido buena cuestión para una investigación, escogí otro. Mientras leía las novelas, me di cuenta de la violencia que retratan. En algunas, especialmente Lituma en los Andes, Abril rojo y Bioy, vi la violencia que precedió mi llegada al Perú—la misma violencia que resultó en el dolor que observé en los peruanos con quien interactuaba a menudo. Al mismo tiempo, tomaba una clase sobre la colonialidad. Para mí, la colonialidad era una respuesta que empezó a explicar esas desigualdades y ese dolor que observé en el Perú, o sea, todas mis preguntas sobre la historia, la política y la sociedad peruana podrían ser contestadas por la colonialidad. Entonces, cuando leí la introducción del libro Senderos de violencia (2015) en cual el autor Oswaldo Estrada vincula la colonialidad con la violencia y su representación en la literatura, me pensó ¿se preocupan Vargas Llosa, Roncagliolo y Trelles Paz por la colonialidad y la violencia del Perú? Argumentaría que sí se preocupan por la violencia peruana pues los comentarios de esos escritores la abordan. Por ejemplo, Trelles Paz escribe sobre su novela Bioy:

[P]ara abordar una novela sobre el horror de la violencia política peruana, era

imposible ser tibio o condescendiente o amable con el lector. En otras palabras, si

quería escribir con toda la honestidad posible sobre esta violencia, si quería mostrarla

y documentarla en toda su demencia y ferocidad, había que violentarlo todo: la

forma, el lenguaje, las estructuras, el espacio, el tiempo narrativo. (Estrada 181)

Con respeto a Vargas Llosa, Lynn Walford observa que la explosión de violencia en el Perú le obligó a escribir Lituma en los Andes (138). Igualmente, en una entrevista, Roncagliolo Hopkins 3 dice sobre su novela Abril rojo:

Yo quería hacer algo así, usar un asesino para hablar de toda la sociedad. Por otro

lado, quería hablar de la guerra interna del Perú. En una guerra donde murieron

70.000 personas (por partes iguales en la sociedad). Teníamos una sociedad en la que

todo el mundo consideraba que había que matar fríamente al otro. (Wiser-Stuttgart 2)

En otras palabras, sí claramente, todos los escritores se preocupan por la violencia que ven en la sociedad peruana y usan sus novelas para llamar la atención al lector. Pero, ¿puede ver el lector una relación entre la colonialidad y la violencia en las novelas que serán analizadas en esta investigación? Argumentaré que sí que estos tres escritores no sólo llaman la atención a la violencia, sino que critican a los defensores de la colonialidad que utilizan la violencia para mantener su poder.

Antes de empezar, es necesario definir algunos términos usados en este estudio.

La colonialidad: Según el sociólogo peruano Aníbal Quijano (1928-) en su artículo

“Coloniality and Modernity/Rationality”, la colonialidad se define como la estructura de poder más predominante del mundo que ha organizado las razas, etnicidades y naciones desde las épocas coloniales hasta hoy en día. Aunque los imperios europeos han sido derrotados, su paradigma occidental todavía persiste y domina las imaginaciones de sus antiguas colonias que aún utilizan las antiguas estructuras de dominación y explotación de sus opresores anteriores (168-170).

La violencia: Según el filósofo esloveno Slavoj Žižek en su libro Violence: Six Sideways

Reflections (2008), la violencia se define por dos partes. La primera parte, la subjetiva, es la parte más visible como la cumbre de un témpano y se manifiesta por el crimen, el terror, los disturbios civiles o los conflictos internacionales, por ejemplo. En otras palabras, es una violencia con un agente obvio. La otra parte, la objetiva, es más profunda como la base de un Hopkins 4 témpano y se divide en dos partes, la simbólica y la sistémica. La simbólica representa una violencia personificada por la lenguaje y sus formas y la imposición de una cierta clasificación de significados. Por otro lado, la sistémica representa las consecuencias de los sistemas económicos y políticos. Por esta razón, Žižek llama la violencia objetiva la materia oscura de la física pues es la fuerza invisible pero intrínseca del estado cotidiano de la vida que resiste las explosiones irracionales de la violencia subjetiva contra el sistema dominante

(1-2).

La hegemonía: Según, el filósofo italiano Antonio Gramsci, la hegemonía es una herramienta que la clase dominante utiliza para mantener su poder. Ejerciendo su influencia intelectual, moral e ideológica en la sociedad civil, la clase dominante intenta persuadir a la mayoría del pueblo de su legitimidad como la clase dominante pues para las clases dominadas, en muchas instancias, no es tan claro por qué la clase dominante debe gobernar.

Por lo tanto, la clase dominante debe presentar su declaración de legitimidad como el orden natural porque si las clases dominadas no aceptan espontáneamente sus instituciones, jerarquías, ideas y normas sociales y las internalizan, su hegemonía se amenaza. Si algunos amenazan su poder, aun con actos de violencia subjetiva, en vez de usar el consentimiento de la hegemonía, la clase dominante debe usar la coerción—el ejercicio del estado de derecho o el uso explícito de violencia subjetiva—para restaurar su legitimidad para gobernar (Brooker

99-100). Entonces, en términos de Žižek, la hegemonía representa la violencia objetiva.

El género: Según la teórica y socióloga australiana R.W. Connell en su libro Gender and

Power: Society, the Person and Sexual Politics (1987), patrones de género y sexo se puede ver en una sociedad y esas estructuras sociales se llaman las relaciones entre los géneros.

Esas relaciones entre los géneros, entonces, se componen de las prácticas de individuos que viven en la sociedad, pero tales prácticas no ocurren libremente, sino que son partes de la Hopkins 5 estructura de género que componen (16-17). Además, Connell ve tres estructuras que construyen las relaciones entre los géneros: la división de trabajo, el poder y la catexis (96-

97). Estas estructuras entonces producen dos arquetipos, el hombre hegemónico y la feminidad enfatizada. Sobre todo, el hombre domina y la mujer se subordina a su dominación (183-188). En términos de Žižek, esta definición de género puede ser una violencia objetiva porque cree una desigualdad entre el hombre y la mujer simbólicamente y de una manera sistémica.

La violencia de género: Según las editoras de Gender Violence: Interdisciplinary

Perspectives (2007), la violencia de género incluye cualquier violación interpersonal, organizacional o política contra una persona por su identidad de género, orientación sexual o posición en una jerarquía dominada por los hombres en un sistema social como la familia, las fuerzas militares o la fuerza laboral, por ejemplo (xii). Las editoras de Researching Gender

Violence: Feminist methodology in action (2005) incluyen en la violencia de género cualquier acto de violencia doméstica (física, sexual, económica o psicológica); violación, agresión y acoso sexual; prostitución; tráfico sexual; politizadas formas sexuales y físicas de tortura y violación sexual en guerra y conflictos civiles, comunales o entre etnias; violencia por una mujer en cual su participación está mediado por el género (2-3). Entonces, en términos de

Žižek, su definición solamente representa la violencia subjetiva. Tal y como se ha mencionado, la definición de género sí misma puede ser una violencia objetiva.

El sociólogo Arthur Scarritt, citando a Eduardo Bonilla-Silva, afirma que la raza, la clase y el género afectan la vida social de una persona de maneras independientes de las otras clasificaciones sociales (26) y, por lo tanto, esta investigación analizará cada cuestión separadamente con relación a la colonialidad y la violencia. En el capítulo dos, se examinará la perspectiva de las cinco novelas de este estudio sobre la relación entre la colonialidad y las Hopkins 6 razas peruanas; en el capítulo tres, su perspectiva sobre la relación entre las clases peruanas y la colonialidad y últimamente en el capítulo cuatro, su perspectiva sobre la violencia de género en el Perú. Para concluir, este trabajo demostrará que estas novelas, reflejando la violencia del país, critican a los defensores de la colonialidad que utilizan tal violencia para mantener su dominación en el Perú—resultando en una identidad dolorosa. Hopkins 7

CAPÍTULO I. LA RAZA—LA RAÍZ DE LA COLONIALIDAD Y LA VIOLENCIA

Viviendo o muriendo aquellas gentes de la manera que hemos visto,

permitió Dios Nuestro Señor que de ellos mismos saliese un lucero del alba que en aquellas

oscurísimas tinieblas les diese alguna noticia de la ley natural y de la urbanidad y respetos

que los hombres debían tenerse unos a otros, y que los descendientes de aquél, procediendo

de bien en mejor cultivasen aquellas fieras y las convirtiesen en hombres, haciéndoles

capaces de razón y de cualquiera buena doctrina, para que cuando ese mismo Dios, sol de

justicia, tuviese por bien de enviar la luz de sus divinos rayos a aquellos idólatras, los hallase, no tan salvajes, sino más dóciles para recibir la fe católica y la enseñanza y doctrina de nuestra Santa Madre Iglesia Romana, como después acá lo han recibido, según se verá lo

uno y lo otro en el discurso de esta historia; que por experiencia muy clara se ha notado cuánto más prontos y ágiles estaban para recibir el Evangelio los indios que los Reyes Incas

sujetaron, gobernaron y enseñaron, que no las demás naciones comarcanas donde aún no

había llegado la enseñanza de los Incas, muchas de las cuales se están hoy tan bárbaras y

brutas como antes se estaban, con haber setenta y un años que los españoles entraron en el

Perú.

Garcilaso de la Vega (47)

El Perú es un país de diversas razas, pero no siempre ha sido como es hoy en día.

Según Aníbal Quijano, antes del descubrimiento de las Américas en 1492, la idea de la raza no existía (“Colonialidad” 202). Entonces, ¿por qué se creó la idea de la raza y cómo se relaciona su creación con la colonialidad peruana? Para contestar esta pregunta, necesito explicar brevemente cómo la raza apareció en el Perú. La teoría de raza es una cuestión muy Hopkins 8 compleja y el objetivo de este capítulo no es explicarla en detalle sino muestra su representación en las novelas de este estudio en relación con la colonialidad y la violencia.

En términos de Žižek, la colonialidad representa la violencia objetiva—simbólicamente y de una manera sistémica—y entonces, la relación entre la colonialidad y la violencia es muy obvia. Por lo tanto, el capítulo solamente dará un panorama histórico de la raza y la creación del dualismo racial en el Perú. Después, mostrará cómo las novelas de esta investigación representan ese dualismo que la colonialidad todavía mantiene y, además, cómo los dominantes utilizan la violencia para mantener su poder.

Parar comenzar, cuando los españoles llegaron al Perú en 1532, el país era parte del imperio inca que se extendía desde Colombia hasta Chile y que era más grande que el imperio romano (Starn et al. 14). A través de una mezcla de suerte—el imperio estaba en medio de una guerra civil—avaricia e ingenio, el capitán general Francisco Pizarro y su banda de 150 soldados, conquistaron ese imperio vasto (98). Para dominarlo, así como habían hecho en todas sus colonias, los españoles impusieron un sistema de castas basadas en la raza. Por supuesto, los blancos—los españoles—estaban en el estamento más alto y dominaban a todos debajo de sí. Debajo de los españoles estaban los mestizos, personas de padres españoles y madres indias; debajo de ellos, los indios y debajo de ellos, los negros.

Luego, cuando otras nuevas identidades raciales llegaron al Perú—los amarillos y aceitunados— ellos también asimilaron en el sistema de castas (Quijano “Colonialidad” 203-

205). De esta manera, los españoles de una población minoritaria dominaron a “los bárbaros” de la población mayoritaria.

Después de ser colonia por casi trecientos años, el Perú se independizó de España en

1824 pero el sistema de castas continuó. Luis Nieto Degregori lo divide en tres estamentos distintos: los criollos de herencia occidental que pertenecen al estamento alto; los mestizos de Hopkins 9 sangre indígena y occidental que pertenecen al próximo estamento y los indígenas o los indios de herencia inca o amazónica que pertenecen al estamento bajo (29). A pesar de usar las definiciones de Nieto Degregori en este trabajo, usaré el modelo de Quijano que lo divide en solamente dos estamentos: los dominantes y los explotables (“Colonialidad” 225). Pues, después de la independencia ambas clases, los criollos y los mestizos, querían imitar a su antiguo amo occidental y según Quijano, tal internalización de los valores occidentales creó la colonialidad (“Coloniality” 169). Entonces, ambos estamentos se mezclaron y, aunque aún existe discriminación entre ellos, formaron el estamento dominante. Esta formación resultó en la explotación de los indios a través de la violencia sistémica. Athur Scarrit describe tal violencia como un ciclo de explotación y autoritarismo y en su artículo “State of Discord”, resume cómo se ha desarrollado desde la independencia del Perú. Después de la independencia, los hacendados que se habían identificado con los europeos influyeron al nuevo Estado para que instituyera el gamonalismo para mantener su hegemonía sobre los indios. Luego, desde el final del siglo XIX hasta los 60, el mestizaje intentó crear una identidad nacional y borrar la identidad indígena—lo cual es una forma de violencia simbólica en sí misma. Llegaron los 70 y 80 y de nuevo, el poder se consolidó en las manos de los dominantes a través de las reformas agrícolas y el desarrollo económico. Finalmente, desde los 90, el neoliberalismo occidental que los dominantes aprueban—pues es occidental—continúa oprimiendo a los explotables (30-38). En resumen, después de la independencia, la colonialidad peruana creó un dualismo racial que se ha mantenido a través de la violencia sistémica, empoderando a los dominantes mientras que oprimen a los explotables.

Lituma y el racismo

A continuación, analizaré cómo en ambas novelas ¿Quién mató a Palomino Molero? Hopkins 10 y Lituma en los Andes, el protagonista Lituma enfrenta el racismo y entonces, las novelas juntos muestran cuán profundo el racismo ha sido internalizado por el pueblo peruano. Para comenzar, ¿Quién mató a Palomino Molero? que sucede primero, representa cómo la colonialidad oprime a los cholos1 que intentan cambiar su estamento social. En la novela, los estamentos sociales son definidos claramente. En primer lugar, los criollos controlan el liderazgo de las Fuerzas Militares y la Guardia Civil. Por ejemplo, el narrador describe al teniente Silva de la Guardia Civil como “blanquiñoso, joven y pintón, con un bigotito rubio”

(locación 227) y el coronel Mindreau, jefe de la Base Aérea de Talara con “unos ojitos grises y acerados” (330). Asimismo, Lituma nota cuando visita la Base Área en Talara que los oficiales, blancos como el teniente Dufó, viven “casi tan bien como los gringos de la

International”, la compañía de petróleo la International Petroleum Company que tiene sede en la ciudad (locación 313). Claramente, los blancos pertenecen a la clase dominante, deseando ser igual que los extranjeros occidentales.

Aunque los mestizos como el cabo Lituma y el avionero Molero sirven en las mismas instituciones, los blancos y los mestizos no interactúan socialmente, especialmente en el campo de amor. Carbajal nota que un cholo no podía enamorarse de una mujer blanca de la clase dominante militar (270) pero el avionero Molero hace exactamente eso, enamorándose de la hija del coronel Mindreau y sufrió las consecuencias de tal atrevimiento con su vida.

Por eso, el teniente Silva y el cabo Lituma investigan su asesinato.

Durante la investigación, los guardias entrevistan a Alicita Mindreau y descubren que, a pesar de ser novia de un mestizo, ella tiene prejuicios fuertes sobre los mestizos. Cuando lo describe, destaca su palidez pues obviamente a una mujer blanca, el color de piel de su novio

1 Un cholo es un mestizo—de herencia española e indígena—que tiene fenotipos indígenas (Franken Kurzen 68). Hopkins 11 le importa mucho. Les pregunta si la madre de su novio fallecido es chola porque él no lo parecía. Dice: “Tenía el pelo finito y hasta algo rubio (locación 1233).” Ella continúa, hablando sobre la educación de Molero, pues los colonizadores habían utilizado la educación como una herramienta para conquistar a los indios (Quijano “Colonialidad” 209-210) y la colonialidad, ya internalizando la perspectiva eurocéntrica, mantiene la hegemonía de conocimiento por condenar a las razas dominadas “‘inferiores’ por no ser sujetos

‘racionales’” (224). Por eso, el tener de un novio bien educado también le importa mucho. Y

Molero era tal hombre porque lo describe como “el muchacho más educado que he visto nunca. Ni Ricardo, ni siquiera mi papá, son tan educados como era él. Nadie hubiera creído que estuvo en un colegio fiscal, ni que era del barrio de Castilla” (locación 1233). El único aspecto que esa muchacha blanca odia de su amante fallecido es su nombre pues dice “Lo

único que tenía de cholo era el nombre ese, Palomino. Y su segundo nombre era todavía peor: Temístocles” (locación 1233). Aunque parece blanco, su nombre siempre revela que, de hecho, no es blanco sino mestizo. Y Mindreau aun intenta ocultar ese aspecto importantísimo de su amante por darle un apodo—Palito. A pesar de enamorarse de un mestizo, la blanca Alicita Mindreau mantiene sus prejuicios sobre los mestizos.

Cuando la blanca hija del almirante Mindreau expresa sus prejuicios sobre su amante

Molero, Lituma, tan mestizo como el avionero fallecido, resiste la hegemonía de la colonialidad de raza. Cuando ella comenta que Palomino no parecía demasiado cholo y sus amigas lo aprobaban por eso, piensa “Estos blancos” (locación 1250). Reconoce su mestizaje y los prejuicios raciales de la muchacha contra él y por eso, siendo “[cholo] por mis cuatro costados”, no la considera gente decente (locación 1259). Se debe mencionar que, en la novela, los blancos usan la expresión gente decente para distinguirse del resto de la población y por eso, Lituma utiliza su propia expresión para criticarlos de una manera irónica. Hopkins 12

Finalmente, se nota que ella no llama a su amante Palomino sino Palito. Cuando oye ese apodo por la tercera vez, se piensa “¿Palito? ¿Así lo había rebautizado a Palomino? O sea que ese apodo ridículo, Palito, era nombre decente, y Palomino o Temístocles nombres cholos. «Puta, qué blancos tan enredados»” (locación 1285). Aunque resiste tal discriminación, su resistencia sólo es pensamiento y no la contradice en voz alta. Entonces, la novela muestra que personas como Lituma han internalizado tal discriminación y aunque resisten su hegemonía en sus pensamientos, se han rendido a la dominación racial de los blancos.

En el capítulo siete, el coronel Mindreau confiesa a los guardias que había ordenado el asesinato de Molero, confirmando sus prejuicios sobre los mestizos. Les dice “Hay un fondo bestial, en todos. Cultos o incultos, todos. Supongo que más en las clases bajas, entre los cholos (locación 1590).” Por lo tanto, prohíbe la relación entre su hija y el avionero.

