Para que ustedes no permanezcan ociosos en la Viña del Señor

Materiales de la Comisión que prepara a la Congregación de Padres Marianos para la beatificación del Fundador, Honorable Siervo de Dios Padre Estanislao Papczynski

Bajo la redacción del Padre Andrzej Pakula MIC

Curia General de la Congregación de Sacerdotes Marianos, Roma 2006 y de la Asociación de Auxiliares Marianos, Varsovia-Stockbridge 2006

1 Tradujeron del latín: K. Krzy_anowski MIC, W. Mako_ MIC, R.R. Pi_tka MIC

Tradujo del polaco: Ana Maria Carrizosa

Diseño de carátula: Cezary Urbanski

Ilustración de la I página de la carátula sobre la base del padre Fundador Stanislao Papczynski retrato de Monika Krzeminska-_luborska, 2006

Ilustración de la IV página de la carátula sarcófago del padre Stanislao Papczy_ski (segundo proyecto de Jacobo Fontana; XVIII s.) bajorrelieve (2003) del artista Witold Czopowik mostrando a Maria, Madre de Dios, padre Fundador y los marianos; Cenaculo de Marianki, Góra Kalwaria

Edición y corrección de estilo: Roberto Bigolín MIC

Composición electrónica y redacción técnica: Eliza Wisniewska

Para uso interno

Imprimi postest: Jan M. Rokosz MIC, Superior General Rzym, 9.11. 2006, N 211/06

Impresión y encuadernación, Imprenta J.J. Maciejewscy, Przasnysz

2 INTRODUCCIÓN

Ante todo se pide la fidelidad al carisma fundacional y al consiguiente patrimonio espiritual de cada Instituto. Precisamente en esta fidelidad a la inspiración de los fundadores y fundadoras, don del Espíritu Santo, se descubren más fácilmente y se reviven con más fervor los elementos esenciales de la vida consagrada (Juan Pablo II, Vita consecrata, 36).

Durante el tiempo en que visité nuestras casas, me convencí de la necesidad de que nosotros, los marianos, conozcamos con mayor profundidad la persona y los escritos de nuestro Fundador, el Siervo de Dios Padre Estanislao Papczynski, y como consecuencia de ello, nuestra herencia original y el carisma fundacional, que él nos dejó a nosotros, sus hijos espirituales. Muchos de los hermanos que han conocido más de cerca la vida y los escritos del Padre Fundador me compartieron su fascinación por el camino de fe y la riqueza espiritual que habían descubierto en sus escritos. Esta circunstancias y también – como confiamos – la perspectiva de la próxima beatificación del Padre Estanislao Papczynski, han apremiado a la presente Administración General a intensificar aún más los esfuerzos que tienen como objetivo la profundización del conocimiento de la persona del Fundador, así como la herencia que él dejó a su comunidad religiosa.

Por lo tanto, con la esperanza de la pronta beatificación de nuestro Fundador y saliendo también al encuentro de las necesidades de conocer con mayor profundidad y de enamorarse de la espiritualidad religiosa y mariana, de la cual todos formamos parte, pongo en Sus manos, Queridos Hermanos, el presente libro en versión al inglés, español, polaco y portugués. Algunas de sus partes también serán asequibles en idioma lituano e italiano. Este libro es fruto del trabajo de la Comisión que prepara a la Congregación de Sacerdotes Marianos para la beatificación de nuestro Fundador. Constituí esta Comisión el 7 de octubre del 2005. La publicación del presente libro fue pensada como una ayuda práctica en la oración, meditación y lectura espiritual individuales. Pero no solamente. Este libro contiene materiales para un día de recogimiento – vigilia que, a nivel comunitario, tendrá lugar cada mes durante todo el año.

Así pues, Los exhorto encarecidamente a Ustedes, Queridos Hermanos, a sacar provecho de la ayuda que están recibiendo. Con especial insistencia les pido a todas las comunidades de marianos que practiquen con regularidad el día de recogimiento en la forma que ha sido propuesta por la Comisión. Comenzando en enero del 2007, se ha asignado para cada día del mes, el grupo de comunidades de marianos en el mundo que, en comunión espiritual, tendrá su día de recogimiento. Si por alguna razón, el día asignado no resulta conveniente para la comunidad, les pido que el día de recogimiento tenga lugar otro día pero de acuerdo con las meditaciones que corresponden a determinado mes. También vivamente los animo a que lean con regularidad la “Selección de pensamientos del Padre Fundador acerca de la vida religiosa”, todos los días antes del almuerzo o de la cena, como lectura fija, como es nuestra costumbre en las respectivas casas.

Doy mis más sinceros agradecimientos al Padre Andrzej Pakula, Presidente de la Comisión y a todos aquellos que, en el marco de la Comisión, cooperaron con él durante la

3 preparación de este libro. Le agradezco a la Asociación de Auxiliares Marianos tanto en los Estados Unidos como en Polonia por el trabajo relacionado con su publicación.

Confío que este libro contribuirá para la santificación personal de los Hermanos y se convertirá en un buen instrumento para el fortalecimiento de nuestra identidad religiosa y mariana para un servicio más abnegado a la Iglesia y a Cristo, para lo cual también ha de servir – por su propia esencia – la beatificación de nuestro Fundador.

Padre Jan M. Rokosz MIC Superior General Roma, 14 de noviembre del 2006

4 PROGRAMA PARA EL DÍA DE RECOGIMIENTO ANTES DE LA BEATIFICACIÓN DEL PADRE FUNDADOR

Queridos Hermanos, El programa para el día de recogimiento, junto con los textos escogidos, cubre doce meses. A cada comunidad se le ha asignado un día del mes fijo para todo el año. Para cada mes se ha preparado un texto que sirve para la meditación/lectura. El objetivo de esta propuesta es que cada día alguna comunidad mariana en el mundo ore por la buena preparación y, al mismo tiempo, por la apropiada vivencia de la ya próxima – como creemos - beatificación del Padre Fundador. Cada comunidad tiene, dentro de la división que hemos adoptado, su “turno de oración” en un día determinado del mes. Obviamente que si en algún mes esto resulta demasiado difícil, es mejor cambiar la fecha del día de recogimiento que renunciar del todo a su turno. Los esquemas del día de recogimiento han sido preparados por el Padre dr. Liturgista Maciej Zachar MIC. Pero si alguna comunidad quisiera utilizar de manera diferente el material aquí presentado, es libre de hacerlo.

Roma, 29 de julio del 2006

Padre Andrzej Paku_a MIC Presidente de la Comisión para la beatificación

FECHAS DEL DÍA DE RECOGIMIENTO QUE CORRESPONDEN A LAS COMUNIDADES RELIGIOSAS

1. día de cada mes Roma, Melbourne, Adelaide 2. día de cada mes Varsovia-Stegny 3. día de cada mes Chicago, Puszcza Maria_ska 4. día de cada mes Curitiba, Mongaguá, Mariampol 5. día de cada mes Nyakinama, Kibeho, Marianapolis, Kenosha 6. día de cada mes Plano, Darien, Góra Kalwaria + Marianki 7. día de cada mes Go_lin, Avellaneda 8. día de cada mes Rosario, Kowno + Panewe_ys 9. día de cada mes Varsovia-Praga, Borysów + _odzino 10. día de cada mes Varsovia-Marymont, Welony 11. día de cada mes Skórzec 12. día de cada mes Grudzi_dz: Mickiewicza + Ko_cielna], Chicago 13. día de cada mes Liche_ 14. día de cada mes Stoczek Warmi_ski, Rezekne, Izvalta 15. día de cada mes Lublin WSD + MSD + Kostom_oty 16. día de cada mes Lublin II, Rdzawka 17. día de cada mes Elbl_g, Wilno 18. día de cada mes Sulejówek, Eden Hill 19. día de cada mes Zakopane, Rzepiska, Atok 20. día de cada mes Steubenvill, Grzybowo 21. día de cada mes Fawley Court, Kurytyba, Adrianópolis 22. día de cada mes Curitiba III + Novo Mundo + Mafra

5 23. día de cada mes Manoel Ribas + Barra Santa Salete 24. día de cada mes Orsza, Druja + Rosica 25. día de cada mes Balsamão, Hradek + Praha 26. día de cada mes Fatima, Brumov-Bylnice + Dudince 27. día de cada mes Chmielnicki, Vilgertshofen + Epfach 28. día de cada mes Czerniowce + Sewastopol, Obermedlingen 29. día de cada mes Londres, Karaganda, Mogilew 30. día de cada mes Gródek, Charków, Turvo 31. día de cada mes ,

ESQUEMA LITÚRGICO DEL DÍA DE RECOGIMIENTO

Variante I

a) Inicio del día de recogimiento (según las costumbres de cada una de las casas). b) Lectura en común de los textos del Magisterio de la Iglesia y de los escritos del p. Fundador (en lugar de la conferencia). c) Adoración del Santísimo Sacramento (por lo menos 30 min.); durante la adoración, lectura de textos bíblicos recomendados. Nb. La Adoración puede tener lugar inmediatamente después de la lectura de los textos del Magisterio y del p. Fundador. También puede llevarse a cabo en otro momento oportuno para la comunidad, por ejemplo, al finalizar el día de recogimiento.

Variante II (en caso de que el día de recogimiento comience en la noche)

a) Inicio del día de recogimiento – en la noche. b) Adoración del Santísimo Sacramento (por lo menos 30 min.); durante la adoración, lectura de textos bíblicos recomendados. – en la noche. c) Oración de las Maitines en común con meditación. En el marco de la meditación se leen los textos del Magisterio de la Iglesia y a continuación (después de algún tiempo) los escritos del p. Fundador.

Variante III (en caso de que por alguna razón no sea posible la adoración al Santísimo Sacramento)

a) Inicio del día de recogimiento. b) Lectura en comunidad de los textos del Magisterio de la Iglesia y de los escritos del p. Fundador (en lugar de la conferencia). c) Oración de las Maitines en común con meditación. En el marco de la meditación se leen textos bíblicos.

6 ORACIÓN AL INICIAR Y FINALIZAR EL DÍA DE RECOGIMIENTO

Al iniciar Por la buena preparación y vivencia de la beatificación del Padre Fundador

Oremos para que el Siervo de Dios Padre Estanislao Papczynski sea elevado a los altares. Pidamos también que interceda por nosotros para que nos preparemos dignamente a recibir la gracia de su beatificación y la aprovechemos en forma fructífera para nuestra santificación.

Dios Padre de misericordia, que llamaste a Tu Siervo Estanislao Papczynski a fundar la Orden de la Inmaculada Madre de nuestro Señor, permite que sea elevado a los altares y haz que su obra pueda desarrollarse sin obstáculos por todo el mundo.

Oremos al Señor, Te rogamos óyenos

Señor Jesús, que en Tu Siervo Estanislao nos diste un ejemplo de veneración a Tu Inmaculada Madre María, concédenos a ejemplo suyo los deseos y la fortaleza para imitar Sus virtudes.

Oremos al Señor, Te rogamos óyenos

Espíritu Santo, que eres la inspiración de los pastores de la Iglesia, enséñanos a ejemplo de Tu Siervo Estanislao, a ayudarles con fidelidad y celo en su tarea de anunciar el Evangelio, especialmente allí donde más se necesita.

Oremos al Señor, Te rogamos óyenos.

Dios nuestro, Juez Justo y Misericordioso que llenaste el corazón de Tu Siervo Estanislao de amor por los que agonizan y sufren en el purgatorio, concédenos el celo para socorrer a los agonizantes y difuntos con oración, penitencia y sacrificio.

Oremos al Señor, Te rogamos óyenos.

Señor de la mies, que llamas a los obreros de Tu Viña, Te rogamos con confianza que envíes también a nuestra comunidad nuevos hermanos para que, respondiendo a las necesidades de la Iglesia, podamos llevar a cabo Tu obra para Tu gloria y para la honra de María la Inmaculada Concepción.

Oremos al Señor, Te rogamos óyenos.

Dios nuestro, que en tu inefable misericordia a nadie rechazas de Tu lado sino que con amor a todos acoges, por intercesión de Tu Siervo Estanislao, concédenos la gracia de prepararnos bien para su beatificación.

Oremos al Señor, Te rogamos óyenos.

Que el ejemplo de su vida de total y confiada entrega a Ti en todas las circunstancias; su solicitud por los más pobres y privados de auxilio espiritual y material; el amor fiel a Cristo Crucificado y la imitación de Su Madre Inmaculada, sean para nosotros un estímulo para renovar la gracia de nuestra vocación y para perseverar fielmente en la Familia Religiosa a la que él dio inicio.

7 Oremos al Señor, Te rogamos óyenos.

Que su celo apostólico vivifique nuestro ardor pastoral, su deseo de santificar a todos los hijos de la Iglesia despierte nuestra laboriosidad y su oración perseverante por las almas que sufren en el purgatorio fortalezca nuestros esfuerzos para que todos los fieles puedan alcanzar la patria eterna y con gozo contemplar Tu Rostro. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amen.

Al finalizar

Por la Comunidad según las palabras del beato J. Matulewicz Señor Jesucristo, Salvador nuestro, mira con bondad a la Comunidad reunida en Tu Nombre y en el de Tu Madre Inmaculada. Mira, invita y realiza lo que Tu diestra plantó. Multiplica su comunidad y acrecienta su gozo. Congréganos de todas las tribus, pueblos y naciones. Esta casa es Tuya, Señor Jesús, es Tu casa. Que no se encuentre en ella piedra alguna que no haya sido colocada por Tu santa mano. Y a nosotros que hemos sido llamados, guárdanos y santifícanos, para que glorifiquemos Tu santo Nombre, realicemos Tu obra y con valentía luchemos en Tus batallas. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amen.

8 TEXTOS PARA EL DÍA DE RECOGIMIENTO SEGÚN EL MES

I MES. Tema: VOCACIÓN EVANGÉLICA

Palabra de Dios (Mc 10,17-22) Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre». El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.

Documentos de la Iglesia (Redemptionis donum = RD 3)

3. "Jesús, poniendo en él los ojos, le amó"[6] y le dijo: "Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sígueme"[7]. Aunque sabemos que estas palabras, dichas al joven rico, no fueron acogidas por él, sin embargo su contenido merece una atenta reflexión; éstas nos presentan efectivamente la estructura interior de la vocación. "Jesús, poniendo en él los ojos, le amó". Este es el amor del Redentor: un amor que brota de toda la profundidad divino-humana de la Redención. En él se refleja el amor del Padre, que "tanto amó... al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna"[8]. El Hijo, lleno de ese amor, aceptó la misión del Padre en el Espíritu Santo, y se hizo Redentor del mundo. El amor del Padre se reveló en el Hijo como amor que salva. Precisamente este amor constituye el verdadero precio de la Redención del hombre y del mundo. Los Apóstoles de Cristo hablan del precio de la Redención con una profunda emoción: "habéis sido rescatados... no con plata y , corruptibles..., sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha", escribe San Pedro[9]. "Habéis sido comprados a precio", afirma San Pablo[10]. La llamada al camino de los consejos evangélicos nace del encuentro interior con el amor de Cristo, que es amor redentor. Cristo llama precisamente mediante este amor suyo. En la estructura de la vocación, el encuentro con este amor resulta algo específicamente personal. Cuando Cristo "después de haber puesto los ojos en vosotros, os amó", llamando a cada uno y a cada una de vosotros, queridos Religiosos y Religiosas, aquel amor suyo redentor se dirigió a una determinada persona, tomando al mismo tiempo características esponsales: se hizo amor de elección. Tal amor abarca a toda la persona, espíritu y cuerpo, sea hombre o mujer, en su único e irrepetible "yo" personal. Aquél que, dándose eternamente al Padre, se "da" a sí mismo en el misterio de la Redención, ha llamado al hombre a fin de que éste, a su vez, se entregue enteramente a un particular servicio a la obra de la Redención mediante su pertenencia a una Comunidad fraterna, reconocida y aprobada por la Iglesia. Acaso no son eco precisamente de esta llamada las palabras de San Pablo: "¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo... y que, por tanto, no os pertenecéis? Habéis sido comprados a precio"[11]. Sí, el amor de Cristo ha alcanzado a cada uno y cada una de vosotros, queridos Hermanos y Hermanas, con aquel mismo "precio" de la Redención. Como consecuencia de esto, os habéis dado cuenta de que ya no os pertenecéis a vosotros mismos, sino a El. Esta nueva conciencia ha sido el fruto de la "mirada amorosa" de Cristo en el secreto de vuestro corazón. Habéis respondido a esta mirada, escogiendo a Aquél que antes ha elegido a cada

9 uno y cada una de vosotros, llamándoos con la inmensidad de su amor redentor. Llamando "por nombre", su llamada se dirige siempre a la libertad del hombre. Cristo dice: "si quieres...". La respuesta a esta llamada es, pues, una opción libre. Habéis escogido a Jesús de Nazaret, el Redentor del mundo, escogiendo el camino que El os ha indicado.

Tomado de los escritos del Padre Fundador (Inspectio cordis f. 135r-136r)

1. “Vio Jesús a un hombre (...) sentado en el despacho de impuestos” (Mt 9,9). Reflexiona en que, al utilizar la palabra “hombre”, san Mateo quiso destacar su pequeñez. Mientras que otros lo llamaban publicano, el se llamó a sí mismo sólo hombre, porque sabía que aquél que es hombre, también es pecador. No quiso incluirse entre aquellos a los que se dijo: “¡Vosotros, dioses sois, todos vosotros, hijos del Altísimo!” (Sal 81,6). Además, lo llamaban solamente publicano porque dirigía una oficina de impuestos y recaudaba de los Judíos impuestos y pagos por derechos de aduana a los que ellos, como pueblo elegido, no se sentían obligados a pagar. ¡Ah! qué nombre de pecador habrías de llevar tú si todo el mundo se enterara de tus pecados que ahora sólo Dios conoce. Por lo tanto, pídele a Jesús que en su bondad ponga sus ojos sobre ti y te purifique de tus pecados ocultos.

2. “Y le dice: «Sígueme»” (Mt 9,9). Ten en cuenta que el testimonio de una verdadera conversión es la imitación real de Cristo. Judas no se convirtió porque a pesar de que había seguido a Jesús, lo acompañaba la traición. Lo siguió lleno de hipocresía y pensó en sus propios intereses. San Mateo obró de manera diferente, como podrás suponer. Él fue un verdadero imitador de Cristo, porque habiéndose levantado, le siguió. ¿De qué se levantó? Del pecado. ¿A dónde siguió a Cristo? A la práctica de las virtudes. Aquí se te ofrece una buena regla para la imitación de Cristo: levantarse y seguirlo. Si no te levantas no estarás en condiciones de seguirlo, aunque te parezca que estás siguiendo Sus huellas. Si en lo más recóndito de tu propia voluntad ocultas intereses de tu amor propio y por el estilo, quiere decir que no sigues a Cristo, que en realidad no imitas a Cristo, aunque estés vestido de religioso, aunque hayas echo votos de obediencia, castidad y pobreza, y te gloríes de ello. Por lo tanto levántate y síguelo, porque si no te levantas, nunca le seguirás.

3. “Vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús” (Mt 9,10). Reflexiona en que ahora siguen viniendo a Jesús muchos publicanos y pecadores cuando se acercan al sacramento de la reconciliación. Sin embargo cuando estos mismos se sientan a la Mesa con Jesús y participan del Banquete celestial, llegan a ser justos, dejan ya de ser publicanos y pecadores. Así pues, ¿acaso tú vas a extrañarte hasta la exageración con las malas acciones humanas? ¿Acaso vas a inquietarte con exagerado recelo cuando los mismos que hoy son pecadores, mañana tal vez sean santos; hace un momento eran peores que los malos espíritus y en seguida son más justos que los Ángeles? Ni siquiera tienen que darse demasiado trabajo: sólo tienen que seguir a Jesús y sentarse con Él a la Mesa, y ya son purificados de sus pecados y adornados de virtudes. Magdalena también vino a Jesús como pecadora y partió justificada. ¡Oh, cuán feliz acceso a Jesús! ¡A través de él se obtiene la capacidad para apartarse de los pecados! ¡Oh, cuán Santo este Sacramento que del pecador hace un enamorado; de un siervo del mundo, un siervo de Dios; de un hijo de las tinieblas, un hijo de la luz; de un esclavo del diablo, un hombre rescatado por Cristo!

10 II MES. Tema: CONSAGRACIÓN RELIGIOSA

Palabra de Dios (Rm 6,1-14) ¿Qué diremos entonces? ¿Que debemos seguir pecando para que abunde la gracia?¡Ni pensarlo! ¿Cómo es posible que los que hemos muerto al pecado sigamos viviendo en él? ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva. Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado. Porque el que está muerto, no debe nada al pecado. Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. No permitan que el pecado reine en sus cuerpos mortales, obedeciendo a sus malos deseos. Ni hagan de sus miembros instrumentos de injusticia al servicio del pecado, sino ofrézcanse ustedes mismos a Dios, como quienes han pasado de la muerte a la Vida, y hagan de sus miembros instrumentos de justicia al servicio de Dios. Que el pecado no tenga más dominio sobre ustedes, ya que no están sometidos a la Ley, sino a la gracia.

Documentos de la Iglesia (RD 7)

7. La vocación, queridos Hermanos y Hermanas, os ha conducido a la profesión religiosa, gracias a la cual vosotros habéis sido consagrados a Dios mediante el ministerio de la Iglesia y, al mismo tiempo, habéis sido incorporados a vuestra Familia religiosa. Por eso la Iglesia piensa en vosotros ante todo como personas "consagradas": consagradas a Dios en Jesucristo como propiedad exclusiva. Esta consagración determina vuestro puesto en la amplia comunidad de la Iglesia, del Pueblo de Dios. Y al mismo tiempo introduce en la misión universal de este Pueblo un especial acopio de energía espiritual y sobrenatural; una forma de vida concreta, de testimonio y de apostolado con fidelidad a la misión de vuestro Instituto, a su identidad y a su patrimonio espiritual. La misión universal del Pueblo de Dios se basa en la misión mesiánica de Cristo mismo -Profeta, Sacerdote y Rey- de la que todos participan de diversos modos. La forma de participación propia de las personas "consagradas" corresponde a la forma de vuestro arraigo en Cristo. Sobre la profundidad y fuerza de este arraigo decide precisamente la profesión religiosa. Esta crea un nuevo vínculo del hombre con Dios Uno y Trino, en Jesucristo. Este vínculo crece sobre el fundamento de aquel vínculo original que está contenido en el sacramento del Bautismo. La profesión religiosa "radica íntimamente en la consagración del bautismo y la expresa con mayor plenitud". De ese modo ella se convierte, en su contenido constitutivo, en una nueva consagración: la consagración y la donación de la persona humana a Dios, amado sobre todas las cosas. El compromiso adquirido mediante los votos de practicar los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, según las disposiciones propias de vuestras Familias religiosas, como están determinadas en las respectivas constituciones, representa la expresión de una total consagración a Dios y, al mismo tiempo, el medio que lleva a su realización. De aquí arrancan también el testimonio y el apostolado propio de las personas consagradas. Sin embargo, conviene buscar la raíz de aquella consagración consciente y libre, y de la consiguiente entrega de uno mismo como propiedad a Dios en el Bautismo, sacramento que nos conduce al

11 misterio pascual como vértice y centro de la Redención obrada por Cristo. Por tanto, para poner plenamente de relieve la realidad de la profesión religiosa, es necesario referirse a las vibrantes palabras de Pablo en la Carta a los Romanos: "¿O ignoráis que cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados para participar en su muerte? Con El hemos sido sepultados por el bautismo para participar en su muerte, para que como El resucitó... así también nosotros vivamos una vida nueva"[26]. "Nuestro hombre viejo ha sido crucificado para que... ya no sirvamos al pecado"[27]. "Así pues, haced cuenta de que estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús"[28]. La profesión religiosa -sobre la base sacramental del bautismo en la que está fundamentada- es una nueva "sepultura en la muerte de Cristo"; nueva, mediante la conciencia y la opción; nueva, mediante el amor y la vocación; nueva, mediante la incesante "conversión". Tal "sepultura en la muerte" hace que el hombre, "sepultado con Cristo", "viva como Cristo en una vida nueva". En Cristo crucificado encuentran su fundamento último, tanto la consagración bautismal, como la profesión de los consejos evangélicos, la cual -según las palabras del Vaticano II- "constituye una especial consagración". Esta es a la vez muerte y liberación. San Pablo escribe: "consideraos muertos al pecado"; al mismo tiempo, sin embargo, llama a esta muerte "liberación de la esclavitud del pecado". Pero sobre todo la consagración religiosa constituye, sobre la base sacramental del bautismo, una nueva vida "por Dios en Jesucristo". Así, junto con la profesión de los consejos evangélicos, es "despojado el hombre viejo" de un modo más maduro y más consciente y, del mismo modo, "es revestido el hombre nuevo, creado según Dios en la justicia y en la santidad verdaderas", para usar aún las palabras de la Carta a los Efesios.

Tomado de los escritos del Padre Fundador (Oblatio)

OFRECERSE Localidad de Kazimierz cerca de Cracovia, 11 de diciembre de 1670 En nombre de Nuestro Señor Jesucristo Crucificado. Amen Yo Estanislao de Jesús y de María Papczynski, hijo de sangre de Tomás de Podegrodzie de la Diócesis de Cracovia, teniendo cuarenta años de edad, ofrezco y consagro a Dios Padre Todopoderoso y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios siempre Virgen María concebida sin mancha original, mi corazón, mi alma, razón, memoria, voluntad, sentimientos, toda la mente, todo el espíritu, los sentidos internos y externos, y mi cuerpo, sin dejar para mi absolutamente nada, para que de esta forma sea yo, desde este momento, total Siervo del Todopoderoso y de la Santísima Virgen María. Les prometo, por lo tanto, que serviré hasta el final de mi vida en castidad y con celo en esta Compañía de Sacerdotes Marianos de la Inmaculada Concepción (que por gracia de Dios quiero fundar) y que conformo mi manera de vivir a sus leyes, reglamentos y ritos; y que nunca ocasionaré, ni permitiré, ni aceptaré, ni siquiera de manera indirecta, que sean en forma alguna abolidos, o cambiados, ni que se otorgue dispensa de ellos, a menos de que sea por necesidad y de acuerdo con la ley. Además prometo obediencia sensatamente comprendida a Su Santidad Vicario de Jesucristo y a su autoridad delegada y a todos mis Superiores indirectos y directos. Prometo que nada poseeré como propiedad privada sino que todo lo consideraré como propiedad común. Confieso que creo en todo lo que cree la Santa Iglesia Romana y en lo que en el futuro de a conocer para ser creído. Sobre todo confieso que la Santísima Madre de Dios, María, fue concebida sin mancha original y prometo que difundiré y defenderé la veneración que a Ella se debe incluso a costa de mi propia vida. Así Dios me ayude y este Santo Evangelio Divino.

12 III MES. Tema: CONSEJOS EVANGÉLICOS

Palabra de Dios (Flp 3,7-21) Pero todo lo que hasta ahora consideraba una ganancia, lo tengo por pérdida, a causa de Cristo. Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él, he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo y estar unido a él, no con mi propia justicia – la que procede de la Ley – sino con aquella que nace de la fe en Cristo, la que viene de Dios y se funda en la fe. Así podré conocerlo a él, conocer el poder de su resurrección y participar de sus sufrimientos, hasta hacerme semejante a él en la muerte, a fin de llegar, si es posible, a la resurrección de entre los muertos. Esto no quiere decir que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección, pero sigo mi carrera con la esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no pretendo haberlo alcanzado. Digo solamente esto: olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia adelante y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús. Así debemos pensar los que somos maduros; y si en alguna cosa ustedes piensan lo contrario, Dios los iluminará. De todas maneras, cualquiera sea el punto adonde hayamos llegado, sigamos por el mismo camino. Sigan mi ejemplo, hermanos, y observen atentamente a los que siguen el ejemplo que yo les he dado. Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que debería avergonzarlos, y sólo aprecian las cosas de la tierra. Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio.

Documentos de la Iglesia (RD 9)

9. Mediante la profesión se abre ante cada uno y cada una de vosotros el camino de los consejos evangélicos. En el Evangelio hay muchas exhortaciones que sobrepasan la medida del mandamiento, indicando no sólo lo que es "necesario", sino lo que es "mejor". Así, por ejemplo, la exhortación a no juzgar[42], a prestar "sin esperanza de remuneración"[43], a satisfacer todas las peticiones y deseos del prójimo[44], a invitar al banquete a los pobres[45], a perdonar siempre[46] y tantas otras. Si, siguiendo la Tradición, la profesión de los consejos evangélicos se ha concentrado sobre los tres puntos de la castidad, pobreza y obediencia, tal costumbre parece poner de relieve de modo suficientemente claro su importancia de elementos-clave y, en un cierto sentido, "compendio" de toda la economía de la salvación. Todo lo que en el Evangelio es consejo entra indirectamente en el programa de aquel camino, al que Cristo llama cuando dice: "Sígueme". Pero la castidad, la pobreza y la obediencia dan a este camino una particular característica cristocéntrica e imprimen a la misma un signo específico de la economía de la Redención. Es esencial para esta "economía" la transformación de todo el cosmos a través del corazón del hombre, desde dentro: "La expectación ansiosa de la creación está esperando la manifestación de los hijos de Dios... con la esperanza de que también ellas [las criaturas] serán libertadas de la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios"[47]. Esta transformación es simultánea al amor que la llamada de Cristo infunde en el interior del hombre, con el amor que constituye la esencia misma de la consagración, la consagración del hombre y de la mujer a Dios en la profesión religiosa, sobre el fundamento de la consagración

13 sacramental del bautismo. Podemos descubrir las bases de la economía de la Redención leyendo las palabras de la primera Carta de San Juan: "No al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él la caridad del Padre. Porque todo lo que hay en el mundo, concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida, no viene del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, y también sus concupiscencias; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre". La profesión religiosa pone en el corazón de cada uno y cada una de vosotros, queridos Hermanos y Hermanas, el amor del Padre: aquel amor que hay en el corazón de Jesucristo, Redentor del mundo. Este es un amor que abarca al mundo y a todo lo que en él viene del Padre y que al mismo tiempo tiende a vencer en el mundo todo lo que "no viene del Padre". Tiende por tanto a vencer la triple concupiscencia. "La concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y el orgullo de la vida" están en el hombre como herencia del pecado original, por cuya consecuencia la relación con el mundo, creado por Dios y dado en señorío al hombre[49], fue deformada en el corazón humano de diversas maneras. En la economía de la Redención los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia constituyen los medios más radicales para transformar en el corazón del hombre tal relación con "el mundo"; con el mundo exterior y con el propio "yo", el cual en cierto modo es la parte central "del mundo" en el sentido bíblico, si en él se enraíza lo que "no viene del Padre". En el contexto de las frases citadas por la primera Carta de San Juan, no es difícil advertir la importancia fundamental de los tres consejos evangélicos en toda la economía de la Redención. En efecto, la castidad evangélica nos ayuda a transformar en nuestra vida interior lo que encuentra su raíz en la concupiscencia de la carne; la pobreza evangélica todo lo que tiene su raíz en la concupiscencia de los ojos; finalmente, la obediencia evangélica nos permite transformar de modo radical lo que en el corazón humano brota del orgullo de la vida. Hablamos aquí ex profeso de la superación como de una transformación, ya que toda la economía de la Redención se encuadra en el marco de las palabras, dirigidas por Cristo en la oración sacerdotal al Padre: "No pido que los tomes del mundo, sino que los guardes del mal"[50]. Los consejos evangélicos en su finalidad esencial sirven "para renovar la creación"; "el mundo", gracias a ellos, debe estar sometido al hombre y entregado a el, de manera que el hombre mismo sea perfectamente entregado a Dios.

Tomado de los escritos del Padre Fundador (Regla de vida, Cáp. III)

Obediencia, Pobreza, Castidad

1. Deben ser ante todo obedientes a Dios, al Papa, a los Obispos, a los Superiores de su Congregación; luego a sus representantes, a los superiores de las casas, a la campana que los llama a los ejercicios comunes, y esto, con ánimo, de buena gana, en forma perfecta, paciente, humilde, valiente y perseverante. Tampoco vacilen en ser sumisos a los hombres, ya que el Apóstol quiere que seamos sumisos a toda [criatura] humana (cf. 1 P 2,13), tanto más, a toda autoridad. “No hay – dice – autoridad que no provenga de Dios”, de modo que “quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino” (Rm 13,1-2), lo cual es un género de la mayor estupidez. Tomen como motivo y ejemplo de obediencia al mismo Redentor nuestro, quien se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2,8). Si en esta materia, alguien rehusara a imitarlo, sería evidente que no quiere reinar con Cristo si es que no quiere, por Él, ser obediente a la autoridad legítima. En la obediencia debe guardarse el siguiente orden: que la autoridad inferior ceda ante la superior y que la inferior no trate de debilitar a la superior. La recomendación posterior debe colocarse por encima de la anterior si ésta fue claramente revocada. Aunque todos deberían respetar con la sumisión debida a los

14 Ordinarios locales y tener la mayor disposición para mostrarles sumisión, no obstante, para evitar confusión en el gobierno y numerosos trastornos, que sean sólo los Superiores quienes consideren justas las recomendaciones de los Obispos, mientras que los miembros, sin dilación alguna ni pretexto, deben ser obedientes a los Superiores y a las leyes; y que no piensen que tienen derecho alguno o privilegio de demandar a los Superiores por medio de juicios o tribunales, y esto para evitar numerosas controversias, escándalos y rebeldías. Sin embargo, si llegara a tener lugar algún altercado o trasgresión de menor importancia, hay que solucionar esta situación y enmendarla al interior de la propia Congregación en forma ordinaria, pacífica y justa. No obstante, a través de esta ley no nos proponemos introducir cosa alguna que sea contraria al Derecho Canónico, a los decretos y resoluciones de la santa Iglesia Romana. Pero si llegara a encontrarse entre ustedes algún indócil, instigador o vil provocador de rebeldía en los demás, debe ser sometido por el obrar unánime de todos aquellos que sean amigos de la paz interior y del buen gobierno (dándole previamente la posibilidad de una justa defensa y de purificarse de las acusaciones, guardando el orden legal), recurriendo también para esto, si es necesario, a la ayuda de la autoridad civil. Al verdadero siervo de Dios corresponde vivir en paz y no debería importarle quién es la persona a la que ha de obedecer, sino por amor a Quien debería ser obediente. Cumplan todas las penitencias y mortificaciones que el Superior les imponga, con la ayuda de Dios, humilde y gozosamente, por más severas que puedan parecer. Tampoco murmuren en contra de los Superiores ni tampoco se quejen de ellos. Más bien ámenlos y hónrenlos. Pero si alguien se siente realmente agobiado por algún Superior, que lo soporte con mucha paciencia como mérito para la vida eterna o que él mismo, de la manera más humilde, o a través de alguien, presente [este problema] a la persona por la que se siente agobiada, para que adopte la debida mesura.

2. La esencia de la pobreza de ustedes consiste en que nadie, sin el consentimiento del Superior, posea cosa alguna de manera privada, ni se atreva a llamar algo con el calificativo de “propio”. Debe conservar las cosas que le fueran asignadas para su uso personal de manera pulcra, en su totalidad y, en la medida de lo posible, por largo tiempo. Todos los ingresos deben ser destinados para uso común, independientemente de que hayan sido recogidos de la limosna o de cualquier otra fuente. La forma de recogerlos, guardarlos y dividirlos, que se haya contenida en los Decretos papales, debe cumplirse íntegramente bajo amenaza de recibir los castigos allí indicados. Nadie debe guardar en su habitación dinero so pena de ser privado del voto activo y pasivo, ni tampoco alimentos ni bebidas sin la autorización del Superior. La autorización debe ser concedida de manera sensata, sólo por un tiempo determinado. Porque todos deberían vivir de los bienes y la mesa comunes. Sin embargo, ese tipo de autorizaciones deben concederse, sobre todo y únicamente, a los mayores y enfermos, después de prever [la posibilidad] de todo perjuicio. De aquí también, que ninguno de ustedes debe, sin esa autorización de los Superiores, aceptar cosa alguna de persona alguna, ya sea de parte de los de la casa o fuera de ella, y tampoco debe dar cosa alguna a nadie. Antes de hacer la profesión debe repartir la herencia y los bienes que posea en el mundo, a menos de que en algún caso tuviera impedimento. Si es así, debe hacerlo lo más pronto posible después de haber hecho la profesión, ya que nuestro Señor claramente declaró: “Cualquiera (…) que no renuncie a sus bienes, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,33). Además de eso, para que los miembros no sean perezosos en el servicio Divino a causa de una escasez más bien severa, los Superiores les proveerán con lo suficiente en todo, de acuerdo con nuestros reglamentos, pero no en exceso, sino tanto cuanto puedan en el Señor. No obstante, a cada uno corresponde recordar y, naturalmente, imitar la indigencia del Rey Celestial, quien, como leemos, ni siquiera tenía casa propia [cf. Mt 8,20; Lc 9,58] y quien, alguna vez teniendo sed, no se avergonzó de pedir agua [cf. Jn 4,7]. Por eso también ustedes, al encontrarse en la pobreza extrema, alégrense

15 mucho de que entonces pueden ser verdaderos discípulos de Cristo nuestro Señor e imitadores Suyos.

3. Y como la obediencia custodia la castidad y la pobreza la alimenta, por eso el espíritu que procura vivamente la castidad debe ejercitarse en la obediencia y la pobreza, y así adquirirá castidad. Pero lo que más podrá ayudarles en la conservación de aquella virtud angélica es la modestia de los ojos y elevar el alma con la mayor frecuencia posible a Dios; huir del ocio, de la charla, de la lectura vana; evitar con prudencia las relaciones peligrosas, el amor por la celda y la observancia de la clausura; invocar con fervor la ayuda del Espíritu Santo, de la Virgen Madre de Dios, del Ángel de la Guarda, de san José y las santas vírgenes. Los Superiores añadirán esfuerzos para no arrojar a alguien en algún peligro que amenace tan grande virtud o para no descuidar a alguien que se encuentre en él, ya que por [las personas] a ellos confiadas darán la más rigurosa cuenta ante Dios.

IV MES. Tema: CASTIDAD EVANGÉLICA

Palabra de Dios (1 Cor 7,29-35) Lo que quiero decir, hermanos, es esto: queda poco tiempo. Mientras tanto, los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que se alegran, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran nada; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran. Porque la apariencia de este mundo es pasajera. Yo quiero que ustedes vivan sin inquietudes. El que no tiene mujer se preocupa de las cosas del Señor, buscando cómo agradar al Señor. En cambio, el que tiene mujer se preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar a su mujer, y así su corazón está dividido. También la mujer soltera, lo mismo que la virgen, se preocupa de las cosas del Señor, tratando de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. La mujer casada, en cambio, se preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar a su marido. Les he dicho estas cosas para el bien de ustedes, no para ponerles un obstáculo, sino para que ustedes hagan lo que es más conveniente y se entreguen totalmente al Señor.

Documentos de la Iglesia (Vita consecrata = VC 88)

88. La primera provocación proviene de una cultura edonística que deslinda la sexualidad de cualquier norma moral objetiva, reduciéndola frecuentemente a mero juego y objeto de consumo, transigiendo, con la complicidad de los medios de comunicación social, con una especie de idolatría del instinto. Sus consecuencias están a la vista de todos: prevaricaciones de todo tipo, a las que siguen innumerables da_os psíquicos y morales para los individuos y las familias. La respuesta de la vida consagrada consiste ante todo en la práctica gozosa de la castidad perfecta, como testimonio de la fuerza del amor de Dios en la fragilidad de la condición humana. La persona consagrada manifiesta que lo que muchos creen es posible y verdaderamente liberador con la gracia del Se_or Jesús. Sí, ˇen Cristo es posible amar a Dios con todo el corazón, poniéndolo por encima de cualquier otro amor, y amar así con la libertad de Dios a todas las criaturas! Este testimonio es necesario hoy más que nunca, precisamente porque es algo casi incomprensible en nuestro mundo. Es un testimonio que se ofrece a cada persona —a los jóvenes, a los novios, a los esposos y a las familias cristianas— para manifestar que la fuerza del amor de Dios puede obrar grandes cosas precisamente en las vicisitudes del amor humano, que trata de satisfacer una creciente necesidad de trasparencia interior en las relaciones humanas. Es necesario que la vida consagrada presente

16 al mundo de hoy ejemplos de una castidad vivida por hombres y mujeres que demuestren equilibrio, dominio de sí mismos, iniciativa, madurez psicológica y afectiva(224). Gracias a este testimonio se ofrece al amor humano un punto de referencia seguro, que la persona consagrada encuentra en la contemplación del amor trinitario, que nos ha sido revelado en Cristo. Precisamente porque está inmersa en este misterio, la persona consagrada se siente capaz de un amor radical y universal, que le da la fuerza del autodominio y de la disciplina necesarios para no caer en la esclavitud de los sentidos y de los instintos. La castidad consagrada aparece de este modo como una experiencia de alegría y de libertad. Iluminada por la fe en el Se_or resucitado y por la esperanza en los nuevos cielos y la nueva tierra (cf. Ap 21, 1), ofrece también estímulos valiosos para la educación en la castidad propia de otros estados de vida.

Tomado de los escritos del Padre Fundador (Inspectio cordis k. 163r-164r)

1. Medita en que la castidad es una virtud angélica, e incluso más que angélica, teniendo en consideración al frágil recipiente en el que se encuentra este licor, que es el más valioso y fragante. Repara en que estás obligado a guardar castidad no solamente porque la has amado, sino porque estás obligado a guardarla bajo juramento: y, por lo tanto, no solamente como virtud que es, sino también en virtud del voto. Debes saber que a Dios le agradan las almas puras más que otras, tanto cuanto le desagradan y despiertan en Él gran repugnancia las almas entregadas a la impureza. Ahora, pues, tienes ocasión de examinar cómo has guardado este voto.

2. Medita en que cada hombre está obligado a guardar la virtud de la castidad no solamente por ley positiva de Dios, sino también, por ley natural. En cambio tú estás obligado por tres razones. Aparte de las dos leyes mencionadas, adicionalmente en razón del voto. Y por eso, cuanto más te hayas expuesto al peligro de violar ese voto, tanto más gravemente has pecado, porque cometiste un sacrilegio. Debes comprender que pecaste en la misma forma que pecó Lucifer, quien deseó sentarse en el trono de Dios, o como cualquier otro ángel que se haya rebelado en contra de Dios. Si Dios permite que no experimentes tentaciones contra esta virtud, debes saber que no eres digno de ellas o que eres demasiado débil para poder ser sometido a prueba. Si por el contrario, eres probado, es en realidad por una gran gracia del Mejor y muy previsor Dios y por esa razón debes agradécele inmensamente.

3. Examina si has empleado los medios que sirven para proteger esta virtud. ¿Has mantenido sujetado a tu ojo? ¿Contuviste tu mano? ¿Has cuidado de que tu pensamiento sea intachable y puro? ¿Te has abstenido de vestidos lujosos, de alimentos refinados, de la ociosidad, de todos estos ladrones de la castidad? ¿Has evitado lecturas inmorales? Aunque todo esto debería serte ajeno, como persona religiosa que eres, sin embargo, si has leído, escuchado y, por otras causas semejantes, de alguna manera te has dado cuenta de que esas diversas ocasiones pueden conducir a perecer en un profundo abismo, entonces examínate tomando en cuenta estas cuestiones, que constituyen una gran amenaza para la pureza de tu alma.

17 V MES. Tema: POBREZA EVANGÉLICA

Palabra de Dios (Mt 19,23-30) Jesús dijo entonces a sus discípulos: «Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos. Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos». Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?». Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible». Pedro, tomando la palabra, dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?». Jesús les respondió: «Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.

Documentos de la Iglesia (VC 89)

89. Otra provocación está hoy representada por un materialismo ávido de poseer, desinteresado de las exigencias y los sufrimientos de los más débiles y carente de cualquier consideración por el mismo equilibrio de los recursos de la naturaleza. La respuesta de la vida consagrada está en la profesión de la pobreza evangélica, vivida de maneras diversas, y frecuentemente acompa_ada por un compromiso activo en la promoción de la solidaridad y de la caridad. ˇCuántos Institutos se dedican a la educación, a la instrucción y formación profesional, preparando a los jóvenes y a los no tan jóvenes para ser protagonistas de su futuro! ˇCuántas personas consagradas se desgastan sin escatimar esfuerzos en favor de los últimos de la tierra! ˇCuántas se afanan en formar a los futuros educadores y responsables de la vida social, de tal modo que éstos se comprometan en la supresión de las estructuras opresivas y a promover proyectos de solidaridad en favor de los pobres! Estas personas consagradas luchan para vencer el hambre y sus causas, animando las actividades del voluntariado y de las organizaciones humanitarias, y sensibilizando a los organismos públicos y privados para propiciar así una equitativa distribución de las ayudas internacionales. Mucho deben las naciones a estos agentes emprendedores de la caridad que, con su incansable generosidad, han dado y siguen dando una significativa aportación a la humanización del mundo.

Tomado de los escritos del Padre Fundador (Inspectio cordis k. 164r-165r)

1. Deberías realizar una muy detallada meditación acerca de la virtud de la pobreza. Cuanto más ocultos sean la concupiscencia y el amor por poseer, con tanta mayor atención es necesario seguirles el rastro, descubrirlos y rechazarlos. Por eso debes revisar que no estés apegado afectivamente a alguna cosa, incluso aunque tengas permiso de poseerla. Porque aunque a muchas personas no perjudica en lo más mínimo poseer legalmente incluso grandes y numerosos bienes materiales, a ti, por el contrario, te puede perjudicar mucho incluso la cosa más pequeña si la deseas con demasiado afecto o si te apegas a ella. Para muchos es honorable poseer muchos bienes, pero tú, que estás ligado al voto religioso de la pobreza, deberías contener y limitar el deseo de poseer incluso objetos necesarios, aún tratándose del

18 vestido. Si se trata de aquellas cosas que, como tú mismo ves claramente, son irreconciliables con la virtud de la pobreza, considéralas serpientes venenosas que a ti y a la comunidad muy rápidamente traerán la perdición. Por eso también debes deshacerte inmediatamente de ellas y alejarlas de tu celda, para que, por su causa, la perla preciosa de la pobreza evangélica no pierda su valor y su resplandor no se obscurezca.

2. Examina si no estás afectivamente apegado, en forma especial, a alguna cosa de la que no puedas separarte, o de la que, al deshacerte, lo harías con cierta tristeza y perturbación de la paz interior. Esto sería algo significativamente más grave y peor que si poseyeras el mundo entero pero sin un apego interior a él. Examina también si acaso no le has dado a alguien la ocasión de violar o descuidar la pobreza, ya sea permitiéndole quedarse con una cosa para sí mismo o, también, suministrándole algo para que procure obtener permiso o, también, introduciendo a la orden o a la casa religiosa objetos incluso pequeños pero contrarios al espíritu de la santa pobreza. ¿Acaso no le has ocultado al superior algo que podrías poseer lícitamente? ¿Será que no has entregado para uso común aquellas cosas que otros te han obsequiado o que con tu insistencia le hayas arrancado el permiso al superior para poder utilizarlas tú solo? Piensa que así como surgiste desnudo del polvo de la tierra, igual de desnudo también allí retornarás. Por ti fue que Cristo, después de dejar el cielo, nació desnudo en el portal, para que tú lo imites en Su despojamiento. Teniendo nada lo tendrás todo, según el dicho: “Un monje o religioso desnudo es señor de todo el mundo”.

3. Deberías felicitarte sobremanera por el hecho de que Dios te haya llamado al estado más dichoso y a hacer el voto más valioso, porque él te garantiza la suprema paz, serenidad y alegría. Conoces también la situación contraria: lo mucho que sufren los poseedores de grandes tesoros, obtenidos por ellos con el mayor esfuerzo, adquiridos con gran preocupación, temor y vigilancia. Y si les sucede perderlos, sufren enormemente, a veces incluso atentando contra su propia vida. ¿De qué sirve acumular tesoros cuando de todas formas con esos bienes no pueden poseer a Dios como el Mayor Bien? Pues nadie puede, al mismo tiempo, servir a Dios y al dinero (cf. Mt 6,24; Lc 16,13) y nadie puede seguir a Jesús y alcanzarlo si no va y vende todo (cf. Mt 19,21). Además, a los ricos les es muy difícil entrar a la vida eterna, como lo afirma la misma Verdad, de la manera más verdadera, al decir que “es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de los cielos” (Mt 19,24). Y por el contrario, esa misma Verdad dice que los pobres heredarán los bienes eternos: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,3).

