Año 2° MÉXICO, 30 de Marzo de 1884 Ñúm. 13

Directora propietaria, Concepcion Gimeno de Flaquer.

LA REINA DE SABÁ 188 EL ALBUM DE LA MUJER

Dirección, HOTEL ITURBIDE, Nurn. 74. j otra parte, el cambio de relaciones de individuo á indi- j viduo, de familia á familia y de clase á clase; y al en- SUMARIO 1 conlrarse, en virtud de ellas, el válido ante el inválido, la

TEXTO:—Influencia del cristianismo en la sociedad (conclusión), j sublime caridad fabrica infinitas mansiones de alivio y por Francisco de Paula Flaquer.—La Novicia, por Francisca Carlota del > consuelo. Riego Pica.—La Semana Santa en Sevilla. Cuadro primero, por Nicolás Diaz de Benjumea.—La Reina de Sabá, por María Josefa Massanés.— La En tales costumbres no caben naciones parásitas, des- Mujer, por Guillermo Prieto.—El Hogar, por Eduardo E. Zarate.—Cre- > confiadas y frías; caben solamente naciones llenas de púsculo en el mar, por José T. de Cuellar.—¡Soledad...! por Julio Espi­ nosa.— Pensamientos de hombres eminentes en pro de la mujer. — j vida y animación, y esperanzadas en que procurando por Nuestras ilustraciones, por X.—Invitación.—Anuncios. ; todos los medios posibles desarrollar con buenas formas I administrativas su riqueza moral y material, buscan el INFLUENCIA ; trato de otras á quienes aman sin menoscabo de su in- dependencia, y con las cuales comparten los adelantos DEL CRISTIANISMO EN LA SOCIEDAD. : que la civilización hace comunes y universales. III i Ante esta pálida reseña de los efectos sociales de la Y ÚLTIMO. > augusta palabra, esparcida por la predicación en el orbe Si de la influencia del cristianismo en el individuo, I entero, que en resúmen nos dan los dos grandes hechos en la familia y en el municipio moderno, pasamos con indicados del reconocimiento del dogma político y la ten­ su gran trascendencia á las demas relaciones sociales dencia á organizaciones limitadas y armoniosas del po­ que caben dentro de la nación, encontraremos el crite­ der; ante la resurrección del primer ideal humano, ro- rio social ilustrado, viendo nacer en el corazón de sus I; bustecido por la mediación del Altísimo, no es de extra- ciudadanos la caridad, esa hermosa planta que en los > ñar que, sin fijarnos en más consideración que la de su tiempos antiguos no se desarrolló jamas. í valor histórico, afirmemos que la base de la civilización En vano se Labia procurado antiguamente crear un > y la felicidad humana, se encuentra en la doctrina de criterio social que, sobreponiéndose á la conciencia del > Jesucristo. La Filosofía de la Historia no puede presen- individuo, salvase incólumes los buenos principios y > tamos hecho más completo y fecundo en resultados po- tendiera una mano protectora al infeliz náufrago. El ; líticos, ni comparación mayor y más profunda que la que eforado, el areópago y la censura, fueron apreciables i media entre la oscuridad antigua y la luz moderna, en- ensayos de una conciencia social dirigida á proteger la > tre la obra de los pueblos que se apartan de Dios y individual; pero como la bondad de la primera aventa­ j los que vuelven á Dios; y lié ahí por qué hemos afir- jaba poco á la segunda, no hubo resultado satisfactorio > mado que si queríamos luz en los hechos sociales, dc- ninguno, según nos prueba la tolerada y censurable cor­ \ biamos contemplar el cielo. rupción de costumbres, en tan alto grado, que nadie í El cristianismo nos separa desde luego los pueblos adivinaría la existencia de censores en los imperios de j en antiguos y modernos, según sean anteriores ó pos- los Caligulas, Nerones y Heliogábalos. > teriores al mismo. Negación casi completa los primeros Tampoco encontramos en la antigüedad la compa­ > del gérmen social cristiano, nos dan rebajado el indivi- sión pública y la benevolencia, esos dos hermosos im­ j dúo; pues no le basta ser hombre, degradada la familia, pulsos del alma, que crean la beneficencia pública y i estériles sus poblaciones, y absolutas en muy diversos pueblan las naciones de asilos, hospicios, y hospitales ; sentidos sus formas de gobierno. Aproximación los se- para toda clase de desvalidos; de todos esos estable­ ; gundos, ya que no completa realización, del ideal cristia- cimientos que son el sello de cultura y de moralidad ¡ no, nos ofrecen dignidad personal sentida por el indivi- de los pueblos. > dúo, familia pura y estable, poblaciones ricas y formas En cambio en las naciones cristianas ha nacido una ; de gobierno, si no perfectas, armónicas. Aquellos nos conciencia pública que, fundada en los buenos princi­ ; dan desvío del dogma político y absolutismo del poder; pios morales y religiosos, sin estribar en cuerpos é ins­ ! éstos, derechos individuales y limitación, ó cuando mé- tituciones determinadas, inspectoras y consolas, se halla > nos garantías del poder. en todas partes: en la opinión individual, cuando no es Pero la antigüedad con ser toda negación, según án- en asunto propio; en la opinión familiar, en la conver­ > tes decíamos, de las ideas cristianas, abarca, no obslan- sación intima, en la manifestación pública del pensa­ l te, numerosos Estados que la historia nos dice que, en miento; conciencia que raras veces se atreve á desafiar > virtud del aislamiento en que se hallaban, no presentan el individuo, y que hace ocultar la falta ó trasgresion i un encadenamiento regular, sino que forman grupos más del que nunca se atreve á hacer alarde del vicio. La sua­ ; ó menos homogéneos. No somos partidarios de la cons- vidad del trato en las costumbres modernas permite, por ; truccion de la historia, y no es nuestro propósito estu­ EL ÁLBUM DE LA MUJER 189 diar las civilizaciones antiguas en relación con las mo­ laberinto de convidados y curiosos que hacian punto ménosque dernas Basta á nuestro objeto el haber presentado un imposible el tránsito; las campanas tocaban á vuelo, el atrio sucinto paralelo entre los pueblos paganos y cristianos, á través de sus fuertes rejas ostentaba ricos tapices de antigua y delicada labor, y el ir y venir, el ruido de los coches y el de para sacar la natural y lógica consecuencia de que el las campanas mezclado y confundido con el de las mil conver­ cristianismo nos ha marcado la línea de la verdadera saciones, avisaba á los que atendiendo á sus quehaceres acer­ civilización. taban á pasar, que una ceremonia augusta iba á tener lugar La diferencia capital entre ambas civilizaciones está en aquel recinto. suficientemente probada, diferencia que podemos mar­ Y así era en efecto, según podía colegirse de la animada po­ lémica sostenida por dos mujeres, vulgo beatas, de esas que car mejor viendo que la civilización pagana está esen­ están al corriente de todas las funciones, no diré si llevadas de cialmente subordinada á la influencia del espacio y se piadoso celo ó de viva curiosidad, y que amparadas de uno desenvuelve con mucha diversidad, mientras que la cris­ de los barrotes de hierro de la gran puerta de entrada, preten­ tiana es la civilización de la unidad, y varía tan sólo por dían no tan sólo ser las primeras en ver llegar á la novicia, sus grados de perfección en cada tiempo. pues se trataba de la admisión de una religiosa, sino conocer Francisco de Paula Flaquer. á fondo la poética historia que había motivado el cambio repen­ tino de la jóven aristócrata que dentro de algunos momentos debía tomar el velo de religiosa mercedaria. LA NOVICIA. — La digo á usted que jamas pensó en otro esposo que Je­ sucristo,—decía la una.—Y yo afirmo,—replicaba la otra,— En todos los estados de la vida hay penosos deberes que cum­ que esa señorita amaba hasta el delirio á su jóven prometido, y plir, amarguras que sobrellevar, sacrificios que imponerse, y que si la muerte no hubiera roto, ántes de anudarlos, los lazos esto que cada uno sufre, aguanta ó disimula, para las gentes que debieran unirlos para siempre, acaso no hubiera sentido indiferentes 6 extrañas suele ser motivo de admiración y quizá la vocación que la llama al retiro, á la penitencia, á la oración. de envidia; tan cierto es que las apariencias engañan. — Eso lo dicen de todas las que renuncian al mundo los que Nada más frecuente al ver una madre rodeada de sus tier­ no comprenden que puede haber otras aspiraciones, otros go­ nos hijos, que alegres y contentos corren y sallan delante de ces superiores á las miserias de esta vida. ella con esa gracia infantil que encanta, con esa viveza y tra­ — Será lo que usted quiera, pero yo afirmo, porque lo sé, vesura que cautiva, nada más frecuente, repetimos, que oir la que esa señorita se iba á casar y estaba muy enamorada de su siguiente frase: jóven prometido; por eso fué tal el dolor que le causó su muerte, ¡Qué felicidad tener unos hijos tan hermosos! que renuncia á toda riqueza, posición, fortuna, y se consagra Pero nadie ve, nadie se acuerda de las penalidades que esa á Dios. madre habrá sufrido ántes de verlos criados, de los sinsabores —¿Pretende usted decir que su vocación no es verdadera? que tendrá que gustar ántes de contemplarlos logrados y esta­ — Líbreme Dios de pensarlo siquiera, pero sí digo que el blecidos. gran dolor que ha traspasado su jóven corazón la ha hecho fijarse Lo mismo sucede con las grandes señoras: la gente que se en lo perecedero y miserable de la vida y poner en otros fines deslumbra con su lujo y su riqueza, las hace poseedoras de to­ más altos sus piadosas miras. das las felicidades posibles y aun soñadas, sin pensar que las — En fin, ya vienen, y después de todo, á nosotras nada nos enfermedades, las contrariedades y las penas son inherentes á importa; conque procure usted verla bien y no se inquiete por la pobre humanidad, y ni la riqiieza las conjura ni la voluntad saber cuáles son los motivos que la impulsan á dejar el mundo del hombre las ahuyenta. y la fortuna. Asi, al contemplar tras la doble reja de su locutorio la sim­ Esta última frase, que llegó á mi oído casi al mismo tiempo pática figura de una jóven religiosa, el primer pensamiento que que la portezuela de un carruaje lujoso se abría con estrépito, cruza nuestra mente es de lástima y de envidia; lástima porque me hizo fijar la vista en aquella jóven tan bella y tan halagada la creemos sacrificada, envidia por la tranquila paz de su re­ de la suerte, y contemplarla con el interes de la curiosidad y tiro ; y sin embargo, antes de conseguirla, ¡cuántas borrascas, la admiración. cuántas tempestades habrán agitado el pecho de la casta virgen Apenas tendría veinte años; su figura era esbelta y distin­ consagrada á Dios! guida, su rostro bello y agraciado; estaba con tanto gusto co­ Aun recuerdo con cierto sentimiento meláncolico la impre­ mo elegancia ataviada, y dudé por un momento si seria posible sión que senti hará apenas dos años. Era una tarde de prima­ que aquella jóven ligera y graciosa, que apénas tenia tiempo vera, hermosa, alegre, templada y apacible; un genlio inmen­ de conocerle, abandonase voluntariamente el mundo. so se agolpaba á las puertas del templo que por encargo de Llevaba un primoroso traje blanco, de rica tela y forma irre­ doña María de Miranda1 fundó en Madrid el respetable sa­ prochable; su larga cola barría majestuosamente el pavimento; cerdote don Juan de Alarcon y ocupa parte de la calle de la adornaban su pecho valiosas joyas y su cabeza la corona de Puebla dando vuelta á la espaciosa de Valverde, sirviendo azahar y el velete blanco de las jóvenes desposadas, y se ade­ de inorada á la comunidad de religiosas mercedarias en cuyo lantaba alegre y satisfecha como si la más viva impaciencia la recinto se guarda y venera el cuerpo de la beata María Ana de aquejase, reflejándose la satisfacción de su semblante y la cal­ Jesús ma más pura, en sus grandes y hermosos ojos. Multitud de carruajes blasonados llenaban la ancha calle, y El templo donde ya la esperaban multitud de amigos y pa­ los transeúntes cruzaban con trabajo por entre aquel confuso rientes, apénas podía dar lugar á los que tras ella avanzaban 1 Ilustre dama burgalesa. con trabajo. 190 EL ÁLBUM DE LA MUJER

