La Primera Aventura Cinematográfica De Eduardo Zamacois
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LA PRIMERA AVENTURA CINEMATOGRÁFICA DE EDUARDO ZAMACOIS Marcelino Jiménez León UNIVERSIDAD DE BARCELONA La dilatada vida de Eduardo Zamacois (18731-1972) permite recorrer una de las épocas más interesantes de la literatura española. Interesante tanto en lo que ata- ñe a la gran calidad estética de los periodos literarios que tan amplio lapso tem- poral abarca, como en cuanto a los múltiples cambios históricos y tecnológicos que van a revolucionar la vida y el arte. En el presente estudio nos interesa es- pecialmente uno: la aparición del cinematógrafo y, más concretamente, sus rela- ciones con la literatura española del primer cuarto de siglo. La primera noticia del filme objeto de nuestro estudio aparece en las páginas 63-64 de las memorias de Eduardo Zamacois, tituladas Un hombre que se va... (Memorias):2 En un trozo de la película con que ilustré las «Charlas de sobremesa» que me permitieron recorrer América, desde Nueva York a Bahía Blanca, aparecían sen- tados, alrededor de una mesa de café, Santiago Rusiñol, Mariano Benlliure, Ro- mero de Torres, Linares Rivas, Zozaya, Hoyos y Vinent, Pedro de Répide... To- dos se mostraron satisfechos, menos Zozaya. Me dijo: -Usted me ha tomado de comparsa, y yo soy mucho más que un comparsa. Us- ted debía haberme retratado solo, como a Pérez Galdós, a Blasco Ibáñez, a Valle Inclán, a Ramón y Cajal, a Baroja... -A ésos les retraté solos -repuse- porque, con o sin razón, todos son más fa- mosos que usted. 1 Esta es la fecha de su nacimiento, y no 1876, como consta en el tomo LXX (pág. 912) y, posteri- ormente, en el apéndice (tomo X, pág. 1300) de la Enciclopedia Universal Ilustrada Espasa- Calpe, Madrid-Barcelona-Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1930. Quizá éste ha sido el origen del error en la fecha de su nacimiento, que se repite en muchas obras, entre ellas en E. García de Nora, La novela española contemporánea, Madrid: Gredos, 1979 (2"), vol. I, pág. 385. Tanto en el pórtico de sus memorias (Un hombre que se va, Buenos Aires: Salvador Rueda editor, 1969, 2a) como en una anónima nota de prensa sobre su muerte («Muere en Buenos Aires el novelista Eduardo Zamacois», El Correo Catalán, 4 de enero de 1972, pág. 15) aparece el 17 de febrero de 1873 como fecha de nacimiento. 2 Buenos Aires: Santiago Rueda, 1969 (2a). En adelante cito siempre por esta ed.. Se apreciará a lo largo de nuestro estudio un gran número de citas de estas memorias. Las razones son dos: primero, porque constituye la fuente más extensa sobre el documental que tratamos, en se- gundo lugar porque se trata de una obra difícil de encontrar, ya que no ha sido reeditada. 3 El tiempo ha dado la razón a Zamacois, pues del tal Zozaya no hemos encontrado ni siquiera una 373 374 M. JIMÉNEZ LEÓN Aunque la cita es larga, vale la pena reproducirla, no sólo por ser la primera noticia del documento fílmico, sino también porque aparecen datos interesantes sobre la estructura del mismo, lo cual resulta particularmente importante si te- nemos en cuenta que de esta película hasta ahora sólo se han podido localizar 210 metros aproximadamente, es decir, unos diez minutos. Por lo tanto, lo que vamos a hacer es intentar reconstruirla a partir de los testimonios escritos.4 La feliz idea le surgió a Zamacois en los primeros días de 1916: Por aquellos días tuve esta idea que había de trastornar profundamente mi vida: la de preparar unas «charlas familiares» ilustradas con proyecciones cinematográ- ficas. Me veía paseándome por un escenario en tanto explicaba, durante doce o quince minutos, cómo vivían y trabajaban las grandes figuras españolas de mi época. Luego me acercaría a una mesa para apoyar un timbre que repicaría dentro de la caseta del «operador». Automáticamente el teatro quedaría a oscuras, y en la pantalla aparecería la ratificación gráfica de cuanto yo acababa de exponer. Se- guidamente, a una nueva señal, la sala volvería a iluminarse, para que yo conti- nuase hablando, y así hasta concluir. El espectáculo podría durar hora y media, dos horas... Estas pláticas habían de ser, para su mayor lucimiento, improvisadas y dichas en el estilo más acorde con la llaneza de mi carácter. Antes que erudito pretendía ser ameno (...) Así, en mis charlas, lo «culminante» no sería la obra, sino el autor, desde el punto de vista personal y anecdótico -anécdotas hay que valen un retra- to- y el cine se ocuparía de presentarle en toda la suprema sinceridad de su vida íntima (págs. 333-334). Tenemos, pues, el esbozo de lo que pretendía ser la película. Tamaña empre- sa necesitaba un apoyo digno de su envergadura. Zamacois, como en la película aparecerían casi todos los autores de la editorial Renacimiento, no dudó en acu- dir a Gregorio Martínez Sierra, entonces director