“LA CANDIDATURA PRESIDENCIAL DE SARMIENTO”
Capitulo I: Comicios, Candidatos y la Guerra Interminable.
(Autor: Dr. Julio Horacio Rubé – correo electrónico: [email protected] // Abogado. Procurador
Nacional. Profesor de Historia en el CMN-IESE. Docente Universitario)
Resumen
Domingo Faustino Sarmiento, el polifacético Sarmiento, desde siempre anheló ser presidente, se preparó para ello, como adivinando su destino. En su tiempo los comicios solían adquirir contornos altamente conflictivos, contribuían a esa atmósfera agresiva hasta los propios candidatos y desde luego, sus seguidores. El sanjuanino no tenía partido, pero una serie de circunstancias vinieron a favorecerlo para que desde ciertos sectores, se viera su candidatura como la más apropiada en las circunstancias que vivía el país.
El Presidente Bartolomé Mitre había logrado la unión de los argentinos después de la Batalla de
Pavón, la sucesión a su cargo era fundamental para afianzar lo que se había adelantado hasta ese momento. A diferencia de lo que se esperaba, Mitre se mantuvo prescindente del proceso electoral y si bien en privado manifestó sus preferencias, y en su “Testamento Político” las conveniencias, el aparato político del Estado no prestó apoyo a ningún candidato. La disputa electoral fue realmente vibrante, la prensa se convirtió en el eco obligado de las aspiraciones de los candidatos y de los distintos sectores políticos, hasta el Ejército estuvo presente en este “combate” por la Presidencia de la Nación.
En este trabajo el proceso electoral, se muestra en su plena complejidad, hasta el punto de llegar a fatigar al lector con el cambiante panorama de los electores, modificado en su número por las rebeliones provinciales y al momento del escrutinio, por las más extrañas combinaciones. Con toda intención se describe con total realismo y en toda su dimensión, la enorme dificultad que presentaron estos comicios en ese tiempo.
La candidatura de Domingo Faustino Sarmiento se fue agigantando con el pasar de los meses hasta ganar la popularidad que terminaría consagrándolo Presidente. Toda la existencia del sanjuanino es sumamente interesante, y el presente trabajo aborda – en cuatro capítulos -, uno de los momentos más apasionantes de su vida.
Desarrollo
Capitulo I: Comicios, Candidatos y la Guerra Interminable. ALGUNOS TESTIMONIOS DE ÉPOCA SOBRE LOS COMICIOS.
F. Armesto en su todavía fresca y animada crónica evocaba hasta qué punto se volvían encarnizados los comicios por aquellos tiempos, comenzaba con una referencia al escenario: la Iglesia de la Merced, que era el centro más aristocrático de la ciudad; comentaba: “convergían a él los elementos de
mayor valía cuyo predominio se quería a toda costa conservar, pues el triunfo de esta parroquia, era por su influencia social, poco menos que decisivo para las demás.”1 Agregaba que la inscripción a los
comicios era deficiente y que los jóvenes de posición acudían con caballos o los alquilaban en alguna caballeriza.
Esta especie de “tropa montada” recorría la mayor parte de las iglesias o “servían igualmente,
para enviar a otras parroquias pedidos de refuerzos que eran transportados en toda clase de vehículos.”2
Tener la mayoría de escrutadores aseguraba el triunfo electoral; Mariano Varela encontró en un coche de plaza, de manera casual, un paquete con papeles manuscritos, que resultaron ser los registros de una
elección anticipadamente terminada “y cuya letra era según decían, del Doctor Carlos Tejedor, y en que figuraban hasta los muertos.”3
Reflexionaba Armesto: que el A, B, C, de la cartilla electoral de aquel tiempo, consistía en “hacer
votar en su favor a los vivos y a los muertos, rechazar el voto de los caballeros más conocidos de la sociedad, dando como pretexto, que no justificaban su personería o que sus domicilios eran falsos, permitir en cambio, que un negro votara, con el respetado nombre de don Emilio Castro, y demorar la inscripción de los votantes contrarios [...] hasta que llegara la hora de clausurar el comicio.”4
Los vencidos generalmente tomaban represalias y recordaba Armesto, que la lucha se entablaba a distancia valiéndose del primitivo cascote porque las armas portátiles eran patrimonio de los ricos y el revólver todavía resultaba imperfecto reservándose el arma blanca para los entreveros.