Hace cincuenta años todas las muchachas que no tenían una baba para ella, á todo renunciaba con la sonrisa en los labios buena dote 6 las que carecían de las de la hermosura, pensa­ y la alegría en el corazón. ban en el claustro pretextando una vocación que las ponía á cu­ Confieso que al oir el plañidero doble de la campana anun­ bierto, si por acaso no encontraban la media naranja; las cos­ ciando al mundo que aquella hermosa jóven acababa de morir tumbres piadosas de la época ayudaban esas equívocas vocacio­ para él; al ver la doble fila de religiosas que con las velas en­ nes, y la que á pretexto de ella solicitaba un dote, encontraba cendidas esperaban á la nueva hermana y salían procesional­ siempre abierta la bolsa de todos para contribuir á tan san­ mente á recibirla, se me angustió el alma y volví mi pensamien­ to fin. to á los tiempos en que las guerras y los disturbios precisaban Muchas habia, sin embargo, que le hubieran solicitado para á las señoras más principales á elegir un retiro donde poner á unirse á un pobre mortal de mejor gana, pero esto no estaba en cubierto su honra y su vida. uso, y era preciso estar prevenidas para encerrarse en un con­ Salvé en alas de mi fantasía la doble reja que tenia delante vento; esto, aparte de lo provechoso que para el alma pudiera y me interné en el sombrío claustro, desierto y frió como las ser, tenia además la ventaja de no lastimar el amor propio. vastas galerías de un cementerio; á los ténues reflejos de la La costumbre, además, de oir hablar incesantemente de re­ espirante luz de la tarde crei ver vagar las augustas sombras ligiosas emparentadas con la familia, pues rara era laque no te­ de sus piadosas fundadoras que cerraban el paso á mi profana nia alguna muy allegada, y el constante visiteo á los conventos á curiosidad, desfilando delante de mí como blancos espectros un causa de esto mismo, hacia también pensar á las jóvenes en la centenar de religiosas espantadas de mi atrevimiento, y yo evi­ vida monástica que no habían visto más que por entre las re­ tando su encuentro avanzaba, avanzaba, á través de las solita­ jas del locutorio y se figuraban tal vez llena de encantos y so­ rias galerías, y posaba mi atrevida planta en las celdas á la sa­ bre todo de golosinas, que siempre les repartían por ellas con zón vacias: aquellas habitaciones pequeñas y limpias, pero po­ profusión. bremente alhajadas; aquellos lechos blancos y frios como la Asi que cuando preguntaban á una pequeña adolescente: nieve, iguales y simétricos como las aras del sacrificio; la tris­ — ¿Qué quieres tú ser? te y misteriosa luz que á través de las espesas celosías envol­ Contestaba con prontitud y singular contento de sus papas: vía en dudosa claridad el aposento donde nada recordaba la —Yo, monja. vida, donde todo hablaba de la muerte; los martirios de los Y esto que como una gracia se repetía un diay otro, hacia primeros Padres de la Iglesia, la venerada imagen del Crucifi­ insensiblemente pensar á la niña, que oia también sin cesar las cado, que adornaban las paredes, la mesa ó el reclinatorio; los alabanzas que se la prodigaban por su santa inclinación, y cuan­ libros santos que se hacinaban en monton ; el canario que piaba do la gracia se hacia paso y dominaba su tierno corazón ó melancólicamente en su dorada cárcel, no ménos prisionero que cuando los pesares de la vida la hacían sentir sus agudos do­ la santa dueña; el enorme gato que dormía impasible en una po­ lores, su resolución estaba casi tomada y no faltaba más que bre silla de paja; alguna maceta cariñosamente cuidada como llevarla á cabo, llenando á la vez los deseos de su familia que último recuerdo del mundo que allende las rejas se extendía; alentaba su vocación con la frecuente práctica de las virtudes todo esto, que yo adivinaba y creía ver con los ojos de mi cristianas. pensamiento, me hizo pensar involuntariamente en los hermo­ Hoy han cambiado las costumbres, y es tal el apego queá sos dias de mi infancia, cuando á la hora del crepúsculo vol­ los placeres mundanos y sobre todo á la hermosa libertad sen­ víamos del colegio saltando alegremente mis hermanitas y yo, timos, que cuando una jóven manifiesta inclinación al claustro, á quienes siempre esperaba en el balcón nuestra buena madre, todos la amonestan, todos tratan de disuadirla, y si á pesar de que apénas nos divisada salía á la escalera para recibirnos en todo se empeña en llevarla á cabo, todos la compadecen. sus brazos y prodigarnos sus caricias; los gritos de júbilo que Se trata, por el contrario, de su casamiento, y si los contra­ exhalábamos al ver en sus manos una golosina ó un juguete; yentes son ricos ó disfrutan de una regular posición, todo es las alegres risas y los bulliciosos juegos con que amenizábamos alegría, todo presagios de ventura, sin ver los millares de ma­ las tristes horas de la noche; las caricias de nuestro bondadoso trimonios desgraciados que atraviesan por el mundo arrastran­ padre siempre dispuesto á complacernos; la animación, en fin, do una existencia sembrada de disgustos y contrariedades; na­ la vida, los infinitos goces del hogar, los placeres de la fami­ die al verlos al pié del altar se acuerda de tantas mujeres que lia, los sueños hermosos de la juventud, todo se agolpaba á mi lloran olvidadas y lamentan su mala elección, viéndose unidas mente en tropel como diciéndome: ¡ Todo eso muere aquí I para siempre á hombres brutales, groseros ó viciosos. Sin darme cuenta de mí misma incliné mi frente con res­ Esos mil maridos que reniegan de su suerte por haber tro­ peto ante aquellas santas mujeres que á favor de la gracia di­ pezado en su camino con mujeres frivolas, descuidadas ó co­ vina se sienten capaces de llevar á cabo tamaño sacrificio, y me quetas, sin embargo, al ver ante las gradas del altar una jóven pregunté si no era por el contrario una envidiable felicidad, pura que va á ofrecer y consagrar á Dios un corazón sin man­ puesto que aquella reja que levanta una barrera entre los go­ cha, una conciencia inmaculada, un pensamiento exaltado por ces y los placeres de la vida, lo es también contra sus luchas, místicas delicias para el porvenir, y las infinitas virtudes del sus pasiones y sus desengaños, que no llegan jamas á traspa­ pasado, todos la compadecen en lugar de envidiarla. . . . sar su recinto augusto. Los majestuosos acordes del órgano llenaron el templo de Si alguna duda pudiera haber abrigado, los rostros tranqui­ místicas armonías, la ceremonia comenzó, y algunos momentos los, frescos y sonrosados de toda una comunidad, hubieran después, entre las nubes de oloroso incienso, subía hasta el tro­ dado un solemne mentís á mis dudas; delante de mí tenia una no de Dios la casta plegaria y el solemne voto de una alma pura veintena de mujeres de todas edades, dejando adivinar, ó me­ que habia encontrado en su ardorosa fe el valor de renunciar jor dicho, pudiendo leer en ellas la paz de la conciencia, la au­ al mundo que la brinda mentidos placeres y goces perecederos: sencia de las pasiones, la satisfacción de los deberes cumplidos familia, afecciones, esperanzas, dones de la fortuna, todo aca­ y la más perfecta tranquilidad. EL ÁLBUM DE LA MUJER 191

