PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE FACULTAD DE HISTORIA, GEOGRAFÍA Y CIENCIA POLÍTICA INSTITUTO DE HISTORIA MAGÍSTER EN HISTORIA

Del Chile de los triunfos morales al país ganador. Una historia de la selección chilena de fútbol durante la Dictadura Militar. 1973-1989.

TESIS PARA OPTAR AL GRADO DE MAGÍSTER EN HISTORIA

AUTOR: DIEGO VILCHES PARRA. PROFESOR GUÍA: PABLO WHIPPLE.

SANTIAGO 2013

2 Índice

Título Páginas

Agradecimientos. 5

Resumen. 7

1. Introducción. 9

2. Pequeños pero honorables. Pasando por Moscú, Chile en Alemania 1974. 47

3. El fútbol en recesión. La selección y la identidad chilena en la Copa Mundial de España 1982. 103

4. Un triunfalismo explosivo. Desde el exitismo en la Copa América a la llama del Maracaná (1987-1989). 155

5. Conclusiones. Chile a través de su selección de fútbol. 219

6. Bibliografía 235

3 4 Agradecimientos

Durante la investigación y escritura de esta tesis han sido varias las personas e instituciones con las que he quedado en deuda. Por eso, a la hora de presentar los resultados de este trabajo, me parece necesario reconocer a quienes me prestaron su ayuda. Esta tesis fue financiada por CONICYT, a través de una Beca de Magíster Nacional, convocatoria 2012 (Folio 221206). Agradezco la colaboración y diligencia de los trabajadores de la Biblioteca Nacional, en especial a quienes se desempeñan en la sección de Prensa, Revistas y el Salón de Investigadores. También quiero agradecer al Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile, el cual me ha acogido, con su calidad académica y su formación integral, desde el año 2007. Deseo reconocer la disposición y simpatía que me entregaron Javiera Müller y Marisol Vidal. Mis compañeros de Magíster, Josefina, Felipe, José Miguel, José Manuel, Daniela, Magdalena, Yohad y Cecilia aportaron frescura y valentía a esta investigación. Pablo Geraldo, quien leyó los primeros esbozos de esta investigación, me obligó a ser más riguroso. Los profesores Alfredo Riquelme y Nicolás Cruz, en diferentes espacios académicos, que no estaban vinculados a los estudios futbolísticos, me permitieron sembrar varias de las ideas que finalmente han florecido y madurado en esta investigación. Agradezco la colaboración que me brindaron los profesores Claudio Rolle y Rafael Sagredo. Sus aportes, a través de comentarios, críticas y bibliografía, le dieron una mayor profundidad histórica a mis interpretaciones. La rigurosidad de las observaciones de Fernando Purcell me empujó a descubrir y construir una hipótesis que englobara los variopintos episodios que en esta historia se tratan. Alfonso Salgado y María Eugenia Parra, leyeron el primer borrador completo, aportando con importantes comentarios. También agradezco a Brenda Elsey, quien además de compartir bibliografía e insumos conmigo, discutió y leyó esta tesis. Sus comentarios, compromiso y conocimientos sobre el tema me dieron cimientos sólidos desde los cuales levantar mi propio relato historiográfico. Hans Ulrich Gumbrecht no sólo me honró con su amistad e interés por esta investigación, sino que también, a pesar de sus muchas responsabilidades en Chile, me invitó discutir parte de esta tesis con él y sus alumnos del Stanford Program en , permitiéndome, frente a extranjeros, ensayar y fortalecer

5 mis argumentos sobre la identidad y el fútbol chileno. Quiero agradecer especialmente a Pablo Whipple, quién tomo la responsabilidad de guiarme en esta investigación. Evitó, a través de sus meticulosas correcciones, que me perdiera en los intrincados laberintos de las fuentes futbolísticas. A estas alturas, no sólo me une la gratitud por haberme formado, en los últimos cinco años, como historiador, sino que un genuino lazo de amistad. No puedo terminar sin expresar mi gratitud a mi familia. Sin su infinita paciencia y apoyo difícilmente habría terminado esta investigación. A mis padres, Rogelio y María Cristina, con quienes compartí y debatí, una y otra vez, mis hipótesis. Las muchas discusiones que sostuvimos, sus críticas y consejos, le han dado identidad a esta tesis. Ambos han sido mi más importante escuela. A mi hermana Colombina, quien leyó varios pasajes de mi trabajo, le agradezco por intentar cada día construir un Chile más justo y democrático. Su lucha me inspiró. Finalmente tengo una deuda enorme con Cristine Molina, quien no sólo leyó esta tesis muchas veces, ayudándome a mejorar mi estilo, sino que, por sobre todo, con su apoyo incondicional me imprimió la confianza para creer en mis interpretaciones y no flaquear en los momentos de debilidad. A todos ellos muchas gracias. Sin embargo, y aún reconociendo mi deuda para con ellos, es mi deber subrayar que todo error o exceso en mi argumentación es de mi exclusiva responsabilidad.

Santiago, octubre 2013.

6 Resumen. La presente tesis es una historia de la selección chilena de fútbol durante la Dictadura Militar encabezada por el General Augusto Pinochet. En ésta se plantea que la concepción social del fútbol cambió radicalmente durante este decisivo período de la historia nacional. Específicamente, se produjo el paso desde una valoración del fútbol más cercana a un juego y, por lo tanto, en la que los triunfos morales eran apreciados; hacia una en la que se vuelven hegemónicos los valores competitivos del deporte, centrada prioritariamente en la obtención de la victoria futbolística. Este tránsito expresa, a su vez, una profunda mutación en las expectativas, valores y la visión ética de los chilenos. De esta manera, y producto de la enorme capacidad simbólica y vinculante que históricamente ha tenido el fútbol en la sociedad chilena, esta historia estudia, desde la perspectiva cultural, el profundo impacto que la implantación de la economía de libre mercado tuvo en la cultura nacional. Por medio del análisis del discurso de la prensa deportiva, la tesis reconstruye, en tres capítulos, la participación del representativo nacional durante las eliminatorias y el Mundial de Alemania 1974, la Copa del Mundo en España 1982, y finalmente, la actuación del seleccionado en la Copa América de 1987 y las eliminatorias para el Mundial de Italia 1990. A través de este análisis se propone que, durante el período de instalación de la Dictadura Militar (1973-1974), el significado social de las actuaciones futbolísticas del representativo nacional estuvo discursivamente mediado por una versión desarrollista de la identidad chilena. Sin embargo, en la década siguiente, y en correspondencia con la redefinición del Régimen como una refundación neoliberal del país, el discurso deportivo estuvo dominado por lo que ha sido llamada la versión posmoderna empresarial de la identidad chilena. De esta forma, a través de la selección chilena de fútbol, se concluye que la instalación y consolidación del acelerado proceso de modernización capitalista de mercado implantado por la Dictadura Militar, junto a su discurso triunfalista de “Chile, un país ganador”, transformó decisivamente la identidad chilena. Desde una perspectiva teórico- metodológica, la investigación procura mostrar que el estudio del fútbol constituye un acercamiento válido para entender la compleja e histórica construcción de la identidad chilena durante el siglo XX, y específicamente sus transformaciones durante el periodo 1973-1989.

7 8 1. Introducción

En la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1972, el presidente Salvador Allende señaló: “Vengo de Chile, un país pequeño, pero en donde cualquier ciudadano es libre de expresarse como mejor prefiera”1. Diez años antes el lema del Mundial del ‘62, atribuido a Carlos Dittborn, era “porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo”2. Como se desprende de ambas sentencias, a inicios de la década del setenta, aunque se aceptaba que el país era pobre y subdesarrollado, se consideraba que su fragilidad económica era compensada por medio de la exaltación de una “excepcional” trayectoria institucional, democrática y pluralista. En ese contexto el desarrollo nacional se insertaba dentro de un esfuerzo colectivo latinoamericano 3 . Sin embargo, para el plebiscito de 1988, la franja televisiva del Sí destacó que Chile era un “país ganador, de campeones, que había dejado atrás al resto de América Latina”. 4 ¿Qué ocurrió entre 1972 y 1988 para que la representación del país cambiara tan radicalmente? En el lapso de dieciséis años se produjo una violenta revolución capitalista, un acelerado proceso de modernización de mercado que no tenía precedentes en la historia nacional. Según Joaquín Lavín, la metáfora del “campesino que pasó luego a obrero industrial y después a oficinista de cuello y corbata, resume también la evolución reciente de la economía chilena” 5 . En otras palabras, la instauración y consolidación del proyecto refundacional autoritario afectó decisivamente la forma en que los chilenos se pensaban a sí mismos y a su nación.

1 Salvador Allende, Discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, Nueva York, 4 de diciembre 1972., en http://www.salvador-allende.cl/Discursos/1972/NU.pdf, 11-12-2012. 2 Aunque Luis Urrutia O´Nell (“Mundial del 62. La epopeya desde adentro”, en Juan Cristóbal Guarello y Luis Urrutia O´Nell, Historias Secretas del Fútbol Chileno, Santiago, Ediciones B, 2007, 206-291.) y Daniel Matamala (1962. El mito del mundial chileno, Barcelona, Ediciones B, 2010, 5-50.), afirman que Carlos Dittborn nunca pronunció dicha frase, lo cierto es que formaba parte del relato épico sobre la organización del Mundial del ‘62, y por tanto, del discurso identitario chileno de la década del sesenta e inicios de los setenta. En ese sentido, sigo a Pierre Nora cuando, proponiendo una “historia de segundo orden”, afirma la importancia no sólo de los “acontecimientos por sí mismos, sino su construcción en el tiempo [...] no la tradición sino la manera en que se constituyó y se transmitió” Pierre Nora en Les lieux de mémoire, Santiago, LOM, 2009, 115. 3 De hecho, Allende (loc. cit.) declaró que Chile, junto al resto de los “pueblos al sur del Río Bravo se yerguen para decir: ¡Basta a la dependencia! ¡Basta a las presiones! ¡Basta a la intervención!” 4 Eugenio Tironi, El Régimen Autoritario. Para una sociología de Pinochet, Santiago, DOLMEN, 1998, 108. 5Joaquín Lavín, Chile: Revolución Silenciosa, Santiago, Zig-Zag, 1987, 14.

9 Como se desprende de todo lo anterior, entre 1973 y 1989 se produjeron importantes metamorfosis en los discursos sobre de la identidad chilena6 que pueden ser percibidas, en la forma de un correlato, en los cambios ocurridos al mismo tiempo dentro de la identidad futbolística de los chilenos. En efecto, hasta 1974 predomina en el país lo que Jorge Iturriaga denomina como la ideología del fair play, ejemplificada en las palabras de consuelo que Julio Martínez expresó tras la derrota sufrida por Colo-Colo en la final de la en 1973: “Si para ser campeón de América hay que recurrir a todo lo que recurrió Independiente, yo prefiero que la Copa siga en Avellaneda, y nosotros celebremos este vicecampeonato”7. En aquella época, los triunfos morales formaban parte de la concepción del éxito deportivo, ya que se consideraba que ser un buen deportista equivalía a ser un buen esposo, padre, trabajador y ciudadano8. Por el contrario, hacia finales de la década de 1980, lo fundamental serán los triunfos reales; en este período nos encontramos frente a un Chile que se concibe como un país ganador, y es de esa forma que se le da un significado social a los resultados futbolísticos. En 1987, , jugador de la selección chilena, expresó: “[…] desearía que tan sólo una vez dejáramos los chilenos de ser tan honrados y tuviéramos un poco de maldad…”9. En la visión de Vera, que no era una interpretación aislada, los imperativos éticos y morales eran considerados como obstáculos para conseguir la victoria. De esa manera, lo que había cambiado durante la Dictadura Militar en la sociedad chilena fue, en pocas palabras, el significado del éxito. Durante el Chile desarrollista, es decir, desde la década de 1930 hasta la primera mitad de la década del setenta, la prensa inculcaba una concepción del deporte en la que lo importante no era sólo ganar, sino participar; en donde “lo esencial de la vida no es

6 Por ejemplo, si hasta 1973-74, los trabajadores tenían un rol protagónico en los discursos sobre la identidad nacional, desde 1973 en adelante, serán progresivamente reemplazados por el empresariado. Jorge Rojas propone que en el imaginario popular “ya no está presente la idea del trabajador como sujeto central en la construcción de la sociedad”. “Los trabajadores en la historiografía chilena: balance y proyecciones”, en Revista de Economía & Trabajo, Santiago, Nº 10, 2000, 47. Véase también Juan Marinello, “Quién es Chile. La visión de lo nacional en la colección “Nosotros los chilenos” de la Editora Nacional Quimantú, 1971- 1973”, en Juan Marinello [et alter], Seminario Simon Collier 2007, Santiago, PUC, 2008, 9-40. Sobre los empresarios como actor principal en el Chile actual es ejemplar la idea de “empresa eficiente” de Lavín, op. cit., 19-21. 7 Jorge Iturriaga, “Aunque ganes o pierdas: El fútbol profesional en Chile, una perspectiva histórica”, en Rodrigo Herrera y José Varas (comp.), Fútbol, cultura y sociedad, Santiago, Academia de Humanismo Cristiano, 2008, 25-26. 8 Eduardo Santa Cruz y Luis Eduardo Santa Cruz, Las escuelas de la identidad. La cultura y el deporte en el Chile desarrollista, Santiago, LOM, 2005, 125. 9 “Estos son los deseos de Jaime Vera”, en Triunfo Nº 51, Santiago, 18 de mayo 1987, 24-25.

10 sobresalir, sino pelear bien” 10 . Esta concepción valórica es lo que progresivamente irá desapareciendo a medida que se consolide el discurso triunfalista de la Dictadura11, cuando la victoria se convierta en el único parámetro para medir el éxito. No es casual, por ejemplo, que la revista deportiva de La Nación, único periódico completamente manejado por el Régimen Militar, tuviese como nombre Triunfo, mientras que el paradigma de la prensa deportiva chilena bajo el Estado de Compromiso haya sido Estadio12. Por lo tanto, es posible detectar una correlación entre la forma en que la prensa construye la representación sociocultural del fútbol chileno y el discurso hegemónico de la identidad nacional en un momento histórico determinado. Mientras los chilenos se consideren parte de un país pequeño, pobre y aislado, aceptarán que la participación de su seleccionado de fútbol, en el concierto internacional, sea de segundo o tercer orden y que juegue de “chico a grande”. Por el contrario, cuando consideren que el suyo es un país moderno, desarrollado y económicamente pujante, le exigirán a su selección, por medio de la prensa, que juegue y logre los resultados propios de un país ganador 13 . En otras palabras, históricamente la representación sociocultural del fútbol en el país se ha encontrado mediada discursivamente por la representación hegemónica de la identidad chilena, la que a su vez, como sostiene Jorge Larraín, es por lo general la que difunde el Estado.14

10 E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, op. cit., 180-181. 11 Como sostiene Luis Cárcamo (Tramas del mercado: imaginación económica, cultura pública y literatura en el Chile de fines del siglo veinte, Santiago, Cuarto Propio, 2007, 86.) el discurso económico neoliberal se constituye como “un evento discursivo de persuasión, que finalmente es también una retórica y una ficcionalización del mercado, dentro de una narrativa de transformación global de la sociedad”. De esa manera, Milton Friedman, con el apoyo de la Dictadura, “junto con describir y promover el ajuste estructural en términos económicos, también puso en escena un ajuste estructural en el universo simbólico de la sociedad chilena”. 12 Diego Damm (Patria, cultura y deporte: una mirada hacia la modernidad: de la construcción del elefante blanco al rock del mundial, 1938-1962, Santiago, PUC, 2010, passim.) plantea que el nombre de la revista (Estadio) apunta justamente al proyecto estatal de construcción de un recinto deportivo como lo será, finalmente, el Estadio Nacional. De esa manera, como plantean E. Santa Cruz y L. Santa Cruz (op. cit., 8-10 y 181.), el discurso de la prensa deportiva del Chile del Estado de Compromiso, se entroncaba con el proyecto desarrollista. Del mismo modo, no es casual que el slogan publicitario de Chile Deportes, a inicios del siglo XXI, haya sido “consuma deporte”. Tampoco el hecho de que en 1982, en pleno desmantelamiento del Estado Empresario, la revista Estadio haya desaparecido. Véase también Eduardo Santa Cruz, Crónica de un encuentro. Fútbol y Cultura Popular, Santiago, ARCOS, 1991, 52. 13 Este tránsito, aunque desde una interpretación distinta, también ha sido tratado por Luis Ortega, “De pasión de multitudes a rito privado” en Rafael Sagredo y Cristián Gazmuri (eds.), Historia de la vida privada en Chile III, Santiago, Ed. Aguilar, 2007, 159-197. Para el fútbol argentino, con especial atención a cómo el desmantelamiento del estado de bienestar afectó la construcción de las narrativas identitarias nacionales durante el siglo XX, Pablo Alabarces, Fútbol y patria, Buenos Aires, Prometeo, 2007, 25-39. 14 Jorge Larraín citado en Ana María Stuven, Chile disperso. El país en fragmentos, Santiago, Cuarto Propio, 2007, 95-96.

11 La insaciable búsqueda de triunfos que caracteriza tanto a la sociedad chilena de finales de la Dictadura como a la actual, se explica en parte por la progresiva disociación entre el fútbol amateur y el profesional. Esta escisión, que va a la par con el desarrollo de la mercantilización del fútbol y su orientación hacia el deporte-espectáculo, provocó que los aficionados fuesen reducidos al rol de meros espectadores. De esa manera, a través de la televisación del fútbol, el hincha se concentra en los aspectos extrínsecos a la práctica deportiva, tales como el resultado y la búsqueda de la victoria a cualquier precio15. Esto es lo que ocurre en Chile entre 1973 y 1989; desde el inicio de la Dictadura hasta hoy, el otrora pujante fútbol amateur perdió el protagonismo que tenía en la vida política y cultural de los chilenos. Como el fútbol profesional y el aficionado se encontraban mucho más integrados, los aficionados no sólo eran espectadores del balompié rentado, sino que también lo practicaban de manera amateur. Esa doble dimensión de jugador y espectador16, permitía que la sociedad fuese consciente no sólo de que el fútbol era un juego que “no altera la vida de nadie”17, sino también de las limitaciones futbolísticas de su selección nacional18. Por el contrario, en el Chile que se construyó en Dictadura se produjo una exacerbación de la competitividad y, debido a que los resultados no se condicen con el discurso que habla de un país de campeones, se ha producido, al mismo tiempo, una profunda frustración social, que es ahondada por la sensación de permanente crisis institucional del fútbol chileno.

15 Pierre Bourdieu, “Programa para una sociología del deporte”, en Cosas dichas, Barcelona, Gedisa, 2000, 182. Para el caso chileno Ortega, loc. cit. En efecto, como plantea Hans Ulrich Gumbrecht, para que el deporte logre “transfigurar sus héroes ante los ojos de sus apasionados espectadores”, lo único imprescindible es que el “contemplador” crea “que sus héroes viven en un mundo diferente”. Aunque siempre ha existido una separación, material y simbólica, entre atleta y espectador (El elogio de la belleza atlética Buenos Aires, Katz, 2006, 16-17 y 225.), postulo que en las últimas décadas dicha brecha progresivamente se ha ido agigantando. 16 Eduardo Santa Cruz (“Fútbol y nacionalismo de mercado en el Chile actual”, en Pablo Alabarces (comp.), Futbologias. Fútbol, identidad y violencia en América Latina, Buenos Aires, CLACSO, 2003, 201 y 216.) sostiene que “todo hincha es espectador de algo que al menos alguna vez ha practicado, permitiendo que aflore como síntesis la faculta de crítica”. A su vez, plantea que el fútbol amateur, “no recibe prácticamente ninguna atención o cobertura de los medios”. Para la suerte del fútbol amateur tras el Golpe de Estado de 1973 Brenda Elsey, Citizens & Sportsmen. Fútbol & Politics in 20th-Century Chile, USA, University Texas Press, 2011, 243-253. 17 Ruben Oliven y Arlei Damo, Fútbol y cultura, Bogota, Norma, 2001, 9. 18Edgardo Marín, Centenario historia total del fútbol chileno: 1895-1995, Santiago REI, 1995, 197.

12 Identidad nacional, modernidad, cultura y fútbol El sentimiento de nacionalidad, la pertenencia a una nación, es el valor identitario más legitimado en la vida política de los últimos ciento cincuenta años. Las naciones, a pesar de ser –en la mayoría de los casos– construcciones relativamente recientes, generalmente son presentadas como permanentes y ahistóricas, como si siempre hubiesen estado ahí. Sin embargo, como propone Anderson, la nación “es una comunidad política imaginada inherentemente limitada y soberana”19. Es por medio de dispositivos culturales, tales como himnos, banderas, la lengua, e incluso la selección de fútbol, que las naciones-estado logran concitar entre sus ciudadanos una “lealtad muy fuerte y exclusivista”. De hecho, como propone Eric Hobsbawm, las naciones, justamente por ser modernas, necesitan inventar tradiciones que les den profundidad en el tiempo. De ahí que “el culto a la tradición, lejos de ser anacrónico, está perfectamente articulado con la modernidad y el progreso”. De lo contrario, no sería necesario inventar una tradición, ya que ésta sería vivida como costumbre.20 De esa forma, la identidad chilena –el modo de ser de los chilenos-, al ser una identidad colectiva, es un artefacto cultural, “que existe como una comunidad imaginada en la mente de sus miembros”. Emerge como un complejo proceso histórico, en donde interactúan recíprocamente los discursos públicos sobre la identidad y las prácticas y significados cotidianos de la “gente común”21. La importancia de la identidad nacional radica, como plantean Pedro Güell y Jerome Bruner, tanto en que para vivir en “sociedad es indispensable tener una imagen sobre nosotros mismos”, como en la necesidad de los individuos por comprender la trama que da sentido, en una perspectiva nacional, a sus

19 Imaginada porque, aunque los miembros de una nación nunca conocerán a la mayoría de sus compatriotas, imaginan la idea de una comunión nacional con ellos. Limitada porque todas las naciones tienen fronteras finitas, y necesitan de otras naciones para construirse tanto geográfica como culturalmente. Finalmente es una comunidad, porque a pesar de las desiguales posiciones que los ciudadanos ocupan al interior de las relaciones de producción capitalista, la nación siempre se concibe como un “compañerismo profundo y horizontal. Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, FCE, 1993, 15-62. 20 Eric Hobsbawm, “La invención de la tradición”, en Hobsbawm y Terence Ranger (eds.), La invención de la tradición, Barcelona, Crítica, 2002, 7-21. Oliven y Damo, op. cit., 18-19. 21 Jorge Larraín, “Etapas y discursos de la identidad chilena”, en Sonia Montecinos (comp.), Revisitando Chile. Identidades, mitos e historias, Santiago, Comisión Bicentenario, 2003, 67-68.

13 múltiples y contradictorias experiencias cotidianas22. En el caso chileno, la construcción nacional “produce a la vez que responde a la presencia de una identidad”, que puede ser percibida claramente al menos desde finales del siglo XIX. De esa forma, y siguiendo a Bárbara Silva, entendemos que la identidad nacional es la forma en que los individuos se apropian culturalmente de la nación, al mismo tiempo que la transforman23. Asumo entonces que la identidad es parte de un proceso histórico que está cambiando permanentemente. No se constituye por alguna esencia inmutable o alma imperecedera, sino que por el contrario, es una narración que une pasado y presente para que una sociedad construya, conflictivamente, su proyecto en el futuro24. En efecto, como proponía en 1987 José Joaquín Brunner, ninguna identidad nacional “responde, en verdad, a la realidad de las cosas; es íntegramente una construcción social”25. En otras palabras, la identidad chilena es un “ensamblaje actual del pasado con el proyecto a futuro”. Esto implica comprenderla como una incesante negociación en torno a complejos procesos de identificación y diferenciación, ya que es en la porosa y cambiante frontera entre lo propio y lo ajeno que se encuentra el terreno simbólico y material de la identidad26. Como propone Silva, si la identidad chilena careciera de historicidad, perdería su capacidad de identificar27.

22 Pedro Güell, “¿Identidad chilena? El desconcierto de nuestros retratos hablados”, en Montecinos, op. cit., 74-75. Jerome Bruner, La fábrica de hacer historias. Derecho, literatura, vida, Buenos Aires, FCE, 2003, passim. 23 Bárbara Silva, Identidad y nación entre dos siglos. Patria Vieja, Centenario y Bicentenario, Santiago, LOM, 2008, 7-8. 24 Sobre una concepción histórica de la identidad véase, entre otros, Jorge Larraín, “A treinta años del Golpe Militar: cambios en la identidad chilena”, en Persona y Sociedad, Vol XVII, Santiago Nº 3, 2003, 143. Del mismo autor, “Etapas y discursos”, 68-69. También Sonia Montecinos, “Revisitar Chile”, en Montecinos, op. cit., 20. En el mismo volumen Carla Cordua, “Sobre una identidad nacional”, 34-35. Christian Báez, Juana Crouchet y Javier Piñeiro, Imágenes de la identidad. La historia de Chile en su patrocinio fotográfico, Santiago, Tajamar 2009, 9. Ana María Stuven, op. cit., 21-25. José Joaquín Brunner, Un espejo trizado. Ensayos sobre cultura y políticas culturales, Santiago, FLACSO, 1988, 11. 25 José Joaquín Brunner (op. cit., 19.) plantea que la identidad nacional es el resultado de ideologías contrapuestas, “de proyectos desencontrados, de interpretaciones posibles”. En definitiva, con Brunner, postulamos que la identidad nacional es “un modo” en que los pueblos buscan su lugar “propio en la historia”. 26 Nohemy Solórzano y Cristina Rivera, “Identidad”, en Mónica Szurmuk y Robert Mckee Irwin (coord.), Diccionario de estudios culturales latinoamericanos, México, Siglo XXI, 2009, 140. 27Silva, op. cit., 7-13.

14 Si asumimos, al contrario de las visiones esencialistas28, que la identidad chilena no es una entidad referencial, es forzoso admitir que se ha construido en torno a varios proyectos de modernización, y no en una relación de oposición con respecto a la modernidad. Por ello es que al estudiar las transformaciones identitarias durante la Dictadura Militar, es imprescindible prestar atención a las relaciones entre modernización e identidad. Hace poco Fernando Purcell ha argumentado que la construcción histórica de la identidad chilena ha estado decisivamente “influida por el consumo y la apropiación de modelos, paradigmas, ideas y mercancías foráneas”29. En esa misma línea, Eduardo Santa Cruz ha propuesto que si bien los diferentes procesos de modernización experimentados por la sociedad chilena contienen principios “universalistas”, dichos procesos se han llevado a la práctica de acuerdo a las particularidades histórico-culturales nacionales30. Al respecto, por ejemplo, es muy decidora la metáfora del “socialismo con empanadas y vino tinto” usada por Salvador Allende para designar una vía específicamente chilena de transición hacia el socialismo. Por todo lo anterior, es que hay que admitir que la nuestra es una identidad ecléctica “abierta a absorber ideas de todos lados”, y que seguirá permanentemente construyéndose a partir de la apropiación de fenómenos culturales de otras culturas31. Este fue el caso del fútbol, que llegó en sus inicios en la forma de football, y sin embargo, nadie puede dudar que exista una forma específicamente chilena de vivirlo y padecerlo. La modernidad, al

28 Una de estas visiones es la de Pedro Morandé (“Los distintos niveles de la identidad cultural”, en Montecinos, op. cit., 63.), para quien la cultura chilena se caracteriza por su “impronta barroca, mestiza y católica”. Como hace notar Larraín (Larraín, “Etapas y discursos”, 69.), en esta interpretación, la modernidad surge como “algo externo, como algo que no tiene” nada que ver con la identidad chilena, ya que estaría relacionada, esencialmente, con “lo europeo o lo norteamericano”. En Chile ha sido frecuente que los intelectuales presenten “la identidad como un fenómeno contrapuesto a, y excluyente de la modernidad […] como si pudiéramos ser modernos sólo a costa de nuestra identidad o pudiéramos tener identidad solamente a costa de la modernidad”. 29 Fernando Purcell, ¡De Película! Hollywood y su impacto en Chile. 1910-1950, Santiago, Taurus, 2012, 16. 30E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, op. cit., 11-12. Larraín, (“Etapas y discursos”, 69.) por su parte, sostiene que existe “una trayectoria a la modernidad específicamente latinoamericana que Chile comparte en lo fundamental”. Para Renato Ortiz, por su parte, “la modernidad es una y diversa”, ya que si bien los procesos de industrialización y urbanización, entre otros, son propios de “todas las modernidades”, es evidente que en Latinoamérica han sido realizados de manera distinta de acuerdo a las condiciones históricas de cada lugar. Modernidad y espacio. Benjamín en París, Bogotá, Norma, 2000. Citado en E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, op. cit., 11. 31 Larraín, “Etapas y discursos”, 67-73. Del mismo autor Modernidad, razón e identidad en América Latina, Santiago, Ed. Andrés Bello, 2000, passim. Identidad chilena, Santiago, LOM, 2001, 131. También Silva, op. cit., 8.

15 igual que las nociones de “excepcionalidad” y “aislamiento”, han sido elementos permanentes, pero no inmutables, en la histórica identidad chilena32. El ejercicio que se hace en esta investigación implica “un esfuerzo de contextualización ampliado”33, en otras palabras, una “descripción densa”. La cultura, según Clifford Geertz, actúa como un contexto a través del cual se le puede dar inteligibilidad a un fenómeno cultural como los episodios de la selección chilena de fútbol. El hombre es un animal inserto en tramas de significación; la cultura sería la urdiembre que generan estas tramas, y de esa manera, un análisis cultural apunta a un ejercicio interpretativo en busca de los significados de las acciones humanas 34 . Stuart Hall tiene razón cuando plantea, parafraseando a Michel Foucault, que nada tiene sentido fuera del discurso; en otras palabras, que la realidad sólo es tal después de ser significada o interpretada a partir de esta herramienta lógica que es el discurso. Desde esa perspectiva, las representaciones son el proceso a través del cual se le atribuye sentido a la realidad a través de la relación entre las “cosas”, conceptos y signos. Es así como la historia cultural explica y establece causas a través de una paradoja: las múltiples construcciones de sentido son a la vez dependientes e inventivas. Esto quiere decir que la representación sociocultural de las experiencias de la selección chilena, construida por la prensa deportiva, se encuentra discursivamente determinada35.

32 La “excepcionalidad” se refiere al relato identitario que, al menos, desde de la Guerra del Pacífico ha caracterizado a la sociedad chilena como una excepcional y distinta en el concierto latinoamericano. Esta característica identitaria se ha fundamentado históricamente a partir de una concepción racial que caracteriza a Chile como una sociedad blanca, sobria e institucionalmente madura en contraposición del “tropicalismo” y el caudillismo que caracterizaría a las demás sociedades latinoamericanas. Véase al respecto Nicolás Palacios, Raza Chilena. Un libro escrito por un chileno y para los chilenos, Santiago, Chilena, 1918, passim. También Sylvia Dummer, Sin tropicalismos ni exageraciones. Chile y la representación de lo chileno en la exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, Santiago. PUC, 2009. 95. 33 Sergio Duran, Ríe cuando todos estén tristes. Televisión y sociedad chilena durante la Dictadura Militar, Santiago, PUC, 2008, 12. 34 Clifford Geertz, “La descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura”, en La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1997, 20. 35El discurso, como lo entiende Miguel Ángel Cabrera, es una matriz conceptual. Historia, lenguaje y teoría de la sociedad. Valencia, Frónesis, 2001, 49-99. Roger Chartier (El Mundo como representación. Barcelona, Gedisa, 1995, passim.) y Carlo Ginzburg (El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI, Barcelona, Muchnick, 1999, passim.) argumentan que el discurso establece los límites de lo que pueden pensar e imaginar los sujetos. El concepto que Chartier ocupa para señalar cómo el discurso se va transformando y con ello construyendo realidad es el de apropiación y re-interpretación. Desde la semiótica y el fútbol, Peter Pericles (Umberto Eco y el fútbol, Barcelona, Gedisa, 2004, 46.) señala que los signos se construyen con el fin de desencadenar respuestas con una motivación efectiva. Véase también Stuart Hall, “El trabajo de la representación”, en Representation: Cultural Representations and Signifying Practices, London, Sage Publications, 1997, 6 y 27.. También Brunner, op. cit., 20-23.

16 Hasta hace algunas décadas el estudio del deporte y el fútbol era denostado por el mundo académico. Al respecto Pierre Bourdieu planteó que los deportistas, quienes conocen muy bien su práctica, no “saben hablar de él”, mientras que las personas que en la práctica “no conocen bien el deporte y que podrían hablar de él desdeñan hacerlo” 36 . Afortunadamente esto ha ido cambiando. Una de las primeras aproximaciones fue la de Gerhard Vinnai en 1970; un estudio que, inspirado en la Escuela de Frankfurt, caracterizó al fútbol como una ideología y una forma en la que el capitalismo post-industrial dominaba y disciplinaba a los trabajadores. Siguiendo a Marcuse, afirmaba que el fútbol es parte de esa industria del entretenimiento que “mantiene unidas a las victimas del aparato industrial alienado”. Por eso es que “los goles que se convierten en la cancha de fútbol son goles en contra de los dominados”. Arguyó que el entrenamiento de la técnica futbolística servía para “adiestrar inexorablemente a los hombres en la atención de la máquina […], en ellos el propio hombre se convierte en una especie de máquina”. Manifestaba que la mercantilización del fútbol lo hacía perder su naturaleza lúdica, ya que quedaba “sometido por completo a la lucha por el éxito deportivo y financiero”37. Lo interesante de Vinnai es que muestra claramente las connotaciones modernizadoras que históricamente ha tenido el fútbol. De hecho, la típica metáfora para referirse a un buen equipo es decir que funciona como una “máquina recién aceitada” 38 . Sin embargo, lo restringido de este enfoque no sólo le impedía darse cuenta del genuino y desinteresado placer que experimentan los espectadores al observar espectáculos deportivos39, sino que fundamentalmente pasa por alto los complejos procesos de negociación y apropiación que han caracterizado al fútbol como fenómeno cultural y social. En efecto, la propia clase trabajadora, tanto en Europa como en América Latina, fue un actor relevante en la

36 Bourdieu, op. cit., 173. 37 Gerhard Vinnai, El fútbol como ideología, México, Siglo XXI, 1998, 22-127. Vinnai equiparaba el disciplinamiento que operaba al interior del campo deportivo, con el que se ejercía al interior de la familia, la escuela y la fábrica. En ese sentido estas instituciones formaban parte de los “aparatos ideológicos del Estado”, lo que fue calificado por Perry Anderson como “errores ultraizquierdistas” en Las antinomias de Antonio Gramsci. Estado y revolución en Occidente, Barcelona, Fontamara, 1981, 65. Johan Huizinga (Homo ludens, Madrid, Alianza, 2010, 250.) también consideraba, en 1938, que el deporte moderno, tanto por su seriedad como por su competitividad, había perdido su contenido lúdico. 38 Vinnai, op. cit., 48. 39De hecho, como sostiene bellamente Gumbrecht, para los aficionados al deporte “no existe algo, más allá del mero placer, por lo que debamos estar agradecidos cuando observamos deportes.” Incluso, el más fanático de los hinchas es completamente consciente “de que no hay nada que pueda “comprar” con la victoria de su equipo”. Gumbrecht, op. cit., 42 y 249.

17 transformación del fútbol en un fenómeno popular, masivo y urbano. Los sectores populares y medios no absorbieron acríticamente los “bienes culturales enunciados por los medios, sino que los reelaboraron, atribuyéndoles significados matizados por los contextos” en donde se dio su recepción. De esa forma, Ruben Oliven y Arlei Damo señalan que si queremos saber por qué los latinoamericanos se apropiaron “de un bien cultural forjado por los ingleses, atribuyéndole una concepción ética y estética particular, debemos ocuparnos menos de las reglas y más de los futbolistas”. De esa forma, el fenómeno cultural que es el fútbol no puede ser reducido a una descripción objetiva y anecdótica de los hechos, sino que más bien, su estudio debe enfocarse en lo que significó para las distintas colectividades que lo practicaron, reelaboraron e intercambiaron en un momento determinado40. Al igual que en el resto de América Latina, en Chile el fútbol llegó a bordo de barcos con bandera inglesa, y a través de la promoción de su práctica, las elites latinoamericanas intentaron introducir preceptos higiénicos y de mejoramiento de la raza durante las primeras décadas del siglo XX. De esa manera, se creó una institucionalidad deportiva que buscaba garantizar que acá el fútbol tuviera la misma forma que en Europa, ya que de lo contrario, no sería ni football, ni podría ser un símbolo de modernidad. No obstante, con él también se expandió su ideario asociacionista y su popularización entre la clase trabajadora y media. Los clubes, asociaciones voluntarias y horizontales, devinieron en organizaciones cívicas y políticas de base. A su vez, y producto tanto de la popularización como de su apropiación por parte de los sectores medios y populares, las elites migraron hacia otros deportes o se reservaron la administración del fútbol41. La popularización del fútbol en Chile y en el mundo, lo convierte en un lenguaje, un código en el que se articulan cuestiones más generales “forjadas en otros ámbitos” sociales.

40 Oliven y Damo, op. cit., 38-48. Véase también Hobsbawm, op. cit., 7 y 19. Eduardo Santa Cruz, Origen y futuro de una pasión (fútbol, cultura y modernidad), Santiago LOM 1996, 31-40. Elsey, op. cit., passim. Diego Vilches, “La historia de un despojo y el nacimiento de un héroe deportivo: Colo-Colo F. C., 1925- 1929”, en Diego Vilches [et alter], Seminario Simon Collier 2011, Santiago, PUC, 2012, 13-46. 41Fanni Muñoz, “Las diversiones y el discurso modernizador. Los intentos de formación de una cultura burguesa en Lima (1890-1912)”, en Allpanchis¸ Cuzco, Nº 49, 1997, 58-81. Oliven y Damo, op. cit., 10-11 y 79. Carlos Aguirre, “Los usos del fútbol en las prisiones de Lima (1900-1940), en Aldo Panfichi (ed.), Ese gol existe una mirada al Perú a través del fútbol, Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2008 155-176. Elsey, loc. cit. Julio Frydenberg, Historia social del fútbol: del amateurismo a la profesionalización, Buenos Aires, Siglo XXI, 2011, 257. Pilar Modiano, Historia del deporte chileno. Orígenes y transformaciones. 1850-1950, Santiago, DIGEDER, 1997, 37.

18 Fácilmente se convierte en una “dramatización de la sociedad”42 en la que se habla sobre el país y la identidad nacional. Julio Frydenberg propone que, tanto por su rol “en la construcción de identidades colectivas” como por ser “vehículo de expresión emocional y de sentido”, se convierte en un importante “punto de partida para comprender ciertos hábitos, sentimientos y valores de los grupos mayoritarios”. Asimismo, Aldo Panfichi plantea que a través de este fenómeno cultural y social se pueden conocer las “alegrías y decepciones de mucha gente” 43 . Por lo tanto, el fútbol se constituye es un campo privilegiado para explorar las características culturales de una colectividad, en un proceso histórico determinado. De hecho, en América Latina, al ser una manifestación típica de la cultura contemporánea, el fútbol es considerado como una expresión propia de las sociedades más desarrolladas. Los torneos internacionales, como una Copa del Mundo, trasmutan en especies de guerras simuladas e inocuas, en donde se dirime qué nación es la más moderna en el ámbito futbolístico 44 . Cuando el resultado no se adecúa a las expectativas que se tenían, se produce una crisis identitaria en la cual es el “alma nacional” lo que se interroga. En efecto, popularmente se asume que es la identidad del país la que se expresa en una determinada forma de jugarlo, de tal manera que la riqueza del fútbol, para un análisis sobre la identidad chilena, radica tanto en su enorme capacidad simbólica como representacional45. Para acceder, a través de la prensa, a las transformaciones de la identidad chilena que se producen en el marco de un acelerado proceso de modernización capitalista de mercado, es

42 Oliven y Damo, op. cit., 87-101. Al respecto, Eric Dunning (en Norbert Elias y Eric Dunning, Deporte y Ocio en el Proceso de la Civilización, Madrid, FCE, 1992, 14 y 266.) sostiene que los deportes se constituyen en “uno de los principales medios de identificación colectiva”, al punto que, citando a Laurence Kitchin, afirma que el fútbol es “el único idioma mundial aparte de la ciencia” 43 Aunque Frydenberg lo propone para el estudio de la sociedad de inicios de siglo, es posible tomar sus ideas para analizar el Chile de fines de siglo XX. op. cit., 13-14. Aldo Panfichi (ed.), Ese gol existe una mirada al Perú a través del fútbol, Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2008, 15-23. 44 Francisco Lagardera citado en Clara Pérez, Así se hacen los goles. Uso ideológico de la noticia futbolística 1973-1988, Vol. I, Santiago, tesis de magíster en comunicación Universidad de Chile, 1996, 107. De hecho Norbert Elias (en Elias y Dunning, op. cit., 67.) propone que los deportes en general “son como batallas miméticas controladas y no violentas”. También, en el mismo volumen, Eric Dunning, “La dinámica del deporte moderno: notas sobre la búsqueda de triunfos y la importancia social del deporte”, 268. 45 Oliven y Damo, op. cit., 13-26. Peter Pericles afirma, siguiendo correctamente a Umberto Eco, que el discurso deportivo se transforma en un sustitutivo de las discusiones políticas. op. cit., 64. Umberto Eco, “La cháchara deportiva” y “El mundial y sus pompas”, en La estrategia de la ilusión, Barcelona, Lumen, 1999, 182-192. Para el caso argentino véase Eduardo Archetti, “Estilo y virtudes masculinas en El Gráfico: la creación del imaginario del fútbol argentino”, en Desarrollo Económico, Buenos Aires, Nº 139, 1995, 419- 442.

19 necesario tratar a los medios de comunicación de masas como “una parte integrante del proceso de difusión del fútbol y no como un agente exterior”. Entendiéndolos como actores socio-culturales, “productores de discursos y sentidos sobre y desde su contexto histórico”, es posible establecer las relaciones entre esa discursividad y “otros relatos mayores que circulan hegemónicamente en la sociedad en cuestión”, como es el caso de la cultura del libre mercado. Como propone Eduardo Santa Cruz, citando a Vicente Verdú, alrededor del 30% de los comentarios del periodismo deportivo están amalgamados con concepciones sicológicas, sociológicas o político-religiosas, y de este modo, la prensa es parte fundamental en la elaboración del sentido común de los hinchas. Con todo, el éxito de un medio de comunicación depende, fundamentalmente, de que su sentido común represente al de los hinchas, generando una relación de mutua interdependencia 46 . En efecto, como propone Julio Frydenberg, “en la construcción identitaria, los estilos y gustos son representaciones edificadas en un ida y vuelta”47. Lo anterior es lo que permite captar, a través de la prensa deportiva, los rasgos fundamentales del sentido común de la sociedad en un momento histórico determinado. Lo que nos interesa identificar, es el sentido y la apropiación social que dominó entre 1973-1989 la relación entre la sociedad chilena y el fútbol. Esclarecedor es lo planteado por Maximiliano Korstanje, quien propone que el significado social y cultural que adquiere un acontecimiento deportivo no depende de lo que ocurre al interior de la cancha, sino que se encuentra determinado por “mecanismos y discursos de carácter ideológico, histórico y social”. En otras palabras, lo que determina si un resultado futbolístico es bueno o malo, es la puesta en relación entre dicho resultado y las expectativas, históricamente contingentes, que se tenían antes del encuentro deportivo48. De esa forma, nos enfocaremos en identificar la concepción del fútbol, en este caso “los criterios con que se le juzga, en la visión del mundo en que se le enmarca”49.

46E. Santa Cruz y L. Santa Cruz argumentan (op. cit., 8 y 112-113.) que las “estrategias comunicacionales” operan en los procesos socio-culturales más profundos como la formación de identidades y el intercambio y producción de bienes simbólicos. De tal forma, la trasmisión de información es también la de “formas y maneras de conocer e interpretar” lo que genera una “cierta manera de vivir”. También E. Santa Cruz, Crónica de un encuentro, 133-142. Véase también Oliven y Damo, op. cit., 77. Archetti, op. cit., passim. Sobre el libre mercado como cultura Cárcamo, op. cit., 248-249. 47 Frydenberg, op. cit., 243-244. 48 Maximiliano Korstanje, “El discurso del triunfador en el arquetipo del héroe deportivo (grandeza y miseria de una nación)”, en Estudios sobre el mensaje periodístico, Norteamérica, Nº 15, 2009, 288-290. 49Bourdieu, op. cit., 173-181. E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, op. cit., 8.

20 Para Eric Dunning, a lo largo del siglo XX ha existido una creciente tendencia hacia una mayor “competitividad y búsqueda de triunfos”, lo que a su vez redundaría en una gradual “erosión de los valores y estructuras” lúdicas del deporte. Los procesos modernizadores provocaron lo que Johan Huizinga definió como “un fatal giro hacia la superseriedad” 50. Más precisamente (en lo que sería “un proceso social a largo plazo ciego o no planificado”51), se ha generado un progresivo reemplazo desde el deporte entendido como un juego, hacia una conceptualización cada vez más orientada hacia la exclusiva consecución del éxito52. De esa forma, durante el Chile del desarrollismo, el fútbol aún era conceptualizado principalmente como un juego, por lo que el honor nacional no podía estar determinado por la victoria o la derrota, sino que más bien por la corrección y la ética: de ahí la importancia de los triunfos morales. Por el contrario, a medida que se despliegue el acelerado proceso de modernización capitalista de mercado instalado por la Dictadura Militar, para los chilenos el fútbol progresivamente se convertirá en algo mucho más serio. En otras palabras, la dignidad y el prestigio nacional van a estar cada vez más comprometidos, tanto en el triunfo como en la derrota. De esa manera, esta transición desde lo lúdico a lo serio se constituye como un parámetro para observar cómo este proceso de modernización autoritaria afectó la cultura cotidiana de los chilenos y la identidad chilena53. Eric Hobsbawm sostuvo que es posible estudiar “la transformación del nacionalismo alemán desde su modelo liberal hasta su forma imperialista y expansionista” a través de los cambios en los emblemas del “movimiento gimnasta alemán” a fines del siglo XIX 54 . Asimismo, como el fútbol pertenece a la esfera de la vida cotidiana, a través de él se pueden visibilizar los efectos culturales e identitarios que tuvo el proceso de modernización chileno. La moderna cultura de masas justamente naturaliza, da sentido a la modernidad. Lo

50 Citadas en Dunning, op. cit. 252-253. También Huizinga, loc. cit. Con respecto a los procesos modernizadores, Dunning se refiere específicamente a los procesos de industrialización, desarrollo de la ciencia y la creciente especialización del trabajo. 51 Norbert Elias (en Dunning, op. cit., 248.) se refiere con esto a procesos cuyo resultado no son “los actos intencionados de un individuo o grupo aislado, sino más bien el resultado impensando de la trama de acciones volitivas de los miembros de varios grupos interdependientes a lo largo de varias generaciones” 52Ibid., 247-266. 53 Aunque el paso desde lo lúdico a lo serio constituye un proceso general “no planificado” y global, es necesario destacar que la sociedad chilena lo experimenta bajo el particular contexto del acelerado proceso modernizador capitalista de mercado instaurado por la Dictadura Militar. 54 Hobsbawm, op. cit., 19.

21 relevante entonces es analizar la manera en que “ciertos factores modernizadores de carácter estructural” fueron vividos al nivel “del sentido común” durante las distintas fases de la Dictadura Militar chilena. En otras palabras, se verá cómo estos sentidos comunes propios de un nuevo tipo de capitalismo configuraron imaginarios sociales al interior de la vida cotidiana, identificando así tanto “los componentes centrales de la visión de sociedad que se va haciendo hegemónica” como los momentos en que logran obtener la hegemonía55. Asumiendo que el estudio del deporte contribuye “al conocimiento de los cambios acaecidos en los hábitos sociales de los pueblos y de las sociedades que forman”56, esta tesis, desde una perspectiva teórico-metodológica, propone mostrar que el estudio del fútbol constituye un acercamiento válido para entender la compleja e histórica construcción de la identidad chilena durante el siglo XX, y específicamente, sus transformaciones entre 1973 y 1989.

Discusión bibliográfica. La selección chilena de fútbol es, para nuestra sociedad, la representación misma de su identidad nacional, de su unidad y de las que se creen que son sus características. Las experiencias futbolísticas, durante el periodo dictatorial, por lo tanto, no ocurrieron de forma aislada del resto de las experiencias sociales que se produjeron en el país. La representación sociocultural elaborada por la prensa sobre estos eventos es inteligible sólo si es enmarcada dentro de procesos sociales y culturales más amplios, ya que como plantea Norbert Elias, “los estudios del deporte que no son estudios de la sociedad son estudios fuera de contexto”57. En este caso en particular, para observar las transformaciones de la identidad chilena producidas en el marco de una dictadura militar “excepcional” a través de la selección de fútbol, debemos hacer un breve recorrido por las transformaciones culturales que ocurrieron durante la segunda mitad del siglo XX chileno58.

55 E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, op. cit., 16-21. 56 Elías y Dunning, op. cit., 36. Por ejemplo, Roberto Di Giano (Fútbol y cultura política en la Argentina: Identidades en crisis, Buenos Aires, Leviatán, 2005, 7.), sostiene que una virtud del estudio del fútbol, para un pueblo como el argentino, “se relaciona con su capacidad de facilitar la lectura de muchos aspectos de la sociedad”. 57 Elias y Dunning, op. cit., 39. 58 Bourdieu, op. cit., 176. E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, op. cit., 188. Sobre una Dictadura excepcional, Sergio Villalobos-Ruminott, “Modernidad y dictadura en Chile: la producción de un relato excepcional”, en A Contracorriente, North Carolina State University, Vol 6, Nº 1, 2008, 15-49.

22 Para Alfredo Jocelyn-Holt, desde inicios de la década del 1960 hasta la actualidad, la sociedad chilena ha vivido una “gran revolución” modernizadora, el período más convulsionado de nuestra historia, que nos ha permitido dejar atrás el Ancien Régime. En su conjunto, estaríamos frente a un ciclo revolucionario completo, esto es desde el Antiguo Régimen, pasando por la anarquía, el terror, el despotismo militar, hasta la consolidación del proceso por medio de una restauración. En la interpretación de Eugenio Tironi, la experiencia dictatorial es un proceso de modernización autoritaria que instauró un programa de cambios “radicales que condujeron a la creación de un orden social nuevo”. José Joaquín Brunner, Alicia Barros y Carlos Catalán agregan que esta “modernización de mercado” afectó decisivamente tanto las condiciones de estructuración y operación del campo cultural, como la vida cotidiana de los chilenos. Finalmente, José Bengoa plantea que este proceso, de “violenta y compulsiva” modernización, rompió con las identidades pasadas, provocando un “enorme vacío cultural”, que se expresa en una pérdida de sentido de la comunidad y la ciudadanía59. Junto a lo anterior, y como sostiene Jorge Larraín, la Dictadura Militar con su terrorismo de Estado introdujo “una fractura en la identidad chilena”, ya que un grupo muy importante de chilenos (perseguidos, torturados, exiliados, asesinados o desaparecidos) no es reconocido como parte de la comunidad nacional60. En la historiografía es frecuente decir que toda historia es contemporánea, en el sentido de que son preguntas surgidas desde el presente, con las cuales se interroga al pasado. En el caso de esta investigación, esto es todavía más evidente. Como plantea Tomás Moulian, “para comprender el Chile Actual es necesario establecer el vínculo histórico que une a este Chile del pos-autoritarismo, con el Chile de la dictadura”. El Chile contemporáneo es la materialización de una alianza “entre militares, intelectuales neoliberales y empresarios nacionales o transnacionales. Coito que produjo una sociedad en donde lo social es

59 Alfredo Jocelyn-Holt, El Chile perplejo. Del avanzar sin transar al transar sin parar, Santiago, Planeta/Ariel, 1999, 225-256. Tironi, op. cit., 133. José Joaquín Brunner, Alicia Barros y Carlos Catalán, Chile: Transformaciones culturales y modernidad, Santiago, FLACSO, 1989, 41-42. José Bengoa, La comunidad perdida. Ensayos sobre identidad y cultura: los desafíos de la modernización en Chile, Santiago, Sur, 1996, 1. 60 Como propone Larraín (“A treinta años”, 143-145. También en Stuven, op. cit., 33 y 81-83.), es especialmente en períodos de crisis cuando surge la pregunta por la identidad, ya que es en esos momentos las sociedades se cuestionan quienes son, han sido y hacia donde van. Para Steve Stern, hasta la detención de Augusto Pinochet en Londres en 1998, el país se encontró ante una “cultura de impasse de la memoria” en torno a la violación de los Derechos Humanos durante la Dictadura Militar. Recordando el Chile de Pinochet. En vísperas de Londres 1998, Santiago, UDP, 2009, 32.

23 construido como natural” 61 . De esta forma, esta historia futbolística sobre la identidad chilena es parte de una historia más amplia y compleja; es parte de la narración histórica que cuenta cómo, entre 1973 y 1989, la subjetividad de los chilenos cambió desde una conciencia de país pequeño, pobre y subdesarrollado, a un país ganador, pujante y que se encuentra a las puertas del mundo desarrollado. Para observar este tránsito, debemos comenzar la revisión con el Chile del desarrollismo, porque ahí era donde predominaba una representación de la identidad chilena que ya no existe. El Chile del Estado de Compromiso (que esquemáticamente podemos decir que va desde la década de los treinta a la primera mitad de la década de los setenta del siglo XX), dominado por ideologías que pretendían “dulcificar el capitalismo”, se caracterizó por el rol empresario del Estado. Se practicó una industrialización hacia adentro, que permitía una base común de intereses entre capital y trabajo industrial. Como consecuencia de las conquistas de los trabajadores organizados se desarrollaron importantes políticas sociales, entre ellas una legislación laboral que, de forma creciente, los protegía en su relación con el capital 62 . Sin embargo, para fines de la década de 1950 el modelo de sustitución de importaciones había perdido su dinamismo inicial. Nos encontramos “frente a un país si no más pobre, con diferencias sociales más pronunciadas”. En términos económicos, el Chile de esa época daba la impresión de “un cristal muy frágil a punto de trizarse irremediablemente”, pero que a pesar de esto, aún conservaba su “sólida construcción político-institucional”63. La historia política de la segunda mitad del siglo XX chileno es la de la “lucha entre tres proyectos globales” que buscó reimpulsar el proceso de modernización del país. Esta pugna dificultó la generación de consensos básicos64. Se hizo cada vez más evidente la

61 Tomás Moulian, Chile actual: Anatomía de un mito, Santiago, LOM, 2002, 27 y 141-143. 62 Moulian (op. cit., 87-89.) propone que existían ciertas lógicas al interior de la relación entre economía y política que permiten entender por qué una economía tan débil como la chilena tuvo que desarrollar políticas sociales más inclusivas. Por un lado, la existencia de una matriz populista en la relación entre trabajo y capital industrial. Por otro, el democrático sistema de partidos, compuesto por extremos clasistas y partidos de centro, actuó como mediador en la integración social de sectores sociales subordinados al sistema capitalista. 63 Jocelyn-Holt, op. cit., 41-43. Véase también Alfredo Riquelme, “Los modelos revolucionarios y el naufragio de la vía chilena al socialismo” en Nuevo mundo - mundos nuevos / Nouveau monde -mondes nouveaux / Novo mundo – mundos novos (revue électronique du CERMA/Mascipo-UMR, École des Hautes Études en Sciences Sociales), N° 7, 2007, passim. Manuel Gárate, La revolución capitalista de Chile (1973- 2003), Santiago, Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2012 196-202. 64Nos referimos a los proyectos de modernización impulsados por la izquierda, a través del FRAP y la UP, la democracia cristiana y su Revolución en Libertad y el proyecto de modernización capitalista del gran

24 imposibilidad de encauzar institucionalmente las demandas de integración producidas por el proceso de modernización iniciado en los años treinta. Sin embargo, la totalidad de estos proyectos reformistas se plantearon como una profundización del proyecto industrializador desarrollista, y no propusieron debilitar el papel incentivador y contralor del Estado, ya que, como plantea Tomás Moulian, existía una “fuerte conciencia de economía débil que tiene que sostenerse en apoyos artificiales, aunque se mistifica la fortaleza del sistema político”65. La cultura política del Chile desarrollista se caracterizó por el alto grado de politización y participación cívica de la sociedad. Producto del crecimiento del Estado y de su importancia en la vida económica y social, se produjo un progresivo “volcamiento de grandes sectores sociales a la acción pública”, el cual se llevaba a cabo en las calles, plazas y teatros. Existía una atmósfera política en los liceos, a través de grupos organizados, charlas y elecciones internas. Eran constantes y permanentes las campañas, actos públicos y grandes concentraciones que llegaban a toda la población y en los que la participación de los medios de comunicación de masas, radios y periódicos, era central 66 . Incluso, esa permanente actividad política se desplegaba en los clubes deportivos, verdaderas asociaciones cívicas de base, a través de los cuales los individuos lograban vincularse con los partidos de izquierda. Como muestra Brenda Elsey, los clubes deportivos contribuyeron decisivamente a la radicalización política de la clase obrera que se generó a partir de la década de 196067. Por otro lado, a la televisión se le asignó un papel central en las áreas educacionales y culturales, lo que desembocó en un rechazo generalizado a que pasara empresariado y la derecha. Las características de estos tres proyectos globales se encuentran detalladas en Luis Corvalán Márquez, Del anticapitalismo al neoliberalismo en Chile, Santiago, Sudamericana, 2001, 16- 18. Para un mayor detalle del proyecto de modernización capitalista de la derecha Sofía Correa, Con las riendas del poder. La derecha chilena en el siglo XX, Sudamericana, Santiago, 2005. Jocelyn-Holt plantea que las revoluciones desde abajo determinaron a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XX, los proyectos revolucionarios impulsados desde arriba, op. cit., 276. 65Moulian, op cit., 87. Véase también Tironi, op. cit., 54. Corvalán, op. cit., 487. Sobre el proceso de radicalización política del movimiento popular véase Peter Winn, Tejedores de la revolución. Los trabajadores de Yarur y la vía chilena al socialismo, Santiago, LOM, 2004. Diego Vilches, ““Los que viven por sus manos y los otros”. Una visita a la Unidad Popular a través de la nueva historia laboral”, Santiago, Inédito, 2012, passim. 66E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, op. cit., 74-75. El gobierno democratacristiano, bajo el lema de “promoción popular”, construyó una poderosa red político-social que agrupara a una serie de organizaciones populares (centros de madres, organizaciones juveniles y deportivas). De hecho, CEMA llegó a agrupar a 450 mil mujeres. Jocelyn-Holt, op. cit., 106. Jorge Rojas, “La formación cívica: el caso de las brigadas escolares de tránsito”, en Historia de la infancia en el Chile republicano, 1810-2010, Santiago, JUNJI, 2010, 551-552. También Cárcamo, op. cit., 86. 67Brenda Elsey, op. cit., 165.

25 desde el control del Estado y las universidades a manos privadas. En ese contexto es que declaró, en 1961, que “Chile es un país pobre y la televisión es un derroche de ricos”68. Ese país pequeño y aislado también se evidencia en el sentido social que dominaba la cultura deportiva de la época, la cual era encarnada por la revista Estadio. Comparando la debilidad del deporte chileno con el de los países desarrollados, argumentaba que al Estado le cabía un rol clave en la dirección de la “sociedad en su conjunto, y el deporte en específico, por la senda del progreso y la modernidad”. La revista instaló criterios y valores deportivos que estaban en consonancia con los del proyecto modernizador desarrollista69. El éxito deportivo “era la culminación de un trabajo largo, planificado y sistemático”. En su conjunto, la prensa deportiva buscó contribuir en la “formación de un público que supiera apreciar con ojo crítico el espectáculo deportivo”. De esa forma, al menos hasta 1974, la prensa nacional describía al público chileno como tranquilo, “poco aspaventoso”, culto y capaz de aplaudir el buen fútbol del adversario 70 . A su vez, el deporte tenía fundamentalmente un rol social, por lo que el deportista se transformaba en un ídolo “por constituir un modelo de vida”. En otras palabras, “ser exitoso deportivamente hablando no era ser un campeón, sino tener algún valor merecedor de ser imitado”. Así, los valores del deporte desarrollista eran el “saber perder con la sonrisa entre los labios y ganar sin fanfarronerías, el ayudar lealmente al adversario caído o al que se queda tirado en el campo […]. Un buen deportista es un hombre en el que se puede tener confianza”71. Estos ideales también se expresaron durante el Mundial de Chile en 1962. Antes del certamen, y para no crearle a la selección “un complejo de responsabilidad” que fuese

68 Tironi, op. cit., 97. 69 El rol del Estado era clave porque la revista asumía, al contrario de lo que pasa en la actualidad, que los privados eran incapaces de desarrollar el deporte. Por otro lado, la base ideológica del discurso de Estadio durante el desarrollismo era lo suficientemente verosímil para actuar como “fundamento de un discurso social”. E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, op cit., 9-10. 70Ibid., 125-137. Mientras el público chileno aplaudió y felicito a la selección brasileña que, en semifinales, derrotó a la chilena por desplegar un juego espectacular, el tercer lugar conseguido por la selecciona nacional, como hacen notar Eduardo y Luis Santa Cruz, fue interpretado por la revista como el resultado de un largo y metódico trabajo iniciado en 1940. Véase también Estadio N º994, Santiago, 14 de junio 1962, 1. 71 Estadio Nº 300, Santiago, 12 de febrero 1949 en E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, op. cit., 120. A su vez, el violento partido entre la selección nacional y el representativo italiano en el Mundial del 62, que tanto Eduardo y Luis Santa Cruz (op. cit., 133-137.) como Daniel Matamala (Goles y autogoles. La impropia relación entre fútbol y el poder político, Santiago, Planeta, 2001, 215-216.) consideran una excepción que confirma la regla, fue censurado duramente por toda la prensa chilena. Véase por ejemplo: “Zurra de 2-0 dio Chile a “Squadra Azzurra””, en El Siglo, Santiago, 3 de junio 1962, 5. En el mismo diario, pero el 6 de junio en la portada, “Periodistas de Chile e Italia se dan la mano”.

26 negativo, se advirtió que “Chile es un país pequeño y nunca ha tenido actuaciones victoriosas frente a las grandes potencias”72. De la misma manera, “El rock del mundial” anunciaba que “como buenos chilenos” se iba a demostrar “hidalguía y corrección. Y aunque sea en la derrota, bailaremos rock and roll”. El orgullo nacional “sería satisfecho” si se lograba dejar una “buena impresión”73. Sin embargo, la selección consiguió el tercer lugar en el ‘62, lo que muestra que existían elementos extrafutbolísticos actuando en la construcción de las expectativas nacionales. Por un lado, como destacó Tibor Mende en 1956, los chilenos no se dejaban llevar “por un sentimiento de superioridad ni por una excesiva confianza en sí mismos”. Era lo que Edwards Bello acuñó como el “apequenamiento”. 74 Por otro lado, el deporte era concebido como una instancia para “demostrar que se poseían ciertas virtudes”, un espacio en el que se expresaban “modelos del deber ser”, ya que estaba constituido por “infinitas series de elecciones morales”. En el discurso imperante en la época, el deportista debía “ser modesto frente a la victoria y asumir la derrota como una” oportunidad para buscar “una nueva oportunidad” 75 . En efecto, el honor y la dignidad estaban más relacionados con la ética y moralidad demostradas en la cancha, que con en el resultado de lo que en el fondo no dejaba de ser un juego76. El Chile de la Unidad Popular (UP) no difería sustancialmente de estas perspectivas. Franck Gaudichaud ha mostrado que el programa económico de la UP buscaba revitalizar el proceso industrializador desarrollista. Por su parte, Hugo Cancino ha planteado que su estrategia era frente populista77. Desde una perspectiva cultural, la UP difundió, a través de

72 Diego Damm, “La fiesta Universal: el Mundial del 62´”, en Damm, op. cit. 73 Matamala, Goles y autogoles, 213-215. También Matamala, 1962. 74 Tibor Mende, “El final del mundo”, en Hernán Godoy, El Carácter chileno: estudio preliminar y selección de ensayos, Santiago, Universitaria, 1981, 431. Sobre el “apequenamiento” de Edwards Bello, mismo libro, 515-516. 75 Frydenberg (op. cit., 33-34 y 83.) lo propone para el fútbol argentino de inicios de siglo. Sin embargo, también es posible plantearlo para el Chile de 1962. Al respecto, Diego Vilches, “La representación de la Unión Soviética en el Mundial de Chile 1962”, Santiago, inédito, 2012, passim. En efecto, la experiencia identitaria chilena en el siglo XX guarda bastantes semejanzas con el caso argentino. De esa manera, la Argentina desarrollista se definía como un país “que, no sin desgarros y fuertes conflictividades, se quiso moderno, abierto a todos los hombres de bien que quisieran habitar el suelo argentino”. Pablo Alabarces, op. cit., 28. 76 En efecto, la moralidad y la ética eran permanentes, mientras que la victoria o la derrota eran resultados pasajeros. Para el caso Argentino, durante la década del sesenta, véase Alabarces, op. cit., 92. 77 Franck Gaudichaud, Poder Popular y Cordones Industriales. Testimonios sobre el movimiento popular urbano, 1970-1973, Santiago, LOM, 2004, 18-28. Hugo Cancino y Cecilia Castro, Poder obrero y popular en Chile. 1970, 1973: Trayectoria histórica del movimiento obrero chileno, Dinamarca, Aarhus Universitet,

27 la colección Nosotros los chilenos, una versión socialista de la identidad chilena. En ella el socialismo tomaba un carácter identitario que se identificó con “la construcción de una nación donde el trabajador es el protagonista principal” de la historia y el futuro. La nación que surge en este discurso no se aglutina en torno a esencias raciales, sino que en una historia “caracterizada por los sufrimientos y las luchas comunes y, sobre todo, por un proyecto histórico compartido. Es la revolución actuada por la Unidad Popular lo que aglutina a la nación”78. Este discurso identitario también se expresó en El fútbol en Chile de Antonino Vera, publicado dentro de esta misma colección de Quimantú. El período de institucionalización del deporte en Chile se denomina, haciendo alusión al mundo del trabajo, como “la forja”. Así también, en una versión futbolística de la excepcionalidad chilena de la época79, se destacaba la buena calidad internacional tanto de la dirigencia deportiva como del arbitraje nacional. De esa forma, si bien se asumía que para 1973 el fútbol chileno no era una potencia a nivel mundial, se ensalzaba su comportamiento ejemplar, el ser un “buen alumno”. El buen nombre y respeto del que gozaba la dirigencia deportiva chilena era lo suficiente para que en el país fuese verosímil el rumor de que en 1961 Carlos Dittborn podría llegar a convertirse en el Presidente de la FIFA. En el imaginario del fútbol chileno, su época dorada coincide con el Chile desarrollista, cuando, curiosamente y parafraseando la ya mítica frase de Dittborn, porque no teníamos nada queríamos hacerlo todo. En definitiva, el deporte chileno del Estado de Compromiso, y que todavía existirá hasta 1974, se caracterizó por cultivar la imagen de un país que si bien era consciente de que no constituía una fuerza importante a nivel internacional, podía enorgullecerse de poseer un comportamiento correcto e íntegro80. Como el deporte tenía un alto contenido ético, los

1981, 121-137. En ese sentido, José Joaquín Brunner ha propuesto que la Unidad Popular surge más como una continuidad con el Chile del Estado de Compromiso, que en una ruptura con él. “Meditación sobre Chile”, en Mensaje Nº 303, Santiago, octubre 1981, 581. 78 Marinello, op. cit., 19-20 y 36-37. 79 Es necesario destacar que la vía chilena al socialismo, transitar al socialismo en pluralismo y democracia, se basaba en una caracterización “excepcionalista” de la sociedad chilena. Véase Peter Winn, “The Furies of the Andes: Violence and Terror in the Chilean Revolution and Counterrevolution”, en Greg Grandin and Gilbert M. Joseph (eds.), A Century of Revolution: Insurgent and Counterinsurgent Violence During Latin America´s Long Cold War, Durham, Duke University Press, 2010, 239-275. Véase también Riquelme, loc. cit. Moulian, op. cit., 153-164. 80 Antonino Vera, El fútbol en Chile, Santiago, Quimantú, 1973, passim. Desde la historia de la vida privada, Ortega, loc. cit.. Para un enfoque periodístico Matamala, Goles y autogoles, 40-57.

28 chilenos se consideraban a sí mismos como buenos deportistas, y era eso lo que expresaban los triunfos morales. Como sabemos, el proceso socialista y revolucionario encabezado por el gobierno de Salvador Allende fue derrotado. A pesar de todos sus esfuerzos por plantearse como una experiencia excepcional de construcción del socialismo, en pluralismo y democracia, las fuerzas contrarrevolucionarias fueron exitosas en identificarlo con la violencia y el terror al comunismo que se remontaban a las revoluciones rusa y cubana. El Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, como sostiene Manuel Antonio Garretón, no sólo significó la derrota de la vía chilena al socialismo, sino también el derrumbe del “sistema democrático” que por décadas había caracterizado a la sociedad chilena. En definitiva, con “el bombardeo de la Moneda, la muerte del Presidente y la violenta represión desatada” por la Dictadura Militar, se produce el dramático fin “de una época en la vida social y política chilena”81. El palacio presidencial en llamas y destruido, producto del ataque de las Fuerzas Armadas y de Orden chilenas, inauguró una época en que la política se caracterizará por lo fáctico, en oposición a lo moral. De ahí que, para Jocelyn-Holt, ese 11 de septiembre, Allende obtuviera un triunfo moral. De esa manera se acababa, tomaba un receso obligado, la tan cara excepcionalidad chilena: “la añeja versión de país que manejábamos y de la que nos vanagloriábamos colapsó […] dejamos de ser lo que creíamos ser”.82 Durante los primeros años de Dictadura, la contrarrevolución hizo un uso calculado de la violencia. El terror fue empleado para corregir, ejemplar y pedagógicamente, al “roto sublevado”, para que su desafío no se volviera a repetir. El objetivo no era sólo derrocar a Allende, sino que fundamentalmente, revertir el proceso de maduración política y empoderamiento logrado a lo largo del siglo XX por el movimiento popular chileno. Como sostiene Manuel Antonio Garretón, para las clases propietarias chilenas el Golpe fue una oportunidad “tanto de castigar y vengarse de los actores sociales y políticos protagonistas

81 Manuel Antonio, Roberto y Carmen Garretón Merino, Por la fuerza sin la razón. Análisis y textos de los bandos de la dictadura militar, Santiago, LOM, 1998, 9. Véase también Stern, op. cit., 29. 82 Jocelyn-Holt, (op. cit., 119-177 y 243.) propone que al tomar conciencia de lo “fáctico nos desengañamos de nuestra autoimagen de país civilizado. Se pone en tela de juicio nada menos que nuestros más caros prejuicios civilizadores […] No hay nobleza en Pinochet; no hay fair play…” Lo de la excepcionalidad es relevante, sobre todo, porque consideró, siguiendo a Moulian, que la UP erró en su diagnóstico, con consecuencias por todos conocidas, de la “excepcional” historia institucional y democrática chilena. Op. cit., 153-164. De esa manera, la excepcionalidad como discurso, genera creencias y desata acciones que terminan actuando, modificando, en la realidad. Véase también Riquelme, loc. cit. Peter Winn, “The Furies of the Andes”, passim.

29 de las luchas democráticas, como de instaurar un nuevo orden social que los marginara para siempre”. En este sentido, el Golpe de 1973 marca el inicio del fin de la época del arreglo democrático, resolviéndose de esa forma el conflicto entre los tres proyectos globales que se venía desarrollando desde fines de la década del cincuenta83. Con la llegada del Régimen Militar, se inicia una fase totalmente nueva en el proceso de modernización chilena, la que estará dominada por la instalación militar del proyecto de modernización de la derecha y el gran empresariado. De ese modo, el terror fue justificado, en la versión oficial, como medio para “alcanzar grandes fines, la transformación de Chile en una gran nación, en el Chile Actual”. Se buscó derrotar al marxismo, extirparlo, y de esa forma, “cambiar la mentalidad de los chilenos”, como en 1974 arguyó Augusto Pinochet.84 La violencia física y discursiva que acompañó la instalación dictatorial era necesaria para “erradicar de Chile el hambre y la miseria, elevar el nivel de vida de sus habitantes y alcanzar un lugar de privilegio entre los pueblos del mundo civilizado”. El desarrollo económico era la vía para neutralizar el atractivo de las corrientes maximalistas85. Lo cierto es que el Golpe contrarrevolucionario no se planteaba, pese a la idealización esencialista que hizo del paisaje rural del Valle Central, como una vuelta al pasado86. Su “restauración” era una consolidación y no una vuelta atrás. Moulian plantea: “¿Quién se acordaría de los desaparecidos cuando el bienestar de Chile fuera una realidad, cuando hubiésemos abandonado el tercer mundo?”. Así, se pasó de un orden profundamente participativo a uno restringido, vigilado y persecutorio.87 Con todo, este gigantismo de la primera fase dictatorial es propio del Chile épico; característico del relato nacionalista de la historia chilena, de una sociedad que “compensa su pequeñez y su aislamiento con constantes sueños de grandeza”. Nuestro país es, al mismo tiempo, el que quiso ser el primero en llegar al socialismo por vías democráticas (la

83 Corvalán, loc. cit. Garretón, op cit., 10. Véase también Brunner, Barrios y Catalán, op cit., 45. Winn, “the Furies of the Andes”, passim. También Tejedores de la revolución, passim. Tironi, op. cit., 59-61. 84 Moulian, op. cit., 29-31. Las palabras de Pinochet en Verónica , ““¡Estamos en guerra, señores!” El Régimen militar de Pinochet y el pueblo, 1973-1980”, en Historia, Santiago Nº 43:1, enero-junio 2010, 174. 85 Valdivia, op. cit., 175. 86 Sobre el uso simbólico e ideológico que la Dictadura hace del paisaje rural Isabel Jara, “Politizar el paisaje, ilustrar la patria: nacionalismo, dictadura y proyecto editorial”, en Aisthesis, Santiago, Nº 50, 2011, 230-252. 87 Tomás Moulian plantea que tres rasgos caracterizaron el proyecto de la revolución capitalista instalado por la Dictadura: a) constituyó una contrarrevolución, b) realizada por la mediación de los militares y c) no asumió la modalidad de una revolución burguesa. Op. cit., 30-31. Véase también. Corvalán, op. cit., 100.

30 vía chilena), y el primero en derrotar al “comunismo internacional”88. A estas alturas es algo aceptado que en su etapa de instalación la Dictadura carecía de un proyecto de país definido. Su identidad emergía, exclusivamente, en oposición al “caos” con el que calificaban la experiencia socialista que había derrocado. El “Pronunciamiento Militar”89 se concebía a sí mismo como el salvador de una nación e identidad amenazadas por el “mal”. Por eso es que “reprimir, desarticular, suprimir, eliminar, depurar” se convirtieron en las palabras predominantes en el discurso con el que se instauró el Régimen Militar90. De esa manera, como plantea Manuel Gárate, el único acuerdo al interior de las fuerzas golpistas era el de poner fin al “estatismo de la experiencia socialista, pero sin romper del todo con la política económica que conocían desde hace cuarenta años”. Efectivamente, entre los militares predominaba una visión nacionalista en la que el Estado debía tener un activo papel no sólo en la distribución, sino también en la producción de la riqueza91.

88 Moulian, op. cit, 152. También Jocelyn-Holt, op. cit., 312. Estos sueños de grandeza podrían marcar una continuidad entre el Chile de la Unidad Popular y el de la Dictadura Militar. Sin embargo, el proyecto socialista de Salvador Allende, ser el primer país en construir el socialismo en democracia y pluralismo, se planteaba como un proceso lento y planificado desde el Estado, una meta a largo plazo. Por el contrario, el discurso refundacional del Régimen Militar, desde fines de la década del setenta planteó llevar al país aceleradamente al desarrollo y el Primer Mundo. Por otro lado, es necesario subrayar que la épica y la tragedia han sido una constante en la histórica construcción de la identidad chilena. Desde la muerte de Arturo Prat y la Batalla de la Concepción, pasando por el fallecimiento de en Valladolid, el segundo lugar de Manuel Plaza en la maratón de Amsterdam 1928, hasta, el más reciente, rescate de los 33 mineros en la mina San Andrés o las medallas olímpicas de Nicolás Massú en Atenas 2004.Para una visión, tanto de la vía chilena al socialismo como del Golpe de Estado, desde la Guerra Fría véase: Tanya Harmer, Allende’s Chile and the Inter-American Cold War, UNC Press, Chapel Hill, 2011. Riquelme, op. cit, passim. Como plantea Olga Ulianova (“Algunas Reflexiones Sobre la Guerra Fría desde el Fin del Mundo” en Fernando Purcell y Alfredo Riquelme (eds.), Ampliando Miradas. Chile y su historia en un tiempo global, Santiago, RIL, 2009, 235-260.) la Guerra Fría, en tanto discurso global, permitió la inserción simbólica de la sociedad chilena en el mundo globalizado. También Joaquín Fermandois, Mundo y fin de mundo: Chile en la política mundial 1900-2004, Santiago, PUC, 2004, passim. Vilches, “La representación de la Unión Soviética en el Mundial”, 24. 89 La terminología ocupada hace alusión a las interpretaciones históricas de derecha que entienden el Golpe de Estado desde, lo que Steve Stern denomina como, “La memoria heroica”. Op.. cit., 43-76. 90 Garretón, op. cit., 13. 91Gárate, op. cit., 181-187. Véase también Moulian, op. cit., 30-31 y 169-172. Valdivia, op. cit., 168. Tironi, op. cit., 65. Sofía Correa, Consuelo Figueroa, Alfredo Jocelyn-Holt, Claudio Rolle, Manuel Vicuña, Historia del siglo XX chileno, Santiago, Sudamericana, 2001, 296-298. Jaime Ruiz-Tagle, columnista de la revista Mensaje afirmaba, en el Nº 224, que el Estado en Chile tenía un rol económico relevante “no sólo como contralor y planificador sino también como productor de bienes y servicios”. Santiago, noviembre 1973, 520. Este punto también fue enfatizado, a inicios de 1974, por Sergio Molina, “La nueva política económica”, en Mensaje Nº 226, Santiago, enero y febrero 1974, 11-19. De hecho, la Declaración de Principios del Gobierno de Chile, de 1974, no desconocía “la activa y principalísima labor que compete al Estado en el campo económico”. Citado en Javier Balcásar, “Consideraciones la Declaración de Principios del Gobierno de Chile”, en Mensaje Nº 248, Santiago, mayo 1976, 167.

31 Como consecuencia del dominio que el Régimen detentó sobre el campo cultural, surgió en el país una “cultura autoritaria”, caracterizada por la ausencia del debate público, la banalización de la televisión y el reforzamiento de las líneas de autoridad al interior de las instituciones culturales. Al mismo tiempo que la cultura comenzó a perder su vocación de servicio público, el Estado comenzó a desentenderse de su tradicional rol de productor y distribuidor cultural. En el plano de la cultura cotidiana se produjo un retraimiento, acompañado de sentimientos de inseguridad, impotencia, temor y, en el caso de los sectores disidentes, rebeldía 92 . En ese contexto, y por medio de la nueva serie Nosotros los Chilenos, esta vez bajo la conducción de la Editorial Gabriela Mistral (nombre que reemplazó al de Quimantú), el Régimen difundió sin contrapesos lo que Larraín llama las versiones de la identidad chilena “militar racial” y “posmoderna empresarial”. De esta última trataba el prólogo del libro Los pioneros. En él se acusaba que Chile padecía la falta del “empuje realizador”, al tiempo que se afirmaba que “la libertad económica del siglo XIX permitió que muchos particulares desarrollaran un empuje extraordinario”93. En 1975, con la implantación de un tratamiento de shock, los Chicago Boys94 lograron imponer un conjunto de medidas neoliberales, las que finalmente destruirán al anterior Estado de Compromiso. Para frenar la espiral inflacionaria, que se arrastraba desde 1972, se determinó la drástica caída del gasto público, una redefinición de las relaciones laborales a favor del empresariado, y una radical reducción arancelaria que produjo un primer proceso de desindustrialización. Es en este momento cuando se puede empezar a hablar del inicio

92 Dentro de esta estrategia de control del campo cultural, Brunner, Barrios y Catalán destacan la intervención y purga de del sistema escolar y universitario. La supresión de las organizaciones del magisterio. Op. cit., 47- 63. 93 Marinello, op. cit., 18. Como sostiene Larraín (Identidad chilena, 145-157 y 162-171), la versión militar- racial de la identidad chilena que difundió la Dictadura, se articula en torno a tres elementos claves. En primer lugar se le concede a la guerra un rol central en la formación de la identidad nacional. En segundo lugar, el ejército es señalado como anterior a la nación, y por tanto, la institución clave en la construcción identitaria chilena. Esto es nuevo, ya que con anterioridad, ese rol lo tenía el “roto chileno” y no las Fuerzas Armadas. Finalmente, se apela a la existencia de una raza chilena, surgida de la mezcla entre el conquistador godo y el indómito araucano, como elemento aglutinador de la nación. Sobre la divulgación de esta versión de la identidad chilena por la Dictadura véase Jara, loc. cit. 94 Es el nombre con que se conoce a un importante grupo de economistas chilenos, sobre todo de la Universidad Católica, que desde la década del cincuenta hacen sus posgrados en la Universidad de Chicago bajo los preceptos de Milton Friedman. Serán estos economistas los implementen, al imponerse a las corrientes nacionalistas al interior del Régimen, la refundación neoliberal de la Dictadura Militar. Como plantea Cárcamo (op. cit., 96-97.) los Chicago Boys “inscriben en el contexto chileno de los setenta un nuevo orden en el campo de los conocimiento”. De esa manera, “la sociedad de fines de siglo es, predominantemente, la sociedad de los economistas, los hombres técnicos y ya no es más la sociedad de los estadistas portadores de un gran relato emancipatorio de inspiración humanista y social”.

