Ilustración de la cubierta: Visita de estudio al Castellar de Oliva. Seminario 2007. Foto: J. Ros Ferrando

© Los autores © De esta edición: REAL ACADÈMIA DE CULTURA VALENCIANA, 2009

Edita: REAL ACADÈMIA DE CULTURA VALENCIANA

ISSN: 84-96068-50-1 Depósito Legal: V-2203-1995 Impresión: Gráficas Marí Montañana, s.l. Santo Cáliz, 7. 46001VALENCIA. Tel. 963 912 304*. Fax 963 920 639 [email protected] ESTUDIOS DE LENGUAS Y EPIGRAFÍA ANTIGUAS - ELEA

Número 9 REAL ACADÈMIA DE CULTURA VALENCIANA SECCIÓN DE ESTUDIOS IBÉRICOS “D. FLETCHER VALLS” Director: J. Aparicio Pérez

ESTUDIOS DE LENGUAS Y EPIGRAFÍA ANTIGUAS ELEA

Director Honorario: J. Siles Ruiz

Director: J. Aparicio Pérez

Secretario: L. Silgo Gauche

Consejo de Redacción: F. J. Fernández Nieto; J. A. Correa Rodriguez; A. Marqués de Faria; J. Gorrochategui Churruca; R. Ramos Fernández; J. Velaza Frías; L. Pérez Vilatela; Xaverio Ballester.

Consejo Asesor: J. Untermann; J. Mª. Blázquez; M. Beltrán Lloris.

ELEA se intercambia con publicaciones similares

Pedidos e intercambios:

Real Acadèmia de Cultura Valenciana Apdo. Correos 2.260 46080 - Valencia [email protected] www.racv.es REAL ACADÈMIA DE CULTURA VALENCIANA SECCIÓN DE ESTUDIOS IBÉRICOS “D. FLETCHER VALLS” ESTUDIOS DE LENGUAS Y EPIGRAFÍA ANTIGUAS - ELEA Número 9

Este volumen recoge las ponencias impartidas en los XXII, XXIII y XXIV Seminarios de Lenguas y Epigrafía Antiguas, celebrados en el Hotel Tres Anclas de Gandía, del 18 al 21 de julio de 2006, del 17 al 19 de julio de 2007 y del 24 al 26 de julio de 2008

Re a l Ac a d è m i a d e Cu l t u r a Va l e n c i a n a

Editores: J. Aparicio Pérez y L. Silgo Gauche

Valencia 2009 XXII Seminario de Lenguas y de Epigrafía Antiguas Del 18 al 21 de julio

“Avances y problemas en el conocimiento y en la investigación de las lenguas y epigrafía antiguas durante el Curso Académico 2005 – 2006”

PROGRAMA

Día 18. Martes Mañana: Recepción de ponentes y becarios Tarde: 17.00 h. Presentación del Seminario por los Drs. Beltrán Lloris y Aparicio Pérez. Presentación del núm. 7 de ELEA por los autores 18.00 h. Ponencia: “Novedades epigráficas”...... F.B.Ll. Debate de la ponencia 19.30 h. Ponencia: “Avión y otras Volanderas. Notas Arqueoibéricas”...... X.B. Debate de la ponencia

Día 19. Miércoles Mañana: 10.00 h. Ponencia: “Pueblos celtas de la Antigua: Fuentes literarias frente a fuentes epigráficas ...... E.R.L Debate de la ponencia 11.30 h. Ponencia: “Topónimos hispánicos en grafía púnica”...... S.P.O. Debate de la ponencia Tarde: 17.00 h. Ponencia: “Nuevo estudio sobre el plomo ibérico Ampurias I”...... L.S.G. Debate de la ponencia 19.00 h. Ponencia: “Temas de epigrafía ibérica”...... L.P.V.

Día 20. Jueves Mañana y tarde. Visita de estudio a Meca (Ayora, Valencia)

Día 21. Viernes Mañana: 10.00 h. Ponencia: “Novedades epigráficas itálicas y etruscas”...... J.S.R. Debate de la ponencia 11.30 h. Ponencia: “Semblanza personal y académica de D. Antonio Beltrán Martínez”...... M.A.G. Clausura del Seminario

LUGAR Hotel Tres Anclas – Playa de Gandía Dirección del Aula: Tel. 902 02 11 23 – Fax 96 284 03 47 Tel. 670 002 749 XXII Seminario de Lenguas y de Epigrafía Antiguas Del 18 al 21 de julio

“Avances y problemas en el conocimiento y en la investigación de las Lenguas y Epigrafía Antiguas durante el Curso Académico 2005 – 2006”

EQUIPO

De catedráticos, doctores e investigadores integrado por:

– Martín Almagro Gorbea. Catedrático de la Universidad Complu- tense de Madrid. Académico Anticuario Perpetuo de la Real Academia de la Historia

– José Aparicio Pérez. Director de la SEAV de la Diputación Pro- vincial de Valencia y de la Sección de Prehistoria y Arqueología de la RACV.

– Xaverio Ballester. Catedrático de Filología Latina. Facultad de Filología. Universidad de Valencia.

– Francisco Beltrán Lloris. Profesor Titular de Historia Antigua. Universidad de Zaragoza.

– Eugenio R. Luján. Profesor contratado de Filología Griega. Uni- versidad Complutense de Madrid.

– José Guillermo Morote Barberá. Inspector Arqueólogo de la Generalitat Valenciana.

– Santiago Pérez Orozco. Profesor y especialista en Lengua Ibéri- ca.

– Jaime Siles Ruiz. Catedrático de Filología Latina. Académico Nu- merario y Bibliotecario de la RACV.

– Luciano Pérez Vilatela. Dr. en Historia. Especialista en Lengua Ibérica.

– Luis Silgo Gauche. Dr. en Historia. Especialista en Lengua Ibéri- ca. XXIII Seminario de Lenguas y de Epigrafía Antiguas Del 17 al 19 de julio

“Avances y problemas en el conocimiento y en la investigación de las lenguas y de la epigrafía antiguas durante el Curso Académico 2006-2007”

PROGRAMA

Día 17. Martes. Mañana. Recepción de ponentes y becarios. Tarde. 17 h. Presentación del Seminario por los Doctores Xaverio Ballester y Aparicio Pérez. Presentación de los nº 7 y 8 de E.L.E.A. por los autores 18 h. Ponencia: “Deva y otros devaneos arqueo-ibéricos”...... X.B. Debate de la ponencia 19’30 h. Ponencia: “Nuevo estudio sobre el plomo ibérico Orleyl V”...... L.S.G. Debate de la ponencia

Día 18. Miércoles. Mañana. Visita de estudio al poblado ibérico del Castellar de Oliva, a su necrópolis y a varios yacimientos arqueológicos próximos”. Tarde. 18 h. Ponencia: “En torno a las bilingües ibéricas”...... J.V.F. Debate de la ponencia

Día 19. Jueves Mañana. 10 h. Ponencia: “Construcciones posesivas en ibérico”...... S.P.O. Debate de la ponencia 11’30 h. Ponencia: “Cognomina y organizaciones suprafamiliares”...... E.L.M. Debate de la ponencia Tarde. 17 h. Ponencia: “Inscripciones ibéricas del Tarragón - Villar del Arzobispo, Valencia”...... L.S.G. 19 h. Ponencia: “Ciudades y necrópolis ibéricas”...... J.A.P.; F.C.F. y G.M.B.

Presentación del libro “La cultura ibérica, Síntesis Histórica”, por los autores

Clausura del Seminario

Lugar: Hotel Tres Anclas Playa de Gandía Dirección del Aula Telf.: 902 021 023 Telf.: 670 002 749 Fax: 96 284 03 17 E-mail: [email protected] XXIII Seminario de Lenguas y de Epigrafía Antiguas Del 17 al 19 de julio

“Avances y problemas en el conocimiento y en la investigación de las len- guas y de la epigrafía antiguas durante el Curso Académico 2006-2007”

EQUIPO

De catedráticos, doctores e investigadores integrado por:

– José Aparicio Pérez. Director de la SEAV de la Diputación Pro- vincial de Valencia y de la Sección de Prehistoria y Arqueología de la R.A.C.V.

– Xaverio Ballester. Catedrático de Filología Latina. Facultad de Filología. Universidad de Valencia.

– F. Cisneros Fraile. Dr. en Historia. Catedrático.

– Eugenio R. Luján Martínez. Profesor contratado de Filología Griega. Universidad Complutense de Madrid.

– José Guillermo Morote Barberá. Director del Museo de la Vall- torta.

– Santiago Pérez Orozco. Profesor y especialista en Lengua Ibéri- ca.

– Luis Silgo Gauche. Dr. en Historia. Especialista en Lengua Ibéri- ca.

– Javier Velaza Frías. Prof. Titular. Dptº de Filología Latina. Uni- versidad de Barcelona. XXIV Seminario de Lenguas y de Epigrafía Antiguas Del 24 al 26 de julio

“Avances y problemas en el conocimiento y en la investigación de las lenguas y de la epigrafía antiguas durante el Curso Académico 2007-2008”

PROGRAMA

Día 24. Jueves Mañana: Recepción de ponentes y becarios. Tarde 17 h.: Presentación del Seminario por los Drs. J. Siles Ruiz, X. Ballester y J. Aparicio Entrega del n.º 8 de ELEA y presentación VARIA V 17. h. Ponencia: “Notas al plomo celtibérico (llamado) de Iniesta”...... J.S.R. Debate de la ponencia. 18.30 h. Ponencia: “ 14 Nuevos Textículos Hispano-rromanos y un par de Nuevos Prerromanos”...... X.B. Debate de la ponencia. 19.30 h. Ponencia: “ Entre íberos y celtíberos: El Molón de Camporrobles”...... A.L.A. Debate de la ponencia.

Día 25. Viernes Mañana: Visita de estudio a la ciudad ibérica de Bairent en el Castell de St. Joan. Tarde. 17 h.: Ponencia: “Topónimos catalanes de origen griego”...... S.P.O Debate de la ponencia. 19 h. Ponencia: “Onomástica del convento asturicense”...... E.L.M. Debate de la ponencia.

Día 26. Sábado Mañana: 10 h. Ponencia: “Algunas reflexiones en torno al plomo ibérico de Ullastret C.2.3”...... L.S.G. 11.15 h. Ponencia: “Novedades epigráficas”...... J.V.F. 12.15 h. Ponencia: “Análisis interno de textos ibéricos”...... J.F. Debates de las ponencias Tarde 17 h. Ponencia: “Comentarios sobre iconografía ibérica y sobre Arte Ibérico”...... J.A.P Debate de la ponencia.

Clausura del Seminario Lugar: Hotel Tres Anclas. Playa de Gandía. Telf.: 902 021 023 Dirección del Aula: Fax: 96 284 03 47 Telf: 670 002 749. E-mail: [email protected] XXIV Seminario de Lenguas y de Epigrafía Antiguas Del 24 al 26 de julio

“Avances y problemas en el conocimiento y en la investigación de las lenguas y de la epigrafía antiguas durante el Curso Académico 2007-2008”

EQUIPO

De catedráticos, doctores e investigadores integrado por: – José Aparicio Pérez. Director de la SEAV de la Diputación Pro- vincial de Valencia y de la Sección de Prehistoria y Arqueología de la R.A.C.V.

– Xaverio Ballester. Catedrático de Filología Latina Facultad de Filología. Universidad de Valencia.

– Joan Ferrer i Jané. Especialista en Epigrafía Ibérica.

– Alberto Lorrio Alvarado. Catedrático de la Universidad de Ali- cante.

– Eugenio R. Luján Martínez. Profesor contratado de Filología Griega. Universidad Complutense de Madrid.

– Santiago Pérez Orozco. Profesor y especialista en Lengua Ibéri- ca.

– Jaime Siles Ruiz. Catedrático de Filología Latina. Director del Ins- tituto de Estudios Clásicos de la Institución Alfonso el Magnánimo de la Diputación Provincial de Valencia.

– Luis Silgo Gauche. Dr. en Historia. Especialista en Lengua Ibéri- ca.

– Javier Velaza Frías. Prof. Titular. Departamento de Filología La- tina. Universidad de Barcelona.

X. Ballester Universitat de Valéncia

Avión y Otras Volanderas Notas Arqueoibéricas

ABSTRACT: Collection of works about paleohispanic themes. First of all, there is a pos- sible relation between gallic ASSU and basque asto ‘donkey’. Afterward is mentioned the denomination with diminutives of river affluents. It is studied the case of iberic nasals sonantes, there would be a weak palatal n and other alveolar strong, but /m/ is unknowed. Callaeica or region name would have original G-. Iberic word eFiar would be too ekiar with r/g alternation. Durius river name would be originated by an iberic adaptation *dur[i]e of celt *dubr[i]a. Finally, it is exposed problems about sonantes groups of iberic sonant + d and it is postulating reductions mb > m, nd > n and rd > d. The unexpected case of iberic ildi pass to basque iri ‘town’ is produced because a dialectal phenomenom by a gasconish *illi.

KEY WORDS: Paleohispanic languages, Iberic phonology, gallic ASSU, river names

RESUMEN: Colección de trabajos sobre temas paleohispánicos. En primer lugar se menciona la posible relación entre galo ASSU y vasco asto ‘burro’. Después la denomi- nación mediante diminutivos de los afluentes de ríos. Se estudia el caso de las sonantes nasales en ibérico, de las que habría una n débil palatal y otra fuerte alveolar, siendo /m/ desconocida. El nombre de región Callaecia o Gallaecia tendría G- originaria. La palabra ibérica e5iar sería también ekiar con alternancia r/g. El nombre del río Durius se originaría de una adaptación ibérica *dur[i]e del celta *dubr[i]a. Finalmente se expone el problema de los grupos de sonantes o sonante + d en ibérico, postulándose reducciones del tipo mb > m, nd > n y rd > r. El caso del paso de ibérico ildi a vasco iri ‘ciudad’ en vez del esperado *ili sería debido acaso a un fenómeno de dialectalismo, por un gascón *Illi.

PALABRAS CLAVE: Lenguas paleohispánicas, fonología ibérica, galo ASSU, hidro- nimia.

13 X. BALLESTER

ATIASSV y el latinocéltico Reburro

En su loable Dictionnaire de la langue gauloise (2003: 57 s. assu–) Xavier Delamarre presenta para el bien reconocible segmento gálico assu– un «sens inconnu» recordando su frecuente emergencia en la onomástica personal, así en formas, entre otras, cuales muy probable- mente ASSORENVS, ASSVIVS, ASSVPA[RIS], ASSVTALOS y ASSVTALVS, ASVCIVS, ASVNNA, ASVRIO, ASVS, ASVVIVS o ATIASSV y añade aún, suponiendo que se trata de la misma raíz con preservación del anti- guo grupo /st/, los testimonios de ASTVCIS y ASTVVS así como el del teónimo ASTOILVNNVS, y todo ello, pues, dentro de una variancia /ss/ ~ /st/ para la que no faltarían otros ejemplos en la lengua gálica, como verbigracia diastu–/ diassu– (Delamarre 2003: 144 s.u.)

Ese último término de ASTOILVNNO (C.I.L. XIII 31) podría, por cierto, ser una buena pista a la hora de inquirir el significado de aquel segmento, una vez que remite claramente al mundo de los antiguos aqui- tanos donde encontramos formas cuales ILLVNA (¡en Iruña!, C.I.L. II 5815), los teónimos ILVNI (C.I.L. XIII 374), ILVNNI (C.I.L. XIII 11013a) o ILVNNO (C.I.L. XII 4316) y el antropónimo ILVNNOSI (C.I.L. XIII 106; uide Gorrochategui 1984: 227s y 333–6). De hecho la inscripción con aquel ASTOILVNNO apareció en Burgalays, en pleno territorio aquitá- nico y es, al menos en su segundo componente –ILVNNO, un nombre en principio plenamente aquitánico, pero ¿y ASTO–?

Por una antigua propuesta de Vittorio Bertoldi para la Revista Por- tuguesa de Filologia en 1948 (non uidi) y que relacionaba tal segmento con el moderno término asto ‘asno – burro’ del vascuence, se decantaba Gorrochategui (1984: 310) recordando que dicha propuesta «Tiene a su favor el vocalismo de la segunda sílaba y el hecho de pertenecer al campo semántico de los nombres de animales, que proporciona apoyos comparativos en el mismo panteón aquitano» y remitiendo a posibles paralelos como la probable presencia de los vascónicos akher ‘cabrón’ y herauts ‘’ en los aquitánicos AHERBELSTE (C.I.L. XIII 174) y en HERAVSCORRITSEHE (C.I.L. XIII 409) respectivamente. La cues- tión, pues, que aquí planteamos es si ese aquitánico ASTO– ‘asno’ de Bertoldi y Gorrochategui no pueda ser el mismo que el gálico ASSV– o ASTV–.

Ciertamente y no de pasada hay que comenzar comentando que la zoonimia está muy presente también en la onomástica personal

14 NOTAS ARQUEOIBÉRICAS gálic­a como sin duda manifestarían ejemplos cuales los muy probables ARTVLA o ARTVS sobre ‘oso’, BANVILLVS o BANNVVS sobre ‘lechón’, BEBRVX sobre ‘castor’, BLEDINVS sobre ‘lobo’, BOMARVS o BOVALVS sobre ‘vaca’, BODVOGENVS o BODVOS sobre ‘corneja’, BROCAGNOS o BROCCVS sobre ‘tejón’, CABALLOS o ROCABALVS sobre ‘caballo’, CALIAGA sobre ‘gallo’, CARMANOS sobre ‘comadreja’, CARVANIVS, CARVILLIVS, CARVIVS o CARVVS sobre ‘ciervo’, CATILA, CATTA, CAT- TIVS, CATTO, CATTOS o CATTVS sobre ‘gato’, CAVANNVS o CAVANOS sobre ‘lechuza’ y otros muchos más, de modo que no puede sorprender que un valor como ‘asno – burro’ resulte aceptable en un antropónimo gálico.

Tampoco, nos parece, cabe objetar nada contra el empleo de una forma foránea en un antropónimo formando incluso híbridos etimoló- gicos como en la hipótesis planteada sería, por ejemplo, ASSVTALOS. Ya en muchos lugares hemos defendido, en efecto y contra la corriente lingüística tradicionalista, la frecuencia de los fenómenos de hibridismo lingüístico, muy comunes, por cierto, en todo lo relativo a la cirioni- mia. Ya, por ejemplo, para la toponimia Galmés (1996: 23) recordaba testimonios del tipo río Guadalupe y donde convivirían tres registros lingüísticos, el español (río), el árabe (guad) y lo que él llamaba preindo- europeo (lupe), los tres, por cierto, probablemente con igual significando de ‘río’ y con seguridad los dos primeros. Entrando ya en el concreto terreno de la antroponimia, digamos que, por ejemplo, la mayoría de los antropónimos documentados para los antiguos macedonios consiste simplemente en onomástica helénica adaptada (Bednarczuk 1986: 481). Muy mezclada ofrecíase también, por ejemplo, la antroponimia en la antigua Armenia con nombres de procedencia foránea, cuales helénica con Agathangelos, hitita con Mušel, irania con Vardan, semítica con Sanasar o urartia con Bagratuni (Pisowicz 1986: 390s). En fin, no cree- mos necesario recurrir a nuestros actuales Carmen Vanesa o Kevin Pepe para apuntalar el dato de que precisamente en la antroponimia se dan muchas interferencias aloglóticas. En esa misma línea de hibridismo podría, por cierto, ir también un ibérico AIUNIN (E.12.3) en un sello sobre pondus, pues podría contener la tan común raíz antroponímica celtibérica AIU (K.1.1.B–3; K.1.3,I–43) o en versión latinizada AIO (K.3.13a) sólo que con morfología ibérica, en concreto con probable marca –UNI[N] de femenino (Untermann 1990: I 205).

Por otra parte, es sabido que precisamente los nombres de córceles y demás equinos pasan —y con la celeridad, diríase, propia de estos

15 X. BALLESTER cuadrúpedos— de una lengua a otra. Basta aludir al intereuropeísimo término viajero caballo y afines sobre cuya procedencia aún se discute o, en otro orden pero de modo igualmente muy ilustrativo, a nuestro término palafrén, el cual seguramente se generó como copia del catalán palafré y este a su vez del antiguo francés palefrei y este a su vez del antiguo alto alemán parafrid, procediendo este, por su parte, de un híbrido grecolatino paraueredus ‘caballo de repuesto [para la posta]’ compuesto del griego pará ‘junto’ y de ueredus ‘caballo de posta’, resul- tando a su vez este último otra copia de un término gálico (Ernout & Meillet 1979: 723 s. paraueredus). De modo que nuestra voz palafrén cuenta directa o indirectamente con abolengo etimológico gálico, helé- nico, latino, alemanote, francés y catalán. En suma, si incluso en los nombres comunes —y máximamente en campos semánticos como este de la cuadrupedante locomoción— encontramos tanto hibridismo, nada podría, nos parece, objetarse en sede teorética a considerar la posibilidad de que en una forma como ASSVTALOS hubiese un primer componente aquitánico (ASSV–) y un segundo gálico (–TALOS).

Tampoco la circunstancia de que aquitano y con más seguridad vas- cuence presenten una forma terminada en –o frente a una mayoritaria terminación en –u por parte gálica parece, aun siendo quizá la mayor de las objeciones posibles, una dificultad explicativa insalvable, habida cuenta de que no sabemos la concreta habla [intermedia] o dialecto desde donde habría procedido a verificar su copia el gálico, y habida cuenta de que tampoco puede excluirse simplemente se trate de un caso de adaptación morfológica ya propiamente concerniente al gálico.

Por último a favor de aquella ecuación vascuence asto ‘asno – burro’ y gálico ASTV–, ASSV– estaría sobre todo, nos parece, la congruencia en la interpretación semántica que tal hipótesis proyectaría, con- gruencia semántica que permitiría, en efecto, interpretar compuestos cuales ASSORENVS como ‘río de asnos’ —cf. los topónimos franceses La Blaise, La Bléone, La Blies explicados por Delamarre (2003: 79 s. bledinos) como «rivières où viennent boire les loups»— ASSVPA[RIS] como quizá ‘cráneo de asno’ o ASSVTALOS como ‘frente de asno’. Ahora bien, especialmente resulta muy sugestiva la posibilidad de equiparar semánticamente aquel ATIASSV con el común andrónimo latinocéltico Reburrus con un elemento gálico ATI– (Delamarre 2003: 57 s. ate–, at–) como equivalente al re– latino y –ASSV como –burrus, y en una suerte de traducción onomástica para las que podrían presentarse otros pa- ralelos también en gálico. Así, por ejemplo, se ha propuesto que los en

16 NOTAS ARQUEOIBÉRICAS zona celtofónica tan frecuentes antropónimos latinos del tipo Æternalis, Æternus, Æualis, Perennis o Perpetuus vendrían en realidad a ser la traducción del andrónimo gálico —y celtibérico— Aiu y afines uide( Delamarre 2003: 36 s. aiu).

Ciertamente todo este cúmulo de congruencias no demuestra ni garantiza los origen y valor propuestos para los segmentos gálicos ASTV–, ASSV–, ciertamente que no, pero no dejan de representar una congruencia objetiva de datos que difícilmente resultarían explicables por una mera suma de coincidentes casualidades.

Avión y los invasores de la Edad del Bronce[ado]

En la edición anterior de este seminario razonábamos nuestra pro- puesta de que el curioso diminutivo hispánico en –ón (así cáñamo mas cañamón, rata mas ratón...) podría ser de origen céltico, teniendo ade- más su probable correlato celtibérico documentado en algunas formas en –U con un genitivo en –UNOS donde apréciase mejor la presencia de la nasal. Nos parece ahora interesante, por ilustrativo, añadir aquí el testimonio del potamónimo Avión, uno de los tres brazos que cons- tituyen el Avia, afluente orensano del Miño.A l Avión ya agudamente lo veía Moralejo senior (1980: 166) «derivado a manera de diminutivo» del Avia, recordando además que un afluente del Pisuerga, elValdavia —donde, evidentemente no es difícil segmentar otro antiguo [Vald] Avia— «curiosamente tiene también un afluente llamadoAvión » (1980: 166 n43).

Siempre teniendo en cuenta la posible emergencia de fenómenos de antiguo betacismo o confusión entre [w] y [b], perfectamente ads- cribibles al contacto anindoeuropeo (o cántabro–pirenaico para Guiter 1984: 208–10) tan frecuentes en esta zona —baste aducir los numerosos NABIA por NAVIA (elenco en Prósper 2002: 190–2)— en lo referente a la documentación antigua de la raíz en Hispania y en concreto en esos territorios, recordemos que Mela (3,1,10), tras —si se nos permite un comentario malicioso— aquel “toda la región la habitan los célticos” (totam colunt) nos deja testimonio de un Auo. Hay asimismo una ciudad Aouía mentada por Ptolomeo (geogr. 2,6,49). También un río Auia comienza ya a dejarse documentar desde el año 1218 (Álvarez & al. 2004: 240–3) y, por citar un más recientemente descubierto testimonio de presencia de aquella raíz ya en la época en que se hablaban lenguas

17 X. BALLESTER célticas en Hispania, mencionemos una inscripción o cipo de granito y con un texto legible, una vez desarrolladas sus ligaduras y complexio- nes, como NABIA, por una cara y ABONE por otra; casi, pues, nuestro moderno Avión y más aún si se sigue la lección de los editores, quienes leerían ABIONE (Álvarez & al. 2004: 240–3). El texto fue encontrado en San Cibrán (Orense), lugar situado precisamente al oeste del curso del Avia. Acertadamente, por cierto, comentan los editores que «Prósper ha creído ver coincidencia del latín y del lusitano en el mantenimiento del tema abn– frente a la innovación céltica *ab–e/o–n–, pero la hipó- tesis no encuentra ningún apoyo en este nuevo teónimo que, según la propuesta de Prósper, estaría paradójicamente más cerca del celta [...] Es más, la lectura de la inscripción de San Martinho do Campo [...] que sirve de fundamento a Prósper, probablemente debamos corregirla a la luz de esta nueva inscripción [...] en las fotos puede apreciarse un nexo BI que lleva a leer Abine, no Abne» (Álvarez & al. 2004: 241).

Cumple, en efecto, recordar la importancia que para Prósper tendría aquel único [supuesto] testimonio de ABNE (sin referencia en la autora), la cual compone incluso un parágrafo “ABNE y la clasificación dialectal del lusitano” (2002: 95s) sugiriendo incluso «la idea de que lusitano y latín hayan conocido una innovación común» (2002: 96), de modo que la equiparación del latín amnis ‘río’ con el lusitano ABNE «hablaría de un relación prehistórica entre ambas lenguas» (2002: 96), sería, en fin, este otro más de los «numerosos indicios que permiten relacionar el lusitano–galaico con las lenguas itálicas y separarlo de las celtas» (2002: 429) y a plantear «la entrada en la Península Ibérica de una o varias oleadas de los antepasados de los autores de las inscripciones [...] probablemente paralela a la entrada de gentes indoeuropeas en Italia al menos desde la Edad de Bronce. Es decir, gentes que hablaban lenguas emparentadas y que se movían probablemente de Este a Oeste atravesaron cordilleras diversas y se introdujeron en lo que ahora son diversos países» (2002: 29). Con tantas paralelas oleadas de invasores de Este a Oeste pero hacia la soleada Europa meridional «al menos desde la Edad de Bronce», el continente debió de acabar llenándose de surfistas ¡A ver si en vez de la Edad del Bronce aquello no sería más bien la Edad del Bronceado!

Ha de notarse que este tipo de relación entre dos potamónimos con- tiguos por el cual uno —usualmente el correspondiente al río menor o al afluente— se presenta en diminutivo o eventualmente en aumen- tativo, es muy frecuente al menos en la hidronimia de la Península

18 NOTAS ARQUEOIBÉRICAS

Ibérica. A esta clase debe de corresponder, por ejemplo, dobletes cuales Arlanza – Arlanzón, ríos contiguos y de los que tradicionalmente se ha discutido sobre cuál sería en realidad el afluente de cuál. Desde luego, no cabe discutir la existencia de parejas de potamónimos donde uno de los nombres representa el diminutivo del otro y estando habi- tualmente ambos ríos en una relación de contigüidad o al menos de cercanía, así Guadalope – Guadalopillo, Lóuzara – Louzarela o Sar – Sarela. Testimonialmente también sería de interés aducir aquí el Ebrón, pequeño río a comparar nominalmente con el enorme río Ebro. Aunque no poseemos datos concretos, hay indicios de que este tipo de correlatos hidronímicos se dan también al menos en otros lugares de Europa, así, por ejemplo, en relaciones cuales Garonne – Garonette en Francia (Jordán 2002: 226).

Por añadir ya sólo una última cuña publicitaria, recordemos que también por dicha razón, entre otras muchas, propusimos en su día que la variantes de tema en –i documentadas para parte de la hidronimia paleoeuropea serían también explicables de la misma manera, de modo que, por ejemplo, los diversos hidrónimos Naves peninsulares (elenco en Prósper 1997: 144s) representarían, desde un antiguo *naui[s], la versión diminutiva de hidrónimos como Navia o afines.T almente tam- bién hidrónimos galaicos representando «un puñado de formaciones no habituales de tema en –i» cuales Bainis, Ducanaris, Lambris, Nebis o Tamaris (Moralejo 2001: 505) podrían, por tanto, simplemente consistir en originales diminutivos.

BiM – BaM: una explosiva nota arqueoibérica

En nuestra gandiense cita de julio del 2003 dábanos amable noticia el colega Velaza de dos nuevos plomos ibéricos, de los cuales ofrecería poco después la información escrita correspondiente (2004a, 2004b). Con la mayor cautela el editor señalaba que ambos documentos «podrían proceder de tierras catalanas» (2004a: 93) o bien «pudieran proceder de Espejo (Córdoba)» (2004b: 252). Tanto en la —así establecida— cara A cuanto en la B del —así establecido— primer plomo resultaba fácilmente legible una forma BiLOSEBaM, esto es, Cl~Z&Bm, con, como puede observarse, un tipo de grafías más bien arcaico para la mayoría de los signos (C~Z&B). La forma además resultaba perfectamente aisla- ble, merced al empleo de una barrita vertical como separador léxico, algo que sería absolutamente novedoso para la escritura con signario

19 X. BALLESTER levantino si bien este procedimiento sí está alguna vez testimoniado en la de signario meridional (Velaza 2004b: 253 n4). Pues bien, junto al fácilmente segmentable componente BiLOS– no se le escapaba entonces al editor la inevitable posibilidad de equiparar el segundo segmento –EBaM con el ubicuo EBaN, si bien le parecía que aquel «verosímilmente no corresponde a tal término» (2004a: 97).

En realidad este último doble testimonio se añade a otros ya de antaño conocidos y donde igualmente encontramos para formas o segmentos otramente muy bien documentados con , cuales, entre los enumerados por Correa (1999: 383s), –BaM por BaN en un BoRToLOICe- BoBaM (C.2.19), BiM en ligadura (E.5.5.) por BiN, EM (E.1.444) por EN, –ILTuM por ILTuN en un LACuILTuM de colección privada (Quintanilla 1998: 194 n12), IUMSTiR (F.13.5) por IUNSTiR o bien –TiCeM por TiCeN en un ACiTiCeM (C.2.9). Recordaba además Correa (1999: 382s) la fo- calización del empleo de en tres zonas principales —básicamente en o en torno a Azaila, Liria y Ullastret— y su uso bien prisco, pues al menos ya desde el s. IV a.C. en Ullastret.

Es claro que en principio dobletes tan perspicuos cual IUNSTiR y IUMSTiR apenas podrían representar otra cosa que una y la misma palabra, de modo que para dicha alternancia la hipótesis de partida difícilmente podría ser otra que la de algún proceso de naturaleza asi- milatoria —del tipo, por ejemplo, tan bien pero también o afines— lo que ciertamente es muy frecuente para el caso de las nasales. Ahora bien, el tipo de presunta alternancia documentado en pares cuales BaM – BaN, BiM – BiN o la en principio indiscutible alternancia ILTuM – ILTuN mucho más difícilmente, cabe reconocer, pueden deberse a la misma razón.

En efecto, resulta que en numerosas lenguas y también precisamente en nuestro ámbito europeo opera una restricción tocante a las nasales y según la cual no todas las que se dan, por ejemplo, en posición inicial o intervocálica, pueden aparecer asimismo en posición final, sino que suelen existir neutralizaciones fonemáticas y por las cuales el número de nasales presentes en esta posición es inferior. Ejemplo significativo y bien conocido de ello sería la antigua muy probable desinencia *–m indoeuropea, la cual se conservó en lenguas como el latín, donde su otro fonema nasal /n/ no era permitido en posición final; inversamente la lengua helénica y otras muchas aceptaron sólo /n/ y no /m/ en esa misma posición. Similar es la situación del español, que sólo admite

20 NOTAS ARQUEOIBÉRICAS

/n/ final frente al portugués patrimonial, que sólo admite /m/.R esulta en principio, por tanto, bastante probable que el ibérico conociera una restricción de este tipo y además, por otro lado y junto al argumento tipológico, está el contundente dato estadístico de la enorme diferen- cia de frecuencia de /n/ en posición final en ibérico, de suerte que la presencia allí de /m/ sólo parecería suponer una excepción. Ahora bien, una excepción ¿de qué tipo? Veamos.

El claro valor de /m/ que para encontramos en el celtibérico ci- terior ha sido tradicionalmente esgrimido como el principal argumento a favor de ese mismo valor /m/ en ibérico; así, por ejemplo, Quintanilla (1998: 191) señala: «sólo a partir de su uso en la vecina Celtiberia [...] se puede afirmar que la realización de este signo era m, porque ni los epígrafes ibéricos ni las transcripciones [...] permiten determinar con seguridad ese valor», o parecidamente Rodríguez (2004: 240) «No hay ningún testimonio que avale que el signo m represente efectivamente la sonante oclusiva nasal labial /m/, asignación que sólo está justificada para el signario celtíbero tipo Botorrita».

Al margen de la posibilidad de una cierta esperable incoherencia ortográfica ante litteram —por cuanto al concepto de ortografía es, recuérdese, modernísimo— o de una aquí poco probable variante dia- lectal, la única explicación razonable parece ser esta: no hay explicación para tal variancia fonemática porque en realidad no se produce dicha variancia fonemática, es decir, se trata sí y sólo de una variancia pero grafemática. El corolario de esta hipótesis, a saber, la de que re- presenta en realidad también /n/ y no /m/ puede sobresaltar a algunos. Intentaremos tranquilizarlos con algunos otros argumentos y —lo que no será menos significativo— con alguna otra aplicación.

En primer lugar a favor de esta hipótesis está la segura ausencia de un grafema propio para el fonema /m/ o, quizá mejor, para la alofona [m] en el alfabeto grecoibérico, así como la probabilísima ausencia de un grafema también para el mismo valor en el hemialfabeto meridional.

En segundo lugar estaría el más que posible parcial correlato de la escritura celtibérica ulterior y donde, como es sabido, falta el grafema que en la escritura epicórica del celtibérico citerior representa sin duda /m/, apareciendo en lugar del mismo , curiosamente el signo empleado por el modelo citerior para la /n/. Se entendería ahora mejor el hecho «incomprensible de que en media Celtiberia se haya preferido

21 X. BALLESTER usar el signo de n para [m]» (Correa 1999: 385). Ciertamente no dispo- niendo de un grafema para /m/ en ibérico, los celtiberos, cuyas hablas sí contaban con /m/, habrían tenido que ingeniárselas, recurriendo unos, como vemos, a rescatar quizá el arcaico o al menos más raro grafema ibérico para [n]. En verdad, si hubiese habido en la escritura ibérica levantina un grafema con valor unívoco de /m/, hubiese sido de esperar que los celtiberos lo hubiesen tomado de consuno.

En tercer lugar, se explicaría por qué cuando los iberos necesitaron reproducir /m/ en copias, nunca recurrieran a sino a digramas sin , de modo que para posición inicial emplearon otra nasal, mayori- tariamente , seguida de silabemograma labial oral y para posición intervocálica emplearan simplemente los silabemogramas para las labiales [orales] o bien el grupo (Correa 1999: 393). Así, por una parte, unos CaTuBaRE (B.1.373) y CoBaCiE (B.1.5.3) para unos antropó- nimos gálicos del tipo representado en latín por Catumarus y Comagius respectivamente, mientras que, por otra parte, un ÑBaSCe (B.1.269) debe de responder probablemente a un Mascus y un CaNBuLO (B.7.34) podría representar un Camulo. Así, quizá el ÑBaRCuSBaNÑBaRCuS de un vaso de Liria (F.13.8) recoja simplemente un[o o dos] Marcus latino[s]. De modo que, mientras al menos en el sur de Francia utiliza- ban el grupo ÑB para representar la /m/ inicial de antropónimos forá- neos, para la misma nasal labial presente en dichas formas en interior de palabra era regularmente empleado un silabemograma labial, ya que la [m] «en esa posición no sería para los iberos sino una variante de la oclusiva labial», es decir, de /b/, como dice Quintanilla (1998: 217 n116), quien recuerda además (1998: 217; item Correa 1999: 383) que en posición inicial sólo se documenta en la leyenda monetal MA- SONSA (A.15), de ceca desconocida, pero que para Untermann podría provenir de la costa catalana (1975: 199; uide ítem Rodríguez 2004: 128) territorio iberofónico por tanto, de suerte que la leyenda podría convertirse ahora en una más regular forma con inicial en /n/. A favor del empleo del grupo <ÑB> cabría aducir también el probable cambio ibérico [mb > m] (uide ILTi– infra).

Nótese que empleamos <Ñ> para la transliteración del grafema ibérico frente al tipográficamente tan incómodo signo m< > empleado en los Monumenta untermannianos; tampoco Rodríguez (2004: 308 n4) descartaba el empleo de la «acomodaticia ñ» frente al «tipográficamente problemático signo m´ », tan problemático que en realidad aparece, como vemos, con el diacrítico cambiado. Pero ya no por razones tipográficas

22 NOTAS ARQUEOIBÉRICAS

Correa (1999: 385 n57) sugería que en vez de la transliteración unter- manniana «Tal vez fuera más adecuada una transcripción n».

En cuarto lugar, se explicaría también el escaso uso de al compe- tir este con el grafema o al verse quizá suplantado históricamente al menos en una parte de los territorios por este grafema o bien por , como propuso Untermann (1990: I 137) al afirmar que este último signo «Falta en las inscripciones que testimonian una fase antigua de la escritura levantina (Ullastret, Palamós) y para las cuales en su lugar se encuentra la letra m». Ya en su día Correa (1999: 382) señalaba para textos no monetales sólo «24 ocurrencias seguras en veinte inscripciones diferentes» frente a las numerosísimas ocurrencias de .

Si, en la senda de Untermann (1990: II 43) al equiparar –ME de un EBaRICaME (C.2.3,A–2; nótese la probable marca de sordez para la velar) con el conocido segmento –ÑI, tiene razón Quintanilla (1999: 137) al cotejar más específicamente y explícitamente el mismo segmento con el grecoibérico –NAI, ciertamente una lectura como EBaRICaNE simplificaría el paralelismo, máxime teniendo en cuenta la posibilidad —mismamente documentada en griego— de la monoptongación en /e/ de una secuencia /ai/.

Por penúltimo, en cuanto al origen gráfico de hay cierto consenso en torno a la idea de un desdoblamiento de , de que, por decirlo con Correa (1999: 382), «El origen más probable del signo levantino [...] está en una geminación especular del signo de n y con los datos actuales se puede pensar que se trata de una creación específica de este sistema». También, más hipotéticamente, la frecuentísima emergencia de la secuencia podría ser contemplada como una equivalencia de , como una especie de redoblamiento de la nasal . Tampoco nos parece a priori descartable que se creara, desde luego, a partir de sólo que en el marco de la probable innovación que llevó a notar la diferencia de sonoridad entre las oclusivas mediante la adición de un trazo extra para las sordas o fuertes. Hay que recordar que en el caso de la variante con trazo extra esperable de modo natural habría podido resultar prácticamente idéntica a la , es decir, al grafema para /i/, de modo que con aquella proyección especular quizá pretendió dotarse de una marca distintiva de fortición, ya que no de sordez, a aquella nasal. Todo esto apoyaría, pues, ese valor de «nasal geminada o, mejor, una nasal fuerte» que ya veía Correa (1999: 385). Ahora bien, no existiendo /m/ ¿de qué nasal fuerte podría tratarse?

23 X. BALLESTER

Sabido es que para una fase del vascuence previa a su documenta- ción histórica quedó tempranamente establecida la existencia de una oposición entre una nasal lene y una nasal fuerte, usualmente repre- sentadas *n y *N respectivamente, así ya Michelena (1995: 123) junto a la lene *n proponía «más bien que una nasal geminada, un fonema fuerte *N, que era indudablemente distinguido del primero por su ma- yor energía articulatoria». Cabe recordar que una oposición de igual o muy parecida naturaleza parece vislumbrarse también para el antiguo aquitano (Gorrochategui 1984: 375s). Así pues, este continuo lingüístico habría contado en épocas pretéritas, como también en época moderna, con una oposición de sólo dos nasales hasta la posterior incorporación, al menos en vascuence, de /m/ (Michelena 1990: 299).

Ya en otros lugares hemos expuesto las razones por las que sostene- mos que la dicotómica notación abstracta prudentemente propuesta de Michelena podía materializarse fónicamente en un contraste entre la nasal palatal o débil —nuestra ñ para entendernos— y la más común nasal alveolar o fuerte —nuestra n para entendernos— resultando además que históricamente la primera en posición intervocálica ha- bría frecuentemente pasado en el discurrir tanto hasta el vascuence cuanto hasta el gallego a [j] para después desaparecer, de modo que la desaparición de una antigua nasal en ambos continuos lingüísticos se debería a un proceso [≠ > j > 0]. En el continuo lingüístico aquitánico aquel contraste entre nasal palatal y alveolar se neutralizaría en varias posiciones, pero se daría sí al menos en posición intervocáli- ca, quedando además en el caso de la fuerte o /n/ registrada —con la falible regularidad que cabe esperar— en la escritura latina practi- cada para el aquitano como una geminada y representando, en cambio, , también con pareja falible regularidad, tanto el fonema débil o palatal cuanto —más económicamente— la neutralización de ambos.

Condicionalmente aceptada también aquí la inexistencia de un antiguo fonema /m/, esta misma vía nos parece asimismo la mejor hi- potésis —mera hipótesis y sólo eso a falta de una aplicación productiva de la misma— para el ibérico caso, de modo que resultaría legítimo considerar la posibilidad de que de alguna forma el ibérico pretendiera reflejar también una misma oposición, relevante al menos en posición intervocálica, entre una débil nasal palatal y una fuerte nasal alveolar mediante el doble registro, a la aquitana, de y de respectiva- mente en la práctica escrituraria latina y mediante y también

24 NOTAS ARQUEOIBÉRICAS respectivamente. Acaso sólo entonces la presencia para de aquella marca extra para consonante fuerte cobraría pleno sentido.

Callæcia o la bella callega

El tema de si el antiguo nombre de Galicia era originalmente Galicia o Calicia, es decir, si, por ejemplo era para helenos y romanos Kallaikía y Callæcia o bien Gallaikía y Gallæcia parece haber suscitado un de- bate por encima del que en principio podría esperarse para tan leve y banal alternancia. Naturalmente, cuando este tipo de situaciones se producen, ello suele muy frecuentemente deberse al hecho de que en realidad aquí entran en liza otras importantes cuestiones, digamos, colaterales y de que, por tanto, polémica y debate no son tan inocuos como aparentan ser. Ciertamente y aunque «En la documentación más antigua son constantes el fonema velar sordo [k] en posición inicial y la geminación del fonema líquido [l] intervocálico» (Moralejo 2002: 92), teniendo en cuenta tanto la constancia en la documentación oral de una Galicia y su correspondiente gallego cuanto los buenos paralelos que en el mundo céltico encontraríanse para una base *gall–, nada en principio induce a negar veracidad a la aceptación que la variante con /g/ sea la antigua, sea la genuina, sea la legítima.

¡Ay, pero casi sin querer queriendo dijimos mundo céltico! Y con esto, nos tememos, hemos llegado quizá al verdadero núcleo de la po- lémica colateral. Sabido es, en efecto, que un buen número de autores tradicionalistas —o hiperortodoxos, si se prefiere decir asá— niegan resueltamente la pertenencia del galaico al conjunto de lenguas célti- cas, y ello preferentemente en razón de su manifiesta afinidad con el lusitano y la también consecuente presencia en una y otra entidades lingüísticas de la anticéltica consonante /p/. Posiciones más moderadas, permiten observar, sin embargo y sin complejerías laringaleras, que en época clásica existía un indudable componente céltico, por ejemplo, en la toponimia de la zona; así lo ve, por ejemplo, el nada sospechoso de herejía colega Luján (2000: 58–62), quien, no obstante, sistemáti- camente registra Callæcia —y no Gallaikía— en su estudio sobre los nombres de lugar que para esta región nos preserva Ptolomeo.

Mas el detalle que parece haber escapado a tantos investigadores es el de que potencialmente la forma con la sorda /k/ podría, a oídos helénicos, contener una falsa etimología, una caricatura si se quiere,

25 X. BALLESTER asunto capital y frecuentísimo en toponimia y sobre el que nos hemos ocupado en otros lugares. En efecto, hay que contar en la lengua de los griegos con la común raíz representada en formas cuales kállos ‘belleza’ y kalós ‘bello’. Mientras, pues, un Gallaikós poco podía decir a los griegos, un Kallaikós ofrecía, en cambio, una base léxica en su propia lengua y con la cual relacionar el etnónimo, resultando, por tanto, éste así más memorizable. De similar y económico modo han operado históricamente tantísimas lenguas, de suerte que, por ejemplo, un Cuernavaca pudo decir mucho más a los españoles que el nombre indígena de Cuauhnahuac ‘junto a la arboleda’, o un Brujas para la ciudad de Bélgica que un flamencónBrugge ‘puentes’. Había, pues, al menos una buena razón para que los antiguos galaicos se convirtieran en fermosos y más mnemotécnicos calaicos, para que los gallegos se convirtieran en ‘bellos’ callegos, operación esta a la que seguirían, cual era la tónica, respetuosamente los romanos hasta que con el directí- simo contacto con estos tan célticos pueblos se restituyera la original /g/. En cambio, no vislúmbrase cabal razón por la que se abandonara la supuestamente original y tan significante /k/ que precisamente esa razón de la genuinidad y originalidad de /g/.

ERIARˇ y la vibrante a la portuguesa

En tres fragmentos de cerámica pintada procedente de Liria do- cuméntase una secuencia ERIAR en el contexto de tres sintagmas bien afines, así en ERIAR BaNCuRS (F.13.10), ERIAR BaN (F.13.19) y ERI­ARBaN (F.13.20), amén de un posible testimonio de lo mismo en ] RIARBaN (F.25.1). En nuestra propuesta de explicar los dos grafemas ibéricos para vibrantes — y en ibérico levantino— como repre- sentantes de una oposición fonemática entre vibrante palatal o simple (£) y vibrante múltiple (¨) respectivamente, ya advertíamos de cómo his- tóricamente podría haberse producido en algunas hablas el fenómeno, tipológicamente banal y hasta previsible, de conversión de la vibrante múltiple en una vibrante uvular, es decir, en una r “a la francesa” o, mejor, “a la portuguesa”. Desde esa perspectiva es, naturalmente, muy tentadora la idea de relacionar este ERIAR con el tan común ECiAR, lo que supondría que una similar evolución de la vibrante múltiple se habría producido en algún ámbito, registro o dialecto ibérico, abocando aquella consonante finalmente, como mostrábamos en el mencionado trabajo, a un elemento velar de fácil confusión con la oclusiva velar so- nora /g/. Ello indirectamente comportaría un valor /gi/ y no /ki/ para el

26 NOTAS ARQUEOIBÉRICAS silabemograma ibérico Ci, algo, en teoría, perfectamente plausible. No deja, en todo caso, de suponer una incómoda circunstancia a la hora de refrendar el valor sonoro /g/ de la oclusiva en ECiAR la lección UNSCeL- TeCiAR BaN —siempre que se dé verdaderamente aquí heterografía de sonoridad y no un «estilo barroco edetano» (Rodríguez 2004: 245)— que presenta un muy afín fragmento cerámico también de Liria (F.13.21) y donde es difícil sustraerse a la posibilidad de ver en aquel [T]eCiAR BaN los mismos ERIAR BaN de tan afines contextos.

Durius y la ibérica interpretatio

Durius (Plin. nat. 4,34,112), el nombre general del río Duero para romanos o el correspondiente para helenos Doúrios (Strab. 3,3,2) pre- senta, como el antiguo nombre del Tajo, Tagus (Plin. nat. 4,34,115), y algún otro antiguo potamónimo peninsular, la singularidad de un final masculino asaz insólito para la potamonimia indoeuropea, donde lo normal son formas que históricamente se presentan en las lenguas respectivas como femeninas, así mismamente los Areva (Plin. nat. 3,4,27) o Astura (Isid. et. 9,2,112) de nuestra península. La hipótesis más simple para explicar esta divergencia consistiría en suponer que la forma no es indoeuropea —o céltica en este caso— sino anindoeuro- pea o al menos que llegó a oídos grecorromanos —la primera mención conservada parece ser la de Estrabón (3,3,2) a quien siguen Mela (3,1,10) y Plinio (nat. 4,112)— trámite una lengua de tal condición. Por supuesto, en esa hipótesis, la lengua de mejor candidatura es la ibérica, cuya función de intermediaria, de intérprete para advenidos helenos y romanos es asunto sobre cuya importancia hemos insistido en otros lugares. La cosa es que además la raíz de Durius se dejaría cotejar estupendamente con términos célticos tan precipuos cuales bretón dour, córnico dur, galés dwfr y dwr o antiguo irlandés dobur, todos significando ‘agua’ y tras los cuales es restituible una antigua raíz probablemente prototocéltica *dubr–. Más y a más: esa misma raíz está abundosamente documentada como base de potamónimos, así (con ejemplos de Delamarre 2003: 152 s. dubron, dubra) en los británicos Dour y Dubris hoy Dover, los franceses Dèvre, Dubra hoy Douvres, el germánico Tauber, el holandés Dubridun hoy Doeveren, y asimismo en el galaico Dubra (Moralejo 2001: 505).

Intentaremos ahora organizar congruentemente esta diversidad de datos desde una hipótesis básica: si partimos, en efecto, de una forma

27 X. BALLESTER hispanocéltica, como mayoritariamente correspondería en lo territorial por su curso fluvial, cual *dubria o algo similar, cabe conjeturar que en bocas de lengua ibérica —donde, como será sabido, no se toleran los grupos de muta cum liquida— la forma apenas podría haber sido adaptada de dos maneras: o bien con una inserción de vocal epéntica, como —por citar un malicioso paralelo— hace el vascuence, intoleran- te también con dicho grupo consonántico, al transformar unos latines libru– ‘libro’ o lucru– ‘ganancia’ en unos liburu o lukuru, o bien, como hace igualmente el vascuence eliminando la muta u oclusiva y trans- formando, por ejemplo, una grecolatina ecclesia ‘iglesia’ en una eliza o una latina flore– ‘flor’ en lore. En esta segunda opción aquel banal céltico *dubr[i]a se habría transformado en un *dur[i]e sin género, lo que en romana boca podría haber sido adaptado a su vez y de modo natural con un masculino Durius.

Hiber y el problemón de la /h/ en [h]ibérico

No nos consta, por sorprendente que pudiere parecer, que nadie haya reparado debidamente en el doblete con el que el río más emblemático de los estudios arqueoibéricos, el Ebro, es reflejado en los escritos de grie- gos y romanos; al menos dicho, en principio, enigmático doblete no ha llamado la atención o no suficientemente la atención de los iberólogos. Quizá esa desatención débase a que la presencia de la fricativa /h/ en formas latinas como Hiber o Hiberia frente a las formas helénicas sin dicha consonante parece explicarse sin mayor dificultad atribuyendo la ausencia de /h/ a la suposición de que son psilóticos —es decir, sin aspiración— los dialectos helénicos correspondientes. De hecho tal tipo de dobletes se da también en otros casos, así notoriamente en el nombre del [curso inferior] del Danubio, que regularmente es Hister para los romanos e Ístros para los griegos.

Ahora bien, el detalle que verdaderamente pueda ser interesante es la razón por la que los latinolocuentes, apartándose de lo que era la norma convencional más extendida —siempre supuestamente psilóti- ca— de los helenofonos para nuestro río, estimaron conveniente reflejar regularmente con /h/ todo lo concerniente a la iberería. Pues bien, habi- da cuenta del directísimo contacto que ya tempranamente, en el s. III a.C., tuvieron romanos con iberos, parece que la razón más primaria no puede ser otra que esta: los romanos se apartaron de los griegos porque escucharon esa /h/ en la lengua vernácula de los iberos.

28 NOTAS ARQUEOIBÉRICAS

El detalle, anticipábamos, podría ser de alguna trascendencia al menos en lo tocante a la debatida relación entre aquitano e ibérico, habida cuenta de que, como es sabido, la aspiración constituye un rasgo idiosincrático muy importante y además relativamente frecuente para el antiguo aquitano y ello, pues, en claro contraste —siempre se ha dicho— frente a las demás antiguas lenguas peninsulares. De modo general y, desde luego, no arbitrariamente se ha operado con la premisa de que el ibérico no disponía de /h/, no disponía de aspiración, si bien resulta obvio que para los partidarios de alguna relación de origen entre aquitano e ibérico la hipótesis más sencilla y casi inevitable implica contar con que hubo de existir en una época previa a la documentación histórica al menos un fonema /h/ en ibérico y que, como en tantas otras lenguas, se habría perdido.

Firme es, en todo caso, la evidencia —aunque ciertamente siempre adscribible al contacto aloglótico, sea púnico o sea aquitánico— que encontramos en términos o testimonios que, por lo demás, hay que considerar ibéricos. Se trata ciertamente de registros esporádicos pero aparentemente significativos cuales el CHADAR (C.I.L. I 709) del do- cumento ausculano, un VRCHATETELLI (C.I.L. II 2967) —«un nombre claramente ibérico» (Gorrochategui 1984: 288)— en Muruzábal de An- dión (Navarra) y ya en territorio meridional, en Alcalá del Río (Sevilla), un VRCHAIL (C.I.L. II 1087). Detalle a tener en cuenta podría ser la circunstancia de que el comparable segmento que en el hemialfabeto ibérico encontramos para el VRCHA[IL]– de esos dos últimos testimo- nios, a saber, URCa–, así en URCaILTu (A.100) o URCaRAILUR (F.21.1), presenta un silabemograma velar en el lugar donde correspondería una aspiración.

Mucho menos segura sería la pérdida fónica o ya meramente gráfica de antigua /h/ en otros eventuales testimonios, pero, en todo caso, en esa misma línea de alternancia entre aquitano con /h/ e ibérico sin /h/ podría ir, si se acepta la propuesta de De Faria (2006: 117), la equi- paración entre formas aquitánicas cuales HANNA (C.I.L. XIII 174), HANNABI (C.I.L. XIII 288), HANNAC (C.I.L. XIII 87) y HANNAS (C.I.L. XIII 195 y 201), por un lado, y el posible segmento ibérico ANA– ais- lable en formas cuales ANAIOŠAR (en un ANAIOŠARENÑI B.1.36) por otro, si bien al respecto ya advertía Quintanilla (1998: 212 n92) de que pudiera tratarse más bien del nomen romano Annæus. Acaso también la posible derivación moderna de Guisona (Untermann 1975: 189) desde verosímilmente una forma documentada en ibérico como IEŠO

29 X. BALLESTER

(A.10) testimonie la presencia de una antigua aspiración disfrazada, como sucede en tantas lenguas sin /h/, con una /g/ (cf. ruso Gitler para el alemán Hitler o las alternancias en las hablas vascónicas del tipo beharri y begarri para ‘oreja – oído’; Michelena 1990: 221).

Operando desde aquella perspectiva de ausencia por pérdida de /h/ en ibérica también, por ejemplo, Siles (1985: 129s s. b.i.o.s.i.l.d.u.n con bibliografía) o Silgo (2000: 518) pudieron en su día equiparar el [greco] ibérico BIOSILDUN (G.1.3) con el aquitano BIHOXVS (C.I.L. XIII 321) o afines y con el vascuencebihotz ‘corazón’. Será oportuno mencionar que aquel fácilmente segmentable elemento BIOS– no había hasta entonces sido documentado, de modo que cabía la posibilidad de que se tratara de un error gráfico por el entonces ya bien documentado componente –BILOS– (así Untermann 1990: I 218 n39 y II 572; ítem Quintanilla 1998: 113 n11); dándose, sin ir más lejos, un BILOSG* en aquel mismo texto. Sin embargo, la aparición más reciente de un plomo continente de tanto un SETiBiOS cuanto de un BaRCaBiOSBaITe[ y donde resulta de nuevo aislable un segmento –BiOS– excluyen la interpretación como errata gráfica (Velaza 2004a: 101), y más aún si tenemos en cuenta la presencia de un par de no defectivos BiLOS– (en BiLOSEBaM; uide BiM – BaM supra) en ese mismo documento.

Ahora bien, concedido un significado metafórico a partir de ‘corazón’ —quizá ‘centro – medio’ (cf. paralelos tipo el apellido Michavila ‘mitad [de la] villa’)— al primer componente de BIOSILDUN para hacer posi- ble una conexión en el mismo compuesto con el significado más seguro del segundo componente –ILDUN ‘villa – ciudad’ y sin entrar ahora en el análisis de las implicaciones del orden con el cual se presentarían en principio tales dos substantivos, sí cabe llamar la atención sobre el hecho de que, a partir de la consolidada analogía entre el frecuente segmento ibérico –BeLEŠ, por una parte, y el aquitano BELEX (C.I.L. XIII 167) o afines y vascuence beltz ‘negro’, por otra, para postular la verosimilitud de una equivalencia etimológica entre BIOS[ILDUN] y BIHOXVS – bi[h]otz esperaríamos más bien la sibilante [greco]ibéri- ca que transliteramos con <Š> (½) —es decir, habríamos esperado un *BIOŠILDUN (y eventualmente un levantino *BiOŠILTuN)— antes que esta otra sibilante [greco]ibérica (S) que, por lo demás y como se habrá apreciado, es constante en los testimonios para –BiOS–.

Por otra parte, están también los eventuales testimonios de levísi- mo valor indiciario a favor de una fonotípica evolución [s > h > 0], a la

30 NOTAS ARQUEOIBÉRICAS g­riega, es decir, en posición inicial en territorio peninsular, especial- mente en ámbito ibérico —tipo Sedetanoì (Strab. 3,4,14) y Edetanoí (Ptol. geogr. 2,6,62)— con, entre otras, la importante objeción de que, como quedó sugerido, siempre podría adscribirse al influjo helénico.E n ese sentido resulta también tentador relacionar SVISETARTEN (C.I.L. I 709) con VISERADIN (C.I.L. II 4450), máxime teniendo en cuenta la excepcionalidad de esa /ui/ inicial en ibérico, si bien aquí siempre que- da la mucha mejor posibilidad de relacionar VISER– con unos OISOR (F.13.13,36 y F.13.36).

Importará, por último, mencionar un dato fonotipológico que, aun- que bastante conocido, pudiera ser aquí de alguna relevancia por mor de su contundencia, a saber, la documentada caducidad de la laríngea /h/, prácticamente la primera fricción posible —esto es, en la zona más baja posible del aparato fonador humano— para el aire pulmonar, y su consecuente caducidad o tendencia a la desaparición en muchas lenguas. Fue este, desde luego, como está bien documentado el caso del griego, fue el caso del latín ya tempranamente, con el cambio de milenio, fue el caso de la mayoría de las hablas del vascuence, sobre todo de las cispirenaicas, está siendo el caso de algunos dialectos del inglés, por lo que cabe preguntarse si en época histórica pudo también ser este el caso del ibérico.

A falta, pues, de otra más plausible explicación y siempre sin olvidar que ni una golondrina hace primavera ni un ejemplo hace teoría, sí cabe, con todo, dejar abierta la posibilidad de la existencia de /h/ en ibérico para fase anterior a la documentada, existencia de la que, junto a un magro número de frágiles testimonios directos (CHADAR, VRCHAIL, VRCHATETELLI) o indirectos y muy dudosos (ANAIOŠAR, BIOSILDUN, Edetanoí, Guisona, VISERADIN), podría haber quedado también algún indicio directo en el emblemático nombre del Hiber.

ILTi– y el ‘pocholo’ gascón

En sus diversas variantes —sobre todo ILTiR e ILTuN— la raíz co- rrespondiente al segmento ILT– resulta ser probablemente la de más seguro significado de cuantas podrían darse para términos ibéricos; diríase casi la única con bastante seguro significado, a saber, ‘localidad – villa – pueblo – ciudad’ (ya Untermann 1990: I 187; últimamente Pérez 2001), pues, en efecto, desde antiguo, se impuso la reconstrucción de

31 X. BALLESTER ese valor a tenor de su frecuente aparición en topónimos designando ciudades ibéricas o iberizadas, así, por ejemplo, en verosímilmente Ilarkourís (Ptol. geogr. 2,6,56), Ilérdan (Strab. 3,4,10) o ILTiRTa (A.18), Ilergetum (Plin. nat. 3,4,21) o ILTiRCeSCeN (A.19), Ildum (It. Anton. 399,6), Iliberri (Plin. nat, 3,3,10), Illiberis (Plin. nat. 3,5,32) ILIBERRI- TANARVM (C.I.L. II 2070), Ilikís (Ptol. geogr. 2,4,61), Iliturgi (Plin. nat. 3,3,10), ILITVRGICOLENSI (C.I.L. II 1648), Ilorci (Plin. nat. 3,3,9), Ílounon (Ptol. geogr. 2,6,60), Iloúrbida (Ptol. geogr. 2,6,56), ILTiRACA (A.98), ILTuCoITe (A.20), ILTuRO (A.11), Iluberitanos (Plin. nat. 3,4,24), ILVGONENSES (C.I.L. II 3239), Ilurco (Plin. nat. 3,3,10), ILV[REN]SIVM (C.I.L. II 1946), Iluro (Plin. nat. 3,4,22), y quizá, como nota Pérez (2001: 31), en el etnónimo correspondiente a la serie de Ilergaonum (Plin. nat. 3,4,21) o Ilerkáones (Ptol. geogr. 2,6,63).

Igualmente desde antiguo surgió la posibilidad de relacionar este segmento con el término histórico del vascuence iri– ‘localidad – villa – pueblo – ciudad’, dadas la igualdad de significado y la enorme similitud fónica que ambos términos ofrecen, equivalencia, además, a la que invitarían también otros datos como el magnífico parangón que en prin- cipio presentarían pares cuales los diversos Il[l]iberris ibéricos o afines —así, los Elimberrum Ausciorum Augusta hoy Auch, Iliberri o Elvira actualmente, Illiberri y hoy Elna, Ilumberris u hodierna Lombez— y los varios testimonios que procediendo del común —o unificado— iri ‘localidad’ y berri ‘nuevo’, como Iriberri, Irunberri (roncalés Urunbe- rri) hoy Lumbier (cf. los Iluberitanos de Plinio, nat. 3,4,24; Michelena 1990: 312) o bien Uribarri, encontramos con el valor de ‘villa nueva’ en las diversas hablas vascónicas. Una equivalencia, por tanto, de lo más inquietante por lo reveladora que podría ser de la afinidad entre ambas entidades lingüísticas.

Sin embargo, no es menos cierto que asimismo desde antiguo se ha impugnado dicha equivalencia afirmándose que, de proceder ambos lexemas —el del ibérico ILTi, que se toma como la forma básica, y también la otra variante principal, ILTuN–, y el del iri o el toponímico Irun del vascuence— de una preforma común, entonces el resultado esperable de acuerdo a las leyes de evolución fonética para el vascuence habría sido no iri sino *ili. Así, en palabras de Quintanilla (1999: 249s): «el parecido formal y la adecuación del significado [...] invita a identi- ficarilti ŕ con la palabra vasca iri ‘ciudad’ e iltu como base de nombres de lugar como Irún, Iruñea. Sin embargo esta identificación no está exenta de dificultades, pues para el sistema fonológico del protovasco

32 NOTAS ARQUEOIBÉRICAS se postulan [...] dos fonemas laterales L y l [...] l pasó a realizarse como r y el fonema fuerte L como l. Era pues de esperar que la lateral fuerte ibérica hubiera dado l y no r en su evolución vasca». Según Tovar (1979: 473) incluso el paso en vascuence de /l/ intervocálica a la vibrante se habría dado ya en época romana a juzgar por testimonios como OLCaI- RUN (A.60) y donde el segmento –IRUN equivaldría, pues, para Tovar, al análogo encontrable en topónimos cuales Irún o Iruñea.

Hay que hacer constar que, como vemos, se parte —lo que ciertamen- te parece muy razonable— de la premisa de una eventual equivalencia del segmento representado en ibérico por con la denominada late- ral fuerte del prevascuence —habitualmente representada como L— y no con la lateral no fuerte —habitualmente representada como l— pues en el último caso no habría, desde luego, objeción alguna para homologar etimológicamente ambos fonemas y consecuentemente los respectivos lexemas. Está, por otro lado, el detalle de la presencia de aspiración inicial en el término —esto, es, hiri— para algunos dialectos vascónicos (Michelena 1990: 205 y 206), objeción mínima, habida cuenta de la au- sencia —o pérdida— de /h/ en ibérico y además de la circunstancia de que en un cierto de número de voces vascónicas la aspiración aparece a veces no sólo por razones etimológicas sino también espontáneamente (harea ‘arena’ del latín arena–, hira ‘ira – rencor’ del latín ira–), de modo que «cuando la etimología de la palabra vasca es desconocida, no se puede pasar de una simple opinión acerca del carácter primario o adventicio de la aspiración» (Michelena 1990: 209).

Pues bien, lo que aquí nos proponemos es revisar aquella antigua opinión a la luz y de algún presupuesto teorético más novedoso y del aporte de algún nuevo dato. En efecto, ya en más de un lugar hemos impugnado el sacrosanto principio de la Lingüística tradicional en lo referente a la regularidad ciega —así suele apostillarse— de los cambios fonéticos, principio en lo metodológico acaso práctico pero en lo empírico absolutamente falaz y mucho más si aplicado a los nombres propios o ciriónimos, otra reivindicación esta —scilicet la de la importancia que en los estudios lingüísticos deba concederse a la cirionimia— sobre la que también hemos venido insistiendo no poco en los últimos años. Un tercer principio teorético y también un tercer tópico nuestro cual es el de la consideración general de las lenguas no como una aséptica familia o unidad patrimonial sino como una concatenación de dialectos, nos lleva también a proponer, desde las dichas perspectivas teoréticas, un replanteamiento —y en principo sólo eso— de la cuestión.

33 X. BALLESTER

En efecto —y se aceptará sin duda el ejemplo como alevosamente pertinente tanto por su significado como por su ubicación— según los postulados tradicionales, esos mismos postulados que valen para im- pugnar toda vinculación etimológica entre ILTi– e iri, resultaría bien posible, en el marco de esa mucho más exigua documentación que posee- mos para lenguas antiguas como el aquitano o el ibérico, no reconocer el origen del valenciano vila ‘localidad – villa – pueblo – ciudad’ en el latín uilla de igual significado, una vez que el tratamientoregular para los nombres comunes del grupo latino /ll/ es /l/ en valenciano, así la latina gallina– ‘gallina’ evolucionó hasta nuestra vernácula gallina y el antiguo ualle– ‘valle’ a nuestra vall.

Ciertamente suele aquí aducirse y en razón precisamente de la evo- lución de uilla a vila y poco más que aquel general cambio de latina / ll/ a /l/ valenciana no se produce tras i latina larga, por lo que, desde esta óptica, este cambio también sería regular. Ahora bien, se notará que no poseemos una información tan precisa y minuciosa para cambios fonéticos en ibérico o en aquitano, de modo que una sutilidad equiva- lente a la precedencia de una /i/ larga latina, necesariamente se nos habría pasado por alto. De hecho ni en castellano (villa como gallina), gallego y portugués (vila como galinha) o provenzal y occitano (vila como galina) se dan tratamientos diferenciados en estos casos. De hecho incluso nuestra forma vernácula vila podría también, aunque forzadamente, ser explicada como un provenzalismo, ya que la evidencia es que muchas veces precisamente los topónimos escapan a las pautas fonéticas regulares también por esta razón, como debe de ser el caso del nombre de la localidad de Vilaflor y que, aunque en el interior de Tenerife y con probabilidad por influencia galaica o portuguesa sigue evidentemente siendo una ‘Villaflor’.

Ahora bien, como en el aislado caso de la canaria Vilaflor un posible origen foráneo —provenzal— para el caso de nuestra vila no parece vero- símil, dada la extraordinaria frecuencia con la que el término aparece en ciriónimos —sea en el genérico topónimo y correspondiente antropónimo Vila sea en los numerosos topónimos y correspondientes antropónimos con dicho componente— así, por ejemplo, Michavila, Vila, Vilagrasa, Vilalba, Vilallonga, Vilalta, Vilanova, Vilaplana, Vilar, Vilardebo, Vilarrasa, Vi- larreal, Vilaseca etc., frecuencia que confirmaría un origen autóctono.

Yendo aún un poco más lejos y por poner en práctica aquel tercer principio teorético–práctico —pero sobre muy práctico— y conducente

34 NOTAS ARQUEOIBÉRICAS a la relevancia que debe darse a los dialectos y a su capacidad para entremezclarse, podríamos aun proponer una ulterior explicación y que habrá de llevarnos a lo que más bien es el verdadero quid de la cuestión, pues, en efecto, pasando ahora la pelota al lado vascónico, en lo que pocos parecen haber reparado es en que, si /l > |/ es típico tratamiento vascónico, /ll > r/ es un característico tratamiento del gascón en posición intervocálica, es decir, del latín chapurreado por los antiguos aquitanos, cuyos herederos territoriales más directos son sin duda los gascones, como en su conocida monografía sobre el antiguo aquitano viera ya Gorrochategui (1984: 41) al reconocer que «prácticamente en todo el ámbito geográfico objeto de nuestro estudio se habla el gascón» así como más expresamente que «La coincidencia entre los límites geográficos de la antiguaA quitania etnográfica y los límites lingüísticos del gascón permiten relacionar ambos fenómenos, de tal manera que el estado de cosas moderno sea considerado como consecuencia del estado de cosas más antiguo» (1984: 42), de modo que los gascones se presentan en lo etnográfico y en lo lingüístico como continuadores naturales de los aquitanos o habitantes de la antigua Vasconia. Más reciente y entusiásticamente se manifestaba al mismo respecto Núñez (2003: 109): «todo el territorio [...] coincide como un guante con la extensión de la lengua gascona [...] cuyas características propias muestran un indudable substrato vasco y que [...] se extiende con toda exactitud por el territorio de la antigua Aquitania». En todo caso, lo bien cierto es que en gascón la antigua gallina latina acabó en garia, forma donde hay que tener en cuenta además la desaparición en gascón, igualito que en vascuence, de la /n/ intervocálica. Consecuen- temente si nuestra vila hubiese podido hipotéticamente proceder de un dialecto llamémosle periférico ¿no podría proceder el iri vascónico de un *illi gascónico y fortalecido además por una relativamente alta frecuencia en ciriónimos?

La pista más gascónica que vascónica podría además conducirnos al verdadero meollo de la cuestión o al menos a su aspecto, nos parece, más trascendente. En efecto, aquel *illi gascónico supondría la existencia antigua de un segmento fuerte —si se nos permite la malicia— /ll/ latino como equivalente de y en el lugar del segmento escrito ibérico. Un condicionante que, desde luego, no es nada difícil de superar, pues —esta vez sí podría decirse— regularmente la dicha secuencia ibérica es transliterada en latín y griego sin resto de la dental, tan regularmente que incluso, de no ser por la existencia de grafías grecoibéricas cuales BIOSILDUN (G.1.3) o ILDUNIRA (G.1.1) y latinas cual GALDVRIAVNIN

35 X. BALLESTER

(C.I.L. II 5922) o TANNEGALDVNIS (C.I.L. II 4040), podría para el ibérico dudarse de la existencia de una secuencia /ld/ (o /lt/), dándose además la circunstancia de que el ibérico no parece especialmente afecto a hacer seguir las sonantes de oclusivas sordas, punto en el que, una vez más, se deja parangonar con la mayoría de las hablas del vascuence, donde «menos en roncalés y suletino [...] sufijos de declinación que [..] tras vocal tienen una oclusiva sorda inicial, presentan una sonora tras nasal y l» (Michelena 1990: 352), fenómeno que, en cualquier caso, no es exclusivamente morfológico (aldare frente a nuestro altar, Andoni frente a nuestro Antonio). Ahora bien, la existencia de series cuales las leyendas monetales latinas ILITVRGI e ILDITVRGENSE (De Faria 1998: 238) plantea la hipótesis alternativa de que, al menos en algunos casos, la secuencia latina no represente más que un iberismo gráfico para marcar probablemente una lateral velar ([K]), como también lo pretendería el uso, este ya puramente latino, de emplear la geminación de la lateral, esto es, .

En todo caso, debe quedar establecido que /l/ o —nota benissime— / ll/, sobre todo ante /u/, es la transcripción más común en latín [o griego] para la secuencia que en el hemialfabeto ibérico aparece registrada como (tal, entre otros, Velaza 1996: 44; Pérez 2001: 23), como ya hubo ocasión de comprobar a propósito de nuestro ILT–, así Ilérdan (Strab. 3,4,10) frente a ILTiRTA (A.18), las dos primeras sílabas del ausculano ILLVRTIBAS (C.I.L. I 709) frente a las dos primeras de ILTuRATiN (E.1.1) o Iluro (Plin. nat. 3,4,22) frente a ILTuRO (A.11), pero transcripción que encontraríamos también para otras raíces como SALLVITANAM en el bronce ausculano (C.I.L. I 709) frente a SALTuIE (A.24).

Pues bien, a la hora de interpretar este tipo de equivalencias dos hipótesis se imponen, nos parece, como las más elementales, hipótesis ambas no excluyentes: o bien que hemos asistido a un proceso fónico por el que un antiguo grupo de lateral más dental se ha simplificado eliminándose el segmento dental, o bien que la secuencia ibérica pretende reflejar una lateral distinta a la habitualmente registrada en ibérico sólo con . Ya, por ejemplo, en su monográfico sobre la fonología ibérica Quintanilla (1998: 247–54) opera desde la convicción de que representa antes una lateral que un grupo consonántico. Anticipando un poco los resultados de nuestro examen, digamos que pa- rece verosímil suponer, al menos para una parte de las hablas ibéricas, aquel proceso fonológico y que precisamente se habría materializado en

36 NOTAS ARQUEOIBÉRICAS la realización de una lateral, probablemente velar [K], fonética o incluso fonemáticamente distinta de la otra /l/.

Llamativo y congruente con la suposición de ese proceso /ld > l(l)/ o más concretamente /Kd > K(K)/ —nota bene: /ld/ y no /lt/, como además refrendarían los testimonios con heterografía de sonoridad— es que este resulta[ría] perfectamente congruente con otros más seguros procesos para la lengua ibérica y el general entorno aquitánico así como en el de sus continuidades históricas, procesos tras los cuales puede dibujarse una más general y básica tendencia por la que un grupo de sonante [en posición implosiva] —lateral o nasal sobre todo— ante oclusiva [sonora] evoluciona a simple sonante seguramente por absorción de la oclusiva, y ello haya habido o no una previa asimilación.

Tal proceso parece claro en ibérico y así ha sido siempre interpretado en el caso de la secuencia [mb] cuyo resultado [m] parece garantizado a partir de testimonios como el SOSIMILVS ausculano (C.I.L. I 709) y que no debe de ser otra cosa que la versión latina de un deducible levantino *SOSINBiLOS (cf. verbigracia SOSINBiURU F.6.2 y ETeNBiLOS F.17.1; parecidamente ORDVMELES en C.I.L. I 709 para un bien reconstruible *ORTuN–BeLEŠ). El cambio parece verificado al menos para una parte de las hablas ibéricas —pues hay mantenimiento a veces del grupo, como NEITINBELES (C.I.L. II 6144)— a juzgar por la frecuencia con la que los grupos ibéricos con son vertidos en latín con simple . Es de notar que el mismo cambio se da tanto en el territorio de substrato ibérico, como hicimos notar en su día (latín columba ‘paloma’ y valenciano coloma), como de modo general en la parte menos occi- dental del territorio peninsular (latín lumbu: castellano lomo, fablas lomo, valenciano llom[ello] pero bable lombu, leonés llombo, mozárabe lumb[ill]o, portugués lombo). Así pues, la reducción de [mb] a [m] se presenta en nuestra Península en dos grandes áreas, la «zona occiden- tal se corresponde con la extensión primitiva de la lengua castellana; la zona oriental, con los dominios del catalán y del aragonés» (Guiter 1984: 207 con mapa en 213).

Pues bien, en esa misma “zona oriental”, en ese mismo ámbito de substrato ibérico dase también característicamente un cambio /nd > n/ que responde, pues, en esencia al mismo tratamiento para sonante ante oclusiva sonora, así nuestro manar ‘mandar’ deriva del latín mandare ‘encomendar’. Ahora bien, mientras en la historia del vascuence encon- tramos tanto /nd/ (vascuence andere ‘mujer’, cf. aquitano ANDERE) y

37 X. BALLESTER

/nt/ (suletino igánte ‘domingo’) con posible parcial reducción en época moderna (Gorrochategui 1984: 138), en el «gascón, continuador romá- nico del aquitano [...] el grupo –nd– ha pasado a –n–» (Gorrochategui 1984: 138), así, por ejemplo, en làno ‘landa’ o en préne ‘tomar’ (del latín pre[he]ndere). Más aún: en lo que respecta al aquitano, mientras lo normal es la presencia de /nd/, no faltan testimonios o indicios de una temprana asimilación en aparentemente /nn/, así, como señala Go- rrochategui (1984: 138), no puede dejar de compararse un ANNERENI (C.I.L. 13,1104) con ANDERENI (C.I.L. 13,169) ni quizá un [A]NOSS[ (C.I.L. 13,199) con el frecuentísimo ANDOSSVS o con un ANDOXVS (C.I.L. 13,26). Asimismo en algunos dialectos del Pirineo aragonés en- contramos tanto el vascónico (y aquitánico) [nt > nd] —en el marco de una generalizada sonorización de sorda tras nasal o líquida (así aldo ‘alto’, blango ‘blanco’, cambana ‘campana’...)— cuanto el gascónico (y aquitánico) [nd > n], así tenemos tanto formas cuales candá ‘cantar’, fuande ‘fuente’, monde ‘monte’ (Rohlfs 1984: 217) cuanto, ya en la Alta Ribagorza, aná ‘ir’, brená ‘merendar’ o redono ‘redondo’ (Rohlfs 1984: 218). La reducción de [nd] a [n] presente en nuestra Península «ad- mite al este el mismo límite que la de mb a m; pero no aparece en la zona castellana» (Guiter 1984: 207 con mapa en 213). Digamos obiter y como indicio de que los cambios descritos suelen darse asociados, que también el noruego reduce paralelamente [mb] a [m] y [nd] a [n] (Guiter 1984: 211).

Por tanto, aunque con irregularidades esperables y algunos detalles excepcionales, podríamos proponer un general diseño del continuo lingüístico al que pertenece el vascuence y donde encontraríamos, casi como en un corrimiento de casillas, unos procesos paralelos del tipo:

[mb > m] [nd > n] [mp > mb] [nt > nd]

Así, por seguir con la sucinta síntesis de Guiter (1984: 205): «Los préstamos que el vascuence tomó del latín, permiten seguir fácilmente la evolución de los cuatro grupos en aquella lengua: mp se vuelve mb (tempora > denbora); nt, nd (uoluntate > borondate); mb se reduce a m (imbutu > imutu, sembe de las inscripciones aquitanas [...] > seme ‘hijo’); nd a n (mandatu > manatu ‘mandar’». Bien refería Guiter (1984: 203) que «Cuando un substrato étnico produce efectos lingüísticos, gene- ralmente ocurre que una misma tendencia da lugar a manifestaciones­

38 NOTAS ARQUEOIBÉRICAS varias, cuyas áreas no concuerdan, sino que escalonan sus límites [...] alrededor de la zona en donde la acción del substrato ha sido más potente».

Es claro que en este general ámbito ibero–aquitánico antiguo y moderno vascuence resulta[ría] igualmente congruente el cambio /rd > r/ con, otra vez, resultado no palatal[izado] de la sonante. Al respecto Nebot (1984: 460s) propuso en su día una disimilación [r > rd] para explicar aragonesismos como mardano frente a marrano, aduciendo a Rohlfs para recordar que la «alternancia –rr–, –rd– sólo casi exclu- sivamente se produce en voces de origen prerromano ibéricas». Todo ello, pues, invita a replantear la cuestión en el sentido de proponer un más banal proceso asimilatorio —y no disimilatorio— del tipo [rd > r], congruente con la básica tendencia antes descrita de pérdida de la oclusión [sonora] tras sonante (C0C6 > C0), y que igualmente hundiría sus raíces en el substrato y adstrato anindoeuropeo prerromano. Un cambio [rd > r] se da en vascuence al menos para algunas variantes del nombre del hierro (Michelena 1990: 357 n18), si bien de modo ge- neral «A diferencia de lo que sucede detrás de n y l, las dos series de oclusivas se mantienen bien distintas tras r» (Michelena 1990: 355). Por su parte, /rd/ —al menos /rd/, es decir, con ibérica fuerte y no con vibrante débil — es también aparentemente estable en ibérico, así en Ilérdan (Strab. 3,4,10) u ORDVMELES (C.I.L. I 709).

Todo el cuadro emergente resulta, pues, de lo más congruente, pero aún vendría a añadirse un detalle de coherencia que hace, en nuestra opinión, verdaderamente difícil aceptar que aquí sólo tengamos una suma de casualidades para hechos inconexos. La pista que se nos abre para explorar es, una vez más, la pista gascónica. En efecto, si el gascón, se aparta del vascuence en que, como veíamos, /|/ en posición intervocálica es el resultado no de /l/ sino de una antigua /ll/, y por ello encontramos formas como era ‘ella’ (del latín illa ‘aquella’) o bera ‘bella’ (del latín bella– ‘linda – pochola’), resulta también que en el mismo gascón en posición final secundaria encontramos [t] o [th] para la antigua –ll latina, de modo que, por ejemplo, esta vez los latines bellu– ‘lindo – pocholo’, ille ‘aquel’ o valle– ‘valle’ han cambiado a beth ‘bello’, eth ‘el’ o vath ‘valle’.

Pues bien, aquel enigmático proceso que llevaría desde el latín ll al gascón th tendría ahora una aparatosamente fácil explicación si aceptamos que en el fondo de la cuestión subyace la consideración de

39 X. BALLESTER que [ll] y [ld] constituyen secuencias alofónicas. Así pues, mientras en posición intervocálica [ld] habría seguido el general discurrir ibérico en dirección a /|/ trámite unos intermediarios [ll] y [l], la misma secuencia en final habría evolucionado —en el marco de la misma tan singular tendencia del vascuence a un mayor cierre en final que en inicial cf( . el tipo gorputz frente al original latino corpus ‘cuerpo’)— hacia la solución inversa, es decir, a la pérdida no del segundo elemento sino del primero, resolviéndose, pues, [ld] final en [d] y esta deviniendo sorda ergo— aún más cerrada y tensa— en posición final, así un latinoill – ‘aquel’ habría sido interpretado o adaptado como [ild] resolviéndose después en [id] y en [it]. Dicho esto y volviendo a nuestro punto de partida, ya a nadie se le escapará por qué un iri sería precisamente el resultado esperable en gascón, por tanto, para un antiguo *[ildi] una vez resuelto en [illi] o en [ili] y con tal lateral frente al vascuence, donde es más probable la reconstrucción con [iKi].

Será, por otra parte, sabido que la presencia de tantas geminadas en latín causó sin duda graves problemas de adaptación a los indígenas de Hispania, dándose a veces resultados contradictorios pero caracteri- zándose por la tendencia general de hacer proyectar la oposición latina de simples y geminadas en el caso de las laterales y sonantes como una oposición entre no palatalizadas y palatalizadas irrespectivamente, dándose precisamente gran variabilidad de las adaptaciones en la franja pirenaica. Como escribíamos hace unos pocos años: «muy pro- bablemente una misma causa principal —y que acaso se halle también en el origen de los cambios de las antiguas oclusivas intervocálicas—, la intolerancia a las geminadas, propició dos resultados antitéticos para /l/ y /n/ en las áreas lingüísticas galaica y castellana, la primera simplificando las geminadas y palatalizando las simples (/ll nn l n > l n *≠ *­/), y la segunda palatalizando las geminadas (/ll nn l n > ≠ l n/). Se utilizaron las mismas armas para combatir al enemigo pero con estrategias contrarias. En lo que respecta a la nasal el vascuence se comportaría como el gallego–portugués».

Es decir, en la adaptación de las tan numerosas sonantes gemina- das latinas probablemente se siguió la pauta que marcaba la vibrante, la cual ciertamente en las áreas aquitánica e ibérica contaba con un fonema simple o palatal /|/ y otro múltiple no palatal /r/, de modo que ambos se impusieron de modo natural a los correspondientes latinos simple /r/ y geminada /rr/, lo que además parece corroborado por la pasmosa regularidad con la cual en las hablas peninsulares se produjo

40 NOTAS ARQUEOIBÉRICAS tal equiparación. Una consecuencia de esta interpretación afecta a la reconstrucción del prevascuence, pues, en efecto, si el modelo fonológico del que proceden las actuales hablas del vascuence «poseía dos fonemas fuertes, /N/ y /L/, que se oponían a los lenes /n/ y /l/ en posición inter- vocálica» (Michelena 1990: 325s), aquellos fonemas fuertes pudieron muy bien haber sido simplemente /K/ y /n/ y los lenes sido /l/ y /≠/. Ya en otro lugar, en efecto, hemos ponderado la posibilidad de que en antiguo aquitano una eventual consonante palatal[izada] /≠/ sea representada sólo por mientras que intervocálica en principio sólo pueda representar /n/ (uide ítem BiM – BaM supra).

En todo caso, si nuestra vila de indudable procedencia en una ui- lla latina debe su [K], frente a la esperada palatal [l], a una sutileza fonotáctica y prosódica o, más hipotéticamente, a la expansión de un registro dialectal ¿no podría deberse también el iri ‘villa’ del vascuence a una minucia fonológica que no fuéramos hoy capaces de detectar? o ¿no podría representar un gasconismo? En tal caso, nada impediría considerar que ibérico ILTi– y vascónico iri contuvieran, como tantas veces se ha sospechado, un mismo e idéntico étimo.

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44 L. PÉREZ VILATELA Sección de Estudios Ibéricos

ESCRITURA Y JERARQUÍA SOCIAL: A PROPÓSITO DEL CANON CELTIBÉRICO PARA /M/

ABSTRACT: The variations in Celtiberia between areas that coined and the ones that don’t make it, especially the Palantia’s treasure, the writing of the legends of Ikalkum-sken (for other authors Ikalensken), and different rectifications in the celtic inscriptions of Peñalba de Villastar are mentioned by the author like provees of the existente of a social and religious hierarchy that ruled the writing use in Celtiberia.

KEY WORDS: Celtiberic epigraphy, Celtiberic society, Celtiberic numismatics, Peñalba de Villastar.

RESUMEN: Las diferencias en Celtiberia entre áreas que acuñan y las que no, la grafía de las monedas de Ikalkum-sken (para otros autores Ikalensken), y diferentes rectificaciones en las inscripciones célticas de Peñalba de Villastar son mencionadas por el autor como pruebas de la existencia de una jerarquía social y religiosa que dominaba el uso de la escritura en Celtiberia.

PALABRAS CLAVE: Epigrafía celtibérica, Sociedad celtibérica, Numismática celtibérica, Peñalba de Villastar.

45 I LA ESCRITURA COMO HÁBITO SOCIAL

La introducción de la costumbre de escribir, y singularmente, sobre soportes duros fue una novedad ideológica considerable en la menta- lidad celtibérica.

Gracias a César sabemos que entre los galos, los druidas, una suerte de casta sacerdotal prefería mantener la sabiduría tradicional sobre lo sagra- do y sus relaciones con lo profano en la confianza de la memoria, recitada y hablada1. Las cosas realmente importantes nunca llegaron a escribirse, salvo alguna alusión tardía en glosas, verdaderamente mínima.

El hecho de que algunas inscripciones galas tengan elementos reli- giosos no contradice lo anterior: sus sancionadores pudieron haber sido sacerdotes o sacristanes no druidas; así no poseemos ni mitología, ni epicismo heroico, ni misterios divinos en la epigrafía. Pero ¿cabe decir lo mismo de los celtíberos?.

Dice Untermann que paradójicamente “el primer síntoma de la ro- manización en la Celtiberia es la misma epigrafía celtibérica”2.

Tenemos dudas respecto a esta afirmación, pero por nuestra parte, lo acentuamos al haber aceptado que las monedas de Ikalkun-sken procedentes de algún punto de la Celtiberia conquense, están en geni- tivo plural celta, al que se ha redundado con una terminación ibérica que indica procedencia. Las primeras amonedaciones de esta ceca que también pudiese leerse Ikalkum-sken al emplear, creemos, el mismo signo para /m/ que para /n/, como ocurre en tradiciones inscriptoras posteriores del mismo celtibérico, adelantan el uso de la escritura a fines del siglo III o principios del II a.C.3 Preferimos la primera de estas formas. Las razones para nuestra lectura ya han sido desarrolladas desde esta misma publicación. Y convenzan o no (aunque si convencen, debe revisarse la totalidad de inscripciones en signario del Sudeste, como he mostrado, pues el sistema vocálico se cae sencillamente) el hecho es que la ceca de Ikalkumsken estuvo sita Celtiberia conquense, en un lugar todavía indeterminado que pudo haber sido, la posterior ciudad de Valeria4, pues es seguro según lo que sabemos, que Valerius no fue onomástico celtibérico ni celta, sino latino. Nadie discute hoy la adscripción de las tierras que contuvieron la ceca mentada a la Celtiberia5. Bien ¿pues por qué esta renuencia a aceptar que en tierra

46 ESCRITURA Y JERARQUÍA celtibérica sus primeros rótulos monetales contuviesen –en parte- una palabra celtiberica?.

Evidentemente, el –sken de la terminación del epígrafe de estas monedas ha condicionado todo lo demás de manera absoluta: han de ser monedas ibéricas al llevar un sufijo “típicamente ibérico”. Pero la localiza- ción de la ceca queda entre los celtíberos, cosa que ya no discute nadie.

Ya hemos explicado que esta mixtificación entre una palabra céltica y un sufijo ibérico se debe a que la procedencia de los monederos ins- talados en *I(c)cala o como fuese el nombre de esta ceca de la Mancha conquense provenían del Nordeste de la Citerior y su migración se habría producido a instancias de las autoridades militares romanas, los hermanos Escipión, para disponer de numerario acuñado para la tropa6. Además se da la concurrencia de un hecho importante en la his- toria militar romana y decisivo para la viabilidad operativa romana en Hispania: la urgencia de contratación de mercenarios, concretamente celtíberos7 y, es de suponer, jinetes: corría el año 212 pero ya con anterio- ridad los Escipiones habían reclutado tropas auxiliares en el Nordeste de Hispania8. A unos y otros, iberos del Nordeste y celtíberos había que pagarles la soldada y ante todo ¡cómo no! a los soldados ciudadanos “romanos e itálicos”. Por esta razón la numismática constata las emi- siones intensas de las cecas de los estados en conflicto y la creación de otras nuevas, allá donde no las había.

Señala Untermann “¿por qué esta divulgación de esta escritura hacia el oeste (la escritura celtibérica) no llegó más allá de una línea que aproximadamente delimita el territorio tribal de los arévacos, incluyendo unas pocas ciudades de los carpetanos y una parte de los pelendones y ? La onomástica indígena tal y como aparece en la epigrafía latina posterior y en las obras geográficas de Plinio y Ptolomeo no hace ver ningún límite que coincida con esta distribución ni tampoco que yo sepa la prehistoria ofrece factores que pudieran haber condicionado la línea que delimita los testimonios más occidentales de escritura ibérica en la meseta celtibérica. Evidentemente no es ni la lengua ni el grado de progreso cultural lo que justifica la recepción o no recepción del arte de escribir y del empleo de la escritura ibérica”9.

Estamos de acuerdo con sus palabras con alguna matización acciden- tal como que también acuñaron los celtíberos belos/belaiscos, y los .

47 L. PÉREZ VILATELA

El camino de la escritura en Celtiberia, lo señalaría la “avanzadilla” de la ceca de Sekaisa circa:150 y más adelante las demás ciudades acuñadoras de Celtiberia Citerior, según el maestro alemán10.

Hagamos hincapié en alguno de los aspectos de la información de Untermann: que hubo celtíberos que no acuñaron y –sin mediar ya la autoridad del maestro alemán- singularmente las dos ciudades más importantes del interior de Hispania antes de la conquista romana, como recuerda Mela11: Numantia y Pal(l)antia.

La primera caería en 133 a.C y a continuación, Cornelio Escipión Emiliano “crematizó” las relaciones entre las ciudades de la región, se- gún expresión de Apiano, la cual puede tomarse en griego literalmente o de forma amplia como “organizó” o algo así12.

Más tiempo tardaría Palantia en ser subyugada por los romanos: pudo sobrevivir como polis semiindependiente a los pactos de Graco13 y a la guerra numantina que resultó asaltada, incendiada y saqueada durante la guerra sertoriana.

Palantia, la otra gran ciudad prerromana interior con gran pro- yección política exterior no fue destruida hasta 72 a.C por Pompeyo14. Sus restos quedan en el solar de Palenzuela15. Allí se ha encontrado el más rico tesorillo paleohispánico de monedas, que venían siendo cambalacheadas desde el siglo XVIII. Se conjetura sobre si hubiere sido su mismo destructor Pompeyo quien trasladase a sus habitantes a tierras más llanas en Campos, haciéndoles descender desde las alturas de Cerrato16. El núcleo del tesoro de Palantia consta de 4565 piezas repartidas entre cinco labradores y 2636 que rescató la Guardia Civil para el Museo, lo que da 7201. No obstante hay monedas de plata un poco por doquier en el Cerrato y Tierra de Campos. Pues bien, pese a sus miles de monedas, ninguna de ella había sido acuñada ni reacuña- da ni “forrada” en Palantia. Todas venían de fuera, principalmente de Segobirices, pero además de otras cecas celtibéricas. Cabe la posibilidad de que lo hallado fuese la propiedad de un particular o grupo familiar y si se hubiese encontrado la ciudad previamente a estas rapiñas, el panorama de circulación monetaria en la submeseta Norte se nos mos- traría substancialmente diferente.

No se ha probado la existencia de una Segobrix/ Segobriga importante y capaz de haber sido ceca en la submeseta septetrional.

48 ESCRITURA Y JERARQUÍA

Palantia perteneció a la etnia de los vacceos. Este pueblo hispano- celta tuvo cierto predicamento en la Antigüedad, particularmente por una ley que se aplicaba a todos sus componentes y agrupaciones, es decir una ley étnica global. Nos ha referido Diodoro de Sicilia, cuya información podría proceder de Posidonio17, que los vacceos son el más culto de los pueblos vecinos de los celtíberos y que cada año se distri- buyen los campos para cultivarlos y entregan a cada uno una parte de la cosecha obtenida en común18.

Esta norma legal hubo de contribuir a la negativa a la amonedación y por tanto, a la escritura, antes de la completa conquista romana. Otro historiador, Apiano de Alejandría19, escribió acerca de la guerra que llevó Lúculo contra los vacceos, pese a la advertencia senatorial de que no mo- lestase en absoluto a esta etnia hispánica; éste se encontró con que, si bien los de Cauca los “cauceos” o caucenses, pudieron colmar sus exigencias de rehenes, caballería y cien talentos de plata, todo lo cual pudieron satis- facer éstos, en cambio los intercatiences –¿de Villalazán, Zamora, si ésta no es Ocelum Duri?– no disponían de nada de oro y plata para cubrir las exigencias de semejante salteador “civilizado” y es que, “en efecto, no las tenían y ni siquiera aquellos celtíberos daban valor a estos metales”20.

No cabe duda de que en 151 a.C., al menos una de las más importantes ciudades vacceas había abandonado la prohibición de acumular metal precioso, pero que otras la mantenían. Por tanto estos celtíberos habían renunciado a la acuñación monetal propia, aunque no al uso de monedas, pues los hallazgos de Palenzuela valen más que resmas de comentarios. En estos hechos hay que tener en cuenta la dinamica diacrónica21: 151: Cauca, tiene plata ¿acuñada? Sólo sabemos que medida en talentos; 151: Intercatia: carece tanto de moneda como de cualquier tipo de me- tal precioso; 72 a.C: en Palantia se acumulaban grandes cantidades de monedas de plata, pero ninguna acuñada en territorio vacceo.

En fin, los vacceos –cuanto menos los intercatienses- y otro pueblo paleohispánico los baliares insulares poseían leyes que prohibían los metales preciosos. Respecto a estos últimos informaba Timeo en el siglo IV22, que los mercenarios que regresaban a las islas se habían gastado previamente la paga en vino y mujeres –sin duda onetai, según el cri- terio griego-noticia que procede de Timeo23.

Hubo, por tanto, restricciones a la escritura no debidas a la posi- bilidad de publicitar arcanos o enseñanzas esotéricas, sino debido al

49 L. PÉREZ VILATELA soporte escrituario de los textos, singularmente las monedas. En la explicación que ha dado Timeo sobre la prohibición de importar oro y plata a las Baliares se manifiesta la prevención ante la avaricia de terceros que pudiesen ser atraídos por estas riquezas, ejemplificando de manera paradigmática el mito de la incursión de Hércules contra el rey Gerión de Tarteso, famoso por sus metales preciosos, entre otras cosas, como ganadero.

Por lo tanto, el camino de entrada de la escritura en Celtiberia fue monetal pero doble: A) por Ikalkusken a fines del siglo III a.C.; B) por las cecas del valle del Ebro, siendo Sekaisa probablemente la precursora, antes de 15024 como opina Villaronga. Se quedan sin escri- tura los vacceos desde el principio y los arévacos25 hasta 133 a.C. Los vacceos de Palantia reúnen mucho numerario pero siguen negándose a amonedar. Los vacceos aceptaron más adelante la escritura latina, pero no la celtibérica.

La escritura entre los celtíberos tarda más en aparecer en zonas ale- jadas de estos dos vectores principales, uno de estos centros, anómalos, fue la montaña de Peñalba.

50 II LA NATURALEZA DE PEÑALBA DE VILLASTAR

En la montaña de Peñalba se inscribió en épocas diferentes26. Hay incisiones tipo geometrizante de la edad del Bronce que no nos inte- resan ahora. Hay grabados de la edad del Hierro y en fin hay textos escrituarios en caracteres ibéricos y otros en caracteres latinos; algunas de estas últimas inscripciones son cristianas. Las inscripciones arábi- gas son estrictamente contemporáneas, de los años noventa y una de ellas, ofensiva contra el cristianismo. Hemos comprobado y refrendado estas afirmaciones con investigación directa, incluso con entrevistas personales. Durante el período andalusí no se inscribió, al menos no en alfabeto árabe o bereber.

Pero lo que aquí nos ocupará es ¿cómo definían los celtíberos y celtibero-romanos al conjunto natural antropizado de Peñalba? Re- cordemos brevemente algunas de sus singularidades: es una monta- ña de caliza, blanda y clara en su último estrato a diferencia de las montañas vecinas la “Peña Negra”, la “Muela de Villastar”, cumbre de esta pequeña sierra, etc. Además, ese estrato superior blanquecino es extraordinariamente fácil de ser rayado. La montaña presenta un mi- croclima peculiar: hay tormentas eléctricas todo el año, en verano con enorme profusión de rayos atronadores que, casi nunca se resuelven en precipitaciones, aunque sí recibe más agua que las montañas y el valle vecino del Turia, llamado allí Guadalaviar. Las precipitaciones parecen concitarse para tronar y hacer llover en otoño e invierno. Unas lluvias que son canalizadas por dos barrancos principales y tres secundarios, evacuándolas hacia el Turia. Musgos y líquenes se adhieren a las zo- nas de umbría, tanto que han influido en la geomorfología del lugar. Cientos de cuervos graznan sobre todo por las mañanas, ha habido un nido de águilas en el último decenio del siglo XX. Miles de miriápodos inundan la caliza por doquier. No se parece a nada ni en la comarca, ni en la provincia de Teruel, pues un friso constituido como el último estrato de la montaña, se sobrepone a una moldura natural que recorre la montaña como un triforio.

La sierra continúa hacia el Norte, separada por una rambla y algunas muelas del poblado del Alto Chacón (municipio de Teruel) considerado ibérico, a menos de diez kilómetros al Norte. La serrezuela en la que se integra Peñalba culmina a 1252 mts. en la “Muela” ya señalada hacia el Sur, separada por el Turia y se aproxima a las últimas estribaciones

51 L. PÉREZ VILATELA de Javalambre, ya en municipio de Villel, en “el Estrecho”. Más hacia el Sudoeste la alineación contiene el santuario de la Virgen de la Fuen- santa, patrona de la comarca.

Evidentemente, se trata de un locus sacer liber pero anterior a los romanos. ¿Cómo lo denominaban los celtíberos? Lo cierto es que la respuesta viene escrita en el mismo friso calizo. No se trata de un lucus, fanum o templum, sino de un nemus, puesto que la inscripción Gómez-Moreno /Tovar nº 22 dice INNEMORE... y continúa con un texto cristiano.

Nemus significa en latín “bosque sagrado” en particular el de Diana de Aricia, el cual tenía unos ritos específicos, los relacionados con elrex Nemorensis. Además este bosque fue el santuario anfictiónico de la liga latina27. Tanto Porsenna como el tirano Aristodemo de Cumas dirigieron sus fuerzas contra la ciudad de Aricia y el bosque de Nemi.

Varrón define nemus en plural nemora: haec etiam Graeci NEMH, nostri nemora28. Todos los lingüistas coinciden en que el equivalente a nemus en galo es nemeton, palabra también documentada en hispa- nocelta: así la ciudad de Nemetobriga29 entre los tiburos . Por lo tanto, nosotros nos consideramos autorizados a llamar a Peñalba un nemeton, máxime teniendo en cuenta la afinidad de la onomástica astur con la celtibérica estricta30.

Al haber sido Peñalba un santuario, no le parece a Untermann, dada la ausencia de poblaciones importantes en la zona, que no se pueden sacar demasiadas conclusiones acerca de la lengua prerromana hablada en la comarca. Sin embargo, la toponimia puede aclarar en parte este enigma: en el vecino pueblo de Villel tenemos –mejor dicho “tengo”– un bancal en la partida de Tamara31, un poco más hacia el Oeste del pueblo está la montaña de la “Gallatilla”; la villa de Camarena de la Sierra que- da a unos kilómetros al este, unos quince, topónimo basado en Camaros o Cambaros32 celta o similar, documentados ambos en Hispania.

Desde Lejeune se suele dividir la epigrafía celtibérica en oriental y occidental33; una de las características de la variante oriental sería la ausencia del problemático signo indígena en forma de Y y se muestra dubitativo ante el valor nasal que pudiera tener este signo, propuesta de Gómez Moreno y Tovar34 entre otros autores españoles que llevaban toda la razón, por lo menos en lo referente al celtibérico.

52 ESCRITURA Y JERARQUÍA

Precisamente los estudiosos consideran uno de los puntuales de la división de la provincia epigráfica celtibérica el uso del signo Y en la zona occidental y el de m en la oriental. Ahora bien, según de Hoz35 en la zona oriental m =/m/, N=/n/, no usado pues el signo Y y en la occi- dental N=/m/; Y=/n/; m = no usado.

Sin embargo tenemos pruebas de que esto no fue exactamente así: los bronces celtibéricos de Botorrita muestran ciertamente m para /m/. Se sospecha que estos bronces inscritos son contemporáneos del bronce latino de Botorrita36 II, perfectamente datado en 87. Pero ¿había sido siempre así?.

53 III LA CORRECCIÓN DEL GRAFEMA PARA /M/

Pues no. Tenemos un par de pruebas inequívocas de que también en la Celtiberia oriental el signo Y se empleó con el valor de /m/. Lo ase- guramos. Y ¿por qué? Porque fue intencionadamente rectificado en dos ocasiones cuanto menos, sobremontando el grafema m al previo Y.

Una de ellas es un par de esgrafiados en la roca de Peñalba, otra la alteración más compleja, sobre el bronce, de la tésera Froehner, gracias a un excelente calco proporcionado por Bergua37 que atestigua estas enmiendas.

Nos preguntamos entonces ¿por qué?. Y la única respuesta ha de venir de un criterio de autoridad capaz de establecer un canon. Una autoridad que ya había sancionado el uso de m en los bronces de Bo- torrita y que retrotrajo su criterio a documentos semipúblicos como la tésera Froehner, lo cual, bien visto no puede sorprender si tenemos en cuenta que el gran bronce de Botorrita I es una lex data que contiene elementos estrictamente religiosos, amén de la propia sacralidad de la ley38.

De modo que, en base al establecimiento de un canon en la Celtiberia Citerior, algún devoto o miembro de una consertio o sodalicium celti- bérico se sintió obligado a “rectificar” algunas inscripciones rupestres de Peñalba, pero no otras, que permanecieron con Y.

¿Qué tipo de autoridad pudo hacer una enmienda epigráfica a un texto jurídico semiprivado y por otra parte a textos votivos de cuño, en principio, religioso?. Pues evidentemente una autoridad religiosa, capaz de extender su influencia, desde el valle medio del Ebro al alto Turia: hubo pues una jerarquía religiosa entre los celtíberos citeriores capaz de influir a uneques importante y sus familiares como lo fue sin duda Lubos Alisocum y a los sacristanes o santeros que pudieron haber existido en Peñalba como acaso en el mons Dercetius citado por San Braulio39, o acaso un sodalicium.

Peñalba no estaba tan aislada y solitaria como este monte al que se retiró este santo de época visigótica, pues las pruebas están a la vista.

54 ESCRITURA Y JERARQUÍA

A veces tengo la impresión de que hasta época cristiana, allí en lo alto estuvo vedado inscribir con instrumentos metálicos dada la esca- sa profundidad de incisión de la epigrafía celtibérica en hemialfabeto ibérico o abecedario latino... cuanto menos hasta los versos virgilianos que yacen en el museo Arqueológico de Barcelona. Por cierto, los textos “desaparecidos” en Villel a los que aluden Gómez Moreno o Lejeune y Tovar no lo fueron debido a la presunta vesania idiosincrática y anti- histórica de los entonces moradores de esta villa, sino a la revolución socialista de 1934. Las actitudes “antifascistas” –literal- que denun- cian los comarcanos de hoy van contra los que inscribieron versos de Virgilio y contra los alarifes de Abderramán III y el Temple, actitudes estrictamente contemporáneas y “democráticas”.

Hubo una segunda forma de anotar las nasales en el celtibérico. Según Lejeune40 para la notación de /n/ se empleó una variante del grafema Y, escrito V. Pensaba, como nosotros, en una relativa debilidad de /n/ en posición final y de esta manera “des flottements entre –n et –m”, concluyendo por aceptar los celtas hispanos uno u otro fonema, según zonas, tal como los galos a su vez prefirieron –n a final de pa- labra, y los lepónticos –m. No tienta las posibilidades de elección de diferentes grafemas para un mismo fonema. Los orígenes del grafema V son explicados por él mediante procesos fonéticos: la “espirantiza- ción” de /n/.

El esquema que presenta J. de Hoz para la notación de las nasales en la Celtiberia occidental es enjundioso y teóricamente ahorra proble- mas : Y,V= /n/: N = /m/ ; no hay m, pero representa sin embargo varias excepciones: así el nouanticum o nomanticum MLH IV, K.9.3, sería el modelo, pero en la misma Numancia encontramos muJKiJ mukokaico, presenta m, o (MLH, IV, K 9.7) mutorke (si consideramos R : /r/) Sin embargo algún texto como (MLH IV, K. 13.2 ) mukuukaaiau sí se correspondería exactamente con la teoría de las dos escuelas de notación nasales de Celtiberia pues en ella hay N = /m/ o monituukos (MLH IV, K.14.1) –ésta con el sistema doble para oclusivas, según la sistematización de Maluquer de Motes y su discípulo Jané–.

Quizá la Celtiberia Ulterior estaba también inmersa en un proceso diacrónico para varias notaciones, sobre todo, como ya adelantaron Gómez Moreno y sus discípulos cara a alfabetizar los signos silábicos y además, añadiríamos, caracterizado por algunas tentativas de m para /m/. Está claro que la tésera Froehner es pues anterior a 87 a.C. y acaso

55 L. PÉREZ VILATELA hayamos de retrotraer al s.II a.C. –total, poco más de un decenio– la primera epigrafía teseraria celtibérica.

El mantenimiento de N para /m/ debe provenir de la primera sis- tematización de las nasales en celtibérico en que este grafema valía, según su posición bien para /-n/, bien para /m/ en los numismas de Ikalkumsken o sea, una indefinición debida a que la lengua de la que se había tomado, escrita en hemialfabeto ibérico no disponía de una /n/ como las indoeuropeas occidentales, sino que, como ya observó mi maestro Domingo Fletcher, había un componente bilabial en el fonema anotado como Y (= /nw/ o algo similar).

En fin, en estos dos casos de la Celtiberia Citerior, el lugar desco- nocido del Valle del Ebro de donde procede la tésera Froehner y el de Peñalba en el alto Turia hubo implantación de un canon desarrollado diacrónicamente para anotar /m/, aunque en Peñalba desde luego no en todos los casos, ni mucho menos. Lo interesante es la existencia de ese poder socio-religioso y además su relativa amplitud territorial en el aspecto histórico y geográfico.

56 IV NOTAS

(1) Caes. Bell. Gall. VI, 13, 3s.; el libro de Kendrick, T. D.: The Druids, Nelson St. Largs (Escocia) 1990 (1927), toma un estado de la cuestión diacrónico; lo que lo hace paradójicamente «moderno». Además, en otros trabajos ya hemos usado una buena parte de los habituales. (2) Untermann, J.: «Epigrafía indígena y romanización en la Celtiberia», en F. Beltrán ed., Roma y el nacimiento de la cultura epigráfica en Occidente, Zaragoza, 1995, p. 198s. (3) Pérez Vilatela, L.: «Los denarios hispano-romanos de Ikalkunsken y algu- nos de sus problemas» ELEA 6, 2004, p. 67s.; id., «Iconología de las monedas de Ikalkunsken», ELEA e. p. (4) Sé que ya se ha sugerido esta posibilidad pero no logro localizar la ficha del autor responsable de la hipótesis. Le ruego me perdone. (5 Cf. vg. Str. Geog. III, 2, 11. (6) Pérez Vilatela, L.: «Los Denarios….» oc, 53s.; id., «Iconología…»; L. Villaronga, Els denaris ibèrics d’Ikalkunsken, Valencia, 1988, p. 18, 72. (7) Liv. XXV, 21, 3s.; Blázquez, J. M.: La Romanización I, Madrid, 1974, p. 114; id, «El impacto de la conquista de Hispania en Roma (218-154 a. C.)», Est. Clas. VII, 1963, p. 1-29. (8) Liv. XXII, 22, 15. (9) Untermann, J.: «Epigrafía indígena…», o.c., p. 198. (10) Por nuestra parte creemos que las primeras amonedaciones celtibéricas del valle del Ebro en denarios se remontan al 179 a.C. como fecha post quem. (11) Mela Chor. II, 88. (12) Pérez Vilatela, L.: «Los arguelos: etnia, linaje y administración», Actas II Sim- posio de Arqueología Soriana. Homenaje a T. Ortego, vol. I, Soria, 1992, p. 647s. (13) Fatás, G.: «Hispania entre Catón y Graco», Hisp. Ant. V, 1975, p. 269s.; Capal- vo, A.: Celtiberia, Zaragoza, 1976, p. 195s. (14) Castro García, L. de: «Ubicación de Pallantia prerromana», Hisp. Ant. III, 1973, p. 418s.: aunque ninguna fuente literaria lo haya conservado, la datación monetal ante quem es de 72 a. C., lo que corresponde con la campaña de Pompeyo. (15) Diez Sanjurjo, M.: De Clunia a Intercatia, Valladolid, 1917, p. 34 fue el primero en localizarla en Palenzuela. (16) Becerro de Bengoa: El libro de Palencia, Palencia, 1962, p. 72; Castro García, L. de: Historia de la Muy Noble Leal Villa de Palenzuela, Palencia, 1969, p. 198. (17) Schulten, A.: «Polybius und Posidonius über Iberien und die Iberischen Kriege», Hermes 46, 1911, p. 568s.; id, Fontes Hispaniae Antiquae II. 500 a. de J.C. hasta César, Barcelona, 1925, p. 242s.

57 L. PÉREZ VILATELA

(18) Diod. V, 34. (19) App. Iber. 52. (20) App. Iber. 54. (21) Pérez Vilatela, L.: «Vacceos en guerra», Homenaje al prof. Montenegro, Va- lladolid, 1999, p. 223s. (22) Diod. V, 17. (23) Testimonia Hispaniae Antiquae IIB. La Península Ibérica prerromana de Éforo a Eustacio, Mangas, J. y Plácido, D. eds., Madrid, 1999, p. 489 Jacoby IIIB, FGH 566 F 85 (= 6 Müller) apud Diod. IV, 56, 3 y comentario. (24) Nosotros proponemos post 189 a. C. por motivos históricos y numismáticos. (25) Pérez Vilatela, L.: «Los arguelos…» o.c., p. 654s. (26) Gómez Moreno, M.: Misceláneas. Primera serie. La Antigüedad, Madrid, 1949, p. 216-217; Tovar, A.: «Las inscripciones celtibéricas de Peñalba de Villastar», Emerita XXVII, 1959, p. 363s., nº 22. (27) Homo, L.: L’Italie primitive et les débuts de l’imperialisme romain, París, 1953, p. 92, 165, 177; J. Heurgon, Roma y el Mediterráneo occidental hasta las guerras púnicas, Barcelona, 1971, p. 146. (28) Varro 1.L.V, 36; cf. Fest. 158, 2s. (29) Ptol. Geog. II, 6, 36. (30) Untermann, J.: Elementos de un atlas antroponímico de la Hispania Antigua, Madrid, 1965, p. 21, 41, 43s. (31) Bascuas, E.: Estudios de hidronimia paleoeuropea gallega, Santiago de Com- postela, 2002, s.v., con etimología y alguna bibliografía; el primero en relacionar Tamaris con la hidronimia paleoeuropea y los celtas fue Fernández de Es- calante, M. F., (en España). (32) Untermann, J.: Monumenta Linguarum Hispanicarum IV, Wiesbaden, 1997, Zweiter Teil, K.5.2; K.31.1, etc. (33) Lejeune, M.: Celtiberica, Salamanca, 1955, p. 52s. (34) Gómez Moreno: Misceláneas…., o.c., 1949, p. 273; A. Tovar, Estudios sobre las primitivas lenguas hispánicas, Buenos Aires, 1949, p. 27s. (35) de Hoz, J.: «Lenguas y epigrafía prerromanas de la Península Ibérica», Unidad y Pluralidad en el mundo antiguo. Actas del VI CEEC, vol. I, Madrid, 1983, p. 374s. (36) Fatás, G.: Contrebia Belaisca (Botorrita, Zaragoza). Tabula Contrebiensis II, Zaragoza, 1980. (37) Bergua Camón, J.: El bilingüe de Azaila. Esbozo de una gramática ibérica, Zaragoza, 1994, p. 147: lamento no estar de acuerdo con él en un aspecto funda- mental, el de no aceptar él dos lenguas (ibérico y celtibérico) escritas con el mismo sistema hemialfabético. Hay empero felices capítulos como cuando advierte el «doble sistema» para oclusivas en silabogramas y otros.

58 ESCRITURA Y JERARQUÍA

(38) Untermann, J.: MLH IV, o.c., p. 539. (39) Lo cual, en contra de lo que opinaba, no veo refrendado por el texto de Vita Sancti (A)emiliani IV, de San Braulio, donde quizá más bien se da a entender que el santo evitaba el consortio hominum como evitación de «relaciones sociales» y no con un «consorcio» concreto, una institución, lo cual tampoco descarto completamente. La forma clásica sería consertio. Aquí consortium. (40) Lejeune: Celtiberica, o. c., p. 50s.

59

L. PÉREZ VILATELA Sección de Estudios Ibéricos

ICONOLOGÍA E IDEOLOGÍA EN LOS REVERSOS MONETALES DE IKALKUMSKEN

ABSTRACT: The author studies the iconography of the reverses of the coins of the city of Ikalesken – that author reads as Ikalkum-sken. The place name is related to celtish Ic(c)a ‘mare’. In these reverses a rider brings another horse by the bridle. It is studying if this picture can be relationed with the Dioscuri’s myth, but this thought is finally rejected. It would be prefirable to think that it is referred to an indoeuropean ritual of horse’s sacrifice, associated to life beyond the grave and kingdom.

KEY WORDS: Ikalesken, Ikalkum-, Iberic Numismatics, Indoeuropean my- thology, Celtiberish.

RESUMEN: El autor estudia la iconografía de los reversos de las monedas de Ikalesken- que el autor lee Ikalkum-sken. El nombre de lugar es puesto en relación con celta Ic(c)a ‘yegua’. En estos reversos un jinete lleva de la brida otro caballo. Se estudia si este motivo puede estar en relación con el mito de los Dioscuros, lo que finalmente es rechazado. Más bien se referirá al rito in- doeuropeo del sacrificio de un caballo, relacionado con el mito de ultratumba y la realeza.

PALABRAS CLAVE: Ikalesken, Ikalkum-, Numismática ibérica, Mitología indoeuropea, Celtibérico.

61 I INTRODUCCIÓN

Una de las cecas más activas de Hispania republicano-romana es la que suele ser conocida como ikale(n)sken, según la propuesta de lectura de Jürgen Untermann (MLH I. 1, A. 95) quien, tras aislar el sufijo-sken, sufijo inequívocamente ibérico y que ha venido siendo estudiado desde J. Vallejo (1950:215 s) a J. de Hoz (2002:159s.) con conclusiones muy similares: que se refiere a un colectivo humano. Hugo Schuchardt (1907: 31 s.) ya estableció que se trataba de un sufijo, indicativo de origen, de plural y de genitivo –cuya marca en vascuence está muy unida a la de relativo, lo indicamos por haber sido Schuchardt vasco-iberista–, conclusiones, que desde puntos de partida muy diferentes mantienen hoy los estudiosos.

Manifiesta Untermann que el étimo principal de la palabra es ikales, el cual nosotros por motivos ya señalados (PÉREZ VILATELA, 2004: 41 s.) leemos ikalkus y además ikalkun (= ikalkum). Pensamos que se trata de una palabra celtibérica construida con un sufijo ibérico “de prestigio” influido por los monederos llegados del Norte del Ebro, quienes inscribían y rotulaban en ibérico.

En este trabajo me propongo fundamentar mi propuesta de que estamos ante un vocablo celta con un sufijo parásito y redundante, fundamentar el étimo principal en relación con la iconografía de los reversos y tratar de desentrañar en la medida de lo posible qué hay de romano y qué de indígena en la iconología subyacente a este tema.

62 II IKALKU-, DERIVACIÓN DEL CELTA ICA “YEGUA”

Sin embargo, el maestro Untermann no recogió algunas de las leyendas monetales de estos numismas en su magno repertorio (UN- TERMANN, 1975, MLH I, 1).

Cuanto menos, desde V. Ivan de Lastanosa (1645: lam. 37 nº 92) se han distinguido emisiones –obviamente, de esta ceca, cuya leyenda es simplemente Ikalkun, pocas pero significativas. La inmensa mayo- ría de acuñaciones lleva toda la leyenda, lo que no empece que otras (VILLARONGA, 1988: lam. lám. X nº 49, XVII nº 84 R.2) solo lleven Ikalkuns y que evidentemente, lo consideremos una abreviatura de la leyenda completa. También Ikalkun aparece en Villaronga (lám. V nº 44). Y lo nos resulta todavía mas interesante, 1º) que en el denario de una de las amonedaciones la -N- va escrito no con el signo propio del hemialfabeto ibérico, sino con el signo en forma de Y griega, el que los celtíberos habían adaptado para la notación de / m / (VILLARONGA, 1988: lám. XVII nº79. R. 47). Y 2º) que en la leyenda de otro numisma (VILLARONGA, 1988: lám XVII nº 83, R.50) después de / ku / y antes de lo que parece / s /, se distinguen con absoluta nitidez los dos puntos separadores de palabra: (Ika)lku:¿ske?, de modo que los monederos celtibéricos tenían perfecta consciencia de que -sken era un añadido, tomado del prestigio de la tradición escrituaria ibérica estricta. En fin, Ikalkum sería la forma propia del celtibérico, habiendo empleado los signos de notación de N (n) para / m / sobre todo, aunque deslizando, en un momento avanzado el grafema en forma de Y griega para / m / en alguna rara emisión. Ellos eran conscientes de que -sken era un extranjerismo.

Al margen de una interpretación africana del origen del étimo forma- dor de Ikalkun (-n), intentamos una aproximación por el celta insular (PÉREZ VILATELA, 2004: 86 s.) que prescindía de la i- inicial, siguiendo una sugerencia de Schulten, (1914: 19,38, 57, 87), la cual sí se cumple en otros topónimos hispánicos, pero que ahora rechazamos para este caso, manteniendo la raíz íntegra, al haber encontrado una explicación mejor y más completa, adaptada a todo el radical de la palabra: ikal, pues al segmento -ku- se le atribuye un valor de sufijo o infijo (y según nuestra opinión, flexivo) (como sufijo no flexivo: SILGO, 1993: 285, para otras palabras estrictamente ibéricas, al menos aparentemente; nosotros seguimos pensando que Usekerteku presenta flexión).

63 L. PÉREZ VILATELA

Recordados estos extremos, me centraré en un aspecto concreto: la filiación lingüística del étimo principal de esta palabra: ikal -(ku), dado que todos cuantos hemos estudiado este segmento silábico / ku /, lo consideramos un sufijo, flexivo o no.

Se suele considerar el étimo en cuestión como típicamente ibérico, o en todo caso africano. Pero en un trabajo anterior hemos eviden- ciado el escaso fundamento de la atribución de estas monedas a un hipotético grupo de númidas, quienes hubiesen podido fundar esta ciudad. Esto no significa que neguemos la presencia y asentamiento de africanos en Iberia antes y durante la eclosión del imperio bárquida en este país.

Ha sido precisamente en los titánicos repertorios de nuestro maestro Jürgen Untermann donde hemos encontrado la respuesta: concreta- mente en el volumen dedicado a la epigrafía del Sur de Francia en hemialfabeto ibérico (UNTERMANN, 1980, B. 1. 244). Así en un esgra- fiado sobre cerámica de Ensérune (Lenguadoc), publicado por Jannoray (1955, 66 nº 14) se lee con gran claridad ...]IKALON[..., que Untermann publica entre corchetes de no integridad con su habitual prudencia, pero que no parecen necesarios dado que el fragmento cerámico presenta espacio suficiente como para no adolecer de campo epigráfico para su complitud, ni tampoco de damnificación o mella del soporte material del vocablo ( cf. tb. MALUQUER, 1968: 102).

El propio Untermann, a la hora de comparar el vocablo ha de acudir con sus enormes conocimientos onomásticos al antropónimo galo Iccal- cus (CIL XIII, 10010, 1017) de Poitiers, en un estampillado cerámico. Los otros paralelos que ofrece (MLH II, 1981: 223): ikabeunin (F. 13. 1) de San Miguel de Liria o ikator del propio Lenguadoc (B. 1. 13) quedan mucho más lejos de la integridad del radical.

El onomástico galo citado Iccalcus es exactamente el mismo que el rótulo monetal de varios de las emisiones de la ceca, teniendo en cuenta la inepcia del signario ibérico para representar las conso- nantes dobles, cuya notación en ibérico en caso de ser oclusiva es imposible (por el silabismo inherente a su notación) y en las otras consonantes también inexistente, aunque no ya por la virtualidad del sistema. De modo que la ceca que acuña Ikalus (e Ikalun e Ika- lkunsken), el Ikalon occitano y el Iccalus centrofrancés tienen en común ser celtas.

64 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA

Holder (1962, II: col. 17) incluyó este último antropónimo pictavino en su repertorio del antiguo celta. Hay además, toponomásticos muy parecidos en lo céltico: Icarus en Galia e Hispania, con dudas, pero además, Ica, Ikarenios de Verona, el río Icara (Rav. IV, 40 : 298, 18) hoy el “Indre”, Icauna, Iccavos, Icciacus, etc., además de las dos ciudades llamadas Iccius (HOLDER, 1962, II : col. 16).

Holder ofrece dos líneas de interpretación semántica para ica, una de ellas ik- seria “entregar, restituir” y la otra, que nos resulta especialmente atractiva e icónicamente la idónea ica o, teniendo en cuenta el vocablo pictavino icca máxime cuando Holder brinda hippe, hikke (?) como formas cognatas en griego para denominar a la “yegua”.

Ica fue el nombre de una ninfa acuática de los liburnos de Istria, hoy “fuente Ika” al Norte de Fianona y Lovrana.

No nos estorba que se conozcan otras denominaciones del caballo entre los celtas. En el español de la Pampa hay más de cuarenta deno- minaciones para el rocín, según su raza, sexo, edad y color. Todavía en el castellano de España mantenemos varias designaciones del caballo, pese a que nuestra cultura ya no es de jinetes, ni de caballeros: yegua, jamelgo, palafrén, corcel, rocín, potro, jaco, pony, asturcón, percherón, etc. Este fenómeno es bien conocido en diversísimas culturas por los semantistas.

De modo que conocemos otras palabras para denotar al caballo en celta. Pausanias (X, 19, 11) refiriéndose a los “gálatas” dice que en su lengua le decían al caballo marca.

Así que Caro Baroja (1976, I: 92) consideraba, como después otros autores (SCHMOLL, 1959: 93) que el pueblo del Noroeste conocido como los Praestamarci o Praesamarchi (según manuscritos) citado por Pom- ponio Mela (chor. III, 11) en el valle del Tambre (Tamaris) (GARCÍA y BELLIDO, 1947 : 55 n. 123) llevaban en su etnónimo esta designación del caballo, al igual que la villa cuyo nombre actual es “Sarsamarcue- llo”. Igualmente la ciudad de Marcolica, ganada por Marco Claudio Marcelo durante su pretura de 169 a. C. y cuya ubicación no ha sido establecida parece contener también este étimo (CARO BAROJA, 1976, I: 164): de nobilis urbs la califica Livio (Liv. XLV, 4, 1,TOVAR , 1989: C -657, SALINAS, 1986: 103).

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Marcelo … decem pondo auri et argenti ad summam sestertium de- ciens in aerarium rettulit. Llama la atención que las fuentes analísticas que Livio recopilara, nos hayan mencionado botín en oro y en cantidad, dado que el metal exactado por Roma en la Península mediante impues- tos, rapiñas y botines solía consistir en plata. Precisamente Marcelo llevaba una fuerza añadida ese mismo año al ejército hispaniense, de tres mil infantes romanos y –lo que nos interesa más ahora– trescientos equites (Liv. XLIII, 12, 10, CONTRERAS, 1977 : 168s.)

No obstante, el radical más común para la denominación del caballo en las lenguas celtas parece haber sido eqos > epos (POKORNY, IEW : 301 s.) aunque A. Holder excluyese las formas en *qu- de su repertorio, no puede caber duda de su celtismo común al gaélico y al celtibérico cuanto menos (cf. HOLDER, 1961, I : col. 1446 s.u. epo y derivados).

El caballo como creador de onomástica ha sido muy importante en las lenguas europeas y no nos ocuparemos ahora de ello en minucia, pero sí es conveniente traer a cuento que los enemigos de los celtíberos y galos, los romanos participaban de esta tendencia, aunque el latín no tanto como otras lenguas itálicas. En este orden de cosas Claudio Eliano, autor griego de época imperial, nos informa de que entre los ausones, primitivos habitantes de Italia, era muy corriente la derivación de antropónimos a partir de mare-, marce- (?) que era la designación del caballo (Aelian. var. hist. IX, 16). Las pruebas son crecidas: marcanus, Marcarius, Marcasius, Marcatus, Marcidius, Marco (n) / Marcos / Marcus, etc.

Iccus es nombre de ciudad, al igual que lo fue Ic (c) a-l y puesto que es manifiesto que la segunda presenta un tema en -a, cuyos son los femeninos celtas antiguos, estaremos ante un poleónimo que semán- ticamente está dedicado a la yegua, con un infijo que en antiguo celta es abundante en la formación de etnónimos: Pembeli, Bibali, Tarbel(l) i de Aquitania, Uxelo-dunum, Vindel-icos, Vindeleia, etc.

Iccus / Ic(c)a derivan pues de eq o-s a través de iq(q)a, pero aunque parece lo más probable, no podemos asegurar que hubiese geminación en la velar, al carecer el signario ibérico de posibilidad o voluntad de reflejar estas consonantes dobles. Tampoco ofrece posibilidad de diferen- ciar la oclusiva velar sorda / k / de la también sorda labiovelar / q /.

Icca (o Iqqa) es pues el étimo que proponemos para el desarrollo del nombre de la ceca Ikalku-, cuyo grado positivo, sin sufijos, debió ser

66 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA

Ikkala o acaso Ikkalon, pero no nos subrogamos a esta propuesta de trabajo, que no es otra cosa.

Nos parece más probable la forma en -a porque partiendo del ra- dical indoeuropeo y celta, la palabra más sencilla nos ofrece -a y no -o, y no tenemos certeza del morfema final del poleónimo ( o, menos correcto, pero más claro”polínimo”), sino sólo de los numismas. Si se hubiese querido un masculino, la ceca entonces se hubiese llamado Ikkolo-n o Ikkolo-s. Ahora bien, no se nos oculta que los mecanismos de la composición en muchas lenguas pueden derivar en un género y número u otros accidentes gramaticales - en este caso un sufijo-(s)ken final ajeno al celtibérico - completamente diversificados de la palabra originaria, como en castellano “un cocinillas”, “un marimacho”, “un bocazas”, etc.

De modo que provisionalmente nos quedaremos con que el nombre de la ciudad emisora estaba estrechamente unido al del caballo y que el género de este mamífero era probablemente el femenino, la yegua. Más adelante retomaremos el asunto tras haber examinado la iconografía. Estaríamos pues ante una comunidad dedicada a una equivalente (y cognata en el radical) a Epona, la diosa que se manifestaba mediante la raza equina, en las Galías y en otros puntos de la Celtíberia.

67 III REVISITANDO LA ICONOGRAFÍA

La inmensa mayoria de los reversos de la ceca Ikalkunsken nos presentan a un jinete sobre su cabalgadura, tocado con un yelmo, a menudo campano, con o sin pedúnculo, pero también con casco cónico, alguna emisión con aire del tipo Montefortino. Abraza con la izquierda una rodela siempre magníficamente representada y de tamaño mayor que la habitual caetra hispánica: en ella se remarca el borde con pulcritud, bien con broquel, bien con claveteado minu- cioso, en algunas incluso, con umbo. El jinete siempre lleva botos de montar, que en ocasiones quedan abiertos por la punta. Suele ondear una esclavina plisada a su espalda. No se puede saber como vestía su torso y piernas (en alguna ocasión se podría adivinar un calzón, pero no lo acabo de ver claro) puesto que quedan ocultas tras la tamañuda rodela. En la inmensa mayoría de acuñaciones no porta arma ofensiva alguna, sin embargo hay unas pocas en que el guerrero porta tres jabalinas sobre el hombro, las cuales ocupan el lugar que en la mayoría de series está ocupado por la volátil es- clavina. Incluso en alguna rara emisión, el caballero se convierte en el jinete -lancero tan habitual en las amonedaciones hispanas. (GUADAN, s.f. : 71 s. )

Ni que decir tiene que el numario emitido por esta ceca es abundan- tísimo con innumerables acuñaciones y series.

Pero lo más peculiar de la iconografía de esta ceca es que el jinete montado que queda más cercano a nuestro punto de enfoque conduce además (sin que se le puedan ver las manos por el motivo aludido) otra caballería, también embridada y que se le queda adelantada siempre. Esta iconografía procede a grandes trazos de la ceca de Kese (Tarra- gona), como ya vimos, ambas son excepcionales por ella en Hispania. Kese presenta otras iconografías más variadas, pero la ceca que nos ocupa se muestra muy recalcitrante en el tema de los dos équidos - ¿dos yeguas, como hemos propuesto?

En un trabajo anterior y siguiendo a Villaronga (1962 y 1988) acepté su propuesta de vincular esta iconografía a un tema romano, aunque insistí en las importantes variaciones hispánicas de este motivo. El tema sería, evidentemente el de los Dioscuros hispanizado. La inter- pretación romana con importantes reservas parecía venir dada por

68 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA la coincidencia cronológica entre las mayores masas de emisión y las actividades bélicas del ejército romano en Hispanía.