¡Con qué lástima tan santa no mirarán á través de sus do­ bles rejas esas piadosas mujeres, á los míseros mortales tan LA SEMANA SANTA EN SEVILLA. apegados á los mentidos placeres de esta vida, deslumbrados por el falso oropel de sus riquezas, corriendo acaso á su eter­ CUADRO PRIMERO. na perdición y despreciando los inagotables tesoros de ventura eterna; ellas que consagran su vida á la contemplación de las Por más que se haya escrito sobre esta solemnidad religiosa, virtudes religiosas, empapadas en esa hermosa fe que ha da­ ni está ni estará jamas agotado un asunto sobre el cual no ya ar­ do al mundo más héroes que todos los demas sentimientos que tículos sueltos, sino libros en folio se pudieran escribir llenos agitan y ennoblecen el corazón de los hombres; ellas, en fin, de interes y amenidad, ora pintando el entusiasmo de la fe en que aspiran á bienes inmensos é infinitos; y sobre todo, con qué los verdaderos creyentes, cuya raza, preciso es confesarlo, va piadoso horror no oirán las injusticias, las sinrazones y hasta disminuyendo de dia en dia; ora describiendo los pasos con sus los crímenes á que sus ciegas pasiones les arrastran! bellísimas esculturas, el lujo de las imágenes, el traje de los ¡Qué diferencia tan inmensa existe entre las esposas mun­ penitentes, la suntuosidad de los monumentos y el carácter so­ danas y las divinas! me dije á mí misma: las primeras tienen lemne que revisten todas las ceremonias eclesiásticas; ya ha­ que luchar con las necesidades, los contratiempos, las pasio­ blando de la animación del comercio que tan buen provecho nes, las esperanzas y los desengaños más crueles de toda una saca de estas fiestas y solemnidades, reforzadas con los place­ familia que está á su cuidado, bajo su egida protectora; las se­ res de las profanas que les siguen como su apéndice y comple­ gundas, si bien voluntariamente renuncian á los bienes terre­ mento; ya, en fin, notando el asombro y embeleso de los fo­ nales, tienen una misión más fácil de llenar, ménos difícil de rasteros, especialmente los de lejanas tierras, que van á la cumplir, y en último resultado, cuando comparezcan oriental Sevilla en busca de aromas, poesía é impresiones agra­ ante la presencia de Dios, no tendrán que dar cuenta más que dables. de sus acciones buenas ó malas; pero la madre de familia, si no Hoy por hoy, la ciudad del Bétis es la que lleva la palma por ha sabido educar y dirigir á sus hijos, si no ha procurado me­ su gran saber y artístico entender en el modo de solemnizar jorar la hacienda y la condición del marido, ¡qué estrecha cuenta este santo tiempo, y no es porque le haya sido dada esta gracia tendrá que dar á ese Juez tan severo como justo ! de balde, ni en nuestros dias. De muy antiguo se consagró la ¡Santas y bienaventuradas mujeres que reparten sus horas piedad y el buen gusto de los sevillanos á representar los mis­ dulcemente entre la oración y sus pequeñas obligaciones, que terios y escenas de la pasión de Jesús, consumiendo en ello tienen la grata misión de pedir á Dios por los que no siguen muchos caudales y empleando la habilidad de los más consu­ como debieran sus santos preceptos, consagradas á la obedien­ mados artistas; de suerte que si en otras ciudades sirven de cia y la humildad, y aunque á las veces nacidas en suntuosos escándalo ó de irrisión ante los ojos de una crítica severa, no palacios, aceptan una vida de pobreza y privaciones! se puede negar que en Sevilla se habia logrado á fuerza de arte Acaso suelen ser curiosas y preguntonas, jamas murmura­ vencer las dificultades y escollos, propios de la representación doras, siempre dispuestas á disimular las faltas del prójimo; de misterios tan sublimes, sin caer en el otro extremo de lo no tienen otra distracción fuera de las santas lecturas, que ha­ ridiculo. cer escapularios y acericos para agasajar á los parientes y bien­ Natural era, pues, que desarrollados los medios de comu­ hechores ; visten niños de pasión, labran alguna vez las ropas nicación, se extendiese la voz y la fama, y entrase por esos más delicadas de la iglesia, se ocupan en confeccionar ya sa­ mundos la curiosidad de presenciar una Semana Santa en Se­ brosos bizcochos, como las de Monforte, ya delicados almiba­ villa, como la hubo en tiempos pasados de asistir á un carna­ res, como los de San Plácido en Madrid y los de Redondella val en Venecia y la hay ahora de gozar de una temporada en en Galicia; no saben de política más que lo que las dice el sa­ Niza ó en Lóndres. cristán ó el demandadero, y sólo anhelan que la paz de su alma Lógico era también que los directores de los diarios y re­ y su convento no se vea jamas turbada, dejándolas vivir tran­ vistas anduviesen con el ojo alerta para llenar sus columnas quilas en su santo retiro y reposar en sueño eterno en el pan­ de reseñas, é impresiones de viajeros, asistentes á tan notables teón que libremente han elegido. espectáculos, y en efecto, más de una vez fui encargado de di­ Con su rostro siempre seráfico, con sus ojos bajos, su ac­ bujar á la pluma estos cuadros de dos caras, una de las cua­ titud humilde, y con su sonrisa bondadosa, con su inocente cu­ les ostenta mucha piedad y devoción y otra una irreverencia riosidad que se trasluce en cada palabra y se adivina á cada ges­ concebible apenas en un pueblo católico. to; con sus justas aspiraciones de imitar las altas virtudes de Pero una cosa es describir aquello que se está acostumbrado las madres más celebradas de la regla, con cuya tradición nu­ á ver desde la infancia, y otra lo que por vez primera nos sor­ tren un dia y otro su inteligencia, excitan su piadoso celo y prende. En ambos casos hay sus ventajas ó inconvenientes. avivan y exaltan la fe; con su vida igual, con sus oraciones En el primero puede el autor ser más exacto y minucioso, pero cotidianas, esas santas mujeres que tienen por único objeto le falta el golpe de vista crítico y original del que juzga por sí ganar el cielo, merecen el respeto y la consideración de que y ante si, sin que le hayan embotado la costumbre ni el juicio son dignos cuantos como ellas se consagran á una vida de pri­ del vulgo. vaciones, de penitencia y de santidad. De estos inconvenientes se halla libre esta reseña, puesto que si bien soy español y nacido en la ciudad que fundó Hércules, Francisca Carlota del Rieco Pica. cercó Julio César, ganó San Fernando y bombardeó Espartero sin poder entrar en ella, al decir de los sevillanos por la pro­ tección que nos dispensaron sus dos patronas moderadas-his­ tóricas, Santas Justa y Rufina, hace muchos años que dejólas orillas encantadoras del Bétis: de manera que cuando última­ 192 EL ÁLBUM DE LA MUJER