32 de la revolución capitalista chilena. Lo que se liquidó fue el modelo de economía protegida que había existido hasta entonces. Para los monetaristas, la UP solamente había sido la etapa más “extrema de un largo camino de errores económicos aplicados desde los años 30”. Cuando la Dictadura se concibió como un gobierno de metas y no de plazos, su objetivo era asegurar “el fin del antiguo modelo de desarrollo y dejar sentadas las bases de una modernización capitalista sin posibilidades de retorno al pasado”. En definitiva, comenzaba la redefinición radical de la relación entre sociedad y Estado95. Producto de la nueva política comercial, Chile se retiró del Pacto Andino96. No sólo intentaba despedirse de América Latina, sino que buscaba conseguir el desarrollo económico, al contrario que en el pasado, de forma independiente. Estas medidas no se justificaban aduciendo imperativos éticos, sino que se fundamentaban en un saber científico: en la “ciencia económica moderna”97. Con todo, la reorientación de la economía fue acompañada de un discurso ideológico que planteaba “una disyuntiva maniquea entre totalitarismo, significando con ello todo tipo de intervencionismo estatal, y la libertad, encarnada en la economía de libre mercado”. Será el sector privado, y no el Estado, el que a través del mercado tomará el rol protagónico en la asignación de recursos. La libertad económica era naturalizada como condición necesaria para la consecución de la libertad política. Asimismo, el antiguo “énfasis en lo social fue reemplazado por una prioridad en lo individual”. La construcción de un Estado neoliberal obedeció también a necesidades políticas. El que Pinochet se jugase por dar una refundación neoliberal ha sido interpretado como una estrategia para legitimar su dominio al interior de la Junta Militar. Por eso es que entre 1974-76 todo el cuerpo de generales fue reestructurado, dejando libre el camino para la instalación del nuevo modelo económico y social 98 . Junto con lo anterior, una de las

95 Gárate, op. cit., 196-254. Producto de una radical reducción de las barreras arancelarias, una parte de la industria fue incapaz de soportar la política económica iniciada en 1975. Es importante destacar que las transformaciones neoliberales, por su dureza, necesitaban ser instaladas en el marco de una dictadura altamente represiva, desmovilizadora y con un agudo discurso antipolítico. Moulian, op. cit., 89-90. También Jocelyn-Holt, op. cit., 186. 96 Esto se debió a que las normas arancelarias que implicaba el Pacto Andino contradecían la nueva estrategia neoliberal, la cual estableció una “completa y unilateral apertura de flujos comerciales”. Los aranceles chilenos, que antes eran de los más altos del mundo, cayeron todos hasta un 10% en 1979. Asimismo, se eliminaron las barreras para-arancelarias Gárate, op. cit., 204. También Tironi, op. cit., 68. 97 Gárate, op. cit., 205-206. 98 Para la pugna al interior de las Fuerzas Armadas entre posiciones nacionalistas y neoliberales véase Verónica Valdivia, El golpe después del golpe. Leigh vs. Pinochet, Santiago, LOM, 2003.

33 principales operaciones estratégicas fue debilitar la política. Sergio de Castro, Ministro de Economía y luego de Hacienda, consideraba que un crecimiento económico que prescindiera del Estado permitiría desmontar los altos grados de conflictividad social y política que caracterizaron al modelo desarrollista de modernización 99 . Por lo tanto, la estrategia neoliberal se enfocó en la “liberación de precios y mercados, la apertura comercial y financiera al exterior y la reducción” de la participación del Estado en la economía. Se apostaba a que una ciudadanía “satisfecha, pragmática y ocupada en su enriquecimiento personal” se alejaría de los extremismos ideológicos100. En ese sentido, Tomás Moulian argumenta que “la mercantilización trae consigo el espíritu mercantil y este se ajusta, como la mejor estrategia, al individualismo total”.101

El resultado inmediato de las políticas de shock fue la acentuación de la crisis económica, y recién en 1977 se pudo observar un repunte 102 . Al mismo tiempo que importantes recursos públicos comenzaron a ser trasladados al mundo privado y nació el boom de la economía chilena, se inició el adoctrinamiento de la población en las “virtudes” del mercado. Se insistió en que “a la larga los sacrificios valdrían la pena, que este país se modernizaría en un santiamén. Si ahora estábamos bien ¿por qué no muchísimo mejor, mañana?”103. La revolución capitalista, que tenía poco que ver con los antiguos valores de igualdad y justicia social, estaba relacionada, en la perspectiva de Joaquín Lavín, con nuevas formas de “vivir, trabajar, descansar y consumir”. En el nuevo Chile, era el individuo el único encargado de satisfacer sus necesidades. De esa forma, el plebiscito de 1980 estuvo rodeado de una atmósfera triunfalista. Se proyectaba que para fines de la década el país ya sería uno desarrollado. Augusto Pinochet vaticinaba que en 1986 cada trabajador tendría “casa, automóvil y televisor”. En efecto, se estaba produciendo en la

99 No es casual, entonces, que en 1981 Mario Góngora publique el Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX (Santiago, Universitaria, 2003.) La polémica entre el destacado historiador y el filósofo neoliberal Arturo Fontaine se puede consultar entre las páginas 341-163. 100 Tironi, op. cit., 67-82. Véase también Gárate, op. cit., 190-195. 101 Moulian propone que la reorientación de la economía hacia el exterior produjo un tránsito desde una matriz populista a una productivista-consumista. De esa forma se eliminó la base común de intereses, que existía en el desarrollismo, entre empresarios y trabajadores, ya que el “papel tradicional de la distribución de ingresos en el aumento de la demanda global fue reemplazado por la masificación del crédito”. Op. cit., 60- 117. Véase también Brunner, Barrios y Catalán, op. cit., 63. Valdivia, “¡Estamos en guerra!”, 176-177. 102En 1975 el Producto Geográfico Bruto (PGB) cayó abruptamente. El desempleo subió al 16,2%. La inflación bajó modestamente desde un 375% a 340%. Recién en 1976 descendió a 174,3%. La inflexión recién se produjo en 1977, cuando el PGB subió a un 9.9%, la inflación cayó a un 64,5 y la desocupación, todavía alta, descendió al 13,2%. Datos obtenidos en Moulian, op. cit., 198. 103 Jocelyn-Holt, op. cit., 89-90.

34 sociedad chilena una fiebre consumista. Para Lavín, la gran cantidad de bienes suntuarios importados eran la prueba del éxito con que la economía nacional se reintegraba al mundo tras cuarenta años de proteccionismo104. Era a través de la liberalización de la economía que Chile lograba superar su aislamiento geográfico. Sin embargo, y como plantea Jocelyn- Holt, “el neoliberalismo más que nada marketea. Nos dice que vamos a ser todas reinas, esta vez sí. Viejo cuento, que en nuestro país siempre arrasa, más aún si no se está pasando muy bien”. 105

El éxito del modelo no se medía exclusivamente en términos económicos, sino fundamentalmente en su capacidad para cambiar la mentalidad de los chilenos. Para la década del ochenta el Régimen ya habrá dejado de lado el “contenido básicamente defensivo y reactivo” de su fase de instalación, para definirse en torno a su “proyecto de refundación nacional”. Asimismo, es posible identificar una progresiva “concentración y centralización ideológica de los medios de producción del campo cultural”. Aumentó tanto la frecuencia como la amplitud de las “ideologías livianas”, aquellas que no son constitutivas de concepciones de mundo, y la cultura comenzó a ser definida como un acto de consumo. Se produjo una explosión en la compra de televisores, lo que posibilitó que la mayoría de la población se integrara al “mercado de mensajes livianos”. La entrada a la modernidad se daba a través de un horizonte consumista difundido por la publicidad. La sensación de abundancia se acrecentaba con la expansión del parque automotriz y la saturación de bienes importados en las vitrinas de los nuevos centros comerciales y supermercados que se veían cada vez con más frecuencia en la capital.106 La televisión se transformó en el medio predilecto a través del cual socializar la cultura del consumo que caracterizó la refundación neoliberal. La compra del primer televisor por parte de los sectores más pobres era, según la versión oficial, el resultado del esfuerzo y buen comportamiento económico (el ahorro) de los individuos. Para la década del ochenta

104 Lavín, op. cit., 15. 105 Jocelyn-Holt, op. cit., 188-190. Destacado en el original. Véase también Moulian, op. cit., 198-223. Brunner, Barrios y Catalán, op. cit., 81. A pesar del optimismo, y de indicadores macroeconómicos notables, la deuda externa se disparó de US$481 millones en 1977 a US$2600 en 1980. La mayor parte correspondía a consumo privado y no a un aumento productivo. De hecho, el crecimiento económico no era otra cosa que la simple recuperación de la crisis que se arrastraba desde 1972. Asimismo, las tasas de ahorro eran insuficientes y se acumulaba un alto costo social. La cesantía todavía rondaba entre el 16 y el 20%. Incluso el crecimiento económico todavía no superaba el peak logrado, bajo el gobierno de la UP, en 1971. Gárate, op. cit., 221-223. 106 Brunner, Barrios y Catalán, op. cit., 64-68 y 81-84. Larrain, “A treinta años”, 149.

35 se había consolidado la reorientación de la televisión desde su antigua misión cultural y educativa hacia una faceta esencialmente comercial. Los sectores disidentes censuraron continuamente esta nueva faceta, ya que la interpretaban como la expresión más evidente de la pérdida del ethos comunitario. El cambio de rumbo de la televisión se explica por la nueva política de autofinanciamiento que sancionó el Gobierno Militar. En 1983 se calculaba que la televisión chilena transmitía anualmente 23 mil horas, lo que convirtió al país en uno de los diez más televisados del mundo. A esto, entre otras cosas, se refería Lavín cuando postulaba el surgimiento de un “chileno informado”107. Los chilenos podían darse cuenta de que éste no era el mismo país que Alessandri había calificado como demasiado pobre para tener televisión. En resumen, su giro hacia la transmisión exclusiva de ideologías livianas, sumada a su explosiva masificación, hicieron que la televisión tuviera un rol central en la despolitización de la sociedad108. Por otro lado, las reformas sociales, además de tener una orientación económica, también fueron mecanismos de socialización109 o disciplinamiento de la nueva mentalidad que se quería imprimir a la sociedad chilena. Estas reformas, que estaban dentro del plan de las “siete modernizaciones” 110 , buscaban “sustituir la idea de ‘derecho social’ por el concepto de ‘servicio’”, que puede ser transado en el mercado. Con el nuevo sistema de pensiones, dominado por las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), se reemplazó la noción de un “sistema solidario” por uno de “capitalización individual”. Se intentó crear “una identificación de los asalariados con respecto al modelo de libre mercado a partir de la gestación de los fondos de pensiones. Fue así que se comenzó a hablar de una nueva

107 Lavín, op. cit., 18-19. Si en 1970 habían 53 televisores por cada 1000 habitantes, en 1985 la cifra se elevó 145. En 1989 se calculaba que un escolar chileno veía alrededor de 1400 horas de televisión, mientras que asistía entre 800 y 1200 horas a la escuela. Estadísticas tomadas de Brunner, Barrios y Catalán, op. cit., 122. 108 Brunner, Barrios y Catalán, op. cit., 72-75 y 118-125. También Tironi, op. cit., 103-104. Bengoa, op. cit, 1-4. Véase también Claudio Rolle, “1969-1978, De la Televisión Nacional a la televisión nacional”, en Fernando Acuña (ed.), Los primeros 50 años de la televisión chilena, Santiago, Printer, 2007, 72-141. Diego Portales, “1978-1987. Luces y sombras de la televisión chilena de los años 80”, en Acuña (ed.), Los primeros, 142-180. Durán, op. cit., passim. Verónica Valdivia (“¡Estamos en guerra!”, 186-193.) ha mostrado que el programa Cartas sobre la mesa, conducido por el ministro Léniz, actuó como un curso masivo de “orientación y despolitización del consumidor.” 109 Para el concepto de socialización véase Mariano Ben Plotkin, Mañana es San Perón: propaganda, rituales políticos y educación en el régimen peronista (1946-1955), Buenos Aires, Ariel, 1994. 110 Se trato de reformas sociales, entre las que destacan la laboral, de salud, educacional y al sistema de pensiones, que configuraron la política económica chilena de forma permanente. Por una parte privatizaron sectores que, a lo largo del siglo XX, eran deberes sociales del Estado, por la otra, buscaban “desarticular la estructura de las organizaciones sindicales y sociales. Maria Chiara Bianchini, Chile, memorias de la Moneda. La (re)construcción de un símbolo político, España, Ediciones Universidad Autónoma de Madrid, 2012, 175.

36 modalidad de capitalismo popular”. La transformación del sistema de salud, con la creación de las Instituciones de Salud Previsional (ISAPRE), también rompió con “el pilar solidario del modelo anterior del Estado de Compromiso”. Por su parte, la reforma laboral de 1979, que “flexibilizó el mercado del trabajo”, implicó la total subordinación de los trabajadores a las “fuerzas del mercado y al control de sus empleadores”111. Como proponían en 1989 Brunner, Barrios y Catalán, “con la extensión de las relaciones de mercado, el modelo neoliberal masificó las pautas de comportamiento reguladas por el cálculo económico”. Progresivamente la población se incorporó a un “sistema de movilidad individualista basado en un mercado de trabajo libre”, en reemplazo de uno sustentado (como fue hasta el gobierno de la UP) en la capacidad de presión política organizada y colectiva sobre el Estado. En este proceso, un rol crucial le cupo a la masificación del consumo de bienes importados, ya que ellos representaron simbólicamente el acceso a la modernidad. Los organismos intermedios de representación política quedaron sin sentido, ya que su rol de mediación entre los individuos y el Estado fue reemplazado por la integración social a través del mercado112. Por todo lo anterior, es posible plantear como hipótesis que el neoliberalismo, al liquidar el estado desarrollista en que se incubó el proceso revolucionario chileno, fue el núcleo estructural -en términos marxistas- de la contrarrevolución iniciada políticamente por los militares en 1973113. La crisis económica de 1982114 trocó el triunfalismo voceado por los publicistas del Régimen por el desconcierto y la desconfianza sobre “nuestro ficticio milagrito”, la “modernización de escaparate” y el “Chile, alemán, en camino hacia el progreso”. Sin embargo, las Jornadas de Protestas Nacionales que le siguieron, no alteraron en lo medular

111La reforma laboral debilitó a los sindicatos al hacer voluntaria la afiliación del trabajador y al sancionar que el trabajador no afiliado tenía acceso automático a las conquistas sindicales. Además, la negociación colectiva “se realiza atomizadamente”. Para “igualar” el derecho a huelga se consagró el derecho patronal al lock-out. Asimismo, el patrón podía aducir “necesidades de la empresa” en caso de despido del trabajador. Por su parte, la reforma educacional, que significó el traspaso de la educación pública desde el Estado a los municipios, buscó desmovilizar a los estudiantes y profesores. Gárate, op. cit., 255-279. Véase también Tironi, op. cit., 70. Brunner, Barrios y Catalán, op. cit., 79. Valdivia, “¡Estamos en guerra!”, 197. 112 Brunner, Barrios y Catalán, op. cit., 74-75. Eugenio Tironi (op. cit., 72-73.) argumenta que la población, sin canales “para una participación política instrumental”, tuvo que buscar individualmente su adaptación a través del mercado. De esa forma, la “política quedó fuera del horizonte de la sociedad”. 113 Al respecto Carlos Ruiz plantea que el neoliberalismo es, al mismo tiempo, una teoría económica y política. De esa manera, sería un error asociarlo con la libertad, sino que por el contrario, con un objetivo de control social. “El pensamiento político de la derecha chilena”, en Nelly Richard (ed.), Revisar el pasado, criticar el presente, imaginar el futuro, Santiago, ARCIS, 2004, 244. 114 Las causas de la recesión, que serán desarrolladas en el tercer capítulo, pueden revisarse en Gárate, op. cit., 283-307.

37 (aunque podrían haberlo hecho 115 ) la forma del proyecto de refundación capitalista dictatorial, o el rumbo de su institucionalización política. Aunque el desborde que vivió el Régimen lo obligo “a repensar sus controles para ajustarlos a un más complejo contexto histórico”, esto no significó que haya estado al borde del precipicio116. Si bien las protestas introdujeron nuevamente “el principio de la política como uno vigente dentro de la cultura cotidiana de masas”, todavía se encontraban en un plano subordinado e inorgánico117. En efecto, estas movilizaciones no se asemejaron al tipo de movilización colectiva que caracterizó al Chile anterior a 1973, orientadas por la consecución de un proyecto histórico socialista y estructurado en torno a los trabajadores. El sentimiento de impotencia, sumado a la represión, puso fin a las protestas, y en ese contexto, se generalizó “la resignación y el conformismo”, lo que terminó por impulsar, nuevamente, lo que Tironi llama “una adaptación individual” al sistema.118 Apenas fue superada la recesión, el Régimen impulsó la enajenación de los bancos que habían sido intervenidos tras la hecatombe financiera. La Dictadura había subordinado la ortodoxia liberal a favor de la protección del que consideraba el actor histórico por excelencia: el gran empresariado. Terminada la eliminación del “área rara de la economía”, se produjo una segunda etapa de privatizaciones (1985-1987) aún más ambiciosa que la primera, en la cual se liquidó lo que quedaba del gran Estado empresario chileno. En efecto, esta segunda oleada afectó a las llamadas empresas estratégicas del Estado, ya que pertenecían a las áreas consideradas como claves de la economía chilena119. Fue por medio de los inmensos fondos de pensiones, manejados por las AFP, que los grandes grupos económicos privados lograron tomar el control de las empresas que todavía quedaban en control de la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO). Para justificar esta medida se difundió el discurso del “capitalismo popular”, o sea, se arguyó que lo que se

115 Pablo Moscoso, “1983. Historia de un año de protesta”, en Historias del siglo veinte chileno, Santiago, Ediciones B, 2008, 401-464. 116 Pocos meses antes de la crisis, en un viaje a Chile, Milton Friedman había señalado que la recuperación económica de Chile sólo era comparable a la de la Alemania de la posguerra. De ahí la idea del “Chile alemán.” Moulian, op. cit., 261-270. 117 Brunner, Barrios y Catalán, op. cit., 90-94. 118 Tironi plantea que se produce una suerte de “idealización negativa de Pinochet”. Op. cit., 83. 119 Las áreas estratégicas de la economía eran las telecomunicaciones ( Empresa Nacional de Telecomunicaciones, ENTEL y la Compañía Telefónica de Chile, CTC), el transporte aéreo (Línea Aérea Nacional de Chile, LAN-Chile), la producción siderúrgica (Compañía de Acero del Pacífico, CAP), la producción de energía eléctrica (Empresa Nacional de Electricidad) y la producción minera no metálica (Sociedad Química y Minera de Chile, SOQUIMICH). Gárate, op. cit., 312.

38 buscaba era hacer de Chile un “país de propietarios”, ya que en teoría, a través de sus fondos de pensiones, los trabajadores serían los dueños indirectos de estas empresas. Lo que se ocultó fue tanto los inmensos “beneficios que recibirían los verdaderos controladores de las acciones”, como la excesiva concentración de la riqueza que se comenzó a producir120. Todo lo anterior ocurrió en un contexto de crecimiento económico sostenido experimentado desde 1986, que terminó por reafirmar el esquema de desarrollo implantado por la Dictadura. De ese modo, el modelo se transformó, a pesar de su enorme costo social, “en una suerte de ejemplo exitoso para la región”121. Comenzaba a resurgir de esa forma la excepcionalidad chilena, pero ahora fundada en una economía que era un ejemplo por ser “pujante y ganadora”. En 1988, Pinochet lo planteaba en estos términos: “Es la riqueza que da la libertad, porque los países son más libres en la medida que tienen mayor poderío económico. Hoy podemos mirar frente a frente y decir qué pasa, somos libres.”122 Jocelyn-Holt sostiene que la década del ochenta se constituyó como una “época arquitectónica, refundacional” 123 . El éxito de la revolución neoliberal derivó en una incongruencia “cada vez más insostenible entre las tendencias liberalizadoras en lo económico y la persistencia de un régimen autoritario”124. Por ello es que la transición democrática, tras la victoria de la oposición en el Plebiscito de 1988, no debe ser comprendida como un cambio de rumbo, sino que como la consolidación, en democracia, del proyecto neoliberal de la Dictadura125. La Coalición de Partidos por la Democracia, al llamar a la población a participar en el plebiscito, aceptó tácitamente el proyecto político y económico del Régimen. Lo que hizo posible la transición a la democracia fue el agotamiento de la superestructura política (el régimen dictatorial). El modelo neoliberal, instalado en Dictadura, necesitaba entrar en una fase democrática y ser administrado por

120 Tironi, op. cit., 86. Se calcula que un 25% de la compra de las empresas “estratégicas” se hizo con fondos provenientes de las AFP. Gárate, op. cit., 309-314. En 1987, Joaquín Lavín (loc. cit.) argüía que “el capitalismo popular está contribuyendo a la aparición de grandes corporaciones, al estilo norteamericano, en que la propiedad esta diluida entre miles de pequeños accionistas”. Sin embargo, en Chile ocurrió todo lo contrario, sumado a un aumento en la desigualdad social. 121 Gárate, op. cit., 315-316. 122 Las palabras de Pinochet citadas en Jocelyn-Holt, op. cit., 190. También Teresa Cáceres, “Chile país ganador”, en Alejandro Grimson (eds.), Cultura y Neoliberalismo, Buenos Aires, CLACSO, 2007, 213. 123 Ibid., 199. 124 Eugenio Tironi (op. cit., 134-137.) explica que la victoria del NO se produjo, en parte, porque su franja televisiva supo interpretar el deseo de los chilenos de dejar atrás “un prolongado periodo de convulsiones”. En esta argumentación, el NO venció porque su mensaje fue de unidad e identidad nacional. 125 Corvalán, op. cit., 379-380 y 488.

39 civiles, y esto ocurrió cuando ya no había forma de volver al Chile del pasado. La Constitución de 1980 todavía asegura la inamovilidad del modelo económico y la institucionalidad autoritaria. De hecho, las promesas de movilización del Partido Comunista, hechas a fines de la década, chocaron no sólo con la represión del Régimen o la “necesidad de gobernabilidad” de la Concertación, sino que fundamentalmente con un profundo deseo de “normalización”: los chilenos no querían “tener que continuar desempeñando papeles heroicos” 126 . Como ha propuesto Sol Serrano, la transición “terminó cuando la política dejó de ser una fuerza movilizadora, cuando dejó de ser un espacio cultural de congregación. La política hoy es un asunto de profesionales”127. El Chile actual, que emerge tras 17 años de autoritarismo militar, se caracteriza tanto por el “exitismo, la competitividad y la creatividad mercantil”, como por la ausencia de historicidad en la práctica política. Como las categorías de “explotación/alienación han sido eliminadas de la discursividad imperante”, el cambio es “pura expansión y nunca transformación”. El debate por el tipo de sociedad a construir que caracterizó al Chile anterior a Pinochet desapareció, y el neoliberalismo, como visión de mundo, emergió como el orden natural de las cosas128. De ese modo la pobreza se transformó en una cuestión esencialmente técnica, no política, y por lo tanto, entregada exclusivamente a tecnócratas “sin necesidad de contar con la participación de las propias poblaciones objetos en las tareas” de su erradicación129. Asimismo, el actor social que se vuelve hegemónico dentro del discurso de la identidad chilena es el nuevo empresariado, capaz de competir de igual a igual en una economía integrada –liberalizada- al mundo. En 1987, Lavín hablaba del “desarrollo de una mentalidad empresarial entre los jóvenes”. Aseguraba, orgulloso, que el éxito empresarial chileno “trasciende las fronteras, alcanzando un liderazgo en América Latina […]. [S]e forman multinacionales chilenas, la mayoría formada por jóvenes empresarios que han formado filiales” en el extranjero.130

126 Moulian, op. cit., 329-330. 127Las palabras de Sol Serrano en Jocelyn-Holt, op. cit., 199-217. Véase también Azun Candina, “El día interminable. Memoria e instalación del 11 de septiembre de 1973 en Chile (1974-1999), en Elizabeth Jelin (comp.), Las conmemoraciones: Las disputas en las fechas “in-felices”, Madrid, Siglo XXI, 2002, 38. Para una historia de la Constitución del Ochenta Robert Barros, La junta militar. Pinochet y la Constitución de 1980, Santiago, Sudamericana, 2005. 128 Moulian, op. cit., 38-51. Corvalán, op. cit., 489. 129 Brunner, Barrios y Catalán, op. cit., 169-170. 130Lavín, op. cit., 19-24.

40 En democracia, la sociedad chilena se ha caracterizado por su alejamiento de la política. Los procesos de integración, también en el caso de los sectores populares, son mediados por el consumo y ya no por asociaciones cívicas de base. El consumo conspicuo se ha consolidado como signo de status y éxito individual. Esta “integración liviana” que no genera estrategias de “movilidad social” sí permite, en el plano de la construcción de identidades y subjetividades, simbolizar el acceso a la modernidad. De esa manera, se desarrolla un alto grado de individualismo en el cual las oportunidades se encuentran “ligadas al esfuerzo personal, más que a la política” 131. El consumo como elemento de integración y la movilidad social entendida como práctica individual, son elementos que explican, en parte, el proceso de despolitización. Debemos agregar el efecto que tuvo el miedo, generado tanto por la brutalidad de un régimen que no dudó en violar sistemáticamente los Derechos Humanos, como por la permanente inseguridad económica que se vivió durante la década de los ‘80. Lo anterior condujo, como sostiene Eugenio Tironi, al rechazo de todo “aquello que aumentará la incertidumbre, al retraimiento individualista y al refugio en la seguridad de los grupos primarios”132. En el Chile democrático, todavía se observa “un cuidadoso marketing del éxito económico”. El proceso de modernización capitalista de mercado chileno ha sido alabado por las autoridades económicas de las grandes potencias internacionales. Asimismo, se ha destacado la “gran ventaja comparativa” de Chile: su estabilidad; en otras palabras, la consolidación y profundización del Estado neoliberal en democracia. En esa lógica, el Chile ganador, jaguar, puma, líder, desarrollado– en definitiva, “la idea de que somos triunfadores”, pretende generar un “orgullo patriótico”, a través de la idea fuerza de un “Chile admirado”, que identifique a la población con el modelo económico. Tomás Moulian se preguntaba: “¿Qué mejor posicionamiento para una sociedad obsesionada por la grandeza, para un país de un inconfesado nacionalismo, competitivo y exitista?”133. De esa forma, como plantea Jocelyn-Holt, “la modernidad se ha vuelto un punto de llegada

131 Brunner, Barrios y Catalán, op. cit., 188-210. 132 Tironi, op. cit., 76-77. También Moulian, op. cit., 100. Jocelyn-Holt, op. cit., 284-301.Con todo, para 1994 la Organización Mundial de la Salud concluyó que Santiago era la ciudad con más trastornos mentales en el mundo, lo cual está relacionado con el hecho de que, para esa misma época, un millón y medio de familias chilenas poseía algún “tipo de deuda de consumo”. Asimismo, según datos de 1990-92, a pesar de que Chile es el país en que se trabaja más horas en el planeta, más de la mitad de los chilenos reconocían que sus sueldos les alcanzaba “justo para vivir”. 133 Moulian, op. cit., 97-99.

41 hegemónico”. En efecto, en la actualidad existe una “fe doctrinaria” en que “los cambios modernizantes son positivos para todos, para los que están en el poder y de ahí para abajo si el ‘chorreo’ lo permite”134. Sin embargo, como argumenta Moulian, es una modernidad que está clausurada en los límites que plantea el modelo neoliberal, y por lo tanto, paradójicamente, carece de historicidad. Con todo, esta misma modernidad fue también una propuesta identitaria. “Algo así como un manual para dejar de ser aquello que fuimos y nos aterró, y para ser aquello que será bueno ser” 135. En los últimos cuarenta años se han producido importantes cambios en la identidad chilena. En primer lugar, se puede constatar un cambio sustancial desde un discurso desarrollista constituido por un proyecto colectivo y regional de desarrollo y “cuyo horizonte era la igualdad” a uno empresarial que posee una concepción individualista cuya meta “es la libertad y que abraza la apertura total al mundo”. También se puede observar un movimiento desde “una situación en la que Chile se consideraba inserto en un proyecto compartido con América Latina” a una en la que resurge su creencia de ser un país excepcional en el contexto latinoamericano. Los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos y Europa, establecidos durante los Gobiernos de la Concertación, nos demuestran, en los hechos, que ellos son los socios de Chile. Desde la década del ochenta los chilenos creen haber dejado atrás el subdesarrollo, para pertenecer al selecto grupo de países “en vías de desarrollo”. Igualmente, se ha producido un tránsito desde una sociedad que buscaba su reconocimiento a través de la movilización política a una en donde el acceso individual al mercado es el medio predilecto para obtenerlo. Finalmente, la sociedad chilena pasó de ser una “menos desarrollada y más pobre, pero llena de esperanzas y proyectos ideológicos a una más moderna y rica pero más desesperanzada”136. Esta desesperanza probablemente se deba a una distancia cada vez más evidente entre el discurso que nos habla de un Chile moderno y desarrollado, y una realidad que continuamente lo desmiente. Los chilenos, como diría Pedro Güell, no se logran reconocer

134 Jocelyn-Holt, op. cit., 261-263. 135Güell, loc. cit. 136 Larrain, “A treinta años”, 148-156. Del misto autor Identidad chilena, 135.Véase también Claudia Bucciferro, For-get. Identity, Media, and Democracy in Chile, USA, University Press of America, 2012, x. Al respecto George Yúdice propone que las últimas transformaciones económicas y políticas neoliberales han creado, globalmente, un mercado privado en el cual la identidad y la cultura se elaboran en “negociación con ese mercado y no directamente con las instituciones del Estado”. En Solórzano y Rivera, loc. cit.

42 en este “retrato hablado”137. El fútbol ha sido, y todavía es, un espacio privilegiado para ver cómo esa desesperanza se transmuta en frustración colectiva. Es lo que ocurrió en el episodio del Cóndor Rojas en el Maracaná en 1989. Dicho episodio demuestra que el Chile campeón sigue siendo una representación que no encuentra su confirmación en la realidad. El ejercicio que se propone en esta tesis es observar, a través de una historia de la selección chilena de fútbol, cómo el discurso de Chile como un país ganador emergió y alteró, entre 1973 y 1989, la forma en que los chilenos comprenden y se identifican con su nación.

Organización de la tesis Esta historia sobre la identidad chilena durante la Dictadura Militar a través de la selección nacional de fútbol toma la forma de un relato, debido a que la narración constituye un modo de explicación genuino y específico para el pensamiento histórico. Como postuló Paul Ricoeur siguiendo a Roland Barthes, “la narrativa se caracteriza por una condensación de la lógica y la temporalidad”. En consecuencia, una historia en forma de narración, como la que acá se plantea, no sólo pretende describir los acontecimientos y procesos que se produjeron en la sociedad e identidad chilena durante el Gobierno Militar, sino que también es capaz de dar cuenta de la explicación –las causas- de estos procesos o acontecimientos138. Es así como cobra relevancia la visión de la disciplina histórica de Sebastián Plá, para quien lo que hacen los historiadores es significar el pasado de forma normada; en otras palabras, el ejercicio de dar sentido a lo ocurrido en el pasado desde el presente y mirando hacia el futuro bajo reglas de verificación que hacen de la historiografía una disciplina.139

137 Güell, loc. cit. 138 Paul Ricoeur, “Alegatos a favor de la narración”, en Tiempo y narración, volumen I, Madrid, Siglo XXI, 2000, 209-259. Véase también Allan Megill, “Pensar la historia. Relatando el pasado: Descripción”, explicación y narrativa en la historiografía”, en Historia Social, València, Nº 16, 1993, 71-96. 139 Sebastián Plá, Aprender a pensar históricamente, la escritura de la historia en el bachillerato, México, Plaza y Valdés editores, 2005, especialmente 15 y 127. Jerome Bruner (loc. cit.) sugiere que los relatos, al darle sentido a los acontecimientos, construyen las “cosas del mundo real”. La narración tendría una función normalizadora, ya que al condensar en una relato significante pasado, presente y futuro, es capaz de conjurar las “posibilidades corrosivas” del paso del tiempo histórico. Una opinión compartida por Jorn Rüsen (“El desarrollo de la competencia narrativa en el aprendizaje histórico. Una hipótesis ontogenética relativa a la conciencia moral”, en Propuesta Educativa, Buenos Aires, Nº 7 FLACSO, 1992, 27-36.), quien agrega que la conciencia histórica tiene como mecanismo explicativo la narración. Es interesante constatar, entonces, que la conciencia histórica produce en el nivel subjetivo una identidad histórica, que permite que los individuos se inserten dentro de un todo temporal más extenso que el de su propia vida, como es la Nación. De esta forma, la narración es un mecanismo a través del cual las colectividades construyen su identidad. Es por medio de

43 A su vez, esta tesis se estructura en torno a tres capítulos en los que coinciden tres momentos significativos de la historia tanto del fútbol chileno como de la Dictadura Militar. El primer capítulo, “Pequeños pero honorables. Pasando por Moscú, Chile en Alemania 1974”, analiza la forma en que la prensa chilena evaluó la actuación de nuestra selección de fútbol en su enfrentamiento clasificatorio para el Mundial contra su similar de la Unión Soviética, y su posterior actuación en la Copa del Mundo de Alemania 1974. El capítulo propone que existe una correlación entre la positiva valoración que hace la prensa de las actuaciones futbolísticas del seleccionado nacional y la representación discursiva de Chile como un país pobre y periférico. Para 1973-74 el Régimen iniciaba el proceso de Reconstrucción Nacional y se encontraba inmerso en una crisis económica desde 1972 que se extenderá hasta 1975. En esa coyuntura, a la selección se le exigió cumplir con decoro, vergüenza deportiva y lealtad. Como los chilenos se consideraban parte de un país subdesarrollado y periférico, tanto en lo económico como en lo deportivo, la eliminación en primera ronda de su representativo futbolístico en la Copa del Mundo de Alemania 1974 no fue percibida como un fracaso, sino que por el contrario, como un valioso triunfo moral que demostraba el notable progreso del fútbol chileno. El segundo capítulo, titulado “El fútbol en recesión. La selección chilena en la Copa Mundial de España 1982”, se enfoca en el análisis del discurso futbolístico elaborado por la prensa deportiva en torno a la mala actuación del seleccionado chileno en la Copa del Mundo de España 1982. Se analizan tanto las expectativas previas a la participación mundialista como el debate generado por la mala presentación del seleccionado. El capítulo sostiene que, en aquel momento clave, es posible detectar una transición desde la imagen de un Chile pobre y subdesarrollado, a la de un “país ganador”. Las excesivas expectativas en torno a la participación nacional se encontraron mediadas por el discurso triunfalista del Régimen Militar asociado al “boom económico chileno” y el “vamos bien, mañana mejor” de fines de la década del setenta e inicios de los ochenta. Sin embargo, la severa crisis económica, y su correlato futbolístico, revelaron la fragilidad del modelo neoliberal, y también una profunda desconfianza en torno al discurso gubernamental. En efecto, todavía existía un discurso, más cercano al desarrollismo, que era crítico de la sociedad que estaba los relatos que las naciones logran hacer comprensible, dentro de una identidad continua, los enormes cambios que han experimentado a lo largo del tiempo, lo cual es fundamental para asegurar su existencia histórica.

44 construyendo el Gobierno Militar. Con todo, en el país nadie se resignó, como en 1974, frente a la explicación de que el fracaso deportivo haya sido la consecuencia del verdadero nivel del fútbol chileno; de esa forma, existió una fuerte crítica (a diferencia de lo que aconteció ocho años antes) al planteamiento defensivo del equipo chileno. El tercer capítulo, “Un triunfalismo explosivo. Desde el exitismo en la Copa América a la llama del Maracaná”, explora la representación identitaria que surge con motivo de la actuación del seleccionado chileno en la Copa América de 1987 y el proceso eliminatorio para el Mundial de Italia 1990. En esta coyuntura es posible identificar claramente la consolidación en la sociedad chilena del discurso dictatorial de Chile como un país ganador, pujante y desarrollado. En un contexto marcado tanto por la consolidación del proyecto refundacional de la Dictadura, como por el crecimiento económico sostenido que experimenta el país desde 1986, al equipo chileno se le exigió un fútbol victorioso. Nos encontramos con un país en donde no hay lugar para los triunfos morales, y el fair play era sinónimo de la “otrora ingenuidad” del futbolista criollo. Por el contrario, se loaba (mayoritariamente) la nueva “viveza” y vehemencia del fútbol chileno, el cual ya no se dejaba pasar a llevar por los rivales extranjeros. Sin embargo, el engaño ejecutado por el 3 de septiembre de 1989 en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, cuando para conseguir la clasificación a la Copa del Mundo simuló haber sido golpeado por una bengala lanzada por la hinchada brasileña, revela que el discurso del Chile triunfador, moderno y desarrollado, no se condecía con la realidad deportiva del país, ya que para lograr lo que nunca antes nadie había logrado (eliminar a Brasil de una Copa del Mundo), se tuvo que recurrir a la trampa más antideportiva en la historia del fútbol nacional. Con la explosión de la bengala nació el fútbol chileno actual, y su luz ilumina, hasta el día de hoy, los límites del discurso del Chile ganador.

45 46 2. Pequeños pero honorables. Pasando por Moscú, Chile en Alemania 1974.

Este capítulo analiza y reconstruye el relato desarrollado por la prensa deportiva chilena sobre los partidos disputados por la selección de fútbol ante su similar de la Unión Soviética, en el marco de las eliminatorias de la Copa del mundo de Alemania 1974. También abarca la posterior actuación nacional en dicho Mundial. El objetivo de esta sección es caracterizar, a través de una narración de la participación de la selección, la concepción del fútbol que existía en el Chile de la época. ¿Con qué criterios se lo juzga? ¿Bajo qué concepción del mundo se lo encuadra?140 El presente capítulo sostiene que existe una correlación entre la positiva valoración que hace la prensa de las actuaciones futbolísticas del seleccionado nacional y las versiones de la identidad chilena imperantes en 1973 y 1974, las cuales representaban al país como pobre, aislado y subdesarrollado141. En consonancia con esas representaciones, la prensa mostró la competencia deportiva, en que se enfrentó a rivales europeos, como una lucha entre David y Goliat. De esa manera, un resultado deportivo mediocre (la eliminación nacional en primera ronda de la Copa del Mundo) fue caracterizado como una actuación decorosa y digna, reflejo de un notable progreso del fútbol en un país pobre como Chile, ya que la actuación del seleccionado nacional superó las expectativas de la prensa. El limitado optimismo se relacionaba con elementos deportivos e identitarios, tanto de corta como de mediana duración, ligados recíprocamente. En términos deportivos, y aunque a nivel sudamericano se habían logrado importantes victorias142 , se consideraba que el fútbol chileno estaba en una posición de evidente inferioridad frente al deporte europeo. De esta manera, el periodismo presentaba al país con los rasgos del atraso y el subdesarrollo,

140 Bourdieu, loc. cit. Korstanje, loc. cit. De esa forma, nos enfocaremos en identificar la concepción del fútbol, en este caso, “los criterios con que se le juzga, en la visión del mundo en que se le enmarca” E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, loc. cit. 141 Acerca de las versiones de la identidad chilena véase Larraín, Identidad chilena, 139-210. Para las versiones de la identidad chilena que eran hegemónicas en la época Larraín, “A treinta años". Correa, Figueroa, Jocelyn-Holt, Rolle y Vicuña han señalado (op. cit., 291), para los años de la instalación de la dictadura chilena, que la pobreza del país “seguía siendo la misma, si es que no un poco menor, que la que tradicionalmente había hecho de Chile un país subdesarrollado”. 142 Como lograr el subcampeonato de la Copa Libertadores de América por Colo-Colo en 1973. Una narración detallada de este episodio Luis Urrutia O´Nell, Colo Colo 1973. El equipo que retraso el golpe, Santiago, Ediciones B, 2012.

47 no obstante su idiosincrasia honorable. Dicha imagen se vio exacerbada por la crisis política, social y económica más grande experimentada por nuestro país. No es trivial que entre 1973 y 1974 se haya desatado la etapa más cruenta y masiva del Terrorismo de Estado instaurado por la Dictadura Militar. Como propone Jorge Larraín, se experimentó una profunda crisis en el plano de la identidad nacional, ya que un grupo muy importante de chilenos (perseguidos, torturados, exiliados, asesinados o desaparecidos) no era reconocido como parte de la comunidad nacional143. En dicho marco, la actuación de la selección, más allá de los resultados, debía servir para reconstruir la cohesión nacional. No obstante, es necesario subrayar que la representación de Chile como país pequeño y rezagado antecede, con mucho, a la instalación de la Dictadura. La evaluación de la selección chilena también se veía influenciada por la hegemonía de una conceptualización desarrollista del deporte, la que se remontaba a la década de 1940. Bajo este discurso, el progreso del deporte era entendido como un proceso de largo plazo. Implicaba un “esfuerzo interno colectivo, planificado y posible de ser verificado a través de indicadores objetivos, cuantificables y medibles” 144 que, algún día, llevarían al fútbol chileno al nivel de los países desarrollados. Desde esta perspectiva, tanto las eliminatorias como el Mundial aparecían como un examen que iba a medir el verdadero estado del fútbol chileno. Más allá de las excepcionales condiciones en que se encontraba el país, las cuales pedían algún tipo de triunfo que apuntalara la unidad nacional, no había espacio ni para un excesivo triunfalismo ni para un derrotismo extremo. Asimismo, este discurso desarrollista tenía un alto componente ético. El éxito, en términos deportivos, “no era necesariamente ser un campeón, sino tener algún valor merecedor de ser imitado”145 . Bajo este prisma, los triunfos morales, como los que se narran en este capítulo, efectivamente eran conquistas significativas. De esa manera, si en el plano de la identidad nacional se pensaba que Chile era –parafraseando a Condorito– un país pobre pero honrado, en el deporte los chilenos podían no ser campeones, pero sí eran

143 Larraín, “A treinta años”, 143-145. De hecho, como propone Steve Stern (loc. cit.), al menos, hasta los años noventa, el país se encontró ante una “cultura de impasse de la memoria” relativa a la violación de los Derechos Humanos. . Sobre la crisis económica, Tomás Moulian destaca que entre 1974 y 1975 el desempleo en Chile subió desde el 9,7% al 16,2%. Op. cit., 198-201. También Gárate, op. cit., 188. 144 Aunque Eduardo y Luis Santa Cruz (op. cit., 9-10) proponeb estas características para la prensa deportiva chilena entre 1940 y 1962, postulo, en este capítulo, que ellas estaban absolutamente vigentes para 1973 y 1974. Sobre todo, porque todavía entre 1973-1974, el proyecto desarrollista se encontraba vigente en Chile. También E. Santa Cruz, “Fútbol y nacionalismo de mercado”, 202. 145E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, op. cit., 107-125.

48 dignos, y por ende, buenos deportistas. Eso significaba regirse por el caballeroso código del fair play 146 . Todos los elementos discursivos mencionados serán los ingredientes del sentido que la prensa deportiva nacional construirá en torno al partido con la Unión Soviética y la posterior participación en la Copa del Mundo.

Pobres pero honrados. El camino hacia Alemania pasa por Moscú. El 11 de septiembre de 1973 a las 18.00 horas, la selección chilena de fútbol, encabezada por Luis Álamos, debía emprender el viaje que la llevaría hacia Moscú a disputar con el seleccionado local un cupo para el Campeonato Mundial de Alemania Occidental de 1974. Tras eliminar a Perú por el grupo 3 de Sudamérica, la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), en una “arbitraria e insólita decisión”, había obligado a Chile a disputar su clasificación con los soviéticos, vencedores del grupo 9 de la zona europea147. Días antes de la partida, la embajada de la Unión Soviética en Santiago había agasajado al plantel con una afectuosa cena. No era para menos: el Chile de la Unidad Popular era, para sus furibundos detractores, “el niño mimado de los rusos”148. En los días previos al viaje, el seleccionado se había preparado para soportar, aunque no igualar, el poderío físico y atlético de los soviéticos, ya que no se esperaba que un equipo

146 Julio Frydenberg (op. cit., 286.) define el fair play como una moralidad, apropiada desde la figura del gentleman inglés del siglo XVIII y XIX, que ponderaba la resistencia al dolor, “las actitudes leales y caballerescas” tanto hacia los compañeros como ante los adversarios, y “cultivar el esfuerzo, la disciplina, el respeto al reglamento y a las tradiciones”. El fair play, en la Argentina de las primeras tres décadas del siglo XX, fue parte de la narrativa oficial del fútbol. Sin embargo, dicho código fue subvertido por el acelerado y masivo proceso de apropiación del fútbol que hicieron los sectores populares, quienes introdujeron nuevos valores a la práctica futbolística. Historia social del fútbol, 286. Para una visión crítica del fair play como parte del aparato ideológico de la burguesía capitalista Pierre Laguillaumie, “Para una crítica fundamental del deporte”, en “Partisans”. Deporte, cultura y represión, Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 1978, 48-49. 147 “Esta tarde parte la selección”, El Mercurio de Santiago, 11 de septiembre 1973, 7. Aunque desde un inicio estaba contemplado que el ganador del grupo 3 sudamericano, que originalmente estaba formado por Chile, Perú y Venezuela, jugara un repechaje con el vencedor del grupo 9 europeo, en Chile fue considerada como una decisión arbitraria y sin precedentes. Ercilla Nº 1992, Santiago 3 al 9 de octubre 1973, 63-65. El Sur, Concepción, 15 de septiembre 1973, 9. El Mercurio de Santiago, 8 de noviembre 1973, 3. Venezuela desistió de participar en las eliminatorias mundialistas, quedando el grupo 3 conformado solamente por chilenos y peruanos. En el encuentro en Lima el cuadro local venció 2-0. En la revancha, la selección chilena venció por el mismo marcador, obligando a un partido de definición en el Estadio Centenario de Montevideo, en el que venció el cuadro chileno 2-1. Por su parte, la Unión Soviética había eliminado a Irlanda y Francia. 148La cita textual es de una agencia periodística de Alemania Federal y transcrita en Qué Pasa Nº 128, Santiago, 4 de octubre 1973. Esta idea también la desarrolla Axel Pickett, El partido de los valientes: Moscú, 26 de septiembre, 1973, URSS 0-Chile 0, Santiago, Aguilar, 2003, passim.

49 de baja estatura149 fuese a golpear y a levantar la pelota frente a un cuadro “integrado por jugadores corpulentos y de un estado físico impecable” 150 . Leonardo Véliz, puntero izquierdo de Colo-Colo y de la selección, agregaba que había que “jugar de chico a grande”151. A pesar de que se decía que se viajaba “sin complejos ni temores”, el diario El Austral de Temuco manifestaba que entre el periodismo especializado existía “pesimismo y algunos abiertamente creen que Chile será vencido por Unión Soviética”152. Sin embargo, el 11 de septiembre de 1973 el viaje tuvo que ser suspendido, ya que los únicos aviones que despegaron de suelo chileno fueron los Hawker Hunter de la Fuerza Aérea Chilena (FACH) que bombardearon La Moneda. Un complot urdido por militares y civiles, que había comenzado temprano en Valparaíso y rápidamente se extendió a Santiago, derrocaría al tambaleante pero democrático gobierno de la Unidad Popular. Mientras el palacio presidencial, símbolo de la excepcional democracia chilena, ardía en llamas y sus imágenes asombraban al mundo por su brutalidad, el Presidente Salvador Allende puso fin a su vida. De esa forma, las Fuerzas Armadas tomaron el Mando Supremo de la nación y formaron una Junta de Gobierno encabezada por sus comandantes en jefe y el general director de Carabineros. Ese mismo día, la Junta Militar advirtió que quienes se opusieran al “nuevo Gobierno deberán atenerse a las consecuencias”153. Efectivamente, los trabajadores y pobladores que intentaron una heroica resistencia, se enfrentaron con “armas improvisadas” al “poder bélico de un implacable ejército moderno” que no tuvo reparos en atacar a su propio pueblo, incluso con “tanques y helicópteros artillados”. Aunque la Dictadura se había consolidado en menos de una semana, “la matanza recién comenzaba”, y fueron muchas las víctimas que cayeron producto de las delaciones de “colegas o vecinos”154.

149 Luis Álamos había comentado a la revista Placar de Brasil que y con su 1,68 metros de estatura representaban “al hombre chileno común”. Estadio Nº 1571, Santiago, 4 de septiembre 1973, 19. Años después, el mismo Álamos argumentaría en un libro autobiográfico que para ir a jugar a Europa, los equipos sudamericanos se preparan “especialmente, porque estamos conscientes de que el medio europeo es más fuerte y su juego tiene un ritmo que requiere una preparación especial para nivelarlos.” El hombre y el fútbol, Santiago, s.n., 1988, 45. 150 El Austral, Temuco 11 de septiembre 1973, 16. 151 Estadio Nº 1571, 66 y Nº 1572, Santiago 11 de septiembre 1973, 8. 152 El Austral, Temuco, 11 de septiembre 1973, 16. Estadio Nº 1571, 14-15. 153 Junta de Gobierno de las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile, Bando Nº 7, 11 de septiembre de 1973, en Garretón, op. cit., 62-63. 154 Winn, Tejedores de la revolución, 325-327. Véase también Correa, Historia del siglo XX chileno, 274- 276. Mario Garcés y Sebastián Leiva, El Golpe en La Legua, Santiago, LOM, 2005. Julio Pinto, Cuando

50 La dictadura instauró en la sociedad chilena el terrorismo de Estado. Como sostiene Steve Stern, a partir de las estimaciones “más bajas posibles”, los asesinados o desaparecidos “por agentes del Estado ascienden a unos 3.000 [y] las víctimas de tortura llegan a decenas de miles”. A su vez, existen más de 82.000 arrestos políticos documentados, mientras que “el flujo de exiliados alcanza unos 200.000” 155 . Efectivamente, el proyecto dictatorial contemplaba lo que Stern denomina como “policidio”, un esfuerzo planificado “para destruir del todo –y permanentemente- las maneras de hacer y de pensar la política que habían llegado a caracterizar a Chile”. En su reemplazo, a través de la construcción de “un régimen de miedo y violencia sistemática”, se buscó instalar “una forma de gobierno tecnocrático y autoritario” 156 . De esa forma, la “demagogia” y la “inútil retórica política” serían desterradas definitivamente. En esa visión, “la severidad” con la que estaban actuando las Fuerzas Armadas demostraba que eran conscientes de “su papel de conductores de una nación que no los tenía”157. Sin embargo, bajo la defensa del autoritarismo, se manifestaba el deseo de resarcimiento de las clases poseedoras en contra de los trabajadores y campesinos que se habían apropiado de fábricas y campos. En definitiva, bajo lo que consideraban el desgobierno de la Unidad Popular, los

hicimos historia. La experiencia de la Unidad Popular, Santiago, LOM, 2005. En el Bando Nº 35 (18 de septiembre 1973), la Junta de Gobierno manifestó “su profundo reconocimiento a la ciudadanía por el gran espíritu de responsabilidad demostrado al denunciar a los extremistas”. En Garretón, op. cit., 87-88. 155 Stern, (op. cit., 24.) sostiene que desde una perspectiva “conservadora” se pueden calcular que “los muertos y desaparecidos por agentes del Estado oscilan entre 3500 y 4500, y para las detenciones políticas, entre 150.000 y 200.000”. De hecho, a partir de lo que considera como “cálculos creíbles” los casos de tortura “sobrepasan los 100.000 y sobre exiliaos alcanzan los 400.000”. Sus cálculos los fundamenta, entre otras fuentes, en Comisión Chilena de Derechos Humanos, Nunca más en Chile: síntesis corregida y actualizada del Informe Rettig, Santiago, LOM, 1999. Carmen Norambuena Carrasco, “Exilio y retorno: Chile 1973- 1994”, en Mario Garcés (ed.), Memoria para un nuevo siglo: Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX, Santiago, LOM, 2000. Véase también Comisión Nacional sobre la Prisión Política y Tortura, Informe de la Comisión Nacional sobre la Prisión Política y Tortura, Santiago, La Comisión, 2005. Eugenio Ahumada, Rodrigo Atria, Javier Luis Egaña, Augusto Góngora, Carmen Quesney, Gustavo Saball, Gustavo Villalobos, Chile. La memoria prohibida, Santiago, Pehuén, 1989. 156 Stern, op. cit., 69. Como se sostiene en Historia del siglo XX chileno, 276. con la brutalidad del Golpe se buscó destruir la institucionalidad que había permitido la gestación, desarrollo y maduración del proceso revolucionario chileno. Véase también Gaudichaud, op. cit., passim. Heidi Tinsman, La tierra para el que la trabaja. Género, sexualidad y movimientos campesinos en la Reforma Agraria chilena, Santiago, LOM, 2009, 301-310. Desde la perspectiva de la cultura popular, con énfasis en los procesos de asociatividad generados por la práctica del fútbol amateur, Elsey, loc. cit. 157 El Mercurio de Santiago, 16 de septiembre 1973, 9.

51 rotos habían estado a punto de tomarse el país, y debían ser ejemplarmente castigados por intentar subvertir las jerarquías sociales158. Al mismo tiempo que se estaban violando los Derechos Humanos de miles de chilenos, el Régimen “proclamaba una y otra vez que el compromiso de la Junta no era otro que restaurar la chilenidad, la justicia y la institucionalidad quebrantadas”159. En el Bando Nº 5, difundido inmediatamente después de haber sido depuesto Salvador Allende, el nuevo gobierno manifestó que “Chile se encuentra en un proceso de destrucción sistemática e integral de estos elementos constitutivos de su ser por efecto de la intromisión de una ideología dogmática y excluyente, inspirada en los principios foráneos del marxismo- leninismo”. Se argüía que el derrocamiento de un “gobierno ilegítimo, inmoral y no representativo del sentir nacional” no era más que “el deber moral que la Patria” le había impuesto a “las Fuerzas Armadas”. La Unidad Popular, al fomentar “artificialmente una lucha de clases estéril”, no sólo había puesto “en peligro la seguridad interna y externa del país”, sino que también estaba quebrando “la unidad nacional”. De esa forma, el propósito de la intervención militar era “restablecer la normalidad económica y social del país, la paz, tranquilidad y seguridad perdidas”160. Como sostienen Manuel Antonio, Roberto y Carmen Garretón, la función informativa de los bandos “es siempre propagandística, es decir, no pretenden dar cuenta de la realidad sino interpretarla”.161 El nuevo régimen, que en su fase de instalación careció de una identidad más allá de la que emergía en oposición a la Unidad Popular, se planteó además como un gobierno de restauración y recuperación de los valores más anhelados de la tradicional sociedad chilena, los cuales habían estado en peligro por la amenaza de “los comunistas y sus aliados”162. De

158 Winn, Tejedores de la revolución., 305-310. Garretón, op. cit., 10. Sobre las tomas de fundos durante la Reforma Agraria de Frei y Allende Tinsman, loc. cit. 159 Correa, Historia del siglo XX chileno, 283-284. 160 Junta de Gobierno, Bando Nº 5, 11 de septiembre de 1973, en Garretón, op. cit., 59-63. Véase también El Mercurio de Santiago, 16 de septiembre 1973, 9. 161 Garretón, op. cit., 15-19. Con los bandos se buscaba “justificar y dar sentido” a la intervención militar. Esta “ideología de emergencia” tiene tres elementos principales. En primer lugar, las Fuerzas Armadas se autoatribuyen una “misión por encima del Estado que queda sometida a sus propias determinaciones.” En segundo lugar, se responsabiliza única y exclusivamente al gobierno depuesto, y su ideología marxista, de la “crisis que amenaza la sobrevivencia misma del Estado y la nacionalidad. En otras palabras, reproducen el discurso de la oposición a Allende, de forma que los militares se constituyen como los “portavoces de una determinada opción política y” exacerban “la polarización que decían superar. Por último, “toda la acción de la Junta Militar” se legitima “en nombre de la misión” que se autoasignaron. De modo, que el “único límite de su permanencia en el poder” es la restauración de “la institucionalidad quebrantada”. 162 “Unidad nacional y regionalismo”, en El Mercurio de Santiago, 16 de septiembre 1973, 9.

52 esa manera, la Dictadura se dedicó a la eliminación de todo disenso público en el país: en nombre de la reconstrucción nacional se estableció el estado de sitio y se instaló el toque de queda; el Congreso fue clausurado y los partidos de izquierda proscritos; se quemaron los registros electorales, se suspendieron las elecciones sindicales. Las universidades, en pleno proceso de Reforma Universitaria, fueron intervenidas y purgadas por rectores militares. La prensa fue objeto de una férrea censura. Sólo se permitió circular a medios adictos al régimen, y todas las publicaciones debían ser visadas antes de su publicación. Por ejemplo, el Bando Nº 12 advertía a la prensa “que cualquiera información dada al público y no confirmada por la Junta de Gobierno Militar, determinará la inmediata intervención de la respectiva Empresa”163. De esa manera, las Fuerzas Armadas instauraron una Dictadura que ponía fin a cuatro décadas de una “ejemplar” trayectoria democrática e institucional chilena164. El Golpe de Estado y la posterior Dictadura, sin lugar a dudas, desestabilizaron profundamente el relato identitario que afirmaba que Chile, durante gran parte del siglo XX, había sido capaz de resolver sus diferencias políticas sin la necesidad de intervenciones militares ni derramamiento de sangre. Con todo, para un sector poderoso (aunque no mayoritario), esa crisis había comenzado con la llegada de la Unidad Popular al gobierno en 1970. Para ellos la acción de las Fuerzas Armadas fue un “Pronunciamiento Militar” en defensa del orden, la libertad y la democracia chilena165. En otras palabras, para estos sectores se estaba salvando el alma de la patria de la corrupción; el experimento socialista era definido como uno “ajeno a la idiosincrasia nacional”, y por lo tanto, había llevado hasta el despeñadero “los tradicionales valores” del país.166 En ese sentido es que Augusto Pinochet, comandante en jefe del Ejército, arguyó que “un deber patriótico impulsó a las Fuerzas Armadas para sacar al país del caos en que lo estaba precipitando el Gobierno de Salvador Allende”. Gustavo Leigh, comandante en jefe de la FACH, agregaba que los militares se habían visto “triste y dolorosamente” obligados, producto del “cáncer marxista que nos llevó a un descalabro económico, moral y social”, a romper con su tradicional carácter no deliberativo, de subordinación y acatamiento al poder

163 En Garretón, op cit., 66. 164 Correa, Historia del siglo XX chileno, 280. Barros, op. cit., 26. 165 Para la diferencia ideológica entre Golpe de Estado y Pronunciamiento Militar véase Stern, op. cit., 43-72. También Candina, op. cit., 15. 166 Bianchini, op. cit., 121-122.

53 civil167. En este relato, la intervención militar había salvado “a la democracia chilena del hundimiento definitivo en una dictadura marxista”168. En ese sentido, se afirmaba que el país caminaba “por la senda que lleva al reencuentro con la nacionalidad […]. [S]in austeridad, disciplina y trabajo nunca se saldrá del estado de subdesarrollo trágico a que llegamos”169. Para El Austral de Temuco, “Chile estuvo a punto de morir como expresión de lo que siempre ha sido: libertad, cultura y tolerancia.” El Pronunciamiento había salvado a un país en donde sus “hombres eran capaces de discutir de política, religión o fútbol alrededor de una mesa cordial y bien servida”. El “Chile cordial y abierto al extranjero” estaba “recuperando su modo de ser […], no habrá vencedores ni vencidos, solamente chilenos. Chile está vivo. ¡Viva Chile!”.170 Tras el Golpe de Estado, los dirigentes del fútbol chileno temían que la Junta de Gobierno no permitiera el viaje del seleccionado a Moscú. Las fronteras estaban cerradas y los vuelos civiles suspendidos. Para convencer a las autoridades, Francisco Fluxá y el Almirante (R) Carlos Chubretovic, Presidente y Vicepresidente de la Asociación Central de Fútbol (ACF) respectivamente171, presentaron la participación de Chile en la eliminatoria intercontinental como una forma de mostrar que el país vivía en “normalidad”, rebatiéndose así las censuras que desde el extranjero se hacían en contra del brutal “Pronunciamiento Militar”172. De esa manera, y gracias a las gestiones de Chubretovic ante el Ministro de Relaciones Exteriores, Contralmirante Ismael Huerta, el 17 de septiembre la selección comenzaba su viaje rumbo a Moscú, en el primer vuelo civil post-Golpe. Dado el

167 El Mercurio de Santiago, 13 de septiembre 1973, 12. 168 El Mercurio de Santiago, 14 de septiembre 1973, 1. 169 El Sur, Concepción, 22 de septiembre 1973, 3. También 19 de septiembre, 7. 170 El Austral, Temuco, 9 de octubre 1973, 3. 171 Hasta febrero de 1973, y en su calidad de comandante en jefe de la zona, Chubretovic fue presidente del Club de Deportes Naval de de la Armada de Chile. Tras su paso a retiro se integró a la lista, por la presidencia de la ACF, que encabezaba el dirigente de Unión Española Francisco Fluxá, lista que logró, con el apoyo de los equipos de la zona sur de Chile, la dirección de la ACF. Tras el Golpe de Estado Chubretovic pasó a representar, de hecho, a la Junta de Gobierno dentro del directorio del fútbol profesional, lo que fue utilizado por Fluxá como mecanismo para mantener su cargo de presidente, en un contexto de masivas intervenciones gubernamentales en las organizaciones tanto deportivas, como universitarias y sindicales. Matamala, Goles y autogoles, 70-71. Sobre la intervención gubernamental en los clubes deportivos amateurs véase Elsey, op. cit., 242-253. 172 Al respecto Ángela Vergara, “El reportaje a Chile” en Claudio Rolle (coord.), 1973. La vida cotidiana de un año crucial, Santiago, Planeta, 2003, 31-57.

54 “momento crucial que vivía el país”, los jugadores se embarcaron “con lógica tensión”173. El nerviosismo se acrecentaría cuando el plantel supo en Zurich, en una de las escalas, que la Unión Soviética había roto relaciones con el nuevo régimen chileno174; sin embargo, en el relato de la prensa había roto no sólo con la Junta Militar, sino con Chile175. El Austral señalaba que esta ruptura se llevaba a cabo justo en momentos en que la Junta de Gobierno expresaba “amistosamente” sus deseos de mantener las relaciones existentes con la URSS. Sin embargo, la decisión de la Unión Soviética demostraba que “nunca ha sido amiga del pueblo de Chile”176. De hecho, “probaba” la estrecha relación que había existido con el Gobierno de Allende, ya que las relaciones “estaban condicionadas a la existencia de un gobierno aliado y obediente […]. Chile fue usado con fines propagandísticos para los objetivos expansionistas de la Unión Soviética”177. Para la prensa chilena el rompimiento de relaciones le dio un contenido evidentemente político y extradeportivo al choque futbolístico, y desde ese mismo instante se comenzó a dudar que la selección soviética viniese a jugar el partido de revancha en Santiago. En ese tenso momento, argumentaron los medios, salió a relucir toda la madurez dirigencial de Francisco Fluxá, quien, desoyendo a los que aconsejaban no dirigirse a “un país hostil”, determinó “IR DE TODOS MODOS A MOSCÚ. Jugar el partido oficial para demostrar que los chilenos cumplimos con la palabra empeñada” 178 . En efecto, “Chile cumplirá su compromiso. Si los soviéticos no vienen a Santiago el problema es de ellos”179. Aunque la suspensión de relaciones no impidió la realización del partido, sí implicó la determinación de no retransmitir ni televisiva ni radialmente el partido hacia Latinoamérica. La medida “privó a millones de chilenos de disfrutar de la presentación del cuadro nuestro”. El Austral argüía que la Unión Soviética “de gran potencia devino en niño

173 Picket, op. cit., 62-74. El Mercurio de Santiago, 17 de septiembre 1973, 5. También 6 de noviembre, 5. Qué Pasa Nº 135, Santiago 23 de noviembre 1973, 36-37. Estadio Nº 1575, Santiago 16 de octubre 1973, 34- 38. 174 Estadio Nº 1575, 34-38 175 Pérez, op. cit., 4. 176 El Austral, Temuco, 22 de septiembre 1973, 1. 177 El Mercurio de Santiago, 26 de septiembre 1973, 3. Véase también El Sur, Concepción, 23 de septiembre 1973, 12. Hernán Millas, “Las razones del Kremlin para cortar relaciones” en Ercilla Nº 1992, Santiago, 3 al 9 de octubre 1973, 10. 178 El relato es de Hugo Gasc, periodista de El Mercurio de Santiago que fue el único en acompañar a la delegación chilena en Moscú. 3 de noviembre 1973, 7. Las mayúsculas son del original. 179 El Austral, Temuco, 26 de septiembre 1973, 12. Véase también El Sur, Concepción, 23 de septiembre 1973, 12. Ercilla Nº 1992, 63-65.

55 chico” y que, producto del cambio de régimen en Chile, “Rusia se ‘picó’ y quiso quitarle al pueblo chileno lo que le gusta ahora que sabe que el fútbol es millones de veces más popular que el comunismo en nuestro país”180. Si bien Fluxá lamentó la decisión de no retransmitir el encuentro, aseguró que en la revancha en Santiago la televisión chilena sí iba a retransmitir el partido.181 Si Chile llegó a Moscú fue gracias al valiente papel jugado por toda la delegación182, ya que experimentaron en carne propia la hostilidad soviética en contra del país, en lo que era una especie de guerra psicológica que buscaba ablandar al equipo. En el aeropuerto de Moscú no dejaban entrar al país a Elías Figueroa, a Alfredo Asfura, dirigente chileno, ni a Hugo Gasc, periodista de El Mercurio. Este último relató que “ahora todo era distinto, porque el ‘hermano mayor’ ya no nos consideraba de la familia”183. Los retenidos, quienes después de algunas horas lograron ingresar al país, meditaban sobre la nula calidad humana de los dirigentes soviéticos, los cuales estaban demostrando una “increíble carencia de sentido de hospitalidad. Propio de una organización que impera en un país tan opuesto a Chile”184. Los soviéticos “no podían creer que los chilenos hubiésemos sido tan valientes de haber viajado a Moscú […]. Pero Chile andaba en Europa cumpliendo compromisos deportivos”185. La hostilidad contra la delegación, se señaló, no era más que la represalia de “un sistema que se autodenomina popular, contra un pronunciamiento militar perfectamente válido al materializar la voluntad inmensamente mayoritaria del pueblo de Chile, que nunca aceptó la implantación de una Dictadura”186. Antes del vital partido, Luis Álamos anunciaba un planteamiento predominantemente defensivo y especulativo 187 . ¿Qué tan poderoso era, en la percepción chilena, el seleccionado soviético? Desde que la URSS jugara su primer Mundial en Suecia 1958, había estado presente en todos, incluyendo el de México 1970. Su mejor actuación había

180 El Austral, Temuco, 26 de septiembre 1973, 6 y 12. El Mercurio de Santiago, 23 de septiembre 1973, 43. 181 El Sur, Concepción, 23 de septiembre 1973, 12. Véase también Ercilla Nº 1992, 63-65. Sobre la petición soviética de llevar el partido de Moscú a terreno neutral, para hacer lo mismo con la revancha El Mercurio de Santiago, 24 septiembre 1973, 5. 182 El Sur, Concepción, 6 de noviembre 1973, 5. 183 El Mercurio de Santiago, 9 de octubre 1973, 7. 184 El Austral, Temuco, 29 de septiembre 1973, 4. El Mercurio de Santiago, 5 de noviembre 1973, 2. 185 El Mercurio de Santiago, 5 de noviembre 1973, 2 186 El Sur, Concepción, 6 de noviembre 1973, 5. 187 En un primer momento el entrenador chileno pensaba jugar con una línea de tres, con líbero, en la defensa; y dejar, sólo a Ahumada y Caszely para, en caso de ser posible, contraatacar. El Mercurio de Santiago, 25 de septiembre 1973, 5.

56 sido en Inglaterra 1966, cuando obtuvo un cuarto lugar. En sus demás actuaciones siempre había llegado a cuartos de final (el grupo de los 8 mejores). Sin embargo, para la década del setenta la URSS no era la temible potencia que había sido en la década anterior. De hecho, en sus últimos cuatro encuentros de local sólo había conseguido marcar un gol, mientras que había recibido cinco. A pesar del magro poder ofensivo que estaba exhibiendo el equipo rival, El Austral argumentaba que de “planificar el partido con sensatez la escuadra nacional, es posible que el resultado sea por cifra módica”188. En definitiva, la URSS era una fuerza relevante, aunque no de las más importantes, en el concierto europeo. Teniendo en cuenta que su poder ofensivo se había demostrado bastante exiguo en el último tiempo, llama la atención que la prensa haya aceptado sin reparos el esquema defensivo que anunciaba el entrenador nacional.189 ¿Qué tan débil era la percepción que los propios chilenos tenían de su fútbol? Y ¿cómo estos juicios deportivos se entroncaban con imágenes y percepciones sobre la identidad nacional? Una de las “verdades duras pero indesmentible”, según Estadio, era que el fútbol chileno “no tiene trayectoria ni prestigio en Europa. Estamos en desventaja futbolística y económica. No se puede comparar”190. Los cuadros nacionales carecían de “ritmo y velocidad”, mientras que el juego de los europeos era agresivo. En Europa la mitad de la cancha era un sector de tránsito rápido, ya que el grueso del juego se daba en las áreas. Por el contrario, “acá hay un partido con 70 minutos de juego en media cancha […]. Lo nuestro es flojera. Nuestro fútbol es malo. Esa es una verdad indiscutible”. El gran problema chileno era su escasa capacidad física que redundaba en un juego irregular e inconstante.191

188 En 1960 la URSS había sido campeón de la Copa Europea de Naciones. Cuatro años antes, en 1956, se había colgado la presea de oro en las Olimpiadas de Melbourne Australia. Estadio Nº 1580, Santiago, 20 de noviembre 1973, 64. En sus últimos cuatro encuentros de local había perdido con Inglaterra 1-2, Brasil lo había vencido 0-2. Con Suecia consiguió un empate sin goles y había caído 0-1 con Alemania Occidental. Véase “Magro poder ofensivo de la URSS este año”, en El Austral, Temuco, 17 de septiembre 1973, 5. Estadio Nº 1573, Santiago, 2 de octubre 1973, 7-10. El Austral, Temuco, 17 de septiembre 1973, 5. Ercilla Nº 1992, 63-65. 189 El entrenador chileno, que también era el de Colo-Colo, se caracterizó, como ha sugerido Luis Urrutia, por plantear defensivamente los partidos. Fue el caso, por ejemplo, del histórico triunfo de los albos sobre Botafogo en el Estadio Maracaná Colo Colo 1973, 56-72. Véase también Estadio Nº 1573, Santiago, 2 de octubre 1973, 7-10. 190 Estadio Nº 1573, 14-18. Estos juicios se emitieron en el contexto de varias giras, entre julio y agosto de 1973, de equipos chilenos, Colo-Colo, Unión Española y Wanderers de Valparaíso, a España en donde, ante equipos de segunda división, habían cosechado resultados bastante pobres. Así por ejemplo Wanderers había jugado 9 partidos, casi todos con equipos de segunda división, y había perdido 6 y empatado 2. El restante había sido victoria 4-1 contra el Lorca de 3ª división española. 191 Estadio Nº 1573, 8-18.

57 Además, los equipos nacionales abusaban del juego lateral, “lento hasta la exasperación”, sin profundidad ni desborde por las bandas. Se decía que acá “el pasto no se gasta por las orillas”. A esto se sumaba, desde la década del sesenta, un seleccionado con escaso poder de finiquito (en eso, salvo excepciones, no ha habido un gran cambio hasta ahora)192. Esta debilidad futbolística se explicaba, según la prensa, fundamentalmente por el escaso roce con rivales europeos. Desde 1928, cuando la selección participó en las Olimpiadas de Ámsterdam, el equipo nacional había jugado sólo doce partidos con selecciones europeas en Europa, de los cuales había perdido nueve, empatado dos y ganado solamente uno 193 . Estadio se consolaba al señalar que de esas nueve derrotas “sólo se consignan dos goleadas: 0-6 y 2-5”. La causa del insuficiente encuentro de Chile con rivales europeos obedecía naturalmente a “razones geográficas”, y se postulaba que el progreso del fútbol del país dependía de la intensificación del “roce con potencias del fútbol mundial” 194. El tercer elemento que explica la postura defensiva que iba a ocupar el equipo en el partido decía relación con la amplia superioridad que ostentaba la Unión Soviética en duelos contra el equipo nacional. En los cinco partidos anteriores, la selección sólo había vencido en una oportunidad, el 2-1 en los cuartos de final del Mundial de 1962, mientras que los soviéticos habían ganado los cuatro partidos restantes, y en el último encuentro, en Santiago en 1967, habían goleado por 4-1195. Ésta era razón suficiente para esgrimir que la superioridad soviética era “clara y manifiesta” 196 . De hecho, los medios nacionales se esperanzaban cuando los especialistas europeos consideraban “que la selección de la estrella solitaria puede conseguir un resultado que no hipoteque la vuelta a Santiago”197. De esa manera, la prensa auguraba que Chile iba a actuar como “David ante Goliat”198. Así al

192 Véase Álamos, op. cit., 93. Edgardo Marín, La roja de todos (Selección Chilena de Fútbol 1910-1985), Santiago, s.n., 1985, 141-195. 193 Marín, Centenario historia total, 306-310. En América la selección había jugado 24 partidos contra selecciones del viejo continente. Había vencido en 11 partidos y perdido en otros 12 contabilizando un solo empate. 194 Estadio Nº 1578, Santiago, 6 de noviembre 1973, 12-17. Estadio Nº 1573, 8-13. El Austral, Temuco, 26 de septiembre 1973, 12. 195 El Mercurio de Santiago, 22 de septiembre 1973, 5. También 26 de septiembre, 3 y 18. 196 El Sur, Concepción, 26 de septiembre 1973, 1. Véase también El Austral, Temuco, 11 de septiembre 1973, 16. 197 El Mercurio de Santiago, 25 de septiembre 1973, 7. En ese sentido, la idea era que Chile no fuera goleado por la URSS, para, de esa forma, llegar con alguna posibilidad a la revancha en Santiago. 198 El Sur, Concepción, 15 de septiembre 1973, 9.

58 menos lo vislumbraban en Concepción y Temuco, que apostando a la épica, recordaban la “romántica” gesta del ‘62, cuando en , “con estrategia e inteligencia”, el equipo chileno había eliminado al seleccionado de la URSS199. El 26 de septiembre, en el Estadio Lenin de Moscú, Chile salía a buscar mantener en cero su valla. Los jugadores sabían que el partido había que “afrontarlo exclusivamente al contraataque”, ya que el equipo iba a defenderse. Todo el seleccionado debía esperar a los soviéticos de mitad de cancha hacia atrás. Mientras que Figueroa y Quintano debían arreglárselas con los centros, los laterales, Machuca y Arias, tenían prohibido adelantarse. Algo similar ocurría con los volantes de contención Rodríguez y Páez. Valdés, Véliz y Ahumada debían colaborar en tareas defensivas e intentar, cuando Chile tuviese el balón, hacer pasar el tiempo. En ese esquema Carlos Caszely era clave, ya que su misión era “retener adelante. Si no tenía compañeros cerca, que se comiera la pelota. Que provocara laterales, porque ahí podía irse un minutito” que diera respiro a una retaguardia que, como se suponía, iba a tener que correr tras los soviéticos todo el partido200. Aunque así fue, la selección logró un meritorio empate a cero en Moscú. Según Álamos, los soviéticos “nos dejaron morados a pelotazos […]. Les confieso que hasta el 0-1 me hubiera conformado […]. Fueron noventa minutos asfixiantes. Yo que soy tranquilo no pude con los nervios. Me la pasé mirando la hora”201. Gracias al “buen sistema defensivo impuesto”, la selección salió airosa del bombardeo sostenido de centros al área que mantuvo la Unión Soviética todo el partido. Aleksei Paramonov, entrenador del equipo rival, expresó que los chilenos “hicieron una defensa gigante y desesperada” 202 . La selección jugó, sin lugar a dudas, como “equipo chico”203, y por eso justamente es que el

199 “Así vi ganar a Chile un domingo de 1962”, en El Sur, Concepción. 26 de septiembre 1973, 13. “Dispuestos a repetir el resultado de 1962 el 26 en Unión Soviética”, en El Austral, Temuco, 18 de septiembre 1973, 40 y 26 de septiembre, 12. La idea de la gesta romántica en Ercilla Nº 1992, 63-65. Para constatar la falta de épica en el relato del corresponsal de El Mercurio Hugo Gasc, único periodista chileno que acompañó a la delegación, “Chile juega con Rusia en Moscú”, en El Mercurio de Santiago, 26 de septiembre 1973, 3. 200 “Decir hazaña es muy poco”, en Estadio Nº 1575, Santiago, 16 de octubre 1973, 34-38. 201 Idem. 202 El Mercurio de Santiago, 6 de noviembre 1973, 5. 203 En sus memorias el entrenador Luis Alamos manifestó que los equipos débiles son los que plantean “tácticas defensivas destructivas”. Es decir los que “no quieren jugar, para que el rival no juegue, pero tampoco lo intentan ellos. Su objetivo es el tiempo”. Op. cit., 89.

59 Zorro Álamos consideraba que “lo que hicieron los jugadores allá es mucho más que una hazaña”204. En Chile el resultado contra un equipo que completaba su cuarto partido consecutivo sin poder marcar goles de local era un “empate triunfal”, “un punto de oro”. Era la “hazaña de los héroes de Moscú”205. El héroe de la jornada había sido, sin lugar a dudas, Elías Figueroa. Para la revista Ercilla era el jugador de “más alta jerarquía […], sin sarcasmos, el aún joven central conformó con Quintano una insólita cortina de hierro”206. El Mercurio afirmaba que la dupla de centrales se había alzado “más alto que las torres del Kremlin” 207. Los apodos de “Don Elías” o “El Exquisito” estaban plenamente justificados. Es más: el matutino agregaba que “todo lo que de él se diga nos parece poco, en relación a su grandeza en todo sentido”, ya que si los ataques soviéticos no habían tenido resultados, se debió a que “allí siempre estuvo primero e impasable” 208 . Para el diario La Patria, que recientemente había reemplazado a La Nación, tras siete años jugando en Uruguay y Brasil, “como que la pinta de chileno [había] desaparecido un poco” en Elías Figueroa209. Dos de los elementos más destacados por la prensa fueron la corrección y la disciplina de los jugadores chilenos. En una entrevista a la revista francesa L’Equipe, Francisco Fluxá afirmaba que el mayor crédito correspondía a la “sagacidad” del Zorro Álamos, ya que “todo había ocurrido de acuerdo a su pronóstico”. Destacaba que los jugadores habían seguido al pie de la letra sus órdenes de “cautela extrema en defensa y control del

204 “Decir hazaña es muy poco”. El Mercurio de Santiago, 11 de octubre 1973, 7. Véase también. La Patria, Santiago, 11 de octubre 1973, 21. El Sur, Concepción, 27 de septiembre 1973. “El temor que inspira la URSS”, en Qué Pasa Nº 131, Santiago, 25 de octubre 1973. Para otras narraciones del partido Jorge Iturriaga, “Proletas, Limpios, Cobardes y Burgueses”, en Rolle (coord.), 1973. La vida cotidiana, 297-352. Pickett, El partido de los valientes. 205 El Mercurio de Santiago, 27 de septiembre 1973, 1, 5 y 8. “La hazaña de los héroes de Moscú”, en El Mercurio de Santiago, 25 de noviembre 1973, 1. 206 Ercilla Nº 1992, 63-65. 207 El Mercurio de Santiago, 11 de octubre 1973, 7. También 25 de noviembre 1973, 1. “La hazaña de los héroes de Moscú”. 208 “Por algo le dicen Don Elías”, en El Mercurio de Santiago, 10 de octubre 1973, 7. Véase también “Figueroa la mejor figura. Gran empate de Chile”, en El Sur, Concepción, 27 de septiembre 1973, 1. 209 La Patria, Santiago, 25 de noviembre 1973, 11. Es significativo que en la prensa nacional no existiese ninguna información sobre los reiterados fouls y agresiones que los centrales chilenos cometieron en contra de los soviéticos. Véase al respecto Pickett, El partido de los valientes, passim. Lo anterior muestra que el sentido social que tiene el fútbol en una época determinada, en este caso el caballeroso discurso del fair play, no se encontraba determinado necesariamente por lo que ocurría en la cancha, sino por cómo posteriormente se reconstruía la representación de un partido.

60 mediocampo”210. Para El Austral, si bien la contienda no tuvo “ángulos de gran fútbol”, fue interesante por la “porfía con que los chilenos resguardaron una retaguardia estratégicamente bien dispuesta.”211 Otro elemento destacado fue el coraje del equipo para “no achicarse ante nada por difíciles” que hubiesen sido las circunstancias. De esa forma, se pudo superar la “guerra de nervios” impuesta por la Unión Soviética antes del partido. Los chilenos habían conseguido su objetivo, un empate, gracias a su “fortaleza moral y permanente abnegación” 212 . Para El Mercurio los chilenos, “de menor físico que sus rivales”, lograron su objetivo “con orden, disciplina, táctica y sentido de la responsabilidad” 213 . Misma opinión tenía Ercilla cuando afirmaba que “la respuesta nacional a la mayor fuerza y capacidad física de los rusos fue la serenidad”214. Estadio valorizaba el empate en Moscú como el “resultado más importante” en la historia del fútbol chileno. Este equipo, cuya “misión era evitar el gol, porque a eso fue”, podía mirar “cara a cara al del Mundial del 62”. Desde su perspectiva “desarrollista” para analizar el deporte, argüía que cuarenta y ocho años después de la primera expedición chilena a Europa, el “fútbol chileno, en un progreso táctico-técnico y físico, estaría asimilando las lecciones de tantos descalabros”. Era el cuarto empate cosechado por una selección en el Viejo Mundo215. De esta manera, a la revista le parecía que “Chile está actualmente más cerca de encontrar un estilo de fútbol nacional”216. En Argentina, la revista Gráfico indicó que lo conseguido en Moscú fue “un triunfo auténtico para todo el fútbol sudamericano”. Frente al recio fútbol europeo, cualquier resultado que no fuese derrota era una importante conquista. La gesta chilena era parte de una revancha sudamericana en contra de los europeos que no consideraban ni valorizaban “sistemas [de juego] hermosos que reflejan la idiosincrasia del pueblo mismo”. En ese

210 El Mercurio de Santiago, 29 de septiembre 1973, 7. 28 de septiembre, 6 y 2 de octubre, 7. Estadio Nº 1574, Santiago, 9 de octubre 1973, 4-7. 211 El Austral, Temuco, 27 de septiembre 1973, 12. 212 El Mercurio de Santiago, 27 de septiembre 1973, 5. También 28 de septiembre, 6. 213 El Mercurio de Santiago, 27 de septiembre 1973, 1. 214 Ercilla Nº 1992, 63-65. 215 Era el cuarto empate conseguido por una selección jugando en Europa. Sin embargo, era el primero conseguido contra una selección europea, ya que los tres anteriores correspondían a amistosos contra clubes europeos o selecciones de otros continentes, como, por ejemplo, el conseguido en Inglaterra en 1966 con Corea del Norte. Marín, Centenario historia total, 306-310. 216 Estadio Nº 1573, 3-13. En enero de 1974 cuando la revista hizo el balance deportivo del año que había pasado, el empate en Moscú fue calificado como la noticia deportiva más importante del año. Estadio Nº 1586, Santiago, 1 de enero 1974, 30-31. Véase también Marin, La roja de todos, 174.

