Índole / Clorinda Matto De Turner
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índole clorinda matto de turner re índole AÑO DEL SESQUICENTENARIO DE LAS BATALLAS DE JUNIN Y AYACUCHO (c) de esta edición Instituto Nacional de Cultura Ancash 390, Lima 1, Perú Carátula: José Bracamonte INDICE Pág. Prólogo PRIMERA PARTE Capítulo I 35 Capítulo II 41 Capítulo III 46 Capítulo IV 51 Capítulo V 57 Capítulo VI 60 Capítulo VII 63 Capítulo VIII 67 Capítulo IX 72 Capítulo X 77 Capítulo Jvl 83 Capítulo XII 87 Capítulo XIII 92 Capítulo XIV 96 Capítulo XV 101 Capítulo XVI 109 Capítulo XVII 114 Capítulo XVIII 120 Capítulo XIX 127 en nnnnnnnnn W ^"Ö ^Ö *T3 '"Ü *Ό ^Ö '"Ο *73 *"Ü fi* **» £/» £» JJ» His Ms Ms Ms Ms Ms Ms Ms Ms Ms Ms Ms O tí tí tí^ tí tí ~§1&-Μ-ΜΙΜΙΜΙ£Μ^££Ε,£££1Ε,Ε, s. - - 1 1 - S" S" 5" o o Mi o o o o o o o o o o o cT ST o" o* o" o ö S" S" sT O > H-t M • <¿ <í <í *-< ·—« ·—« KS H-"II—I t-H < ÍJ W XXXXXXXXX Z3 C3 ^ <; »—t I—I Η Η " Η Η tOtNDts3Is3N3tONDNSN3lOtsOfcs3tíOtOtOtOl—ι •^•^OVONsACnCAif^lí^WtOtOtOHHOvO WO*JW\OÜlHCOWCA050\Mi^OW^ \OsA*JOOÍOÜiO\voM índole clorinda matto de turner instituto nacional de cultura lima - 1974 PROLOGO I El desastre de la guerra de 1.879 despertó en el Perú una aguda conciencia crítica con respecto a la realidad e historia del país. Impulsados so bre todo por el magisterio de Manuel González Prada (1848-1918), cuyo diagnóstico de la na cionalidad era implacable ("el Perú es un orga nismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus") 1, decenas de escritores se sumergieron en la vida nacional con ánimo de juzgarla en sus más variados aspectos. Se tronaba de encontrar las razones y los culpables de la derrota, por una parte, y de proponer modelos de existencia co lectiva que implican la renovación y salud nacio nales, por otra. No todos calaron con la misma profundidad y pasión que el maestro González Piada, es cierto, pero la tonalidad crítico-prag• mática se evidenció con persistencia caracteriza- 1. "Propaganda y ataque", en Pajinas Ubres, Ma drid s/f. Imp. de J. Pueyo, pág. 174. El texto citado está fechado en 1888. i dora: la creación literaria quedó sustantivamente ligada a la problemática del país, vista con espí• ritu inocultablemente crítico, y asumdó para sí el sentido de un servicio a la comunidad na cional. No implicaba esto una ruptura manifiesta con la tradición literaria peruana. Desde muy tempra no la República había conocido la aparición de obras que, con intenciones y desde perspectivas muy varias, punzaban diversos lados de una rea lidad siempre y en muchos sentidos deficitaria. Costumbristas y románticos también optaron por referir los vicios del nuevo orden político y las lacras públicas o privadas de una sociedad poco virtuosa o simplemente risible. Recuérdese, por ejemplo, que Manuel Ascensio Segura (1805- 1871) proponía una literatura destinada a "co rregir las costumbres, los abusos, los excesos de que plagado se encuentra por desgracia nuestro suelo" *. Y Segura no fue, por cierto, el pri mero. La copiosa sátira colonial y no pocas cró• nicas marcan ya, en pleno Virreinato, la vigencia de esta actitud crítica. Sin duda existe una tendencia constante en la literatura peruana que la une de manera explí• cita al devenir social y en última instancia le 2. Cit. por Cornejo Polar, Jorge, Soore Segura, Are quipa, 1970, Universidad de San Agustín, pág. 69. 8 confiere una función moratizadora. Tal impli ca la persistente acción de los principios más la to*; del realismo, entendido a veces en sus for mas menos elaboradas: como representación de un universo que es previo y trascendente al len guaje literario, cuyas virtualidades serían exclu- yentemente miméticas, o como postulación de una ideología que se reviste de "hechos reales" con carácter ejemplificador. En cualquier caso la obra pretende configurarse como una predicación sobre un sujeto omnipresente: la realidad perua na s. La literatura realista de nuestra post-gue- rra es una instancia más en el devenir de esta constante, pero una instancia en ¡a que ¡a du reza del contexto contribuye al exacerbamiento del sometimiento ante la realidad, por una parte, y del filo y rigor críticos, por otra. Este es un juicio que debe relativizarse: frente a la sonrien te crítica costumbrista, en casos extremos sólo malhumorada, y mucho más frente al enjuicia miento romántico, siempre tímido y a veces ca si imperceptible, la actitud de los realistas pare ce violenta y despiadada —tal vez más intensa mente de lo que en realidad fue. No cabe dudar, empero, de los supuestos de la literatura peruana posterior al 79. Explícita• mente se trata de creaciones que encuentran su justificación última en la tenaz fidelidad repre· 3. Naturalmente éstas no son las únicas opciones del realismo. 