VI MES. Tema: OBEDIENCIA EVANGÉLICA

Palabra de Dios (Mc 14,32-39) Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: «Quédense aquí, mientras yo voy a orar». Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo: «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando». Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía: «Abba –Padre– todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora? Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil». Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras.

19 Documentos de la Iglesia (VC 91)

91. La tercera provocación proviene de aquellas concepciones de libertad que, en esta fundamental prerrogativa humana, prescinden de su relación constitutiva con la verdad y con la norma moral(227). En realidad, la cultura de la libertad es un auténtico valor, íntimamente unido con el respeto de la persona humana. Pero, _cómo no ver las terribles consecuencias de injusticia e incluso de violencia a las que conduce, en la vida de las personas y de los pueblos, el uso deformado de la libertad? Una respuesta eficaz a esta situación es la obediencia que caracteriza la vida consagrada. Esta hace presente de modo particularmente vivo la obediencia de Cristo al Padre y, precisamente basándose en este misterio, testimonia que no hay contradicción entre obediencia y libertad. En efecto, la actitud del Hijo desvela el misterio de la libertad humana como camino de obediencia a la voluntad del Padre, y el misterio de la obediencia como camino para lograr progresivamente la verdadera libertad. Esto es lo que quiere expresar la persona consagrada de manera específica con este voto, con el cual pretende atestiguar la conciencia de una relación de filiación, que desea asumir la voluntad paterna como alimento cotidiano (cf. Jn 4, 34), como su roca, su alegría, su escudo y baluarte (cf. Sal 1817, 3). Demuestra así que crece en la plena verdad de sí misma permaneciendo unida a la fuente de su existencia y ofreciendo el mensaje consolador: « Mucha es la paz de los que aman tu ley, no hay tropiezo para ellos » (Sal 119118, 165).

Tomado de los escritos del Padre Fundador (Inspectio cordis f. 170r-171r)

1. Dirige tu atención hacia todas las virtudes a las que deberías aspirar con el mayor fervor, que deberías buscar con todo tu esfuerzo y practicar con gusto. Piensa en todas, examinándolas con atención, sobretodo aquellas que corresponden a tu vocación y perfección. También dirige tu atención a las faltas y defectos que se oponen a esas virtudes. ¿Con cuánto esmero has evitado la charlatanería que destruye la virtud y distrae al espíritu? ¿Con cuánta solicitud has guardado el silencio, guardián de esas mismas virtudes y del recogimiento del espíritu? ¿Cómo las has practicado en tu vida? ¿Cómo has cultivado las virtudes de la amabilidad, la benevolencia y la mansedumbre, que son los supremos adornos del religioso? ¿Con cuánto esfuerzo has procurado la paciencia, esta virtud que es patrimonio de los cristianos y tanto más de los religiosos; la valentía y la magnanimidad, que se diferencia en que se opone a todo lo que es contrario a la perfección? ¿Con cuánta fortaleza de espíritu has combatido defectos como la pusilanimidad, el temor vano, la tristeza desmedida, la impaciencia y la ira? ¿Cuántas veces has descuidado y cuántas veces has practicado el sometimiento a la voluntad de Dios (la resignación), que es la suprema autora de la paz interior y la perseverancia? ¿Has hecho hasta el momento progresos en la perfección religiosa, no en lo que se refiere a honores, conocimiento, dignidades o cargos superiores sino en lo que se refiere a la pobreza, la humildad, la obediencia, el amor Divino, el desprecio de sí mismo y otras virtudes en las que consiste la perfección religiosa? Reflexiona: ¿acaso en la medida de las gracias Divinas recibidas has hecho progresos en los ejercicios espirituales, por ejemplo, en la oración, la contemplación o, muy por el contrario, has retrocedido? Porque según la opinión, con frecuencia reiterada, de los doctores en espiritualidad: “No hacer progresos significa detenerse y no avanzar significa retroceder.” De hecho, ¡quién no sabe esto por la experiencia de todos los días!

20 2. Examina a qué asuntos has estado más dedicado y te has entregado durante tu permanencia en el estado religioso: ¿a las mortificaciones o a las comodidades? Hacia qué has inclinado tu espíritu: ¿a quebrantar tu voluntad o a cumplirla? ¿Al cumplimiento de los deseos ajenos, sobre todo de los superiores, o a satisfacer tus propios deseos? Si has estado más ocupado en cumplir tus propios deseos, puedes estar seguro de que te has dejado llevar por un espíritu falso. Si fue al revés, no tengas dudas de que te has conducido bien y ten por cierto que has procedido conforme a tu vocación. Para conformarte a ella, debes ahora acrecentar y extender también los más mínimos destellos nuevos de amor con el fin de practicar la virtud, favoreciéndolos con vivo esfuerzo y deseo de hacer progresos y progreso real. Si te desprecias a ti mismo entonces sentirás ¡cuán dulce es el Señor! Si te desapegas del mundo experimentarás ¡cuán amargo es el mundo! Pues ¿cuál es el sabor, cuál es el olor que sienten aquellos que no solamente saborean sino que absorben los placeres carnales, los deleites mundanos y las bebidas babilónicas? ¡Ah! Toman y beben de ellos una dulzura de corta duración, por la que serán, no obstante, arrojados al abismo sin fondo de las eternas amarguras. Eternamente lamentarán el haber complacido su naturaleza y jamás borrarán su culpa. En cambio, muy por el contrario, ¡cuánta dulzura inagotable se encuentra en la cruz de la paciencia, de las mortificaciones, de las penalidades, de las desgracias e injusticias sufridas, soportadas en el espíritu de imitar al Dios-Hombre! En estas cosas, los amantes de la cruz y del sufrimiento encuentran abundancia de inacabables alegrías, consuelos imperecederos, deleites santos que perduran por la eternidad, si bien, solamente después de una dura batalla y diversas contiendas con el mundo, el infierno y sus malas concupiscencias. Tienes la mano libre para elegir una de las dos opciones, porque posees libre juicio y libre voluntad. Pero mira con cuánto buen juicio y con cuánto provecho ya has elegido una de ellas y has de seguir eligiéndola. Deberías tomar en consideración el final de la vida de todos los seres humanos, que es de dos tipos, igual que hay dos tipos de personas. El destino de las personas libertinas, ávidas de honor, que llevan una vida sin observancia de la ley, es el castigo de la muerte eterna, de acuerdo con las palabras: “[su] final es la perdición” (cf. Flp 3,19). En cambio, las personas justas, entregadas a todo tipo de mortificaciones, obedientes y perseverantes en llevar una vida acorde con las santas leyes y reglas, tendrán parte en la gloria eterna y en la felicidad que consiste en la jamás fatigante visión de Dios, del Bien Supremo y en una vida sin muerte, sin fin, según las palabras: “En cambio, las almas de los justos están en las manos de Dios y no les alcanzará tormento alguno” (Sb 3,1).

3. Reflexiona cuidadosamente, ¿qué frutos de mortificaciones has recogido durante tu estancia en la vida religiosa? ¿Qué provecho ha obtenido tu alma de frecuentar tan a menudo los santos sacramentos y de la constante práctica de las virtudes? ¿Qué gran provecho para la salvación has alcanzado de la tan frecuente lectura espiritual, meditaciones, conversaciones? ¿En qué medida has progresado en la adquisición de virtudes, habiendo sido estimulado al bien y, de alguna manera, incitado con espuelas a tantas oraciones fervorosas, a tantas santas inspiraciones y reprensiones? ¿Cuánto provecho te ha traído residir en la casa de Dios? ¿Cuánto provecho te han dado las oraciones, mortificaciones corporales y los ayunos habituales? Has también un examen de conciencia del tiempo desperdiciado, que pasa de modo irrecuperable, acercándote día a día a la frontera de la eternidad y sabiendo que dentro de poco tendrás que entrar en su puerto. ¿Qué santas mercancías llevarás cargando al entrar a él? Si llegas a carecer de las perlas de virtudes que son apreciadas en las alturas celestiales, ten por seguro que no serás admitido a las riberas de la tierra celeste. Si así sucede (¡no lo permita Dios!), ¿adónde retornarás? En el océano del mundo tu barca no puede navegar eternamente, sino que tiene que buscar la orilla sin cesar y arribar a ella; ya sea a la feliz ribera de la Tierra Prometida o a la desdichada ribera de la condenación eterna. En la conversación con Dios debemos ofrecerle: el arrepentimiento por las afrentas, los pecados y

21 todas las imperfecciones, junto con el aborrecimiento de ellos, como también los santos, nobles e irrevocables propósitos emprendidos en relación a la práctica de las virtudes heroicas. Añade a aquellos, los firmes propósitos de enmienda de toda la vida.

VII MES. Tema: VIDA EN COMUNIDAD

Palabra de Dios (Hech 2,42-47) Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Un santo temor se apoderó de todos ellos, porque los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos. Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno. Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse.

Documentos de la Iglesia (VC 41)

41. Durante su vida terrena, Jesús llamó a quienes Él quiso, para tenerlos junto a sí y para ense_arles a vivir según su ejemplo, para el Padre y para la misión que el Padre le había encomendado (cf. Mc 3, 13-15). Inauguraba de este modo una nueva familia de la cual habrían de formar parte a través de los siglos todos aquellos que estuvieran dispuestos a « cumplir la voluntad de Dios » (cf. Mc 3, 32-35). Después de la Ascensión, gracias al don del Espíritu, se constituyó en torno a los Apóstoles una comunidad fraterna, unida en la alabanza a Dios y en una concreta experiencia de comunión (cf. Hch 2, 42-47; 4, 32-35). La vida de esta comunidad y, sobre todo, la experiencia de la plena participación en el misterio de Cristo vivida por los Doce, han sido el modelo en el que la Iglesia se ha inspirado siempre que ha querido revivir el fervor de los orígenes y reanudar su camino en la historia con un renovado vigor evangélico(86). En realidad, la Iglesia es esencialmente misterio de comunión, «muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»(87). La vida fraterna quiere reflejar la hondura y la riqueza de este misterio, configurándose como espacio humano habitado por la Trinidad, la cual derrama así en la historia los dones de la comunión que son propios de las tres Personas divinas. Los ámbitos y las modalidades en que se manifiesta la comunión fraterna en la vida eclesial son muchos. La vida consagrada posee ciertamente el mérito de haber contribuido eficazmente a mantener viva en la Iglesia la exigencia de la fraternidad como confesión de la Trinidad. Con la constante promoción del amor fraterno en la forma de vida común, la vida consagrada pone de manifiesto que la participación en la comunión trinitaria puede transformar las relaciones humanas, creando un nuevo tipo de solidaridad. Ella indica de este modo a los hombres tanto la belleza de la comunión fraterna, como los caminos concretos que a ésta conducen. Las personas consagradas, en efecto, viven « para » Dios y « de » Dios. Por eso precisamente pueden proclamar el poder reconciliador de la gracia, que destruye las fuerzas disgregadoras que se encuentran en el corazón humano y en las relaciones sociales.

Tomado de los escritos del Padre Fundador (Regla de vida, Cáp. II)

22 Sobre el amor

1. El Maestro de los Gentiles comparó admirablemente al bronce que suena y al címbalo que retiñe [cf. 1 Co 13,1] con el siervo de Dios que no arde con amor verdadero. Porque la obtención de la vida eterna y el valor de los méritos consiste en el amor. Por lo tanto, cada uno de ustedes debe procurar alcanzar para sí mismo, de la manera más eficaz y antes que cualquier otro bien, esta perla que es la más preciosa, este tesoro oculto en el campo [cf. Mt 13,45-46.44]. Porque si bien el amor de Dios es un don, sin embargo se recibe y conserva mediante la oración incesante y la mortificación. De manera que “haced todo con amor” [1 Co 16,14].

2. Los mandamientos Divinos y los consejos evangélicos, la ley de la santa Iglesia católica y romana, sus normas, resoluciones, ritos, costumbres y mandatos, como también la presente Regla y otros decretos que se promulguen en el futuro, deben ser observados por amor a Dios. Porque así clama en voz alta el Maestro Celestial: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra” [Jn 14,23], lo cual debe entenderse no solamente en relación a su santa doctrina y Sagradas Escrituras, sino también, en relación a los mandatos y documentos de su santa Iglesia, a la cual, Él mismo instruye y dirige; y en relación a las decisiones de las autoridades que de ella [de la Iglesia] provienen o son por ella confirmadas.

3. Además, por amor a Dios han de cumplir todo lo bueno y evitar todo mal. Han de poner en práctica toda posible virtud; han de tener aversión de todo delito y pecado. Por amor a Dios han de soportar gustosa y valientemente las mortificaciones, aflicciones, amonestaciones, perjuicios, calumnias, fatigas, sufrimientos, carencias, austeridades, y otras cosas por el estilo. Por amor a Dios han de llevar a cabo, de la manera más perfecta, sus ejercicios, obligaciones, y ocupaciones a ustedes encomendadas, como todo aquello que corresponda a su estado y vocación. Al amor de Dios han de consagrar toda actividad y experiencia de toda su vida, pero sobre todo, las cotidianas, así como todos y cada uno de los momentos, instantes, circunstancias y cambios de todas y cada una de las actividades y experiencias. Han de consagrarlos por toda la eternidad, con la debida entrega, confianza y fervor; sobre el altar del amor, con corazón puro, junto con los méritos de Cristo nuestro Señor y de su Madre Inmaculada, de todos los Santos y de la Iglesia universal. Finalmente, su regla común y su más seguro camino al cielo ha de ser lo que, en ambos Testamentos, la Sabiduría Divina quiso reconocer como lo más digno de recomendación: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” [Mt 22,37: cf. Dt 6,5; Mc 12,30; Lc 10,27].

4. En lo que concierne al amor mutuo, al amor entre ustedes, debes saber que es más agradable a la Majestad Divina aquél que sea considerado como el más sobresaliente en el amor mutuo. Que cada quien recuerde que el alma de su instituto es el amor y que en la misma medida en la que se aleje de él, se alejará también de la vida. Por lo tanto, con la misma vehemencia con la que procurará contribuir al bien, fama, pureza y santidad de toda la Comunidad, debe manifestar a cada persona en particular lo mismo que desearía para sí mismo. Debe evitar, entonces, aquella nociva peste, la más contraria al amor, de: la envidia, el odio, el rencor, la rivalidad, la sospecha, la difamación, la antipatía, la simpatía, el antagonismo, la acusación, el insulto, el chisme, la murmuración, el atormentar, la parcialidad, el desprecio de los demás; el crear confusión, enredos, contiendas y altercados. Y así como procura la paz de su propia alma, de igual manera debe procurar la paz ajena y la paz de la casa, como celoso guardián del amor. Por último, debe apartar convenientemente todo mal, tanto de la Comunidad entera, como de cada uno de sus miembros. Recuerden el

23 amor de la Iglesia primitiva, acerca de la cual, el autor de los Hechos de los Apóstoles dice: “La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma” [Hch 4,32].

5. Además, en cada ocasión que se presente, no descuiden la manifestación de todo tipo de amor a las personas de fuera de la Comunidad y ofrezcan amor bienintencionado no sólo a aquellos de quienes han experimentado benevolencia, sino también a sus adversarios y enemigos (a quienes nuestro Señor recomienda amar como es debido [cf. Mt 5,44; Lc 6,27.35]). Tengan siempre presentes las obras de misericordia que brindamos a la suprema Cabeza-Cristo cuando las brindamos a [Sus] miembros y que serán las únicas que triunfen en Su severo juicio [cf. Mt 25, 31-46].

VIII MES. Tema: EL PRIMADO DE LA VIDA ESPIRITUAL

Palabra de Dios (Rm 8,2-13)

Porque la ley del Espíritu, que da la Vida, te ha librado, en Cristo Jesús, de la ley del pecado y de la muerte. Lo que no podía hacer la Ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios lo hizo, enviando a su propio Hijo, en una carne semejante a la del pecado, y como víctima por el pecado. Así él condenó el pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que ya no vivimos conforme a la carne sino al espíritu. En efecto, los que viven según la carne desean lo que es carnal; en cambio, los que viven según el espíritu, desean lo que es espiritual. Ahora bien, los deseos de la carne conducen a la muerte, pero los deseos del espíritu conducen a la vida y a la paz, porque los deseos de la carne se oponen a Dios, ya que no se someten a su Ley, ni pueden hacerlo. Por eso, los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes. Hermanos, nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal. Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.

Documentos de la Iglesia (VC 93) 93. Una de las preocupaciones manifestadas varias veces en el Sínodo ha sido el que la vida consagrada se nutra en las fuentes de una sólida y profunda espiritualidad. Se trata, en efecto, de una exigencia prioritaria radicada en la esencia misma de la vida consagrada, desde el momento que, como cualquier bautizado pero por motivos aún más apremiantes, quien profesa los consejos evangélicos está obligado a aspirar con todas sus fuerzas a la perfección de la caridad(229). Este es un compromiso subrayado vigorosamente por los innumerables ejemplos de santos fundadores y fundadoras, y de tantas personas consagradas que han testimoniado la fidelidad a Cristo hasta llegar al martirio. Aspirar a la santidad: este es en síntesis el programa de toda vida consagrada, también en la perspectiva de su renovación en los umbrales del tercer milenio. Un programa que debe empezar dejando todo por Cristo (cf. Mt 4, 18-22; 19, 21.27; Lc 5, 11), anteponiéndolo a cualquier otra cosa para poder participar plenamente en su misterio pascual. San Pablo lo había entendido bien cuando exclamaba: «

24 Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús [...] y conocerle a Él, el poder de su resurrección » (Flp 3, 8.10). Es también la senda indicada desde el principio por los Apóstoles, como recuerda la tradición cristiana en Oriente y en Occidente: «Los que actualmente siguen a Jesús abandonándolo todo por Él, imitan a los Apóstoles que, respondiendo a su invitación, renunciaron a todo lo demás. Por esta razón tradicionalmente se suele hablar de la vida religiosa como apostolica vivendi forma»(230). La misma tradición ha puesto también de relieve en la vida consagrada la dimensión de una peculiar alianza con Dios, más aún, de una alianza esponsal con Cristo, de la que san Pablo fue maestro con su ejemplo (cf. 1 Co 7, 7) y con su doctrina proclamada bajo la guía del Espíritu (cf. 1 Co 7, 40). Podemos decir que la vida espiritual, entendida como vida en Cristo, vida según el Espíritu, es como un itinerario de progresiva fidelidad, en el que la persona consagrada es guiada por el Espíritu y conformada por Él a Cristo, en total comunión de amor y de servicio en la Iglesia. Todos estos elementos, calando hondo en las varias formas de vida consagrada, generan una espiritualidad peculiar, esto es, un proyecto preciso de relación con Dios y con el ambiente circundante, caracterizado por peculiares dinamismos espirituales y por opciones operativas que resaltan y representan uno u otro aspecto del único misterio de Cristo. Cuando la Iglesia reconoce una forma de vida consagrada o un Instituto, garantiza que en su carisma espiritual y apostólico se dan todos los requisitos objetivos para alcanzar la perfección evangélica personal y comunitaria. La vida espiritual, por tanto, debe ocupar el primer lugar en el programa de las Familias de vida consagrada, de tal modo que cada Instituto y cada comunidad aparezcan como escuelas de auténtica espiritualidad evangélica. De esta opción prioritaria, desarrollada en el compromiso personal y comunitario, depende la fecundidad apostólica, la generosidad en el amor a los pobres y el mismo atractivo vocacional ante las nuevas generaciones. Lo que puede conmover a las personas de nuestro tiempo, también sedientas de valores absolutos, es precisamente la cualidad espiritual de la vida consagrada, que se transforma así en un fascinante testimonio.

Tomado de los escritos del Padre Fundador (Inspectio cordis k. 28r-29v)

1. “Ellos nada de esto comprendían” (Lc 18,34) Reflexiona en que es muy malo el estado de la mente que no reconoce el bien, no [lo] comprende e incluso lo rechaza. Este ofuscamiento fue experimentado por los Apóstoles, quienes no comprendían al Señor cuando hablaba de los sufrimientos y de su muerte inminente. La causa de ese estado de su mente fue que aún estaba velada a ellos la virtud del amor, su papel y perfección, y por lo tanto, el querer sufrir y compartir los tormentos, infortunios y mala fortuna de otro, ya sea que se trate de un amigo o de alguien que está en contra nuestra. Si todavía no sientes el deseo de ayudar al prójimo y de soportar para el bien común las cosas más desagradables y contrarias a tu carácter, debes saber que todavía no has comprendido en qué consiste la perfección del amor y que eres un verdadero ignorante, al desconocer todas las virtudes gracias a las cuales entramos al cielo. Pide, pídele a Dios luz para que comprendas la gran importancia que tiene cada una de las virtudes. Pide y ora de esta forma: “Hazme entender para que viva” (Sal 118,144). “Abre mis ojos para que contemple las maravillas de tu ley” (Sal 118,18).

2. “Estaba un ciego sentado junto al camino” (Lc 18,35). Advierte que la intención de aquél hombre sentado junto al camino, que pidió recobrar la vista, era obtener limosna de la gente que pasaba o también luz del Salvador, de cuya venida a Jericó le habían ya informado. Y si, por estas dos cosas, él soportó tantas penurias, sentándose siempre junto al camino, exponiéndose al sofocante calor y al frío; y con tan grande ahínco pidió el don de la luz exterior para sus ojos, invocando al Salvador con gritos

25 tan insistentes, que exasperó los oídos de quienes acompañaban a Cristo, piensa cuánta perseverancia en la oración necesitas tú, cuánta constancia en soportar mortificaciones y pruebas de esta vida, para que recobres la luz interior, aunque sea una chispa de devoción y para que, como perro a los pies de la mesa de su amo, recibas al menos una migaja y un bocado; para que también tú, al fin, merezcas residir en el santuario celestial en presencia del mismísimo Sol increado y puedas deleitarte con su luz. Así como un hombre perseverante está en condiciones de alcanzarlo todo, de igual manera, no puede recibirse don celestial alguno sin perseverancia en la oración.

3. “¡Señor, que vea!” (Lc 18,41). Si lo único que pidió aquél ciego fue que se le concediera recobrar la vista, poder ver el mundo y las cosas creadas, ¿con cuánto deseo deberías tú pedir la luz del alma; con cuánta perseverancia en la oración y – podemos decir – santa impertinencia, deberías exigir poder ver y contemplar al mismo Creador? Es en verdad muy grande el bien del que se privan las personas que no conocen el camino de la santa contemplación, porque gracias a él se alcanza el conocimiento de sí mismo y el conocimiento de Dios, así como una muy estrecha unión con el Creador de todas las cosas, con el Bien Supremo. De verdad no hay mejor don ni bien Divino, entre los que son concedidos a los hombres, que el don y el bien de la contemplación. Porque de contemplar a Dios proviene toda la felicidad de los santos. De aquí que quienes contemplan a Dios, a sí mismos y a las obras Divinas, con mente muy aplicada y muy atenta, de alguna manera prueban aquella felicidad, la saborean anticipadamente y llegan a ser partícipes de ella. La santa contemplación es el ojo del alma: búscala con todo tu corazón, exígela con todas tus fuerzas, pídela en constantes oraciones. Y si la obtienes, custódiala para que no la pierdas. Ten cuidado de no perderla en un mar de asuntos excesivos. Acuérdate, pues, de custodiarla con la misma asiduidad con que los hombres comunes protegen sus ojos corporales.

IX MES. Tema: ORACIÓN Y ASCESIS

Palabra de Dios (Mt 16,21-27) Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: «Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá». Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.

26 Documentos de la Iglesia (VC 38)

38. La llamada a la santidad es acogida y puede ser cultivada sólo en el silencio de la adoración ante la infinita trascendencia de Dios: «Debemos confesar que todos tenemos necesidad de este silencio cargado de presencia adorada: la teología, para poder valorizar plenamente su propia alma sapiencial y espiritual; la oración, para que no se olvide nunca de que ver a Dios significa bajar del monte con un rostro tan radiante que obligue a cubrirlo con un velo (cf. Ex 34, 33) [...]; el compromiso, para renunciar a encerrarse en una lucha sin amor y perdón [...]. Todos, tanto creyentes como no creyentes, necesitan aprender un silencio que permita al Otro hablar, cuando quiera y como quiera, y a nosotros comprender esa palabra»(83). Esto comporta en concreto una gran fidelidad a la oración litúrgica y personal, a los tiempos dedicados a la oración mental y a la contemplación, a la adoración eucarística, los retiros mensuales y los ejercicios espirituales. Es necesario también tener presentes los medios ascéticos típicos de la tradición espiritual de la Iglesia y del propio Instituto. Ellos han sido y son aún una ayuda poderosa para un auténtico camino de santidad. La ascesis, ayudando a dominar y corregir las tendencias de la naturaleza humana herida por el pecado, es verdaderamente indispensable a la persona consagrada para permanecer fiel a la propia vocación y seguir a Jesús por el camino de la Cruz.Es necesario también reconocer y superar algunas tentaciones que a veces, por insidia del Diablo, se presentan bajo la apariencia de bien. Así, por ejemplo, la legítima exigencia de conocer la sociedad moderna para responder a sus desafíos puede inducir a ceder a las modas del momento, con disminución del fervor espiritual o con actitudes de desánimo. La posibilidad de una formación espiritual más elevada podría empujar a las personas consagradas a un cierto sentimiento de superioridad respecto a los demás fieles, mientras que la urgencia de una cualificación legítima y necesaria puede transformarse en una búsqueda excesiva de eficacia, como si el servicio apostólico dependiera prevalentemente de los medios humanos, más que de Dios. El deseo loable de acercarse a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, creyentes y no creyentes, pobres y ricos, puede llevar a la adopción de un estilo de vida secularizado o a una promoción de los valores humanos en sentido puramente horizontal. El compartir las aspiraciones legítimas de la propia nación o cultura podría llevar a abrazar formas de nacionalismo o a asumir prácticas que tienen, por el contrario, necesidad de ser purificadas y elevadas a la luz del Evangelio. El camino que conduce a la santidad conlleva, pues, la aceptación del combate espiritual. Se trata de un dato exigente al que hoy no siempre se dedica la atención necesaria. La tradición ha visto con frecuencia representado el combate espiritual en la lucha de Jacob con el misterio de Dios, que él afronta para acceder a su bendición y a su visión (cf. Gn 32, 23-31). En esta narración de los principios de la historia bíblica las personas consagradas pueden ver el símbolo del empe_o ascético necesario para dilatar el corazón y abrirlo a la acogida del Se_or y de los hermanos.

Tomado de los escritos del Padre Fundador (Inspectio cordis k. 29v-30v)

Punto 1. “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto” (Mt 4,1). Advierte que un día, el Espíritu de Dios inspiró a Cristo nuestro Señor o, más bien, lo movió o suscitó para que se fuera al desierto. Estando en él, después de un severo ayuno de cuarenta días, fue tentado por el espíritu maligno infernal. Anteriormente, al morar entre los hombres, Cristo no se había visto enfrentado todavía a este tentador. De esto deberías aprender que en el mundo hay muchas personas así, que no experimentan tentaciones, porque el espíritu maligno los considera ya suyos y por eso, contra ellos no manifiesta sus fuerzas, no dirige sus proyectiles, no los atormenta y no les tiende sus redes. En cambio, a quienes residen

27 en el convento, en la ciudad de Dios santa y fortificada, los ataca con gran saña. Por eso, también, a pesar de que los religiosos hagan uso de muchas mortificaciones, ayunos y abstinencias, son atormentados y sometidos a singulares tentaciones. Porque su infernal enemigo común, los considera como sus más encarnizados enemigos y por eso recurre a toda artimaña y emplea todas sus energías, para expulsarlos de allí como de un recinto fuertemente fortificado por el poder y la protección Divinos, o también, para quebrantarlos, derrotarlos y destruirlos sin necesidad de que salgan del lugar. Por eso, que no te parezca que se trata de un nuevo género de aflicciones, de cruz y de batalla religiosa, ya que has escuchado que también el Dios-Hombre fue tentado. Tampoco pierdas la esperanza de recibir ayuda de Aquél que te condujo fuera de los muros de Babilonia, al desierto santo. Tampoco pierdas entonces la confianza y no pierdas la esperanza de que vencerás al enemigo infernal cuantas veces te golpee, armado de tantos pensamientos repugnantes, vicios y malos estímulos, porque sus fuerzas son mucho menores de lo que uno puede imaginarse. Ese perro puede ladrar, pero no puede morder. En cambio tú, cada vez que te nutres con el alimento de la Santísima Eucaristía, adquieres siempre nueva fuerza y nuevas armas. La Eucaristía es, naturalmente, el arma más poderosa contra toda tentación.

2. “Si eres Hijo de Dios” (Mt 4,6). Observa la malicia de la serpiente infernal en el hecho mismo de la astucia con la que ataca a Cristo-Hombre. Ve que Él está ayunando y entonces Le sugiere la tentación de la gula. Cuando nada logra por medio de esa tentación, avanza hacia una todavía mayor osadía diciendo: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo” (Mt 4,6). Pero cuando este ardid tampoco ayuda, Le muestra y Le promete todos los reinos y glorias del mundo, procurando conducirlo a la idolatría diciendo: “Todo esto te daré si postrándote me adoras” (Mt 4,9). Así suele proceder el infernal Ulises; también se sirve de este método para tentar a los siervos de Dios. Saca provecho de cada ocasión, aún de la más mínima, que le sea útil para seducirlos: con los hambrientos, la gula; con los fatigados, la pereza; con los impacientes, explosiones de ira; a algunos los abastece de impulsos lujuriosos, a otros de insolencia, orgullo y altivez. Hay que decirle al que sugiere la gula: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). Debe responderse al que induce a la soberbia: “No tentarás al Señor tu Dios” (Mt 4,7). Cuando son sugeridas otras tentaciones, se aplican otros métodos preventivos con el fin de vencerlas, y hay que burlarse y frustrar los intentos del tentador. Al final suele golpear la perseverancia en el servicio a Dios, en los ejercicios espirituales y en la práctica de las virtudes, parcialmente en persona, parcialmente a través de personas viles, colaboradores de su malicia, presentando deleites carnales, o fama, o riquezas, honores y gloria terrena pasajera. Con estas artimañas, se esfuerza por apartarlos del servicio a Dios, por alejar del arado al siervo consagrado a Dios y por hacerlos salir del santuario del Señor al mundo (lo cual es un delito que linda con la idolatría). Pero he aquí una espada muy afilada de la palabra de Dios contra este monstruo infernal de cien manos: “Porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él darás culto” (Mt 4,10).

3. “Entonces el diablo le deja y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían” (Mt 4,11). Date cuenta del feliz efecto de la tentación. El espíritu maligno atacó, el Dios-Hombre le opuso resistencia. Éste triunfa, aquél es vencido y obligado a retirarse; Dios-Hombre es rodeado y confortado por los ángeles. Así obra la Providencia Divina con aquellos que son tentados: permite que sean atacados, los abandona a sus propias fuerzas, permite que sean golpeados e inundados con diversas olas de tentaciones, pero para inmenso consuelo e inexplicable alegría, al final les deja toda alegría y consuelo: “Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida” (Ap 2,7). Así sucede, sin duda, en el caso de los generales de la tierra,

28 quienes después de conducir magníficamente una batalla y de salir victoriosos, reparten entre sus compañeros armas, maravillosos premios, guirnaldas, títulos y diversos privilegios. De igual manera obra también nuestro General Celestial. Después de que las batallas contra la tentación han sido conducidas bien, con valentía y habilidad, una vez lograda la victoria, suele colmar a sus fieles de gracias extraordinarias: consuelos interiores, visiones, revelaciones (¡cuán indigno eres de ellas!), de los más elevados carismas y dones celestiales. ¡Lucha, lucha heroicamente y persevera hasta el fin!

X MES. Tema: APOSTOLADO

Palabra de Dios (Mt 28,16-20) Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo».

Documentos de la Iglesia (RD 15)

15. De este testimonio de amor esponsal a Cristo, a través del cual se hace particularmente visible entre los hombres toda la verdad salvífica del Evangelio, nace también, queridos Hermanos y Hermanas, como característica de vuestra vocación, la participación en el apostolado de la Iglesia, en su misión universal, que se realiza contemporáneamente en medio de todas las naciones, de tantos modos diversos y mediante la multiplicidad de los dones concedidos por Dios. Vuestra misión específica está armoniosamente concertada con la misión de los Apóstoles, que el Señor envió por todo el mundo para enseñar a todas las gentes[95], y está unida también a esta misión del orden jerárquico. En el apostolado que desarrollan las personas consagradas, su amor esponsal por Cristo se convierte de modo casi orgánico en amor por la Iglesia como Cuerpo de Cristo, por la Iglesia como Pueblo de Dios, por la Iglesia que es a la vez Esposa y Madre. Es difícil describir, más aún enumerar, de qué modos tan diversos las personas consagradas realizan, a través del apostolado, su amor a la Iglesia. Este amor ha nacido siempre de aquel don particular de vuestros Fundadores, que recibido de Dios y aprobado por la Iglesia, ha llegado a ser un carisma para toda la comunidad. Ese don corresponde a las diversas necesidades de la Iglesia y del mundo en cada momento de la historia, y a su vez se prolonga y consolida en la vida de las comunidades religiosas como uno de los elementos duraderos de la vida y del apostolado de la Iglesia. En cada uno de estos elementos, en todo campo -tanto en el de la contemplación fecunda para el apostolado como en el de la acción directamente apostólica- os acompaña la bendición constante de la Iglesia y, a la vez, su pastoral y maternal solicitud, en lo referente a la identidad espiritual de vuestra vida y la rectitud de vuestro actuar en medio de la gran comunidad universal de las vocaciones y de los carismas de todo el Pueblo de Dios. Bien sea a través de cada uno de los Institutos por separado, bien sea mediante su integración orgánica, en el conjunto de la misión de la Iglesia se pone de particular relieve aquella economía de la Redención, cuyo signo profundo cada uno y cada una de vosotros, queridos Hermanos y Hermanas, lleva consigo mediante la consagración y la profesión de los consejos evangélicos. Y por lo tanto, aunque son muy importantes las múltiples obras apostólicas que realizáis, sin embargo la obra de apostolado verdaderamente fundamental permanece siempre lo que (y a la

29 vez quiénes) sois dentro de la Iglesia. Se pueden repetir de cada uno y cada una de vosotros, a título especial, las palabras del Apóstol: "Estáis muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios"[96]. Y a la vez ese "estar escondidos con Cristo en Dios" permite que se apliquen a vosotros las palabras del Maestro mismo: "Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos"[97]. Para esta luz, mediante la cual debéis "resplandecer ante los hombres", es importante entre vosotros el testimonio de recíproca caridad, unida al espíritu fraterno de cada Comunidad, ya que el Señor dijo: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis amor unos para con otros"[98]. La naturaleza fundamentalmente comunitaria de vuestra vida religiosa, alimentada por la doctrina del Evangelio, por la Sagrada Liturgia y, sobre todo, por la Eucaristía, constituye un modo privilegiado de realizar esta dimensión interpersonal y social. Ayudándoos mutuamente y llevando unos el peso de los otros, manifestáis a través de vuestra unión que Cristo está presente en medio de vosotros[99]. Es importante para vuestro apostolado en la Iglesia ser sensibles a las necesidades y a los sufrimientos del hombre, que se muestran tan claramente y de modo tan conmovedor en el mundo de hoy. El Apóstol, en efecto, enseña: "Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas, y así cumpliréis la Ley de Cristo"[100]; y añade que "el amor es la plenitud de la Ley"[101]. Vuestra misión debe ser visible. Debe ser profundo, muy profundo el vínculo que la une a la Iglesia[102]. A través de todo lo que hacéis y, sobre todo, mediante lo que sois, que se proclame y se confirme la verdad de que "Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella"[103]; la verdad que está en la base de toda la economía de la Redención. Que de Cristo, Redentor del mundo, brote como fuente inagotable vuestro amor a la Iglesia.

Tomado de los escritos del Padre Fundador (Inspectio cordis k. 38v-54v)

1. “Os lo dará” (Jn 16,23). Medita en que no sólo a los Apóstoles fue hecha la promesa de que recibirían todo lo que le pidieran al Padre Celestial en nombre de Su Hijo. Esta promesa fue hecha efectivamente a todos los fieles y en especial a los religiosos, quienes recibieron los consejos evangélicos por derecho de herencia de los Apóstoles. El Bondadosísimo Señor naturalmente te tomó en cuenta también a ti cuando hizo esa promesa y te aseguró que nada te será negado si pides en forma adecuada algo justo. Porque para Dios las oraciones de los hombres son tan valiosas, que incluso las pronunciadas por boca de los incrédulos llegan a su Majestad Divina y en ningún caso son infructuosas. Esto lo podemos saber al leer aquella historia acerca del centurión romano, incluida en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 10). Persiste, pues, con firmeza en la práctica, tan santa y tan fructífera de la oración. También debes saber que si la descuidas por un tiempo, das un paso en dirección a la condenación eterna. Pues quien se aparta de la oración, se acerca al infierno: tantos pasos da en dirección al infierno, cuantas veces descuida la oración. Y por el contrario, cuanto más fervorosa y frecuentemente nos entregamos a la oración, con tanta mayor frecuencia nos relacionamos con Dios. No hay nada que propague más vicios y que cause más imperfecciones que el descuido de la oración, y, a tal grado, que si te examinaras, te darías cuenta de que has cometido muchas transgresiones siempre como consecuencia de que por pereza descuidaste algo de las oraciones habituales. Y, por el contrario, no hay nada que pueda – de manera mejor, más rápida y más bella – labrar, limpiar e injertar nuevas plantas en el huerto del alma, que el ejercicio emprendido y reiterado de la oración. Después de una reflexión y de una madura meditación sobre estas cosas, procura orar y pedirle al Señor, que como ya te concedió las gracias durante el Santo Banquete, que jamás te las retire, en consideración a Su gloria y al inmenso beneficio que a ti y al prójimo procuran. Junto con David, pídele con apremio de la siguiente manera: “Se va en

30 lágrimas mi alma por el tedio, sostiene conforme a tu palabra” (Sal 118,28) y fortaléceme en la práctica de la oración, tan agradable a Ti y de tanto provecho para mí.

2. “Si alguno guarda mi palabra” (Jn 8,51). Toma en cuenta que la doctrina evangélica de Cristo nuestro Señor, no solamente protege y preserva a los hombres de la muerte eterna, sino también de la muerte temporal. Mientras que la embriaguez, la gula, el libertinaje y otros vicios destruyen la salud de los mortales, abreviándoles los días de una vida más duradera, debilitando también el cuerpo y privándolo de fuerzas, causando innumerables enfermedades; en cambio, si alguien rehuye de las cosas prohibidas por los mandamientos Divinos y por las advertencias de los consejos evangélicos, y además las evita más que a un perro y a una víbora, no sufrirá de ninguna de las enfermedades y debilidades mencionadas. Sin embargo, mucho más y con mayor celo se debe observar la doctrina Divina en razón de que le da a nuestra alma vida eterna e inmortal. Para poder alcanzarla más fácilmente, pídele al Señor que te preserve de todo acto contrario a Su ley y a Sus enseñanzas. Tú, Señor, dices que eres el Samaritano, es decir, el guardián. No rectificaste este nombre, lanzado por los infames como un insulto, ni lo negaste, declarándote así guardián de todo el género humano. Por lo tanto: “Guárdame como la pupila de tus ojos” (Sal 16,8) de todo mal, de caer. Protégeme a la sombra de tus alas (cf. Ídem), del fuego y de los ataques de los asesinos infernales. Haz que al corresponder a tu amor, observe Tus indicaciones y que observándolas, alcance y obtenga la vida eterna. Amén.

XI MES. Tema: VIDA RELIGIOSA AL SERVICIO DE LA IGLESIA

Palabra de Dios (Gal 2,1-10) Al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo a Tito. Lo hice en virtud de una revelación divina, y les expuse el Evangelio que predico entre los paganos, en particular a los dirigentes, para asegurarme que no corría o no había corrido en vano. Pero ni siquiera Tito, que estaba conmigo y era de origen pagano, fue obligado a circuncidarse, a pesar de los falsos hermanos que se habían infiltrado para coartar la libertad que tenemos en Cristo Jesús y reducirnos a la esclavitud. Con todo, ni por un momento les hicimos concesiones, a fin de salvaguardar para ustedes la verdad del Evangelio. En cuanto a los dirigentes –no me interesa lo que hayan sido antes, porque Dios no hace acepción de personas– no me impusieron nada más. Al contrario, aceptaron que me había sido confiado el anuncio del Evangelio a los paganos, así como fue confiado a Pedro el anuncio a los judíos. Porque el que constituyó a Pedro Apóstol de los judíos, me hizo también a mí Apóstol de los paganos. Por eso, Santiago, Cefas y Juan –considerados como columnas de la Iglesia– reconociendo el don que me había sido acordado, nos estrecharon la mano a mí y a Bernabé, en señal de comunión, para que nosotros nos encargáramos de los paganos y ellos de los judíos. Solamente nos recomendaron que nos acordáramos de los pobres, lo que siempre he tratado de hacer.

Documentos de la Iglesia ( VC 46)

46. A la vida consagrada se le asigna también un papel importante a la luz de la doctrina sobre la Iglesia-comunión, propuesta con tanto énfasis por el Concilio Vaticano II. Se pide a las personas consagradas que sean verdaderamente expertas en comunión, y que vivan la respectiva espiritualidad(94) como «testigos y artífices de aquel "proyecto de comunión" que constituye la de la historia del hombre según Dios»(95). El sentido de la comunión

31 eclesial, al desarrollarse como una espiritualidad de comunión, promueve un modo de pensar, decir y obrar, que hace crecer la Iglesia en hondura y en extensión. La vida de comunión «será así un signo para el mundo y una fuerza atractiva que conduce a creer en Cristo [...]. De este modo la comunión se abre a la misión, haciéndose ella misma misión». Más aun, «la comunión genera comunión y se configura esencialmente como comunión misionera»(96). En los fundadores y fundadoras aparece siempre vivo el sentido de la Iglesia, que se manifiesta en su plena participación en la vida eclesial en todas sus dimensiones, y en la diligente obediencia a los Pastores, especialmente al Romano Pontífice. En este contexto de amor a la Santa Iglesia, «columna y fundamento de la verdad» (1 Tm 3, 15), se comprenden bien la devoción de Francisco de Asís por «el Se_or Papa»(97), el filial atrevimiento de Catalina de Siena hacia quien ella llama «dulce Cristo en la tierra»(98), la obediencia apostólica y el sentire cum Ecclesia(99) de Ignacio de Loyola, la gozosa profesión de fe de Teresa de Jesús: «Soy hija de la Iglesia»(100); como también el anhelo de Teresa de Lisieux: «En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor»(101). Semejantes testimonios son representativos de la plena comunión eclesial en la que han participado santos y santas, fundadores y fundadoras, en épocas muy diversas de la historia y en circunstancias a veces harto difíciles. Son ejemplos en los que deben fijarse de continuo las personas consagradas, para resistir a las fuerzas centrífugas y disgregadoras, particularmente activas en nuestros días. Un aspecto distintivo de esta comunión eclesial es la adhesión de mente y de corazón al magisterio de los Obispos, que ha de ser vivida con lealtad y testimoniada con nitidez ante el Pueblo de Dios por parte de todas las personas consagradas, especialmente por aquellas comprometidas en la investigación teológica, en la ense_anza, en publicaciones, en la catequesis y en el uso de los medios de comunicación social(102). Puesto que las personas consagradas ocupan un lugar especial en la Iglesia, su actitud a este respecto adquiere un particular relieve ante todo el Pueblo de Dios. Su testimonio de amor filial confiere fuerza e incisividad a su acción apostólica, la cual, en el marco de la misión profética de todos los bautizados, se caracteriza normalmente por cometidos que implican una especial colaboración con la jerarquía(103). De este modo, con la riqueza de sus carismas, las personas consagradas brindan una específica aportación a la Iglesia para que ésta profundice cada vez más en su propio ser, como sacramento «de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano».

Tomado de los escritos del Padre Fundador (Inspectio cordis k. 165r-166r)

Meditación IX. Sobre el Amor

1. Ahora has de meditar en la virtud gracias a la cual nacieron todas las criaturas, surgieron la tierra y el cielo, fue creado el hombre, Dios se hizo hombre y, a pesar de ser impasible, sufrió en el cuerpo y fue cruelmente muerto; a pesar de ser inmortal, por ti murió, no como Dios sino como hombre. Gracias a este amor, descendió del cielo sobre los Apóstoles y otros discípulos, la Luz Celestial, el Maestro de la Verdad y el Espíritu de todo conocimiento, para gracias a él edificar de tantos pueblos de tan diverso origen, un solo Cuerpo de la Iglesia de Dios, como cuerpo de distintos miembros; y para que tantas santas comunidades, congregaciones y órdenes, unidas en un solo Espíritu y en el amor del único Dios, vivan en suprema unidad. Deberías meditar en esta virtud que reprime disturbios, aleja guerras, genera paz, ama la ley, ama al prójimo, abraza al enemigo, a todos desea el bien y a todos hace el bien. Así pues, reflexiona en cómo vas a practicar esta virtud, con cuánto fervor, con cuánta constancia, perseverancia y valentía. Exígete también actos de amor, demándalos de tus manos. Los actos del amor son:

32 - amar a Dios sobre todas las cosas, evitar el pecado y toda imperfección, además de todo mal; en la medida de lo posible ofrecer ayuda al prójimo, actuar buscando el bien común; responder a las exigencias de tu vocación; esforzarse constantemente por vivir con mayor perfección; procurar no herir a los demás de pensamiento, palabra, obra, sospecha o mal ejemplo, para no apartar del buen camino, no corromper moralmente, no conducir a la condenación. - poseer el espíritu del amor a los buenos y justos, orar por los que caen y por los malos, visitar a los enfermos, enseñar a los que no saben, corregir a los que se equivocan, llevar ayuda y consejo a los que lo necesitan y a quienes están privados de todo apoyo humano, libertar a los oprimidos, visitar a los presos, consolar a los afligidos, domar a quienes tienen una exagerada e indecorosa alegría; hacer a los demás lo que quisiéramos que nos hicieran a nosotros mismos y no obrar con los demás de una forma que nosotros mismos rechazamos y evitamos, así como también, no desearles ni imponer sobre ellos ese tipo de cosas. ¡Cuán numerosas son las obras del excelso amor! ¡Qué pocas veces has aspirado a ellas y qué pocas veces las has realizado!

2. Medita cuáles son las faltas contra el amor a Dios. Cometes faltas contra él cuando hay en ti frialdad para avanzar en el camino de la perfección, al que entraste por el amor que Dios te tiene; cuando no extiendes la gloria de Dios, cuando deshonras la orden, cuando te contentas con un grado menor de perfección, renunciando a uno mayor por negligencia y cobardía; cuando obstaculizas al Mejor y Supremo Dios tener libre acceso a tu corazón, morar y reinar en él; cuando suspiras nuevamente por el mundo, lo exaltas, o incluso cuando sólo de pensamiento lo admiras; cuando no quieres evitar, rechazar y apartar de ti pecado alguno, más o menos grave, e incluso imperfecciones mínimas y las ocasiones para caer en ellas. Todo esto se opone en gran medida al amor a Dios y ofende inmensamente a la Bondad infinita. En lo que concierne al amor al prójimo, deberías examinar: ¿acaso te han dominado vicios como la ira, la murmuración, el rencor, la envidia, el odio, la sospecha, la falta de respeto, de mansedumbre, de misericordia; la desconfianza, la deslealtad, la calumnia e incluso la difamación de los difuntos? ¿Pueden acaso no haberte dominado cuando acusabas a otros injustamente, cuando tolerabas tu actitud al poner a alguien en ridículo de forma repugnante, al enfadarte con impaciencia, al no desearles el bien, al no alegrarte con el éxito ajeno, al no ayudar en la necesidad, al no llevar alivio en la pobreza; cuando menospreciaste u omitiste mostrar el respeto debido, cuando no soportaste las debilidades de los demás o no oraste por ellos? ¿Tal vez hayas envidiado a otros los bienes que han alcanzado por disposición del destino o por los talentos que Dios les ha dado; tal vez se los has destruido o reducido? ¿Tal vez hayas rebajado o desacreditado no solamente la buena opinión de otras personas sino también sus obras? ¿Tal vez no has guardado tu palabra, no has trabajado en la comunidad? ¿Tal vez cuando un gran peligro amenazaba la salvación de alguien, no empleaste, en cierta medida, incluso medios extraordinarios para protegerlo de él?