61 sentido, para la revista, que denunciaba la primacía de los intereses del viejo mundo en la FIFA, todos los sudamericanos estaban en “una lucha por ratificar el primado del fútbol como expresión de habilidad, de hermosura del espectáculo, como es el fútbol en nuestro continente” 217 . De esa forma, empujado por un empate con sabor a triunfo, El Sur manifestaba que “Chile entró por otra senda, la de la restauración, y el deporte no estuvo ajeno en un mes que será memorable para la historia: Septiembre mes de gloria para el deporte chileno”218. En efecto, lo hecho por la selección en Moscú fue interpretado como la manifestación futbolística de un Pronunciamiento Militar que habría “salvado al país de un horrendo y violento destino” o, en otras palabras, de una “catástrofe inminente”219. Mientras los chilenos regresaban a la “civilización occidental” a “disfrutar del ambiente de los países que no tienen cortinas”220, el Gobierno Militar declaraba que Chile estaba al borde de la bancarrota, por lo que solicitaba la ayuda tanto del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, como de los mismos chilenos para salir de la crisis en que la había sumido el “caótico experimento socialista de la Unidad Popular”221. En ese contexto, el Secretario General de Gobierno, coronel de Ejército Pedro Ewing, le expresó al plantel, a su regreso al país, “el regocijo de todo el pueblo chileno por el brillante resultado”. Al día siguiente, 3 de octubre, todo el equipo fue invitado a una recepción organizada por la Junta Militar. En ella, Augusto Pinochet los felicitó por haber sorteado todos los obstáculos puestos por un estado con el que se había roto relaciones, planteando que “los jugadores no decayeron y, muy por el contrario, dieron todo de sí. El empate fue un triunfo”222. Cuatro días después del regreso del equipo, Juan Goñi, dirigente chileno y uno de los vicepresidentes de la FIFA, partía a Gelsenkirchen a reunirse con el Comité Organizador de la Copa Mundial. Iba con el objetivo de “defender los justos derechos de Chile ante las

217 El Austral, Temuco, 29 de septiembre 1973, 4. 218 Gaceta del Domingo, en El Sur, Concepción, 7 de octubre 1973, 12. La idea de septiembre como mes glorioso para el deporte chileno decía relación también, aunque en menor medida, con el buen desempeño de los militares chilenos en los 5º Juegos Deportivos Militares en Bogota y la consecución por parte del tenis nacional de la Copa Mitre, especie de Copa América del deporte blanco. 219 Stern, op. cit., 44-68. También Bianchini, op. cit., 121. 220 A Hugo Gasc hasta “gorditas y de mal genio” le habían parecida las azafatas de los aviones soviéticos El Mercurio de Santiago, 2 de octubre 1973, 7. También 9 de octubre, 7. 221 El Sur, Concepción, 28 de septiembre 1973, 1. Fueron muchos los chilenos, identificados con la Dictadura, que donaron sus joyas como forma de aportar a la “reconstrucción nacional”. 222 El Mercurio de Santiago, 4 de octubre 1973, 1. El Sur, Concepción, 4 de octubre 1973, 1.

62 maniobras soviéticas” que pretendían trasladar la revancha del 21 de noviembre a un país neutral223. Existían informaciones extraoficiales de que la Unión Soviética se negaría a jugar en el Estadio Nacional de Santiago como forma de protesta ante la brutalidad de la Dictadura. La tortura y la sangre de los chilenos y extranjeros allí apresados e incluso asesinados habían profanado al recinto deportivo, en el cual se encontraban confinados alrededor de 30 mil presos políticos. De este modo, el estadio pasó de ser una manifestación de la democracia, el progreso y el clamor popular, a uno de los símbolos más significativos de la violación de los Derechos Humanos en Chile224. Goñi explicó que la FIFA prohibía toda “injerencia política” en el fútbol, pero que, de todas formas, la comisión organizadora tendría que escuchar sus planteamientos, “y para resolver, los rusos tendrán que probar que en Chile hay anormalidad”. Chubretovic agregaba que la URSS “deberá cumplir su compromiso con el seleccionado chileno que ya viajó a Moscú, con muchos problemas que fueron solucionados gracias a la excelente disposición de la Junta de Gobierno”. A pesar de que los chilenos confiaban en la justicia de su posición, Goñi advertía que “la pelea habrá que darla en los pasillos y el ‘muñequeo’ será decisivo”.225 Mientras tanto, en el país se comenzaba a preparar el partido de revancha. Aunque había euforia y se entraría a disputar el encuentro con la primera opción (ya que un triunfo por cualquier marcador nos clasificaba a la Copa Mundial), convenía “ser prudente. Primero por respeto al adversario y luego porque la propia lógica del fútbol lo enseña […], cautela”226. Álamos era tajante: “el partido no es ‘chancaca’ […]. Allá les resultamos una sorpresa, pero aquí será muy distinto”. Si el encuentro en Moscú había sido “sumamente difícil”, también lo iba a ser la revancha en Santiago. El Zorro pensaba que si bien el ataque

223El Mercurio de Santiago, 21 de octubre 1973, 47. 224 Elsey, op. cit., 242. Correa, Historia del siglo XX chileno, 287. Véase también Ahumada, op. cit., Tomo I, 314. Camilo Trumper, “The Politics of PublicSpace: Santiago de Chile´s Estadio Nacional Through a Historical Lense”, en Brújula, Claudia Darrigrandi & Pablo Whipple (eds.), Davis, Hemispheric Institute on the Americas, Vol 5 Nº 1, 2006, 45-59. Alberto Gamboa, Un viaje por el infierno, Santiago, Forja, 2010, passim. Eduardo Santa Cruz arguye que “el grito de gol fue ahogado por el gemido del golpeado y torturado. La bendición papal en 1987 fue explícitamente orientada a lavar la afrenta” provocada, por la Dictadura, al escenario del moderno ritual futbolístico. “Fútbol y nacionalismo de mercado”, 205. 225 El Mercurio de Santiago, 28 de septiembre 1973, 5. También 2 de octubre, 7. El Sur, Concepción, 25 septiembre 1973, 11. Para La Patria era de esperarse que “los fifos ratificarán el match del 21 en el Estadio Nacional. En todo caso, es de justicia esperar que así sea. Los reglamentos al respecto son bien claros”. Santiago, 11 de octubre 1973, 24. 226 El Mercurio de Santiago, 28 de septiembre 1973, 5.

63 “tendrá que ser necesariamente más persistente, la defensa tendrá que mantenerse bajo el mismo esquema, para anular el contragolpe ruso”.227 En Gelsenkirchen, efectivamente, la Unión Soviética oficializó su solicitud de trasladar el partido a un tercer país. El soviético Valentin Grantkin, quien al igual que Goñi tenía el cargo de vicepresidente de la FIFA, adujo, buscando “vulnerar los reglamentos”, que su delegación no iba a “tener las garantías suficientes” para viajar a Chile228. Para los medios chilenos los soviéticos buscaban “torcer la nariz a la reglamentación”, ya que antes del partido en Moscú habían aceptado las bases del campeonato mundial, que sancionaban que la revancha se jugase en Santiago, pero ahora, después de que se había viajado a Moscú, pretendían disputar el partido en terreno neutral, “planteamiento ‘avivado’ del fútbol ruso”229. Afortunadamente para las pretensiones chilenas, Goñi contaba con una carta del Ministro de Defensa chileno, Vicealmirante Patricio Carvajal, en la que la Junta aseguraba, además de desocupar el Estadio para la realización del partido, que la embajada deportiva soviética tendría “las seguridades y facilidades que tradicionalmente Chile otorga, junto con su habitual hospitalidad”230. Durante las negociaciones con el Comité Organizador, Goñi, quien se caracterizaba “por el amor propio, la vehemencia y el poder persuasivo de sus intervenciones” 231 , respondió a la posición soviética argumentando que “Chile no puede dar el handicap de haber ido a Moscú a ocho días de los sucesos del 11 de septiembre” y jugar la revancha fuera de su país. Encarado por Granatkin acerca de los prisioneros en el Estadio Nacional, la réplica de Goñi fue terminante: “Allá apresaron delincuentes […]. Y los delincuentes no tienen nacionalidad” 232 . Certificaba, una vez más, que la delegación soviética “tendrá absolutas garantías, la mejor atención y el aplauso de los aficionados, como se dispensan a

227 El Sur, Concepción, 21 de octubre 1973, 17. La Patria, Santiago, 11 de octubre 1973, 21. El Mercurio de Santiago, 17 de octubre 1973. “El temor que inspira la URSS”. Véase también Iturriaga, “Proletas, Limpios, Cobardes y Burgueses”, passim. 228 El Mercurio de Santiago, 13 de octubre 1973, 7. También 19 de octubre, 7. 229 “Operación Goñi golpeó a la URSS”, en El Sur, Concepción, 21 de octubre 1973, 16. 230 “Carta del Ministro de Defensa Vicealmirante Patricio Carvajal al Presidente de la Federación de Fútbol de Chile”, 2 de octubre 1973, en El Mercurio de Santiago, 21 de octubre 1973, 47. También en El Sur, Concepción, 21 de octubre 1973, 16. En concreto el Gobierno se comprometía a darle visa de entrada a toda la delegación soviética, incluso a los periodistas. También a no impedir la salida del país a ningún miembro de la delegación. Además, en Chile “tendrán las más amplias seguridades y facilidades para el desempeño de sus funciones” incluyendo alojamiento, transporte, alimentación y atención médica. Inclusive, el toque de queda, que afectaba a todos los habitantes de Santiago, no afectaría a la delegación soviética. 231 El Sur, Concepción, 21 de octubre 1973, 16. 232 Qué Pasa Nº 131, Santiago, 25 de octubre 1973.

64 todos los deportistas de cualquier equipo o país que visita Chile 233 ”. El representante mexicano aseguró que su país estaba “con Chile porque es una cuestión a nivel continental”, lo que fue refrendado por los representantes de Ecuador y Colombia. Como de los 22 miembros del Comité habían 17 a favor de mantener la sede, Stanley Rous, presidente de la FIFA, propuso enviar a Chile al brasileño Abilio D’Almeida, inspector del partido, junto al Secretario, el suizo Helmuth Kaeser, a ratificar la “normalidad” que había en el país, y además, a saludar y agradecer la carta de garantías enviada por el Ministro de Defensa chileno. De esta forma, se revalidaba de momento al Estadio Nacional como escenario de la revancha. Así caía “el telón de un acto en que la Unión Soviética, quiso despojar, por medio de argucias, de un legítimo derecho deportivo a nuestro país”.234 El mismo día (martes 23 de octubre) que arribó a Chile la Comisión de la FIFA para corroborar la “normalidad en que vivía el país”, se informaba que habían sido ajusticiados los cerebros del inexistente Plan Z235. Según el Libro Blanco del cambio de gobierno en Chile (instrumento propagandístico con el que la Junta Militar buscaba presentar su falaz versión de los sucesos ocurridos en Chile al país y el mundo), el Gobierno de Allende había estado preparando un autogolpe con el que iba a implantar “una dictadura castrista” durante las festividades patrias de septiembre de 1973. El complot, a su vez, incluía “el exterminio simultáneo, en todo el país, de los altos oficiales de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, así como de dirigentes políticos y gremiales opositores”. Con ese objetivo, desde Cuba habrían llegado entre “diez mil y trece mil expertos” guerrilleros cubanos, además de otros dos mil “extremistas” soviéticos, alemanes del este y norcoreanos 236 . Para octubre, el

233 El Mercurio de Santiago, 21 de octubre 1973, 47. 234 Idem. También Estadio Nº 1577, Santiago, 30 de octubre 1973, 58. 235 Un profundo análisis que demuestra la inexistencia del Plan Z, su uso ideológico por la Dictadura y el impacto en la construcción de “memorias emblemáticas” en Steve Stern, Luchando por mentes y corazones: Las batallas de la Memoria en el Chile de Pinochet, Santiago, UDP, 2013, 75-97. También Ahumada, op. cit.. A su vez, el primer vocero de la Junta, Federico Willoughby tiene la “impresión” de que los encargados de inteligencia consideraron importante “crear alguna justificación del pronunciamiento militar […] para convencer a la población civil que los habían salvado”. De esa manera, reconoce no haber conocido la “existencia del Plan Z”. Una opinión similar es la del “politólogo norteamericano Paul Sigmund parte de la Comisión Church”. Ambos testimonios citados en Valdivia, “¡Estamos en guerra”, 171. Para un tratamiento historiográfico tanto sobre la participación cubana durante el proceso revolucionario como de la brasileña en el proceso contrarrevolucionario en Chile en un contexto de “Guerra Fría Interamericana” véase Harmer, op. cit., passim. 236 Como el mismo libro lo declaraba en su primera página, los mismos que habían arrastrado al país “a una ruina económica, social, institucional y moral sin precedentes” eran quienes estaban deformando deliberadamente “la verdad sobre los sucesos de Chile ante el mundo”. Secretaría General de Gobierno, Libro Blanco del cambio de gobierno en Chile, Santiago, Lord Cochrane, 1973, 3 y 69. Véase también El Mercurio

65 Ministro del Interior, General Oscar Bonilla, advertía que no habían sido destruidas “todas las organizaciones extremistas ni encontrado todas las armas adquiridas por la ex Unidad Popular”, por lo que aseguraba que estaban luchando en la “forma más decidida”237. De esa manera, mientras los emisarios de la FIFA llegaban al país, los organismos de seguridad de la Dictadura estaban en plena represión y aniquilamiento de la izquierda chilena238. Los veedores de la FIFA, por su parte, afirmaron que simplemente venían a comprobar “el estado en que está la situación nacional, y a corroborar el compromiso chileno”239. En su entrevista, el Almirante Carvajal les comentó que “lejos de hostilizar a los soviéticos, conociendo al público del deporte chileno […], otorgarán una cálida” bienvenida. Terminada su visita al país, en donde también recorrieron Santiago y visitaron el Estadio Nacional, D’Almeida se despedía manifestando que “sabemos perfectamente que el fútbol chileno, su pueblo, la nación chilena tiene sobradas cualidades para ser sede”. Por su parte, Kaeser señaló que “Chile siempre, de acuerdo a su tradición, ha sabido respetar la palabra empeñada. Sabíamos lo que veríamos pero el mundo necesitaba saber que nosotros lo habíamos visto […]. Chile, pues, será la sede del partido”. Se iban del país con “la mejor impresión del pueblo de Chile, del país y de sus gobernantes […]. [L]a realidad chilena será dada a conocer a todo el mundo a través de FIFA News”240. De esa manera, al mismo tiempo que experimentaban la tradicional hospitalidad chilena241 , los emisarios estaban visando como escenario de un duelo clasificatorio un reducto en el que sistemáticamente se estaban violando los derechos humanos de miles de chilenos242. En la portada de El Mercurio del 4 de noviembre se podía leer: “La FIFA informó al mundo que la vida en Chile es normal”. El informe afirmaba que la “gran mayoría de la

de Santiago, 16 de septiembre 1973, 9. La Moneda había sido descrita como un verdadero “arsenal de armas soviéticas”. Bianchini, op. cit., 125. 237 El Mercurio de Santiago, 23 de octubre 1973, 20. El Sur, Concepción, 23 de octubre 1973, 1. 238 Véase entre otros Ahumada, loc. cit. Winn, Tejedores de la revolución, 325-333. Stern, Recordando el Chile de Pinochet, 145-186. Garcés y Leiva, loc. cit. 239 El Sur, Concepción, 25 de octubre 1973, 13. También 21 de octubre 1973, 17 El Mercurio de Santiago, 25 de octubre 1973, 1. 240 El Mercurio de Santiago, 25 de octubre 1973, 1. La Patria, Santiago, 25 de octubre 1973, 11. El Sur, Concepción, 25 de octubre 1973, 13. 241 El Mercurio de Santiago, 24 de octubre 1973, 7. La Patria, Santiago, 19 de octubre 1973, 15. El Sur, Concepción, 21 de octubre 1973, 17 242 Teniendo en cuenta que la dictadura militar brasileña fue parte fundamental en las maniobras de desestabilización y derrocamiento del Gobierno de Salvador Allende (Harmer, op. cit., passim.), no puede haber sido casualidad que el dirigente brasileño haya manifestado su respaldo a la realización del partido en el Estadio Nacional.

66 población parecía estar muy contenta […] en contraste con el tiempo anterior al 11 de septiembre, los productos alimenticios y otros bienes están disponibles”. Los emisarios ratificaron, de esta forma, que el partido se jugaría el 21 de noviembre en el Estadio Nacional de Santiago. Al finalizar su informe, D’Almeida y Kaeser agradecían “al señor Fluxá y sus colegas de la Federación Chilena por su hospitalidad y amistosa colaboración”243. La ratificación del encuentro indicaba, claramente, que para la FIFA el Gobierno Militar chileno era legítimo244. En ese sentido, para El Sur, los emisarios habían observado “el espíritu auténticamente deportivo del pueblo y del Gobierno que, dejando de lado cualquier odiosidad, se prepara para recibir y brindar toda clase de facilidades y su tradicional hospitalidad a los jugadores soviéticos”245. En momentos en que, se decía, había una “total desinformación sobre la realidad chilena”, se esperaba que ese testimonio tuviera para los “ciudadanos del mundo con espíritu deportivo valor probatorio superior a cualquier declaración que puedan hacer personeros oficiales”246. Sin embargo, “Rusia era un país sin honor deportivo”247, ya que cuando Chile “en su norma y costumbre, se aprestaba a recibir con la debida cordialidad al rival deportivo”, cometía el pecado de mezclar la política con el deporte248, al seguir negándose a jugar la revancha en Santiago249. La agencia soviética de noticias Tass esgrimía que para el ente rector del fútbol en el mundo “el estadio convertido en un campo de concentración es algo completamente normal”. Pravda acusaba a Kaeser de “cerrar los ojos ante la sangre de los comunistas, socialistas y otros patriotas chilenos torturados hasta la muerte” en el

243 El Mercurio de Santiago, 4 de noviembre 1973, 1. “Informe Oficial. Chile tiene razón”, en La Patria, Santiago, 4 de noviembre 1973, 1. 244 Brenda Elsey, ““As the World Is My Witness”. Transnational Chilean Solidarity and Popular Culture”, en Jessica Stites Mor (ed.), Human Rights and Transnational Solidarity in Cold War Latin America, Wisconsin, University of Wisconsin Press, 2013, 181. 245El Sur, Concepción, 6 de noviembre 1973, 5. 246 La Patria, Santiago, 27 de octubre 1973, 4. 247 Titular de La Segunda, citado en La Patria, Santiago, 3 de noviembre 1973, 1. 248 En el relato de la prensa deportiva, que adhería a la ideología del fair play, la política y el deporte no debían mezclarse. Sin embargo, en Chile, a nivel del fútbol amateur y en oposición al fútbol profesional, emergió a inicios de la década de los sesenta la figura del jugador de barrio. Este icono popular, que surge como reflejo del proceso de radicalización social que experimenta el país, simbolizó la identidad de la clase trabajadora y la injusticia social, por lo que tenía un elevado contenido político que se oponía a la narrativa oficial. En ese sentido, es significativo que la Dictadura haya perseguido a muchos dirigentes del fútbol amateur que, a su vez, militaban en partidos de izquierda. Elsey, Citizens & Sportmen, 165-166. 249 El Mercurio de Santiago, 3 de noviembre 1973, 1 y 7. El Austral, Temuco, 3 de noviembre 1973, 1.

67 estadio250. Granatkin arremetía señalando que la decisión de jugar el partido en Santiago iba en contra de “la ética deportiva. En ese país reina el terror”251. Frente a la insistencia soviética, la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL) emitió una declaración oficial a favor de la posición chilena. En ella expresaban que la situación exigía “un especial pronunciamiento en defensa de intereses no limitados a la Asociación directamente afectada, sino a la misma Confederación Sudamericana toda”. Cerrando su misiva, la CONMEBOL lamentaba “que FIFA formule nuevas consultas telegráficas, pretendiendo abrir una nueva instancia en un tema ya considerado y resuelto”252. En efecto, los medios chilenos eran conscientes de que si bien la posición chilena se ajustaba al reglamento, la coyuntura de elecciones de presidente en la FIFA abría la posibilidad de que Stanley Rous cediera a las presiones soviéticas para conseguir los votos de Europa del Este253. De ese modo, la impresión en el país era que la posición nacional se veía en desventaja frente al peso geopolítico de la Unión Soviética254. Así, los medios nacionales intensificaron su arremetida en el terreno de la moral deportiva. Si los chilenos habían sido capaces de soportar “el hielo físico y moral” de Moscú, gracias a que los “animaba la llama de su entusiasmo deportivo” y su sentido del deber, los soviéticos estaban en la obligación de venir a Chile. No obstante, la negativa soviética dejaba en claro que el marxismo internacional “no tiene escrúpulos cuando se trata de imponer su ideología. No respeta ningún tipo de valores por los que se rige el común de la humanidad”255. Frente a la sostenida campaña de “desprestigio” dirigida “en contra de Chile, los hechos se imponen sobre la falacia y la estrella de Chile, limpia y pura, vuelve a brillar con su luz de honestidad en todas las latitudes del orbe”256. Los chilenos, “deportistas auténticos”, merecían “el honor de disputar la difícil clasificación en nuestra

250 El Austral, Temuco, 5 de enero 1974, 12. El Mercurio de Santiago, 21 de noviembre 1973, 1. De hecho, la URSS acusó a la FIFA de apoyar a la reacción chilena cuando insistía en que el encuentro se disputase en Santiago. El Mercurio de Santiago, 3 de noviembre 1973, 1. Ercilla Nº 1997, Santiago, 7 al 13 de noviembre 1973, 63-65. 251 El Mercurio de Santiago, 5 de noviembre 1973, 2. 252 El Mercurio de Santiago, 4 de noviembre 1973, 51. 253 La Patria, Santiago, 3 de noviembre 1973, 1. El Mercurio de Santiago, 3 de noviembre 1973, 1. Austral, Temuco, 3 de noviembre 1973, 1. 254 Ercilla Nº 1997, 63-65. También Nº 1998, Santiago, 14 al 29 de noviembre 1973, 63. 255 El Sur, Concepción, 5 de noviembre 1973, 5. 256 La Patria, Santiago, 5 de noviembre 1973, 11. Las cursivas son mías. Ideas similares se encuentran en El Mercurio de Santiago, 5 de noviembre 1973, 2. También 8 de noviembre, 3. Estadio Nº 1578, Santiago, 6 de noviembre 1973, 66.

68 casa”. Según Hugo Gasc, el país deseaba que viniesen “los rusos, por una razón bien chilena: no nos gusta ganar por secretaría. Esa es la idiosincrasia del pueblo chileno”257. Con esa confianza invitaba a los “señores de la URSS” a venir al país: “Chile no sólo no les teme sino que desea demostrarles que podremos ser un país pequeño, subdesarrollado, pero en materia de dignidad no nos vienen a dar lecciones. Menos en el deporte […]. En Chile se les recibirá como a deportistas, no como a políticos de un país comunista. Chile nunca ha tenido una actitud semejante y responderá a su tradición de país libre, cariñoso y cordial. Amigo por sobre toda otra consideración. En Chile se quiere ‘al amigo cuando es forastero’ […], aunque sabemos como piensan, nos interesan sólo como hermanos de la gran fraternidad deportiva.”258 De esa manera, cuando la FIFA le consultó a la ACF de manera extraoficial la posibilidad de trasladar el encuentro a otro estadio en Chile, ésta le respondió “como corresponde a un organismo con dignidad, que no está dispuesta a seguir aceptando” las exigencias de la URSS, tomando en cuenta “que Chile, con grandes sacrificios, cumplió su parte al presentarse en Moscú”. Al hacerlo, el deporte chileno reiteraba su “tradicional apego a los reglamentos y el respeto a las normas de caballerosidad deportiva”259. Germán Becker, alcalde de Temuco y Presidente del Club Green Cross, estimaba que “los chilenos no podemos aceptar que cuestionen el Estadio Nacional”, y agregaba que los “rusos temen perder frente a Chile ante un público ejemplar”, ya que, como se había señalado con anterioridad, “habría quedado en evidencia que su espeluznante propaganda acerca de la situación en el país es falsa”260. El 12 de noviembre la Unión Soviética ratificó su negativa de jugar en Chile261. Sin embargo, existía la sospecha de que llegarían a última hora a jugar el partido y que todo habría sido parte de una “guerra sicológica en la que los rusos parecen ser expertos”, para sorprender desprevenido al equipo nacional262. Con “comunistas” nunca se sabía. Por eso es que el seis de noviembre la selección comenzó su proceso de preparación pensando

257El Mercurio, 6 de noviembre 1973, 5. También 11 de noviembre 1973, 59. “El equipo chileno estaba como nunca”, en El Sur, Concepción, 13 de noviembre 1973, 1. 258 El Mercurio de Santiago, 11 de noviembre 1973, 59. 259 El Mercurio de Santiago, 12 de noviembre 1973, 1. 260 El Austral, Temuco, 11 de noviembre 1973, 8. Misma opinión había manifestado Juan Goñi en Qué Pasa Nº 130, Santiago, 18 de octubre 1973, 53. Véase también El Mercurio de Santiago, 8 de noviembre 1973, 1. 261 El Austral, Temuco, 15 de noviembre 1973, 5. La Patria, Santiago, 20 de noviembre 1973, 7. 262 Estadio Nº 1578, Santiago, 6 de noviembre 1973, 66. También Nº 1579, 13 de noviembre 1973, 1 y 7. Ercilla Nº 1997, 63-65. Pinochet acusaba la URSS de estar usando trucos mentales para derrotar a Chile. Elsey, “As the World is My Witness”, 181

69 que “los soviéticos van a venir y Chile necesita el triunfo. Eso es lo único definitivo. El partido se juega. Lo contrario sólo se podrá asegurar ese mismo día”. Francisco Fluxá, además de felicitar al plantel por su integridad deportiva, les reiteró que había que prepararse con “seriedad y dedicación”263 . Efectivamente la selección soviética estaba “arrastrando el poncho”, ya que estaba comenzando, en las vísperas de la trascendental definición, una gira preparatoria por América Latina. De tal modo que, en caso de que sí llegaran a Santiago, “se encontrarían a un seleccionado nacional completo y listo”264. A dos días del encuentro “todavía era factible que pudiesen llegar a Santiago”, sobre todo si su entrenador, Paramonov, expresaba como si nada hubiese pasado que “si ahora mismo la FIFA nos dijera que jugáramos con Chile lo haríamos con la mayor de las satisfacciones”265. Para el español Pedro Escartín, periodista, árbitro, entrenador y miembro durante 27 años de la comisión disciplinaria de la FIFA, después del partido en Moscú los moscovitas no podían pretender que se determinara un campo neutral para el segundo partido. No había más remedio que “aplicar el reglamento que es igual para el poderoso, la URSS, que para el humilde, Chile”. Agregaba que los chilenos podían estar seguros de que el fútbol mundial estaba “a su lado porque son la ley, la razón, porque es justo”. Eran “los rusos” los que estaban rompiendo “la cordialidad del fútbol”266. Para la CONMEBOL, al jugar en Moscú, “Chile ha dado un ejemplo”267. Su tesorero, el uruguayo Eduardo Rocca, ratificó una vez más que “Chile estará totalmente respaldado por el fútbol sudamericano”. Con esa confianza, el país iba a homenajear el 21 de noviembre en el Estadio Nacional “a los jugadores que con su empate en Moscú aseguraron el paso de Chile al Campeonato del Mundo”. En esa jornada también saldrían a la cancha Leonel Sánchez y Eladio Rojas, quienes con sus goles “habían eliminado a los rusos en Arica, en 1962, para en una alegoría

263Estadio Nº 1579, Santiago, 13 de noviembre 1973, 1 y 7. El Mercurio de Santiago, 5 de noviembre 1973, 2. También 7 de noviembre, 12. El Sur de los lunes, Concepción, 5 de noviembre 1973, 1. 264 La Patria, Santiago, 21 de noviembre 1973, 6. 265 “Rusos quieren jugar con Chile. Pero oficialmente dicen no a la FIFA”, en El Sur, Concepción, 17 de noviembre 1973, 1. Véase también El Austral, Temuco, 18 de noviembre 1973, 16. También 17 de noviembre, 6. “La fábula del lobo soviético”, en Ercilla Nº 1999, Santiago, 21 al 27 de noviembre 1973, 63. 266 La Patria, Santiago, 18 de noviembre 1973, 14. 267 “Solidaridad con la posición chilena anunció Confederación Sudamericana. Presidente de Internacional: Brasil respalda la posición de Chile porque es justa”, en El Mercurio de Santiago, 21 de noviembre 1973, 1 y 12. El Presidente de Cerro Porteño de Paraguay había señalado que “Paraguay apoyará a Chile en el momento que sea necesario (…) Sudamérica tiene la obligación de apoyar a Chile”, en El Mercurio de Santiago, 17 de noviembre, 7. También 14 de noviembre, 1 y 12.

70 simbólica recordar ese evento y colocarlo en parangón con la hazaña de ahora, en la que Chile anotará el gol del honor”268. Según El Austral, la alineación chilena sería:

269 “Este partido” oponía el supuesto Plan Z, esbozado en páginas preliminares, a la restauración de la Junta Militar. Según El Mercurio, durante la Unidad Popular “ascendió al poder un grupo de malos chilenos” que, traicionando a “la patria”, la habían llevado al borde de la guerra civil. Por eso es que, a su juicio, comenzaba “una larga y sacrificada recuperación”. La Dictadura prometía “corregir” una trayectoria que supuestamente nos había llevado al “desquiciamiento moral y económico”. Para eso se debía “volver a la tradición cristiana hispánica”, y rechazar “el socialismo colectivista y ateo”. De ahí que Pinochet alegara que el marxismo negaba “los valores más entrañables del alma nacional” 270 . Aunque también, en su fase de instalación, el Régimen criticaba “el materialismo de las sociedades de consumo”271, su mensaje estaba impregnado, sobre todo,

268 El Mercurio de Santiago, 21 de noviembre 1973, 5. 269 El Austral, Temuco, 17 de noviembre 1973, 6. 270 El Mercurio de Santiago, 12 de octubre 1973, 1. De hecho, en junio de 1974 la revista Qué Pasa informó que la UP, para “remplazar el pabellón nacional”, había diseñado una “escalofriante” bandera en la que “el color rojo invade y aniquila toda la franja blanca. La bandera es roja entera. Sólo la estrella es blanca y se destaca sobre el paño azul”. El mensaje era claro. Con el pronunciamiento militar Chile, y su tradicional identidad de libertad, se habían salvado de ser los hermanos menores del bloque comunista. Nº 163, Santiago, 7 de junio 1974, 17. 271 Como se sostiene en Historia del siglo XX chileno, (284-285.) en la Declaración de Principios del Gobierno Militar de 1974, no existe señal “alguna del modelo de libre mercado que terminaría por predominar. Por el contrario, en esta etapa de instalación, “los planteamientos del régimen más bien se

71 por un furibundo anticomunismo. Como plantea Marcelo Casals, el discurso anticomunista colaboró “tanto en la instalación como en la consolidación del régimen dictatorial de Pinochet, posibilitando del mismo modo el apoyo de un sector significativo de la sociedad civil”. En el discurso dictatorial, que se entroncaba con una larga tradición anticomunista presente durante todo el siglo XX, “el comunismo encarnaba todo lo negativo, inmoral, irracional y disolvente” para la sociedad chilena 272 . De hecho, en el partido entre la selección de la restauración y el “equipo Z”, frente a la mentira, la inmoralidad, el despilfarro y el caos, Chile alineaba con la verdad en el arco. La justicia, el patriotismo, la honradez y la austeridad serían su defensa, mientras que el puntero izquierdo sería el respeto. Ese encuentro, aseguraban, lo ganaba Chile. En definitiva, en el relato dictatorial, el país se había encontrado inmerso en una lucha entre los buenos y malos chilenos. De esa manera, tal como lo había hecho el Gobierno de Allende, al no venir a Chile, la Unión Soviética volvía a amenazar los tradicionales valores de la sociedad chilena. Con el equipo nacional en cancha, por los parlantes del estadio se escuchó “Público chileno: en vista que la República de la Unión Soviética no se ha hecho presente el equipo chileno procederá a marcar el gol del honor”. Con ese acto simbólico, para El Mercurio se demostró “que la selección cumplía con los acuerdos pactados” 273 . Sin embargo, para Estadio, el espectáculo no fue más que un “show barato” que hizo pasar un “bochorno a la selección chilena”274. Luego de ese “gol del honor”, alabado por unos y criticado por otros, se dio inicio al amistoso, la “Copa de la Amistad”, entre el cuadro nacional y el Santos de Pelé. Sin Pelé (porque estaba lesionado), los brasileños apabullaron por 5-0 al equipo chileno. La tarde de la celebración se transformó en la del fracaso. No estuvo Pelé y, en la cancha, tampoco estuvo la selección275. Aunque la prensa de la época era absolutamente consciente de las debilidades del fútbol nacional, eso no implicaba su indulgencia. Por el contrario, al atribuirse un rol fundamental en el progreso del deporte chileno, buscaba que

entroncaban con cierto vago neocorporativismo católico”, mientras que “su concepción histórica, sigue a pie juntillas las tesis historiográficas conservadoras de Alberto Edwards, Francisco Encina y Jaime Eyzaguirre.” 272 El anticomunismo puede definirse someramente como la “aversión al comunismo y a todas aquellas fuerzas justa o injustamente relacionadas a él”. Marcelo Casals, Anticomunismos, política e ideología en Chile. La larga duración de la “campaña del terror” de 1964, Santiago, PUC, 2012, 6 y 23-24. 273 El Sur, Concepción, 22 de septiembre 1973, 1. Véase también Ercilla Nº 2000, Santiago, 28 al 4 de diciembre 1973, 63. 274 “Una tarde triste para el fútbol”, en Estadio Nº 1581, Santiago, 27 de noviembre 1973, 3. Véase También Iturriaga, “Proletas, Limpios, Cobardes y Burgueses”, 349 275 Estadio Nº 1581, 60-66.

72 los espectadores fuesen capaces de tomar distancia para elaborar un “juicio reflexivo sobre lo que se está viendo”276. De tal modo que la prensa hizo una dura crítica al juego chileno, al mismo tiempo que se rendía ante los “once morenos que brindaron un concierto de fútbol”. Como argumentaba El Mercurio, “perder no puede ser un motivo de decepción. La derrota está dentro de las posibilidades, es un acontecer lógico en las contingencias del juego. Pero hay derrotas y derrotas y ésta es digna de reflexión”.277 Las razones de la goleada eran evidentes. En primer lugar, Santos fue un cuadro contundente, serio y equilibrado que, con su juego de pases, “trizó toda la estructura” nacional. En segundo lugar, el equipo local había cometido el pecado de no haber tomado en serio el cotejo, lo que había redundado en una absoluta descoordinación. Sin embargo, la principal razón fue la insoslayable supremacía del rival que había sido superior en técnica, ritmo, estilo y físico. El estadio había quedado mudo y era tanto por “el desconcierto ante la actuación chilena” como por la admiración del brillante trabajo del rival. Estadio afirmaba que el auténtico amante del fútbol “debe haber disfrutado del festival que brindó Edu, mezcla de bailarín, de contorsionista, de mago y de futbolista”278. Para El Mercurio, Santos había brindado “una de las exhibiciones de fútbol más hermosas de los últimos años”. El expresivo 5-0 reafirmaba “el abismo entre un fútbol verdaderamente capaz (Brasil), y otro en gestación (Chile)”. El examen había ratificado tanto la humildad con la que Chile debía afrontar su desarrollo futbolístico como la imperiosa necesidad de “mayor contacto internacional”. También daba como lección que Chamaco Valdés y Carlos Reinoso no podían jugar juntos en el medio campo.279

276 E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, op. cit., 133-137. Véase también Matamala, Goles y autogoles, 216-217. 277 El Mercurio de Santiago, 23 de noviembre 1973, 8. También 22 de noviembre 1 y 12. 278 Estadio Nº 1981, 32. En la época, como muestran los adjetivos de bailarín y mago, el fútbol todavía conservaba el contenido lúdico que, progresivamente, ha ido perdiendo por la implantación de valores competitivos y mercantiles. Al respecto, Huizinga, op. cit., 153-173. Véase también Richard Mandell, Historia Cultural del Deporte, Barcelona, Bellaterra, 1986. Para un análisis sobre cómo el deporte genera una fascinación estética en los aficionados Gumbrecht, op. cit., 9-23. 279 Estadio Nº 1581, 60-66. El Sur, Concepción, 22 de noviembre 1973, 1. También 23 de noviembre, 13. El Mercurio de Santiago, 23 de noviembre 1973, 8. También 24 de noviembre, 7. La Patria, Santiago, 23 de septiembre 1973, 15. Estas impresiones críticas acerca del juego del seleccionado chileno ya habían aparecido tras los encuentros amistosos, que días antes habían ocurrido, entre la selección chilena y de Buenos Aires y Cerro Porteño de Paraguay. La Patria, Santiago, 17 de noviembre, 9. Austral, Temuco, 19 de noviembre, 1.

73 En virtud de los reglamentos de FIFA280, la no presentación del rival debía clasificar a Chile automáticamente al Mundial. Tras el subcampeonato de Colo-Colo en la Copa Libertadores281, era la “culminación de un año de relieve internacional” para el fútbol. Sería la quinta vez que el país llegaba a la cita cumbre del fútbol mundial, y lo hacía tras una “campaña altamente consagratoria”282. La ACF envió una carta de saludo a cada integrante del plantel. En ella agradecía la “entrega generosa, el comportamiento honesto y disciplinado y su espíritu de superación”. Mención aparte había para el entrenador, ya que sin ese “conductor”, que educaba con el ejemplo e impartía “disciplina”, todos esos factores “no habrían podido valorizarse como hoy se aprecian”283. Como destacó posteriormente Edgardo Marín, Luis Álamos era “ante todo, un buen chileno, un buen hombre”284. En efecto, en el Bando Nº 31 la Dictadura les anunció a los trabajadores chilenos que “la reconstrucción nacional ha comenzado y tú tienes un papel que cumplir en ella. Chile es uno, Chile es libre”285. De esa manera, en la única interpretación que podía circular en el país en esta época, lo conseguido por la selección era un signo de la restauración y unidad nacional que supuestamente estaba encabezando el Régimen Militar. Con todo, la decisión final acerca de la clasificación nacional era potestad exclusiva del Comité Organizador de la Copa del Mundo, el cual recién se reuniría el 5 de enero de 1974. La situación era preocupante y se temía que se estuviesen “encubriendo segundas intenciones de los organizadores”. La FIFA, por su parte, sólo se había limitado a declarar que “no podemos olvidarnos de los reglamentos sólo porque hay un problema en el que está envuelto un país grande”286; sin embargo, la clasificación todavía no estaba zanjada. Hasta esa fecha la URSS argumentó que su incomparecencia era un “caso de fuerza mayor”. Aseguraban que “enviar un equipo a Santiago habría violado todos los principios humanos”287. Sin embargo, el Comité Organizador ratificó por 13 contra 5 la eliminación

280 El artículo 22 del Reglamento FIFA especificaba que si un cuadro no se presentaba a jugar un partido, en fecha y lugar señalados, la victoria es adjudicada al adversario. De esa manera, al haber empatado en Moscú y con la victoria, por no presentación en Santiago, la selección debería haber conseguido, reglamentariamente, su clasificación al Mundial. El Mercurio de Santiago, 7 de noviembre 1973, 12. 281 Sobre todo por el triunfo a Botafogo en el Estadio Maracaná. 282Ercilla Nº 2000, 64. El Mercurio de Santiago, 25 de noviembre 1973, 1. 283 El Mercurio de Santiago, 28 de noviembre 1973, 4. 284 Marín, Centenario historia total, 244. 285 Junta de Gobierno, Bando Nº 31, 14 de septiembre de 1973, en Garreton, op. cit., 86. 286 Estadio Nº 1580, Santiago, 20 de noviembre 1973, 3. El Mercurio de Santiago, 22 de noviembre 1973, 1. 287 El Austral, Temuco, 6 de enero 1974, 1 y 8. También Estadio Nº 1581, 51.

74 soviética, y por tanto, la clasificación nacional. A favor de la Unión Soviética estaban Hungría, Alemania Democrática, Yugoslavia y Egipto. La posición chilena había sido defendida “por todos los países de la CONMEBOL, por la Confederación Centroamericana y los países de Europa Occidental”288. En ese sentido, se había hecho justicia con quienes se habían ceñido “estrictamente a los reglamentos”. Estadio manifestaba que si “alguna vez dudamos de la fortaleza de la FIFA para resistir la presiones de un influyente bloque, justo es que reconozcamos que ha salido engrandecida”289. El camino hacia la clasificación no había estado sembrado de rosas, sino que por el contrario, estuvo repleto de obstáculos que los chilenos, con su tradicional capacidad para sobreponerse a las dificultades290, habían sido capaces de superar. Chile primero superó el cedazo eliminatorio sudamericano contra el favoritismo del Perú de Teófilo Cubillas, cuadro que contaba con jugadores “cotizados internacionalmente en mejor plano que los nuestros”. Luego, se viajó a Moscú. Allá se soportó el “gélido trato y en el empate, ganaron la mano y demostraron que podían ser mundialistas”291. En esa oportunidad el país “de la estrella solitaria, le dijo al mundo que muchas veces vale más un deseo de superación y corazón bien puesto. Chile fue a Moscú porque tenía un compromiso con su pueblo y con el organismo rector del fútbol en el mundo. Así cumplió Chile” 292. Si bien los héroes de la clasificación chilena eran principalmente los jugadores, encabezados por la figura de Elías Figueroa y el entrenador Luis Álamos, un papel muy importante habían cumplido los dirigentes. Ellos fueron los que, contra toda recomendación, encabezaron el viaje a Moscú y luego defendieron con tesón el “legítimo” derecho de jugar la revancha en el Estadio Nacional. En esa defensa también fueron relevantes los dirigentes del fútbol sudamericano, para quienes, como hemos visto, el problema entre Chile y Unión Soviética era uno continental. De hecho, Joao Havelange, presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, gestionó personalmente la incorporación de Elías Figueroa al equipo que jugó en Moscú. En la negociación con los

288 El Mercurio de Santiago, 6 de enero 1974, 39. El Sur, Concepción, 6 de enero 1974, 13. 289 Estadio Nº 1587, Santiago, 8 de enero 1973, 3. El Sur, Concepción, 5 de enero 1974, 13 290 Para un tratamiento historiográfico reciente sobre el tema véase Bárbara Silva y Alfredo Riquelme, “Una identidad terremoteada. Chile en 1960”, en Revista de Historia Iberoamericana, Santiago, 4:1, 2011,67-91. Hernán Godoy, citando a Gabriela Mistral y Ortega y Gasset, afirmaba que esta capacidad de resiliencia, de sobreponerse una y otra vez a los desastres naturales y a las penurias económicas, era parte constitutiva del carácter chileno en una perspectiva de mediana, e incluso larga, duración. Op. cit., 510. 291 El Sur, Concepción, 21 de noviembre 1973, 13. 292 El Mercurio de Santiago, 25 de noviembre 1973, 1.

75 dirigentes de Internacional de Porto Alegre, club al que pertenecía el jugador, les había reclamado que “Figueroa es uno de los mejores defensas del mundo y hará falta en un partido de tanta importancia para el fútbol sudamericano”293. Para Agustín Martínez, editorialista de El Sur, “Chile, pequeño, pobre y distante” había vencido a “Goliat”. Su fuerza radicaba en formar “un pueblo culto, espiritual, con sangre araucana y española, amante de su libertad, democracia y tradiciones”294. El chileno, se decía, era un pueblo al que “una multitud de otros casi todos más grandes” han buscado derrotar; aparentemente débiles, pero en el fondo altos y poderosos, porque eso significaba poseer la verdad. Efectivamente se había conseguido un triunfo moral, ya que “la victoria, en realidad, no se gana sólo cuando la corona de laurel se posa sobre la frente de un luchador. Se gana cuando interiormente se crea la fortaleza y la vitalidad para alcanzarla” 295 . Se reconocía, sin complejos, que frente a un gigante como la Unión Soviética, que lo aventajaba en casi todo, el país era débil. Sin embargo, junto a esa debilidad, tanto deportiva como económica y geopolítica, existía una reserva ética que había permitido vencer, contra todo pronóstico. En definitiva, la selección chilena de fútbol, como siempre ha ocurrido, fue “la encarnación misma de Chile”. En este episodio desafió al poderoso fútbol soviético, y al igual que la “pequeña nación que cuelga de la geografía del planeta”, se atrevió a derrotar al comunismo internacional. De esa manera, “el mito del solitario guerrero en la arena política mundial tenía réplica en el rectángulo verde y sagrado donde David puede vencer a Goliat”296. Esa fuerza, que era por sobre todo ética, fue la que, según el relato de la prensa, reconoció297 la FIFA cuando ratificó la clasificación chilena al Mundial de 1974. Por eso es que, para el país, el ente rector del fútbol mundial había salido engrandecido al respetar los legítimos derechos deportivos de una pequeña nación enfrentada, en el plano deportivo, a una enorme potencia. Era un reconocimiento internacional a las tradicionales características de la sociedad chilena, una sociedad que por más débil que fuese, no dejaba de ser

293 El Mercurio de Santiago, 24 de septiembre 1973, 5. Havelange se encontraba en plena campaña para desbancar a Stanley Rous, como lo logró en 1974 con el voto de Chile, de la presidencia de la FIFA. 294 “David y Goliat”, en El Sur, Concepción, 8 de noviembre 1973, 5. 295 “Un país llamado David”, en La Patria, Santiago, 24 de noviembre 1973, 4. 296 Pérez, op. cit., IV, 3-6. 297 Defino el reconocimiento como la posibilidad de encontrar en un otro, en este caso Chile con la FIFA, a un interlocutor válido. Esta relación puedes ser ejemplificada como una discusión entre pares que se reconocen derechos y deberes morales mutuamente. Axel Honneth, “Reconocimiento y obligaciones morales.” RIFP, Madrid, 8, 1996. 5-7. La FIFA como la ONU del fútbol en Ercilla Nº 1998, 63.

76 hospitalaria. Por el contrario, al ser pequeña, poseía un alto sentido del deber y la responsabilidad, tenía honor y cumplía sus compromisos. En definitiva, los chilenos podían no ser unos campeones, pero sin lugar a dudas, en términos morales eran buenos deportistas. Ese triunfo moral significaba en la época mucho más que uno conseguido exclusivamente por los goles marcados en el arco contrario298, y en ese sentido, es que los chilenos podían ser “pobres pero orgullosos”. Todos estos elementos, que constituían la médula del triunfo moral chileno, nos hablan de un país que, como ha destacado Rafael Sagredo, producto de su aislamiento y pobreza necesitaba del reconocimiento extranjero. La personalidad chilena, caracterizada tanto por su nacionalismo como por su naturaleza hospitalaria, había sido moldeada, durante los siglos, por el “aislamiento y la precariedad”. En ese sentido es que la hospitalidad era un mecanismo de compensación 299 . Aunque Sagredo se refiere a la sociedad colonial, el énfasis que las fuentes hacen tanto de la hospitalidad como de la posición de inferioridad chilena permite pensar que esta caracterización es perfectamente válida para el período que acá se estudia. Hernán Godoy, analizando el Chile de mediados del siglo XX, propuso que “el afecto y hospitalidad” para con el extranjero sería una “característica nacional que abarca a todas las clases sociales” 300 . Paralela a dicha imagen de la sociedad chilena, Curzio Malaparte, dramaturgo italiano, afirmaba en 1953 que amaba a Chile “porque me gustan los países pobres, las naciones lanzadas en la búsqueda de una forma de vida moral que no sea imitación de la vida europea o norteamericana”301. Ese Chile pobre pero orgulloso era el que, para sus defensores, la Dictadura había salvado. Era el mismo país que el fútbol chileno había encarnado y defendido, tanto adentro como afuera de la cancha. Raúl Pizarro, redactor de deportes de Qué Pasa y El Mercurio, exclamó que “todo Chile los ha aplaudido y todo Chile les está agradecido. ¿Para qué dar

298En ese sentido, aún en la primera mitad de la década de 1970 en Chile, “el hecho deportivo, el ser campeón, que debe tener una resolución pragmática medida en cantidad de goles, es superado por una categoría indiscutible, el ser campeón moral, porque es ética”. Alabarces, loc. cit. Cursivas en el original. 299 Rafael Sagredo, “Entre la hospitalidad y la seducción. La sociedad chilena y los viajeros ilustrados”, en Pilar Gonzalbo y Mílada Bazant (coord.), Tradiciones y conflictos: historias de la vida cotidiana en México e Hispanoamérica, México, Colegio de México, 2007, 306-314. 300 Godoy, op. cit., 513. 301 Curzio Malaparte “¿Por qué amo a Chile?”, La Nación 13 de septiembre 1953, en Godoy, op. cit., 436. Sin embargo, Rafael Otano, comentando el “momento cultural chileno” en 1974, protestó que, con respecto a la programación televisiva nacional, “se ha cedido a la tentación de importar. Pero hay que tener la osadía de ser imperfectos y limitados y no aceptar un alud de programas extranjeros que no nos centran en nuestro mundo y en nuestras posibilidades”. En Mensaje Nº 227, Santiago, marzo y abril 1974, 70.

77 nombres? […] Gutendorf fue el terremoto. Álamos y sus jugadores, la reconstrucción.”302 En efecto, , entrenador del equipo nacional hasta marzo de 1973, había sido criticado por haber intentado implantar un modelo futbolístico ajeno a la “idiosincrasia criolla”303. Por su parte, el Pronunciamiento Militar había logrado expulsar al “marxismo”, verdadero “cuerpo extraño que era al organismo nacional”. De esa manera, “la reconstrucción y la esperanza de futuro, aunque son grandes dificultades, son ahora promesas accesibles” 304 . Incluso Eduardo Frei Montalva, el principal líder de la Democracia Cristiana chilena, afirmó en octubre que, como no existía “más salida”, los “militares chilenos han salvado Chile”.305 Sin embargo, esa sociedad, que era capaz de resolver sus diferencias políticas sin necesidad de intervenciones militares, había sido sepultada definitivamente por el derrocamiento del Gobierno de la Unidad Popular el 11 de septiembre de 1973. Aunque hacia fines de año los “militares se habían movido desde la matanza masiva a la matanza selectiva”306 , parece paradójico que la prensa deportiva esgrimiera argumentos morales para justificar la clasificación nacional cuando el país experimentaba una tremenda crisis moral producto de la instauración del Terrorismo de Estado. Sin embargo, esto ocurre por las características normalizadoras que tienen las narraciones. Su función, como proponen Claude Lèvi-Strauss y Jerome Bruner, es conjurar el corrosivo efecto psicológico que tienen en la vida social acontecimientos desestabilizadores,307 como el Golpe de Estado en Chile. Por eso es que son significativas las continuas referencias, en el relato periodístico

302 “La conciencia limpia para festejar”, en Qué Pasa Nº 135, Santiago, 23 de noviembre 1973, 55. 303 Efectivamente, un grupo importante de entrenadores chilenos consideraban inadecuado que se contratara, en 1972, a un entrenador extranjero para preparar al seleccionado nacional. De hecho, el propio Luis Álamos manifestó que “la ropa sucia se lava en casa” y que “si se le dan las mismas oportunidades que le han dado a Gutendorf”, en Chile existían “técnicos con suficiente capacidad para realizar un trabajo bien hecho.” La FIEMC. Órgano Oficial de la Federación Industrial de Edificación, Madera y Materiales de Construcción, Nº 4, Santiago, abril 1972, 16. Véase también, “El excéntrico Rudi Gutendorf, 40 años después”, en El Mercurio de Santiago, 23 de junio 2013. http://diario.elmercurio.com/detalle/index.asp?id={b08667e2-ee07- 4eed-96de-fe72354bc9c8}, 22-08-2013. 304 El Mercurio de Santiago, 18 de septiembre 1973, 2. 305 Palabras dadas al diario ABC de España el 10 de octubre de 1973. Citadas en Correa, Historia del siglo XX chileno, 288. Sobre las Fuerzas Armadas como la reserva moral de la nación véase, entre otros, Qué Pasa Nº 126, Santiago, 11 de septiembre 1973, passim. 306La represión se comenzaría a focalizar en los grupos que eran considerados como capaces de dirigir un movimiento de resistencia. Dicha estrategia será encabezada por la “temida” Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), organización que institucionalizará “la tortura como técnica de interrogación”. De esa manera, Chile se transformó, a nivel internacional, en un “sinónimo de la degeneración de los Derechos Humanos”. Peter Winn, Tejedores de la revolución, 327-328. 307 Bruner, loc. cit. Claude Lèvi-Strauss, Antropología estructural, Barcelona, Paidos, 1995, passim.

78 deportivo, a la gesta del Mundial de 1962. Incluso, tras el terremoto de Valdivia de 1960 el país había cumplido, tal como en 1973, sus compromisos308. En esa época, para los sectores que ahora habían recuperado el poder en el país, la figura del Presidente Arturo Alessandri representaba “todo lo que era correcto del antiguo régimen”309, quizás el último momento en que la lucha de clases todavía no desbordaba los cauces institucionales310. Frente al vacío identitario generado por el Golpe, al romper con la “excepcional” trayectoria democrática chilena, el discurso periodístico recurrió a los mitos del pasado, y la Dictadura también.

Chile en Alemania 1974. El mismo 5 de enero de 1974 en que se confirmó la participación chilena en la Copa del Mundo, se llevó a cabo en Frankfurt el sorteo de los grupos del Mundial. Ser parte del magno evento significaba que el país estaba dentro de la elite del fútbol mundial311, por lo tanto, tendría que enfrentarse a los 15 equipos más poderosos del planeta. Dentro de ese selecto grupo de países, Chile era una fuerza de tercer orden312, y de hecho, en el sorteo la FIFA (la misma que había reconocido su hospitalidad y espíritu deportivo) la colocó dentro de esa categoría de países. De esa forma, se coadyuvó a que el acontecer infausto se presentase una vez más. Así al menos lo interpretaron los chilenos313 cuando supieron que su selección compartiría grupo con la todopoderosa Alemania Federal, Alemania

308 Matamala, 1962, passim. Damm, loc. cit. Sobre el terremoto véase Silva y Riquelme, loc. cit. 309 Como sostiene Stern (Recordando el Chile de Pinochet, 24 y 49), “la experiencia de un Estado que se vuelca violentamente en contra de su propia ciudadanía siempre es dramática”. Por otro lado, para muchos chilenos no era creíble que en su sociedad, “demasiado civilizada, democrática y obediente de la ley”, se pudiese implementar de manera sistemática el terrorismo de Estado. De hecho, como recuerda este mismo autor, “muchas de las víctimas se entregaron voluntariamente cuando aparecieron en las listas de personas buscadas por el nuevo gobierno”. 310 Para Alfredo Jocelyn-Holt es con el Gobierno de Frei Montalva en que se comienza a trizar el sistema institucional chileno. Op. cit., 92-100. Véase también, desde una historia del sistema de partidos, Timothy Scully, Los partidos de centro y la evolución política chilena, Santiago, CIEPLAN, 1992, passim. 311 El Mercurio de Santiago, 25 de noviembre 1973, 1. 312 Para el seleccionador italiano Ferrucio Vaccareggi, de entre los 16 países clasificados Chile ocupaba el 13º puesto. Tras él sólo estaban países que debutaban en una Copa del Mundo como Haití, Zaire y Australia. En El Austral, Temuco 5 de enero 1974, 12. Véase también “Apuestas ubican a Chile en el 12º lugar”, en El Austral, Temuco, 9 de junio 1974, 9. 313 Ejemplificador al respecto es la columna de Hernán Millas “Tan simpático, tan agradable” en Ercilla Nº 2006, Santiago, 10 al 15 de enero 1974, 10. Sobre el acontecer infausto Rolando Mellafe, “El acontecer infausto en el carácter chileno, una proposición de historia de las mentalidades”, en Atenea, Concepción, Nº 442, Octubre de 1981, 121-128.

79 Democrática, y Australia, a los que debería enfrentar en este mismo orden. A priori, no se creía que el equipo llegara vivo al tercer partido con Australia. Franz Beckenbauer y Helmuth Schoen, capitán y entrenador respectivamente de Alemania Occidental, se mostraron muy satisfechos. Por su parte, Francisco Fluxá manifestó: “suerte que no hay tres Alemanias, pues de ser así, nos hubiera tocado con todas ellas”314. Para el Zorro Álamos era el grupo más difícil de todos, planteando que “[l]os sorteos son sorteos y Chile siempre tiene mala suerte en este tipo de cosas”. Sobre todo porque las dos Alemanias, creía el entrenador, iban a ser locales cuando enfrentaran en Berlín a los chilenos.315 Mientras se argüía que “la serie no puede ser favorable” y que dentro de los sudamericanos “el menos afortunado fue Chile”, los uruguayos (quienes también tenían un grupo muy difícil con Holanda, Bulgaria y Suecia) declaraban que “son rivales de similar valía y creemos que podemos salir airosos de nuestra serie”. Los brasileños, que se sabían una potencia, afirmaban aceptar “siempre el veredicto de la suerte y respetamos a todos nuestros rivales”316. El consuelo de Patricio Vildósola, secretario de la ACF, era que al debutar contra el local, lo haríamos “en un estadio repleto y mundialmente nuestra imagen será muy buena”. Humberto Terán, presidente de la Federación de Fútbol de Chile, se daba por satisfecho con estar en el Mundial, ya que eso era “impagable”317. Estadio fue de los pocos que le restó dramatismo a la suerte nacional. Se preguntó: “¿En una Copa del mundo puede hablarse de buena o mala suerte? Todos los grupos, por igual, representan los riesgos propios de una competencia a la que acuden los más calificados”. De hecho, dudaban que hubiesen sido más accesibles los grupos de Brasil (también integrado por Escocia y Yugoslavia) o el de Uruguay; tampoco creían que fuese más favorable el de Argentina, la cual debía eliminarse contra Polonia, Italia y Haití. Por eso es que manifestaban que Chile debía disponer de su participación de la mejor manera posible, “con la máxima responsabilidad, sin pensar en que había sido más favorable quedar en este o en este otro grupo.”318

314 El Mercurio de Santiago, 6 de enero 1974, 39. 315 La Patria, Santiago, 7 de enero 1974, 1. 316 El Sur, Concepción, 6 de enero 1974, 13. 317 El Mercurio de Santiago, 6 de enero 1974, 39. 318 Estadio Nº 1587, 3.

80 Para preparar a Chile, Luis Álamos había diseñado el Plan B-5319. La táctica-estrategia que la selección iba a ocupar en el Mundial era ultra defensiva, debido al notorio desequilibrio deportivo y físico que se consideró que existía entre Chile y sus rivales europeos. Mientras el futbolista sudamericano era más “allegado a la parte bonita del fútbol, la técnica”, el europeo era caracterizado como uno predominantemente físico320. Efectivamente, el nivel futbolístico chileno aconsejaba no cometer la locura de jugarle de igual a igual a los alemanes321. Además, la preparación nacional para el Mundial iba a ser mediocre. Sólo se jugaron tres amistosos contra otras selecciones, los representativos de Haití e Irlanda322. Por otro lado, no dejaba de ser importante para la imagen internacional del país que la selección no fuese apabullada por la Alemania Federal, y mucho menos, humillada por la Alemania comunista. Aunque probablemente eso no era algo que preocupara al entrenador, sí era perentorio para los dirigentes y gobernantes chilenos que el comportamiento de la delegación en suelo germano fuese ejemplar, ya que para la Dictadura la participación en el Mundial debía ayudar a limpiar su imagen en el exterior323. Sin embargo, las actuaciones internacionales de la selección servían, una y otra vez, justamente para lo contrario. En Centroamérica, por ejemplo, donde se hizo una gira de preparación, se acusó al plantel de haber hecho un saludo fascista324. El 27 de mayo de 1974, mismo día en que la selección emprendió su viaje a Alemania “con el respaldo de todo el país que les desea suerte y éxito”325, regresaban desde Frankfurt los Huasos Quincheros. Allá fueron victimas del “infernal clima que existía en ese país en contra de los chilenos”. Los habían atacado “200 marxistas” que, no contentos con destruir

319 El plan B-5 había iniciado las primeras semanas de abril de 1974. Véase Estadio Nº 1601, Santiago, 16 de abril 1974, 27-31. Edgardo Marín, Centenario historia total, 248. 320 El Sur, Concepción, 8 de junio 1974, 1 321 Sobre el plan defensivo de Luis Alamos Estadio Nº 1602, Santiago, 23 de abril 1974, 57. También Nº 1605, Santiago, 7 de mayo 1974, 16-17. Ercilla Nº 2023, Santiago, 17 al 21 de mayo 1974, 63-64. También Nº 2024, Santiago, 23 al 29 de mayo, 27-29. 322 El Sur, Concepción, 9 de junio 1974, 4. 323 La ACF envió a Alemania un folletín, Copa Mundial FIFA 1974, con prólogo de Augusto Pinochet, a modo de “saludo a las naciones participantes del mundial”. Lamentablemente no se ha podido encontrar ningún ejemplar de dicho documento y sólo se conoce su existencia por referencias aparecidas en El Mercurio de Santiago, 2 de junio 1974, 55. Véase también Elsey, “As the World is My Witness”, 182. 324 La selección no pudo disputar demasiados partidos amistosos con miras al Mundial. De hecho, los que jugó fueron partidos contra rivales que no le permitieron ensayar el estilo de juego que utilizaría en Alemania. Los dirigentes chilenos explicaban que por “razones archiconocidas era una misión imposible encontrarle rivales a la selección nacional”. Qué Pasa Nº 161, Santiago, 24 de mayo 1974, 52-53. 325 Eran las palabras con las que el Presidente de la Junta de Gobierno, general Augusto Pinochet Ugarte despedía a la selección nacional. Estadio Nº 1607, Santiago 28 de mayo 1974, 52.

81 sus instrumentos, intentaron asesinarlos. Incluso, se los había tachado de “cerdos fascistas y propagandistas” de la Dictadura. En Chile los sectores oficialistas reaccionaron con indignación. Argumentaron que en el contexto de la “Reconstrucción Nacional, con un gobierno que es una garantía para todos”, los países que se llamaban amigos no por querer “congraciarse con grandes potencias iban a ser desleales con un país chico, pero libre y generoso” 326 . Los Quincheros apuntaron que el ambiente que le iba a tocar vivir a la selección chilena iba a ser peor que el que ellos habían experimentado porque “ellos ya han iniciado la campaña de desprestigio” de Chile327. De esta forma, el Gobierno levantó una “enérgica protesta” en contra del Gobierno alemán, en la cual hacía notar su preocupación frente a la posibilidad de que actos similares hostilizaran la participación del seleccionado nacional durante el Mundial.328 El clima de temor se acrecentó cuando se supo que Elías Figueroa había sido amenazado de muerte en caso de representar a Chile329. Antes de partir a Alemania Occidental, el seleccionado chileno fue recibido en el Edificio Diego Portales por la Junta de Gobierno. Augusto Pinochet, que se encaminaba a ser el hombre fuerte del Gobierno Militar330, les señaló: “Ustedes señores llevan un serio compromiso con Chile, y Chile sabe también los problemas que van a tener que afrontar en Europa, porque la calumnia y la mentira ha llegado a afectar la mentalidad de muchos europeos y eso es el problema principal. Ustedes, como buenos chilenos lo van a saber afrontar y salir adelante […]. Van a desplegar el mayor esfuerzo para obtener la victoria. Si no la obtienen es porque no pudieron. Pero llevan ustedes el respaldo de todos los compatriotas, y ese respaldo es muy grande cuando se trata de representar al país.”331

326 El Mercurio de Santiago, 6 de junio 1974, 2. 327 La Patria, Santiago, 28 de mayo 1974, 3. La Tercera de la Hora, Santiago, 28 de mayo 1974, 1 y 44. El Mercurio de Santiago, 29 de mayo 1974, 2 y 12. Véase también El Austral, Temuco, 28 de mayo 1974, 2. El Sur, Concepción, 28 de mayo, 1974, 1. 328 El Austral, Temuco, 15 de junio 1974, 1 329 Figueroa había contratado, en forma personal, un seguro de vida por un millón de dólares. Por su parte, la Asociación Central de Fútbol de Chile (ACF) aseguraba al resto de la delegación en trescientos veinte millones de escudos. El Mercurio de Santiago, 29 de mayo 1974, 2 y 8. También 30 de mayo 1 y 12. En Colombia se habían producido amenazas de secuestro en contra de los ciclistas chilenos que se encontraban compitiendo en ese país El Mercurio de Santiago, 1 de junio 1974, 5. 330 Elsey, “As the Worlds is My Witness”, 182. En efecto, en junio de 1974 Augusto Pinochet asumió, en forma definitiva, la Presidencia de la Junta de Gobierno. Correa, Historia del siglo XX chileno, 289. Véase también “General Pinochet asumió mando supremo del país”, en El Mercurio de Santiago, 28 de junio 1974, 1. 331 El Sur, de Concepción, 25 de mayo 1974, 1.

82 Después de agradecer las palabras del Presidente de la Junta, Chubretovic le respondió que tuviera “la tranquilidad de que el nombre de Chile va a quedar a salvo tanto en la cancha como fuera de ella”332. Así partía Chile hacia el Mundial. Las expectativas del entrenador Luis Álamos eran demostrar que “somos capaces […]. Vamos tranquilos porque no hubo presión sobre los muchachos. Nosotros queremos que Chile ría y por eso vamos a dar el todo por el todo” 333. Francisco Chamaco Valdés, capitán de la selección, aclaraba que “el objetivo es clasificar pero si jugamos bien y perdemos no hay nada que decir […]. Vamos a dejar el alma en la cancha”334. Según Pedro Morales, segundo entrenador chileno, después de la clasificación al Mundial “lo que ahora venga es así como una propina”. Para Néstor Isella, entrenador de Deportes Concepción, “en el papel Chile no tiene nada que hacer, pero todos sabemos que los equipos chilenos cuando nadie da un veinte por ellos, hacen unas gracias tremendas”335. De esa forma el cuadro, al “sacar a relucir su temple”, iba a defender la imagen de Chile en la cancha336. El Mundial de Alemania se caracterizó por sus extremas medidas de seguridad, para evitar un ataque terrorista como el ocurrido en las Olimpiadas de Munich 1972.337 Dichas precauciones acrecentaron en la sociedad chilena la impresión de que sus muchachos, y con ellos todo el país, se encontraban bajo amenaza. Chile, al ser un equipo problema, fue uno de los principales focos de su dispositivo de seguridad. El cuartel general chileno, como llamaba El Mercurio al “idílico palacete-hotel de Glienicke”, estaba situado en un maravilloso parque de 50.000 metros cuadrados de bosques y con una hermosa laguna natural, paisaje que sólo era “profanado por la doble hilera de tirabuzones de alambre púa” y una tanqueta que estaban para custodiar al equipo. La prensa se lamentaba de que mientras las demás selecciones recibían un trato normal, los chilenos debían “cerrar sus

332 Idem. Las mismas ideas también en El Austral, Temuco 25 de mayo, 2. 333 El Sur, Concepción, 29 de mayo 1974, 1. También El Austral, Temuco, 28 de mayo 1974, 1. 334 La Tercera de la Hora, Santiago, 27 de mayo 1974, 28. “Valdés: “No nos vamos a achicar””, en Estadio Nº 1607, 12-15. También en El Sur, Concepción, 5 de junio 1974, 17. 335 El Sur, Concepción, 8 de junio 1974, 1 y 4. De hecho, en El Sur apareció (Concepción, 9 de junio, 5) una humorada en la que se relataba cómo Chile se había coronado campeón del Mundo tras derrotar en la final al seleccionado de Zaire. 336 El Austral, Temuco, 10 de junio 1974 11. También 13 de junio 1974, 15. 337 “Operativo de seguridad: Alemania”, en El Sur, Concepción, 4 de junio 1974, 13. Sobre lo ocurrido en Juegos Olímpicos de Munich Richard Mandell, The Olympics of 1972: a Munich diary, North Carolina, University of Nort Carolina Press, 1991.

83 oídos ante las andanadas de improperios que les lanzaban, cuando fueron nada más que a jugar a la pelota, debiendo batirse en materias que no les competen en absoluto”.338 La revista Qué Pasa, defendiendo el espíritu apolítico del deporte olímpico, lamentaba que los “mezquinos intereses políticos” instrumentalizaran las competencias deportivas, como forma de repercutir en la “opinión pública mundial”. El deporte, a su juicio, no podía servir a intereses “totalmente ajenos como la segregación racial en Sudáfrica y Estados Unidos” 339. La revista temía que el Mundial sirviese como una caja de resonancia para las campañas internacionales de solidaridad en contra de la Junta Militar. De hecho, el Movimiento de Solidaridad con Chile, que tenía en Berlín Occidental el centro de sus actividades, había tomado la decisión de disputar cualquier intento de la propaganda gubernamental chilena para celebrar la participación del seleccionado nacional como un acto de glorificación de la Junta de Gobierno 340 . Bajo esa perspectiva, Raúl Pizarro proponía que: “[L]os chilenos no nos percatamos de lo puros que somos en nuestro comportamiento hacia el deporte. Por canchas nacionales han desfilado soviéticos, checoeslovacos, alemanes del este, y para todos, hubo reconocimiento a sus valores deportivos. Nuestro orgullo es no mezclar asuntos ajenos al deporte con el deporte mismo. A ese don especial debemos agregarle otro: la paciencia para ver y soportar como otras naciones, que creíamos superdesarrolladas son incapaces de distinguir entre lo que es deporte y lo que no lo es.”341

A medida que se acercaba la Copa, en el país había desconfianza acerca de qué tan alto podía escalar el conjunto chileno. Sin embargo, ello no alteraba la “equilibrada relación” que existía entre los hinchas y su equipo nacional. El Mercurio se enorgullecía de que el aficionado chileno se caracterizase por no poseer “una euforia desmedida ni la pesadumbre desconsoladora y ese equilibrio podría ser ejemplo”. Bajo esa perspectiva, al seleccionado no se le exigía más que demostrar “decoro, mostrar un fútbol digno ante las potencias

338“Un “paraíso” espera a chilenos en Berlín”, en El Mercurio de Santiago, 9 de junio 1974, 3. También 31 de mayo, 5. 10 de junio, 1 y 12. Véase también “Que Pasa Nº 162, Santiago, 31 de mayo 1974, 57. La Tercera de la Hora, Santiago, 27 de mayo 1974, 19-20. El Austral, Temuco 10 de junio 1974, 15. El Sur, Concepción 30 de mayo 1974, 20. 339 Qué Pasa Nº 163, Santiago, 7 de junio 1987, 53-55. El Sur, Concepción, 13 de junio 1974, 13. 340 Elsey, “As the World is My Witnness”, 181. Véase también Ahumada, op. cit., 195-201. 341 Qué Pasa Nº 161, 53-55.

84 mundiales y exhibir una conducta deportiva ejemplar. Con eso estaría justificada la presencia chilena en la cita cumbre.”342 Julio Martínez había dicho que Chile no se “jactaba de su proverbial modestia”. Lo importante era evitar una gran decepción y para ello “sólo es preciso cumplir con decoro, con altivez, con dignidad […], con los alemanes no se puede combatir con las mismas armas, intentarlo es un absurdo”. Para Sergio Livingstone el Mundial era simplemente un examen para saber “cuánto valemos y qué pretendemos en el concierto futbolístico del orbe”. La meta de Chile no podía ser este Mundial, la meta debía ser el infinito, “buscando la perfección, afanándonos por llegar a dominar un fútbol utilitario, bello, del agrado del espectador. Importante Alemania pero sólo como calibrador de nuestra potencia actual”, y proseguía señalando “que ni la vida ni la patria ni el honor están involucrados en una derrota […], ganar, perder, son contingencias transitorias. Ser íntegros, rectos y leales va más allá de la transitoriedad”. Para La Tercera de la Hora tener un buen desempeño no significaba necesariamente ganar, pero sí “competir en forma honesta”. De ese modo, había confianza en que “el comportamiento de los muchachos era modelo de corrección y de sentido profesional.”343 Cumplir con decoro no significaba falta de competitividad. Por el contrario, era tomar conciencia de la real capacidad futbolística del país. Eso era vital para poder evaluar “objetivamente” el desempeño del equipo en la Copa del Mundo, ya que no tenía sentido exigirle algo que estaba fuera de las posibilidades del fútbol chileno. La prensa había aprendido la lección de la última participación chilena en un Mundial, cuando en Inglaterra 1966, el seleccionado había partido con un ánimo triunfalista pero regresado eliminado en primera ronda tras lograr un solo punto de seis posibles344, en lo que fue hasta 1982 la peor actuación chilena en un Mundial. De esa manera, Estadio afirmaba que: “Nadie en Chile se sentirá humillado por una derrota. Los millones de chilenos sólo les piden que jueguen como si quisieran ganar, a ganar con la mística con que se ganó en Ñuñoa, Montevideo y Moscú; con la fe de los que pueden caer ante un adversario pero nunca por sus

342 El Mercurio de Santiago, 1 de junio 1974, 7. También 9 de junio, 53. Estadio Nº 1608, Santiago, 4 de junio 1974, 51-53. 343 Estadio Nº 1606, Santiago, 15 de mayo 1974, 19. Qué Pasa Nº 163, Santiago, 14 de junio 1974, 53-55. También Nº 164, Santiago, 14 de junio, 56. La Tercera de la Hora, Santiago, 10 de junio 1974, 21. 344 En dicha Copa del Mundo el equipo nacional perdió con Italia y Unión Soviética. Su único punto lo consiguió tras empatar con Corea del Norte, cuyo cuadro eliminó a Italia y, en cuartos de final, tuvo contra las cuerdas al poderoso de Eusebio. El ánimo triunfalista chileno se debía, sobre todo, a que en 1962 se había conseguido el tercer lugar en el Mundial de Chile. Véase al respecto Marín, La roja de todos, 151-153

85 propias debilidades y temores. Con luchar así, habrán cumplido. Nada más y nada menos se les pide. Buena suerte.”345

Sin lugar a dudas, la afición deseaba que su seleccionado cumpliese un papel destacado en el Mundial, sin embargo, eso no necesariamente significaba que alcanzase uno de “los lugares de honor en la clasificación final”. Si bien se creía estar en presencia de una de las generaciones más brillantes del fútbol chileno, había plena “conciencia de las limitaciones y posibilidades de la representación que ha viajado a Europa. Hay países que, por contar con mayores medios de todo tipo, aparecen con superior opción”. De esta forma, “la mentalidad del hincha chileno se ha condicionado al concepto de hacer un buen papel”, aunque ello no fuese más que la “forma de disimular las esperanzas íntimas de alcanzar lugares de privilegio”.346 El Mundial comenzaba para la selección el 14 de junio, en el Estadio Olímpico de Berlín. En ese momento iba a salir a enfrentar al cuadro local y gran favorito para llevarse la Copa del Mundo. El encuentro era considerado como uno de los que más connotaciones “extradeportivas iba a tener en el torneo”, era algo verdaderamente sin precedentes. Mientras en la Asamblea Anual de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Ginebra se desataba una “violenta e histérica campaña marxista” que hablaba del país como uno “convertido en un baño de sangre y repleto de campos de concentración”, la noche del 13 de junio una bomba explotaba en el consulado chileno en Berlín. Por suerte, el equipo se encontraba protegido en el palacio-hotel (y a esas alturas búnker) de Glienicke. Sin embargo, el incidente logró aumentar la tensión tanto en Chile como en Alemania347. Más aún, el día del debut, El Sur informó que la policía alemana estaba previendo un posible ataque de “radicales izquierdistas” a la delegación nacional.348 En el plano estrictamente deportivo, Álamos había declarado que “conseguir un gol tendría sabor a triunfo.” Los chilenos, en su fuero interno, esperaban que la mezcla entre técnica sudamericana y disciplina europea propia de la raza chilena, obraran una sorpresa

345 Estadio Nº 1609, 66. 346 El Sur, Concepción 13 de junio 1974, 13. 347 El Mercurio de Santiago, 14 de junio 1974, 1 y 29. También 15 de junio, 9 y 16. Véase también “Otro ataque a Chile en reunión de la OIT”, en El Austral, Temuco, 12 de junio 1974, 7. El Sur, Concepción, 14 de junio 1974, 1. 348 El Sur, Concepción, 14 de junio 1974, 4.

86 de proporciones que permitiera a Chile conseguir “la gloria” 349 . Sin embargo, eso no pasaba de ser un mero deseo. Existía acuerdo en que frente a Alemania había que ir a defender el empate o a evitar una goleada vergonzosa. El Fifo Eyzaguirre, estrella de la selección de 1962, lo decía claramente: “la selección tiene que vigilar la presión en el área”. Jaime Guzmán, el ideólogo más importante de la Dictadura 350 , apuntaba que contra Alemania del Oeste (RFA) cualquier cosa que “no fuese una derrota había que considerarlo un milagro”. Se pensaba que “el juego chileno es bueno, pero no hay que olvidar que el fútbol europeo es superior”351. En definitiva, no había que exigirle a la selección más de lo “que realmente somos. Contra nuestros rivales estamos frente a una posición bastante débil”. De esa manera, existía calma porque se confiaba en que, fuese cual fuese el resultado, el equipo chileno se iba a esforzar.352 Pero ¿quiénes eran los alemanes del Oeste? Además de ser los favoritos, tenían en el Bayern Munich al último campeón europeo de clubes; en 1972, este mismo equipo había conseguido la Copa de Naciones de Europa; y en uno de sus últimos partidos amistosos, una simple “práctica con público”, venció por diecisiete a cero. Además, y a diferencia de lo que pasaba en Chile, Alemania no “innova de entrenador año a año […]. El técnico nacional está al servicio de la selección los 365 días del año”353. Así la selección chilena (que en las apuestas ocupaba el penúltimo lugar, pagando 50 a 1, para llevarse el campeonato del mundo) se iba a enfrentar a una verdadera “máquina del fútbol moderno”. Los medios europeos señalaron como amplios favoritos a los dos cuadros alemanes. En ese sentido, se consideró positivo debutar contra el gran candidato del grupo, ya que el encuentro “dará la medida del conjunto chileno con vistas al partido trascendental con Alemania Oriental”. De tal modo que el seleccionado comenzó el Mundial con “un partido donde nada tienen que perder, como no sea el encuentro en sí”. 354

349 La Patria, Santiago, 13 de junio 1974, 11. Sobre la raza chilena y su homogéneo mestizaje Palacios, op. cit., 5. Sobre su importancia en la construcción racial de la identidad chilena en el contexto de la cultura de masas: Vilches, “La historia de un despojo”. 350 Véase, entre otros, Barros, op. cit., 242 351 El Sur, Concepción, 14 de junio 1973, 13. El Austral, Temuco, 13 de junio 1974, 16. 352 El Mercurio de Santiago, 13 de junio 1974, 3. También 14 de junio, 2-5. La Patria, Santiago, 14 de junio 1974, 3. 353 El Sur, Concepción, 9 de junio 1974, 4-5. A diferencia de lo que ocurría en Chile, en donde Luis Álamos había tomado recién en 1973 el mando de la selección y al mismo tiempo era entrenador de Colo-Colo, Schoen era entrenador de Alemania Occidental desde 1964. 354 Estadio Nº 1609, 52-53. Lamentablemente las fuentes no indican cuál fue el rival al que Alemania Occidental derrotó 17 x 0. El Sur, Concepción, 13 de junio, 3.

87 Con un esquema ultra defensivo, que fue alabado por la prensa, el equipo nacional fue derrotado por 1-0. Tras el gol alemán, la selección “no se volvió loca” por conseguir el empate. El equipo –y esto era lo meritorio para la prensa- fue consciente “de sus posibilidades, y hasta donde se podía pretender”. El planteamiento había sido realista y adecuado, ya que se había evitado una goleada de proporciones, y tal era el triunfo de Chile. “¡Así no duele perder!” tituló Estadio tras el partido. La sensación que quedó era que había sido un debut “digno”, que se había “perdido jugando bien”. Existía el consuelo de que si no hubiese sido expulsado Carlos Caszely, “Chile habría empatado”; para Álamos, el resultado era “extraordinario”; El Mercurio por su parte era categórico al decir “¡Qué bien jugó Chile!”. Era una actuación más que “honorable”. Para El Sur, con su “honrosa derrota”, la selección había dado un golpe a la cátedra. En definitiva, para las pretensiones nacionales, la actuación había sido una “buena expresión de fútbol.”355 El orgullo nacional, producto de la decorosa actuación, se exacerbó. La Patria se enorgullecía de la disciplina mostrada al acatar fielmente el planteamiento del entrenador. La Tercera de la Hora construía un monumento a la “elegante” actuación del “tándem, defensivo, Quintano-Figueroa”, quienes habían borrado de la cancha al terrible centro delantero alemán, Gerd Müller. Figueroa, escribía El Sur, “se transformó en un verdadero murallón en Berlín”356. Esta no era una opinión sólo de los chilenos, sino que también provenía de la prensa europea, que alababa a la “heroica defensa chilena”, la cual había practicado el cerrojo “magistralmente”. Uno de los motivos de orgullo era haber producido una avalancha de críticas contra el equipo alemán por sólo haber vencido uno a cero a un débil rival. La impresión que se difundió fue que Chile se había “prestigiado” frente al mundo.357 A pesar de que Álamos declaró que “Chile puede clasificar”, lo cierto es que tras la derrota el camino hacia segunda ronda se había puesto aún más difícil, ya que para

355 Estadio Nº 1610, Santiago, 18 de junio 1974. El Mercurio de Santiago, 15 de junio 1974, 2-5. La Tercera de la Hora, Santiago, 15 de junio 1974, 1. “Se cumplió Plan Álamos”, en El Sur, Concepción, 15 de junio 1974, 1 y 3. También 17 de junio 1974, 3 El Austral, Temuco, 15 de junio 1974, 1. 356 El Sur, Concepción, 15 de junio 1974, 1. 357 “Una honrosa derrota” en Estadio Nº 1610, 4-11. El Mercurio de Santiago, 17 de junio 1974, 3. La Tercera de la Hora, Santiago, 15 de junio, 4. También 16 de junio 25. La Patria, Santiago, 15 de junio 1974, 29-32. “Los alemanes felicitaron a Chile por su buen juego”, en El Austral, Temuco, 15 de junio, 4.