mente la visité por el tiempo santo, cuanto veia se hallaba re­ nes éstos corresponden, tuvieron una existencia precaria, y vestido para mi de los caracteres de antiguo y conocido y de unos años se echaban en la calle y otros no, según los fondos. nuevo y sorprendente. A esta circunstancia vino á juntarse la Ya por esta causa, ya porque los sanjuanislas tenían prescrito de que un caballero castellano y devoto que hacia el viaje á Se­ el derecho de salir á hora temprana en la tarde del domingo, villa como lo hiciera un peregrino á la Tierra Santa, me fué generalmente rompe la marcha esta antigua cofradía. Cuando especialmente recomendado para que le acompañase y enseñase penetramos en el templo, estaban ya los dos pasos en las na­ las maravillas de piedad y santo celo que en tales dias ofrecen ves de la iglesia, uno frente al otro, recibiendo los últimos to­ las comunidades ó hermandades de la ciudad Mariana por an­ ques de perfección de mano de los sacristanes y camararistas, tonomasia, á quien tal vez por esto llaman la tierra de María como son el arreglo de los Horeros y velas de adorno que pro­ Santísima. fusamente los embellecen, pues la obra gruesa de limpiar la cara Pues, como digo de mi cuento, llegamos á la ciudad Don á Herodes, componer las narices ó manos de algún sayón, y Peregrino y yo en la noche del sábado vísperas del Domingo dar un baño de barniz al pedestal, se encomienda á algún es­ de Ramos. Anduvimos los principales hoteles y casas de hués­ cultor de la ciudad con la anticipación debida. pedes, y todas se hallaban atestadas de forasteros. Al cabo se A todo esto, la concurrencia, dentro y fuera de la iglesia, iba encontró un medio desvan en uno de los sitios más céntricos, aumentando considerablemente. En la plaza contigua al tem­ donde se alojó nú amigo por la módica suma de cinco duros plo veíase ya á la banda de música que debia cerrar la marcha, diarios sin pitanza, cosa que le pareció un asalto de José Ma­ y junto á ella se formaban dos cuadrillas como de veinte esfor­ ría, sin más diferencia de que éste los hacia en Sierra-More­ zados atlantes, hijos de Galicia, que debían llevar sobre sus na y trabuco al ojo, y aquel le fué hecho con toda urbanidad y hombros los colosales pasos. El capataz ó jefe del movimiento, cortesía. Yo fui á alojarme en casa de un antiguo amigo, pa­ que en otros tiempos vestía su ropita de acristianar de paisa­ dre de numerosa familia y conocido en Sevilla por su entusias­ no, estaba vestido con una especie de uniforme semejante al mo hácia las cosas de nuestra santa religión, no sin habernos de los peones de la catedral en dia de fiestas de primera cla­ dado cita para el día siguiente muy de mañana, pues el cielo se, y se ocupaba en arreglar las filas ó tandas según la corpu­ y el suelo estaban convidando á tales excursiones. lencia de los cargadores. Por todas partes iban llegando na­ A orillas del manso Guadalquivir nos solazamos al día si­ zarenos de túnicas blancas y negras. Los primeros la llevan guiente con un vaso de pura y suculenta leche de vacas, en la blanca y abren la marcha, por asemejar su traje de penitente á agradable compañía de familias enteras que salen á respirar el la túnica de Cristo, como la nieve blanca, en señal de loco, se- perfumado ambiente. Damos un paseo por las Delicias, volve­ cumdum scripturas, y los de la segunda mitad, como en toda mos á desayunarnos, y comenzamos nuestras excursiones por cofradía, llevan sus vestiduras negras como el manto de María, los templos. La magnífica y severa catedral es el primero que color simbólico de sus penas y viudez. Los mayordomos, her­ nos seduce. Hállase ya puesto su altísimo y espléndido monu­ manos mayores, diputados, cantores y sus acompañantes, el mento, cubierto con unos grandes lienzos miéntras se colocan clero con capa y sobrepelliz, los acólitos, porta-mangas, cru­ las lámparas y cirios. Las gentes empiezan á congregarse en ceros, los hermanos de las bocinas y los de la canastilla, todos aquel vasto espacio, y por fin escuchamos el canto de la pasión iban de acá para allá produciendo una confusión ordenada, como difícilmente se oye en templo alguno del universo. Los como de gente avezada ya á tales funciones. sacerdotes que ofician son verdaderos artistas irreemplazables Yo no intento describir la Semana Santa entre sacristías, por los mejores del teatro, y los recitativos del narrador, del porque para esto necesitaría un volúmen. Aun fuera de basti­ que representa á Jesús, del que hace las veces de los jueces, y dores, ó sea desde las calles y plazas, como uno de tantos, ten­ por último, el coro que representa al pueblo, son tan graves, dré que acortar el vuelo de la pluma. Así es que dejo en el solemnes, majestuosos y clásicos, que cerrando los ojos y tras­ tintero la relación de los accidentes, escenas y cuestiones téc­ portándose en imaginación á la Judea, cree uno oir la misma nicas ú oficiales, sobre etiqueta, presidencia, precedencia y de­ voz del Nazareno, el acento de Pílalos, y los ecos del pueblo mas conflictos de órden que surgen en estos casos. deicida. No puede darse mayor congruencia y afinidad entre Pero dió la casualidad que el cielo, que hasta las dos de la el argumento y la música, y el juez más severo no podrá me­ tarde había mostrado su mejor y más puro azul, quiso entur­ nos de convenir en que mayor arte ni decoro, mayor propie­ biarse y encapotarse, olvidando sin duda, allá en las alturas, lo dad ni perfección que la que preside á esta parte esencialísima que en Sevilla se estaba tratando en favor, honor y aumento del ceremonial en la gran basílica de Sevilla, ni puede conse­ de la fe y honra de Nuestra Santa Madre la Iglesia. Advierto guirse, ni siquiera imaginarse. á mis lectores, por via de paréntesis, que durante dos meses Presenciamos la continuación de los oficios que realzan el no había caido una mísera gota de agua llovediza, y excusado acompañamiento grave, sonoro y armonioso del rey de los ór­ es decir cómo estarían de humor los labradores. ganos, pulsado por uno de esos pontífices de la música sagrada Hallábase junto á nosotros una buena abuela, con su nieta, de que tantos tesoros hay en España, y salimos á continuar que en cuanto supo que amenazaba lluvia, se arrodilló, y ex­ nuestras excursiones. clamaba : En la tarde del Domingo hace su estación, esta es la frase, — ¡ Santo Cristo del prendimiento I ¡ Por quien eres y lo la cofradía de San Juan de la Palma, saliendo de la iglesia de que puedes, que no se diga que has dejado de salir, según cos­ este nombre, sita en el barrio de la Feria. Sus pasos repre­ tumbre ! Hace sesenta y cinco años que te sigo en tu estación sentan, el primero, el prendimiento de Cristo, á que también por esas calles, en descargo de mis pecados...... llaman del Silencio, y el segundo á la Virgen María, acom­ — ¡Señora! ¿Qué está vd. diciendo? — interrumpió un pañada de San Juan. Histórica ó cronológicamente considera­ hombre vestido á lo labriego y con una cara como un pan ben­ dos, debieran salir ántes los que representan la entrada en Je- dito.— ¿Sabe vd. la falta que nos hace un riego por esas tier­ rusalem y la Oración del Huerto; pero las hermandades á quie­ ras de Dios? ¡Vaya con la abuela y sus pecados! Pues, seño- EL ALBUM DE LA MUJER 193

