El Álbum De La Mujer : Periódico Ilustrado. Año 2, Tomo 2, Núm. 13
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Año 2° MÉXICO, 30 de Marzo de 1884 Ñúm. 13 Directora propietaria, Concepcion Gimeno de Flaquer. LA REINA DE SABÁ 188 EL ALBUM DE LA MUJER Dirección, HOTEL ITURBIDE, Nurn. 74. j otra parte, el cambio de relaciones de individuo á indi- j viduo, de familia á familia y de clase á clase; y al en- SUMARIO 1 conlrarse, en virtud de ellas, el válido ante el inválido, la TEXTO:—Influencia del cristianismo en la sociedad (conclusión), j sublime caridad fabrica infinitas mansiones de alivio y por Francisco de Paula Flaquer.—La Novicia, por Francisca Carlota del > consuelo. Riego Pica.—La Semana Santa en Sevilla. Cuadro primero, por Nicolás Diaz de Benjumea.—La Reina de Sabá, por María Josefa Massanés.— La En tales costumbres no caben naciones parásitas, des- Mujer, por Guillermo Prieto.—El Hogar, por Eduardo E. Zarate.—Cre- > confiadas y frías; caben solamente naciones llenas de púsculo en el mar, por José T. de Cuellar.—¡Soledad...! por Julio Espi nosa.— Pensamientos de hombres eminentes en pro de la mujer. — j vida y animación, y esperanzadas en que procurando por Nuestras ilustraciones, por X.—Invitación.—Anuncios. ; todos los medios posibles desarrollar con buenas formas I administrativas su riqueza moral y material, buscan el INFLUENCIA ; trato de otras á quienes aman sin menoscabo de su in- dependencia, y con las cuales comparten los adelantos DEL CRISTIANISMO EN LA SOCIEDAD. : que la civilización hace comunes y universales. III i Ante esta pálida reseña de los efectos sociales de la Y ÚLTIMO. > augusta palabra, esparcida por la predicación en el orbe Si de la influencia del cristianismo en el individuo, I entero, que en resúmen nos dan los dos grandes hechos en la familia y en el municipio moderno, pasamos con indicados del reconocimiento del dogma político y la ten su gran trascendencia á las demas relaciones sociales dencia á organizaciones limitadas y armoniosas del po que caben dentro de la nación, encontraremos el crite der; ante la resurrección del primer ideal humano, ro- rio social ilustrado, viendo nacer en el corazón de sus I; bustecido por la mediación del Altísimo, no es de extra- ciudadanos la caridad, esa hermosa planta que en los > ñar que, sin fijarnos en más consideración que la de su tiempos antiguos no se desarrolló jamas. í valor histórico, afirmemos que la base de la civilización En vano se Labia procurado antiguamente crear un > y la felicidad humana, se encuentra en la doctrina de criterio social que, sobreponiéndose á la conciencia del > Jesucristo. La Filosofía de la Historia no puede presen- individuo, salvase incólumes los buenos principios y > tamos hecho más completo y fecundo en resultados po- tendiera una mano protectora al infeliz náufrago. El ; líticos, ni comparación mayor y más profunda que la que eforado, el areópago y la censura, fueron apreciables i media entre la oscuridad antigua y la luz moderna, en- ensayos de una conciencia social dirigida á proteger la > tre la obra de los pueblos que se apartan de Dios y individual; pero como la bondad de la primera aventa j los que vuelven á Dios; y lié ahí por qué hemos afir- jaba poco á la segunda, no hubo resultado satisfactorio > mado que si queríamos luz en los hechos sociales, dc- ninguno, según nos prueba la tolerada y censurable cor \ biamos contemplar el cielo. rupción de costumbres, en tan alto grado, que nadie í El cristianismo nos separa desde luego los pueblos adivinaría la existencia de censores en los imperios de j en antiguos y modernos, según sean anteriores ó pos- los Caligulas, Nerones y Heliogábalos. > teriores al mismo. Negación casi completa los primeros Tampoco encontramos en la antigüedad la compa > del gérmen social cristiano, nos dan rebajado el indivi- sión pública y la benevolencia, esos dos hermosos im j dúo; pues no le basta ser hombre, degradada la familia, pulsos del alma, que crean la beneficencia pública y i estériles sus poblaciones, y absolutas en muy diversos pueblan las naciones de asilos, hospicios, y hospitales ; sentidos sus formas de gobierno. Aproximación los se- para toda clase de desvalidos; de todos esos estable ; gundos, ya que no completa realización, del ideal cristia- cimientos que son el sello de cultura y de moralidad ¡ no, nos ofrecen dignidad personal sentida por el indivi- de los pueblos. > dúo, familia pura y estable, poblaciones ricas y formas En cambio en las naciones cristianas ha nacido una ; de gobierno, si no perfectas, armónicas. Aquellos nos conciencia pública que, fundada en los buenos princi ; dan desvío del dogma político y absolutismo del poder; pios morales y religiosos, sin estribar en cuerpos é ins ! éstos, derechos individuales y limitación, ó cuando mé- tituciones determinadas, inspectoras y consolas, se halla > nos garantías del poder. en todas partes: en