Se desempedraban las calles y los muros en el afán de contar con proyectiles y los locales próximos servían de refugio a los combatientes. Desde allí y desde la cúpula de la Iglesia, se hacían
1Armesto, F; Mitristas y alsinistas (1874), Bs. As., Ed. Sudestada, 1969, p. 13.
2 Ídem; p. 14. 3 Ibídem. 4 Ibídem.
certeros impactos que “ni los frascos de Pronto Alivio, ni los de Oppo del Do, lograban curar.”5 En una
cuadra de circunferencia no quedaba un vidrio sano y el saldo era por lo general un tendal de contusos; Dardo Rocha, muy joven por aquel tiempo, exhibió largamente una cicatriz producto de un certero impacto. El proyectil era a su vez acompañado de frases injuriosas vinculadas generalmente a las madres de los opositores.
En cierta oportunidad la cúpula de la Iglesia quedó en un evidente estado de destrucción y la
Señora Juana Tejedor de Obligado, envió una fuerte limosna al cura, era a manera de desagravio por la responsabilidad que sus nietos Pastor y Manuel habían tenido en el hecho.
En estas refriegas participaban encumbrados apellidos de la sociedad porteña y hasta destacados jefes militares, que con algunos fieles integrantes de su tropa, desafiaban los disparos de armas de fuego, por suerte no muy precisos.
Miguel Cané en “Juvenilia”, también le concedió un espacio a estos episodios: “Como escribo sin
plan y a medida que los recuerdos vienen, me detengo en uno que ha quedado presente en mi memoria con una clara persistencia. Me refiero al famoso 22 de abril de 1863, en que crudos y cocidos estuvieron a punto de ensangrentar la ciudad, los cocidos por la causa que los crudos hicieron triunfar en 1880 y recíprocamente. Yo era crudo y crudo enragé [...] El día citado había una excitación fabulosa en el Colegio: después de muchas tentativas infructuosas, conseguimos escaparnos dos o tres y nos instalamos en la calle Moreno. Fue allí donde presencié por primera vez en mi vida un combate armado [...] Mi primera intención fue huir pero tuve vergüenza [...] ”; y presenciando el desenlace de un duelo explicaba: “ [...] yo debía estar muy pálido, porque recuerdo que durante un mes el grito del caído vibró en
mi oído [...] ”, luego, informados los jóvenes que las escenas más interesantes ocurrían en la Legislatura,
hacia allí fueron “ [...] resolvimos reingresar al Colegio y llegar a la Legislatura por los techos [...] ”6
En cuanto a los políticos, se les exigía en esa época, una dosis significativa de arrojo, debían estar en condiciones de “jugarse la vida en cualquier momento” y las oportunidades para comprobar su valentía eran innumerables, casi cotidianas. Paul Groussac en “Los que pasaban”, citaba a Adolfo Alsina
como modelo de político, “¡Caudillo porteño! Eso era Adolfo Alsina [...] lleno de expresión [...] , intrepidez varonil y arrojo compulsivo [...] cursó excelentes estudios secundarios y jurídicos [...] pero más que el
bufete, le atraían las armas y los comicios [...]”7 El que no sobrevivía a esas pruebas no podía aspirar a ser un hombre de clubes y comicios.
Otra de las cualidades pedidas al caudillo político era “el hablar bien”, la palabra era un goce estético y la verborragia de Emilio Castelar, por ejemplo, representaba por entonces el modelo insoslayable. El mismo Sarmiento le reconoció sus merecidos méritos por medio de una carta en donde le expresaba:
“Buenos Aires, setiembre 14 de 1869.
Señor Don Emilio Castelar. Mi estimado amigo y señor: “[...]Debíale mis felicitaciones por sus brillantes discursos en las Cámaras, y por el homenaje que una y otra América rinden a sus talentos y principios elevados. Algunas de sus arengas han recorrido la tierra y con mucho placer, casi con orgullo las he leído en italiano, e inglés del Times de Londres y Nueva York[...]”
D. F. Sarmiento”8
Se pretendía que el orador conmoviese, arrebatase, entretuviera.9 Carlos Heras en su trabajo “Un agitado proceso electoral en Buenos Aires”, describía la
situación de esta manera: “Los Jueces de Paz y los Comandantes de la Guardia Nacional, de las tropas de línea o de la frontera, ganaban las elecciones actuando como agentes electorales del oficialismo y cuando había oposición y peligraba el triunfo, el facón del gaucho en la campaña y el revólver del compadrito orillero en la ciudad, precursores del matón de comité, decidían la victoria [...] el ejercicio del derecho de sufragio era una ficción [...]”10
5 Ídem; p.16.