ra, me parece que ya tiene vil. edad de recogerse á buena vida s sia, y se ha hecho hermano de todas las hermandades para con­ y no de venir á pedir .... I graciarse con el futuro suegro. — ¡Déjela vd., hombre!—respondió un jóven que oyó la f — ¡Vamos! el hermano mayor don Panfilo, como tú le lla­ plática.—¿Cree vd. que el Cristo del prendimiento va á escu- i mas,—interrumpió uno de los jóvenes. cliar á esta buena vieja ni á cuantos tienen Ínteres en lucirse ; Un oleaje de la muchedumbre y las voces de: ¡ Paso! ¡ paso en esta cofradía? Lloverá ó no lloverá, según la evaporación franco! pusieron término á este coloquio. Por un rompimiento de que haya habido en la tierra. t aquella masa, apareció un hermano capirote con el antifaz le­ En esto debieron caer, no gotas, sino goterones, porque el ; vantado, mostrando un rostro avinagrado y decisivo, y detrás templo se vió invadido de gentes de todas clases buscando re- f iba el hermano mayor, sudando la gota gorda, dando en el sue­ fugio. Los músicos y los gallegos fueron los únicos que que- < lo con la vara y exclamando:—¡La cruz á la calle! ¡pues no daron á la intemperie, pues con ellos no rezaba el refrán de: ; faltaba más! — Pero, señor,—responde el nazareno volviéndose hacia él, El Domingo de Ramos Quien no estrena, no tiene manos. < —¿y el manto de Herodes? — ¡Qué manto, ni ocho cuartos! ¡La cruzóla calle! Aquí Como los vecinos de aquel barrio son trabajadores, ninguno í no manda nadie más que yo. quería desafiar el elemento acuoso. í — Es que va á tronar, y el clero parroquial . . La iglesia se puso de bote en bote, y esto contribuyó á difi- ¡ —No hay clero ni niño muerto. ¡ Que truene ó que no true­ cuitar las operaciones que, en casos normales, se habrían he- 5 ne, la cruz á la calle, ó la pongo yo! ¡Ea! Hemos concluido. cito como en una Bolsa. Oyéronse altercados y voces más altas ; Don Peregrino aprovechó aquella oportunidad y tirándome que lo que permite el diapasón clerical. El hermano mayor, < del brazo me sacó afuera. Estaba algo confuso con lo que ha­ muy puesto de frac y corbata blanca, se hizo paso por entre la < bía visto y oido, pero con todo no quiso dejar el campo hasta muchedumbre y salió á consultar la esfera celeste. I ver en qué paraba aquello. —¡Allá va don Pánfilo!—dijo un jóven que con otros, al ¡ Y ¡oh fortuna! parece que las nubes, olvidando los intere­ parecer estudiantes, se hallaba cerca de nosotros.—Apuesto á ses y las penurias de los labradores, tuvieron á bien retirarse que se figura que en dando él la cara al viento, se van á di­ y dar gusto á la vieja y á tanta gente religiosa, y honrada y des­ sipar las nubes. < ocupada, que estaba esperando en toda la extencion de la car­ —Déjale en paz, hombre,—continuó otro,—es el único dia : rera el paso del rey Herodes con sus sayones ó alguaciles ha­ del año en que luce y se da importancia. Si hoy no sale la co- < ciendo presa del inocente cordero Jesús. fradía, se cae muerto de repente. Su barbero, que es el que : En efecto, la población entera de Sevilla se desvive por estos á mi me afeita, me dijo que en alisarle el rostro y rizarle el pelo < espectáculos. Los propietarios de las casas por donde estas re­ había gastado todas las navajas y tenacillas de la barbería. Ver- < presentaciones pueden verse como en palcos, tienen cuidado dad es que él también se gasta todo lo que gana por mango- ' de aumentar el alquiler á los inquilinos, ó reservarse el dere­ near en las sesiones y cabildos de los hermanos capirotes. cho de alquilar balcones y ventanas durante la Semana Santa, —¡Caballeros, no murmurar!—dijo el tercero.— Estamos s á precios bien crecidos. El ayuntamiento y contratistas parti­ en tiempo santo, y en la casa del Señor; conque, ojo. Usté- í culares ponen tendidos, galerías ó sillas, según las calles, para des no saben el secreto de todo esto . . . ¡ Ave María! ¡Don ; que los forasteros gocen del golpe de vista á toda su comodi­ Capirote! ¡ oh don Ca . . .! < dad, y lo que es por esta vez, la curiosidad pública ganó la —Calla, hombre, soy yo,—dijo un nazareno, vestido debían- 5 partida. Otro año tocará á los agricultores. Después de todo, co, que dió un codazo al pasar al interlocutor. ¿quién los mete ó los obliga á trabajar, podiendo ganarse la —¿Y quién eres tú? ; vida como D. Pánfiloyconsortes? Ellos no pueden decir: «Que —¿No me conoces? > llueva ó que no llueva, trigo en la éra.» En cambio, dice el —Alzate el capirucho. ; hermano mayor: «Que truene ó que no truene, la cruz en la A esta intimación, el penitente se alzó el frontal, como lo hu­ calle.» biera hecho una máscara en Carnestolendas. Y alli nos encontramos nosotros entre una* turbamulta de ■—¡Vive Dios! Quién demonio se había de figurar! .. . ¿Y í gentuza y mujercillas, viejas y chiquillos, todos pertenecientes por qué te has vestido de payaso á lo religioso? al barrio de la Feria, y muy distinta de la que puebla las calles —Hombre, ya te diré. Estoy de prisa. Véte á la calle de t elegantes del tránsito, como son la de las Sierpes, plaza de las Sierpes, enfrente de la fonda de Europa, y lo sabrás todo. ; San Francisco, calles de Génova y de Francos. — Pero, ¿sale ó no sale la cofradía? < La cruz se plantó al fin en la calle y poco á poco fueron or­ — Eso depende .... ¡ Hasta luego! denándose los hermanos nazarenos, unos que salían de la igle­ Don Peregrino me tocó con el brazo y dijo sollo voce:—Vá ■ ■ sia, y no pocos que vimos salir de una taberna contigua con el monos, me siento incómodo. antifaz enrollado en el cucurucho y unos rostros que parecían —Eso quisiera yo,—respondí;—la atmósfera es sofocante; ; de matones ó perdonavidas. pero, ¿cómo romper por entre esa masa de fieles devotos? Es- í Cuando la mitad de la procesión estuvo fuera y se mostró peremos un rato. el paso de Herodes al aire libre, alli eran de oir las exclama­ La conversación interrumpida de los jóvenes, siguió de esta i ciones y ocurrencias de la gente del pueblo que nos rodeaba. manera: < — ¡ Anda, arrastrao!—dijo una mujer mirando al sátrapa. —¿Quién es ese?—preguntó uno. —Como la cara tuviste los hechos. ¡Malos mengues te ca­ — Un tuno de siete suelas. Tanta religión tiene él, como : melen ! yo en las suelas de mi zapato. Pero está enamorado de una ; —¡Ay madre!—exclama una muchacha.— ¡Mire el sayón muchacha rica, cuyo padre se pirra por estas cosas de la iglc- ' que tira de la cuerda cómo se parece á padre 1 194 EL ÁLBUM DE LA MUJER EL ÁLBUM DE LA MUJER 195 DESAYUNO

