Nuevo País Musical
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Nuevo país musical Nuevo país musical COMPILADOR Antonio López Ortega Este libro ha sido editado por la Vicepresidencia Ejecutiva de Comunicaciones y RSE de Banesco Banco Universal C.A. y la Fundación ArtesanoGroup PRODUCCIÓN GENERAL Vicepresidencia Ejecutiva de Comunicaciones y RSE de Banesco Banco Universal C.A. PRODUCCIÓN EJECUTIVA Fundación ArtesanoGroup Carmen Julieta Centeno Sudán Macció COORDINACIÓN EDITORIAL, COMPILACIÓN Y EDICIÓN DE TEXTOS Antonio López Ortega DISEÑO Verónica Alonso S. CORRECCIÓN Alberto Márquez IMPRESIÓN Gráficas Acea, C.A. EDICIÓN 1.000 ejemplares Depósito Legal: if78320157003296 ISBN: 978-980-6671-07-2 © Banesco Banco Universal, C.A. Impreso en Caracas, Venezuela, 2015 Ninguna parte de esta publicación incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o fotocopia sin permiso previo del editor. La pasión sin desmayo Juan Carlos Escotet Rodríguez | Presidente de la Junta Directiva Banesco Banco Universal 7 Retratos de humanidad Antonio López Ortega | Compilador y editor 9 Música clásica Jaime Bello-León Sobre el cuarteto 12 Dalina Ugarte «A los doce años encontré mi vida» 16 José Gregorio Nieto «Todo es posible, todo» 30 Kenny Salazar «No olvido de dónde vengo» 42 Raúl Suárez «Me debo más a la disciplina que a la mística» 52 Música coral María Guinand Escuelas de ciudadanía 66 Ana María Raga «Una directora coral se forma cantando» 70 Libia Gómez «Todavía estoy aprendiendo» 82 Luimar Arismendi «Se construye cantando» 94 Pablo Morales «La voz es un instrumento que llevas por dentro» 106 Jazz Gerry Weil Futuro cercano 120 Baden Goyo «Jazz es el idioma que hablo» 124 Freddy Adrián «El contrabajo es otra persona» 136 Gerald «Chipi» Chacón «La trompeta habla de lo que hay dentro de mí» 148 Linda Briceño «Esto que soy es lo que tengo para dar» 160 Música de raíz Aquiles Báez Tradición y contemporaneidad 172 tradicional Gustavo Márquez «Oigo de todo, aunque no me guste» 176 Jorge Torres «El instrumento te elige a ti» 188 Miguel Siso «El cuatro es algo adictivo» 200 Rafael Pino «Yo siempre tuve mis reservas con el canto» 212 Salsa César Miguel Rondón Contra la decadencia 226 Eric Chacón «A mí no me tiembla el pulso en ninguna tarima» 230 Juan Morales «Todo empeño esconde un gran sacrificio 242 Marcial Istúriz «Yo mismo soy» 254 Yanet Trejo «Mi vida es muy cambiante» 264 Pop-Rock Félix Allueva Nace el VRock 278 Apache «Soy el vocero del barrio» 282 Laura Guevara «El fin de todo no soy yo ni mi música; es la gente» 294 Rodrigo Gonsalves «Prefiero morir parado que vivir de rodillas» 308 Ulises Hadjis «El silencio es la primera puerta que debes ganar» 320 Selección musical Alejandro Blanco Uribe La siembra musical 333 La pasión sin desmayo ay en el talento una fuerza que asombra. Que nos deja perplejos. Cuando descubrimos a nuestro alrededor que alguien, especialmente si tiene corta edad, da muestras de H una especial vocación creativa, nos cargamos de entusiasmo y curiosidad. Reconocer que hay personas particularmente dotadas para un arte o disciplina, tiene un indiscutible atractivo. Sostienen los historiadores que fue a finales del siglo XVII cuando se configuró en Europa la idea que asocia la genialidad al talento musical precoz. Cuando ese fenómeno llamado Wolfgang Amadeus Mozart irrumpió en Salzburgo en el año de 1762, con sus fluidas y casi virtuosas ejecuciones del violín o el teclado, con apenas seis años de edad, fueron muchos los que concluyeron que la música era un don, una gracia que Dios o la naturaleza concedían a unos excepcionales afortunados. La experiencia nos ha enseñado que tener una disposición innata para las matemáticas, para hacer buen uso de las palabras, para la práctica deportiva o para hacer música, es ape- nas uno de los elementos que se necesitan para practicarlas de modo sostenido. La facilidad natural o la vocación para la música es, en lo primordial, no más que un punto de partida. Materia prima que debe ser procesada a lo largo del tiempo, que necesita cultivo, muchas horas de práctica y maestros que la guíen. Si algo tienen en común los testimonios de los músicos destacados de toda especialidad, de toda geografía y de toda generación, es que el buen hacer musical es fruto del trabajo. Y de un trabajo que tiene una característica muy demandante, que es el trabajo riguroso y sostenido. Quien se convierte en un músico destacado, quien recibe el privilegio de un aplauso, recibe una merecida recompensa a su persistencia. En el universo de los músicos no hay billetes de lotería, musas o rachas de buena suerte. Solo quien trabaja duro, día a día y año tras año, destaca y alcanza a ir más lejos con su arte. Nuevo país musical es un libro que puede leerse de muchas maneras. En un primer plano, es la aproximación hecha