88 depender de sí misma, la selección debía derrotar tanto a Australia como a Alemania Democrática358. No obstante, la “llama del optimismo”, lejos de extinguirse, se avivaba con miras al partido contra el otro gigante germano. El propio General Pinochet envió un saludo a la delegación, felicitándolos por “su esfuerzo deportivo y el patriotismo con que han representado al país […]. Ustedes como chilenos no han reconocido desventajas para luchar en la cancha con dignidad y coraje”.359 El único punto negro y repudiable de la jornada había sido la “irresponsable e impresentable” expulsión de Carlos Caszely. Para los comentaristas nacionales la expulsión se había “ajustado a reglamento.”360 En Temuco y Concepción, aunque se coincidía con lo anterior, se consideró que el árbitro había perjudicado a Chile, ya que dejó sin sanción el juego brusco de los alemanes.361 El otro punto negro de la jornada, pero que era “extra deportivo”, fueron los “izquierdistas chilenos”, que hicieron “manifestaciones en contra de la Junta de Gobierno”. La “categoría” de estos chilenos, se dijo, se midió cuando Alemania marcó el gol y “ellos agitaron las banderas que portaban jubilosamente”. Pero no se crea, aclaraban, que en Alemania había “un sentimiento antichileno”. No se debía confundir la actividad de “fanáticos políticos” con los “verdaderos sentimientos del pueblo alemán”, el cual “explotó espontáneamente en una sola ovación” cuando la policía retiró los lienzos y pancartas ofensivas del “grupito de agitadores”.362 Sin embargo, lo que se ocultó fue que en Berlín se había caracterizado al equipo nacional como “conejos escondidos en su madriguera”, y que su juego había sido tildado de antifútbol. El artero ataque sólo fue reconocido por Estadio, y fueron ellos quienes

358 En el otro partido del grupo, Alemania Democrática había logrado, con mucho trabajo, doblegar a los “inexpertos australianos”. El Sur, Concepción, 15 de junio 1974, 2-3. También 17 de junio, 1974, 1. El Austral, Temuco, 16 de junio 1974, 2. 359El Austral, Temuco, 15 de junio 1974, 10. desde Europa decía “tenemos capacidad para clasificarnos”. El Mercurio de Santiago, 15 de junio, 16. También 16 de junio, 53 y 17 de junio, 3. La Tercera de la Hora, Santiago, 15 de junio 1974, 4. También 16 de junio, 25. La Patria, Santiago, 15 de junio 1974, 33-35. 360 Caszely había agredido sin balón a su marcador. Aunque se reclamaba que el árbitro debería primero haber cobrado la “descalificadora” patada que Berti Vogts había propinado a Caszely, eso no justificaba, de ninguna manera, que el chileno hubiese hecho justicia por sus propias manos. Sobre todo si se sabía que en Europa los árbitros “sancionan con rigor no la acción dura pero franca, sino el puntapié aleve, la agresión sin pelota […]”. El Mercurio de Santiago, 15 de junio 1974, 1. También 18 de junio, 7. La Tercera de la Hora, Santiago, 16 de junio 1974, 1 y 29. Estadio Nº 1610, Santiago, 18 de junio 1974, s/p. 361 El Sur, Concepción, 15 de junio 1974, 2. El Austral, Temuco, 15 de junio, 1 y 10. 362 El Mercurio de Santiago, 15 de junio 1974, 2. Estadio Nº 1610, 4-11. “Fracaso marxista en Berlín. Fueron a provocar y el público los repudió”, en El Sur, Concepción, 15 de junio 1974, 9.

89 defendieron el honor deportivo nacional. Aclaraba, en primer lugar, que los alemanes se habían “molestado” porque los chilenos no se dejaron golear y tomaron a buen recaudo a “sus astros”. El sistema defensivo chileno no era antifútbol: podría haber sido “fútbol limitado, fútbol de mitad de cancha, quizás rudo”, pero en ningún caso se hizo “marcación pegajosa” o tiempo. Eso era antifútbol. Chile había sido un equipo leal, que jugó hasta donde habían dado sus posibilidades, y que había salvado el “decoro y mucho más”.363 Por eso es que había que estar felices de que los seleccionados hubiesen realizado una verdadera proeza, “luchar virtualmente de igual a igual, con un hombre menos contra sus encumbrados oponentes.” En definitiva, Chile “hizo lo que podía y debía. Y lo hizo bien. Contra un grande se perdió luchando. Era lo que se les pedía y en eso cumplieron”.364 De todas formas, era necesario dar vuelta la página, ya que el 18 de junio, también en Berlín, la selección se iba a medir con su par de Alemania Oriental. Para El Sur, “en un mundo en que la política ha invadido al deporte, ese no será sólo un encuentro de fútbol”. 365 Aunque Luis Álamos propusiera que un empate “nos [abría] la opción” de clasificar a la segunda ronda, los especialistas declaraban que contra Alemania del Este se debía mostrar un planteamiento distinto. Que si bien tenía que ser prudente, también debía ser “indudablemente, ofensivo”. De los alemanes del Este no se conocía demasiado, algo propio “del hermetismo de los países de su área”. Sin embargo, se sabía que no habían perdido en los amistosos preparatorios y que sus clubes destacaban en Europa. Al partido llegaban como un equipo “temible”. Además de que su juego se caracterizaba por la velocidad, “en la onda del nuevo fútbol”366, poseía un “mediocampo demoledor”, capaz de “pelear palmo a palmo” la Copa. De esa manera, para la prensa europea los alemanes orientales no tenían la menor posibilidad de poner en riesgo su clasificación a los cuartos de final.367

363 Estadio Nº 1610, 4-11. 364Idem. También Simón Stacic, “Algunos mitos y la Copa del Mundo”, en El Mercurio de Santiago, 18 de junio 1973, 7 365 El Sur, Concepción, 17 de junio 1974, 1. Brasil había empatado, sorpresivamente, con Yugoslavia. Uruguay había caído 2-0 contra Holanda y Argentina se había inclinado, 2-3, ante Polonia. “¡Ahora América!”, en El Sur, Concepción, 18 de junio 1974, 2. Véase también, tanto para la suerte sudamericana como para el contenido político del encuentro entre Chile y la RDA, Austral, Temuco, 17 de junio 1974, 1. 366 El Sur, Concepción, 9 de junio 1974, 4. 367 Estadio Nº 1609, 52-53. El Mercurio de Santiago, 9 de junio 1974, 53. “Hay consenso. Chile al ataque”, en El Sur, Concepción, 18 de junio 1974, 2.

90 Aunque se consideraba que los chilenos desbordaban en técnica a sus rivales, los alemanes del Este “disparan al arco estén como estén, aun caídos en el suelo. Los chilenos no lo hacen y sus delanteros tratan de meterse ellos mismos con el balón hasta las redes”. De esa manera, el partido iba a ser tan o más complicado que el jugado contra la Alemania del Oeste368. Tras noventa minutos, se consiguió un fantástico empate 1 a 1 contra un equipo poderoso y sólido que había bombardeado sin cesar el arco nacional. De hecho, tras 10 minutos de sufrimiento, la selección había regalado “80 minutos para soñar”. Después del primer gol de los “gigantescos alemanes”, los nacionales habían tenido 20 minutos de un fútbol en donde podrían (según Estadio) haber quedado perfectamente 4 a 1 arriba en el marcador. Había sido, sin lugar a dudas, el mejor fútbol jugado por “equipo alguno” en el grupo A de la Copa del Mundo. Chile había parecido un equipo grande. En esos veinte minutos, en que había desplegado un ataque “constante pero sensato”, hizo ver a Alemania perdida en el campo. Lamentablemente, el equipo sintió el esfuerzo físico, y Alemania se recuperó. El empate dejó a todos conformes, pero “sin chauvinismo alguno”, decía Estadio, “por lo jugado el empate nos supo a poco”369. Pero no se crea que había descontento: más bien ocurrió lo contrario, ya que sólo fueron 20 los minutos en que Chile “brindó un fútbol inolvidable”. La mayor parte del encuentro los alemanes “venían y venían y nosotros rechazábamos y rechazábamos.” Las estadísticas del partido mostraban, elocuentemente, que Alemania Democrática había merecido el triunfo.370 De tal modo que había satisfacción porque se logró afrontar la “violenta ofensiva alemana”, y de esa manera, el “afán de superación nos había dado la igualdad”. Se consiguió un “empate con honor”, jugando “mano a mano con los mejores del mundo”. Porque en definitiva, Chile había logrado perforar “el muro berlinés”371. El Sur titulaba: “¡Grande, Chile!”. Sin lugar a dudas, el equipo se había agigantado frente a un marcador adverso 372 . La Tercera de la Hora exigía “un Mundial para Don Elías Figueroa”, y señalaba que se había acabado la “era en que los chilenos vivían hablando de cracks de otras tierras. […] Tenemos un verdadero astro”. Contra Alemania Oriental, desbordó su

368 El Sur, Concepción, 17 de junio 1974, 1. 369 Estadio Nº 1611, Santiago, 25 de junio 1974, s/p. 370 La RDA había disparado 7 veces más al arco que Chile (16 contra 9) En corners conseguidos aventajaron 7 a 3. El Sur, Concepción, 19 de junio 1974, 2. 371 Estadio, Nº 1611, s/p. El Mercurio de Santiago, 19 de junio 1974, 3. Qué Pasa Nº 165, Santiago, 21 de junio 1974, 57. 372 El Sur, Concepción, 19 de junio 1974, 1.

91 puesto y se fue al ataque dejando una inolvidable volea en el travesaño contrario. Figueroa destacaba por un juego leal. Si bien no era una dama, “no necesita abusar del foul. Claro que pega e impone respeto, pero juega bien, juega limpio”. El central chileno contagiaba “la imagen de impasable, de la seguridad llevada al límite máximo”. En definitiva, de “invencible.”373 Si la prensa política europea censuraba el comportamiento de la Junta Militar, tras el partido contra la República Democrática Alemana también había espacio para elogiar a la selección nacional. Los elogios cosechados fueron profusamente descritos. Estadio informaba que tanto la prensa alemana como la italiana “no escatimaron elogios para un equipo que había estado considerado primitivamente al mismo nivel que ¡Australia, Zaire y Haití!”. El Bild Zeitung (alemán) apuntaba que nunca antes Berlín “había visto un partido tan emocionante. Chile demostró personalidad futbolística, y se convirtió de conejo en león”. El Corriere Della Sera (Italia) apuntaba que, frente a los gigantes rubios y atléticamente más fuertes, los chilenos “respondieron con su técnica superior en el dominio del balón”, llegando incluso a darse el lujo de “jugar espectacularmente”. Se habló de un equipo excelente, dueño de una moral y un espíritu de “hierro”. El ex seleccionado francés y estrella del fútbol mundial en la década del cincuenta, Raymond Kopa, aseguraba que “Chile era el único equipo sudamericano que lo había impresionado”374. Para la prensa chilena, tan importante como lo anterior fue que, aunque hubiese cincuenta “antichilenos” presentes en el Estadio, quienes “no fueron a ver el partido, sino a gritar, consignas aprendidas, mecánicamente por 90 minutos, y desplegaron una bandera chilena al revés” (con el color rojo arriba), los hinchas de la RDA tuvieron un comportamiento cortés con la “verdadera” barra chilena. De hecho, no habían podido dejar de aplaudir a Figueroa y Carlos Reinoso. Pero lo que más sorprendió fue que las 25 mil personas presentes en el estadio habían sostenido una “ruidosa inclinación a favor de los nuestros […]. ¡Chile, Chile!, gritaron los alemanes todo el partido”375, algo que se puede comprender debido a que el deporte logra hermanar a los pueblos, incluso a aquellos que

373 La Tercera de la Hora, Santiago, 19 de junio 1974, 25. “No hay palabras para describir a Figueroa”, Estadio Nº 1601, 48. 374 Estadio Nº 1611, s/p. La Patria, Santiago, 19 de junio 1974, 8. “Al francés Kopa le impresionó el juego chileno”, en El Austral, Temuco, 19 de junio 1974,4. 375 “Berlinesas”, en Estadio, Nº 1611, 28. La Tercera de la Hora, Santiago, 19 de junio de 1974, 1, 32 y 35. El Mercurio de Santiago, 19 de junio 1974, 1- 3 y 8. El Austral, Temuco, 19 de junio 1974, 1.

92 viven bajo regímenes que en el ámbito ideológico-político, podrían estar enfrentados a muerte. Esa era, para los “verdaderos” chilenos de 1974, la pureza del deporte. Incluso, las dos Alemanias habían compartido la admiración por un pequeño equipo sudamericano que había mostrado ser un león. No obstante todos esos elogios, tras el empate las opciones de clasificación chilena a segunda ronda se redujeron muchísimo más376. Para lograrlo la selección debía ganar a Australia por tres goles de diferencia y esperar que Alemania del Oeste venciera a su vecina del Este. Sin embargo, era evidente, como lo puntualizó Julio Crisosto, que las opciones chilenas dependían de una RFA que, al estar clasificada, saldría a jugar con reservas y sin estímulo. De todas formas, se consideró que, al llegar con opciones al tercer partido, la selección ya había “cumplido con creces”. Sobre todo, si se reconocía que Chile había sido considerado “el convidado de piedra”377. Teniendo en cuenta que la Dictadura buscaba instrumentalizar a la selección para mejorar a través del fútbol su imagen internacional, no es casual que el General Pinochet nuevamente enviara sus felicitaciones al plantel. Pinochet destacó el empuje con que defendieron “los colores patrios. Tengan la conciencia del deber cumplido”378. Además, vaticinó que ganaríamos “4 a 0 a los Australianos”. De esa manera, a pesar de que el paso a segunda ronda ya no dependía exclusivamente de la actuación del seleccionado, se pensaba que existía “un rayo de esperanza para Chile”379. Si tras las actuaciones con ambas Alemanias existía regocijo en Chile, eso no significaba que los chilenos se considerasen campeones. No estaba asociado a un discurso que representase al país como uno ganador, moderno y desarrollado380. Al contrario, era el éxito de un país que se sabía pequeño, y justamente por eso era tan meritorio e importante no haber sido vapuleados por la Alemania del Oeste, ni haber sido humillados por una potencia comunista –cuando a la primera se la tuvo “a medio morir cantando” y a la segunda casi se le pudo llegar a ganar381. Esta alegría expresaba justamente la conciencia

376 El líder del grupo era Alemania Occidental con cuatro puntos, ya que había derrotado a los australianos en su segundo partido. Le seguía Alemania Democrática con 3 unidades. En tercer lugar se ubicaba Chile con 1 punto. Colista, y ya eliminada, Australia con 0 puntos. 377 El Sur, Concepción, 19 de junio 1974, 1-2. “Chile “juega” dos partidos”, en El Sur, Concepción, 20 de junio 1974, 1. 378La Patria, Santiago, 19 de junio 1974, 1. 379El Sur, Concepción, 19 de junio 1974, 2. También 20 de junio, 1. El Mercurio de Santiago, 19 de junio 1974, 8. También 20 de junio, 7-8. 22 de junio, 2-4. La Tercera de la Hora, Santiago, 22 de junio, 2. 380 Véase Larraín, Identidad chilena, 163-171. 381 “Chile salió bien de las garras del León”, en El Mercurio de Santiago, 24 de junio 1974, 3.

93 de que Chile era un país pequeño, austral, subdesarrollado y con escasa importancia geopolítica. Fue esto lo que se expresó en la idea de una “heroica defensa” y de haber “perforado el muro berlinés”. Perder por poco y empatar contra los gigantes alemanes era, aunque nos parezca paradójico, el triunfo de un país que tenía la certeza de ser David enfrentando a dos Goliat. Luego del triunfal empate contra la RDA, el seleccionado se iba a enfrentar con Australia. Después de la buena actuación en los dos primeros encuentros, la hinchada chilena pensaba que el partido se ganaba sí o sí. Sin embargo, los comentaristas nacionales hacían un llamado a la calma y a mantener los pies en la tierra. Fernando Riera, entrenador de la selección que consiguió el tercer lugar en la Copa del Mundo de Chile 1962, manifestó que Australia constituía una “fuerza de primer orden, futbolísticamente saben qué quieren hacer.” Por eso, si la mayoría pensaba que la pelea estaba ganada desde antes de comenzar el partido, los más sabios respondían que “ahora eso estaba por verse.” Porque finalmente, Australia fue la tercera Alemania que “nos había tocado en el grupo”. Si antes del Mundial el representativo de Oceanía era un misterio, para el día del decisivo encuentro también, igual que la RDA, iba a ser un rival “temible”382. Los jugadores esperaban “el partido con confianza, pero sabiendo que Australia”, al ya estar eliminada, podía “afrontar el compromiso en forma más tranquila”. En efecto, aunque se consideraba que el seleccionado estaba cumpliendo una actuación “decorosa y digna, sus posibilidades de clasificación son difíciles”. Álamos le había confidenciado a Pedro Morales que “a los cabros hay que decirles que Australia es difícil para que jueguen con la misma aplicación que ante las dos Alemanias.”383 La cautela con que tanto la prensa como el plantel enfrentaban el decisivo partido (contra el que se suponía era el rival más débil del grupo), prueba que si bien la forma en que el país había encarado la Copa del Mundo estaba determinada por circunstancias deportivas, también estaba en sintonía, en una especie de correlato, con la conciencia chilena de formar parte de un país pobre, pequeño y débil tanto económica como futbolísticamente. Después de noventa minutos caracterizados tanto por la incapacidad de la selección para generar riesgo en la valla australiana como por el temporal de lluvia y

382 Estadio Nº 1606, 19. También Nº 1609, 52-53. El Mercurio de Santiago, 1 de junio 1974, 7. También 13 de junio, 6. “Australia ¿es débil?”, en El Sur, Concepción, 6 de junio 1974, 9. También 9 de junio, 4. 383 El Sur, Concepción, 22 de junio 1974, 3. El Austral, Temuco, 22 de junio 1974, 1.

94 granizo que se desató esa tarde en Berlín, la frustración en Chile por la eliminación mundialista era extendida. Es que por unos pocos días, los que duró el Mundial para la selección, los chilenos se habían sentido parte “de ese fútbol grande”. Sin embargo, “el sueño había terminado” y de nuevo había que volver a quedarse “solos y cada vez más lejos de ese fútbol de fábula […]. Volvemos a lo nuestro. Y la lástima es que lo nuestro lo vemos tan pobre.” Eran los estadios vacíos, el drama del profesionalismo cuyos “cultores no saben si cobrarán mañana”, y el humillante espectáculo de una “afición a la cual hace dos años que le vienen escamoteando su campeonato oficial”384. La prensa, en su labor crítica, indicó que la pareja Reinoso-Valdés había hundido a Chile. Esa era la causa fundamental del “penoso empate”385. El “fardo”, como El Mercurio calificó al “personalista” Valdés, hizo del equipo uno rígido, y sin “creación ofensiva” en un partido en que ésta era muy necesaria. Como ya era costumbre, se había demostrado “el más incapaz juego ofensivo”. 386 Para la prensa europea habían sido “errores tácticos, técnicos y cerebrales” los que habían perjudicado al representativo nacional, y afirmaban que el equipo se había autoeliminado.387 También existieron justificaciones tanto de orden psicológico como las que aludían a la tradicional fatalidad chilena. La inoperancia del ataque frente a Australia se debió tanto a la presión que sintieron los jugadores al tener que ganar por “un determinado score” como por el estado de la cancha. Si el “fútbol chileno se ahogó en Berlín” fue porque “nunca se había visto llover de esa forma en un partido de fútbol”388. Así, el retorno a casa fue amargo. Sin embargo, había tranquilidad porque se “cumplió”, demostrando combatividad. El análisis “frío y objetivo” concluía que, “partiendo de la nada”, no sólo ya se había cumplido con llegar al Mundial, sino que también “se había superado”. El Sur concluía que la selección “ayer defraudó; en el

384 Estadio Nº 1611, 3. El Mercurio de Santiago, 23 de junio 1974, 4. 385 El Austral, Temuco, 23 de junio 1974, 1. 386 El Sur, Concepción, 25 de junio 1974, 1. El Austral, Temuco, 23 de junio 1974, 3. 387 Lo pernicioso de colocar simultáneamente a Valdés y Reinoso había sido anunciado, incluso, con anterioridad al Mundial. “Selección Nacional: nos esta sobrando un mariscal”, en Estadio Nº 1606, 4-9. Véase también La Patria, Santiago, 25 de junio 1974, 11. “Ni la frialdad ni la desesperación. Chile- Australia”, Estadio Nº 1611, 4-7. “Errores en la formación del equipo eliminaron a Chile”, en El Mercurio de Santiago, 23 de junio 1974, 3. “La pareja Reinoso-Valdés hundió a Chile”, en La Tercera de la Hora, Santiago, 25 de junio 1974, 22. El Sur, Concepción, 23 de junio, 9. “Chile se autoeliminó. Opina la prensa europea”, en El Sur, Concepción, 24 de junio 1974, 3. 388 El Mercurio de Santiago, 23 de junio 1974, 1-5. También 28 de junio, 7. “La lluvia conspiro contra Chile”, en La Tercera de la Hora, Santiago, 24 de junio 1974, 25. También el 23 de junio, 1. “El complejo gano en Berlín”, en Qué Pasa Nº 166, Santiago, 28 de junio 1974, 55. El Austral, Temuco, 23 de junio 1973, 3.

95 conjunto de la Copa, cumplió”. El Mundial de Alemania, escribía El Austral, sería recordado “como uno de los más felices para nosotros, incluso sin omitir al del 62. Paciencia. Y resignación muchachos.”389 Efectivamente, para la mentalidad desarrollista que todavía campeaba en la prensa de la época, el resultado de un solo partido no echó por la borda un proceso altamente exitoso, que había durado más de un año. La Copa del Mundo era una instancia a través de la cual observar el estado en que se encontraba el fútbol chileno: un examen. Sin olvidar la frustración por la eliminación, no cabían dudas de que se había pasado la prueba con nota suficiente. Elías Figueroa fue elegido como uno de los centrales del equipo ideal del Mundial390. A través de su “sobresaliente actuación” se ponderaba a una selección que en Berlín había demostrado una participación “descollante y el alto nivel de progreso alcanzado por el fútbol nacional”391. Nicolás Abumohor, conspicuo dirigente del fútbol chileno, destacaba que a pesar de la pena, creía “en el fútbol chileno. Porque la actuación en los dos primeros partidos fue alentadora” 392 . Incluso, el juego demostrado por los seleccionados había obligado a que “la crítica europea cambiase su punto de vista”. El fútbol técnico, “bien jugado, con aplicación, seriedad con una estrategia bien estudiada, dio una impresión tan favorable que, de inmediato, preocupó a los estudiosos del fútbol”393. Tanto el juego como los resultados conseguidos, sobre todo contra las Alemanias, fueron el argumento indesmentible para señalar que Chile había salido “bien de las garras del león”. Por eso había satisfacción con la actuación, sobre todo si se la comparaba con la de nuestros vecinos sudamericanos, quienes también tuvieron que definir su paso a segunda ronda, in extremis, en la última jornada de sus series (finalmente sólo Argentina y Brasil conseguirían avanzar a cuartos de final). Esto hacía más meritoria aún la actuación chilena, ya que era evidente que al equipo nacional le había tocado el grupo “por lejos, más difícil”. Además, y a diferencia de Uruguay, que sólo había mostrado “su brutalidad”, la selección se había caracterizado por poseer vergüenza deportiva y demostrar un comportamiento leal.

389 El Sur, Concepción, 23 de junio 1974, 1. También 24 de junio, 3. El Austral, Temuco, 23 de junio 1973, 3. 390 El Mercurio de Santiago, 25 de junio 1974, 7. También 9 de julio, 9. “Figueroa, el mejor 5 del mundo. Chile fue 11º”, en El Sur, Concepción, 25 de junio 1974, 1. “Figueroa. El Dios chileno de la pelota”, en El Austral, Temuco, 23 de junio 1974, 5. 391 El Mercurio de Santiago, 23 de junio 1974, 25. 392 “El dolor de la eliminación”, en El Mercurio de Santiago, 23 de junio 1974, 5. La Patria, Santiago 23 de junio, 1. 393 El Sur, Concepción, 23 de junio 1974, 1.

96 El consuelo se fundamentaba en que se “había crecido hasta alturas que no estaban contempladas”. En definitiva (y esa era la opinión europea), Chile se había superado al cumplir “más allá de todo lo previsto”. No había por qué “echarse a morir”, porque además de las grandes satisfacciones dadas por la selección, “como dice el lema olímpico lo importante es competir”. Por eso es que solamente existía una “amargura moderada”394. El Zorro Álamos lo expresaba de la siguiente manera: “Así es el fútbol. Creo que nos eliminó la lluvia […] El equipo actuó con decoro. Les rindo un homenaje a los ‘cabros’, que se la jugaron siempre.”395 Como en todos los partidos jugados por la selección chilena en Berlín, los “violentos ataques contra la Junta de Gobierno” también ocurrieron en el último partido. Esta vez doce jóvenes “extremistas de nacionalidad alemana”, integrantes del Comité “Por Chile”, invadieron la cancha y desplegaron una bandera con el mensaje “Chile socialista”. Pero –y esto fue lo relevante para la prensa chilena– el acto de naturaleza “antideportiva despertó la ira de las 16 mil personas presentes en el estadio” 396 . Por eso, Chile se despedía emotivamente desde Alemania, volvía a su país con la “frente en alto”, y El Mercurio le daba la bienvenida a la delegación que regresaba, triste pero conforme, el martes 25 de junio de 1974 397 . En un momento en que la Junta de Gobierno era permanentemente bombardeada en el extranjero, al extremo de retirar a su delegación de la Asamblea Anual de la OIT 398 (y ese ataque era representado como uno al país y la nacionalidad), la selección chilena había concitado en Alemania, según la prensa nacional, el respeto y admiración de Europa. Por otro lado, la prensa contrastaba la calmada y “civilizada” reacción de la hinchada chilena frente a la eliminación de su selección, con la “histérica” postura tomada por italianos y uruguayos, quienes se “cortaban las venas” y pedían la “cabeza de jugadores y

394 Estadio Nº 1611, 37. “Fernando Riera hablando de los eliminados”, en El Mercurio de Santiago, 1 de julio 1974, 2. “Chile cumplió buena actuación en Alemania”, en El Mercurio de Santiago, 11 de julio 1974, 5. El Sur, Concepción, 22 de junio 1974, 9. 395 ““Se nos dio todo en contra” Luis Álamos”, El Mercurio de Santiago, 23 de junio 1974, 3. 396 “Berlín repudió acto antichileno”, en El Mercurio de Santiago, 23 de junio 1974, 4. También Elsey, Citizens & Sportsmen, 245. 397 La Tercera de la Hora, Santiago, 25 de junio 1974, 1 y 20-22. El Mercurio de Santiago, 25 de junio 1974, 5. 398 La delegación chilena se había retirado al aprobarse la resolución que la “atacaba por arrestar, ejecutar y deportar a miembros del movimiento obrero” El Mercurio de Santiago, 25 de junio 1974, 24. También, en el mismo diario, “Delegación chilena afrontó politización creciente de la OIT”, 29 de junio, 29.

97 cuerpo técnico”, ante la también temprana eliminación de sus equipos 399 . Resumiendo, Chile jugó tres partidos en la Copa del Mundo. De esos tres empató dos y perdió uno. Le marcaron dos goles y tan sólo hizo uno. Deportivamente era una presentación pobre. Había conseguido los mismos puntos que en el Mundial de Brasil 1950, uno más que en el de Inglaterra 1966, dos menos que en el de Uruguay 1930, y estaba muy lejos del tercer lugar conseguido en Chile 1962400. Sin embargo, la actuación en Alemania 1974 fue entendida como una presentación esperanzadora que, incluso, demostraba el progreso que había experimentado el fútbol nacional. Fue la actuación decorosa, valiente e inclusive heroica del representativo de un país humilde que había sorprendido a los europeos. La selección cumplió con las exigencias que la opinión pública le había puesto antes de viajar a Alemania. En otras palabras, había dejado bien puesto el nombre del país en el extranjero, en un momento en que, para mucha gente en el mundo, Chile era sinónimo de Dictadura, tortura, asesinatos y violaciones a los Derechos Humanos401. La selección chilena de fútbol se convirtió, de esa manera, en el símbolo de un “Gobierno de orden y reconstrucción”. En definitiva, el equipo de un Régimen que mientras aniquilaba a miles de compatriotas, decía estar rescatando al pueblo chileno “de la degradación a que lo conducía el comunismo”. De ese modo, para lograr “la unidad nacional” y “rehacer la Patria sólo debemos quererla; sólo basta ser chileno”.402

399 “Con la frente en alto regresan hoy los 22. Mientras en Uruguay e Italia quieren matar a sus cracks”, en La Tercera de la Hora, Santiago, 25 de junio 1974, 1 y 23. “Italia y Uruguay: Bicampeones Mundiales en plena decadencia” en El Mercurio de Santiago, 26 de junio 1974, 9. También 13 de julio 1974, 7. 400 Marín, Centenario historia total, 249. 401 En junio de 1974 un lector de la revista Qué Pasa afirmó, a partir de “la campaña e desprestigio de que somos objeto en el extranjero”, que “Chile tomo un camino de restauración y no habrá gritadera de jauría que nos desvíe de ese camino” Nº 164, Santiago, 14 de junio 1974, 9. 402 Junta de Gobierno, Bando Nº 31 y Bando Nº 33, 14 de septiembre 1973, en Garretón, op. cit., 85-87.

98 Conclusiones. Como se ha podido observar, existió una manifiesta concordancia entre las esperanzas de la sociedad chilena, mediatizadas por la prensa deportiva, y la actuación del seleccionado de fútbol nacional, tanto en su proceso eliminatorio contra la Unión Soviética como durante el Mundial de Fútbol. Por eso es que la prensa consideró unánimemente que Chile había cumplido bien en el Mundial. Si bien es cierto que las expectativas eran bastante cautas, esto no implicó que la prensa haya sido indulgente con el cuadro nacional. Por el contrario, al atribuirse un rol relevante en el desarrollo del fútbol, fue a través de un análisis serio y concienzudo, tanto de las limitaciones como posibilidades del fútbol chileno, que la prensa elaboró y acertó a cuál podía ser el rendimiento que se podía exigir. La sociedad de la época admitía que, a nivel internacional, su fútbol era débil y lo reconocía al manifestar que el planteamiento del Zorro Álamos fue realista y sagaz. Porque era la “realidad” del fútbol chileno es que se consideró, mayoritariamente, que para obtener los mejores resultados, había que jugar de chico a grande. Esa debilidad futbolística se compensaba con ciertos elementos morales que eran considerados como parte constitutiva del espectáculo y la práctica deportiva. Uno de esos elementos compensatorios era la caracterización, por parte de la prensa, del público chileno como uno culto, sobrio y correcto; en definitiva, con un comportamiento ejemplar. En consecuencia, al mismo tiempo que criticaban al equipo cuando no cumplían con sus expectativas, los aficionados chilenos eran capaces de reconocer y admirar la superioridad del adversario. En los estadios se saludaba al equipo rival cuando entraba a la cancha, se celebraban sus buenas jugadas “y, si había dado un buen espectáculo, se lo despedía de pie y agitando pañuelos blancos”403. Eso ocurrió, por ejemplo, en 1973 cuando Santos, tras apabullar al seleccionado, maravilló con su juego a quienes asistieron al Estadio Nacional. En ese sentido, los dirigentes nacionales no mentían cuando afirmaban que si los soviéticos venían a jugar a Santiago, probablemente serían aplaudidos404. Otro elemento compensatorio decía relación con la impresión de que, a pesar de las disputas internas, el fútbol contaba con dirigentes íntegros, decididos y que, por lo mismo,

403 Matamala, Goles y autogoles, 216-217. E. Santa Cruz, Crónica de un encuentro, 149. 404 Esa reacción del público también ocurrió en el Mundial de 1962 cuando la selección brasileña eliminó a Chile en semifinales. En ese episodio el Scratch, que dio la vuelta olímpica con una bandera chilena, fue saludado por el público chileno presente en el Estadio Nacional.

99 ostentaban una alta consideración en el contexto internacional, como lo probaba el hecho de que Juan Goñi fuese reelegido como vicepresidente de la FIFA en 1974405. Si Chile había ido a cumplir sus compromisos a Moscú, había sido por la notable valentía y decisión de una delegación encabezada, justamente, por el Presidente de la ACF. Asimismo, si se pudo defender con éxito el derecho de jugar la revancha contra los soviéticos en el Estadio Nacional, fue por el rol relevante que habían tenido hombres como Chubretovic y Goñi, quienes tanto en el país como en el extranjero habían defendido, con la fuerza de su integridad, la postura nacional. Como he querido destacar, el sentido social del fútbol en la época (ya sea por la propia debilidad del deporte chileno o por la apropiación del caballeresco código británico del fair play, quizás por ambas razones) contenía un alto imperativo ético. El triunfo era “solamente una faceta más a destacar e incluso podía estar más o menos ausente”, ya que un deportista exitoso era el que poseía “algún valor merecedor de ser imitado por el resto”. Se consideraba que si el deportista tenía un buen comportamiento en el campo de juego, también iba a tenerlo en el resto de sus obligaciones como ciudadano, trabajador, padre y esposo406. Como el deporte era una expresión más de la vida social, un deportista recto era también un buen chileno. De ese modo, los chilenos podían no ser una potencia futbolística, pero sí eran –y eso era motivo de orgullo- “buenos alumnos” que respetaban las reglas y las normas éticas consustanciales al deporte. En ese sentido, los triunfos morales eran significativos para un país que si bien no podía esgrimir grandes victorias en el terreno de juego, sí podía jactarse de su tradición y moralidad. Sin embargo, este contenido ético irá progresivamente desapareciendo a medida que se produzca un violento proceso de mercantilización del espectáculo deportivo407. Después del Mundial de Alemania, y como reflejo de lo anteriormente descrito, Augusto Pinochet, según propone Brenda Elsey, intentó establecer una analogía entre la

405 “Goñi reelegido”, en El Sur, Concepción, 10 de junio 1974, 3 Sobre la época dorada de la dirigencia chilena véase Ortega, loc. cit. También Matamala, Goles y autogoles, 57. 406 Eduardo y Luis Santa Cruz proponen que ese contenido moral del deporte irá progresivamente desapareciendo a medida que avance el proceso de mercantilización del fútbol, loc. cit. También Ortega, loc. cit. Véase también Jaime Bravo, Desde el solar al verde del Nacional, Santiago, Ediciones on Demand, 2013, 16. Corresponden a las memorias de Jaime Bravo, jugador de Colo-Colo y Aviación, que se retiró del profesionalismo a fines de 1973. 407 E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, op. cit., 191. Véase también Gabriel Esteffan, Daniela Estrada y María Paz González, Consumo, identidad e hinchadas de fútbol. Una aproximación a los escenarios posmodernos, Santiago, Escuela de Periodismo Universidad de Chile, 2002.

100 imagen de Chile como un país que, si bien había llevado las de perder tanto en el fútbol como en su lucha contra el marxismo internacional, finalmente había superado todas las adversidades 408 . En efecto, en el discurso ideológico de la prensa de la época tanto la selección como el pueblo habían personificado la lucha entre David y Goliat. Si David, contra todo pronóstico había sido capaz de vencer, se debía sobre todo a una enorme reserva moral que se encontraba en el pueblo y que las Fuerzas Armadas, con el Golpe de Estado, habían interpretado. Desde esa perspectiva, las Fuerzas Armadas, habían salvado los valores nacionales, y con ellos, la identidad chilena. Más que detenernos en la instrumentalización que hizo la Dictadura de la selección (algo suficientemente documentado), nos interesa destacar las imágenes de Chile con las cuales se desarrolló dicha instrumentalización409. La representación del país como pobre, subdesarrollado, y aislado geográficamente, corría en paralelo e incluso dialogaba con las de una selección que frente a la potencia europea era débil. En ese sentido es posible plantear que el relato periodístico estuvo discursivamente mediado por las representaciones de la identidad chilena que eran hegemónicas en la época y que el Golpe de Estado revivió y reforzó410. El discurso desarrollista que concebía el progreso del país como un esfuerzo colectivo e inserto en el contexto latinoamericano se expresó, claramente, en la importancia que la prensa chilena le atribuyó al apoyo del fútbol sudamericano en la consecución de la clasificación al Mundial de Alemania. De igual modo, la superioridad del fútbol europeo, al poseer una mayor capacidad física y una industria deportiva más poderosa, era el correlato futbolístico del predominio económico del mundo desarrollado sobre los países del tercer mundo411. Frente a esa lucha desigual contra el rival europeo, el país creía poseer una reserva ética capaz de permitirle pequeñas grandes victorias que se transformaban en importantes

408 Elsey, “As the World is my Witness”, 184. 409 La Dictadura buscó fijar una “memoria emblemática” en la que las Fuerzas Armadas se habrían pronunciado en pos de una “liberación austera, protectora y patriótica” de la nación. Los elementos centrales “de la memoria como salvación” son la “narración del rescate del desastre, la apariencia de una rectitud severa pero ecuánime en la construcción de un nuevo Chile, inspirada en los auténticos valores nacionales”. Stern, Luchando por mentes y corazones, 108-116. 410 Sobre cómo el discurso delimita las posibilidades de lo que los sujetos pueden pensar e imaginar y por tanto construye y actúa en la realidad, desatando creencias, actitudes y acciones véase entre otros John Austin, Como hacer cosas con palabras, Barcelona, Paidós, 1990, passim. Cabrera, loc. cit. Chartier, loc. cit. Ginzburg, loc. cit. Hall, loc. cit. Pericles, loc. cit. Geertz, loc. cit. 411 Larrain, “A treinta años”, 148-156.

101 triunfos morales. Chile podía ser superado, pero jamás respondería con una conducta carente de honor y dignidad; en el discurso identitario, esto sostenía el orgullo nacional. Sin embargo, la misma Dictadura, que en su periodo de instalación exacerbó este relato identitario al no poseer todavía uno propio, sería la que diecisiete años después termine por sepultar esta forma en que los chilenos entendían tanto a su país como a su fútbol. Para 1982 y, sobre todo para 1987-1989, los triunfos morales ya no serán suficientes. En 1995 Edgardo Marín, recordando la eliminación chilena en Alemania, planteó que “no hay contento ni consuelo”412. Sin embargo, como hemos visto, a pesar de la normal amargura, en el Chile de esa época sí había contento y consuelo; lo que ocurre es que Marín estaba escribiendo, veinte años después, desde un Chile muy distinto al que existía en 1974.

412 Marín, Centenario historia total, 249.

102 3. El fútbol en recesión. La selección y la identidad chilena en la Copa Mundial de España 1982.

“Recesión en el fútbol”. Así titulaba su editorial, publicada en el diario El Mercurio el 24 de junio de 1982, el subsecretario de economía chileno Álvaro Bardón. El título relacionaba la crisis económica que vivía Chile (y el mundo) con la crisis futbolística nacional. En sus dos primeros partidos en el campeonato mundial de ese año, la selección chilena había sido derrotada, y era matemáticamente imposible que alcanzara la segunda ronda de la Copa del Mundo. El economista explicaba desde una perspectiva neoliberal que la recesión del fútbol estaba “ligada a un burocratismo extremo y un exceso de protección” que impedían el crecimiento del deporte. Por lo tanto, las soluciones a la crisis debían pasar por liberar al “máximo” el fútbol profesional para ser sometido a la competencia interna y externa. De esa manera, los costos se reducirían y la calidad del producto aumentaría413. Una opinión similar tenía Nicolás Abumohor, ex dirigente del fútbol chileno, quien pocos días después de Bardón, declaraba en el mismo periódico que “con el advenimiento del Gobierno Militar” se habían producido cambios profundos en Chile, los cuales, sin embargo, no habían llegado al deporte, que a diferencia del área social y económica, se había “mantenido estático”414. Siete días antes de las declaraciones de Álvaro Bardón, aunque existían suspicacias acerca del modo de jugar del seleccionado nacional, nadie creía que el fútbol estuviera en recesión. Al contrario de la mala situación económica del país, se pensaba que el fútbol gozaba de buena salud y que la selección nacional, al menos, iba a ser un conjunto peligroso en el Mundial. La sociedad chilena afrontaba el Mundial de España de 1982 no sólo con esperanza, sino que con la convicción de lograr insertarse, por fin, dentro de los

413 El Mercurio de Santiago, 24 de junio 1982, A3. El fútbol sería uno de los pocos reductos en los que los sectores nacionalistas de la derecha chilena no se verían completamente desplazados por los grupos neoliberales. E. Santa Cruz, Crónica de un encuentro, 51-63. Sin embargo, Bardón olvidaba que el fútbol- empresa había fracasado entre 1976 y 1979 en Colo-Colo. En efecto, los tecnócratas neoliberales conocían el enorme potencial económico que tiene el fútbol y la selección chilena. Producto de la enorme expectación que había por ver al representativo en el Mundial de fútbol, y a pesar de la recesión económica, las ventas de televisores a color se habían disparado entre mediados de mayo y junio de 1982. “Mundial: Aumentó venta de aparatos de TV”, en El Mercurio de Santiago, 11 de junio 1982, C1. Hoy Nº 257, Santiago, 23 de junio 1982, 44. 414 El Mercurio de Santiago, 27 de junio 1982, D4.

103 países “desarrollados” en el ámbito futbolístico. Eso significaba, al menos, lograr superar la primera ronda, en la que Chile se mediría con Alemania Federal, Austria y Argelia. La confianza era suficiente como para que Luis Santibáñez, entrenador de la selección chilena, dijera que se alcanzarían las semifinales, e incluso, se vencería a Alemania. Por su parte Elías Figueroa, capitán de la selección, señaló a la revista inglesa Shoot “que tenemos la capacidad para estar entre los mejores. Seremos la gran sorpresa”415. El crack prometió que “si Chile no clasifica a segunda ronda, volvemos a Santiago a poto pelado”416. La FIFA, por el contrario, no estaba tan segura de que Chile pudiese ser protagonista del Mundial, ya que al igual que en 1974, lo había considerado como un país de tercera clase417; eso, sin embargo, no impedía que el adiestrador nacional manifestara que “Chile no le teme a nadie […], en España los chilenos serán mataores [sic]”. La estrategia para alcanzar el primer objetivo (pasar la primera ronda) era por todos compartida: empatar o ganar a Austria. Luego había que lograr empatarle a la potente Alemania Federal, y finalmente, definir la clasificación venciendo al a priori débil cuadro de Argelia418. Para 1982, aunque menos extenso, el terrorismo de Estado seguía existiendo en Chile. A esto se sumaba el drama de los chilenos exiliados, lo cual producía en los sectores opositores la sensación de un país disperso y quebrado. Aduciendo razones de seguridad, el Régimen incluso impedía a “ancianos y enfermos” volver a su patria. En un verdadero llanto acusatorio, la revista Mensaje se preguntaba: “¿Cómo es posible tanta dureza de corazón? […] El exilio no hace más que ahondar una división que ya amenaza con romper nuestra unidad misma como nación” 419 . Por otro lado, se estaba experimentando una profunda crisis económica. En ese marco, la actuación de la selección chilena en España, tal como en el Mundial de 1974, debía servir para afianzar la cohesión nacional. No obstante, ahora ya no servían los triunfos morales, ni bastaba con hacer una actuación decorosa y digna; había que jugar un papel destacado y relevante.

415 El Sur Deportivo, Concepción, 3 de junio 1982, III. 416 Juan Cristóbal Guarello, “España 1982. Fútbol ratón vs. Ratones de cola pelá”, en Guarello y Urrutia, op. cit., 142. 417 En efecto, para sortear los grupos mundialistas, el órgano rector del fútbol mundial colocó a Chile dentro de la tómbola de los países de la “tercera franja”. En el grupo Alemania representaba a los países poderosos, mientras que Austria a los fuertes. Chile era parte de los equipos menos fuertes, mientras que Argelia pertenecía a los países débiles. 418 Estadio Nº 2018, Santiago, 13 de abril 1982, 42-45. También Nº 2025, Santiago, 1 de junio 1982, 32-35. 419 “El exilio: nuestro país disperso”, en Mensaje Nº 305, Santiago, diciembre 1981, 677-679. También “Exilio: un problema nacional”, en Análisis Nº 47, Santiago, julio 1982, 20-25.

104 Este cambio en las expectativas y exigencias hacia la selección de fútbol refleja el profundo impacto cultural que tuvo en la sociedad chilena la intensiva instalación, entre 1977 y 1982, del discurso ideológico y propagandístico del Régimen. Este discurso hablaba de Chile como un país que, como nunca en su historia, renacía con más fuerza; un país que rápidamente transitaba hacia el desarrollo. De esa forma, en la Copa del Mundo, la selección debía confirmar dicha representación. Sin embargo, tanto la crisis económica como futbolística develaron brutalmente que el Chile de las “niñas que tienen pep [sic], a la Estados Unidos”, voceado por “el voluntarismo ideológico”, era una ficción420. Tras el Mundial Pepe Auth, columnista de Apsi, declaró que “estuvimos a punto de creer que ahora sí estábamos en la senda del engrandecimiento nacional. Pero uno tras otro los así llamados milagros dejan de ser tales”421. La reacción en el país frente al fracaso futbolístico fue denunciar a los culpables –entrenador, dirigentes y prensa- como los responsables de haber mantenido a todo el país engañado con respecto a las “verdaderas” posibilidades de la selección. Se llegó a señalar que Luis Santibáñez era un insigne prototipo de “los mercaderes de ilusiones” que por esa época “proliferaban” en el país422. Así como la crisis económica de 1982 marca el fracaso provisorio del proyecto refundacional de la Dictadura Militar423, este capítulo propone que el fiasco futbolístico de ese mismo año representa un momento de transición, un intermedio entre el Chile pequeño y subdesarrollado, que asumía que los triunfos morales eran relevantes, y el país que busca con ansias verdaderos triunfos futbolísticos que confirmen la representación de Chile como ganador y desarrollado. Entre 1974 y 1982 las exigencias futbolísticas de la sociedad chilena se elevaron, y este tránsito no es explicable desde una perspectiva deportiva, sino que debe ser entendido a partir de las transformaciones de la identidad chilena en el contexto de la Dictadura Militar. En un primer momento el capítulo explora las

420 Aníbal Pinto, “Chile real y Chile ficción”, en Mensaje Nº 312, Santiago, septiembre 1982, 480. Aunque Aníbal Pinto no especificó a qué se refería con “las niñas que tienen pep”, probablemente hacía alusión al slogan de “una sonrisa pep”, de los productos de aseo dental Pepsodent. 421 Pepe Auth, “Mundial 82: Porque somos como somos”, en Apsi Nº 110, Santiago 6 al 19 de julio 1982, 23- 24. La cantautora chilena Isabel Parra ya había señalado que los chilenos, por su chauvinismo, tenían la tendencia de sobreestimar “nuestras propias capacidades”. María Montt y Cristián Tolosa, Análisis e interpretación psicosocial de los ensayos sobre el carácter chileno, Santiago, PUC, 1984, 182. Es menester subrayar que la Dictadura, con su discurso altamente nacionalista, exacerbó el chauvinismo. Valdivia, “¡Estamos en guerra!”, passim. 422 “La calle: Entrenador Santibáñez es el mayor culpable” en El Mercurio de Santiago, 25 de junio 1982, C9. 423 Moulian, op. cit., 261-271. Gárate, op. cit., 304.

105 transformaciones económicas y culturales que ocurrieron entre 1975 y 1982, para luego enfocarse, a través del discurso deportivo de la prensa, en las expectativas y reacciones que concitó la participación de la selección chilena en la Copa del Mundo de España 1982. Esta investigación asume que la identidad chilena no es una realidad referencial, sino más bien un complejo campo de significados históricos, articulados en torno a una relación significante que une pasado y presente, para que una sociedad construya, conflictivamente, su proyecto hacia el futuro. De tal manera, es forzoso admitir que la identidad chilena se ha construido en torno a varios proyectos de modernización, y no en una relación de oposición con respecto a la modernidad424. El fútbol, al ser una manifestación típica de la cultura contemporánea, es considerado como una “expresión genuina de las sociedades más avanzadas” 425. De esa forma, podemos imaginar la Copa del Mundo de España 1982 como un examen simbólico que iba a medir el grado de modernización, en clave futbolística, alcanzado por la sociedad chilena tras ocho años de Dictadura Militar. Si bien no se esperaba que la selección se consagrase como campeona del mundo, sí se le exigía, al menos (y al contrario de su última participación mundialista en 1974), ser un cuadro competitivo y no mera comparsa para las grandes potencias426. El fracaso futbolístico de 1982 devela, inobjetablemente, que estas exigencias no estaban fundadas solamente en criterios deportivos. De haber sido así, no sólo es difícil entender el hecho futbolístico mismo, sino que fundamentalmente, y a la luz del hecho deportivo, son inexplicables las altas expectativas que se tenían con respecto a la actuación de la selección. En efecto, el significado social que adquiere un acontecimiento deportivo no depende, en su mayor parte, de lo que ocurre al interior de la cancha, sino que se encuentra determinado por “mecanismos y discursos de carácter ideológico, histórico y social”427. De esa forma, cuando la sociedad significó la actuación de la selección como un fracaso lo hizo porque comparó sus expectativas iniciales con el resultado posterior. Sin esas expectativas como punto de comparación, el acontecimiento deportivo carece de significado. Como los discursos ideológicos hegemónicos medían la forma en que son

424 Larraín, Modernidad. Silva, loc. cit. Purcell, loc. cit. Desde una perspectiva teórica, sobre la construcción de significado véase Umberto Eco, Tratado de semiótica general, Barcelona, Lumen, 2000, 55-70. Sobre las narraciones como mecanismos para dar sentido a la realidad histórica Bruner, loc. cit. 425 Oliven y Damo, op. cit., 13-14. Francisco Lagardera citado en Pérez, loc. cit. 426 Estadio Nº 2017, Santiago, 6 de mayo 1982, 43-45. Santibáñez argumentaba que Chile venía a España a “reubicarse en el concierto Mundial” El Mercurio de Santiago, 11 de junio 1982, C7. 427 Korstanje, loc. cit.

106 significados los acontecimientos deportivos, es imprescindible explorar cómo, en paralelo a la transformación económica y social, la Dictadura fue implantando un discurso triunfalista que hablaba de una patria fuerte y poderosa; de un Chile que estaría transitando aceleradamente hacia el progreso en todos sus ámbitos, incluido el deportivo.

Chile ocho años después del 11 de septiembre de 1973. Entre 1974 y 1982 la sociedad chilena cambió lo suficiente como para que a la selección ya no se le exigiese sólo tener un desempeño respetable, sino que al menos, clasificar a la segunda ronda y tener una actuación destacada en el Mundial. ¿Qué había pasado en estos ocho años para que las exigencias futbolísticas se hubiesen elevado? Principalmente, se produjeron enormes transformaciones en el país que afectaron “desde lo estrictamente económico hasta reformas sociales con enormes implicancias incluso en el ámbito cultural”428. En Chacarillas, en 1977, Pinochet declaró que el 11 de septiembre de 1973 “representó el término de un régimen político-institucional definitivamente agotado, y el consiguiente imperativo de construir uno nuevo. Se trata de una obra eminentemente creadora” 429 . Terminada su etapa de instalación, la Dictadura dejó de concebirse como una restauración de la chilenidad, de sus valores más tradicionales, para transformarse en una refundación neoliberal de Chile, intentando, por medio de la fuerza, “cambiar la conciencia colectiva del país”430. En la época, los chilenos eran conscientes de lo que esto estaba significando. Como proponían José Joaquín Brunner y Juan Eduardo García Huidobro, “más allá de las nuevas costumbres, de otras éticas y valores que rigen ahora, se está produciendo un cambio cultural hondo que quiere re-fundar nuestro país”. A su juicio, el “ser nacional” se estaba transformando “rápida y brutalmente”. Emergía, de esa forma, una cultura “que ayer no podíamos (ni quisimos) siquiera soñar”431.

428 Gárate, op. cit., 284. 429 Augusto Pinochet, “Discurso en cerro Chacarillas con ocasión del día de la juventud”, en http://es.wikisource.org/wiki/Discurso_de_Chacarillas, 20-05-2013. 430 Correa, Historia del siglo XX chileno, 284-287. José Joaquín Brunner (op. cit., 50 y 90-92.) propone que el proyecto refundacional militar intentó “cambiar las orientaciones de la población, sus lealtades políticas, sus valores colectivos, su memoria histórica, sus formas de convivencia y de imaginación del futuro”. 431 José Joaquín Brunner y Juan Eduardo García-Huidobro, “Chile: Un nuevo paisaje cultural”, en Mensaje Nº 302, Santiago, septiembre 1981, 487.

107 Fue en 1975, en plena crisis económica, cuando se inició el cambio radical de la economía chilena432. Se implementó una política económica de shock que consistió en una sustancial reducción del gasto público, la liberación tanto de precios como de mercados, y “un cambio profundo en las relaciones laborales a favor del empresariado”433. Al mismo tiempo, se produjo una inédita apertura financiera y comercial al exterior, y se buscó reducir tanto la envergadura como la influencia económica del Estado. Se comenzaba a liquidar tanto el Estado de Compromiso como el modelo de economía protegida que había existido desde hace más de cuarenta años, lo que generó profundos cuestionamientos en la sociedad 434 . En 1981, Mario Góngora planteaba que con la oleada privatizadora del Régimen, se había configurado una franca “tendencia anti-estatal”. Para el historiador, el problema radicaba en que históricamente había sido el Estado el que había afirmado y sostenido la “nacionalidad chilena”435. El “ajuste automático”, efectivamente, tuvo un efecto de shock, que profundizó aún más la crítica situación económica del país436. Indudablemente, sin el paraguas represivo con que contaba, la Dictadura no habría podido llevar a cabo un programa tan radical de transformación económica437. En el ámbito del fútbol profesional el ajuste recesivo, que generó una contracción de la demanda y una violenta alza de la cesantía, implicó una severa crisis financiera, ya que la asistencia a los estadios, 438 y por tanto las recaudaciones (principal fuente de financiamiento de la actividad), cayeron como nunca antes. Por ello es

432 No es mera casualidad que el viraje económico haya coincidido con a la consolidación y personalización del poder de Pinochet al interior del Régimen. Véase Mensaje Nº 273, Santiago, octubre 1978, 600. Gárate, op. cit., 190-195. Correa, Historia del siglo XX, 289-290. Tampoco lo es el hecho de que Milton Friedman haya ofrecido, precisamente, el 26 de marzo de 1975 en el Edificio gubernamental Diego Portales, su conferencia “Chile y su despegue económico”. Cárcamo, op. cit., 71. 433 Evidentemente, como hacía notar Mensaje (Nº 242, Santiago, septiembre 1975, 348), con lo anterior, la Junta descartó su compromiso, expresado en su primer bando, de respetar los derechos adquiridos por los trabajadores. 434Gárate, op. cit., 187-202. Tironi, op. cit., 67-68. 435 Mario Góngora, op. cit., 294-298. 436 El Producto Geográfico Bruto (PGB) cayó un 12,9%. La tasa de desempleo llegó al 18,7%. Los salarios reales llegaron a ser sólo un 62,9% del valor que tenían en 1970. Cifras en Correa, Historia del siglo XX, 291- 293. También en Moulian, op. cit., 196. 437En esta época la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA) aumentó su política represiva. Gárate, op. cit., 191-202. Moulian, op. cit., 196-197. 438 Durante el Gobierno de la Unidad Popular, y producto de su política económica expansiva en favor de los sectores populares, la asistencia en los estadios fue altísima. El año 72 solamente Colo-Colo llevó 1.290.166 personas a los estadios. Con un record, todavía no superado, de 39.000 personas por partido. Matamala, Goles y autogoles, 38. Por eso es que Eduardo Santa Cruz propone que “la crisis del público es posterior a 1973”. Crónica de un encuentro, 139.

108 que, al desatarse la recesión de 1975, muchos clubes se encontraron “sin posibilidad de solventar sus gastos”439. El impacto de la Dictadura sobre el fútbol fue tremendo, sobre todo si se considera que intervino descaradamente para colocar, el 10 de marzo de 1975, a Eduardo Gordon Cañas (Subdirector General de Carabineros) como Presidente de la Asociación Central de Fútbol (ACF)440. En efecto, por medio del Bando Nº 80 y el Decreto Ley 349, se dejó al “margen a muchos” dirigentes de “prestigiosa trayectoria, pero que no estaban dispuestos a jugar al ritmo de la dictadura”441. De esa forma, se hizo “trizas el marco de autonomía relativa” del que históricamente había gozado el balompié nacional. El fútbol nunca más volvió a ser el mismo, e incluso, algunos hablan de una época marcada por su “deterioro moral”442. Recién entre 1977 y 1981 se pudo observar una recuperación económica nacional significativa. Los índices parecieron notables y Pinochet no dudó en calificar la obra de la Dictadura “como una verdadera proeza” 443 . En un ambiente de euforia y halagos internacionales nació el boom chileno444. En su Mensaje Anual del 11 de septiembre de 1977, el Jefe de Estado declaró que “hay una verdad indiscutible: el programa económico aplicado por el Gobierno ha logrado un éxito rotundo”. Consideraba que estaba aflorando una “nación renovada, más pujante y más fuerte” 445 . Después de cuatro décadas de planificación estatal y proteccionismo que – se decía – provocaron el aislamiento de Chile,

439 E. Santa Cruz, Crónica de un encuentro, 52-54. 440 Eduardo Gordon -primo de Humberto Gordon, jefe de la siniestra Central Nacional de Informaciones (CNI) entre 1980 y 1986- vino a reemplazar a Francisco Fluxá, quien era considerado políticamente peligroso por la Dictadura, en la presidencia de la ACF. La lista encabezada por Gordon venció con la mayoría de los votos de los clubes de provincia, los cuales se encontraban dirigidos, desde el Golpe de Estado, por alcaldes designados y funcionarios del Ejército. Matamala, Goles y autogoles, 79-85. Juan Cristóbal Guarello y Luis Urrutia, Historias Secretas del fútbol chileno II, Santiago, Ediciones B, 2007,13. 441 Análisis Nº 311, Santiago, 25 al 31 de diciembre 1989, 41-42. 442 Carlos González y Braian Quezada, A discreción. Viaje al corazón del fútbol chileno bajo la dictadura militar, Santiago, Universidad de Santiago, 2009, 16 y 47-48. Ortega, op. cit., passim. E. Santa Cruz, Crónica de un encuentro, 52. 443 Augusto Pinochet, “Mensaje anual del 11 de septiembre de 1977”, en Nueva Institucionalidad en Chile. Discursos de S. E, el Presidente de la República General de Ejército D. Augusto Pinochet Ugarte, 1977, 21. 444 El promedio anual de crecimiento durante el periodo fue del 8%. En relación a 1973 el volumen de las exportaciones, sobre todo las no tradicionales, aumentó de tres a cuatro veces. La inflación llegó, a fines del período del milagro, a menos del 10%. Los salarios reales aumentaron en un 9% y el déficit público cayó desde un 21% del PIB hasta alcanzar, en 1980, un superávit de 5,5%. Gárate, op. cit., 223. Pinochet, “Mensaje Anual del 11 de septiembre de 1977”, 22. 445 Pinochet, “Mensaje anual del 11 de septiembre de 1977”, 23-29. Pinochet mostraba como grandes logros el conseguir contratos de inversión extranjera que superarían los 1000 millones de dólares. Además, como resultado de la situación interna del país, se había podido disolver la DINA y reemplazarla por la, se decía, “eminentemente informativa” CNI.

109 “el país pareció reintegrarse con éxito”, a través de las exportaciones e importaciones, a la economía internacional446. En ese contexto, el “milagro económico” parecía confirmar la “cientificidad” del proyecto neoliberal447. Dos años antes, a fines de 1975, los miembros de la Junta de Gobierno, como “gobernantes realizadores y de devoción deportiva”, promulgaron la ley que dio nacimiento a la Polla Gol. La Dictadura no tuvo reparos éticos, como sí tuvieron los gobiernos anteriores, para dar nacimiento a un sistema de juegos que volcó a la población a las oficinas de apuestas 448 . El sistema de pronósticos deportivos significó una enorme inyección económica para los clubes profesionales, pero también implicó la definitiva subordinación económica del fútbol profesional al Régimen, ya que los dineros recaudados por la Polla Gol eran entregados a través de la Dirección General de Deportes y Recreación (DIGEDER). De esa forma, el gobierno podía chantajear a los clubes con la amenaza de la “estrangulación económica”449. Lo cierto es que el sistema fue un rotundo éxito, generando a largo plazo un profundo “cambio cultural”. Por un lado, los sectores populares, como nunca antes, tuvieron la posibilidad de “embolsarse premios fantásticos”; por el otro, impulsó a los apostadores a identificarse con los clubes que más posibilidades les daban de conseguir los beneficios individuales de ganar la Polla Gol 450 . La ambición por estos jugosos premios llevó incluso a que algunos árbitros, otrora considerados de una probada integridad moral, amañaran partidos del balompié profesional451. A su vez, con los dineros recaudados por el sistema de apuestas, se inauguró la época de la “plata dulce” en el fútbol. Los clubes no sólo pudieron compensar sus pérdidas por la caída en la asistencia a los estadios, sino que también contaron con presupuestos más

446 Gárate, loc. cit. 447 Moulian, op. cit., 198-201. 448Desde la década del sesenta el fútbol profesional solicitaba la creación de la polla del fútbol, sin embargo, los gobiernos de Jorge Alessandri, Eduardo Frei y Salvador Allende se negaron, porque no consideraban que el deporte debiese mezclarse con las apuestas Matamala, Goles y autogoles, 36. 449 Hay que considerar que un parte importante de los recursos se entregaban discrecionalmente. Matamala, Goles y autogoles, 57 y 94-95. También Análisis Nº 311. 450Brenda Elsey, Citizens & Sportmen, 247. Antes de la Polla Gol existía solamente la Polla de Beneficencia, pero que era demasiado cara y compleja para que los sectores populares pudiesen concursar por sumas tan significativas, como era el caso del sistema de pronósticos deportivos. González y Quezada, op. cit., 55-56 Juan Cristóbal Guarello, “Polla Gol. Los árbitros se llevan el premio gordo”, en Guarello y Urrutia, Historias Secretas, 71. 451Guarello, “Polla Gol”, 71-87. Fue el caso de la sociedad OREMA, formada por los árbitros Víctor Ojeda, Adolfo Reginato (Presidente de la Comisión de Árbitros de la ACF) y Alberto Martínez, quienes, por ejemplo, amañando el partido entre Colo-Colo y Ñublense lograron embolsarse más de US$ 500 de la época.

110 abultados que en el pasado, y el éxito deportivo pareció reducirse a quién tenía más dinero para invertir en su plantel. Solamente en el receso entre 1975 y 1976 hubo alrededor de ochenta transferencias de jugadores entre clubes de Primera División. Son los años en que el fútbol nacional se dio verdaderos lujos. Palestino repatrió, en 1977, a Elías Figueroa desde Brasil. Al año siguiente, Colo-Colo trajo desde España a Carlos Caszely. En la época era común que las estrellas del fútbol criollo cambiaran de auto todos los años452. En paralelo, el mapa urbano de Santiago comenzó a redefinirse en torno a “cadenas y circuitos imaginarios de consumo” como los shopping centers. Surgió con ellos un lenguaje repleto de estereotipos de carácter exagerado y competitivo. La construcción de modernos centros comerciales e hipermercados, con sus vitrinas repletas de bienes importados, sumado a una explosiva expansión del parque automotriz453, proporcionaron “la evidencia empírica” para que el Régimen voceara hasta el cansancio que si hoy “vamos bien, mañana mejor” 454 , generando así una sensación de “abundancia” 455 . De ese modo, en 1980 Pinochet anunció que en el futuro, “de cada siete chilenos, uno tendrá automóvil; de cada cinco, uno tendrá televisor” 456 . Lo anterior representaría el acceso a una modernidad reducida al consumo de “mayonesa importada” y el televisor a color457. De esa forma, y en desmedro de procedimientos basados “en la capacidad de presión política sobre el Estado” 458 , se masificaron pautas de comportamiento, movilidad e integración social individualistas. La Polla Gol, con su fantasía de ser “un medio para superar la miseria al alcance de todos los chilenos”, ejemplificaba muy bien la forma de movilidad social a la que incitaba el modelo459.

452 Matamala, Goles y autogoles, 96.-98. Edgardo Marín, La historia de los campeones. 1933-1987, Santiago, s/e, 1988, 271-272. González y Quezada, op. cit., 16 y 58. 453Entre 1977 y 1982 las importaciones de bienes de consumo se expandieron, en promedio, un 40% anual. Las cifras son de Patricio Meller citado en Cárcamo, op. cit., 30-36. Véase también Gárate, op. cit., 225. 454 Brunner y García-Huidobro, loc. cit. 455 Brunner, Barros y Catalán, op. cit., 81. 456 http://es.wikiquote.org/wiki/Augusto_Pinochet, 21-05-2013. 457 Jaime Hales, “Meditación sobre Chile”, en Mensaje Nº 281, Santiago, agosto 1979, 481-482. Fernando Barraza, crítico de televisión de Mensaje (“Publicidad televisiva. Los resortes del consumismo”, Nº 296”, Santiago enero y febrero 1981, 296) se quejaba de que para los publicistas “el fin justifica todos los medios”. Ellos, junto a la televisión, fomentaban un consumismo sin barreras éticas, cayendo incluso en la pornografía. En efecto, la publicidad había adoptado una “actitud idolátrica frente a los bienes o al dinero”. 458 Brunner, Barros y Catalán, op. cit., 84 Tironi, op. cit., 75. 459 Así, por lo menos, lo consideraba una lectora de Mensaje (“El Colo-Colo y la Polla Gol”, Nº249, Santiago, junio 1976, 193. Véase también Elsey, Citizens & Sportsmen, 247. Montt y Toloza afirmaron, en 1984, que el chileno se caracterizaba por buscar “la gratificación inmediata, individual, refugiándose en el ámbito familiar y la vida cotidiana”. Op.. cit., 291.

111 Antes incluso de que se pusieran en práctica las reformas sociales contenidas en el plan de las “siete modernizaciones”460, el Régimen buscó prolongar y legitimar en la sociedad “los mismos principios de mercado implantados en la economía”461. En 1976, por ejemplo, Colo-Colo fue intervenido por la ACF, para aplicar en el fútbol profesional los criterios neoliberales en boga. Se entregó la gestión del club a Alberto Simián, quien pertenecía al grupo Vial, símbolo del poder conseguido por los grupos económicos en los últimos años. Simián, quien había aceptado la presidencia del club por un “mandato expreso del Supremo Gobierno”462, se propuso poner la ciencia económica al servicio del fútbol. Prometió que en 1977 el equipo no sólo sería el campeón del país y América, sino que incluso, se convertiría en el primer cuadro chileno en participar y ganar la Copa Intercontinental de Clubes. La hipótesis era que el fútbol-empresa, que reemplazaría al anticuado “fútbol corazón”, haría “realidad el antiguo dicho de que Colo Colo es Chile”463. Para representar a este Chile dictatorial había que ganar, y, para eso se dio un golpe a la cátedra al contratar como entrenador a Ferenc Puskas, estrella húngara de la década del cincuenta464. La identidad empresarial de este proyecto se graficó en la intención de fundar una rama de polo al interior del club. Por eso es que la intervención concitó un enorme rechazo social, ya que se consideraba que Colo-Colo, equipo identificado con los sectores populares, nada tenía que ver con el lucro y el empresariado465. Para la revista Mensaje la intervención, una verdadera “parábola de la vida nacional”, marcaba la “entrada arrolladora del mundo calculado de las finanzas a todos los rincones de la vida nacional”. Advertían que los grupos económicos intentaban imponer los modelos y valores de la “competencia”.

460 Se trato de reformas sociales, entre las que destacan la laboral, de salud, educacional y al sistema de pensiones, que configuraron la política económica chilena de forma permanente. Por una parte privatizaron sectores que, a lo largo del siglo XX, eran deberes sociales del Estado, por la otra, buscaban “desarticular la estructura de las organizaciones sindicales y sociales (Maria Chiara Bianchini, loc. cit.). En definitiva, como propone Manuel Gárate, se busco reemplazar un sistema social solidario por uno privado e individualista. Op. cit., 255-262. 461 Tironi, op. cit., 65-70. 462 El grupo Vial, que controlaba el Banco Hipotecario de Chile, era el segundo grupo económico más importante del país. Su crecimiento, como el de los demás grupos económicos, estuvo vinculado a la primera oleada de privatizaciones emprendida por CORFO en 1974. Gárate, op. cit., 257-261. Matamala, op. cit., 160. 463 “Simián y el Colo-Polo”, en Qué Pasa Nº 301, Santiago, 27 de enero 1977, 26-30. 464 A los pocos meses, Puskas fue cesado en su cargo de entrenador. E. Santa Cruz, Crónica de un encuentro, 55. González y Quezada, op. cit., 15-16 y 65-67. Marín, La historia de los campeones, 280-298 Matamala, Goles y autogoles, 168-171. 465 Esta era la opinión, recogida pero no compartida por la revista Qué Pasa, de Pedro Foncea Aedo, ex Presidente del Club y ex Senador Demócrata Cristiano de la 6ª Agrupación Provincial. “Simián y el Colo- Polo”, 26-30.

112 Por ese peligroso camino, trazado por el “Dr. Friedman”, en que lleno de “riesgo y audacia” se busca la individualización, “no llegaremos a buen fin […]. Un progreso con un tipo de empresa organizada en torno al lucro no es un camino para Chile”466. Tenían razón. El experimento fue un fracaso. A fines de 1978 “Los Pirañas”, nombre con que se los conocía entre los grupos económicos, se retiraron de Colo-Colo. Como relata Edgardo Marín, cuando se fueron el club quedó “sin una peña”467. Lo único que dejaron fue el título de Pinochet como Presidente Honorario del club. Bastó con que se fueran para que el año siguiente los albos lograran ganar, después de 7 años, el campeonato de fútbol profesional. Este episodio refleja la existencia de una oposición que, aunque reprimida, expresaba su desconfianza con respecto al proyecto de la Dictadura. Criticaban que el acceso al consumo suntuario fuese el “nuevo símbolo del éxito”. Para estos sectores, el “hombre nuevo”, “materialista, individualista y carente de sentido social”, era “incompatible con un proyecto humanista y democrático de sociedad” 468 . De esa manera, se preguntaban: “¿Qué va quedando de toda la cultura política de participación de la que nos ufanábamos ayer?”469. Lamentaban el “imperio de la ideología del tener y no del ser más”. Aunque consideraban que existía una crisis tanto en el “alma” como en los tradicionales valores de Chile, confiaban en que todavía existiese una reserva moral “para rescatar la historia” 470 . En efecto, el “liberalismo individualista desatado” era una verdadera pesadilla para estos sectores, que veían cómo la nueva ideología no tenía más ética que una “moralidad de tipo darwinista, por la que se legitima un orden social basado en la ley de la selva”. Este vacío moral era la consecuencia del avasallador dominio de los grupos económicos en “la sociedad”471. Por eso es que extrañaban un país anterior al Régimen, en que “las clases y

466 “Cambios en Colo Colo. Una curiosa parábola de la vida nacional”, en Mensaje Nº 248, Santiago mayo 1976, 145-149. Hay que destacar que el Banco Hipotecario de Chile fue el que en 1975 auspicio la conferencia de Milton Friedman en Chile titulada “Chile y su despegue económico”. Cárcamo, op. cit., 77. 467 También es significativo que en 1978, año en que se retiran Los Piraña el título del fútbol profesional lo consigue Palestino, equipo que se salía de la fiebre compradora de la época. Marín, La historia de los campeones, 280-292. Matamala, Goles y autogoles, 172. E. Santa Cruz, Crónica de un encuentro, 55. 468 “Chile: las exigencias políticas”, en Mensaje Nº 273, 598-602. 469 Tomás Valdivia, “En torno al apagón cultural”, en Mensaje Nº 264, Santiago, noviembre 1979,613-614. 470 Hales, loc. cit. 471 Renato Cristi y Carlos Ruiz, “¿Hacia una moral de mercado?”, en Mensaje Nº 299, Santiago, junio 1981, 241-243.

113 grupos intervenían con su propia participación” en el difícil camino hacia una “democracia más profunda y de igualdad social más generalizada”472. La aplicación del “modelo” no se fundamentó en imperativos éticos, sino que se presentó, paradójicamente, como “un saber científico inapelable”. Todos quienes desafiaron al dogma neoliberal, ya sea porque lo consideraban inmoral o porque se daban cuenta de los elevados costos sociales que tenía su implantación 473 , fueron estigmatizados como “ignorantes de la ciencia económica”474. Con el “milagro” como respaldo, el “régimen ortodoxo de verdad” aumentó aún más su soberbia, y los Chicago Boys no sólo se consideraron los únicos poseedores de la “verdad económica”, sino que calificaron como “gasfíteres” o “de mala fe”475 a sus detractores. Los que criticaban al Gobierno y a la gran empresa por su falta de sobriedad476 eran, para el Gobierno, la gente “rica”, a la que le molestaba que la “rotada ahora se haya acercado, porque se viste mejor y tiene radio y televisor […]. En diez años no habrá diferencia, los rotos se verán igual que la gente”477. Para Pinochet, sus opositores eran una “ínfima minoría”, que cegada por “la derrota de sus afanes totalitarios, por sus mezquinas ambiciones frustradas, destilan hoy la hiel del resentimiento y repiten con majadería sus consignas probadamente fracasadas”478.

472 José Aldunate, s. j., “El “éxito” económico de Chile desde una perspectiva obrera”, en Mensaje Nº 275, Santiago, diciembre 1978, 789-794. 473Al respecto Brunner y García-Huidobro (loc. cit.) hablaban de la miseria que se vivía en las poblaciones de Chile. También Aldunate, loc. cit. 474 Moulian, op. cit., 196-197. 475 “¿Cómo salir de la crisis?”, en Mensaje Nº 308, Santiago, mayo 1982, 165-167. También Manuel Riesco, Desarrollo del capitalismo en Chile bajo Pinochet, Santiago, ICAL, 1989, 173. Como sostiene Luis Cárcamo (loc. cit., 96-97) en el posicionamiento del neoliberalismo se pone en “escena una autoridad disciplinaria”, o, en oras palabras, “la centralidad de la economía y los saberes tecnificados en el espacio público nacional”. De esa forma, lo que los Chicago Boys “inscriben en el contexto chileno de los setenta es un nuevo orden en el campo de los conocimientos: la sociedad de fines del siglo es, predominantemente, la sociedad de los economistas y ya no es más la sociedad de los estadistas portadores de un gran relato emancipatorio de inspiración humanista y social”. 476 Juan Pablo Cárdenas, “Un solo circo”, en Análisis Nº 46, Santiago, julio 1982, 2-3 477 Las palabras son de Álvaro Bardón citado en Gárate, op. cit., 223. Véase también “¿Freno al consumo?, en El Mercurio de Santiago, 13 de junio 1982, A3. Aunque el proyecto Dictatorial benefició específicamente a los grandes grupos económicos, no por eso el Régimen dejó de tener un discurso enfocado en los sectores medios y populares. Véase al respecto. Valdivia, “¡Estamos en guerra!”, passim. También Isabel Jara, ““Una nación de propietarios, no de proletarios”. La retórica intelectual de la dictadura chilena sobre las clases sociales y la clase media”, en Azun Candina (ed.), La frágil clase media. Estudios sobre grupos medios en Chile contemporáneo, Santiago, UREDES Universidad de Chile, 2003, 71-84. 478 Pinochet, “Mensaje anual del 11 de septiembre de 1977”, 18. En efecto, se comenzó a identificar todo intervencionismo estatal con el totalitarismo, mientras que la libertad encarnaba “específicamente en la economía de libre mercado”. Gárate, loc. cit.

114 Es este contexto soberbio y triunfalista el que explica que sea durante esta época, cuando los resultados futbolísticos fueron mediocres, que se comience a incubar el discurso de ganar a cualquier precio 479 . Esto fue lo que ocurrió, por ejemplo, con el “Caso Pasaportes”. Como la ACF quería “ganar a toda costa” el sudamericano sub-20 de 1979, se urdió el plan de conformar el seleccionado con futbolistas mayores de lo reglamentariamente permitido, a los que se les adulteraron los pasaportes. Para convencerlos de incurrir en el delito, se les dijo que era “un acto patriótico, y que si no lo hacían Chile iba a perder sin remedio”, ya que los rivales también harían lo mismo. A diferencia de lo que pasaba hasta 1974, cuando no era ético ocupar las mismas armas ilícitas de los rivales, a esta patria sólo le servían los triunfos. Al descubrirse la trampa, se desató el escándalo. Sobre todo, porque ya existía otro antecedente de pasaportes falsificados, que habían sido ocupados para perpetrar el asesinato del ex canciller Orlando Letelier en Washington. Este crimen (en el que estaba implicada directamente la Dictadura), junto al escándalo de la selección juvenil, daba a entender que en el país “se adulteraban pasaportes todos los días y para lo que fuera”480. El fútbol chileno quedó estigmatizado, y por mucho tiempo los equipos nacionales fueron observados con desconfianza. Gordon fue removido de la presidencia de la ACF. Su reemplazante, elegido por los presidentes de los clubes chilenos, fue Abel Alonso481. En 1978, cuando el fútbol chileno se debatía entre la desilusión de su eliminación al Mundial de Argentina y los recuerdos de las glorias de 1962482, comenzó el proceso de la selección chilena (comandada por Luis Santibáñez) para llegar al Mundial de España 1982;

479 Edgardo Marín, Centenario historia total, 273. Cf. González y Quezada (op. cit, 51.) consideran que es “curioso” que sea en esta época, cuando los resultados deportivas son mediocres, que se incube el “germen de ganar a cualquier precio”. Sin embargo, si lo anterior se contextualiza tanto a partir del proceso de modernización de mercado que esta viviendo el país, como del discurso triunfalista que le sigue en esta época, es perfectamente comprensible que sea, justo en este momento, que esto se produzca. De ahí que Diego Armus argumente, con razón, que el trabajo del historiador cultural sea fundamentalmente uno de contextualización. La ciudad impura. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950, Buenos Aires, Edhasa, 2007, 16-17. 480 Juan Cristóbal Guarello, “Selección juvenil de 1979. Pasaporte a la derrota”, en Guarello y Urrutia, Historias Secretas, 102-103. Para Mensaje el crimen de Letelier era el reflejo de la crisis moral en que la Dictadura, con su política asesina, había sumido al país. “El caso Letelier y los resquicios en la conciencia nacional”, Nº 274, Santiago, noviembre 1978, 677-683. 481 Los jugadores a los que se les habían adulterado los pasaportes, 17 de 18, fueron, junto al entrenador Pedro García y los funcionarios del Registro Civil que efectuaron la adulteración de los documentos, a parar a la cárcel. Eduardo Gordon, para evitar que escalara el escándalo, fue enviado como embajador a Nicaragua. Gonzáles y Quezada, op. cit., 51-52. 482 Estadio Nº 2018, 14-16.

115 un proceso que, aunque menos ambicioso, era igualmente serio que el comandado por Riera para el Mundial del ‘62483. La mentalidad de Santibáñez se expresaba en su célebre frase “los partidos se ganan adentro y fuera de la cancha”. Eso implicaba tanto darle preeminencia a la preparación táctica de los partidos, olvidando dar un buen espectáculo, como ocupar artimañas reñidas con el fair play484. Sin embargo, lo anterior podía obviarse si se obtenían buenos resultados. Y en su primer año, eso hizo Santibáñez, al conseguir el subcampeonato sudamericano de selecciones. Si a esto se le sumaba una economía que parecía ser un ejemplo en la región, se entiende el hecho de que hacia 1980 existiese una “atmósfera triunfalista”. De esa forma, el Régimen afirmó que “la transformación de la economía, en la medida que continuara la dirección emprendida, abriría el camino a la verdadera democracia”485. En este ambiente fue que se desarrolló el plebiscito fraudulento con el que el Régimen (apoyado explícitamente por Luis Santibáñez) le impuso al país una nueva Constitución486. La consulta nacional se realizó en “pleno estado de emergencia, con los partidos políticos proscritos, sin registros electorales y sin supervisión ni recuento electoral independiente”. Como sostiene Robert Barros, la nueva carta fundamental “fue redactada en secreto y promulgada por un legislador soberano, la Junta, sin participación popular alguna a través de una asamblea constituyente elegida”. Con la nueva Constitución, que convirtió a Pinochet en Presidente de la República487, se sentaron las bases jurídicas con las que se consolidaba una “modernización capitalista sin retorno al pasado”. Ese era el significado de un Gobierno de “metas y no de plazos”488. En las palabras de Jaime Guzmán, principal ideólogo de la Constitución, lo que se buscó era que los futuros gobiernos democráticos se

483 Marín, Centenario historia total, 264. 484 Guarello, “España 82”, 119-120. 485 Aunque la tasa de desempleo seguía superando el 10% y el déficit comercial alcanzaba los US$ 330, 4 millones, los resultados macroeconómicos parecían notables, ya que entre 1977 y 1980 el crecimiento del PGB era de 8,2%. Moulian, op. cit., 222. 486 Guarello, “España 82”, 129-130. 487La Constitución de 1980 tuvo implicancias políticas y jurídicas fundamentales para el país. En primer lugar, estableció el itinerario para el retorno a la democracia a fines de la década del ochenta. Además, sanciono, de manera formal, el poder legislativo que durante años poseyó la Junta Militar. Por otro lado, se instauró un Tribunal Constitucional cuyo rol era determinar la constitucionalidad de los actos tanto del poder ejecutivo como legislativo. Barros, op. cit., 208-382. La Constitución era importante, en términos ideológicos, porque se consideraba que el chileno se caracterizaba por su apego a la legalidad. Montt y Tolosa, op. cit., 297-300. 488 Gárate, op. cit., 228-234. Como sostiene Moulian (op. cit., 223.), una “nueva Constitución apareció como una condición de esa misma modernización”.

116 viesen obligados a mantener el modelo instaurado por el Gobierno Militar; que “el margen de alternativas que la cancha imponga a quienes juegan en ella, sea lo suficientemente reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario”. En efecto, como comentó Alfredo Jocelyn-Holt, la Dictadura había generado un “empate perfecto” con el que se aseguraba la proyección de su obra en democracia489. La etapa clasificatoria para el Mundial se jugó el año siguiente. Chile disputó un cupo con Ecuador y Paraguay. En el partido contra el primero en Guayaquil, en donde se rescató un valioso empate, el esquema de Santibáñez fue “tan pobre, tan mezquino”, que Julio Martínez comentó que era “la peor selección de la historia”. Sin embargo, al vencer a Paraguay en Asunción, sin cambiar el esquema, Santibáñez se convirtió en el fenómeno del momento. Tras sellar la clasificación venciendo en Santiago a ecuatorianos y paraguayos, y con la “evidencia de los resultados”, Julio Martínez tuvo que comentar que “es el entrenador más destacado de la década de los setenta. Y parece que va a ser el entrenador de la década de los ochenta”490. Chile estaba en la Copa del Mundo con una estadística inédita: tres triunfos y un empate 491 . Para José María Navasal, el experto en política internacional de Canal 13, la clasificación demostraba que cuando los chilenos se aplicaban con perseverancia, “conseguimos aquello que nos proponemos. Así sucede con el equipo económico que logrado derrotar la inflación, y así está pasando ahora con esta selección que dirige Luis Santibáñez.”492 De modo que para 1981 dominaba un clima exitista, mientras Pinochet hablaba del “sólido estado de nuestra economía”. Ante un pueblo “victorioso” afirmó que la labor del gobierno era “fructífera y palpable” y que no se podían desconocer las metas alcanzadas, “¡Todas ellas, sin otro fin que la grandeza de la Patria!” 493 . Incluso, las figuras de la selección, encabezadas por Luis Santibáñez y Elías Figueroa, aparecieron en una publicidad

489Jaime Guzmán en Jocelyn-Holt, op. cit., 271. Como sostiene Robert Barros, Guzmán consideraba que “los regímenes militares que no habían logrado introducir nuevos regímenes políticos-institucionales invariablemente habían abandonado el poder sin alterar la configuración anterior de las instituciones o fuerzas políticas”. Por eso era imprescindible “establecer y consolidar un nuevo régimen institucional” antes del retorno a la democracia. Op. cit., 244. 490 Guarello, “España 82”,134- 140. 491 Marín, Centenario historia total, 266. 492 Citado en Fernando Barraza, “Transmisiones deportivas ¿informar o distraer?”, en Mensaje Nº 300, Santiago, julio 1981, 362-363. 493 Augusto Pinochet, S. E. El Presidente de la República General de Ejército Augusto Pinochet Ugarte informa al país. Mensaje Presidencial 11 de septiembre 1981, 21-30.