Mi propuesta actual es que, aunque la iconografía tiene cierta re- lación con las amonedaciones romanas de los Dioscuros, la iconología subyacente implica un mitologema ya conocido y propio de la ideología paleohispánica. Examinando muchas monedas romanas he podido apreciar también la notable calidad de la inmensa mayoría de series acuñadas a titulo de Ikalkusken, superior a la media de las romanas con motivos parecidos, básicamente el de los gemelos divinos.

El mito de los Dioscuros, llamados más frecuentemente “Castóri- des” en Roma presenta un origen inmediato en la especiosa mitología griega y como es habitual entre los mitógrafos, el canon del mito presenta variaciones que desde la perspectiva actual pueden semejar más importantes de lo que supusieron realmente para los helenos. Las diferentes versiones sólo coinciden en que Leda, estando casada con Tindáreo, tuvo cuatro hijos ( y suelen añadir que en dos huevos), de los cuales dos, Pólux y Cástor eran gemelos, pero Pólux era hijo de Zeus, en tanto que su idéntico hermano Cástor era mortal, hijo de su marido.

Además parió Leda a Helena y Clitemnestra.

Leda no había cometido adulterio, pese al acoso machacón del padre de los dioses, el cual para tener acceso a ella, se había transformado en un bello cisne en las proximidades de la orilla donde Leda solía bañarse.

Leda acarició al manso animal que le acudió como un perrillo y de esas meras caricias, mediante sus poderes preternaturales quiso dejar embarazada a la casta esposa (cf. Paus. perieg. III, 1, 4, Apollod. bib. III, 10, 5-7 principalmente). El tema icónico ha sido recurrente en el arte grecorromano y en el occidental a partir del Renacimiento.

Los gemelos se profesaban un inmenso cariño fraterno. En la Grecia antigua pasaron a ser de lo más representativo de Esparta. Cástor se hizo famoso como soldado y domador de caballos, en tanto que Pólux (o Polideukes como es llamado en una de sus epíclesis) pasaba por ser el mejor púgil de su época. Ambos lograron triunfos en los juegos olímpicos.

69 L. PÉREZ VILATELA

Idas, hijo de Posidón, ayudado por Linceo sostuvo una pelea por un botín de cuatrería contra Pólux y Cástor, quienes habían sido sus compañeros de cuadrilla –evidentemente un Männerbund (WIKANDER, 1938, DUMÉZIL, 1942)– este último con el papel de los gemelos en la fraternidad militar. El superviviente a esta riña interna fue Pólux, quien era inmortal, en tanto que Cástor fue abatido por Linceo, el cual a su vez sufrió la vindicación del gemelo superviviente.

Pólux estaba predestinado a la inmortalidad después de que hu- biese reinado en Esparta como hijo reconocido por Tindáreo, pero se negó a recibirla de manos de su padre uránico biológico, a menos que su gemelo Cástor, ya muerto, como hijo de carne mortal que era, la recibiese tras resucitarlo. Zeus accedió al fin a ello y para conmemorar el amor fraterno de ambos realizó el catasterismo de sus imágenes en la constelación de Géminis (Paus. Perieg. III, 14, 7, Apollod. bib. III, 11, 2, Pind. Nem. X, 55 s., Lucian. dial. deor. 26, Higin. fab. 80).

En Roma, a lo largo de las diversas fiestas dedicadas a los Dioscuros, el más popular de los gemelos era Cástor, el fallecido –temporalmente– en el combate contra Linceo, y no Pólux. Por esta razón se les llamaba los Castorides, Castórides.

En Esparta, donde habían arraigado como dioses muy populares, patria de adopción, así como en otros puntos de Grecia, se discutía sobre dónde habían obtenido sus monturas estos dioses caballistas: unos mantenían que eran un regalo del dios del caballo griego, su tio Posidón, señor también de los mares. Es paradójico que sus adoradores espartiatas fuesen malos jinetes; en Grecia, la mayor fama ecuestre la tenían los tesalios. Había quien disociaba a Posidón de los caballos de los Dioscuros. En todo caso eran sus corceles overos, completamente albos. En concreto, el caballo del gemelo superviviente, Pólux, se re- putaba de origen tesalio (Plut. de amore frat. 1, Herodt. V, 75, Lucian. dial. deor. 26, Higin. astron. poet. II, 22, Ptol. Hephaist. VIII p. 490 Photios, GRAVES, 1985: 74, 103, 112, 113, s., 150, 159, ROSE, 1970: 227 s., 234, 245).

La única explicación de los grabados numismáticos de Ikalkunsken (o como peferimos, Ikalkumsken) es la de los Dioscurides, pero ¿qué episodio, qué mito concreto, qué camino de recepción y de reelaboración ha seguido el mitologema? ¿es realmente romano?.

70 IV LOS DOS DIOMEDES DE LA MITOLOGÍA GRIEGA

De ambos personajes así denominados cabe decir que se vinculan entre sí, pese a sus diferentes progenies, ciclos, culto y naturaleza, por un extremo, los caballos de la Tracia. Así, el robusto Diomedes de la Ilíada, rey de Argos, es uno de los protagonistas principales del embos- cado libro décimo de la gran epopeya. Él, junto a Odiseo, se encarga de la cruel matanza, genocidio en un acuchillamiento nocturno de los tracios del jefe Rhesos, los cuales han acudido a apoyar a los troyanos y que según un oráculo serían invencibles si sus caballos llegasen a pastar y beber en las orillas del Escamandro, al lado asiático del Hele- sponto.de modo que estos dos héroes aqueos aniquilan a Rhesos, a sus doce compañeros y al espía troyano Dolón. Todo el episodio destiñe una sordidez de sacrificio humano masivo. Los matan mientras duermen sin darles cuartel. Para evitarse el problema de los caballos, embarcan los caballos capturados de regreso al acuartelamiento griego (Il. X). De esta manera se nos indica que el Diomedes argivo es propietario de caballos excepcionales. Hay otras alusiones a él en la Ilíada (II 559 s.; IV 405 s.; V 412 s. etc.). Cuando el resto de los tracios descubrió la muerte de Rhesos y sus compañeros y verificó la desaparición de los caballos, huyeron desesperados, dando ocasión a que los griegos los matasen a casi todos (Serv. in Aen.I 469 s.;Apollod. bib. I, 3,4; Dictys Cretensis II, 45-46).

El otro Diomedes es un héroe tracio semidivino, hijo de Ares y de Cirene, rey de los bistones, de afamados caballos en su tierra y en la Hélade. Su principal mitologema es el de “señor de las bestias”, concretamente de unas bestias desnaturalizadas, que siendo yeguas, no estaban domesticadas; por el contrario, devoraban carne humana (Diod. IV 81; Pind. pyth. IX 5 s.; Apoll. Rhod. II 500 s.; Higin. fab. 14; Apollod. bib. II 5, 8).

Así que Rhesos y Diomedes el tracio poseían unos caballos excep- cionales en la tierra de Tracia. Ambos quedaron vinculados a cultos en que se relacionaban la realeza, los caballos y el sacrificio GUAITOLI( , 1995: 77 s.).

El rey Diomedes de Argos, por su parte, presenta una relación con Tindáreo, el padre putativo de Pólux, Cástor, Helena y Clitemnestra, pues es uno de los pretendientes a la mano de Helena. Tindáreo sacrificó

71 L. PÉREZ VILATELA un caballo y lo descuartizó e hizo que cada uno de los pretendientes (Áyax, Teucro, Filoctetes, Idomeneo, Patroclo, Menesteo, Odiseo y Agamenón, aparte de Diomedes, citados en representación de “otros muchos”) se colocase frente al pedazo de caballo aún ensangrentado y jurase, como ya lo había hecho Odiseo, que le apoyarían en su pretensión de casarse con Penélope, la hija de Icario. A continuación enterraron los pedazos sacrificiales en un lugar al que se seguía llamando en épo- ca clásica “la Cola del caballo” (Hesiod. cat. mul. fr. 68 Evelyn-White; Apollod. bib.III, 10, 9; Pausan. III, 20, 9; Higin. fab. 78).

“Hélena” es también, probablemente un nombre de la diosa esparta- na de la Luna, quien tras el sacrificio de un caballo, se casó y así pro- pocionó la sanción de la realeza a Menelao (GRAVES, 1985, II: 349).

72 V LOS GEMELOS DIVINOS INDOEUROPEOS

Cuanto menos desde Pokorny se han señalado paralelos estrictos y palabras cognatas entre los hispanoceltas y los indoarios (POKORNY, 1940: 237s.; ID., ZCP, XXI, 1938: 150; TOVAR, 1949: 13 s.) y reciente- mente han recobrado vigor, incidiendo a menudo en conceptología. Nos atreveremos a otear los mitos referentes a aquellos pueblos indoeuro- peos por ver si podemos encontrar paralelos con el motivo representado en estas monedas.

La unidad del mundo, de los tres niveles de dioses funcionales, ya había sido adquirida al término de un conflicto que en principio, había enfrentado a los dioses superiores, especialmente a Indra, rey de los dioses en la mitología postvédica, contra los A´svin (=Açvin), reputados demasiado cercanos a los hombres y que se encontraban demasiado a gusto entre ellos. Indra y los demás dioses no admitían a los gemelos Açvin en el privilegio más importante de la divinidad, el disfrute de lo sacrificado, pero ayudados por un asceta, cuya confianza se habían ganado, los Açvin consiguieron imponerse (DUMÉZIL, 1977: 63).

Desde entonces, incorporados a la sociedad divina, no fueron objeto de ninguna discriminación en ella.

En los himnos del Rigveda no ha quedado conservado sin embargo el relato de este conflicto. Al contrario, su relación con Indra ha sido particularmente íntima (de los Açvin).

Los dos gemelos Pandava, serviciales de sus hermanos, alcanzan igual consideración, cuando su madre, “reina segundona”, Madri se quiera inmolar voluntariamente en la pira funeraria de Pandu, padre de los gemelos, mientras le ruega a la reina viuda principal Kunti que considere a los gemelos como a sus propios hijos. Desde entonces, ella acepta e incluso la unirá un particular lazo afectivo con el segundo gemelo, Sahadeva. (DUMÉZIL, 1977: 63s.)

Cuando son condenados, los cinco Pandava a un exilio de doce años en el bosque, se les añade un décimotercer trabajo (aparte de los otros doce que un asceta les había impuesto y que ya habían cumplido los cinco Pandava), en el cual podrán ir de incógnito donde quieran pero sin darse a conocer y donde nadie debía estar avisado sobre su i­dentidad. Deciden

73 L. PÉREZ VILATELA establecerse en casa de Virata rey de los Matsya, al que estiman y que había sido favorable a su causa. Los cinco son de origen ksatria, pero desempeñan empleos de las otras funciones (como ve WIKANDER, 1957: 66s.). Así podrán ser “ellos mismos” durante un año. El esquema sería:

Yudhisthira= hábil con los dados =brahmán Bhíma= carnicero, cocinero y atleta =[artesano] Arjuna= eunuco maestro de danza cubierto de joyas =[artesano] Los Gemelos= > Nakula: palafrenero= vai´sya Los Gemelos= > Sahadeva: boyero= vai´sya.

En la India antigua se nos presentan dos generaciones de gemelos, los Açvin divinos y dos humanos semidivinos, dos de los cinco Panda- va considerados hijos de Pandu engendrados en la esposa secundaria de éste Madri. Pero Pandu es sólo el padre putativo, un mortal que a causa de un interdicto de un asceta, morirá cuando tenga relaciones sexuales, de modo que permite que los dioses engendren en sus dos esposas. De la esposa principal llamada Kunti, Dharma, Vayu e Indra son los tres conjuntamente los padres biológicos de Yudhistíra, Bhíma y Arjuna. En cambio los dos gemelos fueron engendrados en Madri por los Açvin. Estos dos geminados eran servidores de sus hermanos, hijos de la esposa principal.

Los Açvin parecen llevar en su teónimo el radical açva-, “caballo”.

Respecto a los cinco Pandava, cada hermano presenta mas caracte- rísticas funcionales propias: Bhima es el guerrero solitario que marcha en cabeza del ejército (Mahabharata= Mbh.I, 138, 5468) pero bien pertrechado “de grandes armas”. Presenta un indudable correlato con el héroe saguntino de Therón, mencionado por Silio Itálico, ejemplo de un prototipo de guerrero verosímil de la Hispania antigua y, acaso, verdaderamente histórico (PÉREZ VILATELA, 2002: 255s.)

Yudhisthira es considerado el mayor, el heredero del reino de Pandu, prepara el sacrificio más importante de todos, acorde a su función regia, el açvameda “sacrificio del caballo”.

Arjuna es el guerrero integrado en la jefatura de la tropa organi- zada: encarna el ideal ksatria (casta militar) y en quien confluyen la fuerza y el respeto a todas las formas del dharma cósmico, el devenir universal inexorable.

74 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA

Su respeto al dharma es tal que se ve obligado a enfrentarse con las armas a su propio hijo, el joven rey de Manipur, el cual, cumpliendo a su vez con su dharma, se opone a que transite por sus tierras el caballo del açvameda, que debe pasar un año en libertad total sin ser tocado por los hombres, antes de la celebración del sacrificio Mbh.( XIV, 79- 81, 2302-2426).

Una de las diferencias guerreras más notables entre los antiguos indios y los hispanos es que allí, Arjuna, los gemelos humanos o incluso Bhíma combaten habitualmente con arco, arma que aquí se empleó muy poco por parte de los hispanos en la guerra.

Los gemelos humanos están dotados de atributos semejantes a sus padres, los Açvin: “dotados de una belleza sin par en la tierra” (Mbh, I, 67, 2746=124, 4851); “resplandecientes” (Mbh V, 140, 4791); “mara- villando el alma de todos los seres” (Mbh I, 67, 2747); “obedientes a su maestro” (Mbh III, 179, 12432; XV, 17, 481; I, 63, 2445).

Son tan hermosos los gemelos que Nakula se embadurna el rostro de polvo a fin de que las mujeres no se enamoren de él camino a la ba- talla. También Sahadeva se ensucia la cara para hacerse irreconocible: “¡Que nadie hoy me reconozca la cara!, ¡Que no arrastre el corazón de las mujeres!” (DUMÉZIL, 1977: 60).

En el período anterior al sánscrito, el védico, el inicial de los indo- germanos en la India, el Rgveda= Rigveda (RV) hay un himno dedicado a los Açvin (VIII, 35, 16-18) para que mantengan el orden social por bajo la autoridad regia:

16. “favoreced al bráhman, favoreced las oraciones (o “pensamientos piadosos dhíyah)”. 17. “favoreced al ksatrá, favoreced a los varones nrn (=nirn)”. 18. “favoreced a las vacas (dhenub), favoreced a los grupos de ga- naderos (vísah)”.

Aunque Dumézil (1977: 70s.) dice que no se conoce ningún caso en que haya distinción funcional entre los gemelos divinos, los Açvin (himnos, tratados de fórmulas rituales y comentarios), Wikander (1957: 71s.) sin embargo advierte algún vestigio védico de diferenciación entre los gemelos: comienzan por no tener ni siquiera un onomástico indivi- dual, pero el primero de ellos se acerca “a la esfera de Indra” más que

75 L. PÉREZ VILATELA el otro. Alguno ha creído que Sumakha pueda ser una designación de este dios, otros que es un nombre común. El segundo gemelo, según algún estudioso pudiera ser mortal, lo que Dumézil (1977: 70s.) no cree. El primero es presentado con mayor carácter guerrero, en tanto que el segundo está orientado hacia otras funciones (comparado por Wikander con el dios soberano Bhaga –de donde el futuro Bhagavad Gita–, el cual en principio presidía la atribución de los bienes) hijo del Cielo y favorecido.

Sólo algún pasaje permite entrever diferenciación entre los gemelos Açvin; así: “Nacidos en lugares distintos, los dos (seres) sin mancha concuerdan por su cuerpo y sus nombres. Uno de ellos es considerado como un señor rico y vencedor [hijo] de Sumakha (jisnur... súmakhas- ya suríh), el otro como el hijo favorecido del Cielo (divo... subhágah putráh)”.

Sin embargo concluye Wikander que pese a este vestigio de dife- renciación, “una sola y misma función se expresa en dos divinidades absolutamente equivalentes”. (WIKANDER, 1937: 77s.)

En cambio, los epítetos dedicados a Sahadeva con exclusión de Nakula pertenecen a un dominio semántico preciso en el que Nakula no toma parte: sabiduría, inteligencia, bondad y pudor.

Sus padres, los Açvin se ocupan de los bueyes y los asnos indistin- tamente en los hímnos védicos.

Otra característica de las calificaciones que reciben conjuntamente los gemelos Pandava se les presenta desde el punto de vista de la dis- ciplina y la obediencia (vinaya, çuçrusa, etc.)

En el libro XVII del Mahabharata, escena final, mientras los cinco hermanos ascienden la montaña, cada Pandava sufre un castigo y muere, interpretándose su castigo por algún tipo de hybris particular en la vida: la de Nakula consiste en haber pretendido ser el más bello de los hombres (XVII, 2, 62) y la de Sahadeva es la de haber pretendido ser el más prudente (XVII, 2, 56) prajña (WIKANDER, 1937: 72 s.)

Durante los preparativos para el sacrificio del caballoaçvamedha en el libro XIV los gemelos se habían encargado de diferentes cometidos: Nakula junto con Bhíma, de defender el reino en calidad de puraguptau,

76 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA mientras que Sahadeva se ocupará de problemas domésticos kutum- batantra (Mbh XIV, 72; WIKANDER, 1937: 75s.)

Cuando los cinco hermanos se hallan en dificultades y deben prestarse ayuda mutua, son Bhima y Nakula quienes se encargan y acaudillan la defensa: combaten juntos, el gemelo y este hermano no gemíneo codo a codo, así en Mbh VIII, 13 y en VIII, 84-85: combaten desde carros, como era habitual entonces entre la casta militar de la India: dos veces le matan los caballos a Nakula y se refugia en el carro de Bhíma (III, 270, 15758; III, 84, 4298). En otra ocasión es a Bhíma a quien le destrozan el carro y entonces es él quien se monta al carro de Nakula (VII, 189, 8596). Simétricamente Sahadeva, cuando se ve en apuros, adonde acude es a Yudhithira, quien ostenta el título real: gran cantidad de veces se refugia el primero en el carro del segundo (III, 270, 15730; VI, 105, 4011-4012; VIII, 63, 3207-3208; IX, 22, 1154). Sólo una vez, el hermano rey acude al carro de Nakula (VI, 87, 3702). Según Dumézil, en versiones aberrantes del Mahabharata el carácter intelectual de Sahadeva está exagerado (DUMÉZIL, 1977: 74s.).

Reinaud (1844: 114s., 158s., 221 s.) recogió textos árabes y persas relativos a la India antigua en que Nakula pide a Dios, al igual que sus hermanos, un favor distintivo: bravura y maestría para montar a caba- llo tal que nadie se le resistiese al enfrentarlo, en tanto que su gemelo Sahadeva pide a Dios la ciencia de las estrellas y de las cosas ocultas: sólo buscar la prudencia y hablar sólo cuando le preguntaran. Recoge Dumézil (supra) otra versión del mito, la tomada por Porlier, según la cual Sahadeva (Schecdaio) es el más brillante de los mortales, el más perspicaz e instruido de los mortales en el conocimiento del pasado, presente y futuro, mientras que Nakula (Nukul) sobrepasa en belleza y encanto al resto de los hombres.

Aduce Dumézil que estas versiones refuerzan la consideración de Sahadeva como orientado hacia la primera función de la presunta ideología trifuncional de los pueblos indoeuropeos, la sacerdotal, la brahmánica, pero a medida que la tradición evoluciona, su competen- cia fue reduciéndose: reino del espíritu, astrología, conocimiento del presente, pretérito y porvenir (DUMÉZIL, 1977: 76 s.)

Entre los Pandava del Mahabharata, Yudhisthira reina, en tanto que las cualidades y funciones de sus hermanos componen armoniosamente los recursos de su administración, como ha dicho Wikander (1957: 68).

77 L. PÉREZ VILATELA

Prepara como vencedor el gran sacrificio del caballo que consagrará su soberanía universal y para ello utiliza al máximo a sus hermanos ya que todos le son necesarios.

Arjuna, aconseja Krsna (=Krisna), dirigirá la escolta de ksatriya encargada de defender (palayisyati) al caballo durante el año de su errar libre, fuera de las fronteras ¿por qué? Porque es “capaz de vencer a la tierra entera” (saktah sa hi mahim jetum). Quedándose en el reino, Bhíma supervisará su defensa (samartho raksitum ras- tram) asistido por Nakula que tiene una fuerza desmedida (amita- vikramah); y Sahadeva, el inteligente (buddhiman), se ocupará del cumplimiento de las cargas y deberes concerniantes a la familia en calidad de intendente, es decir en este caso de la recepción de los parientes invitados a la fiesta samadhasyati... ( Kutumbatantram vidhivat sarvam: Mbh XIV, 72, 2098-2103). Y de hecho, después de haber enviado a Arjuna con la misión de defender el Caballo (rak- situm), Yudhisthira encarga a Bhíma y a Nakula la vigilancia de la ciudad (puraguptau samadadhat) y a Sahadeva la recepción de los parientes (kutumbatantre).

Resumiendo: en el interior de la familia (kula), los cinco hermanos colaboran como en la vida de toda sociedad arya normalmente consti- tuida y en la vida misma del universo, las tres funciones se articulan armoniosamente. De este paralelismo encontramos muchas otras ex- presiones, algunas de importantes consecuencias.

El Mahabharata ha traspuesto sobre la tierra, relaciones de “herma- nos” –hermanos admirablemente unidos– las relaciones de solidaridad y de colaboración jerarquizada que existían entre los dioses de los tres niveles funcionales y entre la ideología entre estos mismos niveles (DUMÉZIL, 1977: 90).

A pesar de su enorme semejanza y camaradería y amor fraterno, los gemelos épicos (no así los Açvin, que son dioses) no son idénticos, tampoco en el Irán ni entre griegos y romanos, quienes nos quedan más próximos. Así entre los helenos Cástor y Pólux (= Polideukes).

El primero es especialista en caballos, carros y carreras. Polideukes es púgil, su arte está en los puños. Señala Dumézil (1977: 78) que la única vez que hay un asunto bovino, Polideukes triunfa y Cástor sale derrotado.

78 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA

Pero realmente, al menos desde la época micénica (las tablillas) hasta la helenística, la ganadería vacuna es algo completamente marginal en la mitología de los gemelos Castórides. A Dumezil le interesa esta circunstancia de un episodio marginal para sostener esa oposición de funciones entre gemelos siguiendo el presunto patrón indoeuropeo: el caballo es propio de la función militar (y acaso, de la sacerdotal) mien- tras que la vaca sería el animal representativo de la tercera función (la fertilizadora- productiva).

Añade Dumezil (1973: 26 s.) que en Escandinavia, sin ser gemelos, sino padre e hijo, Njördr y Freyr desempeñan en solidaridad con otros dioses la tercera función. Njördr rige la navegación, el comercio sub- secuente y las riquezas marinas, mientras Freyr tiene competencias exclusivamente terrestres. Tácito (Germ. 40, 3; DUMÉZIL, 1955: 210 s.) menciona a Nerthus, una diosa de la fertilidad relacionada con las vacas en sus rituales y también marina, en tanto que el animal pre- dilecto de Freyr es el caballo. En suma, lo que pudiera quedar de los presuntos gemelos indoeuropeos entre los germanos de Escandinavia, es poco menos que nada. Traer a colación a un padre y su hijo para en- contrar un paralelismo funcional entre gemelos queda muy cogido por los pelos, sin que neguemos los muchos aciertos del método comparativo religioso- historiográfico entre los pueblos indoeuropeos.

Más clara, aunque menos conveniente para el comparatismo du- méziliano, es la situación romana en que dos gemelos presuntamente históricos, Rómulo y Remo presentan una rivalidad. En todo este mito lo que priva es el sacrificio ritual de Remo por Rómulo por haber transgredido el primero el pomoerium: el culto, el ritual se ha impuesto sobre la “ideología” funcional. Empero, señala Dumezil que Rómulo destaca en las carreras y es quien las instituye, queda pues vinculado al caballo, en cambio es Remo quien vence a su gemelo el día en que siendo todavia pastores, antes de haber emigrado al asylum, se enfren- tan para recuperar las vacas robadas (Ov. Fast. II, 361-380; DUMEZIL, 1942; ID, 1956: 86s.)

En la mitología irania mazdeísta la confrontación de datos más inte- resante es la de las Amasa Spanta, el rango y la función de los gemelos están ocupados por dos entidades, Haurvatat y Amaratat, la Integridad (o Salud) y la “no Muerte” (DUMEZIL, 1977: 78 s.), la primera patrocina las aguas y la segunda las plantas, los archidemonios que se les oponen son la Sed y el Hambre.

79 L. PÉREZ VILATELA

Otra trasposición más reciente de la oposición de los gemelos iranios, en yazata, sería la de dos figuras, que no son presentadas como gemelos, Drvaspa y Gaus Tasan (Gªus Urban), “la Dueña de los caballos sanos” y “el Fabricante (el Alma) del buey”, que patrocinan conjuntamente el décimo-cuarto día de cada mes. Sin embargo, la tradición Gos Yast o Drvasp Yast- que lleva el radical iranio de “caballo” aspa- en sus dos primeros versículos, tanto al ganado mayor y menor por un lado y a los caballos por otro les encomienda la salud al patrocinio único de Drvaspa, como reconoce honestamente este mismo autor (1953: 2 s.), de modo que no habiendo gemelos y habiendo una agrupación de los semovien- tes de todas las funciones bajo un mismo genio tutelar, se queda muy desarbolada toda la argumentación de los gemelos indoeuropeos como protectores específicos de funciones diversas.

Y llegamos a los celtohispanos y al motivo icónico de los reversos de Ikalkum: es evidente que se ilustra con un solo jinete. Ahora bien, existen ciertas emisiones romanas de motivo dioscurídeo en que aparece uno de los dos hermanos y, por lo tanto se ha aplicado sistemáticamente desde hace siglos esta misma iconología al icono de los reversos de la ceca hispánica.

Desde antes de mediados del siglo XX fue cundiendo la idea de que la iconografía de estas monedas hispánicas procedía de la fiesta romana de las Tyndarides, no tan bien conocida como otras ceremonias, en la cual un jinete muy ligero de ropa o desnudo y sin panoplia militar alguna conducía otro caballo, prendido de la brida y adelantado a su propia montura en una carrera a lo largo de un trayecto urbano en Roma hasta el templo de una diosa, acaso Helena, asimilada a Némesis, diosa de la muerte vengativa (CHAPOUTIER, 1935: 72 s.).

El caballo desmontado corresponde al Castóride muerto según Cha- poutier, pero no se puede descartar del todo que correspondiese efecti- vamente al gemelo ausente, pero por estar habitando entre los dioses: sin embargo esta segunda posibilidad la creemos menos plausible. El gemelo más estimado por los romanos era el mortal, Cástor, difunto mientras su hermano porta su caballo hasta el templo de Némesis, que podría corresponder aquí también a Selene.

Como hemos dicho, no se conoce demasiado bien esta ceremonia. Presenta algunos enigmas ¿por que el gemelo vivo, el inmortal Pólux conduce el caballo de su hermano, ya fallecido, al templo de una diosa

80 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA relacionada con la muerte, si él lo que deseaba fervientemente era que su divino padre Zeus / Júpiter, resucitase a su gemelo mortal engen- drado por Tindáreo?

Leandre Villaronga (1988: 16 y lam. I) muestra como la primera ceca en utilizar este tema iconográfico en Hispania fue Kese y como pasó, siguiendo la vía ibérica y romana republicana hasta Ikalkum. Pero no hay ninguna otra ceca que represente tal motivo. Cabe añadir que en el caso de la primera de estas cecas, este motivo se limita a unas cuantas acuñaciones (VILLARONGA, 1983), en tanto que la mayoría siguen el motivo del jinete único con la palma al hombro.

Los gemelos divinizados aparecen en muchas acuñaciones de todo el Mediterráneo, en general en ciudades griegas y, sobre todo, en Roma.

Para la explicación del nombre de la fiesta romana de las “Tindarias” en Roma se han explorado otras etimologías alternativas al nombre del héroe griego, así se ha propuesto una etimología etrusca (MARESCH, Glotta, 1925: 298), a partir de Tinia, el dios celeste, y su patronímico Dar, lexía compuesta a la que daría solidez la homofonía con el griego Tindareos.

Ahora bien, las generalizaciones que hace Villaronga necesitan una explicación icónica más minuciosa. Cierto que el tema de los Dioscuros es muy frecuente en la numismática mediterránea y sobre todo, romana y que desde Kese o Tarraco, Scipionum opus (Plin. NH III, 21) alcanza- ron Ikalkum: todo quedaría como mera imitación de lo romano.

Sin embargo, el asunto es más complejo: existen numerosas acuña- ciones romanas con los Dioscuros como motivo en los reversos durante la época republicana. Pero lo representado en tan numerosas acuña- ciones no es la fiesta de las Tindárides o Tindarias con su único jinete sino ambos Castores cabalgando, con armadura o no y casi nunca con lanza. Las amonedaciones con un solo gemelo son escasísimas. Cabe plantearse si el motivo icónico hispano es un calco del romano y así y todo, encontramos algunas diferencias. La primera de todas es la abundancia de emisiones de Ikalkum con esta iconografia y la rareza de las romanas.

En segundo lugar, la fiesta de las Tindarias no era de las principa- les de Roma. Si los indigenas hispanos se hubiesen propuesto la mera

81 L. PÉREZ VILATELA imitación de un motivo icónico que resultase familiar y popular entre los soldados y negotiatores romanos, en cuyas sacas acabaría buena parte de la acuñación, habrían elegido otro, pues éste de las Tindarias es además, un motivo icónico muy pocas veces elegido como emblema del reverso, y esas veces –que hayamos identificado– posteriores a las primeras amonedaciones de Ikalkun.

Se buscó pues conscientemente, un motivo secundario y ¿por qué? La respuesta sólo puede venir de la propia mentalidad indígena, la cual exploró entre las celebraciones romanas, cuál podría ser un puente que pudiese ser “leído” icónicamente sin chirridos por romanos y por hispanos, pero no se trata exactamente del tema de las Tindarias.

En primer lugar, consideramos que lo más evidente del motivo es la autoafirmación del grupo social de equites, caballeros capaces de pagarse un atondo.

Un aspecto muy importante del motivo iconográfico es que en la in- mensa mayoría de emisiones, el jinete no lleva lanza u arma ofensiva equivalente ¿estamos realmente ante el heros equitans hispanus?

82 VI ACUÑACIONES ROMANAS CON LOS DIOSCUROS

Muchos magistrados monetales romanos adoptaron el tema icónico de los Dioscuros en el reverso de las monedas que acuñaron en esta época republicana (CRAWFORD, 1974: 625s.). Aparecen generalmente ambos gemelos, cabalgando en dirección casi siempre a la derecha. A veces van tocados, pero normalmente con yelmos tipo Montefortino o de un tipo pileatus similar, no con un casco abierto tipo tesalio- atico pasado a la Campania. Así las acuñaciones de C. Terencio Varrón (SYD- ENHAM., 1952: nº 199, s. 6 p. 22), de 175-172 a. C, Q. Lutacio Cercón, de 165-155 (SYDENHAM, 1952: nº 274, III, S. 9 (A) p. 29 pl. 17), Sextus Quintilius de 165-155 (SYDENHAM, 1952: nº 287, III, S. 9 (C) P. 30 pl 17) familia Decia (magistrado indeterm.) (id. 1952: nº 290a, III S. 9 (C) p. 31 pl. 17) pertenecientes al período III de Mattingly / Sydenham y los siguientes, atribuibles al IV período: familia Cecilia Metela (magistrado indeter.) c. 155-150 a.C. (SYDENHAM, 1952, nº 317, IV S. 12 p. 35); fam. Matiena c. 155-150 a.C. (ID.,1952 nº 320, IV, S. 12 P. 36); fam. Furia Purpurea (indeter.) c. 155-150 a.C. (ID., nº 330, IV, S. 12 P 37 pl. 17); fam. Baebia Tampilia (?) (indet.) c. 155-150 a. C. (ID., 1952: nº 334, IV S. 12 P. 37 pl. 17); L. Coilius, c. 150-146 a.C. (ID., 1952 nº 347, IV, S. 13 P. 39 pl. 17), Gn. Domicio Ahenobarbo I c. 150-146 a. C. (ID., 1952: nº 349, IV, S. 13, P 39), M. Atilio Sarano, c. 145-138 a. C. (ID., 1952: nº 377, IV, S.15, P 43), C. Escribonio (Scribonius) c. 145-138 (ID., 1952: nº 380, IV, S 15, P. 44 pl. 18).

Estas emisiones son en conjunto el período de mayor y más variada presencia de los Dioscuros en la amonedación romana, relacionada con tradiciones de las gentes de la nobilitas romana (CRAWFORD, 1974: 725 s.).

Pero de todas estas emisiones, la más relacionadas con Hispania son las de la gens Sempronia, que puede ser por la época, el Tiberio Sempronio Graco abuelo de los famosos tribunos de la plebe revolucionarios, quien realizó la pacificación de Hispania en 179 a. C. y estableció unos pactos con los indígenas que respetó cuidadosamente, tanto él como casi todos sus sucesores hasta 154. Las monedas (SYDENHAM, 1952: nº 289, III, S. 9 (C) P. 31 pl. 17) fueron acuñadas por cuatro Gracos (Gracchus):

1. Ti. Sempronio Graco; 2. L. Sempronio Pitio; 3. Ti Sempronio Graco; 4. L. Sempronio Graco y C. Sempronio Graco (BABELON, 1985,

83 L. PÉREZ VILATELA

I : 428 429). Las acuñaciones de esta familia se datan entre 165 y 155 a. C.

Las campañas de Ti. Graco marcaron un hito en la conquista romana de Hispania (Sempronius Gracchus RE nº 53; FATÁS, 1975: 269 S.) por la importancia de sus pactos y sobre todo por la pacificación. El otro Graco magistrado monetal de este período, fue su hijo, Ti. Sempronio Graco (RE nº 54), quien fue cuestor de Escipión Emiliano Numantino ante estos celtiberos irredentos en 137 y padre de los tribunos revolu- cionarios.

Como la magistratura de triumviro monetal formaba parte del conjunto de los viginti sex viri republicanos romanos, sabemos que se ejercía en los prolegómenos de la carrera política de los jóvenes que se la podían permitir, eran prácticamente siempre familias senatoriales, patricias o plebeyas, jóvenes de veintisiete años que iniciaban su cursus honorum. (BABELON, 1914: 241 s.; PINK, 1946: 113 s.; ID., 1952: 1 s.); BLANCHET, 1896: 14 s.). Esta condición nos impide tomar en cuenta al Graco nº 53, el pacificador y hombre de grata memoria en nuestra historia, que era ya cónsul en 180, magistratura para la que se exigía más edad que para triumviro monetal. Difícilmente pudo haber re- trocedido en categoría y edad para acuñar después de 155. Nos queda pues el segundo, Tiberio S. Graco, el nº 54 de la Pauly-Wissova, el que ejerció de cuestor del cónsul Hostilio Mancino, vencido ante los muros de Numancia en 137 a. C.

Hasta aquí hemos revistado algunas acuñaciones en que aparecen ambos Dioscuros, vestidos e incluso armados, pero los numismas más relacionados con la fiesta de las Tindáreas o Tindáridas son los que siguen.

La mayor semejanza icónica que hemos podido encontrar se da en los denarios acuñados por el triumviro monetario Tiberius Quinctius Trogus circa 105 a. C. en el Sur de Italia, acaso en Rhegium en cuyo anverso figura la cabeza de Hércules, pero en cuyo reverso aparece un jinete desnudo y laureado conduciendo su propio caballo y otro desmontado galopando hacia la izquierda. Debajo de las patas de los caballos, una rata y a ambos lados, Ti / Q. En el exergo D.S.S. en hondorrelieve y en el campo superior una letra, que puede ser casi todas las del alfabeto, según series, a menudo con un punto situado bien encima bien abajo o en uno de los lados (SYDENHAM, 1952: nº 563, V, S. 25 P. 76 pl. 19).

84 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA

Hay una emisión algo diferenciada que algunos numísmatas la consi- deran diferenciada: es algo mayor de tamaño 19´5 mm., por 18 mm. la anterior y 3´855 gr. ésta, algo más pesada que la anterior con 3´855 gr. La iconografía es la misma, salvo que en el reverso esa letra por encima del exergo y del caballo es siempre V con un punto debajo.

Siguiendo con el parecido iconológico, otro que he podido localizar es la emisión de denarios de Cayo Marco Censorino de 86 a.C. –aunque la mayoría de emisiones de Ikalku(n) son anteriores– que presenta en el anverso las cabezas de Numa Pompilio barbado y con diadema, en compañía de la de Anco Marcio imberbe y también diademado, mirando a derecha y gráfila. Se trata de dos de los antiguos reyes de Roma. Y en el reverso, lo que más nos interesa: un hombre joven con látigo sobre un caballo y llevando otro desmontado (¿sobre el que eventualmente podría saltar? se suele apostillar, sin que se den más razones).

El joven se toca con un gorro –mejor que un yelmo– puntiagudo, pileatus. Cabalgan hacia la derecha, el joven no lleva escudo ni armas ofensivas; su tronco parece desnudo o de ropa muy ajustada y el caballo no montado va adelantado al otro (SYDENHAM, 1952 nº 713 y 713 b, VI, S. 32 (B) P. 111.).

Queda, en fin una emisión de C. Calpurnio Pisón, hijo de Lucio, Frugi, c. 64 a. C., en cuyo reverso va un jinete desnudo en un caballo, sin el acompañamiento del otro équido, cabalgando hacia la derecha, sin tocado y agitando un rebenque, como el anterior, con el rótulo C. PISO L.F. FRV bajo el caballo (SYDENHAM, 1952: nº 867, VII, S. 40, clase A 13-C P. 114) de tipos muy estilizados, algo tosca pero sin buscar la abstracción de la simetría radial o nodular céltica que hallamos en las monedas galas y de Ikalkum.

La carrera del jinete de las Tindáridas terminaba probablemente en el templo de Dea Nemesis Regina (CIL III, 827; DOELGER, 1920: 64; SCHWEITZER, JDAI 46, 1931: 175 S.; sobre su culto en Roma, GURY, 1986: 608 s.).

85 VII PARALELISMOS CON LAS MONEDAS DE IKALKUM

Revistados estos paralelismos en las acuñaciones romanas en la Urbs o en Italia nos apercibimos en seguida de que la iconografía del caballero único con dos monturas es más antigua en Hispania que en Roma. Obviamente, esto no significa que la fiesta de las Tindáridas hubiese de ser posterior a estas series de acuñaciones hispánicas, las cuales habrían comenzado a principios del siglo II a. C. con la “clase I” (VILLARONGA, 1988: 70 s.). La presencia del ejército romano aceleró un proceso de inmersión en la economía monetal para el cual los indí- genas estaban ya preparados y que había prendido en diversos puntos del oriente y Sur de España (ALLEN, 1980: 80; KNAPP, 1977: 1 s.; ID., 1979: 465 s. VILLARONGA, 1979: 119; ID., 1984: 205s.). Villaronga (1994) y Almagro- Gorbea (1995: 235s.) nos han mostrado, con argumentos autónomos y complementarios que el jinete lancero era preexistente a la invasión romana.

Aunque no la hayamos encontrado representada, la carrera de las Tindáridas debía haberse institucionalizado en Roma antes del 105 a. C., la fecha más antigua que hemos podido documentar con una icono- grafía específica y propia. Quizá hubiese ido creciendo la popularidad de esta celebración a lo largo de la vida de la República Romana. Podría haber habido un motivo “iconológico” no reflejado plásticamente sobre materiales duraderos, aunque en teoría los indígenas podrían haberlo conocido por dibujos o por sus visitas a Roma.

Pero de lo que no cabe duda, en este punto de la investigación, es que si no hubiese existido previamente una ceremonia indígena parango- nable, previa al contacto con los romanos, nunca se hubiesen acuñado estos reversos numismáticos.

Lo que sí pudo haber sucedido es que, de los rituales que celebraran los hispanos secularmente, escogiesen como motivo monetal uno que resultase interpretable o vagamente familiar a los dominadores roma- nos, mimetizando un mito hispanocelta bajo una apariencia ambigua cara a aquéllos.

Descartamos pues que los numismas de esta ceca se hayan limitado a seguir modelos romanos servilmente. De hecho, se acuñaron para agilizar los negocios de esparto, caballos, sal, cereales y ganado en

86 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA el Sur de Celtiberia y se escogió el motivo icónico porque era impor- tante para la comunidad de Ikalkum. Adicionalmente se le dió a la iconología del mito una iconografía que diese confianza anegotiatores, soldados y publicanos romanos, quienes transitaban frecuentemente la vía hacia el Océano. Como recuerda Almagro-Gorbea (1995: 247) los equites Campani, dirigentes de sus ciudades, favorecieron un gran desarrollo del artesanado (D´AGOSTINO, 1988: 570s.), lo cual creemos evidente en este caso hispano concreto, tal como sospecha el autor. Si las amonedaciones de Ikalkum hubiesen sido una mera exigencia de los romanos, cabría pensar en imitaciones más fieles y serviles de las cecas de los vencedores y no introducir tal cantidad de mixtificaciones y variaciones respecto al tema imitado (cf. GARCÍA y BELLIDO, 1993: 97s.).

En fin, aparte de la metrología, ajustada al patrón del denario romano ¿qué hay verdaderamente de romano en esta iconografía? Tendríamos:

- la presencia de un jinete que al que acompaña otra montura em- bridada, como en las Tindáridas. - la postura de corveta del caballo, por lo demás común a muchísimas cecas del Mediterráneo, y particularmente si tratan el tema de los Dioscuros. - la perspectiva solapada de ambos caballos que hace adelantarse al que queda más profundo. - el yelmo tipo campano de muchas series, tocado que aparece pocas veces en las emisiones romanas de los Dioscuros. No conozco que haya habido en Hispania yelmos de este tipo antes de finales del siglo III, pero la arqueología nos dará su último veredicto.

No pueden calificarse de romano el arte de estos numismas, pues ya practicaban un realismo clasicista muchas de las cecas de inspiración emporitana o massaliota. Sorprende la excelente factura clásica de mu- chas series, superiores en arte a la mayoría de acuñaciones denariales romanas, acuciadas por las prisas de los magistrados (BLANCHET, 1896: 14 s.; ID., 1954: 1 s.; PINK, 1946: 113s.; ID, 1952). En otras emisiones la tendencia artística es más abstracta, nodular en busca de una simetría radial, o sea más lateniense (PÉREZ VILATELA, 2002: 70 s.): muestra la hondura de gusto entre celtas hispanos y galos –aunque los de esta ceca podían ser proteicos según emisiones hacia un sentido u otro, o intermedias–.

87 L. PÉREZ VILATELA

En la casi totalidad de emisiones romanas de los Castores, aparece una estrella por encima de los dos hermanos; no así en las dos últimas de denarios que hemos señalado con jinete único y desnudo, las de Quinctio Trogo y de Censorino en las cuales aparecen sendas letras y un roedor a sus pies. Ni la estrella, ni la letra única ni la rata aparecen en la ceca conquense. En la de Calpurnio Pisón no hay ni estrella ni letra por encima del jinete y los caballos ya no posturan en corveta sino que galopan tendido como en la de Censorino y hacia la derecha, de factura muy elemental, ruda y extremadamente abstracta no lateniense.

En las acuñaciones de Ikalkum, el jinete y ambos caballos fintan en gaveta y siempre se dirigen a la izquierda. Esta dirección es anómala en los denarios romanos, puesto que éstos daban un valor negativo, “siniestro” al lado izquierdo en general. Cuando en las acuñaciones, aparece un équido montado avanzando hacia la izquierda, hay casi siempre alguien a punto de ser aplastado por las patas del caballo como en los ejemplos de Quinctio Trogo: una rata; en otras acuñaciones, un bárbaro o cualquier otro enemigo.

No sabemos si el viaje hacia la izquierda del jinete y los dos caba- llos de Ikalkum indican también un viaje al Más Allá, pero no puede ni mucho menos, descartarse. Como en las acuñaciones de Censorino y Calpurnio Pisón Frugi no hay adversarios presentes, sus caballos galopan hacia la derecha.

Los jinetes de las acuñaciones romanas comparables van desnudos, en cambio los de la ceca castellana van completamente vestidos equipados con el atondo de un eques hispanus pero sin atacar, inofensivo, sin la lanza tan habitual en la numismática antigua española del “jinete lancero”.

En la emisión en que el caballero va armado con tres venablos, tampoco es agresivo, sino que los lleva al hombro, como en otras cecas el jinete con la palma.

Hay una clara voluntad de que se distinga cada elemento de la panoplia del jinete –salvo la inexistente lanza–: yelmo, botos, escudo mayor que una rodela hispana característica, y capa al viento.

Tanto en las figuraciones más realistas como en las de tendencia lateniense las patas traseras de ambos caballos ofrecen una estructura radial comparable a un fragmento de esvástica.

88 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA

Nunca aparece ni estrella (habitual cuando figuran ambos Dioscuros) ni letra alguna por encima de jinete y caballos.

Casi siempre los caballos fintan en corveta, pero en algunas series aparecen cabalgando (VILLARONGA, 1988: lám. V nº 37 y 40; VIII nº 31) o bien con las patas al aire el más profundo y las cuatro en tierra el más cercano (ID., 1988: lám. VII nº 20).

89 VIII HEROS EQUITANS HISPANUS

Esta feliz expresión de Almagro-Gorbea define a la vez un motivo iconológico que aparece tanto en numismas como en la plástica en ge- neral. Esta idea plasmada en la amonedación se resuelve mediante el jinete lancero en reversos y la cabeza varonil en anverso (ALMAGRO- GORBEA, 1995: 235 s.) en un buen número de cecas del Valle del Ebro y la Meseta principalmente. La iconografía de las mismas, según este autor es nítidamente hispánica.

La ceca de Ikalkum también emitió una serie con este motivo (GUA- DÁN, s.f. :72), donde cabría precisar que el arma ofensiva es efectiva- mente una lanza, lancea, palabra hispánica (Quint. XV, 30, 7; HÜBNER, 1893: LXXX I) no una jabalina o soliferreum arrojadizo.

Continuando con la iconografía de estos numismas, ya hemos preci- sado algunos extremos en un trabajo anterior (PÉREZ VILATELA, 2002). Conviene ahora ajustar algunos extremos.

- el yelmo del jinete es preferentemente campano en la mayoría de emisiones, pero alternan otros tipos variados en el resto: cónicos, semiesféricos, con grandes carrilleras; incluso los de tipo campano divergen: con pedúnculo o sin él, más abiertos o menos, con cubre- nucas más o menos caído. Por tanto, podemos deducir que la forma del yelmo no es definitoria del motivo iconológico sino sólo el hecho de portarlo.

- la rodela es de un tamaño considerablemente superior a la caetra de infantería y algunos jinetes en bulto redondo. Su representación es de lo más realista de la panoplia: unas claveteadas, otras con broquel, otras con broquel y umbo. Responde sin duda a prototipos reales, que existieron, aunque menos mencionados por la literatura antigua –a excepción de Silio Itálico–, quizá precisamente por ser mucho más semejantes a los empleados por los griegos y campanos principalmente.

- los botos de montar, a veces abiertos por delante, la capa o al vuelo, o esclavina –pues a menudo, incluso considerando el ondeo, es muy breve, pero puede ser por motivos estereométricos o de pura falta de espacio–.

90 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA

- el rostro se ve rasurado, lo que a veces se ha considerado “barba” en alguna emisión, son realmente los quijotes y / o gorguera del yelmo.

- la factura es a menudo de gran calidad, yendo desde un realismo clasicista a ejemplares labrados en punteado con nódulos que evocan una simetría no ortogonal ni oblicua sino con tendencias radiales, espirali- formes, o en serpentín (supra) que evocan el dinamismo lateniense.

En tesorillos monetales de la zona (Plana de Utiel y piezas privadas de Motilla) hay ejemplares de monedas galas (PÉREZ VILATELA, 1999: 269s.).

Este jinete, totalmente vestido, atildado y con panoplia –salvo en la serie de la pica y la de los venablos al hombro (vid. fig.)– pero gene- ralmente sin armamento hiriente, ofensivo y eso sí, siempre precedido por ese otro caballo desmontado pero con brida ¿qué mito representa? ¿qué significa?

Una parte pequeña de la cuestión podemos encarrilarla: de alguna manera, este caballero está relacionado con la “heroización ecuestre” (BENOIT, 1959: 281 s.; BLÁZQUEZ, 1959: 281 s.; ID, Dicc, s. v. : 103 s.; ID, 1977: 278 s.; CHAPA, I, 1980: 15 s., BRELICH, 1958; etc.), llevada a la numismática (ALMAGRO-GORBEA, 1995: 253 s.).

Sin embargo discrepo ligeramente de mi maestro en un punto con- creto: opina que los numismas de Ikalusken (1995: 249 n. 17) reflejan la táctica de usar dos caballos propia de los desultores itálicos y metabatai helenos, que era distintiva de nobleza, en especial de la clase ecuestre (ALFÖLDI, 1965: 23), lo que seria un argumento de peso si una parte de las emisiones contuviese la figuración de un jinete con armamento ofensivo. Pero ya hemos visto que esto sólo ocurre en una rara acuña- ción, apenas prodigada. Tampoco puede hablarse de un sucedáneo de la pica, como la palma, o cateia o falcata. Su inoperancia heridora es significativa.

No obstante, es evidente que los equites celtibéricos de Ikalkum, insertaron en el mitologema que emblematizan los reversos de sus mo- nedas, su propio orgullo de casta, orgullosa y, sin duda, gobernadora de la ciudad, mediante un senado y una asamblea, instituciones comunes a las aristocracias celtibéricas –sin menospreciar por ello los vestigios institucionales de cargos posiblemente fosilizados–. Las imágenes

91 L. PÉREZ VILATELA monetales del jinete está hecha a la manera de la mentalidad de un grupo social específico, el de los equites, pero al tener ellos el dominio del oppidum y haber trascendido este ciclo mítico al conjunto de la sociedad de la ceca Ikalkun se vuelve una emblemática idiosincrática de una ciudadanía. El ascenso de este grupo social causaría detrimen- to en monarquías de reges autoritarios con verdadero poder político como hubo pasado en , pero los reges y reguli institucionales, hereditarios y con funciones rituales y sacras cuanto menos, no desapa- recieron ni de Celtiberia ni del conjunto de la Hispania céltica (CARO BAROJA, 1971: 51 s.).

Es cierto que entre los celtas de la Meseta no suelen aparecer reyes al frente de fuerzas militares, pero sí mencionan las fuentes al rey (H) ilerno que figura entre un ejército de vacceos, y celtíberos (Liv. XXXV, 7, 8) y seguramente al frente del mismo, capturado vivo en 193 a. C. por M. Fulvio pero no es el único, pues ante la previa invasión cartaginesa se menciona al rey Tagus (Sil. I, 152-180), en la zona, con- siderado a veces prosopopeya del río homónimo, ejecutado entre 237 y 228 a. C. por Amílcar Barca.

Ya en Joaquín Costa (1879) está el germen de la investigación sobre el ascenso social de la clase de los equites, los dominadores del caballo. Caro Baroja (supra) consideraba que los reguli mencionados en las fuentes son equivalentes a los principes, lo cual considero muy dudoso, pero sin duda llevaba razón cuando diferenciando a estos “príncipes” de los nobiles equites consideraba a estos últimos como a una clase (social) especial (cf. Liv. XL, 47, 1 s.).

El jinete con lanza larga es uno de los “motivos iconográficos clave” entre las estelas de los territorios llamados posteriormente (época imperial romana) conventos cesaraugustano y cluniense y que corres- ponden al valle medio del Ebro desde los Pirineos al Sistema Ibérico y a la Meseta superior con la costa vascongada y cántabra. Hace más de veinticinco años que Marco Simón (1978) estudió monográficamente estas estelas.

Desde entonces, lógicamente han aparecido algunas más, pero sus motivos decorativos se abarcan por lo general en el repertorio aludido. Las representaciones ecuestres (MARCO, 1978: 33s.) no son todas de jinete armado, pero sí las más numerosas. Hay diferencias con la amonedación: en el ámbito de las estelas la técnica es sumaria

92 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA y predominan los que avanzan de izquierda a derecha. Falta dominio de la perspectiva y la tendencia a la rigidez es constante. El relieve es plano, si bien en las de Clunia (Peñalba de Castro-Coruña del Conde, So. -Bur.) hay mayor sensación de bulto redondo. El équido va siempre provisto de riendas y en algunos ejemplares se permite apreciar la silla, la muserola e incluso el ataharre, o la baticola, petral y cincha.

Es interesante que todos los escudos de tales jinetes sean rodelas, también mayores que las que aparecen en toréutica, pintura cerámica o descripciones de autores antiguos –quienes suelen describir más bien las de infantería–. Caro Baroja (1976: 163s.) pensaba que estas estelas pudieran aludir, además del jinete concreto heroizado a una divinidad masculina ecuestre como la que tenían los celtas de otras regiones de Europa, los germanos e incluso los pueblos clásicos.

Con este dios se relacionarían las estelas de Clunia y de San Juan del Monte por ejemplo. Lo mismo pensaba Lambrechts respecto a los diversos monumentos galos en que aparece el jinete (LAMBRECHTS, 1951: 120). A Marco Simón (1977: 35) no le parece aceptable que tales estelas lleven representada una deidad equína, aunque reconoce que el caballo tenía para los indígenas un sentido religioso claro y que “po- siblemente fue objeto de culto”. También Ramos (1993) cree que hubo un dios- caballo entre los iberos del Levante español.

El caballo daimon psicopompo ha venido jugando un doble papel, uránico y ctónico, siendo éste más antiguo (DURAND, 1960, 71 s.). Según este autor, la asimilación del caballo celeste al caballo ctónico implicaría un proceso de eufemización evidente, en el que reside un ejemplo típico de la vida de los símbolos que, bajo presiones culturales, transmigran y se cargan de significados diferentes.

Ritos sepulcrales muy antiguos relacionan al caballo con la vida de ultratumba: el mito aparece como prolongación de una constumbre funeraria general y muy antigua, el rito de sepultura con un carro o pieza de enjaezar, un caballo u osamenta del mismo que materializa en la Ultratumba la creencia mágica en el último viaje. Rito y mito tienen el mismo origen; pero éste ha sucedido a aquél: el caballo dentro de la tumba es el origen del caballo sobre la estela (BENOIT, 1954: 31). Según Blázquez el ejemplar de Alcalá de Guadaira es el más antiguo de la heroización ecuestre en la Península (BLÁZQUEZ, 1962: 405) al que seguirían muchos otros.

93 IX LOS EQUITES Y LA AMONEDACIÓN

Con la crisis general, la stasis que afectó a las poleis griegas a partir del siglo IV a. C. y para cuya información hay bastante bibliografía en castellano, los hippeis, los aristócratas poseedores de caballos procura- ron cerrar filas ante los ciudadanos simples, labradores y artesanos que combatían como hoplitas y que eran quienes solían ganar las batallas, y no digamos frente a los crecientes grupos de mercenarios, desclasados y exilados que pululaban por doquier la Hélade.

Así que tomaron como emblema de las amonedaciones oficiales de diversas poleis el jinete lancero, que representa a un hippeus, a un eques, como elemento substancial de la afirmación de la existencia de la ciudad- estado, la polis, por más que esa iconografía concreta provi- niese de patrones regios como el jinete con pica de caza de las monedas del reino de Macedonia en la primera mitad del siglo IV (KRAAY, 1976: nº 507) cuya imagen es la del rey cazando, ideología de antiquísimas raíces en la Historia (Egipto, Mesopotamia) o en la Prehistoría (vg. la pintura rupestre franco-española).

Las monedas de Alejandro II de Feras nos presentan ya al caballo en posición de corveta (369-358 a. C.) (KRAAY, 1976 nº 388; FRANKE - HIRMER, 1972: 470) como nos ha recordado Almagro- Gorbea (1995: 243), finta que habría de ser imitada por numerosísimas cecas his- panas.

Paradójicamente, las sociedades gala e hispano-celta, en las que la monarquía soberana y autoritaria estaba más bien en decadencia (no así en Hispania en sus aspectos rituales y sacros) sin haber desaparecido ni mucho menos, escogieron motivos de iconografía monetal tomados de monarcas o tiranos absolutos del mundo helénico. Así Duval (1987: 30 s.) o Allen, (1980: 139) nos han hecho ver la enorme influencia de Filipo II de Macedonia como icono al modo del “héroe tracio” asociado a su dinastía (FRANKE - HIRMER, 1972: nº 562-563; PICARD, 1986: 72 s., etc.). Pero la mayoría de acuñadores hispanos o galos tomaron ese tipo de caballo encorvetado con jinete emblematizando a un hippeus o eques.

Almagro-Gorbea ha seguido la ruta hacia occidente de este moti- vo icónico y también el del caballero montado de la misma forma y

94 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA sosteniendo una palma y señala que se relaciona con los Dioscuros (HERMARY 1986: nº 6) y cuyos prototipos intermedios entre Macedonia y península Balcánica en general e Hispania están en numismas de Tarento en Sicilia y los Abruzzos, el Bruttium en Italia (ALMAGRO- GORBEA, 1995: 243).

Nos interesa más el muchacho con palma que el jinete lancero, puesto que el primer motivo que en Hispania es estrenado por los numismas de Kese (Tarraco) pudiera tener alguna relación con los Dioscuros, de la misma manera que el jinete y las dos monturas de Ikalku(m), pero en este caso, de una forma muy diferenciada, reflejando un aspecto del mito que deviene casi en otro diferente.

Es cierto que el jinete joven con palma, cuya iconología proviene también de Macedonia, además de joven, va desnudo y sin tocado, (LE RIDER, 1977: 366), circunstancias éstas que se dan en algunas emisio- nes de Kese, aunque no en todas.

Hay, en cambio substanciales divergencias respecto a lo romano. En líneas generales puede decirse que hay aproximaciones iconográficas conscientes hacia lo romano, pero inconexas, según el criterio romano: hay coincidencias puntuales tomadas de la medallística romano –aun- que no siempre– pero la iconología y el pensamiento que las informa es indígena, hispánico.

Por añadidura, cabe señalar que también entre las amone- daciones de las cecas hispánicas, este motivo es excepcional. El más abundante, el del “jinete lancero” es re-creación hispánica (ALMAGRO-GORBEA, 1995: 235s.) del cual aparece una sola serie en Ikalkum (GUADÁN s.f: 72) cargando con la consabida pica hacia la izquierda y una variante substancial, más próxima por su pose al jinete con palma de Kese y algunas cecas del valle del Ebro y que aquí consiste en un manojo de tres venablos reposando sobre el hombro izquierdo. Se trata de un par de motivos muy minoritarios entre las emisiones de esta ceca (VILLARONGA, 1962: tipos 70-72; VIVES, 1924: tipo 4).

En fin, que aunque en la abundante amonedación de Ikalkum se presenten otros motivos, tanto en los denarios como en los bronces, el enormemente mayoritario es el del jinete con los dos équidos, tema insólito realmente en Hispania, pero también en Roma.

95 L. PÉREZ VILATELA

¿Cuáles son pues esas diferencias últimas entre estos numismas y esa escasísima iconografía romana que exhibió este tema? Buena parte de ellas ya las hemos adelantado: el jinete hispano porta toda su vestimenta y atondo, salvo la pica –con las escasas excepciones seña- ladas–, en cambio en los romanos el jinete es un adolescente desnudo o como mucho, tocado de un gorro y un látigo en la emisión de Marco Censorino.

Ni en los numismas romanos, ni en los hispanos puede apreciarse detalladamente el équido que queda en segundo plano, pero sí su cabeza, la cual va embridada en la ceca hispana con la muserola y la brida, de la misma manera que la montura del jinete del primer plano.

96 X NOMBRE DEL CABALLO Y NOMBRE DE LA CIUDAD

¿Qué pueden significar pues los iconos de estos numismas hispáni- cos?. Nuestra hipótesis parte de haber identificado el radical lingüístico que da nombre a esta ciudad, Ika, Ica, que probablemente, a la luz de lo que conocemos del celtibérico escrito con alfabeto latino fuese en origen Iq(q)a, “ la yegua”, con un sufijo primario en - l -, similar al que aparece en otros gentilicios hispanoceltas de origen zoológico: así los Bibali, (Plin. NH III, 28) que han dado nombre al actual río Búbal, afluente del Miño; en latín haybubalus (Ven. Fort. carm. VII, 7 y 21). En griego, tenemos boubalos, boubolis, que se considera la fuente del préstamo latino, pero también en Occidente, el prestatario pudiera ser el celta. Si la -l- del infijo implica diminutivo, el nombre de la ciudad seria pues “ la potranca”, siendo un arcaísmo lingüístico fosilizado.

El jinete hispano es un eques con todo su equipamento, salvo la lanza, lo que resulta un enigma. No hay nada de “desnudez heroica”, que también era una figura sociomilitar bien conocida en Hispania, en estas monedas. No hay nada de corona de laurel.

En algunas acuñaciones romanas que representan a los Castores aparecen sendas estrellas sobre las cabezas de los gemelos divinos remitiendo a su origen uránico y al catasterismo que Zeus les conce- dió, pero nada de este plano celestial está presente en los numismas conquenses que tratamos.

¿Qué nos queda?. Siendo plenamente conscientes de que se nos escapará buena y sustanciosa parte, nos creemos autorizados a emitir este dictamen: a diferencia de la iconografía monetal romana, aquí los caballos son lo fundamental, no los Dioscuros, aunque eventualmente los hispanos pudiesen o incluso quizás alentasen el sincretismo. Los caballos se refieren a la diosaIca, estrictamente cognata de la lusitana Iccona y de la también celtibérica Epona (evolucionada lingüísticamen- te al modo goidélico). Ica (Iq(q)a) sería un fósil lingüístico ajeno a las novedades que se presentaban en Celtiberia, similares o influidas por los dialectos galos, al modo britónico, del celta insular *q>p, Epona. (las formas y procedencia: Epona, CIL, II 5788, Sigüenza; Epana, A EspA 14, 204, Comillas).

97 L. PÉREZ VILATELA

Icca, Iccona es la primigenia Epona hispanocelta o al menos, la de nombre más arcaico. El desarrollo de Icalcun es la ya mencionada -l- y el sufijo ku(m)- acaso declinado en genitivo plural -um, donde proba- blemente la nasal quiere reproducir una (m), o en todo caso, un sufijo capaz de nombrar a un colectivo, como han supuesto algunos estudiosos respecto al texto musivario de “La Caridad” de Caminreal que ostenta Usekerdeku (VICENTE et ALII, 1993: 747s.; PÉREZ VILATELA, 1992: 361 s.) y las monedas con epígrafe Colouniocu (LEJEUNE, M189; MLH I,1,A 67-1). En alfabeto latino se presentan los numismas de Clunia: COLONIOQ. (MLH I. 1, A.67.2) y los petroglifos de Peñalba TULLOS CELOQ. (LEJEUNE, GM -12; MLH IV, K. 3. 14) cuya articulación, al menos la latina –escogida por los celtíberos, ante las opciones / C / o / K /– obligaba a una oclusión tan retrasada que implicaba una articulación de una /q/, una consonante labiovelar.

La nasal final o interconsonántica –en caso de Ikalkunsken– tenía escaso cuerpo fonético y apenas si se pronunciaba.

Al igual que hay sufijos celtibéricos en ko- - precedidos de consonante en la onomástica como el Irkos que leí entre las inscripciones arranca- das de Peñalba (PÉREZ VILATELA, 1993: 229) aquí tenemos el sufijo –ku(m) tras la consonante - l -.

No obstante, en Hispania, el desarrollo más extendido de este radical céltico fue equo-, equa- que aparece en la ya mencionada inscripción del Museo Arqueológico de Barcelona, procedente de Peñalba de Villastar (TOVAR, 1955: MLH IV, K. 3.3 ; ecuan de Santisteban del Puerto (H. 3. 1) en escritura indígena del Sudeste o en los Equaesí (plin. NH III 28) de Galecia, así como muy probablemente los de la ceca Equalacos, equalaku (MLH. I. 1, A. 63). Compárese ekualaku con ikalku, formas acaso derivadas de un mismo radical del hispanocelta. Ambas debían significar algo así como “la yegua” o la “potranca”, si el sufijo l- - tuviese matiz diminutivo. En todo caso, la “yegua” esta es el animal heráldico, avatar o psicopompo de una diosa.

Sería muy interesante por su parte, examinar esta alternancia entre / a / y /ua/, vocal y diptongo. ¿Cuál es la más arcaica? Da la impresión, atendiendo al radical indoeuropeo que la segunda. La primera pudiera proceder de una caída de / u /. Aunque pueden ser resultados diversos de una misma raíz coexistentes para designar diferentes cosas. Tal caída es comparable a la de Al(l)uquius, que en fuentes clasicas aparece como

98 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA

Allucius, Aloukios; Doquirus que aparece como Dokkyricus, Dokkourios, (SCHMOLL, 1959: 94; CARNOY, 1907: 32 s.) o los hidrónimos Sicoris, Sicanus, Sequillo, Segura de seiqu o Sequ -, Aquae Cercanae= Quer- quernae; Laccobriga procede de *laquo-; gurdus < *guordus; Band- < Bandu- (SCHMOLL, 1959:104).

Tenemos, además, en estrecha relación con el étimo que nos ocupa Equaesus, onomástico de origen etnonímico (CIL II, 2968), la ciudad de Equosera (Rav. IV, 44= 313, 5) y sita en la calzada entre Cómplutum y Astúrica y la de Equabona (IV, 44= 306, 19) cerca de Emérita: esta última formada a partir del femenino, de la yegua como Iqqa.

La inscripción del “Cabeço das Fráguas” en el centro de Portugal menciona una Iccona, la cual según Tovar (1985: 241) sería un nombre propio y trae a colación el paralelo de un soldado Cesaraugustano L. Icconius L. f. (CIL III 6417), muerto fuera de su patria y que él considera, al igual que nosotros, un dativo, que lleva en aposición, Loiminna, la cual es probablemente la misma Loemina que aparece en la inscrip- ción de Arroyo en Cáceres, comaiam sería el animal ofrecido a Iccona Loiminna en sacrificio; cada ofrenda a una deidad va separada por la conjunción indi, la construcción del onomástico, con un sufijo-(o)na es la misma que en Epo(na), la variante más reciente, cronológicamente en céltico.

Tenemos además en consideración que los lusitanos del Sur del Tajo practicaban, como los indios y los romanos, el sacrificio equino, según una períoca de Tito Livio del año 150 en que se indica que estos hispanos habían sacrificado “en señal de paz” un hombre y un caballo: ... equo adque homine suo ritu immolatis per speciem pacis... (Liv. per. XLIX), según su propio ritual.

El caballo desmontado, que va en vanguardia, es un destral de com- bate y acaso mejor, una yegua. Está listo para ser montado, se adelanta al caballo montado, la muserola, la cincha de la testa, todo hace indicar que está completamente aderezado para la guerra. ¿También para la muerte?

El jinete que le acompaña resulta desde un punto de vista romano, una suma de incoherencias: con su hoplítica completa, pero sin el arma reglamentaria en aquel tiempo, de la caballería, la lanza pero tampoco la palma de la victoria, o de la paz tras la victoria.

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Si pensamos en el festival de las Tindáridas los contrastes con lo romano son máximos: allí el jinete iba desnudo y el caballo no estaba enjaezado para el combate.

Cuando aparece un solo jinete con otro caballo, en la amonedación romana, no lleva nunca equipamento militar.

Cuando la amonedación romana republicana introduce jinetes en sus reversos, lo cual es rarísimo, sólo recuerdo ahora las amonedaciones de Aulo Postumio Albino circa 92-91 a. C. (SYDENHAM, 1952, 613 a V, S. 30 (c) p. 88 los yelmos que predominan no son abiertos, sino puntiagudos, llevan lanza, van en trío, usando el mismo esquema de profundidad y es una acuñación muy posterior a las primeras de *Ikalka.

El parecido se reduce a las patas de los corceles en corveta y a un gran escudo redondo, sin remaches ni broquel ni umbo. Asimismo ca- balgan hacia la izquierda, no hacia la derecha en contra de la mayoría de équidos monetarios romanos uncidos a carros y cabalgando a hacia la derecha.

100 XI EQUUS OCTOBER Y SACRIFICIO LUSITANO

A la llegada de los Idus de octubre, día consagrado a Júpiter y feriado, se celebraba el festival del “caballo de octubre”, conocido sólo gracias al calendario de Philocalus como Equus ad Nixas fit (SCULLARD, 1981: 193 s.)

Un par de bigas –carros de competición de dos caballos– competía en una carrera por el Campus Martius y el caballo de la derecha de la yunta ganadora era sacrificado por el flamen Martialis en un altar constituido a Marte en el mismo Campus. Según Timeo era un corcel de combate que era sacrificado con una dardo por elflamen Martialis.

Era a continuación degollado y la cabeza adornada con pasteles. Los moradores de la via Sacra se peleaban con los del barrio de Suburra por la posesión de este trofeo. Si lo pillaban los del primer grupo, era entonces colgada en el muro de la Regia, pero si lo era por los del se- gundo, en este caso la hacían colgar de la torre Mamilia.

Entretanto, la cauda, la cola del caballo y sus genitales, todavía ensangrentados eran arrastrados hasta la Regia (el edificio donde se reunía el Senado y donde antaño se reputaba que había estado ubicado el palacio de los antiguos reyes). Probablemente era entonces cuando y donde las Vírgenes Vestales tomaban la sangre que guardaban para usarla en la fiesta de los Parilia, el 21 de abril.

El significado de este rito no está claro, los hay quienes piensan en el aspecto militar y quienes enfatizan el aspecto agrario. Festo dice que se hacía para la bondad de la cosecha de la mies. Se argumenta que esta explicación no priva que el sacrificio hecho a Marte no se puede desligar de la purificación del ejército en su regreso de la campaña estival y vinculado al armilustrium “purificación de las armas” que se celebraba unos días después, el 19 de octubre. Como indica Scullard, ambas posiciones contienen elementos verdaderos. No se olvide que el Marte itálico fue un dios de la vegetación y floración, a la par que gue- rrero. Incluso Dumézil, más preocupado por paralelismos de sacrificios guerreros, no menosprecia la faceta agraria (ROSE, 1961: 5 s.), como muy arcaica en el desarrollo de atribuciones de este dios, llamado a menudo Mavors por muchos itálicos no romanos (DUMÉZIL, 1987: 225 s., 242 s., etc).

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Las fuentes literarias que mencionan el festival del Equus October son numerosas, al revés que las epigráficas. Tenemos: Pol. XII, 4, b; Plut. QR.; Paul. p. 197 L; Fest. p. 295-296 L; Paul. p. 326 L.

La coincidencia entre el Equus October romano, el açvamedha indio y el hombre y caballo sacrificado por los lusitanos no puede ser una casualidad. Sabemos que en los dos primeros casos, tal rito estaba estrechamente vinculado con la realeza; no se puede descartar en el caso lusitano, aunque el paralelismo nos obligue a considerar que el sacrificador hispano hubiese de ser de estirpe regia. En los tres casos se produce la oblación después de un período de guerra y en consecuencia de renovación de las fuerzas regeneradoras, vivificantes de la fertilidad (discusión en DUMÉZIL, 1987: 225 s.)

Se documentan en la Hispania antigua otros ritos sacrificiales de caballos, así Estrabón (III, 3, 7), Horacio (Od. III, 3, 7) Silio Itálico (III, 361) además de algunas figuraciones cerámicas, en especial de la numantina (TARACENA, 1923, 61, lám. D; SOPEÑA, 1987: 160, lám. II) de los que ahora no nos ocuparemos.

La relación entre el caballo y la vida de ultratumba es una idea ar- quetípica común a muchos pueblos antiguos. En las estelas antiguas, romanas e hispanas, el caballo constituye, después del banquete el segundo tema iconográfico de la funebria.

Lambrechts (1942: 95 s.) y Thevenot (1955: 131 s.) han señalado la vinculación entre la heroización ecuestre y el culto solar, que es co- rriente en los numismas galos (FORRER, 1968: lám. IX, 452, XIV, 455, 447, 453; XVI, 192, 193, etc.; XI, 82, 459, XV, 474, 476) y pannonios (lám. XXIX, 259, 263) y esto es cierto, pero no lo es menos (aunque sí “menos” aparente) que también hay una vinculación con la Luna y otros elementos.

102 XII ALGUNOS OTROS DATOS NUMISMÁTICOS

Hay una serie de denarios de esta ceca que muestran un motivo singular (VILLARONGA, 1988: lám. VIII, nº 32) en que tras la esclavina ondeante del guerrero aparecen dos crecientes opuestos uno boca arriba y el otro boca abajo unidos entre sí por un trazo. El de arriba contiene una circunferencia en su interior y el que mira hacia abajo un nódulo redondo abultado que queda desplazado hasta el cuerno derecho, del mismo tamaño ambos objetos circulares. Se da además la circunstancia de que el umbo del escudo no está regularmente grabado, sino que la parte inferior y la izquierda están mucho más intensamente incisas que el resto del umbo, formando otro creciente con los cuernos hacia arriba izquierda.

En fin, en el trazado de la cola el artista ha separado el mocho más grueso de la grupa a la que sólo lo une una especie de pelo, de pedún- culo, tal que la cola, que ondea parece una serpiente, máxime cuando este pedúnculo que debería unir la cola a la grupa, al llegar al grueso de la misma se abre como la raja de una boca.

Parece como si el artista hubiese querido inserir en una misma mone- da un montón de símbolos redundantes, funerarios y regenerativos: los crecientes, doble y sencillo, el objeto esférico en el seno del de arriba –y cuyos cuernos miran hacia arriba también–, pero también el creciente inferior con el objeto esférico compacto desviado a la derecha, nuevo cre- ciente con cuernos arriba en el umbo: su desviación más marcada en el flanco izquierdo se debe probablemente a la desviación hacia arriba del brazo izquierdo que sostiene el escudo, puesto que la corveta del caballo le obliga a alzarlo –pero el brazo permanece invisible tras la gran rodela–.

En esta serie en concreto los símbolos acumulados son funerarios y de regeneración: los crecientes lunares, la cola que parece una serpiente que mordiese la grupa del caballo del jinete –el otro no parece tener cola– y los discos (diferentes entre sí) en el seno del creciente, sobre todo el de arriba.

Un jinete guerrero con todo su atondo pero sin posibilidad de herir, sin filo, conduce además de su montura, otra, que va adelantada hacia la izquierda ¿hacia la muerte? Esta montura, la más lejana es una yegua, ¿la yegua iqqa > ika consagrada, cuyo nombre recibe la ciudad?

103 L. PÉREZ VILATELA

El momento elegido es extremadamente ceremonial, como lo era el de los cuños romanos. Pero no es el mismo, sólo la apariencia. No parece que se trate de un tema castóride, de los Dioscuros. No hay estrella, ni aparece nunca el otro presunto gemelo.

El jinete puede ser el mismo heros equitans hispanus de las represen- taciones del jinete lancero (ALMAGRO-GORBEA, 1995: 252 s.). Cuanto menos un eques heroizado, pero no sé si una encarnación del ktístes o conditor, es decir, el fundador heroico. Esta posibilidad es muy probable, pero hay que subrogarla siempre a la yegua desmontada: ella sería –y no al revés– quien conduce al conditor mítico de la ciudad.

¿Podría estar la yegua desmontada destinada al sacrificio?. No parece ser la mejor opción, si la ciudad estaba dedicada a la diosa de las yeguas, pero la mentalidad antigua funciona de muy diversa forma a la actual y en estos aspectos sacrificiales, aparentemente de forma contradictoria.

Los romanos celebraban a principios de su año político la fiesta de las Equirria (27 de febrero, B. III. KAL. MART. EQ. NP y Ov. fast. II, 857-869) y de las segundas Equirria (14 de marzo, A. PR. EID. MART. EQ. NP; Ov. fast. III 517-522; SCULLARD, 1981: 82 y 89).

Y a finales de la temporada bélica, en octubre, se celebraba la fiesta del October equus, el día 15 (PR. ID. OCT.; SCULLARD, 1981: 193 s). Merece la pena tomar nota de ella.

Tenemos por otro lado, documentado el sacrificio equino, el de un varón y un caballo que practicaron los lusitanos en 150 a. C. antes de que Galba cometiese un genocidio con ellos.

Las fuentes documentales indican que Galba se había apercibido perfectamente de que aquel sacrificio era indicativo de paz, no de gue- rra y, pese a ello, decidió atacarlos traicionando su palabra, después de que aquellos lusitanos hubiesen ido cumpliendo sus condiciones de paz: haber acudido a su llamada bajo las condiciones de Atilio, haberse dividido en tres grupos, haberse asentado en tres llanuras correspon- dientes cada una a cada civitas de origen, y haberse desarmado ante la tropa romana (Val. Max IX, 6, 3).

Los reversos monetales de esta ceca, empero, no hacen pensar, no tienen referencia alguna a un posible sacrificio humano, como no fuese

104 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA el del caballero completamente equipado, pero sin posibilidad de herir, carecedor del arma para sacrificar la yegua; arma que había de ser desde su ausencia, una lanza o un venablo como en Roma el Equus October.

Ciertos divisores de Ikalkum nos presentan un caballo parado con el creciente lunar, cuernos arriba por encima del caballo (VILLARON- GA, 1979: 135 nº 315) el cual podría encontrar paralelos en las estelas decoradas de tradición indígena.

Estos divisores nos presentan la potranca destinada al sacrificio, la Luna es el emblema de la regeneración que este significará lo mismo que el doble creciente con los cuernos apuntando en doble sentido arri- ba y abajo los correspondientes a esos mismos niveles: otra forma de indicar que este conductor de la yegua sacra que habrá de ser llevado al sacrificio se mueve también entre el plano de la regeneración y el de la destrucción.

105 XIII UNA HIPÓTESIS SACRIFICIAL

Durante cierto período de tiempo, un año seguramente, dado que es un ciclo vital completo, la joven yegua ha circulado libremente por el ager publicus de la ciudad e incluso de otras, sometidas y aliadas. Durante este tiempo no ha sido tocada por ser humano alguno. Desde la distancia, algún guerrero o tropa de jinetes –compañeros del rey sacrificador– han vigilado para que no sea mancillada, paste, trote y cabalgue. Probablemente, y por comparación con otros sacrificios se- mejantes, tampoco haya tenido cópula con caballo. Quizá no se le haya dejado crecer lo suficiente como para entrar en madurez sexual.

Cuando el año ha pasado, bien un compañero del rex sacrorum o del magister equitum se reviste de sus mejores galas y hoplítica, pero sin ningún arma capaz de herir, particularmente desprovisto de la pica con que suele combatir.

El u otro personaje ¿una sacerdotisa? le colocan la muserola y la brida y no sabemos –puesto que la iconografía nos lo oculta–, si también arzón o silla completa. La yegua es soltada entonces y el caballero a su cuidado procura mantenerse detrás de ella (o esto sea secundario y responda a necesidades de la perspectiva). El hecho es que no la monta, pero tampoco la deja ya campar a su antojo. Conduce a esta potranca por un itinerario bien definido hasta llegar a un lugar predeterminado donde será sacrificada precisamente con la pica o jabalina que hasta ahora ha sido cuidadosamente evitada.

El otro invitado, más que un gemelo del conductor, es el alma del conditor de la ciudad de Iqqa, la de la yegua. La yegua es sacrificada y garantiza la regeneración de las cosechas y pastos, de la reproducción, de las fecundaciones y partos, todo ello después de haber acabado el período del año propio de la guerra y la cosecha (la primavera y el verano).

Como ha señalado Eliade (1981: 114 s.) los pueblos uraloaltaicos si- guen sacrificando caballos a los poderes supremos uránicos. El elemento esencial del Açvamedha será pues para el carácter cosmogónico según Eliade. El Açvamedha es también ritual de iniciación como indican los siguientes versos del Rig Veda (VIII, 48, 3): “Nos hemos hecho inmor- tales, hemos visto la luz, hemos encontrado a los dioses”.

106 ICONOLOGÍA E IDEOLOGIA

Teóricamente aquí se insertarían bien los gemelos divinos, los Açvin de la India hijos del dios del cielo como los Dioscuros, pero ya hemos exami- nado exhaustivamente las amonedaciones de Ikalkum sin haber hallado vestigio icónico del otro gemelo; queda la duda de si no estará muerto. Pero los indicios de geminación no aparecen en las monedas, de modo que todo lo que se pudiese decir de un gemelo ausente es mera conjetura.

Por su parte, la Luna es el primer muerto. La Luna tiene un polisim- bolismo de fecundidad, de regeneración, de inmortalidad por metamor- fosis (ELIADE, 1981: 183 s.). “En realidad todos los valores coexisten en el símbolo, aunque aparentemente sólo funcionen algunos de ellos. Visto a través de las experiencias religiosas, el mundo se presenta como una totalidad. El haber intuido la Luna como algo que rige los ritmos y es fuente de energía, de vida y de regeneración, ha tejido una verdadera red entre todos los planos cósmicos, creando simetrías, analogías y participaciones entre fenómenos de una infinita variedad...” (ID., 1981: 183), entre ellos el sacrificio regenerador del caballo. La ascensión cha- mánica mediante el sacrificio del caballo, que es la ceremonia principal de los pueblos uralo-altaicos tiene lugar una vez al año y dura dos o tres noches. Se escoge un caballo blanco, se enciende fuego en la tienda, el chamán ahuma su tamboril y llama sucesivamente a los espíritus; sale después, móntase en un maniquí de trapo que representa a una oca rellena de paja y mueve las manos como si volase cantando. Invoca al pájaro del cielo para que “venga cantando”, se asiente en su hombro derecho y permita al chamán inicia su ascención a los nueve cielos, de los cuales en el sexto visita la Luna; en el noveno contacta con el dios uránico supremo, Bai Ulgen y le ofrece el alma del caballo sacrificado en la noche (ELIADE, 1951: 170 s.).

Los yakutos creían ver en otro tiempo a sus chamanes subiendo realmente a los cielos: los espectadores los veían volar por encima de las nubes junto al caballo sacrificado.

En el poema uigur Kudatku Bilik un héroe sueña que sube una es- calera de cincuenta peldaños, en lo alto de la cual hay una mujer que le da a beber agua; reanimado ya, puede llegar hasta el cielo. Estos elementos pueden relacionarse con los elementos lunares en Ulgen y su doble Erlik (KOPPERS, 1936: 279 s.; HAECKEL, 1947: 142 s.).

En muchísimos mitos se habla del mensaje que la Luna envía a los hombres a través de un animal asegurándoles que “así como yo muero

107 L. PÉREZ VILATELA y resucito, así tú también morirás y volverás a la vida...”. Las fases de la Luna son un buen ejemplo de creencia en una resurrección. Así lo ejemplifica San Agustín: Luna per omnes menses nascitur, crecit, perficitur, minuitu, consumitur, innovantur. Quod in Luna per menses hoc in resurrectione semel in toto tempore (Aug. sermo 361; de resurr. PL (MIGNE) 39: 1605).

Se comprende pues la importancia de la Luna en las ceremonias de iniciación que consisten precisamente en experimentar una muer- te ritual seguida de un renacimiento. En el caso de Ikalkum toda la comunidad iniciada adquiere una nueva y verdadera personalidad de “hombres nuevos”, regenerados por el rito del sacrificio equino en la fase lunar adecuada.

Los emblemas que acompañan al jinete de las monedas representan al mundo inferior, mundo de las tinieblas (el de abajo, con los cuernos en el mismo sentido) iconizado en la Luna agonizante –cuernos= cuartos de Luna–. El signo de la doble voluta, dos cuartos en dirección opues- ta, superpuestos y atados uno a otro implican cambio lunar continuo (ELIADE, 1981: 196).

108 XIV CODA

En ambos extremos del mundo indoeuropeo, Hispania e India se encuentra rituales prácticamente idénticos de sacrificio de caballo y de relación entre el caballo (o la yegua, en el caso hispano) y la función política –probablemente regia en el sentido sacrificial, en un período en que las poleis hispanas estaban dominadas por los équites aristocráti- cos–. El nombre de la ciudad conquense iqqa-l está relacionado con la yegua y el ciclo sacrificial anual debía ser como una refundación, una continuada renovación del momento conditor en el tiempo.

El jinete que conduce ambos caballos puede ser un gemelo épico o divino, pero no hay datos suficientes para pronunciarse. Lo que si puede decirse es que emblematiza a esa crema de equites que vigilaban el deambular de la yegua destinada al sacrificio, a la diosa Iqq-ona o algo similar.

No da la impresión de que el jinete fuese el sacrificador. Conducía a la yegua a lo largo de un trayecto ritual preestablecido, siguiéndola llevada del ronzal. No llevaba ni punta ni filo. Al llegar al lugar deter- minado por el ritual el sacrificador –probablemente de estirpe regia– lo inmolaba mediante una lanza o jabalina como en el Equus October.

El disco lunar o solar que cobijan los crecientes unidos que se colocan a la derecha del caballero refuerza la anterior interpretación. Podrían ser de imitación púnica (MARCO, 1977: 21) pero son más abundantes en la zona Norte de Hispania donde no hubo población de este origen que en la Bética, costa levantina o Pitiusas.

109 XV BIBLIOGRAFÍA

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114 S. PÉREZ OROZCO Licenciado en Filología Clásica

MORFOLOGIA ETRUSCA

ABSTRACT: In this article are treated differents aspects of the etruscan mor- phology. First the nominal morphology: nominative, genitive, dative both singular and plural, postpositions, determinants and pronoums, gender and nominal suffixes. The second part is dedicated to the verbal morphology: gen- eralities, theme’s formation, tense, mood, diathesis and participles. The con- clusion is that there is a strong similarity with the anatolian languages.

KEY WORDS: Etruscan Language and morphology, Anatolian languages.

RESUMEN: En este artículo son tratados diferentes aspectos de la morfología etrusca. Primero la morfología nominal: nominativo, genitivo, dativo tanto en singular como en plural, postposiciones, determinantes y pronombres, género y sufijos nominales. La segunda parte está dedicada a la morfología verbal: generalidades, formación de temas, tiempo, modo, diátesis y participios. La conclusión es la existencia de fuertes semejanzas con las lenguas anatolias.

PALABRAS CLAVE: Lengua y morfología etrusca, Lenguas anatolias.

115 I INTRODUCCIÓN

El debate en torno a la filiación genética del etrusco se mantiene aún hoy en día polarizado en torno a dos posiciones extremas. De un lado, los migracionistas, que, apoyados en la tradición legendaria y en ciertas semejanzas de orden léxico y morfológico, sostienen un origen anatolio, i.e, indoeuropeo para la lengua etrusca.Entre otros, Woud- huizen y Beekes (1) son, hoy por hoy, los autores más conocidos y más persistentes en tal hipótesis. Por otra parte, Rix y la etruscología italiana tradicional, con Pallotino y Bonfante a la cabeza, han conside- rado básicamente a los etruscos como un hecho autóctono, atribuyendo las conexiones con Oriente a contactos más o menos remotos con Asia Menor. Naturalmente, entre las posiciones extremas, es posible hallar un amplio repertorio de posiciones más o menos eclécticas (2).

El estado actual de la interpretación del etrusco no difiere demasiado de lo que sucede en lenguas como el licio, el lidio o, sobre todo, el cario. Si bien los epígrafes cortos y de contenido más o menos previsible resultan fáciles de interpretar y arrojan una cierta luz sobre el funcionamiento de la lengua, lo que permite establecer una gramática más o menos coherente, los textos largos se resisten al análisis y sólo la existencia de bilingües (por desgracia prácticamente ausentes de momento en el caso del etrusco) ha despejado las dudas al respecto.

En tiempos recientes, el avance considerable que ha experimentado el conocimiento de las lenguas anatolias del I y II milenio permiten, en nuestra opinión, profundizar más en el posible nexo que une la lengua de los rasenna con Anatolia. El progreso reciente en el estudio del cario pone de manifiesto nuevas semejanzas que hasta ahora permanecían desconocidas (3).

Basándonos en los recientes avances, nuestra propuesta en el presen- te trabajo consiste en desarrollar e intentar fundamentar la hipótesis siguiente: la morfologia nominal etrusca puede derivarse perfectamente a partir de un esquema sumamente parecido al que muestran las lenguas anatolias que conocemos. En concreto, a partir de cinco casos, nomina- tivo, acusativo, genitivo, dativo (-locativo) y ablativo, y suponiendo un par de cambios fonéticos triviales, los paradigmas nominales etruscos adquieren una coherencia y una lógica interna creemos que lo bastante convincente como para, al menos, tener nuestra propuesta en cuenta.

116 MORFOLOGÍA ETRUSCA

Por lo que respecta al verbo, el estado actual de la investigación arroja aún muchas dudas y los autores discrepan en los análisis, dada la escasez y la ambigüedad de los datos. Con todo, hacemos nuestra propuesta en el mismo sentido e intentamos aproximar lo poco que se sabe del verbo etrusco a los hechos morfológicos que se conocen en las diversas lenguas anatolias.

Cabe decir, naturalmente, que aún queda mucho por hacer en el campo de la fonética y del léxico antes de poder resolver satisfacto- riamente todos los interrogantes que plantea todavía la relación del etrusco con las lenguas indoeuropeas de Anatolia. En futuros trabajos intentaremos dar respuesta a los interrogantes pendientes.

117 II MORFOLOGÍA NOMINAL

Iniciaremos nuestro estudio con el análisis de la flexión de los nom- bres propios masculinos, que son los más ampliamente documentados, y de algunos nombres comunes cuyo paradigma está testimoniado de manera suficiente. Es suficientemente conocido que los nombres perso- nales tienen algunas peculiaridades en su flexión, aunque encajan bas- tante bien los paradigmas de los nombres propios y de los comunes.

También presentan alguna particularidad los nombres propios fe- meninos, a los que dedicamos una sección a parte (5).

II.1 EL SINGULAR

En los nombres propios de persona masculinos se pueden distinguir fácilmente dos paradigmas distintos, tal como se ejemplifica en el cua- dro adjunto. La pertenencia a uno u otro, sin que pueda determinarse con exactitud su motivación, parece depender de la consonante final del tema. En el caso del paradigma II, las bases nominales parecen acabar en dental o sibilante, mientras que el paradigma I agrupa el resto de los casos.

Por la propia naturaleza de los textos etruscos, es difícil hallar casos distintos a los que constan aquí, de manera que resulta difícil documentar en los nombres personales el caso acusativo y cualquier otro que eventualmente pudiera existir.

IPN masc IIPN masc nominativo Venel Laris genitivo Venelus Larisa Dativo Venelusi Larisale genitivo 2 - Larisal

El paradigma II se distingue del I entre otras cosas por la existen- cia de un genitivo arcaico en –(i)a, que es reemplazado posteriormente por un genitivo en –al (genitivo 2). Asimismo el dativo es radicalmen- te distinto en ambos paradigmas. Cabe decir que no se hallan jamás

118 MORFOLOGÍA ETRUSCA confusione­s ni cambios de paradigma en los nombres propios masculi- nos, al contrario de lo que veremos que sucede en otros paradigmas.

A parte de algunos nombre propios (entiéndase como tales los prae- nomina y los nombres individuales), también siguen el paradigma I los gentilicios masculinos

TLE 78 Araθ: Spuriana nominativo “Arnth Spuriana”

TLE 70, a, b Larθia Supnac genitivo “de Larth Supna”

TLE 940 Spuriesi Teiθurnasi dativo “para Spurie Teithurna”

En los nombres comunes, los paradigmas no se definen tan clara- mente y se observan algunos ejemplos de substantivos que presentan el genitivo en –s junto al genitivo en –l, circunstancia ésta que no se da apenas en los nombres propios (para una excepción véase I.5.2 ).

nombres “pueblo” “hija” “etrusco” “hijo” “sepultura” “tumba” comunes v.sim nominativo seχ rasna clan θaura? suθi meχ

genitivo seχis rasnas clens θauruc cuθic dativo-loc. - clensi θaure

genitivo 2 - rasnal cuθil meχl acusativo θaura suθi

Analizaremos a continuación los diversos casos que parece contener la declinación etrusca, reservando, eso sí, el análisis de los nombres per- sonales femeninos para más adelante, dada su especificidad (I.5.2)

II.1.1 El No m in at i v o

La existencia de nominativos asigmáticos en las lenguas anatolias del I milenio es una evidencia incontrovertible: el licio, el milio, el sidético y el cario dan buena muestra de ello. La evolución -s > Ø también podría postularse para el etrusco y en I.1.4 volveremos sobre ello.

119 S. PÉREZ OROZCO

Que el nominativo singular etrusco carece de morfema, es algo uni- versalmente admitido.

TLE 156 itun turuce Venel Atelinas Tinas cliniiaras “esto dio Venel Atelinas a los Dióscuros”

TLE 37 mini muluvanice Laris LeTaies: “Laris Lethaies me dedicó”

Sin embargo, también quedan restos de un nominativo sigmático en algunos nombres, como nefts “nieto” < *nepots de *nefs rehecho sobre el tema neft- (cfr. lemnio nafoθ ), ο prumts, prumTs “biznieto”< *prompt –s <* pron(e)p(o)t-s, aunque este último parece más bien, por su estructura morfológica, un préstamo itálico.(6)

El lemnio Wanal y el rético, con ejemplos como Schum SZ 1 Laspa Φirima zinaχe “Laspa Phirima lo hizo” v. sim. parecen indicar una evolución análoga.

II.1.2 El Geni t i v o

Uno de los aspectos más característicos de la morfología etrusca es la diversidad de sus terminaciones de genitivo. Por una parte, se asemejan mucho (y cada vez más, según avanza la investigación en las lenguas minorasiáticas del primer milenio) al modelo clásico indoeuropeo y anatolio, con sus genitivo en –s. Por otra, su genitivo en –l, que alterna aparentemente con el anterior confiere al etrusco un aspecto, digamos, “exótico”, con conexiones con las lenguas del sustrato, caucásicas, etc., en todo caso, no indoeuropeas, si bien su relación con el oblicuo lidio en −λ o el genitivo pronominal hitita resulta también un tópico habitual entre los defensores de la filiación anatolia. A ello hay que sumar la presencia de genitivos que no se ajustan a ninguno de ambos modelos y que aparecen en textos arcaicos.

Procedamos al estudio de los tres tipos separadamente.

1.en –s TLE 10 mi Venelus Numclanies “yo(soy) de Venel Numclanie”

2.en –l TLE 721mi suθi Larθial Muθikuc “yo(soy)la tumba de Larth Muthiku”

3.en –a TLE 54 mi Larθia “yo(soy) de Larth”

120 MORFOLOGÍA ETRUSCA

I.1.2.1 El genitivo en –s

En los nombres personales, aparece de manera sistemática asociados nombres del paradigma I, a parte de nombres comunes diversos (véase el cuadro supra).

Valga, a modo de introducción, la comparación de los morfemas de genitivo licio, con el genitivo etrusco en –s. Para la alternancia gráfica s/ c (7).

Como en licio, (véase cuadro inferior), da la impresión que el sufijo se añade al tema nominal directamente, si bien a veces aparece una vocal de enlace, de timbre impredictible, o se perciben rastros de una síncopa vocálica.

Licio etrusco nom. gen. nom. gen- Hla Hlah RamuTa RamuTas Ssewe Sseweh SeTre SeTres *Arppaku Arppakuh VelTur VelTurus

VelTur (PN) gen. VelTuru; seχ “hija” gen. seχis; Tin (ND) gen. Tinc pero Tinas en el compuesto Tinas (cliniiaras) “a los hijos de Tin”, i.e “a los Dióscuros”.

Comparte el etrusco con el pisidio la formación del genitivo añadi- endo un –s al nominativo cfr. suθi cuθic como los genitivos pisidios Μιµουσις ∆(ω)ταρις (nominativo *Μιµουσι ∆ωταρι) (8).

El lemnio –9 como morfema de genitivo aparece asegurado por Holaie9 nafoθ “sobrino/nieto de Holaie” y el rético Schum, WE, 1 lavises/pavises, entre otros ejemplos, también puede interpretarse en dicho sentido.

II.1.2.2 El genitivo en -l

Se documenta en nombres personales masculinos (Paradigma II), antropónimos femeninos (excepcionalmente en PN, de forma extendida en GN), teónimos femeninos como Unial, teónimos masculinos acabados en –s y en nombres comunes.

121 S. PÉREZ OROZCO

Como queda dicho más arriba, la relación a nivel formal entre las formas de genitivo en –l, y el oblicuo lidio en −λ no pasan desapercibidas. Sin embargo, a nivel funcional, las similitudes no son tan evidentes. Con nombres de persona, su uso exclusivo en etrusco es como geniti- vo. En NP masculinos del paradigma II corresponde a un genitivo que substituye gradualmente a los genitivos arcaicos en –(i)a. La forma con NP siempre es –al, con vocal, salvo algunas excepciones: TLE 144, 431 Larθl .

Con nombres comunes y de lugar casi siempre adopta la forma –l, si bien hay ejemplos como TLE 694, 732 cpural genitivo de spur “ciudad” que muestran la forma –al como los NP. Su función, al menos parcial- mente, parece idéntica a la del genitivo, a la luz de ejemplos como LP b 12 Atranes zilacal “del zilath Atrane”; TLE 625 mi Celc Atial celθi “yo( soy) ... de/para Cel Ati (Madre Tierra)”. Atial es el genitivo de ati “madre”.

TLE 632 tular racnal “confines de Etruria”;TLE 676 tular cpural “confines de la ciudad”.

En otros casos, la interpretación del morfema es menos conspicua: TLE 619 sianc TLE 476 sianc-l TLE 324 sanc-l / lemnio siasi (cfr. tal vez car. 9as/ 9ías).

En algún ejemplo se percibe concurrencia entre los genitivos en –s y en -l:

TLE 233 meχl-um rasneas clevsinsl (.) zilaχnve “fue zilath de la res publica clusiniense” pero TLE 87 meχl rasnal.

El lemnio –l en Wanal Asial o Morinail y el rético Schum SZ 4 Ka- lipiszal ? ofrecen algún paralelo también al respecto.

II.1.2.3 El genitivo en –a

En etrusco hallamos diversos ejemplos de genitivos de los nombres propios como Larθia, Aranθia, Larisa (Paradigma II) que muestran un morfema –(i)a que reaparece en PN y GN femeninos (vid. infra I.5.2).

122 MORFOLOGÍA ETRUSCA

A los tres tipos de genitivos de uso con los nombres propios mascu- linos, creemos que hay que añadir un cuarto.

II.1.2.4 El genitivo en –Ø

Se da la circunstancia de que algunos nombres comunes como lautn cfr. TLE 619 lautn Precuc “de la familia Precu” TLE 100 lavtn Pumpus Scunus “de la familia Pumpu Scunu”, donde lautn/ lavtn parece ser un genitivo en concordancia con el GN, permiten suponer la existencia de genitivos indesinentes, que tal vez son más numerosos de lo que a primera vista parece. Piénsese en TLE I V 23 cla θesan, donde cla, genitivo del determinante ca, concuerda con θesan “mañana”, lo cual parece indicar que se trata también del mismo caso (9).

Ténganse en cuenta, así mismo, sintagmas como clen ceχa, en TLE 737 mi flerec ...Fasti Ruifric trce clen ceχa “yo soy la estatua que Fasti Ruifris dió pro filio suo” con clen evidentemente relacionado con clan “hijo”, que parece depender de ceχa , posiblemente un substantivo que actúa a modo de posposición. (10) Dada la dificultad de interpre- tación de los textos más largos, no resulta descabellado pensar que los ejemplos de este genitivo (ablativo III según la terminología de Rix) puedan ser abundantes.

II.1.3 El Da t i v o (-Lo c a t i v o )

Se percibe claramente la existencia de un dativo a partir de ejemplos como los siguientes, donde está clara la presencia de un dativo bene- factivo y donde asimismo se observa con claridad la alomorfía de los dos paradigmas existentes para los nombres propios: -ale (Paradigma II) y -si (Paradigma I),

TLE 940 mi Spuriesi Teiθurnasi aliqu “yo (soy) un objeto hecho para Spurie Teithurna”

REE 1972 mi Larθuzale Kuleniieci zinaku “yo (soy) un objeto hecho para Larthuza Kuleniie”

REE 1974, n217 mi mulu Larisale Velχainasi “yo soy un obsequio para Laris Velchaina”

123 S. PÉREZ OROZCO

REE 60 n 19 mi mulu Araθiale Θanaχvilus Prasanaia “soy un obsequio de Thanachvil Prasanai para Arnth”.

En nombres de parentesco la forma en –si es la que se usa: clenci es el dativo de clan “hijo” y apasi (TLE 171), de apa “padre”.

Junto al dativo para nombres de persona, hallamos un locativo cuyo morfema es –i o -e:

TLE 91 zilci Velus Hulχniesi “en la pretura de Vel Hulchnie”

TC A 2 zilci Larθal Cucus Titinal Laricalc Salinis´ Aulecla “en la pretura de Larth Cusu (hijo) de Titinei y de Laris Salini (hijo) de Aule” ambos ejemplos de zilc/ zilχ “pretura, cargo de zilat”.

Seguramente la terminación –e es el correlato de –i para algunos temas.

SE XXXIII murce Capve “…en Capua” loc. de *Capeva.

TLE 619 θaure lautneccle “en el sepulcro familiar v. sim” de θaura.

TLE I XII 4 hilarθune caθre frente a TLE I XII 9 hilarθuna caθra.

TLE 887 Spitus Larθ Larθal svalce LXIII hucur maχ acnanas arce manim mlace farθne faluθras, “Larth Spitus (hijo) de Larth vivió 63 (años) habiendo engendrado cinco ? hijos (e) hizo el monu- mento con buen augurio?” de donde mlace parece ser una forma de mlaχ “bueno” que aparentemente concuerda con la palabra siguiente, dativo-locativo de farθan (TLE I IX 14 farθan).

En estas dos terminaciones, no es difícil ver un paralelo de anatolio –i (antiguo locativo) y a (antiguo directivo) Cfr. hitita arcaico – a (alativo) frente a –i (dativo-locativo); licio –a dat-loc en χupa pero –i en ladi.

Que –si / -i (al menos estos dos morfemas, pero seguramente es ge- neralizable a los demás alomorfos) son manifestaciones de un mismo caso y que se podría hablar de un dativo-locativo, queda demostrado a partir de ejemplos como TLE I IV 2 Tinci Tiuri-m “para Tin y para

124 MORFOLOGÍA ETRUSCA la (diosa de la) Luna” donde Tinci es el dativo de Tin (ND) y Tiuri, el equivalente de Tiur “Luna”, ambos coordinados por –m. Aquí Tiur se declina como un nombre común, mientras que el ND Tin adopta la flexión de los nombres propios de persona . En TLE I Celi debe ser el mismo caso respecto a Cel “tierra”.

Tan notable alomorfía llama la atención. En comparación con otras lenguas, p.ej, el licio, no extraña la existencia de un dativo-locativo, cuyos morfemas provengan, de un lado del locativo o del alativo para los inanimados y los nombres comunes en general, y del dativo pro- piamente dicho para los nombres de persona. Sin embargo, en etrusco, cabe señalar que aún dentro de los antropónimos, la existencia de dos morfemas tan distintos como –si y –ale llama la atención.

En especial, el morfema –si muestra unas particularidades que a continuación pondremos de relieve. En los ejemplos anteriores era po- sible encontrar algún indicio de confusión entre dativo y genitivo p.ej TLE 91 (zilci) Velus Hulχniesi , donde el PN es un genitivo y el GN, un dativo, si bien el sintagma es claramente un genitivo sintáctico.

No es difícil hallar otros:

CIE 1556 Vel Veratru Uφalias frente a CIE 1557 L(ar)θ Vera- tru Uφaliasi, donde Uφalias(i) debe ser el nombre de la madre en genitivo.

TLE 619 Aulec Larθial Precuθuraci...... clenaraci, “para Aule y Larth Precu, hijos de... “ donde concuerdan formas de genitivo Aulec Larθial con formas de dativo Precuθuraci clenaraci.

TLE 570 Auleci Velθinac Arznal clenci en lugar de Auleci Velθinaci.

TLE 651 Auleci Metelic Vel(us) Vesial clenci cen flerec tece “puso esta estatua para Aule Meteli hijo de Vel y de Vesi”.

TLE 171 apasi svalas patre vivo pero TLE 173 clenci ....svalasi filio vivo.

Así mismo vacilaciones en la fórmula mlaχ mlaχasi “(algo) bueno para (alguien) bueno” como la que muestran.

125 S. PÉREZ OROZCO

REE, 1980,114 mine zinace Aranθ Aru{u}zina mlaχu mlacasi

REE, 1974, 335 mi mulu Avi[... ml]aχ m(l)akasi

REE 52, n.16 mi Velelias θina mlaχ mlakas

TLE 42 mi mla[χ] mlakas mini Θanirsiie turice Hvu- luves

SE 65-68 (2002) mi Raq[u]nθa Tipeia θina malaχ [malaka] si ita mena[q]u

o las estampillas con el nombre de fabricante

REE 53 n 26 Atranec / CII 798 Atraneci

CIE 11410 Pultucec / CIE 11373 Pultuceci

CII 2594 Serturies / CIE 10511-12 Serturiesi

permiten suponer que –si es una simple variante del morfema de genitivo y pasó a significar el dativo en el paradigma I de los nombres propios y en los nombres comunes de persona.

Un vestigio del sincretismo originario se puede hallar con los teó- nimos. Lo habitual con tales nombres es expresar la dedicación con el nombre del dios en genitivo:

TLE 336 Fuflunsul Paχies “a/de Fufluns Bachie”

REE 1971, 6 ecn turce Avle Havrnas tuθina apana Selvansl Tularias “Aule Havrnas dio este ... a Selvans Tularia”

TLE 156 itun turuce Venel Atelinas Tinas cliniiaras “esto dio Venel Atelinas a los Dióscuros”

Sc Ant, I, 422 [mini Avi]le zuqume turace Me[nerlvas “me dio Avile...a Minerva)

TLE 257 mi Peθns Cae Titi (.) vucinas turce “Cae y Titi (.) vucinas me dieron a Pethun” cfr. CIE 11156 Peθunus (ND)

126 MORFOLOGÍA ETRUSCA

ZPE111 (1996) [ecn . tur]ce . Cavi . Cr[ai]culi . Hercle.s. “esto dio Cavi

291-294 Craiculi a Hércules”

SE 59 (1994) ecn : turce : Laris : cefries : Espial : Atial : Ca- cas “esto dio Laris Thefries (hijo) de Espiei a Mater Matuta v. sim”

TLE 709 Θuker Hermenas turuce [L]aru[nls “Thuker Herme- nas (lo) dio a Laran”

Tal vez también se pueda detectar algun caso con nombres de persona femeninos, si bien pueden entenderse como matrónimos

SE 45 p.194 mine Viku mulevneke Arpac Kamaia “me ofreció Viku a Arpa Kamai”

REE, 1977, 25 mini turuce Larθ:Apunas Veleθnalas “me dio Larth Apunas a Velethnai”

SE 65-68 (2002) mine{i} Uvi[e tu]ru[ce] xxx Vesricenals “me dio Uvie... a Vesricenai”

Un caso como TLE 328 Vipinia Alsinei turce Vercenas cana se puede entender como “Vipinia Alsinei (lo) dio. Cana de Versena”, o bien “Vipinia Alsinei dio la cana a Versena”. No sabemos qué es Versena (podria ser un ND) con lo cual el ejemplo carece de validez probatoria.

En lemnio y en rético se halla un estado de cosas similar:

lemnio Holaie9i Φokasiale 9eronaiθ “(siendo) seronai Holaie Fokasi” rético Schum, SZ, 22 Persukiale, Schum, SZ, 16 Laθurusi.

II.1.4 .-Ev o l u c i ó n de l a Fl e x i ó n No m in a l : Geni t i v o , Da t i v o y Ab l a t i v o .

A nuestro entender, esta similitud aparente entre la morfología nominal etrusca y la de las diferentes lenguas anatolias se entiende bien y se ajusta a un esquema lógico de correspondencias si se p­ostulan unos pocos cambios fonéticos y una evolución en el uso de los casos

127 S. PÉREZ OROZCO perfectamente razonable y con numerosos paralelos en la lingüística comparada.

Los cambios que proponemos son los siguientes:

anatolio proto-etrusco etrusco 1 -s *- Ø -Ø 2 -d- *-d- -l- 3 -y- *-d- -l-

La ecuación 1 da cuenta satisfactoriamente de los nominativos sin- gulares y de los genitivos del paradigma I de los antropónimos como Larθia o Aranθia.

Se trataría de genitivos en *–ias, de temas en –i (obsérvese la –i del tema en Larθial, Arnθial). Los genitivos sin morfema, i.e. idénticos al nominativo también hallarían aquí su explicación. El detalle en la conservación de la vocal aún se nos escapa.

También se atisba algún rastro de este tipo de genitivo en licio, aunque no hay total acuerdo al respecto, en nombres como Epñχuχa Eppleme C.M 93, que Craig Melchert, siguiendo a Neumann, interpreta como genitivos (11). Naturalmente, los genitivos etruscos en –s proven- drían de –sa, del mismo modo que los genitivos licios en –h.

El cambio fonético 2 resuelve una de las dificultades principales de la morfología etrusca. El genitivo en –l aparece substituyendo los geni- tivos del singular del paradigma II. En los nombres comunes aparece a veces como morfema diferente del genitivo en –s, en otras sin embargo, parece equivalente, como queda dicho más arriba.

Nuestra propuesta es que dicho morfema procede del ablativo-instru- mental anatolio (luvita, de hecho) –di- y, en un proceso de sincretismo ablativo-genitivo que halla paralelos por todas partes (antiguo indio, antiguo eslavo, celtíbero), termina reemplazándolo gradualmente. El uso del ablativo(-instrumental) con nombres de persona en luvita se halla recogido y atestiguado (12), indicando, entre otras circunstancias inherentes al caso, el agente en las oraciones pasivas. No tiene nada que ver en principio con el dativo en –ale, con el que jamás se confunde ni coincide con el genitivo en –la, propio de los determinantes y que

128 MORFOLOGÍA ETRUSCA examinaremos más adelante. De suponer una evolución similar para el lidio, el “misterio” del oblicuo en –λ quedaría resuelto a falta de mejor hipótesis.

El cambio fonético 3 permite dar cuenta de la evolución del dativo singular del paradigma I a partir de una forma –aya similar a la que origina el dativo singular licio en –aje. Igual que –ale, lic. –aje y luv. jer. –aya sólo se usan con NP.

En las lenguas anatolias del primer milenio se observan una serie de evoluciones similares. El licio mantiene la forma más fiel al original, con un genitivo y un dativo diferenciados. El lidio, en cambio, ha ge- neralizado un caso oblicuo, tal vez, como hemos apuntado, procedente del ablativo, un camino que el etrusco ha seguido sólo parcialmente en el paradigma. El cario es el que se acerca más al etrusco: mantiene dativo y genitivo diferenciados, aunque en algún caso se adivina la substitución del dativo por un alomorfo del genitivo (13). En concreto, en cario se detecta un dativo en –s < -*si en ejemplos como:

šarnaís sb taqbos (4Š) “para Šarnai y Taqbo”

9as : ktais idùriχ9 : mn[os]....., (D3) “monumento para Ktai, hijo de Iduriχ” (obsérvese la presencia de un auténtico genitivo en –9, idùriχ9, frente al dativo en –s ktais).

smδwbrs | psnλo | mδ orkn tûn | snn 33* “P. (dio) a S este ...”.

mientras que existen formas propias del mofema originario de dativo en nombres como trquδe (38*) “a/paraTarhunt”.

A lo que parece, en etrusco, los casos poco caracterizados morfológi- camente (el genitivo sing. del paradigma II de los NP, el genitivo cero de los nombres comunes, el dativo originario del paradigma I) fueron substituidos por otros con un morfema más conspicuo, produciéndose así el sincretismo dativo / genitivo del paradigma I y el sincretismo ablativo/ genitivo del paradigma II, de los GN femeninos (vid. infra I.5.2) y de buena parte de los nombres comunes.

Por lo que se refiere a la evolución fonética, la evolución y-– > d y la subsecuente –d- > -l-están perfectamente testimoniadas en la lin- güística comparada.

129 S. PÉREZ OROZCO

Para no buscar paralelos más lejanos, recurramos a los paralelos que se hallan en las lenguas anatolias.

El lidio es bien conocida la evolución y > d ( 14)

pidν < * piyom Λυδóς < luwiya-

El lambdacismo o rotacismo de –d halla correlatos en luvita y lenguas afines (15). En luvita jeroglífico se trata de un desarrollo sistemático en posición intervocálica, en luvita cuneiforme se halla de manera puntual en ejemplos como tiwaliya- < tiwadiya- y en lidio Lametru~ 9, Lev9 < gr. ∆αµατηρ´ , ∆ευς´ apuntan a procesos de esta índole.

La evidencia interna en etrusco también puede aportar algún argu- mento en este sentido. El análisis del paradigma del gentilicio femenino muestra algunas peculiaridades que encajan con nuestra hipótesis. En efecto, en el paradigma de tales palabras se dan, junto a formas per- fectamente regulares formadas sobre el característico tema –ai más los morfemas –as y –a de genitivo, p.ej Huinθnaias Ataias Pupaias Amunaia 7arcinaia Hirminaia, una serie de variantes arcaicas que presentan –l- en lugar de –i- : VeleTnalas Vesricenals Vectricinala Venala. Más que ejemplos insólitos de un nuevo morfema específico y poco documentado, cabe pensar en desarrollos fonéticos alternativos de la –y-, en un caso mantenida por analogía y en el otro evolucionada según el proceso fonético normal. i.e, por un lado

Hirminai-a >Hirminaia, por el otro

*Vectricinai-a >*Vectricinaya > *Vectricinadya > *Vectricina- da > Vectricinala.

Tal vez quepa añadir aquí la flexión de la palabra puia “esposa” genitivo puil < *puia / *puiyas (16).

El paso d (gráficamente T ) > l debió producirse sólo en algunos contextos y se bloqueó en otros. Esto explicaría algunas alternancias como etrusco zal “2” pero zaTrum “20” o que el femenino de lautni sea lautniTa < *lautniya-, por la acción disimilatoria de la l- inicial, que inhibe la siguiente fase del proceso.

Esta propuesta permitiría dar etimología satisfactoria a

130 MORFOLOGÍA ETRUSCA

θun “1” de * ayan- > * adan > dân gráficamente< qun>

meθlum .-“pueblo”,“senado” v sim. < *mayallama cfr. luv. mayalla- /i-“adulto”

al-“hacer v.sim” < *aya- cfr. luv. aya-, lic. ai-- /a-

Probablemente, en lidio pudieron también coexistir dos tratamientos –d- / −λ− cuya realización obedecería a razones contextuales que se nos escapan de momento. El caso oblicuo en –λ podría, pues, asociarse provisionalmente a los ablativos luvios, tal como queda dicho antes. La pérdida en lidio de la vocal final supone un obstáculo para la verifica- ción de nuestra hipótesis, pero no creemos que sea insalvable, ya que se produce también una caída de vocales finales en otros morfemas, como por ejemplo, las desinencias personales del presente: -v <-wi, -t < -ti. Asímismo, la –i desaparecida daría cuenta de la λ palatal.

Los nombres que presentan genitivo en –l o en otros morfemas si- guen una distribución incierta, tal como sucede en licio con los dativos en –a y en -aje, pero en etrusco parece que los temas en sibilante y dental son los que se han especializado en este alomorfo. Puede que tuviera relación con primitivos temas en –i. De hecho, Larθ y Arnθ, dos de los nombres propios más comunes que presentan genitivo en –l, tienen genitivos “arcaicos” (primitivos) en –ia : Arnθia, Larθia, con una –i- que debe ser parte del tema, puesto que otros nombres como Laris tienen un genitivo Larisa.

Las formas tardías en –als, -ials (p.ej TLE 135 LarTalc),, interpre- tadas a veces como “agentivos”, son, seguramente formas de genitivo residuales, extraídas tal vez del femenino (vid. infra I.5.2) o grafías defectivas e hipercorrectas. En lidio, existe un “morfema equivalente” -λ que tiene una aparición y un rendimiento muy limitado, y sobre cuya existencia real hay serias dudas.

131 S. PÉREZ OROZCO

Paradigma I Paradigma II N. com -s - Larisa lautn hit. - š -sa Venelus seχis licio -h -si (dativo) Venelusi - clensi cario -s

El genitivo

Paradigma I Paradigma II N. com -(a)ya - Larisale - licio –(a)je -a θaure licio - a -i tivri -i

El dativo-locativo

hit luv. luv.jer palai. lid. lic. milio car. sid. etr. gen. *-as -a š -aš -Ø -Ø, -a *-asa -asa -he,-h -se -9 - 9 -s *-asi -asi -s -si dat. *-a -a -a -a -a -Ø -e *-(a)ya -(a)ya -(a)je -ale *-i -i -i -i -i -i -e -i -i abl. -az < -ati/- *-adi -ati −λ? -di -d ? -l -*ad-s ari

Cuadro resumen de la evolución de los casos genitivo, dativo y ablativo

132 MORFOLOGÍA ETRUSCA

Paradigma I proto-etr I proetrusco II etrusco arcaico posterior nominativo-ac *Wanallas *Venal Venal Venel genitivo *Wanallas(a/i) *Venelus(i) Venelus(i) Venelus Dativo *Wanalla??? *Venala?? =genitivo Venelusi ablativo *Wanalladi *Venalal =genitivo =genitivo

Origen y evolución del paradigma I

Paradigma II protoetrusco arcaico posterior nominativo-ac *Larissas Laris Laris genitivo *Larissas Larisa = ablativo Dativo *Larissaya Larisale Larisale ablativo *Larissadi Larisal Larisal

Origen y evolución del paradigma II

II.1.5. El Ac u s a t i v o

Las formas del demostrativo cn ecn itun itn parecen apuntar a un acusativo en –n, extremo admitido incluso por los adversarios del parentesco indoeuropeo del etrusco, por lo cual éste ha sido uno de los puntos fuerte de los defensores de la tesis contraria.

Ejemplos como (18):

CIE 6231 Larθ Aule Larisal clenar sval cn Juθi ceriχunce “Larth y Aule, hijos de Laris, contruyeron esta tumba en vida”

CIE 6159 Vel Matunas Larisalisa an cn Juθi ceriχunce “Vel Matunas (hijo) de Laris, él construyó esta tumba”

Cómo deben entenderse formas como TLE 2 19 puiian, Tiniian en relación a puia y Tin(ia) o TLE I XI 10 spurtn frente a TLE I X γ 3 spurta no está claro, y, si bien no puede descartarse su interpretación como acusativo, tampoco puede darse por segura. Más bien da la im- presión que el morfema –n del acusativo singular sólo se mantiene en los determinantes y que en los substantivos ha desaparecido. Júzguese

133 S. PÉREZ OROZCO a partir de ejemplos como CIE 6310 aθemei-can frente a aθemeiJcaJ. El substantivo aθemei obviamente concuerda con el determinante ca (aquí en posición de clítico) y se echa de ver que la forma de acusativo can va asociada a una forma aparentemente indesinente, cosa que no sucede en el caso de aθemeiJ-caJ. Lo mismo vale para

TLE Ι XII 11 an Jacnicn cilθ acusativo

TLE Ι VII 6 Jacnitn an cilθ acusativo

TLE I V 22 Jacnicla cilθl genitivo

TLE I V 6 Jacnicle-ri cilθl genitivo + posposición

donde salta a la vista que cilθ debe ser un adjetivo que concuerda con Jacni-ca / Jacni-ta y es evidente que en el caso acusativo no mu- estra morfema alguno.

Otros ejemplos como:

TLE 419 θaura clan line “su hijo hizo la sepultura”

TLE 570 eca VelθinaθuraJ θaura “esta (es) la sepultura de los Velthina”

revelan la coincidencia formal de nominativo y acusativo.

La –n pudo desaparecer dejando eventualmente algún resto de na- salización no reflejado habitualmente en la grafía. Cfr. mlaχu frente a mlaχ en ejemplos como

REE, 1980,114 mine zinace Aranθ Aru(u)zina mlaχu mlacasi

REE, 1974, 335 mi mulu Avi(... ml)aχ m(l)akasi

El primero es acusativo según la interpretación tradicional:“Aranth me hizo a mi, bueno para un bueno”, el segundo, nominativo : “yo soy un don para A., bueno para un bueno” . La forma tularu en TLE 570 a 8 epl tularu “hasta los límites”? podría reflejar también una antigua forma de este caso.

134 MORFOLOGÍA ETRUSCA

La existencia, por otra parte, de una diferencia morfológica entre mi y mini, nominativo vs. acusativo respectivamente queda en entredicho por ejemplos como (19):

TLE 868 mi Aranθ RamuθaJi VeJtricinala muluvanice “me dio Aranth a Ramutha Vestricinai

REE 45 n 6 mi Aχu muluaniχ[e] “me dio Achu”

CIE 6675 mi Mamarce zinace “me hizo Mamarce”

SE 65-68(2002) mi zinace Vel[θur A]ncinies “me hizo Velthur Ancinies”

TLE 257 mi Peθns Cae Titi (.) vucinas turce “Cae y Titi (.) vucinas me dieron a Pethun” cfr. CIE 11156 Peθunus (ND)

II.1.6 Po s p o s i c i o ne s

Rix (20) admite la existencia de posposiciones en etrusco, hecho evidente al analizar sintagmas del tipo cla-θi suθi-θ “en esta tumba” o Tarχnal-θi, Velznal-θi, Velcl-θi, “en Tarquinia”, “en Volsinii”, “en Vulci” resp. dan a entender que el morfema -θi (var. -ti, -t, -θ) de loca- tivo se añade al menos en algún caso a susbstantivos ya flexionados en caso genitivo. Unido al genitivo de un ND significa lo mismo que el latín in + gen. = “en el templo de” TLE I XII 10 Unial-ti Ursmnal “en el templo de Uni Ursmnei”.

El cario puede apartar un paralelo en el sintagma:

MY 35 Alos-d Harnos-d interpretado “en Halicarnaso” donde ten- dríamos el genitivo del topónimo (que constaría de dos palabras con- cordantes: adjetivo + sustantivo) seguidas de d < * (V)nd(V)

El origen de -θi sería un hipotético * andi cfr. lic. eti~ , variante de anda.Una posible variante –te < anda se atestigua en TLE 125 zilc- te “en el cargo de zilath”frente al habitual zilc-ti, p.ej TLE 325 zilcti purtsvavcti. En CIE 6310 1,1 Jacnitalte es posible descomponer la- secuencia en Jacni-(i)tal-te, genitivo de Jacni-ta (vid. I.3) “en este sacni ....”.

135 S. PÉREZ OROZCO

Asimismo se forman en etrusco un dativo con ayuda de las posposio- nes -ri < * sri lic.hr-ppi, luv. šarri, hit. šer, “para”. TLE I meθlumeri, Jpureri son fácilmente interpretables como “pro populo”, “pro civitate” v. sim. Así mismo la magistratura zilχ ceχaneri TLE 126 puede ser entendido como una “praetura pro...”.

Tal vez exista la variante –ra < *sarF cfr. hit. šarF en SE 65 (2001) mi Fuflunusra “yo (soy ) para Fufluns”; (21) mi Celθesra “yo (soy) para Celthe(s)?” ; TLE 398 manince Vipinaltra (*Vipinal-ra con una –t- epentética) Ulχnisla “ofreció v. sim para Vipinei Ulchnisa” cfr. hit. sarF.TLE 1 X 11 hinθ θin denota un sufijo- θin añadido al lexema hinθ- que se documenta en TLE 570 a 14 hinθa, TLE 619 hinθiu, TLE 335 hinθia, TLE 202 hinθie, TLE 1 hinθu. Tal vez -θin < andFn lid. dãn car. δen (22).

II.2. EL PLURAL

La formación del plural no es fácilmente reconducible a esquemas indoeuropeos. De hecho, hay una notable alomorfía en su formación.

El plural más conspicuo en etrusco es el formado mediante el morfema –r. De hecho, este morfema aparece limitado a una serie de palabras vinculadas generalmente con el léxico del parentesco y refe- reridas generalment a seres humanos: clenar “hijos”, husur “hijos”, papalser “nietos”, tusurθir“consortes”, Precuθur pl. del GN Precu (con un infijo- θu- característico en la formación del plural de los GN y que creemos que remite a un colectivo –nt-. NOTA cfr. uso colectivo de –nt- en hitita tuzziyant- frente a tuzzi-, los distributivos luvios como aššanta o tawantanza.

“hijo” “(miembro de la) familia Precu” sing plural sing plural nom. clan clenar Precu Precuθur gen. clens cliniiaras Precus PrecuθuraJ dat. clensi clenarasi *Precusi PrecuθuraJi ac. clenar

Paradigma del plural en –r

136 MORFOLOGÍA ETRUSCA

Como se ve, la declinación del plural usa las mismas terminaciones del singular, añadidas al morfema –r. No falta incluso la variante –a del genitivo singular en, p. ej.

Velθuriθura cfr. TLE 746 suθil Velθuriθura “de la tumba de los Velthuri”.

Junto a este paradigma aglutinante, realmente difícil de encajar en un modelo anatolio, hallamos formas plurales que no contienen dicho morfema.

• Velznani moneda NRIE 453+ 454 cuya interpretación más vero- símil es “Volsinenses”

• CIE 6231 Larθ Aule Larisal clenar sval cn Juθi ceriχunce apic atic saniJva θui cesu “Larth y Aule hijos de Laris construyeron v. sim. esta tumba en vida (lit. vivos). Su padre y su madre sacnisva aquí yacen?”. saniJva es, a todas luces, el plural del apelativo sacniJa (vid. infra I.3), frecuente en contextos similares y sval es forma de plural de sval “vivo”.

• TLE 135 murJl XX plural de TLE 420 murs “nicho vel sim.”. Si admitimos la relación entre el ablativo anatolio en –di- indife- rente al número y el genitivo en –l etrusco, la interpretación de la secuencia munθ zivas murJl XX “un munth de 20 murs” es perfectamente lógica.

• La palabra para “año” sólo está atestiguada en plural y presenta dos casos: avil, aparentemente un acusativo en contrucciones con el verbo sval “vivir” y avils presumiblemente un caso oblicuo con lupu “morir”, al modo de lo que sucede en latín : “vixit annos...” vs “mortuus est annis..”.

• TLE 488 cleusinJl étnico a partir de *Cleusin Clusium cfr. GN Cleusinas de *Cleusin-na, que podría ser un genitivo plural como murJl.

• TLE 488 cleusinJl, TLE 233 clevsinsl en (.) meχl-um rasneas clevsinsl (.) zilaχnve “fue zilath de la rei publica Clusiniensis / Clusiniensium” .

137 S. PÉREZ OROZCO

• en la tegula de Capua formas como TLE 2 3-4ci tartiria ci-m cle- va, TLE 2 16 ci turza son obviamente plurales determinados por el numeral ci “tres”.

• Formas del adjetivo patronímico como (vid. infra I.3) TC B. 3 ; B 21-22 CusuθuraJ Larisalisvla “de los Cusu (hijos) de La- ris” TLE 619 AuleJ Larθial PrecuθuraJi Lariθialisvle Cestnal cle- naraJi “a Aule y Larth Precu (hijos de) Larth hijos de Cestnei”

demuestran que la –r- no es imprescindible como morfema de plural.

Partiendo de estos indicios más o menos seguros, no cuesta llegar a un paradigma alternativo más o menos reductible al anatolio

nom. c. Ø < *-s Velznani sval nom./ac. n Ø, -a < *-a avil tartiria Oblicuo -l < -di (indiferente al número) mursl cleusinJl ? dat-loc -s <* -nz avils

Asumiendo esta evidencia bàsica, algunas formas en -s podrían ser satisfactoriamente interpretadas como dativos o acusativos plurales < luvita. -nz.

CIE 5211 ceJ zeriJ ims semutin aprensaiJ... θapicun “estos todos mis...(los) maldigo” (vid. infra I.3.1.2 b)

LP a 7-8 turuce munistas Tuves tameres-ca “dio estos muni a los thuva y a los tamera”.

El lemnio ofrece en awi9 sialχwei9 un plural equivalente al etr. avils en el mismo tipo de fórmulas.

En el caso que se admita la hipótesis de un acusativo en –s, la falta de morfema en avil (svalce) no tendría dificultades para ser interpre- tada como indicio de la exitencia de un género neutro.

Para terminar, sería posible apuntar la existencia de un morfema –u < *-an de genitivo plural, como lo muestra la equivalencia: TLE 145 camθi eterau, TLE 169 zilaθ eterav= TLE 122 zileterai(a)s <

138 MORFOLOGÍA ETRUSCA

*zilaθ eteraias (23) También suθi hiθiu (sedes inferorum) podrían apoyar este aserto. El lemnio -o que aparece en tawar9io, haralio, ep- te9io, ewisθo podría ser equivalente a este morfema etrusco, cuyo origen podría estar en anatolio -an < i.e.* -om.

nom. c. Ø <-s nom./ac. n Ø <-a ac. C -s <-nz gen. -u <-an Oblicuo -l <-di dat. -s <-nz

Sin que podamos dar mejor solución de momento, proponemos que el plural “aglutinante” en –r se desarrolló a partir de un sufijo-ar . Tal vez se trate de un colectivo, cuyo uso, aunque no en las mismas con- diciones ni con los mismos morfema está ampliamente documentado en las lenguas anatolias del II milenio. Cfr. luvio lalama, dušduma, hit. alpa, etc.

La coincidencia formal se da con un sufijo insólito que aparece en lidio civar-d.

~enar-d, substantivos formados sobre civ- “dios” y ~ena- “madre” con ayda de un sufijo.

–ar, de significado poco evidente. En hitita se da una curiosa co- incidencia con el sufijo que aparece en la palabra lalakueššar, (var. lalwiššar) “hormiguero” frente a lalakuešša-, lalaweš(š)a- “hormi- ga”.

II.3.- Determinantes y pronombres

La flexión de los determinantes presenta algunas particularidades que difieren de la de los substantivos. La declinación de dichas pala- bras ya ha sido correctamente expuesta, a nuestro entender, por Rix y Agostiniani entre otros, si bien caben diferentes interpretaciones de algunas formas por la oscuridad del contexto.

139 S. PÉREZ OROZCO

A continuación presentamos en el cuadro inferior un primer cuadro basado fundamentalmente en los valores tradicionales.

*ka- *ta- *0wa- singular nom eca ita -ca gen. cla -itala y var. -cla dat. -itale y var. - acusativo cn /ca tn y var. - Plural nom -cva gen. -cvala dat. -cvale acusativo

Eca y ita muestran variantes sin vocal inicial, sobre todo cuando son usados enclíticamente y su identificación como determinantes es antigua. La diferencia de sentido entre ambos es poco clara. A parte de estos dos determinantes de uso frecuentísimo, existe ecta gen.s ectla restringido a Perusia. (24)

Un determinante *cn cfr. TLE I 14 TLE 570 a. 19, 24 cnl (oblicuo) podría ser paralelo a luv. zFni- hit. y pal. kFni-, cario sn-.

Para la existencia de un neutro en los determinantes, considénse este par de ejemplos:

CIE 6159 Vel Matunas Larisalisa an cn cuθi ceriχunce “Vel Matunas (hijo) de Laris, él construyó esta tumba”

LP a 1-2 ita tmia icac heramacva vatieχe ....Θefairiei Velianas “Thefarie Velianas... construyó este .... y este....”

Realmente, la oposición cn / (e)ca se explica muy fácilmente supo- niendo la oposición común /neutro. Véase supra I.1.5. El acusativo. La forma del neutro se puede explicar mejor partiendo de formas in- desinentes, como luv. zF, si bien tampoco hay motivos evidentes para excluir un proceso -d > Ø, que permitiría presuponer una forma de base similar a hit. apFt.

140 MORFOLOGÍA ETRUSCA

El determinante c(v)a se infiere básicamente a partir del análisis del llamado “segundo genitivo” (25).

Su uso casi exclusivo para expresar pertenencia o posesión y su semejanza formal con i.e *swo ( cfr. lid. 9fa-) sugieren una traducción del tipo “propio de”.

Ejemplos de textos sobre instrumento doméstico como TLE 16 Caisieca mi “yo (soy) lo de Caisie” REE 63 n 28 Hetaθaca “lo de Hetatha”, lemnio Varθameca “lo de Varthame” (26), paralelos a cons- trucciones como TLE 8 mi Cupes-ta “yo (soy) lo de Cupe” dan solidez a tal hipótesis.

La –u- de TLE 17 Larucula “de Larusa, i.e del hijo de Lar” puede ser vestigio de la –v- o bien vocal epentética como la –a en CIE 5773 Arnθalicala. La –v- original se mantiene en las formas del plural Larisalisvla, Lariθialisvle, Arnθalisvala que estudiaremos más adelante. Para el proceso fonético, véanse ejemplos como nacna / nacnuva, Aleθnas / Alveθnas.

Parece existir una variante con –e final en base a ejemplos como:

Thes LE II p38 Kvsnailise; Alfnalisle en TLE 473 Vel Venzle Alfnalisle “Vel Venzle (hijo) de Alfnalisa” .

Así pues,

Velθuruca, gen.Velθurucla < *Velθurus + ca, cla, i.e “el (hijo) de Velthur” Larθalica, gen. Larθalicla < *Larθali + ca, cla, i.e “el (hijo) de Larth.