Cuando descubre la relación, les cuenta que le había explicado las normas sociales que el avionero no debía romper: “Un avionero tiene prohibido poner los ojos en la hija del coronel de la Base; un muchacho de Castilla no puede aspirar ni en sueños a Alicia Mindreau. Sépalo y sepa también que no debe acercarse, mirarla, ni soñar siquiera con ella o pagara es atrevimiento con su vida (locación 1630).” Cuando Molero ignoró su aviso, el coronel cumplió su amenaza—ordenando el asesinato del avionero atrevido. Mientras el coronel habla, Lituma se pregunta: “¿Por qué era imposible que brotara el amor entre la blanquita y el cholito?” (locación 1613). De nuevo, Lituma como mestizo resiste las jerarquías sociales, pero solamente en su mente. No se atreve romper las normas sociales como Molero porque sabe lo que pasará. En resumen, la colonialidad de los blancos representa su hegemonía racial que Molero pone en riesgo con su desafío y, por lo tanto, los dominantes deben utilizar un acto de violencia subjetiva—el asesinato de Molero—para restaurar el status quo. Hopkins 13

Al mismo tiempo que ¿Quién mató a Palomino Molero? representa el racismo de los blancos, Lituma en los Andes, muestra que las razas dominadas también son racistas pues han internalizado la colonialidad de raza. Hace como treinta años que Palomino Molero fue asesinado y el cabo Lituma ya es oficial superior, así como su superior, el teniente Silva en

¿Quién mató a Palomino Molero? Ahora, trabaja en el pueblo Naccos en los Andes y ese puesto revela los prejuicios que tiene sobre los serranos que viven alrededor de él. Durante el conflicto armado contra el Partido Comunista del Perú (PCP), las Fuerzas Armadas trasladaron sus fuerzas costeñas a las montañas para suprimir a los senderistas del PCP y por eso, la úlcera de racismo que había supurado por siglos montó en cólera y violencia (Jesús

Galleno 35-36). Aunque Lituma no es soldado, es costeño trasladado y entonces, representa la internalización de tal racismo. Desde que se trasladó a Naccos, no se ha hecho ningún amigo. La única persona que le cae bien es su adjunto Tomás Carreño, que, si bien es serrano y quechua hablante, no parece serrano, sino criollo. Lituma se sienta en la cantina durante una tempestad. Mientras truena, piensa de lo que el cantinero Dionisio le había dicho sobre los truenos “subían desde esas entrañas de la tierra que estos serruchos creían poblados de toros, serpientes, cóndores y espíritus” (locación 37-45). Lituma está en dudas pues no sabe si el cantinero se burla de él o le dice la verdad. Es decir, el eurocentrismo2 de la colonialidad que él ha internalizado le dirige a desapreciar las creencias indígenas como irracionales y no aceptarlas como otra lógica. Asimismo, piensa “¿Se creerían los serranos que el rayo era la lagartija del cielo?” (locación 45). De nuevo, muestra su creencia que su conocimiento del mundo es superior de las creencias espirituales de los serranos y por eso,

2 Quijano define el eurocentrismo como “el nombre de una perspectiva de conocimiento cuya elaboración sistemática comenzó en Europa Occidental antes de mediados del siglo XVII”. Aunque existen otros raíces más antiguos que los europeos, la hegemonía del conocimiento occidental ha desapreciado el conocimiento de eso antiguos raíces (“Colonialidad” 218). Hopkins 14 son tan ignorados como pensaba.

Así como Vargas Llosa hace en ¿Quién mató a Palomino Molero?, el escritor llama la atención sobre la hegemonía de colonialidad de raza. Durante una conversación con su adjunto, Lituma expresa sus prejuicios sobre los serranos. Le dice “Ser guardia civil en Piura y Talara era pan comido. La sierra es infernal, Tomasito. No me extraña con tanto serrucho.” Cuando Carreño le pregunta “¿Por qué detesta tanto a los serranos?”, Lituma tiene que defenderse “Bueno, tú eres serrucho y a ti no te detesto. Me caes de los más bien”

(locación 780). Es decir, el único serrano a quien no discrimina es una camarada, también del estamento dominante—los uniformados—o sea, Carreño ha internalizado la hegemonía de la colonialidad de raza y se ha asimilado suficientemente a la cultura dominante que

Lituma lo acepta. Sin embargo, las razas dominadas temen a los uniformados aun cuando el uniformado es uno de ellas como Carreño y Carreño llama la atención a esa discriminación:

“A mí también me miran lejitos, pese a ser cusqueño” (locación 780). A pesar de ser de diferentes razas, ambos guardias sufren de la misma resistencia a la hegemonía. Igualmente, la resistencia a la hegemonía se manifiesta al final de la novela—esta vez contra el eurocentrismo. Lituma recibe noticias de su traslado a un nuevo puesto en la selva y antes de salir, convence a un serrano desempleado que le diga la verdad sobre las tres desapariciones que investiga. Cuando el serrano le dice la verdad, se siente espantado porque los serranos habían cometido tres asesinado para cumplir un rito que bárbaro e irracional—el ofrecimiento de sacrificios humanos, como el pan y el vino de la Eucaristía, a los apus, los espíritus de las montañas. En otras palabras, con tres actos de violencia subjetiva, los serranos derrotan la hegemonía del eurocentrismo de la colonialidad de raza. Después de escuchar la confesión,

Lituma dice al serrano mientras sale:

Ojalá puedas encontrar trabajo donde vayas. No será fácil, me imagino. No creo que Hopkins 15

eso [su participación en el rito] se te olvide tan fácil. ¿Sabes una cosa?

—¿Qué?

—Me arrepiento de haberme entercado tanto en saber lo que les pasó a esos. Mejor

me quedaba sospechado. Ahora, me voy y te dejo dormir […] No quiero

despertarme mañana y verte la cara y que hablemos normalmente. Me voy a respirar

un poco de aire, puta madre.

Es decir, decide que hubiera sido mejor si no habría encontrado la verdad y entonces, el cabo

Lituma—tal como Varga Llosa hizo cuando perdió las elecciones para presidente en 1990— se marcha de tal infierno, abandonando a los serranos a su angustia, irracionalidad y barbaridad, por siempre. En resumen, a pesar de que Lituma se queja de la injusticia racial que la colonialidad ha creado en ¿Quién mató a Palomino Molero?, su personalidad evoluciona y en Lituma en los Andes, se convierte en el arquetipo de racismo que ha internalizado el dualismo racial que la colonialidad mantiene, creyendo que los explotables son salvajes.

La pena máxima

Para continuar, La pena máxima, critica la hegemonía de los prejuicios raciales que la colonialidad ha creado, llamando la atención al lector sobre la violencia subjetiva que los dominantes cometen cuando la hegemonía está en riesgo. Aunque, Roncagliolo escribió

Abril rojo antes que La pena máxima, La pena máxima ocurre primero cronológicamente y entonces, analizaré La pena máxima primero. En primer lugar, el asistente de archivo del

Poder Judicial, Félix Chacaltana Saldívar ha internalizado los prejuicios raciales y los expresa a través de sus pensamientos. Por ejemplo, se da cuenta de que el almirante Héctor Carmona de la Marina de Guerra es blanco: “Era de mediana edad, y de complexión delgada y sólida.

Pero su pelo corto estaba prematuramente blanco, igual que su camisa y su piel. Tanta Hopkins 16 blancura le daba a su aspecto un aire más severo” (locación 2250). Además, ya que el almirante pertenece a la clase dominante militar, su mujer Susana por supuesto es blanca y rubia pues un militar blanco no puede casarse con una mestiza tal y como se ha mencionado.

Asimismo, observa en una ceremonia militar en el capítulo cuatro “lo que había oído miles de veces en su vida: los marinos eran más blancos que los del Ejército. Y más altos. Quizá por eso, el encargado de dar un discurso en nombre de todos los condecorados fue precisamente

Carmona” (locación 2623). Es decir, la Marina de Guerra tiene más prestigio que el Ejército porque tiene más blancos (y los blancos son mejores marinos o soldados que los mestizos) que el Ejército y además Chacaltana parece aceptar tal discriminación. Igualmente, con respeto de sí mismo, Chacaltana muestra que ha internalizado los prejuicios de la colonialidad cuando se preocupa por la blancura del joven que sale con su novia Cecilia pues es más blanco que Chacaltana (locación 2040). Claramente, el pueblo peruano ha internalizado la hegemonía de los prejuicios raciales que la colonialidad mantiene.

Entonces, cuando tal hegemonía se amenaza, los defensores de la colonialidad usan actos de violencia subjetiva para restaurar el status quo. Chacaltana investiga el asesinato de su amigo Joaquín y descubre que era un infiltrado, que trabajaba para el almirante Carmona y había ido a Argentina para llevar a un bebé robado para una adopción ilegal al Perú. Cuando

Chacaltana lo enfrenta, el almirante confiesa que quería un hijo para salvar su matrimonio.

Entonces Chacaltana le pregunta por qué había mandado a Joaquín a Argentina: “¿Por qué no podía simplemente adoptar a cualquier niño peruano? Tenemos un puericultorio, ¿no? ¿Por qué no ir ahí?” La respuesta del almirante es espantosa: “¿Y de dónde mierda iba yo a sacar un niño rubio? Susana era rubia. En Argentina, hasta los comunistas pueden ser rubios.

Pero en el Perú, los niños rubios nunca son huérfanos” (locación 4405-4414). Es decir, para tener un bebé que parecería hijo biológico de Susana, el almirante necesitaba un hijo rubio Hopkins 17 pero en el Perú, los rubios siempre tienen familias pues pertenecen al estamento dominante del dualismo racial de la colonialidad. Además, para mantener su masculinidad3 (la menciono aquí porque no abordo la masculinidad del almirante en el capítulo cuatro), no podía adoptar oficialmente porque si hubiera hecho eso, habría parecido hombre débil—sin la capacidad de producir a hijos. Por eso, tuvo que secuestrar a un bebé argentino pues la internalización de la colonialidad de raza lo obligó a cometer un acto de violencia subjetiva no sólo para evitar la deshonra y sino más importante, para restaurar su estamento dominante amenazado. De esta manera, Roncagliolo critica la absurdidad de la colonialidad de la raza.

Abril rojo

Chacaltana también aparece en Abril rojo—esta vez como fiscal distrital adjunto de

Ayacucho—y así como La pena máxima, Abril rojo a través de los ojos de su protagonista principal, llama la atención sobre el dualismo racial de la colonialidad. En primer lugar, todos los personajes del estamento dominante—los militares y los policías—son blancos o mestizos incluso el padre fallecido de Chacaltana que era un militar “blanco, quizá limeño”

(locación 864). Por ejemplo, el coronel Olazábal, que Chacaltana conoce en el capítulo cuatro cuando visita el Instituto Nacional Penitenciario para entrevistar a un preso, es “un oficial alto, blanco” (locación 1556). Otros oficiales del Estado, las Fuerzas Armadas o la policía, como, por ejemplo, el comandante Carrión, el capitán Pacheco, el juez Briceño y el teniente Aramayo, aunque Roncagliolo no los describen explícitamente, parecen ser blancos o mestizos, también. En la novela, ellos son las personas encargadas de mantener la dominación de la colonialidad.

Del otro lado del dualismo de la colonialidad, están los quechuas y la novela llama la atención sobre la violencia objetiva y subjetiva que sufren. Intentando cerrar la investigación

3 Para una definición de la masculinidad, vea la nota a pie 9 en la página 59. Hopkins 18 de un cuerpo carbonizado, Chacaltana va al pueblo Quinua para hablar con Justino Mayta

Carazo, la persona que había descubierto el cuerpo. Allí, sus prejuicios sobre los quechuas se manifiestan. Cuando llega al pueblo, pide direcciones a la casa de Mayta Carazo de una vendedora. Ella responde: “Aquicito nomás, por ahí” y después dice algunas frases en quechua. Pero, Chacaltana piensa que “Aquicito nomás, por ahí” podía significar “a dos días de camino” y entonces, no confía en sus direcciones. Asimismo, recuerda “lo difícil que resulta interrogar a un quechuahablante, sobre todo, si, además, no le da la gana de hablar. Y nunca le da la gana” (locación 637). Aquí, como una persona del estamento dominante, expresa su prejuicio contra los quechuahablantes: deben hablar español no su propia lengua.

Sin embargo, el lector también puede ver que los quechuas resisten a tal violencia objetiva por no hablar a los dominantes ni en quechua ni en español y Chacaltana, rindiéndose a su resistencia, no habla más con ella. En vez, busca la dirección por sí mismo calle por calle.

Cuando la encuentra, el fiscal distrital adjunto enfrenta más resistencia. Así como en ambas novelas de Vargas Llosa, los quechuas, oprimidos por su raza por los blancos dominantes y sus funcionarios por siglos tal y como se ha mencionado antes, desconfían a los funcionarios, aun de uno como Chacaltana. Antes de que la señora permita que Chacaltana entre a la casa, él debe pasar su identificación debajo de la puerta para su inspección. Por fin, la señora permite que Chacaltana entre y lo que él encuentra es una casa “amoblada apenas con una mesa y dos sillas” que ni siquiera tiene luz ni baño (locación 648). Tal descripción llama la atención al lector sobre la pobreza de la familia, pero Chacaltana no se da cuenta. En vez, pregunta sobre Mayta Carazo, pero la señora le responde que no está. Entonces, él pide permiso para inspeccionar el piso de arriba. Mientras sube, oye un ruido y mirando por la ventana, ve a un hombre huyendo de la casa. Cuando, Chacaltana pregunta a la señora si ese hombre era Mayta Carazo, ella le responde “Nadie se ha ido, pues. Nadies nomás” (locación Hopkins 19

658). Es decir, no intenta cooperar con un funcionario y de esta manera, resiste la hegemonía de la colonialidad de raza. Por otra parte, Chacaltana muestra su aceptación de tal hegemonía cuando, antes de regresar a Ayacucho, él visita el monumento a los liberadores del Perú.

Allí, él recuerda que, durante la batalla de Quinua, los revolucionarios derrotaron a los imperialistas, ganando la libertad del Perú y toda la América del Sur. Mientras admira el monumento, imaginando la gran batalla, se embarga “un sentimiento de orgullo y libertad”

(locación 668). Como Scarritt observa, después de la Guerra de Independencia, el Perú tenía la oportunidad para terminar el sistema de castas y liberar a todas las razas, pero los liberadores decidieron mantenerlo, negando a los explotables su libertad (29). Cuando se siente orgullo, el fiscal distrital adjunto del tanto estamento como los quechuas—pero en contraste de ellos—muestra su aceptación espontanea de la hegemonía del dualismo racial en el Perú. Así como Carreño de Lituma en los Andes, Chacaltana ha internalizado la hegemonía de la colonialidad de raza. De esta manera, Roncagliolo llama la atención sobre la crisis de la colonialidad y su violencia objetiva—unos resisten su hegemonía mientras otros del mismo estamento la apoyan.

Entonces, esta resistencia resulta en una respuesta violenta de los defensores de la colonialidad cuando intentan restaurar el poder a los dominantes. De nuevo, Chacaltana viaja a otro pueblo quechua,Yawarmayo, para trabajar como fiscal electoral y otra vez, se comporta como cómplice del dualismo racial que oprime a los habitantes que viven allá.

Cuando él llega al pueblo, se asusta porque es casi un pueblo muerto con “ningún comercio abierto. Ninguna seguridad de que hubiese un restaurante o una persona. Ni siquiera un pedazo de asfalto. Excepto los faroles al fondo, aún encendidos a pesar de la luz del día”

(locación 997). Así como Naccos en Lituma en los Andes, Yawarmayo “es el infierno”

(locación 1065), un páramo lejos de las ciudades modernas del estamento dominante. Allá, Hopkins 20 conoce al teniente Aramayo que le dirige al adjunto quechua Yupanqui para encontrar alojamiento. Manifestando sus prejuicios sobre los serranos, describe a su adjunto como “un cojudo” (locación 1056) pues tal y como se ha mencionado, todos los explotables—incluso su propio adjunto—son ignorantes. Encuentra al adjunto que le informa que no hay hoteles en el pueblo, pero conoce a una familia que siempre acepta visitantes. Cuando Yupanqui habla con la familia, discuten en quechua a gritos y en medio de la discusión, el adjunto la amenaza con su garrote. Con su gesto de violencia, Yupanqui muestra que ha internalizado el dualismo racial pues ahora como lo dominante de la policía, tiene el derecho de amenazar a esa familia explotable, aunque pertenecen al mismo estamento. Después de las amenazas y el pago de alojamiento, Chacaltana se queda con la familia que, dentro de su casita, no tiene nada de muebles sino “una olla sobre un montón de madera quemada y algunos tejidos tirados por el suelo (locación 1074).” En otras palabras, son más pobres y explotables que la señora de Quinua.

Además, así como los quechuas en Quinua, nadie de esa familia le habla a Chacaltana mucho o nada de nada y por eso, Chacaltana, que, ya internalizado el dualismo racial de la colonialidad, responde con un acto de violencia subjetiva. En primer lugar, antes de salir para buscar la Oficina Nacional de Procesos Electorales, él intenta conversar con sus anfitriones, pero guardan silencio y no le responden. Luego, durante la noche, un ruido lo despierta y él les pregunta qué pasa. De nuevo, no le responden y, por lo tanto, sus prejuicios se manifiestan. Cuando Chacaltana ve a la familia apiñada en una esquina, le da “la impresión de un nido de serpientes” (locación 1131). Entonces, cuando oye otra explosión, el fiscal distrital adjunto pierde la paciencia con sus anfitriones:

—¿Qué está pasando? —[Chacaltana] gritó levantando a Teodoro [el marido] por la

camisa. […] Teodoro empezó a hablar en quechua. Su voz sonaba como un Hopkins 21

lamento, como si se estuviera disculpando por algo.

—¡Háblame en español, carajo! ¿Qué está pasando?

El sordo lamento continuó. Su mujer empezó a llorar. Los niños también. (locación

1131)

Con razón, esta familia no quería hospedar a un funcionario pues todos —incluso el dócil fiscal—la amenazan con violencia y a través de ella, mantiene el dualismo racial. Por ejemplo, el preso terrorista Hernán Durango González reporta a Chacaltana durante su entrevista que el teniente Alfredo Cáceres del Ejército Peruano—conocido como el Perro

Cáceres—decía que “más valen cien cholos muertos que un terrorista vivo” (locación 1594-

1604). Entonces, él reprimía a un pueblo quechua por matar a un ciudadano violentamente mientras todo el pueblo debía ser testigo de su ejecución. Por actos de violencia subjetiva como los del Perro Cáceres, los quechuas son aterrorizados. Entonces, través de la complicidad de Chacaltana con el dualismo racial de la colonialidad y la representación del terror del Estado, Roncagliolo critica fuertemente la violencia del estamento dominante que oprime al estamento explotable.

