<<

La evidencialidad en las lenguas indígenas americanas

Un enfoque areotipológico • Colección Lingüística • serie logos La evidencialidad en las lenguas indígenas americanas

Un enfoque areotipológico • Nadiezdha Torres Sánchez

INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA Torres Sánchez, Nadiezdha. La evidencialidad en las lenguas indígenas americanas: un enfoque areotipológico / Nadiezdha Torres Sánchez. – México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2013. 176 p.: mapas ; 23 cm. – (Colección Lingüística. Serie Logos)

ISBN: 978-607-484-427-6

1. Lenguas indígenas americanas. 2. Evidencialidad (Lingüística). 3. Indios de América – Lenguas – Tropos. I. t. II. Serie.

LC: PM3002 / T67 / 2013

Primera edición: 2013

D.R. © Instituto Nacional de Antropología e Historia Córdoba 45, col. Roma, C.P. 06700, México, D.F. [email protected]

ISBN: 978-607-484-427-6

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los titulares de los derechos de esta edición.

Impreso y hecho en México Índice •

Introducción 11 Lista de abreviaturas 15

La verdad 17 Comunicación animal 17 Lenguaje humano 19 Conceptos filosóficos 23

Evidencialidad 31 Evidenciales 31 Evidenciales: algunas características 48

Campo de acción 57 Campo de acción de los evidenciales 57

La muestra y la tipología 73 La muestra 73 La tipología 88

Conclusiones 93

Apéndice de datos 101

Mapas 135

Bibliografía 155

7

Hay cosas, sin embargo, que no vio, mas las escuchó de otros hombres sinceros y veraces. Por lo cual re- ferimos las cosas vistas por vistas y las oídas por oídas para que nuestro libro resulte verídico, sin tretas ni engaños. Marco Polo, Viajes

Introducción •

La versión dura de la hipótesis de Sapir-Whorf plantea que la lengua determina los modos en que el hablante conceptualiza su realidad. El estudio de los evidenciales resulta adecuado a la luz de esta teoría, ya que refleja la necesidad de los hablantes, no sólo de proporcionar a los oyentes la información que se tiene, sino que además le ofrece a éstos las fuentes de donde obtuvo dicha información, permitiéndoles inter- pretarla dentro del contexto de la enunciación. Este libro es una aproximación al estudio de los evidenciales desde un enfoque areotipológico, que nos permitirá examinar la evidencialidad en las lenguas indoamericanas, para así establecer el abanico de fuentes de información, identificar los tipos de sistemas, esclarecer su estabilidad genética y mapear la difusión continental del rasgo. En los escritos sobre evidencialidad de Bybee (1985), Bybee et al. (1994), Chafe y Nichols (1986), Palmer (1991) y Willet (1988, 1991), los evidenciales siempre fueron relacionados con la modalidad epistémica, definida ésta en función de las actitudes de los hablantes sobre lo enun- ciado. Esta relación propició que a los evidenciales, además del signifi- cado de fuente de información, se les adjudicara un valor de grado de certeza. La idea de la certeza nos llevó al concepto de la verdad, noción que a su vez nos condujo a su contraparte, la mentira. Ambos conceptos se desarrollan en el primer capítulo, en el que se ofrece un panorama ge- neral de la certeza, la verdad y la mentira, destacando así algunas carac- terísticas que hacen diferentes al lenguaje humano de la comunicación animal, entre ellas la prevaricación. Con respecto a este último particu-

