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OPEN AC CESS Hispania Special Feature Literatura cubana: Del terruño al Universo Eduardo Lolo Kingsborough Community College Hispania 100.1 (2017): pp. 3–15 Hispania Open Access files are licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License. Hispania Special Feature Literatura cubana: Del terruño al Universo Eduardo Lolo Kingsborough Community College Resumen: Este ensayo intenta dar una idea general del desarrollo de la literatura cubana más allá de las fronteras geográficas y lingüísticas de la Isla. En el mismo se explica cómo semejante expansión ha sido, fundamentalmente, el resultado de una marcada inestabilidad política que, comenzando con los esfuerzos independentistas decimonónicos, se extiende hasta nuestros días, determinando éxodos cíclicos de destierro y/o exilio de grandes segmentos de la población, incluyendo muchos de sus más importantes escritores de todos los tiempos. Consecuentemente, numerosas obras maestras de la literatura cubana han sido escritas fuera de la Isla por cubanos o sus descendientes, no pocas de ellas en una lengua diferente del español. Se analizan los casos de Gertrudis Gómez de Avellaneda, Eduardo Zamacois, la Condesa de Merlín, José María de Heredia, Cirilo Villaverde, José Martí, José Joaquín Palma, Italo Calvino, Alba de Céspedes, Oscar Hijuelos y Gustavo Pérez-Firmat. Palabras clave: Cuban literature history and criticism/historia y crítica de la literatura cubana, exile and literature/exilio y literatura, expatriated writers/escritores expatriados, linguistic diversity in literature/ diversidad lingüística en literatura a Palma Real (Roystonea regia) es el árbol nacional de Cuba, cuya imagen puede verse, incluso, adornando majestuosa el Escudo Nacional. Por su esbeltez y el penacho que la corona, que semeja una cabellera femenina liberada, José Martí calificó las palmas reales, Ldesde su óptica de exiliado, como “novias que esperan”. Estos árboles gráciles no necesitan cultivo alguno: nacen firmes de manera espontánea, a golpe de sol de arrebato y telones de lluvia tropical. A resultas de ello, desde mucho antes de la llegada de los españoles y hasta nuestros días, el palmar constituye la imagen más icónica, generalizada y estable del paisaje cubano, cubriendo todos los campos de la Isla. Sin embargo, no pocas veces las palmas reales se ven bestialmente azotadas por el viento que ruge de boca de los huracanes que frecuentemente visitan el trópico. Salen entonces volando sus cabelleras, cruzando llanos y montañas, dando saltos en las olas de los mares que abrigan la Isla toda: su nobleza verde cabalgando azul, cambiando el idioma de la tierra por el lenguaje de las aguas y, a través de este, al de otras tierras. Un tanto igual pudiera decirse del desarrollo de la literatura cubana desde su nacimiento en tanto que segmento de un corpus cultural que rebasa el carácter insular de la nacionalidad que le sirve de origen. Consecuentemente, la literatura cubana también se aparta del monolin- güismo que constituye el patrón común de la mayoría de las literaturas nacionales establecidas, desarrolladas en la lengua (oficial o no) de la generalidad de sus habitantes. Propicia semejante característica sui generis el devenir/departir histórico de Cuba, con la paradójica condición de ser un país de inmigrantes/emigrantes, en masivos fenómenos cíclicos que han hecho de la Isla de la Palma Real añorado punto de llegada o de trágica huida, en algunas ocasiones de manera simultánea. Como consecuencia de esa incongruente dicotomía, muchas de las obras maestras de la literatura cubana han sido escritas fuera del terruño patrio, no pocas de ellas en una lengua diferente del español. AATSP Copyright © 2017 Hispania 100.1 (2017): 3–15 En sus inicios, el viaje más común fue a la semilla de sus hablantes: España. En efecto, algunos de sus escritores nacidos en la Isla de padres peninsulares o criollos, desarrollaron total o parcialmente sus mejores obras en la tierra de sus antepasados: palmas nacidas entre olivares, abrigadas de vides. Fue tal la calidad de sus trabajos, que algunos de ellos son estudiados como propios tanto en Cuba como en España. Por lógicas rozones de espacio voy a llamar la atención sobre dos de ellos solamente: Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814–73) y Eduardo Zamacois (1873–1971). La primera, nacida en Camagüey, hizo el viaje en olas de retorno a la raíz cultural hispana siendo muy joven. Ya las palabras le salían, a borbotones, de la mirada. La misma que, húmeda de nostalgia prematura, diera luz a su más famoso soneto: “Al partir”. En España su familia se ubicó en el norte de la península. Pero el gris gallego era demasiado lúgubre para las pupilas de la camagüeyana, acostumbradas a la luz de alarido del ardiente sol tropical. Abandona, entonces, el hogar filial y trata de trasplantarse en un suelo más propicio al recuerdo cálido que la perseguía: a Sevilla se fue en busca de soles sin sombras; en Sevilla descansa hoy a la sombra soleada del