9 sentativa, a veces bajo el ingenuo modelo foto gráfico, y en el impacto que pretenden causar sobre el entorno más inmediato y concreto. El escritor asume las funciones de testigo, maestro y fiscal de la colectividad, y la literatura en su conjunto —como se ha dicho— el carácter de un servicio público. Fuera de estas coordena das es difícil comprender el proceso, sentido e indole de nuestro peculiar realismo 4. Un realismo sui géneris, en efecto, por la incier ta dilución de sus caracteres y por la subi da heterogeneidad de los elementos que pone en juego. Por lo pronto el realismo peruano, cu yas condiciones corresponderían más bien a la etapa epigonal del movimiento europeo, concre tamente al naturalismo francés, nunca pudo des ligarse de un muy activo trasfondo romántico y jamás asumió íntegrarnente sus supuestos cientí• fico-positivistas. De hecho el legado romántico no llegó a ser cancelado entonces, pese a que el romanticismo peruano fue un movimiento impos tado y sin duda poco vigoroso 5, pero pudieron escucharse polémicas voces condenatorias: el ro manticismo "no ha hecho más que falsificar la naturaleza del hombre", decía Carlos Germán 4. El estudio de este importante periodo, y de su relación con la literatura latinoamericana de la época, está por hacerse. Su urgencia es cv'dente. 5. Cf. Oviedo, José Miguel, UE1 romanticismo pe ruano : una impostura", en Letras peruanas, Lima, N? 14, set. 1963. 10 Amézaga en su apasionada defensa de Zola*. Dentro del contexto nacional no es insólito es te hibridismo; después de todo, salvo contadas excepciones, el positivismo peruano se caracterizó por su timidez y ambigüedad 7. A más de la infiltración romántica, que es tal vez la de mayor significado, nuestro realismo quedó también impregnado de modos y princi pios costumbristas. Presuntamente superado, y sin embargo, muy activo, el costumbrismo dejó evidentes marcas en las obras realistas, especial mente en el teatro y la narración. Cabe pensar entonces, a manera de hipótesis, que costumbris mo, romanticismo y realismo no son, en el caso peruano, más que modalidades de un st>lo siste ma literario; en otras palabras, variantes que se delimitan no por acción de fuerzas nuevas, inédi tas hasta entonces, sino por el énfasis puesto so bre algunos aspectos más bien comunes, aunque en grado y con sesgo dispares, a todo el sistema en su conjunto 8. 6. "Emilio Zola", en El Perú Ilustrado, Lima, 16 de junio 1888, N? 58. El artículo corresponde a una es- clarecedora polémica sobre el naturalismo entre Amézaga y Arturo Ayllón, con la participación incidental de L. de los Ríos, que ocupa varios números de El Perú Ilus trado (Nos. 52, 56, 58, 61, 65). 7. Cf. Salazar Bondy, Augusto: Historia de las ideas en el Perú contemporáneo. Lima 1965, Francis co Moncloa Editores, t. I, 1* parte. 8. La comprobación de esta hipótesis implicaría el replanteamiento de un sector considerable de nuestra his toria literaria. 11 Los puntos precedentes se observan can claridad en el cainpo de la novela. Tal vez no exista mejor indicio de las indecisiones y heterogenei dad de nuestra narración realista que las refle xiones sobre la "novela moderna" de Mercedes Cabello de Carbonera (1845-1909), sin duda la novelista más representativa de este periodo. Pu blicado en 1892, luego de conocerse todas sus novelas, el ensayo de la Cabello sopesa el deba te entre románticos y naturalistas para concluir, de primera intención, en una condenación glo bal: Las dos [escuelas] son igualmente imperfec tas por haberse colocado ambas en extremos opuestos a donde se halla el hombre; es de cir, el objeto sobre el cual deben fijar la atención para estudiarlo y conocerlo $. Lo que en realidad se condena, sin embargo, son los excesos; por esto, en el curco de la reflexión. Mercedes Cabello propone una opción ecléctica que acepta del romanticismo y del naturalismo "aquello que sea adaptable al mejor conocimien to del hombre y las sociedades" J0. De esta suer te piensa que puede estimularse una literatura "realista", ajena al "romanticismo soñador y fan· 9. La novela moderna, Lima 1948, Hora del hom bre (la 1· ed.: Lima 1892, Bacigalupi), pág. 18. 10. Id., pág. 46. Alude só.o al naturalismo, pero obviamente se aplica también al romanticismo. 12 tastico"', pero ajena también al unaturalismo lu- furioso, obsceno y repugnante*'11, que finalmen te alcance este ambicioso ideal: La novela del porvenir se formará sin duda con los principios morales del romanticismo, apropiándose los elementos sanos y útiles aportados por la nueva escuela naturalista, y llevando por único ideal la verdad pura, que dará vida a nuestro arte realista; esto es, humanista, filosófico, analítico, democrá tico y progresista í¿. Subyace en esta concepción la idea del novelista como "filósofo que busca la verdad" 13, estrecha mente ligada a la certidumbre de la vigencia be- néfica del positivismo ("hagamos que la escuela realista sea expresión de la filosofía positiva") ;i y del zolaniano "método experimental" ("que abre ancho campo al novelador") 15.