Revista Historia y Justicia

3 | 2014 Varia

Edición electrónica URL: http://journals.openedition.org/rhj/4871 DOI: 10.4000/rhj.4871 ISSN: 0719-4153

Editor ACTO Editores Ltda

Referencia electrónica Revista Historia y Justicia, 3 | 2014 [En línea], Publicado el 30 octubre 2014, consultado el 16 enero 2021. URL: http://journals.openedition.org/rhj/4871; DOI: https://doi.org/10.4000/rhj.4871

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Revista Historia y Justicia 1

ÍNDICE

Editorial María Eugenia Albornoz Vásquez

Dossier "Impunidad y derechos humanos en Iberoamérica: las deudas pendientes de las actuales democracias"

Presentación Dossier “Impunidad y derechos humanos en Iberoamérica: las deudas pendientes de las actuales democracias” Romané Landaeta Sepúlveda y Juan Ignacio Radic Vega

Límites de la justicia de transición e impactos subjetivos del terrorismo de Estado en Brasil: testimonios de militantes políticas Maria Lygia Quartim De Moraes

Masculinidad, violencia sexual y género en el genocidio en Guatemala durante el conflicto armado Olga Alicia Paz Bailey y Carlos Figueroa Ibarra

Memoria, conflicto armado y justicia transicional: las voces de las víctimas en la reconstrucción del pasado (Colombia, 2005-2012) Mariana Delgado Barón

Historización poética del sujeto político en la dictadura chilena (1973-1989) Paula Tesche Roa

El movimiento de pobladores en . La memoria social del Campamento Esperanza Andina de Peñalolén, Santiago (1992-1998) Catherine Valenzuela Marchant

Dossier "Las visitas coloniales: ojos y oídos del Rey"

Presentación Dossier “Las visitas coloniales: ojos y oídos del Rey” Constanza González Navarro y María Laura Salinas

‘Visitas de la tierra’: de su historia europea al terreno en América. Chucuito, Jujuy y Tarija (siglos XVI y XVII) Carlos Zanolli

Mayordomos y regulación de prácticas sociales indígenas en estancias coloniales: la visita de Luxán de Vargas, Córdoba, 1692-1693 Constanza González Navarro y Romina Grana

Reclamos y multas en pueblos de indios: la visita de Garabito de León a Corrientes. Río de la Plata, 1649-1653 María Laura Salinas

La memoria del agravio en los indígenas según la visita de Herrera Campuzano a la gobernación de Antioquia (1614-1616) Luis Miguel Córdoba Ochoa

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Varia

El proceso de justicia transicional en desde las relaciones de poder: la dimensión política jurisprudencial Alice Pfeiffer

Cómplices y coautores del hecho. Delitos sexuales “en grupo” en la Provincia de Buenos Aires (1863-1903) Betina Clara Riva

Documentos

Contra Juan de Cabrera por pelea con Rosales. Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba, Escribanía, 1, 1605, Legajo 17, expediente 2, fojas 9 recto – 16 verso Romina Grana

“Y yo, ¿con qué voy a vivir? Carta de doña Fabiana Lachos, 1661”. Archivo Regional de Cajamarca, Fondo documental Colonial, Serie Corregimiento Cajamarca, Legajo n°7, 42 folios, 1663, ‘Copia auténtica expedida por el Escribano público y de cabildo de la villa de Cajamarca, Joseph Ruiz de Arana, 2 de abril de 1663. Presenta en la ciudad de Los Reyes (Lima) capital del virreinato del Perú, 2 de marzo de 1667’, folios 8r y 8v Aude Argouse

Traducciones

Ser detenido en la propia morada: la prisión doméstica en Ginebra bajo el Antiguo Régimen Françoise Briegel

Reseñas

Melina Yangilevich, Estado y Criminalidad en la frontera sur de Buenos Aires (1850-1880), Prohistoria Ediciones, Rosario, 2012, 236 p. Jorge Andrés Drouillas Espinoza

Verónica Undurraga Schüler, Los rostros del honor. Normas culturales y estrategias de promoción social en Chile colonial, siglo XVIII, Editorial Universitaria, Dibam, Santiago de Chile, 2012, 428 p. María Sol Calandria

Alfredo Rodríguez González, Justicia y criminalidad en Toledo y sus Montes en la Edad Moderna, Consorcio de Toledo, Ayuntamiento de Toledo, Toledo, 2009, 336 p. Ofelia Huamanchumo de la Cuba

Claudia Contente (ed.), Illes I Imperi, ‘Justicia, violencia y construcción estatal’, n°15-2013, revista electrónica del Departamento de Humanidades, Universidad Pompeu Fabra, Barcelona María Eugenia Albornoz Vásquez

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Editorial

María Eugenia Albornoz Vásquez

NOTA DEL EDITOR

Trabajaron activamente en el proceso editorial de este n°3: Víctor Brangier P., Carolina González U., Ignacio Ayala C., Aude Argouse, María José Correa G. y M. Eugenia Albornoz V.

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1 Con mucho agrado presentamos el n°3 de la Revista Historia y Justicia. Reafirmando nuestro propósito de difundir investigaciones sobre el binomio historia y justicia, potenciamos la conexión entre latitudes y tiempos lejanos y entre distintas disciplinas. Así, la sección Dossiers contiene dos propuestas. La primera, coordinada por Romané Landaeta Sepúlveda y Juan Ignacio Radic, miembros del ‘Grupo de trabajo América Latina en el tiempo presente’ de la Universidad Autónoma de Madrid, con cinco artículos interroga los derechos humanos vulnerados e impunes en Iberoamérica. Historiadores, cientistas políticos, psicólogos y sociólogos reflexionan sobre las memorias de violencias recientes y sobre las demandas de justicia pendientes en Colombia, Brasil, Guatemala y Chile. La segunda, coordinada por las Doctoras Constanza González Navarro y María Laura Salinas, ofrece cuatro estudios sobre la justicia presente en un instrumento jurídico aplicado por la corona española, destinado a recoger información sobre sus recursos, desanudar conflictos y desagraviar a sus súbditos más frágiles, los indios: así, son analizadas ‘visitas de la tierra’ desarrolladas en los siglos XVI y XVII en las actuales zonas de Colombia, y Argentina.

2 La sección Varia acoge dos temas novedosos. Alice Pfeiffer explora, desde una pluridisciplina valiente, la actuación, responsabilidad y evolución de la Corte Suprema, como cabeza de la institucionalidad judicial, en la justicia transicional chilena. Betina C. Riva, desde procesos judiciales por violaciones colectivas ocurridos en la provincia de Buenos Aires a fines del siglo XIX, indaga valores, categorizaciones y decisiones argüidas por los actores al discutir intenciones y culpas de los acusados y las víctimas implicados en ellas.

3 La sección Documentos propone dos escritos del siglo XVII: un expediente judicial levantado en 1605 por sospecha de amancebamiento, pero catalogado como “por pelea”, en Córdoba del Tucumán; y la carta escrita en quechua, en 1661, por doña Fabiana Lachos, cacica, durante el cobro de una deuda que pone en peligro la casa familiar situada en Cajamarca, Perú. La sección Traducciones ofrece la versión en español de un artículo de la historiadora Françoise Briegel, publicado en francés en 2012, que aborda la prisión doméstica en Ginebra durante el Antiguo Régimen. Finalmente, la sección Reseñas alberga cuatro comentarios de obras diversas: la justicia y criminalidad en Toledo, España, en la edad moderna; la justicia y la violencia en la construcción estatal en distintos países de América Latina; la noción polisémica del honor en Chile colonial; y la criminalidad abordada por el Estado en la frontera sur de Buenos Aires durante la segunda mitad del siglo XIX.

4 Agradecemos calurosamente a la Dra Françoise Briegel (Universidad de Genève, Suiza) por autorizarnos a traducir y publicar su artículo; al Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (Argentina) y al Archivo Regional de Cajamarca (Perú) por autorizarnos a

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difundir las imágenes de los documentos transcritos; y a Marianne González Le Saux por su apoyo en la revisión del inglés de los abstracts, títulos y keywords. Igualmente agradecemos y valoramos el respaldo y la confianza que han depositado en nosotros los 24 integrantes del Consejo Académico y Científico, y especialmente, la generosa y profesional tarea de los 26 árbitros que participaron en este número. Recordamos que esto es posible gracias a las nuevas tecnologías y a los recursos públicos destinados al quehacer investigativo (Conicyt-RedCiencia).

Autores del n°3

5 Albornoz Vásquez, María Eugenia. Doctora (c) en Historia, EHESS de Paris, Magíster en Estudios de Género y Cultura, Universidad de Chile. Investgadora independiente, Chile.

6 Argouse, Aude. Doctora en Historia, EHESS de Paris, investigadora post-doctoral FONDECYT, CECLA, Universidad de Chile.

7 Calandria, María Sol. Profesora de Historia. Becaria de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires. Investigadora en el Centro Interdisciplinario de Investigaciones de Género, CINIG, Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias de la Educación, IdIHCS, Universidad Nacional de La Plata/ Conicet, Argentina.

8 Cordoba Ochoa, Luis Miguel. Doctor en Historia (Universidad Pablo de Olavide, Sevilla). Profesor Asociado, Departamento de Historia, y Vicedecano de Investigación y Extensión, Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Director del Grupo de Investigación ‘Historia Moderna de América. Dominación, resistencia y creación cultural’ (Conciencias), Colombia.

9 Delgado Baron, Mariana. Magíster en Ciencia Política (Universidad de Los Andes, Bogotá) y Magíster en Política Internacional (Universidad de Birmingham). Doctora en Investigación en Ciencias Sociales, mención Sociología (FLACSO, Sede México). Estancia posdoctoral en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, México.

10 Drouillas, Jorge. Magister (c) en Historia y Ciencias Sociales, Universidad Arcis, Santiago, Chile. Estudia la historia social de la justicia desde mediados del siglo XIX y la criminología. Investigador independiente, Chile.

11 Figueroa Ibarra, Carlos. Profesor Investigador del Posgrado de Sociología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México.

12 Gonzalez Navarro, Constanza. Doctora en Historia. Docente de la Universidad Nacional de Córdoba. Investigadora adjunta del Conicet y del CEH Carlos S. A. Segreti, Córdoba, Argentina.

13 Grana, Romina. Doctora en Letras. Docente en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Investigadora independiente, Argentina.

14 Huamanchumo de la Cuba, Ofelia. Doctora en Filología Románica por la Ludwig Maximilian Universität (LMU) de Munich, Alemania. Profesora Adjunta del Instituto de Filología Románica, Sección Español, de la LMU. Miembro Asociado e investigadora del Instituto Riva Agüero, Pontificia Universidad Católica del Perú.

15 Landaeta Sepulveda, Romané. Doctora en historia contemporánea (Universidad Autónoma de Madrid, UAM), miembro del Grupo de trabajo América Latina en el

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tiempo presente, dirigido por Pedro Martínez Lillo, UAM, Madrid. Académica de la Universidad Austral de Chile, Valdivia, Chile.

16 Paz Bailey, Olga Alicia. Maestra en Psicología Social y Violencia Política, estudiante del doctorado en Sociología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México.

17 Pfeiffer, Alice. Master 2 en Derecho y poderes públicos, mención derechos del hombre, Universidad de Paris 10 Ouest Nanterre La Défense. Master 2 en América Latina, Instituto de Estudios Políticos de Grenoble, Francia. Investigadora independiente residente en Chile.

18 Quartim de Moraes, Maria Lygia. PhD en Ciencia Política. Profesora del Posgrado de Sociología de la Universidad Estatal de Campinas, UNICAMP, Brasil. Investigadora del Consejo Nacional de Investigación – CNPq, Brasil.

19 Radic Vega, Juan Ignacio. Candidato a Doctor y Master en historia contemporánea, Master en gobernanza y derechos humanos (Universidad Autónoma de Madrid, UAM). Investigador y miembro del Grupo de trabajo América Latina en el tiempo presente, dirigido por Pedro Martínez Lillo, UAM, Madrid, España.

20 Riva, Betina C. Estudiante de doctorado en Historia, becaria doctoral tipo I de Conicet, CHAyA, IdIHCS – Universidad Nacional de La Plata / Conicet, Argentina.

21 Salinas, María Laura. Doctora en Historia (Universidad P. de Olavide, Sevilla). Docente e Investigadora adjunta, Universidad Nacional del Nordeste / Conicet, Argentina.

22 Tesche Roa, Paula. Psicóloga, Magíster en Literatura Hispanoamericana, estudiante de Doctorado en Ciencias Humanas, mención Discurso y Cultura, Universidad Austral de Chile.

23 Valenzuela Marchant, Catherine. Estudiante de doctorado en Historia, mención Historia de Chile, Universidad de Chile, becaria Capital Avanzado, Conicyt Chile.

24 Zanolli, Carlos Eduardo. Doctor en Antropología. Docente e investigador, Universidad de Buenos Aires e Instituto Nacional de Pensamiento Argentino y Latinoamericano, Argentina.

Árbitros del n°3

25 Argouse, Aude. Doctora en Historia, EHESS de París. Investigadora post-doctoral FONDECYT, CECLA, Universidad de Chile.

26 Betancourt Castillo, Francisco. Magíster en Historia y estudiante de Doctorado en Historia, Universidad de Chile.

27 Brendecke, Arndt. Doctor en Historia Moderna. Académico de la Facultad de Historia e Historia del Arte, Universidad Ludwig Maximilian, München, Alemania.

28 Cantuarias, Mabel. Magíster en Historia con mención Historia de Chile y estudiante de Doctorado en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Chile. Docente en las Universidades Bernardo O’Higgins y San Sebastián, Santiago, Chile.

29 Caselli, Elisa. Doctora en Historia. Investigadora por Conicet en el CESIL-UNL, Santa Fe, e investigadora asociada del CEHISO (ISHIR-Conicet), Rosario, Argentina. Investigadora asociada al GEI-EHESS, Paris, Francia.

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30 Ceresa Vacaro, María Constanza. Doctora en Spanish and Latin American Studies, Birkbeck College, University of London. Investigadora post-doctoral Fondecyt, Departamento de Literatura, Universidad de Chile.

31 Concha Mendez, Rosario. Psicóloga, Master of Arts en Sociologia y Magíster en Literatura. Investigadora independiente y docente en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, Santiago, Chile.

32 Contreras Cruces, Hugo Francisco. Doctor en Historia, Universidad de Chile. Académico de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Chile.

33 Diaz-Casas, María Camila. Magíster en Historia y Etnohistoria. Estudiante de Doctorado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, México.

34 Errazuriz Tagle, Javiera. Periodista y Doctora en Historia Contemporánea, Universidad Autónoma de Madrid. Docente en la Universidad Diego Portales, Santiago, Chile.

35 Garate Chateau, Manuel. Doctor en Historia, EHESS de París y Magíster en Ciencia Política. Académico de la Universidad Alberto Hurtado, Santiago, Chile.

36 Garzon Montenegro, José Benito. Magíster en Historia, candidato a Doctor en Humanidades, Universidad del Valle, y candidato a Doctor en Historia y Civilizaciones Comparadas, Universidad de Paris 7. Docente en la Universidad del Valle, Colombia.

37 Giudicelli, Christophe. Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos, Universidad de Paris 3 Sorbonne-Nouvelle. Docente e investigador en el CNRS y en la Universidad de Rennes 2, Francia.

38 Gomez Alcorta, Alfredo Germán. Magíster en Artes y Humanidades, mención Historia, Universidad Gabriela Mistral. Estudiante de Doctorado en Estudios Andinos, Pontificia Universidad Católica del Perú. Docente en la Universidad Bernardo O’Higgins, Santiago, Chile.

39 Gonzalez Undurraga, Carolina. Doctora en Historia, El Colegio de México. Académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

40 Honores, Renzo. Doctor en Historia, Florida International University. Docente en The High Point University, Carolina del Norte, Estados Unidos.

41 Huamanchumo de la Cuba, Ofelia. Doctora en Filología Románica. Investigadora del Instituto Riva Agüero, Pontificia Universidad Católica del Perú y profesora adjunta de la Universidad Ludwig Maximilian, Munich, Alemania.

42 Llorca-Jaña, Manuel Alberto. Doctor en Historia Económica, Universidad de Leicester. Profesor asociado en el Departamento de Economía, Universidad de Santiago, Chile.

43 Morong Reyes, Germán. Profesor de Historia y Geografía, Universidad de Tarapacá. Candidato a Doctor en Estudios Americanos, mención Pensamiento y Cultura, Universidad de Santiago de Chile. Docente e investigador en la Universidad Bernardo O’Higgins, Santiago, Chile.

44 Romano, Silvia María. Doctora en Ciencia Política, Universidad Nacional de Córdoba. Docente del Programa de Postgrado en Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Autónoma México, México.

45 San Martin, William. Magíster en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, y candidato a Doctor en Historia, Universidad California, Davis, Estados Unidos.

46 Santos, Nadia Maria Weber. Médico Psiquiatra y Doctora en Historia. Académica de la Universidad UNILASALLE, Canoas, Brasil.

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47 Sedeillan, Gisela. Doctor en Historia, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Investigadora Conicet en IGEHCS-UNICEN, y docente en la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.

48 Serpente, Alejandra. Socióloga, Master en Género, Cultura y Modernidad y Doctora en Filosofía. Investigadora, Institute for the Americas, University College London, Reino Unido.

49 Timmermann Lopez, Freddy Alex. Doctor en Historia, Universidad de Chile. Académico e investigador en la Universidad Cardenal Silva Henríquez, Santiago, Chile.

50 Vazquez Medeles, Juan Carlos. Maestro en Historia de América, UMSNH, y estudiante de Doctorado en Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, México.

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Romané Landaeta Sepúlva y Juan Ignacio Radic (dir.) Dossier "Impunidad y derechos humanos en Iberoamérica: las deudas pendientes de las actuales democracias"

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Presentación Dossier “Impunidad y derechos humanos en Iberoamérica: las deudas pendientes de las actuales democracias”

Romané Landaeta Sepúlveda y Juan Ignacio Radic Vega

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 21 de junio de 2014 / Aceptado: 11 de septiembre de 2014

1 Durante el siglo XXI América Latina ha asistido a un interesante proceso de fortalecimiento general de la democracia. Pese a una historia reciente caracterizada por el autoritarismo, el terrorismo de Estado, la violencia y la exclusión social, el continente ha transitado por complejos procesos políticos y sociales que lo han encauzado – al parecer de forma decidida – por la senda de la democracia y la estabilidad política.

2 Sin embargo, esta nueva realidad ha debido lidiar con el difícil y traumático legado heredado por el pasado reciente. El genocidio en Guatemala, el terrorismo de Estado implementado por las dictaduras de seguridad nacional, así como el prolongado y extendido conflicto militar en Colombia, sintetizan algunas de las problemáticas que han tenido que enfrentar los países de la región. En todos ellos, las demandas por una justicia más eficaz y transparente que responda a las necesidades de la sociedad, se instalan como una de las preocupaciones centrales de los gobiernos democráticos. La complejidad de algunos de estos procesos, así como sus tensiones y dificultades, son los aspectos que pretende examinar este dossier.

3 ¿Cómo tratar las secuelas del horror impregnado en amplias capas de la sociedad cuando en la mayoría de los casos victimarios y responsables – activos y pasivos – han formado parte fundamental de los procesos de restauración democrática? ¿Se puede realizar una verdadera reconciliación sin justicia o, como ha sido la tónica de la región, la verdad y reparación parcial bastan para aplacar la necesidad de justicia que demandan estas sociedades? Frente a estas interrogantes, cabe reflexionar sobre las formas en que los Estados han enfrentado la compleja sinuosidad de estos pasados, que

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se expresan sobre todo en lo social y político, ajustando y conduciendo los lineamientos fundamentales de la acción política, la democracia, los derechos humanos y la justicia. En efecto, la justicia transicional que ha caracterizado a la región en los últimos treinta años, ha gestionado las tensiones frente a sus pasados represivos, intercalando políticas de reparación con imponentes silencios y olvidos, y el esclarecimiento de la verdad con una insoslayable impunidad.

4 La tríada “verdad, reparación y justicia” constituye la base principal de la justicia transicional que ha caracterizado a las sociedades de postdictadura. Sin embargo, en América Latina, sólo han logrado implementarse como políticas de Estado las dos primeras. La justicia continúa siendo el principal tema pendiente de la región, conformando una extensa lista de deudas que los Estados democráticos no han sabido afrontar. Estas cuestiones ponen de manifiesto los límites de las nuevas democracias, evidenciando a su vez la fragilidad de los sistemas políticos que las componen. El creciente malestar social que se observa en las distintas sociedades latinoamericanas así como la tensión que se despierta a nivel político, así lo confirman.

5 En este contexto, el objetivo del Dossier “Impunidad y derechos humanos en Iberoamérica: las deudas pendientes de las actuales democracias”, es analizar cómo las sociedades del siglo XXI han abordado los temas irresueltos frente a sus pasados represivos, y los complejos escenarios heredados en materia de justicia y derechos humanos. Nos interesa examinar el tiempo presente latinoamericano considerando los múltiples aspectos que han conformado este tránsito histórico desde la dictadura hacia la democracia: indagar cómo se ha proyectado la heterogeneidad de temas pendientes en materia de derechos humanos, justicia efectiva y verdad. También, comprender cómo han recepcionado los gobiernos de la región las demandas que la sociedad civil ha reclamado en cada caso, qué elementos han primado en el establecimiento de las democracias y qué temas se han excluido en el camino hacia la consolidación democrática. En suma, nos interesa problematizar sobre la tensión que se advierte entre el afán de incorporar y consolidar a la región Latinoamericana en la vanguardia del mundo globalizado, y las innumerables huellas de ese pasado reciente invadido de horror y dolor. Esos rastros denotan la tenaz persistencia de un pasado pendiente, que debe asumirse en su real e inconmensurable dimensión.

6 Las problemáticas que despiertan actualmente estos temas emergen de la tensión e interacción de los ejes sobre los que se construyen los procesos de justicia transicional. Es decir, las batallas por la memoria y la permanente pugna que despierta ese pasado en la sociedad civil; los procesos de esclarecimiento de la verdad y los mecanismos escogidos para ello; las políticas de reparación y la búsqueda de justicia en aquellas sociedades sometidas a traumáticas experiencias de conflicto social y violación sistemática de los derechos humanos por parte del Estado. Reflexionar sobre estos temas, en definitiva, nos aproxima a la discusión acerca de cómo se está entendiendo la justicia, los derechos humanos y la democracia en las sociedades de postconflicto, y cuáles han sido los parámetros éticos y políticos que determinan los límites de cada uno de estos temas. La invitación a acercarnos a estas problemáticas desde una dimensión regional y multidisciplinar permite, a su vez, comprender mejor cómo ha operado la justicia transicional en la región.

7 En esa dirección y desde una reflexión teórica y regional, el texto de Maria Ligya Quartim de Moraes examina los legados de la dictadura brasileña y cómo han operado sus herencias en el tipo de justicia transicional que se ha impuesto en Brasil. En su

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trabajo cobra relevancia la incorporación de testimonios de mujeres víctimas de la represión, estableciendo una necesaria reflexión sobre memoria, verdad, justicia y reconciliación, junto a las tensiones que surgen entre las insuficientes políticas de reparación implementadas por el Estado brasileño y la memoria social de las víctimas.

8 Por su parte, el artículo de Olga Paz y Carlos Figueroa analiza la formación, doctrina y cultura de dominación que impuso el ejército a sus miembros durante el conflicto armado en Guatemala. Los autores indagan en los dispositivos que operaron en la construcción de un determinado tipo de masculinidad dentro de las Fuerzas Armadas de este país y muestran cómo ello sentó unos lineamientos definidos que potenciaron, a través de una auténtica pedagogía de la crueldad – ejercida fundamentalmente hacia mujeres e indígenas –, un hábito represivo; así, este estudio permite comprender cabalmente el tipo de mentalidad que constituyó a los perpetradores del genocidio guatemalteco. Desde esta perspectiva, señalan los autores, la sociedad guatemalteca creó un ejército de acuerdo con sus normas y valores culturales. En consecuencia, la violencia que se extiende y continúa en democracia contra las mujeres, respondería – entre otros factores – a los legados que esa cultura política (machista, misógina y patriarcal) impuso en el conjunto de la sociedad.

9 Desde una temporalidad más cercana, Mariana Delgado Barón examina las tensiones y contradicciones que generan los testimonios de las víctimas de violencia política en Colombia, a propósito de las políticas oficiales de justicia y paz implementadas por el Estado. En esa línea, se interroga acerca de las nociones de justicia y reconciliación que se han impuesto desde la política oficial al superponer – para el esclarecimiento de la verdad –, la memoria de los victimarios por sobre la de las víctimas. Igualmente, la autora contribuye a los debates sobre la justicia transicional en América Latina al presentar los elementos distintivos del caso colombiano en materia de justicia transicional: se trata de una sociedad que, aunque no experimentó una dictadura militar, mantiene vigente y activo el conflicto armado.

10 Desde una perspectiva histórica “desde abajo”, en tanto, el texto de Catherine Valenzuela se aproxima a la historia de una comunidad popular en Santiago de Chile – El Campamento Esperanza Andina –, analizando el tránsito entre dictadura y democracia. Su investigación evidencia la pobreza, exclusión y represión a la que fueron sometidos los sectores populares durante la dictadura, y cómo – una vez recuperada la democracia –, experimentaron el abandono y olvido del Estado postdictatorial. A su vez, la autora presenta las demandas que mantienen los pobladores para adquirir una vivienda digna, subrayando las brechas y profundas desigualdades que han caracterizado a la democracia chilena, y relevando las importantes distancias existentes entre la memoria oficial de los gobiernos democráticos y la memoria de los pobladores.

11 Finalmente y desde un enfoque multidisciplinar, Paula Tesche aborda el tema de la justicia y los derechos humanos en el Chile dictatorial a través de la producción poética generada durante este período. Su objetivo es analizar las relaciones entre la poesía y la subjetividad política, en su vinculación con temáticas como la justicia y la responsabilidad colectiva. A partir del estudio del poema de Víctor Jara “Somos cinco mil”, demuestra que la poesía presenta la construcción de un sujeto político que refuerza la importancia de la justicia y la responsabilidad colectiva. En esa línea, problematiza sobre la noción de justicia, estableciendo un nexo entre pasado y presente, sugiriendo que la impunidad ha sido una de las herencias vinculantes de esta

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conexión. Su expresión en el presente – señala la autora – manifiesta la incapacidad de los gobiernos democráticos para articular una narrativa social común sobre ese pasado, privilegiando en su práctica política el silencio, el desconocimiento y el olvido. Estas preocupaciones plantean, en definitiva, que la justicia sobre ese pasado violento sigue constituyendo un tema aún por resolver para la democracia chilena.

AUTORES

ROMANÉ LANDAETA SEPÚLVEDA

Doctora en historia contemporánea (Universidad Autónoma de Madrid, UAM). Académica de la Universidad Austral de Chile, Valdivia. Miembro del Grupo de trabajo América Latina en el tiempo presente, dirigido por Pedro Martínez Lillo, UAM. [email protected]

JUAN IGNACIO RADIC VEGA

Candidato a Doctor y Master en historia contemporánea, Master en gobernanza y derechos humanos (Universidad Autónoma de Madrid, UAM). Investigador y miembro del Grupo de trabajo América Latina en el tiempo presente, dirigido por Pedro Martínez Lillo, UAM. [email protected]

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Límites de la justicia de transición e impactos subjetivos del terrorismo de Estado en Brasil: testimonios de militantes políticas The Boundaries of Transitional Justice and the Subjective Impact of State Terrorism in Brazil: Testimonies of Women Political Militants Les limites de la justice transitionnelle et les impacts subjectifs du terrorisme d'état au Brésil: témoignages de militants politiques

Maria Lygia Quartim De Moraes

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 21 de junio de 2014 / Aceptado: 11 de septiembre de 2014

Introducción

1 El terrorismo de Estado constituyó la marca común de las dictaduras militares en América del Sur1, pero sus dimensiones y consecuencias fueron diferentes con respecto al número de muertos y desaparecidos políticos; las condiciones carcelarias; y las circunstancias de la restauración del Estado de derecho. El secuestro, tortura y asesinato de los militantes opositores era la regla general, mientras que el secuestro político de bebés fue una oscura particularidad argentina. Otras diferencias se refieren al hecho de que la dictadura argentina se derrumbó mientras que en Brasil, Chile y Uruguay el proceso de transición fue presidido por los líderes militares.

2 La presencia y los golpes militares en la historia política reciente de América Latina ha sido estudiada por expertos de diversas lenguas y tendencias. De todas estas

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contribuciones, “La construcción del control civil: Argentina, Brasil y Chile”, artículo escrito por el sociólogo argentino Ernesto López, es la que mejor analiza las convergencias y especificidades de la transición democrática en los tres países que constituyen nuestro objeto de estudio. López señala en primer lugar que “la historia es, por definición, única, pero que siempre puede haber semejanzas, parentescos”, y lo que “verdaderamente justifica la comparación es la posibilidad de mejorar la percepción y la comprensión de un fenómeno en lo que este tiene de propio y único”2.

3 Usando la distinción hecha por Guillermo O’Donnell entre las transiciones pactadas y las transiciones por colapso, López crea una tipología que incluye a Brasil y Chile en la categoría de transiciones acordadas y sitúa a la Argentina en la categoría de transiciones resultantes de colapso (en este caso, la guerra de las Malvinas).

4 Su tipología también trabaja con la cuestión del tipo de régimen que sigue el traspaso del poder de los militares a los civiles, el grado de autonomía de las fuerzas armadas y el grado de control que ejercen sobre los aparatos estatales. En este caso, Brasil y Chile son un caso de transición pactada “moderada”, mientras que Argentina es un “caso duro”. En palabras de López: “Sin entrar en consideraciones específicas (...), se puede decir que el sistema chileno nació duramente marcado por garantías y salvaguardias – la mayoría de las cuales son constitucionales – que favorecieron un papel tutelar de las fuerzas Amadas en el sistema político. El régimen institucional/legal brasileño mantuvo inicialmente ciertas garantías – por ejemplo, una transferencia gradual del poder a los civiles – pero fue más flexible. Se podría decir que graduaron tanto la transferencia de poder al mundo civil como la retirada de los propios militares. Un marco adicional de esta transición gradual hacia la normalidad es el hecho de que hubo una reforma constitucional en Brasil, convocada y llevada a cabo por un gobierno plenamente democrático y civil. Cabría decir, en cambio, que el régimen argentino nació ‘moderado’ debido al colapso militar”3.

5 Se debe tener en cuenta que un elemento común en la caída de las dictaduras militares fue la crisis económica y monetaria que afectó a muchas de las economías latinoamericanas. La burguesía estaba dispuesta a vivir en regímenes políticos represivos siempre que se sintiera amenazada en sus derechos de propiedad. Esto sucedió en Brasil, Chile, Argentina. Sin embargo, los excesos inevitables fruto del poder y la autonomía militar terminaron por incomodar hasta a los mayores partidarios del régimen, sobre todo a los grandes grupos económicos y al sistema financiero nacional.

6 Por lo tanto, ya sea en la forma de transición gradual, lenta y bajo control militar en el caso brasileño, o en el desmantelamiento caótico de la dictadura argentina, después de las primeras elecciones directas ambos países tuvieron que plantear el tema de la justicia transicional. Investigar los crímenes, propiciar reparaciones a las víctimas y castigar a los autores son los tres requisitos para el establecimiento de la justicia y la verdad. Como pusieron de relieve las directrices y estándares contemporáneos del Derecho Internacional, uno de los primeros compromisos de los gobiernos democráticos, después de su toma de posesión, es la reparación de los actos criminales de las dictaduras militares. Por otra parte, se considera que determinados tipos de delitos, como la tortura, no pueden ser amnistiados.

7 A las víctimas del terrorismo de Estado, acusadas de “terroristas y bandidos” por sus captores, el reconocimiento de que ellos fueron patriotas resistentes contra la dictadura militar, permitió a su familia y descendientes estar orgullosos de su memoria y respetarla. Para los supervivientes, el reconocimiento oficial de la validez de su acción

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política también significó una importante reparación simbólica de la identidad y de la autoestima. Y, para la nación, la restauración de los verdaderos hechos, por más dolorosos que fueran, se convirtió en el punto de partida de la reconciliación.

8 En Brasil, la comprobación de los hechos siempre se dejó a los familiares de las víctimas, quienes encontraron grandes dificultades para realizar su trabajo, sobre todo si tenemos en cuenta que, hasta el día de hoy, las Fuerzas Armadas no han abierto sus archivos. Insistir en la restitución de la verdad y decir no al olvido es llamar la atención sobre una violencia que impregna la sociedad y el Estado. Más que eso, como bien observa Zizek4, la verdadera tarea no es sólo obtener una reparación por parte de los responsables, sino privarlos de su posición como responsables.

9 ¿Cómo reparar lo irreparable? En Argentina, centenares de niños, hijos de activistas políticos, fueron secuestrados y entregados muchas veces al cuidado de los mismos asesinos de sus padres. Abuelos y abuelas aún continúan buscando a sus nietos secuestrados hoy en día. En Brasil, sólo recientemente el tema de la violencia contra los niños se planteó por primera vez en las audiencias públicas de la Comisión de la Verdad Rubens Paiva de la Asamblea Legislativa del Estado de São Paulo (ALESP).

1. ¿Cómo se procesa la justicia transicional?

10 Según Flavia Piovesan5, la aplicación de la justicia transicional consiste en la investigación, comprobación y divulgación de los hechos ocurridos durante el período de excepción, con el fin de hacer eficaces las políticas de reparación de los daños causados. De igual manera, es imperativo el juicio de los agentes de poder del Estado, ésos que en nombre del Estado perpetraron los actos de violencia; y, por último, pero no menos importante, es necesaria la reforma de las instituciones de seguridad, para que el aparato represivo no sea utilizado de manera irrazonable y excesiva. Según ella, estos mecanismos deberían aplicarse todos juntos para que la transición sea satisfactoria, lo que no ocurre en Brasil, ya que se ha aplicado sólo la reparación económica a las víctimas, sin tener en cuenta el daño moral.

11 Piovesan también hace hincapié en el hecho de que es obligación del Estado hacer efectivas estas medidas, ya que él es el poseedor de los documentos que comprueban los acontecimientos históricos y políticos en cuestión. Ella señala que, a pesar de ser un deber del Estado brasileño, sólo las organizaciones civiles están realizando el rescate de la verdad, con gran dedicación; por lo tanto, ellas tienen mucha importancia en la lucha por los derechos humanos. Dado que la Justicia Transicional posibilitaría a toda la sociedad brasileña la superación del legado de la dictadura militar, y dado que el Estado tiene el deber de actuar para toda la comunidad, su actuación es indispensable para el esclarecimiento de los hechos, así como para proporcionar los medios para la realización de la paz social.

12 En cuanto a la aplicación de las etapas de la Justicia de Transición, los juristas creen que no hay una secuencia fija para la aplicación de estas medidas; las diversas comunidades deben tratar de determinar la mejor estrategia a seguir con el fin de que sus decisiones sean justas y que el período de adversidades sea superado. Por eso, la Justicia Transicional debe elaborarse de acuerdo con las peculiaridades de cada situación, siendo poco útil la simple copia de medidas utilizadas por otras naciones.

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1.1. Etapas de la Justicia de transición en Brasil

13 En Brasil, el reconocimiento y la reparación del terrorismo de Estado se produjo en tres etapas diferentes.

14 1) La primera fue la Comisión de Muertos y Desaparecidos Políticos, creada por la Ley nº 9.140 de 1995, sin duda la más importante y menos controvertida. Nació del trabajo y la presión de grupos y organizaciones de defensa de derechos humanos, especialmente los comités de familiares de los muertos y desaparecidos políticos. La ley visaba la reparación simbólica de éstos y la compensación financiera para los familiares.

15 Por varias razones, el reconocimiento de la responsabilidad del Estado en la “desaparición” de cientos de políticos fue sin duda el acto más importante. Primeramente, por la dimensión política de la desaparición: se trataba de militantes que fueron secuestrados, torturados y asesinados. En algunos casos se orquestó una supuesta muerte en la calle, en otros casos fue un suicidio, y finalmente, en cientos de otros casos simplemente los hicieron desaparecer arrojando sus cuerpos al mar, enterrándolos bajo un nombre falso o en la selva. Como bien señala la psicoanalista argentina Gilou García Reinoso: se trató de matar a la muerte. “La desaparición no fue solamente una maniobra represiva, ni fue dirigida fundamentalmente a los militantes ‘subversivos’. Más allá de todo ello, sirvió para sembrar el terror y producir el silencio – decían en su discurso: ‘No están ni vivos, ni muertos, no hay desaparecidos’. No había de qué hablar (…)”6.

16 Otra de las iniciativas encaminadas a la reparación se llevó a cabo en São Paulo, donde se concentró la mayor cantidad de encarcelados y torturados. Yo pude seguir de cerca la labor de la Comisión de Amnistía del Estado de São Paulo y los problemas derivados de la reparación económica. Muchas y muchos militantes se negaron a registrar su caso e iniciar un proceso. Las razones dadas podrían reducirse a dos: ‘no quiero recordarlo’ y ‘no hay dinero que lo pague’.

17 2) La segunda etapa de la justicia transicional fue la creación, en 2001, de la Comisión de Amnistía del Ministerio de Justicia por el entonces presidente Fernando Henrique Cardoso y aprobada por el Congreso en 2002 como la Ley n° 10.559. La Comisión nació con dos funciones básicas: reconocer la amnistía política a los perseguidos y proporcionar, cuando fuera pertinente, la reparación económica. En 2008, ya en el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, sus poderes se ampliaron, y se agregó a la dimensión de reparación la posibilidad de promover el derecho a la memoria y a la verdad, y el compromiso de fomentar la educación para la ciudadanía y los derechos humanos.

18 Nacida con la expectativa de procesar 10 mil solicitudes, la Comisión de Amnistía completó su primera década con aproximadamente 70 mil casos presentados. En las 836 sesiones de juicio realizadas hasta diciembre de 2010, un total de 59.163 solicitudes de amnistía fueron estudiadas, siendo el 35% de ellas (21.138) denegadas y el 65% (38.025) concedidas. El acto de aceptación de la solicitud de amnistía se caracteriza por ser un reconocimiento formal de violaciones cometidas por el Estado y, en consecuencia, es seguido de una disculpa oficial por las arbitrariedades cometidas7.

19 Entre las concesiones, el 64% (24.454) de las solicitudes recibieron la declaración de amnistía y restitución de los derechos, como incluir el tiempo de cárcel o el exilio en la cuenta para la jubilación del afectado; el derecho a registrar ante notario el nombre del padre desaparecido político; el reconocimiento de los títulos académicos recibidos en el

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extranjero; o la posibilidad de regresar a la escuela pública para terminar los estudios interrumpidos por la situación de ilegalidad. Todo ello, sin recibir ningún tipo de compensación económica. Otro 36% (13.571) fue también compensado económicamente en ambas modalidades previstas en la Ley 10.559: una cuota mensual para aquellos a los que se les impidió seguir trabajando, y una cuota única para las otras persecuciones.

20 En este punto, vale la pena formular algunas preguntas sobre las políticas de reparación anteriores. En primer lugar, la forma jurídica de la demanda exige que las víctimas presenten las pruebas y completen el formulario en términos de una petición burocrática. Una vez enviado el formulario a través de correo convencional, se debe esperar su resultado, que puede llevar años aun habiendo una política de prioridad para los más ancianos. Evidentemente estos trámites pueden representar un beneficio personal, pues los años de trabajo perdidos son restituidos mediante compensaciones financieras. Pero para muchos, esto no apaga un gran sentimiento de frustración.

21 Además, con respecto a la reparación económica, fueron adoptados dos criterios totalmente diferentes. Para los muertos y desaparecidos, se fijó un valor máximo, un límite equivalente a cien mil reales de hoy. En el caso de aquéllos que fueron perjudicados en el desarrollo de su vida profesional, los valores de reparación llegaron a cifras millonarias y vimos, desolados, como periodistas consagrados en la actualidad recibieron millones de reales. De esta manera, se creó una situación paradójica, muy bien aprovechada por las fuerzas conservadoras: los amnistiados llegaron a ser vistos como un grupo de espabilados, que disfrutaría de rentas vitalicias, los llamados “becados de la dictadura”.

2. Nueva etapa de la justicia transicional en Brasil: las Caravanas de la Amnistía, Comisiones de la Verdad y las Clínicas del Testimonio

22 Así, hasta hace muy poco, las políticas de reparación se limitaron a uno de los tres pilares de la justicia de transición: la compensación económica. El derecho a la verdad, que permitiría investigar los hechos y sancionar a los responsables, sólo recientemente ha empezado a aparecer en la agenda pública. La Comisión Nacional de la Verdad, creada por la presidenta Dilma Roussef en 2012, y las innumerables otras comisiones provinciales y universitarias, pueden y están significando un cambio importante. A partir de ahí será posible desplazar el tema del ámbito de la víctima hacia el campo de los derechos generales. Del campo de los derechos individuales hacia el campo de los derechos de toda la sociedad que necesita y debe conocer la verdad de los hechos.

23 Desde 2008, la gestión de Tarso Genro como Ministro de Justicia ha dado un nuevo impulso a la labor de la Comisión de Amnistía. En consecuencia, se propusieron proyectos especiales dirigidos a una mayor transparencia de los juicios y, en especial, al desarrollo de una dimensión pedagógica. El Proyecto “Caravanas de la Amnistía” venció las dificultades burocráticas al abrir las sesiones de juicio de las solicitudes de amnistía al público en general, en eventos que se celebran en los lugares donde ocurrieron las violaciones. Para garantizar el derecho a la memoria, la verdad y la reparación, la Comisión aplicó el proyecto “Marcas de la Memoria”, que apoya las actividades de diferentes actores de la sociedad civil para el rescate y la promoción de la memoria política del país, devolviendo la voz a todos los que se intentó callar; que promueve la

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democratización del proceso de información; y que respalda la difusión de experiencias y prácticas democráticas. En 2009 se financiaron 12 proyectos en este sentido, levantados por universidades y organizaciones no gubernamentales. Otra iniciativa importante de la Comisión fue la construcción del Memorial de Amnistía Política en Brasil, en la ciudad de Belo Horizonte, proyecto similar al Parque de la Memoria que existe en Argentina.

24 Además de la discusión sobre las dimensiones jurídicas y políticas de los procesos de transición y de los beneficios de los supuestos de la justicia de transición, falta profundizar en las consecuencias subjetivas de la impunidad. Esto se debe a que la reparación es un proceso complejo y, en cierta medida, destinado a un mayor o menor fracaso. Si, como en Brasil, la reparación se limita a una contribución financiera y al reconocimiento de que el torturado y/o preso y/o asesinado y/o desaparecido era un luchador que tenía derecho a oponerse a la dictadura, la impunidad de los responsables y la ocultación de las circunstancias dejan una abrumadora sensación de frustración. Peor aun, se alimenta el miedo. Pues el dolor, la falta de los seres queridos y el temor son sentimientos compartidos por los supervivientes y sus familiares.

25 Las Clínicas del Testimonio, implementadas a partir de 20138, son parte de una política diseñada para reparar los errores cometidos por los agentes del Estado brasileño durante la dictadura. La Comisión de Amnistía se dio cuenta de lo mucho que la gente necesita la psicoterapia. Las marcas de la tortura no se extinguen cuando ésta acaba. La violencia de la tortura es irreparable. Lo que se puede lograr es tener un alivio psíquico: “La idea surgió a partir de los diez años de funcionamiento de la Comisión de Amnistía y los miles de testimonios recogidos por los voluntarios. Este proceso histórico y político de dar voz a los que estaban en silencio de forma arbitraria, por sí mismo, es terapéutico. Y compete al Estado, como culpable directo, el mantener un servicio de apoyo psicológico para todos a quienes se les hizo daño”9.

3. Memoria, olvido y testimonio

26 El historiador francés Paul Ricoeur, en su magistral obra La mémoire, l’histoire, l’oubli, subraya la importancia del concepto de trauma introducido por Sigmund Freud10. La primera lección de Freud es que “el trauma es aquello que permanece, incluso cuando es inaccesible, no disponible”. Y la segunda lección es que, en ciertas circunstancias particulares, “pedazos del pasado que se creía olvidados por siempre” reaparecen. También Jean-François Chiantaretto señala que la idea de trauma se relaciona con el surgimiento del psicoanálisis y que ella todavía denota un punto de sufrimiento, “sin duda y sin remedio”, tanto en la teoría y en la práctica del psicoanálisis, como en el capo de las ciencias sociales11.

27 Sin embargo, una experiencia traumática puede requerir un largo tiempo para ser recordada y esta incapacidad se debe a diferentes razones. El sentimiento de humillación y vergüenza es un fuerte elemento de disuasión. También el sentimiento de culpa es un poderoso elemento de disuasión. Haber delatado a un compañero, sintiéndose así responsable de la muerte de alguien, por ejemplo. La elección de olvidar puede ser explicada por el daño que implica recordar.

28 Además, el trauma psíquico y sus consecuencias deben ser considerados en dos momentos distintos: el primer momento del impacto, del acontecimiento inesperado y brutal que constituye el propio trauma; y el segundo momento, relativo a la manera en

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que la víctima es acogida. Desde la perspectiva de la clínica psicoanalítica, se puede decir que la segunda instancia es, a menudo, más importante que el acto traumático. Si la víctima del asalto traumático es ayudada, escuchada y apoyada, es probable que las consecuencias sean menos devastadoras que en el caso en que la víctima se silencia o es silenciada. De ahí la importancia de la acogida, ya sea en forma de solidaridad y afecto, ya sea en forma de la escucha analítica, ya sea en forma de reparación política.

29 Una conclusión importante de los trabajos de Chiantaretto es la relación que establece entre tortura y rompimiento del vínculo social, pues en la situación traumática se rompe el eslabón entre el individuo y la colectividad. Lo que se pierde es la noción de humanidad. Así, la dimensión terapéutica del testimonio es el restablecimiento del sentimiento de pertenecer a la humanidad. El autor afirma que “el acto testimonial debe ser considerado como un acto de lenguaje, una palabra dirigida que requiere la presencia psíquica de un otro, como un ser singular y como ser representante del todo”12.

4. Testimonios femeninos

“Toda narrativa supone un destinatario, toda narrativa es un escenario de interlocución: es hablar con alguien. En la escritura de sí, trátase más específicamente de Un diálogo interno, la escena interna requiriendo al lector”13.

30 El presente texto pone de relieve la dimensión de género, desde la participación de las mujeres en la lucha armada y las consecuencias personales y colectivas de esa participación. Y más precisamente, de presas políticas que sobrevivieran a la tortura y a la encarcelación, por medio de sus relatos autobiográficos, desde la cuestión de la experiencia (destructiva) del miedo y de la experiencia (reparadora) de la solidaridad.

31 Por lo tanto, recurrí a los escritos y relatos autobiográficos de estas militantes, las entrevistas que yo hice o las ya publicadas, y también las informaciones sacadas del banco de datos de Brasil, Nunca Mais. Esto es el corpus documental del artículo, que Foucault llamaría “escrituras de sí”, presentes en las autobiografías y en los testimonios. Ante este corpus documental se plantea una cuestión: ¿cómo es posible sobrevivir a los efectos de la violencia diaria (tortura) y después a la violencia del encarcelamiento?

32 Hasta los años 90, pocos eran los registros de la experiencia de las mujeres en la lucha armada y de las consecuencias sufridas. La rebeldía femenina significa una doble transgresión. La mujer que abandona el universo doméstico y femenino para actuar como un hombre recibe un estigma adicional al desafiar el “código de género de su tiempo”, como ocurrió con las mujeres que participaron en la resistencia armada. En Tiradentes, um presídio da ditadura, la ex presa política Dulce Maia narra lo siguiente: “Al ser la primera mujer secuestrada por la participación directa en las acciones de lucha armada, se me concedió un doble tratamiento ‘especial’. El primero, el mismo tratamiento que se dio a mis compañeros hombres por haberse atrevido a tomar las armas contra la intolerancia y las arbitrariedades del régimen militar ilegítimo. El segundo, por mi condición de mujer, doble imprudencia. Tanto en el lenguaje como en el maltrato, los verdugos estaban dispuestos a demostrar su odio hacia mí”14.

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33 No corpo e na alma de Derley Catarino de Luca, publicado en 2002, impresiona por su radical sinceridad, por la mención a la necesidad de explicarse, de cuestionar sus propias decisiones, y además por la necesidad de atestiguar por todos aquellos que no sobrevivieron. “Este libro fue una catarsis. Fue también una necesidad. Todo el mundo que me conoce me pregunta cómo fue la clandestinidad, la prisión y la experiencia de nuestra lucha. Algunos se preguntan si valió la pena (...) Si acaso no fue en vano, tantos muertos y desaparecidos. Pero los héroes de la Patria no mueren. Desaparecen físicamente”15.

34 El testimonio de Derley es una denuncia radical del terrorismo de Estado, del sadismo de los verdugos y del horror de estar a merced de psicópatas. Pero también es una severa crítica del machismo, de su organización revolucionaria compuesta por católicos de izquierdas y conocidos como AP-Acción Popular. Después de la detención de su compañero y de haber evitado ser arrestada usando un nombre falso, lo que evitó que fuera identificada por la policía, Derley huyó con su bebé de tres meses. Su mayor temor era que el niño cayera en manos de la policía y que sufriera el mismo abuso que otros niños de presos políticos. “Él, en mi regazo, está tranquilo. Recuerdo a Igor, en Bahía; a la hija de Hilda en el DOPS São Paulo, y siento un temor alucinante de que algo le pueda pasar a mi hijo”16.

35 Después de casi un año corriendo de un lado a otro, es enviada por la organización a São Paulo. Allí, un dirigente le propone irse para el Araguaia17, con el siguiente argumento: “No tienes alternativa. No se puede negar tu activismo, no tienes futuro legalmente. No puedes ser detenida ahora. Pero puedes morir heroicamente en Araguaia”. Pero Derley no quiso morir en Araguaia. Ella lo cuenta: “Dejé mi profesión, la vida legal, futuro, sueños, energía, entregué todo mi entusiasmo, mi juventud. Perdí a mi marido, abandoné a mi hijo, ¿perdí todo para ver al AP desintegrarse de esta manera? (...) Di todo lo que podía dar, hice todo lo que podía hacer. Ahora quiero criar a mi hijo. No quiero morir heroicamente en Araguaia”18.

36 Derley consigue salir de Brasil y se refugia en Chile. Unos meses más tarde, con el golpe de Estado de Pinochet, se ve obligada a esconderse en la embajada de Panamá y, después de algún tiempo, pudo ser transferida a un campo de refugiados de ese país. Es allí que es informada de la detención y muerte de sus queridos compañeros de militancia a manos de la dictadura brasileña. A pesar de su desesperación, Derley decide que va a sobrevivir. “El odio es también una razón para vivir, cuando no hay nada más. I will survive. Voy a criar a mi hijo, voy a contar esta historia”19.

37 Muchas otras activistas y ex presas políticas, como las hermanas Criméa Grabois y Amélia Telles, al salir de la cárcel también denunciaron con valentía a sus torturadores. Son, junto con Eleonora Menecucci, las primeras testigos en el caso contra el coronel Brilhante Ustra, que las había torturado en varias ocasiones. Incluso se puede establecer una cierta lógica entre los que habían sido detenidos por ser militantes y aquéllos que terminaron siendo detenidos y torturados por ser “simpatizantes”, es decir, después de haber dado refugio o estar muy cerca de los militantes. Estos últimos fueron, mayoritariamente, aquellos que optaron por callarse, por enterrar el pasado. A riesgo de que su presente se volviera “un volumen lleno de olvido”20.

38 En Uruguay, la iniciativa de publicar testimonios surgió de un grupo de ex presos políticos del Taller de Género y de Memoria, que se llevó a cabo a través de una

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convocatoria pública y, después de una selección, se publicaron cerca de 150 textos en tres tomos. Aquí está el testimonio de Gianela Perón: “Yo no fui una excepción. Los días de interrogatorio y tortura fueron muy duros, tanto que mi mente ha borrado gran parte de estos días (¿meses?). Sin embargo las huellas que tuve en el cuerpo tardaron en borrarse (¿Se borraron?) (…) pasé por lo que pasaban casi todos los presos: picana, submarino, golpes, plantón y, también, como a otras mujeres, me desnudaron, me humillaron y desgarraron las partes más íntimas de mi cuerpo. Lo hicieron con un palo de escoba, mientras se burlaban a gritos”21.

39 En Argentina, cerca de 1.200 mujeres pasaron por el penal de Villa Devoto, en Buenos Aires, mujeres entre 14 y 70 años, de diversas regiones del país y distintas condiciones sociales. Con un promedio de detención de 7 años. Para ellas, la sentencia de las autoridades penales fue: “de aquí saldrán muertas o locas”22. “Perder la libertad significaba transitar el camino impuesto de la detención, la tortura, la comisaría, el juez, la cárcel. Secuencia que empezaba cuando nos sacaban de nuestras casas, en general de madrugada, encapuchadas. Después nos trasladaban en el suelo o en el maletero de algún auto policial, esposadas o atadas las manos (…) hacia distintas comisarías (…) para los interrogatorios. Así se empezaba a conocer el terror y el dolor de la tortura del cuerpo y de la mente. (…) Perder la libertad significó también sentir que nuestra vida no valía nada para nuestros captores, que pendía de un hilo muy delgado y que bastaba sólo una orden, una decisión, un sinsentido para acabar con ella”23.

40 El testimonio de cuatro ex presas políticas brasileñas, en el seminario “La Revolución Posible: homenaje a los muertos y los desaparecidos políticos”, que yo coordiné en la UNICAMP (Universidad Estadual de Campinas, Sao Paulo), en 1996, es una prueba elocuente de las atrocidades ejecutadas por la dictadura militar en contra de los opositores políticos. Crimea de Almeida, del Comité de Familiares de Muertos y Desaparecidos Políticos, una sobreviviente de la llamada “Guerrilla de Araguaia”, era miembro del Partido Comunista de Brasil (PCdoB). Hablando primero del paso de la lucha política a la clandestinidad y de la opción de la lucha armada, resaltó el proceso instaurado por los actos institucionales creados por la dictadura militar, proceso mediante el cual cualquier ciudadano que había elegido una opción política, se convertía en un criminal. Su discurso se centró en el papel que desempeñan las mujeres en las organizaciones de izquierdas, destacando su discriminación. Atribuyó su posterior entrada en el movimiento feminista a las experiencias vividas como mujer, y en ese momento, Criméia de Almeida fue detenida embarazada. Mostró en su testimonio la paradoja de que, por un lado, la izquierda exigió a la mujer un “comportamiento masculino”, lo que creó conflictos inevitables con lo que era específicamente femenino, el embarazo. Por otro lado, la represión utilizó el embarazo como un instrumento adicional para torturarla.

41 Rose Nogueira, ex militante del ALN (Acción para la Liberación Nacional) fue arrestada cuando su hijo tenía poco más de un mes. Su testimonio fue elocuente con respecto al uso que la represión hizo con el cuerpo de la mujer y la maternidad en la tortura, dejando marcas, físicas y psicológicas, que nunca salieron. Periodista desde los 17 años, Rose Nogueira denunció la presencia activa de las fuerzas represivas de ese momento en el escenario brasileño actual. Su testimonio hizo hincapié en la importancia de recordar que quienes torturaban en ese momento no eran agentes “excepcionales”, sino funcionarios pertenecientes a las Fuerzas Armadas, quienes mantuvieron sus puestos de trabajo e incluso fueron ascendidos, siendo el Mayor Brilhante Ustra, más

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tarde como agregado militar brasileño en Uruguay – citado en muchos testimonios, incluyendo el de la actriz y ex diputada Beth Mendes – uno de los casos ejemplares de esta impunidad24.

42 Eleonora Menecucci de Oliveira25, socióloga, doctora en Ciencias Sociales, ex militante POLOP (Política Operaria), comenzó su testimonio felicitando a los organizadores del seminario por el coraje de plantear y rescatar el tema de las mujeres en la historia de ese período, ya que éstas ocupaban “la cocina de las organizaciones de la izquierda”. Subrayó que, a pesar de las desigualdades internas de las organizaciones, las mujeres, como militantes, se comportaron con la misma valentía que los hombres, al organizar la resistencia a la dictadura frente a la represión, y al resistir la tortura. Su testimonio fue especialmente dramático, ya que denunció el abuso sufrido por su hija, con poco más de un año de edad en aquel momento, ante sus propios ojos y, también, ante la hija del torturador, que estaba presente en la escena. Eleonora M. de Oliveira dijo que en su propio caso, el feminismo, al que se dedica, representa la posibilidad de hacer frente a la subjetividad ausente en este período de intensa lucha política.

43 Inês Etienne, historiadora, única sobreviviente de la “casa de la muerte”, en Petrópolis – y que fue descubierta gracias al hecho de haber oído un número de teléfono en los más de tres meses que pasó allí, en las cárceles privadas –, fue testigo de innumerables asesinatos. A la casa de Petrópolis fueron llevados prisioneros ya condenados a muerte, después de las interminables sesiones de tortura. Este fue el caso de la estudiante Eleny Guariba, de la Universidad de São Paulo-SP. Inês, como Criméia de Almeida, reanudó la historia de la militancia de izquierda en Brasil, y señaló que, después del golpe militar de 1964, los militantes comunistas de la lista negra se vieron obligados a pasar a la clandestinidad, pero que el período de la represión y la práctica de la violencia sistemática, la tortura institucionalizada, vendría más tarde, en 1968, con los actos institucionales.

44 Inês Etienne hizo hincapié en la importancia de la revisión de la imagen de los activistas de la época, especialmente la transmitida por los medios de comunicación, señalando que la opción de la lucha armada era escogida por personas con un pasado como militantes, y que su origen debía situarse en cuadros políticos experimentados. Por lo tanto, esta realidad se distancia de la imagen de los militantes como estudiantes “idealistas”, “soñadores” de la clase media, como eran presentados, por ejemplo, en la novela “Años Dorados” de la cadena de televisión Globo. Según su testimonio, existían en las organizaciones operarias, campesinos, médicos y un sinfín de personas con profesiones definidas (como se muestra en el Dossier de los Muertos y Desaparecidos Políticos), que se comprometieron con la resistencia a la dictadura a través de la opción de la lucha armada.

45 Con respecto a la situación específica de las mujeres, Inês Etienne declaró que no había sido discriminada personalmente, pues asumió posiciones de liderazgo en la organización a la que pertenecía (VPR–Vanguardia Popular Revolucionaria), señalando que el problema era la falta de espacio para la individualidad, tanto para los hombres como para las mujeres, ya que únicamente se vivía para los logros colectivos.

46 Por lo tanto, los supervivientes de las salas de tortura y las prisiones brasileñas cargan la pesada herencia de haber vivido experiencias límite. La más terrible, sin duda, fue engendrada por la impotencia absoluta en contra del torturador, del verdugo. Fue estar a la merced de psicópatas.

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47 Las declaraciones fueron contundentes en dos aspectos: subrayaron cómo la relación madre-hijo fue utilizada por la represión en la tortura de las mujeres, y cómo el cuerpo femenino fue utilizado y difamado, siendo su sufrimiento objeto de un placer sádico por parte de los agentes de la represión. Hablaban del cuerpo de la mujer en su dimensión política y cultural, es decir, de un cuerpo tratado desde la concepción de lo que es ser mujer en nuestra sociedad.

5. Los límites de la resistencia humana en situaciones extremas

“El campo de concentración aparece como una máquina de destrucción, que cobra vida propia. La impresión es que ya nadie puede detenerla. La sensación de impotencia frente al poder secreto, oculto, que se percibe como omnipotente, juega un papel clave en su aceptación y en unas actitudes de sumisión generalizadas”26. “El huevo de la serpiente”, extraordinaria película de Ingmar Bergman, disecciona los límites de la resistencia física y psicológica de los seres humanos, desde una doble perspectiva. El malvado científico, Vergerus, desarrolla una investigación sobre el desmoronamiento humano sufrido por la gente común cuando es sometida a una serie de condiciones perjudiciales. La doble perspectiva se refiere, en primer lugar, a la crueldad de la propia experiencia, pero al mismo tiempo, a las condiciones de desesperación que llevaron a los habitantes de Berlín, en un momento de horror y prohibición, nido en el que el “huevo” del nazismo se desarrolló, a aceptar ser la cobaya del experimento. En consecuencia, el instinto de muerte domina la escena, según Nathalie Zaltsman, pues son exactamente las situaciones de miedo, un miedo sin límites, las que explican el surgimiento del “impulso de muerte”.

48 Es cierto que hay un trabajo silencioso y continuo del impulso de muerte, tal y como lo describe Freud; pero el vínculo entre la angustia y la muerte está en que “el miedo [es el] que favorece la constitución silenciosa de los impulsos de muerte y su estado de desarrollo audible y tangible. Por lo tanto, la anticipación de la muerte no es suficiente para formar su angustia”27.

49 Según Zaltsman, la película de Bergman muestra tanto el fracaso de los intentos de vivir y de hacer vida, como la activación de las pulsiones de muerte, que facilitan el establecimiento de terror político. En otras palabras, la muerte no engendra inevitablemente terror. Pero el terror, al contrario, engendra inevitablemente rechazo de la voluntad de vivir. Como los testimonios y estudios sobre el tema muestran, el colapso de todas las normas y valores morales del bien es uno de los momentos de desintegración psicológica, que afecta a los torturados y a los prisioneros en el sistema de los campos de concentración. Sobrevivir, en la mayoría de los casos, implica la adhesión a la maldad: el robo de alimentos, el robo de una manta, ponerse en el mejor lugar en las filas para escapar de los golpes de los guardias, desarrollar una estrategia de supervivencia con el único objetivo de sobrevivir.

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50 Así, entre las pérdidas que los años de plomo en Brasil trajeron a los supervivientes, la pérdida de confianza en la raza humana es la más fuerte. Entiendo que muchas mujeres de mi generación, directamente afectadas por la represión, en la forma de tortura y años de cautiverio, han tenido una necesidad urgente de tener hijos, para así crear vida. Registrados con sus verdaderos nombres o con nombres de guerra de los muertos a quienes querían honrar (y con quienes querían disculparse por estar ellas vivas y además haber procreado), nacieron los Carlos, Claudios y Marías en el exilio. Porque “queremos siempre y sin vacilar vivir, aún perezosos, aún sin alegría, incluso enfermos, incluso cuando no podemos, y aun siendo imposible, queremos vivir”28.

6. Memorias de la Solidaridad

“El testigo también dice algo más, no solamente ‘yo estuve allí’ sino ‘créeme’, esto es, apela a la confianza del otro, con lo cual el recuerdo entra en una relación fiduciaria, o sea, de confianza, planteándose en ese mismo momento la cuestión de la fiabilidad del testimonio. En ese momento la memoria es compartida; el recuerdo de uno es ofrecido al otro, y el otro lo recibe”29.

51 Por lo tanto, se puede decir que todas las dictaduras latinoamericanas utilizaron en prácticas a gran escala la violencia física y psicológica, que comenzó con el secuestro de activistas, y tuvo como resultado la muerte causada por el sufrimiento inimaginable y por la humillación que han sufrido miles de militantes de ambos sexos, en su mayoría jóvenes. Sobrevivir a los locales clandestinos de las dictaduras y pasar a los juicios militares era una especie de garantía de vida. En esta etapa, hubo espacios de sobrevivencia y fue el momento en el que, a pesar de todos los riesgos que tal actitud implicaba, muchos denunciaron los abusos sufridos y las muertes de militantes de las que habían sido testigos.

52 En muchos aspectos, las cárceles brasileñas ofrecerán mejores condiciones para la supervivencia que las de los países vecinos. Los presos se comunicaban, quedaban juntos, podrían ejercer actividades culturales. En Argentina y Uruguay eran, por el contrario, prácticas concentracionarias: por ejemplo, es sabido que en las cárceles de Uruguay los presos permanecían con inmovilidad forzada, con capucha en la cabeza, con prohibición de gimnasia y bajo disciplina militar. Las visitas fueron otro motivo de temor, dada la brutalidad con que fueron tratados los visitantes.

53 Volvamos a los testimonios más precisos de las condiciones carcelarias de Brasil, como lo citado en Tiradentes, um presídio da ditadura. En él, 35 ex presos políticos, entre los cuáles se cuentan 10 mujeres, dan su testimonio. Una de ellas, Eleonora de Oliveira Menecucci (Ministra de Política para la Mujer en el gobierno de Roussef) – después de la tortura sufrida, del temor de ser asesinada y convertida en otra “desaparecida” – recuerda su llegada a la prisión y la importancia de la solidaridad de otras presas: “Cuando llegué Joana y Dilma (Rousseff *, actual presidente de Brasil), dos viejas amigas de la militancia en Belo Horizonte, me acogieron con un inmenso cariño y cuidado, lo cual me ayudó a manejar la ‘barreras’ emocionales. Poco a poco,

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realmente encontré mi lugar en el gran colectivo afectivo de mujeres, que ha sido durante mucho tiempo parte de nuestro ‘pequeño mundo en la Torre’ [N de la A.: dado el hecho de que la sección de mujeres de la prisión de Tiradentes se encuentra en una torre, la ubicación se hizo conocido como ‘La Torre de las Doncellas’]30.

54 María de Oliveira, su hija, cuya infancia transcurrió junto con las visitas a la prisión, donde sus padres fueron arrestados, describe su infancia: “Tengo casi la misma edad que los recuerdos de este libro. Sus autores tenían la misma edad cuando estaban en Tiradentes. Empecé a vivir toda la historia dentro del vientre de mi madre, [los recuerdos] son de vital importancia. El mundo no existiría sin estos hechos a mí. Ví el nacimiento de la dignidad básica y la solidaridad, en cierto modo, en Tiradentes. Aprendí a caminar, hablar y leer durante ese tiempo. Fue un poco mi casa”31.

55 La referencia a la solidaridad de los compañeros de prisión es un punto importante en común, en los informes de Brasil, Uruguay y Argentina. Hay muchas referencias al contraste entre la deshumanización impuesta por la represión y la humanización de la solidaridad. Al comparar estos informes con los testimonios de los campos de concentración, se destaca la importancia del sentido de solidaridad presentado por la militancia, como fue el caso, en los campos de concentración nazis, de los colectivos comunistas y de los Testigos de Jehová.

7. Herencias indeseables

56 El golpe militar de 1964 impidió la democratización de la sociedad brasileña y la expansión de los derechos ciudadanos. Los militares negaron las libertades fundamentales y ejercieron su tutela autoritaria en beneficio de las oligarquías del Noreste y de los grandes grupos económicos nacionales y extranjeros. La intolerancia con respecto a la oposición política se mantuvo a través de las tiránicas leyes de excepción. El todopoderoso ministro Delfín Neto realizó el programa de “modernización” de la economía con el apoyo de los cuerpos ilegales, responsables del terrorismo de Estado, como la tristemente célebre Operación Bandeirantes y el Departamento de Operaciones de Inteligencia del Ejercito-DOI-Codi. Fue el año de “Brasil: ámalo o déjalo”, en el que cerca de 400 personas fueron asesinadas o “desaparecidas”, mientras que otros 5 mil pasaron por los tribunales militares.

57 Los militares, y los grupos económicos a los que los primeros sirven, no necesitan muchas excusas para dar golpes: ellos mismos los crean, pagando provocadores, realizando atentados para acusar a los opositores. Eran muchos los que defendían el socialismo y el comunismo, pero no por la vía armada. La resistencia armada se produjo sólo a partir de 1967, cuando quedó claro para todos nosotros que el terrorismo de Estado estaba instalado. Los guerrilleros y guerrilleras pagaron un precio cruel. Muchos fueron los secuestrados, torturados, asesinados y los cuerpos nunca fueron devueltos a las familias. Las Comisiones de la Verdad están revelando la extensión de la criminalidad del Estado: asesinaron al presidente Juscelino Kubistchek; a la diseñadora de moda Zuzu Angel, a miles de campesinos, además de los casos ya conocidos. El número de víctimas de la tortura ha llegado a 80 mil.

58 No podemos olvidar que el ejército ganó y controló el paso lento, gradual y seguro hacia la democracia, en palabras del dictador general Ernesto Geisel. Pero antes de eso, masacraron a los opositores de la izquierda que, según ellos, podrían molestar: basta recordar el arresto masivo de los presuntos miembros del Partido Comunista Brasileiro-

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PCB, y subrayar que si no hubo más muertos, fue gracias a la reacción popular frente al escandaloso asesinato del periodista Wladimir Herzog, en 1975.

59 Así, Brasil fue el primero de los países latinoamericanos en practicar sistemáticamente el terror contra los opositores y tomó la delantera en la introducción de los mecanismos crueles de tortura y de desaparición de opositores políticos, sirviendo como modelo para la dictadura de Chile. La represión política brasileña se hizo famosa por los secuestros de sospechosos, que eran encapuchados y llevados a los departamentos oficiales de tortura y a los centros de exterminio. Y marcó el comienzo de la era de la desaparición física de los opositores: “si no hay cuerpo no hay delito”. Fue la etapa de las desapariciones. Cientos en Brasil, miles de personas en Argentina y Chile. Fue el tiempo en que la izquierda, legal y legítima, fue aniquilada por la alianza constituida entre los militares, la Iglesia católica y la derecha política, con la omisión criminal de los cristiano-demócratas.

60 Así es que la experiencia que nos une, a todos estos países que he mencionado, se resume en pocas palabras: la dictadura militar y el neoliberalismo. En primer lugar, las largas y siniestras dictaduras, que diezmaron a los opositores, apagaron manifestaciones culturales e intelectuales, y llevaron a sus países a someterse ante la hegemonía del capitalismo estadounidense. En segundo lugar, tenemos las consecuencias sociales de la política neoliberal aplicada con más o menos violencia en casi todos los países de América Latina. Esas experiencias nos hacen compartir la misma inseguridad social, el mismo desempleo, de la ruptura de la sociabilidad y la violencia.

61 La dictadura usaba tanto los canales institucionales como el terrorismo de Estado. El objetivo era sembrar el miedo y demostrar el poder del aparato represivo. La dictadura tenía su sistema de información en todas las instituciones públicas, especialmente aquellas que tenían potencial subversivo. Y los estudiantes fueron los primeros de la lista. Cabe decir que hago referencia al ambiente universitario, pero la Comisión Nacional está reuniendo también los detalles del intercambio de información entre la Federación de Industrias del Estado de São Paulo-FIESP y el Departamento de Política y Orden Social DOPS, sobre potenciales enemigos del régimen entre los trabajadores. Muchas personas perdieron su empleo por ser considerados sospechosos por el organismo de represión. A través del artículo 477, que introdujo una legislación policial para las universidades, con destituciones sumarias, y la pérdida del derecho a estudiar o enseñar, por no hablar de los cientos de maestros cesados por el Acto Institucional n°5 de 1969.

62 Las investigaciones del alcance de la red de vigilancia y de los afectados están siendo realizadas por las comisiones de la verdad y la memoria de las universidades públicas. Es necesario hacer hincapié en que la lentitud de la justicia transicional en Brasil significa sobre todo silencio acerca de las graves violaciones de los derechos humanos cometidas por la dictadura y la completa impunidad de los agentes. La consecuencia actual y visible de esta impunidad es la violencia policial. La militarización y la impunidad de los agentes de la policía permitieron que ésta se convirtiera en un cuerpo de asesinos de uniforme. El reciente caso de una mujer herida que fue colocada en un maletero que se abrió e hizo que fuera arrastrada por las calles es otro ejemplo de este tipo de violencia. Los tres agentes implicados ya han matado a más de 60 personas alegando que ellas habían ofrecido “resistencia” a los agentes de la policía.

63 Como se observa, tres policías de Río han matado más personas que el total de individuos muertos a manos de la policía de Nueva York en 2013. La misma doctrina del

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“enemigo interno” que justificaba las atrocidades de los tristes años de la dictadura, cuando los opositores políticos se consideraron enemigos que debían ser aniquilados, ahora justifica la masacre de los habitantes de las zonas más pobres, así como la brutalidad policial en las favelas.

64 Y la consecuencia de la violencia y la impunidad es el miedo. El miedo siempre ha sido el arma por excelencia de las dictaduras. Y como no había ninguna crítica a los militares y no hubo castigo por violaciones de los derechos básicos de los “enemigos internos”, los torturadores y asesinos uniformados siguen asustando a la población.

65 La psicoanalista Caterina Koltai, en una entrevista a la revista Percurso n°51, proporciona una importante división entre la reparación política y la lucha por los derechos. Las reparaciones fueron las concesiones hechas por los gobiernos después de las dictaduras. Se otorgó a los familiares de los muertos y los desaparecidos de un certificado de muerte y la pertinente reparación económica. A los perseguidos con pérdidas en su carrera profesional se les concedió el estatuto de amnistía política y una compensación económica acorde con los daños sufridos. Pero el derecho a la verdad fue ignorado. “No vamos a ‘provocar’ a los militares” fue uno de los coros favoritos de los más prudentes. Y el derecho a la verdad, para investigar los hechos y sancionar a los responsables parece haber salido definitivamente fuera de la agenda.

66 Las comisiones de la verdad pueden y están demandando un cambio importante. A través de ellas se empieza a desplazar el tema del ámbito de la víctima al campo de los derechos del sujeto del sujeto. Al campo de los derechos individuales y al campo de los derechos de toda la sociedad que necesita y debe saber los hechos verdaderos.

8. La memoria como un compromiso ético

67 Ahora, como sabemos, amnistía en griego significa exactamente olvido. Entonces la gran pregunta es saber exactamente qué debemos olvidar y cuándo no debemos y no podemos olvidar. Como bien observa Nicole Loraux, al igual que cada individuo, la comunidad también debe estar de luto, lo que significa el desarrollo y la incorporación de un evento traumático, y no su negación. El luto no equivale al olvido32.

68 Pero la historia demuestra que el problema no sólo radica en recordar o borrar la memoria. También está la cuestión de lo que es recordado y lo que se queda fuera. En este sentido, la memoria de la generación de la resistencia armada en 1968 no puede ser separada de sus proyectos y sus luchas. A diferencia de otras revoluciones, el año de 1968 estaba destinado a cambiar el mundo y no a tomar el poder, en el sentido de tomar el poder estatal. En cierto sentido, ha sido la generación del contra-poder: contra el poder de la Iglesia, del Estado, de la familia, del hombre blanco, etc.

69 Recordando el elogio de Hannah Arendt33 a los jóvenes del año 1968, por su determinación en su forma de actuar, su alegría y la certeza de poder cambiar las cosas por su propio esfuerzo, vemos cómo estas características desaparecen cuando el sujeto de la reivindicación acaba dependiendo de la caridad y de las políticas compensatorias. De hecho, desde el punto de vista subjetivo, la característica más fuerte del movimiento de 1968 fue la afirmación del deseo de toda una generación. Como sujetos de sus deseos, sufrieron las consecuencias de sus acciones y los riesgos que de ellas se derivaron. No lo hicieron por un impulso suicida, sino porque se oponían moralmente y éticamente, a un régimen que estableció el terrorismo de Estado. La gran mayoría de los activistas

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políticos de la lucha armada reconocen las equivocaciones y errores, pero están orgullosos de su pasado. La denuncia del terrorismo de Estado y los crímenes cometidos por la dictadura militar no implican el victimismo. Por este motivo es necesario distinguir la existencia de las víctimas del terrorismo de estado del victimismo como una ideología política.

70 Enzo Traverso analizó de forma concluyente la época contemporánea, en la que las utopías parecen no tener ya un lugar. Y la visión del pasado también acompaña a esta desaparición, como se ve en las nuevas dimensiones asumidas por la cuestión de la memoria. A diferencia de lo que Walter Benjamín predijo, el tiempo presente no parece estar interesado en la reactivación de los proyectos de los perdedores. El recuerdo del Goulag borró el de las revoluciones, la memoria del Shoah sustituyó a la lucha antifascista, la memoria de la esclavitud eclipsó la memoria de la lucha contra el colonialismo. “Todo sucede como si el recuerdo de las víctimas no pudiera coexistir con el de sus luchas, sus victorias y sus derrotas”34.

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NOTAS

1. Este artículo forma parte de la investigación “Justicia de transición y las políticas de reparación en Brasil: 1995-2015” (CNPq Proceso de 2014/2018), y se nutre de otros dos proyectos, igualmente dirigidos por la autora, financiados por el CNPq: “Sobrevivir: arrestos, exilios y ‘desexilios’ en el contexto político de las décadas 70/80” (Proceso 307421/2007-10 CNPq) y “Documentos y memorias de la represión militar y la resistencia política: Brasil - 1964/1982” (Proceso CNPq 504205-2005/7). 2. López, Ernesto, “A construção do controle civil: Argentina, Brasil e Chile” en Saint- Pierre, H. L. & Mathias, L. S. (ed.) Entre votos e botas. As forças armadas no labirinto latino-americano do novo milênio, UNESP Editora, Franca, 2001, p. 94. 3. López, E., A construção do controle civil, Op. Cit., p. 103. 4. Zizek, Slavoj & Daly, Glyn, Arriscar o impossível, Editora Martins Fontes, São Paulo, 2006, p. 166. 5. Piovesan, Flávia, “Direitos Humanos e Globalização”, en Direito Global, 1º ed., Max Limonad, 1998, São Paulo, 2000, p. 215. 6. Reynoso, Gilou García, “Matar a morte” en Rodríguez, Sérgio Aldo & Berlinck, Manoel (orgs.), Psicanálise de sintomas sociais, Escuta, São Paulo, 1988, p. 141-154. 7. Cifras del Ministerio de Justicia de Brasil: Informe de la Comisión de Amnistía 2010. 8. Cinco instituciones de salud mental – en São Paulo, Porto Alegre, Rio de Janeiro y Recife – están desarrollando la fase inicial del programa, que va durar dos años y debe atender cerca de 700 personas. 9. Paulo Abrão, presidente de la Comisión de Amnistía. Entrevista concedida por ocasión de la divulgación del proyecto clínicas de testimonio. 10. Ricœur, Paul, La mémoire, l’histoire, l’oubli, Editions du Seuil, París, 2000, p. 576. 11. Chiantaretto, Jean-François, Ecritures de soi et trauma, Anthropos, París, 1998, p. VII. 12. Chiantaretto, Jean-François, Témoignages et trauma. Implications psychanalytiques, Dunod, París, 2004. 13. Arfuch, Leonor, La entrevista, una invención dialógica, Paidos, Barcelona, 1995. 14. Freire, Alípio & Almada, Izaias & Ponce, J. A. de Granville (org.), Tiradentes, um presídio da ditadura, Scipione Cultural, São Paulo, 1997, p. 99. 15. Luca, Derley Catarino de, No Corpo e na Alma, Ed. do autor, Criciuma, 2002, p. 21. 16. Luca, D., No Corpo e na Alma, Op. Cit., p. 272. 17. Se trató de una tentativa de organización de los campesinos en la región delrío Araguaia, en el Estado de Pará en esos años, que fue brutalmente reprimida por las fuerzas armadas, con la muerte de numerosos campesinos y de la mayor parte de los guerrilleros.

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18. Luca, D., No Corpo e na Alma, Op. Cit., p. 275. 19. Luca, D., No Corpo e na Alma, Op. Cit., p. 301. 20. Jaffe, N., O que os cegos estão sonhando?, Op. Cit., p. 165. 21. Taller de presas políticas, Memorias para armar, Editorial Senda, Montevideo, 2002, tomo 2, p. 34. 22. Obra colectiva de 112 prisioneras políticas, entre 1974 y 1983, Nosstras prisioneras políticas, Editora Nuestra América, Buenos Aires, 2006, p. 21. 23. Obra colectiva de 112 prisioneras políticas entre 1974 y 1983, Nosotras prisioneras políticas, Editora Nuestra América, Buenos Aires, 2006, p. 21. 24. Y esta es la razón por la que el general Carlos Brilhante Ustra, uno de los torturadores más crueles – reconocido en numerosas quejas, incluyendo la de la actual Ministra Eleonora Menecucci, la actriz de Bete Mendes y el ex marido de la presidenta Dilma Roussef, Carlos Paixão – pudo mostrar su arrogancia y prepotencia ante una Comisión Nacional de la Verdad-CNV, instancia que tiene el poder de citar a declarar, pero no tiene el poder de poner en marcha los procesos de Justicia. 25. Actual Ministra de la Secretaría Especial de Políticas de Brasil (desde 2012). 26. Calveiro, Pilar, Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina, Ed. Puñaladas, Buenos Aires, 2008, p. 12. 27. Zaltzman, Nathalie, Une volonté de mort. Topique, revue freudienne, nº100, 2008, Editions L’Esprit du Temps, París, p. 95 y p. 158. 28. Kertesz, Imre, Kadish por uma criança não nascida, Imago Editora, São Paulo, 2006, p. 16. 29. Ricoeur, Paul, “Definición de memoria desde un punto de vista filosófico”, en AA.VV., ¿Por que recordar?, Academia Universal de la Cultura, Guernica, Barcelona, 1998. 30. Freire, Alípio & Almada, Izaias & Ponce, J. A. de Granville (orgs.), Tiradentes, um presídio da ditadura, Scipione Cultural, São Paulo, 1997, p. 294. 31. Freire, A. et al, Tiradentes, um presídio da ditadura, Op. Cit., portada. 32. Loraux, Nicole, La cité divisée. L’oubli dans la mémoire d’Athènes, Petite Biliothèque Payot, París, 2005, p. 206. 33. Arendt, Hannah, On Violence, Harcourt Books, New York, 1970, p. 15-16. 34. Traverso, Enzo, L’Histoire comme champ de bataille. Interpréter les violences du XXe siècle, Editions La Découverte, París, 2011, p. 265.

RESÚMENES

La dictadura militar brasileña (1964/1985) instauró el terrorismo de Estado, legó el miedo y la impunidad policial, controló el proceso de transición democrática y dificultó el cumplimento de los requisitos de la justicia transicional: el establecimiento de los hechos, el castigo de los violadores de los derechos humanos y la reparación de las víctimas. La Comisión Nacional de la Verdad (2012) clarificó las violaciones a los derechos humanos y estableció políticas de la memoria; a ello contribuyeron los testimonios de ex militantes políticos. La novedosa presencia de mujeres en la lucha armada generó testimonios y autobiografías femeninas, pero la extensa bibliografía sobre la militancia y la represión no las considera. Aquí se analiza la experiencia política de estas militantes.

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The Brazilian military dictatorship (1964/1985) was responsible for the establishment of state terrorism, and left a legacy of fear and police impunity. It also controlled the democratic transition process. These conditions hampered compliance with transitional justice measures, such as criminal prosecutions, truth commissions, and reparations programs. The National Truth Commission created in 2012 clarified the facts of human rights violations and established memory policies, and the testimonies of ex political militants contributed to this process. Women who participated in the armed struggle produced testimonies and autobiographies; however, the large literature on militancy and repression has not considered their experiences that appear as a transgression of traditional gender roles. This article attempts to fill this gap by analysing the political experience of female militants.

La dictature militaire brésilienne (1964/1985) instaura le terrorisme d’état, légua la peur et l’impunité politique, contrôla le processus de transition démocratique et limita la mise en œuvre de la justice transitionnelle: établissement des faits, condamnation des auteurs d’atteintes aux Droits de l’Homme et réparation des victimes. La Commission Nationale de la Vérité (2012) a clarifié ces atteintes aux Droits de l’Homme et établi des politiques de la mémoire à partir de témoignages d’ex-militants politiques. La présence de femmes au sein de la lutte armée, une nouveauté, donna lieu à des autobiographies et témoignages féminins, mais l’ample bibliographie sur le militantisme et la répression ne les prend pas en compte. Cette contribution analyse donc l’expérience politique de ces militantes.

ÍNDICE

Palabras claves: terrorismo de estado, Brasil 1964-1985, justicia transicional, testimonios femeninos, militancia femenina Mots-clés: terrorisme d’état, Brésil 1964-1985, justice transitionnelle, témoignages féminins Keywords: state terrorism, Brazil 1964-1985, transitional justice, women testimonies, female militancy

AUTOR

MARIA LYGIA QUARTIM DE MORAES

PhD en Ciencia Política. Profesora del Posgrado de Sociología de la Universidad Estatal de Campinas, UNICAMP, Brasil. Investigadora del Consejo Nacional de Investigación – CNPq, Brasil. Currículo LATTES: http://lattes.cnpq.br/6832023291977489 . [email protected]

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Masculinidad, violencia sexual y género en el genocidio en Guatemala durante el conflicto armado The Role of Masculinity, Sexual Violence, and Gender in the Genocide during Guatemala’s Armed Conflict Masculinité, violence sexuelle et genre lors du génocide au Guatemala pendant le conflit armé

Olga Alicia Paz Bailey y Carlos Figueroa Ibarra

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 21 de junio de 2014 / Aceptado: 11 de septiembre de 2014

Introducción

1 En este artículo se analizan las causas históricas y sociales que engendraron una cultura de la dominación, la que permitió la matanza colectiva más notable de la América Contemporánea1. Al mismo tiempo, pretendemos relacionar esta cultura de la dominación con lo que llamamos pedagogía de la crueldad, la cual permitió la existencia de un ejército capaz de los actos más aberrantes en el proceso represivo que observó Guatemala en la segunda mitad del siglo XX. Por ello, se intenta un análisis sobre el entrenamiento militar durante el conflicto armado y la relación que éste ha tenido con las violaciones a los derechos humanos, en particular con un tema que apenas está empezando a analizarse: el de la violencia sexual. Finalmente, en las conclusiones intentamos establecer una sucinta relación entre Memoria, Verdad y Justicia.

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2 Intentamos analizar cómo se creó un sistema de represión capaz de promover, permitir y ordenar acciones violentas contra la sociedad y en específico contra el cuerpo de las mujeres. Guatemala se ha configurado como país desde la exclusión, el autoritarismo y la represión en donde sucesivos gobiernos dictatoriales ejercieron la dominación con el fin de proteger los intereses económicos de los grupos dominantes2. Para ello el Estado recurrió a la violencia como instrumento privilegiado para reprimir a los grupos que se oponían al sistema. Según la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH), la tradición dictatorial ha impreso una huella muy fuerte en la cultura política nacional. El conflicto armado guatemalteco perduró por 36 años y tuvo un costo humano de 150 mil ejecuciones extrajudiciales y 45 mil desapariciones forzadas. En ese sentido, Schirmer afirma que “el ejército que surgió tras la invasión financiada por Estados Unidos en 1954, era furiosamente anticomunista y ligado a los temores propios de la guerra fría (…) [que] pasó de tener una presencia determinante del Estado, a asumir el control del Estado mismo”3. En ese sentido conviene considerar que fue Guatemala el único país donde se crearon fuerzas irregulares Kaibiles, las mismas que siete años más tardes marcaron el inicio de las masacres genocidas4.

3 Dentro de este contexto, se observó una violencia sexual que sólo en tiempos relativamente recientes se ha empezado a estudiar. El ritmo más intenso del genocidio y del terrorismo de estado se concentró a fines de la década de los setenta y en los primeros tres años de los ochenta. Coincidentemente la mayoría de las violaciones sexuales por miembros del ejército se concentraron en los años 1980-1983. Ello coincide con la política de tierra arrasada5. Si el genocidio puede ser explicado por la existencia de una memoria colectiva de la dominación a través del terror, la cultura del terror, la violencia sexual se inscriben en la existencia de una cultura machista, misógina y patriarcal6.

4 Generalmente cuando se habla de violación sexual, se habla del sufrimiento de las mujeres, de las consecuencias en la salud mental y física de las víctimas y sus familiares. Pero poco se habla del otro actor: “del victimario”, de los perpetradores. En las líneas que siguen, intentamos explorar esta perspectiva y la complementamos desde el horizonte de la masculinidad. A menudo los estudios olvidan a los agresores. ¿Quiénes eran?, ¿qué formación recibieron? y ¿qué participación tuvieron en los delitos sexuales? La violación sexual no es asunto de mujeres. Es imprescindible iniciar estudios sobre masculinidad en la formación militar, para confrontar el silencio en que se han encubierto estos crímenes.

1. La personalidad autoritaria

5 Es preciso analizar en este artículo distintas teorías que explican la violencia. Se inicia con las teorías que centran el análisis en una personalidad autoritaria y se contrastan con teorías que posibilitan la comprensión social de dicha violencia. Adorno y Horkheimer realizaron un estudio sobre la personalidad totalitaria. En él destacan que un elemento determinante del tipo caracterológico totalitario es “el reconocimiento ciego, encarnizado a todo lo que tiene poder”7. Agregan que este tipo tiene “características como la capacidad en el trabajo, la limpieza corporal, la actitud conformista y acrítica (…) el pensamiento de estas personas está orientado jerárquicamente, se someten a la autoridad moral idealizada del cual creen pertenecer”8.

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6 Si bien las características que Adorno y Horkheimer describen corresponden a las personalidades autoritarias y podrían también aplicarse a los dictadores, muchos hombres con estas características no se convierten en genocidas. Personas que han sufrido en su infancia traumas, falta de afecto y violencia de un padre severo, posiblemente serán agresivos o violentos, posiblemente tendrán actitudes conformistas o acríticas o a lo mejor se integrarán a la sociedad trabajando disciplinadamente y nunca harán daño a nadie. O por el contrario, serán hombres que luchan en contra de la violencia que sufrieron. No podríamos generalizar ni probar de ninguna manera, que sufrir violencia en la niñez es sinónimo de ser autoritario de adulto, ya que existe un contexto social más allá del familiar que influye en las formas de actuar y sentir.

7 En contraposición a esta teoría está la de Hannah Arendt, quien en el libro Los Orígenes del Totalitarismo argumenta que “para establecer un régimen totalitario el terror debe presentarse como un instrumento de realización de una ideología específica, y esta ideología debe haberse ganado la adhesión de muchos, de una mayoría, incluso antes de que el terror pueda ser estabilizado”9. Agregaríamos todavía que esta ideología, que aparece como el elemento legitimador de la matanza en gran escala que es el genocidio, es solamente el elemento que legitima a dicha matanza.

8 En nuestra opinión, la explicación de actos de violencia masiva debiesen ir más allá, utilizando los procesos históricos y sociales en los que se insertan y generan la posibilidad de concebir una voluntad genocida y convertirla en hechos concretos. Y esto es así porque finalmente las ideologías solamente traducen al mundo de las ideas los conflictos que, por un lado, genera, en la historia, toda sociedad desenvuelta en el tiempo, y por otro lado, evidencia toda sociedad como “historia acumulada” en un momento dado10.

9 Por ello pensamos que el genocidio no se debió a la influencia de un hombre totalitario, ni a la existencia de una personalidad poderosa que sufrió durante su infancia. En ningún caso el genocidio se debe a una personalidad autoritaria. En el caso guatemalteco, para poner un ejemplo relevante de genocidio en la América contemporánea, la matanza en gran escala observada durante 1982-1983 no podría ser explicada por la personalidad de quien encabezó el Estado en aquellos años, Efraín Ríos Montt. Y la alusión es pertinente porque Ríos Montt fue una personalidad fuerte, de gran proyección e incluso carisma. No obstante, entendemos que factores internos como la historia de racismo, los atavismos represivos y el afán expoliador en la clase dominante podrían ser elementos explicativos más poderosos. Y en el caso de la violencia sexual el peso del sexismo como cultura resulta decisivo. Factores externos, como la política de seguridad nacional y la visión contrainsurgente de la época de la guerra fría igualmente tienen un peso mayor que un análisis basado en la impronta de una personalidad.

10 El caso de Guatemala ejemplifica cómo precisamente funciona un sistema influido fuertemente por una política exterior. Sucesivos gobiernos militares, dieron seguimiento a un plan contrainsurgente basado en la Doctrina de Seguridad Nacional. Es en el complejo entramado de estos factores de distinto orden en donde se inserta la construcción de unas fuerzas armadas que fueron producto orgánico de la sociedad en la que estaban insertas y del proceso histórico que lo produjo. El ejército guatemalteco no fue ajeno a las necesidades de la clase dominante guatemalteca, ni a los rasgos que en la sociedad guatemalteca se han enaltecido, magnificado y que han nutrido a la ideología militar. Es necesario además, abordar en esta contextualización del actor que

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en lo fundamental ejecutó la represión, la ideología racista, clasista y sexista. Fue todo esto lo que creó las condiciones para que se llegaran a cometer las sistemáticas violaciones a los derechos humanos, mayoritariamente contra los pueblos mayas y particularmente las violaciones sexuales masivas.

2. Construcción del otro, la otredad negativa

11 No se acepta la destrucción del “otro” reconocido como igual. Para terminar con el “otro” es necesaria la construcción de la diferencia, la “introducción de rupturas sociales entre los iguales y los distintos”11. Los discursos se transmiten a nivel oral y a través de los textos escritos; “no solo las personas producimos discursos sino también los discursos nos producen”12. Se pretende, en ese sentido, construir una otredad negativa, que es la resultante de la articulación de discursos biológicos, políticos y psicológicos que hacen separarse radicalmente del otro. “El poder retoma símbolos y características existentes en el imaginario colectivo, refuerza los prejuicios latentes a fin de construir un sujeto social como negativamente diferente”13.

12 Para Elliot Aronson que estudia desde la psicología social afirma: “Si logramos convencernos de que un grupo humano es menos valioso, infrahumano, estúpido o inmoral, esto nos ayuda a no sentirnos inmorales si los esclavizamos, les privamos de una educación decente, o los agredimos. Podemos seguir yendo a la iglesia y sintiéndonos buenos cristianos porque aquel a quien hemos herido no es un congénere”14.

13 En el caso de Guatemala, se fueron construyendo dos otredades negativas fundamentales, que funcionaron como poderosos legitimadores del terrorismo de Estado y particularmente de las acciones de terror masivo y selectivo que terminaron constituyendo al genocidio. En la colonia, se fue construyendo la otredad negativa de “el indio” sobre la base de los prejuicios racistas que se erigieron para poder “legitimar la opresión y explotación de la principal fuerza de trabajo de la época”15. Después de la matanza observada en El Salvador con motivo de la insurrección de 1932, el anticomunismo se convirtió en parte de la ideología oscurantista de la clase dominante no solamente en Guatemala, sino en Centroamérica. A la par de la otredad negativa de “el indio” surgió una nueva, la de “el comunista”16. Ambas otredades negativas serían elementos vertebrales en la legitimación de los actos genocidas cometidos en Guatemala durante la segunda mitad del siglo XX.

2.1 La disonancia cognitiva

14 Hemos visto que la ideología es un elemento explicativo de los actos genocidas, aun cuando las ideologías a su vez son explicadas por los procesos históricos sociales en los cuales emergen. Hecha la anterior precisión es necesario enfatizar el papel de la ideología, en este caso como recurso volitivo del terror. El anticomunismo cumplió en Guatemala esta función. El anticomunismo sirvió para establecer un consenso social sobre el enemigo interno. A la par del racismo (“el indio”), el anticomunismo (“el comunista”) fue un recurso poderoso para llevar a personas comunes y corrientes a efectuar los actos más atroces. Está comprobado que para matar a una persona en concreto y matarla en las condiciones más crueles, el entrenamiento militar resulta insuficiente. Como dijo uno de los entrevistados “la primera vez siempre cuesta”17.

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15 ¿Cómo logra la ideología esta transformación en los seres humanos concretos? Uno de los factores que entra en juego es la “Disonancia Cognitiva”18. La cual explica que por lo general las personas tratamos de vivir un equilibrio entre nuestras actitudes, opiniones, conocimientos y valores. La disonancia surge cuando realizamos acciones o juicios que están abiertamente en contra de nuestros valores, conocimientos u opiniones internas. Esto crea una tensión interna muy fuerte y para reducir la disonancia, es necesario crear suficientes elementos o nueva información para cambiar uno de los juicios. El recurso para poder generar esa disonancia cognitiva es la legitimidad que produce la ideología. La ideología, en este caso la de carácter contrainsurgente, provee las herramientas para justificar este salto entre los valores sobre lo bueno y lo malo y la acción violenta y hasta cruel. Como lo expresó alguien que estuvo involucrado en asesinatos de carácter político: “Justificaba, yo decía que, yo no era quien para matar a nadie, yo lo reconozco ahora pero yo creía que hacia bien, incluso, dije que Dios me estaba usando”19.

16 Uno de los entrevistados para ese trabajo, Pedro, lo dijo claramente: “Aprendí la justicia de Dios. Y que me tocó pagar lo que hice. Tuve tiempo de recapacitar, pero no lo hice en su momento y me siento con la conciencia tranquila”20.

17 Ricardo sabe que matar es un delito, que no es correcto. Además siendo religioso, conoce el primer mandamiento que claramente condena el hecho de matar a sus semejantes. Teniendo esto claro, sigue matando personas. Experimenta una fuerte “disonancia cognitiva”, esta viene con la necesidad de justificar sus propias acciones, creencias y sentimientos. Cuando las personas hacen algo inadecuado intentarán, si es posible, convencerse a sí mismas (y a los demás) de que era una cosa lógica y razonable.

18 En el caso de la violencia sexual, puede observarse el mismo procedimiento subjetivo. En este caso, la ideología contrainsurgente se ve sustentada en las otredades negativas antes mencionadas que sirven de legitimación. Se observa también una perspectiva sexista que expresa una autocomplacencia de carácter machista. Los violadores siempre utilizan los argumentos, “ella lo buscó”, “en realidad le gustó”, “decir no significa sí”, “ya había pasado por todos”, “era una mujer fácil”. Partimos de la base de que la ideología se convierte en un poderoso sustento para poder llevar a cabo la violencia, más aun si como sucedió en el caso de Guatemala, ésta se expresó a través de los actos más aberrantes.

19 El sexismo comparte con otras ideologías de la dominación el buscar una legitimación para conservar el orden asimétrico; en este caso, se trata de las relaciones entre géneros.

3. Estado de excepción. La doctrina de seguridad nacional

20 La institución armada en alianza con la clase dominante en el país forjaron en Guatemala un Estado con pretensiones totalitarias en el cual su poder era casi absoluto, controlaban los medios de comunicación, la política, la educación, el territorio, las armas y tenían poder económico. Contaban con una identidad corporativa, pero sobre todo, tenían el apoyo económico y militar de Estados Unidos. Si en Guatemala no fue posible un Estado totalitario fue porque el orden económico y social que reproducía la dictadura era excluyente y las bases materiales para una hegemonía no existían. Era

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difícil que el Estado pudiera abarcar de manera hegemónica a la sociedad civil, si el anticomunismo no era sustentado en políticas sociales inclusivas. El orden existente pudo mantenerse en una memoria represiva en la clase dominante que podemos denominar “cultura del terror”, que tenía en el racismo y en el anticomunismo los elementos legitimadores para la supresión de las otredades reales o supuestas. En este contexto, articulado a la Doctrina de Seguridad Nacional, las políticas contrainsurgentes fueron ampliándose primero de forma selectiva y luego masiva a toda la población, contando con instrumentos legales los cuales hacían que sus prácticas fueran justificadas. Es importante destacar que el ejército tenía sus propios intereses económicos y políticos, por lo tanto, aunque tuvo personajes autoritarios, funcionó como un cuerpo con pretensiones totalitarias con objetivos a largo plazo. Para saber de qué ejército hablamos es necesario hacer una diferenciación entre las tropas que integraban el ejército y la cúpula de poder.

21 A lo largo de la historia, al ejército se le considera la más importante institución técnico-orgánica del Estado en Guatemala, que de ser un Ejército-reclutador de fuerza de trabajo indígena como sucedió con el orden liberal instaurado por la reforma liberal en 1871, pasó a ser un Ejército-policía encargado de capturar y/o eliminar delincuentes y opositores, durante las dictaduras de Estrada Cabrera (1898-1920) y Jorge Ubico (1930-1944). Y, “a partir de 1956, dos años después de la contrarrevolución de 1954 que derrocó a Jacobo Arbenz, se convirtió en un Ejército-contrainsurgente”21. Según Rosada Granados, el proyecto militar tuvo un plan a largo plazo: “fue durante el período 1970-1982 cuando el proyecto militar asumió su carácter de plan a largo plazo, de intención de estructurar la totalidad de las acciones que configurarían la conducción política, económica y social de la sociedad guatemalteca”22.

22 En ese contexto se establece una pacto entre el gobierno de Estados Unidos, la oligarquía guatemalteca y el ejército de Guatemala, “en el marco de esa alianza, el ejército de Guatemala, no solo defendió los intereses de Estados Unidos y de la oligarquía nacional, sino también sus propios intereses al convertirse en una nueva élite económica, este fenómeno fue conocido como la “militarización del poder oligárquico”23. La dictadura militar no se explica solamente por los factores internos que hemos mencionado líneas atrás. También se explica porque estas necesidades derivadas del propio proceso histórico guatemalteco se engarzaron con las necesidades derivadas de la guerra fría y por tanto con la Doctrina de Seguridad Nacional que surgió después de la revolución cubana. La necesidad represiva de la clase dominante articulada con la necesidad contrainsurgente derivada de la guerra fría, tuvo un costo: dejar que la elite militar se enriqueciera a través de la corrupción y el tráfico de influencias.

23 Con estos antecedentes encontramos al ejército no solamente como una mano armada de los sectores económicamente poderosos, sino como una institución con sus propios objetivos, privilegios y con un poder sobre la vida de los guatemaltecos, la industria y la política que no iba a permitir que se le arrebatara por los gobiernos civiles. De esta manera los gobiernos militares necesitaban crear un sistema ideológico que les permitiera perpetuarse en el poder. Para lograrlo necesitaban una tropa, obediente, disciplinada, con jerarquías claras para cumplir con sus objetivos. La tropa, sus soldados jóvenes que pertenecían a comunidades campesinas, la mayoría pobre e indígena. Los cuales, al ser debidamente disciplinados, garantizarían la puesta en práctica del proyecto de la institución, un proyecto a largo plazo.

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4. La formación de las tropas

24 El preguntarse sobre las posibilidades de la crueldad represiva en el ejército nos ha remitido al pasado histórico colonial, decimonónico y a la historia de la primera mitad del siglo XX en Guatemala. Este devenir histórico fue construyendo una memoria represiva en el seno de la clase dominante guatemalteca, que surgió con la represión violenta de los constantes motines de indios durante la colonia, con el terror necesario para poder preservar el trabajo forzado que se mantuvo en el país hasta 1945. Luego, se reforzó con la paranoia anticomunista que se originó con los acontecimientos de El Salvador en 1932 y posteriormente con el proceso revolucionario de 1944-195424.

25 La pedagogía de la crueldad tuvo que resolver problemas serios como el de un ejército de tropas indígenas asesinando a pueblos indígenas. Esto se resolvió con la construcción de la otredad negativa de “el comunista”. La indiferencia de una parte importante de la sociedad ante las matanzas se resolvió mediante el racismo. Las preguntas ahora son: ¿Cómo el ejército llegó a cometer tan crueles violaciones contra las mujeres? ¿Qué hubo en la formación militar que permitió o promovió el daño extremo contra mujeres? La respuesta parecería estar en la pedagogía de la crueldad al que fueron sometidos los reclutas forzados, la que se unió a la masculinidad como ideología de género.

26 Por medio del reclutamiento militar forzoso, el Ejército llegaba en camiones a las comunidades y capturaba a los jóvenes que anteriormente habían sido señalados por el comisionado militar25. Estos jóvenes, sin conocimiento de a donde se les dirigía, eran forzados a recibir una reeducación que cambió su vida, sus proyectos y su identidad.

27 Cuenta Rodrigo en su libro La Pesadilla. El otro drama de Rabinal: “Me encontraba trabajando a la par de mi papá haciendo lodo para la construcción de una casa, cuando llegó el comisionado militar a llamarme y desde ese momento me separé drásticamente de mis padres. Recuerdo que muchas madres clamaban por que sus hijos no fueran llevados al cuartel, pero nadie las escuchaba. Muchos jóvenes estaban desesperados, otros lloraban”26.

28 Los reclutas forzados fueron obligados a vivir en un ambiente de miedo y obediencia que cambiaba sus estructuras psicológicas. En una situación de desamparo, se trastocaron todos sus valores y se les inculcaron nuevos, basados en la construcción de un enemigo que algunas veces representó a las propias comunidades indígenas de donde ellos venían. Dentro de la formación militar se internalizaban modos de pensar, actuar y sentir. Pero sobre todo una lógica basada en el cuerpo del soldado: “El cuerpo humano entra en un mecanismo de poder, que lo explora, desarticula, y lo recompone en una ‘anatomía política’ que es igualmente una ‘mecánica del poder’ ”27.

29 En el entrenamiento que recibieron las personas entrevistadas narran cómo se fue moldeando a través del cuerpo su personalidad, desde el ejercicio extenuante, pasando por himnos que reforzaban la “valentía” y hasta llegar a rudos castigos. Toda una lógica de vida que llevaba a sentirse parte de un grupo capaz de acabar con el enemigo. El propósito, lo describe un autor consultado: “se abre la cabeza y se actúa sobre el pensamiento por medio de señales corporales y psicológicas precisas, procesos de iniciación en donde se desvincula para volver a vincular, re-afiliarse a un nuevo grupo”28.

30 Para Foucault,

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“el soldado se ha convertido en algo que se fabrica; de una pasta informe, a un cuerpo inepto que se ha hecho máquina que se necesita, se ha corregido poco a poco las posturas, lentamente, una coacción calculada recorre cada parte del cuerpo, lo domina, pliega el conjunto, lo vuelve perpetuamente disponible (…) en consecuencia, se ha expulsado al campesino y se le ha dado aire de soldado”29.

5. La construcción de la masculinidad

31 La cultura de una sociedad crea la feminidad y masculinidad que necesita para garantizar la reproducción social. Es necesario aclarar que no existe una sola forma de masculinidad. Los hombres entre sí tienen diferencias en cuanto al acceso a los espacios de poder, según sean marginados, cómplices o subordinados de acuerdo a la masculinidad hegemónica. En algunas sociedades se privilegia el atleta, deportista, el político, etc. Estas masculinidades se van adquiriendo a través de la socialización desde el hogar, la escuela, los medios de comunicación, etc. La identidad masculina se forja por medio del padre, tíos u otros hombres en oposición a la madre y hermanas. Al niño se le asignan espacios sociales, roles, emociones y sentimientos por medio de un complejo sistema de mediaciones “subjetivas y culturales”30 .

32 La tendencia a volver rudos a los niños se repite a través de diversas culturas. Y al ligar la valentía con la disciplina de la guerra, con la hombría – con la vergüenza como medio para volverlas obligatorias – muchas culturas usan el género para motivar la participación en combate. Por su parte, las mujeres refuerzan activamente durante la guerra varios roles femeninos, como el de ser madre amante o enfermera. Los soldados usan el género para codificar la dominación con el recurso de feminizar a los enemigos reforzando la explotación del trabajo de las mujeres durante la guerra31.

33 El libro de Daniel Gilmore, Hacerse Hombre: concepciones culturales de la masculinidad, explica que en cada cultura se elabora lo que él llama una “masculinidad apropiada” con la respectiva representación del papel del varón. Gilmore afirma que “la verdadera virilidad es diferente de la simple masculinidad anatómica, que no es una condición natural que se produce espontáneamente por una maduración biológica, sino es un estado precario o artificial que los muchachos deben conquistar con mucha dificultad. La recurrencia de este proceso en las culturas se manifiesta en las pruebas que los jóvenes deben cruzar con objeto de llegar a ‘hacerse hombres’ ”32.

34 Algunos jóvenes en Latino América son llevados por sus propios padres a burdeles y prostíbulos para que se “hagan hombres”. En cada sociedad, entonces, existen normativas y valores sociales que inculcan la diferenciación entre hombres y mujeres y promueven el desarrollo de una agresividad dentro de los hombres ligada a la virilidad. Para Aronson esta dinámica se llama cultura del honor y se manifiesta en las cogniciones, emociones, conductas y reacciones fisiológicas. Cuando se cree que la reputación masculina se ve amenazada, se genera un sentimiento de molestia, están más predispuestos a la agresión y por último emprenden un comportamiento violento y dominante después del incidente.

6. Masculinidad durante la guerra

35 Con lo anterior se puede afirmar que la masculinidad se adquiere desde pequeños, pero se debe conservar y demostrar en la vida cotidiana con actuaciones y ritos no

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solamente frente a las mujeres, sino principalmente frente a otros hombres. El ejército entonces, se convierte en el terreno privilegiado para reforzar y exaltar esta masculinidad. El ejército guatemalteco utilizó en la formación de sus tropas la exaltación de todos los valores masculinos: el honor, la valentía, la fuerza, el rigor y la disciplina. Estos valores son útiles únicamente en la medida que se pueden exhibir a otros. Estos valores no tienen sentido en soledad. Para portarlos se necesita al grupo que valide lo actuado posea los mismos códigos de comunicación.

36 Como narra uno de los entrevistados, sobre unos paracaidistas que se lanzaron del avión para hacer un show aéreo sabiendo que el clima estaba mal y que podían morir. En efecto, según cuenta murieron. Cualquier persona sensata que no ha sido formada dentro de este medio, escucharía con horror el final de esta historia, la muerte de hombres. Sin embargo, para las personas que pertenecen a este sistema, es un valor. “La valentía se va dando de diferentes maneras, no es valentía sino es decisión, es tomar la decisión en el momento que deba de ser”33.

37 Según el Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica – REMHI – “se exaltó intencionalmente los valores vinculados a lo masculino: el dominio, el poder, la represión de sentimientos, la competencia y la apropiación del cuerpo de las mujeres”34.

38 Uno de los entrevistados, José, tomó la decisión de integrarse a las filas del ejército por el orgullo que se sentía: “Lo enseñaban a uno a ser valiente, hay bastante diferencia con otros hombres. Lo que nos daban para ser valientes, era que nos daban carne y sangre de perro y se comía crudo. Porque dice que el perro nunca retrocede, el perro siempre va adelante”35.

39 El sentimiento de identidad de grupo iba acompañado de la exaltación de los valores viriles y machistas. Era en el grupo donde los integrantes tenían que probar a los demás que merecían ser parte de él y se sentían orgullosos. Debían mantener un estado psicológico de tensión, alerta permanente y reacción inmediata. Una de las razones por las cuales los hombres encuentran atractivo participar en el ejército es que la masculinidad está confirmada y reforzada. Ésta podría ser una primera explicación a las preguntas que nos hemos hecho líneas atrás.

40 A lo largo de la vida, los hombres se enfrentan constantemente a diversos rituales, y pruebas de reconocimiento de su virilidad. Estos rituales son parte de la construcción de la masculinidad humana ya que la masculinidad es una condición que no está dada por el hecho de haber nacido varón, sino que tiene que alcanzarse y afianzarse constantemente para llegar a ser reconocido como hombre.

41 Bleichmar, lo explica claramente: “Se puede llegar a ser una mujer, mejor o peor, pero no se puede dejar de ser mujer. Mientras que el hombre, puede dejar de ser hombre bajo ciertas circunstancias – al menos en el imaginario social, o en su propio sistema de representaciones – o tiene que demostrar constantemente que lo es”36.

42 Por tanto, para ser hombre no basta con poseer un órgano sexual masculino. Es necesario probar la hombría, el hecho de ser varones. Y ser reconocidos pasa por ciertos rituales entre los más importantes demostrar que son potentes sexualmente. Estos rituales van conformando su identidad “de hombre”, pero a la vez los lazos afectivos entre hombres que validan a la persona haciéndola parte de un grupo. De esta

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manera se establece quienes son los iguales y quienes los distintos. Quienes son parte de un grupo que comparte lealtades y secretos y quienes no lo son.

43 Es necesario, que todos los participantes se involucren en este pacto para que ninguno denuncie. Se realiza entre cómplices, con una gran oferta de impunidad.

44 Un testimonio que recoge perfectamente esta dinámica es el que cuenta otro de los entrevistados, Marcos quien cuenta de una violación masiva: “Dos muchachas, prostitutas, se paseaban por el parque, tratando de enganchar clientes. Se acercaron mucho al edificio donde estaba el destacamento militar. Las órdenes las daba un sargento mayor, más conocido como el Murusho. – ¡Sargento traigan a esas putas! – gritó. Seis soldados fueron por ellas, las trajeron cargadas en vilo, las metieron al destacamento y las desnudaron completamente. A una se la llevaron a la cocina y a la otra al patio. La de la cocina pudo escapar. El propio sargento dio órdenes a todos los soldados de hacer una fila, para pasar uno por uno sobre la prostituta”37.

45 Este testimonio aclara lo expuesto anteriormente: el grupo ejerce una enorme influencia en las decisiones personales. El grupo se vuelve una suerte de institución y dentro de la institución ya no hay espacio para las disposiciones personales. El grupo actúa como un todo. Es una ceremonia en donde cada uno de los integrantes pasa a demostrar al público su virilidad. Uno por uno sus integrantes pasan a realizar el examen, observados por los cómplices que también son evaluadores. La evaluación es reforzada por el coro de los demás que gritan. Si lo hacen bien, se ven gratificados por el grupo, cumplen con la demostración pública y su honor como hombre queda intacto. Si lo hacen mal, el castigo son las risas de los demás y la exclusión. Las mujeres en este caso son únicamente un medio, un instrumento para comunicar a los miembros de su propio grupo que son hombres. Los interlocutores privilegiados en esta escena son los iguales, los miembros de la fratría mafiosa, para garantizar la pertenencia al grupo y celebrar su pacto”38. Es que “la violación sexual está imbuida de significado político hasta la médula”39.

46 En el testimonio anterior, no estuvo presente la decisión de las mujeres más que como objetos del ritual. Su sufrimiento, sus gritos, su dolor, sus rostros no les importaron. Esos seres humanos desaparecen del discurso y del recuerdo. Las mujeres en este sentido eran objetos desechables, se les utilizaba y luego desechaba. No sabemos si murieron, si sobrevivieron, eso no importa, la ceremonia culminó. El pacto se debe de sellar con el silencio. Hay una complicidad que los incluye a todos, ahora el silencio es básico para crear la complicidad.

6.1 Poder y sexualidad

47 Diversos estudios han mostrado que en combate, la lejanía con la víctima es un poderoso elemento para la destrucción40. Grossman, psicólogo social y profesor militar en la universidad de Arkansas realizó una investigación sobre los costos psicológicos de la formación militar. Por medio de entrevistas a soldados norteamericanos investiga sobre la distancia entre víctima y victimario. Definió “el máximo rango como el rango en donde el soldado es incapaz de percibir a su víctima, si no es a través de binoculares, radares, cámaras, etc. Artillería, misiles, armamento naval hacen una poderosa combinación de distancia frente a las víctimas, de absolución grupal y lo más importante, distancia psicológica”41.

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48 Por ejemplo en el combate aéreo, es un ambiente limpio, no personalizado, planificado, no se encuentran frente a frente con el enemigo. Por lo tanto, si no hay una cercanía con la víctima el realizar bombardeos y terminar con poblaciones enteras será más fácil para los combatientes que cuando tienen frente a frente a su víctima.

49 Sin embargo, cuando se tiene al enemigo frente a frente, entran a jugar otros elementos simbólicos que llevan a los soldados a experimentar otras vivencias relacionadas íntimamente con la masculinidad y el poder. Grossman en sus entrevistas descubrió que en una distancia en la cual el soldado tiene que usar armas como bayonetas entran a jugar otros aspectos de la relación física. Las armas se convierten en extensión del cuerpo como un apéndice que penetra en el cuerpo de su enemigo como en un acto con connotaciones sexuales. En donde primero penetra al enemigo inserta una porción de sí mismo en su vitalidad. En ese sentido para el autor el asesinar con cuchillo es todavía más complicado para el victimario debido a que se tiene que realizar un encuentro cuerpo a cuerpo. “Muchos soldados son adiestrados para utilizar el cuchillo para penetrar a la víctima de costado antes que utilizarlo de frente. Sin embargo, el arma, ya sea cuchillo o arma automática brinda al soldado una experiencia similar a la prolongación de su pene en un acto de poder que le magnifica su poder viril”42.

50 Muchos de sus entrevistados argumentaron que hay una estrecha relación entre sexo y muerte, en una especie de culpa íntima como la que se experimenta cuando alguien en secreto se masturba. Un veterano de Vietnam explicó que “el arma es poder (…) cargar un arma es como tener el miembro permanentemente erecto”, “era un viaje sexual cada batalla, muchos hombres confesaron que el poder y el placer están íntimamente relacionados”43. De la misma manera, el concepto de sexo como mecanismo de dominación se relaciona con la muerte. El pene penetra en el cuerpo de la víctima así como la bayoneta o el cuchillo para matarla y dejarle algo suyo dentro.

51 Así las cosas, dentro de la formación militar, existen un conjunto de estímulos altamente sexualizados, que exaltan la virilidad por medio de diversos medios que son altamente masculinos, en donde el ejército se convierte en un ámbito perfecto para el desarrollo de la competencia entre hombres. Sin embargo estos no son los únicos factores que intervienen. Así como la distancia física de la víctima es importante para el efectivo desarrollo de las tareas, la distancia emocional es otro factor fundamental.

7. La distancia emocional

52 La distancia es un medio sumamente efectivo para acabar con el enemigo: se necesita crear una separación entre el grupo de pertenencia y el grupo enemigo. Al crear la separación o distancia entre ambos será más fácil su destrucción con el fin de preservar el mío. Sin embargo, para la violación sexual no era efectiva la distancia física, se necesitaba el contacto cuerpo a cuerpo. Por ello, se necesitaba crear una distancia emocional entre el ejército y sus víctimas. A través de distintos mensajes se lograban convencer a los combatientes del ejército que estaban salvando a la patria, a la bandera, que ellos representaban los buenos y era imprescindible acabar con el terrorismo.

53 La distancia emocional tiene que ver con la “disonancia cognitiva” donde personas honorables, valientes y buenas tienen que humillar a las mujeres y maltratarlas. La distancia emocional se logró a través de todo un sistema que tenía como objetivo la reeducación del ejército con el fin de poner una distancia cultural y social entre el

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objetivo y el perpetrador. Estudios en Israel han demostrado que “el riesgo de muerte de los secuestrados es mayor cuando la víctima está encapuchada porque de esta manera se crea una distancia emocional entre el victimario y la víctima”44.

54 Al ser la violación un acto de violencia en el que el contacto físico estrecho era imprescindible, era necesario construir la distancia emocional además de la legitimación política y sexista. A las mujeres se les decía “putas”, “gallinas”, “son como animales”, “vamos a vacunarlas”. Estas frases expresaban claramente la necesidad de separarse de la víctima, convertirla en un objeto para luego apropiarse de ella. En este ejercicio se sentían ampliamente protegidos, por el superior que daba la orden y por su grupo que exaltaba las acciones cometidas.

55 De igual manera que el racismo y el anticomunismo legitimaban la crueldad y la eliminación física del otro, el sexismo en la sociedad guatemalteca ayudó al ejercicio de la violencia sexual. La taxonomía machista que diferencia entre las mujeres a la “virgen” de “la puta”, ha sido un elemento cultural poderoso en las sociedades latinoamericanas. Guatemala no ha sido la excepción. La distancia emocional entre los soldados y las mujeres a las que violaban también estaba determinada por los valores de la sociedad en cuanto a la relación entre hombres y mujeres. No es infrecuente en algunos sectores de hombres de la sociedad guatemalteca el reducir a las mujeres a la parte del cuerpo que despierta libido masculina. Caderas y glúteos en el apelativo vulgar se convierten el signo de identidad femenina en la perspectiva machista. Una mujer es llamada “mi culito” o “mi guisa”. Las mujeres son clasificadas: “con esa no tengo relaciones sexuales porque la quiero para casarme”. La violación sexual o simplemente el sexo por entretenimiento, es impensable en la madre, en la hermana, la prometida. Cosificación sexual y taxonomía machista dan cuenta de un conservadurismo que está asentado en la sociedad. Y forma parte del imaginario colectivo machista que engarzado en la pedagogía de la crueldad, facilitó la violencia sexual contra las mujeres en el contexto del conflicto armado.

8. La disciplina

56 La disciplina dentro del ejército es uno de los valores más importantes. Todos los entrevistados hablaron del valor de la disciplina. Además de ser un valor, es para el ejército un medio de control de las tropas que garantiza que se van a cumplir las órdenes sin cuestionarlas y a cabalidad.

57 Para Foucault la disciplina fabrica individuos, “es la técnica específica de un poder que se da a los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio (…) el éxito del poder disciplinario se debe sin duda al uso de instrumentos simples: la inspección jerárquica, la sanción normalizadora y su combinación en un procedimiento que le es específico: el examen”45.

58 En sus propias palabras, otro entrevistado lo expresa de manera simple: “O sea que uno debe ser subordinado pero es que a veces pues las ordenes que dan pues cae mal y uno ya dice ya no; entonces pero siempre digamos el soldado cualquier soldado siempre está digamos bajo las órdenes del superior que tiene que pues obedecer las órdenes”46.

59 Un experto militar, Prudencio García, explica que

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“la institución militar implica, entre otras características inherentes, la necesidad de dar y obedecer órdenes que pueden conducir directamente a la muerte. La moral militar incluye como propio este deber, duro y dramático, pero ineludible: incluso las órdenes de ejecución más fatigosa y más peligrosa deben ser cumplidas”47.

60 La disciplina se lleva con honor. Ciertamente detrás de la disciplina está “la obediencia debida” que se refiere a la obediencia ciega “llevada a un extremo prácticamente ilimitado, incluyendo en él todo tipo de órdenes sin excepción sin poder entrar en la más mínima consideración sobre su legalidad o ilegalidad”48.

61 La disciplina nos llevaría entonces a pensar sobre la obediencia y su lógica.

9. La obediencia

62 El entrenamiento tanto ideológico como físico se desarrolló a través de rituales que iban encaminados a la obediencia absoluta a la jerarquía, habituación a la crueldad, y a la deshumanización del enemigo. Para lograr formar tropas capaces de responder a las órdenes, sin tomar en consideración que son seres humanos contra quien va dirigido el ataque. Diversos estudios dan cuenta de cómo se forman éste tipo de personalidad. Eran cuidadosamente entrenados, bajo estrictos valores dominantes y formas de organización para evitar precisamente que actuaran sin seguir las órdenes.

63 La obediencia y la conformidad han sido un campo de estudio para psicólogos sociales y sociólogos. Ambos procesos tienen que ver con la influencia social. Sin embargo, la conformidad se relaciona a la modificación de la conducta por la presión que ejerce el grupo al que pertenece el individuo. La obediencia va encaminada a modificar las conductas por la influencia de una autoridad. Además “la obediencia presupone que la autoridad desee ejercer una influencia y vigile la sumisión del subordinado a sus órdenes”49.

64 Según el REMHI, el objetivo central de la formación militar es la “obediencia absoluta” que incluyó el aprendizaje de la jerarquía, el condicionamiento de la conducta, el refuerzo de las conductas a través del castigo, la conformación de una nueva identidad50. Cuando nos preguntamos cómo un soldado pudo llegar a matar, torturar, o violar; o más aún, cómo 44,000 efectivos de ejército – personas guatemaltecas – pudieron cometer estas atrocidades contra otros guatemaltecos y guatemaltecas, las respuestas pueden ser diversas.

65 Milgram inicia el libro Obediencia a la autoridad, un punto de vista experimental (1980) preguntándose cómo se ejecutó el asesinato de millones de personas entre 1933 y 1945 al mando de un hombre en Europa. Esta conducta tan bárbara “no podría haber sido llevada a cabo a escala tan amplia sin la colaboración obediente de otras muchas personas”51. Para Milgram, “la obediencia es el mecanismo sicológico que hace de eslabón entre la acción del individuo y el fin político, vincula a los hombres a los sistemas de autoridad”52. Asimismo, en el libro Eichmann en Jerusalén, en defensa de Eichman, acusado de quince delitos contra el pueblo judío, entre crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, Arendt plantea que “Eichman se cree culpable ante Dios, no ante la ley (…) basándose en que en el ordenamiento nazi ningún delito había cometido, y que en realidad no se le acusaba de haber cometido delitos, sino de haber ejecutado actos de Estado (…) había realizado hechos que son recompensados con condecoraciones, cuando se consigue la victoria, y conducen a la horca, en el momento de la derrota”53.

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66 Eichmann, “dejó bien sentado que hubiera matado a su propio padre, si se lo hubieran ordenado”54. Arendt, lo que logra dejar claro en este libro es que Eichmann no era un desquiciado, una persona que gozaba destruyendo al pueblo judío. Él era un burócrata que cumplió a cabalidad con su deber, que además era un padre responsable, que tenía amigos judíos y no hizo más que cumplir con su obligación, “obedecer a cabalidad”55.

67 Entre las conclusiones de Milgram que es necesario analizar son: primero, las personas comunes, por el mero hecho de realizar las tareas que les son encomendadas, y sin hostilidad alguna de su parte, pueden convertirse en agentes de un proceso terriblemente destructivo. Segundo, los principios morales cambian con relativa facilidad. Aun cuando una persona realiza, acciones que parecen estar en contradicción con las normas generales de la conciencia; sería falso afirmar que pierde su sentido moral. Más bien adquiere un punto de concentración totalmente diferente, pues su preocupación moral se desplaza a la consideración de lo bueno que es vivir conforme a las expectativas que la autoridad se ha forjado respecto de uno mismo.