6
Cané, Miguel; Juvenilia, Bs. As., Ed. CEAL, 1967, p. 60 y ss.. Páez, Jorge; El comité, Bs. As., Ed. CEAL, 1970, p. 28. 7 Groussac, Paul; Los que pasaban, Bs. As., Ed. Eudeba, 1980, p. 72 y ss..
8 Carta de Sarmiento a Emilio Castelar del 24 de setiembre de 1869, en Sarmiento, D. F.; Páginas
Confidenciales, Palcos, Alberto; Introducción, Bs. As., Ed. Elevación, 1944, p. 212. 9Luna, F.; Fuerzas hegemónicas y partidos políticos, Bs. As., Ed. Sudamericana, 1988, p. 46 y ss..
10
Heras, Carlos; Un agitado proceso en Buenos Aires, Trabajos y comunicaciones, Departamento de
Historia de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de La Plata, T. 4, p.
69, citado por Paso, Leonardo; Historia del origen de los partidos políticos en Argentina (1810-1918),
El tema electoral con su carga violenta, fue motivo de preocupación por parte de Domingo
Faustino Sarmiento, ya fuese denunciándolo o describiéndolo descarnadamente como cuando se lo hizo presente a Domingo de Oro, en carta fechada el 17 de junio de 1857 en estos términos:
"Nuestra base de operaciones ha consistido en la audacia y el terror que, empleados hábilmente han dado este resultado admirable e inesperado. Establecimos en varios puntos depósitos de armas y encarcelamos como unos veinte extranjeros complicados en una supuesta conspiración; algunas bandas de soldados armados recorrían de noche las calles de la ciudad, acuchillando y persiguiendo a los mazorqueros; en fin: fue tal el terror que sembramos entre toda esta gente con éstos y otros medios, que el día 29 triunfamos sin oposición."11
Y también buscando solución al problema; en efecto, Sarmiento se adelantó cincuenta y cuatro años a Roque Sáenz Peña en su propuesta del voto secreto. Lo consideraba como la única garantía que se podía ofrecer al elector en un país en donde la política era tan apasionada. En 1857 hizo la propuesta, repetida tres años después, sólo el Senado la aprobó. Siendo Presidente insistió pero las cámaras rechazaron el proyecto; en 1879 todavía seguía con el tema, que consideraba único medio para quitar la ocasión de que se ejerzan las influencias del gobierno o se hagan sentir sobre el elector las servidumbres oficiales.12
LA LEY 75 QUE REGIRÍA LOS COMICIOS.
La “Ley de Elecciones” número 75, fue sancionada el 7 de noviembre de 1863 y promulgada el
13 del mismo mes y año, regiría los próximos comicios presidenciales. Fue un intento de perfeccionar el sistema electoral. A lo largo de sus 62 artículos se advertía la intención de dar garantías a los comicios. Aunque en la práctica muchas de sus disposiciones no se cumplieron, el análisis permite afirmar que era apropiada a los tiempos salvo una que otra resolución difusa, entre las que se destacaba la concerniente al artículo 60, que dejó abierta la posibilidad del fraude, como realmente ocurrió. De haberse cumplido estrictamente hubiera contribuido a la madurez política de la ciudadanía.
Disponía en torno a la elección de diputados, senadores, presidente y vice, y lo hacía en absoluta concordancia con la Constitución. Estaba dividida en capítulos y sus correspondientes artículos; el primero, titulado: “De las secciones electorales”, contenía al artículo 1 que prescribía: “En las ciudades, cada parroquia, y en la campaña, cada parroquia, juzgado de paz o departamento, formará una sección electoral.” El artículo 2 agregaba: “El primer domingo de octubre de cada año se abrirá el Registro cívico nacional en todo el territorio de la República. A este efecto, el poder Ejecutivo Nacional en el Municipio de Buenos Aires, y los gobiernos de las Provincias en ellas, quince días antes de esa fecha ordenarán la convocatoria de todos los ciudadanos, para que concurran a las juntas a inscribir sus nombres en el Registro cívico. “El artículo 3 atendía a las Juntas Calificadoras, “encargadas de formar el Registro” y señalaba su composición: “se compondrán, del juez de paz o territorial de la sección, en calidad de presidente, y de dos vecinos nombrados, en el Municipio de Buenos Aires por el Poder Ejecutivo Nacional, y en las provincias por sus gobiernos respectivos.”