EL 196 EL ALBUM DE LA MUJER

— Si, hija, una estampa; / lirao le viera yo por una soga á —¡Señoras, atrás!—exclamó un hermano diputado de or­ los profundos del mar! den, á quienes el pueblo suele llamar m

El pueblo allí conserva las costumbres Fué, al par de la riqueza inconocida De las sencillas razas primitivas, Que del Rey de Judá brilla en la corte, Y vive en paz y venturosa calma, Cual rocío que el alba al N'ilo envia. En placentera calma interrumpida Yo vi al monarca de Israel, yo vide Hoy que su Reina, por la vez primera, Su fastuoso esplendor, las maravillas De vuelta de Sion verle se digna. Que al blando influjo de su genio brotan Miradla! Es ella! Es la egregia Balkis, Como al calor solar las flores lindas; De Salomón excelso digna amiga; Yo vi al caudillo de guerreras razas, Mirad, mirad, en su morena frente Justo entre justos, ánima escogida La majestad y ciencia lleva escrita, Cuya sapiencia sobrehumana acatan Dulzura anuncian sus rasgados ojos, Inspirados videntes y sibilas, Bondad sus labios que al amor convidan; Iluminar con sabios resplandores Regio cortejo y pompa la circundan, A la razón humana oscurecida. Que es de aquellas regiones maravilla; Salomón! Salomón! su nombre llena En hombros va de esclavos idumeos Los ámbitos del mundo; sus doctrinas El solio donde Balkis se reclina Son verdades eternas; miel liiblea Sobre cojines recamados de oro, Su boca elocuentísima destila; Y sidonias estofas purpurinas. Para su mente no hay oscuro arcano, Cien pebeteros de bruñida plata Difícil arte ni intrincado enigma, Que nube lanzan perfumada y tibia, Y del reinar la ciencia le es tan fácil Llevan en torno púdicas doncellas Como á las olas dominar la riba. De gran beldad y de progenie antigua, Yo de su acento claro, reposado Y acompañando á la princesa hermosa Y sonoroso cual fugace brisa, Tropel de siervas negras de Abisinia, Sentencias aprendí, máximas tales En cimbradoras pértigas doradas Que el mortal que las oye nunca olvida; Acompasada y dulcemente agitan Yo le escuché cuando indulgente y grave Abanicos de plumas de avestruces, Al preguntarle respetuosa un dia Emblema del poder y la justicia. De qué depende la ventura humana, A contemplar tanta grandeza, absorto Y de la tribu en qué la dicha estriba, Se postra el pueblo, tímido se inclina < Contestarme entre afable y sentencioso Y hasta tocar el polvo de la estrada Y con decir que el corazón cautiva: Baja la frente rústica y cobriza. —En la mujer prudente, Reina augusta, Mientras que abriendo sus rosados labios En la mujer que en el Señor confia; Así la Reina de Sabá platica: Ella es la paz y el bien, la Mujer fuerte «Tribus errantes de la Arabia toda, Para el varón es ángel de la vida, Pueblos regidos por la ley divina, Es gloria de sus padres, manso lago Desde el golfo de Persia hasta el mar Rojo, Donde los hijos de su amor se miran; Del Eufrates undoso á la mar india, Es premio que en la tierra Dios reserva Oid mi voz: un dia atravesando Para el hombre que fiel la virtud siga, Por las desiertas nomas convecinas, Tesoro que á las joyas más preciosas Del Rey prudente que venera el Asia Supera en perfección, lustre y estima: A mí llegó la fama enaltecida, El que se enlaza con mujer honesta Y al escuchar las loas de sus actos Y laboriosa al par, no hallar podria Por tan diversas gentes repetidas, Mayor riqueza, más ventura extrema Ansié partir para alumbrar mi mente Ni más copiosa fuente de alegría; Con la luz de aquel sol que el mundo admira: Es del esposo nítida corona, No anhela más del águila el polluelo Es de la infancia vigilante guia; Aproximarse al luminar del dia, Quien á su suerte previsor la asocia Que yo partir en busca del monarca Del porvenir el bienestar afirma. Que sobre el trono de Israel domina. Como la fresca y odorante rosa Y partí al fin, y de amistad sincera Que abre su cáliz al nacer el dia, Mil camellas de leche con sus crias La matrona perfecta se levanta En presente llevé, llevóle esencias, Con la risueña aurora matutina; Perlas y oro de Ophir, aloes, mirra, Ella el quehacer doméstico prepara, Y encima de forzudos elefantes Ella el deber á cada cual indica; Adornados con seda y pedrería, Nada descuida su celosa industria, Vigorosos esclavos domeñados, Su previsión discreta nada olvida; Feroces hijos de la ardiente Libia: Su infatigable mano siempre abierta Mas ¡ ay! mi ofrenda de valor tan raro A la miseria está, su boca hechiza 198 EL ÁLBUM DE LA MUJER

