Mis Primeros Cuarenta Años
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Mis primeros cuarenta años 0 Mis primeros cuarenta años Mis Primeros Cuarenta años JORGE BARON Mis Primeros Cuarenta años Autobiografía de un hombre que forjó su propio destino! 1 Mis primeros cuarenta años Prólogo Belisario Betancur Redacción y Asesoría Editorial Yolanda Tinoco Lorenzo Título original: "Mis primeros cuarenta años" © 1.989 JORGE BARON Composición y armada: Seredit Ltda. Corrección: Affan Buitrago Impresión: Editorial Presencia Ltda. Diseño Carátula: Patricia de Bonilla Primera Edición Reservados todos los derechos Este libro no podrá ser reproducido en todo o en parte, por ningún medio 2 Mis primeros cuarenta años impreso o de reproducción, sin permiso escrito del autor. Impreso en Colombia. A mis hijos y con fe en la juventud emprendedora de Colombia. De la altura de sus ideales y del cumplimiento de los objetivos que se propongan dependerá el mejor futuro para nuestra patria. 3 Prólogo Una Parábola Vital Por Belisario Betancur 4 Mis primeros cuarenta años Me complace presentar al público este libro, que es un recuento, descomplicado y sencillo, de los primeros cuarenta años en la vida de un hombre activo, sin duda visionario, útil a sí mismo y útil a la sociedad. Para los colombianos que sean, como él, ejemplo de laboriosidad, entusiasmo y superación, este libro será con probabilidad recibido como una revista de sus propias vidas. Para otros, no decepcionados ni derrotados por la aparente victoria del facilismo, quizá pueda servir de acicate a fin de que se decidan a encarar su propio destino con más entereza y coraje, lejos de todo derrotismo. De este propósito autobiográfico, que se lee de un tirón como una novela de aventuras, puede decirse sin exagerar que es una lección de moral, en el sentido de que representa una pedagogía en el arte de hacerse hombre, de colmar una ambición, de realizar un destino sin lesionar en el camino a los demás, sino más bien sirviéndoles sin mezquindades ni egoísmos. Una primera aproximación simplista a este libro Podría inducir a pensar que se trata de un canto a sí mismo, pues es visible que el autor no sólo se siente complacido y orgulloso de lo que ha hecho, de lo que ha sido y de lo que es, sino que alienta ambiciones más altas. Si se penetra en el itinerario de la vida que se presenta es, también, fácil descubrir que se trata de un relato sin pretensiones, de cómo una existencia tomada del común en una ciudad de la provincia colombiana, se transforma, por virtud de la voluntad, por designio anticipado morosamente y por decisión tomada y aislada, en una parábola vital de grandes proyecciones. Digo que su relato es a modo de una lección de conducta, porque muestra cómo ajustar la vida a unas normas cuya aplicación sostenida la elevan y dignifican. Y además, porque enseña el cambio de un muchacho altanero y díscolo, en un ser disciplinado, respetuoso y creador, que a lo largo de ese proceso de cambio se hace importante pero también más consciente de sus deberes familiares, de los apremios de sus semejantes; y de paso acrecienta su fortuna, no por suerte o casualidad, sino porque ese estuvo entre sus propósitos instrumentales: porque esa fue una de las metas que se fijó desde joven; y que lo transformó, a lo largo de arduas vicisitudes, de pobre estudiante provinciano, en personaje de relieve en el mundo del espectáculo y de los medios de comunicación. Y no solo en su patria sino en el difícil escenario de la televisión hispana de los Estados Unidos. Leyendo este libro, amena crónica del discurrir de un hombre común que hace cosas poco comunes, el lector se da cuenta de que es el testimonio de vida de un ibaguereño espontáneo, 5 que se hizo colombiano integral y se convirtió en uno de los mejores propagandistas de su patria ante propios y extraños. Quiero que estas palabras de presentación sean mi propio manifiesto de simpatía y amistad; y la expresión de mi deseo porque el testimonio admirable que es Jorge Barón, pueda cumplir otros cuarenta años de éxitos y de servicios a Colombia. Unas palabras para empezar 6 Mis primeros cuarenta años 7 La idea de escribir este libro me ha rondado durante los últimos años, especialmente desde que cumplí los treinta y no porque me preocupen los cuarenta, sino porque habiendo logrado en plena juventud el cumplimiento de metas que me propuse desde muy temprano, quiero compartir con otros mi propia experiencia. Una mirada retrospectiva me permite identificar, en diferentes épocas de mi vida, algunas circunstancias cuya superación constituye, para mí, demostración palpable de que para llegar a concretar nuestras legítimas ilusiones es indispensable perseverar. La satisfacción de haber concretado las mías creo que corrobora el viejo dicho popular, que se dice mucho pero se practica poco, según el cual "quien se propone llegar a