3. Ten en cuenta que afligir injustamente a alguien y, además, por motivos insignificantes, es contrario al amor, como por ejemplo cuando por algún motivo poco importante se le causa un disgusto a los superiores o a quienes están en mismo o inferior grado; cuando se es el origen de un conflicto en toda la comunidad, en la provincia o en la casa en la que vives o, también, cuando surgen problemas por tu causa. Tal vez hieres tú los ojos y las almas de otros al llevar una vida o tener costumbres poco religiosas y ejemplares. De esta manera violas – por no decir – destruyes el vínculo con la virtud más noble, valiosa y Divina. En resumen, ¿acaso has sido la causa de algún conflicto? ¿Has perturbado la paz y el silencio al interior del claustro o fuera de él, en medio de los laicos o personas que pertenecen

33 a otro estado? ¿No has acaso omitido en tu actividad compartir todo lo que hay de bueno en ti y que para este fin adquiriste por gracia de Dios y por tu propio espíritu emprendedor? A pesar de poseer las fuerzas y habilidades ¿acaso has evitado los daños comunes que te amenazan? De acuerdo con la cantidad y cualidad de los talentos que Dios te ha dado y que recibiste por naturaleza, ¿no has fracasado en ser el orgullo de la comunidad y la casa en la que vives y, ante todo, de la Iglesia del Señor, al no contribuir a su propagación y al no ayudarle cuando bien podías y deberías haberlo hecho? Y cuando otros lo hicieron, ¿les ayudaste o, por el contrario, les estorbaste? Al meditar acerca de las faltas contrarias al amor mencionadas anteriormente y de otras muchas, que el Espíritu Divino te reprocha, arrepiéntete lo más perfectamente posible por las faltas percibidas y proponte enmendarlas, y además, procura retornar nuevamente a las obras del amor santo. En tu conversación con Dios, conducida con el máximo amor, deléitate con Dios siguiendo la voz de la razón y, bajo el influjo de este amor, relaja el freno de los sentimientos del corazón, suscitando un acto doble de amor a Dios y al prójimo.

XII MES. Tema: CON MARÍA EN LA IMITACIÓN DE CRISTO

Palabra de Dios (Mc 3,31-35) Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: «Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera». Él les respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre».

Documentos de la Iglesia (VC 112)

112. María, figura de la Iglesia, Esposa sin arruga y sin mancha, que imitándote «conserva virginalmente la fe íntegra, la esperanza firme y el amor sincero»(263), sostiene a las personas consagradas en el deseo de llegar a la eterna y única Bienaventuranza. Las encomendamos a ti, Virgen de la Visitación, para que sepan acudir a las necesidades humanas con el fin de socorrerlas, pero sobre todo para que lleven a Jesús. Ensé_ales a proclamar las maravillas que el Se_or hace en el mundo, para que todos los pueblos ensalcen su nombre. Sostenlas en sus obras en favor de los pobres, de los hambrientos, de los que no tienen esperanza, de los últimos y de todos aquellos que buscan a tu Hijo con sincero corazón. A ti, Madre, que deseas la renovación espiritual y apostólica de tus hijos e hijas en la respuesta de amor y de entrega total a Cristo, elevamos confiados nuestra súplica. Tú que has hecho la voluntad del Padre, disponible en la obediencia, intrépida en la pobreza y acogedora en la virginidad fecunda, alcanza de tu divino Hijo, que cuantos han recibido el don de seguirlo en la vida consagrada, sepan testimoniarlo con una existencia transfigurada, caminando gozosamente, junto con todos los otros hermanos y hermanas, hacia la patria celestial y la luz que no tiene ocaso. Te lo pedimos, para que en todos y en todo sea glorificado, bendito y amado el Sumo Se_or de todas las cosas, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Tomado de los escritos del Padre Fundador (fragmento tomado de: del Orador Crucificado)

34 PALABRA DEL ORADOR CRUCIFICADO III “Dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» (Jn 19, 26-27). La Bondadosísima Virgen María es Madre de los pecadores. En la persona de Juan, ellos fueron confiados a María como hijos por el Salvador.

Congratulo al purísimo Juan por la felicidad de que el Señor, antes de morir en la cruz, lo confió a él, virgen, al cuidado de la Virgen María. Al mismo tiempo, me da mucho gusto que en la persona de Juan todos los pecadores hayan sido entregados como hijos a la bondadosísima Madre de Dios. Cornelio, sabio comentador de las Sagradas Escrituras, se dirige a la Santísima Virgen como si lo hiciera en nombre de Cristo con las siguientes palabras: “¡Oh Madre! Sé desde ahora una mujer valiente y magnánima. Tú, en Mi lugar, sé fundamento, piedra y pilar de Mi Iglesia, para sostenerla con tu poder, para apartar y disipar las tempestades con tu perseverancia, consejo y oración, no sólo ahora sino también en el futuro, por todos los siglos hasta el final del mundo”. ¡Pecadores, no pierdan las esperanzas! Jesús Crucificado entrega Su Iglesia a la Su bondadosísima Madre. Y tengo en mente esa Iglesia “en la que –como dice Gregorio el Grande – están mezclados los malos con los buenos, los réprobos con los elegidos”. Por eso, hay que admitir que de esta forma nuestro Señor, también a ustedes, los malos junto con los buenos, confió en la persona de Juan a la Virgen: que los ofreció a Ella como Madre bondadosa. “Dice a su madre: «Mujer, ahí tienes (señalándonos a cada uno de nosotros, tanto buenos como malos) a tu hijo.» Luego dice al discípulo: (sin duda a cada uno de los hombres, tanto a justos como a pecadores) «Ahí tienes a tu madre.»” (...) El Apóstol – Profeta, en el capítulo doce de su Apocalipsis, escribió algo muy digno de grabar en la memoria y nada ajeno a mi forma de pensar. Allí narra que se le apareció una Mujer vestida de Sol, con sus pies apoyados sobre la luna y su cabeza resplandeciente con una corona de doce estrellas, esperando dar a luz. Pero también había allí un dragón atento, que había de devorar al amado Hijo de la Madre, en cuanto lo diera a luz. No obstante, la Mujer Celestial felizmente dio a luz a su Hijo – Varón, a Aquél que, para ser arrancado de las fauces del dragón, “fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono. Y la mujer huyó al desierto” [Ap 12, 5-6]. En ese momento se lanza desde la corte celestial el General del ejército Divino, Miguel, y, combatiendo con sus legiones al dragón, lo vence, lo arroja y lo precipita a la tierra. De muy mala gana recibió la Antigua Serpiente la derrota que le dieron los refuerzos enviados a la Mujer Celestial. Por eso, con recobradas fuerzas volvió a perseguirla. Pero Ella, a tiempo recibe del cielo dos alas y vuelve a huir al desierto. “Cuando el Dragón vio”, escribe el inspirado Profeta, “que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la Mujer que había dado a luz al Hijo varón. Pero se le dieron a la Mujer las dos alas del águila grande para volar al desierto, a su lugar” [ídem, 13-14]. El muy fervoroso escritor Bernardino de Busto, en aquella Mujer coronada con diadema de estrellas, vestida con el resplandor del sol, con sus santos pies apoyados sobre la luna, poseedora de enormes alas, nos manda ver a la Madre Virgen, la especial Protectora e Intercesora de los justos, pero mucho más de los pecadores. Así, pues, aclaró esta visión de Juan: “Bajo sus alas, la Santísima Virgen nos protege y nos resguarda de las asechanzas. Ella es aquella Mujer a quien se le dieron grandes alas. Un ala de misericordia, bajo la cual se

35 refugian los pecadores, para reconciliarse con Dios, la otra es el ala de la gracia, bajo la cual permanecen los justos, para perseverar en la gracia”. (…) ¡Oh, potentísima y bondadosísima Ciudad de refugio! Bajo su cuidado el pecador no tiene nada que temer, ¡nada, nada! ¡Oh Madre más misericordiosa de lo que puede decirse o pensarse! Ya que en Tu seno se resguardaron los hijos pecadores de Adán, están libres de todo temor y peligro de muerte eterna. Reciben la certeza de una eternidad bienaventurada. Realmente, Dios nuestro Señor, cuya bondad y benevolencia no tienen límite alguno, para no tener algún día que, conforme al rigor de Su justicia, castigarnos o darnos muerte a nosotros, que infamemente caemos, en Su solicitud nos dio a la Virgen María como nuestra intercesora delante de Él, así como para los Judíos preparó alguna vez a Ester. (…) Ester, aquella libertadora de los Judíos, es imagen de la Virgen, de la bondadosísima Reina del cielo y de la tierra, Intercesora de los pecadores. (…) ¡Acércate aquí pecador desesperanzado! Tú, que bajo el peso de tus pecados has sido empujado al mismo fondo del infierno y que crees que tu salvación es asunto perdido. ¡Acércate aquí! ¡Corre a los pies de María! “Aquí tienes a tu Madre”. ¿Por qué vacilas? ¿De qué tienes miedo? ¿Por qué te estremeces de espanto? (…) Dios, Padre de misericordia, quiere que, después de Él, pongamos toda nuestra esperanza para la vida eterna en nuestra Madre. Porque ya en cierta ocasión habló de este tema a Catalina de Siena, persona de admirable santidad, maravillosa estrella de la Familia dominicana: “A María, la gloriosa Madre de mi Hijo Primogénito, en mi bondad y en consideración al respeto por la Palabra Encarnada, le ha sido concedido que ningún justo o pecador, que con fervoroso respeto recurra a Ella, de ninguna manera será desgarrado o devorado por el demonio infernal. Porque Yo Mismo la elegí, preparé y ofrecí como el cebo más apetitoso para pescar a los hombres, y en especial, a los pecadores”. Concluyo con las palabras de Fulberto de Chartres: “Que vayan, pues, los pecadores” […] a Ella, “golpeándose con llanto interior en sus pechos pecadores; ellos también, si hacen sincera penitencia, recibirán el deseado perdón”.

36 CRONOLOGÍA DE LA VIDA DEL PADRE ESTANISLAO DE JESÚS Y MARÍA PAPCZYNSKI

Niñez y juventud 1631 – El 18 de mayo sus padres lo traen al mundo en Podegrodzie: su padre fue Tomasz Papki y su madre Sofía Tacikowska (apellido de soltera); 1640-1643 – estudia gramática en la escuela parroquial en Podegrodzie, terminando en 1643 el I nivel (ínfima); 1643 – continúa la escuela en Nowy Sacz completando el II nivel de gramática (media); 1646 – durante algunas semanas continúa sus estudios en el colegio de jesuitas en Jaroslaw; 1646-1649 – se dirige al colegio de jesuitas en Lwow, en donde no es aceptado. Empieza a trabajar como tutor privado para ganarse la vida y con el tiempo cae gravemente enfermo. Curado milagrosamente en 1649, regresa a Podegrodzie; 1649-1650 – estudia en el colegio de escolapios en Podoliniec y termina el III nivel de gramática (suprema); 1650-1651 – se educa en el colegio de jesuitas en Lwow, en donde termina los estudios de poética y comienza los de retórica; pero a causa de la guerra, abandona la ciudad; 1652-1654 – continúa estudiando en el colegio de jesuitas en Rawa Mazowiecka, en donde termina los estudios de retórica y, al mismo tiempo, la escuela secundaria. Termina dos años de estudios filosóficos.

Período escolapio 1654 – el 2 de julio ingresa al noviciado de los escolapios en Podoliniec (Eslovaquia); 1655 – en el segundo año del noviciado estudia teología con las Franciscanos Reformados en Varsovia; 1656 – el 22 de julio profesa los primeros votos simples en la Orden de los Escolapios; 1658-60 – enseña retórica en el colegio de los escolapios en Podoliniec; 1661 – el 12 de marzo en Brzozowa, cerca de Rzeszow, recibe la ordenación sacerdotal de manos del obispo de Przemysl, Estanislao Tarnowski; 1660-62 – enseña retórica en el colegio de los escolapios en Rzeszow; 1663-67 – en Varsovia es maestro, predicador, confesor, moderador de la cofradía de la Santísima Virgen de la Divina Gracia, prefecto en el colegio y dos veces subdirector temporal en la casa religiosa; 1667 – el 27 de septiembre marcha a Roma habiendo sido citado por el superior general; 1668 – de Roma es enviado por el superior general a Nikolsburg (Mikulov, República Checa); 1669 – en septiembre se dirige a la residencia de los escolapios en Kazimierz, en Cracovia; 1670 – en enero es confinado primero en la casa religiosa de Podoliniec, y después en Prievidzy (Eslovaquia); después de 3 meses, el 22 de marzo es liberado, regresa a Kazimierz y se entrega bajo el cuidado del obispo.

37 Fundador de los marianos 1670 – El 11 de diciembre, de manos del viceprovincial M. Graus, recibe la dispensa pontificia y se sale de la Orden de los Escolapios. Al mismo tiempo, en presencia de esas mismas personas realiza el acto Oblatio con la intención de fundar la Congregación de Sacerdotes Marianos de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María; 1671-73 – es capellán en la residencia de la familia Karski en Lubocz; aquí viste un hábito blanco; 1673 – siguiendo el consejo del Padre Francisco Wilga, camaldulense, y con la aprobación del obispo ordinario Stefan Wierzbowski, el Padre Papczynski se dirige el 30 de septiembre a la Selva Korabiewska, donde llega a ser el superior de una comunidad de ermitaños. Durante su visita el 24 de octubre, el obispo Jacek Swiecicki, archidiácono y oficial de Varsovia, aprueba, por medio de un decreto, la primera casa religiosa de la Congregación de Marianos; 1677 – el Parlamento de la República de Polonia aprueba la fundación del Instituto de Sacerdotes Eremitas Marianos en la Selva Korabiewska; 1677 – los marianos reciben el “Cenáculo del Señor” en Nowa Jerozolima (Gora Kalwaria) a donde el obispo Stefan Wierzbowski traslada al Padre E. Papczynski de la Selva Marianska; 1679 – el 21 de abril, el obispo Stefan Wierzbowski erige canónicamente la Congregación de Sacerdotes Marianos en Nowa Jerozolima; 1684 – en junio, el Fundador convoca en la Selva Korabiewska el primer capítulo general; 1690 – se dirige a Roma con el fin de obtener la aprobación pontificia para el instituto de los marianos, se enferma y regresa sin haber alcanzado el objetivo; 1698 – en el otoño envía a Roma al Padre Joaquín Kozlowski con el fin de obtener la aprobación pontificia para el instituto de los marianos; 1699 – el 21 de septiembre, la Sede Apostólica aprueba la Congregación de Sacerdotes Marianos, la cual, después de recibir la “Regla de las Diez Virtudes de la Santísima Virgen María” y de agregarse a la orden de Hermanos Menores, se convierte en una orden con votos solemnes; 1699 – el 15 de octubre tiene lugar la tercera fundación en Gozlina; 1699 – Inocencio XII envía una carta (breve) al nuncio apostólico en la República de Polonia ordenándole recibir los votos de los marianos; Innocenty XII wysy_a list (breve) do nuncjusza apostolskiego w Rzeczypospolitej nakazuj_cy mu przyj_cie _lubów od marianów; 1701 – el 6 de junio el Fundador profesa los votos solemnes en manos del nuncio apostólico Francisco Pignatelli en Varsovia; el 5 de julio recibe la profesión religiosa de sus hermanos en el Cenáculo; 1701 – El 17 de septiembre el Padre E. Papczynski muere en Gora Kalwaria, en donde también fue sepultado en la Iglesia del “Cenáculo del Señor”.

Proceso de beatificación y fama de santidad 1705 – la primera biografía es escrita por el Padre Mansueto Leporiniego OFM bajo el título de Vida del Fundador;

38 1751 – el Padre Kazimierz Wyszynski, como procurador de la Congregación, se dirige a Roma y allí da los primeros pasos orientados a dar comienzo al proceso de beatificación del Padre Papczynski; también prepara el proyecto de interrogatorios y artículos del proceso; 1754 – el Padre Kazimierz Wyszynski escribe la Vida del honorable Siervo de Dios Padre Estanislao Papczynski; 1764 – en Polonia, el Parlamento Coronador del rey Estanislao Augusto presentó el 20 de diciembre “la petición ad Curiam Romanam para la canonización y beatificación de Estanislao Papczynski”; 1767 -el Padre Jacek Wasilewski, superior general, nombra al Padre Luis Zapalkowicz procurador de la conducción del proceso; 1767 – el 10 de junio en Varsovia se da la I sesión Informativa de Poznan del Proceso Informativo de la Beatificación del Padre Estanislao de Jesús y María Papczynski; 1767 – se interrumpe el proceso a causa del encarcelamiento por parte de los soldados rusos, del obispo J. Zaluski, presidente del tribunal; 1768 – nombramiento de Antonio Okecki como nuevo presidente del tribunal y continuación del proceso; 1769 – termina el proceso diocesano y se envía el acta a la congregación en Roma; 1772 – de parte de obispos, superiores religiosos y administradores de altos rangos en Polonia, se envían a la Santa Sede 13 Cartas postulantes pidiendo la beatificación del Padre Fundador; además ese mismo año llegan también de Roma 6 cartas semejantes; 1772-1775 – se redactan Informatio i Summarium y Animadversiones Fidei Promotoris; 1775 – el 15 de julio la Congregación para el Culto Divino publica un decreto aprobatorio de los escritos del Padre Papczynsk; 1775 –último documento en la causa que se va desarrollando e interrupción en el proceso de beatificación; 1952 -continuación del proceso y nombramiento del postulador por parte del Capítulo General de los Marianos; 1992 – el 13 de junio se promulga el Acto de la heroicidad de las virtudes del Padre Estanislao de Jesús y María Papczynski.

39 FUERTE EN LA FE

Biografía espiritual del Padre Estanislao Papczynski

En el período de espera de la beatificación del Honorable Siervo de Dios Padre Estanislao Papczynski, nos corresponde a nosotros, los marianos, volver a contemplar su vida y obra. Ya que la cronología de la vida de nuestro Fundador es en general bien conocida, miremos con atención y más de cerca ciertos aspectos de su “biografía espiritual”, siguiendo la intuición de los autores de la primera biografía, es decir, del padre Mansuelo Leporini, franciscano, y del padre Kazimierz Wyszynski, mariano, quienes con plena convicción escribieron acerca de él como de un hombre santo. Tratemos una vez más de buscar las características de su fe sobrenatural y su semejanza con Cristo y con María, la más perfecta discípula del Señor. La espera de más de trescientos años, por nuestra parte, de que la Iglesia reconociera la santidad del padre Papczynski, puede suscitar la pregunta acerca de su calidad y sobre el “alcance de su influencia”. Sin embargo, por otra parte, esta espera indica la solidez de la convicción de los creyentes de que se trata de un hombre santo, inspirador de nuevas generaciones por medio de su ejemplo de vida y del valor de las obras realizadas. ¿Qué nos dice hoy a nosotros, marianos, la vida y el perfil espiritual del Fundador?

Experiencia de la Providencia Divina

La vida de Estanislao Papczynski fue, sobre todo, una experiencia de Dios vivo, presente en la historia de los hombres, cercano al hombre; de Dios que se revela en el misterio de la encarnación, y que en la obra de la redención comunica a cada uno su amor salvífico. Sobre esto escribió: El amor de Dios hacia los hombres, […] es tan grande, que el lenguaje humano e incluso el angélico no es capaz de expresarlo, ni mente alguna comprenderlo. Pues aún si pasaras por alto otros actos de amor y no se nos mostrara otra cosa fuera de que, para la salvación de todo el género humano, Dios decidió dar a su Hijo Único en ofrenda de holocausto, lo cual de hecho hizo; ya sólo eso con seguridad sería expresión de un amor infinito, desinteresado e insondable (Inspectio cordis). El Padre Fundador percibió ese amor gratuito de Dios en los acontecimientos de su vida, a través de numerosos signos de la Providencia Divina. Las primeras biografías (cuya verosimilitud según las fuentes fue confirmada durante el proceso de canonización del padre Papczynski), expresan la convicción de los testigos de su vida, de que Dios mismo protegió a su siervo como a la pupila de su ojo. Para corroborar esta verdad, se recogieron en estas biografías muy numerosos testimonios acerca del peligro mortal en el que el pequeño Juan (nombre de pila del Fundador de los marianos) cayó a causa de accidentes o enfermedades, de los que fue milagrosamente librado. Eso habría de poner de manifiesto la bondad de Dios Padre, quien cuidaba de su hijo. Los más antiguos fragmentos que se conservan de los escritos del padre Papczynski, que datan de la época del noviciado con los escolapios, es decir, de alrededor del año 1656, ponen en evidencia su gratitud ante Dios por los beneficios obtenidos, especialmente por las gracias espirituales. No de otra forma – ante la perspectiva de la muerte inminente – veía su vida pasada: Le doy gracias a la Divina Majestad por las gracias, la benevolencia, los dones, los beneficios con los que fui generosísimamente colmado (Primer testamento). Desde la infancia llevó consigo la experiencia de la cercanía y de la bondad de Dios, quien tiene predilección por el hombre de corazón limpio. En la época de sus estudios en Nowy Sacz, cuando se dio cuenta de que su maestro – que por otra parte merecía reconocimiento por su gran dominio de la ciencia – se conducía de manera inmoral, escandalizando a los alumnos,

40 Juanito huyó de esa escuela para no sucumbir a su mala influencia. Se le había infundido – probablemente en su casa paterna – que la salvación del alma debe colocarse por encima del éxito en este mundo. Precisamente por haber sido preservado del pecado, estaba sumamente agradecido con Dios. Procuraba ver la realidad temporal con los ojos de la fe. El máximo valor lo tenía aquello que conducía a la salvación, y agradar a Dios era más importante que hacer uso de los placeres de este mundo. La luz del amor de Dios fluía al corazón de Papczynski también a través de sus padres: su padre Tomás, recto pero también exigente, y su madre Sofía, que se distinguía por su piedad y paciencia. Contentarnos solamente con estas características tan generales sería disminuir el papel que desempeñaron. Tomasz Papka (el padre Estanislao cambió su apellido por Papczynski en la época de sus estudios) tuvo que haber sido considerado como un hombre honesto y digno de confianza, ya que la sociedad de Podegrodzie lo eligió como su alcalde. Precisamente la rectitud y la honestidad caracterizarán al padre Papczynski durante toda su vida. Gracias a la destreza y capacidad administrativa de su padre, Juanito, después de terminar sus estudios en la escuela parroquial, pudo seguir formándose en colegios ubicados lejos de Podegrodzie. Tomás también inculcó en sus hijos la virtud de la laboriosidad. Cuando su hijo Juanito no progresaba en la escuela y después la abandonó, fue enviado inmediatamente a apacentar un rebaño de ovejas. Después de muchos años, el Fundador de la Orden de los Marianos infundiría en sus hermanos la necesidad de entregarse al trabajo, pero sin colocarlo jamás por delante de la oración y de la formación espiritual: Son dos los adornos con los que los santos institutos resplandecen: la virtud y la educación. La observancia de la regla religiosa muestra la virtud, la educación está Ordenada al beneficio del prójimo […] Por lo tanto, nadie se apartará de la oración, tanto de la oración mental como de la vocal; así como tampoco de los otros ejercicios comunes y habituales nuestros ni de las ocupaciones académicas (Carta a los marianos en el Bosque de Korabiew, 19 de abril de 1690). El amor a la vida de oración probablemente lo adquirió de su madre, una mujer radiante de sencillez y piedad. Su pertenencia a numerosas cofradías era sin duda un signo de su religiosidad, la cual transmitió a su descendencia. La piedad de Sofía Papki se expresaba también en su actitud, profundamente evangélica, de perdonar, la cual es mencionada en la biografía del Fundador escrita por el padre K. Wyszynski. Sofía, insultada y golpeada por su vecino, le perdonó la ofensa. Con el ejemplo de su actitud, supo también apaciguar la impetuosidad del joven Juan, quien quería vengar a su madre. Su paciencia tuvo influjo beneficioso en su esposo, un hombre por lo demás violento e incluso a veces agresivo. Sofia también a él lo inclinó a perdonar a quienes le habían hecho daño. El joven padre Papczynski creció pues en un ambiente familiar en donde la piedad influía sobre concretas elecciones y actitudes en la vida. La historia de la “carrera académica” del joven Juan está también llena de signos de la Providencia Divina. Habiendo sido enviado a la escuela cuando tenía siete años de edad, rápidamente abandonó los estudios al no poder hacer frente a sus más elementales exigencias. Humillado, regresó a su casa para apacentar ovejas. En el curso de un año, sucedió algo que cambiaría completamente su actitud hacia el estudio. Sus biógrafos asocian este acontecimiento a una intervención extraordinaria de la Santísima Virgen, a quien él se dirigió en oración pidiéndole ayuda. Sin que sus padres lo supieran, regresó a la escuela y en el transcurso de unas cuantas horas, dominó sin dificultad todo el alfabeto. En tres años terminó la escuela primaria con buenas calificaciones y comenzó la escuela secundaria, pero inesperadamente calló en un estado de aversión por el estudio y regresó a trabajar apacentando ovejas. La niñez del padre Papczynski revela la lucha de la gracia de Dios con la inconstancia de su carácter. Retiradas y retornos, apatía y empeño, decisiones de huir y de retornar, se

41 entremezclaban en una historia francamente dramática. El talentoso alumno regresó dos veces al rebaño de ovejas, y después de un tiempo de reflexión emprendía un nuevo intento. Juan salió de esos vuelcos tan formado, que teniendo apenas 15 años abandonó su casa paterna para continuar sus estudios de secundaria en Jaroslaw y en Lwow, localidades apartadas por centenares de kilómetros de su Podegrodzie natal, en donde la escuela no le daba posibilidades de continuar sus estudios. Una vez vencidas las dificultades interiores, ahora tenía que hacer frente a incidentes que no dependían de él. Dos veces se enfermó muy gravemente, abandonó el colegio en Podolinca y en Lwow a causa de las epidemias que se aproximaban o también de acciones militares. Tuvo que trabajar como tutor particular para ganarse el pan. Estas luchas consigo mismo y con las dificultades exteriores tuvieron un valor inestimable para el futuro Fundador de la Orden de los Marianos. Pues lo convirtieron en un hombre de abandono en Dios, quien todo se lo agradece a la gracia Divina y, al mismo tiempo, hicieron de él un hombre firme, que no se echa para atrás ante los desafíos más difíciles. M. Leporini, el primer biógrafo del padre Papczynski, concluyó con la afirmación general pero categórica de que él solía poner su esperanza solamente en la Providencia Divina.

Consagrado a Dios

Atraído por el amor de Dios, Juan Papczynski resolvió consagrarle todo a Él. La decisión definitiva de entrar a la Orden la tomó a la edad de 23 años, aunque probablemente ya había pensado en ello algunos años atrás. Había atravesado por un camino escolar difícil, por la experiencia de la enfermedad y del hambre, de la pobreza y de la lejanía de la casa paterna. Una vez vencidos esos obstáculos, pudo finalmente mirar con esperanza hacia el futuro. Los logros académicos (la terminación de la escuela secundaria y de filosofía) le auguraban trabajo y posición, una vida feliz y probablemente con riqueza y llena de comodidades. La familia le buscó una buena candidata para esposa, contando con que – después de los tempestuosos años de estudio y de rodar por el mundo – finalmente encontraría paz en el seno de una familia. No obstante, él resolvió consagrarse al servicio de Dios en el camino de la vida religiosa. Sus escritos posteriores y sus decisiones de vida indican que consideraba precisamente la vida religiosa como la forma más perfecta de realizar el Evangelio. Deseó vivir según el ideal del Evangelio, para de esa forma imitar a Jesús y a María. En su juventud, había tenido la posibilidad de conocer dos órdenes religiosas en las que había obtenido su educación: la de los jesuitas y la de los escolapios. Eligió la segunda, de menor importancia en la Iglesia, y que además sufría en ese momento de una crisis interior. Desde el año de 1646, a causa de una decisión de la Sede Apostólica, no se podían profesar votos en ella. Tal vez eso fue lo que influyó para que Juan no entrara antes en el camino religioso, esperando a que se le reestableciera a los escolapios la posibilidad de profesar votos religiosos. A esta Orden, que habría de formar espiritualmente a la juventud descuidada y pobre, dando testimonio de pobreza y piedad, llamó en sus escritos posteriores: santísima Orden de las Escuelas Pías; Orden de las Escuelas Pías, más amada que la vida; amadísima Compañía de Pobres de la Madre de Dios (Fundatio domus recollectionis) y deseó permanecer allí hasta el final de su vida. Después de vestir el hábito escolapio, recibió el nombre religioso de Estanislao de Jesús y de María. Este nombre se reflejó en su vida. Como nuevo patrono del padre Papczynski quedó el santo obispo de Cracovia, Estanislao, mártir de la fe y de la libertad de la Iglesia, implacable defensor de los valores del Evangelio. El padre Estanislao entró conscientemente en el camino de la defensa de los valores, colocándolos después muchas veces por encima de su propia vida. El agregado “de Jesús y de María” en el nombre religioso

42 se expresaría en el amor a Cristo Crucificado y a María Inmaculada, concebida sin pecado original. Desde el principio de su estadía en la Orden, Estanislao Papczynski se dedicó de todo corazón a la realización de su vocación. Al escribir en 1675 acerca de su vida en la comunidad de las Escuelas Pías (es decir, 4 años después de haberse salido de ella), el padre Estanislao confiesa: valoré mucho mi vocación como venida no de otra fuente sino de Dios (Fundatio domus recollectionis). Interpretó como una gran gracia la vocación a la comunidad fundada por José de Calasanz. Adoptó el estilo de vida de esa Orden como su estilo propio. Se entregó completamente a las obras encomendadas por sus superiores, viendo en ellas un camino de santidad tanto para sí mismo como para los fieles. Como anuncia el Decreto sobre heroicidad de las virtudes, Estanislao Papczynski, “en el primer año de noviciado realizó tales progresos en la vida religiosa que al inicio del segundo año de noviciado pudo ser enviado a Varsovia a estudiar teología. Allí […] en el año de 1656 profesó los tres votos simples – de castidad, pobreza y obediencia. Después de cuatro Ordenaciones menores recibió el subdiaconado”. Los primeros años de caminar por la senda de los consejos evangélicos auguraban una bella y alegre vocación. Colocando por encima de todo la aspiración a la santidad, consciente de las carencias de la vida pasada, Estanislao oró a Dios antes de profesar los votos: Haz que después de tan demasiadas malas obras, realice buenas obras en mi vocación. El Siervo de Dios escribió acerca de sus “demasiadas malas obras” en Secreta Conscientiae, para su propia humillación. Fue como una especie de confesión en la que confesó carencias y pecados de la juventud, cometidos antes de entrar a la Orden de los escolapios y dejó estos recuerdos, como un segundo Agustín, para que otros pudieran condenarlo (Acta del Proceso Informativo). Consideró que su tarea principal era obrar el bien. No le hacían falta ocasiones para ello. Rápidamente fue nombrado profesor de retórica. Después de su Ordenación al diaconado y al presbiterado, en el año de 1661, se ganó además la reputación de perfecto orador y ferviente pastor. A pesar de su corta edad, muchas personalidades destacadas – entre ellas, el nuncio Antonio Pignatelli, el futuro papa Inocencio XII – venían a confesarse con él, buscando consejo espiritual. Gradualmente se perfeccionó en el trabajo didáctico. Escribió un manual de retórica en 6 tomos, cuyo resumen, titulado Prodromus reginae artium (Introducción a la retórica), llegó a tener varias ediciones. La característica especial de la vocación religiosa del padre Papczynski fue el profundo vínculo espiritual con el fundador de la Orden de los escolapios – san José de Calasanz1. El padre Papczynski vio en él a un vivo testigo del Evangelio, y por eso, a su guía espiritual. Al joven sacerdote Estanislao se le confió la función de vice-postulador de la causa de beatificación del fundador de la Orden de los escolapios. Se le dio como tarea obtener entre la élite de la Iglesia y del gobierno, cartas de petición a favor del inicio del proceso en Roma. El entusiasmo y el celo del padre Estanislao hicieron que en el transcurso de un año, muchas personalidades destacadas e instituciones de Polonia apoyaran la santidad del fundador de la Orden de los escolapios. Gracias a ello, la Sede Apostólica pudo dar inicio a su proceso de beatificación en Roma. El padre Estanislao Papczynski se ganó el reconocimiento de sus hermanos y de los fieles. Puede decirse que era un religioso-sacerdote realizado.

Con Cristo Crucificado

1 Llamado en religión “(José) de la Madre de Dios”, fundador de los Escolapios (ndt: Escuelas Pías. “Orden de Clérigos Regulares pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías”.), nacido el 11 de septiembre de 1556, en el castillo de Calasanz, en Peralta de la Sal, Aragón (Huesca - España); fallecido el 25 de agosto de 1648 en Roma, este día se celebra su fiesta. (Nota del traductor)

43 El sincero deseo de consagrarse por completo a Dios tenía que encontrarse, en la vida del padre Papczynski, con la experiencia de la cruz. El padre Estanislao la asumió en comunión con Cristo sufriente. En la vida del Fundador de la Orden de los Marianos podemos encontrar tres períodos de singular participación en la pasión del Señor. La primera experiencia cayó sobre el joven Juanito de 17 años, quien viajó a Lwow para terminar un curso de gramática en el colegio de los jesuitas. A causa de que su preparación académica no era suficiente y de la falta de cartas de recomendación, no fue aceptado. En vez de entregarse exclusivamente a la continuación de su educación, durante un año y medio trabajó como tutor particular de dos hijos de burgueses de Lwow con el fin de obtener medios de subsistencia. Como si el hecho de que sus planes estuvieran suspendidos en el vacío fuera poco, se enfermó de una grave y contagiosa enfermedad. Por esta razón terminó en la calle. Durante varios meses compartió el destino de las personas sin techo y de los mendigos, dormía en la calle o en madrigueras, sufrió muchas humillaciones y una debilidad física tan grande, que le impidió incluso ir a la Iglesia durante la fiesta de la Navidad. Parecía como si Dios lo hubiera abandonado por completo. Las comparaciones que los biógrafos hacen de esta situación con la del bíblico Job no son aquí una exageración. El primero que atendió a Juanito, que estaba sumido en la fiebre en medio del invierno, con el cuerpo cubierto de llagas, casi hambriento, fue un hombre de nombre desconocido, pero su curación se la debió a una familia de Lwow de apellido Snopki, la cual, a pesar de la repugnante enfermedad de la sarna, lo recibió en su casa. De ahí en adelante, el padre Estanislao trataría con especial amor a los pobres, a los carentes de techo y a los agraviados por el destino. De diez a veinte años más tarde, experimentó otra cruz, esta vez por obra de sus hermanos en la vocación religiosa. Los primeros años de estadía con los escolapios no auguraban de modo alguno el dramático epílogo de esta historia, es decir, de la salida del padre Papczynski de la Orden. El conflicto entre el joven sacerdote y algunos de los superiores comenzó en el año de 1665, con un altercado acerca de la elección de superiores. El padre Estanislao estaba convencido, con base en los consejos de los conocedores del derecho canónico, que los superiores de la provincia de los escolapios de Polonia, deberían ser elegidos, no por el superior general, sino por la provincia misma durante un capítulo. Dio a conocer públicamente sus opiniones, lo cual, ya de por sí, generó tensión. Pero en el año de 1665, el nuevo superior fue nombrado, no en la provincia sino desde Roma, lo cual agravó la situación. Con el tiempo llegó el segundo argumento de tensión: la exigencia por parte del padre Papczynski de que se conservara la disciplina religiosa. Ya desde el noviciado, el Siervo de Dios se había destacado por el celo en la práctica de la vida religiosa y de la fidelidad diaria a la regla. Toda moderación o infidelidad a estos valores se encontraba con su desaprobación, lo cual fue definido durante uno de los capítulos de la provincia de Polonia como “actitud instigadora”. Por los motivos anteriormente mencionados, las relaciones con los superiores religiosos se volvieron cada vez más tensas, no tanto a causa de su desobediencia sino por la firmeza con la que defendía sus argumentos. Él mismo se sentía incomprendido, y a este período de su vida se le ha dado el nombre directo de: “via crucis”. La historia del conflicto podría servir como escenario para un film sensacionalista: las cartas acusadoras enviadas al nuncio, a las autoridades civiles y al superior general de la Orden de los escolapios, el hecho de que el padre Papczynski fuera convocado para ir a Roma, su viaje tan extraordinariamente arduo, la rehabilitación y las sucesivas acusaciones, el rapto y el encierro, la reiterada petición de que se le concediera una dispensa de los votos simples y la coronación pacífica del asunto el 11 de diciembre del año de 1670 – la liberación de los votos religiosos y del juramento de perseverar en la comunidad de los escolapios. Durante este tiempo de prueba surgieron dos recopilaciones de homilías de pasión escritas por el padre Estanislao: Orator crucifixus (Orador crucificado) y Christus patiens (Cristo sufriente), que constituyen un testimonio del camino de fe que recorrió con los

44 ojos fijos en la Pasión de Cristo. Precisamente Cristo fue su guía por el espinoso camino de su vida y de su vocación, fue su compañero en los momentos de dudas y de abandono, fue su maestro del perdón de los que causan daño y de los acusadores. El padre Estanislao obtuvo de la meditación de la Pasión del Señor, fuerza para amar a los enemigos y fidelidad al llamamiento Divino. Únicamente en Cristo vio la esperanza para su salvación: Me arrepiento desde el fondo de mi corazón y deseo arrepentirme lo más perfectamente posible, por amor a Dios, de mis pecados. Todos los sumerjo en las heridas salvíficas de mi Señor y de mi Redentor Jesucristo (Primer testamento). El mismo padre Papczynski en la Apología de la salida de la Orden de las Escuelas Pías, dio como motivo principal de ese hecho, el deseo de que se reestableciera la paz en la provincia, lo cual fue definido por el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes como un acto de amor del padre Estanislao por su Orden. Durante largos años él de hecho buscó formas de aclarar los malentendidos y de sosegar los estados de ánimo. Amaba su vocación y su Orden, estaba fascinado por la persona del fundador, san José de Calasanz. Consideraba valioso el carisma de la educación de los niños y de los jóvenes y la vida en un espíritu de suprema pobreza. El padre Papczynski salió de la Orden de los escolapios con el corazón destrozado: deseaba de hecho seguir por el camino de los consejos evangélicos. Sin embargo consideró que la paz en su amada Orden era el principal bien. Aquel “via crucis”, vivido con fe y en espíritu de amor, produjo un fruto bienaventurado. Los siguientes 30 años de la vida del padre Estanislao mostraron que el amor y el respeto por los escolapios no se extinguieron en su corazón, pues adoptaron formas concretas de cooperación mutua. Un ejemplo de ello fue el haber seguido teniendo dirección espiritual con los escolapios, el hecho de predicarles conferencias espirituales, cuyo fruto es el Inspectio cordis (Mirar con los ojos del corazón), el soporte financiero de sus centros educativos y, ante todo, la obtención por petición propia, en 1691 y en 1696, de la afiliación espiritual de la Orden de los Marianos a la Orden de las Escuelas Pías. La tercera prueba de la fe del Siervo de Dios estuvo vinculada a los inicios de la fundación de la Orden de los Marianos. Tuvo lugar en el año de 1671. En Fundatio domus recollectionis (Fundación de la casa de recogimiento), el padre Estanislao recordaba: me atormentaban y casi torturaban enormes confusiones, escrúpulos, dudas, inquietudes, temores. ¿Pues quién habría de tener una conciencia tan laxa como para pasar sin ellos del estado de profesión de votos, aunque fueran simples, a un estado meramente laical? Interiormente convencido de la necesidad de continuar con una vida consagrada a Dios y del llamamiento a fundar una nueva comunidad religiosa en honor de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, tuvo que realizar elecciones radicales. Su rechazo de la dignidad de canónigo de la Catedral en la ciudad de Plock, se convirtió en la causa de la pérdida de la amistad del obispo Juan Gembicki, quien entonces era el obispo ordinario de Plock y luego lo sería de Cracovia. Inesperadamente, su excelencia Miguel Oborski, obispo de Cracovia, que hasta ese momento estaba muy a favor del padre Estanislao, retiró su respaldo a la idea de la fundación de la Orden de los Marianos. De manera semejante, el obispo de Poznan, Stefan Wierzbowski, en cuya diócesis había residido el padre Estanislao, a pesar de su amistad con él, condicionó la erección de la Orden de los Marianos en su diócesis a la obtención de la aprobación de la misma por parte de la Sede Apostólica, con la cual el padre Estanislao no podía contar. Los confesores, entre los cuales el padre Estanislao buscó consejo, expresaban opiniones divergentes. Los pocos candidatos para la Orden resultaron ser ineptos. El padre Papczynski, interiormente convencido de la inspiración Divina de fundar la Orden de la Inmaculada Concepción, pasó los siguientes meses sin esperanza alguna de su realización. En Fundatio domus recollectionis confesó: Viví en la residencia de aquel Noble, el Señor Karski, cerca de dos años y estuve buscando los modos de iniciar la Compañía de la Inmaculada Concepción que el Espíritu Divino ya había formado en mi mente. Sin embargo,

45 hacían falta los compañeros que exige el inicio de una obra por el estilo. Sumido en tal estado quiso, incluso, regresar a la Orden de los escolapios. El padre Francisco Wilga, prior del monasterio de los camaldulenses en Bielany, Varsovia, su amigo y padre espiritual, encendió en él una luz pequeñita al sugerirle que primero comenzara a vivir en comunidad con compañeros cualesquiera y sólo después buscara la aprobación canónica de la nueva comunidad. Así resolvió hacerlo el padre Estanislao. Al poco tiempo se incorporó al grupo de los así llamados “ermitaños”, que vivían en el Bosque de Korabiew. Ya a primera vista, este fue un acto de confianza heroica en Dios nuestro Señor. Las siguientes semanas sólo confirmaron sobre cuán gran pobreza humana le tocó al padre Papczynski sentar las bases de la Orden mariana. Sus primeros compañeros, que al principio estaban a favor de él, resultaron completamente inaptos para tratar seriamente su vocación y para observar la regla. Es más, la visita canónica del obispo Jacek Swiecicki empujó a los marianos a enmarcarse en la vida eremítica, lo cual no había sido el propósito inicial de nuestro Fundador. Con el tiempo, Estanislao Krajewski y otros religiosos abandonaron la ermita del Bosque de Korabiew, de tal manera que el padre Papczynski quedó con solo un compañero. Aquellos que abandonaron la comunidad, comenzaron inmediatamente a difundir la falsa opinión de que el Siervo de Dios era un hombre severo y sin misericordia. El padre Papczynski dudó a tal punto respecto a la realización de su misión, que en el año 1676 pidió a los escolapios que le permitieran regresar a su Orden. Acogió la respuesta negativa del superior general como el signo definitivo para ir consecuentemente por el camino que había elegido 5 años antes. Acerca de la unión de los discípulos con Cristo, diría después de años: Dios quiere que los religiosos que Le sirven, Lo sigan en el sufrimiento. Cada cruz, cualquiera que sea la que les sea impuesta, deberían llevarla no solamente con fortaleza, sino también con alegría. Esto lo recomienda al decir: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16,24). Lo dice como es debido, pues el siervo fiel y obsequiado con virtud extraordinaria, se caracteriza por el hecho de que con ese mismo espíritu permanece junto al Señor tanto en los momentos alegres como en los desagradables, tanto en las circunstancias favorables como en las adversidades. Digno de una marca de ignominia es aquel que sigue al Señor cuando Él se dirige a un banquete, pero huye de Él cuando cae bajo el peso de la cruz (Inspectio cordis). Los ejemplos mencionados anteriormente nos permiten ver al Padre Fundador en el círculo de aquellos siervos fieles de Cristo sufriente.

Enamorado de María Inmaculada

Las primeras biografías del padre Estanislao Papczynski reúnen numerosas descripciones de las gracias extraordinarias que se derramaron sobre él por intercesión de la Santísima Virgen, y cuyos relatos llegaron a conocerse probablemente de boca del mismo Fundador. Recordemos, al menos, la salvación milagrosa de su madre durante la travesía por Dunajec, cuando lo llevaba todavía en su vientre; el repentino obsequio de la gracia de capacidades intelectuales, las cuales le permitieron estudiar en la escuela; las gracias especiales recibidas durante la oración o las numerosas curaciones de enfermedades. Fueron ellas expresión del convencimiento que el padre Papczynski tenía de que María cuidaba de su vida y de su crecimiento espiritual con especial solicitud. Además, inmediatamente después de la muerte del Padre Fundador (escribe M. Leporini, 1705) y en los años siguientes (da a conocer K. Wyszynski, 1754), seguía viva entre los marianos la memoria de su especial vínculo con María, la Inmaculada Concepción. Ambas fuentes confirman que en diferentes circunstancias de su vida solía recurrir a Su cuidado, repitiendo con frecuencia una corta oración: Immaculata Virginis Mariae Conceptio, sit nobis

46 salus et protectio [Que la Inmaculada Concepción de la Virgen María sea nuestra salvación y protección]. Parece ser que los marianos percibieron el perfil espiritual del Fundador de su Orden precisamente a través del prisma de su relación con la Santísima Virgen. El padre Wyszynski resumió el relato del nacimiento de la Orden con una afirmación muy sorprendente: Fue un ferviente devoto y propagador de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María y después fue el fundador de una Orden bajo la advocación de la Inmaculada Concepción de la tan extraordinaria María Madre de Dios. Los años de niñez y juventud del futuro Fundador de la Orden de los Marianos consolidaron en él la convicción del amor de María, tanto hacia él como también hacia todos los hombres. Como joven sacerdote, en un discurso pronunciado a unas cofradías marianas – en una forma característica para la época, pero que hoy podría tal vez despertar un gran asombro – habló de ese tema en los siguientes términos: A decir verdad, muchas otras virtudes de la Santísima Virgen se manifestaron en forma visible en otras ocasiones, sin embargo, durante la pasión de Su Hijo, que fue el momento más triste, se manifestaron en forma especial el amor de Ella por nosotros y la invencible fortaleza de su espíritu. En lo que se refiere al amor, no dudo que Ella haya ardido con tal deseo de salvar a los hombres, que si hubiera sido necesario, Ella misma habría suministrado clavos para clavar a su Hijo a la cruz, por nuestra salvación (Prodromus reginae artium). Probablemente el rasgo mariano del padre Papczynski no haya sido el único motivo, pero sí un motivo fundamental, para haber elegido la Orden de los escolapios, cuyo nombre ya manifiesta una orientación mariana: “Orden de los Clérigos Regulares pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías”. El padre Estanislao estaba francamente fascinado con la belleza espiritual de la Santísima Virgen. A esto le dio expresión en Inspectio cordis: Alma mía, hasta ahora te has servido de libros que toman en consideración diferentes áreas de la ciencia, hoy descubre un Libro nuevo, original, aún no visto: la Santísima Madre de Dios, un Libro que Dios mismo produjo, escribió y adornó. ¿Podrías encontrar en alguna otra parte algo que no hubieras de encontrar en María? ¿Acaso alguien podría suministrarte algo más de lo que posee María? En esta comparación poética se expresa el principio fundamental de la mariología de nuestro Fundador, que María es la obra maestra de Dios y el más perfecto reflejo de Su belleza y bondad. Sobre este mismo principio, el padre Estanislao apoyaría su convicción acerca del misterio de Su Inmaculada Concepción como una gracia especial concedida a la Madre de Dios, como la primera salvada. Dios, al conceder a María esta gracia irrepetible, quería mostrar que ¡Él puede salvar al mundo sin participación humana alguna! Por eso María debería gozar de especial admiración y veneración. En Inspectio cordis, el padre Papczynski dice que hay que venerar a María más con amor que con palabras. En la clave del amor hay que interpretar tanto su ofrenda pública a María, como la profesión del voto de sangre, es decir, la disposición a entregar su vida en defensa de la verdad sobre la Inmaculada Concepción de María (Oblatio), así como también, toda actividad para propagar la veneración a la Madre de Dios. A pesar de que el padre Estanislao consideraba que no era suficiente con venerar a María con palabras, él mismo aprovechaba cada circunstancia para cantar la gloria de la Madre de Dios. Se conservó su homilía titulada: Alabanza a la Madre de Dios Virgen María, pronunciada a los miembros de la Cofradía Mariana. Se entrelazan en esta homilía la belleza de la palabra con el ardor del amor por María; las referencias a la autoridad de los Padres de la Iglesia, con los frutos de una meditación personal acerca de los misterios de la vida de la Madre de Dios; un canto a Su santidad, con una clara exhortación a imitar Su fe y Su vida. Que no cuente con contemplar a María en la morada celestial aquél que no La imite aquí en el destierro terrenal, quien no La sirva siempre y con el mayor fervor (Prodromus reginae artium). Nuestro Fundador expresó de esta forma tan concisa su mariología y de cierto modo constituyó el apostolado mariano de sus hijos espirituales. Había de ser ésta una mariología

47 captada de la palabra de Dios, profundizada con base en el conocimiento de los escritos patrísticos, edificada sobre la meditación de la vida de la Madre de Dios, para convertirse en mariano en la forma de pensar y actuar, a semejanza de Ella. El Oblatio del padre Papczynski, del 11 de diciembre del año 1670, nos permite descubrir un elemento esencial de su pensamiento mariano: creo en todo lo que cree la santa Iglesia romana y en lo que en el futuro dé a conocer para ser creído. El padre Estanislao dijo esto en el contexto de la verdad sobre la Inmaculada Concepción. La Mariología de los marianos debería entonces apoyarse en la doctrina de la Iglesia, siempre abierta al futuro – a nuevas búsquedas y a su profundización. Quisiera decirse: debería ser la constante aventura del descubrimiento de la Madre de Dios Concebida Inmaculada y de la Iglesia. Otro signo exterior del anuncio de la santidad y del rasgo inmaculado de María fue también el hábito blanco vestido por el padre Estanislao en septiembre del año 1671; pero el mayor signo fue la fundación de una Orden bajo la advocación de la Inmaculada Concepción. Ese acto de veneración a María no fue consecuencia directa de la devoción mariana del padre Papczynski, ya que el padre Estanislao estaba convencido de que Dios mismo quería que la Santísima Virgen fuera venerada en el misterio de su Inmaculada Concepción a través de la fundación de una nueva Orden religiosa con ese rasgo específico. Escribe directamente acerca de una visión Divina grabada en [su] alma, concerniente a la fundación de esta Orden de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María (Fundatio domus recollectionis). De esta forma, el padre Estanislao en cierto modo participa en el amor de Dios Trino y Uno hacia María Inmaculada, La contempla conforme a los designios de Dios que superan la medida del amor humano. Por eso la fundación de la Orden de los Marianos – además de ser el fruto del cumplimiento de la voluntad de Dios y la creación de una comunidad para la santificación de personas deseosas de consagrarse a Dios – fue, ante todo, la máxima expresión del amor del padre Estanislao Papczynski hacia María, la Inmaculada Concepción.

