La Voz Ascendente Especulo
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Espéculo ISSN: 1139-3637 Revista de Estudios Literarios Universidad Complutense de Madrid La voz ascendente Género y creación tras las revoluciones árabes “Mi alma nunca será vencida” Nº 53 julio-diciembre 2014 Espéculo Revista de Estudios Literarios Universidad Complutense de Madrid La voz ascendente Género y creación tras las revoluciones árabes Número 53 Julio-diciembre 2014 Coordinadores del número: Joaquín Mª Aguirre (UCM) Sahar Talaat (UCM) Basant Kamal Abbas (UCM - UOv) Editor: Joaquín Mª Aguirre (UCM) ISSN: 1139-3637 La voz ascendente - nº 53 Espéculo julio-diciembre 2014 Índice____________________ 1.— Presentación (I) Joaquín Mª Aguirre 3 2.— Presentación (II) Sahar Talaat 11 3.— Génesis y voz del cuerpo femenino: una lectura erótica de Fatea Al-gurra Raquel Fernández Cobo (U. Almería) 15 4.— El cuerpo de la Mujer en las guerras de la Primavera Árabe Ezzat Kamhawi 26 5.— Entrevista con Doaa El Adl Basant Kamal Abbas (U. Oviedo) 33 6.— Khadija Tnana: El cuerpo entre su perfume y su decadencia Fabiola Maqueda Abreu 40 7.— Voces saharauis de libertad: la poesía de Salka Embarek y Zahra Hasnaui Marianela Rivera (U. Minnesota, USA) 60 8.— Zahra, la flor en la poesía (entrevista a Zahra Hasnaui) Ebbaba Hameida Hafed (U. Complutense) 77 9.— Fatema Mernissi o el feminismo espiritual del Islam. La alianza entre sufismo y saber tradicional femenino como instrumento al servicio de la transformación del mundo y del individuo Natalia Izquierdo López 82 10.— Entrevista con Olfat Abd Rabouh Sahar Talaat 98 11.— El cine tunecino contemporáneo hecho por mujeres Mario de la Torre Espinosa (U. Granada) 105 12.— La bicicleta verde (Wadjda 2012): un futuro sobre ruedas Joaquín Mª Aguirre (UCM) 120 13.—Voces ascendentes: realidad y semillas 159 — Presentación del número en El Escorial 166 — "Mujeres y comunicación" 169 — Petición de artículos Especulo 54 170 La voz ascendente - nº 53 Espéculo julio-diciembre 2014 Presentación (I) Primaveras de mujer: navegando nuevos mares de libertad Joaquín Mª Aguirre (UCM) Editor I Los acontecimientos sociales producidos a finales de 2010, en Túnez, y enero de 2011 en Egipto, que se extendieron por otros países como Libia, Yemen o Siria, etiquetados como "primaveras árabes" fueron un estallido de reivindicaciones populares ante situaciones de descontento y desesperación. Lo que inicialmente fueron movimientos populares cuyo objetivo era derribar a unos dirigentes que habían dejado a sus pueblos sin demasiadas esperanzas de prosperidad, metidos en unos sistemas de corrupción política generalizados, con altos grados de violencia institucional, represión y censura, han sembrado hoy el desconcierto por la deriva posterior en el intento de reorganización de esas sociedades. Las sacudidas de aquellos estallidos todavía se sienten como inestabilidad y violencia en muchos de los lugares en los que se produjeron. De la guerra civil de Siria, el único proceso que sigue abierto desde el inicio, a los estallidos de violencia en Libia o los cambios políticos en Egipto, las "primaveras" han sido inestables, confirmando la idea de que es más fácil derrocar a un tirano que construir un sistema estable y democrático. Basta con abrir la prensa cada día para obtener información sobre los sucesos que hoy, más de tres años después, siguen siendo noticia por motivos bien distintos. Sin embargo esta inestabilidad de los procesos emprendidos no es más que la confirmación del estado de abandono en que estos países se encontraban y en especial la frustración acumulada por una sociedad a la que no se le daban demasiadas opciones en casi ningún terreno. Se suele señalar que las "primaveras" se produjeron por la confrontación de una juventud deseosa de futuro con un presente que les negaba su derecho a desarrollarse en diferentes direcciones, personales y colectivas. Lo que se suele llamar "los jóvenes" constituían un sector importante —son poblaciones con un gran peso demográfico de la juventud, pero con nula trascendencia social— que había roto el aislamiento tradicional gracias al acceso al resto del mundo a través de las Nuevas Tecnologías y que reclamaban el presente hartos del frustrante bloqueo al que habían sido sometidos. 3 La voz ascendente - nº 53 Espéculo julio-diciembre 2014 En los primeros días de la revolución del 25 de enero en Egipto, hablé con Sahar Talaat —una de las editoras de este número—, periodista e investigadora del papel de las nuevas tecnologías en el mundo árabe, para intentar comprender el alcance de la revuelta. Unos meses antes yo había estado en El Cairo y había regresado con una profunda impresión de los jóvenes con los que me había encontrado en la universidad, de su talante y deseo de ir más allá de lo que se les ofrecía. Los abismales contrastes sociales que se encontraban en aquella sociedad saltaban a la vista. La respuesta que Sahar Talaat me dio entonces fue: "—Si se encuentran los jóvenes internautas con los más miserables de esta sociedad, esto estallará." Y así