Bioy

Siguiendo con Bioy, Trelles Paz—en contraste a Vargas Llosa y Roncagliolo que presenta el racismo a través de su protagonista principal—muestra el racismo (y, además, la desigualdad de clase y la violencia de género) a través de un reparto de personajes que han internalizado la colonialidad. Los primeros personajes que el lector conoce son los interrogadores de la detenida Elsa y los dos, el capitán Gómez y el suboficial Franco, muestran su internalización de la hegemonía de la jerarquía racial. Trelles Paz los describe así: “Gómez es alto, aindiado […] Franco, por su parte, es bajo y algo robusto, pero, cuando camina junto a Gómez parece un enano negro y gordo” (locación 107). Sus rasgos físicos Hopkins 22 sugieren que Gómez es mestizo y Franco mulato y entonces, aunque ambos pertenecen al estamento explotable, Gómez es superior de Franco por la raza4. Por lo tanto, el capitán, que ha internalizado la hegemonía de la colonialidad de raza, discrimina a las razas inferiores de

él. Por eso, insulta al suboficial Franco, llamándole zambo, un apodo peyorativo de los negros. Asimismo, durante una conversación con su adjunto sobre el fútbol, el capitán revela sus prejuicios raciales, refiriendo a algunos futbolistas por su raza—el Negro Baylón y el

Cholo Sotil, por ejemplo. Luego, el ahora ex capitán Gómez muestra que todavía es racista pues refiere a los quechuas como “estos serranos hijos de su puta madre” (locación 278).

Franco, por su parte, también muestra que ha aceptado la hegemonía de la colonialidad de raza pues, cuando su superior lo insulta por motivos raciales, en vez de contradecirlo, guarda silencio (locación 788). De esta manera, Trelles Paz llama la atención al lector sobre la hegemonía de la colonialidad de raza.

Igualmente, otro personaje secundario que representa la internalización de la colonialidad de raza es la abuela María. Durante una entrevista en cual denuncia a su nieto, un muchacho llamado Marcos, ella muestra sus prejuicios raciales. Cuando habla sobre los amigos de su hija fallecida, dice:

Había uno bien cholo, casi enano y de una fealdad sorprendente que se llamaba Julián.

Ese siempre estaba contando chistes obscenos y tenía la fea costumbre de agachar la

cabeza como chino cada vez que saludaba. También había una pareja, Teófilo y

Blanca. La recuerdo a ella. Muy menudita. Blanquísima y de ojos claros, muy mona

que parecía una virgencita europea la pobre niña. Yo nunca entendí cómo pudo llegar

hasta ahí y con ese indio tan feo. (locación 3204).

4 Tal y como se ha mencionado antes, existen otros modelos de las jerarquías raciales del Perú y en el modelo de James W. Brown, los mestizos son superiores de los mulatos (Franken Kurzen 68). Hopkins 23

En otras palabras, ella afirma la hegemonía del dualismo racial de la colonialidad.

Igualmente, muestra que la ha internalizado porque cree que personas de herencia indio son feas y obscenas, mientras las de herencia europea son hermosas y, además, personas de diferentes estamentos no deben enamorarse. Entonces, a través de la abuela, Trelles Paz critica esa violencia objetiva que no permite que una persona que se enamore de una persona de otro estamento racial.

A este punto, esta investigación solamente ha analizado la internalización de la colonialidad de raza por personajes secundarios. Sin embargo, el lector puede ver el mejor ejemplo de tal internalización en la banda del protagonista Bioy y la critica de tal hegemonía.

El agente infiltrado del Servicio de Inteligencia Humberto Rosendo Hernández se da cuenta que Bioy es encargado de la banda porque parece más blanco que los otros miembros:

En Perú basta que seas blanco y atractivo, que lleves una vida azarosa y llena de

escándalos para que la televisión te haga un reportaje y la gente apenada se pregunte

cómo es que aquello terminó tan mal. Si eres cholo, chino o zambo, lo más probable

es que esa misma gente te persiga a pedradas o quiera ajusticiarte con kerosene en

plena vía pública. A veces me pregunto si entre nosotros no funciona la misma

lógica: si Bioy es el jefe de la banda porque es el único que no parece un delincuente,

si lo respetamos porque lo envidiamos y estamos muy complacidos de que un tipo tan

presentable se comporte como uno de los nuestros. (locación 1093)

Es decir, en el Perú, la colonialidad de raza sí todavía sigue viva pero a través de tal descripción, Rosendo resiste tal hegemonía y la pone en crisis. Muestra el dolor que la sociedad sufre por la violencia objetiva que se manifiesta en actos de violencia subjetiva cuando el status quo se amenaza, obligando al lector a reflexionar sobre tantas desigualdades raciales y preguntar ¿por qué debe ser como así? Hopkins 24

La crítica continúa cuando Rosendo explica que Cholo acepta a Bioy como líder pues, de hecho, ha aceptado la hegemonía las jerarquías racistas:

sobre todo, porque parecía natural, incluso necesario, que la banda tuviera un hombre

con el rostro, la resolución y física de Bioy. A su costado, desde el inicio, desde que

lo conoció en la Fuerza, al Cholo le había ocurrido lo impensado: aun siendo más

fuerte y talentoso, se sentía menos. Le decían Cholo desde siempre pero fue recién

con la aparición de Bioy en su vida que, no sin aflicción, se sintió realmente un cholo,

un marroncito, un serrano más «¡un indio de mierda!» como se repetía ya borracho,

resentido, molesto consigo mismo. Incluso imaginarse como el líder de la banda le

resultaba desproporcionado y grosero y quizás, fue por esa secreta vergüenza que ni

siquiera lo intentó. (locación 3446)

En otras palabras, Bioy es jefe, tal y como se ha mencionado, porque la hegemonía de la colonialidad de raza presenta al líder blanco como el líder natural y, por lo tanto, de herencia explotable—no dominante—se siente inferior. Aun el apodo que siempre ha tenido, ahora le da pena en la presencia de su jefe. Entonces, no puede verse como cabeza de una banda, aunque tiene más fuerza y talento que Bioy. Por esa hegemonía de la jerarquía racial de la colonialidad, el Cholo, oprimido por la violencia sistémica, ni siquiera estaría a la cabeza sino al costado de Bioy—para siempre. Llamando la atención al lector sobre la hegemonía de la colonialidad de raza con tales descripciones explícitas, Trelles Paz, a través del personaje Rosendo, crítica la colonialidad fuertemente.

Desde la llegada de los conquistadores, el Perú ha sentido la violencia del occidente.

Aun después de independizarse de sus amos, el Perú ha imitado sus normas occidentales y ese deseo de ser como ellos ha resultado en la colonialidad. La colonialidad, según Quijano, clasificó todas las razas en dos estamentos—el estamento dominante y el explotable. Hopkins 25

Entonces, según Scarritt, los dominantes han oprimido a las explotables a través de un ciclo de explotación y autoritarismo que continúa hasta hoy en día. Las novelas de este estudio llaman la atención sobre la hegemonía de la colonialidad de raza, criticando el uso de la violencia subjetiva para mantener el status quo cuando la hegemonía fracasa. En el próximo capítulo, exploraré la perspectiva de las novelas de esta investigación sobre la colonialidad y la clase. Hopkins 26

CAPÍTULO II. LA CLASE—OTRA MIRADA A LA COLONIALIDAD Y LA

VIOLENCIA

Siglos han transcurrido de explotación dura, las masas han sido doblegadas; las han

explotado, sojuzgado; las han oprimido implacablemente, pero a lo largo de los tiempos las masas explotadas siempre han combatido, pues no tienen otro sentido que la lucha de clases.

Abimael Guzman, dirigente del Partido Comunista del Perú

De la I Escuela Militar, 19 de abril de 1980 (Arce Borja 163)

Aníbal Quijano empieza su artículo “Coloniality and Modernity/Rationality” explicando la relación entre el imperialismo y la clase en una sociedad. Dice:

Western imperialism is an association of social interests between the dominant groups

(‘social classes’ and/or ‘ethnies’) of countries with unequally articulated power, rather

than an imposition from the outside. […] This power structure was, and still is, the

framework within which operate the other social relations of classes or estates. (168)

Entonces, ¿cómo se relaciona el imperialismo occidental con la colonialidad? Recuérdese que la colonialidad es un ideal occidental de los antiguos colonizadores europeos y norteamericanos que sus ex-colonias han internalizado. Por lo tanto, las ex-colonias lo divinizan e intentan imitarlo, elogiando los mismos valores que su antiguo colonizador.

Teniendo esto en cuenta, si el imperialismo ha creado una desigualdad entre las clases, como dice Quijano, entonces la colonialidad ha hecho lo mismo porque las clases altas han mirado al occidente para resolver sus problemas económicos y han decidido que el modelo de progreso viene del occidente no de su propia gente. Es decir, creen que el imperialismo occidental puede dirigir el destino de su nación mejor que cualquier idea nacional. En un Hopkins 27 país donde la colonialidad domina, la violencia subjetiva entonces se convierte en la herramienta que las clases dominantes utilizan para mantener su poder sobre las clases oprimidas pero las clases dominadas también usan la violencia para combatir la hegemonía de su opresor. Entonces, las novelas de este estudio representan esa lucha de clase, criticando la opresión de la clase dominada.

Para empezar, tal y como se ha investigado en el capítulo previo, la raza tiene un papel fundamental en el Perú y los críticos como José Carlos Mariátegui, el fundador del partido político Partido Comunista del Perú (PCP), y el fundador del partido político la

Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) Raúl Haya de la Torre utilizaban la raza para describir los problemas sociales del Perú. Sin embargo, el discurso nacional empezó a cambiar. Comenzando en los 30, el lenguaje de clase sustituyó el de raza. La antropóloga peruana Marisol de la Cadena cita una publicidad de esa década en la cual los peruanos comunistas de la Confederación General de Trabajadores del Perú denuncian la guerra de clase que brama diariamente (Stern 42). Asimismo, el ideólogo Antonio Díaz Martínez del partido político PCP consideraba la conciencia de clase más importante que la raza y la cultura para definir la identidad de una persona (51). Es durante esta época—el régimen militar del presidente Manuel Arturo Odría Amoretti (1948-1956)—en la cual ¿Quién mató a

Palomino Molero? tiene lugar. La transición en el lenguaje de la raza a la clase en el discurso nacional, según de la Cadena, no finalizó hasta el régimen militar del general Juan

Francisco Velasco Alvarado (1968-1975). El régimen concluyó la transición de lenguaje, iniciando transformaciones socioeconómicas para ayudar no sólo a los indígenas sino a las clases bajas, también. En primer lugar, el régimen destruyó la base económica de la oligarquía, intentando librar la clase de campesinos rurales de su control a través de la promulgación de la Ley de la Reforma Agraria de 1969. De esta manera, asimiló la retórica Hopkins 28 racial de críticos como Manuel González Prada, Mariátegui y Haya de la Torre, transformándola en un discurso sobre la clase, borrando todas las referencias a la raza y substituyéndolas por términos de clase como campesino (Stern 44-45). Asimismo, no se olvidó al trabajador urbano. Con la promulgación de la Ley General de Industrias de 1970, los trabajadores podían participar en las ganancias y la dirección de las empresas privadas que se llamaban comunidades industriales. Aunque la ley no tuvo mucho éxito, creó un precedente para la clase trabajadora. En segundo lugar, en vez de pedir el apoyo de las razas explotadas, el régimen estimuló la participación de la clase popular en la política, incorporándola en el discurso nacional, también (Saba 58-64). En síntesis, el régimen de

Velasco borró la raza del discurso nacional, sustituyéndola por la clase.

Sin embargo, la estimulación de la clase popular resultó en una consecuencia sin intención por el régimen. En respuesta a sus reformas, los partidos de izquierda empezaron a convertirse en la voz de la clase explotada (Stern 60-61). Raúl P. Saba explica que el régimen había despertado en el pueblo una conciencia política y en respuesta de su nueva conciencia, el pueblo comenzó a protestar su condición socioeconómica. El régimen había prometido que la clase pobre recibiría más dignidad, la clase media más orgullo nacional y la elite de la nueva izquierda la esperanza de un estilo de vida socialista pero no cumplió sus promesas. Cuando el régimen no cumplió sus promesas, el pueblo se enfadó y el régimen no pudo controlar su agitación. Al mismo tiempo, la izquierda marxista, aunque dividida, empezó a convertirse en la voz viable del pueblo (63).

En 1975, el régimen militar del general Francisco Morales Bermúdez Cerrutti reemplazó el régimen de Velasco. El régimen de Morales Bermúdez (1975-1980) también enfrentó un pueblo descontento por el dominio de las fuerzas militares. Saba explica que, como clase dominante, su personal recibía un salario exorbitante y así como su predecesor, el Hopkins 29 régimen se hizo corrupto. Por lo tanto, los críticos y defensores de las clases explotadas denunciaron al régimen por abusos. Al mismo tiempo, las manifestaciones y huelgas que comenzaron durante el régimen anterior continuaron y empeoraron. En respuesta a esas críticas, el régimen anunció planes de convertir el país en una democracia de nuevo y en junio de 1978, elecciones para elegir a delegados a la décima asamblea constituyente del Perú se celebraron (64-68). Es durante esa época que La pena máxima tiene lugar.

Aunque el país regresó a la democracia en 1980, la lucha de clase no terminó. En vez, empeoró. El PCP, dirigido por Abimael Guzmán durante esa época, en vez de participar en el sistema democrático, lo denunció y comenzó un conflicto armado que continuaría por veinte años. Durante esos veinte años, el Estado y el PCP, o Sendero Luminoso, lucharon sobre qué papel la clase—la clase obrera en particular—debía tener en la sociedad peruana.

Luis Cueto entonces cuenta como ese conflicto armado sobre la clase afectó la sociedad peruana:

Pero en el caso de la última guerra interna, quienes se enfrentaron fueron los jóvenes

de las clases más deprimidas del Perú; en uno y otro bando, tanto en la insurgencia

como en la represión, siempre estaban, en la primera línea de combate, los jóvenes

más pobres del país, aquellos que provenían de los barrios más miserables, de las

rancherías sin luz eléctrica, sin agua ni desagüe. Fueron ellos los que sostuvieron esta

guerra, los que pagaron con su vida los costos del conflicto, de ahí su carácter

eminentemente popular (s.p.).

Es decir, la clase baja y en particular, los jóvenes de esta clase, sufrió más la violencia subjetiva de ese conflicto que cualquier otra clase. Como el lector leerá, tres novelas de esta investigación representan esa lucha: Lituma en los Andes (los 80), Bioy (1986) y Abril rojo

(2000). Finalmente, Bioy, que también ocurre en 2002-2004 y 2007-2008, representa las Hopkins 30 consecuencias del conflicto armado, mostrando que los esfuerzos del PCP no derrotaron a la clase dominante de ninguna manera.

¿Quién mató a Palomino Molero?

Aunque ¿Quién mató a Palomino Molero? tiene lugar durante la transición del discurso nacional de la raza a la clase, todavía refleja las actitudes dominantes hacia las clases peruanas. Cuando los guardias el teniente Silva y su adjunto Lituma investigan el asesinato del avionero Molero, destacan las desigualdades entre las clases. En primer lugar, durantes sus entrevistas, muestran más deferencia a personas de la clase dominante que a las de la clase baja. Por ejemplo, durante la entrevista con el coronel Mindreau, jefe de la Base Área en Talara y entonces miembro de la clase dominante militar, el teniente Silva responde al coronel “con mucho respeto” (locación 330) y Lituma balbucea o murmura cuando habla.

Por otro lado, cuando el teniente Silva habla con doña Lupe que es de la clase trabajadora, se burla y se ríe de ella, repitiendo las preguntas a las cuales no responde. Asimismo, habla crudamente, mientras ella trabaja alrededor de él. Cuando la entrevista empieza, el teniente cambia a un tono “frío y duro” (locación 874), hablándole francamente y a veces amenazándola. De esta manera, dando más reverencia a personas de la clase alta que a las de la clase baja, los guardias apoyan la hegemonía de la clase dominante.

Aunque apoyan la hegemonía de la clase dominante, los guardias descubren que la clase dominante no es tan honorable como habían pensado porque utiliza la violencia subjetiva para mantener su dominio cuando su hegemonía fracasa. Aprenden que Molero, un cholo, era pretendiente de Alicita Mindreau, hija del coronel Mindreau. Tal y como se ha mencionado en el capítulo dos de esta investigación, un cholo no podía enamorarse de una mujer de la clase dominante militar porque los cholos eran de la clase baja. Por lo tanto, tal desafío de la jerarquía de clase motiva una respuesta dura de la clase alta. Cuando el teniente Hopkins 31

Dufó—también de la clase militar—habla con los guardias en el capítulo cuatro, les dice que

Palomino “picó muy alto” (locación 664) y por eso, murió, pagando bien por tal atrevimiento.

De doña Lupe en el próximo capítulo, aprenden que la pareja había llegado a Amotape para que el padre Ezequiel los casara. Sin embargo, dos uniformados, un mayor y un joven, (el lector puede deducir que eran el coronel Mindreau y el teniente Dufó) llegaron en un jeep y los secuestraron. Antes de salir con la pareja atrevida, el teniente Dufó amenazó a doña Lupe con una pistola y le dijo “Nosotros no estamos aquí, nosotros no existimos […] Si abre la boca, morirá como una perra con rabia. La mataré yo mismo. ¿Entendido?” (locación 970).

Lo entiende porque cuando los guardias empiezan a hablar con ella, ella les dice con miedo

“Me van a matar” (locación 883). Es decir, ella se ha subordinado a su amenaza de violencia subjetiva. Además, otra razón para su reticencia a hablar con los guardias se clarifica cuando el teniente Silva le pregunta si los uniformados eran policías o militares. Ella responde

“Ustedes, los uniformados […] ¿No es la misma cosa?” (locación 944). Para miembros de la clase baja como doña Lupe, todos los uniformados pertenecen de la clase dominante y, por lo tanto, todos amenazan con ejercer la violencia subjetiva para dominarlos por la fuerza.

Luego, el coronel confiesa a los guardias que había ordenado el asesinato del avionero, mostrando su prejuicio contra la clase baja. En su opinión, nadie puede cambiar su estamento y por eso, prohibió que su hija se casara con Molero, afirmando la discriminación de la clase baja. Les dice a los guardias que había explicado su razonamiento a Molero de

“hombre a hombre. Dándole una oportunidad de portarse como un caballero de ser lo que no era (locación 1621).” Aquí expresa su prejuicio sobre Molero que pertenece a la clase baja no puede ser caballero como alguien de la elite pues para él, personas de la clase de Molero solamente son groseras. Entonces, cuando Molero se comportó como su ser “verdadero” y se acostó con su hija, intentando obligar al coronel que permitiera su matrimonio, el coronel le Hopkins 32 mandó al teniente Dufó para que lo asesinara. Es decir, cuando Molero desafía la hegemonía de la colonialidad de clase, los dominantes utilizan la fuerza subjetiva para restaurar su dominio.