117 gubernamental que anunciaba: “Sí, vamos bien, mañana mejor” 494 . Aunque existía desconfianza en importantes sectores con respecto tanto al juego de la selección como al tipo de sociedad que se estaba construyendo, entre 1979 y 1982 nos encontramos con lo que Steve Stern ha denominado el triunfo del Chile oficial495. Probablemente, como ha hecho notar Maria Chiara Bianchini, es verdad que “en 1981 Pinochet contaba con un notable respaldo ciudadano”, y esto estaría relacionado con su capacidad para instaurar un discurso sobre la historia reciente, el presente y el futuro de Chile, que “buena parte de la población asumía como propio”496. Ese era el discurso de una “patria fuerte y poderosa”497, de un Chile que ahora sí iba camino a la grandeza. Esa representación oficial del país fue la que ayudó, en una parte importante, a la generación de las altísimas expectativas que concitó la participación de la selección chilena en el Mundial de España 1982.

La recta final hacia la crisis del Mundial. En Julio de 1981, cuando Milton Friedman declaraba que lo que se observaba en Chile era “comparable al milagro económico de la Alemania de postguerra”, ocultaba que había importantes indicios de la fuerte recesión que el año siguiente iba a remecer al país. Para dar un solo ejemplo, la Compañía Refinadora de Azúcar de Viña del Mar (CRAV) ya había quebrado498, lo que inició el proceso que terminó en la bancarrota del sistema bancario chileno en 1982. Aunque el oficialismo sostenía que simplemente se estaba experimentando “un periodo de ajuste y que el futuro sigue siendo promisorio”, los economistas independientes afirmaban que se trataba “de una crisis del modelo económico”499. Por su parte, los signos que indicaban una recesión en el fútbol chileno comenzaron a ser

494 Hay que recalcar que Carlos Caszely y Leonardo Veliz no aparecieron en la propaganda. De hecho, el “chino” Caszely llamó a votar por la opción “No” en el fraudulento referendum. Matamala, Goles y autogoles, 58-59 y 197. 495 Citado en Elsey, ““As the World Is My Witness”, 187. 496Bianchini, op. cit., 194. 497 Montt y Tolosa, op. cit., 293. 498 Moulian, op. cit., 265. 499 En los primeros ocho meses de 1981 las importaciones habían aumentado un 32,4% mientras que las exportaciones habían caído en un 16,8%, por lo que, a la fecha, el déficit del comercio exterior chileno era de US$2064 millones. Se estimaba que la deuda externa se alzaría por sobre los US$15.000 millones. Se calculaba que si los bancos internacionales frenaban los créditos hacia Chile se podía entrar “en un ciclo de estancamiento regulado”. A su vez, ajustar los desequilibrios macro-económicos a través de una recesión, implicaría altos costos sociales, como un violenta alza de, la ya alta, cesantía. Jaime Ruiz-Tagle, “La recesión que se avecina”, en Mensaje Nº 304, Santiago, noviembre 1981, 608-610.

118 evidentes el 18 de mayo de 1982, cuando en un amistoso contra la selección de Rumania500, un equipo de segundo orden en el concierto europeo (no había clasificado al Mundial), la selección chilena cayó 2-3 en Santiago. El partido develó que frente a los europeos el fútbol chileno era lento y sin ideas. El deslucido triunfo en el siguiente partido amistoso, 1 a 0 contra Irlanda, no bastó para impedir “las pifias del público”. Un indignado Miguel Ángel Gamboa, autor del único gol del partido, reaccionó señalando que en “Chile está prohibido triunfar”501. Con todo, y a pesar de que existía cierto escepticismo, los chilenos seguían creyendo que su selección tenía la capacidad para destacar en la Copa del Mundo. Incluso, en la despedida del equipo, el Cardenal Silva Henríquez le pidió al plantel que se trajeran “un saco de goles a favor”502. Estas esperanzas, en términos deportivos, se fundaban en el largo trabajo desarrollado tanto por el entrenador como por Abel Alonso al frente de la ACF. La revista Estadio explicaba que ambos habían logrado, a través de un planificado y metódico trabajo, clasificar a Chile de forma invicta al Mundial de 1982, lo que no era poco503. Además, el “andamiaje” deportivo, administrativo y financiero del equipo era “sólido”. Por eso, no le preocupó la derrota en un amistoso en Lima, 1-0 frente a Perú. Se valoró el partido, ya que servía para “probar fórmulas” que permitirían llevar a España un “equipo competitivo, que no de ventajas”. En el Mundial era posible la clasificación, ya que “opción tiene para pasar adelante”504. No se le podía pedir menos a la selección. El proceso de preparación mundialista, que había comenzado en el verano de 1982, estuvo marcado por las “dudas en algunos, el escepticismo en otros, triunfalismo extremo en muchos”505. Las pretensiones de triunfo se justificaban, en la medida en que el chileno fue uno de los seleccionados que mejor se

500 Los únicos países de la órbita socialista con los que Chile todavía mantenía relaciones eran la República Popular China y Rumania. Mensaje Nº268, Santiago, mayo 1978, 199. 501 Guarello, “España 82”, 111 y 156-157. Véase también Marín, La roja de todos, 191. 502 Marín, La historia de los campeones, 315. 503 Estadio Nº 2018, 14-16. 504 Estadio Nº 2017, Santiago, 6 de junio 1982, 24-26 y 43-45 y Nº 2018, 14-16. De hecho, cuando la selección cayó frente a Botafogo, Estadio, al contrario que Deporte Total (“una zancadilla a la ilusión”, en Nº 45, Santiago, 19 de abril 1982, 19-23.), argumentó que era necesario tener calma, ya que Chile, a diferencia de Brasil, Alemania o Argentina, no era favorito, y lo que en verdad importaba era que jugase bien durante el Mundial. De esa manera, la revista enfatizaba su percepción de que los resultados eran anecdóticos, y que lo realmente importante era el “proceso”, el cual, al ser bueno, iba a decantar de forma natural en buenos resultados. Estadio Nº 2019, Santiago 20 de abril 1982, 1. 505 Marin, Centenario historia total, 266.

119 preparó para la Copa del Mundo. Se destacaba una rigurosidad que era excepcional para un medio que se caracterizaba, salvo contadas excepciones, por la improvisación. El largo proceso, con una gran carga de partidos amistosos en intervalos de tiempo relativamente cortos, era necesario para acostumbrar al jugador chileno al desgaste físico y sicológico al que se iba a exponer en España. Se pensaba (y esto indica cómo el discurso futbolístico se entroncaba con el discurso identitario) que “el jugador nuestro no está acostumbrado al esfuerzo máximo continuado”. En efecto, se hablaba en la época de que el chileno presentaba características negligentes506. De esa forma, los encuentros amistosos contra clubes de Europa ayudarían a que el cuadro nacional conociera, y también desarrollara, el “sentido de anticipación” del fútbol del Viejo Continente. Sin embargo, Gustavo Ortlieb (preparador físico de la selección) dejaba en claro que era imposible que los chilenos jugasen con el “ritmo de los europeos, sencillamente porque no lo somos”. Su labor consistía, simplemente, en preparar a los jugadores para soportar ese frenético y potente ritmo de juego507. La preparación mundialista costó US$ 1.800.000, cifra totalmente desproporcionada para las arcas de un fútbol chileno que sobrevivía sólo gracias a la Polla Gol. El elevado costo de la preparación prueba el intento del Régimen por instrumentalizar el chauvinismo generado en torno a la selección de fútbol. Lo había intentado en 1981, cuando para celebrar la clasificación, Televisión Nacional organizó un carnaval en plena Alameda, que finalmente se transformó en una protesta antigubernamental 508 . En esos mismos días, Mensaje advirtió que se estaba aprovechando la natural alegría por la clasificación para “manipular abiertamente” a la población 509 . En 1982, cuando se acercaba la Copa del Mundo y avanzaba la “crisis política, económica y moral”, Análisis acusó a los medios oficialistas de hablar de un país boyante y sin problemas, cuando, por el contrario, el pueblo experimentaba a diario el “drama de la cesantía, el exilio y la miseria”. La revista expresaba que, a través del Mundial, el Régimen y la gran empresa buscaban adormecer a los

506 Montt y Tolosa, op. cit., 283. También se decía que el chileno era negligente y estaba incapacitado para “la vida de empresa”. Godoy, op. cit., 466-467. 507Estadio Nº 2023, Santiago, 18 de mayo 1982, 2-7 y Nº 2025, Santiago, 1 de junio 1982, 32-35. El Mercurio de Santiago, 12 de junio 1982, C10. 508 E. Santa Cruz, Crónica de un encuentro, 59-60. 509 Para Fernando Barraza (“Transmisiones deportivas ¿Informar o distraer?, 362-363), parecía que no había “ningún problema más importante que la “mayor o menor estrategia ofensiva utilizada por el elenco nacional”.

120 chilenos, para de esa forma, imponerles el “Chile que estaban transformando a su amaño”510. De hecho, la revista Qué Pasa anunció sin desparpajos que con la llegada al Mundial se iban a acabar los problemas.

511 Teniendo en cuenta el alto costo de la preparación y el largo periodo de entrenamiento, el dirigente deportivo de Concepción, Luis Soto, le exigió a la selección una destacada actuación512. De esa manera, era comprensible que Abel Alonso se pusiera como meta en España: “¡No hacer el ridículo como se ha hecho toda la vida, menos en el Mundial de 1962!”513. Al denostar toda la historia anterior del fútbol chileno se buscaba remarcar que se estaba a las puertas de una nueva era. En efecto, para Alonso, no hacer el ridículo significaba ganar y conseguir logros relevantes en el plano internacional. Santibáñez reafirmó lo anterior cuando argumentó que luego del último mes de concentración, en un régimen a puertas cerradas en Juan Pinto Durán, el equipo iba a ser simplemente arrollador. Se asumía, ilusamente, que en ese periodo de tiempo la selección no sólo iba a corregir todos sus errores, sino que también se iba a mentalizar “sólo para ganar”. Eso significaba alcanzar el estado físico y sicológico “ideal para jugar de igual a igual hasta con 11 tanques […], el equipo que saldrá no lo va a conocer nadie”. Ya se dejaba sentir esa mentalidad

510 Cárdenas, loc. cit. Véase también “Chile real y Chile ficción”, en Mensaje Nº 312, Santiago, septiembre 1982, 480-481. 511 Qué Pasa Nº 583, Santiago, 10 al 16 de junio 1982, 8. Véase también El Sur, Concepción, 13 de junio, 3 512 El Sur Deportivo, Concepción, 10 de junio 1982, VIII. 513 Estadio Nº 2018, 14. Aunque se refieren a temas distintos, en el significado identitario existen bastantes semejanzas entre lo afirmado por Alonso y la tesis expuesta por Lavín en Revolución Silenciosa.

121 ganadora cuando los jugadores aseguraron que en Oviedo “la selección será una máquina”514. ¿En qué sostenían Santibáñez y los jugadores sus expectativas de ser un cuadro arrollador? Santibáñez basó sus pronósticos en lo que él consideraba una cualidad innata del jugador chileno: su cultura táctica. Consideraba que el futbolista sudamericano, al contrario que el europeo (quien poseía una “técnica utilitaria y se emplea a fondo los 90 minutos”), estaba convencido de que “le basta con su habilidad y no tiene sacrificio”. Sin embargo, el futbolista chileno, aunque menos hábil que el resto de los jugadores sudamericanos, era tácticamente superior; sabía cumplir perfectamente la función que le otorgaba el entrenador. Por eso es que si el “libreto para jugar el Mundial es perfecto, el desempeño del equipo también será perfecto”. Ante la consulta de cuál iba a ser el equipo titular en el Mundial, Santibáñez respondió que no tenía una alineación fija, ya que a diferencia de los cuadros sudamericanos, que basaban su juego en la habilidad individual, él iba a usar “tres libretos diferentes con los tres rivales”515. Lo anterior era ratificado por Figueroa, quien afirmó que en Sudamérica Chile era el equipo más poderoso tácticamente hablando. Estadio también creía que las posibilidades chilenas descansaban en su decisiva “capacidad de variantes tácticas” y en sus jugadores, que más que especialistas eran polifuncionales. El juego chileno no se basaba en las individualidades, sino en “veintidós voluntades que triunfarán donde jueguen”516. Para confeccionar su táctica en cada partido mundialista Santibáñez contaba con una tecnología de punta para la época. Tenía grabados todos los partidos de sus rivales desde hacía tres años, los cuales eran desmenuzados por computadoras de última generación, que

514 Estadio Nº 2023, Santiago, 18 de mayo 1982, 32-37 y Nº 2026, Santiago, 8 de junio 1982, 8-11. 515 Esta forma de encarar los partidos no era nueva en Santibáñez. En 1971, siendo entrenador, logró sorpresivamente el campeonato de primera división con Unión San Felipe, equipo que recién el año anterior había logrado ascender a la división de honor del fútbol chileno. Una de los méritos más recordados de dicho cuadro fue no haber tenido un cuarteto defensivo titular. En efecto, Santibáñez fue modificando, semana a semana, tanto el sistema como los jugadores que conformaban la defensa del cuadro campeón de 1971. Marín, La historia de los campeones, 241. 516 El Mercurio de Santiago, 11 de junio 1982, C7. Estadio Nº 2018, 42-45, Nº 2025, Santiago, 3 de junio, 32- 35 y Nº 2027, Santiago, 15 de junio 1982, 25-27. Deporte Total Nº 51, Santiago 31 de mayo 1982, 19-21. En efecto, hasta fines de la década del sesenta estaba de moda, en el mundo, el fútbol “taylorista”, o sea, la especialización de los jugadores cumpliendo determinadas funciones en la cancha. Sin embargo, desde inicios de la década del setenta, y sobre todo desde el surgimiento del “Fútbol Total” de Holanda en 1974, lo que estaba en la vanguardia eran mecanismos de juego en donde un jugador tenía que cumplir varias funciones. Para un análisis desde la teoría crítica véase Vinnai, “El fútbol como deporte productivo”, en op. cit., 39-58. La primera edición en alemán data de 1970.

122 le entregaban, en forma de fichas, los datos individualizados de cada jugador. Así, todo el seleccionado sabía perfectamente cómo se movía “cada rival mundialista”. Deporte Total se enorgullecía de que el adiestrador chileno hubiese puesto “por primera vez en la historia, la cibernética al servicio del fútbol”517. Era un discurso identitario el que se utilizaba para reafirmar las posibilidades de Chile en la Copa del Mundo. En definitiva, se estaban reactualizando las nociones raciales de la identidad chilena de Nicolás Palacios 518 : el jugador chileno era el punto intermedio entre las características asociadas a los europeos y a los sudamericanos. Los chilenos eran menos hábiles que el resto de Sudamérica, pero más tácticos; y si eran menos tácticos que los europeos, sí eran más hábiles. En el equilibrio perfecto entre esos dos polos se encontraba la fortaleza chilena, y la seguridad de tener un papel destacado en el Mundial. Si la identidad nacional es el proceso cultural a través del cual los individuos se apropian de su nación, mediante “un ensamblaje actual del pasado con el proyecto a futuro” 519 , es evidente que la táctica que iba a ocupar la selección era “un debate nacional”520. Esto se exacerbaba en un contexto dictatorial donde no era posible hacer ese mismo ejercicio, libremente, en el terreno de la política. Abraham Castillo, columnista de El Sur, reprochaba el esquema “resultadista” de Santibáñez. Le parecía mezquino y contrario a los ideales olímpicos del deporte que al entrenador nacional no le importase jugar feo con tal de obtener el resultado de la clasificación. Se preguntaba: “¿Qué pasó con el ideal de superarse a sí mismo o a un adversario?”, a lo que él mismo se contestaba: “esa concepción está absolutamente caduca. Para qué luchar, cuando eso implica la posibilidad de perder.” Concluía irónicamente: “Al fin y al cabo, estamos en España ¿o no?”521. La atención y el dinero con que contaba la selección, en contraste a lo que ocurría con las ciencias y las humanidades, irritaba a muchos intelectuales, más aún en un contexto recesivo. Jorge Edwards reclamaba que “habíamos recuperado el temor medieval a la palabra escrita y hemos inventado un conflicto entre el deporte y el arte, conflicto que no existió en ninguna de las sociedades cultas de la historia.” Enrique Lafourcade, en guerra

517 “Santibáñez y la computadora”, en la revista española Cambio 16. Citado por Deporte Total Nº 51, 19-21. 518 Según la información proporcionada por Miguel Littin, Pinochet habría sido un gran admirador de Nicolás Palacios, construyéndole, incluso, un monumento en el centro de Santiago (Gabriel García Márquez, La aventura de Miguel Littin. Clandestino en Chile, Buenos Aires, Sudamericana, 1986, 129-139). 519 Silva, loc. cit. Véase también Larraín, Modernidad, passim. 520 El Mercurio de Santiago, 12 de junio 1982, C9. 521 “Catedráticos opinan sobre el fútbol”, en El Sur, Concepción, 13 de junio 1982, 8-10.

123 con Santibáñez, se mofaba de la funcionalidad y la cultura táctica pregonada por el entrenador: “¿está pidiendo que cada jugador sea una mezcla entre Napoleón y Klausevich [sic]? […] Caszely, simplemente, juega de lauchero”.522 Desde una perspectiva exclusivamente deportiva, el proceso de preparación no debería haber ilusionado tanto como lo hizo. En 1982 la selección ganó 9 de los 14 partidos amistosos que jugó. Sin embargo, sólo cuatro fueron contra otras selecciones, de los cuales dos fueron contra representativos europeos (Rumania e Irlanda), lo que era evidentemente insuficiente si lo que se buscaba era acostumbrar al jugador chileno al ritmo europeo. Efectivamente era muy difícil concertar partidos de preparación con selecciones europeas, ya que el Chile de la Dictadura había perdido la tradicional amistad “de los países del occidente de Europa”. El país se encontraba aislado y quien osase romper ese aislamiento, caería también en esa “telaraña indeseable”. Tanto era así que el dictador filipino Ferdinand Marcos, en 1980, había suspendido en pleno viaje la visita de Pinochet a su país523. La selección, que entre 1977 y hasta el Mundial sólo jugó cinco partidos contra seleccionados europeos, no podía sustraerse a esa realidad524. Además, como hizo notar Ladislao Kubala, jugador de la época dorada del fútbol húngaro, con un “equipo tan viejo Chile no tendrá casi significación en el Mundial”. Elías Figueroa tenía 35 años y Carlos Caszely 32. Por otro lado, la estrategia de Santibáñez era profundamente defensiva y conservadora. Aunque existiese un discurso exitista, la selección seguía jugando como equipo chico, en función del planteamiento ofensivo del rival: especulando. César Luis Menotti, entrenador de la selección Argentina, ya lo había

522 Jorge Edwards, “Sócrates y Santibáñez”, en El Mercurio de Santiago, 25 de junio 1982, A3. Deporte Total Nº 51, 52. 523Mensaje Nº 268, Santiago, mayo 1978, 199-202. Elsey, “As the world is My Witness”, 200. Véase también Vergara, loc. cit. Durante el boom el aislamiento diplomático chileno no se redujo, sino que por el contrario aumentó. No sólo se reducía a Europa Occidental y Oriental, sino que incluso, las relaciones con Estados Unidos se encontraban muy deterioradas producto del asesinato de Orlando Letelier. Un año antes, la AFL- CIO, organización sindical surgida al alero del Partido Demócrata estadounidense, decidió boicotear a Chile por la política antisindical de la Dictadura. Moulian, op. cit., 224. Aunque, con la llegada de Ronald Reagan (quien, por medio de Jeane Kirkpatrick, establecía una distinción entre los regímenes totalitarios, tales como el nazismo en Alemania o el comunismo en la Unión Soviética, y autoritarios, como el de Pinochet en Chile) a la presidencia de Estados Unidos, las relaciones mejoraron, siempre la Dictadura se encontró permeable a la censura internacional. Odd Arne Westad, The Global Cold War. Third World Interventions and the Making of Our Times, UK, Cambridge University Press, 2008, 358. 524 Entre 1977 y hasta antes del Mundial, la selección sólo jugó cinco partidos contra seleccionados europeos: Escocia, España, en dos oportunidades, Rumania e Irlanda. Marín, Centenario historia total, 310-311.

124 advertido en 1980: “Me gustaría verlos cuando tengan que salir a ganar.” 525 . Aunque Figueroa creyera que esta selección era superior a la de 1974526, el equipo del ‘82 tenía, más o menos, las mismas carencias que el del Mundial de Alemania: falta de roce internacional, fútbol lento, defensivo, mucho juego irrelevante en la media cancha, y además, sus estrellas eran ocho años más viejas. Si a eso se sumaba el hecho de que Chile no participaba en un Mundial desde hacía ocho años, la prudencia aconsejaba enfocar la Copa del Mundo con mucha cautela y respeto527. Pero ¿cómo iba a existir prudencia en el seleccionado, si ni siquiera en un ámbito tan importante como el económico el Régimen estaba siendo cauto? En efecto, si bien el “milagro económico chileno” fue la “reactivación de la capacidad económica disponible”, no significó, siquiera, un verdadero crecimiento en relación a las históricas tasas alcanzadas a fines de la década del sesenta. Es más: la Dictadura elaboró sus estadísticas en relación a las del shock de 1975, y es por eso que “el crecimiento pareció mucho más impresionante de lo que efectivamente fue”. El bullado boom no fue más que la recuperación de la economía chilena tras la severa crisis económica que se vivió entre 1972 y 1976. Más aún, la mayor parte del caudal de capitales internacionales que, en forma de ingresos y créditos, inundaron la economía chilena en la segunda mitad de la década, “no fueron invertidos en infraestructura productiva y exportadora del país”, sino que fueron a parar al “consumo, la importación de bienes y el crecimiento totalmente desregulado de los Grupos Económicos”. Con esa política, que impedía “generar tasas suficientes de ahorro e inversión”, era económicamente imposible sostener un modelo de desarrollo que necesitaba que el país creciera, anualmente, a una tasa de 8%528. Si en ocho años la realidad futbolística, en términos exclusivamente deportivos, no había evolucionado lo suficiente como para justificar las altas expectativas, lo que sí estaba cambiando era la sociedad chilena y cómo ésta se relacionaba con su selección. Al respecto, Mensaje advertía que se estaba sobredimensionando la importancia del fútbol, al transformarlo en algo donde “poco menos, estarían en juego la dignidad nacional o las virtudes de la raza”, lo que era el colmo de los “excesos y tropicalismos”. La revista se

525 El Sur Deportivo, Concepción, 24 de junio 1982, VI-VII. Estadio Nº 2021, Santiago 4 de mayo 1982, 60- 63 y Nº 2023, Santiago, 18 de mayo, 2-7. Marin, Centenario historia total, 266. 526 El Sur deportivo, Concepción, 3 de junio 1982, III. 527 Marín, La roja de todos, 190. 528 Gárate, op. cit., 221-226.

125 preguntaba: “¿hemos perdido definitivamente el sentido de las proporciones, el equilibrio y la mesura de la que nos enorgullecíamos durante mucho tiempo?”529. Un reparo similar era el de Estadio, que se quejaba amargamente de que se estuviesen regalando los elogios, generando la falsa imagen de que el talento fuese “algo característico a la mayoría de nuestros futbolistas. Si así fuera seríamos campeones del mundo”. Se extrañaba “una necesaria autocrítica, al parecer facultad privativa de los verdaderos cracks”. Aunque la revista hacía un llamado a “ser realistas y no incurrir en ilusiones injustificadas”, lo que predominaba en el país eran los “hinchas, que sólo tienen ojos para ver las aptitudes de su equipo favorito, olvidando que puede haber mejores, y los hay”530. Tal como en el plano económico, en el fútbol existió, sin lugar a dudas, una desproporción entre las inmensas promesas de triunfo “y lo que prudentemente hacían esperar la experiencia, el conocimiento y las propias debilidades históricas del fútbol chileno”531. Decidor del impacto que el discurso triunfalista de la Dictadura tuvo en la sociedad es el hecho de que Carlos Caszely, reconocido hombre de izquierda, afirmara que podría llegar a ser el goleador del torneo. Santibáñez, por su parte, agrandaba a René Valenzuela al señalarlo como el mejor stopper del mundo. De esa forma, el adiestrador creía estar inculcando una mentalidad ganadora tanto al plantel como en el resto de la sociedad532. En la época –y esto no era exclusivo del fútbol– se consideraba que poseer dicha mentalidad era condición necesaria para triunfar. Incluso en los círculos académicos se aceptaba que “si las personas definen una situación como real, ésta es real en sus consecuencias”533.

529 Barraza, “Transmisiones deportivas ¿Informar o distraer?”, 362-363. 530Estadio Nº 2017, 24-26 y 43. También Nº 2020, Santiago, 27 de abril 1982. 531 Marín, La roja de todos, 189. 532 Guarello, “España 82”, 147-148. En el fútbol se pensaba que los chilenos “arrugaban”, que eran “apocados”. Por eso, por ejemplo, la selección sub-20 del escándalo de los pasaportes contaba con un psicólogo que pudiese resolver ese “complejo nacional”. Es curioso, a su vez, que ese mismo representativo, haya contado con Alberto Martínez como asesor referil del plantel. Sí, el mismo árbitro, que el año anterior había estado involucrado en el amaño de partidos para ganar la Polla Gol, aunque en la época eso aún no se sabía. Guarello, “Pasaporte a la derrota”, 92-95. 533Godoy, op. cit., 524. No es extraño entonces, que las candidatas del concurso de belleza Miss Chile 1982, consultadas acerca de por qué no había habido nunca una chilena ganadora del Miss Universo, la mayoría respondiera que se debía a que la “chilena adolece de mentalidad ganadora. De ese “Voy a ganar” de Bosé. No importa no ganar, pero que intente ser una de las más importantes del concurso” Paula Nº 373, Santiago 20 de abril 1982, 23-25. Agradezco a Brenda Elsey por permitirme usar las fuentes relacionadas con el concurso Miss Chile 1982.

126 Tim, entrenador brasileño de la selección peruana, afirmó que “el fútbol chileno expresa la situación de autoritarismo existente”. Tomándose de lo anterior, Pepe Auth calificó a Santibáñez como un “líder carismático que monopoliza para sí la verdad futbolística […], sordo a las demandas populares y que intenta modificar a su amaño las características históricas de nuestro fútbol”534. En efecto, de forma similar al modelo económico, que se estaba imponiendo autoritariamente 535 , Santibáñez imponía su estilo de fútbol como si fuese una verdad científica inapelable. Tal como los asesores del Régimen, que limitaban “la discusión económica a un debate entre los que saben”536, el entrenador calificaba a los periodistas que lo criticaban como “ratones de cola pelá”537. Al igual que Pinochet lo hacía en contra de la oposición, el adiestrador tildaba de antipatriota a todo aquel que lo criticara538. Llegado este punto, es necesario subrayar que el desastroso desempeño de la selección en el Mundial se debió, en una parte importante, a la soberbia del técnico, quien fue incapaz de aquilatar las verdaderas posibilidades deportivas del equipo. Esta arrogancia era análoga a la de los tecnócratas responsables de la crisis del ‘82, quienes, inmersos en su triunfalismo, fueron incapaces de captar “las múltiples evidencias de una recesión internacional ni de los síntomas internos de fragilidad”539. La selección partió rumbo a España el 5 de junio en un ambiente cargado de confianza e ilusión540. Pinochet los exhortó a “demostrar la fuerza, el vigor y como dicen algunos, la garra de los chilenos”. La despedida de la selección fue alegre, debido a los triunfos sobre

534 Auth, loc. cit. 535 Manuel Antonio Garretón, “La crisis política del Régimen Militar Chileno”, en Mensaje Nº 311, Santiago, agosto 1982, 411-415. 536 Moulian, op. cit., 198-200. En efecto, José Piñera, ideólogo del sistema privado de pensiones chilenas, afirmaba que “las leyes de la ciencia económica meramente desentierran y revelan los aspectos objetivos de la realidad”. Sin embargo, como sostiene Cárcamo, a través de la expansión de la “influencia del discurso técnico de la economía” en la sociedad chilena, los tecnócratas se transformaran, rápidamente, en “agentes culturales. En efecto, a través de los mass media se posicionan no sólo como diseminadores de la ciencia económica, sino como productores de un sentido de valorización político-cultural de la mima”. De esa forma, se forjó “una cultura tecnocrática, cuyo eje es el culto a la economía como un saber experto e inapelable”. Op. cit., 98-99. 537 Guarello, “España 82”, 172. 538 Santibáñez llegó a afirmar que era un deber patriótico apoyar ciegamente a la selección, ya que la participación mundialista ayudaría a mejorar la “imagen de Chile en el exterior, desvirtuando los ataques políticos injustos que se le hacen a nuestro país en el extranjero”. Barraza, “Transmisiones deportivas ¿informar o distraer?”, 362-363. 539 Sobre la arrogancia de los Chicago boys, Moulian, op. cit., 201 y 264. 540 Dada la enorme expectación que existía con la participación nacional, incluso de quienes no estaban habitualmente interesados en el fútbol, los colegios, supermercados, bancos y tiendas iban a darles facilidades a sus trabajadores y estudiantes para ver por televisión las actuaciones de la selección en el Mundial. El Mercurio de Santiago, 10 de junio 1982, C1 y C4.

127 Botafogo de Brasil (4-1) y el Circle Brujas de Bélgica (5-0). Estos dos amistosos habían logrado su objetivo de entusiasmar al público nacional, disipando las críticas contra el juego defensivo y especulativo del equipo. Se creyó que se había logrado un juego cohesionado y rápido que se acercaba al ideal estético del aficionado nacional. “Así los queremos ver en España”, dijeron alborozados los hinchas que fueron a despedir a la selección541. Se observó a un “equipo digno de estar en un Mundial”; en definitiva, una selección a la altura de la expectativa y la dignidad de su país. Para Estadio, con ese ritmo de Mundial –codicioso, veloz y con poder de llegada–, se podían “abrigar esperanzas”. Si Chile mostraba la misma “superioridad apabullante”, los buenos resultados en España serían el fiel reflejo tanto del buen fútbol como de la buena preparación542. Las pretensiones de éxito y engrandecimiento internacional de la sociedad chilena se vieron acicateadas con la consagración, ese mismo 5 de junio, de Benedicto Villablanca como campeón Mundial de peso ligero categoría junior. Los titulares de Estadio: “Benedicto Villablanca. El Campeón Mundial que Chile espera” y “Villablanca con el mundo en sus manos”, son pruebas elocuentes de las necesidades de triunfos reales que estaba experimentando la sociedad chilena en 1982543. En ese ambiente llegó la selección a España. Santibáñez y Figueroa, elegido por la Associated Press como uno de los diez “superclases que jugarían el Mundial”, aseguraron que a España se llegaba en óptimas condiciones y que, al ser “la mejor selección chilena de la historia”, su única ilusión era la clasificación544. El entrenador, por su parte, siguiendo su larga “guerra con los periodistas”, los invitó a subirse “al carro de la victoria”545. El 11 de junio aparecieron en El Mercurio, en la misma página, cuatro noticias que nos permiten observar cómo emergía la representación de la identidad chilena en oposición al

541 El Sur, Concepción, 6 de junio 1982, 13. y El Sur Deportivo, Concepción, 10 de junio 1982, VIII. Véase también “Cariñosa despedida a la selección chilena” y “Con el respaldo de todo Chile partió la selección”, en El Austral, Temuco, 5 y 6 de junio 1982, 14 y 14. 542 “Goles el mejor regalo de despedida”, en Estadio Nº 2026, Santiago, 8 de junio 1982, 14-16. 543 Estadio Nº 2024, Santiago, 25 de mayo 1982, 1. También Nº 2026, Santiago, 8 de junio 1982, 1. Véase también Austral, Temuco, 6 de junio 1982, 1 y 12. El mismo día El Sur, Concepción, 1. 544 El Sur, Concepción, 7 de junio 1982 y 11 de junio, 13. El Mercurio de Santiago, 12 de junio 1982, C10 y C16. Figueroa formaba parte de un selecto grupo de jugadores en los que figuraban Platini, Rummenige, Zico, Rossi y Maradona. Éste último, había sido recientemente comprado por el Barcelona en la inédita suma de 10 millones de dólares, lo que ponderaba, aún más, la importancia del posible fichaje de Moscoso al Barcelona, lo que finalmente, nunca sucedió. De todas formas, la prensa pasaba por alto que el equipo catalán, de adquirir a Moscoso, pretendía mandarlo a préstamo. 545 Marín, Centenario historia total, 265.

128 mundo europeo y africano, en el contexto del grupo 2 del Mundial. Lo interesante es que desde esas representaciones El Mercurio deslizaba pronósticos deportivos. En orden de importancia los titulares eran los siguientes: “Miguel Ángel Gamboa: Es la concentración que necesitamos” (refiriéndose al Colegio de Meres en donde se hospedó la selección); “Lamento austriaco: no podrán contar con Kurt Jara” (pieza clave del mediocampo de Austria); “Alemanes pidieron los planos del hotel”; “Argelinos pasan frío” 546. Acá se observan cuatro imágenes nacionales, agrupadas en dos parejas de oposiciones. Empezando por la última pareja, alemanes versus argelinos, podemos ver que mientras los “alemanes lo han previsto todo”, a los argelinos “les faltan las temperaturas patrias”. Lo alemán connota previsión y método, en definitiva la racionalidad moderna. Por su parte, lo argelino, por su origen racial, connota lo africano como atado a su biología, incapaz de superar sus ataduras fisiológicas. La otra pareja de oposiciones muestra a un Chile “concentrado”, preparándose con método para enfrentar a su primer rival: el equipo austriaco. Lo austriaco, por su origen racial, también connota la racionalidad atribuida a lo alemán. Sin embargo, carecen de una figura clave para enfrentar a Chile. Por lo tanto, las posibilidades chilenas se fundan en la mezcla perfecta entre su racionalidad europea (demostrada en el proceso mundialista) y su viveza sudamericana, la cual le permitiría sacar provecho de la desventaja austriaca y por tanto, conseguir la clasificación.

El Mundial El 13 de junio se iniciaba el Mundial de España 1982. Para el mundo fue la Copa de las sorpresas y emociones. En la inauguración, Bélgica venció a la defensora del título, Argentina; Argelia derrotó a Alemania; y Hungría apabulló por 10-1 a El Salvador. En la semifinal entre Alemania y Francia, la primera logró remontar los dos goles de ventaja que en el alargue había logrado el cuadro galo. Finalmente Italia sorprendió a todo el mundo al coronarse campeona después de un mediocre inicio de torneo. Chile, sin embargo, no fue una de las sorpresas. Para nuestro país el mundial fue una desilusión. Casualidad o no, el 14 de junio se ponía fin al dólar a $39. Lo anterior no era algo trivial, ya que era un dólar barato lo que había permitido la masificación del consumo de productos suntuarios e

546 El Mercurio de Santiago, 11 de junio 1982, C7.

129 importados; por lo tanto, no sólo el modelo económico de la Dictadura entraba en crisis, sino que también su proyecto de sociedad. De esa manera, con el fin de la fijación de la moneda estadounidense el Régimen tuvo que aceptar como hecho indesmentible que la recesión era la “evidencia de un fracaso” 547 . En efecto, las “instituciones financieras, desreguladas, hicieron crisis, arrastrando a los bancos comerciales” 548. Como declaraba Mensaje, el Gobierno se había empeñado “en llevar al país a este viaje sin retorno que hoy tantos sufren y lamentan”549. La crisis del fútbol, por su parte, demoraría unos días en hacerse oficial, por lo que todavía existía convencimiento de que la selección clasificaría a segunda ronda. Figueroa declaró que había que ser “buenos chilenos” y confiar en la selección550. La esposa de Santibáñez, por su parte, estaba segura del triunfo, ya que tanto Abel Alonso como su marido tenían “mentalidad ganadora.”551 A medida que se acercaba el debut, la expectación por saber cómo iba a jugar Chile contra Austria crecía. Se especulaba que “el diagrama diseñado por Santibáñez será eminentemente defensivo”. El entrenador ratificaba esa impresión al comentar que contra Austria el bloque defensivo iba a ser “vital […], con belleza y sin belleza, todo DT y todo equipo, busca un resultado, uno que le convenga”. Extraño es que una selección “ganadora” diese explicaciones de por qué jugaba como lo hacía, ya que, como había dicho Lafourcade, “el éxito nunca da explicaciones”. Como se deduce de las palabras del entrenador, lo que importaba era conseguir un resultado, el cual sería la única vara con la cual medir el largo proceso mundialista. En Concepción, se confiaba en las declaraciones del adiestrador y se

547 La política fue una devaluación inmediata de un 18%, para seguir con una “devaluación mensual programada del 0,8%” Moulian, op. cit., 264. 548Correa, Historia del siglo XX, 327. Como plantea Gárate, la política de fijación “del tipo de cambio nominal estuvo e el origen de la crisis”, ya que los créditos se encarecieron y, con ello, se imposibilito “el desarrollo de proyectos de inversión productiva”. Op. cit., 225. A su vez, la devaluación del peso significó un profundo impacto para el fútbol profesional, ya que la mayoría de los contratos con jugadores y entrenadores se pagaban en dólares. Por lo que, en forma repentina, los costos de los clubes se dispararon cuando el país estaba en plena crisis económica. Ese déficit, que en su comienzo alcanzó una deuda 1400 millones de pesos, fue el inicio de la llamada “deuda histórica del fútbol chileno”, que provocó el reemplazo, en la segunda mitad de la década, de la quebrada ACF por la ANFP. Matamala, Goles y autogoles, 106. González y Quezada, op. cit., 93-105. 549 “¿Cómo salir de la crisis?”, 165 550 El Mercurio de Santiago, 13 de junio 1982, C6-C10 y 17 de junio, C8. Estadio Nº 2027, 42. Caszely agregaba que “el “cuco” [europeo] lo generamos nosotros mismos al no valorizar en su debida forma a los grandes jugadores chilenos” en “Caszely ya se cree clasificado para la segunda fase del Mundial” en El Sur, Concepción, 13 de junio 1982, 12. Estadio Nº 2027, 42. 551El Mercurio de Santiago, 17 de junio 1982, A4. Lo de la mentalidad ganadora parecía obsesión en la época. Por ejemplo, según Paula, Jenny Purto, quién se coronó como Miss Chile 1982, se caracterizaba por su mentalidad ganadora. Nº 375, Santiago 18 de mayo 1982, 8-9.

130 asumía que, en cualquier momento, “la garra chilena” iba aflorar. En Temuco, y concordando con unas declaraciones de Caszely, se pensaba que se podía conseguir el primer lugar del grupo. Incluso, ya se vaticinaba una fácil victoria sobre Argelia, debido a que se consideraba que sus jugadores “no son buenos”.552 Probablemente el Régimen eligió la víspera del debut chileno para devaluar el peso, asumiendo que la expectación por la selección le daría algunas semanas de respiro553. Sin embargo, ni siquiera ellos, que habían inventado el “milagro económico”, se pudieron dar cuenta de que, tal como la economía, el proceso futbolístico de la selección nacional era sumamente frágil. Esta fragilidad quedó en evidencia en su debut, el 17 de junio de 1982, contra Austria. En un terreno resbaloso por la lluvia que había caído ese día, corría el minuto 26 del primer tiempo cuando Caszely fue derribado con foul en el área. A esas alturas del partido, la selección caía 1 a 0, producto de un error de Figueroa. De esa manera, el penal era una posibilidad inmejorable para empatar y comenzar la repuntada que permitiera conseguir una victoria que, a su vez, podría cimentar la clasificación a la segunda ronda de la Copa del Mundo. Caszely, consciente de la responsabilidad, se adelantó a lanzar la pena máxima. Sin embargo, y mientras todo Chile aguantaba en sus gargantas el grito de gol, su disparó salió pegado al palo derecho del arquero austriaco. En esos segundos no sólo se había desperdiciado una oportunidad de oro554: también se perdió el partido, y con él, el paso a la segunda fase del Mundial. Para los chilenos ese fue el momento exacto en que el trabajo de tres años de preparación se fue por la borda de la peor manera posible. Aunque la prensa manifestó que un proceso de años naufragaba por dos errores puntuales, lo cierto es que había sido el discurso triunfalista el que impidió darse cuenta de que el equipo chileno no poseía la solidez necesaria para superar dos errores circunstanciales en un partido de Copa del Mundo555. Decidor de la debilidad del seleccionado es que el principio del fin de las opciones chilenas haya sido la sorpresiva derrota de Alemania frente Argelia, ocurrida el día anterior.

552 El Mercurio de Santiago, 12 de junio 1982, C9. Estadio Nº 2027, 25-27. Deporte Total Nº 51, 52. El Sur, Concepción, 17 de junio 1982, 15. Austral, Temuco, 17 de junio 1982, 1 y 15-18. 553 Las fuentes oficialistas de la época que, como vimos, anunciaban que con el Mundial se acababan los problemas, refuerzan esta interpretación. Así también lo deja entrever Guarello en “España 82”, 162-163. 554Ese fue el comentario, emitido por la televisión chilena, de Sergio Livingstone. Un resumen del partido, con los comentarios de Pedro Carcuro y Livingstone, en https://www.youtube.com/watch?v=FxW1Cs_5Sv0, 29-05-2013. 555 Carlos Caszely quedo tan desmoralizado por haber perdido el penal, que no jugaría el siguiente partido contra Alemania.

131 En efecto, como hemos podido ver, Santibáñez, teniendo en cuenta las características identitarias del futbolista chileno, había planificado una táctica defensiva frente a Austria. El problema fue que la victoria de Argelia trastocó todos los planes, ya que frente a Austria ya no servía empatar, sino que había que ganar (para Chile iba a ser muy difícil conseguir un empate frente a una Alemania herida y con la necesidad de ganar). Por eso Santibáñez, un día antes del debut, tuvo que corregir la táctica que venía planeando desde 1979. ¿El resultado? Una derrota en donde de nada sirvió haber hecho, en términos ofensivos, un buen primer tiempo. Chile, al caer en el debut, había perdido “gran parte de su opción de clasificarse”. Así lo entendió tanto el plantel como los chilenos, que luego de ver el debut mundialista “volvieron, como un ejército derrotado, a la triste realidad de la devaluación del peso y el alza de combustibles”. En 90 minutos se había perdido el “99% de lo que Chile soñó por tres años”556. El titular del día siguiente fue: “Un debut con fracaso”. Eduardo Bonvallet, en lo que El Mercurio calificaba como una “sincera confesión”, enfatizó que “vinimos para pasar a segunda ronda y si no lo conseguimos significará que fracasamos”. Raúl Pizarro, enviado especial y comentarista de El Mercurio, argumentaba que Chile jugó bien, y sin embargo, “hoy más que nunca vacilamos: quizás es preferible un esquema feo, pero que tenga la recompensa anhelada. Estamos al filo de la eliminación.” 557 Algunos destacados ex jugadores y entrenadores opinaban que “había que ser realistas: nuestro fútbol es solo eso”. Rubén Marcos, el “león de Sunderland”, arguyó que “hay que tener sangre. Cuando hay que ejecutar un penal, se esconden todos. Habría que haber llevado a Villablanca […]. Les faltó entereza y vigor”. Las lapidarias impresiones se complementaban con nociones que hacían alusión al acontecer infausto propio de la chilenidad, ya que también se pensaba que los chilenos “somos muy quemados […], nos tocó lluvia cuando en España hay sol, menos en Oviedo”. Luis Álamos complementaba: “Chile parece destinado a jugar con lluvia; le

556 “Chile: ¿El Mundial le quedó grande?”, en Estadio Nº 2028, Santiago, de junio 1982, 8-23. “Sembrador de vientos y cosechador de tempestades”, en El Austral, Temuco, 28 de junio 1982, 20. “Solo los aplausos”, en El Mercurio de Santiago, 18 de junio 1982, C8. También 19 de junio 1982, C8. “Un jueves que pareció domingo”, en Hoy Nº 257, Santiago, 23 de junio 1982, 44. 557 En efecto, los propios austriacos declararon que Chile no había jugado mal, pero que ellos “tuvieron más suerte y ganaron”. El Sur, Concepción, 18 de junio 1982, 1. El Mercurio de Santiago, 22 de junio 1982, C8. “Solo los aplausos”.

132 sucedió en Inglaterra, en Alemania y ahora.” Se había jugado bien contra “Austria y perdimos por esas cosas que nos ocurren solo a los chilenos”558. Aunque el plantel buscó arropar y recuperar a un devastado Carlos Caszely, en Chile y España se lo consideraba el gran culpable de la derrota. El Sur se mofó de lo que consideraba habían sido las “originales declaraciones de Caszely”: “Le faltó decir perro que ladra no muerde”. La agresividad y la frustración en el país eran tan grandes como para comparar al izquierdista ídolo chileno con Leopoldo Galtieri, y teniendo esto en cuenta, era natural que el equipo se quejara de que los chilenos asumieran que en un partido de fútbol “estaba en juego el orgullo nacional”559. Con todo, a la selección le quedaba una pequeña pero real posibilidad de clasificar: ganar o empatar con Alemania. Raúl Pizarro avisó desde la concentración germana que entre ellos cundía el nerviosismo y la ansiedad ante la posibilidad de quedar eliminados, y cifró las posibilidades en la desesperación del rival si no conseguía rápidamente el primer gol, “lo que abre la puerta para que Chile dé la sorpresa”. Sin embargo, ese 20 de junio de 1982, el equipo chileno estuvo aún más errático. A los nueve minutos un error de “colegial”560 del arquero Mario Osbén permitió que el inofensivo remate de Karl-Heinz Rummenigge inaugurase el marcador. Apenas iniciado el partido, la estrategia chilena de esperar a Alemania se vino abajo, y el equipo se vio obligado, desguareciendo su retaguardia, a salir a buscar el gol del empate. El resultado fue un categórico 4-1 en contra que terminó con todas las opciones chilenas. El diario madrileño Marca anotó que los “chilenos habían sido juguetes para Alemania”, y As señaló que “Chile, amén de no poseer

558De la misma opinión era Elías Figueroa. El Mercurio de Santiago, 19 de junio 1982, C8-C9. También 18 de junio, C9 y 20 de junio, C9. El Austral, Temuco, 18 de junio 1982, 1 y 16. Hay que constatar también que antes del partido tanto el periodismo como el plantel señalaron que el clima de Oviedo y también su comida eran muy similares a lo que existía en Chile, lo que, se suponía, reforzaría las posibilidades chilenas. Sin embargo, tras la derrota, esa impresión fue soslayada y se dio paso a la impresión de que, “como siempre” a Chile lo había perjudicado la lluvia. 559 Los diarios deportivos madrileños As y Marca manifestaban que la “torpeza de Caszely evito un empate que no habría sido inmerecido” El Mercurio de Santiago, 19 de junio 1982, C8. El Sur, Concepción, 20 de junio 1982, 13. Al perder el penal Pedro Carcuro, quien transmitía en vivo por TVN, relata: “se lo perdió Caszely, se lo comió”. Sergio Livingstone respondió: “Bueno, la verdad es que estamos demudados”. http://www.youtube.com/watch?feature=endscreen&NR=1&v=XzMneWqVDJo., 29-05-2013. En este mismo véanse los lapidarios juicios que la hinchada había proferido contra Caszely. Hay que recordar que el goleador había manifestado, unos pocos meses antes, a Las Últimas Noticias que su madre había sido “maltratada por agentes de seguridad del régimen militar.” El Mercurio de Santiago, 25 de junio 1982, C14. 560 As citado por El Mercurio de Santiago, 2 de julio 1982, C7. Ese fallo determinante eclipso, para la prensa de la época, todo lo bueno que había hecho Osbén en el partido con Austria; y probablemente, y de forma similar a lo que ocurrió con Caszely, es un lunar que ha relativizado lo excelente arquero que fue.

133 ninguna capacidad ofensiva, dio tales facilidades que lo difícil había sido que Alemania no venciera con tal holgura”561. La portada de El Mercurio, “¡Fracaso!”, fue categórica. En cuatro días se acabaron las ilusiones de 3 años. De poco servía para el triunfalismo/derrotismo chileno, que Elías Figueroa manifestara que el equipo se la había “jugado”; tampoco que Abel Alonso apuntara que éste era “sólo uno de los tantos fracasos”562. En efecto, estábamos en 1982 y no en 1974, y no era suficiente dejar todo en la cancha o no superar las actuaciones anteriores de la selección, ya que ahora “no se habían venido a buscar resultados honorables”. Santibáñez, en su defensa, planteó que había venido a España a “saber en qué lugar estamos y de qué somos capaces”. Sin embargo, Raúl Pizarro le respondía rotundamente que la selección se había superado “a medias” y que eso había resultado “fatal para los justos anhelos de un pueblo que en la intimidad soñó con algo más grande”. En comparación al fútbol “actual”, Chile era inmaduro563. La falta de ritmo físico no se debía, como lo afirmaba Abel Alonso, a la precariedad de la alimentación de los niños chilenos; de hecho, consideraba Pizarro, “no creemos que los morochos de Argelia y Camerún, las grandes sorpresas del Mundial, coman filete todos los días”, y aun así tenían un fútbol de “ritmo sostenido”. Seguramente ahí “se inculca el sacrificio”. A Chile “le faltó espíritu amateur […], esa llama que hace que los hombres se superen en la adversidad”. Si los cómodos chilenos no eran inculcados “desde la raíz, en el sacrificio, seguiremos siendo postergados y viviendo frustraciones”. Cuando Alemania logró dar vuelta la semifinal contra Francia, Pizarro habló del temperamento alemán como “un tesoro que nosotros tanto echamos de menos”. El tema de la alimentación causó revuelo, ya que una explicación de esa índole no se justificaba en un país que en su milagro económico entre 1976 y 1981 había crecido a un promedio anual constante de 8%. Por eso el Dr. Fernando Monckeberg, Director de la Corporación para la Nutrición Infantil,

561 Harald Schumacher, arquero titular alemán, manifestaba que si caían eliminados con Chile, él se haría cirugía plástica antes de volver a Alemania. El Mercurio de Santiago, 19 de junio 1982, C9. También 21 de junio 1982, A1y 22 de junio, C8. 562 El Mercurio de Santiago, 21 de junio 1982, D2. Patricio Bañados, en “Sofisma” dejaba en claro que era una falacia señalar “que nunca se haya hecho un papel más decoroso y exitoso”. El Mercurio de Santiago, 28 de junio 1982, A3. 563 El Mercurio de Santiago, 21 de junio 1982, D1-D2. También 22 de junio, C7.

134 rápidamente calificó como una “falacia atribuir el fracaso del fútbol a una mala alimentación.”564 Los chilenos tomaron conciencia, dolorosa y bruscamente, de que no eran tan grandes ni buenos como creían; que entre 1974 y 1982 su fútbol no se había modernizado lo suficiente como para abrigar expectativas tan altas. Austria, y sobre todo Alemania, les habían puesto los pies en la tierra. Eso significaba reafirmar la condición de insularidad y aislamiento del país, ya que en sus dos primeros partidos se había hecho notoria la falta de roce internacional del fútbol nacional. Para la prensa española, tras los dos primeros partidos, la cotización de Patricio Yáñez había descendido del millón de dólares en que lo había valorado , “a la nada”. Agregaban que los jugadores chilenos eran demasiado ingenuos: sin lugar a dudas, el fútbol chileno estaba en “recesión”. Para Santibáñez el resultado era “el reflejo de nuestro fútbol”, y agregaba que para superar las fallas futbolísticas se necesitaba “jugar más seguido en Europa, no en nuestra propia tierra”. El déficit chileno se debía a que el único parámetro de Chile era el fútbol sudamericano. Gustavo Moscoso habló por muchos cuando planteó que la “única manera de comprobar todo lo que nos falta es el contacto directo […], es imprescindible mantener un contacto permanente con Europa”, tanto para adquirir su ritmo como para fortalecer la sicología del jugador chileno565. En la calle y en las discusiones de expertos566 se coincidió en que “no se podía esperar más de este equipo”, al cual le faltaba roce internacional. Para Estadio era obvio que si Chile practicaba, como lo hizo, un “juego casero” en una Copa del Mundo, iban a obtenerse estos resultados. No cabía “PRETENDER QUE EN CANCHAS HISPANAS CHILE

564 El Mercurio de Santiago, 22 de junio 1982, C8. También y 9 de julio, C11. El Sur, Concepción, 21 de junio, 1y 16-17. El Sur, Concepción, 1 de julio 1982, 13. En efecto, ya en 1977 Pinochet anunciaba que gracias al programa económico y social del Régimen, Chile tenía el “menor porcentaje de niños desnutridos en su historia reciente”. “Mensaje anual del 11 de septiembre de 1977”, 24. Sin embargo, un estudio de la Universidad Católica, en 1984, reveló que en 340 hogares pobres de la comuna de La Florida el 18% de los menores de cinco años padeció desnutrición. Análisis Nº 309, Santiago, 11 al 17 de diciembre 1989, 24. 565 El Mercurio de Santiago, 21 de junio 1982, A1 y D1-D2. También 22 de junio, C7 y 25 de junio, C7. El Sur, Concepción, 21 de junio, 1y 16-17. Estadio Nº 2032, Santiago, 20 de julio 1982, 8-11. El Austral, Temuco, 24 de junio 1982, 16. En 1982 la falta de roce internacional también aparecía como explicación de por qué nunca había habido reina del Miss Universo chilena Paula Nº 373, 24. 566El Mercurio de Santiago (21 de junio 1982, D3.) reunió para comentar el partido al exitoso tenista de la década de 1950 Luis Ayala, el piloto de rally Kurt Horta, Luis Álamos y el capitán de la selección chilena, en el Mundial del `62, Sergio Navarro.

135 ‘INVENTARÍA’ UN FÚTBOL DISTINTO A LA REALIDAD” 567 . Sin lugar a dudas, había un abismo entre Chile y el fútbol “grande”. Esa realidad no era nueva, lo nuevo era que se había “futbolizado tanto al chileno medio que este había olvidado” que hace veinte años que no se ganaba un partido en un Mundial, y de hecho eran 32 los años en que no se ganaba “afuera en una cita cumbre”568. Daba en el clavo la revista cuando afirmaba que Chile “no gana afuera porque se estructura para no perder como visitante”. Con un fútbol especulativo, de equipo chico, y sin fortuna, era imposible cumplir con lo que se había prometido y soñado: estar entre los mejores del Mundial. Desgraciadamente se había engañado a la afición, cuando la verdad era “que nuestro fútbol está en el tercer estamento como lo clasificó la FIFA.”569 En Concepción, además de todo lo anterior, se exigió terminar “con toda esta mentira y no insistir más en que tenemos estrellas que no pasan de mediocres […], frente a los alemanes son más de diez años de diferencia”. Dante Pesce, ex jugador y entrenador, complementó: “Chile es un país en vías de desarrollo y esa situación quedó claramente establecida en el fútbol jugado frente a los europeos.” En Temuco, Juan Ortiz, entrenador de Green Cross, agregó que “Chile nada tenía que ver con el moderno juego de los europeos […], juega con un esquema atrasado en veinte años”. Al presentar como excelente a un equipo mediocre, se había engañado al país. A la luz de los resultados, que se presentaban como una verdad indesmentible, era necesario aceptar la crítica europea: Chile practicaba un juego “prehistórico”. Cuando lo importante eran las victorias y los logros, de nada servía que Santibáñez esgrimiera que se los podía criticar por no obtener “resultados, pero que nadie nos podrá reprochar falta de seriedad o profesionalismo”, sobre todo si el propio entrenador manifestaba que “al final lo que cuenta son los resultados”. Como argumentó Hoy, las derrotas habían provocado que el chileno, emocionalmente inestable570, pasase del “triunfalismo al realismo […]. [E]n este Mundial de las sorpresas,

567 “Chile: ¿El Mundial le quedó grande?, en Estadio Nº 2028, 8-23. Las mayúsculas son del original 568 Hoy Nº 257, Santiago, 23 de junio 1982, 44. Recién en 2010 Chile volvió a ganar un partido en una Copa del Mundo. 569 “Nos pusieron los pies en la tierra”, en El Mercurio de Santiago, 21 de junio 1982, D2-D3 y 25 de junio, C9. 570 Montt y Toloza op. cit., 182-189.

136 Chile no ha sorprendido […], ha cumplido lo que es norma del país: quedar eliminado en la primera fase.”571 Al cuadro nacional sólo le quedaba defender el honor frente a Argelia. Una victoria frente a la revelación de la Copa del Mundo podría levantar en algo el ánimo. Sin embargo, en Chile ya no había expectación por ver a una selección de “fracasados”, que habían demostrado que los chilenos “somos los más malos del mundo” 572. Y eso que todavía faltaba lo peor. A los 30 minutos del primer tiempo la selección ya perdía 3-0. La velocidad argelina “fue un problema sin solución”, y justo antes del tercer gol, Pedro Carcuro comentó por la televisión que el rival parecía un vendaval573. Los avergonzados periodistas presentes en el estadio tuvieron que soportar “las más atroces suposiciones de bajeza. Alemanes, austriacos y españoles, a coro, comentaban que Chile estaba vendido”. Afortunadamente, los argelinos, creyéndose ya clasificados, se relajaron permitiendo que el “somnoliento equipo chileno” descontara dos veces. Con un 3-2 en contra, y en lo que todavía es su peor actuación en una Copa del Mundo, Chile se despidió del Mundial de España. Con respecto a la “tan mentada preparación”, Estadio concluyó que “los grandes jugadores nacen; no se hacen”, una frase absolutamente extraña a la tradicional línea editorial de Estadio, que refleja el grado de derrotismo en se encontraba el país574. Al final de su participación la selección poseía el record de ser el equipo más goleado de su grupo y el único sin rescatar ni un solo punto. Entre 24 países participantes ocupó el lugar 22. Sólo había superado, por diferencia de goles, a Nueva Zelanda y El Salvador. La conclusión era que sin un equipo competitivo ni siquiera debería haber ido al mundial. Raúl Pizarro comentó que ante Argelia “millones de habitantes del planeta” vieron “a un equipo chileno en una situación tan inconfortable como ridícula”. Por lo tanto era imposible analizar el “fracaso desde una óptica mesurada” cuando no podía sino recibir “otro juicio

571 El Sur, Concepción, 21 de junio 1982, 13. El Austral, Temuco, 21 de junio 1982, 13. Hoy Nº 257, 44. Deporte Total Nº 57, Santiago, 12 de julio 1982, 7. Véase también “Chile llevo a España un fútbol de las cavernas”, en El Sur Deportivo, Concepción, 1 de junio 1982, III. Las palabras de Santibáñez en El Mercurio, 22 de junio, C8. 572 Declaraciones citadas en Guarello, “España 82”, 171. 573 http://www.youtube.com/watch?v=BEHRqYUMtwQ , 5-09-2013. 574 El Mercurio de Santiago, 25 de junio 1982, A1 y A14. y C7-C8. También 23 de junio 1982, C10. El Sur, Concepción, 25 de junio 1982, 12. Estadio Nº 2029, Santiago, 27 de junio 1982, 8-12. En “La selección sólo es un síntoma de la enfermedad” del mismo número en páginas 4-8 Estadio volvió a su tradicional línea planteando que el problema chileno era la falta de un proceso de largo plazo, décadas, para desarrollar el fútbol chileno, 4-8.

137 que un papelón desvergonzado.” Cuando había que despedirse con la “frente en alto” se brindó una actuación “desastrosa”. Más que un equipo que se preparó por 3 años, “con un costo altísimo”, pareció “un rejuntado de individualidades reunidas a última hora”. Desde una perspectiva deportiva la derrota contra Argelia no era ilógica, ya que antes del partido, había demostrado un juego muy superior. Sin embargo, el de Argelia era percibido como un fútbol que recién se había descolonizado. De esa forma, el país, que bruscamente despertaba de sus sueños de grandeza, a los ojos de todo el mundo había sido inapelablemente humillado por un país subdesarrollado. As tituló a doble página: “Chile el peor fútbol de la primera fase. Su fútbol ha sido de una antigüedad rayana en la Belle Epoque”. Se referían a un equipo flojo y con una lentitud pasmosa, concluyendo que se había preparado un año “para nada” 575 . Ese era el grado de desarrollo futbolístico, de modernidad, que había alcanzado el país tras ocho años de Dictadura. Para Pizarro el futbolista chileno tenía una enfermedad “sin origen ni cura: arruinarlo todo cuando se ha trabajado para que precisamente ello no ocurra”, y concluía con una frase tajante: “a veces pensamos que somos más […] pero parece que no somos más de lo que realmente somos.” El resultado estaba “a la vista”. Esta “obsesión o delirio colectivo” de querer ser más era lo que criticaba Jorge Edwards. Para él el problema de Chile no era ganar o perder, sino que lo “grave consiste en haber acaparado el tiempo de los chilenos por dos años, olvidando que se trataba de un juego”. Por lo tanto, la frustración general se debía a las “delirantes ilusiones, cultivadas por el 90% de nuestros compatriotas”, que en “menos de una semana se desinflaron”. Esto era lo que tenía “abatido” a Elías Figueroa, quien se excusó argumentando que “los equipos de fútbol tienen tardes malas”576. Sin embargo, en Temuco se criticaba justamente el axioma de Santibáñez y Figueroa de que “en el fútbol lo único que vale son los resultados”, cuando muchas veces éstos “pueden ser circunstanciales o fortuitos y más que ello lo que importa es jugar bien. Y el equipo nunca jugó bien”.577

575 El Mercurio de Santiago, 25 de junio 1982, A3 y C8. También 27 de junio C9, 28 de junio, D1 y 2 de julio, C7. “Chile el gran fracasado” en Estadio Nº 2031, Santiago, 13 de julio 1982, 6-7. Frente a Alemania o Austria Chile era un país en “vías de desarrollo” pero frente a Argelia, y por los prejuicios nacionales, se lo representaba como un país desarrollado. Sobre Argelia y el tercer mundo Westad, op. cit., 73-158. 576 El Mercurio de Santiago, 25 de junio 1982, A3 y C8. 577 “Sembrador de vientos y cosechador de tempestades”.

138 Para colmo de males, el mismo día en que Chile se despedía de España, Benedicto Villablanca era despojado de su título mundial por la Asociación Mundial de Boxeo578. Mario Vargas Llosa decía por esas fechas, acerca del rol de los deportistas, que “los pueblos necesitan héroes contemporáneos”. En 1982 la sociedad chilena necesitaba urgentemente hallar esos “héroes”, como una forma de compensación a la crítica situación económica del país. Sin embargo, ni en el fútbol ni en el boxeo los iba a encontrar579. La caricatura publicada por El Austral de Temuco resumía con humor el drama nacional.

580

El humor se consideraba uno de los rasgos propios del carácter chileno581. Juan Andrés Piña había señalado “nos burlamos de todo. Esta mezcla de burla y tragedia es muy chilena. Nunca dejaremos de contar chistes aunque se nos caiga la casa”582. En 1982 no sólo se había caído la selección, sino que también la economía. El país necesitaba reír, ya que la realidad era para llorar. En Santiago, la desocupación llegaba al 22,2% y los salarios reales

578 Durante la pelea que le dio el título a Villablanca, su rival, el puertorriqueño Samuel Serrano, comenzó a sangrar. En un primer momento se pensó que era producto de un golpe reglamentario dado por el chileno, por lo que en el undécimo round se paró la pelea y se lo coronó como campeón mundial Junior Ligero de la WBA. Sin embargo, a las semanas, el equipo de Serrano denunció que la lesión se había producido por un cabezazo dado por el chileno, por lo que la Asociación Mundial de Boxeo ordenó repetir la pelea. El Austral, Temuco, 25 de junio 1982, 1-12. 579 El Sur, Concepción, 25 de junio 1982, 12 y 2. 580 El Austral, Temuco, 25 de junio 1982. 581 Godoy, op. cit., 511. 582 Citado en Montt y Tolosa, op. cit., 182-189.

139 cayeron, en promedio, un 20% 583 . Si el principal problema del “milagro” fueron lo “insostenible de sus fundamentos”, la crisis que le sucedió tuvo como causa el “exceso de confianza en los mercados autorregulados, especialmente el financiero, como el mecanismo más eficiente de organización de todos los niveles”584 El discurso triunfalista del Régimen había ocultado la recesión económica, la creciente concentración de la riqueza, “el manejo especulativo, el inmenso endeudamiento externo, la pérdida de la capacidad productora nacional, la irresponsabilidad depredadora de los grandes grupos económicos” y la “ausencia de un proyecto económico con bases sólidas de inversión”585. En paralelo, la tesis de la excelente “cultura táctica” del jugador chileno había destacado lo bueno, pero ocultado lo malo del fútbol nacional: el “espíritu pachanguero, el toquecito corto, demoroso, la cabeza gacha, la finta para la platea, el nerviosismo ante el arco, los túneles, la debilidad del disparo, el abandono en la pelota dividida”586. Todos esos defectos habían quedado expuestos en España. En efecto, en el contexto de la crisis económica, se decía que el chileno era irresponsable, imprevisor, indisciplinado, desordenado e impuntual; esas características no nos permitían acceder a la modernidad587. Como argumentó Enrique Krauss, dirigente de la Democracia Cristiana, “el tratamiento de la representación futbolística se identificó igualmente con la concepción triunfalista que caracterizó la conducción económica del país”. Si las expectativas futbolísticas habían “sucumbido el jueves 24 en los pies” de Argelia, “el modelo de Chicago se fue a pique el lunes 14”588. La selección se dispuso a volver al país. Aunque tranquilos, los jugadores temían ser recibidos con hostilidad. La expresión violenta de la animosidad que existía en Chile era un tema de preocupación, sobre todo si el diario Las Últimas Noticias tituló: “Vayamos a aplaudir a los seleccionados, pero en la cara” 589 . El Mercurio asoció las reacciones violentas con el grado de cultura y civilización que existía en cada país. De esa forma, si Austria hubiese quedado eliminada, en Viena no se habría desatado “ningún terremoto.

583 La inflación se disparó, en 1982, hasta un 20,7%. El PGB cayó un 14,1%. Moulian, op. cit., 263. También Patricio Meller citado en Gárate, op. cit., 305-307. 584 Gárate, op. cit., 226-227 585 Garretón, “La crisis política”, 411-415. 586 Auth, loc. cit. 587 Montt y Toloza, op. cit., 189. 588 Guarello, “España 82”, 177. 589 Citado en Hoy Nº 631, Santiago, 21 al 27 de agosto 1987, 23-25.

140 Ello, porque Austria vive de y para la música clásica”. La antítesis de esa sobriedad propia de los países desarrollados estaba ocurriendo en Perú y en Honduras. En el primer caso, y tras perder 5-1 con Polonia, la Cámara de Diputados había abierto una investigación para dar con los responsables de la mala participación en la Copa. En el caso de Honduras, equipo eliminado en un dramático partido contra Yugoslavia, un hombre se habría suicidado al no poder soportar el injusto penal cobrado a favor de los eslavos en el minuto 88. De esa manera, en el recibimiento que iba a tener la selección se jugaba el grado de cultura y sobriedad del aficionado chileno. Afortunadamente, Chile pasó esa prueba de “blancura”, ya que aún existía “el sentido común” (el recato y el control)590, y los escasos aficionados que se acercaron a recibir al equipo nacional no tuvieron “una reacción adversa contra los jugadores”591.

Después del Mundial. A Santibáñez se le recriminó su falta de humildad. Jorge Edwards le reprochó haber estudiado únicamente al Sócrates brasileño, y no al griego. De esa forma, habría evitado “ponerse en una situación tan incómoda y ridícula […], en vez de pronosticar que Chile iba a derrotar a los alemanes habría podido decir ‘Sólo sé que nada sé’”. También le habría servido conocer la otra máxima del filósofo: “‘conócete a ti mismo’. Es decir, conoce tus posibilidades, tus limitaciones. Eso le habría permitido ser menos arrogante”. Miguel Nazur, futuro presidente de la ACF, fue más matizado cuando argumentó que lo malo había sido partir “con gran pompa y se llegó de vuelta con humildad. Y debería haber sido al revés”. En su papel de crítico experto, Estadio sentenció que “el arribismo futbolístico es tan perjudicial que termina por aplastar al que pretenda sin merecimiento, subirse al nivel de quienes son primeros actores”. Fue una verdadera falta de respeto haber aspirado a “encumbrarse olvidando que se sigue sin un estilo propio” y sin jugadores desequilibrantes.

590 Montt y Toloza, op. cit., 182-189. 591 Curiosamente el árbitro que cobró el penal en contra de Honduras era el chileno Gastón Castro. El Mercurio de santiago, 25 de junio 1982, C14. También 26 de junio, C10-C11 y 18 de junio 1982, C8. Hermógenes Pérez de Arce “Nuestro Sentido Común”, en El Mercurio, 30 de junio, A2. Rubén Oliven y Arlei Damo plantean que en América Latina ha existido por largo tiempo el prejuicio de que el fútbol sería vivido con desenfreno en los países atrasados, mientras que en los europeos, países “cultos y desarrollados”, el fútbol se viviría con mesura y civilidad. Sin embargo, de ser así, los autores se preguntan cómo explicar el surgimiento de los hooligans en países como Inglaterra o Alemania. Op. cit, passim. Con respecto al concepto “blancura” véase Jerry Dávila, Diploma of whiteness. Race and social policy in , 1917-1945, Durkhamm, Duke University Press, 2003.

141 Pero la crítica de la revista no apuntó solamente al entrenador, sino que se hacía extensiva al resto de la prensa, el plantel, los dirigentes y la sociedad chilena.592 Raquel Correa, la periodista chilena más importante de la época, entrevistó a Nicolás Abumohor. El ex dirigente estaba convencido de que para la capacidad del fútbol chileno, haber llegado al Mundial era suficientemente meritorio. Sin embargo, también creía que lo que “derrotó a los jugadores chilenos fue una sobrecarga sicológica tremenda por culpa de las expectativas desmedidas que irresponsablemente crearon” quienes estaban a cargo de la selección. El penal fallado por Caszely y el error de Osbén no eran más que la consecuencia de la presión que sintió el plantel por demostrar algo que era falso: ser “capaces de ganarle a cualquier equipo del mundo”. Eso había liquidado las opciones de clasificación nacionales. El chileno “está deseoso de triunfo, y como es un pueblo sano es crédulo y todos creyeron.” Además, el jugador chileno, a diferencia del jugador europeo, no “moja la camiseta […], producto de la pasividad del medio ambiente se conforma con poco”. Concluía que tanto por las excesivas expectativas como por el desmesurado gasto en que incurrió la selección, Chile dio “una imagen de país tropical que no corresponde a su sobriedad tradicional, ni menos al difícil momento económico que vive el país”593. El análisis de Estadio, por su parte, se resumía en que la situación del fútbol nacional estaba determinada por “factores antropológicos, culturales, organizacionales y periodísticos”. Fiel a su paradigma editorial, denunciaba que en Chile se había olvidado el imprescindible rol que juega el aprendizaje en “el desarrollo del jugador de fútbol”. En un medio en donde las posibilidades “educativas son limitadas, no se desarrollan las potencialidades hereditarias en el mismo grado que las personas” que habitan en un medio con mejores oportunidades “de educación”. Desde esa perspectiva, “Chile tiene el fútbol que se merece y que ha sido capaz de desarrollar con el paso de los años”. En efecto la selección es una “organización deportiva” que representa e “involucra a toda la nación”, y por lo tanto, su mal juego en el Mundial no era más que el “síntoma de la enfermedad”, ya

592 Edwards, loc. cit. El Mercurio de Santiago, 2 de julio 1982, C10. También “Nos pusieron los pies en la tierra” y “Chile: ¿El Mundial le quedó grande?”. 593 El Mercurio de Santiago, 27 de junio 1982, D4. Sobre la sobrecarga sicológica El Austral, Temuco, 28 de junio 1982, 20.

142 que ella es el resultado de la inexistencia “de una política deportiva nacional con objetivos previamente establecidos”594. Pero entonces, ¿quién le había mentido a la población? Estadio denunció a los medios de comunicación, especialmente a la televisión, por haber arrastrado al hincha al “sensacionalismo”, planteando que “la desilusión de hoy es el efecto de las campañas publicitarias de ayer”. Chile siempre ha sido, a nivel mundial, un discreto participante, “pero esta verdad ha sido sustancialmente alterada con fines extra futbolísticos […]. Es la hora de preguntar ¿Quién asesinó a la verdad del fútbol?” La televisión emergió como la mayor responsable, básicamente “por haber desconocido la realidad de la cual forma parte”. Se decía también que “la competencia por el público” no la autorizaba a olvidar que la “objetividad es la espada de lucha de todo comunicador social […], la afición no tiene falsas expectativas; el hincha espera de su equipo lo que la prensa le ha enseñado que ambicione”. En Temuco, se calificó lo hecho por la televisión como “la mayor penetración psicológica en la historia deportiva chilena”. De esta campaña, “orquestada al más puro estilo de la Alemania hitlerista”, nadie escapó y “resultó increíble que se rindieran homenajes a la selección por hazañas que aún no había cumplido”595. El Sur, con un evidente ánimo regionalista, señaló que el canal estatal había quedado “muy mal parado por el gran show que ayudó a montar”. Y El Sur Deportivo agregó que el periodismo “provinciano no levanta falsos ídolos, no mentimos jamás […], en la Capital se cometen barbaridades”. No entendían por qué causó tanta sorpresa la derrota chilena. ¿Acaso nadie sabía que Mario Osbén tenía en los tiros fuera del área su punto débil? Otra mentira “descomunal” fue decir que la selección llegaba al Mundial al “ciento por ciento de la capacidad del equipo ¿Acaso no sabían el entrenador y el preparador físico que el ciento por ciento de Chile es el 40 por ciento de austriacos y alemanes?” La culpa de la desilusión la tenían “los embusteros que inflaban a los jugadores”. Carmen Paz, una lectora de La Gaceta de El Sur estaba indignada, porque no entendía cómo todavía se mantenían “todos los enviados chilenos en ese país europeo […]. ¿No les da vergüenza?” No concebía cómo se le daba tanta importancia a un “evento que no es más que un evidente negocio.

594 Estadio Nº 2029, 4-8. Con respecto al tema educacional, Mario Góngora había argumentado que “la concepción masiva hoy dominante dará un pueblo sin analfabetismo, pero infinitamente menos cultivado que el de 1940 ó 1970”. Op. cit, 301. 595 Estadio Nº 2029, 4-8. También “Como la televisión nacional no hay ¡All right!”, en Estadio Nº 2030, Santiago, 6 de julio 1982, 34-36. El Austral, Temuco, 28 de junio 1982, 20. En Concepción también se criticaba el que la prensa, sobre todo la televisiva hubiesen endiosado a la selección antes del Mundial. El Sur, Concepción, 23 de junio 1982, 14.

143 ¿Cuándo dejaremos de ser tan tropicales?” Juan Basauri, editor de Estadio, denunció que había sido la televisión la que artificialmente desarrolló “una necesidad en los telespectadores que a la postre se ha transformado en frustración […] la fiebre del fútbol es un efecto de una labor informativa que transgredió los límites de la mesura”. Incluso, como se quejó la revista Hoy, los mismos medios que fomentaron el triunfalismo, ahora le cobraban la cuenta del fracaso a la selección596 . Según las fuentes, fueron los canales de televisión quienes más contribuyeron al triunfalismo. Esto es concordante con quienes han planteado que durante la Dictadura la televisión fue un mecanismo para socializar los valores consumistas e individualistas, a través de los cuales el régimen buscaba cimentar la “nueva institucionalidad”597. Con todo, si el mensaje televisivo tuvo una penetración tan fuerte fue porque existía en la sociedad chilena una necesidad desbordante de triunfos. Esta necesidad de éxito y notoriedad internacional estaba relacionada con la implantación intensiva de un discurso que, aunque se demostró falso, hablaba del país como si fuese fuerte y poderoso. En el contexto de una terrible Dictadura y una no menos profunda crisis económica, se necesitaba que el fútbol proveyera triunfos con los cuales reforzar la cohesión y el sentimiento nacional. Sin embargo, ya no bastaba con triunfos morales. En España, de hecho, ni siquiera se había hecho un papel digno, pero tampoco era parte de las expectativas haber logrado un resultado decoroso. Pepe Auth lo dejaba claramente estipulado al afirmar que “[l]a inflación y los triunfos morales informan del hundimiento de Chicago y Santibáñez”598. En efecto, las semejanzas entre la situación futbolística y económica le permitía a la oposición apuntar sus dardos en contra de la Dictadura. Nunca antes de 1982 el fútbol chileno había sido tan vilipendiado como en 1982. La “neutra” (y por tanto “objetiva”) crítica internacional calificó a la selección como un equipo sin identidad. Los chilenos se sentían engañados por haber creído que “por ganarle a Perú”

596 “Si nadie creyera en las mentiras”, en El Sur Deportivo, Concepción, 24 de junio 1982, VI-VII. La Gaceta de El Sur, Concepción, 27 de junio 1982, 2. “Como la televisión nacional no hay ¡All right!”. La revista de oposición Hoy (Santiago, 30 de junio 1982, 37-38.) también reclamaba que “el alza del pan resulto secundaria comparada con el fracaso.” 597 Véase entre otros Elsey, “As the World is My Witness”, 196. Correa, Historia del siglo XX, 307. Brunner, Barrios y Catalán, loc. cit. Tironi, loc. cit., 103-104. Bengoa, loc. cit.. Sergio Durán, loc. cit. Lavín, loc. cit. 18-19. Verónica Valdivia destaca que el programa Cartas sobre la mesa, conducido por el ministro Léniz, actuó como un curso masivo de “orientación y despolitización del consumidor.”, “¡Estamos en guerra!”, 186- 193. 598 Auth, loc. cit.

144 y empatarle “a Brasil y Argentina” se podía aspirar a un puesto destacado en el concierto planetario. En la Copa del Mundo se hizo evidente “un rasgo de la propia idiosincrasia” chilena, “[u]na mentalidad” proclive al “trámite formalista que evita el esfuerzo y, por lo mismo, no compromete ni impone responsabilidades ni riesgos”. Eso era lo que la prensa española había definido como el “juego horizontal de los chilenos”. Como señalaban María Elena Montt y Cristián Toloza, parecía ser parte de una ideología nacional atribuir los problemas del país al carácter chileno 599 . Con todo, el público nacional no se sentía representado por ese fútbol “cobarde y pasado de moda”600, ya que extrañaban las virtudes que “históricamente” habían caracterizado a los chilenos: el arrojo, la audacia y el pundonor. La conformidad, consideraba El Austral, no encajaba con “nuestro carácter”; tampoco con nuestra tendencia congénita a “rebelarnos frente a la adversidad”. Un editorialista de El Mercurio consideraba que si un “grupo de personas” personifica “el escudo y la bandera patria ante centenares de personas, el resto de sus habitantes tiene el derecho a reclamar que asuman con responsabilidad y dignidad su misión”. En Temuco se pensó que el esquema especulativo de Santibáñez había carecido “de autenticidad”, ya que no hacía honor a las “hazañas de nuestros soldados en la Guerra del Pacífico”, y menos a la audacia de Dagoberto Godoy601. Sin embargo, la selección había demostrado, despiadada y cruelmente, “nuestras limitaciones”602. Desde esa perspectiva era natural que El Austral se preguntase: “¿Existe en realidad el fútbol chileno?” La catástrofe en España no sólo había hecho dudar de que esa selección representase las características “raciales del ser chileno”, sino que incluso se afirmaba que “como expresión de nacionalidad, esta y todas las selecciones anteriores, han sido malas copias de sistemas y vivencias foráneas”. Jorge Fernández, el autor de esta columna, argumentaba que desde la década del cincuenta el fútbol chileno, al ser una mera copia “sistemática e indiscriminada de estilos de otros países”, había dejado de reflejar tanto las virtudes como las debilidades de la chilenidad: no tenía sacrificio, valentía, acción comunitaria, agresividad, humildad, ingenio ni audacia temeraria. El fútbol jugado en Chile

599 En efecto, se decía que el chileno era “sumiso, conformista, complaciente y pasivo” Montt y Toloza, op. cit., 1 y 182-189. 600 Son los comentarios de la prensa internacional al juego chileno. Guarello, “España 82”, 174. 601 En 1918 el aviador oriundo de Temuco fue el primer hombre en cruzar a bordo de un aeroplano la Cordillera de los Andes. 602 “Chile el gran fracasado”. El Mercurio de Santiago, 26 de junio 1982, A3. El Austral, Temuco, 28 de junio 1982, 13 y 20. En el mismo diario “Buenos días depresión”, 2.