68 En Guatemala, la desobediencia se castigaba fuertemente, ya fuera con castigos físicos o con el aislamiento, como relata José. “Y me metieron a un hoyo durante quince días, como de 10 metros para abajo, no tenía luz de sol, cuando salí a los 10 días no miraba nada, como sonso salí, me bajaban la comida. No tenía miedo (…) Si alguien no obedecía era sacado a la fuerza de su casa y muchas veces castigado encerrándolo en un hoyo en el destacamento militar”56.

10. La pedagogía de la crueldad

69 Otro factor en la formación de los soldados fue la habituación a la crueldad. Los soldados vivían en carne propia tortura y violencia, con ceremonias degradantes desde los ritos de iniciación hasta los castigos inhumanos que se aplicaban. Todo ello hacía que los soldados vivieran en carne propia la humillación y constantemente la cercanía con la muerte. “Todo eso pasa en el campo de prisioneros en donde va uno en una columna y cuando lo emboscan y lo agarran como prisionero, lo torturan lo meten a un cuarto, le tiran una granada de humo o sea abren un cuartito como ahí meten unos 10 soldados y cierran la puerta y tiran como si estuviera verdaderamente o sea prisionero uno. Le dicen cosas y todas las preguntas que le hacen a uno, ¿cuántos elementos son? ¿qué tipo de armas tienen? y un montón y después de eso olores y todo eso”57

70 Para Sironi, “cuando las técnicas traumáticas se emplean para formar torturadores y para modelar cuerpos especiales de policías o del ejército la iniciación por medio de métodos extremos, logra desasociar a los formados de sus vínculos sociales y de sus grupos de pertenencia que poseían previamente”58.

71 La formación militar incluía fuertes castigos, repetición de rutinas diarias, ejercicio extremo, una jerarquía absoluta que llegaron a hacer que los soldados experimentaran transformaciones en sus ideas, en la forma de ver el mundo y en su identidad, al finalizar, llegaron a ver el mundo a través de los ojos de la Institución Armada. “Cuando uno llega (…) hay un rótulo donde dice bienvenidos al lugar el infierno, de ahí ya le dan la bienvenida a uno ya entra y empieza he, digamos el entrenamiento teórico y práctico o sea que ahí le dicen a uno cero dolor, cero fatiga, no hay nada insensible al dolor, nada”59.

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72 Para Herman, los métodos que permiten a un ser humano dominar a otro, son sorprendentemente uniformes: se basan en infligir un trauma psicológico de forma sistemática y repetitiva; son técnicas organizadas de debilitamiento y desconexión; están pensados para causar terror e indefensión y para destruir el sentido del yo en relación con los demás60. “Mentalmente le van a maltratar, le van a escupir, le van a dar comidas raras. Todo lo que nunca usted ha sufrido en su casa ahí lo va ir a sufrir”61.

73 Al igual que en la tortura cuando se llega a despojar a una persona de su dignidad, en la formación del ejército la aplicación caprichosa de normas, reglamentos, y castigos, llevan al soldado a tener un estado permanente de miedo, en el cual se convence que el jefe es omnipotente, y que de nada le serviría resistir, para sobrevivir depende de una sumisión absoluta.

74 De esta manera, cualquier persona que se incorpora voluntariamente o bajo la forma de reclutamiento militar forzoso, se ve obligado a atravesar por una serie de procedimientos de reeducación en donde se le despoja de su antigua identidad, cultura y proyecto de vida, para adquirir una nueva identidad, ser parte de una nueva lógica de vida que incluye la capacidad de destruir al enemigo, sea éste mujer, hombre, anciano o niña. Destruir sus bases de vida, como es la cultura, la tierra y los referentes ideológicos que sustentan al ser humano.

11. La influencia del grupo: psicología de las masas

75 Diversos estudios indican que el principal factor que motiva a los soldados a hacer las cosas que ningún hombre quisiera hacer (matar o morir) no es la fuerza de sobrevivencia sino que el poderoso sentimiento de pertenencia a un grupo fortalecido por un cuerpo de ideas lógicamente estructuradas que legitimen a la violencia. Cuando se juntan hombres bajo experiencias tan intensas, se inicia un poderoso proceso de vivir bajo la misma presión en donde cada individuo llega a preocuparse y cuidar de su camarada y de lo que ellos piensan sobre él. Algunos preferirían morir antes de decepcionarlos. En ese sentido, el grupo actúa como un espejo reflejando la actuación de cada individuo en el grupo y de esta manera intensifica los patrones de comportamiento62. “Y pasamos todos uno por uno por la bandera y la bandera nos saluda, el ritual militar el ceremonial militar es muy rico y hace que de alguna manera tú te identifiques”63. Al respecto, José señala: “El ejército era como una familia, la convivencia de todos. El ser del ejército es ser unidos, porque a la hora de un combate, los amigos que se quedan tirados uno los recoge. Cuando uno llega al servicio llega como en una familia en donde se hacen como hermanos”64.

76 José nos habla de camaradería, de vínculos creados dentro de ejército ya que la familia está muy lejos, de lealtades y compromisos. Por su parte, el REMHI explica que: “La presión y control del grupo de la propia conducta funcionó como un mecanismo en el que la conducta individual se dispersaba en las acciones del grupo, con lo que la responsabilidad de los asesinatos se repartía entre todos y se asociaba a una entidad extra personal, que tenía un carácter de relación estrecha e incluso afectiva, más allá del componente institucional”65.

77 Dentro del análisis de la formación de las tropas es necesario tomar en cuenta el funcionamiento de las masas y la influencia en las personas. Para Freud, la Iglesia y el Ejército son masas artificiales, es decir:

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“masas sobre las que actúa una coerción exterior encaminada a preservarlas de la disolución y a evitar modificaciones de su estructura. En general no depende de la voluntad del individuo entrar a formar parte de ellas y una vez dentro, la separación se halla sujeta a determinadas condiciones, cuyo incumplimiento es rigurosamente castigado”66.

78 El sentimiento de pertenencia a un colectivo que facilita la asimilación de la tarea encomendada. Como dijo uno de los entrevistados: “uno ya es como una familia”67.

79 Gustave Le Bon quien escribió sobre la psicología de las multitudes expresa que entre las características de las multitudes está que el individuo entregado en una multitud adquiere, por el solo hecho de número, un sentimiento de potencia invencible, merced al cual puede permitirse ceder a instintos que antes, como individuo aislado, hubiera refrenado forzosamente. Y se abandonara tanto más a gusto a tales instintos cuando que por ser la multitud anónima y, en consecuencia, irresponsable, desaparecerá para él el sentimiento de la responsabilidad, poderoso y constante freno de los impulsos individuales68. Agrega el REMHI que “la expresión pública y abierta del acto sexual violento ejercido contra las mujeres y realizado por varios hombres, alentaba el espíritu de complicidad machista, estimulando la exaltación del poder y la autoridad como valores adscritos a su masculinidad”69.

80 Es entonces que las lealtades mutuas funcionan para ejercer la acción violenta y aquel que no funcione dentro de esta lógica será expulsado y devaluado a condición casi igual a la femenina.

Conclusiones

81 En el momento de las conclusiones es necesario retomar las preguntas que nos hemos hecho líneas atrás: ¿Cómo pudo un ejército cometer las atrocidades que cometió con respecto a sus connacionales? Y en relación a la violencia específica cometida contra las mujeres: ¿Cómo el ejército llegó a cometer tan crueles violaciones contra las mujeres? ¿Qué hubo en la formación militar que permitió o promovió el daño extremo contra mujeres?

82 Como se explicó en este artículo, fue un proceso histórico el que fue constituyendo un hábito represivo que se convirtió en parte de la memoria de la opresión. En la sociedad entera se irradiaron los prejuicios raciales, el hábito expoliador de la fuerza de trabajo, la predilección por el autoritarismo, el recurso represivo, a los cuales se unió en el siglo XX el anticomunismo que formando parte de la ideología de la seguridad nacional, encontró una fuerte acogida en el oscurantismo reaccionario propio de la clase dominante guatemalteca. Todo esto forma parte de una memoria colectiva que puede calificarse como una cultura política de la dominación, la cultura del terror. Esa cultura del terror fue lo que permitió la persistente búsqueda de la eliminación del otro y la opción por la eliminación física en lugar de la mediación prebendal o la negociación. La ideología del ejército se nutrió de los valores y características de la sociedad en el seno de la cual nació. El ejército de Guatemala desde su inicio rescató los valores de una sociedad inequitativa, con profundas problemáticas de clase, discriminación racial, y misoginia que además había creado las otredades negativas que hemos mencionado. El exterminio masivo se asentó en esa memoria colectiva expresada en una feroz cultura de la dominación.

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83 En este trabajo hemos inserto en el contexto histórico reseñado sucintamente líneas arriba, los procedimientos para adiestrar a la tropa en el acostumbramiento a la crueldad necesaria para efectuar el genocidio. La pedagogía de la crueldad se sustentaba también en el soborno al alto mando militar por parte de la cúspide empresarial. Al contar con el poder militar la cúpula del ejército se encargó de dirigir la guerra sucia a cambio de la complacencia de la cúspide empresarial con respecto a la corrupción. El resultado fue el surgimiento de una elite militar enriquecida y que llegó a poseer empresas muy productivas. Crearon discursos eficaces que perpetuaran la hegemonía basado en un enemigo interno. La tropa, por su parte, estaba conformada por soldados, jóvenes que pertenecían a comunidades campesinas indígenas, la mayoría pobre y analfabeta, los cuales, al ser adiestrados y disciplinados debidamente, garantizarían la puesta en práctica del proyecto de la institución armada, un proyecto a largo plazo. Eran forzados a recibir una reeducación que cambió su vida, sus proyectos y su identidad. Dentro de la formación de las tropas, el ejército se utilizó la exaltación de todos los valores masculinos: el honor, la valentía, la fuerza y la disciplina. Estos valores fueron necesarios para adquirir una identidad viril y masculina que la sociedad requiere. La violencia contra las mujeres es la expresión de una cultura de opresión históricamente apropiada y replicada en diferentes ámbitos, el político, social, laboral, económico, en el hogar, etc. La formación militar utilizó métodos que incluyeron el acostumbramiento a la crueldad (castigos y actos de tortura sobre ellos mismos), la obediencia absoluta a la autoridad, presión y control del grupo, la distancia emocional hacia la víctima y el silencio corporativo.

84 Cuando terminaban la formación militar aquellos reclutas estaban listos para probar que eran parte de un grupo de “combatientes”. El cuerpo de las mujeres era el medio óptimo para la exaltación de esa virilidad y llevar a cabo los ritos de pertenencia. La violencia sexual, tanto masiva como la que se llevó a cabo detrás de las paredes, como parte de la tortura, se realizó a través de rituales en donde los miembros que participaban demostraban al grupo su hombría y virilidad. En donde se demostraban lo potentes que eran y se afirmaban mutuamente. Aún en los casos en que la violación sexual fue individual, el grupo de pertenencia, sus pares estuvieron presentes, la pertenencia al grupo forzaba demostrar constantemente que era varón, viril y suficientemente agresivo contra el objetivo que en este caso eran las mujeres. El ejército necesita de métodos extremos de jerarquías, obediencia a la autoridad, división de tareas, habituación a la crueldad, para formar cuerpos disciplinados, no deliberantes que funcionen como un todo para cometer los crímenes de lesa humanidad. El ejército es una institución altamente sexualizada, desde la concepción de “espíritu de cuerpo”, de penetrar al enemigo en una relación de dominación absoluta, que pasa por la formación en la exaltación de los valores viriles como valentía, disciplina, honor y utiliza medios como el Galil, bayoneta, y hasta llegar a utilizar el pene para penetrar y destruir al enemigo.

85 Diecisiete años después de la firma de la paz, no se ha terminado con estas prácticas. La violencia que se vive hoy es la resonancia de la violencia del pasado. Esto casos hasta hoy no han tenido castigo. El no reconocimiento de la violencia sexual que ha afectado miles de mujeres durante la guerra y el clima de impunidad existente entorno a ello tiene graves consecuencias: Para las mujeres ha significado la imposibilidad de contar con un lugar social en donde sean reconocidas sus demandas para nombrar el sufrimiento como un crimen de Estado, e iniciar procesos de sanación. Para la sociedad

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ha significado un continuum en la violencia sexual. En la actualidad un promedio de 700 mujeres mueren anualmente con señales de tortura y violencia sexual, estos en su mayoría han quedado en la impunidad.

86 El vínculo entre la represión contra las mujeres en el pasado y la que se desarrolla en la actualidad, seguramente se debe a que estos valores siguen vigentes, tanto en la conformación de las fuerzas armadas, cómo en la sociedad donde se reproducen. No hubo una evaluación a la doctrina militar, ni a los manuales y procedimientos de las fuerzas de seguridad. No hubo procesos de dignificación, reparación y justicia a las mujeres sobrevivientes de la violencia sexual durante el conflicto y el silencio ha trascendido hasta la actualidad.

87 Al finalizar este trabajo, no puede dejarse de mencionar que en Guatemala el conflicto armado interno que asoló al país entre 1960 y 1996 continúa hoy en los terrenos de la Memoria, la Verdad y la Justicia. En el primero de ellos, los herederos de las partes en conflicto disputan por una parte una manera de recordar (Memoria de la infamia versus Memoria Anticomunista) o la necesidad de dar la vuelta a la página o perseverar en el recuerdo de la infamia (Memoria versus Olvido). En el segundo terreno, ambas partes reivindican su Verdad (Genocidio, Crímenes de Lesa Humanidad versus guerra irregular, defensa de la patria contra el comunismo). Finalmente en el terreno de la justicia, el antagonismo estriba entre castigo judicial versus amnistía. En este ámbito, particularmente lo que se ha llamado justicia transicional, la polarización ha sido extrema en Guatemala. El que se haya castigado a algunos de los agentes de la represión y en el que en el llamado “juicio del siglo”, el ex dictador Efraín Ríos Montt haya sido juzgado y condenado por el delito de genocidio (aunque ese juicio posteriormente haya sido anulado), ha acrecentado la polarización. Y el bando contrainsurgente ha reciclado su postura anticomunista y su ánimo inmerso en la cultura del terror. Lo que en este trabajo hemos intentado resaltar es que en los terrenos de la Memoria, Verdad y Justicia el tema de la violencia sexual contra las mujeres, es uno de carácter naciente. Falta todavía mucho por hacer en la cuestión de la violencia sexual durante el conflicto armado en los terrenos de la Memoria y la Verdad.

88 Dependerá de lo que se gane en éstos, lo que se pueda avanzar en el de la Justicia.

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NOTAS

1. Este artículo es una síntesis de la investigación doctoral de Olga Alicia Paz, titulada “Violencia Sexual, Memoria y Conflicto Armado en Guatemala”, y de la investigación sobre terrorismo de estado en Guatemala, de Carlos Figueroa Ibarra. El trabajo que se expone aquí se realiza a partir de cinco entrevistas a personas que fueron integrantes de las fuerzas armadas. Dos de ellos especialistas en el ejército. El primero es Ricardo quién por tener estudios universitarios fue seleccionado para formar parte de la sección de inteligencia G-2. El segundo es Cesar quién se formó en la Escuela Kaibil. Rodrigo Sic un joven obligado a prestar Servicio Militar obligatorio. Escribió un libro llamado La pesadilla, sin embargo no lo ha podido publicar. José, fue voluntariamente a presentarse, entrevista realizada en la ciudad de Guatemala en 2012. Víctor un especialista en mecánica de aviación del ejército mexicano, la entrevista se realizó en 2013 en la ciudad de México. La entrevista a Cesar fue proporcionada por la Maestra Marina de Villagrán, directora de la Maestría en Psicología Social y Violencia Política de FLACSO, y el testimonio de Ricardo, el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales; Svendsen Kristin & Gustavo Cetina, El Corredor de la Muerte, ICCPG, Guatemala, 2004. Todos los nombres fueron cambiados por la confidencialidad. 2. En los últimos 20 años, la concentración de la riqueza en Guatemala no ha cambiado significativamente. Una quinta parte de la población sigue participando de no más del 3% de los

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ingresos totales, mientras que la quinta parte de más recursos obtiene más de tres quintas partes de la riqueza (PNUD, 2009-2010, p. 260). 3. Schirmer, Jennifer, Intimidades del Proyecto Político de los Militares, 2a ed., FLACSO, Guatemala, 2001, p. 44. 4. Vela, Manolo, Peritaje Histórico Social, Caso La Masacre de las dos Erres, FLACSO, 2010, p. 33. 5. CEH, Guatemala, Memoria del Silencio, Litoprint, Guatemala, 1999, Tomo III, p. 25. 6. Se define patriarcado como un “(…) pacto – interclasista – por el cual el poder se constituye como patrimonio del genérico de los varones”. Amorós, Celia, Mujer, participación, cultura y Estado, Ediciones de la Flor, Argentina, 1990, p. 10. La misoginia es “un recurso consensual de poder que hace a las mujeres ser oprimidas antes de actuar o manifestarse, aún antes de existir, sólo por su condición genérica. La opresión femenina reúne la articulación entre machismo y misoginia, los cuales, al interactuar, se potencian mutuamente”. Lagarde, Marcela, “Identidad de género y derechos humanos”, en Guzmán Stein, Laura & Pacheco Oreamuno, Gilda (comps.), Estudios básicos de derechos humanos IV, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Comisión de la Unión Europea, Costa Rica, pp. 85-125, disponible en http://www.redxlasalud.org/index.php/ mod.documentos/men.detalle/id.1037, consultado el 21 de agosto de 2014. 7. Adorno, Theodor & Horkheimer, Max, La sociedad, lecciones de sociología , Fondo Proteo, Argentina, 1968, p. 178. 8. Adorno, T. & Horkheimer M., La sociedad, Lecciones, Op. Cit, p. 178. 9. Arendt, Hannah, Los Orígenes del Totalitarismo, Santillana ediciones, México, 2004, p. 51. 10. En la concepción de ideología seguimos los planteamientos hechos por Eagleton, Terry, Ideología, Paidós, Barcelona, 2005. Véase especialmente el capítulo I. La ideología supone un conjunto de ideas que pueden implicar una distorsión de la realidad pero no por ello se alejan enteramente de ella ni tampoco son enteramente falsas. Por mucho que sirvan para legitimar la dominación de un determinado grupo social. 11. Foucault, Michel, Genealogía del Racismo. De la Guerra de las Razas al Racismo de Estado, Ediciones de la Piqueta, Madrid, 1992, p. 264. 12. Diez, Andrea, & Herrera, Kenia, Violencia contra las mujeres: tratamiento por parte de la justicia penal en Guatemala, CCPG, INECIP, Guatemala, 2005, p. 3. 13. Feiernstein, Daniel, Seis estudios sobre Genocidio. Análisis de las relaciones sociales: otredad, exclusión y exterminio, Editorial de la Universidad de Buenos Aires, EUDEBA, Buenos Aires, 2000, p. 38. 14. Aronson, Elliot, El Animal Social, Psicología y educación, Alianza editorial, España, 2007, (8a ed.) p. 307. 15. Martínez Peláez, Severo, La patria del criollo. Ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca, EDUCA, Costa Rica, 1981, (octava edición), p. 217-253. 16. Figueroa Ibarra, Carlos, El recurso del miedo, F&G Editores, Guatemala C. A., 2011, pp. 206, 191-208. 17. Cesar, López, entrevista 2003. Villagrán, Marina, “Entrevistas realizadas para la tesis de Maestría en Psicología Social y Violencia Política Universidad de San Carlos de Guatemala”, Guatemala, 2003. 18. El concepto fue formulado por primera vez en 1957 por el psicólogo estadounidense Leon Festinger. Elliot Aronson fue su estudiante, el cual desarrolló la teoría para el ámbito social. 19. Svendsen, Kristin & Cetina, Gustavo, El Corredor de la Muerte, ICCPG, Guatemala, 2004, p. 130. 20. Svendsen, K. & Cetina, G., El Corredor de la Muerte, Op. Cit., p. 130. 21. PNUD, Guatemala: Hacia un Estado para el desarrollo humano, Informe Nacional de Desarrollo Humano 2009-2010, disponible en http://www.revistahumanum.org/revista/category/informes/ informes-guatemala/, consultado el 24 de abril de 2014. 22. Rosada Granados, Héctor, Soldados al Poder, Proyecto Militar en Guatemala (1944-1990), Fumpadem, Universidad de Utrecht, Holanda, San José, 1999, p. 23.

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23. Asturias, Sandino, Peritaje de Estrategia Militar en Ni Olvido ni Silencio, Tribunal de Conciencia Contra la Violencia Sexual Hacia las Mujeres Durante el Conflicto Armado en Guatemala, Lankopi, S.A., Bilbao, 2012, p. 56. 24. Figueroa Ibarra, C., El recurso, Op. Cit., p. 83-129. 25. Los comisionados militares eran civiles que vivían en la misma comunidad seleccionados por el ejército para esta labor, tenían que entregar jóvenes cada tres meses. 26. Sic, Rodrigo, La Pesadilla, El Otro Drama de Rabinal, Inédito, Guatemala, 2009. 27. Foucault, Michel, Vigilar y Castigar, nacimiento de la prisión, Siglo Veintiuno editores, Argentina, 2002, p. 141. 28. Sironi Francoise, Psicopatología de la violencia colectiva. Ensayo de Psicología Geopolítica clínica, 2008, p. 78. 29. Foucault, M., Vigilar y Castigar, Op. Cit., p. 139. 30. Lomas, Carlos, ¿El Otoño del Patriarcado? Luces y sombras de la igualdad entre mujeres y hombres, Península, Barcelona, 2008, p. 77. 31. Golstein, Joshua, La Correspondencia Entre Género y Guerra, disponible en http:// www.debatefeminista.com/PDF/Articulos/lacorr645.pdf, consultado el 9 de mayo de 2014, p. 118. 32. Gilmore, David, Hacerse Hombre, Concepciones Culturales de la masculinidad, Paidos, Barcelona, 1994, p. 152. 33. Víctor Hernández, entrevista, 2013. 34. Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG), Guatemala Nunca Más, Impactos de la violencia, Guatemala, Tomo I, Litografía e Imprenta LIL, S. A, Costa Rica, 1998, p. 212. 35. José Estrada, Entrevista, 2012. 36. Bleichmar, Silvia, Paradojas de la Sexualidad Masculina, Paidós, Buenos Aires, 2007, p. 48. 37. Entrevista a Marcos García, 2012. 38. Rita Laura, Segato, Territorio, soberanías y crímenes de segundo Estado: la escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, en Eduardo Subirats (comp.), Contra la tortura. Cinco Ensayos y un manifiesto, Monterrey, Fineo Editorial, 2006, pp. 93-128 y 105. 39. Bourke, Joanna, Los Violadores. Historia del estupro de 1860 a nuestros días, Críticas, Barcelona, 2009, p. 15. 40. Watson, Peter, Guerra, persona y destrucción. Usos militares de la psiquiatría y la psicología, Editorial Nueva Imagen, México, 1982. 41. Grossman, Dave, On Killing, The Psychological Cost of Learning to Kill in War and Society, Books, United States of América, 1996, p. 108. 42. Grossman, Dave, On Killing, Op. Cit., Capítulo 4. 43. Grossman, Dave, On Killing, Op. Cit., p. 136. 44. Grossman, Dave, On Killing, Op. Cit., p. 161. 45. Foucault, M., Vigilar y Castigar, Op. Cit., p. 175. 46. Cesar López, entrevista Op. Cit., 2003. 47. García, Prudencio, El Genocidio en Guatemala a la Luz de la Sociología Militar, Colección Libros Abiertos, SEPA, Guatemala, 2005, p. 72. 48. García, Prudencio, El Genocidio en Guatemala, Op. Cit., p. 73. 49. Levine, John & Pavelchak, Mark, Conformidad y obediencia, en Moscovici, Serge, Psicología Social I Influencia y Cambio de Actitudes individuos y Grupos, Paidos, España, 1985, p. 43. 50. Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG), Guatemala Nunca Más, Impactos de la violencia, Guatemala, Tomo II, Litografía e Imprenta LIL, S. A. Costa Rica, 1998, p. 163. 51. Milgram, Stanley, Obediencia a la autoridad, un punto de vista experimental, Editorial Desclée de Brouwer, España, 1980, p. 15. 52. Milgram, S., Obediencia a la autoridad, Op. Cit., p. 15.

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53. Arendt, Hannah, Eichmann en Jerusalén, un estudio sobre la banalidad del mal, Editorial Lumen, España, 2001, p. 40. 54. Arendt, H., Eichmann en Jerusalem, Op. Cit., p. 41. 55. Arendt, H., Eichmann en Jerusalem, Op. Cit. 56. Cesar López, entrevista, Op. Cit., 2003. 57. Cesar, López, entrevista, Op. Cit., 2003. 58. Sironi F., Psicopatología de la violencia, Op. Cit., p. 53. 59. Cesar, López, entrevista, Op. Cit., 2003. 60. Herman, Judith, Trauma and Recovery. The Aftermath of Violence. From domestic abuse to political terror, Basic Books, 1997. 61. Cesar, López, entrevista, Op. Cit., 2003. 62. Grossman, Dave, On Killing, Op. Cit., p. 150. 63. Víctor Hernández, entrevista, 2013. 64. José Estrada, entrevista, 2012. 65. Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG), Guatemala Nunca Más, Op. Cit., p. 175. 66. Freud, Sigmund, Psicología de las Masas, Alianza, Madrid, 2012, p. 36. 67. José Estrada, entrevista, 2012. 68. Le Bon, Gustave, Psicología de las masas. Estudio sobre la psicología de las multitudes, Biblioteca Virtual, 2004, disponible en http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/LeBon/ LeBon_PsicologiaDeLasMasas.htm#_Toc88815842, consultado el 24 de abril de2013. 69. Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG), Guatemala Nunca Más, Op. Cit., p. 211.

RESÚMENES

En Guatemala no se ha revisado el entrenamiento del ejército durante el conflicto armado ni su relación con las violaciones a los derechos humanos, específicamente con las violaciones sexuales a mujeres. Por otra parte, en ello se ha tratado del sufrimiento de las mujeres, pero no de aquél experimentado por “el victimario”. En este artículo se analiza quiénes eran los perpetradores, qué formación recibieron y cómo se construyó la masculinidad dentro del ejército. Se analiza la creación de un sistema guatemalteco de represión capaz de permitir y ordenar acciones violentas, con un ejército en sintonía con normas y valores culturales, basados en el autoritarismo, el racismo, el clasismo y las relaciones de poder entre hombres y mujeres.

In the case of Guatemala’s Armed Conflict, the relation between military training, human rights violations and women’s rape has not been studied. Studies have tended to explore women’s suffering experiences, rather than to analyse the one of the perpetrator. This article deals with the figure of the offender in order to know their profile and training and to understand the building of masculinity in the army. It analyses the creation of Guatemala’s repressive structures that allowed and authorized violent actions, and their relations with an army whose values were based on authoritarianism, racism, classism, and gender power relations.

Au Guatemala, l’entraînement de l’armée pendant le conflit et les atteintes aux Droits de l’Homme, en particulier les viols contre les femmes, n’ont pas été étudiés. Par ailleurs, s’il a été

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question de la souffrance des femmes, celle du “bourreau” est demeurée à l’écart. Cet article se penche sur ceux qui ont perpétré ces crimes, sur leur formation et sur la construction de la masculinité au sein de l’armée. Il analyse la création d’un système guatémaltèque de répression capable de permettre et d’ordonner des actions violentes au cœur d’une armée en accord avec les normes et valeurs culturelles: l’autoritarisme, le racisme, les rapports de classes et les rapports de pouvoir entre hommes et femmes.

ÍNDICE

Palabras claves: violencia sexual, terror estatal, masculinidad, Guatemala, siglo XX Mots-clés: violence sexuelle, terreur d'état, masculinité, Guatemala, XXe siècle Keywords: sexual violence, state terrorism, masculinity, Guatemala, XXth century

AUTORES

OLGA ALICIA PAZ BAILEY

Maestra en Psicología Social y Violencia Política, estudiante del doctorado en Sociología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. [email protected]

CARLOS FIGUEROA IBARRA

Profesor Investigador del Posgrado de Sociología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. [email protected]

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Memoria, conflicto armado y justicia transicional: las voces de las víctimas en la reconstrucción del pasado (Colombia, 2005-2012) Memory, Armed Conflict, and Transitional Justice: The Victims’ Voices in the Reconstruction of a Violent Past, Colombia, 2005-2012 Mémoire, conflit armé et justice transitionnelle: les voix des victimes dans la reconstruction du passé (Colombie, 2005-2012)

Mariana Delgado Barón

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 21 de junio de 2014 / Aceptado: 11 de septiembre de 2014

Introducción

1 Los mecanismos de la justicia transicional1 comenzaron a ser adoptados en Colombia a raíz de las negociaciones llevadas a cabo entre el Presidente Álvaro Uribe Vélez, en su primer mandato, (2002-2006) y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Dichas negociaciones se derivan de los Acuerdos de Santa fe de Ralito, firmado a finales del 2003, que dan inicio al Proceso de Justicia y Paz para el desarme, la desmovilización y la reinserción de los grupos armados al margen de la ley. El marco jurídico que contiene y da forma a dicho proceso es la ley 975 de 2005 o también conocida como la ley de justicia y paz.

2 A raíz de este proceso y junto con el discurso de la justicia transicional que lo acompañó, comenzaron a circular en diferentes ámbitos (político, académico, jurídico)

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el discurso humanitario, el discurso de la reconciliación, el discurso de la reparación, y el discurso por la verdad y por la memoria.

3 En Colombia, el discurso y los mecanismos de la justicia transicional se adoptan bajo unas condiciones socio-políticas que no permiten afirmar que éste sea un caso de transición del conflicto al postconflicto; por el contrario, los instrumentos de carácter jurídico y político en materia de los derechos de las víctimas y responsabilidades de los victimarios son implementados sin haberse vislumbrado un completo acuerdo de finalización del conflicto armado que incluyera a todas las partes involucradas en el mismo. Claro está, el actual gobierno colombiano, a la cabeza del Presidente Juan Manuel Santos (2010-2014; 2014-2018), le ha apostado en los últimos dos años a un acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que culmine, entre otros aspectos no menores, con la desmovilización y reinserción a la vida civil de los combatientes que hacen parte de este grupo guerrillero; sin embargo, esto no es garantía de un pronto postconflicto.

4 La justicia transicional en su acepción más amplia “designa aquellos procesos de rendición de cuentas que adelantan las sociedades estatales en relación con crímenes políticos y de masas perpetrados en el pasado, en situaciones de turbulencia política como las que son propias de las transiciones de la guerra a la paz y de la dictadura a la democracia”2.

5 Dado lo anterior, la justicia transicional pone un especial énfasis en el “castigo” o en las “responsabilidades” del victimario; no obstante, la implementación del discurso de la justicia transicional abrió el espacio público y político para que la sociedad colombiana y los dirigentes políticos comenzaran a reconocer los derechos de las víctimas del conflicto a la verdad, la justicia y la reparación, así como la necesidad de hilar las memorias que se han ido tejiendo en torno a éste.

6 Por otra parte, esta triada “verdad-justicia-reparación”, que María Teresa Uribe bautiza de “trilogía humanitaria”, carga con las contradicciones de dos procesos radicalmente opuestos, “aquellos generados por los crímenes de las guerras y los que tienen que ver con la construcción de paz y la reconciliación: la atención a los horrores del pasado y la preocupación por la convivencia entre los enemigos en el futuro”3.

7 En particular, el proceso que me interesa para los propósitos del presente artículo es este último, que tiene que ver con la configuración de la memoria o de las memorias ligadas a ese pasado violento, y en este sentido, no perder de vista que son memorias de un sufrimiento, que hasta hace muy poco estuvieron exclusivamente contenidas en el espacio privado e íntimo de las víctimas y de sus familiares. El reconocimiento de las memorias de las víctimas, la puesta pública de sus vivencias, narraciones y relatos “significan para ellas reconocimiento social y restauración de su dignidad; tener la posibilidad de ser oídas, de contar su verdad frente a públicos amplios y autoridades con capacidad de decisión para transformar las circunstancias que permitieron la perpetración de los horrores en la guerra (…) sentirse medianamente incluidas en el ‘nosotros’ político y nacional y quizá, también, empezar a recuperar algún grado de confianza en las instituciones, en sus conciudadanos y en las relaciones interpersonales y sociales”4.

8 De este modo, parte del desafío que ha implicado la reconstrucción del pasado violento ligado a la confrontación armada en Colombia, obedece a que este proceso se da en medio del conflicto; el caso colombiano no puede ser catalogado como una sociedad postconflicto, al contrario, las diferentes iniciativas encaminadas a la recuperación y resignificación de la memoria no oficial dan cuenta de esto. Este proceso de narrar el

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pasado y hacer memoria desde la perspectiva de las víctimas va de la mano con el reconocimiento de sus derechos a la verdad, la justicia y la reparación, que se hizo expresamente manifiesto en la ley 975 de 2005, o “ley de justicia y paz”, bajo la cual las víctimas también comenzaron a ser más visibles en el contexto social y político.

9 En este sentido, el caso colombiano plantea las dificultades y riesgos que debe enfrentar y afrontar la sociedad cuando el contexto inmediato de la reconstrucción del pasado violento aún se inscribe en la lógica del conflicto armado. Sin embargo, lo anterior no ha sido un impedimento para que diferentes iniciativas para la reconstrucción de la memoria se vengan generando no sólo desde la institucionalidad a través de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación5 (CNRR), cuya vigencia de 8 años expiró en el 2012, y ahora bajo el Centro de Memoria Histórica (CMH, que nació del Grupo de Memoria Histórica, una especie de subcomisión surgida dentro de la CNRR), sino también a partir de las mismas víctimas organizadas. Es así como en el caso colombiano se combinan iniciativas de carácter oficial con iniciativas no oficiales encaminadas a la recuperación de la memoria como un dispositivo para la visibilización de muchas historias que a su vez se constituyen en formas de representación de las víctimas. Asimismo, esta reconstrucción que se hace de los hechos violentos que han marcado el pasado de un conflicto armado que aún persiste, abre el “debate sobre la resignificación pública de un hecho histórico”6.

10 El presente escrito tiene por objeto ahondar en el debate acerca de la resignificación pública de un hecho histórico, como lo señala Blair, que se enmarca en el proceso de búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación para las víctimas del conflicto armado colombiano, y que a su vez se vincula con el otorgamiento de nuevos significados a la noción de víctima. Es importante señalar que la delimitación temporal del documento obedece principalmente a las siguientes razones:

11 -El 2005 es el año en el que cobra vigencia la ley de justicia y paz, y por ende se comienza a hacer un reconocimiento explícito de los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación.

12 -En el 2012 comienza a ser implementada la ley de víctimas y restitución de tierras, bandera política del Presidente Juan Manuel Santos (2010-2014; 2014-2018), que introduce una serie de mecanismos y medidas para la “atención, asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno” y se adoptan otras disposiciones. Dicha ley a la vez comienza a generar otra serie de preguntas, cuestionamientos y análisis sobre el papel asignado a las víctimas en la sociedad colombiana, que no serán tratados en este documento y que por lo tanto son motivo de otro escrito.

13 -Tenemos entonces que el periodo comprendido entre el año 2005 y el 2012 representa aún la vigencia de la ley de justicia y paz, y nos permite circunscribir las preguntas relacionadas con la noción de víctima, con sus derechos, con la reconstrucción de la memoria no oficial y con el uso de los instrumentos de la justicia transicional, al marco jurídico del proceso de desarme, desmovilización y reinserción de las AUC.

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1. Ejemplos de justicia transicional en el mundo: esfuerzos institucionales por la recuperación de la memoria de un pasado violento

14 El ejercicio de reconstrucción de la memoria histórica en Colombia es relativamente reciente si lo comparamos con los casos de Argentina, Chile y Centroamérica, por mencionar sólo algunos.

15 Quizá el mecanismo transicional empleado por excelencia, en diferentes partes del mundo, para la consecución de la verdad ha sido la conformación de comisiones de la verdad, en gran parte porque “a pesar de las profundas diferencias políticas, culturales e históricas de los países que han recurrido a este tipo de instancias y, desde luego, a las peculiares características de la transición de cada uno de ellos, todos presentan un cuadro similar de necesidades. Éstas incluyen la necesidad de sociedades que emergen de la violencia política y la opresión de narrar la verdad acerca de atrocidades ocultas o ignoradas por décadas; de recordar y reivindicar la dignidad de las víctimas; de diseñar programas de reparación; de promover la justicia; de fortalecer el Estado de derecho y la futura protección de los derechos humanos, así como de tender puentes para la reconciliación entre diversos sectores históricamente antagónicos”7.

16 En el caso de América Latina, la necesidad de conformar comisiones de la verdad vino de la mano del fin de las dictaduras y de la importante obligación de reconstruir las instituciones democráticas que habían sido profundamente socavadas por los regímenes represivos. Estos casos de transición de las dictaduras a las democracias y los mismos casos de transición del conflicto al postconflicto, plantean serios desafíos en los procesos de rendición de cuentas a aquellos responsables de los abusos perpetrados. José Miguel Vivanco recalca que para el caso de América del Sur, aquellos países que lograron avances significativos en las investigaciones judiciales relativas a las violaciones a los derechos humanos fueron justamente en los que se conformaron comisiones de la verdad como en Argentina, Chile y Perú. El caso opuesto ocurrió en Brasil, Uruguay y Paraguay en donde no hubo un consenso para poner en marcha una comisión de la verdad y por ende poco se avanzó o se ha avanzado en el tema de la justicia8.

17 Es importante señalar que detrás de la idea de la conformación de una comisión de la verdad está la cuestión central de “cómo lidiar con un pasado difícil”, como bien lo menciona Hayner, y en esta medida, salen a colación los dilemas acerca de cómo hacer frente a los crímenes cometidos, qué tipo de castigo imponer a los criminales, qué tipo de reparación ofrecer a las víctimas, y cómo garantizar la no repetición de los horrores del pasado.

18 Las respuestas a los dilemas planteados, en especial a este gran interrogante de cómo enfrentar un pasado violento, han venido en forma de comisiones de la verdad que dependiendo del país, han tomado una forma y un fondo diferente en cuando al objetivo que persiguen. Hayner identifica un mínimo de 21 comisiones de la verdad en el mundo que han existido desde 1974, que han sido “bautizadas” de maneras diferentes según el caso: “por ejemplo ha habido ‘comisiones sobre los desaparecidos’ en Argentina, Uganda y Sri Lanka, por ejemplo; ‘comisiones de la verdad y justicia’ en Haití y Ecuador; ‘una comisión para el esclarecimiento histórico’ en Guatemala, y ‘comisiones de la

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verdad y la reconciliación’ en Sudáfrica y Chile. Se han creado otras en Alemania, en El Salvador, Bolivia, Chad y otros países. Aunque estos diversos organismos tienen mucho en común, sus mandatos y poderes concretos en materia de investigación han variado considerablemente para reflejar las necesidades y realidades políticas de cada país”9.

19 Estas diferentes comisiones que analiza Hayner tienen en común varios aspectos a saber: se enfocan en investigar los abusos y crímenes cometidos en el pasado reciente, su naturaleza es temporal y cuenta con el respaldo institucional y oficial que le otorga el Estado, y se conformaron también con el objetivo estratégico de “facilitar” la transición.

20 Por otra parte, existen otros tipos de entes de carácter oficial encargados de investigar y documentar los crímenes cometidos por el Estado en el pasado que reciben el nombre de “comisiones de la verdad histórica”; tales investigaciones “no se realizan como parte de una transición política (…) pero sirven para esclarecer verdades históricas y rendir homenaje a víctimas que no habían sido reconocidas”10. Tal podría ser el caso de la CNRR11, cuyo Grupo de Memoria Histórica (hoy Centro de Memoria Histórica) estuvo encargado de la elaboración de varios informes (más de veinte) sobre “casos emblemáticos” dentro del marco del conflicto armado como las masacres de Trujillo, La Rochela, El Salado, Bojayá, y otras tantas, que evidencian el tipo de crímenes y violaciones cometidas por los actores armados, legales e ilegales.

21 Las comisiones de la verdad más emblemáticas y relevantes en relación con el impacto que generaron en sus propios países y a nivel internacional fueron las de Argentina, Chile, El Salvador, Sudáfrica y Guatemala. En Argentina, la Comisión Nacional sobre la Desaparición de las Personas (CONADEP), creada por decreto presidencial firmado por Raúl Alfonsín, elaboró el informe “Nunca Más” como resultado de la inspección y visita a los centros de detención, cementerios clandestinos e instalaciones policiales, la recopilación de los testimonios de las víctimas exiliadas y a las miles de declaraciones de los familiares de los desaparecidos. La información recogida por la CONADEP fue un material vital para los juicios llevados a cabo a los miembros de las juntas militares12.

22 El tratamiento dado al pasado en este informe da cuenta de una “memoria ciudadana” que aboga por la recuperación de un pasado violento de represión militar y que evidencia la centralidad de las voces de las víctimas mediante diversos testimonios que “revelan su capacidad privilegiada como vehículo de la memoria” y que además, “aparece por primera vez con una identidad moral en el marco de los derechos humanos y esto ya significa un primer reconocimiento a la restitución de sus derechos”13.

23 El caso argentino evidencia el tratamiento político de la memoria que se le dio durante el gobierno de Alfonsín, con el propósito de cimentar el ideario de “reconciliación nacional”; y con el gobierno de Nestor Kirchner, donde se asume “el reto político de traer al presente un pasado no debidamente tramitado”14. Argentina es un ejemplo de recuperación de diversas memorias en las que confluyen las trayectorias organizativas y militantes de varias organizaciones de víctimas como las Madres de la Plaza de Mayo e HIJOS, que reflejan una lucha consolidada por la conmemoración del pasado y sus diversas voces15.

24 En Chile, bajo la presidencia de Patricio Aylwin se creó la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, también bajo decreto presidencial. Bajo el mandato de esta comisión se buscaba investigar “las desapariciones de personas detenidas, ejecuciones, torturas

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con resultado de muerte cometidos por agentes del Estado o personas al servicio de éstos, secuestros y atentados contra la vida de las personas ejecutadas por particulares bajo pretextos políticos”16.

25 La Comisión chilena “nacida como un dispositivo para reivindicar a las víctimas” posibilitó también un “impulso de la justicia penal y reparadora que ha terminado por favorecer su uso retributivo, de manera que el informe Rettig (producto del trabajo de la Comisión) ha terminado por convertirse en fuente de información judicial sobre los victimarios”17.

26 En El Salvador, la Comisión de la Verdad, producto de los acuerdos de paz firmados en 1991 contó con el apoyo directo de las Naciones Unidas. De los testimonios y testigos que la comisión logró reunir para el informe, se determinó que el “95 % de los abusos habían sido cometidos por personas relacionadas con el gobierno o las fuerzas armadas”18.

27 Así como sucedió en Chile, en El Salvador el proceso de transición se llevó a cabo por medio de la negociación entre las contrapartes; sin embargo, contrario al caso chileno y argentino, las negociaciones contaron con la fuerte presencia de la comunidad internacional. Igualmente, en El Salvador, la transición no se da “desde una dictadura estable hacia la democracia”, como en Chile y en Argentina, “sino desde la guerra civil”19.

28 Los miembros de la Comisión de la Verdad de El Salvador, dudaron de la eficiencia y capacidad del aparato judicial salvadoreño para imponer castigo a los victimarios y decidieron “no enviar a la justicia sus archivos sobre crímenes investigados para que ella estudiara el mérito de perseguirlos y juzgarlos, ni recomendaron que se hiciera”20. Por otra parte, el informe de la Comisión de la Verdad tuvo un impacto disociador en la sociedad salvadoreña y en el mismo gobierno, “el gobierno lo rechazó abiertamente y el FMNL no quedó satisfecho con lo que dijo ni con lo que dejó de decir, y no se lo apropió. Nadie, ni siquiera las ONG de derechos humanos, con contadas excepciones, lo divulgaron. Sobre todo el gobierno, pero en parte también la dirigencia del FMNL, en vez de soportar con estoicismo el trago amargo de las inculpaciones, prefirió acallarlas rápidamente con una amplia ley de amnistía”21.

29 En 1995 la Ley de Fomento de la Unidad Nacional y la Reconciliación, aprobada por el parlamento sudafricano, dio paso a la conformación de la comisión encabezada por Desmond Tutu: “la ley redactada en un preciso lenguaje legal (…) daba a la comisión capacidad de otorgar amnistías individuales, registrar instalaciones y confiscar pruebas, citar a testigos a declarar y poner en práctica un complejo programa de protección de testigos”22. La comisión sudafricana, cabe señalar, fue altamente criticada porque daba más importancia al objetivo de buscar la reconciliación que al objetivo de buscar la verdad.

30 Por otro lado, en Guatemala, la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) generó expectativa entre las víctimas de la guerra civil y algunos sectores de la sociedad guatemalteca. La tarea de la CEH se centró en integrar las narrativas sobre el genocidio del pueblo maya-quiche, y en dar cuenta del “racismo estructural” imperante en la sociedad guatemalteca, así como de las “estrategias y máquinas de terror utilizadas por los militares en las comunidades”23.

31 Cabe aclarar que en Guatemala ya se venían dando diferentes esfuerzos de recuperación de la memoria del pasado violento, como el proyecto REMHI (Recuperación de la

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Memoria Histórica), apoyado directamente por la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado, que en el año de 1998 publica el informe “Guatemala Nunca Más” cuyo valor testimonial es indudable. Sin embargo, tanto en el proyecto del REMHI como en el de la CEH se tomó la decisión de no dar nombres de los victimarios24.

32 Dentro de este espectro somero y general de las principales comisiones de la verdad que han existido, el caso colombiano, mediante la CNRR y el GMH, ha puesto un especial énfasis en la reparación de las víctimas del conflicto al documentar de manera rigurosa los casos más emblemáticos en cuanto a crímenes perpetuados en el contexto del conflicto armado interno.

33 Como su nombre lo indica, el trabajo del Grupo de Memoria Histórica se ha enfocado en la reconstrucción de la memoria histórica del conflicto colombiano mediante la selección, investigación y análisis de “casos emblemáticos” que se han presentado desde 1964, año de conformación de las FARC como fuerza insurgente. Jaramillo señala que: “para lograr su objetivo, el GMH decidió utilizar una metodología denominada casos emblemáticos, capaces de ilustrar procesos y tendencias de violencia (…) [Entendiendo por caso emblemático] un entramado histórico y no simplemente un caso judicial, que supone causalidades de la violencia, discursos y representaciones de víctimas y los perpetradores. Se busca que en la recolección de información sobre estos casos impere la participación y el diálogo con los actores implicados”25.

34 El tipo de memoria que el GMH ha buscado rescatar y reconstruir tiene como componente primario las voces de las víctimas, sus denuncias, sus relatos y narraciones, y en este sentido, considera a las víctimas como “mantenedores de la memoria”; sin embargo, a pesar de abogar por una memoria incluyente, no hay que dejar de lado el carácter político de la memoria, es decir, las luchas y disputas que se generan por buscar un posicionamiento privilegiado en su reconstrucción. No hay que olvidar entonces que en esta tarea de recopilar, rescatar y reconstruir la memoria, hay lugares privilegiados de enunciación, voces que son más escuchadas que otras, y en este sentido, la memoria es también un campo de lucha y de debate acerca no sólo de los significados de la memoria y el lugar que se le quiere dar, sino de las mismas versiones que existen sobre el pasado: “La memoria es una plataforma para la reafirmación, es un escenario para el diálogo, pero también es un campo de lucha que pretende dirimir qué versión del pasado reciente debe prevalecer, en función del futuro que se quiere construir. La memoria no es un lugar de supresión de las diferencias, sino precisamente el escenario de enunciación de esas diferencias. El relato resultante tiene que ser en consecuencia una narrativa polifónica”26.

35 No todas las memorias del conflicto logran ese lugar privilegiado en la escena pública, al contrario, hay memorias hegemónicas y dominantes, y otras relegadas y disruptivas, “hay tantas memorias como relaciones de poder” nos dice Sánchez. En el caso colombiano la creación de la CNRR no fue el resultado de una etapa de transición y por supuesto tampoco se constituye en un “cierre simbólico” que de paso a un contexto de democracia, postconflicto y reconciliación. Al contrario, el experimento de la CNRR,“se inscribe en un panorama combinado de signos de transición – a veces equívocos –, pero al mismo tiempo de despliegue de múltiples expresiones del conflicto armado interno que, globalmente mirado, no encuentra todavía formas visibles de resolución”27.

36 El trabajo llevado a cabo por el CMH que fue iniciado en la CNRR sólo ha tenido la “pretensión de facilitar y producir insumos a una futura comisión de verdad”28. Este

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trabajo de “pre- comisión” de la CMH ha estado comprometido con la construcción de “una narrativa sobre el origen y la evolución del conflicto armado interno colombiano, en sintonía con las voces de las víctimas”29. En este sentido, “en Colombia, tenemos como horizonte las víctimas de ayer, pero también el reto de impedir que haya más víctimas mañana, porque el conflicto persiste, así que nuestro dilema tiene que ver con cómo lograr la paz”30.

37 En esta misma dirección, la CNRR se considera desde la institucionalidad colombiana una experiencia inédita en cuanto a que “Colombia sería el único país en el mundo donde está confluyendo la construcción de verdad histórica y verdad judicial (…) comparado con otros casos se ha avanzado mucho”31.

38 La importante tarea de reconstrucción del pasado violento en Colombia que ha venido realizando el CMH parte de una concepción de la memoria como un proceso incluyente y participativo que contribuye al ejercicio de la ciudadanía y a la consolidación de la democracia, en otras palabras, las organizaciones de víctimas tienen la “capacidad de sentirse protagonistas de su propio relato; y significa por último que la sociedad, sujeto activo del proceso, es el destinatario principal del relato que se construya”32. Esta concepción de la memoria como un potente mecanismo de participación y ejercicio ciudadano la convierte a su vez en un instrumento para la transformación y para la consolidación de la democracia, que implica un ejercicio de participación, deliberación y empoderamiento ciudadano33.

39 En este orden de ideas, la memoria histórica que el CMH se ha centrado en reconstruir, busca identificar el por qué, los motivos, las responsabilidades y el contexto de los hechos violentos dentro del marco del conflicto armado, y así tiene el objetivo de “recomponer, o pretender recomponer al menos, la matriz cultural y política de las recurrentes y sistemáticas violaciones de derechos humanos, de modo tal que habiéndolas identificado las podamos erradicar”34.

2. ¿Qué caracteriza al conflicto armado colombiano?

40 Un aspecto particular que ha caracterizado la adopción de estos mecanismos de la justicia transicional en Colombia ha sido el contexto de conflicto armado. El caso colombiano ejemplifica una justicia transicional sin transición, hecho que se traduce en graves obstáculos que ha atravesado el mismo proceso de justicia y paz, y su proceso “hermano”, la ley de víctimas y restitución de tierras, de reciente implementación en el año 2012.

41 En este contexto de “transición a medias” también se han venido llevando a cabo importantes ejercicios de recuperación y reconstrucción de la memoria a través de las víctimas del conflicto armado colombiano, que apenas comienzan a ser escuchadas.

42 El conflicto armado en Colombia ha estado marcado por su prolongada duración que se ha extendido cinco décadas. Esta confrontación armada ha derivado en desplazamiento forzado, masacres, secuestros, extorsiones, desapariciones forzadas, violencia sexual y otro tipo de crímenes de lesa humanidad.

43 No existe un consenso sobre la fecha de inicio del conflicto armado en Colombia; para algunos, los orígenes del conflicto se remontan a la época de “La Violencia” bipartidista35 que surge en los años cuarenta del siglo pasado; para otros, la fecha de sus inicios se encuentra relacionada con el surgimiento de las FARC en el año de 1964.

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44 A pesar de esta falta de consenso, es innegable que las dimensiones que ha adquirido el conflicto en términos de crímenes cometidos y número de víctimas, le imprimen cierta particularidad y muchas complejidades que hacen difícil vislumbrar una salida política o militar que dé por terminada la confrontación armada entre las partes, sin desconocer que en los diferentes intentos de negociación entre el gobierno y los grupos armados ilegales que se han venido dando desde la década de los ochentas del siglo XX, se ha logrado llegar a relevantes acuerdos con varios de éstos, que incluso han culminado en procesos de desarme, desmovilización y reinserción exitosos, por decirlo de alguna manera36.

45 Temas álgidos como el narcotráfico como fuente de financiamiento de los grupos armados ilegales, la persistencia de las estructuras paramilitares y sus variaciones en bandas criminales, grupos rearmados o emergentes, el mismo repliegue de las FARC a territorios periféricos en donde subsiste una economía cocalera, y la crisis humanitaria que padece la población37, hacen pensar que las actuales negociaciones entre el gobierno del presidente Santos y las FARC no serán fáciles38.

46 Adicionalmente, al desplazamiento forzado se suman otros elementos que continúan agravando la crisis humanitaria producida por el conflicto armado, como lo es la práctica recurrente del reclutamiento forzado de menores de edad y la reproducción de masacres y asesinatos selectivos.

47 Por otra parte, la naturaleza, la lógica de operación, de actividades y de estrategia de los actores armados ilegales involucrados, así como sus motivaciones y fuentes de financiamiento, revelan una alta capacidad de incidencia, e incluso directa relación con las esferas del poder político y económico del orden local, regional y nacional39.

48 En el caso de los grupos guerrilleros, su surgimiento está asociado con las luchas agrarias campesinas, de ahí que varias de las guerrillas colombianas se gestaron como movimientos de autodefensa, organizados en contra de la violencia oficial que se intensifica y generaliza en todo el territorio nacional en la década de los años cuarenta del siglo XX.

49 En el caso del paramilitarismo, sus orígenes como grupos de contrainsurgencia nos remiten a 1965, año en el que obtienen legalidad por medio del Decreto 3398, que la ley 48 de 1968 convierte en legislación permanente, “implementada a su vez con el fin de dar un sustento jurídico a los grupos de autodefensa en el marco de la lucha contrainsurgente”40. Particularmente, las AUC se constituyeron en una agrupación de bloques paramilitares, o en otros términos, su naturaleza organizacional obedeció a una “confederación de grupos unidos en bloques regionales”41.

50 Es importante señalar que dentro del contexto político inmediato que rodea las negociaciones entre el gobierno colombiano y las FARC se encuentra la aprobación por parte del Congreso de la República del Acto Legislativo “marco jurídico para la paz” que busca “elevar a rango constitucional la justicia transicional”, teniendo en cuenta que con este marco jurídico: “se busca incorporar un elemento clave del modelo de justicia transicional delineado en Colombia durante la última década: la idea de que una experiencia de transición de la guerra a la paz no se puede hacer sin un mínimo de justicia respecto a las atrocidades cometidas en el pasado y sin consideración por los derechos de las víctimas”42.

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51 No obstante, la adopción de dicho marco ha sido cuestionada por organizaciones defensoras de derechos humanos y por sectores de oposición política al gobierno de Juan Manuel Santos, puesto que se argumenta que dicha reforma constitucional, “abrió paso a un modelo de justicia transicional menos punitivista y menos orientado a la judicialización que el que se venía consolidando (…) según el marco para la paz, los criterios de priorización y selección son inherentes a la justicia transicional (…) no todos los desmovilizados que pueden ser eventualmente responsables de graves violaciones a los derechos humanos pasen por el sistema judicial (…) es un modelo menos punitivo, pues contempla la posibilidad de conceder generosos beneficios penales a quienes sean judicialmente condenados”43.

52 Encontramos entonces la aplicación de un modelo de justicia transicional sin una real transición del conflicto al posconflicto.

3. Justicia transicional a la colombiana: la historia contada por los victimarios

53 Como ya se mencionó, la justicia transicional ha sido implementada en aquellas sociedades que se encuentran en transición desde regímenes autoritarios hacia regímenes democráticos. Esta justicia se despliega también en aquéllas que están transitando de una situación de conflicto al posconflicto, en donde “víctimas y victimarios de la violencia deben a menudo convivir juntos en una misma comunidad”, sumado a la posibilidad de que en un mismo asentamiento se encuentren “vecinos y hasta miembros de una misma familia que han peleado en lados opuestos de un conflicto o que se han atacado los unos a los otros”44.

54 En el caso colombiano la aplicación de la justicia transicional estuvo ligada en un comienzo al desarme, desmovilización y reinserción del paramilitarismo, hecho que no posibilitó dentro del mismo proceso una participación activa de las víctimas, y por el contrario las relegó a un lugar secundario. Igualmente, al estar pensados más para beneficiar a los victimarios que para resarcir a las víctimas, estos instrumentos de justicia transicional adecuados al caso colombiano posibilitaron una verdad “a medias” que sólo provenía de las voces de los paramilitares en las audiencias libres, en las que, como su nombre lo indica, el victimario libremente narraba los crímenes que quisiera confesar (claro está, con la posibilidad de ser excluido del proceso si no confesaba crímenes que le habían sido atribuidos a él).

55 Dentro de este escenario de las audiencias libres, que tiene como protagonista al victimario, la víctima no tiene la posibilidad de interpelar, de preguntar, se la ha considerado como un testigo pasivo que sólo escucha, pero que no tiene voz. Por ende, uno de los grandes límites y críticas que ha tenido el proceso de justicia y paz se relaciona con el tipo de verdad que de allí se desprende, y que es una verdad más judicial que histórica, centrada en contar o narrar los aspectos más criminales y omitir los aspectos más políticos.

56 Por otra parte, la justicia transicional alude a las medidas tanto judiciales como no judiciales que se emplean para hacer frente a la tarea de construir una sociedad más justa y pacífica, a través del tratamiento de un pasado violento, caracterizado ya sea por el genocidio, masacres sistemáticas a la población civil, abusos y violaciones a los derechos humanos y otras formas de “trauma social”45.

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57 Cabría destacar que como lo señala Orozco, “desde una perspectiva más amplia de filosofía y de práctica política, [la justicia transicional] trata del establecimiento de un balance adecuado entre la memoria y el olvido, entre el castigo y la clemencia, entre la justicia y la reconciliación”46.

58 De esta forma, la justicia transicional tiene por objetivos ayudar a sanar las heridas y las divisiones dejadas por regímenes o situaciones de conflicto en donde fueron violados los derechos humanos; acercar a las partes (víctimas-victimarios) involucradas en procesos de verdad; garantizar los derechos de las víctimas a la justicia y reparación; proveer los mecanismos adecuados para establecer penas mínimas a los victimarios; diseñar los instrumentos para la reconstrucción de la memoria sobre estos hechos; reformar las instituciones con el fin de fortalecer la democracia y garantizar la plena defensa de los derechos humanos, así como la no repetición de los hechos violentos; y fijar los medios necesarios para la construcción de una paz sostenible47.

59 No obstante, para el contexto colombiano, hablar de transición resulta paradójico cuando el conflicto armado aún existe y cuando la desmovilización y el desmonte de los grupos armados aplica únicamente a uno de los actores del conflicto; asimismo, es problemático el uso del término cuando se está presentando un fenómeno de rearme de estructuras paramilitares o conformación de nuevos grupos de tercera generación y cuando el universo de víctimas del conflicto armado sigue en aumento. En este sentido, lo que se presenta en el caso colombiano es una “transición parcial” que cuestiona el uso y el alcance que puede tener la aplicación de los principios de la justicia transicional en un contexto de acercamiento a la verdad, la justicia y la reparación en medio del conflicto. Otro aspecto problemático resulta del uso que se le da al lenguaje de la justicia transicional en un discurso de reconciliación dentro de un proceso que no sólo busca (al menos formalmente) reconocer y garantizar en alguna medida los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación, sino que también se inscribe en la lógica que perpetúa y defiende intereses que no necesariamente van en concordancia con tales derechos, sino que por el contrario, “legitiman ciertas formas de impunidad”48.

60 Esta idea del empleo de la justicia transicional como un dispositivo de emancipación, pero también como un instrumento para la perpetuación de prácticas de impunidad, se encuentra asociada con el uso que se le puede dar al discurso de la justicia transicional y dentro de éste al discurso de la reconciliación. Por una parte, los diversos actores involucrados en el conflicto como el gobierno y los alzados en armas, han empleado el discurso de la justicia transicional de una forma que termina por “perpetuar las relaciones desiguales de poder entre victimarios – que continúan beneficiándose de ellas – y víctimas, cuyos derechos permanecen desprotegidos”, haciendo que el discurso de la justicia transicional sea manipulado para seguir perpetuando la impunidad y convirtiéndolo en un mecanismo de opresión49. Por otro lado, el discurso de la justicia transicional ha sido empleado con un carácter de emancipación y reivindicación y por lo tanto como un instrumento de lucha en contra de prácticas de impunidad que pretende hacer efectiva la aplicación de los derechos a la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas, como una forma de trascender el “componente retórico” de la justicia transicional y hacerlo efectivo jurídicamente50.

61 Es importante reconocer el papel que desempeñan los diferentes instrumentos de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición en los procesos de negociación y acercamiento de las partes en conflicto, en especial dentro del mismo proceso de

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justicia y paz, puesto que estos instrumentos se convierten en componentes relevantes de “emancipación social” si tienen en cuenta como principio fundamental la dignificación de las víctimas y la participación de éstas durante todo el proceso de verdad, justicia y reparación, así como su reconocimiento como “derecho-habientes”51.

62 Vale la pena destacar, que en la búsqueda del equilibrio entre justicia, verdad y reparación, otro de los puntos complejos e incluso problemáticos hace referencia al tema de la reconciliación, debido a que esta es un objetivo que podría “justificar disminuir las exigencias de justicia plena o absoluta”52.

63 Del mismo modo, Orozco señala que otro de los grandes dilemas que debe enfrentar la aplicación de medidas de justicia transicional en el contexto colombiano de conflicto armado prolongado y degradado, se encuentra relacionado con la dificultad de establecer quién es víctima y quién es victimario cuando una y otra vez “las víctimas se transforman en victimarios y los victimarios en víctimas”, bajo el supuesto que plantea que “para hacer aparecer a los unos o a los otros como victimarios o como víctimas basta con invisibilizar un aspecto u otro de su realidad ambivalente y compactada”53.

64 Adicionalmente se presenta lo que Orozco llama una “barbarie horizontal y simétrica”, en la que es más compleja la diferenciación entre víctimas y victimarios, y que dificulta a su vez la implementación de políticas adecuadas que estén encaminadas a llegar a un balance no sólo entre memoria y olvido, sino también entre castigo y clemencia, más aún cuando los estándares internacionales de justicia transicional tienden a privilegiar “las dimensiones verticales sobre las dimensiones horizontales, y las individuales sobre las colectivas, en los procesos de victimización de masas, [razón por la que ésta] tiene grandes dificultades para representarse en forma adecuada los fenómenos de irregularidad y de barbarie asimétricas”54.

65 Para el caso colombiano, la implementación de mecanismos de justicia transicional también resultan paradójicos cuando los procesos de victimización conjugan formas horizontales y verticales, en los que no son claramente distinguibles víctimas y victimarios, según el argumento de Orozco55.

66 Por otro lado, otro de los dilemas significativos que aplica al contexto colombiano, tiene que ver con la búsqueda del equilibrio entre la imposición de un “castigo de lo imperdonable” y el otorgamiento de un “perdón de lo imperdonable”, empleando las palabras de Orozco, cuando con la justicia transicional se tiende a privilegiar la reconciliación sobre la justicia y se predomina el perdón sobre el castigo56.

67 De tal forma, y como se ha señalado en trabajos anteriores57, con la ley 975 de 2005 se buscaba estratégicamente dar un sustento jurídico a las desmovilizaciones de los paramilitares, bajo el cobijo del discurso de la justicia transicional, en donde se planteaba el objetivo explícito de alcanzar la reconciliación nacional.

68 La cuestión central del proceso de justicia y paz giró en torno a asignar un lugar privilegiado a ese proyecto político-económico, otorgando un reconocimiento a los paramilitares en particular, y al paramilitarismo en general, en el orden social y político del país. Adicionalmente, estuvo en juego la definición del lugar que se destinaría a la verdad, la justicia y la reparación; del mismo modo, también se levantó la cuestión del lugar que tendrían las víctimas del conflicto armado. En este mismo orden de ideas, hay otros aspectos relacionados que estuvieron en juego (y que aún lo están), como es el papel que sería otorgado a la memoria y a la verdad, que a su vez nos remonta a los debates acerca del privilegio de la memoria oficial y la verdad jurídica, sobre la memoria no oficial y la verdad histórica del conflicto armado colombiano.

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69 Existe una intencionalidad política que acompaña y da forma al proceso de justicia y paz: contemplar la posibilidad para la legal participación de los actores armados (léase paramilitares). Detrás de esta intencionalidad política también se puede suponer que el objetivo estratégico impulsado por el gobierno Uribe en esta materia fue la legalización de los mencionados vínculos del ex presidente con el paramilitarismo58; “el Presidente Álvaro Uribe adoptó la Ley de Justicia y Paz o la legalización del paramilitarismo, en el sentido de asegurar la impunidad de sus acciones, permitirles legalizar sus bienes ilícitos y dotarlos de facilidades para el ejercicio político”59.

70 La ley de justicia y paz ha sido producto de las relaciones de poder, pero a su vez, ha tenido un efecto en las relaciones sociales y ha posibilitado la configuración de espacios sociales60, que para el caso particular, nos remiten a los procesos de subjetivación política de los agentes del campo, en el sentido expresado por Bourdieu. De tal forma, las disposiciones del campo de justicia y paz están relacionadas con procesos de subjetivación política, de víctimas y victimarios, de la misma forma en que la ley de víctimas y restitución de tierras también produce determinadas disposiciones para la configuración de las víctimas en sujetos61, es decir, podemos identificar el campo de justicia y paz y la misma ley de víctimas y restitución de tierras como espacios de subjetivación, en los que las víctimas han dado nuevos significados y reapropiaciones a esta categoría jurídica.

4. Narrar el pasado desde las voces de las víctimas

71 El área de Memoria Histórica que nace con la CNRR tiene la misión de elaborar, “una narrativa integradora e incluyente sobre las razones para el surgimiento y la evolución del conflicto armado interno, sobre los actores e intereses en pugna, así como sobre las memorias que se han gestado en medio del mismo, con opción preferencial por las memorias de las víctimas y por las que han sido hasta ahora suprimidas, subordinadas o silenciadas”62.

72 Para muchas de las víctimas del conflicto armado colombiano narrar el mismo “se ha convertido lentamente, en un imperativo”, de tal forma que desde la base, desde las mismas asociaciones de víctimas se han venido organizando proyectos de construcción de memoria que recogen experiencias de diversa naturaleza como lo es el arte, la comunicación, la política y la religión. Este imperativo de narrar el conflicto desde diversos ámbitos también posibilita hablar de una polifonía para la memoria en donde la historia reciente es recreada, reconstruida y recordada por diversas voces63. Del mismo modo, el ejercicio de narración de la experiencia traumática se constituye en “un proceso individual, como testigo de un momento histórico crucial y como contador de esa historia”, pero es también un “asunto colectivo” empleado por “las comunidades para reafirmarse aún después de grandes cambios (…), un recurso para delinear los conflictos sociales, un dispositivo para avanzar en la configuración de un relato histórico a través de la cultura”64.

73 El carácter colectivo de narrar la historia provee entonces de un “marco de intersubjetividad”, de un espacio de significados que contiene la memoria social, sin olvidar que el hecho de narrar implica “romper la mudez de las víctimas que se ha traducido en amnesia e impunidad”65. Desde el GMH se parte de la relación estrecha que existe entre la reconstrucción de la memoria y el fortalecimiento democrático, y en este sentido, el Grupo reconoce “el carácter político de la memoria (…) y el papel

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fundamental de la memoria en los procesos de democratización en situaciones de conflicto”, es así como el grupo también parte de una concepción de la memoria como una forma de justicia.

74 En este sentido, abrir el espacio social y político para escuchar las voces de las víctimas y así configurar una memoria histórica incluyente implica comenzar a cuestionar y superar una historia oficial excluyente que ha sido socialmente aceptada y difundida en textos escolares, discursos de dirigentes políticos, museos y en otro tipo de escenarios públicos66. No obstante, no hay que dejar de lado que la memoria, y por ende las “narrativas sobre el pasado”, son un “campo de tensión donde se constituyen y refuerzan o retan y transforman jerarquías, desigualdades y exclusiones sociales”67. Asimismo, en esa reconstrucción del pasado en la que coexisten diferentes versiones del mismo, se tiende a “distribuir” responsabilidades entre los actores del conflicto y a la vez a forjar vínculos políticos y sociales, de ahí que la memoria sea “un acto político y social”68.

75 Por otra parte, al ser un acto político, la memoria tiende a ser un espacio de disputa por las versiones del pasado, en el que los actores involucrados en el conflicto consideran su visión de la historia como una “verdad absoluta”, y por lo tanto la historia puede ser manipulada, de allí la necesidad de dar voz a los que usualmente no han sido escuchados, como las víctimas del conflicto; y en este sentido, comenzar a dar un lugar a las voces de las víctimas en el ámbito social y político es hacer un esfuerzo por obtener justicia, puesto que implica a su vez “una oposición a la imposición de una memoria política” que tradicionalmente ha sido excluyente69.

76 Reconocer las voces de las víctimas que reconstruyen el pasado refleja un importante esfuerzo por democratizar las memorias, aunque no hay que perder de vista que “la memoria es el resultado de prácticas políticas y sociales producto de la confrontación de actores con distintos grados de poder”70.

77 Ahora bien, en el marco del conflicto armado colombiano, tiende a darse una “verdad caleidoscópica”, producto de un “diálogo indirecto” entre víctimas, victimarios y fiscales, en donde ha tendido a predominar la voz de los victimaros dentro del marco del proceso de Justicia y Paz. Sin embargo, a pesar del protagonismo de la voz de los victimarios, “en la construcción caleidoscópica de la verdad, se trata de buscar que los fragmentos de verdad que cada uno de los [actores] aporta, finalmente casen unos con otros y produzcan la verdad esperada por las víctimas”71, objetivo que justicia y paz no cumple.

78 Aún así, encontramos entonces en el proceso de justicia y paz un intento por articular dos tipos de orientaciones en relación con la construcción de la verdad: “la verdad que produzca el sistema (…) debe nacer y legitimarse en la cooperación entre las partes procesales (…) y la verdad de la guerra es ante todo la verdad de sus atrocidades y no tanto la verdad de los discursos que la legitimaron”; por lo tanto, en este proceso prevalece “la invisibilización de los aspectos políticos y la sobrevisibilización de los aspectos delincuenciales de la guerra colombiana, sobretodo en lo que atañe al paramilitarismo”72. Este predominio de las voces de los victimarios dentro del proceso de Justicia y Paz ha hecho que en el proceso de reconstrucción de la memoria se privilegie una verdad que no cumple con los estándares de la justicia transicional73. Cabe resaltar también que en esta dinámica de las versiones libres surge una “verdad incompleta” que da forma a una verdad más judicial que histórica.

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79 Por otro lado, la reconstrucción de la memoria como un proceso social y político se constituye en una pieza clave para el fortalecimiento de las identidades individuales y colectivas, así como se constituye en el “marco interpretativo” para determinar qué se recuerda y qué se olvida74.

5. Sobre la noción de víctima: sujeto histórico y de memoria

80 La reconstrucción o reconfiguración de la definición de víctima es un proceso que va de la mano con el proceso de subjetivación de las víctimas y con el mismo proceso de reconstrucción de la memoria o de las memorias no oficiales del conflicto armado. Identificar este vínculo entre los procesos mencionados, implica reconocer el peso simbólico, pero también político de esta categoría, así como reconocer que se presentan diferentes procesos de subjetivación política y por lo tanto, como lo menciona Jimeno, diferentes procesos de apropiación social de la categoría75.

81 Igualmente, la carga simbólica evidencia a su vez la naturaleza emocional que encierra la categoría y de esta forma su importancia social y política; “la importancia de la categoría de víctima radica en la posibilidad de expresar los hechos de violencia desde quienes la han sufrido, articulando en esta narrativa las emociones con la acción política”76. Cabe señalar nuevamente, que la definición de víctima es un punto de referencia para los procesos de subjetivación política, e incluso, esta categoría es un “punto para la acción y para la construcción y participación de nuevos procesos”, y en este sentido, cuando se supera la concepción de la víctima como una condición y se reemplaza por un “estado transitorio”, no necesariamente se está dejando de lado u olvidando lo sufrido, sino que por el contrario, se toma como “punto de partida para otras construcciones de los sujetos”77.

82 Específicamente, los contenidos que han llenado la noción de víctima han sido diversos, a pesar de que llegue a existir una conexión entre los mismos. Me interesa señalar aquellos que traen el componente de la memoria y que resaltan la concepción de la víctima como un “sujeto histórico” y por lo tanto un “sujeto de memoria” debido a “su capacidad de escoger aquello que quieren recordar, olvidar o utilizar para su propia vida en el presente y en el futuro”78.

83 Las víctimas como sujetos históricos y de memoria se constituyen a su vez en una memoria viviente que tiene un papel fundamental en el proceso de disputa por los sentidos y significados que se le quiere dar al pasado, y en este punto es fundamental señalar que uno de los aspectos clave que les permite a las víctimas constituirse en sujetos activos es “la capacidad de reconstrucción de sus vidas y de su identidad en términos positivos”79.

84 Otro punto importante que es conveniente señalar nos remite a la articulación de la subjetividad con la acción que permite no sólo la construcción de una memoria histórica, sino también la “construcción de identidad y movilización”80. De esta forma, “los sujetos deben ser vistos en su proceso de constitución, como condensadores de historicidad”, concepción que implica a su vez que este proceso de constitución sea una construcción histórico-política que se origina y toma forma en la expresión de las demandas colectivas, en la apropiación de la historia, en las movilizaciones y proyectos conjuntos81.

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85 Estos sujetos históricos, como ya se mencionó en párrafos anteriores, se encuentran situados inicialmente en determinadas posiciones que no necesariamente son inmutables y definidas de una vez y para siempre, sino que por el contrario varían dentro de esa lucha por los sentidos dominantes, en este caso particular, por la historia. El espacio social permite la convergencia del momento de sujeción que reproduce la dominación y la subordinación, y del momento de la subjetivación que posibilita nuevos lugares de enunciación y también de acción histórica; a esta “reapropiación de la situación posicional” pertenece el proceso mediante el cual las víctimas incorporan nuevas demandas que necesariamente entran a cuestionar el orden; evidentemente éste “genera relaciones asimétricas, produce exclusiones, dolor, sufrimiento, es decir, produce víctimas a las que niega”82. Esta exclusión y negación se convierten en elementos detonantes del cuestionamiento de dicho orden, si bien no necesariamente conduzcan a la movilización o acción colectiva inmediata. Más aún, “la conformación de estos sujetos políticos está estrechamente vinculada con la construcción de subjetividades que identifiquen activamente su situación subalterna y signifiquen el daño en términos políticos”83.

86 No obstante, hay que aclarar que dentro de esta búsqueda por el reconocimiento de sus derechos, se tiene como punto de partida el reconocimiento de quién es víctima, “el reconocimiento como sujeto de derechos parte primero por el reconocimiento de la condición de víctima”84. Pero nuevamente lo importante a resaltar es la concepción de la víctima como sujeto de memoria, siendo esta última “un medio de dignificación y autorreconocimiento”, y es precisamente “esta reconstrucción de memoria, la que finalmente permite aceptar la condición de víctima, no como una situación patológica, sino como un medio emocional de reconocer el dolor de las pérdidas sufridas”85.

87 Pero esa memoria que emerge de las víctimas es una memoria subalterna (o en plural) que pone de manifiesto la necesidad de replantear las memorias dominantes y en este sentido, la emergencia de las “memorias subterráneas” se encamina a la reconstrucción de la memoria histórica86.

88 Esta lucha entre la institucionalización-desinstitucionalización de las memorias oficiales y las subalternas tiene un carácter eminentemente político, no sólo porque existe una relación entre memoria y poder, sino porque el espacio político se constituye en el lugar privilegiado en donde se llevan a cabo las luchas sobre el pasado, sobre sus significados, sobre su lugar en el orden social. En el espacio político se ponen en escena pública las diferentes interpretaciones sobre el pasado, las diferentes narraciones y por supuesto los contenidos de las mismas, así como sus narradores; “la dimensión política de la memoria tiene su mayor expresión en la puesta en público de esas diferentes narraciones y sus contenidos; es un escenario de conflicto y negociación, de tensión y rupturas, de silencios y olvidos”87.

89 Si bien es cierto que el espacio político es el lugar de encuentro y desencuentro de las diferentes memorias y reconstrucciones del pasado, las memorias de la violencia, como es el caso que nos atañe, van a implicar una “lucha por la legitimidad de la narrativa”, puesto que víctimas y victimarios no reconstruyen una misma memoria y tampoco cuentan con los mismos recursos para hacerlo, hecho que incide en las posibilidades que se tenga de visibilizarlas88;“esas memorias desde el punto de vista social y político son muy diferentes, están diversamente jerarquizadas y opuestas por relaciones de dominación, formas de visibilidad y legitimidad”89.

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90 Claro está, no se pretende desconocer que la verdad de los victimarios es producto de sus propias narrativas que se encuentran inscritas dentro del conflicto armado y que por ende, obedecen a los intereses, motivaciones y por supuesto contexto en el que emergen; del mismo modo, la reconstrucción del pasado que realizan los victimarios establece a su vez una visión del mundo, de lo social, de lo político, del Estado, del otro, y en general de sus imaginarios que entran a competir por su validación y legitimidad social, “los victimarios movilizan también discursos y recursos simbólicos siguiendo múltiples intereses políticos (como su legitimación) o intereses judiciales (como la reducción de sus penas)”90.

91 Al reconocer el carácter democrático que debe tener la reconstrucción de la memoria y al incluir diversas voces en esta reinterpretación del pasado, se reconoce también que la víctima es sobretodo un “sujeto de derechos” y que la lucha por éstos está ligada estrechamente con un imperativo de justicia, “nombrarse víctima significa la posibilidad de reconocimiento y dignificación”91.

6. La tragedia de Trujillo desde las voces de las víctimas: primer informe de memoria histórica de la CNRR

“Colombia ha vivido las últimas décadas en luto permanente. Masacres y otras formas de violencia colectiva con diversas magnitudes, intencionalidades y secuelas han ensangrentado la geografía nacional. Entre 1982 y 2007, el Grupo de Memoria Histórica ha establecido un registro provisional de 2.505 masacres con 14.660 víctimas. Colombia ha vivido no sólo una guerra de combates, sino también una guerra de masacres. Sin embargo, la respuesta de la sociedad no ha sido tanto el estupor o el rechazo, sino la rutinización y el olvido”92.

92 El primer informe de memoria histórica de la CNRR se inscribe en la necesidad de “explicar y procesar los hechos traumáticos” que tienen las víctimas del conflicto armado y la misma sociedad colombiana. Bajo este imperativo de reconstrucción de la memoria histórica se busca no sólo un esclarecimiento de lo ocurrido que posibilite superar la impunidad y el silencio, sino también una reparación simbólica que brinde algo de alivio a las víctimas en sus procesos de duelo, y el reconocimiento de los horrores del pasado que no pueden volver a repetirse93.

93 La masacre de Trujillo evidencia varios hechos que refuerzan el horror de una “masacre continua” como la “profesionalización del torturador” y la “despersonalización la responsabilidad en los hechos”, la “deshumanización de la víctima” y la impunidad reinante en torno a lo ocurrido.

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94 Lo sucedido en Trujillo reúne, “una secuencia de desapariciones forzadas, torturas, homicidios selectivos, detenciones arbitrarias y masacres, de carácter generalizado y sistemático, ocurridas en los municipios de Trujillo, Riofrío y Bolívar entre 1986 y 1994, con un total de 245 víctimas, perpetradas por una alianza regional y temporal entre estructuras criminales de los narcotraficantes Diego Montoya y Henry Loaiza, y fuerzas de seguridad del Estado como la Policía y el Ejército, cuyo principal designio criminal fue contrainsurgente”94.

95 La masacre de Trujillo constituye un referente no sólo en términos de los crímenes cometidos, sino y sobretodo, en términos de la lucha emprendida por las víctimas para la reconstrucción de la memoria histórica. Trujillo pone en evidencia “expresiones de resistencia” y “recursos de memoria” que posibilitaron “batallas por la memoria” en las que las víctimas denunciaron, pero también se organizaron y conformaron la red de apoyo “Asociación de Familiares de Víctimas de Trujillo” (AFAVIT) que a su vez se articula con el Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE).

96 Es importante anotar que en la masacre de Trujillo casi en su totalidad las víctimas directas fueron hombres, motivo para que la “comunidad de derecho” conformada por los familiares de estas víctimas estuviera constituida por mujeres quienes “forzadas por la violencia, dieron el salto de la vida privada a la escena pública al tener que asumir el relevo de los liderazgos familiares y sociales que ejercían los hombres, asesinados o desaparecidos”95.

97 La organización de las víctimas de Trujillo en una comunidad portadora de derechos que logra superar de alguna forma la “comunidad de duelo”, nos muestra cómo la memoria se constituye en un “mecanismo de empoderamiento” para las víctimas, así como en una forma de justicia y reparación96.

98 Sin embargo y como se ha señalado en párrafos anteriores, la reconstrucción de la memoria es también una lucha por los significados del pasado y por la defensa de narrativas y testimonios que no necesariamente coinciden; al contrario, la lucha por la memoria es una lucha que se da entre una pluralidad de voces que comparten un “pasado doloroso”. Igualmente, esta tarea de reconstruir el pasado de la masacre de Trujillo ha estado marcada por “continuas amenazas y ataques físicos y simbólicos a la memoria y a sus guardianes”97.

99 La fragilidad del proceso de reconstrucción del pasado implicó un cuidadoso trabajo de la CNRR con la comunidad de víctimas en donde se buscó establecer una relación de “confianza, gradual apertura y negociación de las metas de la recuperación de la memoria histórica” mediante la realización de un Taller de Memoria, realizado entre el 20 y 21 de febrero de 2008. Su objetivo fue, entre otros: “facilitar un proceso de construcción de sentido y memorias desde las perspectivas de las mujeres de Trujillo con el propósito de que contribuyeran a la reconstrucción de una memoria histórica integradora de las voces diversas de las víctimas y residentes del municipio”98.

100 Las narrativas compartidas en este taller parten del reconocimiento del dolor como el hilo que va tejiendo los eventos trágicos, aún así, el sentido que adquiere el pasado violento no es el mismo para todas las víctimas. El GMH de la CNRR identificó tres “estructuras narrativas” a partir de las cuales se derivan esos diversos significados y sentidos del pasado: (1) “el sufrimiento social” que se convierte en catalizador para la conformación de una “comunidad simbólica de dolientes” y que permite afirmar el carácter social de la memoria; (2) la “elaboración del duelo”, mediante el cual se

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estructuran las conmemoraciones y otro tipo de rituales que posibilitan la “socialización de los recuerdos”; y (3) “el horizonte de la verdad, la justicia y la reparación”, bajo el cual las víctimas conciben la reconstrucción de la memoria como una “labor de resistencia frente al olvido y a la impunidad”99. Lo anterior permite que estas comunidades de duelo se constituyan también en “comunidades de resistencia” a través de la recuperación de la memoria.

101 Considero importante señalar que si bien en Colombia se ha avanzado en la recuperación de la memoria histórica gracias a las iniciativas institucionales y a las no oficiales, la prevalencia y prolongación de las dinámicas del conflicto armado hace que esta gran memoria histórica constituida de relatos, testimonios y narrativas de las víctimas se encuentre amenazada; muchos de los “guardianes de la memoria” de Trujillo han salido del país exiliados bajo amenazas a su integridad. Estas constantes amenazas refuerzan la concepción de la memoria como un “campo de disputa social”, y además pueden socavar los esfuerzos de recuperación del pasado al generar “profundos silencios y resistencias al ejercicio de la memoria”100.

Consideraciones finales

102 La reconstrucción de la(s) memoria(s) en el contexto colombiano ha estado enmarcada dentro del proceso de justicia y paz, que a su vez se constituyó en el marco jurídico del proceso de desarme, desmovilización y reinserción del paramilitatismo en el país, en el que también se contemplan los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación. Bien se señaló que dicho proceso cobija los preceptos de la justicia transicional aún cuando no es posible considerar el caso colombiano como un escenario de postconflicto. Esta justicia transicional a la colombiana, es decir, sin transición, es el claro “ejemplo de la justicia transicional aplicada por analogía, sin que exista el contexto de cambio”101.

103 Adicionalmente, el tipo de verdad que se privilegia en las “versiones libres” en las que los victimarios que han sido postulados a la ley 975 de 2005 narran su versión de los hechos, ha producido una “verdad precaria” e “incompleta”, no sólo para las víctimas, sino también para el cumplimiento del objetivo manifiesto del proceso de justicia y paz: la reconciliación nacional. En este orden de ideas, al privilegiarse una verdad más judicial que histórica y al privilegiar la voz de los victimarios sobre las voces de las víctimas, “el proceso de justicia y paz a pesar de reconocer los derechos de las víctimas entre sus principios más elementales, no ha conseguido hacer de la escena judicial un espacio de impugnación del discurso del victimario mediante el empoderamiento de las voces de las víctimas”102.

104 Del mismo modo, al confundirse la verdad judicial con la verdad histórica, el tipo de memoria que surge en estos espacios de las versiones libres busca imponer una visión del pasado que proviene de los victimarios y que termina por reproducir lógicas de impunidad. De ahí la importancia de “democratizar la(s) memoria(s)”, porque “trabajar en la memoria histórica implica incluir voces que han sido continuamente excluidas y suprimidas de los procesos de elaboración de la historia, sobre todo de aquella versión que se selecciona para ser oficializada en textos escolares, discursos públicos, monumentos o museos”103.

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105 Por último, la búsqueda y creación de nuevas formas de existencia ligada con la resignificación y apropiación de la noción de víctima se relaciona con las formas de narrar el pasado, de otorgarle diferentes significados, y con la reconfiguración de una memoria histórica que valide, documente, y dé su lugar a las voces de las víctimas. La visibilidad de las víctimas y su reconocimiento vienen de la mano con el reconocimiento de diferentes formas de narrar la historia. Pero, a su vez, se constituye como mecanismo para cuestionar el predominio de una memoria oficial que reproduce espacios de poder en los que se ha situado tradicionalmente a las víctimas en un lugar de exclusión. En palabras de Elsa Blair, se deber realizar “una apuesta por (des)estatalizar las memorias para que no sean los espacios [institucionales] de poder, sino el poder de los espacios el que se convierta en el escenario propicio para la emergencia y legitimación de otras formas de expresión de la memoria”104.

Fuentes y Documentos

106 Área de Memoria Histórica (CNRR), Recordar y narrar el conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica, Fotoletras S. A., Bogotá, 2009.

107 Centro de Memoria Histórica (CMH), Justicia y Paz ¿Verdad judicial o verdad histórica?, Taurus, Bogotá, 2012.

108 Centro de Memoria Histórica (CMH), Justicia y paz: los silencios y los olvidos de la verdad, Centro de Memoria Histórica, Bogotá, 2012.

109 Centro de Investigación y Educación Popular / Programa por la paz, Conflicto armado en Colombia durante 2011/ Informe especial, Cinep, Bogotá, junio 2012.

110 Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), Trujillo: Una tragedia que no cesa, Primer Gran Informe de Memoria Histórica de la CNRR, Planeta, Bogotá, 2008.

111 Jaramillo Marín, Jefferson, Las Comisiones de estudio sobre la violencia en Colombia: tramas narrativas y ofertas de sentido temporal para comprender la violencia, Tesis para obtener el grado de Doctor en Investigación en Ciencias Sociales con mención en Sociología, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, México, 2011, disponible en http://www.flacsoandes.org/dspace/bitstream/10469/3328/3/ TFLACSO-03-2011JJM.pdf, consultado el 17 de agosto de 2014.

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NOTAS

1. Este artículo integra el proyecto de investigación “Ley de víctimas y restitución de tierras en Colombia: constitución de un espacio social, jurídico y político para las víctimas del conflicto armado”, en el marco del Programa de estancias posdoctorales de la Dirección General de Asuntos de Personal Académico (DGAPA) UNAM. 2. Orozco Abad, Iván, Justicia transicional en tiempos de deber de memoria, Temis- Universidad de Los Andes, Bogotá, 2009. 3. Uribe, María Teresa, “Esclarecimiento histórico y verdad jurídica: notas introductorias sobre los usos de la verdad”, en De Gamboa, Camila, Justicia transicional: teoría y praxis, Universidad del Rosario, Bogotá, 2006, p. 324- 344. 4. Uribe, M. T., “Esclarecimiento histórico”, Op. Cit., p. 326. 5. Si bien la CNRR se constituye en el esfuerzo institucional más reciente para la reconstrucción de la memoria histórica del conflicto armado en Colombia, es importante resaltar que en el pasado se han presentado dos Comisiones de Investigación sobre la violencia que tuvieron un alcance significativo en cuanto a los orígenes de la violencia y en este sentido se constituyeron en relevantes “diagnósticos” de la situación sociopolítica de ese momento, me refiero en específico a la Comisión Investigadora de 1958 y la Comisión de Expertos de 1987. Para una comprensión completa de los alcances e impacto de las comisiones mencionadas recomiendo revisar el trabajo de Jaramillo Marín, Jefferson, Pasados y presentes de la violencia en Colombia: estudio sobre las comisiones de investigación (1958- 2011), Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2013. 6. Blair, Elsa, “Los testimonios o las narrativas de la(s) memoria(s)”, Estudios Políticos, nº 32, 2008, p. 85- 115. 7. Hayner, Priscilla, Verdades Innombrables, Fondo de Cultura Económica, México D. F., 2008, p. 13. 8. Hayner, P., Verdades Innombrables, Op. Cit., p. 13. 9. Hayner, P., Verdades Innombrables, Op. Cit., p. 42. 10. Hayner, P., Verdades Innombrables, Op. Cit., p. 44. 11. Vale la pena mencionar que a mediados de agosto de 2014 el Presidente Juan Manuel Santos anunció la conformación de la Comisión Histórica del Conflicto y sus víctimas, integrada por 12 reconocidos especialistas que tienen la tarea de dar una interpretación sobre los orígenes y el desarrollo del conflicto colombiano. 12. Hayner, P., Verdades Innombrables, Op. Cit., p. 66. 13. Rabotnikof, Nora, “Memoria y política a treinta años del golpe”, en Lida, Clara & Crespo, Horacio & Yankelevich, Pablo (comps.), Argentina, 1976. Estudios en torno al golpe de Estado, El Colegio de México, México, p. 260-261, citada por Jaramillo Marín, Jefferson, “Tres experiencias emblemáticas de pasados violentos. Argentina, Guatemala y Colombia”, XXVII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, Asociación Latinoamericana de Sociología, Buenos Aires, 2009, p. 10, disponible en http://www.aacademica.com/000-062/2244.pdf, consultado el 20 de agosto de 2014. 14. Rabotnikof, N., “Memoria y política”, Op. Cit., p. 5. 15. Rabotnikof, N., “Memoria y política”, Op. Cit., p. 5. 16. Decreto Supremo 355 que crea la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación de Chile, 25 de abril de 1990, citado por Hayner, P., Verdades innombrables, Op. Cit., p. 67.

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17. Orozco, Iván, Sobre los límites de la conciencia humanitaria. Dilemas de la paz y la justicia en América Latina, Universidad de Los Andes / Editorial Temis, Bogotá, 2005, p. 198. 18. Hayner, P., Verdades Innombrables, Op. Cit., p. 72. 19. Orozco, I., Sobre los límites de la conciencia, Op. Cit., p. 208. 20. Orozco, I., Sobre los límites de la conciencia, Op. Cit., p. 217. 21. Orozco, I., Sobre los límites de la conciencia, Op. Cit., p. 218. 22. Hayner, P., Verdades Innombrables, Op. Cit., p. 75. 23. Jaramillo Marín, J., “Tres experiencias emblemáticas”, Op. Cit., p. 10. 24. Jaramillo Marín, J., “Tres experiencias emblemáticas”, Op. Cit., p. 6. 25. Jaramillo Marín, J., “Tres experiencias emblemáticas”, Op. Cit., p. 6. 26. Sánchez, Gonzalo, “Retos de la verdad y la memoria en medio del conflicto”, en Bleeker, M. & Ciurlizza, Javier & Bolaños Vargas, Andrea, Memorias de la conferencia “El legado de la verdad: Impacto de la justicia transicional en la construcción de la democracia en América Latina”, Bogotá, del 19 al 21 de julio de 2007, disponible en http://www.humanitarios.org/IMG/ pdf_legado_de_la_verdad.pdf, consultado el 20 de agosto de 2014. 27. Sánchez, Gonzalo, “Retos de la verdad y la memoria”, Op. Cit., p. 65. 28. Sánchez, Gonzalo, “Retos de la verdad y la memoria”, Op. Cit., p. 65. 29. Sánchez, Gonzalo, “Retos de la verdad y la memoria”, Op. Cit., p. 65. 30. Pizarro Leóngomez, Eduardo, “Dilemas de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación en Colombia”, en Bleeker, M. & Ciurlizza, J. & Bolaños Vargas, A., Memorias de la conferencia, Op. Cit., p. 176. 31. Jaramillo Marín, Jeffeson, Las Comisiones de estudio sobre la violencia en Colombia: tramas narrativas y ofertas de sentido temporal para comprender la violencia, Tesis para obtener el grado de Doctor en Investigación en Ciencias Sociales con mención en Sociología, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, México, 2011, p. 282. Disponible en http:// www.flacsoandes.org/dspace/bitstream/10469/3328/3/TFLACSO-03-2011JJM.pdf., consultado el 17 de agosto de 2014. 32. Sánchez, G., “Retos de la verdad y la memoria”, Op. Cit. 33. Sánchez, G., “Retos de la verdad y la memoria”, Op. Cit. 34. Sánchez, G., “Retos de la verdad y la memoria”, Op. Cit. 35. La Violencia con v mayúscula fue un periodo de la historia colombiana que enfrentó a los dos partidos tradicionales del país: el Partido Conservador y el Partido Liberal, desde la década de los cuarenta del siglo XX, hasta finales de los años cincuenta cuando se estableció el Frente Nacional en el año de 1958 para dar fin a esta confrontación armada entre las colectividades partidistas. Durante este periodo de “La Violencia” se gestaron las primeras guerrillas liberales para hacer frente a poder coercitivo del Estado. El Frente Nacional por otra parte fue el pacto político de alternancia del poder entre el Partido Liberal y el Conservador durante 16 años. 36. Como fueron los casos del Movimiento 19 de abril o M-19 y del Ejército Popular de Liberación- EPL, que se desmovilizaron en 1990. 37. Centro de Investigación y Educación Popular/Programa por la paz, Conflicto armado en Colombia durante 2011 Informe especial, CINEP, Bogotá, junio 2012, p. 5. 38. El Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, suscrito por los delegados del gobierno de la República de Colombia y de las FARC, fue el resultado de los encuentros exploratorios llevados a cabo en La Habana, entre febrero 23 y agosto de 26 de 2012, en donde también participaron los gobiernos de Cuba y de Noruega como garantes, y se contó con el apoyo del Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela como facilitador de logística y acompañante. En el acuerdo se establece dar inicio a las conversaciones “directas e ininterrumpidas” sobre los cinco puntos clave que componen la agenda a saber: política de desarrollo agrario integral que contempla a su vez los subtemas de acceso y uso de la tierra, programas de desarrollo, infraestructura y sistema de seguridad alimentaria; el eje de

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participación política que contiene derechos y garantías para el ejercicio de la oposición política, mecanismos democráticos de participación ciudadana, y promoción de la participación política en los niveles nacional, regional y local; el fin del conflicto que implicará el “cese al fuego y de hostilidades, bilateral y definitivo”, la dejación de las armas y la reincorporación de los ex combatientes; la solución al problema de drogas ilícitas, y el tema de las víctimas. 39. El fenómeno de la parapolítica es una muestra de lo anterior, en donde se comprobó la capacidad de influencia y el mismo poder político paramilitar detentado en los ámbitos local, regional y hasta nacional del país; a varios los congresistas elegidos para el período 2002-2006 se les identificó su nexo con el paramilitarismo, incluso, muchos de ellos fueron apoyados directamente en las campañas electorales por las AUC. Semana, “Para entender la parapolítica”, 10 de febrero de 2007, disponible en , consultado el 20 de abril de 2014. 40. Delgado, Mariana, Las víctimas como sujetos políticos en el proceso de justicia y paz en Colombia: discursos imperantes y disruptivos en torno a la verdad, la justicia, la reparación y la reconciliación, tesis para optar al grado de Doctora en Ciencias Sociales con mención en Sociología, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso, México, 2011, p. 78. 41. Cubides, Fernando, Burocracias armadas, Norma, Bogotá, 2005, p. 75. 42. Centro de Memoria Histórica (CMH), Justicia y Paz ¿Verdad judicial o verdad histórica?, Taurus, Bogotá, 2012, p. 256. 43. Centro de Memoria Histórica (CMH), Justicia y Paz, Op. Cit. 44. Anderlini, Sanam Naraghi & Conaway, Camille Pampell & Kays Lisa, “Transitional Justice and Reconciliation”, en Inclusive Security, sustainable Peace: a Toolkit for Advocacy and Action, Hunt alternatives Fund, Londres, 2007, p. 1. 45. Roth- Arriaza, Naomi, “The New Landscape of Transitional Justice”, en Roth- Arriaza, Naomi & Mariezcurrena, Javier (eds.), Transitional Justice in the Twenty-First Century: Beyond Truth versus Justice, Cambridge University Press, Cambridge, 2006, p. 2. 46. Orozco, Iván, “Reflexiones impertinentes: sobre la memoria y el olvido, sobre el castigo y la clemencia”, en Rettberg, Angelika (comp.), Entre el perdón y el paredón. Preguntas y dilemas de la justicia transicional, Universidad de los Andes, Bogotá, 2005, p. 76. 47. Anderlini, S. N. et al, “Transitional Justice and Reconciliation”, Op. Cit. 48. Uprimny, Rodrigo & Saffon, María Paula, “Usos y abusos de la justicia transicional en Colombia”, 2006, p. 2, disponible en http://dejusticia.org/interna.php? id_tipo_publicacion=2&id_publicacion=352. 49. Uprimny, Rodrigo, “Derecho a la verdad: alcances y límites de la verdad judicial”, en De Gamboa, Camila, Justicia transicional: Teoría y praxis, Universidad del Rosario, Bogotá, 2006, p. 14. 50. Uprimny, R., “Derecho a la verdad”, Op. Cit., p. 15. 51. Bleeker, M., Introducción a las memorias del Seminario El legado de la verdad: impacto de la justicia transicional en la construcción de la democracia en América Latina, DFAE, Bogotá, 2007. 52. Arango, Rodolfo, “Justicia transicional y derechos en contextos de conflicto armado”, en Memorias del seminario: El legado de la verdad: Impacto de la justicia transicional en la construcción de la democracia en América Latina, 2007, p. 118, disponible en http://www.ictj.org/es/news/pubs/ index.html#. 53. Orozco, I., “Reflexiones impertinentes: sobre la memoria”, Op. Cit. 54. Orozco, I., “Reflexiones impertinentes: sobre la memoria”, Op. Cit., p. 180. 55. Claro está que esto último también es debatible cuando han sido los mismos victimarios los que han hecho uso de un discurso que pretende legitimar su acción y que los representa, ya sea como víctimas del olvido estatal (como estrategia discursiva de las FARC), o víctimas de la violencia guerrillera (como recurso discursivo de las AUC). 56. Orozco, I., “Reflexiones impertinentes: sobre la memoria”, Op. Cit. 57. Delgado, M., Las víctimas como sujetos políticos, Op. Cit.

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58. Desde su periodo como gobernador del Departamento de Antioquia, al occidente del país, los supuestos vínculos con el paramilitarismo han sido señalados por sectores de izquierda y por activistas de derechos humanos. Cabe señalar que durante la presidencia de Ernesto Samper (1994- 1998) fueron impulsadas las Asociaciones Comunitarias de Vigilancia Rural, “Convivir”, como un proyecto para “regularizar” el paramilitarismo a través de “funciones de inteligencia para las fuerzas armadas”; lo que nos interesa para este caso señalar que el “epicentro” de las convivir fue el Departamento de Antioquia durante los años en que Álvaro Uribe estuvo en la gobernación. Véase Velásquez, Edgar de Jesús, “Historia del paramilitarismo en Colombia”, Historia Sao Paulo, vol. 26, n°1, 2007, p. 134-153. 59. Velásquez, E. de J., “Historia del paramilitarismo en Colombia”, Op. Cit., p. 140. 60. Carvajal, Jorge, “La sociología jurídica y el derecho”, Revista Prolegómenos, Derechos y Valores, vol. XIV, n°27, Enero- Junio 2011, p. 117. 61. Tema que será abordado en un próximo artículo. 62. Área de Memoria Histórica (CNRR), Recordar y narrar el conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica, Fotoletras S. A., Bogotá, 2009, p. 19. 63. Nieto, Patricia, “Relatos autobiográficos de víctimas del conflicto armado”, Revista de Estudios Sociales, Bogotá, n°36, Agosto de 2010, p. 76- 86. 64. Nieto, P., “Relatos autobiográficos de víctimas”, Op. Cit., p. 81. 65. Nieto, P., “Relatos autobiográficos de víctimas”, Op. Cit., p. 81. 66. Área de Memoria Histórica (CNRR), Recordar y narrar el conflicto, Op. Cit., p. 26. 67. Área de Memoria Histórica (CNRR), Recordar y narrar el conflicto, Op. Cit., p. 34. 68. Área de Memoria Histórica (CNRR), Recordar y narrar el conflicto, Op. Cit., p. 34. 69. Área de Memoria Histórica (CNRR), Recordar y narrar el conflicto, Op. Cit., p. 34. 70. Área de Memoria Histórica (CNRR), Recordar y narrar el conflicto, Op. Cit., p. 34. 71. Centro de Memoria Histórica (CMH), Justicia y Paz ¿Verdad judicial o verdad histórica?,Taurus, Bogotá, 2012, p. 606. 72. Centro de Memoria Histórica (CMH), Justicia y Paz, Op. Cit., p. 26. 73. Centro de Memoria Histórica (CMH), Justicia y Paz, Op. Cit., p. 369. 74. Área de Memoria Histórica (CNRR), Recordar y narrar el conflicto, Op. Cit. 75. Jimeno, Myriam, “Después de la masacre: la memoria como conocimiento histórico”, Cuadernos de Antropología Social, n°33, 2011, p. 39- 52. 76. Jimeno, M., “Después de la masacre: la memoria”, Op. Cit. Citado en Carrizosa, Catalina, “El trabajo de la memoria como vehículo de empoderamiento político. La experiencia del salón del Nunca Más”, en Boletín de antropología Universidad de Antioquia, vol. 25, n°42, 2011, p. 54. 77. Carrizosa, C., “El trabajo de la memoria”, Op. Cit., p. 54. 78. Corporación Arve, Víctimas sujetos de memoria, 2009, disponible en http:// www.corporacionavre.org/files/pdf/memoriasvictimas2009.pdf. 79. Blair, Elsa, “Los testimonios o las narrativas”, Op. Cit., citado en Acebedo, Laura, “Reflexiones en torno a la categoría de víctima: una mirada a las organizaciones de víctimas de crímenes de Estado en Medellín”, ponencia presentada en las III Jornadas Debates Actuales de la Teoría Política Contemporánea Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 2012, disponible en http://es.scribd.com/doc/99740791/Laura-Acebedo-Reflexiones-en-torno-a-la- categoria-de-victima. 80. Acebedo, L., “Reflexiones”, Op. Cit., p. 12. 81. Zemelman, Hugo, “Los sujetos sociales, una propuesta de análisis”, Revista de Tecnología Educativa, vol. 13, n°1, 1990, p. 7- 13. 82. Zemelman, Hugo, “Los sujetos sociales”, Op. Cit. 83. Retamozo, M., “Sujetos políticos teoría y epistemología”, Op. Cit., p. 87. 84. Daza, Gisela, “Las víctimas en la socialización”, Revista Nómadas, n°25, 2006, p. 111. 85. Jimeno, M., “Después de la masacre”, Op. Cit., p. 45.

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86. Blair, E., “Los testimonios o las narrativas de la(s) memoria(s)”, Op. Cit. 87. Blair, E., “Los testimonios o las narrativas de la(s) memoria(s)”, Op. Cit., p. 71. 88. Sánchez, Gonzalo, “Los victimarios ante los estrados judiciales”, Revista Análisis Político, vol. 18, n°54, 2010, p. 130. 89. Da Silva, Ludmila, “Pasados en conflicto. De Memorias dominantes, subterráneas y denegadas”, conferencia presentada en la Universidad de Antioquia, en el marco de conmemoración de los 10 años del grupo Cultura, Violencia y Territorio, 27 de octubre de 2010, Medellín. Publicada parcialmente en Debates, septiembre-diciembre 2010, Universidad de Antioquia, Medellín, p. 57. 90. Sánchez, G., “Los victimarios ante los estrados judiciales”, Op. Cit. 91. Área de Memoria Histórica, Recordar y narrar el conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica, Fotoletras S. A., Bogotá, 2009, p. 42. 92. Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), Trujillo: Una tragedia que no cesa, Primer gran informe de memoria histórica de la CNRR, Planeta, Bogotá, 2008, p. 13. 93. Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), Trujillo: Una tragedia, Op. Cit., p. 14. 94. Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), Trujillo: Una tragedia, Op. Cit., p. 39. 95. Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), Trujillo: Una tragedia, Op. Cit., p. 25. 96. Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), Trujillo: Una tragedia, Op. Cit. 97. Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), Trujillo: Una tragedia, Op. Cit. 98. Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), Trujillo: Una tragedia, Op. Cit., p. 201. 99. Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), Trujillo: Una tragedia, Op. Cit., p. 209. 100. Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), Trujillo: Una tragedia, Op. Cit., p. 213. 101. Lyons, Amanda, Transiciones en contienda: disyuntivas de la justicia transicional en Colombia desde la experiencia comparada, Centro Internacional para la Justicia Transicional, Bogotá, 2010. 102. Centro de Memoria Histórica (CMH), Justicia y Paz ¿Verdad judicial o verdad histórica?, Op. Cit., p. 245. 103. Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), Recordar y narrar el conflicto. Herramientas para reconstruir memoria histórica, Fotoletras, S. A., Bogotá, 2009, p. 26. 104. Blair, E., “Los testimonios o las narrativas dela(s) memoria(s)”, Op. Cit., p. 77.

RESÚMENES

Comparada con Argentina, Chile y Centroamérica, la reconstrucción colombiana de las memorias acerca del pasado violento, inscritas en el contexto del conflicto armado, es un ejercicio relativamente reciente: la adopción de instrumentos de la justicia transicional se ha venido dando en los últimos 10 años. Su particularidad es la implementación de una justicia transicional “sin transición”. Dado lo anterior, los esfuerzos oficiales y no oficiales de reconstrucción de la memoria histórica se enmarcan en las mismas dinámicas que impone el conflicto. Este hecho no ha impedido que las víctimas se sigan organizando en “comunidades de derechos” y así le otorguen significados diferentes a esta noción, ligados a las luchas emprendidas para la recuperación de la memoria.

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The reconstruction of the memory of a violent past linked with an armed conflict is a recent exercise in Colombia if we compare this case with Argentina, Chile, and Central America. Likewise, the adoption of transitional justice instruments was implemented in the last 10 years in this country. The particularity of the Colombian experience lies in the application of transitional justice mechanisms without a transition period. Taking that into account, official and non- official efforts oriented to reconstruct historical memory are determined by the dynamics of an on-going armed conflict. However, this has not prevented the organization of the victims in “communities of rights.” In this way, victims have also given new meanings to the category of transnational justice connected to memory struggles.

En Colombie, à la différence de l’Argentine, du Chili et de l’Amérique centrale, la reconstruction des mémoires du passé violent, inscrites dans le contexte du conflit armé, est un exercice relativement récent: l’adoption des instruments de la justice transitionnelle ne s’est faite qu’au cours de ces dix dernières années. Leur particularité relève d’une justice transitionnelle “sans transition”. Par conséquent, les efforts officiels et officieux pour la reconstruction de la mémoire historique ont pour cadre les mêmes dynamiques que celles imposées par le conflit. Cela n’a pas empêché que les victimes s’organisent en “communautés de droits” et attribuent à cette notion des sens différents, en rapport avec les luttes entreprises pour la récupération de la mémoire.

ÍNDICE

Mots-clés: Colombie, 2005-2012, conflit armé, victimes, mémoire Palabras claves: Colombia, 2005-2012, conflicto armado, víctimas, memoria Keywords: Colombia, 2005-2012, armed conflict, victims, memory

AUTOR

MARIANA DELGADO BARÓN

Magíster en Ciencia Política (Universidad de Los Andes, Bogotá) y Magíster en Política Internacional (Universidad de Birmingham). Doctora en Investigación en Ciencias Sociales, mención Sociología (FLACSO, Sede México). Estancia posdoctoral en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, México. [email protected].

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Historización poética del sujeto político en la dictadura chilena (1973-1989) Poetic Historization of the Political Subject in the Chilean Dictatorship (1973-1989) Historisation poétique du sujet politique dans la dictature chilienne (1973-1989)

Paula Tesche Roa

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 21 de junio de 2014 / Aceptado: 11 de septiembre de 2014

Introducción

1 En este artículo interesa tal como afirma su título, aproximarse a la subjetividad política chilena, en un momento dado, desde una perspectiva interdisciplinaria que integra algunos aportes de la literatura, la historia, la filosofía y el psicoanálisis. En lo específico, desde la literatura presenta un poema del cantautor y poeta chileno Víctor Jara (1932-1973), cuya escritura se realiza durante el período en que estuvo detenido en el ex Estadio Chile, donde habría sido ejecutado por los aparatos represivos de la dictadura. La selección de un texto suyo en particular se fundamenta porque en él se construye un sujeto político atingente al análisis de la hipótesis.

2 Desde la historia, se incluyen en el análisis algunos aportes de Michel de Certeau y las interpretaciones psicoanalíticas que reconceptualizan la noción de presente y pasado. Respecto a la filosofía, se introduce la noción de justicia desde los alcances de Alain Badiou y de responsabilidad social de Hannah Arendt. Conviene recordar que el contexto o marco histórico general abarca el período 1973-1989, momento en que Chile se encuentra bajo el régimen dictatorial de , donde se producen

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graves atentados a los derechos humanos, situación que se presenta en forma explícita en los textos literarios seleccionados.

3 El objetivo de este trabajo es realizar un análisis semiótico, y no estilístico, de la poesía escogida, pensado desde la configuración del sujeto presente en estas producciones y según las enunciaciones relativas a la justicia, la política y la responsabilidad colectiva. La intención final es demostrar que la poesía presenta la construcción de un sujeto político que refuerza la importancia de la responsabilidad colectiva, temática que es pertinente al recorrido chileno y sobre todo en la actualidad, donde las demandas de justicia aún continúan pendientes.

4 Al respecto, existen diversas consideraciones históricas que permiten sostener que, a pesar de las acciones de reparación establecidas por el Estado chileno, como el informe emitido por la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación1, aún hoy día en Chile existen deudas pendientes en lo relativo a derechos humanos. No sólo Pinochet muere en la impunidad, sino que todavía las cosas se encuentran tal como afirmó el CODEPU (Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo) en el informe sobre impunidad, elaborado en 1996, para ser presentado ante el Parlamento Europeo. Allí se dice: “En Chile existe una permanente denegación de justicia para las violaciones de derechos humanos. Numerosos son los mecanismos de impunidad: institucionales, como la Constitución de 1980 y sus enclaves dictatoriales, los senadores designados, la inamovilidad de los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas, el Tribunal Constitucional; sociales, como la distorsión de la conciencia del país frente a estas violaciones; y políticos, expresados en la falta de voluntad del Estado de sancionar estos crímenes. En lo jurídico, dos han sido, los principales mecanismos de impunidad que se han aplicado, el Decreto Ley 2191 de Amnistía y la competencia de la justicia militar”2.

5 Otra condición histórica que se liga a la impunidad son las denominaciones que se utilizan para aludir a la época actual. Por una parte, la noción de postdictadura remarca que la dictadura es un período concluido y que el país ha comenzado una nueva etapa democrática. Por otra, tal como afirma Sepúlveda3, quien revisa los aportes de Otano, Rico y Garretón, la calificación de “época de transición” si bien considera un espacio de tiempo entre el autoritarismo y la democracia, es polémica, pues comienza con la elección democrática de Patricio Aylwin, en 1989, pero no queda claro cuándo finaliza.

6 En este contexto, el mantenimiento de algunos enclaves autoritarios relacionados con la Constitución de 1980, el modelo económico neoliberal y el dominio ejercido por los partidos políticos antes que por los ciudadanos, marcan la historia reciente de Chile.

7 Estos antecedentes, centrados en la impunidad del tiempo presente chileno, justifican la necesidad de plantear la pregunta sobre cómo considerar la justicia y el sujeto político al que ésta se vincula. Los aportes de Alain Badiou en ese sentido enfatizan cómo la noción de justicia en la época contemporánea se ha ido ligando a imágenes, la exhaustiva documentación y registro del cuerpo sufriente, más que con un pensamiento crítico que interrogue por los diversos asuntos subjetivos implicados en esta materia.

8 Si bien la justicia involucra a una víctima como aquel cuerpo viviente que sufre, para Alain Badiou se vuelven necesarias dos condiciones para que ésta se realice. Por una parte, es preciso un testimonio del dolor o sufrimiento corporal, pero por otra es imprescindible que este cuerpo devenga en creación al vincularse con un pensamiento como la lucha contra la esclavitud, la idea de humanidad que comprende la igualdad de todos los hombres y la socialización de las consecuencias ciudadanas de estas ideas.

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Entonces, en atención al cuerpo y el pensamiento, así como la igualdad, este autor afirma: “llamaremos magistralmente justicia, la transformación de la situación subjetiva por esa consecuencia, la manera como la consecuencia de esas dos afirmaciones, transforma al sujeto”4.

9 Esta transformación del sujeto se puede ver en literatura, donde la poesía se liga a la historia no sólo cómo un documento más, sino como un espacio donde es posible configurar identidades de un sujeto político que es necesario reactualizar en el discurso social.

10 De esta manera, en este artículo se revisa en la primera sección titulada“La escritura poética de la historia en dictadura”, la relevancia de la poesía en su vinculación con la historia y los acontecimientos de tipo traumáticos. Esto implica reconsiderar a la poesía como un “documento” o “archivo” de la historia, que documenta no sólo el pasado (cuando ha sido producida en otra temporalidad) sino que permite reconfigurar el presente. El posicionamiento de la poesía como un género relevante dentro de lo literario se sustenta en la amplitud de libertad creativa respecto a procedimientos y estrategias retóricas, posibilidades de enunciación y configuraciones de mundo y recursos estilísticos, que amplían las significaciones posibles de la realidad.

11 En la segunda sección, titulada “Poesía y sujeto político en ‘Somos cinco mil’ de Víctor Jara”, se analiza el poema del autor desde un enfoque semiótico, que considera los múltiples significados históricos y literarios asociados a diversos ejes, los que se pueden resumir en dos temáticas: la relación entre poesía y realidad desde la función testimonial, y las modalidades de enunciación y enunciado. Se destaca la configuración de sujeto, entendida desde los aportes de Badiou pues éste autor considera la noción de justicia desde la transformación subjetiva, instancia que es posible de identificar en la poesía de Víctor Jara. La mutación en el texto acontece desde lo individual a lo colectivo y desde el padecimiento corporal hacia el renacimiento del sujeto, que abarca la experiencia en su vertiente socio-individual.

12 Finalmente, en la última sección, “Impunidad y responsabilidad colectiva en el Chile actual”, interesa situar la discusión respecto al sujeto político que propone Jara, pero situado en la actualidad. Para ello se propone la noción de responsabilidad colectiva de Hannah Arendt como una constante que, si bien ha sido desconocida en el país, muestra la oportunidad de cambio desde el ejercicio social del pensamiento crítico.

1. La escritura poética de la historia en dictadura

13 Habitualmente es la historia la disciplina que más se aproxima al tema de política y la justicia en Chile, con todos los ribetes y complejidades que caracterizan a ésta temática en su vinculación con los derechos humanos. Esto se debe a que sus análisis utilizan fuentes como documentos, registros o archivos, los que, se presume, revelan los “acontecimientos” de una manera directa y sin mediadores.

14 Lo anterior invita a reflexionar sobre dos asuntos. El primero es relativo a cómo “capturar” la realidad de lo sucedido en la dictadura de Chile entre 1973 y 1989 desde la actualidad, al suponer que las graves consecuencias de lo sucedido no se restringen a un periodo histórico definido sino que lo trascienden, llegando incluso a los momentos presentes. Como sabemos, en Chile las consecuencias de la dictadura militar se tradujeron en miles de personas agredidas, espiadas, perseguidas, aisladas e

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incomunicadas, exoneradas, amenazadas, secuestradas, detenidas, desaparecidas, muertas, torturadas y exiliadas, cuyas demandas de justicia comienzan a ser escuchadas desde los años noventa, aunque en un contexto más ligado a la reconciliación. Esta situación obliga a relacionarse con “el pasado” de una manera diferente, no sólo para buscar las “pruebas” de lo acontecido sino también su reconfiguración desde la actualidad. Tal como afirma el psicoanalista chileno Roberto Aceituno: “La historia no sólo habla de lo que fue. Ella se produce desde las exigencias de lo actual”5. Es decir, sólo desde el presente la historia puede ser reconstruida con todas las deformaciones y desaciertos que ello implica. A su vez, esto tiene por consecuencia que el pasado se revela como dinámico, reconfigurable y posible de reconstruir.

15 Una segunda reconsideración concierne a interrogarse ¿es el documento la única manera en que se “tiene noticia” de esta realidad?, o de otra manera, ¿existen otros discursos que permitan configurar la historia de lo que ha acontecido? Al respecto, se puede sostener que la producción de la historia tanto desde la subjetividad como desde la intersubjetividad de los procesos culturales “descansa en la dialéctica entre presente y pasado: no sólo porque en lo actual se encuentren los indicios, las huellas, de una historia pasada, sino porque ésta – en el límite, el origen – no puede ser pensada sino en función de su escritura, de su narrativa de sus ficciones “actuales”6.

16 Así, la reconfiguración del pasado no sólo acontece por los efectos o marcas perdurables en el tiempo, sino que también el presente reconstruye el pasado por medio del relato. Es decir, el relato del presente no sólo es el medio, sino que es también el pasado. Ahora bien, ¿cuál es este “relato” en cuestión?

17 La siguiente cita de Michel de Certeau, explora algunas respuestas tentativas donde presenta a la literatura como una forma de reconfigurar la realidad, al señalar que: “Ella crea el no-lugar en donde las operaciones reales de una sociedad acceden a una formalización. Bien lejos de considerar a la literatura como la ‘expresión’ de un referente, es necesario reconocerla como análoga a lo que las matemáticas, por largo tiempo, han sido para las ciencias exactas: un discurso lógico de la historia, la ‘ficción’ que la vuelve pensable”7.

18 Esta cita muestra que la literatura, elabora una teoría, un supuesto del suceso y no alude a los referentes en el sentido de la mímesis o reflejo de la realidad, sino que permite re-codificar o traducir lo aludido, para mediante esta nueva representación se pueda reflexionar o ensayar posibles maneras de enfrentar la realidad desde el texto. Esto resulta especialmente relevante en el asunto de la justicia, pues su “traducción” es relativa a una realidad que se puede denominar como traumática y que interroga por la (im) posibilidad de ser representada.

19 Tal como ha sido señalado por Claude Janin8, en el caso de acontecimientos traumáticos o catastróficos, como la dictadura militar en Chile, existe una realidad límite que concierne a los efectos del daño y que se relaciona más directamente con las huellas o marcas corporales y efectos de la percepción que el trauma deja en el psiquismo. Frente a esta otra “realidad” que se escapa (como imágenes, como discursos), la literatura tiene algo que aportar. En particular, se puede afirmar que la poesía presenta algunos privilegios incluso respecto a los otros géneros literarios. Por una parte, la amplia variabilidad de los diversos procedimientos retóricos y mecanismos textuales propios de la poesía, permiten representar mediante figuras o discursos lo más brutal de la realidad, mediar ante ella u operar como límite ante lo descarnado, en su misma dimensión escritural, por ejemplo mediante la alegoría o la metáfora.

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20 Al respecto, el crítico literario chileno Iván Carrasco sostiene que: “En el discurso metafórico de la poesía el poder referencial va unido al eclipse de la referencia, pero de la referencia ordinaria, la manifestación llevada al lenguaje es una manifestación, al mismo tiempo que una creación (…). La metáfora (…) posee la capacidad de referencia, es decir, de redescubrir la realidad y de encerrar una verdad propia en tensión”9.

21 Respecto a los procedimientos metafóricos y otros recursos del texto que implementados en la poesía durante la dictadura en Chile, el crítico chileno Naín Nómez destaca como ejemplo la producción escritural de Raúl Zurita en su texto Purgatorio10. Al respecto, sostiene que esta poesía “supera la noción de texto, para incorporar el espacio del cuerpo y la realidad como soportes de la escritura, explorando también las posibilidades traumática del dolor para metaforizar las agresiones sufridas por el cuerpo social”11. En sus textos, los versos son una metonimia del daño social pues surgen en representación de una realidad que experimenta no sólo el autor, sino todo Chile como víctima del horror de la dictadura. Las transformaciones literarias que se sostienen en la conexión entre arte y vida le han permitido a la poesía reincorporarse al escenario de la producción escritural, a la vez que eludir la censura y las acciones altamente fiscalizadoras que en ese momento había hacia la literatura.

22 Además, ciertas modalidades de enunciación y configuraciones de mundo permiten que el lector pueda recrear catástrofes y espacios de horror. Respecto a los sujetos de enunciación, no sólo se puede asistir a la contemplación de identidades, sino que el lector reconstruye o recrea el horror desde la presencia, omisión e interpretación de las voces o silencios del texto. Por ejemplo, para Sepúlveda12, en la poesía de la década de 1990 se volvió urgente la necesidad de representar lo irrepresentable de la historia del país mediante la reconstrucción de los detenidos desaparecidos como voces de muertos y como espectros, cuyas enunciaciones se interpretan como testigos los imposibles de lo acontecido.

23 Por otro lado, respecto a las configuraciones de mundo, autores como Pablo Corro han señalado que durante la dictadura, en la poesía se presentan una serie de metáforas que son indicadoras de síntomas de un Chile enfermo que padece de las “enfermedades de la luz”, las que en el caso de la literatura se ligan con: “el espacio abierto, la atmósfera como una dimensión de inquietud, de angustia de exposición, de vulnerabilidad, de sentimiento de exposición social y cultural, de asedio policial. A la vista del apagón hay que agregar las nociones de ‘depuración política’ y ‘seguridad ideológica’ que aluden eufemísticamente a la represión violenta del régimen militar contra los detractores”13.

24 Desde un enfoque más estilístico14, según las críticas literarias Alicia Salomone y Karen Cea15, quienes reconsideran los aportes de Alicia Genovese, la imagen poética tiene la ventaja de hacer presente las sensaciones y percepciones efectos de un trauma, de una manera más intensa que los géneros referenciales (testimonios, diarios de vida, etc.). Ante el trauma, la poesía logra codificar aquello que éstos géneros presentan de una forma parcial y que se configura como lo innombrable o lo no dicho, ya sea como silencio o como una interrogante de sentido. Además, las imágenes que presenta la poesía acerca de la realidad, al operar como metáfora, ofrecen otros medios para construir vivencias y para decir sus significados. Tal como señalan estas autoras respecto a Alicia Genovese: “la poesía logra ubicarse donde los lenguajes eficientes fracasan pues, como configuración abierta e imprevisible, e incluso por ser considerada socialmente

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intrascendente, impacta como un signo menos fácil de desautorizar (…) la mudez intencionada de la poesía promueve el hallazgo de la sintaxis y el ritmo adecuados, de la puntuación que se acomoda con la respiración, así como del tono, que operará como cámara de resonancia para la subjetividad (…) exiliada de la lengua convencional, concluye Genovese, la poesía es capaz de recuperar el eco de un diálogo interno que remite al encuentro entre el hablante y ese mundo que será traspuesto al texto desde una captación eminentemente subjetiva”16.

25 De esta manera, la poesía amplía las significaciones de la realidad, tiene un valor de verdad, logra configurar un nuevo sujeto y restaura desde la subjetividad el encuentro con el mundo que “fue”, que ya no está, o que se ha perdido.

26 En el caso de la poesía y los derechos humanos, la poesía se involucra en un asunto ético que consiste en la búsqueda de la verdad al promover un diálogo reflexivo sobre la verdad histórica. En efecto, una de las intenciones de la poesía que articula temáticas como la violencia política17, la crueldad18, o el exilio19, ha sido iniciar y proseguir con la reconstrucción de la memoria individual y colectiva, reformular el olvido y promover el recuerdo.

