Seguridad Pública Y Secuestro
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Seguridad pública y secuestro Manuel CIFUENTES VARGAS SUMARIO: Frontispicio. I. Clasificación del secuestro. II. Clasificación gongoriana del secuestro. III. Evolución del marco normativo penal sobre el secuestro. IV. El caso Alfredo Harp Helú. V. Ideas para un modelo de seguridad pública. VI. Algunas recomendaciones de expertos para la seguridad. VII. Consideración final. FRONTISPICIO Porque el secuestro es la contravención indiscriminada de la Ley, porque es la conculcación de los derechos más fundamentales de quienes directamente o indirectamente son sus víctimas y porque es además la negación misma de cualquier rasgo humanitario en los victimarios, no puede ser materia de una ciencia ni propósito noble de una disciplina, pero sí debe ser objeto de una relativa catalogación que sirva para que sus potenciales víctimas lo prevean y eviten, y ayuden a que las autoridades como responsables natos de la seguridad pública, lo combatan, lo frustren y lo castiguen como tal, así se trate de un mero conato debidamente comprobado y tipificado. Tal es el propósito de este trabajo, inspirado solamente en mi deseo sincero de contribuir, de alguna manera, a que todos vivamos con más tranquilidad, y documentado en lo que se sabe sobre el tema, a través de los medios de comunicación masiva y en las responsables propuestas y opiniones de analistas y comentaristas que se ocupan con insistencia, de la ola de violencia que aqueja al País, de la que forman parte los cada vez más frecuentes secuestros con agravantes criminales, a tal grado execrables, que tienen consternada y profundamente indignada a la sociedad mexicana. Me refiero a una relativa catalogación del secuestro, porque no es posible clasificar exhaustivamente con sus variantes, cada uno de sus tipos dado que es inagotable e impredecible la imaginación de los delincuentes para maquinar artimañosamente la captura de sus víctimas, e igualmente inconcebible el grado de crueldad y sadismo del que se valen para presionar a la familia a pagar rescates desproporcionados y obligarla a guardar un silencio que la ahoga, la destroza y sumerge en la desesperación e impotencia, inhibiendo en ella cualquier capacidad de superación. 71 EL ILÍCITO Y SU CASTIGO Reflexiones sobre la idea de sanción Según su composición filológica, en su origen la palabra “sequestrare” (secuestrar) se usaba para significar la entrega en depósito de alguna cosa, separar de, alejar de, sacar del entorno algo, refiriéndose siempre a algún bien material disputado que, por orden de la autoridad, se depositaba en poder de un tercero mientras ésta decidía a quién pertenecía legalmente. Por desgracia, la acepción original de la palabra secuestrar ha perdido vigencia y caído en desuso porque en la actualidad, hay que decirlo, también ha caído en desuso la estima y valoración de la condición humana y se ha llegado por parte de muchos, también hay que decirlo, a equiparar e incluso a poner por encima del incalculable valor de la dignidad humana y de las personas, el precio de las cosas. Esto quiere decir que ahora se les sustrae del seno familiar; se les amenaza sicológica y físicamente; se les fija un precio a cambio de su libertad que, a partir del hecho, será siempre incierta; se extorsiona a la familia y en el exceso de la crueldad, una vez “pagado” el rescate, ahora se ha puesto cruelmente de moda, que frecuentemente se mutile a la víctima, se le viole y hasta se le llegue a privar de la existencia. La elevada inseguridad en que hoy nos vemos envueltos los mexicanos y quienes habitan en nuestro País, ya sean personas físicas o morales, nos hace vivir con grandes temores, originados por los elevados índices de inseguridad que se han alcanzado; pero estamos aún más angustiados por el creciente número de secuestros que se vienen realizando, lo cual no sólo está repercutiendo seriamente en el desarrollo integral de las personas y de su entorno familiar y comunitario, sino que también está afectando severamente el desenvolvimiento armónico del País. El secuestro es uno de los delitos que más profundamente lastiman a la gente, dejándole, las más de las veces, huellas imperecederas para toda la vida y marcas imborrables también en la de su familia. En la medida en que este grave delito se reproduce, el secuestro lesiona al Estado de Derecho y quebranta al sistema institucional de seguridad pública. El delito del secuestro en las últimas décadas, lamentablemente ha tenido un crecimiento exponencial en nuestro País, el cual ha calado hondo en el sentimiento de la sociedad, pues ha trastocado severamente a las personas y a su patrimonio, ahondando la desconfianza y falta de credibilidad en las instituciones públicas y en los gobiernos. Este delito ha traído serias repercusiones en las diversas facetas de la evolución del País, que nadie puede desestimar. Tal ha sido su impacto, que hoy es una de las más importantes preocupaciones de