145 era chileno “exclusivamente por razones geográficas”. Si en España no se habían demostrado esas características era porque como “expresión racial el fútbol chileno” ni siquiera había “nacido”603. Frente a tal estado de cosas, ¿qué podía hacer el fútbol nacional? En Concepción se argumentaba que era ineficiente, para el fútbol sudamericano, jugar con un esquema europeo caracterizado por ser defensivo. No importaba cuánto se defendiese un equipo chileno, siempre le iban a hacer goles, y por tanto había que jugar ofensivamente, o sea, con la autenticidad latinoamericana. Probablemente Luis Santibáñez no concordaba con la explicación anterior, pero sí creía que “sería un error” pensar en traer técnicos foráneos para entrenar en Chile, ya que “no se lograría mejorar en forma auténtica el nivel” nacional. Abel Alonso era de una opinión diferente. Convencido de que el problema chileno era la carencia de “roce internacional”, se proponía “luchar” para que los técnicos chilenos viajen a Europa a perfeccionarse en el terreno mismo en donde “se desenvuelve el fútbol […], hay que entrenar y jugar como lo hacen en Europa”. Si el físico de los chilenos no lo permitía, al menos había que intentar la aclimatación, porque en definitiva, los jugadores chilenos no tenían la culpa de no poder practicar el fútbol que se necesitaba “para participar con éxito en un mundial […]. [E]s sabido por todos que Chile no puede jugar donde quiera o desea.” 604 Más allá de estas diferencias, todos creían que Chile nunca más debía practicar un fútbol “cobarde.” El Sur compartía plenamente las apreciaciones de Mario Cruz, un ciudadano de Concepción que en una carta publicada por el diario proponía que tras el Mundial de 1962 no se “aprovechó la semilla sembrada, y ese fue el comienzo de la debacle final” en la que se encontraba el fútbol chileno en 1982. De ahí en adelante comenzó la imposición de la “teoría en desmedro de la técnica, de la cobardía, eso de trancar la puerta por dentro, y si vienen a golpear, responderle que no hay nadie en casa”. Eso era la destrucción “sistemática de la habilidad, de la personalidad, del pundonor”. ¿Por qué –se preguntaba– “se cree haber encontrado la piedra filosofal, cuando han dicho que, no podemos siquiera ganarles” a europeos, brasileños o argentinos? Además de culpar a

603 El Austral, Temuco, 5 de julio 1982, 18. 604 El Sur, Concepción, 18 de junio 1982, 13. El Mercurio de Santiago, 24 de junio 1982, C9. También 28 de junio, D2. Eusebio, nacido en Mozambique y estrella de la selección portuguesa en la década del sesenta, afirmaba que Sudamérica tenía que mirar hacía el fútbol físico de Europa. El Mercurio de Santiago, 9 de julio 1982, C11.

146 periodistas y dirigentes, quería manifestar que la responsabilidad era de los entrenadores, cuyo planteamiento táctico, para ganar, se centraba “en una falla del rival, y en defender el empate a muerte, se ha llegado al fútbol de la cobardía”. El patrón de juego se tenía que fundar en la “idiosincrasia de los pueblos”605. Lo que molestaba era un esquema ultra defensivo que “taponaba” la mitad de la cancha “con un par de jugadores que sólo saben de destrucción y ablandamiento del rival”, y un entrenador que “sacrifica nueve hombres para defender el empate. Y si de violencia se trata, nuestro equipo no respeta costos sociales”. Para conseguir el éxito, afirmaba Pepe Auth, es “preciso basarse en las características de nuestro pueblo”, y la causa del fracaso en España se encontraba en una concepción “desajustada del modo en que los chilenos viven cotidianamente” el fútbol. Eso había provocado “un equipo confuso”. La tragedia “del fútbol chileno es su distanciamiento del fútbol como experiencia popular, de disfrute colectivo”. La fiesta, el momento de encuentro, eran opacados por los criterios empresariales y comerciales, que lo habían reducido a “uno de los tantos mercados de la sociedad”. Por eso, porque el experimento había fracasado, era tiempo de “pensar el fútbol como experiencia igualitaria, como propiedad colectiva, invocación liberadora y momento de identidades compartidas”. Eso significaba, en primer lugar, “devolverle su alegría”606. Tal como ocurrió con la retórica de la cultura táctica del jugador chileno, ya nadie creía en el “Chile en camino hacia el progreso”. Con la crisis, se reemplazó la “fe ciega por la desconfianza en los mesías tecnocráticos, hasta entonces venerados”. Se comenzó a hablar, irónicamente, de nuestro “ficticio milagrito”, de “la modernización de escaparate”607. No cabían dudas de que la responsable de la crisis era la Dictadura. Ella impregnó “casi la totalidad de la vida nacional” con los “valores” de la economía “de mercado”. Bajo el “título de la libertad” se fomentó un “consumo irresponsable basado en el endeudamiento”. Efectivamente, al igual que el fútbol, durante años el país se había “dado una gran farra, llenándose de sofisticados productos importados”. Sin embargo, ahora sólo quedaba la enorme deuda que no había cómo pagar608. Éste era el resultado, no de “meros errores

605 El Sur Deportivo, Concepción, 15 de julio 1982, I-III. Las cursivas son mías. 606 Auth, loc. cit. 607.Moulian, op. cit., 264-270. 608Ruiz-Tagle, op. cit., 608-610. A. Pinto, loc. cit. En el caso del fútbol, los enormes recursos generados por la Polla Gol, a causa de la falta de transparencia y escrúpulos de la DIGEDER, no sirvieron mas que para

147 técnicos”, sino que de decisiones políticas autoritarias. Se estaban sufriendo “los efectos del dogmatismo casi iluminado con que actuaron los forjadores del modelo”. Porque “la libertad económica no nos está llevando a la libertad política”, era necesario adelantar “todo lo posible el proceso de democratización del país”. Solo así, a través de un camino “más basado en la solidaridad que en un exagerado individualismo competitivista”, iba a ser posible “superar esta crisis y crecer humanamente como nación”609. Con todo, y a pesar de que el modelo de desarrollo impuesto por la Dictadura se había demostrado fracasado, los valores competitivos instaurados por el Régimen sí habían calado hondo en la cultura chilena. Tanto Mario Cruz (nuestro ciudadano de Concepción) como Pepe Auth criticaban una selección que sólo se había preparado para ir a defenderse al Mundial. Los chilenos, a diferencia de lo que pensaban en 1974, le exigían a su selección ir a enfrentarse de igual a igual con cualquier equipo del mundo. Ya no aceptaban que sus equipos cerraran “la puerta por afuera”, demandaban un fútbol capaz de competir tanto con las potencias sudamericanas como europeas. En definitiva, querían un fútbol de nivel internacional, un fútbol moderno. La dignidad de Chile así lo exigía. Como todo discurso identitario esencialista, los chilenos fundaron esas exigencias en el pasado, en 1962. Sin embargo, esa idealización del pasado buscó conjurar las transformaciones610 ocurridas en los últimos años. En efecto, para 1962 ni el aficionado ni la prensa demandaron los resultados y el juego que se exigieron en 1982. Para un país que en esa época no “tenía nada”, el simple hecho de albergar una Copa del Mundo era suficiente. Asimismo, en 1974 todos censuraron a quien osara plantear la “locura” de jugarle de igual a igual a las Alemanias611. En 1982 los resultados fueron indesmentibles. La selección completó su peor participación en una Copa del Mundo, y aún así, se le exigía

“esporádicas ayudas a algunos deportistas de élite y la construcción de multicanchas que muy poca gente ocupa” Apsi Nº 309, Santiago 11 al 17 de diciembre 1989, 38. También González y Quezada, op. cit., 93-105. 609 “¿Cómo salir de la crisis?, 165-167. En la época, los productores culturales de oposición, criticaban, a través de sus trabajos artísticos, el consumismo y el individualismo, ya que consideraban que estos valores generaban un marco cultural propicio para el autoritarismo. Elsely, “As the World is My Witness”, 192. De esa forma, Nicanor Parra, en un antipoema de 1983, ironizó: “Que le dijo Milton Friedman / a los pobrecitos alacalufes? / -A comprar a comprar /quell mundo se vacabar!”. En Cárcamo, op. cit., 105. 610 Al respecto Bruner, loc. cit. 611En 1962 El Mercurio señalaba “…que es natural que el aficionado albergue la esperanza [de que el cuadro venza], pero sería injusto plantear ese sentimiento como una exigencia. Deportivamente, Chile es un país pequeño y nunca ha tenido actuaciones victoriosas frente a las grandes potencias del fútbol mundial. Cualquier éxito debe ser considerado como una grata sorpresa”. Citado por Diego Damm, loc. cit. Con respecto a lo ocurrido en el Mundial de Alemania 1974 cfr. supra.

148 ir a jugar hacia adelante. Sin lugar a dudas, desde 1974 a 1982 los requerimientos deportivos habían cambiado, ya que la representación oficial del país estaba cambiando. Los chilenos no creían, todavía, ser parte de un Chile ganador o exitoso; en ese momento nadie podía siquiera suponerlo, pero tampoco se conformaban con la imagen de un país pequeño, y menos con triunfos morales o resultados decorosos. En definitiva, ya no les bastaba con sólo participar, ya que lo que deseaban era competir, con posibilidades de triunfo reales, a nivel internacional, y es por eso que no aceptaban que Santibáñez o Abel Alonso dijeran que el fracaso de España no era más que el reflejo de la realidad del fútbol chileno.

Conclusiones. El fracaso deportivo fue explicado, principalmente, por la falta de roce internacional del fútbol chileno, o en otras palabras, por el aislamiento de Chile con respecto a los países en donde se practicaba el fútbol moderno. De esa manera, el dolor que causó el resultado de la selección se debía tanto a lo mostrado en la cancha, como a la reafirmación del sentimiento de aislamiento. Es cierto que esta representación identitaria ha sido permanente en la historia chilena. Sin embargo, en el contexto de la Dictadura Militar y en el ámbito futbolístico, este sentimiento se vio exacerbado por el boicot internacional que había en contra del país. En definitiva, a través de la idea de la falta de “roce internacional” se expresaba tanto el aislamiento como la impresión del abismo que existía entre el fútbol chileno y el de los países desarrollados. Como metáfora, también expresaba la desconfianza frente al discurso que proponía a un “Chile que se modernizaba aceleradamente” 612. No obstante, y como hemos podido observar, antes del Mundial era imposible que algún chileno comentase algo similar a la famosa frase de Carlos Dittborn “porque no tenemos nada queremos hacerlo todo”. Esa frase, que era propia de un país que se representaba como pequeño y atrasado, no se correspondía con la impresión que los chilenos tenían de sí mismos en 1982. Sin embargo, y al contrario de lo que se podría suponer, tampoco podría haber sido dicha después del fracaso deportivo, ya que “el fútbol no crea hechos nuevos, sino que permite que se vinculen a través suyo cuestiones mas

612 Larraín, Identidad chilena, 163-171.

149 generales, inicialmente forjadas en otras esferas de la vida social”613. Se había producido, en lo que era un movimiento a escala global, una tendencia hacia una creciente “competitividad y búsqueda de triunfos”, que estaban erosionando de manera inexorable las “actitudes, valores y estructuras del deporte” como un juego. Progresivamente, el carácter lúdico del fútbol estaba dando paso, en palabras de Johan Huizinga, a “un fatal giro hacia la superseriedad”614. Como se quejaron los jugadores, los hinchas nacionales consideraban que la dignidad del país, de su raza, estaba comprometida en un partido. Por eso Mensaje consideraba que se estaba perdiendo la “tradicional sobriedad del país”. En efecto, entre 1974 y 1982, en Chile el fútbol había dejado de ser un juego en el que se podía perder o ganar, para transformarse en algo mucho más serio. Es evidente que la derrotista reacción de la sociedad chilena se explica por la mala actuación del equipo en la Copa del Mundo, la peor en toda su historia. Sin embargo, lo que no se puede explicar de esa forma es cómo se generó el triunfalismo. Al final de cuentas, el resultado de la selección muestra que no existían bases deportivas y futbolísticas para pensar que el equipo nacional podía tener una actuación destacada. Tampoco es entendible desde una perspectiva exclusivamente deportiva que, a la vista de cómo jugaba la selección chilena, después del Mundial se le siguiese exigiendo jugar sin “cobardía”. En efecto, después de España 1982, los chilenos seguían convencidos de que el fútbol que representaba sus verdaderas características identitarias tenía que ser uno valiente y ofensivo. Ése era el fútbol que se correspondía con la garra, el ingenio y la capacidad de superación propios del ser chileno. En definitiva, la selección no había representado las características que se creían propias de la chilenidad; por eso, su actuación fue considerada como una verdadera catástrofe, y no simplemente una pésima presentación futbolística. Incluso, la revista Estadio llegó a caer por momentos en el derrotismo extremo. En este caso en particular, son las altísimas expectativas que se generaron las que nos permiten afirmar que el discurso triunfalista de la Dictadura había logrado, ya en 1982, un

613 Oliven y Damo, op. cit,, 101. 614 Citadas en Eric Dunning, loc. cit. Dunning plantea que la cada vez más seriedad que estaba adquiriendo el deporte moderno se debía, fundamentalmente, a tres procesos interrelacionados: la formación del Estado, la democratización funcional y la difusión del deporte a través de una red mucho más compleja de interdependencias internacionales. A su vez, el “aumento de la importancia social del deporte”, se debía a que habría cobrado fuerza “como una de las principales fuentes de emoción agradable”, el que se constituye como “uno de los principales medios de identificación colectiva y el hecho de que ha llegado a constituirse en una de las claves que dan sentido a las vidas de muchas personas.” También Huizinga, loc. cit.

150 importante grado de penetración en la sociedad. Este discurso había calado lo suficientemente hondo como para que el entrenador de la selección replicara, en clave futbolística, tanto el dogmatismo como el exitismo que había pregonado durante cinco largos años el Régimen Militar. Por eso es que es posible plantear, como se hizo en la época, un paralelo entre el discurso tecnocrático y autoritario del Gobierno Militar y el de Luis Santibáñez. En efecto, el correlato casi exacto entre el discurso del Régimen que hablaba de una nación en camino hacia el progreso, y el aumento desmedido de las exigencias futbolísticas, permiten postular que, entre 1974 y 1982, la subjetividad de los chilenos, la percepción que tenían de su país y de su identidad, había cambiado. El Chile tradicional, sobrio y moral que las Fuerzas Armadas habían dicho querer restaurar el 11 de septiembre de 1973, gradualmente iba siendo reemplazado por otro que estaba adoptando las éticas y valores de una sociedad competitiva. El libre mercado, y el discurso ideológico que le acompañó, estaban cambiando la mentalidad colectiva del país. Prueba de ello era la resistencia de la oposición frente a la imposición de un modelo que consideraba injusto, inmoral e individualista. En definitiva, la Dictadura se había transformado en una refundación del país, afectando la forma en que los chilenos se pensaban a sí mismos y a su nación. El hecho de que el técnico nacional, en su disputa con la prensa, se valiera del discurso oficial, prueba el grado de legitimidad que éste tenía en la sociedad. Incluso, el hecho de que la oposición haya subrayado la semejanza entre estos discursos muestra que el proyecto dictatorial todavía generaba una profunda resistencia en importantes sectores de la sociedad. No podía ser de otra forma: la modernización alcanzada por Chile tras ocho años, además de contraria a la histórica trayectoria democrática y participativa del país, era paupérrima. Si en el plano económico y social se vivía una crisis tremenda, en el plano futbolístico la realidad no era distinta. La selección sólo había superado a equipos tan pobres futbolísticamente como Nueva Zelanda y El Salvador. De hecho, “invitados de piedra” como Argelia o Kuwait, habían superado la performance del equipo nacional. Estudios posteriores mostraron que el juego chileno fue el más lento de la Copa del mundo. En efecto, nuestro fútbol era de otra época615.

615 “La opinión de Pelé”, en El Mercurio de Santiago, 18 de junio 1982, C12. Guarello, “1982”, 174-175.

151 Ocho años antes, en el Mundial de Alemania, tanto el seleccionado como el país habían ido con una mentalidad mucho más cauta y respetuosa, y en esa oportunidad, los resultados habían sido mejores que ahora, en que dominaba una mentalidad ganadora y un ánimo triunfalista. La recesión futbolística es una metáfora, entonces, de la situación en que se encontraba el país en 1982. De hecho, existe una relación causal entre la crisis económica y el surgimiento, el año siguiente, de las Jornadas de Protestas Nacionales, las que pusieron en jaque al proyecto dictatorial, a la vez que reposicionaron la protesta política en el horizonte de la vida cotidiana 616 . Sin embargo, aunque a importantes sectores de la sociedad no les gustase, la subjetividad de los chilenos había cambiado y bastante. Aunque no se consideraban un país ganador, sí querían ir a competir de igual a igual en el contexto internacional. Tampoco les parecía digno ir a un Mundial a especular y jugar defensivamente. Aunque el arrojo, la valentía, el ingenio y el sacrificio han sido características de larga duración en el discurso de la chilenidad, lo nuevo era presentarlas como la base en que se sustentaba la idea de una patria fuerte. En efecto, en el pasado esas mismas nociones habían servido para plantear la capacidad del chileno para “rebelarse contra la adversidad” o contra el “acontecer infausto”. Eran rasgos que permitían superar el aislamiento y la insularidad, que habían permitido organizar un Mundial a pesar de ser un país periférico y subdesarrollado; en consecuencia, habían permitido hacer desde la nada el todo. Por el contrario, en 1982 esas mismas características fundaban las esperanzas de un país que creía, al menos, poseer uno de los 16 mejores fútboles del mundo617. Si durante el estado de compromiso el medio de comunicación de masas hegemónico fue la prensa escrita, durante el Régimen Militar la televisión se convirtió en el “medio líder”. De esa manera, Estadio, con su prudente valoración del deporte chileno, progresivamente fue quedando rezagada y aislada por la televisión, que se adecuaba “al tipo de modernización de mercado impulsado por el Gobierno Militar”, un tipo de régimen ideológico en el que terminaría por imponerse un esquema de movilidad social individualista, centrado en el consumo y en la iniciativa privada618. No es casual entonces que en la segunda mitad de la década de los ochenta Estadio ya hubiese desaparecido, y con

616 Corvalán, op. cit., passim. Véase también Correa, Historia del siglo XX chileno, 334. Moscoso, loc. cit.. Moulian, op. cit., 261-271. 617 Clasificar a segunda ronda significaba estar dentro de los 16 mejores equipos de la Copa del Mundo. 618 Brunner, Barrios y Catalán, loc. cit.

152 ella una reserva moral muy importante en el ámbito deportivo y cultural que se echaría de menos en de 1989. Como plantea Eduardo Santa Cruz, fue la Dictadura, bajo su política de intervención y manipulación del fútbol, cuando surgió una prensa “sensacionalista” que sobredimensionó la importancia de encuentros y competencias, inflando “la popularidad de algunos de manera artificial […] que afirma hoy lo que negará mañana para crear, conscientemente, ‘en el hincha la famosa mentalidad ganadora’, para la cual el triunfo debe conseguirse a cualquier costo”619. En definitiva, para 1982 la sociedad chilena se encontraba en un punto de transición entre la imagen de un país subdesarrollado, que valoraba los triunfos morales, y la representación de Chile como una nación que, en algunos años más, se consideraría como exitosa y desarrollada. A diferencia de lo que había ocurrido en 1974, y a pesar de las reservas de Estadio o Mensaje, si en España no se había conseguido un triunfo moral, no fue solamente porque las derrotas fueron inapelables, sino principalmente porque no estaba dentro de lo que la mayoría consideraba que significaba la victoria. Ser un sujeto moralmente correcto, íntegro, seguía siendo importante, pero eso no tenía que ver, necesariamente, con ser o no exitoso. El caso de los pasaportes adulterados refleja que el éxito y la moral se habían estado separando progresivamente. De ahí que Mensaje rogara por una reserva moral que sacara a la nación de un orden social basado en la ley de la selva, en la ley del más fuerte. La transformación económica de Chile, durante estos años, fue acompañada de un discurso triunfalista. Este discurso fue el que finalmente hizo hegemónica, a fines de la década del ochenta, la imagen de Chile como un país ganador, moderno y desarrollado.

619 E. Santa Cruz, Crónica de un encuentro, 147-148.

153 154 4. Un triunfalismo explosivo. Desde el exitismo en la Copa América a la llama del Maracaná (1987-1989).

El 2 de septiembre de 1989, la selección chilena de fútbol era despedida por alrededor de 12 mil personas en el aeropuerto de Santiago. La Roja viajaba a Río de Janeiro con la obligación de ganar a Brasil para conseguir clasificar al Mundial de Italia ‘90 y dejar, por primera vez en la historia, a los tricampeones mundiales fuera de una Copa del Mundo. Era una tarea titánica, por lo que se justificaba que la hinchada nacional, respondiendo al llamado de la prensa, hubiese ido a manifestarle su irrestricta confianza al plantel. Los jugadores, visiblemente emocionados por un espectáculo nunca antes visto en Chile, prometieron conseguir el triunfo que todo el país les exigía620. El peso de esa obligación llevaría a Roberto Rojas a aprovechar la oportunidad que se presentara para montar un engaño, cuando ya se veía que en la cancha no se conseguiría la victoria. Dos años antes, chilenos y brasileños se habían enfrentado en la Copa América de 1987. Sin embargo, en esa oportunidad no existieron esperanzas de lograr la victoria. ¿Cómo explicar que en tan sólo dos años, con planteles casi idénticos, las expectativas de la sociedad chilena hayan cambiado tanto? Aunque una parte importante de la respuesta se encuentra en el triunfo (cuando nadie lo esperaba) de la selección por cuatro a cero a Brasil en 1987, la explicación no se reduce a causas exclusivamente deportivas. La primera parte de este capítulo explora la participación de la selección chilena de fútbol en la Copa América de 1987. La función de este primer apartado es operar como una larga contextualización, tanto futbolística como política, social y cultural, que ayuda a entender los sucesos abordados en el segundo apartado del capítulo: la participación del seleccionado nacional en las eliminatorias para el Mundial de Italia ‘90. En este capítulo cobra especial relevancia, por sobre la prensa regional, el análisis del relato que desarrolla la prensa de oposición, los periódicos La Época y Fortín Mapocho621, para dilucidar si

620 “Todo Chile con el alma en Maracaná”, en La Tercera, Santiago, 3 de Septiembre 1989, 20-22. El Mercurio de Santiago, 3 de septiembre 1989, C10. Véase también “Una despedida estilo “Luis Miguel””, en La Época, Santiago, 3 de septiembre 1989, 24. El Austral, Temuco, 3 de septiembre 1989, 22. 621 Como parte del proceso de recuperación de la democracia, en marzo y abril de 1987 La Época y Fortín Mapocho comenzaron a circular por el país. Mientras que La Época buscaba competir con El Mercurio en los estratos de ingresos altos y medios, Fortín, intentando instalarse en los sectores populares, competía con La

155 existe o no una narración alternativa a la divulgada por la prensa oficialista. A través del análisis del discurso futbolístico de la época, se sostiene que el “Caso Rojas” sólo puede ser entendido en su complejidad si se lo relaciona, de manera contextual, tanto con la culminación del proceso modernizador de mercado implantado por la Dictadura, como con el discurso identitario hegemónico a fines de la década del ochenta. Es desde lo que Jorge Larraín ha denominado como la versión posmoderna empresarial de la identidad chilena (que representa a Chile como un país ganador, moderno y excepcional en el concierto latinoamericano622) que la sociedad de la época construyó sus expectativas en torno a su selección de fútbol tanto en 1987 como en 1989. De esa manera, la caída del Cóndor adquiere un nuevo sentido dentro de este discurso 623 . Existen varios trabajos que han abordado, con distintos grados de profundidad y detalle, el “Caso Rojas”624. Sin embargo, y aunque la mayoría sostiene que el evento sólo se explica en el contexto de menoscabo moral, autoritarismo e intervención del fútbol por parte de la Dictadura Militar chilena, ninguno ha buscado desarrollar un análisis sistemático en torno a cómo el triunfalista discurso identitario de la época, que corre en paralelo a la instalación y consolidación de la refundación neoliberal dictatorial, es el que permite entender el episodio protagonizado por Roberto Rojas. De ahí la novedad del ejercicio que en este capítulo me propongo emprender. Entre 1987 y la llegada de la democracia, nos encontramos con lo que Tomás Moulian llama la definitiva instalación de “la operación transformista” que consolida el Chile actual 625 . A su vez, se produjo la segunda oleada de privatizaciones que termina por sepultar lo que quedaba del Estado Empresario chileno. Asimismo, la Dictadura Militar, amparada en el segundo milagro macroeconómico, difundió la imagen de Chile como “un país ganador”. Este discurso triunfalista puede ser rastreado, a su vez, en el ámbito

Cuarta. Al respecto, Fernando Ossandón y Sandra Rojas, El primer impacto: La Época y Fortín Mapocho, Santiago, Gráfica Nueva, 1989, 9 y 41-43. 622 Larraín, Identidad chilena, 163-171. 623 Stuart Hall sostiene que nada tiene sentido fuera del discurso. Loc. cit. 624 Entre ellos podemos destacar Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 54-215. Matamala, Goles y autogoles, 210-235. González y Quezada, op. cit., 148-155. Diego Damm, El deporte como elemento de la cultura popular moderna: ídolos, casos y programas deportivos de los gobiernos durante el período 1970-91, Santiago, PUC, 2003. 625 Tomás Moulian define la operación transformista como el “largo proceso de preparación, durante el Régimen Militar, de una salida de la dictadura, destinada a permitir la continuidad de sus estructuras básicas bajo vestimentas democráticas. Loc. cit.

156 futbolístico. La prensa chilena, recogiendo las demandas de la sociedad, le exigió a su fútbol que ganara y jugara a ganador. Se puede observar una categórica censura a los “triunfos morales”. En ese ambiente, el fair play era sinónimo de la “otrora ingenuidad” del futbolista criollo, y por el contrario, la “viveza” y vehemencia del nuevo futbolista chileno fue elogiada y promovida. Durante el proceso clasificatorio a Italia ‘90, la prensa, buscando instalar esa “mentalidad ganadora” en el jugador y el hincha, generó el clima de “guerra” que caracterizó los encuentros entre Chile y Brasil. También jugó un rol fundamental en la instalación de la idea de “hacer pesar la condición de local”, consolidando el proceso (iniciado a principios de la década) en el que el sobrio aficionado chileno dio paso al militante y violento hincha de la actualidad. Esta nueva relación que la sociedad chilena comenzó a desarrollar con el fútbol y con su selección nacional, muestra que la Dictadura fue exitosa en instalar su discurso de Chile como un país ganador. Sin embargo, el escándalo del Maracaná revela que este exitismo no se condecía con la realidad deportiva chilena, ya que para lograr lo que nunca antes nadie había logrado -eliminar a Brasil de una Copa del Mundo- se tuvo que recurrir al engaño y la simulación. Sin buscar hacer una valoración moral del episodio, lo ocurrido en el estadio Maracaná refleja que la cultura del libre mercado626, de “el fin justifica los medios”, había permeado al conjunto de la sociedad chilena. Con la explosión de la bengala nació el fútbol chileno actual, y su luz ilumina, hasta el día de hoy, los límites del discurso del Chile moderno y desarrollado.

Rumbo al Maracaná. Tras la recesión de 1982, el Estado intervino los bancos quebrados, llegando a controlar casi el 80% del sistema financiero nacional. Con “recursos de todos los chilenos”, se benefició de manera discriminatoria a los acreedores internacionales y a los grandes grupos económicos nacionales627. La crisis económica fue la causante de una crisis política, que tuvo la importancia de reposicionar la protesta en la vida cotidiana. Esto se expresó con el

626 Cárcamo, loc. cit. 627 Jorge Leiva, “Las etapas de la política económica frente a la crisis: 1981-1984”, en Mensaje Nº 329, Santiago junio 1984, 255. Sergio Bitar, “La nueva forma de inserción de Chile en la economía mundial”, en Mensaje Nº 330, Santiago julio 1984, 320.

157 comienzo de las Jornadas de Protestas Nacionales en mayo de 1983, movimiento que acosó y desbordó hasta alrededor de 1986 al Gobierno Militar, incluso en los estadios de fútbol. Con todo, las movilizaciones no lograron derrumbar al Régimen, y éste logró ajustar sus controles a un contexto histórico más complejo 628 . Al no lograr desestabilizar decisivamente el itinerario institucional de la Dictadura629, se produjo tanto un regreso a “una adaptación individual” del sistema, como un aislamiento de los grupos que postulaban “el derrocamiento de la Dictadura”630. Apenas superó la crisis, el Régimen antiestatista impulsó la reprivatización de la banca 631 . El repunte económico que se experimentó desde 1986, un segundo ciclo “exitoso”, apuntaló el modelo neoliberal y lo convirtió, a pesar de su enorme costo social, en un “ejemplo exitoso para la región”632. De hecho, el discurso oficial se encargó de presentar la terrible recesión del ‘82 como un simple “proceso de maduración a golpes”, el costo de la “inexperiencia de pasar de un país donde el papá Estado lo dirigía todo, a uno donde primó la decisión individual. Pero lo pasado es pasado” 633 . Por medio de una “política económica expansiva”, impulsada por el Ministro de Hacienda Hernán Büchi, se generó una “sensación de bonanza económica”634. De ese modo, sólo cinco años después de la recesión, parecía que nuevamente se estaba en pleno boom económico, y el oficialismo hablaba de “un futuro mejor” para un país que estaba progresando aceleradamente635.

628 Correa, Historia del siglo XX chileno, 328. Moulian, loc. cit. Sobre las protestas políticas en los estadios chilenos véase E. Santa Cruz, Crónica de un encuentro, 59-60. Matamala, Goles y autogoles, 65. Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 24. 629 Algo, que como propone Pablo Moscoso (loc. cit.), sí pudo haber ocurrido. 630 Eugenio Tironi, loc. cit. La oposición se dividió, ya que un grupo importante buscó una estrategia de negociación “con el régimen” para lograr “una transición pactada a la democracia”. Gárate, op. cit., 317-318. De ahí que Boris Yopo considerara, criticando a una oposición sectarista, que la democracia volvería pero “no por nosotros sino por el desgaste de la Dictadura”. “Pensando a Chile”, en Mensaje Nº 348, Santiago mayo 1986, 155. 631 Tironi, op. cit., 86. Gárate, op. cit., 309. En el caso de las ventas del Banco de Chile y Santiago, el Estado entregó un subsidio a los compradores de US$227,6 millones. Jaime Ruiz-Tagle (“La privatización de las empresas del Estado”, en Mensaje Nº 356, Santiago enero-febrero 1987, 7.) se quejaba de que, “por más que el Gobierno haya insistido en que se trata de un proceso de capitalismo popular”, los beneficiados por estas operaciones “no pertenecen al mundo popular”. 632 Gárate, loc. cit. 633 Andrés Benítez, Chile al ataque, Santiago, Zig-Zag, 1991, 52-53. 634 Gárate, loc. cit. 635 “¿A qué país viene el Papa?”, en Mensaje Nº 357, Santiago marzo-abril 1987, 67. Hacia 1987 la balanza comercial del país presentaba un superávit de US$1000 millones, la inflación era de un 18% y el desempleo, tomando en cuenta los programas de emergencia del Gobierno, era inferior al 20%. Sin embargo, como advertía Patricio Meller (“¿Se avecina un nuevo “boom”?”, en Mensaje Nº 356, Santiago enero-febrero 1987,

158 Relacionado con lo anterior, entre 1983 y 1988 se produjo una “ofensiva ideológica” empresarial, que tuvo como consecuencia la consolidación de un discurso identitario basado en la “empresa, el crecimiento macroeconómico y la competitividad”. Junto a él se consolidaron los valores del libre mercado tales como la iniciativa individual, la audacia, el riesgo, la creatividad y el logro como las herramientas y signos inequívocos del éxito. De esa manera, la figura del empresario exitoso se constituyó como la gran “fuerza dinámica” y transformadora de la sociedad y, por tanto, como el sujeto histórico e identitario primordial. Este nuevo sujeto, fogueado en la competencia económica, no “dependería del Estado”, forjándose así “un individuo cosmopolita” que se inserta en el competitivo mundo global636. Como sostienen tanto Bernardo Subercaseaux como Jorge Larraín, se instaló una “concepción cultural” en la que el dinamismo, el interés, el éxito, la ambición, la ganancia y el consumo se transformaron no sólo en conductas deseables y valoradas para el mundo empresarial, sino que también en “los valores centrales de la sociedad chilena” de fines de siglo 637 . De esa forma, Luis Cárcamo, siguiendo a Raymond Williams, plantea que la década del ochenta emergió como la de la “permeación del cuerpo social” en torno a una “cultura de libre mercado”; un proceso que se caracteriza por la masiva “empresarialización y mercadización de la sociedad chilena”.638. Según Joaquín Lavín, exponente ejemplar de este “nacionalismo de la competitividad”, durante esta década ocurrieron profundos cambios en el modo de actuar, vivir y consumir de los chilenos. La “revolución silenciosa” que estaba “cambiando al país” era el resultado tanto de “una política deliberada de integración con el mundo”, a través de las importaciones y exportaciones, como de “un ambiente que favorece la iniciativa individual, la creatividad, la innovación, la audacia y la capacidad empresarial”639. Otro

39), la idea de un nuevo boom era engañosa, ya que el Producto Geográfico Bruto sólo había recuperado el valor de 1981, los salarios reales eran un 14% inferior al que existía en 1981 y el consumo per cápita era un 8% menor que el de 1973. 636 Cárcamo, op. cit., 212-213. 637 Bernardo Subercaseaux, Chile ¿un país moderno?, Santiago, Ediciones B, 1996, 71-75. Larraín, Identidad chilena, 163-171. También Correa, Historia del siglo XX, 334. Corvalán, op. cit, passim. 638 Todo lo anterior se produce en un contexto de explosiva expansión de las exportaciones no tradicionales (fruticultura, agroindustria, celulosa, madera y la pesca). Cárcamo, op. cit., 116-119. 639 Lavín, op. cit., 11-21. Para el sacerdote Sergio Silva (“Una revolución silenciosa que está haciendo mucho ruido”, en Mensaje Nº 369, Santiago junio 1988, 212), el éxito del libro de Lavín en los sectores más ricos de la sociedad chilena, se debía a que el autor interpretaba sus valores: el desarrollo de la mentalidad empresarial, la posesión de bienes suntuarios importados, la “privatización de servicios, el capitalismo popular”, así como también que “el mercado” regule cada vez más zonas de la existencia” humana”. “Una

159 exponente de este discurso fue Andrés Benítez, quien afirmó que los exitosos empresarios chilenos, con mentalidad ganadora y jugando “al ataque”, se encontraban conquistando el “mercado latinoamericano”, lo que “nos ha transformado en una especie de héroes para la región”. Para ambos autores, el éxito económico y empresarial del país demostraba que el proyecto refundacional de la Dictadura era la única fórmula “que aseguraba el éxito”640. En este “nacionalismo del marketing” (como lo ha definido Luis Cárcamo, y que guarda una estrecha relación con el “nacionalismo de mercado” de Eduardo Santa Cruz), la nación es subsumida simbólicamente por el “flujo de una economía abierta, implementándose su reconversión exportadora en calidad de sello de distinción, mercancía, mercado y marca”. En este discurso, “los países vecinos se transforman en competencia”. De ese modo, se simula un ranking “tipo Primer Mundo”, en el que el país, a través de su apertura al comercio exterior y su “horizonte cosmopolita”, se encuentra más cerca de Nueva Zelandia, Australia y Estados Unidos que del resto de América Latina641. En 1976, cuando Chile se retiró del Pacto Andino, ya había quedado demostrado que la Dictadura concebía el desarrollo nacional fuera del ámbito regional642 . Como explica Benítez, no era fácil conseguir la necesaria inversión extranjera formando parte de Latinoamérica. Sin embargo, “el éxito económico y la seriedad de los empresarios locales” estaban permitiendo borrar “este estigma”643. En ese contexto, y mientras la economía chilena recibía elogios del extranjero644, la selección chilena adulta participó, entre junio y julio de 1987, en la Copa América de Argentina. Para alcanzar la segunda ronda del torneo, Chile debía lograr el primer lugar en

revolución silenciosa que está haciendo mucho ruido”, en Mensaje Nº 369, Santiago, junio 1988, 212. El “nacionalismo de la competitividad” es un concepto acuñado por José Joaquín Brunner, citado en Cárcamo, op. cit., 139. 640 Benítez, op. cit., 28 y 97-98. Entre 1987 y 1989 la economía chilena fue la quinta que más creció en el mundo. Otra narración triunfalista y protagonizada por el empresariado en El Gran salto de Chile. La Historia Económica y Empresarial vista por Estrategia, Santiago, Gestión, 1994. 641 Cárcamo, op. cit., 120-139 y 230-231. E. Santa Cruz, “Fútbol y nacionalismo de mercado”, 214. 642 En 1976 los asesores económicos del Régimen argumentaron que la presencia de Chile en el Pacto Andino, con sus elevadas barreras arancelarias, impedía la afluencia del capital necesario para el desarrollo de la economía nacional, y a su vez provocaba el mantenimiento de una industria ineficiente. De ahí que la oposición criticara que “el abandono del Pacto significa un paso atrás en la consecución de una auténtica comunidad” Simón Bello, “Chile y la integración latinoamericana. Reflexiones a propósito del retiro de Chile del Pacto Andino”, en Mensaje Nº 255, Santiago, diciembre 1976, 606. 643 Benítez, op. cit., 39. En efecto, Cárcamo (op. cit., 106.) plantea que la prédica neoliberal reafirmó el “privilegio epistémico” del hemisferio norte y la “asociación del sur con el estatus menor del “enfermo y la anomalía ontológica de la periferia”. 644 “Reconocimiento mundial para la economía chilena”, en La Nación, Santiago, 21 de junio 1987.

160 el grupo que compartía con Brasil y Venezuela. Para el diario de oposición La Época, que recientemente había comenzado a circular, la “Copa América modernizada” tenía todos los ingredientes “para ser considerada un mundial de los países sudamericanos”. Había mucho en juego. El equipo campeón se embolsaría, como mínimo, 270 mil dólares. De ahí que las selecciones sudamericanas se prepararan con sus “mejores elementos”. Mientras Maradona encabezó la selección argentina, que un año antes se había coronado como la mejor del Mundo en México, y Romario hicieron lo mismo por Brasil. Desde Uruguay, que iba a defender el título continental ganado en 1985, afirmaban que no les faltaría “nadie estimado importante”645. Sin embargo, en Chile no hubo demasiada expectación por la suerte del seleccionado nacional. Mientras que en Concepción El Sur estaba más interesado por la campaña de Lozapenco en tercera división, en las páginas deportivas de El Austral el protagonismo lo tenía la lucha de por conseguir el título del campeonato de segunda división646. Tanta era la seguridad en que el seleccionado no pasaría la primera ronda, que la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) programó el inicio del campeonato de fútbol chileno para el 4 de julio, cuando se estaría jugando la segunda ronda del torneo continental. En efecto, Brasil aparecía como amplio favorito para ganar su grupo y eliminar a los nacionales647. En una sociedad como la chilena, en la que se habían instalado de manera sistemática “los valores del libre mercado”, tales como “la competencia y el logro”,648 es comprensible que no se le prestase demasiada atención a una selección que –se estimaba– no tenía ninguna posibilidad de alcanzar la segunda ronda de la Copa. En esa época el éxito no lo encarnaba la selección de fútbol, sino Cecilia Bolocco, la chilena que se convirtió en la mujer “más bella del universo”. En las interpretaciones que la prensa oficialista hizo de su triunfo, fue recurrente el tópico del valor intrínseco de ganar y ser ganador649. Su mentalidad triunfadora se expresó al declarar que “vine para ganar […].

645Por cada partido disputado, sin importar el resultado, cada federación se embolsaría 40.000 dólares. La Época, Santiago, 15 de junio 1987, 18. Fortín Mapocho, Santiago, 12 de junio 1987, 17. 646 Véase, como ejemplo, “El desafío de Deportes Temuco”, en El Austral, Temuco, 3 de junio 1987, 2. 647 La Nación, Santiago, 3 de junio 1987, 20. El Mercurio de Santiago, 3 de junio 1987, C7. “La inquietud de . No consideraron la clasificación de Chile”, en El Mercurio de Santiago, 6 de junio 1987, C14. El Austral, Temuco, 6 de junio 1987, 6. El Austral, Temuco 22 de junio 1987, 23. 648Cárcamo, op. cit., 116-120 y 212-213. El Ministro de Vivienda y Urbanismo de la época, Miguel Ángel Poduje, le había señalado a El Austral (Temuco, 14 de junio de 1987, 24-25) que “si el ser humano no se arriesga, no progresa”. 649Elsey, “As the World Is My Witness”, 196-197.

161 No se puede entrar a un concurso pensando que no se va a triunfar”650. La reina de belleza representaba a una juventud “que viene con fuerza arrolladora”, una “nueva generación con mucha personalidad”. Se consideró que la adicción de los chilenos por los triunfos morales era un defecto sicológico que la joven había superado, por lo que su victoria hacía que Chile apareciera “como ganador entre los demás países del mundo” . Incluso, el diario de oposición Fortín escribió: “Chechi nos sacó de perdedores” 651 . En efecto, se estaba reemplazando a la tradicional “chilenita por una mujer con el desplante y personalidad para enfrentar el desafío de ser la mujer más bella del mundo”652. Como propone Brenda Elsey, el triunfo fue representado por la Dictadura como una prueba de que se estaba haciendo de Chile un país exitoso y próspero. De ahí que Volodia Teitelboim afirmara que a Cecilia el “régimen la tomó por su cuenta y ella se dejó tomar encantada”653. De ese modo, se les exigió a los futbolistas chilenos aprender de la “ya muy famosa reina”, quien había dado una lección “de cómo hay que salir a competir y a ganar al extranjero”. Se consideraba que el fútbol chileno era mediocre, “incapaz de salir al exterior a competir con reales posibilidades de triunfo”654. ¿Qué hacía suponer, a priori, que Chile era incapaz de eliminar a Brasil y pasar la primera ronda? En términos estrictamente futbolísticos los antecedentes de “la Roja de todos” no eran auspiciosos. Aunque en 1985 se había derrotado 2-1 a Brasil en un partido amistoso (en el que Carlos Caszely se despidió de la selección con un hermoso gol655), había que remontarse a 1956 para encontrar el último triunfo en un partido oficial. Además, la última alegría, a nivel internacional, había sido alcanzar la segunda ronda en las Olimpiadas de Los Ángeles 1984. Sin embargo, un año después, en medio de la “frustración, desconcierto y escepticismo”, tras una “mala eliminatoria”, no se había logrado clasificar al Mundial de México 1986 provocando una

650 El Austral, Temuco, 11 de junio 1987, 17. 651 La Gaceta del Sur, Concepción, 7 de junio 1987, 11. El Sur, Concepción, 10 de junio 1987, 3. También 1 de julio 1987, 2. El Mercurio de Santiago, 28 de junio 1987, A10 citado en Elsey, “As the World Is My Witness”, 196-197. Lo de Fortín Citado en Ossandón y Rojas, op. cit., 167. 652 Benítez, op. cit., 56-58. 653Elsey, “As the World Is My Witness”, 196-200. Volodia Teitelboim, En el país prohibido, Santiago, Sudamericana, 1998, 192-196. También Matamala, Goles y autogoles, 126-127. 654 “¡Cuando vale el roce internacional!”, en El Sur, Concepción, 15 de junio 1987, 3. 655 En esa oportunidad, el 12 de octubre de 1985, la despedida del ídolo chileno se convirtió en una “gran fiesta política de la izquierda”. Matamala, Goles y autogoles, 198.

162 gran decepción656. A lo anterior había que sumar el hecho de que, en abril de 1987, la selección adulta ni siquiera pudo clasificar a la segunda ronda del preolímpico, para las Olimpiadas de Seúl en 1988, al caer ante Bolivia en primera ronda657. Y si en la cancha el presente no era auspicioso, en el terreno dirigencial e institucional la realidad era derechamente dramática. En 1983 Rolando Molina, presidente de Universidad de Chile, alcanzó la presidencia de la Asociación Central de Fútbol (ACF). Su gestión en el club universitario había sido desastrosa, pero la Dictadura, que en esa época se encontraba acosada por las protestas, necesitaba “un hombre de su plena confianza” al frente de la Asociación658. Durante su administración, junto al Procurador General de la República Ambrosio Rodríguez659, la deuda de la ACF, que era de $500 millones, se disparó hasta alcanzar los $2.587 millones a fines de 1984. El fútbol estaba quebrado. En ese momento, el dirigente de Palestino y dueño de la financiera Finansur, Miguel Nasur, se hizo cargo de la Asociación y logró repactar la deuda. El desprestigio en que habían sumido a la ACF era tan grande que se hizo necesario reemplazarla por una nueva institución, y de esa forma, el 8 de febrero de 1986 nació la Asociación de Fútbol Profesional (ANFP) 660. Hacia 1987 la opinión unánime era

656 Marín, La roja de todos, 195. Joaquín Vidal, “Jugamos como nunca, perdimos como siempre”: Fútbol, Medios e Identidad Nacional en Chile, 1981-1998, Santiago, Informe para optar al grado de Licenciado en Historia Universidad de Chile, 2012, 116. 657 Felipe Bianchi, “Cuestionario para otra frustración”, en Triunfo Nº 49, Santiago, 4 de mayo 1987, 30-32. 658 Matamala, Goles y autogoles, 107. El Régimen le pidió a Molina “distraer los problemas con una sobredosis de fútbol”. Con el objetivo de hacer de Chile una “gigantesca cancha de fútbol”, se aumentaron a 22 los equipos que competirían en primera división, una medida económica y futbolísticamente perjudicial. Además, fue frecuente que los “llamados a protesta” coincidieran con la televisación de algún partido o cuadrangular amistoso preparado para la ocasión. Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 23. Edgardo Marín Centenario historia total, 272. 659Como Procurador General, Rodríguez defendió la tesis de que la “Matanza de Corpus Christi”, en junio de 1987, donde la CNI ejecutó a 12 militantes del Frente Patriótico, había sido un enfrentamiento. En democracia representó a Humberto Gordon al frente de las numerosas querellas que, como jefe de la CNI, lo responsabilizaban por las constantes violaciones a los Derechos Humanos. Además, representó a los procesados por el “caso degollados” y también a Augusto Pinochet cuando fue detenido en 1998 en Londres. Guarello, Historias secretas II, 51. 660 Aunque la ANFP comienza a funcionar en 1986, su personalidad jurídica sólo la obtiene en octubre de 1987. De todas formas, la ACF siguió funcionando para pagar íntegramente las deudas que había adquirido. El 50% de su correspondía a Universidad de Chile, ya que Molina, para tapar el caos económico que había dejado, favoreció descaradamente a su antiguo club. Al respecto: E. Santa Cruz, Crónica de un encuentro, 57-58. Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 34-46. Matamala, Goles y autogoles, 108-117. González y Quezada, op. cit., 113-126. En efecto, tal como el Estado que se hizo cargo de las deudas de los grandes grupos económicos en 1982, en la deuda histórica es el fútbol profesional chileno en su conjunto el que se hace cargo de la deuda generada fundamentalmente por Colo-Colo y Universidad de Chile. También es significativo que en paralelo a la crisis del fútbol se haya desarrollado el escándalo de El Melocotón. Nos referimos a la compra por parte de Pinochet de un predio en que, por medio de una triangulación con el

163 que el fútbol atravesaba “la peor crisis de su historia” y la revista Triunfo clamaba por un “remedio para el cáncer”. En efecto, los dirigentes, incapaces de desarrollar una “política deportiva de largo alcance”, designaron como entrenador de la selección a un “técnico fusible”: Orlando Aravena661. Con todo, la selección debió sortear aún más obstáculos antes de debutar el 30 de junio ante Venezuela. El seleccionador nacional tuvo a su disposición a la totalidad del plantel sólo cuatro días antes del debut. Mientras la columna vertebral del equipo (formada por los jugadores de Colo-Colo y Cobreloa) se integró el 23 de junio, los repatriados y (con los que el entrenador contaba para desarrollar un fútbol ganador, inspirado en la audacia y picardía “chilena”) sólo se integraron el 26 de junio, debido a la negligencia dirigencial662. De ahí que Aravena exclamara que su trabajo estaba “lleno de agujeros” 663. Para empeorar las cosas, ya en Córdoba, un día antes del debut, el plantel se fue a huelga y amenazó con devolverse a Santiago664. Aravena se quejó de haber tenido “muy poco tiempo para trabajar y cuando falta tan poco se produce esta dificultad con los dirigentes. En Santiago hubo tiempo de sobra para resolverlo”665. Para el periodista Edgardo Marín, el problema del fútbol chileno no era que “esté mal dirigido. Es que no tiene dirección”666. El adiestrador nacional agregó que “Chile debe ser el país donde se desorganiza en forma más perfecta”667. Brasil, por su parte, se había preparado mediante

Estado, el fisco perdió alrededor de $3 millones al valor de 1984. Diego Rodríguez, “Poder político y crisis moral. A propósito de “El Melocotón””, en Mensaje Nº 239, Santiago junio 1984, 224. 661 Para Triunfo, Aravena había demostrado en Palestino ser un técnico capaz. Cuando hablaban de un técnico “fusible” lo que criticaban era la incapacidad de la ANFP para darle las “condiciones básicas para armar un equipo competitivo”. “Aravena Superstar”, en Triunfo Nº 46, Santiago, 13 de abril 1987, 3. También “Remedio para el cáncer”, en Triunfo Nº49, 3. 662 Los jugadores de Colo-Colo y Cobreloa se encontraban disputando la Copa Libertadores. “Orlando Aravena y las penas del infierno”, en triunfo Nº 50, Santiago, 11 de mayo 1987, 22-27. Astengo jugaba en Gremio de Brasil, Contreras en Las Palmas del fútbol español. 663 La Nación, Santiago, 19 de junio 1987, 16. 664Mientras la ANFP ofrecía un premio global por clasificar a segunda ronda más un viático de 20 dólares diarios, los jugadores exigían 40 mil dólares por participar en la primera fase. La Época, Santiago, 29 de junio 1987, 19. Para un análisis detallado de la huelga, focalizado en las diferentes visiones de la prensa en torno al conflicto entre jugadores y dirigentes: Diego Vilches, “Una selección de exportación. Chile en la Copa América de 1987”, Santiago, 2012, inédito. 665Los dirigentes habían dejado para última hora el tema de la negociación económica con los jugadores. De esa manera, esperaban poder presionarlos con la urgencia del debut copero. El Mercurio de Santiago, 30 de junio 1987, C9. 666 Edgardo Marín, “Anafp Tours”, en El Mercurio de Santiago, 29 de junio 1987, 7. 667 Triunfo Nº45, Santiago, 6 de abril 1987, 4-7. La Época, Santiago, 29 de junio 1987, 15. El Austral, Temuco, 1 de julio 1987, 20.

164 una gira por Europa con su plantel completo, por lo que, con más de un mes de anticipación, Fortín tituló que los “Cariocas se preparan para bailar a Chile”.668 Recién seis horas antes del debut se resolvió el impasse. Sin embargo, en Chile la vergüenza por el escandaloso espectáculo que estaba dando la delegación en el extranjero era transversal. Para El Sur los dirigentes habían dado un “penoso espectáculo”, una verdadera “zancadilla” que dejaba “muy mal” al balompié nacional. Aunque en el pasado habían existido problemas, “siempre hubo decoro para resolver dificultades que podrían tener eco en el exterior”669. Esa noche Chile venció a Venezuela. Sin embargo, la victoria por 3-1, a un rival que fue vapuleado 5-0 por Brasil, no convenció a nadie y el periodismo nacional auguró un pronto retorno del equipo. El gran culpable de una actuación tan mediocre, que obligaba a la selección a derrotar a Brasil para clasificar (algo casi imposible a esas alturas), era la desorganización del proceso y la huelga de los jugadores. El único consuelo que dejó el debut, fue que difícilmente se iba a repetir una actuación tan mala670. Si ya en condiciones normales eliminar a Brasil era una empresa titánica, la situación en que se encontraba el seleccionado hacía de tal hazaña un “casi imposible”, como tituló La Época. La confianza brasileña fue tanta que Careca declaró que el partido simplemente iba a ser “un entrenamiento con público”671, a lo que Orlando Aravena, “con su verborrea cargada de ironía”, respondió aleonando a sus jugadores y señalando que “los brasileños se llevarán una sorpresa con nuestro planteamiento”. La idea era jugar con “aplicación e inteligencia”. Había que proteger la retaguardia, cortar los circuitos creativos del rival y “estar muy metidos en el partido, buscando nuestra oportunidad” de contragolpe. O sea, jugar de chico a grande. El adiestrador nacional estaba apelando a lo metódico, a la mecanización, a la mezcla entre el espíritu guerrero y la ciencia moderna; en definitiva, a la

668 Fortín Mapocho, Santiago, 4 de junio 1987, 16. 669El acuerdo fue repartir $8 millones entre el plantel en caso de clasificar a la segunda ronda, lo que demuestra la confianza que se tenía el equipo. El Sur, Concepción, 3 de julio 1987, 3. También 1 de julio 1987, 8. El Austral, Temuco, 1 de julio 1987, 20. La Época, Santiago, 1 de julio 1987, 21. 670 “Doblete de los seleccionados. Ganaron a Venezuela y a Nasur” en Fortín Mapocho, Santiago, 1 de julio 1987, 1-24. “Chile ganó, pero no convenció a nadie”, en La Época, Santiago, 1 de julio 1987, 26. “Seis horas antes del partido se soluciono el problema”, en La Nación, Santiago, 1 de julio 1987, 20. “Chile muy cerca del papelón. En una mediocre actuación derroto a Venezuela”, en El Mercurio de Santiago, 1 de julio 1987, C7. 671 La Época, Santiago, 3 de julio 1987, 20. Qué Pasa Nº 957, Santiago, 10 de agosto 1989, 41.

165 raza chilena672. Sin embargo, en Chile, la locuacidad del Cabezón Aravena fue percibida como nada más que un bluff673. Luego de un “nervioso comienzo” de partido, el equipo chileno, en una de las actuaciones más macizas de su historia, terminó apabullando a su rival por 4-0. El esquema de Aravena había resultado y El Sur afirmó que “el equipo destruyó todos los pronósticos humillando a uno de los grandes del fútbol mundial”. El Austral agregó que “no son muchas las selecciones capaces de vencer tan holgadamente a Brasil”. Al día siguiente la euforia que había estallado en las calles de Chile “de norte a sur”, con festejos hasta la madrugada, fue reproducida en las portadas de los diarios: “Hazaña”, “Brillante triunfo. Chile eliminó a Brasil”, “¡Terminamos jugando al toque!”. Se consignaba que un dominio perfecto del contragolpe le dio a Chile el “ropaje de cuadro dominador”. Así Chile construyó un 4-0 contundente sobre un “equipo que llegó como favorito y se fue humillado”. Triunfo, más fascinado que sorprendido, ponderó que “siempre los conjuntos de Aravena trabajan los partidos con astucia y golpean en el punto exacto”674. El orgullo nacional se potenció con la certeza de haber sumido al Scratch en una verdadera crisis deportiva. La prensa brasileña habló de “un vejamen”, de una “vergüenza nacional que los hinchas jamás olvidarán”. El semanario Jornal dos Sports de Río de Janeiro afirmó que el resultado había confirmado el juicio de Aravena de que “Brasil no es sino un gato manso” 675 . Tras la victoria, lo que pareció no ser más que un bluff del Cabezón, ahora era celebrado como “una guerra psicológica” que había dado frutos. Lo que en 1973 había sido definido como una táctica antideportiva de la Unión Soviética, en 1987, a la luz del resultado, era elogiado. En el país todo era triunfalismo y exitismo, los cuales se alimentaban con el calificativo de “equipo sensación” que la prensa internacional hacía y

672 El Sur, Concepción, 5 de julio 1987, 9. También 3 de julio 1987, 10. El Mercurio de Santiago, 3 de julio 1987, C11. La Nación, Santiago, 3 de julio 1987, 19. En 1987 Carlos Cardoen publicó, con prólogo de Miguel Serrano, una edición facsimilar de Nicolás Palacios, Raza chilena. Libro escrito por un chileno y para los chilenos, Santiago, Eds. Colchagua, 1987. 673 La Nación, Santiago, 2 de julio 1987, 21. 674 El Sur, Concepción, 4 de julio, 1 y 8. El Austral consignaba que en las ciudades de Chile se había producido un carnaval similar al que se desató cuando Cecilia Bolocco triunfo en el Miss Universo, Temuco, 4 de julio 1987, 18 y 28. La Nación, Santiago, 4 de julio 1987, 1 y 19. Triunfo Nº 58, Santiago, 6 de julio 1987, 6-7. 675 La Nación, Santiago, 5 de julio 1987, 1. “Brasileños: Goleada vergüenza nacional”, en El Mercurio de Santiago, 5 y 6 de julio 1987, A1 y A2 y 7. El Sur, Concepción, 5 de julio 1987, 9. El Austral, Temuco, 5 de julio 1987, 31.

166 que la nacional reproducía profusamente676. El Sur aseveró que el fútbol chileno, por fin, había “encontrado las armas para anular y superar el fútbol más técnico de los brasileños”. Si el dubitativo debut contra Venezuela había despertado dudas, éstas se habían despejado, ya que “la escuadra de Aravena aplicó tres principios fundamentales del fútbol moderno: inteligencia, orden y contragolpe”677. Tras la victoria, la selección se convirtió en uno de los favoritos para ganar la Copa América y en el país se volvió recurrente la frase “seremos campeones”678. En los noventa minutos que había durado el partido, como esgrimió la revista Hoy, los chilenos habían pasado frenéticamente del “insulto al elogio”. De la noche a la mañana, literalmente, los jugadores se convirtieron en héroes de la patria679. Un comentario de El Sur, producido en otro contexto, nos permite iluminar la concepción del deporte que existía en Chile en el momento y que explica la bipolar reacción en el país. El diario penquista había criticado la estrecha relación, en el ámbito de los comentaristas deportivos, “entre el sentido de los comentarios y los resultados parciales”, cuando un equipo ganaba “todo era perfecto, y su rival mostraba defectos técnicos”. Pero, comúnmente, bastaba que se diera vuelta el marcador, para que se “recordara” que el que había fallado en todo, ahora poseía “clase” y hasta era el “favorito” 680 . Efectivamente, tal como ahora, lo que fundamentalmente determinaba la calidad de un equipo eran sus resultados, sus victorias. Además, y producto de lo anterior, al contrario de lo que ocurría cuando predominaba una concepción desarrollista del deporte, desde la década del ochenta se comenzó a instalar la idea de que los equipos “pasan por un buen momento” o andan “en racha”681. De ahí que la voluntad y los aspectos emocionales y sicológicos682 tuvieran especial importancia. De tal

676 Para dar un solo ejemplo: “Chile y Colombia los mejores del torneo”, en El Mercurio de Santiago, 7 de julio 1987, C12. 677 El Sur, Concepción, 5 de julio 1987, 9-10. 678 El Austral, Temuco, 4 de julio 1987, 18. 679 El titular de Deporte Total era “¡Futbolistas No! ¡Héroes Sí!” (Nº 317, Santiago, 6 de julio 1987, 1) “del insulto al elogio” Hoy Nº 521, Santiago, 13 al 18 de julio 1987, 45. 680 “Wimbledon”, en El Sur, Concepción 7 de agosto 1987, 3. 681 Cuando se consideraba que el éxito deportivo era el producto de una política sistemática y planificada. E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, op. cit., 9. 682 Luis Álamos, quien había fallecido en 1983, consideraba relevante el aspecto sicológico, en donde cobraban importancia el carácter y el temperamento. Esto era lo que más había desarrollado Uruguay. Sin embargo, también era claro en que para conseguir un desarrollo integral, su objetivo, no se podían descuidar los aspectos técnicos, físicos y tácticos. Op. cit., 23-38.

167 modo que era natural que, tras vencer a Brasil, se pensase que había un “equipazo” y que se podía ser campeón de América. El sentimiento popular era que “¡la selección se pasó!”. La esposa de Roberto Rojas, llena de orgullo, exclamó que por fin se iban a dar “cuenta que Chile está creciendo”. Para el popular cantante Zalo Reyes, aquél era el año de los chilenos, “primero la Bolocco y ahora ganarle a Brasil”. El conductor de televisión Julio Videla creía que la victoria iba a ser un ejemplo para que los niños crecieran con una mentalidad ganadora683. El Cóndor, una “barrera impasable” en el arco684, subrayó “que el futbolista chileno está creyendo mucho más en su personalidad y en lo que sabe hacer”685. Para llegar a la Final de la Copa había que vencer a la Colombia del pibe Valderrama y René Higuita. El país se sintió plenamente interpretado cuando el Cóndor manifestó que “este grupo tiene hambre de gloria, quiere conquistar algo trascendente” y agregaba que era “necesario ganar para no repetir añejas excusas”. Un mentalizado León Astengo manifestó que “la intención siempre que se participa en un campeonato es llegar a la final”686. El partido con Colombia fue dramático. En el tiempo suplementario (ya que se había empatado en los noventa minutos) los cafeteros, por medio de un penal, se pusieron en ventaja. Parecía que el sueño se desvanecía. Sin embargo, en ese momento de adversidad, surgió la resistencia, como “rasgo definitorio de la nacionalidad o de la raza” chilena687. En menos de dos minutos Fernando Astengo y el Pillo Vera dieron vuelta el partido. Chile tomaba con “una mano la Copa América” y escribía “un nuevo capítulo de gloría para el fútbol nacional”. Las claves de la victoria fueron la “garra y el temple”. En base a sacrificio la selección se convirtió en un “brillante finalista de América”. Una victoria espectacular, por la manera en que se había conseguido, terminó por convencer hasta al más escéptico

683 “¿Qué sintió cuando gano Chile?” en Triunfo Nº 317, Santiago, 7 de julio 1987. 684 “Para la historia: Chile goleó a Brasil”, en El Austral, Temuco, 4 de julio 1987, 18. 685 El Austral, Temuco, 4 de julio 1987, 28. Véase también La Época, Santiago, 4 de julio 1987, 21-22 El Mercurio de Santiago, 4 de julio 1987, A1 y A16. También 5 de julio C9. El Sur, Concepción, 5 de julio 1987, 10. 686 El Sur, Concepción, 8 de julio 1987, 12. “Selección tiene hambre de gloria”, en Fortín Mapocho, Santiago, 8 de julio 1987. 687Aunque la cita no corresponde al partido, sino que a una de las imágenes más recurrentes usadas para describir la fortaleza chilena frente a la devastación del terremoto de Valdivia en 1960 (Silva y Riquelme, op. cit, 77-78.), refleja de manera notablemente fiel la forma en que fue entendido el dramático triunfo frente a Colombia. La diferencia entre lo que ocurre en 1960 y en 1987, es que en el primer caso este tópico hablaba de un país pobre y aislado, mientras que en el último, el discurso dictatorial lo empleaba para explicar que Chile, desde el subdesarrollo, se estaba convirtiendo en un país pujante y desarrollado.

168 detractor de la selección, así como también consolidó la leyenda del Cóndor como el mejor arquero de América. En definitiva, Chile había vencido “con el corazón y la cabeza”688. El triunfo sobre Colombia pareció marcar el fin de los triunfos morales y el inicio de una época de éxitos689. En el país el único perjudicado fue el Capitán General, ya que en un verdadero golazo a la censura, las dos conquistas chilenas fueron celebradas al lado de un lienzo gigante en el que se leía “Pinochet asesino. Democracia para Chile” 690. Si bien la prensa argentina caracterizó el partido como “un paupérrimo espectáculo”, también afirmó que Chile se “jugó la vida en cada cruce” y que ganó tanto por tener un juego “práctico” como por su personalidad. Según Clarín, “bastó que Astengo empuñara la lanza y empujara a sus compañeros para que la posibilidad de resurrección tomase forma”691. En el país no había reparos en aceptar que Colombia había practicado un mejor y más bello fútbol, ya que lo que enorgullecía era que los nacionales hubiesen derrochado “guapeza y garra”; de ahí que para Pinochet se hubiesen representado “los auténticos valores nacionales”692. Aravena confesó que si bien “no se vislumbró tecnicismo”, sí se tuvo “eficacia”. Efectivamente, para la prensa, fueron la “personalidad y el espíritu de lucha” los elementos que permitieron suplir la falta de claridad futbolística. El Austral se mostraba convencido de que Chile podía ganar la Copa gracias al “temperamento guerrero y el indesmentible deseo de darle al país un título grande”. El entrenador expresó su confianza al declarar que “el que quiere ser campeón tiene que estar dispuesto a jugar con todos. Con esa mentalidad hemos trabajado y los resultados lo están demostrando”693. La campaña de la selección parecía confirmar que la clave de la victoria se encontraba en poseer mentalidad ganadora, en el voluntarismo. La final de la Copa enfrentó a Chile y Uruguay. Los orientales, al ser los campeones defensores, recién entraron a la competencia en semifinales, en donde vencieron a Argentina. Si bien la garra charrúa era legendaria y las estadísticas (12 veces campeones

688 “Chile ganó con todo el corazón” y “Chile: triunfo de la voluntad y el temple”, en El Austral, Temuco, 10 de julio 1987, 22 y 25. También El Mercurio de Santiago, 9 de julio 1987, C11. El Sur, Concepción, 10 de julio 1987, 9. 689 Véase al respecto “Se acabaron los triunfos morales”, en La Nación, Santiago, 9 de julio 1987, 20. 690 “Elogian a la selección en el extranjero” en Fortín Mapocho, Santiago, 10 de julio 1987, 13. 691 El Sur, Concepción, 10 de julio 1987, 9 También 12 de julio, 1987, 9. 692 El Mercurio de Santiago, 10 de julio 1987, C11. La Nación, Santiago 10 de julio 1987, 23. La Época, Santiago, 10 de julio 1987, 21. 693 “Este Chile tiene fútbol y guapeza”, en El Sur, Concepción, 9 de julio 1987, 8. El Austral, Temuco, 10 de julio 1987, 22 y 25.

169 de América) los favorecían largamente, los chilenos no les tenían miedo. El Cabezón ya había avisado que en sus equipos no había “espacio para cobardes”, por lo que se confiaba en que, con personalidad, se iba a poner fin a los segundos lugares y los triunfos morales. Lo anterior lo ratificaron los jugadores, que estaban convencidos de poder romper la dolorosa tradición de perder las finales. Clarín de Argentina reconocía en el plantel “un estado de ánimo, principalmente, ganador, combativo e indestructible”694. El cuadro de Aravena se caracterizó por poseer una personalidad parecida a la que tradicionalmente ha identificado a los uruguayos: un equipo con garra, “pachorra”, personalidad. Astengo, por ejemplo, advirtió que los charrúas se iban a encontrar con un rival “que no le tiene asco al juego fuerte”. De hecho, en el país muchos pensaban que Aravena iba a mandar a “ablandar” a patadas al cuadro uruguayo. El problema era que con esos mismos ingredientes Uruguay había construido su mito identitario y futbolístico a lo largo del siglo695. En efecto, como a la selección se le habían dado mejor los equipos más técnicos que fuertes, es que los dirigentes nacionales preferían a Argentina en la final696. Sin embargo, eso no provocó una merma en la confianza del país. Tanto era así que el mismo domingo de la final, Jorge Contreras apareció en la sección “ganadores” de El Mercurio. Se destacaba que en España ganaba 6.000 dólares mensuales, y que su vida se repartía entre “gastar, comprar, ir al cine, a bailar y comer”. Ese estilo de vida, sofisticado y cosmopolita, el de los autos de lujo y ropa de marcas internacionales, propio de un ganador, era el que la Dictadura estaba intentando instalar en la sociedad chilena. De esa forma, el poder, la riqueza y el logro individual eran los signos inequívocos del éxito697. A juicio de Fortín esos mismos valores, masificados hacia sectores medios y pobres, eran los que habían convertido a Chile en un país de arribistas. El boom de las importaciones había

694El Sur, Concepción, 11 de julio 1987, 8. También 12 de julio 1987, 9 El Austral, Temuco, 11 de julio 1987, 18. Lo cierto es que la idea de que Chile fuese un país de segundos lugares no era tan cierta, ya que la selección solamente dos veces había conseguido el subcampeonato de América, el último en 1979. Además, eran sólo tres las finales perdidas por equipos chilenos en la Copa Libertadores de América. Colo-Colo en 1973 y Cobreloa en 1981 y 1982. Contra Uruguay se habían jugado 55 partidos: 33 triunfos uruguayos, 12 chilenos y 10 empates. El Sur, Concepción, 12 de julio 1987, 9. 695Acá se entiende “mito” como una fuerza cultural viva y permanente que tiene un efecto en la realidad. Véase Bronislaw Malinowski, Estudios de Psicología Primitiva, Barcelona, Paidos, 1982, 26. Claude Lèvi- Strauss, op. cit, passim. 696 La Época, Santiago, 12 de julio 1987, 21. Fortín Mapocho, Santiago, 12 de julio 1987, 1-9. La Nación, Santiago, 12 de julio 1987, 22-23. El Sur, Concepción, 10 de julio 1987, 9. El Austral, Temuco, 12 de julio 1987, 13. El Sur, Concepción, 11 de julio 1987, 8. Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 57. 697 El Mercurio de Santiago, 12 de julio 1987, D9. Benítez, op. cit., 70.

170 provocado una fiebre por adquirir y lucir símbolos de prestigio que no se correspondían a los ingresos de gran parte de la población. En efecto, como sostiene Moulian, la cultura cotidiana del Chile de fines de siglo, a diferencia de la del desarrollismo que se estructuraba en torno a las identidades de clase y la política, “está penetrada por la simbólica del consumo”. Fortín concluía señalando que al chileno de la época nada le “mortifica más que ser lo que son, es decir, latinoamericanos”698. En un ambiente cargado de triunfalismo699, el 12 de julio la selección salió a la cancha con el objetivo de ratificar, futbolísticamente, que Chile era el mejor país de Sudamérica, y que por tanto, “estaba dejando atrás el patio trasero del mundo”700. Sin embargo, en medio de un festival de patadas, que terminó con ambos equipos con nueve jugadores, Uruguay fue el campeón de América. Luego de la apertura de la cuenta, tras un error de Roberto Rojas aprovechado por Bengoechea, los nacionales se quedaron sin respuesta física frente a un rival que había jugado sólo la semifinal. Chile cayó, como reconoció La Época, porque “para dar el último, crucial y definitivo paso, no sólo las ganas bastan”. Mientras los nacionales fueron incapaces de doblegar la férrea retaguardia rival, los orientales demostraron “una desarrollada concepción del fútbol moderno” (con solidez defensiva y salidas veloces)701. Como tuvo que admitir El Sur, si la final “fue un mediocre espectáculo futbolístico” se debió sobre todo al “juego brusco de la defensa chilena”702. En efecto, como había criticado con anterioridad Edgardo Marín, se volvió común considerar como un signo de progreso “que nuestros jugadores devuelvan golpe por golpe”. De esa manera, se había pasado peligrosamente desde un “respeto temeroso” al otro extremo, en el que se exigía que el “jugador golpeara como demostración de su hombría y dignidad”. Sin

698 “Escalera con los chilenos. Arribismo”, en Fortín Mapocho, Santiago, 13 de julio 1987, 4. Moulian, op. cit., 100. E. Santa Cruz, “Fútbol y nacionalismo de mercado”, 213. Subercaseaux, op. cit, 86-87. Casals (op. cit., 52.) plantea que durante las “décadas centrales del siglo XX chileno”, la política “fue el principal elemento articulador de la sociedad y sus clases constituyentes, condicionando en gran parte las formaciones culturales y los conflictos sociales entonces suscitados”. 699 Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 57. 700 En efecto, basados en el éxito económico, desde la década del ochenta “los chilenos comenzaron a mirar con desdén al resto de Sudamérica”. Matamala, Goles y autogoles, 215-220. También E. Santa Cruz, “Fútbol y nacionalismo de mercado”, 214. 701 “Holandés dijo que la final parecía una guerra. No le gustó Chile”, en La Época, Santiago, 13 de julio 1987, 15-18. Una opinión similar en “Pareció que nos querían mutilar” y “Chile uno de los más violentos del mundo”, en Fortín Mapocho, Santiago, 14 de julio 1987, 18. En “Denme un minutito”, Fortín aseguraba que la causa de la derrota fue un “equipo que fue a golpear y ahí olvidó jugar al fútbol”. Santiago, 15 de julio 1987, 13. 702 El Sur, Concepción, 13 de julio 1987, 7.

171 embargo, “un cuadro seguro de sí mismo” no necesitaba “hacer concesiones demagógicas” 703. Desafortunadamente, el certero juicio de Marín era una excepción frente a la práctica futbolística imperante en el país. Para La Nación la caída fue un balde de agua fría. Se hablaba de la “decepción minuto a minuto” y de un “almuerzo que terminó en silencio”704. Efectivamente, basados en el “sello personal” de Orlando Aravena y “el espíritu de lucha de sus jugadores”, millones de chilenos se habían forjado prematuramente la ilusión de por fin “entrar en la historia”. Sin embargo, “una vez más, a la hora de la verdad, cuando se tiene que ganar, el fútbol chileno no fue capaz de conseguirlo”. Parecía ser “el sino de nuestro fútbol. Cuando más se espera un triunfo nos responde con una derrota”. La conclusión era que “para ganar finales hay que tener algo más que lo que expuso nuestra selección”. El esquema defensivo, que había sido alabado tras vencer a Brasil y Colombia, había terminado, según El Austral, por “convertirse en una tumba”. De tal forma que Chile seguía siendo “el eterno ceniciento copero”. Una vez más, en la instancia decisiva, los “chilenos fueron superados”; sin embargo, esta vez había sido diferente, ya que “nadie puede olvidar que no se esperaba nada”705. El Mercurio podía hablar del “peso de la tradición”, pero destacaba la triunfal llegada de la selección al país706. Aunque los jugadores no se resignaban a ser segundos, rápidamente se preocuparon de enfatizar que la campaña había sido buena. De hecho, los chilenos que asistieron a la final despidieron a su equipo, que luchó con vergüenza y esfuerzo, con banderas al viento 707. De todas formas, no faltaron quienes se quejaron de que la prensa declarara “que Chile cumplió con creces”. Un molesto lector de El Mercurio arguyó que no era posible conformarse “con el vicecampeonato. Con esta mentalidad segundona nunca llegaremos a la cumbre”. Exigía “autocrítica, para que de una vez tengamos la ansiada mentalidad ganadora”708. Carlos Caszely manifestó que “uno no se puede conformar con segundos lugares”709. En Temuco, un fanático abatido reflexionaba que los chilenos padecían un

703 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 15 de junio 1987, 6. 704 La Nación, Santiago, 13 de julio 1987, 19. 705 “Simplemente no se pudo”, en Ercilla Nº 2711, Santiago, 15 al 14 de julio 1987, 47-48. 706 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 13 de julio 1987, 1. 707 El Austral, Temuco, 13 de julio 1987, 1 y 24. El Sur, Concepción, 13 de julio 1987, 7. La Nación, Santiago, 13 de julio 1987, 19-22. Fortín Mapocho, Santiago, 13 de julio 1987, 1 y 8-9. 708 El Mercurio de Santiago, 20 de julio 1987, A2. 709 El Sur, Concepción, 13 de julio 1987, 7.

172 “mal sicológico, que no nos permite ganar. Es peor que el cáncer”. Otro hincha aseguró que “siempre nos va a suceder lo mismo, porque a los jugadores les falta confianza” 710. Con todo, lo cierto es que la selección había dejado “muy en alto el prestigio de sus futbolistas que mostraron habilidad, una fuerte defensa y un gran arquero”. Asimismo, sus delanteros demostraron que “en el fútbol moderno lo importante es llegar al arco contrario de la forma más simple posible” 711. Además, era indesmentible que nadie había creído en ellos y que se habían sorteado todos los obstáculos puestos por los dirigentes chilenos. De esa manera, la desorganización, como argumento de “autopunitividad” 712 , terminó por convertir el segundo lugar en un triunfo. Aunque con posterioridad el plantel asumió que les faltó frialdad para manejar la presión, había que admitir, como lo hizo la revista de oposición Análisis, que demostraron una “nueva mentalidad”713. Por el cambio de personalidad exhibido había optimismo hacia el futuro, más precisamente, de cara a las eliminatorias mundialistas para Italia ‘90, que se disputarían entre agosto y septiembre de 1989. Nuevamente se enfrentaría a Venezuela y Brasil, y sólo servía salir primeros. Era una tarea difícil, pero Miguel Nasur, “con el rostro lleno de risa”, confirmó que esta era la base para prepararse con miras “al Mundial del 90” 714 . En 1988 Orlando Aravena se reunió con el Cóndor Rojas. Le dijo que “a los brasileños les vamos a ganar igual que en Córdoba”. El Cabezón razonaba que con mentalidad ganadora, “guapeando, hablando fuerte, de ‘choros’, les íbamos a ganar a los negros”. En efecto, “allí se afincó” la pretensión de dejar por primera vez fuera de un mundial a Brasil. Esa ilusión, que según La Tercera nació en el día más glorioso del fútbol chileno, dos años después se transformaría en la mayor vergüenza deportiva en nuestra historia.715

710 El Austral, Temuco, 13 de julio 1987, 14. 711 El Sur, Concepción, 13 de julio 1987, 7. También 10 de julio 1987, 9 712 Maximiliano Korstanje define la autopunitividad como un mecanismo discursivo en donde la auto- degradación tiene como objetivo ulterior “la exacerbación del ego nacional”. A través de discursos justificatorios una derrota, o un segundo lugar, no son necesariamente un fracaso, ya que la valoración social de un encuentro deportivo no se encuentra sujeta exclusivamente al resultado de ganar o perder, sino que más bien está determinada por contextos históricos, ideológicos y sociales. Loc. cit. 713 Análisis Nº 184, Santiago, 20 de julio 1987, 46-47. Una idea similar en Edgardo Marín, “La larga espera” en El Mercurio de Santiago, 13 de julio 1987,7. Sobre el recuerdo de los jugadores chilenos véase: http://www.youtube.com/watch?v=jPjEl0Dwt2g , 27-04-2012. 714 El Austral, Temuco, 13 de julio 1987, 40. La Gaceta de El Sur, Concepción, 26 de noviembre 1989, 5-7. 715 Roberto Rojas, “¡Soy culpable!”, en La Tercera, Santiago, 26 de mayo 1990, 20-21.

173 Orlando Aravena fue elegido el mejor entrenador del certamen, y Roberto Rojas se consagró como el mejor arquero de Sudamérica, ya que su seguridad había prevalecido sobre el “estrafalario” estilo de Higuita. Su extraordinario desempeño despertó el interés desde Italia y Francia, para finalmente ser vendido por US$ 300 mil al Sao Paulo de Brasil, en donde el Cóndor se proponía “triunfar”716 . Tras la maciza presentación en la Copa América, se pronosticó una “masiva fuga de futbolistas chilenos al extranjero”. , autor de dos goles ante Brasil, y el Pillo Vera (quienes se fueron a Francia y Grecia, respectivamente), también iniciaron su vuelo hacia la riqueza y “la fama mundial”. Triunfo se enorgullecía de que estuviese creciendo “nuestro imperio deportivo. Donde ya no se pone el sol” 717 . Aunque Fortín se quejó de que con el boom exportador no nos iba “quedando nada”, y que el vino “que venden en la casa es caro y enferma la guatita”718, se alegraba de contar con una “selección for export, o, por sus dimensiones, una exportación no tradicional”, que le iba a dar jerarquía y “roce internacional” al balompié nacional719. Las ventajas comparativas que ofrecía el producto nacional eran su capacidad de trabajo, su táctica, buena capacidad de adaptación y sobre todo, un precio más competitivo en relación a los brasileños, argentinos y uruguayos.720 Efectivamente, es en esta década cuando se consolida el rubro exportador “hacia los mercados europeo y mexicano” del fútbol chileno 721 . Aunque a nivel del discurso periodístico el fin del modelo desarrollista se produjo en octubre de 1982 con la desaparición de la revista Estadio, en términos estructurales se confirmó a fines de 1989, cuando la ANFP elevó de dos a cuatro la cuota de jugadores extranjeros que podían militar en un equipo profesional local. La medida, que en la práctica implicó la total liberalización del mercado futbolístico, provocó un rechazo transversal tanto en la prensa como en los jugadores y entrenadores chilenos. Según Caupolicán Peña, presidente del Colegio de

716 Fortín Mapocho, Santiago, 13 de julio 1987, 9. El Sur, Temuco, 12 de julio 1987, 7. El Austral, Temuco, 18 de julio 1987, 27. Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 56. Cabe destacar que Higuita, por su salida a destiempo, tuvo absoluta responsabilidad en el empate chileno. Además, en la última jugada del tiempo reglamentario quiso eludir a Letelier dejando su arco desguarecido sin necesidad. 717 “Para el fútbol chileno no se pone el sol” en Triunfo Nº 61, Santiago, 27 de julio 1987, 26-27. 718 “La chilenidad perdida”, en Fortín Mapocho, Santiago, 16 de junio 1987, 21. 719 “Selección for export”, en Fortín Mapocho, Santiago, 26 de julio 1987, 12. También 14 de julio 1987, 8. La Época, Santiago, 20 de julio 1987, 15. 720 El Sur, Concepción, 2 de agosto 1987, 11. 721 Matamala, Goles y autogoles, 106. De esta forma, y en algún sentido, los futbolistas pasaron a ser exportaciones no tradicionales.

174 Entrenadores, “nos podemos llenar de jugadores taiwaneses, es decir, con extranjeros de mala calidad. Importados sólo por su bajo costo”. Como los clubes iban a tener menos incentivos para invertir en la formación de nuevos valores para el balompié nacional, se temía que en el largo plazo se produjera un descenso en el rendimiento internacional del fútbol chileno 722 . Todo lo anterior, no era más que el paralelo futbolístico del desmantelamiento definitivo del Estado Empresario que implementó la Dictadura con la segunda oleada de privatizaciones. Este proceso privatizador, de la segunda mitad de la década del ochenta, tuvo una “envergadura muy superior” a la implementada a fines de los setenta, ya que afectó a las denominadas “empresas estratégicas” del Estado, que correspondían a áreas claves de la economía nacional723. Como los privados carecían del poder de compra necesario para controlar el “núcleo central de las empresas de la CORFO”, la venta fue financiada a través de los fondos de pensiones de los trabajadores chilenos, controlados por el nuevo sistema de las AFP. El Régimen, minimizando “el beneficio que recibirían los verdaderos controladores de las acciones”, explicó que a través de esta fórmula iban a ser los trabajadores “los dueños indirectos de las empresas”. Siguiendo el ejemplo de Margaret Thatcher en Inglaterra, Chile se convertiría en “un país de propietarios” 724. Sin embargo, como denunció Mensaje, los únicos “beneficiados” fueron “un puñado de grandes inversionistas nacionales y extranjeros”, ya que la privatización de empresas “que estaban funcionando bien y proporcionaban importantes excedentes”, implicaría un pérdida para el patrimonio estatal de alrededor de “¡1000 millones de dólares!”. De ese modo, el “futuro

722La anterior cuota de importación se encontraba vigente, al menos, desde inicios de la década del setenta. Sin embargo, durante la década del ochenta existían una serie de resquicios que permitían que jugadores extranjeros fuesen contabilizados como chilenos. De esa forma, en el Colo-Colo de 1989 militaban cuatro extranjeros, entre ellos Daniel Morón, Marcelo Barticcioto y Ricardo Dabrowsky. Sobre la discusión en torno a la medida de la ANFP en 1989 La Época, Santiago, 11 de agosto 1989, 33. “El fútbol made in Taiwán”, en Análisis Nº 292, Santiago, 14 al 20 de agosto 1989, 45-46. También Nº 298, Santiago, 25 al 4 de octubre 1989, 33. Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago,14 de agosto 1989, 9. Qué Pasa Nº 962, Santiago, 14 de septiembre 1989, 7-11. 723 Las áreas estratégicas de la economía eran las telecomunicaciones, el transporte aéreo, la distribución de agua potable y la producción siderúrgica y de energía eléctrica. De ese modo, entre las empresas privatizadas destacan ENTEL, CTC, LAN-Chile, ENDESA, Chilectra, CAP y SOQUIMICH. Gárate, loc. cit. 724 Alrededor de un 25% de la propiedad de las empresas públicas fue adquirido con recursos provenientes de las AFP. El capitalismo popular “consistió en la venta preferencial de acciones, a su valor libro, a pequeños inversionistas”. No obstante, la falta de claridad y difusión del mecanismo generó que los cercanos al régimen, junto a los altos ejecutivos de las empresas públicas, utilizando información preferencial adquirieran “paquetes accionarios mayoritarios”, con los que lograron tomar el control de las empresas privatizadas. Gárate, op. cit., 257-261 y 309-311. Tironi, loc. cit.