Al final, la novela critica la internalización de la colonialidad de clase por el pueblo utilización de la violencia subjetiva de los dominantes para restaurar el status quo. Cuando los guardias publican los resultados de su investigación sobre las muertes de Molero, el coronel Mindreau y su hija, denunciado al Coronel Mindreau y al teniente Dufó, el pueblo no les cree pues han internalizado la colonialidad de clase. Entonces, culpan a los guardias, denunciándoles de encubrir algo más malvado para la International—algo que involucra millones de dólares. Don Jerónimo se queja “Aquí, los únicos que se friegan siempre somos los pobres […] Los peces gordos, jamás (locación 1792).” Reflejando la aceptación de la hegemonía de la clase alta, don Jerónimo luego comenta a Lituma “Amigo, Lituma, por qué no nos dice cuánto le pagaron al teniente los peces gordos para inventar la historia esa del suicidio del coronel (locación 1883).” Igualmente, los superiores de los policías cometen una represalia—un acto de violencia subjetiva—cuando trasladan a ambos guardias a nuevos puestos “de castigo” porque se han animado a poner la hegemonía de la clase alta en riesgo.

En otras palabras, para restaurar el status quo, los superiores que mantienen el dominio de la clase alta trasladan a ambos guardias “a un puestecito medio fantasma” (locación 1900) donde jamás pueden amenazar el sistema dominante de nuevo. De esta manera, la novela critica la internalización de la colonialidad de clase y el uso de represalia para restaurar el dominio de la clase alta.

La pena máxima

Para continuar, Aníbal Quijano presenta dos paradigmas sobre resistencia a la desigualdad de clase y La pena máxima representa ambos. El primero, el democrático- Hopkins 33 burgués, ve la cuestión de resistencia como una campaña dirigida por la clase burguesa. Ella debe ser la que organiza a la clase obrera, a los campesinos y otras clases dominadas para suprimir a la clase dominante y su sistema semi-feudal y crear una nueva sociedad en términos del capital y la burguesía. Por otra parte, según Quijano, el paradigma socialista ve la resistencia como un proyecto dirigido por las clases explotadas que organiza a la clase obrera para suprimir la burguesía y su sistema capitalista y crear una nueva sociedad en términos de producción y control estatal (“Colonialidad” 239). El preso político con quien

Chacaltana habla representa el primer paradigma pues probablemente es de la clase media.

Chacaltana se da cuenta que la “ropa del preso estaba vieja y sucia. Pero era de buena calidad. Su piel era blanca. Y a juzgar por su acento, tenía educación superior.” Y cuando habla, habla con buena retórica, protestando la hegemonía de la clase dominante. Por ejemplo, responde a Chacaltana cuando le pregunta si los guardias lo pegan “Lo que es un golpe es matar de hambre a millones de personas para beneficio de unos pocos. Eso es un golpe” (locación 1976-1987). El estudiante Ramiro Huaranga Mesa representa el segundo paradigma porque es miembro del partido político Partido de Izquierda Revolucionaria, un partido subversivo y como Chacaltana descubre en el capítulo tres, viene de un barrio pobre en Lima. Cuando entra a su casa para hablar con su madre, se da cuenta de que, en la sala, los “únicos muebles eran dos sillas plegables de metal y una mesa de madera sin barnizar”

(locación 1485). Además, un afiche de Che Guevara cuelga en la pared. Aunque vienen de diferentes clases sociales, el preso político y Huaranga Mesa representan la resistencia social a la opresión de la clase dominante.

Cuando las clases dominadas resisten su hegemonía, la clase dominante responde con su propia violencia subjetiva para restaurar su dominio. En primer lugar, infiltran a los partidos subversivos para derrotarlos desde dentro. A pesar de pensar al principio que su Hopkins 34 amigo fallecido Joaquín era subversivo, Chacaltana aprende que, de hecho, era infiltrado del almirante Carmona, recogiendo información sobre sus miembros y actividades y dándola a la

Inteligencia. Entonces, la Inteligencia utiliza la información para detener a los subversivos.

El estudiante activista y subversivo Daniel Álvarez explica a Chacaltana que la Policía ha empezado a hacer registros y detener a los miembros del partido. Él continua: “Se supone que participamos en unas elecciones libres, pero la Policía revienta cada una de nuestras reuniones. Y confiscan nuestros documentos. Y retienen a nuestros militantes. Su idea, supongo, es acosarnos y hostigarnos hasta hacernos desaparecer (locación 1759).” Luego, el policía de la cárcel en el Palacio de Justicia confirma la declaración de Álvarez cuando el director de Chacaltana le pregunta si tiene un preso político. Él responde: “Tengo uno, justo.

Normalmente hay más. Sobre todo, ahora, por las elecciones (locación 1967).” Entonces, aunque las elecciones son libres, la clase dominante quiere silenciar la voz opuesta de la clase dominada para mantener su hegemonía. Además, se aprovechan del secuestro de subversivos por parte de los militares argentinos. Chacaltana aprende que tres militares habían secuestrado al subversivo Huaranga Mesa y luego, Chacaltana presencia el secuestro del subversivo Álvarez y una subversiva argentina. En el capítulo seis, el almirante admite en agradecimiento, que los argentinos “sacaban del país a algunos de nuestros [subversivos] durante las elecciones” (locación 4377). Respondiendo con violencia subjetiva o aprovechándose de la violencia subjetiva de otros, la clase dominante suprime la resistencia de la clase dominada.

Al final, Roncagliolo critica a la clase dominante, mostrando que la clase baja puede derrotar la hegemonía de sus opresores. Chacaltana descubre que Gonzalo Calvo, en un acto de resistencia violenta contra la clase dominante, ha asesinado a su amigo, Joaquín. Calvo, un anarquista durante la Guerra Civil en España, confiesa que ha asesinado al almirante Hopkins 35

Carmona y a su mujer Susana Aranda e incluso a su propio hijo Joaquín porque como explica: “Joaquín era uno de ellos. Te lo he dicho mil veces: toda mi vida ha transcurrido en la misma guerra. Unos hijos de puta me robaron a mi familia. Y mi hijo terminó trabajando para ellos, robando otros niños, rompiendo otras familias (locación 4882).” Por lo tanto, debe matar a todos para derrotar la hegemonía de la clase dominante. De esta manera, Chacaltana critica a la clase alta, mostrando cómo los actos de violencia subjetiva pueden derrotar su hegemonía.

Lituma en los Andes

A continuación, la hegemonía de la clase alta fue derrotada en el Perú el 18 de mayo de 1980. Era el día de elecciones nacionales para un presidente civil—un símbolo de democracia que la nación no había visto por más de una década. Sin embargo, el PCP se aprovechó del día para declarar la guerra contra la clase dominante peruana, quemando algunas urnas en el pueblo Chuschi en el departamento de Ayacucho, escogiendo la violencia subjetiva en vez de la democracia para conducir su lucha. En contraste de las otras novelas de estudio, incluso ¿Quién mató a Palomino Molero?, Lituma en los Andes critica a tal violencia con un reproche fuerte, apoyando a la clase dominante.

En primer lugar, la novela no presenta al PCP como luchadores de libertad para la clase baja, sino que sigue el ejemplo del Estado, llamándoles subversivos y terroristas.

Defensores del PCP como el director del periódico pro senderista El Diario Internacional,

Luis Arce Borja reconocen esa técnica de violencia simbólica y protestan contra ella. Por ejemplo, en una entrevista, Arce Borja argumenta que “Sendero Luminoso is a pejorative term, used by the foreign and bourgeois press; the correct name is Communist Party of Peru,

PCP (Fokkema).” En su opinión, la prensa burguesa llama al PCP el Sendero Luminoso para desmerecer simbólicamente su revolución de clase. Carlos Aguirre está de acuerdo porque Hopkins 36 cita a Alberto Flores Galindo que escribe que Senderista se convirtió en sinónimo de terrorista (105). Uno puede ver tal violencia simbólica en Lituma en los Andes. Por ejemplo, cuando la expedición científica de la naturalista d'Harcourt quiere entrar en una zona de emergencia, el comandante en Huancavelica le avisa que una patrulla militar la acompañará pues la “zona es peligrosa, los subversivos la llaman 'territorio liberado'

(locación 1258).” Asimismo, para hacer penitencia por sus acciones delincuentes con la bailadora Mercedes, el padrino del adjunto Carreño lo manda a la zona de emergencia para

“cazar delincuentes subversivos” (locación 3302). De esta manera, la clase dominante desacredita simbólicamente la lucha del PCP contra ella.

Aunque el PCP intenta crear un “territorio liberado”, Vargas Llosa, representando los actos de violencia subjetiva del PCP más gráficamente que las otras novelas de este estudio, muestra que realmente son nada más que salvajes, hiriendo y matando a personas inocentes.

En primer lugar, asaltan un ómnibus de viajeros y ejecutan dos franceses. Luego, un pelotón senderista dispara las vicuñas de la reserva donde el mudo Pedro Tinoco trabaja. Cuando terminan, defienden sus acciones:

Ésta es una reserva del enemigo. El nuestro y el tuyo. Una reserva que inventó el

imperialismo. Dentro de su estrategia mundial, ése es el rol que han impuesto a los

peruanos: criar vicuñas. Para que sus científicos las estudien, para que sus turistas les

tomen fotos. Para ellos, tú vales menos que estos animales. (locación 607)

A pesar de recordar las excusas del pelotón para su acto de violencia subjetiva, Vargas Llosa describe el escenario de una manera en la cual el lector se compadece del mudo Tinoco que ha perdido sus preciosas vicuñas, no de los terroristas bárbaros que las han matado sin sentido.

La barbarie continúa cuando los senderistas llegan al pueblo Andamarca. Allí, Hopkins 37 ajustician “al alcalde, al juez de paz, al jefe de correos, a los dueños de las tres bodegas y a sus mujeres, a dos desmovilizados del Ejército, al boticario y prestamista don Sebastián

Yupanqui y a los dos técnicos enviados por el Banco Agrario” (locación 826-834). Luego,

Lituma recibe noticias de que han atacado la mina La Esperanza. Además, un pelotón senderista detiene a la naturalista d'Harcourt y su expedición científica. Cuando los detienen, la señora protesta “No somos sus enemigos, no somos políticos, no trabajamos para el gobierno sino para los peruanos”. El ingeniero Cañas la defiende diciendo: “Es una idealista.

Como ustedes, ella quiere una vida mejor para los campesinos (locación 1345-1353).”

Luego, durante la interrogación de la señora, el dirigente responde mostrando su ideología:

“Ésta es una guerra y usted es un peón del enemigo de clase […] Usted ni siquiera se da cuenta de que es un instrumento del imperialismo y del Estado burgués. Y encima se da el lujo de tener buena consciencia, de sentirse la gran samaritana del Perú. Su caso es típico

(locación 1391).” De nuevo, así como hace con el mudo Tinoco, Vargas Llosa presenta otros personajes— la naturalista d'Harcourt e ingeniero Cañas—de quienes el lector puede compadecerse y de nuevo, los contrasta con la retórica y el salvajismo del PCP. Asimismo, apoya la colonialidad, mostrando que la modernidad del Perú viene desde fuera del país pues d'Harcourt es extranjera, viviendo en el país desde hace treinta años. Cuando ella—un instrumento del imperialismo—muere, la conservación, la reforestación y el desarrollo económico de los campesinos que ha dirigido muere con ella y el Perú se queda en el subdesarrollo y la barbarie del PCP.

Sin embargo, en Lituma en los Andes, Vargas Llosa presenta una representación irónica del Perú pues también representa la crueldad del Estado a través de sus propios actos de violencia subjetiva. Para mantener su poder y oprimir la subversión del PCP, el Estado emplea la tortura de detenidos para obtener la información que necesita. El lector aprende de Hopkins 38 tal violencia subjetiva cuando el cabo Carreño cuenta una historia de cuando estuvo en la patrulla del teniente Pancorvo. Después de la matanza de las vicuñas, la patrulla encuentra a un sospechoso que no habla. Para obligarlo a hablar, lo queman con fósforos y encendedores, empezando con los pies y subiendo poco a poco. Entones, el cabo informa a Lituma que el detenido era el mudito Pedrito Tinoco. Víctima del PCP, el mudo Tinoco se convierte irónicamente en víctima de la violencia subjetiva del Estado, también. De esta manera,

Vargas Llosa llama la atención sobre el hecho de que el Estado se ha convertido en el bárbaro contra que supuestamente defiende al pueblo.

Igualmente, el mudo Tinoco—junto con otros dos hombres—sufre la violencia subjetiva de los campesinos y a través de su desaparición y última muerte, Vargas Llosa muestra que ellos son tan bárbaros como los terroristas. El Estado, representando la colonialidad de la clase dominante, está construyendo una carretera a través de los Andes y los campesinos, dirigidos por el cantinero Dionisio y su mujer, creen que la modernización del país por el Estado5 enfada a los apus, los espíritus de las montañas. Por lo tanto, para calmarlos, asesinan al mudo Tinoco, el albino Huaracaya y el capataz Chanca, revelando

(aunque según Žižek, esta violencia subjetiva sería una respuesta a la violencia objetiva que han sufrido) que son tan violentos como los terroristas que matan sin culpa de conciencia para mantener su ideología tal y como se ha mencionado. Sin embargo, un alud de barro que para el proyecto muestra que no han tenido éxito pues no han logrado calmarlos, así como los

5 Quijano vincula la colonialidad y la modernidad, escribiendo: “En ese sentido, la pretensión eurocéntrica de ser la exclusiva productora y protagonista de la modernidad, y de que toda modernización de poblaciones no-europeas es, por lo tanto, una europeización” (“Colonialidad” 213). Tal y como se ha mencionado antes, la colonialidad es la internalización de los valores occidentales, y la modernidad es claramente un valor occidental. Entonces, la construcción de una carretera para mejorar las infraestructuras de un país es un intento de modernizar el país porque imita Europa que tiene una buena infraestructura de carreteras y otras rutas de transportación. Hopkins 39 terroristas con su revolución no han logrado derrotar a la clase dominante. Además, sin la modernización de la colonialidad, el pueblo Naccos muere pues los campesinos no tienen trabajo y deben salir para buscar otro. De esta manera, Vargas Llosa desprecia a los campesinos, presentándolos como tan violentos como los terroristas que aterrorizan el país, mientras muestra que la modernización de la colonialidad es la única solución para el desarrollo y la sobrevivencia.

Abril rojo

A continuación, tal y como se ha mencionado antes, Roncagliolo escribió Abril rojo antes que La pena máxima, pero Abril rojo ocurre después de La pena máxima cronológicamente al final del conflicto armado contra el PCP y por eso, analizaré Abril rojo ahora. Mientras Vargas Llosa apoya la colonialidad del Estado, Roncagliolo la critica fuertemente, reprochando a los defensores de la colonialidad que utilizan los actos de violencia subjetiva para mantener el dominio de la clase dominante. En primer lugar, el fiscal distrital adjunto Chacaltana descubre que el régimen de Fujimori manipula las elecciones para mantener su dominación sobre la clase baja. Catherine M. Conaghan explica la importancia de las elecciones para manipular al pueblo en su libro Fujimori's Peru (2005).

Durante las elecciones nacionales de 1990, el escritor Vargas Llosa compitió contra el decano universitario Alberto Fujimori para ser presidente. Sus campañas fueron distintas pues

Vargas Llosa representaba a la clase burguesa y sus planes neoliberales occidentales, mientras Fujimori, por otro lado, luchó como populista por el mejoramiento de los campesinos. A pesar de que Fujimori ganó las elecciones y se convirtió en el defensor de los pobres (16-20), engañó al pueblo que lo apoyaba y promulgó reformas económicas que ayudaron no a sus campesinos sino a la burguesía contra la que competió (250-253). Luego,

Fujimori manipuló las elecciones democráticas para “demostrar” el apoyo del pueblo para su Hopkins 40 régimen en 1995 y de nuevo en 2000. Entonces, a través del régimen de Fujimori, la clase dominante mantuvo su dominio sobre el país.

Abril rojo critica la corrupción de las elecciones nacionales de 2000 contrastando la inocencia de Chacaltana y su apego a la ley con la complicidad de los otros oficiales en el pueblo Yawarmayo. Cuando Chacaltana viaja a Yawarmayo como fiscal electoral, observa que los oficiales en tal infierno no tienen ningún interés para seguir las leyes electorales. El sitio de votar está en la escuela pública Alberto Fujimori Fujimori aunque este es candidato.

Con razón, Chacaltana como fiscal electoral ve el nombre de la escuela como una publicidad electoral y por eso, quiere tapar el letrero de la escuela, pero el funcionario Johnatan Cahuide argumenta que es solamente el nombre de la escuela y nada más. Asimismo, no le importa que el pueblo falta a los suficientes oficiales electorales necesarios, los “miembros de mesa”

(locación 1093). Tampoco quiere retirar la foto del presidente que cuelga en la Oficina

Nacional de Procesos Electorales (ONPE) porque según su razonamiento, no es otra publicidad política sino una foto del jefe. Cuando oye su argumento, Chacaltana decide consultar la ley otra vez. Y cuando el jefe Cahuide informa a Chacaltana que el personal de las Fuerzas Armadas obliga a los campesinos a votar por el presidente, Chacaltana se avergüenza. Cuando él llama la atención de la ilegalidad del comportamiento de las Fuerzas

Armadas, Cahuide sonríe “con una sonrisa pícara” y responde, disculpando a los soldados

“Sí, pues. Son unos pendejos, los cachacos” (locación 1103). Además, como jefe y único funcionario de la oficina, Cahuide mismo representa una irregularidad electoral pues antes de tener su puesto en la ONPE, era jefe de campaña del presidente en la región. Cuando

Chacaltana llama la atención sobre esa irregularidad, Cahuide le pregunta “¿Me vas a vetar a tú?” Chacaltana dice que no porque se da cuenta de que en “las últimas veinticuatro horas, se le iba haciendo borroso qué era lo que había que vetar” (locación 1249). Es decir que, Hopkins 41 aunque Chacaltana insiste en que los oficiales sigan las leyes electorales, ellos simplemente lo ignoran. El día de votación llega “con la ausencia de seis miembros de mesa y la total ignorancia de los procedimientos electorales de los otros seis” (locación 1394). Cuando

Chacaltana intenta hablar con un periodista sobre todo lo que ha pasado en Yawarmayo, el teniente Aramayo lo interrumpe y Chacaltana pierde su oportunidad. Fujimori gana la elección con la complicidad de oficiales como los de Yawarmayo y el inocente Chacaltana, defensor de la ley electoral, regresa a Ayacucho en desgracia.