Por lo que el análisis de ejemplos como:

TC B. 3 ; B 21-22 Cusuθurac Larisalisvla “de los Cusu (hijos) de La- ris”

TLE 619 Aulec Larθial PrecuTuraci Lariθialisvle Cestnal cle- naraci “a Aule y Larth”.

Precu (hijos de) Larth hijos de Cestnei”

141 S. PÉREZ OROZCO permite reconstruir el genitivo o dativo plural de c(v)a, y por añadidura, con bastante seguridad, del paradigma de los determinantes.

Menos conspicuas en su interpretación morfológica resultan REE 40 n 20

Arnθalisvala, de Arnθ (PN), SE 70 Haθlesvle, de Haθlie (GN)

El adjetivo sacnisa pl sanicva, que indica una condición del difunto, posiblemente contiene también una forma del determinante c(v)a que tratamos más arriba y permite inferir cuál es su forma de nominativo plural. Su interpretación sería algo así como “el / los de la purificación”, i.e, “los ritualmente puros”.

CIE 6231 Larθ Aule Larisal clenar sval cn cuθi ceriχunce apic atic sanicva θui cesu

También TLE 135 tecamsa, de significado poco claro, debe presentar una construcción similar por comparación con TLE I 11 5 tecamitn; LP b 10-11 teciame-itale

El uso de determinantes a modo de “artículo” pospuesto es frecuente y precedido de genitivos sirve de formante de derivados .

TLE 8 mi Cupes-ta “yo (soy) el (vaso) de Cupe”

TLE 67 Aviles-ca apas “el (vaso) de Avile Apa/padre”

Pospuesto a nombres declinados y en concordancia:

CIE 6310 aθemei-can aθemeic-cac

LP a 7-8 munis-tas, LP b 13 sele –itala, LP b 10-11teciame-itale

El palaíta (27) presenta construcciones análogas con el determinante ka pospuesto cfr. aškumFuwa-ga tarta-kat

Sin embargo, abundan los ejemplos en los que el elemento nominal antepuesto carece de morfema. ¿Se trata de un genitivo Ø o bien es que se ha producido una especie de flexión de grupo secundaria, adoptando el determinante una función de artículo pospuesto?.

142 MORFOLOGÍA ETRUSCA

REE 1971, 6 Selvanzl Enizpetla “de Selvans, el Enizpe”

REE 46 n 140 mi Selvansel Smucinθiunaitula “yo (soy) de Selvans, el Smucinθiuna”

Lo mismo sucede de forma ostensible con sacni TLE 85, 205, adjetivo o substantivo cuyo sentido parece corresponder al campo semántico de latín “sacer”. Aparece este nombre, aparte de otros ejemplos, con frecu- encia en el texto de la momia de Zagreb acompañado de determinantes en casos diversos, sin que sacni muestre ningún indicio de flexión.

TLE Ι XII 11 an cacnicn; TLE I V 22 cacnicla; TLE I V 6 cacnicle-ri; TLE Ι VII 6 cacnitn; TLE 441 cacnitle; CIE 6310 1,1 cacnital-te

También aparece sacni con el determinante cva para formar el adjetivo sacnisa pl. sanicva (véase supra).

Otros ejemplos lo tenemos en el apelativo aθumi:

TLE I XII γ 2 aθumica; TLE I XI 7 aθumitn; TLE 570 b12-13 aθumicc Afunac

Un análisis detallado puede aportar algún complemento al para- digma anterior.

Expondremos a continuación diversos textos sobre cuya interpreta- ción nuestro análisis puede arrojar nueva luz.

II.3.1.1 Paradigma de ca-

a) cva: acusativo plural neutro. LP a 1-5 ita tmia icac herama cva vatieχe Unial Astres Temiasa meχ θuta Θefariei Velianas “este templo y esta estatua construyó propios de Uni Astarté Thefarie Velia- nas”. En este ejemplo, el genitivo de posesión está desplazado en relación al determinante. La forma podría ser *Unialicva. Queda obviamente claro que se trata de un acusativo plural neutro.

b) ca: nominativo singular; .TLE 98 RamTa Matulnai seχ Marces Matulnas puia-m amce Seθres Ceisnies cisum tameru (...) laf- nas-c matulnas-c clal-um ceus ci husur c[a] an avence... “Ramtha

143 S. PÉREZ OROZCO

Matulnai fue hija de Marce Matulnas, y esposa de Sethre Ceisnie, y fue tameru tres veces (...) y de (la gens) Lafna y de la (gens) Matulna, y ella misma engendró tres hijos ... de él”. c[a] puede entenderse como forma de determinante en función de sujeto de avence y referido pues a Ramθa Matulnai. Clal puede ser simplemente la forma de geniti- vo 2 (originalmente, ablativo) referido naturalmente al esposo Seθre Ceisnie.

c) sule dativo-locativo singular .TLE 84 munsle < *muni sle con el dativo-loc de cva “en su muni”

Los ejemplos siguientes son formas de locativo perifrástico, ya sea de cva (columna izquierda), ya sea de ca (columna derecha)

TLE 173 munisule-θ “en el muni” TLE 99 municle-θ “en este muni”

TLE 172 munisvle-θ “id.” TLE 70 a 14municle-t “id.”

I.3.1.2 Paradigma de ca-

a) cle: dativo plural. SE XXXIII Hanipalus-cle tleχe “combatió a favor/ en contra los cartagineses, i.e, los de Aníbal”. Una forma de dativo plural –le para los determinantes se puede inferir a partir de TLE 619 Lariθialisvle.

b) clal: ablativo singular. Vid. supra. I.3.1.1.b. s.v ca.

c) cec: acusativo plural común. CIE 5211 Sθ. Velcu Lθ. c. Lθ. Ve[lcu] inpa θapicun θapintac. Aθ. Velcu / Lθ. c. / Lθ. Velcu Lθ. c. Ls.Velcu / Lθ. c. Lθ. 7uplu Aθ. 7uplu Ls. Hasmun[i] Sθ. Cleuste Aθ. Cleuste. Vl. Runs/au Qancvil Velcui cec zeric ims semutin aprencaic inpa θapicun θapintaic ceucn inpa θapicun iluu θapicun cec zeric Titi Setria lautnita.

En este texto, una interpretación plausible sería entender que despu- és de la lista de nombres personales, se reasume con un determinante “NN.PP estos todos .....(los) he maldecido (θapicun)” “(yo), Titi Setria liberta he maldecido a todos estos”.

144 MORFOLOGÍA ETRUSCA

El significado dezeri- c “todo-s”admite un paralelo en tle 570 a 12 Vel- Tina Afuna θuruni ein zeri una cla θil θunχulθl iχ ca ceχa ziχuχe “los Velthina y los Afuna cumplirán? (una) todo (zeri)..... de este acuerdo (cla.. θunχulθl) tal como escribieron este tratado? (ca ceχa)”.

d)clen: dativo-locativo singular.

TLE 570 a 12 clen θunχulθe puede ser interpretado como una forma del dativo-locativo singular Cfr. TLE 570 b 19-20 cla θil θunχulθl, donde hallamos el mismo sintagma pero en genitivo. El demostrativo derivaría de una forma similar al hitita kedani. (28)

II.3.1.3 Paradigma de ta-

a) -tas acusativo plural. La existencia de un elemento léxico *mun(i) con determinante pospuesto puede cobrar fuerza a partir del análisis de formas como LP a 7 munis-tas acusativo plural con determinante ta pospuesto. Otro ejemplos proviene del Liber Linteus,TLE I XI 2-3 trut- um θi Tapnectc tr[i]tanaca hanθin “y trut (verbo imper.) ahí estas thapnas desde ....” cfr. θapna θafna, nombre de recipiente.

II.3.1.4 Formas poco claras

De ser correcta nuestra propuesta, habría que cuestionar la existen- cia de las formas de genitivo posesivo en –s / –c en el paradigma de los demostrativos. Un análisis como acusativo o dativo plural puede ser en principio admisible, si bien los ejemplos proceden de la momia de Zagreb y otros textos largos, cuya interpretación dista de ser satisfactoria. tle IiiI 20 face nominativo singular? tle i ii 11 tei facei nominativo plural? tle i x 16 carcnauc teic acusativo plural? tle 570 a 4-5 tesnc teic racnec acusativo plural tle 570 a 20 tecne racne nominativo plural/ acusativo singular/ dativo-locativo singular?

145 S. PÉREZ OROZCO

cei (en tle 570 a 21 cei tesnc teic racnec) y tei no aparecen en contextos demasiado perspicuos, lo que obliga a mantener una cierta cautela en torno a su análisis: nom. pl. (según Pfiffig) pero no se podría descartar un adverbio, tei nom. pl. / teic ac. plural

TLE I VIII 4-5 tei menac no da la impresión de concordancia entre deter- minante y sustantivo, si bien podría tratarse de una forma pronominal.

II.3.1.5 Recapitulación

*ka *ta *0wa- singular nom ca ta ca gen. cla -itala y var. c(u)la dat. cle(n) -itale y var. s(u)le oblicuo clel ?/clal acusativo c. cn y var. tn y var. acusativo n. ica ita Plural nom cva gen. cv(a)la dat. cle cv(a)le acusativo c. c(e)s -tas acusativo n. cva

Para la explicación de la –l- que aparece en la flexión de los casos oblicuos del singular y el plural tal vez pueda recurrirse a la compara- ción con el hitita y las otras lenguas del II milenio, que presentan en la flexión de los determinantes y pronombres una base alargada con –ta-/-da- para formar los casos oblicuos tanto del singular como del plural. Valgan ejemplos como los hititas:

apa-“aquel” dat-loc. s. apedani; dat-loc pl. (genitivo) apedaš

ka- “este” dat-loc. s. kedani; dat-loc. pl. (genitivo) kedaš; instr. kedanda

tamai- “otro” gen. s. tamedaš; dat-loc. s. damedani; dat. s. antiguo tamatta, tameda; abl. s. tamedaz damedaza; dat-loc. pl. damedaš.

146 MORFOLOGÍA ETRUSCA

dapiya- “todo, cada” abl. s. dapidaz / dapiza; gen. pl. dapidaš.

En luv,

de za- “este” dat-loc. s. zFtı; dat-loc. pl. zi/a-tá-zi/a ( jer.)

de apa- “ese” dat-loc. s. apati

de kwa- pron. rel. dat-loc. pl. REL-tá-zi/a (jer.)

En licio,

ebe – “este” dat-loc. pl. ebette ebtte; adjetivo-genitivo epttehi- “su (de ellos)”

ti – pron. relativo dat-loc. s. tdi.

La comparación entre lemnio epte9io y licio epttehi- es sobradamente conocida.

sing. proto.etr etrusco hit. luv. lic. lidio nom. Ø Ø -š - š Ø -s, -9 gen. -*das -la -el/-edaš dativo - *dani -le(n) -edani ac. com -*n -n/- Ø -n -n -n, -ν, -n oblicuo -*dadi -lal -edaz n-ac. - n Ø Ø -t Ø -d plural nom.c - - -eš, -e -inzi -Ø n-.ac.n -a -a -a -a gen. -*da-? -la -nzan/-edaš dativo -*da-? -le -edaš -danz ac.c -*s -s -uš -anz -s

El paradigma de los determinantes

147 S. PÉREZ OROZCO

II.5.-El género

II.5.1 El Ne u t r o

La interpretación de algunos plurales puede dar lugar a pensar en la caracterización de un género neutro, como queda dicho en I.2 en relación a avil y en I.3 en relación a los determinantes.

II.5.2 Fe m enin o

En las lenguas anatolias, no existen evidencias incontrovertibles de un género femenino morfológico. Sin embargo, a partir de algunas evidencias, algunos autores han propuesto (30) que el proto-anatolio poseía tal distinción, que se perdió en la mayor parte de las lenguas de la familia, a excepción de algunas trazas en licio.

El etrusco, por su parte, muestra en los nombres personales, tan- to praenomina como nomina gentilicios (y tal vez en algún apelativo como puia “mujer” y lautniθa fem. de lautni) un morfema i, -ia que aparentemente podría ser el reflejo de i.e *-iH2. Si bien no hay una total coherencia al respecto, parece que puede afirmarse que la forma del sufijo varía según el grado vocálico de la sílaba final del masculino, según el esquema.

Ø /-ieH2 > ia Larθ PN m. < -*ndis Larθia PN. f <-*ndia

P /*-iH2 > aı Velθina GN m< -*nas Velθinai GN f.< -*naı

Examinemos la flexión de unpraenomen femenino. En principio, su flexión no difiere de los masculinos del paradigma I, a excepción del uso del oblicuo (limitadísimo) y de la presencia de formas con genitivo Ø (entre los masculinos sólo se hallan en el paradigma II).

148 MORFOLOGÍA ETRUSCA

PN fem etrusco anatolio nominativo Ramuθa *-a genitivo 1 *Ramuθa *-as genitivo 2 Ramuθas *-asa Dativo Ramuθaci *-asi Oblicuo *Ramuθal *-adi

TLE 98 Ramθa Matulnai seχ Marces Matulnas puia-m amce “Ramtha Matulnai fue hija de Marce Matulnas, y esposa ...”

TLE 640 V. Cvinti Arntiac Culcancl alpan turce “V(el) Cvinti (hijo) de Arntia (lo) dio alpan a Culsans”

TLE 868 mi Aranθ Ramuθaci Vectricinala muluvanice “me dio Aranth a Ramutha Vestricinai”

SE 64 (2001) mini muluvanice Tetana Ve.l.ka.s.na.s. Vele- liiasi “me dio Tetana Velkasnas a Veleliia”

La existencia de un genitivo Ø < -s puede apuntarse a partir de ejemplos como:

SE 34 p.105 Larθuia Amunaia “de Larthui(a) Amunai”

CIE 1001 Larθa 7arcinaia “ de Larthia Sarsinai”

SE 65-68 (2002) mi Raq[u]nθa Tipeia θina malaχ [malaka]si ita mena[q]u “yo (soy) la thina ? de Racuntha Tipei. Este es un regalo? bueno para una (persona) buena”

TLE 24 mi Araziia Laraniia “yo (soy) de Aranthia Lara- ni”

La forma de oblicuo en estos nombres queda testimoniada (escasa- mente) por algún ejemplo como Larθial genitivo de PN f. Larθia: TLE 682 mi cana Larθial Numθral Laucic puil “yo soy la c. de Larthia Numthrei, esposa de Lauci”.

149 S. PÉREZ OROZCO

Por lo que respecta a los gentilicios, tal como queda dicho más arri- ba, los morfemas que entran en juego son básicamente los mismos, si bien interpretamos que la –l que aparece ocasionalmente en los casos oblicuos se debe a una evolución fonética particular (vid. I.1.4).

GN fem. a-i- a-l- nominativo -i Hirminai 1 genitivo 1 -i-as Hirminaia Vectricinala genitivo 2 -i-asa *Hirminaias Veleθnalas Oblicuo -i-adi *Hirminaial

1 La terminación –ai es arcaica o arcaizante. La forma habitual es –ei.

TLE 123 Ramθa Zertnai θui cesu “Ramtha Zertnai aquí yace v. sim.”

SE 34 p.105 Larθuia Amunaia “de Larthui(a) Amunai”

CIE 1001 Larθa 7arcinaia “de Larthia Sarsinai”

SE 65-68 (2002) mi Raq[u]nθa Tipeia Tina malaχ [malaka] si ita mena[q]u “yo (soy) la thina? de Racuntha Tipei. Este es un regalo? bueno para una (persona) buena”

TLE 34 mini muluvanice Mamarce Apuniie Venala “me ofreció Mamarce Apunie para Venai”

TLE 24 mi Araziia Laraniia “yo (soy) de Aranthia Larani”

Las formas en –aias se documentan a partir de ejemplos como:

ET Cr 2.41 mi Ataias “yo (soy) de Atai”

REE 40 n 32 mi Pupai(a)s θina Kar(k)anas

REE 40 n 33 Pupaias Karkanas θina “yo (soy) la thina? de Karkana Pupai”

150 MORFOLOGÍA ETRUSCA

El uso del genitivo morfológico para indicar el dativo sintáctico está claro a partir de ejemplos como:

CIE 11133 ecn turce Pivi Patrus Unial Huinθnaias “esto dio Pivi Patrus a Uni Huinthnai” Aquí el gentilicio se usa como epíteto divino.

SE 45 p.194 mine Viku muluevneke Arpac Kamaia “me ofreció Viku a Arpa Kamai”

SE 65-68 (2002) mine{i} Uvi[e tu]ru[ce] (...) Vesricenals “me dio Uvie a Vesricenai”

REE, 1977, 25 mini turuce Larθ:Apunas Veleθnalas “me dio Larth Apunas a Velethnai”

TLE 868 mi Aranθ Ramuθaci Vectricinala muluvanice “me dió Aranth a Ramutha Vestricinai”

El genitivo en los gentilicios femeninos fue substituido por el oblicuo en su función de posesivo, sin que se pueda decir, por falta de ejemplos, si su uso como dativo sintáctico se mantuvo o quedó reemplazado por el oblicuo igualmente.

Las formas en –aial se hallan testimoniadas en inscripciones ar- caicas del tipo NSc 1937, 383 n 15 mi Culnaial. En etrusco posterior –aial se reduce a - ial TLE 70: cfr. mi Atiial y –al, cfr.TLE 138 Aleθnal, TLE 448 Alfnal.

Del cruce entre formas en –l- tipo Veleθnalas o Vesricenals y formas con –i- como Culnaial pudieron originarse formas mixtas en –(a)ials como las que aparecen el las incripciones vulcitanas:

TLE 321 Ramθes-c Vicnaialc “y de Ramtha Visnai”

TLE 321 Ramθes-c Xaireals “y de Ramtha Cairei”

TLE 323 Θanχviluis-c Turials(c) “y de Tanaquil Turei”

TLE 324 Haθlials Raunθu[s] “de Raunthu Hathlei”

151 S. PÉREZ OROZCO

Esta “desinencia”, en caso de corresponder a una pronunciación real y no a una grafía hipercorrecta propia de textos recientes, pudo haberse extendido a NP masculinos como TLE 135, 570 Larθalc o TLE 321 Arnθeals.

El lemnio Morinail debe representar una evolución distinta a partir de *Morinaial, de un gentilicio femenino *Morinai. cfr. el GN etrusco Murina

II.6.- Sufijos nominales

Se aprecian en etrusco diversos formantes nominales que hallan fácilmente paralelos en las lenguas anatolias.

• sufijo-s- relacionable con el sufijo – šš - del adjetivo genitivo luvita. Los ejemplos que ofrecen los textos son los siguientes, entre otros.

a) * cleusinassis a partir de *Cleusin Clusium TLE 488 cleusincl TLE 233 clevsinsl ()meχl-um rasneas clevsinsl (.) zilaχnve “fue zilath de la rei publica Clusiniensis / Clusiniensium” . El lemnio Φokasi-ale “foceo” de Φoka-/e- parece presentar un sufijo igual. Para el sufijoss – - formando étnicos en las lenguas de anatolia, cfr. car. otonos-n “ateniense (ac.)”, kbos “de Caunos”.

b) en LP b 8-9 ilacve tulerase LP b 11 ilacve alcase, el substantivo ilacve (dat.-loc.) va acompañado de dos adjetivos. En el primer caso, está relativamente claro que se trata de un derivado de tular “límite”. Así, pues, “en el ilacu del límite”.

c) En el Liber Linteus p.ej TLE I V,3 cpurec(-trec) y cacnicc-(trec) son probablemente derivados de cpur y *sacnica resp. (NOTA sobre sacnica) cacni cpur “ciudad” > *cpurec “ciudadano” pl. *cpurec(e)r gen.-dat. spurec-(t)rec *cacni-ca “clero” >*cacnicc “sacerdote” pl.*cacnicc(e)r gen.o- dat *cacnicc(t)res

• Sufijo na– /-ni < -wanna/wanni cfr. lic. (w)ñni-. Se usa en la for- mación de nomina gentilicios, algunos de los cuales tienen como base nombre de lugar:

152 MORFOLOGÍA ETRUSCA

Maifl-nas - Mefulla, Suθri-na - Sutrium, Capeva-nei - Ca- pua, Hep-ni - Heba, Alci-na - Alsium Esta relación es especialmente clara para el sufijo –ni, cuyo uso como formante de étnicos puede quedar asegurado por la inscrip- ción monetal Velznani NRIE 453+454= Volsinenses (Velzna es el nombre etrusco de Volsinium).

• Sufijo nominal –(a)l en hinθial “alma” en relación al lexema hinθ(i), relacionado con luv. –alla-/i-. Formas como tetals “sobri- no”, papals “nieto”, truials “troyano” presentan doble sufijación –(a)l- + s

• Sufijo va – / -cva / -χva: formante de adjetivos LP b 6 tmial avilχval “en el tmia anual”, de avil “año”. De TLE 139, 190 maru < *marun “magistrado de un cierto tipo”, se obtienen los derivados TLE 133 marunuχva, y TLE 146 marnu, TLE 233 marniu proceden en última instancia de * marunuwa / *marunwa respectivamente. Su uso como morfema de plural es cuestionable. No tiene un correlato anatolio seguro.

• Sufijo ia– en REE, 1971, 6 Selvansl Tularias “a Selvans Tula- ria, i.e, de los límites”, cfr. lat. Terminus. El epíteto tularia- está formado evidentemente sobre el apelativo tular “límite” más el sufijo.

153 III MORFOLOGÍA VERBAL

La morfología verbal no presenta, como acostumbra a ser habitual en las lenguas de corpus, ni la variedad de formas ni la relativa facilidad de interpretación morfológica que se halla en los substantivos (31).

Al contrario de lo que sucede con el paradigma nominal, no es fácil la aproximación a un modelo indoeuropeo más allá de lo que ya se ha propuesto en ocasiones: relación del pretérito en –ce con algunos perfec- tos indoeuropeos, sobre todo, obviamente, con griego -κε, interpretación de algunas formas en –as como participios < i.e. –ants.

Incluimos seguidamente una relación de aquellas que más o menos han sido identificadas.

III. 1.- Generalidades

En el momento presente, no se puede establecer ningún paradigma más o menos completo de ningún verbo etrusco, entendiendo como tal no meramente una relación de formas en principio correspondientes a la misma “raíz”, sino una auténtica descripción morfológica que per- mita adscribir a cada una de las variantes número, tiempo, persona, voz, conjugación.

Se evidencia la existencia, naturalmente, de un pretérito, del cual se pueden identificar sin lugar a dudas la tercera persona del sin- gular. Existe algún ejemplo plausible de plural, en principio identico al singular, (32) sin que se pueda discernir si ello se debe a una pura coincidencia evolutiva por capricho de la fonética o bien que realmente se debe a una característica más “profunda” de la morfología verbal etrusca.

No se pueden descartar tampoco abreviaturas ni adición de clíti- cos, con lo cual la interpretación de la morfología verbal resulta muy abierta y los textos largos no permiten un análisis conclusivo que permita establecer una categorización paradigmática indiscutible. Las diferencias entre los autores a este respecto son una muestra palpable de este hecho.

154 MORFOLOGÍA ETRUSCA

TLE 651 Auleci Metelic Vel(us) Vesial clenci cen flerec tece sancl tenine tuθinec χisvlicc “esta estatua para Aule Meteli hijo de Vel y de Vesi el tenine del tuthina chisvlic puso ex.....”.

TLE 315 eca suθic Velus Ezpus clensi cerine “esto y la tumba (son) de Vel Ezpu. El cerine (es) para el hijo?.

Nada obliga a suponer que las formas subrayadas hayan de ser verbos, lo mismo que, en los ejemplos siguientes, no hay un motivo especial para suponer que las formas subrayadas que acaban en –u sean nominales.

TLE 169 Aleθnas V. V. θelu zilaθ parχis zilaθ eterav/ clenar ci acnanasa/ elsci zilaχnu θeluca ril XXXVIIII/ papalser acnanasa VI /manim arce ril LXVI.

“V(el) Alethnas, (hijo) de V(el) ...o como zilth parchis (y) como zilach eterav, engendró tres hijos, fue zilath por segunda vez a los 39 años engendró seis nietos hizo este monumento a los 66

TLE 889 Semni Ramθa Spitus Larθal puia amce / lupu avils X[X]XII hucur ci acnanasa “Ramtha Semni fue esposa de Larth Spitu. Murió a los 32 años habiendo engendrado tres hijos”.

III.2. Formación de temas

Se observa también un rasgo que aproxima el etrusco a la morfo- logía del verbo anatolio: el abundante uso de sufijos derivativos, que recuerda mucho al lidio.

hitita luvita lidio - Ø te-ce -ne/i- muluv(a)-ne/i- mulu -annFi- -anna- -n-(-na-,-ne-)~ -nu- zilac-nu zilaχ -nu- -nu-) -no- /-νo- -n- ? ziχu-n- ziχu - s- heχ−c- hece- -sk- -ss- -9i-

Existe la posibilidad de interpretar algunas formas verbales como compuestas con prefijo:

155 S. PÉREZ OROZCO

picasri TLE 2 5 cfr. lid. f(a)-

acasri TLE 2 4,19,25,26 cfr. lid. en~ - (33)

Los temas anatolios originarios se rastrean en algunas formas ver- bales, si bien no siempre se corresponden entre sí:

hitita luv. lidio etrusco tarruwai- tro- / tor- turu-(ce) “suministrar” “dar” “dar” zinna- zinai(e) “terminar”, “hacer» wete- vic- < *wedye- vatie-(χe) “construir” “id.” “id.” aniya- fen-ani - un(a) “hacer” “llevar a cabo” “cumplir” ? tappa- θapi-cun “escupir” “maldecir” hink- hece-ce “ofrecer” “dedicar”? te- te-ce ca-? “poner” “poner” tama- (luv. j.) tam- θam-ce “construir” “id.” “id.”

Resulta complejo fijar la forma primitiva de los lexemas verbales, dado el actual conocimiento de la fonética histórica del etrusco. (34)

En el caso del bien conocido verbo para “dar”, la vocal final del tema alterna entre e e i sin que sea fácil decantarse por una u otra como primitiva TLE 363 muluvaneke, 34 muluvanice, 407 muluvanuke, 506 muleven[e]ke, 386 mulenike, 36 mulvanice, 58 mulvannice, 763 mulveneke, 725 [m]ulvenice, 389 mulveni (imp.?), 195 mu- luvene (pret.).

En el paradigma de tur- “dar” encontramos en pretérito formas como TLE 149 turce, TLE 156 turuce, TLE 42 turice, TLE 685 ture, Sc Ant, I, 422 turace. La –u- de turuce podría parecer etimológica a primera vista a juzgar por la etimología propuesta. Sin embargo, el

156 MORFOLOGÍA ETRUSCA examen detallado de las formas sugiere más bien una raíz *tura- < *tawra- < *tarwa- .

La segunda vocal sufrió reducción, asimilación u otros procesos ligados a la evolución del vocalismo átono.

NOTA. En TLE 408 menu turu vipit....c, turu podría ser un pretérito*taruwa(i)t > *tarut > *turu, si bien el contexto no ofrece ninguna pista.

Igualmente LP b 3θamuce, TLE 84 θamce da la impresión de que el timbre –u-está condicionado por la nasal precedente.

El etrusco tupi “castigo” en TLE 89 tupi Sispec “castigo de Sísifo” podría remitir a un verbo relacionado con luv. tupai-, tupi, lic. tub(e)i “golpear”, “castigar”, en cuyo caso la –i final continuaría el tema verbal primitivo.

III.3. Los tiempos

III.3.1. Pr e s en t e

Una serie de formas verbales son tradicionalmente interpretadas como presentes de indicativo, en tercera persona. Una tercera persona singular en –a ha sido propuesta para:

TLE 399 eca: sren: tva: iχnac: Hercle: Unial: clan θra:sce “esta imagen muestra cómo Hércules, hijo de Uni....”

En los textos largos, da la impresión que las formas en –a cumplen una función de futuro prescriptivo como el que también se da en hitita:

TLE 570 b 16-18 Afuna θuruni ein zeri[.] una “la gens Afuna hará todo...”

TLE I III 17, VII 17vacl ara “debe hacer el vacl”

No es tan evidente la función que puedan realizar formas acabadas en –a como:

157 S. PÉREZ OROZCO

muluvana en REE 52 n15 mi Hanφinasi Avhircinasi /

nunθena en CIE 6310 muluvana

Da la impresión, a juzgar al menos por el primer ejemplo, de que se trataría más bien de un substantivo equivalente a mulu. Cfr. sufijo a– que forma nombres a partir de verbos en luvita (35).

III.3.2. Pr e t é r i t o

Una primera persona singular en –cun / –χun ha sido aislada a partir de la tegula de Capua, CIE 5211, texto tradicionalmente enten- dido como una defixio, cuya interpretación general permite intuir en la secuencia subrayada una verbo de imprecación

7uplu Ls. Hasmun[i] Sθ. Cleuste Aθ. Cleuste. Vl. Runs/au Qancvil Velcui cec zeric ims semutin aprencaic inpa θapicun Tapintaic ceucn inpa θapicun iluu θapicun cec zeric Titi Setria lautnita.

Para la secuencia θapicun θapintaic cfr. TLE I XI 9-10 slapiχun slapinac, que parece ser una construcción paralela, con figura etimo- lógica incluida.

Qué duda cabe que la semejanza formal con hitita –hun, licio –gã etc. tiene un gran peso a la hora de proceder a tal identificación, que dista de ser segura.

La forma más conspicua del pretérito, sin embargo, es el acabado en –ce: turuke, ceriχunχe, muluvani-ce, ceseTce.

TLE 34 mini muluvanice Mamarce Apuniie Venala “me ofreció Mamarce Apunie para Venai”

REE, 1977, 25 mini turuce Larθ: Apunas Veleθnalas “me dio Larth Apunas a Velethnai”

CIE 6159 Vel Matunas Larisalisa an cn cuθi ceriχunce “Vel Matunas (hijo) de Laris, él construyó esta tumba”

158 MORFOLOGÍA ETRUSCA

TLE 43 mini alice Velθur Ve.. “me hizo Velthur Ve..”

En rético se observa el mismo morfema : Schum SZ 1 Laspa Φirima zinaχe “Laspa Phirima (lo) hizo”.

Junto a los pretéritos en –ce, existen otros en –e.

TLE 38 VelTur Tulumnec Pesnu zinaie mene mul[uvane ??....] “Velthur Tulumnes Pesnu (lo) hizo, dedicó y dio v. sim.”

TLE 233 Vel Le[ini]es...marniu spurana eprθne-c ten- ve meχl-um rasneas clevsinsl zilaχnve “Vel Leinies ...ejerció como marniu spurana y eprθne y fue zilath de la res publica clusinense/ de los clusi- nienses”

TLE 420 (.) Laris Vete mulune “Laris Vete (lo) dio”

TLE 195 mine muluvene Avile Acvilnas “me dio Avile Acvilnas”

TLE 469 Larθi Petrui Larθial Sentinatec puia ame “Larthi Petrui fue esposa de Larth Sentinate”

En lemnio se hallan formas comparables que presentan un morfema -ai: 9iwai, aomai, arai. Que hayan existido formas en –ai en etrusco arcaico, equiparables a las del lemnio, no es ni mucho menos seguro. La existencia de una forma verbal akarai es dudoso tanto en su seg- mentación como en su significado.

TLE 160 eθavaiθizusuzailimuna atiuθnaθ akaraisiniaserinla- man aizaruva alqu mazba vanaia

TLE 939 ....ika ziχ akarai

Hay otros pretéritos acabados en -u : lupu tenu zilaχnu cuyo valor como tales no hay por qué descartar a priori, si bien han sido interpre- tados como formas nominales, sin que haya evidencias incontestables para ello. De hecho parecen ser temas en –u que no muestran desinen- cia y que funcionalmente son equivalentes en apariencia a las formas

159 S. PÉREZ OROZCO en –ce y con las que alternan libremente, como se infiere a partir de ejemplos como:

TLE 169 Aleθnas V. V (...)/ elsci zilaχnu θeluca ril XXXVIIII frente a

TLE 173 Arnθ Aleθnas ...... zilaχnuce

TLE 166 Larθ Χurcles Arnθal Χurcles Θancvilusc Cracial clan avils ciemzaθrms lupu frente a

TLE 172 Larθ Aleθnas Arnθal Ruvfial clan avils LX lupuce

TLE 165 Arnθ Χurcles Larθal clan Ramθas Pevtnial zilc parχis amce marunuχ spurana cepen tenu avils maχs semφalχls lupu

TLE 99 Larθ Ceisinis Velus clan cizi zilaχnce meθlum nurφzi canθce calusin lupu meiani municleT.

Como queda dicho más arriba, un rasgo distintivo del etrusco, al menos en pretérito, es la coincidencia formal del singular y el plural en la tercera persona, rasgo este que comparte con el lidio.

CIE 6231 Larθ Aule Larisal clenar sval cn cuθi ceriχunce “Larth (y) Aule, hijos de Laris, contruyeron v. sim. esta tumba en vida” frente a

CIE 6159 Vel Matunas Larisalisa an cn cuθi ceriχunce “Vel Matunas (hijo) de Laris, él construyó v. sim. esta tumba”

III.4 Los modos

Resulta obvia la existencia de un indicativo, junto al cual se puede proponer sin demasiado riesgo un imperativo. La fórmula minipi capi frecuente en recipientes es, sin duda, análoga al latín noli me tangere.

SE 69 (2003) [Cav]aθas mi seχis ein men[p]e kape mi nuna[r]

160 MORFOLOGÍA ETRUSCA

TLE 12 ei minipi capi :mi culiχna Cupes Alθrnas “No(-ni-pi) me (mi-) toques. Soy la copa de Cupe Alethrnas”. Cfr. lic. nipe: no (prohibición)

SE 65-68 ei menepi χape mi · mi : Karkus /Venelus

Lo mismo cabe pensar de las numerosas formas indesinentes que aparecen en TLE I trin, ar, nunθen TLE 389 mulveni.

III.5 Diátesis

La existencia de una 1. p. s. media con valor pasivo se podría inferir a partir de

TLE 278 mi Araθiale ziχuχe “fui escrito para/por Arnth”

TLE 282 mi Titasi cver menaχe “fui consagrado v. sim. como cver para/por Tita”

En licio se conserva también algún ejemplo de formas medias con valor pasivo sólo en primera persona : lic axagã “factus fui” (38), aunque no se puede descartar, para el etrusco, una interpretación como “me escribieron para Arnth”.

De hecho es discutible que -ce / -χe sean morfemas distintos o bien simplemente alomorfos de origen fonético. Ejemplos como

LP a 1-2 ita tmia icac heramacva vatieχe ....Θefairiei Velianas “Thefarie Velianas...construyó este .... y este....”

REE 45 n 6 mi Aχu muluaniχ[e] “me dio Achu” pueden ayudar a aclarar casos como TLE 570b 21-22 iχ ca ceχa ziχuχe, aducido como ejemplo de forma pasiva : “tal como este pacto fue escrito” y que puede ser reinterpretado fácilmente como “tal como escribieron este pacto” sin más. De hecho, TC B18 cen zic ziχuχe, con la forma de acusativo del determinante cn induce a pensar en una voz activa “escribieron este escrito”.

Sí se conserva, al parecer, un resto de pasiva impersonal, lo que Rix llama “Necessitativ” en formas en –ri cares-ri, nunTeri, y cuya

161 S. PÉREZ OROZCO relación con las pasivas en –ri del hitita parece bastante probable (3.p.s m-p. conj. en –hi) hitita halziyari, halziya halziyattari: “se llama, se convoca” (37) En todo caso, existen numerosas formas paralelas en otras lenguas indoeuropeas como a. ir. berair “se lleva”, umbro ferar, osco loufir, etc.

III.6 Participio

Formas en -as(a),–θas(a) como svalθas tenθas trinθaca acnanas acnanasa son interpretadas unánimemente como participios. Las formas más antinguas serían las formas en –as como acnanas:

TLE 887 Spitus Larθ Larθal svalce LXIII hucur maχ acnanas arce manim “Larth Spitus, hijo de Larth vivió 63 años. Habiendo engendrado cuatro hijos hizo este monumen- to”

TLE 888 Metli Arnθi puia amce Spitus Larθal svalce avil LXIIII ci clenar acnanas arce “Arnthi Metli fue esposa de Larth Spitus, vivió 64 años, habiendo engendrado tres hijos, hizo (el monumento)”

Se trataria de formas de nominativo singular en –as < -anz que se declinarían en el resto de casos sobre un tema -(n)θ-. Las formas en –θas(a) serían un caso análogo a neftc en lugar de nefs . Del mismo modo que se ha rehecho neftc sobre el tema neft-, la alternancia ori- ginal *svalas / *svala(n)θ- fue substituido por svalθas / *svalθ-.

En las lenguas anatolias parece asegurada su existencia en hitita, palaíta y tal vez lidio, pero, al menos en hitita, la voz es pasiva en los verbos transitivos, lo cual no parece ser el caso en etrusco. Faltan, por otra parte, los participios en –mma- pasivos típicos del luvita y lenguas afines (39).

III.7 Intento de explicación

A nuestro entender, sólo las formas de pretérito ofrecen la suficiente garantía como para intentar emprender una explicación más o menos coherente y una aproximación genética a las lenguas anatolias.

162 MORFOLOGÍA ETRUSCA

Como hipótesis de base, partiremos de un estadio con dos voces, activa y media, al modo de las lenguas anatolias que conocemos

Activa protoetrusco etrusco I etrusco II 1. p. sing -*han/-*hun¿? -cun/ -χun -cun/ -χun 3. p. sing -*t -Ø -ce /-χe media-pasiva 1. p. sing -*hat -χe ? -χe ? 3. p. sing -*at -e ?? -e ??

Origen de la flexión verbal etrusca

La primera persona del singular podría proceder de una desinencia similar a la que hallamos en luv. j. -han, en licio –gã o bien en hitita –hun ( conj. en –hi). El “endurecimiento de la laringal” y la eventual evolución de la vocal son triviales.

El morfema de tercera persona es análogo al que hallamos en palaíta, en hitita (conj. en –mi) y tal vez esté tras el morfema lidio correspon- diente, -l.

En pretérito activo, pues, la tercera persona carece de morfema explícito, lo cual da buena cuenta del estado que hemos anteriormente planteado. No existen pretéritos en –u y en –e, sino que la caída de la –t final produce formas acabadas en e– < -*a, procedentes de verbos con tema vocálico, en –u, procedentes de temas en –u y posiblemente hayan otros, aún no identificados.

En resumen

*maluwanat > muluvene cfr. hit. wemiyat huittiyat *zilaχnut > zilaχnu cfr. hit. arnut wahnut aššanut

Posiblemente la abundancia de temas vocálicos indujo al falso aná- lisis de una desinencia –e, extendida analógicamente a verbos como tenve, zilaχnve.

Posiblemente la terminación del lemnio, -ai, tenga esta misma ex- plicación, pero a partir de bases verbales en –ay(a), - Fi-, etc.

163 S. PÉREZ OROZCO

La terminación –ce/-χe tan típica, debe entenderse, a nuestro juicio, como una innovación etrusca (no presente en lemnio, pero sí en rético), cuya explicación más simple sería la tradicional: la extensión analógica de la –c- de la primera persona (cfr. los perfectos griegos en –κ).

La voz media en etrusco muestra una existencia residual. En primera persona del préterito se conserva un uso de pasiva sintáctica, cfr. licio aχagã . Las formas de base podrían ser las neohititas en –hat, -at. En el resto de personas, tal vez la desinencia –e de algunos perfectos y la –a de algunos presentes puedan remitirse a terminaciones medias, lo que indicaría una confusión de ambas voces. La –a de ama, una, tva podría derivar de una terminación afín a la 3a del singular de la voz media hitita –a(r) cfr.hit. kisa o a las que aparecen en luv. ziyar(i), lic. sije-ni.

En cuanto a la indistinción de número, queda dicho que en lidio también existe tal circunstancia, que podría obedecer, al menos en etrusco, simplemente a la coincidencia fonética de ambas personas (vid. cuadro adjunto)

Protoetrusco I II III -V-t -V-t -V -V ~ ~ -V-nt -V-t -V -V

III.8 Los verbos en el Liber Linteus (TLE I)

En los textos largos se aprecian una serie de variantes morfológicas a las cuales no se ha podido dar una explicación satisfactoria, sobre todo teniendo en cuenta que su interpretación dista de ser unívoca y que están escasamente testimoniadas y en contextos poco claros. A decir verdad, gran número de las formas aparentemente verbales muestran morfemas poco conspicuos e, igualmente, permiten análisis divergentes. De hecho, en los textos largos la interpretación condiciona la morfología y viceversa.

Junto a formas morfológicamente muy usuales (pretéritos en –ce, participios en –(θ)as), hallamos verbos de aparición frecuente en el

164 MORFOLOGÍA ETRUSCA texto, cuyo carácter morfológico parece asegurado por indicios exter- nos, que aparecen de forma sistemática con los mismos morfemas (cfr. cuadro inferior).

Convencionalmente, la primera columna se interpreta como 2. p. s. imperativo, la segunda como 3. p. s presente y la tercera como 3. p. s. pretérito, sin que se puedan descartar otras hipótesis de entrada.

-Ø -a -e -θ otras Tur tura ture nunθen nunθena 1 nunθene nunθenθ nunθeri 2 Un una 3 une unuθ Ar ara arθ arac Trin trinθ 4 trinθaca

1 CIE 6310 2 *nunθenri > *nunθ~eri > nunTeri 3 TLE 570 b 16-18 4 TLE I XI 11 etrinθi podría ser una variante de trinθ con prótesis vocálica del tipo eprθne/ purθne

En cuanto a la cuarta columna, las interpretaciones que pueden darse a estas formas son prácticamente ilimitadas. A juzgar por los ejemplos anteriores, las formas en -T parecen alternar con cierta libertad con las formas que carecen de ella.

Si bien hay general consenso en entender las formas no caracteri- zadas como imperativos que indican la acción ritual que debe llevarse a cabo, las formas con “morfemas” adicionales carecen de traducción segura. El número de coincidencias formales con morfemas anatolios en tan grande que resulta muy difícil pronunciarse.

TLE I IX 6-8 trin flere neθuncl un mlaχ nunθen zusleve

TLE I V 10-11 nunθenθ eiser cic ceuc [un-um m]laχ nunθen χic esvicc...

TLE I VII trinθ

165 S. PÉREZ OROZCO

Es probable, sin embargo, que dicho elemento aparezca en posición no enclítica en

TLE I X γ 2 θi .vacl. cesasin . cilvaneri. vanva

TLE I XI 2-3 trutum. θi .θapnectc. tr[i]tanaca. hanTin

Como hipótesis, podría pensarse en la posposición -ti/ -θ / -θi, usada aquí a modo de adverbio: “aquí (dentro)” v. sim.

Un ejemplo especialmente convincente puede ser

TLE I XI 6 θi [.] nunθen .etnam. θi .truθ

frente a ejemplos como TLE I V 10-11 nunθenθ TLE I V 18 truθt raχc.

Para la vacilación en la forma, cfr. formas de locativo como TLE I V 16 raχθ y TLE I IV frag nov,5 raχti. Se trataría de los mismos constituyentes, verbo en imperativo y “partícula” en orden distinto.

El análisis de TLE I VI, 15 luθ−ti raχ ture (NOTA el elemento luθ parece asegurado por TLE 131 luθcva) y su comparación con la secuen- cia TLE I IX, 6 raχ−θ tur permite suponer con bastante verosimilitud que el elemento –ti /-θi se ha traspuesto aquí a otro constituyente de la oración.

III.9 –une

El análisis de ciertas secuencias de los textos largos permite conje- turar un valor de infinitivo para estas formas:

TLE 570 b 7-14 ecta-c Velθina acilune turune ccune zea zuci enesci aθumicc Afunac “ y esto la gens Velθina se compromete (zea: presente?) a cumplir, dar, ...r a los athumica de la gens Afuna en el zuci enesci”

TLE I II 9 sve-c an cc mene utince ziχne cetirune-c “ y así él (an) mandó (utince = hit. uttaniya-?) a ellos (cc) escribir y recitar ? el ritual (mene)”

166 MORFOLOGÍA ETRUSCA

No es difícil ver aquí un posible paralelo de formaciones de infini- tivo como hitt. –anna, luv. y palaíta –una, lic. –ne/-a, con las cuales posiblemente está en conexión (posiblemente de forma más estrecha con las formas luvias)

III.10 –cu

La existencia de un morfema verbal –cu se ha postulado a partir de ejemplos como

TLE 940 mi Spuriesi TeiTurnasi aliqu “yo ? para Spurie Tei- thurna”

REE 1972 mi Larθuzale Kuleniieci zinaku “yo ? para Larthuza Kuleniie”

Su interpretación permite pensar en formas de la voz medio-pasiva, dado que tanto al(i)- como zina- son conocidos lexemas verbales. Así pues, una traducción del tipo “yo fui (hecho/ consagrado...) para X” no carecería de sentido.

Ahora bien, si se compara con la palabra ilacu / ilucu,que parece constar del mismo sufijo, variaciones paradigmáticas del tipo TLE 2 ilucu frente a TLE 2 ilucve; LP b ilacve tulerase ilacve alsase dan la impresión de que las formaciones en –cu corresponden a substantivos verbales. Igualmente, la oración:

SE 65-68 (2002)mi Raq[u]nθa Tipeia θina malaχ [malaka]si ita mena[q]u “yo (soy) la thina de Racuntha Tipei. Este es una ofrenda? buena para una (persona) buena” si es que la hemos traducido e in- terpretado correctamente, parece indicar que menaqu es un nombre que concuerda con ita.

Por tanto, nuestra propuesta es que tales formaciones son de hecho nombres verbales, formados con ayuda del sufijo–cu < *-wa- (40). Por tanto, las oraciones anteriores podrían ser traducidas: yo (soy) un objeto hecho para....” v. sim.

En el mismo orden de cosas, mulu creemos que no es una forma verbal, sino simplemente un apelativo < *mal(u)wa-cfr. luv. j. maluwa

167 S. PÉREZ OROZCO

“ofrenda”, a partir del cual se forma el verbo*mal(u)wa-na- > mulu- vane-

REE 1974, 217 mi mulu Larisale Velχainasi “yo soy el obsequio para Laris Velchaina”

Act. Presente. Pretérito 1p. s *maluwanawi *muluvanu *maluwanahan 1*muluvanecun 3.p. *muluwana(n)ti *mulvaneθ *maluwana(n)t muluvane

1 Tapicun Paradigma reconstruido de la voz activa

M-P Pres. Pret. 1p. S *maluwanahar *muluvanaχa *maluwanahat 2*muluvanaχe 3p. S *maluwanar 1*muluvana *muluwanat 3*muluvane

1tva Paradigma reconstruido de la voz media 2zinaχe 3zilaχnve

Activa Presente Préterito Pretérito arc. 1.p.s - -cun/-χun 2.p.s - - 3.p -a -ce /-χe -e / -Ø Pasiva 1.p.s ? -χe 3.p ( impersonal) -ri -

Paradigma de la formas personales

168 IV CONCLUSIONES

Después de nuestro estudio, la imagen de un (proto)-etrusco con fuertes semejanzas con las lenguas anatolias del I milenio queda, a nuestro entender, reforzada. Isoglosas comunes con el licio, el lidio y el cario en cuanto a la morfología nominal y sus pautas de evolu- ción pueden argumentar a favor de una patria “tirrénica” al sur de Anatolia, en una zona en contacto con las lenguas anteriormente citadas.

La morfología nominal es razonablemente semejante a la anatolia e indoeuropea en general, en concreto, muy similar a la que presentan otras lenguas del primer milenio.

Se distingue por la presencia (limitada) del femenino y por el uso de un colectivo como plural de ciertos nombres.

En la morfología verbal es donde se presentan más discordancias, si bien no se puede negar rotundamente una cierta conexión. Junto a relativas innovaciones en la voz activa (esp. el pretérito), se pueden hallar arcaísmos como residuos de la voz medio-pasiva y el uso activo del participio en –nt. La morfología se acerca más al hitita que al luvita y a sus continuadores, lo que contribuye a acentuar el carácter “mix- to” del proto-etrusco, con isoglosas que le relacionan con las diversas familias del anatolio.

Llama la atención la falta de pronombres enclíticos, tan típicos en anatolio, si bien está falta podría deberse a la deficiencia del análisis. El uso de partículas es muy reducido y se limita a las pananatolias –m <*-ma y –c < *ha, tal vez –pi/pa.

La semejanza a nivel fonético resulta bastante obvia y el etrusco se alinea con las lenguas más arcaicas y conservadoras : cuatro vocales, dos series de oclusivas y un numero reducido de sibilantes y líquidas. Cabe destacar, sin embargo, la pérdida de numerosos finales y la aparente reducción del vocalismo átono, así como algunas evoluciones particulares de ciertas consonantes y grupos consonánticos. En futuros trabajos habrá que profundizar en ello desde el punto de vista de la fonética histórica.

169 S. PÉREZ OROZCO

Sin que nos atrevamos a concretar más de momento, pensamos que una vinculación entre anatolio y etrusco es evidente. Determinar cuál es el encaje preciso resulta aún prematuro, si bien la hipótesis tradicional, la migración desde Asia Menor en la época convulsa de los Pueblos del Mar, tiene una serie de argumentos importantes a favor.

El lemnio sería un remanente de la antigua patria y el rético, sim- plemente un etrusco colonial. Si no existiera el contrapeso del etrusco, sin duda el lemnio se habría intentado incoporar a la familia anatolia, con la cual las afinidades son más que evidentes.

La aceptación de una presencia anatolia en la Península Itálica abre paso de nuevo y con más fuerza a la posibilidad de aceptar que el elimo tenga conexiones también con Asia Menor (41).

Investigaciones ulteriores, acompañadas del desarrollo de los cono- cimientos sobre las lenguas anatolias del I milenio deberán consolidar las tesis que aquí proponemos, fijar la posición del etrusco en el grupo anatolio y la posible ubicación geográfica delUrheimat etrusco.

170 V NOTAS

(1) En las obras de Woodhuizen y Beekes reseñadas en la bibliografía, espe- cialmente The Ethnicity of the Sea Peoples y The origin of Etruscans, se halla abundante argumentación sobre el origen anatolio de los etruscos, con referencia a la lengua. (2) Para las tesis autoctonistas, veáse las obras de Pallotino y Bonfante. Una buena visión de conjunto se puede encontrar en obras como Gli Etruschi. Una nuova immagine o Rasenna. Storia e civiltà degli Etrusch. Una visión sincrónica de la lengua, sin incidir en el aspecto genético, se puede obtener en las obras de los etruscólogos alemanes, Pfiffig y Rix (vid. Bibliografía). (3) La bibliografía sobre el cario está en plena efervescencia. Una síntesis reciente en Adiego I. J.: Carian Language, Leyden 2006. (4) Para la fonética del etrusco ( desde el punto de vista interno de la lengua), acepta- mos las propuestas de Rix. Una buena visión de conjunto en la sección dedicada al etrusco, Rix, H.: “Etruscan” en Woodard, R. D. (ed.): Cambridge Encyclopedia of the World’s Ancient Languages, Cambridge 2004, p 964 ss. (5) Para la gramática etrusca, vid. Rix, ibidem y las gramáticas de Bonfante: The Etruscan Language. An Introduction, y M. Pallotino: La lingua degli Etruschi. Para la gramatica de las lenguas anatolias, un buen resumen general, con numerosas referencias en Woodard, R. D. (ed.) Cambridge Encyclopedia of the World’s Ancient Languages, Cambridge 2004, cap. 18-23 (6) La existencia de temas en –nt-, tan típico del anatolio y del indoeuropeo en general puede quedar más o menos apuntado por la flexión del apelativoT unχul nom. ac TLE I XII 3 θunχul(-em) dat.-loc. TLE 570 a 12 θunχulθ−e gen. TLE 570 b 19-20 θunχulθ−l donde se puede apreciar la oposición entre la forma de nominativo/acusativo neutro –an > Ø y el tema –nt > -θ en los casos oblicuos. (7) Cfr. Rix, H. Etruskische Texte, § 52 para la transcripción de las sibilantes y el uso de s / c. (8) Para los hechos lingüísticos del pisidio, Claude Brixhe: “La langue des inscriptions épichoriques de Pisidie”, A Linguistic Happening in Memory of Ben Schwartz. Studies in Anatolian, Italic, and other Indo-European Languages, ed. by Yoël L Arbeitman: Louvain-la-Neuve (Leuwen) 1988, 131-155 Von, http:// de.wikipedia.org/wiki/Pisidische_Sprache“Lovaina, 1988, 131-155 (9) Sin embargo en TLE I XI,11 cla θesans (10) Existe otro clen, con el que creemos que no debe confundirse vid. I.3.1.2 d) Tins ceχe en TLE 290 7tasinu herma Tins ceχe : “Stasinu (ofreció la patera) como herma en honor de Tin” da un posible paralelo, donde Tins (genitivo) parece sintácticament equivalente a clen.

171 S. PÉREZ OROZCO

(11) cfr. Melchert: Lycian Lexicon s.vv. (12) para el uso del ablativo en luvita Melchert: The Luwians, D.3 p.203 (13) cfr. Melchert, “Further Thoughts on Carian Nominal Inflection”Acts of the Conferen- ce HKC Hellenistic Karia 2006 (edd. P. van Bremen and M. Carbon) (en prensa) (14) cfr. Melchert: ‘PIE *y > Lydian d,’ (15) cfr. Melchert: The Luvians, B.2.1, p.179 (16) TLE 682 mi cana Larθial Numθral Laucic puil “yo soy la cana de Larthia Numthrei, esposa de Lauci” TLE 510 Anec Caec puil hui iui ei itruta “de ..., esposa de Ane Cae...”. (17) Para el presunto morfema -λ9, vid. Melchert, H. C.: “The Lydian Emphasizing and Reflexive Particle 9- /-is”. (18) vid. M. Durante: Considerazioni intorno al problema .. p. 10 para una discusión sobre el acusativo en –n. (19) -ni/-ne podría ser una partícula enfática o bien un pronombre enclítico de dativo. ( cfr. lic. –ñne pronombre de dativo plural en licio). (20) Rix, “Etruscan” 4.2.3.3 p. 952. (21) Referencia: Pandolfini Angeletti, M: “I dati epigrafichi dallo scarico della Vigna Parrochiale”, Miscellanea Ceretana, I, CNR, Roma 1989, pp.69-83). (22) Ilya Yakubovich: “Lydian etymological notes”, Historische. Sprachforschung 118, 2005, p. 82. (23) etera podría relacionarse etimológicamente con lic. χddaza, luv. hutarli-. eterais / eteraias TLE 122 zileterai(a)s < * zilaθ eteraias podría ser un adjetivo en –s frente al genitivo TLE 169 zilaT eterav < -*eteraian. (24) Citar TLE 570 a 1-2 ectla Afunac genitivo sing ; TLE 570 b 7-8 ecta-c ac. s. n. (25) Sobre el análisis del segundo genitivo, vid. Rix: “Etruscan”, 5.2, p. 962 (26) Referencia: Della Seta: “Iscrizioni tirreniche di Lemno”, Scritti in onore di Nogara, Ciudad del Vaticano, 1937, pp. 119 ff. (27) Melchert: “Notes on Palaic”, Zeitschrift für Vergleichende Sprachforschung, 98 (1984) 22-43. (28) No debe confundirse con una variante de clan “hijo”. TLE 737 mi flerec spulare aritimi Fasti Ruifric trce clen ceχa “a mi, la estatua spulare?, Fasti (esposa) de Ruifri me ofreció a Artemis pro filiov. sim”, TLE 652: Velias Fanacnal Θuflθas alpan menaχe clen ceχa tuθines tlenaχeis “fui ofrecido como alpan de Velia Fanacnei para Thuflthapro filio por t. t ??”. Vid. nota 10. (29) Vid. Pfiffig: Die Etruskische... para una amplia visión del verbo con paradig- mas. (30) Vid. Melchert: ‘The Feminine Gender in Anatolian”. (31) Para el verbo etrusco, aparte de las gramáticas etruscas citadas, téngase en cuenta Wylin K: Il verbo etrusco.

172 MORFOLOGÍA ETRUSCA

(32) En lidio y en lituano se ha producido un proceso de igualación de las terceras personas en todos los números ( en lituano, en singular, plural y dual). (33) Un prefijo a- podría darse en acnan(as) “engendrar” < *a-gnˆ F-n-anz, am-/ lem. aom-“ser” < *a-um- cfr. hit. wemiya-/umiya-. (34) Para la fonética, Rix: “Etruscan”, 3, pp. 946-950. (35) Melchert: The Luwians, 4.2, p. 95. (36) No es forzoso entender cesu como verbo TLE 123 Ramθa Zertnai θui cesu “Ramtha Zertnai .... aquí”, CIE 6231 apic atic sanicva θui cesu “su padre y su madre ... aquí”, aunque parece probable. Bien podría ser sin embargo un adjetivo o substantivo, a partir del cual podrían formarse un verbo TLE 85 ...inas sacni θui ceseθce. (37) Puhvel: J Hittite Etymologycal Dictionary vol. 3, Words beginning with h-, s.v. halzai-, halziya-, pp. 53-64, Berlin-New York, 1991. (38) Vid. Melchert: ‘The Middle Voice in Lycian”. (39) NOTA En TLE 366 mesnamer y TLE 730 mename (admitiendo que la separa- ción de la palabra es correcta) tenemos un cierta asonancia con luv. massanFma- /i-. Si bien no está asegurada la consideración como participio de este verbo ( vid. Melchert: Cuneiform Luvian Lexicon s.v. pero Puhvel, J: Hittite , Vol. 6, p. 93, Berlin-New York 1984 s.v massanami) tampoco se puede descartar completamente. El verbo sería mene/a- perf. TLE 370 menece perf. pasivo, TLE 282,652 menaχe, participio TLE I VIII 5 menac, presente TLE 570 a 23 mena. (40) La evolución –wa- > -gwa- gráficamente cva / χva parece asegurada por los alo- morfos va/ cva / χva del sufijo o por el numeral maχ/ muvalχ < *mawa/ *mawa- lwa-. (41) La conexión entre el elimo y las lenguas anatolias ha sido defendida a partir del análisis de los escasos restos lingüísticos, que, como en el caso del etrusco, se in- sertan en un conjunto de leyendas y tradiciones que apuntan a un origen oriental. Los epígrafes monetales- segestazie erukazie y var. < * -azian a través de -e,~ -ã, con el morfema –z- de los étnicos licios, del lemnio Fokasi- o etr. cleusins(l). Si emi en las monedas élimas significa “soy” o más bien “yo”, podría ser el eslabón perdido entre anatolio amu/ emu y etrusco mi. Igualmente, el elimo –ai en Atai Tukai emi podría ser la evolución epicórica de -aya “yo (soy) para Ata Tuka”. Una revisión general del tema en AA.VV., Gli Elimi e l’area elima fino all’inizio della prima guerra punica (= Archivio Storico Siciliano, 14-15 [1988-89] y Agosti- niani, L.: Iscrizioni anelleniche di Sicilia. Le iscrizioni elime, Florencia 1977.

173 VI ABREVIATURAS

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174 VII BIBLIOGRAFÍA

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175 S. PÉREZ OROZCO

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176 MORFOLOGÍA ETRUSCA

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177

S. PÉREZ OROZCO Licenciado en Filología Clásica

UN COMPONENTE ANATOLICO EN LA ONOMÁSTICA ETRUSCA

ABSTRACT: The idea about a vinculation of etruscan with Minor Asia has been always present. There is offered a comparation between anatolic person names and the etruscan ones. This is the reason because it is mentioned first each onomastics structure and afterwards it is mentioned parallels in radical names, derivated names through suffixes and primary formations. Conclusion says that even evident disagreement between the two onomastics, there is a significative contribution of anatolian elements in etruscan person names.

KEY WORDS: Etruscan onomastics, Anatolian onomastics.

RESUMEN: La idea de una vinculación de los etruscos con el Asia Menor ha estado siempre presente. Aquí se ofrece una comparación entre los nombres de persona anatólicos y etruscos. Para ello se menciona en primer lugar la estructura de cada antroponimia y a continuación se ofrecen paralelos en los nombres radicales, nombres derivados mediante sufijos y formaciones primarias. La conclusión es que a pesar de evidentes discrepancias entre ambas antroponimias hay un aporte significativo de elementos anatolios en los nombres de persona etruscos.

PALABRAS CLAVE: Antroponimia Anatolia, Antroponimia etrusca.

179 I INTRODUCCIÓN

Cualquiera que sea la postura que se adopte frente al etrusco, de un modo u otro siempre está presente la idea tradicional de una vinculación con Asia Menor. Migración pura y simple con trasvase de población y de lengua, simples contactos culturales debidos al comercio y la pirate- ría, los matices varían según los autores y las épocas. No entraremos a discutir si lo que se atisba de parecido se debe a elementos compartidos procedentes de un antiguo fondo común “mediterráneo” o bien nos ha- llamos ante una evidencia a favor de una antigua migración “tirrénica”. A este respecto, la bibliografía es inabarcable y las posiciones bien cono- cidas y, en muchos casos, encontradas. Nos remitimos a los clásicos en la materia para profundizar en ello. Una buena síntesis puede hallarse en Durante (Durante, M. “Sulla classificazione dell´etrusco”,SMEA , VII, 1968, pp 7-60), sin que los años transcurridos hayan ofrecido ningún avance incontestable y ampliamente aceptado en la materia.

Nuestro objetivo en el presente trabajo consistirá en investigar un campo poco explorado hasta ahora: las relaciones entre la onomástica de Anatolia, con unas características muy peculiares y la antroponimia etrus- ca (entendiendo por etrusca la que usan los etruscos y que no es de origen itálico). Aunque algunas equivalencias son más o menos doctrina común, por ejemplo, la relación entre anat. Tarhu- y etr. tarχ(u)-, desde el estudio (muy discutido) de Herbig (Herbig, G.H. Kleinasiatisch-etruskische Na- mengleichungen, Munich, 1914) poco más se ha hecho a este respecto.

Para proceder a nuestro análisis, hemos utilizado como obras de referencia, – NH= Laroche, E. Les noms des hittites, París 1966 para los nombres anatolios del II milenio – KPN= Zgusta, L. Kleinasiatische Personennamen, Praga 1964 para los del I milenio.

Si no se indica lo contrario, los nombres citados se encontrarán en ambas obras. De no ser así, se da la referencia en el repertorio que se relaciona al final de este trabajo.

En el caso de los nombres etruscos, dada la falta de una obra de refe- rencia específica, usamos como tal la obra de Schulze,W. Zur Geschichte Lateinischer Eigennamen, Berlin-Zürich-Dublin 1966. De no hallarse ahí, se da igualmente la referencia pertinente en el repertorio final.

180 II LA ANTROPONIMIA ETRUSCA

Características

La denominación de un individuo en etrusco puede ser:

- simple, a base de nombres individuales o idiónimos (NI), de uso reducido. Estos idiónimos resultaron posteriormente en PN.

- compuesta, constando de un praenomen (PN), un nomen genti- licio (GN) y, opcionalmente, un cognomen (CN). No resulta fácil y, pensamos que de momento no hay evidencias incontrovertibles en ningún sentido, establecer si la onomástica itálica se forjó según el molde del etrusco o fue al revés.

La analogía con la onomástica itálica y, concretamente, con la latina, que parece basarse en esquemas similares, permiten conjeturar con bastante fiabilidad que:

- Los gentilicios parecen formados sobre antiguos nombres indivi- duales, posteriormente algunos convertidos en PN, con ayuda de diversos sufijos Rix( p.112) :

masculino genitivo femenino genitivo -na -s -nai, nei, ne -(i)al -ni -nei, -ni, -nia -s -snei -ie, -e -i, -ia,-inei -i -i, -ia, -ei, -nei, -a/einei, -enia, -s -snei -a -ei, -ania, -nei, -i -u -ui, -unia, -uni

Existen formas mixtas que combinan dos sufijos:

-n-ie > -nie, -ne -na-s > nas -s-na > -sna -s-a > -sa.

181 S. PÉREZ OROZCO p.ej.

Θucer NP −Θucer-na GN Lar(e)ce PN −Larece-na > Larcna GN Spurie PN –Spurienas > Spur-ina GN Puplie PN –Pupli-na GN Vel PN –Vel-ni GN Vele PN –Vel−(a)ie GN

Remitimos a la bibliografía, sobre todo Rix para más detalles.

Por ello, es razonable pensar, y esta es nuestra hipótesis de base, que un GN como, p.e, Matulna presupone un antropónimo *Mat(u)le anterior.

Sin embargo, no es la única posibilidad, puesto que en algún caso se aprecia claramente que la base del GN no es un antropónimo, sino un topónimo, como se percibe en algunos GN que derivan directamente de NL y que en su origen debieron ser gentilicios.

Maifl-nas - Mefulla Suθri-na - Sutrium Capeva-nei - Capua

Hep-ni - Heba Al9i-na - Alsium

Esto es especialmente claro para el sufijo ni– , cuyo uso como for- mante de étnicos puede quedar asegurado por la inscripción monetal Velznani NRIE 453+454= Volsinenses (Velzna es el nombre etrusco de Volsinium)

- Los cognomina parecen a veces basados en antropónimos y en otras ocasiones es verosímil, a tenor de lo que se constata por ejemplo en latín, que provengan de elementos del léxico común a partir de su uso como sobrenombre.

Así mismo, el etrusco posee un morfema de femenino en -ia/ -a de uso aparentemente exclusivo en la onomástica, y cuyo parecido con morfemas equivalentes en las lenguas indoeuropeas es difícil pasar por alto.

Larθ PN m Larθia Larθa PN f

182 COMPONENTE ANATÓLICO

Considerar que la presencia de este morfema se debe de un présta- mo, de una pura coincidencia o de un rasgo común heredado dependerá del punto de vista que cada cual tenga sobre el origen y filiación de la lengua etrusca.

En los nombres personales testimoniados y en los que se deducen a partir del análisis de los gentilicios, se perfila una onomástica caracte- rizada por el uso de distintos sufijos unidos a una misma raíz.

En el siguiente cuadro exponemos, sin ánimo de exhaustividad, al- gunos de los diferentes sufijos que se añaden a los radicales indicados en cada columna. Se han eliminado los morfemas flexivos y de forma- ción de GN para facilitar la visión de conjunto. Las formas íntegras se relacionan en la lista de más abajo.

lar vet-/vat- sep- rem-/ram tar(u)− vel- num- tel- ser-/zer sat- Lar Veti Rem- Tar(u)− Vel- Num- Sat- -ie/-e Vetie Sepie Rame -t / -θ Larnθ, Vatat- Ramθa Tarnt- Velnθ- Zert- Larθ Velθ− -tur/ Larθur Ramθur- Velθur Numθr- Telaθur- Sertur -θur /Zertur -s Laris Vets- Rems- Tarcs- Vels- Nums- -st- Larst- Tarcst- -ce/-e Larce Velχe Serice -r Larθu? Vetr- Sepr- Velar- Satr- -u Vetu Sepu Velu -nuna Ramnuna -l Vetl- Sepl- Raml- Tarel- Velel- Satl- -t(a)l- Ramaitela -m Tarχum- Velim- -fr- Velfre- -cl- Numcl- Telicl-

Cup- PN Cupe ; GN Cuppelius Cupl-sna Cups-na Cupr-na Lar- PN Lar Larnθ/ Larθ Larθur Laris Larece Larce; GN Larste Num- GN Numclanies Numθral Numsi Numnas Ram/- PN Ramnuna Rame; GN Ramaitelas Ramθa Ramθurna Remsna Ramle

183 S. PÉREZ OROZCO

Rem Remni Sat- GN Satna Satlna Satrna Sep- GN Sepie Seplna Sepu Sepre Ser- PN Sertur/Zertur Serice; GN Zertna /Zer Tar- PN Tarχi GN Tarχnte Tarχumenai Tarcste Tarχelna Tarχunies Tarcsnei Tel- GN Telaθuras Telicles Vel- PN Vel Vele Velθur Velelia (f); GN Velfrei Velferas Velasnei Vel9nal Velari Velu Velimna Velnθie Velθni Vet- GN Veti Vetlnei Vatate Vetsna Vetri Vetu Vetie / Vat-

La lista podría continuar, aun con bases aparentemente no etrus- cas:

Leθ−/ Laθ− Leθaies (gen.) Leθae Leθe Laθiu Laθari Latini Laθli / Ladile Leθanei Latiθe GN Laus- Lausies Lausus Lausum(n)al *Lausele > Lauselius GN Lau− PN Laume GN Laucinie Laucri Lauisie * Lauχle > Lucilius Vip- PN Vipe GN Vipenas Vipli Vipinanas Vipiθenes

Se puede constatar en algunos casos acumulación de sufijos:

Lar > Larθ a partir del cual Larθ−u Larθ−ite Larθ−iza Ane > Ane a partir del cual An−ari Vel > Vele de donde Vel−rei Vel−asie

A la vista de estos ejemplos, es posible obtener la siguiente lista, no exhaustiva, de sufijos

Sufijo –(a)ie/ -(a)e/

Aparece añadido a la base nominal para formar GN, aunque también figura en la terminación de NI y PN comoLe θaie Leθae Spurie Puplie. Las formas que presentan una –a deben ser el resultado de añadir el sufijo a una base terminada en vocal. PN Puplie Spurie Leθae GN Velvae Pupa-e. Ejemplos como GN Velaie Velae Velainei

184 COMPONENTE ANATÓLICO

< * Velaie-nei son demostrativos de esta alternancia alomórfica. Para la pérdida de –i ante vocal, y entre vocales véase Rix p. 178 y ténganse en cuenta ejemplos como Larθa / Larθia PN f.

El lemnio NI Holaie parece haber retenido la forma antigua del sufijo.

Sufijo -ce/-χe

Fácil de aislar en PN como Larce Vele Serice Limurce.

El examen de ciertas series onomásticas permite ampliar el número de ejemplos de este sufijo:

- en Ane (lat. Ancus) es posible suponer que se halla dicho sufijo por comparación con Ane, aunque un origen itálico no es descar- table.

- se aísla un * Herce en GN Hercnas a partir de la serie de GN Her-na Herm-nei Hercle-nia

- debió existir una variante –kie, a la vista de ejemplos como *Lar- kie,deducible de GN Larkie-na, frente al más común Larce, PN Tiucie cfr. Tiu / Tiuza (PN).

Con distinta vocal final existeΘ anicu (PN f.) cfr. Θania (PN f.)

Sufijo –l

Abundantísimo en la onomástica. Debió de ser muy productivo a la luz de los siguientes ejemplos de GN y PN aportados en los cuadros anteriores: Vetl-nei Sepl-na Ramle Tarel-na Velel-ia, a los que se pue- den añadir ejemplos como

Matul-na / Matu-na Satl-na /Sat-na

Cupel-na/ Cupe Acl-ni /Ace(ial)

Papel-nas / Papa (CN) Pupl-na/ Pupa-e

185 S. PÉREZ OROZCO

Sufijo –m

Relativamente escaso y aislable en Laume (PN) Velim-na (GN)/ Velie (GN). También quizás en Herm-nei (GN )/ Her-na (GN).

Tarumenai es, de hecho, un epíteto divino. Para un ejemplo similar de GN (o términos con estructura de GN) acompañando ND, cfr Unial Ursmnal

Sufijo –r

Algunos GN testimonian este sufijo: Vetr-al Sepre Velari Satr-na. Además, obsérvense pares como

Pupre (GN)/Pupa-e (GN)

Papar-nies (GN) / Papa (CN).

Sufijo –s

Aparece en la formación del PN Laris y se constata frecuentemente su existencia en GN:

Vets-na Tarcs-nei Num-si. Añádanse a los ya citados Acsi (GN) por comparación con Ace-ial (GN); Velas-nei Velsi-nal. Es muy posible que la –s forme parte del sufijo de gentilicio en los GN acabados en-sna y var. El análisis de ejemplos como Lauum-sna Velave-sna a partir de Lau(u) me *Vel(a)ve (cfr. PN Velvae) puede dar apoyo a esta hipótesis.

De acuerdo con esta suposición, Velasnei < Vel-(a)-snei a partir de PN Vel Velsinal < * Vel(e)se –na a partir de PN *Velese que se continúa en lat. PN Volesus, Volusus.

Sufijo -st-

Aparece en la base de unos cuantos GN : Larste Tarcste Reuste Nuste Cleuste. Tal vez en GN Aul9t-ni en cuya base hay un NP * Aul9te (cfr.

186 COMPONENTE ANATÓLICO lat Aulestes) tengamos también una expresión de este sufijo añadido a una base que aparece en el PN Av(e)le.

Sufijo -t/θ

PN Larnθ Larθ Ram(a)θa GN Tarnte Vatate . No está claro que ambos sean alomorfos y por ello no puede descartarse que sean dos sufijos distintos. En algún caso, a través de formas arcaicas, se percibe que la forma más antigua fue –nθ : Velnθ−ie, Larnθ. Las formas latinas correspondientes a Larnθ, como Larentia La(u)rentes Larunda? y el griego Λαραντiδας corroboran dicha hipótesis.

Posiblemente hallamos un sufijo análogo enArn θ (PN), var. Arunθ, Aranθ , Araθ lat. A(r)runtius / A(r)runs (vid. infra).

Sufijo θ- ur /-tur

Aparece en la formación de PN y también de GN: PN Larθur Velθur Tinθur Sertur /Zertur; GN Numθral que presupone un NP *Numθur (lat. Numitor) Vipiθur Ceθurnas Telaθuras Ramθur-na Teiθur-nasi (GN)

Sufijo –u

Aparece en GN y también es muy usual en CN: Vetu Sepu. Su feme- nimo acaba en –ui. Debe distinguirse del sufijo u– < -*un fem. –unia, que concurre en el mismo tipo de formaciones. Para la evolución fonética del final–un , ténganse en cuenta

θu / θun /θun-em formas del numeral “1” Memru / Memrun (CN) < gr. Μέµνων maru “cargo politico” > derivado marunu-(va)

Sufijo –n

Presente en GN Vipinanas y tal vez en GN Tarunies ( aunque, cree- mos, es mejor analizar Taru-nies). En los ND Laran/ Larun y Peθun

187 S. PÉREZ OROZCO parece constatarse un sufijo –n claramente en relación a los lexemas Lar- y Peθ− presentes en la antroponimia.

Sufijos infrecuentes

Por último, citar unos cuantos sufijos no habituales.

-t(a)l- en GN Ramaitelas Mutli -cl- en GN Numclanies ?? Telicles ; Χurcles/Χurna ; Hercle/ Herna -nuna en PN Ramnuna -f/-p en Velufna-l. Con reservas en GN Pulfna Pulpae Pulpainei respecto a Pule-na -f(e)r en Velfre-i Velferas (GN). También en GN Sclafra Slafras

No se puede desechar, al menos, en los dos primeros casos, la posi- bilidad de que se trate de una aglutinación c(e) + l, t(e) + l

En suma, se puede concluir de forma bastante fundamentada la existencia de una variada onomástica personal en etrusco que fue con el tiempo substituida por el habitual esquema itálico, pero de la que, examinando la estructura de los nomina gentilicios, aún podemos vis- lumbrar las huellas. Guardando las distancias y mutatis mutandis, puede compararse con la actual situación en la onomástica hispánica actual, donde nadie se llama ya Gutierre, Muño, Nuño ni Menendo y, sin embargo Gutiérrez, Muñoz, Nuñez y Menéndez, patronímicos de los nombres personales anteriores, se cuentan entre los apellidos más frecuentes

188 III LA ANTROPONIMIA ANATOLIA

La onomástica de las lenguas indoeuropeas de Asia Menor, tanto del segundo como del primer milenio se caracteriza por unos tipos de formación bastante específicos que esquematizamos del siguiente modo, inspirándonos en la clasificación de Laroche, NH

- radicales, sin estructura evidente, basados seguramente en última instancia en apelativos (Noms tirés du lexique)

- derivados con sufijos diversos: –l, -m, -r, etc. a partir de una base léxica. Téngase en cuenta el cuadro de más abajo para una visión de conjunto

- formaciones primarias: basados en la reduplicación de sílabas o en alargamientos vocálicos

- compuestos bimembres con elementos típicos como ziti-, muwa-, -piya, Tarhunda-piya, Arma-nani-, Pariya-muwa-, panf. Κενδη- µαρας

lexema - -n- -uwa -s(s)- −nt- -r- -ll- -m -k- wad- Wadanda Ουαδους Οητασις Ουαδαρος wal- *Walla- wallant- Walala *Wallama Ουαλας Ολετας Ωλαµος tarhu(nt)− *Tarhuni- Tarhuntassi- Tarhuala Τροκονις Ταρκονδας arma- Arma *Armuwa *Armassi *Armanda- *Armara *Armalls- Ερµοας Αρµαις Ερµενδα Ερµαρας Ερµολας? muwa- Muwa *Muwani- *Muwalli- *Muwama- *Muwaka- Μοας Μουνας Μοαλλεις Μωµας Μουακας sap- *Sap(iya)- *Sapar(iya)- *Sapalla- Σαπια Σαβαριας Σαβαλας Arsa- *Arsa- *Arsanni- *Arsasi- *Arsalla- *Arsama- *Arsaka- Αρσας Αρσηνις Αρσασις Αρσαλος Αρσαµης Αρσακας

189 IV COMPARACIÓN

Tal como hemos expuesto en la introducción, el objetivo de nuestro estudio es detectar en la antroponimia etrusca puntos de contacto con los nombres personales anatolios.

A efectos de la comparación, tendremos en cuenta una serie de fe- nómenos fonéticos en etrusco que se infieren de su estudio interno y de la adaptación de préstamos griegos

1.- oscilación a / e, e/ i clan “hijo” / clenar “hijos” gen. pl cliniiaras cealu9 / cialu9 “30” / ci “3”

2.- tendencia a la desaparición de las nasales preconsonánticas etr. Ane / Aχe gr. Άντıοχος > etr. Atiuce Aranθia > Araziia; Larnθ / Larθ

3.- síncope vocálica, así como aparicíón de vocales reducidas y epenté- ticas, indicio de la existencia de un fuerte acento de intensidad. Άρτεµις > Artam, Artumes Avele > Avle Κασσάνδρα > Ca9ntra / Ca9tra Ramaθa/ Ramuθa > Ramθa Άλκµάνα > Alχumena Άνδροµάχα > ∗ Atrumaca> Turmuca-s (gen. )

4.- alternancia entre sorda, aspirada y fricativa Ankara / Anari Pupluna / Fufluna

5.- inexistencia de consonantes sonoras (al menos en la grafía) Tiφile < ∆ iφιλος Atunis < Άδωνις

6.- nominativo con desinencia cero Pultuce < Πολυδεúκης Hercle < Ήρακλ#ς

190 COMPONENTE ANATÓLICO

Cabe decir que abundan los finales en –e en los nombres masculi- nos, que son también frecuentes en licio (p. ej. Piketere) y lidio (p.ej. Mane-).

En el curso de nuestro análisis, intentaremos poner de manifiesto algunas semejanzas, a nuestro criterio, bastante evidentes, entre ambos sistemas onomásticos, ya sea en relación a los lexemas de base ya sea en los procesos de derivación.

1.- Nombres radicales

Empezaremos analizando las similitudes entre bases léxicas. En primer lugar, estudiaremos una serie de nombre aislados, es decir, no asociados de entrada a una de las grandes Namensippe, pero que tiene exacta semejanza con nombres personales anatolios.

etrusco minorasiático I milenio minorasiático II milenio Alveθ−nas (GN) lid. Aλυάττης Arunθ Aranθ (PN) lic. Aruwãti(jesi-) Cuθer (NI) lic. Κοδαρας Velva-e (GN) lid. Valve- luv. walwa- “león” Venel Venal (PN) lica. Ουαναλις Hatile (GN) car. Κονδαλος Hantili- Hustle(GN) car. Κοστωλλις hit. hastalli- “héroe” Θeθure (GN/CN) is. Θεθουρας Θeprie (GN) lic. Dapara Θucer (NI) cil. ∆ουκερις Mane (PN) lid. Mane- Numa(PN) pis. Νουµας Partun-us (GN) lid. Brdun- Patar-as (GN) is. Πατερας Seθre (PN) lic. Siderija Zittara Sentie (PN) cil. Σανδιος Sanda Timele (GN) lid.Timle Tlap-na (GN) lic.Tilapa Ursme (NI) lic.Urrsm˙ a Warsama U9ele (PN). car. Υσσωλλος

191 S. PÉREZ OROZCO

- Alveθ−nas Alveθa−nas (GN). El etrusco * Alveθ(e) que subyace en estos GN manifiesta evidente semejanza con lid. 'Aλυαττης . Existe una var. Aleθ−nas, que muestra el típico paso –lv-> l (Rix, p. 218) como Śalinei CIE 2706 / Śalvinei CIE 2706. Encontramos también CN Alu GN Alu-ni que puede ser de la misma familia, y con posible relación con lid. Alu-

-Arunθ Arnθ y var. Aranθ Araθ (PN). El lat. A(r)runs, A(r)runtius permite asegurar el timbre originario –u- de la segunda vocal. El licio aruwâti- se reconstruye a partir del NP Aruwâtijesi < aruwâti esi “ (él) es noble”. El luv. aru- “alto” podría ser la base de dicho nombre, para el cual, sin embargo, téngase en cuenta Melchert, Lycian Lexicon, s.v . La misma base que Arunθ, pero podría encontrarse en GN Aru-nas, GN Arusni.Tal vez también GN Arm-ne, Armu-nia. Tendríamos aquí restos de una pequeña Namensippe *Aru-, *Aru-s-, * Aru-m-, Aru-nθ−.

La reducción -uwa- > -u- se puede hallar en mu < muwa y tu < tuwa (véase infra). Obsérvese la conservación del grupo -nθ−, muy poco frecuente.

-Cuθer (NI). La comparación con lic. Κοδαρας / Xudara es bastante sugerente. El lexema de base puede hallarse en hit. Kudarili.

-Velva-e (GN) es comparable a lid. Valve-. El luv. walwa- “león” suministra el lexema de base. El GN Velave9na9 está basado en el mismo nombre.

-Venel (PN) arc.Venal (NI) es confrontable a lica. Ουαναλις. Un étimo *wanalli basado tal vez en luv. wanna- “piedra” es factible. La estela de Lemnos proporciona un posible NP tirreno Vanal , aunque la interpretación de dicho texto dista de ser unánime.

- Hatile (GN) se puede relacionar con hit. Hantili. Existe también los GN Haθel-nas Haθlie (gen. sing. fem Haθlials).

- Hustle (GN) tiene visos de semejanza con hit. hastalli-“héroe”, de donde car. Κοστωλλις . El diferente tratamiento de la vocal posterior a la h puede tener que ver con la calidad de la laringal: h1 en hantili- (cfr griego άντi) y h3 en hastali- (cfr. griego όστέον). El lat. Hostilius es una adaptación latina del GN etrusco. Existen también los GN Hust-na, que presupone un NI * Huste (lat. Hostus PN) y Husti(θ)e, comparable este a hit. Hastiti-

192 COMPONENTE ANATÓLICO

-Θeθure (GN) resulta idéntico a is. Θεθουρας, sin que puede añadirse más a esta evidencia.

-Θeprie (PN), aun con diferente sufijo, resulta en cuanto a su lexema de base muy similar a lic. Dapara y por tanto asociable a luv. tapar- “gobernar”. Origen del latín Tiberius.

-Θucer (NI) es idéntico a cil. ∆ουκερις , como ya queda dicho más arriba. Una cierta relación con el NH Τεûκρος resulta posible sin embargo.

-Mane (PN). Su relación con lid. Mane- es formalmente impecable. El lat. Manius y sus derivados Manilius Manlius tendrían que ver aquí, aunque no es descartable un origen itálico. Véase Durante, pp.46-47 para la discusión de esta ecuación onomástica. Si lid. Mane- presupone una antiguo *Masne (vid. loc. cit.), esto supondría la misma evolución fonética del grupo para el etrusco.

-*Numa. Se puede deducir la existencia de un etrusco Num-nas y del PN latino Numa. Su conexión con pis. Νουµας Νωµα Νοµοτας resulta sugerente.

-Partun-us (GN) equiparable a lid. Brdun-. La comparación gana fuer- za si tenemos en cuenta que lidio b transcribe seguramente una sorda.

-Patar-as (GN) equiparable a is. Πατερας.

-Seθre (PN). Su equivalencia al lic Siderija- y su relación con hitt. Zittara permite conjeturar la presencia del elemento anatolio ziti- “hombre” en etrusco. El GN Seθ-na (GN) contiene tal vez el mismo elemento sin sufijo.

-Sentie (PN) puede corresponder a cil. Σανδιος y tener en su base el ND hitt. Sanda-.

-Tams-nies (GN) evoca lid. Θαµασιος. De la misma familia, con sufijo –r GN Θamries.

-Timele (GN) recuerda a lid. Timle-.

-Tlap-na (GN) (gen s. f. Tlapnal) es idéntico a lic. Tilapa- y evoca el NH Τήλεφος.

193 S. PÉREZ OROZCO

-Ursme (NI) coincide con lic. Urrsm˙ a e hit. Warsama. Los GN Ur- sumunies Ursmini y el epíteto divino Ursmnial contienen con toda seguridad este NI en su base.

-U9ele (PN). Su parecido con car. Υσσωλλος resulta sorprendente y se podría suponer un común origen *wassali / *ussali- o similar, aunque tradicionalmente se propone un origen itálico < *Auselio- relacionado con ND Usil “sol”. Us(ini)es (GN), sin embargo, parece garantizar una base *us-. Existe también la variante Usile (NI) en Caere.

Menor poder de convicción tienen las ecuaciones siguientes entre GN etruscos y NP minorasiáticos

Alu-ni lid. Alu- Plecu car. Πελλεκως Anθu is. Ανδως Sasu-na lic. Σασας Car-na is.cil. Καρις Sele-nia lic. Σαλας Cest-na panf. Κηστος Sem-na pis. Σαµης Cil-ni car. Κιλλης Semθ-ni lic. Semuta Cucl-ni s.fr.pis. Κωκελας Sur-na lic. Hura < * Sura Cul-ne is. Κουλας Susi-ne pis. Σουσης Cuml-na lid. Kumli- Tulum-ne9 lic. Tilume Curu-na lic. Κουρος Tumu-na is. Τουµµας Cutli-s is. Κοττολις Turi-na is.cil. Τουρας Matu-na car. Ματις Uφle lic.Oπλης Matul-na pis. Ματυλις Upelsi pis.Οπλεσις Mulsu-na lic. Μολλισις Utani-sa pis. Oτανις Pee car. Βακκας Vesi cil. Ουασις Pesna NI /GNis. Βασνην

Se incrementan las coincidencias si se supone haplología de n- fi- nal.

lic. Αρβιννας lat. Rabe-nna < *Rabine-na lid. Σισινης lat. Sisenna < * Sisine-na lic. Οτοµενης etr. Utm-ni < * Utumene-na

194 COMPONENTE ANATÓLICO

2.-Nombres derivados

2.a.- Lo s l e x e m a s

En segundo lugar, consideraremos la comparación de lexemas de ambos contextos lingüísticos, centrándonos en aquellos a partir de los cuales se originan Namensippen con ayuda de distintos sufijos

Lexema anatolio Lexema etrusco arma- ram-/rem- muwa- mu- sar- ser- tarhu- tar(u)− tuwa- tu- wad- vat-/vet- wall- vel-

a)- anat *arma- “luna” / etr. ram-/ rem-?

-l -(n)t -t -tall -s -nan Etr. Rame Ramle Ramθa ? Ramθa ? Ramaitela Remsna Ramnuna Anat. Arma- *Armalla- Armati- Armatalli- *Armassi- *Armanani- lid lic. pis lic. s.fr-lica Ερµολας ? Ερµενδα Αρµατα Αρµαις Αρµουνανις <* Armassi-

Si las formas con vocalismo u como Ruml-nas pertenecen aquí, ha- bría que pensar en una vocalización *rM- con una vocal reducida que adquiriría un timbre labial por contacto con la m contigua. Para etr. ai < a en Ramaitelas, cfr. gr. σκηνή > lat. scaena, de un dórico σκανα, a través del etrusco *scaina ; gr. Aσκληπιóς > lat Aesculapius a través del etrusco * Aisclapie; etr. Calaina < gr. Γαλάνα

Totalmente hipotética es la pertenencia a esta familia de PN f. Ravnθu. Sin embargo, podría postularse Ravnθu < *Ramnθu < * Ar- manduwa- cfr. lic. Ερµανδοας.

195 S. PÉREZ OROZCO

La identificación fue propuesta ya por Carruba, “L´origine degli etruschi. Il problema della lingua”, p. 144, II Convegno internazionale di linguisti, 1977 Brescia, Paideia Editrice. En licio rmazata˙ - ya parece apuntarse una pronunciación silábica de la r.

Suponer una evolución V rC > RvC permite realizar ecuaciones como

pis. Αρσα etr. Res-na (GN) lic. Αρσατεµας etr. Restum-na (GN) car. Αρβησις etr. Repes-una (GN) TLE, 75 pis. Ορβλης etr. Rapl-ni (GN) lic. Erbbina lat. Rabe-nna (GN) con haplología lid Αρτιµας etr. Ritum-na / Ratum-sna (GN)

b) anat. *kuwa- / etr. cuv-

-ie -l -nt Etr. - Cuie Cvel-ne Cveθ-na

Anat. - Kuwa *Kuwiya- * Kuwalli- *Kuwanda- cil. lid. cil. lid. Κουας Κοιης Κουαλις Κονδας

Existe también GN Cuvi-nei. En cuanto a Cvelne, existe también la forma Cvenle, sin que pueda afirmarse que son formas distintas o la una alteración de la otra y, si este es el caso, cuál es la forma original. El signiifcado del lexema de base es desconocido. Tal vez Χvestna9 pertenezca aquí y en la base haya un NP * Χve-ste/ Cve-ste.

c) anat. *muwa-“fuerza” “virilidad” / etr. mu-

-n -m -s -k -iy -t -tall- Etr. mu- Munina *Muse *Muce *Mule Mute Mutli Mommeius, Musius Mucius Mulius Mottius Motalius Mummius Anat. muwa- Muwa *Muwanni *Muwama- Muwaza1- *Muwaka *Muwalli Muwatti- Muwatalli- pis. pis. lica. is.cil panf s.fr-pis cil. cap. Μοας Μουνας Μωµας Μουσας Μουακας Μοαλεις Μωτας Μωταλης

196 COMPONENTE ANATÓLICO

1Muwaza- es la lectura real del nombre hitita jeroglífico que aparece en NH como Muwaı.

El GN Muθuras debe corresponder aquí: la base debe ser un NP Muθur (mu + suf. θur).

Durante, 47-48, discute ampliamente la conexión de anatolio muwa, muwatta cfr luv. *muwa- “might, power”, luv. jer. muwata- id. con palabras latinas de origen presumiblemente etrusco como el nombre de la divinidad fálica Mutunus (Tutunus) o los términos para “falo” mutonium, muto, etc.

Cabe decir en apoyo de la conexión propuesta que la u es larga, como cabría esperar procediendo de la reducción de un grupo –uwa.

Etr. *mut- < muwatta- pudo convertirse en una base propia sobre la cual

-* Mutaie > Mutainei GN -* Mutase, *Mutare > Motasius, Motarius, Mutronius, - *Mutali > Mutli GN Motalius, Motilius

Sería tentador asociar a esta familia etr. *Muste lat. Mustius (GN) y proponer una ecuación com hitt. Muwaziti- y lid. Μουσητας.

d) anat. sar- “arriba” / etr. ser/ zer

- -dar -k -nt -iy Etr. ser-/zer Sertur/ Serice Zertna Zertur Anat. Sar(i)- *Saridara- *Sariyanda- Sariya car. mis. cil. Σαρος Σαριδηρας Σαριανδης

197 S. PÉREZ OROZCO

e) anat- *tarhu -ND / etr. tar(u)

- -n -s -t -l -m -nt -iy -st Etr.tar(u) Tarnia Tar unies Tarcsnei Tarvetenas Tarelna Tarumna Tarnte Tari Tarcste

Tarcna Tarquitius Tarcontius Tarquius Anat. *Tarhu Tarhunu- Tarhu(a)la *Tarhundama- Tarhunta- *Tarhuiya- Tarhuziti tarhu(nt)- lic. lic. pis. Τροκονις Τροκονµας Τερκανδας

La puesta en relación del teónimo anatolio y los antropónimos etrus- cos viene de lejos. Véase Durante, 44-46 para una discusión detallada del tema. El nombre mítico Τάρχων, antepasado mítico de los etruscos, según Heródoto, se ha vinculado tradicionalmente a esta familia. Etr. Tarnte (GN) Tarvetenas GN pueden ser simplemente étnicos en su origen formados en el topónimo Tarquinia (etr. Tarna ) más el for- mante de étnicos –te. que forma GN de origen gentilicio p.ej Cafate < * capua-te.

Para la vacilación  / v cfr. GN Ailenas Acvilena9.

f) anat. *tuwa- /etr. tu-

- -t -l Etr. tu- Tu-na Tute Tule Anat. tuwa- Duwa Tuwati- *Tuwalla- is.Τουα pis-lica.Τουτας lic.Τοαλος

Nada se sabe del significado de esta raíz ni en anatolio ni en etrusco, aunque lat. Tutunus en la denominación de la divinidad fálica Mutunus Tutunus brinda alguna posibilidad de relación con el concepto básico de “fuerza” “fertilidad” v. sim.

g ) anat. *wall- “fuerza” / etr. vel-

-m -l -nt -par- Etr. vel- Vel Velimna Velelia Velnθi Velfrei Anat. *Walla- *Wallama- Walala wallant- Walapra- wall- is. car. car. Ουαλας Ωλαµος ? Ολετας

198 COMPONENTE ANATÓLICO

Este radical, de origen claramente indoeuropeo, *wal-, ha dado lu- gar a una familia onomástica importante. La raíz aparece en diversas formaciones - tematizada con vocal –a en *walla – is. Ουαλας pis. Ουελλος / etr. Vel

- tematizada con vocal –i en *walli- is. Ουαλις

- ampliada con el alargamiento –(a)nt - luv. wallant- “fit, capable” /car.Ολετας / etr. * Vel(e)nθ de donde GN Velθi Veleθnal Velnθi

Con las lógicas reservas que supone la falta de coherencia de la vo- calización del etrusco, cabe pensar que en etr. Veliθ(a)na Velitna no sea una mera variante de los GN anteriores y que la –i- no sea una pura vocal de anaptixis. Sería posible que su origen esté en un anterior * walíyatta > *walit > *Velit- , análogo a car. Ολιατος / úlíat. El radical no sería el mismo, según Craig Melchert, (comunicación personal), ya que la forma caria no muestra el típico resultado que se esperaría de anatolio –ll- > λ.

h ) anat. * zat- / etr. sat-

-r -l Etr.sat Satna Satrna Satlna Anat. Zat- *Zata- *Zatara- *Zatalla- pis. s.fr-lica Σατας Σαταρας

Existen una serie de antropónimos cuya conexión con el sustrato pregriego, llamémosle “egeo” o “pelasgo” o como se quiera es bastante evidente. Tal como queda dicho en la introducción, la relación de este estrato lingüístico con las lenguas indoeuropeas de Anatolia es discuti- ble y dista mucho de haber consenso al respecto, oscilando las posturas desde la identificación pura y simple a la asunción de un sustrato común, pasando naturalmente por todos las matices intermedios.

Presentamos a continuación una relación de aquellos nombres etrus- cos que son susceptibles de ser comparados con nombres no griegos de la tradición mítica y legendaria helena.

199 S. PÉREZ OROZCO

-Aiace-na / Αiακóς Éaco. -Aile-nas / 'Aχιλλεúς Aquiles. -Θan(i)a PN f./ 'Aθάνα Atenea ND aunque téngase en cuenta pis- lic. Θαννις. −Θucer PN / Τεûκρος Teucro NH. -Hercle Hercel-nia GN / 'Hρακλ#ς Hércules. -Leθe / Leθae ΝΙ /GN / Λ#θος Leto, rey de los pelasgos de Larisa. -Prumaθ−na GN / Προµηθεúς Prometeo, titán o etr. prumaθ9 “biz- nieto”. -6minθe PN. Se ha relacionado con el gr. Σµινθεúς, epíteto de Apolo, relacionado con Σµiνθα ciudad de la Tróade. Al parecer, en la base de todo ello subyace una antigua palabra “mediterránea” *σµινθος v. sim. “ratón”. -Tantl-na GN /Τάνταλος , Tántalo -Tevat-na GN (gen s. f. Tevatnal) Tveθlies Θveθlie < * Tevatalie GN contiene un radical *tevat- que asociamos con el que aparece en Τεúτα−µος , padre de Λ#θος, rey pelasgo de Larissa, Τεúτα−ρος Τεúθ−ρας y tal vez en última instancia con luv. tiwat- “dios del sol”. Añádase aquí el étnico Teutani, antigua tribu del Peloponeso, que según Plinio (III. 81) fundó la ciudad etrusca de Pisa, ciudad que Dionisio (I. p16) sitúa entre las más antiguas de Italia, y en cuyo origen, de acuerdo a la ver- sión del autor, intervienen los pelasgos. -Tinθur PN /Τυνδάρεως, Tindáreo y sus variantes formales Τυνδάρεος Τυνδάρης Τυνδάρεως parece posible. En laconio las formas muestran ι en lugar de υ, lo cual refuerza la semejanza y abre una puerta a la relación con protoanatolio * diuna-, hitita šiuna- “dios” a partir de evoluciones divergentes del antiguo grupo –iu-. Para un ejemplo de evolución parecida en etrusco, compárese los antropónimos de origen griego Tinusi <∆ιονύuσιος, Clepatra. -Tituru CN / Τíτυρος, Títiro. -Tlap-na GN / Τήλεφος, Télefo, lic. Tilapa. -Turn NI (sólo testimoniado en gen. Turn-s), lat. Turnus. La relación con griego τúραννος salta a la vista.

Menos conspicuos resultan paralelismos como: -Camillus / Κάδµος Καδµ>λος Κασµ>λος lid. qaλmλu- “rey”. El cog- nomen latino es en su origen un apelativo con el significado de “oficiante ritual”, “joven noble”. El nombre legendario lid. Κάµβλης < * kamles puede tener que ver. En la base podría haber una forma *kwadmil-, de donde a través de evoluciones fonéticas diversas y perfectamente previsibles se llega a los antropónimos y substantivos mencionados.

200 COMPONENTE ANATÓLICO

-Cucu GN / lid. Γúγης, Giges, rey de Lidia. -Kaθle PN / lid. Κανδαύλης, Candaules, rey de Lidia. Su semejanza con lic. Γενδαυλατις puede argumentar a favor de un origen anatolio. De ser cierta la ecuación, la forma etrusca vendría a través de * Káθule. -Memru CN / lid. Μέρµνος ,Mermno,el nombre del fundador de la casa real lidia de los Mérmnadas, aunque una relación con el nombre griego Μέµνων es tal vez más directa. -Tartinaia GN f / ∆άρδανος , Dárdano. En todo caso, podría derivar de *Tartana-na-ia > *Tartanaia con haplología (vid. supra)> *Tartə naia > Tartinaia. -Turzu-nia GN Τυρσηνóς, Turseno o Turreno, hermano de Tarcón.

En etrusco existe una base nominal lar, que es una de las más pro- ductivas y mejor representadas : Lar Larθ Larnθ Larce Laris Larθiza Larθur (PN) Larθite (lat. Lartidius) *Larθnie (lat. Lartinius) Larste (GN). También se deriva de esta raíz ND Larun/ Laran con un sufijo –n como ND Peθun (gen. Peθunus) de una raíz * peθ− de donde Pe(i) θ−na GN. Sin embargo, en la onomástica minorasiática, solo hallamos NP Λαρ en Pisidia y los más dudosos Λάρος y Λάρις, tal vez griegos. En la onomástica del II milenio encontramos únicamente NP m. Lariya y Tarhu-lara, nombre de un príncipe de Gurgum. Donde abunda re- alemente es en la toponomástica del Mediterráneo Oriental: Λάρισσα Λαράνθιος Λάρυµνα Λάρανδα Λάρκανη Λάριχος Λάρινος Λάρισσος, a los que hay que sumar los NP míticos, relacionados resulta evidente.

Un campo interesante donde investigar la relación entre el etrusco y el sustrato “pelásgico” es la onomástica personal de la región tesalia de Pelasgiotis.

Baste, como muestra, una par de ejemplos de antropónimos de dicha procedencia, sin etimología griega aparente y no testimoniados en otra parte, pero con curiosas asonancias en la onomástica etrusca (LGN, IIIa, s.v)

Μύσκελος etr. * Muscle en GN Musclena

Μυσiας etr. * Muse en GN Musenial

201 S. PÉREZ OROZCO

2.b.- Lo s s u f i j o s

Como puede verse a través de los ejemplos aportados más arriba, hay una gran analogía entre los sufijos empleados por ambas lenguas en la formación de antropónimos. Obsérvese el cuadro adjunto.

Sufijo anatolio Sufijo etrusco -iya -ie -uwa -u -m -m -n -n -nt -nθ , −θ , -r -r -ss- -s -st -st -t- -t, −θ

Las comparaciones expuestas en el cuadro no requieren más expli- cación. Sólo reseñar algunos sufijos menos frecuentes:

-El sufijo –(n)θ, (véase supra para más detalles) conecta directa- mente con uno de los sufijos más usuales de la onomástica anatolia y pregriega.

- El sufijo k-– se halla en nombres anatolios como Anakh, Μουακας, Posoukka, TermakaV.

-El sufijo–t no carece de representantes más o menos evidentes en la onomástica anatolia: Ακετας, Μολιτας, Νανιτας.

El frecuente sufijo etrusco– θ ur no encuentra fácil correlato en Ana- tolia. Una relación con la terminación.–dar que tenemos en Σαριδηρας Πιξώδαρος Pikedere y algún otro ejemplo más, pero abunda en nom- bres míticos o pregriegos como Τινδάρεος y var., Μίνδαρος, Πάνδαρος Πίνδαρος.

- el sufijo-st esta poco representado en Asia Menor. El lic. Ερµαστας s.fr-lica. Παπουστις podría ser un exponente. Sin embargo, parece bien representado en la antroponimia pregriega: Θυέστης, Όρέστης .

202 COMPONENTE ANATÓLICO

No descartamos la posibilidad de interpretar este sufijo como la reducción de anat. –ziti:

Tarhuziti > Tarcste; Uraziti > Urste

En este estado de cosas, podríamos aceptar que algunos nombres etruscos representan formas sufijadas de lexemas que aparecen en su forma radical en la onomástica anatolia

lid. Ταρασις etr. *Tarsal NI gen. Tarsalus < *Tarasalli-

capadocio Kiyaru(a) etr. Ciarθi GN < * Kiyara(n)ti- lat. Ciarcius < etr.*Ciarce

lid. Tivda etr. Tiu- NI

y viceversa

etr. Turm-na / Θurm-na panf. ∆ορµ−ισπας ∆ορµ−ενης

3.-Formaciones primarias

a) Lallnamen: abundan en etrusco formaciones de este tipo, fre- cuentes, por otra parte, en la antroponimia de todas las lenguas del mundo, lo cual reduce su poder probatorio en relación a cualquier po- sible conexión. Sin embargo,las semejanzas no dejan de ser llamativas e incluimos este apartado a nuestra comparación, aunque sea sólo a beneficio de inventario.

1.-ak- etr. Ace-ial Acl-ni Acsi anat Akiya Akassi- mis.Ακης pis.Ακελας is.Ακκισις

2.-am- etr. Am-ni * Amle Amulius Anat Ammalli- pis.Αµης fr. Aµµαλιος

203 S. PÉREZ OROZCO

3.-an- etr. Ane Ance Anat Anniya- fr/is.Αννας car.Αννικας

4.-app- etr. *Ape Aplu Apsenna Afu-na anat Appa- Appallu- s.fr-lica Aπιας lic. Αβασος lid.Απφυς

En GN Apeinei sin duda tenemos el reflejo de un antiguo* Ap(a)ie y GN Apice refleja el alargamiento en ce– de esta raíz.

5.-at- etr. Ate Ateli-nas Ater-nas Atace-nas anat. Atta- Atalli- lid. Ate-

b) Formas reduplicadas: de los diversos tipos posibles, hay ejemplos parangonables del modelo CV-CV papa-

etr. Papa Papal-nas Papar-nies Papaθna anat Pappa- Papala/i- lid. Παππας lid.Παπαρος car.Παπαδηα 1

1Παπαδηα debe ser grafía hipercorrecta por Παπαδια tata- etr. Tetie Tete anat. Tatiya- Tatalli- lid.Τατιας titi- etr. Titie Tite Titl-na anat Titiya- lid.Titi-

204 COMPONENTE ANATÓLICO

Reduplicació parcial como en hit. Puli/ Pupuli puede ser ejempli- ficada con muchas reservas en* Pule (cfr. GN Pule-na) en relación a Puplie<*Pupulie, aunque más bien parece que hay que partir en este último caso de una base léxica *pupl- de donde ND Fufluns, lat. po- pulus.

Del tipo CVC(V)-CVC(V) tal vez GN Perper-na respecto a GN Per-na como hit. Waliwali, Nuwanuwa, Tultulu.

El cognomen Spaspu, fem. Spaspunia muestra también una redu- plicación, aunque por su carácter aislado es difícil de encuadrar aquí.

4.-Compuestos

No hay ejemplos conspicuos de composición. Hay casos en que la longitud del segmento léxico permite conjeturar un compuesto, sin que se pueda, sin embargo reconocer de forma inequívoca cuáles son los elementos diferenciados. Señalaremos algunos ejemplos:

-El PN f. Θancvil / Θanχvil (lat. Tanaquil) y el ND f. Tinscvil. Es fácil distinguir una estructura interna y diferenciar el primer elemento Tins como ND. y Θan(a) como elemento constituyente del PN f. Θania. Respecto al segundo, compárese con el GN Cvilisnas < * Cvil(i) –snas. En un ulterior trabajo, sin embargo, argumentaremos a favor de su conexión con el sufijo–wiya, que forma NP femeninos en anatolio del II milenio.

-El PN Ramnuna tiene un primer elemento fácil de reconocer, pero un segundo sin paralelos claros. Existe un GN Nun(i)e (gen f. Nunial), pero seguramente debe analizarse Nu+ nie cfr. GN Nuse, Nuste. Más arriba hemos relacionado este nombre con anat. Armanani-.

-La existencia de un PN Mesnamer (Mesnamer Tan9ina, TLE 366) no está en absoluto asegurada. Existe mename, que puede ser una variante, en un contexto poco favorable para una interpretación como NP y también un GN Tansinei en Clusium. De existir, su origen estaría evidentemente en un *Massanamara-.

-El GN Śemu9aθni9< *Semu- saθ ¿? Para los elementos por separa- do cfr. GN Sem-ni, Saθ−nei. Un anatolio * Σεµυσαδας v. sim. no sería extraño, con elementos bien reconocibles.

205 S. PÉREZ OROZCO

Es posible que algunos sufijos de procedan de antiguos lexemas:

-f(e)r en etr. Velfre-i Velferas (GN) etr. Sclafra (GN) puede compararse con el elemento anatolio p(a)ra que hallamos en Wala-pra-, Supi-pra-. Tiwata-para Παρα−µοας Σανδα−παρις.

El NI f. Sleparis puede contener tambien este elemento < * sle + pari-s. Para el primer elemento cfr. lic. Hla- < *sla-. La –s final parece ser sufijal y aparece también en NI fUrnasis.

La posibilidad de que algunos sufijos procedan de la reducción de antiguos elementos léxicos debe tomarse en cuenta, aun con las debidas reservas:

-m- puede proceder de la reducción de -muwa: anat.*Wallimuwa > etr. Velimu-na(9) > Velim-na (GN) (is.cil. Βαλαµωας) anat.*Tarhumuwa > etr. *Tarumu-na > *Tarum-na>Tarume-na (GN) con anaptixis (m.a. Ταρκοµως) anat. *Aramuwa > etr. Armu-nia / Αραµοας

–st La posibilidad de que GN en contengan el elemento ziti- redu- cido ha sido expuesta más arriba.

–f/-p Este sufijo escasamente representado en etrusco hallaría naturalmente sus correlatos en anat. –piya, -πιας, −βις, etc., aunque la falta de coincidencias debilita la hipótesis. Veluf-nal GN es el único ejemplo relativamente claro, con posible adscripción a la serie onomás- tica vel- y podría compararse con el dudoso Ολαφιας < * Wallipiya-? O bien * Velufna-na > Velufna con haplología (vid. supra). *Vel(u)fna < luv. walipna “lobo”.

206 V ANEXO ONOMÁSTICA LEMNIA

El único pariente reconocido del etrusco hasta ahora es el lemnio. El texto de la estela de Kaminia y algún otro texto menor nos confirman la conexión etrusca, sea ésta del tipo que sea, con el mundo egeo.

En los textos lemnios constan una serie de antropónimos que con- firman una antroponimia similar a la etrusca.

La secuencia Vanalasialseronaimorinail ha sido segmentada habi- tualmente como

Vanal A9ial seronai Murinail donde Vanal sería el nombre personal en nominativo, seguido de un patronímico * Asi- en genitivo A9ial y de un matronímico * Morinai en genitivo Morinail. Entremedio tendríamos seronai, que puede inidicar un GN o bien el rango o el cargo de Vanal.

Las identificaciones han sido generalmente:

Vanal = etr. Venal, Venel

Asial genitivo en –al de un * Asi como Larθial de Larθ

Morinail genitivo de un GN f. * Morinai. Sería la forma que adoptaría el lemnio el genitivo que en etrusco aparece en la forma –ial. Ambas remiten en última instancia a

–aial. Si la interpretación es correcta, la denominación de la madre constaría del GN f. únicamente, coincidiendo con el modelo etrusco. Se da la circunstancia de que existe un GN etr. Murina y un NL en Lemnos Μύρινα.

El NP Holaie que aparece en genitivo Holaies y Holaiesi Φokasiale puede ser puesto en relación con la serie etrusca Hul-nis, Hulu-nias Hule-si GN, Hulu CN < * hul + u, +e y hit. Hulli, Hulia, Hullu. Para el sufijo, véase más arriba y cfr. Velvae, Velae.

207 S. PÉREZ OROZCO

En una inscripción sobre vaso se lee Var θamesa, genitivo de *Var θame que podría compararse con car. Ορδοµας < ∗ Wardamas ? y con el lexema que aparece en hit. Wartila-.

208 VI CONCLUSIÓN

Sin duda, en detalle se puede rebatir cualquiera de nuestras obser- vaciones, pero, considerando el total de las ecuaciones en su conjunto y unido ello al resto de testimonios que apuntan hacia una conexión entre Asia Menor y el mundo etrusco, se hace difícil no tener en consi- deración la hipótesis de un aporte significativo de elementos anatolios al menos a la onomástica etrusca. Debe remarcarse que la relación se establece no con una región localizada de Asia Menor en particular sino que las conexiones onomásticas se reparten ampliamente por el sur de Anatolia. Resulta, pues, difícil focalizar en un punto concreto el origen de este eventual aporte onomástico.

Ello no implica que haya un amplio número de elementos no clasifi- cables como anatolios y es evidente que encontramos notables ausencias (p.ej, los nombres con –piya, -massana-, etc.) y discrepancias (escasez de nombres bimembres). Sin, embargo, estos rasgos la asemejan a la onomástica lidia, con la que ciertamente se esperan mayores puntos de contacto, a tenor de lo que nos refiere la tradición.

Igualmente, es destacable el número de equivalencias de nombres etruscos con nombres míticos de tradición griega pero no indoeuropea, que tradicionalmente se adscriben a un sustrato “pelásgico” o “egeo”, cuya auténtica identidad lingüística permanece aún en claroscuro.

En cuanto a la amplia difusión de elementos etruscos en la antro- ponimia itálica, considerando situaciones similares en otros ámbitos lingüísticos, parece sostenible que hubo una etrusquización de la ono- mástica itálica similar a la germanización de la onomástica medieval europea.

209 VII REFERENCIAS

Nombres latinos Amulius Larunda Musius Ancus Lauselius Mustius Apsenna Lausus Numitor Arruntius Manilius Perperna Aulestes Manius Rabenna Camillus Manlius Sisenna Ciarcius Mommeius Tarcontius Cuppelius Motalius Tarquitius Hatile Motarius Tarquius Hostilius Motasius, Tiberius La(u)rentes Motilius Timele SE,XX, p. 209 Ladile Mottius Turnus Larentia Mucius Volesus Lartidius Mulius Volusus Lartinius Mummius Nombres etruscos Aceial NRIE 450 bis Armne Ailenas CIE 5028 Aclnis Armunia Cafate Acsi Arnθ TLE 66 Capevane Acvilena9 SE, XXXIV, 1966 p. 354. Arunas REE 47 n 49, Carna Aiacena Arunθιa TLE 414 Cestna Afuna Aru9ni Ceθurna Aleθna Asi Ciarθi Al9i-na Atacenas CIE 4983 Cilnial Alu Ate Clepatra CIE 1435 Aluni Atelinas TLE 156 Cuclnies Alveθanas CIE 5012 Aternas CIE 4962 Cucu CIE 4811 Alveθnas SE 20 p. 26, 1 Atiuce TLE 550 Cuie Amni Auclina Culni Ane Aule Cumlnas Ankar Aul9tni Cupe TLE 7 Anari Autles Cuplsnei CIE 1365 Ane CIE 4981 Auθnal Cuprna Anθual Avcina ET OA 2.17-18 Cupsna Apeinei Avcinas Curunas Apice Avei Cutlisal Aplu Avele Cuθer Araθ TLE 78 Avle TLE 171 Cvelne Aranθ TLE 265 Ae TLE 60 Cvenle

210 COMPONENTE ANATÓLICO

Cveθnal Vetu Larste Cvilisnas SE 36 203 Vibrius Larθ Vanal Vipenas Larθa Varθamesa Vipi Larθia Vatatial Vipinanas Larθial Vel Vipiθenes TLE 286 Larθite Velari Vipli Larθiza Velasnei Zertnal Larθu Velave9na9 REE 1972, 89 Zerturi Larθur Velelia TLE 74 Haθel-nas SE XXX, 1962, p. 145, n. 17 Latini Velferas Haθlials TLE 324 Latiθe Velfrei Hepni SE 27, 284, 15 Laucinie Veleθnal Hercle Laucri Velie Herclenia Lausies Velimna Hercnas TLE 149 Lausum(n)al Velimna Hermnei Lauusie Velimuna9 NRIE 443 Herna Laume CIE 2385 Velitna Hulni9 Laumes CIE 4668 Veliθ(a)na Hulu Lauumsnei Velni Hulunia9 Leθari Velnθi Hulnas Leθiu Velnθie Husti(θ)e. Laθli Velsinal Hustle Leθae Vel9nal Hustna, Leθaies Velu Θamries CIE 5001 Leθanei Velufnal Θan(i)a TLE 291 Leθe Velvae Θancvil TLE 380 Limurces Velvae Θanvil TLE 52 Maiflnas TLE 9 Velae Θanicu CIE 4790 Mane Velaie Θan9ina Matulna Velainal Θeprie Matuna Velasinal Θeθure CIE 3830 Mesnamer TLE 20 Vele Θucer Morinail Velrei Θucerna Mulsuna Velθna Θurmna Muninas Velθur Θveθlies TLE 177 Murina Venal Kaθle TLE 701 Musclena Venala TLE 34 Lar Musenial Venel TLE 156 Laran Mutainei Vesi Larce Mutie Veti Larcna Mutli SE 9 355 Vetie Larece Muθuras CIE 493 Vetlnei Larecena Numclanies Vetral Laris CIE 1136 Numna9 Vetsnei Larnθ Numsi

211 S. PÉREZ OROZCO

Numθral Rumlnas CIE 5322 Telicles TLE 761 Nunial Sasunas Tete Nu9e Satlnal Tetie Nu9te Satna Tevatnal Papa Satrna Tinθur Papaθna CIE 630 Sclafra Tinusi CIE 2066-7 Paparnies REE, 1979, 26 Selenia Tite Papalnas Semna Titie Partunus Saθna. Titlni Pataras SE XXXVII, p. 324 6emu9aθnis TLE 670 Tituru Perna CIE 1064 Semθni CIE 3612 Tiu CIE 1303 Pee Sepie Tiucie. ET OA 2.25 Pe(i)θna Seplna Tiuza CIE 1303 Peθunus REE 56 n 82 Sepre Tiφile Pesna Sepu Tlapnal Plecu Serice Tule Prumaθni CIE 211 Sertur Tulumne9 TLE 36 Pule Seθna Tumna Pulena Seθre Tuna Pulfna Slafras Turini Pulpae Sleparis Turmna Pulpainei Spaspu Turns CIE 4918 Pupae Spaspunia Turzunia Puplie Spurie Tute Puplina Spurienas Tveθlies CIE4987 Puplnal Spurina Ursmnal TLE I XII 10 Puprei Surna Upelsi Ramaθa Susinei Urnasis Ramaitelas SE 30 p. 142 Suθrina Ursme Rames REE 51 n 49 Tamsnies SE 51 p 566 Ursmini Ramles REE 51 n 50 Tan9ina TLE 366 Urste Ramnuna CIE 4939 Tansinei Ursumunies AntCl 25, p. 417 Ramθa Tantlnas Us(ini)e9 Ramθurna CIE 4931 Tarunies TLE 300 U9ele CIE 5013 Ramuθa Tarcsnei Usile REE 40 n 30 Raplni Tarcste Utanisa Ravnθu Tartinaia Utimnal Ratumsna Tarelnas Uφle Remni Tari 6alinei CIE 2706 Remsna Tarnia 6alvinei CIE 2706 Repesuna TLE, 75 Tarnte Xurcles Resna Tarumenaia Χurnal Restumnei Tarvetenas Χvestna9 CIE 3566 Reusti Teiθur-nasi REE 42 n 334, 1 1 Ritumenas Telaθura9

212 COMPONENTE ANATÓLICO

Nombres hititas Akiya Muwa Tarhuziti Appa Muwaza Tatalli Appallu Muwatalli Tatiya Arma Muwatti Titi Armanani Nuwanuwa Tiwatapara Armatalli Papala/i- Tultulu Armati Pariyamuwa Tuwati Duwa. Puli Uraziti Hastiti Pupuli Wadanda Hulia, Sariya Walala Hulli Supipra. Walapra Hullu.. Tarhu(a)la Waliwali Kiyaru(a) Tarhulara Warsama Kudarili Tarhundapiya Wartila Kuwa Tarhuntissa Zittara. Lariya Tarhunu

Nombres minorasiáticos Αβασος Αρσατεµας Κορκαλις Ακης Αρσηνις Κοστωλλις Ακελας Αρτιµας Κοττολις Ακετας Βαβηλος Κουαλις Ακκισις Βακκας Kουας Άλυάττης Βαλαµωας NB 139a Κουλας. Aµµαλιος Βασνην Κουρος Anakh, ∆ορµενης Κωκελας Αµης ∆ορµισπας Λαρ Ανδως Ερµανδοας Λάρις Αννας Ερµαρας Λάρος Αννικας Ερµαστας Μανιτας Απιας Ερµενδα Ματις Απφυς Ερµοας Ματυλις Αραµοας Ερµολας Μέρµνος Αρβησις Θαννις Μοαλεις Αρβιννας Θεθουρας Μοας Αρµαις Καρις Μολλισις . Αρµατα Κενδηµαρας Μολιτας Αρµουνανις Κηστος Μουακας B-H nº 193 Αρσας Κιλλης Μουνας Αρσακας Κοδαρας Μουσας Αρσαλος Κοιης Μουτας Αρσαµης Κονδαλος Μωµας Αρσασις Κονδας Μωταλης

213 S. PÉREZ OROZCO

Νοµοτας Παπαδηα Σουσης Νουµας NB 1049a Παπαρος Ταρασις Νωµα Παπουστις Ταρκοµως Οητασις Παππας Ταρκονδας Ολαφιας Παραµοας Τάρχων Ολετας Πελλεκωςcar. Τατιας Ολιατος Posoukka, Τερκανδας Οπλεσις Σαβαλας TermakaV, Ορβλης Σαβαριας Τοα Ορδοµας Σαλας Τοαλος Οτανις Σανδαπαρις Τουα Οτοµενης Σαµης Τουης Ουαδαρος Σαπια Τουµµας Ουαδους Σαριανδης Τουρας Ουαλας Σαριδηρας Τουτας Ουαλις Σαρος Τροκονις Ουαναλις Σασας Τροκονµας Ουασις Σατας Τως Ουελλος Σαταρας Υσσωλλος Οπλης Σισινης Ωλαµος en grafía licia

Aruwâtijesi Semuta Erbbina Siderija Hla Tilume Hura Urrsm· a Pikedere

en grafía cuneiforme

Tilapa- NB p.106 en grafía lidia

Alu- Brdun- Kumli- Timle - Tivda-

214 COMPONENTE ANATÓLICO

Nombre griegos

Άχιλλεúς Κανδαúλης Μ ύσκελος Άδωνις Κασσάνδρα Όρέστης . Αíακóς Λαράνδα Πάνδαρος Άλκµάνα Λαραντíδας Πíνδαρος Άνδροµάχα Λάρινος Προµηθεúς Ά ντíοχος Λάρισσα Τάνταλος Άρτεµις Λάρισσος Τεûκρος Γúγης Λάριχος Τεúθρας ∆άρδανος Λαρκάνη Τεúταµος ∆íφιλος Λάρυµνα Τεúταρος ∆ιονύσιος Λαρúνθιος Τ ήλεφος Ήρακλ#ς Λ#θος Τíτυρος Θυέστης Μέµνων Τινδάρεος Κάδµος Μíνδαρος, Τινδάρεως Καδµîλος Μυρíνα Τυρσηνóς Κάµβλης Μυσ íας

215 VIII ABREVIATURAS GEOGRÁFICAS cap. Capadocia lica. Licaonia car. Caria lid. Lidia cil. Cilicia mis. Misia fr. Frigia panf. Panfilia is. Isauria pis. Pisidia lic. Licia sfr Frigia meridional

216 IX ABREVIATURAS BIBLIOGRÁFICAS

B-H Brixhe, C. y Hodot, R.: L´Asie Mineure du nord au sud, 1988 Brixhe Brixhe, C.: Le dialecte grec de Pamphylie, París, 1976 CIE Corpus Inscriptionum Etrucarum Durante Durante, M.: “Sulla classificazione dell´etrusco”, SMEA, VII, 1968, pp 7-60 ET Rix, H.: Etruskische Texte, editio minor, Band II, Tübingen, 1991 KPN Zgusta, L.: Kleinasiatische Personennamen, Praga, 1964 NB Zgusta, L.: Neue Beiträge zur kleinasiatischen Antroponymie, Praga 1970 NH Laroche, E.: Les noms des hittites, , 1966 NRIE Buffa, M.: Nuova racolta di iscrizioni etrusche, 1935 Rix Rix, H.: Das etruskische Cognomen, Wiesbaden, 1963 SE Studi Etruschi TLE Pallotino, M.: Testimonia Linguae Etruscae

217 X BIBLIOGRAFÍA

AGOSTINIANI, L. (1982): Le “iscrizioni parlanti” dell´Italia antica, Firenze. BEEKES, R.S.P (2003): The origin of the Etruscans, Amsterdam. BRIXHE, C. (1976): Le dialecte grec de Pamphylie, París. BRIXHE, C. y HODOT, R. (1988): L´Asie Mineure du nord au sud. CARRUBA, O. (1977): “L´origine degli etruschi. Il problema della lingua”, II Convegno internazionale di linguisti, Brescia. CRISTOFANI, M. (1982): Introduzione allo studio dell´etrusco, Florencia. DURANTE, M. (1968): “Sulla classificazione dell´etrusco”,SMEA , VII, págs. 7-60. FRASER, P.M y MATTHEWS, E. edd. (2000): A lexicon of greek personal names, Oxfor­d. GUSMANI, R. (1964): Lydisches Wörterbuch, Heidelberg. HEUBECK, A. (1959): Lydiaka, Erlangen. HEUBECK, A. (1961): Praegreca, Erlangen. KAJANTO, I. (1965): The latin cognomina, . LAROCHE, E. (1966): Les noms des hittites, París. MELCHERT, H.C. (1989): Lycian Lexicon, Chapel Hill. MELCHERT, H. C. (1993): Cuneiform Luvian Lexicon, Chapel Hill. MERIGGI, P. (1980): “La declinazione dei nomi propi e dei pronomi in licio”, SMEA, XXII. NEU, E. (1991): “Etruskische, eine indogermanische Sprache Altanatoliens”, Histo- rische Sprachforschungen, 104, págs. 9-28. NEUMANN, G. (1969): “Lykisch”, en B. Spuler, Handbuch der Orientalistik, Abt. 1, Bd. 2.1/2. Lfg. 2, Leiden. NEUMANN, G. (1967): “Beiträge zum Lykische III”, Die Sprache, 13. PALLOTINO, M. (1968): Etruscologia, Milán. PALLOTINO, M. (1954): Testimonia Linguae Etruscae, Florencia. PFIFFIG, A.J. (1969): Die etruskische Sprache, Versuch eiener Gesamt-darstellung, Graz. RIX, H. (1963): Das etruskische Cognomen, Wiesbaden. SALLONIES, O. (1987): Die römischen Vornamen, Studien zur römische Namenge- bung, Helsinki. SCHULZE,W. (1966): Zur Geschichte Lateinischer Eigennamen, Berlin-Zürich- Dublin. ZGUSTA, L. (1964): Kleinasiatische Personennamen, Praga. ZGUSTA, L. (1970): Neue Beiträge zur kleinasiatischen Antroponymie, Praga.

218 E. R. LUJÁN Universidad Complutense

PUEBLOS CELTAS Y NO CELTAS DE LA GALICIA ANTIGUA: FUENTES LITERARIAS FRENTE A FUENTES EPIGRÁFICAS1

ABSTRACT: This work aspire to establish preroman Galicia’s celticity. People of this area is divided in three groups: the ones called celts in old sources, others don’t considered celts and they that haven’t ethnic adscription. It is examined each people’s ethnic names, place names and onomastics. General conclusions are general admission of these people are celts, separating and with doubts over the Grovi. In Ancient Galicia would be celts superposed to another no-celtic indoeuropeans strata.

KEY WORDS: Ancient Galicia, Preroman toponymy, , Hispanoceltish.

RESUMEN: En este trabajo se pretende establecer la celticidad de la Galicia prerromana. Se dividen los pueblos que formaban esta área entre los que son llamados celtas en las fuentes antiguas, los que no son considerados celtas y aquellos de que no consta su adscription étnica. De cada pueblo se examinan el etnónimo, los topónimos y los antropónimos. Las conclsusiones generales son la admisión general de la celticidad de estos pueblos, quizá con la excepción de los Seurri y dudas sobre los Grovi. En la Galicia antigua habría pues celtas superpuestos a otros estratos indoeuropeos no celtas.

PALABRAS CLAVE: Galicia Antigua, Toponimia prerromana, Lenguas célticas, Lenguas Paleohispánicas.

219 I INTRODUCCIÓN

Como es bien sabido, son varios los textos de autores clásicos que nos informan de la presencia de pueblos celtas en la Galicia antigua. Los principales textos son los siguientes:

a) Ptol. IV 22-272: 22. Katevcoui de; ta; me;n pe;riv to; Nevrion ajkrwthvrion #Artabroi: ejn oi|" povle" ai{de, Klaudioevrion e– Ò!d! m–e "! Noouvion "–– "! m–d Ò!d! 23. !Ecovmenoi de; touvtwn Kallai>koi; oiJ Loukhvnsioi: enj oi|" povlei" mes- ovgeioi ai{de: Bou÷ron h– d! m–e iB! !Olivna h– d! m–e iB! Ou[oika h] Ou[ika q– g! m–e g! Libou÷gka i– d! m–e go! Pintiva i– "! m–d Ò!g!ib! Karovnion z m–d Ò!d! Tourouptivana "– g! m–g Ò!d! Glandovmiron z m–g Ò! [Okelon h– g! m–d g!ib! Touvrriga (h] Touvrgina) h– Ò!g! m–d Ò!ib! 24. Kaporw÷n: !Iriva Flaouiva "– g!ib! m–d! Ò! Lou÷ko” Aujgouvstou z g!ib! m–d g!ib! 25. Kilinw÷n: $Udata Qermav "– g! m–d g! (Lemauw’n) Daktovnion z Ò! m–d 26. Baiduvwn: Qlaouiva Lambriv" z Ò!g! m–d d! 27. Se(b)ourrw÷n: Talamivnh h– Ò! m–d Ò! $Udata Kouivntina h– Ò! m–e "!

b) Plin.NH IV 111-1123: […] et deinde conventus Lucensis a flumine Navia , , Egi, Varri cognomine Namarini, Adovi, , Arrotrebae.

220 PUEBLOS CELTAS Y NO CELTAS

promunturium Celticum, amnes Florius, Nelo. Celtici cognomine Neri et super Tamarci, quorum in paeninsula tres arae Sestianae Augusto dicatae, Copori, oppidum Noeta, Celtici cognomine Praestamarci, . ex insulis nominandae Corticata et Aunios. a Cilenis conventus Bracarum Helleni, Grovi, castellum Tyde, Graecorum subolis omnia. insulae Siccae, oppidum Abobrica. Minius amnis, PP ore spatiosus, Leuni, Seurbi, Bracarum oppidum Augusta, quos super Gallaecia.

c) Mela III 9-114:

frons illa aliquamdiu rectam ripam habet, dein, modico flexu accepto, mox paululum eminet, tum, reducta iterum iterumque, recto margine iacens ad promontorium quod Celticum vocamus extenditur. totam Celtici colunt, sed a Durio ad flexum Grovi, fluuntque per eos Avo, Celadus, Nebis, Minius et cui Oblivionis cognomen est Limia. flexus ipse, Lambriacam urbem amplexus, recipit fluvios Laeron et Ullam. partem quae prominet Praesamarchi habitant, perque eos Tamaris et Sars flumina non longe orta decurrunt, Tamaris secundum Ebora portum, Sars iuxta turrem Augusti titulo memorabilem. cetera Supertamarici Nerique incolunt, in eo tractu ultimi. hactenus enim ad occidentem versa litora pertinent. deinde ad septemtriones tot latere terra convertitur a Celtico promontorio ad Scythicum usque. perpetua eius ora, nisi ubi modici recessus ac parva promontoria sunt, ad Cantabros paene recta est. in ea primum sunt, [etiamnum] Celticae gentis; deinde Astures. In Artabris, sinus ore angusto admissum mare non angusto ambitu excipiens, Adobricam urbem et quatuor amnium ostia incingit: duo, etiam inter accolentes, ignobilia sunt; per alia duo Mearus exit, et Ivia.

Como se ve, Mela indica que toda la costa de Galicia estaba habi- tada por pueblos celtas, pero no nos especifica cuáles eran éstos, de la misma forma que el texto de Estrabón, si bien es interesante para saber que la zona en torno al cabo Nerio estaba toda ella habitada por celtas que, además, estaban emparentados con los celtici de la Bética, tampoco nos especifica los nombres concretos de los pueblos a los que está haciendo referencia. Sin embargo, Mela, un poco más adelante, sí que nos da la información específica de que los ártabros eran de estirpe celta. Y, por su parte, Plinio nos dice explícitamente que los nerios, los supertamarcos y los prestamarcos eran celtas. Los cilenos aparecen mencionados inmediatamente después de los prestamarcos, pero la ausencia de una conjunción et explícita, como sí hay entre los

221 E. R. LUJÁN nerios y los supertamarcos, nos impide determinar de forma segura si la expresión celtici cognomine se refiere también a ellos o, por el contrario, sigue simplemente la enumeración sin que se vea afectada por esa precisión.

En relación con el carácter celta de estos pueblos debemos llamar la atención sobre el hecho de que para referirse a ellos los autores clásicos utilizan la designación de celtici/Keltikoiv y no la palabra “celtas”. Como ha señalado De Hoz (1992: 9), ésa es la forma habitual que tienen los autores clásicos para referirse a los pueblos celtas de la península Ibérica con la excepción de los celtíberos. En ese mismo trabajo De Hoz (1992: 9-10) se refiere a dos aspectos que será conveniente tener en mente para nuestro fin:

1.º) Si los autores clásicos no dicen de forma explícita que un determinado pueblo sea celta, no puede inferirse de ello que no lo fueran.

2.º) Da la impresión de que los celtici eran pueblos de cuyas migraciones tenían recuerdo los habitantes de la península Ibérica a comienzos de la era, de forma que debían mantener hasta cierto punto una identidad propia dentro del conjunto de pueblos de la zona en que estuvieran asentados. Sin embargo, esto no debería hacernos trabajar con el a priori de que todos los pueblos celtas de la península Ibérica proceden de los celtíberos, pues bien pudiera haber pueblos celtas en la Hispania antigua que no estuvieran directamente relacionados con ellos.

En el caso de los pueblos de la Galicia antigua sólo contamos con una negación explícita del carácter celta de un pueblo, los grovios. En el texto de Mela encontramos la siguiente frase: Totam Celtici colunt, sed a Durio ad flexum Grouii. Parece que en ella Mela está contraponiendo pueblos celtas en su conjunto a los grovios, de los que cabe deducir el carácter no celta de éstos, pues de otro modo la expresión caracecería de sentido.

