Alex Fuentes El Gorrión Blanco (Den Vita Sparven)
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Alex Fuentes El Gorrión blanco (Den vita sparven) Editorial Röda Rummet Stockholm 2003 A mis hijos Andrea y Sandro y a los miles de presos políticos “desaparecidos” durante la dictadura militar de Pinochet. 1 Prólogo Este 11 de septiembre de este año se cumplen 30 años del golpe militar de Pinochet. Yo fui uno de los que salió con vida de Chile, o si se quiere, ”uno de aquellos a los que Pinochet no alcanzó” a liquidar, y este es mi relato. El relato comienza el 13 de marzo de 1975, un dia antes de que yo fuera raptado por los agentes de la DINA y trasladado a la Villa Grimaldi, uno de los centros de tortura más renombrados de la junta militar en Santiago. El relato termina una clara noche de verano cuando yo, un año despues, aterrizo en el aeropuerto de Arlanda. Lo esencial del relato lo constituye mi tiempo en prisión y las circunstancias poco comunes en torno a mi detención. Fui entregado por Carlos, un amigo que fue obligado a convertirse en agente de la DINA y que posteriormente, por mi intermedio, informaba al MIR sobre lo que sucedía al interior de la DINA. Luego de un tiempo Carlos fue descubierto y ambos fuimos trasladados a la Villa Grimaldi, pero a diferencia de él y de miles de otras personas salí con vida de ese lugar. Despues de la Villa Grimaldi se me mantuvo aislado en un campo secreto de concentración que la DINA tenía para los presos “desaparecidos”. Luego de dos meses como “desaprecido” me convertí oficialmente en preso político y permanecí más de un año en diferentes campos de concentración. Finalmente aparecí en una lista de 207 prisioneros políticos liberados y viajé a Suecia. En el manuscrito se entretejen mi tiempo en prisión con miradas retrospectivas a sucesos que llevaron al poder a la dictadura y a mi detención, se trata tanto de acontecimeintos políticos como de experiencias personales. Todavía caminan libres Pinochet y sus asesinos, pero también hay fuerzas que actuan para lograr que se haga justicia. La asociación ”Comisión Ètica Contra la Tortura” en Chile, dirigida entre otros por Ricardo frodden y uno de los que aparecen en el manuscrito, entabló un juicio al estado chileno (diciembre de 2002) y ha exigido del gobierno chileno una rehabilitación de todas las víctimas torturadas durante la dictadura de Pinochet. Al mismo tiempo todavía se halla preso en la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago Bernardo, quien también aparece en el manuscrito, condenado en juicios arbitrarios por tribunales militares acusado de haber matado a agentes policiales. El lugar en donde estaba Villa Grimaldi se ha transformado hoy en el Parque por la paz y hay allí un monumento en memoria de todos los asesinados en ese lugar. Alex Fuentes Stockholm, junio 2003 2 1 En el instante decisivo, en ese momento crucial, en el instante en que el mundo fisiológico se nos acaba, en el instante único, en ese instante infinito y lleno de fin, en ese instante en que nuestras bullidas vidas tienen lo invalorable que implica a veces el silencio... El silencio entonces se nos transforma en una vida que sólo tiene sentido si se logra sobrevivir; mirando al futuro, vislumbrando aquellos momentos en que parece que la vida misma se escurre hasta esfumarse del todo. Se sentó. Sus ojos recorrían ávidamente el respaldo del asiento delantero. Era una de aquellas micros que los jóvenes rebeldes usaban a toda prisa para rayar con plumones sus consignas antidictatoriales. Buscó y buscó pero sin éxito, el microbús no tenía nada y siguió pensando en la consigna que él hubiera querido dejar grabada. El recorrido era el habitual, el de siempre, el que había hecho desde muy pequeño. Otros pasajeros estaban igual que él, cada uno embarcado en sus propios mundos. Ocupaban algunos asientos ya destartalados por el correr de los años. En cada paradero fueron subiendo. A veces eran cinco, tres, pero nunca un pasajero solo. Y fueron subiendo al microbús hasta que coparon los 35 asientos. Siguieron subiendo. Despues de cada paradero sentía que el bus se hacía cada vez más pesado. Parados, apretujados. Persignándose, por si acaso, al pasar por las iglesias y arrepintiéndose, también por si acaso, profundamente convencidos de que habían sido paridos por el pecado del amor carnal. El seguía ahí, al lado de la ventanilla. Le gustaba hacerlo porque podía ver la gente apretada unos con otros formando de esa manera pequeños contingentes en los que cada cual buscaba ganar nuevas posiciones. Iban apretados. Nunca terminó de comprender ese ahínco intrínseco de las mujeres en planchar la ropa. ¿Para qué si se arrugaba tan rápido? Se apretujaban unos a