Además de critica la corrupción de las elecciones, Abril rojo llama la atención sobre la tortura de campesinos por el Estado para mantener su dominio sobre ellos, denunciándola, así como ocurre en Lituma en los Andes. En la novela, Roncagliolo presenta la tortura por medio del informe sobre la detención del campesino Edwin Mayta Carazo. Para obtener una confesión que Mayta Carazo era terrorista, el informe sobre su detención explica que el teniente Alfredo Cáceres Salazar utilizó varias técnicas de investigación y averiguación—atar las manos detrás de la espalda del detenido y colgarlo por las muñecas y sumergir la cabeza del detenido en una batea de aguar para aproximarlo a la asfixia sin matarlo. El informe explica tales torturas de una manera muy técnica, dejando a lector espantado.

Luego, el lector aprende que el Perro Cáceres, representando a los miembros de las

Fuerzas Armadas que torturaron a sus detenidos que casi siempre eran campesinos, torturó a más campesinos que el detenido Mayta Carazo. Las Fuerzas Armadas encuentran una fosa común que Chacaltana visita. Después, el comandante Carrión dice a Chacaltana que el teniente Cáceres casi había llenado aquella fosa solo. Entonces, cuenta cómo había ocultado la muerte del detenido Mayta Carazo y cómo su madre todavía busca su cuerpo en cada fosa común recién descubierta. Asimismo, el comandante le cuenta otras técnicas de tortura que el Perro Cáceres usó, incluso de cortar las extremidades de un terrorista acusado mientras que Hopkins 42 este estaba vivo. El comandante entonces le reporta que en el pueblo que había dado refugio al terrorista, “nunca volvería a desobedecer” (locación 2028) con el sistema usado por el teniente. Tal confesión de la utilización de tortura por parte del Estado, a través de sus

Fuerzas Armadas, para obligar a los campesinos a rendirse a su hegemonía, de nuevo, deja al lector espantado.

Las atrocidades del teniente Cáceres resultan en otra crítica de la clase dominante— su intento de tapar su violencia contra el pueblo. Pablo G. Celis-Castillo nota ese intento cuando escribe “If the terrorists brutally paraded the bloody corpses of their victims to install fear in the civilian population of the communities they attacked, the Peruvian government forces buried bodies in an effort to conceal the evidence of their abuse (322).” Es decir, las

Fuerzas Armadas enterraban los cuerpos de víctimas de la violencia institucional para ocultar sus acciones. Por eso, los funcionarios del Estado en Abril rojo intentan ocultar los crímenes cometidos contra la clase baja. Chacaltana descubre que el cuerpo carbonizado que investiga es el cuerpo del teniente Cáceres y que el comandante Carrión, como superior del teniente, intenta tapar los crímenes institucionales que el teniente había cometido. En primer lugar, el comandante manda al hermano del detenido torturado Mayta Carazo, Justino, a matar a

Chacaltana detener la investigación sobre Cáceres, y cuando Justino, el comandante lo asesina. En un aparte, el comportamiento de Justino ejemplifica la internalización del terror del Estado pues amenazado con la violencia subjetiva—que Carrión lo asesinaría si no cumpliera lo que el comandante quería—se subordina a la clase dominante que ha matado a su hermano y obedezca sus órdenes de matar a la única persona que intenta revelar la verdad sobre la violencia institucional que su hermano sufrió.

Luego, Chacaltana aprende que el comandante le ha convertido en el chivo expiatorio.

El comandante nombra a Chacaltana como investigador del asesinato del teniente y manda Hopkins 43 que Chacaltana reporte solamente a él en persona sobre su investigación. Asimismo, le da una pistola que luego le implicará en algunos de los asesinatos seriales asociados con la muerte del teniente. Al final, el comandante implica a Chacaltana con su propia muerte, habiendo cortado su propio brazo para parecer como otra víctima del asesino serial

Chacaltana, así como indica el informe del agente Eléspuru al final de la novela.

Persiguiendo la verdad con la intención de corregir la injusticia de tal violencia subjetiva ejercida por el Estado, Chacaltana ha caído en la trampa del comandante. Con este golpe de ironía, Chacaltana se enloquece, porque ese descubrimiento ha destruido su fe en el Estado y el sostenimiento de la justicia. De esta manera, Roncagliolo, así como Vargas Llosa en

Lituma en los Andes, critica el uso de violencia institucional para mantener el dominio de la clase dominante, mostrando que el Estado se ha convertido en el bárbaro contra que supuestamente defiende al pueblo.

Bioy

Teniendo lugar durante el conflicto armado contra el PCP y después, Bioy presenta distintos puntos de vista sobre la lucha de clase, criticando el terror del Estado, así como

Vargas Llosa y Roncagliolo, y la internalización de la colonialidad de clase por el submundo criminal. El primer punto de vista que la novela presenta es el de la detenida Elsa. Así como en Lituma en los Andes y Abril rojo, Bioy representa cómo el Estado tortura a sus detenidos para mantener su dominación. El narrador describe a la detenida Elsa: “maniatad[a] de las muñecas, reventad[a] a golpes por su silencio, electrocutad[a] con la picana, suci[a] de escupitajos y de semen y de su propio excremento, cocid[a] por el de los cigarros que el mayor habría de apagarle lentamente en la planta de los pies (locación 317).” Con tal detalle, el narrador llama la atención al lector sobre la crueldad del terror del Estado para mantener su dominio. Mientras sus interrogadores la torturan, ella recuerda la razón porqué Hopkins 44 está en tal infierno. Se acuerda de su deseo de luchar contra la pobreza que las élites habían causado, de ser reclutada en la universidad, de convertirse en miembro de una célula del

Socorro Popular, el grupo de apoyo logístico de Sendero Luminoso (Grahm 260) y su participación en el atentado que su célula había planeado contra el abogado José Arriaga

Delgado, un dirigente de la APRA. Sobre el atentado, los interrogadores quieren saber quiénes son los camaradas de ella para poder eliminar su amenaza social a la hegemonía de la clase dominante. Ella los desafía no hablando, aguantando una violencia institucional espantosa.

Asimismo, la novela critica el terror del Estado a través de los militares y sus actos de violencia subjetiva—una continuación de la violencia objetiva contra los pobres e indígenas—mezclando la historia con la ficción. El ex capitán Sergio Gómez se acuerda de su servicio militar y su opinión de que todos los campesinos serranos eran asesinos y terrucos lo cual lo llevó a participar en su masacre a través de algunas desapariciones forzadas. O sea: la violencia simbólica en sus prejuicios se manifestó en actos de violencia subjetiva. La

Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) en su Informe Final (2003) reporta que el

Estado y sus Fuerzas Armadas secuestraron a aquellos que se manifestaban contra el Estado durante el conflicto armado porque querían “eliminar a los opositores de un determinado régimen borrando todo rastro de las personas que son víctimas de esta práctica” (“Tomo VI”

57). Por eso, el ex capitán se acuerda del secuestro de nueve estudiantes y un profesor por el grupo paramilitar Colina que, de hecho, ocurrió el 18 de julio de 1992 (CVR “Tomo V” 624).

Así como en La pena máxima, cuando miembros de las clases dominadas ponen en cuestión hegemonía de los valores de clase avalados por el Estado, este simplemente elimina su amenaza al status quo, haciéndolos desaparecer. El ex capitán recuerda también cuando engañaron a los campesinos de Putis. Ordenaron que cavaran un hoyo para una piscifactoría. Hopkins 45

Se acuerda descuidadamente de los horrores de los campesinos cuando se dieron cuenta que el hoyo que habían cavado no era para una piscifactoría sino para “una tumba, mausoleo secreto, cementerio cavado por sus propios muertos (locación 187).” Lo que da más sentido a este recuerdo es que se basa en una atrocidad histórica. En 2008, se desenterraron noventa y dos cuerpos de una fosa común en el pueblo de Putis. En 1984, las Fuerzas Armados los habían asesinado en la matanza más grande del conflicto armado porque los sospechaban de conspirar con Sendero Luminoso (Associated Press). El ex capitán continua, acordándose de otras matanzas en Cayramayo, Vizcatampta y Orccohuasi, sitios de otras matanzas documentadas según la CVR (“Tomo VII” 143). Entonces, a través de las memorias de

Gómez, Trelles Paz critica al Estado por usar la violencia institucional para eliminar a cualquier persona o comunidad que sospechaba de ser una amenaza a su dominio.

Igualmente, la novela llama la atención sobre la participación de otros miembros del

Ejército Nacional—en particular, el suboficial Rodrigo Franco—en la violencia institucional.

Es interesante notar que el nombre Rodrigo Franco aparece en la transcripción del testimonio de Mélida Contreras ante la CVR el 21 de junio de 2002 en el cual describe el secuestro de su hermano, el Secretario General de la Federación de Trabajadores Mineros Metalúrgicos durante una huelga nacional minera en 1988. Después de ser puesto en libertad, ella cuenta que su hermano había observado “que en todo esto tienen que ver mucho los para militares auto-denominados Rodrigo Franco (“Caso 4. Mélida Contreras”).” Es decir, los paramilitares usaban el alias Rodrigo Franco para ser anónimos y suprimir a los enemigos del Estado con impunidad. Trelles Paz llama la atención sobre tales atrocidades, dando a uno de sus personajes militares el mismo alias. Además, le da una personalidad maligna pues, cuando el ex suboficial Franco reflexiona sobre su servicio militar contra los terroristas, se acuerda de que podía “distinguir a un terruco sólo con olerlo” (locación 965). Así como pasa con su Hopkins 46 superior, el capitán Gómez, la violencia simbólica en los prejuicios de Franco se manifiestan en actos de violencia subjetiva sin culpa de conciencia pues, por ejemplo, el suboficial tortura a la detenida Elsa con tranquilidad. Parece que verdaderamente los paramilitares utilizan los actos de violencia subjetiva para restaurar el poder de la clase dominante con impunidad.

Sin embargo, Trelles Paz no permite que sus personajes militares cometan tales actos de violencia subjetiva con impunidad. Luego en la novela, el lector encuentra al suboficial

Franco en prisión por las atrocidades cometidas durante el conflicto armado pues a los superiores de alto rango, la suerte de sus suboficiales no les importa nada. Queriendo su libertad, guarda silencio, pero en su celda se queja de su situación:

¿El ex comandante general del ejército iba a joderse, así porque sí? No había forma.

Con o sin Fujimori, Hermoza no se quedaría preso pero para eso necesitaba la

tranquilidad de los suboficiales que habían vuelto a prisión. […] ¿Y cuál había sido

su delito? Cumplir órdenes, obedecer a los superiores, hacer su maldito trabajo

mientras el Perú se caía a pedazos. Ni el planteamiento antiterrorista ni las

operaciones especiales, ni la elección de las víctimas ni el encubrimiento de los

cadáveres había sido responsabilidad suya: nada, absolutamente nada se había

originado en la cúpula de Colina, y si un general viene y te dice que en la lucha

antisubversiva hay que dispararle a la cabeza a un hombre esposado, cadete, ¿quién

mierda eres tú para contradecirlo? (locación 508-517)

Es decir, aunque participó en la violencia institucional, Franco se disculpa porque tuvo que obedecer las órdenes de sus superiores que pertenecían a la clase dominante militar. Dos puntos me parecen interesante en su disculpa. En primer lugar, su disculpa no es válida porque el lector sabe que él ha internalizado la colonialidad de clase que justificaba sus actos de violencia incluyendo la tortura pues el narrador ha descrito sus prejuicios sobre aquellos Hopkins 47 que resisten el lugar que les asigna la colonialidad de clase. Y, en segundo lugar, su disculpa revela que él como opresor se ha convertido en víctima de la violencia subjetiva. Es de la clase baja porque es mulato y por eso, cuando el país demanda que alguien pague por el terror del Estado, el país no echa a los superiores de Franco en prisión—pues son de la clase dominante—sino que lo echan a Franco porque es de la clase baja. O sea: la clase dominante se aprovecha de los miembros de la clase baja para cometer los actos de violencia subjetiva, como la tortura, por ejemplo, y cuando no los necesita más, se deshace de ellos. Además, hay mucha ironía aquí porque tal y como se ha mencionado antes, muchos paramilitares usaban el alias Rodrigo Franco para ser anónimos y suprimir a los enemigos del Estado con impunidad, pero ahora Rodrigo Franco está en prisión pagando por sus actos de violencia subjetiva.

Y Franco muere allí porque el vengador de la clase baja lo encuentra. Un muchacho llamado Marcos, pensando que es el hijo de la detenida Elsa porque sus torturadores la habían violado durante su detención en 1986, persigue a dichos torturadores para vengar a su supuesta madre. Cuando él los encuentra, los asesina con la misma violencia subjetiva que su supuesta madre experimentó. Por ejemplo, cuando asesina al ex capitán, escribe en su cuaderno: “Estoy orgulloso de mi violencia, de las palabras que le dije en su agonía, de mi sangre fría a la hora de eliminarlo. El capitán Sergio Gómez murió sufriendo. No por el disparo ni por la furia de mis botas sobre su rostro. Lo mató la sorpresa, el horror de la ignorancia, la ceguera” (locación 2673). Igualmente, cuando encuentra a Franco en prisión, lo mata allí. Es decir, Marcos se convierte en vengador, corrigiendo las injusticias del

Estado con sus propios actos de violencia subjetiva. De esta manera, Trelles Paz critica el terror del Estado durante el conflicto armado del PCP, llamando la atención al lector sobre tanta violencia y tanta injusticia que él todavía ve en el país.

Asimismo, Trelles Paz llama la atención al lector sobre la internalización de la Hopkins 48 colonialidad de clase por el submundo criminal. Allí, la misma violencia objetiva existe que existe en la sociedad peruana: los ricos controlan el poder, mientras los pobres sufren.

Igualmente, los mismos militares que mantenían el dominio del Estado a través de los actos de violencia subjetiva mantienen el dominio de los líderes del crimen. El narcotraficante mexicano Natalio Correa es rico y poderoso y por eso es jefe de una red de traficantes de drogas. Él emplea al ex militar Bioy que es uno de los agentes más conocidos de la organización pues su banda es “una de las bandas más poderosas y sanguinarias de la ciudad de Lima” (locación 1126). Por otro lado, los brazos de la organización, como el Cholo, o

Martillo, por ejemplo, son de la clase pobre. Asimismo, emplean la violencia subjetiva para mantener su poder, sobornando a “jueces, abogados y policías corruptos” (locación 1117).

Cuando encuentran oposición dentro de la organización, como un infiltrado, por ejemplo, lo ajustician, como hacen con el agente Rosendo. De esta manera, se comportan como el

Estado. La única diferencia es que al submundo criminal no le importa tanto encubrir sus productos de violencia. Tal como el Estado, el submundo criminal emplea mucha de su violencia subjetiva contra la clase baja. Por ejemplo, Bioy y el infiltrado Rosendo golpean y matan al proxeneta Manso. Aunque la jerarquía de poder del submundo criminal parece como la jerarquía del poder del Estado, el submundo criminal actúa también contra la clase dominante. Por ejemplo, el infiltrado Rosendo cuenta el asalto de un profesor de la

Universidad de Lima y su mujer y toda la banda de Bioy intenta secuestrar al empresario argentino Gerardo Gattuso Montes y a su amante. En resumen, según la representación de

Bioy, el submundo criminal, aunque actúa contra la clase dominante, mantiene la misma jerarquía de poder, usando los mismos mecanismos de violencia que el Estado. Llamando la atención sobre internalización de la colonialidad de clase por el submundo criminal, Trelles

Paz critica la violencia objetiva y subjetiva que aflige a las clases bajas todavía en el Perú. Hopkins 49

Para concluir, con la aparición de la clase, el discurso nacional en el Perú ha cambiado pero los mismos problemas todavía existen. Deseando imitar a los países imperialistas, la clase dominante aún practica la colonialidad que ha resultado en un sistema desigual de clase. Las novelas de esta investigación representan esta violencia de clase, empezando durante el régimen de Odría y continuando hasta después del régimen de

Fujimori. Todos los autores muestran que las clases bajas sufren de la violencia objetiva de la clase dominante. Cuando ellos resisten con actos de violencia subjetiva, la clase dominante a través del Estado responde con sus propios actos de violencia subjetiva. A pesar de que todos los escritores denuncian el terror del Estado, solamente Roncagliolo y Trelles

Paz critican la colonialidad de clase. En vez, Vargas Llosa en Lituma en los Andes argumenta que la colonialidad de clase es la única solución para el desarrollo del país. En el próximo capítulo, la cuestión del género y la violencia y su representación en las novelas de esta investigación serán analizadas. Hopkins 50

CAPÍTULO III. EL GÉNERO, LA VIOLENCIA Y EL PODER

soy

la muchacha mala de la historia,

la que fornicó con tres hombres

y le sacó cuernos a su marido.

soy la mujer

que lo engañó cotidianamente

por un miserable plato de lentejas,

María Emilia Cornejo (“Soy la muchacha mala de la historia”)

Aníbal Quijano argumenta que el dualismo de personas dominantes y personas explotables por la colonialidad ha afectado las relaciones entre los géneros: “Ese nuevo y radical dualismo no afectó solamente a las relaciones raciales de dominación, sino también a las más antiguas, las relaciones sexuales de dominación” (“Colonialidad” 225). Sin embargo, los grandes sistemas de filosofía o análisis sociales como el de Quijano, el tomismo o el marxismo, por ejemplo, no han integrado bien la cuestión de género en su argumento o lo han ignorado completamente cuando consideran las cuestiones de raza o clase, por ejemplo

(Connell 17-18). Por ejemplo, Quijano solamente escribe que “el lugar de las mujeres, muy en especial el de las mujeres de las razas inferiores, quedó estereotipado” y concluye que es

“probable, aunque la cuestión queda por indagar, que la idea de género se haya elaborado después del nuevo dualismo como parte de la perspectiva cognitiva eurocentrista”

(“Colonialidad” 225). En otras palabras, Quijano se da cuenta de que existe una la relación entre el dualismo de la colonialidad y el género, pero no ha investigado esta cuestión Hopkins 51 profundamente. Aunque los grandes sistemas de filosofía o análisis sociales no incluyen o ignoran el género, claramente existe una desigualdad entre los sexos. Y Laura O'Toole,

Jessica R. Schiffman y Margie L. Kiter Edwards refieren a esa desigualdad cuando argumentan que la violencia se ha convertido en la herramienta para dominar a la mujer y mantener el poder de la masculinidad hegemónica (6-7). Entonces, este capítulo, usando la definición de R.W. Connell, tal y como se ha definido en la introducción, mostrará cómo las novelas de esta investigación retratan el uso de la violencia de género por hombres fuertes que poseen la masculinidad hegemónica—o aquellos que quieren tenerla—para mantener su dominación.

