LA INDUSTRIA MOLINAR EN EL SUROESTE DE GRAN CANARIA Siglos XIX-XX Francisco Suárez Moreno
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1 XIII Jornadas de Tradiciones del Mocán El gofio, alimento y cultura 4 al 11 de noviembre de 2011 Mogán LA INDUSTRIA MOLINAR EN EL SUROESTE DE GRAN CANARIA Siglos XIX-XX Francisco Suárez Moreno Conferencia impartida en el Salón de Actos del Ayuntamiento de Mogán 4 de noviembre de 2011 2 Presentación Buenas noches y en primer lugar muchas gracias al Mocán por la invitación cursada a través de don Francisco González, párroco de La Aldea de San Nicolás y natural de este pueblo que también pertenece al grupo fundacional de esta asociación de la que recuerdo, vagamente, hace muchos años, por la década de 1970, cuando no sé si ya habían conformado el grupo legalmente, que me pidieron una charla similar a la que por aquellos días de junio (que no recuerdo el año y por tanto sí que era por las fiestas patronales) había dado en Tasarte sobre aspectos de geología y geomorfología de esta comarca, recuerdo que entonces la impartí con apoyo de diapositivas, lo que representaba entonces una gran novedad y en lo que yo aún estaba aprendiendo. Cuarenta años atrás que parece que fue ayer, pero cuántos ya no habrán quedado atrás en ese mundo etéreo del recuerdo olvidable según cursa el tiempo. Tantos testigos de la rica tradición oral que se nos están lentamente yendo y que los que estamos detrás en esa lista decimos “ya no hay viejos como antes”. Claro... vamos siendo sin creerlo nosotros según rebasados la mediana de un siglo. A propósito de estas jornadas sobre el “gofio nuestro de cada día” cuya elaboración tradicional conforma para del Patrimonio Industrial, y digamos que éste constituye un variado conjunto de bienes que, en otro tiempo, conformaron las actividades industriales que, junto a las labores de extracción, abastecieron los mercados interiores y exteriores. Estamos ante una isla que por la costa exportaba, importaba y desarrollaba determinadas industrias y que a la vez se autoabastecía del interior, no sólo del sector agropecuario sino de las actividades industriales- artesanales. Desde una perspectiva etnohistórica, el Padrenuestro que rezaba la sociedad tradicional canaria debía haber comenzado por “El gofio nuestro de cada día dánoslo hoy…” Y aún más en las raíces históricas de la sociedad indígena en sus rezos al Supremo Alcorac porque ella lo inventó y nos lo legó. En efecto, todos sabemos que el gofio, harina de grano tostado, fue una de las primeras transformaciones agroalimentarias de la economía aborigen, para ello los cereales tostados se molturaban con morteros de piedra y molinillos de mano, tradición que se ha mantenido hasta tiempos recientes. Los molinos de gofio constituyen uno de nuestros bienes patrimoniales más preciados, donde se lee la evolución de la tecnología y el ingenio popular; movidos por la sangre, el viento, el agua o el fuego, siempre fueron punto de encuentro, de amores, de noticias y mentideros, en la sociedad tradicional. En Gran Canaria se contabilizan, en 1937, un total de 61 molinos harineros de los que el 59 % eran 3 hidráulicos, el 22 % térmicos (de fuego), el 7'5 % de viento, el 5 % eléctricos y el 3'2 % mixtos. Y, actualmente hay inventariados, como bienes patrimoniales, un total de 158; la mayor parte movidos, en su día, por agua y casi todos en el silencio del olvido y la ruina. En la zona del suroeste, desde Tasarte a Mogán, la parte más seca de la Isla, sólo contó con dos molinos de agua, 7 de viento y 5 de fuego. Pero en nuestra isla hubo muchos molinos más, pudo haberse contabilizado, según fuentes escritas y fotográficas diversas un total aproximado de 188 movidos por agua y más de 45 accionados por el viento en modelos diferentes y algunos mixtos; cuya ubicación corresponde con mayor profusión en las zonas de aguas más abundantes a barlovento para unos y en las que más soplaba el viento por los laterales de la isla como vemos en este mapa introductorio. Fco. Suárez M: 2011 4 1. MOLINILLOS DE MANO DE LOS ANTIGUOS CANARIOS En varios yacimientos arqueológicos de esta comarca han aparecido todo tipo de morteros y molinillos de mano, algunos de los cuales se exhiben en el Museo Canario y otros se hallan en posesión de particulares. Se trata del típico conjunto de par de muelas, cuya piedra superior móvil disponía de dos orificios opuestos donde se incrustaban dos palos a su vez amarrados a otro transversal, unido al eje de rotación que facilitaba una mejor rotación y rendimiento. El molino de mano aborigen puede tener una relación etimológica con el topónimo Tasarte, pues, en algunos lugares del área Bereber este molinillo de mano, recibe el nombre de tassart, lo que permite comprobar la relación tan directa con el nombre de la montaña de Los Molinos, situada en este término municipal, topónimo antiguo que se registra en documentos del siglo XVIII. 