27 Respecto al sujeto poético que articula temáticas e ideologías en torno a la violencia o la barbarie en su nexo con la creación artística, en el contexto de la creación literaria occidental, podemos señalar los antecedentes de las producciones de Baudelaire y Rimbaud. Tal como afirma López20, en estos autores se presenta una visión “anti- humanista” que muestra los aspectos más oscuros o demoníacos de la cultura. En el caso particular de la poesía chilena en dictadura, Nómez21 afirma que la poesía política comienza a producirse en la década de los sesenta, teniendo como fin denunciar los efectos sociales del nuevo capitalismo. Para el crítico, los elementos centrales de esta poesía son el sentimiento de pérdida, la angustia ante lo impredecible y una atmósfera social opresora, que surgen una década antes del inicio de la dictadura, como una premonición utópica del golpe militar. Poetas como Jaime Quezada, Omar Lara, Hernán Lavín, Waldo Rojas, entre otros, proyectan el ocaso de una época que permitió que la producción escritural, luego de la dictadura, sólo se reorientara hacia la situación política de la dictadura. En algunos casos, el compromiso político de los poetas fue más radical al constituir el eje de las propuestas discursivas. Es lo que sucede con los poetas que experimentaron situaciones de violencia política en el país o en el exilio, como Víctor Jara, cuya poesía analizamos en lo que sigue.

2. Poesía y sujeto político en “Somos cinco mil” de Víctor Jara

28 Este es el título de un texto poético que he considerado central para abordar y problematizar el sujeto político, la justicia y la responsabilidad colectiva en la sociedad chilena que explota con el golpe militar. Escrito por Víctor Jara el 14 de Septiembre de 1973, mientras estuvo prisionero en el Estadio Chile (que funcionaba como centro de detención y tortura durante el gobierno militar), su texto dice:

29 “Somos cinco mil en esta pequeña parte de la ciudad. Somos cinco mil ¿Cuántos seremos en total en las ciudades y en todo el país?

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Sólo aquí, diez mil manos que siembran y hacen andar las fábricas.

30 ¡Cuánta humanidad con hambre, frío, pánico, dolor, presión moral, terror y locura!

31 Seis de los nuestros se perdieron en el espacio de las estrellas.

32 Un muerto, un golpeado como jamás creí se podría golpear a un ser humano. Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores uno saltando al vacío, otro golpeándose la cabeza contra el muro, pero todos con la mirada fija de la muerte. ¡Qué espanto causa el rostro del fascismo! Llevan a cabo sus planes con precisión artera sin importarles nada. La sangre para ellos son medallas. La matanza es acto de heroísmo.

33 ¿Es éste el mundo que creaste, Dios mío? ¿Para esto tus siete días de asombro y de trabajo? En estas cuatro murallas sólo existe un número que no progresa, que lentamente querrá más la muerte.

34 Pero de pronto me golpea la conciencia y veo esta marea sin latido, pero con el pulso de las máquinas y los militares mostrando su rostro de matrona lleno de dulzura.

35 ¿Y México, Cuba y el mundo? ¡Qué griten esta ignonimia!

36 Somos diez mil manos menos que no producen. ¿Cuántos somos en toda la Patria? La sangre del compañero Presidente golpea más fuerte que bombas y metrallas. Así golpeará nuestro puño nuevamente.

37 ¡Canto que mal me sales cuando tengo que cantar espanto! Espanto como el que vivo como el que muero, espanto. De verme entre tanto y tantos momentos del infinito en que el silencio y el grito son las metas de este canto. Lo que veo nunca vi,

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lo que he sentido y lo que siento hará brotar el momento…”22.

38 Desde lo extratextual, la figura del autor es relevante pues como actor, músico y poeta desarrolló una propuesta que no sólo consistió en rescatar los aportes de las creaciones populares sino también en innovar, complejizar y difundir las propuestas estéticas nacionales, desde la danza, el teatro, la poesía y en especial la música, donde realizó sus mayores y mejores aportes. De renombre mundial, Víctor Jara ha sido considerado un visionario que anticipó el Chile luego de la dictadura23 y un representante de la visión humanista del hombre de esos tiempos, además de un activo militante del Partido Comunista24.

39 El poema presentado para el análisis ha sido catalogado por Naín Nómez25 como el primer poema escrito con posterioridad al golpe militar en Chile. Se produce en una compleja situación de represión, por lo que su escritura y posterior difusión se realizó en forma clandestina. Tal como relata su viuda Joan Jara: “Víctor garabateaba a toda prisa e intentaba registrar parte del horror al que se le estaba dando rienda suelta en Chile, a fin de que el mundo lo supiera. Sólo podía prestar su testimonio de su ‘pequeño rincón de la ciudad’, donde estaban presas cinco mil personas, e imaginar lo que debía de estar ocurriendo en el resto de su país (…) Un grupo de guardias fue a buscarlo y lo separó de los que estaban a punto de ser trasladados al Estadio Nacional. Le pasó de prisa el papelito a un compañero sentado a su lado y éste, a su vez, lo escondió en el calcetín mientras se lo llevaban. Cada uno de los amigos intentó aprenderse de memoria el poema a medida que era escrito, para sacarlo consigo del estadio. No volvieron a ver a Víctor”26.

40 Más próximo a los análisis textuales, Naín Nómez señala que “el poema, además de expresar en forma descarnada la colectivización de la represión y la tortura, se sitúa paradigmáticamente en el dispositivo del terror, como forma disciplinaria que se instauró en Chile desde el mismo 11 de septiembre de 1973”27. Este mismo autor afirma que ésta puede ser considerada una “poesía política” que se configura en torno a la estética política de los setenta y que en esa época “se matizó permanentemente con un rescate de las emociones individuales (el amor, la vida cotidiana, las relaciones humanas), el retorno a una naturaleza humanizada y originaria o la visión angustiada frente a la existencia transitoria, entre otras representaciones alternativas”28.

41 Para Joan Jara este poema representa “su testimonio, su único medio de resistencia ahora contra el fascismo, de luchar por los derechos de los seres humanos y por la paz”29. Este sentido se comprende como uno de los objetivos de la poesía producida ante circunstancias adversas, cuyo objetivo final es involucrar al otro en lo sucedido mediante el testimonio, y anticiparse a prevenir una futura catástrofe.

42 Al respecto, una primera dimensión de análisis concierne al tipo de género literario al que pertenece este texto, pues al ligarse con aspectos de la “realidad” desde la denominada “función testimonial” en poesía, se puede diferenciar del género referencial. El testimonio tiene una importancia fundamental respecto de la memoria, pues como declaración, el sujeto de enunciación se presenta en este mismo acto como un “tú”, dando una “garantía” de su verdad que aconteció en un momento anterior. Es decir, el sujeto participa como “otro” de una experiencia previa cuyo carácter de verdad él mismo puede testimoniar. Así, quien testimonia tiene una posición irremplazable pues realiza también un ejercicio de recuerdo o de recuperación de memoria en el tiempo presente.

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43 Por otra parte, el testimonio siempre se realiza para (o ante) otros, y su función es la transmisión de una verdad haciendo presente a la colectividad. De esta manera: “también el testimonio concierne a un trabajo de escritura, medio a través del cual el testigo se hace testigo de sí mismo, convocando en su gesto la alteridad de sus vínculos y de sus tragedias para traducirla como experiencia irrepetible y singular. La escritura testimonial concentra en su gesto múltiple y puntual a la vez todo un espacio de comunidad y el momento donde ella se desvanece como silencio”30.

44 El poema de Jara tiene así una función de testimonio donde el hablante presenta la ruptura de un lazo social que recrea en el procedimiento escritural, mediante la enunciación de las tragedias que inciden en los vínculos con los otros.

45 Una de ellas es la pérdida del sentimiento de pertenencia a la ciudad, el derecho a la libertad de transitar por ella y a ser ciudadano, pues ahora cada individuo ha pasado a ser sólo un número dentro del conglomerado de presos que sobreviven en Estadio. Además, la pérdida de los lazos sociales se relaciona con los sujetos que han debido enfrentar la muerte y cuyas vidas se han sacrificado en detrimento del progreso del país, condición que se retrata en los versos: “En estas cuatro murallas sólo existe un número/ que no progresa/ que lentamente querrá más muerte”31.

46 Con esta identificación del sujeto al número, se pierde también la capacidad humana de dar vida y revela el anti-humanismo en el horror de los golpes, la sangre y la matanza. El atisbo de humanidad en el mundo de los militares, siempre según el poema, se percibe en el “rostro de matrona/ lleno de dulzura”, que liga el miedo, el dolor, el sufrimiento del parto con la posibilidad de renacer. No se puede omitir el dato de Joan Jara cuando afirma: “las raíces profundas de su infancia campesina lo llevaron a ver en los militares a ‘matronas’ cuya llegada era la señal de los gritos de parto, lo que de niño le parecía un sufrimiento insoportable”32.

47 La comunidad se desvanece en el silencio, entendido como la ausencia de la voz de países y el mundo ante el compromiso con los derechos humanos y la dignidad de las personas. El sujeto denuncia en forma rabiosa que es necesario un grito de reclamo frente a las ofensas públicas que atentan contra integridad humana. La angustia frente a lo que sucede no impide que el hablante adopte una visión utópica frente al mundo, que se manifiesta en una resistencia activa e incluso violenta, como la que se presenta en los versos “Así golpeará nuestro puño nuevamente”33.

48 Pero también la resistencia muestra el deseo de renacimiento desde la muerte, el surgimiento de un nuevo “brote” que resurge desde el horror. Se afirma que estos versos configuran una utopía pues son aspiraciones, deseos que “no tienen lugar” en una situación de catástrofe y configuran una visión de mundo esperanzadora, sin una realidad que la ampare, más que la textual. Se trata de un resurgimiento de la palabra como una forma de resituar el lugar del hablante en el mundo después de la experiencia vivida, lo que inevitablemente alude a la configuración de un sujeto en vinculación con la justicia, particularmente en la transformación de un hablante que asume una “política justa” tanto respecto al yo como a los otros.

49 En este poema, la transformación subjetiva acontece por el cambio en la enunciación, que oscila desde lo plural “somos cinco mil” o “los nuestros”, hacia el yo, cuando escribe desde la primera persona: “me golpea la conciencia”. Pero además, la configuración del colectivo se metaforiza en “diez mil manos”, imagen que alude a un gran cuerpo social donde todos los individuos forman una unidad que ayuda a

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progresar al país, todos tienen una ideología religiosa que los anima y una ideología política que se enfrenta al fascismo.

50 Por otra parte, el cambio en la subjetividad se produce también respecto a dos dimensiones. Se trata de un sujeto que denuncia un nuevo registro de la voz, pues es el canto el que muta hacia el espanto, el silencio y el grito. Es un canto que “sale mal” en instantes de sufrimiento “eternos” y que se producen en la indefinición entre la vida y la muerte.

51 En este texto no se trata de la configuración de un hablante como víctima que exhibe su sufrimiento para provocar indulgencia. Tal como afirma Alain Badiou: “si la víctima es el espectáculo del sufrimiento, podemos decir que la cuestión de la justicia es solamente la cuestión del cuerpo, la cuestión del cuerpo sufriente, la cuestión de la quita de la vida, donde está el cuerpo visible y deviene cada vez más un cuerpo espectáculo”34. Si bien el sujeto explicita una condición de daño físico y psíquico que padecen los otros, además de la muerte de quienes se encuentran en el lugar, la intención final es reformular el enfrentamiento a la muerte. Esta es resignificada en un sentido trascendente como “pérdida en las estrellas” o como el alivio que significa “quitarse los temores”. De esta manera, el sufrimiento del cuerpo se acompaña de una idea poética cuyo trasfondo es aproximar la muerte de los sujetos a lo trascendente.

52 Además el hablante presenta a las víctimas en una actitud de valentía que se expresa en forma metafórica en la “mirada fija”. La muerte de Allende, otro sujeto al que alude el hablante, tiene un poder que supera la destrucción de las bombas y metrallas, pues comprende la dimensión de la sangre, de lo que se transmite mediante la filiación, el impacto como un golpe que produce en el sujeto una razón de ser y de sentido que promueve la vida.

53 Es decir, retomando los aportes de Badiou, el poema de Víctor Jara escrito a pocas horas del Golpe Militar y del Bombardeo, revela la dimensión de la justicia como una transformación subjetiva que enuncia una política justa ante los horrores de la dictadura militar que comprende: “el trabajo sobre las consecuencias de estas dos afirmaciones. De la afirmación de la inseparabilidad del cuerpo y de la idea, y la consecuencia de principios igualitarios. Llamaremos a eso política”35.

54 “Somos cinco mil” es un poema donde el hablante retrata el sufrimiento de cinco mil sujetos que padecen no sólo por la violencia, sino por un pensamiento que los mueve hacia la acción. Esta acción puede tender a la muerte bajo la forma del asesinato o del suicidio, pero se acompaña siempre de una idea de justicia, libertad y de abolición de la condición de esclavitud, pues se configura como una resistencia ante el fascismo y el atropello a los derechos humanos. Además este poema surge como creación frente a esta situación para reconfigurarla, teniendo como intención realizar un canto potente que promueva el surgimiento de algo nuevo.

55 El poema se presenta también desde la ideología de la resistencia al haber sido escrito en la clandestinidad, asumiendo las consecuencias que un gesto así podía implicar al estar preso en un centro de detención y tortura. Estas consecuencias también involucran a quienes debieron ocultar el poema y difundirlo. Pero la intención final es hacer partícipe al lector de este gesto de oposición. Se constituye en un mensaje de deseo de cambio, de rescate, de solidaridad ante los atropellos, que involucra incluso a Dios, el mundo y a todos quienes padecen de forma injusta. Es por estos motivos que se puede sostener que la escritura de este poema se trata de justicia en el terreno político

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o de las consecuencias que un cuerpo sometido al daño debe “pagar” por testimoniar, mediante un gesto creativo, una ofensa pública a su dignidad.

56 En este sentido, y en coincidencia con Hannah Arendt36, se afirma que la voz poética no es sólo un rastro o la huella de la injusticia del asesinato de Víctor Jara, sino que también ha permitido y aún constituye un mensaje de desafío, porque lucha contra la impunidad. La palabra en este caso renueva en la actualidad no sólo la “realidad” del espacio donde ocurrió un atentado a los derechos humanos, sino que también permite que la política, entendida como un espacio de relación entre sujetos, trascienda más allá del sufrimiento corpóreo o del asesinato, porque se liga al pensamiento del derecho, a la igualdad, y la libertad humana, y todo ello independientemente de las ideologías.

57 Entonces, la palabra poética deviene acción política pues: “En la medida en que siempre percibimos el mundo desde la distinta posición que ocupamos en él, sólo podemos experimentarlo como mundo común en el habla. Sólo hablando es posible comprender, desde todas las posiciones, cómo es realmente el mundo. El mundo es pues lo que está entre nosotros, lo que nos separa y nos une”37.

58 Este aporte de la creación poética al mundo se presenta como aquello que une a los sujetos, y por tanto, supera la violencia que tiene el efecto de separación. En ese sentido, la poesía se hace presente desde lo individual hacia la pluralidad en toda la diversidad humana, porque tiene un destino que involucra a todo el país, al promover la libertad y recuperar la realidad política. Como afirma Arendt: “Cuando un pueblo pierde su libertad como estado, pierde su realidad política, aun cuando consiga sobrevivir físicamente”38.

3. Impunidad y responsabilidad colectiva en el Chile actual

59 En atención a la contingencia actual, la pérdida de libertad como estado y la realidad política, se puede aludir a la temática de la impunidad. Ésta se entiende como aquello que, debiendo haber sido sancionado por constituir un delito, una falta grave o una transgresión, no ha sido enjuiciado. En cuanto a los derechos humanos, alude a la negación de la pena legal o al juicio por parte de la justicia frente a los victimarios, lo que tiene por consecuencia, en el caso de las víctimas, la imposibilidad de reparar el daño sufrido.

60 Sin embargo, cabe interrogarse: ¿por qué el poema de Víctor Jara alude a la impunidad? El hablante reflexiona sobre dos asuntos centrales en lo relativo a la justicia y los deberes humanos. Por una parte, el ejercicio de tomar la palabra y pronunciarse acerca de esta temática más que una condición, es un deber del hombre. Por otra, revela la interdependencia entre el deber y el derecho acerca de la condición del hombre de ejercer y defender la libertad y la justicia mediante la palabra. Así, nos vemos convocados a reflexionar, en el Chile actual, desde las siguientes interrogantes: ¿cómo atestiguar los pronunciamientos de los deberes del hombre respecto a sus derechos?, ¿es posible reconstruir nuevos sentidos ante los derechos humanos?

61 Una respuesta es la que ofrece Hannah Arendt en su texto “Responsablidad colectiva”39. Lo primero que la autora señala es que existe una responsabilidad colectiva por las acciones, independientemente de si el sujeto ha participado en ellas o no. Es decir, la

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responsabilidad no considera la real ejecución de un hecho y se diferencia de la culpabilidad en que ésta si compromete al sujeto en sus acciones. La culpa es más bien de tipo moral y permite liberar a los victimarios de los delitos cometidos e incluso de solidarizar con ellos. Así por ejemplo, tal como señala la autora, las afirmaciones de victimarios que sostienen que al recibir órdenes de “mandos superiores” quedan eximidos de responsabilidad, es insostenible. Para Hannah Arendt la responsabilidad colectiva tampoco es un asunto legal, pues tanto la dimensión moral como legal se vinculan con la persona, no con la colectividad.

62 Es decir, para que los victimarios asuman una responsabilidad no pueden enmarcar sus acciones personales en las sanciones morales o legales. Entonces, para que realmente el sujeto pueda situarse en el terreno de la responsabilidad colectiva es preciso que las personas constituyan un grupo, se unan por, para algo o en nombre de algo que los comprometa no desde lo individual, sino desde la filiación social. Esto implica que el delito involucre a una colectividad y la falta no se represente como una infracción personal a la ley.

63 Así, Hannah Arendt afirma: “Dos condiciones deben darse para que haya responsabilidad colectiva: yo debo ser responsable por algo que no he hecho, y la razón de mi responsabilidad ha de ser mi pertenencia a un grupo (un colectivo) que ningún acto voluntario mío puede disolver”40. De ese modo, una responsabilidad colectiva es política desde el momento en que los sujetos de una colectividad asumen su vinculación con la acción de uno de sus miembros, por el sólo hecho de que ésta se ha realizado en el nombre de todos, lo que incluso va más allá del tipo de gobierno que esa comunidad tenga. La responsabilidad colectiva es política desde que existen acciones que se hacen en nombre de todos los que participan de una nación dada. En este sentido, un hecho no tiene más o menos importancia por haber sido cometido por alguien en particular, sino sólo en función de su participación en esa comunidad. Estos problemas no son relativos a conductas adecuadas, a bondades o maldades, o asuntos de conciencia, pues lo político no es el yo sino el mundo. Estamos, entonces en el terreno de lo ético.

64 Por otra parte, a modo de comentario, se puede afirmar que en Chile se aventura el supuesto que existe otra dimensión que privilegia las cualidades del individuo o la unicidad del yo: la fuerte presencia de una tradición judeo-cristiana. No es casual que durante la dictadura en Chile los sujetos apelen a Dios, tal como sucede en el poema de Jara. El problema surge en la actualidad pues esta actitud desesperada dio paso a una nueva forma de habitar que, respaldada desde los sentidos religiosos, ha teñido las visiones de mundo sustituyéndolas por asuntos del yo y desligándose de la dimensión política. Tal como afirma Hannah Arendt: “Con el ascenso del cristianismo, el acento se desplazó por completo del cuidado del mundo y los deberes que de ello se derivan al cuidado del alma y su salvación”41.

65 Si bien este sentido de lo religioso en Chile es bastante antiguo, con antecedentes en la Conquista española, en la actualidad la sociedad remarca los aspectos más individuales, centrados en la relación personal del sujeto con Dios, antes que en lo colectivo. Esto tiene especial relación con un sector conservador de la sociedad que detenta el poder económico, lo que lleva a suponer que el poder de lo religioso en un sentido moral se vincula tanto con la fuerte presencia de este sector social como con el respaldo que éste otorgaba a la dictadura. Para Hannah Arendt, la dimensión religiosa es el origen de los asuntos morales; por tanto, si el país se ha centrado en lo moral para eludir la responsabilidad colectiva, se debe a que la raíz de la religión ha sido siempre una

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dominante. Sin embargo, incluso hasta los mandamientos de “no matarás” y “no levantarás falso testimonio” fueron vulnerados en Chile durante la dictadura.

66 Desde un punto de vista político, lo relevante es que la responsabilidad colectiva se fundamente en la participación vicaria no de la persona, aunque ésta puede ser considerada transgresora y aun cuando el sujeto no haya participado en los “hechos” o lo haya hecho por obedecer algún mandato, pero sí es considerado responsable por acciones que se ejecutaron en su nombre, independiente de la causa. Así, por ejemplo, deja de ser válido el argumento de que en Chile se justifica la falta de responsabilidad colectiva porque el país se encontraba en un estado de excepción. En la actualidad, estas ideas pierden su valor, pues al vivir bajo un Estado Democrático los ciudadanos tienen la posibilidad de gozar de libertad en asuntos de política, lo que tiene relevancia no por el simple hecho de una manifestación personal, sino porque el asumir la responsabilidad colectiva tiene efectos sobre el destino del país y sobre las relaciones que éste establezca con otras naciones. Como afirma Hannah Arendt: “la no participación en los asuntos políticos del mundo ha estado siempre expuesta al reproche de irresponsabilidad de eludir los deberes que uno tiene hacia el mundo que compartimos con otros y hacia la comunidad a la que pertenecemos. Y este reproche no puede en modo alguno desmontarse si se argumenta a favor de la no participación con razones morales”42.

67 Para esta autora como para Alain Badiou, la única forma de validar estas proposiciones individuales y morales sería el pensamiento, en el sentido platónico, de diálogo entre el yo y el sí mismo, en el entendido que éste no supone mayor conocimiento o grados de educación, sino la capacidad de imaginar, representar, hacer presente el yo por otra vía, tal como lo es la poesía. Pero la poesía es también un asunto político y no moral, pues, aunque surge de un individuo (el escritor), las voces enunciativas que se constituyen como “testigos del mal” apelan a su reconocimiento y presentan la función del testimonio con nuevos sentidos colectivos e interpretativos de la historia. El espacio de la poesía permite constatar este ejercicio, no sólo en lo relativo a la denuncia, sino también en la reconstrucción de otras significaciones que propongan nuevas subjetividades sobre los derechos del hombre.

68 Finalmente, desde la poesía, un último argumento que permite relacionar la justicia con los derechos humanos es justamente la función de testificar o ser testigos respecto de las situaciones traumáticas, ya sean individuales o colectivas. En Chile han existido diversos informes respecto de ellas. A modo de ejemplo, el “Informe de la comisión nacional sobre prisión política y tortura de 2011”43 reconoce a las víctimas mediante testimonios y documentos, y como de reparación las ha indemnizado económicamente. Pero, sin embargo, la sociedad en su conjunto no ha logrado una mirada crítica del asunto y el Estado Chileno ha mantenido en silencio el nombre de los victimarios.

69 La literatura ha cumplido una función reparatoria en el sentido de haber construido mediante la palabra un discurso, una narrativa que permite afirmar y no denegar estas situaciones. Por otra parte, ha realizado una “traducción” de la realidad mediante diversos mecanismos retóricos y subjetivos que han facilitado la transmisión de los acontecimientos desde una cierta “distancia”, lo que facilita la des-identificación con lo perdido o la pérdida, y, a la vez, potencia el trabajo de duelo. Finalmente, ha revelado cómo el sujeto político trasciende lo individual, develando una noción de justicia compleja que se vincula con la noción de justicia propuesta por Alain Baidou y de responsabilidad colectiva propuesta por Hannah Arendt.

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Conclusiones

70 Tal como fue señalado en la introducción, en este artículo se ensayó una aproximación interdisciplinaria a la noción de sujeto político, atendiendo a la hipótesis de que la poesía presenta la construcción de un sujeto político que refuerza la importancia de la justicia y la responsabilidad colectiva. Se abordó un poema de Víctor Jara a partir del cual se integran algunos de los aportes desde la historia, el psicoanálisis y la filosofía. El aporte de la historia y el psicoanálisis consistió en relevar la noción de pasado como un espacio ausente por el supuesto que éste es siempre posible de reconfigurar por el presente. Desde la filosofía, se fundamentó la noción de sujeto político en relación con la justicia y la responsabilidad colectiva. La construcción del sujeto político en la poesía muestra que la subjetividad política trasciende los espacios, tiempos históricos y lo individual, para articular una noción de justicia que se liga con el pensamiento crítico y la sociedad en general. Esto tiene especial importancia en la actualidad, donde aún existen deudas pendientes de la actual democracia en lo relativo a impunidad y derechos humanos.

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Salomone, Alicia & Cea, Karen, “Memoria poética e infancia en la escritura de Antonia Torres y Alejandra del Río”, Revista Aisthesis, Santiago, n°34, 2013, p. 353-369.

Sepúlveda, Magda, “El territorio y el testigo en la poesía chilena de la transición”, Revista Estudios Filológicos, Santiago, n°45, 2010, p. 79-92.

NOTAS

1. Para un detallado análisis de las violaciones de derechos humanos y de la violencia política ocurrida durante la dictadura en Chile, así como de las acciones de reparación y reconciliación promovidas por el Estado, véase Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, Informe sobre calificación de víctimas de violaciones de derechos humanos y de la violencia política, Santiago, 1996, disponible en , consultado el 28 de Octubre de 2014.

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2. CODEPU, “Informe sobre la Impunidad en Chile, para Comisión Europea”, Santiago, 1996, disponible en . 3. Sepúlveda, Magda, “El territorio y el testigo en la poesía chilena de la transición”, Revista Estudios Filológicos, Santiago, n°45, 2010, p. 79-92. 4. Badiou, A., “La idea de justicia”, Conferencia dictada en la Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, Rosario, Argentina, 2004, disponible en , consultado el 28 de Abril de 2014. 5. Aceituno, Roberto, Futuro Anterior, Universitaria, Santiago, 2011, p. 11. 6. Aceituno, Roberto, Memoria de las cosas, Universidad de Chile, Santiago, 2013, p. 70. 7. De Certeau, Michel, “La novela psicoanalítica historia y literatura” en Historia y psicoanálisis entre ciencia y ficción, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, 2007, p. 42. 8. Janin, Claude, “Lo real, lo percibido y lo alucinado”, Revista Psicoanálisis APdBA, Buenos Aires, Volumen XXII, n°1, 2000, p. 53-63. 9. Carrasco, Iván, “Ratada de Rosabetty Muñoz: metáforas de un tiempo cruel”, Revista Chilena de Literatura, Santiago, n°69, 2006, publicación en línea disponible en , consultado el 28 de Abril de 2014. 10. Zurita, Raúl, Purgatorio, Universidad Diego Portales, Santiago, 2007, 70 p. 11. Nómez, N., “Transformaciones de la poesía chilena entre 1973 y 1988”, Revista Estudios Filológicos, Valdivia, 2007, n°42. 12. Sepúlveda, Magda, “El territorio”, Op. Cit. 13. Corro, Pablo, “La dictadura y las enfermedades de la luz”, Revista de Literatura y Lingüística, Santiago, 2013, n°28, p. 82. 14. Este enfoque que considera elementos de análisis como tono, ritmo, sintaxis, etc., no es el que se utilizará en análisis de los poemas. La cita muestra desde otro ángulo la relevancia de la poesía ante lo traumático. 15. Salomone, Alicia & Cea, Karen, “Memoria poética e infancia en la escritura de Antonia Torres y Alejandra del Río”, Revista Aisthesis, Santiago, n°34, 2013, p. 353-369. 16. Salomone, A. & Cea, K., “Memoria poética”, Op. Cit., p. 56. 17. Aguilar, Paula, “Violencia y literatura. Acerca de cómo conjurar el pasado traumático latinoamericano (en torno a la narrativa de Roberto Bolaño)”, Revista Alpha, Osorno, n°30, 2011, p. 157-167. 18. Carrasco, Iván, “Ratada de Rosabetty Muñoz”, Op. Cit. 19. Garay, Sol, “Literatura chilena de exilio, un vacío epistemológico”, Revista Estudios Filológicos, Valdivia, 2013, n°51, p. 17-26. 20. López, Ignacio, “Malestar en la literatura: escritura y barbarie en Estrella distante y Nocturno de Chile de Roberto Bolaño”, Revista Chilena de Literatura, Santiago, 2009, n°75, p. 199-215. 21. Nómez, Nain, “Exilio e insilio: representaciones políticas y sujetos escindidos en la poesía chilena de los setenta”, Revista Chilena de Literatura, Santiago, 2010, n°76, p. 105-127. 22. Jara, Joan, Víctor, un canto inconcluso, LOM, Santiago, 2007, 288 p. 23. Rodríguez, Laura, “La proyección urbana de un creador: Víctor Jara y la canción Las casitas del barrio alto”, Revista Polis, Santiago, vol. 10, n°30, 2011, p. 477-493. 24. Jara, Joan, Víctor, un canto, Op. Cit. 25. Nómez, N., “Transformaciones”, Op. Cit. 26. Jara, Joan, Víctor, un canto, Op. Cit., p. 255. 27. Nómez, N., “Transformaciones”, Op. Cit., p. 88. 28. Nómez, N., “Transformaciones”, Op. Cit., p. 109. 29. Jara, Joan, Víctor, un canto, Op. Cit., p. 256. 30. Aceituno, Roberto, Memoria de las cosas, Op. Cit., p. 74. 31. Nómez, N., “Transformaciones”, Op. Cit., p. 257.

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32. Jara, J., Víctor, un canto, Op. Cit., p. 255. 33. Jara, J., Víctor, un canto, Op. Cit., p. 257. 34. Badiou, A., “La idea de justicia”, Op. Cit. 35. Badiou, A., “La idea de justicia”, Op. Cit. 36. Arendt, H., ¿Qué es la política?, Paidós, Barcelona, 1997, 156 p. 37. Arendt, H., ¿Qué es la política?, Op. Cit., p. 19. 38. Arendt, H., ¿Qué es la política?, p. 196. 39. Arendt, H., ¿Qué es la política?, p. 156. 40. Arendt, H., ¿Qué es la política?, Op. Cit. 41. Arendt, H., ¿Qué es la política?, Op. Cit. 42. Arendt, H., ¿Qué es la política?, Op. Cit. 43. El lector encontrará un informe completo en .

RESÚMENES

Este artículo aborda desde un enfoque interdisciplinario – que considera aportes de la literatura, la historia, la filosofía y el psicoanálisis – las relaciones entre la poesía y la subjetividad política, en su vinculación con temáticas como la justicia y la responsabilidad colectiva. Para ello se seleccionó un poema de Víctor Jara, el cual permite demostrar que la poesía presenta la construcción de un sujeto político que refuerza la importancia de la justicia y la responsabilidad colectiva. Su mensaje es válido sobre todo en la actualidad, donde existen deudas pendientes de la actual democracia respecto a impunidad y derechos humanos. La metodología de análisis de los textos poéticos es de tipo semiótica, relacionada con los contextos nacionales en que fueron producidos.

This article discusses the relationship between poetry and political subjectivity and the problems of justice and collective responsibility from an interdisciplinary approach, drawing on contributions from the fields of literature, history, philosophy and psychoanalysis. For this we have selected a poem by Victor Jara to show that poetry presents the construction of a political subject that reinforces the importance of justice and collective responsibility. This message is especially relevant today, in the context of the outstanding debts of the current democracy in relation to impunity and human rights. The method to approach these poetic texts is a semiotic analysis, which is linked to the national contexts in which they were produced.

Cet article aborde, dans une perspective interdisciplinaire - depuis la littérature, l’histoire, la philosophie et la psychanalyse - les rapports entre la poésie et la subjectivité politique et leurs liens avec la justice et la responsabilité collective. On a choisi un poème de Victor Jara qui permet de montrer que la poésie présente la construction d’un sujet politique qui renforce l’importance de la justice et de la responsabilité collective. Son message est d'actualité, puisque certaines dettes de l’actuelle démocratie subsistent à cause de l’impunité et en vertu du respect des Droits de l’Homme. La méthode d’analyse des textes poétiques est de type sémiotique. Elle est replacée dans les contextes nationaux qui les ont engendrés.

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ÍNDICE

Keywords: political subject, Víctor Jara, justice, collective responsibility, chilean dictatorship Mots-clés: sujet politique, Victor Jara, responsabilité collective, dictature chilienne Palabras claves: sujeto político, Víctor Jara, justicia, responsabilidad colectiva, dictadura chilena

AUTOR

PAULA TESCHE ROA

Psicóloga, Magíster en Literatura Hispanoamericana, estudiante de Doctorado en Ciencias Humanas, mención Discurso y Cultura, en la Universidad Austral de Chile. Valdivia. [email protected].

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El movimiento de pobladores en Santiago. La memoria social del Campamento Esperanza Andina de Peñalolén, Santiago (1992-1998) The Squatters Movement in Santiago: The Social Memory of Campamento Esperanza Andina de Peñalolén, Santiago (1992-1998) Le mouvement des occupants de terre à Santiago. La mémoire sociale du Campement Esperanza Andina de Peñalolén, Santiago (1992-1998)

Catherine Valenzuela Marchant

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 21 de junio de 2014 / Aceptado: 11 de septiembre de 2014

Introducción

1 A principios del siglo XX, el problema habitacional constituyó una característica de la clase trabajadora, empobrecida, que no tenían ingresos suficientes para pagar el alquiler de viviendas en conventillos, piezas o cités de Santiago, y que habitaron en precarias condiciones de vida. Este grupo muy propenso a las repercusiones de los cambios en la economía, vieron permanentemente agravada su condición de precariedad, hasta el punto de llegar a vivir en la orilla de un canal o río. A pesar que la sociedad obrera estaba representada en su gran mayoría en las poblaciones callampas y tomas de terrenos, esta estrategia no correspondió al tradicional movimiento obrero, que a través de sus organizaciones de bases (sindicatos y mancomunales) estableció luchas por sus reivindicaciones laborales, con la utilización de mecanismos como el paro y la huelga como acto representativo del colectivo. Entonces, la toma de terreno

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vino a responder a una estrategia de acción y sobrevivencia que aglutinó a trabajadores y sectores populares que no poseían recursos económicos. De esta forma, no representó a un sector exclusivo de la sociedad, otorgándole el rol de un nuevo actor, un nuevo movimiento social.

2 Estos nuevos movimientos sociales se caracterizan por el manejo autónomo de recursos materiales e inmateriales y en la organización interna de estos. Los recursos pueden ser de orden tangible, o inmateriales, es decir las “capacidades laborales, hábitos de trabajo, amistad, confianza, liderazgo, compromiso ético”1. En este aspecto, encontramos en la historia de Esperanza Andina, un componente numeroso de recursos inmateriales, surgidos en torno al trabajo en el terreno. La constitución de equipos para efectuar las instalaciones eléctricas, el loteo, la inauguración de la casa de la mujer, las movilizaciones y la autoeducación de pobladores complejizó la lógica interna de la movilización.

3 Esperanza Andina vivió un proceso de construcción cultural social, en base a la herencia de un pasado de pobreza y exclusión, evidenciado por elementos comunes entre los pobladores, quienes fabricaron herramientas como, “la memoria que los actores habían construido específicamente sobre las ‘injusticias y agravios’ provocados por el sistema dominante”2 y que los llevó a organizarse en un comité de allegados, como una forma de recaudar y administrar los recursos propios, la organización y los fines en los cuales se movían.

4 La cultura propia que construyeron se refiere específicamente a las herramientas materiales e inmateriales fuera de la cultura hegemónica oficial, y que se lograron consolidar en los ocho años de la movilización. No es necesario proyectar este desarrollo cultural a la órbita del Estado y el sistema de partidos políticos vinculantes. “No ha de olvidarse que el ‘movimiento’, en los Movimientos Sociales, no es de naturaleza física, cómo el que realizan las ‘masas’ que marchan por las calles y plazas, sino cómo se dijo, de naturaleza esencialmente ‘cognitiva’, de autoeducación y vinculada a la marcha emergente de su poder cultural”3.

5 Por lo cual, los fenómenos vinculantes entre el Movimiento Social y el proceso histórico oficial, pueden ser distintos. Ya que en su interior, existe una “autoproducción de significados”4, que conlleva a formar normas de convivencia y leyes propias al interior de la toma. Por otra parte, se elaboró una propuesta de movilización para el planteamiento del problema frente al oficialismo y la comunidad en general.

6 De esta forma se construye lo político, con dos directrices; una lógica interna y otra externa que conllevó a establecer el capital propio de esta movilización por la vivienda. El accionar colectivo del comité de allegados, tomó una dinámica interna para los problemas que se generaban en el terreno y por otra parte una forma externa en la que, “tienen poder porque desafían a sus oponentes, despiertan solidaridad y cobran significados en el seno de determinados grupos de población, situaciones y culturas políticas”5. El desafío colectivo, el objetivo común, la solidaridad y el mantenimiento de la acción colectiva, forman las propiedades básicas de los movimientos sociales6. Que en el caso de los pobladores de Esperanza Andina, se presentan con distintos ritmos e intensidad a lo largo de la historia de la comunidad.

7 La memoria social de los pobladores del Campamento La Esperanza Andina es una experiencia en torno a la movilización por la vivienda, que difiere de la vinculación al pasado de la dictadura militar y del consenso político de la transición. Estos pobladores de Peñalolén, se vincularon por un pasado de pobreza y marginación, que los mantuvo

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sorteando la línea de hambre y precariedad habitacional, confluyendo en un comité de allegados que se organiza para la adquisición de viviendas.

8 A inicios del periodo político chileno denominado Transición (post-dictadura), en 1992, los pobladores efectuaron una toma de terreno altamente organizada. Desde esta movilización, nació la memoria social del Campamento La Esperanza Andina de Peñalolén, constituida por las vivencias del propio sujeto y la colectividad en torno al sueño de la casa propia que pondría fin a su condición de allegados.

9 El tema del déficit habitacional en Chile nos hace problematizar el acceso al Derecho, la Justicia y los Derechos Humanos. A pesar de ser algo fundamental, en las sociedades latinoamericanas estas demandas “tienden a formularse en términos individualistas y basadas en la propiedad, y cómo tales no cuestionan la lógica de mercado liberal y neoliberal hegemónica, ni los tipos neoliberales de legalidad y de acción estatal”7. Por lo cual, el derecho a la ciudad de los pobres, se vio restringido, al momento de aumentar progresivamente el déficit habitacional durante la dictadura militar. Esta situación ocasionó que el número de allegados aumentara significativamente y las viviendas sociales entregadas contuvieran en su interior dos o más familias allegadas. En el caso de la comuna de Peñalolén, el número de allegados en el año 1991, ascendió a 6.200 personas8. En cuanto al subsidio habitacional en la comuna entre 1985-1991, del total de 10.034 inscritos sólo 3.838 recibieron la ayuda, incrementándose aún más el problema9.

10 La lógica de la vivienda en Chile se formula por tanto como derecho individual jerarquizado según el poder adquisitivo de los individuos, asignándoles una casa según el valor del suelo. Esta normativa entró en conflicto al momento que allegados en la zona oriente de Santiago no tenían los recursos suficientes y decidieran ocupar un terreno en la parte alta de la ciudad, organizados en un Comité para luchar hasta las últimas consecuencias por sus reivindicaciones.

11 A lo largo de los ocho años de movilización, los pobladores de Esperanza Andina reivindicaron su “derecho a la vida urbana”10, desde que eligieron el terreno donde vivir y finalmente lo compraran, a pesar del sin número de barreras que les impuso la dueña Filomena Narváez. En la construcción de sus viviendas, escogieron el lugar donde edificarían sus casas, nombrando sus calles de acuerdo a lo que estimaban conveniente como comunidad. De esta forma, los pobladores establecieron desde una toma de terreno la construcción de su espacio para vivir y el quehacer práctico que les reivindica del sufrimiento de ser pobres y allegados.

12 En Chile la legislación vigente no permite la compra colectiva de viviendas sociales. Estipula, de hecho, la posibilidad de comprar una propiedad de forma individual a través de un sólo mecanismo, el subsidio habitacional. A pesar de este marco legal, los pobladores de Esperanza Andina adquieren el terreno de forma colectiva, gracias a un trabajo de ahorro y movilización de ocho años, logrando superar la barrera legal. De esta forma, el acceso a la casa propia se posiciona como un bien colectivo y que empodera a los habitantes hasta trascender más allá de la compra de las viviendas.

13 El empoderamiento de los pobladores se formula desde un sistema normativo de discusión al interior de la toma, en sus asambleas. Algunos de sus requerimientos más importantes fueron prohibir el consumo de alcohol para todos sus habitantes, la violencia intrafamiliar, especialmente hacia las mujeres y el aseo diario de sitios y pasajes. La organización interna se complejizó a tal punto que todos sus habitantes pudieron optar a ser delegados de sus pasajes como un cargo representativo en las

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instancias de discusión “mientras que la distribución del ingreso y de las riquezas no necesita ser igual, tiene no obstante que ser ventajosa para todos, y al mismo tiempo los puestos de autoridad y mando tienen que ser accesible a todos”11. La red interna estableció un sistema de distribución de derechos y obligaciones que instauró una variante de justicia social de acuerdo a la decisión de sus asambleas.

14 El derecho a la ciudad que se establece en el caso de Esperanza Andina es “mucho más que un derecho de acceso individual o colectivo a los recursos que esta almacena o protege, es un derecho a cambiar y reinventar la ciudad de acuerdo a nuestros deseos”12. La colectividad de pobladores establece un ejercicio de poder colectivo para adquirir una vivienda que finaliza en un proceso de auto educación y construcción de su memoria social en comunidad.

15 El objetivo del presente artículo es contextualizar desde un punto de vista histórico el movimiento de pobladores en Santiago de Chile en los últimos años de la dictadura y el inicio del cambio político. En un segundo momento, nos proponemos analizar la memoria social de los pobladores de Esperanza Andina en torno a la lucha por la vivienda propia. De esta forma, el artículo comprenderá dos partes, la primera, la visión histórica del movimiento de pobladores para fines de la dictadura y principio de la transición política (1983-1992). Y la segunda, la constituirá el enfoque de memoria y justicia social para el caso de Esperanza Andina.

16 Para este caso, las motivaciones que surgen al construir el relato de memoria social, nos llevó a encontrar distintos niveles, articulados en torno a la lucha por tener una vivienda propia, articulados a las experiencias que atravesaron los pobladores para transformarse en una comunidad. El primer nivel corresponde a la reconstrucción del pasado, el cual, armó el relato identitario de los pobladores; el segundo, lo encontramos en la ocupación del espacio, junto a las relaciones sociales que se armaron entorno al terreno. El tercer nivel posicionó al poblador como parte de una comunidad altamente organizada en la vida diaria y las movilizaciones. Y por último, el cuarto nivel, corresponde a cómo la comunidad se posicionó ante el exterior, exponiendo el conflicto a las autoridades una vez iniciadas las movilizaciones por la vivienda.

1. El movimiento de pobladores en Chile, entre la dictadura y la transición (1983-1992)

17 La crisis económica iniciada en 1981, trajo fuertes repercusiones para el mundo popular, siendo el año 1983 el periodo más crítico. La cesantía alcanzaba un 30%13, situación que impedía pagar las deudas de luz, agua, y dividendos. Mientras las autoridades de vivienda ordenaban trasladados de familias a viviendas sociales pequeñas, las que no contemplaban espacios para los allegados, se incrementaba el hacinamiento.

18 La difícil situación económica trajo el apoyo masivo a la Primera Jornada de Protesta Nacional contra la dictadura militar (11 de mayo de 1983) propuesto por la Confederación de Trabajadores del Cobre y los organismos sindicales. Los pobladores participaron de forma activa en la jornada en la cual hubo dos víctimas, un poblador y un niño. Los primeros allanamientos se realizaron en las poblaciones Joao Goulart, Yungay, La Castrina y en la Vicaría de la Zona Sur, aparentemente con el objetivo de

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encontrar delincuentes14. Sin embargo, las intervenciones militares no terminaron con las protestas populares.

19 Junto a las jornadas de agitación social se sumaron tomas de terrenos, masivas, como fue el caso de la población Raúl Silva Henríquez y Juan Francisco Fresno. El día 22 de septiembre de 1983, un grupo de pobladores organizados ocuparon los terrenos de San Rafael y Lo Blanco con San Francisco. Las cifras estimadas arrojaron un total de 3.000 personas en el terreno para fines del mes de septiembre. La organización en el interior del campamento fue apoyada a través de la Coordinadora Metropolitana de Pobladores y miembros del Partido Comunista. No obstante, se presentó un grupo de pobladores que estaban en contra de las jornadas de movilización: “no nos vamos a meter en ninguna marcha, como la llamada para hoy, ni en las protestas”15. Las diferencias entre los dirigentes al interior de la toma hizo difícil el proceso de negociación, más aún cuando la UDI ingresa a conducir el trabajo popular al interior del campamento16.

20 Durante el año 1984 se realizaron ocupaciones de terrenos en las cercanías de La Victoria, Lo Valledor, Villa Macul, La Legua y Maipú, situación que se extendió paulatinamente. En este escenario de actividad intensa, se formó la Coordinadora de Organizaciones Poblacionales (COP), que promovió otras tomas de terreno – como en La Florida, con la participación de 500 familias, y en Renca, con 1.800 familias – que también brindó talleres de educación popular como soporte para los distintos campamentos17, además de las Organizaciones Económicas Populares (OEP), que se encargaban de generar la ayuda necesaria para solventar las carencias de las familias18.

21 Las protestas realizadas entre 1983 y 1987 (en total 22), fueron consideradas como una amenaza latente para todo el proceso de transición, dónde se observa un enfrentamiento entre la legalidad establecida por el régimen en materia de Seguridad Estatal y las movilizaciones sociales del período en cuestión. La violencia ejercida por el extremismo no alcanzaba a ser diferenciada de las manifestaciones que realizaban los pobladores, siendo ambas calificadas de atentados en contra del Gobierno: “ante la escalada de violencia observada en los últimos días, el país no será amedrentado por el terrorismo disociador”19. Bajo esta idea, las movilizaciones fueron concebidas como las enemigas del orden que sólo entorpecían la aparente tranquilidad social alcanzada por el régimen,20siendo el gran responsable el “Comando Nacional de Protesta”21, organismo que convocaba públicamente a protestar.

22 Estos días de paralización social fueron observados por el mundo opositor como la situación adecuada para presionar el régimen y dar inicio a la transición política. El proceso de cambio lentamente se instauró como debate político-comunicacional apareciendo distintas líneas analíticas sobre el tema. El Gobierno se enfocaba a las materias constitucionales que desde el mes de marzo de 1981 habían iniciado el segundo “período presidencial” de Augusto Pinochet, iniciando la “transición hacia la plena democracia”22. Esta fase comprendía el establecimiento y promulgación de las leyes políticas, formando la base institucional para el nuevo orden político23. Sin embargo, lo que se hacía público no se plasmó en la realidad, la prerrogativa para la aprobación de la ley no se realizó y sólo se apresuró en establecer una reforma a la ley de los partidos políticos que imposibilitaba “la sucesión y continuidad jurídica patrimonial”24 de los partidos o de cualquier otra entidad de carácter político que existiera antes de la vigencia de la Constitución de 198025.

23 El oficialismo respondió al movimiento de pobladores, catalogando a las poblaciones como focos aislados de protesta, no representativos de la realidad nacional, aplicando

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el Estado de Sitio en octubre de 1984. La medida fue reforzada mediante el traslado de los campamentos a otros lugares; entre 1982 y 1987 un total de 29.000 familias, fueron cambiadas del sitio original de la toma, siendo “(…) ubicadas en comunas periféricas como La Pintana, San Bernardo, Maipú, Pudahuel, La Florida”26. De esta manera, la ciudad de Santiago comenzó a apartar a los pobres hacia los lugares más lejanos del centro.

24 A pesar de las medidas, en el año 1985 el movimiento de pobladores contaba con una gran participación en organizaciones comunitarias. De los dos millones de pobladores pertenecientes a la ciudad de Santiago, “unos 220.000 pertenecen a organizaciones de base”27. No todas fueron del mismo tipo u objetivos, pero la importancia radica en el alto nivel de organización. A la vez se constituyeron redes externas como “la Metropolitana de Pobladores (1979), la Coordinadora de Agrupaciones Poblacionales (1980), el Movimiento Poblacional Dignidad (1983) y el Movimiento Poblacional Solidaridad (1983)”28. Las tres últimas convergieron en el Comité Unitario Poblacional (CUP) desde el año 1984, quienes redactaron El Pliego Nacional de Pobladores. Las demandas representaron a los pobladores en general, solicitando el fin a las designaciones de Alcaldes y del control a las organizaciones poblacionales como los centros de madres. El derecho a la vivienda digna se reivindicó como algo fundamental para la comunidad, junto al fin a los allanamientos y represión. Se exigió, a su vez, “el término de la dictadura”29, estableciendo la democracia como el paso más importante para la refundación social de los pobladores30.

25 Hasta el día 17 de mayo de 1986, las poblaciones de Santiago habían registrado allanamientos, “afectando a 33 poblaciones con 94.100 personas”31. En total 1.629 pobladores fueron llevados a un recinto policial, otras 19 personas trasladadas a la CNI y 8 requeridos por presuntas actividades subversivas, para luego ser liberados32. Las comunas más afectadas fueron La Pintana, San Miguel, Ñuñoa, Maipú, Conchalí, La Florida y Cerro Navia, especialmente las zonas que estaban ligadas al movimiento de pobladores, apareciendo en consecuencia el miedo y la inseguridad en los habitantes como un síntoma de la represión que predominaba.

26 Las consecuencias de la crisis económica y la presión internacional en defensa de los Derechos Humanos restablecieron más garantías a la sociedad civil, sin embargo, el atentado a Pinochet en el año 1986 puso fin al movimiento de protestas mediante la declaración de un Estado de Sitio que se mantuvo desde el día 7 septiembre de 1986 hasta el mes de enero de 198733. Nuevamente, las poblaciones fueron las primeras allanadas siendo víctimas de fuertísimas medidas represivas. Estas circunstancias ayudaron a consolidar las redes de solidaridad entre distintos lugares, apoyados por los partidos políticos y la Vicaría de la Solidaridad34.

27 La práctica del allanamiento consideró casos individualizados, como también masivos, involucrando a poblaciones completas. La duración también variaba. Podía durar horas, días o semanas. Y se ocupaba como un mecanismo distinto a la detención.

28 Patricio Orellana, describe cómo un tipo de allanamiento consistió en la ocupación de una casa por parte de los militares, varios días seguidos, con el fin de amedrentar a la familia, usándola como servidumbre y así poder detener a las personas que llegaran a la casa: “En la jerga policial se les llama ‘ratoneras’. Grupos directivos completos de algunos partidos de izquierda fueron detenidos a través de estos procedimientos”35.

29 Las protestas ocurridas en las poblaciones, se catalogaron como una “patología del cuerpo social”36, causada por fuerzas políticas ideológicas externas que actuaron

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movilizadas en un cuerpo subversivo el que tenía que ser extirpado de la sociedad. En esa dirección, los pobladores fueron catalogados como los principales responsables, siendo constantemente allanados sus hogares. Todas estas ideas operaron bajo la dinámica de la Guerra Fría y la lucha contra el enemigo interno “conceptualizado como el ‘subversivo’ infiltrado, o el simpatizante o colaborador de éste”37. En la práctica los servicios de inteligencia se encargaban de llevar a cabo estas ideas, enfrentándose de manera poco convencional al enemigo que se había definido desde la esfera estatal.

30 En las poblaciones de Santiago vinculadas con actividades comunitarias, se hizo correr el rumor del allanamiento causando preocupación y alarma entre los habitantes; “hoy allanan esta población ¡no! Es mañana ¿o será pasado? Alarma y preocupación causan los rumores en nuestro sector instamos a los compañeros a no perder el control frente a esto”38.

31 A lo anterior, se sumó el hambre que la situación social y económica había incentivado desde inicios de la década. Para paliar esta situación, los pobladores efectuaban ollas comunes; “el hambre y la miseria son expresión de la violencia social del momento, comer nos mantiene en pie… comer juntos nos levanta y nos hace caminar”39. Las respuesta desde las organizaciones populares, no se hicieron esperar.

32 Una de las organizaciones de pobladores que destacó en el trabajo de los Derechos Humanos fue el Comité de Defensa por la Vida de Renca. Este trabajo en las poblaciones del sector estuvo apoyado por trabajo educacional y comunicacional a cargo de los vecinos que efectuaban actividades para reforzar la unión y el trabajo comunitario. “Mediante la presente además queremos testimoniar nuestra adhesión en defensa de los derechos fundamentales del hombre, es así que nos levantaremos como grupo en defensa de la vida y por lo tanto sentimos nuestro clamor de sus organizaciones como así de todas aquellas que exijan la dignidad de las personas. Creemos que la solución de este y todos los problemas pasa fundamentalmente por el cambio del régimen imperante y de todos sus aparatos, ya sea represivos, económicos, sociales, judiciales, etc.”40.

33 Las acciones del Comité se remitieron en algunas oportunidades a entregar cartas de apoyo a distintas causas, por ejemplo para los detenidos en los operativos de Renca durante las jornadas de movilización social, quienes en algunas ocasiones escribieron cartas de apoyo a las huelgas de hambre efectuadas en la cárcel. “Esta huelga nos toca más de cerca aún al haberse aunado en ella, en todo su contexto, cuatro jóvenes de Renca, integrantes de una agrupación cultural, que fueron detenidos el 5 de noviembre sin que se haya clarificado hasta el momento su situación legal”41.

34 El comité de Renca estimulaba la lucha por los derechos humanos, el esclarecimiento de los casos de detenidos desaparecidos y asesinados, y el castigo de los culpables de los crímenes efectuados. Otras temáticas se abocaban al término del exilio, la disolución de la CNI, de las amenazas, torturas, secuestros y relegaciones. Estas propuestas conformaban las principales acciones efectuadas para buscar restablecer las condiciones mínimas del respeto a las personas, especialmente de los sectores populares.

35 Las estrategias comunitarias son principalmente de subsistencia y resguardo frente a las situaciones de violencia que se pudieran generar. Los últimos años de la dictadura dieron al trabajo comunitario de las poblaciones un doble sentido, la subsistencia y el trabajo por los derechos humanos. De esta forma, crecen las redes de contacto de los

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pobladores con entidades cercanas al mundo político y aumentando las instancias de protesta social, frente al descontento que provoca el modelo.

1.1 Las negociaciones de la transición política

36 Al acercarse el proceso electoral del año 1988, las instancias formales de organización poblacional (COP Y CUP entre otras), sufren de la presión de los partidos políticos y “la relativa libertad de acción”42 se restringe. Las cúpulas partidistas, no aceptaron el accionar independiente del movimiento poblacional. Los militantes de partidos fueron trasladados a actividades políticas no involucradas con los campamentos, lo que provocó que se quebrara la red externa del trabajo poblacional.

37 Este quiebre no pone fin al trabajo autónomo en las poblaciones, quienes alejados de la militancia política formal gestan instancias como la Unión de Allegados del sector oriente. Agrupaciones que en la mayoría de los casos son lideradas por mujeres y sólo en algunas oportunidades se presentaron en el ámbito público, como es el caso de algunas pobladoras que “se involucraron activamente en las tareas de control del acto plebiscitario”43. En general, los pobladores participaron en la inscripción electoral y en las votaciones correspondientes al proceso eleccionario de la transición política, acciones que no fueron suficientes para incorporarlos al pacto que se estaba concertando. Los políticos estaban concentrados en conseguir “un acuerdo”, lo que llevó a apartar a los pobladores del diseño del consenso gubernamental.

38 Una vez realizado el cambio de mando, la Concertación y el Gobierno de Patricio Aylwin neutralizaron “las demandas más profundas que exigían reformas económicas y sociales, con el argumento de que no se debía poner en peligro el proceso de democratización”44. A cambio, las organizaciones vecinales tendrían instancias de representación para solicitar fondos del Estado, destinados a los sectores más bajos. Las nuevas estrategias legales se dirigieron a desviar las acciones directas en contra del Gobierno, y en lugar de organizar marchas se debía postular a proyectos a través del FOSIS y el SERNAM. Por otra parte, las coordinadoras de pobladores se agruparon en una instancia llamada CONAPO orientada hacia el bloque político de la Concertación, que organizaría el quehacer poblacional a nivel nacional, pero nunca se convirtió en una institución que representara a los sectores sociales45.

39 Las juntas de vecinos aumentaron desde el año 1990, convirtiéndose en las instancias mediadoras entre los pobladores, la Municipalidad y el Ministerio de Vivienda, lo que ayudó a que las organizaciones no se convirtieran en “portadoras de un proceso de transformación democrática”46, y sus dirigentes sólo cumplieran el rol de mediador frente a los conflictos con el Estado. En consecuencia, la transición avanzó hacia una democracia de corte elitista, que no reformó las estructuras de fondo provenientes de la dictadura militar, sino que la política se realizaba según el “cálculo político de una fracción que temió que las acciones violentas de la calle pronto se volvieran también contra ella”47. En ese sentido, se intentó mantener cierto control de lo que ocurría al interior de las organizaciones vecinales.

40 De esta forma el movimiento de pobladores se encontró al margen definitivo de cualquier forma de inclusión política, como un actor social en el nuevo gobierno. Las tomas de terreno se vieron detenidas, lo que trajo una desmovilización generalizada de los allegados, ya que tampoco les interesó trabajar masivamente con las Juntas de Vecinos. El derecho a la ciudad de los pobres de Santiago, nuevamente se encontró

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restringido; sólo se incentivó la postulación del subsidio para la vivienda. Este mecanismo, dejaba fuera a la masa de allegados, principales víctimas de la dictadura. De ahí en adelante cualquier acción colectiva en torno a ocupación de terrenos vendría a constituir una amenaza latente que ponía en riesgo la estabilidad y el orden del país, que aún se encontraba bajo la vigilancia de los militares.

2. El primer gobierno de la transición política (1990-1994) y las organizaciones formales de pobladores

41 Una vez que asumió la Concertación de Partidos por la Democracia la conducción del Gobierno chileno, se estableció como el escenario de comunicación más importante el establecer la responsabilidad de las violaciones y crímenes cometidos durante la dictadura. Este oficialismo no tuvo en sus manos toda la información sobre lo que había pasado, mientras tanto, en la escena política de derecha, aún imperaba un discurso que intentaba justificar la violencia y las muertes para combatir a los extremistas que atentaron contra el desarrollo del país. Las poblaciones sumergidas en el hambre y la carestía heredada del régimen anterior, no tuvieron el foco de atención desde la cúpula política para ayudar a los 5 millones de pobres que se contabilizaban en el país. Esta cuestión proyectó por años la impunidad que representó el problema habitacional.

42 Desde el Gobierno, se buscó un consenso basado en la reconciliación social entre los actores políticos involucrados en la Unidad Popular y el régimen militar, a través de la elaboración de un discurso de unidad transversal a todos los sectores48. Esta reconciliación fue entendida de distintas perspectivas: primero como, una reafirmación de la causa perdida en materia de los ideales que se defendieron en el Gobierno de Salvador Allende. En segunda instancia con el rechazo a la impunidad de los crímenes cometidos durante la dictadura militar. Por lo tanto, el relato de memoria oficial partía desde un punto cero, un nuevo comienzo rupturista del pasado que los dividió y que sólo involucraba a los sectores más ligados a la militancia política formal, dejando de lado a los sectores populares, que no tuvieron representación alguna.

43 El programa del gobierno de Patricio Aylwin en materia de Justicia y Derechos Humanos se vio estrictamente obstaculizado por la presencia de Augusto Pinochet en la comandancia en jefe del ejército, así “de todas las transiciones, podría decirse que la chilena fue la más limitada y Chile el país donde los militares conservaron más alto grado de poder y legitimidad”49. Situación que demostraba la tensión aún existente entre los políticos pertenecientes a la oficialidad y los miembros del ejército involucrado en los crímenes. Años difíciles para llegar a esclarecer en su totalidad lo acontecido en el pasado oscuro que los antecedió.

44 Un punto importante de considerar es el tema de la violencia como amenaza latente para todo el proceso de la transición, donde vemos un enfrentamiento entre la legalidad establecida constitucionalmente en materia de Seguridad Estatal y cualquier atisbo de movilización social del período en cuestión. De seguir la violencia, corría riesgo la futura transición, si se actuaba fuera del consenso. Así la primacía del orden, se antepuso frente a cualquier reivindicación social y de derechos que pudieran haber existido en la época desde los sectores populares. Se posicionó un discurso oficial

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condenatorio de la violencia, enemiga del nuevo orden, que entorpecía la aparente tranquilidad social alcanzada por consenso político.

45 Dentro de esta lógica comunicacional del Gobierno, la toma de terrenos de Esperanza Andina, fue catalogada como un acto promovido por los extremistas y fuera de la legalidad establecida al “querer imponerse por la fuerza”, lo que provocó el rechazo inmediato por parte de la oficialidad, proyectando la lógica comunicacional de la dictadura, al querer establecer a las manifestaciones sociales, como enemigas del orden alcanzado por el mundo político. “El subsecretario del Interior, Belisario Velasco, culpó a ‘irresponsables extremistas’ de arrastrar a quienes necesitan de un hogar, problema que existe en el país desde décadas, al cometer usurpaciones ilegales, definiendo así la posición del Gobierno, frente a la seguidilla de tomas perpetradas en los últimos días”50.

46 La estabilidad de la transición se justificó en el orden establecido por la ley, en dónde el Estado establecería las condiciones de ayuda social, respetando las reglas del mercado las que serían reguladas por el Ministerio de Vivienda. De esta manera, la toma de terreno fue considerada como un quiebre en la relación persona-Estado-mercado que sostienen las disposiciones del Gobierno. Esta idea se reforzaba con la política comunicacional, entregando viviendas subsidiadas individualmente, así al mes de la toma de Esperanza Andina se otorgaron un total de 8.131 beneficios, para acceder a viviendas sociales, destinando 4.026 a la Región Metropolitana51. En este sentido, no se incorporó de ninguna forma el derecho a mejorar las condiciones de vida de los allegados, con un sistema de postulación que pudiera contemplar a las personas sin capacidad de ahorro, que se mantenían desde la dictadura fuera de los márgenes de postulación a cualquier beneficio.

47 Al no existir cambios legales en materia habitacional, se proyectó el modelo instaurado en la dictadura, que contemplaba legalmente, sólo la postulación al subsidio de forma individual. La política se mantuvo muy apegada a la normativa, que terminaría con cualquier intento de tomas de terreno masiva, consolidando el rol de Estado como mediador ante el mercado de la vivienda. “Estimado Ministro Etchegaray: ¡Qué bueno que les haya parado el carro, como se dice en chileno básico, a quienes participan en tomas de terreno! Ya era hora que alguien les pusiese en cintura y les mostrase tarjeta roja, diciéndole que la toma es, en definitiva, hacer prevalecer el criterio de la fuerza y de la violencia por sobre el esfuerzo, el ahorro y la perseverancia”52.

48 No existió una instancia de diálogo con los allegados desde el Gobierno, como una expresión de soberanía de los sectores populares. Sólo se condenó cualquier instancia de explosión social, que pusiera en jaque el orden garante de la Constitución, respetado por los distintos sectores políticos. A pesar que el nuevo orden no fue representativo de los sectores populares, algunos dirigentes poblacionales vinculados a partidos políticos de izquierda (PC) apoyaron las instancias establecidas por el gobierno para la participación.

49 La organización de pobladores que se vinculó como más cercana al oficialismo fue la Coordinadora Metropolitana de Pobladores, más algunas entidades de allegados y comités Sin Casa. La dirigente Claudina Núñez, presidenta de la Coordinadora, Oscar Peña y los directivos de las Coordinadora de Allegados “ Juan Pablo II”, “Laura Rosa Méndez”, comités de la zona norte y sur de Santiago, Macul y Talagante, se comprometieron a descartar a las tomas de terreno cómo una estrategia de

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movilización. La idea fue proponer soluciones en conjunto y contribuir en una propuesta global con varias alternativas y soluciones al corto, mediano y largo plazo para los pobladores. “Finalmente, los pobladores y allegados señalaron que aparte de buscar soluciones en el encuentro, tratarán en federar a todas las organizaciones que ocupen de este problemón que amarga la existencia a más de 650 mil familias en Chile, de acuerdo con los cálculos de la nueva subsecretaría de Vivienda, Joan Mc Donald”53.

50 Las ollas comunes también pasan a conformar instancias más cercanas al oficialismo, dejando de ser exclusivamente populares. La Organización de Beneficencia “Compartiendo la Mesa, de la preocupación a la acción”, que efectuó trabajos en distintas poblaciones de Santiago, inició trabajos con ollas comunes populares desde el año 1986 para lo cual recibió aportes de distintas organizaciones y recursos externos, llegando a alcanzar recaudaciones por 19 millones de pesos “los que fueron repartidos en 245 ollas populares de Santiago y 22 de Viña y Valparaíso”54, más algunos establecimientos educacionales.

51 Para el aniversario de la Organización, Sara Vásquez pobladora que trabajó en la fundación explicó las proyecciones de las ollas comunes como parte del trabajo popular, que continuaría en la transición, “Los pobladores tienen conciencia de que sus problemas no se van a solucionar por arte de magia con la llegada de la democracia, por lo cual han decidido seguir con la iniciativa de las ollas e impulsar cocinerías y amasanderías populares, a un bajo precio sin fines de lucro”55. En el largo plazo, estas palabras no tuvieron mayor concreción en la realidad. Y los intentos por la centralización de las organizaciones populares fueron un gran fracaso.

3. El Campamento la Esperanza Andina de Peñalolén y su memoria social (1992-1996)

52 El campamento La Esperanza se formó de la unión de varios comités de allegados de la zona oriente de Santiago. Algunos de sus dirigentes pertenecían a la zona de Lo Hermida y trabajaron desde 1987-1988 como monitores de allegados, ayudando a resolver los problemas de vivienda, asociados en un principio con algunos miembros del Partido Humanista. Una vez terminada la campaña electoral de 1988-1990, consideraron que los partidos políticos “no eran un instrumento válido para renovar la lucha social popular, por la crisis en que estaban”56, careciendo de la representatividad hacia los sectores populares y decidieron actuar de forma autónoma, formando un comité.

53 El total de familias que reunió en 1990 fue de 140, agrupándose con la coordinadora de allegados. Su objetivo fue estudiar a fondo el tema, contando con la ayuda de algunos funcionarios del Ministerio de Vivienda. Las decisiones de la coordinadora se centraron en buscar un terreno de acuerdo a las posibilidades de pago de los pobladores, por lo cual comenzaron a buscar un lugar para negociar con el dueño y pagarlo con la ayuda del subsidio estatal. Esta propuesta no fue acogida, ya que el marco legal no permitía que los pobladores escogieran el terreno dónde habitar, debía ser designado por el Ministerio. Las reacciones al interior del comité fue comenzar una movilización en La Moneda donde se expresaron públicamente: “hay plata para la CNI y no para los pobres de este país”, “si la política habitacional no la cambian ustedes, la cambiamos nosotros”57. Esta situación provocó el llamado a los pobladores para conversar con el

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Secretario Ministerial Jaime Silva. En un principio se les dijo que el proyecto era realizable, pero al comenzar los trámites con la Municipalidad, encontraron que los terrenos iban a ser ocupados para hacer un parque.

54 El 17 de noviembre de 1991 se toman los terrenos y son desalojadas las familias, sus dirigentes fueron detenidos. Este acto provocó que los integrantes del Comité y la Coordinadora tuviesen más credibilidad entre los pobladores del campamento. En marzo de 1992 se organizó la Intercomunal de Allegados para reorganizar la segunda toma, eligiendo a José Luis Flores como Presidente. Las acciones a seguir fueron planificar la ocupación definitiva del territorio con una segunda toma, teniendo que resolver el problema de la propiedad de los terrenos que estaba en manos de privados, consiguiendo ayuda del Movimiento de Acción Sindical (MAS), TAC (ONG) y grupos de estudiantes. La toma fue realizada de forma pacífica una semana antes de las primeras elecciones municipales de la transición, un día viernes 19 de junio de 1992.

55 La toma de terreno comenzó a recibir ayuda de ferias libres, vecinos, políticos y profesores. Mientras, en su interior se organizaban en la distribución del terreno por sectores según lo establecido por los comités que integraba cada poblador. Se fijaron calles, normas de limpieza, para que no se asemejara a una callampa. Las siguientes acciones se concentraron en el exterior del campamento, tomándose el Ministerio de Vivienda como una medida de presión para conseguir los créditos necesarios. No encontrando soluciones definitivas, decidieron el 13 de octubre de 1992 realizar una huelga de hambre, junto a la instalación de carpas en la Plaza de Armas. La respuesta que tuvieron de la intendencia, el Alcalde de Peñalolén, un diputado y autoridades del Ministerio de vivienda fue entregar 120 millones de pesos para el campamento y edificar 1500 departamentos para integrar a más familias mediante un acuerdo previamente establecido entre los pobladores y la dueña de los terrenos Filomena Narváez.

56 La entrega de los dineros no se concretó, situación que llevó a los pobladores a actuar loteando el terreno como una medida de presión. Sin embargo, la dueña de los terrenos haciendo caso omiso a lo acordado de vender a 60 mil UF “no aceptó vender el terreno a ese precio”58. Los pobladores reaccionaron tomándose la Universidad Iberoamericana el día 19 de julio de 1995 por solamente unas horas59.

57 Por consiguiente, la orgánica del campamento decidió ocupar la Municipalidad de Peñalolén, para involucrar al Alcalde porque no estaba preocupándose de su comuna, a la vez que se permitió el ingreso de funcionarios a trabajar para que no fueran despedidos. Luego de una semana permaneciendo en la Municipalidad y no obtener mayores resultados, el dirigente José Luis Flores decide realizar una huelga de hambre seca, siendo a la vez apoyado por un acto religioso ecuménico.

58 La acción del dirigente les abrió la posibilidad de comenzar una nueva negociación con la dueña de los terrenos y el Gobierno. La reunión se efectuó en la Universidad Iberoamericana acordando el precio de 60.000 UF por el terreno, no obstante la dueña solicitó al Gobierno otros terrenos y un crédito a cambio de la venta, firmando un documento que comprometía a las partes. Luego de transcurridos 45 días de la firma del documento, no se realizaba efectivamente el traspaso de los terrenos.

59 La movilización de los pobladores continuó con la marcha al Congreso Nacional (19 de diciembre de 1995) para conseguir el respaldo de los diputados y senadores en la expropiación a los terrenos. El recorrido se hizo a pie desde Santiago a Valparaíso soportando lo difícil de una larga ruta, los pobladores avanzaban sin mayores

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problemas por la carretera, sólo con el dolor físico que involucraba un esfuerzo de tal envergadura, participaron cerca de 1.300 personas, en dos días de caminata, los medios periodísticos le denominaron “la caminata del dolor”.

60 En la cámara de Diputados se recibió a los pobladores, interrumpiendo la discusión del presupuesto anual para abordar el tema del terreno y aprobar la expropiación. Con este paso el ministro pudo comenzar el trámite legal que requería. Respaldaron esta iniciativa con 1 millón de firmas entregadas en la Moneda con la Comisión de Apoyo. El trámite final quedaba en manos de los Tribunales de Justicia para aprobarse la expropiación en abril de 1996.

3.1 La memoria social en el Campamento Esperanza Andina (1992-1998)

61 Las luchas y reivindicaciones sociales en la historia han aparecido cómo una crítica directa al sistema liberal y las políticas que se han implementado en los Estados desde esta concepción filosófica. Desde esta posición, los pobladores establecieron con su movilización por la vivienda una memoria distinta y de quiebre frente al oficialismo. Estos pobladores no mantuvieron un lenguaje asociado a la reivindicación del derecho a la ciudad, pero si establecen una lucha, bajo sus propios parámetros epistemológicos, que en esta oportunidad hemos denominado memoria social.

62 En base a la injusticia social, desde la condición de allegados (elemento que reconocen en común) comenzaron a generar una memoria que los representó como “actores sociales autónomos”60, frente a un sistema partidista, y que se posicionó como una reivindicación popular, con una lógica de acción interna y externa, que se encuentra articulada en distintos niveles de la memoria social.

63 La memoria social comunitaria se realiza con la acción de los pobladores a través del contacto con sus redes sociales más próximas, partiendo de la acción diaria para conseguir los recursos necesarios para vivir, armándose de esta forma una relación reciproca por la interacción de dos o más personas; “basada en la ayuda mutua entre parientes y vecinos representa el mecanismo específico de seguridad económica y social de los marginados”61. Intercambios sustentados en la confianza que les otorga la cercanía al otro, considerada una acción primaria, que para ellos pasa a ser el eje en el que se mueven constantemente. El conseguir una vivienda pasa a ser el elemento común que los mueve, actuando a la vez una causa de subsistencia junto a la solución de un problema social con el objetivo de alcanzar el bienestar de sus miembros.

64 El espacio es central en la articulación de una experiencia de comunidad y la demanda de vivienda construyó un escenario histórico que surge y se fortalece gracias a la acción conjunta. La narración de esta experiencia es la “memoria viva”62, sustentada por la participación activa en los hechos de quienes construyen el relato. En contraposición, aparece la denominada “memoria muerta”63, originada desde fuera, en base a observaciones externas, formuladas en gran medida por la clase dominante. Ambas modalidades son sistemas simbólicos que pueden traspasar sus límites, con lo que es posible que un relato de memoria, sobreponiéndose a otro, elabore un discurso oficial aparentemente más fuerte, nutrido por una amplia cobertura mediática, que se posicione como hegemónico frente al resto de la sociedad.

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65 Para el siguiente caso tomaremos los testimonios del proceso de construcción del campamento, significativos para analizar los rasgos constitutivos de sus relatos. Sus recuerdos de lo que pasó al interior del campamento, actúan conforme a lazos comunitarios que generan sus cimientos fundamentales, siendo “como principio de verdad la creatividad y producción de vida que es propia de la subjetividad”64. Transformando la vida diaria en su memoria, posición de la cual surge su historicidad desde la experiencia.

3.2 El primer nivel: la experiencia

66 El primer nivel corresponde a ‘la experiencia’ de un poblador, recuerdos que nos entregan una identificación pre-existente con su condición social y la forma en que se han desenvuelto para lograr la sobrevivencia. Su relato es original porque no puede repetirse el mismo recuerdo en otro poblador, la manera de narrar es diferente y por tanto le otorga un sentido de sí irrepetible. La orientación del relato hacia el pasado nos sitúa frente a la continuidad temporal del poblador con su presente. “Yo me vine a Santiago en el año 1979, llegué acá a Peñalolén. Desde esa época vivo de allegada, con un niño no más, porque el otro lo dejé en el sur. Para mí la vida acá ha sido difícil. Tengo un compañero que me ayuda, pero cuando él no tienen plata yo tampoco tengo (…) yo era de Nueva Imperial, de ese lado. Yo era del campo y allá sufrí harto”65.

67 La mirada del poblador hacia su vida es una “posesión privada del recuerdo”66, en torno a la práctica de enfrentar la vida diaria desde distintas posiciones (madre, padre o hijo). Situación que hace surgir diversas experiencias en torno al ser poblador, fortalecidas a través de redes de acción: “el poblador de barriadas logra imponerse en grupo a circunstancias que seguramente lo harían sucumbir como individuo aislado”67. La identidad al representar simbolismos similares a otros, se vincula, adquiere los valores propios de su comunidad, siendo la primera relación hacia el entorno: la solidaridad. La diversidad existente entre los pobladores, es algo que se asume desde la interioridad de las personas, pero en el accionar se unen al contexto que los envuelve, gestionado por ellos mismos y asumiendo un trabajo de dar significación a su memoria. “Porque nos acostumbramos a que las cosas las tenemos que hacer internamente con uno y no estar pidiendo favores a nadie, o sea lo que uno pueda hacerlo y alcanzarlo, lo hacemos nosotros hombres y mujeres. Si la mujer tiene que tomar picota y hacer excavaciones lo hace, pero no le pide favores a nadie”68.

68 La expresión de los relatos es la apropiación de sus actos, lo que marca una distancia discursiva con la oficialidad. La memoria de los pobladores parte desde un estado de igualdad, un mundo común, que no implica el perder su experiencia en la singularidad de ser poblador; “el puesto de uno no puede coincidir más con el otro que la posición de dos objetos”69. En la vivencia del campamento se construye un relato originario en una misma dirección, “porque pensamos que el comité era una nueva esperanza para todos, de tener una casa, un techo donde vivir y no seguir oprimidos”70. Los primeros recuerdos son los compartidos que se representa en torno al lugar en conjunto, utilizando sus recursos, la organización, sus principios y el poder transformar su espacio. “En la toma pasamos momentos críticos por la lluvia, la lluvia me dejó enfermo, porque era desesperante estar con carpas plásticas y ver que el viento se las llevaba. Pero es una experiencia muy linda el estar en una toma y luchar por algo que va a ser nuestro”71.

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69 El recuerdo se realiza en torno a una apropiación de lo ocurrido, a la constitución misma de la acción. Los pobladores son capaces de designarse a sí mismos cómo protagonistas, no necesitan el reconocimiento de otro. El relato viene a formar parte del lenguaje que reafirma el sentido de pertenencia, “la realidad social determina no sólo la actividad y la conciencia, sino también, en gran medida el funcionamiento del individuo”72. La narración de sus experiencias no conduce a lo que hacen otros, sino que propiamente va dirigida a su persona. “Nosotros el día 18 llegamos acá a los terrenos que se suponía eran de la Coordinadora, mentira eran de la Filomena, pero nadie sabia, se habían instalado mediaguas las que generalmente, nosotros hacíamos creer que esos terrenos eran de la coordinadora, de hecho había gente de la coordinadora, en la noche llegamos todos, en la mayoría de los comités que eran de La Florida, San Luis, La Galvarino, La Villa el Cobre, todos esos nos vinimos en la noche. Por que en La Reina y en la parte cercana ellos se venían el mismo día y todos estos comités llegamos y nos metimos a las piezas armadas, y toda la gente que llegó ahí, teníamos que traer una carpa de lo que fuera, de nylon o cualquier cosa”73.

70 La llegada a la toma marcaría el inicio de la experiencia como campamento La Esperanza Andina, formando una comunidad nueva, dejando atrás la habitación en el patio trasero que comúnmente utilizaban como allegados. Este cambio de condición nos presenta el segundo nivel en la construcción de su memoria social.

3.3 El segundo nivel: la ocupación del espacio

71 La memoria en el espacio se entiende en un sentido pragmático, las acciones realizadas en torno al vivir juntos, se enfoca a los recuerdos de su realidad social. Abarca concepciones de tiempo y espacio relacionadas principalmente a las acciones cometidas. Las representaciones de estos relatos son entorno a la instalación de mediaguas; las deserciones y la llegada de otros marcando el inicio de la relación pobladores y su espacio. En una suerte de transición desde el “sueño”74 de tener una casa propia a la apropiación de tener un lugar para vivir: “Fue tan rápido que yo creo que uno cerró los ojos y empezó a ver carpas, fuego, teteras puestas… y las carpas paradas, recuerda Marcela. No sé dónde llevaba metida el agua la gente, pero las teteras estaban puestas para tomar tecito75”. Las nociones de los relatos son el vínculo visible con la acciones realizadas por los pobladores cuando cercan el lugar, delimitan los pasajes y se organizan en sectores. Un sentido de poder sobre el entorno, que los llevó a la acción transformadora del emplazamiento, levantando el campamento. “En una ratito paramos la casa de mi mami, pusimos dos pisos en una pieza de tres por seis, la probaron los chiquillos, pero así yo nunca había visto una organización tan buena, eso fue ordenado, no fue un despelote, no había que la casa chocaba con la del vecino, no era, todo ordenadito, quedo perfecto, hasta la calle quedo al medio”76.

72 Las reuniones que realizaban al final del día, comenzaron a ser el lugar en dónde se construyó una muestra del relato comunitario, momento en el cual organizaban su accionar, transformándose en la “espina dorsal”77 de la agrupación. Por lo general estas asambleas se realizaban para evaluar las soluciones a los problemas, siendo este espacio diferente del lugar privado pero “común a todos nosotros”78, parte central de la vida pública y privada de los pobladores.

73 Los relatos de memorias convergen en torno a la unión de los recursos “no materiales” como el trabajo diario, soportes de su funcionamiento. Esta unión se preserva, mientras

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permanezca la conciencia de la propiedad de los actos, legitimando el relato en torno al espacio y otorgando la identidad del grupo en torno a la movilización. “Al organizar el Campamento hubo que separar los comités y formar los Sectores, de acuerdo al lugar físico en que quedaron sus carpitas o mediaguas, cuenta Iván, primero se dividió en cuatro, después como el campamento se expandió para abajo y ya era más grande, se hicieron seis sectores y cada uno tuvo su directiva general”79.

74 La transformación del espacio y el trabajo realizado otorga el sentido de pertenencia comunitaria. La toma del espacio pasa a ser más que una simple ocupación de terreno, existe una percepción transformadora del lugar que los representa. Mostrando en su espacio las herramientas básicas de supervivencia que pasaban a ser su capital, dando continuidad a su experiencia.

3.4 El tercer nivel: la comunidad

75 El comité de allegados representaba ideas de una movilización generalizada de pobladores, pretendiendo establecer una “secuencia de lucha” en Santiago (1991)80. El proyecto consistía en organizar a los dirigentes a través de diversas reuniones, siendo la primera de ellas en el colegio La Faena. El avance de la organización se vio interrumpido por la presencia de los partidos políticos, que se disputaban el liderazgo de la situación, lo que llevó a dividir la orgánica y el posterior alejamiento de los pobladores.

76 La constitución del Comité de Allegados no asegura el actuar en comunidad, muchas veces al interior de los grupos no existe un acuerdo hacia el proceder de la dirigencia o un consenso generalizado sobre las decisiones que se toman en las reuniones. La unificación pragmática de los pobladores se dio en el momento en que los dirigentes, llaman a realizar la primera toma de terreno (noviembre 1991). Y a partir de esta movilización consiguen 350 subsidios para las familias que participaron, decidiendo realizar la segunda toma para conseguir ayudar a más allegados. “La comunidad se formó porque todos venían a la misma causa, a tener su casa propia y acá la tía fundadora de este jardín Olga Leiva nos dijo nunca más allegados y así muchos se quedaron (…) mucha gente se quedó en el camino, que no soportaron el frío, el barro que había acá (…) todos los que le creyeron se quedaron”81.

77 De esta situación podemos hacer referencia a un ethos común que los unió y cohesionó; son individuos que han experimentado vivencias, en algunos casos semejantes pero en otros marcadamente distintas, no obstante, encuentran un punto de inflexión el “ser allegados” que los sujeta a un eje de asociación, momento en el cual se percatan de sus similitudes en cuanto a demandas, inquietudes, objetivos y propuestas. Es justamente ahora, cuando se genera la alianza de hermandad, solidaridad y alteridad que caracteriza a dicho campamento “la identidad constituye, por supuesto, un elemento clave de la realidad subjetiva y en cuanto tal, se halla en una relación dialéctica con la sociedad. Una vez que cristaliza, es mantenida, modificada o aún reformada por las relaciones sociales”82. Transformándose en una comunidad, dinámica que asume una función de accionar en una misma dirección pase lo que pase. “Creo que la unión dentro del comité Nueva Esperanza no se va a terminar nunca (…) cuando llega el momento de unirse la gente toda va a tirar por el lado la unión en vez de la desunión. Creo que es lo más sólido que puede haber en una organización”83.

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78 La comunidad ha sido el resultado de un devenir bastante pedregoso, en donde cada sujeto ha experimentado modos de vida individuales y propios; no obstante, son todos ellos comunes en cuanto a motivaciones valóricas y sociales, siendo estas últimas el motor en la conformación de un sujeto, preocupado por el otro, empeñado en lograr el tan ansiado cambio social. Tratándose de una suerte de vivencia contingente, que incluye emociones, sentimientos colectivos que van más allá de la simple carencia y en donde se asocian símbolos y códigos. A la vez formando instancias de participación, de autorreconocimiento y de identidad más profundos.

3.5 El cuarto nivel: el exterior y el conflicto

79 Las expectativas de los pobladores y allegados fueron amplias al momento de iniciarse la transición gubernamental, esperando que se solucionara el problema de las viviendas sociales. Los partidos políticos se acercaron a los allegados de La Florida, con el objetivo de hacerlos participar en las filas partidistas. Los pobladores no aceptaron ingresar porque pensaban que serían utilizados con ‘fines instrumentales’ perdiendo la identidad del movimiento.

80 Los pobladores también se negaron a incorporar a grupos de ultraizquierda, “había una fuerte crítica a lo que era su accionar en ese tiempo”84. Los dirigentes del Campamento Esperanza planteaban que estos sectores estaban sin conducción, y que en las manifestaciones se presentaban más delincuentes que convocados, lo que les perjudicaría como agrupación.

81 Las decisiones confluyen en realizar una toma sin enfrentamientos y sin violencia. La fecha escogida fue una semana antes de las primeras elecciones municipales de la transición (18 de junio 1992). Las intenciones estaban principalmente en establecer una situación difícil al Gobierno para no utilizar la violencia en contra de los pobladores.

82 La propuesta que convocaba a la toma estaba en primera instancia en dar a conocer, que el nuevo proyecto gubernamental no incluía políticas sociales enfocadas hacia ellos. La posición que asumen los pobladores al actuar a través de la toma de terreno, los deja inmediatamente acusados de actuar bajo la ilegalidad. La forma en que ellos se plantean es distinta, se ratifican constituyendo un relato que reafirmó su identidad como pobladores, frente a “otro” que se posicionaba como una amenaza. “Fue muy difícil llegar a la conciencia de la gente, para que comprendieran lo que significa luchar por un terreno propio. Les explicamos que el proceso que estábamos viviendo, la famosa Transición, posee un modelo que no ayuda a los allegados de este país. Les dijimos que la única manera de cambiar las cosas era a través de la lucha. Y que la lucha más fuerte de los allegados era la toma de terrenos. Fue lo más difícil hacer que la gente comprendiera eso”85.

83 El camino para poder llegar a la toma se mostró con dificultades porque las personas no estaban convencidas de realizar una ocupación de terreno. Las razones se encontraban en las esperanzas que todavía tenían algunos pobladores, en que el nuevo gobierno los ayudaría. Razón por la cual tuvieron que efectuar un proceso educativo antes de movilizarse, en un proceso de contención de su memoria social. “Todos teníamos la esperanza que un gobierno democrático iba a cambiar el asunto. Que iba a haber más posibilidades para la gente con menos recursos. Pero ya se ha visto que no, que la cosa sigue igual. Se arreglan los que tienen plata y los pobres seguimos siendo pobres. Está todo igual. Los ricos siguen siendo ricos y los pobres seguimos metidos en la mierda”86.

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84 El tema de fondo se traducía en la imposibilidad de las familias de tener el mínimo de dinero (2 UF) para abrir la libreta de la vivienda. En segunda opción, el comité optaba por obligarlos a juntar el dinero, abrían su libreta y se presentaba otro impedimento legal, no les alcanzaba el monto del subsidio para cubrir el valor de los terrenos que estaban solicitando. El problema estaba en el expansivo auge del mercado habitacional, que ocasionaba la sobre especulación desmedida del valor de los sitios, y el SERVIU sólo actuaba como intermediario en la compra. “Estábamos ahí en todas. Era como la orden tacita, no es que si no ibas te fueran a echar, pero era la orden que te involucraba a ti, estábamos peleando por lo mismo y había que estar ahí. Había que estar en las manifestaciones, si íbamos al centro a una marcha o alguna protesta, había que estar ahí. Yo estuve en la de la catedral, por ejemplo, ahí participé con mi hijo chiquito y al hombro”87.

85 El cómo construyen su posición frente al conflicto deja de tener un carácter localista, asumiéndola como transversal, algo que es parte de la desigualdad que se ha generado en el país. Sus recuerdos en torno a la pobreza los hacen sentir cómo pertenecientes a una gran comunidad de allegados, momento en que proyectan su memoria fuera de lo que es su comunidad: “Vivimos en un país que se jacta de tener la mejor economía a nivel latinoamericano, agrega José Luis. Los análisis económicos nos muestran que en términos globales esto es cierto. Pero la actual riqueza del país y el éxito de los empresarios es solamente posible a costa de que una gran parte de la población esté marginada de los servicios”88. El posicionamiento de la movilización converge en un relato histórico que representa a un grupo de pobladores transformando su propia realidad, perpetuando en sus memorias la extensión de su lucha por conseguir una vivienda. El recuerdo primario de ser un allegado, se sobrepone a un relato secundario protagonizado por el accionar de una comunidad movilizada, acompañado de una profundidad temporal, que objetiva el trabajo en la memoria de los pobladores. “El campamento nunca va a morir, yo se lo voy a contar a mi hija, ella se lo va a contar a sus hijos y así sucesivamente, siempre va a ser un campamento, (…) la esperanza no se acaba nunca, esperanza, esperanza andina por la cordillera, por lo andino y esperanza por lo que todos teníamos de que algún día no mañana ni pasado mañana vamos a tener casa, la tenemos ahora (…) y va a ser esperanza andina toda la vida”89.

86 La transmisión de su memoria social le otorga un dinamismo histórico, trascendiendo a su realidad inmediata, enfocándose al futuro. Lo singular de la situación es el recuerdo ante una correlación temporal constituida por un ahora y un futuro, enlazada por el logro de conseguir una vivienda. La reflexión de este relato implica una aprehensión de la vivienda como parte constitutiva del campamento La Esperanza.

87 El campamento La Esperanza tiene un proceso de proyección de su memoria al exterior de su comunidad, representado en la marcha al Congreso Nacional, la huelga de hambre, la toma de la Universidad Iberoamericana, y la toma de la Municipalidad de Peñalolén. Transcurrieron seis años de movilizaciones, durante los cuáles los pobladores organizados postularon tres veces al subsidio, y sólo consiguieron el último, de carácter básico, para poner fin las movilizaciones y comenzar la construcción de sus viviendas definitivas en los terrenos que ellos habían escogido.

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Conclusión

88 La lucha por la vivienda de Esperanza Andina constituyó una relación que otorgó identidad a los pobladores, frente al aparato estatal de la vivienda social y las autoridades con las cuales tuvieron que negociar. Desde esta posición, el movimiento adquirió una historicidad, en donde el poder se ejerció desde los distintos allegados de la toma y en los pasajes, en los cuales, se realizaron las asambleas. Este proceso fue el pilar de construcción de la memoria social. Sin él, el movimiento no hubiera alcanzado los mismos ribetes.

89 La reivindicación de su derecho a la ciudad y a la vida digna se agrupó bajo una sola consigna: la casa propia. Sin tener un mayor nivel de instrucción política o educacional, el proceso histórico, representa a miles de personas que son los habitantes de los patios traseros en Chile y que permanecen en el silencio y desconocimiento de la realidad informativa.

90 Los pobladores establecieron una lucha que no los representó solamente a ellos, “un movimiento social no interviene solo y no está jamás separado completamente de reivindicaciones y de presiones, de crisis y rupturas que dan nacimiento a unos tipos diferentes de luchas”90, buscaron solucionar transversalmente la condición de los allegados. Para Touraine, la lucha debe ser reconocida porque representa a una población determinada, conteniendo ideas, organización y un adversario identificado. Y en la construcción de Esperanza Andina, vemos el andamiaje de este proceso, testificado en la memoria de la movilización.

91 Esta dinámica, nos posiciona frente al movimiento de Esperanza Andina, como un continuador de una tradición de tomas de terreno en Santiago que alcanzó un alto nivel de complejidad. Y que luego continuó con el Movimiento de Pobladores en Lucha de Peñalolén, los cuales representan una alternativa de la soberanía popular.

Fuentes

Directas

92 “Calderón, Patricia, Testimonio”, en programa de televisión El Mirador, capítulo “Campamento la Esperanza”, Televisión Nacional, TVN, Santiago de Chile, septiembre 1999.

93 Flores, José Luis, et al, Campamento La Esperanza. Recuperando el derechos a soñar. Peñalolén, 1992-1993, Taller de Acción Cultural, TAC, Santiago, 1994.

94 Flores, José Luis, Una noche, un pensamiento, una toma. Una población libertaria, Taller de Acción Cultural, TAC, Santiago, 1999.

95 Ilustre Municipalidad de Peñalolén, Actas con Antecedentes Sesiones Ordinarias. Consejo Municipal de Peñalolén 01-06 Septiembre 1992 / Noviembre 1992. Situación física de Conjuntos Habitacionales, allegados y superficie metros cuadrados y densidad comuna de Peñalolén, 1991.

96 Ilustre Municipalidad de Peñalolén, Actas con Antecedentes Sesiones Ordinarias. Concejo Municipal de Peñalolén 01-06 Septiembre 1992 / Noviembre 1992. Diagnóstico comuna de Peñalolén, 1992.

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97 “Olivares, Gladys. Entrevista”, realizada en el jardín La Estrellita de Peñalolén, Villa La Esperanza, Santiago. Viernes 28 de septiembre de 2011.

98 “Toro, Elizabeth. Entrevista”, realizada en el jardín La Estrellita de Peñalolén, Villa La Esperanza, Santiago. Viernes 28 de septiembre de 2011.

99 Vicaría de la Solidaridad, Anuario 1986, Arzobispado de Santiago, 1986.

100 Vicaría de la Solidaridad, Informe de la Vicaría de la Solidaridad. La Constitución Política de 1980 y sus leyes orgánicas constitucionales. Pasos dados por el Gobierno del General Augusto Pinochet para implementar su efectiva vigencia durante la etapa de transición prevista, por el propio régimen, para construir su institucionalidad (marzo de 1981-marzo de 1989), Parte 1.

Indirectas

101 Archivo Nacional de la Administración (ARNAD), Fondo de organizaciones sociales, Caja 6:

102 -Coordinadora Población Santa Rosa Sur, Boletín de Oreja a Oreja, nº1, 1984.

103 -Comité de Defensa de la Vida Renca, Carta a dirigida a la federación de Sindicatos de Trabajadores Independientes PEM-POJH-RENCA, 13 de agosto de 1986.

104 -Comité de Defensa de la Vida Renca, Carta a los medios de comunicación y opinión pública, 1986.

105 Fundación para la acción vecinal y comunitaria (AVEC), Codo a Codo, Arzobispado de Santiago, año II, nº12, enero-febrero, 1983.

106 Colectivo de Memoria Histórica Corporación José Domingo Cañas, Tortura en poblaciones del Gran Santiago (1973-1990), B&J Impresores, Santiago de Chile.

107 Diarios: Fortín Mapocho, Santiago, 1987; El Mercurio, Santiago, 1985; La Cuarta, Santiago, 1992; La Tercera, Santiago, 1992.

108 Hechos Urbanos. Boletín de información y análisis, SUR Documentación, nº 47, noviembre de 1985.

109 Pérez, María Angélica, “Memorias del campamento Cardenal Raúl Silva Henríquez y de la población almendro II”, Tesis para optar al grado de licenciatura en historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1995.

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NOTAS

1. Salazar, Gabriel, Los movimientos sociales en Chile, Uqbar Editores, Santiago, 2012, p. 411. 2. Salazar, Gabriel, Los movimientos, Op. Cit., p. 414. 3. Salazar, Gabriel, Los movimientos, Op. Cit., p. 416. 4. Salazar, Gabriel, Los movimientos, Op. Cit., p. 417. 5. Tarrow, Sydney, El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, Alianza Editorial, Madrid, 2004, p. 20. 6. Tarrow, Sydney, El poder en movimiento, Op. Cit., p. 21.

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7. Harvey, David, Ciudades Rebeldes. El derecho de la ciudad a la revolución urbana, Ediciones Akal S. A., Madrid, 2013, p. 19. 8. Ilustre Municipalidad de Peñalolén, Actas con Antecedentes Sesiones Ordinarias. Consejo Municipal de Peñalolén 01-06 Septiembre 1992 / Noviembre 1992. Situación física de Conjuntos Habitacionales, allegados y superficie metros cuadrados y densidad comuna de Peñalolén, 1991, p. 23. 9. Ilustre Municipalidad de Peñalolén, Actas con Antecedentes Sesiones Ordinarias. Concejo Municipal de Peñalolén 01-06 Septiembre 1992 / Noviembre 1992. Diagnóstico comuna de Peñalolén, 1992. 10. Lefebvre, Henri, El Derecho a la ciudad, Ediciones Península Historia / Ciencia / Sociedad 44, Impreso Lito-Fisan, Barcelona, p. 138. 11. Rawls, John, Teoría de la Justicia (extractos), Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1991, p. 68. 12. Harvey, David, Ciudades Rebeldes, Op. Cit., p. 20. 13. Fundación Para la Acción Vecinal y Comunitaria (AVEC), Codo a Codo, Arzobispado de Santiago, año II, nº 12, enero-febrero, 1983, p. 7. 14. Codo a Codo, año II, nº15, mayo 1983, p. 7. Los allanamientos consistieron en la detención de hombres, en total se allanaron 6.000 hogares. 15. Pérez, María Angélica, Memorias del campamento Cardenal Raúl Silva Henríquez y de la Población Almendro II, Tesis para optar al grado de Licenciatura en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1995, p. 46. 16. UDI, Unión Demócrata Independiente, partido político fundado por Jaime Guzmán, Sergio Fernández, Javier Leturia, Guillermo Elton, Pablo Longueira y Luis Cordera en 1983. Se vincularon a favor del régimen militar. 17. También se realiza el paro comunal de Pudahuel el 27 de julio de 1984. 18. La falta de servicios provocó graves problemas de salubridad, infecciones, enfermedades y epidemias. La carencia de medicamentos para tratar las enfermedades, el aumento de la deserción escolar, la pésima alimentación, la privación de viviendas para los allegados, la mala calidad de las viviendas entregadas por el Estado, fueron el escenario que llevaba a los pobladores a fortalecer las distintas organizaciones. 19. El Mercurio, Santiago, 5 de noviembre de 1985, p. A1. Palabras del ministro del interior, Francisco Javier Cuadra. 20. El Consejo de Gabinete ampliado, presidido por el jefe de Estado y con asistencia de miembros de la Junta de Gobierno y de directores de servicios de seguridad, concluyó que se pretende engañar a la ciudadanía con los móviles de las jornadas de movilización, ya que sólo hay un interés de destruir e interrumpir el proceso para la plena democracia. El Mercurio, Santiago, 8 de noviembre, 1985, p. C3. 21. Codo a Codo, año II, nº15, Agosto 1983, p. 5. 22. Vicaría de la Solidaridad, Informe de la Vicaría de la Solidaridad. La Constitución Política de 1980 y sus leyes orgánicas constitucionales. Pasos dados por el Gobierno del General Augusto Pinochet para implementar su efectiva vigencia durante la etapa de transición prevista, por el propio régimen, para construir su institucionalidad (marzo de 1981-marzo de 1989), Parte 1, p. 1. 23. En términos prácticos, esto significaba que la existencia de Partidos Políticos sólo dependería de la aprobación de estas leyes y – según lo estipulado desde el Gobierno – se haría sólo al fin de la transición. Un sector de la derecha gremialista, que posteriormente formaría la UDI, ya se había distanciado de Pinochet por haberse negado a realizar un plan de transición de “apertura controlada” propuesto por el ministro Sergio Fernández en el año 1982. En respuesta, el día 11 marzo de 1983, al momento de cumplirse dos años del proceso de transición (según lo establecido en el texto constitucional), Pinochet declara que se iniciará “el estudio de las leyes orgánicas constitucionales”, como se dice en El Mercurio, 12 de marzo de 1983. Ello estaría a cargo de una comisión integrada por el ex ministro Fernández y miembros de la oposición. Posteriormente a este anuncio “nada supo la opinión pública acerca de la labor de dicha comisión en los meses siguientes, desde el Gobierno tampoco se mencionó más el tema”, según dice el Informe de la

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Vicaría de la Solidaridad citado, en su página 3. De esta forma la materia “transición” se comenzó a percibir cómo una política comunicacional más del Gobierno, que fue incrementando su cobertura a medida que surgía la fuerza opositora de las movilizaciones sociales. 24. Informe Vicaria de la Solidaridad. La Constitución Política de 1980, Op. Cit., p. 1. 25. La aprobación de la segunda ley política fue a fines de 1985, cuando se “promulga (…) la del Tribunal Calificador de Elecciones”, que debía velar por la consistencia entre las leyes aprobadas y la estructura institucional, manteniéndose aún pendiente la aprobación del cuerpo legal completo. La importancia del Tribunal Calificador de elecciones se encontraba en “el hecho que los fallos fueran inapelables, constituyendo un factor importante en los años siguientes, dado que la regulación de la normativa sobre el plebiscito de 1988 quedaría bajo su órbita”. Véase Romero, María José, “Plebiscitos y reglas de juego en la transición a la democracia: Chile y Uruguay”, Revista Uruguaya de Ciencia Política, vol. 18, n°1, p. 10. A la vez, el Tribunal estaba posibilitado de zanjar las diferencias entre el Gobierno y el Presidente. Esta dinámica de la “legalidad” fue asumida por el oficialismo cómo un acto legal de fundación de un nuevo orden institucional, que traería una democracia estable sin precedentes en materia constitucional. De esta forma el régimen se posicionó mediáticamente, como el conductor del proceso que convergería en el nuevo modelo democrático. 26. Flores, José Luis, et al., Campamento La Esperanza. Recuperando el derechos a soñar. Peñalolén, 1992, TAC, Santiago, 1994. 27. Hechos Urbanos. Boletín de información y análisis, SUR Documentación, nº47, noviembre de 1985, p. 1. 28. Hechos Urbanos. Boletín de información, Op. Cit., p. 1. La Coordinadora Metropolitana se encontraba vinculada al Partido Comunista, el Movimiento Poblacional Dignidad se ligaba a la Izquierda Cristiana, a la Democracia Cristiana y la Vicaría se asociaba el Movimiento Poblacional Solidaridad. La Coordinadora de Agrupaciones poblacionales se relacionaba con el Movimiento de Izquierda Revolucionario. Sus propuestas tenían en común el fin para la designación de alcaldes y dirigentes vecinales. 29. Hechos Urbanos. Boletín de información, Op. Cit., p. 1. 30. Posteriormente la organización de pobladores en el Congreso de 1986, no logró una unificación total de sus dirigentes, las movilizaciones continuaron promovidas por el Comando Unitario de pobladores, dirigido por Claudina Núñez y René Tapia entre otros, quienes llaman a la Jornada de movilización por el Hambre y las Alzas en el mes de junio de 1987, que también involucraba el mes internacional de los Sin Casa. Asimismo, “la gente se va a movilizar sabiendo que no es el régimen quien le va a solucionar los problemas, porque demostró que no tiene voluntad de hacerlo”. Véase “Tapia, René”, en Hechos Urbanos. Boletín de información…, Op. Cit. También “Dirigente del CUP”, Diario Fortín Mapocho, Santiago, 26 de mayo de 1987. La agrupación generó, en ese momento, un petitorio para fijar el precio de una canasta popular “que se ajuste a la realidad” y que en definitiva sirviera para terminar con el problema del hambre en las poblaciones. 31. Vicaría de la Solidaridad, Anuario 1986, Arzobispado de Santiago, 1986, p. 57. 32. Datos registrados en el Anuario 1986, Op. Cit. 33. En respuesta a las primeras manifestaciones sociales, el régimen ya había decretado Estado de Sitio el 6 de noviembre de 1984. La prórroga de Estado de sitio se realiza el 5 de febrero de 1985, y el 6 de mayo de 1985. El régimen también instaura el Estado de emergencia el 22 de marzo de 1984 y el 17 de junio de 1985. Y luego del atentado fallido a Augusto Pinochet, se declara Estado de Sitio el 7 de septiembre de 1986. Véase Iglesias, Mónica, Rompiendo el cerco. El movimiento de pobladores contra la Dictadura, Ediciones radio Universidad de Chile, Santiago, 2011. 34. Una de las estimaciones sobre el total de personas que habitaban en poblaciones y campamentos periféricos en Santiago para el año 1987 nos arroja un total de dos millones cien mil personas, con 800 poblaciones instaladas en la periferia, y en donde el 52% de la población

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corresponde a mujeres. La situación continuaba agravándose durante el invierno, cuando aparece la lluvia, “los pozos sépticos se desbordan, el agua entra a las casas. Los techos se doblan, las fonolitas esqueléticas se rompen”. Véase Diario Fortín Mapocho, 5 de junio de 1987, p. 7. Para paliar estos problemas, las Municipalidades entregaban la solución al programa POJH, instancia compuesta por los mismos pobladores, que no contaban con los medios para solucionar los daños al interior de los campamentos. A estas condiciones se agregaba que “más de un 80% de los pobladores no hemos podido pagar las deudas de agua, luz”. Véase Encuentro de Pobladores por una vida digna, “Carta a los partidos políticos de oposición”, Santiago de Chile, 14 de diciembre de 1985. 35. Orellana, Patricio, “La represión en Chile, 1973-1989”, en Portal probidad en Chile, disponible en , consultado el 30 de abril del 2014. 36. Colectivo de Memoria Histórica Corporación José Domingo Cañas, Tortura en poblaciones del Gran Santiago (1973-1990), B&J Impresores, Santiago de Chile, p. 37. 37. Colectivo de Memoria Histórica Corporación José Domingo Cañas, Tortura en poblaciones, Op. Cit., p. 37. La forma de denominar al enemigo en los medios de comunicación escritos de la época fueron fanáticos, extremista, terroristas, delincuente, totalitario, implacable, despiadado, encubierto por Pinochet. 38. Archivo Nacional de la Administración (ARNAD), Fondo de organizaciones sociales (FO), Caja (c) 6, Coordinadora Población Santa Rosa Sur, Boletín de Oreja a Oreja, nº1, 1984. 39. ARNAD, FO, c 6, Coordinadora Población Santa Rosa Sur, Boletín de Oreja a Oreja, nº1, 1984. 40. ARNAD, FO, c 6, Comité de Defensa de la Vida Renca, Carta dirigida a federación de Sindicatos Trabajadores Independientes PEM-POJH-RENCA, 13 de agosto de 1986. 41. ARNAD, FO, c 6, Comité de Defensa de la Vida Renca, Carta a los medios de comunicación y opinión pública, 1986. 42. Oxhorn, Philip, “La paradoja del Gobierno autoritario: organización de los sectores populares en los ochenta y promesa de inclusión”, Política, Universidad de Chile, n° 043, primavera año 2004, p. 75. 43. Valdés, Teresa, “Organizaciones de pobladoras y construcción democrática en Chile: notas para un debate”, Documento de trabajo FLACSO Chile, n°434, octubre de 1989, p. 15. 44. Bultmann, Ingo, “Movimientos populares vecinales y transformaciones del sistema político en México y Chile”, en ¿Democracia sin Movimiento Social? Sindicatos, organizaciones vecinales y movimientos de mujeres en Chile y México, editorial Nueva Sociedad, Venezuela, 1995, p. 184. 45. Dentro de las organizaciones de pobladores se concibió a la CONAPO como una instancia que controlaba a las distintas coordinadoras poblacionales. 46. Bultmann, I., “Movimientos populares vecinales”, Op. Cit., p. 15. 47. Bultmann, I., “Movimientos populares vecinales”, Op. Cit., p. 15. 48. El oficialismo español también llama a la reconciliación nacional en 1975. Posteriormente, en 1996, se utiliza en Sudáfrica el mismo concepto. 49. Barahona, Alexandra & Aguilar, Paola & González, Carmen, Políticas hacia el pasado: juicios, depuraciones, perdón y olvido en las nuevas democracias, ediciones Istmo, S. A., Madrid, 2002, p. 212. 50. La Tercera, Santiago, 21 de junio de 1992, p. 15. 51. La Tercera, Santiago, 19 de julio de 1992, p. 16. 52. La Tercera, Santiago, 20 de julio de 1992, p. 3. 53. La Cuarta, Santiago, 17 de marzo de 1992, p. 2 54. La Cuarta, Santiago, 9 de mayo de 1990, p. 8. 55. La Cuarta, Santiago, 9 de mayo de 1990, p. 8. 56. Flores, José Luis, et al, Campamento la Esperanza, recuperando el derecho a soñar, 1992-1993. Taller de acción cultural, Santiago, 1994, p. 21. 57. Flores, J. L., Campamento la Esperanza, Op. Cit., p. 39.

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58. Flores, José Luis, Una noche, un pensamiento, una toma. Una población libertaria, TAC, Santiago, p. 112. 59. La dueña era Filomena Narváez. 60. Touraine, Alain, ¿Cómo salir del liberalismo?, editorial Paidós Mexicana, México, 1999, p. 55. 61. Adler, Larissa, Como sobreviven los marginados, Siglo XXI Editores, D. F. México, 1998, p. 26. 62. Del Pino, P. & Jelin, E., Luchas locales, comunidades e Identidades, Siglo XXI, Madrid, 2004, p. 22 63. Del Pino, P. & Jelin, E., Luchas locales, Op. Cit., p. 22. 64. Salazar, Gabriel, La Historia desde abajo y desde arriba, Departamento de Teoría de las Artes, Facultad de Artes de la Universidad de Chile, LOM, 2003, p. 168. 65. Flores, José Luis, Campamento La esperanza, Op. Cit., p. 21. 66. Ricoeur, Paul, La Historia, la memoria y el olvido, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008, p. 129. 67. Adler, Larissa, Como sobreviven los marginados.., Op. Cit., p. 26. 68. “Vera, Juan, Testimonio”, en programa de televisión El Mirador, capítulo “Campamento la Esperanza”, TVN, Santiago de Chile, septiembre 1999. 69. Arendt, Hannah, La condición humana, Paidós, Madrid, 2005, p. 77. 70. Flores, José Luis, Campamento La esperanza, Op. Cit., p. 60. 71. Flores, José Luis, Campamento La esperanza, Op. Cit., p. 60. 72. Berger, Meter & Luckmann, Thomas, La construcción social de la realidad, Ediciones Amorrtu, Buenos Aires, 1999, p. 225. 73. “Vallejo, Cecilia. Entrevista”, realizada en Villa Esperanza Andina, 3 de junio de 2014. 74. “Olivares, Gladys. Entrevista”, realizada en el jardín La Estrellita de Peñalolén, Villa La Esperanza, Santiago. Viernes 28 de septiembre de 2011. 75. Flores, José Luis et al, Una noche, un pensamiento, Op. Cit., p. 44. 76. “Calderón, Patricia, Testimonio”, en programa de televisión El Mirador, capítulo “Campamento la Esperanza”, TVN, Santiago de Chile, septiembre 1999. 77. Flores, José Luis et al, Una noche, un pensamiento, Op. Cit., p. 59. 78. Arendt, Hanna, La condición humana, Op. Cit., p. 73. 79. Flores, José Luis et al, Campamento La esperanza, Op. Cit., p. 61. 80. Palabras de José Luis Flores. 81. “Olivares, Gladys. Entrevista”, realizada en el jardín La Estrellita de Peñalolén, Villa La Esperanza, Santiago. Viernes 28 de septiembre de 2011. 82. Berger, Meter & Luckmann, Thomas, La construcción social, Op. Cit., p. 216. 83. Flores, José Luis, Campamento La esperanza, Op. Cit., p. 61. 84. Flores, José Luis, Campamento La esperanza, Op. Cit., p. 38. 85. Flores, José Luis, Campamento La esperanza, Op. Cit., p. 91. 86. Flores, José Luis, Campamento La esperanza, Op. Cit., p.101. 87. “Toro, Elizabeth. Entrevista”, realizada en el jardín La Estrellita de Peñalolén, Villa La Esperanza, Santiago. Viernes 28 de septiembre de 2011. 88. Flores, José Luis, Campamento La esperanza, Op. Cit., p. 237. 89. “Calderón, Patricia, Testimonio”, en programa de televisión El Mirador, capítulo “Campamento la Esperanza”, TVN, Santiago de Chile, septiembre 1999. 90. Touraine, Alain, “Los Movimientos Sociales”, Revista Colombiana de Sociología, nº27, 2006, p. 225-278.

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RESÚMENES

Siguiendo los parámetros epistemológicos de la historia social, se problematiza el movimiento de pobladores en los últimos años de la dictadura y los primeros años de la transición a la democracia. Se estudia la movilización de pobladores, a raíz de la crisis económica 1983, como víctimas de la represión y el hambre, y la ausencia de política de reparación al respecto, quedando impune la violencia experimentada por ellos en dictadura. Luego se analiza el caso del campamento La Esperanza Andina de Peñalolén debido a su continuidad con el movimiento de pobladores de antaño: los “allegados de Peñalolén” se movilizaron por la vivienda, oponiéndose al marco legal establecido en dictadura, el cual se proyectó hacia la transición y permanece hasta hoy.

Following the epistemological parameters of social history, this article problematizes the Pobladores (Squatters or people with precarious housing situation) Movement in the last years of the dictatorship and the first years of the transition to democracy. First, it explores the mobilization of the Pobladores prompted by the 1983 economic crisis, which led them to be victims of repression and hunger. However, they did not receive political reparation for these violations, and the violence they experienced remained in impunity. Secondly, the paper analyses the case of the so-called “Campamento la Esperanza Andina de Peñalolen”, given its continuity with the Pobladores Movement of the dictatorship-era. Peñalolen’s settlers mobilised, requesting housing and rejecting the legal framework that the transition inherited from the dictatorship and is still in force today.

Cet article, conçu suivant les paramètres épistémologiques établis par l’histoire sociale, envisage les occupations de terre depuis la fin de la dictature aux premières années de la transition démocratique. La crise économique de 1983 pousse les habitants à se mobiliser: ils sont victimes de la répression et de la faim. Toutefois, en l’absence de politique de réparation les concernant, la violence subie pendant la dictature demeure impunie. Le cas du campement La Esperanza Andina, de Peñalolén, est examiné en raison de la continuité qu’il représente avec les occupants d’antan: les “récupérés de Peñalolén” se sont mobilisés pour se loger, s’opposant au cadre légal établi par la dictature, toujours en vigueur lors de la transition et jusqu’à aujourd’hui.

ÍNDICE

Keywords: squatters movements, Santiago, transition to democracy, memory, social Palabras claves: pobladores, Santiago, transición a la democracia, memoria, social Mots-clés: occupations, Santiago, transition démocratique, mémoire sociale

AUTOR

CATHERINE VALENZUELA MARCHANT

Candidata a doctora en Historia, mención Historia de Chile, Universidad de Chile. El proyecto de tesis doctoral ha sido financiado parcialmente por una Beca Conicyt de Capital Humano Avanzado 2012. [email protected].

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Constanza González Navarro y María Laura Salinas (dir.) Dossier "Las visitas coloniales: ojos y oídos del Rey"

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Presentación Dossier “Las visitas coloniales: ojos y oídos del Rey”

Constanza González Navarro y María Laura Salinas

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 21 de junio de 2014 / Aceptado: 15 de septiembre de 2014

1 Desde que Céspedes del Castillo publicara su estudio sobre las visitas en América en 1946 y esbozara los tres diferentes mecanismos de control colonial de la Corona – pesquisa, residencia y visita – han corrido ríos de tinta procurando abordar desde diferentes perspectivas de análisis las huellas y registros de la administración española. Tal como ha señalado Tamar Herzog, los documentos generados por las visitas, pesquisas y residencias han sido estudiadas desde los puntos de vista (1) jurídico- formal, (2) utilitario – como fuente de información para la investigación –, y (3) social – la reconstrucción de los mecanismos sociales que permitían su desarrollo y enlace1. La autora aporta una visión comparativa de las tres instituciones, en clave diacrónica, en el espacio de la jurisdicción de Quito. Su enfoque procura su reconocimiento en tanto mecanismos de control monárquico pero además y especialmente, como espacios jurisdiccionales, espacios de negociación y rituales políticos de purificación – siguiendo en este último punto la línea de pensamiento iniciada por Guevara Gil y Salomon2.

2 El presente dossier tiene por objeto retomar parcialmente algunos de estos planteamientos, incluyendo una serie de artículos cuyos autores utilizan las visitas coloniales como corpus principal de sus respectivas investigaciones. Se reúne aquí una selección de trabajos presentados a las XIV Jornadas de Interescuelas y Departamentos de Historia (Mendoza, octubre 2013), reformulados a la luz de las discusiones allí desarrolladas. Se transitan problemas comunes, iluminando diferentes facetas del control monárquico en la América colonial.

3 Tal como lo demuestra la extensa bibliografía que a lo largo del siglo XX se ha producido en el campo de la historia moderna (europea y americana), en general, y de la historia del derecho en particular, no existió un único modelo de visita, como

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tampoco existió una única legislación aplicable a todos los dominios de la Monarquía española. El casuismo y el uso extendido de la costumbre han sido, en todo caso, las reglas más generalizadas3.

4 Si bien existe una amplia variedad de tipos de visitas (visitas a los cabildos de las ciudades, a los conventos, a los castillos y fortalezas, a las cajas reales, a las encomiendas de indios, etc.), los cuatro trabajos incluidos en este dossier se abocan específicamente a las visitas de indios durante la época de los Habsburgos: “visitar a los pueblos de los indios significaba, no solo controlar lo ocurrido en ellos sino integrar a los nativos dentro de las estructuras mentales y administrativas hispánicas”4. La visita implicaba para los indígenas la posibilidad no solamente de denunciar los agravios sufridos por parte de encomenderos, funcionarios u otros agentes sociales, sino además promover una negociación entre las partes involucradas. En este proceso, es posible escuchar diferentes “voces” que, aunque no son directas porque sufren el tamiz de la selección, traducción, jerarquización y registro, permiten entrever las huellas dejadas por sus mentores.

5 Carlos Zanolli presenta el artículo denominado “ ‘Visitas de la tierra’: de su historia en Europa al terreno en América. Chucuito, Jujuy y Tarija (siglos XVI y XVII)”. En dicho texto, el autor analiza algunos aspectos del trayecto que realizaron las visitas desde Europa a América, partiendo de una caracterización jurídica de las visitas, y analiza luego específicamente cinco visitas realizadas a tres jurisdicciones coloniales: San Salvador de Jujuy, San Bernardo de la Frontera de Tarija y Chuchito.

6 Para la antigua jurisdicción de Córdoba (Gobernación del Tucumán, en el Virreinato del Perú) Constanza González Navarro y Romina Grana presentan el trabajo titulado “Mayordomos y regulación de prácticas sociales indígenas en estancias coloniales: la visita de Luxan de Vargas, Córdoba, 1692-1693”. Allí se abordan las formas de control desplegadas en el seno de la encomienda, por mano de los mayordomos, que en tanto sujetos de confianza del encomendero podían proferir castigos y contribuir a preservar los límites de lo permitido y lo prohibido. El texto aborda así la esfera de lo doméstico, controlada por el pater familia, y ajena a la mirada de Iurisdictio – al menos hasta el momento de la visita.

7 Para la región del Nordeste rioplatense se presenta el trabajo de María Laura Salinas, titulado “Reclamos y multas en pueblos de indios: la visita de Garabito de León a Corrientes. Río de la Plata, 1649-1653”. En dicho texto la autora caracteriza la administración de la justicia y las medidas adoptadas respecto de aquellos pueblos de indios en los que coexistía la encomienda y el sistema de reducciones a cargo de los frailes franciscanos. Se analizan los vínculos entre los actores que conformaron el universo de los pueblos de indios, reflexionando sobre la forma en que el visitador, Garavito de León, actuó en los casos de irregularidades que encontró en los pueblos durante el proceso de la visita efectuada en 1653.

8 Finalmente, el texto de Luis Córdoba Ochoa se denomina “La memoria del agravio en los indígenas según la visita de Herrera Campuzano a la gobernación de Antioquia (1614-1616)”. El autor asume que las visitas ofrecieron a los nativos nuevas herramientas jurídicas para demandar justicia ante la Real Audiencia, y desde allí ofrece una caracterización de las percepciones que los indígenas de la gobernación de Antioquia (en el territorio de la Audiencia de Santa Fe) tenían de los abusos que recibían de encomenderos y mineros a comienzos del siglo XVII. El corpus corresponde

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a los autos de la visita del oidor Francisco Herrera Campuzano a la gobernación de Antioquia entre 1614 y 1616.

9 Los espacios del mundo andino, rioplatense y del Tucumán colonial ofrecen un marco posible para visualizar prácticas, agentes y relaciones sociales y de poder en el escenario de las visitas de indios. El juego de voces está presente en cada contexto y quedan en evidencia las prácticas y mecanismos de control social. Los autores logran individualizar problemas puntuales en cada territorio a través de estas fuentes, a la vez observan un mapa de variables aplicables a todos los territorios abordados.

10 Las visitas son dispositivos de control de la monarquía hispánica. A pesar de que su eficacia es relativa, se revelan como espacios donde los conflictos y tensiones entre sus súbditos quedan al descubierto con claridad y en ello, estos instrumentos abren alternativas de negociación entre los agentes involucrados.

NOTAS

1. Herzog, Tamar, Ritos de control, prácticas de negociación: pesquisas, visitas y residencias y las relaciones entre Quito y Madrid. 1650-1750, en Nuevas Aportaciones a la historia jurídica de Iberoamérica, Madrid, Fundación Hernando de Larramendi-Mapfre, CD Rom, 2000, p. 5. 2. Guevara Gil, Jorge Armando & Salomon, Frank, “La visita personal de Indios: ritual político y creación del indios en los Andes coloniales”, en Cuadernos de Investigación, Pontificia Universidad Católica del Perú, Instituto Riva Agüero, I, 1996. 3. Tau Anzoátegui, Víctor, El poder de la costumbre. Estudios sobre el Derecho consuetudinario en América hispana hasta la emancipación, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, Buenos Aires, [2000] 2001; Smietniansky, Silvina, “El juicio de Residencia como ritual político en la colonia (Gobernación de Tucumán, siglo XVIII)”, en Memoria Americana, nº15, Buenos Aires, 2007. 4. Herzog, T., Ritos de control, Op. Cit., p. 5.

AUTORES

CONSTANZA GONZÁLEZ NAVARRO

Doctora en Historia. Docente de la Universidad Nacional de Córdoba. Investigadora adjunta del Conicet y del CEH Carlos S. A. Segreti, Córdoba, Argentina. [email protected]

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MARÍA LAURA SALINAS

Doctora en Historia (Universidad P. de Olavide, Sevilla). Docente e Investigadora adjunta, Conicet- Universidad Nacional del Nordeste, Argentina. [email protected]

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‘Visitas de la tierra’: de su historia europea al terreno en América. Chucuito, Jujuy y Tarija (siglos XVI y XVII) ‘Visitas de la tierra’: From its European History to the Ground in America. Chucuito, Jujuy and Tarija (XVIth and XVIIth centuries) ‘Visitas de la tierra’: de l’histoire européenne au terrain américain. Chucuito, Jujuy et Tarija (XVIe et XVIIe siècles)

Carlos Zanolli

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 21 de junio de 2014 / Aceptado: 15 de septiembre de 2014

Introducción

1 Se han realizado a la fecha una cantidad importante de trabajos que caracterizan a las visitas coloniales1. Tal vez un buen resumen de ellos puede verse en Zagalsky2, quien da una acabada idea de las mismas en los primeros ochenta años de dominio español en América. En su análisis da cuenta de las tres concepciones o especificaciones que se realizaron acerca de tales documentos. El primero que aparece descripto es el proveniente de la Historia del Derecho, estudios caracterizados por poner en el centro del tapete, las normas, las instituciones y las leyes. Esta perspectiva fue una de las primeras a partir de las cuales se consideraron a las visitas.

2 Un segundo modelo de investigación es denominado por la autora etnohistórico y corresponde en líneas generales a los trabajos desarrollados por Murra a partir de la

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década de 1960. Desde esta perspectiva, las visitas son el gran repositorio de información de los pueblos del pasado cuyas voces se hacían oír a través de la pluma española. El auge de este modelo estuvo acompañado por la publicación de una cantidad importante de visitas, particularmente las de Chucuito y de Huánuco. Desde esta perspectiva y a partir de la década de 1970, las visitas se convirtieron en uno de los principales instrumentos para el conocimiento de los pueblos indígenas.

3 Un tercer modelo interpretativo comenzó a perfilarse a partir de la década de 1980. “La crítica a los modelos previos se centra fundamentalmente en la aproximación a las visitas como si se tratara de vetas de las cuales fuera posible extraer, de manera literal, información pura para la reconstrucción de las sociedades y culturas indígenas”3. Esta tercera corriente analiza a las visitas como una construcción sociocultural que afectó a los sujetos históricos involucrados.

4 Dentro de estos tres análisis, ciertamente son los dos últimos los que han alcanzado una mayor preponderancia, quedando un poco relegado aquel proveniente de la Historia del Derecho. Esto podría considerarse el resultado de la brecha entre el modelo de la ‘visita’ y su gradual aplicación en el Nuevo Mundo. Cada visita era idiosincrática y respondía a la personalidad del visitador y a las realidades de los pueblos inspeccionados.