En cuanto a su funcionamiento y horarios aclaraba: “Instaladas las juntas [...] permanecerán
funcionando en la calificación e inscripción de los ciudadanos en sus respectivas secciones electorales, desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde, en todos los días festivos, durante el mes y medio, debiendo los miembros de las juntas suscribir el Registro cada día al retirarse.” (artículo 4). “Cada sección electoral tendrá un Registro en el que se inscribirán numerándose los nombres y domicilios de los ciudadanos domiciliados en ella, que se presenten personalmente a solicitarlo. Cada foja de estos Registros tendrá un margen ancho para anotar en su caso el fallecimiento, cambio de domicilio o suspensión del derecho de “elector” de los ciudadanos inscriptos.” (artículo 5).
En el artículo 6 se establecían los impedimentos para inscribirse: “No podrán inscribirse en el Registro
cívico los menores de 18 años, a menos de estar enrolados en la Guardia Nacional, los dementes y sordomudos, los eclesiásticos regulares, los soldados, cabos y sargentos de tropa de línea, y los que debiendo estar enrolados en la Guardia Nacional con arreglo a la Ley, no lo estuviesen.” Se contemplaba
con claridad el mecanismo de reclamos sobre la inscripción o exclusión indebidas, que debía hacerse ante las mismas juntas calificadoras, las que resolverían oídas las partes en juicio verbal. Preveía una segunda instancia ante el juez de la Provincia, el que en procedimiento sumario fallaría en forma inapelable; proclamaba la gratuidad de todos los trámites (artículos 7 y 8). Luego se atendía a la necesaria publicidad mediante la publicación del Registro por la prensa o por carteles durante el término de un mes, desde el día que se cerraba el mismo (artículo 10). Ordenaba el procedimiento adecuado para el archivo de originales y copias de los Registros (artículo 11). A fin de garantizar una absoluta seguridad a las inscripciones, introducía, en el Capítulo III, “De las boletas de calificación” y en su artículo 14, las
Bs. As., Ed. Centro de Estudios, 1972, p. 231. 11 Peña, Milcíades; La era de Mitre, Bs. As., Ed. Kaufman, 1968, p. 14. 12 González Arrili, Bernardo; Sarmiento, Bs. As., Ed. Nobis, 1964, p. 56.
siguientes instrucciones: “Las juntas calificadoras al hacer la inscripción de los ciudadanos en el Registro, entregarán a cada uno, una boleta de calificación firmada por todos sus miembros las que harán fe ante
las asambleas populares y ante las autoridades”; incluso se contemplaba la renovación de las mismas
(artículo 15): ”Las boletas podrán renovarse por las juntas respectivas al ciudadano que lo solicitase en caso de destrucción o pérdida, llevando las nuevamente dadas, la nota de “Renovada” en su encabezamiento.”
El artículo 16 explicaba acerca de los requisitos que debía reunir cada boleta: “[...] deberá expresarse el nombre de la Provincia, el nombre o número de la sección electoral, el nombre y domicilio del ciudadano inscripto, el número de su inscripción en el Registro cívico, y la fecha de la expedición de la boleta, todo en una forma semejante a ésta:”
Timbre del
Gobierno nacional
Provincia de.................................
Sección electoral de..........................
N....................
El ciudadano D.......................................domiciliado en..................................ha sido calificado y anotado en el Registro cívico bajo el N............................................
(Aquí la fecha)
( Firma de los miembros de la J. C.)
El Ministerio del Interior debía remitir oportunamente las boletas a cada Provincia en número necesario y también los libros en blanco para la formación del Registro (artículo 17). El Capítulo IV, “De las asambleas electorales”, en sus artículos 18 al 24, preveía la formación y desempeño de estos
organismos electorales: “La apertura de las asambleas en las secciones electorales, se hará en el atrio de la Iglesia parroquial o en los portales del juzgado territorial superior”; establecía las autoridades que
debían componerlas (artículo 19) y quiénes debían presidirla; el artículo 20 agregaba: “al que se asociarán
dos vecinos designados [...] a la suerte por la legislatura, a cuyo efecto formarán previamente una lista de veinte vecinos, o diez al menos, para cada sección, de la cual sortearán cuatro, dos de ellos, como
suplentes.” El 21 completaba: “Bajo la presidencia de los [...] ciudadanos indicados [...], se elegirá por el pueblo desde las nueve hasta las diez de la mañana, de entre los presentes, cuatro ciudadanos que se asocien a ellos para integrar la mesa escrutadora. Esta elección se hará verbalmente o por cédulas en las que figuren los nombres de los ciudadanos por quienes voten para integrar la mesa” (artículo 22).
