Publicación, Además, Recuerda Los Vínculos Del Candidato Radical Con Sus "Muy Buenos Amigos Del Ejército", Recordando El Paso De Alfonsín Por El Liceo Militar
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mariano agustin caucino [NOMBRE DE LA EMPRESA] MARIANO CAUCINO LA ARGENTINA PENDULAR POLÍTICA EXTERIOR ARGENTINA 1980-2015 LOS COSTOS DE LA IMPREVISIÓN Y LA OPORTUNIDAD DEL CONSENSO 1 A los integrantes del Grupo Consensos del CARI, que pensaron y elaboraron una propuesta de política exterior para una Argentina moderna, democrática e integrada al mundo. 2 La reputación es la parte inmortal del alma 1 Shakespeare (Otelo) Los mejores días son los que están por venir. Proverbio árabe Un estadista es un prisionero de la necesidad, que debe actuar en un contexto que él no ha creado, y que está forjado por una historia personal que ya no puede modificar. Henry Kissinger La historia es el mejor antídoto a las ilusiones de omnipotencia y omniciencia. Arthur Schlesinger Jr. Nuestra capacidad de organizarnos depende de nuestra voluntad, de nuestra inteligencia y de nuestra buena fe. Y que para ser Nación, hace falta querer ser Nación. Rogelio J. Frigerio Argentina va y viene como un péndulo alborotado. Se mueve a una velocidad impresionante, pero no se desplaza. Gira sobre sí misma, pero está quieta. Es decir, groseramente, la Argentina no ha cambiado. La clase dominante del siglo pasado tenía dos caracteres, uno productivo, en base al componente dinámico del capitalismo y otro especulativo, un sector que generaba dinero sin generar riqueza. En 1930 se corta el desarrollo nacional y esa clase dominante retoma el poder y produce el pronunciamiento del 30 que va a dar nacimiento finalmente a la otra gran incógnita, que es el peronismo. Dante Caputo (Clarín, 7 de mayo de 2017) 1 "Reputation, reputation, reputation! O, I have lost my reputation! I have lost the immortal part of myself, and what remains is bestial. My reputation, Iago, my reputation!" Cassio (Othello) 3 INTRODUCCION Siempre he creído que un rol decisivo en la suerte diversa de la Argentina ha correspondido al papel que hemos jugado en la escena internacional. Como país de mediana importancia, medido en términos de población, producto bruto y posición geopolítica, nuestra participación en el mundo ha sido, es, y todo asegura que seguirá siendo, de relativa significación en el concierto mundial. No somos el centro del mundo, ni mucho menos. Con todo, la Argentina es el octavo país más extenso del mundo, dotado de enormes riquezas naturales, poblado por una relativamente pequeña población que a pesar de todo, conserva un nivel educativo destacado -aunque en triste retroceso en las últimas décadas- en términos globales. Todo ello nos lleva a otorgar a nuestra inserción internacional, desde un punto de vista realista, la necesidad de ubicarla en el contexto adecuado para comprender nuestra posición global y comprender en qué medida debemos aprovechar las inmensas oportunidades que el mundo nos ofrece. En pocas palabras, nosotros influimos poco en el mundo. Pero el mundo influye mucho en nosotros. En Conversación en la Catedral (1969), Mario Vargas Llosa pone en boca de Zavala la recordada pregunta: "¿Cuándo se jodió el Perú?". Pues, ¿cuántas veces nos hemos preguntado, entre nosotros, la misma cuestión? Una clásica discusión argentina en los bares, en las cátedras o en el Congreso, consiste en determinar cuándo comenzó nuestra decadencia, fenómeno ya por todos reconocido cuando tenemos en cuenta que hace cien años nuestro país rivalizaba con los Estados Unidos en atracción de inmigrantes europeos y llegaba a tener un PBI equivalente al del resto de los países sudamericanos en su conjunto. Pues, así como los conservadores creen que la decadencia comienza con la llegada del Yrigoyen al poder, tras la sanción de la ley electoral, en 1912/16, los radicales creen que la decadencia tiene fecha de inicio el 6 de septiembre de 1930 cuando se consuma el golpe de Estado que da inicio a la larga y triste secuencia de interrupciones institucionales. A su vez, el antiperonismo sitúa el inicio de los males en la llegada de Perón en 1943/45 mientras que los los peronistas la encuentran en su caída, en septiembre de 55. Seguramente no es ni una ni otra, exclusivamente, sino el resultado de la combinación de todas ellas. Como recordara Federico Pinedo, el 6 de septiembre "no tuvo lugar un rayo en un día soleado". Pero si coincidimos en que la Argentina, tras la traumática etapa final del largo pero tal vez necesario gobierno de Rosas, supo organizarse, darse una Constitución y adoptar un sistema institucional y económico moderno para la época y alcanzar en poco más de setenta años un desarrollo verdaderamente espectacular, corresponde estudiar cómo es que hoy presentamos un panorama tan distinto. Creo firmemente que si nos fue bien entonces y mal después es por causas mucho más profundas y estructurales que aquellas simples formas de pasarnos facturas unos a otros y echarnos la culpa conservadores a radicales, radicales a militares, radicales a