sucedió. En los días en que la Plaza Tahrir era escenario de las luchas para desalojar del poder a Hosni Mubarak, una alumna mía de la Universidad de El Cairo me confesó que engañaba a su familia diciéndoles que iba a trabajar; en el trabajo mentía igualmente diciendo que tenía problemas familiares. En realidad iba a atender a las personas heridas que había en la plaza aquellos días tan intensos. Una noche me envió un correo contándome lo siguiente: había estado atendiendo las heridas de un hombre muy pobre, casi un mendigo. Este le había dicho: "—Estamos aquí por vosotros, los jóvenes; nosotros ya no esperamos nada, pero vosotros sois el futuro". Para mí, la imagen de aquella joven universitaria y de aquel hombre herido en la plaza representó mentalmente el sentido de las "primaveras". Y ese sentido de unidad y responsabilidad de unos y otros es lo que inicialmente marcó aquellos movimientos sociales. Las multitudes que no tenían nada que esperar para ellos pedían el futuro para los que llegaban detrás, para una juventud más abierta al mundo, con acceso a las tecnologías de las comunicaciones y un mayor conocimiento del mundo que las anteriores, que habían sufrido los bloqueos de la ignorancia y de la censura de los medios y la cultura. Los países árabes contaban con una juventud, preparada como nunca la habían tenido antes, que reclamaba protagonismo y manifestaba su deseo de libertad frente a los gobiernos autoritarios y la represión con las que se silenciaban las protestas y demandas. Son las muertes de dos jóvenes, una por un acto de desesperación ante las humillaciones recibidas (Túnez) y la otra por torturas (Egipto), lo que hace saltar por los aires regímenes que llevaban décadas imponiendo su ineficacia, corrupción y censura, olvidadas ya las revoluciones emancipadoras que los habían generado, la mayor parte de ellas de carácter socialista y nacionalista. El discurso con el que Hosni Mubarak trató de controlar la situación social comenzaba dirigiéndose a los jóvenes que protestaban como "hijos e hijas", señalándoles que les iba a hablar como un "padre". Nunca se ha visto un despropósito comunicativo mayor, una más clara falta de comprensión, que ese discurso de Mubarak. Lo que los jóvenes querían abandonar era esa "paternidad" eterna en la que los dictadores encarnaban el modelo de sociedad imperante, un patriarcado completo. Demasiados padres; demasiados hijos hartos de la condena a la infancia y obediencia de por vida. La reivindicación básica era el reconocimiento de una mayoría de edad social y la recuperación de un destino que se les escamoteó en algún punto de la historia de las revoluciones poscoloniales que se pusieron en marcha desde los años cincuenta. Las derivas políticas y sociales que han seguido a las revoluciones de la "primavera" han sido y siguen siendo confusas. Las fuerzas sociales que reclamaban el protagonismo, básicamente los jóvenes, pronto de vieron desbordadas por los flujos históricos recurrentes, los movimientos que tienen como base el mayor conservadurismo religioso frente a los que reivindican la autonomía personal y la 4 La voz ascendente - nº 53 Espéculo julio-diciembre 2014 sustitución del sistema patriarcal que los convierte a todos en hijos y somete doblemente a las mujeres. II Hay dos fenómenos esenciales para entender lo que ocurre en los países árabes. El primero se refiere a la apertura de las comunicaciones. Todavía recordamos las pancartas en las manifestaciones reivindicando el derecho a Facebook, Twitter o Google. Solo entendiendo el papel que las redes sociales tiene como espacio alternativo —un universo virtual— para el desarrollo de la creatividad y la libertad que implica pueden explicarse esas pancartas sacadas a la calle, esos grafitis en las paredes de las ciudades. ¿Qué extraña reivindicación era esa de Facebook, de Twitter?, pensarían los dictadores. Eran los espacios en los que podían hacer lo que resultaba imposible en las calles y plazas, manifestarse, pensar, intercambiar ideas, reírse retuiteando chistes sobre el poder y los poderosos. Como ya había señalado los teóricos de la sociedad digital y del papel de las redes sociales —a quienes los dictadores no leían, por supuesto—, una sociedad menos jerárquica, más horizontal, emergía del uso de las tecnologías de la información. Además de la posibilidad de la comunicación, del intercambio, se estaba acelerando la velocidad y aumentando el volumen de las discusiones. Los mecanismos habituales para impedir la manifestación del descontento —aislamiento y censura— dejaban de funcionar ante unos usuarios de redes sociales capaces de transmitir sus mensajes por miles en solo unos segundos, capaces de convocar manifestaciones multitudinarias con solo apretar un botón de sus teléfonos móviles o utilizarlos para colgar vídeos de las acciones policiales en YouTube. El empeño de los dirigentes autoritarios, de los dictadores, por poder controlar las redes sociales, por disponer de un botón con el que producir el apagón total de las comunicaciones, se ha convertido en un sueño.