alguna parte, si persiste en su propósito con fe y esperanza, llega finalmente". Por mi parte, evité siempre la depresión frente al fracaso y la tentación de echarle la culpa de los propios reveses a la pobreza o a los demás y traté, más bien, de buscar constantemente mi puesto bajo ese inmenso sol de posibilidades que brilla intensamente igual para todos los seres humanos. Jorge Barón no surgió de un día para otro. Fui moldeado en el duro crisol de una existencia difícil, golpeado una y mil veces por diversas circunstancias que en lugar de amilanarme fortalecieron mi espíritu y templaron mi carácter. Nunca acepté disminuirme ni claudicar, porque no estoy hecho de esa materia endeble que, como el cristal frágil, se hace pedazos al golpe más insignificante. Esta aventura autobiográfica es para mí otro reto, nada fácil, que intento vencer, para realizar el deseo de comunicar mi actitud positiva y el convencimiento de que la perseverancia y el optimismo fueron los medios que me ayudaron a salir adelante. Recordando sucesos pasa- dos y enunciando proyectos futuros trataré de urdir la trama de mis vivencias. Ojalá el resultado sirva para compartir con quienes quieran leerme las fatigas, ilusiones y satisfacciones de mi vida. 8 Mis primeros cuarenta años 9 Mis primeros cuarenta años Se venden cometas a cinco centavos 1 0 Mis primeros cuarenta años La llegada a mi oficina de Bogotá, en mayo del año pasado, de una comisión del Centro Cívico Colombiano de Nueva York, resultó muy oportuna porque fue el primero de una serie de sucesos que me llevaría, eventualmente, a tomar la decisión de escribir este libro. La comisión era portadora de la tradicional invitación que, desde 1985, me cursa dicho Centro para que asista, como maestro de ceremonias, al acto de conmemoración del aniversario de nuestra Independencia. En esta ocasión noté que había un cambio en el programa: no me requerían como maestro de ceremonias, sino que dentro del acto, que se realizaría en Flushing Park, lugar habitual de grandes espectáculos norteamericanos, se incluía un homenaje que me rendiría la colonia colombiana residente en los Estados U nidos. Sobra decir que agradecí este gesto como era debido. La invitación, además de gentil, me pareció conveniente por otras razones. La primera era la de tener la posibilidad de volver a sentir de cerca el cariño de un público muy mío, que vive la patria cada semana a través de mi programa Embajadores de la Música Colombiana. La segunda, la de no seguir aplazando unas vacaciones que les tenía prometidas a mis hijos (mis tres Jorges: Jorge Luis, Jorge Eliécer y Jorge Andrés) radicados desde hace algunos años en Washington, donde estudian. La tercera que consideré saludable de alejarme por un tiempo de cierta atmósfera de escándalos que se cierne, de tarde en tarde, sobre la gente que como yo, se mueve en el mundo del espectáculo. Acepté encantado. Llame a mis hijos y programé con ellos esas vacaciones que por uno u otro motivo se habían venido posponiendo y comencé a preparar mi viaje. Lejos estaba de suponer que sería en los Estados Unidos donde tomaría la decisión definitiva de poner en práctica dos proyectos que vienen ocupando la mayor parte de mí tiempo últimamente: un compromiso internacional del cual hablaré más adelante y la preparación de este libro. El 15 de julio, en vuelo retrasado por la "operación tortuga" de Avianca, llegué casi a medianoche al aeropuerto Kennedy de Nueva York. A pesar de la hora, el sitio hervía de calor. Un calor de mitad de verano que traspasaba la piel y llegaba hasta los huesos, con la misma intensidad con que, en invierno, se cala el frío que congela. Experimenté una extraña sensación; el verano me recordó tiempos helados! Me esperaba el hijo del Presidente del Centro Cívico, Rafael Castelar, porque la comisión que había ido a recibirme había tenido que marcharse debido al evidente retardo del vuelo y al hecho de que serían los anfitriones de una reunión programada para esa noche. Pedí a Rafael que me llevara al Waldorf Astoria, hotel en el que siempre me alojo cuando voy a 1 1 Mis primeros cuarenta años Nueva York. A los pocos minutos de haber llegado, me llamaron telefónicamente de una empresa colombiana de taxis que opera en la ciudad" cuyo gerente general es Alfonso Salazar, ofreciéndome un carro para ir al lugar del agasajo. Me recogió una limousine comodísima. Me sentí como estrella de cine, con el privilegio adicional de ser atendido en español, pues confieso que mi inglés, aunque lo estudio regularmente, sigue siendo un desastre cuando intento hablarlo. El lugar donde se llevó a cabo la reunión tiene una vista inmejorable de Nueva York: al fondo se aprecia la Estatua de la Libertad, imponente símbolo que proyecta su grandiosidad en el marco de las simétricas moles arquitectónicas y de las innumerables luces artificiales de la conocida imagen de Manhattan.