Así pues, podemos resumir la información explícita con la que contamos acerca del carácter celta o no de los pueblos de la Galicia antigua a partir de las fuentes literarias en el mapa siguiente (adaptado de Dopico – Rodríguez 1992: 397), en el que los nombres de los pueblos celtas aparecen subrayado y el no celta aparece en un recuadro:

222 PUEBLOS CELTAS Y NO CELTAS

El objetivo de esta presentación es intentar contrastar la informa- ción que nos ofrecen las fuentes literarias con la que podemos obtener a partir de la información epigráfica, que será de dos tipos:

a) en algunos casos las fuentes epigráficas también nos informarán explícitamente del carácter celta o no de un pueblo, pero esto no es lo más frecuente;

b) normalmente, tendremos que deducir esa información sobre el carácter celta o no de un pueblo a partir del análisis lingüístico de la onomástica que podamos relacionar con él.

223 E. R. LUJÁN

En este sentido, podemos llevar a cabo nuestra labor gracias a que en muchos casos las inscripciones que mencionan a individuos procedentes de los conuentus lucensis y bracaraugustanus indican cuál era el pueblo al que pertenecían5.

224 II PUEBLOS CONSIDERADOS CELTAS EN LAS FUENTES LITERARIAS

1. Los supertamarcos

Comenzamos por uno de los pueblos que Plinio identifica explíci- tamente como celta, los Supertamarci. Tenemos varios testimonios epigráficos de individuos pertenecientes a este pueblo6.

• AE 1997.863 = HEp.7.397 (Crecente LU): Apana Ambolli f(ilia) Celtica Supertam(arica) (castello) Miobri Apanus frater • AE 1997.873 = HEp.7.388 (Santa Comba de Somoza LE): Eburia Calueni f(ilia) Celtica Sup(ertamarica) (castello) Lubri • CIL II 2902 = 5667: Fusca Coedi f(ilia) Celtica Superta(marica) (castello) Blaniobrensi • IRAs t 55 (Astorga LE): Clarinus Clari f(ilius) Celticus Supertama(ricus) • CIL II 2904 = 5081 = IRPLe 102: Ce]lti[cu]s Supertamarcus

Como se ve, de entrada su carácter celta viene confirmado por las fuentes epigráficas en la medida en que en ninguno de los casos en que aparece mencionado un supertamarco en una inscripción falta la designación de celta. Veamos ahora qué es lo que sucede con su ono- mástica.

1.1. Etnónimo

Comenzando por el etnónimo, parece que se trata claramente de una formación latina con el significado “los que están más allá del río Tambre”, es decir, que se trata de un compuesto de la preposición lati- na super- y el nombre del río Tambre, llamado Tamara (Ptol. II 6.2) o Tamaris (Mela III 1) en la Antigüedad.

Por lo que se refiere al nombre del río, puede relacionarse con la serie de nombres en Tam- que se ha vinculado con la hidronimia antiguo- europea (cf. Villar 1995b), si bien Isaac (2004: Ptolemy/Celtic_elements) considera que puede explicarse como celta. Tanto en un caso como en otro se trataría de la raíz IE *tmH1-/ *temH1- “cortar”, que semántica- mente cuadra bien con el nombre de un río.

225 E. R. LUJÁN

En cualquier caso, no creo que el nombre del río pueda utilizarse como evidencia a favor o en contra del carácter celta de este pueblo, pues, como ya hemos visto, el etnónimo supertamar(i)ci es una forma- ción latina con un claro valor de situación geográfica que puede haberse forjado a partir de un hidrónimo preexistente al asentamiento de este pueblo celta en la zona.

1.2. Topónimos

Podemos relacionar algunos topónimos directamente con el pueblo de los supertamarcos gracias a las menciones de castella que se encuentran en las fórmulas onomásticas de tres de los individuos pertenecientes a él que se documentan en inscripciones.

Pasando a analizar su etimología, nos encontramos con que el prime- ro de ellos, Miobri, es claramente un compuesto con segundo elemento en -bris, en la forma de ablativo -bri7, y que, además, puede identi- ficarse, tal y como ha propuesto Prósper (2002: 226), con el teónimo dat. [Co]soe Meobrigo (CIRG I 86 = HAE 1698 = IRG I 23, procedencia desconocida)8. Por lo que se refiere al primer elemento, Mio-/Meo-, Prósper (2002: 382) lo ha interpretado como *meyo- < *meiH- ‘me- nor’, para lo que aduce el paralelo del galo meion en la inscripción de Chamalières. Así pues, podría tratarse de una formación celta tanto por lo que se refiere al segundo elemento de compuesto, bris- , como al primero.

En cuanto a Lubri (abl.), A partir del paralelismo con Miobri y otras formas galaicas antiguas en abl. -bri, resulta tentadora una segmen- tación también como compuesto, lo que, no obstante, nos dejaría con un primer elemento Lu-, de difícil interpretación. Sin embargo, ese elemento inicial Lu- quizá podría relacionarse con el etnónimo galaico Luanci (Ptol. II 6.45)9, que puede ser un derivado en -anci a partir de la misma raíz, que podríamos identificar quizá con el grado cero deIE *pleu-/plu- “nadar, flotar” IEW( 835-7, LIV 438-9), lo que implicaría una pérdida de *p- inicial que marcaría claramente como celta el elemento. Para apoyar esa intepretacion de Luanci podemos aducir otros etnóni- mos de la zona, como Lubanc(i) o Pisanci, en los que el sufijo *-anko- también se une a raíces que, si son indoeuropeas como es posible, sólo pueden estar en grado cero. Por otra parte, volviendo a Lubri, Prósper (2002: 382) ha señalado su pervivencia en topónimos modernos como

226 PUEBLOS CELTAS Y NO CELTAS

Lubre (Miño CO) y Lobre (Santiago CO), así como en el segundo término de compuesto Soutolobre (Salvatierra de Miño PO)10.

Por último, Blaniobrensi (abl.) es una formación mediante el sufijo latino -ensis a partir de *Blaniobris, un topónimo muy interesante que parece conservar una antigua *p- inicial sonorizada en b-, mientras que en testimonios posteriores aparece ya sin resto de esa *p-, en las formas Laniobrensis / Lamniobrensis / Lamiobrensis (Conc.Tol. 137, 432, 451) y en el actual Lañobre (Arteixo CO)11. Puede explicarse sin problema12 como un compuesto con segundo elemento -bris y un primer elemento 13 derivado en -yo- de *pLH2no- > plFno- ‘llano’ .

1.3. Antropónimos

En cuanto a los nombres personales de los individuos mencionados en las inscripciones, Apana y su hermano Apanus llevan nombres que aparecen por todo el occidente peninsular y que pueden ser celtas, pero no tienen ningún rasgo que los caracterice especifícamente como tales14. En cuanto al nombre de su padre, Ambolli (gen.), es un hápax que, en todo caso, puede relacionarse con los nombres en Amb-, tipo Ambatus, que pueden ser celtas, formados a partir de la preposición *˚mbhi ‘en torno a, alrededor de’15.

El nombre de la mujer de la segunda inscripción, Eburia, sí que puede considerarse celta con mayor seguridad, pues se puede explicar fácilmente como un derivado en -yF de la palabra celta para el “tejo”, *eburo- (a.irl. ebair, galés med. efwr, etc.)16.

También es muy interesante el nombre de su padre, Calueni (gen.), pues puede interpretarse como un compuesto *Calugenos, con elimi- nación de la sonora -g- en posición intervocálica, seguramente favore- cida por una disimilación –ug- > -u- que se da en otros nombres celtas compuestos atestiguados en el occidente peninsular, como Catuenus, Meduenus y Matuenus17. Sin embargo, frente a estos últimos, el nombre *Calugenos presenta una peculiaridad y es que el primer elemento no tiene una etimología tan claramente celta18. Y gen. Coedi es un hápax que Albertos (1966: 91) explicaba en relación con nombres como Coei- dius entre los treviros (CIL XIII 7516a).

227 E. R. LUJÁN

1.4. Conclusiones

Así pues, en el caso de los supertamarcos, tanto las menciones es- pecíficas comoceltici que encontramos en la epigrafía, como el análisis lingüístico de la onomástica que podemos poner en relación directa con este pueblo, apoyan su identificación como celtas.

2. Los prestamarcos

En relación con los supertamarcos conviene pasar revista a los Praestamarci, es decir, a los habitantes del lado de acá del río Tambre, que, de acuerdo con la información que nos facilita Plinio, también eran celtas.

En este caso, sin embargo, no tenemos ningún testimonio epi- gráfico de este pueblo, por lo que la única información onomástica que podemos analizar es el propio etnónimo. También en este caso parece claro que se trata de un compuesto en cuyo segundo elemen- to se encuentra el nombre del río Tambre, igual que sucedía con los Supertamarci. No obstante, aquí tropezamos con algún problema lingüístico en la medida en que prae(s)- no se utiliza en latín para la formación de topónimos. Para solventar esta dificultad Pokorny IEW( 844) propuso una segmentación del compuesto como *praesta-marko-, de tal forma que el primer elemento sería una forma participial con el sentido “amado” y *marko- sería la palabra celta para el “caballo” (cf. a.ingl. frid-hengest). Sin embargo, creo que tal etimología es demasiado enrevesada y supone separar formas claramente relacio- nadas con ésta como la de los Supertamarci y el propio nombre del río Tambre, por lo que creo que más vale asumir un uso no clásico de prae(s)- como prefijo para indicar lo que está situado antes de un accidente geográfico, al modo en que en español podemos hablar, por ejemplo, del “Pre-Pirineo”.

3. Los ártabros

Como vimos, Mela nos informa explícitamente el carácter celta de los artabri19, que son llamados A(r)rotrebae por otras fuentes20. Tam- poco en este caso contamos con fuentes epigráficas que nos permitan corroborar o refutar esta información.

228 PUEBLOS CELTAS Y NO CELTAS

Por lo que se refiere al etnónimo, si la forma correcta esA(r)rotrebae , como argumenta Plinio (NH IV 114), tendríamos un compuesto de la preposición celta are-21 (con pérdida de la *p- indoeuropea inicial, cf. gr. parav, gót. faúr, etc.) seguida de una forma de la raíz celta *treb- “vivir, habitar”22, con lo que el etnónimo cuadraría perfectamente con el carácter celta que les atribuye Mela.

En cuanto a la forma Artabri, asumiendo que A(r)rotrebae sea la forma original, podría explicarse por evolución fonética (dejando de lado la flexión como tema en o- - frente a la flexión como tema en a- ) si asumimos que se han producido los siguientes fenómenos fonéticos:

a) metátesis de la vibrante, que ha pasado de la penúltima sílaba a la sílaba final, lo cual desde el punto de vista fonético es un fenómeno banal;

b) asumiendo que el acento se situaba en la sílaba inicial, tenemos que suponer también que se ha producido la síncopa de la vocal de la sílaba postónica;

c) finalmente tenemos que suponer que se ha producido la apertura de la vocal de la nueva sílaba postónica: e > a.

El proceso sería, por tanto, el siguiente, aunque no necesariamente en ese orden, pues no hay ninguna razón para suponer que el paso a) es anterior al b).

*árotrebi > *árotebri > *ártebri > *ártabri

De todas formas, aunque la explicación fonética resulta posible, no se puede dejar de señalar el paralelismo que existe entre el nombre Artabri y otros pueblos de la zona norte como los , lo que nos debe hacer guardar una cierta cautela.

4. Los nerios

En el caso de los nerios Plinio nos informan de que eran celtas y, además, el cabo Nevrion que menciona Tolomeo (II 6.22) es llamado promontorium Celticum por Mela (III 9 y 12) y Plinio (NH IV 111). Tam- poco en este caso contamos con documentación epigráfica explícita.

229 E. R. LUJÁN

El etnónimo se puede explicar fácilmente como celta23, pues sería un derivado en *-yos de la pabra *nero- “macho” (cf. galés ner “señor”, a.irl. ner “jabalí”). No obstante, hay que señalar que la formación no presenta ningún rasgo específicamente celta, por lo que a priori no podría excluirse que se hubiera acuñado en otra lengua, dado que esa misma palabra está atestiguada en otras lenguas indoeuropeas occidentales24.

5. Los cilenos

Ya hemos visto que es posible que los cilenos sean considerados celtas por Plinio (NH IV 111). En este caso sí que contamos con testimonios epigráficos:

• CIRG I 52 = IRG I 20 (Santa Comba CO): Caeleo Cadroiolonis f(ilius) Cilenus (castello) Berisamo … et Caesarus Caeleonis f(ilius) • IRLe 108 = ILAs t 127 : Albin[us] Albur[i] f(ilius) Cilinu[s] • CIRG II 51: [---]REIS [---] Cilen(---) [---]RV [---]V [ • CIL II 2649 = 5686 = IRLe 93 = ILAs t 65: [A]mia Prisca [C]ilena • CIRG I 22 (Logrosa CO): Coso Domino Aeb(ura) Ati Cil(ena) • ERTOM I25: Flauina Flauini Cilena.

También debemos mencionar el uso de Cilenus/Cilinus como nombre propio en las siguientes inscripciones hispanas:

• CIL II 2449 (Braga): Tacanius Dorusci Aecileni uxori (prob. Taca- nius Dorusciae Cileni uxori) • CIL II 5310 (Hoyos CC): Toncio Tancini f(ilio) Celtius Cilini f(ilius) • Sayas – Sánchez (1981: 170, Puerto de Santa Cruz CC): Ciline.

5.1. Etnónimo

El etnónimo Cileni/Cilini26 no tiene un análisis etimológico claro. García Alonso (2003 : 203) sugiere la posibilidad de que se trate de un derivado con grado cero de la raíz de *koilos “delgado”.

230 PUEBLOS CELTAS Y NO CELTAS

5.2. Topónimos

Berisamo (abl.), el nombre del castellum, puede interpretarse como un superlativo en -isamo-, con un sufijo celta, que aparece en otros topónimos hispanos antiguos, como Segisama ‘la muy victoriosa’ o le- taisama ‘la muy llana’. Postponemos el tratamiento de la base de este topónimo hasta § IV 2.2 para realizar un tratamiento conjunto con otras formaciones relacionadas.

5.3. Antropónimos

Por lo que se refiere a los nombres personales de este pueblo, como se ve, en muchos casos se trata ya de nombres romanos. No obstante, en la primera inscripción aparece Caeleon-, que puede ser celta si la base Cael- está relacionada con IE *kailo- (a. galés coilou glos. aus- piciis, a.bret. coel ‘arúspice’), como se ha propuesto27, pero no presenta rasgos específicos que obliguen a identificarlo como tal, mientras que Cadroiolonis (gen.) es un hápax de difícil interpretación28. También Caesarus, formado sobre una base Cais-, puede ser celta29 a pesar de su homofonía con formaciones latinas.

Alburi (gen.), Aeb(ura) y Ati (gen.) pertenecen a series de nombres bien atestiguadas en todo el occidente peninsular30 y con etimología indoeuropeas; sin embargo, no puede asegurarse su carácter celta.

5.4. Conclusión

Así pues, en el caso de los cilenos, los testimonios onomásticos con los que podemos contar parecen compatibles con su posible carácter celta, pero la información no es tan clara como veíamos en el caso de los supertamarcos.

231 III PUEBLOS CONSIDERADOS NO CELTAS EN LAS FUENTES LITERARIAS

1. Los grovios

Ya hemos visto cómo el único pueblo cuya celticidad parecen excluir las fuentes clásicas, concretamente Mela, es el de los grouii. Contamos con alguna inscripción referida a individuos de este pueblo:

• CIL II 774 (Coria CC): Bassus Medami f(ilius) Crou(i)us c(astello) Verio(?) • CIL II 2550 (Santiago de Compostela CO): Procula Camali f(ilia) Grouia • RAP 341 (Vila Mou VCA): ] Rufi Grouius

1.1. Etnónimo

La etimología del etnónimo no es nada clara.

1.2. Topónimos

El nombre del castellum que se menciona en la primera inscripción puede ser celta si es un derivado en -yo- sobre la preposición *uper > uer (cf. celtib. ueramos), pero la lectura es dudosa, por lo que es mejor no basar en ella demasiadas conclusiones.

1.3. Antropónimos

Por lo que se refiere a los nombres personales de los Groui, Bassus tiene ya un nombre latino, pero su padre es Medamus, un nombre que ha sido explicado por Villar (1995a: 61) como una formación *medh˚mos sobre la misma raíz *medh que IE *medhyos ‘medio’31 y que puede ser celta, si bien hay que decir que no presenta rasgos lingüísticos especí- ficos que lo caractericen sin ambigüedades como tal.

El padre de Procula, en la segunda inscripción, lleva el nombre de Camalus, que Palomar (1957: 58) relacionó con la raíz IE *kem- ‘luchar’,

232 PUEBLOS CELTAS Y NO CELTAS a la que Pokorny (IEW 557) adscribe también el teónimo galo Camulus y todos los nombres personales galos en Camul-32. Evans (GPN 160-161), tras una revisión crítica de la bibliografía, llegó a la conclusión de que el nombre puede estar relacionado con a.irl. cam ‘batalla, enfrentamiento’. Las formas hispanas en Camal- en vez de Camul- podrían tener un vocalismo más conservador, pero esto no es seguro33.

1.4. Conclusión

Lamentablemente son tan escasos los datos onomásticos de que disponemos a la hora de valorar la celticidad de este pueblo que no se puede llegar a conclusiones seguras.

233 IV PUEBLOS DE CUYO CARÁCTER CELTA O NO CELTA NO NOS INFORMAN LAS FUENTES LITERARIAS

1. Introducción

En otras ocasiones, las fuentes clásicas no nos informan específica- mente del carácter céltico o no de algunos pueblos de la Galicia anti- gua, aunque, como ya vimos, en algunas de ellas sí que se encuentran referencias globales al carácter céltico de todos los pueblos del área.

Seleccionamos a continuación algunos pueblos de la Galicia antigua para los que contamos con al menos con dos inscripciones en las que se documenta onomástica indígena, de forma que, aunque con limitaciones, podamos abordar el estudio lingüístico de su onomástica y en función de ello intentar determinar su carácter celta o no.

2. Los límicos

Los son mencionados por las fuentes clásicas, concretamente Plinio (NH III 28) y Tolomeo (II 6.43). Con ellos podemos relacionar, además, un abundante conjunto de inscripciones, de las que únicamente reproducimos a continuación las que contienen onomástica indígena, ya sea toponimia o antroponimia34:

• CILA I 49 = AF2 325 = CIL II 5353 (Calañas HU): Reburrus Vacisi f(ilius) castello Berensi Limicus • Arch.Port.28.1928.213 (= AF2 323) Cerdeira de Coa (VIS): Fuscus Seueri f(ilius) Lim(icus) (castello) Arcuce • CILA I 24 (El Repilado HU): Anceitus Vaccei f(ilius) Limicus (castello) Talabriga […] [F]lavus Aquilus frater suus et Talavius Cloutius Cloutai f(ilius) et Urtienus Turdae f(ilius) et fratres eius [f]aciendum curaveru[nt] • CILA I 33 (Minas de Río Tinto HU): Fuscus Fuscini Talabrig(ensis) • CILA I 40 (Minas de Río Tinto HU): Sutrio Calei f [T] alabrig(ensis) • CILA I 42 (Minas de Río Tinto HU): [Talab?]rigensis • RAP 207 (Ponte de Lima VCA) Camala Arqui f(ilia) Talabricen- sis

234 PUEBLOS CELTAS Y NO CELTAS

• CILA I 72 (Niebla HU): Celer Erbuti f(ilius) Limicus Borea Cantibedonie(n)si • AE 1993.01047 = HEp.5.356 (Horna GU): Domitia Carica Marci Carisi [Li]mici(?) ux(or) • CIL II 2496 = AF2 375 (Valpaços VRE): Camalus Mibois(?) Lim[icus (curia)] Livai(rum)

Como se observa, se incluyen entre las inscripciones relacionables con los límicos algunas en las que no aparece el etnónimo. Sucede así con las tres inscripciones de las Minas de Río Tinto, en las que, no obstante, aparece el gentilicio Talabrigensis, lo que permite ponerlas en relación con este pueblo utilizando como base la inscripción de El Repilado, en la que un límico tiene Talabriga como castellum de procedencia. Se trata en estos cuatro casos de individuos que habían emigrado hacia el sur para el trabajo en las minas de la zona de Río Tinto

2.1. Etnónimo

El nombre de este pueblo es un claro derivado en -iko- a partir del nom- bre del río Limia, Limaia en la Antigüedad. Este río aparece como el río del olvido en las fuentes clásicas, que lo denominan Lethes y Obliuio35.

La etimología del hidrónimo no es segura, pero podría ser celta si deriva de *Lm-, como sugiere García Alonso (2003: 134-135).

En cualquier caso, tampoco aquí podemos otorgar un valor demasia- do alto al etnónimo para caracterizar lingüísticamente al pueblo, pues parece claro que se trata de una alusión geográfica en función del río en torno al que habitaban y cuyo nombre puede muy bien ser anterior al momento en el que ellos se asentaron en la zona.

2.2. Topónimos

Son tres los nombres de castella de los Limici que tenemos documen- tados y los tres aparecen en inscripciones halladas fuera de Galicia, dos de ellos en la provincia de Huelva, lo que, como señalábamos antes, hay que poner en relación con la emigración para el trabajo en la minas de la zona de Río Tinto.

Comenzando por Berensi (abl.), parece claro que nos encontramos ante una forma latinizada mediante el sufijo ensis- , por lo que ten-

235 E. R. LUJÁN dríamos que partir de una base *Bero- o similar. En este sentido me gustaría llamar la atención sobre la posible correspondencia entre la expresión latina castello Berensi (abl.) y una secuencia indígena que tenemos abundantemente documentada en las inscripciones votivas del santurio de la península de O Facho (Cangas PO). Me refiero al im- portante conjunto de inscripciones dedicadas a una divinidad a la que se designa como DEO LARIBEROBREO (CIRG II 1-13). Aunque se han propuesto diferentes análisis, creo que Prósper (2002: 367-369) tiene razón cuando segmenta esa secuencia como deo Lari Berobreo, pues, efectivamente, las inscripciones dedicadas a los Lares en el noroeste peninsular son muy frecuentes, lo que justifica la segmentación de un dativo Lari.

En cuanto a la forma Berobreo, Villar – Pedrero (2001: 693) la intepre- tan como un adjetivo temático *Berobrigo-, mientras que para Prósper hay que partir de *bero-bri-ayo-, con evolución fonética a *-bryáyo- > *-bryæo [> -bréo-]. En cualquier caso, lo que parece claro es que el epíteto de este Lar es un adjetivo derivado a partir de un topónimo compues- to *Berobris. Pues bien, creo que la secuencia latina castello Berensi puede ser el equivalente exacto de ese compuesto Berobreo, habiéndose sustituido la palabra celta *bri(k)s por el término latino castellum, pero manteniéndose *Bero- como nombre del castellum36. Naturalmente, no estoy proponiendo que se trate en ambos casos del mismo topónimo desde un punto de vista geográfico, pues la península de O Fachón se encuentra en la costa de Pontevedra, justo al otro lado de la ría de Vigo, y, en cambio, el territorio de los Limici se suele situar en el valle alto del río Limia, en la actual provincia de Orense. Sin embargo, sí es posible que exista una homonimia entre estos dos topónimos.

Al dossier de formas relacionables etimológicamente debemos añadir el teónimo Bereco que parece estar atestiguado en una inscripción de Guarda GUA, de acuerdo con la revisión de lectura de la inscripción rea- lizada por J. de Alarcâo (v. HEp.11.671; lectura Berec(enses) c(astellani) en FE 22.98 = AE 1988.699 = HEp.2.796) y que, desde un punto de vista lingüístico, cabe interpretar como *Beraiko-, es decir, como una deriva- ción adjetival en -aiko- a partir de la base *Bero- que encontramos en Berensi y Berobreo. También tenemos que hacer entrar en juego ahora el nombre del castellum de los Cileni que veíamos antes (§ II 5.2), Be- risamo, y cuyo análisis como un superlativo en -isamo- parece claro. Añadamos igualmente el nombre de un castellum de los Cabarci37 que aparece en la siguiente inscripción:

236 PUEBLOS CELTAS Y NO CELTAS

ERA 17 (Ablaneda, Salas): Flaus Auledi f(ilius) Cabarcus (castello) Beriso

A partir de todos estos topónimos o derivados de topónimos creo que podemos establecer un sistema de formación de palabras a partir de esa base como el que se puede resumir en la siguiente tabla:

*ber-aiko- > Bereco Formaciones so- derivados adjetivales con sufijación indígena Ber-iso bre la base *bero- superlativo Ber-isamo con sufijación latina Berensi compuesto nominal *Berobri(g)- en Berobreo

A la hora de establecer la etimología de ese elemento *bero- debemos tener en cuenta que debe tener un carácter adjetival, puesto que es susceptible de recibir un sufijo de superlativo, como vimos más arriba, y, por otro lado, que debe tratarse de una raíz cuyo sentido la haga apta para su utilización en la toponimia, pero no en la antroponimia, pues no parece existir ningún nombre indígena hispano formado sobre esta base. La identificación de esa base no es fácil. A propósito del ét- nico Berones Isaac (2004: Ptolemy/Celtic Elements) ha propuesto una derivación bien a partir de IE *bher- ‘llevar’, bien de *gwerH- ‘honrar, alabar’, con lo que *bero- podría significar bien ‘portador’ bien ‘juez’ o ‘alabador’.

El segundo castellum mencionado en las inscripciones, Arcuce presenta una lectura muy dudosa, por lo que es mejor no basar ar- gumentaciones lingüísticas en ella. Nos queda un tercer castellum de los Limici, atestiguado en varias inscripciones, si bien sólo una de ellas (CILA I 24), como veíamos, es la que nos permite establecer el vínculo entre el topónimo Talabriga y los Limici galaicos38. El análisis de Talabriga como un compuesto con segundo elemento celta -briga no necesita argumentación. En cambio, la interpretación del primer término de compuesto resulta más problemática: de acuerdo con los planteamientos de Villar (1993, 1995b) habría que incluirlo entre la serie hispana de hidrónimos antiguo-europeos en tal- (de la raíz *(s)tel- ‘soltar un líquido’ y ‘charco’, ‘pantano’), mientras que para Isaac (2002: AI WW/Celtic elem. etym.) el elemento tala- podría ser celta y tener el sentido de ‘extremo, fin’ (cf. a.irl. tul ‘knob, protuberance’, m.bret. tal ‘forehead’, a.córn. tal gl. frons, etc.).

237 E. R. LUJÁN

2.3. Antropónimos

Por lo que se refiere a la onomástica personal de losLimici , dejando de lado nombres romanos como Fuscus, Fuscinus y Celer39, nos encontramos con algunas formaciones interesantes, como Vacisi (gen.), formado sobre una base va(c)co- ‘curvado’40 por medio de un sufijo iso- - o -is-yo-, que, en cualquier caso, es poco frecuente en el occidente peninsular41, aunque reaparece en el Carisi (gen.) de la inscripción de Horna GU que quizá sea parte del nombre de un límico si la restitución propuesta por los editores es correcta. A la misma base vac- cabe adscribir Vaccei (gen.), si es que no es la utilización como antropónimo del etnónimo Vaccaeus.

En cambio, Anceitus, formado mediante el sufijo eto- - sobre una base *anc-, presenta una evolución e > ei que parece típica de la Lusitania42. Reburrus, el nombre hispánico antiguo más frecuente, no parece que pueda considerarse celta43, mientras que para el hápax Erbuti (gen.) se han propuesto explicaciones en relación con el celta: para Albertos (1966: 116) podría relacionarse con *erba (cf. a.irl. eirp ‘gamo, cabra’), mientras que para Prósper (2002: 297) se trata de una formación *per- but-yo- sobre una raíz *bhuH- ‘ser, estar’ o ‘pegar, atacar’ (que sería el grado Ø de la misma raíz que los nombres en Bout-). Finalmente, la lectura Sutrio no es segura y podría ser también Butrio; en cualquier caso, el nombre contaría con paralelos etimológicos celtas44.

Ya hemos analizado antes Camalus/-a. En cuanto al gen. Arqui (de Arquius* o Arquus*) Albertos también señaló que estaba relacionado con el teónimo Lugubo Arquienobo / Lucoubu[s] Arquieni[s] que se documenta en inscripciones de la provincia de y explicó el nombre como una formación a partir de IE *arkw- “curvo, arco”45, pero Vallejo (2005: 185) seguramente tiene razón al argumentar que Arquius y Arcius no deben ser dos variantes del mismo nombres, sino dos nombres diferentes.

Recapitulando, parece que buena parte de la onomástica personal de los Limici puede ser de raigambre celta, pero no presenta rasgos que permitan clasificarla decididamente como tal.

2.4. Conclusión

Así pues, los límicos cuentan con una onomástica que presenta rasgos celtas, tanto por lo que se refiere a sus topónimos como a sus

238 PUEBLOS CELTAS Y NO CELTAS antropónimos, aunque en algunos casos concretos, como suele suceder, cada nombre por separado no posea características lingüísticas que permitan clasificarlo de una forma inequívoca como celta.

3. Los albiones

Contamos con un par de inscripciones relativas a los Albiones, men- cionados por Plinio (NH IV 111):

• ERA 14 (La Corredoira, Vegadeo O): Nicer Clutosi (castello) Cau- riaca principis Albionum

• CIL II 2711 = ERA 59 (Villanueva, Cangas de Onís O): Nigrinianus Nigrini Al(bio) ex (castello) Ercoriobri

3.1. Etnónimo

El nombre parece claramente indoeuropeo y no es incompatible con la pertenencia a una lengua celta, aunque hay que asumir que en ella no se hubiera producido la extensión analógica de la -u < *-G en posición final, como, en cambio, sí que tenemos en celtibérico. Se trataría de una formación con sufijos yo-- y -Gn sobre la base *albho- “blanco”.

3.2. Topónimos

El primer topónimo, Cariaca (abl.) es un nombre formado sobre la raíz *car-, para la que se han propuesto varias etimologías diferen- tes46. Albertos (1975: 32) propuso corregir la lectura en Cauriaca; sin embargo, la aparición de una inscripción dedicada a un Lari Cari[e] co (Refoios de Lima, Ponte de Lima VCA, AE 1983.561) y la existencia de una inscripción votiva a Mar(ti) Caria(eco) (Lisouros, Paredes de Coura VCA, CIL II 5069 = HEp.4.1088) pueden ser un argumento para aceptar la lectura Cariaca.

En cuanto a Ercoriobri (abl.), es claramente un compuesto con se- gundo elemento -bri. Prósper (2002: 381) ha sugerido una relación de Ercorio- con a.irl. erchor ‘disparo’ y, efectivamente, cabe interpretarlo como un compuesto *(p)er-corio-, con un elemento *corio- “ejército” bien conocido en la onomástica celta47, precedido de un prefijo per* - > er- que ya hemos encontrado en el antropónimo Erbuti (gen.).

239 E. R. LUJÁN

3.3. Antropónimos

Por lo que se refiere a los nombres personales de las inscripciones, dejando de lado la preferencia por el nombre latino Niger y sus derivados que muestran los personajes, el único nombre indígena es Clutosi (gen.), que en sí es un hápax formado mediante un sufijo oso- -, pero pertenece a una serie onomástica muy difundida en el occidente pensinular de nombres en Cl(o)uto-48.

3.4. Conclusiones

Así pues, aunque escasos, los datos apuntan también en este caso a la celticidad de los Albiones.

4. Los seurros

Tenemos varios testimonios epigráficos de los Seurri, mencionados por Tolomeo (IV 112) y en la forma Seurbi, también por Plinio (NH 112)49:

• CIL II 6290 = EE VIII 126 (Felgar BRA): Reburrus Ari Seurus (castello) Narelia • AE 1934.19 (Felgueiras, Moncorvo BRA): Tridiae Modesti f(iliae) Seurr[a]e Transm(iniensi) exs (castello) Serante • IRPLe 135 = ILAs t 49: Q(uintus) Varius Reburri f(ilius) Maternus Seurrus Transmini(ensis) • IRPLe 315 (Valle de Airoso LE): Flaci interciso Seuroru(m) [?]itc Susicus

4.1. Etnónimo

La etimología del etnónimo Seurri es oscura. Presenta, no obstante, un sufijo u(r)rus- que se encuentra en un conjunto de etnónimos de la Galicia occidental y Asturias, como Gigurrus, Susarrus y Tiburus. No parece que pueda tratarse de una formación celta.

4.2. Topónimos

Los topónimos de los Seurri tienen un aspecto bastante peculiar dentro del conjunto de topónimos antiguos de Galicia. El topóni-

240 PUEBLOS CELTAS Y NO CELTAS mo Serante (abl.) parece una formación en -ant-, lo que implicaría partir de una raíz *ser-, que podría ser la misma que los topónimos antiguo-europeos de la serie Sar- pero con grado pleno e. En cuanto a Narelia parece una formación con doble sufijación el-y- F sobre la base *naro-, quizá relacionable con *nero “macho”, que vimos antes, solo que ahora en grado cero. Pero, como se ve, se trata de propuestas nada seguras.

4.3. Antropónimos

En cuanto a los nombres personales, nos encontramos en la primera inscripción con el frecuentísimo Reburrus, así como con Ari, genitivo de un nominativo Arus* o Arius*. En el segundo caso el nombre sería relacionable con nombres galos en ario-50. Los nombres personales de los Seurri que aparecen en otras inscripciones son ya latinos o repiten los que aparecen en ésta.

4.4. Conclusiones

La toponimia de los seurros e, incluso, el propio etnónimo no parecen ser celtas en su conjunto. Los pocos nombres personales indígenas con los que podemos contar no resultan completamente determinantes, pero no apuntan tampoco hacia la celticidad de este pueblo.

5. Los susarros

Los susarros aparecen mencionados en varias inscripciones, a las que hay que sumar, según ha mostrado Correa (2002), la leyenda Susarros/Susarres que se encuentra en monedas visigodas en las que hasta ahora se leía un topónimo Arros/Arres. No sabemos con certeza si este pueblo era galaico o astur.

• HEp.7.378 = HEp.8.325 = HEp.11.286 = AE 1999.915 = AE 2000.760 = AE 2001.1214 = AE 2002.763-765: […] castellanos Paemeiobri- genses ex gente Susarrorum […] castellanis Paemeiobrigensibus ex gente Susarrorum […] • HEp.8.334 (O Caurel LU) Tillegus Ambati f(ilius) Susarrus (cas- tello) Aiobrigiaeco • CIL III 2016: Cloutius Clutami f(ilius) … Susarru(s) domo Curun- niace

241 E. R. LUJÁN

5.1. Etnónimo

No resulta posible establecer la etimología del etnónimo, aunque en él parece constatarse un procedimiento de formación que encontramos también en los nombres de otros pueblos de la zona. Se trata de una especie de reduplicación inicial en virtud de la cual encontramos Bibali51 y Gigurri, con reduplicación de timbre -i-, y Susarri con reduplicación de timbre -u-. Pero, aparte de constatar este hecho, que, además, puede ser tan solo un espejismo lingüístico52, poco más se puede decir de la etimología de estos nombres53.

5.2. Topónimos

Comenzando por el nombre de los Paemeiobrigenses, atestiguado en acusativo y dativo en el bronce de Bembibre, hay que asumir que se trata de un compuesto con segundo elemento -briga y un primer elemento, Paemeio-, que consta de una raíz *paim- seguida de un sufijo *-eyo-, sin que por el momento resulte posible identificar con verosimilitud esa raíz a pesar de las diferentes propuestas que se han realizado54. El topónimo, como ha sido señalado, se continúa en el moderno Bembibre, aunque hay que matizar las propuestas realizadas55 en relación con la posición del acento, que condiciona la evolución de la forma y que, salvo datos en contra, debemos suponer que se mantiene en la forma moderna en el mismo lugar en que aparecía en la forma antigua. Desde esta perspectiva, para explicar el topónimo moderno parece más conve- niente partir en este caso no de *Paemeiobrigs, sino de *PaemeiobrigF y pensar que el -bibre final del topónimo moderno procede de *-brigF, con asimilación de la velar -g- a la labial de la sílaba anterior y paso de la -r- a la sílaba siguiente. Es decir, que asumiendo que el acento siempre ha estado sobre la -i- de la penúltima sílaba, tendríamos una evolución del tipo: *PaemeiobrígF > *PemeobrígF > *Bemiobíbra > *Bembíbre, en la que progresivamente van desapareciendo los elementos de las sílabas pretónicas.

El nombre del castellum de la tabula de O Caurel, Aiobrigiaeco (abl.), reaparece en el gentilicio Aiiobrigiaecini56 atestiguado en el edicto de El Bierzo (HEp.7.378 = HEp. 8.325), sólo que curiosamente allí los Ai- iobrigiaecini no son considerados susarros sino gigurros57: castellanos Aiiobrigiaecinos ex gente Gigurrorum es específicamente la expresión que se utiliza. Volviendo al análisis lingüístico del nombre, parece claro que Aiobrigiaeco es un derivado en -aiko- sobre un topónimo *Aiobriga,

242 PUEBLOS CELTAS Y NO CELTAS compuesto de un nombre personal Aius, que, como ha señalado Her- nando (2002: 582) es típico del conuentus cluniensis, y -briga.

En cuanto a Curunniace, Albertos (1975: 47) la relacionaba con Curunda (CIL II 2633), ciudad de los Zoelas, pueblo astur, relación que acepta Prósper (2002: 372), quien, a su vez, explica el nombre como procedente de *Kurund-yFko-. Resulta tentador ponerlo en relación con el moderno Coruña, aunque la situación de los susarros en el oriente del conuentus lucensis o en el occidente del asturicensis impide la identificación geográfica. Existen también algunos antropónimos oc- cidentales de la misma base, concretamente Curundus y Curundea58, pero la explicación etimológica no es clara59.

5.3. Antropónimos

Tillegus es un hápax. En cuanto a Cloutius y Clutami (gen.), se trata de nombres basados en la raíz IE *kleu-, de uso frecuente en la onomástica céltica60. Palomar (1957: 65) suponía un valor participial orignario para esta formaciones en -to- que debe ser correcto a la vista de formas como a.i. 9rutá- (participio), gr. klutovçë “famoso”, lat. inclutus y el elemento (h)lot-/(h)loÞ- en nombre germánicos.

5.4. Conclusiones

Así pues, en el caso de los susarros el conjunto de su onomástica, salvo el propio etnónimo, parece también de raigambre celta, como muestran los topónimos en -briga y los pocos nombres personales para los que se puede proporcionar un análisis etimológico.

243 IV CONCLUSIONES GENERALES

El análisis de los conjuntos onomásticos relacionables con pueblos específicos de la Galicia antigua muestra el carácter celta de éstos en la mayor parte de los casos, quizá con la excepción de los seurros, lo que viene a corroborar la fiabilidad de las fuentes literarias clásicas cuando nos informan del carácter celta de la práctica totalidad de los pueblos de la Callaecia. Para el caso de los Groui lamentablemente no podemos alcanzar conclusiones seguras a partir del análisis de los datos onomásticos que vengan a demostrar que no eran celtas, como se desprende de la referencia que encontramos en Mela.

El análisis de los conjuntos onomásticos directamente vinculados con los pueblos mencionados por las fuentes está, además, en llamativo contraste con otros conjuntos onomásticos de la Galicia antigua, como los hidrónimos y los teónimos. En el caso de los primeros nos encontra- mos con formaciones de análisis etimológicos en muchos casos difícil, quizá indoeuropeas pero no celtas. En el caso de los teónimos, aunque hay alguna excepción, en su mayor parte pertenecen al conjunto teoní- mico denominado habitualmente lusitano-galaico pero por sus rasgos lingüísticos son en la mayor parte vinculables con la lengua lusitana más que con una lengua celta.

La interpretación que de este contraste cabría hacer en términos his- tóricos es la de que las poblaciones que encontraron los romanos cuando entraron en contacto con los pueblos del noroeste de la península Ibérica eran en su mayoría celtas, si bien estas poblaciones debieron superpo- nerse a estratos anteriores indoeuropeos no celtas de los que quedan huellas en la onomástica más antigua y no directamente vinculable con los pueblos que habitaban ese territorio en época altoimperial.

244 V BIBLIOGRAFÍA

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247 VI NOTAS

(1) Este trabajo es parte de los proyectos de investigación BFF2003-09872-C02 y HUM2006-13424-C04-01. (2) Edición de Nobbe (1843). (3) Edición de Mayhoff (1906). (4) Edición de Parroni (1984). (5) Para la contextualización de los datos que aquí analizaremos dentro de la situ- ación lingüística de la Galicia antigua véanse los trabajos de De Hoz (1997), Gorrochategui (1997), Luján (2006) y Moralejo (2006). (6) A lo largo de este trabajo no ofrecemos el texto entero de las inscripciones, sino solamente aquella parte que contiene la información relevante para nuestros propósitos. (7) Sobre la interpretación lingüística de los topónimos en -bris véase Villar (1995a: 161-166 y 170-173). (8) Meovriga (por Meobvriga?) también aparece en algún manuscrito como lectura alternativa a La(k)kovbriga, ciudad vaccea (Ptol. II 6.50). Véase García Alonso (2003: 260). (9) Los manuscritos de la Geografía de Tolomeo preentan bien Louagkw'n/Louavgkwn o Louakw'n, pero las lecturas de los manuscritos se han corregido habitualmente en relación con el teónimo Lares Lubanc(i) de Coimbra. Véase García Alonso (2003: 248). (10) Cf. también Lubriga, que Albertos (1990: 138) recoge citando a Fatás per litteras, como un topónimo menor que se encuentra en la provincia de Zaragoza entre Daroca y Luco de Jiloca. (11) Véase Prósper (2002: 380). (12) A propósito de Blánioi, Isaac (2004: Ptolemy/Possibly Celtic Elements) sugiere que debe haber una base *blano- relacionada con a.bret. blein gl. summitatem < *blekno-, córn. med. blyn “punta”, a. gal. blain (LL), gal. med. blaen “parte superior de un valle, parte alta de un río; frente” < *blakno-. También lo relaciona con a.irl. mleen gl. inguina, later blén ‘groin’ < *mlekno-. (13) También habría que relacionar con estas formas el genitivo Lanobrigae que podría aparecer en la secuencia Banduae Lanobrigae de una inscripción de Eiras, San Amaro OR, si bien otras lecturas como Bandu Alansbricae parece más probables (cf. Prósper 2002: 258-259). (14) Véase Vallejo (2005: 158-160). (15) Véase Vallejo (2005: 134-140). (16) Véase KGP 202, GPN 346-347. (17) Véase Vallejo (2005: 518 y 707), con referencias a la bibliografía anterior. (18) Véase la discusión a propósito de Caladunum un poco más abajo.

248 PUEBLOS CELTAS Y NO CELTAS

(19) Con este nombre son mencionados por: Str. III 2.9 etc., Mela III 13, Agathem. IV 16, Ptol. II 6.2, 21. (20) Str. III 3.5, Plin. NH IV 111 y 114. (21) Véase Ho. I 188, KGP 132-133, GPN 142, DELG 52. (22) Véase KGP 280, RS 259, LEIA s.u. treb, DELG 301. (23) Véase Tovar (1989: 136). (24) Véase LEIA s.u. nert, Isaac (2004: Ptolemy/Celtic_elements). (25) En prensa, cit. por Vallejo (2005: 282). (26) Plin. NH IV 111, Ptol. II 6.24, It.Ant.423.7, 430.3, Rav.308.2, 321.8, además de los testimonios epigráficos. (27) Véase Vallejo (2005: 237-238) para la discusión de la etimología de los nombres de esta serie. (28) Véase Vallejo (2005: 270-271) para un tratamiento de la etimología de este nombre. (29) Véase Vallejo (2005: 243-246). (30) Véase, respectivamente, Vallejo (2005: 121-124, 313-315 y 189-194). (31) Véase también Vallejo (2005: 355-356). (32) Véase también KGP 160-161. (33) Véase Evans (1979 : 121-122) sobre los nombres hispanos, así como Vallejo (2005: 249-255) para su dispersión y una revisión de las interpretaciones etimo- lógicas propuestas. (34) Otras menciones epigráficas de los límicos: CIL II 434 (p. 696) = AF2 299 = HEp.2.901, CIL II 827 = AF2 300, AF 3272, CIL II 3034, CIL II 4215 = RIT 276 = AF2 307, IRC II 74 = AE 1980.592, CIL II2 5.761 = CIL II 2049 = AF2 301. Asi- mismo, la ciuitas Limicorum aparece mencionada en: CIL II 2517 = IRG IV 10 = AF2 595, CIL II 4876 = IRG IV 17 = AF2 567, CIL II 3182 = AF 3022, CIL II 2516 = IRG IV 9 = AF2 596 (?), HEp.2.572 (?). (35) Sobre los nombres de este río en la Antigüedad véase el trabajo de Guerra (1996). A las menciones de este río conocidas anteriormente hay que añadir ahora una nueva aparición como Obliuio en el papiro que contiene parte del texto de la Geografía de Artemidoro de Éfeso (Kramer 1995). (36) Véase Luján (en prensa). (37) Identificables con losCibarci mencionados por Plinio (NH IV 111). (38) Existe también una Talabriga en Lusitania (Ptol. II 5.7, Plin.NH 4.21, 113, It.Ant.421, App.Ib.75; Terebriga, Rav.307.2). (39) Tampoco aporta onomástica indígena la inscripción de otro Limicus de Tarraco (CIL II 4215 = RIT 276). (40) Véase Vallejo (2005: 445-446) para su difusión y etimología, así como Isaac (2004: Ptolemy/Celtic Elements) para su etimología. (41) Véase Prósper (2002: 386-387) y Vallejo (2005: 657-658).

249 E. R. LUJÁN

(42) Véase Vallejo (2005: 689-693). (43) Véase Vallejo (2005: 384-390) para la dispersión del nombre y la revisión de las propuestas etimológicas. (44) Pues, como señala Vallejo (2005: 485), Butrio y Sutrio están atestiguados en la Galia. Butrio podría pertenecer a la base *butro- ‘sucio’ (cf. Isaac 2004: Ptolemy/ Celtic Elements), pero aquí presentaría grado Ø o, más bien, habría que admitir la evolución -ou- > -u-. (45) Véase Prósper (2002: 312). (46) Véase GPN 162-166 para el análisis de esa raíz, así como García Alonso (2003: 196-197) para otras posibilidades de análisis de este nombre en concreto. (47) Véase KGP 183-184. (48) Véase Vallejo (2005: 283-286) e Isaac (2004: Ptolemy/Celtic Elements). (49) Seurus se documenta como nombre personal en una inscripción de Aquitania (CIL XIII 328) y en otra de la Germania inferior (CIL XIII 12044). (50) Sobre los cuales véase Lambert (1995). (51) Se documentan en Plin. NH III 28, Ptol. Geog. II 6.43, CIL II 2475 y 2477. (52) Piénsese, por ejemplo, en la posibilidad de una segmentación Gig-urri, con un segundo elemento que se correspondería con el que encontramos en los topónimos Calagurris y Gracchurris. (53) La supuesta filiación etrusca del nombre de losSusarri defendida por Monteagudo (1999: 77) carece de todo apoyo lingüístico. (54) Véase Luján en HEp.8.325 y 2005 para una revisión crítica. (55) Véase Luján HEp.8.325 y 2005 para una revisión crítica. (56) Véase sobre este nombre Luján (2005: 404-405). (57) Los gigurros son otro pueblo de la zona. Aparecen mencionados en fuentes litera- rias y epigráficas: Plin. NH III 28, Ptol. Geog.II 6.38, CIL II 2610. (58) Véase Vallejo (2005: 299). (59) Palomar (1957: 101) lo relacionaba con la raíz *keu ‘hinchar’. (60) Véase GPN 180-181.

250 S. PÉREZ OROZCO Licenciado de Filología Clásica

TOPÓNIMOS HISPÁNICOS EN GRAFÍA PÚNICA

ABSTRACT: Paleographyc study about coin’s legends called phoenopunics and libiophoenicianx. It is studied the transcription and adaptation of His- panic place names to these writings. Place names refered are Iliber(ri?), Ip- tuci, Ituci, Baecula?, Oba, Baelo, Arsa, Vesci, Turirecina, Olontigi, Lascuta, Malaka, Sexsi, Sacili, Alba/ Olba?, Abdera, Asido and Tagili.

KEY WORDS: Phoenopunic, Libiophoenician, Hispanic Numismatics, Pre- roman toponymy.

RESUMEN: Estudio paleográfico de las leyendas monetarias llamadas fenopúnicas y libiofenicias. Se estudia la transcripción y adaptación de los topónimos hispánicos a estas escrituras. Los nombres de lugar mencionados son Iliber(ri?), Iptuci, Ituci, Baecula?, Oba, Baelo, Arse, Vesci, Turirecina, Olontigi, Lascuta, Malaka, Sexsi, Sacili, Alba/ Olba?, Abdera, Asido y Ta- gili.

PALABRAS CLAVE: Fenopúnico, Libiofenicio, Numismática hispánica, Toponimia prerromana.

251 I INTRODUCCIÓN

Entre las fuentes que documentan testimonios directos o indirectos de las antiguas lenguas hispánicas, sin duda las menos útiles, por su escasísismo número y su complicada interpretación, son las fuentes feno-púnicas, es decir, aquellas inscripciones de origen fenicio o carta- ginés que contienen términos (de hecho, exclusivamente topónimos) de origen hispánico, entendido este concepto en un sentido geográfico.

La única epigrafía púnica disponible al respecto es la documenta- da en las leyendas monetales, cuyo contenido se limita al nombre de la ceca emisora y poco más. No consta que haya en el resto de textos feno-púnicos ni en la Península ni fuera de ella ningún otro testimonio que se pueda añadir a nuestra investigación. Tradicionalmente, las acuñaciones monetales se dividen en feno-púnicas (más bien púnicas, ya que sólo las más antiguas amonedaciones de Gadir podrían recibir este calificativo) y las que han sido tradicionalmente denominadas libiofenicias y que no son, como demostró Solé Solá, sino púnicas de- generadas hasta el punto de ser prácticamente ilegibles.

El estudio de estas inscripciones monetales se remonta a Zóbel y han contado con investigadores como Solé Solá, Carmen Alfaro Asins y Mª Paz García Bellido entre otros, cuyas contribuciones más destacadas recogemos en la bibliografía. Nuestras lecturas difieren en algunos casos de las tradicionalmente establecidas y para su justificación remitimos a nuestro artículo citado en la bibliografía.

En este trabajo, tomamos como base las lecturas que constan en la obra de Leandre Villaronga Corpus Nummum Hispaniae ante Augusti aetatem, Madrid 1994 para las inscripciones y en el libro de Mª Paz García-Bellido y Cruces Blázquez, Diccionario de cecas y pueblos hispá- nicos, CSIC, Madrid 2001 para todo lo demás. En cuestiones epigráficas y de historia de la investigación, el artículo de Carmen Alfaro, “Epigrafía monetal púnica y neopúnica en Hispania. Ensayo de Síntesis”, Glaux, 7, 1991 ha sido nuestra obra de referencia y a él remitimos para obtener información detallada al respecto. Para el alfabeto, nuestra referencia es el artículo de Giovanni Garbini, “The question of the alfabet”, en The Phoenicians, 1988, pp. 86-103 y para las cuestiones de lengua, la Gramática fenicia elemental de Jesús Luís Cunchillos y Ángel Zamora y la Phönizisch-Punische Grammatik de Johannes Friedrich.

252 II LAS INSCRIPCIONES

Entre las cecas feno-púnicas peninsulares, la más antigua, la de Gadir, queda fuera de nuestro estudio, lo mismo que la de Ebusus , puesto que se admite sin excepción que ambos topónimos son de origen no epicórico. Abdera es un caso dudoso.

La datación de los letreros oscila entre finales del s.-III y el s. I y su grafía es púnica en los más antiguos y neopúnica en los más recientes.

Por lo que se refiere al contenido de los letreros, el elemento central lo constituye el topónimo propiamente dicho, cuya identificación se ve a menudo obstaculizada por la presencia en las leyendas de algunos elementos léxicos, de los cuales el que más dificultades de interpreta- ción ha generado es la palabra b-‛-l. La palabra b-‛-l con significados en la esfera de la política aparece en monedas de Sicilia y de otros lu- gares del ámbito púnico, y su traducción, sin ser segura, fluctúa entre “ciudadanos” y “asamblea”, siendo ésta última la opción por la que nos decantamos. De hecho, se trata de una palabra relacionada con una antigua raíz semítica con el significado de “señor”, común en teónimos, y que, por lo visto, debió de tener un sentido análogo al del griego ta; k¨vria, “las autoridades”, relacionado con k¨vrioı “señor”. Existen tres fórmulas distintas que contienen dicho elemento.

1) b-‛ b-‛-l: “según (decreto) de la asamblea?” en Asido, Hasta Regia y Nabrissa.

La leyenda de Hasta Regia y Nabrissa se limita a esta fórmula y no creemos que deba verse allí ningún topónimo.

2) š-‛ b-‛- l: “de la asamblea”? (scilicet “acuñación”) en Asido.

3) b-‛-l en Asido, Oba , Bailo, y probablemente en Turiricina, Lascu- ta, Iptuci y Vesci. Es sin duda es una abreviatura de la primera fórmula. Los caracteres usados para transcribir este término son a menudo muy defectuosos y poco legibles, con omisión de caracteres.

253 III TRANSCRIPCIÓN Y ADAPTACIÓN

Dadas las características de las leyendas monetales, sería más apropiado hablar de interpretación que de lectura en la mayoría de los casos. La semejanza entre diferentes caracteres, sobre todo en las inscripciones neopúnicas, los problemas que son inherentes a las ins- cripciones monetales: rotaciones de signos, inversiones, deficiencias de ejecución, la heterogeneidad de las grafías empleadas, posible indicio de una población de origen también heterogéneo, etc. motivan que sólo pueda darse por completamente resuelto un texto cuando se consiga encajar armónicamente la información que proporcionan la paleogra- fía, la lingüística y la arqueología. Sin una positiva identificación de la ceca de referencia y de su nombre latino o ibérico, es prácticamente imposible fijar la lectura del rótulo púnico o neopúnico y sólo podemos hacer conjeturas más o menos fundadas al respecto, tal como veremos cuando procedamos al estudio detallado de las cecas.

Partimos de la base que las formas púnicas del topónimo se ba- san en topónimos ibéricos, es decir que no hay ni Nebenformen, tipo Donosti/San Sebastián ni adaptaciones demasiado discrepantes, tipo Londres/ London. La inmediatez del préstamo permite suponer una relativa fidelidad al original, que se ve reforzada por la similitud fo- nética entre el fenicio y el ibérico. De hecho, aun en los casos en que la lectura parece más discrepantes a primera vista, siempre hay las suficientes coincidencias a nivel gráfico y las diferencias aparentes pueden ser reconducidas después de un detenido análisis sin forzar la lectura.

El fenicio y su continuador el púnico contaron con los cinco timbres vocálicos clásicos , lo cual no debió facilitar la adaptación de los términos autóctonos. El vocalismo primitivo se amplió a partir de las tres vocales semíticas iniciales por monoptongación de los antiguos diptongos , entre otros motivos (Cunchillos, p.40).

Es bien sabido que las escrituras semíticas ignoran la notación de las vocales y así sucede en los testimonios más antiguos en escritura fenicia en monedas de Hispania, que muestran la leyenda ’-g-d-r / h-g-d-r. En los textos posteriores, sin embargo, se extiende el uso de matres lectio- nis, es decir, signos que representan fonemas consonánticos,­ algunos

254 TOPÓNIMOS HISPÁNICOS ya no pronunciados, y que sirven como auxiliares de la escritura para indicar el timbre vocálico.

Su uso es muy extendido en neopúnico y en los textos que tratamos presenta una gran variedad: desde la nula indicación del timbre vocálico en, por ejemplo, las leyendas de s-k-s o algunas de t-g-l-t a una vocali- zación total en ’-y-p-t-w-k, pasando por situaciones intermedias.

En cuanto al timbre que cada uno de estos signos indica, Friedrich (§100 y ss.) establece dos sistemas de vocalización para el neopúnico tardío:

- uno más extendido en el que ’ = e, o ‛ = a y = i w = u

- otro, más raro, donde ’ = a ‛ = o h = e y = i w = u

De hecho, en el conjunto de las leyendas objeto de nuestro estudio, se utilizan las cinco matres lectionis: ‛,’ , y , w y h , aunque no se puede hablar de un uso sistemático en la totalidad de los letreros.

Las equivalencias son las siguientes:

’ = a

ib. *malaka - m-l-k-’ /malaka/ ib. *oba - b -’ /ba/

’ = o

ib. * olont(igi) - l-’-n-t /lont/

255 S. PÉREZ OROZCO

‛ = a

ib. *harsa - h-‛-r-s-‛-t /harsat/ ib.*laskuta - l-‛-s-k-t ̣ /laskut ̣/ ib. *sakili - s-‛-k-y-l-t /sakilit/

‛ = o ib. * olont(igi) - l-‛-n-t /lont/

h = e

ib. *tuRekina - t ̣-r-h-k-y-n /t ̣urrekin/ ib. *malaka - m-h-l-k-’ /melaka/ var. de /malaka/

y = i

ib. *iptuki - ’-y-p- t ̣-k /ipt ̣uk/ ib. *iλibeŔi - ’-y-l-b-r /iliberr/ ib. *sakili - s-‛-k-y-l-t ̣ /sakilit/ ib. *tuRekina - t ̣-r-h-k-y-n /t ̣urrekin/ ib. *tagili - t-g-y-l-t /tagilit/

w = u

La w aparece en un solo ejemplo señalando una vocal u

ib. *iptuki - ’-y-p-t-w-k /iptuk/

En un caso seguro, Baelo/ b-‛-l-n y en otro posible, Baecula / b-‛-k- l-t, parece que se puede establecer una equivalencia púnico ‛ = ib. ai / lat. ae. Teniendo en cuenta que el fenicio en esta fase de su evolución había reducido los antiguos diptongos semíticos, tal vez fuera más co- rrecto considerar que ‛, que en púnico se confunde con ’, reproduce un golpe de glotis que separa dos vocales en hiato. Por tanto b-‛- = /ba’i-/. En inscripciones neopúnicas, la transcripción de diptongos pertenen- cientes a palabras de origen latino o griego se realiza por medio de ‛-y

256 TOPÓNIMOS HISPÁNICOS

/ ‛-w (Friedrich § 107, 5) : q-‛-y-s-r = Caesar q-‛-y-q-l-y = Caecilius

Como se aprecia de los ejemplos aducidos más arriba, ‛ y ’ se usan bastante indistintamente para las vocales a y o, hasta el punto que la ceca de Olontigi muestra variantes con cada uno de los dos signos, y, en general, los hechos se ajustan a las obsetvaciones que Friedrich realizó en relación a los epígrafes púnicos del Norte de África.

En relación a la fidelidad de la adaptación, por lo que respecta a las vocales iniciales, cabe señalar alguna modificación debido a que el fe- nicio, como el resto de las lenguas semíticas, no permite vocal inicial a principio de palabra y los préstamos de otras lenguas son adaptados con ’ inicial, como es patente en ’-r-š-w, ’-y-l-b-r , ’-y-p-t-w-k (con indicación del timbre vocálico inicial en los dos últimos casos). El ‛ pudo sustituir a ’ en ‛-b-d-r-t y ‛-l-b-t ̣-’ ya que se pronunciaban igual en esta época y son intercambiados en la escritura. Puede haber jugado a favor de la grafía con ‛ la analogía con las palabras semíticas ‛-b-d “siervo”, frecuente en la antroponimia y la preposición ‛-l, respectivamente. Por otro lado, a juzgar por la forma púnica de los topónimos Oba y Olont(igi), en algún caso se opta directamente por la supresión de la vocal inicial.

En posición medial, por lo que se percibe, no hay grandes variaciones respecto a lo que sería de esperar. Hay una variación e / i en w-y-s-k / wisk/ con relación a la forma latina Vesci y resulta difícil decidir cuál es la forma original ibérica, aunque la presencia de un étimo * biska- en la topónimia prerromana podría abogar por una i primitiva. En todo caso, no resulta insólito en el ámbito de la epigrafía púnica, aunue sí muy poco frecuente, el uso de y como mater lectionis del timbre vocálico e.

Hallamos ejemplos como s-y-n-t ̣-r / senator (Friedrich §107). También m-h-l-k-’ indica una alteración vocálica de la primera sílaba que no se refleja en el lat.Malaca.

Por lo que se refiere a las vocales finales, hay que suponer su pérdida, tal como era norma en fenicio en el caso de las vocales breves (Cunchi- llos, p. 72). Sin embargo, en algunos casos, la presencia de ’ final parece apuntar a la exisencia de una vocal final m-l-k-’ y ‛-l-b-t ̣-’ más que a la real pronunciación de una laringal. De hecho, los grupos finales a’, a‛ se pronunciaban como acabados en vocal simplemente.

257 S. PÉREZ OROZCO

El consonantismo semítico y el ibérico resultan similares, lo cual explica, entre otras cosas, la facilidad con la que los íberos pudieron fundamentar su escritura en el alfabeto fenicio.

En cuanto a las oclusivas, hay total correspondencia:

ib. p = fenicio p ib.* iptuki ’-y-p-t-w-k ’-y-p-t ̣-k

ib. b = fenicio b ib.*iλurbeHi ’-y-l-b- r ib. *baiλun b-‛-l-n

ib. k = fenicio k

ib.* iptuki ’-y-p-t-w-k ’-y-p-t ̣-k ib.*malaka m-l-k-’

ib. g = fenicio g

ib.*tagili t-g-y-l-t

ib. t = fenicio t

ib.*tagili t-g-y-l-t ib.* iptuki ’-y-p-t-w-k

ib. d = fenicio d ib.* asidun ‛-s-d-n

Con la dental sorda, sin embargo, se plantean ciertas dificultades. De una parte, se usa t coṇ frecuencia para transcribir la t en nombres indígenas: t ̣-r-h-r-k-y-n, l-‛-s-k-t ̣, ‛-l-b-t ̣-’ y ’-y-p-t ̣-k. Dado el carácter velarizado del fonema semítico, parece que se ha usado básicamente en un contexto vocálico velar, ya que la t ̣va seguida o precedida de una vocal u en la mayor parte de los topónimos referidos anteriormente, a tenor de las transcripiones latinas: Turirecina, Lascut, Iptuci. En el caso de ‛-l-b-t ̣-’, es difícil pronunciarse dado que ignoramos la correcta

258 TOPÓNIMOS HISPÁNICOS vocalización del topónimo (vid. infra s. v. ‛-l-b-t ̣-’). De hecho sólo las leyendas monetales de Ituci ’-y-p-t-w-k y Tagilit t-g-y-l-t usan t para reproducir la t autóctona, por lo cual no es descartable que la t ibérica se aproximara en su pronunciación más a la t ̣que a la t fenicia, cuya pronunciación era aspirada, según todos los indicios. Siglos después, sucedió con el paralelo con la t árabẹ que transcribe regularmente la t de los términos romances incorporados al árabe andalusí. En neopúnico se observan ciertos casos de confusión gráfica que pueden ser indicativos de confusión fonética (Friedrich, § 39)

Por otro lado, es frecuente que la t (y tal vez la t ̣) final de la versión púnica no tenga correspondencia en la versión latina

Arsa h-‛-r-s-‛-t Abdera ‛-b-d-r-t *Tagili t-g-y-l-t / t-g-l-y-t

Con más reservas añadimos a esta lista

Baecula ? b-‛-k-l-t Sacili s-‛-k-y-l-t

La explicación de este fenómeno no puede ser simplemente foné- tica, ya que el latín puede mantener la dental final. Como hipótesis, puede plantearse que el topónimo hispánico fuera “feminizado” mediante el morfema -t. Un ejemplo paralelo lo hallamos en la ceca norteafricana de Zili, cuyo nombre fenicio, ’- š -l-y-t / ’- s -l-y-t, ofrece la misma peculiaridad (vid. Manfredi, p.89, para más deta- lles y ulteriores referencias). La adaptación latina , o bien se tomó directamente de la forma indígena del topónimo, sin –t, o o bien hay que suponer que, si se partió de la forma púnica, se produjo en una fase en la que la -t del morfema de femenino ya no se pronunciaba (Cunchillos, p.79).

El ibérico poseía dos sibilantes, transcritas s y ś. Ya que el púnico dispone de cuatro fonemas sibilantes, parece coherente que pudiera reflejar este contraste en la adaptación de los topónimos. En s-k-s, s-‛-k-l-y-t, ‛-s-d-n, w-y-s-k, h-‛-r-s-‛-t, l-‛-s-k-t aparecẹ la letra s. Si interpretamos correctamente el título correspondiente a la ceca de Arsa como h-‛-r-s-‛-t / harsa/ y lo suponemos equiparable al topónimo levantino ib. Arse, s fenicia correspondería a la s ibérica.

259 S. PÉREZ OROZCO

En la leyenda que atribuimos a Urso y que leemos ’-r-š-w / uršaw/ aparece la sibilante palatal fenicia š, que correspondería, por tanto, al ibérico ś. De ser cierta nuestra conjetura, la forma epicórica del topónimo meridional tendría que ser, entonces, *Ur9awo vel sim.

Resumiendo, y muy provisionalmente, podríamos establecer la co- rrespondencia

ibérico s fenicio s ibérico ś fenicio š

Esta hipótesis tal vez permita replantear el origen de los signos para sibilante en los signarios ibéricos. Maluquer propuso que el signo ś de- rivaba de la letra fenicia s en el signario meridional y de s ̣en levantino, mientras que el signo para s se derivaba de š.

Sin embargo, no sería imposible,

1) fenicio s > ib. mer. s

a partir de una forma fenicia arcaica

2) fenicio s > ib. lev. s

a partir de una forma fenicia más evolucionada o directamente púnica

3) fenicio š > ib. ś con una simple inversión

Sólo como curiosidad final, obsérvese la diferente correspondencia entre las sibilantes ibéricas y sus presuntos equivalentes vascos

’-r-š-w * Urśawo vasc. urzo h-‛-r-s-‛-t Arse vasc. hertsi

Por lo que respecta a la transcripción de las laterales, nasales y vibrantes, sólo hay que señalar que la grafía púnica no presenta nin- gún reflejo de 5 ,la segunda vibrante del ibérico y transcribe el grupo

260 TOPÓNIMOS HISPÁNICOS consonántico ibérico –lt- con una l normal, tal como puede inferirse de los siguientes ejemplos:

’-y-l-b-r ib. IltuCbeC ib. NP aloCbeCi C.4.2 b-‛-l-n ib. *bai-iλun

Las formas púnicas han der ser, lógicamente, más arcaicas que las latinas por el motivo obvio de que la llegada de los cartagineses a la Península precedió a la de los romanos. Por este motivo, no debe extra- ñarnos que la versión latina presente formas fonéticamente más evolu- cionadas. Véase por ejemplo la leyenda monetal latina Ituci frente a su contrapartida púnica ’-y-p-t-w-k, más próxima al ib. *iptuki , aunque se documente más tarde. Lo mismo vale para Arsa vs. h-‛-r-s-‛-t, que parece mantener una aspirada etimológica que el latín omite. Para la –t final, véase más arriba.

Algunas oscilaciones en la forma de la adaptación latina de los to- pónimos, con vocal final o sin ella, pueden deberse a una interferencia entre la forma púnica y la indígena

lat. Sex < pún. s-k-s /seks/ lat. Sexi < ib. *seksi

261 IV LOS TOPÓNIMOS

Recogemos aquí la relación de los topónimos en su forma original con su trascripción. El timbre indicado por las matres lectionis queda señalado por un superíndice vocálico. Tal como hemos señalado en la introducción, en nuestro trabajo “Los letreros de las monedas feno- púnicas y libiofenicias de Hispania”, Numisma, (e.p.) damos cuenta de la justificación de las lecturas que se indican y las examinamos desde el punto de vista paleográfico.

’-yi-l-b-r /’iliber(r)/ Iliberi ?

Ceca con emisiones de finales del s-III /principios del s.-II. El tercer carácter leído como p producía lecturas como ’-y-p-b-(d)/ ’-y-p-b-k /’-y-p-t-b-k /’-y-p-b-(r), recogidas por Alfaro y García-Bellido. La interpretación de dicho signo como l, perfectamente coherente con la paleografía, abre la puerta a una identificación más satisfactoria.

Sin embargo, la interpretación habitual de dicho nombre como “villa nueva” en ibérico, con diversos equivalentes en la Península, abre la posibilidad de que no hubiera una sola Iliberi en la Bética. De hecho, a parte de la actual Elvira, cerca de Granada, continuadora del topónimo ibérico Iltuŕbeŕ(i) /iλurbeŔ/ y del latín (Florentia) Iliberi, debió haber al menos otra localidad del mismo nombre, que se continúa en Elviria (prov. Málaga), con una adaptación árabe ligeramente distinta.

’-yi-p-t ̣-k /’ipt ̣uk/ Iptuci

Acuñación del s.-I. El nombre es típicamente ibérico meridional (“tar- tésico”), *iptuki, topónimo que se repite justamente en la ceca púnica de Ituci y que consta de los bien conocidos elementos ip(o) y tuki. Hay diversos Iptuci / Ituci en la Bética.

262 TOPÓNIMOS HISPÁNICOS

El topónimo no ha pervivido, aunque El Idrissi nos transmite el nom- la lectura de la b es incierta: podría) اﺒﺩﻮﻕ bre de una alquería Ibdūq o Īdūq), entre Córdoba y Almería, que podría cuadrar اﻨﺩﻮﻕ ser Indūq como continuador del topónimo, por otra parte extendido en la Bética, tal como hemos referido antes, sin que ello suponga la identificación de ambos lugares, sino sólo la coincidencia de la forma del nombre. Solé Solá dio una lectura y-b-d-w-‛-š-y, que ha sido seguida por los autores posteriores con reservas y que nosotros hemos rebatido en nuestro trabajo antes citado.

La ubicación tradicional se localiza en Cabezo de Hortales, Prado del Rey, Cáceres.

’-yi-p-t-wu-k /’iptuk/ Ituci

Las acuñaciones se datan en el s.-II, con unos caracteres bien tra- zados que muestran un aspecto decididamente púnico arcaico. Las anteriores lecturas: ’-y-p-t-b-k o ’-y-p-t-g-r, aunque justificables desde el punto de vista paleográfico, no son fáciles de argumentar lingüisticamente teniendo en cuenta el equivalente latino. Tal como hemos señalado en la introducción, la forma púnica se muestra más conservadora que la latina.

La ceca en cuestión se acostumbra a situar en Campo de Tejada, municipio de Escacena, provincia de Huelva

’-r-š-w /’uršaw/ Urso ?

El periodo de emisión de esta ceca se prolonga desde el final del s. –III a principios del s.-I. La ceca podría identificarse (como de hecho así ha sido aun cuando la lectura no ha podido darse por segura) con Urso / Ursao, la actual Osuna. A continuación, enumeramos algunas de las lecturas previas.

263 S. PÉREZ OROZCO

CNH 116.9 G. B ’-m-g-s-n Alfaro ’-m-q-s-‛?-n, CNH 116.11/15 mšb mwšb y también CNH 116.14 CNH 116.10/11 y-w-r- š-‛-n y también CNH 116.12

Se trata de un topónimo autóctono cuya base podría ser un equiva- lente del vasco urzo / uso “paloma” más un sufijo-*wo como en Urgao, Bursau.

b-‛-k-l-t /ba’ikulat/ Baecula ?

Aunque no es segura la interpretación de este letrero, que aparece en plomos monetiformes, de datación insegura, lo más sencillo es suponer que nos hallamos ante un topónimo de origen hispánico.

Proponemos dos hipótesis, condicionadas por la lectura del tercer signo,

-como g, la lectura tradicional: b-‛-g-l-t. Se trataría de un topónimo formado a partir de una base baka-/ baga – que hallamos en Bacasis, cfr. dat. Bacasitano, IRC III 50) y *Bagara (cfr. Bagarensis, TSal.) mediante el sufijo (i)li– , muy extendido en la toponimia meridional: Orcelis, Hispalis, Singilis, Sacili, Tigili .

-como k, lectura posible si tenemos en cuenta la formas que presenta esta letra por ejemplo,

en Cartago (s.-IV/-s.-II)

en Dougga , s. –II

en Constantina , s-I

en Hadrumetum, s-II/s.-I

La lectura resultante b-‛-k-l-t podría perfectamente vocalizarse / ba’ikulat/ y hallarnos ante la forma púnica del latín Baecula < ib.

264 TOPÓNIMOS HISPÁNICOS

*baikula , con los elementos topónimicos típicos bai “río” y kula. Para más detalles sobre la adaptación, véase la introducción. No sería de extrañar que el nombre de esta ciudad, tan vinculada a la actividad minera, apareciera en estos plomos monetiformes, usados a modo de moneda interna.

b -’a /ba’/ Oba

Del s. –I, con grafía neopúnica, aunque la grafía del topónimo es más arcaizante que el resto del rótulo. El étimo es, naturalmente, el meridional *oba, que aparece en tatos topónimos como segundo ele- mento. Si se admite la existencia de vasco oma “collado” recogido por Hervás y, por tanto, poco seguro, sería una buena interpretación de su significado. Se sitúa en Jimena de la Frontera, Cádiz. Ipo y Oba son elementos léxicos y no sufijales. Tito Livio, 39, 30 cita una Hippo en la Tarraconense. Huévar < *Obar.

b-‛-l-n /ba’ilon/ Baelo

La datación de las emisiones es de la primera mitad del s.-I y su ubicación corresponde al actual despoblado de Bolonia, Cádiz a través de lat. vulgar *Belone(m) árabe *Buluniya como Asidone(m) / Siduni- ya. Creemos que debe tratarse de un topónimo ibérico, *bai-iltun, con los elementos * bai “río” e * iltun “ciudad”. La forma fenicia debió ser / ba’ilun /

h-‛a -r-s-‛a -t /harsa(t)/ Arsa

Primera mitad del s.-I. Se trata, sin duda, de un topónimo ibérico, sin duda relacionable con ib. Arse y vasco. hertsi “cerrado”. La lectura de Solé Solá w-r / š-’ ha sido aceptado con reservas por los autores pos- teriores y no se compagina bien con lo que sería lógico esperar. No se ha hallado indicios indiscutibles de su localización, aunque habitualmente

265 S. PÉREZ OROZCO se localiza en la provincia de Badajoz. El topónimo no parece haber per- durado. Azuaga o Arsallenes no pueden contuinuar el antiguo nombre: el primero parece derivar del nombre de una tribu bereber, Zuwaga, establecida allí en tiempos de la ocupación musulmana, y el segundo parece estar basado en un nombre de propiedad hispano-romano < *Arsellianas, de un NP Arsellus o similar.

w-yi-s-k /wisk/ Vesci

Emisión de mediados del s.-II. El aspecto del topónimo es autóctono, con una v inicial rara en nombres autóctonos de origen no indoeuropeo, pero que no carece de paralelos en la zona: Ventipo, Vergi, actual Berja. Es difícil decidir sobre la vocalización originaria del topónimo, dada la falta de paralelos, tal como hemos señalado en la introducción.

La lectura w-’-h-š-k-y de Solé Solá presenta un exceso de caracteres, debido básicamente a la no identificación de la fórmula b-‛-l final. La mater lectionis plantea problemas. A primera vista, la evidencia invita a pensar en una y neopúnica, del tipo de las que hallamos en Sacili o Tagilit. Sin embargo, ello no concuerda con el timbre vocálico e que sería esperable aquí. La explicación puede ser diversa:

– la pronunciación púnica pudo ser /wisk/, con i, sin que podamos afirmar que sea una forma más fiel al original que la latina.

– el segundo signo podría ser un ’ púnico deformado, tal como recoge de hecho la lectura de Solé Solá, semejante a los que se hallan en los rótulos de Urso y Iptuci. Sin embargo, la relativa “buena caligrafia” del resto de caracteres hace difícil esta interpretación, sin que sea imposible.

– La y pudo ser usada de forma excepcional para indicar el timbre e, como de hecho pasa en Ebusus / ’-y-b-š-m. La y es el residuo gráfico de un antiguo diptongo /ai/ que ha monoptongado en /e/ . A partir de casos semejantes, es posible que se haya desarrollado el uso de y como indicio de lectura de la vocal e. Tal como hemos expuesto en la introducción, hay algún otro paralelo en textos neopúnicos.

266 TOPÓNIMOS HISPÁNICOS

A falta de más evidencias, lo más sencillo es optar por la primera hipótesis.

La ubicación de la ceca suele situarse en Gaucín, Málaga.

t ̣-r-he-k-yi-n /t ur(i)rekin/̣ Turirecina/ Turiricina

Emisión de la la segunda mitad del s-II. En contra de lo que hemos afirmado en el artículo anterior, el tercer signo no es una deformación de un ’ aspada, sino que se trata de una h utilizada como mater lectionis con el valor e, lo mismo que el segundo signo de la variante tardía de la leyenda de Malaka.

Neopúnico Arsa Formas de transición Turirecina Malaka reconstruidas

Compárese así mismo con formas como las que hallamos en Biblos s. I

o en Constantina s. -I

La lectura de Solé Solá t-’-l-š /y-r-k-n suponía una interpretación semítica del topónimo, con t-’-l, “colina” seguido de š, partícula que introduce complementos nominales. Nuestra opinión es que el topóni- mo es de origen autóctono, formado sobre la base*(i)turr o *tur que se halla en numerosos nombres de lugar de la Península: Turiaso, Turia, Tyrichae, antiguo nombre de la actual Tortosa. Villar, en sus Estudios de celtibérico y toponimia prerromana, Salamanca, 1995 recoge algu- nos topónimos como Turrequena en Almería, Turrinchinas (fuente), Turinas (Murcia) que pueden relacionarse morfológicamente con el

267 S. PÉREZ OROZCO topónimo en cuestión, aunque seguramente es preferible para muchos de ellos una etimología romance sobre lat. turris o taurus. La forma fenicia puede reflejar una pronunciación t/ ̣ur(i)rekina/, silabificada / tur-re-ki-na / e interpretada por los romanos como turri-regina, con un metaplasmo etimologizante. Su ubicación se supone en Casas de la Reina en Badajoz.

l-’o-n-t / l-‛o -n-t /lont/ Olont(igi)?

Las acuñaciones se datan entre mediados del s.-II y el s.I. La pro- nunciación debió ser / lont /. Sería el único caso de abreviatura en las leyendas púnicas, si es que es tal. Las anteriores lecturas l-’-t-g o l-n-t-g. Se asocia habitualmente con Olontigi, sin que nada impida pensar que nos hallemos ante un topónimo distinto *Olont formado con la misma raíz *olon más un sufijo -t comoOsset, Callet, Ceret, etc.

El topónimo es típicamente ibérico meridional, con el final tigi– y un primer elemento olon, que puede aproximarse a vasco orein “ciervo” < *oleni, con una estructura análoga a Sosintigi, Sosontigi, con *sosin “toro” como base. Sería, pues, algo así como “Cervera”. El nombre no ha tenido pervivencia en la actualidad y su ubicación se ha buscado en Aználcazar, Sevilla.

l-‛a -s-k-t ̣/laskut ̣/ Lascuta

Emisiones desde mediados del s.-II a principios del s.-I. El topónimo parece de origen meridional. Para el primer elemento, cfr. Lastigi y vasco lats “arroyo”. l-s-k-w-‛-t es la lectura propuesta por Solé Solá y

268 TOPÓNIMOS HISPÁNICOS recogida por los autores posteriores. La vocalización debió ser / laskuṭ /. Se busca su emplazamiento alrededor de Alcalá de los Gazules, en Cádiz. En la toponimia actual, tal vez Escúzar < ár ’Askudar, tenga algo que ver. Habria habido una deglución de la l interpretada como artículo, de la misma manera que sucede en *Alfeniana > Fiñena

m-l-k-’a /malaka/ Malaka

con la variante tardía

m-he-l-k-’a /melaka/ o bien m-wu-l-k-’a /mulaka/

Las emisiones con esta leyenda se extienden desde el s.-II al s.-I. Hay una versión del topónimo que presenta una mater lectionis en la primera sílaba, habitualmente leída como w. La lectura con u podría justificarse desde el punto de vista fonético: podrían apuntar a una pronunciación vulgar / mūlaka/, con cananeísmo a partir de la forma originaria / mālaka/> /mōlaka/> /mūlaka/ (Cunchillos, p. 41), o por atracción de la m. Sin embargo, la grafía de la w, invertida 180º res- pecto a la forma estándar, no encaja demasiado dentro de los patrones habituales, sin contar con que el testimonio de la métrica latina permite suponer una a breve. Por todo ello, sin descartar completamente esta lectura, nos decantamos por leer h, mater lectionis con valor e.

El topónimo tiene una apariencia semítica, aunque de hecho, no hay una etimología satisfactoria (véase Alfaro, p.121 para las distintas hipótesis). La comparación entre los topónimos de las zona Μαιν−avκη / Maen-uba permite afirmar la existencia de un sufijo –(a)ca que debe estar presente en Malaca. La base mal(a)- carece de paralelos. El NL Malagón, que designa una población de Castilla-La Mancha y que apa- rece en la toponimia menor de Andalucía parece lejano y de un ámbito lingüístico diferente.

s-k-s /seks/ Sexi

269 S. PÉREZ OROZCO

Escritura púnica en la primera leyenda, de finales del s.-III y neopú- nica en las demás de primera mitad del s.-II al s. –I. Su ubicación es la actual Almuñécar. El topónimo, cuya forma fenicia debió ser /seks/, a partir de una forma indígena *seksi, no ha perdurado y se pierde cual- quier vestigio del nombre desde época árabe. A pesar de los intentos de establecer una etimologia semítica, creemos que debe ser un nombre autóctono. cfr. la forma medieval Sexona > Xixona, que supone una antigua *Sexo/* Saxo. Cerca, el Saix, con el desarrollo mozárabe de saxum como Ilurcis / Ilurco

s-‛a -k-yi-l-t / sakilit / Sacili

Primera mitad del s.-I. No es imposible leer s-‛a -k-yi-l-t ̣, con una t comọ la de Lascuta, tal como propusimos en nuestro anterior trabajo. Sin embargo, un detallado examen de las diferentes acuñaciones, en especial de la señalada con el nº 5 en el artículo de Blanco y Sáez (véase bibliografía), nos inclina a aceptar la lectura aquí propuesta. La ceca se localiza habitualmente cerca de El Carpio, Cortijo de Alcorrucén, (Pedro Abad, Córdoba) pero el topónimo no parece haber dejado restos. El topónimo debe ser indígena y su morfología recuerda a b-‛-g-l-t y t-g-y-l-t.

‛-b-d-r-t / ‛abderat/ o / ’abderat/ Abdera

Las inscripciones van del s. –II a mediados del s.-I. El topónimo Abdera no parece un topónimo ni ibérico ni semítico, si bien en la antroponimia personal púnica hay nombres similares (referencias en Alfaro, p. 124). Su coincidencia con el famoso topónimo greco-tracio ha llevado a pensar en un origen griego para el establecimiento.

Su situación era la actual Adra, Almería, en cuyo nombre pervive el antiguo topónimo.

‛-l-b-t -’̣ /‛albeta’/ Alba /Olba?

270 TOPÓNIMOS HISPÁNICOS

Datada en el s. -I. Puesto que la leyenda aparece únicamente como resello de monedas de Ebusus, cuya leyenda es ’-y-b-š-m /’ebušīm/, y descartadas anteriores identificaciones de la ceca, no sería absurdo leer ‛-l-b-t ̣-m o incluso ‛-n-b-t ̣-m. El segundo signo, de hecho, es distinto a la l que aparece en las monedas de la misma ceca en las palabras p-’-l-t o m-p-’-l.

En cuanto a la ubicación e identificación de la ceca, resulta difícil conciliar la forma del nombre tal como refleja su grafía púnica con su eventual identificación con la actualAbla < Abula, bien testimoniado. En Ptolomeo se halla presumiblemente el mismo topónimo con la forma Alba. La relación de estos dos topónimos entre sí y con la ceca púnica plantea serias dificultades fonéticas. Parece más lógico asumir que la forma primitiva del topónimo Abla fue ib. *abula > lat. Abula/ Abla, con un elemento –bula que hallamos en Carbula, Ilipula y tal vez en el topónimo actual Cañepla. Alba en Ptolomeo, en caso que designe la misma población, debe ser simplemente una corrupción de Abla por influencia del adjetivo (y topónimo) latino.

En todo caso, ‛-l-b-t ̣-’ debe de tratarse de un topónimo ibérico con el bien conocido sufijo ta- (escrito sin embargo con, cuyo uso podría sugerir un contexto vocálico velar, pero que aquí es difícil de precisar) sobre una base *alb-/ *elb- / *olb que puede encontrarse en el río Alebus, citado por Avieno (Or. 466) como río de la Bética, en el pagus Olbensis o en los étnicos referidos por Esteban de Bizancio: ’Ελβevστιοι (264, 10), ’Ελβισivνοι (323,10−17), ’Olbivsioi, ’Olbisivnioi (489,10), pueblos situados cerca de los mastienos, por tanto, no lejos de la zona de posible ubicación de la ceca.

271 S. PÉREZ OROZCO

-s-d-n/ ’asidon/ Asido

Emisiones desde mediados del s.-II a mediados del s.-I. Es la Asido de los romanos y la actual Medina Sidonia, que mantiene el antiguo nombre a través del árabe. El étimo parece ibérico, no semítico. La vocal inicial nos impide suponer un topónimo viajero a partir del NL fenicio Sidón. s -d-ṇ . La vocalización fenicia debió ser / ’asidon/. Para la formación, compárese con Archidona (Prov. Málaga) < *Arkido, -onis? < ib. *arsiton ¿?

t-g-yi-l-t/ t-g-l-yi-t /tagilit/ *Tagili

Finales del s.-III y principios del s.-II. Se corresponde a la actual Tíjola, en Almería. La forma actual del topónimo supone un latín *Tagili (el gentilicio documentado epigráficamente es Tagilitanus, en el cual la t puede formar parte del sufijo), de donde Tíjola, a través del árabe. La forma fenicia debió ser / tagili(t)/. Tiene un cierto aspecto norteafri- cano, aunque pudiera ser hispánico. Cfr. para el finalSacili, Hispalis, Myrtilis, Singilis, y topónimos actuales como Conil, Genil.

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274 L. Silgo Gauche Sección de Estudios Ibéricos

NUEVO ESTUDIO DEL PLOMO IBÉRICO ESCRITO AMPURIAS I

[la función de las hipótesis] debe ser juzgada como absolutamente indispensable en la ciencia ... sin tales presupuestos, la ciencia jamás podría haber alcanzado su estado actual; son escalones necesarios en el progreso hacia algo más cierto; y casi todo lo que ahora es teoría fue en algún momento hipótesis

John Stuart Mill, Sistema de Lógica, 1879, 10ª ed., II, págs. 16-17 (en F. Copleston, Historia de la Filosofía VII, p. 83, Barcelona, 1985).

ABSTRACT: The author studies the contents of the iberian lead tablet “Ampurias I”. He arrives to the conclusion that this document is a letter of commercial subjects. Different proposals are make about iberic morphology and lexicon.

KEY WORDS: Iberic language and epigraphy, Iberic economy, Iberic Culture, Ampurias.

RESUMEN: El autor estudia los contenidos de la lámina de plomo “Ampurias I”. Él llega a la conclusión de que se trata de una carta con indicaciones comerciales. Son hechas diferentes propuestas sobre morfología y léxico ibérico.

PALABRAS CLAVE: Lengua y epigrafía ibéricas, Economía iberica, Cultura ibérica, Ampurias.

275 I INTRODUCCIÓN

Ampurias I es un escrito sobre plomo hallado en 1988 detrás de la cabecera de un probable edificio templario, en la antigua colonia griega de Emporion. Se encontró enrollado y algo aplastado en un estrato de relleno compuesto por tierra de escombrera de color verde que contenía abundante materia orgánica y restos de carbones, animales y vestigios cerámicos que hacen presumir un origen culinario de los desechos.

El director de las excavaciones y autor de la edición príncipe del texto, Enric Sanmartí-Grego (1988) lo dató, a través de la cerámica de importación, a finales del siglo III a.C. o, incluso, en los primeros años del II a.C.

Con 240 signos conservados y alrededor de 39 palabras es uno de los documentos más extensos de la epigrafía ibérica y reviste, por ello, el mayor interés. Como se indica abajo hemos realizado sobre él un análisis contextual, basado ante todo en el método combinatorio pero apoyado en datos proporcionados por el método comparativo, bien en lo ya averiguado en la propía filología ibérica, bien en nuevas correspon- dencias ibero-vascas. Antes sin embargo trataremos de otros aspectos relacionados, como la utilización del sistema dual, los fundamentos metodológicos de nuestro análisis o la asibilación de *ti.

276 II EL SISTEMA DUAL

La existencia de trazos adicionales para marcar oposiciones de sono- ridad en el signario ibérico fue sugerida por primera vez por Maluquer de Motes (1968) y presentada con mayores visos de probabilidad tras el descubrimiento del plomo de Castell de Palamós (De Hoz, 1985). No obstante la sistematización de Correa (1992; 1993) su aceptación encontró resistencias por las contradicciones teóricas y prácticas que tal sistematización conllevaba, aunque fue aceptada por una mayoría de investigadores. Ha sido mérito de Joan Ferrer (2005) la eliminaci- ón no sólo de varias de estas contradicciones sino el esclarecimiento de algunos puntos fundamentales, como la lectura del signo MLH IB bo1 por ta, hipótesis brillantemente corroborada por descubrimientos posteriores (Jordán, 2005).

El plomo Ampurias I presenta este sistema dual de notación, por lo que leyendo el anterior bo1 como ta cambia el significante de algunas palabras.

Con todo no faltan los problemas de aplicación de este sistema, pro- blemas de tal naturaleza que no pueden minimizarse.

Ciñéndonos a nuestro texto, en un apresurado recuento de signos, nos encontramos con la siguiente situación:

Ka 15 ga 3 Ke 0 ge 6 Ki 0 gi 3 Ko 0 go 6 Ku 0 gu 1 Ta 5 Da 4 Te 0 De 6

277 L. SILGO GAUCHE

Ti 12 Di 9 To 1 Do 0 Tu 2 Du 4

De los diez pares de oposiciones examinados nos encontramos que nada menos que 6 (ke/ge, ki/gi, ko/go, te/de, ku/gu, to/do) carecen de correlato sordo, siendo especialmente sorprendente que falten signos para sílabas especialmente frecuentes como ke, ko ó te, en un texto tan extenso, 240 letras, como este.

Si pasamos al examen del vocabulario encontramos no menos con- tradicciones:

1. dauti[n]gode: Se espera un NP Tautin, un morfo derivativo –ko (cf. Austinco en la Turma Salluitana) y una desinencia gramatical de ablativo –te (vasco –tik). 2. nikoka (A línea 3) pero nikoga (A línea 7). 3. idu4udan: sin duda *iturritan o *iturridan ‘en la fuente’ (vasc. iturri ‘fuente’). 4. (tine)bedan: pero vasc. bete ‘lleno’. 5. idi4oge: pero final k– en baga4ok, ga4okan (en G.1.1).

Estas pueden considerarse irregularidades no menores que exigen una explicación.

La solución puede venir desde el punto de vista estructural. La expli- cación de las anomalías consistiría en que el signo no marcado conserva su valor original pudiendo notar tanto la sorda como la sonora, mientras en cambio el signo marcado debe leerse obligatoriamente como sorda. Más que un sistema (en realidad dos pues se supone que además del signo marcado que adquiere el valor de sorda el signo no marcado ha perdido parte de su valor) debe de tratarse de una especie de matres lectionis, de uso frecuente pero no normativo. Se puede aceptar que, en textos que utilizan coherentemente este sistema de notación, los signos “no marcados” o más simples representen silabogramas con oclusiva sonora, pero esto será, en todo caso, como exclusión, no por que ellos mismos representen per se este valor.

278 PLOMO IBERICO

En lo sucesivo el texto se trascribirá según el modo tradicional pero anotando las palabras marcadas como sordas mediante un signo diacrítico ‘.

279 III EL ANÁLISIS CONTEXTUAL

Desde hace tiempo venimos arriesgando en diversas publicaciones una serie de interpretaciones sobre textos ibéricos. En esas ocasiones se han presentado los resultados de más o menos laboriosas indaga- ciones. Parece sin embargo que es preferible presentar el conjunto de hipótesis que han conducido a una solución, provisional, sobre el texto y sus diversos componentes, ilustrando el proceso de su elaboración, que es lo que hacemos en el presente trabajo. Esta tarea servirá al menos para mostrar las causas de la negación de determinadas ideas o, eventualmente, el porqué de la afirmación de otras.

Por supuesto se otorga lugar preferente a la semántica. Superados los escrúpulos de los más fervientes bloomfieldianos está aceptado que no puede existir filología sin semántica. Además, para el asunto que nos interesa, solamente una investigación semántica, en el cuadro del análisis combinatorio, es susceptible de descubrir las relaciones entre los diversos morfemas.

El problema se presenta de la siguiente manera: aceptado el pa- rentesco ibero-vasco no obstante sólo una minoría de palabras pueden considerarse cognados entre ambas lenguas, y además la inmensa mayoría de las palabras que aparecen en los textos son hapax, lo que dificulta el análisis combinatorio.

Se propone por tanto, para la eficacia del método combinatorio, la realización de un análisis contextual. Tal análisis requiere la confección de un modelo o esquema a partir de las evidencias, ya sean estas cog- nados ibero-vascos o segmentos ya conocidos en ibérico. Este esquema sirve para realizar inferencias sobre las palabras de la inscripción. A su vez el estudio más profundo de tales palabras producirá cambios en el esquema. Tras repetir el proceso cuantas veces sean necesarias ha de llegarse a unos resultados que parezcan coherentes.

Las cosas tal vez queden más claras con un ejemplo. Supongamos un sintagma A B C en que A es un antropónimo, ‘Pedro’, seguramente el sujeto, y de C sabemos, porque aparece en otras circunstancias, que es un apelativo que designa un objeto material. A B C forma parte de una oración coordinada en que D E F forma la parte siguiente y de la que se sabe que D es el nexo y F es la palabra para ‘gol’. A través del

280 PLOMO IBERICO análisis deducimos que B y E son verbos. Ahora bien, sabemos por la experiencia que un gol es el resultado de una operación que tiene como origen un golpe al balón y su entrada en la portería. Puede deducirse de esto legítimamente que C, el substantivo, es la palabra para ‘balón’ y no otra, porque no se marcan goles lanzando ladrillos o piedras. Por tanto, si consideramos A el sujeto que actúa sobre el balón a través de B podrá atribuirse a este un significado en la esfera de ‘golpea’ ‘chuta’, y la culminación de toda la oración está representada por E F en que E ha de ser, lógicamente y sin buscar complicaciones, algo como ‘marca’. El resultado es “Pedro chuta el balón y marca gol”, y tiene todos los requisitos para ser considerado probable.

Ha de ser aplicable, sin embargo, la falsación. En nuestro caso esta falsación se produciría si hay una incoherencia en la explicación textual, algo como “Pedro agarra el balón y marca gol”, en que ‘agarra’ no sería esperable. Pero puede ocurrir también que el sintagma se prolongue con otra parte coordinada sobre la cual se ha resuelto, tras minuciosos estudios, que significa “y pierde el partido”, entonces el significado más probable para E no será ‘marca’ sino ‘falla’.

Es importante que las hipótesis planteadas sean seguidas en todas sus posibilidades, hasta el momento en que una contradicción fuerce a cambiar el esquema establecido.

Debe quedar bien establecido que las diversas interpretaciones del texto no son una finalidad en si mismas.A l contrario, la finalidad de la interpretación es progresar en la investigación filológica, consideración que prima sobre cualquier otra.

In fine, el análisis contextual a los niveles comentados no garantiza una fiabilidad absoluta, pero en cuanto es un intento de explicación glo- bal puede orientar los resultados. Esta falibilidad no debe hacernos caer en el escepticismo. A propósito de las mejor fundadas ciencias físicas el filósofo norteamericanoC harles Sanders Pierce (1839-1914) afirmaba que ningún individuo puede alcanzar una certeza absoluta respecto a la verdad de una hipótesis, pero puede darse una aproximación ilimitada a esa certeza a través de una serie de verificaciones.

Abajo exponemos lo que en fraseología cartesiana es el ordo docendi, el orden de enseñanza o muestra con los resultados obtenidos hasta el mo- mento, a continuación vendrá el ordo inveniendi o de investigación.

281 IV ASIBILACIÓN DE *ti

Veremos más adelante como hemos establecido una relación entre la palabra de este plomo t’ink’ar y vasc. zingar ‘tocino’, si bien ella sea discutible. Esta relación supone una asibilación de *ti.

El proceso es conocido en el paso de préstamos latinos al protovas- co. Así un *(fundus) Domitiani se ha transformado en el nombre de la localidad de Domezain.

Sin embargo el proceso ya debía estar en marcha en el propio ibérico en una fecha muy temprana, pues en Orleyl V, inscripción datable a finales del siglo IV a.C., encontramos las flexiones tiate y siatense, sin más diferencia la segunda que la representación de la asibilación y la adición de un sufijo se– .

282 V EL TEXTO

Sanmartí-Grego leyó el plomo como sigue. En la publicación original los signos ibéricos son reproducidos en mayúsculas y separados por guiones. Nosotros, conservando la lectura original y en aras de la uni- dad, hemos optado por utilizar las negritas y sin signos de separación más que los puntos ofrecidos por el propio texto. Como se observará este autor utilizó la transcripción mediante el sistema dual.

A)

1. [ne]itin: iunstir: tauakoteka: 2. tiecniti5atan: biu5tikise: 3. be5isetidiatoka: nikokatoar[-]i: 4. tu5kosbebon: uska5e: dieka: ultidikan: 5. e5tebacka: bintu5keska: abadutikerka: uke 6. ibabo: ti5adisukal: itikotesun: kortinte: 7. tieka5: sitirakargaw: nikogaiatai: 8. isbe5teike: idu5utan: leposbaibon: 9. bati5ekar’: ite5ibon:

B) (C para Sanmartí-Grego)

1. calir: i[ke]bate[ka]r: banterba 2. n: tinebetan: [--] Y [--]ban: ititebi5ta: 3. salaker: idi5oketebon: i5ika: 4. iunstirika: sikite: basir[tir]:

C) (B para Sanmartí-Grego)

katulatien

La lectura ha sido mejorada, creemos, por Untermann (e.p.) en ciertos aspectos, sin tener en cuenta el sistema dual.

A)

1 [Ne]itin: iunstir: tauti[n]kote: ka[tu 1 2 3 4

283 L. SILGO GAUCHE

2 la]tienbaniti5an: biu5tikisen 5 6 3 be5icetitiatin: nikokatia5u: bai[ 7 8 9 10 4 tu5kosbebon: uska5e: tieka: ultitikan[ o ka5/kin/ki5 11 12 13 14 5 e5kubacka: bintu5keska: abatutikerka: uke o i5kubac 15 16 17 18 6 atobo: ti5atisukika: itiko5sun: kortintu o korbantu 19 20 21 22 7 tinkar: siti5ka5kan: nikokaiatai 23 24 25 26 8 is: be5teike: itu5utan: lebosbaibon[-]tu 27 28 29 30 9 bati5aka5ite5ibon 31 32

B)

1 calir: ite[---]r: bante5a 33 34 35 2 n: tinebetan: baniti5an[ 36 37 3 salaker: iti5oketebon: i5i[ 38 39 40 4 ka: iunstirika: sikite: basi5 41 42 43

C)

Katulatien[ 44

De acuerdo al sistema dual, con la innovación de notación arriba propuesta, quedaría como sigue:

A)

1 [nei]tin: iunst’ir: tauti[n]kote: k’a[ 2 ]t’ien: banit’i5an: biu5tikisen

284 PLOMO IBERICO

3 be5iset’itiatin: nikok’atia5u: bai 4 t’u5kosbet’an: usk’a5e: tiek’a: ultitikan 5 e5kuback’a: bintu5kesk’a: abatutikerk’a: uke 6 atot’a: t’i5atisukika: it’iko5sun: korbantu 7 t’ink’ar: sit’i5kar’kan: nikokaiatai 8 is: be5teike: itu5utan: lebosbait’an[-]tu 9 bat’i5ak’a5ite5it’an

B)

1. calir: ite[---]r: bante5a 2. n: t’inebetan: banit’i5an[ 3. salaker: iti5oketet’an: i5i 4. k’a: iunstirik’a: sikite: basi5

C)

K’at’ulat’ien

285 VI EL VOCABULARIO

1-2 [NE]ITIN: IUNST’IR.

Iunstir ha sido considerada por nosotros (Silgo, 1994) un teónimo, pero aquí, al igual que en otras cartas, es una expresión de saludo, como en español ¡Adiós! o en árabe En el nombre de Alá. Neitin for- ma parte de antropónimos y funciona como apelativo en aposición a iunstir. Recientemente Almagro Gorbea (2002) ha hecho un estudio exhaustivo de esta palabra.

3 TAUTI[N]KOTE.

Indudablemente un NP, probablemente con –te de ablativo. Está formado por la palabra tautin y un sufijo ko– análogo a vasc. –ko con valor diminutivo. Hemos de considerar que este NP viene determinado por el sintagma siguiente.

4-5 K’A[TULA]T’IEN BANIT’I2AN o banit’i5a[-]n.

El sentido es claro: “banit’i5an de Catulatios”. Catulatios, un nom- bre galo, aparece también en el texto C como propietario del documento en genitivo. Banit’i5an es un compuesto de t’i5an con el significado de “encargado” según nuestro estudio sobre los plomos de Pico de los Ajos todavía en preparación. Bani aparece en las inscripciones vasculares de Liria en el derivado banite y en el compuesto baniyba5, así como probablemente con –e en bitebaki5cbane en Orleyl V, F.9.5. El sentido de bani, determinando a yba5 y otras palabras parece señalar una clase especial de cargo o título. Aquí, meramente porque en el hilo del discurso es necesario servirse de palabras, lo interpretamos como “jefe”, siendo el significado del sintagma “encargado-jefe de Catulatios”.

T’i5a aparece varias veces en los plomos de Pico de los Ajos: enbe- ti5a, esati5an, sati5a. Debido a la riqueza de morfos agregados creí- mos en un principio que se trataba de formas verbales, y sobre esta hipótesis trabajamos largo tiempo. No obstante la siguiente secuencia nos hizo reflexionar:

286 PLOMO IBERICO

Kulecbelau5te sati5a/ lau5bertontebitarste. esati5an/ kortia- calir.tiaiteku. selkisosinkas/ te esan VI (Pico de los Ajos IIb líneas 1-3).

En la línea 1, si (e)sati5a era un verbo tendríamos ausencia del complemento directo. En 2 lau5bertonte realizaba la misma función (esati5an) sobre el concepto kortiacalir. A continuación había una palabra dudosa. En nuestra idea, los plomos de Pico de los Ajos son listas de contribuciones realizadas o por realizar, y por su características de listados y cantidad de personas involucradas probablemente unos pagos de impuestos. Ahora bien, en Pico de los Ajos IIb línea 3 era otra persona, selkisosinkas, el que realizaba el pago, pues se especificaba a continuación esan VI (así un guarismo, cifra o símbolo). Esan había de relacionarse con (e)sasi5a, pero era difícil explicar esta como un verbo tanto en el caso de seguir a kulecbelau5 como a lau5berton.

Había pues una diferencia entre el comportamiento de selkiso- sinkas, que presuntamente realizaba un pago, y kulecbelau5 y lau5berton, a quienes seguía la expresión (e)sati5a(n), que al parecer no necesitaba complemento directo. La solución que se nos ofrecía es que las dos personas mencionadas no eran contribuyentes sino que, situadas al principio del documento, debían ser los redactores, tal vez los mismos encargados de la recaudación o, más exactamente, los en- cargados del esan en virtud del cual efectuaba un pago selkisosinkas. Veremos, en este mismo documento, a propósito de ti5atisukika, que se confirma queti 5a(n) es un substantivo y que se aplica a encargados o responsables de ciertos oficios.

6-7 BIU2TIKISEN: BE2IŚET’ITIATIN.

La primera parte del sintagma es un NP en genitivo: “be5icetitiatin de Biu5tikis”. En la segunda palabra tal vez haya el vasc. berri ‘nuevo’, bien atestiguada en las ciudades llamadas Iliberri ‘ciudad nueva’. Por lo demás es conflictiva. Está formada por siete sílabas, lo que indica por sí un sintagma, a la vez que su carácter de substantivo está asegu- rado por la existencia del complemento del nombre biu5tikisen. Para –cet’iti- podrían buscarse en vasco diversos paralelos, así el guip. zezi ‘domar’, vizc. zitz ‘palillo, raya de leña’, alto-nav. lab. zizare alto-nav. bajo-nav. guip. lab. sul. zizari ‘lombriz’, bajo-nav. sul. zizka ‘carcoma’, lab. zizkirra ‘broza, arista’, lab. zizter ‘chorizo’, alto-nav. bajo-nav. ziztor

287 L. SILGO GAUCHE

‘carámbano’ vizc. guip. ‘cosa diminuta’, etc., todas ellas insatisfactorias por el sentido.

Se podría pensar, como alternativa, que este segmento sea un con- junto de sufijos añadido aberri . Hipotéticamente se puede postular un *berrizezidi, con la palatalización normal de t’i, y un sufijo *–di como en vasc. ardi ‘oveja’, idi ‘buey’, zaldi ‘caballo’ con un significado total como “(fruto o animal) noval”, siendo *berriseti equivalente del lat. novalis. Así en Liria tenemos saltutibaite /salludibaite/ que resulta perfecta- mente inteligible como “del (-te) Río (bai) del Caballo (salludi)”.

También con el mismo étimo *berrizezidi se podría plantear un *–di de colectivo como en vasc. aranzadi ‘espinal’, eltzaurdi ‘nogalera’ o elordi ‘espinal’, pero la opinión predominante reflejada por Michelena (1989, p. 78) es que este –di es variante de –doi, -dui que ocuparían áreas laterales. Este tema es complejo, así –toi está ya documentado en Ariz- tuia (Navarra, 1042), Ezpelduia (1056), Hillarduy (Alava, 1025) siendo los testimonios de –di posteriores, a partir del siglo XII (Arzamendi p. 196), pero Corominas (OC II p. 213) menciona el pueblo andorrano de Arinsal, que fue en 1162 Arenseu, forma originaria procedente, según la fonética catalana, de *ARANZADI. Igualmente Corominas señala Areste, en el valle de Arán, de *ARE(I)STI ‘arboleda’ y ‘robledal’ aunque hay también Arestui en el Llavorsí que aparece ya documentado como Arestuy en 1359.

En cualquier caso un colectivo de novalis aplicado a frutos resulta incoherente y la interpretación de be5icet’iti como algo parecido a ‘novillo’ o similar tampoco es convincente. En conclusión parece que hemos de descartar que estemos ante un derivado.

Nuestra interpretación provisional resulta a fin de cuentas de la combinación de berri y atin. Esta última equivale a vasc. adin que actualmente es ‘edad’ pero que en el siglo XVIII para Larramendi (cf. DEV) tenía el significado de ‘sazón’. La combinación de be5i-set’iti- atin resultaría como “nueva set’iti en sazón” y la deducción lógica entonces es la de “nueva cosecha en sazón (ya madura pero sin reco- ger) de Biu5tiki”. El análisis resultaría, pues, be5i-set’iti seguido de un atin dudoso. Para set’iti se puede buscar entonces un entronque vasco. Suponiendo una forma original *zetidi > *zezidi que habría dado bajo-nav. lab. ronc. zitzi ‘alimento’, lab. ‘carnazas’ y el derivado bajo-nav. ronc. zitziki ‘parte carnosa’. De esta palabra acaso derive,

288 PLOMO IBERICO aunque dificultosamente, un diminutivo vizc. guip. lab. ronc.txitxi , vizc. txitxia ‘carne o pescado’, calificado porA zkue como pueril pero que ha de confrontarse con ronc. ‘carne, aun entre personas mayores’, guip. lab. ronc. ‘carnazas’, vizc. txitxi-burduntzi ‘comida que se prepara y se despacha en el campo’. Todo esto es, naturalmente, muy inseguro y es nuestro propósito revisarlo en futuros trabajos.

8-9 NIKOK’ATIA2U.

La identificación del segmentonikok’a está asegurada por nikokaia- tai que aparece posteriormente y por ]lanikokaku[n]latu# en el plomo de Pico de los Ajos Ia. El quinto signo es ti. Sanmartí-Grego no advirtió que el presunto to estaba a una altura que permitía suponer un trazo vertical debajo del tridente. La u no fue vista por este autor.

El análisis de nikok’a es complejo. Ciertamente no hay ningún apelativo vasco con el que relacionarlo. Lo más inmediato es reconocer en ni- el pronombre de 1ª pr. singular en vasco de igual forma y que está asegurado en ibérico por banieka5se en el plomo de Pujol de Gasset, idéntica hasta el detalle a vasc. banekartzi ‘si yo los trajera’. Otro elemento que puede ser, para nosotros engañosamente, identifica- do, es –k’a, que puede asimilarse al sufijo de ergativo identificado por Untermann y que puede ponerse en relación con el de igual función –k en vasco. Tendríamos así ni ‘yo’ con un alargamiento en –ko- bajo la forma de ergativo, “por mí”. Respecto a esto señalemos que en euskera la desinencia de ergativo se une directamente al pronombre, nik.

Un factor de duda es que la ausencia de puntuación haría pensar que nikok’atia5u es un compuesto. No obstante esta interpunción se elimina en los textos ibéricos en toda clase de sintagmas cuyos elemen- tos están estrechamente relacionados.

Una aproximación que sí consideramos válida respecto a nikoka es la proporcionada por la mención de Pico de los Ajos Ia. Aquí, con la falta de unas dos letras al comienzo aparece el tracto que se ha mencionado arriba. A este tracto sigue lo que hemos de considerar una lista de con- tribuyentes. El sentido es, así, algo como “listado de pagos (nikokaku) a realizar”. En tiéndase bien que al establecer la palabra “pago” para nikoka sólo nos referimos a su clasificación en el vasto campo léxico de las operaciones económicas.

289 L. SILGO GAUCHE

Sin embargo, como iremos viendo en el desarrollo del texto, tanto nikok’atia5u como nikokaiatai deben ser términos muy próximos que tienen que ver con un acuerdo, trato o estipulación ¿de pago? pre- vio, en las dos ocasiones en que aparece, a la ratificación definitiva del negocio.

10- BAI[.

Bai es la forma base de baides y derivados. Se trata de una conjun- ción, cf. tu4abailu4a en G.1.1, que, según nuestros estudios sobre esta inscripción todavía en curso de realización, sería algo, provisionalmente, como “lo elevado y la tierra” (vasc. lur ‘tierra’).

11- T’U2KOSBET’AN.

Un nombre personal bimembre t’u5kos-bet’an. Parece sujeto del hipotético verbo tieka. La ausencia del ergativo –ka confirma que su uso no era general sino que dependía del contexto, p. ej. cuando el verbo no está explícito o cuando su ausencia podía generar confusión.

12- USK’A2E.

Hemos supuesto para esta palabra una base usk- como en uskeike o, posiblemente, yske en la lápida de Sinarcas. Esta base puede re- lacionarse con vasc. bajo-nav. ronc. sul. uzku ‘trasero’ entendida como una metáfora para la palabra de aspecto más antiguo ipurdi. El sentido original de ‘posterior’ se advierte en bajo-nav. uzkitik ‘a continuación’. Hemos de entender por tanto usk’a5e como algo semejante a “poste- riormente”.

13- TIEKA.

La interpretación de esta palabra no ha variado desde la primera vez que analizamos el texto. Se trataría de un verbo en ti- con núcleo –eka-. Es atractiva la hipótesis de relacionarla con vasc. ekandu ‘acos- tumbrarse’, del que Larramendi en su diccionario de 1745 extraía un radical eka- que, según él, estaría en ecadoya (determinado) ‘justicia’ y

290 PLOMO IBERICO otros derivados. Esta palabra, que literalmente parece significar algo como “ajustado a la costumbre” es muy seguramente una creación del propio Larramendi, lo que nos interesa en todo caso es que un vasco- parlante del siglo XVIII extrajera el radical eka- de ekandu, es decir, que esta estuviera formada por una marca pleonástica de participio: el –du de origen latino junto al –n patrimonial vasco (agradecemos al profesor Orpustan que nos indique que este procedimiento no se da en vasco histórico sino el reemplazamiento de la vieja forma de participio por la nueva –tu; marzo de 2008).

Alternativamente existe la simple posibilidad de que el mismo radical se encuentre en –ekac- de la lápida de Sinarcas, aislado por nosotros y al que atribuimos un significado similar al de lat.statuare en el sentido de “erigir” (Silgo, 2001). Aquí se podría aceptar la acepción de “esta- blecer”, no en su sentido físico sino en el jurídico. Es interesante que tieka, por su situación en la frase, concluya un proceso cuyo inicio se ha expresado por nikokatia5u. –ekac, a su vez, podría relacionarse con *eke “estar” cuya forma flexionada se encuentra en la fórmula sepulcral a5e take “hic est” (Silgo, 2003).

14-15-16-17 ULTITIKAN/ E2KUBAŚK’A: BINTU2KESK’A: ABATUT’IKERK’A.

Una serie de cuatro antropónimos portando el sufijo ka– que ha de ser ilegible para el primero de ellos. En principio, aceptando que sit’iti en be5isit’itia[tin?] significa un objeto sobre el cual se efectúa un ne- gocio se puede pensar que estos nombres corresponden a los testigos de la transacción. Todas las revisiones de la interpretación coinciden en esta consideración.

Es de destacar que el antropónimo abatut’iker ha sido rectificado en aitut’iker por Faria (1990-91 p. 82, 1994 p. 68, 1998 p. 230, 2001 p. 96, 2004 p. 276, 277 cf. también Moncunill 2007, p. 73, 306).

18-19 UKE/ ATOT’A.

Las penúltimas palabras, antes de basi5, a las que se dio una inter- pretación si no verosímil al menos razonable, casi tres años después de haber comenzado el análisis del texto.

291 L. SILGO GAUCHE

En principio, dado que los nombres anteriores parecían los de los testi- gos de un contrato, pensamos que estas palabras representaban el verbo por el que se daba testimonio. Algo como “suscrito”, “jurado”, “aprobado” vel. sim.. Ante la falta de resultados pensamos si atot’a, a la que hay que considerar una unidad por la ausencia de interpunción, no podría ser un nexo que enlazara la primera y la segunda parte de la carta.

Ambas hipótesis parecieron altamente improbables, la primera por la imposibilidad de analizarlas como un sintagma verbal (no obstante se confirmaría si las cosas resultaran como se expone al final), la segunda por la necesidad de completar el sentido de la frase en que aparecían los nombres en ergativo. Intentamos entonces buscar cognados en vasco. Para uke se podían ya descartar algunas, como ukitu ‘tocado’ (pero vizc. ikutu), o uk(h)an ‘habido’ (pero ronc. ekun, de *euk-), aunque quedaba una posible relación con uko ‘negación’ pero que resultaba insatisfactoria por el contexto. Además no era posible considerar atot’a como un verbo auxiliar ya que tal posibilidad quedaba prohibida porque –to-, que por anteceder al núcleo debía representar una marca de persona u objeto, carecía de relaciones entre este tipo de marcas tanto en ibérico como en vasco, quedando además sin explicar la a-.

Volviendo a la consideración de atot’a como nexo tal consideración continuaba sin ser satisfactoria. Incluso suponiendo que fuera un compuesto (cf. español por tanto, además, después de) se carecían de paralelos en vasco, el cual dispone de cierto número de conectores como hain ‘tan, tanto’, baiña ‘pero’, baiño ‘sino’, bada ‘pues’, bezala ‘como (ello)’, o toda la serie de formas extraídas de las bases no- y ze- (nor ¿quién?, nola ¿cómo, de qué modo?, zeren ¿porqué?, zelan ¿cómo, de qué modo?, etc.).

Se había de explorar una posibilidad hasta ahora no contemplada, la de que atot’a fuera un apelativo. En esta dirección la única posibilidad resultaba de comparar ato- con vasc. a(h)o ‘boca’, que era satisfactoria formalmente (existe incluso ahota ‘bocanada’). Para uke el mejor co- rrelato parecía ogi ‘pan’, una de las palabras vascas más antiguamente documentadas, ya en el Codex Calixtinus. Pudiera tratarse, siempre en esta dirección, de algo como “pan para boca” (entendida como “muni- ción de boca”, es decir, el objeto sobre el cual se trataba). Una revisión de la interpretación de esta primera parte mostró hasta que punto se habían forzado las cosas. La mejor posibilidad seguía siendo considerar uke un verbo.

292 PLOMO IBERICO

En el momento actual, la única propuesta que nos parece accesible, es que atot’a sea una mala lectura y que la lección de Sanmartí-Grego it’a sea la correcta. Efectivamente it’a se puede poner en relación con (t)et’an que es el verbo auxiliar en este plomo y en el de Ensérune.

Queda el problema de uke. Como se ha dicho antes la palabra guarda cierto parecido con uko ‘negación’ (ya en el siglo XVI, en RS 204), alto- nav., vizc., bajo-nav., lab., ronc. ukho egin ‘negar’. El problema estaría en este caso en que los testigos lógicamente no niegan lo pactado, sino que lo aprueban o lo afirman. Se nos ocurrió queuko podía ser una síncopa de una palabra más larga anterior, *ubagako “sin u” (bako ‘sin’ existe como lexema autónomo en vizc.), y en este caso *u será lo contrario de uko, y uke podría entenderse, en sentido muy lato e inexacto, como “aprobado” o “afirmado”.E l conjunto se interpretaría, de acuerdo a las dos hipótesis expuestas, como “han aprobado”.

Debemos sin embargo al profesor Jean-Baptiste Orpustan un escla- recimiento del problema: En Marzo de 2008 nos comunica que ukho es definido por Oyhenart (1657) como ‘antebrazo’ confirmado por el com- puesto ukondo ‘codo’ (literalmente ‘al lado del antebrazo’). Ukho egin significa literalmente ‘hacer antebrazo’, signo gestual por zin egin (con zin ‘juramento’) y tiene por sentido primero ‘jurar’, acto que se hacía sin duda poniendo el antebrazo al frente. Por omisión de la negación el sentido más corriente se ha hecho ‘jurar que no, negar’. El sentido por tanto es el de ‘jurar’, lo que se aviene perfectamente con el acto de los testigos.

Tal es el resultado de lo que hasta ahora ha podido trabajarse con estos problemáticos segmentos.

20 T’I2ATISUKIKA.

Un sintagma en que pueden distinguirse el sufijo de ergativo ka– antecedido del de plural –ki y un compuesto t’i5a-tisu.

T’i5a puede ser entendido como la forma en primer miembro de compuesto de ti5an, es decir, “encargado” (vid. supra).

Hemos formulado hace cierto tiempo (Silgo, 2004a) que –ki sea *-gi, un pluralizador, en base al sintagma binylikise (Orleyl V, F.9.5) que puede analizarse como “los (-se) dos (bi) nyli”. Este mismo *-gi se

293 L. SILGO GAUCHE encontraría en los genitivos de plural formados a partir del gentilicio –(e)sken (cf. De Hoz, 2002), y puede ser comparado al pluralizador vasco –k, formado habitualmente sobre el artículo, -ak, pero que se haya presente también en batzuk ‘unos’, de bat ‘uno’.

La explicación del sintagma que preferimos es, pues, “por los encar- gados del tisu”. El verbo a que se refiere este sujeto es, como se verá, siti5[a]ka5kan.

Adelantemos que no hemos podido averiguar que significa tisu– -, pero nos consta por el texto que estos “encargados” realizan una serie de operaciones:

1. Se ocupan de recibir un producto – tal vez tocino en este caso. 2. Nombran un vendedor o comisionista. 3. Realizan un acuerdo (verosímilmente sobre esta mercancía).

Debido al pluralizador podemos pensar que los t’i5atisu son una corporación encargada de alguna manera de la adquisición y distribu- ción de alimentos. Podríamos estar ante unos funcionarios encargados del suministro en la ciudad, y ciertamente este tipo de organización es conocido en la Antigüedad, basta con pensar en la annona romana, pero hasta donde sabemos una tal economía controlada no es frecuente en esta época. Más bien encontramos un mercado libre con una serie de asociaciones particulares de todo tipo, mercantiles, corporativas, deportivas etc. Puede pensarse con visos de probabilidad, entonces, que esta corporación corresponda a un gremio.

21 IT’IKO2SUN.

Por su especial dificultad esta palabra fue de las últimas en recibir una explicación plausible y merece la pena que nos detengamos en el proceso que llevó a su elucidación.

Teniendo en cuenta que más adelante t’ink’ar significa “tocino” it’iko5sun y korbantu podrían designar otros productos cárnicos. Así it’iko5sun podría relacionarse con vasc. idi ‘buey’, en un compuesto como “carne de buey”, “buey entero” o “paleta de buey” (si –sun pudiera relacionarse de alguna manera con vasc. soin ‘hombro’). Pero esta era una suposición simplista que pronto abandonamos.

294 PLOMO IBERICO

Existen diversos productos del cerdo que son adecuados a la con- servación, como la farinata y la manteca, pero manteca se dice en vasco gantz y harina urun. También se podría pensar en “jamón” pero en diversas lenguas esta palabra deriva de la de “pierna” (val. pernil < lat. perna), y en vasco “pierna” es berna, tomado directamente del latín. Como palabra patrimonial Landuchio trae guidala, hoy, como gidaila, limitada a designar las extremidades posteriores de un cua- drúpedo.

Había que acudir a lo más sencillo y evidente. Esto suponía partir de it’i que se relacionaría con bit-, es decir, el pronombre de complemento indirecto amalgamado al verbo. Pero nada en el resto de la palabra recordaba a los distintos elementos en que aparece e5oke.

Pudiera creerse en un pronombre, pero teniendo en cuenta que estos sólo experimentan sufijación en la declinación o en el verbo, podíamos limitar la búsqueda. En un primer lugar –ko5sun no recordaba nada a la declinación vasca ni a la ibérica, así que podía intentarse de nuevo la vía verbal.

Pensamos en ese momento en las formas vascas con marca de agente al final, tipo nor-nork. Podíamos creer que la –n representase el pro- nombre de 1ra. ps. sg. que en vasco es –t, pero que como pronombre personal es ni, ya identificado en ibérico enbanieka 5se del plomo de Pujol de Gasset. Esta hipótesis no condujo a ningún resultado, pero al separar la –n de –su- nos percatamos que este era idéntico al pronom- bre vasco de 2ª ps. sg. (antiguamente de 2ª pr. pl.) zu. De inmediato se reconocía en –n el sufijo de relativo vasco en– , hasta ahora creído del mismo origen que el genitivo de seres animados –en, y –ko5- como el núcleo del verbo igorri ‘enviar’. Además el sentido resultante es ade- cuado: “que vosotros le(s) enviais”.

Naturalmente no se trata de afirmar el triunfo de una deter- minada hipótesis. Lo que se acaba de exponer es solamente una hipótesis que nos parece bien fundamentada. Pueden surgir tam- bién objeciones de las que, como botón de muestra, mencionamos que de ser parte de una oración de relativo el verbo hubiera debido estar más a la derecha, según la sintaxis vasca. En cualquier caso, nos parece ahora que el carácter verbal de esta palabra es lo más verosímil.

295 L. SILGO GAUCHE

22 KORBANTU o KORTINTU.

En una primera idea pensamos que este segmento podía contener el radical de vasc. gordin ‘crudo’ ‘robusto, fuerte, fresco’, pero se admite que gordin es claramente un derivado mediante el sufijo din– de una base sobre la cual todavía se duda.

Referido a tinkar es muy verosímil que se trate de una unidad de medida, la cantidad de tocino enviada. En este sentido, tomando como lectura correcta kortintu, recuerda el bajo nav. lab. sul. ordi ‘barril, medida de hectólitro’, también alto-nav. ‘dos cestos atados por una cuerda en que se lleva el fiemo’. La acepción de ‘borracho’, que también tiene esta palabra, debe ser secundaria.

La situación es por tanto la siguiente:

1.- La palabra puede ser leída como kortintu o korbantu. 2.- En el caso de leerse kortintu tiene una afinidad formal y adecuada contextualmente con vasc. ordi. 3.- De cumplirse 2- hemos de creer que kortintu representa una modificación de un korti* -, no siendo posible precisar su sentido por el desconocimiento de los procedimientos para la formación de palabras en ibérico.

Aunque nosotros pensemos que la relación entre kortintu y ordi sobrepasa la mera casualidad ha de tenerse en cuanto que la argumen- tación se basa sobre una lectura únicamente posible.

Sobre el transporte de productos cárnicos por mar y en barricas se pueden consultar las páginas web todoababor.webcindario.com/vida- barcos/elnavio.htm y todoababor.webcindario.com/vida-barcos/comida. htm.

23 T’INK’AR.

De inmediato reconocible como vasc. zingar ‘tocino’. Apenas puede oponerse que la –r suave ibérica cae regularmente en su paso al vasco (y aun así existe la lectura alternativa tinka5 de Sanmartí-Grego). Zingar figura así traducido en el diccionario de Azkue (1905), en el de Lhande y otros posteriores. El profesor Jean-Baptiste Orpustan, a

296 PLOMO IBERICO quien agradecemos otra vez sus acertadas aclaraciones, nos indica sin embargo que zingar significa ‘jamón’ (en bajonavarro que es de donde recoge la palabra Azkue), y que debe ser palabra derivada y menos usual que su sinónima zangar (ella misma derivada de zango ‘pierna’, un préstamo). La evolución que nos indica el profesor Orpustan: zangar > *zengar > zingar es perfectamente normal. Un problema a esto es que el diccionario de Larramendi (1745) trae expresamente como ‘tocino’ la expresión chingarra (diminutivo y con artículo), y lo mismo Añibarro a principios del siglo XIX como palabra navarra. En bajonavarro no puede haber duda respecto a la opinión del profesor Orpustan, pero con lo dicho existen dudas sobre que la antigüedad de la palabra pueda ser mayor a lo considerado. Aquí nos limitamos a señalar el hecho.

24 SIT’I2KA2KAN.

Nuestra idea inicial, errada, era analizar un sintagma sit’i5 com- parable a vasc. lab. ziarratu ‘chamuscar’, vizc. zierre ‘asar castañas al rescoldo’ (en realidad parece un compuesto con erre) o guip. zirta ‘brasa’, también –ka5- como equivalente de hartu ‘tomar’ y –kan con gantz ‘manteca de puerco dura y salada y toda grasa de animal o enjundia’. Todo este edificio encontró aclaración al comparar la palabra con la de más abajo –tuba-t’i5aka5(ite5it’an).

Efectivamente:

si-t’i5-ka5-kan tuba-t’i5a-ka5-ite5it’an

De donde es deducible la existencia de una *a en ti5(a)ka5kan.

Además esta palabra entra normalmente en el paradigma verbal: si- como en sibaitin (Santa Perpetua de la Moguda) (Tolosa, 2000), marca de sujeto de 3ª ps. plural; -kan como en ga4okan G.1.1, La Se- rreta y otras formas.

El núcleo del sintagma es un substantivo t’i5aka5 en que ti5a es la palabra para “encargado” o así nos lo parece (supra).

Por razones contextuales, y en mera conjetura, pero teniendo en cuenta que después aparece como apelativo, pensamos que sit’i5(a)

297 L. SILGO GAUCHE ka5kan significa como algo similar a “han nombrado un vendedor” si t’i5aka5, como parece probable, designa el “vendedor, encargado de la venta”. Hay que llamar la atención sobre –ka5- en relación con vasc. ekarri ‘traer’ (atestiguado en el ibérico banieka5se en el plomo de Pujol de Gasset), si atendemos a la relación etimológica en latín entre venire y vendere.

La interpretación de –kan por el pluscuamperfecto obedece a pura comodidad. Es la forma verbal que a nosotros nos parece intuitivamente la más apropiada.

25-26 NIKOKAIATAI.

Hemos discutido el problema en 8-9 nikokatia5u. Iatai se atestigua en ]iataaiiata[ en Orleyl XIA y en –iata en un contexto poco perspicuo en Pico de los Ajos IA, un plomo también de contenido económico. No se puede precisar el contenido exacto del sintagma ni el de cada una de sus partes, pero como se ha indicado supra debe ser un acto (¿un pago?) establecido con anterioridad a la conclusión del negocio.

27-28-29 IS: BE2TEIKE: ITU2UTAN.

Dos de las tres palabras son reconocibles de inmediato: is, vasc. alto-nav. bajo-nav. guip. lab. itz, bajo-nav., lab. sul. hitz ‘palabra’, ‘pro- mesa’, vizc. ‘brío’, guip. ‘condición’; e itu5utan que debe interpretarse como *iturritan “en la fuente”, de vasc. iturri ‘fuente’. It(h)urri ya se encuentra documentada en la Antigüedad en el nombre de la ciudad vascona de Iturissa y en el Turissa del mosaico romano de Tossa del Mar (Gerona), topónimo que continúa el Turissa del mosaico (es Tor- sa en la Edad Media). Además de iturri hemos de ver en itu5utan un determinante –ta-, acaso comparable al que encontramos en los topónimos caitabi y Edeta, y el sufijo de locativo vasc. n– advertido ya hace tiempo en las leyendas monetales de Alaun, Bolckan y otras (bibliografía en Faria, 2004).

Lógicamente en be5teike hemos de ver un verbo. Su primera parte es asimilable al re- español de re-hacer, vasc. birr-egin. –teike puede compararse al ieike del plomo de Ensérune B.1.373 para el cual he- mos supuesto el sentido de contraer una obligación (Silgo, e.p.). En la

298 PLOMO IBERICO interpretación general lo hacemos equivalente a “confirmado”, siempre de una manera lata y solamente por hacer inteligible el texto.

En el plomo comercial griego de Pech Maho (IGAI 7) se especifica que el autor del documento pagó la suma final “en el río” y el anticipo “donde están atracadas las barcas”. Estas menciones a lugares en escritos contractuales deben tener un significado que por el momento se nos escapa.

30 LEBOSBAIT’AN.

Por la estructura, el contexto y los paralelos se trata de un nombre personal. Sintácticamente el sujeto, en primera posición, de una nueva frase.

31-32 [-]TUBAT’I2AKA2ITE2IT’AN.

Un sintagma donde se reúnen diversos elementos. Nada puede decirse de [-]tuba- a falta de al menos una letra. T’i5aka5-, como se ha dicho a propósito de sit’i5a(a)ka5-kan debe ser, de una manera provisional, “vendedor” o una especie de comisionista ya que, como se verá, pide un precio al “encargado-jefe”. Ite5it’an es analizable como una perífrasis verbal: it(i)-, pronombre de 3ª pr. sg. de complemento indirecto, un núcleo verbal *erri y *et’an como verbo auxiliar. El contenido semántico es dudoso y depende de la palabra ilegible dos puestos detrás ite[---]r. Si ésta no es un verbo entonces *erri podría interpretarse como “pedir” o algo semejante.

33 ŚALIR.

La palabra para ‘dinero’ en ibérico. Mucho tiempo se ha relacionado con vasc. zirar, zidar, zilhar ‘plata’. Actualmente aceptamos la opinión de Antonio Tolosa (1996-1997) y Santiago Pérez Orozco (comunicación per- sonal) que la relacionan con vasc. sari, una palabra que en compuestos Azkue hacía equivalente de “importe” pero que en otros lugares se ha traducido como ‘precio’ (por ejemplo en Larramendi). Ambas acepciones no son contradictorias. Nosotros pensamos que precisamente aquí ha de tener ese segundo significado.

299 L. SILGO GAUCHE

34 ITE[---]R.

La fragmentación del texto impide cualquier tipo de análisis. El final –r excluye en principio que se trate de un verbo.

35 BANTE2AN.

Pensamos que debe ser el nombre de una unidad de medida o re- cipiente, pues a continuación se especifica t’inebetan, que nosotros consideramos algo así como “lleno de grasa”.

36 T’INEBETAN.

Como se ha dijo al analizar la palabra t’ink’ar, tine ha de ser “gra- sa”, -betan puede reconstruirse como *betan, cf. el NP tu5kocbet’an. Como indica este antropónimo y otros de la epigrafía ibérica pertenece al repertorio de los segmentos onomásticos. Anteriormente (Silgo, 2002) lo hemos interpretado por el vasc. bete ‘lleno’ y la presente palabra pa- rece ratificar tal opinión. Se ha de considerar la caída de n– final que en vasc. habría de mantenerse, pero podemos pensar que este es un fenómeno estrictamente ibérico.

En la frase, de un modo aproximativo y teniendo en cuenta la pérdida de parte de la inscripción, puede interpretarse como “Lebosbaitan el vendedor ha pedido como precio un banterran lleno de grasa”.

37 BANIT’I2AN[:

Se repite el título de banit’i5an visto al encabezamiento de la carta. Que se trate de un apelativo referente a alguna función se confirma por ser el sujeto de iti5oketet’an, es decir, actante de un acto de “dar”, que tiene la facultad de dar una parte de la mercancía y así está autorizado a negociar.