2. MOLINILLO CANARIO TRADICIONAL Un modelo parecido al molinillo de mano aborigen, con un palo giratorio y sobre una mesita de madera, se utilizaba hasta principios de siglo desde La Aldea hasta Mogán, como en el resto de Canarias incluso en la fabricación de loza. Se trataba de un sencillo artilugio casero para fabricar rollón o bien, ocasionalmente, cuando había problemas con los tradicionales molinos de agua y de viento, para la producción de gofio. De esta forma cada hogar podía ser autosuficiente en la fabricación de este básico alimento. 5 5. ATAHONA Y MOLINOS DE AGUA EN MOGÁN Los primeros molinos de agua se construyeron en la Isla, en los primeros años de la colonización, asociados a los ingenios y centros urbanos. Según fue creciendo la población, aumentó su número a lo largo de las acequias de las heredades, sobre todo entre finales del siglo XIX y principios del XX, momento en que llegaron a contabilizarse un total de 188 unidades. La mayor parte de ellos en la zona húmeda de cada isla. Por lo general, estos molinos tienen un cubo cilíndrico donde se acumula el agua, en cuya base hay un orificio por donde ésta sale a presión (bocín), y mueve las alabas de la rueda horizontal. Algunos cubos llevan dos bocines para mover dos ruedas con sus correspondientes maquinarias. Su funcionamiento, grosso modo, se inicia con el movimiento de la rueda, impulsada por el chorro de agua acumulada en el cubo que sale por el bocín. Este movimiento circular se trasmite hacia arriba por un eje o árbol que traspasa el suelo de la sala del molino y se incrusta en la muela superior haciéndola girar; sobre ésta se sitúa la tolva, que contiene el grano que sale por la canaleja y cae en el centro de los orificios de las muelas que lentamente lo van molturando. Las muelas están cubiertas por un tambor cilíndrico. La molienda se controla desde la sala del molino mediante dos llaves separadas, cuyos mecanismos bajan a la rueda: una llave para echarlo andar y 6 controlar la mayor o menor presión del agua sobre la rueda y la otra para accionar el mecanismo del aliviadero que controla la molturación. En el valle de Mogán, en la margen del barranco principal se localizan los mencionados molinos de agua de rueda horizontal, muy parecidos a los estudiados. Disponían del cubo para el almacenamiento del agua y la pequeña sala de molturación en mampostería ordinaria. La actividad de estos dos molinos se alargó hasta mediados del siglo XX y estaba sujeta al reducido y discontinuo caudal de agua que circulaba por este cauce, por lo que sólo molían en los meses de lluvia. En el valle de Mogán, en los márgenes del cauce principal aún subsisten los restos de dos molinos de agua, así como, dentro del mismo casco el recuerdo del topónimo de la Casa de la Atahona, en referencia muy vaga a un molino de gofio movido por una bestia, denominado tahona o atahona. Atahona de Fuerteventura, similar a las que hubo en Gran Canaria 7 5.1. El Molino del Donque. Se encuentra en la margen derecha del barranco, a unos pocos metros del núcleo principal de la población, en la base de la vertiente. Su estado de conservación es bueno, con toda la estructura del edificio y el cubo aunque su maquinaria se halla deteriorada. Estaba movido por las aguas de la heredad de los Valerones de Arriba las que, tras discurrir por la fuente y los lavaderos públicos, irrigaban las fincas anexas de la misma propiedad. El cubo, de unos 6 m de altura, se halla incrustado en la roca y revestido, interior, con mortero de cal y arena, sólo en la parte superior llevaba un cerramiento con muro de mampostería ordinaria de 0,4 m de grosor, en sección oval de 1,40 y 150 m de diámetro. La sala del molino, adosada también a la roca donde se perforó el cubo, tiene una sección 8 cuadrangular de 4 x 5,5 m y alturas de 4,5 y 2,70 m dada su cubierta inclinada con teja árabe. Dispone además de una puerta y ventana. Bajo la sala se sitúa la bóveda subterránea, donde el chorro de agua a presión que sale desde la base del cubo por el bocín incide sobre la rueda horizontal o rodezno y transforma así la energía potencial hidráulica en la energía mecánica que acciona todo el sistema de molturación. Éste lo conforman las dos muelas, de cortas dimensiones, 1 m y 0,95 m de diámetro, de piedra enteriza procedente de la cantera de Veneguera. Se trata, pues, de una maquinaria muy simple y pequeña que no podía producir un gran rendimiento. Su primer propietario fue el mencionado don Marcelino Marrero Quesada (1853-1923), secretario y alcalde de este municipio, que llegó a acumular tanto poder económico y político que recibió el sobrenombre de El Virrey de Mogán.