otros. Persignándose por los pecados cometidos y por cometer. Cuando niño nunca aprendió a persignarse y cuando joven ya era tarde porque no creía en las supersticiones de ningún tipo. La velocidad de la locomoción colectiva era la de siempre, la de un carretear de nunca acabar. A la lenta marcha de la góndola ponía la vista sobre el movimiento real e imaginario de la calle y observó también el viento que levantaba el polvo. A través de los gastados vidrios de la ventanilla observaba esas viviendas de forma tan caprichosa. Las carpas de los gitanos tenían un no se qué. La simetría de los listados rojos y verdes tenían un no se que, pensaba él. Las carpas descoloridas y una que otra gitana rubia y de polleras largas se fueron quedando atrás en esa calle fea. Tan fea era la calle Pedro Fontova que resultaba hermosa por su fealdad imperturbable. Hacía tanto tiempo, desde mucho antes de su propio nacimiento pensó, que Pedro Fontova había sido abandonada a su suerte. Escrutaba disimuladamente cada uno de los rostros a su alrededor. Hurgaba en sus miradas, comentaba consigo mismo sus modales, recorría la vestimenta y cuando podía daba también un vistazo a los zapatos. No les dejaba de observar, buscaba el comportamiento real de aquellas apariencias. No se dio cuenta pero ya había cruzado gran parte de la ciudad, la Plaza Chacabuco y el Liceo Gabriela Mistral ya habían quedado atrás. Deambulaba por las calles en distintas direcciones, la gente se movía hacia cualquier parte y pasaban por su lado y el pasaba al lado de todos ellos. Los mundos y su mundo. A partir del 11 de Septiembre de 1973, día del golpe militar, había cambiado mucho y al cabo de algunos meses se había trasladado a Chillán, lugar de nacimiento de su padre. En el Sur del país los aliados de la dictadura también destruían y remodelaban a su antojo; tal y cual lo venían haciendo a lo largo de todo el territorio nacional. Pero Chillán era una ciudad tranquila. Era cierto que en casa de su tía y de la abuela los críos hacían de las suyas, pero 3 todos los niños del mundo eran iguales. Aun así la ciudad le envolvía con su quietud campestre y melancolía pre cordillerana. Se había matriculado en la Universidad de Chile y se había pasado el tiempo cruzando la plaza que daba con el fróntis de la sede universitaria. Luego del inolvidable viaje a Cauquenes se había vuelto un romántico empedernido. Había dejado de viajar a Santiago los fines de semana. En su lugar y durante un mes viajó ida y vuelta de Chillán a Cauquenes. La joven de sus sueños se había trasladado temporalmente a casa de unos tíos para estar más cerca suyo y ambos añoraban los insaciables fines de semana. Los estudios a la chuña y viva el amor ateo, vivía la vida de acuerdo a las normas sin leyes de la juventud. Durante ese período se embriagó de romanticismo y de placer. Escribía poesías en el aire y luego las pasaba a las hojas caídas de las tardes otoñales. No tenía remedio, estaba en las nubes por esas cosas del amor. Lo de Cauquenes no era eterno y volvió por tanto a efectuar los viajes regulares de Chillán a Santiago. En uno de esos viajes había concertado una cita con Marco, su amigo y compañero político de la secundaria. Marco Poblete se había incorporado al Movimiento de Izquierda Revolucionaria ya antes del golpe militar de 1973. Desde hacía un par de años se había volcado en cuerpo y alma a su nueva organización. La organización política en la que militaba ahora su amigo estaba muy golpeada por los efectos de la represión y en muchos regionales se hallaba prácticamente desmantelada. Pero como Marco era nuevo en el MIR pudo desarrollar y aumentar la actividad político militar sin mayores riesgos de caer preso por motivos de la persecusión o de delación. La cita se llevó a cabo en una fuente de soda en los alrededores del centro de Santiago. En el ambiente reinaba una atmósfera de represión al que la mayoría de los chilenos ya se había acostumbrado. Intercambiaron algunas frases sin mayor importancia y luego recibió de Marco los nombres, direcciones y números de teléfono de militantes del MIR en Chillán. Estaba harto de la inhabilidad política militante. No en vano había despertado a la vida política en medio del poderoso ascenso de masas de principios de la década de los años setenta. Ahora tenía la posibilidad de retomar su vida militante. Se despidió de Marco y tomó un microbús de vuelta a la casa de sus padres. Habían pasado algunas. Como era costumbre en Santiago y en el cuartel del lugar los bomberos habían hecho sonar esa señal prolongada y tediosa. En la Plaza de Armas y en el cerro San Cristóbal volaban las palomas disparadas por el estruendo del cañón que también comunicaba a la ciudad que eran las doce del día.