Revista Crítica
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2 Gregor von Rezzori: el Dichter de la ceja escépticamente levantada JOSÉ ANÍBAL CAMPOS Hace cien años, el 13 de mayo de 1914, “en un coche de posta cami no de la ciudad de Chernovitz” (según la leyenda divulgada por el propio autor), nació Gregor von Rezzori. Pocos escritores del siglo XX tuvieron el raro privilegio –como dice en uno de los ensayos que los lectores de Crítica podrán disfrutar en este número– de te ner tanto éxito y, al mismo tiempo, ser tan ignorado. Ninguno vivió y trabajó moviéndose entre fronteras tan oscilantes ni ambiguas: fronteras geográficas, literarias, tonales, idiomáticas, vitales. Sus primeros éxitos “literarios” los cosecha en plena guerra, en la Alemania del nazismo, con novelitas de corte sentimental que, en un principio, se consideraban escritas por una tal “seño rita Von Rezzori”. En 1976, sin embargo, entregaría a su editor, en forma de novela, lo que puede considerarse una especie de monu mento de arquitectura literaria, de museo vivo e interactivo de toda la narrativa del siglo XX: La muerte de mi hermano Abel. Publicada en Estados Unidos en 1985, La muerte de mi herma- no Abel abrió el camino para el reconocimiento de Rezzori a nivel internacional. Esta novela, que a nuestro juicio es la más acabada de Gregor von Rezzori –la que, de haberse traducido y divulgado ø GREGOR VON REZZORI 3 JOSÉ ANÍBAL CAMPOS un poco antes, hubiera puesto bajo una luz muy distinta muchas de las tendencias y teorías que marcaron la literatura y el pensa miento de la posguerra europea– es literatura que reflexiona sobre la literatura desde los registros más variados y desde el virtuosismo narrativo más ecléctico. Las teorías de Barthes o Foucault sobre la muerte del autor quedan recogidas en ella, de forma magistral, a través de su estructura. Asimismo, sus reflexiones sobre la desapa rición de Europa a causa de la epidemia de la “norteamericanización” y su desesperada propuesta de salvación a través de una escritura capaz de recuperar el pasado, de la obsesión por el valor y la capa cidad de contar historias, la convierten en una suerte de Decamerón moderno que, surgido de ese Medievo que fue el siglo XX, abre la puerta a un neorenacentismo que podría tener su equivalente en lo que se ha dado en llamar, a falta de mejor criterio en una larga épo ca de transiciones, posmodernidad. La muerte de mi hermano Abel es –arriesgando un criterio de clasificación para algo inclasifica ble– una especie de Decamerón en alborozada, rabiosa y perversa cópula con la Divina Comedia. Por otra parte, a la luz de las teorías estéticas o históricosociales de la segunda mitad del siglo XX, esta novela pasa a ser una especie de documento literario avant la lettre sobre temas como “la banalidad del mal”, los análisis estructurales de los medios de comunicación luhmannianos o los ensayos semio lógicos de Eco sobre la cooperación del lector in fabula. Andrea Landolfi, el mayor especialista en la obra de Rezzori (quien fuera amigo personal del autor y sigue siendo el principal traductor de su obra al italiano), señala muy acertadamente en su posfacio a la nueva edición de Abel…: “El complejo juego de re fracciones entre el autor real Gregor von Rezzori y el autor ficticio Aristides, y entre este último y su alter ego Schwab (…) no tiene tanto que ver con la escritura de una autobiografía (…), sino mas 4 GREGOR VON REZZORI bien, trágicamente, con la disolución y la fungibilidad del indi viduo (y de toda su experiencia) en el gran caldero del colectivo, donde reina –incontrastada e incontrastable– la inautenticidad.” La importancia de esta obra en el conjunto de la magnífica obra rezzoriana ha hecho que incluyamos en este número un breve dossier sobre la misma. Y como verá rápidamente el lector, hemos intentado dar a conocer principalmente textos sobre ella o sobre otras obras menos conocidas en el ámbito de lengua española. A pesar de su calidad como narrador, Rezzori jamás pudo li brarse del todo, en el ámbito cultural de la lengua en la que escri bía, del sambenito del escritor de entretenimiento. Las Historias de Magrebinia, publicadas en 1953, le proporcionaron la mayor popu laridad y un menosprecio no menos profundo de las élites literarias alemanas. Pero “el que escribe se venga”, dice una frase que se repite en su novela Abel… Y Rezzori supo vengarse como nadie en la medida que continuó escribiendo y dando a conocer algunas de las mejores obras de la narrativa alemana de la segunda mitad del siglo XX. En Alemania, el país “de la seriedad bestial” (Georg Grosz), no parecen haberle perdonado aún su talento, su risa tan desacralizadora como amarga, su despiadada exposición al ridículo de la mentalidad germánica, de las poses literarias y doctas, de los hondos suspiros nacidos –conscientemente o no– de la arrogante ilusión de la superioridad del hombre y de sus obras: las materia les y las del espíritu. Y, sobre