11 lar, daremos cuenta de algunos casos en el reino animal y vegetal, que en principio podrían considerarse como un contraejemplo a dicha capa- cidad singular del lenguaje humano: la capacidad de mentir. En este mismo orden de cosas expondremos diversas clasificaciones de la men- tira, así como un puñado de definiciones operativas de la verdad. Dentro de este primer capítulo también abordaremos la evidencialidad a partir de las máximas conversacionales de Grice. Finalmente, expondremos las diferencias que pueda haber entre los términos creer, saber y conocer, diferencias que se basan en el tipo de evidencia disponible. En el segundo capítulo nos enfocaremos sobre la evidencialidad, ofreciendo primero un panorama breve de los estudios que se han hecho sobre el tema, para después definir puntualmente la categoría y estable- cer los tipos de evidencia existentes, así como las diferentes fuentes que los evidenciales pueden tener en su proceso de gramaticalización. Dentro de este capítulo también expondremos las extensiones de significados posibles —epistémicos y el admirativo—, así como la relación que existe entre los evidenciales y el tiempo gramatical. En el tercer capítulo revisaremos los distintos ámbitos gramaticales en los que se ha ubicado dicha categoría. Con este par de capítulos es- peramos dejar una idea clara de lo que es un evidencial, puesto que uno de los problemas a los que nos enfrentamos en la documentación de dicha categoría fue el hecho de que en muchas descripciones hay un traslape entre la evidencialidad y los modales epistémicos. En el cuarto capítulo describiremos la muestra de lenguas indígenas que utilizamos y la tipología que elaboramos, a partir de los datos de evidencialidad disponibles. Finalmente, ofreceremos las conclusiones a las que llegamos después de un análisis cuidadoso. Tras el capitulado, se podrán encontrar dos apéndices. Uno con los datos de las leguas americanas estudiadas, que incluyen las marcas mor- fológicas que designan la evidencialidad en cada una de ellas, y otro con los mapas que muestran la distribución geográfica de las lenguas, los tipos y los subtipos establecidos. En estos mapas es posible apreciar las áreas de convergencia de la evidencialidad, en el continente. Antes de entrar en materia quisiéramos recalcar la afinidad que sentimos con la categoría de evidencialidad, puesto que —como lo men- cionamos en el primer párrafo— el hecho de que en otras culturas sea obligatorio acompañar la información con una marca que indique la

12 fuente de dicha información, nos invita a imaginar qué pasaría si las lenguas de nuestras culturas industrializadas contaran con esta categoría. ¿Acaso no se tendría más cuidado en lo que se dice?, ¿qué tan diferentes serían los discursos políticos?, ¿las noticias en la televisión?, ¿los anuncios publicitarios? Si bien es cierto que los evidenciales dentro de su signifi- cado base no conllevan la idea de certeza o verdad, sí creemos que en el plano de la comunicación su uso permite al oyente interpretarlos y de- cidir si tal o cual marca de evidencialidad le da un mayor grado de cer- teza a lo dicho, una mayor o menor credibilidad. Finalmente, quisiéramos agradecer al Seminario Permanente de Ti- pología conducido por Francisco Barriga en la Dirección de Lingüística del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), por el apoyo y comentarios para la elaboración de este libro. Asimismo, agradecer los comentarios de Thomas Smith Stark, Josefina García Fajardo, Thomas Willett y Ferdinand de Haan.

13

Lista de abreviaturas •

1 primera persona 2 segunda persona 3 tercera persona 3S.P. tercera persona impersonal sujeto ACT activa ACC.NO.RLZ acción no realizada ADM admirativo ANIM animado ART artículo AUD auditivo AUX auxiliar ASP aspecto DAT dativo DECL declarativo DEICT deíctico DU dual EST estativo EXT extensión FEM femenino FUT futuro IMPERF aspecto imperfectivo INAN inanimado INFN infinitivo INF inferencial ITER iterativo

15 LOC locativo MASC masculino M.A mismo agente MOV.PROX en movimiento, próximo N neutro NC materia no compacta NOM nominativo NO.PERCEP.AUS no perceptible, ausente NO.PRIM.MANO no primera mano NO.VIS no visual NEG negación Oc marcador de construcciones OBJ objeto PAS pasado PAS.REC pasado reciente PAS.REM pasado remoto PAS.INM pasado inmediato PERF aspecto perfectivo PL plural POS posesivo PRES presente PROG progresivo SEC secuencia SD sujeto diferente SIN.ESP sin especificación SG singular SUJ sujeto SUP suposición SUSTDOR sufijo sustantivizador TOP.NO. A/S tópico no caso de sujeto VIS visual

16 La verdad •

y entonces se sintió muy cansado, no por haber forzado demasiado la mente, sino por comprobar que el mundo es así, que las mentiras son muchas y las verdades ninguna, o alguna, sí deberá de andar por ahí, pero en cambio continuo, tanto que no nos da tiempo de pensar en ella en cuanto a verdad posible porque tendremos que averiguar primero si no se trata de una mentira probable. José Saramago La Caverna

COMUNICACIÓN ANIMAL

¿Qué es lo que nos hace diferentes de los primates? Esta es una pregun- ta que muchos investigadores, en distintas áreas, se han formulado y para la cual han dado distintas respuestas, tales como caminar en dos piernas, oponer el pulgar y fabricar herramientas, entre otras. Para este trabajo en particular son importantes las respuestas que ponen de relie- ve las diferentes capacidades que los humanos tenemos para transmitir mensajes. Aunque han sido varios los investigadores que han trabajado este tema, nosotros nos enfocaremos en la perspectiva de Charles F. Hoc­kett, quien dice que la diferencia está, entre otras, en la capacidad de mentir, con esto en mente también mostraremos las distintas maneras de enga- ño que se presentan en el reino animal y vegetal.