¿Quién mató a Palomino Molero?

Aunque los temas centrales de ¿Quién mató a Palomino Molero? abordan la colonialidad de raza y la de clase, Vargas Llosa aún llama la atención sobre las relaciones entre los géneros. Una persona que desafía las relaciones entre los géneros y sufre las consecuencias de tal atrevimiento es Alicita Mindreau. Durante su entreviste con los guardias, insinúa que su padre la ha acosado sexualmente6. Entonces, al acusar a su padre dominante, no se comporta según las normas de la feminidad enfatizada sino que ejerce su voluntad y practica una forma de resistencia7. Por lo tanto, sufre las consecuencias de resistir las jerarquías de género. Cuando los guardias oyen la acusación, los guardias muestran que han internalizado las normas de las relaciones entre los géneros pues ignoran la acusación de acoso sexual y no hacen nada. Luego, cuando el coronel Mindreau confiesa que había

6 Louise Armstrong escribe que el incesto es una violencia del hombre contra la mujer y, además, enseña a los niños que sean sumisos sexualmente (O'Toole, Schiffman y Kiter Edwards 360-361).

7 Cristina Alcalde en la introducción de su libro The Woman in the Violence: Gender, Poverty and Resistance in Peru (2010) define la resistencia como estrategias públicas o encubiertas para resistir lo que la persona afectada percibe como injusto o dañino (33-34). Hopkins 52 ordenado el asesinato del novio de su hija, el coronel pregunta a los guardias si ella les había denunciado a él por acosarla sexualmente. Cuando afirman que sí, se disculpa por decir que ella tiene delirios y nada que ha dicho es cierto. Entonces, él pide que los guardias no mencionen el denuncio de acoso sexual en su informe y el teniente responde: “No mencioné el asunto porque era muy vago, y, también, poco pertinente respecto al asesinato de Palomino

Molero” (locación 1655). Es decir, los guardias se convierten en cómplices de masculinidad hegemónica pues una investigación del asesinato de un hombre importa más que una del acoso sexual de una jovencita. Después de su conversación con el coronel, los guardias aprenden que el coronel había matado a su propia hija. Ella había amenazado su masculinidad y las relaciones entre los géneros y por eso, él tuvo que ponerlas en equilibrio de nuevo. Después, se suicida para proteger su propio honor. Entonces, el coronel restaura las jerarquías en las relaciones entre los géneros que su hija había amenazado. De esta manera, Vargas Llosa llama la atención sobre las injusticias de las relaciones entre los géneros.

Otra trama de la novela es la aventura del teniente Silva que quiere conquistar a doña

Adriana y a través de esa trama, Vargas Llosa critica la masculinidad hegemónica. Doña

Adriana, la dueña de la fonda en Talara donde el teniente y su adjunto comen a menudo, está casada con el pescador Matías Queracotillo pero al teniente no le importa8 pues la espía mientras que ella se baña y además, confía sus deseos en su adjunto. Él aun intenta hacerle cómplice de su aventura. Alicita Mindreau pilla a los guardias espiando a doña Adriana mientras que ella se baña. Cuando los confronta, el teniente intenta guardar las apariencias:

—Cuando los hombres están entre hombres, dicen lisuras—se disculpó—. Vinimos a

8 Como observan ambos Edwin Schur y Carole F. Sheffield, la mujer es un objeto que un hombre puede poseer (O'Toole, Schiffman y Kiter Edwards 90-91 y 126-127) Hopkins 53

hacer una inspección, a ver si caía algún contrabandista. No es nuestra culpa que a

algunas talareñas les dé por venir a bañarse aquí a esta misma hora. Ésas son las

coincidencias de la vida. ¿No, Lituma?

—Sí mi teniente—asintió el guardia. (locación 1181)

Por ese contratiempo, Doña Adriana descubre el voyerismo del teniente y él se encuentra en ridículo. Pero el teniente continúa con su aventura, decidiendo violar a doña Adriana. El lector aprende qué pasó cuando doña Adriana cuenta la historia a Lituma. Cuando el teniente entró, ella dice que: “Entró con su revólver en la mano tratando de meterme miedo” (locación

1829). Su plan funcionó pues ella continúa diciendo: “Yo estaba dormida y me dio un susto tremendo” (locación 1829). Después de asustarla, le dijo a doña Adriana: “Si yo no la poseo, terminaré pegándome un tiro un día de éstos. O pegándoselo a usted” (locación 1837). Es decir que intenta parecer como hombre hegemónico. Entonces, la doña cuenta que la desnudó, pero ella no respondió según las normas de la feminidad enfatizada. En vez de rendirse a la violación del teniente, se burló de él y su masculinidad. Le dijo: “Anda, anda, apúrate, bájate el pantalón y muéstramela. Ven, viólame de una vez. Muéstrame lo macho que eres, papacito” (locación 1846). Entonces cuenta a Lituma cómo comparó al teniente con su marido que tenía las relaciones sexuales con ella cinco veces seguidas. Se burló del teniente que por ser más joven que su marido, debía batir su récord. Terminó sus burlas preguntándole: “¿Crees que podrás?” (locación 1846). Entonces, ella narra que el teniente protestó de las burlas de doña Adriana. La doña le respondió: “Claro que no, concha de tu madre. Tú has venido aquí a meterme miedo con tu pistolita y a violarme, para sentirse muy macho. Viólame pues, supermán. Anda, apúrate. Viólame diez veces seguidas, papacito.

Así me quedaré contenta. ¿Qué esperas?” (locación 1864). Al final, el teniente salió sin violar a doña Adriana “humillado en su dignidad de hombre” (locación 1873). Así, Vargas Hopkins 54

Llosa critica la masculinidad hegemónica, transfiriendo el poder de género del teniente a doña Adriana y permitiéndole burlarse de él con Lituma, poniéndolo en ridículo con su adjunto.

Lituma en los Andes

Igualmente, Vargas Llosa critica la masculinidad hegemónica en Lituma en los Andes a través de la aventura del adjunto Tomás Carreño y la bailadora Mercedes. En la novela,

Carreño narra a Lituma, su superior, su historia con la bailadora. En primer lugar, me parece interesante que Lituma tiene el mismo papel en esta novela que tiene en ¿Quién mató a

Palomino Molero?—él es cómplice de la aventura de otro hombre (el teniente Silva y el adjunto Carreño, respectivamente), escuchándolos contar sus historias de amor, y sin experimentar la suya propia. La historia empieza cuando Carreño cuida al narcotraficante el

Chancho que ha llegado a la selva para tener una aventura con Mercedes. Mientras tienen relaciones sexuales, Carreño oye que el Chancho le pega a la bailadora. A Carreño, la violencia subjetiva de su jefe le molesta porque cuenta: “Sabía todo de la vida, pero eso del sadismo no me gustó (locación 214).” Entonces, intentando demostrar su masculinidad hegemónica, Carreño entra la habitación para socorrer a la doncella en apuros. Así como el teniente Silva, Carreño entra la habitación con su revólver en la mano y manda al Chancho:

“Ya no le pegue más, señor […] No se lo permito” (locación 254). Entonces, le da un balazo al Chancho, pero la bailadora no le agradece por su socorro. En vez, exclama: “¿Y quién te dio a ti vela en esto, se puede saber? ¿Y quién eres tú, se puede saber? ¿Quién te pidió que me cuidaras, se puede saber?” (locación 270). Aquí Mercedes indica que ella no necesita un hombre que la cuide, rebelándose ante el entrometimiento de su “salvador”. En este momento, el poder de género pasa de Carreño a Mercedes porque él no puede responderle sin parecer ridículo—así como el teniente Silva con doña Adriana. Hopkins 55

En consecuencia del atrevimiento de Carreño, Carreño y Mercedes tienen que huir a

Lima con la esperanza de que el padrino de Carreño, su comandante en la Guardia Civil, pueda arreglar el error de Carreño al asesinar al hombre que debía proteger. En contraste de

Carreño, quien solo encarna el lado protector o benigno de la masculinidad hegemónica, el padrino es un hombre que cumple con el componente agresivo de la masculinidad hegemónica. Por ejemplo, le dice a Carreño: “Yo no me enamoro, sólo cacho y por eso soy feliz” (locación 2989). En otras palabras, ha internalizado las normas de las relaciones entre los géneros y las sigue pues, para él, el único propósito que una mujer tiene es satisfacer sus deseos sexuales. Entonces, cuando Carreño y Mercedes se reúnen con el padrino, él quiere bailar con Mercedes. Ese deseo preocupa a Carreño porque cuando le avisa a Mercedes que ella tiene que bailar con su padrino, promete protegerla. De nuevo, ella lo pone en ridículo pues responde: “¿Tú crees que yo le tengo miedo a ése? […] Yo puedo defenderme sola,

Carreñito […] A mí no me faltan el respeto ni los comandantes ni los generales” (locación

3005). Es decir, ella no sigue las normas de las relaciones entre los géneros y no espera el socorro de ningún hombre—ella puede defenderse sola. Después de bailar con Mercedes, el padrino arregla la situación de Carreño y Mercedes. Entonces, Mercedes deja a Carreño escapándose con todo el ahorro de él. Luego, Carreño habla con su padrino sobre Mercedes y el padrino admite que cuando bailó con Mercedes, ella lo dominó agarrándolo por los genitales. Entonces, consuela a Carreño: “Era una liberada, lo más peligroso que puede ser una mujer (locación 3295). Para un hombre fuerte como el comandante, Mercedes representa una amenaza a la jerarquía de las relaciones entre los géneros. Sin embargo, la historia de

Mercedes no concluye así, sino que termina cuando Mercedes regresa a la sierra para estar con Carreño. De nuevo, ella resiste las normas de relaciones entre géneros, escogiendo al hombre que quiere en vez de esperar a que la escoja, pues vuelve a él cuando ella quiere y por Hopkins 56 su propia voluntad, no por obligación. De esta manera, Varga Llosa de nuevo pone la masculinidad hegemónica en ridículo.

La masculinidad de Chacaltana

En ambas novelas La pena máxima y Abril rojo, Roncagliolo, llama la atención sobre cómo la masculinidad hegemónica presenta un problema para su protagonista principal Félix

Chacaltana Saldívar, un hombre “débil”. Tal y como se ha mencionado antes, aunque

Roncagliolo escribió Abril rojo antes que La pena máxima, La pena máxima ocurre primero cronológicamente y entonces, analizaré La pena máxima primero. Para empezar, Chacaltana no posee una masculinidad hegemónica. En primer lugar, no sabe nada del fútbol, el deporte de hombres en el Perú. Por lo tanto, él tiene que levantar un acta durante el partido entre el

Perú y Holanda porque ningún otro hombre quiere salir del Palacio de Justicia y perderse el partido. Asimismo, cuando propone matrimonio a su novia Cecilia, ella dice no porque, aunque él tiene deseos para ella, ella no puede sentir su afección. Por eso, se queja de que él no la ha besado nunca. Chacaltana, queriendo ser más macho, entonces decide besarla “no con un beso en la mejilla, ni en la frente. Uno de los otros. Un beso Fiebre de sábado por la noche” (locación 632). Sin embargo, cuando intentan besarse apasionadamente a solas en la casa de Chacaltana, la madre de Chacaltana regresa. Cuando ella se enfada, Chacaltana no se comporta como el hombre de la casa sino como un hijo desobediente y entonces, la opinión de Cecilia sobre él empeora. Cuando Chacaltana acompaña a Cecilia a su casa, él observa un reproche en su mirada. “Incluso una palabra: cobarde (locación 1014).” La relación entre

Chacaltana y Cecilia continúa empeorando y Cecilia desprecia a Chacaltana abiertamente, saliendo con otro hombre. A ese punto, la mujer casada Susana entra en la vida de

Chacaltana. Ella era la amante de su amigo fallecido Joaquín. Chacaltana sabía que su amigo era “experimentado en temas de mujeres” (locación 2111) y lo admira por tener una Hopkins 57 aventura con una mujer tan hermosa como Susana, envidiando la masculinidad hegemónica que su amigo poseía. Aun el padre de Joaquín aprueba el comportamiento de su hijo cuando

Chacaltana le informa de la aventura. Se ríe y dice “Menudo cabroncete, ¿eh? […] Se ligó a una rubia con marido (locación 2415).” Luego, Chacaltana, queriendo ser como su amigo fallecido, intenta comportarse como un hombre hegemónico y se aprovecha de Susana y su hermosura para encelar a Cecilia. Cuando ella sale del trabajo, Chacaltana y Susana se abrazan enfrente de ella y Susana lo besa muy apasionadamente. Su plan funciona y

Chacaltana descubre que la opinión de Cecilia hacia él ha mejorado.

Sin embargo, Chacaltana se da cuenta de que muchas personas, “su madre, el director del archivo, algunos policías y la mayor partes de los fiscales titulares” (locación 3007), aún lo tratan como un menor de edad, no como el hombre que es. Peor aún, luego, cuando

Cecilia interrumpe una conversación entre Chacaltana y el activista Álvarez, Álvarez empieza a coquetear con ella. Chacaltana tiene celos de Álvarez porque no tiene mucha experiencia coqueteando. Claramente, Chacaltana no posee una masculinidad hegemónica, aunque la quiere. Después de la conversación con Álvarez, los novios discuten y Chacaltana se da cuenta de que no quiere que nadie se enamore de su Cecilia. Entonces, la lleva al cine donde empiezan a besarse apasionadamente. Todo parece bien, pero la rueda de fortuna cambia y, de nuevo, la relación entre Chacaltana y Cecilia empeora. Por lo tanto, Cecilia sale con el activista Álvarez. Cuando Chacaltana habla con Álvarez, Álvarez menciona que quiere una vida normal. Dice “Llevo una larga temporada sin tener una vida normal. Ya sabes: chicas, cervezas, cine...Las pistolas y las capuchas no son un plan muy agradable” (locación 3821).

Es decir, quiere salir con una chica, relajarse, tener relaciones sexuales con ella, pero no quiere casarse ni tener hijos. Claramente Álvarez posee una masculinidad hegemónica.

Continúan hablando y peor aún, Chacaltana se da cuenta que Álvarez no le considera una Hopkins 58 competencia verdadera: “Quizá ese joven aventurero y ni siquiera había pensado que, en temas de mujeres, le hiciese competencia un empleado público envarado y relamido.

Al fin y al cabo, el asistente de archivo no era nada más” (locación 3831). En pocas palabras, no es tan hombre como Álvarez.

Sin embargo, Chacaltana no se rinde a su masculinidad inferior. En vez, después de influir a Álvarez para que rompa con Cecilia, Chacaltana llega a la casa de Cecilia y le propone matrimonio de nuevo. Ellos salen y encuentran un motel y, por fin, tienen relaciones sexuales. Después, Cecilia preocupada de la fidelidad de Chacaltana le dice: “No desaparecerás ahora, ¿verdad? No habrás venido para acostarte conmigo y luego no volver” y Chacaltana como un caballero responde: “Tendría que estar muerto para no volver a verte

(locación 4781).” Es decir, en vez de comportarse como dicta la masculinidad hegemónica— que desea tener—que le permitiría dejarla después de acostarse con ella, él decide casarse con su amor, si no muere primero.

Abril rojo continúa mostrando la evolución de la masculinidad de Chacaltana. El lector descubre que la mujer de Chacaltana —el lector puede deducir que es Cecilia—lo ha dejado hace un año porque Chacaltana no era un hombre ambicioso. Tampoco tienen hijos y esa es otra razón porqué ella se ha ido. Sus razones para irse reflejan su creencia de que

Chacaltana es un hombre débil9. Chacaltana no tiene buena carrera, ni puede tener hijos y ahora, ni tiene mujer. Además, tal y como se ha mencionado antes, su padre había abusado de él y de su madre. Por lo tanto, su relación con su madre tampoco mejora su masculinidad.

En La pena máxima, su madre es dominante y autoritaria, aunque está igualmente triste y un

9 Citando a Fuller, Alcalde argumenta que la masculinidad tiene tres partes: lo innato que consiste en sus genitales, sexualidad y fuerza física; lo doméstico que prioriza en la familia, el matrimonio, y la paternidad y lo público que consiste de temas como el trabajo, la virilidad, la política, la competencia y la seducción (28). Hopkins 59 poco perturbada. Ahora ella está muerta y su muerte parece que ha resultado en el enloquecimiento de su hijo pues, aunque está muerta, él ha recreado la casa de su niñez y siempre habla con ella como si viviera todavía. Por ejemplo, lleva una foto de ella a la mesa para conversar con ella mientras desayuna. Claramente, Chacaltana es un hombre dañado.

Esta relación complica su relación con la camarera Edith de su restaurante habitual, a quien le dice: “Llevo su recuerdo muy presente (locación 460)” pero no le dice qué cerca.

Luego, después de ser fiscal electoral, Chacaltana regresa al restaurante. Allí, admite a Edith que es él no es “nada importante” y de hecho es un cobarde. “Siempre lo he sido” (locación

1716) le dice. En tan pocas palabras, confiesa que nunca ha sido un hombre hegemónico.

En vez de rechazarlo como Cecilia lo había hecho, Edith lo consuela. Ellos regresan a la casa de Chacaltana y él le muestra la habitación de su madre. Al principio, piensa que es un error

“como desnudarse en público” pero Edith no lo critica. Edith en vez, permite que Chacaltana exprese deseos sexuales sólo hasta cierto punto, diciendo “No quiero que luego pienses mal de mí” (locación 1754-1764). Aunque expresa su feminidad enfatizada, se da cuenta de las normas de género que prejuzgan a una mujer por ser promiscua. En vez de seguir las normas de la masculinidad hegemónica, Chacaltana consiente y no tienen relaciones sexuales. Sin embargo, más tarde, su comportamiento hacia Edith cambia. De nuevo, Chacaltana intenta tener relaciones sexuales con ella y de nuevo, Edith resiste su avance sexual. Edith responde:

“Eso es lo único que quieres, ¿verdad?” (locación 2504). Ella llama la atención sobre el hecho de que Chacaltana se comporta como cualquier hombre y sólo piensa de ella como un objeto para satisfacer sus deseos sexuales. Asimismo, Chacaltana se da cuenta de qué facilidad tendría para violarla pero resiste sus deseos masculinos porque no quiere dejar de

“ser tan bueno, como siempre, tan amable, tan débil” (locación 2504). En ese momento,

Chacaltana se da cuenta de que un conflicto lucha dentro de él: ¿Será hombre fuerte o Hopkins 60 mantendrá su masculinidad sumisa?