Amigo de los que sufren en el Purgatorio

Al contemplar la vida del padre Papczynski no nos es lícito olvidar que en la formación de su espiritualidad se entrelazan: la doctrina, con la historia de su vida; la luz del conocimiento, con la luz de las vivencias interiores. En su juventud, el padre Estanislao personalmente se encontró en peligro de muerte durante su estadía en Lwow. En su testamento regresó, no obstante, a otro acontecimiento que tuvo lugar en el período de la guerra entre Suecia y Polonia, conocida comúnmente como “el diluvio sueco”. Por la fe católico-romana estaba dispuesto a derramar mi sangre durante la guerra sueca, cuando al venir con mi compañero del centro de la ciudad cerca a [la Iglesia] de los Padres Dominicos, nos asaltó un soldado herético con espada en mano. Mientras que mi compañero se salvó huyendo […], yo, arrodillándome, ofrecí mi cuello para ser cortado, pero por obra de la Providencia Divina no recibí herida alguna, a pesar de que fui fuertemente golpeado tres veces (Segundo testamento). El novicio Estanislao – como vemos – no solamente estaba dispuesto a aceptar la muerte que podía venir como consecuencia de la enfermedad, sino que le hizo frente cara a cara con valentía, en consideración a lo que él consideraba un bien mayor: el martirio por la fe católica. Estos dos acontecimientos sin duda lo sensibilizaron tanto a lo inevitable del hecho de morir, como también a la imposibilidad de prever la muerte en el tiempo. Además de que nadie puede contribuir a no morirse, nadie puede prolongar su vida en forma natural, ni siquiera por el más mínimo instante […]. Cualquier persona, sin importar quién sea, debería tomar en consideración que cada instante puede significar el final de su vida (Inspectio cordis). La realidad que lo rodeaba confirmaba esta opinión. En el siglo XVII, en Polonia, la muerte estaba haciendo una cosecha abundante a causa de numerosas guerras, de la

48 propagación de epidemias y de la pobreza de la gente, que con frecuencia sufría de hambre y estaba privada de cualquier auxilio médico. Muchos morían sin estar preparados para el encuentro con Dios. La muerte era un particular signo de los tiempos, el cual fue interpretado por el padre Papczynski como un apremio a la acción. Un lugar especial en su corazón y en su enseñanza, se lo ganaron los hermanos y hermanas que sufren en el Purgatorio, los más pobres entre los pobres, a quienes lo único que les queda es contar únicamente con la misericordia de Dios, y quienes por sí mismos de ninguna manera pueden enmendar su destino. El padre Papczynski recibió el carisma de un amor excepcional por estas personas. Su natural sensibilidad de la fe y del corazón fue intensificada por experiencias místicas concedidas por Dios, como la gracia de ver y comprender los sufrimientos del Purgatorio. Puede decirse que el mismo Padre Celestial exigió ayuda para sus hijos e hijas adoptivos. De manera semejante a cómo había sucedido con la “visión de la Orden de la Inmaculada Concepción”, el padre Papczynski fue interiormente apremiado a socorrer a los difuntos. Sus tres experiencias místicas relacionadas con los que sufren en el Purgatorio están bien documentadas. Primero, en el año 1675 – al pasar por Ucrania como capellán del ejército de Polonia en la guerra contra los Turcos – recibió la visión de unos soldados fallecidos que le pedían que intercediera por ellos ante Dios. Después de regresar al Bosque de Korabiew, exhortó a sus compañeros a la oración, a la penitencia y a realizar obras de misericordia por los difuntos, especialmente por las víctimas de la guerra. El siguiente acontecimiento tuvo lugar en la residencia del noble Karski, cuando ya había comenzado su vida en la comunidad de Korabiew. El padre Estanislao tuvo una visión del Purgatorio durante la comida, después de terminada la santa Misa. En presencia de muchas personas cayó en éxtasis (esto lo confirmaron los testigos que declararon en el Proceso informativo), después del cual, profundamente estremecido, regresó al monasterio y a sus hermanos, sorprendidos por su retorno inesperado, dijo: Les suplico, oren hermanos por las almas del Purgatorio porque sufren tormentos insoportables. Luego permaneció durante algunos días en su propia celda, ofreciendo oración y ayuno por los difuntos. Finalmente, la tercera experiencia del misterio del Purgatorio fue concedida al padre Papczynski en 1676, en el santuario de la Santísima Virgen en Studzianna, a donde se había dirigido en peregrinación con el objetivo de pedir para sí mismo la gracia de la salud. Durante su estancia en aquel monasterio de sacerdotes filipenses, su estado de salud sólo empeoró. Existía el temor de que muriera. Precisamente entonces – cayendo en éxtasis – fue llevado al Purgatorio. Vio también allí a la Santísima Virgen orando por él para que recuperara la salud y pudiera seguir socorriendo a los difuntos. Después de finalizada la visión recuperó rápidamente las fuerzas y en la Iglesia, en Studzianna, predicó a los fieles una larga homilía acerca de la necesidad de socorrer a los hermanos y hermanas difuntos. Finalmente, el día 11 de febrero de ese año, asumió como uno de los objetivos de su Orden, el socorrer “con el máximo esmero, devoción y celo” a las almas del Purgatorio, especialmente a las almas de los soldados y de quienes fallecen como consecuencia de epidemias. Las frecuentes exhortaciones y el testimonio personal del padre Papczynski intensificaron, entre sus hermanos, la solicitud por los difuntos y confirieron a ésta una nueva dimensión. La Orden de los Marianos surgió en una época en la que la espiritualidad de las realidades últimas estaba muy desarrollada, lo cual se expresaba ante todo en la idea del ars bene moriendi, el arte del buen morir, como una condición prácticamente imprescindible para alcanzar la vida eterna. Por eso los cristianos, pero en especial los religiosos, no solamente tenían la obligación de preocuparse por su propia salvación, sino también, de socorrer a los agonizantes y a los difuntos para que alcanzaran el cielo. También había numerosas cofradías de laicos que propagaban diversas formas de socorrer a los difuntos. En verdad, los marianos ya tenían la obligación – como ermitaños – de rezar a diario el oficio de difuntos, lo cual les

49 había sido ordenado por el obispo Jacek Swiecicki durante su visita canónica que diera inicio legal al nacimiento de la Orden. Sin embargo, fue sólo después que el carisma personal del Padre Fundador hizo de ello un elemento constitutivo de la espiritualidad de los marianos. Porque el ferviente amor del padre Papczynski por los difuntos tenía – no tengamos miedo de advertirlo – procedencia Divina. El carisma de nuestro Fundador no solamente acrecentó la santidad de la Iglesia que experimenta purificación (los hermanos difuntos), sino que también ejerció radical influencia sobre la comunidad de sus hijos espirituales. Vemos cómo la decisión de la Iglesia – en la persona del obispo Swiecicki – no resultó suficiente para que el auxilio espiritual a las almas del Purgatorio se convirtiera en el carisma de la comunidad. Esto fue posible gracias a la espiritualidad del Fundador y a su ferviente apostolado a favor de “la obra del amor noble” – como él mismo la llamó – en su Orden y en la Iglesia, por su propagación también entre los laicos unidos a la espiritualidad de los marianos a través de la Cofradía de la Inmaculada Concepción. La renovada Orden de los Marianos – por clara encomienda de la Santa Sede – ha de continuar la obra de su Fundador. La vida del padre Estanislao, amigo de los que sufren en el Purgatorio, y de sus primeros compañeros marianos, muestra que para realizar fructíferamente esta misión carismática, el encargo recibido de la Iglesia tiene que encontrarse con el encendimiento interior del don de Dios concedido a la comunidad de los marianos en la persona de su Fundador.

Promotor de la vocación del laicado a la santidad

El padre Estanislao Papczynski también consideró como su misión especial, el ayudar a otros a salvarse e involucrar a otros en la obra de la Iglesia. Esto está ilustrado por la alabanza de los pastores que se dedicaron a la formación espiritual de los fieles: Oh, cuán maravillosos son los colaboradores de Cristo, quienes únicamente por amor a Él, de manera sincera y ferviente anuncian lo que es imprescindible para la salvación y para llevar una vida cristiana […]. Esta es la obra de misericordia más grande y más fructífera (Templum Dei mysticum) (Templo místico de Dios). Él mismo quería ser parte de estos colaboradores de Cristo. Por eso durante su estadía como capellán en casa de la familia Karski, escribió el libro: Templum Dei mysticum, al que sin temor puede dársele el nombre de: manual de la aspiración a la santidad, también para los fieles laicos. Este libro había de servir para crecer en el conocimiento de uno mismo y de Dios, para encontrar un camino seguro a la salvación y un modelo cristiano de perfección (cf. Templum Dei mysticum). Según los historiadores, el tratado del padre Papczynski fue – si no la primera – con seguridad una de las primeras obras de origen polaco que presentaban la vocación de los laicos a la santidad. Fue una obra tan importante en esa época que llegó a tener varias ediciones. En Templum Dei mysticum, el padre Estanislao expresó su profunda convicción de que los laicos, y no solamente los religiosos y los sacerdotes, están llamados a la santidad. Quería recordarles esta verdad fundamental a los hombres de su época. Escribió: El hombre creado por Dios y consagrado a Él por medio del Sacramento del Bautismo, es Su templo místico. […] Por eso, todo hombre debe dirigir con mayor apremio su atención hacia la maravilla de su estado original y reconocer en sí mismo la imagen de la Santísima Trinidad como digna de honra. También debe aspirar a poseer la dignidad de la semejanza con Dios por medio de la nobleza de las costumbres y la práctica de las virtudes […], para que cuando se revele quién es, resulte ser semejante a Aquél que milagrosamente incluyó su semejanza en el primer Adán y todavía más milagrosamente la renovó en el segundo [Adán]. La vida de cada hombre, si le ofrece a Dios todos sus pensamientos y obras en el altar de su corazón y si sigue la doctrina del Evangelio, se convierte en un camino por el que gradualmente se va asemejando a Cristo, para participar en Su gloria. Ustedes cristianos “son templo de Dios vivo”. ¡Cuán grande es su gloria! ¡Qué dignidad! Esta visión de la vocación universal a la santidad hay que unirla a

50 la admiración que el Fundador de la Orden de los Marianos tenía por el misterio de la Inmaculada Concepción – es decir, por la gracia de una nueva creación, que está destinada para cada hombre redimido por Cristo – como también, por la santidad personal de María, a la cual llamó primer Santuario construido en medio de la Iglesia y habitado por Dios (Inspectio cordis). El padre Papczynski deseó que todos los hombres alcanzaran la plenitud de la felicidad, por eso propuso a todos los fieles el camino hacia la santidad procurando, al mismo tiempo, la salvación para los difuntos. Por lo tanto, se convirtió en promotor de la vocación universal a la santidad, idea tan claramente asumida en nuestros tiempos por el Concilio Vaticano II. Vale la pena advertir que durante muchos años, uno de los campos apostólicos del padre Papczynski serían los fieles congregados en numerosas cofradías. Al seguir las huellas de la historia del trabajo del padre Estanislao en este tipo de pastoral, no es difícil advertir que éste impregnaba toda la vocación sacerdotal del Fundador de la Orden de los Marianos. En la época piarista, entre los años 1663-1667, el padre Papczynski fue promotor de la cofradía de la Santísima Virgen María de la Divina Gracia, junto a la Iglesia de los Padres Escolapios en Varsovia, cofradía que, según algunos, había sido fundada por él mismo y, de acuerdo con la opinión de otros, había sido muy popularizada por él. En el año de 1671, es decir, en el momento de “transición” de su vocación religiosa, se ocupó durante año y medio de la confraternidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María junto a la Iglesia de san Jacobo en Cracovia, en la localidad de Kazimierz. Como fundador de la Orden de los Marianos, en el año 1681, es decir, corto tiempo después de haber obtenido la aprobación pontificia de su instituto, recibió por parte de la Sede Apostólica un documento que fue interpretado (así por lo menos lo interpretó el Breve pontificio del obispo Stefan Wierzbowski y luego nuestro Fundador y las siguientes generaciones de marianos) como una autorización para fundar, en las Iglesias de marianos, cofradías de fieles, a las cuales el mismo padre Estanislao definió como cofradías de la Inmaculada Concepción auxiliadoras de los difuntos. En la propagación de la idea de la cofradía, siguió la práctica eclesial universal de su época, viendo en ella no solamente una forma de santidad personal para el laicado sino, tal vez, una ocasión única para exhortar a los laicos a ejercer influencia espiritual sobre otros fieles y para incorporarlos en el apostolado de la Iglesia.

Padre Fundador

En el contexto de lo anteriormente dicho, el atributo de Padre Fundador parece describir plenamente la identidad espiritual del Honorable Siervo de Dios Estanislao Papczynski. Recibió él, por parte de Dios, el don muy especial de fundar una nueva comunidad religiosa. El carisma fundacional pertenece a los dones excepcionales del Espíritu Santo, a través de los cuales Él construye la Iglesia y la capacita para interpretar los signos de los tiempos y para responder a los llamamientos de cada época. Desde el principio, el padre Estanislao reconoció – siguiendo una clara iluminación del Espíritu Santo – que la misión más importante del instituto fundado era propagar la veneración a la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. La idea de fundar una Orden maduró en él probablemente en el año de 1670. Por primera vez expresó el deseo de iniciar esta obra, en presencia del padre Miguel Kraus, viceprovincial de los escolapios, inmediatamente después de recibir el permiso de abandonar la Orden, el día 11 de diciembre de 1670, a través del así llamado Oblatio: En nombre de Nuestro Señor Jesucristo Crucificado. Amén. Yo Estanislao de Jesús y de María Papczynski, […] ofrezco y consagro a Dios Padre Todopoderoso y al Hijo y al Espíritu Santo y a la Madre de Dios siempre Virgen María concebida sin mancha original, mi corazón, mi alma, razón, memoria, voluntad, sentimientos, toda la mente, todo el espíritu, los sentidos internos y

51 externos, y mi cuerpo, sin dejar para mí absolutamente nada, para que de esta forma sea yo, desde este momento, total Siervo del Todopoderoso y de la Santísima Virgen María. Les prometo, por lo tanto, que serviré hasta el final de mi vida en castidad y con celo en esta Compañía de Sacerdotes Marianos de la Inmaculada Concepción (que por gracia de Dios quiero fundar) y que conformo mi manera de vivir a sus leyes, reglamentos y ritos […]. Vale la pena advertir que, por una parte, Oblatio revela el carisma fundacional del padre Papczynski, pero por otra parte, de cierto modo contiene la síntesis de su espiritualidad. Realizó este acto en nombre de Cristo Crucificado, amado sobre todas las cosas. La esencia de este acto es el Oblatio, es decir, la ofrenda total de sí mismo a Dios y a María Inmaculada, lo cual hace referencia al ofrecimiento de dones durante la santa Misa. Nuestro Fundador hizo esto de una manera completamente voluntaria, inspirado únicamente – como después confesó en Fundatio domus recollectionis – por una evidente inspiración Divina. Sin duda se preparó para este acto público durante largo tiempo. Oblatio tuvo, de hecho, forma escrita, lo cual da testimonio de que el padre Papczynski no realizó esta seria confesión bajo la influencia de un momento. Consciente de que se iniciaba un nuevo período de su vida – con el recibimiento del decreto que lo liberaba de los votos simples en la Orden de los escolapios – confirmó ante la Iglesia su voluntad de continuar por el camino de los consejos evangélicos, y consagró su futuro temporal a la obra de fundar la Orden de los Marianos de la Inmaculada Concepción. Este acto de entrega total de sí mismo a Dios Trino y Uno y a la Madre de Dios, constituye el fundamento de la comunidad religiosa de los marianos. En este lugar corresponde advertir que el padre Papczynski no quiso ser un reformador de la vida religiosa. Si así hubiera sido – siguiendo esa práctica bastante común de la época – él habría intentado fundar una rama reformada de escolapios, para lo cual probablemente habría podido obtener la aprobación de la Sede Apostólica. Al abandonar la Orden de las Escuelas Pías, guiado por verdadero amor, para reestablecer la paz en la Provincia dividida a causa de la controversia surgida (Decreto sobre la heroicidad de las virtudes), únicamente renunció a la forma de vida religiosa escolapia. No obstante, quería vivir según el Evangelio como religioso, ya que consideraba esta forma de vida como la más próxima al Evangelio. Por lo tanto, no fue un ideólogo del “escolapismo” o del posterior “marianismo”, sino un imitador consciente de Cristo Crucificado y de María Inmaculada, a quienes se ofreció totalmente. Para comprender bien la obra más importante del Padre Fundador, es conveniente recordar que aquel propósito podía parecer una absoluta locura. Hasta ese momento no existía ninguna Orden masculina en Polonia, y el padre Papczynski veía su futuro instituto como una comunidad abierta al apostolado, que llevaría al mismo tiempo un estilo ascético de vida. Además, la situación con los escolapios indicaba que eran pocos los interesados en la sociedad de Polonia de aquel tiempo, en aceptar semejante cosa. Sin embargo, quizás el obstáculo principal era que el padre Papczynski no descendía de la nobleza, sino que era de origen humilde. Al mismo tiempo, era “tentado” desde diferentes ángulos, con propuestas para ocupar cargos importantes en la Iglesia. Lo mismo sucedía desde otras órdenes que lo veían de buen grado como uno de sus miembros. Puede decirse que, tanto al inicio de su vocación religiosa como después de salir de los escolapios, la vida se presentaba ante el padre Papczynski como una puerta abierta, especialmente por la posibilidad de hacer carrera eclesial. Sin embargo, en el padre Estanislao venció la convicción de fe de que Dios mismo quería realizar por medio suyo algo más: difundir la devoción a la Inmaculada Concepción de María fundando una Orden a Ella dedicada. A pesar de la grandeza de la obra y de la consciencia de su propia pequeñez e incapacidad, apremiado por la voz de Dios, el padre Papczynski se atrevió a iniciar las gestiones para fundar la Orden de los Marianos, después de poner su confianza únicamente en el poder de Dios. He aquí el conmovedor testimonio de su total entrega: La bondad y la sabiduría Divinas, a pesar de las innumerables dificultades que se interponen, inicia y lleva a

52 cabo lo que quiere, incluso aunque los medios no sean los adecuados desde un punto de vista humano. Porque nada es imposible para el Todopoderoso. Esto se ha manifestado muy claramente en mí, el más miserable, el pecador más digno de desprecio, el hombre más ruin, el instrumento más inútil [utilizado por Dios] para fundar la más humilde y pequeña Comunidad de Sacerdotes de la Santísima Virgen María concebida sin mancha (Fundatio domus recollectionis). Con el fin de prepararse para la nueva obra, dejó la diócesis de Cracovia y se dirigió a la capellanía de Jacobo Karski en Lubocz. Allí trabajó en el proyecto de las constituciones de la futura Orden, llamadas Norma Vitae (Norma de vida). Buscando candidatos, en septiembre de 1673 se dirigió al Bosque de Korabiew, donde el antiguo soldado Estanislao Krajewski llevaba una “vida de ermitaño” desde algunos años junto con algunos compañeros. De este obtuvo un terreno, en el que construyó y organizó la primera casa de su instituto, a la que llamó “Casa de recogimiento”. El 24 de octubre de 1673 el obispo Jacek Swiecicki llegó como visitador al Bosque de Korabiew. Allí aprobó a la comunidad que vivía según la “Norma de vida”, dando origen a la Orden de los Marianos, y estableciendo al padre Papczynski como superior. También le dio a los “Estatutos” un carácter eremítico y penitencial, lo cual se apartaba significativamente del carácter de vida religiosa querido por el Siervo de Dios para los marianos. Sin embargo, el padre Papczynski aceptó la decisión del obispo en espíritu de obediencia religiosa. Desde el principio de la existencia de la Orden, el amor paternal hacia la pequeña comunidad de marianos movió al Padre Fundador a gestionar la obtención de la aprobación pontificia. Ya que la Sede Apostólica consideraba que los marianos no necesitaban de su aprobación, el padre Papczynski, inmediatamente después de trasladarse a Nowa Jerozolima, pidió su aprobación al obispo Stefan Wierzbowski. Por medio suyo, el 21 de abril de 1679, el instituto, que constaba de dos casas, fue aprobado como congregación diocesana. Ese mismo año, el rey Juan III Sobieski concedió privilegios a la pequeña congregación que sin duda fortalecieron su posición, aunque el futuro de su estatus como instituto diocesano continuó dependiendo de la buena voluntad del obispo. El padre Papczynski sufriría muy penosamente por esta causa después de la muerte del obispo Wierzbowski en 1687, al perder a su amigo y protector. Cayó sobre él y sobre su congregación una nueva ola de acusaciones y habladurías que ponían en duda el derecho de existencia del instituto con votos simples. El nuevo pastor de la diócesis dio crédito a estas acusaciones y le faltó poco para disolver la Orden de los Marianos. Esto sacudió la vocación de la mayoría de los miembros y al Fundador mismo lo sumió en dudas acerca del sentido de su obra. Entonces, se dirigió al superior general de los escolapios pidiéndole consejo: ¿habría de continuar este nuevo camino religioso o debería regresar a la Orden de las Escuelas Pías? Esta, que era la tercera petición que el padre Papczynski dirigía a su antigua Orden, muestra cuán llena de oscuridades espirituales y de adversidades exteriores se encontraba la misión de fundar la Orden de la Inmaculada Concepción; cuán dolorosa era la fatiga de cargar con la responsabilidad de esta obra naciente. Únicamente la convicción de que Dios así lo quería y la obediencia a sus directores espirituales, le permitieron seguir adelante. Gravemente enfermo y debilitado por la austeridad de vida, en 1690 reemprendió el intento de obtener la aprobación pontificia para la Orden de los Marianos. Con este fin, y teniendo casi 60 años de edad, marchó él mismo a pie a Roma. Precisamente en esta dramática y difícil peregrinación del Padre Fundador, en un tiempo extraordinariamente desfavorable – entre el otoño y el invierno –, podemos ver claramente su amor por nuestra comunidad e indirectamente, por cada uno de nosotros. Desafortunadamente, en Roma se encontró con la muerte del papa Alejandro VII. Después de asegurarse de que la Sede Apostólica no estaba propensa a aprobar nuevas órdenes con regla propia (aunque son conocidas pocas excepciones), buscó apoyo en la Orden de los franciscanos observantes. Esta se haría cargo del cuidado espiritual de la Orden de los Marianos. Entre las reglas religiosas

53 aprobadas que existían, la más próxima le pareció – por su nombre y por su espiritualidad orientada hacia la Inmaculada – la regla de la Orden de Hermanas de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María (llamadas “concepcionistas”). Lo único necesario era obtener la aprobación pontificia, pero su mal estado de salud no le permitió quedarse en Roma para la elección del nuevo Santo Padre. Sin embargo, después de regresar a su país, el padre Papczynski no cesó en sus gestiones por el fortalecimiento legal de la Orden. Con este objetivo, en 1692 escribió tres veces a la Sede Apostólica pidiendo la aprobación de la Orden de los Marianos basada en la regla de las concepcionistas. Estas gestiones no produjeron el efecto buscado, ya que según la Congregación de obispos y religiosos, a los marianos les bastaba con la aprobación del obispo local para existir en el seno de la Iglesia. No obstante esto, el Padre Fundador, muy debilitado en su salud, volvió a pedir en 1699 la aprobación de la Orden y envió a Roma, como representante suyo, al padre Joaquín Kozlowski. Este, al enfrentar dificultades para la aprobación de la Orden de los Marianos con su “Norma de vida”, pidió a los franciscanos la “Regla de las diez virtudes de la Santísima Virgen María”. El 24 de noviembre de 1699, el papa Inocencio XII, en una carta dirigida al nuncio apostólico en Polonia, aprobó el documento en el que el superior de los franciscanos observantes concedía a los marianos la mencionada Regla. Aunque la Regla fue aceptada sin consultarlo con el padre Papczynski, sin embargo en nada quebrantaba el rasgo específico del instituto y fue aceptada por él con alegría. Desde ese momento, la Orden de los Marianos se convirtió en una Orden con votos solemnes. Ya no dependiendo directamente de la autoridad de los obispos, la Orden quedó liberada del estatuto legal de eremitas, que la restringía. El 6 de junio de 1701 representó la coronación de casi 30 años de gestiones prácticamente heroicas del Fundador de la Orden de los Marianos por conseguir la aprobación pontificia. Ese día, el padre Papczynski profesó los votos religiosos solemnes en manos del nuncio Francisco Pignatelli, después de haber jurado la observancia de la regla, “Instituto nostro non contrariantem” (Scripta historica). Luego, en la Iglesia de la Última Cena del Señor en Nowa Jerozolima, recibió los votos de sus hermanos. Y así coronó la obra de la fundación de la Orden de los Marianos.

Omnia apud vos in charitate fiant

Vale la pena preguntarnos: ¿en qué vio el padre Papczynski la esencia de su vocación religiosa y la de la Orden de los Marianos? El segundo capítulo de Norma Vitae y otros de sus escritos nos dan la respuesta. Según el Padre Fundador, el principio central de la vida cristiana y religiosa es el amor a Dios y a los hombres. Considera – dijo en una de sus conferencias recopiladas en la colección “Mirar con los ojos del corazón” – que de la medida del amor depende la medida de la gracia. Por eso es que quién se decide a amar más al Bien Supremo, recibe mayores gracias y más numerosas recompensas de amor. Oh alma mía, ¿qué es lo que escuchas? ¿Qué entiendes de esto? ¿Vas a seguir siendo tan necia e insensata como para no consagrarte por entero al amor de Dios y recibir a Dios por entero? ¿Vas a seguir cumpliendo más bien tu voluntad para tu propia perdición, en vez de obrar por mandato del Amado, en favor de tu salvación? ¿No vas a dejarlo todo para recibirlo todo? ¿No vas a negarte a ti misma para ganarte a ti misma y a Aquel que te creó? El camino hacia Dios consiste en abrirse a Su Amor, acogerlo y permitir que ese Amor nos conduzca hacia Él, avanzando por el camino de la obediencia, de la pobreza espiritual y de la negación de uno mismo. El padre Estanislao interpretaba todos los sacrificios que uno debe asumir en clave de “amor esponsal”. Sólo en consideración a nuestro Dios amado, vale la pena entregarlo todo. ¡Oh, amor a Dios que traes infinitos beneficios! ¡A través de él se alcanza a Aquel a Quién se ama! ¡Verdaderamente bueno es amar al Infinito y ser amado por el Infinito! Cuando leemos estas frases nos parece que tenemos en las manos fragmentos de las Confesiones de san

54 Agustín. El padre Estanislao concluyó su “himno sobre el amor” con esta oración: ¡Oh Dios mío!, haz que amándote verdaderamente y sirviéndote con amor puro, finalmente algún día, en el felicísimo país de la visión de Ti mismo, Te entone el más dulce canto de amor: “Encontré al amor de mi alma. Le aprehendí y no le soltaré” ¡por los siglos! (cf. Ct 4,3). Se trata aquí de una relación personal e íntima con el Esposo Divino, en donde la unión fluye del amor y abarca cada instante de la vida. Al amor de Dios han de consagrar todas las experiencias de la vida, pero sobre todo, las cotidianas, […] los instantes, las circunstancias, […] todas y cada una de las actividades y experiencias. Han de consagrarlos […] con confianza […] sobre el altar del amor, con corazón puro, en unión con los méritos de Cristo nuestro Señor y de su Madre Inmaculada (Norma Vitae). El hombre por sí mismo no sería capaz de un amor semejante, si no le fuese concedido por el Espíritu Santo, en quien el padre Papczynski veía la fuente del amor verdadero, es decir, del amor espiritual (amor spiritualis). El Espíritu Santo transforma el alma de los pecadores en almas llenas de amor […], como hizo con los Apóstoles; cuando sobre ellos aparecieron exteriormente lenguas de fuego, sus corazones fueron inflamados en lo interior (Inspectio cordis). Un lugar igualmente importante ocupa en la doctrina del padre Estanislao sobre la perfección religiosa, el llamamiento al amor fraternal: En lo que concierne al amor mutuo, al amor entre ustedes, debes saber que es más agradable a la Majestad Divina aquel que se destaque como el más sobresaliente en el amor mutuo. Que cada quien recuerde que el alma de su instituto es el amor y que en la misma medida en la que se aleje de él, se alejará también de la vida (Norma Vitae). Esta recomendación se refiere, en primer lugar, al amor hacia los hermanos de la Orden, congregados por Dios. Un ejemplo de este amor misericordioso lo vemos en el mismo padre Papczynski, especialmente en su relación con Estanislao Krajewski, uno de sus primeros compañeros. Basta con tomar el texto de Fundatio domus recollectionis, para convencerse de las dificultades que Krajewski ocasionó al Fundador. En 1675 se dio una situación dramática: Krajewski golpeó al padre Estanislao y luego huyó del monasterio del Bosque de Korabiew. Permaneciendo fuera de la Orden de los Marianos, difundió opiniones falsas acerca del Fundador y de su pequeña comunidad, especialmente cuando el padre Papczynski se trasladó a Nowa Jerozolima. Después de un tiempo, Krajewski fundó la comunidad religiosa de San Onofre e intentó fundar un monasterio en el pueblo de Wygnanska, cerca de Lutkowa. Sin embargo, al poco tiempo, sus planes fracasaron y Krajewski pidió que se le concediera la posibilidad de regresar a la Orden de los Marianos. El Padre Fundador lo aceptó de nuevo en la comunidad, en espíritu de perdón y reconciliación. Esta actitud llena de misericordia y bondad transformó en tal grado al hermano Estanislao Krajewski, que los últimos años de su estadía con los marianos (antes de su muerte en 1685) transcurrieron en absoluta concordia con el padre Papczynski. Más aún, Krajewski hizo de su superior uno de los ejecutores de su testamento. En Inspectio cordis, el Padre Fundador escribió de una manera todavía más explícita: Un hombre sin amor, un religioso sin amor, es sombra sin sol, es cuerpo sin alma, es simplemente nada. Lo que el alma es en el cuerpo, el amor lo es en la Iglesia, en las órdenes, en las casas religiosas. Por eso, con razón alguien dijo, al recomendar esta virtud: “Quítale el sol al mundo, y te llevas todo; quítale al hombre el amor y lo dejas con nada”. El amor es el alma, la luz, la vida de las órdenes y de cada sociedad humana. Estas palabras pueden tomarse como el testamento espiritual que el Fundador dejó a sus hermanos. Desde la perspectiva delineada anteriormente vale la pena observar la opinión bastante difundida acerca del Siervo de Dios como de un hombre y un religioso conocido por ser demasiado severo, por adoptar prácticas ascéticas exageradas, por exigir de manera rigorista y desconsiderada la observancia de las reglas religiosas. Este retrato del padre Estanislao fue dibujado por algunos de sus superiores escolapios y después fue difundida – a personas de

55 fuera – por sus compañeros en los inicios del camino de los marianos en el Bosque de Korabiew. Tal vez emergería también de una lectura superficial de los escritos que dejó el padre Papczynski. Una mirada más aguda sobre el camino a la santidad del padre Estanislao permite, sin embargo, descubrir la fuente profundamente evangélica del programa ascético que él propuso, en especial, a las personas consagradas. “Nadie puede servir a dos señores” (Mt 6,24). Medita en que hay dos señores: Dios y el mundo, los deseos espirituales y los carnales; el amor propio y el amor de Dios. Tú te has entregado ahora al Señor más excelente, al ingresar a la Orden. Por lo tanto, al otro deberías anunciarle y declararle la guerra. Ten la seguridad de que para llevarla a cabo felizmente te será concedido el auxilio celestial, pero bajo la condición de que luches como es debido. Dios bendice en las batallas a quienes llamó a la guerra. Entonces, ataca lo que es mundano, lo que pertenece a las malas concupiscencias; ataca todo lo que en ti hay de amor propio o lo que de nuevo vuelve a infiltrarse en tu corazón ya consagrado a otro Señor: arráncalo o aléjalo de ti con determinación (Inspectio cordis). Desde esta perspectiva, la vida de fe y la realización de la vocación Divina aparecen como campos de batalla espiritual, de conflicto espiritual entre lo Divino y lo diabólico, entre lo santo y lo que es “mundano”. Todos los medios y ejercicios ascéticos han de ayudar al religioso a purificarse de la suciedad del pecado y a conservar en sí mismo la belleza Divina. El padre Estanislao ayunaba más que sus hermanos, con mayor frecuencia que lo que la Regla establece, practicaba la flagelación y dedicaba más tiempo a la adoración nocturna, sin embargo no impuso esto a sus compañeros. Las normas de penitencia contenidas en la Norma de vida, en nada exceden las normas ascéticas generales de los eremitas de aquella época (con la excepción de que incluía la prohibición categórica de utilizar aguardiente, es decir bebidas alcohólicas más fuertes). Estas medidas no eran fines en sí mismos, sino medios para la propia santificación, pero en el caso del padre Papczynski, a menudo eran una forma de intercesión por los demás, especialmente por los que sufren en el Purgatorio, es decir, estaban al servicio de un amor mayor. Vemos, pues, que ni los ejercicios ascéticos, ni la piedad, ni siquiera la Regla del instituto, se encuentran en el centro de las meditaciones acerca del camino de la perfección religiosa, sino el amor a Dios y a los hombres. En su Primer testamento (9 de diciembre de 1692), el padre Estanislao escribió: Mis queridísimos hermanos en Cristo, con la mayor intensidad e insistencia les recomiendo el amor a Dios y al prójimo, unidad de mentes, humildad, paciencia, sobriedad, modestia, fiel cumplimiento de su vocación y firme perseverancia en ella; honrar como es debido a la Virgen concebida sin mancha, socorrer con pleno empeño a los difuntos, observar las reglas religiosas, disciplina, perfección religiosa y conservar un espíritu de incesante celo. Deben recordar que, a cambio de aquello que prometieron por medio de los votos a Dios y a la Elegidísima Virgen, les espera en el futuro la más segura e infalible recompensa.

Conclusión

Al contemplar la vida del padre Estanislao Papczynski, vemos en ella el encuentro de la actuación Divina con la confianza humana que llega a la total entrega, a menudo heroica. Más que los milagros y gracias místicas atribuidas al padre Estanislao, presentes ya en sus primeras biografías (la visión del Purgatorio, la previsión de acontecimientos futuros o la curación de enfermos, e incluso la resurrección de muertos), nos admira su fortaleza en el seguimiento de las inspiraciones Divinas y en la lucha contra las dificultades de la vida. Lo que hace más visible la actuación del Espíritu Santo en la vida del Fundador de la Orden de los Marianos son sus luchas y sus dudas. El camino de fe y su vocación están vinculados a un llamamiento continuo dirigido al padre Estanislao a negarse a sí mismo, a confiar en el cumplimiento de algo que parece imposible, a la fidelidad hasta el final. ¡Cómo se asemeja en

56 esto el padre Papczynski a Aquella a quien tanto amó y veneró, a María Inmaculada, Mujer de fe! Su santidad fue madurando en el camino de la fe y, de cierto modo, su coronación es la obra heroica de la fundación de nuestra Orden. El padre Papczynski subordinó todo a la realización de su misión fundacional: renunció a la carrera eclesial, aceptó el trabajo de educar candidatos poco aptos para la Orden, experimentó dolorosas olas de burlas, acusaciones, habladurías e incluso sufrimientos físicos, muchas veces golpeado por sus enemigos y por los enemigos de la nueva Orden. También arriesgó su buena fama; aceptó años de fatigas y esperas. Haciendo referencia a las palabras del Apóstol San Pablo, podemos decir que el padre Papczynski dio a luz con dolores de parto a la Orden de los Marianos. En su último testamento entregó al mismo Jesús nuestro Señor y a Su Madre Inmaculada la gloria por la obra realizada: Esta Orden Pequeñita, como su indigno Superior, la confío de la manera más ferviente a mi Señor Jesucristo y a la Elegidísima Virgen María Madre Suya, por los siglos, como a los verdaderos y únicos Fundadores, Directores, Protectores y Patronos de esta Pequeñita Orden de la Inmaculada Concepción Auxiliadora de los Difuntos (Segundo testamento, 1699/1701).

Wojciech Skóra MIC Postuladore generale

57 Decreto sobre la heroicidad de las virtudes

Congregación para las Causas de los Santos

Decreto de la Canonización

en la Diócesis de Poznan del Siervo de Dios Estanislao de Jesús y María Papczynski Fundador de la Congregación de Sacerdotes Marianos bajo la advocación de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María (1631-1701)

(Super dubio)

58 ¿Se conoce de la existencia en grado heroico de las virtudes divinas (teologales) de la fe, la esperanza y el amor tanto hacia Dios como hacia el prójimo, como también de las virtudes cardinales: prudencia, justicia, templanza y fortaleza y las virtudes relacionadas con ellas, en la persona cuya causa concierne?

“Con gozo me gozaré en Yahveh, exulta mi alma en mi Dios, porque me ha revestido de ropas de salvación, en manto de justicia me ha envuelto, (…) como la novia se adorna con sus aderezos” (Is 61,10). La Iglesia emplea en la Misa de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María las palabras mencionadas anteriormente, que parecen pronunciadas por los labios de la Santa Madre de Dios para la gloria de Dios, quien – preservándola libre “de toda mancha de la culpa original – por Ella hizo “grandes cosas el Todopoderoso”, En este singular privilegio de la Santísima Virgen, el Siervo de Dios Estanislao de Jesús y María Papczynski siempre puso una gran esperanza para la obtención de los bienes celestiales, clamando con frecuencia: “Que la Inmaculada Concepción de la Virgen María sea nuestra salvación y defensa”. También con el objetivo de propagar “el culto a la Inmaculada Concepción de la Elegidísima Virgen Madre de Dios” fundó la Congregación de la Inmaculada Concepción, porque – como afirmó el Papa Juan Pablo II durante la solemnidad de la Inmaculada Concepción en el año de 1986 – “alrededor de la Madre Inmaculada del Salvador se congregan todos los que han puesto su esperanza en Cristo” y “Ella – salvación del pueblo – no deja de auxiliarnos” (Insegnamenti di Giovanni Paolo II, IX, 2, p. 1907). En las palabras que dirigió a la Virgen Inmaculada – que lucha contra el rebelde satanás, a quien Ella venció del todo mediante su Inmaculada Concepción – el Papa dijo: “A través de Tu Inmaculada Concepción nos fue dada la esperanza de la victoria. Bajo tu protección nos acogemos…” (L'Osservatore Romano, 9-10 de diciembre de 1991, p. 5). María Inmaculada “ya glorificada en los cielos en cuerpo y alma es la imagen y principio de la Iglesia que ha de ser consumada en el futuro siglo” (LG, 68). Por lo tanto, la Iglesia “en la Santísima Virgen ya llegó a la perfección, por la que se presenta sin mancha ni arruga” (LG, 65). Los laicos, en cambio, han sido llamados a adquirir la perfección, es decir, la santidad, y en esta aspiración “levantan sus ojos hacia María, que brilla ante toda la comunidad de los elegidos, como modelo de virtudes” (Ídem, 65). Por lo tanto, no es de extrañarse que “María, la excelsa hija de Sión, ayuda a todos los hijos —donde y como quiera que vivan— a encontrar en Cristo el camino hacia la casa del Padre.” (Juan Pablo II, Redemptoris Mater, n. 47). Esta verdad se manifiesta claramente en la vida del Siervo de Dios Estanislao de Jesús y María Papczynski. El Siervo de Dios Estanislao nació en Polonia en el pueblo de Podegrodzie, perteneciente a la antigua Diócesis de Cracovia, el 18 de mayo de 1631 como el más joven de ocho hermanos. Sus padres fueron Tomasz Papka o Papiec i Sofía, cuyo apellido de soltera era Tacikowska. Durante el Bautismo, que tuvo lugar en el mismo día del nacimiento del niño, se le dio el nombre de Juan. Recibiría la educación cristiana elemental de sus padres, bien formados en la fe católica. De su madre Sofía aprendió a venerar a la Bienaventurada Virgen María y gracias al auxilio de la Madre de Dios venció sus primeras dificultades en el estudio. Después de terminar la escuela elemental, estudió principalmente en los colegios de los Sacerdotes Jesuitas. En el año escolar de 1649 a 1650 lo educaron los Padres Escolapios, con quienes por designio de Dios y gracias a Su ayuda, recibió el germen de la vocación religiosa y sacerdotal. Según las costumbres reinantes en aquellos tiempos, cambió su apellido por el de Papczynski y aún durante cuatro años más permaneció en el mundo, continuando sus

59 estudios y esperando que fuera posible profesar votos en la Orden de los Escolapios, lo cual era algo imposible, ya que en 1646 esta orden había sido considerada como una Asociación, sin derecho a la profesión de votos. Después de terminar un curso de filosofía que duraba dos años, ingresó el 2 de julio de 1654 al noviciado de los Padres Escolapios en Podoliniec y recibió el nombre religioso de Estanislao de Jesús y María. En el primer año de noviciado realizó tales progresos en la vida religiosa que al inicio del segundo año de noviciado pudo ser enviado a Varsovia a estudiar teología. Allí, en el año de 1656 profesó los tres votos simples – de castidad, pobreza y obediencia. Después de cuatro ordenaciones menores recibió el subdiaconado. En el año de 1661, El Siervo de Dios Estanislao recibió la ordenación al diaconado y al presbiterado. Sin embargo, ya antes había comenzado a enseñar retórica en los colegios de los Padres Escolapios. Para uso de sus alumnos, se ocupó de realizar la impresión de manuales en los que procuró mostrar también “la forma de una buena predicación y también de una buena vida”. Desde el año de 1663 llegó a ser famoso en Varsovia, no solamente como profesor de retórica sino también como predicador y confesor. Entre sus penitentes se encontraba también el Nuncio Apostólico Antoni Pignatelli, el futuro papa Inocencio XII. El Siervo de Dios Estanislao fue un incansable propagador del culto a la Santísima Virgen María y contribuyó a agrandar la cofradía fundada para honrarla en Varsovia, en la Iglesia de los Padres Escolapios. A pesar de las numerosas y responsables ocupaciones relacionadas con la enseñanza y la pastoral, el Padre Estanislao fue muy entregado a la vida religiosa de su Instituto. Admirado por el espíritu del Fundador, defendió fervientemente la observancia original de la Orden de los Padres Escolapios, como también el derecho que tenía la provincia de elegir sus superiores provinciales. Junto con otros hermanos que aspiraban al mismo fin, de manera decidida y firme se declaró en contra de los superiores y de otras personas que se inclinaban por un relajamiento. Sin embargo, lleno de verdadero amor, deseando que se reestableciera la paz en la provincia dividida a causa de la controversia que había surgido, en 1669 pidió permiso para salirse de la Orden de los Padres Escolapios. Lo recibió en forma de Breve Apostólico el día 11 de diciembre de 1670. En ese mismo tiempo, gracias a una “revelación Divina” que se estampó en su alma, dio a conocer públicamente que tenía la intención de fundar la Congregación de Sacerdotes Marianos de la Inmaculada Concepción. Creó esta nueva familia religiosa en 1673 en la Diócesis de Poznan, con el objetivo de difundir el culto a la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Poco tiempo después, en 1676, añadió al objetivo original la oración por las almas de los fieles que se encuentran en el purgatorio, especialmente de los soldados y de aquellos que fallecen durante epidemias naturales. Las tareas que corresponden a la Orden de los Marianos fueron claramente expuestas en “Normae vitae”, que él redactó para su instituto (erigido canónicamente en 1679). El Siervo de Dios Estanislao y sus hermanos marianos desearon ardientemente, desde el principio, ayudar a los párrocos en el trabajo pastoral y se entregaron con fervor a esta actividad apostólica, a pesar de que la Orden tenía carácter eremítico en consideración a el estado legal que en ese entonces estaba vigente. Después de que el obispo atenuó el rigor de la clausura en la segunda casa religiosa (en Gora Kalwaria), el Siervo de Dios realizó con mayor intensidad ese trabajo pastoral, especialmente en medio del pueblo sencillo, pobre y privado del auxilio de otros pastores. También se entregó ardientemente a otras obras de misericordia tanto del cuerpo como del alma. Liberaba a las personas que venían a verlo de diferentes padecimientos y les ayudaba – como cuenta la tradición – también en forma milagrosa. Por estos motivos, ya en vida era considerado santo.