17 Hockett y la prevaricación En la historia del estudio del lenguaje humano, un rubro que ha desper- tado el interés de los investigadores es la diferencia que existe entre éste y la comunicación animal. Charles F. Hockett (1962), en su Curso de lingüística moderna, enumera quince características o propiedades del lenguaje. De éstas, cuatro son exclusivas del lenguaje humano. Una de ellas es la prevaricación, que consiste en la capacidad humana de trans- mitir mensajes falsos.

Mimetismo, engaño y mentira en los reinos animal y vegetal En la naturaleza, algunas especies no humanas presentan diferentes formas de engaño, las cuales son motivadas por cuestiones evolutivas, etológicas y comunicativas. Así, por ejemplo, es posible encontrar flores como las orquídeas del género ophyris que, para llevar a cabo la polini- zación, han desarrollado una forma que se asemeja a la mosca, abeja o avispa hembra, con el único fin de atraer al macho correspondiente. De esta manera, cuando el insecto macho visita la flor, el polen queda ad- herido en su cuerpo y así, cuando visita otra flor el polen es depositado en el estigma, para de esta manera concluir el proceso de polinización (Raven et al. 1999: 535). También encontramos dentro de varias especies un tipo de mimetis- mo llamado batesiano, que se caracteriza por el hecho de que alguna especie inofensiva toma la forma de una peligrosa, con el fin de alejar a los depredadores. Un ejemplo de este tipo de mimetismo es el de los coralillos falsos, serpientes no venenosas que toman el color rojo y los anillos amarillos y negros de los coralillos verdaderos, que son una de las especies de serpientes más venenosas que se conocen (De la Torre et al., 2006). Otro ejemplo es el de las moscas de las familias syrphidae y bombilidae, que han logrado parecerse a las abejas y a las avispas. A nivel de comportamiento, no se puede pasar por alto el caso del tlacuache (Didelphis virginiana), que cuando se siente amenazado se echa al suelo y se queda quieto, con los ojos vidriosos y la lengua fuera, como si estuviera muerto. De esta manera espera que el depredador lo deje a un lado, dándole la oportunidad de escapar. El comportamiento de este marsupial mexicano ha dado origen a un gran número de mitos y cuen- tos (López 1990).

18 En el plano de la comunicación tenemos el caso de los vervets men- tirosos. Derek Bickerton (1994), en su libro Lenguaje y especies, narra el caso de los vervets, una especie de primate que tiene un sistema de lla- madas —aprendidas desde pequeños por medio de la observación, sin la ayuda de los vervets adultos— para señalar la existencia de comida, así como de alarmas para advertir la cercanía de distintos predadores. Tales llamadas pueden funcionar como señales representativas o semánticas (Struhsaker 1967). Por ejemplo, cuando un vervet advierte a un leopardo, éste produce un sonido parecido a un fuerte ladrido y los otros vervets reaccionan saltando a los árboles. Si el predador es un águila, entonces emite una llamada distinta, más similar a un tosido. Ante esta emisión, los demás miembros del grupo corren hacia un arbusto. Finalmente, si se trata de una víbora hará una llamada parecida a un disparo, ocasio- nando que los demás vervets se paren en sus patas traseras y busquen en el suelo al predador. Lo interesante en este caso es que, en ciertas ocasiones, se ha com- probado que los miembros de esta especie ejecutan las llamadas sin que el estímulo se encuentre presente (Bickerton 1994). Esto se hace con el fin de distraer o alejar a monos de otros grupos. Esta conducta se podría considerar como un engaño y podría constituir un contraejemplo a lo que postula Hockett. Bickerton concluye señalando que no es posible etiquetarlo de esa manera, puesto que funcionaría si fuera el caso de que todos los vervets creyeran que hay un depredador o comida, y no sólo aquél al que intentan alejar.

LENGUAJE HUMANO

Como es sabido, los hombres tienen la posibilidad de decir la verdad aunque ésta eventualmente llegue a ser dolorosa. Por dicha razón, en tales ocasiones es preferible mentir. En este apartado trataremos, por un lado, la propuesta del semantista Hebert Paul Grice, quien espera que lo que se comunica a otra persona sea verdad y, por el otro, apuntaremos algunas generalidades de su contraparte: la mentira.