recuerdo de sus lectores, tanto en Cuba como en España. Pero entre el viaje inicial y el descanso postrero logró desarrollar una vasta obra que cubre diversos géneros literarios; todos en la cima de su tiempo. Vivió tan intensamente como escribía; rompió moldes morales, políticos, sociales y estéticos. En particular su teatro la hizo favorita del público español; su vertical crítica a la esclavitud y su reivindicación del indio, precursora del abolicionismo y el indigenismo; su ofensiva contra el control masculino del status quo de la época, predecesora del feminismo; su nada convencional vida amorosa, poco menos que una estigmatizada moral, aunque a la postre terminara viviendo como una beata ermitaña, escribiendo rezos. Así de compleja, intensa y contradictoria fue su vida, con tantos éxitos en lo profesional como fracasos en lo personal; pues es el caso que la tragedia de su vida superó las tragedias que escribiera. Son muchas sus obras de alcance universal. Baste mencionar sus piezas de teatro Saúl (1849) y Baltasar (1858), las novelas Sab (1841) y Guatimozín (1845) así como las dos ediciones de su obra poética en 1841 y 1851. El otro ejemplo de un escritor cubano que conquistó la fama en España que quiero destacar es el del pinareño Eduardo Zamacois. A su salida de Cuba a los cuatro años de edad, su familia vivió brevemente en Bruselas y París antes de asentarse definitivamente en España. Agitado y rebelde como la Avellaneda y los penachos de las palmas, abandonó los estudios universitarios para dedicarse al periodismo, faceta en la cual editó importantes publicaciones periódicas; también fue, fugazmente, corresponsal y cronista de guerra. Al mismo tiempo, Zamacois desarrolló una fundamental obra ficcional, básicamente en la narración breve y el teatro. Fue un bohemio extremadamente libertino, o “sicalíptico” como se le llamaba entonces a quienes vivían tan afuera de las normas morales. Quizás por ello sus primeras obras tuvieron un marcado tinte erótico, que escandalizó a la sociedad española de la época. Empero, su prosa narrativa no era nada comercial o descuidada como muchos relatos de características semejantes, sino que se destaca por presentar una especie de fresco realista de la vida ordinaria que refleja. En entregas posteriores el elemento social o histórico sería determinante, con el tratamiento de temas considerados muy espinosos en la literatura peninsular de las primeras décadas del siglo XX tales como la vida de los presos, el homosexualismo y la existencia marginal de los barrios bajos madrileños. Lo harían célebre obras tales como Amar a oscuras (1894), El punto negro (1897), Horas crueles (1905), El Otro (1909) (luego adaptada al teatro por el mismo Zamacois), la trilogía novelística que comenzaría con Las raíces (1927), la selección de cuentos La risa, la carne y la muerte: cuentos irónicos, cuentos pasionales, cuentos de asesinos, ladrones y fantasmas (1930), la farsa grotesca Don Juan hace economías (1936), la novela de intención histórica El asedio de Madrid (1938), y un largo etcétera. Fue, asimismo, un exitoso conferencista, precursor del uso de medios audiovisuales en sus presentaciones. No menos notoria fue su labor en la radio, tanto como escritor de libretos dramáticos (las populares “radio novelas” de origen cubano) como de comentarista. Más allá de su cultivo de las novelas radiales, siempre mantuvo un estrecho nexo con la Isla donde viniera a la vida. Su visita de joven a la finca “La Ceiba” donde había nacido (ubicada en la provincia de Pinar del Río y propiedad suya por mucho tiempo), le hizo entrar en contacto directo con el “guajiro” cubano, cuya sombra adolorida emergería luego tras la figura del labrador español retratado en Las raíces. Mi selección de Zamacois tiene un objetivo adicional: llamar la atención sobre un autor en la actualidad prácticamente olvidado, tanto por el público como por la crítica, lo mismo en Cuba que en España. Y ello a pesar de haber sido uno de los escritores más leídos de su tiempo y haber llamado la atención de los estudiosos de la literatura desde sus primeras obras. Conjeturo que semejante olvido pudiera estar relacionado con su nada ortodoxa postura política, mantenida en una época de marcado fanatismo ideológico, en la cual los colores grises resultaban un anatema. Al comienzo de la Guerra Civil española, Zamacois no dudó en expresar sus simpatías con el bando republicano y demostrarlo en sus escritos. Pese a ello, al final de la contienda las autoridades republicanas ordenaron su apresamiento por razones nunca aclaradas por Zamacois. Cómo se libró de la ira de los dos bandos españoles en pugna, sería tema para una novela, que él nunca escribió. Paso a hacer un resumen: Cuando se ordenó su apresamiento se encontraba en Barcelona. Unos amigos de las fuerzas republicanas, enterados de la orden de detención en su contra y temiendo por su vida, se adelantaron a quienes debían cumplir la disposición y fingieron su apresamiento, aunque en realidad lo que hicieron fue ocultarlo de sus propios camaradas.