60 Caracterizándose por la humildad, la pobreza, el espíritu de mortificación y otras virtudes, se preocupó por conducir a sus hermanos, con la palabra y el ejemplo, a las cumbres de la perfección. A su vez, en el libro Templum Dei mysticum expuso la forma de aspirar a la santidad propia de los laicos. A pesar de diferentes géneros de dificultades gobernó gloriosamente la Orden de los Marianos hasta su muerte, primero como superior general y padre espiritual ante todo en la casa religiosa de la Selva Korabiewska (hoy llamada Selva Marianska), y desde 1677 – en una pequeña casa religiosa adyacente a la Iglesia del Cenáculo del Señor en Nowa Jerozolima (hoy Gora Kalwaria). Para garantizar la estabilidad legal de la Congregación de la Inmaculada Concepción obtuvo para ella en 1699 la aprobación apostólica. Como el primero entre los marianos profesó los votos solemnes a la Regla de las Diez Virtudes de la Santísima Virgen María. Poco tiempo después, como consecuencia del agotamiento causado por el ferviente trabajo apostólico y por la constante mortificación de sí mismo, murió en opinión de santidad el 17 de septiembre de 1701. La causa de beatificación del Siervo de Dios Estanislao fue gestionada entre los años 1767 y 1769 en la Curia de Varsovia. Después de ser estudiada en Roma, fue publicado en 1775 el decreto super scriptis del Siervo de Dios. Sin embargo, en consideración a la falta de documentos y de suficiente conocimiento sobre su vida, el proceso fue suspendido en ese mismo año. En los años siguientes – a pesar de que la fama de santidad del Siervo de Dios Estanislao continuaba – como consecuencia de continuas guerras y persecuciones en contra la Iglesia y también en contra el pueblo polaco y lituano, hicieron falta las condiciones que favorecieran la reanudación del proceso. Después de que Polonia y Lituania obtuvieron la independencia en 1918 los marianos tampoco asumieron de nuevo el inicio del proceso, a causa de la desaparición del acta de archivo y por falta del tiempo necesario para prepararlo. Fue sólo hasta 1953 que como consecuencia de sus insistentes peticiones, también por parte de los fieles, se dio comienzo nuevamente al proceso y a los trabajos orientados a publicar el libro histórico Super Introductione Causae et Super Virtutibus del Siervo de Dios Estanislao. En 1977, el libro fue impreso y estudiado por historiadores consultores y el 6 de marzo de 1981 se reanudó el proceso. Durante los años 1981 y 1982 fue conducido en Varsovia el proceso de non cultu. En virtud del decreto super validitate Processus promulgado en 1990, se estudió a fondo el Positio super virtutibus. Más adelante, el 22 de enero de 1991 durante el Congreso Ordinario de la Congregación, dirigido por Antonio Petti, Promotor General de la Fe, los teólogos consultores confirmaron que el Siervo de Dios había practicado las virtudes en grado heroico. El día 17 de marzo de 1992, los cardenales y obispos reunidos en Congregación Ordinaria, con la coparticipación del ponente Paulino Limongi, Arzobispo titular de Nicaeensi in Haemimonto, reconocieron que el Siervo de Dios Estanislao de Jesús y María Papczynski había practicado en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y las virtudes relacionadas a ellas. Después de que el Cardenal Prefecto que aquí firma le presentara al Papa Juan Pablo II los resultados de los estudios, el Santo Padre acogió con gusto el voto de la Congregación para las Causas de los Santos y ordenó que se preparara el decreto sobre la heroicidad de las virtudes del Siervo de Dios. El día 13 de junio de 1992, el Santo Padre invitó a su residencia al Cardenal Prefecto que aquí firma, ponente de la Causa, Secretario de la Congregación, así como a las demás personas a las que se suele llamar en tales circunstancias, y en presencia de los congregados declaró solemnemente: Reconozco la heroicidad de las virtudes teologales de la fe, la esperanza y el amor a Dios y al prójimo, como también de las virtudes cardinales de

61 prudencia, justicia, templanza y fortaleza y las virtudes relacionadas con ellas, del Siervo de Dios Estanislao de Jesús y María Papczynski. El Papa ordenó que este decreto se proclamara públicamente y fuera depositado en las actas de la Congregación para las Causas de los Santos.

Dado en Roma, el día 13 de junio del Año del Señor 1992

Cardenal Angelus Felici, Prefecto + Edward Nowak, Arzobispo titular de Lunen., Secretario

62 ELECCIÓN DE PENSAMIENTOS DEL PADRE FUNDADOR

“Para que ustedes no permanezcan ociosos en la Viña del Señor”

Para que Ustedes no permanezcan ociosos en la Viña del Señor, han de extender la honra de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen Madre, en la medida de sus fuerzas; y con el máximo esmero, fervor, y celo, socorrer con la oración a las almas de los fieles difuntos que sufren los castigos del purgatorio, sobre todo a las almas de los soldados y de quienes fallecieron como consecuencia de las epidemias.

P. Estanislao de Jesús y María Papczy_ski Fundador de la Orden de los Marianos

La gracia de la vocación

1

¿Quién fue Aquél que te creó? Fue Dios, el ser más absoluto, sin principio alguno, ni origen, la más perfecta Bondad y Sabiduría, el infinito Amor y Omnipotencia. Te creó, pues, Aquél que Es, y fuiste creado tú, que no fue. Debes saber que fuiste creado de la nada, formado de la miserable materia, pero, no obstante, gracias a la sabiduría del Divino Artista, fuiste hecho tan hermoso, que con excepción de los habitantes del cielo en su aspecto exterior, superas a todas las criaturas. Reflexiona también, ¿qué alma infundió en ti? Un alma formada a Su imagen y semejanza. La obsequió con la razón, para que comprendieras que Dios es tu Creador. Te dio un corazón para que lo amaras. Le dio a esa alma voluntad, para que demuestres que eres libre y que no estás subordinado a nada. Eres libre de aspirar a lo que quieres, de elegir eso que quieres, de amar eso que eliges y de ir en pos de eso que amas. Finalmente, a esa imagen Divina Dios añadió la memoria, para que medites acerca de los beneficios que Él te concede y para que recuerdes que Él es tu Creador y que en el pasado tú fuiste polvo y en el futuro lo

63 volverás a ser, tal como anunció en tiempos pasados a los primeros Padres, diciendo: “Eres polvo y al polvo tornarás” (Ge 3, 19).

(Inspectio Cordis)

2

Reflexiona en qué forma actúa la Providencia Divina, que aún antes de la concepción ya le había dado el nombre al Salvador del mundo (cf. Lc 1,31). De la misma manera, antes de que nacieras también a ti te habían sido destinadas ciertas gracias para la salvación de tu alma, los talentos de los que has de disponer, pero en particular, la vocación al estado en el que te encuentras actualmente, y que un día, antes de que nacieras, Dios predestinó para ti. ¡Oh, es tanto lo que deberías admirar y contemplar esa solicitud que por ti tiene el Bondadosísimo Dios Padre, que se anticipó incluso a tu nacimiento! ¡Con cuánto celo deberías corresponderle! ¡Con cuánta rendición a la voluntad Divina deberías corresponderle! ¡Ojalá por lo menos intentes no descuidar, en forma voluntaria y deliberada, nada de lo que ha sido establecido para tu salvación, a fin de que con perseverancia cooperes, tanto con tu vocación, como también, con cada gracia Divina!

((Inspectio Cordis)

3

Dios te muestra benevolencia por el puro amor desinteresado que tiene por ti. Por eso sucedió que no te abandonó en el mundo para que perecieras, sino que te llamó a la orden religiosa, que al que aquí peca no infligió el castigo merecido, como solía proceder con muchos otros;, que cada vez que caes y abandonas el camino de la perfección, con mucha paciencia espera tu enmienda; que a diario, e incluso a cada instante, te enriquece de gracias, y lo hace por el puro amor que te tiene. Por eso es justo que también tú, por puro amor a Dios, realices todas las buenas obras y soportes todas las dificultades, como lo hizo […] el Apóstol, a quien únicamente y sólo el amor a Dios condujo e hizo capaz de pasar por dificultades sin medida, por el sufrimiento y la muerte.

(Inspectio Cordis)

4

La bondad y la sabiduría Divinas, a pesar de las innumerables dificultades que obstaculizan, inicia y lleva a cabo lo que quiere, incluso aunque los medios no sean los adecuados desde un punto de vista humano. Porque nada es imposible para el Todopoderoso. Esto se manifestó de la manera más clara en mí, el más miserable, el pecador más digno de desprecio, el hombre más ruin, el más inútil instrumento [utilizado por Dios] para fundar la peor y más pequeña Comunidad de Sacerdotes de la Santísima Virgen María Concebida sin mancha. En mí había: espíritu: inadecuado, virtud: ninguna, prudencia: poca, todo demasiado pequeño, más para soñar que para emprender tan gran trabajo. Pero Dios mismo, Dios, (para quien sean la eterna e infinita gloria y gratitud) así como milagrosamente me movió a esta

64 obra con su Providencia, es decir, con amor, misericordia y sabiduría, así Él mismo la llevó a cabo y la lleva a cabo por los siglos de los siglos.

(Fundatio Domus Recollectionis)

5

No faltaron las muy venerables Órdenes que me invitaran a hacer parte de su comunidad. A mí, en efecto, tan reacio, porque anhelaba una mayor perfección. De hecho, esa visión Divina grabada en mi alma, concerniente a la fundación de esta Congregación de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, me obligó a llevar a cabo su objetivo, después de despreciarlo todo y, también, de no dejar que regresara a la Orden de los Escolapios. […] Viví en la residencia de aquel Noble, el Señor Karski, cerca de dos años y estuve buscando los modos de iniciar la Compañía de la Inmaculada Concepción que el Espíritu Divino ya había formado en mi mente. Sin embargo, hacían falta los compañeros que exige el inicio de una obra por el estilo. Y a pesar de que algunos se presentaron personalmente, tanto laicos como religiosos, yo temía vincularme con ellos, ya sea porque su virtud no había sido puesta a prueba o porque hacia falta lugar.

(Fundatio Domus Recollectionis)

6

Ante todo, reflexionen atenta y continuamente en el objetivo de su Comunidad. El objetivo común de todas las Órdenes más santas, debería ser también el de ustedes: un mayor engrandecimiento de la gloria de Dios y la solicitud por la propia salvación, con una seria aspiración a la perfección: “¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?” (Mt 16,26). Para que ustedes no permanezcan ociosos en la Viña del Señor, han de extender la honra de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen Madre, en la medida de sus fuerzas; y con el máximo esmero, fervor, y celo, socorrer con la oración a las almas de los fieles difuntos que sufren los castigos del purgatorio, sobre todo a las almas de los soldados y de quienes fallecieron como consecuencia de las epidemias. Sin embargo, no se le prohibirá a quienes hayan sido obsequiados con ese tipo de capacidades, ayudar a los párrocos en los trabajos eclesiales, si alguna vez, con la previa autorización del ordinario y los superiores, fuera llamado por ellos; porque no es apropiada para ustedes una vida tan rigurosamente contemplativa, a pesar de haber sido fundados como eremitas.

(Norma vitae)

7

Son dos los adornos que dan mucho brillo a las santas instituciones [religiosas]: la virtud y la educación. La observancia de la regla de la orden muestra virtud, la educación contribuye al bien del prójimo. Por lo tanto, nosotros que hemos sido llamados por disposición Divina a gobernar nuestra pequeñita Comunidad y a servirle, procuramos, con

65 toda insistencia velar por que todos nuestros Hermanos en el Señor se distingan por una perfecta disciplina en la vida religiosa y por la gloria de un excelente conocimiento.

(Litterae ad Marianos in Eremo Corabieviensi)

8

Suponiendo que tu orden es la puerta de Cristo, reflexiona en que la salvación será alcanzada tanto por aquellos que entran a través de ella, como también, aquellos que salen a través de ella. Es decir, que a la vida eterna entran los religiosos que después de ser aceptados tras los muros conventuales, se entregan allí sin cesar a la soledad, a la oración, a la penitencia y a la adquisición de virtudes, sin mostrarse jamás públicamente y sin dar jamás ni un paso para salir al exterior. Pero la vida eterna también fue prometida a aquellos que por salir al mundo, apremiados por la obediencia o por el amor, con el fin de llevar ayuda ya sea a la orden o al prójimo, no están en condiciones de cumplir como es debido con las obligaciones comunes de su orden. Porque al estar en medio de los laicos no tienen las mismas facilidades para la oración, para la meditación, para realizar la lectura espiritual, para tener conversaciones espirituales y otro tipo de ejercicios, como las tienen aquellos que residen en la casa religiosa. Pero como salieron de aquí por la puerta del amor o de la obediencia, no quedan privados de sus méritos ni son perjudicados en su salvación.

(Inspectio Cordis)

9

Mis queridísimos Hermanos en Cristo, con la mayor intensidad e insistencia les recomiendo el amor a Dios y al prójimo, unidad de mentes, humildad, paciencia, sobriedad, modestia, fiel cumplimiento de su vocación y firme perseverancia en ella; honrar como es debido a la Virgen concebida sin mancha, socorrer con pleno empeño a los difuntos, observar las reglas religiosas, disciplina, perfección religiosa y conservar un espíritu de incesante celo. Deben recordar que, a cambio de aquello que prometieron por medio de los votos a Dios y a la Elegidísima Virgen, les espera en el futuro la más segura e infalible recompensa. Ante todo deseo, carísimos míos, que florezca entre ustedes la paz, la concordia y el amor mutuo; “Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo” (Ga 6,2). Que el Dios de la paz y el amor los proteja, dirija, defienda y salve eternamente. Que a Él, Uno y Trino, sea la eterna gloria, honor y alabanza, y dulcísimo gozo en Él mismo y en el Verbo Encarnado y en todos los elegidos, especialmente en su Elegidísima Virgen Madre, Madre de Misericordia, mi única esperanza y refugio, como también de todos los pecadores.

(Testamentum Primum)

10

Al final, encarecidamente les recomendamos el amor a Dios, la devoción a la Elegidísima Virgen y a los santos Patronos; el amor mutuo, la paz, la concordia, el cumplimiento de los santos votos, el amor a la oración ferviente y a la mortificación apropiada, la humildad, la paciencia, la gratitud y la perseverancia en la santa vocación, con la ayuda de Dios; y también,

66 les pedimos vivamente que no dejen de orar por mi, pobre anciano, y que no dejen de encomendarme continuamente a Dios nuestro Señor.

(Litterae ad Marianos in Eremo Corabieviensi)

11

Recomiendo a ustedes mis Compañeros y – si me permiten decir – mis hijos, el amor a Dios y al prójimo, fervor en la fe católica; honor, respeto y obediencia a la Santísima Sede Apostólica; el cumplimiento de los votos, humildad, paciencia, socorrer a los difuntos y paz en todo. […] Me voy para siempre; oren por mi y yo (oraré) por ustedes, como quien mediante sus oraciones y obras que alcanzan el perdón de Dios, ha de obtener la misericordia Divina. Dejo un retrato de mi persona a los que tengan curiosidad de verlo, en cambio, para imitar, dejo una imagen de la vida de mi Señor Jesucristo.

(Testamentum Alterum)

Jesucristo

1

“Si alguno me sirve, que me siga” (Jn 12,26). Reflexiona esto atentamente pues el Señor quiere que lo imiten todos los religiosos que se han incorporado verdaderamente en el servicio a Dios, es decir, en la vida activa y el sufrimiento. En cuanto a lo primero, deberían observar rigurosamente las reglas que fueron establecidas por Dios en forma de directivas que tienen en cuenta su comportamiento. Deberían desear, a semejanza de David, no apartarse ni en una jota de la norma de vida prescrita para ellos. Por eso pidió a Dios así: “Hazme entender el camino de tus ordenanzas, y meditaré en tus maravillas” (Sal 118,27). En cuanto a lo segundo, Dios quiere que los religiosos que Le sirven, Lo sigan en el sufrimiento. Deberían llevar cada cruz, cualquiera que les sea impuesta, no solamente con valentía, sino también con alegría. Así lo recomienda diciendo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16,24). Lo dice como es debido, pues el siervo fiel y obsequiado con virtud extraordinaria, se caracteriza por el hecho de que con ese mismo espíritu permanece junto al Señor tanto en los momentos alegres como en los desagradables, tanto en las circunstancias favorables como en las adversidades. Digno de una marca de ignominia es aquel que sigue al Señor cuando Él se dirige a un banquete, pero huye de Él cuando cae bajo el peso de la cruz.

(Inspectio Cordis)

2

“Mi carga es ligera” (cf. Mt 11,30). Con mucha razón dice esto Jesús. Pues quien lleva la carga de Cristo, es llevado y con Su gracia sostenido de tal manera por Él, que al llevarla, siente sólo al mínimo el peso de la carga. No obstante, si de vez en cuando esa carga (por ejemplo el sufrimiento, la persecución, la tentación y cada cruz) se hace molesta y pesada, es

67 para nuestro mayor bien y mérito, porque el premio se concede al que carga dependiendo del peso de la carga. Por lo tanto, toma sobre ti la carga de Cristo, toma sobre ti la cruz. Aunque te parece demasiado pesada, sin embargo, el Señor la hará más ligera concediéndote la dulzura de su consuelo y te premiará con la visión eterna de Él. No por otra razón te llama hoy a su mesa, sino para hacer Su carga ligera para ti y para otorgarte nuevas fuerzas para levantar otras cargas, en caso de que hubiera de imponértelas.

(Inspectio Cordis) 3

La cruz – es la mortificación voluntaria del cuerpo; la cruz – es la penitencia continua y severa; la cruz – es la difamación, el desprecio, que te causen daño y todo tormento; la cruz – es la enfermedad, la escasez, la aflicción, el detrimento de los bienes materiales, la perdida de bienes; la cruz – es la carencia de cosas necesarias, la limitación en las superfluas, la privación de éxito, consentimiento de las adversidades y de todo lo que ocasiona aflicción espiritual o física. Cristo mismo, con sus palabras y ejemplo, y especialmente llevando Él mismo la muy molesta carga del madero salvífico, nos llama a cada uno de nosotros a cargar con esa cruz, con corazón animado y alegre, por amor a Él. Todo esto con el fin de que nosotros, siguiendo al Predecesor en el vía crucis, finalmente alcancemos con Él la herencia de alegría y gloria que perdura eternamente.

(Christus Patiens)

4

“Y le dice: «Sígueme»” (Mt 9,9). Ten en cuenta que el testimonio de una verdadera conversión es la imitación real de Cristo. Judas no se convirtió porque a pesar de que había seguido a Jesús, lo acompañaba la traición. Lo siguió lleno de hipocresía y pensó en sus propios intereses. San Mateo obró de manera diferente, como podrás suponer. Él fue un verdadero imitador de Cristo, porque habiéndose levantado, le siguió. ¿De qué se levantó? Del pecado. ¿A dónde siguió a Cristo? A la práctica de las virtudes. Aquí se te ofrece una buena regla para la imitación de Cristo: levantarse y seguirlo. Si no te levantas no estarás en condiciones de seguirlo, aunque te parezca que estás siguiendo Sus huellas. Si en lo más recóndito de tu propia voluntad ocultas intereses de tu amor propio y por el estilo, quiere decir que no sigues a Cristo, que en realidad no imitas a Cristo, aunque estés vestido de religioso, aunque hayas echo votos de obediencia, castidad y pobreza, y te gloríes de ello. Por lo tanto levántate y síguelo, porque si no te levantas, nunca le seguirás.

(Inspectio Cordis)

5

Ya que quieres ver a Cristo transfigurado en el cielo, además de prestar atención a la doctrina del Evangelio, deberías también prestar atención a la observancia de la ley y procurar alcanzar la contemplación. Pues no sin motivo se aparecieron a los discípulos de Cristo, Moisés y Elías, conversando con Cristo. Ya que Cristo les dirigió la atención hacia los consejos evangélicos, Moisés, hacia los mandamientos de Dios y Elías hacia la contemplación. Por eso, deberías aprender a guardar la obediencia, la pobreza y la castidad,

68 que Cristo enseñó con el ejemplo y la palabra. Además de eso, te fueron dados para cumplir los mandamientos de Dios. Sin embargo, no serás lo suficientemente perfecto si no añades a ello un ferviente esfuerzo por la contemplación y si no unes a la vida activa la vida espiritual. Pues donde está Cristo, allí también deberían estar Moisés y Elías. Tú dices que imitas a Cristo porque cumples con los consejos evangélicos, pero con eso todavía no estás realizando nada extraordinario si, al mismo tiempo, no cumples con los mandamientos Divinos y no te entregas con frecuencia a la contemplación.

(Inspectio Cordis) 6

“Le recibió en su casa” (Lc 10,38). Tú también, alma mía, aunque te distraes porque te preocupas por muchas cosas y no te entregas seriamente a la contemplación, no temas invitar a Jesús a tu casa y recibirlo. Él obsequia con el mismo amor tanto a los contemplativos como a los que llevan una vida activa, con la condición de que tanto los primeros como los segundos Lo honren con la misma disposición, a través de los servicios y cargos que desempeñan. Él obsequia con la misma recompensa de bendición tanto a las almas que se dedican a la oración constante como a las que sirven al prójimo. Suele obsequiar con la misma visión beatífica tanto a los ermitaños que se dedican a la meditación, como a los obreros empleados en Su viña. De manera que si no tienes un ramo de mirra de amor, si no tienes costosos aceites de oración, si con Magdalena no tienes lágrimas para lavar Sus pies, entonces ofrécele con Marta trabajos domésticos y servicios hechos al prójimo, en solicitud por su salvación. Pero si tampoco tienes esa posibilidad, Él se contenta incluso con tu buena voluntad.

(Inspectio Cordis)

7

Por ti, tú Salvador, el Benignísimo Pastor, ofreció su vida, entregó su espíritu. Lo hizo sobre todo para que tú, redimido, no dudaras en consagrar tu vida a Él y al prójimo. Eso es lo que exige de ti cuando dice: “Fíjate para que lo hagas según los modelos que te han sido mostrados en el monte” (Ex 25,40). ¿En qué monte? En el Gólgota. ¿Qué fue mostrado? Cristo, el Hijo de Dios, crucificado por ti y por todo el género humano. En Él pon tu mirada. A Él te corresponde necesariamente imitar, desgastándote por la salvación del prójimo, tratando a todos con mansedumbre, orando por los enemigos, ofreciéndote a la justicia Divina por los pecadores, recurriendo a Dios en las aflicciones y siendo perseverante en las buenas obras. Se te mostró este ejemplo y modelo en el monte. Si te niegas a imitarlo, renuncia a tu propósito de comulgar. Pues no es digno de ser alimentado por Cristo aquél que rehúsa a actuar con Cristo y para Cristo.

(Inspectio Cordis)

8

Reflexiona en el beneficio de la Redención. En cómo el Hijo de Dios, semejante en todo al Padre, quiso adoptar la naturaleza humana para conducirte a ti – hombre rebelde – de regreso a la casa paterna, para liberarte de la cárcel del sufrimiento eterno o infierno. Siendo

69 inabarcable, fue encerrado en el seno de la Virgen; siendo impasible, durante toda su vida sufrió diversas persecuciones, aflicciones, infortunios: durante su nacimiento, el frío; durante la circuncisión, el cuchillo; durante la huída a Egipto, las molestias del clima y muchas otras incomodidades; cuando enseñaba, tuvo que soportar las lenguas de los impíos, protegerse de ser apedreado, experimentar tentaciones del infierno, y en recompensa por el bien, recibió lo peor.

(Inspectio Cordis) 9

El Hijo de Dios, para enseñarte humildad tanto con la palabra como con el ejemplo, descendió del seno del Padre Eterno y del espléndido palacio real y habitó en el seno de una Jovencita mortal (que sin embargo, al Hijo de Dios le pareció como si fuera el cielo) y en ese seno virginal comenzó a enseñar aquella sabiduría superior que consiste en la humildad de espíritu y en despreciar la vana doctrina de los sabios de este mundo. El resumen más corto de toda Su doctrina es la frase: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). Mientras que su nacimiento en un establo, la huída a Egipto, la tentación en el desierto, la persecución por parte de los Judíos, el lavatorio de los pies durante la Última Cena, la tristeza en el Huerto de los Olivos, las cadenas, las bofetadas, el encarcelamiento, la flagelación, la burla delante de Herodes, la coronación en presencia de Pilato, el tan sumamente infamante cargar con la cruz, la muerte tan denigrante y terrible, y otra infinidad de diferentes episodios, ¿no fue todo esto una lección clara, que salta a la vista – precisamente por ser práctica – del más alto grado de humildad?

(Inspectio Cordis)

10

Cuando escuchas que Jesús, a los doce años de edad, se dirige con sus santísimos padres al templo de Jerusalén, admira Su fervor y examina tus hábitos, obras y comportamiento cuando tenías la misma edad. En ese entonces tú comenzabas a ofender a Dios, a dar rienda suelta a la inquieta juventud y a sucumbir a todo mal y vicio. ¡Oh, cómo eras de distinto a Cristo! Los doce años de edad de tu Salvador proporcionaron ejemplos de un fervor admirable. En tu caso, dieron inicio a toda iniquidad. Actualmente, ¿cómo estás pasando estos años en la casa de Dios? ¡Con tanta frialdad, con tanta pereza, con tanta arrogancia! Ten cuidado de que no suceda que con tu hábito religioso aparentas imitar a Jesús, pero con tus hábitos imitas a un ladrón, y resulta que tu actitud es peor que la de un laico. Por sí mismo, el estado religioso a nadie salva, sino la vida religiosa. […] Que Dios te proteja para que no resultes siendo un religioso sólo de nombre, y no en realidad. Si no abandonas los malos hábitos seculares y si no respondes a tu vocación, llegarías a tener un final semejante, muy desdichado.

(Inspectio Cordis)

11

70 “Le buscaron entre los parientes y conocidos” (Lc 2,44). El castísimo José y su esposa, la Santísima Virgen, no pudieron encontrar al Joven Jesús entre los amigos, los miembros de la familia y los parientes. Tú tampoco lo encontrarás en las charlas, en la lectura de curiosidades, en el mundo, en las calles, en las opiniones ajenas a tu tipo de vida ni en el modo de vivir de los laicos. Escucha también lo que dice san Agustín, obispo de Hipona y doctor de la Iglesia, quien precisamente allí buscó al Señor por largo tiempo. “Estuve dando vueltas –dice – por los barrios y las calles de las ciudades de este mundo, buscándote a Ti (Señor) y no Te encontré, porque buscaba mal, en el exterior, a Aquél que estaba en el interior. (…) Estabas conmigo, pero yo no estaba Contigo; me alejaban de Ti esas cosas que no podían existir de otra forma que sólo en Ti”. A Dios hay que buscarlo en el interior, en la casa, en las continuas mortificaciones; y no en el exterior, en los placeres vanos. Porque si realmente te preocupas por encontrar a Dios, de nada sirve que, al buscarlo, no te mortifiques. ¿Sabes acaso dónde se encuentra Dios? Allí donde se abandona al hombre (es decir, a uno mismo). ¿Sabes acaso dónde se encuentra Cristo? Allí donde se niega, mortifica y se ofrece en sacrificio la propia voluntad.

(Inspectio Cordis)

12

¡Qué gozo deberías tener cuando ves que eres soldado e incluso hijo de esa Autoridad que ha de reinar eternamente! Pues todos los creyentes en Cristo son Sus hijos adoptivos y herederos del reino de los cielos. Sin embargo, tienen mayor derecho a ello los religiosos, que asumiendo los consejos evangélicos, hacen la profesión a la regla apostólica y procuran imitar fielmente la vida de Cristo nuestro Señor. Si lo que más desean los súbditos es tener un rey, bajo cuya autoridad temporal pudieran gozar plenamente de paz y prosperidad, cuánto deberías alegrarte tú por tener un Señor que te preparó un reino eterno, con la condición de que no renuncies a Su yugo. Si finalmente escuchas, que el reino de los cielos no tendrá fin, ten cuidado de no escatimar esfuerzos por alcanzarlo, por apoderarte de él incluso a la fuerza, ya que la gente hace todo lo posible, se expone a tantos peligros, libra tantas guerras ¡para conquistar reinados que han de ser destruidos!

(Inspectio Cordis)

13

Ruégale a Cristo que te libere de todo lo que en ti no corresponde al espíritu religioso sino al espíritu del demonio, de lo que nada tiene en común con tu estado, ni lo embellece. Es decir, tanto de los malos deseos como de las malas obras.

(Inspectio Cordis)

14

Preséntate delante del Señor como mudo, ciego y engañado por el espíritu maligno. Como mudo porque reflexiona en como estás lleno de frialdad y aridez en la oración, es más, estás carente de todo fervor. Como ciego porque piensa cómo estás de repugnantemente

71 extraviado siguiendo en pos de tu propia voluntad, conducido por la razón de mentalidad demoníaca. Al no tener el verdadero espíritu de Dios, porque te entregas gustosamente a los asuntos externos, porque no tienes todavía el espíritu del pleno renunciamiento a ti mismo y del servicio a Dios, porque infringes muchas veces los mandamientos de Dios, las virtudes y reglas religiosas, porque, finalmente, no asumes ninguna tarea religiosa ni tampoco cristiana y fácilmente permites que el espíritu maligno te seduzca, y engañado, caes todavía más frecuente y gravemente. Por eso pídele al Señor tres cosas: luz, para que andes por el verdadero camino de la perfección religiosa; habla, para que al abundar en ardiente fervor, te entregues a una oración constante y libre de distracciones; finalmente, pídele ser liberado de todos los infames ataques del espíritu maligno, para que sepas resistirlos en cada tentación insuperable y en cada actividad religiosa contraria a la santidad de vida.

(Inspectio Cordis)

15

“Separados de mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5). Deshazte, echa fuera de ti la convicción de que eres alguien, de que algo puedes, de que algo haces. Ah, pobrecito, ¿quién eres tú sin Cristo? ¿De qué eres capaz sin Cristo? ¿Qué harás sin la ayuda de Cristo? Avergüénzate ahora de que algunas veces te hayas gloriado de tus actos, como si realmente, por ti mismo, hubieras realizado algo fuera del pecado. Por lo tanto, para un futuro, no te apropies ni te atribuyas a ti mismo la gloria ajena. No te atribuyas a ti mismo la gloria debida a Dios, quien es la causa de todo bien en ti. ¡Oh corneja, no te vistas con plumas ajenas y no te pavonees con ellas! Lo sabe tu naturaleza, lo sabe el mundo, lo sabe el cielo: que tú eres nada, que nada puedes, y que por ti mismo, nada bueno harás. Debes querer saberlo y estar convencido de ello. Debes desear que la gloria por todos los bienes sea dada al nombre de Dios y no a ti.

(Inspectio Cordis)

16

“Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?” (Hch 9,4) Reflexiona en que por lo general Dios despierta a los grandes pecadores a través de fuertes inspiraciones o palabras, que como un martillo pulverizan sus corazones. Tú también escucha, tal vez a ti también Él clama de manera semejante: “¿por qué me persigues?” A través de la gracia te hice mi amigo, tú te conviertes en mi enemigo al darme la espalda y al inclinarte hacia las cosas vanas, hacia las curiosidades, hacia los juegos, hacia el mundo, hacia la sensualidad. Por ti cargué con la cruz y estuve colgado sobre ella. Tú, al cumplir tu voluntad, sientes repugnancia hacia la cruz y hacia toda modificación. “¿Por qué me persigues?”

(Inspectio Cordis)

17

El hombre sabio que desea la conversión del alma, pone atención a las buenas inspiraciones y las cumple. En cambio tú, ¿no descuidas acaso las inspiraciones Divinas? Cuando te viene a la mente un pensamiento inspirado por Dios, por ejemplo algo igual o semejante a: “Despierta tú

72 que duermes” (Ef 5,14), tú que estás oprimido por el sueño de tantas imperfecciones, ¿acaso te despiertas? No te despiertas sobresaltado y no clamas arrepentido: “en verdad el Señor ha hablado”; “me levantaré, pues, y recorreré la ciudad. Por las calles y las plazas buscaré el amor de mi alma” (Ct 3,2); y cuánto más tardíamente empiece a buscarlo, con tanta mayor prontitud procuraré encontrarlo.

(Inspectio Cordis) 18

El Misericordiosísimo Salvador del mundo se preocupa por la salvación de todos los hombres y no sólo tiene en consideración la felicidad de los justos sino también, e incluso principalmente de los pecadores. Él mismo lo hace cuando a través de su frecuente participación en el Santísimo Sacramento, a través de diversas inspiraciones y a través de concederles generosamente sus innumerables beneficios los convierte hacia Él. Precisamente entonces sucede que esas ovejas, a las que el diablo ya había marcado con su signo, vuelven a regresar al rebaño de Cristo y son salvados. ¡Oh, cuántas veces te ha llamado desde lejos para que regreses, a ti mismo, herido por pecados mortales! ¡Cuántas veces te ha sacado del rebaño del mercenario infernal! Cuántas veces te ha buscado como a la oveja perdida, y cuántas veces te ha encontrado después de buscarte con tanto esfuerzo, cuántas veces, (como a oveja) una vez encontrada, te ha alimentado, dado de beber y cuidado. En cambio tú, ¡ah!, ¡cuántas veces te has vuelto a alejar, por medio del pecado, de tan buen Pastor!

(Inspectio Cordis)

19

Si tantas veces el Misericordiosísimo Señor, a través de santas inspiraciones, llama a la puerta de tu corazón y te exhorta al cumplimiento de buenas obras; si te despierta para sacarte del sueño de los pecados, si te persuade para que elijas el camino de la virtud, de acuerdo con los mandamientos, y para que lleves una vida totalmente espiritual y si tú tantas veces finges que no escuchas la palabra de Dios, no la percibes o no entiendes sus inspiraciones o las consideras poca cosa, debes saber que te encuentras en una muy mala situación, próximo a un fin desgraciado y a ser arrastrado por los espíritus malignos a la condenación eterna. Igualmente es digno de lástima el estado en que te encuentras cuando escuchas de mala gana y finges estar sordo a quienes te persuaden y exhortan a entrar en la verdadera senda de la perfección o cuando, a pesar de que aceptas sus advertencias y escuchas sus palabras, nada haces en la práctica. Es digno de lástima este estado causado por tu orgullo o también por una muy grande obstinación de la voluntad (lo cual es un signo muy seguro de la condenación del hombre) y por la dureza de corazón. De manera que ¡manos a la obra! Se obediente a las inspiraciones Divinas, acepta los consejos, exhortaciones y justas órdenes de los demás, para que no resulte que en vano fue derramada por ti la Sangre del Misericordiosísimo Señor. A Él debes desearle y suplicarle que Su Sangre sea para ti salvífica y provechosa también en la santa Comunión actual.

(Inspectio Cordis)

20

73 Pídele al bondadoso Jesús que después de venir a la morada tan desosegada de tu alma, traiga consigo la paz. No aquella paz que habría de hacerte libre de infortunios o de toda cruz en general: pues es mejor ser probado que estancarse en la inercia (porque incluso el agua que se mantiene estancada, comienza a descomponerse), sino aquella paz que hace que puedas soportar generosamente todas las adversidades con serenidad de espíritu y que gracias a ello puedas recibir de Él mismo la guirnalda de olivo de la paz en la ciudad celestial de Jerusalén; porque después de haber tomado parte en la guerra y de haber librado duras batallas con el demonio, el mundo y la carne, gozarás de paz por los siglos.

(Inspectio Cordis)

21

“El buen pastor da la vida por las ovejas” (Jn 10,11). Toma en cuenta que al buen pastor no le basta con extenuar su cuerpo por el bien del rebaño, sino que tiene que mortificar también su alma. El ejemplo más acertado y conocido de ello es Moisés, aquel caudillo de Israel que se opuso al Señor del Universo cuando Él quiso acabar con todo el pueblo israelita como consecuencia de sus graves transgresiones. Ofreció su vida por sus hermanos, deseando ser él mismo borrado del libro de la vida antes que permitir la muerte del pueblo que había sido confiando a su cuidado (cf. Ex 32, 1-14. 30-32). ¡Esto es algo grande y digno de admiración! Sin embargo, lo que Cristo hizo por nosotros es algo incomparablemente mayor y digno de admiración. Lo menciono brevemente: entregó su propio cuerpo a los más crueles y extremos martirios y a la más ignominiosa muerte: también ofreció su alma y la entregó, por sus ovejas, a tales aflicciones, dolores, tormentos y sufrimientos que no sólo las mentes de los hombres, sino incluso las de los ángeles, no son capaces de comprenderlo suficientemente, ni existe boca humana o angelical capaz de expresarlo. ¿Cuál es la conclusión? ¿No es Él más digno de amor que Moisés? ¿No es Él acaso el Benignísimo Pastor entre los pastores? Por lo tanto, alma mía, dedica todo el día de hoy a glorificar Su amor y beneficios para contigo; o más bien diría incluso: dedica toda tu vida a dar gracias por la gracia de la redención.

(Inspectio Cordis)

22

¿Estás triste? Invoca a Jesús y Él te consolará. ¿Te están atacando? Llama a Jesús y Él te defenderá. ¿Deseas ser salvado? Ama a Jesús, imítalo, hónralo, Jesús es el Salvador. ¿Eres pobre? Corre a Jesús y Él te enriquecerá. ¿Estás desnudo? Pídele a Jesús y Él te vestirá. ¿Estás enfermo? Ruégale a Jesús y Él te curará. ¿Eres iletrado? Jesús es Maestro. ¿Estás rodeado de defectos? Jesús es el Amo de las virtudes. ¿Estás lleno de pecados? Jesús vino a salvar a los pecadores. Que Jesús sea entonces tu reflexión, tu amor, tu alegría, tu consuelo, tu vida, tu cielo. Abraza a Jesús para que Él te abrace, ama a Jesús para que Él te ame, no abandones a Jesús para que Él no te abandone. No hay en el mundo y en el cielo entero nada más valioso que Jesús y, por lo tanto, que podría ser más digno de amor que Él. Entrégate todo a Jesús y todo Jesús será tuyo.

74 (Inspectio Cordis) 23

¡Cristo! Voy a donde quiera que me llames, en medio de los disparos y el fuego, a través de las aguas y del desierto, de las espinas y las piedras. Bajo Tu guía, cada camino arduo será fácil, sobre todo si el amor compañero te presta alas.

(Christus Patiens)

María

1

Confieso que creo en todo lo que cree la santa Iglesia romana y en lo que en el futuro de a conocer para ser creído. Pero sobre todo confieso que la Santísima Madre de Dios, María, fue concebida sin la mancha original y prometo que difundiré y defenderé Su honra incluso a costa de mi propia vida. Así me ayude Dios y este santo Evangelio Divino.

(Oblatio)

2

Aquél que procura ensalzar a María emprende una gran obra. Con razón podría yo juzgar que para expresar el ensalzamiento de Aquella que supera la bienaventuranza y dignidad de todos los hombres no bastaría con todos los idiomas del mundo. Sobre este tema quisieran decir algo grande cien bocas de poetas, pero aquí ni siquiera es suficiente con mil bocas. Quien mejor se las arregla es aquél que procura honrar a la Virgen Madre de Dios con fervor más que con elocuencia.

(Prodromus Reginae Artium)

3

Alma mía, hasta ahora te has servido de libros que toman en consideración diferentes áreas de la ciencia, hoy descubre un Libro nuevo, original, aún no visto: la Santísima Madre de Dios, un Libro que Dios mismo produjo, escribió y adornó. ¿Podrías encontrar en alguna otra parte algo de que no hubieras de encontrar en María? ¿Acaso alguien podría suministrarte algo más de lo que posee María? Es un libro de virtudes y de toda perfección: se divide en tantos capítulos cuántas virtudes posee. Por lo tanto, al hojear este libro, pon los cinco sentidos para estudiarlo, recoge las flores tan indispensables para tu estado.

(Inspectio Cordis)

4

“Ella se conturbó por estas palabras” (Lc 1,29). ¡Qué gran enseñanza espiritual recibes de la Sapientísima Virgen! Al conturbarse ante el Ángel, enseña que deberías temer y ser

75 prudente al contemplar cualquier ser, aún cuando tuviera incluso un aspecto santo; enseña a evitar las alabanzas ajenas que infectan el aire; enseña una actitud de aversión interior hacia la glorificación de uno mismo. Ya que Ella, que supera con cualidades extraordinarias a todas las criaturas, se conturba al escuchar justos elogios dirigidos a Ella, a pesar de que en Ella nada había que no correspondiera con las palabras de elogio del Ángel, ¿cómo puedes tú ávidamente buscar elogios? ¿En razón de qué anhelarás el soplo de la vanagloria? ¿Serás tú mismo quien se gloríe o alegre de que otro te alabe? Pues de hecho es imposible encontrar en ti algo que merezca el más mínimo elogio.

(Inspectio Cordis) 5

“Discurría qué significaría aquel saludo” (Lc 1,29). Reflexiona cómo la Santísima Virgen no acepta inmediatamente el saludo del Ángel, sino que primero lo reflexiona para discernir si se trata de una visión celestial y si es buena o, más bien, si se trata de una tentación infernal y de una mala ilusión. Por esa misma razón, también tú deberías dirigir tu atención a todas las inspiraciones interiores y, antes de decidirte a ponerlas por obra, deberías examinar si vienen de Dios. La Santísima Virgen sabía bien que con frecuencia el ángel de las tinieblas adopta la apariencia de ángel de la luz, por lo tanto también se daba cuenta de que no debía creerle inmediatamente a aquel mensajero, para no dejarse engañar o, también, para no proceder demasiado a la ligera en cuestiones tan importantes. Por eso tú también siempre debes primero reflexionar antes de pasar a realizar cualquier sugerencia. Examina si los espíritus son de Dios. No vayas fácilmente detrás de un estímulo interior, teniendo infinidad de ejemplos de engaño a este respecto.

(Inspectio Cordis)

6

“Se encontró encinta por obra del Espíritu Santo” (Mt 1,18). La Santísima Virgen María, por obra del Espíritu Santo, concibió en su seno al Hijo de Dios. Esto es un misterio, es gracia, es artículo de fe. Por eso justamente se ha dicho que concebiría precisamente por obra del Espíritu Santo Aquella plena de gracia, plena del Espíritu Santo. ¡Oh, si pudiera decirse de tus obras que provienen del Espíritu Santo, que fueron realizadas en el Espíritu Santo! Es verdaderamente un gran gozo poseer al Espíritu Santo, todavía mayor gozo es obrar de acuerdo con el Espíritu Santo, pero el supremo gozo consiste en terminar la vida en el Espíritu Santo. ¿Qué he de decir, qué he de pensar de Aquella que lleva en su seno virginal al Hijo concebido por obra del Espíritu Santo? ¡Oh la más bienaventurada entre las Vírgenes! ¡Oh la más bendita entre las Madres! De corazón Te felicito por la distinción que se te ha concedido solamente a Ti, entre el coro universal de las santas mujeres. Haz que vivamos y muramos de acuerdo con el Espíritu Santo.

(Inspectio Cordis)

7

“Vas a dar a luz un hijo! (Lc 1,31). Reflexiona en que después de concebir al Hijo de Dios, la Santísima Virgen fue enriquecida con los mayores dones y gracias, y además, adornada con una más elevada santidad que antes. Así como las frutas son lo que más adornan

76 al árbol, de manera semejante Ella recibió extraordinaria belleza, majestad y santidad del Santísimo Fruto de su vientre. Frutos semejantes deberías también tú esperar después de recibir el Santísimo Sacramento, ya que en tu corazón acoges al humilde, obediente, valiente y paciente Jesús: no pongas obstáculos para volverte tú también más humilde, más obediente, más valiente y más paciente que lo que antes fuiste.

(Inspectio Cordis) 8

“Su madre, María, estaba desposada con José” (Mt 1,18) No a ti corresponde escudriñar tan profundo misterio de la virginidad unida a la maternidad y la maternidad con la virginidad. Deberías más bien maravillarte por lo que fue realizado para tu salvación. ¿Y qué fue lo que se realizó? ¿Qué significado tiene? La Virgen permanece intacta, pero no obstante es Madre; tiene Esposo, sin embargo es Virgen. El Esposo de la virginidad hace de ambos una Azucena inmaculada, sin embargo, en medio de los dos aparece el Hijo y recibe la honra. ¡Oh prodigioso misterio, pleno de admiración, digno de alabanza! La Virgen no conoció a su esposo/varón pero lleva en su seno a Dios y Hombre al mismo tiempo, a Hombre y Dios a la vez; a Dios engendrado antes de todos los siglos por el Padre, sin madre; al Hombre formado en el tiempo en Su Madre, sin padre, por obra del Espíritu Santo. Realmente no hay otro misterio tan grande como éste. Deberías honrarlo, admirarlo, maravillarte con él. Entre todas las obras Divinas nada hay más sublime. Eres polvo y barro. ¡Mira lo que Dios hizo para ti! ¡Cómo se humilló mediante Su nacimiento! ¡Qué lejos fue a dar la omnipotencia del Padre! ¿Acaso puedes no amarlo por ello?

(Inspectio Cordis)

9

“Se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa” (Lc 1,39) He aquí que la Santísima Virgen, la Madre de Dios te ofrece dos formas de aspirar a la perfección, que se complementan mutuamente. Una, consiste en que desprecies los valles profundos y subas a la montaña, es decir, que siempre elijas un grado mayor de perfección y procures alcanzarlo. La segunda, consiste en que con prontitud trabajes para tu propia salvación y la de tu prójimo, en que no te permitas el hábito del hombre perezoso, perder el muy valioso tiempo, sino que lo dediques a obras meritorias.

(Inspectio Cordis)

10

“De la que nació Jesús” (Mt 1,16). Felicita este privilegio de la Santísima Virgen que consistió en que sin quebrantar la flor de su virginidad, se convirtió en la Madre de Dios- Salvador. Con una perfecta actitud de docilidad y confianza, confíale a Ella todas tus necesidades, sin dudar de que al final recibirás todo de la manera más favorable. Aprende también a recurrir a Ella en tus dudas, angustias, dificultades, y dale continuamente gracias al Señor por haberla elegido y por haberla hecho su Madre y nuestra Intercesora.

((Inspectio Cordis)

77 11

“¡Dichoso el seno que te llevó!” (Lc 11,27). Si no solamente la frase de esa mujer iluminada por el Señor, sino también toda la teología cristiana confirma que la Santísima Virgen fue adornada con la una mayor santidad, con un mayor número de gracias después de la encarnación del Hijo de Dios que antes, entonces ten cuidado de no poner ciertos obstáculos al Señor que ha de venir a ti. Cuida de no ponerle obstáculos, en razón de los cuales, Él no podría – más que antes – iluminarte, santificarte y hacerte más puro, obediente, sometido a la disciplina, humilde, pobre, manso y más mortificado.

(Inspectio Cordis)

12

¡Oh, eres verdaderamente dulce Virgen María! Pues, ¿cuándo se ha dado que alguien que haya recurrido a Ti lleno de amargura, se haya ido sin el más dulce consuelo? ¿Cuándo se ha visto que alguien lleno de aflicción se haya acercado a Ti y no haya sido inmediatamente confortado? A los oprimidos, quejumbrosos, tentados, desanimados, Tú los consuelas, confortas, sostienes, levantas. Para todos eres bondadosa, para todos eres dulce. ¡Ojalá pudiera expresar que eres dulce tal como yo comprendo que eres dulce! Todo el mundo cristiano experimenta, prueba y se beneficia de Tu dulzura, aunque no esté en condiciones de expresarlo. De manera que, oh bondadosa, o pía, o dulce Virgen! Muéstranos a Jesús, el fruto bendito de Tu vientre; que hoy nos es favorable y misericordioso a la hora de la muerte.

(Inspectio Cordis)

13

Ofrécele a la Santísima Virgen la suprema y más singular gratitud, y pídele que te alcance un estado permanente de gracia, para que no tengas miedo del mundo, del infierno ni de la muerte.

(Inspectio Cordis) La Iglesia

1

“Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto” (Jn 10,9). Reflexiona en lo que con razón advirtió un varón espiritual: que Cristo nuestro Señor, Su vida y doctrina son la puerta; sin embargo, el rebaño es la Iglesia, la orden o una asociación religiosa. Entonces, quienes entran por esa puerta, es decir, a través de Cristo, al rebaño de Cristo, es decir, a la Iglesia, a una orden o a una asociación, serán sin duda salvados. Entrar por la puerta significa también meditar Su doctrina, pero sobre todo, meditar en la santísima pasión del Salvador e imitar Su vida. No obstante, hay muchos que al confesar a Cristo, gustan de Sus verdades de fe y asiduamente reflexionan en ellas, pero se alejan de la

78 puerta de la salvación porque a sus reflexiones no unen la práctica de vida. Porque son “dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,28).

(Inspectio Cordis)

2

“El Reino de los Cielos es semejante a un propietario” (Mt 20,1). Ten en cuenta que el propietario es Cristo, la viña es la Iglesia, los sarmientos en la viña son las almas de los fieles, los obreros, tanto laicos como sacerdotes religiosos, a quienes ya muchos se les han adelantado: al principio, los santos apóstoles, los cuales fundaron y labraron la viña con Cristo, el propietario mismo; después, los mártires, con cuya sangre la viña fue cubierta; las vírgenes, con cuyas azucenas de virginidad y con cuya variedad de fragantes flores de virtudes, resplandece adornada. Considérate tú también llamado a esa viña, y alegrándote por ese motivo, aplícate con todas tus fuerzas, con toda el alma y con todo el cuerpo, a realizar en ella obras de amor. Pero ahora, el Benignísimo Señor de la viña ya ha preparado para ti y para todos sus obreros, la más excelente comida, un alimento suficiente, un alimento salvífico: Su Santísimo Cuerpo.