literario de dicha editorial, quien comprendió perfectamente las posibilidades propagandísticas que el pro- yecto le abriría en el mercado americano, «y con la aprobación de don Victorino Prieto se brindó a financiarla». Desgraciadamente, no hemos encontrado ningún documento que hable de este proyecto, ni tampoco en las obras sobre Martínez Sierra que hemos consultado; el mismo resultado obtuvimos en el archivo de la familia Lejárraga, en Madrid; la hija de Gregorio Martínez Sierra nos comunicó que tampoco conserva carta alguna al respecto. Aunque no sabemos las razones mención en F. Rico (ed.), Historia y crítica de la literatura española. Modernismo y 98, vol. VI, Barcelona: Crítica, 1980, y tampoco en el suplemento, Barcelona: Crítica, 1994, vol. VI /I (ambos a cargo de José-Carlos Mainer). 4 Básicamente las citadas memorias de Zamacois, porque también escasean las referencias en otras fuentes. Es muy significativo que en los estudios sobre los autores más conocidos que aparecen en el film que hemos consultado no hayamos encontrado ninguna referencia a esta película de Zamacois. Ni siquiera se menciona cuando se hace referencia a las primeras apariciones de Baroja en el cine en el completo libro de Pío Caro Baraja (ed.), Guía de Pío Baroja. El mundo barojiano (Madrid: Caro Raggio-Cátedra, 1987) que incluye un apartado dedicado a las apari- ciones en el cine de Pío Baroja; ni tampoco en la completísima obra de Pedro Ortiz-Armengol, Vida de Galdós, Barcelona: Crítica, 1996. LA PRIMERA A VENTURA CINEMATOGÁFICA 375 exactas por las cuales se dirigió a «Renacimiento», lo cierto es que se trataba de una editorial que incluía en su catálogo a lo mejor de la literatura española del momento (mezclado, todo hay que decirlo, con un buen número de bohemios y nombres menores que la historia se ha encargado de juzgar). Por otra parte, no faltan afinidades entre el proyecto que Zamacois plantea en 1916 y la trayectoria de dos personajes importantes de «Renacimiento»: Martínez Sierra y Ruiz-Cas- tillo. Del primero sabemos que era hombre ambicioso de dinero y de fama y que deseaba conquistar el mercado americano (lo consiguió en su viaje a América en 1925).5 En cuanto a José Ruiz-Castillo Franco, ya algunos años antes (en 1910) había ido a América «para impulsar sus actividades editoriales, ampliando el mercado, ya muy considerable, de los libros por él publicados en la Biblioteca Renacimiento».6 Teniendo estos factores en cuenta, se deduce que también de- bió inclinar la balanza a favor del proyecto de Zamacois el hecho de que algu- nas obras de éste supusieran ventas de diez mil ejemplares, cifra nada desdeña- ble, así como el éxito de otras empresas aparentemente descabelladas del novelista, como sucedió con «El Cuento Semanal».7 Quizá también influyó en la buena acogida a este proyecto publicitario de Zamacois otro (vinculado también a la difusión de la imagen de los escritores) que había llevado a cabo la editorial Renacimiento un año antes (en 1915): nos referimos a la publicación de «un catálogo en el que figuran unas extraordinarias caricaturas de varios grandes es- critores contemporáneos vistos por Luis Bagaría».8 Aunque son hipótesis plausibles, no deja de sorprender que no haya ninguna mención al documental objeto de nuestro estudio ni en el citado libro de Ruiz- Castillo9 ni en la documentada obra de Antonina Rodrigo: María Lejárraga: una mujer en la sombra, máxime si tenemos en cuenta que Zamacois coincidió en su exilio argentino con María Lejárraga; y es seguro que se vieron, porque hay una foto en que aparecen ambos charlando en 1953.10 Volviendo a la película, hubo cierta reticencia al principio: 5 Antonina Rodrigo, María Lejárraga. Una mujer en la sombra, Barcelona: Círculo de Lectores, 1992, págs. 214-23. José Ruiz-Castillo Básala, El apasionante mundo del libro (Memorias de un editor), Barcelona: Agrupación Nacional del Comercio del Libro, 1972, pág. 76. 7 Vid. Un hombre que se va, ed. cit., respectivamente págs. 392, 493 y 236-52. 8 J. Ruiz-Castillo, op. cit., pág. 92. Algunas de estas caricaturas se pueden admirar en esta obra de Ruiz-Castillo. Reproducimos los nombres de las caricaturas recogidas en el citado vol. que coinciden con el documental de Zamacois: Emilia Pardo Bazán, Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, Pío Baraja, Benavente y Pérez Galdós. 9 Aunque hace una mención a la relación de su padre con el cine (hacia 1920), donde acudía en compañía de Ramón Gómez de la Serna y de Ortega y Gasset: «Los entusiasma Charlot, y se complacen en seguir algunas películas de episodios, entre ellas una de las primeras series del Oeste, Panter...» (op. cit., pág. 241). Reproducida por Antonina Rodrigo en la citada obra (pág. 345) y por Patricia W. O'Connor en Gregorio y María Martínez Sierra. Crónica de una colaboración, Madrid: La Avispa, 1987, pág.