175 gobierno democrático se encontrará con un Estado empequeñecido, incapaz” de ser el motor “del desarrollo e integración nacional, como fue desde Pedro Aguirre Cerda”725. El traspaso de la propiedad de importantes medios de producción hacia los privados, permitió la consolidación estructural del modelo económico. Como insiste Manuel Gárate, el objetivo político detrás del “desmantelamiento del Estado Empresario” fue “disminuir la influencia de cualquier futuro gobierno sobre la marcha de la economía” 726 . Pinochet explicó que era “la confianza en las capacidades” de las personas, “como motor de todo progreso”, lo que “nos llevó a impulsar” las privatizaciones727. Misma opinión era la de Andrés Benítez, para quién el signo de la época era “el triunfo del individuo”. Para él, la transformación del país había permitido que fuese el individuo, no el “totalitario Estado benefactor”, en donde “el paga moya es pan de cada día”, el responsable tanto de haber dejado “atrás el subdesarrollo crónico”, como “de hacer grande a Chile” y confirmarlo como “un país moderno y ganador”728. 1987 fue un buen año para la Dictadura. La crisis económica y política había sido superada definitivamente. Una chilena había sido coronada como la más hermosa del universo, la selección era la subcampeona de América y la organización del Mundial juvenil sub-20 en el país, en el que la juvenil logró un meritorio cuarto lugar, fue elogiada por la FIFA. Incluso, Pinochet logró sacarse una foto con el Papa en la Moneda, lo que significó “un aval internacional para el dictador chileno”. Además, con el objetivo de presentarse como un gobierno constitucional ante el mundo, el Régimen aceleró el itinerario para el regreso a la democracia al promulgar el Nuevo Estatuto de Partidos Políticos y reabrir los registros electorales, por lo que, contando con un amplio apoyo empresarial, las autoridades gubernamentales estaban confiadas en vencer fácilmente en el Plebiscito de 1988. En la consulta, la ciudadanía se iba a pronunciar, con un “Sí” o un

725 Se cálculo que por la privatización se recaudarían 6000 millones, mientras que los excedentes anuales de la CORFO alcanzaban 15 millones. En sólo cuatro años los compradores habrían recuperado su inversión, por lo que Ruiz-Tagle (“La privatización”, 7) se preguntaba “¿Qué capitalista privado estaría dispuesto a vender en esas condiciones?”. 726 Gárate, op. cit., 314. 727 La Época, Santiago, 12 de septiembre 1989, 12. Véase también El Mercurio de Santiago, 8 de diciembre 1989, C4. Augusto Pinochet, Discurso de S. E. el Presidente de la República Capitán General don Augusto Pinochet Ugarte al dar cuenta del estado administrativo y político de la nación, Santiago, 11 de septiembre 1988, VI-VII. 728 Benítez, op. cit., 121-124.

176 “No”, en torno a la continuidad por ocho años más de Pinochet como el jefe de Estado. Si el “Sí” vencía, se iba a convertir en un presidente con credenciales democráticas729. En su Mensaje anual de 1988, en donde explícitamente hizo un llamado a votar por su continuidad, para “no volver al pasado por ningún motivo”, Pinochet destacó que se habían creado las “condiciones socioeconómicas” que permitían “enfrentar el próximo siglo” como “un país desarrollado, capaz de superar la pobreza que heredáramos de décadas de estatismo y políticas socialistas”. A través de una economía abierta al exterior, que permitió tanto la conquista de los “mercados internacionales” como la adquisición de una posición de “liderazgo en Latinoamérica”, se colocó “¡el motor para poner a Chile en marcha por el camino del desarrollo!”. En definitiva, se había “transformado un país en ruinas en una nueva nación pujante y vigorosa. Chile es hoy día un país distinto, un país moderno”, capaz de enfrentar “con profundo optimismo y fe un futuro promisorio que nos llevará lejos”730. Lo anterior era refrendado por Álvaro Vial, director del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), quién planteó que el crecimiento económico del país a un promedio del 5% anual desde 1984, “nos tiene a punto de ingresar al concierto de las naciones desarrolladas”. Si bien todavía existían cinco millones de pobres, según Vial “lo importante es que el país está creciendo, y ese es el único camino para eliminar la pobreza”731. La campaña del “Sí”, además de remarcar la idea de Chile como un “país ganador, de campeones, que había dejado atrás al resto de América Latina”, describía al “No” como un retorno al caos de la Unidad Popular. Por eso es que la oposición buscó demostrar que “el verdadero dilema es Sí o No a Pinochet”, y no una pugna entre los que estaban “por o en contra” de un modelo económico que parecía ser exitoso. Aunque Pinochet alegara que no se podía confiar en quienes no habían demostrado “fidelidad a los valores” de la “iniciativa privada y la apertura al exterior” , la Concertación de Partidos por la Democracia se comprometió a mantener “los logros económicos de este régimen”732. De hecho, al llamar a la población a participar en el Plebiscito, legitimó el sistema económico e institucional

729 Bianchini, op. cit., 197-199. Gárate, loc. cit. 730Pinochet, Discurso de S. E. el Presidente, I-XVIII. 731 Renato Hevia, “Álvaro Vial: “Somos más ricos que antes””, en Mensaje Nº 369, Santiago, junio 1988, 212. A nivel ideológico, “el efecto más perdurable del nuevo modelo fue” un cambio de paradigma, en el que el desarrollo era conceptualizado “básicamente como un crecimiento” económico. Correa, Historia del siglo XX, 294. 732 Jaime Ruiz-Tagle, “Plebiscito en octubre: ¿El renacer de Chile”, en Mensaje Nº 371, Santiago, agosto 1988, 371. Pinochet, Discurso de S. E. el Presidente, XIX.

177 imperante. De esa manera, y acertando a las demandas de la población, la idea de “Chile, la alegría ya viene” apuntó tanto al “reencuentro y la unidad nacional”, como a los deseos “de los chilenos” de acceder a “los beneficios de la modernización económica, y no a la reversión de este proceso”733. Esa era la democracia que se vendió por medio de la franja televisiva, política-publicitaria, del “No”. Como sostiene Moulian, la Concertación, para constituirse como una alternativa de gobierno, aceptó las condiciones impuestas por la Dictadura de una absoluta “restricción de la historicidad”, en la que los cambios minimalistas se sitúan en el “marco del capitalismo globalizado/postfordista/democrático- tecnificado”734. Finalmente, el 5 de octubre de 1988, el “No” venció en el Plebiscito con un 55,99% de los votos, y Pinochet se vio obligado a reconocer su derrota. La transición a la democracia fue el resultado de la incongruencia, producida por el mismo “éxito de la revolución pinochetista”, entre las “tendencias liberalizadoras” en el plano económico y “la persistencia de un régimen político autoritario”735. En otras palabras, lo que hizo necesaria la transición fue el agotamiento de la superestructura política del proyecto del gran empresariado 736 . De ahí que Mensaje afirmara que “la economía también quiere democracia” 737 . Hasta el cambio de gobierno en marzo de 1990, “las asociaciones empresariales” encabezaron las negociaciones con la Concertación, la que se impuso en las elecciones presidenciales de diciembre de 1989738. El programa del futuro gobierno de Patricio Aylwin, al plantear que no pretendía “volver a una economía dirigida”739, buscó ganarse la confianza de los empresarios para “sostener, en democracia, el crecimiento de la economía”. En efecto, más que transformaciones estructurales, prometieron “ampliar las oportunidades socioeconómicas de las personas”. De esa forma, el Plebiscito significó “un

733 Tironi, op. cit., 92-109. Correa, Historia del siglo XX, 334-335. Véase también Luis Thielemann, “Chile como campo de disputa. Discursos e imaginarios de nación en el debate electoral del plebiscito de 1988”, en Gabriel Cid y Alejandro San Francisco (eds.), Nacionalismo e identidad nacional en Chile. Siglo XX, Volumen II, Santiago, Bicentenario, 2010, 205-235. 734 Moulian, op. cit., 49-51. Correa, Historia del siglo XX, 331. 735 Tironi, op. cit., 134. 736 Corvalán, loc. cit. También Gárate, op. cit., 319. 737Mensaje Nº 374, Santiago, noviembre 1988, 489. 738 Cárcamo (op. cit., 111-120) sostiene, siguiendo a Nelly Richard, que el lenguaje de una “negociación” durante la “transición” demuestra que la “retórica económica instalada por el ciclo de ajuste” quedó impresa en el “imaginario social chileno”. De esa manera, no es casual que, tras la derrota en el Plebiscito de 1988, el último gabinete de la Dictadura, el de la transición, haya estado liderado, desde el Ministerio del Interior, por el empresario y economista Carlos Cáceres. 739 La Época, Santiago, 19 de agosto 1989, 8.

178 triunfo restringido al plano estrictamente electoralista y publicitario” 740, ya que si bien electoralmente había sido derrotado el Régimen, “su modelo económico-institucional” se encontraba consolidado741. Aunque la Dictadura había sido derrotada con un papel y un lápiz, no se puede obviar que éstos “habían sido proporcionados por las propias Fuerzas Armadas”742. En Diciembre de 1989 se llevaron a cabo las elecciones presidenciales y parlamentarias que marcarían el retorno definitivo a la democracia. El candidato del continuismo fue Hernán Büchi; el Ministro de Hacienda representaba el legado más exitoso de la Dictadura: un país “próspero” marcado por el “libre mercado”. Sin embargo, previendo que el próximo gobierno sería el de la Concertación, la Dictadura ocupó los 17 meses que le quedaban de administración para asegurar su “obra”. Además de acelerar el proceso de privatizaciones, dictó leyes de amarre, tales como la Ley Orgánica Constitucional de Educación (LOCE) y la de un Banco Central autónomo743. Estos nudos han sido decisivos para evitar, hasta el día de hoy, cualquier tipo de transformación estructural sobre el modelo económico y social que se construyó en diecisiete años de autoritarismo. Parecía que el fútbol tampoco se salvaría de las amarras, ya que se sospechaba que la Polla Chilena de Beneficencia, que manejaba la Polla Gol (sostén económico del deporte chileno), también sería privatizada744. De esa manera, la prensa de oposición no dejó pasar la oportunidad para fustigar, con razón, la absoluta carencia de una política estatal de fomento al deporte durante la Dictadura745. En efecto, la crisis institucional en que se encontraba el fútbol chileno era sólo la expresión más evidente de un problema mucho más general.

740Correa, Historia del siglo XX, 334-335. 741 Gárate, op. cit., 325. Como sostiene Moulian existía un profundo deseo de “normalización” en la población. “Ese deseo de no tener que continuar desempeñando papeles heroicos, de que la política perdiera su “insoportable gravedad””. loc. cit., 329-330. Es significativo que Mensaje, aceptando el éxito del modelo, traslade la discusión desde lo inconveniente de la instalación del libre mercado, hacia una crítica en torno a que en Dictadura no habría existido verdaderamente una economía social de mercado. Véase Jorge Rodríguez, “La economía social de Mercado”, en Mensaje Nº 377, Santiago, marzo-abril 1989, 81. 742 Barros, op. cit., 355. 743 También se dictó una ley que prohibió el aborto terapéutico. Gárate, op. cit., 319-320. Correa, Historia del siglo XX, 344. 744 Aunque la Polla Chilena de Beneficencia sigue siendo propiedad estatal, Análisis (Nº 311, Santiago, 25 al 31 de diciembre 1989, 41-42.) hacía notar en 1989 que ya era una sociedad anónima. Si bien la mayoría de las acciones eran de propiedad de la CORFO, esa situación podía “cambiar en cualquier momento y todo” indicaba que esa era “la intención del Régimen”. 745 El presupuesto del fútbol durante la Dictadura se repartía entre los aportes de la Polla Gol, la DIGEDER, los contratos de televisión con Televisión Nacional y los créditos blandos del Banco del Estado. Matamala, Goles y autogoles, 234. Análisis Nº 311, 41-42. La Época, Santiago, 29 de noviembre 1989, 28.

179 Eliminatorias para Italia ‘90. En una bengala estalla la Dictadura. Para clasificar a Italia ‘90 el fútbol chileno debía enfrentar uno de los desafíos más grandes de su historia: dejar fuera a Brasil de una Copa del Mundo por primera vez. Como lo aclaró Análisis, era una tarea colosal, ya que pensar en eliminar a los tricampeones mundiales, que conjugaban la “gracia con la efectividad”, implicaba “mucho más que soñar con derribar a una potencia; se trata de humillar a uno de los favoritos para el mundial mismo y dejar al torneo sin una de sus mayores atracciones”. Lograrlo era tan pretencioso como soñar con alcanzar “las semifinales de la Copa del Mundo”746. De hecho, para Pelé, como muchos otros, era inimaginable un Mundial sin Brasil. Con todo, Triunfo consideraba que el equipo de Aravena era “un adversario difícil para cualquiera, en la onda del fútbol práctico, feo, pero útil”747. Aunque la tarea era difícil, había confianza, ya que este mismo equipo, que ahora poseía mucho más roce internacional a través de los jugadores que militaban en el exterior, había humillado al Scratch dos años antes. Si en 1987 existía la más absoluta seguridad de no poder vencer a los tricampeones, para 1989 la victoria se convirtió en una obligación para la selección nacional. El haber conseguido el subcampeonato de América no sólo permitió agigantar las expectativas, sino que también, al estar ausente la concepción desarrollista del deporte en la prensa, implicó que se pasara por alto la crisis institucional y la debilidad estructural del fútbol chileno, elementos que hacían muy difícil conseguir la clasificación. De hecho, la confianza se entroncaba con el triunfalista discurso gubernamental, que remarcaba que el país se proyectaba “hacia un futuro de grandeza”. Aunque una parte importante de la población ya no confiaba en Pinochet748, lo cierto es que la Concertación, al negarse explícitamente a transformar el modelo económico, reconocía la perorata dictatorial de haber sacado a Chile “de la postración heredada y convertirlo en la gran nación que está predestinada a ser”. Para el Brigadier General e Intendente de la 9ª Región, Alejandro González Samohod, la obra del Gobierno Militar era haber recuperado la fe de los chilenos “en sí mismos, en un cambio de mentalidad que es la mayor gloria, nuestro

746 Eduardo Román, “El miedo a ganar”, en Análisis Nº 288, Santiago, 17 al 23 de julio 1989, 44-45. 747 El Sur, Concepción, 13 de agosto 1989, 12. Triunfo Nº 161, Santiago, 3 de julio 1989, 42. 748 Steve Stern plantea que tras la derrota en 1988, “Pinochet pierde el control simbólico del espacio público y queda despojado de los instrumentos de control político blando”. Con todo, como este mismo autor sostiene, “Pinochet conserva los instrumentos de control político duro”, el apoyo de los empresarios “y un ejército cohesionado” en torno a él. Luchando por mentes y corazones, 41.

180 mejor legado y éxito”749. Pinochet, a su vez, insistía en haber construido un “país digno y orgulloso de sus logros, que le son internacionalmente reconocidos”750. Mensaje tuvo que reconocer que la economía chilena marchaba “extraordinariamente bien”, ya que se proyectaba que en 1989 crecería a un 8%, completando así su sexto año consecutivo de evolución sostenida. Para El Mercurio este éxito se debía a “una estrategia adecuada” que implicaba que el Estado había “retirado sus manos de la economía” 751. En el contexto global de la caída de los socialismos reales, se creía que el país entraba a los noventa “con la combinación ganadora: democracia y libre mercado” 752 . En efecto, como sostiene Jocelyn-Holt, los ochenta “devienen en una época arquitectónica, refundacional”.753 La primera “prueba de fuego” para saber si la selección era capaz de eliminar a los tricampeones mundiales, fue la Copa América de Brasil, a disputarse entre junio y julio de ese mismo año. En Goiana, sede del grupo de Chile, Orlando Aravena, con su característica mentalidad ganadora, empezó a calentar el ambiente de las eliminatorias mundialistas, al afirmar que iba a eliminar a Brasil y que “sin Pelé no eran nada”. La prensa local, por su parte, lo calificó como “el enemigo público número uno”754. Sin embargo, en el debut contra Argentina, se cayó 1 a 0. A pesar de las declaraciones rimbombantes, Aravena presentó un equipo que fue catalogado como “temeroso y falto de voluntad ganadora”. El adiestrador nacional “eligió jugar con la táctica del murciélago. Todos colgados del travesaño”. En el país se alegó que “no se puede aspirar a mucho cuando sólo se cuida un empate”. Aravena se excusó por su planteamiento ultradefensivo argumentando que había

749 Alejandro González Samohod, “Misión cumplida”, en El Austral, Temuco, 18 de septiembre 1989, 2. También Alejandro González Samohod, “Glorias del Ejército”, en Días de la Gloria del Ejército, Temuco, 19 de septiembre 1989, 2. 750 Augusto Pinochet, “Militares han reconstruido la democracia”, en El Austral, Temuco, 18 de septiembre 1989, 2. 751 Ya en el primer semestre de 1989 la economía había crecido a un 10,4%. “Crecimiento Económico”, en El Mercurio de Santiago, 8 de septiembre 1989, A3. Mensaje Nº 376, Santiago, enero-febrero 1989, 5. 752 Benítez, op. cit., 116-117. 753Jocelyn-Holt, op. cit., 199. La caída de los socialismos se refiere a la crisis política, ideológica y económica experimentada por los países socialistas, y que tiene su expresión más nítida en la caída del Muro de Berlín y el desmembramiento de la Unión Soviética. Al respecto Gárate, op. cit., 325. Melvyn Leffler, La guerra después de la Guerra. Estados Unidos, la Unión Soviética y la Guerra Fría, Barcelona, Crítica, 2008, 521- 566. 754 Chile compartía el grupo con Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador. Para llegar a segunda ronda debía llegar segundo. Triunfo Nº 161, 34-35. También Nº 172, Santiago, 18 de septiembre 1989, 22-27 y Nº 174, Santiago, 2 de octubre 1989, 20-21. Fortín Mapocho, Santiago, 29 de junio 1989, 15. Análisis Nº 286, Santiago, 3 al 9 de julio 1989, 45. El Sur, Concepción, 2 de julio 1989, 10. Rojas, loc. cit.

181 sido “inteligente”, ya que “habría sido un suicidio” haber jugado de igual a igual755. Sin embargo, la explicación no fue satisfactoria y se dijo que se “cayó expresando un miedo que nunca tendrá una explicación válida”. Para La Época había sido el día en que “el respeto fue temor”, opinión que compartía El Mercurio. Apsi, por su parte, hablaba de una nueva etapa, que “lejos de los triunfos morales” dio paso a “la de las derrotas estratégicas”. Se llegó a argumentar que “ratoneando sólo conseguiremos derrotas honrosas, que sirven sólo para que los entrenadores esgriman excusas infantiles”756 Más que la derrota, lo que molestó transversalmente fue la forma en que ésta se produjo. Resignando “durante la mayor parte del encuentro la posibilidad de llegar al gol” simplemente se “logró lo que era previsible: perder salvando dudosamente el honor”757. Para Fortín “la roja no había jugado fútbol, porque jugarlo sin pensar” en el arco contrario “es como practicar ajedrez sin soñar con dar jaque mate”758. Sin mentalidad ganadora, cuando se consideraba que ésta se expresaba sólo jugando al ataque, el balompié no tenía ningún sentido para los chilenos759. Tras quedar eliminada en primera ronda760, la selección volvió al país, siendo recibida en el aeropuerto por las pifias del público, algo que no había sucedido ni siquiera tras el descalabro en España ‘82761. Muy lejos, en términos culturales e identitarios, estaban los días en que una táctica similar, para enfrentar en 1973 a la Unión Soviética, había sido calificada como adecuada y realista. Si bien los pergaminos de Argentina (campeón del mundo en esos años) eran mucho mayores que los de la URSS, en 1989 se consideraba que se había maniatado a los jugadores chilenos con “esquemas defensivos que están caducos”. De cara a las eliminatorias, Ercilla esperaba que el “antifútbol” ofrecido por la selección no se repitiese. De lo contrario, El Sur vaticinaba que no se iban a “cosechar muchos éxitos”. Similar opinión tenían dos lectores de Deporte Total, para quienes el estilo defensivo de Aravena

755 Revista del Deporte de El Mercurio, 3 de julio 1989, 2. Apsi Nº 312, Santiago, 10 al 16 de julio 1989, 46- 47. 756Análisis, Nº 288, 44. La Época, Santiago, 3 de julio 1989, 13-14. También 7 de agosto 1989, 6. Triunfo Nº 162, Santiago 10 de julio 1989, 3-5. Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 10 de julio 1989, 7. Apsi Nº 312, 46-47. Deporte Total Nº 423, Santiago 18 al 25 de julio 1989, 49. 757 Triunfo Nº 162, 42. También Deporte Total Nº 421, Santiago 4 al 10 de julio 1989, 4-6. 758 Fortín Mapocho, Santiago 3 de julio 1989, 10-13. 759 Benítez, op. cit., 70-73. 760 Luego de caer ante Argentina, se perdió con Uruguay. Luego se venció 5-0 a Bolivia y 2-1 a Ecuador, lo que no le bastó para alcanzar la segunda ronda del torneo. 761 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 10 de julio 1989, 7. Triunfo Nº 163, Santiago, 17 de julio 1989, 3.

182 “iba a ser fatal”, ya que estaba “comprobado que cada vez que actuamos arratonados, nos han propinado goleadas históricas” 762 . Aunque Orlando Aravena se mostrase tranquilo porque “el verdadero juego debe mostrarse para las eliminatorias” 763 , tras la Copa América, el equipo quedó cuestionado, y los jugadores se dieron cuenta de que no existirían explicaciones válidas para no clasificar al Mundial. Chile inició la eliminatoria visitando a Venezuela en Caracas. Aunque El Austral tituló “Gran triunfo 3-1. Ataque chileno fue arrollador”, lo cierto es que se tuvo el balón, se llegó con riesgo, pero se falló “en la puntada final”. Mientras la selección consiguió un laborioso triunfo, Brasil había vencido al cuadro llanero por “un cómodo y limpio 4 a 0”764. Por eso es que la victoria no alcanzó “para fiesta”; el supuesto éxito no convenció a la hinchada, ya que luego de quedar rápidamente en ventaja, el “remolón juego” chileno transformó el partido en “una siesta irritante”, lo que no era más que el reflejo de “la tradicional soberbia del chileno que aflora cuando sentimos que las cosas se nos dan fáciles. Una delirante adhesión al esfuerzo mínimo”765. Román Alegría, columnista de Fortín, alegó que para lograr “una tarde de gloria, de esas que escasean en nuestro deporte y que llegan a hastiar a argentinos y brasileños”, era imperiosa una transformación de la sicología nacional. Los chilenos debían “hacer suya esa filosofía yanqui del si otros pueden ¿por qué no usted?”766. Se llegaba a la exageración de manifestar, como lo hizo un lector de Apsi, que cuando los jugadores celebraban “por el simple hecho de no haber recibido goles, es que algo anda mal en nuestra mentalidad”767. Tras el menospreciado triunfo de visita, había que dar rápidamente vuelta la página, ya que la siguiente tarea era recibir a Brasil en Santiago. A esas alturas, Análisis consideraba que “los argumentos nacionales para vencer a los brasileños no serán futbolísticos, ya que, en ese plano, ellos son bastante superiores”768. A pesar de lo anterior, y por paradójico que pareciera, había confianza en conseguir un triunfo de local que era vital. Ercilla comentó que “en ningún caso debemos achicarnos frente a estos colosos del fútbol, debemos entrar

762 Ercilla Nº 2814, Santiago, 5 al 11 de julio 1989, 47-48. El Sur, Concepción, 4 de julio 1989, 20. Deporte Total Nº 421, 49 y Nº 423, 49. 763 Qué Pasa Nº 957, Santiago, 10 de agosto 1989, 41. 764 El Austral, Temuco, 7 de agosto 1989, 1 y 35. Triunfo Nº 167, Santiago, 14 de agosto 1989, 3-5. 765 La Época, Santiago, 7 de agosto 1989, 15. 766 Fortín Mapocho, Santiago, 11 de agosto 1989, 9. 767 Apsi Nº 311, Santiago 3 al 9 de julio 1989, 2. 768 Román, loc. cit.

183 con la mente fría y la confianza de que somos locales”, instando “al hincha a realizar su mejor partido”, a llenar el Estadio Nacional “y alentar incondicionalmente”. El llamado a hacer pesar la condición de local fue transversal769. Fortín recordó que “los partidos no siempre se ganan dentro de la cancha”, agregando a su vez que “nuestros leones, con la ayuda de su gente, no recularán. Ésta podía ser la oportunidad para intentar un cambio de mentalidad. Jugar para ganar, no para un merecido empate, ni para perder honrosamente”770. En casa y alentados por “80 mil personas” no se podía “dejar pasar la oportunidad”771. Orlando Aravena insistía en que había “que hacerle sentir a los brasileños que son visitas. El partido lo ganaremos entre todos”772. Efectivamente, se consideraba, como en la actualidad, que la hinchada tenía una indudable capacidad para empujar a su equipo hacia la victoria, sostenerlo cuando va perdiendo y poner “nerviosos a los rivales” 773 . A través de estos llamados, en que se insistía en “crear en el hincha una mentalidad ganadora” en la que el “triunfo debía conseguirse a cualquier precio”774, se calentaba cada vez más el ambiente de la eliminatoria. Si bien en la última década se consideraba que el fútbol chileno había dado un salto de calidad y que la diferencia con Brasil se había “reducido bastante” 775, lo cierto es que no alcanzaba para exigirle al plantel la eliminación de los tricampeones mundiales y recientes campeones de América. De hecho, Aravena confesaría posteriormente que ser eliminados por Brasil no podía considerarse un drama ni menos ser motivo de menoscabo776, ya que las estadísticas reflejaban una “enorme superioridad brasileña ante los nuestros”. Sin

769El llamado al público para que acudiera masivamente al estadio e hiciera pesar la condición de local era transversal en el mundo del fútbol. había declarado que el apoyo del público iba a ser vital para conseguir la victoria”, algo que también manifestaban Orlando Riera, Carlos Caszely, Leonardo Véliz y Alberto Quintano” Ercilla Nº 2819, Santiago, 9 al 15 de agosto 1989, 47-48. Gumbrecht (Elogio de la belleza atlética, 233) sugiere que lo que se busca es, en un sentido emocional, generar entre jugadores y aficionados “un estado de comunión”. 770 Fortín Mapocho, Santiago, 10 de agosto 1989, 9. También 14 de agosto 1989, 18. 771 El Mercurio de Santiago, 13 de agosto 1989, C11. 772 La Época, Santiago, 13 de agosto 1989, 26. 773 Análisis Nº 286, 43-44. 774 E. Santa Cruz., “Fútbol y nacionalismo de mercado”, 207-208. 775 La idea de que el fútbol chileno había progresado durante la década se fundamentaba sobre todo en el éxito de la Copa América de 1987, buenas actuaciones de equipos chilenos en la Copa Libertadores, y en la exportación de jugadores hacia el exterior. El Sur, Concepción, 13 de agosto 1989, 1. En mayo de 1989 la selección inició su preparación para las eliminatorias. Se jugaron 32 partidos de los que se ganó en 14, se empató en 10 y se cayó 8. Los resultados más notables fue empatar con Inglaterra en Wembley, vencer a Irlanda en Belfast y empatar en Santiago con Argentina. Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 31 de julio 1989, 4. 776 Triunfo Nº 172, 28-29.

184 embargo, El Mercurio, dando cuenta del ánimo general que existía en el país, declaró que “Chile, por ser local, tiene la obligación de no presentar tibiezas ante una consigna única: ganar a como de lugar. Y en eso estamos todos”. Se afirmaba que, con el roce internacional conseguido en los últimos años por los jugadores chilenos que militaban en el extranjero, “por primera vez en la historia, la selección enfrentará a su linajudo rival casi en igualdad de condiciones”. Misma opinión era la de El Austral, ya que si bien admitía que por “lógica Brasil debe ser el ganador, es también una verdad irrefutable que Chile está en condiciones de pelear de igual a igual su opción”.777 Como denunció El Sur, se estaban creando desmesuradas ilusiones en torno a las eliminatorias. Los políticos, que se encontraban en plena campaña presidencial y parlamentaria para las elecciones de diciembre, habían caído en el “tropicalismo” de “vaticinar” un “triunfo por 3 o 4 a 0” 778 . A la selección se le exigía terminar con la tradición de un país “que nunca ha sido campeón de nada. Y que cada vez que entra a una cancha a disputar algo, lo hace anticipadamente derrotado”. Esa era la consecuencia de “una sicología nacional empobrecida por los golpes de la vida. El chileno es temeroso, inseguro, despavoridamente conservador”779. La táctica que iba a ocupar el seleccionado se convirtió en un debate nacional. Muchos, cooptados por el “afán de ganar a cualquier precio”780, apelaron “al viejo expediente extrafutbolístico del fierrazo y del golpe aleve, con el objetivo de asustar al contrario”781, y todos coincidieron en que la “fórmula” era “pararse sin temor” 782 . De esa manera, Qué Pasa aseguró que ante “los morenitos de Brasil” se lucharía “mano a mano, con todo, metiendo fierro, acorralándolos. Y, al final, conjugarán el verbo campeonar. Desde ya apostamos a ganador. Nuestro apronte: 5x0 ¡Vamos Chile!”783.

777 Se habían disputado 35 partidos entre ambas selecciones. Brasil había vencido en 25 oportunidades, mientras que Chile sólo lo había hecho en 5. El Mercurio de Santiago, 13 de agosto 1989, A16 y C11. El Austral, Temuco, 13 de agosto 1989, 27. 778 El Sur, Concepción, 8 de julio 1989, 10. También 16 de agosto 1989, 10. Apsi Nº 311, 2. 779 Fortín Mapocho, Santiago, 6 de agosto 1989, 9. 780 Marco Antonio de la Parra (“coraje cabros”, en La Época, Santiago, 21 de agosto 1989, 15) consideraba que se estaba asistiendo “a la degeneración del deporte, fruto de esa manía por la competitividad, la eficacia y la presencia de manos ávidas de dólares en lo que jamás fue concebido como un negocio”. 781 La Época, Santiago, 10 de julio 1989, 17. 782. Triunfo Nº 163, 3-7. 783 Qué Pasa Nº 957, Santiago, 10 de agosto 1989, 41.

185 Si bien el entrenador brasileño Sebastiao Lazaroni declaró respetuosamente que iba a ser un encuentro difícil, en el que se encontrarían ante un rival “muy aguerrido”, lo cierto es que el partido iba a estar marcado por el clima beligerante, creado sobre todo por la estrategia de guerra sicológica de Orlando Aravena, y que la prensa nacional celebraba y difundía. El adiestrador nacional afirmó que “Chile tiene más temperamento; más garra”, en cambio, en una comparación cargada de prejuicios raciales, los brasileños “son como Adilson Maguila. Cuando se les pega un puñete se van al piso”. Romario, delantero brasileño, le respondió calificándolo como un “enfermo”. Aunque El Sur pidiera “no perder la serenidad y la compostura y prepararse tanto para saber perder como para saber ganar” y Lazaroni declarara que “esto es un juego, no la guerra”784, lo cierto es que se cayó en un “aleonamiento colectivo”. El llamado a hacer pesar la condición de local fue escuchado por los hinchas que fueron a recibir con “gritos y amenazas” a la selección brasileña a su arribo al país, y la prensa destacó que “algunos brasileños mostraron cierta inquietud”785. De cara al “pleito más riesgoso a que pudiera enfrentarse nuestro país, Chile entero está a la ofensiva. La defensiva es el pasado”, escribió Fortín786. Muy lejos habían quedado los años en que “enfrentábamos todo con una sensación de caída anticipada”; por el contrario, el signo de los nuevos tiempos estaba marcado por un “nuevo optimismo”. El Sur consideraba que el “boom económico” había terminado con los tradicionales complejos del chileno, el cual ahora era capaz de “lucir sin pudores” los que otrora eran consideradas “señales de ostentación innecesaria”. Ese nuevo carácter había alcanzado “otros planos y henos aquí a punto de jugar con Brasil, en que la prensa da poco menos que por hecho que golearemos a los cariocas”. Aunque creía positiva la nueva mentalidad chilena, el matutino hacía un llamado a no “perder el sentido de las proporciones”787. Lamentablemente, éstas ya se habían perdido, ya que, con una gran responsabilidad de la prensa, se estaba produciendo lo que después sería calificado como un “ambiente menoscabado”788.

784 Maguila era el apodo de un boxeador brasileño que recientemente había sido noqueado por Evander Holyfield en el primer round de su duelo por el título de los pesos pesados. El Sur, Concepción, 13 de agosto 1989, 3. Las declaraciones de Lazaroni en Fortín Mapocho, Santiago, 12 de agosto 1989, 9. 785 El Austral, Temuco, 13 de agosto 1989, 27. El Sur, Concepción 13 de agosto 1989, 12. Hoy Nº 631, Santiago, 21 al 27 de agosto 1989, 23-25. La Gaceta de El Sur, Concepción, 26 de septiembre 1989, 5-7. Fortín Mapocho, Santiago, 11 de agosto 1989, 28. La Época, Santiago, 11 de agosto 1989, 31. 786 Fortín Mapocho, Santiago, 10 de agosto 1989, 9. 787 El Sur, Concepción, 12 de agosto 1989, 3. 788 Cristián Cox, “Fútbol, cultura de masas y honor”, en Mensaje Nº 386, Santiago enero y febrero 1990, 35- 36.

186 El 13 de agosto el Estadio Nacional fue “un escenario brillante, majestuoso, rimbombante y explosivo”; en definitiva, una “caldera”. Orlando Aravena empujó al plantel a usar toda su “experiencia”, lo que en la práctica significó que los chilenos, violentando el reglamento, ganaran “el quien vive” y no esperaran a los rivales para salir a la cancha. Los brasileños, al salir solos al terreno de juego, fueron generosamente recibidos por la “rechifla de las 80 mil personas” presentes. La silbatina se repitió cuando se tocó su himno. Brasil pasó de ser un rival deportivo a convertirse en el enemigo789 . Aravena también motivó a sus jugadores para que fuesen “unas fieras”, y así fue. A los 2 minutos de partido Ormeño “entró en forma descalificadora y absurda contra ”, quien debió ser reemplazado. Dos minutos después, Romario cayó en la “treta” de Hisis y fue expulsado por haber respondido con un golpe el empujón del chileno. Todo era miel sobre hojuelas, ya que la selección tenía un hombre más y estaba jugando en casa, sin embargo, los nacionales estaban con las revoluciones pasadas y a los ocho minutos ocurrió la segunda “chambonada” de Ormeño: otra patada sin pelota, que significó su expulsión. Aunque el “trueque Ormeño por Romario” era favorable, lo cierto es que “la ventaja se esfumó tan rápidamente como había llegado”. El cronómetro del árbitro marcaba 15 minutos de partido, pero sólo en 4 se había jugado fútbol. La selección atacaba “con todo y Brasil se refugia”. Pero en el segundo tiempo, y “como siempre, llegó el gol de Brasil”, por medio de un autogol de Hugo González que más pareció una jugada “concebida por el payaso tony caluguita”.790 Con la ventaja, los brasileños le intentaron esconder la pelota a la selección, pero “la roja cerró los ojos, apretó los puños, y se fue encima. Con todo, como fuera, con más ganas que claridad, con más empuje que fútbol. A dejar el resto, a morir luchando. A vivir con honor o morir con gloria”. Con el apoyo del público y “una garra nunca vista”, el equipo se

789El padre de Ricardo Teixeira, presidente del fútbol brasileño, falleció en Chile el 26 de agosto de 1989 – había venido a presenciar el duelo mundialista cuando, después del partido, sufrió una hemorragia intestinal que lo internó en la Clínica Santa María. Producto del clima de guerra, los dirigentes de la ANFP ni siquiera tuvieron la cortesía de preguntar por la salud del padre de su colega brasileño. Guarello, y Urrutia, Historias secretas II, 144-145. 790 Antonio Skármeta, “Chicharrita y Caluguita en el Estadio Nacional” en La Época, Santiago, 14 de agosto 1989, 15. Las cursivas del original véase también La Tercera, Santiago, 14 de agosto 1989. También 26 de mayo 1990, 20-21. Fortín Mapocho, Santiago, 15 de agosto 1989, 20. “Chile tuvo más garra”, en Triunfo Nº 168, Santiago, 21 de julio 1989, 3-5. También Nº 174, 20-21. El Sur, Concepción, 16 de agosto 1989, 10. Sobre su descomunal patada sobre Branco, Ormeño, aunque arguyó que era una jugada de fútbol, reconoció que “le entré muy duro para demostrarle que no lo iba a dejar pasar”. Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 62-63.

187 lanzó a buscar la igualdad791. Faltando menos de diez minutos para el final, se cobró un tiro libre dentro del área en contra de Brasil. El arquero Taffarel entregó “mansa e inocentemente la pelota” a Jorge Aravena, quien rápidamente tocó para Ivo Basay. Y mientras el golero brasileño presenció “con placidez provinciana el fulminante ataque de viveza criolla”, el Hueso marcó de “puntete”792 el gol del empate, que premió “la entrega” de un equipo “que no merecía perder”793. Al término del partido el mortero explicaría que su “avivada con Ivo es producto de nuestro roce internacional”. En ese momento, había “que ser vivo. A lo mejor años atrás esperábamos, pero todo eso ha cambiado. No en vano varios jugadores jugamos en el exterior y hay cosas que se aprenden”794. En efecto, el discurso oficial señaló que, a través de la apertura comercial al exterior, el país había dejado atrás su tradicional aislamiento, para integrarse al competitivo y cosmopolita mundo globalizado. De esa manera, tal como Basay y Aravena, los chilenos podían “embarcarse en nuevas aventuras con espíritu ganador”795. El violento encuentro terminó 1-1, y mientras la banca brasileña forcejeaba con Carabineros, la barra chilena les lanzaba “piedras y botellas”796. Deporte Total tuvo que reconocer que más que un partido había sido “una guerra”797. La prensa brasileña, por su parte, escribió: “Selección empata violenta batalla” y “Brasil fue víctima de asalto” perpetrado por “la dictadura chilena”798. Lazaroni declaró que “lo de Santiago enluta al fútbol” y sindicó a Orlando Aravena como el culpable de generar el “clima de batalla campal”. El chileno replicó que el único responsable era el entrenador brasileño, que no había sido capaz de “mentalizar a sus jugadores para asimilar cualquier provocación”. Alterado, y replicando la conducta de su colega chileno, Sebastiao amenazó con que en el

791 Triunfo Nº 168, 3-5 También Nº 174, 20-21. 792 Skármeta, loc. cit. “Día duro, clima de guerra”, en La Época, Santiago 14 de agosto 1989, 13-15. 793 El Austral, Temuco, 14 de agosto 1989, 31. También véase Ercilla Nº 2820, Santiago, 16 al 22 de agosto 1989, 47-48. Fortín Mapocho, Santiago, 14 de agosto 1989, 14. 794La Tercera, Santiago, 15 de Agosto 1989, 21 Jorge Aravena formaba parte de las filas del Puebla mexicano y Basay pertenecía al Stade Reims de Francia El Sur, Concepción, 14 de agosto 1989, 12. Luis Urrutia, por ejemplo, sostiene que esta selección estaba compuesta por muchos jugadores “de personalidad fuerte” y que “contaban con experiencia de actuar en el extranjero”. Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 61. 795 Benítez, op. cit., 12-13 y 47-48. Lavín, op. cit., 15-18. 796 El Mercurio de Santiago, 6 de septiembre 1989, A3. También Triunfo Nº 168, 42. 797 Deporte Total Nº 427, Santiago, 14 al 21 de agosto 1989, 2-10.También Matamala, Goles y autogoles, 218. 798 El Sur, Concepción, 15 de agosto 1989, 10.

188 Maracaná iban a vejar “a los chilenos como nunca” y “les daremos chocolate negro”799. El resto del plantel brasileño estaba indignado, porque habían venido a “a jugar fútbol y nos encontramos con boxeadores o judokas, porque futbolistas no eran”. Sin embargo, “la verdad es que había satisfacción en sus rostros” , ya que el empate los dejó con la primera opción para clasificar al Mundial800. Lo cierto es que para Chile la clasificación se perdió ese día. Análisis afirmó que la selección había quedado “prácticamente eliminada”, ya que su única opción era lograr una victoria en Maracaná y esa “posibilidad es demasiado irreal”, por eso es que para Fortín se había desmoronado “el sueño”801. Sin embargo, el resto de los medios consideraron que la igualdad no era una derrota, ya que el equipo había demostrado “fuerza, personalidad e incluso una viveza que antes era ajena a los equipos nacionales”, demostrando que el “triunfo era algo más que un sueño” 802. Como se había jugado siempre con mentalidad ganadora, El Austral subrayó que no se debían “descartar del todo las posibilidades”, y El Sur agregó que “todavía no se ha dicho la última palabra” 803 . Se consideró que con “fiereza” se había superado “a un rival de innegable jerarquía”, por lo que se mantenían “vigentes las posibilidades”. Ercilla felicitaba al Cabezón Aravena por haber hecho “renacer” el “espíritu de lucha” en el jugador chileno. La selección había jugado “sin sacar el pie del acelerador”, y con esa fórmula había que ir a Río de Janeiro y plantarse “de igual a igual. A lo mejor estamos en la antesala de una epopeya”. Para el escritor Antonio Skármeta, Chile había hecho “un gran partido, entretenido y dramático. Cumplió. Ahí habría que ponerle punto final”. Sin embargo, como criticaba, se estaban construyendo “castillos en el aire”. Por su parte, Triunfo manifestó que “el futuro está en nuestras manos. Y podemos seguir palpitando la ilusión, con las mismas ansias de siempre”804.

799 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 14 de agosto 1989, 6. También 20 de noviembre 1989, 2-3. Ercilla Nº 2820, 47-48. El Mercurio de Santiago, 18 de septiembre 1989, 6. Fortín Mapocho, Santiago, 15 de agosto 1989, 18 800 El Austral, Temuco, 14 de agosto 1989, 31 y 44. 801 Análisis Nº 293, Santiago, 21 al 27 de agosto 1989, 44-45. Fortín Mapocho, Santiago, 19 de agosto 1989, 19. Véase también Triunfo Nº 172, 28-29. Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 25 de septiembre 1989, 6. 802 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 14 de agosto 1989, 9. 803 El Austral, Temuco, 14 de agosto 1989, 31. El Sur, Concepción, 16 de agosto 1989, 10. 804 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 14 de agosto 1989, 6. Ercilla Nº 2820, 47-48. Skármeta, loc. cit. Triunfo Nº 168, 3-5.

189 Producto de los incidentes ocurridos en el Estadio Nacional, la FIFA lo inhabilitó para albergar el duelo contra Venezuela, lo que despertó un sentimiento de indignación transversal.805 Se consideró que era una medida “completamente desproporcionada”, ya que lo ocurrido era lo normal “para cualquier partido de esta importancia”806. Según la oposición, la suspensión no sólo reflejaba el desprestigio internacional de los dirigentes chilenos, sino que también “el aislamiento al que ha sido sometido el país en estos últimos 16 años”, ya que una arbitrariedad de esa envergadura no se le podría haber hecho a un país con credenciales democráticas. Para Fortín era “flor de care palo” que los mismos que castigaban al Nacional, en 1973, cuando fue ocupado como campo de concentración, habían permitido que albergara una eliminatoria mundialista807. Se dijo que el “dictador”808 Joao Havelange, calificativo con el que se comenzó a identificar al presidente de la FIFA, evidentemente buscaba asegurar la clasificación de su país a la Copa del Mundo, ya que “comparado con Brasil, no tenemos el peso económico ni el atractivo publicitario que interesa”809 para el Mundial. Por lo que se alegó que “el fútbol hace tiempo dejó de ser un simple juego y hoy es simplemente un negocio”810. El castigo fue percibido como una señal inequívoca del temor que la selección despertaba en los tricampeones mundiales, ya que si vencía a Venezuela por más de 8 goles de diferencia, algo que se creía perfectamente posible jugando en el Nacional, se llegaba al partido decisivo sólo necesitando un empate para la clasificación 811 . No obstante, las

805Orlando Aravena consideraba que estaba “de por medio la dignidad de todo un pueblo”. El Austral, Temuco, 20 de agosto 1989, 24. El Sur, Concepción, 19 de agosto 1989, 10. El Mercurio, planteando la posibilidad de retirarse de las eliminatorias, les exigía a los dirigentes chilenos ponerse de pie y enfrentar “esta agresión del gigante brasileño y de la todopoderosa FIFA, sin temores, consciente de que todo el país les entregará su apoyo” Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 21 de agosto 1989, 7. También Matamala, Goles y autogoles, 218. 806Triunfo Nº 168, 40-42. Análisis Nº 293, 44-45. Misma opinión en El Sur, Concepción, 16 de agosto 1989, 10. Fortín Mapocho, Santiago, 19 de agosto 1989, 17. 807 Fortín Mapocho, Santiago, 20 de agosto 1989, 13. También “La FIFA y sus arreglines. Los presos del estadio que no quiso ver”, en Fortín Mapocho, Santiago, 27 de agosto 1989, 14-16. La Época (Santiago, 24 de agosto 1989, 6) señalaba que el “poder de los justos” era la “dignidad y el valor de la buena ley”. Sin embargo, la FIFA sabía “muy bien que los dirigentes carecen de ese poder”. Tanto era así, que la prensa brasileña s refería a los dirigentes chilenos como “Alí Babá y los 40 ladrones”. Análisis Nº 294, Santiago, 29 al 3 de septiembre 1989, 43. 808Análisis Nº 294, 43. El Austral, Temuco, 19 de agosto 1989, 20-21. El Sur, Concepción, 19 de agosto 1989, 10. 809 Qué Pasa Nº 959, Santiago, 24 de agosto 1989, 38-39. 810 “Fútbol mundial ¿deporte o negocio?, en Actual de El Sur, Concepción, 7 de septiembre 1989, 1- 2.También “A fut-bolsillo lleno”, 23-25. Fortín Mapocho, Santiago, 19 de agosto 1989, 17. 811 Incluso el jugador brasileño Severino Vasconcelos, junto con otros compatriotas suyos que militaban en Chile, anunciaron que iban a solicitar al embajador de Brasil en el país, que intercediera a favor de Chile.

190 esperanzas no decaían, ya que “la posibilidad de un contragolpe de nocaut es posible incluso en el último minuto de la pelea”812. Hernán Büchi creyó representar a todos los chilenos al “manifestar [su] más absoluta confianza en la capacidad de nuestros jugadores”813. Como la selección “tenía todo en contra” es que todos deseaban “un gesto heroico” que permitiera llegar al Mundial814. Bajo esta presión, sumada al “espíritu de rebeldía” que surgió en el plantel por lo que consideraban una injusticia, es que Roberto Rojas comenzó a pensar “por primera vez que algo teníamos que hacer”815. La sanción obligó a recibir a Venezuela en Mendoza y también allá los chilenos fueron locales. Aunque sólo se tocó la introducción del himno nacional, la barra chilena siguió cantando “a viva voz las hermosas estrofas de nuestra canción”816. El equipo, lejos de dejarse apabullar por una sanción que buscó “minar su espíritu combativo”, “mostró sus cartas en el exilio”817. Se logró un 5-0 sobre Venezuela, que no sólo elevó aún más la confianza, sino que abrió “la opción de luchar mano a mano con Brasil”818. Lo que “en un momento pareció tan lejano, hoy no se ve como un imposible”, ya que existía “un relativo equilibrio de fuerzas”, lo que había despertado el enojo y el temor brasileño819. Incluso, pareció positivo no haber logrado superar la diferencia de goles a favor que poseía el Scratch, ya que “podríamos haber especulado con el empate. Ahora el único propósito del equipo es ganar”. Mientras los chilenos se juramentaban “para dejar en el camino al gigante en su propia casa”, se decía que los tricampeones mundiales temblaban y estaban asustados. En efecto, existía la convicción de que se tenía un cuadro que, como nunca, estaba “para grandes cosas”. El plantel, confiado y con rabia, estaba “optimista. ¿Usted también, verdad?”, preguntó Ercilla820. Aunque lo más lógico era que el Scratch

Fortín Mapocho, Santiago, 20 de agosto 1989, 13. También en Ercilla Nº 2822, Santiago, 30 al 5 de septiembre 1989, 47. El Sur, Concepción, 28 de agosto 1989, 12. 812 Triunfo Nº 168, 40-41. 813 El Austral, Temuco, 20 de agosto 1989, 24. 814 Marco Antonio de la Parra, “De la moral de ciertos triunfos”, en La Época, Santiago, 21 de agosto 1989, 14. 815 Rojas, loc. cit. 816 Ercilla Nº 2822, 6-7. 817 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 28 de agosto 1989, 2-3. 818 Triunfo Nº 170, Santiago, 4 de septiembre 1989, 3. 819 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 28 de agosto 1989, 7. También “Chile amenaza opción de Brasil tras golear a Venezuela”, en El Sur, Concepción, 28 de agosto 1989, 12. El Austral (Temuco, 28 de agosto 1989, 27) título “Cariocas muy enojados. Cóndor Rojas y Astengo no podrán volver a sus clubes”. 820 Ercilla Nº 2822, 47. También La Época, Santiago, 28 de agosto 1989, 15.

191 consiguiera la clasificación, ya que “nunca una selección ha ganado en Brasil”821, en el país casi nadie se iba a conformar con una eliminación, aunque fuese digna y honrosa. Tanto así que un columnista de El Sur no se atrevía siquiera a insinuar un “resultado contrario a las pretensiones chilenas”822. Por el contrario, lo que se quería escuchar, como lo entendió un candidato a senador por Concepción, era “un 5-0” a favor de la Roja823. Todo el país estaba preocupado por el encuentro en Maracaná y no había espacio para cálculos mezquinos, ya que “el fútbol chileno había crecido hasta llegar a infundir miedo en los todopoderosos” 824 . Miguel Gutiérrez, un comerciante de Temuco, reflejaba el ánimo imperante al afirmar que “Chile tiene que ganar como sea”825. Había que “hermanarse con la leyenda” y torcerle la mano a la historia. Existía una “fe ilimitada en nuestros muchachos”, “una confianza irrestricta” 826, que se expresó en la multitudinaria despedida que la hinchada tributó al plantel antes de partir a Río de Janeiro827. Consultado por el clima de guerra que se iban a encontrar en Río, el Cóndor Rojas aseguró que el equipo “no le teme a nadie” 828, y Orlando Aravena, a quien los dirigentes brasileños recomendaron quedarse en Chile para resguardar su seguridad, agregó: “soy grandecito y no temo ir a Brasil”829. Un año antes, Pinochet había declarado, sustentado en el éxito económico, que “hoy podemos mirar frente a frente y decir qué pasa, qué sucede, somos libres”830. Como la selección viajó a Río en un avión FACH (el que usaba Pinochet), El Mercurio publicó un chiste en el que si se perdía, el bombardero “podría hacer una pasadita sobre el Maracaná para despedirse” 831. En ese ambiente, la selección viajó al “corazón de la tormenta”832. Se esperaba que los chilenos, al tener posibilidades de eliminar al equipo local, fuesen recibidos con

821Era la opinión de Fernando Riera, Alberto Quintano y Luis Santibáñez en El Mercurio de Santiago, 3 de septiembre 1989, C11. “Chile-Brasil: doblarle la mano a las cifras”, en La Época, Santiago, 28 de agosto 1989, 15. 822 El Sur, Concepción, 2 de septiembre 1989, 10. 823 Idem. 824 El Mercurio de Santiago, 3 de septiembre 1989, C10. 825 El Austral, Temuco, 2 de septiembre 1989, 23. 826 El Mercurio de Santiago, 3 de septiembre 1989, C10. También Ercilla Nº 2821, Santiago, 23 al 29 de agosto 1989, 48 827 El Sur, Concepción, 3 de septiembre 1989, 12 y 23. El Austral, Temuco, 3 de septiembre 1989, 22-23. 828 Ercilla Nº 2821, Santiago, 23 al 29 de agosto 1989, 48 829 El Sur, Concepción, 15 de agosto 1989, 10. 830 Citado en Jocelyn-Holt, loc. cit. 831 “Guerra del fútbol”, en El Mercurio de Santiago, 1 de septiembre 1989, A3. Sobre el avión de Pinochet Matamala, Goles y autogoles, 220. 832 La Época, Santiago, 2 de septiembre 1989, 1. También El Sur, Concepción, 11.

192 animadversión833. Triunfo, olvidando que tanto la prensa como el entrenador nacional eran los que “atizaron el fuego”834, ensayó una causa socio-económica para explicar por qué se habían exaltado tanto las pasiones, llegando a “una situación” que podía desembocar en “consecuencias imprevisibles”, en “un país que no destaca precisamente por su frialdad”. Mientras la economía chilena, según el informe anual del Banco Interamericano de Desarrollo, sobresalía “entre los demás países latinoamericanos”835, Brasil era el “campeón de las desigualdades sociales”. La mitad de la población “vive en estado de pobreza” y sólo Bolivia tenía un índice más alto de analfabetismo en la región. Ese “cuadro de penurias”, de subdesarrollo, explicaba que se tratara como “enemigo” a quien pusiera “en peligro el único vehículo de alegría de los más desposeídos”836 . De esa manera, el clima de guerra, el castigo al Estadio Nacional y la seguridad de que la FIFA quería la clasificación del Scracth, en vez de constituirse como mecanismos de autopunitividad que permitieran que la eliminación no fuese un fracaso, potenciaron la idea de Chile como un país que sale al exterior a ganar. En efecto, se acusó a Ricardo Teixeira, presidente de la CBF, de haberle pedido “a su papá Havelange que descalificara” a la selección. De hecho, se decía que Brasil tenía un temor que no era propio de los “reales campeones”837.

833 Como apuntaba Fortín Mapocho (Santiago, 31 de agosto 1989, 19.), el plantel brasileño estaba sintiendo la enorme “presión sicológica” que significaba la posibilidad de quedar, por primera vez, fuera de un Mundial. Se esperaba que las barras bravas generaran un clima tremendamente hostil para el plantel nacional, al punto que varios hoteles de Río de Janeiro, para evitar posibles ataques, no los quisieron hospedar. Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 20 de noviembre 1989, 2-3. Triunfo Nº 170, 3. Fortín Mapocho, Santiago, 23 de agosto 1989, 18. El Austral, Temuco, 24 de agosto 1989, 17. También 3 de septiembre 1989, 3. El Mercurio de Santiago, 24 de agosto 1989, C13. “Los brasileños tienen miedo”, en El Sur, Concepción, 3 de septiembre 1989, 11. 834Por ejemplo, cuando en Río a los periodistas chilenos se les impidió presenciar la práctica de la selección brasileña, La Tercera tituló “Partió agresión a Chile en Río” en Matamala, Goles y autogoles, 219. A su vez, Jorge Barraza, periodista argentino de El Gráfico, culpaba a Aravena y a la prensa de la gestación del clima de guerra. Triunfo Nº 182, Santiago, 20 de noviembre 1989, 6-9. Una opinión similar es la de Roberto Rojas, loc. cit. 835 El Austral, Temuco, 12 de septiembre 1989, 2. 836En Brasil la mortalidad infantil era de 68 fallecimientos por mil nacidos y la inflación acumulada de los últimos 12 meses era de 1084%. Triunfo Nº 170, 12-13 y 42. En cambio, la tasa de inflación chilena para 1988 se proyectaba en un 10% y la tasa de mortalidad infantil era de 18,6 fallecidos por cada mil nacidos vivos. Incluso, Pinochet se enorgullecía de que la “desnutrición grave ha sido prácticamente erradicada de nuestro país. Por otro lado, se calculaba que para 1989 el desempleo en Chile descendería al 6%. Pinochet, Discurso de S. E. el Presidente, V-X. 837El Mercurio de Santiago, 19 de agosto 1989, C13. Es menester subrayar que Teixeira era yerno de Havelange. Para el dramaturgo y siquiatra chileno Marco Antonio de la Parra (“De la moral”, 14.), “Brasil podía ganarnos sin ayuda”, pero sus dirigentes habían temido “a esos espléndidos imponderables” del deporte. La Revista del Deporte de El Mercurio (Santiago, 21 de agosto 1989, 2.), por su parte, consideró que el “fútbol brasileño, propietario del más alto refinamiento, pero al mismo tiempo presa de las más profundas inseguridades emocionales”. También 28 de agosto. Opiniones similares en El Austral, Temuco, 20

193 Los chilenos iban “sin temor, con optimismo, y con miras a ganar la clasificación”838, y el León advirtió que “si quieren guerra, guerra van a tener”839. Con todo, asumiendo que las 160 mil almas que repletarían el Maracaná iban a ser tremendamente hostiles, avisaron que ante cualquier agresión se iban a retirar del partido840. Dos días antes de viajar, sabiendo que “Brasil no nos iba a permitir ganar” y considerando que “tanta injusticia” no podía “quedar impune”, Roberto Rojas y Fernando Astengo habían acordado que “algo” tenían que hacer para conseguir la clasificación 841 . Es que, aunque el columnista de Fortín Eduardo Loyola considerase que no se podía confundir la “camiseta con el honor de un país” ni “sobredimensionar una disputa que no tiene otro carácter que un simple juego”, era enfático en subrayar su confianza “en la garra, la hombría y la clase de los futbolistas criollos”. La clasificación dependía exclusivamente de los jugadores que “mojan la camiseta y meten la pierna […] creo en los nuestros, en sepultar definitivamente el infortunio, la frustración, los segundos lugares y las esperanzas eternas que no se concretan. ¡Vamos Chile carajo!”842. Los chilenos, aunque querían a su selección “no porque nos haya entregado campeonatos mundiales”843, para 1989 estaban cansados de la “pesadilla de los triunfos morales”. Es que, como Benítez caracterizaba la época, el país estaba “dejando atrás [su] historia” de subdesarrollo que había provocado “un apocamiento generalizado. Eran los tiempos del país chico. El tiempo de los ‘chilenitos’. El tiempo que terminó. Hoy Chile está compitiendo a lo grande, jugando a la ofensiva y no se conforma con triunfos morales”844. Esa necesidad de triunfos, expresada en una enorme y transversal presión colectiva, y que

de agosto 1989, 9. 1989, 7. El Sur, Concepción, 19 de agosto 1989, 10. Análisis Nº 294, 43. La actitud temerosa asociada a Brasil, contrastaba con la caracterización que Lavín (op. cit., 19-21.) y Benítez (op. cit., 49.) hacían del nuevo empresario chileno, quien, formado en la competencia internacional y sin la ayuda del Estado, era uno ganador y audaz. 838 El Sur, Concepción, 3 de septiembre 1989, 11-12. 839 Astengo, por ejemplo, había declarado que él se motivaba más cuando le gritaban y lo insultaban. Ercilla Nº 2823, Santiago, 6 al 12 de septiembre 1989, 47-48. También Qué Pasa Nº 959, 38-39. 840Fortín Mapocho, Santiago, 31 de agosto 1989, 19. 841 La idea surgió durante un entrenamiento. En esa oportunidad, tras una caída del golero, Orlando Aravena exclamó: “Allá, a la primera te das vuelta y después nos vamos de la cancha”. Aunque había sido una broma, Roberto confesó que “en medio de ese ambiente tan caldeado hubo gente que lo entendió mal […] el mal ya estaba hecho porque la idea ya había sido lanzada”. Rojas, loc. cit. También en Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 119. 842 Fortín Mapocho, Santiago, 1 de septiembre 1989, 9. La opinión de Garretón en “El caso Rojas”, en La Época, Santiago, 13 de noviembre 1989, 7. 843 Garretón, en “El caso Rojas”, 7. 844 Benítez, op. cit., 12-13 y 65.

194 el Cóndor intuía que la selección no iba a poder corresponder, es lo que explica por qué urdió y ejecutó una trampa completamente antideportiva. Como el ídolo que era, Roberto consideraba que era su obligación “responder a los que creen en mí”845. Debido a que no se podían defraudar las gigantescas expectativas, no se pudo abstraer de un ambiente en el que “todos los recursos eran válidos para eliminar a Brasil”846, una lógica impensable en el Chile de 1973-74. Los chilenos saltaron al “inexpugnable Maracaná”, que no era el infierno anunciado847, “más gallos que nunca, con esas plumas de acero que nos han quitado gran parte de nuestro apequeñamiento”. La selección pareció “un equipo argentino. Creídos, y sin vergüenza de que ese orgullo luzca, sin temor al ridículo”848. Como subrayó un editorial de El Mercurio, el proteccionismo, temeroso “de enfrentar la competencia externa”, había terminado, y ahora eran los individuos los “protagonistas del crecimiento” del país.849 Con todo, como la estrategia de Aravena fue similar a la que utilizó en 1987, los brasileños fueron los protagonistas, por lo que Roberto Rojas se convirtió en la mejor figura nacional. En los primeros minutos del segundo tiempo, por medio de Careca, los locales abrieron la cuenta. Cuando el seleccionado (con más ganas que fútbol) buscaba una heroica recuperación, cayó una bengala en el área chilena y todo Chile vio con espanto que su Cóndor yacía tendido y ensangrentado en el campo de juego. Sin embargo, la bengala no lo había golpeado; ni siquiera una esquirla lo había impactado. Al sentir la explosión y ver una luz verde, Roberto se tiró al suelo, rodó hacia el humo y con un bisturí que tenía escondido en uno de sus guantes se cortó la frente. Sus compañeros levantaron al ensangrentado, que simulaba estar inconsciente, y abandonaron la cancha. Astengo gritaba: “nos vamos. Ahora más que nunca tenemos que hacernos respetar como chilenos” 850 . Mientras lo trasladaban al camarín, Rojas era consciente de querer “sacar ventaja para Chile, que nos dieran como

845 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 25 de septiembre 1989, 6. 846 González y Quezada, op. cit., 151. 847 Triunfo Nº171, Santiago, 11 de septiembre 1989. La prensa y las autoridades brasileñas hicieron consistentes llamados a la calma. O Globo subrayó que los chilenos no eran “invasores, a no ser en la mentalidad infantil de patriotas de ocasión”, en El Austral, Temuco, 2 de septiembre 1989,13. También La Época, Santiago, 4 de septiembre 1989, 15. 848 Marco Antonio de la Parra, “Te queremos Cóndor”, en La Época, Santiago 4 de septiembre 1989, 17. El “apequenamiento” es un rasgo acuñado Edwards Bello, para quien el chileno se caracterizaba por un “encogimiento del ánimo”. Godoy, loc. cit. 849“Crecimiento Económico”, loc. cit. 850 Triunfo Nº 171, 3 -9.

195 ganado el partido”851. En efecto, futbolísticamente, el Scratch había sido “inmensamente superior” 852 , y por eso es que más de alguno pensó que “la bengala había caído del cielo”853. Ante la recomendación de Sergio Stoppel de volver a la cancha, los jugadores confirmaron “que no volvían y que los dirigentes debían apoyarlos para que Chile nunca más fuera atropellado por nadie”854. Al ver por televisión el rostro ensangrentado de Rojas, como escribió Oscar Guillermo Garretón, todo el país “se unió en su dolor, en la indignación, en el respaldo a su selección. Porque son embajadores de un pueblo sufrido por digno. Y todos amamos su moral deportiva en que nos sentimos representados”855. El retiro fue considerado, en forma unánime, como un “gesto solidario y valiente de un puñado de jugadores que protegieron a su capitán”. Una reacción viril, ante una agresión criminal, que reflejaba “ese carácter que sólo aparece en los grandes”856. Para La Época, que establecía implícitamente una analogía con la transición a la democracia, se había visto “un Chile diferente, un país que se cansó de violencia”, al que “los atropellos lo tienen hasta la coronilla […]. Hay cosas que no se transan”. El Almirante Merino, por su parte, en una declaración racista calificó como “muy buena la decisión del equipo”, ya que “desgraciadamente estaban en un país primitivo”857. Nadie sospechaba que en realidad no habían observado un agravio “tan propio del fútbol sudamericano”858, sino simplemente una trampa cuidadosamente planificada. El Cóndor, convertido en mártir, fue recibido por cerca de ocho mil personas que, respondiendo al llamado de las radios chilenas de ir a respaldar a “nuestros bravos

851 Rojas, loc. cit. 852 La Época, Santiago, 5 de septiembre 1989, 23. 853Triunfo Nº 178, Santiago, 30 de octubre 1989, 8-13. Véase también El Mercurio de Santiago, 10 de septiembre 1989, C13. Ercilla Nº 2823, 47-48. Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 18 de septiembre 1989, 5. 854 Triunfo Nº 171, 3-5. 855 Garretón, en “El caso Rojas”, 7. 856 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 4 de septiembre 1989, 5. Véase Austral, Temuco, 4 de septiembre 1989, 26. También 7 de septiembre 1989, 2. El Sur, Concepción, 5 de septiembre 1989, 16. Fortín Mapocho, Santiago, 4 de septiembre 1989, 14-15. 857 Patricio Aylwin, el candidato presidencial de la Concertación, era un político astuto que sabía que para agradar tenía que declarar que “el equipo tuvo la razón al no aceptar seguir jugando”. La Época, Santiago, 6 de septiembre 1989, 24. Las palabras de Merino en La Época, Santiago, 6 de septiembre 1989, 24. La Época, Santiago, 4 de septiembre 1989, 17. También 5 de septiembre 1989, 23. Fortín Mapocho, Santiago, 4 de septiembre 1989, 14-15. 858Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 4 de septiembre 1989, 4 y 9. El Mercurio de Santiago, 5 de septiembre 1989, C11.

196 muchachos” al aeropuerto, aguantaron el frío y la lluvia de la madrugada del 4 de septiembre859. Es que Roberto no sólo era “uno de esos jugadores que los niños quieren ser en las pichangas […], los que da gusto que se pongan en el arco del equipo del que uno es hincha” 860, sino que era principalmente un viril padre de familia, que siempre luchó por defender los derechos de los futbolistas. Para la oposición, se merecía “un público reconocimiento por su aporte al futuro democrático del país”. Era considerado como un deportista con “honor y hombre bien dotado de las mejores cualidades” 861. Era el personaje del momento, por lo que cuando estuvo repuesto de sus aparentes heridas, la Municipalidad de La Florida le preparó un caluroso homenaje, en el que no pudo faltar el “candidato a senador Sebastián Piñera”862. Con su característica “humildad cristiana que engrandece más el orgullo”, Rojas aseguró perdonar a quien lo había agredido arteramente. Quería que su ejemplo sirviera para que “todos los hinchas del mundo” abandonaran “la violencia” y se le devolviera “al fútbol la belleza de una fiesta en homenaje a la paz y la hermandad de los pueblos”863. Porque era un “chileno a todo dar”864, es que las versiones que desde Brasil (que ya se consideraba clasificado para el Mundial) acusaban “que todo había sido simulado”, eran “otra ofensa que no podemos aceptar”865. Al día siguiente del partido, el titular de la revista de deportes de La Tercera, “¡Brasileños salvajes!”, reflejó el sentimiento antibrasileño que habían generado los medios de comunicación nacionales. La noche anterior, alrededor de tres mil quinientos manifestantes se congregaron para apedrear la Embajada de Brasil en Santiago, luego de que, por televisión, el periodista Pedro Carcuro vociferara que “en Maracaná se estaba

859Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 69. También El Mercurio de Santiago, 5 de septiembre 1989, C12. En Santiago, el Servicio Médico Legal emitió un certificado fraudulento en el que constaba que el Cóndor había sufrido un trauma producido por el impacto de una esquirla desprendida por una bengala. La Tercera, Santiago, 9 de Septiembre 1989. 860 La Época, Santiago, 4 de septiembre 1989, 17. También 12 de septiembre 1989, 19. 861 Fortín Mapocho, Santiago, 9 de septiembre 1989, 9. 862 La Tercera, Santiago, 17 de Septiembre 1989, 24. 863 Qué Pasa Nº 962, Santiago, 14 de septiembre 1989, 7-11. Triunfo Nº 172, 18-19. 864 La Época, Santiago, 4 de septiembre 1989, 17. 865Ercilla Nº 2823, 47-48. También El Austral, Temuco, 5 de septiembre 1989, 16-17. Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 11 de septiembre 1989, 7. Sobre el Roberto Rojas como mártir Martín Hopenhayn, “Chile desde el Cóndor”, en Apsi Nº 333, Santiago, 4 al 10 de diciembre 1989, 16-17. Sobre su rol en la defensa laboral de los futbolistas “Roberto Rojas: Soy un trabajador que defiende sus derechos” en Fortín Mapocho, Santiago, 15 de julio 1987, 12. “Los vuelos del Cóndor Rojas. Un líder gremial de alto vuelo” en Análisis Nº 186, Santiago, 3 de agosto 1987, 47-49.

197 favoreciendo abiertamente a los tricampeones del mundo” 866 . Mientras la turba enfervorizada expresaba su descontento “por lo que consideraron un robo” y una agresión a la dignidad nacional, uno de los presentes explicaba a Fortín que estaba ahí porque “me siento chileno, me siento cagado”867. En ese ambiente, a El Sur lo tranquilizaba que no existiesen fronteras con Brasil, ya que de lo contrario “se habrían producido varios incidentes”868. Para Hermógenes Pérez de Arce, acérrimo defensor de la obra del Gobierno Militar, en las “últimas semanas nos hemos comportado como verdaderos sudamericanos, es decir, de una manera lamentable”869. En definitiva, perdiendo el sentido del fair play, la eliminatoria había convertido, “de la noche a la mañana”, a países que tradicionalmente habían “sido amigos en enemigos”870. Pedro Escartín recordaba con nostalgia la “paz y concordia” que caracterizó la “varonil” semifinal entre chilenos y brasileños en el Mundial del ‘62. Sin embargo, la mentalidad de que “detrás de un resultado” no se jugaba “el honor de un país” y que permitía que los chilenos aceptaran ser superados futbolísticamente por Brasil sin complejos, estaba obsoleta871. Al igual que en 1973, la clasificación a un mundial volvía a depender de una decisión de la FIFA, y nuevamente era Juan Goñi el dirigente que encabezaba la delegación que viajó a Zurich a defender la posición nacional. Sin embargo, dieciséis años después este Chile no era el mismo. Como afirmaba Augusto Pinochet en su mensaje presidencial del 11 de septiembre de 1989, se habían producido “profundos cambios en la mentalidad de los chilenos”, que aseguraban “horizontes muy superiores a los que podíamos vislumbrar hace 16 años. Chile está llamado a muy grandes destinos […], a la grandeza”872. Efectivamente,

866Sobre Pedro Carcuro González y Quezada, loc. cit. Tanto Manuel Antonio Garretón como la encargada de negocios de Brasil en Chile denunciaron que ese clima lo había generado la prensa. “El caso Rojas”, 17. También Fortín Mapocho, Santiago, 8 de septiembre 1989, 18. La Tercera, Santiago, 4 de Septiembre 1989. 17. 867 Fortín Mapocho, Santiago, 4 de septiembre 1989, 23. 868 El Actual de El Sur, Concepción, 7 de septiembre 1989, 1-2. 869Hermógenes Pérez de Arce, “Son cosas del fútbol”, en El Mercurio de Santiago, 6 de septiembre 1989, A3. Véase también 4 de septiembre 1989, A9 y 5 de septiembre 1989, C5. El Austral, Temuco 4 de septiembre 1989, 30. El Sur, Concepción, 4 de septiembre 1989, 12. 870 El Sur, Concepción, 7 de septiembre 1989, 1. 871Fortín Mapocho, Santiago, 14 de septiembre 1989, 19. También 10 de septiembre 1989, 20. Véase también El Mercurio de Santiago, 5 de septiembre 1989, C11. El ambiente era tan explosivo que el escritor y economista brasileño Roberto Lacerda, que estaba en Chile, pidió “disculpas a nombre de todo el pueblo brasileño”. Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 4 de septiembre 1989, 6. 872 Según Pinochet, los chilenos habían aprendido que la “base” para “lograr mejores condiciones de vida” radicaba en “la iniciativa personal” y en el “afán de crear riqueza y de multiplicarla”. La Época, Santiago, 12 de septiembre 1989, 12. El modelo privatizador era tan exitoso que los rusos, cuando dejaron el modelo

198 los chilenos se consideraban tan grandes como para exigir que, luego de que su selección se retirase antirreglamentariamente por motivos de “fuerza mayor”, la FIFA decretase la eliminación de los tricampeones mundiales, o al menos, sancionara la repetición del partido en cancha neutral. Eso, que era más que lo había solicitado en 1973 el “imperialismo soviético”, era lo único que podía hacer el organismo rector del fútbol para corresponder la dignidad y la justicia de la posición chilena 873 . Sin embargo, como adelantó Triunfo, existían “demasiados intereses creados como para esperar imparcialidad”.874 Lo cierto es que el panorama no era alentador para las pretensiones nacionales. Si el jubilado Juan Goñi se unió a los dirigentes de la ANFP, era porque estos últimos carecían de los contactos necesarios en Zurich. La decisión de la FIFA, ajustada a la norma que sanciona con la derrota al equipo que abandona la cancha, fue decretar a Brasil como ganador y clasificado al Mundial. Como declaró Herman Neuberger, presidente del Comité Organizador del Mundial, no se podía aceptar que los jugadores decidieran “por su cuenta” la suspensión de un partido875. No sólo se desestimó el argumento del retiro por motivos de fuerza mayor, sino que incluso se dudaba de la lesión del Cóndor Rojas, por lo que fue pasado al Comité de Disciplina, lo que anunciaba que en el futuro, como pedía Teixeira, podía haber un “castigo ejemplarizador”876. De esa forma, parecía hacerse realidad el chiste que días antes había publicado El Mercurio, en que Havelange, el “Dios todopoderoso del fútbol”, decía estar “estudiando un castigo a Roberto Rojas, pues es contra el reglamento que un jugador cabecee bengalas durante el partido” 877. Mientras la prensa brasileña titulaba que habían derrotado “a Pinochet en el día de la caída de Allende”878 (ya que el fallo de la FIFA fue el 10 de septiembre), para Orlando

socialista soviético, vendrán a educarse en el neoliberalismo con los economistas chilenos. Benítez, op. cit., 100-103. 873 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 4 de septiembre 1989, 9. La Época, Santiago, 6 de septiembre 1989, 24. El Mercurio de Santiago, 7 de septiembre 1989, C13. Honneth (loc. cit.) define el “reconocimiento” como la posibilidad de encontrar en el otro a un interlocutor válido, y puede ser ejemplificado como una discusión entre pares que se reconocen derechos y deberes morales mutuamente. 874 Triunfo Nº 171, 7. 875 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 11 de septiembre 1989, 1-3. 876 El Mercurio de Santiago, 7 de septiembre 1989, C13. 877El Mercurio de Santiago, 5 de septiembre 1989, A3. Véase también Qué Pasa Nº 962, Santiago, 14 de septiembre 1989, 11. Triunfo Nº 172, 3-5. Hoy Nº 635, Santiago, 15 al 24 de septiembre 1989, 20. La FIFA estaba convencida de que todo había sido un montaje, ya que, por medio de la CBF, contaba con las fotografías tomadas por el fotógrafo deportivo Ricardo Alfieri hijo, las cuales mostraban que la bengala no había golpeado a Rojas. Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 69. 878 Fortín Mapocho, Santiago, 13 de septiembre 1989, 18.

199 Aravena la medida era “una aberración, una injusticia”. Agregó, interpretando el sentimiento general, que Dios iba a tener que perdonar a “Joao Havelange, porque los chilenos no lo harán jamás”. Misma opinión era la del director de Triunfo, Julio Salviat. Para este semanario, el “fallo de la infamia” demostraba que “la justicia en el fútbol es una utopía” 879. A esta “mafia” lo único que le preocupaban eran sus “intereses económicos; y en ese plano, es poco lo que, a su juicio, Chile les puede aportar”880. Como la selección había sido eliminada “con un gol de Careca y otro de la FIFA”, es que dolorosamente se tomó conciencia de que “el fútbol mundial está manejado por mercenarios del dinero”881. En efecto, para favorecer a un país de “primitivos”, como había dicho el Almirante Merino, se había pisoteado la dignidad de una nación que se consideraba moderna y a las puertas del mundo desarrollado. Con todo, el plantel se conformó con la certeza de que, lejos de haber fracasado, pasarían a la “historia” como el equipo que “provocó que Brasil se clasificara mediante un decreto”. Recurriendo “a cosas extrañas” es que habían logrado “eliminar a Chile”. Sin embargo, lo anterior no dejaba de ser un dudoso “triunfo moral” 882 que, justamente por serlo, no podía satisfacer las expectativas del país. Para Triunfo la “única y triste verdad” era que “una vez más” el fútbol chileno estaba “fuera de un mundial” y sólo “se mantuvo en la medianía del contexto sudamericano”. Incluso los lectores de las revistas de oposición afirmaron que “los chilenos tenemos mentalidad de perdedores”. Aunque el seleccionado estaba integrado por “hombres sanos y decididos”, había “algo más poderoso, una vocación de derrota”, que se expresó “en los momentos claves”. Pérez de Arce, al ver “un equipo obligado a ganar que no hacía nada por ganar”, se preguntó “si nuestros jugadores estarían a la espera de algún decreto, porque eso es muy chileno. Siempre esperando que una ley nos solucione el problema”, algo propio de

879 Triunfo Nº172, 3-7. También Nº 171, 42. El Austral, Temuco, 11 de septiembre 1989, 1 y 18. También Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 80. 880 La Tercera, Santiago, 16 de septiembre 1989, 36. La indignación en el país era tan grande como para que se les exigiera a los dirigentes chilenos tener la valentía de desafiliarse de la FIFA. Incluso, la Sociedad Chilena de Psicología Deportiva solicitaría, de manera formal, que no se le entregara el Premio Nóbel de la Paz a Havelange, ya que no había garantizado los “Derechos Humanos” de los deportistas. La Época, Santiago, 12 de septiembre 1989, 23. Fortín Mapocho, Santiago, 12 de septiembre 1989, 1. Triunfo Nº 174, 20-21. Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 11 de septiembre 1989, 1- 7. 881 “Intereses económicos clasificaron a Brasil”, en El Austral, Temuco, 12 de septiembre 1989, 19. “En el mundo de los negocios, era la solución”, en El Sur, Concepción, 11 de septiembre 1989, 10. Análisis Nº 297, Santiago, 18 al 24 de septiembre 1989, 29-30. Ercilla Nº 2824, Santiago, 13 al 19 de septiembre 1989, 47. 882 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 11 de septiembre 1989, 4. La Época, Santiago, 18 de septiembre 1989, 13. Triunfo Nº 172, 22-27.