Luego, se hacía referencia a la votación: “Instalada la mesa se abrirá inmediatamente la asamblea para recibir los votos de los ciudadanos, cerrándose a las cuatro de la tarde, sin que pueda ser interrumpida ni suspendida la elección por mandato de autoridad alguna”(artículo 25).
El artículo 26 establecía claramente las atribuciones y deberes de la mesa:“ [...] 1ra. Decidir inmediatamente todas las dificultades que ocurran a fin de no suspender su misión. 2da. Rechazar el sufragio de todo el que no presente la boleta de inscripción en el Registro cívico. 3ra. Ordenar el arresto de los que pretendan votar con boleta ajena o falsificada, o cometan alguna ilegalidad o engaño, poniéndolos inmediatamente a disposición de la autoridad competente. 4ta. Hacer retirar a los que no guarden el comportamiento y moderación debidos. 5ta. Conservar el orden y hacer cumplir la presente ley. 6ta. Recibir los votos de los mismos sufragantes, sean verbales o escritos, en el primer caso se repetirán en alta voz por aquellos, y en el segundo serán leídos por uno de los escrutadores, rechazándose todo el que no fuese personalmente presentado. 7ma. Llevar por separado dos Registros que escribirán dos de los escrutadores, poniendo el número de inscripción en el Registro cívico, el nombre y apellido de los sufragantes, y de las personas por quienes votan. Se contemplaba la posibilidad del voto por escrito con obligación por parte de uno de los escrutadores de leerlo.
El artículo 29 consagraba el sistema de lista completa. Proseguía con todo lo relativo al escrutinio en el
Capítulo V, y a partir del artículo 31 decía: “Cerrado el sufragio a las cuatro de la tarde, se procederá inmediatamente a hacer el escrutinio y cotejo de los Registros y, a continuación de éstos, se extenderá una acta con los individuos que formen la mesa; haciendo constar en ella todos los ciudadanos que hubiesen obtenido votos, principiando por el que tuviese mayor número. El escrutinio deberá quedar terminado y proclamado en el mismo local e inmediatamente ante los ciudadanos presentes.” En los
artículos 32 y 33 se establecía la remisión de las actas a las respectivas presidencias de las legislaturas, a los gobiernos provinciales y a la Cámara de Diputados nacional.
“Un mes después de verificada una elección, sea para diputados nacionales o para electores de presidente o vicepresidente de la República, se reunirán las legislaturas de Provincia al objeto exclusivo de hacer el escrutinio general de la elección y proclamar los diputados o electores que resulten nombrados." (artículo 34). “Abierto los pliegos en presencia de la legislatura, se hará inmediatamente, el escrutinio general, terminándolo y proclamando en la misma sesión los diputados o electores que resultasen nombrados.”(artículo 36).
El artículo 37 se refería al caso que se presentaran dudas y protestas: “resolverá la cámara de
Diputados nacionales en la elección de sus miembros y el Congreso nacional en la de electores para presidente y vicepresidente de la República” y establecía el trámite.
En el Capítulo VIII, se completaba lo relativo a la elección de presidente y vicepresidente de la República:
“Seis meses antes de que concluya el período de la presidencia y vicepresidencia se abrirán en toda la República las asambleas electorales en conformidad al artículo 81 de la Constitución, debiendo ser oportunamente convocadas por el poder Ejecutivo nacional.”(artículo 45).
El artículo 47 establecía la forma de cómo los electores procederían a la elección de presidente y vice y, el 48 ordenaba que el Congreso debía reunirse un mes antes por lo menos, del día en que termine el período presidencial, al objeto de los artículos 82 y siguientes de la Constitución.
Incluía esta ley un régimen de multas (artículo 49), de 500 pesos metálicos para los miembros del Congreso que faltaren a la sesión en forma injustificada. Daba carácter de irrenunciable al cargo de elector e imponía en caso contrario, otras sanciones pecuniarias (artículo 52): “Es irrenunciable el cargo
de elector para presidente y vicepresidente de la República, y puede compelerse a su desempeño con una multa de 200 pesos metálicos, al que se negare a servirlo o no concurriese al acto de la elección sin una muy justa causa que se lo impida, o concurriendo, excusase su sufragio.” Se disponían fuertes multas
en el artículo 55, para los ciudadanos que presidían las asambleas primarias y los que formaban las mesas escrutadoras en caso de infracciones.
En las llamadas “Disposiciones generales” del Capítulo X, en su artículo 53, decía: “Quedan