Con amorosas y prudentes frases Pues no hay dicha más santa Que consuelos purísimos inspiran; Ni ventura más grande Todo es modesto en ella y sosegado, Que mientras la tormenta Todo á su lado santidad designa, Sus horrores esparce, Y por esto sus hijos, reverentes, De la azarosa vida De sus vestidos besan las orillas, Dar treguas a! combate, Encarecen las hijas sus virtudes, En amoroso asilo, La toman por modelo sus amigas, S Como en su nido el ave, Se complace el marido en su alabanza Con apacible calma Y los sirvientes su bondad publican... Oyendo cómo late El corazón sencillo Esta es, ¡ oh Reina! la matrona fuerte Que guarda nuestra imágen; Que en la ley del Señor su ciencia fija, Contemplando la llama Y sublimada por sus propias obras, Que roja luz reparte, Es de su tribu gloria, paz y dicha.— Y del mal y del odio Asi por voz del Rey, prosigue Balkis, Sintiéndose distante Contestó la Eterna! Sabiduría; A! ver cómo en la cuna, De sus palabras conservad recuerdo, Con risas inefables, Cual yo, guardadlas dentro el alma escritas.» Sueña el dormido niño ¡ Con sus alitas de ángel. Barcelona. María Josefa Massanés.

S México, Marzode 1884. EduardoE. Zárate.

LA MUJER. A CONCEPCION GIMENO DE FLAQUER. CREPÚSCULO EN EL MAR.

Sopló en el mar la deliciosa brisa, Y engendró su sonrisa; • Es la hora del crepúsculo sombrío Vióse lucir la luna enamorada, ; Y estamos en el mar. Y le dió luz su lánguida mirada; ' No sé qué tiene esa hora vespertina Una lágrima surca su faz bella, Que donde quiera á mi cansado espíritu Y en el empíreo cintiló la estrella. Invita á meditar. Llamóse á la mujer bien y consuelo, Guarda no sé qué singular misterio Y ella para las almas formó un cielo. De un lúgubre pesar; No sé qué amarga lentitud sombría, México, Marzo de 1884. Guillermo Prieto Qtié triste acabamiento melancólico De caida majestad... EL HOGAR.

Cuando en oscuras noches Sus negras alas baten No sé qué tienen esa luz y el aire; Por el inmenso espacio No sé qué tiene el mar; Las recias tempestades, IPero aire, mar y luz traen á mi alma Y silban en los bosques Enajenada y triste, los efluvios Los rudos huracanes, { De muda eternidad. Y el granizo y la lluvia E1 horizonte en círculo me ciñe Azotan los cristales. Como al redondo mar. En el hogar tranquilo ¡Qué dulce es encontrarse Muy cerca del regazo De la virtuosa madre! Objetos conocidos Y solo... en medio... sobre frágil barco Y séres que nos amen, Siento esparcirse el alma ante esa espléndida Alegres y risueños, I Tranquila soledad. Mirando en todas partes Ya el moribundo sol tiñó de sangre Bajo el honrado techo El rúmulus falaz Que amparan vigilantes Que imita al cancerbero del infierno De la feliz familia Sobre la lava de erupción volcánica Los genios tutelares; ¡Que brota de la mar..-. Todas las otras nubes palidecen E inmóviles están,

Viendo acabar en su anfiteatro aéreo El drama del ocaso en donde muere El rojo luminar. Cambian de aspecto y actitud los monstruos, Tiñen de gualda el mar... Dragones negros y franjados de oro EL ÁLBUM DE LA MUJER 199

Sostienen fieros en floresta ignívoma * * * Combate singular. La mujer de más mérito es la que reemplaza dignamente á Otras nubes de lila y amaranto su marido, cuando éste se halla ausente.— Goethe. El dorado cendal * Desciñen, y franjándose de nácar, * * Flotan en cirrus como plumas frágiles No tan sólo tiene derecho la mujer á la cultura intelectual, Que á deshacerse van. sino que es un deber á la vez; lié aquí por qué le hace inalie­ Vuela el matiz en las cerúleas ondas nable. Si no fueran más que derechos, podría sacrificarlos; En líneas de cristal, pero siendo deberes, el sacrificio no es posible, ó seria su ruina. Y téjese una malla de amatistas — Monseñor Dupanloup. Con nudos de topacio y lapizlázuli * Y flecos de coral. * * Las nubes más lejanas del Ol iente, ¡Que sea la mujer reina nuestra, como es reina de la belleza! Enlutándose, van — Constant. * A formar el cortejo de la noche •* * Después de presidir el espectáculo El hombre quiere reinar por la autoridad y el valor de que En que es sepulcro el mar. se halla dotado; la mujer nos encadena con los lazos de mil Poco á poco las tintas vigorosas afectos tiernos y diversos.—Virey. Deslien su intensidad... * El fuego es oro, es rojo, es rosa... es lila... * * Nubes de perla y plomo al fin son lúgubres, Las mujeres son las flores brillantes de la humanidad. Cria­ Negras como la mar. turas angélicas, delicadas y frágiles, su debilidad implora nues­ Queda sólo un vislumbre en Occidente, tro apoyo, su dulzura corrige nuestra rudeza, y su bondad nos Dudosa claridad, inspira la virtud.—Julien. Perdido resplandor de oculto fuego * Que presta al mar y á la cerrada bóveda *• * Severa majestad. La hermosura en las mujeres debe más á las cualidades mo­ Es la hora en que mi espíritu se acerca rales. que éstas á la hermosura.—Massias. Al misterioso umbral * * * De lo ignorado y triste; conmovido, Para que la mujer sea prudente en sus costumbres, ha de Oro y medito, porque siento el límpido saber con precisión en qué consiste la prudencia, y para que Reflejo de la vida inmaterial. imite la pureza de los ángeles, es indispensable que sus ideas México, Marzo de 188-1. José T. de Cuellab. no se reduzcan á la materia.—Grenaille.

¡SOLEDAD...! NUESTRAS ILUSTRACIONES. Fué á la tumba ¡Cómo aterra La eternidad! ¡Cuánto asombra! ¡Cuán hondo misterio encierra! La Reina de Sabá.— Una de las figuras que más se Cayó sobre él mucha tierra...! destacan entre las mujeres de la Biblia, es la Reina de Sabá. Cayó sobre él mucha sombra...! La tribu de los Sabeos fué la más importante de las que po­ blaban la Arabia Feliz, cuna del Fénix, de esa portentosa ave, Yo de su entierro testigo, dotada, según la fábula, del privilegio de resurrección. Por los Me alejé con paso incierto; años 3000 del mundo obedecían los sabeos á una princesa lla­ No quedó allí ni un amigo.... mada Balkis, según las tradiciones arábigas, mujer dotada de , ¡ Qué horrible será el castigo extraordinaria belleza y elevado criterio, que fué á Jerusalem De sentir, estando muerto! atrailla por la fama de Salomón. Esta singular mujer, famosa

México, 19 de Marzo de 1884. Julio Espinosa. por el esplendor de que se rodeaba, era la reina de Sabá. La inspirada poetisa Josefa Massanés consagra á esta reina una bella poesía en la página 196 de este cuaderno.