38 SALAKER.

Otra palabra reconocible inmediatamente, en vasc. bajo-nav. lab. zaragi ‘pellejo, odre’. La evolución es absolutamente regular: rotacismo

300 PLOMO IBERICO de la lateral sencilla intervocálica, caída de –r final suave y debilita- miento de –e en –i en la última sílaba.

39 ITI2OKETET’AN.

Un sintagma verbal cuyo verbo principal y el pronombre de comple- mento indirecto amalgamado aparece como bite5okan en otros textos ibéricos. Tet’an representa aquí el verbo auxiliar, distinto de la forma tatin que aparece en las inscripciones de Líria.

Recientemente Quintanilla (2005) ha indicado que, por su asocia- ción a conceptos de dinero, e5oke ha de entrar en el campo semántico de ‘dar’ o ‘recibir’. Nosotros creemos que más concretamente significa “dar”. Los análisis realizados hasta ahora en diversos textos están de acuerdo con esa interpretación.

La frase, en su conjunto, puede interpretarse como “el encargado- jefe le ha dado un odre”.

40-41 I2IK’A: IUNSTIRIK’A.

La repetición de este sintagma en F.9.7 (Orleyl VIIb) nos hizo creer en principio que se trataba de una frase hecha. Así I5ika sería un derivado de I5 con función substantiva (i4ike en G.1.1) mientras que iunstir estaría declinada mediante el sufijo –(i)ka de agente como flexión de grupo.

El sentido, según esta opinión, sería el de una exclamación: “¡Por irrika iunstir!”, comparable a otras expresiones conocidas del mundo antiguo como ‘¡por Zeus!’ o ‘¡por Júpiter!’, pero se oponía a ello que –(i)ka es la marca de ergativo, es decir, ‘hecho por’ y no en el sentido de por en español en “¡por Dios!”. En vasco la expresión equivalente a la española es Jaungoikoarren con un sufijo poco productivo (a)– rren.

Estas dificultades nos hacen creer que estemos ante una yuxtaposi- ción: “por Irr- y por Iunstir”, dos divinidades, estando la importancia de I5- señalada por su precedencia a Iunstir, uno de los morfos más do- cumentados fuera de la onomástica en epigrafía ibérica. Este sintagm­a

301 L. SILGO GAUCHE se convierte así en sujeto de la frase cuyo verbo y complemento directo son las dos últimas palabras de la carta.

42 SIKITE.

Al principio pensamos que, considerando Irrika iunstirika como una exclamación, había posibilidades de relacionar esta palabra con vasc. zeken (también zikoitz) ‘avaro’, por el elevado precio que, al parecer, demandaba Lebosbaitan. Pero un análisis más detenido revela la presencia de la marca si- de sujeto de 3ª pr. pl., un núcleo –ki- y una desinencia -te, tal vez modal.

Hipotéticamente podemos imaginar, –pues en modo alguno estamos seguros–, que el verbo implicado sea como el del vasco arcaico *-(g)i- que tiene el significado de ‘dar’ (Lafon, 1946/ 1980, p. 428ss.), siendo la desinencia –te de ¿subjuntivo?, es decir, que tendríamos algo como “Irr- e Iunstir te den basi5”.

Un morfo –te(n) aparece también en los siguientes sintagmas del plomo Orleyl V (F.9.5):

Keietisiatense Biti5okebetense

La especificidad entre te– y –ten(se) es que el primero ha perdido la nasal en final absoluto, mientras este la conserva ante consonan- te.

El análisis de biti5okebetense es fácil porque contamos con muchos más ejemplos del verbo e5oke y sabemos que este acaba en –ke. Por tanto hemos de considerar a betense como forma flexionada de un verbo auxiliar. Y aquí resulta sorprendente su parecido con la forma bedi ‘sea él’ de imperativo en el verbo vasco. Respecto a –se nuestra opinión es que se trata de una marca pronominal.

El análisis de keietisiatense es más complejo. En principio creía- mos que la flexión eraatense , pero la comparación con keitiatelu en Orleyl VII aislaba un segmento keieti. Finalmente, si consideramos que si- es la marca de 3ra. pr. pl. el aislamiento de una flexiónsiatense (con núcleo –a-) queda aclarada.

302 PLOMO IBERICO

43 BASI2.

Hasta ahora no nos ha sido posible llegar a una conclusión sobre esta palabra. Recordemos sin embargo que para la consonante final Sanmartí-Grego lee r y no 5.

En principio admite varios paralelos ibéricos, así basi5ti5 en G.1.1 (La Serreta), o, más alejados, base5nylbe F.9.7 (Orleyl VIIb), ]baserte F.13.5 (Liria XL-1), baser en en plomo de Castellet de Bernabé, base- tebina F.13.70 Líria, tusbanbase en la misma inscripción, erbate- banbase en Err1 (Cerdaña).

a) En algunas de estas se puede distinguir un radical bas, presente también en bastai-baitieba en el plomo de El Solaig (la segmentación es nuestra), hipotéticamente “cosecha” (Silgo, 2004) y como se verá es en este camino por donde se han dirigido principalmente nuestras in- dagaciones. Lo que parece claro es que basi5 ha desaparecido en vasco pues los paralelos formales más próximos como bezain ‘tan ... como’, baizik ‘sino’ no pueden compararse por el sentido al segmento ibérico. También han de descartarse otras hipótesis, como que un radical ibé- rico *bas- signifique ‘casa’ con lo quebaser en el plomo de Castellet de Bernabé significaría ‘albañil’, y así interpretar el componente antropo- nímico basi como ‘doméstico’ (vasc. RS hasi ‘servidor’) o similares. Este sentido no cuadra a la palabra que estamos examinando.

b) Admitiendo que en esta cláusula final se desea algún bien al recipiendario podemos excluir los conceptos de ‘salud’ (vasc. osasuna), ‘alegrarse’ (vasc. poztu) o ‘saludo’ (vasc. agur), habituales por ejemplo en latín y griego.

Siendo así hay que descartar por incongruentes otra serie de palabras vascas: ebatsi ‘robar’ (pero que podría tener un derivado con el signi- ficado de “fortuna”, cf. latín fortuna y fur –español hurto), basa ‘lodo, cieno’, baxa ‘precipicio’, basi vizc. ‘salsa’ alto-nav. ‘(mujer) abandonada’, guip. basiloi ‘comuña’, batz ‘orujo, hez’.

c) Se nos permitirá volver un momento a ese radical *bas- que hemos visto en bastai-baitieba (El Solaig), segmento que podría hipotética- mente ponerse en relación con vizc. batzai ‘cosecha’. El mismo radical se encontraría, acaso, en vasc. bazter ‘rincón’ ‘orilla’, que se relaciona con la palabra catalana bastarral ‘desván’. A este grupo se podría añadir

303 L. SILGO GAUCHE también el nombre del valle de Baztán, por ser, “desde siempre”, un agregado de varios pueblos. Si este radical ha venido a significar “reunir” se explicaría tanto una derivación batzai con el sentido indicado como bazter en el sentido de annexus, originalmente ‘unión, asociación’.

d) Y todavía podría pensarse en una derivación de vasc. bat ‘uno’ de donde “unir, unión”, o bien pensar en un radical ba- ‘uno’ con derivación instrumental “con uno” > “conjunto”, pero sin duda esta especulación es demasiado compleja.

e) Todavía partiendo de un hipotético *bas- ‘unión, junta’ o ‘unido, juntado’ más un formante –i5 con el sentido de “agrupación”. Esto acaso vendría bien para irabazi cuyo sentido original de ‘unido’ habría derivado al de ‘ganado’. Siendo así podría creerse que basi5 designe “agrupación” en sentido económico como “ganancia, provecho, benefi- cio”. El hecho de que en G.1.1 basi4ti4 vaya precedido de 9alir “dinero” podría ir en la misma dirección, y así el conjunto de la oración sería “Irre e Iunstir te den provecho”, con un curioso parecido con el causativo vasc. irabazi ‘ganar’.

De leerse basi5 habría que señalar, además del basi4ti4 de La Serre- ta, asociado a 9alir, que existe también basi5iuta y ]si5iu[ en uno de los plomos de Pech Maho (B.7.36) para los cuales puede suponerse que son una lista de contribuyentes, y con la reconstrucción más adecuada [bas]i5ite5ka. V. de Pico de los Ajos Ia que va asociada a un símbolo de valor y que nosotros creemos que es con seguridad una lista de pagos. Por tanto apunta también algo relacionado con el dinero.

En resumen, todo lo que puede decirse es que es hasta aquí donde hemos llegado, en espera que otros datos puedan arrojar luz sobre este segmento tan poco perspicuo.

44 K’ATULAT’IEN.

El nombre del propietario y presunto destinatario en genitivo. Como indicó Untermann es un nombre galo, Catulatios.

304 VII ORDO INVENIENDI

En el proceso de análisis, un primer balance contando con la compa- ración y con los elementos ya conocidos del ibérico arrojaba el siguiente resultado:

“Salud (neitin: iunstir), de Tautinko, encargado-jefe de Catulatio. (Sobre) el nuevo cereal en sazón (be5icet’itiatin) de Biu3tigi por mí negociado [---] Tu3kosbetan posteriormente ha establecido; por Ulti- tikan, E3kuba8, Bintu3kes y Abatutiker uke/ atobo. Por los encargados de la carne (se ha puesto a la venta) cuerpo de novillo (itiko5tesun), kortintu, tocino, manteca asada a la brasa (sit’i5ka5kan) por mí convenido, palabra confirmada en la fuente. Lebosbaitan [-]bati5aka5 pide dinero ite[---]r cierto recipiente (bante5an) lleno de grasa. El encargado-jefe le ha dado un odre. ¡Por I3 e Iunstir!, el gran avaro (sikite), don de I3(basi3)”.

Las inconsecuencias y un análisis más detallado de los segmentos dudosos introdujo cambios y llevó también a considerar las incertidum- bres de la primera versión:

“Salud. De Tautinko, encargado-jefe de Catulatio. La ¿cosecha? de Biu3tigi por mí negociado y (por) Tu3kosbetan posteriormente estable- cido; por Ultitikan, E3kuba8, Bintu3kes y Abatutiker (uke/ atot’a). Por los encargados ¿del alimento? (se ha puesto a la venta) itiko5tesun, kortintu, tocino, sit’i5ka5kan; por mí convenido, palabra confirmada en la fuente. Lebosbaitan [-]bat’i5aka5 pide dinero ite[---]r un banterran lleno de grasa. El encargado-jefe le ha dado un odre. ¡Por I3 e Iunstir!, el gran avaro (sikite), basi5”.

Se procedió a posteriores revisiones y, en el estado actual, aquí y ahora, el esquema queda como sigue:

“Salud (neitin: iunstir). De Tautinko, encargado-jefe de Catula- tio. (en relación al) be5icet’itiatin de Biu3tigi ¿pago? estipulado ¿y? (por) Tu3kosbetan posteriormente establecido; por Ultitikan, E3ku- ba8, Bintu3kes y Abatituker ha sido jurado. Los encargados del tisu han nombrado un vendedor del kortintu (o korbantu) de ¿tocino? que le(s) enviais. ¿Pago? acordado. Palabra confirmada en la fuente. Lebosbaitan [-]tuba el vendedor ha pedido por precio (calir) ite[---]r

305 L. SILGO GAUCHE un banterran lleno de grasa, el encargado-jefe le ha dado un odre. I3 e Iunstir te den basi5”.

Dicho lo anterior, naturalmente no puede pretenderse que el estudio sea definitivo.

306 VII CONCLUSIONES

Aparte de los errores que de seguro hay, la inexactitud obedece también a tres causas principales:

1. La necesidad de utilizar palabras para hablar de palabras. 2. el hecho de aplicar moldes conceptuales de una lengua a otra muy distinta. 3. La inexactitud del método combinatorio y del comparativo. En el primero los resultados sólo pueden ser aproximativos y en el segundo el contenido de las palabras ha cambiado por sí mismo o en sus relaciones estructurales.

Hay aún otra cuestión. Los que no conozcan el euskera quedarán sor- prendidos por la cantidad de relaciones que se han establecido. De hecho esto es sólo aparente. Un gran número de palabras no tienen correspon- dencia en vasco, otras son sólo adivinables a partir de laboriosos procesos de reconstrucción y solamente algunas, muy pocas, han permanecido. También el conocedor del vasco, al leer el texto, se sorprenderá de los cognados propuestos y de la aparición de palabras usuales en su propia lengua pero en un contexto que no reconoce y que es antiquísimo. De hecho esta inscripción es totalmente ininteligible para un vascoparlante, tanto o más como pueda serlo para un español un escrito en latín arcaico. Si contemplamos el panorama con la suficiente perspectiva advertiremos que las palabras comparadas han sufrido notables cambios fonéticos y, en lo que se distingue, en algunas también semánticos. Solamente un grupo reducido de lexemas pertenecientes al campo de las actividades rurales han sido percibidas, y esto no por un hablante corriente sino por alguien preparado filológicamente. No hay lugar, pues, para la sorpresa.

Creemos que la utilidad del método del análisis contextual parece demostrada. Entre otras cosas se han confirmado valores de ciertos mor- fos gramaticales, se han identificado otros nuevos, y se han establecido nuevos cognados entre íbero y vasco. Por lo demás se podrá decir que en nuestro trabajo hay más doxa (opinión) que epistéme (ciencia), para servirnos de términos de la filosofía clásica, y probablemente esto es así en algunos casos. Sin duda mucho de lo que aquí se dice habrá de ser revisado en el futuro. A la espera de esos trabajos esperamos que lo que aquí hemos expresado, sin ánimo de establecerlo como definitivo, sirva para estimular nuevas reflexiones.

307 VIII ABREVIATURAS DE DIALECTOS VASCOS alto-nav. alto-navarro bajo-nav. bajo-navarro guip. guipuzcoano lab. labortano ronc. roncalés sal. salacenco sul. suletino vizc. vizcaíno

308 IX ABREVIATURAS BIBLIOGRÁFICAS

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310 PLOMO IBERICO

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311 L. SILGO GAUCHE

Fig. 1.– Ampurias I según Sanmartí-Grego, 1988

312 X. Ballester Universitat de Valéncia

Deva y Otros Devaneos Arqueoibéricos

ABSTRACT: Collection of miscellaneous studies about prerroman linguistics ítems. The hidronimic name Deva is related to the maternal consideration of waters and fountains, like other celtic roots (*au(a), *am(a), *an(a)) related to terms of kinship. The celtic word *dubri- ‘water’ is recognized en the Durius river name. The toponimc suffix –ed(o/a) would be of prerroman origin. Through the greeks sources the author insists in an iberic oxytone accentual pattern. Finally, toponims like ‘Cantalobos’ wouldn’t be ‘place where the wolf sings’ but differents hypotheses etimological or ideological are proposed.

KEY WORDS: Iberic Peninsula, Preroman Languages. Iberish Language. Celto-Spanish.

RESUMEN Colección miscelánea de estudios sobre temas lingüísticos prerro- manos. La palabra hidronímica Deva se pone en relación con la consideración maternal de aguas y fuentes, así como otras raíces *au(a), *am(a), *an(a) en relación con términos de parentesco. La palabra celta *Dubri- ‘agua’ es puesta en relación con el nombre de río Durius. El sufijo toponímico –ed(o/a) podría tener orígenes prerromanos. El autor insiste, a travésde las fuentes griegas, en un acento oxítono para el ibérico. Finalmente topónimos como ‘Cantalobos’ no serían ‘lugar donde canta el lobo’ sino que se proponen diversas hipótesis etimológicas o ideológicas.

PALABRAS CLAVE: Península Ibérica. Lenguas Prerromanas. Lengua Ibérica. Hispanocelta. Lenguas Paleohispánicas.

313 I La divinal ‘madre’ Deva

A quien alguna familiaridad tenga con las antiguas lenguas del occidente europeo no dejará de llamar la atención potamónimos o nombres de ríos o riachuelos cuales Deba (Galicia), Deva (Asturias), Deva (Guipúzcoa) o Deba en vascuence (Gorrochategui 2005: 157) con su correspondiente corónimo o nombre de localidad, Deva (Santander) o Riodeva (Teruel). También con un homologable corónimo Rivadedeva, en Asturias nos encontraríamos con el nombre del río Deva, fluvial curso que nace en los Picos de Europa y cuyo nombre se ocultaría asimismo bajo hidrónimos o nombres de entidades acuosas cuales [río] Eva y [Fuente]dé o [Juente]dé (Sordo 2005: 170). Aparentemente significativo podría ser también el genérico apelativo de El Ríu Grande con el cual el mismo río es conocido en algunos lugares (Sordo 2005: 170). Esta forma denominativa para ríos no es exclusiva, por supuesto, de la Península Ibérica, sino que se da también en otros lugares de la Europa occidental, lo que de suyo constituye ya una buena pista sobre su posible origen étnico o lingüístico. Así, por ejemplo, De l a m a r r e (2003: 142 s. deuos) recuerda denominaciones de aparentemente igual etimología y también para cursos de agua cuales Dieue, Dives en Francia, el río Dee en Gales, Gran Bretaña, donde se conserva en galés como segundo segmento en Dyfr–dwy (Sims–Williams 2005: 284) o el potamónimo derivado Deinze en Bélgica. Aún y si verdaderamente no se trata de variantes de una misma forma, tanto bajo el nombre de !Adevba cuanto bajo el de Qeauva, localidades citadas en territorio de los ilercaones como contiguas por Ptolomeo (geogr. 2,6,63), podría ocultarse un antiguo Deva, en latín Deua. Quizá también y siempre muy hipotéticamente los diversos Deobriga (It. Ant. 454,7 y Ptol. geogr. 2,6,52), Deovbriga (Ptol. geogr. 2,5,7) y Deobrigula (It. Ant. 449,6 y Ptol. geogr. 2,6,51) contuvieran originariamente un *deua– en su primer segmento.

No hay grandes dudas entre los especialistas sobre las significación y explicación de esta serie hidronímica (uide Gorrochategui 2005: 157 y 168; Isaac 2005: 191; Sims–Williams 2005: 284). Muy claro, por ejem- plo, resulta Ga l m é s (2000: 124) sobre las motivación y etimología de tal apelativo: «Deva hace referencia a la diosa, divinización de los ríos [...] y deriva de la raíz celta deva ‘diosa’ [...] La aplicación del nombre celta deva ‘diosa’ a las corrientes fluviales se ha relacionado con un culto de los celtas a las fuentes y ríos divinizados». No puede, desde

314 DEVANEOS ARQUEOIBÉRICOS luego, dudarse de que los antiguos celtas denominaron a veces —y en circunstancias que al menos ahora nosotros no estamos en condiciones de precisar— ‘diosas’ o ‘divinas’, así en femenino, a cursos de agua o sobre todo y originariamente a manantiales. Explícita confirmación de ello nos la ofrece el romano poeta Ausonio de Burdeos (ordo 20, 33: Diuo- na Celtarum lingua fons addite diuis) al recordarnos que en la lengua de los celtas hay una fuente denominada Diuona y que, por mor de tal apelativo, esta debe incluirse en la categoría divinal. Según también, por ejemplo, De l a m a r r e (2003: 142 s. deuos) denominaciones gálicas del tipo ‘divina’ como Deuona o Diuona se habrían aplicado primeramente a fuentes consideradas sagradas recordando ibidem el mismo autor la frecuencia del nombre Deua o Diua ‘[la] diosa’ en diversos lugares de Europa (lege supra).

De la consideración sagrada de al menos ciertas aguas y su consi- guiente culto como ‘diosas’ dan testimonio también algunas inscripcio- nes latinas de época romana. Así, por ejemplo, sin salir de Hispania recordemos un ara con dedicatoria a una DOMINÆ DÆVÆ y que fue encontrada cerca de los santuarios de Espejo y Priego en Córdoba (Pé- rez 2006: 183) u otra con dedicatoria también a DÆVÆ en la cueva de la Griega de Pedraza, en Segovia (Beltrán & al. 2005: 921), testimonio este de cierto interés por el celticismo de base que presenta, como, nos parece, quedaría bien apuntalado por la aparición en las epígrafes con- tiguas de alguna antroponimia de claro carácter hispanocéltico (AIVNC) o del nítido término técnico céltico NEMEDO en un par de ellas.

Al parecer, ese carácter divinal adjudicado a [ciertas] fuentes o ma- nantiales se substanciaba en la consideración de ‘madres [sagradas]’ que a dichos elementos de la natura —y por razones que no son precisamen- te opacas: aqua, fons uitæ— se les profesaba. De esto, creemos, daría buena cuenta —o al menos buena pista— la pervivencia del ideologema en la tradición onomástica moderna, pervivencia que, en cambio, en el caso de las ‘diosas’, tanto por el plural cuanto por el femenino, no era tolerable para una sociedad cristiana.

En efecto, el mantenimiento —porque mantenimiento es, como después veremos— de la consideración ‘materna’ de aguas y fuentes se presenta bien aproximadamente en los mismos lugares que en la Anti- güedad. Así, en ámbito cantábrico es denominado El Oyu La Madre o ‘el ojo de la madre’ al «espectacular nacimiento de El Ríu Casañu» exis- tiendo una «voz lebaniega madre del agua, que significa ‘nacimiento de

315 X. BALLESTER una riega’» (Sordo 2005: 291). También la misma base latina —y céltica, por cierto— matre– ‘madre’ tiene «extensa presencia en la onomástica pirenaica con el significado de ‘manantial’» (Saura 2003/4: 1688), así, por ejemplo, en formas altoaragonesas cuales Matral, Matrayunda, [Laño] Matraz, Matricapón, Matricava o Rematrices (Saura 2003/4: 1688). Cabrá aun, en fin, recordar que cerca del yacimiento ibérico de Los Villares en Caudete —precisamente apellidado— de las Fuentes (Valencia) discurre un río denominado... Madre (Aparicio & al. 2005: 91). Ya, por supuesto, el propio Co r o m i n e s (1996: V 124 s. Madres) ha- blaba de un conjunto de topónimos «donde māt r ēs y derivados designan grandes dioses o nacimientos de agua por comparación de los dioses con unas madres o matrices de las aguas: plural del nombre indoeuropeo de la madre m a t e r , que coincide en su forma céltica y latina, y ha pasado a nuestra toponimia desde ambas familias indoeuropeas, sobre todo desde las formas célticas, sumándose a estas las latinas y latinizadas». A esta materna etimología podrían en ámbito catalán pertenecer, en efecto, nom- bres cuales el del arroyo Marmanya y la partida, con aguas minerales, de Marimanya (Coromines 1996: V 124 s. Madremanya), ambas formas remontarían a una latina matre– magna– o ‘[la] magna madre’, términos a los que asimismo podríamos sumar y con documentación histórica unos diques de La Madró (Coromines 1996: V 125 s. Madres).

Recuerda el mismo Co r o m i n e s (1996: V 124 s. Madres) que una etimo- logía matrona– informaría igualmente los nombres de los ríos francés Marne y occitano Mayronne, y añade (1996: V 125 s. Madres) que de la base matrona– viene un gran número de topónimos en todo el dominio —la cursiva es por guiño etimológico— catalán y que «De todos estos lugares sabemos que están o en vertiente de donde bajan aguas o cerca de una fuente o en tierra pantanosa» y enumera los siguientes (1996: V 125s s. Madres): Font del Madró, Hort–Madró u Hort–Madrona, La Madrona, varias Madrona y un Mas de Madró. También hace derivar Co r o m i n e s (1996: V 126 s. Madres) del mismo étimo la valenciana sierra Madrona o Martés, la versión primera correspondería a los pueblos de habla valenciana y la segunda, que hace derivar el etimólogo catalán de un céltico matres deformada por la tradición arábiga, a los de habla castellana; en la dicha sierra, recuerda Co r o m i n e s , nacen el río Tollo y dos pequeños afluentes del Júcar, contándose además hasta cinco fuentes, cinco. Cabe aún recordar un corónimo Madrona en Segovia.

Como ya advertíamos y anticipaba algún pasaje citado del Co r o m i - n e s , al igual que la apelación de ‘divinas’, el apelativo de ‘madres’ es

316 DEVANEOS ARQUEOIBÉRICOS de origen antiquísimo, como casi no podía ser de otra manera. Parece así claro que en el conocido general culto a las Matres o Matronæ de época romana y tan bien documentado por tantas inscripciones para gran parte de la Europa occidental incluyendo Hispania «el agua y sus manifestaciones parecen haber jugado [sic] un especial papel» (Gómez 1999: 424).

Además, las denominaciones mediante la citada raíz celto–latina *matr– para ‘madre’ se solaparían probablemente con denominaciones mediante otras raíces de igual significado o bien al menos con cercano significado parental para otros ríos.A sí lo ve bien Ga l m é s (2000: 117s) a propósito del río Aguamía —una obvia caricatura como si ‘agua mía’, pues el río separa los concejos de Ribadesella y Llanes en Asturias— cuando recuerda: «La realidad prístina de este río es Abamia [...] de- rivado de ab + el celta amma ‘madre’, que con referencia a un río hace alusión a la diosa ‘madre de los ríos’ [...] Lo curioso es [...] que el lugar en que nace el río Aguamía se conoce en la actualidad con el nombre de Madre del Río o La Madrona, que conserva el recuerdo del culto celta [...] Otros derivados románicos de amma son: Ammaia (Portugal), Amante y Amance (Francia), Amandi (Asturias), Amago (Asturias), Amalain (Navarra), Amamio (Álava), Amande (Lugo), etc.». También, por su parte y al igual que Co r o m i n e s , compara Ga l m é s (2000: 118) el citado nombre de La Madrona nacional con el nombre del Marne, afluente del Sena, pero haciendo derivar esta vez el último potamónimo de un compuesto *matr–onna, donde el segundo elemento correspondería a la raíz céltica onna ‘fuente – arroyo’ (2000: 51; ítem parecidamente 2000: 118 para Bayona).

Nos parece que, en definitiva, ese denominar ‘diosa’, ‘divina’, ‘madre’, ‘materna’ o algo parecido a un río, sea cual sea la concreta raíz o deriva- ción que se elija en un determinado momento, no representa sino una subclase de la general categoría de denominación —de motivación sacra o tabuística, según prefiera llamarse o según la época correspondien- te— parental de fuentes y cursos de agua. Ya en efecto, en otro lugar hemos defendido además que el marco ideológico de las comunidades de caza y recolección conforma probablemente el contexto ideológico del devenir europeo donde resulta mejor explicable el empleo —nos parece que incontestable— de términos parentales como hidrónimos, de modo parecido a cómo, por ejemplo, se emplea[ro]n términos de ese misma significación como zoónimos, tal y como está abundantemente documen- tado. Así, apuntábamos nosotros en aquel trabajo, por ejemplo, el muy

317 X. BALLESTER posible empleo de diversas raíces de referencia parental para potamó- nimos. Escribíamos literalmente entonces «algunas de las raíces más frecuentes de la hidronimia indoeuropea como notoriamente *au[a]– o también *am[a]– y *an[a]– presentan la singularidad de estar docu- mentadas también como raíces para nombres parentales en el conjunto indoeuropeo; así, por ejemplo, a *au[a]– (cf. ríos cuales Avance, Avançon, Avanta, Avia, Avión, Avon, Auentia, Aulencia...) podrían corresponder términos de parentela cuales armenio hav ‘abuelo’, gótico awō ‘abuela’, latín auus ‘abuelo’ y auia ‘antepasada’, lituano avýnas ‘tío materno’ o prusiano awis ‘tío materno’, circunstancia que legitima a preguntarnos si podría tratarse, por tanto, de la misma y una raíz. Pues bien, la res- puesta sería positiva al menos en el contexto de las culturas de caza y recolección, donde [...] es muy común el culto a las aguas».

Naturalmente, a aquellos aún podrían añadirse otros potamónimos conteniendo verosímilmente esa misma raíz, en concreto y corres- pondiendo como un Aranzuelo a Aranza (Moralejo 2005: 846) o como Guadalopillo a Guadalope —es decir, como diminutivo a positivo— un *aui– correspondiendo a un *aua– estaría probablemente en el origen del también galaico —concretamente portugués— río Ave a comparar, naturalmente, con un medieval Avicella [a su vez] diminutivo, moder- namente llamado Vizela (Moralejo 2005: 845s).

Cabría también añadir a esta misma raíz parental la forma gálica aua y sin duda con idéntico originario significado de ‘abuelo – antepa- sado – ancestro’ sólo que quizá en gálico ya con el significado de ‘nieta’, como apunta De l a m a r r e (2003: 60 s. aua), en la línea metasémica de otras lenguas célticas con la misma raíz cuales antiguo irlandés aue ‘nieto – descendiente’ —y moderno irlandés ó, el popular O’ de tantos apellidos— y derivadamente en los ‘tío’ de bretón eontr, córnico eui- ter y galés ewythr (Delamarre 2003: 60 s. aua). El mismo De l a m a r r e (2003: 61 s. auantia) propone la adopción por los celtas de un nombre común auantia, auentia de creación secundaria con el significado de ‘río – fuente’, añadiendo que a esta raíz pertenecerían al menos los también nombres comunes de sánscrito avatáh ‘fuente’ y letonio avuõts ‘fuente’ y apuntando a la misma serie léxica los hidrónimos de Avance, Avançon, La Vence, estos situados en el territorio de la antigua Galia, además del Avantà en Lituania, el Aventia en Italia y el Ewenni en Gales; serie, por cierto, a la que habría que añadir también al menos el potamónimo hispánico de La Vansa, afluente del Segre, como ya propugnara Abelardo Mo r a l e j o (1980: 167).

318 DEVANEOS ARQUEOIBÉRICOS

En el mismo referido trabajo argumentalmente aducíamos también tras las huellas de Ze l e n i n (1988: 293) «que los yacutos llaman ‘abuela’ al río, mientras que todavía en época reciente los rusos llama[ba]n ‘ma- mita’ (matuška) a los grandes ríos [...] de modo parecido para expresar ‘atravesar un río’ también los yacutos prefieren respetuosamente decir “intentar obtener de la abuela llegar a la otra parte”». Y recordábamos asimismo, siempre con Ze l e n i n (1989: 141) que «denominar al lago simplemente eso: ‘lago’ (küöl), es considerado cosa sacrílega por los yacutos, quienes únicamente se permiten para tal referencia, igual que para el río o la tierra natal, el término de ‘abuela’ [...] En Siberia encontramos además otros nombres para ríos cuales ‘abuelita’, ‘mamita’ o ‘tiíta’; de facto, el importante río Ob significa literalmente ‘tiíta’ en la lengua de los comios».

Recordábamos igualmente en el mismo lugar que Gr e e n b e r g (2002: 83) había podido proponer «una preforma euroasiática *ana ‘abuela’ con resultados en conjuntos cuales indoeuropeo con, entre otros, antiguo alto alemán ana ‘abuela’, armenio han ‘abuela’, griego avnniv", hitita annas ‘madre’ y ĥannas ‘abuela’, licio xãna ‘abuela’ o antiguo prusiano ane ‘antepasada’» y además con sus respectivos ejemplos en otros conjuntos lingüísticos euroasiáticos cuales urálico, altaico, japonés y esquimo– aleutiano. A esta misma raíz indoeuropea *[h]ana– o a sus versiones diminutivas *[h]ani– (cf. el citado griego griego avnniv") y *[h]anu– habría que asignar sin duda, nos parece, el latín anus, –us ‘vieja – anciana’ con una variante «más familiar» anna (Ernout & Meillet 1979: 37 s.u.) provista de geminación consonántica, siendo sabido, por lo demás, que la geminación, habitualmente tildada de expresiva o infantil en estos casos, es bien propia de los nombres de parentela en tantas lenguas, «con la geminación de la consonante propia de los hipocorísticos» como dicen Er n o u t y Me i l l e t (1979: 35 s. annus). A esta misma raíz *[h]an–, en fin, pertenecería también con otra derivación y significado el lituano anýta ‘suegra’.

Pues bien, cabe a su vez recordar aquí que *[h]ana– es una de las clásicas raíces hidronímicas paleoeuropeas y de las de más abundante y clara documentación (uide Villar 2000: 329s); al respecto bastaría citar nuestro río Guadiana que, por supuesto, era simplemente Anas en época romana (Mela 3,1,3 y 6; Plin. nat. 3,2,6 y 3,3,13; Strab. 3,1,6...) y los topónimos, con sus respectivas sufijaciones, recogidos en el territorio de la antigua Galia por De l a m a r r e (2003: 43 s. ana): Anet, Annapes, Anneux y Annoix, o bien podría asimismo citarse al respecto la signi-

319 X. BALLESTER ficación paludem, esto es ‘aguazal – charca’ recogida para una forma gálica anam en el denominado glosario de Vienne también llamado de Endlicher en honor de su descubridor, funcionario de la Biblioteca Palatina de la francesa ciudad de Vienne en 1836 (Lambert 1997: 203). En esa misma línea es también inevitable sondear la eventual relación que pueda haber con la popular figura mitológica galaica deAna Mana- na, mora (moura) que vive en la fuente de su nombre, como recuerdan Cu b a , Re i g o s a y Mi r a n d a (2000: 32 s.u.), para quienes «Resulta clara la relación de Ana Manana con Ana, Dana, Don o Diana, diosa de las aguas y de las fuentes y del otro mundo, a quien están dedicados el río Ana (o sea el Guadiana), la Laguna de Anna (Albufera, en Valencia), el Coto de Doñana [...] etc.». De modo general, además, en la tradición galaica las mouras de las fuentes llevan casi siempre el nombre de Ana (Cuba & al. 2000: 243 s. Tres Mouras).

En fin, la posibilidad de una base hipocorística y con geminación ya más en ámbito céltico que indoeuropeo haría posible incluir en este capítulo lexemático y consecuentemente asignar a aquella misma raíz indoeuropea *[h]an– la variante radical quizá reduplicada *onn–, la cual, como vimos, era identificada por Ga l m é s (2000: 51) como co- rrespondiente a una raíz céltica onna ‘fuente – arroyo’, lo que estaría probablemente apoyado por el testimonio del citado glosario de Vienne (Lambert 1997: 203) con la noticia de un valor flumen, es decir, ‘río’, para la palabra gálica onno.

Jo r d á n (2001: 420 y 2002: 223), por su parte, parece difusamente remontar esa misma raíz céltica *onn– no a ninguna raíz parental sino a un paleoeuropeo *umn– procedente a su vez, por asimilación y adición de sufijo adjetival n– ā– o –ni– o –nŏ–, de una protobase *ub–, secuencia a su vez variante de un raíz *ab–. Aunque a nosotros, que hemos defendido un modelo vocálico indoeuropeo de tres timbres vocálicos /a i u/ muy probablemente en versión fonemática de largas y breves, nos atraiga mucho la presencia de raíces indoeuropeas con vocales /i/ y /u/ y sin laringaladas, seguimos objetando a este tipo de análisis la cantidad de, por decirlo así, florituras puramente fonéticas y no semánticas exigidas para que los hablantes puedan simplemente denominar e identificar un río, exigencias que les llevaría a la compli- cada operación de elegir o conservar, no sabemos en qué condiciones, –nā–, –ni–, –nŏ– o esta u otra variante vocálica de esta u otra asi- milada raíz, antes que proceder simplemente a una [re]motivación o [re]interpretación a partir de las denominaciones más comunes —del

320 DEVANEOS ARQUEOIBÉRICOS tipo ‘abuelo’, ‘grande’, ‘blanco’ o tautológicamente ‘río’— que es lo que habitualmente encontramos en estos casos. Nos parece, en suma, que mantener una derivación tan alejada y a tantos cambios de distancia no es una operación económica para los hablantes, por lo que el factor de la convencional inercia lingüística debe de haber presentado en estos casos algún límite de sostenimiento razonable. En ese sentido, nosotros, como de costumbre y en igualdad de circunstancias, preferimos, pace Jo r d á n , la explicación más sencilla.

321 II Otra vez: río *dubri–, “Río Duero

río Duero,/ nadie a acompañarte baja;/ nadie se detiene a oír/ tu eterna estrofa de agua” cantaba Gerardo Di e g o . En la última edición de estos estivos seminarios defendíamos un origen céltico para el nombre del río Duero, para el romano Durius (Plin. nat. 4,34,112) o helénico Do¨vro” (Strab. 3,3,2) sólo que la forma céltica —apuntábamos— ha- bría llegado a romanos y griegos trámite una lengua anindoeuropea, verosímilmente, la ibérica, de modo que un, como veremos, banalísimo céltico *dubr[i]a se habría transformado en un *dur[i]e sin gramatical género en bocas de los intérpretes ibéricos, lo que, recogido por los oídos romanos, habría sido adaptado a su vez y de modo natural como un Durius con un género masculino esperable desde el ibérico mas algo anómalo en panorámica perspectiva indoeuropea. Con tal propuesta nuestro Durius pasaba a dejarse confrontar estupendísimamente con términos célticos tan precipuos cuales bretón dour, córnico dur, galés dwfr y dwr o antiguo irlandés dobur, todos significando ‘agua’ y tras los cuales resulta bien restituible una antigua raíz probablemente prototocéltica *dubr–, raíz, escribíamos entonces, «abundosamente documentada como base de potamónimos, así (con ejemplos de Dela- marre 2003: 152 s. dubron, dubra) en los británicos Dour y Dubris hoy Dover, los franceses Dèvre, Dubra hoy Douvres, el germánico Tauber, el holandés Dubridun hoy Doeveren, y asimismo en el galaico Dubra (Moralejo 2001: 505)».

Pues bien, como vemos, en nuestra notilla la aducida raíz céltica estaba representada con material hispánico sólo por el galaico Dubra, lo que sin duda podía dificultar la aceptación de la propuesta.A hora, en cambio, nos parece que este potencial obstat podría cómodamente ser superado con los nuevos —lógica y prudentemente, siempre provisio- nales y potenciales— testimonios que podríamos añadir. Ya, en efecto, en su documentada recopilación con trabajo de campo —o, mejor, de montaña— sobre la toponimia de Asturias y territorios colindantes So r - d o (2005: 171s) identifica un segmento léxico «*Do b r –: posible raíz que significa vega u hondonada, como en los topónimos Dobrareño, Dobres, Joyu Dobres, Dobresengos, Dobros, La Campera Dobros, Dobru, Dobru- mayor, Dubriellu y Valdedobres [...] Pero en algunos topónimos, como el Riu de Dobra, Dobraseca y quizá Dobresengos, indica río». A partir de todos estos datos nos parece razonable reproponer la hipótesis de una

322 DEVANEOS ARQUEOIBÉRICOS genérica raíz céltica *dubr– indicando en su origen algún tipo de vega, con o sin agua propia, en principio honda, significado desde el cual por simple metonimia se habría pasado a ‘río’ en tantos lugares. En este contexto, cuadraría también el topónimo recogido por So r d o (2005: 174) con sufijo diminutivoDubriello y que es descrito como «veguina».

En fin, tampoco conviene perder de vista el nombre del monteDobra en Cantabria ni, como viera Fe r n á n d e z (2005: 626), el del arroyo de Bobres siempre en Cantabria y que podría muy bien enmascarar un *Dobres y remontar, por tanto, a aquella céltica raíz *dubr–, tan bien conservada en algunos lugares de España y en cuya dirección fluiría, nos parece, la “eterna estrofa de agua” del río Duero, río Duero.

323 III De –ed–

La larga serie formada por nombres comunes cuales, entre otros, acebeda/o, alameda, alnedo, arcedo, avellaneda/o, cañedo, castañe- do, cepeda, cereceda, fresneda, hayedo, olmeda/o, peraleda, pereda, pineda/o, rebolledo, robleda/o y robredo, salceda/o o sauceda... así como también por los más genéricos nombres de arboleda y viñedo permiten sin apenas dudas y sin mayor dificultad reconocer en nuestra lengua un segmento –ed– que confiere alguna colectiva significación a aquellos elementos de la natura y que en determinadas formas se ha unido también a otros formante derivativos como en bojedal, lauredal, robledal o saucedal. Ahora bien, a fin de ponderar la verdaderavitali - dad de dicho segmento o formante, habría además que tener también en cuenta no sólo su presencia en nombres comunes o cenónimos, sino también en nombres propios o ciriónimos, único contexto léxico donde a veces para determinadas raíces o con determinadas derivaciones se habría conservado el citado formante, así, por ejemplo, fundamental- mente en topónimos y en los correspondientes antropónimos, cuales Cerceda (Madrid) y con diminutivo Cercedilla (Madrid) a partir del latín quercus ‘encina – roble’, Codesedo (Orense), Hinojedu (Santander; Sordo 2005: 220), Manzaneda (Orense), quizá Olveda (Lugo) a partir del latín ulua ‘ova – alga verde’ (Galmés 2000: 86), Pumeda (Asturias) a partir del latín pomum ‘fruto’, Saceda [del Río] (Cuenca), Sacedón (Guadala- jara), Saucedo (Toledo) —la utilidad y la vistosidad del sauce es, como vemos, especialmente productiva— Tejeda [de Tiétar] (Cáceres) o en un Zarzaledo (León) conocido también como Cerezaledo (Sordo 2005: 556) y en tantos otros propios nombres. Aparentemente en algunos casos el elemento habría pervivido también sólo en antropónimos, sea porque nunca existieron los topónimos respectivos, sea más bien porque hayan desaparecido en el curso de la historia, sea, en fin, porque no hayamos sabido dar con ellos; tal podría ser el caso de hispánicos apellidos cua- les Castañeda, Cebolleda, Gamoneda formado éste a partir del vegetal gamón, o Rabaneda.

Como fuere, el material aquí recogido y susceptible sin duda de verse sensiblemente acrecentado bastará para apuntalar la existencia —unánimemente admitida— real, operativa y fructífera de un hispá- nico formante o, si se prefiere, morfema derivativo actualmente –ed– y remontando, desde luego, a una antigua base –ēt– es decir, con /e/ larga, y que se ha conservado como bien activo en algunas lenguas ro­mánicas

324 DEVANEOS ARQUEOIBÉRICOS y en concreto en español —podría decirse— prácticamente hasta hoy. Quedarían empero un par de lingüísticos problemas pendientes en nuestro –ed–: por una parte, la definición precisa de su función y, en lugar segundo y como asunto más problemático, la determinación de su origen.

Sobre la función y significado del formante –ed[a] ya, por ejemplo, se manifestara Ga l m é s (2000: 54) definiéndolo como un «sufijo abundan- cial», mientras que, por ejemplo, en Ca r r e r a (2003: 199) se habla más específicamente de un «sufijoe – t u , propio de colectivos vegetales». En similar línea vegetativa se han manifestado también algunos colegas italianos. Así para Pe t r a cc o (2003: 50) el «sufijo eto– – [...] indica una asociación vegetal o una especie vegetal preponderante», y según Be- n o zz o (2004: 37) el formante en cuestión «casi sin excepción» indicaría una asociación vegetal en los topónimos alto–italianos. Nos parece, sin embargo, que de los numerosos ejemplos aducidos sólo para ámbito hispánico puede colegirse más bien que el formante en cuestión no haría propia o genérica referencia al mundo de los vegetales o plantas sino que mayoritaria y específicamente se referiría a conjuntos arbó- reos, de modo que se trataría de un sufijo diseñado en realidad y con probabilidad originariamente para druónimos o nombres de árboles y de donde se habría extendido a referentes cercanos o contiguos, como muy notoriamente al mundo vegetal de plantas y flores.

En cuanto a su origen no puede dudarse, desde luego, que el elemento en cuestión se diera ya en latín, así, por ejemplo, notoriamente en una forma cual lauretum o ‘lauredal’ y de donde el conocido topónimo Lloret de la Costa Brava y otros lugares como el leridano La Lloreda (Coromi- nes 1996: V 98 s. Lloreda) o nuestro Lloreta de Villareal, en Castellón (Coromines 1996: V 100 s. Lloret). Ahora bien, contra la consideración de un origen puro y totalmente latino para este elemento se alzan en principio dos relativamente importantes objeciones.

En primer lugar estaría, en efecto, el conspicuo hecho de que la fe- racidad de este formante en una parte del romance supera en mucho la documentada en el latín de los romanos, por lo que en principio la extraordinaria productividad alcanzada por el dicho formante no se explicaría desde el latín sin más sino más bien, en todo caso, como un especial desarrollo posromano. En segundo lugar y como quedó anticipado, esa productividad resulta ser muy desigual en románico ámbito, pues que, mientras es muy alta en los territorios occidentales,

325 X. BALLESTER tiene escasa representación en la zona oriental de la Romania. Estas dos circunstancias conjuntamente consideradas auspician el plantea- miento de la hipótesis de que o bien, lloviendo sobre mojado, el sufijo para colectividades arbóreas –et– fructificara en una determinada zona y sobre un determinado substrato —o junto a un determinado adstra- to— del latín por existir un sufijo con igual valor o hasta con igual o afín forma, o bien incluso que en realidad el sufijo en cuestión hubiese sido copiado por el latín desde otra lengua de substrato siue adstrato, y de ahí que alcanzara mucho menos desarrollo en la lengua del Lacio del que hubiese cabido esperar a juzgar por su proficua presencia en las lenguas románicas de Occidente.

Al respecto, la aludida extensión del formante al área altoitaliana y sobre todo ligúrica permite plantear la hipótesis de encontrarnos ante un elemento céltico. En efecto, en la citada área encontraríamos topónimos arbóreos cuales, entre otros, Alneda o ‘alnedo’ del latín alnu– ‘alno – aliso’ (Morani 2003: 291), Canéu o ‘cañedo’ del latín canna– ‘caña’ (Soleri 2003: 187), un Castaneto o ‘castañedo’ documentado ya en 1024 (Cuneo 2003: 128), Cremé de un céltico *krem– ‘ajo silvestre’ (Benozzo 2004: 37s), Gorreto o ‘salceda’ (Marrapodi 2003: 31), Multedo del latín myrtu– ‘mirto’ (Caprini 2003: 13) o bien Roboreto o ‘robledo’ del latín robore– ‘roble’ y documentado ya en 1031 (Cuneo 2003: 149). Nótese que mientras en España es bastante frecuente la base latina [plural] –eta, en Italia predominaría la base [singular] –etu[m].

La hipótesis substratística sería asimismo congruente con la circuns- tancia de que por lo general el formante se asocia a los nombres antiguos de los árboles o a las variantes más antiguas de estos, de modo que es menos usual en términos arbóreos más recientes cuales druónimos incorporados con la invasión musulmana como alcornoque o almez.

La respuesta a la cuestión qué tipo de lengua pudo ser aquella que en la hipótesis primera mínima recibió una moderada heredad del latín (alnetum, buxetum, murtetum, pinetum, ulmetum...) que supo acrecentar y multiplicar o que, en la segunda hipótesis de máximas, pasó una parte de su léxico tesoro al latín, no parece muy difícil de orientar, ya que, en efecto, tanto la general occidental distribución de estas formaciones en la Romania como el más preciso detalle señalado ya por Be n o zz o (2004: 37) de limitación a los topónimos septentrionales de Italia, es decir, a la zona de indiscutible substrato céltico, apuntan claramente a esta escenografía lingüística.

326 DEVANEOS ARQUEOIBÉRICOS

En cuanto al origen latino y patrimonial de –et–, de momento sólo se nos ocurre ver aquí muy hipotéticamente la variante dialectal de un lacial o itálico *–ent– y originario formante participial susceptible de adoptar sentido abundantivo, tipo, pues, formativo a comparar, por ejemplo, en área céltica con el topónimo gálico Deruentum ‘robledo’ a partir de un *deruos ‘roble’ (Delamarre 2003: 141 s. deruos). Ahora bien, aunque sería en principio asidera la idea de que pudiera tratarse, incluso para el formante latino, de una copia del gálico u otra lengua céltica en aquella segunda hipótesis máxima que señalábamos, lo cierto es que en este ámbito lingüístico no encontramos nada que sea susceptible de ser interpretado como tal, por lo que más bien parece imponerse la primera y mínima hipótesis de que la formación latina recibió el estimulante impulso de un otro morfema gálico de distinta forma, por tanto, pero de igual significación.

En efecto, al menos nosotros no encontramos en el acervo léxico céltico nada comparable al –et– latino. Un par de opciones que a prio- ri resultarían muy tentadoras por presentar algunas características susceptiblemente análogas, no acaban de cumplir todos los requisitos exigibles. Así, sería muy tentador relacionar nuestro sufijo ē– t– con el posible segmento –et– de la forma prácticamente pancéltica y que apa- rece, por ejemplo, en gálico a veces como nemeton, voz «bien documen- tada» como dice De l a m a r r e (2003: 233 s.u.) «a la vez por inscripciones, onomástica y glosas» y cuyo significado de ‘bosque sagrado – cercado sagrado – santuario’ estaría además explícitamente garantizado por una glosa medieval rezando de sacris siluarum quas nimidas uocant (Lambert 1997: 85) donde nimidas debe de representar obviamente la versión sonorizada, femenina y, por decirlo así, iotizada del antiguo nemeto–. Aún el irlandés antiguo conservaba para nemed, masculino, una acepción de ‘lugar sagrado’ (Lambert 1997: 85). Sin embargo, a esa a priori tan atractiva relación se opone el hecho de que, cuando el lexema es registrado en escritura helénica, aparece con épsilon —es decir, con marca para /e/ breve— en el segmento en cuestión, así, por ejemplo, en el galático dr¨nevmeton citado por Estrabón (12,5,1) y designando un lugar de reunión militar para los gálatas, también en un SONEMETOS de una inscripción procedente de Villelaure (Delamarre 2003: 233) o en el topónimo hispánico Nemewvbriga de los itinerarios antiguos (Ptol. geogr. 2,6,36; y Nemetobrica en It. Ant. 428,6 e It. Rav. 320,7) y que tendríamos también ahora acreditado en una inscripción procedente de Codesedo (Orense) y con mención de otra posible Nemetobriga (Luján 2006: 724 y 728). Habría apenas una única documentación NEMHTON

327 X. BALLESTER

—es decir, con eta para /e/ larga— en una dedicación encontrada en 1840 en Vaison (Vaucluse) y hecha por un ciudadano de la hodierna ciudad de Nimes (Lambert 1997: 84) y, si en relación con esta raíz tal como habitualmente se considera (De Bernardo 2005: 76), un etnónimo Nemhiw÷n en Ptolomeo (geogr. 2,9,17).

Incluso la atractiva vía de la copia céltica podría también mantenerse si propuesta como una copia formalmente deficiente, lo que no es un fenómeno infrecuente en el trapicheo interlingüístico. Así, por ejemplo, cuando Estrabón (3,4,10) dice aquello de “Pompélōn (Pompevlwn) como si Pompēiópolis (Pomphiovpoli")”, tanto la forma helénica como la corres- pondiente latina Pompælo no recogen, al incluir probablemente como segundo elemento en composición un –ILTuN ibérico (ya Tovar 1979: 473), la raíz latina Pompei–, pues cabalmente cabría haber esperado unos helénico *Pomphievlwn y latino *Pompeielo. En nuestro caso y en concreto podría así tratarse de un falso corte a partir de la forma casi pancéltica para ‘bosque’, cuya raíz caito– o, en versión monoptonga, ceto– (Delamarre 2003: 97s s. caito–) ofrecía sí esa requerida /e/ larga, aparte de un significado espectacularmente congruente, que de modo general no presentaba la forma céltica nemeto–. A esta raíz, por ejemplo, deben de pertenecer con escasísimas dudas topónimos cuales el lusitano Cætobriga o el segundo elemento del galés Llwyt–goed procedente de un *Letoceto– (Sims–Williams 2005: 271). Así pues, en esta propuesta de copia defectuosa el latín –etum provendría de un final céltico ceton– ‘–bosque’ mal interpretado.

Así las cosas y a falta de un elemento copiable en céltico o mucho menos probablemente en otra antigua lengua de la Europa occidental, parece habrá que contar como explicación alternativa con la hipótesis del calco de una formación céltica —u, otra vez, mucho menos proba- blemente de otra antigua lengua de la Europa occidental— todavía por determinar o menos verosímilmente por el espectacular desarrollo, por razones que se nos escapan y no por influjo de ninguna otra lengua, del latín en un bien determinado territorio. En todo caso, seguimos viendo válidas las características de la presencia destacada del dicho elemento –et– en zona celto–latina y su original valor para colectivi- dades arbóreas.

En ese sentido la propuesta de ver en –et– no un genérico “abun- dancial” sino un formante para colectivos esencial y originariamente arbóreos debe tener, como cualquier propuesta que se precie de serlo, sus

328 DEVANEOS ARQUEOIBÉRICOS posibilidades de aplicación productiva. Así, por ejemplo, la propuesta de Ga l m é s (2000: 10) de relacionar Oviedo o, en su documentación más antigua, Ovetao —y quizá también el topónimo de Obétago (Soria)— con una raíz céltica ob– ‘arce pequeño’ tendría, frente a otras hipótesis muy divergentes, la ventaja de la congruencia con nuestro sufijo *–et–. A su vez, la propuesta de un formante –et– para colectivos arbóreos o eventualmente vegetales invitaría a indagar o revisar determinadas etimologías. Así, por ejemplo, Mondoñedo podría ahora analizarse más bien como Mond­– ‘monte’ –oñ–edo sobre una raíz, por lo tanto, arbórea, quizá sobre la palabra céltica o al menos gálica onno– ‘fresno’ (Delama- rre 2003: 242 s. onno–) antes que sobre la ya citada palabra céltica o al menos gálica onn– ‘río’ (Delamarre 2003: 242 s. onno) por contener posiblemente ese sufijo ed– – y resultar este más propio de druónimos que de hidrónimos. Potencialmente también un topónimo como Aran- cedo (Asturias), si conteniendo nuestro –ed–, podría remitir a alguna raíz afín a las palabras del vascuence aran ‘endrino – ciruelo silvestre’ o, para no tener que postular una epentética –c–, arantza ‘espina’. Será, en suma, la fructífera aplicación de los dos puntos aquí propuestos, lo que al final hará valer o no esta explicación e incluso la hará avanzar en los aspectos que aún quedan por elucidar, en aspectos precisamente de esas características: silvestres y llenos de espinas.

329 IV Ilici con acento en la i

En otro lugar y no hace tanto tiempo nos ocupábamos de la cues- tión de la posición del acento en ibérico contra[pro]poniendo —frente a la hipótesis del querido colega iberista Luis Si l g o (1994/5), quien apostaba por un general acento paroxítono, esto es, sobre la penúltima sílaba— un acento oxítono, esto es, sobre la última sílaba. Nuestros principales argumentos —la mayoría de tipológico cariz— que ahora sumarísimamente recorreremos, eran la general presencia de mayor volumen fonemático en sílaba final, la aparente mayor inestabilidad vocálica en las sílabas no finales para las mismas raíces y la considera- ción de la frecuencia de acentos culminativos —tanto en sílaba inicial cuanto final— en las lenguas aglutinantes, tipo lingüístico al que con poquísimas dudas hay que adscribir el ibérico. Cursoriamente también aludíamos entonces al argumento de las transcripciones del ibérico al griego, argumento al que por diversas razones, incluyendo aquí la razón de su mayor complejidad y extensión, no le dimos —así ahora nos parece— todo el peso que potencialmente tenía. Acaso sea ahora el momento de retomar el asunto en ese mismo punto.

Pues bien, al respecto ha de notarse, en primer lugar, que habla- mos de transcripciones al griego por la sencilla razón de que, entre las lenguas que nos han dejado alguna significativa huella de su contacto con el ibérico —el griego y el latín— sólo la lengua helénica podía even- tualmente reflejar el acento ibérico en el caso de recaer regularmente éste, como proponíamos nosotros, en sílaba final.A unque ciertamente el griego no tenía la movilidad acentual de la lengua rusa —por citar un caso paradigmático de prácticamente total libertad en cuanto a la posición silábica donde pueda el acento recaer— sí ofrecía mayor libertad posicional que el latín y sobre todo permitía contrastar nues- tra hipótesis al admitir en bastantes casos, además de en las sílabas antepenúltima y penúltima, acento en la sílaba final, sea como oxítona o en la última mora, sea como perispómena o en la penúltima mora (uide Lejeune 1986: 17), lo que, como quedó dicho, en latín quedaba casi sin excepción vetado.

Antes de pasar a examinar aquellos patrones en los que teórica- mente la lengua helénica podía sin mayor dificultad reflejar la acen- tuación de la forma original ibérica hay que reseñar la importante salvedad de aquellas otras razones que podían impedir o interferir

330 DEVANEOS ARQUEOIBÉRICOS en la fiel reproducción de la posición de dicho acento. Pues bien, aquí hay que contar, en primer lugar, con la obviedad de que un in- determinado número de formas pero afectando sobre todo a las más importantes podría estar acentualmente distorsionado por acción de la intermediaria lengua latina. Al respecto cumple recordar que, tanto por puras razones geográficas cuanto socio–políticas, los griegos estuvieron mucho menos en contacto con los iberos y con su lengua que los romanos, quienes ciertamente iniciaron ese contacto mucho más tarde pero con también mucho mejor aprovechamiento. Así pues, eventualmente algunas formas ibéricas pudieron llegar también a oídos de helenos vía otras lenguas, notoriamente por la vía latina y también por la fenopúnica, lo que igualmente podría haber ocasio- nado alguna distorsión tanto acentual cuanto fonológica. Valga aquí como ejemplarizante analogía el nombre en lengua laurenciana para ‘asentamiento’ kaná:ta’ (Mithun 2001: 312) y que llegó desde esa len- gua iroquesa al español como Canadá por venir trámite el francés a cuya prosodia se había adaptado, de la misma forma que quedó con acento en la primera sílaba al adaptarse al inglés. Interesantemente una lengua como el español, que a diferencia del francés y del inglés sí podía haber fielmente —y como su opción más natural— reflejado la original posición del topónimo, quedó privado de esa ventaja por la intermediación de otra lengua.

No cabe tampoco olvidar que algunos términos ibéricos habrían llegado a los autores que después los dejaron escritos, únicamente vía también escrita, por lo que en el caso del latín y otras lenguas de la Antigüedad que no dan registro de la posición acentual, era bien difícil restituir la original posición para el acento del término ibérico. Por seguir en Canadá, tal debe de ser el caso de Toronto, cuyo acento siguió la general y esperable pauta de paroxitonía del español y máxi- me siendo trabada la penúltima sílaba, de modo que el acento no pasó en español a recaer ni en la primera sílaba, como en inglés, ni en la última, como en francés, lo que hace pensar que en español se trata de una acentuación de origen meramente gráfico.

Por último, hay asimismo que tener en cuenta la posibilidad de que muchas voces ibéricas acabaran siendo naturalizadas o etimologizadas, acabaran siendo caricaturizadas por la lengua helénica al presentarse en ambas lenguas idénticos o afines lexemas, de modo que casi ine- vitablemente aquellas formas ibéricas corrían el grave riesgo de ver helenizadas, junto con su significado, también su prosodia.

331 X. BALLESTER

Teniendo, en fin, presentes estas cauciones y, naturalmente, los con- dicionantes sobre todo de orden morfológico que operan en los nombres griegos, nos queda una serie de patrones donde, en principio, no es sos- pechable factor ninguno de incidencia exoibérica y, por tanto, causa de distorsión de la posición acentual de la palabra ibérica, de modo que, al menos en sede teórica, el griego no tenía otra razón para elegir aquella posición acentual entre las dos o tres posiciones siempre disponibles que la razón de reflejar la posición acentual originaria.

Sería, en efecto, el caso de los siguientes modelos o patrones acen- tuales: nominativos singulares en –ίς del tipo Άναβίς (Ptol. geogr. 2,6,71), Άρκιλακίς (Ptol. geogr. 2,4,9 y 2,6,60), Άρτιγίς (Ptol. geogr. 2,4,9), Άσκερρίς (Ptol. geogr. 2,6,71), Άστιγίς (Ptol. geogr. 2,4,10), Βακασίς (Ptol. geogr. 2,6,71), Βισκαργίς (Ptol. geogr. 2,6,63), Βιτουρίς (Ptol. geogr. 2,6,66), Γρακουρίς (Ptol. geogr. 2,6,66), Ίασπίς (Ptol. geogr. 2,6,61) —si es que, aunque con /p/ (cf. los ESTOPELES o LVSPANGIB[AS] en C.I.L. 12,709) es ibérica— Ίλαρκουρίς (Ptol. geogr. 2,6,56), Ίλικίς (Ptol. geogr. 2,6,61), Ίλλιβερίς (Ptol. geogr. 2,4,9), Ίλουργίς (Ptol. geogr. 2,4,9), Λακιβίς (Ptol. geogr. 2,4,9), Λακκουρίς (Ptol. geogr. 2,6,58), Μουργίς (Ptol. geogr. 2,4,9) —si es que la forma, aunque con /m/ es ibérica— Όρκελίς (Ptol. geogr. 2,4,60), Σαιταβίς (Ptol. geogr. 2,6,61), Σακιλίς (Ptol. geogr. 2,4,9), Σαραβίς (Ptol. geogr. 2,6,49), Σετελσίς (Ptol. geogr. 2,6,71) y Τηλοβίς (Ptol. geogr. 2,6,71); nominativos singulares en –ός del tipo Ίεσσός y Kερεσός (Ptol. geogr. 2,6,71); nominativos singulares en –ῶν del tipo Αἰλουρῶν (Ptol. geogr. 2,6,18), Βαιτουλῶν (Ptol. geogr. 2,6,18), Βαιτουλῶν (Ptol. geogr. 2,6,18), Βαρκινῶν (Ptol. geogr. 2,6,18) y Kαστουλών (Ptol. geogr. 2,6,58); nominativos plurales en –αί y en –οὶ del tipo Ἀλοναί (Ptol. geogr. 2,6,14) y Βαστητανοὶ (Strab. 3,2,1), Ήδητανοὶ (Ptol. geogr. 2,6,62), Ίακκητανοὶ (Ptol. geogr. 2,6,71), Kαστελλανοὶ (Ptol. geogr. 2,6,70), Kερητανοὶ (Ptol. geogr. 2,6,68), Kοντεστανοὶ (Ptol. geogr. 2,6,61), Σηδητανοὶ (Strab. 3,4,14) y Ώρητανοὶ (Strab. 3,4,14); o genitivos plurales en –ῶν del tipo Βαστητανῶν (Strab. 3,2,1), Έδητανῶν (Strab. 3,4,12), Ίακκητανῶν (Strab. 3,4,10), Ίλλεργετῶν (Strab. 3,4,10), Ίνδιγετῶν (Ptol. geogr. 2,6,19 y 72), Kοντεστανῶν (Ptol. geogr. 2,6,14), Κοσσετανῶν (Ptol. geogr. 2,6,17), Λαιητανῶν (Ptol. geogr. 2,6,18 y 72) u Ώρητανῶν (Strab. 3,4,1).

Inversamente cabe decir que el tipo latino de adaptación de formas ibéricas cuales Barcĭno, Bilbĭlis, Ilĭci, Tarrăco con acento esdrújulo in- dica no sólo que probablemente el acento no recaía regularmente, pace Si l g o (1994/5), en la penúltima sílaba sino que además la vocal situada allí en una sílaba abierta era oída por los romanos como una vocal

332 DEVANEOS ARQUEOIBÉRICOS breve. Por tanto y en el buen supuesto de una general oxitonía para las formas vernáculas, a la hora de adaptar estas la reglada prosodia de la lengua latina muy significativamente no permitía otra posición acentual que la de la antepenúltima sílaba. Este detalle y, en fin, el alto número de voces ibéricas que, cuando ello es posible, son tratadas como oxítonas en griego sin otra aparente razón que la de reflejar la posición acentual de la lengua de partida, creemos apuntalan aquella propuesta nuestra de una regular oxitonía en la lengua ibérica.

333 V ¿El canto del lobo o el cante del filólogo?

No precisamente desconocido en el ámbito de la toponimia hispá- nica es el hecho de la presencia de un importante número de nombres de lugar susceptibles de ser relacionados con el lobo. Así siguiendo a Co n c e pc i ó n (1990: 753) podríamos señalar topónimos cuales en Almería Los Loberos; en Asturias Canalón de los Llobos, Collaú los Llobos, La Lloba, La Llobera, Los Llobiles; en Ávila La Lobera; en Cataluña Serra de Llops; en Galicia en general Lobeira; en La Rioja Cabeza Lobaco, La Loba, Las Loberas, Las Loberas, Lobero, Loberos, Los Lobos, Peñas de Lobao, Val de Lobache, Val de Lobita,; en León Carrelobar, Los Lobi- cos, Los Lobos; en Lérida Llovera; en Lugo Loba Morta; en Murcia Los Loberos; en Orense La Lobada; en Santander Lobado; y en Sevilla La Lobera. Habría aún, por ejemplo, unos Lobelos y Solobeira en Galicia (Concepción 1990: 757), un Cabezo del Lobo (Huesca) con asentamien- to ibérico, un Arroyo del Río Lobo (Toledo) y un Villalobón (Palencia). Asimismo y pasando ahora al arco mediterráneo tendríamos también una vía y una villa Gratallops en el Priorat catalán (Castellvell 2003: 221) y en el valle de Olzinelles (Barcelona) unos Girallops y una Coma del Llop (Roher 2003: 632). En la Comunidad Valenciana, además del comunísimo topónimo La Llobera para un huerto encontramos también un rincón del Llobet y, si en relación con la raíz que nos interesa, unos Benilloba y Benillup, todos ellos en Cocentaina, Valencia (Cabanes & Santamaria 203: 127s), provincia donde en el término de Olocau encontraremos asimismo El Puntal dels Llops, sede de un conocido asentamiento ibérico. Pasando ahora a Alicante, recordemos al menos otra Llobera en Orba (Ivars 2003: 455) y en Ibi unos bancales denomi- nados Els Lloberos (Climent 2003: 236).

En fin, la lista de topónimos lupinos parece inagotable. Siguiendo esta vez a Ga l m é s (2000: 33) podríamos aún citar Lobatón (Valladolid), Lobería (La Coruña, Lugo), Lobera (Ávila, Castellón, Palencia), Lobera de Onsella (Zaragoza), [Fuente’l] Lobo (Castellón), Lop (Huesca), Lopera (Huesca), Ruiloba (Santander), este documentado en el s. XIII como Rio de Loba, o bien Villalobos (Zamora; Galmés 2000: 43). Aún en la Península Ibérica podríase citar al menos unos Loba Farta, Lobagueira y Lobo Morto en Portugal (Concepción 1990: 757). Una variante que, como veremos, resulta especialmente interesante tanto por su compo- sición cuanto por encontrar paralelos en Francia (Chantelouve) e Italia (Cantalupo) es el tipo Cantalobos de Zaragoza y Castellón o Cantallops

334 DEVANEOS ARQUEOIBÉRICOS de Gerona. Para esta abundante serie toponímica se nos ocurren en sede teórica al menos cuatro posibles explicaciones; dos de las cuales, las que veremos en primer lugar, ya han sido formuladas. Veamos.

En primer lugar y para así seguir el orden cronológico citemos la directa explicación zoonímica, motivación que es aceptada, por ejem- plo, por Co n c e pc i ó n (1990: 752–8). Desde luego, no puede negarse la existencia de una originaria motivación zoológica en tantos y tantos topónimos. Por remitirnos simplemente a los testimonios aportados por Co n c e pc i ó n recordemos que sólo para los montes asturianos este autor (1990: 752) recoge documentación zootoponímica referida, entre otros animales, a la abeja (Les Abeyeres), águila (L’Aguilero), azor (L’Azorea), buey (Bovias), buitre (El Nial de l’Utre), faisán (La Faisanera), gallina (Monte Gallinar), gato (Los Gatiles), liebre (Campa la Tsiebre), milano (Los Milanos), oso (Fuente l’Oso), paloma (Les Palombines), perdiz (La Senda las Perdices), puerco (Val Porquero) o tejón (Les Melendreres). También sólo en Extremadura y sólo para arroyos podríamos citar los del Ganso, de la Hurona, del Puerco o del Sapo. Por pasar ya a ámbito extrahispánico, también sólo en Francia encontraríamos formados sobre la palabra gálica para ‘castor’ al menos los ríos Beuvron, Beuvronne, Brevenne y La Bièvre (Delamarre 2003: 69 s. bebros).

Por tanto, no puede negarse la existencia de una motivación concreta y originariamente lupina para muchos topónimos. Así, por ejemplo, un asturiano Puzu los Chobos define efectivamente un lugar preparado para atrapar lobos en su momento (Concepción 1990: 753). La expli- cación zoonímica, de hecho, es la general para la serie toponímica que estamos comentando, así en Co r o m i n e s (1996: V 96s s. Llop) y en con- secuencia, a partir de su sanción en este influyente autor ha pasado a constituirse de alguna manera como casi la oficial, la explicación de referencia, siendo seguida por la mayoría de los autores hispánicos. Y extrahispánicos, pues también el significado zoonímico es defendido, por ejemplo, por el contrasubstratista Ma r r a p o d i (2003: 38), para quien el tipo toponomástico de Italia Cantalupo sería un «Compuesto verbal de cantar y lobo, en el sentido de “lugar donde canta el lobo”» sin que, al parecer, tampoco este autor —por comenzar ya exponiendo nuestras objeciones a tal prisma interpretativo— haya caído en la cuenta de que en principio por su morfosintaxis este tipo de compuestos difícilmente pueden significar “[donde] el lobo canta” sino “¡canta, lobo!”. En ese sentido morfosintáctico —¡que no semántico! (lege infra)— la interpre- tación de Co r o m i n e s (lege infra) es mucho más correcta y coherente.

335 X. BALLESTER

Ma r r a p o d i (2003: 38s) quiere justificar su propuesta por la existencia de otros eventuales Canta– seguidos de nombres de animales en la to- ponimia, aduciendo así unos Cantagalleto, Cantapernise y Cantarena de supuesto significado “canta [el] gallito”, “canta [la] perdiz” y “canta [la] rana” respectivamente y tilda a su vez de fantasía «la hipótesis tautológica sobre dos bases precélticas», afirmación doblemente subs- tanciosa y merecedora una doble crítica.

En primer lugar, sépase que la tautología es un fenómeno comunísi- mo en toponimia cuando se da contacto de lenguas o estadios de lengua, de modo que nada tiene de raro expresiones tautológicas del tipo, por ejemplo, Puente de Alcántara con la segunda forma procedente del término arábigo para ‘puente’ o Valle de Arán con la segunda forma procedente del término vascónico para ‘valle’. Pero es que además nada asegura que los dos lexemas que aparentemente componen este tipo de secuencias sean tautológicos y, por tanto, presenten idéntico o muy afín significado.A ntes bien, la raíz probablemente céltica *kanta– aludiría a un tipo de conformación pétrea seguramente tallada o no redondea- da, mientras que la raíz también probablemente céltica *lub– podría aludir, como de inmediato veremos, a un tipo de conformación natural no precisamente pétrea sino más bien lo contrario. En segundo lugar, la alusión a bases “precélticas” delata a Ma r r a p o d i como un invasionista, es decir, a alguien que opera con cronologías muy magras y, por lo tan- to, se ve obligado al final a remitir a inconcretos preceltas. En fin, no cabe sino volver a apelar al sentido común y a la coherencia, de modo que cabe esperar que un documentado Perdelupani en el año 1049 en Liguria (Petracco 2003: 49) sea —consecuentemente— interpretado por Ma r r a p o d i como un “lugar donde se pierden los lobos” o algo así... si es que, claro, un lobo puede perderse.

Para concluir este punto, añadamos que no cabe olvidar las objeciones de orden, digamos, tipológico que podemos formular a una motivación zoológica para una serie toponímica tan, tan abundante. Al respecto conviene recordar que es mucho más frecuente la toponimia de origen vegetal que la de origen animal, entre otras razones, porque, como recuerda Co n c e pc i ó n (1990: 751s), los móviles animales no ofrecían ni ofrecen la seguridad que en cuestión de potencial alimentación ofrece el estable universo vegetal, por lo que la referencia a este es literalmente más vital para el humano, ya que «el animal cambia frecuentemente de lugares, es menos abundante en especies utilizables por el hombre que las plantas que recubren cualquier zona de montaña, del valle o de la

336 DEVANEOS ARQUEOIBÉRICOS costa [...] el reino animal se presta menos que el vegetal a los topónimos, las plantas se asocian al suelo, pero los animales emigran, se mueven, por lo que no sirven como punto de referencia estable»... y menos si ade- más se pierden (¡!). En esa misma línea incide también Ga l m é s (2000: 7) cuando comenta: «un lobo o un águila pasan con facilidad de un lugar a otro, por lo que no sirven para una adjudicación particular».

La primera hipótesis alternativa a la directa motivación zoológica que vamos a exponer, es la que se basa en el dato de la relativamente alta frecuencia con la que topónimos de la citada serie se manifiestan más concretamente como hidrónimos. Salvo en el caso de que se de- mostrare en el futuro algún tipo de asociación ideológica y para una cultura antigua determinada entre lo hídrico y lo lupino, nos parece, en efecto, que la descomunal desproporción —descomunal si comparada con la motivación que darían otros animales— que encontramos entre referentes hídricos y significaciones susceptibles en principio de ser etimologizadas desde el nombre latino para el lobo, invita, en efecto, a plantear alguna hipótesis alternativa. Así pues, cabe explicar, en se- gundo lugar, la citada serie como debida a una motivación hidronímica, es decir, con una etimología distinta y que sólo por caricatura habría llegado a ser identificada con el significado de ‘lobo’.

De Ga l m é s procede la tal explicación hidronímica que acabamos de mencionar y que, desde luego, él presenta como un hecho consumado. Así, para Ga l m é s (2000: 33s) en esta serie «Otras formas derivadas se apartan notoriamente del sustantivo lobo y en ellas desaparece la aso- ciación etimológica» dando los ejemplos de Lubián (Zamora), Lubierre, río de Jaca (Huesca), Llobregat, río de Barcelona, Llobregós, afluente del Segre, Llovio (Asturias) y los «tautológicos, combinados con un sinó- nimo», Guadalobón (Málaga), Guadalope (Teruel), Guadalupe, afluente del Guadiana, Guadiloba (Cáceres), puesto que el segmento guad– remi- te a la forma arábiga wad para ‘río’. En la serie potamonímica podrían incluirse también las varias hispánicas Guadalupe (Almería, Badajoz, Cáceres, Murcia, Toledo; Galmés 2000: 56), los Lupiana (Toledo) y Lu- pión (Jaén), topónimos ambos situados entre ríos (Galmés 2000: 86) o una Lupiona (Sevilla; Galmés 2000: 86), sin olvidar el [hoy] corónimo Riolobos (Cáceres). Todas o la mayoría de estas formas procederían para Ga l m é s (2000: 33) «de la raíz hidronímica, perteneciente al grupo medi- terráneo occidental, lup, luba, lupia, que ha dado lugar a una serie de topónimos, relacionados con un río, pero que, al olvidarse el significado de la raíz prerrománica, se han asociado al animal lobo», es decir, la

337 X. BALLESTER convergencia del latín *lupu– ‘lobo’ sobre un raíz prelatina *lup– o algo similar con el significado ‘río’ habría provocado la caricatura de esta en el sentido latino, lo que explicaría la cantidad de ríos y fuentes de ‘lobo[s]’ que encontramos en la Península Ibérica y otros territorios del occidente europeo. Ahora bien, puesto que no se ha demostrado nunca la existencia de ningún grupo lingüístico “mediterráneo occidental”, habrá que traducir a léxico científico el aserto de Ga l m é s .

En ese sentido, a la hora de determinar la concreta —y real, ergo no “mediterránea occidental”— adscripción lingüística de esa raíz pre- latina propuesta por Álvaro Ga l m é s conviene ciertamente tener bien en cuenta el dato de su extensión geográfica, sobre la que el propio Ga l m é s (2000: 34) comenta: «Naturalmente la misma raíz es frecuente, con el mismo valor hidronímico, en Francia» citando como ejemplos el significativo río Loup en el territorio de los Alpes Marítimos y otros hidrónimos cuales La Loupe (Eire–et–Loire), Loupia (Aude), Loupiac (Tarn), Loupian (Ferault) o Loupière (Yonne).

La propuesta de Ga l m é s cuenta, desde luego, con algunas ventajas. En primer lugar, si bien muchos de aquellos topónimos que hemos ve- nido citando están sin duda referidos sí directa y verdaderamente al lobo, hay también un buen número de ellos, cuales Arroyo del Río Lobo, Canalón de los Llobos, Carrelobar, Val de Lobache o Val de Lobita que parecen a priori remitir, otra vez, a un significado hidronímico y, por tanto, en principio menos compatible con la motivación en un cánido depredador. Algunos de estos topónimos ofrecen en concreto una direc- ta conexión hídrica, así, por ejemplo, el Fuente Choberos en Asturias (Concepción 1990: 753) formado sobre la variante asturiana chobo para ‘lobo’. A estos podrían seguramente añadirse bastantes otros ejemplos de asociación con los cursos de agua. Verbigracia en el término municipal de Jalance (Valencia) encontramos una —¿casi tautológica?— Fuente del Lobo, manantial al pie de un barranco homónimo (Martínez 2004: 125s) sin que la presencia del lobo sea probable en ese lugar desde hace muchos siglos. Asimismo en territorio cantábrico, tenemos una «riega muy poco caudalosa» denominada Matalloba y situada cerca del arroyo Matallobil (Sordo 2005: 300), la vega de Mazalloberu (Sordo 2005: 302), un Vegalloba «cuya huerta llega al río» (Sordo 2005: 527) o un Zubal- lobos o «paraje con una fuente» (Sordo 2005: 556). En fin, también la localidad de Vilallobent (Gerona), junto al río Querol, podría contener la raíz que nos interesa y con menos dudas la leridana Font del Llop (Coromines 1996: V 96 s. Llop).

338 DEVANEOS ARQUEOIBÉRICOS

En segundo lugar, la propuesta hidronímica de Ga l m é s d e Fu e n t e s cuenta con la ventaja de erigirse firme allí donde el sentido común hace insostenible la tradicional explicación zoonímica, pues en verdad, como a propósito del citado tipo toponímico Cantalobos sentencia Ga l - m é s (2000: 148): «raro es que cante el lobo [...] el segundo elemento de Cantalobos o de Cantallops representa la raíz preindoeuropea l u b, de valor hidronímico». Hay, en efecto, como veíamos, una localidad Canta- llops en Gerona y en otros lugares de Cataluña, además de valencianos Cantalobos en Chirivella, Sagunto, Suera y Vilavella y Cantallobos en Jijona y Tibi (Coromines 1995: III 246 s. Cantallops). Hay también un Cabezo de Cantalobos o de la Cruz en Albalate del Arzobispo (Teruel). Para Co r o m i n e s (1995: III 246 s. Gratallops), en cambio, «Es claro que Cantallops es un nombre que forma serie con otros donde canta– del verbo cantar, se combina con nombres de animales [...] Lo esencial es que tanto Canta–llops cuanto Grata–llops son alteraciones de g l a t t i – l u p u s ‘aúlla, oh lobo’», lo que, pese a todas las explicaciones de Co r o - m i n e s , falla por su nulo apoyo tipológico con datos seguros, por no decir que falla también —¡falla, oh Co r o m i n e s !— por carecer de cualquier consideración hacia la lógica o el sentido común de los hablantes. Al contrario, lo que este tipo de topónimos manifiestan, es precisamente la incoherencia semántica aquí de los étimos latinos tanto para ‘lobo’ cuanto, aun más claramente, para ‘cantar’.

Otra tercera ventaja de la propuesta de Ga l m é s es, por decirlo así, su banalidad, pues, en efecto y como en otros lugares hemos defendido, la banalidad hasta la tautología es muy frecuente en toponimia donde se erige como una estrategia perfectamente básica, de suerte que si se demuestra la coherente y constante asociación de una determina- da raíz toponímica a un referente determinado toponímico cual sería potencialmente el caso de *lup– y de ‘fuente’ o ‘río’, en principio esto es perfectamente interpretable como una asociación originariamente tautológica o paratautológica.

En cuanto al específico y, decíamos, real origen de tal raíz, otra vez la pista de su distribución geográfica por la Península Ibérica, Francia e Italia septentrional obligaban a considerar seriamente la opción del substrato céltico. En ese sentido en su momento nos pareció al menos sugestivo el desafío de relacionar el reconstruible étimo con una raíz indoeuropea tratada a la céltica y en otro lugar proponíamos que todos estos términos podrían contener «una raíz probablemente también célti- ca, quizá *lou– ‘fluir’ (y quizá del indoeuropeo *plau– ‘fluir – verter[se]’)

339 X. BALLESTER con valor hidronímico». Y, supuesto tal origen lingüístico, el propuesto étimo nos parece ahora menos defendible, ya que hay dos objeciones de tipo fonológico que, unidas, hacen poco probable la hipótesis. En efecto, la caricaturización latina trámite lupu– habría llevado a ensordecer en territorio italiano (cf. Cantalupo) la original oclusiva sonora /b/ producto a su vez —lo que aún complica más la cosa— del betacismo o conversión en /b/ de una antigua [v].

En tercer lugar, podríamos proponer una, por cuanto sabemos más novedosa, explicación apotropea y supersticiosa de índole cultural en el sentido de que se trataría de una denominación preventiva destinada a mantener alejada, mediante la expeditiva apelación a tan temida bestia, a una determinada población —verosímilmente foránea o no nativa— del conocimiento de tan importante recurso. Al menos ha de reconocerse que tal tipo de proceder ha sido históricamente practicado por muchos pueblos o culturas.

Ejemplo emblemático de lo dicho serían las leyendas, al parecer conscientemente promovidas, entre los pueblos del oriente próximo para mantener alejados de las ricas rutas comerciales de Asia central a griegos y otros posibles competidores. Estas tradiciones, mayormente prodigiosas y truculentas, fueron profusa e ingenuamente recogidas por la mayoría de cuantos en la Antigüedad escribieron en griego o latín sobre estas latitudes. Refería así Solino (15,1–4) de pueblos del Dniéper que durante determinados períodos convertíanse en lobos —no en sentido hidronímico esta vez— y se alimentaban de carne humana. De antropófagos por aquellos lares háblanos también Gelio (9,4,6) así como de hombres con un único ojo en su frente o con las plantas de los pies vueltas hacia atrás o de hombres que ya en su infancia encane- cen y cuyos ojos vislumbran más en la noche que de día. De pupilas blancas que ven mejor de noche que de día así como del albinismo de algunas tribus caucásicas también se hizo eco Solino (15,5). Del país de los calvorotas, tanto hombres cuanto mujeres, nos refiere Heródoto (4,23,2–5), así como de hombres con pezuñas de cabra y otros sujetos que duermen seis meses al año (4,25,1). Cabría, en fin, también hacer referencia a las historietas sobre la imposibilidad de franquear el afri- cano Cabo Bojador y que tan bien les vinieron a los portugueses para mantener durante un tiempo su monopolio comercial por esas rutas. En fin, acaso el proceder más económico que podríamos citar de estas prácticas y también más ilustrativo por substanciarse toponímicamente está en la denominación de ‘País de Hielo’ o Islandia, una isla en parte

340 DEVANEOS ARQUEOIBÉRICOS habitable y verde, mientras que se daba la opuesta y también no veraz denominación de ‘País Verde’ o Groenlandia a una tierra prácticamente inhabitable con la aviesa intención de que los colonos o comerciantes que pudieren eventualmente estar interesados por explorar estas rutas comerciales, dirigieran sus proas al lugar equivocado y no disputaran a los noruegos la provechosa ocupación de la verde isla de Islandia.

Por último y en relación con esta última existiría una cuarta expli- cación también de valor negativo pero esta vez en función no aviesa- mente preventiva sino sanamente admonitoria. En muchas tradiciones culturales —y también en las de la occidental Europa— el lobo se asocia, en efecto, a lo negativo, obscuro, siniestro. Así mismamente en Asturias encontramos términos formados sobre la correspondiente voz para ‘lobo’ de claro valor negativo cuales, entre otros, atsobazar ‘dejar el terreno mal arado’, chobá ‘grupo de personas con intención aviesa’ o chobiniego ‘lugar obscuro – lugar que produce miedo’ (Concepción 1990: 754). No sabemos si pueda tener también algo que ver con esto la curiosa circunstancia de que la más extendida raíz indoeuropea para ‘lobo’ (albanés ujk, ulk; antiguo eslávico vlik; gótico wulfs; griego λύκος; latín lupus...) fuera substituida en céltico por el término para ‘perro’ (Delamarre 2003: 132 s. cuno­–) o por otros términos (Delamarre 2003: 79 s. bledinos). En esta cuarta hipótesis explicativa habría, como en la primera y tercera, sí un significado de ‘lobo’ sólo que translaticiamente empleado para indicar un lugar obscuro, escondido o de difícil acceso.

Concluyendo diremos que, sea cual sea la explicación o explicaciones concretas que pudieren resultar correctas, cabe excluir, desde luego, la tradicional explicación pura y directamente zoonímica, pace Co r o m i n e s y secuaces, para todos los lobos o afines de nuestra toponimia.S in duda y frente a lo tradicionalmente supuesto y admitido, ha habido en este ámbito y en concreto en el ámbito hidronímico muchos menos ‘lobos’.

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345

L. Silgo Gauche Sección de Estudios Ibéricos

NUEVO ESTUDIO DE LA INSCRIPCIÓN IBÉRICA SOBRE PLOMO ORLEYL V (F.9.5). ¿UNA DEFIXIO PÚBLICA?.

RESUMEN: El presente trabajo puede considerarse más un ensayo que un auténtico artículo científico. Intenta ser una primera aproximación al contenido del texto ibérico Orleyl V (MLH. F.9.5). Se propone una estructura del texto. Se señalan algunos cognados como anti con vasc. andi ‘grande’, baŕe con vasc. barren ‘extremo inferior’, kutur con vasc. gudu ‘guerra’, kaisa con vasc. gaitz ‘mal’, bi- con vasc. bi ‘dos’. Se estudian también formas gramaticales, como posibles verbos finitos de subjuntivo-imperativo en –te o posibles conectores (iunstirlaku, uskeike). Se sugiere que el segmento iC sea un elemento para la idea de “divinidad”. Al haber sido hallada en una sepultura la inscripción pudiera ser una tabella defixionis, y hasta donde se puede adivinar esta deducción es compatible con el contenido del texto.

PALABRAS CLAVE: tabellae defixionum, Religión Ibérica, Epigrafía Ibérica, Orleyl, Iberovasco.

ABSTRACT: This piece of work could be considered an essay rather than a real scientific article. This document tries to be an approach to the contexts of the Orleyl V iberian text (MLH. F.9.5). We have propounded a structure in this text. We have underlined some cognates in the Basque language: anti vasc. andi ‘big’, baCe vasc. barren ‘the underside extremity’, kutur vasc. gudu ‘war’, kaisa vasc. gaitz ‘evil’, bi vasc. bi ‘two’. We have also studied some grammatical forms, hypothetical finite verbs of subjuntive-imperative that finishes in –te; or hypothetical connectors (iunstirlaku, uskeike). We have suggested that the segment iC could be an element for the idea of ‘divinity’. As the inscription had been found in a grave it’s could be a binding spell, and that deduction is compatible with the contents of the text.

KEY WORDS: binding spells, Iberian religion, Iberian epigraphy, Orleyl, Iberian language, Basque language.

347 I INTRODUCCIÓN

Dice Jorge Luis Borges (“Prólogos con un prólogo de prólogos”, Obras Completas II, RBA p. 639) que “El concepto de texto definitivo, no co- rresponde sino a la religión o al cansancio”. Podríamos añadir también el tiempo, inexorable por lo que hace a los compromisos contraídos. Nuestro texto no es definitivo y la conclusión de su redacción obedece a los dos últimos factores. Por un lado se acaba el término para la pre- sentación de originales a que nos comprometimos al presentar nuestros esbozos, por otro este final de plazo coincide con el cansancio de haber abordado una y otra vez, a veces hasta en decenas de ocasiones, los mismos asuntos, y la mayoría de ellas sin provecho. Por ello la aporta- ción que el lector tiene entre manos es un proyecto inacabado. Mucho de lo que aquí se dice o se calla, es susceptible de nuevos desarrollos e incluso de refutaciones de ciertos puntos de vista y, como el que avisa no es traidor, también nosotros nos reservamos en el futuro ampliar, rectificar o enmendar algunas de nuestras propias conclusiones, de acuerdo a nuevos descubrimientos o investigaciones. Es muy difícil en ciencia, y más en la disciplina que tratamos, alcanzar resultados, incluso modestos, que resulten ser firmes.

En el desenvolvimiento del estudio no hemos aspirado más que a plantear problemas, y no pretendemos en manera alguna que el conjun- to de temas tratados rebase el nivel de quaestiones disputatae. Hemos considerado de interés incluir muchas de las ideas efectuadas y después rechazadas; por una parte para mostrar el hilo conductor que lleva a elegir una determinada opción, y, por otra, para dejar constancia de aquello que no ha sido utilizable, al menos para nosotros, en el decurso del estudio, finalmente porque es posible que inspiren otros puntos de vistas cuyo concurso contribuya a esclarecer los enigmas existentes.

El trabajo está orientado en dos direcciones. Una primera busca una explicación del texto en su conjunto. La segunda, no posterior sino in- teractuante con la primera, consiste en adivinar, nunca mejor dicho, el contenido de los significantes. Si no se hiciera esto así quedaría la duda de si los cognados no obedecen a simple casualidad, y, también, porque en el otro aspecto, no encontramos para el análisis de las estructuras de la lengua ibérica otra vía que no tenga que ver con la semántica. Por consiguiente se habrá adivinado que la interpretación que se ofrece no es en sí un objetivo, sino una herramienta de trabajo.

348 PLOMO ORLEYL V

Los resultados más susceptibles de verificación son precisamente esas estructuras, en gran medida por ser paradigmáticas, pero tampoco hemos prescindido de los aspectos semánticos. Al contrario de ciertos colegas que parecen profesar un bloomfieldanismo extremado, nosotros pensamos que también los valores de los lexemas forman parte de la filología.

Para finalizar este apartado queremos hacer constar nuestra grati- tud al conocido vascólogo Jean-Baptiste Orpustan quien no solamente ha leído con solicitud este largo y discutible trabajo sino que nos ha hecho numerosas sugerencias y enmiendas, que expondremos en su lugar correspondiente.

349 II ASPECTOS FORMALES Y CONTEXTUALES

Sucesivas exploraciones a partir de 1962 dieron por resultado el descubrimiento del poblado ibérico de La Punta de Orleyl (Vall d’Uxó) y alguna de sus necrópolis. Este poblado es el más importante de los existentes en la provincia de Castellón, si bien muy destruido por la actividad antrópica reciente. Los plomos escritos Orleyl V, VI y VII fueron hallados en una sepultura que quedó al descubierto por la reja de un arado. La excavación subsiguiente descubrió una sepultura (nº II de las publicadas) dispuesta por una copa ática de pie bajo sobre una pátera también ática que servían de tapadera a una crátera de campana griega de figuras rojas. Los restos humanos incinerados se encontraban dentro y fuera de la deposición y entre el ajuar se encontraba un platillo de balanza y un juego de pesas, lo que permite creer que el difunto era un comerciante. Del estudio de la cerámica citada se desprende que la sepultura data de mediados a finales del siglo IV a.C. o incluso de comienzos del III. Las labores de excavación, los materiales recogidos y su estudio, así como la epigrafía fueron publicados en 1981 (Lázaro, Mesado, Aranegui y Fletcher, 1981).

Al igual que los otros dos plomos, Orleyl V es una lámina, original- mente enrollada, que mide 270 mm. de longitud por 44 de ancho, escrita por una sola cara con seis líneas de texto. A partir de la segunda palabra de la segunda línea aparece un pautado que ocupa hasta el final de la tercera línea. La escritura es de perfiles angulosos, muy nítida y de clara lectura, adecuándose el soporte al texto. También es muy regular la disposición de las diferentes líneas.

350 III TRANSCRIPCIÓN

El texto, claramente grabado y conservado casi en su integridad, no ofrece apenas dificultades de lectura. Nosotros aceptamos la trans- cripción de D. Domingo Fletcher (1981), con la única introducción del signo diacrítico para k’okor, que es como sigue:

1. i5e: bototaJ: bitebaki5Jbane: ba5enyliki: antinyli5tu5a- ne: a5ika5 seken 2. iusu: atilebeiu: lau5iske5kate: banyli5baitu5ane: kaisan- yli5baitu5a: nei 3. tailini5e: kutur: bite5oketetine: e5atia5e: k’okor: taue- bartiate: a5ika5binylikise: 4. iunstirlaku: bototaJeai: selkeaibartuneai: unibeikeai: ane5ai: unibeikeai: iu 5. nstirlaku: uskeike: bototiki: keietisiatense: uJtala- rikaune: bany5eJu[-- 6. lu: biti5okebetense: uJkeane5lati la cartela o pautado se indica por el subrayado.

351 IV LÍNEA INVESTIGADORA

Desde el punto de vista arqueológico un plomo escrito encontrado en una sepultura es, para los especialistas en cultura clásica, una tabella defixionis, unos conjuros destinados a las divinidades generalmente con la intención de causar daño a rivales. Presumiblemente Orleyl V también lo es.

En un principio no nos fue posible encontrar enlaces sintácticos que unificaran todo el texto, y llegamos a pensar que tal vez no los había. La antigüedad de la inscripción unida a la propia dificultad de la len- gua justificaba que muchos puntos permanecieran oscuros.O frecemos a continuación, en su sucesión cronológica, lo que ha sido el curso de elaboración de las hipótesis, comenzando por las que nos parecieron más verosímiles.

La indagación sobre este plomo comenzaba con el reconocimiento de los que en principio creimos antropónimos, varios de ellos com- partiendo el sufijo ai– , y por la palabra k’okor, equivalente de vasc. gogo, cuyo significado abarca las varias operaciones de la mente. También eran reconocibles las formas verbales bite5oketetine y biti5okebetense, ya que su paradigma se había establecido con anterioridad (Silgo, 1996). Es tradicional, aunque discutida, la cog- nación entre kutur y vasc. gudu ‘guerra’, que para nosotros resulta aceptable en Liria XII. No obstante parece que en otras inscripciones una palábra homógrafa kut’ur podía significar mejor “ofrenda” (ver en el Vocabulario).

De relativa facilidad era así mismo la explicación de –kaune en uJtalarikaune. Se trata del étimo del pronombre demostrativo vasco (k)au ‘este’, en caso dativo (h)oni. UJtalari aparece también en lo que parece una donación a iunstir, según nuestra idea para una inscripción conocida desde hace algunos años (Asensio, Miró, Sanmartí y Velaza, 2003). Si ésta es una donación y uJtalarikaune se refiere al contenido de “esta” inscripción, probablemente habrá que buscar el significado de uJtalari dentro de la esfera de ‘escri- to de donación’ ‘contrato sagrado’, aquí defixio vel sim. El profe- sor Orpustan (comunicación personal, 22-8-08) nos indica que es precisamente *hauni lo que se espera de esta forma de dativo del demostrativo.

352 PLOMO ORLEYL V

A continuación se formuló una hipótesis sobre ba5enyliki, un com- puesto con nyli5 deducido de sus otras menciones. La primera parte puede relacionarse con vasc. barren ‘extremo inferior’, superlativo de un tema *barr- cuyo significado presumible es el de ‘abajo, inferior’. Este valor se confirma, a nuestro modo de ver, en el plomo de Villares V (Silgo, 2005a, 20).

Al principio suponíamos que ba5e hacía alusión al respectivo lugar que ocupaban en el texto los diversos antropónimos, arriba o abajo o en otra cualquier disposición en que se encontraran con relación al conjunto de la inscripción. De aquí se deducía un significado de “persona” para nyli5 (Silgo, 2004a, 196) en que ahora no creemos, aunque sí ha resultado cierto el valor de plural para el sufijo ki– . El problema se planteaba a la hora de asignar valores locales a los otros compuestos con nyli5 (anti-, kaisa-, ba-, bi-). Por tanto, nuestros diversos intentos de estudio resultaron fallidos hasta afirmarnos en que kaisa- podía relacionarse mejor con vasc. gaitz ‘mal’ que con cualquier otra palabra. Así se abría camino para otra interpretación más plausible de baFenyliki, la de dii inferi, cuya mención es tan habitual en defixiones.

Atribuyendo a nyli5 el significado de ‘divinidad’ vel sim. re- sultaba el camino abierto para establecer otras correspondencias, así anti- con vasc. andi ‘grande’, bi- con vasc. bi ‘dos’. Quedaba pendiente el caso de ba- para el que no se encontraba explicación satisfactoria.

Procediendo después desde el principio de la inscripción encontrá- bamos bitebaki5Jbane en aposición a bototaJ. A este segmento ex- tremadamente difícil se le ha dado una explicación provisional en una revisión posterior de la inscripción (cf. en el Vocabulario el apartado correspondiente).

Otro punto dudoso es el sintagma e5atia5e: k’okor: tauebartiate. Partiendo de k’okor = vasc. gogo ‘mente’ etc., era esperable que las otras dos palabras hicieran referencia a otras cualidades físicas o morales de los individuos que se execraban. La indagación sobre tauebar- no ha obtenido hasta ahora más resultado que una hipótesis por exclusión poco firme, pero tras trabajosos ensayos puede reconocerse en tiate– una flexión verbal, también identificada aunque ligeramente modificada por la adición del sufijo se– en keieti-siatense.

353 L. SILGO GAUCHE

Es tentador que en el núcleo de –tiate esté vasc. jan ‘comer’. La idea de que unas divinidades ‘coman’ diversos aspectos de un indivi- duo parece extraña en una civilización clásica como la ibérica, pero no obstante los relieves de Pozo Moro muestran un personaje entronizado, identificado generalmente con un dios, al que se le ofrece un banquete, en el cual se cuentan también víctimas humanas. Por otra parte este significado de “comer”, digámoslo ya, es una fantasía, meramente apo- yada entre la similitud del núcleo –a- y el de jan.

Indicamos unas sugerencias muy interesantes gramaticalmente que nos hace el profesor Orpustan (22-8-08). Sobre las formas verbales tiate y siatense nos dice que *diate sería muy regularmente un presente ‘ellos lo comen’, y *ziaten ‘ellos lo comían’ (cf. zuten ‘ellos lo habían’), -ze (-se) no tiene correspondencia en vasco si no corresponde al objeto plural de 3ª pr. –tza, entonces la colocación de este afijo no era la misma en ibérico que en vasco o bien ha cambiado. Sobre tetine nos indica que es identificable con una forma del verbo edin* y próximo del sub- juntivo (forma relativa –n) ‘que él le sea’: eman dadin ‘que él dé, que se lo dé’ y en plural eman diten < *daditen ‘que ellos lo den’. Si –e ibérico representa la 3ª pr. pl. entonces ha cambiado de lugar en vasco. Más dificultad – nos dice -, ofrecebetenze . La b- señala en vasco una forma de votivo (eman be(d)ite ‘que ellos lo den’). Se puede suponer que –ze representa lo que –te en vasco, pero la nasal interna –n(ze) es anormal al menos en la conjugación moderna, a menos de suponer que la forma conjugada podía conservar en íbero la nasal del radical-participio (aquí *edin) que desaparece siempre en el verbo conjugado (eman bedi ‘que él lo dé’), con más razón para hacer lugar a los sufijos modal-temporales, personales, subordinantes.

A su vez en keieti podría encontrarse, muy eventualmente, el morfo vasco gehi, que forma parte de varios compuestos, como gehiago ‘más’, gehiegi ‘demasiado’ o geide ‘prójimo’, o bien (k)ide ‘coetáneo’ ‘igual’. El profesor Orpustan (comunicación personal, 22-8-08), nos indica que en vasco la sufijación indicaría un elativo o un cualificante (comogoiti ‘de arriba’ de goi ‘alto’).

En otro orden de cosas hemos analizado i5e. Con la prudencia que reclama la índole de la investigación en nuestra disciplina, propone- mos como conclusión provisional que i5e sea una divinidad y que i5 sea simplemente la palabra para ‘dios’. Esta deducción se extrae prin- cipalmente del hecho de que i5e aparezca en primera posición en el

354 PLOMO ORLEYL V sintagma convencional (Orleyl VII y Ampurias I) i5ika iunstirika, en el que iunstir es, a nuestro modo de ver, otra divinidad (Silgo, 1994). A lo mismo conduciría la segmentación de nyli5.

Finalmente son más discutibles y endebles otras hipótesis que se pueden hacer, como la propuesta para nei/tailini5e de ‘el combatiente y matador i5e’ (vasc. ildu ‘muerto’ ‘matado’), a5ika5 como “conjunta- mente” y otras referentes a ciertos segmentos así como a la sintaxis.

Quedaban unos puntos oscuros. La presencia de los presumiblemente dos hechiceros, Sekenius y Atilebe, en medio de las divinidades que se invocaban para hacer daño a BototaJ. Aunque sekenius y atilebe no fueran los redactores de la inscripción su presencia indicaba que estaban también interesados en su maleficio. Si esto era así, su mención se debería a que no temían ser descubiertos, y ello llevaba a plantear que no temían ser descubiertos porque su acción era legal, o lo mismo, tenía un sentido público. A partir de aquí, buscando un motivo para una execración pública, resultable concebible interpretar kutur como vasc. gudu ‘guerra’, bitebaki5sban como (con todas las dudas pertinentes) “jefe del ejército”. Finalmente la concepción de iunstirlaku como un conector daba unidad a todo el texto.

355 V ESTRUCTURA DEL TEXTO

Al contrario que en otras defixiones en principio no encontramos un discurso seguido. Por el contrario las diversas unidades aparecían inconexas entre sí. Pensamos que posiblemente esto se debía sencilla- mente a la falta de resultados de nuestro estudio pero también, acaso, porque el texto seguía una suerte de “letanías”, como hace muchos años nos indicaba su publicador Don Domingo Fletcher.

Las unidades que distinguimos son las siguientes:

a) Invocación a I5e. b) El NP BototaJ más el sintagma bitebaki5Jbane (sintagma con sufijo de dativo e– ; provisionalmente y de manera imagi- nativa se le adjudicó la interpretación de “jefe del ejército”). c) Divinidades citadas indirectamente: los dii inferi (ba5enyliki) y el gran dios ¿“elevado” (o “de lo alto”)? (antinyli5tu5ane). d) Posible palabra para “conjuntamente” y dos nombres perso- nales unidos por la copulativa –u, tal vez expresando a favor de quien se hace la defixio, lau5iske5 (a5ika5: sekeniusu: atilebeiu: lau5iske5kate). e) una nueva mención de divinidades: el dios del ba (¿”des- trucción”?) (banyli5baitu5ane), la divinidad del mal (kaisanyli5ba­itu5a); y la mención de i5e acompañado de los calificativosnei [tin] (¿combatiente?) y (ta) ilin (¿matador?). f) una pequeña frase verbal: “le han dado una ¿ofrenda? o ¿gue- rra?” (kutur: bite5oketetine). g) Lista de facultades humanas imprecadas y verbo de impre- cación en subjuntivo-imperativo: e5atia5e (en el Vocabulario se llega a una interpretación como “aquel que ha sido dicho”), “la mente” (k’okor) “y” (ta) otra palabra de sentido hipotético por exclusión “todo el cuerpo” (uebar); seguidas por la forma verbal finitatiate (“que ellos ¿coman?”). h) Posible nueva mención de “conjuntamente” (a5ika5) esta vez de “las dos divinidades” (binylikise). i) encuadrados por la mención a iunstirlaku al principio y al final se citan un antropónimo y tres apelativos unidos por el sufijo eai – . El cuarto apelativo va seguido de una palabra que debe hacer referencia a “los descendientes” (iunstirlaku: bototaJeai: selkeaibartuneai: unibeikeai: ane5ai: uni-

356 PLOMO ORLEYL V

beikeai: iunstirlaku) (en redacción finalselkeaibartuneai sería hipotéticamente término genérico de significado desco- nocido selki y “esposa” y ane5ai, tal vez “la parentela”). j) un complejo difícil de analizar: uskeike (“¿a continuación? ¿posterior? ¿los demás?”) + NP bototiki + keieti (¿”prójimo?” unido a la forma verbal finita del verbo de imprecaciónsiaten - se y + uJtalarikaune que hace referencia “a esta defixio” (pero que sintácticamente debe pertenecer al punto siguiente). k) La frase final, muy dificultosa y sin respuesta por el momento. Comienza por lo que parece un antropónimo (bany5eJu[--] lu), sigue la expresión verbal perifrástica “que él se los dé a él” (bite5okebetense) y un sintagma final poco perspicuo (uJkeane5lati) (en redacción final, de forma imaginativa “la fuerza mágica del genio de la parentela”).

Hay que señalar el recuadro que va de atilebeiu a binylikise. En principio un subrayado sirve para destacar una parte del texto, seña- lando su importancia. Puede creerse que aquí se ha querido resaltar una parte de la defixio, la central, tras una parte introductoria y antes de una de desarrollo, aquella que porta lo esencial del mensaje trans- mitido. Sin embargo, lo que también queremos expresar, es que este recuadro no es de por sí lo fundamental del texto. Tiene su importan- cia, sí, pero en relación con el resto de los numerosos elementos que conforman a este.

Ahora bien, tras la reconsideración de iunstirlaku, y de acuerdo con la “hipótesis del enemgo público” el texto adquiere unidad y sentido, no ya fragmentado en secciones inconexas. El resultado se dividiría en tres secciones fundamentales. Sobre el valor concreto de los significantes ya se han señalado las fuertes dudas pertinentes y aquí nos fijaremos únicamente en la estructura:

a) “¡Oh I5e!. A BototaJ jefe del ejército; los dioses inferiores, el gran dios elevado, conjuntamente Sekenius y Atilebe a causa de Lau5iske5, el dios de la destrucción y ¿¿elevado??, el dios del mal y elevado, el combatiente y matador I5e le han dado la guerra, que ellos ¿coman? la mente y todo el cuerpo de aquel que ha sido dicho, las dos divinidades conjuntamente” b) “además, a BototaJ, a selki y a la esposa y a los descendien- tes, a la parentela y a los descendientes y además al prójimo Bototiki que ellos los ¿coman?”

357 L. SILGO GAUCHE

c) “Que ¿bany5eJu[--]lu? dé a este contrato mágico las fuerzas mágicas del genio de la parentela”

La hipótesis del “enemigo público”, o al menos parte de los elementos que la constituyen ofrece la ventaja de simplificar por tanto considera- blemente la explicación del texto. Se trata de una simple posibilidad que explicaría algunas de las peculiaridades del texto.

358 VI LAS DIVINIDADES DE ORLEYL V

Todo texto ibérico es importante filológicamente, pero lo que más destaca en Orleyl V, desde el punto de vista histórico y cultural, es la mención que se hace, de manera indirecta por lo general, de ciertas divinidades.

En 1994 (Silgo, 1994, s.v. iunstir) opinábamos que iunstir era una divinidad por su asociación en contextos cúlticos. Ciertamente este nombre ha poseído otras funciones, singularmente la de saludo. Pero está excluido que se trate de un simple apelativo al aparecer en ergativo en la fórmula i5ika iunstirika. En la obra citada nos inclinábamos a suponer que, por su popularidad, y por ser mencionada en el plomo G.1.1 del santuario de La Serreta de Alcoi, podía ser asimilada a la “Gran Diosa” ibérica frecuentemente estudiada en la bibliografía ar- queológica. En este texto, sin embargo e inesperadamente para nosotros, aparece como conector, sobre este hecho se hablará más adelante en el apartado IX.

Nos parece seguro ahora, que i5ika, antecediendo a iunstir, debe ser considerado su paredro. Esto es independiente de que una forma homógra- fa –i5(e) aparezca asociada a determinadas formas verbales. I5e aparece, tal vez, calificado de “combatiente” nei( [tin]) y de “matador” (ilin). Se trata por tanto de una divinidad con un papel bélico. Por otra parte no se puede dudar de su importancia al anteceder a iunstir en la fórmula citada y por su significativa aparición al principio de la inscripción.

Una serie de divinidades son mencionadas en las primeras líneas del texto. En primer lugar los que con toda probabilidad son los dii in- feri, mencionados en plural como ba5enyliki. Estos parecen estar en oposición a otra serie de divinidades calificadas detu 5ane, acaso ¿del espacio superior?. Entre estas hay una calificada de “grande” anti( ), otra de ba, de significado desconocido pese a lo que se dirá en el Voca- bulario, y otra finalmente del “mal” kaisa( ). Estas dos últimas pueden ser alternativamente no divinidades independientes sino advocaciones de I5e. El profesor Orpustan (comunicación personal, 22-8-08) nos indi- ca que en vasco una n- inicial es difícil, por lo que pudiera tratarse de superlativos: barren ‘el más inferior, interior’, andi(e)n ‘el más grande’, gaitzen ‘el peor’, más difícilmente bin- de bien ‘de los dos’, y ban- tal vez adverbial como los inesivos (non ‘dónde?, han ‘allí’ etc.).

359 L. SILGO GAUCHE

Finalmente se menciona el a5ika5 de “las dos divinidades” (bin- ylikise). Esto evoca inmediatamente a Apolo y a Artemis, pero cier- tamente es prematura cualquier suposición que pueda hacerse sobre su significado. Únicamente a nivel arqueológico debe mencionarse la famosa terracota de La Serreta de Alcoy en que, en un contexto reli- gioso o mítico, una matrona sedente amamanta a dos niños rodeada de flautistas y palomas.

Esta mención de divinidades suele ser frecuente en defixiones. En estas se suele rogar a los dioses del inframundo, a Hécate, Perséfone o Hermes, también a Demeter y a otras deidades. La aparición de unos posibles dioses superi parece entonces una particularidad de este texto. Todos ellos deben poder actuar sobre los seres humanos, impidiéndoles hablar, confundiendo su mente, o, aún más audaz, dependiendo del sentido que se dé al núcleo –a- en tiate y siatense, asimilando sus potencias intelectuales.

360 VII CAUSA DE LA DEFIXIO

De la solución que provisionalmente proponemos para el tracto neitailini5e (cf. en el Vocabulario), podría pensarse que el objeto de la magia de este documento es un conflicto bélico. La objeción que puede hacerse es que los ritos relacionados con este tipo de acontecimientos –la evocatio de los dioses enemigos, por ejemplo–, no tiene nada de subrepticio, sino que se realiza en ritos públicos y solemnes.

Por el contrario, la mención de k’okor, relacionada con vasc. gogo ‘mente’, indica más bien otro tipo de encantamiento, en la línea de las defixiones de carácter judicial, más que de otra cosa, sin que esto pueda considerarse paradigmático.

Como ejemplo de tal tipo de encantamientos traducimos una defixio ática de finales del siglo V o principios del IV a.C. (Faraone, 1991, to- mada de Wünsch, 1897, nº 107):

“Deja Thersilochos, Oino(philos), Philotios, y cualquier otro que es un abogado legal para Pherenikos sea atado ante Hermes Chtonios y Hecate Chtonia. El alma, el pensamiento, la lengua, los planes de Pherenikos, y cualquier otra cosa que él esté haciendo o planeando en relación a mí – que todas estas cosas sean contrarias a él y a aquellos que conspiran y actúan con él”.

Si por tanto la defixio de Orleyl V podía juzgarse como de causa jurídica, u otra no determinada, el hecho de que aparecieran dos nombres de individuos interesados en perjudicar a BototaJ, es decir, Sekenius y Atilebe, que no temían ser descubiertos lo que suponía en principio que su acto no era punible, nos hizo retomar la idea de que podría tratarse de un asunto de alguna manera “bélico”. Hay que tener en cuenta también que, al contrario de las defixiones que hemos consultado y que utilizan siempre la primera persona del singular (”yo te ruego, imploro, oro etc.”), esta utiliza la tercera del plural como sujeto en el verbo de execración.

361 VIII LOS SEGMENTOS CON –EAI

Casi al principio de la segunda parte del texto encontramos la si- guiente secuencia:

BototaJeai: selkeaibartuneai: unibeikeai: ane5ai: uni- beikeai

Esta se repite casi exactamente en Orleyl VIIA:

BototaJeai: selkeaibartoneai: Janikeai: uskeike: au5un[ibei] keai: ane5ai: Janibei5ai: leitaJeai

Fue Jaime Siles (apud Fletcher, 1981, p. 84) quien primero advirtió que la repetición del morfo –(e)ai implicaba una copulativa enclítica. Verosímilmente, y según creo es la opinión de otros autores y la mía, un complejo del dativo –e y la propiamente copulativa –ai.

Nuestra idea sobre esta parte del texto fue al principio que, consi- derando BototaJ un antropónimo, los restantes segmentos también debían serlo. Debo a Antonio Tolosa la insistencia en que debían ser, por el contrario, o bien partes del cuerpo de BototaJ, o bien apelativos de familia igualmente relacionados con él. Efectivamente estas palabras no se corresponden a los cánones de formación de la onomástica ibérica.

Como en el tracto anterior se habían mencionado el k’okor (vasc. gogo ‘mente’) y tauebar (hipotéticamente “y el cuerpo”) el análisis debía orientarse hacia la búsqueda de conceptos de relación familiar.

Una de las tabillas de maldición del Museo de Atenas, datada en el siglo IV a. C. (Audollent, 1904, nº 50) se dirige a Hermes y Proserpina para execrar a Hagnotheo y a los suyos, su mujer Myrrhina, a los hijos directos (liberi en latín) Parthenio y Apollonio y a todos sus familiares, entre los que se cita a Euxeno.

Esta tablilla parece establecer una jerarquía que se aviene bien con la secuencia vista, incluso con el número de apelativos traídos a colación: BototaJeai (NP) selkeai (liberi) bartuneai (esposa) ane5ai (parentela). Como a continuación se menciona a unibeikeai cuya interpretación como “los descendientes” (*uni-bei- pl. ki + eai) fue

362 PLOMO ORLEYL V sugerida en un trabajo anterior (Silgo, 2004c, p. 24), y que al parecer ha sido bien acogida por algún otro investigador, se reforzaba la idea de que estos segmentos eran apelativos referentes a miembros de la familia extensa.

Incluso se podía creer que ane5- era el nombre de la ‘parentela’. Ofrece parecido con el nombre de la familia extensa en ibérico, aune, que aparece en el mosaico de Andelo en abulo5aune = “abulense fa- milia”, según esperamos demostrar en otra ocasión.

Es el conjunto de estas hipótesis el que consideramos más proba- ble.

Bartun- (Orleyl VIIA barton-) parece tener el sufijo correspon- diente del femenino –ton, que aparece en dos nombres de mujeres en inscripciones latinas, Sergieton y Bileseton, y se puede pensar que era el nombre correspondiente a la esposa, si bien queda por explicar el elemento bar-. Hemos realizado en primer lugar un esfuerzo en la dirección de comparar este bar- con radicales de palabras vascas, como baratze ‘huerto’, a partir de un –tze abundancial sobre un *bara ‘alimento’ (Corominas sostiene un origen occitano, muy probable, para esta palabra, cf. Diccionario Etimológico Vasco s.h.v.), que acaso pudiera estar en relación con baraur ‘ayuno’ (algo como *”falta de alimento”), lo que conducía a una complicada formación “mujer que alimenta o nutre”, la cual incidentalmente podría ser el sentido prístino de la palabra para ‘esposa’, a pesar de que en otro lugar (Silgo, 2005b, págs. 1.70-1.071) hemos defendido con mayor verosimilitud que “esposa” se decía a5ora. Al final se ha optado por otra solución, la comparación con un radical indoeuropeo para “uno” (v. Vocabulario).

En cambio selkeai presenta serias dificultades. Sin duda se trata del elemento onomástico selki, aquí como apelativo. El problema radicaba en que en primer lugar se requería un plural para significar losliberi , que hubiera dado *selkikeai, en segundo lugar no hay palabra vasca que se pueda comparar; finalmente, paraliberi , ya habíamos propuesto (Silgo, 2004c, p. 24) el sintagma *au5unibeiki. En la actualidad cree- mos que puede referirse a la familia restringida (padres, hermanos) en el sentido del latín familia.

Antes de llegar a estas conclusiones pensamos en una nueva posibi- lidad resultado de interpretar BototaJ como un “enemigo público”, que

363 L. SILGO GAUCHE supuestamente dirige una fuerza militar contra la ciudad. El paralelo de *unibeik(i)eai con “descendientes” seguiría siendo válido, pero cambia todo lo demás. Estos segmentos con –eai ya no tenían porqué referirse a parientes de BototaJ sino a quienes le auxilian. Algo que contribuye a hacer plausible esta hipótesis es que en Orleyl VIIA el tracto con –(e) ai que sigue a BototaJ incluye Janikeai (*Jani- pl. ki + -eai)), que son “los guardianes”, con vasc. zai(n) < *zani ‘guardián’.

El camino seguido entonces fue comparar bartun con vasc. burdin ‘hierro’, a través de una metátesis y un cierre de la a, acaso por pro- gresiva asimilación a la u, aunque cualquier explicación en este último sentido resulte por el momento ad hoc. La idea que se imponía entonces es que los segmentos siguientes a BototaJeai, es decir selkeaibar- tuneai, íntimamente unidos como manifiesta, en las dos ocasiones en que aparece, la ausencia de puntuación, son partes que se refiren a un “ejército” presuntamente comandado por BototaJ. Si bartun signifi- caba “hierro”, tomado por “las armas” (como latín ferrum), entonces el concepto complementario de la fuerza del ejército es el de los “soldados”. “los soldados y las armas”. Finalmente cambiaba el análisis de ane5ai. Ya no se trataría de un derivado de *aune, sino un compuesto cuya segunda parte sería el ibero-vasco erri ‘pueblo’, pudiendo referirse al populus, o más bien a un topónimo. Ya hemos señalado como es prefe- rible encontrar en los segmentos en –eai nombres de parentesco.

El profesor Orpustan nos comunica (22-8-2008) que en esta serie –ai como coordinante ofrece un parentesco bastante próximo con vasc. bai en el mismo papel repetido en anteposición bai hori bai hura ‘y ese y ese aquel’. Sobre la serie de nombres piensa que siendo nombres perso- nales, en los textos vascos más antiguos medievales (y en los aquitanos) aparecen frecuentemente nombres comunes familiares. Bien que en la serie BototaJ, selke, bartun, unibei (acaso un en relación con vasc. ume ‘pequeño, infante’) no recuerda nada de esto. Sólo el antropónimo Aner se encuentra en textos medievales: Aner 940, 1090, 1119, Anerius antes del 800, 1078, 1090; fuera de esto no hay otra correspondencia.

364 IX FUNCIONES DE IUNSTIR

En 1995 Don Domingo Fletcher reunía exhaustivamente los testi- monios conocidos y las opiniones emitidas sobre esta conocida palabra ibérica (Fletcher y Silgo, 1994-1995). Poco antes nosotros habíamos arriesgado la idea de que se tratase de un teónimo (Silgo, 1994). Con posterioridad se ha sugerido que iunstir pudiera ser un verbo, al aparecer en algún caso detrás de un antropónimo con –te (Sanmartí, Velaza y Morer, 2004, p. 329). Esta última hipótesis encuentra serias dificultades para su aplicación práctica. Entre otras que iunstir no aparece nunca flexionada, que no forma parte del paradigma verbal definido por nosotros (Silgo, 1996) y, sobretodo, no tiene en cuenta las ocasiones en que iunstir aparece encabezando el texto o dispuesta a intervalos como ocurre en el plomo de El Solaig o en estos mismos plomos de Orleyl.

Por el contrario, más recientemente, hemos coincidido con otros autores en que iunstir puede funcionar como saludo (Silgo, e.p.), si bien partiendo de un significado original como teónimo.

Pero incluso esta doble funcionalidad no da cuenta de todas las oca- siones en que aparece iunstir, particularmente, aunque no a principio de texto, en los mismos plomos de Orleyl.

Consideremos el caso en que iunstir aparece varias veces, como encabezando o cerrando una unidad de sentido en Orleyl VIIB. La dis- posición del texto que presentamos no tiene en cuenta las líneas sino solamente la disposición ideal del texto:

A5ine: itikereuteti: belaike: base5nylbe[5ai]: a5e5e: kutut’aike: basbite5oketine: i5ika: iunstirika: Selkiniustai: iunstir Ba5bin[keai] uskeikeai iunstir Lakunyilti5te: atabe5ai: anybe5ai: uskeike: iunstir

La impresión que se saca del cuadro es que en dos ocasiones son dos antropónimos (selkiniustai y lakunyilti5te), y en una ocasión un apelativo (ba5bin[keai]), unidos a otros apelativos coordinados por –ai, los que forman conjuntos enlazados mediante iunstir. Puede tratarse de elementos yuxtapuestos, en que en cada uno de ellos actúe

365 L. SILGO GAUCHE iunstir como la potencia divina en vocativo, siendo inaplicable aquí la idea de una salutación. Pero si queremos dar al texto una unidad de sentido parece que debemos inclinarnos por atribuir a iunstir, en este contexto, una función de conector. En tal hipótesis Orleyl V ya no aparece como un texto segmentado en conjuntos independientes, sino que la segunda parte de la inscripción, después del pautado, queda unida a la parte principal, formando una expresión contínua.

Como conector el sentido literal puede variar ampliamente: “te ruego”, “por favor”, “así sea”, etc., aunque nosostros, por comodidad y eligiendo un término neutro, interpretemos, a falta de nuevos estudios, como “además”.

Siendo así, uskeike, que originalmente debe significar algo como “a continuación” (Silgo, e.p.), debe tener el cometido de reforzar la idea de enlace: “y además” etc.

Esto no significa que eliminemos la hipótesis original de queiunstir se trate de un substantivo, que ha llegado a significar un onomástico divino. Así especialmente en las inscripciones de Liria (Silgo, 1994, s.v. iunstir), y en nuestro análisis de la piedra de Cruzy (Silgo, 2004a), aparece iunstir al principio de un sintagma que se completa con un determinante en aposición al que se aglutina el morfo de dativo –e en flexión de grupo.A divinar como este posible teónimo ha llegado a convertirse en un conector es para nosotros, hoy por hoy, una tarea inaccesible, aunque tal vez no debe desecharse un paso intermedio a través del uso como vocativo.

366 X LA ÚLTIMA SECCIÓN DEL TEXTO

A partir de la segunda mención del verbo para la execración (keie- ti)siatense se produce la tercera y última parte del texto y la más dificultosa sintáctica y, en algún caso, semánticamente. La sección es como sigue: uJtalarikaune: bany5eJu[--]lu: biti5okebetense: uJkea­ne5lati

El núcleo lo constituye la froma verbal perifrástica biti5okebetense que, de acuerdo a nuestras ideas sobre el verbo ibérico (Silgo, 2005c) está formada por los siguientes elementos:

a) bit-: marca pronominal de complemento indirecto prefijada al verbo principal. b) (e)5oke: verbo principal en participio, “dar”. c) beten: verbo secundario flexionado.C uenta con b-, marca de sujeto, y desinencia –ten de imperativo-subjuntivo. d) –se: marca pronominal de complemento directo en objeto plural sufijada al verbo finito.

El conjunto del sintagma vendría a significar “que él los dé a él”.

Las diversas partes involucradas son las siguientes: como comple- mento indirecto podemos considerara a uJtalarikaune, que consta de la palabra uJtalari (“contrato sagrado” vel sim., v. Vocabulario) determinada por el pronombre deíctico cercano en dativo kaune. Como sujeto no se encuentra otra opción que identificarlo con bany5eJu[--] lu. La rotura del plomo dificulta adivinar la forma y el contenido de la palabra, quizás un onomástico. Como complemento directo, en un orden SOV, no encontramos una única palabra, sino un sintagma, al parecer nominal, uJkeane5lati.

La segmentación de este conjunto es clara de por sí. Lati se encuentra en los teónimos aquitanos Horolati y Edelati, y en ibérico en el ponderal de Calafell, como posible antropónimo, ultilatie. Ane5 es una palabra que ya ha aparecido anteriormente, y queda por tanto individualizado el uJke. Pero si la segmentación es clara no lo es la relación entre sus diversos elementos. Nosotros lo hemos intentado, sin resultados defi- nitivos, a partir de los contenidos.

367 L. SILGO GAUCHE

En primer lugar se encuentra lati. No creemos sea la misma pa- labra que el galo lati, cognado del irlandés laith ‘héroe, guerrero’. Al contrario, parece que el contexto más perspicuo es el que ofrece la inscripción aquitana CIL. XIII 60. Esta es una dedicatoria a Diana, al dios Garr(e) y a Horolati hecha por un tal Annous. La coincidencia entre el teónimo Horolati y el nombre del pueblo donde se encontró, Ore (Haute-Garonne), en pronunciación popular Oro, ha hecho que teónimo y topónimo se relacionasen (Gorrochategui, 1984, p. 331).

La explicación más simple para Horolati es, pues, la del “genio de Horo”, a saber, la divinidad tutelar del pueblo donde se hallaba la inscripción. Tal consideración sobre lati es aplicable a nuestro texto si pensamos que ane5, como se ha visto en el apartado VIII, es posible- mente “la parentela” a la que pertenece BototaJ. Ane5, en sí, parece estar compuesto por un segmento ane- y un morfo derivatiro –3.

Sobre uJke, si la división del sintagma se hace a partir de uJke más un compuesto ane5lati “el genio del ane5”, entonces este actúa, sorprendentemente, como núcleo del sintagma nominal cuyo comple- mento es uJke, en orden inverso al que se esperaría en vasco; pero más bien parece que es uJke la parte a quien principalmente se hace referencia. Su presencia en principio del sintagma obedecería por tanto a una focalización, o a cualquier otra explicación, que no dejaría de ser ad hoc. Por su parte, siendo uJke el complemento directo del verbo que se ha analizado más arriba, y que implicaba un objeto plural, deberemos pensar que es una suerte de colectivo, ya que carece de la marca de plural –ki, o que utiliza otra marca de pluralidad (¿-ke, -e?) todavía no comprobada.

En este punto la interpretación quedaría como sigue: “que bany5e- Ju[--]lu dé al contrato sagrado los uJke del genio de ane5”. Siempre en el caso hipotético de que ningún eslabón haya sido roto en esta cadena de hipótesis, lo que nos encontramos es ante un rito de evocatio, pues de alguna manera se estaría invocando la fuerza mágica (uJke) o algo similar, del genio tutelar del ane5 para actuar en su propia contra.

Macrobio, Sat. 3, 9, 6-12 ha transmitido la fórmula de evocatio empleada por los romanos contra los cartagineses en 146 a.C., es de- cir, el rito por el cual se rogaba a los dioses del enemigo para que lo abandonaran y se establecieran en Roma, donde recibirían templos y culto. Es así:

368 PLOMO ORLEYL V

Est autem carmen huiusmodi quo di evocantur cum oppugnatione civitas cingitur: si deus si dea est cui populus civitasque carthaginien- sis est in tutela, teque maxime, ille qui urbis huius populique tutelam recapisti, precor venerorque veniamque a vobis peto ut vos populum civitamque carthaginiensem desertatis, loca templa sacra urbemque forum relinquatis absque his abeatis, eique populo civitati metum formidinem oblivionem iniciatis, proditique romam ad me meosque loca templa sacra urbs acceptior probatiorque sit, mihique populoque romano militibusque meis praepositi sitis ut sciamus intelligamusque, si ita feceris, voveo templa ludosque facturum.

Las diferencias con Orleyl V serían importantes pues solamente se invocaría al genio sin prometerle loca templa sacra ni juegos. Por otra parte es interesante en el conjuro romano la mención del populus y la civitas de los cartagineses. Sobre ane5 no se puede decir que sea ninguna de estas dos cosas, pues populus se diría simplemente erri y la palabra para civitas es iltun, en cambio parece obligatoria la mención del gentilicio carthaginensis. Siendo así, parece confirmarseane 5 sea más bien el nombre de una gentilidad que el de cualquier otra insti- tución comunitaria.

369 XI VOCABULARIO

ANE2AI. Elemento con el sufijo ai– . La posible función de este, tal vez onomástico, se ha estudiado en los apartados VIII y X. El profesor Orpustan nos comunica (22-8-08) que si bien la expresión ane5lati en- tendida como “genio de Ane5” aboga porque este último sea un topónimo (como supusimos en una primera hipótesis de *an- + vasc. erri ‘pueblo’), en vasc. la –i final en compuestos o derivados no cae ante vocales, por lo que ane5ai indicaría más bien una “palabra” ane5 y no *anerri, si tuviera vasc. erri. Para esta última Orpustan nos recuerda que la acepción de ‘pueblo’ es secundaria respecto a la de ‘país, región’.

Es posible, por el contexto, ya que aparece en el último lugar de los nombres de parentesco con –eai, que se refiera a la unidad familiar más amplia, y en este caso la comparación con aune, que como se ha expresado corresponde a las llamadas hasta hace poco “gentilidades” celtibéricas, es posible. La diferencia formal estriba en la simplificación del diptongo inicial y el añadido de un morfo –3. Sin necesidad de recurrir a tales cambios, puede especularse con todas las precauciones necesarias, que se refiera a un grupo familiar. Un grupo que tiene su propio genio protector (lati) y que además puede tener descendientes, por lo que no se trata de una localidad sino de un grupo. Algo como la “parentela”, formada por los parientes de los padres es, simplemente, posible.

ANTINYLI2TU2ANE. Anti aparece también en Liria XL-1 bonan- tite. Para este segmento propusimos antes una relación con vasc. andi (Silgo, 2002, 68), y la misma proposición hacemos aquí. Sobre el camino que llevó a interpretar nyli5 como algo parecido a “divinidad” véase ba5enyliki. La idea es la de una “gran divinidad”, acaso de origen celeste si se demuestra la interpretación que para tu5ane hemos atisbado.

Parece que las divinidades tu5ane se oponen a los dii inferi (ba5en- yliki) que no llevan este calificativo. Nuestra opinión, necesariamente imprecisa y muy provisional, es que tu5ane viene a situarse en la esfera semántica de “el elevado” haciendo referencia a que habitan en regiones que no son las inferiores.

La argumentación es compleja, pero resulta a fin de cuentas cohe- rente. Parte de dos premisas: a) la existencia de una raíz *urr- ‘ciudad’; b) la existencia de un prefijo intensivot -.

370 PLOMO ORLEYL V

1. atendiendo a a) habíamos pensado en vasc. urri, que en alto- nav. y ronc. significa ‘colmo’ y en ronc. también ‘chichón’ ‘joro- bado’. En principio la idea era la de “prominencia”. De esta idea urri habría pasado a significar ‘ciudad’, exactamente como el hispanocelta briga. Así Grachurris, en el Alto Valle del Ebro, es “la ciudad de Graccho”, fundada a principios del siglo II a. C.. Con este significadourri sobrevivió largo tiempo en los Pi- rineos: Creixenturri, “la ciudad de Crescentius”, mientras era reemplazada por iltu en la mayor parte del territorio ibérico. Sin embargo el profesor Orpustan (comunicación personal 22- 8-08) nos indica que vasc. urri en la acepción indicada debe ser antifrásico y antinómino de urri ‘raro, lento, poco productivo’, sin relación semántica con la idea de ‘prominencia’; en todo caso habría urruti, urruco ‘al otro lado, allende’ pero este sentido topográfico no se adecua a lo esperado aquí. Por tanto lo único que sigue siendo válido es que en zona pirenacia existió una palabra urri con la significación de ‘ciudad’. 2. esta raíz *urr- ‘ciudad’ parece unirse al segmento toponomásti- co –gi dando Urgi. Este segmento –gi vale para nosotros tanto como “villa” (Biscargis “la villa de la loma”, vasc. bizkar ‘loma’ ‘espalda’). Urgi es, por paralelos, ‘castro, fortaleza’ que, por estar en lugares altos, podría tener el mismo significado que celta briga (hipotéticamente “villa de lo alto” > “fortaleza”). 3. ahora, considerando b), nos hacemos eco de una opinión de Joan Corominas. Este, en su Onomastico Cataloniae, analiza los nombres de las localidades alicantinas vecinas de Ibi y Tibi. Explica Ibi a partir de un radical *ib- ‘agua’ (vasc. ibai ‘río’, pirenaico ibón ‘lago’), pues Ibi tiene corrientes de agua en contraste con la aridez de otras comarcas alicantinas. Al pasar a tratar de la vecina Tibi, Corominas dice que tiene gran canti- dad de agua, mucha más que Ibi, lo cual ocurre efectivamente. De aquí su consideración del elemento t- como intensivo. Tibi no está aislada sino que comparte la raíz con Tivissa (en latín Tibisi) y con la también catalana Tivenys, lugares así mismo caracterizados por la abundancia de agua. 4. este prefijo, unido a la raíz urr* -, crea *turr- que ha debido existir realmente, pues en toponimia hay –turgi al lado de Urgi. 5. Finalmente, hay una coincidencia que resulta significativa para el sentido de tu5a-. En G.1.1 La Serreta aparece el sintagma tuŕabailuŕa. Como luŕa se relaciona con vasc. lur ‘tierra’, el

371 L. SILGO GAUCHE

contenido es “tuŕa y tierra”, y nosotros creemos, en el contexto de la inscripción, que se puede admitir fácilmente que tuŕa es un concepto opuesto y complementario de luŕa.

Puede solamente hipotetizarse, a partir de lo dicho en 5) que existe una raíz *turr-, con un derivado tu5ane, que parece aplicarse a divi- nidades topográficamente (en la idea cosmológica de la Antigüedad) opuestas a las de “lo inferior”.

A2IKA2 y A2IKA2 18. En principio pensamos para esta palabra en un nexo, semejante a “así como”, “además”. Pero un derivado apa- rece bajo la forma a5ikale(r) en un plomo de una colección particular publicado primero por Untermann (1993) y, después de autopsia, por Velaza (1994).