todo, no parecen haberle perdonado su honestidad intelectual, su carácter indómito, su carcajada ante todo amago de corrección política o pedantería, su profundo des precio por esa masa, la fucking middle class, la de todos los países, unida… Con motivo del centenario de Gregor von Rezzori hemos in tentado reunir en este número, aparte de algunos textos inéditos 5 JOSÉ ANÍBAL CAMPOS del propio Rezzori, una pequeñísima muestra del material crítico disponible y apenas conocido en lengua española. Porque si el des tino de Rezzori parece empeñado en mantener en pie, aún hoy, la barrera con la que se le silencia en Alemania, algo muy distinto sucede en países como Italia, Francia o Estados Unidos, así como en muchos otros de la periferia europea, donde a Rezzori se lo es tudia y se lo considera, en toda la plenitud de la palabra germana, un Dichter (sin que por ello se le reste un ápice de su cautivadora condición de sátiro). Cuando uno observa con atención muchas de las fotos que existen de Gregor von Rezzori, no puede sustraerse al hecho de que, en casi todas, al gran narrador se le vea con una ceja enarcada en un gesto de picardía y escepticismo para con la cámara. Este nú mero pretende ser un retrato, en collage, no sólo del escritor, sino también del hombre. Como hipotética reacción del propio Rezzori a esta edición, no puedo imaginar ninguna mejor que esa mirada burlona y escéptica. Aunque, hasta donde sabemos, es éste el nú mero más completo que una publicación en español haya dedicado a Grisha Rezzori, la mirada imaginaria del autor deja abierta la posibilidad de que se sucedan otros homenajes capaces de ir com pletando un retrato “amosaicado” que, en este caso, no puede sino quedar en un intento incompleto. Si ello se lograse, esta edición de Crítica habría conseguido uno de sus principales objetivos. Son varias las personas a las que hay que agradecer el número que ahora tienen en sus manos: ante todo, a Beatrice Monti della Corte, que generosamente me abrió las puertas de su casa y de sus recuer dos, me proporcionó casi todo el material fotográfico (en su mayoría inédito) y no ha escatimado en esfuerzos para garantizar contactos y permisos de publicación. A todos los traductores y estudiosos de 6 GREGOR VON REZZORI Gregor von Rezzori a lo largo y ancho del planeta, muy especial mente a Andrea Landolfi. Una mención especial merece en esta breve introducción un admirado colega y, entretanto, un amigo entrañable: Juan Villoro. Aunque Memorias de un antisemita no fue el primer libro de Rez zori que se conoció en español, a Villoro no sólo correspondió la ardua y hermosa labor de traer a nuestra lengua una de las novelas más importantes de Grisha, sino que es todavía, en el ámbito de ha bla española, el más comprometido divulgador de su obra. (Lamen tablemente, su agenda de trabajo no le permitió participar en esta edición con un texto propio.) En ese mismo sentido, mi gratitud para Christian MartíMenzel, también traductor y promotor incan sable de la obra de este gran narrador, cuya colaboración para este número ha sido inestimable. Otra persona que merece todo nuestro reconocimiento en estas páginas es Henry C. Krempels, de la Fun dación Santa Maddalena. Un número como éste no se prepara en un mes ni en dos, por eso debo agradecer aquí a otras instituciones que han colaborado con él de forma indirecta, asegurándome las condiciones de trabajo para investigar y acopiar material: en este caso están la Sociedad Austriaca de Literatura y su director, Man fred Müller, y la Casa de los Traductores de Looren. Invaluable fue también, en momentos de urgencia –y gracias a eso que Lezama Lima llamaba el “azar concurrente”–, la colaboración técnica de Iván Cid y de Alejandra de la Barrera. Ribadeo, 15 de junio de 2014 7 8 Así me hice escritor GREGOR VON REZZORI Traducción de Armando Pinto Si no me hubiera convertido en escri Comencé a escribir casi acciden tor, sería de aquellos que admiran a talmente, pero algunos eventos his los escritores y envidian su capacidad tóricos prepararon el campo. Si no para expresar sus ideas y sentimien hubiera ocurrido la Primera Guerra tos sin timidez y sin Mundial, mi vida ha tener que sujetarse a bría tomado un bien horas de oficina cui trazado curso: como dando de mantenerse mi padre, mi abuelo a distancia de jefes y mi bisabuelo, me malhumorados. Habría habría convertido en llevado una vida tran funcionario de la ad quila de trabajo y de ministración real e descanso los domin imperial del Imperio gos y días festivos, de AustroHúngaro, tre hábitos regulares y pado discretamente, amistades duraderas, escalón por escalón, sería apreciado por mi a las alturas de una familia por mi honra honrosa carrera y al dez y solidos ingresos y sería conocido canzado a su debido tiempo un retiro por mis vecinos como un tipo decen tranquilo, dedicado principalmente te, amistoso y servicial en casos de a los placeres de la pintura en acua necesidad.