PENSAMIENTOS DE HOMBRES EMINENTES, El Desayuno.—¡Cuán hermoso es el candor! Contem­ EN PRO DE LA MUJER. plad la inocente expresión de la niña que presentamos, y os em­ belesará su dulzura. Como todo lo ignora, nada teme; por eso La mujer es una parte, y debe serlo mucho más todavía, de ¡a veis tranquila, sonriente, dejando que los gatitos se coman los que contribuyen eficazmente al bienestar y armonía de la su almuerzo, miéntras imagina que han ¡do á cariciarla y á ju­ familia humana, y por este motivo debe ser ilustrada.—Dymon. gar con ella. Esos picaros séres de la raza felina, ingratos y * # * taimados siempre, tan pronto como hayan devorado el desayu­ Sin la mujer, el hombre seria grosero é insulso, descono­ no de la niña, ó la abandonarán, ó se enfurecerán contra ella, cerla la gracia, que es la sonrisa del amor.—Chateaubriand. porque no les proporciona algo más que engullir. 200 EL ÁLBUM DE LA MUJER

Cazadores de distinto carácter.—¡Cuán cierto es un asistente por compromiso, ó un novicio en el arte de San que los extremos se tocan, siguiendo esa ley de las anomalías Huberto. que parece imperar en esta vida! La aurora sigue á las tinie­ El que se ve en el fondo, allá á lo léjos, presenta todo el blas, el crepúsculo á los esplendores del día; al entusiasmo aspecto de un rezagado negligente. Con la escopeta á la es­ el decaimiento, á la alegría el dolor. Esa ley de los contrastes, palda, parece que, más bien que acometer á la caza, espera es, por otra parte, necesaria, para mantener el equilibrio en que la caza le acometa á él. Se ocupa, en dulce paz, de bus­ el mundo material y en el mundo psicológico. car algún fiambre en su morral, para engullirlo á solas. Es Ha sido nece­ la más fiel ima­ sario este exor­ gen del gastró­ dio fdosófico pa­ nomo luculino. ra explicar lo El último de que representa los cuatro, en el grabado de actitud reserva­ estapágina. Re­ da y melancóli­ presenta una sel­ ca, nohaceapre- va virgen de cio de lo que pa­ América; pero la sa á su lado. Es dicha selva, con un poeta, que al todo y su exu­ contemplar en­ berante vegeta­ simismado los ción, su agreste dorados celajes soledad y sus del horizonte, el misteriosos la­ azul purísimo berintos de en­ del cielo tropi­ ramadas, es sólo cal, y las aves una parte secun­ que tienden su daria del cuadro vuelo á otras re­ principal. Los giones; en vez cuatro cazado­ de querer derra­ res que se des­ mar la sangre tacan entre la de aquellos ino­ espesura, son el centes séres que primordial asun­ persiguen sus to del paisaje, y compañeros, an­ sus diferentes hela derramar actitudes vienen en el espacio las á confirmar la sublimes notas verdad del su­ de su inspira­ sodicho exordio ción, para en- fdosófico. viarlasenalas de Uno de ellos la brisa al que, se entrega con trasaquellas nu­ todo el ardor bes y aquella bó­ cinegético á su veda azulada, es diversión favo­ fuente eterna de rita; se interna poesía, de bon­ en un terreno dad y de amor. fangoso, sin cui-

CAZADORES DE DISTINTO CARÁCTER.

darse de si se hunde ó no en él; atento sólo áque salte la pie­ Y ahora nos dirá el lector: za que rastrea su perro. Este es un cazador á quien los aman­ —Todo eso está muy bien; pero aqui lo inverosímil es que tes de galicismos llamarán pur sang, y que nosotros, en nues­ se hayan juntado individuos de tan distintos caracteres para tro bello idioma, nombraremos apasionado por la caza. una expedición cuyo principal objeto no agrada á todos. El que está en segundo término es uno de esos caracteres Y nosotros responderémos: Los ha unido esa ley que acer­ que á todo se amoldan, ó por mejor decir, que ánada se ape ­ ca los contrastes: los ha unido la santa amistad, precioso es­ gan con entusiasmo. Su marcha es floja, su actitud pesada, y labón que liga con dulces afectos los más opuestos caracteres. parece que únicamente cumple una consigna. Este puede ser X

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Ferrocarril Interoceánico de ACAPULCO, MORELOS, MEXICO, IROLO y VERACRUZ.

Itinerario (le los trenes desde el día 1° de Marzo de 1884, hasta nueva disposición.

LINEA DE IROLO. LINEA DE MORELOS. De México á Calpulalpan y la Luz De Calpulalpan á México y la Luz. üren Mixto Descendente ESTACIONES. Tren Mixto Ascendente TREN DE PULQUE TREN MIXTO. TREN NIXTO. TREN DE PULQUE de México á Yautepec. de Yautepec á México. Llega Sale Llega Sale Llega Sale Llega Sale ,, 1.03 P.M ,, 7.OO A.M éxico 6.00 Sale M , l’cralvillo 3.20 MÉXICO (SAN LÁZARO) I.J5 1-45 7-35 7-45 ...... REYES ...... 2.20 5-25 5-35 2.35 ...... REYES...... 2.30 2-35 8.30 8.35 ...... TEXCOCO...... 4-3° 4-40 1.15 1.30 ....AYOTLA...... 3.00 3«°5 S.54 9.00 ...TKPETI.AXTOC... 4-05 4.10 12.45 12.55 LA COMPAÑIA...... 335 3.40 9.30 9-35 ...SAN ANTONIO.... 3.30 12.00 12.05 3-35 ... TENANGO...... 10.00 405 4.10 936 ...... METEPEC...... 3.00 3-05 II.15 11.30 . AMECAMECA...... 10.20 10.25 4.30 4-35 ...... OTUMBA...... 2-35 2.40 IO.45 10.55 ....OZUMBA...... IO.4O 4-So 4-55 10.45 ...... SOAPAYUCA...... 2.20 2.25 10.20 10.30 ...NEPANTLA...... II.IÓ 11.26 ...... IROLO...... 5«35 5-45 «•35 1.45 9.20 9-35 .YECAPJXTLA...... 11.50 6'05 6.20 II.45 ...SAN LORENZO.... 1.15 1.20 8.45 9.00 ....CUAUTLA...... I2.05 ...CALPULALPAN... ,, ,, 1.00 P.M ...YAUTEPEC...... 7.10 ...... LA LUZ...... 8.00 P.M ’’ >’ NOTAS -El tren mixto se detiene en el crucero de San Vicente p«ra tomar y dejar pasajeros v carga.—F.1 tren de pulque lleva hasta Cexcoco un solo coche de segundo para pasajeros.—Mé­ ¡ J*»" Entre MéxicosX Ozumba y vice versa correrá un tren eventual exclusivamente de i Earia may C0"'Vrnil.nd dc ,os pasajeros, el tren descendente se detiene en Ozumba 50 xico, 11 de Febrero de ltíbl.— P. de Peón. I rodj c“°“í“ csucl°“ ““ H<.»í«uranI.-M«sico, 1, defsbrí