Joanes Leizarraga Vida Y Obra
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JOANES LEIZARRAGA VIDA Y OBRA © Edita: Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Navarra © Textos: Fernando Pérez Ollo Xabier Kintana Henrike Knörr Txomin Peillen Karrikaburu I.S.B.N. 976-84-96506-19-3 D.L. NA 2.192/2007 Imprime: Castuera. I.G. UN VIAJE EN LA MÁQUINA DEL TIEMPO Uno de nuestros sueños aparentemente inalcanzables, la máquina del tiempo, se inventó en realidad la prime- ra vez que un ser humano se dirigió a otro con una pala- bra. A través del lenguaje podemos remontar las horas, los días, e incluso el curso de la historia si esas palabras se transmiten mediante la letra escrita. Los libros tienen, entre otras, esa virtud: la de detener el tiempo, dejar im- presa en sus páginas la huella, la radiografía social y es- piritual de los hombres y mujeres de otros siglos y traer- la intacta hasta nosotros. Gracias a ellos nos resulta más sencillo saber en que creían, por qué guerreaban o ante que desarmaban sus corazones. Y a veces no sólo se trata de lo que los libros nos cuentan, sino del propio libro como objeto. Sobre todo cuando ese libro es la edición original o un facsímil, co- mo este Iesus Christ Gure Iaunaren Testamentu Berria de Joa nes Leizarraga, de cuya edición “princeps” se conser- van apenas unos ejemplares. Caja Navarra adquirió uno de ellos en 1995, en una animada subasta pública reali- zada en la prestigiosa casa Christie’s de Londres. Desde entonces se acarició –con la suma y pausada delicadeza que exige tratar un libro como este, publicado en 1571– una idea que por fin hacemos realidad: editar un facsímil, es decir, una copia exacta del libro, que permita difundir y compartir esta joya bibliográfica. 5 El autor, el pastor protestante Joanes de Leizarraga, supervisó la impresión de la edición original, y eso se tra- dujo en un libro que se distinguía de los que por enton- ces veían la luz por su cuidado, belleza y corrección, sin apenas erratas. El resultado de todo ese mimo, este Iesus Christ Gure Iaunaren Testamentu Berria, es una edición tan cuidadosa que invita a realizar uno de esos viajes en el tiempo antes mencionado, a ponerse en la piel de Leiza- rraga e imaginar cómo afrontó el auténtico reto que su- puso traducir por primera vez un texto al euskara (y por si eso fuera poco que este fuera el Nuevo Testamento, lo cual le obligaba a ser altamente fiel y escrupuloso con la fuente original, sobre todo en una época en la que las guerras de religión estaban al orden del día). A Joanes de Leizarraga nacido en Beskoitze, un pe- queño pueblo de Lapurdi, le encomendó esa tarea Juana de Albret, reina de Navarra convertida al protestantismo, fe que se extendía por Europa adoptando algunas prácti- cas revolucionarias para la época, como traducir los tex- tos sagrados del latín a las lenguas vernáculas y hacerlos así accesibles a todos. El labortano aceptó el encargo, aunque en la dedicatoria a la reina, tal vez en un ejerci- cio de humildad, se muestra sorprendido por ser el elegi- do y admite que mientras realizaba el trabajo estuvo a punto de abandonarlo en más de una ocasión. A pesar de todo, Leizarraga superó todos los obstáculos (la ausencia de modelos y de una tradición literaria, los diferentes dialectos de la lengua vasca, que le llevaron a intentar por primera vez una unificación, incluso la persecución y cár- cel por sus creencias religiosas). Es esa la imagen que me transmite principalmente este libro: la de un hombre perseverante, entregado con 6 responsabilidad a su tarea, que cuidaba cada detalle, consciente de que su obra debía llegar a muchas manos y hacerlo de modo que fuera útil, que se detuviera en todas citas. Tal vez porque en esa actitud veo reflejado el mo- delo de trabajo al que también aspiramos en Caja Nava- rra, la banca cívica, que asume riesgos, explora nuevos te- rritorios, abre caminos e intenta ocuparse de todas las ne- cesidades de las personas, no sólo las financieros, sino también las sociales (y entre estas, claro, las relacionadas con la cultura). Leizarraga hizo, en definitiva, un buen trabajo, hasta tal punto de que éste fue capaz de sobrevivir a diferentes calamidades. Así, la mayoría de los ejemplares de aque- lla primera edición del Nuevo Testamento fueron que- mados en la hoguera, en un episodio de las citadas gue- rras de religiones, pero unos pocos, como éste que hoy re- producimos, han llegado afortunadamente hasta nuestros días. Ahora es nuestro turno y hoy editamos este facsímil, con la esperanza de que esta pequeña joya sea capaz tam- bién de deslumbrar a quien la lea y hacerle viajar en esa maravillosa máquina del tiempo