Plomo I

Su texto es como sigue:

A) 1. Jalaia5kistenai 2. a5ikaletesui: lakuiltum: ka. tasinbai [---]tibani+[.]n [.]+ 3. Jalaia5kiste: ika5: a5ikalereian [---]+[.]tin

B) 1. Jalaia5kiste: be5kebeJa: a5ika 2. kalereiani5: a5ikale: etesur: tikirsur: akia5ko: 3. torsinke5e

Por otro lado tenemos a5ikalerka en F.7.2 (San Antonio de Bechí), que se une al a5ika5 de F.9.5, al a5ika5binisai de F.9.7 y al a5ika5binylikise­ también en F.9.5.

El texto del bronce de San Antonio (Bechí, Castellón) es el siguiente:

][a]lo5sin ]5e: a5ikalerka ]tibaJ: e5tois: a ]JoJintiba ]tui

Esta inscripción está partida, faltando la parte derecha. Por el tipo de material utilizado y por la rotura puede creerse que es un symbolon,

372 PLOMO ORLEYL V es decir, un documento que sirve para reconocerse con la finalidad de otorgar amistad, protección, hospitalidad, como tantos ejemplos del Mediterráneo en la Antigüedad.

En el plomo I de procedencia desconocida hemos encontrado a5ika- lereian. Parece que eian es un verbo por su final en an– , semejante a otras formas abundantemente documentadas (Silgo, 1996). Su núcleo resulta idéntico al de –i-, documentado en los textos vascos más antiguos con el significado de “dar”. Por tanto, de acuerdo a la sintaxis ibérica, el sintagma puede interpretarse como “ha dado a5ikaler” (o, de alguna manera, a5ikaler es el objeto del verbo, ya veremos más adelante que puede haber otra significación). En el bronce de San Antonio hay a5ikalerka, con un morfo –ka que segu- ramente es el mismo –ka identificado hace tiempo por Untermann como ergativo.

En resumidas cuentas. Si F.7.2 es una tessera hospitalis entonces a5ikaler vendrá a significar algo como “ciudadanía”, “patronato”, “tésera” o “hospitalidad”. Pasando al plomo I parece que Jalaia5kiste ofrece a5ikale a varios individuos que aparecen mencionados al final de la parte B.

Recordemos aquí los estudios que sobre esta palabra hicieron los publicadores del texto I. Untermann (1993, 99) relaciona a5ikaler con a5etake de las lápidas, y dice que si a5e/ a5i fuese un adverbio o preverbio kaler se añadiría a segmentos frecuentes con sufijos variados como base5, baJir, bite5, borar, ekiar, e5iar (que, en nota, se inclina a creer que pueden ser considerados como segmentos verbales).

Velaza (1994, 17) dice que el ejemplo de a5ikaler-ka puede resultar revelador para determinar la categoría de la palabra puesto que le acom- paña –ka, que por lo que se cree acompaña siempre a substantivos; y después (p. 22) indica que el documento no le parece una carta, por la similitud de contenido entre sus partes, sino que sea un documento, tal vez de aire jurídico, un pacto o un contrato en que figuran como partes de un lado Jalaia5kis y de otra otros individuos. Dada la naturaleza del soporte podría ser de carácter privado. Nada puede decirse del con- tenido del pacto, pero seguro que tenía que ver con a5ikalereiani5 y a5ikale tesui, que podrían ser desde productos de compra-venta hasta posesiones o usufructo de tierras o cualquier otro concepto del mundo comercial o incluso de relación interpersonal.

373 L. SILGO GAUCHE

Analicemos ambas opiniones. Si fuese a5-ika5 con a5e ‘aquí’ podría interpretarse como pronombre, ‘este’, de donde a5e(n) ‘en este’ o al menos perteneciente a su paradigma. Tal vez las opiniones de Untermann y Velaza no sean incompatibles. Únicamente han incidido en dos aspectos diferentes de la misma cuestión, aunque nosotros creemos que por lo que hace a la función del documento Velaza tiene razón y es, lo que diría yo, “un concepto material (físico o humano)”.

En el plomo IA la frase Jalaia5kiste: ika5: a5ikalereian[…, puede interpretarse como que “Jalaia5kis X hospitium fecit (cum)”, de acuer- do a la conocida fórmula latina y, por tanto, eian podría relacionarse mejor con vasc. egin ‘hacer’.

Sin embargo el hospitium es un pacto público, entre una comunidad y un individuo. Así, de una manera muy difusa, podemos entender a5ika5 como una ligazón establecida entre varias personas, humanas o divinas, que implica obligaciones mutuas. En Orleyl V sería una relación entre sekenius y atilebe primero, después entre los dos nyli5, y, en Orleyl VII, entre los dos isai (bi(n) vasc. bi ‘dos’). En San Antonio y el plomo I a5ikaler sería un contrato de una naturaleza especial, en el último entre Jalaia5kiste y otras personas.

Aquí entra una posible relación con el vasco, muy incierta como se verá después por lo que nos escribe el profesor Jean-Baptiste Orpus- tan. En esta lengua existe el vizc. ronc. alkar, sul. alkhar, alto-nav. bajo-nav. guip. lab. elkar, bajo-nav. lab. elkhar ‘mutuamente, entre sí’. Elkar/ alkar da origen a una serie de derivados con el sentido de “asociación”: alto-nav. bajo-nav. guip. lab. elkartasun ‘alianza’, bajo-nav. alkar artu ‘convenirse, aliarse’, vizc. alkarganatu ‘asociarse, aliarse’, sul. alkargo ‘alianza’, vizc. alkartasun ‘alianza, relación’, alkartu ‘aliar- se, asociarse’.

En el Diccionario Etimológico Vasco encontramos una explicación para el origen de elkar/ alkar. Se trataría de la yuxtaposición entre dos formas del artículo, *(h)ark (h)ar “por él, él”. La explicación es ingeniosa, y sin duda aceptable, si no fuera porque la –r del artículo es suave: -ari ‘a él’, -aren ‘de él’, etc., mientras la de elkarr es múltiple.

El paso de a5ika5 a elkar puede en principio fundamentarse en evoluciones fonéticas banales:

374 PLOMO ORLEYL V

- metafonía de a – i > *e – i: *errikar. - síncopa de la i: *errikar > *erkar. - disimilación: *erkar > elkar.

A favor de esta hipótesis está que en los plomos de Orleyl a5ika5 se refiere, como se ha visto, a la relación entre dos partes, si bien en el plano del contenido esperamos mejor algo como “conjuntamente”; en las otras inscripciones a5ikaler debe ser una asociación entre varias personas.

Con gusto incluimos aquí la opinión del profesor Orpustan quien nos indica (comunicación personal 22-8-08) que efectivamente vasc. elgarr > elkarr no puede proceder de *hark-hari, aunque por otra parte a5ika5 > elgarr resta incierto. Tal vez por puro azar la palabra ibérica recuerda harr-ekharr ‘tomar-llevar’ que indica ‘échanger, échange’, algo aproximado a ‘reciprocidad’.

ATILEBEIU. NP con la copulativa –u. Formación bimembre con ati y lebe. El profesor Orpustan nos indica (comunicación personal 22-8-08), que atile recuerda, por mera casualidad, el húngaro Attila, si bien tal vez sea un derivado de Ata ‘padre’.

BANYLI2BAITU2ANE. Hemos tratado ya de nyli5 y tu5ane. En cuanto a ba- es idéntico al articuloide -ba de otros textos, así podría buscarse un sentido pronominal “él” o ”aquél”.

Pero existe una correspondencia con bite-ba-ki5J-bane. Analizando esta palabra una idea inmediata es conectar este –ba- con la raíz de vasc. ebagi ‘cortar’ ‘decidir’ (eban en toponimia), cf. bagil ‘junio’ (lit. ‘mes de la siega o corte’). La primera de las palabras citadas tiene distintas realizaciones: vizc. y en Oihenart epai, lab. y bajo-nav. ephai ‘cortar’, vizc. guip. ‘corte’ ‘fallo, sentencia’, alto-nav. ‘cerca de la cumbre’ ‘línea de las montañas’. Se podría aducir además bajo-nav. lab. sul. hebain ‘débil’ (Oih.) ‘paralítico’; guip. ebaindu ‘golpear’, alto-nav. ‘rendirse de cansancio’, guip. ‘destrozar, hacer trizas’, lab. ‘dejar medio muerto’; alto-nav. bajo-nav. guip. lab. hebaindu ‘decaer, perder fuerzas’; bajo- nav. hebaindura ‘debilidad’.

De acuerdo a esto podría remontarse una raíz *ba ‘trozo, pedazo’ como lat. caro, corium, curtus. Este radical podría tener también el significado de ‘arma cortante’ cf. lat.seco – segur, siendo indeterminado

375 L. SILGO GAUCHE de ebagi. Según el contenido del texto se podría imaginar, así, que el conjunto del sintagma se refiere a la “divinidad del arma y celeste” o “el dios que corta”.

Otra vía es considerar a ba opuesto y complementario al vecino kaisanyli5, si este hace referencia al ‘mal’. Se contrapondría así un “dios bueno” al “dios del mal”. En las cosmologias mediterráneas esta división de papeles es neta en los egipcios Seth y Osiris, pero no faltan referencias a dioses “malos” en otros pueblos. Por otra parte resultaría completamente arbitrario suponer una tal comple- mentariedad.

Al atribuir a nei[tin]tailini5e un sentido de ‘destructor’ o ‘matador’ nos percatamos de que ba-nyli5 no puede ser el equivalente ibérico de Osiris u otro “dios bueno” y es preciso entonces recurrir otra vez a la comparación con el radical vasco *ba, con los presuntos significados que hemos expuesto supra.

Se podría añadir que en bite-ba-ki5J-bane, bite puede ser vasc. bide ‘camino’ cf. las etimologías de galo Cingeto (‘caminante’ de donde ‘guerrero’), latín exercitus (que ha significado en principio ‘ejercicio’), galo Orgeto ‘matador’. No puede ser ‘matador’, ya que hemos atribuido ese significado a ilin. Para ba- hay que buscar más que un derivado un cambio de significado, indeterminado de un verboba *– - que ha evolucionado a ‘cortar’, y en ese sentido traslaticio puede recurrirse, en consonancia con lo apuntado arriba, a ‘desmenuzar, trocear’.

La solución podría encontrarse en una interpretación de conjunto de bite-ba-ki5J-(bane). Por inducción, aceptando la equivalencia bite- > vasc. bide ‘camino’ pero también ‘medio’ (cf. inglés way) se nos ocurren cosas como “camino-medio de muerte de hombres”, “jefe del medio de muerte de hombre(s)” (que sintácticamente parece más acertado), o “medio de segar hombres”, “jefe del medio de segar hombres” (con la comparación otra vez de seco –segur), aproximaciones muy vagas e inseguras respecto al plano del contenido.

Por otro lado, por lo que hace a los paralelos clásicos, siguiendo con la idea que acabamos de apuntar para ba-, banyli5baitu5ane recor- daría el epíteto homérico de Ares, Brotoloigos ‘destructor de hombres’, Andreiphontes ‘asesino de hombres’. La etimología de Ares mismo se refiere a ‘conflicto bélico’.

376 PLOMO ORLEYL V

Para agotar las posibilidades supongamos al hilo de lo anterior que bitebaki5J no sea ‘ejército’ vel. sim. sino que es biteba- el que asume el sentido de ‘destructor’ o similar, como epíteto de un dios, siendo bite- un prefijo que hace la función de señalar el agente.

Indagando en esta vía se debe mencionar la ocurrencia de bite en el plomo de El Solaig A. El texto: iunstir: beleJair: ka5koJkar bastaibaitieba: balkelakoJka: bite- tui: bar[

Del cual un posible análisis sería (cf. también Silgo, 2004b):

a) Una salutación: “¡Salud Bele8air (hijo de) Ka3ko8kar¡. b) Un sintagma con función de apelativo: La “cosecha” (bastai) + baiti (encargarse) (Santa Perpetua de la Moguda: sibaitin ‘ellos procuraron’ vel sim.) + eba. Si bastaibaitieba es “cu- rator de la cosecha” entonces –eba podría ser el equivalente del formante latino –tor. c) el sujeto agente de la frase: balkelakoJka. d) Bitetui, la actividad realizada. Como tui es apelativo (vasc. doi ‘justo, exacto, cantidad moderada de dinero’) bite será el núcleo del compuesto verbal cuyo sujeto es BalkelakoJ.

Ahora bien, esta propuesta no encaja con lo expuesto anteriormente ya que ambas proposiciones se oponen. Mientras bite- en El Solaig parece conectarse a una acción, en Orleyl V no se trata de un sintagma verbal sino que hemos supuesto un apelativo. Por tanto el testimonio de El Solaig no sirve para averiguar el sentido de nuestro bite.

El análisis de bitebaki5J es por tanto sumamente complejo y no ofrece más apoyo comparativo que el que hemos supuesto con vasc. ebagi, y al mismo tiempo para encajar bitebaki5J con banyli5baitu5a- ne hemos de suponer un significado original para *-ba- de ‘destruir, arruinar’, después especializado en ‘cortar’ o, para ebaindu, ‘destrozar, etc.’. Consideramos esta idea simplemente como el estado en que queda la cuestión, esperando que en el futuro pueda adelantarse en una más clara comprensión.

Véase más abajo la continuación de las hipótesis sobre biteba­ ki5Jbane.

377 L. SILGO GAUCHE

BANYI2EŚU*/ LU. Parece un NP, ya que y5eJ aparece en otras circunstancias presumiblemente con esta función, pero no pueden descartarse otras alternativas. Si fuera un nombre personal sería el sujeto del verbo que le sigue.

BARTUNEAI. Pertenece a la serie de nombres con –eai que hemos visto en VIII. La idea de que pudiera relacionarse con vasc. burdin ‘hierro’, con metafonía, con el significado colectivo de “las armas”, como se ha dicho fue pronto abandonada.

Ya se ha dicho que, por llevar un sufijo propio de nombres femeninos –ton y por pertenecer a nombres de parentesco podía ser “esposa”. Ese elemento bar aparece también en bartin en basbidiŕbartin en G.1.1. La Serreta. Nosotros hemos supuesto en el estudio que realizamos de este texto que se trata de una donación a una divinidad ibérica iunstir y a su paredor iŕe. Es por tanto posible que bidiŕ se refiera a los dos (vasc. bi ‘dos’ o “ambos” “conyugues”. También bartaJ es un elemento onomástico que aparece en Ullastret MLH. C.2.3 y en el plomo de Penya del Moro. Finalmente, en el terreno de la comparación, se encuentra vasc. bardin/ berdin (*bar/ ber- dadin) ‘igual’ que se ha querido hacer derivar de un pronombre ber- ‘mismo’ deducido de bere ‘suyo de él’ y bera ‘él mismo’.

Esta idea de “esposa” y “cónyugue” sugiere algo como “unión”, “jun- tura”. En indoeuropeo hay una raíz *sem- ‘uno’ ‘juntos en uno’ ‘unidad’ ‘junto con’ ‘con’ que expresa una idea similar y podría servir como pa- ralelo. De esta raíz sale antiguo irlandés emith ‘tanquam, quasi’, galés hefyd ‘también’, de *semite; ant. irlandés cumme ‘parecido, semejante’ de *kom-smiio- (que sería como vasc. bardin). Igualmente antiguo alto alemán sin-hiun, anglosajón sin-hiwan ‘conyugues, esposos’ (que correspondería hipotéticamente a barton).

BA2ENYLIKI. Ba5e puede relacionarse con vasc. barren ‘extremo inferior’ (-en es sufijo de superlativo). En principio pensábamos que nyli(5) hacía referencia a las personas citadas en el texto: “el de aba- jo”, “aquél”, pero no era posible encontrar cognados para kaisa, entre otros. Por otra parte parecía claro que –ki era el sufijo de plural. Por ello nos vimos inclinados a suponer, y es una idea correcta, que la men- ción era a unas entidades que aparecen frecuentemente en defixiones, los dii inferi, de donde se deduce para nyli(5) el sentido de ‘divinidad’ aproximadamente.

378 PLOMO ORLEYL V

BINYLIKISE. Con vasc. bi ‘dos’. Como acabamos de exponer creímos que nyli sería ‘persona’ (‘las dos personas’ atilebe y sekenius) pero ahora opinamos que más bien se refiere a un tipo de divinidad.A quí se confirma que ki- es un pluralizador (vasc. –k siempre detrás del artículo -a, genitivo plural ibérico –(e)sken). –se debe ser la marca de plural de objeto directo (‘los’) como en banieka5se (Silgo 1996 y 2004c, 28). A diferencia del vasco la presencia del numeral no elimina la marca de plural. En consecuencia “las dos divinidades (vel sim.)”.

BITEBAKI2ŚBANE. Complejo muy dificultoso incluso a través del mero análisis formal. Gran parte de las hipótesis formuladas partían de la identificación debite con vasc. bide ‘camino’ (ver supra banyli5bai­ tu5ane) por lo que podría creerse que un derivado sería biteba ‘ca- minante’, pero existen otras opciones como que que sea el conocido morfema prefijado a formas verbales bit-. Tal vez lo más seguro sea el aislamiento de ki5J, ya que en Tivissa se encuentra T’autintibaJ sani ki5Jto UrketibaJ. El final bane– en principio lo relacionamos con bainyba5, baniteyba5 para el que hemos supuesto un significado dentro del campo semántico de “jefatura” (Silgo, 2002, 54-55), aunque la forma invita a un análisis más sencillo: el conocido determinante –ban ‘este’ o ‘este es’ más la marca de dativo -e.

Como se ha visto, también los paralelos vascos para –ba- son muy inseguros: vasc. ebagi ‘cortar’, del que el radical –ba- con esfuerzo pue- de amoldarse al posible significado de las dos ocurrencias, pero cuya articulación en el conjunto del entorno resulta dudosa.

En Tivissa ki5Jto parece un diminutivo en –to (cf. Neskato ‘mucha- chita’ ya en aquitano), y sani puede compararse a vasc. sei(n) ‘infante’ (masculino o femenino, Landuchio en el siglo XVI distingue entre ambos como segui mutil y segui nescatoa). Si el conjunto de la inscripción de Tivissa es una fórmula onomástica tendríamos ‘T’autintiba8 infante ki5Jto de U3ketiba8 (o Urketike8)’, en la que para ki5Jto iría bien un sentido de ‘varoncito’.

En consecuencia:

a) Se planteaba por tanto la posibilidad de que ki5J significara ‘varón’ y, aceptando para bite el sentido de ‘camino’ y para –ba- el de ‘cortar’, o, como se ha dicho anteriormente, el de ‘destruir’, obtendríamos un complejo como ‘camino’ + ‘varón de

379 L. SILGO GAUCHE

corte’ de donde ‘guerrero’ y ‘guerrero de camino’ (cf. lat. exerci- tus, galo cingeto). Es interesante que el radical del verbo vasco ibili ‘andar’ coincida con la primera sílaba de bide ‘camino’. b) Si consideramos baki5J como ‘hombre que corta’ o similar, y su deducción de ‘guerrero’, y así mismo un radical de bite, vasc. bide, como ‘paso, pasaje, andada’, y para bane el sentido de ‘jefe’, el significado de todo el complejo sería ‘el jefe de los guerreros en marcha’, esto es, ‘el jefe del ejército’. c) Siguiendo otra hipótesis recordemos lo que hemos dicho a propósito de banyli5baitu5ane sobre el caso de bitetui en el plomo de El Solaig y su posible carácter verbal. Aquí, ¿es posible relacionar bite como verbalizador y ba como substantivo?. En tal caso en bitetui habría un tui (vasc. doi) ‘justo, exacto’, de donde bitetui ‘conformador, ajustador’.

Elegiríamos, siempre siguiendo la hipótesis de que biteba sea ‘destruir, arruinar’ ‘hacer pedazos’ de donde bitebaki5J ‘destruye-hombres’ (*bite- eba(gi)-ki5J).

En ese sentido pensábamos también si biteba no sería elemento postverbal bite-eba o verbal biteba ‘destruir, arruinar’, como sería bitetui ‘ajustar’ ‘¿medir?’ ‘¿calibrar?’. Es decir, baki5J como ‘destruir hombre(s)’ o bien, bite prefijado como morfo de agente resultando algo como ‘destructor de hombres’. d) Si se pudiera mantener que si ba es ‘destruir’ (o algo seme- jante a ‘luchar’) entonces baki5J sería ‘luchador’ u ‘hombre que destruye’. Por tanto volvíamos a la hipótesis inicial, rela- cionando bite con vasc. bide ‘camino’. El resultado de todo el sintagma seguría siendo “jefe de luchadores en camino”, “jefe de luchadores de camino”. Esto es, como se ha dicho antes, ‘jefe del ejército’, como latín exercitus o galo Cingetorix, siendo la manera de designar el ‘combate’ y el ‘combatiente’ muy rica en las lenguas antiguas. e) Tratamos finalmente debane . Ante todo no pensamos que haya correspondencia con alto-nav. vizc. guip. banatu 1 ‘diseminar, separar, divulgar, esparcir, prodigar’ (de *bana ‘uno a uno’, cf. alto-nav. vizc. guip. banakatu ‘diseminar, separar, apartar’); 2

380 PLOMO ORLEYL V

alto-nav. vizc. guip. ‘destrozar, contundir, estropear’; 3 ‘cambiar una moneda en varias inferiores’, 4 vizc. ‘publicar, divulgar’; 5 vizc. guip. ‘gastar’. Aunque es posible que banatu-2 se relacione con guip. ebaindu ‘golpear’, alto-nav. ‘rendirse de cansancio’, guip. ‘destrozar, hacer trizas’, lab. ‘mancar, dejar medio muerto; alto-nav. bajo-nav. guip. lab. ‘decaer, perder fuerzas’.

Por tanto, como se ha dicho al principio y aunque fuera so- lamente de manera muy provisional, se puede especular con que bane sea cognado de bani en las lirienses bainyba5, baniteyba5 y cuyo sentido sea semejante al de “jefe”.

f) hasta aquí opinábamos que bitebaki5Jbane era una palabra en aposición a BototaJ. Pero si del examen de –bane resulta la conclusión mucho más evidente y sobretodo sencilla de que es el determinante –ban ‘este (es)’ más la marca de dativo –e el panorama cambia. Más aún si admitimos para bite que esté relacionado con lo que demuestra ser bit- en sus muchas apariciones: una marca prefijada al verbo. Tendríamos así un sintagma que expresado en términos de gramática generativa se resolvería como:

prefijo verbal + ‘destruir’ + ‘varón’ + (det. + Dat.)

Expresado más simplemente:

prefijo verbal + ‘destruir’ (o cualquier cosa que cause daño o mal) + ‘varón’ + ‘a éste’

De la ligazón lógica de las ideas resulta que se invierte entonces el examen, pues lo que se advierte entonces es un sintagma “a este varón” precedido de otro sintagma en que ba ya no se une a ki5J sino a bite resultando una forma biteba que tiene algo que ver con ‘destruir’ vel. sim.

La idea que ya se ofrece a la mente es un imperativo, algo como “que este hombre sea destruído” o “destruye este hombre”. La segunda es más atractiva pues responde al esquema bit- + forma verbal eba- que figura como tema nudo, sin ulterior marca, lo que en varias lenguas, vasco por ejemplo, resulta una forma de imperativo de 2ª pr. sg. (ekarri ‘traído’, ekar ‘¡trae!’).

381 L. SILGO GAUCHE

Esta última hipótesis resulta adecuada desde el punto de vista sin- táctico, pues ya no se trata en la primera frase de simples invocaciones sino que se impreta a la divinidad (I5e) en imperativo que destruya (o que le cause cualquier mal o perjuicio) a BototaJ, y esto es justamente lo que encontramos en muchas defixiones. En cambio, encuentra el obstáculo insuperable de que bitebaki5Jbane es, así nos lo parece, un apelativo en aposición a BototaJ.

Como conclusión puede decirse que las hipótesis a) y e) resultan, aunque forzadas e inconclusas, las preferibles, mientras f), a pesar de mostrar una explicación satisfactoria desde el punto de vista del análisis formal y del contenido, resulta sintácticamente muy difícil.

Esta conclusión no es definitiva, es simplemente la que en el momen- to actual nos parece como la más plausible, debiendo dejarse la puerta abierta a futuros estudios que esclarezcan la cuestión.

BITE2OKETETINE. La interpretación más verosímil del tracto es ‘ellos le han dado’, con –e como posible desinencia de plural que se encuentra también en algunas formas verbales finitas vascas.

BITI2OKEBETENSE. Gracias a los avances en el conocimiento de la morfología verbal ibérica es posible analizar hoy sin proble- mas este sintagma formado por los elementos bit-, pronominal de complemento indirecto, núcleo del verbo principal e5oke ‘dar’, y flexión del verbo auxiliar en modo subjuntivo-imperativobeten - (cf. b- en vasc. bedi ‘sea él’, sin prejuzgar la totalidad de la forma) con –se como desinencia de 3r. pr. plural de complemento directo. “Que él los dé a él”.

BOTOTAŚ y BOTOTAŚEAI-21. Un antropónimo. Consta de un lexema boto seguido del formante –taJ bien conocido en nombres personales. En su segunda aparición acompañado de la desinencia gramatical –eai. El primero en considerarlo antropónimo fue Don Do- mingo Fletcher (1981, p. 67-68 y 109), que además hizo interesantes observaciones sobre el elemento boto, del que no trataremos aquí por no ser este un estudio antroponímico. Posteriormente ha sido tratado también como antropónimo por De Hoz (1983, p. 49), Faria (1990-91, p. 85; 1992, p. 195; 1994, p. 67; 1995, p. 81; 1998a, p. 230; 1998b, p. 239; 2001, p. 96) y por Rodríguez Ramos (2002, p. 260, 269).

382 PLOMO ORLEYL V

BOTOTIKI. Toda la apariencia es la de un NP formado por boto y tiki, ambos segmentos bien conocidos de la antroponimia. Como an- tropónimo ha sido citado por Faria (1991, p. 190; 1992, p. 195; 1993, p. 151; 1994, p. 67; 1998b, p. 235; 2000, p. 64) y por Rodríguez Ramos (2002, p. 260, 271).

E2ATIA2E. Tracto muy dificultoso en su interpretación, y no tanto por la ausencia de posibles cognados vascos sino, precisamente, por su abundancia (erra ‘rencor’, errai ‘entraña’, erri ‘pueblo’, erran ‘decir’, erre ‘quemado’). Aquí no presentaremos todas las opciones que hemos examinado sino solamente la conclusión provisional.

En primer lugar la segmentación. Por la comparación de e5atia5e con, por un lado, bata5atite en Orleyl VII, y por otra con a5e que aparece en ese y otros textos, podemos dividir e5ati-a5e.

Veamos en primer lugar a5e.

A

Hay que distinguir ante todo que existe un segmento arr- en nombres de parentesco. A él pertenecen el vasco arreba ‘hermana de varón’ y el ibérico a5ora, hipotéticamente ‘esposa’ (Silgo, 2005b). Es meramente posible que a5ine en Orleyl VIIb e iunstira5eli en Orleyl VI deban ser incluidas también aquí. En cambio al paradigma de a5e pueden pertenecer ]a5ebinise en Orleyl VIIa, a5e5e en Orleyl VIIb, a5eka en Pico de los Ajos IIb, a5esa en el mismo plomo, el adverbio a5e “aquí” de la fórmula a5e take de las lápidas, etc.

En Orleyl VIIa tenemos en las líneas 4 y 5 el siguiente texto:

4. [ta]5atite: isai: iltursai5sai: a5ika5binisai: borarnyl/

5. ---]a5ebinise: kalaisebaka5atu5ane: ita5artetara: aJti

La línea 4 es parcialmente susceptible de interpretación: “isai por el (ba)ta5ati (un cargo o título), isai de la ciudad (iltur) y del ¿dios? (v. más adelante i5e), los dos isai conjuntamente (a5ika5)”, y, después, “la divinidad del escrito” (bora debe significar “escrito, documento, etc.” pues en Ullastret C.2.3 borakau tiene el determinante kau, vasc. kau, (h)au ‘éste’ y se refiere por tanto al propio documento).

383 L. SILGO GAUCHE

Si suponemos que después de a5ika5binisai la frase continúa en esa especie de clasificación tendríamos boranyl* [i5] como “la divini- dad del escrito”, pero si ampliamos el análisis y consideramos, más coherentemente, que borarnyl[i5] no es “la divinidad del escrito” (una más de las que se nombran), sino que hace referencia a “las divinidades (mencionadas en este) escrito”, entonces borarnyl [---]a5ebinise puede entenderse perifrásticamente como “los dos ise (isai con /ai/ > /e/) de las divinidades mencionadas en el escrito”, donde a5e asume entonces la función de un pronombre anafórico (el que se refiere a partes ya dichas anteriormente en el texto).

Esto es compatible con e5atia5e. Al principio de una sección en que se enumeran cualidades que han de ser execradas, como k’okor (vasc. gogo ‘mente’), hace falta una referencia de a quién pertenecen las mismas. Luego e5atia5e puede interpretarse como “el e5ati aquel”, a saber, BototaJ.

No es incompatible que a5e haya asumido a la vez la función de pronombre anafórico y, en lápidas, la de un adverbio de lugar, dadas las relaciones existentes en varias lenguas entre el paradigma pronominal y el de dichos adverbios.

B

Mayor complejidad ofrece si cabe el tratamiento de e5ati. En prin- cipio se distinguiría un morfo –ati que aparece muy restringidamente en el léxico ibérico.

Aparte de e5ati el morfo en cuestión aparece en una palabra de cierta frecuencia en los textos, ta5ati. Tenemos un …]ta5ati en Villares Va, F.17.1, un arerita5ati en el plomo de Gruissan y un …]bata5atite y [bata]5atite en Orleyl VIIa. Además hay un bata5ati en el plomo de Liria F.13.2, pero esta es una lectura de Gómez Moreno (1953) donde Untermann (MLH F.13.2) lee boita5ati y Don Domingo Fletcher (1985) boiyta5ati.

Es posible por consiguiente que bata5ati sea una forma fantasma, debida a la aglutinación o yuxtaposición de otro elemento. La hipótesis que hemos adoptado es sin embargo compatible tanto con un comienzo bata5- como ta5-.

384 PLOMO ORLEYL V

Otra palabra en que aparece –ati es bankuturi5atiar en Liria XL-1, segmentable como ban-kutur-i5ati-ar.

Analicemos primero el segmento ta5ati. Una primera aproximación a una palabra de una inscripción no descifrada es por la comparación con una lengua conocida, o bien, por la deducción a partir del contexto, lo que se conoce como método combinatorio.

En cuanto a la comparación, (ba)ta5- recuerda las formas flexio- nadas del verbo vasco erran ‘decir’ con ba- condicional. Así, en el siglo XVI, badarra ‘s’il vient à éter dit par lui’, badarragu ‘s’il vient à éter dit par nous’, badarroçue ‘s’il vient à lui éter dit par vous’, badarraçue ‘s’il vient à vous éter dit par lui’, etc. (Lafon, 1980, p. 304).

Por lo que toca al método combinatorio encontramos que bata5atite parece ser el sujeto de donde procede una sucesión de isai que hemos visto antes en Orleyl VII. En aparente contradicción con lo que se acaba de exponer bata5atite parece una forma de ablativo en –te, lo que supone considerar bata5ati como un apelativo, no un verbo.

En este análisis combinatorio la aproximación es indirecta. Se in- tenta primero deducir el significado deisai para deducir la función del que lo realiza, el bata5ati.

Isai, como tal, no existe en vasco (sería desatinado compararlo a izei ‘abeto’), pero sí se conoce un sufijo derivacional ai– que sirve para formar nuevas palabras a partir de radicales de apelativos. Por ejemplo, de una raíz *ib- ‘agua’ (aragonés ibón ‘lago’) se ha formado el iberovasco ibai ‘río’, por lo regular reducido en ibérico a bai; otro ejemplo, dentro mismo del ibérico, es Jalir ‘dinero’, y su pariente Jalai, de significado desconocido.

Es por tanto posible que de un radical is- se haya formado isai. En concreto en Ampurias I (Silgo, e.p.), hemos interpretado una palabra ibérica is por vasco (h)itz ‘palabra’, y pudiera ser que isai suponga una ampliación del primitivo ‘palabra’ a algo como “frase” u “oración”, en cualquier caso algo que puede ser dicho y, por voluntarista que pueda parecer, el bata5atite: isai se expresaría perifrásticamente como “algo que puede ser dicho por el ya-lo-dice-ati”.

Lo anterior lleva a una deducción: si bata5ati es un apelativo for- mado a partir de una flexión verbal de erran, el significado ha de ser

385 L. SILGO GAUCHE

“el que dice” “el decidor” (cf. latín dictator), un cargo o título referente a una persona cuyas palabras tienen un especial poder o significación.

Acaso una confirmación de que en ba( )ta5ati tengamos como base erran sea la interpretación que hacemos de e5ati, si a5e cumple la función de pronombre anafórico. Efectivamente, a partir de erran (e5- ati) puede suponerse sin violencia que el sintagma señala que la acción de execrar (tiate) tiene lugar sobre el k’okor ‘y’ (ta) el uebar de “aquel que ha sido dicho” (a saber, BototaJ).

Debe ser advertido que la misma explicación puede no ser válida para ban-kutur-i5ati-ar. Aquí tenemos el determinante ban ‘este (es)’, y kutur, que si lo interpretamos como “regalo” (véase infra kutur), sería “este es el regalo” determinado por i5atiar. Aquí, si e5ati parte de una forma verbal, también debe serlo el radical i5- de i5ati. En otro trabajo (Silgo, e.p.) hemos señalado que t’i5an nos parecía una palabra con el significado de “encargado”.E sta palabra podía haberse formado a partir de un verbo *i5an, y, si esto tiene algún fundamento i5ati puede significar “que ha sido encargado” (-ar queda en la obscuridad). El sentido de la frase sería “este es regalo que ha sido encargado”. El porqué de no aceptar como válida esta consideración es que kutur podría tener en esta inscripción el significado de “guerra” (vasc.gudu ), ya que los letreros de Liria XL hacen referencia a la escena, que es de tipo bélico.

Finalizando este apartado queremos señalar una vez más que el hilo de la argumentación no debe enmascarar que solamente tratamos de propuestas provisionales, en casos realmente aleatorias, útiles en cuanto suponen una reflexión sobre la lengua, pero nunca definitivas. Y solamente bajo tal prevención se puede especular con una clasificación de las formas aquí estudiadas, que adoptarían entonces dos maneras: 1.- como raíz verbal + -ati con un sentido de participio pasivo (e5ati “que ha sido dicho”); 2.- como flexión verbal + ati- con un sentido de participio activo o presente ((ba)ta5ati “el que (ya) dice”).

La cuestión queda abierta a nuevas indagaciones.

I2E. Acaso un dativo en –e. Un segmento i5 se encuentra en G.1.1 ilduniFaenai y en Orleyl VII iltusai5sai, por lo que de atribuir a iltu el significado decivitas nos encontraríamos ante conceptos complemen- tarios, acaso ‘la civitas y su territorio’. Pero en Ampurias I y Orleyl VII

386 PLOMO ORLEYL V la expresión i5ika iunstirika nos obliga a considerar un ergativo –ka unido a iunstir, por lo que si consideramos esta última una divinidad (Silgo, 1994) deberemos conceder tal condición también a iF, y acaso más importante que iunstir por ser mencionada primero. –iF es terminación frecuente en nombres personales. En consecuencia las dos expresiones citadas de G.1.1 y Orleyl pueden interpretarse también como otro tipo de opuestos que suelen figurar en la epigrafía clásica, ‘los (asuntos) de los dioses y de los hombres’. Si a esto añadimos que I5e es a lo que parece la principal divinidad del panteón ibérico, y que nyli5 es una suerte de divinidad, resulta muy atractivo pensar que i5 es una de las palabras para designar genéricamente a “dios” en ibérico.

A propósito dejamos para el final una opinión sobre la función de i5e, no precisamente por no estar de acuerdo con ella, sino al contrario para manifestar nuestra adhesión parcial.

En 1990 (MLH III p. 181) Untermann integraba i5e entre los segmentos cortos susceptibles de tener un valor pronominal, lo que con las debidas precauciones ratificaba años más tarde (1996, p. 90). A este dictamen se han adherido Rodríguez Ramos (2005, p. 53) y Orduña (2006, p. 104). Por su parte Joan Ferrer (e.p., agradecemos a este autor la consulta del original antes de su publicación) señala que i5e aparece frecuentemente delante de segmentos que se dejan interpretar como nombres comunes y por tanto actuar como deter- minante.

Nuestra objeción a esto se basa en que i5e en F.9.5 Orleyl se antepo- ne a lo que con toda verosimilitud parece un nombre propio, bototaJ. Además, por otra parte, la concordancia i5ika iunstirika sobre la que se basa en gran parte la hipótesis precedente no puede interpretarse como determinante + apelativo, en primer lugar porque la concordan- cia al modo indoeuropeo no parece existir en ibérico; en segundo por que el paralelo au5uninkika: o5tinseikika de la lápida de Santa Perpetua de la Moguda indica una yuxtaposición. “Por Au3uninki y por O3tinseiki”. Así que en i5ika iunstirika habrá de buscarse un “por i3e y por iunstir”.

Ahora bien, no pasa lo mismo cuando un elemento i5(e) se añade al verbo conjugado. Salvo error, la primera vez que se señaló esta circunstancia fue en nuestro trabajo sobre las inscripciones de Liria (2002, 59) en que la secuencia basJumitatini5e era analizada como

387 L. SILGO GAUCHE bas (proclítico) + Jumi (verbo principal en participio) + (tatin – verbo auxiliar flexionado- +i Fe – marca pronominal en dativo).

Mientras la nueva aparición de i5e en La Joncosa (Ferrer, e.p.) no puede resolver las cosas por la oscuridad del contexto (línea 1ª bare- te: i5e: oskaistire: tikottinte), se produjo un nuevo hallazgo de i5 aglutinado a forma verbal finita en el que hemos llamado Plomo I a propósito de a5ika5 (Untermann, 1993; Velaza, 1994). El contexto de esta otra mención es el siguiente (cara B):

Jalaia5kiste: be5kebeGa: a5i*/kaler eiani5: a5ikaler (siguen cuatro antropónimos)

Jalaia5kiste parece el sujeto de la frase mientras eian- con sus morfos e- y –an entra claramente dentro del paradigma verbal que propusimos en su dia. Por su parte a5ikaler aparece como el com- plemento directo de la frase. El problema aquí consiste en enlazar los posibles antropónimos con el resto de la frase y, sobretodo, explicar la reiteración de a5ikaler. Sobre esto, entra siempre dentro de lo posible que tal repetición se deba a lo que son fórmulas jurídicas estereoti- padas, que enfatizan el acto realizado, como, en mera ilustración: “X hizo hospitium, hospitium con Y”. Sin embargo cabe también esperar que ambos a5ikaler realicen detro del sintagma funciones distintas. Se puede postular, hipotéticamente, que el primer a5ikaler sea efec- tuado por Jalaia5kiste con el antropónimo be5kebeJa, con lo que –i5 aglutinado a eian cumpliría esa función anafórica que intuíamos en nuestro trabajo sobre Liria. El segundo a5ikaler se otorgaría a los cuatro antropónimos siguientes, aunque esta vez, sorprendentemente, sin verbo y sin marca gramatical de relación.

Por tanto, el hallazgo de esta nueva inscrpción, al parecer procedente de Tivissa, no contradice la existencia de un morfo i5(e) pronominal, agregado a formas finitas verbales y que, eventualmente, podría existir como lexema autónomo.

Sin embargo, con esto no se resuelven las objeciones que hemos planteado arriba sobre i5e como segmento independiente en función pronominal, al menos en Orleyl V, La Joncosa y Ampurias I. De este modo, aunque proponer la homofonía de palabras diversas por su origen parezca poco económico, tal vez haya de asumirse provisionalmente como el menos inconveniente de los intentos de explicación.

388 PLOMO ORLEYL V

IUNSTIRLAKU-20 y 27. Como se ha explicado en IX iunstir parece desempeñar aquí una función de conector. Ha tenido otras funciones, bien como saludo e incluso como elemento antroponímico en el Bronce de Botorrita III. El origen, como hemos expuesto en otras ocasiones y como se deduce los contextos, parece ser el de un teónimo, o acaso un apelativo que sirve como tal. Su llegada a carácter de conector parece aún más complicada porque aquí va acompañada de lo que parece un segmento antroponímico laku que vamos a estudiar en cuanto tal.

Laku o lako aparece diversas ocasiones con antropónimos: biki- lako (Ensérune B.1.13), …]lako (Sagunto F.11.9), saltulako (La Bas- tida G.7.2), balkelaku (El Solaig F.7.1), ibekoalaku (Liria F.13.17), lakua5kis (Castell de Palamós C.4.1), laguta9 (Cigarralejo G.13.1), lakueFter (Alloza E.4.5), sakalaku (Serreta G.1.6), …]so5laku (Pico de los Ajos IIIa F.20.2). Hay que añadir, con una fonética semejante, el teónimo Lecubegi y Lacubegi de Ujué (Navarra).

Sobre laku, Michelena (1961, p. 21) y Fletcher (1981, p. 81) creían que podía relacionarse con vasc. lagun ‘compañero’ (actualmente ‘amigo’). En principio la forma lagutaG inclina a pensar que la palabra ibérica es efectivamente lagu(n), pues es rara una coincidencia tan perfecta en la raíz. En tal caso iunstirlaku podría interpretarse como “Iunstir compañera” (en el sentido de “esposa”, recuérdese la etimología *ezlagun “sin compañero” que Corominas propone para vasc. alargun ‘viuda’, cf. DEV s.h.v.), o bien ‘el compañero de iunstir’.

No obstante nosotros creemos que es posible otra explicación. Ésta parte del análisis del derivado de laku, -lakoJ, que aparece en los antropónimo balkelakoJ también de El Solaig F.7.1. y biulakoJ, nombre de un magistrado monetal saguntino. Creemos que este ele- mento aparece en la primera parte de la palabra leguGegik, en alfabeto greco-ibérico, del plomo de La Serreta I (G.1.1), con el típico, en esta inscripción, cierre de /a/ en /e/.

El texto de G.1.1A:

1. iŕike: orti: gaŕokan: dadula: ba9k: 2. bui9tiner: bagaŕok: SSSX<: tuŕabai 3. luŕa: legu9egik: baseŕokeiunbaida: 4. uŕke: basbidiŕbartin: iŕike: baseŕ 5. okar: tebind: belagasikauŕ: isbin

389 L. SILGO GAUCHE

6. nai: asgandis: tagisgaŕok: binike 7. bin: 9alir: kidei: gaibigait

La primera hipótesis que hemos hecho sobre este texto, que como veremos en seguida hemos abandonado, es que legu9egik constituya el objeto directo del verbo ‘dar’, por tanto un objeto material. Antes de ello examinemos algunos segmentos inmediatamente reconocibles. Así tuFa- bailuFa (lección de Fletcher) que expresa dos conceptos complementarios, la ‘tierra’ (vasc. lur ‘tierra’) y su opuesto topográfica o ideológicamente (tuFa). Otra palabra es iunbaida, igualmente dos conceptos relacionados en el que se reconoce la base de iunstir. Finalmente las diversas flexiones del verbo eFoke ‘dar’ (Quintanilla, 2005, p. 515; Silgo, 2005, p. 235).

Hipotéticamente se puede efectuar un análisis en que legu9egik sea lo dado a iunbaida.:

bagaŕok SSSX< tuŕabailuŕa legu9egik baseŕoke iunbaida

Para ello hemos de examinar el documento en su conjunto. En nues- tra opinión las diversas secciones de G.1.1 son las siguientes:

a) “ya damos (bagaŕok) los (ba9k) de cerámica (b­ui9tiner, vasc. buztin ‘arcilla’) que I3e tiene (dadula)” b) “ya damos X a y tierra” c) legu9egik baseŕoke iunbaida d) uŕke basbidiŕbartin iŕike baseŕokar e) el final, especialmente claro: “Tebind y Belagasikau3 finalmente (asgandis, vasc. azken ‘último’) dan tagis a los dos (isbinai) is, dos a cada uno de los dos kidei de dinero (o ganado según otra teoría plausible) (9alir) por promesa (exvoto) (gaibigait)”

Son por tanto las secciones c) y d) las más oscuras. Puede creerse que la –k de ba9k y legu9egik son el plural *-gi (Orleyl V binylikise) con apócope y ensordecimiento de la oclusiva en posición final.

Lo sorprendente es que en d) es iŕe el que da: iŕike baseŕokar puede ser “es lo dado por iŕe” (-ke ergativo, en otras inscripciones -ka). Es por tanto posible que en c) sean las divinidades las que también hagan “lo dado” (baseŕoke) que es iunbaida. En d) puede interpretarse según esto “uŕke basbidiŕbartin es lo dado por iŕe”.

390 PLOMO ORLEYL V

Pero aparte del objeto acaso haya una cláusula de tipo jurídico: “lo dado” (baseŕoke) “en libre y plena propiedad” o “libre de cargas”. O bien, si la primera ofrenda ha sido hecha a iŕe, que se complete con una referencia también a iunstir, es decir “a ambos” o “conjuntamente”. También pudiera ser que perteneciera a la sección anterior.

Todo ello son sin duda posibilidades. Sin embargo nosotros creemos preferible una deducción partiendo de los paralelos existentes ya en ibérico. Es decir, que legu9egik sería un derivado de la base laku que estamos examinando, con /a/ > /e/ que parece típico de este plomo.

Es posible ver una gradación en las diferentes formas. A continua- ción la equivalencia española de laku y derivados tiene un simple fin ilustrativo.

Si consideramos

Balkelaku *’muy fuerte’ (balke, celta balco- ‘fuerte’)

Entonces:

BalkelakoJ *’fuertísimo’

y:

*BalkelakoJegi *“el más fuerte”

Pero siendo laku un substantivo por aparecer en primera posición también es posible buscar, de la manera prácticamente informal que lo estamos haciendo, algo como:

Laku *’alto’ vel sim LakoJ *’muy alto’ Legu9egi *’altísimo’

Y, en este punto, hay que señalar el parecido entre la palabra de G.1.1 y vasc. nagusi ‘mayor, superior, jefe’. El cambio /l/ > /n/ no es habitual. En vasco se da ocasionalmente (larru – narru ‘piel’, lapur – napur ‘ladrón’), pero sin que las formas con n- llegen en ningún caso a predominar. Nagusi, con todo, podría ser la excepción. El final egi– del lexema ibérico recuerda además a vasc. –egi ‘demasiado’.

391 L. SILGO GAUCHE

Si se admite el parentesco entre legu9egi y nagusi el paradigma podría quedar como:

laku *‘muy alto, noble’ lakoJ *’altísimo’ *lakuJeki *‘el más elevado, supremo’

Siempre advirtiendo que la semántica se emplea únicamente a modo de ejemplo.

Como corolario de lo anterior nos parece, hic et nunc, que laku pos- tpuesto a iunstir cumple la función de enfatizar el respeto y la fuerza de la misma. Un título en aposición, como en latín magnus, optimus vel sim..

En consecuencia la cuestión tiene un alto contenido especulativo y está pendiente de una seria revisión.

Finalizamos con las opiniones del profesor Orpustan que nos comunicó el 22-8-2008: iun- le recuerda vasc. jaun ‘señor’ (como a otros autores), y cita en este sentido el antropónimo Iaunti abba (984) así como el suletino Lupus de Jaunte (1160). Le parece bien que laku esté por lagun, bien por ser compañero de alguien o porque “ayuda” al autor de la defixio, en cambio no hay nada parecido en vasco para “alto”. La comparación con nagusi/ nabusi no encuentra obstáculo en la alternancia nasal dental / lateral, pero en conjunto es difícil la comparación hecha.

KAISANYLI2BAITU2A: NEI.

En principio kaisanyli5 estaba al lado de banyli5, por lo que de atribuir un significado a éste en la esfera de lo pronominal tal inter- pretación debía haberse extendido a kaisa-. Pero en realidad kaisa tiene un cognado evidente en el vasc. gaitz ‘mal, dolencia, enfermedad’, gaiso ‘cuitado, pobre’.

La referencia es pues a una divinidad del “mal”, acaso celeste si se acepta lo que a propósito de tuFane hemos dicho en ANTINYLI2TU­ 2ANE.

Fletcher (1981) pensaba que nei pertenecia, con un falso corte, al tracto anterior que resultaba así –baitu5anei, como los otros finales

392 PLOMO ORLEYL V antecedentes. Nosotros pensamos que nei pertenece al complejo si- guiente, si bien ha habido una abreviación, tu5a por tu5ane. Para la explicación de nei véase nei/tailini5e.

KEIETISIATENSE. Este complejo ha sido muy difícil de segmentar e interpretar. Una palabra muy parecida, keitiatelu se encuentra en Orleyl VIIA.

1. en principio, por su longitud y por el final en –atense se podría creer en un sintagma verbal. Un posible análisis hubiera sido entonces kei-etisi-atense. Pudiéndose relacionar en tal caso etisi con vasc. itsasi ‘adherir, agarrar/ prender’, vizc. guip. itsatsi alto-nav. Leiçarraga itxatxi ‘adherir, pegar’. Para el prin- cipio se ofrecían varias opciones. En primer lugar vizc. arcaico gei ‘cosa’, vizc. ronc. sul. ‘material para hacer algo’ (pero ésta es variante de gai). En tal caso, y pensando que esto debía ser un término para la defixio se podría pensar en un substantivo ‘prenda’, del que keietisi sería el verbo. Otra alternativa para keieti era vasc. vizc. gitxi, alto-nav. guip. gutxi, alto-nav. bajo- nav. lab. guti, sul. güti ‘poco’. No cuesta mucho entender que lo aquí expuesto no resolvía ninguna cuestión y que fuese, en consecuencia, abandonado. 2. otra alternativa es que keieti, a través de una reducción normal en vasco (> *kiti), y asibilación, hubiera resultado en *gizi, que se podría postular como radical de gizon ‘hombre’ (ya en aquitano cisson), o bien de gizen ‘gordo’, para el que resulta muy atractivo pensar que contiene el superlativo –en añadido a la raíz. El resto, -siatense, resultaría una flexión del verbo jan ‘comer’. Esta hipótesis es muy atractiva porque supone un sentido concordante del objeto y del verbo: “que ellos coman los hombres (indefinido)”. No obstante, de manera totalmente provisional y carente de una prueba adecuada hemos preferido lo siguiente. 3. el segmento –siatense es efectivamente la flexión de un núcleo *-a-, con desinencia de imperativo-subjuntivo –ten y marca de objeto plural –se, y de la 3r. pr. plural sujeto si-. Respecto a keieti puede pensarse en vasc. gehiago ‘más’, gehiegi ‘demasia- do’, alto-nav. vizc. guip. geien ‘la mayor cantidad posible, más cantidad que nadie’, ronc. ‘principal’, bajo-nav. sul. gehien ‘íd’ ‘primero, primogénito’, pero concretamente con vizc. arcaico y ronc. geide ‘prójimo’. El resultado es “que ellos el

393 L. SILGO GAUCHE

próximo”. Ya advertimos que no tenemos especial afición a esta respuesta.

El profesor Orpustan (comunicación personal 1-10-2008) nos indica que keieti no parece se pueda comparar ni formalmente ni semánti- camente con –kide (con oclusiva de composición).

K’OKOR. La primera ko marcada indica que debía ser sorda. Sin embargo, a través de la sonorización de la oclusiva inicial habitual en vasco nos parece innegable su entronque con vasc. gogo. Según Azkue (Diccionario, 1905) “con esta palabra se designan todas las potencias y operaciones del alma: 1 (común) ‘pensamiento’, 2 (c) ‘apetito, deseo’, 3 (c) ‘recuerdo, memoria’, 4 (c) ‘gusto’, 5 vizc. guip. sul. Gèze ‘intención’, 6 (c) ‘voluntad’, 7 (c) “se usa mucho (dice Azkue) en significación concreta de ‘espíritu, mente”.

KUTUR. La línea vertical que atraviesa la tu se entiende según el sistema dual que representa una sorda, *kutu. Nosotros hemos apoyado que kutur en Liria XII, sin signo diacrítico en la tu, es comparable a vasc. arcaico gudu ‘guerra’ (cf. la polémica sobre esta palabra en Silgo, 1994). Pero con signo diacrítico en la tu, por tanto sorda, pensamos ahora que tiene otro tipo de contenido, acaso también con el que aquí aparece. El punto de partida es la fusayola de El Palomar, con el letrero kut’u / nyba5biane* (Silgo, 1999). Atendiendo al cometido de estas fusayolas escritas, en general expresiones amatorias o de deseo, se esperaría algo como ‘regalo a Nyba5bian’. Este concepto de ‘regalo’ u ‘ofrenda’ vendría ratificado por su asociación al verbo ‘dar’, primero en esta misma inscripción y después en bankuturbite5okan de B.7.38 Pech-Maho. Otras ocurrencias posibles son bankut’u5i5atiar en Liria XL, a la que ya hemos hecho referencia, kutu5a5[… en la última línea del plomo de Gruissan, y, sin gutural, en bastubarerte5okan/ utur (D.0.1, Untermann 1989).

Hay, no obstante, una objeción a que este kutur, incluso marcado, signifique “regalo” y no “guerra”. La hipótesis de “regalo” se entiende bien y no es extraña en defixiones: se entrega algo o alguien a la divini- dad a cambio del favor o para su daño, pero en Orleyl V el receptor del kutur no es una divinidad, sino BototaJ, una persona y verosímilmente la execrada. Dentro de la hipótesis del “enemigo público” cuadra mejor entonces el significado de “guerra”. Únicamente resta añadir que tal es ahora el estado de la cuestión.

394 PLOMO ORLEYL V

LAU2ISKE2KATE. NP con el sufijo de causativo, por comparación al vasco –gati(k), –kate. El nombre es un compuesto bimembre, lau5 e iske5. El problema se presenta al relacionar este nombre con el de los dos antropónimos anteriores, atilebe y sekenius. Semejante estruc- tura, de NNPP seguidos de otro NP con –kate, se repite en el plomo de Castell de Palamós. Parece, en principio, que el contenido del sufijo, ‘a causa de’, indica que el conjuro se realiza a favor o por motivo de esta persona. Hemos pensado que, teniendo en cuenta la reiteración de formaciones semejantes en el plomo del Castell, se pensaría mejor en una marca de procedencia: S. y A. de (la familia de) L., pero el profesor Orpustan (comunicación personal 22-8-08) nos indica que la primera posibilidad es la válida.

Igualmente el profesor Orpustan nos dice que lau5 se relacionaría mejor con vasc. laburr ‘corto’ que con laur ‘cuatro’ (Xemen laburra en 1072), e iske5 con vasc. ezkerr ‘izquierda’ (Acenar ezquerra en 1083).

NEI/TAILINI2E. Ya hemos explicado que preferimos juntar nei al tracto de la línea siguiente. Nei es principio de una palabra muy conocida en ibérico, neitin, y nosotros pensamos que ha habido efec- tivamente un acortamiento. La segmentación que hemos realizado es, por tanto, nei[tin]-ta-ilin-i5e, y la interpretación, que con las dudas pertinentes aquí ofrecemos, es la de “el guerrero y matador I3e”.

Martín Almagro Gorbea ha realizado en los últimos años (2002) el estudio más completo sobre neitin. Parte del hallazgo de un grafito escrito en griego, ]niethoi[, sobre una cerámica hallada en Huelva y datada a principios del siglo VI a.C.. Almagro relaciona esta palabra con la divinidad accitana Neton, conocida por un texto de Macrobio, con el neito del Bronce celtibérico de Botorrita I y con el ibérico neitin. Sobre el conjunto de estos considera tres posibilidades:

a) Que se trate de un apelativo como “guerrero”, “héroe” o “bri- llante”. b) Que sea un teónimo basado en ese apelativo, utilizado para denominar a una divinidad. Netos “el Guerrero”, “el Héroe”, “El Conductor Supremo”, o quizás “el Resplandeciente”, “el Brillante”. c) como apelativo o, más probablemente, como teónimo, puede también ser utilizado para formar antropónimos.

395 L. SILGO GAUCHE

Las etimologías que Almagro propone para *neit- son el celta nia, níath ‘guerrero’ ‘héroe’, del indoeuropeo *neitos, con una raíz *net- ‘guiar’ ‘conducir’ o *nitu- ‘combate’. O bien el indoeuropeo *nei, ni ‘bri- llar’ ‘resplandecer’ (como latín nitidus), que es sugerente pues el texto de Macrobio se refiere a la imagen de Neton – Marte como ornada de rayos.

Todavía podría añadirse un paralelo mediterráneo. El de la diosa egipcia Neit, que en griego y latín se escribía neith, neit, neeth, y que se identificaba conA tenea. Era la diosa vaca, que representa las aguas primordiales de donde surge el mundo, madre del dios solar y de todo lo que se extiende en la faz de la tierra o en los cielos. Para la creación no necesitaba de ningún elemento masculino. Por tanto es la entidad creadora femenina. Pero a pesar de la homofonía, nosotros creemos que el contexto de apariciones de neitin no favorece el establecimiento de relaciones con esta divinidad.

Independientemente de esto, para el ibérico neitin y sus posibles cognados, el meritorio estudio de Almagro Gorbea precisa lo funda- mental. De sus diversas interpretaciones nosotros pensamos que la etimología más probable es la del irlandés nia, niath ‘guerrero’, no sólo por que su estructura se asemeja más a la de neitin (probablemente un derivado en –in), sino por las relaciones estrechas entre celtas e íberos a lo largo de los siglos.

Una cuestión no atendida es si neitin puede relacionarse, y en tal caso de qué manera, con vasc. neitu ‘acabar, finalizar’ ‘completamente, del todo’. Neitu aparece únicamente en Ohienart, pero –lo que no se había señalado hasta ahora- también en el Suplemento del dicciona- rio de Larramendi (1745). Como es sabido que tanto uno como otro se sirvieron de los Refranes y Sentencias de 1596, es posible que neitu procediera de este libro, esto es, perteneciente al vizcaíno del siglo XVI (el profesor Orpustan nos indica que este vasc. neitu procede del romance net, 22-8-08).

La siguiente sílaba a nei[tin] es –ta-. Se puede pensar que esta forma es la original, *neita, como primer miembro de compuesto y neutrali- zación de la última vocal de neite. Empero esta solución es de algún modo rebuscada. Nosotros preferimos pensar que nei es abreviatura de neitin y que ta puede asimilarse a vasc. (e)ta ‘y’.

396 PLOMO ORLEYL V

Ilin presenta varios paralelos en vasco. En primer lugar il ‘mes’ (tam- bién ‘luna’ en Azkue). No se sabe como encajar esto en una referencia a iFe y por tanto resulta muy conjetural. Si vasc. il ‘mes’ se refiere a una ‘revolución completa de la luna’, o tiene que ver con algo de ‘medir’, o se refiere ‘al final’ de alguna cosa tales hipótesis abarcan profundidades inconmensurables de tiempo y resultan poco convincentes.

Mucho más apropiada es la idea de unir ilin con vasc. ildu ‘matar’ e incluso ‘morir’, desde que erio e ildu han tendido a confundirse. El final in– de ilin sería el mismo sufijo de “femenino” aceptado para el ibérico, pero que tal vez es un simple derivativo si tenemos en cuenta que también aparece en topónimos como Kelin. Ilin sería así parecido a “mortal”, no en el sentido de ‘que posee una vida perecedera’, sino en el de ‘que causa la muerte’.

En relación a esto queremos señalar que el profesor Orpustan nos indica (22-8-08) que en ilin el final in – recuerda el sufijo de autor vasco –gin.

Recordemos que i5e va unido a iunstir. Hasta tal punto esto es así que habíamos pensado sino sería una advocación de la misma. No obstante resulta más apropiado considerarlo una divinidad aparte.

SEKENIUSU. Un NP con la copulativa –u. Nombre compuesto bi- membre seke-nius. Jean-Baptiste Orpustan (comunicación personal 22-8-08) nos dice que la primera parte recuerda, tal vez por casualidad, vasc. zeken ‘avaro’.

SELKEAI. Sobre este elemento véase el apartado VIII y su parecido al elemento onomástico selki. Por los paralelos clásicos se puede pensar en un concepto de parentesco; mencionado antes del hipotético nombre de “esposa” (bartun/ barton) puede significar la familia nuclear a la que pertenece BototaJ (tal vez solamente los padres y los hermanos).

TAUEBARTIATE. Sintagma de dificilísima segmentación y del que no nos atrevemos todavía ahora a dar una explicación de conjunto. Sin embargo es seguro que tiate es una flexión verbal –resultado al que se ha llegado tras reiterados y laboriosos intentos-, y nos inclinamos a pensar que la ta inicial representa la conjunción vasca. (e)ta ‘y’. Expo- nemos por orden cronológico las hipótesis que hemos manejado hasta el momento tanto para la segmentación como respecto al contenido.

397 L. SILGO GAUCHE

1. un primer análisis posible era tauebar-tiate. La primera parte podía haber evolucionado como *hauebar > *hobar > *hohar > vasc. o(h)arr ‘advertencia, atención’ (oartu ‘que se ha apercibido de’). 2. otra posibilidad es tau-ebar- *diate “él a él”. Tau como en *tauci –la raíz reconstruida por Corominas para val. cat. tossal, arag. tozal ‘cerro’, en el sentido de “prominencia” (pero ahora creemos que corresponde a Tuci), y ebar con vasc. ebaki ‘cortar’. O bien etxeki ‘adherirse, sostener ‘agarrar’ en Oihenart. 3. alternativamente ta vasc. e(ta) + uebar vasc. o(h)arr + tiate con –te desinencia de substantivo verbal, como loite en la lápida de Sinarcas. 4. Teniendo en cuenta que en ibérico no existe [w] y que los finales en r– son frecuentes la segmentación podría ser tau- ebar-tiate. Tau podría ser una preposición, por extraño que pueda parecer en ibérico. Se puede especular igualmente en que fuera una t- intensiva (turgi – urgi) + au. Ebar sería un substantivo. 5. examinando los posibles significados, si tauebartiate se refiere a un facultad humana que es execrada habría algunas que descartar, como vasc. ikusi ‘ver’, entzun ‘oir’, ikasi ‘apren- der’. Esto se basa en que las dos palabras precedentes parecen ser cualidades humanas, tales k’okor ‘mente’ y e5atia5e de sentido discutido como hemos visto pero sin excluir que pueda ser considerada como tal. Pero en tal caso tauebartiate sería lógicamente más breve, se trata por tanto de un compuesto. 6. ante la dificultad del tema se plantea un análisis fraseológico. Es decir: a) apelativo con determinante que introduce el tema (e5atia5e), b) foco, susbtantivo como CD, c) verbo. A partir de aquí las posibilidades, girando en torno a la consideración de k’okor como ‘mente’ son muchas. Sin embargo ninguna de ellas nos ha satisfecho. 7. Se plantea la explicación como una única forma verbal: tau- ebar-*diate “a él le sea por él”. La dificultad consiste en que tau no tiene paralelos como prefijo, ebar queda aislado (no existe un * ebarri vasco). Por tanto pudiera ser ta- (*da-) como marca de 3r. pr. sing. + u (que en Ampurias I hemos inter- pretado como “aprobar”) y, acaso, vasc. opa ‘ofrecer, regalar’. Hipotéticamente se puede intentar *da (marca de sujeto)-u- ebar-tia (pl.) -te (subj.). El núcleo ebar se relacionaría con

398 PLOMO ORLEYL V

vasc. ebatsi ‘robar’, y el resultado sería como “róbale la mente por el bien del pueblo” (si e5atia5e tenía que ver con vasc. erri ‘pueblo’ + arren ‘imprecación’ ‘ruego, súplica’ ‘exclamación ¡por favor!, Jaungoikoarren ¡por Dios! – ya hemos dicho que esta última posibilidad ha sido descartada), ‘aunque, sin embargo (con verbos conjugados)’. O bien “que ellos le roben a él” con si –ti- marca de 3r. pr. pl.. 8. en una línea semejante: *dau (3 pr.)-ebar (V) –ti (tz)- a (vocal de enlace) -te (subj) “que ellos le roben la mente por el bien del pueblo”. 9. Modificación de lo anterior: de dadu ‘él ha, él tiene’ (G.1.1 dadula) a * daue: “ellos tienen” + barti como bartin (basbi- diFbartin G.1.1) + signo de plural: -e o –ti. 10. en una formulación semejante a las flexiones nor-nori vascas habría un signo de sujeto *d- o *da- + signo de objeto. 11. Siempre dentro de una hipótesis verbal de conjunto se tendría un núcleo verbal bar articulado como *d (nork) –auebartia- te (subj.). 12. También * da-uebar-tia-te: “él lleve”, sin marca nori. 13. ó, tau + ebar + tiate, siendo éste “ellos-a-subj”. 14. otra posibilidad: relacionar ebar con bastaibaitieba (El Solaig). En otra parte la hemos analizado como bastai vasc. batzai ‘cosecha’ + “cuidado” (sibaitin “ellos procuraron”) + eba. La dificultad estriba en adivinar qué es eba y dar una explicación conjunta al segmento de El Solaig y al de Orleyl V. 15. Siempre dentro de la hipótesis verbal, y considerando que puede haber dos frases yuxtapuestas se puede intentar: “ellos le han declarado la guerra, ellos le llevan la mente”. La for- mación sería tau “a él” (igual al *bid- de otras formas), ebar (indet.), verbo auxiliar con núcleo –a- en tiate. 16. otro análisis: *daue = “a él”, formado por * d- (pn. pr. 3ª pr. sg.) + -a- + alargamiento en –u. Quedaría el verbo ebar, con núcleo bar acaso relacionado con vasc. ebatsi ‘robar’, resultando algo como “ellos le roban a él la mente”, o bien, si –bar- porta el sentido de la execración, significaría como “fijar, execrar, impedir, paralizar”. 17. Si fuera un complejo formado por una sucesión de formas pronominales en que *bar fuera un pronombre se aislaría como forma flexionadatiate . Es en este momento cuando nos percatamos que ti- era la marca de sujeto de 3r. pr. plural,

399 L. SILGO GAUCHE

equivalente de keieti-siatense en la misma inscripción sin más diferencia en la segunda que la adición del pronombre –se. Por tanto resultaba una forma originaria *ti- que habría evolucionado por sonorización a di- en el presente del verbo finito vasco dira( ‘ellos son’) y había sido asibilada en el pre- térito (ziran ‘ellos eran’). El núcleo parece idéntico al de vasc. jan ‘comer’. 18. Sobre esta base firme se podía ir a una más exacta identifi- cación de tauebar. Como en 1), un *tauebar podría haber resultado o(h)arr . 19. ó bien habría un corte *tau > *hau + substantivo eba(r) el cual también llevaba a o(h)arr. No obstante nos resistíamos a ésta etimología. 20. ante los obstáculos para una correcta interpretación de taue- bar probamos si habría abreviaturas cuya existencia estaba complicando la cuestión. Partiendo de u habría, entre otras, *ureba, *ugeba, *udeba. La primera recordaba vasc. ura ‘aquél’, la tercera la palabra udaletxe que en dos localidades vascas designa al ‘ayuntamiento’ (y que nosotros nos pregun- tamos sinó será sencillamente ‘casa de la pera’, vasc. udare ‘pera’). La segunda no contaba al parecer con paralelos. 21. ante esto nos planteamos si k’okor tauebar- no podrían representar conceptos complementarios: “mente y cuerpo”, puesto que ‘cuerpo’ se dice en vasc. gorputz, que es un claro latinismo, excepcionalmente tomado del nominativo. Por otra parte también existe soin ‘hombro’ que se toma alguna vez como ‘cuerpo’. En todo caso habría un compuesto o derivado de una raíz u-. 22. otras hipótesis sobre que u representante una raíz o palabra abreviada: *uge-bar (basbidiŕbartin), alto-nav. vizc. guip. ugari ‘abundante’, sul. hügü ‘repugnancia, tedio, aborrecer, detestar’, guip. uguitu ‘hastiarse’, sul. hügün ‘asco, repug- nancia’. Con evolución a /o/ vasc. obe ‘mejor’, vizc. guip. obari ‘provecho, producto, ganancia’, oben ‘pecado, defecto, culpa’, bajo-nav. oboro ‘más’, o(h)e ‘cama’. 23. Desde un punto de vista inductivo, siempre contando con k’okor como ‘mente’: “mente y voluntad”, o “mente y per- cepción”. “Mente y sentidos” queda excluído porque habría de aparecer una marca de plural que no existe en tauebar. 24. una hipótesis desesperada. Fletcher (1981) señala que tau se encuentra en tautin. La etimología de esta palabra ha sido

400 PLOMO ORLEYL V

discutida. Algunos autores se inclinan porque sea *tauta, una palabra que designa el ‘pueblo’ en lenguas i.e. occidentales. Esto llevó a una hipótesis retorcida y finalmente inasumible: si tau[tin]ebar significaba algo relacionado con el “pueblo”, hipotéticamente “la asamblea del pueblo”, en congruencia con e5atia5e si éste significavir publicus (¿pretor?), entonces k’okor podría tener el sentido de una institución, y si estaba relacionada efectivamente con vasc. gogo se podía buscar un significado dentro de esa esfera, acaso “el Consejo (encarga- do de pensar y aconsejar a las autoridades)”. Por tanto en el sintagma e5atia5e k’okor tauebar- se mencionarían a los tres órganos fundamentales de la civitas. 25. es cierto que lo más sencillo y aparente es considerar que tras la execración de diversas facultades humanas, sin retorcer los sentidos de e5atia5e y de k’okor, entonces tauebar se podía acercar a vasc. o(h)arr, que al fin y al cabo representa también otra importante cualidad del ser humano (hoy como substantivo ‘advertencia’). Pero el Diccionario Etimológico Vasco proporciona impedimentos para esto. No tanto la hipó- tesis de Schuchardt de derivar la palabra vasca del bearnés goarar, fr. garer ‘atracar las barcas’, sino porque Lafon (1946) lo recoge e indica que existen las variantes goare, goere, oere. A su vez en el diccionario de Azkue figuran ronc. goarpen ‘pensamiento’, ronc. goartan ‘pensando’, bajo-nav. goarteman ‘examinar, observar’, ronc. goartu ‘acordarse’. 26. Volviendo a una hipótesis verbal, suponiendo que ante el verbo finito hubiera un complejo pronominal, del tipo de los que se dan en las lenguas románicas, se podría especular con *daue = ‘a él’ (o sea, “que ellos les coman las entrañas (si e5ati- vasc. errai ‘entraña’), la mente de ellos”), habiendo diversas alternativas para –bar-, como bere ‘su (de él)’, bera ‘blando’, o el ya citado ebaki ‘cortar’. 27. alternativamente podemos remitirnos para u a vasc. uki ‘tacto’, posiblemente de un *uka ‘mano’ (ukarai ‘muñeca’ de *uk-garai lit. ‘arriba del uka’; ukalondo ‘codo’ lit. ‘al lado de la muñeca’). 28. También se puede conectar un hipotético pronombre taue con otro también hipotético de relativo bar, que no coincide con nada vasco conocido. 29. una última idea, taue pronombre personal en dativo ‘a él’ + bar representando una forma antigua del artículo vasco (h)

401 L. SILGO GAUCHE

ar-. Esta hipótesis nos ha gustado mucho, por lo que tiene de reconstrucción, pero es enteramente endeble, por lo que hace a la gramática. 30. Por pura inducción, después de mencionar e5atia5e y ‘mente’ se especula con otras palabras, no pueden ser “los miembros” porque se necesita plural, tampoco “el cuerpo entero” pues tendríamos vasc. oro, ni, como se ha dicho, “los sentidos”, que también necesitarían el pluralizador. 31. La formulación consistente en ver en uebar la palabra vasca o(h)arr sigue siendo buena. Se diferencian ambas en el distin- to timbre de la vibrante final, lo que es un obstáculo, pero el sentido es asumible si suponemos para el lexema vasco una idea prístina de “percepción”. La evolución fonética sin em- bargo presenta problemas: de un *uhebar se esperaría *uhea/ *ohea, o, por acortamiento, *uhe / *ohe. Si suponemos *uebar > *ueha el resultado más probable sería *oha/ *uha. Como se ve los obstáculos no son insuperables pero sí complicados, y véase en 25) otras diferencias de forma.

Era preciso llegar a este punto para señalar que no se ha encontrado una explicación satisfactoria vasca ni para tauebar ni para uebar. Es por ello que ahora nos sentimos inclinados a pensar que ta es vasc. (e) ta ‘y’, coordinación requerida por la enumeración de substantivos del mismo campo léxico, y que respecto a uebar, si bien presentaría [w], lo que no se suele entender como ibérico, puede concebirse no obstante como caso aislado. También puede pensarse, para eliminar la [w], que ha habido una contracción: *ta + auebar > * t’auebar.

La solución para el contenido de este *t’auebar o *ta uebar debe encontrarse por caminos distintos al de la comparación. En primer lugar si se trata de execrar una persona de la que se menciona la “mente” la parte complementaria y arquetípica sería la de “cuerpo”. En segundo lugar son habituales en las defixiones las execraciones de partes del cuerpo, desde la frente y los ojos incluso hasta los pies, y en Orleyl V todas esas partes se expresarían por el término genérico de “cuerpo”. Precisamente esto último es lo que ocurre en una defixio encontrada no hace mucho tiempo en Alcácer do Sal (texto establecido por Guerra, 2003; vide también Ribeiro, 2006): “¡Oh Señora Megara Invicta!. Tu, que recibiste el cuerpo de Atis, dígnate recibir el cuerpo de aquel que robó mis bagajes, que me las robó de la casa de Hispano. Te ofrezco como regalo el cuerpo y el alma de aquel para que yo encuentre mis

402 PLOMO ORLEYL V cosas. Si encontrase ese ladrón, entonces te prometo, Oh Señor Atis, un cuadrúpedo como víctima. ¡Oh Señor Atis!, te ruego por tu Nocturno, que hagas con que yo las obtenga cuanto antes”.

Que el sintagma tauebar (acaso *t’auebar o *ta uebar) signifique “y el cuerpo” es por tanto verosímil. A su vez si bar tiene que ver con algo como “uno” “unidad” (cf. bartuneai) puede entenderse también como “todo, entero”, es decir ue-bar como “todo el cuerpo”. Aquí lo ofrecemos simplemente como una posibilidad digna de estudio.

Queremos agradecer finalmente al profesor Jean-BaptisteO rpustan que nos indique la dificultad de relacionar uebar y oharr, habiendo la posibilidad de que esta último venga de *gogo-har ‘tomar en espí- ritu’.

UNIBEIKEAI –24 y 26. En publicación anterior (2004c) hemos seña- lado que *uni-bei-ki-eai, sintagma formado por un ‘nacer’ ‘engendrar’, el segmento bei, el pluralizador –ki y el morfo –eai, viene a expresar ‘y los descendientes’. No encontramos motivos ahora para cambiar de opinión. Sobre los apelativos con –eai véase el apartado VIII.

USKEIKE. Ya hemos hablado de este segmento al referirnos a iunstirlaku. Aparentemente formado de un radical usk- y el morfo gramatical –ike. En vasco (cf. Silgo e. p. Ampurias I) se encuentra bajo- nav. ronc. sul. uzki ‘trasero’, un eufemismo por el más propio ipurdi. El sentido original de uzki será por tanto ‘parte trasera, post’, cf. bajo-nav. uzkitik ‘en pos, a continuación’.

Esto choca aparentemente con la firme vinculación entreiunstir y uskeike, por lo que sería preferible pensar en un apelativo en aposi- ción a iunstir, una epiclesis o adjetivo determinativo. Para confirmar lo que la comparación establece vamos a señalar las apariciones de uskeike en estos textos.

Orleyl V

[sección con –ai] iunstirlaku: uskeike: bototiki

Orleyl VI

1. [iu]stir: atune: niso5barai: o5titar [---]

403 L. SILGO GAUCHE

2. [ustar]ike: uskeike: iustir: ane5: iustir 3. [ius]tir: bototaJeike: uskeike: iu[s]ti a5eli 4. [tu]5ane: Jalir: o5keiaba5e[i] i[ustir] 5. --- [tir]---[yi]

Orleyl VIIA

1. iunstir: atune: ba5binkeai: uskeike: iunstir: ba --- a5 --- 2. bototaJeai: selkeaibartuneai: Janikeai: uskeike: au5un[i 3. bei]keai: ane5ai: Janibei5ai: leitaJeai: bototaJte: banta- kikia 4. [bata]5 atite: isai: iltursai5 sai: a5 ika5 binisai: borarnyl[i5] 5. a5ebinise: kalaisebaka5atu5ane: ita5arteta5a: aJti[... 6. [kalais]ebaka5atu5ane: iunsiryi: beleJakineai: ka5esta- reai 7. ---]tin: bata5atite: uskeikeai: siai: keitiatelu: akinirte: 8. ---]se: iakikinu5e: basiaukeku: ku5siaukeku

Aquí uskeike se encuentra en un primer caso entre NP y un ape- lativo, en el segundo se enlaza por el sufijo eai– a la serie de NNPP caracterizados por ese final.

El mismo uskeikeai, con NP en –eai aparece en Orleyl VIIB lín. 4; en la lín. 5 al final de una serie de NNPP con ai– y antes de iunstir.

La conclusión es que no siempre depende de iunstir. Si bien tiene con ésta una relación evidente, también puede ligarse a antropóni- mos. Por tanto la etimología propuesta resulta factible, acaso como “lo siguiente”. Aquí, en aposición a iunstir, debe reforzar el sentido del conector (véase apartado IX).

UŚKEANE2LATI. Tracto tan fácil de segmentar como difícil de interpretar. Si está en relación con el verbo anterior se esperaría un CD.

Lati aparece en ultilati, al parecer un NP, en el ponderal de Calafell publicado por Velaza, pero también en dos teónimos aquitanos: Horolati (Gorrochategui nº 543) procedente del pueblo de Ore (pronunciado Oro), y Edelati deo (Gorrochategui nº 485) de un lugar desconocido pero con

404 PLOMO ORLEYL V una base ede que recuerda la valenciana Edeta. En estas inscripciones aquitanas parece que lati ha de ser el equivalente del genio latino, el espíritu de la comunidad. Ya se ha visto (apartado X) la solución provisional que se da al sintagma, señalamos además que existe en algunos nombres personales ibéricos un segmento an, aparentemente ausente en vasco.

Hay muchas más dificultades para analizaru Jke. Puede pensarse en un derivado de vasc. (h)uts ‘vacío’ ‘mero, puro, simple’ ‘yerro’, ‘defecto, tacha’ + -ke (hay –ika en ciertas palabras prerromanas como *baika > vega, *munno-ika > muñeca). O bien buscar una explicación como abreviatura de alto-nav. *usgune ‘cavidad, ¿espacio vacío?, husgune (Pouvreau) ‘depresión de terreno, trecho vacío’, de (h)uts.

Otra palabra vasca parecida es utzi ‘dejar’ (por extensión ‘permitir’), cuya relación con la palabra ibérica se puede solucionar recurriendo a otra terminación del participio.

Lo que se puede decir es que no nos ha sido posible llegar a ninguna conclusión semántica sobre uJke.

El profesor Orpustan (comunicación personal 22-8-08) nos dice que uJke no tiene paralelos vascos para ‘fuerza’ o ‘fuerza mágica’.

UŚTALARIKAUNE. De inmediato es reconocible en kaune el pronombre demostrativo vasc. (h)au, gau, kau ‘éste’, en caso oblicuo, (h)oni ‘a éste’. La lección de Untermann uGtalarilune no aclara nada. El profesor Orpustan (comunicación personal 1-10-08) nos aclara que kaune *hauni es lo que se espera del dativo moderno huni/ honi, pero la base (el caso recto) siendo haur hay que suponer un primitivo *hauri no documentado, por lo que procede bien nasalización –r > -n o bien desnasalización haun- > haur- como jaun/ jaur- etc.

Más problemático es lo determinado por el pronombre. Pensando en palabras vascas resulta sugestivo traer a colación (h)uts ‘vacío’, del que es un derivado el alto-nav. bajo-nav. lab. ronc. sul. utsal, hutsal ‘cosa pobre, efímera, de poco valor’, también con la acepción en alto-nav. de ‘enjuto, encogido’. En bajo-nav. de Baigorri se documenta como ‘lugar sombrío donde el sol no penetra nunca’, pero acaso aquí represente itzal. Desde luego puede excluirse una relación con uzta ‘mies’ o, por su sentido, directamente con uztel ‘podrido’. El profesor Orpustan nos

405 L. SILGO GAUCHE indica (comunicación personal 22-8-08) que, acaso por mero azar, una aproximación más efectiva desde el punto de vista y de la forma sería uste ‘creencia, opinión’.

Afortunadamente hay más ocurrencias de la palabra ibérica: uJta- lar en plomo ibérico publicado por Asensio, Miró, Sanmartí y Velaza (2003), y uJtalaibi en Líria F.13.2b-2.

El plomo de procedencia desconocida:

1. uJtalar: ortinbe5ete5eikia5 2. Jálaia5kiste5okan: Jálir OIII: 3. neitiniunstir: aiuniku5skate

Y su posible interpretación:

1. uJtalar (de) Ortinbe5eteJ señor (si la relación con ekiar es correcta) 2. Jalaia5kis ha dado OIII de dinero 3. (a) neitiniunstir por Aiuniku5s (aiunin mujer) (opcional- mente la última palabra se puede interpretar “a causa del don de [su] mujer”)

No sabemos el contexto de uJtalaibi, pero en el plomo acabado de analizar se efectúa, y creo que no habrá problemas en admitirlo, una donación. Esta donación se hace a Neitiniunstir, para nosotros una advocación de la divinidad iunstir. De aquí que uJtalar pueda entrar en el campo léxico de “escrito de donación”, “ofrenda”, “contrato”. En Orleyl V se refiere a la mismadefixio , coincidiendo con la donación del otro texto en el carácter contractual de tipo religioso. No nos resulta posible avanzar más de este punto.

406 XII CONCLUSIONES

Fundamentalmente en este trabajo se plantean una serie de cues- tiones cuya resolución se deja abierta al porvenir. Es cierto que, en el transcurso de la elaboración y por la propia índole de la investigación, se ha llegado a formular una interpretación de conjunto que es, como se ha visto, la siguiente (en subrayado los segmentos semánticamente más dudosos):

“¡Oh I5e!. A BototaJ jefe del ejército los dioses inferiores, el gran dios ¿elevado?, conjuntamente Sekenius y Atilebe por Lau3iske3, el dios de la destrucción y ¿elevado?, el dios del mal y ¿elevado?, el combatiente y matador I5e le han dado la guerra, que ellos ¿coman? la mente y todo el cuerpo de aquel que ha sido dicho, las dos divinidades conjuntamente. Además, a BototaJ, a la familia, a la esposa, a los descendientes y la parentela y a los descendientes y además al prójimo Bototiki que ellos los ¿coman?. Que ¿bany5eJu[--]lu? dé a este contrato mágico las fuerzas mágicas del genio de la parentela”.

Esta interpretación (que no traducción) no es una finalidad en sí misma, intenta ser un marco en el que situar sintáctica e ideológica- mente los distintos elementos, es, pues, un método de trabajo más que otra cosa. Existe la posibilidad de que la indicación de dos personas mencionadas por sus nombres, Atilebe y Sekenius, en la execración de BototaJ, debe implicar un carácter no secreto de la defixio. De esto dependen los valores asignados a los segmentos con –eai o a kutur. Una innovación, no menor, es la atribución a iunstir de, entre otras, la función de conector, cualquiera que sea el sentido literal (y acaso sólo en este tipo de textos).

Creemos que en el haber figuran la identificación de una serie de cognados con el vasco: anti vasc. andi ‘grande’, bi vasc. bi ‘dos’, kaisa vasc. gaitz ‘mal’, ba5e ‘inferior’ vasc. barren ‘extremo inferior’, k’okor vasc. gogo ‘mente’. Creemos también que, por el método combinatorio, se puede llegar a la conclusión de que nyli5 es algo como divinidad.

Como siempre son los rasgos gramaticales los más seguros en su identificación. En este sentido se ha confirmado plenamente el carác- ter de pluralizador de –ki, pero, más importante aún, del cotejo de la interpretación con el léxico de la inscripción, se llega a la conclusión de

407 L. SILGO GAUCHE que en el ibérico de esta zona y lugar el nominativo (marca 0) era de por sí definido; esto es muy sorprendente y se esperaría que equivaliera tanto al definido (‘el, la, lo’) como al indefinido (‘un’) dependiendo del contexto. Se trata de un tema de estudio muy atractivo, al lado de el del desarrollo de determinados marcadores (ban, ba, yi) que llegaran a una función de determinantes próximos a la definición en otros textos.

Queda claro que la extracción de conclusiones determinadas queda por completo ausente de los propósitos del autor.

408 XIII BIBLIOGRAFÍA

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410 PLOMO ORLEYL V

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411 XIV ABREVIATURAS DE DIALECTOS VASCOS

alto-nav. alto-navarro bajo-nav. bajo-navarro guip. guipuzcoano lab. labortano ronc. roncalés sal. salacenco sul. suletino vizc. vizcaíno

412 PLOMO ORLEYL V Orleyl V según Fletcher, 1981 Orleyl V según Fletcher,

413

X. Ballester (UVEG)

& Max Turiel

14 Nuevos Textículos Hispanorromanos

ABSTRACT: Fourteenfour new hispanoroman texts are presented. They are shorts, very shorts or fragmentaries and they are been obtained from the mar- ket of antiquities, some only by fotography. Some of them are now in the Real Academia de la Historia (Madrid).

KEY WORDS: Roma Epigraphy, Hispania, Roman Texts.

RESUMEN: Se presentan catorce nuevos textos hispanorromanos. Estos son breves, muy breves o fragmentarios. Han sido obtenidos del mercado de an- tigüedades, algunos vistos sólo mediante fotografía. Algunos de ellos se en- cuentran ahora en la Real Academia de la Historia (Madrid).

PALABRAS CLAVE: Epigrafía romana. Hispania. Textos romanos.

415 X. BALLESTER & MAX TURIEL

El objetivo del siguiente trabajo es dar a conocer una serie de breves, muy breves y fragmentarios textos –de textículos, si se permite la expre- sión– localizados todos ellos por Max Tu r i e l por lo general en el mercado de antigüedades; los que pudieron ser rescatados como tales –la mayoría– han sido donados a la Real Academia de la Historia y están a la espera de recibir su definitiva catalogación oficial. De alguno de los textos de esta, digamos, nueva colección turielense sólo pudo obtenerse su reproducción fotográfica, igualmente donada a la citada institución.A unque adverti- mos ya del escaso interés filológico de la mayoría de estas fragmentarias inscripciones, creemos que al menos, séase a título de inventario y a efectos estadísticos, merece la pena que sean somera y descriptivamen- te dadas a conocer, a la espera, si fuere el caso, de posteriores estudios más específicos o especializados. Ni qué decir tiene que, a expensas de lo que en su debido momento pueda determinar el análisis metalográfico de las diferentes piezas, no podemos, naturalmente, ser garantes de la autenticidad de todas y cada una de ellas, máxime teniendo en cuenta la opaca procedencia de la mayoría de las mismas. Las fotografías que acompañan las piezas fueron mayormente realizadas en la misma sede de la Real Academia de la Historia (R.A.H. en lo sucesivo), además de por el propio Max Tu r i e l Ib á ñ e z , por el Dr. Jorge Ma i e r Al l e n d e y por el becario Adrián Ar r o y o Ur u e ñ a . Conste nuestra gratitud a ellos dos y no menos al Excmo. Sr. Martín Al m a g r o Go r b e a , anticuario del Gabinete de Antigüedades y quien en todo momento ofreció las máximas facilidades para la realización de este trabajo a sus autores en visitas a la magnánima institución los días 2 de enero, 25 de marzo y 17 de julio de MMVIII.

1) Fragmento irregular de ¿bronce? de unos 5 centímetros en su lado más largo –vertical en relación con la lectura de los signos– y 2 centímetros en su lado más ancho con referencia provisional 2000/3/54 de la R.A.H. En una de las caras se leen, parcialmente en algún caso, seis letras, de claro y buen trazado clásico, en escritura latina:

C[

]·GR[

I·CO[

La brevedad y fragmentariedad de la inscripción no permite, obvia- mente, ofrecer ninguna hipótesis mínimamente sólida sobre su conteni-

416 14 NUEVOS TEXTÍCULOS do. Estadísticamente GR(ACCHVS) y GR(ATIA) serían con verosimilitud las formas latinas con mayor probabilidad de completar el segmento GR[ de la segunda línea.

2) Fragmento irregular de ¿bronce? de poquito más de 3 centímetros en su lado –vertical en relación con la lectura de los signos– más largo y unos 4’5 centímetros en su lado horizontal más ancho con el mismo número de referencia provisional 2000/3/110 de la R.A.H. En una de las caras se distinguen diversas letras en escritura latina y para las que con muchas dudas proponemos la lectura:

]NETOS·

].NENTV

] IONVM[

En la primera línea sería también posible una lectura N·ETOS, es decir, con interpunción tras el primer signo, si bien cumple inmedia- tamente advertir que el sintagma resultante ETOS no tiene, que sepa- mos, paralelo alguno ni en latín ni en ninguna lengua posible de ese entorno histórico y arqueológico. Para el primer signo podría también proponerse una lectura V en vez de N. La cuarta letra legible de la se- gunda línea podría ser también una I, y en realidad lo que se aprecia a continuación es más bien el resto de otra letra: quizá V. En la tercera línea se vislumbran asimismo restos de un signo –quizá I– antes de la secuencia –ONVM.

417 X. BALLESTER & MAX TURIEL

3) Fragmento bien conservado de la parte curva de una fíbula, de unos 5’5 centímetros de grande, en cuya parte frontal y en una minúscula cartela pueden borrosamente leerse y con ayuda óptica algunas letras, nuestra lectura, en concreto, sería:

__RNACA

Alternativas posibles lecturas serían con T ante la primera A, la más legible de las letras, o con S tras A, entre otras posibilidades. De nuevo el alto grado de deturpación del texto no permite fundamentar ninguna hipótesis plausible sobre su contenido, aunque resulta inevi- table asociarlo a la bastante común inscripción fibularia con el nombre de DVRNACVS (uide verbigracia Abascal & Gimeno 2000: 265 nº 495) o en versión epicórica DVRNACOS (Ballester & Turiel 2007). El texto comporta la referencia provisional 2000/3/57 en la R.A.H.

418 14 NUEVOS TEXTÍCULOS

4) Pequeño fragmento ¿de cobre? con caracteres latinos de unos 2’6 centímetros de largo y apenas 0’5 centímetros en su lado más pequeño y vertical en relación a la orientación del lector. Del texto, con referencia provisional 2000/3/33 en la R.A.H., sólo son visibles la parte superior de los signos, siendo el más seguro el primero y dudosos los otros:

]AFLN[

El segundo signo podría representar también una y el tercero, una o una , es decir, AEIN. El cuarto signo admite, por supuesto, otras varias potenciales lecturas: D, A… Incluso podría haberse con- servado la primera letra si es una y, por tanto, la letra que hemos identificado como corresponde en realidad al segundo trazo de la consonante nasal; en tal caso la lectura más probable sería MELA, con un cognomen latino, pues, relativamente común. Forzando, desde luego, la interpretación pero con objeto de ofrecer una secuencia lati- na significativa podría, en fin, muy arriesgadamente proponerse un ÆLIV(S) o un CÆLIV(S).

5) Estampilla provista de arandela para su sujeción, pieza bien conservada con referencia provisional 2000/3/30 de unos 7 cen- tímetros de largo en el sentido horizontal correspondiente a la orientación para la lectura de los signos y de unos 2’5 centímetros de alto. El documento presenta una inscripción en negativo –es decir, con lectura sinistrorsa (IMIЯϤ)– en caracteres latinos en relieve rezando:

PRIMI

419 X. BALLESTER & MAX TURIEL

La pieza, por tanto, debe de ser un ejemplar de signaculum o sello destinado a ser aplicado probablemente en material cerámico. Se trata evidentemente del antropónimo latino PRIMVS, casi seguramente en caso genitivo. El uso de este caso era el más habitual en este tipo de documentos, si bien podían aparecer también formas en nominativo y no faltaban tampoco abreviaturas. Por citar un paralelo antroponímico de un documento peninsular, mencionemos el texto recogido en el elenco de Ca s t e l l a n o , Gi m e n o y St y l o w (1990: 70 nº 10.039)

SEX(TI) · MIRRI

♥PRIMI♥ igualmente con letras en relieve y dirección de lectura inversa a la regular, hallándose entre ornamentales hederæ distinguentes el último término de este sello de bronce conservado en el Museo Arqueológico Nacional.

Por tratarse, sostenemos, de un testimonio de lengua prerromana, aprovechemos la ocasión para llamar la atención sobre el CISSONI de otro signaculum romano de la misma recopilación de bronces de los citados autores (Castellano & Gimeno & Stylow 1999: 66 nº 10.25) en la leyenda

M(ARCI) · CISSONI con la última sílaba en ligadura, ya que el citado antropónimo, sobre cuyo origen nada indican los autores, no debe de ser, sin embargo, otra cosa que la versión latina del conocido antropónimo CISON aquitánico (C.I.L. 13,125) o variantes y derivados (C.I.L. 13,337: CISONTEN y CIS- SONBONIS; C.I.L. 13,278: GISONDONI) y que a su vez es habitualmente relacionado con el vascuence gizon ‘hombre’ (uide Gorrochategui 1984: 185s con referencias).

420 14 NUEVOS TEXTÍCULOS

6) Anillo de ¿cobre? de unos 2 centímetros de diámetro con referencia provisional 2000/3/19 y que en una minúscula cartela presenta una inscripción no legible a simple vista con el término

TITA

Si la lectura es correcta, debe tratarse, evidentemente, del conocido ginecónimo romano.

7) Ficha redonda y monetiforme de ¿plomo? y que no llega al centí- metro y medio de diámetro. Con referencia provisional 2000/3/21 para la R.A.H. la pieza presenta dos letras en relieve en cada una sus dos caras; en la cara que estipulativamente vamos a denomi- nar A, se lee

AR

y en la cara que denominaremos B, se lee

PC

Deben tratarse, pues, de abreviaturas, siendo –a la espera del ha- llazgo de posibles paralelos tipológicos– opacos tanto el significado de estas cuanto la función de la pieza.

421 X. BALLESTER & MAX TURIEL

8) Fragmento de aspecto broncíneo de un disco conservado aproxi- madamente en su mitad con provisional referencia 2000/3/55 en la R.A.H. y una anchura de un centímetro y un longitud –en el sentido de lectura de la pieza– de muy poco más de 3 centímetros. En capitales romanas pero de trazo más reciente se lee

] ITORBIS

La cuarta letra legible podría ser también A o H, pero la secuencia –RBIS es la que mejor se deja parangonar, pues, en efecto, aunque no en su integridad, diversos segmentos de la secuencia final ofrecen afinida- des con algunas secuencias (–bis, –orci, –turgi) comunes en topónimos ibéricos: Amtorgis (Liu. 25,6,32: Amtorgim), Κονιστοργίς (Strab. 3,2,2), un *Icurbi– reconstruible desde el ICVRBICA de una epígrafe celtibérica (uide Remesal 1999), Iliturgi e Isturgi (Plin. nat. 3,3,10), Ilorci (Plin. nat. 3,3,9), ’Ιλουργίς y Λακιβίς (Ptol. geogr. 2,4,9), Σαιταβίς (Ptol. geogr. 2,4,9), Τακουβίς (Ptol. geogr. 2,5,6), Vcubi (Plin. nat. 3,3,12)…

Pese al testimonio en lengua celtibérica de ICVRBICA –topónimo además cuya raíz podría ser ibérica o al menos no céltica– no nos pa- rece todavía descartable la hipótesis de que secuencias del tipo –rbi[s] representen en realidad la adaptación con metátesis en bocas ibéricas de una más banal secuencia hispanocéltica –bri– (cf. Ptol. geogr. 2,5,6: Λονδοβρίς; Ptol. geogr. 2,6,26: Λaμβρίς; SEGOBRIS A.89 en la referencia de Untermann 1975).

En el curso del coloquio sucesivo a la presentación de estos textos en el XXIV Seminario de Lenguas y de Epigrafía Antiguas los ponen- tes Santiago Pé r e z Or o z c o y Javier Ve l a z a coinciden en plantear la posibilidad –que no habíamos contemplado– de que el texto contenga la secuencia latina ORBIS a continuación de una probable desinencia verbal latina –IT de III persona, aunque la posición aparentemente final de ORBIS en este texto, objetamos, sería sintácticamente anómala.

422 14 NUEVOS TEXTÍCULOS

9) Extraña figurilla de unos tres centímetros de alto, poco más de dos centímetros de ancho en su base y menos de un centímetro en su parte más estrecha. Por un lado se aprecia una figura humana, posiblemente una mujer, y una especie de columna con un lazo, en la base de este mismo lado puede leerse

COLVMNAXPI[

La penúltima letra podría ser también una R. Resulta bastante probable que el texto contenga una primera forma COLVMNA, mucho más dudoso que en mixta grafía helénica se contenga un XRI[STI], es decir, la abreviatura en griego para un esperable latino CHRISTI o afín.

10) Ficha redonda de buenas dimensiones –unos 3 centímetros de diámetro– con referencia provisional nº 2000/3/125 y que pre- senta en una de sus caras un textillo con dos probables líneas,

423 X. BALLESTER & MAX TURIEL

la primera y segura en relieve y una segunda en esgrafiado, rezando

CASSP

ASS

El texto de la eventual segunda línea –que, por su contenido y su ubicación justo debajo de las correspondientes letras homónimas, podría no ser más que el mismo texto iterado de la línea superior– es mucho menos legible en el sentido de que su trazado está mucho menos mar- cado que el de la línea superior. Con todo y en dicha hipótesis, no se aprecian, a menos a simple vista o con lupa, restos de los esperables signos C y P. Asimismo se aprecian algunos tenues trazos de lo que podría corresponder a una eventual tercera línea situada sobre el texto en relieve. Puesto que la secuencia –SSP– o lengua afín de este entorno no puede en latín corresponder a ninguna palabra concreta, evidente- mente el texto debe de contener alguna abreviatura, como CASS(IVS), CAS(TVLO) S(OCIETAS) P(VBLICA) u otras menos comunes.

11) Fragmento rectangular aunque irregular de bronce de unos 2’5 centímetros de ancho por 1’8 centímetros aproximadamente de alto en la parte de mayor longitud; su referencia provisional en la R.A.H. es 2000/3/111 y en una de sus caras y enmarcado en una cartela ofrece el textillo

LVII

424 14 NUEVOS TEXTÍCULOS que debe de representar probablemente la secuencia abreviada para L(EGIO) VII o mucho menos probablemente el numeral romano para 57.

12) Utensilio ¿de bronce? o aparente instrumento médico de un poco más de 10 centímetros de longitud y apenas medio centímetro en su parte más ancha en forma de espátula o cucharilla. La pieza tiene el registro provisional 2000/3/301 de la R.A.H. En la parte cóncava de la cucharilla se dejan leer con dificultad los siguientes caracteres latinos

ATICO ES

La segunda letra podría ser también una I, aunque, evidentemente, ofrecería mucho menos sentido. Es posible, desde luego, que falte[n] alguna[s] letra[s] al comienzo del texto, pero, dado el estado de con- servación, ello no es ni seguro ni apreciable. La S final, si abreviatura, podría estar por S(ERVVS) ‘esclavo’. A tenor de los paralelos, lo más probable es que la inscripción contenga, en todo caso, el nombre del propietario.

Como recuerdan Be l t r á n y Or t i z (2002: 298), con la conocida excep- ción de las plaquetas de oculistas «Las inscripciones sobre instrumental médico son raras». Y, basándose en el estudio de Kü n z l , Ha s s e l y Kü n - z l (1982) los citados autores precisan ibidem que en tales casos «hay constancia de algunas marcas de propiedad sobre utensilios metálicos, todas de procedencia oriental y relativas normalmente a individuos de nombres griegos […] asimismo se conocen marcas de artesano, sobre todo en las provincias occidentales del imperio».

425 X. BALLESTER & MAX TURIEL

13) Fragmento broncíneo de forma triangular con una base de unos 4’5 centímetros en su base y una altura –en relación al texto– máxima de 3’5 centímetros. Una de las caras presenta esta inscripción en elegantes capitales romanas:

]QV[

]HABEBV[

] VM· OV[

La secuencia HABEBV[ permite una bastante verosímil restitución HABEBV(NT) o eventualmente HABEBV(NTVR), lo cual podría consti- tuir una buena pista a la hora de conjeturar el contenido general de texto, ya que HABEBVNT es secuencia recurrente en algunos textos romanos penínsulares conteniendo diversas normativas legales por lo general de ámbito municipal, así, por ejemplo, sólo en la denomi- nada Ley de Urso encontraríamos unos DVM EVM MAG(ISTRATVM) HABEBVNT; MAG(ISTRATVM) LXIII HABEBVNT; QVI EA REDEMPTA HABEBVNT; QVI EVM AGRVM HABEBVNT; QVI EVM AGRVM HABENT POSSIDENT HABEBVNT POSSIDEBVNT; QVICVMQVE IN EA COLON(IA) MAGI(STRATVM) HABEBVNT; LIBEROSVE NON HABEBVNT; DECVRIO- NES CONSCRIPTIVE HABEBVNTVR (bis); TOTIDEM SVFFRAGIA HA- BEBVNT; CVRIAS DVO PLVRESVE HABEBVNT; QVI TOTIDEM CVRIAS HABEBVNT; QVO DIE COMITIA HABEBVNTVR y AGRVM AGROSVE HABEBVN[T. Agradecemos a los Prof. Dr. José Manuel Ab a s c a l Pa l a - z ó n y Martín Al m a g r o Go r b e a el habernos proporcionado una copia informática de algunos textos legales romanos de la Península ibéri- ca, lo que nos ha facilitado la rápida detección de estos muy posibles paralelos léxicos.

426 14 NUEVOS TEXTÍCULOS

14) Ficha redonda ¿de plomo? del tamaño de un botón; aunque depositada en su día como donación a la R.A.H., se halla o mo- mentáneamente perdida o sin referencia, por lo que no podemos dar por ahora sus dimensiones concretas. El documento presenta en una cara un caballo esquemático y en la otra un textículo en caracteres latinos legible quizá como:

PV_

ISAR

VS

Debe notarse inmediatamente que la segunda línea está escrita de derecha izquierda, es decir, en dirección sinistrorsa, la contraria a la dirección habitual en la escritura latina, como probaría sin más el trazo de la , que es efectivamente especularmente el inverso al regular, es decir, <Я>. Este detalle puede ser capital, una vez que tal orientación apenas podría justificarse más que por la necesidad de em- plear el objeto como estampilla o sello, tal como sucede, ya en la época literaria del latín, con otros documentos. Esta, creemos, es la hipótesis más plausible, aunque ha de notarse inmediatamente que, en cambio, ambas y probablemente también la primera letra, si esta es una

, están registradas como si fueran a ser leídas directamente y no tras una impresión. Explicamos tal inconsistencia por el hecho de que la no inversión de o incluso de

no afectaba tanto a su inte- lección de su valor –de facto, en el caso de la cosa no tendría otra trascendencia que la un exhibir un trazo original– cuanto en el caso de

427 X. BALLESTER & MAX TURIEL

. La impericia o incuria del grabador, así pues, habría hecho que apenas sólo en el más perentorio caso de hubiese acertado. Por otra parte y además, un inaudito –salvo explicación por abreviatura o no registro de otras letras– final –SV en el caso de una lectura dextrorsa y en latín u otra lengua probable del entorno frente a la comunísima desinencia latina –VS de nominativo singular hace bien verosímil la, como decíamos, lectura sinistrorsa del documento.

La leyenda, pues, puede ser interpretada como conteniendo toda ella un único nombre de género masculino y terminado en –VS y del que hemos perdido las letras iniciales o bien como una abreviatura a la que sigue el bien legible término ISARVS. Tal forma ISARVS, de he- cho, podía contener, en una bien plausible hipótesis de Tu r i e l , uno de esos elementos de referencia gálica a sumar a otros ya apuntados por diversos autores. En la hipótesis de Tu r i e l el ISAR/VS de la epígrafe que comentamos, haría referencia al nombre del río de la Galia o a un homónino río de nuestra Península y aún por identificar.

428 Referencias

Abascal, J. M. & Gimeno H. [& Velázquez, I. col.]: Epigrafía Hispánica, Real Academia de la Historia, Madrid 2000. Ballester, X. & Turiel, M.: «Fíbulas con Posible Andrónimo Céltico DVRNACOS – DVRNACVS», Elea 8 (2007) 43–7. Beltrán Lloris, F.: <

429

S. Pérez Orozco Licenciado en Filología Clásica

TOPÓNIMOS CATALANES DE ORIGEN GRIEGO

RESUMEN En el presente trabajo pretendemos hacer un análisis crítico de la toponimia peninsular ( básicamente catalana) de origen griego. Así mismo, realizamos un examen de algunos topónimos ampurdaneses de etimología poco clara. abstract This article tries to do a critical analysis of Peninsular (basically Catalan) toponymy of Greek origin. Likewise, we make a review of some Empordanese place names whose etymology is unclear. palabras clave Toponimia, griego, Península Ibérica, etimología, celta. key words Toponymy, Greek, Iberian Peninsula, etymology, celtic.

431 I INTRODUCCIÓN

No es demasiado abundante el número de topónimos de origen griego que hallamos en la Península. Obviamente, la cantidad está en correlación directa a la limitada presencia directa de poblaciones de origen helénico en nuestro territorio. Si bien la llegada de los griegos a la Península se remonta hasta el s. –VII, según Heródoto IV 152, cuando en -638 llega a Tartessos Coleo de Samos, empujado por la tempestad, los datos arqueológicos son más antiguos y remontan hasta la época micénica. Sin embargo, a pesar de la abundancia de restos arqueológicos de procedencia griega y de los testimonios que proporcionan las fuentes literarias, la arqueología actualmente sólo ha puesto en evidencia de manera incuestionable la existencia de dos establecimientos griegos de una cierta entidad: Roses ( JPoδή) y Empúries ( jEμπóριον), ambos en la comarca catalana de l’Empordà.

En el tiempo, la presencia griega también fue reducida. Dejando en parte los contactos comerciales más o menos regulares, el esta- bleciento de poblaciones griegas en la Península de forma estable se inicia con las fundaciones massaliotas hacia el año 600 y esta presencia de hecho se puede dar por terminada en el s.I con la creación del Municipium Emporitanum, que supuso la asimilación de la población griega a la cultura y la lengua dominante. A partir de este momento, ya no hay vestigios de helenismo autóctono de ningún tipo.

Topónimos griegos en la Península Ibérica.

No trataremos aquí de la toponimia griega de Hispania, a la cual Adrados ha dedicado un significativo estudio y que consta de topóni- mos que, o bien son invenciones cultas o traducciones de topónimos preexistentes, que no arraigaron en la lengua patrimonial, sino de la toponimia peninsular, antigua o moderna, de origen griego.

La huella griega en la toponomástica peninsular es considerable, pero de índole diversa. Distinguiremos tres tipos distintos:

• toponimia originada directamente por la presencia de pobladores griegos

432 TOPÓNIMOS CATALANES

• toponimia de época romana formada a partir de léxico griego, subdividida en dos categorias

a) antropónimos Jomezana (Ast.), de lat. *Diomediana de un NP ∆ιοµήδης, Calabuig (Gir.) < NP Καλαπόδιος, Pitarque (Teruel) < Πείθαρχος

b) palabras del léxico común incorporadas al latín πέτρα, πóδιον, σπήλυγγη, que son el origen remoto de las innumerables Pera-, Puig, Espluga, etc. Algún ejemplo más insólito lo ofrece Carme (Anoia) < χάσµα.

A título de curiosidad, en esta categoría se puede adscribir Gracio- népel (Huesca) < Gratianopolis. En las formas antiguas, Gratia Nueple, Grazanuepelo, Grazanupoli, Gracianupel, Gracianópel y el definitivo Gracionépel. Sin duda, debe ser un topónimo viajero, surgido por imitación de Gratianopolis, i.e, la ciudad del emperador Graciano, act. Grénoble.

• toponimia de origen griego a través de otras lenguas. El árabe burğ < gr. πύργος,que da lugar a las diferentes Borges de Cata- lunya o a los topónimos en Burj- valencianos. El gr. Λευκάτας P. Mela 2.5 es el origen occ. Leucata /Laucata, de la cual derivan las diversas L’Ocata Ocata catalanas.

El objeto principal de nuestra investigación es el primer bloque de topónimos, los de raíz propiamente helénica, cuyo estudio hemos emprendido con resultados que creemos moderadamente satisfacto- rios.

Dado que el enclave griego de más importancia en la Península se situó en la Catalunya actual, específicamente en elE mpordà, topónimo en cuyo origen aún se rastrea el étimo griego, no es de extrañar el título que hemos dado a nuestra ponencia de este año.

Como queda dicho, Emporion y Rhode fueron sin duda el principal punto de irradacion cultural y lingüística griega en el contexto peninsu- lar. Si bien los autores antiguos nos transmiten en el litoral mediterrá- neo la existencia de varios topónimos de origen griego correspondientes a establecimientos coloniales helénicos, como Akra Leuké, Artemision, Hemeroskopion, Alonis, Callipolis, apenas nada ha pervivido de todo ello

433 S. PÉREZ OROZCO que podamos determinar con seguridad. Ni siquiera las identificaciones­ geográficas son seguras al menos en la actualidad.

Es, pues, en el entorno de Emporion, o sea, en el pagus emporitanus, el Empordà actual donde cabe investigar la pervivencia de rastros helénicos en la toponimia local. Ya Corominas en su Onomasticon pro- pone ampliar la relación de topónimos griegos en la zona, con criterios en algún caso discutibles. A lo largo de nuestro estudio expondremos nuestra opinión al respecto

Consideraciones fonéticas

Dado que el dialecto emporitano fue el jonio foceo, cabe esperar algún rasgo fonético dialectal, si bien hay que adelantar obviamente que el escaso número de topónimos incluibles en este epígrafe, su imperfecta transmisión debido a los testimonios escasos o tardíos permite obtener poca, por no decir ninguna, información sobre la lengua de los griegos emporitanos a través de la toponimia.

Las características de la adaptación de los helenismos en catalán (y en el resto de lenguas romances hispánicas) son bien conocidos y poco se puede añadir a lo que Badia i Margarit dejó escrito (1).

La relativa semejanza de la fonética y de la morfología del latín y del griego permite una fácil adaptación de los términos de una lengua a otra.

En cuanto al vocalismo, la υ jonia se adaptó bien como u o como i en latín, con los consiguientes resultados ulteriores en romance. De esta variación posiblemente tenemos ejemplos prácticos en las variantes de los topónimos Guíxols y Armoradas, como ya veremos al examinarlos en detalle.

En cuanto al consonantismo, cabe recordar aquí, y de ello también sacaremos partido a la hora de analizar los topónimos objeto de nues- tro estudio, la tendencia a reproducir como velar sonora la velar sorda inicial griega, sobre todo ante vocales posteriores.

govern < κυβερνάω góndol < κóνδυλον

434 TOPÓNIMOS CATALANES

En nuestro análisis de Guíxols y de Magrigul recurrimos a este hecho como parte de nuestra argumentación.

Las aspiradas acostumbran a pronunciarse como sordas, con la conocida excepción de la φ que ocasionalmente, en los préstamos más tardíos se acomoda como fricativa f.

Por la propia naturaleza de los topónimos, es evidente que hay que esperar algún tipo de anomalía en la evolución normal.

• En el topónimo occitano Leucata /Laucata < gr. Λευκάτας P. Mela 2.5 no se produce la habitual sonorización de las oclusivas intervocálicas, sin que haya motivo aparente para ello.

• Igualmente en el topónimo Cadaqués pensamos que hay una conservación de la pronunciación original hasta fecha muy tar- día, de modo que la χ griega no sufrió la evolución que sería de esperar.

Por lo que se refiere a aquellos fenómenos relativos a la fonética histórica catalana que sean de importancia, aludiremos a ellos si hace falta al examinar en detalle cada uno de los topónimos. Las vacila- ciones gráficas en la reproducción del vocalismo y del consonantismo de los documentos medievales se aclararan oportunamente si resulta necesario para nuestro análisis.

Referencias

Si no se indica nada en especial, la referencia al documento en que se testimonia una palabra se halla en el Onomasticon de Corominas. En caso contrario, las abreviaturas son las siguientes.

ADC: Simó, M. I.: “Aportación a la documentación condal catalana s. X”, Miscelánea Martín Ocete, vol II, Granada, 1971, pp. 1001-1030. CCM: Marquès, J. M.: Cartoral, dit de Carlemay, del bisbe de Girona, (segles IX- XIV), Barcelona, 1992. CR 9: Catalunya Romànica, vol. IX: L’Empordà II, Barcelona, 1990. CR 19: Catalunya Romànica, vol. XIX: El Penedès, L’Anoia, Barcelona, 1992. CSC: Rius, J.: Cartulario de Sant Cugat del Vallés, Barcelona, 1945.

435 S. PÉREZ OROZCO

CSG: Martí R.: Col·lecció diplomàtica de la Seu de Girona (817-110). Girona, 1997. DC: d’Abadal, R.: Catalunya Carolíngia, II, Els diplomes carolingis a Catalunya, Barcelona, 1926-1952. DEC: Ordeig, R.: Les dotalies de les esglésies de Catalunya, ( segles IX-XIII) vol. 1, Vic 1993-1994. GI: Catalunya Carolíngia, Els comtats de Girona, Besalú, Empúries i Peralada, (en curso de publicación). GX: Blanco de la Lama J.: El monestir de Sant Feliu de Guíxols (segles X-XI). La formació del domini, Sant Feliu, 1991. HGL5: Devic Cl.-Vaissete, J.: Histoire Génèrale de Languedoc, vol. 5, Tolosa, 1875. Llo: Llobet, B. J.: Recopilación o inventario de los autos y otras escripturas del du- cado de Cardona y veguería de Segarra, doc. esmentats a Casas, M.: Història de Cardona, III, La canònica de Sant Vicenç de Cardona a l’ Edat Mitjana, Cardona, 1992. MH: De la Marca P.: Marca Hispanica sive Limes Hispanicus, París 1688. RAC I: Bolòs, J i Moran, J.: Repertori d’antropònims catalans, Barcelona 1991. RO: Marquès, J. El Cartoral de Santa Maria de Roses (segles X-XIII), Barcelona, 1986. Solin, H.: Die Griechischen Personennamen in Rom, Berlin, 2003. Terés, E.: “Antroponimia hispano árabe (Reflejada por las fuentes latino-romances)” Anaquel de Estudios Árabes I, (1990), pp. 129-186.

436 II RELACIÓN DE TOPÓNIMOS

Partiremos en nuestro examen de los nombres que Corominas con- sidera como griegos o de posible origen griego en su Onomasticon.

Evidentemente, no sugerimos que todo lugar con nombre de origen griego refleje un poblamiento griego real. Tan sólo afirmamos que el nombre griego del lugar ha pervivido.

1.- Em p ú r i e s < jΕµπóριον (Sant Martí d’Empúries (AEM))

El principal establecimiento griego en la Península. El origen y eti- mología del nombre están bien establecidos desde siempre. Cfr. Onom IV, p.53. El topónimo jΕµπóριον (en su origen apelativo común “factoría comercial”, “mercado”) fue adaptado al latín como como Emporiae (ya en Livio, 21, 60, 3) en plural seguramente a causa de la diversidad de núcleos de población que se aglutinaron.

Una explicación satisfactoria de por qué un neutro singular se adaptó como femenino plural no se ha dado aún. Se puede pensar en una imitación de los frecuentes NL en plural femenino que se dan en griego jΑθh÷ναι, Θh÷βαι, Συράκουσαι,.

De hecho, la forma neutra plural Emporia, -orum designa en Livio 29, 25, 12 la zona de los establecimientos comerciales cartagineses. Tal vez en el cambio de declinación haya habido una intención de evitar la confusión.

La forma en plural es la base del topónimo posterior. Las formas medievales más antiguas son Empuriis 816, DC2 421, Empurias 842 CCM 4 (infra muros Empurias civitate), referido a St. Martí d’Empúries. El Empordà aparece como pago Empuritano ya en 834 CCM 2.

Cabe destacar la forma semiculta del nombre, que de manera nor- mal habría evolucionado hacia * Empuires como cǒrium> cuiro, lat. vulgar * mǒriat > muira (cat.arcaico y valenciano). Se ha producido la “inflexió” (i.e metafonía) de la i sobre la ǒ, sin que se haya producido la metátesis consiguiente.

437 S. PÉREZ OROZCO

2.- Ro s e s < @Pοδhv villa (AEM)

La etimología ofrece pocas dudas. Cfr. Onom, VI, 431. La forma ori- ginaria fue@Pοδhv, forma que hallamos en Ptolomeo II, 6.78 y en Esteban de Bizancio s.v. En Estrabón hallamos junto a @Pοδhv 14, 2, 10, también @Póδos 3, 4, 8.

El topónimo fue adaptado a la primera declinación latina como Rhoda en Livio 34.8, pero Pomponio Mela III, 6 escribe (ad) Rhodas, en plural, a la manera de lo que sucedió en Empúries. La forma medieval, y la actual, Roses, suponen un plural como base. La epigrafía suministra la leyenda monetal Ροδητων, que no aporta gran cosa a la definición de la forma del topónimo.

Las formas más antiguas son Rotas 944 ( iglesia) DC1 227, Rotas 976 (monasterio) RO 1, Rodas 982 (valle) DC1 243 10 J.

Las formas en –t- son naturalmente formas hipercorrectas y arcai- zantes. La evolución fonética no presenta dificultad, siendo la evolucion –d- > -δ- > -s- (fonéticamente /z/ ) después del acento perfectamente regular.

La relación con la isla de Rodas, @Póδos resulta incierta y puramente especulativa. De hecho, el topónimo no es exclusivo de la isla. Pausanias 3,26, 9 da constancia de otra @Póδos en Gerenia e igualmente Plinio 3,4,5 documenta una Rhoda fundada por los rodios cerca del Ródano, sobre cuya existencia real es difícil pronunciarse.

3.- Gu í x o l s < Κuvψελα ?/ Κuψέλη ? (St. Feliu) de Guíxols, villa (BEM)

La vinculación del topónimo ampurdanés con la Cypsela de Avieno Or. M. 522 (hic adstitisse civitatem Cypselam) es un tópico común. El topónimo parece que se refiere en origen a una pequeña elevación del terreno (punta dels Guíxols) en el cual hay restos de poblamiento desde época ibérica cuando menos.

Sin entrar a fondo en la confirmación o no de esta localización, lo que sí podemos afirmar es la verosimilitud de una derivación fonética.E n efecto, las formas antiguas Gissalis 961, Iecsalis 968, Guixolensis 1016, dando por sentado que tienen coherencia con la pronunciación real,

438 TOPÓNIMOS CATALANES remiten a una protoforma *gýpsal- que puede remitir perfectamente a gr. κυψελ− según la evolución siguiente:

1.- gr. *kýpsel- > lat. *gúpsel / *gípsel-

2.- a) *gúpsel- > *guisəl > guixol- como gypsum > guix b) *gípsel- > * g´issel / g´iksel > Gissal-is / Iecsal-is

Las distintas variantes de la evolución son perfectamente coherentes con los distintos desarrollos que presente el grupo –ps- (2). Iecsalis es una grafía arcaizante e hipercorrecta que reproduce la neutralización prácticamente regular de –ps- y –ks-.

El final en s– de Guíxols y sus variantes supone sin embargo una cierta dificultad de “encaje” con la forma latina. La existencia de un Κuvψελα, ων “plaza fuerte en Arcadia”,Thuc, 5, 33 permite conjeturar que la Cypsela de Avieno no sea el reflejo de gr.κuψέλη ”cavidad”, “arca” sino más bien una mala interpretación de un nominativo plural neutro por un nominativo singular femenino.

Si partimos de κυψέλη, tal vez del genitivo κυψέλης > *gypselis ( con retracción del acento para adaptarlo a la fonética latina).

Si partimos de Κuvψελα >* gýpsela tal vez del ablativo plural *gypselis como lat. silvis > Sils.

Corominas en Onom. IV, 409 propone relacionar el topónimo con un NP indígena. “helenizado” *Kuiksalos v.sim., si bien admite la posibili- dad de un étimo directamente griego. Existe el NP Κuvψελος documentado en una inscripción griega sobre cerámica (3).

4.- Ca d a q u é s , villa (AEM)

El nombre de la villa de Cadaqués está testimoniado sólo a partir de fecha relativamente reciente. Las formas más antiguas que hallamos documentadas son Kadachers 1030, Cadaques 1261, Cadaques 1280. Paralelamente y de forma uniforme en la documentación posterior, se encuentran formas como Cadaqueriis, Cadaquers que deben entenderse seguramente como latinizaciones cultas basadas en la etimología popu- lar.Las propuestas etimológicas se pueden clasificar en tres tipos.

439 S. PÉREZ OROZCO

a) cap de quers, etimología popular y tradicional.

b) a partir de cat. càdec “enebro de la miera” se formaría el colectivo *cadaquers con la ayuda del sufijo bien conocido.

c) corominas en Onom. III p.173 propone una etimología griega, ligándola con otros (micro)topónimos del mismo municipio, como Palicorna o Cala Culip. La hipótesis de Corominas toma como base del nombre actual el sintagma κατά καιροu÷ς (θαλασσίους) “según las circunstancias del mar”, cuya justificación semántica argumenta no sin cierta dificultad.

Cada una de estas hipótesis plantea algunos obstáculos de tipo fo- nético. Las detallamos para cada una de las etimologías.

a) no se explica la reducción del grupo –pd-, que se mantiene sin problemas en catalán: cabdell, cabdill, Capdet/Cabdet.

b) Seria más bien *cadeguers o mejor todavía *cadeners < lat. catanus cfr. Montcada.

c) el sintagma griego sería adaptado en latín como *catacaeros > *cataceros > de donde cat. *cadaδérs > *cadaérs o bien *cadacérs si se admite la conciencia etimológica de la frontera morfológica. Tómese como ejemplo χαιρέφυλλον > cerfull, cerfollo.

Habría que suponer una conservación deliberada de la pronunciación griega, sin que Corominas dé explicación alguna al respecto.

Como objeción general para las tres, Badía i Margarit (4) indica que el grupo secundario –rs se mantuvo hasta finales del s. XV, en cambio en el topónimo en cuestión la reducción ya se observa mucho antes.

Nuestra propuesta va en la misma línea, aunque substituimos el nombre regido: κατά χέρσον “en tierra firme”.E sta interpretación podría tener unas ciertas ventajas. Desde el punto de vista léxico, se trata de una expresión genuina y documentada cfr. Eschl.

Pers 871, Eur. I.T. 884. Semánticamente, podría aludir a que se trataría de un fondeadero en tierra firme y no en un islote, como debió ser el caso de otros frecuentados por los marinos griegos de la zona. El

440 TOPÓNIMOS CATALANES vocalismo concuerda plenamente y la temprana reducción de –rs- se explicaría por tratarse de un grupo primario.

Si bien continúa presentándose la misma dificultad para la evolu- ción de la –χ- que habría de evolucionar del mismo modo que la sorda correspondiente. Cfr.

χειρουργεία > cast. cirujano, cat. cirurgià

Para ello no tenemos más solución que la que ya hemos dado: la conservación deliberada de la pronunciación griega original, sin que podamos añadir nada más a nuestra argumentación que constatar que se documentan casos de tratamiento fonético irregular (semiculto) de las velares en términos del lenguaje eclesiástico: arquebisbe > archi- episcopus, Joaquim < Joachim, diaca < diaconus.

No se trata efectivamente de la misma circunstancia, si bien tam- bién puede traerse a colación lo que sucede con el topónimo Leucata, que no muestra la sonorización de las sordas intervocálicas como sería de esperar.

Un examen atento nos obliga a descartar, o al menos, poner en cuarentena, los siguientes topónimos que Corominas clasifica como de origen griego:

5.- Cu l i p (Ca l a ) en Cadaqués (AEM)

El topónimo es antiguo. Está documentado como Cala Chulip en1030. Por su aspecto, no parece ni románico ni prerromano. Corominas en Onom III, p. 173 propone un origen griego a partir del adj. κολοβóς “mutilado, truncado” (referido a las rocas que dominan la cala). Ya que la evolución normal de κολοβóς seria algo así como lat. *cólobu- > cat. *còlou/ *còleu, especula sobre un posible derivado *κολοβıóς, de donde con cierta dificultad fonética deriva el nombre actual a través de *Coloib> *coluib > Culip. La evolución esperada, sin embargo, sería más bien *coluvi/ * coluig.

La posibilidad de un étimo griego no resulta ni mucho menos des- cabellada. La asonancia podría evocar inmediatamente un nombre griego en –ιππος como Χóριππος, Κάλλιπος o incluso Γύλιππος. Sin embargo,

441 S. PÉREZ OROZCO la evolución fonética que se esperaría sería distinta:lat. vulg. -lĭppu > cat. -lęp.

Siempre es posible obviar dicha dificultad partiendo de una forma latina de genitivo, con inflexión de laę por la ī del genitivo.

*sinus Corĭppī v. sim o bien suponer, directamente, una evolución anómala.

Sin descartar de entrada esta posibilidad, proponemos una hipótesis que ya hemos expuesto en un trabajo anterior (5):

En el Alt Empordà hay una cierta abundancia (en términos relativos) de topónimos de origen islámico, Vilasacra, Vilamacolum, Vilatenim, Àlgama, Jafre, Rama < s. X Abdirama, Bonafir,Collum Rumi (AEM), DEC, 58 *(14), 5B a. 946 actual Puig Rom en Roses (Onom. VI, p.335), Maruano, Collum de (Alt Empordà) DEC, 51 *(36),9E, a. 953.

D. Bramon (6) da constancia de un qalāt Marwān (sic) transmitido por Ibn Hayyan, presumiblemente situado en el litoral catalan i lo ponen en relación con cala de Marvano a. 1123, recogido por B. Alart en su Dic- cionari de la llengua catalana, III, p.16, que parece que debe situarse cerca de la desembocadura del Ter. Corominas en Onom V. p.195 s.v Marfà, Marvà testimonia una Cala de Marbano, posiblemente entre Colera i Banyuls que debe ser ser la misma.

Con todos estos elementos de juicio, proponemos aproximar el nom- bre de la cala ampurdanesa com el NP árabe Kulayb Terés “373. kulayb Viejo nombre árabe (“perrito”), de interpretación totémica, reflejado al parecer en IM Cide Culeb.”

Una vez establecida la posibilidad histórica, la coherencia de la evolución fonética queda fuera de duda.

- ĕy > i

En los préstamos árabes más antiguos hallamos este proceso.

’abū Zayd > (Palacio) Avuzido a. 982, P. Avuzid a. 987. (Antiguo nombre de Ripollet V. Occ) Sulayṭan > (Palau) Solità (V. Occ.)

442 TOPÓNIMOS CATALANES

Sin duda, se puede comparar con el proceso fonético que se registra en el catalán preliterario en un momento histórico no muy lejano.

profĕctum > *profeit > profit lĕctum > *lleit > llit pĕctum > *peit > pit

-b > p

ár. šarab > xarop.

Mientras que está bien establecido que la –b de procedencia anterior vocaliza en -u en posición final.

debet, bibit > deu, beu

6.- Pa l i c o r n a , playa de Cadaqués. (AEM)

Carece de documentación antigua. Corominas en Onom. III, 175, examinando los topónimos de presunto origen griego del término de Cadaqués propone ∗παραχώρινα (τά ) “junto a la chora”, basándose en la existencia de un adjetivo παραχώριος. Sin embargo, la similitud con el NL (y subsecuente apellido) francés Malicornay, Malicorne (tres distintos, uno en Allier, otro en Sarthe y otro más en Yonne) nos empuja a pensar más bien en un origen románico.

Si damos por buena la etimología de Dauzat-Rostaign (7)), en la base de estos topónimos se halla la expresión “male (y) corner ” de corner “tocar el cuerno” “llamar”, con un sentido digamos apotropaico: “(harás) mal (si) llamas” “mal si suena” v. sim. O bien en el nombre de la playa se halla una frase del mismo sentido o bien se trata de un topónimo de origen antropónimico, a partir del apellido francés. La alteración de la m- por p- puede deberse a la atracción de la palabra platja

A la nómina de Corominas proponemos añadir los siguientes topó- nimos menores ampurdaneses, de época medieval y ya obsoletos.

Las identificaciones geográficas son las propuestas en BOLÒS, J. –HURTADO, V.- Atles dels Comtats d’Empúries i Peralada (780-991), Barcelona, 1999.

443 S. PÉREZ OROZCO

7.- † Ar m o r a d a s / Ar m i r o d a s nombre antiguo de Port de la Selva (AEM).

El topónimo hoy ha desaparecido sin rastro. Las formas antiguas son Armoratas, villare 889 HGL5 9, * (58) 9 H, p. 74 y Armirodas, porto 974 MH 116, 11 G, p.74.

La única etimología de la cual tenemos constancia es la que propone Corominas. En el marco de su hipótesis sobre el celtismo de una parte de la toponimia de la zona del Cabo de Creus, en Onom. II, 244 etimo- logiza el nombre en cuestión a partir del sintagma céltico *are moni rotas: “junto al monte de Rodas”. Existe la variante gráficaArmenrodas en 1057, en la cual se apoya para su propuesta. La –n- posiblemente transcriba una tilde que podría realmente no ser tal, sino un simple trazo parásito.

Sin embargo, nuestra hipótesis va en otra dirección. Dado el ca- rácter costero del lugar, pensamos que podría haber una conexión con gr. άλµυρίς, άλµυρίδος, ήv “salmuera”, “salobral” cfr. αί άλµυρίδες “región salina cerca del Pireo”.

La evolución fonética no presenta grandes dificultades. Del acusa- tivo plural άλµυρίδας se podría llegar fácilmente a un latín *armíredas / *armúredas con asimilación de las líquidas, de donde el doblete *armúrәdas > Armoradas *armírәdas > Armirodas

8.- † Le o c a r c a r i distrito del pagus emporitanus al pie de la Albera (AEM).

Formas antiguas Leocarcari 844 (villare ) Leocarcari 844 (valles) DC1 155, *(10) 4C.

La única propuesta que conocemos al respecto es la que hace Coro- minas: alodium carcari(s) Onom,. II 245. Existe un topónimo próximo Carcer (cella) 844, DC1 12 10 S, Carcere, ipsa 957 ADC 7 (BEM), al norte de l’Estartit. Dado lo antiguo de la documentación, resulta cho- cante la reducción tan brusca de los elementos del sintagma, así como otros detalles menores del vocalismo: ¿por qué l-eo-? ¿Por qué el final en –i y no en –is o en –e?.

444 TOPÓNIMOS CATALANES

El topónimo Albera procede sin duda de lat. albus, por el color de las montañas nevadas, cfr. para la formación cat. verdera, cast. albero, gallego albeiro, etc.. Ello ilumina sobre la posibilidad de hallar en la base de este topónimo un sintagma griego bien conocido. La primera parte del término evoca sin duda el adjetivo λευκός “blanco” y el segun- do elemento no resulta tan claro, pero, a tenor de paralelos evidentes, como la levantina %Aκρα Λευκή, se podría pensar en jón. λευκή a[κρη > *Leucacri > *Leucarcri (con repercusión de la r-) > Leocarcari (anaptixis e influencia analógica decarcar / carcer).

Otra posibilidad para explicar el timbre de la vocal final sería que procediera del NP λευκαί a[κραι.

La cita de Estrabón,3, 4, 9 τινές (τw÷ν !Εµποριτw÷ν) δέ τών τh÷ς Πυρήνης a[κρων νέµονται µέχρι τw÷ν άνάθηαµτων τοu÷ Ποµπηίου en relación a que parte de los emporitanos viven entre los extremos del Pirineo y los trofeos de Pompeyo, podría correlacionar la existencia de una cierta población griega en la zona y la pervivencia del topónimo. En efecto los trofeos de Pompeyo se hallan en el coll de Panissars, municipio de La Jonquera, justamente en la sierra de la Albera.

Una etimología céltica a partir de *leuko-/*louko- “claro” “brillante” sería posible, obviamente. Sin embargo, la escasa presencia de esta raíz en la toponimia y la falta de correlatos para el segundo elemento nos inclina por una aproximación al griego.

9.- † Ma g r ege r u m /Ma g r i g u l , antiguo nombre de Vall de Montjoi, Roses (AEM).

Este topónimo, hoy desaparecido, se testimonia en la documentación antigua como Magregerum c. 780 HGL5 9, Magrigul monasterium c. 800 RO 1 *(70) Magrigul, vallis 976 RO 1, 11 K.

No hemos hallado ninguna propuesta de etimología para este topóni- mo, que, de hecho, Corominas ni menciona. Obviamente, la comparación con lat. macriculus, diminutivo de macer salta a la vista. No hemos hallado en los repertorios habituales ningún ejemplo del uso antropóni- mico de tal diminutivo, sin que sea óbice ello, naturalmente, para que pudiera haber sido el caso. La fonética no ayuda, ya que esperaríamos una forma con la evolución normal del grupo c’l > *magreil, *magreyl,

445 S. PÉREZ OROZCO

*magrelio v. sim. Cfr Torrelia, rio de 931, GI 931, 3 E, actual riera de Torrelles,en Campmany AEM < *turriculas, etimologia obligada por la grafía –li-. Bien es cierto, sin embargo, que hay casos en que estos grupos -t’l -, -c’l- se han mantenido: Cercèdol, llombrígol.