5 En el presente trabajo analizaremos algunos aspectos del derrotero que realizaron las visitas desde Europa a América, observando los posibles cambios que se habrían producido en aquellas. Entendemos que a fin de analizar y comprender las visitas en América se hace por demás necesario conocer el origen jurídico de la institución y su derrotero histórico, sabiendo por qué y cómo se aplicaban. Para su análisis en América nos centraremos en un determinado tipo de visitas, las llamadas visitas de la tierra, conocidas también como visitas de indios. Si bien para el caso americano las visitas no dejaron de ser un elemento de control de las autoridades españolas sobre sus súbditos – las comunidades y los españoles que actuaban sobre ellas – entendemos que en las visitas de indios había dos diferencias sustanciales respecto de las que se realizaban en España. En primer lugar el funcionario visitador no siempre era una persona especialmente preparada para la función, muchas veces el trabajo recaía en un oidor elegido al azar o bien por la antigüedad que poseía en el cargo, quien debía adentrase – ocasionalmente con pocos recursos – en un territorio para él inhóspito. Considerando estos aspectos, el accionar del visitador le iba dar una determinada característica a la visita, a veces más completa o precisa, a veces menos, hecho que también determinaría el tipo de información que llegaría a las autoridades españolas. En segundo lugar y a diferencia de cuando las mismas se realizaban a funcionarios o instituciones reales, las visitas de la tierra no se hacían sobre un conjunto homogéneo de personas sino más bien sobre uno que, a pesar de haber sido homogeneizado bajo la categoría genérica de “indios” guardaban profundas diferencias entre sí. Aquellas diferencias estaban relacionadas, entre otras cosas, con el propio derrotero histórico de las comunidades y con la posición que guardaban respecto de la estructura de poder.

6 Partiendo de una caracterización jurídica de las visitas, considerando su origen eclesiástico, de qué manera fueron adoptadas y adaptadas por las autoridades españolas, y luego cómo pasaron a América, analizaremos y compararemos cinco visitas realizadas a tres jurisdicciones coloniales. Las primeras son dos visitas del siglo XVI realizadas a la jurisdicción de Chucuito, las segundas son también dos visitas, pero realizadas a mediados del siglo XVII a un pueblo de españoles: San Bernardo de la

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Frontera de Tarija pero que refieren fundamentalmente a su población indígena. La última, es una visita realizada a finales del siglo XVII, y que involucra a los pueblos de indios de la jurisdicción de San Salvador de Jujuy.

1. Origen castellano de las visitas y su situación en América

7 La institución de la vista hunde sus raíces en el derecho canónico, donde fue utilizada como un instrumento de fiscalización y control que ejercía el obispo sobre su diócesis. Las inspecciones que disponía el propio obispo, tenían como fin una verificación amplia que podía incluir desde los bienes muebles de las instituciones eclesiásticas, las cuentas que llevaban adelante los curas y demás subordinados, como también la vida espiritual y temporal de sus fieles. Frente a algún tipo de infracción por parte de los visitados, el obispo debía actuar con comprensión y benevolencia aplicando penas menores, en general relacionada con ejercicios espirituales. La periodicidad de las visitas eclesiásticas variaron con el tiempo, en un primer momento se realizaban de manera anual, luego cada dos y actualmente cada cinco años4. Así, las visitas aparecen como una forma de control externo y, al menos en un primer momento, de realización extraordinaria.

8 El derecho castellano conoció a las visitas a partir del derecho común (unión del derecho romano y del derecho canónico) Así, fueron consideradas por los monarcas españoles, particularmente por Enrique II quien las reguló por primera vez en 1371 en las Cortes de Toro, en esa instancia tuvieron por objetivo controlar a funcionarios tales como adelantados y alcaldes; en todos los casos, las visitas eran llevadas adelante por hombres de extrema confianza del rey. Luego, en las Cortes de Toledo en 1480, se decidió que las visitas tuvieran una regularidad anual5. La institución de la visita dentro de la monarquía española terminó de consolidarse entre los años 1523 y 1525 como un verdadero elemento de control por parte del rey, respecto fundamentalmente de funcionarios y jueces.

9 Después del descubrimiento de América, la institución de la visita – tanto las laicas como las eclesiásticas – pasaron a América, donde las primeras entraron en vigencia desde el mismo momento en que comenzó a existir el derecho indiano el cual, según Magalón Pinzón6 se inició con las bulas alejandrinas de 1493, referentes al reparto entre España y Portugal de los territorios del Nuevo Mundo. En aquellos primeros momentos, la decisión de iniciarlas era tomada preferentemente por el propio Consejo de Indias. La primera visita en América fue realizada a la Audiencia de México en 1543, las mismas se terminaron de expandir por el continente todo a lo largo de 15607. Las visitas se distinguían en generales y específicas, las primeras “se aplicaban a un solo funcionario, a una sola provincia o a una sola institución”8; entre las segundas se encontraban por ejemplo las investigaciones realizadas a determinadas Audiencias. Entre estas también se encontraban las llamadas visitas de la tierra, las que tenían por finalidad “el recuento de la población indígena, el examen de las condiciones de vida, la tasación de los tributos y el control del cumplimiento de las normas que regulaban el régimen de encomienda”9. De esta forma tanto las visitas de la tierra como los visitadores pasaron a tener un papel central dentro de la estructura administrativa en América. Existieron dos tipos de visitas de la tierra, aquellas denominadas generales –que comprendían a todo el virreinato- y las parciales u ordinarias que lo hacían a un determinado grupo

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étnico. Dentro del virreinato del Perú, espacio que va a ser objeto de nuestro análisis, se destacan las dos primeras visitas generales realizadas, ambas en el siglo XVI, la primera que fuera ordenada por el presidente de la Audiencia de Lima Pedro de la Gasca en 1549 y la segunda, llevada adelante por el virrey Francisco de Toledo entre los años 1570 y 1575. Las específicas eran las que un funcionario real debía llevara adelante en principio cada cuatro años a fin de verificar los recursos y el buen trato que los españoles le dispensaban a los indios. Las visitas de indios requerían una importante comitiva para su realización, estaba integrada como mínimo por cuatro personas que siempre participaban en las mismas, un juez visitador, un escribano, un intérprete y un alguacil. En líneas generales estas personas estaban acompañadas por el encomendero o bien por un oficial real si la encomienda estaba en cabeza de su majestad, también lo estaban por los curacas y por un protector de naturales. La estructura de la comitiva termina de confirmar que las visitas se constituyeron en uno de los principales elementos que contribuían a conocer y establecer la capacidad contributiva de las comunidades, pero también el accionar de los españoles ligados a ella, principalmente sus encomenderos.

10 En el virreinato del Perú, las visitas no conservaron una forma homogénea, durante los siglos XVI y XVII se pueden verificar tres formas de realización de las mismas: la primera de ellas es la llamada visita casa por casa la cual implicaba una extrema movilidad del visitador ya que la intención de las autoridades era visitar la totalidad de la población de un determinado grupo étnico, la cual se encontraba generalmente esparcida en el terreno. Como es de imaginarse este tipo de visitas terminaba con registros altamente completos y detallados de inestimable valor tanto para la corona como para los investigadores. Un segundo tipo de visita supone dos procedimientos: o bien la ubicación del visitador en un determinado lugar adonde llegaban los indios para ser visitados, o bien la reunión de los indios en un pueblo principal al cual accedía el visitador y los censaba. Estos dos tipos distintos de procedimientos encerraban una misma consecuencia: un registro parcial y no totalmente confiable ya que como era de esperarse ni a las oficinas del visitador ni al pueblo elegido se trasladaba la totalidad de la población indígena. Un último tipo de visitas fueron las llamadas visitas de gabinete las que implicaban que el visitador no emprendiese nunca el trabajo en terreno, extrayendo los datos de visitas previas u otro tipo de documentación preferentemente religiosa (actas de bautismo, etc.).

11 A diferencia de las personas o instituciones visitadas en Europa o en América que en líneas generales guardaban cierta homogeneidad, no pasaba lo mismo con los distintos grupos étnicos. Las comunidades visitadas, más allá de algunos puntos en común que podían tener, habían comenzado a construir su propia historia en relación a las distintas instancias de dominación a las que fueron sometidas. Así, su particular relación con el grupo dominante – inca o español –, su cercanía respecto de algún centro comercial o administrativo, su relación con el encomendero, la cantidad de personas pertenecientes al grupo, etc., hacía que ciertos grupos tuvieran un desarrollo particular dentro de la estructura de dominación existente, a la vez que las autoridades prestasen mas atención a unos grupos que a otros. De esta forma una misma institución analizaba sociedades homogeneizadas por los conquistadoras bajo la categoría general de indios, aunque las mismas guardaban sustanciales diferencias entre sí. Así, las visitas de la tierra tenían cada una su propia particularidad, dificultando la comparación de

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grupos étnicos entre sí e incluso impidiendo establecer diferencias cuantitativas entre ellos. Veamos algunos casos.

2. De la norma a la práctica, la experiencia indiana

2.1 Chucuito

12 Trabajamos Chucuito con dos visitas editas, la renombrada de Garci Diez de San Miguel realizada en 1567, y el “Índice del repartimiento de tazas de las provincias contenidas en este libro hechas en tiempo del Exmo. Señor don Francisco de Toledo Virrey que fue de estos reinos” editado por Salles y Noejovich en el año 2008. Entre 1534 y 1535 los lupaqa habían sido puestos en cabeza de su majestad, pero antes de esa fecha, en 1533 ya habían sido visitados. También lo fueron en 1559, es decir ocho años antes de la llegada de Garci Diez. De los registros también se desprende que posteriormente a las analizadas por nosotros se realizaron entre 1600 y 1613 otras tres visitas. Por lo tanto, en el lapso de 80 años los lupaqa fueron visitados como mínimo en siete oportunidades10.

13 Al momento de la conquista hispana, los lupaqa ocupaban la cuenca sur occidental del lago Titicaca, entre los 3.800 y 4.000 msnm. El reino estaba constituido por un pueblo principal, Chucuito, y otros seis pueblos o cabeceras ubicados hacia el sur: Ácora, Ilave (a orillas del río homónimo), Juli, Pomata, Yunguyo y Zepita, los que se mantienen hasta el día de hoy. Los pueblos de Yunguyo y Zepita están ubicados a orillas de la laguna de Huinamarca, que se conecta con el lago Titicaca a través del estrecho de Tiquina. El conjunto poblacional que ocupaba este amplio espacio estaba integrado por dos grupos étnicos: los aymara que constituían la mayoría y tenían acceso a casi todos los recursos; y el de los uros, minoritario, que habitaba la zona lacustre y se dedicaba a actividades relacionadas con el control de los recursos facilitados por el hábitat del gran Lago.

14 A partir del entrecruzamiento de ambas visitas analizamos el espacio lupaqa, reconstruyendo el sistema de autoridades para todo el conjunto poblacional y en cada cabecera en particular. La desaparición de una autoridad centralizada y centralizadora – el apo que existió durante el imperio incaico –, reavivó las propias fuerzas locales que intentaron con mayor o menor éxito presentarse frente a los nuevos conquistadores como autoridades de todos los lupaqa. Paralelamente, también pudimos observar un proceso inverso que muestra una corriente de concentración de poder de las elites de cada una de las siete cabeceras, muchas veces en detrimento de las otras. Ya en 1574 la ausencia de una autoridad centralizadora además del despliegue de las instituciones y de la economía colonial, hizo que comenzaran a aparecer intereses divergentes al interior del espacio lupaqa tanto a nivel de las cabeceras como a nivel personal. El contexto de estas divergencias no es ni más ni menos que la intención de erigirse como máxima autoridad local a los ojos de la administración española y particularmente del virrey Francisco de Toledo; pero también la negociación del tributo que cada una de las cabeceras debía aportar dentro del total de la provincia. En el primer caso, erigirse como máxima autoridad de los lupaqa implicaba acceder – más allá de la exención del tributo – a lugares de privilegios simbólicos en la nueva sociedad colonial. En el caso de la negociación del tributo y si bien el corregimiento Lupaqa debía tributar como una unidad, la primera instancia de la recolección del tributo quedaba en manos de los

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kurakas de saya de cada una de las cabeceras, quienes a su vez debían asegurar su legitimidad ante la comunidad. Veamos algunos ejemplos de divergencias e intentos de legitimación.

15 Los visitadores de 1574 consultaron a los caciques reunidos en Juli “si estaría mejor que el dicho repartimiento se hiciese por pueblos y esto no por iguales partes conforme al dicho número de indios que hubiesen sino conforme a la mas riqueza y abundancia de ganado de la tierra que tienen unos mas que otros así como de comunidad como de particular y propio de cada indios”11. La respuesta de los caciques no fue unánime.

16 Por una parte don Martín Cari anasaya de toda la provincia, don Pablo Ninaguanaco anansaya Ilave, las primeras personas de ambas parcialidades de Yunguyo y don Carlos urinsaya de Juli, dijeron que la tasa se debía repartir conforme el ganado que tenía cada indio; Martín Cusi urinsaya Chucuito y de toda la provincia, Pedro Cutinbo y todos los demás caciques se inclinaron por la opción que se reparta por iguales entre todos los indios “El dicho don Martín Cuxi y don Pedro Cutinbo con todos los demás caciques y principales que estaban presentes que no fueron del parecer suso dicho dijeron que la dicha tasa se distribuyese y repartiese igualmente entre todos los indios de esta provincia por personas sin tener respecto a las haciendas atento a que si al indio rico se le echaban más tasa que al pobre lo dejará de ser y tomará y disipará su ganado por no la pagar y el pobre por no pagar mas crecida tasa se dejará estar así, sin adquirir hacienda para que se le crezca. Y que esta provincia no tiene haciendas firmes ni ciertas por ser ganado que se muere y acaba y el que hoy es rico viene mañana a ser pobre y que los indios pobres podían pagar su tasa alquilándose y sirviendo a los ricos y trabajando con sus personas en otras cosas en que podrán muy en breve ganar plata que se les hecha de retasa y que la ropa se reparta por iguales partes por ser trabajo personal en que no puede trabajar más el rico que el pobre en lo cual vinieron todos los indios y dijeron que hiciese así y lo mismo en los que han de ir a Potosí al beneficio de las minas”12.

17 Más allá de lo lógico de la explicación, en lo que debemos prestar atención es a un desbalance que comienza a darse al interior de la sociedad lupaqa, situación que no se producía o al menos se corregía, cada vez que el inca realizaba un censo en la provincia. Periódicamente el inca equiparaba la cantidad de ganado que tenía cada unidad doméstica, limitaba las desigualdades sociales existentes al interior del grupo y por sobre todas las cosas controlaba la disponibilidad de mano de obra de los kurakas locales. Si analizamos ambas respuestas en conjunto, podemos suponer que los caciques que proponían que el tributo no se pagase por partes iguales no solo poseían más cantidad de indios “ricos”13 en sus sayas y/o cabeceras sino que estaban aprovechando una situación coyuntural que en última instancia bien podía verse modificada en una próxima visita.

18 Pero tal vez una de las divergencias mas notables entre las autoridades lupaqa se haya dado frente a la pregunta acerca de si el repartimiento de la tasa debía hacerse conforme a los indios que había en cada cabecera en tiempo del inca o bien conforme a los que había al momento de la visita. El controvertido tema del descenso de la población señalado por Lipschutz14 y discutido en detalle por Pease15 también para el área Lupaqa parece haber estado presente al tiempo de las respuestas dadas por los kurakas. Así: “Dijo el dicho don Martín Cari cacique principal de la parcialidad de anansaya que el dicho repartimiento de la tasa fuese conforme a los indios que había en tiempo del inca en cada cabecera de dicha provincia, y el dicho don Martín Cuxi y los demás

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caciques y principales e indios que estaban presentes dijeron que se hiciese por los indios que ahora se habían hallado en esta visita”16.

19 En este caso la divergencia parece notable, mientras que para la totalidad de los caciques, principales e indios la tasa debía realizarse conforme la cantidad de indios que había en ese momento – notablemente disminuida respecto de épocas anteriores; Martín Cari de Chucuito anansaya entendió que la misma debía hacerse según la cantidad de indios que había en la época del inca y casi como un funcionario español justifica su decisión “en decir que algunas de las dichas cabeceras habían encubierto cantidad de indios y que haciéndose el repartimiento conforme a lo del tiempo del inca como lo han hecho hasta ahora se haría sin que recibiesen unos pueblos más agravios que otros y pues era notorio que no morían en los unos más que en los otros ni habían tenido mas guerras ni trabajos”17.

20 Frente a tal declaración, inmediatamente le fue preguntado qué pueblos encubrieron indios y Cari no dudó en señalar los siguientes: Acora, Ilave, Juli, Pomata y Cepita, es decir, todos menos su propio pueblo Chucuito, y Yunguyo. A pesar de la precisión de la respuesta, el cacique también reconoció no saber cuántos indios había en ese momento.

21 Por su parte, y como era de esperarse, el resto de los caciques hicieron específica mención de la gran pérdida de población ocurrida desde la época del inca y los hechos que la provocaron. Así: “fundaron sus dichos en que ningunos indios faltaban de tiempo del inca por las guerras pasadas y haberlos llevado a Chile y a otras provincias particularmente don Felipe Chambilla y don Martín Chata Apasa caciques de Pomata dijeron que en el dicho su pueblo les había quemado en un galpón Hernando Pizarro y otros capitanes seiscientos y tantos indios como los tiene declarado en la visita y que por estas causas y otras y ser unos pueblos mas enfermos que otros y habérseles huidos muchos indios aparte que no tienen de ellos noticias no había el número de ellos ahora que en tiempo del Inca sin embargo que el dicho don Martín Cuxi entendía que se habían encubierto en los dichos pueblos como el dicho Martín Cuxi dice pero que no dejaban de faltar indios por lo que tiene dicho y que los dichos indios del dicho pueblo de Pomata que quemo el dicho Hernando Pizarro fue por decir que habían muerto y despeñado de unas peñas altas que están en el dicho pueblo, a un capitán llamado Julián en tiempos de la conquista”18.

22 Implica desentrañar un verdadero acertijo tratar de determinar quién decía la verdad y quién no lo hacía. Estas últimas declaraciones transcriptas dan algunas pautas que efectivamente son reales como el traslado de mitayos a otras geografías o bien cuando describen la conocida ferocidad de Hernando Pizarro durante las guerras de conquista. Respecto de las huidas estas siempre siembran un manto de duda y aún aceptando que algunos caciques pudieron haber encubierto indios, la cantidad de ellos lógicamente había disminuido respecto de los que había en la época imperial. La pregunta que surge inmediatamente es ¿estaba Cari tratando de corregir una situación de injusticia al interior de la provincia o intentaba posicionarse de una determinada manera frente a las autoridades españolas? Nos inclinamos por este último aspecto. Creemos que por una parte permanecía en la memoria de estos líderes la idea de apo o señor único de toda la provincia entendido como un cargo exógeno es decir consensuado y legitimado desde afuera de la comunidad. A ello le debemos sumar la necesidad de mantener el flujo de tributos otorgados por la comunidad hacia las autoridades étnicas los cuales también se habrían alterado luego de la caída del imperio19. Por último la necesidad de posicionarse socio económicamente frente a la nueva sociedad colonial20.

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23 Un último ejemplo está relacionado con el ganado, la gran moneda lupaqa. La cuestión planteada en la visita fue qué se debía hacer con el ganado de la comunidad: “Yten si el dicho ganado de la comunidad por proceder del ganado del Inca y del sol y de las huacas que había en esta provincia y que en el tiempo del inca aunque estaba dividido por pueblos para su guarda nadie tenía la propiedad sino muerto el dicho inca cada uno se quedó con lo que tenía a cargo en que fue desigual el daño por haber sido mas en unos pueblos que en otros”21.

24 En este tema también hubo respuestas diferentes. Los kurakas de Chucuito, Pomata y Yunguyo se inclinaron para que “el dicho ganado de comunidades se guardase por todos los indios de esta provincia y el provecho fuese común a todos […] y particularmente don Felipe Chambilla y don Martín Chata Apasa caciques del pueblo de Pomata dijeron que el dicho ganado en tiempo del inca no era de ninguno como el capítulo lo dice y que lo mandaba visitar de tanto en tanto tiempo el inca y de los pueblos que guardaban mucho lo quitaba y repartía por los demás pueblos”22.

25 Por su parte los kurakas de Acora, Ilave y Juli – los pueblos con mayor cantidad de ganado23 – se inclinaron por la opción contraria. “Y don Cristóbal Catacora y don Antón Cachi caciques del pueblo de Äcora y don Pablo Ninaguanaco y don Lucas Arocapa de Ilave y don Baltasar Paca y don Ambrosio Tira y don Carlos Calisaya caciques de este pueblo de Juli dijeron que cada pueblo se quedase con el ganado que al presente tiene de comunidad pues aunque algunos tuviesen mas que otros y tuviesen más provecho era justo tenerle por el trabajo que habían tenido en guardar, curar y conservar el dicho ganado y lo habían de tener de aquí adelante y que los pueblos que no tenían tanto ganado era por culpa de sus caciques y mayores de no haber conservado sino consumido y gastado el que tenían y tomado para sí y que no era razón por esto echarles más tasa” 24.

26 En todos los casos parece que cada curaca de saya intentaba anteponer sus intereses frente al de los otros, aprovechando el aumento en sus ganados y desacreditando a los que tenían menos, más allá que en muchos casos esos intereses pudieran ser compartidos por varios kurakas. Creemos también que en casi todos los casos los kurakas, una vez liberados de la mano reguladora del inca, comenzaron una pugna por mantener y ampliar su base de sustento y poder, es decir sus súbditos. Si muchas veces los señores étnicos legitimaban su autoridad frente a las comunidades de manera simbólica, ante los españoles se ponía en términos de mayor o menor efectividad de sus actos y si estas acciones redundaron en beneficio de la comunidad o no. Como bien señala Ramírez, “el rango y la posición de los kurakas estaban directamente relacionadas con el número de súbditos que tenían los señores (esto no era privativo de la costa)”25. Según la autora, el cargo tenía una dimensión geográfica como demográfica porque se aplicaba al uso de los recursos de la tierra, un dominio territorial que se conoce de manera imperfecta y que es confundido con la relación que tiene el gobernante con el súbdito. La pregunta que surge inmediatamente es cuál era en este caso la dimensión geográfica del espacio lupaqa y cómo debe entenderse ella.

27 Por fin, destacamos un último punto que nos interesa señalar. Al comienzo mismo de la visita y bajo el título “Instrucción a la visita. Instrucción de lo que vos Garci Diez de San Miguel habéis de hacer en la visita de la provincia de Chucuito”26, se detallan con total precisión las tareas del visitador, las cuales en líneas generales giraron alrededor de: determinar la cantidad de población, los recursos disponibles, la relación que los kurakas mantenían con los hatún runas, a la vez que indagar como era esa situación en la época del inca. Una vez desagregado todo esto en veinte puntos, el último dice:

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“Item haréis todas las demás diligencias y averiguaciones que viéredes que conviene y el necesario tocantes y pendientes a la dicha visita y tasa y al bien y conservación de los dichos naturales y al bien y conservación de los dichos naturales aunque aquí no se vayan declaradas porque como persona que tiene la cosa presente entenderéis lo que más conviene hacer y proveer tocante al dicho negocio”27.

28 Las respuestas dadas por Garci Diez, una vez finalizada la visita, se despliegan alrededor de 127 pequeños ítems, pero de ellos solo cuatro hace referencia a lo mencionado en la cita anterior. ¿A quién debía controlar el rey en una encomienda que justamente estaba “en su cabeza”? En principio el visitador realiza una advertencia al rey diciéndole que es él quien se tiene que encargar de pagar tanto al medico como las medicinas de los indios. También realiza advertencias a los curas, todas señalando la apropiación que ellos hacían de la fuerza de trabajo indígena sin ningún tipo de retribución. Por último el visitador indica acerca de los particulares que dañan o abusan de los indios.

29 Del análisis puntual que hemos realizado con las visitas hechas a los lupaqa podemos formular más de un comentario: en primer lugar las mismas permiten extraer con gran precisión el número total de indios que habitaba aquel espacio, tanto del total de la provincia como para cada una de sus cabeceras. Podemos observar también como se va estructurando el nuevo entramado de poder al interior de la comunidad, mientras quedaba atrás el tiempo del inca y comenzaban a sucederse los cambios producidos por la colonización. Este hecho y si se quiere como contrapartida la negociación del tributo, permite oír en toda su dimensión las voces de los indios. Finalmente, y también como algo destacable, el aspecto de contralor que debe tener la visita no ocupa más que una foja de un total de 141.

Mapa 1. Jurisdicción de Chuchito. Ref. Equipo cartográfico INAPL

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2.2 Tarija

30 En el año 2008 publicamos dos visitas efectuadas a la jurisdicción de Tarija con su estudio correspondiente. La primera de 1645 se conserva en el Archivo General de la Nación (Argentina) y se realizó bajo los siguientes nombres: “Padrón y memoria de los indios de la villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija de valle de la Concepción de todos los valles y estancias que pertenecen a su distrito”, o bien “Memoria de los indios que pertenecen a los curatos de la villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija la Nueva”. La misma fue llevada a cabo por mandato del virrey don Pedro de Toledo y Leyva, marqués de Mancera. La segunda data de 1659 y se encuentra en el Archivo y Biblioteca Histórico de Tarija. La misma se realizó bajo el nombre de “Memoria de los indios que pertenecen a los curatos de la villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija la Nueva”. Se llevó a cabo por comisión particular que dio el gobernador Juan García de Labín, corregidor y justicia mayor de la ciudad de Tarija y provincia de los Chichas “para visitar los indios yanaconas de esta jurisdicción y los demás que llaman sobresalientes y otros cualesquiera y mulatos y negros libres”. Motivó la visita “reconocer el tratamiento que sus amos les hacen y ponen el remedio que convenga y asimismo cobrar los tributos que deben a su majestad cada uno lo que es costumbre conforme a ordenanzas”. Ambas visitas se realizaron casa por casa y comprenden a todos los indios de la jurisdicción28.

31 La ciudad de San Bernardo de la Frontera de Tarija estuvo íntimamente ligada en su origen y desarrollo inicial a la obra del virrey Francisco de Toledo y a su necesidad de terminar con la amenaza chiriguana que impedía consolidar la presencia hispana al sur de Bolivia. La derrota de Toledo en la entrada que en 1573 hiciera a la cordillera chiriguana inspiró la decisión de emplazar una ciudad frontera como barrera de contención para con los indios selváticos. Toledo encomendó la tarea a uno de sus hombres de mayor confianza, don Luís de Fuentes y Vargas, quien la concretó el 4 de julio de 1574. Una vez fundada la ciudad, el Virrey se encontró con el enorme desafío de proveer de mano de obra a aquellos españoles dispuestos a poblarla y a defenderla.

32 Las visitas analizadas nos estarían dando, ochenta años después, un panorama de lo actuado por el Virrey al tiempo de pensar tanto la fundación de la ciudad como la forma en que se sustentarían sus habitantes. Aquellas nos muestran en primer lugar una división de los indios en dos grandes categorías: los de encomienda y los yanaconas adonde quedan incluidos los que he llamado indios yanaconizados. Los indios encomendados constituían dos grupos: los chichas que estaban en cabeza de su majestad y los tomatas, unas pocas familias encomendadas en dos españoles residentes en Tarija. Los chichas trabajaban en la jurisdicción por turnos, recibiendo el nombre de indios tendarunas. “Francisco López Buenavida su vecino [de Tarija] el cual tenía dos indios de plaza que llaman tendarunas de los que se reparten entre los vecinos de dicha villa de los pueblos de Calcha Talina y éste de Santiago por cuya muerte han vacado los dichos dos indios y por cédulas y provisiones reales se le manda a los señores corregidores que luego que vaquen los depositen con el vecino más benemérito por lo cual y serlo Pedro Sánchez Casasola veinticuatro de la dicha villa y en quien concurren las partes y calidades que en conformidad de los apuntamientos e instrucciones del real gobierno superior de estos reinos se requieren y tener haciendas de viña y tierras que cultivar y ganado que guardar de que resulta gran útil y provecho a la dicha villa y asientos de minas de esta dicha provincia”29.

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33 Cuando un tendaruna no podía asistir a la mita y era reemplazado por otro indio chicha este era denominado indio sobresaliente. Mientras tanto, los yanaconas fueron la gran mano de obra tarijeña y quienes sin duda con su trabajo sustentaron a los españoles que poblaron la ciudad. Tal cual había legislado Toledo tiempo atrás, en la visita se pueden distinguir dos tipos de yanaconas, los de ciudad y los de chacra.

34 Los llamados yanaconas del Rey se ubicaban preferentemente en la ciudad y la mayoría de ellos cumplía trabajos artesanales u oficios teles como sastres, zapateros, etc. Los indios de chacra se ubicaban en su gran mayoría en la campaña, y constituían casi el 90% del padrón. A estos dos tipos de yanaconas debemos agregar otro tipo de indios, aquellas piezas sueltas capturadas por los españoles que en las visitas aparecen bajo el nombre de indios manifestados “dos muchachos forasteros manifestados naturales de Chuquisaca el uno llamado Juan Haro de nueve a diez años el otro José Chambi de dieciséis años”30. La idea de manifestación se asocia a un acto público al que se asistía para reclamar, exigir o realizar una protesta por alguna circunstancia desfavorable; también, a ciertos documentos, despachos o provisiones que libraban los lugartenientes de la justicia de Aragón como respuesta a los reclamos de personas que solicitaban cierto auxilio de las autoridades. En el caso que nos ocupa la manifestación era un acto público que se realizaba al momento de las visitas por el cual un español solicitaba al visitador que se le otorgara uno o varios indios que por lo general él había “encontrado” y que ya servían en su chacra o hacienda. Por lo que se puede observar, la gran mayoría de los indios manifestados eran originarios de la cordillera chiriguana. En el caso de los yanaconas de hacienda o chacra – y también conforme las ordenanzas del Virrey – puede verificarse la existencia de un kuraka a cargo quien tenía la representación del grupo.

35 Si las visitas hablan de cierta vida comunal promovida por Toledo para los yanaconas, también lo hacen acerca del ausentismo. A mediados del siglo XVII alrededor del 42% de los indígenas que constituían la mano de obra de las chacras y haciendas tarijeñas se encontraba ausente. Es notable también observar que en muchos casos se consigne el tiempo transcurrido desde que el sujeto está ausente, como si las autoridades mantuvieran un relativo control del migrante a la distancia. Este gran ausentismo no es propio únicamente de la jurisdicción de Tarija, por el contrario es una constante en casi todas las visitas y revisitas que se realizaron a mediados del siglo XVII en el Alto Perú.

36 Al analizar el origen jurídico de las visitas, observamos que aquellas eran la instancia de control de ciertas autoridades intermedias, entre las que encontramos, siguiendo las visitas tarijeñas, a los encomenderos o a los titulares de las chacras adonde los indios vivían y trabajaban. Como luego veremos en el caso jujeño, durante las realización de las visitas, aquellos tuvieron la oportunidad de elevar sus quejas contra su amos, a pesar de lo cual, prácticamente ninguno lo hizo; es común observar en la “Memoria de los indios que pertenecen a los curatos de la villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija la Nueva” que todos los indios repiten casi de manera sistemática que “no tenían que pedir ni demandar al dicho su amo porque les daba lo necesario y los curaba en sus enfermedades”31, o bien “no tener que pedir ni demandar al dicho su amo por haberles acudido a todo lo necesario”32. Sólo en un único caso se verifica una queja cuando “fuese le preguntado a los susodichos si tenían algo que pedir y demandar y dijo el dicho Quispe se le debía un vestido mando se al dicho Juan García Calderón se lo diese y lo firmo con su merced”33.

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37 Las visitas tarijeñas proveen un excelente cuadro de la situación poblacional de la jurisdicción de Tarija en el siglo XVII. En primer lugar nos permiten observar las consecuencias de lo realizado por Toledo ochenta años atrás, en segundo lugar nos posibilitan tener una idea bastante acabada de la cantidad de gente que vivía en la jurisdicción y la categoría que los españoles le asignaban a cada uno de esos indios. Por último quisiéramos destacar dos cosas: que en estas visitas la voz de los indios es más escasa que en las de Chuchito y también que una grandísima mayoría de indios dice no presentar quejas por su situación. En Tarija, al igual que en Chucuito las visitas se repiten con cierta periodicidad.

2.3 Jujuy

38 Durante el gobierno de don Alonso Mercado y Villacorta (1655-1660), el gobernador hizo saber la necesidad de realizar una visita para administrar justicia a los indios, pero, por sobre todas las cosas, para corregir los abusos cometidos por los encomenderos. Las visitas no eran una práctica frecuente en el Tucumán y la idea de esta última era controlar el derrotero que habían seguido las Ordenanzas de Alfaro (1611), las cuales básicamente trataron de aplicar la ideología toledana manteniendo a los indígenas en sus tierras, con un mínimo contacto con los españoles. En las Ordenanzas se legisló para preservar a los indios en las comunidades, evitar traslados y viajes y que los cambios de localización fueran voluntarios y no compulsivos. Prohibían que los encomenderos cultivaran en los ejidos de los indios o incluso fuera de sus propias tierras. También, las Ordenanzas pretendieron retrotraer a cero la situación del servicio personal, cosa verdaderamente difícil ya que el tributo como tal no existía, o bien se reducía a algodón, algarroba, etc.

39 En ese contexto, Mercado y Villacorta solicitó que se envíe a uno de sus ministros a realizar la mentada visita. Dada las trabas para la concreción, Mercado pensó en la posibilidad que la misma quedara en manos de los tenientes de gobernador de cada una de las jurisdicciones; avanzadas las gestiones, le fue comunicado al Gobernador que la facultad de realizar visitas generales era privativa de las Audiencias. En el mismo decreto que se abortaba la intención de realizar las visitas a través de las autoridades jurisdiccionales, el Presidente de la Audiencia de Charcas manifestaba su intención de enviar a uno de sus oidores para la realización. En una jurisdicción donde las visitas escaseaban, la del oidor Antonio Martínez Luján de Vargas estaba en marcha.

40 La visita del oidor de la Audiencia de Charcas Antonio Martínez Luján de Vargas a la jurisdicción del Tucumán se realizó entre los años 1692 y 1694. El 17 de septiembre de 1692 y casi como un descanso obligado en su trayecto desde La Plata, el oidor se detuvo en San Antonio de Humahuaca, el segundo pueblo en importancia de la jurisdicción jujeña. Allí convocó a las autoridades indígenas del pueblo y realizó el interrogatorio tradicional que encabezaba cada visita34. Pero por alguna circunstancia que no podemos explicar, el visitador no continuó en aquel momento la visita jujeña. La misma recién se efectuó en 1694 luego de haber visitado el resto de las jurisdicciones de la Gobernación del Tucumán. Paradójicamente, San Antonio de Humahuaca fue el último pueblo en ser visitado. Según declaraba, la visita tuvo como principal objetivo desagraviar a los indios encomendados ya que “refiere había algunos encomenderos tan crueles que de la misma manera cobraban los tributos de las mujeres que de los maridos y tan por tarea a unos como a otra sin que la miserable india tuviese tiempo para hilar una onza de hilo para tapar sus

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carnes ni la de sus hijos y que no había esclavos tan trabajadoras que no se podía dejar de aplicar remedio y que de estos malos tratamientos nacía el estar las más de las encomiendas y pueblos de indios destruidos las iglesias por los suelos y faltas de ornamentos y aún cálices siendo casi que los encomenderos están obligados a tener proveídas las iglesias de todo lo necesario para el culto divino”35.

41 Como dijimos alguna vez, la visita de Luján de Vargas es un documento de especial interés. En primer lugar, porque es la única que se conserva completa para toda la Gobernación. Todos sabemos que la visita general que el oidor Francisco de Alfaro realizó en 1611 está perdida y que de la visita general ordenada por el gobernador José de Garro de 1676-78 sólo quedaron algunos testimonios36. En segundo lugar, porque con un mismo cuestionario fue examinada la población indígena encomendada en todas las jurisdicciones de la gobernación, constituyéndose en una muy buena guía para efectuar comparaciones entre cada una de ellas.

42 A pesar de estas ventajas, no podemos perder de vista que al no comprender a toda la población indígena de la jurisdicción, la visita de Luján de Vargas esta lejos de darnos una información fidedigna de la cantidad de indios que habitaban el Tucumán, incluso esta lejos de acercarnos de manera confiable a la cantidad de indios encomendados. Recordemos que el oidor de la Audiencia de Charcas y visitador, don Antonio Martínez Luján de Vargas, esperaba a los indios en su despacho en la cabecera de los pueblos de indios. Los nativos debían marchar hasta allí para dar cuenta de sus condiciones de vida, en sus pueblos de reducción. También debemos decir que la visita no es un documento completamente uniforme, por lo que se debe examinar los diferentes contextos que lo produjeron.

43 Dentro de este contexto general, el documento de la visita jujeña es particularmente difícil de analizar no por la complejidad de los datos que presenta sino por su simpleza. Sobre diez pueblos visitados correspondientes a ocho encomenderos, ocho de aquellos pueblos manifestaron que no tenían cargos ni quejas contra su encomendero y que estaban gustosos y contentos. Tan sólo dos pueblos expresaron distintos tipos de quejas, uno correspondiente a la Quebrada de Humahuaca y el otro a la Puna jujeña. En primer lugar los pobladores de Uquía señalaron que su iglesia carecía de los adornos necesarios. A continuación estos mismos indios realizaron una pequeña queja por el trabajo que dos indias de la comunidad realizaban en la casa del encomendero. “En el pueblo de Umaguaca jurisdicción de la ciudad de San Salvador de Jujuy en veinte días del mes de mayo de mil seiscientos y noventa y cuatro años el señor oidor y visitador general para efecto de visitar los indios del pueblo de Uquía encomienda del capitán Don Juan Ortíz de Zárate hizo parecer ante sí a Don Lázaro Murueta Gobernador, y Don Andrés Turcuni cacique y todos los demás indios de dicho pueblo y siendo examinados cada uno de por sí y todos juntos por cada una de las preguntas del interrogatorio por los intérpretes nombrados no resultó queja ni agravio contra Doña Isabel Viera de la Mota administradora de dichos indios y sólo dijeron no tener ornamentos la iglesia que tienen hecha en dicho pueblo y tener en su casa y servicio la dicha administradora dos indias nombradas Petrona y Isabel, de cuyos cargos mandó su Merced dicho señor visitador se de traslado a la dicha administradora o su podatario para que responda dentro de hoy en todo el día y lo rubricó”37.

44 Tanto don Lázaro Murueta como don Andrés Turcuni dijeron expresamente no tener quejas contra la administradora, no obstante hicieron saber al visitador lo que podían parecer molestias o detalles menores como por ejemplo el tema de la ornamentación de la iglesia, o sólo tener dos indias en servicio personal.

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45 El servicio personal fue una práctica frecuente en Tucumán. La primera en alertar sobre la llamada encomienda de servicio personal en el Tucumán fue Ana María Lorandi, quien sostuvo que los pueblos de indios fueron repartidos entre los conquistadores, y que su tributo era cobrado mediante el servicio personal de los indios. Esta forma de tributación no era ajena a otras regiones del virreinato pero lentamente la misma estaba siendo dejada de lado al ser enterado el tributo en especies o metálico. Esta situación, como señalamos anteriormente trato de ser mitigada por las ordenanzas del oidor Francisco de Alfaro, aunque con un éxito relativo. La creencia hasta hace algún tiempo era que los indios del Tucumán carecían de toda posibilidad de generar un excedente a fin de pagar su tributo, esto se vio matizado hace ya algún tiempo para los indios de Jujuy38.

46 Parcialmente diferente al de Uquía fue el caso de los indios de Casabindo en la Puna, allí elevaron otros dos tipos de quejas que preocuparon de manera notable al visitador. Uno de ellos se relaciona con el maltrato que el encomendero le dispensaba a los indios del común. “De la cuarta dijeron que han experimentado malos tratamientos, porque el indio Cristóbal dijo que Don Miguel de Obando siendo Teniente lo mandó azotar con el indio Alcalde y que lo vio Juan Sunbaini, el cual dijo ser así verdad por haberse hallado presente y que a el dicho Juan declarante le mandó azotar su encomendero habrá dos años y que amarrado a una escalera le hizo dar seis azotes por mano de Andrés su esclavo y Martín Sucunba dijo que también lo azotó su encomendero por mano de su esclavo Andrés, que habrá tiempo de un año y que le darían hasta siete u ocho azotes y Diego Barconde dijo haberle azotado su encomendero por sus manos ahora cinco años y haberle dado cuatro o cinco azotes y que lo vio Juan Alabar, el cual dijo ser así verdad por haberse hallado presente y que a él también habrá siete u ocho años lo azotó el dicho su encomendero sin causa en la misma ocasión que azotó a Diego Barconde, el cual dijo ser así verdad por haberse hallado presente respecto de haberlos azotado a entre ambos en una ocasión”39.

47 Observemos algunos aspectos de la cita, en primer lugar cabe señalar el grado de detalle que expresan los indígenas a través de sus intérpretes, de sus declaraciones no solo se observa quienes eran los protagonistas principales de la violencia ejercida por el encomendero, también se hace mención de los testigos e incluso quien llevó adelante la ejecución, en este caso un esclavo del español. Los relatos también son específicos en su temporalidad algunos remitiendo la situación siete u ocho años atrás, hecho que nos confirma que las visitas no se hacían de manera periódica en la jurisdicción de San Salvador de Jujuy.

48 El otro tipo de quejas se realizó en tres direcciones diferentes: en primer lugar los indios manifiestan que los llevan a trabajar por la fuerza y contra su voluntad, en segundo lugar expresan que no les pagan por el trabajo y por último, dicen que desean cumplir con el encomendero pagando la tasa. Veámoslo en detalle: “En el dicho pueblo el dicho señor oidor visitador general dicho día mes y año examinó doce indios, los cuales contestaron en una misma ocasión por cuya causa se examinaron juntos que son = Cristóbal Puca Puca = Cristóbal Barconde = Andrés Pataba = Diego Vilti = Pablo Tucunas = Bartolo Quipildor = Andrés Tucunas = Lorenzo Quipildor = Juan Quispe = Cristóbal Quipildor = Juan Patagua y Pascual Tolaba - y siendo preguntados cada uno por sí, no resultó queja, ni demanda contra su encomendero, y sólo contestaron todos en el servicio personal violento a que los llevan sus mayordomos por fuerza, y pidieron al dicho señor visitador que querían pagar la taza trabajando para ellos en lo que les fuere de conveniencia relevándoles de este servicio personal todo lo cual dijeron ser cierto y verdadero y no haber otra

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cosa y no haber experimentado los susodichos azotes, ni otras cosas parecieron tener desde veinte hasta cuarenta años y lo rubricó su Merced dicho señor visitador general = ante mí. Lorenzo Pinto, escribano receptor”40.

49 Si la situación del abuso del servicio personal era moneda corriente en la jurisdicción del Tucumán, no lo era la posibilidad que tenían los indios de acceder al metálico para pagar el tributo en dinero. Los indios de Casabindo parecían poder hacerlo ya sea por acciones comunales, o bien alquilándose para otras actividades. En este contexto rescatamos la decisión de los indios, de unos pocos indios dentro de la jurisdicción jujeña, de solicitar al visitador de ser forzados al servicio personal, utilizando a la visita justamente como un elemento de control por parte del estado respecto de quienes ejercían algún tipo de autoridad ya sea de manera pública o privada.

50 Con sus quejas, en mayor o menor medida los indios de Quebrada de Humahuaca y Puna fueron contra uno de los factores más importante que atentaba contra su estructura comunal, el servicio personal. Asegurada en gran medida su reproducción a partir de no haber sido movidos de sus asentamientos originales y de su ubicación estratégica para mantener contactos y participación con los centros mineros y de esa manera conseguir algún tipo de dinero, aquellos pudieron posicionarse de una manera diferente frente a sus encomenderos. Con su queja, la apuesta de los indígenas fue fuerte ya que debían luchar contra el servicio personal, una situación prácticamente estructural en el Tucumán colonial. Sabemos que en el largo plazo no fueron vencedores, pero en lo inmediato lograron afianzar sus lazos comunales y persistir dentro de una sociedad relativamente nueva y permanentemente hostil.

51 Pasemos un poco en limpio los datos que provee la vista de Luján de Vargas a la jurisdicción de Jujuy: tenemos cantidad de indios visitados aunque la cantidad es relativa por dos factores: a) porque solo fueron visitados los indios de encomienda, b) pues la visita no se realizó casa por casa. Podemos decir también que hubo indios que elevaron quejas y otros mayoritarios, que no lo hicieron. Técnicamente nada más. Por último nos gustaría señalar que al menos de lo que se conoce, las visitas no fueron muy frecuentes a la jurisdicción de Jujuy, me atrevería a decir que tan solo por el contacto con otras jurisdicciones los indios de la Quebrada de Humahuaca pero especialmente los de Puna estaban familiarizados con la práctica de las visitas, no obstante los indios sabían que las visitas eran un instrumento legal que encerraba la idea de impartir justicia aunque esta fuera lenta e incluso muchas veces no llegara.

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Mapa 2. Detalle de las jurisdicciones de San Bernardo de la Frontera de Tarija y San Salvador de JujuyRef. Equipo cartográfico INAPL

3. La voz de la justicia sobre las tres jurisdicciones

52 Nos interesa desarrollar estas conclusiones de lo analizado acerca de las visitas de indios desde dos perspectivas. En primer lugar teniendo en cuenta a las mismas como lo que fueron desde su origen, un elemento de control por parte de las autoridades, el rey en la metrópoli y preferentemente el Consejo de Indias en América. En segundo lugar realizar algunas reflexiones a partir de la información que las mismas proveen de los distintos grupos étnicos y de su situación en el espacio colonial, a la vez que reflexionar acerca de las posibilidades comparativas de las mismas.

53 Respecto del primer punto, observamos que en todos los casos analizados figura un ítem en el cual el visitador le pregunta a los indios acerca de la manera que eran tratados ya sea por los encomenderos en el caso jujeño, por los dueños de chacras y estancias en el de Tarija o bien por las personas que – teniéndolo permitido o expresamente prohibido – habitaban o comerciaban en el espacio reduccional de Chucuito. En todos los casos las respuestas mayoritarias (casi un 98% en los cinco casos) indican que los indos no tenían quejas contra los españoles; como señalamos en el cuerpo del texto, las mismas no pasan de más de diez casos en total. Sin elementos concretos a nuestro favor nos permitimos dudar de las respuestas de los indios, creemos que si el estimulo hubiera sido el efectivo las misas se hubieran multiplicado41. Entendemos entonces que la falta de respuestas por parte de los indígenas encerraba distintas formas de coacción colonial, las cuales podían ir desde la física a la simbólica, y que se podían expresar de manera explicita o implícita. De esta forma las visitas en América, al menos las visitas de la tierra perdieron en gran medida su intencionalidad primigenia – de control de funcionarios –, ya que en la consecución de las mismas

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primaba el recuento de la población indígena y la tasación de los tributos antes que el examen de las condiciones de vida de los naturales.

54 En segundo lugar, y a pesar de tratarse de un mismo tipo documental, destacamos que las visitas no pueden entenderse como un documento que nos brinde datos homogéneos sobre las poblaciones visitadas. Como señalamos oportunamente la propia historia de aquellas, y por sobre todo su historia colonial le posibilitaron a cada grupo un desarrollo particular y diferencial.

55 En la visita jujeña la voz de los indígenas se escucha tímidamente, mientras que en las tarijeñas es apenas un murmullo. Por su parte en las de Chucuito a los indígenas prácticamente se los puede ver discutir entre ellos y también con las autoridades coloniales; se los observa interactuar – tal vez desde una posición relativa de poder – con el poder mismo. Si esa es una diferencia, también varía en los tres casos lo que las visitas nos pueden decir acerca de la cantidad de indios, si bien podemos pensar que ese es un problema del tipo de visita que se realizó o bien del visitador en cuestión, lo cierto es que el resultado de la información es parcialmente diferente en todos los casos.

56 En este sentido nos interesa comentar una frase de Guevara Gil y Salomon, quienes afirman que “en el universo político hispano-andino, ser ‘visitado’ era un medio para tornarse respetable. En los Andes visitar y ser visitado eran un modo y una condición del colonialismo”42. Si bien es cierto lo que expresan los autores, también lo es que el universo hispano-andino es extremadamente amplio y que la construcción del imaginario de las visitas para cada jurisdicción depende de dos cuestiones íntimamente relacionadas entre si: la cantidad de visitas a la que fueron sometidos los diferentes grupos étnicos y el lugar estructural que cada territorio o jurisdicción y por ende cada grupo que lo habita, adquirieron a partir del propio proceso de colonización.

57 Para el primer caso, y como pudimos observar, hay jurisdicciones como Tarija o Chucuito adonde las visitas y revisitas totales o parciales fueron una práctica mucho mas activa que en otras, como por ejemplo San Salvador de Jujuy. La repetición de las visitas dentro de una misma generación por lo menos de las autoridades étnicas, es lo que les permitía a las comunidades desplegar una serie de estrategias de distinto tipo frente a una sociedad colonial que las oprimía de manera diferenciada y permanente. La repetición de las visitas – o la existencia de las llamadas revisitas – en determinadas jurisdicciones es también lo que nos permite vislumbrar los procesos de acomodación indígena a la nueva situación colonial, tal como lo habían hecho tiempo atrás luego de ser sometidos por el inca. En el segundo caso, creemos firmemente que la consecución de las visitas estaba íntimamente relacionada – salvo por supuesto en las llamadas visitas generales – con los lugares a ser visitados. Creemos que dentro de una política general de visitas, la corona dirigía su mirada de manera más detenida a aquellos centros poblacionales que tenían un especial interés dentro de la estructura colonial.

58 Entonces, quienes lean este trabajo podrán tener la percepción que hay una diametral diferencia socio-étnica por ejemplo entre los lupaqa y las sociedades indígenas de San Salvador de Jujuy pero ello no es totalmente así. Antes que eso, lo que nos permiten ver los documentos es la situación estructural que tienen las comunidades dentro del universo andino-colonial. Creemos que una diferencia sustancial que presentan los indígenas de Jujuy y particularmente los de la Puna y la Quebrada de Humahuaca es poseer un encomendero privado mientras que los lupaqa estaban en cabeza de su majestad. En el primer caso el encomendero hacía las veces de “colchón” frente a los

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numerosos poderes coloniales – funcionarios locales, curacas, otros particulares, religiosos, etc. – que intentaban avanzar sobre las estructuras indígenas en beneficio propio. Dicha situación es la que vivieron los lupaqa quienes, y a pesar de todas las prohibiciones al respecto, rápidamente se vieron rodeados por particulares, funcionarios y religiosos ávidos de aprovecharse de los excedentes locales. En segundo lugar también ha influido en cada uno de los pueblos su acceso a Potosí, no podemos olvidar que ya desde muy temprano los lupaqa pagaban parte de su tributo con plata extraída del Cerro Rico, hecho que también los ponía en el corazón de la estructura mercantil americana posibilitando el ansiado acceso al metálico.

59 A partir del estudio de las visitas y de la combinación de ellas con otros documentos, seguramente podremos conocer más rápidamente a una sociedad que otra. Esos datos, como en el caso de Jujuy y Chucuito no nos deben llevar rápidamente a la conclusión que una sociedad tiene una estructura social mas compleja que otra. Si uno toma por ejemplo a las sociedades de la Puna jujeña y se las hace jugar con los datos acerca de las ausencias que brindan las visitas tarijeñas, lo que puede vislumbrase – aunque no desentrañarse de una menara exacta – es un proceso de amplia movilidad de largo alcance que no en todos los casos corresponden a simples huidas. Aquellas movilidades, me animaría a decir, eran bien conocidas por las autoridades étnicas y también por los españoles involucrados.

60 Las visitas, tal vez un conjunto de visitas estudiadas para distintos sectores del virreinato del Perú nos permiten observar en primer lugar el proceso de conformación de la sociedad colonial en su conjunto. Los distintos sectores adonde se fueron conformando – en el propio momento de realización de las visitas – los espacios geográficos de poder, los cuales en la gran mayoría de los casos estaban lejos de ser permanentes e inmutables. A esos espacios y lógicamente a su gente es adonde dirigirá la corona su mirada inquisitiva para conocer pero también para comprobar el desarrollo de los mecanismos de colonización y de dominación (coacción). Tal vez esa mirada sea más o menos tenue conforme a sus intereses lo que no debe marcar una distinción tajante entre las sociedades observadas.

61 Entendemos entonces que las visitas de la tierra, en tanto documentos coloniales y objetos de estudio por parte de los investigadores, deben ser consideradas como un interjuego entre por lo menos tres factores principales. En primer lugar el propio documento como instrumento de conocimiento por parte del poder colonial, en segundo, el desarrollo que adquiere la propia sociedad colonial en un lugar y momento determinado, hecho que también esta reflejado en el acto de visitación, por último la sociedad visitada, el indígena, llamado a subsistir en una sociedad cada vez mas adversa.

Fuentes

Inéditas

Archivo General de la Nación, Argentina, Sala IX, Legajo 20.4.4, año 1645. Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia, Sucre Expedientes Coloniales, Legajo n° 22, año 1694.

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Editas

62 Boixadós, Roxana & Carlos Zanolli, La Visita de Luján de Vargas a las encomiendas de La Rioja y Jujuy (1693-94). Estudios preliminares y fuentes, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes ediciones, Buenos Aires, 2003, 235 p.

63 Diez de San Miguel, Garci, Visita hecha a la provincia de Chucuito por Garci Diez de San Miguel en el año1567. Documentos regionales para la Etnología y Etnohistoria, Tomo 1, Ed. de la Casa de la Cultura del Perú, Lima, [1567] 1964, 287 p.

64 Salles Cristina & Héctor Noejovich (eds.), La visita general y el proyecto de gobernabilidad del virrey Toledo, Tomo 1, Vol. 1, Fondo Ed. Universidad de San Martín de Porres, Lima, 2008, 315 p.

65 Zanolli, Carlos, Dos visitas coloniales a la jurisdicción de San Bernardo de la Frontera de Tarija. 1645 – 1659, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2008, 256 p.

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NOTAS

1. Este artículo es resultado de una investigación de postgrado. Su financiamiento ha sido posible gracias al proyecto “Cambio y continuidad en la sociedad indígena e hispano-criolla. Siglos XV- XIX”, PID UBACyT 20020100100110, dirigido por la Doctora Ana María Lorandi, y al cual el autor se integra en la categoría de investigador formado. 2. Zagalsky, Paula, “Huellas en las revisitas: tensión social e imposiciones coloniales”, Memoria Americana. Cuadernos de Etnohistoria, Buenos Aires, vol. 17, n°2, julio-diciembre, 2009, p. 241-279. 3. Zagalsky, P., “Huellas en las revisitas”, Op. Cit., p. 36. 4. Malagón Pinzón, Miguel, “Las visitas indianas, una forma de control de la administración pública en el estado absolutista”, Universitas. Revista de Ciencias Jurídicas, Bogotá, nº108, 2004, p. 821-838. 5. Malagón Pinzón, M., “Las visitas indianas”, Op. Cit. 6. Malagón Pinzón, M., “Las visitas indianas”, Op. Cit. 7. Garriga, Carlos, “La expansión de la visita castellana a Indias”, en XI Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano. Actas y Estudios, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 1997, p. 51-80. 8. Malagón Pinzón, M., “Las visitas indianas”, Op. Cit., p. 827. 9. Malagón Pinzón, M., “Las visitas indianas”, Op. Cit., p. 827. 10. La práctica de las visitas al reino Lupaqa como también a aquellos grupos étnicos afectados a la mita minera, abrió las puertas a una importante práctica de litigación, preparación de memoriales y solicitudes de revisitas todo a lo largo del siglo XVII, particularmente las revisitas de indios fueron instrumentos legales que los indígenas usaron profusamente durante las

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décadas posteriores a la Visita General del virrey Toledo. Aquella práctica de litigar estaba íntimamente asociada con la solicitud de disminución de la tasa tributaria y de los mitayos destinados a Potosí. 11. Salles, Cristina & Noejovich, Héctor (eds.), La visita general y el proyecto de gobernabilidad del virrey Toledo, Tomo 1, vol. 1, Fondo Editorial Universidad de San Martín de Porres, Lima, 2008, f. 264v. 12. Salles, C. & Noejovich, H. (eds.), La visita general, Op. Cit., f. 251v. 13. En este caso la “riqueza” estaba dada por la cantidad de ganado que tenían. Al tiempo de establecer la tasa Toledo realizó la siguiente distinción tributaria entre los que tenían hasta 50, 100 o 150 cabezas de ganado, sobre el tema ver Salles, C. & Noejovich, H., La visita general, Op. Cit., f. 271v. 14. Lipschutz, Alejandro, “La despoblación de las indias después de la conquista”, América indígena, México, vol. 216, nº3, 1996, p. 13-34. 15. Pease, Franklin,“Cambios en el reino Lupaqa (1567-1661)”, Historia y Cultura, Lima, n° 7, 1973, p. 89-105. 16. Salles, C. & Noejovich, H., La visita general, Op. Cit., f. 252v. 17. Salles, C. & Noejovich, H., La visita general, Op. Cit., f. 271v. y f. 253r. 18. Salles, C. & Noejovich, H., La visita general, Op. Cit., f. 271v. y f. 253r. 19. Assadourian, Carlos, “Intercambios en los territorios étnicos entre 1530 y 1567 según las visitas de Huánuco y Chucuito”, en Harris, Olivia & Brooke Larson, Olivia & Tandeter, Enrique (comps.), La participación indígena en los mercados surandinos, Ceres, La Paz, 1987. 20. Hacia el 1603 Juan Poma Catari – uno de los cuatro señores que tenían la posibilidad de pelear por la representatividad general de los lupaza – dijo tener noticias de muchos indios y se ofreció a las autoridades españoles para realizar su reducción, ver Glave, Luis Miguel, “La provincia de Chucuito y sus caciques. El contexto de la correspondencia entre Diego Chambilla y Pedro Matheos”, en Medinacelli, X. & Insch, Marcela (coords.), Pleitos y riquezas. Los caciques andinos en Potosí del siglo XVII. Trascripción y estudios del expediente de don Diego Chambilla contra los bienes de su administrador, Sucre, Fundación Cultural Banco Central de Bolivia, ABNB e Instituto de Estudios Bolivianos de la Facultad de Humanidades, Sucre, 2010. 21. 20 Salles, C. & Noejovich, H., La visita general, Op. Cit., f. 271v y 247v. 22. Salles, C. & Noejovich, H., La visita general, Op. Cit., f. 271v y 254v. 23. Ya en la visita de Garci Diez el corregidor de Chucuito licenciado Estrada destacaba que “los pueblos de Acora y Juli que a estos pueblos tiene este testigo por muy ricos de ganado en tanta cantidad que los indios que los guardan y los dueños de ellos no saben el número que tienen”. Diez de San Miguel, Garci, “Visita hecha a la provincia de Chucuito por Garci Diez de San Miguel en el año1567”. Documentos regionales para la Etnología y Etnohistoria, Tomo 1, Lima, Ediciones de la Casa de la Cultura del Perú, Lima, [1567] (1964), f. 89r. 24. Salles, C. & Noejovich, H., La visita general, Op. Cit., F., 254v. 25. Ramírez, Susan, “Fronteras sociales y base territorial de los curacazgos”, Alternativa, Chiclayo, n° 427, 1986, p. 29-42. 26. Diez de San Miguel, G., “Visita hecha a la provincia de Chuchito, Op. Cit., f. 3r. 27. Diez de San Miguel, G., “Visita hecha a la provincia de Chuchito, Op. Cit., f. 5r. 28. Ver Zanolli, Carlos, Dos visitas coloniales a la jurisdicción de San Bernardo de la Frontera de Tarija. 1645-1659, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2008. 29. Archivo Histórico de Tarija (AHT), Fondo colonia (FC), Caja (c), s/f, documento (doc) 2, Año 1653. 30. Archivo General de la Nación (AGN), Sala (s) IX-20.4.4, Fojas (f) 13r, Año 1654. 31. AHT, FC, Caja s/f, doc 2, f. 58, Año 1653. 32. AHT, FC, Caja s/f, doc 2, f. 59, Año 1653. 33. AHT, FC, Caja s/f, doc 2, f. 76, Año 1653.

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34. Ver los dos trabajos de Doucet, Gastón Gabriel, “Introducción al estudio de la visita del oidor Don Antonio Martínez Luján de Vargas a las encomiendas de indios del Tucumán”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, Buenos Aires, vol. XVI, 1980, p. 205-246; y “Los autos del visitador Don Antonio Martínez Luján de Vargas”, Revista Historia del Derecho, Buenos Aires, n°8, 1980, p. 36-73. 35. Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia (ABNB), Escritos coloniales (EC), 1694, 22, Fojas (f.) 2v. 36. Sobre el tema se puede ver Doucet, Gastón Gabriel, “Introducción al estudio de la visita del oidor Don Antonio Martínez Luján de Vargas a las encomiendas de indios del Tucumán”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, Buenos Aires, vol. XVI, 1980, p. 205-246 y González Rodríguez, Adolfo, La encomienda en Tucumán, Publicaciones de la Excelentísima Diputación de Sevilla, Sevilla, 1984, p. 123. 37. ABNB, EC, 1694, 22, fojas 2v y 13r. 38. Zanolli, Carlos & Lorandi, Ana María, “Tributo y servicio personal en el Tucumán Colonial”, Memoria Americana, Buenos Aires, n°4, 1995, p. 91-104. Con el tiempo y a partir de investigaciones focalizadas comenzó a observarse que en otras jurisdicciones del Tucumán también existieron grupos con capacidad de generar excedentes, un trabajo pionero en ese sentido fue el libro Farberman, Judith & Gil Montero, Raquel, Los pueblos de indios del Tucumán colonial: persistencia y desestructuración, Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2002. Sobre el tema también se puede ver Castro Olañeta, Isabel, “Pueblos de indios en el espacio del Tucumán colonial”, en Mata de López, Sara & Areces, Nidia (coords.), Historia Regional. Estudios de casos y reflexiones teóricas, Edunsa, Salta, 2006, p. 37-49; Farberman, Judith & Boixadós Roxana, “Sociedades indígenas y encomienda en el Tucumán colonial. Un análisis comparado de la visita de Luján de Vargas”, Revista de Indias, Madrid, vol. LXVI, 2006, p. 601-628, entre otros. 39. ABNB, EC, 1694, 22, fojas 30v y 31r. 40. ABNB, EC, 1694, 22, f. 31r. 41. Tal vez un buen ejemplo de ello haya sido la llamada “visita secreta” que Francisco de Toledo hiciera a la provincia de Chuchito, con la sola finalidad de mostrar las vejaciones y malos tratos que los dominicos venían haciendo sobre los lupaqa. El resultado de ello fue el reemplazo de aquella orden por la de los jesuitas. 42. Guevara Gil, Armando & Frank Salomón, “La Visita personal de indios: ritual político y creación del “indio” en los Andes coloniales”, Cuadernos de Investigación, Lima, vol. 1, 1996, p. 6-48.

RESÚMENES

En el presente trabajo analizaremos algunos aspectos del derrotero que realizaron las visitas desde Europa a América, observando los cambios que se produjeron en la institución. Para el análisis nos centraremos en un tipo de visitas, las llamadas “visitas de la tierra”, conocidas también como “visitas de indios”. Partiendo de una caracterización jurídica de las visitas, considerando su origen eclesiástico, se verá cómo fueron adoptadas y adaptadas por las autoridades españolas, y luego, cómo pasaron a América; también analizaremos y compararemos cinco visitas realizadas a tres jurisdicciones coloniales realizadas en los siglos XVI y XVII: San Salvador de Jujuy, San Bernardo de la Frontera de Tarija y Chucuito.

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This study seeks to analyse evolution of colonial visitas from their European origins to their application in American soil, to observe the changes taking place in the institution. We will focus on one type of visita, the so-called visitas de la tierra (of the land) or Indian visitas. Starting from their legal characterization and considering their ecclesiastical background, the articles explores how they were adopted and adapted by the Spanish authorities and how they were translated to America. The study will compare five visitas in three colonial jurisdictions in the 16th and 17th centuries: San Salvador de Jujuy, San Bernardo de la Frontera de Tarija, and Chucuito.

Cet article analyse certains aspects du chemin parcouru par les visites depuis l'Europe vers l'Amérique, et les changements opérés dans l'institution. Un type de visite en particulier est abordé, les “visites de la terre”, également connues comme “visites des Indiens”. Partant d'une conception juridique des visites, en tenant compte de leur origine ecclésiastique, on verra de quelles façons elles furent adoptées et adaptées par les autorités espagnoles puis comment elles passèrent en Amérique. Pour les besoins de l'analyse, on comparera cinq visites, effectuées dans trois juridictions coloniales au cours des XVIe et XVIIe siècles: San Salvador de Jujuy, San Bernardo de la Frontera de Tarija et Chucuito.

ÍNDICE

Palabras claves: visitas de la tierra, visitas de indios, siglos XV y XVII, Jujuy, Tarija, Chuchito Mots-clés: visites de la terre, visites des Indiens, XV et XVIIe siècles, Jujuy, Tarija, Chucuito Keywords: visitas de la tierra, XVIth and XVIIth centuries, Jujuy, Tarija, Chucuito

AUTOR

CARLOS ZANOLLI

Doctor en Antropología. Docente e investigador, Universidad de Buenos Aires e Instituto Nacional de Pensamiento Argentino y Latinoamericano, Argentina. [email protected]

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Mayordomos y regulación de prácticas sociales indígenas en estancias coloniales: la visita de Luxán de Vargas, Córdoba, 1692-1693 Mayordomos and Regulation of the Indigenous Social practices in Colonial Estancias: The Visit of Antonio Martines Luxan de Vargas to Cordoba (1692-1693) Majordomes et régulation des pratiques sociales indigènes dans les estancias coloniales: la visite de Luxan de Vargas, Cordoue, 1692-1693

Constanza González Navarro y Romina Grana

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 21 de junio de 2014 / Aceptado: 15 de septiembre de 2014

1. Justicia del Rey y poder doméstico

1 La estructura social y política de la modernidad1, según expresa Bartolomé Clavero en coincidencia con Cesare Mozzarelli, no reconocía la diferencia entre lo público y lo privado, entre el gobierno de la casa y el gobierno de la ciudad, entre padre y Príncipe. Precisó de la Revolución para generar una “fractura”, “para entrar en una modernidad, no de familias sino de individuos y Estados”. Hasta entonces, los cimientos fueron domésticos: la economía era casera y la política, familiar2.

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2 La justicia del Rey era ejercida por los funcionarios y las corporaciones capitulares a través de los cuales el Rey delegaba su Iurisdictio: el cabildo, los tenientes de gobernador, los gobernadores y las Audiencias.

3 El ámbito de lo doméstico, regido por la oeconomica, continuaba siendo un espacio gobernado, administrado y controlado por el pater familias que era la persona autorizada para marcar los límites entre lo permitido y lo prohibido. Los historiadores del derecho, en especial aquéllos que adhieren a la corriente jurisdiccionalista3, han destacado la importancia del pater familias en el Antiguo Régimen como un poder que escapaba casi por completo a la fuerza gravitatoria de todos los poderes jurisdiccionales de la esfera política4. América colonial en general y la jurisdicción de Córdoba del Tucumán en particular no estaban exentas de este rasgo que la historiografía de la modernidad definió para las Españas.

4 La sociedad cordobesa del siglo XVII estaba atravesada por numerosas diferencias de orden jurídico, social, étnico y político entre las que la división entre república de españoles y república de indios apenas alcanza a explicar la enredada trama de relaciones y actores sociales que conformaba ese universo colonial: vecinos beneméritos y encomenderos, segmentos medios (constituidos por españoles, mestizos, criollos), indios de encomienda, forasteros, indios desnaturalizados, población esclava de origen africano, libertos, etc. En este complejo universo cuyas aristas y dobleces no se trabajan en esta oportunidad5, se destacan los vecinos encomenderos – “beneméritos” de la conquista o sus descendientes – quienes tenían participación política en el gobierno de la república, poseían un importante patrimonio (tierras e indios) y contaban además con una organización doméstica jerarquizada. La cabeza visible de esa organización era el pater familias (vecino ante la corporación capitular) en torno al cual se articulaba un conjunto de vínculos parentales y no parentales. El rol de la cabeza era regir los comportamientos al interior del grupo, establecer los límites de lo permitido y lo prohibido, y velar por el bienestar físico, material y espiritual de sus miembros. Esta estructura organizativa alcanzaba a la parentela directa pero además a todos sus dependientes (agregados, esclavos, libertos, indios de encomienda, trabajadores concertados, etc.). En este entramado, las redes de sociabilidad que establecía la organización eran amplias y su grado de densidad determinaba el peso y gravitación que un linaje podía tener en la sociedad. Al respecto, el estudio de Juan Pablo Ferreiro6 sobre el Jujuy colonial da cuenta de la importancia de estas redes en la construcción del patrimonio y poder político local.

5 El poder doméstico de esta figura gozaba de una doble aceptación: al interior del grupo y en el resto de la sociedad. La acciones que se desplegaban en este universo, con el objeto de reprimir ciertas acciones o promover otras, rozaban con frecuencia la Iurisdictio del Rey pero no eran cuestionadas, salvo en situaciones excepcionales como puede ser el momento de una visita.

6 En el presente trabajo, se pretende reconocer e indagar algunas de estas prácticas de control llevadas a cabo no directamente por la cabeza de familia sino a través de las personas de su estricta confianza como eran los mayordomos de estancia. La estancia era una unidad de explotación productiva donde se desarrollaban actividades agrícolas y ganaderas y eventualmente alguna producción de manufacturas (tejeduría, curtiembre, carpintería, quesería, etc.). Era allí, durante el siglo XVII, donde la mayor parte de la población indígena tenía su residencia y medio de subsistencia, como también era una parte importante de los dominios del pater familias. La estancia constituía el ámbito

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donde se desplegaban las relaciones interétnicas y el más adecuado para moldear a los sujetos colonizados. El trabajo diario, el premio y el castigo para doblegar las voluntades, la administración de cuotas adecuadas de temor y amor para regulación de los impulsos y la transmisión de ciertos saberes técnicos y valores anclados en el catolicismo, constituían los pilares de un modelo de configuración impulsiva. Este modelo en el mediano plazo, si lograba ser internalizado, permitiría convertir a los nativos en sujetos colonizados o “domésticos”. Las coacciones externas se tornarían en auto-coacciones.

7 La violencia – física o verbal – ejercida por el colonizador era una modalidad de coacción externa que reprimía conductas, acciones, pasiones y prácticas consideradas detestables. Según señala Norbert Elias, en sociedades donde existe el monopolio estable de la violencia, el individuo está protegido frente al asalto repentino o a la intromisión brutal de la violencia en su vida, pero al mismo tiempo está obligado a reprimir sus propias pasiones, la efervescencia que lo impulsa a atacar físicamente a otro. En la sociedad colonial – más parecida a la sociedad guerrera que describe N. Elías7 –, el monopolio de la violencia física no era absoluto y el autocontrol de los impulsos tampoco. De hecho se trataba de un tipo de sociedad en transición, donde la injerencia de la Monarquía hispánica sobre el poder doméstico iba muy lentamente ganando terreno. Aunque menos visible, también se hacía presente la violencia contenida o ejercida por parte de la población indígena como instrumento de la resistencia frente a un modelo de sociedad y de configuración impulsiva que pretendía imponerse. Algunos documentos coloniales privilegiados permiten observar ambos tipos de violencia – contenida y ejercida.

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2. Los mayordomos de estancia

8 Durante la vigencia del sistema de encomiendas en la jurisdicción de Córdoba, gobernación del Tucumán, los indígenas sujetos a este régimen debieron cumplir con la obligación del pago de tributo al encomendero. Este pago estaba constituido por 10 pesos anuales por cabeza, que desde las ordenanzas impuestas por Francisco de Alfaro en 1612, podían ser abonados en dinero, en especies debidamente tasadas o, en su defecto, conmutables en 120 días de trabajo8. En la práctica, y a pesar de los límites y restricciones impuestos al pago del tributo, entre fines del siglo XVI y durante el siglo XVII, la mayor parte de estos indios estuvieron sujetos al servicio personal permanente que implicaba el trabajo continuo a lo largo de todo el año (esto es, excediendo los 120 días requeridos por las ordenanzas mencionadas) con una escasa o nula remuneración9.

9 En términos generales, la situación de los encomendados no era homogénea y diferían según los espacios de reducción10: algunos indígenas de encomienda estaban reducidos en pueblos, con acceso a tierras propias y con una relativa autonomía mientras que una parte mayoritaria de la población de la jurisdicción de Córdoba había sido movida de sus asientos originarios al interior de estancias españolas. Estas estancias se convirtieron en el lugar privilegiado del proceso de mestizaje y en el centro que propició la incorporación definitiva de la población indígena al sistema colonial11. La estancia, como tal, constituía un ámbito claramente hispanizado, donde el control de la producción (los sujetos y las prácticas que allí tenían lugar) era ejercido por su propietario que también era encomendero o bien por sus personas de confianza, entre las que podemos mencionar, su esposa, hijos y mayordomo. Este tipo de estancias – que no constituían sino una parte de la totalidad de explotaciones rurales –, contaban con población indígena encomendada, a menudo esclavos y un mayordomo que llevaba adelante la dirección del trabajo12. Por el contrario, las pequeñas explotaciones dirigidas y trabajadas por pobladores (residentes o vecinos no encomenderos), no contaban con administradores ni menos aún con indios de encomienda, sino que dependían de trabajadores concertados temporalmente.

10 El mayordomo representaba, en cierta forma, un heredero del antiguo poblero, tan combatido por las Ordenanzas de Alfaro y por las autoridades coloniales, como es el caso del gobernador Alonso de Rivera cuyos informes han sido analizados en trabajos anteriores13. A fines del siglo XVI y principios del siglo XVII el poblero era una figura demonizada por los nativos debido a los numerosos abusos que había cometido en ejercicio de una autoridad múltiple que contemplaba funciones de administrador de encomiendas, director de producción y otras tantas que eventualmente se les podía asignar (como conducir la doctrina de los indios en la fe católica, enseñarles un oficio, curarlos en sus enfermedades cuando fuera necesario, efectuar el control social, etc.). El poblero, en tanto individuo que convivía con los indios en el pueblo de reducción, fue prohibido por las ordenanzas de Francisco de Alfaro (1612), y al menos formalmente desapareció de los registros documentales. Si bien no podemos establecer una línea de evolución directa entre la figura del poblero y la del mayordomo, puede decirse que las restricciones legales que impuso la normativa alfareana sumada a los cambios operados a nivel local, como el avance de las explotaciones españolas sobre el territorio indígena – principalmente la estancia mixta – y la complejización del mapa étnico local – con la baja demográfica de la población autóctona y la incorporación de población de origen africano y población indígena desnaturalizada de los valles calchaquíes y territorio

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chaqueño – provocaron el surgimiento de nuevos actores sociales, como es el caso del mayordomo de estancia, sujeto que trabajaba amparado por las leyes vigentes pero que ejercía tareas similares a las que había cumplido el antiguo poblero.

11 Según hemos señalado en trabajos anteriores14, la figura de autoridad y control sobre el trabajo fue mutando, adaptándose a los condicionamientos de cada coyuntura histórica. El poblero, concebido como un sujeto fronterizo, sometido a contratos de corta duración con un vecino encomendero15, caracterizado por su poca integración a la sociedad local, movilidad espacial y pocos vínculos afectivos, fue desplazado por el mayordomo, sujeto más arraigado, que habitaba junto a su familia en el interior de las estancias, gozaba de ciertos privilegios en el seno de la vida doméstica, contaba con extensos vínculos sociales y aplicaba el castigo cuando las situaciones de desorden así lo requerían.

12 El mayordomo se constituyó a lo largo del siglo XVII en un trabajador jerarquizado a sueldo en las estancias más importantes de la zona, propiedad de los vecinos encomenderos, descendientes o parientes de los linajes fundadores. Los ingresos de estos sujetos se nutrían, además, de múltiples tratos comerciales que realizaban a través de los vínculos y redes de relación que les posibilitaba su trabajo. Como ejemplo podemos mencionar a Sebastián Casero, mayordomo de la estancia y obraje de Soto, quien a su muerte (1620) consignaba en su testamento tener deudas sin cobrar de numerosas transacciones pequeñas llevadas a cabo con vecinos y residentes de la región, así como también constaba la propiedad de 2 caballos corredores que seguramente le habrían proporcionado algún ingreso extra. Los bienes tasados al morir tenían un valor de 406 pesos y 4 reales16.

13 Pobleros y mayordomos fueron, en diferentes momentos y contextos, los que aplicaron el control y dirección de la población que trabajaba en los establecimientos rurales (según el caso: indios de encomienda, esclavos o trabajadores concertados). El rigor aplicado en tiempos tempranos por el encomendero y el poblero fue cambiando y pasando de manos, de manera que el siglo XVII no evidencia ausencia ni desaparición de estos mecanismos de control sino procesos de reestructuración y reproducción encarnados por distintas figuras.

14 El análisis de diversos documentos de la época (juicios, visitas, residencias, entre otros) muestra que el ámbito doméstico continuaba siendo durante el siglo XVII, a pesar del avance de la capacidad punitiva de la monarquía española, un espacio reservado al pater familias o bien delegado en aquéllos que contaban con su beneplácito y aprobación. Las casas, las estancias, las chacaras e incluso los pueblos de indios reducidos, constituían todos, parte y prolongación del espacio doméstico tutelado por la cabeza de familia.

15 Si bien el Rey delegaba en las autoridades locales (alcaldes, regidores, tenientes, gobernadores) la administración de justicia, y en el pater familias la potestad de ejercer la corrección, el domus constituía un ámbito propicio para dilatar potestades que excedían los límites de las prácticas de corrección paterna para dar paso a situaciones ubicadas en el terreno del delito reservado, al menos en teoría, a la justicia penal17. Por tanto, la línea borrosa que separaba una acción reprobable – reservada a la corrección del pater – y un delito – reservada al poder punitivo de la Monarquía o quienes la representaban –, tenía como consecuencia directa la injerencia cotidiana del pater en ambos niveles de control social (el doméstico y el político).

16 En este juego de poder, la potestad represiva del pater familias – rol que se superponía con el de encomendero y propietario de estancias – se manifestaba a través de sus

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delegados. La visita de Antonio Martines Luxán de Vargas18 a la jurisdicción cordobesa entre 1692-1693 representa una pequeña muestra de estas micro-relaciones de poder en el interior de las estancias. No se trata de prácticas “infrajudiciales”19 propiamente dichas, esto es, ejercidas al margen de la justicia, pues eran actos de público conocimiento al menos en lo que respecta a las autoridades encargadas de controlar estos ejercicios. Incluso, el hecho de que los vecinos encomenderos castigaran a los indios por mano propia, tuvieran cárcel privada en sus estancias, o los azotaran duramente y mucho más de lo que estaban facultados por la ley escrita, era una situación conocida y consentida por las jerarquías locales que también poseían encomiendas y optaban por estos medios de sumisión y corrección.

3. La fuente: la visita

17 La visita realizada por Antonio Martines Luxán de Vargas a la jurisdicción de Córdoba constituye el corpus por excelencia del presente trabajo lo cual impone una breve fundamentación acerca de la elección de la fuente y el recorte geográfico.

18 La visita se inició en 1692 y culminó en 1694 abarcando varias jurisdicciones de la gobernación del Tucumán (Córdoba, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, Jujuy y Salta). En Córdoba tuvo lugar entre noviembre de 1692 hasta mayo de 1693 y se realizó con la finalidad de desagraviar a los indígenas y constatar el cumplimiento de las ordenanzas de Alfaro en el extenso territorio visitado. Los autos originales de la visita sólo para Córdoba tienen más de 600 folios y están resguardados en el Archivo General de Indias (Escribanía de Cámara, legajos 864 A y B), existiendo además una copia en el Archivo y Bibliotecas Generales de Bolivia, en la ciudad de Sucre (ABNB EC 1694-25). La transcripción parcial del documento ha sido efectuada para Córdoba por nuestro equipo de investigación, dirigido por la Doctora Beatriz Bixio20. Para la jurisdicción de Jujuy existe la trascripción de Carlos E. Zanolli y para la jurisdicción de La Rioja la realizada por Roxana Boixadós21.

19 Los estudios sobre visitas fueron incorporados a la agenda de los investigadores desde hace algunas décadas pero se centraban, prioritariamente, en la zona andina central. La tradición etnohistórica sobre este tipo de documento colonial fue iniciada por John Murra para León de Huánuco22 y para Chucuito23 y continuada luego por Salomon para seis comunidades indígenas de los alrededores de Quito24, Gordillo y Del Río para Tiquipaya25, Farberman para Santiago del Estero26, Boixadós para la Rioja27, Zanolli para Jujuy28, Salinas para Corrientes29, continuada por nuestro propio equipo de investigación para Córdoba30, etc.

20 La visita en tanto fuente de información etnológica fue descubierta y aprovechada por Murra lo cual permitió abrir un abanico de lecturas que abandonaban la fuerte impronta demográfica o jurídica desarrollada en los primeros momentos. Merece la atención advertir, además, que en esta línea de aportes es reconocido el aporte de David Block quien, en 2003, publicó los resultados de sus indagaciones logrando identificar cuarenta y dos visitas publicadas sólo para el área andina31.

21 La contribución que ofrece el género “visita” para la gobernación en general y para la región del Tucumán en particular, interesa a los fines de reconocer qué voces se presentan en el espesor discursivo. En este sentido, no sólo son concernientes las consideraciones sobre la población indígena sino también – tal como lo han señalado Guevara Gil y Salomon32 –, el carácter plurivocal de estos discursos que se presentan

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como palimpsestos. De esta manera, introducirnos en el análisis e identificación de los enunciados acerca de los mayordomos tiene un interés peculiar: sus voces nunca se oyen de manera directa. El hacer de estos sujetos, sus prácticas, sus aciertos y desaciertos son conocidos por la palabra de los otros que hablan de ellos: los encomenderos y los indios hablan de los mayordomos, el visitador pregunta por ellos, el protector de naturales los acusa pero su palabra, de manera directa, jamás se conoce. Es así que se trata de sujetos referidos, citados, mencionados por aquellos que sí tienen visibilidad discursiva en la medida en que se oyen más o menos directamente, dependiendo de los grados de mediación entre los que se destaca el escribano quien articula varias de las voces que confluyen en la visita33.

22 En segundo lugar, sobresale la jurisdicción de Córdoba en la amplia extensión territorial visitada que abarca las ciudades de Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja, Tucumán y Santiago del Estero porque, entre otras cosas, el visitador permaneció en la zona varios meses haciendo una meticulosa observación34 (que no se compara con los registros más acotados tomados en las otras ciudades) del ejercicio del poder que detentaban los encomenderos. En Córdoba, Vargas tomó declaración minuciosa a los indios quienes aprovecharon la oportunidad para desagraviarse lo cual constituye un dato inédito para la jurisdicción:

23 “con la llegada del visitador Luxan de Vargas a la jurisdicción en el año 1692 estamos ante un caso inédito en los reclamos indígenas: asistimos, por primera vez, a acusaciones contra el encomendero colectivas, consensuadas, no mediadas. Los indígenas, originarios y transmigrados del chaco y de los valles calchaquíes, al unísono, denunciaron el servicio personal, los malos tratos, la falta de doctrina, etc. Por primera vez se hacen audibles reclamos abiertos que dan cuenta de una práctica de resistencia colectivamente ideada contra el control de los feudatarios. No hay un solo caso de contradicción en las declaraciones, no hay un caso en el que algún interrogado por el visitador haya olvidado un hecho considerado afrentoso” 35.

24 El visitador en la jurisdicción de Córdoba se interesó por dar visibilidad a las normas incumplidas con lo cual, muy probablemente, a juzgar por las quejas de los encomenderos, los indios ganaron cierta libertad en grados variables. No obstante, el texto de la visita apenas permite la realización de una lectura sincrónica del mundo colonial cordobés – pudiendo parcialmente conjeturar sobre situaciones previas o consecuencias posibles – pero no habilita, por sí misma, una mirada diacrónica del fenómeno observado ni mucho menos permite determinar el alcance definitivo y concreto de la visita sobre la población indígena de la jurisdicción cordobesa.

4. El ejercicio de la violencia como forma de control

25 La violencia en las relaciones interétnicas se encuentra presente desde el momento mismo de la invasión española al continente americano. Han corrido ríos de tinta para describir los desmanes sufridos por las poblaciones autóctonas a manos de los conquistadores en el Caribe, en Mesoamérica, en el Perú y otros ámbitos de la geografía. La ocupación misma del territorio involucró la violencia física, moral y espiritual sobre las poblaciones desplazadas o sometidas. La encomienda, como institución, vino a constituir un mecanismo para premiar a los beneméritos de la conquista pero también para contener la violencia desatada por la guerra y ambición española, vino a regular, en definitiva, las relaciones interétnicas bajo un marco legal

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que permitiera resguardar, al menos parcialmente, los intereses de los nativos. El ejercicio de la violencia – física verbal o moral – no quedó sin embargo erradicada por completo. El sistema de encomienda fue concebido en términos de una jerarquía de poder y de subordinación en la que una de las partes – el indígena – fue considerado legalmente incompetente – menor perpetuo – e inhabilitado para hablar por su propia voz. Esta situación si bien no condujo obligadamente y de forma homogénea a la explotación económica, los excesos y los abusos, estrechó considerablemente los canales de réplica o queja por parte de los nativos. Su voz quedó mediatizada y amortiguada, en especial en los espacios americanos, como el cordobés, donde los líderes étnicos tuvieron escaso peso social y político. En otros lugares geográficos, como los que estudió Steve Stern36, las poblaciones lograron insertarse en el orden colonial y utilizaron mucho más fácilmente a su favor los nuevos mecanismos de negociación. En Córdoba del Tucumán, la capacidad de autonomía y resistencia estuvo reducida a límites muy estrechos37. La visita, vino a constituir una válvula de escape posible, aunque su efectividad en el largo plazo pueda ser discutible y requiera el abordaje de otras fuentes de información.

5. Malos tratos “de palabra” y “de obra”

26 En la visita se reconoce una clara diferenciación en los grados de violencia ejercidos por el encomendero, mayordomo u otras personas. Los nativos advierten esa diferenciación y la hacen saber al visitador. Se pretende dar cuenta de las modalidades que adopta la violencia ejercida por mano del visitador o de sus personas de confianza como es el mayordomo de estancia.

27 Un primer aspecto a tener en cuenta es que, si bien los “malos tratos de obra” (cepo, grillo, azotes, garrotazo, trasquilar, etc.) conforman la clase de las puniciones más frecuentemente citadas, no constituyen un conjunto homogéneo, pues su gravedad depende por un lado, del tiempo de exposición y por otro, del tipo de punición.

28 Lo que tienen en común estos escarmientos es que se trata de una enmienda corporal que funciona como expresión de un cuerpo más extenso, el cuerpo social, que hay que domesticar y controlar. El disciplinamiento de los cuerpos de los indios pone de relieve una pretensión ejemplificadora sobre la masa de todos aquellos que se comportan como aquel individuo cuyos actos hay que encauzar. Las acciones reprobables se domestican en el cuerpo entendido como sede de males más profundos que expresan la perdición de un alma oscura, desbordada y desmedida: cuerpo y alma se superponen y el carácter correctivo pretende atravesar las fronteras del físico para calar en las del espíritu. No debe olvidarse, en este sentido, que los asuntos del cuerpo, desde la tradición clásica, funcionan como espejo de desórdenes de índole moral; de ahí que las construcciones disfóricas de la identidad de los indígenas son expresión de un alma impura, de un raciocinio limitado, de unos hábitos culturales que lindan con las prácticas bestiales y aborrecibles.

29 El ejemplo del Juan Clemente de Baigorri ilustra estas observaciones; este encomendero, respondiendo a los cargos acerca del castigo cruel impartido al indio Andrés por escalar un muro para encontrarse con una mujer, dice: “mi animo no fue mas que mirar por su conserbaçion quitandolo de riesgos tan manifiestos por ser cassada la mujer y asistir mas de dose leguas donde para berla

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se vio tres beses andando al monte y assi se debe entender de mi proseder y obligaçiones que me asisten” 38.

30 En la misma línea, Enrique de Seballos Neto Estrada refiere en su descargo a las razones profundas del comportamiento deplorable de la india Antonia, atribuyendo la corrección a una actitud personal de conmiseración para con ella y su alma: “pues requería la misma correccion que siendo muchacha y soltera viuio con poca onestidad y seria neçesario reprenderla para hevitar ofenssa de nuestro señor como se reconoze de dos partos que a tenido, su poco recato y que de justizia y buena educacion procede la correçion y castigo en la forma que ella misma confiessa”39.

31 En lo tocante a la violencia física, destacamos que en buena medida es impartida por el mayordomo o administrador pero también, en reiteradas ocasiones, queda en manos de la mujer esposa del encomendero. Es notable cómo los declarantes se esfuerzan por denunciar ante el visitador esta situación construyendo una imagen de mujer alejada de los valores de piedad, cuidado y reconciliación propios de la discursividad sobre “lo femenino” emanada del campo religioso y la tradición literaria. Así, por ejemplo, en la encomienda de Antonio de Burgos, Juana india declara que “le a aporeado la mujer del encomendero”40. Asimismo, vale la pena mencionar que para que el sistema de implementación de correctivos hacia las indias goce de un mayor reconocimiento generalmente debe ser impartido por otra mujer: el asunto se maneja entre quienes tienen una misma apariencia natural (ambas son mujeres) aunque lo que pesa es la distinción social: no son iguales ni social, ni cultural ni jurídicamente. Con esto queremos ratificar que los asuntos que en apariencia se resuelven entre iguales no son tales: hay un ejercicio individual del poder de castigar que – aún siendo corolario de un acto de delegación (el encomendero no está y ocupa su lugar la mujer) – no se aleja de las violentas estrategias de sumisión y control desde antes implementadas. En la encomienda de Bilches y Montoya la india Geronima dice que “su encomendera le hico dar con Felipe mulato esclavo de don Bartolomé de Pereyra ocho asotes”41 y luego repite que es su encomendera la encargada de impartir castigos42.

32 La cita subraya que entre las situaciones más regulares de efectivización del castigo existen gradientes en cuanto a los agentes de este ejercicio. Hay instancias de delegación que ponen en evidencia la existencia de escenarios variados que no tienen como autoridad al sujeto primero y legítimamente nombrado sino a un sustituto: el lugar de los encomenderos ausentes es ocupado por sus mayordomos, administradores, mujeres o hijos, lo cual da cuenta de que existen mecanismos de reproducción del poder que va pasando de mano en mano en sujetos habilitados y autorizados para tal fin. Para ejemplificar nuevamente, un indio de la encomienda de Gregorio Bazan responde, a la cuarta pregunta que se le hace, que uno de los hijos del encomendero, don Joseph “que assiste en esta acienda los trata mal de obra y de palabra y que tiene sepo y corma con que aprisiona a los dichos yndios = Y que tambien los suelen asotar a los dichos yndios y que a este que declara lo asoto en la ciudad de La Rioja don Juan Bacan hijo del dicho encomendero porque se queria benir a su pueblo y lo tubo en el sepo una semana”43.

33 Los mayordomos viven en las grandes estancias cuyos propietarios suelen ser también encomenderos44 y esta situación contribuye a viabilizar ciertos abusos de autoridad. Las estancias nunca quedan acéfalas ya que si falta el encomendero, el mayordomo asume su rol; así, el indio Andrés declara haber sufrido malos tratamientos durante 7 días continuos en ausencia de su encomendero45. Se reconoce así el poder omnipresente del

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encomendero, cuya consecuencia más directa es que las estancias y los sujetos que habitaban en ella no quedan nunca sin guía, sin conducción, sin orden. Se trata de un modelo de convivencia que “vela” por intereses de todos y que resulta “económico” en tanto no busca agentes externos para la ejecución de las penas. Por otro lado, es interesante observar cómo la estancia y el poder aglutinador de sujetos distintos y jerárquicamente dependientes se erige como un lugar “de encierro” en el que no sólo se penaliza la infracción (con el castigo) sino que también se penaliza el desorden (con el encierro).

34 Otras configuraciones vinculadas a la construcción de una imagen negativa del mayordomo es aquella asociada con la cárcel. En ciertos pasajes de la visita se habla de “cárcel privada” donde el mayordomo ocupa el lugar del carcelero46. Si bien no se puede obviar que se trata de un modo de nominación adoptado por el Protector de Naturales, tampoco se puede pasar por alto que estas declaraciones descansan sobre una representación social del maltrato que pasa por el dispositivo “cárcel” y sus agentes “carceleros”.

35 Asimismo, es interesante advertir que el administrador (don Fradreque) de la estancia y encomienda de Francisco de Tejeda forma parte de esa red de relaciones por medio de la cual hay instancias de delegación de los mandatos y deberes que cumplir. Así por ejemplo, se advierte que “don Fadreque hico prender y asotar y quitar el cavello a Esteban”47. Esta cita da cuenta de que existe una cadena de agentes involucrados en el ejercicio de la violencia; alguien da la orden de hacer algo que alguien luego ejecuta; los planos de la invención o idea y de la acción propiamente dicha tienen mentores diferenciados. Probablemente, a Fadreque alguien le dio un mandato que él luego transmitió a otro sujeto que es quien finalmente realizó la acción. Esto se pone en evidencia mediante el reconocimiento de marcas lingüísticas como son los sujetos de los verbos conjugados e infinitivos; con esto ratificamos que hay un “hacer hacer”, es decir, “un hacer que pasa por el lenguaje y otro hacer que pasa por la obra”. Lenguaje y acto, palabra y obra son los lugares de construcción de las realidades.

36 A propósito de la misma estancia, más adelante hallamos otra vez a Fadreque en el lugar de impartir la orden de corrección: Fadreque ordena a un esclavo azotar a una india “que la dejo casi muerta”48. Ese juego a propósito del cual es un esclavo quien azota a una india ubica a los sujetos en una pirámide de desvalidos que se mutilan entre sí: el esclavo no puede desobedecer la orden (pues arriesgaría su pellejo) y entonces él mismo azota a alguien que en la escala social estaba un solamente un poco más arriba que él (los indios). Con esto, se pone en evidencia la torsión en las jerarquías y lugares sociales de aquellos que ocupan las jerarquías más bajas del entramado social. Este caso no es el único en el corpus, también se destaca, en la misma línea de explicaciones, el testimonio de Geronima, de la encomienda de Bilches y Montoya, cuando declara que “su encomendera le hico dar con Felipe mulato esclavo de don Bartolome de Pereyra ocho asotes”49, como ya se ha citado antes. Se observa así parcialmente trastocado el orden social, en la medida de que sujetos de inferior calidad y condición ejercen poder sobre los nativos, lo cual seguramente, produce un efecto psicológico persuasivo en ambos grupos étnicos.

37 Como adelantáramos más arriba, subrayamos el hecho de que el nativo conoce y diferencia los malos tratos y sus calidades: hay un reconocimiento explícito acerca de la existencia del castigo de palabra pero su ubicación en el campo amplio en el cual se semantizan las agresiones se aparta notablemente de los embates de obra. Ramon, indio

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de la estancia de Fernando de Cabrera50, hace esta distinción al igual que los integrantes de la familia de los Piguala, calchaquíes encomendados a Don Xptoual de Funez, quienes sostienen que “aunque su encomendero los riñe no les a maltratado de obras”51.

38 Es posible extender estas consideraciones al hecho de que hay un saber pormenorizado sobre los matices que adquiere la violencia: reducida al ámbito corporal, toma la forma de azotes, palazos, latigazos, correctivos que suponen el uso de instrumentos de punición (látigo, palo, cepo); ubicada en el ámbito de la palabra, la reprensión se traduce a expresiones como “reñir”, “injuriar”, “maltratar”, etc. Con respecto a estos malos tratos de palabra, se puede afirmar que conforman una potente forma generadora de infamia en particular si se hace en “muchos lugares”, y si “las gentes lo creyesen o lo dijesen después así”52. No queremos decir con esto que se pueda generalizar que los indios gozaran de algún tipo de “fama” sin embargo, el descrédito recibido se vincula no sólo con quien lo recibe sino incluso, con quien lo profiere: las palabras y las circunstancias en las que éstos se expresan acentúan el carácter negativo del agresor quien descuida, de alguna manera, su propia imagen personal. Así por ejemplo, hay una amplia gama de “buenos y malos encomenderos” (Baigorri no es igual que Salguero) en cuya clasificación se consideran no sólo los tratos violentos sino también el carácter infamante de sus palabras.

39 La dinámica señalada es compartida por otras regiones visitadas por Luxan de Vargas a fines del siglo XVII, como es el caso de la jurisdicción de la ciudad de La Rioja estudiada en detalle por Roxana Boixadós, quien señala no sólo un variado abanico de situaciones de violencia suscitadas en el seno de la encomienda sino también la participación de los mayordomos como sujetos sobre quienes recayeron las quejas y denuncias de los indios tributarios. La autora señala la existencia de dos registros simultáneos pero paralelos: por un lado la construcción de estereotipos indígenas marcados por la ociosidad, la contumasia, la embriaguez y el vicio, sobre los cuales recaían los castigos del mayordomo y encomendero; y por otro lado, las actitudes de resistencia indígena registradas por algunos amos que daban cuenta del “alto grado de violencia contenida”53.

40 La jurisdicción de Jujuy, estudiada por Carlos E. Zanolli, constituye un caso aparte debido a la mayor cohesión social y a la persistencia de los líderes étnicos que mostraron las poblaciones indígenas a pesar de los embates de la colonización española. Ante la llegada del visitador sólo dos pueblos (los Uquía y los Casabindo) presentaron quejas contra su encomendero54, lo cual da cuenta no tanto de la benevolencia de estos vecinos sino más bien de la existencia de ciertas alianzas y consensos logrados. Los testimonios y denuncias que se recogen en los dos pueblos señalados dan cuenta de la presencia de castigos corporales por mano del encomendero o por otros sujetos en quienes éste delegaba su autoridad. No era el mayordomo, sin embargo, la figura predominante o excluyente en el control social como ocurría para el caso de Córdoba. Los castigos corporales denunciados eran infringidos, según los denunciantes, por orden del encomendero y ejecutados por mayordomos – sin filiación étnica reconocible –, por mulatos y negros esclavos; y en ocasiones también por orden del Teniente de gobernador y por mano del indio alcalde de la encomienda55. Se advierte, entonces ciertos matices regionales a la hora de observar los límites entre la Iurisdictio y el poder doméstico del pater, en el contexto de la encomienda. Estas variantes se relacionan tanto con las características de las poblaciones indígenas autóctonas de cada región

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colonizada, sus posibilidades de negociación y la particular forma que adquirió el sistema colonial en cada espacio de la antigua Gobernación del Tucumán.

6. El castigo y el perdón

41 En el interior de la estancia se reproducían –aunque no como una imitación consciente- las mismas relaciones de poder y autoridad que existían en otros niveles. Por un lado, el monarca sostenía una relación dual con los vasallos apoyada en su potestad para castigar y perdonar; por otro, la corporación capitular en general y los alcaldes en particular, en su carácter de delegados de la monarquía, también ejercían su poder de punición, castigando y perdonando “según conviniera a la república”56, finalmente, en el ámbito doméstico, el encomendero se erigía como amo y señor de las acciones de quienes dependían de él, aplicando sanciones y distribuyendo caridades según las circunstancias, con el objetivo de mantener el orden en su micromundo. En este ámbito más reducido en la escala social, la actitud del encomendero oscilaba entre el amor y el temor, entre el perdón y el castigo, que aseguraban la sujeción y la obediencia de sus encomendados.

42 Nuevamente, el caso del indio Andrés castigado por el mayordomo Antonio Piñeiro por haberse huido ilustra la situación descripta: “que abra tres años que a este que declara el capitan Pedro Dias Gomes por aberse huido a la ciudad de La Rioja de donde boluieron con el dicho encomendero y parado tras la sierra desta ciudad en lo de Diego Bustos embio el dicho encomendero a un hombre español por este que declara y abiendolo traido a esta ciudad y pasadolo a la estanzia del Rio de los Sausses en ella el dicho su encomendero lo hiço amarar de pies y manos y le dio muchos asotes por mano de Antonio Piñero su mayordomo y despues deste castigo le puso unas priciones de grillos y lo metio en un aposento de donde lo hacia sacar todas las manianas al patio y alli continuo por siete dias dichos asotes dandole cada dia una docena de asotes...”57.

43 Según se desprende de esta declaración, el encomendero obró por mano propia y por intermedio de terceros para castigar al indio. Se observa en estas acciones particulares la misma clase de expectacularidad y ejemplaridad que existía en el ejercicio de la justicia penal por parte de las autoridades. El indio fue traído, amarrado con grillos, exhibido ante la mirada de todos y castigado durante 7 días para escarmentarlo y prevenir acciones futuras de otros indios tentados a huir de la encomienda. El encomendero en su declaración negaba parcialmente las acusaciones de las que era objeto y expresaba que era el indio quien cometía excesos y daba malos ejemplos a los otros nativos, mientras él asumía una actitud de corrección paterna, benevolente y mesurada. La remisión al “mal ejemplo” estaba siempre presente y era un argumento fuerte y recurrente utilizado por los encomenderos quienes pretendían alertar a las autoridades sobre los peligros de ser demasiado permisivas con los nativos. Esto es, si no había castigo, el mal ejemplo podía cundir y constituirse en una práctica generalizada. En este sentido Pedro Dies Gomes decía: “me obligo por correxçion y temor de los demas a darle una corta correxçion la que bastase para atemorisar los demas”58.

44 El castigo ejemplar y el temor persuasivo alternaban con la moderación y el perdón ya que de otra forma era imposible sostener la autoridad del amo, de allí las expresiones de Dies Gomes en otro párrafo: “le dexe sin castigo que le hubiese dado mas de una correcsion paternal”59.

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45 Por su parte, don Fernando Salguero de Cabrera muestra haber actuado con cierta moderación cuando declaraba que en ocasión de que un indio le hurtara 6 caballos y aporreara a su mayordomo Manuel Martines, lo hizo prender por la justicia y luego intercedió ante ella para que no fuera sometido a proceso. Fue entonces el encomendero el que tomó cartas en el asunto y resolvió domésticamente la afrenta cometida por el indio: “Yo mismo ynterbine con la Real Justicia para que no le diesen la pena que merecia su atreuimiento de aber aporeado al espanol mi mayordomo y auer hurtado seis cauallos y auiendolo llebado a la hacienda donde asistia porque dijo que los cauallos los daria alla y negado despues donde estauan le di seis asotes porque declarase donde estauan”60.

46 Se observa aquí un intento por guardar – al menos en el nivel discursivo – una supuesta mesura en el castigo al indio desacatado, pero, a su vez, el caso acusa el consentimiento de la justicia para que el encomendero siguiera regulando las relaciones al interior de la encomienda. La relación entre el encomendero y los indios era, aunque de forma completamente inconsciente, una reproducción de la existente entre el soberano y sus vasallos, una relación de amor/temor bajo la cual se sustentaba la autoridad61 en el micromundo de la estancia colonial.

47 Los mayordomos eran, entonces, quienes ejecutaban el mandato del encomendero o practicaban el castigo y la corrección por delegación del amo. Muy rara vez lo hacían sin mediar una autorización tácita o manifiesta.

7. Solidaridades y complicidades en el interior de las estancias

48 Al interior de la estancia se percibe en principio un orden jerárquico encabezado por el pater, seguido por su mujer e hijos y el mayordomo, mientras que, en el escalón más bajo, permanecen los indios y esclavos. Este ordenamiento implicaba también un orden y una gradación en el poder ejercido, orden que podía ser trastocado parcialmente si el amo lo consentía. De otra forma, si el orden era alterado, se activaban una serie de mecanismos y prácticas que buscaban recobrar dicho orden. En este proceso, las relaciones de solidaridad/complicidad tenían un papel esencial.

49 En primer lugar, en la relación entre pater familia (encomendero) y mayordomo, el primero delegaba en el segundo las atribuciones de castigo y además lo defendía en situaciones de necesidad, como por ejemplo durante la visita, cuando el mayordomo fue objeto de acusaciones del protector de naturales por aplicar castigos corporales.

50 Los mayordomos a su vez formaban parte de una red de solidaridades no sólo respecto al encomendero, que los amparaba y protegía sus bienes de terceros, sino que también formaban parte de redes entre sus mismos pares sociales, apoyándose y defendiéndose mutuamente. Esto ocurría particularmente en situaciones en que los indígenas rompían con el orden o las normas de convivencia instituidas para el espacio doméstico. Así por ejemplo, en ocasión de que el indio Francisco – forastero y concertado en la estancia – robara una mestiza, mujer de Juan Gomes, mayordomo de Sebastian de Argüello, el orden interno de la estancia quedó completamente alterado. Según se desprende de varios testimonios, el indio Francisco huyó con dos indios – un sobrino, también llamado Francisco, apodado el chileno y otro indio llamado Christobal –, una mestiza y una india, hasta que, cuando llegaron al paraje de “El Sauce”, los dos Franciscos fueron

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apresados por el mayordomo de allí, Joseph Quevedo, y entregados luego a Antonio Piñero, otro mayordomo de la zona. Llegados al paraje de las casas de Roque Gonzales, los prófugos fueron alcanzados por el encomendero, Sebastian de Argüello, quien castigó a Francisco indio “con un palo le dio muchos golpes y deribado en el suelo le dio de espoladas en el cuerpo y le rasgo todo el bestido, y con un cuchillo le corto el cauello”62 e hizo lo mismo el mayordomo, Juan Gomez, con el otro muchacho –Francisco el chileno. Luego los llevaron amarrados a la estancia de Las Lagunas y los hicieron dormir aquella noche atados a un palo de la vivienda. Al día siguiente salió el mayordomo junto con el indio Francisco a buscar a las mujeres y al indio Christobal. De ninguno de ellos se supo más, habiendo dicho algunos testigos que el indio murió en el camino. Consta en la causa el testimonio de vista del indio Francisco, el Chileno y otros nativos que fueron testigos presenciales de lo ocurrido. El encomendero, por su parte, negaba gran parte de los cargos y sólo admitía haber castigado con algunos azotes a los indios, declarando que los echó de su estancia “por serle perjudiciales”63.

51 La negativa del encomendero a reconocer frente al visitador sus prácticas de regulación, castigo y control social dentro de la estancia, no convence ni al protector de naturales ni al historiador menos suspicaz, ya que son varios los testigos que declaran haber presenciado o conocido la persecución y captura del indio Francisco, por parte del encomendero y del resto de los mayordomos de la zona. En efecto, el relato de la india Luzia, y del cual se hace eco el protector, revela que tanto el mayordomo damnificado – Juan Gomes – como el capataz – Luis –, y dos mayordomos comarcanos – Joseph Quevedo y Antonio Pineiro – participaron de la búsqueda y aprehensión. Se advierte así cómo en el interior de la estancia y en el interior del grupo de pares se manejaban ciertos “códigos” de comportamiento – no enredarse con la mujer del mayordomo – y “solidaridades” que se activaban y movilizaban en determinadas circunstancias, protegiendo el orden instituido.

52 Estas prácticas reguladoras parecen haber sido admitidas socialmente, a tal punto que ni siquiera un visitador tan riguroso como Luxan de Vargas condenó al encomendero por los agravios efectuados a los indios. A diferencia de otras situaciones de denuncia, donde el visitador condena los castigos corporales y el hacer justicia por mano propia, en este caso se condenó a Sebastian de Argüello a 20 pesos de multa – por conceptos varios – pero sin hacer mención alguna al caso del indio Francisco.

8. El uso de la violencia en la vida doméstica colonial: lecturas posibles

53 La visita, como institución, constituyó un instrumento contralor de la monarquía hispánica sobre los funcionarios y vasallos de sus reinos, pero también se presentó a menudo como un instrumento utilizado por los propios vasallos para lograr el reconocimiento de ciertos derechos. Así por ejemplo, en el mundo andino, el pedido de tasas y retasas era una demanda recurrente de los señores étnicos durante el siglo XVI para eludir las excesivas cargas fiscales64. En el caso de Córdoba, la visita también fue objeto de un uso estratégico por parte de las comunidades indígenas, tal como ya ha sido señalado65, con el objeto de alcanzar una mejor situación en el orden colonial. En efecto, los nativos denunciaron toda clase de atropellos sufridos a manos del encomendero o sus delegados, aún cuando había transcurrido mucho tiempo desde su ejecución.

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54 La violencia que queda plasmada en la visita (de “obra” o de “palabra”) asume por lo tanto varias lecturas posibles para el historiador. Por un lado sirve para reconocer la forma en que se construyó el poder al interior de la estancia cuya cabeza era el pater (cabeza del linaje respectivo) y cuya autoridad se fundaba no sólo en la potestad para castigar sino también para perdonar a los que dependían de él (hijos, indios, esclavos, concertados, etc.). Por otro lado, la violencia también se pone de manifiesto (o textualiza) en boca de los nativos como una forma de desacreditar a quien la profiere (el encomendero), en la medida de que se pone al descubierto el incumplimiento de las normativas que fundan la relación entre la Corona y sus súbditos, y que obligan a estos últimos a no administrar la justicia civil ni criminal por mano propia sino a través del cuerpo capitular o las autoridades de mayor jerarquía. Los nativos tienen, a fines del siglo XVII, una clara noción de su papel de vasallos, y saben que aún cuando existe una “justicia privada” que se imparte bajo el amparo o indulgencia de las autoridades locales, ésta molesta a la Corona y a su fiel representante, el visitador. En la búsqueda por afirmar la autoridad de la monarquía, estos esqueletos de la vieja estructura feudal, son un obstáculo.

55 Se advierte así el juego de negociaciones y manipulaciones, donde al decir de Garnot, la justicia del antiguo régimen “no era un monstruo frío que devoraba a sus víctimas: más allá de la exigencia de la ejemplaridad, ella era también la justicia de los justiciables quienes, desde el pequeño campesino hasta el defensor profesional, podían hacer jugar el proceso a su favor, especialmente por sus testimonios”66.

56 En el contexto de las denuncias efectuadas ante el visitador, los testimonios de los nativos que desvirtúan la imagen del encomendero son generalmente de “vista”: “dice vio dar al mayordomo de su encomendero nombrado Pinero siete dias de asotes”67; “vio este testigo embiar algodon a la dicha encomienda para que hilacen dichas yndias”68; “vio con una corma a Geromito muchacho que despues de aberlo asotado y trasquilado se la abia puesto”69; “vio que a Xptoual lo maltrato dandole de punetes y cosses”70; “vio quando castigo al dicho su hijo cogio una hija de este testigo y la colgo en el mesmo arbol y la asoto”71.

57 Pero también tienen un peso importante los testimonios de “oídas”: “oio decir la gente del pueblo el mal tratamiento que hiço a la muger de Juseph de Labastra”72; “al otro indio Diego a oido desir lo maltrata y por eso se le huye a La Toma de esta ciudad”73; “saue que a Juanita la a tenido ordinariamente con una corma y un saço y a oido desir la castiga mucho segun le an dicho la gente de su casa”74.

58 Estos testimonios de oídas, dan cuenta de que la ejemplaridad del castigo en la encomienda se propagaba a través del rumor boca a boca y con ello se sostenía la autoridad del encomendero, a tal punto que los propios nativos declaraban en ciertos casos extremos de maltrato que “le tienen mucho miedo y no se atrebe alzar de su libertad”75. En otras ocasiones, los testimonios de oídas también se usaban para dar cuenta de situaciones que no se habían presenciado pero que eran de público conocimiento entre los nativos: “Dixo que oyo decir a Pablo yndio lo abia maltratado dandole muchos punetes y esto fue muy publico y lo supo de la gente de su cassa”76;

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“(...) al indio Esteban le trasquilaron y asotaron que aunque no lo vio este que declara fue muy publico entre los mesmos yndios y assi lo tiene por sin duda”77; “Dijo que saue que a dos yndios los a maltratado de obras el dicho encomendero teniendo al uno toda la noche colgado despues de aberlo asotado y esto lo oyo desir a la gente de su cassa en la estancia de Olain”78.

59 Este uso de las declaraciones sobre hechos que no habían presenciado pero que declaraban ser de pública voz y fama muestra no sólo el poder intimidatorio del encomendero – cuya imagen de poder parecía traspasar los límites de la estancia – sino también el uso que los nativos hacían del propio sistema jurídico que admitía como parte de la prueba “la fama pública o la creencia común”79. Esta invocación era un recurso más de defensa contra un sistema de encomienda que se mostraba asfixiante para ellos. Esta práctica no era, claramente, exclusiva de los nativos sino que también era utilizada por los encomenderos80 y se hallaba difundida a nivel de las prácticas judiciales de la época, tal como ha señalado Agüero81 en especial entre aquellos defensores que empeñados en probar la inocencia de los reos “expandían a través de esas fórmulas el posible número de personas que le permitían construir su verdad en el proceso”82. La dinámica de la visita por lo tanto no era ajena a estas prácticas sino que por el contrario era similar a la observada en los procesos judiciales penales de la época, donde – citando a Agüero – la verdad era construida a través de la evidencia de ciencia cierta, lo que los declarantes habían oído decir y lo que era pública voz y fama83.

60 Los nativos cumplían entonces un doble rol: eran vasallos que reclamaban por sus derechos ante el visitador, y también se erigían (aunque sin saberlo) en instrumentos de la consolidación del poder de la monarquía en estos apartados lugares del virreinato del Perú.

Consideraciones finales

61 El mundo doméstico de los vecinos encomenderos de Córdoba se estructuraba en torno al pater familia, eje articulador de un conjunto importante de relaciones parentales y no parentales. El gobierno de la casa abarcaba la administración del patrimonio (casas principales, tiendas, solares, estancias, chacaras, pueblos de indios, obrajes, esclavos, etc.) y la regulación de las conductas y prácticas de aquellos que dependían del padre de familia. El ámbito doméstico tenía sus reglas propias e independientes de la Iuridictio del poder político, algunas de las cuales hemos querido poner de manifiesto en el presente trabajo.

62 En este entramado donde se cruzaban vecinos encomenderos y población nativa se ubicaba el mayordomo, en tanto articulador étnico pero, fundamentalmente, como una figura fuerte a la hora de plantear las condiciones de posibilidad del control social. Ellos eran los eslabones de una cadena de vigilancia y reorganización del poder que intentaba garantizar su perpetuidad. Con esto señalamos que nadie quedaba fuera del andamiaje del Antiguo Régimen en el que se pretendía – pero no siempre se lograba – reducir los riesgos de desorden y su intensidad.

63 Desde una perspectiva amplia, la visita en tanto mecanismo de control institucional, implicó no sólo la posibilidad de poner al descubierto el funcionamiento del sistema de encomienda y las normas que regían la oeconómica en general, sino que permitió a los agentes involucrados y particularmente damnificados – como es el caso de los nativos –

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la habilitación de espacios de negociación con los amos que posibilitarían un mejoramiento de sus condiciones de vida, de trabajo y de reproducción social.

64 Al final de la visita, el oidor Antonio Martines Luxan de Vargas realizaba ante el Rey un balance positivo en función de la situación en la que había encontrado a los indígenas de encomienda, de los obstáculos naturales y humanos que había tenido que sortear y de lo poco que vivió y pudo observar una vez concluida la visita. Tal como lo refleja el apéndice que acompaña este trabajo, la visita fue recibida “odiossamente” por los encomenderos, aspecto que sin duda muestra que, a pesar de los condicionamientos, la presencia del visitador – como representante del Rey – puso en jaque a la élite local como un todo y liberó no pocas tensiones contenidas en el interior de la estancia colonial.

Apéndice documental84

Archivo General de Indias (AGI), Escribanía 864 A, Fojas 69r-71r.

Carta del escribano Lorenso Pinto dando fe de la finalización de la visita a la gobernación del Tucumán

65 (Fo. 69r) Yo Lorenso Pinto escruiuano receptor de los del numero de la Real Audiencia de La Plata y de la vissita general que el señor Doctor Don Antonio Martines Luxan del Consejo de su Magestad su oidor en dicha real Audiencia hizo en la prouincia del Tucuman por particular comission del Rey Nuestro Señor tta= sertifico y doy fee en quanto puedo y a lugar en derecho como dicho señor oidor acabo y concluio la dicha vissita y que personalmente fue a todas las ciudades de la dicha prouincia del Tucuman en que visito todos los pueblos y encomiendas de los yndios que son docientas y treinta y una segun consta y parese de una sertificasion dada por Antonio Quijano escruiuano de gouierno de aquella prouincia= Y que assimismo en todas las dichas visitas se an dado sentensias condenando a unos de los encomenderos en penas pecuniarias y priuacion de dichas encomiendas por termino de quatro años y otros solamente en penas pecuniarias y pago de algunas cantidades que abian de hauer a los yndios y a otros se les absoluio y dio por libres sin costas= Y a todos los mas se les apresiuio el modo y forma con que se abian de portar en lo de adelante con los yndios conminandolos con las penas ympuesta en las leyes cedulas de su Magestad y ordenansa s de dicha Prouincia assi en lo tocante del seruiçio personal y buen tratamiento como en la ensenansa de que abian de cuidar tocante a la doctrina xptiana= Y assimismo sertifi (Fo. 69v) co qeu las condenaciones que se hicieron aplicadas todas a la camara de su Magestad entraron en poder de los oficiales reales de aquellas ciudades de que consta por serrificasiones de los susso dichos que estan en los autos de dicha visita y cotejadas las cantidades que cada uno de dichos oficiales reales reciuio en cada una de las ciudades de dicha Prouincia se leyeron y publicaron diferentes autos y quedaron en los cauildos assi en lo tocante a lo que se deuia obserbar con los yndios por lo que tocaba al seruicio personal y otras cossas que expresaba la ordenanza como en lo que tocaba al cuidado que abian de tener en que los yndios e yndias assistiesen a la Doctrina xptiana en las yglesias de la Compania de Jesus todo lo qual consta y parece de los autos de vissita a que me refiero y assi doi la presente fecha en la ciudad de La Plata en doce de jullio de mill seiscientos y nouenta y quatro años=

66 Lorenso Pinto

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67 Escribano receptor [rubricado]

Carta del Oidor Antonio Martines Luxan de Vargas al Rey dando cuenta del cumplimiento de la visita a la gobernación del Tucumán (1694)

68 [Fo. 70r]

69 Señor

70 En la cedula de tres de octubre del año passado de mill seiscientos y nouenta se siruio VM. de mandarme que passase a la prouincia del Tucuman e hiciese la visita de los pueblos de los yndios en conformidad de lo dispuesto por leies y ordenanzas y luego que reciui este despacho me puse en camino y auiendo llegado a la dicha prouincia comense a ejecutarle de que di noticia A VM. por la via de Buenos Aiyres y aora lo hago de aber buelto al exercicio de mi plasa dejando concluida y acabada la dicha visita en grande beneficio y utilidad de los yndios que se hallauan con grande necesidad de aliuio y socoro por las opresciones en que los tenian sus encomenderos en peor estado que si fuessen esclauos teniendo radicada la corruptela del seruicio personal violento que procure desaraigar consiguiendo el fruto que a sido Dios seruido se a cogido assi en el bien temporal como en el expiritual de los yndios dejandolos en la liuertad que deuen gosar y pagados y satisfechos de lo que sus encomenderos les estaban deuiendo de su trabajo y seruicio solicitando a un mismo tiempo se lebantasen templos y capillas y se redi (Fo. 70v) ficaren las caidas y se proueiesen de ornamentos y aunque por estar comprehendidos cassi todos los abitadores desta Prouinzia se reciuio odiossamente esta visita procure con toda prudenzia portarme en ella para que se consiguiese el fin condenando a unos a penas pecunarias y a otros en pricuacion de sus encomiendas absoluiendo y dando por libre a los que halle sin culpa sin grauarlos en un marauedi de costas con que los unos y los otros quedaron corregidos y asbertidos todos de lo que deuieran obrar=

71 Y para que este aliuio fuesse general en los yndios di buelta a toda la prouinzia con no pequenas yncomodidades y riesgos de mi vida poniendo maior connato en que estos pobres y miserables yndios tuuiessen doctrina xptiana concuriendo yo para su buen exemplo en las yglesias de la Compania de Jesus dejandolo entablado con grande gusto de los religiosos della que aunque siempre lo abian deseado no se auia podido conseguir=

72 Ultimamente por los autos que remitire AVM. Contaran con indiuidalidad de todo lo referido y de aber vissitado todas las encomiendas que son docientas y treinta y una sin otras de menor numero y aber entrado en poder de los ofiziales reales de aquella prouincia nueue mill sete (Fo. 71r) cientos nouenta y tres pessos de las condenaciones que resultaron en dicha visita aplicadas a la real Camara de VM por que yo ordene que para la maior seguridad deste producto entrase en las cajas reales que es todo lo que seme ofrece que informar por aora AVM. Cuia catolica real persona guarde Dios como la christiandad a menester

73 Plata y febrero 19 de 1694

74 Don Antonio Martines Luxan de Vargas [rubricado]

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Fuentes

Inéditas

75 Archivo General de Indias (AGI), Escribanía de Cámara, 864, A y B.

76 Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB), Escribanía de Cámara, 1694-25.

Editas

77 Bixio, Beatriz & González Navarro, Constanza & Grana, Romina & Iarza, Valeria, Visita a las encomiendas de indios de Córdoba. 1692-1693. Transcripción y estudios sobre la visita de Antonio Martines Luxan de Vargas, 2 tomos, Editorial Brujas, CEH Carlos S. A. Segreti, Córdoba, 2009.