(Inspectio Cordis)

3

“Los envió a su viña” (Mt 20,2). Imagínate que tú también fuiste empleado en alguna viña, en la que ya están trabajando muchas personas: uno cava la tierra, otro limpia los retoños, ese ara la viña y aquel la riega. Presta atención en que esa viña del Señor celestial es la Iglesia ortodoxa, en la que incontables obreros constantemente trabajan y se cubren de sudor. Uno enseña, otro actúa, uno fertiliza con la palabra de Dios los campos de las almas de los fieles y otro, mediante la celebración del sacramento de la penitencia, los limpia de las suciedades de los pecados. Nadie descansa, todos trabajan por turnos, y por medio de diferentes obras de caridad, aspiran a la perfección y su única preocupación es que la viña le produzca al Señor muy abundantes frutos, frutos que le causaran gozo y alegría. Pero tú, ¿no te avergonzarás de ser el único entre tan grande número de trabajadores, que habría de permanecer ocioso? ¿Acaso hoy también habrías de comer en vano el pan celestial que pertenece al Señor celestial?

(Inspectio Cordis)

4

“Todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto” (Jn 15,2). Reflexiona en ¡cuán deseables son los sarmientos que dan fruto! ¡Cuán dignos de amor son los siervos que trabajan en la viña del Señor! Cuán valiosos son a los ojos de Dios los religiosos que cooperan en la salvación de las almas, y a tal grado son valiosos que a pesar de que al convivir a menudo con personas imperfectas, para su salvación, caen ellos mismos, por su flaqueza, en ciertas imperfecciones y se manchan, Él los purifica “para que den más fruto”. Ojalá tú fueras uno de

79 los que, tanto cuanto pueden, se fatigan para el Señor para que los sarmientos de Su viña den fruto.

(Inspectio Cordis)

5

“Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Reflexiona en que el Salvador, al irse para el cielo, no nos pudo dejar un memorial más grato, amable y maravilloso que su propio y verdaderísimo Cuerpo, el cual, por nuestra salvación, fue torturado y herido. Pues bien, así como en el cielo nada hay más valioso y grande que Dios, de manera semejante, aquí en la tierra nada hay más digno y maravilloso que el más precioso tesoro en el que se encuentra oculto Dios-Hombre. La Iglesia triunfante se ufana de la visión beatífica de la Santísima Trinidad. La Iglesia militante también se gloría de su participación en los dones de Dios que recibe abundantemente del tesoro de su Sacratísimo Cuerpo. Pues de ahí viene el amor perfecto, de ahí se adquiere la paciencia, de ahí se obtiene el fortalecimiento de la esperanza, de ahí resplandece la fe, de ahí se consigue mansedumbre, humildad, obediencia y las demás virtudes propias de los cristianos. De ese tesoro se obtiene el perdón de los pecados, la remisión de los castigos, la enmienda de vida, la iluminación de la mente y la salvación del alma. Puesto que él nunca se agota, lo poseeremos hasta el final de los siglos. ¡Oh, aunque sea ya sólo por eso, eres la más feliz verdadera Iglesia de Dios! Ahora ve tú y extrae de ese tesoro cualquier cosa que tu alma quiera.

(Inspectio Cordis)

6

“Es que nadie nos ha contratado” (Mt 20,7). Medita en que muchos de entre los paganos, en aquel día del juicio, pueden tener una disculpa para sus infidelidades porque nada escucharon acerca de Cristo, de la Vida del mundo y del Salvador de los hombres. Con seguridad los paganos también sufrirán un castigo más ligero que los cristianos, como resulta del relato del alma de un sacerdote pagano que se apareció a san Macario. Y, por el contrario, ¿quién de entre los cristianos podrá justificar sus malas obras, si el incumplimiento de los mandamientos Divinos, de los mandamientos de la Iglesia, de los consejos evangélicos y la doctrina de Cristo hará caer sobre él una muy severa sentencia de condenación? Claro está que tú deberías ser el que más teme no caer en manos de tu Juez, a quien no podrás suministrar disculpa alguna por tus faltas, por tus descuidos, por las malas obras realizadas y por la omisión de las buenas obras. Probablemente los laicos sólo tendrán que dar cuenta ante Dios-Juez de los mandamientos de Dios y de la Iglesia. De ti se exigirá un informe de tu vocación, de las inspiraciones recibidas, del descuido de los medios para alcanzar las virtudes, de la no observancia de las Constituciones, de no sacar provecho de las ayudas extraordinarias que Dios ha puesto a tu disposición para que aspires a una cada vez más elevada perfección. Finalmente, ¿no crees que en forma especial no será sometida a un riguroso examen tu asistencia a los santísimos sacramentos de la penitencia y de la Eucaristía? De tu alma se exigirá dar cuenta de sus frutos, de la misma manera que de la santa Comunión que hoy acabas de recibir.

80 (Inspectio Cordis)

7

“Vosotros que me habéis seguido, [...] recibiréis el ciento por uno y heredaréis vida eterna” (cf. Mt 19,28-29). Por lo tanto sacúdete de todo embotamiento y negligencia, ¡ponte a trabajar! ¿Por qué te entregas a la ociosidad? ¿Por qué sucumbes a la flaqueza? Los hijos de este mundo, con el fin de alcanzar bienes perecederos, atraviesan incontables mares, se arriesgan a muchos peligros, sudan de noche y de día, se exponen a tantos peligros, emprenden tantos trabajos, sufren tantas incomodidades, únicamente para poder sostener esta vida mortal. Y tú, que eres hijo de la luz, ¿descuidarás acaso los bienes eternos? ¿No vas a procurar alcanzar la vida eterna asumiendo los esfuerzos que son necesarios para ello? ¿Holgazaneas? Ten por sabido que “el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Mt 11,12). ¡Esto lo hacen los héroes y no los burros, no los ociosos, sino los hombres laboriosos!

(Inspectio Cordis) Santidad

1

“¿Quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos” (Lc 14,28). Medita en que para alcanzar la perfección de la vida religiosa deberías primero buscar los medios adecuados, antes de comenzar a subir a la cumbre de la perfección. Pues así como es imposible construir un edificio sin calcular los gastos, del mismo modo, tampoco habrá virtud alguna si no se emplean los medios adecuados. ¿Quieres saber cuáles son los medios que hay que emplear en el camino hacia la perfección? No son otros que las reglas que Dios te ofrece para que las cumplas. Pues no hay mayor perfección que la concienzuda observancia de las reglas. Por eso también, cuando alguien dispone su vida fuera de la regla, se encuentra fuera del camino de la perfección, se encuentra más cerca del infierno que del cielo. Entonces, que tu divisa inmutable sea que en la vida no haya para ti cosa alguna más santa que la observancia de los mandamientos de Dios y la regla religiosa, porque avanzarás en el amor de Dios tanto cuanto observes las reglas.

(Inspectio Cordis)

2

¿Has hecho hasta el momento progresos en la perfección religiosa, no en lo que se refiere a honores, conocimiento, dignidades o cargos superiores sino en lo que se refiere a la pobreza, la humildad, la obediencia, el amor Divino, el desprecio de sí mismo y otras virtudes en las que la perfección religiosa consiste? Medita: ¿acaso en la medida de las gracias Divinas recibidas, has hecho progresos en los ejercicios espirituales, por ejemplo, en la oración, la contemplación o, muy por el contrario, has retrocedido?

81 Porque según la opinión, con frecuencia reiterada, de los doctores en espiritualidad: “No hacer progresos significa detenerse y no avanzar significa retroceder.” De hecho, ¡quién no sabe esto por la experiencia de todos los días!

(Inspectio Cordis)

3

“Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas” (Mt 5,20). Medita en cómo el verás y santo Maestro exhorta a sus discípulos al progreso y a la perfección; quiere que procuren avanzar con tanto esfuerzo, de manera que no se dejen aventajar en santidad de vida, sino que superen decididamente a todos en la perfección de las virtudes y, de esa forma, alcancen el Reino de los Cielos. No te esfuerces tú menos por mostrarte más perfecto que todos. Por eso, animado por una especie de santa envidia, aspira ardientemente a aventajar a todos en virtudes. No te guíes por la opinión de quienes consideran que te basta con llegar al mismo punto en el que otros se encuentran. No tengas, pues, ilusión alguna, ya que cuando creas que estás en la cumbre junto con otros, precisamente entonces saldrá al descubierto que te encuentras en el grado más ínfimo de perfección. No sin razón Cristo exhorta: “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 5,48). He aquí que el Supremo Maestro de la perfección quiere que poseas la perfección de Dios mismo. Por lo tanto, que tu justicia sea mayor que la de los escribas y fariseos (cf. Mt 5,20). Pero como con tanta rapidez y con tanta frecuencia te apartas de ella, ruégale a Dios, quien ha de venir a ti, que Él mismo realice en ti aquello que ordena.

(Inspectio Cordis)

4

El objetivo de toda nuestra vida es, obviamente, servir a Dios, vivir de acuerdo a lo que a Él agrada y alcanzar la felicidad celestial. Hay que tener en cuenta este objetivo en cada acto de virtud y durante cualquier tarea. Al elegir los medios para alcanzar ese objetivo, hay que guiarse por las leyes Divinas. Hay que pedirle a Dios luz para conocer Su voluntad en cada actividad y rezar oraciones especiales con este fin. También, por lo menos cada obra importante debe ser precedida por una cuidadosa reflexión, deliberación y consulta de la opinión de otros, sin confiar en uno mismo. Cuando se trata de asuntos que son objeto de consulta, es necesario sopesarlos y diferenciarlos como es debido: los asuntos inútiles de los útiles; los malos, de los buenos; los más importantes, de los menos importantes. Es necesario además, tomar en consideración el propio estado, la propia vocación o, finalmente, la medida de las virtudes y gracias que se poseen. Hay que elegir los medios mejores y los más adecuados para alcanzar el objetivo al que aspiramos. Hay que doblegar eficazmente la voluntad y las demás facultades del alma para realizar las tareas que ya han sido elegidas y aprobadas. Porque “El varón sabio (como afirma el Sabio), está fuerte, el hombre de ciencia fortalece su vigor” (Pr 24,5). También por eso no solamente juzga y elige bien, sino que aquello que juzgó y lo bueno que eligió, también lo lleva a cabo con perseverancia. El último – tal vez – acto de prudencia es considerar la

82 prudencia de este mundo como imprudencia y su sabiduría como estupidez, y – como dicen – con manos y pies aspirar al amor de Dios. Porque dice el mencionado Sabio: “¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!” (Qo 1,2; 12,8) y estupidez, excepto amar a Dios y servirle sólo a Él. (cf. Dt 6,13; 11,1).

(Inspectio Cordis)

5

Considera que estás tratando con la voz del Señor si eres llamado a una enmienda de vida, si eres desviado del camino del error, si eres apremiado a hacer penitencia por tus culpas, si eres exhortado a desdeñar el mundo, a negarte a ti mismo, a amar al prójimo y a la obediencia. Si finalmente eres exhortado a adquirir todo género de virtudes, quiere decir que esa voz que te instiga, apremia, exhorta, es la voz del Señor. Por eso tal vez reconozcas que felices son aquellos que escuchan, conocen y comprenden esa voz, y por ese motivo nunca se dejarán engañar, nunca herrarán y nunca se extraviarán. Tú, al tener tu corazón siempre abierto a esta voz, canta con el justo David: “A punto está mi corazón, oh Dios, mi corazón a punto” (Sal 56,8): “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).

(Inspectio Cordis)

6

A aquellos a quienes a quienes la Luz Increada otorga el conocimiento de sí mismos les va muy bien. Pues entonces, cuando ven sus malas acciones, se duelen de ellas; cuando perciben su fealdad, sienten repugnancia de ellas; cuando con la ayuda de la gracia se dan cuenta de que son los más grandes pecadores, entonces procuran en sumo grado su salvación. Pobre de ti cuando no percibes tus faltas, cuando al hacer el examen de conciencia tienes la vista obscurecida y, a pesar de tus carencias ocultas, aceptas con alegría el nombre de santo, y como tal te consideras. Pero se manifestará cómo es en realidad tu bella santidad cuando aparezca Dios, tu Juez, viviendo de las nubes celestiales, cuando Él “escrute a Jerusalén con lámparas” (cf. So 1,12). Ahora pues, cuando Él viene a tu corazón como Bondadosísimo Padre, más bien considérate un pecador.

(Inspectio Cordis)

7

Si quieres saber si alguien tiene y si tú mismo tienes al Espíritu del Señor, piensa, ¿es un amante de la verdad?, y también ¿te guías tú mismo por la verdad? Porque ocultar la verdad es una propiedad del espíritu diabólico; el no permitir que la verdad salga a la luz es asunto del espíritu maligno. No pertenece a Dios aquél que ni a los demás dice la verdad, ni permite decírsela a sí mismo; aquél que personalmente no escucha las palabras de Dios, que son verdad, ni las anuncia a los demás. Por eso, si recibes como valiosas las amonestaciones que se te hacen, posees el Espíritu de Dios. Si reconoces tus culpas de la vida pasada y tus faltas actuales, si por ellas haces penitencia y de ellas te enmiendas, quiere decir que tienes al Espíritu de Dios. Si

83 también conduces a otros al conocimiento de sus culpas, a arrepentirse por ellas, a aborrecerlas, a enmendarlas y a repararlas, posees el Espíritu de Dios. Ya que todos los deseos de virtud, todo aborrecimiento de los vicios, provienen del Espíritu de Dios, ya que son los bienes más excelentes: “Toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, descendiendo del Padre de las luces” (St 1,17).

(Inspectio Cordis)

8

Un religioso sin humildad es como una casa sin fundamento. En cambio, cuando la posee, es como un edificio con la mejor fortificación, colocado sobre una piedra muy sólida. Si así es, entonces deberías dolerte mucho de que no has hecho todo lo posible por adquirir esa virtud, que es la más valiosa; deberías dolerte de que nunca la has practicado o lo has hecho muy pocas veces, con una actitud arrogante y de repugnancia. Entonces, ¿acaso ahora, después de haber meditado en su gran poder, eficacia, dignidad y utilidad, vas a seguir siendo indolente? ¿No vas a alcanzarla lo más pronto posible y no vas a practicarla con mucho esmero?

(Inspectio Cordis)

9

Los signos de un espíritu más humilde son los siguientes: dedicarse a ocupaciones más ordinarias, aspirar a cosas más despreciables, huir de los honores, evitar los elogios o referirlos únicamente a Dios; el deseo de ser despreciado. Nunca desees que se llegue a conocer que obras por humildad y no te esfuerces porque otros te consideren humilde. Lo que otros consideran que dices o haces por humildad trata más bien de atribuirlo, no a tu humildad, sino al auxilio de Dios. En breve: la humildad consiste en un espíritu abierto, claro, verdadero y sincero y en obras semejantes. Porque la humildad (como enseña cierto Doctor, basándose en los pensamientos y revelaciones de santa Teresa), no es otra cosa que la verdad. Ya que cuando en razón de nuestro comportamiento deshonroso, nos consideramos gusanos, esto es en sumo grado verdadero; o el que nos consideremos merecedores de todo castigo, sufrimiento, cruz, dolor, tampoco se aparta de la verdad. Es evidente que nosotros, que como individuos o como comunidad ofendemos a Dios, Padre de todos, y lo herimos incluso con mayores delitos, merecemos todo tormento, quebranto y sufrimiento.

(Inspectio Cordis)

10

Considera cuántas veces perdiste la ocasión que se te presentó para ejercitarte en la humildad. Cuántas veces y con cuánta energía, sin que hubiera una necesidad apremiante, has atacado las opiniones ajenas imponiendo la tuya, para mostrar que eres importante y aunque podías guardar silencio, conservando el honor y la humildad.

84 Tampoco será de poco provecho que recuerdes las humillaciones, que ya alguna vez has meditado, que tu Señor sufrió al pasar por este mundo, y piensa en cuánto provecho has obtenido de ello para la humildad, y lo mucho que careces de ella. Además, cuántas veces, a causa de tu orgullo espiritual, rechazaste los humillantes servicios, trabajos y funciones, que si hubieras asumido, te habrían aportado bastante mérito. ¡Ah, qué sucedió contigo cuando se te presentó la ocasión de humillarte! Pero tú, por vana soberbia y orgulloso capricho de tu mente, descuidaste o te negaste a asumirla y no quisiste retirarte de esa posición tan conveniente para ti. Ahora te arrepientes del mérito perdido, y pensar en el orgullo que posees atormenta tu conciencia. ¡Continúa entonces! Si ya caíste por imprudencia en tan alto escollo y tan peligrosas piedras, de ahora en adelante haz el propósito de proceder con más cuidado y de descubrir con humildad el camino, para que algún día puedas, junto con el Maestro de la humildad, Jesús, levantarte a la cumbre misma, después de haberte vuelto más sabio a ejemplo de David, quien cantó: “Antes de ser humillado, me descarriaba” (Sal 118,67).

(Inspectio Cordis)

11

Las hijas del orgullo son: la vanagloria, la ambición fea y deshonesta, el amor del honor propio, el deseo vano, inútil y desordenado de conocimiento, el ansia de destacarse sobre los demás con erudición; el empeño por conseguir mayores dignidades, respeto, honor e importancia ante otros; rechazar consejos infalibles y supremamente beneficiosos por parte de otras personas, contradecir las opiniones más verosímiles y, con una obstinación invencible, oponerse y luchar en contra de las que son sólo probables: Todo esto es un signo muy evidente de un orgullo bastante grande. Debes saber que a eso todavía hay que añadir el gloriarse de la propia erudición, mostrar lo sabelotodo que eres por medio de bromas, burlas y chistes salados; burlarte de los demás, y elogiarte a ti mismo.

(Inspectio Cordis)

12

No creas que omitiré aquello que es lo mejor y lo único que hace al hombre sabio y santo, a saber – como decimos – el dominio de las pasiones. Permito que te enojes, pero sin pecado; que te alegres, pero en el Señor; que te entristezcas, pero porque a veces has ofendido a Dios, el Bien Supremo, o al prójimo; que vivas de esperanza, pero de la esperanza de alcanzar el Reino de los Cielos; que te sumerjas en la tristeza, pero haciendo penitencia por las malas obras cometidas o por las buenas obras omitidas; que temas, pero sólo a Dios, como hijo del Padre; que ames, pero únicamente a ese mismo Dios, o al prójimo en consideración a Dios y, aún más, al enemigo.

(Templum Dei Mysticum)

13

85 “Bienaventurados los que lloráis ahora” (Lc 6,21). Tú también procura llorar, si es que quieres ser feliz. Llora porque estás en el destierro, fuera de la patria celestial; llora porque vives en este valle de lágrimas. Llora porque caes a cada instante; llora porque estás sobrecargado con tus imperfecciones, a tal grado, que de ninguna manera estás en condiciones de subir con Jesús a la montaña de una más elevada perfección. Llora porque permanecerás privado del supremo bien mientras te encuentres en el cuerpo mortal. Llora porque con demasiada frecuencia ofendes a Dios, quien te ama mucho; llora porque haces más mal que bien. Llora porque por naturaleza propia estás inclinado solamente a la perdición. Llora porque tienes más afición por los placeres sensuales que por la mortificación. Finalmente, llora porque te acercas tan mal preparado a recibir el más dulce alimento Divino. Por último, llora porque a pesar de que tienes miles de motivos para estar triste, no puedes llorar y, en la práctica, es más lo que te ríes y alegras.

(Inspectio Cordis) Belleza del corazón

1

¿Quién no está de acuerdo en que el altar del Supremo Dios es el corazón del hombre, el corazón especialmente piadoso? Porque así cómo en el templo material Dios está siempre oculto en la Sacratísima Eucaristía, de igual manera se encuentra en el corazón entregado a Él. […] En tiempos pasados, Dios esperó del monarca de Israel que le edificara un templo. Por eso le anunció a su profeta aquello que esperaba y lo envió a David con la encomienda: “Esto dice Yahveh: ¿Me vas a edificar una casa para que yo habite?” (2 S 7,5). ¿Con cuánto mayor ardor desea Él la consagración del altar en su Templo Místico? – digo – la consagración de todo el corazón. De ahí la petición contenida en el libro del Sabio, dirigida – por decir – a cada uno de nosotros: “Dame, hijo mío, tu corazón” (Pr 23,26). ¿Con qué fin? Para morar en él, para en él residir, permanecer, reinar y descansar por los siglos. También el filósofo romano mismo estaba consciente de que “en cada buen hombre habita Dios” (Séneca)

(Templum Dei Mysticum)

2

¿Qué hay más maravilloso y superior a Dios? Por consiguiente, si nada hay en el hombre más digno y noble que su corazón, entonces es ahí donde Dios debería ser alojado como en su propio altar, para que pueda gozarse plenamente con toda su propiedad. No de otra manera lo comprendió un hombre muy amado por Dios, san Bernardo, al decir: “En cada criatura bajo el sol que esté dominada por las vanidades del mundo, nada hay más maravilloso, noble ni más semejante a Dios, que el corazón humano. Por eso [Dios] no exige de ti otra cosa, únicamente tu corazón”. Añade tú a eso, que si sólo nuestro corazón es un poco más noble, ¡con ninguna otra cosa puede satisfacerse, sino sólo con Dios! Por lo tanto nada debería buscar fuera de Dios; además no encontrará paz en lugar alguno, sólo en Aquél a quien pertenece. Así lo reconoció san Agustín al decirle a Dios: “Nos hiciste para ti Señor, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Ti”. Ilustrando esto con una comparación sumamente hermosa y apropiada, aquél docto y piadoso padre Nieremberg dice: “La aguja del compás no descansará mientras no apunte hacia el norte y no muestre con precisión el polo sur; en cambio cuando apunta hacia cualquier otra parte, nunca se detiene.

86 De igual manera nuestro corazón, que Dios creó no para otra cosa sino para Él mismo, se inclina y dirige hacia el centro, es decir, hacia su perfección natural, y no puede alcanzar la paz mientras no se dirija hacia su Creador”.

(Templum Dei Mysticum)

3

Que Dios mismo permanezca en su altar de la tierra. Que no subsista sobre él nada terrenal, sin hacer ya mención de lo impuro. Con el mayor celo, conservemos ese altar sólo para Dios, lo más puro posible. […] Fuera de Dios no toleremos ninguna otra cosa sobre el altar de nuestro corazón. De Dios es el mandamiento: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón” (Mt 22,37). […] El menor sentimiento desordenado hacia una pequeñez, hacia nosotros mismos, causa un gran detrimento del amor perfecto. “Aquellos que aman a Dios con todo el corazón – dice Teodoret – no comparten el corazón – absorbiéndolo ya sea con asuntos mundanos o celestiales, sino que levantan todo el corazón hacia lo alto”.

(Templum Dei Mysticum)

4

“Apareció entonces también la cizaña” (Mt 13,26). Con el mayor esmero deberías evitar las pequeñas imperfecciones e incluso los más mínimos pecados. Sin duda, no se les percibe cuando son sembrados por el ladrón infernal. Sin embargo, después de tener caídas mayores y después de sucumbir a una gran cantidad de pecados mortales, llegas a percibirlos y te pones a pensar en ti mismo, entonces comprendes que esas imperfecciones tan pequeñas, que cometiste por considerarlas insignificantes, dieron inicio a las graves. Apareció entonces la cizaña. Deberías imitar a los agricultores, quienes al arrancar la cizaña del campo sembrado de trigo o de otros cereales, causan que el campo no sea atacado por otras malezas más dañinas. Tú también haz lo mismo: cuídate de las pequeñas imperfecciones, para cerrarle el acceso a pecados mayores, o si estos ya se propagaron, arráncalos para conservar tu corazón puro y muy pura tu alma, y para que en el futuro, por el bien de tu salvación, no cometas delitos mayores. Pues el espíritu maligno suele proceder de tal manera con los hombres espirituales, que no les lanza la red desde un principio por medio de pecados mortales, porque tienen aversión hacia ellos. Lo hace mediante pequeñas faltas, sobre las cuales sabe qué hacer para que sean menospreciadas y entonces los conduce incluso a las más graves caídas. Pídele a la Sabiduría celestial, cuando La recibas, que te conceda sabiduría, gracias a la cual estarás en condiciones de evitar las artimañas del espíritu maligno.

(Inspectio Cordis)

5

¿Con cuánto esmero has evitado la charlatanería que destruye la virtud y distrae al espíritu? ¿Con cuánta solicitud has guardado el silencio, guardián de esas mismas virtudes y del recogimiento del espíritu? ¿Cómo las has practicado en tu vida?

87 ¿Cómo has cultivado las virtudes de la amabilidad, la benevolencia y la mansedumbre, que son los supremos adornos del religioso? ¿Con cuánto esfuerzo has procurado la paciencia, esta virtud que es patrimonio de los cristianos y tanto más de los religiosos; la fortaleza y la magnanimidad, que se diferencia en que se opone a todo lo que es contrario a la perfección? ¿Con cuánta fortaleza de espíritu has combatido defectos como la pusilanimidad, el temor vano, la tristeza desmedida, la impaciencia y la ira? ¿Cuántas veces has descuidado y cuántas veces has practicado el sometimiento a la voluntad de Dios, que es la suprema autora de la paz interior y la perseverancia?

(Inspectio Cordis)

6

No basta con volver sobre nosotros mismos cuando llegamos a conocer la enfermedad causada por los vicios que nos agobian y por los que hemos llorado. No basta con lavar con sincera penitencia los pecados cometidos, ni con la adecuada eliminación de los malos hábitos. A eso hay que añadir el evitar nuevos. Hay que añadir una enérgica solicitud por evitar la recaída de la enfermedad, como dicen los médicos; para no volver al vómito como el perro vuelve a él de manera repugnante; para que no nos enredemos de nuevo en las redes diabólicas, de las que en virtud de la gracia de Dios fuimos liberados. Pero ¿quién – pregunto – es capaz de realizar esto con sus propias fuerzas? ¿Quién es capaz [de realizar esto] incluso con la mayor ingeniosidad [propia], sin apoyarse en Cristo, sin ser fortalecido por Aquél sin Quien nada podemos hacer, nada? Por lo tanto, con frecuencia tenemos que suspirar a Jesús, nuestro Auxiliador, y siempre repetir con mucho celo, como manda la Iglesia, “En Tus manos”, Señor, “mi espíritu encomiendo, tú Yahveh, me rescatas” (Sal 30,6); así, pues, en Tus manos encomiendo mi espíritu, en cada hora, en cada lugar, en cada instante, y en especial el espíritu que va abandonando el cuerpo. “Guárdame como la pupila de los ojos, escóndeme a la sombra de tus alas” (Sal 16,8).

(Inspectio Cordis)

7

Si la gente, con tan gran trabajo, con tan gran esfuerzo e ingenio, elude esos lugares en dónde alguna vez sufriera pérdidas temporales, entonces tú, con tanto mayor esmero deberías evitar incluso las más mínimas ocasiones de cometer todas e incluso las más pequeñas imperfecciones, que pueden conducirte a perder el tesoro de la gloria celestial y pueden despojarte de él. Ojalá los hijos de las tinieblas no resulten ser en esto más prudentes que tú, hijo de la luz (cf. Lc 16,8). Por lo tanto, evita el orgullo, para no perder la humildad; evita los soplos de vanagloria, para no caer en las piedras tan peligrosas de muchas infamias; evita la gula, para no caer en el libertinaje; evita las peleas, para no herir el amor: evita la ociosidad para no volverte la almohada del diablo; evita todo relajamiento, para no caminar hacia la condenación. Si anteriormente has pecado de desobediencia, ahora, con la obediencia, recupera la corona perdida. Si diste rienda suelta al espíritu y le permitiste distraerse a través de la charlatanería, recógete de nuevo en ti mismo por medio del silencio; si a causa del orgullo te privaste de la gracia de Dios, cuida de volver a recuperarla por medio de la humildad; si perdiste el cielo por pereza, recupéralo a través del trabajo, de la piedad y de la práctica de

88 virtudes. Revístete de otro hombre, para experimentar, como hombre transformado, al Salvador de los hombres, quien en la medida en la que más se enojó contigo por los pecados, en la misma medida, gracias a tu penitencia, será para ti más bondadoso, más entregado y amistoso.

(Inspectio Cordis)

8

La indolencia espiritual, es decir, la pereza y el desánimo, es la causa de muchas imperfecciones y faltas. Pues así como a un agricultor laborioso, los campos siempre verdean, las siembras crecen y dan fruto, y por el contrario, los campos del negligente, yacen baldíos y producen un número incalculable de maleza inútil; de igual manera, en un hombre espiritual, que ama el progreso en todo tipo de virtudes, el alma está llena de vida, el espíritu florece, aparecen grandes y abundantes frutos; y, por el contrario, en el que hay indolencia y frialdad, no solamente no aparece ni nace cosa buena alguna en su mente ni en su corazón, sino que además, se llena de las malas hierbas de las imperfecciones, si es que no se llena incluso de la suciedad de pecados atroces. […] La causa de todo pecado no es otra cosa que precisamente la ociosidad. Porque según la opinión de muchos santos padres, el enemigo infernal teme acercarse a los hombres laboriosos y que velan por su progreso. En cambio, cuando distraemos la atención de las ocupaciones buenas y santas, entonces inmediatamente el enemigo nos ofrece la semilla de los malos pensamientos. Y este agricultor infernal siembra para sí mismo en el campo del Señor Celestial. Cuídate de la ociosidad.

(Inspectio Cordis)

9

Medita en que las personas que llevan una vida interior y que procuran servir a Dios de todo corazón, con frecuencia experimentan estados de supremo abandono. Entonces les parece que han sido abandonadas por Dios de tal manera, como si en el momento del mayor recrudecimiento de la tormenta, el barco hubiera sido abandonado por el capitán. Quejándose por esta razón, el más grande amigo de Dios, el rey judío, canta: “¿Por qué me has rechazado?, ¿por qué he de andar sombrío por la opresión del enemigo?” (Sal 42,2). Sin embargo, en este abandono interior nuestro, así comprendido, el Misericordiosísimo Señor no suele alejarse totalmente de nosotros, sino que sólo duerme en apariencia, para darnos la posibilidad de reunir mayores méritos y para enseñarnos a luchar con nuestras propias fuerzas. De esta forma, cuando su excepcional sierva santa Catalina de Siena se quejó y Le preguntó amistosamente a dónde se había ido lejos de ella durante las mayores tentaciones y por qué lo había hecho, Él respondió que había estado en el corazón de ella, pero que le había permitido a los espíritus malignos atacarla para que tuviera el mérito de la perseverancia y para que diera prueba de la virtud de la fortaleza; pero que no había permitido su caída, preservándola del oprobio y la condenación.

(Inspectio Cordis)

10

89 De esto deberías aprender que en el mundo hay muchas personas así, que no experimentan tentaciones, porque el espíritu maligno los considera ya suyos y por eso, contra ellos no manifiesta sus fuerzas, no dirige sus proyectiles, no los atormenta y no les tiende sus redes. En cambio, a quienes residen en el convento, en la ciudad de Dios santa y fortificada, los ataca con gran saña. Por eso, también, a pesar de que los religiosos hagan uso de muchas mortificaciones, ayunos y abstinencias, son atormentados y sometidos a singulares tentaciones. Porque el infernal enemigo común para todos, los considera como sus más encarnizados enemigos y por eso recurre a toda artimaña y emplea todas sus energías, para expulsarlos de allí como de un recinto fuertemente fortificado por el poder y la protección Divinos, o también, se introduce por galerías subterráneas para derrotarlos y destruirlos sin necesidad de que salgan del lugar. Por eso, que no te parezca que se trata de un nuevo género de aflicciones, de cruz y de batalla religiosa, ya que has escuchado que también el Dios-Hombre fue tentado. Tampoco pierdas la esperanza de recibir ayuda de Aquél que te condujo fuera de los muros de Babilonia, al desierto santo. Tampoco pierdas entonces la confianza y no pierdas la esperanza de que vencerás al enemigo infernal cuantas veces te golpee, armado de tantos pensamientos repugnantes, vicios y malos estímulos, porque sus fuerzas son mucho menores de lo que uno puede imaginarse. Ese perro puede ladrar, pero no puede morder. En cambio tú, cada vez que te nutres con el alimento de la Santísima Eucaristía, adquieres siempre nueva fuerza y nuevas armas. La Eucaristía es, naturalmente, el arma más poderosa contra toda tentación.

(Inspectio Cordis)

11

El espíritu maligno, sin duda, no necesita de un gran orificio para introducirse con el fin de destruir toda la estructura del castillo del alma, para eso le basta incluso con la más mínima inobservancia de la regla. Si las pequeñas impurezas de los pecados no son eliminadas, son suficientes para que se abra una gran puerta. Muchas veces se ha demostrado que por medio de pequeñas imperfecciones, a las cuales se hace poco caso por ser minúsculas, todas las virtudes se extinguen. .

(Inspectio Cordis)

12

Tienes que considerar la nobleza de tus pensamientos, examinar su calidad. Pues, ¿cuántas veces, aún siendo repugnantes, se introducen mañosamente al interior del alma como si fueran muy bellos? A menudo, siendo admitidos bajo el pretexto de piedad, producen un miserable efecto. Aunque vienen cubiertos bajo el velo del fervor, sin embargo, con frecuencia encubren a la ira. Vienen bajo el manto del buen amor, sin embargo traen mal amor. Vienen bajo la apariencia de la justicia, pero en realidad traen consigo venganza. Vienen bajo la capa de la discreción, pero de hecho son pensamientos indolentes. Finalmente, vienen como si trajeran santidad, pero al irse dejan desengaño. Cuídate, pues, cuídate de no dejar entrar a tu casa lobos con piel de oveja.

(Inspectio Cordis)

90 13

Puesto que de los labios del hombre proceden la vida y la muerte, darás cuenta ante el Supremo Juez de si a alguien, con tus palabras, animaste, instruiste, edificaste, llamaste a mejor vida, o por el contrario, responderás por haber destruido a alguien, depravado a alguien, y por haber sido causa de condenación para alguien. Por eso, acá debes ser para ti mismo un censor severo de tus labios, debes ser juez de ti mismo, y tomando en cuenta las mentiras, habladuría, calumnias y murmuración cometidas, lávalas con una penitencia digna y realiza expiación. Desde ahora, domina la lengua con un freno riguroso y pídele al Señor que le ponga un centinela a tu boca y un vigía a la puerta de tus labios (cf. Sal 140,3), para que no digas nada que no convenga decir a una persona religiosa.

(Inspectio Cordis)

14

Deberías servirte de la lengua con mucha prudencia, hablar muy moderadamente y usar sólo palabras bien sopesadas, porque tu interlocutor te juzga precisamente de acuerdo con lo que escuche de tus labios. Universalmente es aceptado que con base en las palabras se juzga el valor interior de alguien. La lengua expresa lo que hay en el corazón. Hace ella a muchas personas buenas, pero también a muchos, incluso a los mejores, es capaz de pervertirlos, como dice el Apóstol: “Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (cf. 1 Co 15,33). Ahora pues, medita seriamente las palabras que salen de tus labios. Considera si con tus palabras no has destruido más de lo que has construido. O, ¿será que por relatar cosas inútiles y absurdas no contribuiste a que algunos sucumbieran al relajamiento, en incluso tal vez al escándalo?

(Inspectio Cordis)

15

Si confías demasiado en ti mismo y estás convencido de que estás muy experimentado en las cuestiones espirituales, ¡ten cuidado de no caer! Ni siquiera Cristo el Señor se guió por sí mismo, sino que tenía al Espíritu que Lo conducía para cumplir de la manera más exacta la voluntad del Padre Eterno. Presta atención a los beneficios que obtienes de la apertura de la conciencia y cuales pérdidas sufres por cerrarla. ¿Acaso no sufres un tormento incesante cuando ocultas algo en ella? ¿Acaso cada vez que la abres no gozas realmente y en el máximo grado de paz y alegría?

(Inspectio Cordis)

91 Amor

1

El Maestro de los Gentiles comparó admirablemente al bronce que suena y al címbalo que retiñe [cf. 1 Co 13,1] con el siervo de Dios que no arde con amor verdadero. Porque la obtención de la vida eterna y el valor de los méritos consiste en el amor. Por lo tanto, cada uno de ustedes debe procurar alcanzar para sí mismo, de la manera más eficaz y antes que cualquier otro bien, esta perla que es la más preciosa, este tesoro oculto en el campo [cf. Mt 13,45-46.44]. Porque si bien el amor de Dios es un don, sin embargo se recibe y conserva mediante la oración incesante y la mortificación. De manera que “haced todo con amor” [1 Co 16,14]. Los mandamientos Divinos y los consejos evangélicos, la ley de la santa Iglesia católica y romana, sus normas, resoluciones, ritos, costumbres y mandatos, como también la presente Regla y otros decretos que se promulguen en el futuro, deben ser observados por amor a Dios. Porque así clama en voz alta el Maestro Celestial: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra” [Jn 14,23], lo cual debe entenderse no solamente en relación a su santa doctrina y Sagradas Escrituras, sino también, en relación a los mandatos y documentos de su santa Iglesia, a la cual, Él mismo instruye y dirige a través del Espíritu Santo; y en relación a las decisiones de las autoridades que de ella [de la Iglesia] provienen o son por ella confirmadas.

(Norma vitae)

2

Por amor a Dios han de cumplir todo lo bueno y evitar todo mal. Han de poner en práctica toda posible virtud; han de tener aversión de todo delito y pecado. Por amor a Dios han de soportar gustosa y valientemente las mortificaciones, aflicciones, amonestaciones, perjuicios, calumnias, fatigas, sufrimientos, carencias, austeridades, y otras cosas por el estilo. Por amor a Dios han de llevar a cabo, de la manera más perfecta, sus ejercicios, obligaciones, y ocupaciones a ustedes encomendadas, como todo aquello que corresponda a su estado y vocación. Al amor de Dios han de consagrar toda actividad y experiencia de toda su vida, pero sobre todo, las cotidianas, así como todos y cada uno de los momentos, los instantes, las circunstancias y los cambios de todas y cada una de las actividades y experiencias. Han de consagrarlos por toda la eternidad, con la debida entrega, con confianza y fervor; sobre el altar del amor, con corazón puro, junto con los méritos de Cristo nuestro Señor y de su Madre Inmaculada, de todos los Santos y de la Iglesia universal. Finalmente, su regla común y su más seguro camino al cielo ha de ser lo que, en ambos Testamentos, la Sabiduría Divina quiso reconocer como lo más digno de recomendación: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” [Mt 22,37: cf. Dt 6,5; Mc 12,30; Lc 10,27].

(Norma vitae)

3

92 En cada ocasión que se presente, no descuiden la manifestación de todo tipo de amor a las personas de fuera de la Comunidad y ofrezcan amor bienintencionado no sólo a aquellos de quienes han experimentado benevolencia, sino también a sus adversarios y enemigos (a quienes nuestro Señor recomienda amar como es debido [cf. Mt 5,44; Lc 6,27.35]). Tengan siempre presentes las obras de misericordia que brindamos a la suprema Cabeza-Cristo cuando las brindamos a [Sus] miembros y que serán las únicas que triunfen en Su severo juicio [cf. Mt 25, 31-46].

(Norma vitae)

4

Ahora has de meditar en la virtud gracias a la cual nacieron todas las criaturas, surgieron la tierra y el cielo, fue creado el hombre, Dios se hizo hombre y, a pesar de ser impasible, sufrió en un cuerpo sometido al sufrimiento y fue cruelmente muerto; a pesar de ser inmortal, por ti murió, no como Dios sino como hombre. Gracias a este amor, descendió del cielo sobre los Apóstoles y otros discípulos, la Luz Celestial, el Maestro de la Verdad y el Espíritu de todo conocimiento, para gracias a él edificar de tantos pueblos de tan diverso origen, un solo Cuerpo de la Iglesia de Dios, como cuerpo de distintos miembros; y para que tantas santas comunidades, congregaciones y órdenes, unidas en un solo Espíritu y en el amor del único Dios, vivan en suprema unidad.

(Inspectio Cordis)

5

“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3,16). Ocupa tu mente meditando sobre el amor de Dios hacia los hombres, amor que es tan grande, que el lenguaje humano e incluso el angélico no es capaz de expresarlo, ni mente alguna comprenderlo. Pues aún si pasaras por alto otros actos de amor y no se nos mostrara otra cosa fuera de que, para la salvación de todo el género humano, Dios decidió dar a su Hijo Único en ofrenda de holocausto, lo cual de hecho hizo, ya sólo eso con seguridad sería expresión de un amor infinito, desinteresado e insondable. Medita en el gran amor que Dios te muestra a diario, en el gran amor que mostró al principio de la formación del mundo. Por amor a ti creó el enorme universo. Colocó en el cielo estrellas muy brillantes, para que gracias a ellas tuvieras la luz que necesitas. Por amor a ti creó tantas especies de aves y reptiles, tantos bancos de peces que nadan en las aguas. Pintó la tierra con belleza y la adornó, por amor a ti, con diversidad de árboles, flores y hierbas. ¿Le hace falta algo a tus ojos para poder extasiarse? ¿Acaso tu corazón podría desear todavía algo para satisfacerse? ¿Le hace falta algo a tu alma para que pueda reconfortarse y refrescarse? Sin embargo, parece que el Bondadosísimo Padre juzgó que lo que había hecho por amor a ti habría sido demasiado pequeño y miserable si no fuera porque también entregó a la muerte a su Hijo Único para tu salvación. El Bondadosísimo Dios amó así al mundo, así amó al género humano y así te amó a ti, ¡ingrato! Avergüénzate aquí y arde de vergüenza por no haber hecho nada por amor desinteresado hacia Él, por no haber realizado obra alguna digna de memoria, por no haberte aplicado a la práctica de ninguna virtud importante. Es más, si te examinas con esmero, descubrirás que has correspondido al bien con mal, al amor con odio, al beneficio con delitos,

93 a la gracia con ingratitud. Lo indican tus más graves faltas cotidianas, cuya cantidad incalculable percibirás haciendo un examen de conciencia detallado. ¡Manos a la obra, pues, por el Dios Inmortal! En el acto promete lamentar no sólo tus faltas, sino también las de los demás, y por medio de la reparación correspondiente, reconcíliate con la Majestad Divina.

(Inspectio Cordis)

6

“Amarás al Señor tu Dios” (Mt 22,37). Si para nosotros el motivo más importante para amar a nuestros amigos es que somos amados por ellos, entonces ¿acaso podrías tú no amar a Dios, quien te amó tanto que entrego a Su Hijo Único por ti? Piensa además, ¿quién eras tú antes de que Él te creara? Eras nada, un terroncito de barro. Pero Él, guiándose por el amor que te tiene, te hizo a Su semejanza. Entonces, ¿por qué no habrías de amarlo? Si los recipientes conocieran a sus creadores, si los cuadros y las estatuas conocieran a sus autores, sabrían conversar con ellos. Con seguridad los amarían mucho aunque sea por su belleza, la cual deben a aquellas manos; y tal vez los amarían con mayor fidelidad que lo que tú amas a tu Creador, a quien de hecho reconoces, conoces y contemplas. Medita en que si alguien te redimiera de una muy penosa esclavitud, ¿con qué servicios procurarías corresponderle por tal beneficio? ¿Con cuánto amor arderías hacia tan gran benefactor tuyo? Jesucristo nuestro Señor es precisamente aquél que por ti, que te encontrabas en la esclavitud de la muerte eterna, pagó el precio de rescate, no con dinero, sino con el tesoro de su propia Sangre. Pero tú, ¿con qué llamas de amor hacia Él estás inflamado? Al alejarte totalmente frío del santo banquete, ¿no te entregaste en seguida a vanas diversiones, charlatanerías, risas, bromas; a alegrías vacías y a una gran distracción? ¡Oh ingrato! ¡Cómo eres de inhumano! ¡Eres digno solamente del fuego eterno del infierno! Piensa que estarías muy obligado a agradecerle a la persona que te rescatara si cayeras en una caverna solitaria, en especial, si se encontrara en la espesura del bosque. ¡Son tantas las veces que has experimentado este beneficio por parte del Espíritu Santo! Porque además de la vocación a la fe católica, por medio de la cual fuiste liberado del abismo infernal destinado para los infieles, Él te libera con sus diarias inspiraciones ¡de tan diversos peligros! Cuántas veces, cuando bajo la incitación de la naturaleza caes en ese mismo abismo infernal, misericordiosamente te saca de él, a través de otorgarte el conocimiento de tus pecados, de concederte el don de la contrición y de moverte a beneficiarte con frecuencia de los santísimos sacramentos. Gracias a Él has recuperado la salvación tantas veces cuantas la has perdido. Convencido, pues, de estos beneficios Divinos, ama a Dios. Clama con David: “Yo te amo, Yahveh, mi fortaleza” (Sal 17,2).

(Inspectio Cordis)

7

94 “Por eso me ama el Padre” (Jn 10,17). Cristo nuestro Señor dice que el motivo por el cual el Padre Lo ama es porque Él entregó su vida para la salvación de los hombres. Tú tampoco experimentarás el amor de Dios de otra manera que sólo cuando llegues a tener solicitud por la salvación del prójimo y, por amor a él, asumas y soportes toda pena, dificultad y molestia. Pues no es digno del amor de Dios aquél que no ama al prójimo. No merece amor ante el Bien Supremo, quien en consideración a Él no trata con amor a aquellos que le hacen mal. ¿Quisieras que Dios te ame? Entonces ama al prójimo en consideración a Dios. Ya que cada día, tú mismo recibes de manos de Dios muchos bienes, entonces ¿por qué no le haces el bien también a los demás? Dios entregó su vida para tu salvación, y tú, para la salvación del prójimo, ¿le rehúyes incluso a los esfuerzos livianos? Créeme: de esa manera ni tú amas a Dios, ni Dios te amará a ti. “Nadie tiene mayor amor, que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15,13).

(Inspectio Cordis)

8

Toma en cuenta los acontecimientos peligrosos de los cuales, gracias a la ayuda del Supremo Dios, del Benignísimo Padre y Defensor tuyo, no solamente saliste ileso sino que también los evitaste. Para ocupar y sumergir tu mente en estas meditaciones, evoca en la memoria los viajes, lugares, actividades, conversaciones, peligros, y detén tu pensamiento en ellos. Cuanto mayor percibas que es la protección de la Providencia y más poderosa la mano del Benignísimo y Supremo Dios, con tanto mayor ardor enciende tu afecto hacia Él y, por ello, ofrécele gratitud con todo tu corazón y entrégate a Su amor. Pues por qué habrías de no quererlo, si Él te amó tanto y te sigue amando tanto, que nunca aparta de ti su bondadosísimo y benignísimo ojo.

(Inspectio Cordis)

9

Considera que del tamaño del amor, depende la medida de la gracia. Por eso es que quién se decide a amar más al Bien Supremo, recibe mayores gracias y más numerosas recompensas de amor. Oh alma mía, ¿qué es lo que escuchas? ¿Qué entiendes de eso? ¿Vas a seguir siendo tan tonta e insensata como para no consagrarte entera al amor de Dios y recibir a Dios entero? ¿Vas a seguir cumpliendo más bien tu voluntad para tu propia perdición, en vez de obrar por mandato del Amado, en favor de tu salvación? ¿No vas a dejarlo todo para recibirlo todo? ¿No vas a negarte a ti misma para ganarte a ti misma y a Aquél que te creó? ¡O amor de Dios que traes infinitos beneficios! ¡A través de él se alcanza a Aquél a Quién se ama! ¡Verdaderamente bueno es amar al Infinito y ser amado por el Infinito! ¡O amor insaciable, dulce, constante, benigno, sereno, glorioso, sin límites! ¡Haz que se te pueda experimentar! ¡Comunícate a nosotros, para que podamos complacernos en Ti, para arder siempre con Tu fuego y jamás ser consumidos por él; para desearte continuamente y jamás quedar saciados! ¡Oh Dios mío!, haz que amándote verdaderamente a Ti y sirviéndote con amor puro, finalmente algún día, en el más feliz país de la visión de Ti mismo, Te entone el más dulce

95 canto de amor: “Encontré el amor de mi alma. Le aprehendí y no le soltaré” ¡por los siglos! (cf. Ct 4,3).