Sin embargo, la forma más antigua Magregerum (con una var. Magregesum 889, CR9 657 posiblemente con error de copista), nos da qué pensar. Intentaremos buscar una etimología que satisfaga ambas formas.

En el mismo sentido en que hemos interpretado el topónimo ante- rior, no descartamos ver en las primeras dos sílabas el adjetivo µακρός “largo” “ancho” “profundo” y en el segundo no es fácil decidir con cuál acertaremos. Diversas posibilidades se nos ofrecen, más o menos con- gruentes con la fonética:

− γu÷ρος “círculo, giro”, con nulo uso toponímico, − χwvρη ( forma jónica por át. χwvρα) “territorio, esp. el dependiente de una ciudad”. − κοi÷λον “cavidad, hueco”. Su empleo en la toponímia no es raro. Como adjetivo, es frecuente determinando las regiones de un territorio que están encajados entre montañas: κοi÷λη Συρία. Aparecen diversas

446 TOPÓNIMOS CATALANES

Κοi÷λα (τά) para referirse a diversos valles: en Naupacto, en Quios y en Eubea. Y en la geografía griega hallamos también, formados sobre la misma base léxica, NL Κοιλίς y Κοίλη.

Posiblemente, por las características del terreno (es un valle, re- lativamente largo, vid. la imagen anterior) y por la adecuación a la evolución fonética esperada, esta última propuesta es la más aceptable. El diptongo griego, inusual en latín sería adaptado como ū o bien como oe > e. De hecho son las evoluciones normales del diptongo en latín, tanto en palabras patrimoniales como en préstamos griego (cfr. pūnio/ poena, v. gr.)

µακρòν κοi÷λον > * macre gṹl > Magrigul µακρòν κοi÷λον > ∗ macre gḗl > Magreger(um)

Otra opción a explorar vendría a través de la onomástica personal. Existe el adjetivo µακρήγορος, ον, el verbo µακρηγορέ−w÷, el substantivo µακρηγορία, ας, evidentemente con el sentido de “hablar largamente”. No sería imposible esperar un NP ∗Μακρήγορος o tal vez mejor ∗ Μακρήγορης en buen jonio (ático ∗Μακρήγορας) de donde lat. *macrēgor- que no es una mala base para derivar las diversas formas del topónimo en cuestión. El caso de base podría ser el acusativo o el genitivo ∗ Μακρήγορην/ ∗ Μακρήγορω. Si bien existen numerosísimos antropónimos con el forman- te final αγορας- , nuestro ∗ Μακρήγορης no está testimoniado en ninguno de los repertorios onomásticos.

Sea como sea, entre “(la finca) de Macrégoras” y el “valle largo” queda la cosa, sin que de momento podamos decir más.

Con muchas reservas incluimos en nuestra relación:

10.- Ro d e s , (serra de) Rodes, (AEM).

Las formas antiguas son:

Rodas 932, monte = serra de Rodes,

Rotas 944 (monasterium) = Sant Pere de Rodes. No se refiere a una población, sino más bien a la sierra que se alza detrás mismo de Roses. Las formas antiguas para Rodes y Roses resultan a veces confusas

447 S. PÉREZ OROZCO

Rodas 982 DC1 243, 10 J= Roses Rodas 932 CR9 663, 10 H = Rodes Rotas 944 DC1 227 = Roses Rotas 944 DC1, 227 = Rodes

Se puede tratar de una variante del mismo topónimo con un trata- miento más conservador. Cfr. Guíxols/*Gèxols o Armoridas/ Armira- das. Corominas propone una etimología céltica en Onom., VI, p.414, a nuestro entender, sin demasiado fundamento.

11.- Ll a m p a i a s , lugar en el municipio de Saus (AEM).

Corominas lo estudia en Onom V 34 y documenta la forma más an- tigua Lampadiis1194. Más que de λαµπάδια pl. de λαµπάδιον “pequeña tea”, debe tratarse, como Corominas opina, de *villas Lampadias a partir de un NP Lampadius.

448 III ANÁLISIS DE TOPONIMIA ANTIGUA Y MODERNA DE L’EMPORDÀ

En el curso de nuestra investigación hemos intentado rastrear algún vestigio de toponimia griega a partir de la identificación de elemen- tos comunes de la morfología de esta lengua. Nos hemos centrado en aquellos topónimos para los cuales se propone una etimología discu- tible o, al menos, no claramente románica. El resultado es negativo y apunta generalmente a un origen románico. Abundan los nombres de propietarios romanos de época diversa: Llançà, Rupià, Delfià, Vilacolum; germánicos: Vilopriu, Norfeu, Parlavà; mozárabes (o árabes): Vilatenim Vilamacolum, Jafre, etc. Puesto que o bien se trata de topónimos para los que se carecía de etimología o bien nuestra interpretación se halla en desacuerdo con las propuestas hasta ahora, las detallamos aquí.

1) Ta- < τά, τό ¿?

En la toponimia ampurdanesa se hallan un par de topónimos para los cuales se podría dar etimología griega:

Ta v e l l e r a , v a l l en Port de la Selva (AEM) < τά φαληρά ¿? “tachonado de blanco”.

Ta l a b r e playa, en Cadaqués (AEM) < τò λάβρον / τά λάβρα ¿? del adjetivo λάβρος,α,ον “impetuoso” κu÷µα λάβρον Il. XV, 625 ποταµòς... λάβρος Il. XXI, 275.

Corominas en Onom. VII, p.208 postula sin embargo un origen célti- co. Nuestra propuesta difiere totalmente. Para el primero, documentado como Tabellaria, (valle ) 974 MH 116 simplemente proponemos derivarlo de cat. tavella < lat. tabella “vaina de legumbre”, “judía verde”, “arruga de la ropa” > “grieta del relieve”.

Para el segundo, a pesar de sus innegables resonancias célticas, proponemos algo más sencillo. Lo relacionamos con el nombre antiguo del astrolabio en catalán: estalabre, 1360, 1366. strelabre 1345, estela- bre 1352 (8). Si recordamos que la zona del Empordà es de las que ha mantenido (aunque ahora ya de forma declinante) el artículo es sa, es- talabre nos lleva fácilmente a talabre por falso análisis y d­eglutinación.

449 S. PÉREZ OROZCO

Un nombre de playa basado en un instrumento tan característico para la navegación en la antigüedad no ha de resultar difícil de aceptar ni de entender.

2) Pala- < παρά ¿?

Pa l a m ó s villa, (BEM).

La forma más antigua documentada es Palamors 1279. Ya en 1462 Palamós. Existe un Palamós en la Segarra, lo cual invalida, al me- nos de entrada, la relación con el griego.Corominas en Onom. VI, 128 propone una complicada etimología: palus humoris.

La relación con πληµµυρίς, πλήµµυρα “oleaje”, “marea alta” o con παρά no se presenta fácil ni evidente.

Creemos, en resumen, que hay que apoyarse en los paralelos Pala- folls, Pelacolls, Paracolls, Paracuellos, Palafocs, Pelagalls, Pe- lafustán / Pelahustán y ver en Palamós un *pela-mors (i.e morros), donde /moŕ/ es una variante septentrional de morro DECat s.v morro. Este tipo de denominaciones son típicas de Catalunya: Trucafort Taltevull Tallaferro, Deulofeu, Passalamar.

Pudieron llegar a la toponimia a partir de antropónimos (9).

3) Mada < µετά ¿?

† Ma d a l e x o , i p s o 953 lugar en Castelló d’Empúries (AEM).

953 usque in ipso dedo/ dodo ac in ipso madalexo 1070 ipso madalexo madelexo maris

Corominas en Onom. V, 121 considera, a partir del uso del artículo en la primera atestación propone interpretar el topónimo como un apelativo común con el sentido de “límite entre la tierra y el mar” y le da un hipotético étimo *maris delapsum.

La comparación con los nombres comunes griegos µετάλλαξις “cambio” o µετάληψις “participación, sucesión, alternancia” resulta sugerente y fonéticamente coherente en su evolución, si bien la justificación semán- tica carece de apoyos sólidos.

450 TOPÓNIMOS CATALANES

Sin embargo, una aproximación desde la antroponimia no estaría fuera de lugar. Ya Corominas (loc. cit) pone en relación Madalexo con otro NL catalán, Madaloc, en el Rosellón, sin seguir la pista. Para Madaloc propone como étimo un NP germánico Madalhoh (Förster- mann 1114) que consta del bien conocido elemento Madal- variante “alargada” de mada < maþa. Försterman recoge más de 90 atestaciones entre ambas variantes.

Siendo así que existe en catalán el NP medieval Madaxus, var. Ma- dexo, Madeixo, Madeixone (RAC I s.v), formado a partir de Mada- más un sufijo poco usual, Madalexo podría ser el exacto equivalente, pero sobre la forma ampliada.

El uso del artículo podría denotar que se ha perdido la noción del origen antroponímico cfr. lo que pasa con Mundar, ipso CSC,139 a. 981 en Parets del Vallès (Vallès Or.) cuyo origen está en el nombre perso- nal árabe Mundir cfr. Terés 398 que cita en la toponimia Almundar, Abolmondar, Mondar, Mundar. De hecho, el lugar citado junto a Ma- dalexo en el documento de 953, Dedo / Dodo tiene también un aspecto antroponímico cfr. NP catalanes Dodo y Dedo (RAC I s.v).

El determinante maris podría indicar un determinante geográfico sin más, para distinguir tal vez este lugar de algún otro homónimo situado más al anterior. Sea como sea, non liquet.

4) - ´ga < −ικά

Rohlfs (10) cita el sufijo en cuestión como equivalente a anus– , -acus en la formación de nombres de lugar a partir de nombres de persona. P. ej. en Italia meridional Caprárica del Capo, Caprárica di Lecce, Acquárica, Sanárica, en territorio griego τά Σακελλαράϊκα, τά Πολιτάικα, τά Καρυώτικα, τά Κουκούλλικα

El nombre antiguo de Bellcaire d’Empordà (BEM) Bitinga villa 840/ 847, Bedenga 881 podría provenir de un griego *Βιθυνικά a partir de un NP Βιθυνός. Sin embargo, la existencia de un Betinio, ipsa cuma 946 DEC 58, *(16) 5C, así como la distancia geográfica a la zona de mayor influencia griega, impulsan a pensar en un latín B ithynius, de donde, con el sufijo icus– , Bithynica. Tanto Bythinius (en fem. Bithynia Solin, n. 654) como Bithynicus (Solin n. 654, n. 1482) existen como antropó- nimos en latín. Diferente opinión expresa Corominas en Onom. II, p. 387, que ve en el topónimo un nombre germánico en –ng.

451 IV TOPONIMIA GRIEGA EN LEVANTE Y BALEARES

En el resto del dominio lingüístico, Corominas en su Onomasticon intenta rastrear algún vestigio de toponimia de origen griego, ya sea de época clásica, ya de la ulterior ( y fugaz) presencia bizantina.

Los someteremos a un examen crítico, que arroja lamentablemente resultados negativos.

1.- Ga n d i a

La propuesta de Corominas Onom. IV 309 de relacionar el topónimo valenciano con la ciudad de Candía, en Creta, atribuyendo el origen del topónimo levantino a la ocupación bizantina, creemos que carece de fundamento.

JΗράκλειον es el nombre antiguo de la ciudad cretense, que fue susti- tuido por el árabe ḫandāq “foso” cfr. topónimos peninsulares Alhanda, Alhándiga, Alfàndega, Alfàndec. Del nombre árabe proviene la adap- tación veneciana Candia (la) y el topónimo griego (anticuado) Χάνδαξ. (11). En tales circunstancias, resulta difícil de sostener cualquier relación entre ambos nombres.

La pista a seguir es otra. La forma antigua del topónimo es Candia, ya en el Llibre del Repartiment y en toda la documentación medieval hasta finales del s.XII, y el análisis de algún nombre semejante como Candien, alqueria de Cullera en el Llibre del Repartiment, actualmente Candient, partida de Sueca, nos pone en la dirección correcta (Onom., loc. cit).

En el origen tenemos un nomen gentilicio romano Candidius, del cual proceden

Candidia (villa) > *Candiya > Candia > Gandia Candidianum > *Candiyen > Candien > Candient

La forma con g- posiblemente es una variante de procedencia árabe a través de ár *Qandiya cfr las diversas Gata peninsulares que proceden de lat. capita a través de formas árabes con q-. Debieron existir, pues,

452 TOPÓNIMOS CATALANES dos formas ár. *Kandiya / *Qandiya. La segunda terminó por imponerse a la primera.

La -dy- evoluciona a –y- en el mozárabe local. Cfr. los diversos Poyo < podium de la toponimia valenciana, o Meanes en Atzaneta de Maestrat < medianas.

El uso del propio nomen o cognomen como adjetivo es un tanto arcaizante y propio del lenguaje más oficial :V ia Augusta, Via Appia, lex Canuleia. Sin embargo, sin ser tan frecuente como el sufijal en anus– , -acus, etc., está igualmente presente en la toponimia cfr. Antuña < Antonia en Asturias, Oreja < Aurelia en Toledo, Valira < Valeria en Andorra, Marcilla < Marcellus en la Rioja, Cornelha < Cornelia en Aude (Fr.).

2.- Xà b i a

La propuesta de Corominas Onom. VIII, 104 es relacionar el topó- nimo levantino con griego JΗµερο−σκοπεi÷ον por intermedación de una abreviatura árabe del topónimo griego ( JΗµερο)−σκοπεi÷ον> *ksabia > *kšabiya.

Las formas más antiguas son 1258 Yxabee y 1301 Exabeam. Coromi- nas ( loc. cit) recoge la existencia de un homónimo en la serra d’Aitana: Penyes d’Aixàbia.

Nuestra propuesta es distinta. Creemos que se trata simplemente de un adjetivo nisba aš- Šābbiyyat formado a partir de árabe šābb usado como antropónimo. cfr. Terés 201: “šābb adjetivo (“joven”) que parece reflejarse en la documentación antigua de la zona noroccidental de la Península Ibérica, vgr., ES Ero Hab (por Xab); DS Xabe, Xab, Scape, Xape, Xapiz, Xabez, fem. Xaba, Scapa; IM Xabe; HG Xab, el Xabes, Axabe”. Como advierte Terés en una nota adjunta este antropónimo no manifiesta jamás ningun indicio de imāla ni aun en árabe grana- dino.

Tendríamos aquí simplemente una formación de las muchas que se hallan en territorio peninsular formadas de esta manera y que supo- nen más o menos el equivalente árabe de los topónimos romances en –anum, -acum.

453 S. PÉREZ OROZCO

Para la fonética, cfr. los topónimos catalanes y valencianos siguien- tes

Bellulla Onom II, p.303 < Bahlūl-iyyat Bolulla Onom III, p.59 < Bahlūl-iyyat Filella Onom IV, p.219 < Hilāl-iyyat Farfanya Onom. IV. p.192 < Farhān-iyyat Matarranya onom. V. p.237 < Mitrān-iyyat Magòria Onom. V. p.131 < Maṭġār-iyyat

que muestran acento en la raíz al atraer el acento la sílaba larga. Para la adaptación del final, cfr.Zalamea , Alfocea, ajedrea < - iyyat

Cabe señalar la existencia de aš- Šābbiyyat como topónimo en Yemen y Túnez.

En las Baleares, por otra parte, Corominas en Onom. I propone ver en una serie de topónimos un presunto origen griego.

3.- Ca i m a r i (s)

Onom. I, 82. La forma más antigua aparece ya en el Rep. Rahal Caimaritx. No hace falta suponer ningún étimo griego. El propio Coro- minas propone (y rechaza) *Caɳmaris < *cannamaris como Cañamar Canyameres Canyamar. Puesto que parece que existe la var. kәṷmari en la lengua oral de Manacor se podría también pensar en calamus o culmus.

4.- Es t e l l s

Corominas en Onom. I, 132 propone un origen griego que ya matiza en Onom. IV, 158. Tal vez del griego στήλη en último término, pero a través del provenzal estel, esteu “escollo”, “farallón”

5.- Pa n t a l e u

En Onom. I, 221 propone una aproximación a gr. *Παναθήναιον. En Onom,VI, 153, en cambio, al estudiar los homónimos que hay en

454 TOPÓNIMOS CATALANES

Catalunya,­ se desdice y formula la hipótesis de la procedencia de un NP. Pantaleus.

6.- Pe r e l l a , un mas en Eivissa y otro en Menorca (Alc-M VIII, 246 s.v. Parella 3). No hace falta suponer παράλια, como Corominas, en Onom. I, 229 sino más bien se puede suponer simplemente un origen antroponímico, ya que existe el apellido Perella/ Parella, originado a su vez en un topónimo cat. Perella, de lat. *petrella. El mozárabe Caria Pilella ( Menorca) que cita Corominas podría ser el antecedente de la Perella menorquina sin que haya que suponer otro origen que no sea latino. La base no podria ser petra, ya que el mozárabe no simplifica el grupo –tr-, pero podría ser pirus, pala, pila, etc.

Topónimos de origen griego en el Empordà

455 V CONCLUSIÓN

Al término de nuestro estudio, creemos haber establecido un par de conclusiones

– la presencia lingüística griega en la Península, incluso en la zona del Empordà, fue reducida, a juzgar por lo que testimonia la to- ponimia. Apenas un puñado de topónimos en los enclaves costeros más importantes y su entorno más inmediato. Ello concuerda con la imagen formada por la historia y la arqueología de lo que fue la colonización griega en la Península. Quede claro que no hay que imaginar que en cada lugar para el que se propone una etimología griega haya sido poblado por griegos, sino que simplemente el nom- bre que los griegos dieron al lugar fue adoptado por los romanos y pervivió en el latín vulgar de la zona.

– Asimismo, el examen detallado de los topónimos de la zona resta apoyo a la hipótesis del celtismo de un importante estrato de la toponimia de la zona. Una vez descartados nombres como Armiro- das, Tavellera, Talabre y Rodes, los otros testimonios pierden la fuerza que les da el número y pensamos que son fácilmente reconducibles a una etimologia románica:

- Cullaró, illa. Corominas Onom. III, 484 propone una etimología céltica relacionada con céltico *cularōn ir. cularán “pepino”. Sin em- bargo, existe cat. colleró “collera grande”, que en la pronunciación local suena /kuλә´rọ/. Sin duda, se trata de un nombre basado en la compa- ración de la forma o en algún hecho anecdótico.

- la Penida, els Penins, relieves del Cap de Creus.

Pinni, monte 944 = Pení < * Penninus diminutivo de pinna. Pininello, monte 974, Pigninelli montis 974< *Penninellus Pineta 844, Pinnita valle 944, Pinida valle 989: Penida, la

No hay por qué suponer un celta pennos como hace Corominas Onom., VI, 189. Simplemente lat. pinna y sus derivados ya dan buena cuenta del origen de estos nombres. El tratamiento nn/ n es como el que ocasionalmente se halla en caso como Penya/ Pena; Canet / Canyet.

456 TOPÓNIMOS CATALANES

La ē > i de Penida puede ser un tratamiento dialectal que se halla en la forma antigua del topónimo ampurdanés Saldet (mun. Ventalló) < Salcidum 859 DC2 354 < salicētum, y en el topónimo actual Rupit < rupētum.

- El Petròlec /pә´trǫlәk/ /pә´trǫlә/ “riuet subafluent del Ter”, denomi- nado también “Riera d’Adri”. Coromines en Onom. VI, p. 217 le da un étimo celta. Sin duda hay que ver en este topónimo más que un celtismo a base de galo petro- “cuatro”, una deformación de cast. petróleo, cat. petrol, petroli. En el mismo artículo, Corominas cita un mas del petrol que admite seguramente la misma interpretación.

- *Toló (Castro Tolone 898 RO 53) antiguo nombre de Peralada (AEM) para el cual Corominas en Onom. VII, 286 propone una etimolo- gía céltica relacionada con topónimos franceses análogos, como Toulon, podría ser simplemente de lat. *castrum telōnī, “ciudad de la aduana”, con el genitivo de la palabra latina telonium que en época clásica signi- fica “oficina de recaudación de impuestos” “aduana” y en la AltaE dad Media “impuesto” (en última instancia de griego τελώνιον) (12).

De hecho, a parte de unos pocos topónimos de clara filiación ibérica como Begur, Aro, Tossa y algún otro más, la inmensa mayoría de la toponimia ampurdanesa remite a la época romana como muy tarde, como es lógico en una zona tan romanizada, de poblamiento más bien disperso y abierta al exterior por medio de la Vía Augusta.

457 VI NOTAS

(1) BADIA I MARGARIT, A. Gramàtica Històrica, § 6. (2) ibidem, § 83, 3 y § 84, II. (3) ALMAGRO, M.: Las inscripciones ampuritanas griegas, ibéricas y latinas, nª 37 del catálogo, pp. 50-51. (4) BADIA I MARGARIT, A.: Gramàtica Històrica, §100, III, B. (5) PÉREZ OROZCO, S.: -“Toponimia d’origen islàmic a la Catalunya Vella”, Butlletí interior, Societat d’Onomàstica, en premsa. (6) BRAMON, D.- LLUCH BRAMON, R.: Mots remots, setze estudis d’història i topo- nimia catalana, p. 63. (7) DAUZAT, A.- ROSTAING, C.: Dictionnaire étymologique des noms de lieux en , p. 248 s.v Malicornay. (8) DECat I, p.466 s.v astrolabi. (9) cfr. los nombres que recoge Rohlfs en “Typen der cognomina im mittelalterlichen italien (10.-13 Jahrhundert)” en ROHLFS, G: Antroponimia e Toponomastica nelle lingue neolatine, Tubinga 1985, p. 155. (10) rOHFS, G.: Antroponimia e Toponomastica nelle lingue neolatine. p. 21. (11) Encyclopedie de l’Islam, III, p. 1109, s.v. Iḳrītish. (12) La hipótesis la proponen BOLÒS, J. –HURTADO, V.: Atles dels Comtats d’Empúries i Peralada (780-991), Barcelona, 1999, p. 32 y puede encontrar apoyo en la condi- ción de centro administrativo de Peralada desde época visigoda.

458 VII BIBLIOGRAFÍA

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460 J.UNTERMANN Universität Köhln

ANTIGUO EUROPEO EN HISPANIA*

ABSTRACT: This article critises recents theories proposed by Francisco Villar and Blanca Prósper about the existence in the Iberian Peninsula of an stratum of an old european tongue. In the author’s opinion really the segments compared are ambigous and there isn’t prooves of any indoeuropean language than ones attested historicaly.

KEY WORDS: Iberic Peninsula, Prerroman Languages, alteuröpaisch, toponimy, indoeuropean, Hispania.

RESUMEN: Este artículo critica recientes hipótesis de Francisco Villar y Blanca Prosper sobre la existencia en la Península Ibérica de un estrato de una lengua antiguoeuropea. En opinión del autor los segmentos comparados de hecho son ambiguos y no hay pruebas de otra lengua indoeuropea distinta de las atestiguadas históricamente.

PALABRAS CLAVE: Península Ibérica, Lenguas Paleohispánicas, antoguoeuropeo, toponimia, Hispania.

* El presente trabajo fue publicado como <“Alteuropäisch” in Hispanien> en E. Eggers, J. Becker, J. Udolph y D. Weber (eds.): Florilegium Linguisticum. Festschrift für Wolfgang P. Schmid zum 70. Geburtstag, 1999, págs. 509-518. Agradecemos al autor y a la editorial el permiso para reproducirlo en versión española. La traducción ha corrido a cargo de Santiago Pérez Orozco. Se hizo cargo de las diligencias para esta versión Luis Silgo Gauche.

461 I INVESTIGACIONES SOBRE EL ANTIGUO EUROPEO

En los últimos años los lingüistas españoles Francisco Villar y Blanca Prósper han iniciado un nuevo y muy intensivo examen de los topónimos en la Península Ibérica y, a través de ello, han resucitado el concepto dado por muerto desde hace tiempo de “antiguo europeo”: motivo suficiente, para ocuparse de qué relación hay entre lo que estos investigadores denominan así y lo que hace casi una generación (1) condujo a la puesta en marcha a las ideas asociadas a este término.

Hans Krahe forjó a lo largo de décadas de trabajo la imagen de una lengua indoeuropea denominable como “antiguo europeo”, que era más reciente que la protolengua y más antigua que las lenguas indoeuropeas atestiguadas más tarde en Europa, lenguas indoeuropeas que se forma- ron sin duda en el mismo espacio, pero que no derivan directamente de esta lengua antiguoeuropea. Testigos de excepción de este modelo eran, como es sabido, hidrónimos, que parecían indoeuropeos, pero no deri- vables del estrato lingüístico correspondiente a las lenguas posteriores, y que, por ello, se habían transmitido desde otro estrato, lógicamente anterior. Estos “hidrónimos antiguoeuropeos” se dejan entender como un léxico cerrado, estructurado en sí mismo, cuyo significado y valor fue revelado globalmente por vez primera por Hans Krahe y admitido a partir de este momento.

Hubo después dos consideraciones, que dieron motivo para repensar y revisar este modelo. La primera y más importante debemos agra- decerla a Wolfgang P. Schmid, alumno de Hans Krahe (2) y propia- mente el heredero de la investigación hidronímica de Krahe (3). En su conferencia del año 1968 “Antiguo europeo e indoeuropeo” (4) llega al resultado de que no hay una base suficiente para separar el léxico usado en la hidronimia antiguoeuropea de la que se puede atribuir de manera segura al protoindoeuropeo –en otras palabras, en la hidro- nímia antiguoeuropea aparece en superficie el uso de un subléxico de la lengua protoindoeuropea, que se había desarrollado en esta para la designación de los ríos, y que después fue reutilizado y reformado en mayor o menor medida por los hablantes de las lenguas individuales que se formaron más tarde.

Para el segundo punto de partida crítico hay varios defensores –puede bastar, como representantes de todos ellos, nombrar dos.

462 ANTIGUO EUROPEO

A­nton Scherer lanzó la cuestión en los años sesenta (5) de si se puede demostrar, pues, que todos los sufijos y todas las raíces que habían sido incluidos en el sistema de Krahe de la hidronímia antiguoeuropea son también efectivamente de origen indoeuropeo. Planteó la cuestión de si no muchos, tal vez un elevado número de estos elementos onomásticos podrían ser con igual o incluso con mayor probabilidad preindoeuropeos y, así pues, podrían ser adscritos a una o varias lenguas del substrato en el ámbito de la Indogermania posterior.

Después, Romano Lazzeroni, pocos años más tarde, demostró con argumentos muy dignos de consideración (6), que todos los componen- tes, especialmente las raíces, pero también los sufijos de los hidrónimos antiguoeuropeos también son identificables en el ámbito mediterráneo preindoeuropeo, donde –a menudo ya desde hace décadas, son regis- trados como componentes de un grupo lingüistico “mediterráneo” au- tóctono. Lazzeroni lo demuestra para los elementos ara-, alis-, alb(h)-, kar- , pal-, nava-, sala- y hace creíble que una tal comprobación tam- bién fuera posible en el caso de todas las otras raíces de hidrónimos antiguoeuropeos. Incluso si no se quiere estar de acuerdo con él en que ninguno de los nombres formados con estos componentes es de origen indoeuropeo, sin embargo, debemos aceptar sin restricción que hay que contar con una muy amplia homofonía de componentes onomásticos mediterráneos y antiguoeuropeos.

463 II ANTIGUO EUROPEO O MEDITERRÁNEO

Esto significa entonces que estas raíces por sí mismas no permiten llegar a ninguna decisión sobre si tratamos con un nombre indoeuro- peo o no indoeuropeo. En la búsqueda de otros criterios se nos ofrecen en primer lugar los sufijos. Pero también estos se presentan enun elevado porcentaje en ambos dominios lingüísticos, a saber, los más característicos de ellos, que contienen la secuencia -nt-, son tratados de la misma manera como típicamente indoeuropeos o como típicamente mediterráneos – no obstante desgraciadamente la secuencia -a-nt-ia- parece ser más frecuente en el dominio indoeuropeo que fuera de él. Fundamentalmente debemos acordar en todo caso que no hay ningún indicio lingüistico infalible que nos permita distinguir inequívocamente un hidrónimo antiguoeuropeo de uno mediterráneo.

Lo que resta es el criterio de extensión geográfica. Ahora bien, sería una evidente petitio principii afirmar que los ahora elementos onomás- ticos antiguoeuropeo-mediterráneos de una manera sin esperanza e irremisiblemente mezclados entre si testimonian un sustrato medite- rráneo en un dominio lingüístico posteriormente indoeuropeo o deben adscribirse a un sustrato indoeuropeo en una parte no indoeuropea de la antigua Europa. Por ello es hasta el presente hasta que se demuestre lo contrario una exigencia de la razón partir de que allí donde podemos demostrar la existencia lenguas no indoeuropeas por medio de otras fuentes que los topónimos (por ejemplo, en Etruria o en Aquitania), los topónimos concernidos se pueden adscribir al léxico no indoeuropeo, mientras que allí donde se han hablado lenguas indoeuropeas por otra parte demostrablemente, podrían buscarse etimologías indoeuropeas. Dicho de otra manera: a causa de la muy amplia homofonía de los componentes onomásticos, especialmente en el caso de los hidrónimos, son estos insuficientes para pronunciarse autónomamente sobre la prehistoria lingüistica de los respectivos territorios; su clasificación depende más bien de indicios para la pertenencia lingüística de su entorno geográfico, que obtenemos de otras fuentes, la mayoría cono- cidas desde hace tiempo –inscripciones, topónimos con características inequívocas, testimonios de autores antiguos, continuidad hasta los tiempos medievales o modernos.

464 III PROBLEMAS DEL ANTIGUO EUROPEO EN HISPANIA

El éxito de las investigaciones españolas de los últimos años men- cionadas al principio no es puesta en cuestión por tales reflexiones en absoluto. Sin embargo, resultan algunos problemas de definición, nomenclatura y de la ordenación histórica que, en mi opinión, no son suficientemente tenidos en cuenta.

F. Villar y B. Prósper, en la medida en que me es conocido, han dis- cutido en parte con gran detalle, los elementos ab-, al-, albh-, ăp-, āp-, arg-, kat-, mar-, nav-, pal-, sar-, tal-, tam-, tar-, ter-, tur-, y war (7), todos ellos, como se ve, pertenecientes al pool homófono de las raíces nominales reclamables igualmente como mediterráneas que como in- doeuropeas. Los testimonios que son aportados se hallan en el conjunto de la Península, tanto en el norte y el oeste indoeuropeo como en el este y el sur ibérico.

Ahora bien, si se corresponde a la realidad histórica que todos estos elementos en la Península Ibérica se pueden asignar a una lengua indoeuropea o a un estrato lingüistico, entonces debe seguirse que en el territorio que en tiempos históricos fue ocupado por los hablantes de la no indoeuropea lengua ibérica, se asentó una población de ha- bla indoeuropea en una época precendente. A la vista de los modelos usuales sobre el origen y expansión de poblaciones que hablan len- guas indoeuropeas, debe entonces deducirse cuándo y por qué camino una tal población llegó a la zona mediterránea de Hispania, y cuándo y en qué circunstancias se le sobrepuso una población que hablaba ibérico, que es la que encontramos en esta franja de tierra en tiempos históricos (8). Independientemente de cómo puedan responderse estas preguntas, se podría llamar a la lengua de los portadores preibéricos de lenguas indoeuropeas “antiguoeuropeo” –una bien testimoniada designación étnica para un estrato postulado de esta manera no está de todos modos disponible– sin embargo, una relación con otras partes de la Indogermania no se puede establecer fácilmente, puesto que allí, como W.P. Schmid ha mostrado, la onomástica “antiguoeuropea” no es el testimonio de una determinada comunidad autónoma de hablantes, sino un subléxico de origen indoeuropeo disponible para las lenguas individuales en cada caso, que pudo ser aplicada a la designación de las masas de agua.

465 J. UNTERMANN

Otros problemas se plantean allí donde se hablaron lenguas indoeu- ropeas en Hispania en tiempos históricos –en todo el Oeste, Norte y en el interior hasta el Ebro y la cordillera mediterránea, lo que se llama habi- tualmente la “Hispania indoeuropea” (9). Si se examina la ya actualmente existente cartografía de los topónimos e hidronímos que se suelen designar como “ antiguoeuropeos”, llama la atención que la Hispania indoeuropea muestra más ejemplos que el resto de la Península, así en el caso de al-, awe-, sal- y war-, cuya extensión Tovar mostró en primer lugar (10).

Especialmente interesante es que los nombres con la secuencia sufijal -antia y formas derivadas están casi totalmente restringidas al valle del Duero (11). Fueron, como ya se ha mencionado, recopilados prime- ramente por A. Tovar y después exhausivamente por Javier de Hoz, y en ambos casos relacionados con otros nombres que se dejan incluir en el repertorio morfológico de hidrónimos elaborado por Krahe. Es digno de remarcarse en los testimonios de Hispania que se encuentran junto a los hidrónimos de este tipo casi otros tantos topónimos. En contra de la opinión habitual, tengo por precipitado equiparar simplemente estos últimos a los nombres de los ríos junto a los cuales se hallan las correspondientes ciudades.

Ello es especialmente claro en el caso de la ciudad celtibérica de Pallantia: así se llamó en principio una importante y fuertemente for- tificada ciudad fundada en época preromana junto al río Arlanza (sin duda un antiguo *Arlantia). Inmediatamente despúes de su destrucción por los romanos en el siglo II a.C., se fundó 35 km. al oeste en la lla- nura del curso inferior del río Carrión una nueva ciudad bajo dominio romano, que tomó el nombre de la antigua (12) y no el del río junto al cual se halla (13). Ambos nombres permanecen por lo demás: la nueva es la actual capital de provincia Palencia, la antigua, hoy mucho menor, se llama ahora Palenzuela. Se infiere que en todo casoPallantia no es ningún hidrónimo, sino muy probablemente un topónimo de un tipo que tal vez sea comparable con los nombres abstractos romanos como Valentia, Pollentia, Faventia (14). La formación participial subyacen- te reaparece en los teónimos vetones Palanticus y Toudopalandaiga (< *touto-palant-aikā) El sustantivo del cual se deriva la raíz verbal *palā-, aparece en el teónimo lusitano Trebopala-, su traducción podría buscarse en el campo semántico de “protección, defensa” (15).

Aparecen más de una vez continuadores de un antiguo nombre de ciudad *Bergantia (Berganza en Álava y Galicia, acaso también Bra-

466 ANTIGUO EUROPEO gança en el norte de Portugal): ellos contienen con cierta probabilidad el adjetivo *bhṛeghṇt “alto, grande”, una variante apofónica de *bhṛghṇt, que está en la base del topónimo Brigantia, hoy Bregenz junto al lago de Constanza. Son comparables con hidrónimos, aunque no de forma clara ni demostrable, los nombres de las ciudades celtíberas Numantia y Termantia (16), –en todo caso ni num- ni term- son elementos corrientes en los hidrónimos antiguoeuropeos.

Motivo para reflexiones de largo alcance da el río Pallantia, hoy Palancia (17), cuyo nombre coincide exactamente con el de la ciudad de la Celtiberia mencionada recientemente, cuya integración en la formación de topónimos indoeuropea se ha mencionado más arriba. El río Palancia nace y muere en el dominio lingüistico ibérico; en la ciudad de Sagunto, no lejos de su desembocadura está testimoniada la lengua ibérica como la única en uso desde el tercero hasta el último siglo antes de Cristo (18).

Acaso no sea ninguna casualidad que precisamente el elemento pal- también en la descripción de la llamada onomástica mediterránea juegue un gran papel –el Palatinus mons en Roma, la ciudad de Pallan- tion en Arcadia y otras más (19)– de manera que en el caso del nombre del río de Sagunto y de las ciudades a orillas del Arlanza y del Carrión estaríamos ante la homofonía mencionada más arriba de elementos mediterráneos y “antiguoeuropeos”, aquí concretamente ante la unión de una raíz homófona con un sufijo homófono. Además ya se ha inten- tado ocasionalmente, ganar el nombre de la ciudad de Saguntum para el “antiguoeuropeo” (20), aunque la vocal sufijal no cuenta con ningún respaldo, aunque el único topónimo comparable con mayor aproxima- ción en Hispania, Saguntia, en la provincia de Cádiz, aparece en todo caso en la parte no indoeuropea de la Península, y aunque sag- no es ningún elemento corriente de la hidronímia antiguoeuropea.

Un ejemplo adicional de que dentro de Hispania hay homonimia de elementos indoeuropeo-hispano-célticos y mediterráneos, lo ofrecen las formaciones con -nt derivadas de arg- (21). En el sector norte y oeste de la Península se encuentra sólo Argantia, esta vez además de en varios topónimos (Arganza, Arganzón, acaso también en Arganda), también en un caso en un hidrónimo, Arganza en Asturias. Ello sugiere contar en todos estos casos con el participio o adjetivo H2ergṇt “claro, brillan- te”, que se ha conservado también en los nombres latino y céltico para la plata. Los topónimos serían entonces abstractos con el significado

467 J. UNTERMANN

“Brillo” (no demasiado diferente del latín Florentia “floración”), el hi- drónimo podría significar “el que brilla con claridad”. Igualmente en el dominio lingüistico ibérico la base nominal *argent- está restringida estrictamente a los topónimos Argentera, Argentona en Cataluña y probablemente también en aŕketurki = *argent-urki, testimoniado en una moneda ibérica, cuya ceca debe buscarse en el mismo territorio (22). El elemento aŕki- argi es un componente frecuente de antropónimos ibéricos (23). Una conexión mediterránea es respaldada en el terreno de lo hipotético por las Arginusai, islas junto a Lesbos, y el topónimo Argos testimoniado diversas veces en Grecia.

468 IV INDOEUROPEOS PRECELTAS

Si se hubiera verificado que hidrónimos y topónimos en -antia y otros elementos de la capa onomástica antiguoeuropea aparecen sólo en el sector de la Península donde se han hablado lenguas indoeuropeas en tiempos históricos, y no en el este y el sur ibéricos, y si W.P. Schmid tiene razón en que estos nombres pertenecen al léxico común indoeu- ropeo y no a una lengua desarrollada posteriormente y después otra vez desaparecida, entonces para la Hispania indoeuropea el término “antiguoeuropeo” habría perdido su razón de ser: son nombres que han llegado al pais exactamente con las lenguas indoeuropeas que aparecen en las inscripciones, los antropónimos y en los demás modelos toponí- micos de tiempo prerromano.

Téngase en cuenta aún que en el N.O. de Hispania los portadores de la onomástica antiguoeuropea han sido identificados de manera ocasional inmediatamente con los “indoeuropeos preceltas”, un estrato posterior a la protolengua y previo a las lenguas individuales (24), que se ve testimoniado por las inscripciones lusitanas (25) y los topónimos, antropónimos y teónimos lusitano-galaicos. Esta lengua se adscribe a una primera oleada de las migraciones de pueblos que habían hablado una lengua propia, en todo caso no céltica, -una oleada que ha sido considerada tambien por los arqueólogos como un periodo histórico, y ha sido puesta en conexión con la cultura centroeuropea de los campos de urnas. Algunos lingüistas, sobre todo el romanista Joan Coromines, han llamado a este “precelta” “lengua de los campos de urnas”, o más cultamente, “sorotáptico” (26). Sin embargo, después de que la arquo- logía se ha alejado cada vez más claramente de las hipotésis migracio- nistas (27) y han contado cada vez más, en la Hispania noroccidental y central, con procesos etnogenéticos intrahispánicos (28), la ecuación “antiguoeuropeo” = “indoeuropeo precelta” ha perdido fundamento histórico. Un parentesco lingüistico estrecho, en sentido propio, de la hidronímia antiguoeuropea con los testimonios lingüísticos lusitano- galaicos no se ha dejado demostrar nunca de todos modos.

Los nombres antiguoeuropeos de la Hispania indoeuropea serían entonces en todo caso testimonios de otra tradición lingüistica, como lo son los nombres antiguoeuropeos que forman el sustrato de las regiones posteriormente no indoeuropeas a lo largo del litoral mediterráneo y del Prepirineo. Que nos falta aún la interpretación histórica de este

469 J. UNTERMANN sustrato, ya se ha remarcado antes. Si logrará alcanzarse, podemos esperarlo con interés, pero también con una pequeña dosis de escep- ticismo; pues es difícil que estos nombres puedan defenderse contra la reivindicación de la hipótesis mediterránea, contra la sospecha que podría tratarse de elementos que, según su forma externa, podrían pertenecer perfectamente a un componente léxico no indoeuropeo del Mediterráneo.

Los esfuerzos nuevamente florecientes para demostrar la existencia de una hidronimia antiguoeuropea en el Occidente europeo tienen aquí aún algunos problemas no resueltos hasta ahora.

470 V NOTAS

(1) A este tiempo pertenecen las primeras, muy meritorias y útiles compilaciones de nombres hispánicos que corresponden a lo que entonces valía como “antiguoeu- ropeo”: Tovar, a.: Zephyrus 8 (1957) 78 ss. y en: Proceedings... (of the) V Inter- national Congress of Toponymy and Anthroponymy . Salamanca 1958, 95-116, y Hoz, J. de: Emerita 31 (1963), 227-242. (2) Como también el autor de estas líneas, cuya amistad con Schmid, W. P. empezó hace 48 años, entre muy modestas relaciones gastronómicas, pero también con gran entusiasmo por el común campo de estudio. (3) Schmid, W. P. edita desde la muerte de Krahe en 1965 la serie fundada por este a cargo de la Academia de Mainz (Maguncia) Hydronymia Germaniae y ha favorecido personalmente y a través de sus alumnos la investigación sobre los nombres de ríos de Europa de forma continuada y la ha enriquecido a través de valiosas investigaciones. (4) Academia de las Ciencias y de la Literatura, Abh. der geistes- und sozialwiss. Klasse (Actas de la clase de ciencias humanas y sociales) 1968.6, recopilado dos décadas más tarde después de muchas observaciones adicionales más breves una vez más muy claramente en: Nacev Skomal-Polomé (Eds.): Proto-indoeu- ropean. Studies in honor of Marija Gimbutas. Washington D.C. 1987, 322-338. (5) En Iser-Schabram (Eds.): Britannica. Festschrift für Hermann M. Flasdieck. Heidelberg 1960, 241-250; Atti e Memorie del VII Congresso Internazionale di Scienze Onomastiche. Florencia 1963, 405-417; Kratylos 10 (1965), 13. (6) “Considerazioni sulla formazione del lessico indoeuropeo occidentale”. SSL 4 (1964), 1-86; para la hidronimia antiguoeuropea p. 14-42, de forma similarmente, pero no fijado en “mediterráneo” y menos consecuente en las conclusiones,T ovar, A.: “Krahes alteuropäische Hydronymie und die westindogermanischen Sprachen”, S.-Ber. der Heidelberg Akademie der Wissenschaften , Phil.-Hist. Klasse 1977.2, 16-20, véase además la recensión de W.P. Schmid IF. 82 (1977), 314-317. (7) Villar, F.: Los indoeuropeos y los orígenes de Europa. Madrid 1991, 75-84 (2ª. edición Madrid 1996, 94-105); BNF. 29 (1993), 301-339; en: Adiego-Siles-Velaza (eds.): Studia palaeohispanica el indogermanica J. Untermann ab amicis His- panicis oblata. Barcelona 1993, 287-296; Estudios de Celtibérico y de toponimia prerromana. Salamanca 1995, 1991-244; en Eska-Gruffydd-Jacobs (eds.): Hispano-Gallo-Brittonica. Essays in honour of D. Elis Evans, Cardiff 1995, 260- 277; IF. 102 (1997), 84-107; B. Prósper, Kalathos 15 (1996), 195-237; Ilu 2 (1997), 141-149; BNF. 32 (1997), 271-280. (8) Primeras reflexiones al respecto, que a mí, sin embargo, no me parecen aún con- clusivas, en Villar, Indoeuropeos2 (véase nota 7) 508 ss. (9) Menos habitualmente “Hispania celtica”: yo mismo estoy convencido (sin ha- ber encontrado sin embargo ninguna coincidencia por parte de los celtólogos

471 J. UNTERMANN

españoles y centroeuropeos) que también los dialectos indoeuropeos en el norte y el oeste pertenecen al celta y sólo se distinguen del Este celtibérico por el hecho de que la desaparición de la p se extendió de este a oeste aún no había llegado hasta ellos en el período de sus primeros testimonios; para una argumentación exhaustiva al respecto, Untermann. Veleia 2-3 (1987) , 57-76; una crítica y refutación igualmente exhaustiva de mi hipótesis se encuentra –entre muchos otros– en Scmidt, K. H. en: Actas del III Coloquio sobre Lenguas y Culturas Palaeohispánicas (Lisboa, 1980). Salamanca 1985, 319- 341; Gorrochategui, J. Veleia 2-3 (1987), 77-91; D. E. Evans en: Lengua y Cultura en la Hispania prerromana, Actas del V Coloquio...(Colonia, 1989). Salamanca 1993, 597 ss.; Hoz, J. de en: Almagro-Gorbea, M. (Ed.): Los Celtas. Hispania y Europa.Madrid 1993, 384-387; Villar, F.: Indoeuropeos2 (véase nota 7) 498-503. (10) En: “Krahes alteuropäische Hydronymie” (v. nota 6), mapas 2, 4, 5 y 6, parcial- mente copiados de nuevo en Villar, Indoeuropeos (v. nota 7); una imagen similar proporciona (aunque poco claramente inteligible a primera vista) el mapa en De Hoz l. c. (v. nota 1) p. 236. (11) Mapa 15 en Untermann, Sprachräume und Sprachbewegegungen im vorrö- mischen Hispanien, Wiesbaden 1961; cfr. también Faust, M.-Tovar, A., BNF 6 (1971), 247. (12) Castro García, L. De: Hispania Antiqua 3 (1973) 417-469; cfr . García Merino, C. en: Tabula Imperii Romani, Hoja K-30: Madrid. Madrid 1993, 170 ss. (con abundante bibliografía); por antiguos itinerarios hay testimoniada otra Palantia (no es un río) al sudeste de León: García Merino 170. (13) Se ha aceptado reiteradamente de una manera incomprensible a pesar de esta circunstancia que Palantia es un antiguo nombre del Carrión, y que se traspasó después a la ciudad que está a sus orillas. (14) Cfr. al respecto Wolf, H. J., BNF. 3 (1968), 190-198; están formados como sus- tantivos latinos del tipo patientia, ignorantia, así pues probablemente de modo distinto que los nombres de río homólogos, que tienen más bien la apariencia de participios (atributivos a un sustantivo como indoeuropeo occ. *aquā ? con un sufijo

de moción femenino i.e. *y(e)H2 – ie.occ. -*yā. (15) Testimonios, bibliografía y más observaciones en Untermann, Veleia 2-3 (1987), 64. (16) Cfr. al respecto Curchin, L., Emerita 65 (1997), 270, 274. (17) Testimoniado en la Antigüedad: Ptol, 2,6,15. (18) El título testimoniado en la monedas de Sagunto BiulakoJ, que antes era consi- derado celtíbero (incluso por mí mismo en Sprachräume und Sprachbewegegun- gen im vorrömischen Hispanien, Wiesbaden 1961, 17 y Monumenta Linguarum Hispanicarum I, 1, 83 (con reservas 232), es con seguridad ibérico: Monumenta Linguarum Hispanicarum III, 1, 219, 228. La ciudad de Segorbe, a 30 km. tierra adentro de Sagunto, a orillas del mismo río, usurpó en la Edad Media el nombre celtibérico Segobriga, para legitimar a su obispo como sucesor de la diócesis de

472 ANTIGUO EUROPEO

Segóbriga, importante en la antigüedad tardía: Beltrán Villagrasa, P.: Archivo de Prehistoria Levatina 4 (1953) 231-251. (19) Cfr. p. ej. Battisti, C.: Sostrati e Parastrati nell´Italia preistorica. Florencia 1959, 34, 135-139, 346. (20) Cfr. Tovar l.c (supra nota 19) 79. (21) Al respecto Untermann exhaustivamente en: Heller-Panagl-Tischler (Edd.) Indogermanica Europea. Festschriftfür Wolgang Meid. Graz 1989, 437- 441. (22) Excepto Argenteola en Asturias (Ptol. 2,6,28), que muestra con su sufijo una conexión tan clara con el adjetivo latino argenteus, que se le puede considerar ciertamente como una creación léxica latina. (23) Monumenta Linguarum Hispanicarum III.1, 211. Está abierta la cuestión aún (o una vez más) de a qué lengua pertenece el nombre del legendario rey de Tartessos, Argantonio: la convicción expresada en el Festschrift Meid (vid. supra nota 21) es ahora relativizada por la posibilidad –aún no confirmada– de que en el SO. Penisular pudieran haber habido muy tempranamente nombres personales de origen céltico. Cfr. al respecto Correa, J. A.: Veleia 6 (1989), 243-251, Unter- mann en el Festschrift Evans (v. supra nota 7), 255 y Monumenta Linguarum Hispanicarum IV, 167 ss. (24) Tovar, Proceedings of the Eighth International Congress of Linguistics, Oslo 1958 = Tovar, Sprachen und Inschriften. Amsterdam 1973, 175, 194, cfr. también de Hoz, Celtas Escorial (v. supra nota 9), 91 ss. (25) Monumenta Linguarum Hispanicarum IV, 725-758. (26) Las ideas de Corominas las he tratado con cierto detalle en una ponencia que se encuentra en Solá, J. (Ed.): L’obra de Joan Coromines, Barcelona, en prensa. (27) La importancia de la cultura de los campos de urnas en la indoeuropeización de Hispania ya fue puesta en cuestión tempranamente por Kimmig, W. en: Fests- chrift für Peter Goessler. Stuttgart 1954, 41-98 y, de parte española, fue privada de fundamento ante todo por Ruiz Zapatero, G.: Los campos de urnas en el NE. de la Península. Madrid 1985. (28) Las investigaciones de Almagro Gorbea, M. abren caminos al respecto; pro- porciona un buen resumen en: Almagro-Gorbea (ed.) Los celtas (cfr. supra nota 9), 121-174.

473

X. Ballester Universitat de Valéncia

Dos Inéditos Términos Ibéricos en Decoradísimo Kalathos

ABSTRACT: In this article two short iberian inscriptions are described. They are on a decorated ‘kalathos’, a form of the Iberian ware. It is in a private col- lection. The words are BaOiRa and BaRI.

KEY WORDS: Iberic Epigraphy, Iberic inscriptions.

RESUMEN: En este artículo se describen dos cortas inscripciones ibéricas. Ellas están en un ‘kalathos’ decorado, una forma de la cerámica ibérica que está en una colección privada. Las palabras son BaOiRA y BaRI.

PALABRAS CLAVE: Epigrafía ibérica, Inscripciones ibéricas.

475 X. BALLESTER

De la documentación de dos palabras ibéricas hemos podido tener conocimiento gracias a la generosidad científica de unos particulares, que prefieren permanecer en el anonimato y en cuya propiedad se en- cuentra, nos dicen, desde hace años una bien conservada pieza cerámica de tipología totalmente compatible con la de los cálatos o sombreros de copa edetanos. Con todo, lo más llamativo de la pieza es su bella, espectacular y pocholísima iconografía, que merecería, desde luego, el estudio de un profesional.

Por otra parte, aun no poseyendo competencia específica en este particular sector de los estudios de Iberología, no pudimos, desde luego, en nuestra inspección visual detectar ningún elemento de sospecha de inautenticidad por alejarse de las pautas tipológicas bien conocidas de la producción edetana de vasos decorados. Al contrario, su aspecto externo confirmaba la posible procedencia –de Liria, la antigua Ede- ta– apuntada también por sus propietarios, quienes nos hicieron llegar su alarma por la merma de coloración que progresivamente había ido perdiendo el vaso durante todos estos años.

En la parte externa y superior, casi lindando con el borde, y aunque con una fractura partiendo horizontalmente la secuencia de letras, puede leerse sin dificultad una forma

BaOIRA

Muy cerca de esta forma, a su derecha, si bien a un nivel algo inferior, y esta vez con los signos sí más seriamente afectados por la fractura se puede leer con alguna mayor dificultad otro término:

BaRI

La lectura definitiva que para la primera forma presentamos, se debe a la corrección formulada por el ponente Joan Fe r r e r i Ja n é en el curso del coloquio sucesivo a la presentación de estos textos en el XXIV Seminario de Lenguas y de Epigrafía Antiguas, pues nuestra lectura original para esta forma era BaTeIRA. Queda en pie ahora la eventualidad de interpretar el segmento final–I RA con lo que podría ser un morfema en razón de la buena posibilidad de aislar dicho segmento en términos cuales CeBeLCaIRA (F.20.1), ESATiRAN (F.20.1), ILDU/NI- RAENAI (G.1.1) o SATiRA (F.20.1). La secuencia trivocálica –AOI–, por cuanto sabemos, es bastante rara, aunque al menos podría aducirse

476 TERMINOS IBÉRICOS un esgrafiado OROICaOIŘ sobre fusayola procedente de Sant Julià de Ramis (Gerona; uide Velaza 2006: 312).

Para el segundo término BaRI podrían apuntarse como paraparalelos los BaR documentados, sobre todo, en soporte cerámico ya individual- mente ya como segmento de una forma (entre otros, verbigracia C.17.1, E.1.74 y 75, F.9.1, F.13.72… uide Siles 1985: 100s nnº 344–6; Velaza 1991: 47 nº 125; Silgo 1994: 67). A nuestro conocer, faltan, sin embargo, términos ibéricos que comiencen con BaRI–.

477 Referencias

Siles, J.: Léxico de Inscripciones ibéricas, Ministerio de Cultura, Madrid 1985. Silgo Gauche, L.: Léxico Ibérico, Real Academia de Cultura Valenciana, Valencia 1994. Velaza, J.: Léxico de inscripciones ibéricas (1976–1989), Universitat de Barcelona, Barcelona 1991. «Chronica Epigraphica Iberica VII (2004–2005)», Palæohispanica 6 (2006) 303–327.

478 A. LEDO CABALLERO Universidad de Valencia

EL SANTUARIO DE MONTAÑA FRONTERA Y LA PRODUCCIÓN DE VINO EN EL SAGUNTO PRERROMANO

ABSTRACT: The existence of a sanctuary dedicated to Liber Pater in Montanya Frontera (Sagunto, Valencia) makes author to consider this divinity function related to wine culture, and its cult extension around Ancient World. Sanctuary’s chronology, the possible Iberic name of the God, Bokon, and its vinculation with grapevine are adduced by the author. It is studied production and wine commerce in iberic culture, its mention in epigraphic sources and finally it is outlined the question of vinculation between the saguntines elits and wine.

KEY WORDS: Liber Pater, Montanya Frontera, Iberian Religion, Iltubokon, Saguntum.

RESUMEN: La existencia de un santuario dedicado a Liber Pater en Montanya Frontera (Sagunto, Valencia) lleva al autor a considerar la función de esta divinidad en relación a la cultura del vino y la extensión de su culto en el Mundo Antiguo. Son aducidos la cronología del santuario y el posible nombre ibérico del dios, Bokon, y su vinculación con la vid. Se estudia la producción y el comercio del vino en la cultura ibérica, su mención en fuentes epigráphicas y finalmente se plantea la cuestión de la vinculación entre las élites saguntinas y el vino.

PALABRAS CLAVE: Liber Pater, Montanya Frontera, Religión ibérica, iltubokon, Saguntum.

479 I INTRODUCCIÓN

El santuario iberorromano de Montaña, o Muntanya, Frontera, se encuentra a unos 9 km al norte de Sagunto, concretamente en el cerro homónimo (378 m) que forma parte de un conjunto de pequeñas ele- vaciones con las que la Sierra de Espadán se acerca a la costa, que no dista más de una decena de kilómetros.

El santuario fue dado a conocer en las primeras décadas del siglo XIX1 y desde entonces no ha dejado de llamar la atención de los in- vestigadores debido a su carácter único dentro del panorama de las religiones antiguas en nuestras tierras, así como por las peculiaridades del conjunto de epígrafes ibéricos y latinos que se le asocia y en el que nos detendremos más adelante.

Hoy en día parece fuera de toda duda razonable considerar que en época romana el santuario se encontraba bajo la advocación de Liber Pater, tal y como apuntan varias de las inscripciones latinas que allí se encontraron. Para el estudio de esta divinidad sigue siendo funda- mental el exhaustivo trabajo de P. Bruhl2, por lo que a él nos remitimos para una visión global; únicamente nos interesa destacar ahora que Liber Pater fue originalmente un dios protector de la fecundidad de los campos3, un cometido que, sobre todo con la expansión de la viticultura por la Italia central a partir del siglo III a. C., explica su asimilación a Dionysos-Baco4, divinidad compleja a quien los griegos atribuían la invención del laboreo de la viña y que también en origen se vinculaba al ciclo vegetal en conjunto5.

480 II LIBER PATER Y LA CULTURA DEL VINO

La rápida extensión del culto a Liber Pater-Baco por las distintas áreas del Imperio romano provocó la aparición de “courants syncrétistes très forts, qui ont tendu à assimiler Liber Pater à une divinité indigène et au culte dionysiaque gréco-latin”6, produciéndose en la mayoría de los casos la superposición a divinidades puramente autóctonas o, en todo caso, influidas desde hacía siglos por la figura de Dionysos7. En el escueto capítulo dedicado a Hispania Bruhl omite cualquier alusión al santuario saguntino y concluye, después de señalar la concentración de los siete epígrafes referidos a Baco en la parte occidental de la Pe- nínsula, que “dans les provinces espagnoles Liber pater n’est autre que le dieu apporté par les colonisateurs romains”8.

En definitiva, para Bruhl la existencia en Sagunto de un santuario dedicado a Líber seguiría la misma mecánica que llevó este dios itálico a regiones como Panonia, Mesia y Dacia, donde parece ser que se asimiló a divinidades autóctonas relacionadas con la vegetación y la fecundidad9, o a la Galia y Germania, países en los que parece claro que Liber fue llevado por los negotiatiores vinarii, expandiéndose su culto al mismo tiempo que se implantaba el cultivo de la viña10. Pero estas regiones poseen, desde el punto de vista de nuestro trabajo, un rasgo común: la ausencia de tradición viticultora previa a la llegada civilizadora de Roma. Cabría preguntarse, pues, si el proceso de adopción de la divinidad itálica, o, al menos, su denominación y rasgos iconográficos más comunes, se produjo de la misma forma allí donde el trabajo de la viña y la elaboración del vino se practicaban con anterioridad a la presencia romana.

Según el propio Bruhl, en los bordes de los desiertos sirio-árabes, territorios superficialmente helenizados a partir del dominio seleúci- da, se habría producido la lógica asimilación entre Dionysos y algunas divinidades locales, entre las que merece que nos detengamos en Du Sara, la gran divinidad de los Nabateos, cuyo nombre habría sido he- lenizado bajo la forma Dusares, dios del vino y de la vida sedentaria y figura antitética de otras divinidades tutelares del nomadismo como Say al Qawn, de quien una inscripción precisa “que no bebe vino”11. Un reflejo de las luchas entre estas formas divinas aparece reflejado en las Dionysiaca del autor tardío Nonnus12. En esta línea merece la pena recordar las alusiones a un Dionysos árabe por parte de Estrabón (XVI 1, 11) y Arriano (VII 20, 1).

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En África del norte, la importancia dedicada al culto de Liber-Baco no puede explicarse únicamente por la implantación del culto greco- rromano, sino que ha de entenderse a partir de complejos procesos de interacción entre divinidades puramente indígenas y semitas13. Preci- samente, en el territorio otrora perteneciente a Cartago se ha podido identificar, a partir de una representación iconográfica procedente de Mactar, un dios local que tenía en el racimo de uva su atributo principal, dios que habría sido asimilado a Dionysos en época helenística y que protegería los ricos viñedos de la campiña cartaginesa14.

En definitiva, podemos comprobar que la aparición del culto de Liber-Baco en ámbitos en principio ajenos a la cultura grecorromana puede analizarse desde la perspectiva de la importancia previa de lo que se ha venido a llamar la cultura del vino, siendo así que allí donde ésta no existía se produciría la asimilación a las ubicuas divinidades relacionadas con la idea genérica de fecundidad o fertilidad agraria, mientras que en las zonas viticultoras la asimilación se realizaría con dioses que tenían en la protección de las viñas y en el vino uno de sus campos concretos de actuación. Ante todo esto, nos sentimos legitimados a replantearnos las bases históricas de partida para poder interpretar correctamente la existencia del santuario saguntino de Liber Pater.

482 III EL SANTUARIO DE MONTAÑA FRONTERA Y EL VINO

¿Cuáles son esas bases de partida? Contamos con un santuario al que por las características de su culto puede considerarse como un caso único en la Península ibérica15. El material arqueológico asociado al santuario permite pensar que su actividad se iniciaría en un momento indeterminado del Ibérico Pleno, aunque se puede asegurar que ya funcionaba en el siglo IV a. C. Entre los materiales concretos de esta etapa inicial destacaremos, por su relación con el tema concreto que aquí vamos a tratar, la presencia de fragmentos de ánforas de hombro carenado (datadas entre los siglos VI y IV a. C.), así como de ánforas PE-16, con una cronología centrada en la segunda mitad del siglo III a. C.16.

Junto con el material arqueológico17, que prolonga cronológicamente la vida del santuario hasta el siglo III d. C.18, el santuario tiene asociado un singular conjunto epigráfico compuesto por cuarenta inscripciones latinas datadas entre los siglos I a. C.- II d. C.19 y en las que se ha que- rido ver el reflejo, atendiendo a los soportes utilizados y las fórmulas epigráficas empleadas, de un“ culto popular campesino llevado a cabo por gentes de distintas clases sociales”20. Pero más importancia para nuestro propósito reviste el conjunto de, al menos, doce inscripciones ibéricas sobre piedra y dos grafitos sobre cerámica; uno de estos últimos, sobre ala de kalathos, ofrece la datación más antigua para uno de estos epígrafes al considerarse del siglo II a. C.21

Este conjunto epigráfico ibérico, su alta cronología en el proceso de romanización y la propia tipología del santuario, que responde al tipo del “lugar alto” bien atestiguado en otros ámbitos de la cultura ibéri- ca22, permiten defender con plena seguridad el carácter autóctono de la divinidad venerada en Montaña Frontera, una divinidad que acabaría siendo asimilada a Liber Pater23. La idea ha venido siendo admitida de manera unánime hasta el día de hoy24, pero casi en ningún caso se ha planteado una vinculación original entre esta divinidad ibérica y el vino25; a este respecto se ha afirmado que se habría producido un sincretismo entre la divinidad itálica con “una divinidad relacionada con la fecundidad de los campos”, teniendo en cuenta que “Liber Pater no se impondría como deidad del vino en poco tiempo, sino que, proba- blemente, primero sería adorado como la anterior divinidad indígena y, con el auge del cultivo de la vid en este territorio (...) fue haciéndose

483 A. LEDO más específico su carácter”26. Es decir, la aparición de Liber Pater en el horizonte religioso de los saguntinos se explicaría por la existencia previa de una deidad autóctona, hemos de suponer que también mas- culina, vinculada a la fecundidad de la naturaleza. Esta idea parece contradecir lo poco que sabemos sobre el panteón, o panteones, de las comunidades ibéricas, donde parece existir un claro predominio de las divinidades femeninas en este ámbito concreto de la fertilidad y la fecundidad de la tierra, y a las que se irán asociando las figuras divinas análogas más importantes de los panteones semitas y griegos, algunas, como Deméter, con una más que clara vocación agraria. Los santuarios de La Alcudia de Elche, La Illeta dels Banyets o La Serreta de Alcoy son tan sólo algunos de los casos más cercanos que podrían citarse en este sentido y a los que cabría añadir el Cerro de los Santos, el Cerro de la Ermita de la Encarnación (Caravaca) o el Santuario de la Luz en Murcia27.

Pensamos que esta resistencia a vincular el santuario y el dios ibérico de Montaña Frontera con la vid y el vino puede estar condicionada por afirmaciones del tipo Como“ consecuencia de la romanización entramos en una etapa de gran pujanza en Saguntum en lo que concierne a su economía. Comienza a producir vino y quizás otros productos suficientes para proveer el mercado local”28, o aquella que hacía del vino sagun- tino un elemento “que se incribe en el balance de su asimilación a la romanidad”29.

La tendencia a asociar viticultura y romanización en Sagunto no se entiende demasiado bien si se tiene en cuenta, además de las pruebas arqueológicas recuperadas de yacimientos cercanos y de las que nos ocuparemos más adelante, la información contenida en algunos pa- sajes de las fuentes antiguas; entre éstos podríamos destacar el texto de Trogo Pompeyo (apud Iust. XLIII, 4, 1-2) que indica que los galos aprendieron de los masaliotas el cultivo de la vid (vitem putare), noticia que parece estar refrendada por una serie de indicios que apuntan a la introducción de la viña en la Galia meridional mucho antes de la creación de la provincia romana en 125 a.C.30

Pero esta tendencia a asociar en el caso saguntino la producción de vino y la presencia romana también puede cuestionarse si acepta- mos la teoría emitida por Luis Silgo según la cual la forma BOCON, documentada en tres de los epígrafes ibéricos hallados en Montaña Frontera, corresponde al nombre del dios indígena allí venerado31; el

484 MONTAÑA FRONTERA posible teónimo, siempre según Silgo, podría relacionarse con la voz vasca (g)oko, una de cuyas traducciones posibles es la de “racimo”32. En favor de esta propuesta debemos señalar la similitud con el teónimo Boccus documentado en el Alto Garona, esto es, dentro del dominio lingüístico aquitano33 y el hecho de que el racimo de uvas como símbolo no sea extraño, ni mucho menos, al mundo ibérico; así lo demuestran los motivos monetales de ciertas ciudades del sur peninsular (Ulia, Acinipo, Baicipo, Orippo, etc)34. Quizá sea este el momento oportuno para recordar que era el racimo de uva el atributo principal que Bruhl concedía a la divinidad africana considerada como tutelar de las viñas y que acabó asimilándose, también, a Liber Pater.

Por tanto, aun a modo de hipótesis, podemos plantear la vinculación concreta del dios indígena saguntino con la vid y el vino, lo que nos lleva, directamente, a preguntarnos por la importancia de la viticultura en el Sagunto prerromano.

485 IV PRODUCCIÓN Y COMERCIO DEL VINO EN LA CULTURA IBÉRICA

Pero antes de intentar responder esta cuestión, es necesario que nos detengamos mínimamente en lo que sabemos de la producción y el comercio del vino por parte de las comunidades ibéricas en los siglos previos a la llegada de Roma. Y lo haremos comenzando por la polémi- ca Ora Maritima de Rufo Festo Avieno35, en la que se cita una ciudad, Tiricas36, de la que se dice que su fecundo suelo “cria rebaños, viñas y los dones de la dorada Ceres” (vv. 501 s), para indicar a continuación que “los productos extranjeros son remontados por el río Ebro” (vv. 502 s). Lo problemático de esta obra nos impide poder extraer todas las consecuencias posibles a la mención del cultivo de la viña por parte de una comunidad indígena cercana a la desembocadura del Ebro, pero hemos de fijarnos en la alusión a la utilización del río como canal de comunicación comercial hacia el interior peninsular y su posible confirmación arqueológica con el yacimiento de Aldovesta (Benifallet, Tarragona), ubicado en un punto de perfecto control del río y que ha proporcionado en uno de sus recintos casi un centenar de ánforas en- tre las que predominan las del tipo Vuillemot R-1, propias del mundo fenicio occidental; el edificio allí documentado está datado entre el 600 y el 580 a.C., y ha sido considerado como un centro que, en manos de indígenas, “organiza la propia red de distribución hacia el interior del territorio catalán”37. Volveremos más adelante sobre esta idea.

Tampoco podemos pasar por alto la mención por parte de Livio de un lugar ubicado en la costa entre Cartagena y el Ebro que, en un primer pasaje, aparece bajo el nombre de Omissam (XXI, 22, 5), forma que fue corregida por Schulten por la lectura Onossam porque así aparece en el libro siguiente (XXII, 20, 4)38. Esta corrección fue aceptada por J. Vallejo, quien defendió su origen en una supuesta *Oinyssa u *Oi- noyssa39, formas que, a su vez, podrían explicarse a partir del término griego que designa al vino: oínos 40.

Aunque puede hablarse con cierta seguridad de la presencia de semillas de vitis vinifera en algunos poblados del Bronce del Sureste español41, la vinculación de esta especie con la producción de vino no parece que pueda ser establecida antes de la llegada de los fenicios al litoral andaluz. En este sentido, los testimonios más antiguos en la Península Ibérica se han documentado en los niveles más profundos

486 MONTAÑA FRONTERA del yacimiento gaditano del Castillo de Doña Blanca, lo que supone una presencia desde el siglo VIII a.C. Las dimensiones de estas semillas, que no permiten una confusión con las de la vitis silvestris, y las canti- dades que aparecieron autorizan a defender el inicio de la producción vinícola desde prácticamente el mismo momento en que se produjo la instalación de estos grupos orientales42. A estos datos podemos añadir el posible hallazgo de restos de vitis vinifera en los niveles inferiores de Illa d’En Reixach (Ullastret, Girona), datados en la segunda mitad del siglo VII a.C.43, lo que constataría el cultivo de la vid por parte de las comunidades del NE peninsular antes de la llegada de los focenses44.

Más cerca de nuestras latitudes, se ha constatado la presencia de pepitas de vitis vinifera en el Torrelló (Almassora) en niveles del siglo VII a. C. y en Los Villares (Caudete de las Fuentes) en niveles del siglo VI a. C., aunque no es hasta los siglos V-IV a. C. cuando se detecta en este último yacimiento una presencia importante de pepitas. No obs- tante, ya desde la segunda mitad del siglo VII a. C. se documenta la existencia en este lugar de ánforas fenicias y, a partir de la centuria posterior, la fabricación de ánforas locales que imitan, lógicamente, los modelos semitas45.

La prueba arqueológica de lo temprano de la producción vinícola entre las comunidades ibéricas la encontramos también en latitudes relativamente cercanas a Sagunto. Los lagares más antiguos detecta- dos en la Península corresponden al yacimiento del Alt de Benimaquia (Denia), datados entre finales del siglo VII y principios del VI a. 46C . Instalaciones semejantes se han documentado en la Illeta dels Banyets (El Campello, Alacant) en un nivel del siglo IV, así como en los poblados de Rambla de Alcantarilla y Solana de las Pinillas, ambos en Requena47. Mucho más cerca de nuestro santuario, en el yacimiento ibérico de La Monravana (Llíria), se conocen desde 1958 estructuras, datadas en el siglo III a. C., que fueron interpretadas como parte de una instalación dedicada a la elaboración del vino48; estructuras semejantes, también en niveles prerromanos, se han documentado en el propio Tossal de Sant Miquel de Llíria y en vecino poblado de La Seña, en Villar del Arzobispo49. Estos últimos hallazgos son especialmente valiosos para nuestro propósito en tanto que permiten defender con certeza la pro- ducción de vino antes de la presencia romana en una comarca vecina al territorio saguntino50.

487 V PRODUCCIÓN DE VINO EN EL SAGUNTO PRERROMANO

Si esta proximidad a una zona productora de vino no se tuviera como argumento suficiente para defender la viticultura en el Sagunto prerromano, todavía podríamos citar la carta foceo-masaliota sobre plomo hallada en Ampurias en un nivel arqueológico datado entre mediados del siglo VI y finales del V a.C.51. En el texto se pueden leer las instrucciones transmitidas por un comerciante de habla jonia, muy probablemente masaliota, a un agente comercial residente en Ampurias en orden a proponer un negocio a cierta persona que reside en el lugar denominado Saígantha, una forma que, aun con todas las reservas, se ha querido relacionar con la ciudad que andando el tiempo pasaría a denominarse Saguntum52. En el negocio a proponer figura claramente el vino, por lo que, si no directamente sobre una producción local, el plomo ampuritano en cuestión puede servirnos como prueba de hasta qué punto los saguntinos del siglo VI a.C. tenían en el vino uno de los artículos objeto de sus transacciones comerciales.

Que la producción vinícola saguntina se remonte a una época tan antigua como el siglo VI es algo que hoy por hoy no podemos demostrar, pero lo que puede afirmarse con seguridad es la existencia en el término actual de Sagunto y sus alrededores de hasta tres alfares (Riera en Al- fara de Algimia, Montaña Ponera o Molí de les Pintes en Sagunto y El Planet en Albalat dels Tarongers) que tienen certificada la fabricación de un tipo de ánfora a la que se le otorga una fecha inicial de fabrica- ción en el siglo III a. C.53. En realidad son ánforas de un mismo tipo, con ligeras variantes, que destacan por su forma de bellota, sin cuello y con bordes planos o ligeramente resaltados54, rasgos que apuntan a prototipos fenicios55. Evidentemente, no se puede afirmar que estas ánforas saguntinas se fabricaran expresamente para contener vino, pero los paralelos del área catalana, donde las ánforas de fabricación local se relacionan con la implantación en este mismo siglo III a. C. del cultivo de la viña56, así permiten suponerlo.

Por otra parte, la tipología claramente fenicia de las ánforas sagun- tinas parece contradecir la idea de que fuera el vino itálico, envasado en ánforas greco-itálicas o, posteriormente, en las Dr. 1, el principal estímulo para provocar el cultivo de la vid en el entorno saguntino. De igual manera que cuando los vinos de Sagunto entraron en el mercado

488 MONTAÑA FRONTERA internacional lo hicieron envasados en el recipiente que en aquel mo- mento dominaba los circuitos de distribución mediterráneos (las ánforas Dr. 2-4), cabría esperar también que estas primeras ánforas saguntinas, de ser cierta su relación con el vino itálico, imitaran el contenedor en el que era transportada aquella mercancía. Y sin embargo, no sucede así: el hecho de que sigan un modelo semita podría interpretarse como indicio de una tradición anfórica previa y desvinculada de la llegada de Roma a la Península, siguiendo un mecanismo detectado para otras ánforas ibéricas.

489 VI PAPEL ECONÓMICO Y SOCIAL DEL VINO

Ignorar que antes de la llegada de Roma el vino se había convertido en un elemento muy importante desde el punto de vista económico y social para un buen número de comunidades ibéricas, tiene su corre- lato en la creencia de que este importante artículo tampoco pudo ser distribuido hacia buena parte del interior peninsular antes de que las necesidades y los intereses del ejército y los negotiatores romanos así lo impusieran. Defender esto equivale a negar la posibilidad de que se hubiera producido un proceso similar al que tenemos perfectamente atestiguado para el ámbito galo, donde las ánforas masaliotas remon- taban desde el siglo VI a.C. el curso del Ródano hacia la Borgoña y el Jura, llegando a alcanzar la cabecera del alto Danubio57 mediante un proceso en el que los propios habitantes de aquellas zonas jugaron un papel fundamental58. En la Península Ibérica no faltan tampoco las huellas arqueológicas de la llegada del vino a tierras del interior, como demuestran los ya comentados recipientes anfóricos del poblado de Los Villares, llegados allí mucho antes de la presencia romana. En el mismo sentido cabe mencionar el poblado ibérico de La Quéjola (San Pedro, Albacete), donde se ha localizado una estructura fortificada, datada en los siglos VI y V a. C., cuya principal y tal vez única misión parece haber sido la de almacenar ánforas de factura ibérica pero inspiradas en modelos feno-púnicos, así como copas áticas del tipo conocido como de Cástulo59. En la misma línea podemos mencionar el famoso palacio-santuario de Cancho Roano (Zalamea, Badajoz)60. De todos modos, aunque haya sido el ánfora el elemento que tradicional- mente se ha venido considerando como la materialización arqueológica del comercio y consumo del vino61, no podemos olvidar la utilización para estos menesteres de envases, especialmente toneles y odres, que, fabricados con materiales perecederos, no han dejado huella en el registro arqueológico. Se hace necesario comenzar a tener en cuenta otros múltiples mecanismos y formas mediante los cuales este preciado producto, elemento de intercambio de primer orden62, era demandado, buscado y transportado. Tanto las fuentes escritas como la arqueología nos ilustran acerca de estos procesos: sabemos por Estrabón que los ilirios llegaban con sus carros y barriles a Aquilea, en la costa adriática, para cargar vino (V 1, 8), mientras que en el yacimiento de Elisaveto- vskoe, en el curso bajo del Don, la gran cantidad de restos de ánforas hallados respecto a los documentados en el territorio circundante, ha hecho suponer que su contenido sería “transvasées dans des récipients

490 MONTAÑA FRONTERA souples (outres de peaux) que l’on acheminait par voie de terre vers les zones steppo-forestières du Don moyen ou de la basse Volga”63 .

¿Podemos, por tanto, plantearnos que las comunidades ibéricas costeras, entre ellas la saguntina, llegaron a realizar este papel de intermediación al que nos hemos referido empleando no sólo el vino foráneo sino partiendo de una producción propia susceptible de ser dis- tribuida entre los pueblos del interior peninsular? Pensemos en el caso concreto de los grupos celtibéricos. Sobre ellos se ha venido afirmando que fueron “sin duda los romanos quienes contribuyen a ir difundiendo el vino por el interior de la Península”64, y si bien es verdad que algunos autores antiguos parecen refrendar esta opinión65, suponer que hasta la llegada de Roma los celtíberos no conocieron el vino significa minimizar los efectos de sus tempranos contactos, perfectamente documentados por la arqueología, con el mundo meridional y levantino, e, incluso, de la presencia de gentes celtibéricas en las áreas susceptibles de haber disfrutado de un temprano aprovisionamiento del vino o de ser ellas mismas regiones productoras66. Ello no obsta para que se produjera un notable aumento en el consumo del vino por parte de los distintos grupos celtíberos a raíz de la conquista, fenómeno asumido para el ámbito galo, para el que se ha calculado un aumento en el volumen del vino itálico importado entre diez y treinta veces a raíz de la conquista romana de la Transalpina67.

Se trataría, en definitiva, de aplicar el modelo que ya utilizara Die- tler en el caso de los pueblos célticos europeos68, válido también para el mundo etrusco69, y que consideraba la existencia de una primera fase de contactos con las culturas mediterráneas en las que el vino, junto con la vajilla de lujo que lo acompañaba, constituía un símbolo de distinción de las minorías que tenía acceso a los bienes importados. En la Península Ibérica hay un posible testimonio de esta fase en las tumbas principescas de la necrópolis onubense de La Joya, datadas en el siglo VII a. C. y en las que se han documentado numerosos objetos relacionados con el consumo del vino (ánforas fenicias, oinochoes de tipo rodio, jarros piriformes, etc)70. Extrapolando este dato, podemos plantear una situación más o menos similar cuando los primeros comer- ciantes extranjeros hiciesen acto de presencia en las costas habitadas por los iberos, un esquema tal vez aplicable al yacimiento de La Torrasa (Vall d’Uxó, Castellón), para el que se ha propuesto abiertamente su carácter de punto de intercambio hierro-vino a partir de los materiales documentados, entre los que se encuentran ánforas fenicias del siglo

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VII a.C.71. En Sagunto, la llegada de vino de importación está perfec- tamente datado desde, al menos, el siglo VI a. C., con la llegada de ánforas fenicias occidentales 72

Tras este primer momento, surgiría una segunda fase asimilable a la que Dietler denomina como “modelo Ródano” y que se caracteriza por la producción local de vino y la consiguiente distribución tanto hacia el hinterland inmediato73, como en el propio seno de la comunidad pro- ductora mediante todos los mecanismos de los que se proveen ciertas sociedades aristocráticas u oligárquicas para garantizar las formas de propiedad y de cohesión social en torno a ellas mismas. Tengamos en cuenta que, por su propia naturaleza, las bebidas alcohólicas, y no solo vino, también cervezas, zumos fermentados, etc., poseían un papel relevante en aquellos rituales destinados a aumentar la cohesión y solidaridad social y eran utilizadas, asimismo, para aumentar el pres- tigio y el poder en el contexto de relaciones de obligación recíproca que crean lazos de dependencia y superioridad cuando una prodigalidad especialmente generosa no puede ser replicada; tal es el mecanismo de instituciones como el Potlatch, que ha sido definido también como gue“ - rra de propiedad” y cuya práctica se ha querido ver entre los príncipes celtas74, o el caso del reforzamiento de la hermandad en las cofradías de guerreros mediante la consumición ritual de ciertas bebidas, lo que ha venido a denominarse “la paz de la cerveza”75.

El papel social de la bebida es especialmente evidente en otra moda- lidad de institución reforzadora de lazos de interdependencia internos, aquella que se expresa en lo que Dietler denominó como work-party feast y en las que la bebida alcohólica funcionaría como un estímulo para el trabajo comunitario. De este modo, aquellos individuos capaces de acumular una mayor cantidad de este producto serían capaces de orga- nizar estas “fiestas de trabajo” más frecuentemente y de obtener así la mano de obra necesaria para grandes obras, productivas o no, en orden a aumentar su riqueza y prestigio76. No olvidemos que el poder de esas élites dirigentes descansa en buena medida en la privilegiada relación que mantienen para satisfacer las demandas que plantean semitas y griegos77 y que, en la mayoría de los casos, se traduce en la necesidad de controlar los accesos a espacios económicos imprescindibles “à la fourniture des contreparties devant être produites ou acheminèes”78.

492 VII EL VINO Y LAS ÉLITES SAGUNTINAS: ESTADO DE LA CUESTIÓN

¿Hasta qué punto podemos plantear que esa producción vinícola saguntina, en manos de unos grupos dirigentes que materializan su dominio en la posesión de productos de lujo y en la erección de obras públicas79, fuera utilizada como argumento económico que garantizara la dependencia80, o simplemente contacto, de aquellos otros pueblos en cuyos territorios se ubicaban fuentes de riquezas que permitían a esas élites saguntinas obtener las contrapartidas al comercio colonial que afianzaban su privilegiada situación?81

Hoy por hoy no podemos dar una respuesta definitiva a esta pregun- ta, pero, al menos, hemos intentado delinear un cuadro coherente en el que tiene cabida un santuario en el que era venerada una divinidad ibérica que, pensamos, antes de que se produjera su asimilación a Liber Pater ya poseía una vinculación estrecha con el cultivo de la vid y la producción del vino. En este vino, además del adquirido a los navegantes alóctonos, basarían las élites saguntinas en gran medida su poder eco- nómico y social al funcionar, junto a otros elementos, como el principal estímulo para la movilización de mano de obra interna y para atraer las riquezas, demandadas por semitas y griegos, que el retropaís ibérico y celtibérico ofrecía. De este modo se explica mejor la presencia de ono- mástica indoeuropea en el área saguntina, entre cuyas formas destaca el antropónimo Ambatus82, o la presencia de instituciones propias del mundo céltico en ámbito ibérico, caso del combate singular como duelo judicial y que podría estar reflejada en la decoración de uno de los vasos pintados hallados en Sant Miquel de Llíria83. Se comprenden también mucho mejor, siempre y cuando se tenga en cuenta el significado de la utilización de ciertos verbos en la geografía antigua84, las palabras de Polibio cuando al ubicar la ciudad saguntina afirma que está“ situada, por el lado que cae al mar, al pie de una cadena montañosa que une los extremos de Iberia y Celtiberia” (III 17, 2). En definitiva, podemos con todo ello intuir algo más de lo que había detrás de las palabras de Livio (XXI 7, 2) cuando reconocía que Saguntum era “civitas ea longe opulentissima ultra Hiberum”.

493 IX NOTAS

(1) Las primeras noticias documentales de este santuario las debemos al religioso Bartolomé Ribelles, quien las publicó en el Diario de la Ciudad de Valencia en febrero de 1820. El Archivo de los Padres Dominicos de Valencia conserva sus manuscritos, que recogen numerosas observaciones sobre aspectos diversos de la antigüedad valenciana. Las anotaciones sobre este santuario se encuentran en el manuscrito nº 81, págs. 779-784; vid. P. P. RIPOLLÉS y F. ARASA: “Noticies numismàtiques de fra Bartolomé Ribelles”. Quaderns de Prehistòria i Arqueología Castellonencs, 17 (1996), 405-418, esp. 407. (2) Liber Pater. Origine et expansion du culte dionysiaque à Rome et dans le monde romain. Paris, 1953; puede verse también J. TOUTAIN: DS III.2, 1189-1191, s.v. Liber Pater. (3) BRUHL, op. cit., 13. (4) Ibidem, 25. Vid. también E. MONTANARI: “Figura e funzione di Liber Pater nell’età republicana”. Studi e Materiali di Storia delle Religioni 8 (1984), 245-264. (5) BRUHL, op. cit., 3-5. (6) M.J. DEL HOYO CALLEJA: “Liber Pater dans l’épigraphie hispanique: relations entre la viticulture et le culte du dieu”. Archéologie de la vigne et du vin en Gaule et dans les provinces voisines ( Caesaradonum XXIV). París, 1990: 99-122, 102. (7) Op. cit., 212-248. (8) Ibidem, 239 s. (9) Ibidem, 215. (10) Ibidem, 247. Como veremos más adelante, en el caso de la Galia se debería hacer una excepción con las regiones próximas a Massalia, en las que la introducción de la viña no es sino otra de las influencias recibidas de la cultura griega. (11) J. STARCKY, s. v. Nabateos en Enciclopedia de la Biblia VI, Barcelona, 1963. (12) BRUHL, op. cit., 256 s. (13) Ibidem, 224. (14) Ibidem, 233. (15) O. GARCÍA SANZ: “Algunos apuntes sobre Baco en Hispania”. Anas 4-5 (1991- 1992), 105-114, esp. 111. (16) M. R. NICOLAU VIVES: El santuario iberorromano de la Montaña Frontera (Sagunto/Valencia). Tesis de Licenciatura. Universitat de Valencia. 1997, 15-32 y 41. (17) Hay que destacar en este apartado los posibles restos de un aediculum construido en época romana; vid. M. R. NICOLAU VIVES: “Un santuario iberorromano sagun- tino situado en la Montaña Frontera (Sagunto, Valencia)”. Anales de Arqueología Cordobesa 9 (1998), 25-49, 35-37, con bibliografía. (18) Ibidem, 41.

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(19) F. BELTRÁN LLORIS: Epigrafía latina de Saguntum y su territorium, Valencia, 1980, nº 308-316; J. CORELL: Inscripcions romanes del País Valencià IB. Sagun- tum i el seu territori. Valencia, 2002, nº 365-404. C.I.L. II2 / 14, 656-686. (20) NICOLAU, loc. cit., 39. (21) A. OLIVER FOIX: “Grafitos ibéricos de Montanya Frontera (Sagunto)”.Saguntum 20, 1986, 117-122. (22) Vid. M. TARRADELL: “Santuaris ibèrics i ibero-romans a llocs alts”. Memòria de l’Institut d’Arqueologia i Prehistòria de la Universitat de Barcelona. Barce- lona, 1979, 35-46; M. R. LUCAS PELLICER: “Santuarios y dioses en la Baja Época Ibérica”. La Baja Época de la Cultura Ibérica, Madrid, 1981, 233-293; S. F. RAMALLO ASENSIO: “La realidad arqueológica de la “influencia” púnica en el desarrollo de los santuarios ibéricos del sureste de la Península Ibérica”. XIV Jornadas de Arqueología fenicio-púnica (Ibiza, 1999), Ibiza, 2000, 185-217. (23) M. BELTRÁN LLORIS: “La palabra ibérica iunstir, el plomo de Alcoy y algunos problemas de vascoiberismo”. Anejos de AEA VII (Homenaje a Pío Beltrán), Za- ragoza, 1974, 21-72, 65 s; TARRADELL, loc. cit., 35-37 y 44 s. (24) J. CORELL: “El culto a Liber Pater en el sur del Conventus Tarraconensis se- gún la Epigrafía”. Religio Deorum. Coloquio Internacional de Epigrafía. Culto y Sociedad en Occidente (Tarragona, 1988), Barcelona, 1993, 125-143; O. GARCÍA SANZ: “Liber Pater epigráfico en Hispania: textos y contexto religioso”.Espacio, Tiempo y Forma. Historia Antigua IV (1991), 171-198, 188; NICOLAU VIVES, loc. cit. T. MONEO: Religio ibérica. Santuarios, ritos y divinidades (siglos VII-I a. C.), Madrid, 2003, 202. (25) BELTRÁN LLORIS (loc. cit.) defendió la existencia de un dios ibérico saguntino con “los mismos atributos de Liber Pater protector del campo y de las viñas”. (26) NICOLAU, loc. cit., 42. (27) LUCAS PELLICER, loc. cit., 236 y 243-245; R. RAMOS FERNÁNDEZ: El tem- plo ibérico de La Alcudia. La Dama de Elche, Elche, 1995, 147 ss; RAMALLO ASENSIO, op. cit., 199-201; T. MONEO y M. ALMAGRO: Santuarios urbanos en el mundo ibérico. Madrid, 2000, 40-48. MONEO, op. cit., 427-448. (28) A. MANTILLA COLLANTES: “Marcas y ánforas romanas encontradas en Sa- guntum”. Saguntum-PLAV 21 (1987-88), 379-416, 415. De la misma idea se hacía eco C. ARANEGUI: “El vino de Saguntum”. Saguntum y el mar, Valencia, 1991, 49-52, 50. En la misma línea, NICOLAU, loc. cit., 42. (29) ARANEGUI, ibidem, 52. De todos modos, la profesora Aranegui ha matizado úl- timamente sus ideas al respecto en tanto considera que los saguntinos de época republicana “debieron instaurar el cultivo extensivo de la vid en una comarca donde el viñedo ya estaba implantado” (Sagunto. Oppidum, emporio y municipio romano, Barcelona, 2004, 224). (30) P. CARLIER: “Recherches sur la viticulture antique dans la moyenne vallée du Rhône”. Archéologie de la vigne et du vin en Gaule et dans les provinces voisines (Caesaradonum XXIV), París, 1990, 77-79.

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(31) En palabras de T. MONEO estaríamos ante “el único nombre de divinidad ibérica conocida” (op. cit., 202). (32) L. SILGO GAUCHE: “La antroponimia ibérica de Sagunto (1)”. Arse 23 (1988), 67-77, esp. 70 s; id. Léxico ibérico, Valencia, 1994, 88. En un principio Silgo abo- gaba por la forma Ildutacon como nombre de la divinidad ibérica (“¿Ildutacon divinidad ibérica saguntina?”. Arse 21 (1986), 17-19); vid. también J. UNTER- MANN: Monumenta Linguarum Hispanicarum III,2. Die iberischen Inscriften aus Spanien. Wiesbaden, 1990, 421 s (F.11.28). Sobre la voz vasca, L. MICHELENA: Diccionario General Vasco, VIII, s. v. golko (goko), Bilbao, 1995 y XIII, s. v. oko, Bilbao, 2001. (33) A. HOLDER: Alt-celtischer Sprachschatz, I, Graz, 1964, s.v. (34) Vid. DEL HOYO CALLEJA: op. cit., 110; L. VILLARONGA: Corpus Nummum Hispaniae ante Augusti aetatem. Madrid, 1994, 392-396. (35) Una sintética exposición sobre la polémica en torno al carácter antiguo (antes de nuestra era) o reciente (Bajo Imperio) de los materiales contenidos en la descripción de Avieno se hallará en F.J. GÓMEZ ESPELOSÍN: El descubrimiento del mundo. Geografía y viajeros en la antigua Grecia. Madrid, 2000, 110-115. Vid. también L. CRACCO RUGINI: “Arcaismo e conservaturismo innovazione e rinovamento IV-V secolo”, en Le transfromazioni della cultura nella tarda antiquità. Roma, 1985, 133-156, esp. 148; F. J. GONZÁLEZ PONCE: “Sobre el valor histórico atribuible al contenido de Ora Marítima: las citas de los iberos y de otros pueblos como paradigma”. Faventia 15/1 (1993), 45-60. (36) Según SCHULTEN, esta ciudad, junto con las también mencionadas de Hilactes, Histra y Sarna, se ubicarían en el tramo costero que se extiende entre Denia y el Ebro. Tiricas podría corresponder a la actual Tortosa (vid. FHA. I. Avieno, Ora Marítima, Barcelona, 1922, 121). En esta línea se expresó F. PARREU, quien defendió la relación entre los nombres de Tarteso y Tiricas y la evolución de este último hasta el actual Tortosa (Tartessos-Tyricae-Tortosa. Tortosa, 1980); más re- cientemente, M. J. PENA, vistos los hallazgos arqueológicos efectuados en el Bajo Ebro y que parecen apuntar a una importante actividad fenicia, ha propuesto una etimología para este topónimo a partir de un inexistente Týrikos, que los griegos usarían sólo pare este caso y que Avieno transcribió con ch y en plural, viniendo a significar, según PENA,tiria o de los tirios (“Avieno y las costas de Cataluña y Levante. I Tyricae: *Tyrikai, ¿La Tiria?”. Faventia 11 (1989), 9-21). Si este término no fue pura invención de Avieno, el sentido común recomienda explicarlo por las lenguas prerromanas de la Península. (37) J. SANTACANA I MESTRE: “Difusión, aculturación e invasión: apuntes para un debate sobre la formación de las sociedades ibéricas en Cataluña”. Trabajos del Museo Arqueológico de Ibiza 33 (1994): 145-163, esp. 146-148. Un papel similar se ha atribuido a la factoría de Abul, en el estuario del río Sado, un pequeño es- tablecimiento de planta rectangular en el que se han documentado estructuras que se utilizaron como almacenes de productos fenicios; vid. D. RUIZ MATA: “El vino en época prerromana en Andalucía Occidental”. Arqueología del vino. Los

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orígenes del vino en Occidente (Jerez de la Frontera, 1995), Madrid, 1995, 157- 212, 176, con bibliografía. (38) FHA III: 50 y 66 s. (39) Tito Livio, Libro XXI. Madrid, 1946: 51. (40) GARCÍA Y BELLIDO (Hispania Graeca I. Barcelona, 1948:72, 75 y 132 s.) prefería esta derivación a la propuesta por SCHULTEN, quien explicaba este topónimo a través del griego ónos, “asno”, y la supuesta semejanza de la península en la que se asienta la actual Peñíscola, sucesora según el sabio alemán de la ciudad mencionada por Livio, con el lomo de estos animales. (FHA III, 67). (41) D. RIVERA NÚÑEZ, C. OBÓN DE CASTRO y A. ASENCIO MARTÍNEZ: “Ar- queobotánica y paleoetnobotánica en el Sureste de España. Datos preliminares”. Trabajos de Prehistoria 45 (1988), 317-334, 324. (42) Vid. J.G. CHAMORRO: “Flotation strategy: Method and Sampling Plant Die- tary Resources of Tartessian Times at Doña Blanca”. Castillo de Doña-Blanca. Archaeo-environmental investigations in the Bay of Cádiz, (750-550 B.C.). BAR International Series 593 (1994), 21-36, esp. 28-31. (43) Z. CASTRO y M. HOPF: “Estudio de los restos vegetales en el poblado protohis- tórico Illa d’En Reixach (Ullastret, Girona)”. Cypsela IV (1982), 103-111. (44) F. GRACIA ALONSO: “Comercio del vino y estructuras de intercambio en el NE de la Península Ibérica y Languedoc-Rosellón entre los siglos VII -V a.C”. Arqueología del vino, op. cit., 299-331, 314. (45) C. MATA: El vino de Kelin. Requena, 1997, 44-49. (46) C. GÓMEZ BELLARD et alii: “El vino en los inicios de la cultura ibérica. Nuevas excavaciones en L’Alt de Benimaquia, Denia”. Revista de Arqueología 142 (1993), 16-27, 23. C. GÓMEZ y P. GUÉRIN: “Los lagares del Alt de Benimaquia (Denia): en los inicios del vino ibérico”. Arqueología del vino, op. cit., 243-269. (47) MATA, ibidem. (48) D. FLETCHER: La labor del S.I.P. y su museo el pasado año 1958, Valencia, 1963, 7; G. PÉREZ JORDÁ: “Lo restos carpológicos”, en H. BONET: El Tossal de Sant Miquel de Llíria. La antigua Edeta y su territorio, Valencia, 1995, 488 (49) Yacimientos en los que también se ha constatado la presencia de vitis vinifera (PÉREZ JORDÁ, loc. cit., 488 y 524. (50) C. GÓMEZ BELLARD y P. GUÉRIN: “Temoignage d’une production de vin dans l’Espagne préromaine”, en M. C. AMOURETTI, J. P. BRUN et D. EITAM, eds.: La production du vin et de l’huile en Méditerranée de l’Age du Bronze à la fin du XVIème siècle. Pré-actes. Aix en Provence – Toulon, 1991, 231-241, esp. 232. (51) E. SANMARTÍ y R. SANTIAGO: “Une lettre grecque sur plomb trouvèe a Empo- rion (Fouilles 1985)”. ZPE 68 (1987), 119-127. (52) R. A. SANTIAGO: “En torno a los nombres antiguos de Sagunto”. Saguntum-PLAV 25 (1990), 123-140; id. “Encore une fois sur la lettre sur plomb d’Emporion (1985)”.

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ZPE 80 (1990), 79 s.; vid. también E. SANMARTÍ: “Una carta comercial hallada en Emporion” Saguntum y el mar (ya citado), 16-18. (53) Se trata del tipo I-8 de A. RIBERA: Las ánforas prerromanas valencianas (fenicias, ibéricas y púnicas). Trabajos Varios del SIP 73. Valencia, 1982, 107, fig. I, 3. (54) Sobre estos alfares y las ánforas, últimamente, C. ARANEGUI, Sagunto..., 47- 53. (55) RIBERA, op. cit., 99; ARANEGUI, “El vino de Saguntum“, 50. (56) N. DUPRÉ: “Vigne et vin dans la région de l’Èbre antique”. Archéologie de la vi- gne, op. cit., 123-141, esp. 127. El autor se hace eco de la teoría de R. PALLARÉS, F. GRACIA y G. MUNILLA de vincular la aparición del viñedo autóctono con la reducción de las importaciones del vino griego y el alto grado de demanda que se daba ya en las poblaciones indígenas (“El desarrollo del comercio del vino en el curso inferior del Ebro entre los siglos IV a. C. y III d. C.”. I Col·loqui d‘Arqueologia romana. El vi a l‘Antiguitat. Economía, producció i comerç al Mediterrani occi- dental (Badalona, 1985), Barcelona, 1987, 17-31, esp. 24. (57) M. BATS: “Le vin italien en Gaule aux IIème –Ier s. av. J.C. Problemes de chro- nologie et de distribution”, DHA 12 (1986), 391-430, 394; P. BENOIT: Recherches sur l’hellenisation du Midi de la Gaule. Aix-en-Provence, 1965, 201. (58) Recordemos aquí las canoas y botes que consigue Aníbal de los habitantes de las orillas del Ródano, pues éstos “se aplican al comercio de las mercancías, una vez llegadas del mar” (Plb. III, 42, 2). (59) J. BLÁNQUEZ PÉREZ: “El poblado ibérico de La Quéjola”. Patina 6 (1993), 99- 107. (60) Sobre este yacimiento vid. J. MALUQUER: El Santuario protohistórico de Zalamea de la Serena, Badajoz, II, 1981-1982. Barcelona, 1983, 129-139; M. ALMAGRO GORBEA, A. DOMÍNGUEZ y F. LÓPEZ: “Cancho Roano. Un palacio orientalizante en la Península Ibérica”. MM 31 (1990), 251-308; V. M. GUERRERO: “El palacio- santuario de Cancho Roano (Badajoz) y la comercialización de ánforas fenicias indígenas”. Rivista di Studi Fenici XIX, 1 (1991), 49-82; S. CELESTINO y F. J. JIMÉNEZ: El palacio-santuario de Cancho Roano IV. El sector norte. Badajoz, 1993, 154-161. (61) Se considera que fueron los cananeos los impulsores del primer comercio vinario por mar a gran escala, diseñando para ello un envase especialmente pensado para este fin: el ánfora cananea, cuyo concepto básico perdurará en el mundo semita hasta el cambio de Era; vid. V. M. GUERRERO AYUSO: “El vino en la protohistoria del Mediterráneo occidental”. Arqueología del vino, op. cit., 75-104, 78 s., con amplia bibliografía al respecto. (62) A. TCHERNIA: “Modèles économiques et commerce du vin à la fin de la republique et au début de l’Empire”. I Col·loqui d’Arqueologia romana. El vi a l’Antiguitat (Badalona, 1985), Barcelona, 1987, 327-336; vid. también BENOIT, op. cit., 202 s.; M. BATS, loc. cit., 407-411; J. MALUQUER DE MOTES: “El Santuari de Can- cho Roano, Zalamea (Badajoz)”. El vi a l’Antiguitat, op. cit., 13-16, 14. El valor

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del vino como instrumento de cambio no ha de ser incompatible con la existencia de una economía monetaria; vid. G. RANCOULE: “Observations sur la diffusion des importations italiques dans l’Aude aux Iè. et IIer siècles avant J.-C”. Revue Archéologique Narbonaise 18 (1985), 263-275, esp. 273. (63) Y. GARLAN: “Le commerce des amphores grecques”. Trade and Famine in Classical Antiquity. Cambridge, 1983, 37-44, 39, citando el trabajo de I.B. BRASHINSKY: Les importations grecques sur le Don inférieur du Ve au IIIe siècle avant notre ère. Leningrado, 1980. En este sentido RANCOULE, loc. cit., 271. Sobre estas cuestiones, últimamente, A. C. LEDO CABALLERO: La calzada Arse/Saguntum- Celtiberia. Estudio histórico-arqueológico, Valencia, 2005, 311-313. (64) A. J. DOMÍNGUEZ MONEDERO: “Del symposio griego a los bárbaros bebedores: el vino en Iberia y su imagen en los autores griegos”. Arqueología del vino, op. cit., 21-72, 55. (65) Diodoro Sículo afirmaba que los celtíberos se“ alimentan de comidas de todo tipo, de las que gozan en abundancia, y para beber usan una bebida de miel mezclada con vino, puesto que el país les proporciona gran cantidad de miel, aunque el vino lo compran a mercaderes que lo traen de ultramar” (V, 34, 2). (66) J.M. BLÁZQUEZ: “La proyección de los pueblos de la Meseta sobre Turdetania y el mundo ibérico en el primer milenio a. C”. II Coloquio sobre lenguas y culturas prerromanas de la Península Ibérica (Tübingen, 1976), Salamanca, 1979, 421-434. En este sentido no podemos dejar de mencionar la aparición, en un lugar muy cer- cano al ya mencionado Alt de Benimaquia, de una estela antropomorfa que parece representar un guerrero armado con cuchillo afalcatado y lo que puede interpretar- se como un puñal de antenas; vid. GÓMEZ BELLARD et alii, loc. cit., 23. Por su parte, J. ARENAS (“Contactos entre el oriente meseteño y Levante en los albores de la Edad del Hierro”. VII Coloquio sobre lenguas y culturas paleohispánicas (Zaragoza, 1997), Salamanca, 1999, 75-90, esp. 82 s.) ha recordado recientemente el paralelismo de estos cuchillos de empuñadura cilíndrica documentados arqueo- lógicamente en la zona del Montgó (vid. ALMAGRO GORBEA: “La iberización de las zonas orientales de la Meseta”. Ampurias 38-40 (1976-78), 93-156, esp. 126, fig. 12), así como en la provincia de Castellón (D. FLETCHER: La necrópolis de la Solivella (Alcalá de Chivert). Trabajos Varios del SIP 32 (1965), lám. XVI), con los ejemplares hallados en necrópolis como la de Aguilar de Anguita, Modojos de Codes o La Cerrada de los Santos de Aragoncillo, lo que le lleva a proponer su dispersión como fruto de una actividad comercial; y aunque falta por determinar la zona exacta de fabricación, parece claro que pueden considerarse como un indicio de la existencia de relaciones directas entre los ámbitos afectados. (67) BATS, loc. cit, 404; (68) M. DIETLER: “Driven by drink: the role of drinking in the political economy and the case of early Iron Age France”. Journal of Anthropological Archaeology 9 (1990), 352-406. (69) Esta relación entre demanda de metales y contrapartidas comerciales, entre las que el vino juega un papel fundamental, podría obedecer en principio al mismo

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esquema que otros comerciantes mediterráneos aplicaban en Etruria estimulados por las generosas posibilidades mineras que allí existían; aparece así una red comercial que precisaba del papel de intermediación de los grupos vilanovianos para hacer llegar, a veces desde bastantes kilómetros tierra adentro, las mercan- cías solicitadas. A su vez, cuando Etruria desarrolla su propia producción vinícola exportará sus caldos hacia la Galia Meridional, norte de Cataluña y principados indígenas al norte de los Alpes. Vid. M. TORELLI: Historia de los etruscos. Bar- celona, 1996, 64-66; TCHERNIA: Le vin de l’Italie..., 90 s.; E. GAILLEDRAT: Les Ibères. De l’Ebre à l’Herault (VI-IV s. avant J.C.). Lattes, 1997, 285 s; P. BRUN: Princes et princesses de la Celtique. Le Premier Age du Fer, Paris, 1987, 169- 186. (70) Vid. J. P. GARRIDO RUIZ y E. M. ORTA GARCÍA: “Excavaciones en la necrópolis de La Joya, Huelva”. Excavaciones Arqueológicas en España, 96. Madrid, 1978: se trata en concreto de las tumbas nº 5, 9, 17 y 18. (71) A. J. OLIVER FOIX: “La presencia fenicia y púnica al sur de las bocas del Ebro”. II Congresso Internazionale di Studi Fenici e Punici III (Roma, 1987), Roma, 1991, 1091-1101, esp. 1097; OLIVER et alii: “El proceso de iberización en la plana litoral del sur de Castellón”. Cuadernos de Prehistoria y Arqueología Castellonenses 10 (1984), 63-109, esp. 71-73. (72) ARANEGUI, Sagunto..., 196-201. (73) Constatable en el caso galo por la presencia abundante de ánforas en tierras interiores presumiblemente distribuidas por vías fluviales de las que el propio Ródano es un ejemplo paradigmático. En la Península el ejemplo más claro lo tenemos en el ya mencionado palacio-santuario pacense de Cancho Roano. (74) BRUN: Princes et princesses..., 160-165; vid. también A. TCHERNIA: Le vin de l’Italie..., 91; L. A. GARCÍA MORENO: “Organización sociopolítica de los Celtas en la Península Ibérica”. Los Celtas: Hispania y Europa (M. ALMAGRO y G. RUIZ ZAPATERO eds.), Madrid, 1993, 327-355, esp. 336-341. (75) F. J. FERNÁNDEZ NIETO: “La federación celtibérica de Santerón”, VII Colo- quio sobre lenguas y culturas paleohispánicas, op. cit., 183-201, esp. 195 y n. 35. (76) M. DIETLER: “Driven by Drink: the Role of Drinking in the Political Economy and the Case of Early Iron Age in France”. Journal of Anthropological Archaeology 9 (1990), 352-406, esp. 365. (77) A. J. DOMÍNGUEZ MONEDERO: “Poder, imagen y representación en el mundo ibérico”. Saguntum Extra I (1998), 195-206, 202. (78) GAILLEDRAT, op. cit., 308. (79) Pensemos en las murallas de los grandes centros ibéricos, incluyendo el saguntino, de las que se ha dicho que, junto a su evidente función defensiva, podrían conside- rarse también como elemento de prestigio de un grupo; vid. P. MORET: “Rostros de piedra. Sobre la racionalidad del proyecto arquitectónico de las fortificaciones urbanas ibéricas”. Saguntum-PLAV Extra I (1998), 83-92, 91.

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(80) Recordemos el pasaje de Zonaras en el que se hace alusión a unos pueblos tri- butarios de Sagunto que, causantes de una guerra y de la ruina de esta ciudad, sufrieron el ataque de los Escipiones (IX 3, 8). (81) Se ha venido insistiendo recientemente en las posibilidades metalíferas de las sierras próximas a Sagunto (en el caso de la Sierra Calderona vid. M. A. FERRER ERES: “Actividad extractiva y metalúrgica” en H. BONET y C. MATA: El Pun- tal dels Llops. Un fortín edetano. Trabajos Varios del SIP nº 99. Valencia, 2002: 192-206; P. P. RIPOLLÉS ALEGRE y Mª del M. LLORENS: Arse-Saguntum. Historia monetaria de la ciudad y su territorio. Sagunto, 2002: 162; para la Sierra de Espadán vid., J. M. GARCÍA FUERTES e I. MORAÑO POBLADOR: “Aportaciones al estudio del poblamiento en la provincia de Castellón: dos nue- vos yacimientos arqueológicos con cerámicas de filiación fenicia”. Quaderns de Prehistòria i Arqueología Castellonencs 19 (1998) 171-179), lo que ha servido de base para afirmar que “la importancia de Arse pudo estar, en parte, ligada a la comercialización y exportación de plata extraída de esa sierra (Calderona) y de los territorios interiores, justificando de ese modo la riqueza de metales preciosos que las fuentes literarias siempre han atribuido a la ciudad (Pol. III 17; Apiano, Ib. 12)” (Ripollés y Llorens, ibidem, 164). La idea merece ser tenida en cuenta siempre y cuando se pueda demostrar que la explotación de los filones argentíferos se extendió sobre un período prolongado de tiempo y, sobre todo, que la cantidad de plata beneficiada significara un aporte importante de riqueza. En todo caso, el que se explotara una cantidad, cuanto menos, significativa de plata no se opone a la tesis aquí mantenida sobre la posibilidad de que el vino propio tuviera un peso específico destacado en la balanza comercial saguntina, máxime teniendo en cuenta que ciertas comunidades del interior valenciano y, sobre todo, de la zona celtibérica, podrían estar más interesadas en conseguir un producto como el vino, no disponible en su horizonte económico, que plata, en muchos casos a su alcance (vid. E. SANZ PÉREZ: “La minería de plata en la Celtiberia: una aproximación”. Cuadernos de Estudios Borjanos XLVI (2003), 15-49). De todos modos, conside- ramos que el testimonio de los autores aludidos no puede servir de justificación a una hipotética riqueza metalúrgica de Sagunto: en el pasaje polibiano se hace referencia exactamente a chremáton, término que, entre otras posibilidades, se puede traducir por bienes, riqueza, mercancías, géneros, dinero, recursos y cual- quier clase de bien reditual, pero no necesariamente por metal precioso (vid. F. J. FERNÁNDEZ NIETO: “Griegos y colonización griega en la Península Ibérica”, en Griegos en Occidente (F. CHAVES TRISTÁN ed.), Sevilla, 1992, 129-145, esp. 133). Queremos recalcar, por contra, que en el mismo pasaje se explica la prosperidad de los saguntinos en base, exclusivamente, a productos agrarios: “cultivan una región que produce de todo y que sobresale en toda Iberia por su fertilidad” (III 17, 3). Apiano, por su lado, hace referencia al “oro y la plata, tanto público como privado”, pero sin precisar que sean nativos, lo que en el caso del oro resulta más que evidente. (82) Sobre esta forma y su aparición en los alrededores de Sagunto vid. UNTERMANN, op. cit., 186; Mª. L. ALBERTOS: “Algunas consideraciones lingüísticas geográficas

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en torno a la España prerromana”. Zephyrus XII, 1961, 221-229; M. ALMAGRO GORBEA y A. LORRIO: “La expansión céltica en la Península Ibérica. Una aproxi- mación cartográfica”.I Simposio sobre Celtíberos (Daroca, 1986), Zaragoza, 1987, 105-122, esp. 113. (83) F. J. FERNÁNDEZ NIETO: “Una institución jurídica del mundo celtibérico”. Trabajos Varios del SIP 89 (1992), 381-384. (84) A este respecto vid. P. JANNI: La mappa e il periplo. Cartografia antica e spazio odologico, Roma, 1984: 15-17; Y. JANVIER: La Géographie d’Orose, París, 1982, 165-169.

502 L. PÉREZ VILATELA Sección de Estudios Ibéricos

LA SUPERSTICIÓN SEGÚN PLUTARCO: DEL BÁRBARO A SANTO TOMÁS.

ABSTRACT: Superstition and fear to daimons are explained in Plutarch and in the Antiquity and Chiristian times. Too is exposed the Plutarch’s opinion about the atheist and superstitious, the superstitious character in the greek literature and the use of superstition for political purposes.

KEY WORDS: Plutarch, superstition, Ancient Religion.

RESUMEN: Son explicadas la superstición y el miedo a los daimones en Plutarco y en la Antigüedad así como en tiempos cristianos. También se expone la opinión de Plutarco sobre el ateo y el supersticioso, el carácter supersticioso en la literatura griega y el uso de la superstición con fines políticos.

PALABRAS CLAVE: Plutarco, superstición, religiones antiguas.

503 I DEISIDAIMONÍA Y SUPERSTITIO

La primera distinción que creemos debe hacerse al abordar este asunto durante la Antigüedad es ésta. Ni la etimología, ni a menudo, la traducción de la palabra griega a la latina o viceversa son equivalentes. De hecho son frecuente significados tan disímiles que inducen un rico substrato de malentendidos entre griegos y romanos. Malentendidos muy fructíferos en un campo muy próximo al de la superstición son los que produjeron las Quaestiones romanae de Plutarco, un tratadito lleno de noticias curiosas y a ni modo de ver, no exento de ironía.

La deisidaimonia de los griegos parece tener semántica y etimológi- camente una explicación más clara y unívoca (deído, daímo). Quien la tiene, teme a lo sobrenatural, a toda clase de daimones, dioses incluidos. La deisidaimonia es una doxa, una “opinión” llena de patetismo (o de pasión) empathe y una suposición generadora de miedo que angustia y quebranta al hombre, quien cree en la existencia de los dioses, pero que son malos y perjudiciales según Plutarco (1).

Ahora bien, la superstitio latina es más ambigua y enigmática: en algunas ocasiones se emplea como estricto equivalente de “adivino” o “hechicero” todo lo más (2). Vaya por delante que Plutarco hubiese rechazado esta gama del ceñido espectro semántico de deisidaimonia, dado que para el beocio la adivinación no es mero conocimiento del ser sino que penetra la esencia misma del ser (3). La forma latina ad-divi- nare en cambio, mantiene plenamente en su etimología la posibilidad de acceso al tiempo futuro en manos aún de los dioses (4). Todavía en algún pasaje de Cicerón está presente la aplicación de superstitiosus a determinados individuos relacionados con prácticas adivinatorias: missa sum superstitiosis hariolationibus (5).

Evidentemente, una actitud favorable a los oráculos es lo que cabría expresar en un sacerdote de Apolo como Plutarco (6). También rechaza enérgicamente que el daimon de Sócrates pertenezca al ámbito de la superstición, reafirmando la opinión de Galaxiodoro (7).

La voz latina superstitio, en otras ocasiones, es más bien equivalente a “culto”, así en el caso de Justino: Hic tot necenitudinibus sanguinís adii superstitionem templi quo abdita profugerit, tantoque religiosibus colendo sibi deos, que magis his propitiis ac faventibus vicissent...(8),

504 LA SUPERSTICIÓN pero generalmente se emplea para casos de un culto muy primitivo, o bárbaro, sangriento en este caso. Y con ese matiz intensivo de religiosus. No hay nada similar en la gama semántica griega de deisidaimonia. Pero el mismo Cicerón utiliza superstitio en un sentido peyorativo semejante al de la voz griega y la emplea para distinguir al hombre religioso del hombre que lleva la piedad a un plano de interés personal y familiar impropio, creando así prácticas “propias de viejas” (9). Muy sugestiva resulta la concordancia (10) incluso en la comparación con San Pablo (11). Se trata pues de ambas nociones: el interés egoísta in- dividual o familiar (algo muy caro a algunas gentes romanas como los Iulii con Eneas) por una parte y de una nimedad o credulidad causada típicamente por la senilidad por otro, ambas características distinguen la superstición. En alguno de los párrafos cicerioniamos la superstitio fusa per gentes opressit fere animos, atque hominum imbecillitatem occuparit (12). Cicerón tendrá gran influencia sobre San Isidoro y ésta pudo ser una de las líneas maestras que convergen en Santo Tomás, pues los padres grecobizantinos que usaron a Plutarco ampliamente, Teodoro Metoquita, Máximo Planudes, Mauropo no figuran entre sus fuentes. Empero, es gratificante la convergencia de dos espíritus hu- manistas cargados de sindéresis.

Queda el sentido más cercano de superstitio: se trata de la voz latina superstes, nacida del mismo radical etimológico, que significa esta pala- bra latina, la cual fue adoptada como onomástico en los países bárbaros occidentales, celtas e ilirios principalmente (13) incluida Hispania- aun- que menos frecuentemente este tipo de “supervivientes” parece que lo eran a su propio parto y en consecuencia sitúan su onomástica en esa esfera de lo nutricio y funerario a la vez, propia del culto a las Matres entre los antiguos celtas, principalmente.

En los pasajes ciceronianos aludidos, se da además la contraposición entre religio y superstitio reaparecen por su influencia en San Isidoro (14) y en otros autores cristianos de tiempos muy posteriores.

Servio, en su comentario a Virgilio explicita dos posibles etimolo- gías de la palabra superstitio, una de ellas inspirada en Cicerón (15) en la que vuelven a colación las pobres viejas, superstitio estatimor superfluus et debirus, aut ab aviculis dicta superstitio, quia multae superstites per aetatem debirant et stultae sunt (16). Aquí encontramos el peculiar engarce entre la onomástica provincial latina de substrato ideológico celta e ilirio y las explicaciones cultas: la superstición es

505 L. PÉREZ VILATELA propia de “supervivientes” ancianas, que han superado la media de edad de la época y que a Servio le merecen muy poco respeto. La otra etimología es la de Lucrecio (17) aut secundum Lucretium superstitio est superstantium rerum id est caelestium et divinarum quae super nos stant, inonis et superfluus timor,la cual recoge Servio en su comentario. Evidentemente, en esta opción la superstitio se relaciona con supersto “estar por encima” en el sentido físico- cosmológico con su derivación religiosa. Lo que está por encima, lo celeste, influye en lo que queda por debajo, la tierra. En esta acepción de un incrédulo cual Lucrecio, la palabra es casi exacta tradución de la deisidaimonia griega.

Sin embargo, atendiendo a otros autores latinos, la nitidez de la definición lucreciana se desdibuja. Así, el gramático Festo diferencia el homo religiosus del superstitiosus en que el primero da culto a los dioses de su patria, a sus protectores “legales”, en tanto que el segundo lo da a dioses extranjeros (18). En el mundo romano la noción de superstitio se aplicó con frecuencia a cultos extranjeros desde los misterios de Dioniso hasta los ritos egipcios (Isis, Serapis) incluso el judaísmo y cristianismo Esta es la opinión de intelectuales tan influyentes como Tácito (19) y Suetonio (20). Pero el más completo compilador, el historiador Tito Livio señala como en 326 a. J. C. (21) los ánimos de los antiguos romanos habían sido “captados por la superstición”.

Virgilio da una rápida pincelada sobre ella: vana superstitio (22) algo hueco, vano, sin contenido real, opinión que no parece haber cundido en- tre sus contemporáneos romanos, pese a la glosa de Caro Baroja (23).

Varrón, recogido por Agustín de Hipona (24) indica que quienes con- sideran a los dioses como enemigos son supersticiosos, mientras que quienes los honran son piadosos religiosi. Una opinión muy similar a la que un siglo después sostendrá Plutarco.

En la Antigüedad clásica –aunque no lo parezca– hunden sus raíces la hechicería y brujería occidentales en general (25). Entre griegos y romanos había quienes creían que se podía conminar a ciertos dioses mediente nigromancia, mántica, etc. Bien es cierto que una parte de estos “manipuladores de lo divino” procedían de zonas con un substrato diferenciando como Egipto o Mesopotamia.

La superstición puede ser un acto de “enemistad” con los dioses, como bien nota Plutarco en el carácter del supersticioso (26).

506 II SUPERSTICIÓN PAGANA Y CRISTIANISMO ANTIGUOS: UNA NOTA

En general para los padres de la Iglesia, el campo de la “superstición” está en el erial de la religión pagana, religio veri cultus est, superstitio falsa (27). Lactancio, pagano, empero matizaba considerablemente en cambio que los filósofos (paganos) habían separado la superstición de la religión nam qui totos dies precabantun et immolabant, ut sui sibi liberi superstites essent, superstitiosi sunt appellati... y los diferencia de las personas “religiosas” paganas que dan culto a los dioses sin excesos (28).

No cabe duda de que uno de estos filósofos que habían depurado sus creencias paganas de superstición había sido Plutarco. Ahora bien Lactancio incluye en la superstición la adivinación –impensable para Plutarco–, la magia, ciertas prácticas médicas y la astrología (29) –en lo que se diferencia v.g. de Prisciliano, Alberto Magno o Raimundo Lulio, entre tantos autores cristianos.

Con el triunfo del cristianismo, no se perdieron las prácticas mencio- nadas por Lactancio como “supersticiosas” y se añadieron otras nunca nuevas del todo, pero remozadas, como la santería, las reliquias, etc., etc.,

Y llegamos a Santo Tomás. Pese a haber investigado las fuentes anti- guas en que se inspira –y declara así, en cada cuestión– Plutarco no fue fuente directa del Aquinate, quien en cambio, se valió de Cicerón, San Isidoro y San Agustín, entre las fuentes antiguas sobre la superstición y acaso bebiendo las noticias paganas en los autores cristianos.

Santo Tomás expone una teoría idéntica de Plutarco cuando po- lariza dos extremos con vicios opuestos a la religión cristiana: uno, ocasionado por defecto es la incredulidad, otro, causado por exceso es la superstición (30).

507 III EL ATEO Y EL SUPERSTICIOSO, SEGÚN PLUTARCO

Plutarco es optimista en su apreciación de que es posible para el hombre el acceso a Dios. Se vale en buena parte de la autoridad de Platón y principalmente del “Fedro”, cuando relata la contemplación continua de la justicia, sabiduría y verdadera ciencia, es lo que le da a dios su divinidad (31).

Los hombres que se consagren a tal contemplación llegan, en cierto modo, a ser dioses, añade Plutarco (32). “El cuerpo es el instrumento del alma y el alma lo es de dios”, como nos repetirá Calderón más de un milenio después... “El alma es el más dócil de todos los instrumentos... se ofrece a sí misma a dios para que, utilizándola, la dirija y vuelva hacia donde ella quiera... (33)”.

Ateísmo y superstición son dos canales de desconocimiento de los dioses, de los cuales uno se produce al igual que sobre suelos duros en caracteres obstinados, el ateísmo, en tanto que como surcando suelos mollares, la superstición, en caracteres blandos (34).

Retomará en De Iside et Osiride esta cuestión a propósito de la ve- neración de los animales entre los egipcios y repite lo de los caracteres: simple y blandos frente a duros y valientes.

El camino que conecta la eusebeia es la buena senda; la deisideimonía una zona en la que acechan ladrones, fuego, fieras, ciénagas en tanto que la atheotes serán siempre un precipicio (35). Curiosamente, observa, pese a lo dicho sobre los caracteres, que los hay quienes por huir de la supers- tición saltan al ateísmo, olvidando que en el centro está la piedad.

Los extremos planteados por Plutarco que son la atheotes y la dai- sidaimonia se tocan: ésta última es un principio para que nazca el ateísmo (36).

La actitud del supersticioso es tal que prefiere llegar a considerar que no existen los dioses y que por tanto no actúan sobre el hombre. Hu- yendo del temor cae en el ateísmo como aquel que por huir de ladrones o fieras o fuego se despeña en abismos y precipicios (37) y al ateísmo es otra clase de temor, un olvido de los dioses de tal manera que en tanto no existan, no nos podrán castigan ni recompensar, se deduce (38).

508 LA SUPERSTICIÓN

El ateo padece una apatheía que lo libera –aparentemente– de temor. Identifica ateísmo con esa apatheía en De superstitione, en tanto que la deisideimonia es un pathos (39). El ateísmo reibe en este tratado una consideración más positiva que en el conjunto de las “Vidas”, de redacción más tardía y madura. El supersticioso, al contrario que el ateo es pasional, irritable, perturbador y esclavizador (40) cualidades impropias a la atheotes. Este comparte con los estoicos la valoración ne- gativa de toda pasión (41). El ateo nos es presentado como un deficitario en sensaciones, mediante metáforas referentes al oído y a la música, a la vista y la contemplación de escenas trágicas. La insensibilidad ante todo ello, anaisthesia, lo caracteriza (42).

En el decurso cronológico de la obra plutarquea, la valoración de esa negligencia ante lo divino va dejando de ser neutra en su valora- ción, sino negativa, de desprecio periphronesis (43) progresivamente, conforme va desarrollando su obra. De superstitione es un tratado de juventud. En éste había presentado las ventajas del ateo sobre el supersticioso: se encuentra en una quietud soberana ante las heridas, pálpitos, tormentos, del supersticioso (44). Su fortaleza, su inmovilidad (45) se debe a la ausencia de sensaciones –en definitiva, a una negati- va–. Reacciona ante las desgracias de una forma fría, pues no espera nada de los dioses, al igual, según él, que los epicúreos y los estoicos (46). En un plano moral es preferible, según circunstancias, el ateo al supersticioso (47), pero esta opinión la irá matizando, descalificando progresivamente el ateísmo en diversas “Vidas” y sobre todo, la proyec- ción social del mismo. Por otra parte, escamoteará informaciones sobre la indiferencia religiosa de personajes como Sila, Craso, etc. Pero si hay que situar el planteamiento teórico de la cuestión, no puede ignorarse que para el beocio, una y otro provienen igualmente de la agnonia, de la ignorancia, del error (48).

Plutarco define al ateo como el que desconfía y desprecia las cosas divinas (49) como una insensibilidad hacia lo divino o como la errónea opinión de que no existen nada feliz e inmortal (50).

La finalidad que persigue el ateo con su falta de fe en lo divino, es no temerlos (51). La falta de pistis, fe, apistia es llevar una opinión muy extremadamente, en exceso (52).

Ateo y supersticioso presentan más en común de lo que pudiera parecer en el pensamiento de Plutarco. Hay que partir del hecho de

509 L. PÉREZ VILATELA que para él, el conocimiento de dios es la más excelente de cuantas percepciones pueda tener el hombre (53): los ateos no ven en absoluto a los dioses, los supersticiosos los miran con resquemor. Uno y otro, se deduce cabalmente comparten el miedo: miedo a temerlos es lo que le da al ateo su indiferencia ante cualquier tipo de pasión (54), miedo por desconfianza hacia los dioses, que le resultan malos y perjudicia- les, de modo que preferiría que no existiesen en el supersticioso, que cree contra su voluntad (55). Siendo tal el pensamiento de Plutarco no resulta extraño que haya sido un autor muy estudiado por teólogos y clérigos cristianos y afines.

510 IV EL CARÁCTER SUPERSTICIOSO EN LA LITERATURA GRIEGA

Como sagazmente apuntaba Caro Baroja, para tener cabal compre- sión de lo que en la Antigüedad helénica se entendía por “superstición”, conviene que nosotros procedamos como los mismos estudiosos de ca- racteres antiguos, es decir, describir el comportamiento de un supersti- cioso, mejor que elaborar una definición, que por otra parte, ya hemos recogido en el caso de Plutarco (56). La más completa descripción es la de los “Caracteres” de Teofrasto, quien dedica al supersticioso uno de sus capítulos, ya analizado entre nosotros por Cerezo (57).

Pero la voz deisidaimonía como “temor al daímon” ya está presente en autores como Jenofonte (58). Es muy probable que un creador de tipos escénicos como Menandro en la “comedia nueva” retratase al “supersticioso” (59).

En fin, Teofrasto lo presenta como un medroso peculiar, a efectos del aspecto que analizamos, un temeroso espiritual ante lo divino, cuyo carácter carece de cualquier control al ser precisamente los to- dopoderosos dioses el objeto de su perpetuo temor. La Bruyère en sus “Caracteres” apenas hubo de alterar el texto de Teofrasto en la adapta- ción al ambiente “clásico” francés. El supersticioso ve en los actos más vulgares, en las experiencias más cotidianas, elementos, signos que él traduce en motivos de continua preocupación frente a lo numinoso (60). En el francés, hay empero mayor abstracción que en Teofrasto. Es muy probable que tanto Teofrasto como Plutarco hayan utilizado la misma fuente (61), el cínico Bión de Borístenes, pero discrepan de su incredulidad.

511 V SUPERSTICIÓN Y POLÍTICA

Aristóteles en su “Política”, obra que ni se interesa –apenas– ni va dirigida a los bárbaros, señala que para su propia perduración y provecho el tirano debe dar la sensación de hombre religioso o más concretamente con determinados escrúpulos religiosos para patentizar que los dioses son sus aliados (62).

El arcadio Polibio observó que los dirigentes romanos, los amos del mundo, habían sabido aprovechar la superstición y solemnidad con habilidad mediante el boato de las ceremonias públicas y priva- das, pero precisamente para tener dominados a los propios romanos “vulgares y ordinarios”, el pueblo romano es “apasionado, irracional”, “violento, iracundo y lleno de deseos ilegítimos...”. Sin embargo este recurso a los poderes de ultratumba eficaz entre los antiguos romanos no era empleado por los dirigentes romanos de entonces (s. II a. C.), lo cual Polibio toma como un desatino, pues el sistema antiguo había funcionado (63).

Polibio considera seriamente la posibilidad de que algunos grandes dirigentes hubieran introducido un elemento supersticioso en las consti- tuciones –o disposiciones prácticas– ideadas por ellos con objeto de cimen- tarlas: los ejemplos señeros serían Licurgo y Escipión el Mayor (64).

Máximo de Tiro (125-185 d. C.) afirma que el hombre religioso es el amigo de los dioses, en tanto que el supersticioso es su adulador (65). Es una opinión muy interesante, dado que es contemporáneo de Plutarco y que escribió en lengua griega. Según lo conservado, se constata que sus pareceres no estaban muy alejados de los plutarqueos.

La superstición interesa principalmente a Plutarco desde la óptica de la religión, de “la preocupación del hombre y el filósofo por la verdad”. “Plutarco... está preocupado por la depuración de la religión, enfren- tándose a todo aquello que no se refiere a la esencia de la religión o... a aquello que se refiere a la religión, pero de manera incorrecta, es decir, engañosa. Por eso se preocupa por criticar la idolatría y la supersti- ción...” (66) como se ha dicho atinadamente.

Según Latzarus en De superstitione lo que más le preocupa es en- frentarse a la postura atea tanto en la modalidad que niega a Dios

512 LA SUPERSTICIÓN como en la que niega al hombre su posibilidad de relación con él (67). No obstante, en este tomito de juventud, Plutarco prefiere el ateo al supersticioso, como vimos.

Por otra parte, como su nombre indica, la superstición es una “opi- nión” doxa llena de pasión y una suposición creadora de miedo que angustia y quebranta al hombre, porque cree que los dioses existen pero presume indirectamente que son malos y perjudiciales (68).

Plutarco compara el supersticioso con el pasajero de un navío que se da cuenta de que naufraga y dice a voz en grito que enseguida el navío se partirá o lo tragarán las olas, en vez de mantener algún tipo de esperanzas (69). Es peculiar que Plutarco atribuya ateísmo a los epicúreos (70).

Varios personajes de las “Vidas” aparecen tocados con la parafernalia del supersticioso (71). Estar rodeado de adivinos caldeos o encontrarse en el cadáver de alguien una tablilla caldea, son constantes éticas que se ven alguna vez que otra en nuestro autor para subrayar una apti- tud y comportamiento tal… Mario era supersticioso (72). Y además los casos de Octavio, el rival de Mario (73), Cornelio Léntulo Sura (74) o la mujer de Espartaco (75). Otro motivo denotativo de superstición es –para quienes la padecen– la aparición extemporánea de un enjambre de abejas que Dión (76) interpretó desfavorablemente –en cambio, tomó como natural un eclipse de Luna– así como Bruto (77) quien vio el enjambre sobre un valladar, así como dos carroñeras. El motivo fue utilizado por autores latinos como Virgilio y Silio Itálico, también como augurio.

Los casos máximos de supersticiosos en el tratado específico fueron Midas el Viejo y Aristodemo de Mesenia, los cuales acabaron su días suicidándose (78). No hay que “apartar al supersticioso de los san- tuarios: allí sufre su castigo” (79). Los mayores ejemplos de políticos supersticiosos son Alejandro (79) y Nicias (80) en las “Vidas”.

513 VI LA SUPERSTICIÓN COMO FORMA DE GOBIERNO

Sertorio, quien dirigió tropas hispanas contra los gobernantes romanos optimates entre 83 y 72 a. C., recibió de un lusitano (81) el regalo de una cervatilla completamente blanca, circunstancia de por sí extraordinaria, a la que al principio no prestó demasiada atención, sin embargo la gabata le tomó mucha afición al general “popular”, el cual la adiestró para que se presentase ante el tribunal en los momentos que a él le interesase. Sin duda, aunque Plutarco no lo explicite, en el ínterin, la cierva era ocultada y vigilada. Así pretendía dar a entender que era un don de Diana, la cual prevenía y le dispensaba protección (82). Apunta entonces Plutarco que así Sertorio cultivaba las tenden- cias supersticiosas “por que conocía que la índole de los bárbaros es asequible por naturaleza a la superstición” (83) sin advertir que A) la asociación de Diana / Artemis al ciervo es una característica irónica, emblemática y “religiosa” casi paradoxal, ¿colocada intencionadamente por Plutarco?, y en términos generales propia de griegos y romanos en un momento avanzado de su desarrollo religioso y B) que en el “tribunal” para haber podido ser tal habían de estar presentes oficiales romanos necesariamente y sólo accesoriamente, hispanos, si es que los convocare. Ciertamente, que entre el público hubieron de estar presentes algunos elementos hispanos. De modo que, como ya hemos advertido (84), la pobre impresión que tiene Plutarco de la credulidad de los indígenas hispanos, es un espejismo que reflecta las supersticiones propias de las zahúrdas de la cultura greco-romana, proyectadas en un escenario hispánico.