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NOTAS

1. El texto que presentamos es inédito y fue realizado en el marco de un proyecto de equipo dirigido por la Dra. Beatriz Bixio, titulado “Desafiliados y mestizos en el Tucumán colonial, Siglos XVI y XVII”, y subsidiado por Secyt Código 05/F683. 2012-2013, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. 2. Clavero, Bartolomé, “Del estado presente a la familia pasada”, Quaderni Fiorentini. Per La Storia Del pensiero giuridico moderno, n°18, Florencia, Universidad de Florencia, 1989, p. 584. 3. Clavero, B., “Del estado presente”, Op. Cit., p. 583-605; Hespanha, Antonio Manuel, Cultura jurídica europea: síntesis de un milenio, Editorial Tecnos, Madrid, 2000; Garriga, Carlos, “Orden jurídico y poder político en el Antiguo Régimen”, ISTOR, Revista de historia internacional, n°16, México, 2004, disponible en ; Agüero, Alejandro, “Las categorías básicas de la cultura jurisdiccional”, en Lorente, Marta, De justicia de jueces a justicia de Leyes: hacia la España de 1870, Cuadernos de Derecho Judicial, Madrid, 2006; Agüero, Alejandro, Castigar y perdonar cuando conviene a la República. La justicia penal de Córdoba del Tucumán, siglos XVII y XVIII, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2008; Herzog, Tamar, “Sobre la cultura jurídica en la América colonial. Siglos XVI-XVIII”, Anuario de Historia del Derecho Español, n°65, 1995, p. 903-912. 4. Agüero, A., “Las categorías básicas”, Op. Cit., p. 50. 5. Puede verse una reflexión más extensa sobre la configuración de la sociedad colonial local en la “Introducción” del libro Bixio, Beatriz & González Navarro, Constanza (Dirs.), Mestizaje y configuración social. Córdoba. Siglos XVI y XVII, Editorial Brujas, Córdoba, 2013. 6. Ferreiro, Juan Pablo, “Aproximación analítico estructural a los habitus nupciales, parentales y políticos de Jujuy durante el siglo XVII”, Surandino Monográfico, segunda sección del Prohal Monográfico, vol. 1, n°2, Buenos Aires, 2010, disponible en . 7. Elías, Norbert, El proceso de civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, FCE, México D. F., 2009, p. 540-541. 8. “Carta del Licenciado D. Francisco de Alfaro. Oidor de la Real Audiencia de la Plata”, 1612, en Levillier, Roberto, Correspondencia de la ciudad de Buenos Ayres con los reyes de España, Documentos del Archivo de Indias. 1615-1635, Madrid, 1918, p. 287-338. 9. Al respecto, existen numerosos trabajos que han dedicado atención a la continuidad de esta práctica en diversos espacios del Tucumán colonial aunque con ciertos matices regionales. En el caso cordobés, recientemente Castro Olañeta ha señalado en su estudio postalfariano que a pesar de la continuidad del servicio personal, la aplicación de las ordenanzas de Alfaro quitó poder a los encomenderos rompiendo el acceso libre e indiscriminado al trabajo de toda la unidad doméstica indígena (niños, mujeres, hombres y viejos). Castro Olañeta, Isabel, “Servicio personal, tributo y conciertos en Córdoba a principios del siglo XVII. La visita del gobernador Luis de Quiñones Osorio y la aplicación de las ordenanzas de Francisco de Alfaro”, Memoria Americana, vol. 18, n°1-2, p. 105-131. 10. Cuando hablamos de “reducción” nos referimos a la reubicación física de las poblaciones indígenas, proceso que generalmente iba de la mano con recomposiciones étnicas y traslados masivos o parciales de población desde un sitio a otro. 11. González Navarro, Constanza, Construcción social del espacio en las sierras y planicies cordobesas (1573-1673), Tesis doctoral en historia, 2005, inédita; de la misma autora, “La Estancia: su génesis y

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su estructura en Córdoba. (Gobernación del Tucumán-Virreinato del Perú-1573-1700)”, Secuencia, Publicación Cuatrimestral del Instituto Dr. Mora, México, n°74, 2009. 12. González Navarro, C., Construcción social del espacio, Op. Cit. 13. Piana de Cuestas, Josefina, Los indígenas de Córdoba bajo el régimen colonial, Córdoba, UNC, 1992. 14. González Navarro, Constanza, “Pobleros, mayordomos y administradores en el mundo rural cordobés (fines del siglo XVI a mediados del siglo XVII)”, Surandino Monográfico, segunda sección del Prohal Monográfico, Vol. II, n° 2, Buenos Aires, 2012, disponible en . 15. Sobre los contratos que establecían los encomenderos con sus pobleros puede consultarse el texto de Carlos Mayo “Los pobleros del Tucumán colonial. Contribución al estudio de los mayordomos y administradores de encomienda en América”, Revista de Historia de América, n° 85, enero-junio, México, 1978, p. 27-57. 16. González Navarro, C., “Pobleros, mayordomos”, Op. Cit. 17. González Navarro, Constanza & Grana, Romina, “Conflictividad y usos sociales en la élite encomendera de Córdoba del Tucumán (Virreinato del Perú- 1573-1700)”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, EHESS de Paris, sección Debates, puesto en línea el 07 de febrero de 2013, disponible en . 18. Optamos por mantener en todos los casos la grafía original de los apellidos según figura en la fuente, sin modernizar las acentuaciones ni ortografía. 19. Sugerimos consultar: Mantecón Movellán, Tomás, “El peso de la infrajudicialidad en el control del crimen durante la edad moderna”, Estudis, Santander, 2002; y Garnot, Benoît, La justice et l´histoire, Paris, Bréal, 2006. 20. Bixio, Beatriz & González Navarro, Constanza & Grana, Romina & Iarza, Valeria, Visita a las encomiendas de indios de Córdoba. 1692-1693. Transcripción y estudios sobre la visita de Antonio Martines Luxan de Vargas, 2 tomos, Editorial Brujas, CEH Carlos S.A. Segreti, Córdoba, 2009. 21. Boixadós, Roxana & Zanolli, Carlos Eduardo, La visita de Lujan de Vargas a las encomiendas de La Rioja y Jujuy (1693-94). Estudios preliminares y fuentes, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2003, 314 p. 22. Murra, John (Ed.), Visita de la Provincia de León de Huanuco en 1562, Iñigo Ortiz de Zuñiga, visitador, Universidad Nacional Hermilio Valdizan, Huánuco, Perú, 1972. 23. Murra, John, La Visita hecha a la provincia de Chucuito por Garci Diez de San Miguel en el año 1567, Prólogo de José María Arguedas, Ediciones de la Casa de la Cultura del Perú, Lima, 1964. 24. Salomon, Frank, Los señores étnicos de Quito en la época de los Incas, IOA, Colección Pendoneros, Otavalo, Ecuador, 1980. 25. Gordillo, José & Del Río, Mercedes, La visita de Tiquipaya (1573). Análisis etno-demográfico de un padrón toledano, UMSS-CERES-ODEC/FRE, Cochabamba-Bolivia, 1993. 26. Farberman, Judith, “Feudatarios y tributarios a fines del siglo XVII. Tierra, tributo y servicio personal en la Visita de Luján de Vargas a Santiago del Estero (1693)”, en Farberman, Judith & Raquel Gil Montero (comps.), Los pueblos de indios del Tucumán colonial: pervivencia y desestructuración, EdiUnju, Universidad Nacional de Quilmes Ediciones, 2002, Buenos Aires, p. 59-90; Farberman, Judith, “Indígenas, encomenderos y mercaderes: los pueblos de indos santiagüeños durante la Visita de Luján de Vargas (1693)”, Anuario IEHS, n°6, Tandil, 1991. 27. Boixadós, Roxana & Zanolli, Carlos Eduardo, La visita de Luján de Vargas a las encomiendas de La Rioja y Jujuy (1693-94). Estudios preliminares y fuentes, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2003; Boixadós, Roxana, “Los pueblos de indios de La Rioja colonial. Tierra, trabajo y tributo en el siglo XVII”, en Farberman, Judith & Raquel Gil Montero (comps.), Los pueblos de indios del Tucumán colonial: pervivencia y desestructuración, EdiUnju, Universidad Nacional de Quilmes Ediciones, 2002, Buenos Aires, p. 15-58.

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28. Boixadós, Roxana & Zanolli, Carlos Eduardo, La visita de Lujan de Vargas a las encomiendas de La Rioja y Jujuy (1693-94). Estudios preliminares y fuentes, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2003. 29. Salinas, María Laura, Dominación colonial y trabajo indígena. Un estudio de la encomienda en Corrientes colonial, CEADUC, Biblioteca de Estudios Paraguayos, vol. 81, Paraguay, 2010. 30. Bixio, Beatriz, “Las tácticas del débil”, Revista Silabario, año IX, n°9, Córdoba, Argentina, 2006; “La visita del Oidor Luxan de Vargas a la Jurisdicción de Córdoba del Tucumán (1692-1693): práctica de la justicia y disputa de valores”, Revista Española de Antropología Americana, vol. 37, n°2, 2007; “Procesos de configuración identitaria: la mirada de la elite encomendera sobre los indígenas del Chaco asentados en estancias cordobesas a fines del siglo XVII”, en Mallo, Silvia C. & Moreyra, Beatriz I. (coord.), Miradas sobre la historia social argentina en los comienzos del siglo XXI, Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”, Unidad Asociada al CONICET - Centro de Estudios de Historia Americana Colonial-CEHAC Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, 2008; González Navarro, Constanza, “Los pueblos de indios de la jurisdicción cordobesa a la luz de la visita de Antonio Martines Luxan de Vargas (1692-1693)”, en Mallo, Silvia & Moreyra, Beatriz (comps.), Miradas sobre la historia social, Op. Cit., p. 185-212. 31. Block, David, “Four decades of ‘Visitas de Indios’, an annotated bibliography”, en Lorandi, Ana María & Salazar-Soler, Carmen & Wachtel, Nathan (comps.), Homenaje a John Murra. Los Andes cincuenta años después (1953-2003), Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima-Perú, 2003, p. 15-52. 32. Guevara Gil, Jorge Armando & Salomon, Frank, “La visita personal de Indios: ritual político y creación del indios en los Andes coloniales”, Cuadernos de Investigación, Pontificia Universidad Católica del Perú, Instituto Riva Agüero, I, 1996. 33. Sobre la voz y peso de los escribanos, puede consultarse Argouse, Aude, “Testamentos de indígenas, ¿una fuente excepcional? La ‘voz del pueblo’ y el escribano. Cajamarca, Perú, siglo XVII”, Temas Americanistas, n°29, 2012, p. 200-221 y Grana, Romina, La argumentación judicial. A propósito del estudio de un género. Córdoba del Tucumán 1573-1700, Tesis de doctorado, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, 2012, inédita. 34. Cabe señalar que a diferencia de otras jurisdicciones visitadas, en Córdoba el visitador asistió personalmente a muchos de los pueblos y estancias donde se efectuaba la visita. 35. Bixio, Beatriz & González Navarro, Constanza, “Dominación, resistencia y autonomía en la jurisdicción de Córdoba del Tucumán, siglos XVI y XVII”, Revista Diálogos de la Universidade do Maringá, Brasil, vol. 13, n°3, Junio, 2010. 36. Stern, Steve, Los pueblos indígenas del Perú y el desafío de la conquista española, Madrid Alianza americana, 1985. 37. En los siguientes textos se narran algunas microrresistencias observadas en la jurisdicción de Córdoba del Tucumán: Bixio, Beatriz & González Navarro, Constanza, “Dominación, resistencia y autonomía”, Op. Cit.; Recalde, Andrea & González Navarro, Constanza, “Contact rock art: a reflection on resistance and cultural change (16th and 17th centuries-Córdoba, Argentina)”, Journal of Social Arquaeology, Reino Unido (en prensa). 38. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., p. 82-83. 39. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 257. 40. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 296. 41. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo II, p. 49-50. 42. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo II, p. 51. 43. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo II, p. 316. 44. Mayo, Carlos, “Los pobleros del Tucumán colonial. Contribución al estudio de los mayordomos y administradores de encomienda en América”, Revista de Historia de América, n°85,

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1978, p. 27-57; González Navarro, Constanza, Construcción social del espacio en las márgenes del río Segundo. Córdoba (1573-1650), CEH Carlos Segreti, Córdoba, 1999. 45. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 231. 46. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 233. 47. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 277. 48. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 280. 49. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo II, p. 49-50. 50. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 314. 51. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 346 y ss. 52. Partida 7, Título 6, Ley 2, disponible en . 53. Boixadós, Roxana, “La visita de Luján de Vargas a las encomiendas riojanas (1693): comentarios, notas y lecturas posibles”, en Boixadós, Roxana et al, La visita de Luján, Op. Cit., p. 35. 54. Zanolli, Carlos E., “Análisis de la visita de Luján de Vargas a la jurisdicción de San Salvador de Jujuy (1694)”, en Boixadós, Roxana et al, La visita de Luján, Op. Cit., p. 56. 55. Ver “Visita de Jujuy producida por Antonio Martines Lujan de Vargas”, en Boixadós, Roxana et al, La visita de Luján, Op. Cit., p. 298-301 y ss. 56. Agüero, Alejandro, Castigar y perdonar, Op. Cit. 57. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 231. El subrayado es nuestro. 58. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 224. 59. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 226. 60. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 321. El subrayado es nuestro. 61. Agüero, A., Castigar y perdonar, Op. Cit., p. 170. 62. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo II, p. 168. 63. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo II, p. 167. 64. Guevara Gil, Jorge Armando & Salomon, Frank, “La visita Personal de Indios: ritual político y creación del ‘indio’ en los Andes coloniales”, Cuadernos de Investigación, n° 1, Pontificia Universidad Católica del Perú. Instituto Riva-Agüero, Lima, 1996, p. 5-48; Zagalsky, Paula, “Huellas en las revisitas: tensión social e imposiciones coloniales”, Memoria Americana. Cuadernos de Etnohistoria, tomo 17, n°2, julio-diciembre, 2009, p. 241-279. 65. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit.; Bixio, Beatriz & González Navarro, Constanza, “Dominación, resistencia y autonomía”, Op. Cit. 66. Garnot, Benoît, La justice et l’historie. Sources judiciaires à l’epoque moderne (XVIe, XVIIe siècles), Bréal éditions, Paris, 2006, p. 229. Traducción de las autoras. 67. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 230. 68. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 267. 69. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo II, p. 60. 70. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo II, p. 62. 71. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo II, p. 63. 72. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p.163. 73. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo II, p. 21. 74. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo II, p. 71. 75. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 163. 76. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo II, p. 36. El subrayado es nuestro. 77. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 275. El subrayado es nuestro. 78. Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo I, p. 317. El subrayado es nuestro. 79. Levaggi, Abelardo, Manual de historia del derecho argentino castellano-indiano-nacional-judicial- civil-penal, Lexis Nexis, Buenos Aires, 2005, p. 62. 80. Este argumento era también usado – quizás más frecuentemente – por los encomenderos, quienes lo sacaban a relucir cuando intentaban respaldar su carácter de buenos encomenderos, o

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se defendían de las acusaciones del protector de naturales invocando las malas costumbres e inclinaciones de los nativos que eran “públicas y notorias”: “contradigo lo dicho por dichos mis encomendados y porque según su union an sido inducidos por los mismos yndios de dicha nacion y en espacial del curaca de La Toma como es publico y notorio”, en Bixio, B., et al , Visita a las encomiendas, Op. Cit., T. II, p. 121; “contradigo los cargos que el dicho protector me haze por careçer del hecho de la verdad y ser fechas de personas yncabazes y agenos de la grauedad del juramento llebados del hodio y mala voluntad que les asiste contra el español y en espeçial contra los que sacaron a fuerza de armas de las ydolatrias en que vibian como ês notorio...”, en Bixio, B., et al, Visita a las encomiendas, Op. Cit., Tomo II, p. 362. 81. Agüero, A., Castigar y perdonar, Op. Cit., passim. 82. Agüero, A., Castigar y perdonar, Op. Cit., p. 347. 83. Agüero, A., Castigar y perdonar, Op. Cit., p. 347. 84. Trascripción realizada siguiendo las normas de documentos históricos aprobadas en 1961 en Washington que parten del principio de respeto fiel al original. Se han introducido algunas modificaciones puntuales de estas normas tales como: 1) Se mantiene el valor gráfico de (b) (v) y (u) tal como se presentan en el original; 2) No se incorporan puntuaciones actuales al texto; 3) Se extienden las abreviaturas, salvo en aquellos casos donde la interpretación resulta ambigua. Las abreviaturas Xpo, Xtoval, xptiana no se desarrollan por ser de uso común en documentos coloniales.

RESÚMENES

Este trabajo tiene por objeto dar cuenta de algunas de las modalidades de control y regulación de las prácticas sociales en el interior de la estancia colonial. Tomamos como centro del análisis los documentos producidos por la visita realizada por Antonio Martines Luxan de Vargas a la jurisdicción de Córdoba entre 1692 y 1693, para identificar el rol que les cupo a los mayordomos y administradores de estancias en el control social de la población indígena. En términos más amplios, estos mecanismos de control y sujeción se encuentran íntimamente ligados al “paternalismo” – concebido como protección, corrección y castigo – encarnado en los vecinos encomenderos y propietarios de estancias, cuyo instrumento particular del ejercicio del poder fueron los mayordomos.

This work gives an account of how social practices were controlled and regulated in colonial estancias (ranches). We focus our analysis in the sources produced by the visit of Antonio Martines Luxan de Vargas to the jurisdiction of Cordoba between 1692 and 1693 and we intend to identify the role of mayordomos (stewards) and administrators of ranches in the social control of the indigenous population. More broadly, these mechanisms of control and restraint are closely linked to the encomenderos’ “paternalism,” which can be understood as a form of protection, correction and punishment. The study argues that it was the role of mayordomos to exercise this form of power.

Ce travail rend compte des certaines des modalités de contrôle et de régulation des pratiques sociales à l’intérieur d’une estancia coloniale. Il repose sur l’analyse des documents produits au cours de la visite effectuée par Antonio Martinez Luxan de Vargas dans la juridiction de Cordoue entre 1692 et 1693, et identifie le rôle dévolu aux majordomes et administrateurs d’estancias dans

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le contrôle social de la population indigène. De façon plus générale, ces mécanismes de contrôle et de sujétions sont étroitement liés au “paternalisme” – conçu comme protection, correction et punition – incarné par les encomenderos propriétaires d’estancias, dont l’instrument particulier d’exercice du pouvoir était les majordomes.

ÍNDICE

Palabras claves: Córdoba colonial, siglo XVII, visita, mayordomos, espacio doméstico Mots-clés: majordomes, régulation, pratiques sociales, indigènes, espace domestique Keywords: colonial Cordoba, XVIIth century, visit, mayordomos, domestic space

AUTORES

CONSTANZA GONZÁLEZ NAVARRO

Doctora en Historia. Docente de la Universidad Nacional de Córdoba. Investigadora adjunta del CONICET y del CEH Carlos S. A. Segreti, Córdoba, Argentina. [email protected]

ROMINA GRANA

Doctora en Letras. Docente en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Investigadora independiente. [email protected]

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Reclamos y multas en pueblos de indios: la visita de Garabito de León a Corrientes. Río de la Plata, 1649-1653 Claims and Fines in Indigenous Towns: Garabito de León’s Visit to Corrientes, River Plate, 1649-1653 Requêtes et amendes dans les villages d’Indiens: la visite de Garabito de León à Corrientes, Rio de La Plata, 1649-1653

María Laura Salinas

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 21 de junio de 2014 / Aceptado: 15 de septiembre de 2014

Introducción

1 Las relaciones entre España y América durante la monarquía de los Austrias1 estuvieron signadas por algunas características que revelan un específico control en los nuevos territorios, y a ello se suman resoluciones tardías de conflictos y centralización de algunas decisiones; todo, sobre la base de la desconfianza en los oficiales, quienes eran sospechados, en ocasiones, de corrupción y negligencia2.

2 En dicho contexto, una de las formas que halló la corona para ejercer una fuerte vigilancia sobre la situación de la población nativa fueron las visitas; por ello, nos centraremos en el análisis de una de estas inspecciones, con el fin de abrir un abanico de preguntas y posibles líneas de abordaje.

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3 Desde hace algún tiempo la historiografía social rioplatense registra una interesante producción, etiquetada, si se quiere, como “historia social de la justicia” para expresar que, historizando la justicia, se busca comprender mejor las relaciones sociales3. Siguiendo estas líneas, en este trabajo aspiramos a problematizar en torno a una visita específica, en su faceta judicial, aspecto que hasta ahora no habíamos abordado y que nos ofrece la posibilidad de realizar nuevas preguntas a un expediente con el que venimos trabajando desde otras perspectivas.

4 Las más recientes propuestas de los historiadores del derecho reconocen que la jurisprudencia del antiguo régimen mostraba un notable margen de flexibilidad en la aplicación de las normas y disposiciones legales. La costumbre o el derecho consuetudinario tenían enorme peso en las decisiones de los oficiales, pero también las prácticas, que contradecían la legislación que trataba de imponerse4.

5 Nos interesa visualizar estas formas de justicia, en la visita realizada por un oidor de la Audiencia de La Plata a los territorios de Paraguay, Corrientes y Santa Fe: Andrés Garabito de León, quien también se desempeñó, en el mismo período de la visita, como gobernador interino del Paraguay (1649-1653)5. Dicha fuente es valiosa para profundizar el conocimiento de las encomiendas y la vida en los pueblos de indios en este territorio, en una época conflictiva, sobre todo para el Paraguay6. Fuentes de los archivos de Asunción, Corrientes y Sucre, entre ellas padrones, visitas y actas capitulares, contribuyen también a esclarecer, en este caso, el aspecto judicial de los pueblos de indios de esta región a mediados del siglo XVII. No escapa a nuestro interés la comparación permanente entre el espacio paraguayo con el cual Corrientes, porque comparten una región histórica.

6 Pretendemos ofrecer algunas características de las encomiendas aplicadas en la ciudad de Corrientes (gobernación del Río de la Plata) y en los pueblos de indios pertenecientes a dicha jurisdicción a mediados del siglo XVII; específicamente en cuanto a la administración de la justicia y la identificación de conflictos al interior de dichos poblados, tomando como fuente de referencia la visita mencionada. A partir de la propuesta del dossier, estudiaremos parcialmente dicha visita para conocer los reclamos que los encomendados realizaron al visitador y las decisiones que este último tomó con respecto a los problemas que se presentaron.

7 En el marco de dichas relaciones, reflexionaremos sobre la forma en que funcionaba la aplicación de la justicia en los pueblos cuando se presentaba un visitador; acerca del andamiaje de autoridades que subyacen como agentes de control sobre la población encomendada; respecto de los alcances del poder de dichas autoridades; y acerca de la forma en que las decisiones contribuyeron al resguardo y/o destrucción de sus prácticas pre-hispánicas, sobre todo en lo que se refiere al rol de las autoridades étnicas.

8 Debemos aclarar que cuando nos referimos a pueblos de indios hacemos alusión a una categoría derivada de un sistema de organización político y administrativo, impuesto desde el sistema colonial. Hacemos referencia en este caso a grupos indígenas reducidos de etnias guaraníes y guaycurúes, reunidos en comunidad bajo un sistema que se rige y está organizado por las Ordenanzas del oidor Francisco de Alfaro7, con aplicación de un régimen de comunidad con usufructo de las tierras comunales y un sistema de autoridades constituido por caciques y dos doctrineros franciscanos que orientaban en la evangelización, en el trabajo de la tierra, oficios, artesanías y primeras letras. En estos pueblos los varones estaban insertos en el régimen de encomiendas con vecinos

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de Corrientes. Autores que trabajaron los pueblos de indios del Tucumán Colonial han utilizado esta categoría, aunque en ellos no se da la presencia franciscana, como en este caso8.

9 Consideramos que la dualidad de sometimiento, al feudatario y a los frailes, configuró un espacio en el que se dirimían decisiones y formas de implementación de la justicia que trascendían los aspectos habituales de control.

10 También debemos señalar la presencia de “indios sueltos”, que no pertenecían a estos pueblos: son los denominados originarios, conocidos en otras regiones como yanaconas, quienes generalmente residían en las ciudades (por eso los consideramos también “indios urbanos”) y se contrataban con vecinos por espacios breves de tiempo, que a veces se prolongaban9. Con este marco nos interesa indagar en los mecanismos formales e informales de resolución de los conflictos suscitados. Trataremos de observar la cotidianeidad de las prácticas de poder al interior de los pueblos de indios y de qué manera participan y se relacionan en este contexto los diversos actores sociales.

1. Las visitas: historia e historiografía

11 Las visitas son fuentes generosas que no dejan de sorprender por la diversidad de información que aportan. Han sido estudiadas extensamente desde diversos enfoques y perspectivas: como inspecciones administrativas, como instrumentos para el análisis de los tributos, desde la historia social, cuantitativa, jurídica, etnohistórica.

12 Los informes que nos brindan, en nuestro caso específico de estudio, llenan un espacio que otras fuentes no nos habían podido ofrecer para la región, específicamente una época tan temprana como mediados del siglo XVII. Debemos destacar que en Corrientes y Paraguay, sobre todo en la primera, son escasos los controles que se concretaban desde la Audiencia, en ocasiones se organizaban inspecciones que no llegaban a cumplimentarse. Por eso la importancia de esta visita y en un período de tiempo que consideramos temprano, dado que la mayor parte de la documentación, abunda recién para el siglo XVIII.

13 Las visitas son producto de una construcción y de una ritualización, que tenían por objeto evocar la presencia del rey, manteniendo la ficción de un vínculo inmediato y directo entre la corona española y sus vasallos indígenas. Por otra parte, a decir de algunos autores, las visitas no registrarían un mundo naturalmente “hallado”, sino uno dramáticamente “representado”10. La imagen estática que ofrecen, refleja situaciones y características que pudieron haber cambiado al instante de haberse registrado la información. Nos referimos sobre todo a las medidas que toman los visitadores, los registros de población, castigos, multas, que si bien son interesantes de analizar, nos invitan a rastrear documentos posteriores inmediatos para evaluar la efectividad y el grado de aplicación de los mismos.

14 La historia e historiografía de la visita ofrecen una caracterización de estas fuentes y delinean su utilidad, verificando la utilización que se hizo de ellas en el estudio de diversas coyunturas, lo que justifica el abordaje que pretendemos realizar.

15 La institución de la visita fue creada en el derecho canónico como un instrumento de fiscalización, de vigilancia que ejercía el obispo sobre su diócesis11. La inspección tenía que verificar los edificios, los bienes muebles, las cuentas de gestión de sus subordinados y la vida espiritual y temporal de sus fieles12.

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16 El derecho castellano conoció esta forma de control por ser un ordenamiento influenciado por el derecho común (normativa que surgió de la unión del derecho romano y el derecho canónico). La visita consistía en “una información secreta practicada por un juez especial, que como resultado de serias denuncias, se podía decretar en cualquier momento contra un oficial del rey o un grupo de ellos, bien en una ciudad o en todo un virreinato”13.

17 En las Indias las visitas existieron desde que se inició el derecho indiano. En tanto institución de la corona, tenía entre sus objetivos: limitar el poder de los funcionarios indianos en relación con las autoridades de la metrópoli, evitar el abuso de poder de las autoridades locales y controlar la corrupción. Las cortes de Toledo (1480) establecieron que los visitadores debían enviarse cada año para controlar a los jueces y se les otorgó la competencia de “remediar lo necesario”14.

18 En el siglo XVI se presentó una confusión entre las visitas y las residencias: es así como en 1573 se ordenó la inspección de Alonso de Cáceres a La Florida, pero las diligencias que tuvo que practicar se llamaronn visita y residencia; de igual manera, la visita ordenada en 1599 sobre el general de la flota de la Nueva España y su tripulación presentó la misma confusión15. En el período 1513-1525 la visita estuvo determinada por la introducción del principio contradictorio (traslado de culpa y recepción de descargos), lo que la convirtió en un procedimiento idóneo para la exigencia de responsabilidad, sin desviarse de su carácter de procedimiento de control16.

19 Desde el trabajo pionero de Guillermo Céspedes del Castillo, referido al estudio de las visitas como institución, se intenta una caracterización y diferenciación de las mismas, identificándose diversos tipos, aunque en general revestían una serie de prácticas que las diferenciaban de las residencias17. De un modo general y haciendo hincapié en lo cualitativo, divide Céspedes las visitas en generales y específicas, interesándose mucho más por las primeras que, por su importancia y por abarcar la amplitud de un virreinato, han sido más estudiadas. Entre las visitas específicas, incluye a las que los oidores realizaban a los territorios de su audiencia18.

20 Las visitas a la tierra quedan bien descriptas por su mismo nombre, pues, efectivamente, el visitador había de recorrer los pueblos de indios, e incluso las tierras, para delimitar los linderos de las mismas. El título XXXI del libro 2 de la Recopilación19 sintetiza los fines de estas comisiones a oidores: informar de la doctrina y de las tasas de tributos (ley 8), procurar que tengan bienes de comunidad (ley 9), informar de su buen trato y castigo de los culpados (ley10), informar del trato que hacen los caciques a los indios (ley 11), de la libertad de los indios (ley 12), etc. En cada lugar, según las necesidades, estos objetivos eran desglosados en cuestionarios de preguntas, por las que se guiaba el visitador en los interrogatorios.

21 Con respecto a la expresión “visita general”, se aplica no sólo a las que se disponían desde España, sino también a la que los virreyes hacían a todo el territorio de su jurisdicción, como la famosa realizada por el virrey del Perú Francisco de Toledo, y, más impropiamente, como la que el virrey de Nueva España, conde de Monterrey, hace a las minas de Pachuca20. Los documentos coloniales combinan el término con varios adjetivos “visita general” era una inspección general, “visita eclesiástica” era una inspección religiosa, “visita universitaria” era una inspección a una institución académica21. Con respecto al caso de la visita del Virrey Toledo, la comisión original de Felipe II en 1568 implicaba elaborar un informe de tasas con el registro en encomenderos, tributarios y tasas formuladas según la cantidad y tipo de productos.

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Luego Toledo consideró necesario llevar adelante una “visita general”, incorporando en ella mayor información de la que se le había solicitado22.

22 Una de las contribuciones de mayor relevancia fue indudablemente el aporte de John Murra, quien elevó la visita a una posición crítica para comprender el mundo indígena andino. Puso el énfasis en que los españoles, en su búsqueda de información sobre asuntos económicos, establecieron espacios para sus comentarios acerca de muchas de las tradiciones autóctonas23.

23 En lo que se refiere al estudio de las visitas en Tucumán y Paraguay, se debe destacar el aporte realizado por Gastón G. Doucet, quien trabajó especialmente estos documentos a partir del análisis pormenorizado de una de las visitas más importantes llevadas a cabo en este territorio, la del oidor Francisco de Alfaro24. También abrió caminos en el estudio de la visita del oidor Antonio Martínez Luján de Vargas, tema que fue posteriormente abordado por otros historiadores, sobre todo desde una aproximación de tipo etnohistórico25.

24 Estas fuentes ofrecen la posibilidad de ingresar en el mundo de la economía, de la población, de la justicia, y en otros escenarios, a partir del cuestionario y las respuestas que ofrecen los caciques e informantes ante eventuales visitadores. Quejas, reclamos y situaciones problemáticas son presentados a los funcionarios en este espacio de ritualización y las respuestas y medidas complementan este proceso. Es allí donde nos centraremos, en las definiciones que surgen como resultado de este control. Las diferentes voces que se registran en el marco de la inspección tendrán como consecuencia acciones de los oficiales o de los encomenderos en respuesta a los reclamos recibidos, y es en este contexto donde se observa el ejercicio de un poder que se imparte desde dos ámbitos: la ciudad por un lado y desde el mismo pueblo, por otro, con poderes superpuestos, en ocasiones, entre caciques y doctrineros.

2. La región en el siglo XVII: el espacio y la coyuntura

25 El Nordeste de la actual Argentina y el territorio paraguayo conformaron en el período colonial una sola región (ver mapa). Más allá de las divisiones administrativas y políticas que los diferenciaban, compartieron características similares en cuanto al espacio geográfico, el panorama étnico, los actores y las prácticas en diferentes facetas. Para una mejor administración, se dividió el distrito rioplatense en 1617 y se crearon en ese ámbito dos provincias desde el punto de vista político y administrativo: la provincia de Buenos Aires y la provincia del Paraguay. A partir de entonces se inició la delimitación de esa frontera, pasando por diferentes etapas hasta la conformación de los dos países modernos26.

26 Como todas las ciudades del Nuevo Mundo, experimentaron desde el inicio, a través de sus habitantes e instituciones, el encuentro con las poblaciones indígenas, a las que sometieron bajo los regímenes vigentes de reducciones y encomiendas. Desde el momento de su fundación y durante todo el siglo XVII, los vecinos de estas ciudades asistieron a la inestabilidad y al avance permanente de los grupos indígenas. Las mayores preocupaciones de los pobladores en estos tiempos estuvieron relacionadas con la inseguridad vinculada a la circunstancia descripta. Esta realidad no se alejaba del contexto que las rodeaba. Durante la primera mitad del siglo XVII, en las regiones meridionales del Virreinato del Perú, la situación era particularmente difícil: la destrucción de las Misiones guaraníes del Guayrá y de las Sierras del Tape (1628-1631)

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por la acción de los paulistas; el despoblamiento de Ciudad Real y Villarrica en el oriente paraguayo (1631) y sus grandes repercusiones, marcan de modo elocuente la magnitud de la crisis y el esfuerzo que supuso la consolidación hispana en el territorio.

27 Dentro de este cuadro general se debe tener en cuenta también la problemática que ofrecía la región del Gran Chaco. Las fundaciones de Concepción del Bermejo (1585) y Esteco establecieron un dominio que no pudo sostenerse mucho tiempo frente a la resistencia opuesta por la población indígena del Chaco. Luego de las sublevaciones que provocaron el abandono de Matará y Concepción en 1631, se perdió el dominio de la región con el posterior riesgo para las ciudades de frontera. Las poblaciones de Santa Fe, Santiago del Estero y Corrientes fueron las más afectadas por esta coyuntura, y sus vecinos debieron atender la defensa de la jurisdicción. Este es el panorama que se presenta en el período seleccionado para el estudio.

28 La región conformaba un espacio con permanentes conexiones, sobre todo entre las ciudades de Asunción y Corrientes, a través de las embarcaciones que surcaban el río Paraná y que llevaban especialmente hierba hasta Santa Fe y Buenos Aires. Además, entre los vecinos existían redes familiares y comerciales que mantenían una dinámica permanente en el territorio.

29 Paralelamente al desarrollo de los centros urbanos coloniales, la vida también transcurría en los pueblos de indios, manifestándose una permanente vinculación entre ambos espacios, generada en parte por los tributarios, que salían de sus pueblos a trabajar para sus encomenderos o para el teniente de gobernador, en las chacras situadas en las cercanías de la ciudad o bien en sus casas en el pueblo.

Mapa 1. “Expansión de Corrientes”

Fuente: Elaboración de Cristian Touilleaux sobre la base del mapa publicado en Maeder, Ernesto & Gutiérrez, Ramón, Atlas Histórico del Nordeste argentino, Instituto de Investigaciones Geohistóricas - Conicet - Fundanord, Resistencia, 1994, p. 53.

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30 En la región es conocido con la nominación de mitario (mita) el indio que vivía en pueblos o reducciones. En algunos casos, tanto en Paraguay como en Corrientes, estos pueblos estaban administrados por religiosos franciscanos (Itá, Caazapá, Yuty, Itatí)27; en otros casos, los indígenas estaban reunidos en pueblos, pero sin la presencia permanente de religiosos y recibían la doctrina esporádicamente por parte del clero secular (Ybirapariyará, Mbaracayú, etc.). Estos indígenas que vivían en sus pueblos estaban sometidos a la autoridad de un encomendero que residía generalmente en ciudades cercanas (Asunción, Villarrica, Jerez, Corrientes); dichos mitarios (varones entre 18 y 50 años), estaban en el pueblo además bajo la autoridad de los caciques28. Trabajaban para sus encomenderos dos meses al año (de acuerdo con lo que establecía la legislación) y el resto del tiempo, en teoría, podían dedicarse a cultivar tierras o a tareas diferentes en sus pueblos29.

31 También identificamos otra tipología de indios: los originarios, en párrafos anteriores los llamamos también “indios sueltos”. Eran indígenas que por lo general habían sido repartidos por gobernadores individualmente, o por familias. Vivían en las chacras o casas de sus encomenderos y estaban obligados a servirlos de por vida, sin acceso a tierras para dedicarse a ellas en beneficio propio30. Su situación en la práctica era similar a la esclavitud, y por lo general eran indios capturados en batidas o hechos prisioneros en ataques provocados por pueblos indígenas. En un estudio que realiza sobre los yanaconas del Tucumán, Gastón Doucet clasifica tres tipos: yanaconas de encomienda, yanaconas desmembrados de pueblos de encomienda y yanaconas capturados en guerras. Esta clasificación es aplicable a algunos de los casos encontrados en Paraguay, Corrientes y Santa Fe. Se debe destacar que en dichas regiones no se los reconoce con el nombre de yanaconas sino con el de originarios31.

32 Con respecto a las ciudades de Asunción y Corrientes a mediados del XVII, presentan características de modestas urbes coloniales. Para el caso de Corrientes se describen unas cuantas casas, de humilde construcción, sin demasiados lujos, sin grandes riquezas materiales32.

33 La vía más frecuentada era fluvial. Corrientes tenía su puerto y el Paraná ofrecía excelentes posibilidades de transporte. Las travesías de Buenos Aires hacia el norte, y los descensos río abajo desde Asunción, llevaban el mayor número de mercaderías, ya que ofrecían mejor seguridad que por tierra. Pero no era una navegación demasiado rápida y estaba llena de peligros, según el relato de algunos viajeros. El sacerdote Parras refiere los temores que provocaban los tigres costaneros, los ataques de los indios ribereños, las jornadas pasadas sin obtener alimento, las tormentas y las calmas paralizantes, los penosos remolques a la sirga33.

3. La visita del oidor Garabito: definiciones y medidas en el ámbito de la justicia de los pueblos

34 La lectura que haremos tiene que ver con la visita y su aspecto judicial, a partir de la identificación de los casos en los que actúa el visitador, impartiendo justicia ante los reclamos de la población encomendada. Nos preguntamos hasta qué punto las visitas de indios se pueden tomar como fuentes o herramientas válidas, para la reconstrucción de algunos aspectos del funcionamiento de la justicia interna, aplicada en los pueblos de indios de Corrientes. También, si acaso los caciques, quienes expresan sus reclamos y

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quejas ante el oidor, ofrecen a través de sus testimonios un marco posible de análisis de las relaciones encomenderos-encomendados y de los problemas que se suscitan cotidianamente en los pueblos. Por último nos interesa puntualizar cuáles son los casos específicos que presentan irregularidades en cuanto a la aplicación del sistema de encomiendas y las medidas que toma el visitador ante las dificultades que se plantean.

35 Nuestro marco de análisis será el proceso de la visita. No obstante, observaremos un desfile de actores que se interrelacionan en el espacio del poblado durante la inspección: doctrineros, protector de naturales, caciques, vecinos que funcionan como testigos, encomenderos y encomenderas y el visitador con su grupo de colaboradores, escribano, intérpretes y oficiales que lo acompañan con diversas funciones.

36 La visita que aquí presentamos para su abordaje tiene aspectos similares en su proceso y estructura a la efectuada por el oidor Luján de Vargas, que recorrió el Tucumán, y que fue estudiada por un grupo nutrido de historiadores y antropólogos34.

37 En esta visita se distinguen las siguientes partes en cuanto a su estructura: constituyen los preámbulos los poderes otorgados al visitador y los fines de dicha inspección, la selección de los intérpretes y la exhortación a que los indios manifiesten libremente sus quejas; luego se presenta el recuento de los indios, incluyendo el cacique, los tributarios y sus familias, y un cuestionario modelo con preguntas específicas:

38 -Si cumplían con la mita, por cuánto tiempo. -Qué trabajos realizaban. -Qué tratamiento les ofrecía su encomendero. -Si cumplían con la doctrina.

39 La encuesta y las respuestas que se daban al visitador constituyen la parte más abierta del documento. Aunque los informantes mantienen el enfoque en el texto conductor, a veces el espacio es usado para divulgar detalles interesantes sobre la vida cotidiana en la reducción, tocando temas de gobierno e iglesia, mencionando tierras, labranzas, ganados, y relatando el sistema de relaciones vigente entre los habitantes del pueblo y los beneficiarios de las encomiendas.

40 Destacamos en este caso específico el retiro por parte de los encomenderos, luego de la presentación de los títulos ante el visitador, circunstancia que entendemos contribuyó favorablemente al relato de los caciques ante el cuestionario, aunque subyacen posibles presiones y amenazas durante todo el proceso. El oidor insistió en la necesidad de que éstos se expresen sin temores y con la verdad35. Interesa advertir el juego de voces presentes en el proceso de la visita, que implica a todos los actores, para reconocer su complejidad: no todas las voces se oyen de manera directa ni tienen las mismas jerarquías.

41 Un tercer momento estaba constituido por la presentación de los agravios y de los descargos36. Una de las particularidades encontradas en la visita es el descargo de los encomenderos, documento anexo que acompaña al expediente37. El oidor dio traslado de los cargos surgidos de las preguntas realizadas, y los encomenderos respondieron a cada una de las acusaciones con interesantes datos sobre las mismas situaciones sobre las que eran acusados.

42 En una última instancia se encuentran las sentencias sobre cada uno de los casos, que reflejan la decisión final del visitador. Por último, el escribano determinaba las costas de la visita, las que corrían por cuenta del encomendero.

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43 Hasta aquí la estructura de estas inspecciones. Nos preguntamos, ya en el marco del proceso de la visita, ¿cómo funcionaba el sistema de relaciones entre los habitantes del pueblo, frente a situaciones que requerían la intervención de autoridades para la definición de algunos hechos cotidianos que sucedían? Nos abocaremos a presentar los casos en que los actores y el sistema se articularon de una manera que posibilitó el acceso de los indios a la justicia hispánica, en este caso a través de la mirada y de la decisión de un visitador. El expediente permite observar indios querellantes dentro del mismo orden que los explotaba, orden que a la vez favoreció e integró los procesos de adaptación y resistencia de los dominados38.

44 Identificamos algunas irregularidades y prácticas que fueron expresadas por los mismos damnificados. En cada pueblo las tareas que cumplían los varones eran diversas, relacionadas específicamente con el trabajo en sus parcelas de tierras, o algunas actividades solicitadas por los doctrineros y fuera del pueblo, relativas al servicio personal y doméstico, como así también al trabajo en las tareas agrícolas o ganaderas. Desde el cabildo, en ocasiones, se otorgaban permisos a los vecinos para utilizar algunos indios en diversas actividades39.

45 Una de las principales motivaciones de las visitas y de ésta en particular, era erradicar el servicio personal, o sea el trabajo compulsivo y gratuito al que era sometida la población encomendada. El oidor debía verificar el cumplimiento de las Ordenanzas de Alfaro, corpus documental que prohibía este tipo de servicios por parte de los indígenas y comprobar el estado de la población encomendada en relación con el trabajo, la doctrina y confirmar la existencia de irregularidades y transgresiones al sistema de encomiendas.

46 La visita, en todo su proceso, nos acerca a ejemplos de prácticas formales de justicia, procesos que se judicializan valiéndose de la presencia del oidor, y también a ejemplos de prácticas de justicia informal, situaciones que podían resolverse en el ámbito de la comunidad o pueblo, sin la mediación de oficiales o autoridades judiciales; no obstante estas prácticas, que debían haber resuelto conflictos existentes, se utiliza el espacio de la visita con fines de solucionar y/o aclarar situaciones.

47 El oidor visitador es el enviado de la corona con un plexo normativo para aplicar medidas, que intentaban hacer más efectivo el control de la población indígena. En este aspecto estará siempre presente el derecho regio y sus principales características, sabiendo que la tradición regia se encontraba expresada en el derecho regio o real, que se manifestaba en las normas emanadas directamente del rey y de algunos órganos que a él respondían (Consejo Real, de Indias, Casa de Contratación, etc.): ordenanzas, pragmáticas, cédulas, todas ellas eran instrumentos de la voluntad del monarca. De esta manera, la tradición jurídico-política debía fortalecer la consolidación del poder monárquico a través del poder institucional y de los mecanismos implementados para instrumentar el control de la sociedad40.

48 No obstante, en este contexto no debemos olvidar que las normas jurídicas generales se hallaban limitadas en su aplicación por instituciones y costumbres locales. Este desarrollo consuetudinario en el Nuevo Mundo debe comprenderse en el marco de una realidad indiana heterogénea en su territorio, su gente y sus costumbres41.

49 A través de la visita podemos acercarnos a una serie de situaciones que reflejan estas prácticas formales e informales. En el pueblo de Iratí se manifestaban reclamos específicos. En la encomienda de Pedro Gómez de Aguiar, por ejemplo:

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“y dijeron (…) que les obliga a trabajar todos los treinta días sin reservarles ninguno y que para ellos no hay alguno de fiesta porque nunca se la dice y trabajan los domingos // y cuando sucede enfermar solo los ve sin hacerles caso ni curarlos (…) ni los socorre con comida y se vuelven de esta manera a su tierra”42.

50 Las demandas generalmente apuntaban al incumplimiento del período estipulado en la legislación para cumplir la mita. Se quejaban de que los encomenderos los detenían más tiempo del establecido y no se respetaban los días domingos y fiestas de la iglesia43. En la encomienda de Mateo González de Santa Cruz: por ejemplo “respondieron que han acudido a cumplir la mita (...) y aunque la cumplían cabal los detenía contra su voluntad otra semana sin pagarles por este tiempo cosa alguna ni reservarles los domingos ni fiestas de trabajo y sin oír misa aunque sea con mucho frío y agua”44.

51 Una práctica común por la que se recibieron reclamos fue el alquiler de indios, situación contemplada y prohibida en la legislación. Los encomendados en ocasiones eran alquilados por sus encomenderos, cuando éstos no tenían trabajo para darles o chacra disponible que debiese ser labrada45. En la encomienda de Ana de Meza en Itatí, por ejemplo se respondía de la siguiente manera: “que la dicha su encomendera no tiene ni casa sino una mala chosilla y que cuando van de mita tres o cuatro conforme los tiempos y diez cuando es de siega los reparte y alquila a diferentes personas en que tiene la mano Pedro Moreyra, nieto de la dicha encomendera”46.

52 Estos testimonios reflejan algunas particularidades de la sociedad correntina. Muy lejos de compararse con aquellos grupos de encomenderos de otras ciudades del continente, donde además de poder se apreciaba riqueza, los encomenderos correntinos gozaban del beneficio de la encomienda aunque con signos evidentes de pobreza, características que sin lugar a dudas influyeron en la aplicación del sistema y en formas particulares de relación entre encomenderos y encomendados47.

53 En el caso concreto que presentamos como ejemplo, un encomendero sin tierras en situación de pobreza extrema, alquilaba a sus indios ya que no tenía actividades en qué emplearlos. De esta manera asistimos a situaciones que provienen de los caracteres de esta sociedad de encomenderos. No estamos afirmando que estas prácticas de alquiler se hayan dado sólo en sociedades como la de Corrientes, pero indudablemente este contexto influía en algunas modalidades adoptadas.

54 De quince encomenderos visitados en el pueblo de Itatí en 1653, nueve resultaron con acusaciones por parte de sus indios. Uno de los encomenderos debió además explicarse ante el visitador por no haber declarado en la visita que disponía de un grupo de indios forasteros, que mantenía a su cargo. Todos los acusados respondieron con notas de descargo. Nueve de ellos fueron multados por el funcionario y sólo uno fue absuelto. Los castigos a los vecinos acusados de cometer irregularidades fueron por lo general, en esta visita, multas que variaban de acuerdo con la gravedad de la falta (con sumas que iban de 25 a 40 pesos), como puede apreciarse en las tablas a continuación.

Cuadro 1: Multas en Itatí en 1653

Encomendero Multa Motivos: vinculados a la mita

Francisco G. de Acuña 40 Pesos Exceso en el uso y servicio de la mita

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Ana de Meza 30 Pesos Exceso en el servicio de la mita

Sebastián de Acuña 30 Pesos Exceso en el servicio de la mita

Nicolás de Villanueva 30 Pesos Maltrato en el período de mita

Mateo G. de Santa Cruz 30 pesos Excesos en el uso de la mita

Francisco Ramírez 40 pesos Excesos en el uso de la mita

Encomendero Multa Motivos: mal tratamiento

Pedro Gómez de Aguiar Absuelto Por hacerlos trabajar en días domingos

Ana de Meza 30 pesos Mal tratamiento-Alquiler

Mateo. G. de Santa Cruz 30 Pesos Mal trato a sus encomendados

Andrés de Figueroa 25 Pesos Por hacerlos trabajar en domingos y no asistir a misa

Encomendero Multa Motivos: religión y misas

Florián de Ortiz 30 Pesos Por hacerlos trabajar en domingos y no asistir a misa

Francisco Ramírez 40 Pesos Por hacerlos trabajar en domingos

Encomendero Multa Otros motivos

Juan Gómez de Meza 20 pesos Por no haber declarado la tenencia de indios forasteros

Fuente: Elaboración propia en base a los datos de ABNB, EC, 1653, 7.

Cuadro 2: Multas en Santa Lucía y Santiago Sánchez en 1653

Vecino a cargo / Encomendero Multa Motivos

Absuelto Malos tratos y deudas Ambrosio de Acosta 25 pesos Falta de títulos

Francisco de Agüero Absuelto Extensión del tiempo de trabajo sin pagarles

Francisco de Agüero Alquiler-Falta de alimentos

Fuente: Elaboración propia en base a los datos de ABNB, EC, 16, 29.

Cuadro 3: Multas en la ciudad de Corrientes. Originarios en 1653

Vecino a cargo / Encomendero Multa Motivos

Hernando de Alarcón 20 pesos Mal trato, cuidado y doctrina

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Antón Martín de Don Benito 16 pesos Por no tener libro de cuenta y gastos

Por tener una india que “ganó a punta de lanzas” Luis Gómez 20 pesos en malocas

Por o dar a conocer la ordenanza sobre la Gabriel López 20 pesos reducción de la tasa

Juan Ramírez 100 pesos Por no contar título y conceder el depósito

Simón de Ruti 24 pesos Por malos tratos, no doctrinarlos

Juan de Almirón Por tener indios “ganados en guerra”-Sin títulos

Por no haber informado de la ordenanza de Juan de Toledo 24 pesos reducción de la tasa-No doctrinarlos

Blas de Aredes en nombre de A. Por no haber informado de la ordenanza de 20 pesos López de Arriola reducción de la tasa-No doctrinarlos

Por no tener título ni concierto-No saber la Simón de Valenzuela 12 pesos doctrina

Por no haber informado de la ordenanza de Juan de Velazco 20 pesos reducción de la tasa-No doctrinarlos

50 pesos, 8 pesos Juan de Velazco Maltrato a una mujer (8 varas de lienzo)

Fuente: Elaboración propia sobre la base de los datos de ABNB, EC, 1653, 11.

55 Los cuadros reflejan dos aspectos: algunas de las irregularidades cometidas en aspectos específicos de la aplicación del régimen de encomiendas, y los reclamos que los caciques y tributarios expresaron ante el visitador. En estos últimos, resultó notoria la presencia de algunos actos violentos y excesos en el tiempo de servicio de los indios. El visitador orientó el interrogatorio hacia estos temas, interesándose por el tratamiento que recibían los indios de sus encomenderos.

56 En algunos casos los indígenas no expresaron quejas. Nos preguntamos hasta qué punto en este tipo de interrogatorios los implicados respondían sin presiones y se manifestaban con libertad sobre el encomendero y sobre la vida en la reducción. En numerosas encomiendas los nativos manifestaban su conformidad con el régimen y las “bondades” del encomendero48. No tenemos datos suficientes para verificar cómo funcionaba internamente cada cacicazgo en el momento de una visita, no obstante dejamos planteada la interrogante acerca de la posibilidad de que, en algunos casos, por temor a represalias, se haya respondido en favor del feudatario.

57 Identificamos un caso interesante en el pueblo de Itatí. Algunos caciques, aprovechando la presencia del oidor visitador, son acusados por los indios de inquietar a otros

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caciques con el fin de lograr que no se cumplan los turnos de la mita. Estas actitudes fueron interceptadas y se ordena que: “pusiesen a los dichos caciques de cabeza en el cepo con intención de mayor demostración (…) [y] (…) porque el dicho cacique Don Baltazar ha pretendido lo mismo no siendo otro el fin de todos que entregarse a la haraganería que es lo que su natural les pide y llámale dar cincuenta azotes en la plaza a vista de todos porque sirva de escarmiento y ejemplo”49.

58 Este caso nos permite advertir, más allá del intento de desagravio a la población protegida por el visitador, la acción disciplinadora hacia quienes tienen jerarquía entre los nativos, estableciendo los límites del poder entre unos y otros. El cacique es la autoridad de su parcialidad, la monarquía y sus instituciones lo reconocen como tal, pero frente a aspectos que puedan interferir en el funcionamiento del pueblo, se manifiesta el verticalismo del poder y se deja en claro quiénes están en la cima.

59 No obstante estos ejemplos, la visita, en particular, nos ofrece una buena cantidad de encomiendas con caciques y tributarios que se expresan sobre hechos que consideran irregulares, acusando con nombre y apellido a los responsables de las faltas cometidas. Estas situaciones específicas nos llevan también a pensar en el accionar del visitador y las garantías ofrecidas durante su visita.

60 La presencia del oidor indudablemente generó, en los indígenas, expectativas de justicia hacia los actos cometidos por los encomenderos. Algunos indios presentaron quejas sobre circunstancias ocurridas en tiempos lejanos, con numerosos detalles, lo que refleja una larga espera para la resolución de hechos que habían sido significativos para ellos y que podían haber sido resueltos en el terreno de lo informal. “Diego dijo que una vez estando de mita cayó enfermo y no cuidó de él la dicha encomendera ni su nieto”50. “Y Juan dijo que estando enfermo les dijo moríos (...) y Mateo que pareció tener los pies hinchados a manera de gota que pidiéndole le dejase descansar por el dolor le dio con un palo”51. “Jerónimo (...) que seis meses lo detuvo su encomendero y que en todo este tiempo no le acudió con el sustento (...) y se vino a su pueblo donde buscaba entre sus parientes que le hacían caridad (...) su encomendero luego le riñó porque dijo que le había traído hurtado un caballo”52.

61 Según Antonio Manuel Hespanha, la cultura jurídica oral se apoya en los testimonios, los cuales no valen en razón de la verosimilitud de lo que testimonian sino por la credibilidad de quien lo da o por la naturaleza de su forma, es decir por la intención política que se quiera transmitir53. Los alegatos de los indígenas como los de los encomenderos deben ser analizados críticamente, tratando de reconstruir la matriz de las relaciones que dieron sentido a las quejas y a los estereotipos de uno y otro lado. A decir de autores como Roxana Boixadós, la vista es un espacio de lucha, en que los testimonios están permeados de temor, resentimiento, recelo y desconfianza mutua y donde se esperaba que el visitador, en su calidad de árbitro representante del Rey, pudiera sancionar un nuevo código de relaciones para tiempos posteriores54.

62 Llama la atención que en todos los casos recibidos por el visitador Garabito se prestó atención a los reclamos y se actuó en consecuencia, exigiendo respuestas a los encomenderos cuestionados. Esta circunstancia nos lleva a plantear algunas hipótesis sobre el accionar del visitador, sobre las que volveremos nuevamente.

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4. Prácticas, irregularidades y servicio personal

63 Garabito de León encontró en su inspección una diversidad de situaciones en las que debió actuar. Algunas de ellas fueron expuestas en forma detallada en los cuadros presentados anteriormente.

64 Uno de los casos más interesantes que se presenta tiene que ver con un pleito entre dos encomenderos de Itatí: Mateo González de Santa Cruz y Blas Cobos de Arce. Se trata de la disputa por los indios pertenecientes a una encomienda conformada por dos parcialidades. En la visita, la encomienda aparece a cargo de González de Santa Cruz, pero inmediatamente se encuentran adosados todos los detalles del litigio. Los indios pertenecientes a esta encomienda reconocen a Blas Cobos de Arce55como encomendero, incluso las quejas que presentan tienen que ver con él.

65 El pleito, iniciado algunos años antes de la visita, incluye una serie de viajes a Buenos Aires por parte de los interesados, con los caciques de cada parcialidad, y un conjunto importante de documentos que se anexan a esta visita y que recrean el conflicto con minuciosos detalles56. El problema parece haber cobrado interés cuando ambos vecinos se enteraron, en el mes de febrero de 1653, de la llegada del visitador. Se debe tener en cuenta que la última visita había sido realizada por el gobernador Pedro Dávila Enríquez, en 1635, por lo que la presencia del oficial anunciado seguramente despertó preocupaciones y el deseo de tener papeles y títulos en orden.

66 En los primeros meses del año 1653, Blas Cobos realizó un viaje a Buenos Aires, donde consiguió la confirmación de la encomienda por el gobernador del Río de la Plata, Pedro Baigorri Ruiz. Después de la presentación de numerosos documentos por ambas partes, el oidor Garabito de León, reconoció el título entregado a Mateo González de Santa Cruz por el gobernador Jerónimo Luis de Cabrera, encargando a la justicia la averiguación definitiva del proceso para dar la posesión de la encomienda57.

67 Con respecto a los otros pueblos: Santiago Sánchez y Santa Lucía fueron muy pequeños, no llegaron a desplegar el desarrollo económico, ni poblacional que había logrado la vecina Itatí. A mediados del siglo XVII ambas reducciones estaban viviendo circunstancias especiales, debido a la “peste” que había azotado en el año 1652 a toda la zona. De este hecho se expresan testimonios elocuentes en las actas capitulares58. El visitador, debido a las dificultades surgidas en los pueblos, recomendó a los pobladores cumplir con los mandamientos sólo ante solicitudes por escrito de los gobernadores o tenientes. Subyace la idea de que se sacaban indios permanentemente de estos pueblos para realizar diferentes tareas en la ciudad59.

68 Con respecto al tratamiento de los indios, al igual que en Itatí, los encomendados de estos pueblos reclamaban sobre servicios obligatorios prestados a otros vecinos, y señalaban la prolongación en el período de la mita60.

69 La figura del cacique era fundamental en el funcionamiento del sistema: en todos los pueblos, sin excepción, era común que los caciques se encargaran de repartir los turnos para cumplir la mita; también eran ellos quienes reemplazaban a los encomenderos ausentes en las visitas, asumiendo ante el oidor visitador el rol de informantes y responsables de los indios cuyos encomenderos no estaban presentes.

70 Los caciques estaban exentos del tributo. Los funcionarios recordaron en más de una ocasión en el recorrido por estos pueblos, que sólo los caciques y sus primogénitos de matrimonio legítimo estaban eximidos del servicio, de acuerdo con lo que establecían

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las ordenanzas; el resto debía cumplirlo, sin importar si pertenecían o no a la familia del cacique. Estas aclaraciones surgieron a partir de las quejas de algunos encomenderos, que expresaban que ciertos indios, que se decían caciques, no cumplían la obligación de la mita61.

71 No era común la presencia de corregidores en estos pueblos, figura que en las encomiendas del Paraguay era habitual y cumplían la misma función que los caciques en estas encomiendas62. Sin embargo, en el pueblo de Santa Lucía los indios presentaron varias quejas acerca de un corregidor blanco, quien se había aprovechado en numerosas oportunidades de los tributarios, llevándoselos en viajes, y de sus mujeres, repartiendo algodón para el hilado sin pagarles el trabajo, y apropiándose de caballos que pertenecían a la reducción63. El caso es interesante e invita a un tratamiento individual de la cuestión, porque el oidor mandó que se ubique al corregidor, del que se tenía noticias estaba en la ciudad de Santa Fe, y exigió sus respuestas ante las quejas de las mujeres de Santa Lucía.

72 El corregidor acusado, llamado Francisco Gutiérrez, fue conminado a presentar razones por su accionar en Santa Lucía. Respondió con testigos que avalaron su versión de buen comportamiento. Este ejemplo es interesante porque no hemos encontrado casos de pobleros, corregidores o mayordomos (como sabemos ocurrió en Tucumán), éste es el único indicio al respecto. Dicho personaje, al ser interceptado y obligado a dar testimonio de sus actos, presentó una serie de permisos que se adjuntaron a la visita, los que amparaban, en cierta medida, su accionar. Entregó al visitador una autorización, concedida unos meses antes de la visita (en febrero de 1653), por orden del teniente de gobernador Juan de Vargas, permitiéndole sacar indios de la reducción de Santa Lucía para realizar un viaje al Puerto de Buenos Aires, en tareas pertenecientes al servicio de Su Majestad, que desempeñaba junto con el gobernador Jacinto de Láriz. Además de realizar su descargo, presentó tres testigos, vecinos de la ciudad de Santa Fe, donde residía.

73 Los testigos no ofrecen mayor confiabilidad: uno de ellos declaró estar casado con la hermana y el otro con una prima de Gutiérrez. Las manifestaciones de los testigos se remiten a dos cuestiones puntuales: el permiso que conocían que le habían dado las autoridades para sacar indios de la reducción y la autorización del teniente de gobernador Florián Negrete para ir al Valle Calchaquí por caballos, que luego se los habían hurtado los indios. El oidor visitador Garabito de León absolvió al corregidor de los cargos de saca de indios y de hurto de caballos a Gutiérrez; pero exigió que reparase la paga del hilado a las mujeres, por lo que fue multado64.

74 En el caso de estas reducciones pobladas en general por indios guaycurúes, que eran permanentemente atacadas por los grupos no reducidos, el visitador insistió en la necesidad de que “acabaran de poblar y se conviertan en labradores”65; aparece también la referencia a que los indios no querían trabajar y que ése era el origen de sus “desgracias”. El visitador les decía a los habitantes reunidos en la plaza pública de Santiago Sánchez: “(...) por ser inquietos y poco inclinados al trabajo les echan manos los tenientes y otros forasteros que contrataban por el río, para balsear y para las vaquerías que tanto les perjudica”66. Pero las etnias que se agruparon en estas reducciones eran cazadores-recolectores; se identificaban diversas parcialidades, cuyas nominaciones aparecen en la documentación: ohomas, mogosnas, aquisonas, etc. Está presente la idea, de la que se hacían eco encomenderos y funcionarios, acerca de la

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“ociosidad y holgazanería” de los indígenas y a su negativa a trabajar, su apego a las borracheras y al hurto como práctica permanente67.

75 En el año 1676 el gobernador Andrés de Robles reiteró la prohibición de sacar indios de las reducciones. La saca de indios y la utilización de su trabajo por parte de particulares fueron quizás algunos de los factores que influyeron en la paulatina decadencia de todos los pueblos, a lo que se suman las asiduas fugas.

76 Algunos ejemplos tomados de las actas capitulares ilustran esta realidad poco beneficiosa para los indios de las reducciones. En 1694, un vecino de La Rioja del Tucumán propuso asiento al cabildo de Corrientes para la construcción de un barco, ofreciendo pagar a la ciudad por cada viaje que hiciera a Asunción o Santa Fe, y solicitando indios de las reducciones para la construcción de navíos y para la posterior navegación. Una propuesta similar se recibió al año siguiente, en 1695, por parte de otro mercader llamado Francisco Díaz de Pumar68. Más allá de las promesas de pago en varas de lienzo a los indios que trabajaran, se incurría permanentemente en hechos que alejaban a los varones activos de sus pueblos, insertándolos en trabajos que poco los beneficiarían.

77 Este último caso provocó la intervención del Protector de los Naturales de la Provincia del Río de la Plata, Capitán Hernando de Rivera Mondragón, que se presentó ante el gobernador en nombre de los indios de Itatí, oponiéndose a estos acuerdos realizados por el cabildo de Corrientes. El gobernador, en 1696, anuló estos contratos, pero como los barcos estaban terminados se realizaron algunos viajes como estaba estipulado previamente. Es evidente que más allá de las intervenciones de los funcionarios encargados de la defensa del indio, primaban los intereses personales y el beneficio de quienes se sustentaban con la fuerza del trabajo indígena.

4.1 Saca de indios y restituciones

78 Un tema de permanente mención en la visita, no sólo en el caso de Corrientes, sino también de Paraguay y Santa Fe, es la “saca” de indios. En cada una de estas ciudades el oidor encontró indios en situación de concierto. Por diversas razones se encontraban en ellas siendo naturales de otros territorios. Los orígenes eran diversos: en mayor número de pueblos del Paraguay, pero también se presentan de Concepción de Bermejo y Matará, Tucumán, Santiago del Estero, etc.

79 Las causas por las que se encontraban en Corrientes, en Santa Fe o Asunción eran diversas, por ejemplo, hay tres indios que dicen provenir del Brasil. Por lo que pudimos rastrear son indios migrantes de los antiguos pueblos jesuíticos del Guayrá o de la primera Villarrica, pasando en su recorrido también por San Pablo. El oidor preguntó, especialmente en este tipo de casos, cómo llegaron ellos a la ciudad: “dijo que es natural del Brasil, de un pueblecillo nombrado San Lorenzo, cerca del río Enero, de donde le trajo Salvador Correa, a quien fue sirviendo hasta el Tucumán donde le dejó enfermo y habiéndose después perdido volvió al Paraguay. Y subió a Maracayú, y por haberse muerto Don Pedro de Céspedes a quien el gobernador Don Luis su padre, había encomendado, volvió a esta ciudad y se concertó de servir al dicho Francisco Gómez”69.

80 Como se refleja en el testimonio, el recorrido que realizaban estos indios en algunos casos era extenso; se observa un largo periplo, sin posibilidades de afincarse, conformar una familia, o debiendo abandonarla en muchos casos. La mayoría de los concertados

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que hemos identificado eran del Paraguay, quienes también habían llegado en diversas circunstancias. En general habían venido en compañía de sus encomenderos y por distintas razones fueron quedando en dichas ciudades. Las relaciones de parentesco que existían entre los vecinos de Corrientes, Santa Fe y Paraguay, llevan a pensar en visitas permanentes a los familiares, dada la relativa cercanía, en compañía de sus encomendados, a quienes en ocasiones abandonaban por diferentes razones. “dijo que es nacido y criado en el pueblo de San Lorenzo de Altos de la encomienda de Nuestra señora de la Merced y que vino cuatro años ha, con Juan Cabrera, hijo de la dicha Doña María de Añasco que los dejó en Santa Fe, para que volviese a su pueblo”70.

81 Incluso se dieron situaciones en las cuales los indios iban pasando de una ciudad a otra, al servicio de diferentes encomenderos. El indio Francisco expone ser “natural del Pueblo de Atirá en el Paraguay que su primer encomendero fue Juan de la Rua en cuya chacra estuvo y que por su muerte lo encomendaron a Pedro Díaz del Valle, con quien trabajó y se casó con la dicha Teresa, su mujer natural del Paraguay de la encomienda de Juan de Guijosa y que habrá seis años se vino con la dicha su mujer y la primera hija nombrada Liboria a esta ciudad [Corrientes], en compañía de Cristóbal de Cobos y se acomodó en la casa de Nicolás de Villanueva por dos años. Y de allí en la del dicho vicario [Luis Arias], donde está al presente”71.

82 Este es un claro ejemplo del itinerario que siguieron muchos de estos indios en concierto, pasando bajo el cuidado de diferentes vecinos, modificando al mismo tiempo sus lazos familiares y de parentesco.

83 Claro está que las posibilidades de regresar a sus lugares de origen fueron casi nulas para el indio que quedaba en una ciudad desconocida y lejana de su territorio. En el caso específico de los indios hallados por el visitador en Corrientes y en Santa Fe, pertenecientes a pueblos del Paraguay, se ordenó la devolución a sus encomenderos. Dicho trámite debió ser realizado por los funcionarios del Paraguay, Pedro de Orrego y Mendoza, y Luis de Ossorio y Quiñonez, quienes acompañaban al visitador con ese fin. Las órdenes que tenían estos funcionarios no nos aseguran el traslado de estos indios a sus lugares de origen, imaginamos una serie de dificultades al intentar poner en práctica esta “devolución”, tanto por parte de los funcionarios como por parte de los propios originarios, que iban construyendo en sus nuevos lugares, vínculos, relaciones, actividades laborales e incluso nuevas familias. Por ejemplo, en la visita santafesina se observa un caso en el cual Garabito de León ordenó la devolución del indio, natural del Paraguay y que recordaba el nombre de su encomendero, en la primera embarcación a la que fuera posible subirlo72.

84 Estos casos revelan una movilidad no sólo de tipo geográfica por parte de estos indios sino también en cuanto a su situación legal y social. De ser indios concedidos en encomiendas y de vivir en pueblos, pasaban a ser originarios, a abandonar el régimen de comunidad para vivir en las chacras de sus encomenderos o en la ciudad con algún vecino que los contratara, recordemos aquí el citado caso de Francisco. Estos cambios de situación no pasaron inadvertidos a los ojos de la monarquía, se realizaban en el marco de las instituciones existentes y quedaban registrados en los controles que emprendía la Audiencia, como las visitas y los Registros de los gobernadores.

85 Parece pertinente señalar quiénes son los vecinos que contratan a estos indios. En el caso de Corrientes, es interesante el listado en que aparecen vecinos registrados, en un censo de 1663, como portugueses: Luis Gómez, Sebastián Pintos, Juan de Carballo y Manuel Cabral73. El concierto era un mecanismo que practicaban en mayor medida

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quienes no tenían encomiendas para acceder a la mano de obra indígena; los cuatro vecinos arriba mencionados se encuentran en esa situación, ya que por ser portugueses no podían acceder a encomiendas74.

86 También se hallaron indios en situación de depósito momentáneo, se encontraron algunos casos pertenecientes al Paraguay. Garabito de León mantuvo la situación de depósito, permitiendo que esos indios siguieran con sus depositarios, decisión que nos hace suponer las dificultades que implicaba el traslado de los mismos. Entendemos que las posibilidades de regresar a sus pueblos de origen eran muy remotas para estos indios, ya que aún mencionando el nombre de sus antiguos encomenderos y ofreciendo datos precisos, el visitador decidió ratificarlos con sus depositarios. El depósito era realizado generalmente por el teniente de gobernador, en el caso de Corrientes, e implicaba la concesión por un determinado tiempo de estos indios, hasta que volvieran a otorgarse en encomienda.

5. El oidor visitador: un oficial de la corona en el Alto Paraná

87 Para finalizar, no queremos dejar de mencionar algunos aspectos sobre una figura que consideramos clave en este proceso: el visitador. De la lectura de la fuente se desprenden datos sobre castigos aplicados a los encomenderos que faltaban a las reglas, reflejados en multas y gravámenes para la corona, que en una primera observación nos aproximaron a la idea de un oficial con deseos de ordenar algunos aspectos.

88 El control y los informes esperados por la corona en este tipo de visitas indudablemente dependían de la eficiencia y el trabajo por parte de los oficiales encargados de esta tarea. El itinerario de un visitador en estas tierras, estimamos fue complejo, si se considera que debía trasladarse de pueblo en pueblo, con su grupo de escribano, intérpretes y colaboradores75. Las condiciones climáticas habrán extendido más de una vez el tiempo estipulado para la visita así como el estado de salud de los visitadores. Garabito de León, específicamente, se enfermó más de una vez en el trayecto, teniendo que guardar reposo76.

89 Nos llama particularmente la atención, en el caso de la visita a Corrientes y sus pueblos, el hecho de que al parecer todas las quejas y reclamos fueron atendidos por el visitador77. Todos los casos se registraron en detalle, sobre todo los que merecían una especial atención. El expediente refleja claramente un seguimiento a cada caso y la conclusión en cada uno. Por otra parte, todos los encomenderos que recibieron algún tipo de acusación respondieron realizando sus descargos, lo que habrá provocado también una gran movilización por parte de los feudatarios en busca de alguien que supiera escribir y elaborar las respuestas apropiadas para convencer al visitador de su buen comportamiento con los encomendados.

90 Surge ante estas evidencias la pregunta sobre el visitador y su rol en el proceso de la visita. ¿Quién es Garabito de León y cómo valorar su participación en el marco de esta inspección, que incluyó definiciones vinculadas a la justicia? Sin ánimo de sacar conclusiones sobre las intenciones morales o políticas del visitador – ya que esto no debe intercalarse con la información del contenido de la visita, que es lo que mayormente interesó en el artículo –, consideramos pertinente dejar plasmados

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algunos interrogantes que enriquecerían la mirada para continuar con esta investigación.

91 Este oficial tenía larga trayectoria y presencia en misiones comprometidas para la corona. Natural de Lima, su mayor actividad se dio indudablemente cuando desempeñó el cargo de gobernador interino del Paraguay, tarea que coincidió con la época de visitador. Unas décadas antes de esto, tuvo participación activa en un incidente en Buenos Aires, con el Gobernador Dávila Henríquez.78 En Paraguay participó del conflictivo proceso entre Cárdenas y los jesuitas de Asunción. El oidor fue enviado específicamente para resolver el problema de la expulsión de los jesuitas y de su Colegio realizada por el Obispo Fray Bernardino de Cárdenas79.

92 Es conocida la relación de la familia León Garabito por sus vinculaciones con la Compañía de Jesús, entendemos por ello que su designación en el marco de dicho conflicto no fue casual80.

93 En el episodio asunceno, luego de participar en la resolución del conflicto, tuvo actitudes como la de mandar a quitar y quemar, en presencia de todos los capitulares, las instrucciones, poderes, informes y libros del cabildo que contuvieran información sobre las denuncias realizadas contra los religiosos81. Este antecedente, si bien no es determinante de la conducta del visitador en cada uno de sus actos, debe mencionarse dada su participación en los descriptos escenarios conflictivos.

94 En el caso de Corrientes, el objetivo de la visita, como él mismo menciona, era desagraviar a la población encomendada y realizar un registro, indudablemente con fines fiscales. Por los datos que nos quedan en otras fuentes como las Actas capitulares, se observan una serie de medidas tomadas sobre diversas cuestiones y resoluciones que se estaban esperando sobre variados temas.

95 A pesar de las dudas que pueda generar el testimonio del documento a partir del accionar del visitador en otros casos, debemos tener en cuenta la importancia político- estratégica menor de Corrientes, en relación con los casos de Paraguay, Buenos Aires o la misma Lima, en la que actúa su familia. Por lo que es verosímil la intención expresada de realizar un registro con fines fiscales y tomar en sus manos las acciones judiciales de índole particular, que no afectan en mayor medida intereses gubernamentales o eclesiásticos, como ocurrió en otros espacios en los que actuó Garabito.

96 Por eso destacamos el valor del documento, ya que es uno de los pocos registros de la época que refleja en detalle las características de la población indígena sometida.

Conclusiones

97 Nos ocupamos en este trabajo de pensar la justicia en Corrientes, en cuanto a su aplicación en los pueblos de indios y en las encomiendas de la ciudad, a través de la presencia de un oidor y de su visita en el territorio, a mediados del siglo XVII.

98 Dado que este proceso implicó un acercamiento a la justicia hispánica, a través del oficial y la posibilidad que ofrece de resolver situaciones por parte de los indígenas, intentamos indagar acerca de las relaciones entre los actores en este universo de inspección, control social y definiciones. La presencia del oidor Garabito favoreció a la población encomendada, animándola a exponer los problemas con sus encomenderos y

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con otros personajes de los pueblos, como el caso de un corregidor blanco que cometió numerosos abusos con los habitantes de Santa Lucía.

99 Prestamos interés a las acciones del visitador frente a los reclamos de los damnificados y a sus mecanismos de interacción con encomenderos, testigos, doctrineros y caciques frente a los testimonios. Los caciques cumplieron un rol fundamental en cuanto a la información que presentaron de sus parcialidades, y el otorgamiento de la palabra a los tributarios y mujeres que presentaron quejas. Fueron quienes actuaron de intermediarios, demostrando la importancia de las jefaturas y el resguardo de sus tradiciones, defendiendo por ejemplo la sucesión de cacicazgos frente a posibles irregularidades en los nombramientos de dichas autoridades étnicas. No obstante, pudimos observar también las limitaciones de sus prerrogativas en situaciones de “excesos” identificados por el visitador, en el intento de conseguir ventajas en el cumplimiento de la mita por parte de sus parcialidades.

100 El sistema de gobierno de estos pueblos de indios presentaba rasgos disímiles. Iratí está habitada por guaraníes, t además de ser la zona más poblada y desarrollada, alcanzó cierta estabilidad política y económica. Los otros pueblos, Santa Lucía y Santiago Sánchez, habitados mayormente por grupos chaqueños, por su situación étnica y geográfica entre otros factores, sufrieron avances permanentes de los grupos no sometidos del Chaco, y no lograron mantener una población india estable ni consolidar el asentamiento.

101 Para finalizar, tratamos de dar respuestas a algunas preguntas: ¿cómo funcionaba el sistema de trabajo de los mitarios y originarios en Corrientes y a mediados del siglo XVII y cómo intervino el visitador en los casos de reclamos e irregularidades observadas? Siguiendo los datos que nos ofrece la visita, identificamos anomalías y prácticas que fueron expresadas por caciques, tributarios, etc.

102 Los reclamos específicos que presentaron los encomendados permiten visualizar los problemas principales en cuanto al trabajo, las relaciones sociales y tutelares, el cuidado y tratamiento hacia ellos de parte de los encomenderos. Al respecto, se identificaron problemas como: tiempo de servicio ilimitado, especialmente en el caso de los originarios, dado que vivían con su encomendero y compartían el espacio cotidiano (la casa, la chacra), el vecino se valía del indio durante todo el tiempo. El indio de los pueblos y reducciones (mitario) tampoco escapaba a este tipo de servicio en el tiempo de mita, el cual por lo general se extendía más de lo estipulado en la reglamentación. Las ordenanzas de Alfaro habían establecido la libertad de los indígenas de contratarse libremente a cambio de un jornal; sin embargo, en este territorio el sistema seguía funcionando con muchas irregularidades, al declarar en ocasiones los concertados que no recibían la paga correspondiente.

103 Otros aspectos referidos se vinculan al mal tratamiento, castigos corporales, poca alimentación, denuncias de malos tratos verbales y trabajos en los días de fiestas religiosas. En los pueblos de indios el cacique tenía derecho de presentar al gobernador reclamos sobre malos tratos, fuerzas, agravios y trabajo excesivo. También se presentaron denuncias de haber sido sacados de sus pueblos, sin poder regresar a ellos. Esta es una práctica que se expone en numerosas fojas de la documentación analizada, y es la causante principal de la permanencia de estos indios en las ciudades. En algunos de los pueblos visitados se corrobora esta saca de indios, ya que solicitaban al visitador algunas restituciones. Se reclaman indios que estaban fuera de sus reducciones, en otros pueblos, en Asunción o en las chacras de sus encomenderos. Las quejas emitidas

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implicaron la realización de sendos descargos por parte de los acusados, con presentación de testigos que debían apoyar lo expresado en la defensa.

104 Por último, debe mencionarse la inclusión de mujeres y niños en el sistema de trabajo para el encomendero. El caso de las mujeres merece atención en este contexto, si bien no forman parte desde el punto de vista legal de las encomiendas, las encontramos en todos los casos en el servicio doméstico, o realizando trabajos de hilado para los encomenderos.

105 A partir de los ejemplos se puede observar que el espacio de la visita fue utilizado para resolver diversas situaciones que merecían atención. Se observa el trabajo minucioso del visitador al encontrarnos con la atención de todos los reclamos y una definición en cada caso, aunque no descartamos un análisis necesario sobre su figura por haber actuado de manera diferente en otros casos y circunstancias.

106 Destacamos la costumbre o el derecho consuetudinario con un enorme peso en el marco de estos procesos, lo que nos lleva a pensar en la visita y su variable judicial como una de las premisas de la que partimos. Si bien encomendados y encomenderos en sus discursos muchas veces reclaman justicia ante las dificultades descriptas, entendemos que el oidor no puede realizar grandes transformaciones y se convierte en un receptor momentáneo de quejas y reclamos, que dejan entrever conflictos más profundos en esta sociedad.

107 La visita nos pone de manifiesto que estos espacios marginales, con respecto a otros centros urbanos de la época, no escapan a las prácticas de explotación e incumplimiento de las normas establecidas. La presencia de un enviado de la corona, aunque sea esporádicamente, ofrecía la posibilidad de transformar en querellantes, aunque sea por unas horas, a los mismos explotados del sistema.

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109 Archivo General de Indias, AGI, Contaduría, 1877, “Padrón de Encomenderos de San Juan de Vera”, año 1673.

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111 Recopilación de las Leyes de los Reynos de Indias, III tomos, Madrid, 1791, Ediciones Consejo de la Hispanidad, 1943.

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NOTAS

1. Este artículo se enmarca en el proyecto “La visita del oidor Andrés Garabito de León a las encomiendas de Corrientes y Santa Fe. Transcripción y estudios preliminares”, PIP CONICET-2012-2014, Directora: María Laura Salinas. 2. Herzog, Tamar, Ritos de control, prácticas de negociación. Pesquisas, visitas y residencias y las relaciones entre Quito y Madrid, Madrid, Fundación Hernando de Larramendi-Mapfre, 2000, p. 5. No obstante es necesario destacar que esta autora cuestiona el concepto de corrupción aplicado a la administración hispano-moderna, llamando la atención sobre la necesidad de acudir a los autores que han contribuido a la cuestión. Moutoukias Z., “Power, corruption and commerce: The making of the local administrative structure in 17th century Buenos Aires”, Hispanic American Historical Review, vol. 68, 1988, p. 771-801; Pietschmann, H., “Corrupción en las Indias españolas: Revisión de un debate en la historiografía sobre la Hispanoamérica colonial”, en González Jiménez, M. & Pietschmann, H. & Comín, F. & Pérez, J., Instituciones y corrupción en la Historia, Valladolid, Universidad de Valladolid, Instituto Universitario de Historia Simancas, 1998, p. 31-52. 3. Barriera, Darío, “Justicias y Sociedades. Bocacalles trazadas desde la Historia”, en Barriera, Darío (coord.), Las Justicias y las formas de autoridad. Organización política y justicias locales en Territorios de frontera en el Río de la Plata, Córdoba, Cuyo, Tucumán, siglos XVII-XVIII-XIX, ISHIR- Conicet-Red Columnaria, Rosario, 2010, p. 9. 4. Lorandi, Ana María, “Del poder del discurso a la ambigüedad del poder”, en Lorandi, Ana María (comp.), El ocaso del Imperio. Sociedad y Cultura en el centro-sur andino, Antropofagia, Buenos Aires, 2013, p. 10.

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5. El expediente de la visita se halla en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, (ABNB) Serie Expedientes Coloniales (EC) 1653, 7; 1653, 11; 1653, 29; 1650, 11. En adelante ABNB, EC. 6. El oidor fue enviado para resolver el conflicto entre el Obispo Cárdenas y los jesuitas de Asunción, tema sobre el que volveremos en el artículo. 7. Ordenanzas del Oidor Francisco de Alfaro. Título de las reducciones Ítem 4 y 5, publicadas en Hernández, Pablo, Organización Social de las doctrinas guaraníes de S. C. de Jesús, Barcelona, GGH, 1913, p. 661-677. 8. Aplicamos la categoría Pueblo de Indios tomando como referencia los trabajos realizados por Farberman, Judith & Gil Montero, Raquel, Los pueblos de indios del Tucumán Colonial. Pervivencia y desestructuración, Universidad Nacional de Quilmes, 2002. También ver Castro Olañeta, Isabel, “Pueblos de indios en el espacio del Tucumán Colonial”, en Mata de López, Sara & Areces, Nidia (coords.), Historia Regional. Estudios de caso y reflexiones teóricas, EDUNSa, Salta, 2006, p. 37-49. 9. El originario en otras regiones, como el Tucumán por ejemplo, es el indio de comunidad. En esta región al indio de comunidad se lo conoce como mitario y al “suelto” o que en diferentes situaciones llegó a la ciudad se lo conoce como originario, es el yanacona de otras regiones, pero en estos territorios no aparece en la documentación con ese nombre. 10. Guevara Gil, Jorge Armando & Frank L., Salomon, “La visita personal de indios: ritual político y creación del indio en los Andes coloniales”, Pontificia Universidad Católica del Perú, Instituto Riva-Agüero, Lima, 1997, p. 48. 11. Su origen data de las cortes de Toro de 1371, cuando Enrique II creó la figura de los visitadores, haciendo saber que enviaría hombres buenos para controlar la gestión de los adelantados, merinos y alcaldes. Estos visitadores tenían facultades para dictar justicia en lugar de los oficiales incumplidos y poseían dificultades disciplinarias. García Marín, José María, El oficio público en Castilla durante la Baja Edad Media, Instituto Nacional de Administración Pública, Madrid, 1987, p. 314. 12. El obispo debía proceder, corrigiendo las infracciones mediante la imposición de penas menores como ejercicios espirituales, obras de penitencia y ocasionalmente, contra sus subalternos, la pena medicinal de la suspensión temporal por corto tiempo. Malagón Pinzón, Manuel, “Las visitas indianas, una forma de control de la administración pública en el Estado absolutista”, Universitas, Revista de Ciencias Jurídicas, nº 108, Julio-Diciembre 2004, p. 824. 13. Céspedes del Castillo, Guillermo, América hispánica (1492-1898), tomo VI de Historia de España, dirigida por Manuel Tuñón de Lara, Editorial Labor, Barcelona, 1983, p. 240. 14. Mariluz Urquijo, José María, El agente de la administración pública en Indias, Instituto Internacional de Investigaciones de Historia del Derecho, Buenos Aires, 1998, p. 425. 15. Céspedes del Castillo, Guillermo, “La visita como institución indiana”, Anuario de estudios americanos, n°3, Sevilla, 1946, p. 986. 16. Garriga, Carlos, La audiencia y las chancillerías castellanas (1371-1525) Historia política, régimen jurídico y práctica institucional, Centro de Estudios constitucionales, Madrid, 1994, p. 426. 17. Para el estudio de los Juicios de residencia se cuenta con el trabajo de Mariluz Urquijo, José María, “Ensayos sobre los juicios de residencia indianos”, Sevilla, 1952. Este autor señala que la diferencia entre visita y residencia se remite a una cuestión de procedimiento y que la corona podía utilizarlas indistintamente según fuesen las circunstancias del caso, apreciadas de una manera subjetiva. Las visitas tenían carácter de inspección, los funcionarios visitados continuaban ejerciendo sus cargos, no se aplicaban de modo general ni llegaron a imponerse periódicamente, tenían carácter colectivo, afectando siempre a organismos jurídicos con todo el personal que los integrara, etc. 18. Esta división, en realidad Céspedes la toma de Ruiz Rivera, Clarence & Haring, Julián, “Las visitas a la tierra en el siglo XVII como fuente de Historia Social”, Repertorio Boyacense, n°321, Tunja, Colombia, 1988, p. 135-155. No considera apropiada esta división porque generales son denominadas las visitas de un oidor al distrito de la audiencia, si este iba investido de las

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facultades normales. No sería general, sin embargo, la comisión de un oidor para visitar cierto distrito de trapiches, obrajes o minas. 19. Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias, Consejo de la Hispanidad, 1943. 20. Estos ejemplos se pueden consultar en Sánchez Bella, Ismael, Derecho Indiano: Estudios, capítulo 1, “Las Visitas Generales en la América Española, siglos XVI-XVII”, Pamplona, Universidad de Navarra, 1991, p. 3-52. 21. Block, David, “Treinta años de visitas de indios, una bibliografía anotada”, Anuario 2000 del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Sucre, 2000, p. 578. 22. Véase Cook, David, Tasa de la visita general de Francisco de Toledo, Universidad Nacional de San Marcos, Lima, 1975. 23. La publicación en equipo de las ediciones académicas de las visitas a Chucuito y Huanuco a mediados de los años 1960, dio ímpetu tanto a la reconceptualización de la investigación etnohistórica como a la determinación de sacar estos documentos de los archivos para que los investigadores le pusieran atención. Murra, John V., “Current Research and Prospects in Andean Ethnohistory”, Latin American Research Review, vol. 5, n°1, 1970, p. 3-36. 24. Doucet, Gastón G., “Génesis de una visita de la tierra. Los orígenes de la visita de las gobernaciones de Tucumán y Paraguay por el Licenciado Don Francisco de Alfaro”, Revista de Historia del Derecho, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, Buenos Aires, n°14, 1986, p. 123-220. 25. Doucet, Gastón G., “Introducción al estudio de la visita del oidor Don Antonio Martínez Luján de Vargas a las encomiendas de indios del Tucumán”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Doctor Emilio Ravignani, n°26, Buenos Aires, 1980, p. 205-246; del mismo autor, “Los autos del visitador Don Antonio Martínez Luján de Vargas”, Revista de Historia del Derecho, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, n°28, Buenos Aires, 1980, p. 123-154; Judith Farberman, “Indígenas, encomenderos y mercaderes: los pueblos de indios santiagueños durante la visita de Luján de Vargas (1693)”, Anuarios IHES, n°6, Tandil, Argentina, 1991, p. 43-57; Farberman, Judith & Gil Montero, Raquel, Los pueblos de indios del Tucumán Colonial. Pervivencia y desestructuración, Universidad Nacional de Quilmes, 2002; Boixadós, Roxana & Carlos Zanolli, La visita de Luján de Vargas a las encomiendas de La Rioja y Jujuy (1693-1694). Estudios preliminares y fuentes, Universidad Nacional de Quilmes, 2003; González Navarro, Constanza, “Los pueblos de indios de la jurisdicción cordobesa a la luz de la visita de Antonio Martínez Luxan de Vargas (1692-1693)”, en Mallo, Silvia & Beatriz, Moreyra (coords.), Miradas sobre la Historia social argentina en los comienzos del siglo XXI, Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos Segretti y Centro de Estudios de Historia americana Colonial, La Plata / Córdoba, 2008. 26. Maeder, Ernesto & Ramón Gutiérrez, Atlas Histórico del Nordeste Argentino, Instituto de Investigaciones Geohistóricas (CONICET- Fundanord), Universidad Nacional del Nordeste, Resistencia, 1995, p. 5. 27. En las misiones jesuíticas no existieron las encomiendas, con excepción del caso de San Ignacio Guazú. Ver Maeder, Ernesto, “Las encomiendas en las misiones jesuíticas”, Folia Histórica del Nordeste, Instituto de Investigaciones Geohistóricas, nº 6, 1984, p. 119-137. Sobre pueblos de indios en Paraguay existe una nutrida bibliografía. Ver Susnik, Branislava, El indio colonial del Paraguay, Museo Etnográfico Andrés Barbero, Tomo I, Asunción, 1965; Necker, Louis, Indios guaraníes y chamanes franciscanos. Las primeras reducciones del Paraguay (1580-1800), Biblioteca Paraguaya de Antropología, Asunción, 1990; Melià, Bartomeu, El guaraní conquistado y reducido. Ensayos de Etnohistoria, Biblioteca paraguaya de Antropología, Asunción, 1986, vol. 5, 1986. 28. En el caso de Itatí cada encomienda tenía su respectivo cacique, no se da de la misma forma en los otros pueblos de la región: Santiago Sánchez o Santa Lucía, en los que algunas encomiendas no tienen cacique. Archivo General de Indias (AGI), Contaduría 1877, Padrón de Encomenderos de San Juan de Vera, Foja (f) 1 y f 1r, 1673. En adelante AGI.

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29. La ley requería que sólo los hombres físicamente aptos, en edades entre 18 y 50 años, pagaran tributos a sus encomenderos. Esto nunca se traducía en dinero o productos agrícolas, sino siempre en forma de trabajo. 30. La tenencia de tierras, difiere en la práctica en cada región. En la visita que realiza Garabito de León a los indios originarios de las ciudades de Corrientes y Santa Fe, se ha encontrado la particularidad de que éstos, en unos pocos casos, poseían sus propias chacras. ABNB, EC, 1650, 11; EC, 1653, 11. 31. Doucet, Gastón, “Notas sobre el yanaconazgo en el Tucumán”, Revista de Investigaciones Jurídicas, año 6, n°6, México, Escuela Libre de Derecho, 1982, p. 263-300. 32. López Luján, Bernardino, Descripción Histórica y geográfica de la ciudad de San Juan de Vera de las Siete Corrientes, en Biblioteca de la Revista de Buenos Aires, Memorias y noticias para servir a la Historia Antigua de la República Argentina, compilado y publicado por los fundadores de la revista, Buenos Aires, 1865, tomo único, p. 153; Azara, Félix de, “Viajes inéditos desde Santa Fe a la Asunción, al interior del Paraguay y pueblos de Misiones”, Revista del Río de la Plata, 1871, tomo I, reimpresión por la Biblioteca Americana, Buenos Aires, 1944, p. 393-396; Parras, Pedro José Fray, Diario y Derrotero (1749-1753), Buenos Aires, Editorial Del Solar, 1943, p. 166-167. 33. En 1760 no había en la ciudad más que cinco embarcaciones para la navegación del río, que luego aumentaron cuando el tráfico se hizo más interesante y regular. En Maeder, Ernesto, “La ciudad de Corrientes descripta por viajeros y cronistas entre 1750 y 1828”, Nordeste. Revista de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Nordeste, n°1, Diciembre de 1960, p. 85. 34. Señalamos en cita 23 los autores que han trabajado con esta visita. 35. En diversas oportunidades se realiza la referencia a que no se sientan presionados. ABNB, 1653, 7, f. 1-2. 36. En visitas anteriores realizadas a la región en el mismo siglo, como la realizada por el gobernador Góngora (1622) o Dávila Enríquez (1635), sólo se presentan datos muy generalizados y no se responde a esta estructura. 37. En visitas posteriores sobre todo en las del siglo XVIII, se observa sólo el registro de los varones tributarios y preguntas generales sobre el tratamiento. No se individualizan los casos problemáticos ni se presentan descargos, ni multas. De dicho siglo se conocen las visitas de 1769, 1772, 1782, 1785, 1789 y 1795, todas ellas se encuentran en el Archivo General de la Provincia de Corrientes (AGPC), Documentos de Gobierno (DG), (1766), 18 (1771-1773), 24 (1782-1783), 26 (1785), 29 (1789) y 33 (1794-1795). 38. Sirve aquí de referencia el estudio de Castro Olañeta, Isabel, “Coyuntura, adaptación y resistencia: actores indígenas y justicia colonial. La participación de los indios del pueblo de Quilino en el espacio de la justicia (Córdoba, 1620)”, Cuadernos de Historia, Serie Economía y Sociedad, n°6, CIFFyH, Universidad Nacional de Córdoba, 2004, p. 71-100. 39. Son muy comunes en las sesiones del cabildo las concesiones de permisos para utilizar indios en diversas tareas: refacciones de casas en la ciudad, construcciones, trabajo en las cosechas o recogida de animales cimarrones. En 1664 el cabildo de Corrientes, en sesión del cabildo se lee: “(…) se mande venir (…) yndios (…) para el abasto desta República y el común de los pobres con cargo que se le pagará a cada yndio dos baras de lienso a 2 pesos en lo que el yndio se contentará”, Academia Nacional de la Historia, Actas capitulares de Corrientes, Tomo III (1659-1666), Ricardo Levene, introducción de Hernán F. Gómez, Buenos Aires, 1942, p. 371-372. 40. Una serie de autores contribuyen a partir de sus postulados teóricos a contextualizar este proceso. Tomás y Valiente, Francisco, El derecho penal de la monarquía absoluta (siglos XVI, XVII y XVIII), Tecnos, Madrid, 1969; Hespanha, Antonio, “De la Justicia a la Disciplina. Texto, poder y política penal en el Antiguo Régimen”, Anuario del Derecho Español, Madrid, 1987; Herzog, Tamar, La administración como un fenómeno social: la justicia penal de la ciudad de Quito (1650-1750), Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1995.

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41. Tau Anzoátegui, Víctor, El poder de la costumbre. Estudios sobre el Derecho consuetudinario en América hispana hasta la emancipación, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, Buenos Aires, 2001, p. 46. Herzog, T., Ritos de control, Op. Cit., p. 5. 42. ABNB, EC, 1653, 7, f. 3, Visita al capitán Pedro Gómez de Aguiar. 43. ABNB, EC, 1653, 7, f. 3, Visita de Pedro Gómez de Aguiar. Visita a Sebastián de Acuña, f. 5. Visita a Nicolás de Villanueva, f. 6. Visita a Mateo González de Santa Cruz, f. 7. Visita a Florián de Ortiz, foja s/n. 44. ABNB, EC, 1653, 7, Visita a Mateo González de Santa Cruz, f. 7. 45. ABNB, EC, 1653, 7, Visita a Francisco García de Acuña, f. 2. Visita a Ana de Meza, f. 4. 46. ABNB, EC, 1653, 7, Visita a Ana de Meza, f. 4. 47. ABNB, EC, 1653, 7. En algunos testimonios de los encomenderos se describe la situación de pobreza en la que viven. Visita a Ana de Mesa, f. 4. Visita a Florián de Ortiz, foja s/n. 48. ABNB, EC, 1653, 7, Visita a Sebastián de Acuña, f. 5. Visita a Juan Bravo, f. 1. 49. ABNB, EC, 1653, 7, Visita a Florián de Ortiz, foja s/n. 50. ABNB, EC, 1653, 7, Visita a Ana de Meza, f. 4. 51. ABNB, EC, 1653, 7, Visita a Francisco Ramírez, foja s/n. 52. ABNB, EC, 1653, 7, Visita al Capitán Nicolás de Villanueva, foja 6. 53. Hespanha, Antonio, La Gracia del Derecho. Economía de la cultura de la Edad Moderna, Madrid, 1993. 54. Boixadós, Roxana, “La visita de Luján de Vargas a las encomiendas riojanas (1693). Comentarios, notas y lecturas posibles”, en Boixadós, Roxana & Zanolli, Carlos Eduardo, La visita de Luján de Vargas a las encomiendas de La Rioja y Jujuy (1693-1694), estudios preliminares y fuentes, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, Quilmes, 2003, p. 25. 55. Blas Cobos de Arce era oriundo de la despoblada Concepción del Bermejo. Estaba casado con Francisca de Rojas, descendiente de beneméritos, según descripción que realiza el mismo Blas Cobos en uno de los documentos, presentado para el pleito. Era poseedor en la misma época de una encomienda en el pueblo de Santiago Sánchez. 56. De acuerdo al testimonio de Blas Cobos de Arce, esta encomienda en disputa perteneció al vecino Juan de Lencinas, que había muerto en el año 1647, y por esa causa se llamó a concurso de vacantes a beneméritos y descendientes, del que salió electo para poseerla. Su administración duró cinco años, cuando según su testimonio Mateo González de Santa Cruz, por su amistad con el Teniente de Gobernador de Corrientes Pedro Arias Gaitán se apropió de la misma. Por su parte González de Santa Cruz alegaba poseer la encomienda otorgada por el gobernador con todos los requisitos, de acuerdo a las cédulas reales despachadas por la corona. Además explicaba que la demanda por esta encomienda ya había comenzado en vida de Juan de Lencinas con quien había iniciado el pleito en Buenos Aires, finalmente se le concedió a este último la tenencia de los indios. A la muerte de Juan Lencinas inició nuevamente la solicitud por creerse con derechos y según su testimonio se le adjudicó la encomienda, pero al ausentarse por un tiempo en el Paraguay, de regreso encontró sus indios en poder de Blas Cobos de Arce. 57. El pleito que se refleja en la documentación merece un estudio individual, las diferentes instancias seguidas por ambos encomenderos presentan información muy interesante. 58. ANH, Actas capitulares, Tomo II, p. 309. 59. ABNB, EC, 1653, 16, f. 1, Visita de Santiago Sánchez. 60. Visita a la encomienda de Gabriel López de Arriola, ABNB, EC, 1653, 16, foja s/n. 61. ABNB, EC, 1653, 7, Visita de Pedro Gómez de Aguiar, foja s/n. 62. En la visita que realiza Garabito de León a las encomiendas del Paraguay se puede corroborar la presencia de corregidores. ABNB, EC, 1651, 10. No se ha identificado en esta región la figura del poblero como en el Tucumán.

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63. Este corregidor había sido nombrado por el gobernador Jacinto de Láriz. ABNB, EC, 1653, 29, Visita a Santa Lucía, foja s/n. 64. ABNB, EC, 1653, 29, Visita al pueblo de Santa Lucía, foja s/n. 65. Se hace referencia específicamente a la cuestión de la agricultura, debido a que estos pueblos son cazadores-recolectores. Visita a Santiago Sánchez, ABNB, EC, 1653, 16, f. 1. 66. Visita a Santiago Sánchez, ABNB, EC, 1653, 16. 67. En visitas realizadas a los pueblos de Tucumán se encontraron también este tipo de referencias por parte de los encomenderos hacia sus encomendados. Boixadós, Roxana, “Los pueblos de indios de La Rioja Colonial. Tierra, trabajo y Tributo en el siglo XVII”, en Judith Farberman & Raquel Gil Montero (comps.), Op. Cit., p. 47. 68. ANH, Actas Capitulares, 1695, p. 231. 69. ABNB, EC, 1653, 7, Visita al capitán Francisco Gómez de Aguiar, foja s/n. 70. ABNB, EC, 1653, 11, Manifestación que hizo Diego Rodríguez, foja s/n. 71. ABNB, EC, 1653, 11, Visita del Padre Luis Arias que en su nombre hizo Pedro Pérez de Castro, foja s/n. 72. ABNB, EC, 1650, 11, Visita a Jerónimo de Montenegro, foja s/n. 73. Mantilla, Manuel, Crónica histórica de la provincia de Corrientes, Tomo I, Buenos Aires, 1929, p. 76. 74. Los portugueses, en este período se vieron afectados por los acontecimientos desarrollados en la península a causa de la guerra entre España y Portugal. El Gobernador Jerónimo Luis de Cabrera en 1643 ordenó el registro y desarme de todos los portugueses, que en ese momento sumaban unos quince en Corrientes. Con estas medidas fueron perjudicados algunos vecinos de gran participación y relevancia como Manuel Cabral de Alpoin, teniente de gobernador y fundador de los pueblos de indios, entre otras actividades desarrolladas. 75. En el caso específico de esta inspección el oidor se trasladó personalmente y realizó el control pueblo por pueblo. Su visita en el Paraguay, por ejemplo tiene otras características, delegó la visita en otros funcionarios, aspecto que influyó en el tipo de información que se recogió. ABNB, EC, 1651, 10, Visita a Ipané, Guarambaré, Atirá, Arecaya, Terecañí, Ybirapariyará. 76. ANH, Actas Capitulares, Tomo II, p. 342-34. ABNB, EC, 1653, 16-29, Visita a Santa Lucía, foja s/ n. 77. No sucedió lo mismo en el caso de la visita a los pueblos de Paraguay, en los que quedan sin resolver reclamos y situaciones que se plantean en el proceso. 78. De León Garabito, se presentó en Buenos Aires, durante el gobierno de Dávila Enríquez, para realizar el juicio de residencia al gobernador Céspedes, funcionario que había participado en el problema del contrabando, circunstancia que había dividido en dos bandos a Buenos Aires. Se lo designó visitador de la Real Audiencia y Juez de Residencia, por Real Cédula del 2 de Mayo de 1630, con específicas funciones de tomar declaraciones al saliente gobernador, y actuar contra Diego de Vega y Juan de Vergara, en un proceso seguido por Hernandarias. El visitador tuvo serios problemas con Dávila, quien no tomó de la mejor manera este nombramiento y mucho menos la función que venía a desempeñar. Las disensiones se fueron acentuando por las intervenciones de Garabito en las cuestiones del gobierno. El gobernador Dávila acabó remitiendo en calidad de prisionero al comisionado a España, sin tomar en cuenta la apelación que el imputado había interpuesto ante la Real Audiencia de Charcas. La orden de libertad dictada por esta última llegó el 28 de Diciembre de 1634, cuando el visitador ya estaba en camino a la metrópoli. Desconocemos la fecha de su regreso a territorio americano; en esta segunda etapa desempeñó el cargo de oidor de la audiencia de Panamá y luego de Charcas. Cumpliendo la función de oidor, fue designado visitador y gobernador interino del Paraguay, por provisión fechada en Lima, el 26 de octubre de 1649. Asumió el 10 de Octubre de 1650.

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79. El proceso en detalle se puede consultar en Velázquez, Rafael Eladio, Elección de Fray Bernardino Cárdenas en 1649, Asunción, Separata de Historia Paraguaya, Anuario de la Academia Paraguaya de la Historia, 1973, 41 p.; Avellaneda, Mercedes, “Estrategias del Conflicto Cárdenas- Jesuitas por el control de las reducciones en el Paraguay”, en Negro, Sandra & Marzal, Manuel (coords.), Un reino en la frontera, Las Misiones Jesuíticas en la América Colonial, Pontificia Universidad Católica del Perú, Abya-Yala, 2000, p. 73-94; Salinas, María Laura, “El obispo Cárdenas y los Jesuitas de Asunción según la mirada franciscana”, Resistencia, Revista de la Junta de Estudios Históricos del Chaco, nº4, 2008, p. 21-48. 80. Alexandre Coello de la Rosa ha trabajado los vínculos familiares e ideológicos entre el poderoso clan de León Garabito y los jesuitas para la consolidación de la nueva aristocracia criolla en el Perú, interesándose particularmente por los procesos de clientelismo y patronazgo que se desarrollaron alrededor de la Compañía de Jesús. Para ello se centró en la familia de León Garabito para explicar la evolución histórica del criollismo peruano en el setecientos. Por tal razón creemos interesante tener en cuenta a la familia y su posicionamiento para entender mejor la carrera de este oficial y sus diferentes acciones. Coello de la Rosa, Alexandre, “Criollismo, redes clientelares y la Compañía de Jesús: la familia Garabito-Illescas en el Perú virreinal (siglo XVII)”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Coloquios, 2008, disponible en . 81. Avellaneda, Mercedes, “Estrategias del Conflicto Cárdenas-Jesuitas”, Op. Cit., p. 88.

RESÚMENES

Tomando como referencia principal la visita del oidor Andrés Garabito de León a mediados del siglo XVII, se caracteriza a las encomiendas de la ciudad de Corrientes y a algunos de los pueblos de indios pertenecientes a su jurisdicción, resaltando la administración de justicia al interior de dichos poblados. Se indagan los vínculos entre los actores que conformaron el universo de los pueblos de indios, reflexionando sobre la forma en que el visitador actuó frente a irregularidades detectadas en los pueblos durante la visita, y el conjunto de autoridades que aparecen como agentes de control sobre la población encomendada. Los contactos con Paraguay son permanentes, de allí que algunos ejemplos son aplicables a toda la región.

This paper describes the encomiendas and the justice administration system in mid-XVIIth century River Plate, taking as its main source the documents produced by the visit of the judge Andrés Garabito de León to the city of Corrientes and to several indigenous towns in its surroundings. The paper analyses the relationships between different actors in indigenous towns. It especially focuses on how the judge Garabito de León acted when confronted to the irregularities he detected in these towns, and to the role of the authorities in charge of controlling the Indians subjected to the encomienda. Considering the permanent contact of Corrientes with Paraguay, some of the examples analysed here are applicable to the whole River Plate region.

S’appuyant principalement sur la visite du magistrat Andrés Garabito de León au milieu du XVIIe siècle, cet article s’intéresse aux encomiendas de la ville de Corrientes et à certains villages d’Indiens de sa juridiction, et en particulier à l’administration de la justice au sein de ces localités. On recherche les liens existants entre les acteurs du monde villageois, tout en

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s’interrogeant sur les réactions du juge face aux irrégularités détectées pendant la visite ainsi que sur l’ensemble des autorités qui apparaissent comme agents de contrôle de la population de l’encomienda. Les contacts avec le Paraguay sont permanents, de sorte que quelques exemples sont généralisables à toute la région.

ÍNDICE

Palabras claves: visitas, siglo XVII, Corrientes, Río de la Plata, encomienda Keywords: judicial visits, XVIIth century, Corrientes, River Plate, encomienda Mots-clés: visites, XVIIe siècle, Corrientes, Rio de La Plata, encomienda

AUTOR

MARÍA LAURA SALINAS

Doctora en Historia (Universidad P. de Olavide, Sevilla). Docente e Investigadora adjunta, CONICET- Universidad Nacional del Nordeste, Argentina. [email protected]

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La memoria del agravio en los indígenas según la visita de Herrera Campuzano a la gobernación de Antioquia (1614-1616) Indigenous People’s Memories of Grievances: The Visit of Francisco Herrera Campuzano to the Governorship of Antioquia, 1614-1616 La mémoire du préjudice des Indiens selon la visite de Herrera Campuzano dans le Gouvernement d’Antioche, 1614-1616

Luis Miguel Córdoba Ochoa

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 21 de junio de 2014 / Aceptado: 15 de septiembre de 2014

Introducción

1 Las visitas de indios1, que por orden de la corona o de las reales audiencias realizaron los oidores a las comunidades indígenas de las diferentes gobernaciones o corregimientos de los territorios americanos desde mediados del siglo XVI, proporcionan ricas informaciones sobre aspectos productivos, demográficos, étnicos o culturales y han sido aprovechadas para documentar las tasas de decrecimiento poblacional, las características de la producción minera, las costumbres nativas, las prácticas de evangelización o problemas vinculados con la etnohistoria2. Las visitas tenían un amplio número de objetivos, siendo uno de los más evidentes determinar el número de indígenas tributarios en cada gobernación o corregimiento con el fin de asignarles los tributos que deberían entregar. Otro de los encargos que recibían los oidores que realizaban las visitas era limitar los abusos de los encomenderos,

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especialmente en gobernaciones retiradas y acerca de las cuales llegaban a las audiencias y al Consejo de Indias reiteradas denuncias sobre los excesos de los encomenderos y de sus agentes en las minas. Siendo ello así, en el contexto de la política de la corona para disminuir el poder de los encomenderos en las últimas décadas del siglo XVI un camino era demostrar sus excesos y por ello los autos de las visitas registraron las declaraciones que se les tomaron a los nativos acerca de los tratos recibidos de los encomenderos, de los mineros y de los curas doctrineros.

2 Las visitas de indios ofrecen testimonios tomados principalmente de los nativos. Estos testimonios, que fueron registrados como resultado de una práctica jurídica hispánica en los territorios americanos, presentan una notoria complejidad en cuanto a la naturaleza de las informaciones que ofrecen. La razón fue que los recuerdos de los indígenas acerca de los abusos cometidos con ellos, y que se trasmitían de forma oral, fueran transformados en ordenadas declaraciones ante los jueces visitadores que inquirían en sus interrogatorios acerca de los posibles delitos y excesos cometidos por encomenderos, mineros y curas doctrineros en su trato con los nativos. En el caso de regiones mineras marcadas por el ritmo vertiginoso de la producción de metales preciosos, las visitas de indios ofrecen las declaraciones de individuos que evocan cómo la violencia española afectó sus propias vidas pero hubo casos en los que los nativos utilizaron la escritura de origen europeo para exponer en amplios lienzos narrativos las memorias de la destrucción de sus comunidades y no sólo de sus vidas. En estos excepcionales casos los conocimientos orales se llevaron al papel para denunciar cataclismos de dimensiones continentales, tal como lo hicieron los caciques mayas al escribir en su lengua a Felipe II, Guamán Poma de Ayala al escribir su extenso memorial sobre el mal gobierno del Perú o Titu Cusi al narrar la historia de los Incas3.

3 Se ha objetado que los testimonios de las visitas no fueron espontáneos ni voluntarios, que se dieron a instancias de las pesquisas adelantadas por los oidores y que el contenido de los mismos pudo resultar afectado por el temor que inspiraban los encomenderos y su capacidad de retaliación ante las denuncias en su contra en cuanto se marcharan los oidores que realizaban las visitas. Sin embargo, ¿cómo desestimar cientos y cientos de páginas de testimonios nativos bajo el argumento de que no es su voz la que escuchamos? Lo que muestran los autos de las visitas es que numerosos indígenas de ambos sexos vencieron el temor ante sus encomenderos y encontraron la forma de adaptarse a los protocolos judiciales españoles para dejar vívidos testimonios de los abusos de los cuales fueron víctimas4. Bien sea que leamos las declaraciones de los testigos indígenas que se interrogan en las visitas o testimonios como los de Titu Cusi, aunque ellos se hayan producido en un contexto de subyugación por parte de los españoles, proporcionan valiosas claves acerca de la forma como los nativos entendieron y sufrieron la dominación peninsular5.

4 En casos como el que se analizará, el núcleo de sus informaciones de las visitas gira en torno a los abusos de los españoles, tal como los narraban los nativos americanos, pues los interrogatorios con los que se les pidieron sus testimonios estaban centrados en dichos maltratos. En este artículo buscaré estudiar cómo en la gobernación de Antioquia, una rica provincia aurífera de la Audiencia de Santa Fe – hoy Bogotá – los indígenas evocaron ante los jueces visitadores dichos abusos para mostrar que los interrogatorios a los que respondían les abrían un espacio para ofrecer complejas explicaciones sobre el impacto de los españoles en sus culturas. Igualmente me referiré a los recursos mediante los cuales los indígenas más familiarizados con el mundo

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hispánico supieron seleccionar con destreza sus respuestas para desnudar la amplia gama de abusos que afectaban sus comunidades.

Mapa 1. “Ciudades del Nuevo Reino de Granada. 1600”

1. La audiencia de Santa Fe y la explotación aurífera en el siglo XVI

5 En las audiencias en las cuales la producción aurífera fue la base de sus economías, más que la producción agrícola, las exigencias laborales impuestas por los españoles para demandar la entrega de oro llevaron a notorios abusos y a la práctica de la violencia, como una forma regular de ejercer presión para forzar la extracción del metal precioso. Este fue el caso de amplias regiones de los valles interandinos del actual territorio de Colombia. Las prolijas informaciones de las visitas que se realizaron desde la década de 1550 sirven tanto para documentar los métodos mediante los cuales los españoles practicaban sus abusos como para estudiar cómo los nativos los pudieron expresar y los cambios que tuvieron que asimilar para hacerlo encuadrados en los parámetros judiciales de las visitas.

6 Son conocidas las precauciones para tomar las declaraciones de los indígenas como las voces incontaminadas de las víctimas pues se ha señalado que tales testimonios estuvieron afectados por las preguntas de los visitadores y por las ideas que en contra de los encomenderos y mineros expresó el clero imbuido por el humanismo erasmista y por las doctrinas de fray Bartolomé de las Casas.

7 Entendiendo que tendrían que existir importantes diferencias entre las formas como los indígenas hablaban entre ellos mismos acerca de la violencia española y la forma como lo hacían frente a los oficiales españoles, creo que sus testimonios procedentes de

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las visitas son valiosos, entre otras razones, justamente porque nos sitúan ante un problema cultural que es el que deben afrontar quienes expresan los abusos sufridos en las propias condiciones que imponen sus dominadores. Invalidar sus testimonios bajo el argumento de que en ellos no se expresan con voz propia sería desconocer el extraordinario reto cultural que significa vencer el temor a los jueces y al poder de los encomenderos para buscar justicia en un ambiente jurídico creado por el grupo opresor. Cada línea de testimonios nativos copiados por un escribano español es un triunfo del declarante sobre el miedo que le imponían sus encomenderos y sobre el olvido que se cernía en torno a sus abusos.

8 Desde las primeras incursiones españolas en el actual territorio de Colombia fue evidente que sus comunidades indígenas tenían una rica producción aurífera que provenía especialmente de las cuencas cálidas de los ríos Cauca, Magdalena o Atrato y de sus afluentes. El oro que terminaba transformado en adornos corporales, en figuras votivas, en recipientes y utensilios, era extraído de las ricas arenas auríferas de las fuentes de agua de las zonas cálidas interandinas. La ocupación del territorio colombiano se dio desde tres frentes diferentes. En 1536 Gonzalo Jiménez de Quesada partió hacia el sur desde la ciudad caribeña de Santa Marta, que había sido fundada en 1524 por Rodrigo de Bastidas, siguiendo un curso paralelo al río Magdalena. Esta expedición concluyó en la sabana de Bogotá en donde Jiménez fundó en 1538 la ciudad de Santa Fe en territorio de los muiscas. De forma casi sincrónica llegaron a la sabana las expediciones que dirigía desde Quito Sebastián de Belalcázar, lugarteniente de Francisco Pizarro, y la que estaba al mando de Nicolás de Federmán, procedente de los llanos de Venezuela. La expedición de Jiménez de Quesada llevó a las fundaciones de ciudades como Tunja y Vélez, además de Santa Fe, que se convirtió en la capital de la gobernación del Nuevo Reino de Granada, en la cordillera oriental.

9 En el occidente y sobre la cuenca del río Cauca se fundaron las ciudades de Popayán, Cali, Cartago, Anserma y Antioquia y la villa de Santa Fe de Antioquia. En el sur se fundó la ciudad de Pasto que servía de conexión con Quito. Estas ciudades del occidente quedaron sujetas a la gobernación de Popayán y la economía de ellas se sustentó especialmente en el cobro de oro a comunidades que desde la época prehispánica lo extraían de los ricos veneros auríferos del río Cauca y de sus tributarios6. Esta exigencia de oro se caracterizó por la violencia irrefrenable que regulaba las relaciones entre indígenas y españoles y cuya denuncia por oficiales o por obispos como Juan del Valle dio lugar a largos y álgidos enfrentamientos entre los encomenderos y la Iglesia7. Una de las razones para justificar la violencia en las zonas auríferas de tierra caliente fue que se acusó a los nativos que ocupaban dichos territorios de ser caníbales y que por lo tanto podrían ser esclavizados. La natural resistencia que estos grupos presentaron a la dominación española dio más argumentos a los peninsulares para actuar violentamente en su contra. En las gobernaciones ricas en minería como Antioquia o Popayán el maltrato de los españoles no fue impedido por los oficiales al servicio de la corona pues a excepción de una temprana visita que realizó el oidor Tomás López Medel a algunas de las poblaciones de Popayán en la década de 1550, estas gobernaciones no fueron visitadas en lo restante del XVI8. Como consecuencia de ello los encomenderos y mineros de estas gobernaciones forzaron a los indígenas a prestar servicios personales en muy diversas y lesivas formas sin que ello fuera impedido a pesar de las inútiles leyes en las que se ordenaba prohibir esta forma de trabajo.

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10 El trabajo en ríos y quebradas para sacar oro era una práctica prehispánica pero los españoles impusieron jornadas letales a indígenas a los que dejaban poco tiempo para sembrar sus propios cultivos y a los que obligaron a desplazarse a lugares que distaban varios días de sus sitios de vivienda. A los ritmos extenuantes de trabajo, a la mala alimentación y al traslado a zonas con climas diferentes se agregó una violencia cotidiana que dominaba las relaciones entre españoles e indígenas en las cuencas mineras. Como consecuencia de lo anterior y de las epidemias de origen europeo que afectaron los nativos, su población disminuyó dramáticamente en unos pocos años y para suplir su trabajo las ciudades que vivían del trabajo en las minas comenzaron a comprar esclavos africanos9.

11 A pesar que en la segunda mitad del siglo XVI se realizaron visitas de la tierra en áreas de la sabana de Bogotá, o en el Magdalena, ninguna de ellas se llevó a cabo en la gobernación de Antioquia, creada al segregar de la gobernación de Popayán sus territorios más septentrionales10. En esta gobernación, la proximidad de las cordilleras occidental y central obligan al río Cauca a correr de sur a norte en un estrecho cañón, en el que desembocan sus tributarios ricos en arenas auríferas arrastradas desde ambas cordilleras. La capital de la gobernación fue la ciudad de Santa Fe de Antioquia, fundada en 1546 y ella prosperó gracias al oro que se extrajo en el río Cauca y en la mina de Buriticá, ubicada en la cordillera occidental y que ya era explotada en la época prehispánica. La creación de dos nuevos centros mineros, Cáceres en 1576 y de Zaragoza en 1581, fundados por el gobernador Gaspar de Rodas, incrementaron significativamente la producción aurífera al tiempo que renovaron los ciclos de violencia a los que se vieron sometidos los indígenas que servían a los mineros en estas ciudades.

2. La visita del oidor Francisco Herrera Campuzano a la gobernación de Antioquia, 1614-1616

12 Las noticias sobre los abusos de los encomenderos en la gobernación de Antioquia eran bien conocidas en la Audiencia de Santa Fe, pero aun así no se visitó en el siglo XVI. Sólo a fines de 1613 la Audiencia envió a la gobernación de Antioquia al oidor Francisco de Herrera Campuzano para ejecutar la mortuoria de Domingo de Alzate, minero que al morir sin testar era propietario de 300 esclavos africanos en la ciudad de Zaragoza. La presencia del oidor en Antioquia fue aprovechada por la Audiencia para ordenarle que realizase una prolija visita a la gobernación para quitar los servicios personales a los indígenas a cambio de asignarles tributos fijos que él debía tasar. También tendría que indagar acerca de los abusos cometidos por los españoles y evaluar el trato y la efectividad de la actividad evangelizadora de los curas doctrineros11.

13 Cuando un oidor comenzaba una visita se desplegaba una serie de rituales que ayudaban a marcar la importancia de dicho procedimiento, como una misa que daba inicio a la visita y la lectura de una plática en la que se informaba a los nativos el propósito de la misma12. Los términos en los que se expresaba el oidor en estas pláticas debían resultar por lo menos sorprendentes para indígenas que nunca habían sido visitados por un oidor y que se enteraban que este oficial había venido con poderes judiciales para averiguar los delitos cometidos con ellos. Por ejemplo, cuando el oidor Herrera Campuzano expuso las razones de la visita en la ciudad de Cáceres les explicó a los nativos que el rey lo había enviado para

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“ber y bisitar y para saber como eran enseñados en las cosas y misterios de nuestra santa fee católica y si eran bien tratados o si abianrresebido algunos agrabios o si les abian quitado sus mujeres sus hijos o hijas y hasiendas o echoles algunas otras molestias y bejaciones y que de todo haría cumplida satisfacción y castigaría a los que les ubiesen fecho”13.

14 Sólo de manera excepcional los indígenas habían visto que la violencia practicada con ellos era reprimida por algún alcalde pero saber que el oidor tenía poderes para castigar aun a los encomenderos más poderosos debió causar un gran impacto y provocar tantas expectativas como prevenciones.

15 Una vez que se daba a conocer la plática el visitador procedía a hacer un listado y una descripción de los indígenas de las encomiendas que iba visitando en las diferentes ciudades de la gobernación anotando sus nombres y edades. Después les daba a conocer un interrogatorio que podía tener variaciones a lo largo de la visita y que era de unas veinte preguntas con las que tomaba testimonio secreto de los indígenas. En algunos casos el oidor tenía que acudir a intérpretes nativos pues los interrogados no entendían el castellano14.

16 Las preguntas que se le formulaban a cada indígena y que los primeros testigos darían a conocer a quienes serían interrogados más adelante, abrían ante ellos un amplio e impredecible espacio en el que a medida que construían las respuestas estas crecían en extensión y complejidad en cuanto los recuerdos comenzaban a aflorar. Algunas preguntas suscitaron respuestas tan ricas y complejas que era como si los nativos hubieran estado esperándolas por décadas para hablar sin pausa sobre los vejámenes sufridos y para recordar los nombres de quienes habían muerto como resultado de los abusos peninsulares.

17 Inicialmente a los nativos se les preguntaba sobre el número de individuos de ambos sexos de su encomienda, sobre los lugares en que estaban asentados antiguamente y sobre las condiciones de vida que tenían en los nuevos asientos, si es que se habían mudado o habían sido forzados a mudarse por los españoles. Al examinar su grado de evangelización se les preguntaba si perseveran en sus antiguas creencias, si estaban bautizados, si los curas doctrineros tenían cuidado en bautizar a los niños y en administrarles los sacramentos, casándolos y confesándolos, y si les cobraban por ello. Pero una vez que les preguntaban por los asuntos de la religión el oidor les preguntaba si los curas les hacían malos tratamientos como ponerlos en prisiones o exigirles cargas elevadas de bienes. Revisados los comportamientos del clero, en el caso de la visita a Antioquia, el oidor continuaba con las preguntas que indagaban sobre los presuntos abusos de los encomenderos. El carácter directo de las preguntas hacia evidente el deseo de corregir los abusos de los encomenderos y ellas ayudaban a trazar las líneas en las que se daban las respuestas. Se preguntaba si, “los dichos yndios an sido maltratados heridos muertos apaleados o azotados y cargados de los dichos sus encomenderos administradores o de otras cualesquier personas declaren en particular de quien si les an quitados sus hijas y mugeres para aprovecharse dellas carnalmente o les an quitado sus bienes por fuerza o contra su voluntad y con rrescates y otros engaños y si les an quitado sus tierras y asientos para estancias y sementeras si se sirven en sus cassas los dichos sus encomenderos de algunos yndios o yndias contra su voluntad y sin pagarles o si se les debe alguna cossa de sus travajos del dicho servicios en otra manera”15.

18 A esta primera pregunta sobre el trato dado por los encomenderos seguía otra en la que se preguntaba si los indígenas habían sido sacados de sus asentamientos primitivos y si

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como consecuencia de ello y del traslado a regiones con climas diferentes al suyo se habían producido muertes. A continuación, se averiguaba si los encomenderos los habían hecho trabajar a la fuerza en rozas y en las minas de oro. Como se verá, las preguntas ofrecían caminos que los indígenas no desperdiciaron, pues se preguntaba, por ejemplo, que si los encomenderos habían estado “sirviéndose dellos ordinariamente como de esclavos”16.

19 Algunas preguntas dieron lugar a extensos testimonios como una en la que les preguntaban por los tributos que pagaban y en la que se indagaba si como consecuencia de los excesivos trabajos que debían realizar para entregarlos tenían dificultades para atender sus propios cultivos. El oidor también buscó indagar si las indígenas habían sido forzadas por mayordomos y administradores de los mineros y encomenderos a servir en las casas de estos contra sus voluntades y si recibían algún pago a cambio de sus trabajos. Herrera Campuzano extendió su pesquisa a la conducta de los agentes de los encomenderos y mineros y preguntó si habían recibido algunos “daños y malos tratamientos y los an maltratado y erido o muerto y quitadoles sus mujeres e hijos o aya alguna persona entrellos español mestizo mulato o negro que les haga malos tratamientos o biva entre ellos”17.

20 Casi al terminar los interrogatorios se averiguaba si las justicias locales habían amparado a los indígenas de los malos tratamientos recibidos de los encomenderos cuando así lo habían demandado, si éstos los habían defendido del daño que les hacían otras personas y si los habían curado al enfermar. Aún más, les preguntaban si los encomenderos habían procurado que fueran bien doctrinados y “tratados como personas libres que son”18. Por último, les preguntaban a los indígenas si se habían enterado que los encomenderos, los mineros y sus administradores hubieran proferido amenazas en contra de los nativos que se hubieran quejado ante el visitador de los maltratos recibidos.

3. La memoria de los abusos en las minas

21 La cualidad plástica de la memoria, esa capacidad para recordar o para reinventar el pasado la constituye en un material notoriamente complejo. En el caso de las comunidades indígenas americanas una de las primeras víctimas de la conquista fue la memoria étnica de los grupos que resultaron más expuestos a la violencia española19. En su notable libro sobre la memoria mexicana, Enrique Florescano señala como una consecuencia de la conquista fue la “destrucción del sistema estatal que recogía y ordenaba el pasado para luego actualizarlo en el presente poniendo en juego todos los recursos creados por esas culturas para evocarlo como tradición viva y actuante”20. En las violentas décadas iniciales de la conquista se produjo la muerte de numerosos miembros de las elites nativas, cuyos conocimientos y memoria allí donde tenían escritura se podían extender ampliamente en el tiempo, como fue el caso de mayas y aztecas. Sin estas elites sus conocimientos cada vez se erosionaron más y por ello Florescano señaló que la pulverización de la memoria étnica asociada a las elites o a los grandes señores dio lugar a las memorias de alcance reducido pues la memoria de los sobrevivientes se concentró en recordar los acontecimientos locales y que los grandes relatos de las dinastías étnicas resultaron cada vez más opacos21.

22 La visita a Antioquia mostró unas memorias traumatizadas en las que el recuerdo sobre los caciques que gobernaban en tiempos pasados era tenue, pero no así los recuerdos

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personales sobre los abusos sufridos por los indígenas. Eran los dolorosos recuerdos de sociedades desgarradas y en las que la idea misma de comunidad parecía desdibujarse ante las movilizaciones, los servicios personales, las fugas y las muertes. No obstante, y pese a los traumatismos sufridos durante el periodo hispánico y el republicano por las comunidades indígenas, algunas han reelaborado sus recuerdos para ofrecer interpretaciones del pasado que sirven como herramientas de resistencia hoy en día y que crean atributos de identidad22.