200 un país en que, otrora, el Estado regulaba “casi todo”. De ahí que “todo Chile, consuetudinario perdedor”, solidarizara con la selección esperando “el milagro de ganar un pleito extradeportivo”. De esa forma, un lector de Apsi declaraba con dolor que prefería “ver el Mundial tranquilo, sin sufrir por un equipo que seguramente perdería y tener que escuchar las eternas justificaciones de nuestros comentaristas y dirigentes”. En definitiva, como se había perdido y los triunfos morales eran considerados como meras excusas, el triunfalismo se transformó sin matices en el derrotismo más extremo. En ese contexto de máxima desilusión y desencanto, y aún cuando todavía en Chile no se dudase de la lesión del Cóndor y la arbitrariedad de la FIFA, Juan Goñi afirmó que “el fútbol no está para la UTI, sino para la morgue”883. El 25 de octubre Roberto Rojas enfrentó al comité disciplinario de la FIFA. Al no poder explicar cómo se había producido su lesión, ya que alegó haber estado inconsciente, fue suspendido a perpetuidad para participar en competencias internacionales y de forma absoluta por tres meses. Aunque en la reunión del Comité Ejecutivo (a efectuarse en diciembre en Roma) el portero podía apelar, se esperaba que las sanciones fuesen aún más drásticas. De esa forma, se estaba cortando la brillante carrera de quien era considerado un inocente. Ese era el castigo por el “pecado capital” que significaba haber luchado “con todo por sacar a Brasil del Mundial”884. Tras el dictamen, Víctor Molina, gerente general de la ANFP, manifestó (en lo que fue calificada como una actitud “rayana en el servilismo”) que habían “pruebas demasiado concluyentes” de que “la herida de Roberto es producto de una manipulación externa”885. Fortín denunció que acabada su “utilidad”, el Cóndor, quien

883 Mientras se había ganado a los considerados débiles, se había perdido con los que siempre nos derrotaban Triunfo Nº 172, 28-29. También Nº 174, 10-12. Sergio Avaria, “Dilucidando el maracanazo”, en Apsi Nº 326, Santiago, 16 al 22 de octubre 1989, 4. La misma carta apareció en Análisis Nº 301, Santiago, 16 al 22 de octubre 1989, 58-59. Felipe Latorre, “Vocación de derrota”, en Apsi Nº322, Santiago, 15 al 24 de septiembre 1989, 4. Pérez de Arce, “Son cosas del fútbol”, A3. Para El Sur (Concepción, 5 de septiembre 1989,12.) el planteamiento defensivo utilizado por Orlando Aravena con Brasil había sido equivocado. El exitoso entrenador argentino César Luis Menotti se mostró partidario de la eliminación chilena, ya que consideraba que el retiro del seleccionado reflejó una actitud especuladora que olvidaba que los partidos se ganan en la cancha. La Época, Santiago, 2 de octubre 1989, 17. Para un lector de Ercilla, “en ninguna empresa se permite que se haga tiempo durante dos tercios de la jornada para apurarse en el tercio final. Sin embargo, eso es lo que hacen los futbolistas chilenos”. Un tópico frecuente en la versión posmoderna empresarial de la identidad chilena era destacar que en el nuevo Chile se había terminado la ineficiencia y los “eternos almuerzos que caracterizan la jornada laboral de los países de la región”. Benítez, op. cit., 49. 884 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 6 de noviembre 1989, 2. 885 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 23 octubre 1989, 2. La Época, Santiago, 25 de octubre 1989, 26. También 26 de octubre 1989, 1. El Mercurio de Santiago, 27 de octubre 1989, A16. Austral, Temuco, 26 de octubre 1989, B14 y B24. También 2 de noviembre 1989, B8. Qué Pasa Nº 969, Santiago, 2

201 seguía sosteniendo su inocencia, se transformó en una “persona desechable”. Los mismos dirigentes que lo habían “elevado a la categoría de héroe nacional”, en un comportamiento propio de su “ideología consumista”, decidían desecharlo y optar “por que se rasque con sus propias uñas”886. Como denunciaron los jugadores de Sao Paulo, “las autoridades de su país lo habían usado como chivo expiatorio”887. Es que “culpable o no”, nadie podía negar “que siempre se la jugó por la selección”, por lo que Hoy consideró que no era justo que estuviera “solo contra el mundo”888. Para la FIFA Roberto Rojas era el protagonista “del más grande intento de engaño en la historia” del fútbol889. Tras la severa sanción, que implicaba “que todo lo que vimos y oímos es mentira”, la opinión pública “experimentó un vuelco en 180 grados y el Cóndor pasó de héroe a villano sin transición”890. El Sur consideraba que existían “versiones tan contradictorias” que hacían pensar “que todo lo acontecido no pasó de una ‘avivada’ chilena” 891 . De esa forma, en el país se comenzó a sospechar que había existido la “intención de obtener ventajas extradeportivas” 892 . Según Análisis, “se recurrió a la tradicional picardía chilena para transformar una casi segura derrota en un nuevo triunfo moral”. En definitiva, el retiro de la cancha había sido una “decisión malintencionada”893. Con todo, Orlando Aravena replicó, con razón, que “si hubiésemos regresado a la cancha, la misma prensa habría dicho que éramos unos imbéciles”. De ahí que un lector de El Mercurio, alegara que “el periodismo debe asumir su responsabilidad” en la generación de la presión que había desembocado en todo el escándalo. De esa forma, se gestó “un ambiente de sospecha, escepticismo e incredulidad”894. En ese contexto, Sergio Stoppel,

de noviembre 1989, 6-9. Triunfo Nº 178, 8-13 y 42. Molina recientemente había asumido como gerente general de la ANFP para convertirla en una “empresa dinámica” La Época, Santiago, 12 de octubre 1989, 23. 886 Fortín Mapocho, Santiago, 17 de septiembre 1989, 19. 887 El Mercurio de Santiago, 28 de octubre 1989, C22. 888 Hoy Nº 641, Santiago, 30 al 5 de noviembre 1989, 9. Véase también Análisis Nº 305, Santiago, 13 al 19 de noviembre 1989, 39. Qué Pasa Nº 969, 6-9. El Cóndor le manifestó a El Mercurio de Santiago (25 de octubre 1989, C17) que estaba pagando la “culpabilidad por defender a la selección. También 28 de octubre 1989, C22- 889 Joseph Blatter, “Engaño chileno en Río”, en FIFA News citado en La Época, Santiago, 10 de noviembre 1989, 30. También en El Mercurio de Santiago, 10 de noviembre 1989, C18. 890 Triunfo Nº 178, 8-13 y 42. 891 El Sur, Concepción 27 de octubre 1989, 10. 892 Triunfo Nº 178, 8-13. 893 Análisis Nº 303, Santiago, 30 al 5 de noviembre 1989, 37-38 y 62. 894 Triunfo Nº 180, Santiago, 13 de noviembre 1989, 3-7 y 42. Las dudas con respecto a la veracidad de la versión del plantel se acrecentaron producto de la poca fuerza con que Rojas encaró su defensa. Triunfo Nº

202 quien ya había renunciado a la ANFP, declaró: “todos somos unos sinvergüenzas”895. Si bien ya no existían “razones para confiar en la versión del equipo”, había “aún menos para creer en la FIFA”. Lo único claro era que, como tituló Felipe Bianchi parafraseando una canción del grupo nacional De Kiruza, “algo está pasando, algo huele mal”896. Debido a que la “dignidad moral de todos los chilenos” se encontraba relacionada con la “integridad de nuestra selección”, si todo había sido “un engaño, la burla es para nosotros”, consideró La Época.897 Por eso es que Guillermo Weinstein, nuevo presidente de la ANFP, anunció una profunda investigación a cargo de una comisión presidida por el ex decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, Mario Mosquera. Tanto para “recuperar nuestra imagen internacional” como “la dignidad de este deporte”, era “prioritario y urgente” esclarecer los hechos, ya que, como subrayó Edgardo Marín, lo que estaba en juego era “la fe pública” 898 . Qué Pasa esperaba, “por lo menos, que este bochorno” sirviera “para desterrar todo vestigio de podredumbre” 899 . Julio Salviat, respetado periodista deportivo, exigía que “fuese cual fuese el contenido” del informe de la Comisión Mosquera, éste debía ser “dado a conocer a la opinión pública”, ya que el balompié había sido “lo suficientemente desprestigiado como para que todo siga como si nada hubiese ocurrido” 900. La Época escribió que “una duda terrible nos golpea como nación”901. Es que a esas alturas, lo del Cóndor ya se estaba pareciendo demasiado al drama de no saber la verdad con respecto a la suerte de los Detenidos Desaparecidos, los torturados y los asesinados durante el régimen militar. Fernando Paulsen, director de Análisis, se preguntó: “¿Cómo no va a ser importante para la conciencia nacional aclarar un delito público, hecho por representantes uniformados de Chile?”. No podía entender cómo un hecho visto por más de cinco millones de personas, todavía no era esclarecido, por lo que consideró que “si una falta cometida, en una actividad menor, no es aclarada, entonces, ¿para qué exigir justicia

183, Santiago, 4 de diciembre 1989, 3-11. Raúl Valdebenito, “Responsabilidad deportiva”, en El Mercurio de Santiago, 6 de noviembre 1989, A2. 895 El Sur, Concepción, 27 de octubre 1989, 10. 896 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 20 de noviembre 1989, 2-3. También 29 de octubre 1989. 897 La Época, Santiago, 13 de noviembre 1989, 7. También 27 de octubre 1989, 1. 898 El Mercurio de Santiago, 26 de octubre 1989, C17. Véase también El Austral, Temuco, 29 de noviembre 1989, B18. 899 Qué Pasa Nº 969, 6-9 900 Julio Salviat, “El país exige una explicación”, en Triunfo Nº 182, 42. También Nº 178, 8-13 y 42. 901La Época, Santiago, 13 de noviembre 1989, 7.

203 en esas miles de violaciones a los derechos humanos, donde, seguramente, también los victimarios dirán que se hicieron en el mejor interés del país?”902 Incluso El Mercurio llegó a decir que se estaban haciendo “todos los esfuerzos requeridos para identificar a los culpables de ese verdadero golpe de Estado deportivo que se vivió en Maracaná”903. De esa forma, por medio del Cóndor, toda la sociedad chilena era consciente, una vez más, de la imperiosa necesidad que tenía el país, su pueblo, por conocer la verdad904. Afortunadamente, y a diferencia de lo que ha ocurrido con muchos de los casos de violaciones a los Derechos Humanos, en el “Caso Rojas” se pudo conocer parte importante de la verdad. Tras 27 días de investigación, la Comisión Mosquera llegó, bajo el criterio de presunciones fundadas, a la “ineludible conclusión de que la herida que afectó al señor Rojas fue provocada por él mismo”. Lo anterior no era más que la ratificación de las denuncias de la FIFA. Sin embargo, lo nuevo, lo que demostraba la “sabiduría” de la comisión, era plantear que todo “el fútbol chileno” fue el que, “mediante una teatralización dramática”, había montado “una farsa para sacar oscuros dividendos”. En efecto, lo del Cóndor no era un hecho espontáneo, sino la consecuencia tanto del “ambiente menoscabado” en que se habían desarrollado las eliminatorias, como de la crisis general en que se encontraba institucionalmente el balompié nacional 905 . Por eso, como comentó Ercilla, las conclusiones de la comisión tuvieron “el efecto de una verdadera bomba nuclear”906. Se determinaron “culpas secundarias, pero no menos graves, del entrenador, cuerpo médico, parte del plantel y dirigentes”, ya que se consideró que todos habían buscado la desclasificación de Brasil, o al menos, un “tercer partido”907 . Con todo, El Mercurio se preguntó: “¿Qué pasa con cierta prensa sensacionalista de nuestro país que insistió en eso de la guerra? ¿No son culpables acaso?”. En efecto, aunque la comisión no

902 Análisis Nº 306, Santiago, 20 al 26 de noviembre 1989, 62. También Nº 303, 41 y 62. 903 El Mercurio de Santiago, 6 de diciembre 1989, 89. Producto de la irrupción de los diarios de oposición en 1987, El Mercurio, buscando no perder su sitial como diario serio y bien informado, emprendió un proceso de “liberalización”. Ossandón y Rojas, op. cit., 59-61. 904Sobre los esfuerzos por conocer la verdad con respecto a la represión durante la Dictadura Ahumada, loc. cit. Sobre los esfuerzos estatales en democracia Comisión Chilena, loc. cit. Comisión Nacional, loc. cit. Steve Stern, op. cit., 32. 905 El Mercurio de Santiago, 29 de noviembre 1989, C17. También Triunfo Nº 183, 3-11. El Austral, Temuco, 30 de noviembre 1989, B6-B7. 906 Ercilla Nº 2836, Santiago, 6 al 12 de diciembre 1989, 38-40. 907 El doctor de la selección, Daniel Rodríguez, era responsable de “faltar a la verdad, al describir un cuadro conmocional de Rojas que no era efectivo”. Triunfo Nº 184, Santiago, 11 de diciembre 1989, 10-11. La Época, Santiago, 23 de noviembre 1989, 7.

204 lo determinó, la prensa tenía una enorme responsabilidad en la gestación del “ambiente que se creó previo al partido”. De esa manera, “el decano de la prensa chilena” afirmó que ni siquiera una historia de ficción habría tenido “un cuadro tan triste y vergonzoso como el que dibuja hoy el fútbol nacional”908. Orlando Aravena fue sindicado como el máximo culpable del juego antideportivo en que cayó el fútbol chileno. Sin embargo, él consideraba que había “actuado dentro del marco de la cordura”, y no haber generado “un clima beligerante” o inducido a “sus jugadores a realizar actos inadecuados”. Por el contrario, reafirmó: “siempre voy a motivar a mis futbolistas para que sepan que son los mejores del mundo, los más guapos” 909. En vez de arrepentimiento, existió “altanería”, por lo que un columnista de El Sur se quejó de que Aravena “bien pudo haber anunciado su aspiración al Premio Nóbel de la Paz”. Julio Salviat, por su parte, afirmó irónicamente que “todo estuvo correcto. La eliminatoria fue una taza de leche, en la que todos actuaron ajustados al fair play […]. Sigamos así, entonces, que vamos bien”. Si en Chile, tras la “mezcla de debilidades morales y exageraciones del ganar o ganar” todavía se jugaba fútbol era un “real milagro”, ya que “a nivel internacional estamos como la mona”. De ahí que la recomendación de Mario Mosquera fuera “volcar todos nuestros esfuerzos en las divisiones menores, buscando la formación de personas”910. En efecto, aún había quienes, como Felipe Bianchi, afirmaban que habían sido las arbitrariedades de la FIFA las que, “hasta cierto punto, propiciaron que los chilenos incurrieran en armas poco deportivas para lograr una clasificación, que deportivamente, estaba vedada”911. De esa manera, las conclusiones de la comisión, lejos de permitirle al fútbol chileno salvarse de mayores sanciones, terminaron por condenarlo. Sólo restaba esperar que en la reunión en Roma del Comité Ejecutivo del Mundial, Havelange acabara de “darnos con el mocho del hacha, nadie sabe todavía cómo y con qué fuerza”912. Se especulaba que se podía llegar a “dejar a nuestro país fuera de toda competencia internacional por diez años”,

908 El Mercurio de Santiago, 29 de noviembre 1989, C21. Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 4 de diciembre 1989, 7-9. 7 de diciembre 1989, 38. Véase también Hoy Nº 646, Santiago, 4 al 10 de diciembre 1989, 19. La Época, Santiago, 1 de diciembre 1989, 34. Fortín Mapocho, Santiago, 9 de diciembre 1989, 32. 909 Ercilla Nº 2836, 38-40 Triunfo Nº 183, 3-11 y 42. Análisis Nº 308, Santiago, 4 al 10 de diciembre 1989. El Mercurio de Santiago, 1 de diciembre 1989, C18. La Época, Santiago, 1 de diciembre 1989, 34. 910 El Sur, Concepción, 15 de diciembre 1989, 19. Triunfo Nº 183, 3-11 y 42. También Nº 184, 10-11. 911 El Mercurio de Santiago, 1 de diciembre 1989, C21. La revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 4 de diciembre 1989, 8-9. 912 El Sur, Concepción, 1 de diciembre 1989, 11.

205 por lo que Weinstein iba a dar la “última batalla colgado del travesaño”. En efecto, “para evitar males mayores para sanciones que son inevitables”913, los dirigentes iban a ir a rogar por “clemencia divina”914. Después de haber hablado hasta el cansancio de “ir al ataque” y poseer “mentalidad ganadora”, se terminaba yendo a jugar a la defensiva y arrodillándose ante la FIFA. De nada servía que la agencia de noticias Reuter vaticinara, en el contexto de la transición a la democracia, que “Chile puede consolidar su auge económico y libertad”. Tampoco que Büchi manifestara que “América Latina necesita un ejemplo para constar que es posible construir la democracia con progreso. Sólo Chile puede ser ese ejemplo”915. En efecto, para la engañada y encolerizada FIFA, la selección había dado un ejemplo deportivo que merecía ser erradicado. La cita de Roma, a la que los países clasificados a la Copa del Mundo asistían para presenciar el sorteo de los grupos, tuvo para Chile un significado desagradable. No sólo se iba a ver el Mundial desde la vereda del frente, sino que, por el descrédito en que se había caído, ésta sería “siempre la copa del trago amargo” 916. Ni siquiera sirvió haber rendido “pleitesía a la corte de Havelange”, ya que “nada salvó al fútbol chileno de las penas del infierno”917. Roberto Rojas fue sancionado a perpetuidad sin poder volver a jugar fútbol profesional. Fernando Astengo, por decidir el retiro del equipo en Maracaná, fue sancionado por cinco años sin practicar fútbol. Orlando Aravena, “considerado el instigador de los hechos”, no podría dirigir a un equipo por cinco años a nivel nacional y para siempre en el ámbito internacional. Los médicos del Instituto Médico Legal, quienes habían entregado un certificado médico falso sobre las lesiones de Rojas, iban a ser denunciados al Gobierno de Chile. El fútbol chileno, por su parte, no sólo se ganó una multa de US$63.000, sino que se le impidió participar en las eliminatorias para el Mundial de Estados Unidos 1994, donde justamente sería la selección brasileña, con la misma

913 Análisis Nº 308, 37-39. También Nº 311, 43. 914 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 4 de diciembre 1989, 10. También Triunfo Nº 183, 3-11. A estas alturas Weinstein iba a Roma en calidad de presidente dimisionario, ya que alegando estar amenazado de muerte, renunció a la presidencia de la ANFP. A Roma iba para no descabezar al fútbol chileno cuando recibiera las mayores sanciones de su historia La Época, Santiago, 13 de noviembre 1989, 16-17. 915 El Sur, Concepción, 9 de diciembre 1989, 8. Ercilla Nº 2839, Santiago 27 al 2 de enero 1990, 47. 916 La Época, Santiago, 4 de diciembre 1989, 13. 917 Triunfo Nº 184, 3-5.

206 estructura con la que eliminó a Chile, el cuadro que se coronaría como campeón del mundo918. Para el Cóndor, que seguía defendiendo su inocencia, la sanción significó quedar a “los 32 años, sin rumbo y sin medios de subsistencia”. Algo similar ocurría para Astengo, ya que difícilmente podría retomar su carrera a los 34 años. Como el fútbol profesional se había acabado para ambos, Hugo González declaró que era “lamentable que castiguen a quienes se jugaron por entero en pos de defender a Chile” 919. Es que Havelange no tuvo piedad de los chilenos que, en el límite del “caradurismo”, le había exigido nada menos que la eliminación de los tricampeones mundiales920. El mandamás del fútbol mundial justificó la dureza de las sanciones como una necesidad para velar por la “supervivencia del fair play […]. Debe quedar claro que los que tratan de imponer sus propias leyes, deben atenerse a las consecuencias de sus actos”921. Esa había sido la osadía de un país que, creyéndose lo suficientemente grande, había intentado doblarle la mano nada menos que a la todopoderosa FIFA, que tal como un Dios castigador, “bajó su dedo implacable” para determinar una sanción tan drástica como impactante922. Como comentó El Mercurio, ella “no estaba dispuesta a creer en eso de errar es humano, perdonar es divino”923. En efecto, a juicio de la transnacional del fútbol, los chilenos habían provocado un daño moral irreparable924. Paradójicamente, al mismo tiempo que se consideraba que el país estaba a punto de “romper el trauma latinoamericano de la incompatibilidad entre auge económico y libertad política”925, su equipo nacional había sido desterrado del primer mundo futbolístico. En efecto, hasta 1998, por la sanción recibida, la selección adulta solamente pudo participar en

918 El Mercurio de Santiago, 9 de diciembre 1989, A1 y A14. El Austral, Temuco, 9 de diciembre 1989, 1. También hubo sanciones para el kinesiólogo Alejandro Kock y el utilero Nelson Maldonado. Los dirigentes chilenos, salvo Sergio Stoppel (quien fue sancionado con una inhabilitación perpetua para ejercer de dirigente) solamente fueron amonestados. 919 “Rojas: no sé que voy hacer”, en El Sur, Concepción, 9 de diciembre 1989, 11. El Mercurio de Santiago, 9 de diciembre 1989, C16-C17. 920 Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 153. 921 El Austral, Temuco, 9 de diciembre 1989, A38 y B6. También El Mercurio de Santiago, 9 de diciembre 1989, C17. 922Triunfo Nº 185, Santiago 18 de diciembre 1989, 42. También Triunfo N° 184, 3-5. 923 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 11 de diciembre 1989, 7. También Fortín Mapocho, Santiago, 9 de diciembre 1989, 1. 924 Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 105. 925 El Sur, Concepción, 9 de diciembre 1989, 8.

207 competiciones sudamericanas926. Si en el plano político y económico la ideología del país ganador, de la competitividad y el éxito, tenía a los chilenos viviendo el sueño de formar parte de un cosmopolita y globalizado mundo desarrollado, en el ámbito futbolístico la exacerbación de ese mismo discurso lo había terminado por confinar a su austral rincón del planeta durante nueve años. En 1976, Mensaje ya había advertido que por ese peligroso camino, trazado por el “Dr. Friedman”, en que lleno de “riesgo y audacia” se busca la individualización y la ganancia, “no llegaremos a buen fin […]. Un progreso con un tipo de empresa organizada en torno al lucro no es un camino para Chile”927. Lamentablemente, 13 años después el fútbol confirmaba el juicio de la revista de los jesuitas, ya que a nivel del fútbol internacional, el país era “un paria un apestado, un leproso”.928 Los chilenos pensaban que la restricción de jugar únicamente en Sudamérica no representaba el desarrollo que se había alcanzado en los últimos años, por lo que se consideró que el “omnipotente fallo de la FIFA insulta al país”. Era unánime el sentimiento de que era “un fallo draconiano”, un “hachazo homicida sobre nuestro fútbol”, en el que había un claro ensañamiento en “contra del derrotado”. La “reacción popular”, una mezcla de “dolor e indignación”, apuntaba a “no aceptar una injusticia”929 . Aunque Weinstein arguyera que al “engañar al fair play, pudo haber sido mucho peor”, la crítica apuntó hacia la forma poco digna en que se fue a pedir clemencia. El dirigente de Palestino, Fernando Lama, manifestó que “le hicimos el juego a la FIFA. Nos humillamos y fue, terriblemente, para peor” 930 . Según Triunfo, el informe de la comisión fue considerado como un “agravante, burlándose nuevamente de la buena fe de un país”931. Como denunció Fortín, se estaba “intentando tapar el sol con un dedo”, ya que había sido el “avivado fútbol chileno” el que se “puso fuera de juego”. La prensa tenía que reconocer que había “abusado del caso Rojas”932. Sin embargo, como denunció un molesto Edgardo Marín, parecía que “nos va a costar asimilar la lección”, debido a que “escucho decir que hay que aprender a

926El Mercurio de Santiago, 9 de diciembre 1989, C17. Triunfo Nº 184, 3-5. El Austral, Temuco, 9 de diciembre 1989, B6. 927 “Cambios en Colo Colo”, loc. cit. 928 Guarello y Urrutia, Historias secretas II, 150. 929 El Austral, Temuco, 9 de diciembre 1989, 1 y A38. El Sur, Concepción, 10 de diciembre 1989, 10. También 12 de diciembre 1989, 3. Triunfo N° 184, 3-5. Fortín Mapocho, Santiago, 9 de diciembre 1989, 32. 930 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 11 de diciembre 1989, 4. También El Austral, Temuco, 9 de diciembre 1989, B6. 931 Triunfo Nº 184, 8-9. 932 Fortín Mapocho, Santiago, 10 de diciembre 1989, 2.

208 hacer ‘estas cosas’”, por lo que se preguntaba: “¿acaso la moralidad ya murió entre nosotros y los sucesos de hoy son no más que los funerales?”933. Chile había perdido la batalla “que pretendió ganar a costa de engaños”. A los ojos del mundo, los chilenos aparecían “como verdaderos mafiosos, lo que es algo inédito en este país, libre, hasta hace poco, de esas intrigas”934. Es que lo del Cóndor no era más que la “punta maloliente de un iceberg de putrefacción a todo nivel”935. Para la oposición, debido a que “el fútbol se ha convertido en otra mercancía que se maneja con las leyes del mercado”, la solución institucional pasaba por que se retomaran los cauces democráticos, a través de la participación ciudadana y la integración social 936 . Sin embargo, lo que ha primado hasta la actualidad, aún cuando no se han solucionado los problemas, ha sido la visión tecnocrática propia del modelo económico-social implantado por la Dictadura. Como planteó Qué Pasa, el problema del fútbol era que “aún conserva estilos de conducción poco empresariales, a lo amigo” 937 . Para El Sur, era la falta de profesionalización de los dirigentes “no remunerados” la causa de la ineficiencia “en el manejo tanto deportivo como financiero”. La ridícula y bochornosa participación de la selección en las eliminatorias demostraba que el fútbol profesional estaba “integrado por dirigentes no idóneos” y técnicos “carentes de ética profesional”. De esa manera, la “comunidad nacional”, que “dio un respaldo que no merecía” al balompié criollo, había sido victima de un “burdo engaño”.938 El fútbol necesitaba un cambio radical, un nuevo “ordenamiento serio, eficaz y obviamente respetuoso del fair play.” Sin embargo, Edgardo Marín se preguntaba: “¿dónde están los dirigentes capaces de iniciar este proceso de saneamiento desde cero?”939. El descrédito dirigencial llegaba a tal punto que, en el contexto de una nueva elección de presidentes de la ANFP a fines de 1989, Fortín se preguntaba: “¿Quién hará menos daño al

933 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 11 de septiembre 1989, 2. 934 La gaceta del Sur, Concepción, 26 de noviembre 1989, 5-7. También en El Sur, Concepción, 26 de noviembre 1989, 2. 935 Análisis Nº 308, 37-39. 936 Análisis Nº 311, 41-42. También Nº 298, 33. Fortín Mapocho, Santiago, 17 de diciembre 1989, 21. 937 Qué Pasa Nº 962, 7-11. En el contexto de la huelga de la selección en 1987, Edgardo Marín (“Apuntes de un hito” en El Mercurio de Santiago, 6 de julio 1987, 6) ya había planteado la necesidad de “organismos centrales reducidos, eficientes y técnicos. Los dirigentes deben dictar pautas generales y dejar la ejecución en ejecutivos”. 938El Sur, Concepción, 29 de octubre 1989, 2. 939 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 11 de diciembre 1989, 7.

209 fútbol? ¿Abel Alonso o Peter Dragicevic?”940. Juan Goñi había declarado seriamente que sólo “Jesucristo, Alá y Buda salvan al fútbol chileno”, por lo que la “única solución es rociarlo con parafina y encenderle un fósforo”941. Muy lejos del slogan de la Dictadura de Chile como un país ganador, hacia el fin de su gobierno, y producto de la inexistencia de una “política deportiva estatal”, el deporte de alto rendimiento se encontraba “en uno de los momentos más bajos de su historia, sino el peor”. Era la consecuencia del desmantelamiento del Estado desarrollista chileno. Para Análisis, la situación del deporte reflejaba la descomposición en que el régimen había sumido al país. De esa manera, el nuevo gobierno democrático heredaría una “enorme crisis” institucional942. Si en el plano institucional la Dictadura terminaba con una enorme crisis, en el plano ético las cosas marchaban peor. Aunque Alejandro González Samohod afirmara que el Gobierno Militar dejaba una “Patria fortalecida en su moral”943, lo cierto era que el capitán de la selección, admirado “por su clase internacional” y su resistencia “a los triunfos morales”, había utilizado el “recurso más antifutbolístico que un jugador chileno jamás puso en práctica”. Para Análisis, en los últimos años el deporte, además de sus fracasos, había demostrado estar podrido944, lo que, según Sergio Stoppel, era la consecuencia de “la mentalidad de nuestro medio, muy metalizada”945. En efecto, como arguyó Julio Salviat, éste no era un “problema ajeno” a una sociedad en la que “el vivo es elogiado” y “el que vende once manzanas por docena se jacta y es palmoteado”946. Según Martín Hopenhayn, que buscaba reconstruir “el ser chileno desde el tajo del Cóndor”, había que asumir que “nos burló con nuestra propia ley”, y en ese sentido sería “el más chileno de los

940 Fortín Mapocho, Santiago, 16 de diciembre 1989, 19. 941 Las palabras de Goñi en La Tercera, Santiago, 15 de septiembre 1989, 20-25. También en Ercilla Nº 2824, 5. Véase también La Gaceta de El Sur, Concepción, 26 de noviembre 1989, 5-7. 942 Si en las olimpiadas de Seúl de 1988 Alfonso de Irarruizaga logró una medalla de plata en tiro skeet y Gert Weil alcanzó el sexto lugar en el lanzamiento de la bala, se debió exclusivamente a sus esfuerzos personales. En los Juegos Panamericanos de 1987 la delegación chilena obtuvo sólo el 13º lugar y el 6º entre los países sudamericanos. Si en el atletismo las selecciones chilenas, entre 1981 y 1987, nunca bajaron del tercer lugar sudamericano, en 1989 sólo llegaron al sexto lugar. En el básquetbol la realidad era aún más triste, ya que si en el sudamericano de 1987 el quinteto nacional remató en último lugar, en 1989 ni siquiera participó La Época, Santiago, 1 de octubre 1989, 34. Análisis Nº 296, Santiago, 11 al 17 de septiembre 1989, 41. También Nº 298, 33 y Nº 311, 41-42. Fortín Mapocho, Santiago, 10 de diciembre 1989, 2. 943González, “Glorias del Ejército de Chile”, 2. 944 Análisis Nº 308, 37-39. También Nº 309, Santiago, 11 al 17 de diciembre 1989, 37-38. 945 El Austral, Temuco, 9 de diciembre 1989, A38. 946 Triunfo Nº 185, 42.

210 chilenos”947. Es que el deporte, que bien usado podía “darnos nociones de juego limpio”, mal empleado fue “un estímulo de la vanidad” que promovía “insaciables deseos de victoria, odio a los rivales e intolerancia”.948 Para la oposición, tras 16 años de autoritarismo en que los chilenos perdieron su “capacidad de asombro”949, el “Caso Rojas” iluminó la crisis ética en la que había caído el país. El fútbol, como “reflejo de la realidad”950, no había sido capaz de evadir ese “clima de descomposición moral”951. Mensaje, que interpretaba lo ocurrido con la selección como una manifestación de los valores actuales de la cultura de masas chilena, consideró que se había perdido el “honor”, la “dignidad” y la “vergüenza”952. La Dictadura, afirmó Fortín, “enferma hasta el tuétano de su totalitarismo”, se iba y lo que dejaba era “una nueva vergüenza nacional”. El deporte chileno, que si bien nunca había sido “de excelencia”, en democracia al menos había sido capaz de relacionarse “con dignidad en el concierto internacional”. La “única y directa explicación” de que los chilenos quedaran “como mentirosos y deshonestos” era la “crisis de valores” 953 . En efecto, todo lo que no se adaptaba a la “competitividad” y a la “racionalidad empresarial recibe el rótulo de innecesario”954. De modo que “la honestidad, la honradez, el respeto al prójimo, si se opone al interés personal, ¡fuera con él!”. No era extraño, por lo tanto, que esa misma ética hubiese alcanzado tanto a los futbolistas como a la prensa955. De esa manera, Salviat afirmó que, aunque “la corrección de los malos hábitos es imperativo en el fútbol, la formación de valores sólidos es urgente en la sociedad” 956. Han sido varias las investigaciones que han remarcado que lo ocurrido en el Maracaná “no fue otra cosa que la culminación de una época en el fútbol chileno en que los valores deportivos y juego limpio importaron poco o nada”. Para Eduardo Santa Cruz, por ejemplo,

947 Hopenhayn, loc. cit.. 948 El actual de El Sur, Concepción, 10 de septiembre 1989, 1-2. También en El Mercurio de Santiago, 9 de diciembre 1989, C17. 949 Apsi Nº 328, Santiago, 30 al 5 de noviembre 1989, 5. 950 Análisis Nº 304, Santiago, 6 al 12 de noviembre 1989, 37-38. 951 Apsi Nº 328, Santiago, 30 al 5 de noviembre 1989, 5. También La Época, Santiago 1 de diciembre 1989, 33. 952Cox, loc. cit. 953 Fortín Mapocho, Santiago, 10 de diciembre 1989, 11. También La Época, Santiago, 14 de noviembre 1989, 6. 954 Subercaseaux, op. cit., 88. 955La Época, Santiago, 14 de noviembre 1989, 6. Análisis Nº 311, 41-42. 956 Triunfo Nº 185, Santiago, 18 de diciembre 1989.

211 la Dictadura instala en la sociedad la noción de que “el fin justifica los medios”. Lo anterior es lo que se expresaría en el “Caso Rojas”, ya que para ir al Mundial había que eliminar a Brasil, “y nosotros lo íbamos a hacer, como fuera. Era una cosa delirante, no había nadie que te sujetara, no había límites.” Como hemos podido observar – y como sostiene Daniel Matamala –, era una época en que “se pensaba que los chilenos no ganaban porque no éramos lo suficientemente vivos”. De esa forma, lo del Cóndor no sería más que “la culminación grotesca de un proceso de descomposición”957. Recién en democracia, cuando desde Europa y Estados Unidos se felicitaba al país tanto por salir “de las sombras” dictatoriales como por su “vigor democrático” que le permitía retomar “sus tradiciones ancestrales”958, Roberto Rojas confesó haberse cortado él mismo la frente en el Maracaná. En mayo de 1990, después de nueve meses en que ya no podía vivir más con su conciencia, reconoció haber cometido el “error más grande de [su] vida” y pedía el “perdón de todos”. Rojas explicó que lo hizo “porque quería ganar, porque estaba aburrido de las injusticias, de los abusos de la FIFA. Me la jugué a ganador, sólo por Chile, esperando que nos dieran los puntos”959. Sus compañeros de selección asumían que lo había hecho “por su país”. Misma opinión era la de uno de sus compatriotas consultado por La Tercera. Para él había que “sacarse el sombrero frente a Rojas por todo lo que hizo. Chile no tenía ninguna otra posibilidad, por eso yo lo apoyo”, porque “se la jugó. Desgraciadamente el Cóndor va a tener que pagar el pato solito”. De esa forma, se ponía fin a “uno de los escándalos más resonantes en la historia del fútbol” 960.

Conclusiones. Develando a Chile a través del Cóndor Es cierto que la ilusión de dejar a Brasil fuera del Mundial se sustentó deportivamente en el triunfo por 4-0 en la Copa América de Argentina. De hecho, existieron posibilidades de conseguirlo, ya que no se puede olvidar que se luchó mano a mano hasta el último

957 E. Santa Cruz, Crónica de un encuentro, 62-63. También “Fútbol y nacionalismo de mercado”, 207-208. También, junto con Matamala, en González y Quezada, op. cit., 153-154. 958 “Chile, el mundo y el retorno a la democracia”, en La Época, Santiago, 16 de diciembre 1989, 6. “El mundo celebra triunfo de la democracia en Chile”, en Fortín Mapocho, Santiago, 16 de diciembre 1989, 17. 959 Rojas, loc. cit. Roberto Rojas, “¡Lo hice por Chile! Me la jugué por Chile”, en La Tercera, Santiago, 27 de mayo 1990, 20-21. 960La Tercera, Santiago, 27 de mayo 1990, 23 y 32. La idea de que el Cóndor lo habría hecho por Chile se oponía a la tesis, que no comparto, según la cual Roberto habría actuado impulsado por intereses económicos personales.

212 partido contra la mayor potencia futbolística del mundo. Sin embargo, la antideportiva trampa del Cóndor Rojas devela que las exigencias sobrepasaban los criterios exclusivamente deportivos. Desde una perspectiva únicamente futbolística, ser eliminados por los tricampeones mundiales no podría haber significado una humillación, sobre todo porque se aceptaba que eran futbolísticamente superiores. La eliminación, aunque dolorosa, debería haber sido asumida como una consecuencia natural de una disputa en la que lo más lógico era haber sido derrotados. De modo que es indudable que la obligación de ganar a la que fue sometido el seleccionado nacional, estuvo mediatizada por el discurso de Chile como un país ganador. Lograr lo que nunca antes nadie había conseguido, fue considerado como lo mínimo que se le podía exigir a la selección de una nación que estaba destinada a la grandeza. En definitiva, el “Caso Rojas” expresa, en toda su complejidad, que los chilenos, a fines de la década del ochenta, ya se consideraban parte de una nación moderna y que había dejado el subdesarrollo latinoamericano. Como se denunció en las páginas de El Mercurio, el bélico clima en que se desarrollaron las eliminatorias demostró que “lo ajeno y lo nocivo para el deporte puro” se había impuesto. Al olvidar que no se jugaba más que un partido de fútbol, el tradicional sentido chileno de las proporciones se había perdido. Se añoraba un tiempo en que el “público concurría”, con una “cultura envidiable”, a disfrutar “del espectáculo”. Como “el deporte no utilitario, sin propósitos económicos, juego, deporte, en el más subido y estimable sentido de tales conceptos”, había desaparecido, Marcelo Simonetti se preguntó: “¿Quién nos escondió este país?” 961 . Al finalizar el periodo dictatorial, la creciente “competitividad y búsqueda de triunfos” había erosionado inexorablemente las “actitudes, valores y estructuras del deporte” como un juego 962 . Por el contrario, el fútbol se transformó en algo mucho más serio. El otrora tranquilo y culto espectador chileno, capaz de soportar la derrota y aplaudir al rival, dio paso al hincha militante cuyo único fin era

961 Revista del Deporte de El Mercurio, Santiago, 18 de septiembre 1989, 6. El Mercurio de Santiago, 10 de diciembre 1989, A2. 962 Citadas en Dunning, loc. cit. Dunning plantea que la seriedad que estaba adquiriendo el deporte moderno se debía, fundamentalmente, a tres procesos interrelacionados: la formación del Estado, la democratización funcional y la difusión del deporte a través de una red mucho más compleja de interdependencias internacionales. A su vez, el “aumento de la importancia social del deporte”, se debía a que habría cobrado fuerza “como una de las principales fuentes de emoción agradable”, el que se constituye como “uno de los principales medios de identificación colectiva y el hecho de que ha llegado a constituirse en una de las claves que dan sentido a las vidas de muchas personas.” También Huizinga, loc. cit.

213 presenciar el triunfo de su equipo 963 . Lo anterior, en parte, era el resultado de la desaparición de una prensa capaz de “criticar sin sensacionalismos”. A diferencia de la prensa desarrollista, que era consciente de la real fuerza del fútbol chileno, la de fines de siglo se caracterizó “por una dinámica autorreferencial” en la que “se sobrevaloran las capacidades” de los jugadores, “se sobredimensiona la importancia de las competencias, llegando a lo grotesco”. Concretamente, la prensa había dejado de lado sus pretensiones ilustradoras, en el sentido de educar al aficionado deportivo964. Lo ocurrido durante las eliminatorias no es más que una manifestación de cómo, tras años de autoritarismo, “la cultura cotidiana experimentó un fenómeno de radical reajuste y reorientación” 965 . En definitiva, el país había cambiado y el fútbol nos permite observar la dimensión de esa transformación cultural e identitaria. Cuando todavía se creía que Roberto Rojas había sido golpeado por la bengala, el dramaturgo y siquiatra chileno Marco Antonio de la Parra planteó que el ataque desnudaba “el lado oculto de una época. Un síntoma de un alma dañada, un país enfermo, una práctica corrupta”. Aunque lo decía con respecto a Brasil, lo cierto es que la caracterización finalmente correspondía a la sociedad chilena, ya que era Roberto el “loco” que había ejecutado “el secreto deseo de un pueblo” como el chileno, “envenenado de ira, desprovisto de toda nobleza, pervertido por la industria del espectáculo y un torvo culto a los nacionalismos”966. Es que, como arguyó Hopeyhaim, “¿Quién puede impedir al Cóndor mirarse a sí mismo desde Chile, haciendo hablar a Chile a través suyo? ¿No es el Cóndor uno de los solemnes símbolos de la nación?”967. Efectivamente, como vimos, fue todo el país, por medio de la prensa, el que generó el “ambiente menoscabado explicativo de los

963 Matamala, Goles y autogoles, 216-217. 964 E. Santa Cruz, “Fútbol y nacionalismo de mercado”, 207-218. Tras irse develando la verdad del “Caso Rojas” se volvió frecuente criticar al periodismo deportivo chileno por su costumbre de “adorar falsos ídolos y contribuir a la mediocridad en que se desenvuelve el fútbol”. La Tercera, Santiago, 27 de mayo 1990, 32. Eduardo y Luis Santa cruz (loc. cit.) sostienen que la prensa desarrollista, al atribuirse un rol fundamental en el progreso del deporte chileno, buscaba generar aficionados capaces de tener una visión crítica sobre el espectáculo deportivo. Esa prensa es la que, como vimos, ya no existe en 1989. Con todo, la actitud de observar deportes con “ojo analítico es incompatible con el escalofrío que embarga al fanático cuyo equipo de fútbol esta por ganar el campeonato”, y ello no implica “un nivel mayor o menor de participación en un espectáculo deportivo”. Gumbrecht, op. cit., 231. 965Brunner, Barros y Catalán, op. cit., 191-193. 966 La Época, Santiago, 4 de septiembre 1989, 7. 967 Hopenhayn, loc. cit., 16-17.

214 hechos” 968. Todos, hastiados de los triunfos morales, estaban convencidos de que a Brasil había que ganarle como fuera y no importaba el cómo, ya que el fin justificaba los medios969. De esa manera, Roberto Rojas simplemente llevó al límite los postulados éticos de una sociedad en la que el éxito y la moral corrían por carriles separados. En efecto, en el Chile neoliberal, ser honorable (a diferencia de lo que ocurría en el desarrollismo) no tenía nada que ver con ser exitoso. Incluso la prensa de oposición, Fortín Mapocho y La Época, replicó en lo medular el relato futbolístico difundido por el resto de los medios de comunicación. Aunque ocuparon el “Caso Rojas” para atacar a la Dictadura, propagaron la necesidad de “hacer pesar la condición de local”, de poseer una mentalidad ganadora e, incluso, también le exigieron a la selección terminar con los segundos lugares, las derrotas honrosas y los triunfos morales. Si divulgaron este discurso fue porque, al ser conscientes de que la Dictadura “había transformado Chile”, consideraron que ese discurso era el que interpretaba las demandas de la sociedad chilena970. El discurso futbolístico de la prensa de oposición confirma, como metáfora, que durante los “gobiernos post-autoritarios” se seguirá cultivando “un cuidado marketing del éxito económico”971. De esa manera, si en 1989 el sistema económico e institucional instalado por la Dictadura estaba consolidado, la cultura del libre mercado972, con sus valores del logro y la competitividad, se encontraba lo suficientemente asentada en la sociedad chilena como para reproducirse en democracia. Al finalizar su gobierno, el Régimen Militar afirmó haber hecho de Chile una nación pujante y moderna. Sin embargo, su legado futbolístico demostró una realidad completamente diferente. Con “lo del bengalazo”, hubo que despedirse de los mundiales de Italia ‘90 y Estados Unidos ‘94. Con esto, toda una generación de futbolistas chilenos fue privada de participar, al menos, en la ronda preliminar de una Copa del Mundo. Luego

968 Cox, loc. cit. 969 Santa Cruz citado en González y Quezada, loc. cit. 970 Tras algunos meses de circulación en 1987, los directorios de ambos medios tuvieron que readecuar sus estrategias comerciales y periodísticas, sobre todo en las áreas policiales y deportivas, para poder tener una mejor llegada en sus públicos objetivos. De esa forma, buscando “dar a la gente lo que ella quiere”, desarrollaron una estrategia más comercial y vendedora. Lo anterior no implica que en el terreno de la información política Fortín Mapocho y la Época no hayan significado un cambio con respecto a los medios oficialistas, ya que en ese plano, ambos medios fueron muy importantes en la divulgación de un discurso completamente distinto al que presentaban en resto de los periódicos chilenos. Al respecto Ossandón y Rojas, op. cit., 71-99. 971 Moulian, op. cit., 97. 972 Cárcamo, loc. cit.

215 de dieciséis años de dictadura era evidente, como escribió La Época, que “somos más débiles que antes, con el agravante que seremos menos dignos y menos morales” 973 . Curiosamente en 1974, cuando todavía no existía la “mentalidad ganadora”, el fútbol chileno había estado entre los mejores dieciséis del planeta. De esa forma, la bengala que estalló la noche del 3 de septiembre de 1989 en Maracaná desnuda (aunque los chilenos hubiesen creído formar parte de un país que estaba a las puertas del Primer Mundo) que el discurso del Régimen era una falacia. Tras las exitosas cifras macroeconómicas, se ocultaba la “herida abierta del terrorismo de Estado”, los “cinco millones de pobres junto a unas 200 familias y transnacionales que se han enriquecido”, un “sistema de medicina social y de educación destruido” y “empresas de utilidad pública desguazadas”974. Era falso, a su vez, que los empresarios chilenos no hubieran necesitado la protección de “papá Estado”, ya que no sólo subvencionó a los grandes deudores en dólares tras la recesión de 1982, sino que incluso, como vimos, prácticamente les regaló las empresas estratégicas975 . Al lado de éstas, la farsa del Cóndor tuvo consecuencias mucho menos duraderas. De esa forma, en 1987 Mensaje denunció la existencia de “dos naciones en un mismo lugar”. La distancia entre los ricos y los pobres, con respecto a los servicios de salud y educación, era (y es) equivalente a la que existe entre el primer y el “el tercer mundo”, provocando que los chilenos fuesen “casi extranjeros entre sí”. De modo que no era posible hablar de “Chile como una nación”976. Ese fue el resultado del proyecto refundacional de la Dictadura Militar. Aunque en 1989 el país era más rico, lo cierto es que era mucho menos integrado que el que culmina con la Unidad Popular. Ese país, que ya no existía, había logrado, a través de la participación e inclusión de los sectores medios y populares, la construcción de una “democracia más profunda y de igualdad social más generalizada”977. Ese proyecto fue el que consciente y sistemáticamente revirtió, por medio de una acelerada

973 La Época, Santiago, 13 de noviembre 1989, 7. 974 Fortín Mapocho, Santiago, 10 de diciembre 1989, 11. Por su parte, La Época afirmaba que “todos los esfuerzos del continuismo para convencer a los chilenos del progreso nacional se estrellan contra la porfiada y dura realidad de la clase media y la indigencia extrema”. Santiago, 6 de diciembre 1989, 6. Gumbrecht, por su parte, considera, en términos generales, que ha sido en el espacio del ocio “donde las múltiples promesas que” históricamente han hecho los Estados “a sus ciudadanos” han chocado “con la más decepcionante realidad”. Op. cit., 124. 975 La subvención a los grandes deudores en dólares tras la crisis equivalía al 3% del Producto Interno Bruto. Gárate, op. cit., 305-307. También Análisis Nº 309, Santiago, 11 al 17 de diciembre 1989, 25. 976 “¿A qué país viene el Papa?”, loc. cit. 977 Mensaje Nº 275, Santiago, diciembre 1979, 795.

216 modernización capitalista de mercado, la Dictadura. De esa forma, “la idea del súper país, al estilo del país cachetón”978, intentaba identificar a la población, a través del “orgullo patriótico”979, con un proyecto social que había hecho “mucho más ricos a muy pocos ricos, y mucho más pobres al resto de los chilenos.” 980. Todo ese proceso de exclusión y segregación social, implantado a sangre y fuego, es el que explotó con la bengala que no golpeó al Cóndor. El “Caso Rojas” reflejó la violencia y las maquinaciones que se necesitaron para que naciera un Chile que era llamado moderno y exitoso, pero que, en la realidad, estaba muy lejos de entrar al primer mundo.

978 Subercaseaux, op. cit., 64-65. 979 Moulian, op. cit., 97-99. 980 García Márquez, op. cit., 64.

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218 5. Conclusiones: Chile a través de su selección de fútbol.

A través de una historia de la selección chilena de fútbol durante la Dictadura Militar, enfocada en el análisis y la reconstrucción del discurso de la prensa deportiva, esta tesis plantea que la concepción social del fútbol, los criterios con que se lo juzgaba y las concepciones del mundo en que se lo encuadraba981, cambiaron radicalmente durante esta decisiva etapa de la historia nacional982. Producto de la enorme capacidad simbólica y vinculante que históricamente ha tenido el fútbol en Chile, esta transformación nos permite conocer, a su vez, cómo la instalación de la cultura del libre mercado impactó en las expectativas, valores y la visión ética que existía en el país; en definitiva, cómo transformó la identidad chilena. El significado social de las actuaciones futbolísticas del representativo chileno, a lo largo de este periodo, estuvo mediado primero por una versión desarrollista de la identidad chilena, para luego estar dominada por lo que Jorge Larraín denomina como la versión posmoderna empresarial. De esa manera, esta historia de la selección pretende revelar lo que significó para los chilenos, en su vida cotidiana, el paso desde un país que era presentado como pobre, subdesarrollado, periférico e inserto en América Latina, a un Chile representado como moderno, pujante, ganador, a las puertas del primer mundo y excepcional en el concierto latinoamericano. Entre 1973 y 1974 el país era representado con los rasgos de aislado y subdesarrollado. Dicha representación fue potenciada en el contexto de la instalación de una cruenta Dictadura Militar que se planteó, en esa etapa, como una restauración de los valores más tradicionales de la sociedad chilena. En ese contexto, los encuentros contra la Unión Soviética y las dos Alemanias fueron presentados como la lucha entre David y Goliat, ya que se suponía que eran rivales muy superiores. Para un país pobre como Chile, sólo participar en la cita mundialista era un triunfo. Además, como dominaba una concepción desarrollista en el plano deportivo, en la que el progreso era el fruto de un trabajo planificado y a largo plazo, la Copa del Mundo de Alemania 1974 fue entendida como un examen que permitiría conocer la verdadera capacidad del balompié criollo. De esa manera,

981 Bourdieu, loc. cit.. Korstanje, loc. cit. E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, loc. cit. 982 Lo que abona a la tesis de Gumbrecht de que lo que caracteriza la historia de los deportes son las discontinuidades. Op. cit. 85.

219 la honrosa eliminación en primera ronda fue una prueba del notable avance del fútbol de un país rezagado tanto económica como deportivamente. Bajo esta concepción desarrollista, la moral era consustancial a la práctica deportiva, y por lo tanto, un buen deportista no era necesariamente el más ganador, sino fundamentalmente aquél que demostrara valores dignos de ser imitados por el resto de la sociedad983. En otras palabras, un individuo correcto en el terreno de juego también era un buen ciudadano, trabajador, padre o esposo. Aunque los chilenos podían ser superados en la cancha, nunca responderían con un comportamiento carente de honor y dignidad. Fue por medio de este discurso ético que se volvió inteligible el enfrentamiento futbolístico entre Chile y la Unión Soviética a pocas semanas del Golpe de Estado de 1973. En esa oportunidad, cuando los soviéticos se negaron a jugar en un Estadio Nacional manchado con la sangre de miles de compatriotas, la clasificación mundialista fue interpretada por la prensa nacional como un triunfo moral en el sentido más alto de la expresión. Efectivamente, el país podía enorgullecerse de tener dirigentes íntegros y decididos, y de cumplir con sus compromisos a pesar de todas las dificultades que implicó la restauración dictatorial. De esa forma, si en el plano deportivo los chilenos eran buenos deportistas, ya que respetaban el fair play, en el identitario eran pobres pero honrados. Esa autopercepción era capaz de sostener el orgullo nacional. Sin embargo, el mismo Régimen Militar, que en su instalación exacerbó este relato porque no poseía todavía uno propio, terminará por sepultar esta forma en que los chilenos entendían tanto el deporte como a su país. A medida que se implementó y consolidó el proyecto refundacional de la Dictadura Militar (económica, social y culturalmente), los triunfos morales ya no bastaron para enardecer el orgullo patriótico. En efecto, desde 1975 el Régimen dejó de concebirse como una restauración de la chilenidad y de sus valores más tradicionales, para transformarse en una refundación neoliberal de Chile, intentando, por medio de la fuerza, “cambiar la conciencia colectiva del país”984. Para la década del ochenta, coincidiendo con el discurso oficial (que hablaba de una nación poderosa que transitaba aceleradamente hacia el desarrollo en todos los ámbitos, incluso del deportivo), a la selección se le exigieron logros relevantes. A diferencia de lo que ocurrió ocho años antes, al Mundial de España 1982 se

983 E. Santa Cruz y L. Santa Cruz, op. cit., 107-125. 984 Correa, Historia del siglo XX chileno, 284-287. También Brunner, op. cit., 50 y 90-92.

220 fue con la convicción de que por fin Chile se insertaría dentro del selecto grupo de los países más desarrollados en el ámbito futbolístico. Ya no bastaba tener una actuación decorosa, sino que se exigió una participación destacada y competitiva. No obstante, la desastrosa campaña futbolística del seleccionado nacional demuestra que estas expectativas no se encontraban sustentadas en criterios exclusivamente deportivos, sino que estaban mediadas discursivamente por el relato exitista incubado en el contexto del boom de la economía chilena durante los últimos años de la década del setenta 985 . Las altas expectativas futbolísticas que existieron en dicha oportunidad reflejan el profundo impacto cultural que estaban teniendo las transformaciones económicas y sociales implementadas por el Gobierno Militar. La recesión futbolística y económica de 1982 demostró que el discurso oficial del “vamos bien, mañana mejor” era una falacia. Sin embargo, aunque los chilenos no consideraban ser parte de un país exitoso, ya que la realidad demostraba brutalmente lo contrario, no les convenció que la inapelable eliminación en primera ronda fuera el reflejo del verdadero nivel de su fútbol. Si no se consiguió un triunfo moral no fue solamente porque la participación nacional fue paupérrima, sino que fundamentalmente, porque no era lo que se había ido a buscar a España. Si las exigencias habían cambiado (en este caso, aumentado) fue porque entre 1974 y 1982 la representación oficial del país también lo había hecho. Con todo, se criticó con dureza que los medios de comunicación hubiesen generado expectativas tan altas. De esa manera, se había caído en el exceso de transformar el fútbol en algo en que, “poco menos estarían en juego la dignidad nacional o las virtudes de la raza” 986. Más precisamente, el país que la Fuerzas Armadas habían dicho restaurar, gradualmente iba siendo reemplazado por uno que estaba adoptando las éticas y valores de una sociedad competitiva. En definitiva, el proyecto de la Dictadura se había transformado en una refundación del país, afectando la forma en que los chilenos se pensaban a sí mismos y a su nación. En consecuencia, la recesión económica y futbolística de 1982 debe ser entendida como un punto de transición entre el Chile humilde y el Chile triunfador. Para fines de los ochenta la Dictadura ya había superado la crisis económica y política de la primera mitad de la década. A su vez, logró consolidar, amparada en un segundo ciclo

985 Gárate, op. cit., 2012, 284. 986 Barraza, “Transmisiones deportivas ¿Informar o distraer?”, 362-363.

221 económicamente exitoso, la imagen de Chile como “un país ganador”. En paralelo a la consolidación del empresariado como el sujeto primordial de la identidad nacional, se instaló una concepción cultural en la que el dinamismo, el interés, el éxito, la ganancia y el consumo se transformaron en “los valores centrales de la sociedad chilena”987. Bajo esa concepción cultural, era el individuo el responsable tanto de que el país hubiese dejado “atrás el subdesarrollo crónico”, como de hacer de Chile una nación moderna y pujante988. De esa manera, a la selección se le exigió lograr lo que nunca antes nadie había conseguido: eliminar, por primera vez en la historia, a Brasil de un Mundial de fútbol. Era lo mínimo que se le podía exigir a la selección de una nación que, como decía Pinochet en la época, estaba destinada a la grandeza. Aunque se aceptó que la selección brasileña era futbolísticamente superior, esa superioridad sería vencida con “guapeza”, “garra”, mentalidad ganadora y voluntarismo. En efecto, las eliminatorias para Italia ‘90 debían ser el escenario para demostrar un cambio de mentalidad que implicaba jugar para ganar y no para merecer un empate o una derrota honrosa. Al mismo tiempo que celebró la “viveza” y la vehemencia del equipo nacional, la prensa incitó al hincha a hacer pesar la condición de local. De esa manera, el rival deportivo se transformó en un enemigo, y para derrotarlo, para lograr la meta, había que ocupar todos los recursos que fuesen necesarios, incluso aquellos que rayaran en lo ilícito. Es muy significativo que la prensa de oposición, replicando el relato del resto de los medios de comunicación, también le exigiera al representativo nacional terminar con la pesadilla de los triunfos morales. Si la prensa divulgó este discurso fue porque era el que se correspondía con el sentido común de los chilenos. En efecto, a diferencia de lo que ocurre en el plano político, la prensa deportiva, para tener éxito, está obligada a reproducir los valores, creencias y expectativas de sus lectores. De esa manera, si en 1989 el sistema económico e institucional instalado por la Dictadura estaba consolidado, los valores del logro y la competitividad, propios del neoliberalismo, se encontraban lo suficientemente asentados en la cultura cotidiana de los chilenos como para reproducirse en democracia. En efecto, el Régimen contó con toda la fuerza represiva y persuasiva del Estado más poderoso en la historia de Chile, para

987Larraín, “A treinta años”, 150. 988 Benítez, loc. cit.

222 implementar su modelo económico y cultural989. La trampa ejecutada por Roberto Rojas en el estadio Maracaná, la antítesis más absoluta del fair play que existía en 1973-74, revela que la cultura del libre mercado había triunfado en Chile. Por eso es que el “Caso Rojas” fue considerado (tanto por la oposición como por un sector importante de la prensa deportiva) como la manifestación más evidente de la crisis institucional y moral en que se encontraba el país tras diecisiete años de autoritarismo. En el fondo, dicha crisis había generado el “ambiente menoscabado explicativo de los hechos”, como se afirmó en la época. No se puede olvidar que, para fines de la década del ochenta, y al contrario de lo que ocurría a inicios de esta historia, los dirigentes chilenos eran representados como sinvergüenzas y sujetos sin ninguna credibilidad y aprecio a nivel internacional. Por eso, la caída del Cóndor Rojas debe ser entendida dentro del contexto cultural e identitario del Chile de finales del siglo XX. En definitiva, entre 1973 y 1989, la imagen de Chile se modificó radicalmente. Pasó de ser un país representado como pobre, subdesarrollado y periférico, a un país moderno, ganador y a las puertas del primer mundo. Aunque ambas representaciones formaban parte de discursos identitarios oficiales emanados desde el Estado, tuvieron un impacto real y decisivo en la forma en que los chilenos se consideraban a sí mismos y a su país. Efectivamente, fue por medio de estos discursos que nuestros compatriotas entendieron, evaluaron, y en definitiva, les dieron significado a las actuaciones de su selección de fútbol. De esa manera, una historiografía del fútbol en general, y de la selección chilena en particular, constituidos como fenómenos sociales y culturales masivos que nos permiten acceder a los valores, expectativas y pautas de comportamiento de los sectores mayoritarios de la sociedad chilena, nos ha permitido comprender el impacto que tuvo en ella tanto la implantación del neoliberalismo como el discurso identitario y cultural que acompañó su instalación. El proceso antes descrito también debe ser conectado con los cambios que afectaron a la valoración social del fútbol amateur. Durante la Dictadura Militar, se produjo una

989 Más allá de si el fútbol, en Dictadura, forma parte de una narrativa estatal o paraestatal, lo cierto es que el relato futbolístico de los medios de comunicación se nutre, como sostiene Alabarces y hemos podido comprobar, de una “hegemonía construida principalmente por los aparatos estatales”. Op. cit., 27.

223 masificación del fútbol como espectáculo en la sociedad chilena990. Sin embargo, al mismo tiempo, el balompié profesional terminó por relegar definitivamente al amateur a un espacio marginal991. Como sostiene Pierre Bourdieu, con “la constitución progresiva de un campo relativamente autónomo reservado a los profesionales”, se produce “una desposesión de los profanos, poco a poco reducidos al rol de espectadores”. Aunque el fútbol aficionado no desaparece, la masificación del fútbol, a través de la televisión, generó “espectadores desprovistos de toda competencia práctica y atentos a aspectos extrínsecos como el resultado y la búsqueda de la victoria a todo precio”992. De esa forma, la escisión cada vez más grande entre el fútbol profesional y el amateur permite entender por qué entre 1973 y 1989 se produjo un acelerado tránsito desde un fútbol centrado en el fair play a otro dominado por los valores de la competencia y el logro propios de la cultura del libre mercado. Lo anterior también explica, al menos en parte, por qué en estos mismos años los chilenos se vuelven menos conscientes de las verdaderas capacidades deportivas de su fútbol. En efecto, en 1973-74, cuando todavía el balompié amateur tenía una tradición viva y existía una concepción desarrollista del deporte, las cautas expectativas de la sociedad chilena se ajustaron bastante bien a los resultados conseguidos por su seleccionado en la cancha. Sin embargo, diecisiete años después, en plena consolidación del proyecto dictatorial, y cuando la revista Triunfo había reemplazado a la mesurada línea editorial de Estadio, la cautela había desaparecido. En 1989 a la selección se le exigió nada menos que eliminar a los tricampeones mundiales de una Copa del Mundo, cuando, desde una perspectiva estrictamente futbolística, lo más lógico era que ocurriera lo contrario. En definitiva, como veían cada vez más fútbol, pero el amateur tenía menos presencia en la

990 Esta masificación puede rastrearse, por ejemplo, a través de la prensa de oposición. Si en 1982 sólo dieron un pequeño espacio para comentar la desastrosa participación de la selección en el Mundial de España, buscando con ello identificar el descalabro futbolístico con el económico del Régimen Militar, para 1987-89 todas las revistas de oposición, salvo Cauce, van a dedicar páginas enteras a la participación del seleccionado tanto en la Copa América como en el proceso eliminatorio para Italia 1990. 991 Elsey, Citizens & Sportsmen, 249-250. E. Santa Cruz, “Fútbol y nacionalismo de mercado”, 216. En ese sentido, el caso chileno parece haber sintonizado con la tendencia internacional, ya que desde la década del ochenta, con las Olimpiadas de Los Ángeles y Seúl como principales hitos, la tan aristocrática como ética “ideología del amateurismo ha desaparecido de los deportes competitivos, casi sin dejar huellas”. Op. cit., 152. 992 Bourdieu, op. cit., 182. A modo de hipótesis, Gumbrecht propone que, justamente porque los deportistas alcanzaran “los límites del desempeño humano”, en el futuro las sociedades se interesaran más por los “atractivos estéticos” que por “las marcas objetivas que los atletas están alcanzando”. Op. cit., 158.

224 cultura cotidiana nacional, los chilenos progresivamente se volvieron incapaces de ver con claridad las verdaderas posibilidades deportivas de su selección. De esa manera, en el plano futbolístico se cumplió lo que Mario Góngora vaticinó que ocurriría en el terreno educacional. En 1981 el célebre historiador había afirmado que “la concepción masiva hoy dominante dará un pueblo sin analfabetismo, pero infinitamente menos cultivado que el de 1940 ó 1970”993. No es una casualidad que sea durante el Régimen Militar cuando se produzca el progresivo declive del fútbol amateur. Como sostiene Brenda Elsey, hasta el 11 de septiembre de 1973, los clubes de barrios fueron intermediarios a través de los cuales los sectores medios y populares participaron en la política nacional. En otras palabras, al igual que las demás asociaciones cívicas de base, fueron parte constituyente de la otrora pujante democracia chilena. Sin embargo, tras el Golpe de Estado se produjo la progresiva decadencia de las ligas barriales, proceso, que a su vez, estuvo entrelazado con la cruenta represión en contra del movimiento sindical y popular. De esa manera, la masiva y colectiva participación política que caracterizó al Chile desarrollista, fue reemplazada por un discurso donde el individuo es el encargado de conseguir, por medio de su esfuerzo personal, el éxito económico. En paralelo a la decadencia de las ligas barriales, que incentivó decisivamente el proceso de atomización de la sociedad chilena, se promovieron, con éxito, los valores del individualismo, el consumismo, la eficiencia y la comercialización. Aunque el fútbol aficionado no ha desaparecido, ya no se constituye como un espacio de participación y sociabilización política994. Como afirma Daniel Matamala, “es cosa de comparar ambos rebaños, el de la concentración” política “y el del estadio, para darse cuenta” que sería en este último “donde está la vida”995. La observación anterior demuestra el triunfo del “policidio”. Nos referimos a la estrategia mediante la cual la Dictadura buscó “destruir del todo las maneras de hacer y

993 Góngora, loc. cit. 994 Elsey, Citizens & Sportsmen, 247-251. Si bien en los últimos años han surgido bastantes ligas amateurs, éstas se rigen por criterios comerciales. Los participantes ya no son clubes guiados por la lógica asociacionista, sino más bien equipos que se constituyen como clientes que consumen un producto (el fútbol) comercializado por la empresa que organiza las competencias. De esa manera, desde fines del siglo XX, en Chile, al igual que lo que propone Alabarces para el caso argentino, los sujetos, más que ciudadanos, son “interpelados simplemente como consumidores”. Op. cit., 28-29. 995 Matamala, Goles y autogoles, 15-16.

225 de pensar la política que habían llegado a caracterizar a Chile”996. Las violaciones de los Derechos Humanos no sólo provocaron “una profunda y aún no superada fractura” en la sociedad chilena; también generaron que los chilenos, impulsados por el miedo, la impotencia y el desamparo, se dejaran llevar “por la apatía, la pasividad y la resignación” 997 . Desde esa perspectiva, el Estadio Nacional, ocupado como campo de concentración entre septiembre y octubre de 1973, al mismo tiempo que es un símbolo del terrorismo de Estado en Chile, fue parte de la estrategia con la que se reemplazó un país en que “las clases y grupos intervenían con su propia participación” en el difícil camino hacia una “democracia más profunda y de igualdad social más generalizada”998, por uno en que su cultura cotidiana se caracteriza por la “simbólica del consumo” y el individualismo999. En la etapa de su instalación, cuando en el relato oficial las Fuerzas Armadas habían salvado al país de la debacle, la Dictadura instrumentalizó un discurso identitario en el que los chilenos eran humildes, a la vez que honorables. Tal como en 1962 (cuando se organizó el Mundial luego del terremoto de Valdivia), se cumplieron los compromisos deportivos al viajar a Moscú. Se podía ser superado en el terreno de juego, pero no en la corrección y el juego limpio. Sin embargo, en 1989 la honradez no bastó para resguardar la dignidad nacional, como lo demostró la completa vulneración del fair play. No fue posible aceptar de buenas a primeras que el tricampeón mundial venciera al representativo nacional. En paralelo, el Régimen ya no buscó construir su legitimidad política y social por medio de un discurso moral, sino que fundamentalmente, se amparó en el éxito económico con el que decía haber sacado al país del subdesarrollo. Indudablemente, tampoco habría sido creíble que se enfatizara la integridad y la ética luego de haber desatado el terrorismo de Estado en el país, lo cual era conocido por la población1000. De esa forma, entre 1973 y 1989 se produjeron importantes transformaciones en la identidad chilena. En primer lugar se puede constatar un tránsito desde un discurso

996 Stern, Recordando el Chile de Pinochet, 69. 997 Tironi, op. cit., 77. 998 Aldunate, loc. cit. 999 Moulian, loc. cit. 1000 Durante la instalación dictatorial, dominó el relato oficial de la “memoria como salvación”. Sin embargo, a medida que la sociedad fue tomando cada vez más conciencia de las violaciones a los Derechos Humanos, surgieron tres “memorias emblemáticas más”. De esa manera, como ha sostenido Steve Stern, para fines de la década de los setenta, existía una pugna por la memoria en la que participaban “la memoria como salvación”, “la memoria como una ruptura irresuelta”, “la memoria como la persecución y el despertar” y “la memoria como caja cerrada”. Steve Stern, Luchando por mentes y corazones, 39.

226 desarrollista, con un proyecto de igualdad social, a uno empresarial cuyo norte es la libertad y la globalización. En segundo lugar, el país pasó de estar inserto en un esfuerzo latinoamericano de desarrollo (lo que se expresó, por ejemplo, en la importancia que la prensa nacional le dio al apoyo sudamericano para conseguir la clasificación al Mundial de 1974), a retomar la idea de la excepcionalidad chilena. De hecho, como se pensaba que el país había escapado del subdesarrollo para instalarse dentro del selecto club de los países “en vías de desarrollo”, en 1989 se caracterizó a los brasileños como primitivos. En tercer lugar, la sociedad dejó de buscar el reconocimiento a través de la movilización y participación política, para buscarlo a través de la inserción individual en el mercado1001. Producto de este tránsito identitario, el juego limpio fue considerado como rasgo característico de un país ingenuo y apocado por la pobreza. En consecuencia, a nivel de la identidad chilena se produjo un cambio sustancial, debido a que ser exitoso ya no tenía nada que ver con la integridad. De hecho, en algunos casos, la moral podía significar un obstáculo para conseguir los logros; como explicó en 1989 Jorge Aravena, para lograr el triunfo había que ser “vivos”. Podemos caracterizar la transformación de la identidad chilena como una suerte de “norteamericanización”. Como sostiene Richard Mandell, “campeón, número uno, líder son conceptos” muy importantes en la cultura norteamericana, lo que revelaría, a su juicio, el nivel de integración de la “cosmología deportiva en la vida pública”. No sólo “la publicidad utiliza a los atletas para proclamar las virtudes de tal o tal producto de consumo”, sino que también, “los ejecutivos incentivan a sus subordinados insistiendo en la idea de trabajo en equipo, de récords de ventas, de ser el número uno”. Mandell consideró que a “medida que el deporte penetre más profundamente” en otras sociedades, dicha “retórica” acabaría por introducirse “en la cultura de otros países”1002. Ciertamente, como hemos visto a lo largo

1001 Larrain, “A treinta años”, 148-156. 1002Mandell, Historia Cultural del Deporte, 283-284. Al respecto, es ejemplar el libro publicado por Ziley Mora (Cómo convertirse de ratón en león. Lecciones y metáforas del liderazgo de , Santiago, Uqbar, 2010, 16-18.), en el que el coach busca, a través de la paradigmática y exitosa figura de Marcelo Bielsa (entrenador de la selección chilena de fútbol entre 2007 y 2011), aportar a “que las personas enfrenten con pasión y sentido el juego de la vida; un manual para formar equipos de trabajo y líderes de esos mismos equipos de trabajo”. Según Mora, Bielsa tuvo el mérito de haber superado las tradicionales trabas del ser chileno. Específicamente, desarrollar un liderazgo consistente y ordenado que permitió superar una tradicional “actitud arratonada en la cancha, llena de complejos”. Textos como el anterior, en que se busca emular el accionar de un gerente al de un entrenador de fútbol, no serían más que una “alegoría” que devela que en la actualidad, a nivel global, “los deportes, disfrazados de cultura del ocio, están trascendiendo su

227 de estas páginas, la lógica competitiva del deporte se volvió hegemónica en la sociedad chilena, al menos desde la década del ochenta. A partir de la formulación de Mandell, es posible dar vuelta su “ecuación” y plantear que la adopción de los principios y lenguajes competitivos en el deporte revelan la profunda “norteamericanización” de la cultura chilena durante un Régimen Militar que, paradójicamente, se planteaba a sí mismo como esencialmente nacionalista. En paralelo a la apertura comercial al exterior, durante la década del ochenta se produjo un incremento en las importaciones de productos suntuarios estadounidenses. Por medio del consumo de estos productos, en la sociedad chilena se comenzaron a masificar actitudes y pautas de comportamiento norteamericanas, en ámbitos tan disímiles como la moda, los bienes suntuarios, la política, la vida familiar,1003 y –como hemos visto– el fútbol. Como ha hecho notar Luis Cárcamo, en el discurso de Joaquín Lavín, el nacionalismo fundado en la tierra y la sangre es reemplazado por “un fuerte componente cosmopolita”. Sin embargo, este horizonte de modernidad posee una “fijación nacional”, ya que “el ícono global que modela la economía simbólica del Chile de Lavín lleva siempre un sello: Estados Unidos. Ser como éste es un elemento recurrente en Chile: revolución silenciosa”1004. Lo anterior, como ha destacado Bernardo Subercaseaux, también es válido para el caso de Chile al ataque de Andrés Benítez. Efectivamente, “la idea fuerza de un país ganador”, al modo de un “país cachetón”, presume de hablar “por teléfono celular, de la cantidad de Kentucky Fried Chickens, de McDonalds, y de Malls que posee”1005. Como han subrayado Fernando Purcell y Stefan Rinke, la norteamericanización de la cultura chilena es un proceso de mediana duración, que puede ser rastreado, al menos, desde la primera mitad del siglo XX; esto se ve, por ejemplo, mediante del impacto de Hollywood en Chile1006. No obstante, también es cierto que este proceso no sólo se acelera, sino que también se termina por consolidar durante el periodo dictatorial. Aunque la identificación de las causas de lo anterior sobrepasa las posibilidades de esta investigación, es posible plantear, de manera esquemática, algunas explicaciones. estatus de insularidad y están invadiendo o transformando nuestra “seria” vida cotidiana”. Gumbrecht, op. cit., 156. 1003Elsey, “As the World is My Witness”, 196. 1004 Cárcamo, op. cit., 138-139. 1005 Subercaseaux, loc. cit. 1006 Purcell, op. cit, passim. Stefan Rinke, “Las torres de Babel del siglo XX: cambio urbano, cultura de masas y norteamericanización en Chile, 1918-1931”, en Purcell y Riquelme (eds.), Ampliando Miradas, 159-194.

228 En primer lugar, el horizonte de modernidad socialista de la izquierda chilena, que a su vez también poseía un fuerte contenido nacionalista1007, es purgado del campo cultural e ideológico del país a través de la persecución y represión practicada por el Régimen Militar. Por otro lado, la crisis definitiva “del arreglo democrático” afectó, a su vez, los fundamentos en los que se había sostenido “la unidad simbólica de la nación”. Más precisamente, junto al despliegue de la acelerada modernización de mercado y el desmantelamiento del Estado Empresario (más cercano al modelo del Estado benefactor), colapsa el discurso identitario que, de manera simultánea, “invocaba a la política y la educación, al profesor y al carabinero, al Estado y a la industria, a Neruda y a la Mistral”. Ese vacío es llenado por la cultura del libre mercado “y su propio imaginario: la libertad individual, entendida como acceso a mercados abiertos, al consumo tomado como instrumento integrador, diferenciador y gratificador”. En otras palabras, junto a la consolidación de “una economía de exportación sostenida en la empresa privada”, se instala un discurso en el que la movilidad social se entiende como un “desafío individual”1008. En definitiva, ante el vacío generado por la desaparición de una izquierda “con fuertes proyectos ideológicos” y del Estado nacional desarrollista, el modelo norteamericano y la cultura del libre mercado logran insertarse como el principal paradigma de modernidad. Como la unidad nacional (a diferencia de lo que ocurría en el desarrollismo) ya no encuentra su sustento en un proyecto nacional impulsado desde el Estado1009, esa cohesión comienza progresivamente a centrarse en instituciones culturales, tales como la selección chilena de fútbol. Desde esa perspectiva, y en un ambiente cada vez más globalizado, “los fenómenos masivos como el fútbol” permiten “construir una cotidianidad en la cual aparezca como verosímil la idea de que por sobre” la heterogeneidad cultural es “posible la subsistencia de lo nacional”1010. Bajo ese contexto, y como subraya Pablo Alabarces para el caso argentino, la unidad nacional se reconstruye “en un plano sentimental: lo único

1007 Vilches, “La representación de la Unión Soviética en el Mundial”. 1008 Tironi, op. cit., 76 1009 Efectivamente, la tesis de Mario Góngora es que históricamente fue en torno al Estado que se construyó la cohesión y el sentimiento de nacionalidad. De ahí su censura, en 1981, a lo que consideró como una tendencia “francamente anti-estatal” de la Dictadura. Op. cit., 294-298. 1010E. Santa Cruz, “Fútbol y nacionalismo de mercado”, 212. Desde la perspectiva de la estética véase Gumbrecht, op. cit., 154-155. También Beatriz Sarlo, citada en Alabarces, op. cit., 26-27.

229 compartido es la pasión por el fútbol”1011. De esa forma, también en Chile, la selección nacional se ha constituido en un espacio privilegiado para la expresión de un “nacionalismo agresivo”1012. El orgullo patrio y la dignidad nacional dejaron de gravitar alrededor de la corrección y el fair play (como ocurrió cuando los aficionados chilenos admiraron al Santos de Brasil que goleó en 1973 a la selección chilena), para pasar a sustentarse en la consecución del triunfo futbolístico, tal como se expresó en el ambiente de guerra en que se desarrollaron los enfrentamientos entre la selección chilena y la brasileña en 19891013. Como vimos a lo largo de esta investigación, la competitividad arraigó en el sentido común de los chilenos. De esa forma, es durante el periodo autoritario cuando la sociedad chilena se integra de manera definitiva en la creciente tendencia global hacia una “mayor competitividad y búsqueda de triunfos” 1014 . Al igual que en otros muchos países, la comprensión del fútbol como un juego en el que se podía ganar o perder, progresivamente fue reemplazada por una comprensión enfocada, casi exclusivamente, en lograr el éxito y el triunfo. Si en 1973-74 los triunfos morales eran considerados importantes y suficientes para reafirmar el orgullo nacional, para el final de la década siguiente no sólo no bastarán, sino que incluso serán considerados como meras excusas para justificar la derrota. La adopción de estos principios en el plano del discurso deportivo revela que, en el contexto de un acelerado proceso de modernización capitalista de mercado, la sociedad chilena terminó de insertarse culturalmente, a través de cadenas de consumo y mercancía, dentro de las lógicas de la sociedad mundial global1015.

1011Alabarces, op. cit., 28-29 y 204. Las cursivas son del original. Efectivamente, la desaparición del Estado de bienestar genera un “vacío material” que, a la vez, “significa un vacío simbólico, porque implica el escamoteo de un discurso que volvía a los sujetos pueblo, y en esa operación ciudadanos”. En ese contexto, tanto en Argentina como en Chile, aunque con menos intensidad en el último caso, por las particularidades históricas de cada país, el fútbol se ha convertido en una “identidad primaria; no un relato entre los otros, sino el único sentido de la vida”, convirtiéndose, de esa forma, en uno de los principales aglutinadores de la nacionalidad. 1012 Para Matamala (Goles y autogoles, 215-217.) en la década del noventa la expresión más importante de este nacionalismo agresivo en el fútbol es la aparición de los xenófobos comentarios deportivos de Eduardo Bonvallet. 1013 Al igual como sucedió en Argentina, para fines de la década del ochenta e inicios de la del noventa, “la retórica de las pasiones se volvió hegemónica” dentro del espectáculo futbolístico. Alabarces, op. cit., 184. 1014Dunning, loc. cit. En un contexto de creciente búsqueda del éxito y la victoria, tanto a nivel nacional como internacional, surge la pregunta si acaso algunos deportes, tales como el fútbol, “¿han cruzado, en las últimas décadas, cierto límite de optimización, un límite que afecta lo estético?” Gumbrecht, op. cit., 212. 1015De todas formas, es necesario subrayar que este proceso de globalización de la cultura chilena puede rastrearse a través de todo el siglo XX. De esa manera, por ejemplo, la Guerra Fría sirvió como discurso global a través del cual los chilenos pudieron insertar sus luchas y proyectos políticos locales en un contexto de conflicto global entre una modernidad que privilegiaba la justicia social y otra que privilegiaba la libertad.

230 Al final de su administración (y como se puede observar a través del caso de Roberto Rojas), el Chile de la Dictadura se encontraba desprestigiado tanto interna como internacionalmente. Este descrédito era la consecuencia de la sistemática y planificada violación de los Derechos Humanos durante el Gobierno Militar. Todo el terrorismo de Estado practicado durante diecisiete años de gobierno ponía en peligro, incluso, la estabilidad de la “obra” dictatorial. De esa manera, los gobiernos post-autoritarios que asumieron la tarea de administrar el legado económico y social del Régimen, emprendieron la tarea de limpiar el neoliberalismo de su mancha opresora. Como sostiene Tomás Moulian, “para que Chile pudiera ser el modelo de un neocapitalismo ‘maduro’ que podía transitar a la democracia, su medio natural (y desde allí crecer-jaguar-y-puma), era necesario el blanqueo de Chile”1016. Uno de los primeros y más significativos momentos en que se puso en práctica esta estrategia ocurrió en 1992, con motivo de la Exposición Universal de Sevilla, cuando se conmemoró el quinto centenario del descubrimiento de América. En dicha instancia, una verdadera “campaña de promoción cultural y comercial de Chile en el extranjero”, se intentó “reposicionar al país en el concierto mundial como” uno “dinámico, eficiente, creativo, confiable y moderno” 1017 . Como afirmó ese mismo año Andrés Benítez, se debía “aprovechar Sevilla 92 para instalar la verdadera” imagen del país “en los círculos más influyentes del planeta”. Con ese objetivo se instaló, como principal atracción del pabellón chileno, un gigantesco iceberg antártico a través del cual se buscó que el país fuese identificado como uno “frío y no cálido, entendiendo esto último como tropicalismo, informalismo y lo premoderno”. De esa manera, el mundo podría darse cuenta de que, a diferencia del resto de Latinoamérica, los chilenos constituían “una nación seria, exitosa, atractiva, moderna, segura y sofisticada”1018. Efectivamente, los encargados del pabellón nacional no estaban interesados en “impactar al europeo con la imagen de un país exótico porque no lo somos […], es simplemente la necesidad de que nos vean iguales

Westad, op. cit., 8-72. Para el caso chileno véase entre otros Ulianova, loc. cit. Fermandois, loc. cit. Casals, op. cit., passim. 1016 Moulian, op. cit., 39-40. 1017 Subercaseaux, op. cit., 59. 1018 Benítez, op. cit., 107-113.

231 a ellos”1019. Tal como en los últimos años de la Dictadura, el discurso identitario chileno se constituía, fundamentalmente, en oposición al resto de las naciones latinoamericanas. De esa manera, producto del crecimiento económico, los chilenos estaban “dejando de ser sudacas para convertirnos, por lo menos en ambición y mentalidad, en modernos”1020. El “témpano” también simboliza el blanqueo a través del cual se buscó exorcizar toda violencia y el autoritarismo que se ocupó en la construcción de un supuesto país ganador. Como sostiene Tomás Moulian, “[e]l iceberg fue la escultura de nuestra metamorfosis”, ya que “estableció ante los ojos del mundo la transparencia del Chile actual. Todas las huellas de la sangre estaban cristalizadas en un azul profundo. Los tormentos eran ahora las vetas blancas del hielo” 1021 . En efecto, “reconociendo, tácitamente, el aporte del Gobierno Militar”, los gobiernos post-autoritarios han “cultivado un cuidadoso marketing del éxito económico”. Por medio del discurso del Chile jaguar y desarrollado, se sigue intentando “suscitar el orgullo patriótico”; en definitiva, identificar a los chilenos con un sistema económico y social que ha generado un país caracterizado por la concentración de la riqueza y la desigualdad social. En los últimos cuarenta años la sociedad chilena pasó de ser una “menos desarrollada y más pobre, pero llena de esperanzas y proyectos ideológicos a una más moderna y rica pero más desesperanzada”1022. La historia de la selección chilena durante el Régimen Militar, sin embargo, revela que el discurso del Chile campeón y desarrollado no se condice con la realidad. Durante la Dictadura el fútbol chileno no logró ser exitoso, y en democracia tampoco lo ha conseguido. Solamente en 1991 un equipo chileno logró coronarse como campeón de la Copa Libertadores de América, un registro demasiado exiguo para un país que cree ser un ejemplo exitoso para la región. Aunque el discurso de Chile como un país triunfador no necesitó de bases reales para consolidarse en la sociedad1023, cada vez es más evidente la distancia existente entre este discurso, y una realidad caracterizada por la

1019 Son las palabras del Comisario General chileno ante la Expo-Sevila 1992, Fernando Léniz, en La Época, Santiago 1 de noviembre 1990. Citado en Subercaseaux, op. cit., 59-60. La representación de Chile en 1992, guarda una estrecha similitud, con la que se instaló en la exposición Iberoamericana, también de Sevilla, de 1928. En ambas ocasiones, cuando en la primera todavía no existía el Estado Empresario y, en la segunda, ya había sido desmantelado, se destacó que el país constituía una excepción con respecto al tropicalismo del resto América Latina. Dummer, op. cit, passim. 1020 Subercaseaux, op. cit., 60-61. 1021 Moulian, loc. cit., 40. 1022 Larrain, “A treinta años”, 148-156. 1023 Cáceres, loc. cit.

232 injusticia social que continuamente lo desmiente. Más precisamente, los chilenos, como plantea Pedro Güell, no se logran reconocer en este “retrato hablado”1024. En definitiva, Chile será un país ganador no cuando su fútbol lo sea, sino cuando sus propios habitantes emprendan la tarea de construir una sociedad más justa e integrada.

1024 Güell, loc. cit. Es significativo que en 1973-74, cuando los chilenos se consideren pobres pero honrados, existió una correlación más cercana entre discurso y realidad, tal como lo expresó la conformidad con respecto al desempeño de la selección en Alemania 1974. Por el contrario, tanto en 1982 como en 1989, la sociedad no se conformó con la actuación de su representativo futbolístico. De esa manera, se puede plantear como una hipótesis, a ser estudiada con más detención en el futuro, que el Chile desarrollista, aunque más pobre, tenía una relación más armónica con respecto a su representación identitaria, que el Chile neoliberal que se construye desde 1975.

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