desde el periodismo, a las experiencias de veinticuatro músicos, entre intérpretes, instrumentistas, solistas, cantantes, compositores o directores de coros. De forma individual o en conjunto, son representativos del cada vez más numeroso y diverso movimiento musical venezolano, que ya goza de aprecio y admiración en el planeta entero. A medida que uno recorre los reportajes que este libro contiene, se hace evidente que hay un hilo común en las palabras de todos los testimonios: la pasión sin desmayo, la amorosa entrega al trabajo creador que es la naturaleza activa e irrenunciable del músico, una relación personal y sagrada de cada artista con la música. Pero hay algo más que, en lo personal, me ha parecido admirable y conmovedor: y es que cada una de estas historias es, de forma inequívoca, consecuencia del tesón, de la recurrencia en el ensayo, de la constancia que logra vencer las dificultades que son inherentes para todo aquel que escoge el camino de la música. Los reportajes hablan de personas que eligieron una profesión creativa, con los riesgos y gratificaciones que ello implica. En ese sentido, no solo son artistas, sino también ciudadanos que escogieron un modo de vivir. Uso aquí la palabra ciudadanía, porque estos artistas dedicados a la música llevan vidas de incesante intercambio con quienes les rodean: con sus maestros y colegas; con el público que les sigue; con los compositores a los que interpretan; con los grupos con los que comparten la escena. Por fortuna, no van solos por el mundo: en la mayoría de los casos, les acompañan sus familias. Y es un hecho que bien podría llamar la atención del lector de estas páginas: las familias de los músicos venezolanos como instituciones de estímulo, apoyo real y compromiso con las exigencias que se derivan de la profesión musical. Aunque todos conocemos historias de artistas que lo han sido en contra de las expectativas de sus respectivas familias, aquí se testifica lo contrario: artistas que han crecido y cumplido sus metas en alianza con sus padres y hermanos, con la solidaridad activa de sus seres queridos. La lectura de Nuevo país musical tiene una propiedad: reconforta el ánimo. Muestra que hay un vínculo indisoluble entre trabajo y logro, constancia y metas. Es a destacar que a esa antigua y necesaria idea, de que no hay empresa humana que resulte vana, está dirigida la buena voluntad de este libro. JUAN CARLOS ESCOTET RODRÍGUEZ Presidente de la Junta Directiva de Banesco Banco Universal Retratos de humanidad a primera impresión es la de una humanidad variopinta, diversa, obsesiva, que ha in- ternalizado la música hasta volverla fluido sanguíneo. Es impresionante ver cómo desde Ldistintos orígenes, ciudades, escuelas, maestros y hogares, el torrente va hacia el mismo sitio, como si todo estuviera cifrado de antemano. ¿Qué hace que este pequeño género huma- no se encomiende a la armonía, al ritmo, a las múltiples sonoridades, para definir un principio de vida? ¿Y qué hace que en cada músico haya también un maestro, un docente, un ser que reconoce que su legado debe quedar en manos de los otros? Hay historias que hablan de largos trayectos para asistir a una clase, hay otras que agra- decen a los padres por el apoyo incondicional, hay quienes reconocen a las instituciones que los han becado y los que recuerdan al maestro específico que les cambió la vida. En algunos casos, un hecho trágico impulsó la vocación, o una reprimenda, o una lección; en otros, se trata más de predestinación, de saber que estaban marcados para llegar adonde han llegado. Algunos vienen de hogares humildes, otros de barrios, otros de poblados de provincia, otros de escuelas musicales. Es asombroso rastrear en cada familia aquel abuelo que tocaba violín, aquel tío que hacía paraduras, una madre que escuchaba a Sinatra, un padrino que tocaba gaitas, aquel primo que se encerraba en su cuarto a oír a The Beatles. Al cabo de la lectura se siente que cada familia venezolana tiene su propia historia musical, así sea la de melómanos empedernidos. El asunto musical domina la oferta cultural venezolana, y en parte porque a partir de la creación del Sistema de Orquestas, en 1975, el efecto se volvió masivo y las posibilidades de estudiar prácticamente infinitas. Sin embargo, este libro apunta hacia otro lado: trata de esta- blecer una breve cartografía del nuevo talento musical venezolano. Lo cual siempre es difícil y hasta temerario, porque las generaciones emergentes son cada vez más numerosas y porque los estudios se han sistematizado como nunca. Por música estamos entendiendo, además, todos los géneros, expresiones o variantes existentes en nuestro país, que por recomendación de un cuerpo de asesores hemos agrupado en seis categorías: música clásica, música coral, jazz, música de raíz tradicional, salsa y pop rock.