23 Al realizarse las pesquisas de la visita los testigos eran interrogados individualmente y las respuestas debían ser secretas. Para los indígenas sería un difícil reto sentirse con libertad de hablar frente al oidor y sus oficiales. En primer lugar, el acto de responder a un largo cuestionario implicó el desafío de sintetizar las vidas de ultraje y violencia en recuerdos ordenados de tal forma que pudieran ser expresados como secuencias narrativas que se ajustasen al protocolo de información solicitado por los españoles. El contraste entre el poco tiempo para ordenar los recuerdos y la complejidad y riqueza de las respuestas podría explicarse porque para algunos de los testigos dichos recuerdos y vivencias debían ser objeto de atención permanente y al ser interrogados la respuesta se producía casi como un relato memorizado que podría haber sido repetido una y otra vez entre las comunidades. Las respuestas nos ofrecen un amplio panorama tanto sobre el recuerdo y el olvido entre los indígenas, como sobre sus vidas cotidianas al servicio de los españoles y sobre el trato que recibían de estos23. La mayoría de los indígenas interrogados fueron identificados como ladinos y cristianos que declararon en castellano y cuyos testimonios muestran que tenían un claro sentido de las conductas que no eran correctas de acuerdo al sistema de valores de los españoles.

24 Como se ha visto, algunas de las preguntas propiciaban respuestas duras en contra de los encomenderos y con ellas se buscó determinar cuáles eran sus abusos. La secuencia de preguntas contribuyó, desde un punto de vista formal, para que los recuerdos de los nativos se ajustaran al relato ordenado que esperaban los oficiales españoles. Así, recuerdos personales comenzaran a ser ordenados en narraciones coherentes que si en principio aludían a las traumáticas experiencias individuales, luego se extendían a narraciones más amplias que incorporaban los daños recibidos por otros nativos.

25 El ambiente de autoridad creado por el oidor y el reconocimiento de su poder frente a los encomenderos pudo llevar a que algunos de los indígenas a los que interrogó encontraran la oportunidad de liberar su memoria para dar testimonio de los abusos cometidos en ellos y para hablar en nombre de otras víctimas de encomenderos y mineros. Tal parece que una vez narrado el primer episodio de malos tratos o de actos de sevicia, de los cuales había sido víctima el propio declarante, se desencadenaba una larga lista de recuerdos de episodios similares. Los recuerdos que se llevaban en la piel a raíz de las heridas y las cicatrices producidas por azotes y golpes dieron origen a los testimonios más vívidos y la lectura de estas declaraciones produce la impresión de que una vez que se enunciaba, a veces después de muchos años, un caso de azotes o de golpes, se daba una liberación en el flujo de los recuerdos y que un recuerdo llamaba a otro y este a otros más, con lo cual lo que en principio tenía las apariencias de ser una declaración escueta, lentamente adquiría la forma de un doloroso inventario de abusos que abarcaban desde los azotes hasta los homicidios por castigos físicos.

26 Un ejemplo de este tipo de declaraciones fue la de Hernando Oquiba, indio ladino de la encomienda de Martin Duran, y que servía en las minas de la ciudad de Cáceres. Esta ciudad, fundada cerca del río Cauca en 1576, debía casi todo su sustento al oro que

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proporcionaba el trabajo en las minas, a las cuales se accedía con dificultad por empinadas cuestas. Al responder acerca de los abusos, Hernando señaló que su encomendero no los había castigado pero que sí los hacía trabajar mucho. También señaló que los mineros a los que había encargado el encomendero el control de las minas los azotaban y golpeaban con frecuencia.

27 Hernando recordaba que el minero mestizo Francisco de Ribera golpeaba con un palo a los muchachos indígenas porque no iban a trabajar en la mina y que a él mismo le había dado diez golpes con un bordón en el cuerpo hasta que éste se quebró. Ahora bien, una vez recordó este hecho de carácter personal, Hernando continuó relatando la suerte de otros indígenas que como él sufrieron los ataques de los mineros. Señaló que otro indígena, llamado Lorenzo, fue amarrado y colgado de las manos por Francisco de Ribera para darle “más de treinta o quarenta azotes que le desollo el cuero y le salio mucha sangre y le lavo con orines y aji y después lo solto y el dicho castigo fue porque lo topo paseando y no trabaxaba en la mina”24.

28 La lista de quienes habían sido azotados continuó creciendo y Hernando señaló que igual suerte corrieron Gonzalo, Perico, Antonico y Andrés. Advirtió que otros más habían sido azotados pero que no se acordaba de sus nombres.

29 En ocasiones los recuerdos de los nativos parecían ser bastante precisos no sólo al nombrar quienes habían sido maltratados por los mineros o encomenderos sino que señalaban el número de azotes recibidos, las características de los látigos – si eran de cuero o de fibras vegetales –, su grosor, y si los latigazos se habían dado sobre la ropa o sobre la piel desnuda. En el caso de los golpes en la cabeza, los moxicones, los indígenas recordaban si estos se habían propinado con piedras, con palos, con las espadas o con los puños. Un recuerdo que parecía particularmente vivaz era el que los llevaba a evocar aquellos casos en los que los azotes o golpes eran tan repetidos o fuertes que producían efusión de sangre y gritos de dolor que comparaban con el llanto de los niños.

30 En algunos casos el elevado rango de los indígenas en sus comunidades parecía obligarlos a presentar testimonios especialmente detallados sobre los daños recibidos por los nativos bajo su gobierno. Tal fue el caso de Sebastián, un cacique de Penco, un repartimiento que caía bajo la encomienda de Antonio de Luna. Sebastián fue identificado como un indio ladino y cristiano, pues se le tomó juramento sobre la Biblia. Señaló que tenía unos treinta años y que “no a mentido ni le mueve passion ni enojo para decir lo que a declarado sino decir la verdad para que a sido llamado”25. Su condición de cacique lo obligó a conocer al detalle los malos tratos que recibían los indígenas de su repartimiento y no se contuvo al rendir su testimonio. Es lo que se colige de la respuesta que dio cuando se le pregunto que si los encomenderos o sus mayordomos golpeaban a los indios. Dijo que, “el dicho Antonio de Luna su encomendero a maltratado a algunos indios de su repartimiento y encomienda con açotes y heridas que les ha dado – como ha sido a Bartolome hermano de Geronimo le dio diez açotes con un freno el dicho Antonio de Luna en las espaldas quitada la camiseta estando en su estançia delante deste testigo y Pablos yndio deste repartimiento a ambos juntos les açoto con el freno y le dio seis açotes por caussa de que no trabajaban bien que etavan desherbando la roça del dicho encomendero y a los yndios desta encomyenda le açoto otra ves el dicho Antonio de Luna estando en la dicha estançia porque falto un dia de travajo de roçar como estaban trabajando los demás yndios en la roça del dicho encomendero y delante deste testigo le dio ocho açotes en las espaldas con las riendas del freno

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quitadas las camysseta y desnudo y otra ves el dicho Antonio de Luna açoto a Pedro Pilatos yndio de esta encomienda con las riendas del freno estando en su casa de el dicho yndio”26.

31 La capacidad para evocar pequeños detalles, frases y gestos nos habla de las capacidades para recordar y para narrar estos hechos en sujetos como el cacique Sebastián. En una ocasión mientras Gaspar de Luna, el hermano del encomendero, ordenaba la recolección de maíz para su hacienda le preguntó a uno de indígenas que lo recogían, Alonso, acerca las razones por las cuales el hijo de éste, Lorenzo, no ayudaba en la recolección. Cuando Alonso le respondió que lo había enviado a su casa porque ya había desherbado, fue agredido por Gaspar de Luna. Según la declaración de Sebastián, Gaspar de Luna le reclamó a Alonso por enviar a su hijo a descansar y “sin mas causa tomo un palo y le dio con dos palos a el dicho Alonso yndio que hera el palo el cabo de un machete de roçar con el qual cabo le dio y luego le dio de moxicones y de coxes y el dicho Alonso le dixo que porque le daba sin caussa que los palos eran para los animales y caballos que el era persona y no caballo que no le diesse de aquella manera y el dicho Gaspar de Luna le dixo que los garrotes heran para yndios y los barajones para muchachos y con estos golpes le quebró el braço ysquierdo a el dicho Alonso gañan por el molledo según señalo este testigo y que estuvo quebrado el guesso y se le yncho el braço”27.

32 Los recuerdos de los indígenas recreaban los diálogos sostenidos con quienes los maltrataban y en los que los primeros les recriminaban sus abusivas conductas. El mismo cacique Sebastián ofreció un escalofriante testimonio sobre más excesos practicados por su encomendero y sobre la forma en la que un núcleo familiar reaccionó a tales abusos. En su larga respuesta a la pregunta sobre los daños de los españoles y que parece haber rendido como si fuera un discurso aprendido en el que la estructura central del relato brillaba más por los pequeños detalles que la enriquecían, contó que el encomendero Antonio de Luna guardaba especial animadversión a un indígena llamado Pedro Pilatos después que este se había casado con Ana, una indígena que hasta su matrimonio trabajaba como cocinera en la casa de Luna. En una ocasión, Luna estaba exigiendo que varios indígenas, incluido Pedro Pilatos, su hijo Diego y el propio narrador, el cacique Sebastián, le construyesen unos corrales y ordenó que el ganado fuera vigilado por Diego y otros dos jóvenes indígenas. Al enterarse que Diego había regresado a su casa, el encomendero fue hasta allí, le recriminó este hecho y lo hizo azotar. Narró Sebastián que el propio encomendero le dio a Diego “cuatro o çinco açotes en las nalgas quitados los calçones con las riendas del freno y el dicho Pedro Pilatos dixo a el dicho Antonio de Luna que para que le daba a su hijo y el dicho Antonio de Luna le dijo que era bellaco que se le abía huydo y el dicho Pedro Pilatos le dixo pues para que le daba no se vino a my cassa si se fuera a otra parte lo açotara y el dicho Antonio de Luna le dixo paresçe que salis por un hijo ques tan bellaco como vos y le dio de moxicones a el dicho Pedro Pilatos y estando allí Elvira yndia Madre del dicho Pedro Pilatos y aguela del dicho Diego començo a dar gritos y bozes contra el dicho Antonio de Luna el qual le dio uno o dos moxicones a la dicha vieja Elvira en la boca y narices de que le hizo salir mucha sangre y el dicho Pedro Pilatos visto aquello se enojo contra Antonio de Luna mas de lo que estaba y se le quiso huir de allí de su cassa y el dicho Antonyo de Luna le echo mano de la camiseta por la parte del pescueço por detrás y le detuvo y se volvió adentro de la dicha casa y de la faltiquera saco el dicho Antonio de Luna un cuchillo carnyçero y con el lomo del le dio dos golpes a el dicho Pedro Pilatos en la cabeça y le descalabro y le salio mucha sangre que mancho la camiseta que traya y le dixo que si le hubiera dado con el filo que fuera otra cossa”28.

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33 La narrativa que ofrecía Sebastián no se refería sólo a sus experiencias personales sino que reconstruía los dramas que afectaban a diferentes miembros de la comunidad y exhibía la capacidad para situar en qué grado las actuaciones desmesuradas de Antonio de Luna perjudicaron a cada uno de ellos.

34 Un caso que ejemplifica cómo la indagación del oidor parecía destrabar los cerrojos de la memoria ante situaciones de extrema sevicia lo encontramos cuando él recibió los testimonios de los indígenas que habían servido al encomendero de la ciudad de Santa Fe de Antioquia, Antonio de Machado y a su hijo del mismo nombre. Las pesquisas del oidor y los testimonios que tomó de sus encomendados le dieron elementos para condenar a Antonio de Machado el mozo y para imponerle altas multas por sus abusos29. Uno de los indígenas que dio su testimonio fue Luis, quien dijo en principio que Machado el viejo no los castigaba pero que su hijo lo hacía sin motivo alguno. Decía que “los azotava por no mas y se acuerda este testigo que en diferentes vezes hizo azotar y azoto con vexucos a Sevastian y a Francisco y a Martin y a Juan y a Diego y a Ana y a otros muchos yndios e yndias de cuyos nombres no se acuerda y los tresquilava y amarrava las manos para azotarlos y los azotava el propio y por mano de Luis y Juan Montaña indios ladinos y les dava muchos azotes en los cuerpos y dava de moxicones y les hazia cardenales y les salía sangre y estos malos tratamientos y otros castigos les hazian porque dezian que no acudían a trabaxar a la hacienda de su padre y porque no passavan con las balsas por el rrio de Cauca para pasar unos negros y por otras cosas y todo esto lo sabia su padre Antonio Machado el viejo el qual no le rreñia por ello y que asimismo fue publico quel dicho Antonio machado el moço mato a palos a un yndio Jorge casique de Vexico porque avia llevado mandamiento del gobernador desta ciudad para que no anduvieran en las minas yndiosdeste repartimiento por lo qual la justicia deste pueblo le enbio a prender y se huyo y no lo hallaron”30.

35 En ocasiones parece que sólo el procedimiento de ir declarando para que el escribano anotara los testimonios era lo que abría las puertas a recuerdos esquivos. Al avanzar en su testimonio contra Antonio Machado hijo, Luis, que ya había declarado que Antonio Machado padre no los maltrataba, trajo un recuerdo lejano y declaró que “ahora se acuerda este testigo que una vez Antonio Machado el viejo hizo azotar en su estancia de la otra vanda del rio de Cauca abra çinco años poco mas o menos a un yndio Diego de la parte de Vexico dándole de azotes con las rriendas de un freno como veinte azotes por mano de un yndio Jorge del Agua de Sal que ya es difunto y de los dichos azotes le salio mucha sangre”31.

36 Un nativo del repartimiento de Martín Durán, Bartolomé, quien trabajaba en los cultivos de maíz, expuso los daños recibidos de un estanciero al servicio este. Por no caminar rápido con sus cargas de maíz, Osorio, el capataz, azotó a Lorenzo, a Bartolomé y a Jorge. Un recuerdo traía el siguiente y, al continuar declarando, Bartolomé narró que la misma suerte había corrido otro indígena llamado Pedro, al cual le salió sangre por el rigor de los azotes. Al dejar aflorar estos recuerdos atroces Bartolomé refirió que el capataz Osorio tenía a una india a su servicio a la cual azotaba con frecuencia porque decía que no le lavaba bien la ropa. En algunas ocasiones los recuerdos eran ricos en detalles, tal vez por el drama de la experiencia que los suscitó, como lo hizo Lorenzo al recordar que a un indígena llamado Alonso, que ya había muerto, otro capataz, de apellido Salinas, le ordenó ir a la roza pero regresó al lastimarse el pie con un palo y por esa razón, decía Lorenzo, el capataz se disgustó y “arremetió contra él y con un pomo de le espada que traía le dio un golpe en el rrostro de que le hirió y corto cuero y carne y salio sangre y luego lo tuvo con una mano y con la otra le dio con un latigo de cuero algunos azotes teniendo quitada la

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camiseta de que le lastimo en las espaldas y le hizo salir sangre y otras señales y cardenales”32.

4. Los servicios personales

37 Un punto central en las pesquisas de los oidores al visitar a los indígenas era averiguar si los encomenderos y mineros continuaban demandando servicios personales a los indígenas. A pesar de las prohibiciones, en la Audiencia de Santa Fe, tanto en las zonas mineras como en zonas en donde no había minería, tales como la sabana de Bogotá, los encomenderos exigían de manera regular el servicio personal de los nativos33. Les pedían, por ejemplo, que les acarrearan materiales para la construcción de sus viviendas en las ciudades y en el campo, que ellos mismos las construyeran, que les llevaran leña y agua a sus estancias, que les construyeran los mampuestos y las otras obras que requerían las minas o que les cultivaran sus tierras34. A cambio de ello no recibían salario y además tenían que entregar sus tributos a los encomenderos. El control directo de los nativos en estas obras estaba en manos de capataces y mayordomos, quienes los castigaban cuando se retrasaban en los trabajos o huían. Por ello en diferentes declaraciones los indígenas no implicaron directamente a los encomenderos por los abusos, pero sí a dichos capataces. Es un hecho bien conocido que los encomenderos se aseguraban que los ritmos de explotación no se detuvieran mientras podían guardar la apariencia de actuar como señores que protegían a sus indios, pues bastaba reemplazar un mayordomo cruel por otro que haría lo mismo para que las culpas de los abusos no cayeran en los encomenderos.

38 Aunque mayordomos y capataces iban y venían, los indígenas que habían sufrido sus abusos trataban de informarse dónde estaban sus antiguos maltratadores. Así, por ejemplo, Bartolomé, indio de roza de una encomienda de la ciudad de Santa Fe de Antioquia, no recordaba que su encomendero lo hubiera castigado, pero que sí lo hacía Osorio, su capataz, que usaba el azote con liberalidad para apurar a los indios para que llevaran maíz a las minas, un trabajo por el que no recibían salario. De otro capataz narró que su encomendero “tuvo por mayordomo y estançiero un hombre que se llamaba Salinas que no sabe quando años lo fue y era muy cruel con los yndios de ordinario toda la semana y castigaba mucho a los indios”35.

39 El recuerdo sobre los nombres precisos de los capataces podía ser difuso pero no así sobre el trato que recibían de ellos. Bartolomé recordaba que también los hacían trabajar en exceso un fulano Medina y Cristóbal Ramos. Los indígenas recordaban con dolor los trabajos que padecían en el trasiego de alimentos desde las estancias a las minas. Bartolomé narraba que los mayordomos “hazian cargar a los yndios desde el dicho repartimiento a las minas del oro llevando cada uno en un cataure cinco almudes de maíz para la gente de la mina y enzima de la carga llevavan sus mazatos bollos y otras cosas y las yndias llevavan cargados tres almudes de maíz y sus matalotaxes que avia de camino una semana y semana y media donde travaxavan mucho”36.

40 Una de las singularidades de algunas de las respuestas que ofrecieron los indígenas cuando se les requería que informaran sobre las condiciones de trabajo en minas y estancias radica en la complejidad de las mismas y en el hecho de mostrar cómo su pérdida demográfica se debía a múltiples factores. La forma ininterrumpida en que entretejían en una sola narración las diferentes causas que los llevaban a la muerte permite imaginar que estos testimonios eran el resultado final de largas conversaciones

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y narraciones que circulaban en el interior de las comunidades sobre los efectos de la conquista y que los daños que recibían y las muertes que se producían como resultado de trabajos y abusos, dejaban una profunda huella en los recuerdos de las comunidades. 37 Aun en aquellas encomiendas en las que quedaban pocos sobrevivientes, ellos estaban en capacidad de recordar las causas por las que sus familiares y conocidos habían muerto. Fueron las visitas las que permitieron que estos traumáticos recuerdos, que evocaban los abusos recibidos y las extenuantes cargas de trabajo, pudieran ser llevados al papel y servir de base para las sanciones del oidor a los encomenderos.

41 Indígenas y oficiales españoles coincidían en algunas de las explicaciones acerca de las causas de la alta mortalidad de los primeros, y una de las más importantes era la que atribuía las muertes al cambio de temple cuando los indios eran llevados desde sus pueblos a las minas o a las rozas de los encomenderos, como ocurría cuando los indígenas que vivían en las tierras bajas y cálidas a orillas de los ríos eran llevados a las minas de zonas frías en las montañas. Ellos señalaban que dicho cambio de clima y el hecho de forzarlos a trabajar en tierras enfermas, era una de las causas de las muertes, como lo explicó Lorenzo Touba, natural del repartimiento de Arate, en la ciudad de Cáceres. Señalaba que como eran obligados a ir a las minas de Tamana “a catear y buscar oro ques tierra mas caliente y enferma y del quebrantamiento y fatiga de los dichos trabajos an enfermado mucho yndios e yndias de calenturas y de cámaras de sangre y an peligrado y muerto –Andres capitán de las minas – Pedro – Gonçalo – Lorenzico – Alonso – Antonico muchacho – Bartolome – Merchirico – Juanita – Anica- Geronima – Magdalena – Ynes – Ysabel - Juan Tuiba padre deste testigo – Melchor Tebebe – Marcos – Favian – Pedro – Alonso – y otros muchos que no se acuerda de sus nombres y las mismas muertes les ha causado asimismo de aver sido los dichos sitios de diferente temple de la tierra de los dichos indios”38.

42 Pero igualmente señalaban que los excesivos trabajos que demandaban los españoles no les dejaban tiempo para trabajar en sus propios cultivos y que por dicha razón vivían con hambre y enfermos.

43 Lorenzo, indio de la encomienda de Martín Durán, expuso las agobiantes jornadas en las que los obligaban a trabajar, bien en las cálidas tierras a orillas del río Nechí o en las minas del frío páramo de Anorí. El desplazamiento hasta las minas ya era una máquina de devorar vidas. Narraba que para llegar hasta las minas de Anorí se demoraban diez días avanzando con sus familias, “durmiendo en los montes y páramos y arcabucos y caminando con soles y aguazeros por alcanzar los rrancheaderos donde viese agua pasando muchos ríos y malos pasos y caminos de cuestas arriba derechas para yr a las dichas minas a haçer las rroças para el sustento de los yndios y negros dellas y que de travajo de los dichos caminos y asistençia en las dichas tierras enfermas y de estar ausentes en sus asientos y naturales tierras que es tierra sana y fresca a sabido este testigo que después que es encomendero el dicho Martin Duran an muerto sin confision Esteban – Pablico – Alonso – Xtoval – Sebastián – Draguito – Francisco – Juanico - otro Juanico – Constanza – Catalina - Ynes y otros muchos de cuyos nombres no se acuerda y los an enterrado los yndios sus parientes unos en las minas otros en los caminos y otros en el dicho repartimiento porque les an dado enfermedades de calenturas y quebrantamientos de los cuerpos y que de presente el dicho encomendero no tiene más de seis indios de mina y primero tenia diez y doze y mas yndios”39.

44 Sobre las duras condiciones durante los largos viajes a las minas Lorenzo contó que cada indio llevaba cuatro almudes cargados en cestas en las espaldas, “haziendose llagas e mataduras en las espaldas como caballos volviendo y tornando haziendo

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caminos como hormigas quebrantándose y moliéndose los cuerpos y trabaxandolos como si fueran esclavos captivos”40.

45 La idea de ser tratados como esclavos aparece una y otra vez en estas declaraciones y en las de otros indígenas de las zonas mineras del Nuevo Reino. La disputa por la poca mano de obra indígena que iba quedando en las zonas auríferas era paralela al afán de encomenderos y mineros por hacer trabajar a los nativos a vertiginosos ritmos para apropiarse de la riqueza aurífera. Asimismo al final de las declaraciones en las que exponían las condiciones de trabajo en las minas, otros testigos, tal como Lorenzo, comenzaban a nombrar los conocidos que habían muerto como consecuencia de trabajos, golpes, hambre y enfermedades.

5. Las mujeres indígenas y el servicio en los hogares españoles

46 Un aspecto especialmente doloroso era la suerte de las mujeres indígenas y los abusos de índole sexual cometidos con ellas en estas gobernaciones mineras, en las que era notoria la ausencia de protección por parte de los oficiales reales. Sin embargo, los testimonios como los de la visita del oidor Herrera Campuzano suscitan el interrogante acerca de lo escuetas que eran las informaciones de los nativos al abordar este aspecto. Las declaraciones de los testigos que interrogó el visitador muestran que la riqueza de la información que podían proporcionar acerca de los abusos que los hombres padecían en minas y estancias era mayor que la que daban acerca de los vejámenes a los que eran sometidas sus mujeres en el servicio doméstico. Los testimonios de la visita dejan en la oscuridad las condiciones de vida de las mujeres que se empleaban sirviendo en las casas de los españoles y los malos tratos que ellas soportaron. Una de las razones para este silencio tal vez radique en el hecho de que los indígenas no querían entrar en detalles sobre los abusos cometidos con sus hijas, esposas o hermanas en las casas de los españoles, quizás porque eran abusos de tipo sexual.

47 En sus declaraciones los hombres nombraban las mujeres que habían sido sacadas de sus pueblos para servir en las casas de los españoles, pocas veces daban detalles acerca del trato que recibieron en ellas, y de manera excepcional se referían a los casos en que los encomenderos o sus mayordomos las tomaban como sus concubinas. Por ejemplo, Hernando Oquiba, al servicio en las minas de Martín Duran, afirmó que uno de los mayordomos “andava amançebado con una yndia llamada Beatrizica mujer de un yndio de mina llamado Juan y esto lo sabían todos los yndios de la mina porque lo vian entrar en casa la dicha yndia con la cual este testigo lo vio acostado una vez y todos ellos lo hablavan y se sirvió el dicho Moxica de la dicha yndia Beatrizica no sabe quanto tiempo ni si le pago su travaxo y el dicho Francisco Rribera se sirvió de una yndia maria soltera tiempo de dos años y no le pago su trabajo y que no sirvió por fuerza sino de malagana y el dicho Antonio Diaz de Camarero se a servido dos meses de otra yndia Beatriz cassada con Juanico y no sabe si le a pagado su trabajo”41.

48 Poco se hablaba de las condiciones de trabajo en las viviendas, aunque parece que las mujeres que eran dedicadas al servicio doméstico estaban expuestas a un trato tan violento como el que se vivía en las minas, y del cual también eran responsables las esposas de encomenderos y mineros. Esa violencia que se vivía en los hogares españoles, los excesivos trabajos y las enfermedades hacían que en las casas españolas

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hubiera una elevada mortalidad de mujeres indígenas. Sebastián, el cacique de Penco, declaró que en la casa de Ana Márquez, la madre del encomendero Antonio de Luna, habían muerto en el servicio doméstico a “Catalina Beatriz Luçia Francisca y otra Beatriz Isabel Ynes Elvira Constanza Barbola y Anica”42. Pero además mencionó otras cuatro mujeres que estando al servicio de Ana Márquez se casaron para escapar de las condiciones de abuso en esta actividad. Ni a ellas ni a las difuntas se les había pagado nada, declaró Sebastián.

49 La estrategia de buscar el matrimonio para salir de las casas en las que se servía podía desatar crueles castigos tanto para la mujer como para su futuro esposo y parece que la idea de perder el acceso a estas concubinas llevaba a los españoles a añadir al repertorio de golpes y azotes nuevas formas de castigo para frustrar sus matrimonios43. Por ejemplo, Jorge, indio ladino de las pesquerías cercanas a la ciudad de Cáceres, declaró que al quererse casar con Francisca, una indígena que estaba bajo el servicio de Marín, el capataz que controlaba a los indios de la encomienda a la que pertenecía Jorge, lo azotó en las espalda hasta dejarle profundas llagas y lo “tuvo todo un dia metidos los pies en dos herraduras clavadas en un palo y teniéndole assi le dio los dichos azotes”44. A pesar de este castigo Jorge consiguió casarse con Francisca y esta dejó de servir a Marín. Un caso similar ocurrió con Merchor, un indio forastero, pues era oriundo de Cali, y quien se quería casar con Andrea, de la encomienda de Miguel de Urnieta. Cuando Urnieta supo que pretendían casarse los amenazó, “diciendo como dixo al dicho Merchor que si se casava con la dicha Andrea yndia que lo caparia y lo mesmo le dixo Ana mujer del dicho Miguel de Urnieta a la dicha Andrea yndia y por esta causa no se an atrevido a casarse (…)”45.

50 Una posibilidad de escapar de las rigurosas condiciones de trabajo en las minas y estancias de la gobernación era huir hacia las zonas selváticas del Chocó, al occidente, en dónde los españoles perdieron numerosos hombres durante el siglo XVI y XVII tratando de someter a los nativos del Chocó y a quienes se refugiaron allí. La fuga hacia el Chocó implicaba una peligrosa apuesta pues los informantes indígenas recuerdan que cuando alguno de ellos optó por la huida y era capturado se exponía a un segundo ciclo de torturas más drásticas o a la muerte. No obstante, el cálculo de los españoles no siempre era certero y su violencia podía arrastrar a la fuga a parcialidades indígenas completas. Fue lo que ocurrió con Tauchu, un indígena de etnia carauta, ubicada en la zona de frontera del Chocó, quien fue descalabrado con un palo por su encomendero Manuel López porque sintió que le había respondido con altivez. Tauchu regresó a Carauta pero una vez allí él y su gente huyeron del control español y durante tres años eludieron los intentos de los vecinos de la ciudad de Santa Fe de Antioquia para forzarlos a tributar hasta que una compaña dirigida por el gobernador Gaspar de Rodas los obligó a retornar a su servicio. Tauchu y otros tres líderes nativos fueron ahorcados al cabo de la campaña46.

51 Al terminar su visita el oidor aplicó multas a los encomenderos, a otros los privó de la encomienda y en casos como el de Antonio Machado el mozo, lo privó de sus encomienda y lo condenó a perder sus bienes.

52 Las visitas a los indios tuvieron un efecto destacado en el campo de las percepciones que los visitados tuvieron sobre la justicia y sobre los límites que podrían alcanzar los abusos cometidos con ellos por los españoles. Las severas actuaciones de los oidores en contra de los encomenderos no pasaron desapercibas y las querellas promovidas por los indígenas de ambos sexos ante las reales audiencias en el siglo XVII contra sus

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encomenderos o contra otros españoles recibieron el aliento de las ideas de justicia que promovieron los oidores47.

53 Como es evidente por los largos testimonios en contra de los encomenderos, los indígenas de las zonas mineras tenían en la punta de sus lenguas los vivaces relatos de denuncia o de simple enunciación de las iniquidades y no requerían de los españoles para saber cuándo se cometían arbitrariedades. La historia de los alzamientos y de las continuas fugas de indígenas hacia las zonas de frontera del Chocó fueron consecuencia del paroxismo de violencia que había en las zonas mineras. Sin embargo, para quienes no tenían la posibilidad de huir o a quienes lo hicieron sin éxito, el terror provocado por los métodos de los encomenderos y sus agentes no parecía susceptible de ser detenido. Creo que en algunos casos las visitas abrieron nuevos caminos para refrenar tal violencia, pues aun con todas las posibilidades en su contra, los indígenas vieron que podían pedir un amparo para proteger sus derechos en la Audiencia.

54 En los años siguientes los encomenderos atribuyeron a la visita de Herrera Campuzano la decadencia de la actividad minera en la gobernación pero para los nativos que durante dos años lo vieron actuando severamente frente a los encomenderos, la visita ofreció instrumentos eficaces para sus reivindicaciones. En los años posteriores a la visita la audiencia de Santa Fe y las justicias de Antioquia recibieron misivas de caciques y de diferentes indígenas, incluidas las mujeres, en las que pedían justicia, evocaban las determinaciones del visitador Herrera Campuzano frente a las crueldades de los encomenderos y usaban los términos y las expresiones suyas cuando reclamaban que eran personas libres y que por poderosos que fueran sus encomenderos no podrían tratarlos como esclavos.

Conclusiones

55 En los territorios auríferos del Nuevo Reino de Granada se dio una intensa y violenta explotación de los nativos en las minas desde finales de la década de 1530. Sin un control eficaz para impedir estos abusos, los encomenderos y mineros en gobernaciones como la de Antioquia, desarrollaron drásticos tratos y severos castigos a los indígenas de ambos sexos para forzarlos a trabajar en las minas y en los servicios personales. A pesar de las denuncias que algunos clérigos y oficiales enviaban sobre los daños que recibía la población indígena, no fue posible que se hiciera una visita de la tierra a la gobernación en el siglo XVII. Finalmente, la visita del oidor Francisco Herrera Campuzano a la gobernación permitió sancionar estos abusos y castigar los delitos más notorios de los encomenderos. Ahora bien, la visita reveló el lado más sombrío de la prosperidad y del auge minero que tuvo la gobernación en los años finales del siglo XVI. Al interrogar a los indígenas, aun bajo los rígidos protocolos judiciales españoles, el oidor abrió las puertas para que lejanos recuerdos de abusos se hicieran presentes con extraordinaria vivacidad. Aunque ya muchos nativos declaraban en español, pues dominaban este idioma además de su lengua nativa, los testigos encontraron la posibilidad de romper la mordaza que producía el miedo a los encomenderos para expresar con narrativas ricas en detalles cuán mortífera era la prosperidad de la minería del oro desde el lado de los indígenas. En sus declaraciones predominaban informaciones sobre los abusos en las minas y en los servicios personales. Los testigos traían a la memoria los nombres de decenas de parientes y conocidos que murieron a causa de los abusos, de mala alimentación y de enfermedades. A la luz de sus

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testimonios, los hogares españoles parecían lugares a los que las mujeres del servicio doméstico entraban para morir en oscuras condiciones.

56 La extensa visita del oidor Herrera Campuzano permitió que los relatos de dolor que circulaban internamente en las comunidades nativas fueran expresados en un contexto judicial pero asimismo puso en circulación entre los nativos la retórica y los términos que en los años siguientes utilizaron los indígenas para pedir justicia a la audiencia frente a nuevos abusos.

57 Los indígenas a quienes tomó testimonios Herrera Campuzano dejaron en la sombra su pasado como comunidades organizadas y apenas aludían a los productos que entregaban a sus caciques. El efecto de la conquista fue erosionar esos recuerdos al cabo de seis décadas de una violencia que incluyó la muerte de las elites nativas y que desvertebró las comunidades en aras del duro trabajo en las minas. Por ello los testimonios de los indígenas giraban especialmente en torno a sus propias vidas y a las relaciones con los encomenderos. Sus recuerdos fueron expresados como memorias locales que se extendían a los sucesos ocurridos con sus parientes y conocidos.

58 El oidor indagó, como se hacía en otras visitas, si los indígenas aun practicaban sus antiguas creencias pero las respuestas fueron negativas. Otros testimonios muestran que en efecto, rituales de origen prehispánico no habían desaparecido pero los nativos de Antioquia supieron modular sus respuestas acerca de este asunto de acuerdo con las expectativas del oidor y negaron la supervivencia de las antiguas creencias. Por el contrario, señalaron la pobreza en la administración de las doctrinas a cargo de los sacerdotes católicos y expresaron su ansiedad por la precaria atención que los curas doctrineros les dispensaban.

59 Las condiciones de desarraigo creadas por la conquista en las zonas mineras cálidas del Nuevo Reino tuvieron un mayor impacto sobre las comunidades que el que tuvo la ocupación española en las zonas frías como la sabana de Bogotá, habitada por los muiscas. Una de las consecuencias fue que los indígenas de las zonas mineras quedaron libres de los controles étnicos que había antes de la conquista y para muchos de ellos parece que el futuro no se proyectaba en la vida comunitaria sino en el desarraigo. Para las mujeres nativas que habían sido arrastradas desde sus familias para servir en las casas españolas, en dónde muchas terminaron como concubinas que procreaban niños mestizos, era impensable regresar a sus lugares de origen y debieron encontrar medios para defenderse de los peligros que se cernían sobre sus vidas. Un recurso para hacerlo fue solicitar ante las justicias españolas su protección. Las visitas de la tierra no acabaron con los agravios de encomenderos y mineros pero sí pusieron en circulación entre los indígenas la retórica con la que ellos denunciaron ante la Audiencia de Santa Fe nuevos ultrajes.

60 Un ejemplo de ello lo tenemos en Beatriz, una indígena encomendada al capitán español Juan Jaramillo en la ciudad de Antioquia, y a quien tenía presa en la cárcel de la ciudad por haberse ausentado a su pueblo para escapar de sus abusos. Desde el año de 1630 Beatriz había conseguido una Real Provisión en la que la Audiencia de Santa Fe la amparó en su libertad personal. Al regresar a la ciudad de Antioquia fue capturada por Jaramillo y gracias al amparo de libertad pudo salir de la cárcel. Sin embargo, el capitán Jaramillo suplicó dicho amparo de justicia y la volvió a encarcelar. Beatriz no se dejó amilanar por su encomendero, que ejercía el oficio teniente de gobernador, y escribió al alcalde una carta en la que reclamaba que la trataran como persona libre, de acuerdo con las órdenes que quince años atrás había dado el visitador para que los

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encomenderos así lo hicieran. La carta de Beatriz recogía bien los términos en los que el oidor Herrera Campuzano presentó a los indígenas como personas libres y con los que censuró el abuso de los encomenderos y mineros: “Beatriz Yndia miserable Y pobre de toda solenidad Pressa en la carçel Publica deesta ciudad con una corriente a pedimento del capp[i]tan Juan Xaramillo mi encomendero por enemiga que conmigo tiene por averme salido de su cassa donde a quatro años lo sirvo forçible[ment]e contra las hordenansas de la vissita desta provinsia digo que por el dicho enoxo Y aver Yo Pressentado una Real Proviçion que vmd. tiene obedecida pretende el susso dicho vexarme y molestarme con mano poderossa de teniente de go[bernado]r no siendolo por quanto por el libro del cavildo consta estar ya pressentado el S[eño]r. don Manuel Belasques de Atienza g[obernad]or y capp[i]tan general desta gobernasion y provinsia con que a sessado la juridision del dicho capptan Juan Xaramillo por todo lo qual = a Vmd. Pido y suplico y siendo nessesario requiero de nuevo con la Real Provicion de amparo Para que por ella me mande soltar librem[en]te. Para que yo biva Recojida en una cassa honrada de las de el pueblo y assimismo mande vmd. notificar al dicho capptan Juan Xaramillo ssese con el husso de tal teniente de go[ernado]r pues no tiene juridicion protestando hablando debidamente las nulidades y agravios que por este defeto se caussare y pido justicia Beatriz India”48.

Archivos consultados

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Tovar Pinzón, Hermes, “El saber indígena y la administración colonial española: la visita a la provincia de Mariquita de 1559”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Bogotá, n°22, 1995, p. 9-33.

Tovar Pinzón, Hermes, Relaciones y Visitas a los Andes, Siglo XVI, tomo IV, Región del Alto Magdalena, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, Bogotá, 1993, 498 p.

West, Robert C., La minería de Aluvión en Colombia durante el período colonial, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1972, 154 p.

Zagalsky, Paula, “Huellas en las revisitas: imposiciones coloniales y tensión social”, Memoria Americana, Buenos Aires, vol. 17, n°2, 2009, p. 11-40.

NOTAS

1. Este artículo se deriva de una ponencia inédita, presentada en las XIV Jornadas Interescuelas y Departamentos de Historia, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 2 al 5 de octubre de 2013. 2. Desde la promulgación de las Leyes de Burgos en 1513 la corona determinó que los repartimientos de indios de La Española tendrían que ser visitados para prevenir los daños a los nativos, para llevar un listado de nacimientos y de defunciones y para ver cómo eran evangelizados. Konetzke, Richard, Colección de documentos para la formación social de Hispanoamérica, 1493-1810, CSIC, Madrid, 1953, p. 38-57. El término visita se utilizó con diferentes propósitos en el Nuevo Mundo. En este artículo nos referiremos a las visitas de la tierra. Para diferenciar los distintos sentidos que tuvo este término en Indias ver, Céspedes del Castillo, Guillermo, “La visita como institución indiana”, Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, tomo III, 1946, p. 984-1025. El estudio de los mecanismos de información en la Monarquía Hispánica, así como la singularidad de los conocimientos que en las diferentes escalas del gobierno se recogían con el fin de informar a la corona han mostrado la complejidad de los procesos se daba una especie de juego de espejos, no siempre acompasado, entre las informaciones que se ofrecían desde América y las interpretaciones con las que el Consejo de Indias respondía a dichos informes. Justamente un camino para conocer el imperio fue el del uso de los interrogatorios, como aquellos con los cuales se interrogaba a los nativos en las visitas. Al respecto ver Brendecke, Arndt, Imperio e información. Funciones del saber en el dominio colonial español, Vervuert, 2012, p. 367-411.

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3. Acerca de los testimonios de los caciques mayas sobre los daños recibidos de los españoles ver Nuestro pesar, nuestra aflicción, tunetulinilitztucucuca, memorias en lengua náhuatl enviadas a Felipe II por indígenas del valle de Guatemala hacia 1572, edición preparada por Dakin, Karen & Lutz, Cristopher H., Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1996; Poma de Ayala, Felipe Guamán, Nueva Corónica y Buen Gobierno, trascripción, prólogo, notas y cronología Franklin Pease, Biblioteca Ayacucho, 1980, 2 tomos; Santa Cruz Pachacuti, Juan de, Relación de Antigüedades de este reino del Perú, edición, índice analítico y glosario de Carlos Aranibar, FCE, Lima, 1995; Cusi Yupanqui, Titu, Instrucción al Licenciado Lope García de Castro, [1570] Estudio preliminar y edición de Liliana Regalado de Hurtado, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1992. 4. Inicialmente la historiografía se acercó a las visitas desde una visión de carácter institucionalista, marcada por el Derecho. A ella siguió década de 1960 una perspectiva que las consideró como fuentes privilegiadas para estudios de tipo etnohistórico, bajo el supuesto, en algunos casos, de que ellas eran acervos “puros” para estudiar el mundo nativo. En la década de 1980 se dio una crítica a este punto de vista a partir de los replanteamientos que sobre todo tipo de fuentes suscitó el giro lingüístico. Ver, Zagalsky, Paula, “Huellas en las revisitas: imposiciones coloniales y tensión social”, Memoria Americana, Buenos Aires, vol. 17, n° 2, 2009, p. 11-40. Armando Guevara-Gil y Frank Salomon señalaron las características de estos paradigmas, y propusieron que las visitas también podrían ser leídas como procesos, en los cuales no sólo se describía el mundo nativo, sino que había un proceso de creación ritual de los lazos entre la corona y los indígenas mediante los actos performativos que tenían lugar a lo largo de la visita y, por los cuales, se redefinía un nuevo orden político y social, el que regularía las relaciones con los nativos. Ver Guevara-Gil, Armando & Salomon, Frank, “Transformaciones culturales y transformaciones coloniales. Una ‘Visita Personal’: Ritual Político en la colonia y construcción del indio en los Andes”, Cuadernos de Investigación, Quito, n°8, 2010, p. 78. 5. Para una discusión acerca del valor de los testimonios indígenas ver Ortega, Francisco A., “¿Puede el Inca hablar? La Ynstruçion y relación de Titu Cusi Yupanqui (1570)”, en Rodríguez, Ileana & Martínez, Josebe (Eds), Estudios transatlánticos postcoloniales. II. Mito, archivo, disciplina: cartografías culturales, Artropos, Barcelona, 2011, p. 73-123. Asimismo ver Osorio Garcés, Betty (comp.), Construcción de la memoria indígena, Universidad de los Andes, Bogotá, 2007. En abril de 1563, mediante un acuerdo de la Real Audiencia de Lima se determinó que “de aquí en adelante los dichos de dos yndios, siendo varones y siendo mujeres de tres, en cualesquier negoçios que depusieren valgan por el dicho de un español.” La Audiencia señaló que dicha decisión era motivada por las “contradiçiones, variedades y falsedades” en las que incurrían los indígenas al dar sus testimonios. Archivo General de Indias (AGI), Patronato (Patronato), 231, Número (N) 7, Ramo (R) 4, Foja (f) 1r. 6. Ni la gobernación de Popayán ni la Audiencia de Santa Fe estaban bajo la jurisdicción del virreinato del Perú. Igualmente la población nativa de sus territorios no formó parte del Tahuntinsuyu. 7. Friede, Juan, Vida y luchas de don Juan del Valle, primer obispo de Popayán y protector de indios, Biblioteca de Historia Nacional, Bogotá, 1960. 8. Las visitas de la tierra comenzaron a realizarse en la Audiencia de Santa Fe en la década de 1550. Un cuidadoso estudio de las visitas en la Audiencia de Santa Fe se encuentra en, Ruiz B., Julián, Encomienda y Mita en Nueva Granada, CSIC, Sevilla, 1975. Igualmente ver, Colmenares, Germán, Historia económica y social de Colombia – I, 1537-1719, Tercer Mundo Editores, Universidad del Valle, 1997. Sobre la visita que realizó el oidor Tomás López Medel a la gobernación de Popayán entre 1558 y 1559 ver, López Medel, Tomás, Visita de la gobernación de Popayán. Libro de tributos (1558-1559), Edición de Berta Ares Queija, CSIC, Madrid, 1989. 9. Sobre la minería del oro y la actividad extractiva en Antioquia ver, Parsons, James, La colonización antioqueña en el occidente de Colombia, Imprenta Departamental, Medellín, 1950; West, Robert C., La minería de Aluvión en Colombia durante el período colonial, Universidad Nacional de

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Colombia, Bogotá, 1972; Suárez Pinzón, Ivonne, Oro y sociedad colonial en Antioquia. 1575-1700, IDEA, Medellín, 1993; Reyes, Ana Catalina & Montoya Guzmán, Juan David, Poblamiento y movilidad social en la historia de Colombia, siglos XVI-XX, Universidad Nacional de Colombia-Sede Medellín, Medellín, 2007; Lenis Ballesteros, César Augusto, Una tierra de oro. Minería y sociedad en el nordeste de Antioquia. Siglos XVI-XIX, IDEA, Medellín, 2007; Montoya, Juan David & González, José Manuel, Indios, trabajo y poblamiento en Antioquia, siglos XVI y XVII, Universidad Nacional de Colombia-Sede Medellín, Medellín, 2010. 10. Mientras Tomás López visitaba los pueblos de la gobernación de Popayán, también era visitada la provincia de Mariquita en 1559. Ver Tovar Pinzón, Hermes, “El saber indígena y la administración colonial española: la visita a la provincia de Mariquita de 1559”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Bogotá, n°22, 1995, p. 9-33. Del mismo autor se puede consultar tabién Relaciones y Visitas a los Andes, Siglo XVI, tomo IV, Región del Alto Magdalena, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, Bogotá, 1993. En la década de 1589 y 1590 el presidente de la Audiencia de Santa Fe, don Antonio González visitó la gobernación de Cartagena y promulgó ordenanzas sobre los tributos y la navegación en el Magdalena. A comienzos del siglo XVII la Audiencia obedeció la orden real para visitar las gobernaciones sujetas a ella y producto de esta decisión fue la importante visita de Juan de Villabona a la gobernación de Cartagena en 1611 y la de Francisco Herrera Campuzano en 1614 a la gobernación de Antioquia. Acerca de las visitas de González y de Villabona a Cartagena ver, Luna, Lola G., Resguardos coloniales de Santa Marta y Cartagena y resistencia indígena, Biblioteca Banco Popular, Bogotá, 1993. 11. AGI, Santa Fe (Santa Fe), 19, Ramo (R) 3, Número (N) 37. Carta del oidor Francisco Herrera Campuzano, Zaragoza, 26 de junio de 1614. En dicha carta Herrera explicaba que Antioquia, “es provinçia en la qual según se entiende no ay muchos naturales y nunca hasta aora se a visitado aunque abra mas de setenta años que se descubrio lo de Antiochia, estan muy dibididos y apartados los naturales y se sirven dellos los encomenderos como de esclavos”. 12. La instrucción que el virrey don Francisco de Toledo dio para los jueces que realizarían las visitas de los repartimientos del virreinato señalaba el protocolo con el cual se debía ejecutar cada visita. Para dar inicio a ellas se debería notificar a los encomenderos sobre el propósito de la visita, se debían nombrar interpretes nativos que ya fuesen cristianos, en cada repartimiento se reunirían a los caciques con los indígenas del repartimiento para darles a conocer en una plática general el propósito de la visita, después se debería celebrar una misa del Espíritu Santo para pedir claridad y entendimiento para los jueces que practicarían la visita. Ver, Toledo, Francisco de, Disposiciones gubernativas para el virreinato del Perú, 1569-1574, vol. 1, introducción, Guillermo Lohmann Villena, transcripción, María Justina Sarabia Viejo, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Sevilla, 1986, p. 10. 13. Parte de la visita de Herrera Campuzano ha sido transcrita y publicada por Juan David Montoya Guzmán y por José Manuel González Jaramillo y de allí provienen las citas que se presentan en el texto. Montoya Guzmán, Juan David & González Jaramillo, José Manuel, Visita a la provincia de Antioquia por Francisco Herrera Campuzano, 1614-1616, Medellín, Universidad Nacional de Colombia, 2010, p. 317. 14. En las visitas más tempranas, como la que se realizó a Mariquita en 1559, eran necesarios los servicios de indígenas ladinos, que eran quienes sabían hablar español. Sobre los ladinos ver, Adorno, Rolena, “El indio ladino en el Perú colonial”, en León-Portilla, Miguel & Gutiérrez Estévez, Manuel & Gossen, Gary & Klor de Alva, Jorge (eds.), De palabra y obra en el Nuevo Mundo, 1- Imágenes interétnicas, Siglo XXI Editores, Madrid, 1992, p. 369-375. En los territorios de la Audiencia de Santa Fe no existía una lengua general como el quechua en el Perú y como lo expresó Cieza de León, en cuestión de un tramo de cinco leguas se pasaba de una lengua a otra en la cuenca del río Cauca. 15. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 87-88. 16. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 88.

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17. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 89. 18. Este tipo de preguntas ofrecieron a los indígenas la retórica y los argumentos que ellos utilizaron después de la partida del oidor para pedir que no se les tratara como esclavos pues eran personas libres. Como se verá al final, en algunos casos, indígenas de ambos sexos obtenían de la Real Audiencia reales provisiones en las que los amparaban en su libertad personal para defenderse de los intentos de sus encomenderos para tratarlos como esclavos. 19. Acerca de algunas de las diversas formas en que indígenas, españoles o esclavos se enfrentaron al problema de la memoria en Nueva España ver, La Memoria y el Olvido, Segundo Simposio de Historia de las Mentalidades, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 1985. 20. Florescano, Enrique, Memoria mexicana. Ensayo sobre la reconstrucción del pasado: época prehispánica – 1821, Contrapuntos, México, 1987, p. 147. 21. Florescano, E., Memoria mexicana, Op. Cit., p. 156. 22. Al respecto ver, por ejemplo, Rappaport, Joanne, La política de la memoria. Interpretación indígena de la historia en los Andes colombianos, Editorial Universidad del Cauca, Popayán, 2000. 23. Las declaraciones de los indígenas, en las que encontramos narrativas extensas en las que se van entrelazando acciones y sucesos en forma ininterrumpida muestran el papel que en las sociedades ágrafas desempeñaba la oralidad como mecanismo para conservar en las comunidades diferentes tipos de informaciones. El reto debía ser ajustar esos relatos a los protocolos de los oficiales que los interrogaban en la visita. Acerca de las características de las narrativas de las sociedades orales ver, Ong, Walter J., Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, Fondo de Cultura Económica, Santafé de Bogotá, 1994, p. 137-151. 24. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 105. 25. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 198. 26. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 190-191. 27. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 194. 28. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 192. 29. El 17 de octubre de 1615 Antonio Machado el mozo, quien estaba preso en la Audiencia de Santa Fe, fue condenado por el oidor Herrera Campuzano a pagar 900 pesos de oro de multa y a perder la encomienda de su padre. Para pagar la multa se vendieron los esclavos, las casas, las tiendas y los solares de Machado por 250 pesos de oro. Archivo General de la Nación (AGN), Colombia, Visitas de Antioquia (Visitas de Antioquia), Legajo (L) 2, documento (d) 16, folios (f) 555 r.-556r. 30. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 203. 31. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 203. 32. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 111. 33. El jesuita José de Acosta definió el servicio personal como “cualquier beneficio que un hombre puede obtener del trabajo y tareas de otro”. Explicaba que como los indígenas eran libres, resultaba una iniquidad obligarlos a trabajar sin pagarles por ello. Comparaba los servicios personales con la esclavitud pues argumentaba que padecer fuerza era propio de esclavos. Los duros comentarios de Acosta contra las prácticas de mineros y encomenderos estaban en la línea de las razones por las cuales la Audiencia de Santa Fe ordenó visitar aquellas provincias acerca de las cuales llegaban continuas denuncias sobre los abusos de los españoles. Acosta, José de, De Procuranda Indorum Salute. Pacificación y colonización, [1577] elaborado bajo la dirección de Luciano Pereña, CSIC, Madrid, 1984, p. 507. 34. Desde la década de 1580 los oidores de la Audiencia de Santa Fe expusieron a la corona las dificultades para acabar con los servicios personales explicando que sin ellos se perderían las ciudades, pues eran aprovechados para forzar a los nativos de las ciudades de la tierra caliente a extraer oro. En 1604 la Audiencia escribía que aunque se había ordenado guardar las leyes que

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prohibían los servicios personales, ello no había tenido efecto y menos en las zonas mineras. AGI, Santa Fe, 18, R. 5, N. 31. Carta de la Audiencia de Santa Fe al rey. Santa Fe, 4 de junio de 1604. 35. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 111. 36. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 112. 37. Para un análisis de la forma como la memoria oral se convierte en memoria narrativa, aunque en el contexto de la historia europea ver, Fentress, James & Wickham, Chris, Memoria social, Cátedra, Madrid, 2003, p. 63-111. 38. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 98. 39. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 112. 40. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 114. 41. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 105. 42. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 194. 43. Con relación a las estrategias para frustrar los matrimonios de los esclavos africanos ver, Cortés Jácome, María Helena, “Los ardides de los amos: la manipulación y la interferencia en la vida conyugal de sus esclavos. Siglos XVI-XVII”, en Del dicho al hecho... Transgresiones y pautas culturales en la Nueva España, Seminario de Historia de las Mentalidades, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 1989, p. 43-57. 44. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 139. 45. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 251. 46. Montoya Guzmán, J., Visita, Op. Cit., p. 176. 47. Por ejemplo la Audiencia escribía en 1620, época en la que era obvia la caída de la producción aurífera, que en el reino “son cortos y miserables los tratos y granjerias de los corregidores con los indios y como ellos se ven amparados por la audiencia no dudan en acudir por cualquier abuso.” AGI, Santa Fe, 19, R. 9, n. 125, 1. Carta de la Audiencia de Santa Fe. 24 de junio de 1620. En efecto, después del ciclo de visitas que en las primeras dos décadas del siglo XVII cubrieron casi todos los distritos, los indígenas acudían de manera regular ante la Audiencia para denunciar abusos. 48. AGN, Caciques e Indios, Fondo Caciques e Indios. T. 60, D. 21, f. 719 r.

RESÚMENES

Este artículo estudia las percepciones que los indígenas de la gobernación de Antioquia (sujeta a la Audiencia de Santa Fe) tuvieron acerca de los tratos y de los abusos que recibían de encomenderos y mineros a comienzos del siglo XVII. A partir de la visita del oidor Francisco Herrera Campuzano, realizada entre 1614 y 1616, se analiza cómo la memoria de las comunidades indígenas sobre las arbitrariedades y violencia de los españoles, en una región productora de oro, se vertió y registró en declaraciones individuales, complejas y ricas en detalles, para denunciar tales abusos. Se propone que las visitas ofrecieron a los nativos nuevas herramientas jurídicas para demandar justicia ante la real audiencia.

This article explores indigenous people’s perceptions of the treatment and abuses they received from encomenderos and miners at the beginning of the XVIIth century in the governorship of Antioquia, subject to the Audiencia of Santa Fe. Drawing on the visit of the judge Francisco Herrera Campuzano to the governorship of Antioquia between 1614 and 1616, the article analyses how indigenous communities transformed the memory of the Spaniards’ arbitrariness and

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violence in a gold-producing region into rich and complex individual statements to denounce such abuses. It proposes that the judicial visits offered the natives new legal tools to demand justice before the Royal Court.

Cet article étudie comment les Indiens du Gouvernement d’Antioche (relevant de l’Audience de Santa Fe) percevaient les traitements et abus des encomenderos et des propriétaires de mines au début du XVIIe siècle. A partir de la visite du magistrat Francisco Herrera Campuzano, effectuée entre 1614 et 1616, l’analyse se concentre sur la manière dont la mémoire communautaire de l’arbitraire et de la violence des Espagnols, dans une région aurifère, fut convertie et enregistrée en déclarations individuelles, complexes et détaillées, pour dénoncer les abus. On suggère alors que les visites offrirent aux Indiens de nouveaux outils juridiques pour ester en justice devant L’Audience royale.

ÍNDICE

Mots-clés: Gouvernement d’Antioche, visites de la terre, mémoire indigène, violence, XVIIe siècle Palabras claves: Gobernación de Antioquia, visitas de la tierra, memoria indígena, violencia, siglo XVII Keywords: Governorship of Antioquia, judicial visits, memory, indigenous communities, violence, XVIIth century

AUTOR

LUIS MIGUEL CÓRDOBA OCHOA

Doctor en Historia (Universidad Pablo de Olavide, Sevilla). Profesor Asociado, Departamento de Historia, y Vicedecano de Investigación y Extensión, Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Director del Grupo de Investigación ‘Historia Moderna de América. Dominación, resistencia y creación cultural’ (Conciencias). [email protected]

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Varia

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El proceso de justicia transicional en Chile desde las relaciones de poder: la dimensión política jurisprudencial The process of Transitional Justice in Chile through the Lens of Power Relations: The Politics of Jurisprudence Le processus de justice transitionnelle au Chili vu depuis les rapports de pouvoirs: la dimension politique jurisprudentielle

Alice Pfeiffer

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 11 de junio de 2014 / Aceptado: 11 de septiembre de 2014

Introducción

1 Tras la caída de distintos regímenes responsables de violaciones masivas a los Derechos Humanos, especialmente en el continente latinoamericano, se formó un nuevo campo de estudio denominado “justicia transicional”. Este campo empezó a desarrollarse como respuesta a los dilemas prácticos que plantean las transiciones a la democracia, después de un período de violencia masiva, en un intento de sistematización de “buenas prácticas” aplicables a este tipo de situaciones. La justicia transicional no es una forma particular de justicia, sino una manera de adaptar las herramientas políticas y jurídicas a sociedades marcadas por períodos de violación generalizada de los Derechos Humanos, con el fin de permitir la transición a la democracia. Esta definición breve de la justicia transicional nos permite identificar que esta disciplina contempla, por una

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parte, objetivos, correspondiendo al por qué de su existencia, y por otra, maneras de cumplir con estos objetivos, esto es, el cómo.

2 La historiadora Paige Arthur1 identifica dos objetivos que surgieron desde la puesta en marcha de la justicia transicional – entre finales de los años ochenta y principios de los años noventa –, consistentes en “la meta de proporcionar alguna medida de justicia a aquellos que sufrieron bajo los regímenes de un Estado represivo y […] la meta de facilitar la salida del autoritarismo y apuntalar una democracia frágil”2.

3 Sobre la base de ambas metas se determinaron cuatro medidas esenciales en la implementación de la justicia transicional: (1) el enjuiciamiento de los responsables, (2) la búsqueda de la verdad, (3) la transformación del carácter represivo del Estado, y (4) la reparación o compensación a las víctimas. Desde una perspectiva más amplia, estos cuatro elementos que definen la justicia transicional – presentes en el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante Corte IDH), caratulado “Velásquez Rodríguez versus Honduras”, de 1988 –, encajan con las obligaciones mínimas que todo Estado debiera asumir, a saber: enjuiciar a los responsables de violaciones de derechos humanos, investigar y publicar la verdad sobre los crímenes del pasado, proporcionar una reparación a las víctimas, reformar las instituciones abusivas y promover instancias de reconciliación.

4 Retomando tanto los objetivos como las herramientas de implementación de la justicia transicional, el jurista sudafricano Paul Van Zyl define el reto que plantea esta nueva disciplina en los siguientes términos: “El objetivo de la justicia transicional implica llevar a juicio a los perpetradores, revelar la verdad acerca de crímenes pasados, brindar reparaciones a las víctimas, reformar las instituciones básicas y promover la reconciliación. Lo anterior exige un conjunto incluyente de estrategias diseñadas para enfrentar el pasado así como para mirar hacia el futuro con el fin de evitar la recurrencia del conflicto y las violaciones”3.

5 Un ejemplo interesante de justicia transicional es el caso de Chile, que cumplió el año pasado cuarenta años transcurridos desde el golpe militar del 11 de septiembre del 1973, lo que ocasionó una reflexión en la sociedad acerca de su pasado reciente y de su capacidad para enfrentarlo. En este proceso, distintos actores desempeñaron un rol fundamental, tanto en la sociedad civil, como desde los órganos de la administración del Estado y, sin lugar a dudas, el Poder Judicial.

6 Sin menospreciar los esfuerzos de la sociedad civil en el proceso de justicia transicional, nos interesa analizar el actuar jurisprudencial del Poder Judicial chileno y su relación con las políticas públicas proporcionadas por los órganos de la administración del Estado. Si bien distintos trabajos académicos pretendieron evidenciar el rol de cada actor en el proceso de justicia transicional chileno (en particular, el desempeñado por las víctimas, sus abogados y las asociaciones o instituciones que las respaldaron), la comprensión de este proceso, en términos de dinámicas de poder e influencia, requiere indagar en las conexiones existentes entre los cuerpos institucionales antes mencionados. El análisis que se desarrollará en este artículo investigará dos lineamientos del proceso de justicia transicional chileno, desde el retorno a la democracia formal en 1990 hasta el día de hoy: por una parte, se observarán los resultados de concepciones políticas y de relaciones de poder entre las instituciones que tuvieron un rol en el proceso de justicia transicional chileno; por otra, se evaluará si el proceso de justicia transicional en Chile radicó y radica en un “conjunto incluyente

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de estrategias” – según las palabras de Paul Van Zyl –, relativo a los cuatro pilares de la justicia transicional arriba mencionados.

7 Para ello, revisaremos el proceso de justicia transicional en el que entró el país desde que terminó la dictadura de Pinochet, de manera descriptiva, con el fin de contextualizar las conexiones entre los criterios adoptados por la Corte Suprema y la coyuntura política, ya sea conforme a los lineamientos de cada gobierno, o conforme a las políticas, planes y programas diseñados de forma transversal. La decisión académica de concentrarnos en la jurisprudencia de la Corte Suprema, sin extender nuestro análisis al conjunto de los tribunales chilenos (de primera y segunda instancia), estriba en la pertinencia de considerar las sentencias firmes y ejecutoriadas, es decir aquellas respecto de las cuales no procede recurso alguno y que manifiestan la voluntad final del poder judicial en la materia.

8 Para fines académicos, en adelante desarrollaremos cuatro contextos de forma cronológica, a saber: un primer período de gestación del proceso de justicia transicional; un segundo período de avance en la condena de los crímenes de la dictadura; un tercer período de defensa de una memoria sin justicia proporcionada; y finalmente, una mirada acerca de las evoluciones recientes y de las perspectivas futuras.

1. La construcción del proceso de justicia transicional en Chile: entre políticas de memoria e imposible enjuiciamiento de los represores (1990-1998)

9 El primer período se inicia en marzo de 1990, con el gobierno democrático que sucedió la dictadura, encabezado por Patricio Aylwin, y concluye con el arresto del general Augusto Pinochet en Londres, en octubre de 1998.

10 Desde el regreso a la institucionalidad democrática, el Estado chileno implementó un conjunto de medidas en materia de justicia transicional, enfocadas en la búsqueda de la verdad y la reparación de las víctimas. La primera de éstas fue la creación de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (en adelante Comisión Rettig) en 1990, con el objeto de “contribuir al esclarecimiento global de la verdad sobre casos de desaparición forzada y ejecución”4.

11 Con ocasión de la entrega del Informe de dicha Comisión, el 4 de marzo de 1991, Patricio Aylwin inició un primer proceso de memoria, reconociendo públicamente las violaciones a los Derechos Humanos ocurridas en dictadura y pidiendo perdón a los familiares de las víctimas. Al año siguiente, se crea la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación (en adelante CNRR), con el objeto de implementar las recomendaciones contenidas en el Informe de la Comisión Rettig5; finalmente, se crea el Programa Continuación Ley 19.123 de 1997 – posteriormente Programa de Derechos Humanos –, con el fin de asegurar la continuidad de las tareas que cumplió la CNRR hasta 1996. A este conjunto de medidas, orientadas a la búsqueda de la verdad, se sumaron distintas políticas directas de reparación económica6. Finalmente, los Gobiernos de Patricio Aylwin (1990-1994) y de Eduardo Frei (1994-2000) implementaron varias medidas de memoria y reconocimiento público7.

12 El actuar del Estado en la implementación de las políticas públicas en materia de memoria y reparación, recién citadas, no puede ocultar, no obstante, la ausencia de una

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política permanente de derechos humanos y justicia, implicada en la búsqueda de la verdad y relacionada con la construcción societal de entonces. Un ejemplo concreto de ese alejamiento es la promesa de campaña, incumplida, del entonces candidato a la presidencia de la República Patricio Aylwin, quien establecía la intención de “[derogar] aquellas normas procesales, dictadas bajo el actual régimen, que ponen obstáculos a la investigación judicial o establecen privilegios arbitrarios que favorecen a determinados funcionarios estatales eventualmente implicados en violaciones a los derechos humanos”8.

13 Sin embargo, el Decreto Ley nº 2.191, fechado el 18 de Abril de 1978 (en adelante Decreto Ley de Amnistía), tuvo plena vigencia durante todo su periodo presidencial. En particular, el artículo 1 de esta norma dispuso: “Amnistía a todas las personas que, en calidad de autores, cómplices o encubridores hayan incurrido en hechos delictuosos, durante la vigencia del Estadio de Sitio, comprendida entre 11 de Septiembre de 1973 y el 10 de Marzo de 1978, siempre que no se encuentren actualmente sometidas a proceso o condenadas”9.

14 A la vigencia del Decreto Ley de Amnistía, se sumaron limitaciones legales que restringieron el actuar de las dos Comisiones mencionadas. Por una parte, el mandato de la CNRR no permitió medidas de asesoría legal respecto de las demandas contra los responsables de violaciones a los Derechos Humanos. Por otra parte, la Comisión Rettig se vio impedida de proporcionar los nombres de los responsables de los 2.279 casos de desaparición forzada y ejecución contabilizados, y su impacto en el ámbito judicial se vio muy reducido: aunque el Presidente Aylwin transmitió el trabajo de dicha Comisión a las autoridades judiciales, solicitando una interpretación reduccionista del Decreto Ley de Amnistía, su pedido fue pura y llanamente ignorado por el Poder Judicial10.

15 Consecuentemente, tanto la vigencia del Decreto Ley como la falta de herramientas, que hubieren permitido una judicialización de los casos de violación a los Derechos Humanos, consagraron la imposibilidad de enjuiciar a los represores, siendo el primero aplicado de manera sistemática por la Corte Suprema durante los años 1990-199811. Más aún, el mismo tribunal llegó a considerar, en fallos dictados el año 1990, que el Decreto Ley de Amnistía era “constitucional y de aplicación obligatoria”12.

16 Este clima de impunidad se vio favorecido por la composición y dinámica interna de los tribunales, cuyos jueces, mayoritariamente nombrados durante la dictadura, nunca padecieron algún tipo de política de purga en su contra. De ahí que, como sostiene la investigadora Cath Collins, estos ministros “[…] se mostraron predeciblemente renuentes a revocar sus habituales prácticas de defensa casi cerrada de impunidad y amnistía, ya que un cambio habría implicado de algún modo un reconocimiento público del notable abandono histórico por parte de la judicatura de sus deberes de defensa de la integridad física de las personas detenidas y de fiscalización horizontal de los otros poderes del Estado”13.

17 La imposibilidad de avanzar hacia la condena de los crímenes del pasado durante este período, tanto en el Poder Ejecutivo y Legislativo, como en el Poder Judicial, se vislumbra a través de otra reflexión de Collins, según la cual “la mayoría de los abogados sintieron que pedir más [justicia] iba simplemente a incitar los tribunales a llevar el dilema al Congreso, donde la derecha tenía un poder de veto efectivo y donde una legislación anti amnistía no tenía ninguna oportunidad de prosperar”14.

18 En definitiva, este primer período se enmarca en una transición constituida a través de una política de acuerdos, que evidencia relaciones de poder aparentemente equilibradas; no obstante, esta “transición pactada”, como se la ha llamado en Chile, no

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puede ocultar una relación de poder extremadamente favorable al cuerpo militar, ampliamente apoyado por miembros del Poder Judicial y por una parte del Poder Legislativo, beneficiando especialmente a los altos mandos de la dictadura. Basta con subrayar la permanencia de Augusto Pinochet a la cabeza del Ejército de Chile hasta el año 1998, para entender este verdadero desequilibrio en la relación de poder entre las instituciones del país.

2. El camino hacia la condena de los crímenes de la dictadura en Chile (1998-2007)

19 El arresto de Augusto Pinochet en Londres, el 16 de octubre de 1998, tuvo consecuencias políticas y sociales considerables. Su detención obedeció a una orden judicial dictada por los jueces españoles Baltasar Garzón y Manuel García Castellón, en el contexto de acciones presentadas por familiares de víctimas de la dictadura con residencia en Chile y en España. Ello se logró mediante el ejercicio del principio de extraterritorialidad de la ley penal en materia de delitos de lesa humanidad, motivado en la ausencia total de condenación judicial de los crímenes de lesa humanidad, lo que tuvo repercusiones en algunos aspectos del proceso de justicia transicional en Chile.

20 Este acontecimiento, ampliamente comentado en la sociedad chilena, contribuyó a modificar el actuar de la Corte Suprema, pero no bastó para modificar las relaciones de poder entre las instituciones sujetas a análisis. En efecto, durante este período podemos observar cómo la administración del Estado sigue implementando políticas referidas a la memoria y reparación, a menudo insuficientes, y descartando toda política pública de justicia, mientras la Corte Suprema dicta fallos aislados en materia de justicia a favor de las víctimas en dictadura.

2.1 La Mesa de Diálogo: la presunta señal de una dinámica de trabajo conjunto entre la administración y el Poder Judicial

21 En el año 1999 se implementó la Mesa de Diálogo por parte del Ministerio de Defensa, con el fin de recabar información desde las instituciones de las Fuerzas Armadas y Carabineros, sobre el paradero y destino de los detenidos desaparecidos en la dictadura15. Dicha instancia, organizada mientras Pinochet se encontraba bajo arresto internacional, generó nuevas oportunidades de denuncia de los crímenes de la dictadura. Como sostiene la abogada Pamela Pereira: “La suerte que corría Pinochet en Londres, por cierto, generaba en estos debates un escenario más complejo que también contribuyó a que los militares comprendieran, aunque no lo explicitaran, que el tratamiento de los casos de víctimas asesinadas, secuestradas y torturadas era insoslayable por la vía judicial. Es decir, que el derecho internacional no era una cuestión meramente declarativa en los salones, sino que se expresaba como una realidad concreta”16.

22 De ahí que, en el marco de esta Mesa de Diálogo, no sólo se entregaron a los tribunales los datos recolectados sobre casos de desapariciones – a cambio de mantener el anonimato – sino que también se estableció un elemento determinante en la judicialización de los responsables de violaciones a los Derechos Humanos bajo la dictadura: el nombramiento de “jueces con dedicación exclusiva” para investigar casos de Derechos Humanos. Durante el año 2001, el entonces Ministro de Justicia envió una

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petición a la Corte Suprema, mediante la cual pidió la designación de ministros de Corte de Apelaciones como jueces de primera instancia con “dedicación exclusiva”, a fin de investigar casos de derechos humanos y delitos de lesa humanidad. Esta petición fue acogida por el Poder Judicial el 20 de junio de 2001. Así, nueve ministros fueron designados ‘con dedicación exclusiva’, junto a otros 51 jueces ‘con dedicación preferente’, impulsando el estudio de 114 casos de desaparición de personas17; y en el año 2005, este mandato se extendió a las Cortes de Apelaciones de todo el país.

23 Sobre el particular, Pamela Pereira enfatiza el rol de la Mesa de Diálogo en el trabajo que el Poder Judicial pudo desarrollar posteriormente: “Y como un acuerdo que también surge en dicha instancia, los militares aceptan el criterio expresado por los abogados de derechos humanos en el sentido de que los tribunales de justicia son la única instancia que permite resolver el tema de las violaciones de los derechos humanos desde el punto de vista de verdad y determinación de responsabilidades penales”18.

24 Si bien los datos recolectados fueron finalmente muy poco confiables, no se puede negar que constituye un verdadero espacio de colaboración entre las instituciones que nos interesan – uno de los pocos –, en un esfuerzo común de avanzar hacia la judicialización y condena de casos de violación a los Derechos Humanos. Sin embargo, esta dinámica interinstitucional no tuvo una vida prolongada, y cada poder terminó influyendo en esferas acotadas.

2.2 Políticas públicas hacia la memoria, verdad, reparación ¿y justicia?

25 Luego de la Mesa de Diálogo, la administración del Estado implementó numerosas políticas públicas de memoria y reparación, fundadas esencialmente en el trabajo de la sociedad civil19. La más famosa: el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, inaugurado en Santiago en 2010.

26 Adicionalmente, se implementaron políticas públicas creadoras de instituciones, con un objetivo de recuperación de la memoria y la verdad. Así, nació la Comisión Nacional Sobre Prisión Política y Tortura (en adelante, Comisión Valech)20, con el fin de determinar e individualizar quiénes fueron las personas que sufrieron privación de libertad y torturas por razones políticas, por actos de agentes del Estado o de personas a su servicio. Su informe, presentado por el Presidente de la República el 28 de Noviembre de 2004, sirvió de base para la formulación de políticas de reparación21. Asimismo, la Comisión Asesora Presidencial para la Formulación y Ejecución de las Políticas de Derechos Humanos (2006) tuvo como propósito implementar medidas de reparación para las víctimas identificadas en la Comisión Valech.

27 Sin embargo, si se tienen a la vista estas políticas públicas y reconocimientos, es llamativo el hecho de que ninguna de ellas planteó de forma directa asuntos relativos a la justicia. De hecho, las instituciones creadas tuvieron repercusiones exclusivamente en materia de verdad, memoria y reparaciones, excluyendo claramente la dimensión de la justicia de su ámbito. Un ejemplo agudo de esta observación es la “ley de secreto” que envolvió la Comisión Valech, que impide, durante un plazo de 50 años, e incluso para el Poder Judicial, el uso y la difusión de los documentos, testimonios y antecedentes aportados por las víctimas ante la Comisión: esa interdicción desprovee a

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la Comisión Valech de toda posible consecuencia jurídica22. Estas disposiciones legales terminaron acotando el alcance de esta política pública, orientada exclusivamente hacia el ámbito memorial e indemnizatorio, lo que se refuerza cuando se constata que ninguna de ellas pretendió derogar el Decreto Ley de Amnistía.

28 La única vez, durante este período, en que el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo actuaron a favor de la judicialización de los casos de Derechos Humanos, fue de manera indirecta, a través de la reforma judicial que se llevó a cabo en los años 1990. La fijación de la edad de jubilación de los jueces de la Corte Suprema – a los 75 años – conllevó tanto la salida progresiva de “jueces pinochetistas” como la incorporación a la Corte Suprema de nuevos miembros, ajenos a la administración de justicia desarrollada durante la dictadura. La cantidad de jueces aumentó de 17 a 21, los que se repartieron en Salas jurídicas especializadas, y con ello se diversificó el perfil conservador de los jueces del Tribunal Supremo.

29 No obstante, de manera general, las políticas públicas relativas al tratamiento del pasado reciente no apuntaron a la judicialización. Es más, en algunas ocasiones, el Poder Ejecutivo trató de contener el proceso de judicialización que había iniciado en 1998, vía, por ejemplo, el proyecto de cierre de las causas de Derechos Humanos en un plazo de dos años, presentado por el entonces Presidente Lagos en el año 200523. Sin embargo, durante el mismo período, desde la Corte Suprema se empezó a vislumbrar una mayor propensión a condenar los crímenes de la dictadura.

2.3 Hacia una jurisprudencia suprema condenatoria de los crímenes de la dictadura

30 A partir del año 1998 la jurisprudencia de la Corte Suprema comenzó a desconocer, aisladamente, el Decreto Ley de Amnistía, con el propósito explícito de llegar a reconocer los crímenes cometidos durante la dictadura bajo la calidad de crímenes de lesa humanidad.

31 Un hito relevante sobre el particular fue el fallo relativo al secuestro calificado de Pedro Enrique Poblete Córdova, dictado el 9 de Septiembre de 199824. Éste constituye el primer fallo en el cual la Corte Suprema no aplica el Decreto Ley de Amnistía y decide reconocer el carácter permanente del crimen de desaparición, y debido a ello es considerado histórico25. Aunque este fallo quedó aislado – y además fue seguido de otros que, en los meses siguientes, sí aplicaron el Decreto Ley de Amnistía en casos similares –, abrió el arduo camino hacia la condena judicial chilena de los crímenes del pasado reciente.

32 Años después, en el fallo relativo al secuestro y desaparición forzada de Miguel Ángel Sandoval Rodríguez26, de fecha 17 de noviembre de 2004, la Corte calificó los hechos de “secuestro calificado” y descartó la aplicación del Decreto Ley de Amnistía, en una decisión fundada en el mismo argumento jurídico que reconoce la desaparición forzada como delito permanente en el tiempo27. Consecuentemente, en aplicación de los Convenios de Ginebra a los que Chile ha suscrito28, la Corte descartó toda medida que permitiera la impunidad29. Esta jurisprudencia se vio confirmada por otro fallo del Tribunal Supremo, dictado el 10 de mayo de 200730. En suma, la jurisprudencia de la Corte relativa a casos de desaparición forzada evolucionó en un sentido favorable respecto de las víctimas.

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33 Durante el mismo período, la jurisprudencia de la Corte relativa a los casos de ejecución extrajudicial evolucionó en ciertas ocasiones a favor de las víctimas de la dictadura, gracias a la no aplicación del Decreto Ley de Amnistía. Se pronunció un primer fallo en el año 2006 (caso Molco)31, en donde la Corte calificó los homicidios como crímenes de lesa humanidad, y motivó dicha calificación sobre la base de las normas de Ius cogens y en la superioridad del Derecho Internacional de los Derechos Humanos sobre el derecho interno, haciendo referencia a la jurisprudencia de la Corte IDH en la materia32. Del mismo modo, la Corte Suprema volvió a fallar según los mismos fundamentos jurídicos en el caso Chena, de marzo de 200733, incorporando además la aplicabilidad de los Convenios de Ginebra. En particular, los considerandos 24 y 25 de éste fallo sostuvieron: “Que en esta perspectiva, la llamada ley de amnistía puede ser claramente incardinada como un acto de auto-exoneración de responsabilidad criminal por graves violaciones a los derechos humanos, pues se dictó con posterioridad a ellos, por quienes detentaban el poder durante y después de los hechos, garantizando de esta manera, la impunidad de sus responsables. Conculcando así el artículo 148 del IV Convenio de Ginebra. Que, por ende, el Decreto Ley n° 2.191, de mil novecientos setenta y ocho, debe ser interpretado en un sentido conforme con los Convenios de Ginebra, por lo que es inexequible respecto a las contravenciones graves contra los derechos esenciales determinados en ellos y cometidos en nuestro país durante su vigencia”.

34 Sin embargo, no existió una correlación entre el aumento constante de las demandas judiciales y el número de condenas dictadas por violación de derechos humanos realizadas bajo la dictadura34. El informe anual 2013 del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Diego Portales, de Santiago, censa, desde el año 1998, una cantidad de 868 personas imputadas, a nivel país, en juicios relacionados con la violación de los derechos humanos durante el período dictatorial, sin perjuicio de lo cual sólo un tercio recibió una sentencia firme35.

2.4 Del desajuste en las políticas públicas a la sanción internacional

35 Conforme a lo expuesto, si bien la promoción de la memoria incentivada por la administración del Estado creó un contexto favorable a una mayor condena social de los crímenes de la dictadura, la jurisprudencia antes expuesta no tuvo relación con aquella. En efecto, la no aplicación del Decreto Ley de Amnistía en los fallos de la Corte Suprema radicó en una posición jurídica progresista en la cual los jueces aplicaron el Derecho Internacional en el orden jurídico interno. En definitiva, los fallos de la Corte se fundaron en argumentos jurídicos que, en otro contexto, pudieron ser rechazados, en nombre de la superioridad del orden jurídico interno chileno y de la vigencia del Decreto Ley de Amnistía.

36 De ahí que, a pesar de una “coyuntura judicial” favorable a las víctimas de la dictadura en Chile, la Corte IDH condenó al Estado chileno por la vigencia de su Decreto Ley de Amnistía, a través del fallo Almonacid Arellano y otros versus Chile, del 26 de Septiembre de 2006, en referencia al caso de la desaparición forzada del señor Almonacid en 1974, que fue sobreseído por la Corte Suprema el año 1998. En esta oportunidad, la Corte IDH estableció que el Decreto Ley de Amnistía no puede constituir un obstáculo en la investigación de los casos de violación a los derechos humanos y, adicionalmente, que su mera existencia constituye per se una violación a los derechos humanos: “Leyes de amnistía […] conducen a la indefensión de las víctimas y a la perpetuación de la impunidad de los crímenes de lesa humanidad, por lo que son

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manifiestamente incompatibles con la letra y el espíritu de la Convención Americana e indudablemente afectan derechos consagrados en ella. Ello constituye per se una violación de la Convención y genera responsabilidad internacional del Estado. En consecuencia, dada su naturaleza, el Decreto Ley n° 2.191 carece de efectos jurídicos y no puede seguir representando un obstáculo para la investigación de los hechos que constituyen este caso, ni para la identificación y el castigo de los responsables, ni puede tener igual o similar impacto respecto de otros casos de violación de los derechos consagrados en la Convención Americana acontecidos en Chile”36.

37 Por lo expuesto, la Corte IDH concluyó que: “El ilícito cometido en contra del señor Almonacid Arellano no puede amnistiarse conforme a las reglas básicas del derecho internacional, puesto que constituye un crimen de lesa humanidad. El Estado incumplió su obligación de adecuar su derecho interno a efectos de garantizar los derechos establecidos en la Convención Americana, porque mantuvo y mantiene en vigencia el Decreto Ley n° 2.191, el que no excluye a los crímenes de lesa humanidad de la amnistía general que otorga”37.

38 Finalmente, declaró que: “El Estado no podrá argüir ninguna ley ni disposición de derecho interno para eximirse de la orden de la Corte de investigar y sancionar penalmente a los responsables de la muerte del señor Almonacid Arellano. Chile no podrá volver a aplicar el Decreto Ley n° 2.191, por todas las consideraciones dadas en la presente Sentencia […]. Pero además, el Estado no podrá argumentar prescripción, irretroactividad de la ley penal, ni el principio non bis in idem, así como cualquier excluyente similar de responsabilidad, para excusarse de su deber de investigar y sancionar a los responsables”38.

39 Esta condena por parte de la Corte IDH tuvo repercusiones en Chile, en la medida en que constituyó una fuerte sanción, después de dieciséis años de democracia, a la ineficacia del Estado en la tarea de investigar, sancionar y reparar en casos de violación a los derechos humanos, y en definitiva de “hacer justicia”. Sin embargo, el condenado Decreto Ley nunca fue derogado, y tampoco se implementaron políticas públicas dirigidas hacia este propósito de “hacer justicia”.

40 Ahora bien, si la evolución de la jurisprudencia de la Corte Suprema no se relaciona con el actuar del Poder Ejecutivo ni Legislativo, queda pendiente el análisis de las razones de dicha evolución.

2.5 Las explicaciones a la evolución de la jurisprudencia suprema

41 Después de haber descartado la tesis que supone una conexión entre Poder Ejecutivo y Poder Judicial, y un liderazgo del primero sobre el segundo en la condena a las violaciones de los Derechos Humanos bajo la dictadura, nos interesa cuestionar la evolución de la jurisprudencia de la Corte Suprema chilena39.

42 La explicación más clásica al quiebre de 1998 es la del impacto del arresto de Pinochet en Londres, el 16 de octubre de 1998. Se considera que las reacciones sobre el arresto de Pinochet no tardaron, calificándose las consecuencias de este hecho por parte del abogado Roberto Garretón como el “efecto Garzón”, refiriéndose a que los jueces “descubrieron” que se podía hacer justicia40, como efecto de un cuestionamiento a los jueces chilenos realizado ante los ojos del mundo por sus pares internacionales41. En este marco, tanto la presión internacional como la presión que generó la dialéctica del entonces Presidente de la República Eduardo Frei Ruiz-Tagle, pidiendo el retorno de

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Pinochet y su enjuiciamiento en Chile, puso el foco de responsabilidad en el actuar de los jueces chilenos.

43 Sin embargo, cabe recordar ciertos casos aislados, en los que el Poder Judicial no esperó el arresto de Pinochet para empezar un trabajo de redefinición jurisprudencial favorable a las demandas de las víctimas de la dictadura, lo que daría cuenta de que el hito de la prisión de Pinochet en Londres no sería una explicación suficiente para justificar la jurisprudencia ya expuesta. Es lo que demuestra tanto el fallo relativo al secuestro calificado de Pedro Enrique Poblete Córdova, ya identificado, pronunciado aproximadamente un mes antes del arresto de Pinochet en Londres. Adicionalmente, cerca de un año antes de los eventos de Londres, en el mes de enero de 1998, el juez de la Corte de Apelaciones de Santiago, Juan Guzmán Tapia, admitió a trámite las primeras querellas criminales de particulares acusando a Pinochet en casos de crímenes contra los derechos humanos.

44 En este sentido, resulta necesario incorporar otros elementos para explicar la evolución jurisprudencial progresiva del Tribunal Supremo chileno. Uno de ellos sostiene que, si bien el arresto de Pinochet en Londres tuvo un impacto innegable, es necesario considerar también los cambios institucionales ocurridos en el Poder Judicial, que deben leerse como productos de la reforma judicial anteriormente expuesta, apuntando hacia un sistema más liberal y democrático. Particularmente, tanto Pamela Pereira42 como Cath Collins identifican los cambios originados en la reforma judicial43 como una causa suplementaria en la ruptura relativa al tratamiento de casos de la dictadura por parte del Poder Judicial. La segunda de estas autoras ofrece certeras luces sobre el cambio paulatino de la jurisprudencia en esta materia: “Una importante reforma judicial, diseñada a principios de los 1990 pero entrando paulatinamente en vigor a partir de 1995 o 1996, había cambiado la cara de la judicatura. Las reformas fueron tanto graduales como técnicas y supuestamente políticamente neutras o consensuadas, y ciertamente no existía en ellas la idea o intención de crear un sistema entusiastamente pro Derechos Humanos. Pero permitieron, entre otras cosas, el retiro de buena parte de los más férreos adherentes del pinochetismo desde la Corte Suprema y admitieron nuevas tendencias en la forma de ‘abogados integrantes’, desde fuera de la carrera judicial”44.

45 Finalmente, dos otras tesis relativas al cambio jurisprudencial ocurrido a partir de 1998, y enfocadas en la dimensión política de este cambio, llaman nuestra atención. Por una parte, Collins insiste en el rol de actores individuales en la evolución de la jurisprudencia de la Corte Suprema, en particular de víctimas o de familiares de víctimas – a través de sus abogados y/o del Programa de Derechos Humanos. La presión ejercida por estos actores, que lucharon durante décadas por la verdad y la justicia, habría impactado por fin hasta el escalón más alto del Poder Judicial45. Con esta tesis se empareja la de Alexandra Huneeus, quien identifica que la recepción de esta presión ejercida por la sociedad civil, y su materialización en fallos condenatorios de los crímenes del pasado, tuvo como motivo la necesidad institucional de redención ante la sociedad, de parte de un Poder Judicial desacreditado por su pasividad bajo la dictadura. Es lo que sostiene cuando dice “los jueces llegaron a entender el Poder Judicial como manchado por su pasado, y a ver los enjuiciamientos como un medio hacia la redención”46.

46 Estas hipótesis, que se posicionan desde una dimensión política, permiten pensar que el arresto de Pinochet en Londres no fue el único factor determinante en esta evolución

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jurisprudencial: los elementos que la desencadenaron fueron más allá de las presuntas políticas de reparación y justicia de la administración del Estado. Sin embargo, el análisis que Huneeus ofrece sobre el viraje post 1998 no alcanza a explicar el siguiente quiebre en la jurisprudencia de la Corte Suprema. En efecto, a partir del año 2007 la Corte Suprema chilena empezó a hacer una aplicación inédita de la figura de la prescripción gradual para casos de violación de los derechos humanos. Esta nueva situación puso en tela de juicio los avances en la condena de los crímenes de la dictadura, vislumbrada como posible desde el año 1998. La comprensión de esta nueva situación tendrá que pasar, entonces, por el análisis de las relaciones de poder entre Poder Ejecutivo y Poder Judicial, con el fin de entender el actuar personalista del segundo.

3. La consistencia de los fallos judiciales en razón de las políticas de memoria

47 Durante el año 2007, ocurrió un nuevo giro jurisprudencial en materia de delitos cometidos durante la dictadura, con la aplicación de la prescripción gradual, práctica que se posiciona lejos de las políticas públicas de verdad, memoria y reparación implementadas desde la administración del Estado.

3.1 El quiebre jurisprudencial de la Corte Suprema

48 Durante el año 2007 es posible observar un nuevo giro jurisprudencial en materia de delitos cometidos durante la dictadura. Por primera vez se comienza a aplicar la prescripción gradual (o media prescripción) sobre este tipo de delitos. Esta noción se constituye a partir del artículo 103 del Código Penal chileno, según el cual “Si el responsable se presentare o fuere habido antes de completar el tiempo de la prescripción de la acción penal o de la pena, pero habiendo ya transcurrido la mitad del que se exige, en sus respectivos casos, para tales prescripciones, deberá el tribunal considerar el hecho como revestido de dos o más circunstancias atenuantes muy calificadas y de ninguna agravante y aplicar las reglas de los artículos 65, 66, 67 y 68 sea en la imposición de la pena, sea para disminuir la ya impuesta”.

49 La Corte justifica la aplicación de esta atenuante estableciendo que se trataría de una institución independiente de la prescripción en su esencia: mientras la prescripción extingue la responsabilidad penal, la prescripción gradual sólo la modifica, con el fin de disminuir o atenuar la pena. Es lo que sostiene en el primer fallo que aplica esta justificación: “[…] la prescripción se funda en el supuesto olvido del delito, en razones procesales y en la necesidad de no sancionar la conducta, lo que conduce a dejar sin castigo el hecho. Por su parte, la atenuante – que también se explica en razón de la normativa humanitaria – encuentra su fundamento en lo insensato que resulta una pena tan alta para hechos ocurridos largo tiempo atrás, pero que deben ser reprimidos, resultando de su reconocimiento una pena menor”47.

50 Este argumento sustentó la aplicación del atenuante a los fallos firmes relativos a violaciones a los Derechos Humanos bajo la dictadura, a partir de 2007. En efecto, si bien la Corte había reconocido el carácter imprescindible de los delitos cometidos y la aplicación de los Convenios de Ginebra, consideró que la aplicación de la prescripción

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gradual es “de aplicación obligatoria para los jueces”48, dado que no se trata de una extinción de la responsabilidad penal sino de su atenuación. Esta justificación ha sido repetidamente cuestionada, en la medida en que tanto la prescripción como la prescripción gradual parten del mismo presupuesto (el transcurso del tiempo) y se basan en los mismos fundamentos jurídicos regulados por el Código penal, por lo que se puede considerar que “la diferencia evidente entre estos conceptos estriba en el efecto jurídico que generan y no en sus fundamentos. […] La prescripción gradual confiere al juez un poder discrecional para atenuar la pena”49.

51 Más aún, a partir del año 2007 la aplicación de este atenuante no se limita a casos de homicidios calificados50, sino también a casos de secuestros calificados (desapariciones forzadas)51, considerados como delitos permanentes. Ahí, una pregunta surge: si la prescripción gradual se aplica cuando se determina que ha transcurrido la mitad del plazo de prescripción aplicable desde la terminación del delito, entonces, ¿cómo se determina en casos de desapariciones forzadas, que constituyen delitos permanentes, y por ende que no tienen una fecha identificable de terminación del delito? En efecto, el razonamiento jurídico se topa con una dificultad: ¿cómo determinar el inicio del cómputo del plazo de un delito reconocido como permanente?

52 En la práctica, la Corte ha resuelto esta dificultad, modificando el cálculo de la pena. En el caso Episodio Parral, ha estimado que “la consumición del delito se ha producido al prolongarse el encierro por más de noventa días a partir de [la fecha del secuestro], es decir, a contar del día noventa y dos”52, mientras que en el caso Episodio Liquiñe, ha considerado que el inicio del cómputo del plazo empezó cuando el militar reconocido como autor mediato del delito se había retirado de la institución castrense, perdiendo el dominio del delito de secuestro53. A todo eso, los juristas Karina Fernández y Prietro Sferrazza concluyen que “En el secuestro la lesión del bien jurídico consiste en la privación de libertad de la víctima, por lo que el inicio del cómputo del plazo puede ser determinado en la medida en que se acredite la recuperación de la libertad o el fallecimiento de la víctima. Frente a la inexistencia de prueba de tales hechos – por tratarse de detenidos desaparecidos respecto de los cuales se perdió todo rastro y cuyos restos no han sido hallados –, el delito sigue siendo permanente volviéndose imposible determinar el inicio del cómputo”54.

53 Ahora bien, la determinación artificial del inicio del cómputo del plazo en los fallos de la Corte Suprema, a partir de 2007, evidencia el actuar autónomo e inestable del Tribunal Supremo.

54 Paralelamente, la Corte Suprema aplicó la prescripción gradual en otros casos, sosteniendo que, a pesar de la existencia del Decreto Ley 5 de 1973, que declara el estado de sitio y la competencia de la jurisdicción militar, el país no se encontraba en un estado de guerra interna, y en consecuencia no se aplicaban los Convenios de Ginebra, permitiendo así la utilización de la figura de la prescripción gradual. En esta misma línea se dictan los fallos con fecha 12 de noviembre de 2007, 13 de mayo de 2008, 22 de enero de 2009 y 28 de enero de 200955.

55 Más aún, en el fallo del 22 de enero de 2009, relativo al caso Jacqueline Binfa Contreras, la Corte llegó a asignar al Derecho Internacional de los Derechos Humanos un rango infraconstitucional, sosteniendo que “[…] los principios generales de derecho internacional, reconocidos por la Comunidad Internacional de la que Chile forma parte, las declaraciones,

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resoluciones y acuerdos en que se funda el fallo, no pueden afectar los principios constitucionales de legalidad, irretroactividad y tipicidad”56.

56 Ahora bien, la aplicación de la prescripción gradual tiene un efecto sustancial en la pena efectivamente pronunciada. Cuando el juez la concede, se traduce en una clara disminución de la cuantía de las penas e, inclusive, en un impedimento sobre la privación de libertad57. Como resultado de lo recién expresado, de las 99 sentencias firmes pronunciadas entre julio de 2007 y julio de 2011, relativas a casos de desaparición forzada o ejecuciones extrajudiciales, en 69 de estos fallos se aplicó la noción de la prescripción gradual. Asimismo, se pronunciaron 249 condenas contra 159 actores bajo la siguiente calificación: 37 de ellas son penas inferiores o iguales a 3 años; 166 son penas de entre 3 años y un día y 5 años; 31 son penas superiores a 5 años e inferiores a 10 años y un día; y, finalmente, 15 corresponden a penas superiores a 10 años y un día58. Adicionalmente, de los 159 imputados mencionados, 128 obtuvieron beneficios de reducción de penas: 30 de ellos obtuvieron la remisión condicional de la pena y los otros 113 el beneficio de libertad vigilada59.

57 Según lo visto, existe una obvia diferencia entre la tendencia jurisprudencial observada en este período y el anterior. Estos cambios, que podemos calificar de brutales en la jurisprudencia del Tribunal Supremo, son posibles dado que en el sistema chileno no existe el precedente judicial. En efecto, el Código Civil, en su artículo tercero inciso segundo, precisa que “las sentencias judiciales no tienen fuerza obligatoria sino respecto de las causas en que actualmente se pronunciaren”. De este modo, si bien la Corte Suprema ha podido aplicar firmemente los Convenios de Ginebra a principios del año 200760, los fallos pronunciados a fines del mismo año, recién nombrados, nos muestran cómo la misma Corte termina contradiciéndose.

58 Es más, uno de los considerandos de un fallo dictado a inicios del año 2007 declara: “No es dable que los mismos que se asilaron en las ventajas que les concedía la referida declaración de estado de guerra, establecido por el único instrumento legislativo disponible luego de haberse producido el quebrantamiento de la institucionalidad constitucional vigente hasta entonces, pretendan ahora desconocer su valor para ignorar las sanciones que a las transgresiones de las leyes de tal estado y los cotos que a la auto exoneración respecto de ellas imponen los Convenios de Ginebra y los otros instrumentos internacionales ya entonces en vigor sobre la materia”61.

59 Pero este mismo contenido se convirtió en opinión disidente unos meses más tarde: “No es admisible que los mismos que se asilaron en las ventajas que les concedía la referida declaración de estado de guerra, establecido por el único instrumento legislativo disponible luego de haberse producido el quebrantamiento de la institucionalidad constitucional vigente hasta entonces, pretendan ahora desconocer su valor para ignorar las sanciones que al quebrantamiento de las leyes de tal estado y las limitaciones que a la auto-exoneración respecto de ellas imponen los Convenios de Ginebra y los otros instrumentos internacionales ya entonces en vigor sobre la materia”62.

60 Ahora bien, la inexistencia del precedente judicial en el derecho chileno no fue el único factor en las oscilaciones de la jurisprudencia suprema: es imprescindible tomar en cuenta las políticas públicas implementadas en el mismo período, enfocadas en la defensa de la memoria, la verdad y la reparación, pero siempre alejadas del tema judicial.

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3.2 Las políticas de memoria implementadas desde el Estado

61 Paralelamente, mientras el Poder Judicial generalizaba la aplicación de la prescripción gradual en casos de violación a los derechos humanos durante la dictadura, el Gobierno de Michelle Bachelet (2006-2010) siguió implementando políticas de promoción de la memoria. Fue así como el Puerto de Pisagua en la Provincia de Iquique y el Estadio Víctor Jara fueron declarados Monumentos Históricos, en 2008 y 2009 respectivamente. Además, durante el año 2009 se estableció el Día Nacional contra la Tortura y el Día Nacional del Ejecutado Político, y, el mismo año, el Ministerio de Bienes Nacionales creó la Ruta de la Memoria, con un objetivo educativo y de promoción de la memoria.

62 Más aún, tanto el gobierno de Michelle Bachelet como el de Sebastián Piñera (2010-2014) crearon nuevas instituciones de promoción de la memoria o reforzaron las ya existentes. Así, en el año 2009 vio la luz el tan esperado Instituto Nacional de Derechos Humanos, corporación autónoma de derecho público dedicada a la promoción y la protección de los derechos humanos en Chile, mediante, entre otras funciones, la recopilación y custodia de los antecedentes reunidos por las diferentes Comisiones de la Verdad y el Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior63. Adicionalmente, durante el año 2010 se llevó a cabo una reforma de la Justicia Militar64. Además, se implementó la Comisión Asesora para la Calificación de Detenidos Desaparecidos, Ejecutados Políticos y Víctimas de Prisión Política y Tortura, (en adelante, Comisión Valech II), entre los años 2010 y 2011, con el fin de ampliar las investigaciones relativas a casos de desaparición, homicidios, prisión política y tortura, la cual indicó una cifra final de 3.216 detenidos desaparecidos y de 38.254 víctimas de prisión política y/o tortura.

3.3 ¿Prescripción gradual versus Políticas Públicas de memoria?

63 A la hora de hacer un balance retrospectivo sobre el período marcado por la aparición de la prescripción gradual en la jurisprudencia de la Corte Suprema, existe la tentación de concluir que existe un desfase neto entre el actuar del Poder Judicial y el de los Gobiernos de turno en materia de violación a los derechos humanos bajo el período dictatorial. De hecho, esta aplicación nueva de la prescripción gradual por los jueces del Tribunal Supremo podría aparecer como una tentativa de “retomar el control” por sobre el actuar pro-memoria del Estado. También, el contexto en el que aparece el primer fallo que hace aplicación de la prescripción gradual nos hace pensar que los jueces quisieron recuperar su esfera de acción y competencia. Primero, porque intervino poco después del fallo Almonacid Arellano de la CIDH, en el que ésta afirma que el Derechos Internacional de los Derechos Humanos es necesariamente un marco de referencia para la correcta interpretación y aplicación de las normas internas; y segundo, dados los argumentos jurídicos planteados por la Corte Suprema, antes mencionados, relativos al carácter infraconstitucional del Derecho Internacional.

64 Sin embargo, si bien el Estado ha obrado por la implementación de políticas públicas de memoria y reparación, es necesario insistir en la insuficiencia de políticas de justicia propiamente tal. Primero, la reforma de la Justicia Militar generó avances insuficientes. En concreto, si bien los civiles acusados en materia penal ya no podrán estar sujetos a la competencia de los tribunales militares, lo mismo no es válido para los casos en que los civiles no fueran acusados sino víctimas de hechos ilícitos cometidos por Fuerzas

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Armadas o Carabineros – lo que corresponde a la casi totalidad de los casos de violación a los derechos humanos durante la dictadura, a través del cual la Justicia Militar sigue siendo competente. Segundo, la Comisión Valech II fue ampliamente criticada, al igual que su predecesora Valech I, por la “ley de secreto” que conlleva y que impide el uso de los antecedentes presentados ante ella, incluso por el Poder Judicial. Adicionalmente, como ya hemos mencionado, nunca se derogó el Decreto Ley de Amnistía. Por último, el Estado llegó hasta contradecir medidas jurídicas reparatorias, oponiéndose a las demandas de indemnización, tanto en lo civil como en lo penal. En efecto, si bien el Consejo de Estado reconoce la imprescriptibilidad de la acción penal, defiende que la acción civil está prescrita conforme a las normas de derecho común.

65 Ante lo expuesto, parece existir una falta de coordinación entre la jurisprudencia del Tribunal Supremo y las políticas orientadas por el Poder Ejecutivo. Finalmente, el único patrón común entre las dos instituciones sería la desobediencia a una sentencia vinculante, a objeto de abordar las consideraciones de la Corte IDH en la Sentencia sobre el caso Almonacid Arellano. Por un lado, el entonces Presidente de la Corte Suprema, Enrique Tapia, afirmó que los tribunales tendrían que resolver “caso a caso” la aplicación del Decreto Ley de Amnistía, en consideración a que es responsabilidad del Estado en general la forma en que se tiene que dar cumplimiento a la Sentencia de la Corte IDH65. Por otro lado, la administración del Estado no ejecutó más medidas que las de reforzar el Programa de Derechos Humanos en la búsqueda de la verdad y justicia, dejando fuera la posibilidad de anular el Decreto Ley de Amnistía o de implementar una reforma de la Justicia Militar que tuviera un impacto real en los casos de violación a los derechos humanos en dictadura.

66 Consecuentemente, para entender este nuevo giro jurisprudencial implementado durante el año 2007, habrá que tomar en cuenta la postura de los ministros integrantes de la Sala Penal, sobre la base de la aplicación del Derecho Internacional en el orden jurídico interno y su sensibilidad personal acerca del pasado reciente.

4. ¿Hacia nuevas relaciones interinstitucionales?

67 Como indicamos al inicio de este trabajo, Chile celebró en el año 2013 el 40 aniversario del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Además, ocurrió un cambio de gobierno a principios de 2014, con la llegada de la Nueva Mayoría, liderada por Michelle Bachelet, hija de un general constitucionalista torturado y fallecido en prisión durante la dictadura, quien ejerce su segundo mandato presidencial. En este contexto, se pudo presumir que algunos cambios ocurrirían en el actuar del Poder Ejecutivo, para impactar una jurisprudencia suprema ya cambiante desde el año 2012.

68 Con ocasión de los 40 años del golpe, numerosos discursos condenatorios de los crímenes de la dictadura fueron pronunciados, tanto por parte de políticos que desempeñaban funciones públicas en este momento como por políticos en sus campañas de candidatura para las elecciones presidenciales66. Sin embargo, más allá de discursos políticos coyunturales, las políticas públicas concretas no sobrepasaron las medidas relativas a la memoria, verdad y reparación, como hemos observado a lo largo del artículo. El Decreto Ley de Amnistía no sufrió ni derogación, ni anulación, ni interpretación favorable a las víctimas, a pesar de los distintos proyectos de ley presentados ante el Congreso67, por lo que sigue plenamente vigente. Además, como ya hemos mencionado, el Consejo de Estado no dejó de oponerse a las demandas de

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indemnización, tanto en el marco de juicios penales como de juicios civiles. Por último, es alarmante que todavía no exista una institución pública que se haga cargo de los derechos de justicia de las víctimas de prisión política y tortura, tal como el Programa de Derechos Humanos se hace cargo de las causas de desaparición forzada y homicidio. En consecuencia, los sobrevivientes deben iniciar la tramitación de sus causas por su cuenta, lo que explica el número bajísimo de causas penales por tortura: a mediados del año 2013, la Corte Suprema había resuelto solamente cuatro causas por tortura (pero bajo la calificación de “apremios ilegítimos” o “tormentos”), y la Corte de Apelaciones de Talca una sola causa, respecto de 55 que fueron judicializadas, una parte muy menor de las 38.254 víctimas de prisión política y tortura reconocidas por las Comisiones Valech I y Valech II68. Una reciente iniciativa del Programa de Derechos Humanos, que buscaba considerar la posibilidad de ampliar su mandato a casos de tortura, no pudo evitar la condena del Estado de Chile por la Corte IDH, en el fallo García Lucero contra Chile, con fecha 30 de octubre de 2013, por la excesiva demora en iniciar una investigación penal por delito de torturas sufridas en el contexto de la dictadura69.

69 Por su parte, el Poder Judicial también denunció públicamente los crímenes de la dictadura, y más precisamente, su actuar, mientras se cometían dichos crímenes. Así, la Asociación de Magistrados reconoció que “el Poder Judicial y, en especial, la Corte Suprema de la época, claudicaron en su labor esencial de tutelar los derechos fundamentales y proteger a quienes fueron víctimas del abuso estatal”70, mientras que el Pleno de la Corte Suprema reconoció que “no cabe otra actitud que no sea explicitar el reconocimiento de las graves acciones y omisiones que en ese entonces se incurrió [en este máximo tribunal], arrastrando con ello a parte de la judicatura del país”71.

70 Ahora bien, esta condena pública interviene después de evoluciones notables tanto en la estructura de la Corte Suprema, como en su jurisprudencia. Es necesario notar ahí el impacto ocasionado por el cambio en la presidencia de la Corte Suprema, ocurrido el 6 de enero de 2012. Este día, el ministro Rubén Ballesteros reemplazó a su predecesor, el ministro Milton Juica, en las funciones de Presidente del Tribunal Supremo. Este acontecimiento provocó indignación y rechazo en los sectores de defensa de las víctimas de la dictadura, dada la participación del ministro Ballesteros en Consejos de Guerra en Valdivia al inicio de la dictadura, y su conocida propensión en la aplicación del Decreto Ley de Amnistía.

71 Sin embargo, esta modificación de la Corte tuvo, igualmente como consecuencia, la reintegración del presidente saliente, el ministro Juica, a la Sala Penal de la Corte, de perfil mucho más progresista, favorable a la condena proporcionada de los responsables de violaciones a los derechos humanos y opuesto a la aplicación de la prescripción gradual. Junto con otros ministros desfavorables a la prescripción gradual – entre ellos, los ministros Haroldo Brito y Carlos Künsemüller – la integración de Juica modificó la jurisprudencia de la Sala Penal en un sentido favorable a las víctimas de la dictadura.

72 La nueva conformación de la Sala Penal de la Corte Suprema, no tardó en dar sus frutos. Con fecha 24 de mayo de 2012, la Sala Penal falló en el caso del secuestro calificado de Rudy Cárcamo, sosteniendo la aplicación de los Convenios de Ginebra, calificando el secuestro del señor Cárcamo como crimen de lesa humanidad y descartando la aplicación de la prescripción gradual. Este último argumento, que había sido a su vez descartado durante el año 2007, se fundó en el carácter permanente e imprescriptible del crimen. Es lo que sostiene la Corte al afirmar que “al tratarse de delitos

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imprescriptibles pierde sentido conceder beneficios derivados de la prescripción gradual toda vez que la esencia de ésta reside en estar sometida a límites de tiempo”, y que “al calificar en el fallo el delito investigado como de secuestro, éste refiere a uno de consumación permanente, de manera tal que no tiene parámetro para computar ningún plazo dado su carácter, máxime si es por esencia un delito de lesa humanidad imprescriptible”72. En este fallo, la Corte volvió a hacer aplicación de argumentos jurídicos planteados anteriormente, antes de la aparición de la prescripción gradual en las causas de derechos humanos.

73 Sin embargo, esta nueva tendencia no perduró en el tiempo. Dos fallos sucesivos, relativos a casos de desaparición forzada, volvieron a aplicar la prescripción gradual, desconociendo el carácter permanente del crimen de secuestro calificado. Primero, esta jurisprudencia se dio en el fallo de fecha 22 de noviembre de 2012, relativo a la desaparición de Grober Venegas Islas73. Es notable constatar que los Ministros que dictaron este fallo fueron los mismos que siempre sostuvieron la aplicación de la prescripción gradual: el Ministro Hugo Dolmestch y los Abogados Integrantes Emilio Pfeffer y Jorge Lagos74. Luego, el fallo del 18 de julio de 2013, relativo al secuestro calificado de Cecilia Alarcón, volvió a hacer aplicación de la prescripción gradual, al desconocer nuevamente el carácter permanente del crimen75.

74 La oscilación permanente que se puede observar en la jurisprudencia de la Corte Suprema, incluso en períodos muy reducidos, coincide con la falta de voluntad política de legislar en el ámbito de la justicia con el fin de condenar firme y proporcionadamente los crímenes de la dictadura. Ahora bien, muy recientemente se empezaron a discutir algunas medidas que podrían tener un impacto real en la judicialización de los casos de violación a los derechos humanos y su condena proporcionada. Entre ellas, se está proponiendo el cierre del recinto carcelario de lujo Punta Peuco, exclusivamente reservado a los condenados por crímenes de la dictadura; la creación de una Subsecretaría de Derechos Humanos con el propósito de coordinar las políticas públicas en materia de Derechos Humanos; la revisión de la “ley de secreto” vinculada a las Comisiones Valech I y II; y finalmente, se está planteando la tipificación de la tortura en el Código penal chileno. Si bien esta última medida no tendría un carácter retroactivo, evidencia una voluntad reciente de considerar directa y eficazmente políticas públicas relativas a los derechos de justicia y reparación de las víctimas de la dictadura en su conjunto.

75 Sin embargo, estas señales de cambio se encuentran en estado de proyectos, por lo que hace falta su implementación efectiva para vislumbrar una modificación que se podría reflejar en la jurisprudencia del Poder Judicial.

76 En definitiva, los cambios recientes observados en la jurisprudencia de la Corte Suprema, en un período tan reducido, dan cuenta de la importancia de las características de la integración de la Sala que debe dictar el fallo – quiénes la componen –, de la percepción personal de cada Ministro de Corte al momento de dictar el fallo –un mismo individuo puede emitir dictámenes diferentes – y, en definitiva, de una normativa que clarifique esta disputa. Asimismo, observamos que el Poder Judicial, a través de su Tribunal Supremo, y respecto de casos de violación a los derechos humanos bajo la dictadura, está desconectado de las otras instituciones, en particular de los Poderes Ejecutivo y Legislativo. Dichos elementos, tienen como fuente la ausencia de una política integrada sobre el tratamiento normativo del pasado reciente,

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específicamente sobre el desarrollo regulatorio de la expresión “justicia” en materia de delitos cometidos en dictadura.

Conclusiones

77 Habiendo transcurrido más de 20 años del proceso de justicia transicional en Chile, es posible poner de relieve los distintos criterios adoptados entre los poderes del Estado, específicamente constituido por una falta de coherencia y de sentido entre las políticas implementadas por la administración del Estado y la judicatura. Si se observa el primer período democrático (durante los años 1990 y 1998), se verifica estuvo marcado por la implementación de políticas de memoria y reparación por parte de la administración del Estado, lo que fue opacado por la ausencia de condenas judiciales en casos de violación a los derechos humanos en dictadura tras una aplicación directa del Decreto Ley de Amnistía.

78 Si se tiene a la vista el segundo período identificado aquí, 1998-2007, mientras los órganos administrativos del Estado siguieron implementando políticas de memoria y reparación exclusivamente, observamos cambios favorables en la jurisprudencia de la Corte Suprema, los cuales no se motivaron exclusivamente en el arresto de Pinochet en Londres, sino que obedecieron a una nueva integración de las Cortes.

79 Por su parte, el año 2007 marcó un quiebre en la jurisprudencia de la instancia suprema de justicia al aplicar por primera vez la prescripción gradual a casos anteriormente definidos como crímenes permanentes y/o imprescriptibles. En esta oportunidad, el Tribunal Supremo dejó de aplicar el Derecho Internacional de los Derechos Humanos para preferir y retomar un derecho interno chileno, de carácter conservador, giro en su comportamiento que no se explica en función de una degradación de la política transicional derivada del Poder Ejecutivo. Inclusive, la administración del Estado fue incapaz de diseñar una política regulada que involucrara compromisos e iniciativas que fueran más allá del ámbito de la verdad, memoria y reparación, negando la necesidad de legislar en materia de justicia.

80 Finalmente, observamos evoluciones zigzagueantes en la jurisprudencia emitida desde el año 2012, fundada en los cambios en la integración de la Corte Suprema y la todavía ausente política de justicia por parte de la administración del Estado.

81 Conforme a lo expuesto, pudimos observar, por una parte, la ininterrumpida implementación de políticas públicas enfocadas en la defensa de la memoria, la verdad y la reparación. Sin embargo, estas políticas están desprovistas de la capacidad jurídica de entregar herramientas legítimas, reconocibles por el Poder Judicial, para definir una jurisprudencia estable en la materia. Consecuentemente, los puntos de inflexión en la jurisprudencia pudieron ser identificados como factores ajenos al actuar Poder Ejecutivo y Poder Legislativo.

82 Este análisis nos conduce a considerar que, respecto de la judicialización de los casos de violación a los Derechos Humanos entre 1973 y 1990, y desde la vuelta a la democracia, el Poder Judicial ha actuado como una especie de poder fáctico, es decir, no ha coincidido con el aparato del Estado, sino que se ha movido respecto de sensibilidades internas y eminentemente políticas, y por ende, sujetas a cambios. Ello permite a Cath Collins afirmar que “la suerte de un caso puede ser predicha con exactitud apenas se saben los nombres de los jueces a quienes éste fue asignado”76. Esta autonomía inclusive

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se ha dado en el seno mismo de la Corte Suprema, generando conflictos políticos entre sus miembros. Ilustración muy reciente de esto es lo ocurrido en julio 2014, con la demisión y retorno de Sergio Muñoz, en las funciones de Coordinador de causas de Derechos Humanos para la Corte Suprema – además de ser Presidente del Tribunal Supremo –, debido a una “incompatibilidad entre lo que es la visión de este presidente con la visión que tiene el pleno de la Corte Suprema” en relación con la implementación de medidas de transparencia sobre causas de derechos humanos de la dictadura77.

83 A la luz de todo lo dicho, es notorio que el proceso de justicia transicional chileno no corresponde a “un conjunto incluyente de estrategias”, según las palabras de Paul Van Zyl, sino más bien a “un surtido de medidas e instancias aisladas, muchas veces temporales, susceptibles de reveses y estancamientos”78. Esta conclusión encuentra una ilustración, en el ámbito jurídico, en la cifras relativas a las causas de Derechos Humanos desde 1998: si bien un conjunto de 141 fallos firmes fueron dictados, con un total de 447 penas impuestas, no obstante, un 65,8% de éstas sancionan una prisión para los culpables de 5 años o menos, lo que implica un corto periodo de cárcel y, consecuentemente, sólo un 24,1% son verdaderamente privativas de libertad79.

84 La condena de los crímenes del pasado radica, antes de todo, en la expresión de una voluntad política situada necesariamente en los niveles más altos de las instituciones analizadas. Ésta, en el caso de Chile, no ocurre debido a una falta de definición sobre la materia que promueva la investigación y la condena de delitos que la propia Corte Suprema llegó a calificar de crímenes de lesa humanidad. Una voluntad política clara y firme es necesaria para condenar sin ambigüedades los crímenes del pasado, en todos sus ámbitos y conforme a los cuatro pilares de la justicia transicional. Ahora bien, a la hora de este cambio, ¿estará el Poder judicial chileno listo para trabajar conjuntamente con el Poder Ejecutivo en la condena firme y proporcionada de las violaciones a los derechos humanos de la dictadura?

Fuentes

Documentos oficiales

85 Programa de Derechos Humanos, Ministerio del Interior del Estado de Chile, Área Jurídica, Estadísticas, disponible en , consultado el 28 de mayo de 2014.

86 “Programa de Patricio Aylwin”, Campaña de la Concertación, 1989.

Fallos

Corte Interamericana de Derechos Humanos

87 -Caso Almonacid Arellano y otros versus Chile, Sentencia del 26 de Septiembre de 2006.

88 -Caso García Lucero versus Chile, Sentencia del 30 de octubre de 2013.

Corte Suprema de Chile

89 -Rol nº469-98, Caso Pedro Poblete Córdova, Sentencia del 9 de Septiembre de 1998.

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90 -Rol nº517-2004, Caso Miguel Ángel Sandoval Rodríguez, Sentencia del 17 de noviembre de 2004.

91 -Rol nº559-04, Caso Hugo Vásquez Martínez y Mario Superby Jeldres, Sentencia del 13 de Diciembre de 2006.

92 -Rol nº3.125-04, Caso Manuel Tomás Rojas Fuentes, Sentencia del 13 de Marzo de 2007.

93 -Rol nº3.452-06, Caso Ricardo Troncoso Muñoz y otros, Sentencia del 10 de Mayo de 2007.

94 -Rol n°3.808-2006, Caso Juan Luis Rivera Matus, Sentencia del 30 de julio de 2007.

95 -Rol n°6.525-2006, Caso Ancura Manquean, González Calculef, Hernández Hinostroza y Vega González, Sentencia del 5 de septiembre de 2007 (conocido como Caso Lago Ranco).

96 -Rol n°6.626-05, Caso Luis Vidal Riquelme Norambuena, Sentencia del 12 de noviembre de 2007.

97 -Rol n°6.188-2006, Caso Carlos Humberto Contreras Maluje, Sentencia del 13 de noviembre de 2007.

98 -Rol n°3.587-2005, Caso Episodio Parral, Sentencia del 27 de diciembre de 2007.

99 -Rol n°3.872-07, Caso José Costanzo Vera, Sentencia del 13 de mayo de 2008.

100 -Rol n°4.662-07, Caso Episodio Liquiñe, Sentencia del 25 de septiembre de 2008.

101 -Rol n°4.691-07, Caso David Urrutia Galaz, Sentencia del 28 de enero de 2009.

102 -Rol n°4.329-08, Caso Carmen Binfa Contreras, Sentencia del 22 de enero de 2009.

103 -Rol nº7.089-2009, Caso Hermanos Vergara Toledo, Sentencia del 4 de agosto de 2010.

104 -Rol nº288-2012, Caso Rudy Cárcamo, Sentencia del 24 de mayo de 2012.

105 -Rol nº3.573-2012, Caso Grober Venegas Islas, Sentencia del 22 de noviembre de 2012.

106 -Rol nº64-2009, Caso Cecilia Alarcón, Sentencia del 18 de julio de 2013.

Normas

107 Ministerio de Justicia, Ley 18.216, Establece medidas que indica como alternativas a las penas privativas o restrictivas de libertad y deroga disposiciones que señala, Santiago, 14 de mayo de 1983.

108 Ministerio de Defensa Nacional, Decreto Ley nº5, Concede amnistía a las personas que indica por los delitos que señala, Santiago, 12 de Septiembre de 1973.

109 Ministerio de Justicia, Poder Ejecutivo, Subsecretaria del Interior, Decreto Supremo nº 355, Crea Comisión de Verdad y Reconciliación, Santiago, 25 de Abril de 1990.

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NOTAS

1. Arthur, Paige, “Cómo las ‘transiciones’ reconfiguran los derechos humanos: una historia conceptual de la justicia transicional”, en Reátegui, Félix (dir.), Justicia transicional. Manual para América latina, Ed. Félix Reátegui, Comisión de Amnistía, Ministerio de Justicia, Centro Internacional para la Justicia Transicional, Brasilia / Nueva York, 2011, p. 76. 2. Arthur, P. “Cómo las ‘transiciones’ reconfiguran”, Op. Cit., p. 116. 3. Van Zyl, Paul, “Promoviendo la justicia transicional en sociedades post conflicto”, en Reátegui, Félix (dir.), Justicia transicional. Manual para América latina, Ed. Félix Reátegui, Comisión de Amnistía, Ministerio de Justicia, Centro Internacional para la Justicia Transicional, Brasilia / Nueva York 2011, p. 47. El énfasis es nuestro. 4. Poder Ejecutivo, Ministerio de Justicia, Subsecretaría del Interior, Decreto Supremo nº355, Santiago, 25 de Abril de 1990, artículo primero. 5. Ley 19.123 del 8 de Febrero de 1992. 6. Instauración del Programa de Reparación y Atención Integral en Salud, PRAIS (Resolución Exenta nº729 del 16 de Diciembre de 1992); implementación del Programa de exonerados políticos (Ley 19.234, de fecha 12 de Agosto de 1993, ampliada por la Ley 19.582 del 31 de Agosto de 1998); y adopción de la Ley 19.568, del 23 de Julio de 1998, consistente en la restitución de bienes confiscados por el Estado durante la dictadura. 7. Entre ellas, la reapertura del Museo de la Solidaridad Salvador Allende (1991); la autorización de erección de monumentos en memoria de Salvador Allende (1994); el financiamiento, por parte del Ministerio del Interior, del Memorial por los Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos en el Cementerio General (1994); la aprobación de un Decreto Ley para la expropiación del

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recinto Parque por La Paz Villa Grimaldi y su consiguiente reapropiación (1994); y, finalmente, la creación del Monumento Histórico Nacional Hornos de Lonquén (1996). Ver Garretón Kreft, Francisca & González Le Saux, Marianne & Lauzán, Silvana, Políticas Públicas de Verdad y Memoria en 7 países de América Latina, Programa Derechos Humanos y Democracia, Centro de Derechos Humanos, Facultad de Derecho, Universidad de Chile, Santiago de Chile, Marzo de 2011, p. 228-242. 8. “Programa de Patricio Aylwin”, Campaña de la Concertación, 1989. 9. Decreto Ley nº2.191, del 18 de Abril de 1978. 10. Collins, Cath, “Human Rights Trials in Chile during and after ‘Pinochet Years’”, The International Journal of Transitional Justice, vol. 4, n°1, p. 73. 11. Con excepción de dos fallos muy particulares, dictados a principios de los años 1990: el caso de los degollados, relativo a asesinatos ocurridos fuera del campo de aplicación del Decreto Ley de Amnistía (1994), y el fallo relativo al atentado contra Orlando Letelier en Washington en 1976 (1993). 12. Centro de Derechos Humanos, “Verdad y Justicia respecto de las violaciones del pasado”, Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile 2003, Ed. Universidad Diego Portales, Santiago, 2003, p. 141. 13. Collins, Cath, “Chile a más de dos décadas de justicia de transición”, Revista de Ciencia Política, Santiago, vol. 51, nº2, 2013, p. 89-90. 14. Collins, Cath, “Human Rights Trials in Chile”, Op. Cit., p. 74. 15. Esta Mesa de Diálogo estuvo integrada por cuatro abogados de Derechos Humanos, por cuatro oficiales representantes de las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile, y por intelectuales de la sociedad civil. 16. Pereira, Pamela, “Las sendas de la judicialización: una mirada al caso chileno”, en Reátegui, Félix (dir.), Justicia transicional. Manual para América latina, Ed. Félix Reátegui, Comisión de Amnistía, Ministerio de Justicia, Centro Internacional para la Justicia Transicional, Brasilia / Nueva York, 2011, p. 299-300. 17. Delgado, Juan Pablo, Principales hitos Jurisprudenciales en causas de Derechos Humanos en Chile, 1990-2013, Centro de Derechos Humanos de la Universidad Diego Portales y Observatorio de Derechos Humanos e Instituto de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales, Santiago, Enero de 2014, p. 7. 18. Delgado, J. P., Principales hitos Jurisprudenciales, p. 300. 19. Entre ellas, destacan el Muro de la Memoria en el Puente Bulnes (2001); la recuperación y Declaración Monumento Histórico del ex centro de detención, tortura y desaparición Casa de José Domingo Cañas 1367 (2002); la derogación del feriado legal “Día de la Unidad Nacional” (2002); el reconocimiento del Estadio Nacional como Monumento Histórico (2003); del Parque por La Paz Villa Grimaldi (2004); el reconocimiento del ex centro de detención, tortura y desaparición Londres 38 (2005), del ex centro de detención, tortura y desaparición Nido 20 (2006), del Patio 29 del Cementerio General (2006) y de la Casa Presidencial de Tomás Moro (2006); el establecimiento del Día Nacional del Detenido Desaparecido (2006); la erección de un monumento a la memoria del cantautor Víctor Jara; y, finalmente, la realización de un catastro de Inmuebles Fiscales donde se cometieron violaciones a los Derechos Humanos (2007). También se firmó un Acta de Acuerdo entre el Gobierno de Ricardo Lagos y Agrupaciones de Familiares de las víctimas, para construir obras de reparación simbólicas en el país, durante el año 2003. 20. Decreto Supremo 1.040 del 26 de Septiembre de 2003. 21. Ver la Ley nº19.980 del 9 de Noviembre de 2004 y la Ley nº19.992, del 24 de Diciembre de 2004. 22. Artículo 5 del Decreto Supremo 1.040 que establece la Comisión Valech (2003) y artículo 15 de la Ley 19.992 que establece pensión de reparación (2004).