Mientras pelea con su conflicto interno, el fiscal distrital adjunto investiga una serie de asesinatos. Durante su investigación, un malentendido sobre la muerte de los padres de

Edith ocurre entre Chacaltana y Edith: Al principio, él cree que sus padres eran víctimas del terrorismo senderista cuando de hecho, eran senderistas y víctimas del terror del Estado.

Entonces, se comporta como caballero al principio, pero cuando aprende la verdad, empieza a enloquecer. Por lo tanto, sus pensamientos de Edith y su comportamiento hacia ella cambian.

Ahora, piensa que ella es terrorista como sus padres y no debe comportarse como caballero.

Asimismo, enloquece más y más, perdiendo control sobre su comportamiento y convirtiéndose más y más agresivo.

Al final, los deseos sexuales, el malentendido, la locura y la agresión de Chacaltana se funden dentro de Chacaltana y su deseo de poseer la masculinidad hegemónica se manifiesta.

Después de pasar la noche en el apartamento de Edith, Chacaltana le propone matrimonio, pero ella lo niega por la madre de Chacaltana. No puede ser mujer de un hombre que finge que su madre todavía vive. Chacaltana, en vez de consentir como antes, obedece a sus deseos y recurre a la violencia y la viola. Connell argumenta que la violación no es una aberración individua sino una forma de violencia de persona a persona que está enterrada en las desigualdades e ideologías de la supremacía masculina (107). Es decir, la violación no es una aberración del orden social sino la ejecución de lo. Entonces, de esta manera, Roncagliolo llama la atención sobre la hegemonía de género pues Chacaltana, un hombre débil y dañado, solamente sigue las normas de la masculinidad hegemónica y utiliza la violencia de género para obtener lo que nunca podía poseer—la masculinidad hegemónica.

La violencia de género y el terror del Estado

Otra cuestión que La pena máxima plantea es la violencia de género y su relación con Hopkins 61 el terror del Estado. En la novela, el activista Álvarez habla del acto de violencia subjetiva— la tortura sexual—que hacen a los disidentes en otros países latinoamericanos. Chacaltana, un funcionario del Estado, no lo cree, pero luego, preocupado por el secuestro de Álvarez y otra mujer, habla con su superior sobre las torturas sexuales. En respuesta, el director del archivo lo lleva para entrevistar a un preso subversivo encerrado en la cárcel dentro del

Palacio de Justicia. Durante la entrevista, ambos el superior y el policía se burlan de

Chacaltana y su preocupación sobre las torturas sexuales. Esta escena pone al lector en duda-

-¿de verdad que no haya torturas sexuales en el Perú? o ¿es solamente una farsa para tranquilar a Chacaltana? Aun el almirante Carmona niega la tortura sexual de los detenidos peruanos. Luego, durante un tour de una instalación de detención en Argentina, unos militares argentinos se burlan de Chacaltana por ser peruano. Argentina juega contra el Perú en el Campeonato de Fútbol y uno se burla sexualmente de Chacaltana diciendo: “Mira vos.

Decime, ¿trajiste vaselina? Porque les vamos a tener que romper el culo (locación 4158).”

No es simplemente un chiste grosero porque Chacaltana descubre que los militares argentinos sí torturan a sus detenidos sexualmente. Un militar aun se jacta “Les metes electricidad en las pelotas y te venden a su madre” (locación 4168-4177). Parece interesante que allá torturan a los detenidos sexualmente, pero según el almirante Carmona y el director del archivo, no lo hacen en el Perú, pero, ¿es cierto? Con respeto a todo lo que ha visto,

Chacaltana empieza a creer que el activista Álvarez le decía la verdad.

Abril rojo y Bioy responden a las dudas que La pena máxima plantea, representando cómo el Estado del Perú ha utilizado la violencia de género para mantener su dominio durante una época de crisis. Según la Comisión de Verdad y Reconciliación, los funcionarios del Estado cometieron 75% de los actos de tortura durante el conflicto armado contra el

Partido Comunista del Perú (“Tomo VI” 183). En el mismo capítulo, la CVR reporta que el Hopkins 62

Estado usó la violencia de género como una técnica común de tortura (246-247). Además, la comisión observa que hay una relación entre la guerra, la masculinidad y la violencia que se manifestó en la violencia sin límite durante ese conflicto. Escriben en su reporte “En los estudios realizados sobre guerras y conflictos armados se ha encontrado que funciona un código que consiste en denigrar al enemigo feminizándolo” (“Tomo V” 71). Es decir, si el

Estado puede feminizar al enemigo, puede dominarlo y mantener la hegemonía porque tal y como se ha mencionado, la mujer es inferior al hombre. Entonces, durante el conflicto, el

Estado logró ese objetivo a través de la violencia de género y el lector puede ver su representación en Abril rojo y Bioy. En Abril rojo, el propósito de la violencia de género es mantener la dominación del Estado sobre sus presos políticos. El preso terrorista Durango cuenta a Chacaltana cómo las Fuerzas Especiales maltrataron sexualmente a todos los presos terroristas—ambos hombres y mujeres—en su penal sólo por tener un aparato de radio. Los presos no querían entregarlo y el penal respondió con fuerza violándolos para mantener su dominación sobre los presos. En Bioy, los militares torturan a la detenida Elsa sexualmente para que ella hable. Asimismo, bautizan al cabo Cáceres en la violencia de género, enseñándole que debe obedecer a sus superiores a toda costa. El torturador superior

Bustamante le dice después de que el cabo haya bañado a la detenida sin permiso “Cabo

Cáceres, ¿usted no sabe que aquí se siguen las órdenes de los superiores?, ¿no sabe que podría irse al calabozo ahora mismo por insubordinación (locación 441)?” Y cuando el cabo titubea cuando le ordenan que queme los pechos de la detenida con un cigarro, le dicen:

—¡Oye, huevón! ¡¿No has escuchado al mayor, carajo?!

—¡Sí, mi capitán!

—Y qué mierda esperas, ¿te quieres ir preso?!

—No seas imprudente, hijo. Haz lo que te dicen. (locación 477) Hopkins 63

El lector entiende la razón porqué obligan al cabo a cometer tanta violencia subjetiva cuando más tarde, el ex torturador superior Bustamante se acuerda de su carrera militar y de su instrucción contrasubversiva por el teniente Contreras. El teniente le había enseñado cómo matar como una máquina y cómo torturar a los detenidos sexualmente hasta que dijeran algo y, por lo tanto, instruye al cabo a que aprenda a hacer lo mismo. Entonces, entrenando a cada generación de militares en las técnicas de la violencia de género como forma de dominio, el

Estado mantiene su poder sobre el país.

Bioy

En Bioy, más hechos de violencia de género aparecen que en las otras novelas de este estudio y siendo más intensos y gráficos, llaman la atención sobre el uso de la violencia de género para la dominación. Un tema que la novela aborda es el insulto sexual que es, según

Carlos Aguirre, uno de los insultos más efectivos para “hacer daño, desacreditar o destruir la autoestima y reputación de alguien” (106). El lector puede ver eso en Bioy, porque muchos personajes usan insultos sexuales para dominar a otro personaje. Por ejemplo, los torturadores lo usan para mantener su jerarquía de rango militar. Cuando el cabo Cáceres se desmaya durante una sesión de tortura de la detenida Elsa, el torturador superior Bustamante le dice “¡Levántese, Cáceres, carajo! ¿O le dan pena estas mierdas?” (locación 65).

Asimismo, el capitán Gómez siempre insulta sexualmente al suboficial Franco. Luego, los torturadores acusan al cabo de ser homosexual para mantener la jerarquía militar. Después de que el capitán sugiere que el cabo es homosexual, Bustamante le pregunta ¿le gustan los hombres, entonces? ¿Es usted rosquete, cabo (locación 467)?” Para los militares, ser homosexual es poseer una masculinidad sumisa y los superiores del cabo utilizan la violencia simbólica—acusando al cabo de ser homosexual—para manipularlo a que obedezca las

órdenes de torturar a la detenida sexualmente. Hopkins 64

Por el contrario, el joven Marcos, invirtiendo la hegemonía de la sociedad, usa la violencia de género contra los torturadores militares que violaron a su supuesta madre para vengarla. Cuando asesina al ex capitán Gómez, le dice al hombre agonizante que además va a violar a su madre y después, asesinarla también. De esa manera, lo tortura psicológicamente por mostrarle que es impotente para proteger a su madre, obligándolo sufrir por adelantado. Luego, cuando Marcos asesina al ex torturador superior Bustamante, lo amenaza de la misma manera “No sé si estaba enterado, pero el Rohypnol es la pastilla de los violadores aquí en Estados Unidos. No tiene olor ni sabor y tampoco deja rastros en el cuerpo. La escogí especialmente pensando en usted (locación 990).” Es decir, al ex militar, le gustaba violar a mujeres como la detenida Elsa y ahora, sentirá lo que ellas sintieron durante su violación. Al final, otro hombre fuerte lo humilla sexualmente y lo asesina pues luego, cuando la policía encuentra el cuerpo, los genitales están dentro de la boca. En síntesis, Marcos utiliza la violencia de género para derrotar a los que torturaron y violaron a su supuesta madre.

La violencia sistémica también aparece en la novela en la forma de explotación sexual en el lugar de trabajo10. Y eso es lo que pasa a Teresa Guerra en Bioy. El lector aprende que ella trabaja para el empresario argentino casado Gerardo Gattuso Montes no sólo como secretaria sino como amante también. Casi cada mañana, se acuesta con él y después le sirve el café. Pero, no empezó como así. Por dos años, resistió los avances sexuales de su jefe, pero finalmente, él la engañó durante un viaje de negocios. El hotel donde se quedaron no tenía dos habitaciones y entonces, ambos tuvieron que dormir en la misma habitación

10 En su artículo, Tara E. Kent resume el argumento de Catharine MacKinnon sobre la explotación sexual. Según MacKinnon, la explotación está fundada en las relaciones entre los géneros que obligan a la mujer a subordinarse al dominio sistémico y organizado del hombre incluso en el lugar de trabajo (O'Toole, Schiffman y Kiter Edwards 172-173). Hopkins 65 matrimonial. Por fin, Guerra se rindió y no lo resistió más. Cuando reflexiona sobre su carrera, la secretaria piensa “Aunque lo había intentado de muchas formas, al verlo escribiendo en la computadora o hablando por teléfono, no podía evitar pensar en su padre y sentirse un poco sucia (locación 3455).” Es decir, se ha subordinado al dominio de su jefe y la violencia sistémica del lugar de trabajo, pero viola otra norma de género que su padre espera que ella obedezca—que ella se quede pura sexualmente antes de casarse. Entonces, ella está entrampada entre las expectativas de dos grupos de hombres y por eso, se siente sucia. No puede dejar su trabajo, (y para mantenerlo debe tener relaciones sexuales con su jefe) ni casarse con su jefe. Además, al final, enfrenta un embarazo inesperado e indeseado.

Teresa Guerra verdaderamente es víctima de la violencia sistémica de género que permite a hombres como el empresario explotar sexualmente a las empleadas en su lugar de trabajo sin consecuencias.

Para continuar, el papel central de la novela es la evolución de la masculinidad del protagonista cuyo nombre da título a la novela, el cabo Bioy Cáceres. Su transformación empieza durante las sesiones de tortura de la detenida Elsa. Tan joven como la detenida, el cabo se compadece por ella. Tal y como se ha mencionado, se pone en problemas con sus superiores cuando la baña con el agua de una manguera jardinera. Luego, otra sesión de tortura empieza y el cabo Cáceres debe mirarla. Cuando el cabo no puede ver más, exclama

“¡Mi capitán!”, protestando el abuso del capitán. En respuesta, su superior se vuele, le pega, tirándolo al piso y sigue pateándolo en las costillas. La violencia subjetiva del capitán demuestra que su adjunto no puede evitar la sesión de tortura y debe subordinarse a sus superiores. Pero el cabo no se rinde ante tan violencia subjetiva. La detenida cree “que

Cáceres llora acurrucado en el piso pero se equivoca: por más frágil que parezca, el cabo nunca llora frente a nadie” (locación 309-342). Sin embargo, más tarde, de nuevo, el cabo se Hopkins 66 insubordina, pidiendo que Elsa hable, mostrándose débil ante ella, sus superiores y avergonzando al torturador superior. Psicológicamente, no puede padecer más el maltrato de mirar el abuso sexual de la detenida Elsa. De nuevo, el capitán responde con violencia subjetiva. Mientras lo tira contra la pared, le dice “¿Quién mierda te ha dado permiso de hablar?” (locación 1025). Claramente el capitán posee la masculinidad hegemónica y por eso, no tolera la debilidad del cabo.

Luego, los superiores deciden que el cabo debe violar a la detenida, intentando convertir la masculinidad del cabo en hegemónica y hacer del cabo un hombre brutal que ejerce su poder sexualmente, como ellos. Cuando el cabo intenta huir de la situación, el torturador superior Bustamante le amenaza “Si sales ahora por esa puerta, te regresas a

Chiclayo en ataúd” (locación 1043). La amenaza recuerda a Cáceres de su padre y el abuso doméstico que sufría de él —recuérdese que Chacaltana también sufre la misma violencia de género durante su niñez y entonces, ambos son hombres dañados—y en una reacción de defensa, él desafía al superior, tocando la manija de la puerta. Franco piensa que tal endurecimiento del cabo es un buen signo de que el cabo “podría ser un militar valioso”

(locación 1043). El desafío del cabo también sorprende al capitán pero igualmente, está “un poco malhumorado por la posible falacia de sus previsiones” (locación 1043). Es decir, ambos oficiales pensaban que el cabo nunca podría poseer masculinidad hegemónica y ser valientes como ellos, pero el desafío del cabo desmiente sus prejuicios sobre él. Sin embargo, tal insubordinación no impresiona al interrogador superior que la considera “una afrenta personal, un escupitajo al sistema de autoridad” (locación 1043). Él no puede permitir tales amenazas de un hombre insolente y, por lo tanto, da dos culatazos en la frente del cabo con su pistola. Entonces susurra en el oído del cabo, amenazándole que lo torturaría incluso con violencia de género y lo asesinaría si lo desafiara otra vez: Hopkins 67

Vuelve a desafiarme, hijo de puta, y yo mismo te mato a golpes. Vuelve a

avergonzarme, a dejarme mal parado delante de cualquiera, atrévete siquiera a

mirarme a los ojos, y lo que le hicimos a esa puta no será ni la mitad de lo que te voy

a hacer a ti. De acá sales hecho un hombre o no sales, ¡entendiste! Y ahora, carajo, te

me dejas de mariconadas. Bájate el pantalón y dale a esa terruca asesina lo que se

merece. (locación 1051)

Al final, el cabo se rinde a la violencia de género y se convierte en víctima de ella, mientras la comete contra la detenida Elsa. Pero, de nuevo, al final, ejerce su voluntad y se rebela contra de sus superiores, diciendo su nombre a la detenida—Bioy.

El lector puede ver la transformación de la masculinidad de Bioy como ex cabo y ahora jefe de una banda malvada. Aunque su salida de la policía parece ser vergonzosa, el infiltrado Rosendo no lo ve como un ex militar deshonroso sino como un hombre poderoso y despiadado pues es testigo cuando asesina a tres personas. A pesar de ser hombre dañado cuando era militar—recuerde que la novela menciona el abuso que experimentó durante su niñez y, además, plantea la idea que es homosexual—, ahora el ex cabo oculta su “debilidad” en la hiperviolencia. Entonces, demuestra su capacidad para mantener su dominio cuando descubre que el Macarra es de hecho el agente infiltrado Rosendo. Para arruinar la masculinidad del infiltrado, Bioy utiliza la misma técnica de violencia de género que experimentó cuando era cabo y obliga a Rosendo a mirar la violación de su mujer Cristal.

Cuando era cabo, no pudo evitar las torturas de la detenida Elsa. Ahora, como hombre que finge tener una masculinidad hegemónica, demuestra que él tiene el poder y que Rosendo es un hombre sumiso, incapaz de salvar a su mujer. Rosendo reconoce su impotencia porque cuenta “Observar inmóvil la cruenta violación de Cristal fue más siniestro que cualquier muerte. Estaba roto, desarmado, hundido en el fondo negro del horror y tristeza” (locación Hopkins 68

1993). Cuando Rosendo se da cuenta de que Bioy también mira la violación de su mujer, su sentimiento de debilidad aumenta. Rosendo describe la eficacia de tal violencia “Hasta ese momento de mi vida, nada había sido tan dañino y maligno como eso. Empecé a gritar”

(locación 1993). Bioy demuestra que se ha convertido en hombre fuerte que ejerce la masculinidad hegemónica como sus superiores militares deseaban, capaz de utilizar cualquier tipo de violencia—incluso la de género—para mantener su poder.

Para concluir, las novelas de este estudio retratan cómo los hombres fuertes que poseen la masculinidad hegemónica—o los que quieren tenerla—utilizan la violencia de género para mantener su dominio. En ambas ¿Quién mató a Palomino Molero? y Lituma en los Andes, Vargas Llosa critica la masculinidad hegemónica, transfiriendo el poder de género del hombre a la mujer. Igualmente, Roncagliolo en ambas La pena máxima y Abril rojo critica la masculinidad hegemónica, presentando la masculinidad de Chacaltana y su internalización de la masculinidad hegemónica. Aunque es un hombre débil y dañado, todavía sigue las normas de masculinidad y al final, recurre a la violencia de género para obtener lo que nunca podía poseer—la masculinidad hegemónica. Finalmente, Bioy, teniendo más hechos de violencia de género en cantidad e intensidad, llama la atención sobre el uso de la violencia de género para la dominación al representar la masculinidad de su protagonista principal, así como La pena máxima y Abril rojo. La masculinidad de Bioy se transforma en la novela y él se convierte en un hombre fuerte que ejerce la masculinidad hegemónica como sus superiores militares desean, capaz de utilizar cualquier tipo de violencia subjetiva— incluso la de género—para mantener su poder. Aunque algunos personajes resisten la hegemonía de masculinidad hegemónica, los fuertes mantienen su poder a través de la violencia—incluso la de género.

Hopkins 69

CAPÍTULO IV. CONCLUSIÓN

Porque es, entonces, cuando escuchas ese nombre de sus labios, ese tristísimo nombre

que te desarma y te paraliza y te devuelve la inocencia y el miedo, esas cuatro letras que

abren las puertas clausuradas de tu sombría memoria y te ahogan de pena —por esa mujer enterrada, por ese muchacho enterrado, por ese país enterrado a la vera de sus muertos, país

de cadáveres, montañas de cadáveres […] Así me lo dijeron y yo asentí y luego me quedé

quieto y seguí bebiendo. Lo recuerdo ahora —que ya tengo otra vida— desde este pueblo

frío y desangelado al norte de Nueva York. Lejos de casa. Lejos de un país que abraza

ciegamente el progreso y donde ya nadie quiere escuchar historias como ésta. Tantas,

tantísimas historias como ésta que hasta la mía parece mentira. Tantas fantasías. Tanta

literatura para llegar al mismo punto de partida.