peronistas o peronistas a gorilas. La Argentina, desde su comienzo como nación independiente, pero especialmente desde 1860/70 hasta 1914/30 mantuvo, efectivamente, una verdadera política de estado de vinculación internacional con la primera potencia de la época: Gran Bretaña. Esta inteligente estrategia asociativa permitió a la Argentina integrarse de manera eficiente a la corriente mundial de entonces y alcanzar los grados de desarrollo comentados. Por supuesto, existían 4 enormes deficiencias sociales y de integración que más tarde el radicalismo primero y el peronismo después vinieron a reparar, pero nuestro país era, sin dudas, la tierra de oportunidades que tan brillantemente describiera Alberto Gerchunoff en Los gauchos judíos: "Ya veréis, ya veréis. Es una tierra donde todos trabajan y donde el cristiano no nos odiará porque allí el cielo es distinto y en su alma habitan la piedad y la justicia". Pero el mundo cambió para siempre entre la Primera Guerra Mundial y la Crisis de 1929/30. El centro del poder mundial se trasladó irreversiblemente de Londres a Nueva York. La clase dirigente de nuestro país, desgraciadamente, no supo, no quiso o no pudo leer esta nueva realidad. En enero de 1942, en la Conferencia de Río de Janeiro que tuvo lugar apenas semanas después del bombardeo a Pearl Harbour, cuando los Estados Unidos solicitaron a las naciones americanas la solidaridad continental, fuimos los únicos -junto con Chile2- en rechazar el pedido de Washington. Brasil, por el contrario, apoyó a los norteamericanos. No gobernaba Brasil un neoliberal. Lo hacía un trabalhista, Getulio Vargas.3 La animosidad con los EEUU, -una pasión no inventada por Yrigoyen ni por Perón sino heredada de los conservadores- nos daría enormes satisfacciones retóricas, pero a un gran costo de oportunidades. La política exterior seguida en las últimas tres décadas por nuestro país muestra aciertos y errores, continuidades y zigzagueos y contradicciones. Comienzo este trabajo hacia fines del gobierno militar iniciado en marzo de 1976. Recorro el final trágico de esa traumática experiencia y el desplome del Proceso en la aventura de Malvinas. Me he detenido especialmente en los errores -y horrores- cometidos entonces porque conviene recordar que nuestra democracia nacida en 1983 no ha sido el resultado de una voluntad de ordenamiento institucional y apertura programada a la vida democrática como en Brasil, Uruguay, Chile o España, sino el derivado del derrumbe de un régimen que pretendió eternizarse en el poder y que no dudó en embarcar al país en una guerra condenada al fracaso de antemano. Analizo la política exterior seguida por los presidentes Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde y Néstor y Cristina Kirchner y la postura que frente a los grandes acontecimientos mundiales y regionales asumieron como protagonistas centrales del proceso político argentino. Eventos de la magnitud de la ola democratizadora sudamericana en los años 80, el proceso de integración regional y el MERCOSUR, pero también la progresiva construcción de la Unión Europea, la caída del comunismo en 1989 y la disolución de la Unión Soviética dos años después, el surgimiento de los EEUU como superpotencia hegemónica (1991-2001) y la espectacular aparición de Asia y en especial de China como actor económico decisivo en el mundo de hoy son la sustancia y el contenido de esta obra. Finalmente, la obra ofrece, tras una larga recolección de entrevistas y testimonios, un bosquejo de agenda de propuestas para una inserción más estable, más permanente y más sustentable de la Argentina en el mundo, en la creencia de que la política exterior debe ser un instrumento al servicio del interés nacional de alcanzar el desarrollo para los cuarenta millones de argentinos. El libro está plagado de datos porque como bien dijo el juez Carlos Fayt "los comentarios son libres, pero los hechos son sagrados".4 2 Aunque Chile corrigió el error tempranamente. 3 Al parecer, en el reconocimiento de que Estados Unidos sería "invencible" en caso de entrar a la guerra, jugó un rol central Osvaldo Aranha, quien luego sería ministro de Relaciones Exteriores de Vargas, a su regreso de una gira por EEUU. Debo al Embajador Jorge Hugo Herrera Vegas esa lección, junto con otra, no menos importante: fue él quien me hizo ver que Brasil fue el único país sudamericano que contó -por causa de la invasión napoleónica- con un a corte europea instalada en territorio americano. 4 "Comment is free, but facts are sacred" - C. P. Scott, Manchester Guardian editor 1872-1929. 5 He procurado, también, reflejar las condiciones de política mundial y de política doméstica en las que se desenvolvieron los presidentes, cancilleres y políticos en general durante el período analizado, entendiendo que la política exterior de cualquier gobierno está condicionada, naturalmente, por las grandes tendencias históricas de la época y por las coyunturas de la lucha política local. Por último, una aclaración. No soy un experto en teoría de las relaciones internacionales. Tampoco soy historiador.