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23. Huneeus, Alexandra, “Judging from a guilty conscience: The chilean judiciary’s human rights turn”, Law & Social Inquiry. Journal of the American Bar Foundation, University of Wisconsin Law School, vol. 35, n°1, 2010, p. 106. 24. Corte Suprema de Chile, Rol nº469-98, Caso Pedro Poblete Córdova, Sentencia del 9 de Septiembre de 1998. 25. Esta sentencia en particular se funda en los siguientes argumentos: la necesidad de determinar “en forma clara e indubitada” la persona del delincuente para poder aplicar una medida de amnistía (considerando 8); la aplicación de los Convenios de Ginebra debido al estado de guerra interna experimentado por el país en esta época (considerando 9); la preeminencia de estos Convenios y la necesidad de adecuar el derecho interno a las normas de Derecho Internacional de protección de los Derechos Humanos (considerandos 8 y 9); y, finalmente, el carácter permanente del crimen de desaparición forzada (considerando 11). 26. Corte Suprema de Chile, Rol nº517-2004, Caso Miguel Ángel Sandoval Rodríguez, Sentencia del 17 de noviembre de 2004. 27. Corte Suprema de Chile, Rol nº517-2004, Op. Cit., considerando 33. 28. El artículo primero del Decreto Ley nº5 del 12 de Septiembre de 1973 establece: “declárese, interpretando el artículo 418 del Código de Justicia Militar que el estado de sitio decretado por conmoción interna, en las circunstancias que vive el país, debe entenderse – estado o tiempo de guerra – para los efectos de la aplicación de la penalidad de ese tiempo que establece el Código de Justicia Militar y demás leyes penales y, en general, para todos los demás efectos de dicha legislación”. 29. Corte Suprema de Chile, Rol nº517-2004, Op. Cit., considerando 35. 30. Corte Suprema de Chile, Rol nº3.452-06, Caso Ricardo Troncoso Muñoz y otros, Sentencia del 10 de Mayo de 2007. 31. Corte Suprema de Chile, Rol nº559-04, Caso Hugo Vásquez Martínez y Mario Superby Jeldres, Sentencia del 13 de Diciembre de 2006. 32. Corte Suprema de Chile, Rol nº559-04, Op. Cit., 2006, considerandos 22 y 26. 33. Corte Suprema de Chile, Rol nº3.125-04, Caso Manuel Tomás Rojas Fuentes, Sentencia del 13 de Marzo de 2007. 34. Programa de Derechos Humanos, Ministerio del Interior del Estado de Chile, Área Jurídica, Estadísticas, disponible en , consultado el 28 de mayo de 2014. 35. Collins, Cath & Delgado, Juan Pablo & González, Florencia & Hau, Boris & Hernández, Rodrigo & Fernández, Karinna, “Verdad, Justicia y Memoria por violaciones de derechos humanos en tiempos de dictadura, a 40 años del golpe militar”, en Centro de Derechos Humanos, Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile 2013, Ed. Universidad Diego Portales, Santiago, 2013, p. 45. 36. Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile, Sentencia del 26 de Septiembre de 2006, párrafo 119. 37. Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Almonacid Arellano, Op. Cit., párrafo 129. 38. Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Almonacid Arellano, Op. Cit., párrafo 151. 39. Un recuento de las explicaciones que la academia aporta al cambio jurisprudencial de la Corte Suprema después de 1998 en Huneeus, Alexandra, “Judging from a guilty conscience”, Op. Cit., p. 107-109. 40. Bermúdez, Lara & García, Waldemar, “Dr Garretón: Eliminar sus nombres”, El Reporte, disponible en , consultado el 29 de mayo de 2014. 41. Collins, Cath, “Chile a más de dos décadas”, Op. Cit., p. 98. 42. Pereira, P., “Las sendas de la judicialización”, Op. Cit., p. 298. 43. Ver supra apartado 2.2. 44. Collins, Cath, “Chile a más de dos décadas”, Op. Cit., p. 97.

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45. Collins, Cath, “Human Rights Trials in Chile”, Op. Cit., p. 84. 46. Huneeus, Alexandra, “Judging from a guilty conscience”, Op. Cit., p. 111. 47. Corte Suprema de Chile, Rol n° 3.808-2006, Caso Juan Luis Rivera Matus, Sentencia del 30 de julio de 2007, considerando 18. El subrayado en negrilla es nuestro. 48. Corte Suprema de Chile, Rol n° 6.525-2006, Caso Ancura Manquean, González Calculef, Hernández Hinostroza y Vega González, Sentencia de reemplazo del 5 de septiembre de 2007, considerando 2 (conocido como Caso Lago Ranco). 49. Fernández Neira, Karina & Sferrazza Taibi, Prietro, “La aplicación de la prescripción gradual del delito en las causas sobre violaciones de derechos humanos”, Anuario de Derechos Humanos, Ed. Universidad de Chile, Santiago, 2009, p. 187. 50. Corte Suprema de Chile, Rol n°6.525-2006, Caso Ancura Manquean, González Calculef, Hernández Hinostroza y Vega González, Sentencia del 5 de septiembre de 2007 (conocido como Caso Lago Ranco); Corte Suprema de Chile, Rol n°6.188-2006, Caso Carlos Humberto Contreras Maluje, Sentencia del 13 de noviembre de 2007; Corte Suprema de Chile, Rol nº7.089-2009, Caso Hermanos Vergara Toledo, Sentencia del 4 de agosto de 2010. 51. Corte Suprema de Chile, Rol n°3.808-2006, Caso Juan Luis Rivera Matus, Sentencia del 30 de julio de 2007; Corte Suprema de Chile, Rol n°3.587-2005, Caso Episodio Parral, Sentencia del 27 de diciembre de 2007; Corte Suprema de Chile, Rol n°4.662-07, Caso Episodio Liquiñe, Sentencia del 25 de septiembre de 2008. 52. Corte Suprema de Chile, Rol n° 3.587-2005, Caso Episodio Parral, Sentencia del 27 de diciembre de 2007, considerando 26. 53. Corte Suprema de Chile, Rol n°4.662-07, Caso Episodio Liquiñe, Sentencia del 25 de septiembre de 2008, considerando 21. 54. Fernández Neira, Karina et al, “La aplicación de la prescripción gradual del delito”, Op. Cit., p. 189. 55. Corte Suprema de Chile, Rol n°6.626-05, Caso Luis Vidal Riquelme Norambuena, Sentencia del 12 de noviembre de 2007; Corte Suprema de Chile, Rol n°3.872-07, Caso José Costanzo Vera, Sentencia del 13 de mayo de 2008; Corte Suprema de Chile, Rol n°4.329-08, Caso Carmen Binfa Contreras, Sentencia del 22 de enero de 2009; Corte Suprema de Chile, Rol n°4.691-07, Caso David Urrutia Galaz, Sentencia del 28 de enero de 2009. 56. Corte Suprema de Chile, Rol n°4.329-08, Op. Cit., considerando 11. 57. De hecho, la Ley 18.216 de 1983 – recientemente modificada por la Ley 20.603 de 2012 – permite reducciones de condena cuando estás son inferiores a 5 años: así, existen el beneficio de la remisión condicional para las penas inferiores a 3 años de privación o restricción de libertad y el beneficio de la libertad vigilada para las penas inferiores a 5 años de privación o restricción de libertad. 58. Collins, Cath & Herbst, Jennifer & Hernández, Rodrigo & Zamorano, Paulina, “Verdad, Justicia y Memoria: Las violaciones a los Derechos Humanos del pasado”, en Centro de Derechos Humanos, Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile 2011, Ed. Universidad Diego Portales, Santiago, 2011, p. 41. 59. Collins, C. et al, “Verdad, Justicia y Memoria”, Op. Cit., p. 42. Como se puede notar, algunos agentes condenados han beneficiado de ambas medidas. 60. Corte Suprema de Chile, Rol nº3.125-04, Caso Manuel Tomás Rojas Fuentes, Sentencia del 13 de Marzo de 2007; Corte Suprema de Chile, Rol nº3.452-06, Caso Ricardo Troncoso Muñoz y otros, Sentencia del 10 de Mayo de 2007. Ver apartado 2.3. 61. Corte Suprema de Chile, Rol nº3.125-04, Op. Cit. 62. Opinión disidente del ministro Jaime Rodríguez Espoz, considerando 3, Corte Suprema de Chile, Rol n°6.626-05, Op. Cit. 63. Ley 20.405 del 10 de diciembre de 2009. 64. Ley 20.477 del 30 de diciembre de 2010.

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65. Artículo titulado “Presidente de la Corte Suprema: amnistía se resuelve ‘caso a caso’ ”, El Mercurio, Santiago, 17 de octubre de 2006, cuerpo C, disponible en , consultado el 30 de mayo de 2014; Chaparro, Andrea, “Suprema no reabrirá caso amnistiado pese a fallo de la Corte Interamericana”, La Nación, Santiago, 17 de octubre de 2006, disponible en , consultado el 30 de mayo de 2014. 66. Núñez, María Paz, “Perdones, ‘cómplices pasivos’ y llamados a la reconciliación: las frases que marcaron los días previos a los 40 años del Golpe”, La Tercera, Santiago, 11 de septiembre de 2013, disponible en , consultado el 29 de agosto de 2014. 67. Boletín 3.959-07, ingresado el 30 de agosto de 2005; Boletín 6422-07, ingresado el 31 de marzo de 2009. Al respecto, ver Collins, Cath, et al, “Verdad, Justicia y Memoria”, Op. Cit., 2013, p. 32. 68. Collins, Cath et al, “Verdad, Justicia y Memoria”, Op. Cit., 2013, p. 43. 69. Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso García Lucero versus Chile, Sentencia del 30 de octubre de 2013. 70. Artículo “Asociación de Magistrados pide ‘perdón’ por sus ‘omisiones’ durante el régimen militar”, La Tercera, Santiago, 4 de septiembre de 2013, disponible en , consultado el 29 de agosto de 2014. 71. Artículo “Corte Suprema reconoce ‘graves acciones y omisiones en que se incurrió’ tras el Golpe de Estado”, La Tercera, Santiago, 6 de septiembre de 2013, disponible en , consultado el 29 de agosto de 2014. 72. Corte Suprema de Chile, Rol nº288-2012, Caso Rudy Cárcamo, Sentencia del 24 de mayo de 2012, considerandos 29 y 30. 73. Corte Suprema de Chile, Rol nº3.573-2012, Caso Grober Venegas Islas, Sentencia del 22 de noviembre de 2012. 74. Delgado, Juan Pablo, Principales hitos Jurisprudenciales, Op. Cit., p. 15. 75. Corte Suprema de Chile, Rol nº64-2009, Caso Cecilia Alarcón, Sentencia del 18 de julio de 2013. 76. Collins, Cath, “Human Rights Trials in Chile”, Op. Cit., p. 84. 77. La discrepancia radicó esencialmente en el proyecto de creación de un archivo digital de todas las causas de Derechos Humanos y todos los expedientes relacionados. Ver Soto, Karen, “Ministro Sergio Muñoz renuncia a coordinación de causas de Derechos Humanos ‘por incompatibilidad’”, La Tercera, Santiago, 18 de julio de 2014, disponible en , consultado el 29 de agosto de 2014. 78. Collins, Cath et al, “Verdad, Justicia y Memoria”, Op. Cit., 2013, p. 65. 79. Collins, Cath et al, “Verdad, Justicia y Memoria”, Op. Cit., 2013, p. 55.

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RESÚMENES

A cuarenta años del Golpe militar en Chile, este trabajo analiza el desempeño del Poder Judicial chileno, con relación a las reacciones y políticas públicas proporcionadas por los órganos de la administración del Estado, durante el proceso de justicia transicional iniciado desde la vuelta a la democracia. Específicamente, se pretende analizar si existe una relación entre la jurisprudencia de la Corte Suprema chilena y la coyuntura política, a fin de contextualizar la dimensión política de la primera, relativa a los crímenes de lesa humanidad acaecidos en dictadura.

Forty years after the military coup d'état in Chile, this article analyses the behaviour of Chile's Judicial Power in relation to the public policies and the reactions of the government’s administrative bodies throughout the process of transitional justice after the return of democracy. It explores if there is a relationship between the jurisprudence of the Supreme Court and specific political junctures, which would in turn illustrate the Chilean Supreme Court’s political character in its treatment of the crimes against humanity committed during the dictatorship.

Quarante ans après le Coup d’Etat militaire au Chili, cet article examine l’exercice du pouvoir judiciaire chilien en rapport avec les réactions et politiques publiques provenant des organes de l’administration de l’Etat, au cours du processus de justice transitionnelle mis en place dès le retour de la démocratie. Il établit et analyse la relation entre la jurisprudence de la Cour Suprême et la conjoncture politique. Il prétend ainsi contextualiser notamment la jurisprudence relative aux crimes de lèse-humanité perpétrés durant la dictature.

ÍNDICE

Mots-clés: Chili, justice transitionnelle, Cour Suprême, dictature, Droits de l’Homme Keywords: Chile, transitional justice, supreme court, dictatorship, Human Rights Palabras claves: Chile, justicia transicional, Corte Suprema, dictadura, derechos humanos

AUTOR

ALICE PFEIFFER

Master 2 en Derecho y poderes públicos, mención Derechos Humanos, Universidad de Paris 10 Ouest Nanterre La Défense. Master 2 en América Latina, Instituto de Estudios Políticos de Grenoble, Francia. Investigadora independiente residente en Chile. [email protected]

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Cómplices y coautores del hecho. Delitos sexuales “en grupo” en la Provincia de Buenos Aires (1863-1903) Accomplices and principals: Group Sex Crimes in the Province of Buenos Aires, 1863-1903 Complicité et co-action. Délits sexuels “en groupe” dans la Province de Buenos Aires (1863-1903)

Betina Clara Riva

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 26 de mayo de 2014 / Aceptado: 11 de septiembre de 2014

Introducción

1 Los crímenes sexuales1 suelen concebirse como hechos que involucran únicamente dos personas: la víctima y su atacante, entre los que puede – o no – haber una relación o conocimiento previo2. Este sentido común se ha cristalizado en el tiempo, e ignora la multiplicidad de personas que efectivamente se ven involucradas en muchos de estos delitos y no se agotan en aquel único par. Aunque esta idea se ha visto desafiada, controvertida y falseada en múltiple cantidad de ocasiones, su supervivencia continúa demostrando lo difícil que resulta el cambio de actitudes y concepciones arraigadas en lo que podríamos llamar la mentalidad de una sociedad en un tiempo determinado.

2 Sin embargo, al observar con más de detalle los casos se descubre que estos delitos se conforman en un universo complejo de actores que no se agota en aquel par

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primigenio: pueden existir cómplices y partícipes activos o silenciosos, encubridores, testigos de carácter y desde luego todos los hombres (en unas pocas ocasiones, mujeres) involucrados en el proceso judicial propiamente dicho: peritos, abogados, jueces, etc.

3 El presente trabajo, entonces se enfoca precisamente en algunas de esas ocasiones donde la lógica hombre atacante-mujer víctima se demuestra incorrecta abordando una de las aristas menos estudiadas en relación a este tema: los delitos sexuales violentos cometidos por más de una persona sobre una única víctima3 centrándome en el período que va desde el inicio formal del proceso codificador penal en Argentina (en 1863) hasta la reforma penal de 1903 con la cual se introduce un importante conjunto de cambios en la normativa específica que encuadra estos crímenes4.

4 Si bien en la mayoría de los expedientes rastreados hasta ahora5 he hallado que el hecho criminal tiene lugar entre dos individuos sin aparente relación previa, en algunos de los casos existe un conocimiento casual o una interacción mínima hasta el momento del ataque, haciendo posible hablar de delitos “de oportunidad”: aquéllos en que la víctima no ha sido elegida por poseer características especiales sino por estar “en el momento incorrecto en el lugar equivocado”6. Se encuentra también un segundo escenario de características complejas cuya denuncia resulta menos frecuente en la época: donde el atacante tiene efectivamente una relación de cercanía con la víctima7.

5 Todas estas formas del delito tienen en común que parecen involucrar sólo aquel par de individuos que los tiene como protagonistas y, en este sentido, ayudan a cristalizar en la praxis así como en la teoría del derecho y en la sociedad una especie de “imagen común”, idea compartida, de que se trata de crímenes donde sólo hay dos involucrados y, habitualmente, ningún testigo. Esta situación particular, esta “soledad” que parece acompañar la comisión del delito lleva a presentarlos en los tribunales8 y frente a la sociedad como de difícil imputación – especialmente cuando la única “prueba real” parece constituirla el cuerpo mismo de la persona atacada9 –, e incluso de dudosa credibilidad, sosteniéndose la idea que muchos de los reclamos son falsos, nacidos de la necesidad de ocultar comportamientos incorrectos por parte de la mujer (relaciones amorosas que se volvieron sexuales) o ilegales del hombre (particularmente la sodomía pasiva). Una de las consecuencias más evidentes de estas ideas en el proceso penal decimonónico es que en la ponderación de los elementos del juicio para la sentencia se encuentra la ausencia de testigos que puedan corroborar, la veracidad de lo relatado por la víctima10 – cuya declaración debe considerarse dentro de aquellas deposiciones dadas por parte interesada – como un argumento a favor del acusado siendo usual la absolución o el sobreseimiento por el principio in dubio pro reo. Esta lógica resulta independiente de si la persona atacada es hombre o mujer, algo particularmente importante por cuanto los delitos sexuales suelen encontrar un eco diferente en la justicia de acuerdo al género, biológicamente definido, de aquel que sufriera la afrenta11.

6 Propongo aquí un acercamiento a los discursos que generan los legistas para lidiar con aquellos casos donde existe más de un imputado por el mismo crimen, es decir, donde varios hombres son acusados de violentar a una persona como co-autores del hecho (realizan la misma acción punible), como cómplices (facilitan la situación aunque puedan no ejecutar directamente el delito) o encubridores a posteriori. A partir de ello busco mostrar cómo se trataron estos crímenes que se alejan de la casuística general y desafían lo que el imaginario marca – y en ocasiones aún señala – como “lo esperable” para estos crímenes, mostrando cómo los discursos se ponen en tensión, revelando

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ideas más profundas sobre la sexualidad en términos de acciones y actitudes aceptadas, aceptables o inaceptables, así cómo consideraciones sociales sobre los roles genéricos fijados a partir de la biología y disponibles en los discursos médicos y jurídicos12.

7 Esta investigación se inscribe en el contexto de los cambios que experimenta la Provincia de Buenos Aires, en particular, y la nación Argentina, en general, vinculados a la expansión de la frontera interna así como al comienzo de la inmigración masiva hacia el puerto de Buenos Aires13. El aumento de población no sólo en las áreas urbanas sino en las rurales coincide con un natural incremento de conflictos interpersonales de variada índole14. En esta época, bajo influencia de las escuelas positivistas europeas, se realizan esfuerzos por lograr tanto un código penal que uniformice la ley como un proceso penal más claro (al menos en sus formas)15. Conviene recordar que es en este período cuando aparecen los nuevos desarrollos en criminología, particularmente a partir de la recepción de los trabajos de la escuela italiana16.

8 Múltiples trabajos históricos abordan el problema de la criminalidad y analizan distintos aspectos de los delitos y/o de su persecución durante el siglo XIX y principios del XX, en Latinoamérica17, en Argentina en general18, y en Buenos Aires en particular19. Estas investigaciones incluyen apartados que, si bien cercanos temáticamente, no abordan en su integridad los delitos sexuales como son los trabajos sobre infanticidio20, sobre la prostitución21 o los crímenes “de pasión” vinculados al honor 22. En líneas generales se ha privilegiado fijar la atención en la cuestión de la honra femenina, su significación social y familiar o sobre la situación matrimonial para reconstruir las expectativas sociales que se tejían alrededor de ella, así como las tensiones que se generaban en torno al rol de la mujer y a las ideas sobre la honradez y lo femenino que se construye en el ámbito judicial23. Sin embargo, pocos abordan específicamente el problema aquí tratado para el período en estudio. En este universo más acotado encontramos el libro de Silvia Chejter24, el cual analiza el problema del discurso judicial de, y hacia, las víctimas: en qué forma se les pide que cuenten o se les ordena silencio respecto de lo sucedido. Por su parte, Gisela Sedeillan ha trabajado sobre los delitos sexuales en la campaña bonaerense en forma más amplia centrándose fundamentalmente en el proceso judicial que tiene por protagonistas a víctimas femeninas25. Ambos textos hacen explícita la ineludible realidad de que las denuncias por delitos sexuales son pocas – comparadas con otros delitos contra la persona –, que se encuentra un altísimo número de sobreseimientos en relación a la cantidad de denuncias y que en los mismos el énfasis de la investigación está puesto en la víctima y sus circunstancias antes que en el hecho delictivo y el acusado. Este trabajo sigue el camino abierto por los anteriores, pero incorpora al universo problemático la situación específica de la violación múltiple/en grupo y del varón víctima.

9 El presente artículo se divide en dos partes: en la primera planteo de modo muy general y breve una introducción al problema de los delitos sexuales durante la segunda mitad del siglo XIX en Buenos Aires; en la segunda me dedico de lleno al problema de los discursos jurídicos, a partir de la elección de dos expedientes particularmente relevantes por cuanto muestran formas distintas en que puede presentarse la cuestión estudiada. En primer término presento un caso de violación en grupo en el cual la víctima es un hombre, y en segundo, abordo el caso de una menor que denuncia haber sido violada por distintas personas en tiempos diferentes, existiendo, sin embargo, una cierta relación entre estos ataques, lo que permite pensar un encadenamiento circunstancial que habilita suponerlos como parte de una única situación ilícita.

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10 Es importante aclarar que no es mi intención comparar los casos entre sí, en tanto se trata de dos situaciones claramente diferenciadas, sino examinar las lógicas e ideas que se desprenden de los discursos médico-jurídicos expresados en ellos.

1. Los delitos sexuales en la justicia bonaerense decimonónica

11 Los crímenes sexuales son considerados durante el siglo XIX como dependientes de una iniciativa o instancia privada, esto significa que sólo aquellos a quienes la ley considera afectados directamente por el crimen (“parte interesada”) podían denunciarlos26. Muy pocas personas eran comprendidas por la letra de la ley dentro de esta categoría: la víctima27 y la persona que la tuviera a su cargo, que en la práctica se reducía a su padre o marido (si fuera mujer). La madre sólo será aceptada como parte interesada por derecho propio hacia fines de siglo, aún cuando la letra de la ley permitía su inclusión. Y en muy raras ocasiones se consideró a la persona que tuviera transitoriamente a su cargo a la menor.

12 Finalmente, es necesario rescatar que existían dos excepciones: en los casos donde la menor no tuviera padres o guardador, o cuando el señalado como agresor fuera el ascendiente directo o encargado de la guarda de la persona, cualquiera del pueblo podía dar cuenta a la autoridad, incluso era factible la actuación de oficio28.

1.1 La tipificación de los delitos sexuales

13 Los crímenes sexuales durante el período en estudio pueden dividirse, en varias figuras principales: violación y estupro, sodomía/pederastia, abuso, incesto y corrupción de menores29.

14 La mayor parte de los expedientes que he hallado se refieren a las primeras (violación y estupro), ambas se definen por el mismo acto: la penetración vaginal efectivamente realizada en mujer virgen con el miembro masculino. La diferencia radica, en la práctica, en la edad de la víctima: si es mayor de 14 años se considera violación propiamente dicha, si es menor se enmarcaría el delito como estupro30. En los expedientes se expresa que la pena correspondiente en ambos casos es de hasta 6 años de prisión o penitenciaría, pudiendo ser mayor si concurrieran agravantes31.

15 Con respecto a la sodomía/pederastia32, se utilizan generalmente cuando la denuncia es por penetración anal también realizada con el miembro masculino en un varón, siendo habitualmente consideradas “equivalentes” a las figuras anteriores en cuanto a la acción que las definen y a su pena33. En este sentido la sodomía podría considerarse como equivalente a la violación mientras que la pederastia lo sería del estupro34.

16 Sin embargo, no existe aquí separación etárea claramente definida, y tampoco se plantean situaciones ajenas a un delito violento. La sodomía comprendía también, de acuerdo con el antiguo derecho español, la cohabitación o concúbito entre varones35 – siendo motivo de debate en algunos casos qué entrañaba exactamente esta expresión –, y las relaciones sexuales anales consentidas entre dos personas de cualquier sexo36. Era posible también encontrar englobada aquí la zoofilia y la necrofilia37.

17 Estas cuatro figuras comparten un segundo conjunto de consideraciones subyacentes al discurso: el agresor siempre ha de ser un varón. Se refuerza así la imagen de la mujer

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sexualmente pasiva, receptora de la violencia del hombre, incapaz de atacar a una congénere o a un individuo masculino debido a esas mismas cualidades y porque se encuentra físicamente incapacitada para hacerlo38.

18 Simultáneamente, la realidad de que los hombres son atacados por otros genera serios debates respecto de cómo entender y construir a esa víctima en tanto su cuerpo ha sido invadido por otro, quebrando la lógica de su intrínseca impenetrabilidad39. En relación a esta situación se producen interesantes discusiones así como una serie de estudios sobre la cuestión de la actividad sexual entre hombres, tanto consentida como no consentida40, que dará por resultado la creación de una idea que perdurará durante años – incluso actualmente –, sobre la “imitación fallida” que se produciría en estas relaciones carnales, donde uno tomaría/sería forzado a tomar el lugar de “mujer” en tanto receptor (“pasivo”) y el otro de “hombre” en tanto penetrador (“activo”)41. Sin embargo, mi postura al pensar los ataques sexuales de este tipo en particular trascurre por otros carriles, proponiendo que se trata de una situación donde el punto no es la “feminización” del cuerpo de atacado, sino su uso, el poder que se puede ejercer sobre él, destacando al mismo tiempo que la sociedad crea una categoría particular para la víctima de estos ataques, que trascurre por la lógica del no-ser42.

19 El abuso deshonesto43 se define por las acciones distintas de aquella que señalan las figuras anteriores, englobando entre otros: toques (o tocamientos) impúdicos, penetración oral, penetración realizada con dedos u objetos. En esta figura ni las víctimas ni los agresores se diferencian genéricamente ni existe una diferenciación de edad para la tipificación del hecho.

20 En cuanto al incesto, es una figura tan complicada como la sodomía donde los propios juristas discuten si es o no un delito que debe ser perseguido por la justicia secular y cómo se configura. El problema central parece radicar en que esta figura se define a partir de la legislación española como el delito cometido entre parientes en grado de prohibición religiosa que mantienen relaciones sexuales o amorosas presuponiéndose el consentimiento de las partes44. Quizá este último elemento, que siempre ha traído especiales complicaciones a la justicia explique por qué desde el Código de Tejedor se encuentra que el estupro, y en códigos posteriores también la violación, se agravan si quien lo cometiese resulta ser persona que ejerza autoridad sobre “la” menor, considerándose, entre otros, el “ascendiente o hermano”45. En este punto se reconoce en la víctima una incapacidad real para brindar su libre aquiescencia al acto en tanto la resistencia a una figura de autoridad de su propia familia le resultaría difícil o incluso imposible. En estos supuestos suele considerarse únicamente la violencia hacia la mujer nunca hacia el hombre, tanto de parte de un miembro masculino como de uno femenino46.

21 Finalmente, en la corrupción de menores se entienden dos acciones diferentes que pueden o no concurrir: prostituir a un menor y por otro lado, la exposición de un niño o niña a situaciones eróticas y/o sexuales incitando un desarrollo precoz del instinto sexual (corrupción propiamente dicha)47.

2. Entre el “gang rape” y las violaciones múltiples

22 La expresión americana “gang rape” refiere a la violación que cometen un grupo o banda de hombres. La he elegido no por su valor como figura jurídica – corresponde a otra legislación y tiempo48 –, sino como imagen por cuanto parece expresar de forma

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clara la primera idea que suele representarse mentalmente cuando se plantea la idea de un crimen sexual cometido por más de una persona. Este término implica también una violencia física ejercida antes, durante y después del acto sexual sobre la víctima que puede o no haber sido además drogada para facilitar su sometimiento49.

23 Sin embargo, esta no es la única forma en que puede pensarse esta lógica de grupos. En las páginas que siguen busco mostrar también que varias personas pueden violar a otra en tiempos distintos sin que esto se constituya necesariamente en un delito diferente sino parte de uno mismo, teniendo en cuenta que aquella consideración corresponde a la forma en que los juristas construyen el caso. En este sentido, puede resultar de ayuda la idea de una “banda informal” que se constituiría por diferentes sujetos que tienen una única víctima para sus acciones.

24 He elegido dos casos que ilustran estas distintas formas del crimen: en primer término analizo un expediente que encuadraría dentro aquella forma de violencia con más de un participante en un sólo hecho que ocurre en un único tiempo y lugar caratulado “Sosa Evangelista; Frías Marcos, Sella Fortunato y Rodriguez Feliciano; por pederastia a Carlos Kristian en Maipú”50. Este caso resulta, único por varias circunstancias, entre ellas que se trata de una víctima varón que señala a tres de los acusados como ejecutantes principales del delito y al cuarto como cómplice.

25 En segundo término tomaré el caso “Telechea Esteban contra Guillermo Bengoa, Rodolfo Boen i Martin Otegui por violación y estupro en Pueyrredón”,51 en el cual la joven Juana Telechea se presenta víctima de tres sujetos en tiempos y lugares diferentes, compartiendo dos la misma profesión (dependientes de almacén) y siendo el tercero telegrafista. Se conforma un único expediente, con los tres hombres representados por el mismo Defensor de Pobres, quien para su defensa grupal usa un único argumento general, lo que permite proponer un análisis dentro de la segunda forma planteada.

26 La elección de estos expedientes me permite también ilustrar las formas diferentes como los legistas contemplan a las personas atacadas, los intereses y las preocupaciones sociales que rodean la construcción de la víctima aceptable52 en tanto merecedora de especial protección jurídica.

3. “Pegarle un becerro al gringuito”

27 En 188953, Karl Fredrerik Kristian Schnell (de aquí en adelante “Carlos Kristian” como es denominado en el expediente) es reconocido por el perito médico de Maipú, quien expresa: “Este sujeto es un joven como de dies y seis años proximamente temperamente sanguíneo y bastante grueso y gordo. Presenta en la parte lateral derecha de la cabeza y en la parte que corresponda a la sutura superior del temporal una herida con tusa de cua tro y medio contimetros de largo que se perodujo una esquimosis a supresión sanguinea esta trisma no gravedad otra contusa en el angulo del ojó producido por instrumento cortante intruso apenas al epidermis: varios rasguños en los flancos de ambos cortas en los muslos y nalgas; una gran escoriación de cinco centimetros de diámetro circular e írregular en la parte superio[r] correspondiente al sacrum y por fin una inflamación leve del ano. Este sujeto no presentea señales de costumbres pederastas pasivas pero esta ligera inflamacion ala da lugar a sospec[h]as fuertemente si no a afirmar que fue sometido por la

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fuerza a prestar a un acto asi lo hacen creer los rasguños y escoriaciones pues esta ultimo debe haberse producido haciendose caer sobre una superficie dura i desigual produciendose los rasguños al sujetarlo durante el inmundo acto”54.

28 Con este informe se inicia un expediente de más de cien fojas que lidiará con el único caso que he podido encontrar hasta hoy de una violación por la que se acusa a más de dos sujetos de forzar a una única víctima varón en una misma ocasión.

29 Como puede verse, el perito yendo más allá de su deber específico, de acuerdo a lo prescrito por los manuales y tratados de la época, busca en el cuerpo de la víctima signos de su sexualidad55 a fin de asegurarse que quien se presenta como atacado lo sea en realidad y que no se trata de un pederasta pasivo56. El profesional no expresa claramente cuáles fueron las acciones que se realizaron sobre el joven sino que se limita a calificar el suceso dejando a la imaginación lo que ocurriera, lo cual también va contra las indicaciones de aquello que el perito médico tiene entre sus obligaciones57.

30 A continuación nos encontramos con la declaración del joven, tomada mediante un intérprete (llamativamente, por única vez en todo el expediente), ya que según el sub- comisario de Maipú el joven, inmigrante dinamarqués, no sabe hablar español58: “(...) que sólo al negro lo conoce de vista, y que anteriormente le había hecho propuestas para que se prestar[a] el declarante a un acto de pederastia, y que este mismo individuo la noche mencionada fuú quien lo hizo entrar al des[pa]ch[o] de bebidas que esciste frente al peringundin adonde se encontró con los otros tres individuos y entre todos le hicieron tomar mucho vino hechándole pimienta, que permanecieron en dicha casa como una media hora saliendo de alli a invitación de los referidos individuos los que convidaron para ir á la casa de prostitucion que una vez en dicha case le hicieron tomar dos vasos de caña”59.

31 Aquí se encuentran dos cosas: en primer lugar el hecho de que se le hicieran propuestas anteriores pesará bastante en el expediente por cuanto mostraría en primer lugar que los acusados tenían inclinaciones homosexuales – lo cual resulta en favor de la víctima en quien no se habían hallado signos “previos” al ataque de actividad sexual reiterada por vía anal60– y al mismo tiempo que existía una intención primera de los acusados de cometer el “delito nefando” con aquiescencia del adolescente.

32 La declaración de la víctima será apoyada por un cochero a quien Rodriguez intentó contratar para que los llevara “(…) con la volanta á todos para las quintas, ‘para pegarle un becerro a ese gringuito’61 que el esponente le contestó que no fuera loco, y se retiró (…)”62. Esto a su vez, será corroborado por dos de los acusados: Feliciano Rodriguez y Fortunato Sella, quienes más tarde declararán contra los otros.

33 Estos intentos previos y las maniobras para intentar vencer la resistencia de la víctima por medios no violentos no se encuentran habitualmente en otros casos por violación, ya que suele primar – al menos en los relatos que se transcriben –, el uso de la fuerza sobre el cuerpo de la víctima desde el primer momento del crimen. Especialmente en el caso de los hombres atacados.

34 Aquí me permito una breve digresión: algunos autores tienden a concebir la violación en grupo como un hecho que, igual que los demás crímenes de oportunidad, no tiene premeditación, vinculando esto a ciertas lógicas en las que el número permite que los autores del crimen se sientan más “cómodos” con el hecho (ya que se reducen las posibilidades de defenderse de la víctima dejándola en estado de mayor vulnerabilidad) o actúen siguiendo unos a los otros por temor a ser vistos como “menos hombres”63. Es

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muy habitual que después del hecho uno o varios de los participantes afirmen que sólo se prestaron por sentirse atemorizados frente al/los líder/es del grupo.

35 En la declaración de Feliciano Rodriguez este intenta justificar su comportamiento diciendo que sólo ejerció el acto de pederastia “por temor á que Sosa y Frías lo castigaran si no hacia lo mismo” que ellos. Por otro lado, Fortunato Sella contradecirá esta declaración afirmando que los otros lo invitaron a participar pero no hubo amenazas: “(…) como no amenazaron a nadie, pues lo mismo Frías, que Sosa que Feliciano ejecutaron el acto voluntariamente y sin i[n]timación por parte de nadie”64.

36 Continúa la declaración de Kristian: “Que ya tarde de la noche y que no recuerda que hora salio con los referidos individuos en dirección á las quintas que lo llevaba del brazo Evangelista Sosa hasta que llegaron á las quintas en donde Marcos Frias se le aproscimó y agarrandolo de un pie lo hecho entre una sanja haciendole pedazos los pantalones habiendo ejercido sobre su persona actos de pederastía, Sosa Frias y el negro Feliciano, que este acto lo ejercieron por dos veces cada uno y que sólo el otro individuo se mantuvo en la abstención. Que después de este acto lo rejistraron haber si tenia dinero cortandole con el cuchillo hasta las medias no pudiendo sacar nasa por que no tenia un centavo y sólo le quitaron unos cigarrillos y unas galletas que tenia en los volsillos infiriendole una herida en la cabesa y en el angulo del ojo derecho, golpeandolo en varias formas, que en seguida lo abandonaron pero al avistar que se venia para el lado de las poblaciones lo alcanzo Frias y le dio un golpe en la cabeza volteandolo al suelo donde estuvo largo rato”65.

37 El hecho de que la víctima pueda individualizar no sólo a sus agresores sino qué acción tomó cada uno permite conformar un caso más fuerte y además separar el castigo en tanto se jerarquizan las responsabilidades – algo que los magistrados intervinientes resaltarán.

38 A este delito principal se suma el hecho de propinarle cortadas con un cuchillo y robarle pertenencias de poco valor, esto último aparece claramente como una cuestión de oportunidad, pero las heridas parecen haber sido provocadas con la intención de que fueran más graves de lo que terminaron siendo. Queda abierta la pregunta, a partir de la declaración de los acusados si la intención no era silenciar definitivamente al joven.

39 Elevado el caso al Juez de Primera Instancia los acusados denuncian ante aquel haber sido torturados por el sub-comisario para que se declarasen autores del delito sub judice. Sin embargo, estas afirmaciones ni siquiera dan inicio a un sumario para la averiguación del hecho, algo que se hiciera en otras ocasiones. Esto me obliga a preguntar hasta qué punto el ignorar este reclamo no está directamente relacionado con el tipo de delito del que estos hombres son acusados: se trata de un acto “contra natura”, algo siempre considerado particularmente escandaloso mereciendo un trato distinto por parte de los juristas.

40 Después de tomar indagatoria a los acusados y teniendo además las declaraciones de los reos frente al Juez de Paz, el de Primera Instancia considera que no ha existido denuncia en forma, sino que el inferior actuó de oficio (violando el artículo 141 del Código Penal66) correspondiendo sobreseer a los cuatro hombres. “(…) por más que sea sensible dejar sin castigo delitos vergonzosos y que han azquirido cierta publicidad, debido a la intervención en asuntos puramente privados de personas o funcionarios que no tenían facultades para ello”67.

41 Ésta una de las pocas veces que se deja constancia que un caso de esta naturaleza ha adquirido especial notoriedad. Este podría ser otro punto útil para comprender parte

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del desarrollo posterior del caso, ya que se entremezclan no sólo elementos de escándalo – violación de un grupo de hombres a un joven – sino además de política nacional, en tanto se trata de un inmigrante europeo que había llegado al país a trabajar – en una época particularmente interesada en atraer esta población – en la campaña68. Como se afirmará más adelante, no podía permitirse que el caso quedase archivado sin una condena, dado que esto crearía una imagen poco halagüeña del país hacia fuera.

42 La causa es elevada en consulta a la Cámara de Apelaciones la cual – a pesar de la afirmación del fiscal que por decreto provincial del 02 de diciembre de 1889 las causas correccionales69 ya no seguirían aquel camino y por tanto debía devolverse las actuaciones al inferior para cumplir la sentencia dictada, salvo mejor criterio del tribunal de alzada – decide tomar el caso y subsanar el expediente. Se envía un oficio al juez de Maipú para que interrogue a la víctima respecto de sus intenciones al declarar frente al sub-comisario. Esta medida, insólita, se justifica con la afirmación que no resulta manifiesta la ausencia de acusación o denuncia, resultando verosímil suponer que se efectuó al darse cuenta en la Comisaría de los hechos: “(...) atento á que los hechos llevados á cabo tuvieron lugar muy tarde a la noche y en los suburbios de Maipú y sin testigos, por lo que lógicamente debe suponerse que unicamente la víctima pudo poner en conocimiento de la autoridad lo que le había ocurrido y que al hacerlo lo fue con el ánimo de que aquella cumpliera con su deber”70.

43 Esta es una de las pocas veces que se considera que el testimonio de la víctima ante las autoridades implica necesariamente el deseo de denunciar y perseguir el delito. En general la declaración de la persona atacada, incluso su expreso deseo de castigo a los culpables, no es considerada, como denuncia por derecho propio.

44 Paralelamente, la Cámara expresa que el juez debió arbitrar los medios necesarios para aclarar las dudas respecto de los antecedentes reunidos (específicamente, en este caso, la denuncia): “(...) y muy especialmente, tratándose de un caso en que el delito imputado es no sólo vergonzoso y repugnante, sino que importa una verdadera aberración, por que para su comisión tiene que vi[o]lentarse la propia naturaleza”71.

45 Aquí se puede ver cómo los jueces firmantes expresan en pocas líneas una visión a tono con las ideas sexuales y sociales de la época: el caso en cuestión es “aberrante” en tanto se ha salido de los cauces esperables y considerados “normales” de la sexualidad72. En este punto es factible suponer que la violación de una mujer implica un acto mucho menos conflictivo en tanto que es más acorde a la “naturaleza” de la relación genital esperable: la vagina es el sitio que “naturalmente” debe penetrar el hombre73.

46 Además, la multiplicidad de acusados74 es una cuestión clave que agrava el hecho al atentar contra las otras ideas en relación a estos crímenes: no existe aquel par atacante-atacado, surgido en la soledad considerada necesaria para que el acto sea llevado a cabo. Se ha perdido la “intimidad”, la “privacidad” que suele constituir el elemento central de estos delitos, complicando aún más cualquier intento de reducir el hecho a las situaciones habituales.

47 Y a continuación se prosigue en el mismo tono: “Que este Tribunal creyendo inspirarse en los dictados de la mas sana moral y sirviendo á los altos intereses de la justicia, acordó con el carácter de para mejor proveer, las medidas que instruyen las diligencia de fs 42 á fs 46, de las que resulta que la víctima

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denunció a la autoridad el atropello de que había objeto y hizo con el fin espreso de que la justicia persiguiera y castigara á los autores del atentado”75.

48 Esta expresión respecto de las intenciones del tribunal al tomar la medida es particularmente llamativa al confesar que se inspira en lo intangible, en la protección de la sociedad más que el respeto a la norma escrita. Así, la búsqueda y en un punto creación – en tanto se trata de lograr la prueba que no existía hasta ese punto en el expediente por medio de una actuación ad hoc – del documento que permite la persecución del delito, es la forma por la cual se serviría a la justicia entendida como algo superior a la ley codificada, en este caso la moral76.

49 Con la declaración del menor77 de que su intención era que el delito fuera castigado el expediente regresa a la Primera Instancia reiniciándose el camino judicial. El fiscal decide acusar a Marcos Frías – quien nombra defensor particular –, Evangelista Sosa y Feliciano Rodriguez por sodomía, heridas leves y robo. Fortunato Sella sólo es acusado como encubridor del hecho, ya que la propia víctima lo excluye de la violación, que es lo que verdaderamente se quiere condenar de forma ejemplar.

50 Los acusados se dividen en dos grupos: Marcos Frías y Evangelista Sosa manteniendo su inocencia primero y luego acusándose mutuamente de haber sido quienes golpearon al joven mientras Rodriguez y Sella declararán reconociendo su culpa al mismo tiempo que la de los otros involucrados. Esta situación originará a un debate legal sobre si los cómplices pueden declarar contra aquellos a quienes asistieron en la comisión del delito, punto que se resolverá apelando a las Siete Partidas, interpretaciones de la Corte y casuística en relación específica a los delitos cometidos dentro de las cárceles, considerándose apropiado recurrir a la analogía – formalmente prohibida en derecho penal – por cuanto se trata de delitos cometidos en lugar o circunstancia donde sólo otros criminales pueden ser testigos.

51 El defensor de Frías en su vista78 resalta los vicios del proceso – particularmente el hecho de que la Cámara intente subsanar un expediente viciado mediante un oficio cuando no tenía razón para intervenir sobre el mismo y la ausencia de un auto cabeza del proceso que lo inicie formalmente – y expresa distintas incoherencias como la afirmación de que el joven no sabe hablar castellano en la declaración al Juez de Paz y al poco tiempo aparece su ratificación como dada sin intérprete. Por último expresa que el caso no puede ser juzgado como sodomía por cuanto la figura implica la cohabitación (por lo tanto consentimiento) y para ello es necesaria la repetición del acto sexual en momentos diferentes, siendo además una que sólo puede darse entre dos sujetos.

52 Llegando por segunda vez al momento de la sentencia en Primera Instancia los nuevos vistos y considerandos resultan de interés. No se hace lugar al reclamo respecto de la disposición de la Cámara por cuanto no fuera rechazada en tiempo y forma considerando que además esta tiene valor de “cosa juzgada”. Mientras en relación a la violencia que los acusados manifiestan haber sido víctimas (en su primera indagatoria) no se les da mayor importancia por cuanto las declaraciones aparecen como “consignadas libremente”79.

53 Respecto a las declaraciones de los cómplices se reconoce que no podrían emplearse teniendo en cuenta la Ley 21, título 16, Partida 3ª, Ley 2, título 1º, y Ley 36, título 34, Partida 7ª excepto: “(…) cuando no ha habido otros testigos, cuando las declaraciones de los cómplices son los únicos elementos de prueba por razon de las circunstancias especiales en

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que se cometió el delito, y cuando esas declaraciones estan conformes con los hechos producidos y no hay motivo alguno para considerarlos sospechosas ó intereses”80.

54 Este es uno de los únicos casos donde la ausencia de otros testigos se utiliza en favor del castigo a los culpables en lugar de su contrario (vinculado al in dubio pro reo). Al mismo tiempo, es sugestivo que pueda suponerse que aquellas declaraciones no tengan intereses de por medio: es posible pensar que los acusados declaraban a fin de que se les redujera la pena por cuanto estaban ayudando a condenar a los otros dos más culpables, en términos sociales, culturales e incluso jurídicos.

55 Se agrega: “la Suprema Corte de Justicia, interpretando esta ley [Ley 10, Tit 16, Pª3ª], de acuerdo con la opinión de distintos criminalistas, (…) por que si el testimonio de los penados cuando son los únicos testigos presenciales del hecho fuera desestimado, quedaria imposibilitado la averiguación de los delitos y el castigo de los delincuentes; que por otra parte la admisión del testimonio de los penados en casos especialisimos y la interpretación restrictiva de la ley 10 en este sentido, esta autorizado por la jurisprudencia de los tribunales en casos análogos, cuando no existiesen circunstancias que hicieran dudar de la veracidad del dicho de los testigos (tomo 4º, página 354, 2ª serie)”81.

56 La cita elegida por el juez y su interpretación en este contexto resulta llamativa dado que no puede justificarse que los casos sean “análogos”, aunque es claramente coherente con la intención: sin los testimonios de Sella y Rodriguez se carecería de la prueba “clara y conteste”, ya que el testimonio de la víctima y del cochero no alcanzan por sí solos para establecerla.

57 Finalmente se ve la jerarquización entre los acusados: Frías y Sosa, quiénes, además de violar al joven, lo hieren y le roban, son condenados a 6 años de penitenciaría, mientras Feliciano Rodriguez recibe 5 años82. Todos son calificados como autores principales del delito de sodomía con agravantes, esto último también resulta poco habitual. Es importante anotar que el juez considera que no es posible aceptar la defensa del último mencionado de que sólo actuó por temor a los otros acusados ya que no existe constancia alguna de que se hallase en un peligro inminente si no realizaba el acto, máxime cuando Sella se negó a participar y nada le ocurrió. Se deja en libertad a este a quien se considera simple cómplice, en tanto “(…) no habría ejercido actos de sodomía, que parecen haber sido el móvil principal” del hecho y aunque el fiscal había solicitado que se lo castigue por encubrimiento se afirma que el hombre no tenía obligación de dar parte a la autoridad – en tanto el mismo hubiera quedado expuesto – y de cualquier manera el tiempo de castigo solicitado se ha visto cumplido con creces por el tiempo de prisión.

58 La causa es elevada en apelación a pedido del defensor de Marcos Frías iniciándose una nueva batalla legal en la cual el legista cuestionará nuevamente la existencia de denuncia y con ello el caso en su integridad: “(...) V. E. No ha podido ordenar diligencia de esa naturaleza, por que no tienden a completar un sumario sino a reorganizarlo para que continue, un proceso que no tiene razon de ser; (…) tiene por fin agregar al sumario, la única piesa necesaria é indispensable para la formación del proceso”83.

59 También expresa agravios contra los fundamentos de la sentencia en la interpretación acerca de la utilización de la declaración de cómplices como testigos hábiles en juicio y por último vuelve a discutir el uso de la figura legal por la cual se condenó, resaltando

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las diferencias entre violación (sólo aplicable en mujeres) y sodomía (como cohabitación de dos hombres). El abogado también pedirá al tribunal de Segunda Instancia que se declare impedida de accionar en este caso por cuanto considera que existe pre- juzgamiento contra su cliente.

60 La Cámara responde en primer término que no se considera inhibida por cuanto no ha habido expresa manifestación respecto de la culpabilidad de ninguno de los implicados en su previa actuación. Los integrantes de este tribunal enunciarán en su sentencia que consideran probado el delito y la víctima, sobre la que consideran se ha ejercido el “nefando delito de pederastia”. Este punto es importante por cuanto puede considerarse anula la discusión sobre la definición de “sodomía” 84planteada por el abogado apelante al hacer referencia a otra figura que pone el eje en la edad de la víctima – rescatando su juventud85–, al tiempo que lo asocia a la cuestión “contra natura” con el uso de “nefando”86.

61 En relación a los acusados, consideran que las declaraciones de Rodriguez y Sella se encuentran completamente corroboradas por las de Kristian, contestes en que Marcos Frías estuvo en las quintas de Maipú, empujó dentro de una zanja al menor y lo violó: “También resulta de estas [las declaraciones de la víctima] que Rodriguez, Frías, y el finado Sosa cometieron aquel inmundo acto y permaneciendo Sella al margen”87.

62 Como puede verse una y otra vez se adjetiva el acto además de mencionárselo, mostrando un interés especial en remarcar lo atroz que resulta, no sólo por cuanto la víctima fue un joven que llegó al país para trabajar, de acuerdo a lo que la política de la época pretendía, sino que fue atacado por varios hombres al mismo tiempo, mismos que se habían puesto de acuerdo para hacerlo.

63 Por otro lado, sobre haber intentado embriagarlo “(...) con el objeto de llevar a cabo el becerro (...)”, los integrantes de la Cámara establecen que debe considerarse que existió premeditación (artículo 84 inciso 4º del Código Penal). Esto último es una novedad, por cuanto hasta ahora era una situación que permanecía al margen. Al mismo tiempo se agregan nuevos agravantes: la edad del joven, el haberse cometido el hecho de noche88 y en las quintas, con uso de armas prohibidas y, por primera vez en todo el expediente, se considera explícitamente el hecho de que actuaran “en cuadrilla”. Atendiendo a todo lo anterior, se aumenta la condena a Feliciano Rodríguez hasta igualarla a las dictadas para los otros actores principales89, manteniéndose las de Marcos Frías y Fortunato Sella.90

64 Este caso es uno de los pocos en que la justicia muestra un particular – y claro –, interés por castigar a los hombres señalados como autores de un delito que siempre es considerado monstruoso y escandaloso, particularmente al tratarse de una víctima masculina, que aquí además tiene el ingrediente extra de ser cometido por más de una persona al mismo tiempo y en el mismo lugar, lo cual obliga a salirse de la lógica víctima-victimario.

65 He mostrado entonces cómo se actúa contra derecho a fin de poder perseguir el delito y cómo se interpretan leyes de forma tal que se habilitan testimonios a fin de “crear” pruebas y reforzar “indicios” y “presunciones”, empleadas contra quiénes son considerados más culpables.

66 El caso Kristian es particularmente llamativo, de un lado, por la manera en que los criminales son ignorados: sus declaraciones respecto de haber sido torturados son hechas a un costado o rechazadas de plano. Por otra parte debido al rol menor que la

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víctima y su familia juegan en todo el expediente: nunca se intenta localizar a sus padres aún cuando se trata de un menor de edad, sólo se lo llama a declarar una vez en el contexto del oficio remitido por la Cámara para subsanar el expediente. En ningún momento se le solicita que se “constituya en parte”91 o se busca la constancia de solicitud de que el Ministerio Público Fiscal continúe con la causa.

67 No se trata aquí, propongo, de hacer justicia al adolescente sino de castigar a tres hombres (debemos recordar que Sella resulta exculpado por la propia víctima y al no verse esta declaración contradicha por los otros acusados se acepta que su culpabilidad es menor o incluso inexistente) que resultan un peligro en tanto su aparente inclinación sexual – sumando a esto que la violación de un hombre resulta más grave que la de una mujer – así como su violencia y una molestia para la sociedad, al ser considerados vagos y mal entretenidos de acuerdo a lo informado por el Juez de Paz.

68 Por último, vuelvo a resaltar que, tomar el momento y lugar del suceso como argumento a favor del testimonio del joven – considerándose además que debido a la falta de testigos se hace imposible que alguien pudiera informar a la policía –; y por lo tanto, considerar que su declaración ante el oficial debe tomarse como la denuncia requerida para investigar el hecho, resulta una interpretación poco menos que única entre los casos que he podido relevar hasta la fecha. Este crimen resulta particularmente aberrante, tanto por la víctima elegida (un varón) como por el número de atacantes que se confabulan en el acto, rompiendo desde todo punto de vista con lo esperable y esperado en términos de relaciones socio-sexuales, explicando entonces que deben utilizarse todos los recursos para castigar a los señalados como culpables92.

4. “Andaba en malos pasos”

69 El segundo caso comienza con la denuncia de Juana Labat de Telechea ante el Juez de Paz de Pueyrredon. Ella expresa que hacía dos años tenía colocada a su hija Juana, de 10 años de edad, en la casa de Manuel Sendota, y que al ir a buscarla, le dijo la mujer de Sendota que ese día habían sabido, ella y su marido, que a la menor la habían violado tres individuos, a saber: Guillermo Bengoa, obligándola por medio de ofrecimientos de objetos de poco valor y pidiéndole que guardara en secreto el hecho, que se repitió una vez más; Rodolfo Boer, jefe de la oficina de telégrafos, tres veces diferentes; y Martín Otagui, también tres veces.

70 Este caso, donde tres hombres jóvenes (el primero y el último de 21 años mientras el segundo tenía 22 años)93 son acusados del mismo acto ejercido sobre la misma víctima – incluso en más de una ocasión – resulta más “normal” desde la perspectiva de lo “esperable” en la casuística de crímenes sexuales: se trata de un hombre cada vez que viola a una misma mujer, en un espacio cerrado, donde no hay más testigos que los dos involucrados. Sin embargo aunque el hecho ocurre en tiempos distintos conforman un único expediente, sin embargo, no son cómplices, por cuanto no actúan juntos, no son coautores del delito por cuanto este se ejecuta, en momentos diferentes... ¿Cuál sería la razón de que se los agrupe en un mismo caso desde el comienzo?

71 Esta pregunta es difícil de resolver porque el expediente no proporciona por sí mismo una respuesta: puede suponerse que al tratarse de una misma víctima y el que los tiempos de los ataques estén muy próximos entre sí – de acuerdo a lo declarado – hace que resulte expeditivo y práctico agrupar a los tres acusados en un mismo caso. Sin embargo, propongo que por la forma en que los hechos son presentados existe una

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conexión entre los tres implicados, pensando incluso que quizás si bien actuaron por sí mismos y solas en cada ocasión lo hicieron siguiendo algún patrón que podría conformar un ilícito por asociación.

72 El dueño de la casa donde trabaja la “joven”94 declara que conoció la situación de ésta por su esposa, quien lo hizo por medio de una vecina, a la que se lo dijo una sirvienta y afirma (igual que lo harán otros testigos) que la víctima “que andaba en malos pasos”, aunque no se dice cuáles eran las acciones que habilitaba esta consideración. Interrogada por sus patrones confesó lo sucedido.

73 El hombre agrega que si no dio parte a la autoridad – ya que en ese momento la tenía a su cargo – fue porque la madre estaba al llegar y tenía pensado devolverle a la hija. El patrón no aclara las razones de esta resolución pero podría pensarse que intentaba evitar ser salpicado por el escándalo en tanto el matrimonio era responsable por el bienestar de Juana mientras esta trabajaba en la casa.

74 Esta situación permite un cierto paralelismo con el caso anterior: ambas víctimas son jóvenes que no pertenecen a la comunidad dentro de la cual son atacados y ambos están allí por razones de trabajo. No obstante, hay claras diferencias: ella tiene mala fama, el aviso a la autoridad se da con mucha dilación respecto de los hechos y se trata de una víctima femenina atacada por un hombre distinto cada vez. Por otro lado, existe otra situación que separa ambos casos: al tener ella menos de 12 años de acuerdo a la ley no podía dar consentimiento a ninguna actividad sexual, por lo cual no importaría ninguna otra afirmación que se realizara en sentido contrario a esto. Sin embargo, esta cuestión nunca es discutida y ni siquiera es tomada en cuenta por los juristas involucrados. En este sentido, se puede ver que más allá de lo dispuesto en la ley se da preferencia a una consideración de tipo social: al no comportarse como se espera en alguien de su edad no puede ser considerada como una menor honesta y es posible negarle el status de “víctima aceptable”.

75 Parte de las razones que coadyuvan a la formación de esta idea la podemos encontrar en el informe médico legal, donde el profesional señala que la joven presenta: “Palidez general de todas las mucosas, debilidad muscular, anhelación al menor movimiento, sueño interrumpido por ensueños, debilidad en las piernas, inapetencia, y todos los síntomas estaro–anemia. Partes genitales externas con una inflamación bastante intensa producida por las tentativas reiteradas de violación, el clítoris se halla bastante irritado, lo cual puede ser producto tanto de la situación antes mencionada como por los malos habitos que sospecha el examinador pueda tener la menor. El himen se encuentra intacto por lo cual se descarta el coito o si lo hubo fue incompleto”95.

76 Aquí se halla una de las frases que ayudan a dar el tono con el que se investigará el caso: si bien no descarta que se haya intentado ejercer el acto de violación una o varias veces también podría tratarse de lesiones producto de “malos hábitos” – que necesariamente implican repetición. Aunque nunca se explicita cuales podrían ser estos, el conocimiento de eufemismos de la época, remite a que el examinador sospecha actividades onanistas, con lo cual suma a su “mala fama” social una clara imagen de malsana moral (o inmoralidad)96. Estas dos imágenes superpuestas permiten que la justicia actúe en favor de los acusados. En los delitos sexuales siempre se enuncia que la protección de la justicia debe recaer sobre “joven honesta”97, negándose a quienes por una razón u otra no pudieran ser calificadas de tales.

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77 Transcribo a continuación parte del testimonio Juana, dado bajo promesa de decir verdad al Juez de Paz: “y que Guillermo le dijo que entrára dentro del mostrados para voltearla y que le iba á regalar un anillo, y un abanico y que le iba a dar la yapa de pastillas. 4º Que la declarante no contestó nada, pero que Guillermo salió a fuera del mostrador por la puerta que estaba abierta y tomándole del brazo derecho la hizo entrar á la parte interna del mostrador y la acostó en el suelo cerca de la puerta del mostrador, y abriendole las piernas la levantó las polleras y desatándole el calzon se acostó encima de la declarante, después de desprenderse los botones del pantalón. 5º Que en esa postura estuvo un rato en la declarante, hasta que se levantó y abriendo la puerta del mostrador, que la había cerrado cuando la hizo entrar, la hizo salir despues, le dijo Guillermo que no contara á nadie lo que él había hecho con ella y que sólo la dio unas pastillas chicas de chocolate, sin querer darle el abanico y el anillo que le prometió, a pesar de que la declarante se lo reclamó. 7º Que en esos momento no había nadie mas que Guillermo en el almacen y que la declarante no vió a nadie mas en la tienda”98.

78 Me detengo un momento aquí para comentar algo que resultará central a la investigación – y aporta a mis consideraciones sobre este caso: si bien se evita describir el acto en toda su crudeza99, al mismo tiempo se halla la “normalidad” del mismo, tanto en relación a las posiciones sexuales como a quienes lo realizan. Aquí están la soledad, la persona de sexo femenino indefensa y el hombre agresor.

79 Por otro lado al aunarse al relato de la violencia ejercida sobre su cuerpo con el reclamo por los regalos prometidos pero no recibidos por prestarse al acto se refuerza la impresión en contra de la menor ya que parece haber puesto un precio a su honra100, sin tener en cuenta, como se mencionó, que su edad la hace incapaz de dar consentimiento jurídico: “9º Que la segunda vez que estuvo Guillermo con la declarante, fué haciendole los mismos ofrecimientos que le hizo la primera vez, y que le enseño el anillo que lo tenía en una caja chica y que le mostró también el abanico que lo sacó de unas cajas grandes de la tienda. 10º Que a pesar de este ofrecimiento, ella no queria entrar tampoco, pero que Guillermo abrió la puerta del mostrador que estaba cerrada y tomándola de un brazo la hizo entrar y cerró la puerta nuevamente y acostándola en el suelo hizo con la declarante lo mismo que había hecho la primera vez y que tampoco no le dió lo que le ofreció, sino unas pastillas blancas que tenía en unos cartuchitos. 11º Que antes que Guillermo hiciera eso con la declarante, nadie lo había hecho”101.

80 Esta parte del relato será utilizada, igual que la anterior para construir a esta víctima inaceptable, por cuanto no ha dado parte a nadie de lo sucedido y además regresa al mismo lugar, vuelve a tener relaciones con el acusado y reitera que hubo entre ellos un arreglo previo que luego, reitera, no se cumplió.

81 Continúa la menor: “12º Que el segundo que ha estado con ella es el telegrafista de este pueblo, cuyo nombre y apellido no lo sabe. 13º Que era una mañana cuando la mandó Doña Nazoria (…), á que fuera a llevarle la ropa que le planchaba al telegrafista, y que llegó a la casa de dondo donde [sic] éste vive, (…) y que cuando tomó la ropa el telegrafista, la tomó a ella de un brazo y la hizo entrar a dentro diciendo que le iba a dar todo el dinero que la declarante quisiera. 14º Que después que la hizo entrar, la arrinconó contra la pared, cerca de la puerta, y levantándole las ropas la desató el calzon y se los bajó para abajo. 15º Que despues de desatarle el calzon y bajárselos, la hizo abrir de piernas y agachándose él, hizo con ella lo mismo que había hecho Guillermo y que despues le dio cinco centavos en un billete. 16º Que lo mismo que

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entonces hizo otras dos veces mas el telegrafista con la declarante y que una vez le dió ocho centavos y distintas veces le dio dinero, aunque no estuviera con ella. 17º Que la última vez que estuvo la declarante en casa del telegrafista, fue ayer a la tarde, pero que no quiso entrar aunque él la ofreció dinero, porque Don Manuel Sendoya le había dicho que no entrara (...). 18º Que la declarante le contestó que tenía órden de no entrar mas á la casa y que el telegrafista le preguntó entonces si se lo había contado á su patron lo que él hizo con ella, y le contestó que sí”102.

82 Aquí se pueden analizar dos cosas: nuevamente se mantiene cierto silencio en relación a la situación sexual específica, aunque, utilizando sólo lo informado por el médico de tribunales, puede sospecharse que el acto realizado no fue la penetración sino que los acusados utilizarían sus dedos en los órganos genitales de la niña. Es significativo que tres personas distintas realizaran las mismas acciones sobre la misma persona 103, invitando esta repetición a la pregunta de si existía entre ellos alguna comunicación al respecto.

83 La joven declara que el segundo acusado le había ofrecido dinero y le entrega apenas centavos, lo que no deja de sumar otro fuerte antecedente en su contra. En esta ocasión, sin embargo, reconoce haber informado a su patrón de lo sucedido quien como única medida le dijo que no entrara más en aquella casa. “19º Que el tercero que estuvo (….) ha sido Martin, que es dependiente del almacen (…), pero que no le sabe el apellido. 20º Que la primera vez entró la declarante a comprar algunas cosas y que despues que le despachó todo, dijo á la declarante que si iba con él abajo del mostrador le daria plata, pero que como ella no le contestó nada, Martin la agarró de los brazos por arriba del mostrador, y haciendola parar al lado interno, la puso parada arrimada contra la vidriera que estaba arriba del mostrador, y despues de levantarle la pollera le desató y le bajó el calzon, haciendo con ella como hacia el telegrafista, agachándose. 21º Que lo mismo hizo Martin con ella otras dos veces ofreciéndole dinero y que despues de hacerle lo que quería no le daba mas que masitas. 22º Que en estas ocasiones no habia gente ninguna en el almacen en que está Martin”104.

84 Así puede colocarse a los tres acusados en un una línea temporal que comienza en el primer dependiente y acaba en este último pasando por el telegrafista. Todos comparten, además de las acciones antedichas, el hecho de ofrecerle regalos o plata y el incumplimiento de aquellas promesas.

85 En este caso pues se da una multi-temporalidad en dos sentidos: Juana tiene contactos sexuales con tres hombres en tres momentos distintos pero además se repite el acto105 y el hecho de que la víctima declare que siempre que estuvo con los acusados no había otros testigos hace fácil plantear por parte de los juristas que sus palabras resultan cargadas de sospecha, especialmente considerando que se encontró con los dependientes en el negocio que debían atender.

86 Por su lado los acusados, cuyas declaraciones son prácticamente idénticas – compartiendo también al mismo abogado defensor – negarán todos los cargos. Los dependientes de los almacenes afirman que sólo conocen a la joven como cliente mientras el telegrafista que sólo la trató cuando le llevaba la ropa limpia a su casa106 pero que jamás entró en ella.

87 Se dispone, un careo entre la víctima y cada uno de los acusados107; esto es no sólo inusual sino que no tiene justificación alguna en el tipo de caso que se trata, atentando contra las normas comunes de protección de la agredida, dado que se supone que resultaría en una situación injustificadamente traumática. Así, una vez más puede verse hasta qué punto esta no es considerada como víctima de un delito sexual grave.

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88 Algunos testigos declaran en el sentido de que los dependientes nunca eran dejados solos en la atención al público y que la “yapa” se daba a todos los menores; mientras una mujer expone que una niña de 7 años a su cargo le había dicho que Bengoa la había pasado al otro lado del mostrador y cerrado la puerta. Este testimonio no es seguido por el Juez de Paz quien no cita a quien habría realizado la afirmación108 ni vuelve sobre esta línea que demostraría la existencia de un comportamiento al menos sospechoso de parte de uno de los acusados.

89 El caso se eleva a Primera Instancia como “sospechas de violación” algo que puede resultar extraño, ya que era usual que hasta los 15 años se considera que se trataba de delito de “estupro”. Por lo cual, puede verse que esta niña no es percibida como tal a los ojos de los magistrados, entrando en cambio, en la lógica aplicable a las jóvenes.

90 Una segunda cosa extraña en este punto del proceso es que no se procede a la captura de los acusados por cuanto el Juez de Paz no cree que existan méritos suficientes en la causa para ello, limitándose a remitir las actuaciones al superior. Esto es llamativo por cuanto la detención y remisión de los sospechosos es una ocurrencia habitual en este tipo de delitos109, dejando que la cuestión de los méritos los resuelva el Juez de Primera Instancia en el proceso posterior, esto nuevamente permite ver hasta qué punto la víctima no es considerada como tal de acuerdo a la idea que de esta se tenía en la época.

91 Dándose vista al fiscal este expresa la necesidad de que se entable querella en forma (se constituya la familia en parte) como único medio de llevar adelante el sumario, así ni la denuncia de la madre ni la declaración de la joven se aceptan como acusación formal; clara diferencia con el caso anterior en el cual la propia Cámara “crea” la denuncia necesaria para perseguir el delito. Este funcionario tampoco considera que deba ponerse en prisión a los acusados considerando que efectivamente no existen méritos suficientes para ello.

92 La joven resulta en este caso absolutamente desprotegida por la justicia, sobrevolando la acusación de haber vendido su honra y llegando incluso a plantearse el fantasma de su prostitución – en este sentido el reclamo de lo que le fue prometido recuerda al problema del incumplimiento en el intercambio por sexo. En ningún momento se considera que su corta edad podría haberla puesto en una posición especialmente vulnerable sino antes bien se la ve como una “joven” con “malos hábitos” y que andaba en “malos pasos” por lo cual no se trata de ese ideal de mujer que ha perdido algo valioso con el delito denunciado y al tratarse de un caso donde se puede reconstruir aquel par agresor-agredida, de soledad en cada caso, el número de acusados no hace diferencia.

Reflexiones finales

93 Este trabajo es una introducción a un problema complejo, porque si los crímenes sexuales de por sí comportan el quebrantamiento a la idea de modernidad en tanto progreso de la sociedad y control de las pasiones, el hecho de que la violencia sea ejercida por más de un sujeto sobre la misma persona anula la idea usualmente sostenida en los tratados jurídicos y la jurisprudencia de que se trata de un delito entre dos personas sin testigos, explicando así la dificultad en su persecución y la enorme cantidad de absoluciones y/o sobreseimientos en los denunciados como agresores.

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94 Debe sumarse a esta cuestión una problemática que acompaña y tiñe las indagaciones y acciones jurídicas: el género, biológicamente definido, de la persona atacada. Si la víctima es un hombre, como pudo verse en el caso de Kristian, la justicia recurre a una multiplicidad de artilugios para castigar un crimen considerado particularmente aberrante y socialmente peligroso. En el expediente analizado se suma además que el acto fue cometido repetidas veces por más de un hombre haciendo más grave la situación. El cuarto participante (Sella) al no haber ejecutado el acto sexual puede ser castigado más levemente.

95 El sexo (genital) de la víctima debe además corresponderse con actitudes socialmente reconocidas y cimentadas respecto de cómo debe actuar y hablar un hombre o una mujer. Esta segunda consideración permitirá construir – junto con otras – y separar las víctimas “aceptables” de aquellas que no lo son. Esta cuestión parece seguir actuando en el terreno social y de las ideas independiente de los avances que se proponen a nivel jurídico-legislativo.

96 Esto podemos verlo en caso de la joven Telechea, una niña – en nuestras consideraciones actuales –, para la que su corta edad no resulta una presunción en su favor, donde el certificado médico legal destruye cualquier asomo de inocencia que pudiera restar con unas pocas palabras un tanto oscuras y donde la declaración de las personas con las que ha tenido contacto reafirman esta imagen de inocencia perdida, de persona que por “andar en malos pasos” no puede reclamar haber perdido algo vital para ella. Sin mencionar, las palabras de la propia Juana en relación a haber aceptado la oferta de “regalos” para tener contacto con los hombres que ella acusa.

97 Cuando la justicia decimonónica se halló frente a una persona que reconoció como digna de protección especial se utilizaron todas las herramientas posibles e incluso, en ocasiones, como en el primero de los casos analizados, algunos rodeos “imposibles” para instruir el proceso, perseguir y castigar a los señalados como realizadores del delito. Así durante todo el caso Kristian podemos decir que no existe en verdad un querellante privado dado que la víctima sólo aparece dos veces (en su primera declaración y en el momento que se le interroga respecto de sus intenciones al dar aquella) y es a pedido de la Cámara, por su intervención, que se continúa el proceso. Aquí entonces, son los camaristas, que se convierten en la “parte interesada” – más allá del rol del fiscal como representante de la vindicta pública –, en tanto quienes buscan que se sentencie a los acusados encontrándoselos culpables: reclamando se haga justicia aunque deba actuarse contra el derecho codificado. En este lugar propongo que se consideró había un bien mayor en juego, la defensa de la sociedad pero también los intereses del momento. El delito no sólo había quebrado las lógicas sexuales propias de la época, el acto era “anti-natural” y especialmente “aberrante”, sino que además atacar a un migrante que se hallaba trabajando en el campo había puesto en peligro la imagen del país como un lugar de oportunidades para quienes desearan venir a trabajar el suelo argentino.

98 Por otro lado, el caso de Juana Telechea se puede adaptar con mayor facilidad a las lógicas corrientes del delito ya que la multi-temporalidad y multi-espacialidad de los ataques permiten reconstruir, a pesar de la sospecha de un entendimiento entre los tres acusado, la lógica hombre-mujer en un ámbito cerrado, íntimo y mantener el fantasma de una relación que pudo ser consensual. Las declaraciones de la joven y el hecho de hallarse lejos de cualquier red de contención social al trabajar lejos de su pueblo, facilitan que el caso sea rápidamente cerrado por falta de pruebas concretas,

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especialmente cuando la víctima no puede ser pensada como esa “doncella honesta” de la que hablan los códigos y por lo tanto una “víctima aceptable”.

Fuentes

99 Departamento Histórico Judicial, La Plata, Argentina, Juzgado Criminal del Sur, Fuero Penal, Paquetes 81, 112, 125, 103

100 -“Mas Juan; por pederastia, en Dolores”, Paquete 81, Expediente 01, Año 1888.

101 -“Pongibabi, Angel; por violación y estupro en la persona de la menor Victoria Igartua, en Necochea”, Paquete 112, Expediente 11, Año 1888.

102 -“Sosa Evangelista; Frías Marcos, Sella Fortunato y Rodriguez Feliciano; por pederastia a Carlos Kristian en Maipú”, Paquete 125, Expediente 8, Año 1890. El subrayado corresponde al original.

103 -“Telechea Esteban contra Guillermo Bengoa, Rodolfo Boen i Martin Otegui por violación y estupro en Pueyrredón”, Paquete 103, Expediente 25, Año 1886.

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NOTAS

1. Una primera versión de este texto fue presentada en las III Jornadas Nacionales de Historia Social (año 2011) La Falda, Córdoba. El presente trabajo forma parte de un proyecto mayor, mi

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tesis de doctorado sobre delitos sexuales en el período 1863-1921, en Buenos Aires, y la construcción de la “víctima aceptable”, investigación dirigida por los doctores María Elena Infesta y Ricardo D. Salvatore. 2. Podría discutirse esta afirmación para los casos de corrupción de menores, sin embargo, en términos generales esta figura castiga, en el siglo XIX, a quien prostituyere (o corrompiere) a un menor, por lo cual nuevamente encontramos la lógica de uno a uno, ya que el “cliente” se encuentra en una lógica que lo deja fuera de la figura aunque lo hace pasible de otros castigos. 3. Para algunos aspectos de esta cuestión resulta de utilidad el texto de Burke, Joanna, Los violadores. Historia del estupro de 1860 a nuestros días, Crítica, Barcelona, 2009 (especialmente los capítulos 2 y 3). Si bien el libro analiza el fenómeno de la violencia sexual en el mundo angloparlante es posible encontrar importantes similitudes con la realidad latinoamericana y argentina. 4. Entre otras, se considera que los hombres pueden ser víctimas de violación (hasta los 12 años), se codifica propiamente la figura de abuso deshonesto y se modifican las penas que comprenden los distintos crímenes contra la honestidad. Volveré sobre esto. 5. El corpus documental actual es de un poco más de cien casos, relevados en el Departamento Histórico Judicial de la Corte Suprema de Justicia (DHJ) y en el Archivo Histórico de la Provincia de Buenas Aires (AHPBA). De estos expedientes 7 corresponden a víctimas varones, dentro de ese corpus 1 corresponde a una violación en grupo. El resto (100 casos) corresponden a víctimas mujeres, de ellos 2 expedientes son por delitos sexuales con más de un acusado. Se aborda por tanto casos claramente excepcionales dentro de la regularidad que puede encontrarse en los expedientes trabajados, privilegiando un enfoque cualitativo antes que cuantitativo. 6. Esto no anula, desde luego, la posibilidad de que existieran violadores seriales o personas que atacaran a un determinado tipo de mujer, sino que, quizá por las propias limitaciones tecnológicas y técnicas de la época resulta casi imposible de descubrir o apreciar esta situación en las investigaciones conducidas al día de hoy. 7. A modo de ejemplo DHJ, “Pongibabi, Angel; por violación y estupro en la persona de la menor Victoria Igartua, en Necochea”, Paquete (P) 112, Expediente (E) 11, Año (A) 1888 entre quienes había una relación laboral y DHJ, “Mas Juan; por pederastia, en Dolores”, P 81, E 01, A 1888 este era el maestro de varios jóvenes que fueron aparentemente abusados por él. 8. En relación a los aspectos jurídicos generales de los delitos sexuales en la campaña bonaerense, ver los trabajos de Sedeillán, Gisela, “Las mujeres ante los estrados de la justicia. Agresiones sexuales en la campaña centro sur bonaerense a fines del siglo XIX”, en Actas de las IV Jornadas Nacionales Espacio, Memoria e Identidad, Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 2006 y “Los delitos sexuales: la ley y la práctica judicial en la Provincia de Buenos Aires durante el período de codificación del derecho penal argentino (1877-1892)”, Revista Historia Crítica, Bogotá, n°37, enero- abril 2009. También Riva, Betina C., “Pensar los delitos sexuales: el proceso jurídico y la construcción de la víctima ‘aceptable’ (Buenos Aires, 1863-1900)”, en Actas de las V Jornadas de trabajo y discusión sobre el siglo XIX/ I Jornadas Internacionales de trabajo y discusión sobre el siglo XIX, Universidad Nacional de Mar del Plata, Mar del Plata, 2013 y “Quien puede querer, ¿quiso? El consentimiento sexual como problema en el tratamiento judicial de los delitos sexuales. Buenos Aires, 1863-1921”, en Actas IV Jornadas Nacionales de Historia Social, Universidad Nacional de Córdoba, La Falda, mayo 2013 (en prensa). 9. He trabajado este problema, entre otros, en Riva, Betina C., “El perito médico en los delitos sexuales, 1880-1890”, en Barreneche, Osvaldo & Bisso, Andrés (comps.), Ayer, hoy y mañana son contemporáneos. Tradiciones, leyes y proyectos en América Latina, Edulp, La Plata, 2010; “Quien puede querer, ¿quiso?…” Op. Cit., y El perito médico en los delitos sexuales. Buenos Aires, 1850-1890, tesina de licenciatura en historia, Universidad Nacional de La Plata, La Plata, Argentina, 2011 (inédita). 10. Sobre este tema, recomiendo en particular el texto de Chejter, Silvia, La voz tutelada. Violación y voyerismo, Editorial Nordan, Uruguay, 1996.

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11. He trabajado este tema en Riva, Betina C., “El delito de violación en varones: masculinidad en conflicto y discurso judicial (Buenos Aires, 1850-1890)”, en Actas de las II Jornadas Nacionales de Historia Social, Universidad Nacional de Córdoba, La Falda, 2009 y “Entre la pureza y la perversión. Construcciones médico-jurídicas sobre los delitos sexuales en menores en la Argentina entre 1860 y 1880”, en AAVV, VI Jornadas de Sociología de la UNLP, Universidad Nacional de La Plata, La Plata, 2010. 12. Existe una múltiple cantidad de trabajos sobre esta cuestión; me han resultado de particular utilidad para este artículo los conocidos trabajos de Foucault, Michel Historia de la sexualidad (tres tomos), Siglo XXI, Buenos Aires, 2008 y Los anormales. Curso en el Collège de France (1974-1975), Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007. También los trabajos de Buffington, Robert, “Los jotos: Visiones antagónicas de la homosexualidad en el México moderno” y Beattie, Peter “Códigos ‘peniles’ antagónicos: La masculinidad moderna y la sodomía en la milicia brasileña, 1860-1916”, ambos en Balderston, Daniel & Guy, Donna, Sexo y sexualidades en América Latina, Paidos, Buenos Aires, 1998, así como el libro de Salessi, Jorge, Médicos, maricas y maleantes. Higiene, criminología y homosexualidad en la construcción de la Nación Argentina. Buenos Aires: 1871-1914, Viterbo, Rosario, 1995. 13. Esta cuestión es central para entender algunas de las circunstancias particulares del primer caso, sobre lo cual volveré en el espacio correspondiente. 14. Yangilevich, Melina, Estado y criminalidad en la frontera sur de Buenos Aires (1850-1880), Prohistoria, Rosario, 2012; Scarzanella, Eugenia, Ni gringos ni indios. Inmigración, criminalidad y racismo en la Argentina, 1890-1940, Ed. UNQui, Quilmes, 2004, y Sozzo, Máximo, Historias de la cuestión criminal en la Argentina, Eds. Del Puerto, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2009. 15. Aunque los presupuestos iusnaturalistas aún gozan de prestigio. Por cuestiones de espacio no abordaré aquí esta cuestión en profundidad. Ver Levaggi, Abelardo, Historia del derecho penal argentino, Ed. Perrot, Buenos Aires, 1978. 16. Sozzo, Máximo, Historias de la cuestión criminal, Op. Cit.; Caimari, L., Apenas un delincuente. Crimen, castigo y cultura en la Argentina, 1880-1955, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, y Creazzo, Giuditta, El positivismo criminológico italiano en la Argentina, Ed. Ediar, Buenos Aires, 2007. 17. Aguirre, Carlos & Buffington, Robert, Reconstructing criminality in Latin America, Jaguar Books, Estados Unidos, 2000; Salvatore, R. et al, Crime and Punishment in Latin America. Law and society since late colonial times, Duke University Press, New York, 2004, y Speckman Guerra, Elisa, Crimen y castigo. Legislación penal, interpretaciones de la criminalidad y administración de justicia (Ciudad de México, 1872-1910), Colegio de México / Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2002. 18. Entre otros Barriera, Darío (comp.), Justicias y fronteras. Estudios sobre historia de la justicia en el Río de la Plata. (Siglos XVI-XIX), Universidad de Murcia, Servicio de publicaciones, Murcia, 2009 y La justicia y las formas de la autoridad. Organización política y justicias locales en territorios de fronteras. El Río de la Plata, Córdoba, Cuyo y Tucumán, siglos XVIII y XIX, ISHIR-CONICET-Red Columnaria, Rosario, 2010; Caimari, Lila, Apenas un Delincuente, Op. Cit., y Salvatore Ricardo & Barreneche Osvaldo (eds.), El delito y el orden en perspectiva histórica, Prohistoria, Rosario, 2013. 19. Aquí remito especialmente a los trabajos de Barreneche, Osvaldo, Dentro de la ley todo: la justicia criminal de Buenos Aires en la etapa formativa del sistema penal moderno de la Argentina, Al margen, La Plata, 2001 y Siglo XXI, Buenos Aires 2004; Caimari, Lila, La ciudad y el crimen. Delito y vida cotidiana en Buenos Aires (1880-1940), Sudamericana, Buenos Aires, 2009; Sedeillán, Gisela, La justicia penal en la provincia de Buenos Aires Instituciones, prácticas y codificación del derecho (1877-1906), Biblos, Buenos Aires, 2012, y Yangilevich, Melina, Estado y criminalidad, Op. Cit. 20. Por ejemplo, los trabajos de Ruggiero, Kristin, “Not Guilty: Abortion and Infanticide in Nineteenth-Century Argentina”, en Aguirre, C. & Buffingon, R., Reconstructing criminality, Op. Cit. 21. Particular pero no únicamente, ver el trabajo clásico de Guy, Donna, El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires 1875-1955, Sudamericana, Buenos Aires, 1994.

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22. Ruggiero, Kristin, “Passion, perversity and the Pace of Pace of Justice in Argentina at the Turn of the Last Century”, en Salvatore, Ricardo et al, Crime and Punishment, Op. Cit. 23. En estas líneas, si bien para un período anterior, ver Twinam, Ann, Vidas públicas, secretos privados: Género, honor, sexualidad e ilegitimidad en la Hispanoamérica colonial, FCE, Buenos Aires, 2009, y para Buenos Aires, los trabajos de Quinteros, Guillermo O., “De amores, pasiones y otros sentimientos en los juicios de disenso durante la primera mitad del Siglo XIX en Buenos Aires”, en Zapico, Hilda Raquel (coord.), De prácticas, comportamientos y formas de representación social en Buenos Aires (siglos XVII-XIX), Universidad Nacional del Sur, Ediuns, Bahía Blanca, 2006. Para el período en estudio, Caulfield, Sueann, In defense of honor. Sexual Morality, and Nation in Early Twentieth-Century Brazil, Duke University Press, Londres, 2005, y Gayol, Sandra, “ ‘Honor moderno’: The significance of honor in fin-de-siècle Argentina”, Hispanic American Historical Review, vol. 84, n°3, Duke University Press, Estados Unidos, 2006. 24. Chejter, S., “La voz tutelada”, Op. Cit. 25. Sedeillan, G., “Las mujeres ante los estrados”, Op. Cit. y “Los delitos sexuales”, Op. Cit. 26. El artículo 141 del Código Penal de 1886 (concordante con el artículo 3°, sección 5ª, disposiciones comunes del título III “De los crímenes y delitos contra la honestidad” del Proyecto de Código Penal del Doctor Carlos Tejedor de 1865, desde aquí Código Tejedor) reza: “No se procederá á formar causa por los delitos expresados en el presente Título [III], sino por acusación ó denuncia de la interesada ó de la persona bajo cuyo poder se hubiere hallado cuando se cometió el delito”. Sin embargo, se discute en la jurisprudencia, hasta entrado el siglo XX, si eran además de acción pública o privada, aún cuando el código de procedimientos penales determina, desde el año 1888, que los delitos de violación, estupro y rapto son de acción pública aunque dependientes de instancia de parte. He trabajado esta cuestión en Riva, Betina C., “La iniciativa privada en los delitos sexuales (Buenos Aires 1863-1921)”, en Actas de las III Jornadas de Jóvenes Investigadoras/es en Derecho y Ciencias Sociales, Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales Ambrosio L. Gioja, Univesidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2012. Ver también Sedeillan, Gisela, “Los delitos sexuales”, Op. Cit. 27. A pesar de lo cual, en muy pocas ocasiones se aceptó su presentación en la práctica, aunque esto puede tener que ver con que al tratarse de menores de edad era discutible hasta dónde comprendían la gravedad de lo denunciado. Por otro lado, dependiendo de la edad, existe una imposibilidad lógica de que realizaran esto, debido a que un niño o niña no posee el conocimiento suficiente respecto del proceso legal para iniciar una causa o dar cuenta a la autoridad por sí mismo. 28. Esto se encuentra plasmado en la segunda parte del artículo 141 mencionado: “Si el delito se cometiera contra una impúber que no tenga padres ni guardador, puede acusar cualquiera del pueblo ó procederse de oficio; lo mismo que en el caso de que el delito fuese cometido por su ascendiente, tutor o por cualquier persona encargada de la guarda de la menor”. Sin embargo, incluso cuando se daban estos supuestos la actuación de oficio era muchas veces rechazada en la Primera Instancia al privilegiarse la primera parte del artículo. Sobre esta cuestión, ver Riva, Betina C., “La iniciativa privada”, Op. Cit., y Sedeillan, G., “Los delitos sexuales”, Op. Cit. 29. Existe otro delito, sobre el que no he encontrado ningún expediente hasta la fecha: el exhibicionismo. La “tentativa” de cualquiera de estas figuras implicaba que por alguna razón el delito no se llevó a cabo en forma completa. 30. En el Código Tejedor (artículo 2°, sección 2ª, título III) y el Código Penal de 1886 (artículo 127) se considera que la violación se produce en mujer menor de 12 años cumplidos, mientras que el estupro se contempla en el primero (artículo 1°, sección 3ª, título III) y en el segundo (artículo 130) como el acto cometido en mujer mayor de 12 y menor de 15 años. En 1903 se pierden estas diferencias, englobándose violación, estupro y ultraje al pudor en una sola figura, pero manteniendo diferencias de edad en las víctimas, lo que conlleva a la diferenciación de penas. Se incluye además, por primera vez, que la víctima puede ser persona de uno u otro sexo, pero sólo

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para los casos de menores de 12 años, abuso deshonesto de menores y corrupción o prostitución de menores (artículo 127, incisos a, f y g). En la teoría, en parte de la letra de la ley – y sólo en algunos pocos casos en la praxis de la época –, se ha planteado que la diferencia radicaría además en el elemento de seducción que caracterizaría el estupro. 31. De acuerdo al Código Tejedor y al Código Penal de 1886 (artículos 127 a 132), la pena que corresponde para la violación es: un periodo de 6 a 10 años de reclusión penitenciaria si la víctima es mujer menor de doce años, y un periodo de 3 a 6 años si ésta es mujer honrada mayor de esa edad. El estupro de mujer virgen mayor de 12 y menor de 15 años, empleando la seducción se sanciona con un tiempo de 1 a 3 años de prisión, aumentándose la pena de 3 a 6 años si el culpable es persona encargada de su guarda cuidado o familiar. Estas penas se modifican, aumentándose y dándose una mayor gradación de acuerdo a distintas circunstancias, en las modificaciones de 1903 (artículos 127 a 132 del Código Penal de ese año). 32. En los expedientes y textos de la época se refiere a este delito también como “delito” o “pecado” nefando. 33. Es interesante notar que tanto en el Código Tejedor (artículo 5, sección 1ª, título III) como en el de 1886 (artículo 129) sólo se expresa: “Las mismas penas de los artículos anteriores se aplicarán al reo de sodomía”, no haciéndose mayores aclaraciones ni definiendo los actos que se encuadran dentro de ella. No hay mención de la pederastia en ninguno de los dos. Aquí nuevamente, propongo se puede ver la lógica de los usos y costumbres más allá de la letra de la ley. El artículo mencionado, además, resulta derogado por la modificación de 1903 comentada más arriba. 34. Ver mis artículos Riva, Betina C., “Delitos sexuales en el espacio portuario: sexualidad y derecho en la encrucijada”, en Sandrín, María Emilia & Biangardi, Nicolás (comps.), Los espacios portuarios. Un lugar de encuentro entre disciplinas, La Plata, 2014 (en prensa), y “El delito de violación en varones”, Op. Cit. 35. Se discute en España durante algún tiempo si esta figura que comprende también las relaciones homosexuales femeninas ya que en Las Siete Partidas se hace referencia a persona de uno u otro sexo. Al respecto, ver Barriobero y Herrán, Eduardo, Los delitos sexuales en las viejas leyes españolas, Ediciones Mundo Latino, Madrid, 1930. Sin embargo señala Escriche: “la ley no entiende por pederastia o sodomía sino el concúbito de hombre con hombre”, en Diccionario Razonado de Legislación y Jurisprudencia, edición corregida y aumentada, Librería de Rosa, Bouset y Cía., 1851, p. 1.338. 36. Relaciones por o en “vaso indebido”. 37. L. 1, Tít. 21, Partida 7ª. 38. En una doble cuestión: carece de fuerza física y del órgano necesario para consumar el crimen como tal. 39. Riva, Betina, C., “El delito de violación”, Op. Cit. 40. De los múltiples trabajos existentes sugiero Krafft-Ebing, Richard von, Psicopatía sexual. Estudio medico-legal para uso de médicos y juristas, El Ateneo, Buenos Aires, 1955 [1886]; Tardieu, Auguste Ambroise, Estudio médico-legal sobre los delitos contra la honestidad, 1882 y Estudio médico legal sobre los atentados a menores, 1857; y Ellis, Havelock Henry, “Sexual inversión (1896)”, Studies in the Psicology of sex, vol. 2, 1957. Todos estos textos aparecen citados en los expedientes de la época y podemos suponer que ayudaron a la creación de este “sentido común”, así como al conocimiento específico de cuestiones médico-psicológicas sobre la homosexualidad. 41. Salessi, J., Médicos, maricas y maleantes, Op. Cit. 42. He comenzado la discusión de estas ideas en: Riva, Betina C., “Pensar los delitos sexuales”, Op. Cit.; “El delito de violación en varones”, Op. Cit., y El perito médico en los delitos sexuales, Op. Cit. 43. Es interesante notar que hasta 1903 no se incluye la expresión en el código penal (artículo 127 inciso f); sin embargo, he hallado casos muy anteriores donde se discute su utilización como figura que engloba una penalidad menor. Es necesario advertir que a la fecha no he encontrado

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casos que lleven esta figura por carátula, antes bien su aparición se da en los alegatos y sentencias. De cualquier manera, a la fecha su uso no resulta significativo entre los casos rastreados. 44. Hasta la fecha, un solo caso hallado dice “incesto” en su carátula, el resto de los expedientes se titulan “violación” o “estupro”, esto es posible pensarlo dentro de la lógica del consentimiento: una menor de 14 años no puede darlo. Riva, Betina C., “Relaciones monstruosas: el problema del incesto (Buenos Aires 1850-1890)” manuscrito inédito, disponible en . 45. Artículo 2°, sección 3ª, título 3° del Código Tejedor, y artículo 131 del Código Penal de 1886. En 1903, el delito cometido por ascendiente, descendiente, afín en línea recta o hermano, aparece englobado dentro de violación, estupro y ultraje al pudor, aumentándose la pena correspondiente (artículo 127, inciso d). 46. Este punto en particular fue debatido en numerosos intentos de reforma penal hasta la de 1999. 47. En este sentido, el Código Tejedor (Artículo 3°, Sección 3ª, Título III) y el de 1886 (Artículo 132), sitúan este crimen junto al estupro y concuerdan en que resulta reo de este delito “El que habitualmente ó con abuso de autoridad ó confianza, promoviere ó facilitare la prostitución ó corrupción de menores, será castigado con prisión de uno á tres años, si la menor tuviese menos de dieciocho años y más de catorce; y con penitenciaría por tres a seis años, si la menor tuviese menos de catorce años cumplidos.” Este delito se reconfigura en 1903, pasando a quedar englobado en el artículo 127 (violación, estupro y ultraje al pudor), incisos g y h, donde reza “g) El que promoviere ó facilitare la prostitución ó corrupción de menores de diez y ocho años, para satisfacer deseos ajenos, será castigado con uno á tres años de prisión. En caso de nueva condena, será deportado. h) La pena será de tres á seis años de penitenciaria; 1) Si el menor no tuviere doce años cumplidos; 2) Si el autor fuere ascendiente, afín en línea recta ascendente, marido ó persona encargada de la educación ó guarda de la víctima”. 48. Se trata de una figura que pertenece al derecho angloamericano contemporáneo. 49. Sobre este fenómeno, una primera aproximación en Smith, Merril D., Encyclopedia of rape, Greenwood Press, Westport, 2004 (aunque hay una entrada específica “Gang rape” en página 86, el texto lo analiza en varias otras, focalizándose en casos específicos y en filmografía); también ver Hazelwood, Robert R. & Wolbert Burgess, Ann, Practical aspects of rape investigation: a multidisciplinary approach, 3rd ed, CRC Press, Estados Unidos, 2001, el cual cuenta con una interesante clasificación para los delitos cometidos en grupo. 50. DHJ, “Sosa Evangelista; Frías Marcos, Sella Fortunato y Rodriguez Feliciano; por pederastia a Carlos Kristian en Maipú”, P 125, E 8, A 1890. El subrayado corresponde al original. 51. DHJ, “Telechea Esteban contra Guillermo Bengoa, Rodolfo Boen i Martin Otegui por violación y estupro en Pueyrredón”, P 103, E 25, A 1886. 52. He planteando la cuestión de la “víctima aceptable”, entre otros, en Riva, Betina C., “Pensar los delitos sexuales”, Op. Cit.; en El perito médico, Op. Cit.; y en “El delito de violación en varones”, Op. Cit. 53. La carátula del expediente reza “1890”, el reconocimiento está fechado a fines de 1889. 54. DHJ, “Sosa Evangelista”, P 125, E 8, A 1890. De aquí en adelante todas las partes resaltadas son mías. Al mismo tiempo aclaro que, a fin de hacer más sencilla la lectura, he procedido a separar correctamente las palabras manteniendo las expresiones y ortografía originales. 55. Esto, como he planteado antes, resulta habitual en los crímenes de naturaleza sexual. Ver Riva, Betina C., El perito médico en los delitos sexuales, Op. Cit. y “El perito médico en los delitos sexuales”, Op. Cit. 56. Ésta era una gran preocupación de los peritos médicos en los casos de este tipo. Riva, Betina C., “El delito de violación en varones”, Op. Cit., y El perito médico en los delitos sexuales, Op. Cit.

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57. En este sentido se suponía que el profesional debía limitarse a informar lo que observara en el cuerpo de la víctima, sin interpolar sus opiniones personales al respecto. 58. Aunque poco después, en otra declaración, aparece como hablándolo de corrido… 59. DHJ, “Sosa Evangelista”, P 125, E 8, A 1890. 60. En la época se creía que estas relaciones deformaban el esfínter, dándole una forma infundibular que se consideraba claro signo de pederastia pasiva. He trabajado esta cuestión en Riva, Betina C., “El delito de violación en varones”, P 125, E 8, A 1890. 61. No he podido encontrar aún una definición segura de lo que esta expresión significa, ya que en el expediente se la considera tan común que no merece una explicación. 62. DHJ, “Sosa Evangelista”, P 125, E 8, A 1890. 63. Es cierto, por otro lado, que la mayor parte de los estudios sobre este fenómeno de violación en grupo (“gang rape”) provienen de los Estados Unidos y se basan en casuística del siglo XX; sin embargo, creo importante hacer esta aclaración por cuanto se discute la premeditación como elemento constituyente de esta forma del delito, pero también el factor de presión del grupo, incluso como una forma de justificar la acción para intentar obtener penas menores. 64. DHJ, “Sosa Evangelista”, P 125, E 8, A 1890. 65. DHJ, “Sosa Evangelista”, P 125, E 8, A 1890. 66. Corresponde al Código Penal de 1886. 67. DHJ, “Sosa Evangelista”, P 125, E 8, A 1890. 68. Sobre esta última cuestión, entre otros, ver Scarzanella, E., Ni gringos ni indios, Op. Cit. 69. Resulta común en los expedientes consultados la confusión criminal y correccional, nombrándolas como una sola cosa. Si bien el defensor de Frías posteriormente apelará la intervención de la Cámara en esta causa, utilizando entre otros argumentos el citado decreto, no se dará lugar a sus reclamos en este punto, ni siquiera al presentarse ante la Suprema Corte de Justicia, considerándose que la Segunda Instancia se hallaba habilitada a intervenir en el caso en el modo que lo hizo – lo cual no deja de ser llamativo, teniendo en cuenta que, entre otras cosas, apelaba por el uso de analogía penal y porque al “subsanar” el expediente efectivamente creó una prueba inexistente a la fecha de esa diligencia en el expediente. 70. DHJ, “Sosa Evangelista”, P 125, E 8, A 1890. 71. DHJ, “Sosa Evangelista”, P 125, E 8, A 1890. 72. Salessi, J., Médicos, maricas y maleantes, Op. Cit. 73. Esto no quiere decir que se considere que la violación de una mujer es una relación sexual normal, bajo ningún punto de vista, simplemente resulta menos escandaloso en tanto es más acorde al canon. En este punto, ver Chejter, S., La voz tutelada, Op. Cit., y Sedeillán, G., “Las mujeres ante los estrados”, Op. Cit. 74. Recién en el código de 1903 se expresa que se configura agravante de violación, estupro y abuso deshonesto la participación de dos o más personas. 75. DHJ, “Sosa Evangelista”, P 125, E 8, A 1890. 76. Es posible, desde luego, proponer aquí una inspiración de los principios del iusnaturalismo, aunque es de tener en cuenta que en el tratamiento judicial de estos delitos suele hallarse una constante referencia a aspectos morales. 77. Como marqué antes, esta segunda, y última, declaración figura como tomada sin intérprete por cuanto el Juez de Paz afirma que el joven se expresa perfectamente en castellano. Lo llamativo del caso es que ha pasado menos de seis meses entre la primera deposición y ésta. 78. En este período, las “vistas” equivalen a los alegatos actuales. 79. Este es un argumento difícil de entender ya que ¡resultaría como mínimo extraño que el interrogador admitiera haber violentado a los declarantes! 80. DHJ, “Sosa Evangelista”, P 125, E 8, A 1890. 81. DHJ, “Sosa Evangelista”, P 125, E 8, A 1890. 82. Aunque a todos se les computan los años de prisión ya sufridos.

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83. DHJ, “Sosa Evangelista”, P 125, E 8, A 1890. 84. Es de tener en cuenta que como planteé anteriormente, los códigos de la época dejaban la figura abierta a la interpretación jurídica al no definir los elementos que la configuran. 85. Y como se dijo, era equivalente al estupro en mujer. 86. El calificativo “nefando” se utilizaba como sinónimo de sodomía y de acto contra natura. 87. DHJ, “Sosa Evangelista”, P 125, E 8, A 1890. 88. Esto también resulta llamativo, ya que sólo en dos ocasiones se consideró que el hecho de que el delito tuviera ocasión en un determinado momento del día podía constituirse en agravante. 89. Evangelista Sosa muere antes de que el caso llegue a la Cámara, por lo cual se lo sobresee. 90. Este caso, como se mencionó, llega hasta la Corte elevado en apelación a pedido del defensor de Frías, la cual no hace lugar a su reclamo; sin embargo, por cuestiones de espacio, he decidido dejar aquí el caso. 91. Algo muy usual en los delitos sexuales, al menos durante la mayor parte de la segunda mitad del siglo XIX. He trabajado esto en Riva, Betina C., “La iniciativa privada”, Op. Cit.; también ver Sedeillán, G., “Los delitos sexuales”, Op. Cit. 92. Existen varios trabajos respecto de la enorme cantidad de sobreseimientos que se dan frente a los delitos sexuales denunciados, tanto en Argentina como en Latinoamérica, en un fenómeno observable hasta el presente. Remito a los trabajos de Sedeillán G., “Los delitos sexuales”, Op. Cit., y Chejter, S., La voz tutelada, Op. Cit. He abordado algunos aspectos del problema en Riva, Betina C., “Mecanismos jurídicos en el tratamiento de los delitos de violación: primeras aproximaciones al problema”, en AA.VV., V Jornadas de Sociología de la UNLP y I Encuentro Latinoamericano de Metodología de las Ciencias Sociales, Universidad Nacional de La Plata, La Plata, 2008; “Entre la pureza y la perversión”, Op. Cit., y “El perito médico”, Op. Cit. 93. Si recordamos que en líneas generales se consideraba la mayoría de edad en los varones a los 18 años, estos acusados serían adultos jóvenes. 94. En este caso en particular la menor no es considerada por los adultos intervinientes en él – y especialmente por los letrados y el perito médico – como una niña ya que, como analizaré más adelante, sus circunstancias particulares la alejan de las condiciones que se le presuponen a éstas, a fin de ser protegidas por el sistema penal frente a la violencia sexual. Por esta razón y atento ser por un lado fiel al expediente y por otro a la sensibilidad actual para la clasificación de los menores de corta edad, se entrecomillará la expresión “joven” cuando pertenezca al expediente relevado. A la fecha, y utilizando los expedientes como insumo fundamental, he hallado que las categorías de “niña”, “menor” y “joven” implican cada una aspectos específicos, que se vinculan a la cuestión de la honra y de la vida familiar allá de la edad fisiológica específica. Así hasta los 8 años todas las mujeres son vistas como “niñas” y se les presupone honradas. A partir de aquí y hasta los 15 o 16 – el límite del estupro –, se las considera “niñas” o “jóvenes” de acuerdo a la situación social en que se hallan, el espacio físico que habitan y la consideración social que pesa sobre ellas y sus familias. En este sentido, el uso de “joven” en un expediente implicaba una consideración negativa sobre ésta ya que implica cierto “conocimiento del mundo” cuando no la ausencia de la honra como virginidad. En general se utiliza “menor” hasta los 18 años de cualquier persona debajo de esa edad. Sobre esta cuestión, ver Riva, Betina C., “Entre la pureza y la perversión”, Op. Cit. 95. DHJ, “Telechea”, P 103, E 25, A 1886. 96. Sobre esta cuestión, ver Foucault, M., Los anormales, Op. Cit., que resulta de gran interés para pensar la cuestión médico-judicial así como la cruzada antimasturbatoria. También el texto de Faure, Olivier, “La mirada de los médicos”, en Corbin, Alain et al (dirs), Historia del Cuerpo, Taurus, Madrid, 2005, y Lacqueur, Thomas, Sexo solitario. Una historia cultural de la masturbación, FCE, Buenos Aires, 2007. Más específico al tema trabajado, ver Burke, J., Los violadores, Op. Cit.

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97. Aunque existieran algunos supuestos especiales que acordaban protección a la viuda honesta, la prostituta y otras mujeres que por una razón u otra no fueran vírgenes. Esto tiende a cambiar hacia los primeros años del siglo XX sobre todo en la doctrina. 98. DHJ, “Telechea”, P 103, E 25, A 1886. En la declaración se salta del punto 5 al 7. 99. No he podido dejar de preguntarme cuánto contó la joven en realidad y no fue pasado al papel. 100. También resultan en su contra la situación particular de estar alejada de su núcleo familiar y trabajando como empleada doméstica fuera de su pueblo. 101. DHJ, “Telechea”, P 103, E 25, A 1886. 102. DHJ, “Telechea”, P 103, E 25, A 1886. 103. Desde luego, podrían plantearse otras varias suposiciones en relación al caso, pero esto implicaría un ejercicio en especulación que nos llevaría más allá de lo reportado en el expediente. 104. DHJ, “Telechea”, P 103, E 25, A 1886. 105. Surge la pregunta si no se hubiera dado el caso de que la menor estuviera con los hombres el mismo día en diferentes lugares. 106. Esto implicaría que la menor debía realizar trabajos para otras personas, lo que permitiría plantear que sus patrones hacían uso de su trabajo para labores más allá de las domésticas de la casa donde estaba empleada. 107. Donde previsiblemente cada cual se mantiene en sus dichos. 108. Aunque se posible pensar que esto se debe a la edad de la niña. 109. Particularmente por cuanto algunos jueces, sospecho, suelen utilizar el tiempo de prisión anterior a la sentencia como una forma de hacer cumplir la condena que correspondería a los hombres acusados.

RESÚMENES

Los crímenes sexuales en general, y la violación en particular, suelen concebirse como una situación que involucra únicamente a dos personas: la víctima y su atacante. Sin embargo, los expedientes judiciales vinculados a estos delitos muestran un universo complejo de actores, que no se agota en aquel binomio. El presente trabajo se enfoca en algunas de esas ocasiones donde aquella lógica se demuestra incorrecta, mostrando cómo la justicia lidia con aquel desafío desde el discurso jurídico, analizando imágenes y concepciones que abogados y médicos expresan, afirman o discuten en relación al comportamiento esperado de hombres y mujeres, así como la situación de la justicia frente a crímenes que se alejan de la “normalidad” reconocida.

One usually conceives of sex crimes, and particularly of rape, as a situation that involves only two people: the victim and his or her aggressor. However, judicial files in XIXth-century Buenos Aires show a complex universe of people involved in these crimes beyond these two characters. In this work I focus on the cases where more than one person was accused of committing such crimes. I analyse lawyers and forensics’ use of images and their conceptions in regard to the expected behaviour of men and women, to understand how the justice system dealt with cases that challenged the “normal” pattern of sex crimes.

Les crimes sexuels, en général, et le viol en particulier, sont habituellement conçus comme des situations impliquant deux personnes: la victime et son agresseur. Cependant, les dossiers

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judiciaires de ces crimes et délits dévoilent un univers complexe d'acteurs, au-delà du binôme mentionné. Ce travail s'intéresse à ces situations et montre comment la justice relève le défi depuis le discours juridique. Nous analysons les images et les conceptions que les avocats et médecins déploient, affirment et discutent, en relation avec les comportements attendus des hommes et des femmes, d'une part, et la place de la justice face aux crimes qui s'éloignent de la “normalité” attendue, d'autre part.

ÍNDICE

Keywords: sex crimes, legal history, criminal law, Buenos Aires, 1863-1903 Mots-clés: crimes sexuels, histoire du droit, histoire criminelle, Buenos Aires, 1863-1903 Palabras claves: delitos sexuales, historia del derecho, historia de la justicia, Buenos Aires, 1863-1903

AUTOR

BETINA CLARA RIVA

Estudiante de doctorado en Historia, becaria doctoral tipo I de Conicet, CHAyA, IdIHCS – Universidad Nacional de La Plata / Conicet. [email protected]

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Documentos

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Contra Juan de Cabrera por pelea con Rosales. Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba, Escribanía, 1, 1605, Legajo 17, expediente 2, fojas 9 recto – 16 verso

Romina Grana

1 Este documento se conserva en el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba, Argentina; su localización exacta es Escribanía 1, año 1605, legajo 17, expediente n° 2. Como es común para los archivos que almacenan fondos de la época colonial americana, la pieza de aproximadamente 8 folios escritos en recto y verso (foja 9 recto a foja 16 verso) está encuadernada junto a otros expedientes que no guardan entre sí conexión alguna. Por el momento, no contamos con transcripciones disponibles en portales públicos ni de éste ni de otros papeles del periodo y región, por eso creemos que dar a conocer parte de este reservorio es un primer paso tendiente a iluminar aspectos de la práctica de la justicia en el extremo sur del Virreinato del Perú.

2 Si bien hemos ofrecido un estudio sobre el documento en una revista brasileña1 conviene destacar brevemente cuál es la importancia de publicar esta fuente. En primer lugar, advertimos que se trata de una causa breve que se desarrolló en sólo dos días; esto llama la atención puesto que en el siglo abundan procesos extensos que abarcan meses y hasta años los cuales, a menudo, no atesoran entre sus fojas datos precisos sobre su fase final. Con esto queremos decir que la brevedad y conclusión de una causa no son hechos frecuentes ya que en su mayoría este tipo de causas se encuentra trunca y o puede haber sido continuada en otra instancia de la que se tiene siempre noticia.

3 El expediente aquí presentado se inicia de oficio el 13 de junio de 1605 cuando el alcalde ordinario don Pedro Luis de Cabrera solicita hacer información sobre el supuesto amancebamiento de Alonso Díaz de los Álamos con Isabel de Rosales – viuda – a quienes encontró reunidos después de tocada la queda. Los testigos actuantes son pocos y los acusados niegan ante el juez haber cometido el delito. Las partes renuncian al derecho de presentar testimonios lo cual hace inaplazable la decisión del juez que falla prohibiéndoles encontrarse en lugares sospechosos so pena de 50 pesos y obliga a

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Alonso a responsabilizarse de la totalidad de los gastos procesales. Las notificaciones a los acusados cierran el expediente el 15 de junio de ese mismo año.

4 En segundo término, remontarnos al año 1605 implica tener en cuenta una de las etapas más tempranas de organización institucional en la región céntrica de Argentina: don Jerónimo Luis de Cabrera fundó la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía en 1573 movido por el interés de extender los límites territoriales del extremo sur hasta entonces conocido buscando una salida al mar. En este sentido, el juicio que ofrecemos data de los momentos iniciales de la gestión notarial y administrativa de esta ciudad que dependía judicialmente de la Audiencia de Charcas.

5 La relevancia de considerar algunos mojones en los primeros decenios posteriores a la fundación de la ciudad no es sino en función de habilitar el reconocimiento de las particularidades que adoptan algunos delitos (el amancebamiento) que visibilizan prácticas prohibidas entre miembros de la población hispánica. Esta es la característica más notable del expediente: el amancebamiento que intenta disimularse se transforma en una interdicción lingüística a tal punto que ni se nombra: prácticas sociales y prácticas lingüísticas están correlacionadas.

6 Otro aspecto especialmente tenido en cuenta en las investigaciones actuales es el valor que tiene el rumor como fuente de acusación, es decir, la voz pública entendida como promotora de la acción judicial. Las voces que se oyen simultáneamente en la causa permiten destacar la variabilidad existente en los modos de nombrar el delito – conocer carnalmente, estar amancebado, tener ilícita amistad, etc. –, lo cual es índice de la dificultad para “decir” aquello que integra un dominio de interdicciones como el cuerpo, el goce y la sexualidad.

7 Entre otras características, en el texto se descubre cuál es la condición de las viudas en estas sociedades, las modalidades mediante las cuales se protege el honor de los sujetos, el lugar social que ocupan los acusados si se tiene en cuenta su origen (natural de la Mancha de Toledo por ejemplo) e, incluso, la vigilancia “comunitaria” sobre las conductas ilícitas que se mide en términos de niveles de tolerancia social.

8 Estas particularidades que mencionamos no agotan las que pudieran surgir de un estudio ulterior sobre la fuente; sólo mencionamos unos pocos aspectos que pueden ser el punto de inicio de verdaderos aportes a la historia social americana en perspectiva diacrónica. En este sentido, aproximarnos a la discursividad colonial desde distintos enfoques y dominios disciplinares permite arriesgar hipótesis más amplias que son objeto de interés de antropólogos, sociólogos, historiadores o lingüistas sobre cuáles son los mecanismos mediante los cuales se construyen las identidades en los expedientes, qué significados sobre lo permitido y lo prohibido entraban en disputa a la hora de considerar el recurso de la justicia como lugar restitutivo del orden y cuál era el abanico de acuerdos y negociaciones que pretendían moderar el daño ocasionado, entre otros.

9 Para culminar, precisamos que el tamaño de la hoja que sirve de soporte a este documento es de aproximadamente 31 cm de largo x 22 cm de ancho, están cosidas a la izquierda y algunos términos se pierden por el grosor de los legajos; hay también algunas grietas o rajaduras en las esquinas superiores e inferiores propias de la manipulación que se ha hecho del papel. El texto está escrito con pluma, en tinta negra y el tipo de letra varía (como es general para todas las regiones y sincronías) según los escribanos y jueces que intervienen en la causa. No obstante esta variedad, la letra más frecuente es la procesal, bastante pareja y apenas redondeada, de trazos en su mayoría

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cursivos no muy finos pero legibles y levemente inclinada hacia la derecha. El foliado es posterior a la fecha de escritura de los textos y también está hecho con tinta sobre el borde superior izquierdo de las hojas.

10 Respecto de las normas de transcripción cabe detallar que se transcribe reproduciendo el contenido línea por línea y que se desarrollan las abreviaturas; motiva esta decisión la voluntad de facilitar la lectura y desambiaguar algunas posibles confusiones que pudieran estar fundadas en la variabilidad de abreviaturas para una misma unidad léxica. Ocasionalmente se preserva la ortografía de la época (fecho por hecho) así como la unión / separación antigua de algunos vocablos (veinte e cinco por veinticinco) pues dan cuenta de algunas evoluciones fonéticas y/o del estado de reconocimiento del escriba de la autonomía de las palabras, todo lo cual puede ser útil para quienes se interesen en hacer estudios de corte lingüístico.

11 Finalmente, llama la atención la aparición generalizada de una línea vertical antes de cada estampa del escribano; respecto de este fenómeno no podemos más que generar una explicación tentativa: o bien marca un margen a partir del cual se pone límite a la “espacialidad” donde puede estar ubicada la rúbrica o bien contribuye a la contabilidad de las veces en que el escribano intervino en alguna diligencia. Quedan, como es esperable, muchos aspectos por relevar del copioso conjunto de expedientes civiles y criminales de la Córdoba temprana para los cuales estas líneas no son sino orientaciones preliminares.

12 Agradecemos a la Licenciada Gabriela Parra Garzón, vicedirectora del Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba, la autorización para difundir las fotografías del presente expediente.

NOTAS

1. “Historia y discurso: la construcción discursiva del amancebamiento. Un estudio de caso (Córdoba del Tucumán, 1605)”, Revista Diálogos, Brasil, vol. 16, n°3, 2012, p. 1027-1049. ISSN: 1415-9945 (impreso) y 2177-2940 (on-line).

AUTOR

ROMINA GRANA

Doctora en Letras. Docente en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Investigadora independiente. [email protected]

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“Y yo, ¿con qué voy a vivir? Carta de doña Fabiana Lachos, 1661”. Archivo Regional de Cajamarca, Fondo documental Colonial, Serie Corregimiento Cajamarca, Legajo n°7, 42 folios, 1663, ‘Copia auténtica expedida por el Escribano público y de cabildo de la villa de Cajamarca, Joseph Ruiz de Arana, 2 de abril de 1663. Presenta en la ciudad de Los Reyes (Lima) capital del virreinato del Perú, 2 de marzo de 1667’, folios 8r y 8v

Aude Argouse

Introducción

1 El documento que presentamos se encuentra en un legajo de la Serie Corregimiento del Fondo documental Colonial del Archivo Regional de Cajamarca (ARC)1. Escrito en un papel simple, es decir desprovisto del sello real, se trata de una copia inserta en un traslado2. Los 42 folios que componen este traslado están autentificados por Pedro Bustamante Zevallos, escribano de su majestad, con fecha de 2 de marzo de 1667, en la Ciudad de Los Reyes. La portada lleva la inscripción de 1767 y la señala lo siguiente: “Autos que sigue don Melchor Carhuarayco contra don Juan Bapta Hastoquipan por 300 y mas pesos sobre una casa”3.

2 La carta de Doña Fabiana Lachos, cuya transcripción ofrecemos aquí, esta escrita en quechua, lo que es poco común. La traducción del quechua al castellano fue generosamente realizada, accediendo a nuestra solicitud, por el filólogo Gerald Taylor, quien propuso también una transliteración en quechua moderno para facilitar su lectura4.

3 La carta original está fechada el 19 de diciembre de 1661. En esta época, Cajamarca es una villa colonial, ya que una parte importante de su población no es india sino española, es decir está compuesta por mestizos, negros, mulatos, pardos y españoles. Esta presencia no india en el entorno social de la autora de la carta puede explicar que su quechua escrito presente rasgos de hispanidad. Además, su carta está copiada en el

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marco de un pleito judicial y, como bien se sabe, los autos judiciales suelen registrarse exclusivamente en castellano. De hecho, especialmente en la jurisdicción del Virreinato del Perú, no es nada frecuente encontrar escritos en quechua insertados dentro de este tipo de documentación, es decir de tipo judicial o administrativo5. Por lo tanto, el uso de términos españoles y de formas de hablar inspiradas en la lengua castellana puede explicarse por el contexto demográfico mencionado y por el marco judicial de su producción.

4 El pueblo de Cajamarca, originalmente creado como pueblo de indios, a pesar de la importancia de la presencia no india en el pueblo, denunciada al virrey, al rey y a su Consejo desde mediados de los años 1610 por el obispo de Trujillo, no puede obtener el título de villa debido a la fuerte y persistente oposición de los frailes franciscanos, encargados de la doctrina de los indios e indias de la provincia6. El conflicto entre el encomendero, los franciscanos y los caciques, por un lado, contra los habitantes no indios, el obispo y algunos indios e indias, por el otro lado, se endurece aún más a principios de la década de 1650, cuando el nuevo obispo de Trujillo y algunos vecinos de Cajamarca requieren oficialmente a la corona la atribución del título de ciudad7.

5 En este ambiente político conflictivo, dos familias de caciques manejan la recolección del tributo de los indios, efectuada por los cobradores: se trata de la familia de los Hastoquipan y la familia de los Carhuarayco. Los primeros son caciques gobernadores designados por los españoles, mientras que los segundos legitiman su rango de caciques mediante la transmisión del cacicazgo por linaje. Ambos caciques son legítimos y reconocidos por los españoles8. Además, los caciques gobernadores y los caciques principales manifiestan juntos su oposición a la presencia de españoles en Cajamarca. Denuncian así el riesgo de perder el estatus de pueblo de indios, que justifica tanto la encomienda como la percepción del tributo y, en consecuencia, su posición como representantes del común de indios9. En este lugar, la encomienda como configuración espacial, social, política, tributaria y jerárquica permite a los caciques de Cajamarca mantener sus privilegios. Al contrario, las múltiples haciendas de los españoles que se han instalado en la villa no requieren de los caciques para inmovilizar, controlar o administrar la mano de obra india: ellas rompen verticalidades, dependencias y vínculos que los favorecen. Por lo tanto, la situación general de Cajamarca ilustra un complejo conflicto de regímenes jurídicos establecidos para el acceso al poder y para el control de la mano de obra india.

6 Sin embargo, a principios de los años 1660, un sonado litigio opone a los Hastoquipan y a los Carhuarayco, después del fallecimiento del cacique Sebastián Carhuarayco, cuyas deudas quedaron pendientes. Su viuda, doña Fabiana Lachos, se convierte en el centro de los ataques de Juan Bautista Hastoquipan, cacique gobernador, quien busca obtener el pago del tributo imputado sobre los bienes del fallecido. Fabiana Lachos es tenedora y albacea de los bienes de su marido. Su hijo, Melchor Carhuarayco, heredero del cacicazgo de su padre, una vez que el corregidor de Cajamarca valida la venta de la casa de su madre en pública almoneda, lleva el pleito en grado de apelación ante la Real Audiencia de Lima. Melchor Carhuarayco denuncia las maniobras dolosas de Juan Bautista Hastoquipan, alegando que lo que busca el cacique gobernador es sólo desposeer a los Carhuarayco de la casa.

7 Presentamos aquí la carta de doña Fabiana Lachos, inserta en el traslado del pleito llevado a cabo ante el corregidor, a partir de un breve examen del proceso judicial. Nuestro afán es poner de relieve las difusas y poco conocidas prácticas de escritura

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entre las poblaciones indígenas de la América colonial de habla quechua, de las cuales los archivos judiciales han conservado muy pocos documentos.

1. Materialidades y procedimiento(s)

8 Varios documentos del Archivo Regional de Cajamarca, ARC, pertenecientes a la serie antiguamente denominada “Compulsas, Causas Ordinarias”, llevan en su portada una fecha avanzada en el siglo XVIII. La razón de esto puede encontrarse en las clasificaciones de los documentos, realizadas por diferentes escribanos sucesivos; otra causa puede estar en la “vida” de los documentos, que fueron reutilizados en el marco de pleitos llevados a cabo mucho tiempo después de su producción. Es menester señalar que, con el traslado de 1667, estamos frente a distintos autos copiados en un solo documento, y probablemente re-archivado ulteriormente, después de 1767. De hecho, sus páginas llevan marcas de diversas intervenciones, incluido el último, el timbre del Archivo Departamental de Cajamarca/AGN (nombre institucional que fue recientemente cambiado por Archivo Regional de Cajamarca), puesto en cada uno de sus folios en algún momento del último tercio del siglo XX.

9 Según las indicaciones del documento, el conjunto del expediente es un traslado, es decir una copia íntegra de los autos que componen el proceso judicial. Está confeccionada en 1663 y fue autentificada en el marco de una apelación interpuesta ante la Real Audiencia en 1667: Pedro Bustamante Zevallos, escribano de su majestad, da fe del escribano que se encargó de copiar los autos, tarea realizada cuatro años antes. El traslado fue hecho en Cajamarca el 2 de abril de 1663 por Joseph Ruiz de Arana, escribano público de Cajamarca, “en testimonio de verdad”, tal como debe de ser precisado en la última página de acuerdo a las formalidades escribaniles, y dicha frase está acompañada por la rúbrica del escribano (folio 42v)10. El escribano Pedro Bustamante Zevallos autentifica todo lo anterior el 2 de marzo de 1667, para su remisión ante la Real Audiencia11.

10 ¿De qué se compone este conjunto de documentos copiados y autentificados? Para saberlo, podemos referirnos a las anotaciones al margen del texto principal, que aparecen por ejemplo en las fotos digitales ofrecidas junto a esta presentación con la palabra “carta”. La suma de las anotaciones de este tipo, para los 42 folios recto y verso del expediente, indica un total 103 documentos distintos copiados por Ruiz de Arana, los que corresponden al litigio de don Melchor Carhuarayco, presentado como “cacique principal y gobernador de las siete guarangas y doze tasillas de la provincia de Cajamarca”, contra don Juan Bautista Hastoquipan, de quién se apunta es cacique gobernador de Cajamarca.

11 El objeto del conflicto es la mitad de una casa, ubicada en la plaza central de Cajamarca. Hastoquipan la hizo embargar y vender en pública almoneda a principios del año 1662. Después de esta adjudicación, Melchor Carhuarayco hace llegar un memorial al virrey, Don Diego de Benavides, conde de Santisteban, para obtener la anulación de la venta y para que el comprador no haga mejora12. Es decir, Melchor Carhuarayco no sólo pide la anulación de la venta sino que cuida también de eliminar sus efectos (la transmisión de propiedad). Melchor Carhuarayco reprocha a Hastoquipan haber embargado la casa “con mucho apuro”, ya que actuó amparado en el argumento de que ella constituye una garantía para las deudas de Sebastián Carhuarayco, el padre de Melchor, en razón de tributos de los años 1653 y 1658 cobrados pero cuyos pagos no fueron transferidos a las

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cajas reales. Frente a ello, Melchor afirma ser capaz de pagar la deuda, si es que se confirma su existencia según la justicia – él cuestiona este punto –, y por lo tanto alega que no es necesario acudir al remate de la casa “que quedó por fin y muerte de su padre”, y que ocupa ahora su madre, Fabiana Lachos. Entonces, la cuestión gira en torno a dos cosas: la obligación del hijo de pagar la deuda de su padre, cuando proviene del tributo, por una parte, y la posibilidad de cobrar la deuda con un bien de la familia heredado del padre, por otra. El documento que presentamos, la carta de doña Fabiana, interviene en este contexto judicial del embargo de la casa, y lo hace para actuar como garantía del pago de una deuda procedente del cargo de cacique. La autora de la carta es Doña (sic) Fabiana Lachos, madre de Melchor Carhuarayco, el litigante, y viuda de Sebastián, el difunto cacique de Cajamarca.

12 Este documento aparece en el transcurso del proceso, cuya cronología se construye con los autos copiados en 1663. La carta, como lo mencionamos, está copiada y aparece a continuación de cartas de pago que permiten establecer las obligaciones de varias personas involucradas en el pago del tributo de los años 1653 y 1658. El documento original fue agregado al expediente, cosido con los demás papeles, y copiado siguiendo el mismo movimiento que dio lugar al traslado. Por lo tanto, la carta de Doña Fabiana sirve como prueba de la deuda de Sebastián Carhuarayco, y se incluye para justificar la venta en pública almoneda de la casa que posee ella, como viuda, albacea y tenedora de bienes del difunto.