los gobiernos y uno de los asuntos de que más se ocupan las políticas públicas y los sistemas de seguridad. Desafortunadamente, el secuestro ha generado en nuestra sociedad una cultura del miedo de tales dimensiones, que precisamente por la señal negativa que está teniendo en el desarrollo del País, hoy debe vérsele como un asunto de seguridad nacional. Porque este delito ha lastimado tanto a las personas, la seguridad personal y patrimonial se ha convertido, hoy en día, en el principal reclamo de la sociedad, aún por encima de otras prioridades, tales como la seguridad laboral, la 72 SEGURIDAD PÚBLICA Y SECUESTRO Manuel Cifuentes Vargas salud, la educación, etc., que deberían ser realmente las principales inquietudes y ocupaciones habituales y primordiales de las personas. Las elevadas estadísticas de la inseguridad y, en particular, del secuestro, han llegado a tal magnitud, que han atemorizado seriamente a la población y avergonzado a los gobiernos, así como al País ante el exterior, y ni qué decir al interior de la propia República. La vergüenza del gobierno, es interna frente a la propia gente y externa con respecto a otros países y sus respectivos gobiernos. Según la organización “México sin Secuestros”, conforme a datos de su página de Internet, en el año 2004 México ocupaba el segundo lugar en secuestros a nivel mundial, sólo superado por Colombia, que tenía en ese entonces el primer lugar en la comisión de este delito. Se aseguraba que cada 40 horas, se cometía un secuestro en nuestro País.1 Hoy de ninguna manera puede verse al secuestro como un delito más o como una acción simplemente delictiva y, en su caso, como eminentemente selectiva. Es cierto que tiene preferencias por algunos nichos de la sociedad; que tiene ciertas inclinaciones y que pone énfasis en la mayor ganancia económica, pero en términos generales, como actividad delictiva, lastima y, como dice el refrán, “agarra parejo” (dependiendo de la intención de los secuestradores), hollando a la sociedad por todos lados y en todos los aspectos. Según la importancia, el objetivo y la contundencia del golpe que el secuestrador desea inferir a la sociedad, es el tamaño, la característica o el perfil del secuestrado. Como reza el dicho popular, “según el sapo es la pedrada”. El hecho es que hoy, los secuestradores no respetan nada ni a nadie; los malhechores no tienen ningún tipo de miramiento o condescendencia, llegando al extremo, en el mejor de los casos, de mutilar a la gente, si no es que a privarla de la vida, a veces, aún después de haber cobrado los rescates respectivos; amén de que se martiriza moralmente e intimida a la familia. No les importa, en términos generales, el origen social de las personas; de dónde sean oriundas; raza a la que pertenecen; color de piel; lengua que hablan; religión que profesan; sexo; edad que tengan; rasgos físicos de las personas; si sufren alguna enfermedad; si tienen capacidades diferentes; estado civil; credo político; ideología; filiación partidista; si son servidores públicos; empresarios; banqueros; comerciantes; empleados o si se dedican a otra actividad; si son habitantes de zonas urbanas o del campo; posición social; económica; política o cultural, etc. Simple y sencillamente les da lo mismo y, por ende, esta amenaza alcanza por igual a todos los estratos de la sociedad. En efecto, las organizaciones de secuestradores han ampliado sus redes de operación, no sólo en el ámbito territorial, sino también en la esfera social, pues ahora, por ejemplo, han tendido sus tentáculos al campo, ya que, al decir de algunos lideres campesinos, las bandas de secuestradores, 1 México sin [email protected] (página de Internet de 2004) 73 EL ILÍCITO Y SU CASTIGO Reflexiones sobre la idea de sanción igualmente actúan en zonas rurales, por lo que ahora los campesinos también son víctimas del secuestro.2 Es escasa la bibliografía existente, para tan altos índices de secuestros en el País. Es mucho mayor la información que proporciona la nota periodística; en las noticias que se dan en los medios electrónicos y en las páginas del Internet, así como en las mesas redondas que se realizan en los medios de comunicación audiovisual, tales como la radio y la televisión, que la que se origina en el trabajo académico e incluso en el estadístico. De ahí que sus datos, sean algunas de las principales fuentes y materiales que nutren a este artículo. Hay un mar de ideas, propuestas y sugerencias formuladas por políticos y politólogos, gobernantes, líderes, dirigentes, periodistas, comunicadores, intelectuales, empresarios, abogados, criminólogos, organizaciones no gubernamentales y otros entes de la sociedad en general, de las cuales recogeremos varias de ellas; por lo menos de las que me he enterado y leído en diarios y revistas, así como de las que he escuchado en noticieros, mesas redondas, conferencias, declaraciones de prensa, etc., tendientes a disminuir y a erradicar la delincuencia en general y especialmente el secuestro.