que son los libros. ENRIQUE GOÑI BELTRÁN DE GARIZURIETA DIRECTOR GENERAL DE CAJA NAVARRA 7 8 EL EJEMPLAR REGIO DE UN LIBRO REAL Pág. 11 GURE TESTAMENTU BERRIAREN AURRETIKO ZAHARRAK Pág. 49 JOANES LEIZARRAGA: VIDA Y OBRA Pág. 133 LA RÉFORME: UN HUMANISME Pág. 165 EL EJEMPLAR REGIO DE UN LIBRO REAL FERNANDO PÉREZ OLLO EL EJEMPLAR REGIO DE UN LIBRO REAL Iesus Christ gure iaunaren Testamentu berria, impreso por Pierre Hautin en La Rochelle el año 1571, ostenta en la portada las armas de Jeanne d’Albret, Juana III de Navarra, pero no declara el traductor. El señorío de Albret, en Gascuña, tenía su centro en Labrit, lugar de las Landas, en el actual distrito de Mont-de-Marsan. Los señores de Albret, apenas notorios hasta el siglo XIV, ganaron fama en la Guerra de los Cien Años por su incansable presteza al saqueo y la acción. Pusieron sus mesnadas gasconas al servicio del rey que más les conviniera. La relación de la dinastía con el reino de Navarra comienza en 1215, cuando Amanieu (Ameneo) VI de Labrit casó con Assalida, hija de Arnaldo Remón, vizconde de Tartás y señor de Mixa-Ostabarets. Su nieto Amanieu VIII (1312-1315) asumió los vizcondados de Tartás y Dax y con ellos la tierra de Mixa-Ostabarets, al venderle su yerno Arnaud (Arnaldo) Remón III todos sus bienes por 100.000 francos bordeleses. En 1319 prestó homenaje al rey navarro por esos dominios señoriales en Ultrapuertos –tierra que, contra lo que se dice y repite, nunca fue merindad, sino parte de la de Sangüesa, y, si lo hubiera sido, no sería la sexta del 13 reino- y luego, en 1324, los legó a su segundogénito, Guitart, que en 1326 renovó el debido vasallaje a Carlos I el Calvo y tres años más tarde a Felipe III. A la muerte de Guitart (1338) el dominio volvió a Mathe, viuda de Arnaldo Remón III, que lo transfirió a su hermano mayor, Bernardo-Ezi IV. Éste negó al monarca navarro el homenaje, lo cual le acarreó ser despojado de Mixa-Ostabarets, encomendado en 1362 por Carlos II a Juan de Grailly, captal del Bruch. Casado éste con Rose, hija de Bernardo-Ezi, y regularizado el homenaje vasallático, Grailly administró el señorío como lugarteniente del de Albret. Desconocemos las circunstancias de la reintegración de Mixa-Ostabarets al dominio directo de la Corona navarra, en 13781. Más conocido es que el matrimonio de Arnaud- Amanieu d’Albret con Catalina de Borbón, celebrado en 1368, cambió el rumbo de la dinastía. En 1403, Carlos I, señor de Albret, recibe el título de condestable y la familia culmina su ascenso señorial con Alain, llamado el Grande (ca. 1440-1522), que conoce a cuatro monarcas franceses –Luis XI, Carlos VIII, Luis XII y Francisco I- y acumula posesiones que pueden coincidir con los actuales departamentos de Lot-et-Garonne, Gironde, Landas y Gers. Su primogénito Juan casó en 1484 con Catalina, condesa de Foix y reina de Navarra2. El hijo de Juan y Catalina, Enrique (1503-1555) vio la luz en Sangüesa y heredó la Corona en 1517 a la muerte de su madre. En la historia es Enrique II de Navarra y fue el último Príncipe de Viana nacido en la Navarra 14 cispirenaica Cuna, bodas y Enrique Jeanne d’Albret nació en el castillo de Germaine-en-Laye a las cinco de la tarde del 16 de noviembre de 1528, hija de Enrique II de Navarra y Margarita de Angulema (1492- 1549). Sus padres se habían casado en el mismo castillo el 14 de enero de 1527, ella viuda del duque Carlos de Alençon, con quien estuvo unida en matrimonio de 1509 a 15254. Margarita, hija de Carlos, duque de Angulema, y de Luisa de Saboya, era hermana mayor de Francisco (1494- 1547), que subió al trono de Francia en 1515. En la historia, política y sobre todo literaria, Margarita de Navarra, figura destacada de su tiempo, aparece como autora de Les marguerites de la Marguerite des princesses (1547) y del Heptaméron, célebre colección de setenta y dos narraciones, contadas por cinco damas y cinco caballeros reunidos en la abadía de Santa María de Sarrance. Margarita, “la cuarta de las Gracias” y “la décima de las Musas”, brilló en la corte de París y conocía a todos los poetas, pero sus versos no engruesan las antologías de literatura francesa ni le habrían reportado renombre, una vez desaparecida. Es el Heptaméron, los famosos “cuentos de la reina de Navarra”, el título que le asegura un puesto destacado, aunque su prosa pueda resultarnos prolija, cultista y poco flexible. Son historias realistas que entretejen, con elegancia y sin disimulo, moral, virtud, galantería e impudor refinados. Margarita, culta, diserta y políglota –dominaba latín, griego, 15 español, alemán e italiano-, no ocultaba sus tendencias5 hugonotes, aunque se mantuviera en la disciplina católica .