13 Según los autos copiados en el marco del pleito, Juan Bautista Hastoquipan intenta, desde 1661, cobrar la deuda sobre los bienes que Doña Fabiana administra. Ella fue citada para comparecer en tanto albacea y tenedora de bienes de su marido. En una petición del 9 de diciembre de 1661, Hastoquipan explica que Sebastián había percibido el tributo pero no lo había entregado a las cajas reales y que Doña Fabiana, quien se niega en hacerlo, se retiró de la villa para ir a habitar en su pueblo, nombrado Contumaza, cuna histórica de los caciques de Cajamarca13. La carta está entonces redactada después de esta cita a comparecer en justicia requerida por Juan Bautista Hastoquipan a principios del mes de diciembre de 1661, y por lo tanto, hace referencia a la venida a Contumaza del señor teniente, quien leyó a Doña Fabiana la orden escrita que la conmina a pagar la deuda de su marido.

14 Pese a las reticencias de los Carhuarayco, en enero de 1662 el cacique gobernador Hastoquipan exige y obtiene el embargo y la venta de la mitad de la casa de Fabiana Lachos, ubicada en la plaza central de Cajamarca, para pagar la deuda cuyo monto, según el mismo Hastoquipan, es de 333 pesos y 3 reales14. Una descripción del bien referido se encuentra en un documento del pleito: “La mitad de la cassa se entiende todo el quarto en que al presente biue el bachiller Fernando Zelis de Saldaña vicario juez eclesiastico en esta villa que por la pared de la rrecamara del dho quarto se endereza en dro de lo que era caualleriza asta la calle con la puerta de ella. y todo lo demas que corre asta el hospital con los patios ynclusibes en ella que po una parte linda con el dho hospital y por la trasera con las casa de la bivienda del corregidor y por el otro lado con las cassas que quedaron por fin y muerte de don Francisco de Guevara calle rreal en medio y la otra mitad de cassa es la de biuienda de la dha doña Fauiana Lachos”15.

15 El edificio descrito parece corresponder a la “casa del cacique”, conocida hoy en día como Cuarto del rescate de Atahualpa. En el mapa de la villa de Cajamarca dibujado por el obispo Fray Martinez Compañon en 1783 aparece con la letra Z16. Si es así, como lo sospechamos, el importante significado de la vivienda explicaría que Hastoquipan,

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buscara disminuir la influencia del cacique Melchor Carhuarayco: su cobro de deuda implica intentar desposeerlo públicamente de uno de los más simbólicos atributos del poder del cacique: la casa del Inca17.

Plano de la villa de Cajamarca, 1787, dibujado por Baltazar Jaime Martínez Compañon, codex Trujillo, tomo 1, folio 88 r

2. La carta y las memorias

16 Varios puntos quedan oscuros en torno a las circunstancias de fabricación del escrito original18. ¿Porqué escribir una carta a su hijo cuando, por otra parte, la documentación permite establecer que su autora, Fabiana Lachos, no sabe escribir? De hecho, es más frecuente emplear las competencias de un intérprete, con la ayuda de un escribano – a menos que el escribano sea el mismo intérprete – o de cualquier persona que sepa escribir, para confeccionar actos judiciales. Es posible suponer que Fabiana haya dictado sus palabras a un escribiente quien, por tratarse de palabras en quechua, creyó preferible no correr el riesgo de traducirlas al castellano en ausencia de un fiel intérprete o de un escribano cualificado para ejercer como intérprete19. La interpretación, sobre todo en el ámbito judicial, exige reglas estrictas, en particular la lectura al autor del contenido del auto redactado para asegurar su buena comprensión. Por lo tanto, requiere de una competencia especial que permita pasar de un idioma al otro y dar fe de la fidelidad de la traducción. En ausencia del documento original, cuya materialidad permitiría sin duda avanzar más suposiciones sobre este aspecto, nos limitamos a sacar conclusiones a partir del lugar que ocupa la copia en el orden de los documentos copiados, por una parte, y del contenido de la carta, por otra parte, para esbozar hipótesis sobre las intenciones que la rodean.

17 La carta, aunque producida a continuación de las acciones emprendidas por Hastoquipan contra Fabiana Lachos para que comparezca ante la justicia del corregidor, no es un auto común de proceso judicial, tal como lo sería una declaración o una

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exclamación, por ejemplo20. Se trata de un billete o nota, es decir un pequeño pedazo de papel simple, hecho para informar de la situación y mandar órdenes: el destinatario es muy posiblemente su hijo Melchor Carhuarayco (deducción que permite el encabezado, “Hijo de mi alma”). Esa manera de proceder parece a priori poco frecuente ya que, como mencionamos, escasos documentos de este tipo se encuentran en los registros contemporáneos a éste que trabajamos21. Esta escasez ¿es acaso el reflejo de una práctica cuyo objetivo es eliminar de los procedimientos judiciales las voces en lenguas nativas? ¿O es que se trata de una práctica que consiste en negarle valor jurídico a cualquier billete simple? O incluso, ¿puede leerse como la señal del carácter efímero de algunos documentos, que son habitualmente destruidos una vez que cumplieron su deber?

18 Algo ocurrió que se privilegió la elección de lo escrito en vez de la comunicación oral para transmitir estas informaciones, en ausencia de un intérprete o de un escribano- intérprete. Además, conviene notar que este pequeño texto contiene datos para identificar al autor y establecer la fecha de su establecimiento, es decir, está provisto de los elementos que dan fe de su autoría jurídica, o por lo menos, refuerzan los elementos que configuran su admisibilidad como prueba judicial (fecha y autoría).

19 Cuestionamos entonces la intención que rige su fabricación: Doña Fabiana ¿tuvo conciencia de la necesidad de poner por escrito los elementos que contiene su carta, en la eventualidad de un proceso del cual no iba a escaparse? ¿Lo hizo bajo alguna forma de coacción, para dejar huellas de reconocimiento de una deuda, de la venida del teniente de corregidor a Contumaza, de la notificación de la obligación de pagar, de la administración de los bienes de Sebastián Carhuarayco por su hijo Melchor, huellas que pueden sin duda ser muy útiles a la causa de la parte contraria? ¿Acaso no tenía Doña Fabiana otro medio para comunicarse con su hijo que mediante una carta escrita para contarle su desasosiego y sus preocupaciones sobre el pago de las deudas de su difunto marido? O bien, ¿fue el billete interceptado y agregado al expediente?

20 Dejar una huella, con fecha y autoría, parece sin embargo haber sido el objetivo de la carta, ya que el contenido toca varios elementos del litigio entre Melchor Carhuarayco y Juan Bautista Hastoquipan: el pago de una deuda y los bienes con los cuales ésta puede ser cobrada. Igualmente, algunas palabras técnicas, es decir, que permiten cualificar los hechos mencionados en hechos propios del derecho, aparecen escritos en castellano, esparcidos en el texto que está redactado en quechua: señor theniente, mandamiento, deudor, estancia, arrenda, pagara, obedeçi, ringlones, tribut.

21 Cabe recordar la fragilidad del escrito y de la prueba judicial, cuya legitimidad puede fácilmente ser contestada. Así, Melchor Carhuarayco denuncia en el pleito los papeles sin legitimidad que presenta Hastoquipan para comprobar sus reclamaciones. Muy directamente dice: “Además de no ser zierta. (sic) su demanda ni los ynstrumentos que son unos pedazos de papel que a presentado contra el dicho mi padre no son legítimos”22. ¿Esta designación -pedazos de papel – también incluye la carta de su madre? En una petición dirigida a la Real Audiencia de Lima por el protector de naturales de Cajamarca, a nombre de Juan Bautista Hastoquipan, en el mes de octubre de 1662, se hace referencia a los “reziuos y bales firmados” y a la carta de un vecino, Don Joan de Herrera, como conjunto de papeles útiles para comprobar la legitimidad de la deuda reivindicada; pero entre ellos no se hace mención de la carta de Doña Fabiana. Sin embargo, en el transcurso del proceso sí aparece citada la carta y Melchor denuncia entonces la falta de validez jurídica de los “troços de papel” exhibidos por la parte

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contraria. En efecto, para sustentar su apelación, declara que la sentencia del corregidor no tiene valor ya que “los recaudos que por ynstrumento pressento la parte contraria ni son legitimos [...] los troços de papel que por ynstrumento pressenta [...] son de ningun momento (...)”23.

22 Igualmente, en la perspectiva de una contestación de su legitimidad, la autora de la carta en quechua puede haber usado a propósito un vocabulario adaptado a las normas de un proceso judicial. De hecho, la estructura del texto sigue una disposición idónea para dictar órdenes. Así, Fabiana afirma haber sido informada de la existencia de una deuda dejada por Sebastián Carhuarayco y haber pagado lo que correspondía, mientras Melchor sigue debiendo su parte. Ella se queja de que él le quita recursos vitales para pagar sus deudas: las estancias, los hombres, la renta. Pretende Fabiana que Melchor su hijo la deja en un estado preocupante y declara: “y yo, [¿]con qué voy a vivir?”. La amenaza que representa la demanda de Hastoquipan no surge entonces de la obligación de pagar una deuda contraída por Sebastián, su marido fallecido, deuda que Fabiana no refuta, sino más bien de la cuestión de los bienes que pueden servir para cobrarla y de la gestión que Melchor hace de la herencia de su padre24. Con algunas palabras precavidas y desprovistas de ambigüedad, Fabiana Lachos sintetiza entonces la situación de los caciques de Cajamarca: se hallan obligados a pagar el tributo con las rentas de las estancias que les fueron entregadas por merced del rey. Estas rentas son el fruto del trabajo de los indios, apegados a la tierra. Se trata de dinero, pero también de ropa (llicllas), a veces confeccionadas por mujeres, tal como lo muestran varias cartas de pago.

23 Hastoquipan alega precisamente que Sebastián no entregó los productos de la renta derivados del trabajo de los indios, y que los conservó en su patrimonio, el que después Melchor habría “disipado”. Al afirmar en sus alegaciones que los indios pagaron sus tributos, Hastoquipan libera a los tributarios de sus deudas así como a los estancieros que avalan esos pagos. Por lo tanto, en el expediente, la carta de Fabiana se encuentra inserta entre las cartas de pago de los indios, estancieros, caciques y cobradores, ya que constituye definitivamente un instrumento que puede ser empleado solamente contra el actuar de Melchor Carhuarayco. En el transcurso del pleito, la carta es citada por el protector de naturales, en nombre de Hastoquipan, para denunciar las maniobras dolosas de Melchor Carhuarayco: “y no hallarse otros bienes muebles ni raizes en que podersse trauar dha execuçion por hauer arendado el dho don Melchor assi estancia mitayos y otros bienes que quedaron de su padre como consta de un billete que esta en los autos cosido en que doña Fabiana Lachos su madre le dize al dho su hijo que de que vienes a de pagar las deudas del dho su padre si los tiene disipados todos ellos”25.

24 De hecho, Fabiana requiere que Melchor pague lo que debe con sus propios bienes. Sin embargo, en las últimas líneas de su carta, la viuda de Sebastián pretender manejar la resolución del pago litigioso y no hace mención de la casa de Cajamarca. Distribuyendo las obligaciones de cada uno, Fabiana advierte a su hijo: “Te aviso [dice ella dos veces] sobre la situación que en lo tocante al tributo de Pancho, deberán veinte [...]”. El uso del imperativo deja pensar que Fabiana escribe a Melchor para amonestarlo en torno a la mala gestión de sus rentas y entregarle consejos, mientras establece también por escrito un orden de las cosas que ella desea: la deuda debe cobrarse de otros bienes que los que ella goza a título personal (la estancia): “paga con lo que recibiste de la renta! (sic)”, manda Fabiana. Así, ella parece insatisfecha, tanto por el mandamiento de la deuda del padre (ella no habla de su marido sino del padre de Melchor), como por las

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modalidades que hasta ahora han sido escogidas para pagar. ¿Acaso Melchor habrá negociado con los oficiales reales para pagar la deuda con la estancia de su padre y salvar la casa de Cajamarca, porque él sabía que corría el peligro de ser embargada por Hastoquipan? O ¿Melchor habrá efectivamente arrendado los bienes de la herencia para evitar su embargo (“tú me quitaste mi estancia y mis hombres”, dice Fabiana)? ¿Hastoquipan habrá obrado únicamente para desposeer a la familia de esta casa, rechazando cualquier modalidad alternativa o alegando que no hay otros bienes para cobrar la deuda?

25 La continuación del proceso muestra que efectivamente el cacique gobernador quería citar sólo a Doña Fabiana, no a Melchor, y embargar la casa en la traza principal de Cajamarca. Hastoquipan ignora las propuestas alternativas que Melchor explicita en los diversos autos del pleito y alega que ningún bien, salvo esa casa, puede servir para pagar la deuda. Por otra parte, según lo que pretende también Hastoquipan, Melchor habría intentado negociar con el estanciero Joan de Herrera para evitar que Hastoquipan citase a Doña Fabiana. Herrera, en su carta a favor del cacique gobernador Hastoquipan, afirma entonces “prometole con toda la verdad a vmd que no entiendo estos enrredos y mentiras porque no solo uso y no tiene ni a de tener conmigo buena yntroduçion quien no ablare mucha verdad”26. Sin embargo del ambiguo contenido de esta declaración, no debe sorprender que un español diga no entender nada de los asuntos familiares entre caciques. Al respecto, el informe de un candidato a la escribanía de Cajamarca en 1692 expresa claramente que es público y notorio que los caciques y alcaldes ordinarios ocultan a la vista de otras autoridades la mayor parte de las transacciones entre indios27.

26 En este contexto, es posible que, mediante la carta dirigida a su hijo, Doña Fabiana Lachos en realidad esté haciendo una operación jurídica que se inscribe dentro de las prácticas de justicia útiles en un caso como éste: ella cualifica la deuda y también, sobre todo más bien, señala cómo pagarla. Así también argumenta Melchor: la deuda del padre, cuando procede del tributo, debe cobrarse sobre los bienes muebles (las rentas) y no los bienes raíces (la casa o la estancia), salvo en última instancia. Esta antigua y conocida preponderancia de los bienes muebles en el pago de las deudas – de origen romano – es recordada cuantas veces es necesario para salvar los bienes de los caciques y, de manera general, los bienes de los indios, objeto del apetito propietario de los españoles de América. Sin embargo, es también porque existe el mecanismo de la deuda, originado en el tributo, que las chacras de los indios e indias de Cajamarca – que a veces no tienen otros bienes o “riquezas” con los cuales pagar – cambian de propietarios.

27 La práctica testamentaria de los indios de Cajamarca, y en particular de los caciques, muestra que ellos distinguen claramente las deudas originadas por el tributo, las que son separadas las otras deudas adquiridas, para que las primeras no recaigan sobre los herederos, según la obligación ultra vires hereditatis. Es probable que este punto no haya sido desconocido para Doña Fabiana Lachos, a principios de los años 1660, cuando empieza la última etapa de la transformación del pueblo de indios de Cajamarca, que de hecho deviene paulatinamente en villa28. En esta perspectiva, los caciques de linaje Carhuarayco no cesan de luchar por la conservación de sus privilegios, no sólo frente a los españoles y a los no indios, de los cuales saben aprovecharse, sino también – ¿sobre todo? – frente al poder de los otros caciques. Porque están los caciques gobernadores Hastoquipan, por una parte, y por otra, los caciques de todos los indios signados como

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forasteros de Cajamarca (hombres y mujeres que, viniendo de otros lugares, habitan breve o largamente en la jurisdicción), cargo llenado por los hermanos Lobo, quienes se volvieron importantes proveedores de mano de obra india. El papel de las mujeres, sean éstas viudas, madres, hermanas o hijas de cualquiera de estos tres tipos de caciques, aparece en este contexto complejo como voz y voluntad preponderante a la hora de designar hijos, deudas, medios y mecanismos de pago, así como lo atestigua esta carta incluida en el pleito judicial.

28 En una página suelta, inserta entre otros varios elementos de un procedimiento judicial que opone a los caciques enemigos de Cajamarca, la voz de Doña Fabiana Lachos, mujer, tenedora de bienes y albacea del fallecido cacique Sebastián Carhuarayco, establece entonces los componentes de la memoria judicial de una viuda: ella recuerda las condiciones de la calificación de una deuda y las modalidades de su pago; hace referencia a un linaje de varios caciques y de sus mujeres, vinculados por las deudas (el pequeño hermano Luis, la hermana Ana y un denominado Pancho); y también, expresándose mediante una carta escrita en quechua, recuerda la legitimidad de esta lengua en el lenguaje judicial, aun cuando los archivos jurídicos del virreinato del Perú en particular han conservado escasos testimonios de dicha legitimidad.

29 Al calificar los escritos de “pedazos de papel”, “recibos y otros firmados”, “carta del vecino”, “billete de la madre”, según se lee en los distintos registros del expediente, los protagonistas de este pleito esbozan entonces una jerarquía de los escritos en función de su legitimidad judicial. Esta cultura jurídica contrasta con las prácticas de la Real Audiencia, entre las cuales figura el traslado: con él, los “papeles” se han vuelto carta, carta de pago, notificación, petición, memorial, autos, poder, citación, etc., es decir, en alguna de las tantas piezas admisibles en un procedimiento judicial. Esas diferencias de lenguaje, reiteradas ante las instancias locales tales como el corregidor, el protector de naturales y el cacique Carhuarayco, reflejan la existencia de un precario pero significativo mundo escrito en trozos de papel y billetes que, debido a su contenido y utilidad, son cosidos junto a los papeles sellados, derechamente oficiales. Los archivos judiciales y notariales no siempre los han conservado tal cual, pero al menos este proceso, porque llegó al grado de apelación ante la Real Audiencia de Lima, dio lugar a la conservación de su contenido.

NOTAS

1. Los Archivos Regionales de Cajamarca eran anteriormente Archivos Departamentales de Cajamarca. Véase Archivo Departamental de Cajamarca, Guía del Archivo departamental, CONCYTEC, Cajamarca, 1990. 2. Sobre el papel sellado, remitimos entre otros a Pérez-Aínsua Méndez, Natalia, El papel sellado en el Antiguo y el Nuevo Régimen: Heráldica y alegorías en el sello, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, Ayuntamiento de Écija, Sevilla, Écija, 2007. 3. Sobre la misma página, encontramos también la palabra magueyes, escrita de manera firme y visible, en la parte superior, con la misma tinta que la que fue usada para precisar en año 1767. También se ve la fecha 1667, en el margen superior izquierdo y la palabra “compulsa”, en el

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rincón superior derecho. Esas dos marcas parecen haber sido agregadas al momento de clasificar los archivos departamentales, usando un lápiz grafito. 4. Véase también el proyecto LANGAS, dirigido por la Dra Capucine Boidin y por el Dr César Itier. Es un proyecto de la Agencia Nacional de Investigación, Francia, (ANR), iniciado en 2011. El sitio del proyecto se puede visitar aquí: http://josephine.inalco.perso.sfr.fr/. 5. Durston, Alan, “Native-Language Literacy in Colonial Peru: The Question of Mundane Quechua Writing Revisited”, Hispanic American Historical Review, vol. 88, n°1, 2008, p. 41‑70. 6. Argouse, Aude, “Je le dis pour mémoire”. Testaments d’Indiens, lieux d’une justice ordinaire. Cajamarca, Pérou, XVIIè siècle, Paris, Les Indes Savantes (en prensa). 7. Argouse, A., “Je le dis pour mémoire”. Testaments d’Indiens, Op. Cit. 8. Argouse, Aude, “¿Son todos caciques? Curacas, principales e indios urbanos en Cajamarca (siglo XVII)”, Bulletin de l’IFEA, vol. 37, n°1, 2008, p. 163‑84. 9. Sobre esta noción de común de indios, remitimos a Penry, Elizabeth, “The Rey Comun : Indigenous Political Discourse in Eighteen-century Alto Peru”, en Herzog, Tamar & Roniger, Luis, The Collective and the Public in Latin America. Cultural Identities and Political Order, Sussex Academic Press, Portland 2000, p. 219‑37. 10. “Concuerda con el original de donde se saco este traslado que queda en mi poder/al que me refiero y fueron testigos a lo ber corregir y conser/tar el capitan don joseph muñoz tocas y joseph arias de prada par que dello conste del dho pedimiento y mandam[ien]to// doy el presente en la villa de caxamarca a dos dias del mes de abrill de mill y seiscientos y sessenta y tres años y en fee dello lo signe y ba escrito en quarenta y dos foxas con esta = y lleve en d[e]r[ech]os a setenta y dos maravedis foxa_ En testimonio [signo del escribano] de verdad Joseph Ruiz de Arana es[criuan]o p[ubli]co”. 11. “Damos fee que Joseph Ruiz de Arana escriuano pu[bli]co que fue de la prouincia de/ caxamarca que ya es difunto fue tal escriuano, fiel y legal: y a los autos testimonios y demas recaudos que ante el paso siempre se le dio entera fee y credito en juicio y fuera del fho en los Reyes a dos dias del mes de marzo de mill y seiscientos y sesta y siete [firma del escribano Pedro Bustamante Cevallos, escribano de su magestad]”. 12. El comprado es el alférez Pedro de Tapia Guerra, vecino de Cajamarca. Sabía que los españoles arriendan o compran habitaciones para vivir a los indios e indias. Sobre la presencia de los españoles en Cajamarca, remitimos a Espinoza Soriano, Waldemar, “Españoles en la villa de Cajamarca a mediados del siglo XVII”, en Holguín Callo, Oswaldo & Gutiérrez Muños, César, Sobre el Perú: homenaje a José Agustín de la Puente Candamo, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2002, p. 511‑30. También a Argouse, Aude, “Entre ruine et perte. Symptômes épistolaires de la fragile condition des vecinos. Cajamarca, Pérou, 1617-1685”, Cahiers d’Histoire de l’Amérique Coloniale, n°6, (en prensa). 13. Silva Santisteban, Fernando & Espinoza Soriano, Waldemar & Ravines, Rogger, Historia de Cajamarca, vol. III, Instituto Nacional de Cultura, Cajamarca, 1986. 14. Uno de los argumentos de Melchor Carhuarayco consiste precisamente en cuestionar no solo la existencia de la deuda que justificaría el embargo, sino también el monto anunciado por Hastoquipan. Melchor alega que existe une reconocimiento de una deuda para un monto inferior. 15. AFC, FCol, CoCAJ, L 7, ff 12r-13r. 16. El plano de Cajamarca sugerido por Jorge Zevallos Quiñones – disponible en Silva Santisteban, F. & Espinoza Soriano, W. & Ravines, R., Historia de Cajamarca, Cajamarca, 1986, vol. III, p. 175 –, parece sin embargo invalidar esta hipótesis, ya que sitúa la casa del cacique al otro lado de la plaza. 17. Existe una oposición histórica entre las dos familias de caciques de Cajamarca. Bajo el dominio de los españoles, a partir de los años 1560, los caciques principales y los caciques gobernadores proceden de una y otra de las dos familias, unidas por alianzas matrimoniales. Juan Bautista Hastoquipan es entonces el tío de Melchor Carhuarayco.

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18. Sobre la noción de original, remitimos entre otros a las reflexiones de Canfora, Luciano, Le copiste comme auteur, Anacharsis Editions, Toulouse, 2012. 19. Pascual Culquirayco, escribano de cabildo de los indios de Cajamarca entre 1678 y 1688, es también interprete de la lengua general de los indios. 20. Sobre las exclamaciones, Burns, Kathryn, Into the Archive. Writing and power in Colonial Peru, Duke University Press, Durham, London, 2010, p. 104‑113. 21. Durston, A., “Native-Language Literacy in Colonial Peru: The Question of Mundane Quechua Writing Revisited”. 22. AFC, FCol, CoCAJ, L 7, f 21r. 23. AFC, FCol, CoCAJ, L 7, f 33r. 24. Tanto Fabiana como Melchor reconocieron la existencia de una deuda pero de 135 pesos y no 333 pesos. 25. AFC, FCol, CoCAJ, L 7, f 27v. 26. Carta de Don Juan de Herrera a Don Juan Bautista Hastoquipan, Trujillo, 5 de agosto de 1662, folio 26-26v. 27. Archivo General de Indias, Lima 198 A, N 22. 28. Espinoza Soriano, W., “Españoles…”, Op. Cit.

AUTOR

AUDE ARGOUSE

Doctora en Historia, EHESS de Paris, investigadora post-doctoral Fondecyt, CECLA, Universidad de Chile. [email protected]

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Traducciones

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Ser detenido en la propia morada: la prisión doméstica en Ginebra bajo el Antiguo Régimen

Françoise Briegel Tradución : María Eugenia Albornoz Vásquez

NOTA DEL EDITOR

NdT: El artículo “Être détenu en sa demeure: la prison domestique à Genève sous l’Ancien Régime” está publicado en Benoît Garnot & Bruno Lemesle (Dirs.), Autour de la sentence judiciaire du Moyen Âge à l’époque contemporaine, Dijon, Éditions Universitaires de Dijon, 2012, p. 79-89. La Revista Historia y Justicia agradece a Fraçoise Briegel su generosidad al haber autorizado y apoyado personalmente la traducción de su artículo. También agradecemos la inmediata autorización de traducción y publicación otorgada por Hervé Duchêne, Director de Éditions Universitaires de Dijon.

1 Según Pierre-Fraçois Muyart de Vouglans, los juicios definitivos, dictados en primera instancia en el reino de Francia durante la época moderna, son “propiamente conocidos bajo el nombre de sentencias”3. Las condenas emitidas por una corte soberana son, por su parte, calificadas como dictamen4. A pesar de esta distinción en los términos, no es raro destacar que, en las obras de los jurisconsultos, la asociación entre el sustantivo “sentencia” y el adjetivo “definitivo” se aplica a todo juicio efectuado por los miembros del Parlamento (con excepción de los juicios interlocutorios).

2 En la República independiente de Ginebra, la jurisdicción suprema del Pequeño Consejo se pronuncia sobre los delitos y los crímenes que se tratan en el pequeño y gran criminal. El matiz entre dictamen y sentencia no existe. En efecto, como lo confirma la obra de derecho Du Genevois Sartoris, las palabras condena, pena o sentencia son válidas indistintamente para todos los juicios emitidos5. Trece jueces deben votar a favor de la pena capital, el exilio, la multa o el castigo de prisión doméstica, para que así éstos sean

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calificados de sentencia. Sin embargo, esta amalgama no significa que estos juicios procedan de una misma gramática judicial. Por el contrario, las sentencias de pena capital, corporal, infamantes, se ejecutan de otra manera que la sentencia de prisión, el destierro temporal y la multa. El análisis del pronunciamiento de la sentencia indica que en ella han sido convocados códigos precisos que informan sobre los desafíos judiciales y sociales, y sobre la política represiva de las autoridades ginebresas. La prisión doméstica, constituida por múltiples matices y detalles, puesta en perspectiva con aquellas desplegados para pronunciar las sentencias públicas, es una prueba, en su forma y en su fondo, de la flexibilidad represiva de las autoridades judiciales respecto de los delincuentes locales.

El Estado justiciero

3 El desarrollo del monopolio de la justicia criminal es concomitante con la construcción del Estado. El artículo de Marcel Gauchet ha mostrado hasta qué punto el discurso sobre el Estado, de la fin del siglo XVI e inicios del siglo XVII, fundado en una dialéctica sútil entre publicidad y secreto, en torno a la noción de la razón del Estado, traduce las nuevas condiciones de legibilidad de la acción política. Esta nueva legibilidad convierte al Estado en algo descifrable, el que se instala en el corazón de la esfera pública6. En este proceso, la justicia criminal manifiesta y participa de esta representación, de esta figuración7. Los trabajos sobre la pena capital, desde M. Foucault, P. Spierenburg, R. Muchembled o más recientemente P. Bastien, atestiguan, entre otros, este fenómeno8. La justicia de Antiguo Régimen intenta ejemplificar, reafirmar y reactivar, en cada nueva sentencia capital, la legitimidad para castigar a los malos, que posee el soberano. La puesta en escena de la ejecución permite a un público, convocado con este propósito, captar concretamente la capacidad de vida y de muerte de la que el Estado es poseedora, respecto de los individuos desviados. Y en el siglo XVI el espectáculo de la ejecución, que participa de esta legibilidad, está bien ilustrado por la última de las maderas grabadas (Figura reorum plectendorum), que adornan la obra relativa a la práctica criminal publicada por Jean de Mille en 1541. El libro propone una lectura cronológica desde la perpetuación del homicidio hasta las ejecuciones. El tratado de derecho está anotado con comentarios eruditos, puestos al margen, y el aparato iconográfico materializa algunos momentos emblemáticos del proceso9. La última ilustración de la Praxis criminis, que nos interesa aquí, pone en escena la plaza pública, en la que se agolpa una muchedumbre considerable que ha venido para asistir a las ejecuciones: ahorcamiento de un acusado erguido en la horca, decapitación de algún noble, la rueda que espera por el tercer acusado, que es traído en una carreta, y finalmente, en el último plano, la imagen de un destinado al último suplicio, que cuelga de la horca. El cuadro concentra, sin duda con fines pedagógicos, muchos tipos de ejecuciones en un mismo lugar. Sobre todo, confirma cuánto la ejecución es un espectáculo: todos los lugares (el suelo, las ventanas, las escalas que llevan a la tribuna, etc.) están repletos por la muchedumbre apretada y numerosa. La publicidad de la ejecución así representada funciona sobre un principio de ejemplaridad que apunta, por supuesto, a la prevención de los crímenes, pero sobre todo, a mostrar el poder judicial a partir de entonces legitimado, ya que no es contestado ni cuestionado cuando se expone a la curiosidad pública.

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4 El momento de la ejecución, que articula la afirmación del Estado justiciero con la publicidad de la sentencia, es análogo en la república ginebresa. La transparencia judicial procede de una obligación política tanto o más necesaria que en la res publica, la cosa pública es asunto de todos. Los cuatro síndicos a la cabeza del gobierno pronuncian un sermón luego de la elección anual en el Consejo General, instancia que reúne a los ciudadanos y a los burgueses de Ginebra. Así, prometen dictar recta y buena justicia: “Prometemos y juramos mantener el honor y la gloria de Dios, y la pura religión, y consagrarnos fielmente al deber de nuestro oficio, mantener y defender con todo nuestro poder la Libertad, los Edictos y los Derechos de la Ciudad, administrar de buena manera lo que tendremos entre las manos, ejercer buena y recta justicia, dando a cada uno lo que le pertenece, apoyando a los buenos y castigando a los malos sin odio ni favoritismos”10.

5 El ejercicio de la justicia criminal está subordinado a las obligaciones respecto de la comunidad: la publicidad de la sentencia, que responde a un principio de ejemplaridad, funciona también como la contraparte del deber de sometimiento de los miembros de la comunidad respecto del poder público.

6 En la pequeña República, que cuenta con cerca de 25.000 habitantes hacia 1750, cuando las sentencias son severas, esto es, que tratan sobre la pena capital, infamante o corporal, el pronunciamiento de la sentencia es precedido por un anuncio de alta repercusión: “Algunas horas ates, el Pueblo es informado mediante una publicación que se realiza en todas las esquinas de la ciudad por un Comisionado acompañado por un Trompeta”11. Luego “el criminal es traído desde la prisión hasta la plaza que está sobre el Hôtel de Ville, y los jueces, avisados que él ya está allí, bajan como cuerpo desde la Sala del Consejo, y se sitúan sobre el Tribunal, que es permanente en ese lugar”12. Debuta entonces el ritual de la ejecución. Sobre la tribuna, levantada en la plaza del Hôtel de Ville, delante del pueblo, el primer síndico transmite, frente al acusado, cuya postura arrodillada prueba su sometimiento, dos documentos muy similares que lee el secretario del Consejo, el “Proceso criminal” o “Sumario”, y la “Sentencia criminal”13: “Entonces en presencia del Pueblo, estando el criminal de rodillas y a cabeza descubierta, el Primer Sindico remite al Secretario del Consejo dos escritos, uno después del otro: el primero contiene el sumario del proceso, es decir la especificación del crimen, de sus circunstancias y las calidades más graves; la declaración que señala que él está convencido de haberlo cometido, de sus confesiones voluntarias, si es el caso; el otro escrito contiene la sentencia definitiva, que fija el género de pena que debe sufrir. La lectura de ambos documentos es realizada en voz alta e inteligible por el Secretario del Consejo, y la segunda comporta señalamiento al Teniente para que ejecute la sentencia en buena, debida y entera forma. El criminal es entregado al Ejecutor de la justicia y conducido al centro del suplicio”14.

7 La lectura de la sentencia oficializa el proceso judicial, los hechos recriminados, las pruebas recogidas, y enuncia la sentencia elegida; responde a las obligaciones que tienen los magistrados respecto de la comunidad: “En una monarquía en que los magistrados dictan justicia en nombre del Príncipe, esta formalidad [lectura de la sentencia ante el pueblo] no es necesaria, pero en un estado democrático como el nuestro, el Pueblo, que es el Soberano, debe informarse de las causas y de las razones por las cuales un criminal es condenado”15.

8 La ausencia de ese ritual judicial rompe el contrato entre la comunidad y los gobernantes, y fragiliza también al poder político.

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9 Otros archivos judiciales informan sobre las modalidades del ritual sentenciador, las cuales, como lo veremos, contrastan con la manera en que se cumple la sentencia de la prisión doméstica. Un primer texto, conservado junto a las piezas del proceso criminal, lleva por título “Proceso Criminal” (corresponde sin duda a aquél evocado bajo el nombre de “Sumaria”). Un segundo documento, conservado en el mismo lugar, se titula “Sentencia Criminal”. La “Sentencia” es un foja autónoma, de formato in folio doblado, y conservada al final de las piezas del proceso. El papel utilizado es de buena calidad, la escritura es cuidada y el texto manuscrito está aireado. Este es el documento que lee públicamente el Secretario de justicia, y luego el texto del “Proceso”.

10 La exploración de los procesos criminales indica que sólo las sentencias de pena capital, corporal, infamante y algunas otras presentan estos dos documentos, que son utilizados durante el espectáculo de la ejecución. Las condenas menores (la prisión, el destierro a veces perpetuo, las multas, etc.) no poseen ni “Proceso” ni “Sentencia”. Esta especificidad archivística es confirmada en otros lugares. Dos registros retranscriben exactamente, de manera cronológica y sucesiva, el “Proceso” y luego la “Sentencia”, para cada uno de los casos notificados. Intitulado “Libro de procesos y Sentencias criminales”16, los registros cubren sucesivamente los periodos 1755-1775 y 1776-1791. Conciernen sólo las sentencias que se hicieron públicas, sean éstas de cuerpo presente o con el cuerpo del acusado representado por una imagen: entre ellos, la horca, el látigo, la multa honorable, la laceración o la hoguera para los libros, las galeras o ciertos destierros. Se agrega un caso de rueda en ausencia del condenado y otro de decapitación que será conmutado por prisión perpetua. La iniciativa de su redacción responde quizá a una necesidad de gestión administrativa de la represión grave. Suerte de compilado de manuscritos jurisprudenciales de las penas capitales, concentran en una lectura sintética la represión de la criminalidad considerada grave desde los años 1755 y hasta el fin del Antiguo Régimen ginebrés (1792).

11 El “Proceso” y la “Sentencia” siempre proponen una estructura narrativa estereotipada17: se enuncian las autoridades judiciales, la parte acusadora, la identidad del acusado, las circunstancias del crimen, los cargos que fundamentan la culpabilidad, los fundamentos históricos y religiosos del derecho a castigar, la sentencia, y finalmente la orden de la puesta en ejecución: “Sentencia Criminal18. Mis muy honorables señores, habiendo visto el proceso criminal, seguido y continuado ante ellos, a instancia del Procurador General contra Jean Rivoire, padre, mensajero. Por el cual, les ha parecido claramente, tanto por su huida y contumacia, como por otras pruebas suficientes, resultantes del proceso, que olvidando todo temor de Dios, él habría fabricado cuatro falsas cartas de cambio, bajo el nombre de un particular, en el comercio del cual él era empleado, que él las habría negociado, y se habría apropiado de su valor. Caso y crimen [está] mereciendo grave castigo corporal. Ante estas causas, mis dichos, muy honorables señores, residiendo en el Tribunal de sus antecesores, siguiendo la antigua costumbre, teniendo a Dios y sus Santas Escrituras delante de sus ojos y después de haber invocado su Santo nombre, para dictar juicio recto diciendo en nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo, Amén Ellos han, por ésta su sentencia definitiva, que ellos dan aquí, por escrito, condenado, así como condenan, al dicho Jean Rivoire, a pedir disculpas públicas por toda la ciudad, revestido de una camisa blanca, cabeza y pies desnudos, una antorcha ardiendo en la mano, a ser desterrado a perpetuidad de la ciudad y de las tierras, bajo pena de muerte, a la restitución de las sumas que ha sustraído, a los daños y perjuicios hacia los particulares agraviados y a las costas de su proceso. Y esto para que sirva de ejemplo a cualquiera que quisiera cometer semejante crimen. Tanto más que el dicho Jean Rivoire no ha podido ser

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aprehendido, mis muy honorables señores ordenan que su sentencia sea ejecutada mediante su efigie. Mandando al Señor Lugarteniente de hacerla ejecutar en debida forma”19.

Una sentencia específica

12 La puesta en palabras del caso criminal es, antes que todo, una puesta en forma del argumento. El paso al escrito se efectúa según un principio organizador selectivo y que jerarquiza la información proporcionada al público. El estereotipo de lenguaje empleado atestigua de un hábito, de un uso antiguo. Se trata de inscribir la justicia en el tiempo largo, al mismo tiempo que se la adapta al caso singular. Los detalles sobre la identidad del acusado, el crimen, sus circunstancias recuerdan que más allá de su naturaleza particular, el caso es ejemplar. ¿Acaso la sentencia no apunta a “servir de ejemplo a cualquiera que quisiera cometer semejante crimen”? La fijeza de los términos da la impresión de estabilidad y de homogeneidad. La certeza gira en torno a la manera de tratar al culpable y a la correspondencia entre crimen y pena. El pueblo, convocado para escuchar la palabra que sentencia, se entera así de que la justicia republicana es cierta, que está regulada y que carece de espontaneidad. Los hechos de estabilidad así conferidos son el testimonio de una justicia que existe desvinculada del capricho del juez. Este ha condenado luego de desarrollar una investigación en la que la acumulación de cargos probatorios da fe de un proceso racional. De esta manera, el procedimiento narrativo traduce la ausencia de pasión, ilustra el distanciamiento, a la vez, del crimen y del criminal, porque la salida del proceso es el fruto de un procedimiento razonado. No obstante, la formalización escrita es un procedimiento común a cada una de las sentencias publicadas: el aspecto repetitivo las homogeneiza y confiere un carácter de normalidad al acontecimiento, al mismo tiempo que las inscribe, por su naturaleza espectacular, en lo excepcional. El pronunciamiento de la palabra que sentencia es una enunciación que crea la ley20. A pesar de la veracidad de la culpabilidad del reo, el contexto público de enunciación y la palabra performativa que sentencia, oficializan el cambio de estatus del acusado, quien, desde ahora, es un culpable que está listo para sufrir su castigo21. Luego del pronunciamiento, ya no queda ninguna otra salida posible, el silencio se impone, tanto más que, con toda seguridad en Ginebra, el Consejo que decide acerca de la gracia, en caso necesario, ya dio a conocer su decisión22. Poniéndose en escena, la palabra que sentencia se convierte en algo inmutable, ella se fija y se hace figura, y es en ese proceso que se auto-legitima y que actualiza el orden y la ley.

13 La justicia que participa del desciframiento del Estado busca el consenso popular republicano, sobretodo en Ginebra, donde, en el transcurso del siglo de las luces, nacen tensiones entre las autoridades y la oposición burguesa a propósito de la soberanía. La adhesión de los espectadores se afirma al momento del pronunciamiento de la sentencia, donde “todo el mundo es tomado como testigo y es llamado a controlar, a ratificar, a consagrar, y entonces ratifica, y consagra por su propio silencio […]. El efecto de oficialización se identifica a un efecto de homologación”23. Sin embargo, este resultado no es perceptible en todos los tipos de penas. Con frecuencia, las sentencias menores (como las reparaciones penales, la casa de corrección, el destierro temporal, la prisión por un tiempo preciso, etc.) no proceden de una publicidad de ese tipo. En efecto, la justicia se nutre de un abanico minucioso de modalidades de sentencia, que se conjugan con el fin de construir la integridad de la sentencia, pronunciada oralmente al

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acusado: por ejemplo, en cerca del 90% de las penas, las reparaciones penales constituyen la parte introductiva a la sentencia. Las peticiones de perdón, de rodillas, imponen al acusado que él enuncie su culpabilidad ante los jueces24. En esos casos, como para la prisión doméstica, el efecto que se busca es otro.

14 Las modalidades del pronunciamiento de la prisión doméstica no prevén un procedimiento sistemático de publicidad. Enunciada en la sala del Pequeño Consejo, la prisión doméstica se articula sin puesta en escena exterior. Las autoridades utilizan la rapidez y hacen que se sucedan, sin diferirlos, el pronunciamiento y la ejecución: “El Consejo, habiendo dictado el proceder al juicio el dicho Lesage, la vista en dos vueltas ha sido declararlo suficientemente convencido de haber cooperado en el enganche de dos obreros, montajistas de cajas de reloj, para ir a trabajar a Moudon, en casa de su hermano, y de haber ido a insultar al Señor Defornese, Maestro montajista de cajas de reloj, en su casa, y como reparación de esos delitos, condenan al dicho Lesage a venir de inmediato para ser sobre ello gravemente censurado, a pedir perdón a Dios, al Señorío y al dicho Defornese, por el delito que le concierne y por este delito en particular, a tres días de prisión en habitación cerrada además de aquéllas que ha sufrido y además a mantenerse durante tres meses prisionero en su casa, a 500 florines de multa, y a las costas. Lo que ha sido pronunciado al dicho Lesage y ha satisfecho las reparaciones a las que ha sido condenado”25.

15 Por lo demás, no existe ningún registro específico, ni tampoco documento similar a aquél de las “Sentencias criminales”, que de cuenta de una voluntad de conservar de manera aislada la memoria de las sentencias ligeras. Estos pocos detalles permiten suponer que se trata de prácticas que tiene que ver con otra economía castigadora.

16 Usualmente pronunciada para los delitos de fraude, de costumbres, de robos no graves o de golpes y heridas, esta sentencia corresponde a un encierro en la casa propia, con la posibilidad, para el condenado, de mantener el ejercicio de una actividad económica en su hogar. Este castigo, que quizá nació de un ideal introspectivo favorizador de la toma de conciencia26, aumenta durante el transcurso del siglo XVIII, para llegar a 143 penas (pronunciadas o ejecutadas luego de una conmutación de pena, después de haber recurrido a la petición de gracia). Como lo muestra el gráfico a continuación, la prisión doméstica, utilizada con parsimonia, responde a la exigencia de inserción social, tan apreciada por al siglo de las luces. Con frecuencia, ya que es menos costosa para el condenado, la prisión doméstica es pronunciada como una sustitución del encierro en las prisiones de la ciudad.

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Cantidad de sentencias de prisión doméstica, Ginebra, siglo XVIII27

17 Como confirma el Procurador General en 1788, las modalidades prácticas de la aplicación de la prisión doméstica son bastante conocidas. Sin embargo, nacida del uso y no detallada en el derecho positivo, “la prisión doméstica es una pena desconocida para las legislaciones cuyos principios nosotros seguimos. El derecho romano y las leyes francesas guardan sobre ella el más profundo silencio, sólo la conocemos mediante su uso, pero es bien difícil de deducir, a partir de ello, el detalle de sus reglas”28.

18 Pronunciada contra individuos que poseen derechos, surgidos de un estatus específico – los nativos o naturales (nacidos en Ginebra), los burgueses (poseedores de la burguesía) o los ciudadanos (hijos de burgueses) –, la prisión doméstica tiene en cuenta la inserción social de los delincuentes ginebreses. Gracias al mantenimiento de sus actividades económicas el culpable cubre sus necesidades económicas y las de su familia. Confinado al espacio doméstico, el acusado escapa a un eventual quiebre familiar y económico. Una vez que ha purgado su pena, su reinserción y su mantenimiento en el tejido económico de la ciudad resultan sin duda más holgados, como lo señala el caso de Troilliet, autorizado a “ir cada mañana, desde su casa, al estudio del Señor Molinié para trabajar allí, regresar para el almuerzo a su hogar y luego volver al dicho estudio sin que, bajo pretexto de este permiso, pueda liberarse de considerar su propia casa como prisión, durante dos años, totalidad de tiempo en el que no se ocupará de trabajar [y por ende pernoctar] en casa del Señor Molinié”29.

19 En general, cuando se trata de un acusado poseedor del estatus de extranjero, se prefiere el destierro a la prisión doméstica.

20 Esta sentencia, que conjuga privación de libertad en un lugar no cerrado y ausente de infraestructura específica (prisiones, alguacil y alcaide) para la detención del criminal, funciona de manera más o menos eficaz y reposa sobre una dinámica de autogestión del castigo. Los jueces postulan una regulación social de la movilidad de los prisioneros, gracias a la vigilancia de la vecindad, que endosa la función de vigilancia que las autoridades judiciales les asignan tácitamente. Sobretodo, se funda en la autodisciplina de los individuos condenados. En un pequeño Estado como la República (el señorío y sus dominios), circunscrito por fronteras con el cercano reino de Francia, Saboya y el país de Vaud, y limitado por cinturas de agua (el Rhône, el lago Leman y el río Arve), las sentencias que obstaculizan la circulación dibujan el territorio penal de la República.

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Así, el acusado queda siempre “bajo la mano del Magnífico Consejo, y, a la primera ruptura de su destierro, podría ser reducido a las prisiones”30.

21 Sin embargo, los quebrantamientos de la prisión doméstica son numerosos. En 1768, buscando cómo recuperar una suma de dinero debida por un acreedor, y pretextando estar desvinculado del castigo de encierro y prisión en su propia casa, Galloix se permite un viaje a Lyon, conel motivo de “que el interés lo hizo pasar por delante de las razones que debían retenerlo en su casa y que creyó que no estaba bajo la mirada del Público de Ginebra, y que no había en su procedimiento gran inconveniente”31. En realidad las transgresiones son con frecuencia toleradas por las autoridades judiciales, especialmente si el culpable sabe ser discreto. En 1768 Jean-Jacques Galloix fue juzgado por quebrantar su prisión doméstica. Durante su interrogatorio se le pregunta: “Si a pesar de ello, ¿no ha quebrantado más de una vez el mandato saliendo de su casa? [y Galloix responde]: Que sí, pero que sólo lo ha hecho vestido con ropa de casa, y con la cabeza desnuda, para ir sólo al vecindario a las casas de obreros que trabajan para él […] Interrogado: ¿Si no le había ocurrido el salir de su casa muchas veces únicamente para conversar en medio de la calle con sus vecinos? Responde: Que sí, pero que no se quedó más de unos pocos minutos […] Interrogado: ¿Si no ha salido muchas veces a pasear durante el atardecer? Responde: Algunas veces en el atardecer, pero solamente desde una visita que le hizo el Señor Doctor de Marignac, en la que, encontrándolo hinchado del cuerpo y de las piernas, le aconsejó salir a tomar aire”32.

22 El trabajo de R. Jacob sobre el rito de tirar la lengua en el Medioevo ha demostrado que el destierro es una exclusión del territorio de la jurisdicción que significa sobre todo una ruptura de la comunicación verbal, una exclusión de la palabra de la ley33. El destierro en la época moderna se le aparenta: sitúa al condenado al exterior del alcance jurídico. En el caso de la prisión doméstica, lo que opera es lo inverso. La relación entre las autoridades judiciales y el culpable es intensificada por el compromiso que asume el delincuente de respetar su condena. Además, como el condenado reside en el territorio de La República, es mantenido bajo la autoridad de sus leyes. Su reclusión no lo desliga de sus obligaciones, por el contrario, las refuerza. La prisión doméstica instala un lazo prácticamente contractual, motivado por la sentencia liviana, que compromete al culpable respecto de las autoridades: “los Tribunales confían su custodia al mismo prisionero, quien de alguna manera toma ese compromiso bajo palabra de honor, cuya violación es un abuso de confianza y una desobediencia infinitamente reprensible”34. De manera similar, en 1788, el Procurador General insiste en la circunstancia agravante del abuso de confianza: “El quebrantamiento de prisión doméstica es un abuso de confianza, una violación del compromiso de honor, que parece transformar la falta en algo más grave que el quebrantamiento de la prisión pública. Si los ejemplos se volvieran frecuentes, Vuestras Señorías estarían privadas de un medio de castigo que es igualmente suave, apropiado para reprimir a los culpables sin perjudicar a sus familias y para impresionar y causar buen ejemplo en el público”35.

23 Algunos ven en él la ruptura de palabra empeñada que se asemeja a un “engaño y un abuso de clemencia”36, que señala la pérdida del honor familiar y ciudadano. “¿No habéis acaso reflexionado, que el dictamen sufrido era un juicio paternal al que usted le falta el honor al escaparse de una prisión en la que estaba usted encerrado solo bajo su buena fe y que usted al sustraerse a la autoridad de sus Magistrados falta a la obediencia que usted y sus antepasados juraron al Estado?”37.

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24 A pesar de ello, la sanción al quebrantamiento de prisión doméstica interviene cuando el culpable abusa de la libertad conferida. Si alguno se siente “hambriento de libertad”38 y sale de su casa, los magistrados evitan sancionarlo, como hemos visto para Galloix, que será reducido a prisión sólo luego de varios abusos39.

25 Las modalidades del pronunciamiento de la prisión doméstica atestiguan de una preocupación por no hacer publicidad, por no afichar40 y por no fijar la palabra dictadora de sentencia, que presionaría al Consejo a ejecutar el castigo al pie de la letra. El pronunciamiento se desarrolla fuera de los ojos del público, en la sala del Consejo. Como lo señalan las numerosas derogaciones que proporciona el primer síndico que autoriza a los condenados a salir, lo que prevalece es la flexibilidad en la aplicación. La sentencia de la prisión doméstica supone un acuerdo entre los jueces y el acusado; se funda en una promesa otorgada, una palabra recíproca que compromete el honor a la vez que al acusado, pero también el nombre de la justicia, que no puede ser ofendida demasiado visiblemente. Cuando existen demasiadas reiteraciones en el quebrantamiento de la prisión doméstica o cuando el condenado franquea las fronteras del territorio, entonces la palabra es desligada: el culpable es situado fuera del alcance de la ley. La prisión doméstica permite el control flexible, pero vincula al prisionero con las autoridades judiciales de la República, ya que a cambio de la flexibilidad de la sentencia se ha comprometido la palabra del acusado.

NOTAS

3. Muyart de Vouglans, Pierre-François, Les lois criminelles de France dans leur ordre naturel, Neufchatel, Société typographique, 2 volúmenes, 1781, tomo 2, p. 166. 4. NdT: Se entenderá, en esta traducción, por dictamen lo que en francés se denomina arrêt. 5. Sartoris, Jean-Pierre, Elemens de la procédure criminelle suivant les Ordonnances de France, les Constitutions de Savoye, et les Edits de Genève, Amsterdam, C. Grasset, 2 volúmenes, 1771, tomo 2, p. 589-594. 6. Gauchet, Marcel, “L’ Etat au miroir de la raison d’ Etat”, en Zarka, Yves Charles (ed.), Raison et déraison d’ Etat. Théoriciens et théories de la raison d’ Etataux XVIe et XVIIe siècles, PUF, Paris, 1994, p. 193-243. 7. Padoa-Schioppa, Antonio (dir.), Justice et législation, PUF, Paris, 2000. 8. Este interés es emblemático en Foucault cuando inicia su libro con la ejecución capital del regicida Damiens, véase Foucault, Michel, Surveiller et punir : naissance de la prison, Gallimard, Paris, 1975; Spierenburg, Pieter, The spectacle of Suffering: Exceutions and the Evolution of Repression : from a Preindustrial Metropolis to the European Experience, Cambridge University Press, London- Cambridge, 1984; Muchembled, Robert, Le temps des supplices: de l’obêissance sous les rois absolus (XVIe-XVIIIe siècles), Armand Colin, Paris, 1992; Bastien, Pascal, Histoire de la peine de mort. Bourreaux et supplices: Paris, Londres, 1500-1800, Seuil, Paris, 2011. 9. Mille, Jean de, Praxis criminis persequendi […], Simon Colin, Paris, 1541. Las ilustraciones se componen de 13 planchas : el crimen; el examen de las heridas; la escucha de los testigos; dos tipos de pregunta; la citación a comparecer y luego la captura de los acusados; los interrogatorios; el careo; las cartas de perdón; nuevamente la tortura; la condena y luego la

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ejecución de la sentencia. Este libro ha sido traducido por Lebigre, Arlette, Pratique criminelle, par Jean Mille, Moulin, Marmousets, 1983. Respecto de las imágenes de la justicia, ver Jacob, Robert, Images de la justice. Essai sur l’iconographie judiciaire du Moyen Âge à l’âge classique en images, Le Léopard d’Or, Paris, 1994, y también el número monográfico La justice en images, de la revista Sociétés et représentations, vol. 18, n°2, 2004. 10. Édits de la République de Genève, Société de Libraires, Genève, 1707. 11. Sartoris, J. P., Elemens de la procédure criminelle, Op. Cit., p. 594. 12. Sartoris, J. P., Elemens de la procédure criminelle, Op. Cit., p. 593. 13. La “Sentencia criminal” (a partir de ahora, en este texto, “Sentencia”), que está por lo tanto tipografiada, se refiere al documento escrito, mientras que el término sentencia concierne la condena. 14. Sartoris, J. P., Elemens de la procédure criminelle, Op. Cit., p. 594. 15. Biblioteca de Ginebra, “Explication des Édits civils de la République de Genève”, La Gr 24/4, f. 134. 16. El primero de estos registros es “iniciado el 2 de abril de 1755 y termina el 23 de octubre de 1775”, AEG, Jur. Pen A n°7 ; el segundo debuta el “17 de mayo de 1776 y termina el 9 de noviembre de 1791”, Jur. Pen A n°8. 17. El “Proceso” resume la “Sentencia”. Por ejemplo : “Del 24 de junio de 1788. Proceso criminal, Hecho y proseguido delante de nuestros Magníficos y Muy honorables Señores Síndicos y Consejo, a instancias del Procurador General contra Jean Rivoire, padre, mensajero. El cual ha sido debidamente convencido, tanto por su huída y contumacia, como por otras pruebas suficientes resultantes del proceso, de haber fabricado cuatro falsas cartas de cambio bajo el nombre de un particular en el comercio en el que está empleado, de haberlas negociado y de haberse apropiado de su valor, como todo se contiene más ampliamente en el proceso”, AEG, “Libro de procesos y sentencias criminales”, Jur. Pen A 8, f. 148. 18. NdT: A partir de ahora y hasta el final del artículo, las citas textuales provienen de documentos judiciales. Para permanecer fieles a la elección de la autora, se mantiene aquí el lenguaje antiguo, el que ha sido traducido de acuerdo a usos bastante similares en la documentación judicial hispanoamericana del mismo período, la segunda mitad del siglo XVIII. 19. Jur. Pen A 8, f. 149. 20. Bastien, Pascal, “Les arrêts criminels et leurs enjeux sur l’opinion publique à Paris au XVIIIe siècle”, Revue d’histoire moderne et contemporaine, vol. 53, n°1, 2006, p. 34. 21. Austin, John, Quand dire c’est faire, Seuil, Paris, 1970. 22. Los 200 miembros del Consejo de CC deciden respecto del recurso a la gracia. En general el CC conmuta la pena. La ejecución de la sentencia es programada sólo cuando la vista del CC ha sido entregada. 23. Bourdieu, Pierre, “Habitus, code et codification”, Actes de la recherche en sciences sociales, vol. 64, n°1, 1986, p. 42. 24. Briegel, Françoise, “Ritualiser la culpabilité dans le système judiciaire d’Ancien Régime: les réparations pénales”, en Briegel, Françoise & Farre, Sébastien (eds.), Rites, hiérarchies, Georg, Ginebra, 2010, p. 25-31. 25. AEG, RC 273, del 13 de marzo de 1773, f. 175-176. 26. El enclaustramiento religioso medieval favorecía también esta introspección, ver la introducción de Heullant-Donat, Isabelle & Claustre, Julie & Lusset, Elisabeth, Enfermements. Le cloître et la prison (Ve-VIIIe siècles), Publications de La Sorbonne, Paris, 2011, p. 21-24. 27. Este gráfico ha sido establecido a partir de inventarios de los procesos en los AEG. Carece de datos para el periodo 1719-1725 y también para 1736. 28. AEG, PC 15497, 1788, “Conclusions du Procureur Général”, f. 14. 29. AEG, PC 15707, 1789, “Verbal de l’Auditeur”, f. 43. 30. AEG, PC 12380, 1772, “Requête de la femme de l’accusé”, f. 160.

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31. AEG, PC 11764, 1768, “Réponses personnelles”, f. 7. 32. AEG, PC 11764, 1768, “Réponses personnelles”, fs. 5-6. 33. Jacob, Robert, “Bannissement et rite de la langue tirée au Moyen Âge. Du lien des lois et de sa rupture”, Annales HSS, vol. 55 n°5, 2000, p. 1039-1079. 34. AEG, PC 15497, 1788-1789, “Conclusions du Procureur Général”, f. 14 ; “Réponses personnelles”, f. 16v ; “Conclusions du Procureur Général”, f. 24v. 35. AEG, PC 15497, 1788-1789, “Conclusions du Procureur Général”, f. 14. En el caso del proceso PC 11764, de 1768, el Oidor, en el interrogatorio del acusado evoca la ruptura del mandamiento, más que el quebrantamiento de la prisión. Pregunta al reo si no ha “roto muchas veces el mandamiento saliendo de su casa ?”, en “Réponses personnelles”, f. 5. 36. AEG, PC 15704, 1789, “Conclusions du Procureur Général”, f. 17v. 37. AEG, PC 15704, 1789, “Réponses personnelles”, f. 16v. 38. AEG, PC12380, 1772, “Réponses personnelles”, f. 3. 39. AEG, PC 11764, 1768. 40. NdT: se entiende aquí por “afichar” el fijar, en muros o puertas de edificios importantes de la ciudad, carteles que publican la sentencia.

ÍNDICE

Palabras claves: prisión, procedimiento, justicia, sentencia, Suiza Keywords: jail, proceedings, justice, punishment, Switzerland Mots-clés: prison, procédure, justice, sentence, Suisse

AUTORES

FRANÇOISE BRIEGEL

Doctora en Historia (Universidad de Ginebra). Maître-Assistante en Historia, Maison de l’Histoire, Universidad de Ginebra, Suiza

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Reseñas

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Melina Yangilevich, Estado y Criminalidad en la frontera sur de Buenos Aires (1850-1880), Prohistoria Ediciones, Rosario, 2012, 236 p.

Jorge Andrés Drouillas Espinoza

REFERENCIA

Melina Yangilevich, Estado y Criminalidad en la frontera sur de Buenos Aires (1850-1880), Prohistoria Ediciones, Rosario, 2012, 236 p.

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1 El trabajo de investigación reseñado propone nuevas hipótesis en el campo del control social formal del Estado durante el siglo XIX. En este caso, el lugar de estudio es la frontera sur de la provincia de Buenos Aires desde 1850-1880. La elección de la campaña como lugar de investigación tiene por objeto demostrar la existencia de procesos de negociación, para la introducción paulatina de la justicia letrada. El libro cuenta con siete capítulos a través de los cuales se analizan los enfoques teóricos seguidos hasta la actualidad y por medio de un análisis cuantitativo y cualitativo de casos, se fundamenta la hipótesis de la introducción de la justicia letrada y la acción penal del Estado decimonónico argentino, como un proceso de negociación a lo largo del periodo de estudio, 1850-1880.

2 La obra tiene por objetivo destacar el papel de la negociación en la construcción de la justicia letrada en la campaña, los cambios paradigmáticos en torno a la protección de la propiedad privada como eje del nuevo derecho penal y la persecución judicial de la violencia interpersonal, que en zonas rurales seguía actuando como dispositivo de resolución de conflictos.

3 La problemática que cruza el libro es la lenta y accidentada introducción de la justicia letrada, como símbolo de un supuesto orden liberal, que no cuenta con la capacidad coercitiva suficiente para imponerse: el Estado decimonónico argentino está debilitado por la gran extensión territorial, disputas políticas, grupos indígenas beligerantes y la falta de recursos para un sistema judicial y policial efectivos.

4 La investigación destaca por la gran recopilación de fuentes documentales, tanto de forma cuantitativa como cualitativa, reunidas para crear una idea clara de la evolución de la criminalidad y mostrar cómo la regulación del sistema judicial liberal tiende a disminuir los atentados contra la propiedad, trastocando los valores propios del antiguo régimen en torno al concepto de propiedad.

5 Para abrir los fundamentos de su investigación, en el primer capítulo la autora se concentra en un estado del arte respecto a las materias incluidas en el estudio de la justicia y criminalidad. Uno de los enfoques más innovadores que presenta esta investigación es la contraposición a los estudios de la escuela social inglesa de los 60, y la hipótesis de Lyman Johnson, quien “resaltó que uno de los problemas estructurales fue la escasez de mano de obra, que los propietarios procuraron resolver creando severas leyes contra la vagancia y el aumento del número de la policía rural. Así podrían proveerse de una fuerza de trabajo disciplinada. La naturaleza punitiva de estas políticas habría contribuido a aumentar los altos niveles de violencia” (p. 29). Es la hipótesis clásica de control social formal, llevada a cabo por un Estado fuerte que

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impone una nueva disciplina laboral desde la llegada de la modernidad, en donde los dispositivos de control cada vez son más eficaces en su tarea.

6 En contraposición, la investigadora expone su propia teorización, que plantea la existencia de un proceso de negociación. Ésta se sintetiza en el párrafo siguiente:

7 “El Estado no puede considerarse una estructura poderosa en manos de o al servicio de las elites que impusieron sus proyectos de dominación. La consolidación estatal fue el resultado de un proceso complejo y dinámico en el que tales proyectos constituyeron objeto de negociación y requirieron de consenso por parte de los diferentes sectores de la sociedad” (p. 28).

8 Esta hipótesis de trabajo adquiere gran solidez a lo largo de la investigación.

9 La autora es capaz de demostrar las falencias y debilidades de la justicia letrada en su introducción en la campaña, y la necesidad de un sistema de pactos y negociaciones que aseguren su permanencia. Así como también aporta datos relevantes en torno al despliegue del Estado en una zona geográfica que controla parcialmente, ya que hacia la década de 1850 los ataques indígenas se multiplican, colocando en riesgo continuamente el “proyecto de civilización” propio del orden liberal.

10 Parte de este proceso de negociación se establece en torno a la creación de nuevos distritos administrativos, como describe en el segundo capítulo. En un periodo anterior a la codificación se subdividieron los partidos, de los 4 existentes se obtienen 9, y en cada uno se colocó un juez de paz local con una marcada adhesión al gobernador (p. 42). Esta maniobra política es una evidente negociación con los poderes locales, un tiempo de espera hasta que el Estado reúna condiciones efectivas que le permitan introducir la justicia letrada en la campaña.

11 En el periodo de tiempo que va desde 1839 a 1854, año que la justicia letrada comenzó a instaurase en la campaña, la justicia lega y los hombres que la ejercieron cumplieron un doble rol: “Por una parte debieron mantener el orden en aras del progreso económico y detentaron la autoridad civil. Por otra parte, continuaron siendo los representantes de su comunidad frente a las autoridades provinciales” (p. 55). Bajo este contexto, las autoridades locales siguen teniendo un gran poder de negociación frente al modelo discursivo moderno que intentaban impulsar las elites de la capital. Debido a la poca capacidad de la autoridad provincial para imponer una autoridad efectiva, las municipalidades gozaron de una relativa autonomía. De esta manera, los poderes locales consolidaron la participación de vecinos y extranjeros, en la práctica las autoridades provinciales carecieron de la capacidad efectiva para detentar el poder.

12 En el tercer capítulo se analiza la accidentada llegada de la justicia letrada a la campaña bonaerense. La creciente inquietud de las autoridades por controlar las zonas rurales ya existía desde la colonia, pero se hizo aún más necesaria durante el siglo XIX, cuando los nuevos modelos económicos presionaron por una necesaria expansión territorial. La llegada de la justicia letrada fue lenta y llena de inconvenientes, producto de una cultura iletrada, y de las grandes extensiones territoriales carentes de una adecuada infraestructura vial. La carencia estaba en todo un sistema de funcionarios administrativos, insuficientes para llevar a cabo un sistema judicial efectivo. “Una razón más profunda para explicar el fracaso de buena parte del proyecto ideado para establecer cierto control en la campaña puede atribuirse el escaso arraigo de los jueces letrados. A diferencia de los jueces de paz que eran vecinos” (p. 67). Los jueces letrados en la campaña no tuvieron los vínculos locales de la justicia de paz, y en múltiples

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casos, ejercer la judicatura era más bien un paso hacia carreras políticas o ascender en el poder judicial: la tensión se generaba en la falta de apego a la localidad, ocasionando una continua disputa en la manera en la que se llevaban los juicios y en la forma de levantar el debido proceso.

13 En el cuarto capítulo se toma en consideración la acción de la costumbre y la práctica jurídica existentes desde el siglo XVI en América colonial. Este punto es de vital importancia para comprender el conflicto que generó la llegada de la justicia letrada a la campaña, en donde tuvo que enfrentar un proceso de adaptación a la costumbre. Durante los últimos 300 años, las Siete Partidas (1265), la Curia Filípica (1603) y la Nueva Recopilación de las Leyes de Castilla (1567), actuaron como un cúmulo de saberes jurídicos en los cuales el juez colonial se basaba en la tradición jurídica para tomar una decisión que sostuviera la equidad armónica en la sociedad. Con la llegada del siglo XIX y de la Constitución Nacional de 1853, la provincial de 1854, el Código Rural 1865 y el Penal de 1877, la capacidad de decisión del juez se limitó a fundamentar su sentencia en determinados artículos establecidos en los códigos. Y en todo este proceso se restringió el poder de acción de los jueces de paz.

14 La sanción de los códigos fue considerada como la culminación de la modernidad normativa y el racionalismo. Sin embargo, elementos como la atenuante de ebriedad y la defensa propia son elementos de continuidad presentes en Las Siete Partidas que se mantuvieron en los códigos. Los conflictos continuaron en torno al uso reiterado de leyes coloniales y la capacidad de decisión del juez, que en teoría se veía limitado al código, pero en la práctica seguía tomando decisiones en torno a sus influencias locales y el concepto de equidad armónica propio de la colonia.

15 El quinto capítulo, titulado “La judicialización de la criminalidad en la campaña”, la investigadora expone una completa investigación estadística en torno la criminalidad en las zonas rurales y a los protagonistas de esta acción. Uno de los aspectos a destacar es el aumento sustancial de delitos contra las personas; en la muestra de los sumarios llegados a Dolores entre 1855 y 1880, más del 78% de los 1.073 procesos estudiados correspondieron a esta categoría (p. 135). Una de las conclusiones más interesantes de este capítulo es que los procesos penales no equivalían a una condena, aun cuando la estadía en la cárcel podía ser dura. Y en los casos en que se dictaba una sentencia, que en su mayor parte no fueron severas, generalmente éstas eran la destinación a los trabajos públicos o al servicio de armas. La levedad aparente de las penas es un notorio índice de los escasos medios reales de coerción con los que contaba el Estado argentino durante el siglo XIX, la carencia de una institución sólida de policía y también de sistema penitenciario. En este contexto, cuando un crimen resultaba aberrante la única solución era la pena de muerte.

16 En el sexto capítulo, “Herir, matar y morir en la campaña”, se analizan en términos cuantitativos los conflictos interpersonales en medio de la presencia del Estado. Se busca medir las reales capacidades del Estado para establecer mediaciones institucionales entre los habitantes de la campaña (p. 159). Y se demuestra que “el Estado durante el siglo XIX no tuvo durante este periodo la capacidad suficiente para convertirse en un mediador efectivo” (p. 159). La conflictividad interpersonal permite generar un cuadro de representatividad de las costumbres vulneradas en la campaña, que conducen a riñas en muchos casos con resultado de muerte. La persecución del consumo de alcohol es uno de los principales objetivos que se propone la justicia letrada; sin embargo, el estudio metodológico de las fuentes y archivos logra develar el

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conocimiento judicial de los inculpados, al recurrir a la estrategia del alcohol para eludir responsabilidades penales. A lo largo del capítulo se examinan los discursos esgrimidos por los acusados y las fórmulas utilizadas al interior del mismo sistema judicial para evadir la prisión.

17 En el séptimo capítulo se examinan los ataques a la propiedad como uno de los principales valores del sistema liberal. Como la autora dice, “los estudios realizados para Perú, Chile, México y la Patagonia concluyeron que las prácticas en torno a cría y comercialización del ganado colisionaron con los intentos de las autoridades y sectores propietarios de imponer un respeto a la propiedad privada” (p. 197). En este capítulo se recopilan las nuevas tipificaciones delictuales vinculadas a la protección de la propiedad privada, como la práctica de bolear avestruces o el uso de cueros de en utensilios, que comienzan a ser perseguidas bajo el concepto de ataque a la propiedad privada, aquí el conflicto estaba en directa relación con costumbres inmemoriales, llevadas a cabo en la vida rural de la campaña. Para los propietarios, estas costumbres eran el inicio de múltiples delitos, ya que, una vez faenado y repartido el animal, se congregaban numerosos vagos, quiénes, a juicio de los primeros, continuarían delinquiendo. Pero la persecución judicial del delito de abigeato es reducida en los archivos judiciales (p. 208), como explica la investigadora.

18 Uno de los aspectos interesantes, analizados en el grupo de quienes se vieron enfrentados al proceso judicial, es la pertenencia a la vecindad. También se estudia a quiénes actuaron como jueces: no era raro que los jueces de paz y los alcaldes fueran analfabetos, por lo tanto, la tarea de llevar el registro de marcas y guías se veía dificultada (p. 214). El personal policial era escaso y muchas veces no estaba capacitado para llevar un registro adecuado. La persecución legal del abigeato contaba con un respaldo legal en el Código Rural y en el Código Penal, sin embargo las condiciones materiales del control social formal eran extremadamente limitadas, el Estado no contaba con los recursos suficientes para castigar efectivamente el delito. Otro factor de importancia en la apropiación y pérdida del ganado eran los indígenas, que entre 1850 y 1879 siguieron con la práctica corriente de los malones, en los cuales la propiedad adquiría el carácter de botín de guerra. En resumen, el Estado no contaba con los medios de coerción suficientes para imponer la ley, ni al interior de las localidades ni en la frontera.

19 La imposición del respeto a la propiedad privada fue dificultosa y conflictiva por una multiplicidad de razones. Una de ellas pudo ser la abundancia de recursos que permitió un aprovechamiento sin mayores conflictos entre la población, al menos por cierto periodo. Por otro lado, los mismos propietarios violaban la ley, viendo en esa práctica una oportunidad para acrecentar su patrimonio. Los jueces letrados tampoco pudieron decretar prisiones efectivas, ya que en la mayoría de los casos se carecía de pruebas suficientes para dictar una sentencia ajustada a la reglamentación.

20 El Estado provincial y el Estado central intentaron imponer un ritmo liberal con un conjunto de normas jurídicas basadas en el respeto a la propiedad y al individuo excluido del núcleo de la comunidad, como paradigma liberal. Pero a todas luces no existía la apropiada capacidad coercitiva para poder llevar a cabo la práctica efectiva de las leyes penales. Ante la escasa capacidad de ejercer control en los espacios cercanos a las fronteras, fue necesario el consenso entre diversos actores.

21 En sus conclusiones finales, la investigadora devela la complejidad de la tarea de la administración de la justicia en la campaña bonaerense. La justicia criminal y letrada

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que incluyó magistrados, defensores y fiscales, no sólo involucró el disciplinamiento de una población considerada poco inclinada a la obediencia, sino también el aleccionamiento de los jueces de paz, cuya colaboración en las diligencias judiciales era fundamental. La instauración de la justicia letrada contenía en sí un espíritu modernizador y recogía buena parte de la herencia legal de la colonia. Los jueces letrados fueron sin lugar a dudas una de las principales herramientas para la centralización estatal.

22 A lo largo de la investigación se analizó la mirada de los funcionarios de la justicia criminal sobre los sujetos acusados de diversas acciones consideradas delitos. Del examen de las sentencias se concluye la existencia de indulgencia de los jueces letrados en el dictado de los fallos y por lo tanto, la tolerancia hacia prácticas definidas como delitos, incluyendo la violencia interpersonal y los ataques a la propiedad privada. Ello incluye suponer que los conocimientos de los magistrados y de los procesados sobre los derechos de propiedad y sobre los usos validos de la violencia, aunque no fueron equivalentes, tampoco eran absolutamente divergentes. Es posible pensar que hubo ciertos espacios comunes donde no solo se compartieron ciertas ideas acerca de lo que se entendía por justicia sino también sobre las prácticas sociales. Esto no implica creer que hubo una identificación completa entre jueces y procesados, sino señalar la existencia de saberes jurídicos compartidos, en donde es posible encontrar puntos de contacto entre los argumentos utilizados por ambas partes durante los procesos. En los debates sobre la necesidad de organizar la administración de la justicia letrada en la campaña se explicitó la necesidad de hacer sentir la autoridad en el ámbito rural, considerado como el depósito de la barbarie en palabras de Sarmiento.

23 De tal modo, esta dinámica de construcción estatal requirió no solo de la reingeniería de las políticas por parte de las autoridades centrales, sino también de la acción fundamental y diaria de los jueces de paz, alcaldes y tenientes de alcaldes que procuraban construir obediencia. Las herramientas empleadas por los magistrados surgieron del conjunto de prácticas y normas, en gran parte ancladas en el saber jurídico proveniente de Castilla y la legislación indiana.

24 La investigadora fundamenta con sobrados argumentos su hipótesis central, la existencia de una negociación entre la localidad y el Estado central, para instaurar, muy paulatinamente, el control social formal, estando marcada la segunda mitad del siglo XIX por un consenso entre diversos actores.

AUTORES

JORGE ANDRÉS DROUILLAS ESPINOZA

Magister (c) en Historia y Ciencias Sociales, Universidad Arcis, Santiago, Chile. Estudia la historia social de la justicia desde mediados del siglo XIX y la criminología. Investigador independiente. [email protected]

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Verónica Undurraga Schüler, Los rostros del honor. Normas culturales y estrategias de promoción social en Chile colonial, siglo XVIII, Editorial Universitaria, Dibam, Santiago de Chile, 2012, 428 p.

María Sol Calandria

REFERENCIA

Verónica Undurraga Schüler, Los rostros del honor. Normas culturales y estrategias de promoción social en Chile colonial, siglo XVIII, Editorial Universitaria, Dibam, Santiago de Chile, 2012, 428 p.

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1 Los rostros del honor es el resultado de la tesis doctoral de Verónica Undurraga Schüler sobre los usos sociales del honor y se inscribe dentro de la historia social y cultural. Asimismo, esta tesis realiza un aporte a la integración de la historia social y la historia del derecho, lo que podríamos llamar una “historia social del derecho”, donde no sólo se trata de estudiar la incidencia social de la norma sino de indagar la función que las relaciones jurídicas cumplen en su conjunto y, a su vez, articulándose con las clases y grupos sociales en distintos períodos históricos . Así, la autora desentraña las relaciones entre el contexto histórico y el sistema jurídico de la época, a través de un minucioso análisis de expedientes judiciales que le permiten indagar en la cultura jurídica del mundo chileno colonial y la importancia del honor para los hombres y mujeres de la época.

2 Desde el campo de las Ciencias Sociales la problemática del honor fue encarada de manera multidisciplinaria, especialmente por la Sociología y la Antropología, contemplando la relevancia del honor y la honra para la cultura mediterránea de los siglos XVI y XVII. Sin embargo, el honor no fue un valor únicamente europeo, ya que con la colonización de América fue extendido y posteriormente reinterpretado en dicho continente. Debido a ello, se han emprendido, desde el campo de la Historia, distintas investigaciones que pretendieron explicar la dimensión y la significación del honor. Este libro se inscribe dentro de esa tradición. Si bien la mayoría de las producciones existentes se han enfocado en los sectores de la elite, Undurraga Schüler logra, sin descuidar dicha dimensión, desplazar la preocupación hacia otros sectores sociales.

3 “Soy un pobre artesano, pero tengo honor” fueron las palabras expresadas por un artesano a comienzos del siglo XIX que escogió la autora para comenzar su trabajo, y a partir de las cuales esboza el problema que atraviesa todo su estudio: las mutaciones que había sufrido esta noción en la última centuria colonial. Su hipótesis le permitirá indagar acerca de las distintas representaciones del honor como fundamento de la cultura patriarcal que se desplegó amplia y cotidianamente dentro de la dinámica social. Según la autora, la representación característica del honor en América colonial fue “el honor de los orígenes”, fundamentado en el capital heredado que se constituyó en torno a la legitimidad, el linaje y la limpieza de sangre. La particularidad que presentó esta representación del honor en la América colonial fue que, necesariamente, tuvo que convivir con otros horizontes del honor. De aquí, que Verónica Undurraga Schüler sostenga que en el siglo XVII el honor dejó de ser un código monolítico y patrimonio de la elite para adquirir una forma polisémica y un horizonte múltiple. En este sentido, el objetivo del libro consistirá en abordar las heterogéneas representaciones, las identidades y las prácticas culturales ligadas al honor en el Chile colonial del siglo XVII. Para ello, la autora divide su obra en tres grandes partes. La

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primera de ellas apunta a realizar un recorrido historiográfico y metodológico sobre las fuentes, los espacios y los protagonistas que han sido portadores del honor en la ciudad. La segunda parte aborda las distintas representaciones del “honor de los orígenes” en el Santiago colonial y la relevancia de su construcción social en torno a la herencia y a las opiniones públicas. Finalmente, en la tercera parte, indaga acerca del cuestionamiento al paradigma tradicional del honor y la construcción de un nuevo modelo basado en lógicas de civilidad y violencia.

4 La autora analiza un extenso corpus documental donde priman los expedientes jurídicos. A través de ellos la autora logra definir los marcos normativos que definieron la trama social. Las fuentes judiciales evocan el conflicto y definen la “normalidad” añorada, rescatando las prácticas no escritas de la sociedad . En este sentido, Undurraga Schüler, en el primer apartado, observa que en los documentos judiciales siempre se hacía referencia a un discurso del honor “verdadero” que procuraba imponerse sobre otros honores, y que el contenido de ese discurso fue sumamente versátil. Desde esta perspectiva, la autora señala que pese a que en reiteradas ocasiones las cuestiones de honor estuvieron configuradas por miembros de la elite criolla, en otras instancias distintos sectores sociales construyeron representaciones y prácticas de honor que entraron en tensión con las de los sectores de elite.

5 El enfoque que propone la autora a la cuestión de las representaciones y los usos sociales del honor exigió la búsqueda de registros polifónicos del honor en el corpus documental. En los registros judiciales, Undurraga Schüler esclarece las tensiones y representaciones acerca del honor porque es allí donde se plasma el sentido que los sujetos le dieron a los hechos ocurridos. De este modo, su trabajo indaga sobre lo que ocurría en las calles y los barrios, en tanto escenarios de disputas, espacios de sociabilidad y resignificación de los modelos culturales. En este sentido, las voces que recoge serán las de quienes circularon por esas calles y se hallaron inmersos en las querellas judiciales. Asimismo, las voces de los actores judiciales resultan muy significativas a la hora de interpretar cuáles eran las prácticas sociales cotidianas que se avalaban o condenaba y cómo eran interpretadas por la cultura jurídica de la época. De esta manera, Undurraga Schüler no sólo logra observar las tensiones existentes entre la normativa jurídica colonial y las prácticas de los sujetos en su vida cotidiana, sino que logra incursionar en lo que Geertz llamó “cultural legal”, es decir todas aquellas normas compartidas implícitas o explícitas de percibir lo justo y lo injusto en la confrontación, apropiación y diseminación de valores, conceptos, prácticas y discursos .

6 En la segunda parte del libro, la autora analiza ordenadamente las heterogéneas formas que los sujetos en interacción le otorgan a la representación del honor, en donde el “honor de los orígenes” – cuando se produce su desplazamiento a la América colonial – fue vulnerable a la reputación y a la fama. Es en este momento cuando la autora marca la separación del “honor de los orígenes” al “honor como reputación”, ya que subsiste por sí mismo y no necesita del linaje para su legitimación. Las querellas judiciales ponen de manifiesto que los “discursos verdaderos” del honor, en tanto valor secular, han sido objeto de constantes luchas simbólicas que disputaron su legitimidad. Fue en esta interacción donde se construyó lo que la autora llama “cultura legítima del honor”, que define los modos idóneos de utilización y de comprensión del honor frente al que se construyen modos alternativos como resultado de la apropiación de otros sectores sociales que no pertenecieron a la elite. Para esclarecer metodológicamente esta

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cuestión, la autora propone el concepto de “manejo social del honor”, que le servirá para captar los dinámicos significados del honor a través del tiempo. Este concepto hace referencia a las formas en que dialogan las normas y las costumbres, generando un espacio creativo de nuevos usos y pretensiones, y le permite también incursionar en las representaciones y los usos sociales del honor en la vida cotidiana de los hombres y mujeres durante el Santiago colonial.

7 En este sentido, el “honor de los orígenes” originalmente se identificó con la pureza de sangre y los títulos nobiliarios, tuvo en América reiteradas mutaciones debido a los soportes polivalentes de las identidades socio-raciales que desbordaron las fronteras cromáticas abriendo la posibilidad de acción a diversos actores. La fragilidad que caracterizó al “honor de los orígenes” en toda la América colonial permitió que la opinión pública permeara en sus usos sociales. Esto admitió que la actividad mercantil construyera una imagen honorífica nutrida por una ética burguesa que le permitió a las castas el asenso social de sus miembros. Sin embargo, el “honor de los orígenes” también fue tomado y resignificado por españoles de rango medio y pobres que se reflejó en los usos discursivos de términos como “don” y “doña” que construyeron fronteras sociales en la sociedad colonial.

8 Por otra parte, el comportamiento sexual femenino fue central en el “honor de los orígenes” en cuanto a la limpieza de sangre, la descendencia legítima y el linaje. Este lugar primordial que ocupó la honra en la conformación del capital heredado se manifestó en la preservación y el control de la sexualidad femenina. De este modo, el universo simbólico derivado del comportamiento sexual de las mujeres se relacionó con el honor masculino y con el de su familia entera. En este sentido, la honra femenina precisó de su autoafirmación para que se convirtiera en una práctica inserta en las relaciones sociales. La honra se transformó en una de las variables que hicieron al “honor como reputación” junto con la estimación social y la “hombría de bien” – trabajo, lejanía de los vicios y contención de actos violentos. Sin embargo, los discursos judiciales no sólo hacen referencia a la reputación como calidad – sangre – sino que la contención de la sexualidad femenina siguió siendo el principal sustento del honor como reputación a fines del siglo XVIII. Pero desde fines de este siglo, se suman otras variantes al “honor reputación” que reflejaron la estimación de los valores burgueses, como la actividad comercial, que produce un desplazamiento semántico de sus representaciones que se reflejó en los expedientes judiciales.

9 En la tercera parte, la autora analiza cómo la representación del honor fue tomada para construir las bases de la civilización. Aquí Undurraga Schüler indaga sobre cómo la “representación oficial del honor” fue adoptada por las autoridades ilustradas y convertida en un mecanismo de control de la población. De esta manera, la representación tradicional del honor se vio obligada a convivir con otros sectores y nuevas representaciones. Esta coexistencia tuvo diferencias desde el punto de vista “socio-económico-educacional” y ya no desde el racial. En este sentido, el “honor” oficial encarnó voluntades específicas y respondió a objetivos precisos que no buscaban reproducir las jerarquías sociales, sino moldearlas, al mismo tiempo que crearon sistemas de percepciones y juicios que expresaron las “voluntades de poder” de ciertos actores sociales. Para la autora, el mecanismo de disciplinamiento desplegado en la última centuria colonial se conformó en torno a una ética particular, que creó un nuevo modelo conductual con fines homogeneizantes y masificadores, buscando socializar un ideal específico de hombre y de mujer que produjo una “representación en diálogo”

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entre el ser y el deber ser que configuraron conductas consideradas “honradas” y “deshonradas” de la época. Con respecto a la virtud femenina, el “honor oficial” se vinculó a dos planos: el del orden social y el del bien colectivo. En este sentido, el paradigma de contención de la sexualidad refleja que las representaciones del honor dieron cuenta de una profunda matriz patriarcal que las estructuraba.

10 La “representación oficial del honor” se vinculó al control de la conducta masculina en torno a la ética burguesa de laboriosidad y honestidad en los negocios – trabajo-virtud / ociosidad-vicio. El honor asumió diversos rostros en el Santiago colonial, uno de los cuales fue el conductual, basado en lógicas de contención y de moderación. Una de las cuestiones que señala la autora en este punto es que una de las representaciones fue eminentemente masculina, en donde las mujeres fueron objeto y no sujeto de honor, el “honor agonal” basado en prácticas violentas fuera de lo femenino. La dinámica desafío-respuesta se desprende de lo femenino para reafirmar el modelo de varón hegemónico, relacionado con la rudeza y la agresividad – honor-valor / deshonor- cobardía. Las prácticas de violencia por honor estaban reguladas por normas escritas y se llevaron a cabo en lugares públicos – cuando fueron protagonizadas por hombres pertenecientes a los sectores populares – excepto algunos duelos que fueron llevados a cabo fuera de la ciudad por hombres de la elite o extranjeros de los sectores sociales medios. La autora logra comprobar que los sectores populares seguían legitimando la resolución violenta de los conflictos paralelamente de la regulación legal de los conflictos interpersonales, que se reflejaba en la actitud pasiva ante la pelea que tomaban los testigos de la misma.

11 Así, Undurraga Schüler se aleja de la historiografía tradicional, que propone que el carácter ritual de la violencia sólo correspondió a la elite, mientras que los sectores populares se enfrentaban de manera caótica e irracional, observando que las prácticas rituales de violencia no sólo pertenecieron a la elite, sino que también fueron parte de los sectores populares, y que justamente fue su carácter ritual lo que motivó a sus protagonistas. El carácter ritual del “honor agonal” es comprobado por la autora en numerosas fuentes jurídicas que transmiten el valor simbólico que tenían los gestos y los actos – sobre todo los que referían a la cabeza, como la pérdida del sombrero y el derrame de sangre – en la construcción de la hombría como reputación masculina.

12 Undurraga Schüler concluye su trabajo con una recapitulación del carácter polisémico del honor, reparando en las distintas representaciones que abordó a lo largo de su trabajo. Finalmente, a través de un exhaustivo recorrido por los expedientes jurídicos Undurraga Schüler logra recoger las palabras de los protagonistas uniendo gestos simbólicos y querellas por el honor herido. Según la autora, para el siglo XVIII el honor había dejado de ser un código cultural monolítico y patrimonio exclusivo de las elites por ello la progresiva sinonimia que adquirió el honor con la reputación, junto con el uso social masificado que resignificaron las versiones exclusivistas y aristocratizantes del honor fueron las que, en consecuencia, habilitaron al sastre Diego Escobar a afirmar, en 1819, “soy un pobre artesano pero tengo honor”.

13 Los rostros del honor nos ofrece una (re)lectura sobre las diversas interpretaciones y representaciones del honor en Chile colonial y nos propone nuevas herramientas para el abordaje histórico de la problemática. Este trabajo de Verónica Undurraga Schüler reabre, en el campo historiográfico, una problemática que parecía cerrada, aportando una nueva veta metodológica para el abordaje del honor en el mundo colonial donde el derecho conforma una dimensión más de la vida social. En este sentido, podemos

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afirmar que la autora logra realizar tres grandes aportes al campo historiográfico. En primer lugar, logra construir un instrumental teórico- metodológico que amplía las perspectivas del concepto de honor y que le permite captar, en un contexto determinado, cuestiones como la identidad y la representación social en la dinámica de las prácticas cotidianas. En segundo lugar, Undurraga Schüler consigue, a través de un exhaustivo corpus documental jurídico, realizar un minucioso análisis microhistórico que le permitió trazar puntos de encuentro entre individuos o grupos con grandes estructuras y procesos sociales más amplios. En tercer y último lugar, resulta interesante la forma en que, sin tener intenciones de hacer historia del derecho, la autora logra otorgarle centralidad a la justicia desde una perspectiva de la historia social. Mediante los diversos sentidos que la sociedad colonial – y la justicia como parte de ella – le concedió a las nociones de honor y honra, la autora deja a la vista la agencia de los sujetos, los muestra interactuando, conformando redes, utilizando estrategias, apropiando y resignificando conceptos que, durante un largo período de tiempo, se pensó que sólo pertenecían a las elites. Desde esta perspectiva, Undurraga Schüler logra problematizar sobre una visión unidireccional del derecho y unívocamente propia de las clases dominantes descubriendo la coexistencia de las interpretaciones que subyacieron en los distintos sectores sociales. En este sentido, el carácter polisémico de las representaciones y los usos sociales que hombres y mujeres hicieron del honor a través del tiempo descubre desafíos emergentes que obligan a realizar nuevas miradas y a construir herramientas analíticas para el análisis de viejos y nuevos problemas históricos sociales.

AUTORES

MARÍA SOL CALANDRIA

Profesora de Historia. Becaria de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) de la Provincia de Buenos Aires. Centro Interdisciplinario de Investigaciones de Género (CINIG)/Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias de la Educación(IdIHCS)/UNLP/CONICET. [email protected]

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Alfredo Rodríguez González, Justicia y criminalidad en Toledo y sus Montes en la Edad Moderna, Consorcio de Toledo, Ayuntamiento de Toledo, Toledo, 2009, 336 p.

Ofelia Huamanchumo de la Cuba

REFERENCIA

Alfredo Rodríguez González, Justicia y criminalidad en Toledo y sus Montes en la Edad Moderna, Consorcio de Toledo, Ayuntamiento de Toledo, Toledo, 2009, 336 p.

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1 Cada vez que se evoca el patrimonio de una ciudad, se piensa en todo menos en viejos manuscritos. Pero el Ayuntamiento de Toledo, en España, sí pensó en ellos, hace unos pocos años, cuando tuvo a bien poner al alcance del mundo un legado documental que era común de los toledanos, en la forma de una publicación noble, Justicia y criminalidad en Toledo y sus Montes en la Edad Moderna. Pero no sospechaban, ni el Ayuntamiento de Toledo, ni los custodios del valioso patrimonio documental así ofrecido, que estaban contribuyendo también a llenar un enorme vacío en el campo de la historia de la justicia y la criminalidad, en los fueros civil y eclesiástico, de la América hispana colonial. Y es que no hace falta recordar que las Indias Occidentales fueron incorporadas legalmente a la Corona de Castilla y así el Derecho Castellano se impuso en los nuevos territorios. Por ello, el rastreo de algunas prácticas jurídicas modernas también en Toledo y sus Montes, tema central del libro que aquí se reseña, podrían contribuir a interpretar y, en consecuencia, a comprender el uso jurídico del Derecho Indiano. Ayudan en eso la buena prosa y la exhaustiva mirada de su autor, el historiador, archivero y docente toledano, Alfredo Rodríguez González (Premio extraordinario del Doctorado, 2003), quien logra conducir tanto al especialista como al lector curioso por los caminos de la justicia de la época en esa parte de las tierras españolas.

2 El libro se divide en tres partes: I. La justicia y sus hombres, II. Los criminales, y III. El sistema penitenciario; comprende además cuatro apéndices documentales y una bibliografía detallada de las fuentes manuscritas e impresas. La edición misma del libro es atractiva, en un formato generoso, con ilustraciones en blanco y negro de grabados con temas de las prácticas justicieras del Antiguo Régimen, todo lo cual en su conjunto convierte al libro además en parte del patrimonio libresco de su ciudad.

3 En la primera parte del libro, “La Justicia y sus hombres”, Rodríguez González dedica el capítulo uno, Introducción, a presentar el marco temporal y temático del estudio, cuyo objetivo es analizar el orden penal para reconstruir determinados aspectos de la historia de la vida cotidiana, microhistoria o historia de las mentalidades, con la salvaguarda de no pretender reflejar la imagen de una sociedad en su conjunto, sino de la parte de ella que vulneraba las normas penales. Sus investigaciones están basadas en la observación de 8.000 expedientes del Fondo de Causas Criminales de los Montes de Toledo, conservados en el Archivo Municipal de la ciudad, apoyándose además en dos tipos de referencias, manuscritas e impresas, entre las que el autor señala con especial atención las causas penales, tanto para la jurisdicción civil como eclesiástica, cuyo análisis ha complementado el estudio de la literatura jurídica de la época, tanto de formularios como instrucciones de jueces, doctrina y jurisprudencia.

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4 Seguidamente en el segundo capítulo, Contextualización de las Causas Criminales, se explica el tratamiento de las fuentes, que son procesos judiciales atravesados por la característica común de haber sido producidos en el marco de cierta dispersión jurisdiccional, puesto que en la práctica no existían reglas fijas para atribuir los casos a una determinada instancia, secular o eclesiástica, las cuales incluso podían entrar en conflicto. Es por ello que la investigación recoge fuentes en su mayoría de causas criminales de los Montes de Toledo, conservadas en el Archivo Municipal de Toledo (AMT), y también, aunque en menor medida, de procesos eclesiásticos del fondo conservado en el Archivo Diocesano de Toledo (ADT). Las muestras pertenecen a localidades pequeñas, en general, pero no todas de pertenencia estricta a la comarca de los Montes; con todo, se trata de un modelo de justicia rural. En cuanto a la cronología, puede decirse que la mayoría de los procesos se ubican en la primera mitad del siglo XVII, época en la que el encargado de administrar, gobernar e impartir justicia en lo civil y criminal, era el Fiel del Juzgado de los Montes de Toledo, elegido por sorteo para ejercer su cargo por tres años, y cuya forma común de fiscalizar y controlar el buen gobierno era a través de visitas, que se realizaban una vez al año, de preferencia en invierno. Ya entonces era un problema evidente en esa parte de España la falta de regulación en las tarifas de los oficiales a cargo de las inspecciones por lo que tampoco faltaban las quejas de los pobladores por los abusos en las cobranzas.

5 Sobre este capítulo es necesario decir que las informaciones dadas trascienden su inicial objetivo, ya que las fuentes confirman que hacia finales del siglo XVI los asuntos que se averiguaban en las visitas toledanas (por ejemplo, los topónimos de numerosos lugares, como dehesas, caseríos, así como los datos de arroyos, cursos de agua, tipos de vegetación, espesura de la distribución de los árboles, distancias en leguas, cuenta de árboles, producción de la leña, etc.) podrían ser útiles para un estudio comparativo con las visitas indianas en los Andes y determinar qué factores impusieron cambios a nivel jurídico-administrativo – y con ello a nivel diplomático en los documentos que los registraban –, con motivo de la nueva realidad americana.

6 En el tercer capítulo, El sistema judicial del Antiguo Régimen, se expone una serie de elementos característicos de la época. En primer lugar, la heterogeneidad y dispersión judicial – superposición de distintas estancias – y la ausencia de claridad para encontrar la legislación aplicable en un gigantesco corpus legal; es así que el derecho penal del Antiguo Régimen tendía a ser circunstancial, por lo que la enseñanza del Derecho en las universidades se basaba en la práctica judicial y sólo en algunos textos jurídicos clásicos. En la práctica no a todos los delitos cometidos se les iniciaba un procedimiento, sino que todo quedaba al criterio del juez, quien podía aminoran las penas de ciertos grupos: a) niños y jóvenes, b) ancianos, c) mujeres y d) otros atenuantes: ebriedad, locura pasajera o permanente, enfermedad, e incluso pobreza, tema que Rodriguez González repasa someramente, pero que para el caso de América fue uno de los conceptos legales al que recurrieron muchos encomenderos venidos a menos al hacer sus peticiones de privilegios ante la Corona española luego de la pacificación tras las llamadas guerras civiles.

7 Por otro lado, este capítulo muestra que era común la desigual duración de los procesos, así como de los trámites judiciales, lo cual traía otros conflictos. En un proceso, tanto penal como eclesiástico, se organizaban las causas en un número de fases según sus autores, donde el delito podía ser puesto en conocimiento del juez por la víctima, por el perjudicado (acusador) o por un testigo (denunciador), impulsado este

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último por el ánimo que la justicia daba con recompensas, consciente de su incapacidad de controlar todo a gran escala. Entre el abundante registro de características derivadas de los documentos vistos cabe destacar la importancia que se le dio a la declaración de los testigos propuestos por las partes. En cuanto al veredicto, se seguían prácticas poco precisas a pesar de existir una clasificación de las pruebas en función de su valor, y también existían las apelaciones a instancias superiores. En resumen, la justicia del Antiguo Régimen tendía a facilitar que las instancias llegasen a un acuerdo fuera de los tribunales, de ahí que muchos casos se encuentren cortados abruptamente sin sentencia o auto.

8 En el cuarto capítulo, Los agentes de la justicia, se expone el panorama de los actores principales del proceso judicial, quienes podían ser funcionarios tanto fuera como dentro de los tribunales, y cuyo óptimo desempeño era delimitado por una serie de circunstancias, como: financiamiento insuficiente, venta de cargos, etc., lo que a su vez traía deterioros en la administración de justicia. Ésta estaba a cargo del Fiel del Juzgado y de los escribanos, siendo los fieles también los regidores de la ciudad, quienes nombraban a un ayudante con formación jurídica con cargo juramentado. Ambos contaban además con un asesor o perito. Los notarios atendían asuntos administrativos y judiciales del Ayuntamiento, muchas veces a través de sus propias escribanías que formalizaban contratos de clientes particulares, lo cual daría lugar a irregularidades que en su momento serían denunciadas. Los datos que arrojan los documentos analizados evidencian que había hacia mediados del siglo XVI un número de 33 escribanos en Toledo, siendo obligatorio hacia comienzos del XVII presentar sus títulos para ejercer el cargo. En cada pueblo había además un escribano que se ocupaba de poner por escrito las diligencias administrativas y judiciales de los alcaldes. Y es que la justicia en los pueblos de los Montes descansaba en los alcaldes, regidores de pueblos y sus oficiales, los que aparecen en la documentación como justicias, cuyos cargos se elegían por sorteo. Finalmente, eran los alguaciles los que ejecutaban las decisiones que tomaban los magistrados, y los guardas de montes eran los encargados de pasearse por las comarcas para verificar que se cumplieran en todas las actividades económicas las ordenanzas de la ciudad.

9 En el capítulo quinto, Los límites del sistema, se describe uno de los mayores problemas que presentaba el principio de comparecencia de las partes ante los magistrados: las condiciones en que se llevaban a cabo las custodias y traslados, que favorecían la evasión de los implicados, sumado al hecho de que la regulación legal de las fugas no era lo suficientemente rigurosa para desanimar a los reos, ni a los que cooperasen con las fugas. Además, porque el Antiguo Régimen en cierto sentido alentaba las huidas. Desde el sencillo acto de la detención hasta las denuncias contra las autoridades que los acusados podían hacer por sentirse maltratados por la justicia, todas eran limitaciones que hacían difícil el trabajo del alcalde y sus agentes. Un problema común era el traslado de los reos detenidos, especialmente de la jurisdicción eclesiástica debido a la amplia extensión de la archidiócesis. Por otro lado, la falta de seguridad de muchas prisiones era una preocupación latente, por defectos de los instrumentos o por alguna estrategia especial entre carceleros cómplices, u otros colaboradores. Entre los instrumentos más comunes para asegurar a los reos se hallaban las cadenas y los grilletes, que eran además símbolo de deshonra, como el hecho de ser asegurado a un cepo, pieza de madera de gran peso a la que se encadenaba conjuntamente a los reos más peligrosos. Los que no tenían delitos graves, o quienes podían pagar para ello, no eran necesariamente encadenados dentro de las celdas. Otra cuestión diferente fue la

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inmunidad eclesiástica, que significó un motivo de constante enfrentamiento entre la Iglesia y otras jurisdicciones, encarnada en el derecho de asilo, o “refugio en sagrado”, que posibilitaba que un acusado, o incluso reo huido, se refugiara en una iglesia y quedara automáticamente libre de detención. Por último, este capítulo presenta una clasificación, en tres grupos, de las estrategias que los delincuentes empleaban para huir, hacia los siglos XVII y XVIII, con el remate de la exposición minuciosa de algunas fugas audaces, que dan un toque pintoresco a esta parte de la investigación.

10 Las características que Rodríguez González presenta en esta primera parte del libro las ha acompañado con ejemplos de unas 350 citas textuales de diferentes documentos, lo que ameniza la lectura y proporciona al especialista pistas sobre temas esenciales.

11 La segunda parte del libro, “Los criminales”, comprende el sexto capítulo: Delitos y delincuentes, un tercio del libro, donde el estudio se inicia con la presentación de una tipología de los crímenes, basada en los delitos cometidos en Toledo y su entorno, a partir de procesos que no pertenecen en su totalidad a lo penal. El autor de la investigación hace hincapié en señalar que el criterio de adscripción de una causa a una u otra categoría es discutible, porque casi nunca hasta el siglo XVIII se especificaba el delito con una referencia del tipo legal. Con todo, se identifican 105 tipos penales en cantidades desiguales, que se muestran además en un cuadro, al igual que una distribución de las causas criminales por bien jurídico lesionado, los cuales son descritos, no en su totalidad ni a detalle esta vez, sino que se revisan sólo los principales delitos y su tratamiento, siguiendo un orden de incidencia: crímenes violentos, ataques contra la propiedad privada, infracciones a las normas de convivencia o infracciones de policía, donde destacan los de ‘oficio’ (de aquellos que ejercían uno sin tener el título para ello) y, por último, los ataques a la libertad sexual, poniendo énfasis en las causas relacionadas con la infancia. En esta parte final, Rodríguez González confronta la realidad positiva reflejada en los crímenes, con la realidad normativa en textos jurídicos y canónicos, lo cual enriquece enormemente la lectura y despierta relaciones con la realidad contemporánea en América, por ejemplo, si se piensa en las variopintas excusas que los encomenderos buscaban en sus pleitos para acusar a sus vecinos e inutilizarlos a nivel judicial para pelear tierras. Por mencionar algunos delitos, cuyos ejemplos citados se ubican en su mayoría en el siglo XVII, se muestran los generados por el ocio y la delincuencia; casos de mujeres criminales, con un índice muy bajo de presencia; delincuentes contra la propiedad; y otros especiales. Por otro lado, el tema de la violencia se estudia en un marco general, donde resaltan la presentación de la función social de la agresividad, como protectora del honor familiar; la violencia juvenil; la protesta y la censura, como formas de violencia social; y finalmente la criminalidad sexual, complementada en el último acápite con otros aspectos afines.

12 La tercera parte del libro, “El sistema penitenciario”, comprende el séptimo y último capítulo: Las cárceles de Toledo, concentrado en la época final del Antiguo Régimen, hacia el siglo XIX. Anteriormente el sistema penal había mantenido una gran variedad de castigos, desde suaves reprensiones privadas hasta penas atroces, que no tenían la función correctora del derecho canónico. Sumado a ello, se tienen ejemplos de los graciosos indultos penales que solían repartir los monarcas desde finales del siglo XVII, como estrategia política para dar mayor relieve a su presencia. Lo cierto es que al inicio del siglo XIX aparece el primer código penal español (1822) que clasificó las penas en: a) corporales y b) no corporales. A esta clasificación Rodríguez González presenta otra

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más específica, que distingue cuatro grupos, sirviéndose de la revisión de los debates en torno a las teorías del Derecho de la época (Montesquieu, Rousseau), y los nuevos caminos de la filosofía penal española, a saber: a) excluyentes (pena de muerte, destierro y cárcel), b) corporales y aflictivas (mutilación, azotes, galeras y presidios), c) infamantes, y d) pecuniarias. Resulta de un valor especial el siguiente acápite, que pinta el sistema penitenciario civil y eclesiástico en Toledo y su Comarca dando luces basándose en el método de recurrir a la historicidad de las fuentes literarias (de autores clásicos y otros menos célebres), en el convencimiento de que dichas fuentes proporcionan una información sobre el perfil carcelario desde sus orígenes, en especial en torno a las relaciones entre presos y carceleros y entre los propios reclusos, cuestiones todas que difícilmente podrían deducirse de otras fuentes. Entre otros textos interesantes que ayudan a perfilar el funcionamiento del sistema carcelario se exponen los informes, arbitrios y memoriales, como las memorias de Diego, Duque de Estrada, nacido en Toledo, 1589. De manera general se ilustran los diferentes tipos de cárceles primarias: privadas, eclesiásticas (cárcel de corona), en conventos, en universidades, o en ayuntamientos, y finalmente la creación de centros penitenciarios para mujeres. Lugar primordial en este capítulo lo toma la Cárcel Real de Toledo, con la descripción del edificio y sus reformas, con cuadros sobre los presupuestos reservados para ello, desde el año 1600 hasta 1817, en precios de ducados y reales, que demuestran que la institución estuvo en constantes reformas hasta cuando dejó de funcionar. También se tiene información de los diferentes alcaides que la rigieron entre los años 1575 y 1817, de la vida cotidiana en el lugar, y de las prácticas más comunes de las penas y sus ejecutores. Asimismo resultan muy ilustrativas las reproducciones gráficas de varios planos, de la época, de los calabozos de la Cárcel Real de Toledo.

13 Hacia el final de la investigación Rodríguez González concluye en que el sistema penal del Antiguo Régimen fue un fracaso, puesto que a lo largo de su existencia no logró reprimir la criminalidad, lo cual tendría que haber sido, en principio, su principal función. Todo eso lo lleva a su vez a pensar que la crueldad no evitó que los delitos aumentaran durante la Edad Moderna, y que, por otro lado, el ámbito extrajudicial resultara un factor esencial en el funcionamiento de todo el sistema jurídico.

14 La exposición de los contenidos más saltantes del libro Justicia y criminalidad en Toledo y sus Montes en la Edad Moderna, como la realizada aquí en las líneas anteriores, ha pretendido despertar aún más el interés por el estudio de las fuentes de los archivos de la ciudad de Toledo, no sólo entre los historiadores del Derecho, sino entre los investigadores de otras disciplinas humanas, para que contribuyan a comprender las conductas sociales de la Edad Moderna europea y sus repercusiones en América, vistas como cambios o continuidades. No es, pues, de extrañar, que una versión en PDF de tan valioso libro se encuentre actualmente a disposición en la página “www.idolátrica.com”, grupo de estudios especializado en la investigación de la idolatría y la Inquisición en América, España y Portugal.

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AUTORES

OFELIA HUAMANCHUMO DE LA CUBA

Doctora en Filología Románica por la Ludwig Maximilian Universität (LMU) de Munich, Alemania. Profesora Adjunta del Instituto de Filología Románica, Sección Español, de la LMU. Miembro Asociado e investigadora del Instituto Riva Agüero, Pontificia Universidad Católica del Perú. [email protected]

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Claudia Contente (ed.), Illes I Imperi, ‘Justicia, violencia y construcción estatal’, n°15-2013, revista electrónica del Departamento de Humanidades, Universidad Pompeu Fabra, Barcelona

María Eugenia Albornoz Vásquez

REFERENCIA

Claudia Contente (ed.), Illes I Imperi, ‘Justicia, violencia y construcción estatal’, n°15-2013, revista electrónica del Departamento de Humanidades, Universidad Pompeu Fabra, Barcelona

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1 A fines de la década pasada, The European Research Council otorgó un potente financiamiento para la investigación sobre la construcción de los Estados Nacionales de América Latina al renombrado historiador Juan Carlos Garavaglia, Director de Estudios en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, EHESS de París, antiguo editor del Fondo de Cultura Económica, ex Director de la revista electrónica Nuevo Mundo Mundos Nuevos, profesor e investigador radicado en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, y recientemente distinguido con el premio Raíces 2014 a la Cooperación Internacional por el ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Argentina.

2 Dicho financiamiento, además de asegurar el estudio de un objeto historiográfico de suma pertinencia, y hasta ahora poco trabajado desde el actuar de los sujetos en él implicados, permite la implementación de actividades académicas destinadas a promover el intercambio entre los investigadores del proyecto y otros ajenos a él, instancias desarrolladas en distintos lugares y que nutren los avances del mismo, titulado “State Building in Latin America” (SBLA, 2009-2014)1. Entre ellas se cuenta la sesión de trabajo homónima al título del dossier aquí reseñado, realizada en la ciudad de Quito en octubre 2012, la que originó a esta compilación de ocho estudios especializados, núcleo del número 15 de la revista Illes i Imperi, publicada por el Departamento de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra.

3 Ésta es la sexta publicación surgida de los diferentes aspectos desarrollados por los integrantes del equipo, como aprendemos en la Presentación de la misma, a cargo de la Doctora Claudia Contente. Se trata de publicaciones siempre colectivas, editadas en Barcelona (las dos primeras), en Rosario (las dos siguientes), y en Cambridge (la última, que también es la única publicada íntegramente en inglés). En ellas los investigadores han abordado temas como las configuraciones estatales regionales y la relación con las sociedades locales (2011); la mensura y el control del territorio (2011); los ejércitos, la guerra y los Estados (2012); y la burocracia y la construcción administrativa de los Estados (2013). En todo ello los autores cubren un marco temporal amplio, que va desde las últimas décadas del siglo XVIII hasta el siglo XX. Igualmente, los historiadores que integran el equipo han demostrado una impresionante productividad: asumiendo las metas del proyecto, todos deben publicar al menos un libro de autoría individual, compromiso que ya ha colmado, por ejemplo, la Doctora Elvira López Taverne con su reciente obra El proceso de construcción estatal en Chile. Hacienda pública y burocracia (1817-1860)2.

4 En el caso de la publicación que nos ocupa, sus ocho estudios exploran la construcción de los Estados según dos variables que nos conciernen directamente, la justicia y la violencia, las cuales son reflexionadas entre inicios de la década de 1810 y fines de la

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década de 1930. Para ello se exploran las historias y las sociedades de algunos espacios escogidos, situados en las actuales repúblicas de Argentina (con tres estudios consagrados a las jurisdicciones de Buenos Aires y al Río de la Plata), de Ecuador y de Colombia (con dos trabajos para cada una de esas amplias zonas), y de Costa Rica. En este marco, los temas y sus declinaciones, como ha sido la tónica para las otras publicaciones arriba mencionadas, son variados, tocando una paleta novedosa que enriquece miradas tradicionales.

5 Así, el lector puede profundizar sobre las prácticas de violencia en la campaña, según los partes militares del periodo independentista de la zona bonaerense, como propone Raúl Fradkin (que recuerda lo desarrollado en otro lugar por el doctor Alejandro Rabinobich, investigador asociado al equipo del proyecto SBLA3).

6 También es posible interiorizarse en los debates acerca de la justicia o injusticia de las deudas cobradas por el naciente Estado a la Iglesia colombiana, como expone Pilar López Bejarano; o sobre los sustentos del Derecho natural y positivo, cruzado por la ideología liberal, en la elaboración de fundamentos republicanos de inicios del siglo XIX para Costa Rica y Centroamérica en los agitados años 1820 y 1830, según expone Pablo Augusto Rodríguez Solano.

7 Por su parte, Mario Etcheburry Barrera propone la necesaria revisión metodológica para estudiar la conflictividad regional del Río de la Plata a mediados del siglo XIX, y Valeria Coronel sugiere comprender la justicia laboral que puede asegurar el Estado de fines de la década de 1920 y la siguiente, como contraparte al capital transnacional desplegado en Ecuador.

8 Finalmente, sumergiéndose en prácticas y actores del largo siglo XIX, tres trabajos recuperan sujetos que tuvieron mucho que decir sobre la construcción estatal en su vínculo con las justicias posibles y las violencias que ellos protagonizaban: Silvia Ratto cuestiona la estereotipada categoría de “espacios fuera de la ley” que se ha atribuido a los asentamientos indígenas de la frontera bonaerense; Evangelina de los Ríos releva el aporte de las prácticas cotidianas, más o menos espontáneas, de colonos y hacendados en la construcción de normas para la jurisdicción de Santa Fe; y Viviana Velasco Herrera muestra los conflictos y las negociaciones suscitados entre los administradores de justicia locales y los de carácter estatal, a través de un pormenorizado estudio de los alcaldes municipales ecuatorianos que ejercieron como jueces

9 Entre los muchos aspectos que se desprenden del nudo convocante, esto es, la violencia y la justicia en la conformación de algunos Estados de nuestra América Latina, se instalan, para no retroceder, tres certezas. La primera de todas indica que los Estados, en la práctica, nunca tuvieron el control ni el poder, desde los poderes judicial y ejecutivo, que pretendieron en el discurso. La segunda señala que sus dirigentes, tanto los locales como aquellos centralizados, tampoco conocieron con precisión el alcance de lo que estaban haciendo, ni con quiénes estaban negociando, o contra quiénes, verdaderamente, tenían que luchar para imponer sus puntos de vista e intereses.

10 La tercera certeza que escurre de la lectura de estos trabajos y del resultado de las investigaciones del SBLA, evidencia que la narrativa oficial acerca de los Estados nacionales latinoamericanos, que lleva tantas décadas circulando (y en la que historiadores, enamorados del inicio fundacional heroico e iluminado de los estado- nación republicanos del siglo XIX, han tenido una responsabilidad tremenda), bastante arropada de prejuicios, lugares comunes y simples generalizaciones, se resquebraja apenas se utilizan otras fuentes, otros documentos, otras aproximaciones... sobre todo,

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cuando se abandonan construcciones teóricas ideales y se opta por la indagación de lo que efectivamente concretaron, desde sus humanas y materiales capacidades – y no desde las exageradas y despampanantes declaraciones – los individuos que encarnaron, día a día y con los escasos recursos que tuvieron a mano, la ambigua, escurridiza, difícil y equívoca idea de Estado en los espacios y jurisdicciones que lograron abarcar.

11 Todo ello, crea una atmósfera de terreno historiográfico más humana, accesible y sobre todo dispuesta a la conversación; menos encerrada en marcos conceptuales rígidos y modélicos (estructuras, aparatos, instituciones, cuerpos), y abierta a una reconsideración de experiencias, intentos y ensayos, menos lineal y más desordenada, es cierto, que se acoge sin embargo con agrado y agradecimiento, porque forma parte de los aires nuevos que refrescan hace ya unos cuántos años otras áreas del saber historiográfico (la historia social, la historia cultural), pero que habían tardado lo suyo en llegar a los feudos de la historia política y de la historia de la administración.

12 Sin embargo de los magníficos aportes específicos de los autores, que van desde la historia re-visitada de las ideas subyacentes en códigos, discursos y declaraciones, hasta la historia material, menuda y profundamente relacional, plural y variada – insumos fundamentales para re-pensar el rol del Estado frente a ámbitos imposibles de alisar, como son las justicias y las violencias – sobreviven en nosotros algunas inquietudes. Nos parece que conviene indicar aquí, específicamente desde la historia que puede hacerse con el auxilio de categorías y nudos de sentido distintos y polémicos, pero que conocemos bien, como “los conflictos en tanto oportunidad de reflexión sobre lo político a escala individual”, por un lado, y por el otro, “los sentimientos en tanto criterios legítimos de verdad”, para, quizá, provocar otros debates y sobre todo, continuar en el sentido de esta magnífica tarea. Sin más, aquí están.

13 ¿Porqué oponer la “exacerbación de las pasiones” y el “resentimiento” – que son aspectos culturales y por ende historizables (definitivamente no compartimos la calificación de ellas como “esencialismos”, como escribe R. Fradkin, quien los relega a un plano inútil), que de hecho son argumentos esgrimidos por los actores en sus justificaciones o en sus explicaciones íntimas o publicitadas –, dimensionándolos como elementos inasibles, caricaturales o imposibles, a los “contextos complejos de dinámicas sociales” que, desde la pluma del autor, parece manejar todo investigador entendido en aspectos políticos y económicos que miraría la época con distancia y desprendimiento emotivo? Esta actitud es una herencia pesada de largas décadas, indicada no de ese modo sino como una evidencia, por el autor citado, a la hora de justificar decisiones y prácticas que, para su mejor comprensión, conviene desmenuzar. Compartimos plenamente la necesidad de este último gesto quirúrgico, pero de él no extirpamos, bajo ningún pretexto, la presencia, riqueza y rol, precisamente, de los sentimientos, las pasiones y las emociones en las decisiones y en las omisiones de los individuos, sean éstos representantes del, o interesados en el Estado o no. Conviene tal vez aventurarse en la reflexión, comprensión y valoración de esa dimensión de lo humano, tan pisoteada y vapuleada, en vez de erradicarla, menospreciarla o licuarla en el discurso legitimador de todo dinámico historiador renovado de tiempos actuales.

14 Otra dimensión que conviene discutir, surgida del mismo estudio, es la siguiente: con las informaciones que hemos recopilado hoy en día acerca de la vida cotidiana del siglo XIX en distintos puntos del continente americano de profunda raíz hispano-castellana, ¿hasta dónde podemos seguir hablando de espacios urbanos y rurales? ¿Por qué afirmar que las relaciones entre la campaña y las instituciones son laxas y distantes? ¿Qué es,

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realmente, una institución en esa época, más allá de las declaratorias de sus autoridades sobre lo que se anhela que éstas lleguen a ser? ¿Por qué sorprenderse de la capacidad de uso y de manipulación de las ricas y aún poco exploradas, siempre complejas, cultura judicial, cultura jurídica y cultura política cotidiana de los milicianos (desertores o no) o de la oficialidad (profesional o no) respecto de sus derechos como sujetos de justicia, de reclamo, de petición, de denuncia, de queja y de desagravio dentro de la milicia? ¿Por qué desarticularlos y disociarlos de un antiguo contexto que recibe ricas herencias, constantemente re-significadas?

15 Igualmente, continuando con el entusiasmo dialógico, reaccionamos con dos comentarios que se pretenden más bien contribuciones, al iluminador trabajo de Pilar López Bejarano. A la luz de recientes exploraciones en los lenguajes y universos de sentido de litigantes y actores de dicho tiempo, que enriquecen dimensiones del saber, del sentir y del proyectar, conviene recordar la vitalidad, en el sentido de carácter viviente, de los derechos de cada quién. Esa conceptualización – siempre vigente mientras el catolicismo no sea erradicado como columna vertebral del orden de mundo, en el que se inscriben voluntariamente todas las repúblicas estudiadas –, permite dimensionar los derechos de cada uno bajo el permanente peligro de perecer: la metáfora constante de la “cesación de la vida como máximo riesgo” inflige una dimensión cultural profunda a debates y aspectos administrativo-económicos, y permite apreciar también cómo se va desplazando, en un proceso historizable y trazable, el contrato Estado-Iglesia. Ese proyecto de futuro y orden católico, encarnado en individuos astutos y también espiritualmente cuestionados (por ellos mismos y por los valores circundantes) abraza nociones como caridad, don, obligación, deuda, usura o fiscalización. Insistimos, estas posibilidades de reflexión atenta sobre temas usualmente relegados al ámbito de la filosofía, la moral o incluso la teología, generalmente circunscritos a la dimensión de la conciencia personal, no políticos ni polemizados y menos asociados inteligentemente a la construcción de los Estados, surgen de la lectura del trabajo de López Bejarano, pionero en su voluntariosa manera de recordar que esos debates, aunque menudos o efímeros, existieron, y en algunos aspectos, existen, y que significaron compromisos serios y decisiones con efectos no menores para prácticamente todas las repúblicas del continente.

16 De hecho, rescatamos el resultado de un trabajo paciente y cuidadoso como el de la autora, que no teme el descoser costuras que aseguran capas que se protegen unas a otras (siguiendo su sello narrativo, que nos interpreta), labor emprendida para deshacerse de miradas teleológicas y anacrónicas y valorizar el peso moral que nutre y mueve la discusión de la época en torno al orden, la que mana directamente de las distintas y polisémicas maneras de comprender la justicia. Su arte es una excusa para traer a colación necesarias hilaciones con un pasado nítido pero pocas veces interrogado, en la superposición de pasos, etapas y maniobras para vincular ciudadanos, moral católica y deudas, morales, monetarias u otras, justas o injustas, necesarias o inevitables, permanentes o pasajeras. Y aquí viene el segundo comentario inspirado en la “justicia de una deuda” cuando reflexionamos sobre los Estados latinoamericanos.

17 Mientras no pensemos ni encaremos el origen y trayectoria de nuestros Estados de otro modo, todavía hoy, en estas sociedades que se debaten respecto de Estados ineficientes, atrasados o corruptos, seguiremos “estando sin ver” el peso de esas nociones católicas, ensartadas en las columnas vertebrales de nuestros resortes cotidianos, incluso allí

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donde no esperamos. Esas nociones fueron originadas en deudas patrimoniales y espirituales, anudadas al compromiso ambiguo y gatillador de vacíos y esquinas de difícil solución. Ha habido, del lado del catolicismo latinoamericano amparado o en complicidad con los Estados y sus elites, muchas cosas decididas o sucedidas en secreto, estricto silencio y ocultismo, “en nombre del bien”, junto a otras arrojadas, valientes y combativas, con los pies en el fango de la pobreza enferma y pestilente, que pueden ser resistentes y muy francas… de nuevo “en nombre del bien”.

18 Se han contraído, esas deudas y compromisos, genéricamente con la sociedad toda, pero se han ejercido estratégicamente, especialmente respecto de jerarquías eclesiásticas de elite, que llevan las deudas patrimoniales al plano de los vínculos afectivos, devenidos en ambientes sofocados por lazos de autoridad moral perversos cuando no son transparentes, horizontales y liberadores, generando consecuencias muy dolorosas en la deuda que para con cada individuo generan las instituciones privadas y públicas. La amalgama confusa pero poderosa entre Estado, instituciones católicas de fuerte influencia en las instancias decisionales, y los ciudadanos; entre grupos privilegiados y los desposeídos y los olvidados; entre los modelos normativos ferozmente inculcados y la inmensa mayoría de distintos, diferentes, especiales; entre un discurso teórico, de escritorio y de exigentes intelectuales avaros de vida sensual y de cotidiana complejidad a escala humana, y una enorme feligresía sumergida en abismos de clase que, mediante deudas, créditos y réditos estirados y en permanente re-configuración, los atrapan a todos de una u otra manera. Las palabras actuales son muchas: tortura, detenidos desaparecidos, aborto, divorcio, pedofilia, adopciones ilegales… nociones duras, crueles y vitales que interpelan violentamente, porque se viven violentamente, a la justicia, a la iglesia católica y al Estado. La violencia allí es sobretodo simbólica, es subterránea, es sorda, y cuando estalla aúlla, provoca escándalos, hondos y largos momentos de duda y desorientación, en los que las justicias (la eclesiástica, e incluso, en Chile puntualmente, la civil estatal) no saben qué poner en primer lugar, si la impronta católica valórica, que cala hasta el nervio de cada individuo, o si la impronta estatal, que, de acuerdo a discursos manidos y sobados, no debiera privilegiar aspectos de clase, amiguismo, generación ni ningún otro. La justicia en ello es lenta, muy lenta, y el Estado acude poco, nervioso y vacilante, a rellenar vacíos esquivos y resbalosos. No es fácil pero tampoco es sólo tarea de valientes; la historia, como disciplina que hace de la pregunta que hurguetea para entender y reflexionar su única arma, puede contribuir, si quiere, a desmontar artilugios intelectuales y materiales que opacan las posibles maneras de abordar mecanismos, dispositivos y entelequias que han estado demasiado apoyados en deudas, justicia, Estado y moral católica “a la latinoamericana”.

19 Como decía Juan Carlos Garavaglia en una provocadora y polémica conferencia dictada en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile a fines de octubre de 2014, cuando decidamos comprender que el Estado es un lugar múltiple de tensiones y de negociaciones constantes, diversas y variadas; en muchas ocasiones de rostro feúcho y apariencia poco digna; de tira y afloja entre individuos de distinta condición, recursos y circunstancias; espacio siempre político; y sobre todo otra cosa y mucho más que un “aparato” invisible y opresor contra el cual hay que oponerse para sobrevivir… sólo entonces estaremos en condiciones de pensar de otra manera cada pequeña influencia que, antes y ahora, las personas – autoras y promotoras de ideas más o menos iluminadas o de intuiciones más o menos ciegas, de iniciativas aberrantes o

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preciosas, de estructuras de variada calidad y solidez y de cifras tan maleables y por ende siempre un poco falsas – han podido y podrán ejercer en él.

NOTAS

1. Para mayor información puede visitarse el sitio web del proyecto, http://statebglat.upf.edu/ spip.php?article7. 2. Recién publicado en Santiago por el Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Cidba, y por la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Dibam, en Santiago cuyo lanzamiento, al cual nos fue imposible asistir, se realizó con éxito en un espacio cultural santiaguino a inicios del mes de septiembre. 3. Ver Albornoz Vásquez, María Eugenia, “Identidad y actores subalternos en las guerras de Independencia”, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y El Caribe, Universidad de Tel Aviv, vol. 22, n°1, enero-junio 2011, 194 p., http://nuevomundo.revues.org/62130.

AUTORES

MARÍA EUGENIA ALBORNOZ VÁSQUEZ

Historiadora, doctora (c) en Historia, EHESS de Paris, Magíster en Estudios de Género y Cultura, Universidad de Chile. Investgadora independiente, Chile. [email protected]

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