Cómo Los Estados Unidos Venden La Guerra
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Casus belli: cómo los Estados Unidos venden la guerra Achin Vanaik (editor) e Books CASUS BELLI: CÓMO LOS ESTADOS UNIDOS VENDEN LA GUERRA EDITADO POR ACHIN VANAIK ISBN: 978-90-71007-32-3 Transnational Institute Noviembre 2010 Publicado originalmente en inglés en 2007 con el título: SELLING US WARS / / EDITED BY ACHIN VANAIK. ISBN-13: 978-1-56656-668-1 ISBN-10: 1-56656-668-1 por: OLIVE BRANCH PRESS An imprint of Interlink Publishing Group, Inc. 46 Crosby Street, Northampton, Massachusetts 01060 www.interlinkbooks.com Reimpreso en español en 2010 por el TNI con el consentimiento de Interlink Publishing Group con una nueva introducción y conclusión de Achin Vanaik. Traducción: Beatriz Martínez Ruiz Reservados todos los derechos. Para saber más sobre el Transnational Institute, visite http://www.tni.org/es Índice Agradecimientos 4 Prólogo Tariq Ali 5 Introducción Achin Vanaik 9 1. La coyuntura capitalista: sobreacumulación, crisis financieras y la retirada de la globalización Walden Bello 27 2. La fabricación del sentido común (o hegemonía cultural para principiantes) Susan George 48 3. El abrazo de hierro: la excepcionalidad y el imperio estadounidenses Mike Marqusee 76 4. Terrorismo político y el proyecto imperial estadounidense Achin Vanaik 100 5. El imperio del miedo Zia Mian 123 6. Intervención humanitaria y hegemonía estadounidense: una nueva conceptualización Mariano Aguirre 154 7. Y nuestro profeta se llama democracia Phyllis Bennis 173 8. Hay algo ahí fuera: debilidad estatal como pretexto imperial David Sogge 198 9. La internacionalización de la guerra contra las drogas: las drogas ilícitas como un mal moral y un valioso enemigo David Bewley-Taylor y Martin Jelsma 223 Conclusión Achin Vanaik 249 Colaboradores 270 Casus belli: cómo los Estados Unidos venden la guerra Agradecimientos En primer lugar, nuestro más profundo agradecimiento a todos aquellos y aquellas que han escrito un capítulo para este volumen. Todos ellos sacaron tiempo de sus ajetreadas agendas no sólo para escribir y rescribir estas páginas, sino también para asistir a varias rondas de discusiones que tuvieron lugar en Amsterdam y Montevideo, donde los primeros borradores fueron objeto de una exhaustiva revisión. Además de los autores que aparecen en el índice del libro, hay que mencionar también a otras personas cuyas aportaciones a dichas discusiones fueron un valor incalculable, y también a aquellas sin cuyas capacidades organizativas este proyecto nunca habría levado anclas, por no decir ya llegado a buen puerto. Así, a Praful Bidwai, Thomas E. Reifer, Daniel Chavez y Laura Corradi de Portillo, muchas, muchísimas gracias. Debemos también dedicar un agradecimiento especial a otras dos personas. Fiona Dove, directora del Transnational Institute (TNI), fue la auténtica artífice del proyecto. Fue ella quien se dio cuenta de que el tema de este estudio encajaba perfectamente con los compromisos políticos del TNI y con las inquietudes y áreas de especialización de tantos de sus allegados. De modo que comenzó a ejercer sus formidables poderes de organización y disuasión para garantizar que el proyecto saliera adelante. Fundamental también en este sentido fue el papel desempeñado por Wilbert van der Zeijden, que asumió gran parte de las responsabilidades administrativas y de coordinación indispensables para hacer de este libro una realidad. Todo esto, además, sumado a su profunda implicación en los debates y las críticas que se tradujeron en la versión mejorada del libro. Y por último, pero no por eso menos importante, unas gracias muy especiales para “la hermana de Wilbert”, Marjoleine van der Zeijden, que fue el espíritu que guió todos nuestros esfuerzos. Esperamos que le parezca bien lo que hemos hecho. 4 Casus belli: cómo los Estados Unidos venden la guerra Prólogo Tariq Ali La tarjeta de presentación del TNI como un colectivo de activistas e investigadores queda totalmente confirmada con los ensayos que aparecen en esta oportuna compilación, hábilmente editada por Achin Vanaik. El volumen llega en un momento en que se habla mucho sobre el declive del poder estadounidense, de su alcance imperial, de Iraq como del Vietnam del siglo XXI y sobre el auge de China. Sólo aquellos ojos cegados por el prejuicio pueden no ver la catástrofe que representa el Iraq de la postocupación. Y como algunos de nosotros ya comentamos en su momento, la ocupación de Afganistán iba a desencadenar una resistencia de algún tipo. Eso también está pasando ahora, y las fuerzas ocupantes de la OTAN se ven sometidas a ataques diarios. A este lúgubre panorama se podría añadir también la debacle en el Líbano, donde la ofensiva israelí contra el país –concebida para transformarlo en un protectorado al estilo jordano– no consiguió su objetivo debido únicamente a la resistencia organizada por Hezbolá. Estos reveses influirán de forma distinta en los países que lanzaron las guerras y las ocupaciones, ¿pero qué nos dicen sobre el declive del poder estadounidense? Muy poco. La idea