(Inspectio Cordis)

10

“Si alguno me ama, guardará mi Palabra” (Jn 14,23). Considera que la observancia de la doctrina Divina es la expresión del amor perfecto. Pues así como los hijos que tienen un amor verdadero por sus padres, se esmeran por cumplir minuciosamente la voluntad de ellos, de la misma manera, aquellos que quisieran, como hijos de Dios, pertenecer a los amantes del Benignísimo y Supremo Padre, deberían esmerarse por observar muy minuciosamente Sus mandamientos. Y, por el contrario, no es digno del nombre de hijo aquél que, sordo a todos los mandamientos, le suenan a fábula y le parece que muchos de ellos son innecesariamente impuestos por el Padre. Por eso aquél que no se preocupa por los asuntos Divinos, ni siquiera puede ser considerado siervo de Dios. Pues de estos se queja la Bondad Infinita de la siguiente manera: “¿Por qué me llamáis ‘Señor, Señor’, y no hacéis lo que digo?” (Lc 6,46). Por lo tanto, a ti te corresponderá aspirar a la unión perfecta, por medio de la observancia esmerada de las leyes y de la doctrina de Dios, como también, de aquellos que a Él representan.

(Inspectio Cordis)

11

Medita cuáles son las faltas contra el amor a Dios. Cometes faltas contra él cuando hay en ti frialdad para avanzar en el camino de la perfección, al que entraste por amor a Dios; cuando no extiendes la gloria de Dios, cuando deshonras la orden, cuando te contentas con un grado menor de perfección, renunciando a uno mayor por negligencia o pusilanimidad; cuando obstaculizas al Benignísimo y Supremo Dios tener libre acceso a tu corazón, morar y reinar en él; cuando suspiras nuevamente por el mundo, lo exaltas, o incluso cuando sólo de pensamiento lo admiras; cuando no quieres evitar, rechazar y apartar de ti pecado alguno, más o menos grave, e incluso imperfecciones mínimas y las ocasiones para caer en ellas. Todo esto se opone en gran medida al amor a Dios y ofende inmensamente a la Bondad infinita.

(Inspectio Cordis)

12

No te equivocas si consideras que quien carece de amor, no tiene virtud alguna. Vana e infructífera es la doctrina que no proviene del amor. Falsa e inútil es la obediencia que es asumida y llevada a cabo sin amor. Vana y falsa es la humildad que está entremezclada con el odio. Miserable y arrogante es la castidad a la que le hace falta, como compañero y tutor, el amor santo. Infame y soez es la pobreza practicada sin amor. Defectuosa es la mansedumbre que no ha sido engendrada por el amor. Fría es toda perfección, virtud, actividad, que no esté encendida por el amor.

96 En estos casos, es imposible que cumplamos sin amor algo que sea a la medida de una obra heroica. Por eso también sucede – pon atención – que muchos retiran la mano del arado, se quedan a la mitad del camino a la perfección, abandonan vergonzosamente las buenas obras, porque les hizo falta amor. El amor no los mueve, no los anima y no los sostiene. No vacilo en afirmar que tampoco nuestro Benignísimo Salvador realizaría sin amor la suprema obra de la salvación humana. ¿Acaso aquello que emprendió por ese motivo, movido por el amor supremo, podría haberlo realizado sin esa virtud? Todo lo que Él hizo para nuestra vida, todo lo que soportó y sufrió, todo hay que atribuírselo al Amor, que lo realizó todo

(Inspectio Cordis) 13

“Nadie puede servir a dos señores” (Mt 6,24). Medita en que hay dos señores: Dios y el mundo, los deseos espirituales y los carnales; el amor propio y el amor de Dios. Tú te has entregado ahora al Señor más excelente, a través de entrar a la orden. Por lo tanto, al otro deberías anunciarle y declararle la guerra. Ten la seguridad de que para llevarla a cabo felizmente te será concedido auxilio celestial, pero bajo la condición de que luches como es debido. Dios bendice en las batallas a quienes llamó a la guerra. Entonces, ataca lo que es mundano, lo que pertenece a las malas concupiscencias; ataca todo lo que en ti hay de amor propio o lo que de nuevo vuelve a infiltrarse a tu corazón ya consagrado a otro Señor: arráncalo o aléjalo de ti con determinación. Deberías, pues, estar convencido de que tienes que poseer los deseos que concuerdan con tu vocación, que te llevan a despreciarte a ti mismo, a extender la gloria de Dios y al fervor religioso. A continuación, deberías extinguir el amor propio para que no quede de él ni una chispa. Reiteradamente sucede que después de apagar el fuego, una llama oculta vuelve a encenderse. De igual manera, una chispita de amor propio suele encender un mayor fuego que al principio. Por eso pídele a tu Señor que en la santa Comunión sofoque totalmente y extinga esos fuegos con corrientes abundantes de lágrimas.

(Inspectio Cordis)

14

Ya sea que ores, leas, escribas, conduzcas buenas conversaciones, medites, trabajes, comas, bebas, descanses como es debido, fortaleciendo tu espíritu y cualquier cosa honesta, piadosa, santa, útil y digna de alabanza que hagas, hazlo todo por amor a Dios, para la gloria de Dios, de tal manera, que la acción siempre esté precedida por una intención detallada o por lo menos que tenga lugar después de la acción. Pues es mucho más fructífero y noble cuando no solamente en la mañana y en la noche nos ofrecemos enteramente a Dios y Le ofrecemos nuestros asuntos – como ya hemos indicado – sino también, cuando lo hacemos con mayor frecuencia durante el día, sobre todo al comenzar alguna empresa excepcional. También, por lo menos una vez cada día vale la pena añadir una declaración general – cómo ya fue indicado – de que no pensaré, diré ni haré, no digo ya cosas malas, sino aún vanas, innecesarias e inútiles; pero también, que evitaré las imperfecciones. Porque de esta forma, el bondadoso y misericordioso Señor, al ver nuestra voluntad sincera, santificará todas nuestras obras, pensamientos y acciones; nos preservará de los pecados y, si por casualidad caemos a causa de nuestra flaqueza, inmediatamente nos levanta y bondadosamente nos perdonará nuestra ignorancia. Finalmente, también hará que Lo amemos de la manera más

97 perfecta, con todo el corazón, con toda el alma, pensamiento, voluntad y con todas nuestras fuerzas, en todas partes, siempre y por toda la eternidad; y que nos unamos con Su Divinidad en el más estrecho vínculo del más profundo amor.

(Templum Dei Mysticum)

15

Medita en que el amor es la virtud que garantiza obtener la vida eterna. Nadie está más próximo a la gloria Divina como los amigos de Dios. Pero de ninguna manera pienses que deberías amar intensamente sólo a Dios y que gozan del fruto del amor solamente aquellos cuyo corazón está continuamente unido a Él. El Señor dice que el amor al prójimo es muy cercano al amor a Dios, e incluso hay que decir que el uno sin el otro no puede existir. Entonces, ¿acaso tú que dirías que ardes de amor a Dios, podrías al mismo tiempo alimentar en el corazón un gran odio por el prójimo? ¿Podrías servir verdaderamente a Dios si le negaras al prójimo los más mínimos servicios? Muchas veces descuidas lo que concierne a su salvación o ¿acaso haces un poquito sólo a la ligera? El amor al prójimo no puede reducirse solamente a que vas a servirlo, sino que se debería expresar en que vas a justificar sus errores, soportarlos y considerarlos dignos de perdón. “Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo” (Ga 6,2). Así habla aquél que ama al prójimo a la perfección.

(Inspectio Cordis)

16

¡Oh amor, la más sublime princesa de las virtudes y maestra de la perfección! ¡Oh santo amor, eterno fuego, salvífica llama, sostén de las almas, madre de la paz, vínculo que une a las naciones y a las almas, espíritu que nos unes con Dios! ¡Tú nunca ceses ni te extingas en mi corazón para Dios, el Bien Supremo y para el prójimo! ¡Se mi compañera en todas partes, en cada pensamiento, propósito, intención y actividad! ¡No te alejes de mi por los siglos! Que se aparte de mi la ciencia, la profecía y los oráculos, pero tú nunca me abandones (cf. 1 Co 13,8-13). ¡Que entre contigo en aquellas moradas para los santos y al reino del amor, desde donde tú, oh la más poderosa de las virtudes, trajiste al Niño Dios al reino de la tierra!

(Inspectio Cordis)

Castidad

1

Medita en que la castidad es una virtud angélica, e incluso más que angélica, teniendo en consideración al frágil recipiente en el que se encuentra este licor, que es el más valioso y fragante. Repara en que estás obligado a guardar castidad no solamente porque la has amado,

98 sino porque estás obligado a guardarla bajo juramento: y, por lo tanto, no solamente como virtud que es, sino también en virtud del voto. Debes saber que a Dios le agradan las almas puras más que otras, tanto cuanto le desagradan y despiertan en Él gran repugnancia las almas entregadas a la impureza. Ahora, pues, tienes ocasión de examinar cómo has guardado este voto.

(Inspectio Cordis)

2

Cada hombre está obligado a guardar la virtud de la castidad no solamente por ley positiva de Dios, sino también, por ley natural. En cambio tú estás obligado por tres razones. Aparte de las dos leyes mencionadas, adicionalmente en razón del voto. Y por eso, cuanto más te hayas expuesto al peligro de violar ese voto, tanto más gravemente has pecado, porque cometiste un sacrilegio. Debes comprender que pecaste en la misma forma que pecó Lucifer, quien deseó sentarse en el trono de Dios, o como cualquier otro ángel que se haya rebelado en contra de Dios. Si Dios permite que no experimentes tentaciones contra esta virtud, debes saber que no eres digno de ellas o que eres demasiado débil para poder ser sometido a prueba. Si por el contrario, eres probado, es en realidad por una gran gracia del Benignísimo y muy previsor Dios y por esa razón agradécele inmensamente.

(Inspectio Cordis)

3

Procura juzgar todos tus pensamientos, si acaso ellos no trajeron a tu corazón alguna suciedad moral. Pues en el campo de la virtud de la castidad, el pensamiento impuro es un asunto muy serio. No solamente el pensamiento impuro que se conserva en el corazón sino también, el que de alguna manera se admite en la mente, porque igualmente éste mata el alma como cualquier acto impuro. Deberías también examinar cómo has protegido y en qué estado has conservado tus sentidos, ya que son ellos los que introducen en el alma todo bien y todo mal. Cómo has protegido tus ojos y tus oídos, que son semejantes al ámbar, el cual atrae hacia sí los objetos pequeños que se le acercan. Cómo has protegido el sentido del tacto, que es como una serpiente venenosa; el sentido del gusto, como enemigo bastante considerable de la castidad; el sentido del olfato, peligroso obstáculo para conservar castos los pensamientos ya mencionados.

(Inspectio Cordis)

4

Vela, vela, tanto hoy como siempre, cada uno de tus pensamientos; y sin una larga meditación, no les abras las puertas de tu corazón, ni tampoco las puertas de tu mente. Pues ¡cuánto mal, cuánto daño traen consigo los pensamientos a la pobre alma! Satanás primero sugiere un mal pensamiento, este pensamiento envenena o le arrebata la castidad al corazón y, después de haberla perdido, se produce una gran tristeza que, al debilitar las fuerzas del espíritu, lo hace incapaz de todo y muchas veces arroja a algunas personas a tal abismo de

99 desesperación, que después de abandonar el benéfico yugo de Cristo, quitan la mano del arado e interrumpen el cultivo del campo del alma que ya estaba iniciado. Oponte por lo tanto a ese enemigo, a ese mal, inmediatamente que se origina en tu pensamiento. Y así como hoy, de igual manera durante todo el transcurso de tu vida, guarda el corazón puro para el Purísimo Señor.

(Inspectio Cordis)

5

Muchos caen como consecuencia de las tentaciones de la carne porque confían demasiado en sus propias fuerzas. Caen porque la gracia Divina justamente abandona a aquellos que, como resultado de la desobediencia, confían ciegamente en sí mismos, así como leemos acerca de un monje que trajo consigo, del mundo al convento, al hijo de la desobediencia. Finalmente, también muchos caen por frialdad y pereza espiritual, conforme a las palabras del Señor: “Puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca” (Ap 3,16), eso significa privarte de la gracia. Quien se eleva sobre otra persona, incluso sólo en pensamiento, prepara para sí mismo una caída grave. Quien confía demasiado en su propia prudencia, cautela y precaución, cae con facilidad, abandonado de la prudencia Divina. En efecto, se dijo: “En ti confío, ¡no sea confundido!” (cf. Sal 24,2). Así que detrás de los desobedientes siempre va el pecado de la carne, porque la desobediencia frustra el empleo de los medios preventivos recomendados. Acerca de la pereza espiritual o también de la frialdad, dice el poeta cristiano: “La pereza espiritual es epidemia maligna, hiere con su diente imperceptible”.

(Inspectio Cordis)

6

Examina si has empleado los medios que sirven para proteger esta virtud. ¿Has mantenido sujetado a tu ojo? ¿Contuviste tu mano? ¿Has cuidado de que tu pensamiento sea intachable y puro? ¿Te has abstenido de vestidos lujosos, de alimentos refinados, de la ociosidad, de todos estos ladrones de la castidad? ¿Has evitado lecturas inmorales? Aunque todo esto debería serte ajeno, como persona religiosa que eres, sin embargo, si has leído, escuchado y, por otras causas semejantes, de alguna manera te has dado cuenta de que esas diversas ocasiones pueden conducir a perecer en un profundo abismo, entonces examínate tomando en cuenta estas cuestiones, que constituyen una gran amenaza para la pureza de tu alma.

(Inspectio Cordis) 7

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8). Los grados de comparación que adoptó Cristo nuestro Señor, el Maestro Divino, son dignos de meditarse profundamente. De la pobreza, la mansedumbre, la tristeza y la misericordia, llega finalmente a la limpieza de corazón. A los pobres les prometió el Reino de los Cielos; a los mansos, poseer en herencia la tierra; a los que lloran, consuelo eterno; a los que tienen hambre y sed de justicia, ser saciados; a los misericordiosos prometió misericordia. ¿Qué prometió entonces a los limpios de corazón? Les aseguró la visión beatifica de Dios.

100 Ya que ves que por la castidad han sido fijados mayores recompensas, entonces, con tanto mayor esmero custodia tu corazón. Porque si manchar el corazón conduce a la pérdida de la visión de Dios, a su vez, conservarlo limpio lleva consigo la garantía de obtener la visión de Dios.

(Inspectio Cordis)

8

Y como la obediencia custodia la castidad y la pobreza la alimenta, por eso el espíritu que procura vivamente la castidad debe ejercitarse en la obediencia y la pobreza, y así adquirirá castidad. Pero lo que más podrá ayudarles en la conservación de aquella virtud angélica es la modestia de los ojos y elevar el alma con la mayor frecuencia posible a Dios; huir del ocio, de la charla, de la lectura vana; evitar con prudencia las relaciones peligrosas, el amor por la celda y la observancia de la clausura; invocar con fervor la ayuda del Espíritu Santo, de la Virgen Madre de Dios, del Ángel de la Guarda, de san José y las santas vírgenes. Los Superiores añadirán esfuerzos para no arrojar a alguien en algún peligro que amenace tan grande virtud o para no descuidar a alguien que se encuentre en él, ya que por [las personas] a ellos confiadas darán la más rigurosa cuenta ante Dios.

(Norma vitae)

Pobreza

1

Ves que Dios sustenta el mundo entero, ¿y no te admiras de ello? Él sustenta multitudes incontables de pobres, religiosos y diferentes mortales; e incluso al mundo entero lo dirige, lo sostiene, ¿y tú no te maravillas y no glorificas a Dios por ello? Él es quien le garantiza el sustento y el vestido incluso a sus siervos más negligentes; Él cuida de la casa en la que habitas, protege el buen nombre de sus siervos y los enaltece, los obsequia con autoridad, les asegura el amor y el respeto, les concede bienes sobrenaturales sin medida, les da la salud, se apresura a socorrerlos en cada necesidad. ¿Acaso habrías de no valorar esto? ¿No vas acaso a admirar, a alabar? ¿Vas a pasarlo por alto y no corresponder con una gratitud digna?

(Inspectio Cordis)

2

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 5,3). Medita en que el Señor llama bienaventurados a los pobres de espíritu y no a aquellos pobres que viven en estado de indigencia. Pues quien, teniendo nada, lleva en sí mismo la avidez de poseerlo todo, no es bienaventurado sino pobre. En cambio aquel que abunda en riquezas es bienaventurado si no sumerge en ellas su corazón. De estos últimos es de quienes habla el Apóstol: “Como quienes nada tienen, aunque todo lo poseemos” (2 Co 6,10). Tampoco pienses que realmente es pobre de espíritu aquél que

101 por amor a Cristo lo dejó todo, ¡pero se quedó con el deseo de poseer algunas pequeñeces o algún honor o fama de nombre! ¡Un pobre así es un hipócrita! ¡Se engaña a sí mismo! Tú serás bienaventurado y llegarás a ser verdaderamente pobre si te contentas con Jesús mismo y sólo con Él, a quien recibes en el Santísimo Sacramento. Pídele entonces con san Buenaventura que sea tu parte, tu herencia y tu tesoro, en el que se afianzarán y fuertemente se enraizarán para siempre tu mente y tu corazón.

(Inspectio Cordis)

3

Presta atención en que la Sabiduría Celestial colocó esta bienaventuranza (Mt 5,3) en el primer lugar. Lo hizo así no por otra causa que sólo para mostrar que, entre todas, esta es la que más Le gusta. San Basilio dice así: “Porque quiso nacer de una Madre pobre, en un miserable establo, para que envuelto en pobres pañales se le acostara en un pesebre” (cf. Lc 2,7). Pero para aclarar que esta pobreza no consiste en que alguien nada posea, Cristo dijo que bienaventurados son los “pobres de espíritu”. De esta forma enseñó que también es pobre y goza de la bienaventuranza de la pobreza quien, poseyendo muchas cosas, no tiene un apego emocional hacia ellas, las considera bienes pasajeros que le son dados para cederlos generosamente a los más necesitados. Tú, no obstante, sigue las huellas de los Apóstoles, quienes al partir para diversas partes del mundo tuvieron la recomendación de arreglárselas incluso sin bastón y sin alforja. Al practicar una pobreza extrema, no temas que te hará falta algo.

(Inspectio Cordis)

4

Considera que para los que han de seguir a Cristo, el mayor obstáculo son las riquezas, los amigos y todo lo que se ama fuera de Dios. Por eso, Él le dijo al joven que aspiraba a la perfección y que al mismo tiempo deseaba la vida eterna: “Vende todo y sígueme” (cf. Mt 19,21). Con esto indicó que nadie puede verdaderamente seguir a Cristo si no está completamente libre, pobre y despojado. . Así como el equipaje, del que se cargan los viajeros, les abruma y hace que el viaje se vuelva más lento, de igual manera, también los bienes temporales, las bromas mundanas y el amor al mundo abruman mucho a quienes siguen a Cristo y no les permiten alcanzarlo.

(Inspectio Cordis)

5

Cristo, la Suprema Sabiduría, eligió a Apóstoles pobres, para que el mundo fuera más fácilmente convertido a través de ellos, y no a través de ricos ávidos de bienes. Quiso que ellos y otros fieles consagraran su tiempo sólo para los asuntos del Espíritu y por eso les enseñó que no se debe menospreciar esta virtud [de la pobreza]; les mostró cómo hay que cuidar de ella y les ordenó practicarla.

102 También por eso, al venir al mundo, eligió para sí mismo padres pobres, evitó relacionarse con los fariseos orgullosos y ricos, aparte de la solicitud que tuvo por su salvación. Los trató así porque eran maestros de codicia y no de amor desinteresado, porque eran asalariados y no verdaderos pastores.

(Inspectio Cordis)

6

Considera que tendrás que dar a Dios detallada cuenta de todas las virtudes, pero en especial de la pobreza. Porque a ella amó Cristo más que a las demás, a ella fue a la que más recomendó en sus consejos evangélicos y en sus mandatos, cuando ordenó a los Apóstoles partir sin alforja y sin bastón (cf. Mt 10,10; Lc 9,3). Quería que aquellos que se habían decidido a seguirlo supieran que tenían que renunciar al mundo, a los amigos, a las riquezas y a todo en general (cf. Mt 19,21; Lc 14,26.33). Tú, al seguir las huellas de esta doctrina y sugerencia del Salvador, te has despojado por Él, renunciando al mundo, abandonándolo y huyendo de él, de sus bienes y de tus padres que en él viven. Por eso sería algo malo e ignominioso si ahora anduvieras detrás de algo, que sería mucho peor que aquellas cosas que en forma tan noble y más que heroica despreciaste y abandonaste por amor a Dios mismo y no sólo por algún amigo. Por eso haz ahora un examen de conciencia, primero con respecto a tus sentimientos: ¿te has apegado incluso a aquellas cosas que te han sido dadas para tu uso personal? Segundo, con respecto a tus deseos: ¿Has deseado acaso tener aquellas cosas que por voluntad de los superiores fueron adquiridas por otra persona? O, tal vez ¿acaso de mala gana, por no decir, con murmuración o dolor, te has separado de los objetos que se te perdieron o que te quitaron? Tercero, con respecto a tu voluntad: ¿Has tenido la voluntad de adquirir y poseer las cosas que son mencionadas y determinadas en las Constituciones y en el derecho canónico como contrarias a la pobreza? O por el contrario, cuando has podido y de ti ha dependido, ¿has inculcado en los demás el amor a Cristo, quien se hizo pobre para ti? ¿Te has liberado de toda voluntad de poseer?

(Inspectio Cordis)

7

Cuanto más ocultos sean la concupiscencia y el amor por poseer, con tanta mayor atención es necesario seguirles el rastro, descubrirlos y rechazarlos. Por eso debes revisar que no estés apegado afectivamente a alguna cosa, incluso aunque tengas permiso de poseerla. Porque aunque a muchas personas no perjudica en lo más mínimo poseer legalmente incluso grandes y numerosos bienes materiales, a ti, por el contrario, te puede perjudicar mucho incluso la cosa más pequeña si la deseas con demasiado afecto o si te apegas a ella. Para muchos es honorable poseer muchos bienes, pero tú, que estás ligado al voto religioso de la pobreza, deberías contener y limitar el deseo de poseer incluso objetos necesarios, aún tratándose del vestido. Si se trata de aquellas cosas que, como tú mismo ves claramente, son irreconciliables con la virtud de la pobreza, considéralas serpientes venenosas que a ti y a la comunidad muy rápidamente traerán la perdición. Por eso también debes deshacerte inmediatamente de ellas y

103 alejarlas de tu celda, para que, por su causa, la perla preciosa de la pobreza evangélica no pierda su valor y su resplandor no se obscurezca.

(Inspectio Cordis)

8

Examina si no estás afectivamente apegado, en forma especial, a alguna cosa de la que no puedas separarte, o de la que, al deshacerte, lo harías con cierta tristeza y perturbación de la paz interior. Esto sería algo significativamente más grave y peor que si poseyeras el mundo entero pero sin un apego interior a él. Examina también si acaso no le has dado a alguien la ocasión de violar o descuidar la pobreza, ya sea permitiéndole quedarse con una cosa para sí mismo o, también, suministrándole algo para que procure obtener permiso o, también, introduciendo a la orden o a la casa religiosa objetos incluso pequeños pero contrarios al espíritu de la santa pobreza. ¿Acaso no le has ocultado al superior algo que podrías poseer lícitamente? ¿Será que no has entregado para uso común aquellas cosas que otros te han obsequiado o que con tu insistencia le hayas arrancado el permiso al superior para poder utilizarlas tú solo? Piensa que así como surgiste desnudo del polvo de la tierra, igual de desnudo también allí retornarás. Por ti fue que Cristo, después de dejar el cielo, nació desnudo en el portal, para que tú lo imites en Su despojamiento.

(Inspectio Cordis) 9

Ahora medita en los asuntos que conciernen a la observancia de la limpieza en la pobreza. Así pues, ¿mantienes con la mayor limpieza tu habitación, tu hábito y demás cosas, recordando el dicho de aquel santo: “Siempre me ha gustado la pobreza, pero limpia”? Luego, ¿has acaso exigido alimentos rebuscados o diferentes a los normales, sin una razón imprescindible, sino solamente por satisfacer tu gula? O ¿será que has comido los alimentos comunes de mala gana y con alguna queja? Finalmente, ¿has tal vez procurado acumular libros, incluso religiosos, sólo por pura curiosidad, llenando con ellos tu celda? ¿Será que tampoco has procurado siempre subir a un grado más perfecto y superior de la sublime pobreza?

(Inspectio Cordis)

10

La esencia de la pobreza de ustedes consiste en que nadie, sin el consentimiento del Superior, posea cosa alguna de manera privada, ni se atreva a llamar algo con el calificativo de “propio”. Debe conservar las cosas que le fueran asignadas para su uso personal de manera pulcra, en su totalidad y, en la medida de lo posible, por largo tiempo. Todos los ingresos deben ser destinados para uso común, independientemente de que hayan sido recogidos de la limosna o de cualquier otra fuente. La forma de recogerlos, guardarlos y dividirlos, que se haya contenida en los Decretos pontificios, debe cumplirse íntegramente bajo amenaza de recibir los castigos allí indicados. Nadie debe guardar en su habitación dinero so pena de ser privado del voto activo y pasivo, ni tampoco alimentos ni bebidas sin la autorización del Superior. La autorización debe

104 ser concedida de manera sensata, sólo por un tiempo determinado. Porque todos deberían vivir de los bienes y la mesa comunes. Sin embargo, ese tipo de autorizaciones deben concederse, sobre todo y únicamente, a los mayores y enfermos, después de prever [la posibilidad] de todo perjuicio. De aquí también, que ninguno de ustedes debe, sin esa autorización de los Superiores, aceptar cosa alguna de persona alguna, ya sea de parte de los de la casa o fuera de ella, y tampoco debe dar cosa alguna a nadie. Además de eso, para que los miembros no sean perezosos en el servicio Divino a causa de una escasez más bien severa, los Superiores les proveerán con lo suficiente en todo, de acuerdo con nuestros reglamentos, pero no en exceso, sino tanto cuanto puedan en el Señor. No obstante, a cada uno corresponde recordar y, naturalmente, imitar la indigencia del Rey Celestial, quien, como leemos, ni siquiera tenía casa propia [cf. Mt 8,20; Lc 9,58] y quien, alguna vez teniendo sed, no se avergonzó de pedir agua [cf. Jn 4,7]. Por eso también ustedes, al encontrarse en la pobreza extrema, alégrense mucho de que entonces pueden ser verdaderos discípulos de Cristo nuestro Señor e imitadores Suyos.

(Inspectio Cordis)

Obediencia

1

Concentra tu atención y medita cuidadosamente las palabras del Señor: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16,24). Pues de estas palabras puedes concluir con facilidad, que vas en pos de Cristo si alguna vez has llevado Su Cruz y si por amor a Él a veces te has negado a ti mismo. Ya que para alcanzar la perfección y la cumbre de toda santidad, no significa gran cosa el hecho de abandonar el mundo de la posesión, de las riquezas, de los honores, el mundo de los familiares y amigos, si en la orden no te abandonas también a ti mismo y a tu voluntad. Cristo no salvó el mundo por el hecho de que, al abandonar el cielo, descendió a la tierra y adoptó la apariencia de hombre, sino por el hecho de que, al cumplir la voluntad del Padre, fue martirizado. Por consiguiente, considera con cuánta motivación, esmero y celo vas a imitar esta virtud de Cristo, que se te ha mostrado e ilustrado mediante la palabra y el ejemplo. Presenta como contenido de tu conversación con Dios, el arrepentimiento por la falta de obediencia y el propósito de observarla fielmente desde ahora.

(Inspectio Cordis)

2

Trae de nuevo a tu mente el objetivo por el cual entraste a la orden y además recuerda y renueva las resoluciones anteriores concernientes a la enmienda de vida y de las costumbres. Debes estar convencido de que cumplir la voluntad de Dios y adaptarte a ella es la más noble y suprema perfección. Ese es el camino al cielo más frecuentado por todos los santos, patriarcas y religiosos. Pues por petición de Dios, Abraham quiso ofrecerle a su hijo en ofrenda de holocausto. Tú, siguiendo su ejemplo, también deberías ofrecerle algo a ese mismo Señor. Siguiendo la voz de Dios, Abraham salió de su tierra natal y abandonó a todos sus familiares (cf. Ge 12, 1-5. 22, 1-12).

105 Tú también abandonaste tu suelo natal por el puerto, que por medio de la vocación religiosa, te indicó el dedo del Espíritu Santo y así como abandonaste a tus familiares y amigos, también deberías abandonar tus malos hábitos e indómitas pasiones. Deberías también consagrar al benignísimo y todopoderoso Dios y ofrecerle en sacrificio en el monte Moria, es decir, en la casa religiosa, a Isaac, tu único hijo, es decir, tu única voluntad. En todas tus demás obras o resoluciones debes decir: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. En cuanto a mí, que se haga Tu voluntad Señor en cada momento, hora, día y por la eternidad.

(Inspectio Cordis)

3

“Y vivía sujeto a ellos” (Lc 2,51). Cristo te enseña ahora la muy sublime virtud de la obediencia, no con multitud de palabras, sino con la elocuencia de los ejemplos, pues ves cómo fue de sumiso a la voluntad de sus padres. Oh Jesús, aquí me admira más el hecho de que escuchas a José con sumisión que el poder de las prodigiosas palabras y del conocimiento con los que convences a los escribas judíos. ¿Qué hay de extraño en que hables con ellos con gran sabiduría si de hecho eres la Sabiduría eterna? Pero ¿quién podría no sorprenderse de que Tú, el Señor del cielo, Te sometas voluntariamente a Tus padres, que como Dios seas obediente a los hombres? Jesús mío, al contemplar Tu ejemplo, reconozco el valor y la necesidad de la virtud de la obediencia. Ya que fue necesario que fuera obediente a Sus padres Aquél que después habría de ser obediente a Sus verdugos y a Quien el mundo entero habría de quedar sometido. Porque si los vecinos o Sus familiares hubieran advertido que se rebela contra Su Virgen Madre y contra José, Su padre adoptivo, podrían haber pensado que Él estaba bajo la influencia del espíritu maligno, que es hipócrita y orgulloso. La obediencia es el verdadero testimonio y prueba de toda santidad.

(Inspectio Cordis)

4

“Haced lo que él os diga” (Jn 2,5). Así como para la realización de ese milagro en Caná fue necesaria la dedicación y la obediencia de los discípulos, actitudes a las que fueron movidos por la exhortación de la Santísima Madre, de Aquella que comprende la voluntad de su Hijo Todopoderoso, de igual manera sucede con cada obra que la gracia de Dios ha de realizar en ti y a través tuyo. Para obtener todas las gracias que el Supremo Señor ha de concederte, se exige el consentimiento de tu voluntad, tu participación y cooperación. ¿Qué bien podría realizar Él a través tuyo si tú te opones a lo que Él dispone y a Su voluntad? ¿Cuál sería el sentido de encomendarte algo, de confiarte algo, de darte una inspiración, si no estuvieras dispuesto a escuchar y a llevarlo a cabo? Por lo tanto, si quieres gozar de las bodas celestes, no te queda otra cosa que aprender a armonizar tu voluntad con la voluntad de Él. Pues si quieres reinar con este benignísimo Dios en la eternidad, en aquel Reino que el Padre Eterno ha preparado para sus esclavos, es necesario que ahora seas sumiso y obediente a Él y que Le sirvas con el máximo celo. Muchos han perdido la gracia a causa de que cumplen su propia voluntad y, por el contrario, muchos han sido rescatados de grandes abismos de delitos y han llegado al feliz puerto como consecuencia de que han conformado su voluntad con la voluntad de Dios y se

106 han sometido a Ella. De la misma manera, el justo será excluido de la morada de la vida eterna si no es obediente, cuya prueba e ilustración es Saúl (cf. 1 S 15,1-26; 31,1-6), mientras que el pecador recibirá la vida y el cielo si comienza a ser sumiso ante Dios, porque nadie puede salvarse sin su propia participación.

(Inspectio Cordis)

5

“Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,28). Escucha la voz de Cristo nuestro Señor, quien te enseña en el corazón y te dice: “Tu dicha depende de que guardes mis palabras. Mis palabras son las que encuentras en los libros piadosos, son los mandamientos, son mis consejos evangélicos, tus reglas y, finalmente, las recomendaciones de tus superiores. Pues así como en la antigüedad hablé a los Judíos a través de Moisés y les entregué mis mandamientos, ahora le hablo a mi pueblo elegido, a mis siervos, es decir, a los religiosos, a través de sus superiores y directores espirituales, y les descubro mi voluntad. Por lo tanto, aquél que escucha a sus superiores es como si me escuchara a Mí y es entonces dichoso”. Oh, eres más que dichoso, pues apoyas tu dicha sobre ese fundamento cuando escuchas a tus directores como si escucharas a Dios, cuando te sometes a ellos como si te sometieras a Dios.

(Inspectio Cordis)

6

Medita en que existen dos grandes imperfecciones llenas de suprema desgracia: cuando alguien es sordo y mudo al mismo tiempo. Con estas dos imperfecciones de boca y oídos se define a las personas desobedientes e irreligiosas. Acerca de ellas, el rey salmista dice: “Tienen boca y no hablan, tienen oídos y no oyen” (Sal 113, 5-6). ¡Oh cuán gran malformación es en una persona religiosa esta sordera, es decir, la desobediencia! Qué gran desgracia es esta nociva cerrazón de los labios, es decir, la carencia absoluta de la práctica de la oración. Pues ya que toda orden florece y perdura por largos años apoyándose en estas dos virtudes, es decir, en la virtud de la obediencia y del amor a la oración, ¿quién no clamará con espanto, que morirá el religioso que es desobediente y que no se entrega a la oración? Cuida de no ser tú igualmente sordo y mudo. Corre lo más rápidamente posible a Cristo nuestro Señor para que abra tus oídos y desate tu lengua, es decir, para que te conceda la virtud de la obediencia y la gracia de la piedad.

(Inspectio Cordis)

7

La voluntad humana que se opone a Dios no es adecuada para Su servicio. Así como los señores no gustan de siervos desobedientes, de igual manera, Dios no soporta a los religiosos desobedientes. Jesús nuestro Señor necesita siervos tan obedientes como Él mismo; Su alimento fue cumplir la voluntad del Padre, a quien fue obediente hasta la muerte y una

107 muerte de cruz. Siervos así fueron los muy santos Apóstoles, a través de quienes Él convirtió el mundo entero.

(Inspectio Cordis)

8

Toma en consideración que a cada superior corresponde el nombre de pastor, y el nombre de portero corresponde al Espíritu Santo, pues Él es quien abre la puerta al pastor, es decir, le muestra al superior los caminos adecuados del Señor, por los que ha de conducir a las ovejas que le han sido confiadas, es decir, a sus subalternos, hermanos o discípulos, para que no abandonen la senda de la salvación, corriendo detrás del viento de las concupiscencias de la carne, de la búsqueda de alabanzas o de su propio provecho. Por lo tanto, tú respetarás a tus superiores como a Cristo que viene a ti. Serás obediente a sus recomendaciones, deseos e intenciones, como tratándose de los mandatos del Espíritu Santo, estando firmemente convencido de que si eres obediente a ellos, en el futuro jamás te dejarás engañar de nadie.

(Inspectio Cordis)

9

Las recomendaciones, acciones y consejos de tus superiores, de tus padres espirituales y de tus mayores, son obra de Dios, por Quien ellos son movidos, dirigidos y conducidos. Por lo tanto, cuando ves que a través de ellos fue realizado algo santo y digno de admiración, atribúyeselo a Dios y date cuenta de que esa capacidad les fue dada por la diestra del Señor y, a ella, da alabanza y gloria. Toma en cuenta que el hombre sin la gracia de Dios es como un árbol sin raíz, es como un sarmiento sin la savia de vida, es como un instrumento sin artesano. Por lo tanto, debes procurar y de buena gana atribuirle a Dios especialmente aquellas cosas que tú mismo has realizado, si es que son dignas de alabanza y han encontrado reconocimiento.

(Inspectio Cordis)

10

La obediencia no conoce ninguna prohibición, obstáculo o dificultad. Claro que quien es obediente toma sobre sí mismo los asuntos difíciles y, entre más difíciles son las asignaciones que recibe, con tanta mayor facilidad las realiza. Porque en la mayoría de los asuntos importantes, el verdadero siervo de Dios no cuenta consigo mismo sino que los confía a Dios y espera que sea Él quien los realice. […] Es mejor estar dispuesto a morir antes que ser desobediente.

(Inspectio Cordis)

108 11

Dichosas son las almas que con gusto asumen el yugo dulce de la obediencia. Pues ser obediente es lo mismo que volar con alas ajenas, es apoyarse en los brazos de otro, es lo mismo que dejarse llevar en los brazos de otro, significa pasearse siempre por un paraíso muy agradable y embriagarse de paz interior; es tener un anticipo del cielo ya en esta vida terrena, es, finalmente, domar las pasiones y alcanzar las virtudes. Como alguien dijo, la obediencia injerta en el alma todas las demás virtudes, una vez injertadas, las protege, y protegidas, las corona. Ser obediente, para concluir, es ser un ángel en cuerpo humano y verdadero imitador de Cristo nuestro Señor. Además, camina de la manera más segura aquél que coloca sus pasos bajo la dirección de otra persona y esto es precisamente lo que hacen los obedientes. También, aquel que entrega su conciencia en manos de otro y se guía por sus opiniones [y no por las propias], no se expone a ningún peligro de perder la salvación, ni habrá de temerlo. De esta dicha gozan los obedientes. Por lo tanto, debes arrepentirte de sincero corazón de todo descuido de la obediencia y desear poseer esa virtud. Pídela por los méritos de la obediente Virgen María. Haz el propósito de ejercitarte en la imitación del obedientísimo Hijo de Dios, tu Señor y Salvador.

(Inspectio Cordis)

12

Si no obtienes victoria alguna sobre ti mismo, debes saber que todavía no te espera ninguna corona de laureles y que no te será destinada recompensa alguna. Es más, si te das cuenta de que no has realizado acto de obediencia alguno, debes saber que nada has merecido y, por eso, todavía no estás destinado al cielo y no está asegurada tu felicidad eterna, el objetivo por el cual entraste a la orden. Porque sólo el hombre obediente, con base en la ley de herencia, recibe el cielo. Sólo una persona así puede decirle a Cristo: “Realicé lo que me encomendaste, dame lo que me prometiste”. Pobre de ti, te has expuesto a tan gran pérdida de las recompensas eternas en la medida en que has descuidado las ocasiones para la obediencia.

(Inspectio Cordis)

13

Medita acerca de esta virtud, considerando los seis puntos que conciernen a la verdadera obediencia y a su observancia. Primero, la obediencia realizada en forma especial. Examina sobre todo si has realizado siempre y de manera tan perfecta las obligaciones a ti impuestas por la obediencia, que no podrías cumplirlas con mayor perfección, a saber, sin perjuicio, de la mejor manera, con singular espíritu emprendedor, esmero y minuciosidad. Segundo, la obediencia con amor. Examínate para ver si has escuchado a tus superiores por puro amor a Dios y al prójimo y con el debido respeto por la obediencia, o si lo has hecho por algún otro motivo, por ejemplo, esperando vanagloria o paga temporal, como si ese fuera el motivo del voto de la obediencia. Tercero, realizada de buena gana. Pregúntale a tu conciencia si rápidamente te has puesto a realizar las indicaciones sin que tengan que repetírtelas varias veces, sin presión y sin incentivos adicionales. Recuerda a qué te compromete el voto de la obediencia: a dejar de

109 escribir incluso una letra que te falta, después de escuchar la señal convenida. Piensa si eso es lo que has hecho, pues la ley te compromete a alcanzar la cumbre de la obediencia perfecta. Medita los demás puntos de la obediencia. Primero, ¿has realizado los actos de obediencia de manera consecuente? ¿Has abandonado tareas ya iniciadas por desánimo, tedio o insinuaciones del espíritu maligno? ¿O tal vez otra razón injustificada te ha disuadido de la obediencia? ¿Has sofocado movimientos de murmuración nacientes en ti? ¿Les permitiste dominarte? En el segundo punto concerniente a la obediencia, debes ver si la has realizado con fortaleza, es decir, ¿has inclinado tu espíritu hacia las cosas más pesadas y difíciles? ¿Lo has inclinado con mayor gusto precisamente hacia las que se te han impuesto en virtud de la obediencia? ¿Acaso has sentido aversión hacia los asuntos difíciles y te has excusado de realizarlos sin que existiera una causa seria que justificara tu oposición y resistencia al espíritu de la obediencia? Finalmente, en el último punto examina si la has realizado con fidelidad, es decir, ¿después de iniciar el ejercicio de esta virtud fuiste perseverante y estable? A ti no es a quien corresponde investigar ni averiguar por qué tuviste que subordinarte a alguien, sino que deberías descubrir tus faltas en la obediencia y determinarlas con exactitud, eliminarlas, arrepentirte de ellas y enmendarlas.

(Inspectio Cordis) Comunidad

1

En lo que concierne al amor mutuo, al amor entre ustedes, debes saber que es más agradable a la Majestad Divina aquél que sea considerado como el más sobresaliente en el amor mutuo. Que cada quien recuerde que el alma de su Instituto es el amor y que en la misma medida en la que se aleje de él, se alejará también de la vida. Por lo tanto, con la misma vehemencia con la que procurará contribuir al bien, fama, pureza y santidad de toda la Comunidad, debe manifestar a cada persona en particular lo mismo que desearía para sí mismo. Debe evitar, entonces, aquella nociva peste, la más contraria al amor, de: la envidia, el odio, el rencor, la rivalidad, la sospecha, la difamación, la antipatía, la simpatía, el antagonismo, la acusación, el insulto, el chisme, la murmuración, el atormentar, la parcialidad, el desprecio de los demás; el crear confusión, enredos, contiendas y altercados. Y así como procura la paz de su propia alma, de igual manera debe procurar la paz ajena y la paz de la casa, como celoso guardián del amor. Por último, debe apartar convenientemente todo mal, tanto de la Comunidad entera, como de cada uno de sus miembros. Recuerden el amor de la Iglesia primitiva, acerca de la cual, el autor de los Hechos de los Apóstoles dice: “La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma” [Hch 4,32].

(Norma vitae)

2

Sin amor ninguna comunidad puede sostenerse. Por eso Jesús, tanto con sus amonestaciones como con su mandamiento, quiso comprometer a los Apóstoles al amor mutuo. Pues así como los miembros del cuerpo humano son tan dependientes el uno del otro,

110 que todo el tiempo se ayudan mutuamente y se sirven recíprocamente, de igual manera también las personas en la Iglesia de Dios, en cada orden, congregación o asociación a la que pertenezcan como miembros de un cuerpo, necesariamente tienen que mostrarse, los unos a los otros, amor y sumisión. Debes saber, por lo tanto, que en ti hay tanta perfección cuanto haya en ti de amor.

(Inspectio Cordis)

3

Considera lo mucho que el Señor valora la unidad y la concordia ya que cuando vio que sus discípulos se habían congregado y que estaban unidos, inmediatamente se apareció en medio de ellos. Porque la unidad crece donde hay concordia. Donde reina la unidad, allí también está el amor. Y donde hay verdadero amor, no puede faltar Jesús, quien es el Amor mismo. Por lo tanto, cada vez que cortas el vínculo del amor o que perturbas la unidad, expulsas a Cristo y lo excluyes del círculo de Sus discípulos, que son tus hermanos.

(Inspectio Cordis) 4

Por la palabra “hermano” hay que entender: todo prójimo, sin embargo más que nada a los “hermanos en la fe” (cf. Ga 6,10). Por lo tanto, examina si tienes con todos “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32), si eres molesto para alguien, si por exagerado celo inculpas a alguien y lo acusas. Por qué obstaculizas el ascenso de otro; por qué no te alegras de las capacidades y talentos de otros; por qué no contribuyes a su progreso en la perfección; por qué a algunos los tratas con antipatía; por qué te diriges a ellos con palabras bruscas y ásperas.

(Inspectio Cordis)

5

“Pero el que llame (…) imbécil” (Mt 5,22). Pon atención en lo dañino que es ponerse a pensar en los errores de los demás y, aún más, exagerarlos sobremanera, ya que a nosotros no nos corresponde en modo alguno preocuparnos por ellos. Ojalá que nunca increpes a los demás con severidad, sino que al percibir las imperfecciones de alguien, más bien te las atribuyas a ti mismo y digas: “De mí aprendió ese mal, porque yo fui el primero en caer en esos errores; yo soy un escándalo para él, ese es mi defecto y no suyo; en mí percibo esas cosas y no en mi hermano. ¡Oh, que grandes esfuerzos debería hacer para enmendar en mi mismo las carencias que percibo en los demás! ¡Oh, que criatura tan pérfida, tan ingrata, tan negligente soy! Señor si no me ayudas, moriré”. “Hazme volver, Dios de mi Salvación, cesa en tu irritación contra mí” (cf. Sal 84,5).

(Inspectio Cordis)

111 6

“Bendita tú entre las mujeres” (Lc 1,42). He aquí que Isabel es llenada del Espíritu Santo, sin embargo por ese motivo no se enaltece sobre la Santísima Virgen. Se reconoce más pequeña que Ella, ya que La ensalza como bendita y más santa entre las mujeres. Este es, evidentemente, un efecto de la actuación del Espíritu Santo: no lanzar calumnias a los demás sino obsequiarlos con alabanzas, atribuirles el bien del que están llenos y no negárselo por envidia. El alabar las cualidades de los demás y olvidar las propias, es un signo de que el corazón esta poseído por el Señor. Aprende tú a elogiar las virtudes de los demás (después de excluir, no obstante, el problema de la adulación), y a ocultar y a justificar sus defectos. De esta manera, podrás considerar que estás lleno del Espíritu Santo.

(Inspectio Cordis)

7

No hagas lo que a otros molesta; haz lo que a otros les traiga alegría, con tal de que no sea algo pecaminoso. Considera que eres digno de sufrir un castigo a causa de otros pecadores. En la medida de lo posible, evita los títulos elevados, desear alabanzas y honra, a menos de que Dios quiera que, sin buscarlos, te sean conferidos o manifestados. Sin embargo, también en ese caso recíbelos con humildad y – aunque sea de mala gana – puedes tolerarlos. En una palabra, la cumbre de la humildad será si, al comportarte de esa manera, no eres consciente de que eres humilde y no estás convencido de ello en modo alguno. También que te comportes de tal forma, como si no supieras qué es la humildad, sino más bien que la reconozcas y la confieses. Porque inclusive aunque observaras todo lo que ha sido enumerado, jamás alcanzarás la perfección, ni la cumbre de la humildad que alcanzó y conquistó su Maestro, Cristo, o la humildad a la que se elevaron otros santos. Sin embargo, para que como discípulo no te alejes de Él, debes querer por lo menos cumplir las obligaciones y acciones que llevó a cabo el Salvador mismo, o por lo menos, ¡admirarlas y glorificarlas! También debes comprender que aunque tuvieras la humildad de todos los santos, jamás estarás en condiciones de imitar y, por lo tanto, tampoco igualar en lo más mínimo la humildad de Cristo. Pide finalmente, que te haga humilde Aquél que es el único que puede hacerlo, Aquél que “Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes” (Lc 1,52).