la opinión individual, cuando no es Pero la antigüedad con ser toda negación, según án- en asunto propio; en la opinión familiar, en la conver > tes decíamos, de las ideas cristianas, abarca, no obslan- sación intima, en la manifestación pública del pensa l te, numerosos Estados que la historia nos dice que, en miento; conciencia que raras veces se atreve á desafiar > virtud del aislamiento en que se hallaban, no presentan el individuo, y que hace ocultar la falta ó trasgresion i un encadenamiento regular, sino que forman grupos más del que nunca se atreve á hacer alarde del vicio. La sua ; ó menos homogéneos. No somos partidarios de la cons- vidad del trato en las costumbres modernas permite, por ; truccion de la historia, y no es nuestro propósito estu EL ÁLBUM DE LA MUJER 189 diar las civilizaciones antiguas en relación con las mo laberinto de convidados y curiosos que hacian punto ménosque imposible el tránsito; las campanas tocaban á vuelo, el atrio dernas Basta á nuestro objeto el haber presentado un á través de sus fuertes rejas ostentaba ricos tapices de antigua sucinto paralelo entre los pueblos paganos y cristianos, y delicada labor, y el ir y venir, el ruido de los coches y el de para sacar la natural y lógica consecuencia de que el las campanas mezclado y confundido con el de las mil conver cristianismo nos ha marcado la línea de la verdadera saciones, avisaba á los que atendiendo á sus quehaceres acer civilización. taban á pasar, que una ceremonia augusta iba á tener lugar La diferencia capital entre ambas civilizaciones está en aquel recinto. Y así era en efecto, según podía colegirse de la animada po suficientemente probada, diferencia que podemos mar lémica sostenida por dos mujeres, vulgo beatas, de esas que car mejor viendo que la civilización pagana está esen están al corriente de todas las funciones, no diré si llevadas de cialmente subordinada á la influencia del espacio y se piadoso celo ó de viva curiosidad, y que amparadas de uno desenvuelve con mucha diversidad, mientras que la cris de los barrotes de hierro de la gran puerta de entrada, preten tiana es la civilización de la unidad, y varía tan sólo por dían no tan sólo ser las primeras en ver llegar á la novicia, pues se trataba de la admisión de una religiosa, sino conocer sus grados de perfección en cada tiempo. Francisco de Paula Flaquer. á fondo la poética historia que había motivado el cambio repen tino de la jóven aristócrata que dentro de algunos momentos debía tomar el velo de religiosa mercedaria. LA NOVICIA. — La digo á usted que jamas pensó en otro esposo que Je sucristo,—decía la una.—Y yo afirmo,—replicaba la otra,— En todos los estados de la vida hay penosos deberes que cum que esa señorita amaba hasta el delirio á su jóven prometido, y plir, amarguras que sobrellevar, sacrificios que imponerse, y que si la muerte no hubiera roto, ántes de anudarlos, los lazos esto que cada uno sufre, aguanta ó disimula, para las gentes que debieran unirlos para siempre, acaso no hubiera sentido indiferentes 6 extrañas suele ser motivo de admiración y quizá la vocación que la llama al retiro, á la penitencia, á la oración. de envidia; tan cierto es que las apariencias engañan. — Eso lo dicen de todas las que renuncian al mundo los que Nada más frecuente al ver una madre rodeada de sus tier no comprenden que puede haber otras aspiraciones, otros go nos hijos, que alegres y contentos corren y sallan delante de ces superiores á las miserias de esta vida. ella con esa gracia infantil que encanta, con esa viveza y tra — Será lo que usted quiera, pero yo afirmo, porque lo sé, vesura que cautiva, nada más frecuente, repetimos, que oir la que esa señorita se iba á casar y estaba muy enamorada de su siguiente frase: jóven prometido; por eso fué tal el dolor que le causó su muerte, ¡Qué felicidad tener unos hijos tan hermosos! que renuncia á toda riqueza, posición, fortuna, y se consagra Pero nadie ve, nadie se acuerda de las penalidades que esa á Dios. madre habrá sufrido ántes de verlos criados, de los sinsabores —¿Pretende usted decir que su vocación no es verdadera? que tendrá que gustar ántes de contemplarlos logrados y esta — Líbreme Dios de pensarlo siquiera, pero sí digo que el blecidos. gran dolor que ha traspasado su jóven corazón la ha hecho fijarse Lo mismo sucede con las grandes señoras: la gente que se en lo perecedero y miserable de la vida y poner en otros fines deslumbra con su lujo y su riqueza, las hace poseedoras de to más altos sus piadosas miras. das las felicidades posibles y aun soñadas, sin pensar que las — En fin, ya vienen, y después de todo, á nosotras nada nos enfermedades, las contrariedades y las penas son inherentes á importa; conque procure usted verla bien y no se inquiete por la pobre humanidad, y ni la riqiieza las conjura ni la voluntad saber cuáles son los motivos que la impulsan á dejar el mundo del hombre las ahuyenta.