de que estos fracasos, de por sí, conducirán a un imperio escarmentado a abandonar su papel en el mundo no es más que una ilusión. Ya sabemos que siempre que Occidente envía tropas de tierra para ocupar un país, se hace vulnerable a las fuerzas de resistencia. En el siglo pasado, Vietnam fue la derrota que más dolió en Washington y puso freno a las aventuras imperiales durante un tiempo. Incluso después de aquella derrota político-militar, los Estados Unidos salieron triunfantes: construyeron una alianza con China y ayudaron a la Unión Soviética a desmoronarse. ¿Y qué hay de la economía estadounidense? Que es una realidad estructuralmente débil es algo que reconocen incluso sus partidarios, pero ni siquiera una crisis económica significa el fin automático del imperio. En una entrevista con el diario Manchester Guardian realizada en 1931, el dirigente soviético en el exilio León Trotsky explicaba cómo en 1928 les había dicho a sus camaradas de Moscú que aunque la crisis económica en los Estados Unidos se estaba profundizando, no hay absolutamente nada que justifique la conclusión de que ello restringirá o debilitará la hegemonía de Norteamérica. Semejante conclusión daría lugar a los más groseros errores estratégicos. Es justamente al revés. En un período de crisis, Estados Unidos ejercerá su hegemonía de manera más completa, descarada y brutal que en un período de auge. En el mundo globalizado de hoy esta afirmación es, si cabe, aún más cierta. Es cierto que China es la nueva fábrica del mundo. La distribución de las rentas en ese país es más desigual que en los Estados Unidos. China no tiene que preocuparse por los derechos de los trabajadores dado que no hay sindicatos dignos de ese nombre. Es cierto que, para 2010, la economía china tendrá unas dimensiones que duplicarán a la alemana (en estos momentos la tercera del mundo) y poco después superará muy probablemente a Japón, pero ese hecho no desembocará de forma instantánea en contradicciones interimperiales. En primer lugar, porque China no es una potencia imperial. En segundo, porque su economía, hasta la fecha, depende tremendamente del mercado estadounidense. 5 Casus belli: cómo los Estados Unidos venden la guerra En tercero, porque ni siquiera las agencias de detectives más eficaces han descubierto aún cuál es la política de exteriores china, además del más puro interés propio. En septiembre 2006, el embajador chino en Zambia intentó imitar a sus homólogos estadounidenses denunciando públicamente a un candidato presidencial que había osado atacar las prácticas inversoras de China en su país. El desafío político a la hegemonía estadounidense, aún incipiente, rudimentario, pero muy necesario, está surgiendo en América Latina. Las victorias de Chávez en Venezuela y de Morales en Bolivia son en parte fruto de la ayuda en capital humano prestada por profesores y doctores formados en Cuba. Pero también en este ámbito sería poco sensato exagerar. Esto es el principio de algo distinto, pero aún es demasiado pronto para predecir hasta dónde llegará. Si el Brasil de Lula hubiera adoptado una dirección parecida, se habría movilizado todo el continente, pero la brasileña resultó ser una versión tropical de Tony Blair. Donde el imperio ha sufrido un golpe duro ha sido en sus pretensiones ideológicas. Toda la retórica sobre guerras “humanitarias” ha quedado desmontada para revelarse como lo que es: una careta para que la nueva ofensiva imperial genere menos repulsa. Guantánamo y las entregas de prisioneros con la plena colaboración de la Unión Europea nos han mostrado el mundo al desnudo. Adam Michnik y Václav Havel, los “héroes” de ayer, apoyan las políticas estadounidenses aún más ciegamente que sus predecesores a la Unión Soviética (Imre Nagy y Alexander Dub_ek, por citar sólo dos, se opusieron a la Unión Soviética). Los Estados de Europa del Este se han convertido ahora en los obedientes satélites de Washington, compitiendo entre sí para ver quién es más servicial. La tortura humanitaria, debemos entender, es cualitativamente distinta de la tortura autoritaria. La Convención de Ginebra se debería modificar en consonancia. El uso generalizado de la tortura por parte de Occidente ha conmocionado sin duda a algunos de sus ciudadanos. De ahí el impacto de las fotografías que podrían haber permanecido ocultas si una cadena estadounidense no hubiera decidido hacerlas públicas, seis meses después. El informe Taguba también confirmó investigaciones independientes sobre la violación de prisioneras por parte de soldados estadounidenses. A algunas se las obligó a enseñar sus pechos a la cámara. Las prisioneras enviaron un mensaje a la resistencia rogándoles que bombardearan y destruyeran la prisión, y acabaran por completo con su vergüenza y sufrimiento. Amal Kadham Swadi, una abogada iraquí que había obtenido permiso en noviembre de 2003 para visitar una base militar estadounidense en Bagdad, declaró al diario Guardian: Era la única mujer que aceptó hablar sobre su caso. Estaba llorando. Nos dijo que la habían violado. La habían violado varios soldados estadounidenses.