Diego Trelles Paz (locación 3720-3736)

Desde el principio de esta investigación, este trabajo ha intentado demostrar una vinculación entre el Perú, la colonialidad, la violencia, la raza, la clase y el género en las novelas ¿Quién mató a Palomino Molero? y Lituma en los Andes de Vargas Llosa; Abril

Rojo y La pena máxima de Roncagliolo y Bioy de Trelles Paz. En primer lugar, ha examinado la relación entre la colonialidad y las razas peruanas. Enseguida, se ha analizado la relación entre las clases peruanas y la colonialidad y, por último, se ha estudiado la violencia de género en el Perú. Teniendo todo esto en cuenta, se ha intentado demostrar que estas novelas llaman la atención al lector sobre la violencia del país, criticando la colonialidad por utilizar tal violencia para mantener su dominio en el Perú. Las conclusiones sobre la raza, la clase y el género se explican abajo. Hopkins 70

La raza

Para empezar con la raza, según Quijano, la colonialidad, la internalización de las normas e ideales occidentales, ha creado un dualismo de estamentos raciales—los dominantes y los explotables. Scarritt afirma este modelo y explica cómo la colonialidad ha creado un ciclo de explotación y autoritarismo que ha resultado en una violencia sistémica que ha oprimido a los explotables. Entonces, las novelas de esta investigación representan ese dualismo que la colonialidad todavía mantiene y, además, cómo la clase dominante utiliza la violencia subjetiva para mantener su poder.

En ¿Quién mató a Palomino Molero? y Lituma en los Andes, el protagonista Lituma enfrenta el racismo internalizado y entonces, ambas novelas muestran cuán profundo es el racismo internalizado en el pueblo peruano. En ¿Quién mató a Palomino Molero? los blancos no permiten que alguien del estamento explotable se enamore de un blanco. Aun la jovencita Alicita que se ha enamorado de Molero ha internalizado los prejuicios raciales porque intenta ocultar los rasgos raciales de este. Lituma, de la misma raza que el avionero fallecido, se queja de tal discriminación, pero muestra que ha aceptado su estamento cuando no protesta en voz alta. Luego en Lituma en los Andes, el lector aprende que el cabo es ciertamente racista cuando lo encuentra en Naccos donde él ahora domina a los serranos explotables. Cuando su adjunto lo enfrenta sobre su racismo, Lituma no puede defenderse porque el único serrano a quien no discrimina es un camarada, también del estamento dominante—los uniformados—o sea, su adjuntado ha internalizado la hegemonía de la colonialidad de raza y se ha asimilado suficientemente a la cultura dominante que Lituma lo acepta. Al final, después de aprender la verdad sobre las tres desapariciones que investiga, se marcha de Naccos, abandonando a los explotables a su angustia y “barbaridad” así como

Vargas Llosa hizo cuando perdió las elecciones para presidente en 1990. En resumen, a pesar Hopkins 71 de que Lituma se queja de la injusticia racial que la colonialidad ha creado en ¿Quién mató a

Palomino Molero?, su personalidad evoluciona y en Lituma en los Andes, se convierte en el arquetipo de racismo que ha internalizado el dualismo racial que la colonialidad mantiene, creyendo que los explotables son salvajes.

Para continuar, La pena critica la hegemonía de los prejuicios raciales que la colonialidad ha creado, llamando la atención al lector sobre la violencia subjetiva que los dominantes cometen cuando la hegemonía está en riesgo. Siendo mestizo, Chacaltana, nota que los blancos son verdaderamente los dominantes y muestra su internalización de las normas y prejuicios raciales de la colonialidad cuando se siente especialmente amenazado por un competidor de su novia que es más blanco que él. Entonces, cuando tal hegemonía se amenaza, los defensores de la colonialidad usan actos de violencia subjetiva para restaurar el status quo. Pues, el almirante Carmona confiesa a secuestrar a un bebé argentino rubio porque la internalización de la colonialidad de raza lo obligó a cometer un acto de violencia subjetiva no sólo para evitar la deshonra que experimentaba sino más importante, para restaurar su estamento dominante amenazado. De esta manera, Roncagliolo critica la absurdidad de la colonialidad de la raza.

Chacaltana también aparece en Abril rojo y así como La pena máxima, Abril rojo a través de los ojos de su protagonista principal, llama la atención sobre el dualismo racial de la colonialidad. Así como en ambas novelas de Vargas Llosa, los blancos pertenecen al estamento dominante y siendo personas encargadas, mantienen el dominio de la colonialidad, mientras del otro lado del dualismo, están los quechuas y la novela llama la atención sobre la violencia objetiva y subjetiva que sufren. Cuando Chacaltana visita a dos pueblos quechua,

Roncagliolo llama la atención sobre la crisis de la colonialidad y su violencia objetiva—unos resisten su hegemonía mientras otros del mismo estamento la apoyan. Entonces, esta Hopkins 72 resistencia resulta en una respuesta violenta de los defensores de la colonialidad cuando intentan restaurar el poder al estamento dominante. El lector puede ver esta respuesta violenta a través de la complicidad de Chacaltana con la colonialidad de raza y la representación del terror del Estado. Así, Roncagliolo critica fuertemente la violencia del estamento dominante que oprime al estamento explotable.

Siguiendo con Bioy, Trelles Paz—en contraste a Vargas Llosa y Roncagliolo que presenta el racismo a través de su protagonista principal—muestra el racismo (y, además, la desigualdad de clase y la violencia de género) a través de un reparto de personajes que han internalizado la colonialidad. En primer lugar, el capitán Gómez y el suboficial Franco muestran su internalización de la hegemonía de la jerarquía racial y a través de ellos, Trelles

Paz llama la atención al lector sobre la hegemonía de la colonialidad de raza. Asimismo, a través del personaje la abuela María, Trelles Paz, así como Vargas Llosa, critica la violencia objetiva que no permite que una persona que se enamore de una persona de otro estamento racial. Y a través de las observaciones del personaje el infiltrado Rosendo, Trelles Paz critica fuertemente la hegemonía de la colonialidad de raza que permite no al Cholo ser líder de la banda sino el blanco Bioy.

La clase

Siguiendo con la clase, a través de la colonialidad, las clases altas han mirado al occidente para resolver sus problemas económicos y han decido que el modelo de progreso viene de ellos no de su propia gente. Es decir, creen que el imperialismo occidental puede dirigir el destino de su nación mejor que cualquier idea nacional. Esta decisión ha creado una desigualdad entre la clase alta y las clases bajas, resultando en una lucha de clase. Pues, en un país donde la colonialidad domina, la violencia subjetiva entonces se convierte en la herramienta que las clases dominantes utilizan para mantener su poder sobre las clases Hopkins 73 oprimidas pero las clases dominadas también usan la violencia para combatir la hegemonía de su opresor. Entonces, las novelas de este estudio representan esa lucha de clase, criticando la opresión de la clase oprimida.

Aunque ¿Quién mató a Palomino Molero? tiene lugar durante la transición del discurso nacional de la raza a la clase, todavía refleja las actitudes dominantes hacia las clases peruanas. En primer lugar, durante la investigación del avionero Molero, los guardias muestran su internalización de la hegemonía de la colonialidad de clase cuando dan más reverencia a personas de la clase alta que a las de la clase baja. Aunque apoyan la hegemonía de la clase dominante, los guardias descubren que la clase dominante no es tan honorable como habían pensado porque cuando el avionero Molero desafía la hegemonía de la colonialidad de clase, los defensores de la colonialidad utilizan la violencia subjetiva, matándolo, para restaurar su dominio. De esta manera, Vargas Llosa critica la internalización de la colonialidad de clase y el uso de represalia para restaurar el dominio de la clase alta.

Para continuar, La pena máxima presenta la resistencia de las clases dominadas contra la clase dominante, mostrando dos paradigmas de resistencia—dirigido por los democrático- burgueses y dirigido por los socialistas. Sin embargo, cuando las clases oprimidas resisten su hegemonía, el Estado, representando la clase dominante, responde con actos de violencia subjetiva o se aprovecha de la violencia subjetiva de otros, suprimiendo la resistencia de la clase dominada. Pero al final, Roncagliolo critica a la clase alta, mostrando cómo los actos de violencia subjetiva de la clase baja pueden derrotar su hegemonía.

A continuación, la hegemonía de la clase alta fue derrotada en el Perú el 18 de mayo de 1980 cuando el PCP se aprovechó de aquel día de elecciones para declarar la guerra contra la clase dominante peruana, escogiendo la violencia subjetiva en vez de la democracia para conducir su lucha. Las novelas Lituma en los Andes, Abril rojo y Bioy tratan sobre esa guerra Hopkins 74 de clase. En contraste de las otras novelas de estudio, incluso ¿Quién mató a Palomino

Molero?, Lituma en los Andes critica a tan violencia subjetiva de la clase oprimida con un reproche fuerte, apoyando a la clase dominante. En primer lugar, la novela no presenta al

PCP como luchadores de libertad para la clase dominada, sino que sigue el ejemplo del

Estado, llamándoles subversivos y terroristas. De esta manera, Vargas Llosa, así como la clase dominante, desacredita simbólicamente la lucha del PCP contra la colonialidad de clase.

Aunque el PCP intenta crear un “territorio liberado”, Vargas Llosa, representando los actos de violencia subjetiva del PCP más gráficamente que las otras novelas de este estudio, muestra que realmente son nada más que salvajes, hiriendo y matando a personas inocentes.

Sin embargo, Vargas Llosa también llama la atención sobre el hecho de que el Estado se ha convertido en el bárbaro contra que supuestamente defiende al pueblo. Aunque critica el terror del Estado, Vargas Llosa desprecia a los campesinos, presentándolos como tan violentos como los terroristas que aterrorizan el país, mientras muestra que la modernización de la colonialidad es la única solución para el desarrollo y la sobrevivencia.

Mientras Vargas Llosa apoya la colonialidad del Estado, Roncagliolo en Abril rojo critica la colonialidad fuertemente, reprochando a los defensores de la colonialidad que utilizan los actos de violencia subjetiva para mantener el dominio de la clase dominante. En primer lugar, la novela critica la corrupción de las elecciones nacionales de 2000 contrastando la inocencia de Chacaltana y su apego a la ley con la complicidad de los otros oficiales en el pueblo Yawarmayo. Además de critica la corrupción de las elecciones, la novela llama la atención sobre la violencia institucional de campesinos, como la tortura, por ejemplo, que el Estado utiliza para mantener su dominio sobre ellos, denunciándola, así como ocurre en Lituma en los Andes. De esta manera, Roncagliolo muestra que el Estado se ha convertido en el bárbaro contra que supuestamente defiende al pueblo. Hopkins 75

Teniendo lugar durante el conflicto armado contra el PCP y después, Bioy presenta distintos puntos de vista sobre la lucha de clase, criticando el terror del Estado, así como las novelas de Vargas Llosa y Roncagliolo, y la internalización de la colonialidad de clase por el submundo criminal. En primer lugar, así como en Lituma en los Andes y Abril rojo, Bioy representa cómo el Estado tortura a sus detenidos para mantener su dominación. Asimismo, la novela critica el terror del Estado a través de los militares y sus actos de violencia subjetiva—una continuación de la violencia objetiva contra los pobres e indígenas— mezclando la historia con la ficción. Sin embargo, Trelles Paz no permite que sus personajes militares cometan tales actos de violencia subjetiva con impunidad pues el muchacho Marcos se convierte en vengador de la clase baja, corrigiendo las injusticias del Estado con sus propios actos de violencia subjetiva. De esta manera, Trelles Paz critica el terror del Estado durante el conflicto armado del PCP, llamando la atención al lector sobre tanta violencia y tanta injusticia que él todavía ve en el país. Asimismo, Trelles Paz llama la atención al lector sobre la internalización de la colonialidad de clase por el submundo criminal. Allí, la misma violencia objetiva existe que existe en la sociedad peruana: los ricos controlan el poder, mientras los pobres sufren. Además, los líderes del submundo criminal usan los mismos mecanismos de violencia que el Estado para mantener su poder. Llamando la atención sobre internalización de la colonialidad de clase por el submundo criminal, Trelles Paz critica la violencia objetiva y subjetiva que aflige a las clases bajas todavía en el Perú.

El género

Por último, aunque los grandes sistemas de filosofía o análisis sociales no incluyen o ignoran el género, claramente existe una desigualdad en las relaciones entre los géneros. Y las novelas de esta investigación retratan esta desigualdad, criticando el uso de la violencia de género por hombres fuertes que poseen la masculinidad hegemónica—o aquellos que quieren Hopkins 76 tenerla—para mantener su dominación.

Aunque los temas centrales de ¿Quién mató a Palomino Molero? abordan la colonialidad de raza y la de clase, Vargas Llosa aún llama la atención sobre las relaciones entre los géneros. En la novela, él muestra a través del asesinato de la jovencita Alicita que cuando una persona desafía las relaciones entre los géneros, sufre las consecuencias de tal atrevimiento, pues los defensores de las relaciones entre los géneros restauran sus jerarquías con actos de violencia subjetiva. De esta manera, Vargas Llosa llama la atención sobre las injusticias de las relaciones entre los géneros. Asimismo, a través de la aventura fracasada del teniente Silva, el escritor critica la masculinidad hegemónica, transfiriendo el poder de género del teniente a doña Adriana y permitiéndole burlarse de él con Lituma, poniéndolo en ridículo con su adjunto.

Igualmente, Vargas Llosa critica la masculinidad hegemónica en Lituma en los Andes a través de la aventura del adjunto Tomás Carreño y la bailadora Mercedes. Cuando Carreño intenta ser el “salvador” de Mercedes y ella rechaza su socorro, resistiendo las normas de las relaciones entre los géneros, el poder de género pasa de Carreño a Mercedes porque él no puede responderle sin parecer ridículo—así como el teniente Silva con doña Adriana. Ella continúa resistiendo las normas de las relaciones entre los géneros, amenazando el poder de hombres fuertes como el padrino de Carreño. Al final de la novela, otra vez, ella resiste las normas de relaciones entre géneros, escogiendo al hombre que quiere en vez de esperar a que la escoja, pues vuelve a él cuando ella quiere y por su propia voluntad, no por obligación. De esta manera, Varga Llosa de nuevo pone la masculinidad hegemónica en ridículo.

En ambas novelas La pena máxima y Abril rojo, Roncagliolo, llama la atención sobre cómo la masculinidad hegemónica presenta un problema para su protagonista principal Félix

Chacaltana Saldívar, un hombre “débil”. En La pena máxima, él muestra su internalización Hopkins 77 de la masculinidad hegemónica—aunque no la posee—en su relación con Cecilia, intentando comportarse según sus normas. En Abril rojo, Roncagliolo muestra la debilidad de su protagonista como hombre en su relación con Edith. Al final, Chacaltana oprime la voluntad de Edith y la viola. De esta manera, Roncagliolo llama la atención sobre las relaciones entre género pues Chacaltana, un hombre débil y dañado, sigue las normas de la masculinidad hegemónica y utiliza la violencia de género para obtener lo que nunca podía poseer—la masculinidad hegemónica.

Otra cuestión que La pena máxima plantea es la de la violencia de género y su relación con el terror del Estado. Abril rojo y Bioy responden a las dudas que La pena máxima plantea, representando cómo el Estado del Perú ha utilizado la violencia de género para mantener su dominio durante una época de crisis. Asimismo, en Bioy, más hechos de violencia de género aparecen que en las otras novelas de este estudio y siendo más intensos y gráficos, llaman la atención al uso de la violencia de género para la dominación. En primer lugar, los torturadores militares utilizan la violencia simbólica—acusando al cabo de ser homosexual—para manipularlo a que obedezca las órdenes de torturar a la detenida sexualmente. Por el contrario, el joven Marcos, invirtiendo la hegemonía de la sociedad, usa la violencia de género contra los torturadores militares que violaron a su supuesta madre para vengarla. Sin embargo, la hegemonía de género todavía existe pues la violencia sistémica también aparece en la novela como la explotación sexual en el lugar de trabajo. Teresa

Guerra ejemplifica el abuso de tal violencia que permite a hombres como su jefe explotar sexualmente a las empleadas en su lugar de trabajo sin consecuencias.

El papel central de la novela, sin embargo, es la evolución de la masculinidad del protagonista cuyo nombre da título a la novela, el cabo Bioy Cáceres. Su transformación empieza durante las sesiones de tortura de la detenida Elsa cuando los superiores quieren que Hopkins 78

él la viole. Primero, se rebela contra sus órdenes, pero al final, el cabo se rinde a la violencia de género y se convierte en víctima de ella, mientras la comete contra la detenida Elsa. Su masculinidad se transforma cuando sale de las Fuerzas Armadas y se convierte en jefe de una banda malvada. A pesar de ser hombre dañado cuando era militar, ahora el ex cabo oculta su debilidad en la hiperviolencia. Cuando Bioy obliga al agente infiltrado Rosendo a mirar la violación de su mujer Cristal, él demuestra que se ha convertido en hombre fuerte que ejerce la masculinidad hegemónica como sus superiores militares deseaban, capaz de utilizar cualquier tipo de violencia—incluso la de género—para mantener su poder.

Para concluir, este trabajo ha demostrado el siguiente: En primer lugar, las novelas de este estudio llaman la atención sobre la hegemonía de la colonialidad de raza, criticando el uso de la violencia subjetiva para mantener el status quo cuando la hegemonía se amenaza.

En segundo lugar, todos los autores muestran que las clases bajas sufren de la violencia objetiva de la clase dominante. Cuando ellos resisten con actos de violencia subjetiva, la clase dominante a través del Estado responde con sus propios actos de violencia subjetiva. A pesar de que todos los escritores denuncian el terror del Estado, solamente Roncagliolo y

Trelles Paz critican la colonialidad de clase. En vez, Vargas Llosa en Lituma en los Andes argumenta que la colonialidad de clase es la única solución para el desarrollo del país. Por

último, las novelas de este estudio retratan cómo los hombres fuertes que poseen la masculinidad hegemónica—o los que quieren tenerla—utilizan la violencia de género para mantener su dominio, criticando las desigualdades de las relaciones entre los géneros. Por lo tanto, cuando veo este retrato que estas cinco novelas presentan sobre la violencia y la colonialidad que domina el Perú, veo el mismo Perú en cual vive cuando era joven—un Perú con una identidad dolorosa. Hopkins 79

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