(Inspectio Cordis)

8

Cristo le dijo a Pedro: “Lo que ates en la tierra quedará desatado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mt 16,19). Qué bueno, dichoso pecador. Iré contigo donde Pedro. Pero, ¿acaso escuchas qué es lo que en esta cuestión nos manda a hacer Pedro? “Ante todo, tened entre vosotros intenso amor, pues el amor cubre multitud de pecados” (1 P 4,8). Pedro aconseja algo muy bueno y no tan difícil. Podemos amarnos los unos a los otros sin la molesta pesantez y sin mayor esfuerzo. Sin embargo, para que en este amor no nos extraviemos, porque también así puede fácilmente suceder, san Gregorio [el Grande] nos ofrece la manera adecuada de proceder, al decir: “Todo aquél que obsequia a otro con amor, que no considere demasiado rápido que tiene amor, sin antes examinar los motivos de su amor. Porque si alguien ama a otro, pero lo ama no en

112 consideración a Dios, aquél no tiene amor. […] Pues el amor es verdadero si el amigo es amado en Dios y el enemigo, en consideración a Dios. […] Por lo tanto, sin duda tiene amor aquél que, en consideración a Dios, ama a quien él sabe que no lo ama”. Y entonces, según la frase de Pedro: “el amor cubre multitud de pecados”, pero según la explicación de san Gregorio, sabemos que se trata sólo del amor “que en consideración a Dios ama al enemigo”. ¡Pecadores, amen a sus enemigos! Hagan el bien a quienes los odian. Perdonen y recibirán perdón.

(Inspectio Cordis)

9

Medita las palabras de san Pablo: “Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, (…) nada soy” (1 Co 13,1-2). Es lo mismo que si dijera: “Un hombre sin amor, un religioso sin amor, es sombra sin sol, es cuerpo sin alma, es simplemente nada. Lo que el alma es en el cuerpo, el amor es en la Iglesia, en las órdenes, en las casas religiosas. Por eso, con razón alguien dijo, al recomendar esta virtud: “Quítale el sol al mundo, y te llevas todo; quítale al hombre el amor y lo dejas con nada”. El amor es el alma, la luz, la vida de las órdenes y de cada sociedad humana. Por eso quien destruye el amor es como si destruyera la vida, como si apagara la luz, como si diera muerte al alma. Así sucede porque la falta de amor en un miembro se refleja en todo el cuerpo. Esto se ve con el ejemplo del cuerpo humano: si un dedo se corta con un hierro contaminado, el , difundiéndose por la mano, lentamente se apodera de todo el cuerpo y todas las partes del cuerpo sienten la herida de un miembro. Gracias al amor de cada una de las personas religiosas en particular como miembros – los superiores, las personas de tu mismo nivel y de nivel inferior – surge el cuerpo único de la orden.

(Inspectio Cordis)

Oración

1

El incesante recogimiento de ustedes ha de ser tal, que en todas partes reconozcan a Dios presente, Lo honren, Lo glorifiquen y se mantengan en Su presencia con humildad, fidelidad y piedad, tal como le corresponde comportarse a un siervo en presencia de su Señor. Procuren contemplar a Dios en todas las criaturas y no solamente en ustedes mismos, porque en Él “vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28). De esta forma, Él jamás desaparecerá de su consciencia.

(Norma vitae)

2

Alma mía, sabes por experiencia que la causa de tan gran tristeza, es más, de tan numerosos pecados e imperfecciones fue tu menosprecio u olvido de la presencia de Dios. Pues mientras la luz de lo alto está en ti, ves con mucha claridad lo que deberías de hacer y

113 también lo que has de evitar: todas las amarguras las soportas con dulzura, disfrutas de las cosas agradables con la disposición a renunciar a ellas. Tienes la conciencia limpia y te ves a ti mismo habitando en el paraíso terrenal, el cual te parece que ya encontraste para descansar y deleitarte. Cuando oras te sientes como si estuvieras en presencia de los ángeles y por eso ofreces tus oraciones con gran piedad, humildad y recogimiento. Guardaré silencio en cuanto a otros miles de bienes que te brinda la presencia de Dios. Y por el contrario, cuando no tienes delante de tus ojos la presencia de Dios, cuando de tu alma se aleja Jesús, te atormenta la tristeza, experimentas aridez, te sientes derrotado, caes, vacilas, te sumes incluso en los peores delitos y te parece como si ya estuvieras en el infierno o cerca del infierno. Esto lo descubrió bien el autor que dijo: “Estar sin Jesús es un infierno terrible, pero estar con Jesús es un dulce paraíso”. Ves, pues, lo mucho que deberías valorar la presencia de Dios y, después de recibir al Señor en el santo banquete, con cuánto esmero deberías recordar Su presencia.

(Inspectio Cordis)

3

De veras deberías dedicar mucho tiempo a la gratitud, tú que te marchaste, que te apartaste del mundo y estás más cerca del Señor. No tienes obstáculo alguno porque no tienes la obligación de resolver muchos y diversos asuntos que te impedirían la tan apremiante obra de agradecer ardientemente.

(Inspectio Cordis)

4

“Se fue al monte a orar” (Lc 6,12). Considera que aquí pueden referirse a Cristo, orante en la cumbre de la montaña, las palabras del Rey Profeta: “Su fundación sobre los santos montes” (Sal 86,1). De diversas formas, Cristo santificó diferentes montes. El Gólgota, con su pasión y muerte; el Tabor con la transfiguración; y el de hoy – con Su oración. Sobre este monte estableció los fundamentos de la Iglesia, cuando después de orar designó y eligió a los doce Apóstoles para que Le ayudaran. Ah, hay que dolerse de que tú – como supongo – no puedes ir al monte detrás de Jesús, así como estás, ¡demasiado agobiado por tus pasiones! No puedes – como creo – entregarte a la sublime contemplación y en elevarte en espíritu. Más sin embargo, aunque sea con tristeza y espera ansiosa, espéralo a Él en las llanuras, hasta que conmovido en Su misericordia baje a ti y te atraiga hacía sí, llevándote a las más altas cumbres de la contemplación.

(Inspectio Cordis)

5

114 Al meditar en el lugar en donde se debe orar, piensa también en el tiempo más adecuado para la oración: la noche. La noche es el tiempo más adecuado porque favorece la oración. En la noche nadie te ve y tú cumples el mandato: “Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres” (Mt 6,5). Nadie te estorba, y tú puedes obtener esto: “Todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis” (Mc 11,24). Toma en cuenta que el primer medio para realizar grandes cosas es la oración. ¿Acaso había un asunto más grande que la fundación de la Iglesia? Cristo la comenzó con la oración. Por eso, con razón Ambrosio amonesta de la siguiente manera: “He aquí que a ti, cristiano, fue presentada la idea, señalado el ejemplo que deberías imitar. Entonces, ¿qué deberías hacer tú para tu salvación, cuando Cristo pasa la noche en oración por ti? ¿Qué te corresponde hacer cuando quieres emprender alguna obra de misericordia, si Cristo, antes de enviar a los apóstoles primero oró y oró a solas” pasando la noche en oración?

(Inspectio Cordis)

6

“Lo que pidáis” (Jn 16,23). El Maestro Celestial les dio muchas enseñanzas a los Apóstoles, después de Su resurrección, antes de desaparecerse de delante de sus ojos, subiendo triunfalmente al cielo. Pero entre otras cosas, en primer lugar les recomendó la práctica de la oración y la perseverancia en ella. Sin embargo, esto lo hizo con prudencia y no sin tomar en cuenta minuciosamente los acontecimientos futuros. Pues previó sus futuras cruces y persecuciones, así como también, otros numerosos géneros de mal y les enseñó que para poderlos evitar o para poderlos soportar, no hay nada más adecuado que la oración y ante todo, no hay nada más adecuado que la oración elevada en Su nombre. Les dejó la oración prácticamente como el único medio preventivo para todos los infortunios y necesidades, o también, como el medio para aspirar a toda perfección y para poder conocerla. Tú, después de haber entablado hoy amistad con Dios, convéncete de que lo que necesitas en máximo grado es la oración. Aprovisionado con esta ancla, navegarás seguro por todas las tormentas; armado con este escudo, atravesarás ileso por el fuego y por el agua, a través de miles de peligros de muerte. Teniendo semejante acompañante, sin perjuicio alguno irás hacia delante, a pesar de los malhechores que acechan en el camino que conduce a la perfección y a la eternidad. ¿A quién corresponde ser más ferviente en la oración que a los religiosos? ¿Qué a ti?

(Inspectio cordis)

7

“Pedid y recibiréis” (Jn 16,24). Medita en que, a pesar de que el Salvador dijo que el que pide ha de recibir todo, existen sin embargo ciertas cosas que – como se cree – un cristiano y un religioso no debería pedir en modo alguno, ya sea porque se oponen a la justicia o también porque atentan contra el amor. Por lo tanto pedir que sea perjudicada la vida de alguien o sus bienes, pedir o desearle a alguien la muerte para poseer su herencia, no concuerda con la justicia. Y, a decir verdad, exigir que Dios castigue a tus enemigos es contrario al amor que ordena amar también a los enemigos.

115 Por lo tanto, pide tres cosas razonables al Padre Celestial en nombre de Su Hijo que te vendrá a visitar: el perdón de los pecados, la gracia de perseverar en el bien y la gloria inmortal. En efecto, si escuchas a la Verdad, pídele primero el Reino de Dios y todo lo demás se te dará por añadidura (cf. Lc 12,31).

(Inspectio Cordis)

8

“¡Señor, sálvanos, que perecemos!” (Mt 8,25). He aquí que los discípulos de Jesús, al encontrarse en peligro en el mar, te comunican y te sugieren la oración como el medio preventivo más eficaz en los peligros, tentaciones, tristezas y adversidades. Dios quiere que nos dirijamos a Él con peticiones y por eso permite que seamos tentados, oprimidos y atacados. El soldado tiene dos alternativas frente al enemigo que lo ataca, hacerle frente, armado con una espada o con alguna otra arma ofensiva, o huir. El siervo de Dios debería oponer resistencia al enemigo infernal con la fuerza de la oración. Esto fue lo que hizo aquel hombre conforme al corazón de Dios, como él mismo lo dijo: “Hacia Yahveh, cuando en angustias me encontraba, clamé, y él me respondió” (Sal 119,1). Por lo tanto, no te rindas inmediatamente después del primer ataque del enemigo de tu alma, o tampoco después del milésimo ataque, sino que mientras no cese de atacarte no dejes de oponerle resistencia, aunque esto persistiera por toda tu vida. Con cuanta mayor frecuencia se repita la batalla victoriosa, con tanta mayor frecuencia recibirás la corona de laureles. Entre más pesada sea esa batalla, tanto mayor será la recompensa. Si pides auxilios Divinos, te serán dados. Jesús aparentó que dormía cuando permitió que fueras atormentado con tentaciones. Él duerme cada vez que estas atormentado, por eso deberías despertarlo con una oración eficaz, humilde y perseverante, con el fin de que te conceda ayuda. Cuando como un desdichado te hundes y eres ya arrastrado por tus pecados a un profundo abismo, ¿por qué no clamas entonces: “¡Señor, sálvame que perezco!”? (cf. Mt 8,25). No tengas dudas de que cuando hoy se suba a la barca de tu corazón, será para dirigirte, concederte ayuda y salvarte.

(Inspectio Cordis)

9

“¡Señor, que vea!” (Lc 18,41). Si lo único que pidió aquél ciego fue que se le concediera recobrar la vista, poder ver el mundo y las cosas creadas, ¿con cuánto deseo deberías tú pedir la luz del alma; con cuánta perseverancia en la oración y – podemos decir – santa impertinencia, deberías exigir poder ver y contemplar al mismo Creador? Es en verdad muy grande el bien del que se privan las personas que no conocen el camino de la santa contemplación, porque gracias a él se alcanza el conocimiento de sí mismo y el conocimiento de Dios, así como una muy estrecha unión con el Creador de todas las cosas, con el Bien Supremo. De verdad no hay mejor don ni bien Divino, entre los que son concedidos a los hombres, que el don y el bien de la contemplación. Porque de contemplar a Dios proviene toda la felicidad de los santos. De aquí que quienes contemplan a Dios, a sí mismos y a las obras Divinas, con mente muy aplicada y muy atenta, de alguna manera prueban aquella felicidad, la saborean anticipadamente y llegan a ser partícipes de ella. La santa

116 contemplación es el ojo del alma: búscala con todo tu corazón, exígela con todas tus fuerzas, pídela en constantes oraciones. Y si la obtienes, custódiala para que no la pierdas. Ten cuidado de no perderla en un mar de asuntos excesivos. Acuérdate, pues, de custodiarla con la misma asiduidad con que los hombres comunes protegen sus ojos corporales.

(Inspectio Cordis)

10

Persiste, pues, con firmeza en la práctica tan santa y tan fructífera de la oración. También debes saber que si la descuidas por un tiempo, das un paso en dirección a la condenación eterna. Pues quien se aparta de la oración, se acerca al infierno: tantos pasos da en dirección al infierno, cuantas veces descuida la oración. Y por el contrario, cuanto más fervorosa y frecuentemente nos entregamos a la oración, con tanta mayor frecuencia nos relacionamos con Dios. No hay nada que propague más vicios y que cause más imperfecciones que el descuido de la oración, y, a tal grado, que si te examinaras, te darías cuenta de que has cometido muchas transgresiones siempre como consecuencia de que por pereza descuidaste algo de las oraciones habituales. Y, por el contrario, no hay nada que pueda – de manera mejor, más rápida y más bella – labrar, limpiar e injertar nuevas plantas en el huerto del alma, que el ejercicio emprendido y reiterado de la oración.

(Inspectio Cordis)

Penitencia

1

¡Contempla la misericordia de Dios! Ves que el publicano de hoy se convierte en un partícipe de la misericordia, a tal grado, que como el mismo Hijo de Dios atestigua: “Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no” (Lc 18,14). Aprende pues a sumergir con gran confianza tus imperfecciones en el infinito abismo de esa misericordia Divina. Nunca oses despreciar como fariseo a hombre alguno, aunque fuera incluso más malvado que Judas, y a nadie oses condenar, lo cual sería aún peor. Por el contrario, proclama que el corazón de Dios está abierto para todos e insiste en que el camino a la salvación no está cerrado para ningún pecador, mientras él esté dispuesto a hacer penitencia. También debes ser mucho menos propenso a juzgar y a tratar con severidad a los pecadores, teniendo siempre en consideración tu debilidad, como también la bondad de Dios para contigo.

(Inspectio Cordis)

2

Ruégale a la Bondad de Dios que tus delitos y errores nunca estén ocultos delante de ti, sino que mejor incluso las más mínimas imperfecciones te sean muy bien conocidas. Pues así como cuando apenas aparecen las menores manchas en nuestros vestidos, solemos

117 limpiarlas de inmediato, de la misma manera, al ver la conciencia ensuciada por la mancha de de algún pecado, no podemos ni tampoco deberíamos tolerarlo sino procurar expiarla inmediatamente. Es una gran gracia cuando Dios coloca nuestros delitos delante de nuestros ojos. Para David fue provechoso el haber reconocido su delito, al ser reprendido por el Profeta (cf. 2 S 12,1-13). A Salomón le perjudicó el hecho de que nadie le llamó la atención por su riqueza exageradamente grande, y ni siquiera por su libertinaje. Nadie lo amonestó tampoco por el culto a los ídolos (cf. 1 R 11). Considéralo como una gracia y no como un perjuicio, cuando alguien te abre los ojos, te señala tus pecados y los reprueba. Pues si esto llega a ser lo que sucede contigo, puedes considerarte, alma mía, como salvada.

(Inspectio Cordis)

3

“¿Eres tú el profeta? Respondió: «No»” (Jn 1,21). Medita en que la causa por la cual Cristo nuestro Señor coloca a su Predecesor por encima de los profetas es por su singular humildad y penitencia. Por lo tanto, también tú debes adquirir la convicción de que más vale aplicarse a practicar la penitencia y la humildad que exigir dones de profecía y gracias extraordinarias. La seguridad de la posesión de la gracia no se apoya en las profecías, y no todos los que han predicho el futuro han entrado al Reino de los salvados. En cambio, es en la penitencia y en la humildad que descansa la gran esperanza de la salvación. De todas formas, su práctica es, en el primer caso, la llave, y en el segundo, la escalera al cielo.

Los éxtasis, arrobamientos espirituales, dulzuras y deleites en la piedad, no ayudan mucho a alcanzar el estado de felicidad. De hecho a veces [estas gracias] son concedidas a los más grandes pecadores; en cambio, es el dolor por los pecados y los ejercicios de penitencia, los que fortalecen al alma en la esperanza, alcanzan el perdón y nos obtienen la Majestad Divina. Saúl fue uno entre los profetas, pero la penitencia de David resultó ser más valiosa que las profecías de Saúl. Uno puede encontrar personas que llevan una vida muy piadosa y que se hacen famosos por realizar milagros pero que son rechazadas por Dios. En cambio no encontrarás a penitente alguno que no sea salvado. Los milagros, la piedad, el conocimiento de las cosas futuras, engendran orgullo, en cambio, la penitencia lava los pecados, abre el cielo, conquista a Dios, sostiene a la humildad, cuyo lugar está sin duda en el cielo.

(Inspectio Cordis)

4

“No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mt 9,13). Considera que Dios se entristece sobremanera cuando ve que, por su propia voluntad, perecen aquellos por cuya salvación entregó Él Su vida. Por lo tanto, para que alguien, que navega en el gran mar de los vicios y que teme el juicio de Dios, no caiga en la desesperación preocupado por su salvación, el Salvador del mundo quiso garantizar abiertamente que Él no vino a llamar a la gracia a los justos sino a los pecadores. Pues mientras que los justos están seguros de su salvación, los pecadores están seguros del castigo. De manera abierta Él anuncia que se ocupa de la salvación de los pecadores y que cuida de que todo aquél que quiera (es decir, todos) se salve. Por lo tanto, a nadie se ha cerrado el camino al cielo, con tal de que quiera entrar por él y dejar, de una vez para siempre, el camino de las concupiscencias infernales. Pueden

118 alegrarse los pecadores de que para llamarlos y salvarlos vino a la tierra el Hijo de Dios, abandonando el trono de gloria y eligiendo la humillante cárcel. Te estaría esperando un futuro desgraciado si como oveja perecieras por tu propia culpa, a pesar de que el Pastor Celestial quiera rescatarte.

(Inspectio Cordis)

5

En esta meditación sobre la necesidad de la penitencia, piensa y coloca delante de tus ojos a la santa pecadora Magdalena. A pesar de que el Salvador mismo le perdonó los pecados, sin embargo, después de Su ascensión a los cielos, ella comenzó a llevar un estilo de vida penitencial muy riguroso en el desierto. Porque aunque ella sabía que los pecados del pasado le habían sido perdonados y que había recibido un perdón pleno, sin embargo, para protegerse de futuras caídas, se vistió con el hábito de una severa penitencia en contra de los muy graves ataques del enemigo del pasado. ¿Y qué has de hacer tú? ¿Qué penitencia has de asumir y en que actos de penitencia has de ejercitarte cada día? ¡Tú, que por las transgresiones que cometes a diario, mereces un castigo cada vez mayor! ¿No será que pecas con tanta frecuencia porque no le cierras el camino a las faltas futuras por medio de una perfecta penitencia por los pecados del pasado, y porque, al descuidar la expiación por las caídas pasadas, preparas el camino para cometer delitos aún mayores? Pues así como el pecado anterior es ocasión para el siguiente, igualmente la penitencia emprendida después de caer te protege de caídas futuras y las aleja. Nadie en el mundo podrá protegerse de volver a caer si no hace expiación por los pecados pasados y si no asume con toda el alma una penitencia severa, verdadera y sólida. Con razón el Apóstol da testimonio de sí mismo diciendo: “Golpeo mi cuerpo y lo esclavizo” (1 Co 9,27). ¿Por qué? Para no retornar a los vicios pecaminosos de antes o a los defectos adquiridos anteriormente. Debes considerar que tú deberías hacer lo mismo. Acentúa la penitencia, porque nunca estarás protegido del pecado si no le pones barreras por medio de hacer penitencia. Si descuidas la penitencia, regresarán a ti la tentación, el pecado y el espíritu maligno, echando mano de compañeros todavía más fuertes para luchar contra tu voluntad, y hay que temer que, al final, las cosas lleguen a ser peores que al principio (cf. Mt 12,43-45).

(Inspectio Cordis)

6

Iniciar obras humanas sin llevarlas a feliz término, aún no trae consigo honor alguno, siempre es una burla. Con frecuencia lo deriva de ello es un daño y no un beneficio. ¿Qué gloria tiene comenzar bien muchos asuntos, pero concluirlos mal o abandonarlos sin terminar? Lo que proporciona gloria no es el iniciar algo sino el terminarlo. Por eso Dios, el Creador del Universo, mientras alabó la obra de los otros cinco días de la creación, no unió el solemne juicio: “Y vio Dios que era bueno” a la obra del segundo día. Todas las demás obras fueron consideradas por el buen Dios como buenas, lo único que no alabó fue al firmamento, como algo inacabado. ¿Por qué razón? A esta pregunta responde Rupert: “Porque aunque el firmamento es verdaderamente único (¡en su género!), y un objeto bello, sin embargo, según el plan de Aquél que realiza [la obra], no es algo único ni completo”. Por eso no recibe

119 alabanza como el resto de las obras de la diestra de Dios, porque en el pensamiento Divino probablemente es [una obra] únicamente iniciada y no concluida. Aquellos que inician la transformación interior tienen aquí una enseñanza: para que al comenzar a hacer penitencia, perseveren en ella y lo hagan hasta la muerte. Únicamente la penitencia que se cumple hasta el final de la vida, es perfecta en todo y decididamente tiene asegurada la gloria eterna

(Inspectio Cordis)

7

Hay que permanecer en penitencia tanto tiempo cuanto dure la vida, para que el diablo no le diga a alguien burlándose: “comenzó a construir”, comenzó a reconstruir su casa en ruinas y “no pudo terminar”. Se levantó del barro maloliente de sus defectos y de nuevo se sumergió en él. Se puso a arrancar de raíz sus malos hábitos y de nuevo es condescendiente con ellos. Puso la mano en el arado y ya se volvió a mirar hacia atrás.

(Inspectio Cordis)

Apostolado

1

“Creed también en mí” (Jn 14,1). Mira que Dios exige de ti una fe muy grande, naturalmente mayor fe que de otras personas a las que no ha llamado al estado religioso. Sin embargo, con una buena y gran fe, también exige buenas y grandes obras. Te dice que creas en Él, pero al mismo tiempo te recomienda que te comportes tal como Él lo hizo. Porque como alguien bien lo expresó: “La fe, si no tiene obras, está muerta” (cf. St 2,17). Los Apóstoles creyeron, pero no fueron salvados solamente por esa razón, sino también porque cumplieron la ley y la voluntad de Dios. Cristo quiso que todos ellos hicieran mucho, sufrieran mucho y al final, que murieran por Su Nombre. Piensa entonces, ¿a dónde te conducen tus malas obras? Con seguridad no te salvará sólo la fe si en tu vida no obras el bien. ¿Acaso es posible que tengas buena fe sin buenas obras? ¿Acaso podría esperar la salvación aquél cuya alma es condenada por el gusano de los remordimientos de conciencia?

(Inspectio Cordis)

2

“Proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,15). ¡Oh, que grande es la benevolencia del Hijo de Dios hacia todo el género humano! A nadie, aunque sea incluso la persona más vil y más miserable, quiere Él excluir de la patria celestial ya que les recomienda a aquellos a quienes elevó a la dignidad apostólica, que proclamen el Evangelio a toda la creación: tanto a reyes, como a ciudadanos; tanto a las dinastías reinantes, como a los subalternos; tanto a los señores, como a los siervos; tanto a los ricos, como también a los pobres; tanto a los ancianos, como también a los niños; simplemente a todos los hombres, ¡literalmente a todos!

120 De esto tú mismo concluye a cuán grandes bajezas has sucumbido cuando, al presentarse la ocasión, al realizar la obligación que concierne a la salvación, has apreciado más a los magnates que a los plebeyos y a los hombres ricos que a los pobres. Qué tanto te has alejado de la doctrina del Maestro Celestial si has visitado únicamente los salones de los nobles en consideración a su magnificencia y con desprecio has evitado los más pobres; y si no has servido con la misma disponibilidad a los pequeños que a los grandes. Sin duda, en consideración a la vocación religiosa, gracias a la cual estamos al mismo nivel que los Apóstoles, nos corresponde, por lo menos por ese motivo, darle gracias a Dios de que no despreciamos a ninguna de Sus criaturas. Y en la medida en la que sea nuestra obligación, no deberíamos descuidar a nadie en la enseñanza de los mandamientos y de los principios que les sean de ayuda para observarlos.

(Inspectio Cordis)

3

Debes estar firmemente convencido de que todos aquellos que tienen solicitud por el prójimo reciben grandes y numerosas gracias para poder alcanzar la salvación, no sólo para sí mismos, sino también para los demás, para conquistar el alma de muchos. ¿Por qué entonces eres tan perezoso para los servicios espirituales, al punto que no te importa, no te mueve, no te apremia ninguna solicitud y amor por tu prójimo? Dices que tú estás dedicado a tu salvación. Sin embargo del mejor defensor de tu salvación deberías saber que cuando te preocupas por el prójimo, al mismo tiempo estás cuidando de ti mismo. Por el contrario, cuando piensas sólo en ti mismo, hay que temer que tú mismo no perezcas. Porque cuanto más trabajo realices en la viña del Señor, tanto más seguro estás de la salvación eterna y de la recompensa inmortal. Por lo tanto, recoge siempre los trozos que te quedan: el tiempo que te queda oriéntalo hacia la salvación del prójimo; las fuerzas de la gracia sobrenatural que tienes en abundancia, dirígelas y conságralas en la solicitud por ese mismo prójimo. Se trata de que tal vez de los dones y talentos que te sobran, si los desperdicias, alguna vez en el futuro no tengas que dar una cuenta muy precisa (de hecho, con seguridad así sucederá) en un juicio muy severo, ante Juez Cristo, autor de la salvación de todos nosotros. Él, si eso fuera imprescindible, esta dispuesto a volver a derramar Su sangre por una sola alma.

(Inspectio Cordis)

4

El bien se hace con prudencia cuando es precedido por una buena intención, cuando no se toma en cuenta la vanagloria y la utilidad; cuando para su realización se aplican los medios justos y atinados; cuando lo acompaña de principio a fin una inquebrantable perseverancia y fortaleza; cuando entre dos posibles bienes se elije el mejor; cuando la acción se realiza, en la medida de lo posible, de la manera más perfecta, y de su realización no resulta, ni para nosotros ni para nadie más, perjuicio alguno, ni daño alguno por falta de previsión. Gracias a la prudencia, si va acompañada de la previsión de un futuro lejano, se evitan también los daños. Finalmente, gracias a la prudencia no les demos acceso a las tentaciones o, si inesperadamente llegan ellas al alma y se apoderan de ella, entonces en forma rápida, generosa y aplicando un método sensato, las echamos fuera, las rechazamos y las destruimos

121 para que de ningún modo tengan predominio sobre nosotros, a menos de que Dios permita y consienta que las suframos para nuestro mayor bien o para humillarnos.

(Inspectio Cordis)

122 5

Al escuchar las confesiones, deben unir la dulzura con la prudencia, siendo cautelosos a la hora de examinar las conciencias de los penitentes, pero sobre todo las de las personas sencillas. Deben ser prudentes al asignar las penitencias, distantes de hacer amistades, hábiles al resolver dudas y escrúpulos, conscientes de los casos reservados a la Sede Apostólica, a los obispos y a los superiores. Deben saber también que no siempre y no a todos hay que otorgar la absolución.

(Norma vitae)

6

Proclama que el corazón de Dios está abierto para todos e insiste en que el camino a la salvación no está cerrado para ningún pecador, mientras él esté dispuesto a hacer penitencia. También debes ser mucho menos propenso a juzgar y a tratar con severidad a los pecadores, teniendo siempre en consideración tu debilidad, como también la bondad de Dios para contigo.

(Inspectio Cordis)

7

Advierte que se comportan en forma absurda y no pertenecen a los verdaderamente iluminados, aquellos que consideran el amor y el celo en la conversión de los pecadores y de las personas que abandonan el camino de la perfección, como algo poco importante o como nada, mientras que esa obra forma parte de los asuntos más importantes. Pues en esta obra se encierra tanto el amor a Dios como también al prójimo, y de ella depende toda la perfección. Las personas que verdaderamente cooperan con Cristo nuestro Señor en la salvación de las almas son las que exhortan a las personas extraviadas a regresar a la senda de la vida eterna. Porque Cristo no asumió un cuerpo humano con otro fin que el de rescatar lo que estaba perdido. De aquí que el Rey Penitente, queriendo ganarse a Dios enfadado, no utiliza otro medio sino que resuelve convertir a los pecadores: “Enseñaré a los rebeldes tus caminos y los pecadores volverán a ti” (Sal 50, 15). Despierta en ti la solicitud por convertir a los ruines, pero también, día a día procura desarrollar en ti este deseo que es el más bello. Y al aspirar a ello, tú mismo primero conviértete de todo corazón al Señor.

(Inspectio Cordis)

8

Si alguna vez nos llega a sacar lágrimas de los ojos alguna desgracia del prójimo, tanto más deberías llamar a esto caída espiritual. ¿Pues qué puede ser para el hombre mayor

123 desgracia que convertirse en enemigo de Dios mediante el pecado? A estas personas hay que levantarlas y apoyarlas en todas las formas posibles.

(Inspectio Cordis)

9

“Verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria” (Lc 21,27). Considera cuán grande será entonces la vergüenza de aquellos que despreciaron a Cristo, que no quisieron ir en pos de Él, que Lo mataron (dándole muerte en la cruz como al más grande criminal y ladrón), al ver Su majestad y gloria. Y por el contrario, cuán grande resultará ser la alegría de aquellos que fueron en pos de Jesús despreciado, que no solamente confesaron a Cristo, sino que también Lo proclamaron y por amor a Él, no solamente sufrieron el desprecio sino también [por Él] murieron. Pues descenderá Cristo, nuestra vida, en cuerpo glorificado, vestido de sol, rodeado de destacamentos de ángeles y ejércitos de santos, llevando delante el signo victorioso de la cruz. Tú, por lo tanto, para llegar a tomar parte en esa gloria, tienes que aspirar y llegar a tener el máximo desprecio por el mundo y – digo – desprecio por ti mismo. “Porque – dice el Apóstol – estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros” (Rom 8,18).

(Inspectio Cordis)

Celo y fidelidad

1

La fe es el mayor don y la mayor luz de Dios. Cuando hace falta la fe, todo en el alma se sume en la oscuridad y en la niebla. Considera, al mismo tiempo, que la fe verdaderamente nos salva, pero lo hace cuando brilla cada vez más en nosotros a través de las buenas obras. Por lo tanto, haz el propósito de aplicarte a hacer buenas obras con voluntad decidida y con el auxilio de la gracia de Dios. Para que te sea más fácil realizarlas, debes tener en mente con frecuencia esta frase: “Sus obras los acompañan” (Ap 14,13). Por eso, aunque por naturaleza estás más bien inclinado a todo mal, sin embargo, continuamente debes tomar consciencia de que estás obligado a obrar el bien y que has sido llamado a alcanzar auténticas virtudes para emprender las obras heroicas que realizaron los Apóstoles y que emprendieron los grandes siervos de Dios. Para que así suceda, deberías cumplir tus obligaciones cotidianas con mucho mayor esmero y celo.

(Inspectio Cordis)

2

Por lo tanto sacúdete de todo embotamiento y negligencia, ¡ponte a trabajar! ¿Por qué te entregas a la ociosidad? ¿Por qué sucumbes a la flaqueza? Los hijos de este mundo, con el fin de alcanzar bienes perecederos, atraviesan incontables mares, se arriesgan a muchos peligros, sudan de noche y de día, se exponen a tantos peligros, emprenden tantos trabajos,

124 sufren tantas incomodidades, únicamente para poder sostener esta vida mortal. Y tú, que eres hijo de la luz, ¿descuidarás acaso los bienes eternos? ¿No vas a procurar alcanzar la vida eterna asumiendo los esfuerzos que son necesarios para ello? ¿Holgazaneas? Ten por sabido que “el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Mt 11,12). ¡Esto lo hacen los héroes y no los burros, no los ociosos, sino los hombres laboriosos!

(Inspectio Cordis)

3

“En tu palabra, echaré las redes” (Lc 5,5). Medita en que la desconfianza es el mayor obstáculo cuando emprendemos cualquier de las obras heroicas, cuando eliminamos los vicios que procuramos arrancar de raíz y cuando adquirimos las virtudes en las que deseamos ejercitarnos. Y por el contrario, la confianza es el auxilio más importante en la realización de cuestiones importantes, tal como se gloría David: “En ti confío, no seré confundido” (cf. Sal 24,2). Al mismo tiempo, medita en cómo son de inútiles los esfuerzos en muchas empresas de muchas personas cuando no echan las redes siguiendo la palabra del Señor. Tampoco logran pescar aquellos que pescan hombres si en sus enseñanzas buscan su propia gloria y no la gloria de Dios ni tampoco la salvación de las almas. Tú aplícate con celo a hacer todo en la palabra del Señor, teniendo en ello la mejor intención.

(Inspectio Cordis)

4

“Hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada” (Lc 5,5). De la misma manera nosotros a veces todas las noches, tal vez durante muchos años y haciendo muchos sacrificios, a expensas de muchísimo trabajo, nos dedicamos a pescar peces, pero sin éxito y, perdiendo la esperanza abandonamos la solicitud por el prójimo, considerando que ya todo está perdido, cuando de repente llegan los auxilios de la gracia del Señor y arrojan a nuestra redes una gran pesca. De esto aprende, e incluso haz el propósito de que ninguna aversión, ninguna pérdida, ninguna privación, te aparten del trabajo emprendido para tu perfeccionamiento o, también, para el perfeccionamiento de otras personas, sino que, en la medida de tus posibilidades, realízalo, y Dios vendrá al encuentro de la mejor voluntad y de los esfuerzos sinceros, aunque tardara, vendrá a auxiliarte.

(Inspectio Cordis)

5

Aplazar y atrasar la realización de los buenos propósitos es muy perjudicial y, de algún modo, evoca la situación de aquellos que, aún teniendo un viento muy favorable, no zarpan del puerto y de esa manera, al no aprovechar la ocasión óptima para navegar, jamás llegan a ver una ocasión semejante. Abstente tú de ese comportamiento. Apenas recibas las inspiraciones Divinas, zarpa del puerto lo más rápido posible y ponte a realizar la buena obra a la que fuiste inspirado.

125 Porque la gracia del Espíritu Santo no admite que se aplace para más tarde. Ella abandona a los perezosos y a los que cuervos que aplazan para el día de mañana (cf. Lc 12,24), y a los tibios los vomita de Su boca (cf. Ap 3,16). Pues si en el mundo, los señores gustan de siervos bien dispuestos, y no soportan a los perezosos, te corresponde estar mucho más bien dispuesto a ti, que te glorías de que eres el siervo del Rey Inmortal, que siente repugnancia a la vista de las tortugas. Si Él no aplaza sus gracias para el día de mañana, entonces ¿por qué tú aplazas para el día de mañana las buenas obras?

(Inspectio Cordis)

6

“Para que donde esté yo estéis también vosotros” (Jn 14,3). Considera que deberías procurar caminar por las sendas del Señor para, de esa forma, llegar a la puerta de la vida. Esto sucederá en el futuro, si te esfuerzas con celo por alcanzar las virtudes; si te domina el más grande deseo de cargar con la cruz, y llevas la que te es impuesta con celo constante; si trabajas con perseverancia en la viña del Señor y si, no contentándote sólo con una perfección común, aspiras a una perfección más elevada. Pues si el Señor dijo que algún día los discípulos harían mayores milagros de los que Él realizó (cf. Jn 14,12), de igual manera también quiere que tú procures en general las virtudes más elevadas y rompas con el ritmo trivial de vida. El Señor desea que en la medida en la que sea posible para el hombre, alcance las virtudes y las santas obras de Él mismo, para que allí donde Él esté, también te encuentres tú, por medio de las virtudes y de las obras santas.

(Inspectio Cordis)

7

Medita en que de manera semejante a como no puede no agradar a su señor el siervo que cumple con fidelidad y perseverancia las obligaciones que se le imponen a pesar de que no le manifiesten signo alguno de deferencia, así mismo el Señor Celestial tampoco obsequia con poco amor a aquel siervo, a aquel religioso que, sin recibir de Él gracias especiales, sin obtener signos especiales de Su amor, o también, sin experimentar o esperar algún milagro de la omnipotencia de Dios, es perseverante en su celo, tiene un corazón inquebrantable y sirve a Su Majestad con alegre serenidad de espíritu. Porque cada quien persiste con facilidad en el servicio a Dios cuando es sostenido por continuos vínculos de amor y por la gracia. En cambio aquél que es abrumado por incesantes cruces, continuamente expuesto a miles de adversidades e infortunios o es perseguido como esclavo inútil, pero no obstante, en la medida de sus fuerzas sirve al Rey Todopoderoso, es precisamente esta persona la que tiene derecho a un lugar entre los más excelentes héroes y es ella la que recibirá una recompensa. No hacen parte de los siervos estables y amantes, aquellos que van en pos del Crucificado cuando ven signos, sino aquellos en cuyo corazón – sin ver signo alguno – reina un amor fuerte de Dios, aquellos que no desean ningún signo extraordinario de benevolencia y de la gracia, pero llevan con una muy santa tenacidad el yugo del servicio a Dios. De ningún modo cuentan lo que les debe el Señor sino qué es lo que ellos le deben a Él. Tampoco cesan jamás de andar por el camino de la perfección, en las prácticas de caridad y en las fatigas diarias. A estos siervos los espera al final la alabanza; tales soldados de Cristo serán coronados; tales religiosos recibirán la recompensa eterna.

126 Desea tú pertenecer a su número y pídele al Señor, que está presente en la Santísima Eucaristía, que te haga apto no tanto para buscar consuelos sino para cargar con la cruz y soportar infinidad de fatigas.

(Inspectio Cordis)

8

“De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande” (Mt 8,24). Dirige tu atención al hecho de que el peligro de que la barca se hiciera pedazos y las agitadas olas del mar, le sirvieron al Señor para probar la fe de los discípulos. En tu caso ha sucedido de manera semejante o – como puedes esperar – así será en el futuro. Estas tormentas e inquietudes que surgen en el alma, suscitadas ya sea por satanás o por ti mismo, tienen lugar porque así lo quiere Dios y Su Providencia para probarte en las virtudes y para probar tu estabilidad en los santos servicios y en poner tu confianza en Dios. Por lo tanto, continuamente nos encontramos en el mar, es decir, conducimos esta vida endeble y expuesta al fracaso. De ningún modo podemos evitar las tempestades de angustias, las olas de tentaciones y las tormentas de tristezas, ni tampoco deberíamos incluso ser libres de ellas. Pues así como la fortaleza, el conocimiento y el esfuerzo de los navegantes se conocen por su capacidad para esquivar y para vencer las tormentas, así mismo, el amor a Dios, la fortaleza y la prudencia del siervo de Dios son probados mientras opone resistencia a las olas de las adversidades.

(Inspectio Cordis)

9

“Es un asalariado aquél que apacenta las ovejas del Señor no por un profundo amor sino por una recompensa temporal” (Gregorio el Grande). Ten cuidado de no servir al Señor con otra intención sino únicamente por puro amor hacia Él, para que no merezcas el nombre de asalariado y no pierdas la recompensa. Pues ¿qué significa ser asalariado y no siervo de Dios? Es lo mismo que aguardar alabanzas porque te resultó hacer algo bueno; gloriarte y no negarte a ti mismo; no renunciar constantemente al mundo; esperar una paga por tus fatigas en vez de fatigarte con abnegación gratuita; no despojarte de todo; volver la mirada hacia atrás. El asalariado es astuto. Primero pone la mano en el arado y después vuelve la mirada hacia atrás, abandona la cruz religiosa, ya sea con la esperanza de una mayor comodidad, o desanimado por el trabajo pesado, o atraído por el placer de estar ocioso, o tentado por la dulzura de los vicios del pasado. Y de esta manera no pierde un alma ajena sino la suya propia y no la salva. Por lo tanto, procura ser perseverante en cada una de tus buenas obras para que no solamente te ganes el nombre de buen pastor, o buen trabajador, sino que también recibas como pago por tus fatigas a Dios mismo, y junto con Él, recibas todo.

(Inspectio Cordis)

10

127 Examina con qué intención sirves a Dios en la orden. [Examina si] Lo sirves como un hijo, con amor filial, o como asalariado, por una paga temporal, es decir, por alcanzar honores, adquirir conocimiento, provecho o algún otro bien temporal semejante. También serías un asalariado si llevaras a cabo tus obligaciones de manera descuidada e indiferente y si sólo en apariencia representaras el papel de religioso. En cambio, si esto no tiene lugar, sino que efectivamente lo que esperas por tus fatigas, las cuales deberías asumir únicamente por amor a Dios crucificado, es únicamente la paga de la que precisamente habla el Señor: “Mi premio será muy grande” (Ge 15,1), eres un verdadero siervo de Dios y no un asalariado.

(Inspectio Cordis)

11

Guarda de que no se te diga: llevas un hábito de religioso pero ¿no sabes qué significa ser religioso, qué significa ser obediente, qué significa procurar con esmero observar la castidad, la pobreza, la humildad y la mortificación de los sentidos? No obstante, deseas escrutar los misterios celestiales, conocer los profundos misterios de Dios, poseer abundantes deleites celestiales y ¡gozarte con ellos! Pero ¿como puedes alcanzar eso si por todos los medios te opones, no crees y no escuchas en el momento en que deberías abandonar y pisotear todo lo terrenal?

(Inspectio Cordis)

12

A qué asuntos has estado más dedicado y te has entregado más durante tu permanencia en el estado religioso: ¿a las mortificaciones o a las comodidades? Hacia qué has inclinado tu espíritu: ¿a quebrantar tu voluntad o a cumplirla? ¿Al cumplimiento de los deseos ajenos, sobre todo de los superiores, o a satisfacer tus propios deseos? Si has estado más ocupado en cumplir tus propios deseos, puedes estar seguro de que te has dejado llevar por un espíritu falso. Si fue al revés, no tengas dudas de que te has conducido bien y ten por cierto que has procedido conforme a tu vocación. Para conformarte a ella, debes ahora acrecentar y extender también los más mínimos destellos nuevos de amor con el fin de practicar la virtud, favoreciéndolos con vivo esfuerzo y deseo de hacer progresos y progreso real. Si te desprecias a ti mismo entonces sentirás ¡cuán dulce es el Señor! Si te desapegas por completo del mundo experimentarás ¡cuán amargo es el mundo!

(Inspectio Cordis)

13

Reflexiona cuidadosamente, ¿qué frutos de mortificaciones has recogido durante tu estancia en la vida religiosa? ¿Qué provecho ha obtenido tu alma de frecuentar tan a menudo los santos sacramentos y de la constante práctica de las virtudes? ¿Qué gran provecho para la salvación has alcanzado de la tan frecuente lectura espiritual, meditaciones, conversaciones? ¿En qué medida has progresado en la adquisición de virtudes, habiendo sido estimulado al bien y, de alguna manera, incitado como con espuelas con tantos discursos fervorosos, con

128 tantas santas inspiraciones y reprensiones? ¿Cuánto provecho te ha traído residir en la casa de Dios? ¿Cuánto provecho te han dado las oraciones, mortificaciones corporales y los ayunos habituales? Haz también un examen de conciencia del tiempo desperdiciado, que pasa de modo irrecuperable, acercándote día a día a la frontera de la eternidad y sabiendo que dentro de poco tendrás que entrar en su puerto. ¿Qué santas mercancías llevarás cargando al entrar a él? Si llegas a carecer de las perlas de las virtudes que son apreciadas en las alturas celestiales, ten por seguro que no serás admitido a las riberas de la tierra celeste. Si así sucede (¡no lo permita Dios!), ¿adónde retornarás? En el océano del mundo tu barca no puede navegar eternamente, sino que tiene que buscar la orilla sin cesar y arribar a ella; ya sea a la feliz ribera de la Tierra Prometida o a la desdichada ribera de la condenación eterna.

(Inspectio Cordis)

14

Considera que sólo una conciencia limpia puede no temer cosa alguna el día del Juicio Final. Por lo tanto, ya que no sabes en qué momento serás tomado de entre los vivos y en qué momento atravesarás la puerta de la eternidad, ¿en este período tan dichoso, que se te ha dado únicamente para el santo ordenamiento de tu conciencia, no deberías acaso procurar, todo el tiempo y de todo corazón, hacerla libre de todo temor? Ya que en presencia de Dios, el Supremo Juez, tus enemigos te acusarán de manera especial en cuanto a los asuntos relacionados con los votos que libremente profesaste, ahora examina tus votos, en un buen y esmerado examen de conciencia y dirige tu atención hacia la manera en la que los has observado.

(Inspectio Cordis)

15

Medita en que de ti también el Señor exige continuo celo y, con el avance del tiempo, exige un cada vez mayor crecimiento en las virtudes. Porque ¿cuán imprudente sería el general que de continuo recompensara generosamente a un soldado que sólo al inicio de su servicio militar era muy bueno, trabajador y obediente, pero después perezoso? Dios, que ha de otorgarte la recompensa eterna, también quiere que de continuo veles y con celo actúes, trabajes y realices progresos. Para el soldado de Dios sería no solamente algo indigno sino incluso vergonzoso, si al principio se mostrara ferviente, luchara con fortaleza contra las tentaciones, se ejercitara de buena gana en todo género de mortificaciones, en la oración y en la práctica de todas las virtudes, pero poco tiempo después se descuidara y, con las manos como paralizadas y atadas, le entregara al enemigo la palma de la victoria. Por lo tanto, prepárate para fatigas cada vez mayores, para tentaciones cada vez más pesadas y períodos más largos de soledad. Si tienes en consideración la felicidad perfecta, deberías estar continuamente en estado de vigilancia, ya sea durante la primera guardia, es decir, en el período de preparación para la vida religiosa, o durante la segunda, es decir, después de la profesión [de votos], y finalmente, durante la tercera, es decir, teniendo ya a la vista la muerte, cuando la vida vaya declinando hacia su ocaso.

129 (Inspectio Cordis)

16

Además del beneficio de la creación, de la redención, de la justificación y de la vocación a la fe y al estado religioso, considera otros beneficios que Dios te ha concedido en especial, pero principalmente, las gracias de cada día con las que te ha preservado de pecados, exhortado a las virtudes y a las buenas obras, auxiliado en la acción y contribuido a su realización. También dirige tu atención a la falta de gratitud, a lo poco que la has manifestado por tan grandes gracias o al hecho de que ni siquiera has agradecido sin tomar consciencia, sin saber y sin entender que Dios te ha conducido, protegido, enriquecido con tantos bienes y preservado de tan numerosas desgracias. Suscita en ti el arrepentimiento por este descuido y pídele además al Señor que, como indemnización, te obsequie con un mayor celo y ardor para servirle durante los días que te quedan de vida.

(Inspectio Cordis)

17

“¿Quién me separará del amor de Dios?” (cf. Rom 8,35). ¿Quién me apartará del amor recibido por mí bajo la forma del pan del verdadero Dios y Hombre, Redentor de todos los hombres? ¿Acaso la pobreza, la desnudez, la escasez o la aflicción, la persecución, las fatigas, los dolores, las flaquezas? ¿Acaso la tentación, las afrentas, el mundo, el infierno, algún deleite o mortificación? ¿Acaso las persuasiones del espíritu maligno que halagan mi vanidad o también los enfados humanos, las palabras desagradables o algo por el estilo? O finalmente ¿acaso la misma muerte, aún la más cruel? Estoy seguro de que ninguna de estas cosas me separará eternamente, ni me apartará, ni me alejará del amor de Jesucristo, porque todo eso lo soportaré, lo aguantaré, lo sufriré, lo cumpliré por ese amor. ¡Ojalá así sea Jesús mío! – ¡lo repetiré continuamente! – ¡ojalá te ame a Ti, Jesús mío, como Tú me has amado! ¡Ojalá muera de amor por Ti, que aunque eras inmortal, por amor a mí quisiste morir!

(Inspectio Cordis)

Selección y redacción Janusz Kumala MIC

130 Índice

Introducción

Programa para el día de recogimento antes de beatificación del Padre Fundador

Cronología de la vida del Padre Estanislao de Jesús y María Papczynski

Fuerte en la fe. Biografía espiritual del Padre Estanislao Papczynski

Decreto sobre la heroicidad de las virtudes del Padre Estanislao Papczynski

Elección de pensamentos del Padre Fundador. “Para que ustedes no permanezcan ociosos en la Viña del Señor”

131