El máximo contraste con esta apreciación es la que expone en la vida de Numa (85) en que critica las disposiciones de este rey que dejaron a Roma a merced acrítica de cualquier creencia estrafalaria. En menor grado Éumenes (86). En cambio hace como que no se apercibe del impío manejo que hizo Temístodes del evento de la fuga de la serpiente de la Acrópolis y de la consiguiente presión sobre los sacerdotes para que emitiesen el oráculo que él quería (87).

A veces se pasa por alto que en Alex., Plutarco, que confiesa haber depurado su texto de muchas maravillas que se atribuían al Magno, ha de presentar empero, como cualquier otro biógrafo del macedonio, un elenco de maravillas. Plutarco afirma que Alejandro no fue esclavo de la superstición, pues no se vio afectado ni engreído por su supuesta

514 LA SUPERSTICIÓN divinidad, sino que esta creencia era para él tan sólo un instrumento de dominación (88). Pero la mayoría de prodigios y devociones que Plutarco desliza en su Alex. sólo eran comprensibles para los griegos no para lo bárbaros: así el de la fuente de Jantos (89), sus sacrificios en Ilion o la tumba de Aquiles (90), etc.

Por tanto, teóricamente, la superstición es una práctica no apropiada para gobernar a griegos y romanos, aunque sí a los bárbaros. Un hombre de estado civilizado puede, en su fuero interno, ser supersticioso, como Nicias, Éumenes, Alejandro o Numa, si bien no es algo conveniente para los negocios públicos. La Historia de sus biografiados se lo evidencia en la realidad por encima de las consideraciones teóricas-caracteriológicas de Superst. En caso de ser supersticioso, su deber no puede quedar obs- curecido por las prácticas de esta índole. Y, si la practica públicamente, debe ser para provecho de la res publica, a veces con éxito (Alejandro o Numa), pero por ser en sí misma censurable, puede hipotecar el futuro de toda una comunidad (Numa).

Dice Wardman (91), que es imposible para Plutarco imaginar un po- lítico ateo, pero no hay duda, por otra parte que los hubo (Craso, César, Sila) y que Plutarco lo sabía, aunque procura pasar sobre ascuas sobre el asunto configuración del político recto ocupa un lugar intermedio entre el ateo y el supersticioso, y se caracteriza religiosamente, por la piedad eusebeía. Y si hubiere de elegir entre el exceso de piedad de un dirigente (Nicias, por su extremada valoración de lo que es susceptible de producir augurios) y otro, completamente indiferente a los prodigios (Craso), es preferible el primero siempre que siga “la costumbre y le- yes heredadas”, condición que limita a Nicias por sobrepasarlas, pero sigue siendo preferible (92) a quien por presunción se aparta de la ley, puesto que la verdadera esencia de la religión, el verdadero y completo acceso a lo divino, se da en la adivinación, que no es meramente un conocimiento del porvenir, sino que incide en la misma esencia del ser (presente, pasado y futuro) (93).

La adivinación no es evidentemente superstición, se nos da en el “instante eterno”, con una verdadera esencialización de la persona, mediante la religación con el ser, con nuestro origen, lo que es el sentido profundo de la religión (94).

“Para Plutarco, lo político, lo moral y lo humano están estrecha- mente imbricados” en las vidas (95). La superstición y la desconfianza

515 L. PÉREZ VILATELA cunden como norma no solamente en la naturaleza y costumbre de los bárbaros, sino en parcelas substanciales de la vida pública romana, como en el calendario (96).

En fin, según R. Mª Aguilar, el alma humana no es única, sino bi- partita: el nous se sobreinpondría a la psiche. El nous puede devenir en un demon que habita en las regiones superiores cuando alcanza su mayor grado de apartamiento del cuerpo (97).

¿En qué parte del alma puede asentarse pues la superstición?. Apli- cando el criterio de Aguilar habríamos de concluir que en la “psique”, en la parte del alma más prendida al cuerpo y que lo rige. Y añadiendo lo que hemos revistado, concluiremos que hay psiquismos más proclives a la superstición, principalmente los de los bárbaros.

516 VII NOTAS

(1) Plu. Superst. 2= 165 B, 1994, p.157, traduc. básica. (2) Plaut. Amph. I, 1,167, Curc. III, 27, Rud. IV, 4, 95. (3) Plu. De def.orac., Mor. 432 B, M. GARCÏA VALDÉS trad.: Plutarco Obras morales y de costumbres, Torrejón de Ardoz, 1987, Vid. ZIEGLER, RE XXI col. 825-826 s.v. “Ploutarchos”. (4) LOZANO, LABAJOS, 1994 p. 259. (5) Cic. Div. I, 66 y relacionado Div. XI,56. (6) R. FLACELIÉRE: “Le fontionnement de l´oracle de Delphes au temps de Plu- tarque”, Annales de l´École des Hautes Etudes de Gand 2, 1938, pp.67 ss.;ID.: “Plutarco como fuente de los oráculos”, en GARCÍA VALDÉS, 1994, pp.145-156. (7) Plu. Gen. Soc. 9= 579; Soury, F. G.: La Démonologie de Plutarque, París, 1943 (8) Iust. XXXIX, 3. (9) Cic. Nat. Deor. II, 70 superstitiones paene aniles y II,72 Cic. Div. I, 4; I, 42. (10) Cf. Plu. Dio 2.4: además es “enfermedad” propia de locos, mujeres y niños. (11) Paul. I Tim. I, 4, 7; CARO BAROJA, 1974 p.153. (12) Cic. Div II, 72. (13) I. KAJANTO: The Latin Cognomina, Helsinki, 1965 p. 274; G. ALFÖLDY: Die Personennamen in der römischen Provinz Dalmatia, Heidelberg, 1969 p. 303; J. CORELL: “Dos inscripción a Liber Pater procedentes de la Montaña Frontera (Sagunt)”, Arse 20, 1985, pp.27s.. (14) Isid. Orig. X, 244. (15) CARO BAROJA, 1974 p.154. (16) Serv. Aen.II,1,226, Thilo, Hagen. (17) Lucr. Rer. Nat. I,66. (18) Fest. fr. p.366, Lindsay. (19) Tac. Ann. II, 85. (20) Suet. Tib.36. (21) Verg. Aen. VIII, 187. (22) CARO BAROJA, 1974, p.154. (23) Aug. Civ. Dei VI, 9. (24) Vid. Vg. J. CARO BAROJA: Las brujas y su mundo, Madrid, 1992 (reimpr). (25) Plu. Superts. 2 = 165 B. (26) Lact. Div. Inst. IV, 28. (27) Lact. Vera sap. IV, 28. (28) Lact. Doct. Chr.II, 20-22, etc.

517 L. PÉREZ VILATELA

(29) Thom. Aquin. Summa Theol. II-II q. 92 a 1 ad 3. (30) Plat. Phaidr. 247 D. (31) LATZARUS, 1920, p.52-53; LOZANO, LABAJOS en GARCÍA VALDÉS ed., 1994, p.225. (32) Plu. Septem sap. Conv. = Mor. 163F - 164 A. (33) Plu. Superst. 1 = 164 E. R.H. BARROW: Plutarch and his Time, Londres, 1967. (34) Plu. Superst. 14 = 171 E, también Is. Et. Os. = Mor. 378 A-B. (35) Plu. Superst. 12 = 169 E-F. (36) Plu. Superst. 14 = 171 E. (37) Plu. Superst. 2 = 165 B. (38) Plu. Superst. 2 = 165 B-C. (39) Plu. Superst. 5 = 167 B. (40) OSORIO en FERNÁNDEZ DELGADO, PORDOMINGO eds., 1996 p. 247. (41) Plu. Superst. 6 = 167 E, Suav. Viv. Epic. 23 = 1103 C. (42) Plu. Cam. 6.6. (43) Plu. Superst. 1 - 164 F. (44) Plu. Superst. 2 = 165 B. (45) Plu. Suav. Viv. Epic. 23 = 1103 C-D. ERBSE, 1952, pp. 297 ss., marca el contra- punto con el ateísmo de Bión de Borístenes. (46) Plu. Suav. Viv. Epic. 20 = 1101 B-C. (47) Plu. Superst. 2 = 165 B, Superst. 5 = 167 A. (48) Se deduce de Alex. 75.2 y Mor. 706 B. (49) Plu. Superst. 2 : 167 E. (50) Plu. Superst. 2: 165 B. (51) Plu. Cam. 6.6, OSORIO en FERNÁNDEZ DELGADO, PORDOMINGO eds., 1996, pp. 245-254. (52) Superst. 5: 167 A. (53) Superst. 5 : 167 B. (54) Superst. 10 : 170 E. (55) CARO BAROJA, 1974, p. 156. (56) Theophr. Char. 16. CEREZO en GARCÍA VALDÉS ed., 1994, pp. 159-160. (57) Xen. Ages. 11.8. (58) T.B.L. WEBSTER: Studies in Menander, Manchester, 1960 (3ª): relación entre Menandro y el perípato. N. de OLWER: El teatro de Manandro, Barcelona, 1915, p. 54. (59) Teoph. Char. 16; O. REGENBOCHEN: RE Suppl. VI col. 1551 s.; CARO BAROJA, 1974, p. 157.

518 LA SUPERSTICIÓN

(60) ERBSE, 1952, pp. 298s.. (61) Arist. Pol. V, 9, 15, 1314g, 38-1315 a, 1-3, Bonitz. (62) Pol. VI, 56, 6-12. (63) Pol. X, 2, 9-13. (64) Maximus Tyrius Diss. IV pp. 44-45, Davisius. (65) LATZARUS, 1920, pp. 50 s.; LOZANO, LABAJOS en GARCÍA VALDÉS ed., 1994, p. 255. (66) LATZARUS, 1920, pp. 52-53. (67) Plu. Superst. 2 = 165 B. CEREZO en GARCÍA VALDÉS ed., 1994, p. 155. (68) Plu. Superst. 7 = 108 C. (69) OSORIO, en GARCÍA VALDÉS ed., 1994, pp. 248-251. (70) A. I. OSORIO: “Dialéctica razón-religión en el pensamiento de Plutarco” en GARCÍA VALDÉS ed., 1994, pp. 551-559. (71) CEREZO en GARCÍA VALDÉS ed., 1994, p. 168. (72) Plu. Mar. 41.1 s. (73) Plu. Sul. 25. 2. (74) Plu. Cic. 17.5. (75) Plu. Crass. 8. 3. (76) Plu. Dio 24.1. (77) Plu. Brut. 49.5. (78) Plu. Superst. 7 = 168 F. (79) Plu. Superst. 2 = 166. F.A.E.WARDMAN: “Plutarch and Alexander”, CQ n.s. 5, 1995, pp. 96-107; W. HOFFMANN: Das literarische Porträt Alexanders des Gros- sen im griechischen und römischen Altertum, Diss. Lipsia, 1907, pp. 87 s.; J.R. HAMILTON: Plutarch Alexander.A Commentary, Oxford, 1969; F.J. GÓMEZ ES- PELOSÍN: “Los elementos religiosos en la Vita Alexandri” en GARCÍA VALDÉS ed., 1994, pp. 169-178. (80) Plu. Nic. 23, 1 s.. F.B. TITCHENER: “The structure of Plutarch Nicias”, en FERNÁNDEZ DELGADO, PORDOMINGO edc., 1996, pp. 351-356. (81) Plu. Sert. 11.3, Val. Max. I,2,4. (82) Plu. Sert. 11.3-4. (83) Plu. Sert. 11.6. Trad. R.Mª AGUILAR en EAD., L. PÉREZ VILATELA: Plutarco Vidas de Sertorio y Pompeyo, Akal clásica, Torrejón de Ardoz, 2004. (84) L. PÉREZ VILATELA: “Ártemis y Dioniso ibéricos: apelación a Plutarco” en GARCÍA VALDÉS, 1994, p.p. 265 s.. (85) Plu. Num. 15. 1-3. CEREZO en GARCÍA VALDÉS, 1994, p. 163. (86) Plu. Eum. 13. 2-3. (87) Plu. Them. 10. 1-2.

519 L. PÉREZ VILATELA

(88) Plu. Alex. 28.6. (89) Plu. Alex. 17. 2-4. GÓMEZ ESPELOSÍN en GARCÍA VALDÉS ed., 1994, p. 177. (90) Plu. Alex. 17. 4-6. (91) A.E. WARDMAN: Plutarch´s Lives, Londres, 1974, pp. 86-93. (92) Plu. Comp. Nic. Crass. 5.2. (93) Plu. Def. or. 431C. (94) LOZANO, LABAJOS en GARCÍA VALDÉS ed., 1994, pp. 259-260; AGUILAR, 1981. (95) F.FRAZIER: “Principes et décisions dans le domain politique d’aprés les Vies de Plutarque”, en I. GALLO, B. SCARDIGLI, eds.: Teoria e prassi política nelle opere di Plutarco. Atti del V Convegno plutarqueo, Certosa di Pontignano, ed. Nápoles, 1995, p. 170. (96) Plu. Cam. 19.13. L. PÉREZ VILATELA: “Pautas de actuación de los gobernadores romanos de Iberia (Vidas y cuestiones romanas)”, en C. SCHRADER, V. RAMÓN, J. VELA: Plutarco y la Historia, ed. Zaragoza, 1997, pp. 412-413. (97) AGUILAR, 1981, pp. 157 ss.

520 VIII BIBLIOGRAFÍA

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521

W. MEYER-LÜBKE

SOBRE EL CONOCIMIENTO DE LOS TOPÓNIMOS PRERROMANOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Homenaje ofrecido a Menéndez Pidal, I, págs. 63-84, Madrid, 1925 Traducción de Santiago Pérez Orozco

ABSTRACT: The purpose of this entry of the famous philologist Meyer-Lübke was to determine the relation between basque and iberic. He studies the ancient and modern toponimy identificating suffixes. Despite its mistakes this work has have a great importance in the authors who have speaked about the preroman toponimy of the Iberic Peninsula.

KEY WORDS: Preroman toponimy of the Iberic Peninsula.

RESUMEN: El propósito de este artículo del famoso filológo Meyer-Lübke era determinar la relación entre el ibérico y el vasco. Él estudia la toponimia antigua y moderna identificando sufijos. A pesar de sus errores este trabajo ha tenido una gran importancia en los autores que han tratado sobre toponimia prerromana de la Península Ibérica.

PALABRAS CLAVE: Toponimia prerromana de la Península Ibérica.

523 W. MEYER-LÜBKE

Es evidente, ciertamente, y se ha afirmado muy a menudo que los topónimos que se encuentran en los autores antiguos y en las inscrip- ciones nos transmiten una imagen de la población tan poco fidedigna como pueden hacerlo en el presente los actuales manuales de geografía; que más bien, en mayor medida que en ninguna otra parte, la recons- trucción debe partir del material que ha persistido hasta ahora. Una compleción de la tradición antigua nos da una visión no sin agujeros pero más completa; además amplía nuestro conocimiento del léxico de los idiomas prerromanos y puede conducir a una mejor valoración de la romanización.

Sólo el primero de estos problemas debe ocuparnos aquí y princi- palmente por lo que se refiere al ibérico. Particularmente la cuestión sobre la relación entre el vasco y el ibérico puede acercarse más a su solución, si obtenemos más exacta información sobre la extensión de nombres, ya sea de acuerdo a su ocurrencia especialmente frecuente en el País Vasco, ya sea porque se pueden explicar sin duda por el vasco, lo que sucede más raramente. Después debe igualmente investigarse en qué medida tales nombres, en tanto que no son indoeuropeos, se encuentran fuera de la Península Ibérica.

El camino, justamente el camino adecuado es otro distinto. Siguien- do la huella de otros, Schuchardt, Iber. Dekl. 5, explicó ILIBERRI como “Villanueva”, y ello resulta tan inmediatamente evidente, que no se debería darle vueltas razonablemente. Naturalmente Iliberri en la Bética sólo demuestra que esta ciudad fue una fundación vasca, nada dice del conjunto de los habitantes de esta comarca. Pero no se podrá, sin embargo, ceder a la conjetura de que una fundación tan lejos del pie del Pirineo sea poco probable, si no se encuentran eslabones in- termedios. Ahora bien, hay pocas interpretaciones tan seguras (1), de manera que se debe proceder de otra manera, esto es, por la serie de las terminaciones de nombres que se repiten a menudo. En este sentido hizo Hübner ya algún trabajo previo, pero sin añadir naturalmente los nombres actuales, cfr. Monumenta Linguae Ibericae, CI ss. Después Schulten en su obra sobre Numancia, ha recogido muchas, pero sin visión crítica, en parte siguiendo demasiado el trabajo diletante de D’Arbois de Jubainville, Les premiers habitants de l’Europe, y ante todo atrapado en su hipótesis lígur.

El material lo he tomado del Censo de la Población de Espanya 1913 y del Nomenclàtor de les ciutats, viles i pobles de Catalunya 1918. Quien

524 TOPÓNIMOS PRERROMANOS contase con unos indices tan completos como este nomenclátor para toda España podría ofrecer sin duda mejores resultados.

He dejado de lado intencionadamente los nombres claramente célticos, esto es los nombres en –dunum, por otra parte no demasiado numerosos, como Navardún (Zaragoza), Besalú (Gerona), Berdún (Huesca), Verdú (Lérida), que no aparecen además más allá del territorio catalán, o los nombres en –ago como Cornago (Logroño), que halla su exacta equivalen- cia en Cornacum (Panonia inferior), Sarnago (Soria), paralelo a Ysernay (Maine-et-Loire). En muchos casos es difícil o cuando menos imposible de momento llegar a una conclusion. Ello puede verse en un ejemplo. Bastante a menudo encontramos una raíz BERG-: Bergondo (La Coruña), Bergüenda, Berganzo (Álava), Bergasa (Logroño), Berga (Barcelona), Ber- ge (Teruel), Berja (Almería), que acaso representa un antiguo BERGULA o bien muestra, como el penúltimo ejemplo, una pronunciación árabe de la g, para la cual el Tajo es el ejemplo clásico; también Bierge (Huesca). A esto viene a añadirse de época antigua BERGANCIA en monedas visigodas, que los autores antiguos escriben BRIGANTIUM, BRIGANTIA, una ciudad en el entorno de la actual La Coruña; después BERGIUM, BERGIDUM, BERGULA, BERGIDIUM, el actual Berceo, y al otro lado de los Pirineos BERGINE (2), una ciudad de los Nercos, cuyo nombre ha sido puesto en conexión con un BERGIOS, hijo de Neptuno (Avieno, ed. Schulten, p.134, edición española). A Bergium corresponden los BERGESTANI. Finalmente nombremos BERGINTRUM en Saboya y BERGUSIA, una ciudad de los ilergetes en la actual Balaguer y también de los Alóbroges. Finalmente podría nombrarse aquí Bergarey (H.-Pyr.), en el s. IX Bergui con el sufijo vasco –oi (Menéndez Pidal, RFE, V, 235).

De estos nombres BRIGANTIUM es claramente céltico. Se vuelve a encontrar en Bregenz en el lago de Constanza, y en la forma derivada BRIGANTIO, varias veces como Briançon en Francia, Briansó (Lérida). Tiene además como paralelos numerosos antropónimos de la misma estructura, incluso el etnónimo BRIGANTES y se puede explicar fácil- mente a través del celta. Por contra BERGINE, y luego BERGOMUM entre otros son considerados lígures por D’Arbois loc. cit 2, 163 y por Kretschmer, Z. Vgl. Sprachf. XXXVIII, 116. Según esto, considera Schulten, Numantia, I, 65, los lugares hispánicos como lígures, aunque no se ajustan, sin embargo, a ningún mapa de los lígures.

Examinando la cuestión más de cerca, llama la atención sin em- bargo que sólo la raíz es la misma, pero que, aparte de BERGUSIA,

525 W. MEYER-LÜBKE los elementos­ de derivación son distintos: algunos como –ondo, si bien son frecuentes en territorio hispánico, son desconocidos en ligur. El sufijo usia– , sin embargo, se halla en ANDUSIA, Anduze (Nîmes) (3), cuya raíz es vasca (Schuchardt, bask.-iber., 117), y en TAMUSIA en monedas ibéricas, de manera que el origen ibérico sólo puede ser demostrado por un argumento circular. Si se quiere permanecer dentro de los límites de lo demostrable, se dirá que antes o al mismo tiempo que los galos en el norte de la península ibérica se asentó un pueblo, que formaba topónimos con BERG-, que el galo BRIGANTION se transformó por analogía, y que un nombre BERGANTIUM formado de manera semejante fue adaptado por los galos a su idioma como BRIGANTIO. También el portugués Bragança pertenece a esta serie, evidentemente, sin que pueda decidirse por desgracia si en el fondo se halla BRIG- o BERG-

-´UBA.- CORDUBA, IPONUBA, ONUBA, OSSONUBA, SALDUBA.- Sá- daba (Zaragoza), Énova, Rótova, Yátova (Valencia), Améscoa (Navarra), Bárcabo (Huesca).

Con excepción de SALDUBA, el antiguo nombre de Zaragoza, todos los otros nombres están en el Sur. SALDUBA es al mismo tiempo tam- bien hidrónimo, por consiguiente no se puede dudar que se agrupa con Huelva en ambos usos, aunque el río desemboca más al norte en el Cala y junto con ese en Sevilla en el Guadalquivir, y la ciudad sin embargo está junto al Odiel (4). También puede pertenecer aqui Olba (Teruel). En relación a las demas formas hay que señalar tal vez que la a medial, que muestran algunas, puede evolucionar a o por asimilación a la vocal tónica.

-´ABIS.-SAETABIS, UCUBIS, SALLABIS, SARABIS, TOLOBIS, CARA- VIS.- Ordino de –ave, Canillo de –ave, Alendo de –ave, cuyas formas completas aparecen en el documento de donacion de Urgell (Estudis romànics, II, 92), Carino, Galve (Teruel), Gátiva (Castellón de la Plana), Galve (Guadalajara), Játiva (Valencia), Génave (Jaén), Órjiva (Grana- da), Manilva (Málaga), Ejulve (Teruel).

El sonido inicial j, la i procedente de a , la conservación de la t y la a en Játiva SAETABIS muestran una mediación árabe, a la cual también podemos apelar para los demás cambios – abi> -iva. La sustitución de –e por –a se puede hallar en nombres del ámbito cultural árabe, cfr. p.ej. Cartagena, Osuna URSONE, Arjona URGAONE (5), y ya que además

526 TOPÓNIMOS PRERROMANOS en el dominio arábico j puede proceder de lat g (p. 525) Orgiva puede remitir a ORGABIS.

- ABA.- Isaba, Villaba (Navarra), Jaraba (Zaragoza). - EBO, -EBA.- Amieva (Oviedo), Utebo, Moneva (Zaragoza), Burebo (Huesca). - OBO, -OBA, -OBE.- Planohova (Vizcaya), Villorobe, Villoruebo (Burgos), Terroba (Logroño), Resoba (Palencia), Hontoba (Guada- lajara).

Este grupo se diferencia de los dos primeros por la acentuación. En correspondencia a –ABA se podría esperar también un –ABO, y de hecho existen por ejemplo en Cataluña nombres en –áu y –éu, que pueden remitirse a tal origen, pero ya que –avu es en celta extraor- dinariamente frecuente, este tipo puede excluirse respectivamente. Primeramente por un profundo examen de la raíz y una comparación con los antropónimos. Además debe remarcarse que en todos los casos puede suponerse tanto p como v como consonante medial. La falta de antiguos testimonios no hace posible decidirlo. En relación a la calidad de la e o la o, parece asegurado para la primera que se trataba de una e abierta, puesto que los lugares con –e se hallan en el límite entre el castellano –ie y el catalán –e, así pues en grafía antigua sería –AEBO, mientras que Villorobe podría pertenecer al territorio que conserva la o, pero ello es apenas sostenible para Palencia y Guadalajara. Faltan aquí para llegar a una conclusión informaciones exactas sobre las rela- ciones dialectales. En el caso de Hontoba, Terroba es digno de mención que la raíz remite a lat. fons, terra.

En oposición a la incertidumbre de este tercer grupo, es segura sin embargo la fonética del primero. Conservamos en este caso una terminación que no es indoeuropea. Fuera de la Península Ibérica es comparable RUTUBA Roya (6) nombre de un río de Liguria. Como ya se ha indicado, algunos de estos nombres pueden ser al mismo tiempo hidrónimos y topónimos, como MAENUBA, SALDUBA, SAETABIS. Un riachuelo UDUBA es mencionado junto a Sagunto y esta doble signifi- cación tienen BELON, MUNDA, Vinuesa entre otros, cfr. también Schu- chardt, Iberische Dekl. 7.; y para Italia W. Schulze, Geschichte der lat. Eigennamen, p.537, había señalado lo mismo. En todo caso existe una diferencia no despreciable. En Italia el río es generalmente masculino, el topónimo, en cambio, neutro, esto es, allí se sobreentiende “fluvius”, aquí “oppidum”: TICINUS, TICINUM (7). Esto es válido en la Península

527 W. MEYER-LÜBKE

Ibérica sólo en el caso de RUBRICATUS (fluvius): RUBRICATA (civitas o colonia). Ahora bien, el RUBRICATUS, hoy Llobregat, es el único río que lleva un nombre latino y esto es tanto más sorprendente en cuanto no pertenece a los ríos poco caudalosos, o sea, a aquellos que durante un tiempo fueron abandonados, y cuyo nombre, por tanto, cayó en el olvido, y que no corresponde a una zona aislada, sino que pertenece a la siempre densamente poblada Barcelona. Es por ello posible que este RUBRICATUS sea una traducción de un vasco urgorri “agua roja”, y también RUBRICATA podría reproducir un topónimo equivalente, cfr. Urgoury (Lapurdi), que Schuchardt cita y traduce loc. cit. La denomina- ción resulta en efecto adecuada. Fuera de aquí no tiene lugar un cambio de forma, esto es, la lengua en la que estos nombres se han desarrollado no conoció el género gramatical (8). Si se puede citar aquí sin reservas el hidrónimo RUTUBA, puede ponerse en relación el topónimo Rótova sólo si se acepta que la t se ha mantenido por mediación de los árabes, como en Játiva. Por otra parte, Hübner alude a UCUBIS y CURUBIS, Schulten a THUNUBA, SUNUBA en el norte de África (9).

Si miramos en otra parte, encontramos en Cerdeña en la Edad Media ARAVE, ARCAVE hoy Arca, BRIAVE, hoy Bria, OTTAVE, BOSO- VE, TURTHEVI, que cito de la Condaghe di San Pietro di Silki. Que la acentuación es la misma que en España lo demuestran las formas contemporáneas citadas, si hacemos abstracción de Bósove. Sin duda el número de tales formaciones es mayor, pero no son fáciles de reconocer, puesto que la v entre vocales ha desaparecido hoy, de manera que sólo se puede juzgar con seguridad cuando hay formas antiguas. No habría sido posible interpretar correctamente Arca si no hubiera aparecido el lugar en la documentación antigua. Sea como fuere se pueden poner en paralelo con cierta seguridad al español -’evo Gergei, Furtei, Urzulei, Triei, al español –ovo Gavoi, sólo hay que no perder de vista que las terminaciones –ei, -oi podrían haber tenido otro origen. Pero si junto a Briai, de un demostrable BRIAVE hay con la misma acentuación Állai, Ulássai, sería ciertamente hipercrítico que se quisiera dudar de su pertenencia al tipo –abe-.

Si se tiene en consideración el conjunto, entonces ganan en im- portancia otras coincidencias entre la Península Ibérica y Cerdeña. Al Oristà de Catalunya le corresponde letra por letra Oristanis en la costa occidental de Cerdeña; el español vega aparece en un documento campidanés de principios del s. XII (Solmi, Le carte volgari dell’archivio vescovile di Cagliari 2, 2); Wagner ha hecho referencia a sardo matta

528 TOPÓNIMOS PRERROMANOS

“grupo de arboles, bosquecillo” y español mata, conceptos ambos que se refieren al mismo fundamento y que por tanto pueden ser prerromanos. Muchas otras cosas podrán añadirse en el curso de una exposición más amplia.

-´BITA.- BURVIDA.- Ibdes (Zaragoza), Carcolse antiguo Karchobite, Olopte antiguo Olorbite, Canalda antiguo Kanavita (Gerona), Úbeda (Jaén).

De entrada, se puede tener la tendencia a aceptar una relación en- tre este –bide, -bida y la terminación de los dos orónimos IDUBEDA, OROSPEDA. La forma con –b es la más antigua, y ello se infiere de que el paso de p a b en esta posición es inaudito tanto en vasco como en ibé- rico, mientras que p se explica fácilmente como adaptación a la sorda s, cfr. vasco kazpel de español cazuela. En contra tenemos que las formas románicas exigen la t, puesto que la d habría desaparecido, cfr. limpio de limpidus, etc. Por tanto el sufijo ha de reconstruirse como bit– - y BURVIDA en el Itinerarium Antonini será una grafía romànica.

¿Debería incluirse aquí Sepúlveda? En todo caso la forma más anti- gua se escribe Septempublica (Crónica de Alfonso III, 69, 116, edición García Villada). Sin embargo esto no resulta del todo concluyente en la medida que el autor escribe Nimascum, 100, por Nîmes, así pues latiniza conscientemente y por tanto puede equivocarse. Sería difícil de entender que *Sepulvega hubiera sido alterado en –eda, pues –ego, -ega de todas maneras es una terminación no infrecuente, mientras que –eda está muy aislada.

-´MITE.- Baiande, antiguo Baiamite (Gerona), Hérmedes (10) (Pa- lencia), Yémeda (Cuenca), Algamitas (Sevilla).

Probablemente su número es mayor, pues desde luego en otros casos puede haberse desarrollado –nd- a partir de –mit-, como por ejemplo en Allande (Oviedo), Utanda (Guadalajara), Calanda, Cutanda (Teruel), Arganda (Madrid), Abegondo, Bergondo (La Coruña), Tortondo (Gua- dalajara), Maluenda (Zaragoza), Aligonda, Cosuenda (Huesca). Aquí estudios en los archivos documentales pueden aportar antiguas formas que sean decisivas. Podría pensarse también en Abénade (Guadalajara), cuya –n- podría haberse desarrollado a partir de –m- por disimilación. Por contra Cómpeta (Málaga) es el latín compita “encrucijada”. Tambié­n Ochanda (Segovia) y las formas ampliadas Ochandiano (Vizcaya),

529 W. MEYER-LÜBKE

Ochanduri (Logroño) podría descartar yo, puesto que la síncope de la vocal medial no está presente en el desarrollo que habría de observarse en vasco y una extensión del dominio puramente español no es probable pues también Ochanduri muestra una sufijación auténticamente vasca. No sé si se pueden conectar al vasco ots “estrecho”.

-´ITA .- con otras consonantes iniciales. TAVARCITA, posterior TAVAR- ZDA, CURTIZDA, hoy Cortiuda (Gerona, BCD, 1923, 3), Ágreda (Soria), Cáseda, Lónguida, Mélida (Navarra), Bélgida (Valencia). Hübner, MLI, compara AREQRADS, AREIQRADS, que aparece en multitud de ocasio- nes en monedas de la zona de Castellón de la Plana, con Ágreda. Ello supondría un ARECRADOS acentuado en la primera sílaba, que perdió muy tempranamente la segunda vocal, y que luego disimiló rcr a cr, lo que resulta fácil de entender. Da que pensar la conservación de la d en este territorio. En Cáseda, Lónguida, Mélida puede dudarse de que la d sea originaria, pues se podría comparar con BERGIDUM Bierzo. Puesto que estos lugares se hallan en suelo navarro, podrían haber conservado la forma vasca durante la época en que la –d- española se perdió.

-´AMA.- 1a. LEDISAMA, RIXAMA, SEGISAMA, SEGISAMO, SEGI- SAMUNCULUM, UXAMA, CANAMA, CARTIMA.- Sesma (Navarra), Les- ma (Burgos), Ledesma (Logroño, Zaragoza), Osma, Ledesma (Soria), Monesma (Huesca), Rágama (Salamanca), Huelma (Jaén), Cártama (Málaga). 1b Zarátamo (Vizcaya), Siétamo (Huesca), Yélamos (Guada- lajara), Huélamo (Cuenca), Socuéllamos (Ciudad Real). 2. Louzame (La Coruña), Candamo (Oviedo), Lezama (Guipúzcoa, Vizcaya), Ulzama (Navarra), Tamames ( Salamanca).

Los nombres actuales se dividen claramente en dos clases, de las cuales la primera está acentuada en la antepenúltima sílaba. Además en esta se distingue un grupo en -sama, que no tiene ninguna variante en –o, frente al otro que termina en -a, -e, -o.

Puesto que –amos es un sufijo céltico, debe plantearse aquí la pre- gunta de si puede trazarse una división entre ibérico y céltico. El lígur, al cual se atribuye BERGOMUM, está excluido, pues en la Península Ibérica las formas en –omum son desconocidas. A primera vista UXA- MA parece mayormente céltico, pues recuerda a UXELLODUNUM, y de hecho Holder, 3, 59 y Schulten, Numantia, 129 traducen ambos UXAMA antiguos como “alto”. Aunque efectivamente ello es posible de acuerdo con la ubicación de ambos lugares, sin embargo se opone a esta

530 TOPÓNIMOS PRERROMANOS hipótesi­s, prescindiendo de otras cosas, que uxellos, según nos indican la cantidad dada de diez Ussel en Francia, tiene ū, mientras que Osma exige ŭ. A ello se adecua también que una de ellas muestra el epíteto IBARCENSIS, que Schuchardt, loc. cit, compara con vasco. ibar, que podría también tener relación con el nombre del IBERUS Ebro, pues está situada en el valle alto de este río.

RIXAMA muestra con su r- un origen más bien galo, pues la r- no puede aparecer en inicio de palabra en ibérico, y puesto que en la zona aparecen otros muchos nombres célticos (CONTREBIA), habría que ver aquí una confirmación. Pero en el Jalón inferior estáMUNDA , que Schulten designa como ibérica y con la que se puede comparar de hecho Mundaca (Vizcaya), prescindiendo ¿totalmente? de BILBILIS. Ahora bien, CLUNIA nos muestra cómo, durante la coexistencia de galos y vascos, el mismo nombre fue adaptado a la fonética de uno y otro pueblo. CLUNIA es propiamente céltico, pero en CIL. II, 5238 hay CULUNIA, y esta CULUNIA es el fundamento de la actual Coruña, pues ciertamente ha de imputarse al vasco el cambio de cl a cul así como el paso de l a r, cfr. la adaptación totalmente idéntica de galo cleta a vasco kereta. Desde luego también es posible lo contrario, que, por ejemplo, un ibérico ARIXAMA fuera pronunciado RIXAMA por los galos o mejor tal vez fuera modificado por influencia de los nombres galos conrig - como RIGOMAGUS, RIGODUM, RIGOSAMUS.

LEDISAMA debe haber tenido como base un apelativo conocido en base a su frecuente aparición, pero ni los topónimos ni los antropónimos antiguos galos o ibéricos nos dan el más mínimo punto de apoyo.

SEGISAMA en cambio tiene correspondencias por todas partes. La raíz podría ser este SIGIS-, que juega un papel tan importante en la antroponimia gala y germánica (Sigmund, Sigfrid, etc.). Sería pues galo. Si examinamos los ejemplos existentes en la Península Ibérica, hay que nombrar de entrada SEGISAMUS, el padre de un VIRONUS de Vadinia, abuelo de un CANCILUS, CIL. II, 5733. Holder, III, 82 recopiló los íberos que llevan el étnico Vadinensis. Al mencionado CANCILUS se suma CANCILUS (Coria), CIL. 772, y un CANCIUS (Segovia), II, 2739. La existencia de un CANCIUS galo se testimonia por cuatro nombres de lugar basados en CANCIACUM, Chency, Canchy en el Norte de Fran- cia, sin embargo llama la atención la escasez y la total ausencia en el Sur de Francia. Queda restringido a la Península Ibérica VIRONUS (11), una vez en asociación con Bloena, por lo que se asegura su origen

531 W. MEYER-LÜBKE ibérico, ya que oe es una secuencia ibérica, no gala, cfr. Hübner, MLI, lxiii; Holder, II, 833, 839 (12). También DOIDERUS, que, en asociación con VIRONIUS, aparece dos veces en esta zona, podría ser más ibérico que celta. Igualmente IUNIA AMBATA (13) VIRONI F. II, 5827 lleva un nombre que no aparece fuera de la Península. A ARANUS se adecúa (con ajuste) ARANICI II, 851, con típica sufijación ibérica; BOUTI es genitivo de BOUTIOS, que, igual que su correspondiente genitivo, es muy frecuente en la Península, en Francia del S.E., en África, incluso en Inglaterra.

La secuencia ou es ibérica (MLI, lxv) y gala y la moción -ius, -ia, gala, no ibérica. MUNOGALIO, que Hübner quisiera alterar en –GALLO, parece ibérico con su –gal- y también tiene MUNO- su punto de apoyo en MUNERIGIO. LONCINUS, también II, 5246 podría ser una modifica- ción del latín Longinus. Penti con p es más bien galo, aunque es digno de mención que, al lado de dos PENTUS, y también PENTILUS o -IUS, PENTILIA y cinco aldeas Penzo en Galicia, que con toda seguridad remi- ten a PENTIUS, sólo se encuentran tres PENTUS en la Galia. VIAMUS se asocia a otros nombres en –AMUS. BOVECI tiene aún un BOVECIO BODE(ni f.) EX GENT(e) PEMBELOR(um), II, 2707, BOVEGIUS VENINI F. LANCIENSIS III, 4227 (Lancia en Lusitania o Asturias) y BOVANA, BOVANNA, BOVALUS como paralelos. Por el contrario, ABIONNUS parece indudablemente céltico. Tomado todo ello en conjunto, parece hablar en favor de un origen ibérico. Entonces se puede tal vez comparar SEGIA a SEGISAMA, que Ptolomeo expresamente designa como ciudad de los , SEGISA, si la lectura es correcta, Segida, Segisa (p. 531), acaso también SEGONTIA, mientras que Segovia tendría parientes galos en Gergovia, Vinovia.

Entre los nombres no documentados en la Antigüedad Monesma recuerda a MUNIGUA (p. 544); sería pues ibérico. Sesma tiene como paralelos: NAVIAE SESMACAE II, 2601-2602 de Galicia, con su sufijo que puede ser ibérico o galo. El ANCETOLUS que aparece asociado a NAVIA en la primera inscripción queda totalmente aislado; SESEMUS, hoy Souesmes (dep. Loire-et-Cher) coincide, prescindiendo de la termi- nación, completamente con Sesma, si es que se ha desarrollado a partir de *Sesema por síncope, pero se aleja entonces de SESMACA. Si está Lesma por LEXAMA, se podría entonces comparar el nombre femenino LEXEIA y el masculino LEXTINIKIS del Alto Garona, ambos ibéricos por su origen y por su entorno. A CANIMA pueden compararse CANA- CA, nombre de una ciudad de los turdetanos, y CANEBRI, una ciudad

532 TOPÓNIMOS PRERROMANOS en Hispania según el Ravenate. Huelma y Huélamo irán juntos, a los cuales hay que añadir OLAURA Lora de Estepa, OLIBA Leiva (Logroño), OLINA, un lugar de los Calaicos, Huélago (Cáceres, Granada). Yélamos recuerda al pueblo de los ELENI en la Tarraconense y los NP ELANUS, ELANIUS no tienen en la Galia ninguna corrspondencia. Siétamo podría ser en caso de apuro lat. septimus. Cfr. sard. Ságama.

-ESA.- MENTESA (2), OCTOGESA, OTOBESA, SALPESA.- Albesa, Manresana (Lérida), Betesa, Castanesa (Huesca), Manresa, Olesa (2) (Barcelona), Conesa, Gandesa (Tarragona), Oropesa (Castellón de la Plana), Jeresa, Montesa, Vinalesa (Valencia), Vallesa (Zamora), Vinuesa (Soria).

La grafía de los nombres antiguos vacila en parte entre –esa, –issa y –isa en los autores griegos. Por ello pueden incluirse aquí aún ETO- VISSA, ITURISSA, NABRISSA, NEMANTURISSA, CARISSA, puesto que también aparecen escritas con –isa y la primera aparece en Ptolomeo como ̉Hτοβήσα. En tanto se encuentran en dominio español, es imposible decir si en la base está –esa o –issa. Lebrija tampoco debe tenerse en cuenta, puesto que en boca de los árabes –esa pudo convertirse en –ija. En cambio el catalán demuestra un origen –esa, ya que los nombres co- rrespondientes son pronunciados con s sonora. A favor de –issa podrían hablar los nombres galos en –issa, pero en un examen más detallado ello resulta como muy extraño. Junto a una CARISSA, que fue la ciudad más oriental de los Gálatas, hay 8 VINDONISSA, Vendenesse, Vendresse, Windisch, una CANTISSA, Chantèsse (Isère) y una VILONISSA, Villen- auxe (Aube). La gran extensión de uno de los nombres y la escasez del sufijo en otros ofrecen reparos, que aun se incrementan por el hecho que de los demás tres ejemplos también uno acaba en –NISSA. Puesto que en galo vindos significa “blanco”, cabe buscar enNISSA un substantivo, y el ir. inise, galés ynsy, galo *inissi “isla” nos lo brindan, de manera que VINDONISSA significaría “isla blanca”. No soy capaz de decir si este significado se adecúa a la situación de los correspondientes lugares. Puesto que en algunas partes de Galia nd pasa a nn, y la disimilación de n-n a l-n es muy habitual, se puede incluir tambien aquí VILONISSA, aunque también se podría pensar en ir. fell “caballo”. Así queda sólo CANTISSA, en cuya primera parte se podría ver un adjetivo de color cant-, y CARISSA, que tal vez tiene tanto que ver con la CARISSA ibérica como el Brest de Bretaña con el Brest de Lituania. OCTOGESA merece aún una observación. Esta forma está restringida a los manuscritos de César. Sin embargo las inscripciones sólo conocen la forma OTOGESA,

533 W. MEYER-LÜBKE una moneda ibérica muestra htkscen, que con fundamento se resuelve en OTOGES. Hay que darle la razón por tanto a Hübner cuando ve en OCTO una grafía etimologizante (MLI, CXIV), pero, puesto que la g está asegurada por la moneda, deben suponerse dos nombres distintos. De los demás, ITURISSA suena tan parecido a vasco iturri “fuente” que no se puede rechazar sin más la relación a pesar de la distinta cantidad de la r- y menos si se tiene en cuenta que el lugar se hallaba entre Pamplona y los Pirineos, así pues, en pleno dominio vasco. Entre los nombres actuales podría retenerse Olesa estando este ol- documentado en la p. 544. Montesa y Vallesa parecen formaciones románicas, y tam- bién Puebla Tornesa (Castellón de la Plana) podría ser una fundación reciente a partir de Tours. Finalmente serán mencionadas también Güesa, Sangüesa y con otra terminación Areso, las tres en Navarra. En la base de sardo Nuresa se halla –esa, no –isa.

-ES.- I) Benés, Navés, Tarrés, Marlés (Lérida), Avilés (Oviedo), Adra- gés, Caulés, Brugués, Lladrés, Ollés (Gerona), Agés (Burgos), Manjarrés, Sotés (Logroño), Cabacés (Tarragoa), Albagés, Clarés, Lorbés, Morés, Olvés, Atarés, Larrés, Piracés, Sabayés, Senés, Espés (Huesca), Artés (Barcelona), Inés (Soria), Establés (Guadalajara), Leganés (Madrid), Lerbés (Castellón de la Plana), Uclés (Cuenca), Petrés, Vallés (Valencia), Senés (Almería). 2)FAVAESI.-Sarriés (Navarra), Anglés (Gerona), Aniés, Opiés, Ar- baniés, Banariés, Igriés, Biniés (Huesca), Undués (2), Egüés, Gallués (Navarra), Benos, Taros, Camos, Lladros (Lérida), Bagüés, Sigüés (Zaragoza), Angüés, Arascués, Larués, Larnués, Biscarrués, Arbués, Argüés, Bernués, Sinués, Urdués (Huesca).

De la antigüedad tal vez procede citar aquí ULIS-TANI.

También aquí podrían haber coincidido cosas diferentes. En –ES se habrá de ver en parte lat. –ensis, así por ejemplo en Vallés y Larrés, en el cual hay que ver vasco larre (p. 545), también en el conceptualmente próximo Brugués, que corresponde al cat. bruch “brezo”. En el dominio catalán –es puede haber evolucionadao a partir de –ers, así pues Ollés tiene el en todo caso idéntico final Ollers, de olla. Pero en muchos otros casos no se explica así y la segunda forma, que en época romana se escribía -AESIS, no se puede explicar a través del latín. Aún más difícil es –ues, -os. Menéndez Pidal ha determinado con exactitud las relaciones geográficas de ambas formas y demuestra que p.ej.Gallués se llama en vasco Gallotze y que por el contrario al vasco Araoz, en

534 TOPÓNIMOS PRERROMANOS cuya segunda parte se halla oz “frío” corresponde en territorio español Arahos, Arahues (RFE, V,32). Siendo así, debería explicarse en primer lugar la historia de la s vasca, pero en todo caso es sorprendente, que –ués y –és aparecen una junto a otra sobre la misma raíz: Sinués y Senés, donde se puede hacer responsable al diptongo –ue de la –i de la primera palabra, cfr. ciruela de cereola. Para –es , se puede traer a colación sardo Gelesi.

-ASTRUM.- BERGASTRUM. Ispáster (Vizcaya), Sanavastre (Gerona), Añastro (Burgos), Ojastro (Logroño), Barbastro (Huesca), Bonastre (Tarragona), Macastro (Valencia), Bigastro (Alicante).

Según Seybold (ZRPh, XXXI, 81) Begastrum es el actual Biscaret (Murcia).

Que no está en la base de estos nombres el latín –aster, se deduce de que, en cuanto a su significado, ninguno de ellos se puede explicar por el latín, y formalmente sólo unos pocos. Ojastro podría ser el lat. oleastrum, cfr. lat. ullastre.

-´SPE.- ASPIS, TISPI, ARATISPI.- Axpe (Vizcaya), Caspe, Nonaspe (Zaragoza), Llesp (Lérida), Aspe (Alicante). También Aspa (Lérida).

Con ARATISPI: TISPI se compara ARACELIUM, y también los ARA- VACI, tal como aparece en las inscripiones y en los autores griegos, mientras que Plinio escribe y encuentra a partir de ahí una conexión con el río AREVA. Finalmente se puede mencionar ARABRI- GA. Estas formaciones recuerdan los nombres galos compuestos con el prefijoare “junto” como Aremorici, Arevenia, Arebriva, Aretegia, entre otros y la pequeña diferencia fonética entre galocelta are- e iberocelta ara- no supone un obstáculo serio para la comparación. Así coincide casi totalmente ARABRIGA con AREBRIGIUM en los Alpes Graios y significaría “junto a la fortaleza”. Desde este punto de vista, ya que p en celta desaparece, y qu pasa a p, podría coincidir Aspe exactamente con latín pascua, TISPE con latín tesqua, si esta e hubiera sido larga, y el significado no podría objetarse como un obstáculo serio. Sin embargo, no la considero correcta y así lo expongo una vez más, porque el final –i, al cual se puede remitir la actual –e, no es gala, y además, porque Aspe, Axpe no puede separarse del Pas d’Aspe y de la Gave d’Aspe, a la cual el Itinerarium Antonini designa ASPALLUGA. Cfr. aún un Aasp y un NL Arasp (Basses-Pyr.). Así pues en medio del País Vasco, aquí y

535 W. MEYER-LÜBKE allá de los Pirineos, hallamos este Aspe, en una zona donde los celtas no se asentaron jamás, de modo que podemos tomar con derecho para los vascos el Aspe de Alicante y los otros nombres análogamente formados y ver en ARATISPI una formación híbrida (14).

-´ANA, -´ENA, -´ANO.- Ciérvana (Vizcaya), Liédana (Navarra), Ódena (Barcelona), Liguérzana (Palencia), Prádena (Segovia, Guadalajara, Madrid), Bádenas, Báguenas, Burbáguena, Ródena (Teruel), Tárbena (Alicante), Huérgina (Cuenca), Liérganas, Liébano, Soluérzano (San- tander), Caldácano (Vizcaya), Prádanos (Burgos), Préjano (Logroño), Berén, Borén (Lérida), Débanos, Madruédano (Soria), Rocígano (Gua- dalajara), Prádanos (Palencia).

Aquí cabe añadir aún Bárcena (Santander, Palencia), la única etimo- lógicamente clara en la medida en que corresponde al portugués varzea “campiña, tierra de prados”. De ella Prádena podría ser una formación paralela o una deformación. También aquí se nos presentan formas pa- recidas en Cerdeña: Bolótana, Tíana, Árzana, Sórgono, Gúspini, Úsini, Sédine, las últimas de las cuales, en todo caso, son algo distintas en su final sin que el cambio de la vocal medial sea de importancia, pues podría tratarse de modificaciones secundarias.

-ÉN.- Barsén, Betrén, Larén, Odén, Toén (Orense), Grisén, Mallén, Rodén (Zaragoza), Arén, Bespén, Callén, Vicién, Sangarrén, Lupiñen, Grañen, Marcén (Huesca), Peñalén (Guadalajara), Somaén (Soria), Crivillén (Teruel), Carcellén (Albacete), Ojén (Málaga). Sard. Sauren.

-ENA.- Ergozena (Navarra), Rubena (Burgos), Entrena, Abena (Logroño), Grañena (Lérida), Leciñena, Lucena (Zaragoza), Olvena, Ontiñena, Quicena, Sariñena (Huesca), Requena (Palencia), Caracena (Soria), Taracena (Guadalajara), Camarena (Teruel), Lucena (Castellón de la Plana), Requena (Valencia), Gilena (Sevilla), Lucena (Córdoba), Mairena, Maraiena, Parallena (Granada). Cameno (Burgos), Navaleno (Soria). Luceni, Boquiñeni (Zaragoza)

En –en(a) han coincidido claramente diversos sufijos. Un aspecto totalemente latino nos lo proporcionan Mallén cfr. it. Magliano, fr. Mailla­n, lat. MALLIANUM de MALLIUS; Grañen(a), GRANIUS; Callén: Cagliano, Caillan, CALLIANUM, Lupiñén, con otro sufijo Loubignac, LUPINIANUM; Marcén: Marsano, Marsan, MARTIANUM; Ojén: Olhat,

536 TOPÓNIMOS PRERROMANOS

OLIANUM; Rubena: Rubian, RUBIANUM, Leciñena: Lésignan, Licig- nano en el sur de Italia, Lisignano en el norte, LICINIANUM, Lucena: Luzzano, Lussan, cat. Llussà, LUCIANUM; Ontiñena: Antignano, AN- TINIANUM; Sariñena: Serignan, SERENIANUM; Mairena: Maiorana, Mairan, MAIORANA; Purullena, Pourillan, PURELIANA; también Gri- sén de GRISIUS, cfr. Grisignano de Grisinius; Boquiñeni de *Buccinius, que no está testimoniado, pero que se relaciona con BUCCONIUS como el mecionado ANTINIANUM con ANTONIUS. No me parece del todo se- guro si también Quicena se relaciona con Quexans (Gerona), y por tanto proceden de CASSIANA, no me parece del todo seguro. La coincidencia de estos nombres con los latinos y románicos es tan evidente que queda fuera de toda duda, y puesto que se trata de lugares que estuvieron bajo dominio árabe, se puede considerar el cambio de a a e como el fre- cuente cambio que los gramáticos árabes designan como imala y que por otra parte ha dejado numeroso rastros tanto en los topónimos como en el restante léxico árabe de España, cfr. Romanische namenstudien, II, 75, donde se da más bibliografía, además cfr. Alquézar (Huesca) especialmente importante por su situación geográfica.

Pero, aunque se prescinda de estos nombres y aunque para uno u otro pueda señalarse un origen similar, aún quedan sin embargo bastantes nombres que demuestran que en la lengua prerromana existió un sufijo –eno. De hecho –enos es la correspondencia gala de lat. -inus, pero -en no puede ser galo, porque la forma -en supone en origen ausencia de vocal final o de e.– Finalmente hay que contar con la posibilidad de que –en haya evolucionado a partir de –ain y que representen formaciones como vasco Cerain, Andoain, Beasain, Orendain, etc.

-´ÑO, -´ÑA.- Carreño ( Oviedo), Canaleño (Santander), Ereño (Viz- caya), Beleña (Salamanca, Guadalajara), Taraceña (Soria), Urueña (Valladolid), Urueñas (Segovia), Uruñuela (Logroño), Piloña (Oviedo), Argoños, Santoña (Santander), Begoña (Vizcaya), Orduña (Vizcaya), Laspuña (Huesca), Uruña nombre de Pamplona en la Edad Media, Gemuño (Ávila), Armuña (Almería). Con Uruña, cfr. Urrugne en el País Vasco francés. Camuñas (Toledo) es el apelativo camuñas.

Los cuatro tipos se reducen de entrada a tres, pues –oño y –ueño se relacionan geográficamente entre sí como oz– y –uez, i.e., el primero pertenece al antiguo País Vasco, el segundo al territorio tempranamente romanizado, cfr. Menéndez Pidal, RFE, V, 232. También –uño me parece que es idéntico, cfr. p. ej. Uruña con Urueña.

537 W. MEYER-LÜBKE

Si se tiene en cuenta el nombre del río Tajuña (Guadalajara) (15), se podrá ver sin objeciones en Ur el nombre habitual para “agua”, y en –ña tal vez un diminutivo, del cual trata Uhlenbeck, Suffixe58. El nombre Beleño, testimoniado para dos lugares distintos, tiene puntos de conexión con BELEIA de los edetanos, con el nombre de río Belennis y muchos otros en vasco, cfr. Schuchardt, Rev. Est. Vascos, 1909, del mismo autor Rom. namenstudien, 62. Ereña puede haberse desarro- llado de *Eleña con el cambio de l a r vasco y así pues formar parte de la misma familia que Yélamos (p. 533). Por otra parte, -eño puede también ser un sufijo español. Por ejemplo, Carreño y Canaleño dan la impresión de ser españoles.

-ANCA, -ANCO. -EBURANCUS, AUVANCUS, CAECANQ, CONTUCIAN- CO, LUANCI.- Tudanca (Santander), Trabanca (Salamanca), Ledanca (Guadalajara), Loranca (Cuenca), Simancas (Valladolid). Coristanco (La Coruña), Polanco (Santander), Alesanco (Logroño), Pozanco (Ávila), Abanco (Soria), Pozancos , Romancos (Guadalajara).

El examen es aquí extraordinariamente difícil. Los nombres antiguos son en su totalidad gentilicios, a los que se añaden algunos nombres personales, que Holder recoge, entre los cuales SERRANCO BELHEIO- RIGIS F. (Haute-Garonne), de cuyo origen ibérico no cabe duda. Tam- bién un icesanqm en una moneda. En las formas actuales se presenta la dificultad de que, de momento, mientras no aparezcan testimonios antiguos, no podemos saber si –anc- no procede de –antic- como Sala- manca. Algunos nombres aislados son claramente formaciones espa- ñolas, como Pozanco, de pozo, con un sufijo prerromano cuyo origen y uso no está del todo aclarado, pero que es productivo en español, cfr. del mismo autor, Rom. Gramm, II, 511 y gallego fustanco “palo grande”, fochanca “hoya grande” (focha “hoya”), valenc. verdanc “retoño”. De especial importancia es Romanco junto a Romanones en Guadalajara, pues alude claramente a una frontera lingüística.

-´ILA, -´ILI, -ÁVILA, BILBILI, OCILIS, OLBILIS, SACILIS, SINGILI, INTIBIL, MYRTILIS.- Épila (Zaragoza), Avilés (Oviedo).

La cantidad de la i medial nos es asegurada sólo para BILBILIS por el testimonio de Marcial, para Ávila por la forma actual. No sabemos si %Oβιλα en Ptolomeo es la mismo que Ávila. Hübner, MLI, LXXVII y Schulten, Numantia, la comparan con ABILA, al otro lado del estrecho de Gibraltar y ven en el topónimo un nombre líbico. Pero la posición de

538 TOPÓNIMOS PRERROMANOS

Ávila, en el límite de un altiplano fuertemente pendiente hacia el sur, pero abierto hacia el norte, hace que parezca más probable una migra- ción de norte a sur que de sur a norte, y Épila, nombre de formación análoga, así como Avilés, señalan una vinculación con el norte (16).

El sufijo puede en todo caso ser tanto celta como vasco, pues la raíz de Épila tendría una exacta correspondencia en galo epos “caballo”, sólo que debería conectarse a los hipocorísticos nombres propios Eppos, Eppo a causa de la p que revela una antigua geminada pp. De otra parte, puede hacerse mención de sardo Bili, Isili, Berállili, Sédilo y vasco Régil, Cizúrquil, Usúrbil (Guipúzcoa).

-´ALO.- Arseguel, Cosol (Lérida), Ábalos, Grávalos (Logroño), Nuévalo (Zaragoza), Nódalo (Soria), Arévalo (Soria, Ávila).

No es fácil decir en qué medida aparecen nombres así en la Anti- güedad, puesto que la cantidad en p.ej. BIBALI, pueblo en Galicia, no es conocida y no sabemos hasta qué punto la acentuación Βιβαλοiv en Ptolomeo es correcta.

-´ARR.- SIGARRA, EGIVARRI, SUSARRI.- Gallbarro (Burgos), Gal- barruli, Sajazarra (Logroño), Navarre, Laguarre, Lascuarre, Loarro (Huesca), Bularros, Niarra (Ávila), Naharros, Casasimarro (Cuenca), Bogarra, Tobarra (Albacete); también La Mudarra (Valladolid).

A SIGARRA, que Ptolomeo menciona como lugar en la Tarraconense, corresponde el hidrónimo Segarra (Castellón de la Plana). Si existe una segunda SIGARRA testimoniada epigráficamente, no lo sabemos. Formación reciente románica es Montarrón (Guadalajara); (sobre Go- meznarro y similar p. 545).

-ERRA.- ASKERRIS, BIGERRI, SETERRAE, además BAETERRA en Francia, hoy Béziers, Becerrea, Mazcuerra (Santander), Alerre, Case- rras, Alcubierre (Huesca), Isuerra ( Zaragoza).

Más nombres formados con –berri aporta Menéndez Pidal RFE, V, 225. Entre otros mencionaré: Bades (Barcelona) de Baders, así pues Biterris; además en Lérida Ginasterre, que me parece que es idéntico a Ginestar, puesto que vasco erri designa una plantación: garrierri “campo sembrado de trigo”, olerri “campo sembrado de avena”, Azkue, 268.

539 W. MEYER-LÜBKE

-URRI. -BETURRI, CALAGURRIS; LACCURRIS; GIGURRI; SEURRI.- Crexenturi (Gerona), Bisaurri (Huesca), Asnurri, Canturri, Surri (Lérida).

Hay testimonios de tres CALAGORRIS: la actual Calahorra, una segunda en el departamentio de Haute-Garonne, y una tercera en Calahorra de Boedo (Palencia). Dignos de mención son los nombres románicos. De entrada, la variedad en la vocal muestra que se trata de romanizaciones tardías, que no compartieron el cambio del latín vulgar u a o, del mismo modo que la –i demuestra una adopción tardía. Ade- más Creixenturi parece contener el nombre Crescentius, Asnurri parece corresponder a asinus, cfr. p. 17 y n. 21, Canturri evoca, prescindiendo del significado, vasco kanturro “corteza del pan”, pero en este caso la terminación debiera tener un significado más amplio (17), compárese mejor con Cantigi. Para terminar, hagamos referencia a Andorra, cuyo origen vasco no tiene duda, y que también aparece en Teruel y acaso en Andurrensis en Andalucía (18), lo cual advierte Schuchardt BDC, 1920, 77

-UR.-ILURO, BITURIS, OCURI, ASTUR, ORTUR, SUBUR.- Ibárruri, Ceánuri, Basáuri, Obécuri (Vizcaya), Ochánduri, Olláuri, Galbárruli, Herremélluri (Logroño). Gallur (Zaragoza), Costur (Castellón de la Plana), Bagur (Gerona), Maruri (Vizcaya).

De los nombres antiguos pervive aún ILURO como Oloron en Fran- cia y como Álora en Málaga. En todo caso no puede silenciarse que la identificación de esta última presenta dificultades. El resto de los abun- dantes NL en –o aparecen en la forma del oblicuo –on o –ona (p. 542), y además la sustitución de i por a es difícilmente comprensible. Que el nombre es ibérico, se infiere de la comparación con el dios pirenaico ILUNNUS y con ILUNON, nombre de una ciudad de los bastetanos. El resto de nombres antiguos ya no pervive y sólo la comparación con Astorga hace probable que la u fuera breve.

Los nombres recientes se dividen en dos grupos. Uno muestra cla- ramente un sufijo vasco y está geográficamente restringido al entorno más inmediato del País Vasco, el otro supone -Ṹre . Ahora bien, Gallur coincide sorprendentemente con sardo Gallur, hoy las más de las veces Gallura, denominación de la zona norte de la isla. Pero en sardo antiguo el nombre se documenta como Gallul y muestra coincidencia en su ter- minación con Guthuli, hoy Buttule, de manera que la r en Gallur se ha

540 TOPÓNIMOS PRERROMANOS originado por disimilación. Si bien se puede admitir el mismo proceso en Gallur, falla esta explicación para Costur. Desde luego, a pesar de la diferente acentuación, puede hacerse coincidir sardo –ul con vasco –uri, pues la r vasca puede proceder de -l, pero es difícil asumir que el pro- ceso de l a r se produjo en un momento en que en Castellón de la Plana se asentaba aún una población vasca. Así pues pondremos, hasta que haya más material (19), el iberovasco –ur como paralelo del sardo –ul y dejaremos abierta la cuestión de si hay una conexión entre ambos.

-´ARA, -´ERA.-BRACARA, EGARA.- Láncara (Lugo, León), Támara (Palencia), Tábara (Zamora), Cómara (Soria), Nájera (Logroño), Léce- ra (Zaragoza), Gésera, Yésera (Huesca), Bétera, Báguera, Énguera (Valencia).

De nuevo resulta difícil citar nombres antiguos, pues su cantidad vocálica resulta desconocida. Sólo la conocemos en el caso de BRÁCARA por medio del testimonio de los poetas y por la forma actual Braga, que evolucionó a través de BRAGALA.

Además resulta difícil decir qué es vasco y qué es celta, puesto que este último posee un sufijo -’ara. Sea como fuere Láncara recuerda a LANCA, que fue un epíteto de Segovia, o su nombre ibérico, si Segovia es propiamente céltica (20). Támara tiene como paralelo el río TAMA- RIS, hoy Tambre en Galicia. Plinio habla de “Celtici cognomine Neri et Supertamarci”, lo cual significa ciertamente que estos últimos no eran celtas. También TAMAGA, hoy Támega, en todo caso un río en Galicia, evoca, naturalmente TAMAROS, Támar, un río de la costa de Cornualles, y TAMESIS.

–ERA en algunos casos es resultado de la evolución en época románica a partir de –ara, por lo cual se puede identificar Énguera con EGARA.

-´AR.- Mucho más difícil aún resulta el examen de los nombres en -’ar, pues también posee el árabe un sufijo igual. Así pues, dentro del dominio árabe la investigación debe tener en cuenta también el lexe- ma. Por otro lado hay zonas, como Gerona, que quedaron libres de la invasión. Allí encontramos: Aransa, antiguo Aransar, Gareixa, antiguo Gareixar, Mussa, antiguo Munciar. Entre estos Aransa coincide tan exactamente con vasco arantz, que puede considerarse sin reparos como una derivación de esta palabra con el sufijo tratado por Uhlenbeck, Suff. 7, y así se considerarán también los otros. También quisiera yo

541 W. MEYER-LÜBKE incluir aquí Estépar (Burgos), pero renuncio en adelante a una ulterior evaluación de estas formaciones. Diferente es Estepa (Sevilla), que corresponde a una ciudad que en la antigüedad es documentada como OSTIPPO o ASTAPA. Teniendo en cuenta el final, yo vería en el nombre actual el segundo de los nombres antiguos con imala árabe. Sería este el nombre más antiguo, que luego fue adaptado al tipo propio por la población de los topónimos en –ippo. Por contra, Estepona (Málaga) podría representar un segundo OSTIPPO. Estepa (Soria) podría, sin embargo, tener relación con Estépar.

-IGI. -ASTIGI, ARTIGI, CANTIGI, OLONTIGI, SALTIGI; AVOLGIGI, CABRUAGENIGI, VISALIGI.- Las palabras del primer grupo designan ciudades, y muestran además la frecuente terminación ibero-vasca –i, las del segundo, pueblos, por tanto su –i, es el morfema del nominativo plural latino. En el primer grupo se aísla –tigi, y Schuchardt lo ha ana- lizado en consecuencia: “ARTIGI es la denominación de una localidad ibérica, igual que ASTIGI (vasco aztegi “alisal”, astigar “aliso”, LASTIGI etc.” (Bask.-iber, 120).

Resulta convincente, aunque algo sorprendente, que la forma vasca muestre e, y en cambio los nombres antiguos, i, en todos los casos y, en la medida que estamos informados de la evolución fonética del vasco por medio de los préstamos latinos, un cambio de i a e, como el que es corriente en románico, no se produce. Que el sufijo vasco, que entre otros tiene el significado del latín etum– , es idéntico con el sustantivo tegi, ya lo señaló Azkue II, 273. Sin embargo este tegi ha sido durante mucho tiempo reconocido como un préstamo del galo tegia, en el cual, como en muchos otros préstamos latinos, la –a ha sido analizada como artículo y por tanto ha sido eliminada.

Qué tiene que ver aquí tigi, no se puede aclarar. Renunciar por ello a la explicación de Schuchardt, no me parece adecuado. Tal vez se trata de que de algún modo un sufijo igi– , como aparece en los étnicos, se cruzó tardíamente con –tegi.

Además se infieren las siguientes posibilidades:tegi se une también con nombres de cosa: zeinu “campana” zeinutegi “campanario” o con designaciones de seres vivos: gaiso “enfermo”, gaisotegi “hospital”. No es por tanto imposible que con nombres de animales adquiera el sentido del latín –ile, y de hecho se encuentra artegi “redil de ovejas“ de ari “oveja” (21), y esto puede reencontrarse en el antiguo ARTIGI.

542 TOPÓNIMOS PRERROMANOS

Aparte hay aún otro artegi “monte tallar” (22), que por su significado no puede dejarse de lado sin más, y podría pensarse finalmente en una reducción de artetegi, de arte “encina”. Lartigi, de lar tendría suficien- tes paralelos conceptuales vid. p. 11, pero podría coincidir también con lartegi “pastizal”. Si saltai “establo” está por saltegi, con un confusión testimoniada en otros casos ente ei y ai, podría explicarse con ello SALTIGI. Ahora bien, para CANTIGI y OLONTIGI no hallo ninguna correspondencia, pues el último puede ponerse en relación con vasco olo “avena”, si se consigue explicar la sílaba intermedia. En lo que se refiere a su ubicación, ARTIGI está en Badajoz, ASTIGI es la actual Écija (Sevilla) cfr. para c procedente de st Baza de BASTI y RFE, VIII, 242, SALTIGI es Chinchilla (Albacete). Un complemento con nombres modernos es difícilmente posible. De -ígi se desarrollaría –i en español, pero no encuentro nada parecido en el material de que dispongo. Si se acentuó -´igi, el desarrollo normal sería –e, es decir, no hay ninguna posibilidad pues de reconocer –igi. En relación a los nombres asturianos en –GI, no puedo aportar nada.

-AIA.- ALTHAIA, AMMAIA.- Selaya (Santander), Amaya, Arraya (Burgos), Arraya (Álava), Amayuelas (Palencia), Anaya (Salamanca, Segovia), Amaya (Guadalajara); Botaya (Huesca), Aldaya, Alboraya (Valencia), Minaya (Albacete), Hontanaya (Cuenca), Carataya (Huelva), Zafarraya (Granada), Langayo (Valladolid), Abay (Huesca), Ezcaray (Logroño), Garray, Jaray, Golmayo, Nolay (Soria), Arabayona, Zamayón (Salamanca), Amayuelas (Valencia).

Se ha señalado repetidamente que –ya es una de las terminaciones preferidas de los antropónimos vascos, Diez, Grammatik der romanis- chen sprachen, II, 32, y que nombres en –aius son frecuentes en las inscripciones de la Península Ibérica, del mismo autor, Rom. namenst. II, 61. Los NL coinciden en parte directamente con los NP y en general los primeros parecen ser secundarios, originalmente denominaciones de la explotación rural a partir de su propietario. De hecho se encuen- tra Minaya como sobrenombre del sobrino del Cid, cfr. la exhaustiva explicación en Menéndez Pidal, Cid, II, 441: “el cantar usa 27 veces el nombre Álbar Fañez; 39 el de Minaya Albar Fánez; una vez sola Álbar Fánez Minaya por exigencia de la rima y muy corrientemente Minaya a secas, con las variantes Mynaya… y raras veces Myanaya… Era éste un sobrenombre que llevaron otros personajes, en tiempo de la reina Urraca (1109-1126) “erat senior in Palenciola Mienaya Ferran- dus Garsie”. Añade además Miennaya Gutiérrez y Mianaa alcalde en

543 W. MEYER-LÜBKE

Benavente, finalmente del Quijote; Sancho Bienaya como nombre de una plaza en Toledo, por el nombre de la familia local Bienaya, la cual, sin embargo, debiera separarse de las formaciones mencionadas, en tanto que se analiza fácilmente como bien haya, así pues un nombre augural cristiano, como muchos otros que se hallan en Francia e Italia. Es importante, sin embargo, que el NP Minaya según nos indican las formas antiguas evolucionó desde Mianaya a través de Mienaya, cfr. Diego, para el cual en el Cid aún está asegurado Diago por la rima (Me- néndez Pidal, 170), y con ello se desvanece la conexión con vasco min “amargo”, que habría tenido un paralelo conceptual en port. amarello. Además hay que remarcar que este sobrenombre siempre va delante y no detrás como es el caso en designaciones de procedencia, lo que indicaría la prioridad del NP frente al NL.

-E(I)A.- VAREIA, BAREA (23), BENEIA, CARTEIA.- Ibeas (Burgos), Ibias (Oviedo), Foncea, Igea, Gimilea, Varea (Zaragoza), Urrea (Zaragoza, Teruel), Olea (Palencia), Bolea, Gurrea (Huesca), Altea (Alicante), Orea (Guadalajara), Alborea (Albacete).

No tiene lugar aquí el frecuente Alcolea, que es el dimininutivo árabe de alcalá. Por otra parte, detrás de -ea pueden esconderse muchas cosas distintas, como demuestra Berceo, escrito en la documentación antigua VERGEGIUM. Por lo demás Ibeas recuerda mucho al vasco ibi “vado”, Igea a ige ”declive empinado”, olea al elemento ol- que ya hemos encon- trado muchas veces (p. 534), Orea, Urrea a orre ”enebro”, todos ellos conceptos cuyo uso en la toponimia no presenta ninguna objeción.

-´UA. -ACUA, ATEGUA, MAXILUA, MUNIGUA, MANTUA, OSCUA, MERUA.- Lurua, Arranzua, Forua, Zaldua, Ermua (Vizcaya), Olejua, Alsasua (Navarra), Selgua, Bergua (Huesca), Marfa de un antiguo Massua (Gerona).

En los nombres antiguos no sabemos tampoco donde cae el acento y si hay que leer ua o va. Si MUNIGUA corresponde efectivamente a la actual Mulva, entonces hay que leer MÚNIGUA, de donde Mulva a través de una forma MUNIVA, con un cambio de n a l que también se halla en Huelva (p. 526 y n. 4). Con la Mantua de la Italia del Norte la ibérica no tiene ninguna relación, pues aquella es la ciudad del dios de la muerte (Deeke, Falisker, 216), tampoco tienen nada que ver estos nombres con Genua, que presumiblemente es indoeuropeo y corresponde a genu “boca”. Difícilmente puede ser –ua galo, pues MESUA, hoy Mesve,

544 TOPÓNIMOS PRERROMANOS está en la Narbonense, y puede ser por tanto ibérico. Según esto, el río VACUA Vouga, puede llevar un nombre galo (24).

Con lo anterior se han detallado no todos los sufijos, pero sí los más importantes. Se plantea ahora la cuestión de cuál es la extensión de los apelativos de origen vasco-ibérico hoy en NL. Prescindo aquí de nava y vega, cuyo origen prerromano para mí es seguro. Digno de mención es que la primera disfruta de una mucho mayor popularidad que la segunda, pero no me parece posible de momento establecer una delimitación geográfica. Más que en los otros nombres debe ser aquí su uso independiente del acondicionamiento del terreno. Sin embargo, quisiera yo nombrar aquí:

LARRA, LARRE “pastizal” (25).- Larrés (Huesca), Larrodrigo (Sala- manca), Laranueva (Guadalajara) (26). LEITZA “sima”.- Leitza (Navarra), Leza (Álava, Logroño), Lezama (Vizcaya, Álava). ¿También Lezuza (Alicante)? MUÑO “colina”.- fuera de Álava tenemos Muñopedro, Muñoveros (Segovia), Munilla (Logroño) de Muñillo con una muy frecuente disi- milación en español de dos palatales sucesivas. NAR “zarza”.- Narras, Narrillos, muy frecuente en Soria, Salamanca, Ávila, Segovia. También pertenecen a aquí Gomeznarro (Valladolid), Garcinarro (Cuenca) (27).

Queda, pues, extraer la conclusión de este conjunto de datos. Sin embargo, no voy a hacerlo, no sólo porque el material debería ser más completo, sino porque, ante todo, debería haber una investigación pre- cedente de la primera parte de los topónimos, y también de los nombres propios. Una cosa puede inferirse ya. Si bien los tipos mencionados son más frecuentes en el norte, así pues en el antiguo o actual domi- nio vasco, sin embargo una gran parte de ellos irradia hacia el sur, de manera que no se descarta la aceptación de que los precursores de los vascos habitaron por toda la península. Que además de los celtas también vivieron otros pueblos junto a ellos, o antes o después, no está naturalmente excluido. Más bien, diría yo, resulta muy probable, pero el testimonio de los NL sólo aporta evidencias del pueblo que fundó los lugares en –IPPO, puesto que es un tipo que falta del todo en el norte y está firmemente limitado al sur.

545 NOTAS

(1) También aquí Schuchardt ha hecho la mejor contribución desde el punto de vista crítico y casi libre de objeciones: Mittel. der anthropol. Gesellsch., Wien, XLV, 109, en lo que sigue citado como bask.-iber. (2) Holder, Altcelt. Sprachsch. I, 403, pone en relación con ello Vernègues. Ello sólo resulta posible si BERGINE es un error por *Berniga o aún por el momento, puesto que g pronunciada ante e, fue modificada. Si no se quiera aceptar esto, deben separarse entonces ambos nombres. (3) Cerca de ANDUSIA, Anduze está TEDUSIA, y se ha buscado naturalmente ver ahí un nuevo testimonio de –usia. Pero si la identificación con la actualThésier es correcta, entonces debe acentuarse –usía, de donde ha evolucionado correctamente –ié a través de –íe, que se representa gráficamente con unar - adicional que señala que la e debe pronunciarse. Obsérvese a partir de ello con cuánta prudencia deben examinarse estos nombres. (4) Aunque no tengo ninguna explicación para el cambio de n a l, sin embargo me parece mejor la identificación de Huelva con ONUBA que con OLBA. Hübner, MLI, lxxxvii, OLBA no está atestiguada, sino sólo un OLBIENSIS PAGUS, de manera que no podemos saber si el nombre correspondiente es efectivamente OLBA. Puesto que, por otra parte, este pagus se halla en la zona de influencia griega, siendo así que Hecateo menciona una Olbia en Hispania, que existe una segunda Olbia en el sur de Francia (actual Eoubes), una tercera en Cerdeña y una cuarta en Sarmatia, es inobjetable suponer en la base de OLBIENSIS una OLBIA y en conjunto ver en todo ello el griego Ỏλβία. Para lv de nv, cfr. p. 544. (5) Hübner, MLI, 244 b considera URGAVO. Pero en los dos pasajes que cita consta Urgao, lo que se adecúa a la forma actual. Un Urgapa en el Ravenate no debe ser tenido en cuenta. (6) El nombre actual podría ser idéntico al antiguo, puesto que el paso –t- a –y-, como quiera que deba explicarse, está muy extendido en la Italia del N.O. Sólo hay que suponer que *Royua ha pasado a Roya. (7) Parecido en griego “El nombre de ciudad h} %Aρτα se origina del antiguo hidrónimo %Aραχθος o mejor aún de la variante %Aρατθος. Este pasó al femenino cuando fue limitado a la designación de la antigua ciudad de !Aµβρακíα.” (Chatzidakis, Glotta, II, 297) (8) En aquitano se podría poner en paralelo el hidrónimo ATUR con el NL ATURA. Pero si Lucano escribe ¿erróneamente? ATURI, por contra Ausonio escribe ATU- RRIS, y Ausonio debería saber mejor cuál era el nombre del río, y además sólo se ajusta esta forma al actual Adour. El lugar, sin embargo, se llama ahora Aire, lo cual coincide con ATURA con ŭ. Así pues difieren ambos nombres en todo caso por la acentuación, y acaso también por la cantidad de la r. Si fuera la forma de Ptolomeo ATURIUS la correcta (y no hay obstáculo para suponer un nominativo ATURIUS para el genitivo ATURI de Lucano), entonces se presenta fácil una relación con ATURIA Oria, como ya señalé en Betonung im gall. 54, I. Entonces

546 TOPÓNIMOS PRERROMANOS

ATURIUS no puede ser una formación adjetival de ATURA en el sentido de “el río de Atura”, sino que ambos nombres no tienen ninguna relación entre sí. (9) Numantia, 37, con la observación, incorrecta según nos indican los topónimos actuales - “estas formaciones en –uba en Hispania pertenecen a la Bética”. (10) O debe verse aquí latín firmitas en el sentido de “fortaleza”, cfr. fr. ferté aún vivo en la toponimia. Lo que me presenta dudas es que fuera de este caso no aparezcan tales nominativos (cfr. REF, VII, 370). Además se esperaría *Hérmedas. (11) Un VIRONI off. en Londres y Francia naturalmente no dice nada respecto al origen de la correspondiente persona. (12) A pesar de Holder MOENUS POENINUS son latinizantes. (13) En todo caso, se encuentra dos veces AMBATUS en inscripciones renanas, pero puede tratarse de soldados, que habían venido de España, cfr. un caso similar en Rom. Namenstudien, II, 45. (14) ¿Puede incluirse aquí Arabayona (Salamanca) junto a Bayona (Pontevedra)?, ¿y cómo se relaciona con ellos Aramayona (Álava)?. Madoz dice que Araoz significa “llano frío”, pero ni Azkue ni v. Eyss conocen tal ara “llanura”. Se trata más bien de aran “valle”, cuya n en *Aranoz desaparece regularmente en posición intervo- cálica. Corrección: T. Aranzadi me advierte que Aspe es puramente vasco: as-pe “bajo el risco”. (15) Ταγwvνιος en Plutarco. (16) ¿Pertenece aquí también Aldeadávila (Zamora)?. (17) Schulten habla en todo caso de un apelativo Canta difundido en el dominio céltico y a menudo supuesto en la base de topónimos hispánicos (Numantia, 134). Él mis- mo da por buena la lectura LUCIA en Apiano con el argumento de que ve en ella la actual Cantalucia. Pero una tal Lucia debería haber dado *Luza. Cantalucia como la Cantavieja que él mismo cita pertenece a la clase, bien representada en todos los dominios románicos, de NL formados con el imperativo canta, como ya fue explicado por Skok, ZRPh, beih. 27,17, donde dice: “Con Canta las lenguas románicas han engranado logros. Pues no sólo cantan todas las aves posibles, de las cuales muchas se distinguen por no tener un canto agradable como p. ej. el cuervo, sino también ranas, grillos domésticos y lobos, igualmente viejas y mudas rabaleras, y de los objetos inanimados, piedras y hayas (buchen)”. La Cantaracilla, que nombra Schulten, es diminutivo de cántara. (18) La inscripción se halló cerca de Andújar. ¿Hay algún camino que lleve del anti- guo al nuevo nombre?. Sólo si suponemos que el antiguo Andur(ur)a se amplió a Andúrar y después se produjo una disimilación. (19) Βλαβέρουρα en Hecateo puede pertenecer aquí. Se hallaba en el territorio de los . (20) ¿O se trata de galo lanca “lecho de un río”, REW, 4877.? (21) De asto “asno” se esperaría *astotegi, que tal vez podemos ver en ASTIGI. La equivalencia de este –tegi con latín –etum pudo conducir en un territorio bilingüe a que un nombre así fuera traducido por asinetu. De hecho, en Lérida, zona con

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fuerte influjo vasco, hay dosAynet y un Asnedo, que desde el punto de vista de la morfología latina y románica son difíciles de entender. (22) No debe ponerse en relación con artiga, cuya relación con lat. sartira no veo clara a pesar de Schuchardt. (23) Se identifica conVera . Sin embargo ello no puede fundamentarse en la semejanza fonética, pues las formas mejor transmitidas son Barea entre los romanos, y Bareia entre los griegos. Sólo en el Ravenate, pues de lo contrario resultaría imposible, hay Barria y Baria. (24) En todo caso no se puede pasar por alto que el ADUA Adda discurre por un terri- torio predominantemente céltico y que el Swale en el condado de York se llamaba SUALUA en la Antigüedad. (25) En un examen superficial recuerda la palabra al antiguo fr. larris, que es un derivado de neerlandés laar, una palabra actualmente no en uso ya, pero que también jugó un papel extraordinariamente importante en la toponimia renana. La Francia del Sur no conoce este lar, que en gótico sonaría les- o ler-, pero los vascos naturalmente sólo pudieron tomar en préstamo palabras godas, no frán- cicas, por lo que cualquier relación queda excluida. Más bien podría pensarse en la correspondencia gala de ir. lar, galés lawr “finca”, “terreno”, con el desarrollo semántico que muestra también el alemán “flur”. Pero ¿corresponde de lo contrario vasco rr a galo r?. Acaso laratz “tierra de barbecho” argumenta a favor de esto último. (26) Por el contrario pertenece Larraga (Navarra) según nos indica el sufijo aga,– a laar (zarza). (27) La forma de ambos miembros no es románica, pero no sólo puede ser vasca sino también germánica. Formaciones híbrida de estas características son latinas y también célticas. Un interesante ejemplo es OCTAVIOLCA en Cantabria, cuyo primer miembro es naturalmente el nombre latino, y el segundo galo olca “prado, campo, huerto”, que aún pervive en el francés ouche.

548 L. PÉREZ VILATELA Sección de Estudios Ibéricos

SOL INTERIOR Y ETERNIDAD EN LOS MORALIA DE PLUTARCO: UNA NOTA

ABSTRACT: Plutarch’s religious and philophical ideas about eternity and Sun are compared with similar ones of the ancient mythology, medieval Christian theology or buddhism. The author asks himself why Plutarch neither arrives to the monotheism nor to an neoplatonic pantheism despite his philosophical formation.

KEY WORDS: Plutarch, ancient philosophy, Christian theology.

RESUMEN: Se comparan las ideas religiosas y filosóficas de Plutarco sobre la eternidad y el Sol con aquellas semejantes de la mitología antigua, la teología medieval cristiana o el budismo. El autor se pregunta porqué Plutarco no llegó al monoteísmo ni a un panteísmo neoplatónico a pesar de sus conocimientos filosóficos.

PALABRAS CLAVE: Plutarco, filosofía antigua, teología cristiana.

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Las lenguas indoeuropeas han desarrollado una etimología siteati- ca para enunciar la “realidad”, –al margen de los tardíos solipsismos cartesianos– (satyam, ens,).

Platón, como los presocráticos –singularmente Heráclito, del que apenas sabríamos nada sin la mediación plutarquea– no utiliza el verbo para las modificaciones, “pues cambian en el momento mismo en que hablamos de ellas” (1), Coomanraswamy ha establecido una muy sugerente ecuación (2), génesis = bhava y ousía = astitâ y entre la filosofía platónica –entre la que hay que contar a San Agustín– y el Vêdànta con Platón en que las cosas son falsas pseudos = anritam (3), dado que no son “la cosa real”, de la que son un calco (4). El neopla- tonismo agustiniano dice al respecto “contemplé esas cosas que están debajo de Tí, y vi que ni son ni no son. Tienen un ser porque vienen de Ti y sin embargo no tienen ser porque no son lo que Tú eres. Pues sólo es esta realidad la que permanece inmutable; el cielo y la Tierra son bellos y buenos y son, puesto que Dios los creó (5) “pero comparado a Ti no son ni bellos ni buenos, ni son” (6).

Según Bonfante, las formas impersonales, como “debe o “puede” son supervivientes de un antiguo modo atemporal de cuando los pretéritos se empleaban indiferentemente también para el presente (7), lo que se repite hoy día sin citar al filósofo ítaloespañol.

Y aquí entra Plutarco en escena : el “Sol inteligible” –nos dice el beocio– “Apolo es distinto de Helios” (8) lo que resume un pensamiento: el sol visible a todos es distinto del “sol interior” (9). “De pronto, como de un fango que brota, surgirá una luz en el alma” nos dice la tradición platónica (10), a lo que Plutarco añade: “Pero la comprensión de lo ininteligible, lo puro, lo santo, como relámpago que brilla a través del alma, permite una vez sólo tocarla y mirarla. Por eso, también Platón y Aristóteles llaman a esa parte de la filosofía “epóptica” (11), queriendo decirnos que los que han franqueado estas cosas conjeturables, confusas y muy variadas saltan por medio de la razón hacia aquello primero, simple e inmaterial y, cuando han logrado alcanzar directamente la verdad pura sobre ello, creen, como en la iniciación, que han obtenido como el último fin de la filosofía” (12).

Todo ello viene ilustrado por un asunto concreto, el de las vestiduras de Isis, esposa de Osiris, el cual “no presenta sombra ni variedad, sino un simple color, el de la luz; el principio, en efecto, es sin mezcla y lo

550 MORALIA DE PLUTARCO primero e inteligible es no mezclado. De ahí que “poniéndolo (según los sacerdotes egipcios) el vestido una sola vez se lo quitan y lo guardan sin enseñarlo y sin tocarlo” (3).

Ese relámpago que es principio del conocimiento y se ofrece a la apre- hensión y a la visión de la experiencia de un único instante lo encontramos vivido en nuestra tradición occidental por Maese Eikhardt, Teresa de Ávila y Juan de la Cruz (14), pero en el siglo XX pasa de la Teología a la Filosofía en la obra de Bergson, cuya “intuición” presente en todos los hombres es la única capaz de captar el “élan vital” que poseen todos los seres.

Plutarco sigue evidentemente a Platón, pero con modelos toma- dos de su propio tiempo y experiencia, cual es la de un sacerdote de Apolo, excelente conocedor y acaso experimentador de ese sol interior que es Osiris. Dados además los presupuestos: A) el de la proximidad lingüístico-ideológica del ser un médico y griego (15) lo cual lleva a un pensamiento mucho más similar de lo que puede aparentar la forma cultural en que se manifiesta B) el de que el pensamiento académi- co del siglo II no constituía una entidad organizada al modo de una universidad, ni un sistema muy encarrilado en su trayectoria como el escolasticismo, sino que la “Academia Nueva” (16) de Ammonio no se declaraba mera exegética del pensamiento de Platón, sino que presenta numerosas aportaciones aristotélicas y estoicas.

Ello es evidente en el tratado “Sobre la desaparición de los orácu- los” en que dice de Platón: “…alguien se podría sorprender de que él, habiendo dicho la verdad, proporcionó a otros el origen de una doctrina que es inverosímil y falta de razón. Pues el no defender la idea de un solo mundo implicaba de alguna manera la hipótesis de la infinitud del universo; pero fijar un número limitado a una cantidad, ni más ni menos que cinco, es totalmente ilógico …, (17) donde hubiera precisado más de distinguir entre Astrología y Metafísica o Filosofía pura, donde Platón declara que existen “el ser, la identidad, la alteridad y sobre todos, el movimiento y la estabilidad” (18).

Consecuentemente con estas ideas ha declarado antes: “Pues, sin duda, es conveniente que las cosas permanentes y divinas se mantengan más estrechamente unidas y también evitar, tanto como sea posible, toda segmentación y separación” (19). Pues el tiempo que afecta a los mortales “como una corriente que fluye sin cesar se lleva todas las cosas” (20) tal como ha aprendido de Heráclito.

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Dice Agustín al respecto: “Puede entenderse por los miles de días los tiempos mensurables y por el día único la inmutable eternidad” (21) que coincide con la doctrina del budismo Mahâyâna, concretamente con el Abhisamayâlankâra de Vasubandu: cuando se ha alcanzado el final del largo camino, el “gran despertar” abhisambodhi es único e instantáneo (22).

Bergson, que desde otra perspectiva distinta a la de Ortega des- montando el barroco escenario del “yo cartesiano”, decía “el yo no es una realidad… es un fluido sin fin” (23). Pero frente al movimiento universal de Heráclito y el Budismo, para Plutarco y el pensamiento europeo la duración es real, los instantes son cortes artificiales de esta dureé. Ello lleva indirectamente a preguntarnos por el principio. Como señala Skherbatsky esta distinción separa al mundo indio del occidental (24). Pero en ambos dominios el tiempo es un derivado del instante, una construcción mental sin fundamento.

Osiris es la eternidad para Plutarco: “… desconcierta a la mayoría del pueblo que supone que el sagrado y santo Osiris habita verdadera- mente en la tierra y debajo de la tierra donde se ocultan los cuerpos de los que parecen alcanzar su fin. Pero este dios está, él mismo, lo más lejos de la tierra, intacto, incontaminado y puro de toda sustancia ajena a corrupción y muerte; a las almas de los hombres (sc. difuntos) aquí encerradas en sus cuerpos y pasiones, no les es posible una participación del dios, excepto una visión velada que alcanzan por la comprensión, gracias a la filosofía” (25).

De la misma forma “Apolo, en efecto, niega la pluralidad y excluye la multiplicidad” (26).

Pero ese sol divino, único, inmortal e incorruptible es diferente de Febo, nombre que los antiguos “aplicaban a todo lo que es puro y santo, como todavía los tesalios…” y también es diferente de Apolo:

“En cuanto a los que piensan que Apolo y el sol son el mismo, merecen que se les acoja y se les quiera por su nobleza de espíritu, ya que con lo que más honran de lo que conocen y desean, con ello ponen en relación la idea de lo divino. Sin embargo, despertémosles como si estuvieran soñando con el dios en el más feliz de los sueños y exhortémosles a que suban más arriba y contemplen la visión real del dios y de su esencia, honren esta imagen y veneren la idea de fecundidad que hay en ella, ya

552 MORALIA DE PLUTARCO que, en la medida en que la sustancia sensible y variable lo puede hacer por lo espiritual y permanente, presenta de alguna manera un reflejo e imagen de la benevolencia y de la felicidad del dios (de Apolo)” (27).

En cambio “toda naturaleza mortal que está entre el nacimiento y la muerte presenta de sí misma una imagen inconsistente, y una apariencia confusa e incierta. Y si se quiere fijar el pensamiento sobre ella para comprenderla, igual que cuando se recoge agua en la mano con el fin de retenerla y en el mismo apretar desaparece corriendo lo recogido, de la misma manera la razón persiguiendo la claridad abso- luta de cada uno de los seres pasibles y cambiantes se decanta bien hacia su nacimiento, bien hacia su muerte, y puede comprender nada permanente ni de existencia real” (28).

¿Cómo, pues, un pensador que tiene plenamente asumida la ines- tabilidad y mutabilidad de los hechos humanos, puede ser uno de los historiadores mayores y el máximo biógrafo de la Antigüedad?. Si, como platónico, cree que la meta del hombre liberado y sabio es la filosofía, la ciencia de la eternidad y lo inmutable (29) ¿cómo puede preocuparse por las mudanzas atrabiliarias de la vida de uno u otro hombre concreto en sus “Vidas”, hombres que por lo demás, nunca fueron filósofos? Plu- tarco no es un Diógenes Laercio. La eternidad está rodeada de todas las cosas, como la circumferencia al centro (30).

Ello debe buscarse en los mismos orígenes del “fenómeno” del pensa- miento griego: en Heródoto, por el que Plutarco siente tan poca simpatía y además, gracias a que Plutarco es un heleno de pies a cabeza, un tradicionalista de la mentalidad más sólidamente griega. Bien, no cabe duda de que el pensamiento védico había llegado a un nivel filosófico tan culto como el de los presocráticos. Decia Dilthey que el tiempo-eje ha sido el siglo VI a.c. en que coexistieron en este mundo Buda, Ma- havira, Confuncio, los profetas de Israel y el pensamiento jonio. Pero ¿y el dorio Heródoto?. Su propósito es más ambicioso, descabellado, “revolucionario” si se quiere. Sin negar –todo lo contrario– lo efímero de la vida humana, su carácter anecdótico ante la divinidad, escribe una “Historia” que abarcase las grandezas y miserias de todos cuantos hombres estaban al alcance de su conocimiento, no unos Anales palati- nos al servicio de tal o cual monarca, hijo de los dioses o dios él mismo. Por esta razón, su “Historia” abarca disciplinas que hoy incluiríamos en la Etnología o Antropología. Lo verdaderamente extraordinario de la intelectualidad griega es que al lado de un pensamiento sobre lo eterno

553 L. PÉREZ VILATELA e inmutable que culmina en Platón, el descubrimiento de Heródoto se continuase practicando. Pero en ningún momento Heródoto nos habla del “principio” de la Historia en tanto que “origen” del hombre, que queda sólidamente anclado en el mito (Prometeo/Pandora).

Pero hay más: a partir de la conversión de la Hélade al Cristianis- mo, con su Nuevo Testamento –escrito en griego– y los Padres Griegos darán una datación precisa y una estructura histórica cronológica a la Eternidad.

Por ello, en contra de las opiniones más livianas, el pensamiento griego era el que estaba más dispuesto a aceptar una concreción histó- rica de la Eternidad en el mundo, gracias a la concreción de la misma en el curso de una vida humana, la de Jesucristo.

Y podríamos pues exigirle a Plutarco, dado su alto nivel de conoci- miento filosófico platónico, orientado a la verdad bien alguna forma de monoteísmo como el pitagórico, platónico o aristotélico o un panteísmo neoplatónico para justificar el instante en que la Divinidad hace chas- quear la chispa de eternidad en el cerebro del hombre. Pero el honesto sacerdote de Apolo debía ocuparse de sus oráculos y sacrificios.

554 NOTAS

(1) Plat. Tim. 50b (2) COOMARASWAMY, A.: El tiempo y la libertad, Madrid 1980 (París, 1980), p. 16. (3) Chânologya Upanishad VI, 1, 4-6; Samyutta Nidâya II, 67. (4) Aug. De Trinitate VI, 10, 11. (5) Aug. Conf. Vii, 11 (6) Aug. Conf. XI, 4 (7) Bonfante, G., Word 1, 1945, p. 148. (8) Plu. Mor. 393d. (9) Cf. Av. X, 814; Phil. Alex. De specialis legibus, I, 279; “Tu sol no se pondrá jamás” Isaías LX, 20; “Allá todo es un día, no se das la sucesión; no hay ayer, no hay ma- ñana” Plut. Enead. IV, 4, 7, 4, 7; “El día eterno que nunca amanece ni declina”. Aug. In Psalmos CXXVIII; Conf. XI, 13 y 16. (10) Plat. Litt. VII (11) Plut. De Iside c. 77 = Mor. 382D. (12) Trad. García Valdés M., Plutarco. Obras morales y de constumbres, Torrejón de Ardoz, 1987 p. 121. (13) Plut. De Iside c. 77 = Mor. 382 C-D. (14) EICKHARDT, ed. Evans p. 255 “El momento de la iluminación es de corta vida, y pasa como el relámpago”. (15) “El Sí solar (âtman) trascendente e inmanente es llamado tiempo (kala) porque devora a todas las existencias para nutrirse”. Maitri Upanishad VI, 2; COOMA- RASWAMY, o.c. p.21-39; KEITH, A.B.: Indian Logic and Atomismum, Bombay, 1921. (16) DILLON, J.: “Plutarch an Platonist Orthodoxy”, Illinois Classical Studies 13, 2, 1988 p.359; BABUT, D.: “Plutarco y la Academia”, Estudios sobre Plutarco: paisaje y naturaleza, Madrid, 1991, p. 5 s. (17) Plu. De def. orac.24 = Mor. 423 B. (18) Plu. De def. orac. 34 = Mor. 428 C y también “sobre la E…”… = Mor. 391 B, donde remonta a Plat. sof. 254b-256d. (19) Plu. De def. orac. 34 = Mor. 428C. (20) Recoge a Heráclito, “En el mismo río no es posible meterse dos veces”, DIELS, H.; KRANZ, W.: Die Fragmente der Vorsokratiker, Berlin 1934 s., fr. 91. (21) Aug. De libero arbitrio V, 25 y 27, éste también in Psam. (22) OBERMILLER, E.: “The Doctrine of Prajnâ-pâramitâ as exposed in the Abhisa- mayâlamkâra of Maitreya”, Acta Orientalia, 1933, p. 81. (23) BERGON, H.: L´evolution créatrice, París, 1907, pp. 3 y 4.

555 L. PÉREZ VILATELA

(24) STAHERBATSKY: Buddahic Logic, San Petersburgo (Leningrado), 1930, 2 vols., p. 118 (25) Plu. De Iside…78 = Mor. 382 E-F. (26) Como dice GARCÍA VALDÉS, M.: Plutarco Obras Morales y de constumbres, Torrejón de Ardoz, 1987, p. 159 n. 56; De E… 20 = Mor. 393 B-C. (27) Plu. De E… 21 = Mor. 393 D. (28) Plu. De E… 18 = Mor. 392 B. (29) Plu. Mor. 117 e “La vida más larga es corta y momentánea, comparada con la Eternidad sin límites”. (30) Plu. De malignitate Herodoti.

556 L. SILGO GAUCHE Sección de Estudios Ibéricos

SOBRE “SOBRE EL CONOCIMIENTO DE LOS TOPÓNIMOS PRERROMANOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA” DE W. MEYER-LÜBKE

ABSTRACT: This work is an introduction to the spanish translation of Meyer- Lübke’s entry “About Iberic Peninsula preroman place names Knowledge”. It is exposed the origin of Meyer-Lübke’s investigation and it is pointed wain mistakes and errata of the entry. Despite of errors, to translate this work is important because what it has mean for the bibliography of the subject.

KEY WORDS: Preroman toponymy, Paleohispanic Languages, Meyer-Lübke.

RESUMEN: Este breve trabajo es una introducción a la traducción española del artículo de Meyer-Lübke “Sobre el conocimiento de los topónimos prerromanos de la Península Ibérica”. Se expone el principio de la investigación de Meyer- Lübke y se detallan los errores y erratas principales del artículo. A pesar de ello la traducción es importante por la importancia que ha tenido en la bibliografía relativa al tema.

PALABRAS CLAVE: Toponimia prerromana, Lenguas Paleohispánicas, Meyer-Lübke.

557 L. SILGO GAUCHE

El célebre lingüista suizo Wilhelm Meyer-Lübke (1861-1936) es conocido por su labor en la romanística, a la que aplicó el método comparativo del indoeuropeo, siendo un gran sistematizador de esta rama de la filología. Entre sus producciones destacan la Gramática de las lenguas románicas (1890-1902), la Introducción al estudio de la lingüística romance (1901), o el Diccionario Etimológico de las lenguas románicas (1911). Precisamente cuando redactó “Zur kenntnis der vo- rrömischen ortsnamen der Iberischen Halbinsel”, el texto que ahora nos ocupa, estaba redactando, y cuya influencia en este artículo es notoria, El catalán. Su situación frente al español y el provenzal (1929).

“Zur kenntnis...” (Homenaje ofrecido a Menéndez Pidal I, págs. 63- 84, Madrid, 1925) no es, ciertamente, su obra más lograda. Contiene sin embargo algunas características positivas, como es su intento de sistematización, la clasificación de formas, su opción por el estudio gramatical, aun reconociendo que tales resultados no serán definitivos hasta la adecuada comprensión de los lexemas que integran las diferen- tes formas. Por otra parte desconfía justificadamente de los nombres proporcionados por las fuentes literarias, tan plagadas de erratas, y prefiere el testimonio actual que permite la reconstrucción.

Meyer-Lübke se ha propuesto en este trabajo averiguar la conexión entre vasco e ibérico, y si este tiene extensión fuera de la Península, por eso sorprende que ya al final reconozca que esta labor no tiene solución si no se identifican por último los lexemas, por lo que la pregunta queda sin respuesta. Citará cognados de topónimos hispanos en Cerdeña, y distingue elementos galos en los nombres de lugar prerromanos, aunque no identifica siempre lo propiamente celta de lo ibérico. Por último hay que agradecer que se muestre cauto sobre la hipótesis ligur.

Hay que decir que, en ausencia del desciframiento de Gómez Moreno, la toponimia era el único camino reconocido y posible de la investigación sobre las primitivas lenguas hispanas. Gómez Moreno había publicado su desciframiento en 1922, pero es sabido que, salvo honrosas excep- ciones, no fue hasta mucho más tarde que su esfuerzo fue reconocido y aprovechado.

Los autores que se citan en el texto son prestigiosas autoridades, así Hübner, D’Arbois de Jubainville, Schulze, Holder, Diez, aunque para la antigüedad hispana hoy totalmente periclitados. Más valor tienen los vascólogos: Uhlenbeck, Azkue y Van Eyss.

558 TOPÓNIMOS PRERROMANOS

Volviendo al trabajo de Meyer-Lübke hay que subrayar múltiples faltas. En primer lugar debido tal vez a la documentación que maneja hay errores en los datos: Ojastro es Ojacastro, Macastro es Macastre, Caldácano es Galdácano, Cosol es Gosol, Crexenturi es Creixenturri, Ezcoray es Ezcaray, solamente en una rápida ojeada.

Hay también errores en el análisis y etimología de los nombres. Por seguir el mismo orden que ofrece Meyer-Lübke se pueden citar, sin agotarlos ni mucho menos, los siguientes:

- en -‘UBA. No deben pertenecer a este grupo Énova, Rótova y Yátova (Valencia). La vasca Améscoa (Navarra) tiene doble sufijación con ko– y el artículo –a.

- en –‘ABIS el formante es más bien bi.

- ‘-BITA, ‘-MITE. En algunos casos procede de vasc. bide ‘camino’ (concretamente Carcolze, Olopte, Baiande) como han demos- trado diversos investigadores.

- ‘-AMA. Es el superlativo celta bien conocido.

- No existe una raíz sigis- sino, en los casos que se citan, celta sego- ‘fuerza’ ‘victoria’.

- Sangüesa no tiene el sufijo –ÉSA sino –ós, en vasco es Zanko- ze.

- Tampoco hay un sufijo‘-ILI en Bilbili, que más bien tendrá que ver con vasc. biribil ‘redondo’ (como ha manifestado Antonio Marques de Faria).

- En –AIA los nombres valencianos Aldaya y Alboraya son árabes, entre otros.

- La segmentación y análisis de un sufijo –UR es por completo equivocada: Iluro se analiza Ilur-o, Bituris debe explicarse por vasc. bi iturri ‘dos fuentes’, Subur debe ser como vasco zubiri ‘cerca del puente’, y en todos los topónimos vascos que se ci- tan lo que hay en realidad es un compuesto con uri, variedad vizcaína de vasc. iri ‘villa’.

559 L. SILGO GAUCHE

- En ‘UA la localidad vizcaína de Forua es ‘el foro’, y otras loca- lidades lo que tienen es la postposición del artículo –a.

- Al hablar de un lexema NAR lo que se cita es la contracción de nafarro, nafarros (navarros).

Hay parágrafos en que se mezclan inextricablemente cosas hetero- géneas. Así al hablar de un sufijo ‘-ARR se debe explicar la localidad Sajazarra (Logroño) por vasc. zeia zarra ‘el mercado viejo’. Al hablar de –URRI junta dos lexemas, vasc. gorri ‘rojo’ y paleohispánico y pire- naico urri. Entre los casos mencionados de un sufijo –IGI se mezclan nombres íberos y celtas.

Otros casos de falsas etimologías o carencia de análisis es Ochanda, que es un derivado de vasc. otso ‘lobo’. El vasc. ots ‘ruido’ recibe la acepción de ‘estrecho’ que no sabemos donde la ha podido consultar. Todo el nombre en Petrés (Valencia), que aparece asignado a un sufijo–ÉS , es románico. Ispáster (Vizcaya) no pertenece a un sufijo–ASTRUM sino a vasc. baster ‘rincón, orilla’. Viro es celta. Uruña (nombre medieval de Pamplona) no tiene un sufijo –‘ÑA, sino que viene de *Iruin-a ‘la ciudad’ como más probable. El antropónimo Minaya es un híbrido romance-vasco: mi anaia ‘mi hermano’. En muño ‘colina’ se ha confundido el antiguo antropónimo español Muño (Muñoz). Finalmente hay lo que se puede atribuir con seguridad a una errata: vasc. ari ‘oveja’ está por ardi. Es evidente que Meyer-Lübke ha emprendido su indagación sin los conocimientos suficientes de vasco y celta.

Y ahora podemos preguntarnos por la razón de publicar en español este trabajo. La explicación de ello es la enorme repercusión que va a tener en los estudios toponímicos prerromanos. Son numerosos los to- ponomistas que a lo largo de los últimos ochenta años se han valido de este artículo para sus estudios, incluido algún célebre paleohispanista actual. No accesible para muchos hoy en día hemos creído que merecía la pena darlo a conocer, advirtiendo en primer lugar de lo obsoleto y falto de base de muchas de sus afirmaciones. Para bien o para mal es una contribución importante de la bibliografía.

Debemos a Santiago Pérez Orozco la excelente traducción que ahora se ofrece. Tenemos con él una deuda de gratitud por el difícil y engorroso trabajo que se ha tomado. Es nuestra esperanza que los investigadores y amigos de los estudios sobre la Hispania Antigua sabrán valorar como se debe la publicación que ahora sale a la luz.

560 S. Pérez Orozco Licenciado en Filología Clásica

CONSTRUCCIONES POSESIVAS EN IBÉRICO

ABSTRACT: This paper is an attemp to explain the use of three morphemes, -en, -ar, -ḿi, that seem to be involved in Iberian possessive constructions. Our conclusion is that the two first morphemes are different in origin (the first one, a genitive, the second one, a dative), and the third one is likely an emphatic particle with varied uses. Equally, we highlight similar facts in Tartessian.

KEY WORDS: Iberian possessives, Iberian grammar, Iberic epigraphy.

RESUMEN: Este artículo es un intento de explicar el uso de tres morfemas, -en, -ar, -ḿi, que parecen involucrados en construcciones de tipo posesivo en ibérico. Nuestra conclusión es que los dos primeros son morfemas de distinto origen (el primero, un genitivo, el segundo, un dativo) y que el tercero posiblemente es una partícula enfática de usos variados. Asimismo, ponemos de relieve hechos parecidos en tartesio.

PALABRAS CLAVE: posesivos ibéricos, epigrafía ibérica, gramática ibérica.

561 I INTRODUCCIÓN

El objetivo de nuestro estudio es revisar y aclarar en la medida de lo posible el uso y la función de las diferentes marcas de posesión que se desprenden del análisis de los textos ibéricos que nos han llegado hasta nosotros. Intentaremos reforzar y apoyar nuestras conclusiones de manera coherente con el marco teórico de la relación genética entre el vasco y el ibérico que hemos sustentado en nuestros trabajos.

En la epigrafía paleohispánica, como de hecho, en el resto de epi- grafías antiguas y modernas, son frecuentes los enunciados cortos, básicamente en utensilios domésticos, cuya interpretación más simple es suponer que se trata de indicaciones del propietario, del destinata- rio o bien del fabricante. A partir de estas evidencias, se suman otras, procedentes de otro tipo de textos, que confirman a grandes rasgos esta presunción.

Así, es lógico suponer que inscripciones vasculares como

selkiter-aŕ B.1.24 tuŕśbiuŕ-ar C.1.12 ustainabar-ar ban C.8.2 biunius-en H.11.1

expresen alguna de las relaciones señaladas más arriba

562 II Los morfemas que indican posesión

En principio, parece evidente, a la luz de los testimonios que nos ofrece la epigrafía, que de forma general la posesión se expresa por medio de algún morfema, si bien no se excluye la posibilidad de un genitivo directo, tal como acontece en vasco actual. Algunos ejemplos podrían ser

iltiŕta śalir A.18 taŕakon śalir A.6.15 kalun seltar: ‘tumba (de) Kalun’ E.10.1

si bien no puede descartarse que en el primer caso tuviéramos una variante de iltiŕtaŕ A.18, con un presunto morfema –ŕ y en los dos últimos de hecho hubiera que contar con la presencia de una alomorfo postvocálico –n del más conocido –en

Enumeremos a continuación los morfemas que se han asociado tra- dicionalmente a la expresión de la posesión.

1. -ar

La terminación –ar ha sido objeto de diversos análisis por parte de los investigadores. Se ha sugerido que se trate de un determinante, análogo al vasco har-, usado bien como artículo pospuesto, a la mane- ra euskérica, bien como pronombre llamémosle reasuntivo, acompa- ñando a un NP topicalizado, p. ej:

anaioś ar- en ḿi B.1.36= ‘Anaios, de él yo’.

Este punto de vista, basado en la comparación con el vasco (h)ar, ha sido superado por el peso de la evidencia y se acepta ampliamente la opinión de Untermann (MLH, III, p.158 ) que ve en el sufijo un mor- fema de dativo/ genitivo.

Sin que se pueda desdeñar el uso como genitivo de entrada, ejem- plos como

arskoŕoite niśuniar F.11.25

563 S. PEREZ donde aparece niśuniar F.11.25 en correlación con un NP en –(i)te, morfema que, a lo que parece, indica el ablativo o el agente, en todo caso, el origen de la acción, inclinan a ver en el morfema –ar un mor- fema de dativo/ directivo en origen, que pudo naturalmente, mediante un proceso usual y constatado en muchas otras lenguas, desembocar en un dativo posesivo.

Por lo que se refiere a su sintaxis, aparece en diversos tipos de enunciado, cuyos matices de interpretación resultan poco conspicuos:

a) Sólo

beŕtekeŕar F.20.2, A-1 lauŕbertonar F.20.1, B-5, 7

b) Con ban

ustainabarar ban C.8.2 ‘esto (es de) Ustainabar’.

c) Con ḿi / ναι

σακαρ´ισκερ´ αρ−ναι G.1.1. ḿlbebiuŕar-ḿi Estela de Badalona nḿkeiltiŕaŕ-ḿi c.9.1

d) Otras combinaciones

anaiośaren- ḿi B.1.36 aŕkibeśaren- ḿi F.13.15 tikirsbalauŕar-ḿi ban-ḿi C.4.2

Consecuentemente con nuestra posición con relación al parentesco íbero-vasco, hemos buscado en el repertorio de morfemas vascos al- gún correlato a ib. –ar. Creemos que existen varias posibilidades de conexión aceptablemente satisfactorias.

La primera podría darse entre ib. –AR y vasco –a, morfema de alativo. Dado que existen abundantes ejemplos que argumentan a favor de una caída de –r final, tanto en la comparación con el ibérico como a través de la reconstrucción interna del propio vasco, tal como se aprecia en los ejemplos de la tabla siguiente, la relación es perfectamente planteable.

564 CONSTRUCCIONES POSESIVAS

vasco latín ibérico ur u culter golde iltiŕ iri *har -a śalir sari erter erdi kalir gari

Esta –r antigua es posiblemente el origen de la –r eufónica que aparece en la flexión de los temas en vocal vascos.

Por ello, no nos parece del todo absurdo, aun planteándolo con las debidas reservas, suponer una ecuación

protohispánico -*ar > vasco –a / ibérico –ar .

La segunda posible afinidad se referiría al morfema de dativo plu- ral suletino en Bajo Navarro, Roncalés y Suletino en –er <-*ag-er, del cual cabe destacar la singularidad dentro del paradigma nominal vasco de su especificidad de número. Sin embargo, cabe suponer que en un principio debió ser un morfema concurrente con el que luego fue general en todos los dialectos, -*gi, y que en suletino quedo relegado al singular ya que Azkue (s.v.- er) constata un morfema –r en ejemplos como egite-r “a punto de hacer”, iltzer, “a punto de morir”, en el cual pervive la traza fosilizada de un antiguo morfema que indicaba “mo- vimiento hacia”.

2. -en

Desde los orígenes de la investigación, se ha visto en este morfema un genitivo, tanto por el análisis interno de los textos en que aparece como por su semejanza formal con el genitivo vasco en –(r)en.

Si el morfema –(r)e es una variante más antigua de –en o un mor- fema totalmente distinto no es un tema que nos incumba aquí. Remi- timos al artículo de Silgo sobre –en en ELEA (Silgo, 2000). El hecho es que existe un sufijo en– en vasco con valor de genitivo y el ibérico –en parece tener el mismo valor. Que conste, sin embargo, el hecho de que existe en ibérico un morfema –e

Las evidencias de tal significado son evidentes y de general acepta- ción en cuanto a su significado y en sus ocurrencias, bien aparece sólo bien acompañado de otras “marcas de posesión”:

565 S. PEREZ

a) Sólo

biunius-en H.11.1 de Biu(r)nius ankisaŕ-en H.9.1 de Ankisar osórtarban-en siltar e.13.1 tumba de Osortarban bilake aiunatin-en: abiner K.5.4 Bilake, siervo de Aiunatin

b) Con ḿi

iltiŕbikis-en seltar ḿi F.5.1 botuŕ-en ḿi B.4.9 balke-n ḿi B.1.173 kobaki-en ḿi B.1.5.3. leisir-en ḿi B.7. 38

c) Con –ar....ḿi

anaioś-ar-en ḿi B.1.36 aŕkibeś-ar-en ḿi F.13.15

La existencia de esta combinación de morfemas ha sido puesta en duda por Rodríguez Ramos (Rodríguez Ramos, 2003). De admitirse la existencia de tal combinación, el hecho de que pueda añadirse a otro morfema “de caso” sugiere la posibilidad de comparación funcional con el “segundo genitivo” vasco –ko, que como es bien sabido, de hecho forma adjetivos a partir de nombres declinados o no:

Bilbo-ra-ko bidea “el camino a Bilbao”, con –(r)a, alativo zur-ez-ko zubi “puente de madera”, con –(e)z, intrumental etxe-ko andre “ama de casa”

Se ha sugerido (Rodríguez Ramos, 2003, p. 251; Ferrer, 2006, p. 16) que los morfemas anteriormente comentados no son sino alomorfos del morfema posesivo. Habría que entender, sin embargo, que con ello se indica que ambos expresan el mismo contenido semántico, no que son variantes fonéticas del mismo morfo condicionadas por el contex- to. Por poner un paralelo entre los muchos posibles, sería análogo a los que pasa en eslavo, donde el genitivo procede en algunos tipos flexivos del ablativo y en otros del genitivo propiamente dicho.

566 CONSTRUCCIONES POSESIVAS

3.- ḿi

De los morfemas aquí estudiados, sin duda el de más difícil inter- pretación es ḿi. De entrada, su lectura ya resulta polémica. Las pri- meras conjeturas veían en ḿi un pronombre de 1ª persona singular, por semejanza al vasco ni. Sucesivas hipótesis lo han considerado bien como posesivo, bien como determinante, bien como verbo incluso. Ob- viamente, tal disparidad de opiniones es indicio de que ninguna de ellas resulta del todo satisfactoria. Remitimos al vocabulario de Silgo s.v ḿi para los detalles al respecto y a Untermann (MLH, III, p.172-3 § 534). Antes de nada, por motivos que luego serán evidentes, sinten- tizamos a continuación las principales evidencias sobre su fonética.

- ḿ da la impresión de ser una vocal nasalizada, reflejada por una o/ u en latín (vid. Rodríguez Ramos, 2000, para más detalles)

ib. ḿbaŕ = lat. Umar- eikeboŕen ḿi ekuan E.5.1 Tercinoi eguan Oasai / Oasale H.34

Tal vez en el propio corpus ibérico hallemos confirmación de ello

abatukaltuŕa(r) ban- ui C.1.6ª que podría interpretarse como –ar ban ḿi

-se ha desarrollado a partir de *na- mediante un proceso na > nã > ã

ḿlbe-biuŕ estela de Badalona 2 cfr. Nalbeaden TSall ḿbaŕ = nabaŕ cfr. nabaŕsosin C.1.6 ib. ar ḿi = grecoibérico αρ´−ναι.

Parece razonable, pues, partir de una forma *nai como precedente de ḿi .

Por lo que se refiere a su función y categoría sintáctica, no resul- ta fácil pronunciarse. De entrada, hay que constatar que carece de flexión, o al menos, no aparece acompañado de ninguno de los morfe- mas usuales de tipo nominal que conocemos. Aśunewie B.1.45 es la única posible excepción (con el morfema –e ?) pero resulta poco conclu- yente (vid. Léxico de Silgo s.v Aśu ).

567 S. PEREZ

Podría considerarse esta circunstancia como indicio de pertenen- cia a una categoría gramatical ni nominal ni verbal, a lo que parece. Cabe señalar, además, que aparece separada por interpunción en al- gún caso, pero unida a la palabra siguiente MLH, III, 1 p.173, lo cual podría apuntar más bien a una “partícula” que a un morfema.

iltirsaŕ.ḿi-nḿba B.7,35, 13/14 alasbur.ḿi-no B.7.34,23

Empecemos nuestro análisis a partir de la comparación de enun- ciados cortos de tipo digamos “posesivo”.En estos enunciados, ḿi apa- rece más bien reforzando la función que indican los otros morfemas.

En la columna de la izquierda, constan enunciados sin más adita- mento, en la central, con ḿi añadido, y en la de la derecha, aparece un elemento léxico o pronominal

a) con NP en –ar

selkiteŕ-ar B.1.24 auetiŕiś-ar-ḿi B.1.15 ustainabaŕ-ar ban C.8.2 tuŕśbiuŕ-ar C.112 σακαρ´ισκερ´-αρ ναι G.1.1.

b) con NP en -en

biunius-en H.11.1 kobaki-en ḿi B.1.5.3. osórtarban-en siltar E.13.1:

c) con NP en –ar-en

aŕkibeś(-ar-e)n ḿi F.13.15

d) con NP sin morfema

atako B.1.21 etesikeḿi E.1.124 akerbikir ban C.2.8 ataten B.8.6 Γορ´οτιγι−ναι C.1.9 abartan ban balkeuni(n) F.13.18 ataio B.8.13 kaiuḿi B.1.255 ḿbaŕkus ban ḿbaŕkus F.13.8 talskubilos B.1.29 kuletekeŕḿi C.25.5 aituŕkin : bitiar G.16.4 ¿?

568 CONSTRUCCIONES POSESIVAS

En los ejemplos precedentes, es fácil interpretar los enunciados de la columna de la izquierda como “para NN”, “de NN” o “NN (lo hizo/ lo tiene/ etc.)”, mientras que los de la derecha son básicamente idénticos con la adición de un pronombre o sustantivo: “esto (ban) es de NN” “NN (hizo/tiene) esto”. En cambio, los enunciados de la columna cen- tral podrían ser equivalentes tanto a los de una como los de otra, de modo que son planteables dos ecuaciones posibles de entrada.

1) NN (+ morf) ban = NN (+ morf) ḿi 2) NN (+ morf) = NN (+ morf) ḿi.

Aparte de estos ejemplos, parece que hay otros casos donde ḿi pa- rece acompañar no al poseedor sino a la cosa poseída, lo cual podría dar apoyo a la interpretación como determinante.

iltiŕbikis-en seltar ḿi F.5.1 pero

osórtarban-en siltar e.13.1

Pero también se constata su presencia en contextos menos conspi- cuos:

a) textos funerarios

ikonḿkei ḿi ildubeleś eban e.8.1 pero ]śtaneśe / ]intaneś ebanen c.10.1

b) plomos

bakaŕaḿi F.17.2, A-3 ban ḿi ŕeśu- F.9.5,5

Adviértase también el uso de ḿi en F.14.1 (estela de Sinarcas), don- de parece que “puntúa” un texto relativamente extenso

baisetaś iltutaś eba(ne)/n ḿi seltar ban ḿi / beŕbeinari eukia/ (r) ḿi katuekaśkoloite/ kaŕi eukiar seltarban/ ḿi basibalkarḿbaŕ ḿi

Antes de dar nuestra respuesta sobre ḿi, y de forma coheren- te a nuestros postulados, buscaremos algún punto de apoyo en la

569 S. PEREZ comparació­n con el vasco. Existe en vasco una palabra con una cierta afinidad fonética con nuestro * nai y que creemos que puede arrojar algo de luz sobre la cuestión. Dicha palabra es bai. Bai es una pala- bra multifuncional, de la cual reproducimos aquí sus diversos usos de acuerdo al Diccionario General Vasco de Mitxelena adv. 1.- a. -sí b. -refuerzo de la aseveración –sintagmas hau bai erranen dut: diré precisamente esto -oraciones jinen da bai: sí que vendrá 2.-tanto, como bai au bai hori tanto este como ese 3.-tan pronto como erbia ikhusi bai, hil zuen: vista la liebre, la mató 4.-equivalente a ba baidaki: lo sabe 5.-modismo ordu bai ordu: a esa hora precisamente conj. 1.-como si 2.-= bait- a.- relativo gizon bat ikusi dut, ez baitzuen ilhe ondorik ere: vi un hombre que no tenía ni un pelo zer da adimendua, hartzat baigaude guziz hantuak : ¿qué es el entendimiento del que estamos tan orgullosos? b.- causal ohean nago, zezen batek jo baitnau: estoy en cama porque me cogió un toro.

A la vista de todo ello, se infiere que es su origen debió de tratarse de un adverbio de modo “así”, “de alguna manera”, que acabó convir- tiéndose en un nexo “general”, al modo de latín ut, griego ὡς, anglo- sajón Þe.

Tomemos como referencia bai e intentemos utilizarlo como planti- lla para ḿi. Resultaría tentador decantarnos por la opción 2): NN (+ morf) ḿi = NN (+ morf) y ver en

kobaki-en ḿi B.1.5.3. frente a biunius-en H.11.1 kuletekeŕḿi C.25.5 frente a atako B.1.21

simplemente una enfatización, al modo de bai en su uso como adv. 1. b: NN es de quien es esto, NN es quien (hizo/dio) esto, al modo de

570 CONSTRUCCIONES POSESIVAS las presentativas semíticas o de otras partículas focalizadoras o topi- calizadoras. Como paralelos valgan acadio –ma, enfática y copulativa egipcio pw, sumerio –am3, –am6, o por no irnos tan lejos, las partículas del griego como γέ, γάρ, τοί, δή, etc.

Es bien sabido que frecuentemente tales partículas acaban devi- niendo cópulas, o al menos siendo usadas como tales, lo cual satisfaría igualmente propuestas como la de Rodríguez Ramos, que considera ḿi como “ser”, sin que, de hecho, pueda mostrarse ningún ejemplo de “conjugación” de tal verbo (Rodríguez Ramos, 2005). De hecho, se propone para el vasco da “es” un origen de este tipo (vid. Gómez, R., y Saínz, K., 1995)

Con base en esta hipótesis, enunciados como los siguientes pueden resultar interpretados de esta forma ikonḿkei ḿi ildubeleś eban e.8.1 Ikonµvkei hijo de Ildubeles es quien lo dedicó bantuin ḿi ḿlbebiuŕ ebanen (estela de Badalona) Bantui(n) hijo de Nalbebiur es quien lo dedicó frente a formas más neutras como

]śtaneśe / ]intaneś ebanen c.10.1 tikirsikoŕ sakaŕi eban Lápida de Civit

Admitiendo el carácter verbal de ekuan (Quintanilla, 2005, p. 511), no es difícil suponer una interpretación análoga para los epígrafes si- guientes:

NP + ḿi + V = NP es quien... eikeboŕen ḿi ekuan E.5.1 (existe Tuituiboren A.100) tercinoi eguan oasai / oasale H.34 (Tercin NP con final kin - como aituŕkin G.16.3, 4).

Otra alternativa de interpretación para estos dos últimos epígrafes sería

NP (en genitivo) + ḿi + N del objeto,

571 S. PEREZ ya que los dos NP, que carecen de paralelos exactos, tanto podrían ser nominativos como genitivos. De ser así, se adaptarían al patrón que se expone a continuación.

La misma interpretación puede ser válida en otro tipo de construc- ciones. La posición de ḿi puede indicar la topicalización del enunciado entero o de sólo un constituyente. bantoŕ-en ḿi baikar (Panosa 1993 8.2) De Bantor es de quien es el vaso iltiŕbikis-en seltar ḿi F.5.1 he aquí la tumba de Iltirbi- kis śertun śorsear seltaŕ ḿi X.0.1 he aquí la tumba de Sertun, hijo de Sorse(ar) sakaŕbetan ḿi E.9.1 He aquí a Sakarbetan śorlaku ḿi.... F.20.2 Sorlaku es quien....

Siguiendo el paralelismo, y teniendo en cuenta los usos de bai como conjunción, tal vez enunciados donde aparece ḿi, especialmente en correlación, puedan indicar algún tipo de subordinación o coordina- ción. Así pues, oraciones como las siguientes podrían perfectamente ser interpretadas como subordinadas adjetivas. baisetaś iltutaś ebanen ḿi seltar ban ḿi F.14.1 esta es la tumba que B, hijo de I. dedicó seltar ban ḿi bas(.)berunen(ḿi) E.13.1 esta es la tumba que es de Bas(.) berun ekiar ḿi ban ḿi La Joncosa esto es precisamente la obra tikirsbalauŕ-ar ḿi ban ḿi C.4.2 esto es lo que es para T.

Si admitimos esta relación a nivel de semejanza funcional entre *nai y bai, ¿cuál sería la relación genética entre ambas palabras? Obviamente, no se puede sostener una relación directa, del tipo bai> *nai o viceversa. Más bien pensamos que pueda tratarse de formaciones similares a partir de bases distintas. Del mismo modo que a nadie sorprende que en i.e de las bases *yo-, *to- y *kwo- se hayan desarrollado en las distintas lenguas individuales formaciones con sufijos idénticos y significados semejantes, cfr. sánscrito yad, griego ὅ, germánico * Þat, lat. quod, ¿por qué no pensar que en las antiguas lenguas hispánicas pudo haber pasado algo así?

En vasco está bien establecida una base pronominal b- que se do- cumenta en bera, bere, el morfema b- de 3 p., con valor reflexivo en

572 CONSTRUCCIONES POSESIVAS algún caso, tal vez en bai. En ibérico podría hallarse en el paradigma “pronominal” ban, bas, y en los morfos ba- y -bai-.

Igualmente en ibérico hallamos otro microparadigma an, ai que puede relacionarse a priori con vasco ha- r, ha-n, hain < * hani, ha-la. Una base pronominal-adverbial en na- pudo haber existido perfecta- mente. De esta raíz podría haberse originado la serie de los interro- gativos-indefinidos vascos, si bien hay que aceptar que el vocalismo difiere. Existe el testimonio de Araquistain, recogido por Azkue (s.v na), en relación a una forma na “alguno”, que, de ser fiable, manten- dría el timbre a original

Obsérvese en la tabla siguiente una visión de conjunto:

ba- ha- n(V) ba- ba- na ? i bai -bai- 1 ai ναι/ḿi n ban han an non r har nor s bas noiz ?

1aislable en bai-tuŕane F.9.5

Evidentemente, la equivalencia fonética es sólo aproximativa. Cabe tener en cuenta que, a lo que parece, hay casos en que una nasal que en ibérico desaparece parece mantenerse en vasco, aunque los ejem- plos son escasos y parciales. En posición final, hay un ejemplo bastan- te definitivo

ib. laku / λαγυ− vasco lagun

cfr. el NP lakunḿiltiŕ-te F.9.7, sin duda un NP bimembre con los habituales lexemas laku e iltiŕ. Esta grafía tan extraña debe de re- producir algo así como /lakũ-n-iltiŕ/ e induce razonablemente a pensar que una forma * lagun precedió a la forma que se constata habitual- mente en ibérico. Otros apoyos pueden venir del examen de leyendas monetales como

A.32 ośkuḿken [ośkũ-ken]? < * ośkun-ken de un NL * Ośku ośkuken

573 S. PEREZ

frente a A.1 neronken A.1.001 śelonken

Ya que el examen de las correspondencias regulares parece asegu- rar una ecuación ib. –n / vasco –n a partir de ejemplos como

iltun elemento onomástico Irun NL aiun elemento antroponímico jaun “señor” oŕtin elemento antroponímico urdin “gris”, “azul” -en morfema de genitivo -en morfema de genitivo no sería descabellado postular una segunda nasal ń, con el resultado

protohispánico ibérico vasco -ń _ø / ḿ_ -n

El NP selkiḿiltun F.21.1 puede señalar también un antiguo *sel- kin e intentar reproducir una pronunciación /selkiniltun/

En posición inicial, también es posible sostener que el vasco conser- vó el estado primitivo, a partir de ejemplos como

ḿbaŕ - = vasco nabar nḿkei- = vasco nahi?

Queden sin embargo de momento en suspenso la afirmación de la existencia de otra nasal en protohispánico y la definición de su even- tual caracterización fonética, a la espera de nuevas evidencias.

Exponemos, como resumen de nuestra argumentación, un esquema que recoge las equivalencias vasco-ibéricas que hemos desarrollado

protohispánico vasco ibérico Greco-ibérico Trascripción latina * nai partícula ? ḿi ναι / nai (n)oi *-en genitivo -en -en *-ar dativo -a (directivo) -ar αρ * ban demostrativo b- ban

574 III Anexo sobre el tartesio

Si bien no cabe duda de la individualidad y especificidad de la len- gua de las estelas del S.O, sin embargo, la distinta onomástica y facies cultural no tiene por qué suponer una radical diferencia de orígenes y lengua. Un análisis detallado y sin prejuicios de los textos arroja una serie de paralelos entre vocablos ibéricos y segmentos aislables en los epígrafes tartesios.

tartesio baa baare (n)ai/(n)ii ibérico ban ebaaren (mer.) ναι/ ḿi

1.- baa

uarbooiir saruneea baare naŕkeenii J.22.2 śutuuirea baare naŕkeentii.. ….. J.1.5 ..)uarbaan tee(baa)re naŕkeenii J.21.1

Podría asumirse un esquema NN (NN patronímico) + Verbo + CD = NP, hijo de NP (él) dedicó esta tumba

cfr. para el formulario

ib. Aibeŕon ebaaŕen betiar G.16.2 NP ofreció ¿? el...

La misma fórmula aparece “reforzada” por baa en ejemplos

bootiiea nakeertooro baa teebaare baa naŕkeentii J.18.1 uursaar (u)arbaan teebaare baa naŕkeentii J.16.1

2.- (n)ai

aśhaaboobiir naŕkeenai aśhaanaboolon J.7.1 NP (dedicó) la tum- ba, hijo de NP ...taarielnon liŕniene naŕkeenai J.55.1 NP, hijo de NP (dedicó) la tumba

Aquí (n)ai parece acompañar a la palabra naŕkeen y podríamos pensar en paralelos como ib. śertun śorsear seltaŕ- ḿi X.0.1. (n)ii puede no ser más que una variante más evolucionada de (n)ai .

575 IV Excurso sobre eban

Nos inclinamos por la hipótesis de Untermann, que luego hace suya también Rodríguez Ramos. (vid. Rodríguez Ramos, 2001). Éste último propone aproximar eban a vasco ipini, si bien nosotros mismos argu- mentamos más bien a favor de una relación con vasco eman. Sea como sea, y bien entendido que es un tema que hoy por hoy no puede cerrar- se definitivamente aún, insistimos en una inscripción que no hemos visto suficientemente aducida en el debate al respecto y que creemos que puede ser de gran utilidad a la hora de decidirse. Untermann, sin embargo, la cita en MLH., III, p. 194 § 584

iltirtikeŕku tibanin kokaŕ G.16.1 B Iltirtiker lo dedicó / (como ofrenda/ ex voto)

Sin embargo, la asunción de la hipótesis alternativa para eban, i.e, la interpretación como “hijo” no empece para que nuestra propuesta sobre ḿi pueda seguir vigente. En este caso

ikonḿkei ḿi ildubeleś eban E.8.1 sería equivalente funcional- mente a sakaŕbetan ḿi E.9.1

i.e he aquí NN (hijo de NN)

baisetaś iltutaś eba(ne)/n ḿi seltar ban ḿi F.14.1 sería equiva- lente a seltar ban ḿi bas(.)berunen(ḿi) o tikirsbalaur-ar ḿi ban ḿi C.4.2

i.e he aquí que esta es la tumba precisamente de NN (hijo de NN)

576 V BIBLIOGRAFIA

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