19 Máximas de Grice Centrándonos en el lenguaje humano, la característica de prevaricación —explicada anteriormente— es de sumo interés, puesto que en la vida social el humano se comunica por medio de la conversación. Cuando ésta se entabla, los participantes esperan, por regla general, que la infor- mación que se está vertiendo sea verídica o que, por lo menos, se pueda evaluar el grado de certeza. En torno a este rubro, el semantista Grice (1975) ofrece una serie de máximas conversacionales a las que se tienen que apegar los hablantes, para cumplir con el principio de cooperación, el cual conduce a buen término el curso de la conversación, tanto en su pertinencia como en su apego a la verdad. Dichas máximas son las de cantidad, cualidad, relación y manera.1 La máxima de cualidad tiene mayor relevancia para el tema de este libro, ya que es la que propone al hablante decir la verdad, es decir, a no decir algo que se crea que es falso y a no decir algo de lo que no se tenga evidencia suficiente. Gracias a esta máxima, el oyente puede esperar que la contribución al diálogo sea genuina y no falsa. Dado que la conversación es un acto social, resulta difícil que las máximas se cumplan o que tengan el mismo valor en todas las culturas. Podemos encontrar comunidades lingüísticas, como la tzotzil de Zina- cantán, en la que regularmente se viola la máxima de cualidad, para proteger la vida privada, puesto que los hablantes dicen mentiras pre- meditadamente, esto es, dan la verdad “entre líneas” (Haviland 1988). Por el contrario, en comunidades como la quechua de Huallaga, se tiene un compromiso real con la información que se vierte, de manera que no resulta sorprendente que existan las marcas necesarias para expresar la fuente de información y graduar la certeza de lo que se está diciendo y, dependiendo de cuál se utilice, el hablante asume o no responsabilidad sobre su enunciado (Weber 1989).

La mentira Todo el mundo ha dicho una o más mentiras. Tal vez por eso cuando Diógenes salió con una linterna en búsqueda de un hombre sincero,

1 La máxima de cantidad se refiere a que los miembros de la conversación digan lo ne- cesario, ni más ni menos que lo que se precisa, para entender el punto de la plática. La máxima de relación implica que de lo que se habla concierna al mismo tema. Finalmen- te, la máxima de manera requiere que lo que se diga se haga de una manera elocuente.

20 tuvo que regresar con las manos vacías. Sin lugar a dudas, la mentira ha estado presente en la historia de la humanidad. En el Antiguo Testamento, en particular en el Génesis, la encontramos en el tercer capítulo, en la conversación de la serpiente con Eva, quien engañada termina por comer el fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y del mal. También la hallamos en el cuarto capítulo en el pa- saje de Caín, quien miente al decir que no sabe dónde se encuentra su hermano Abel, cuando acaba de matarlo. Otro ejemplo, sería el hallado en el capítulo dieciseisavo en el que Abraham, por su parte, miente cuando le dice al faraón egipcio que su esposa Sara es su hermana. Aquí cabe señalar que el Antiguo Testamento también incluye pro- hibiciones de mentir, como la del noveno mandamiento: “no dirás falsos testimonios”; o las contenidas en los proverbios salomónicos: “Labio sincero dura largo tiempo, lengua embustera sólo un instante” y “El honrado aborrece la mentira, el malvado se hace odioso y difama” (Prov. 4: 12, 19). De acuerdo con Sullivan (2003), la forma en la que generalmente se plantea el engaño o la mentira en el Antiguo Testamento es fácil: no se debe de engañar al prójimo, aunque de cierta manera, la mentira siempre esté presente dentro de un mundo en el que Dios lidia con su pueblo, y las acciones negativas como la lujuria y la envidia suelen tener por resul- tado interminables enfrentamientos y enconos. Estas acciones, sin em- bargo, pueden en algún momento de la historia ser pasadas por alto o inclusive ser aplaudidas, sí y sólo si éstas tienen un trasfondo de bondad. En cuanto al Nuevo Testamento, conviene advertir un cambio, pues ahora la maldad es generada desde el corazón y por lo tanto la visión de la mentira se vuelve más psicológica, trayendo como resultado que las consecuencias sean mayores, porque ahora mentir es seguir al mal, se- cundar al Diablo, que es el padre de lo falso, de la mentira. Por supues- to, la mentira más conocida del Nuevo Testamento es cuando Pedro niega a Jesús tres veces, antes de que cante el gallo (Mateo 26: 69-75). Más no se vaya a pensar que todas las mentiras que se profieren son tomadas a mal, pues en ciertas circunstancias son aceptadas y hasta alabadas. Por eso se han hecho distintas clasificaciones de las mentiras. San Agustín (en Tovar 2001) fue uno de los primeros en clasificar las distintas mentiras; dicha clasificación contempla ocho tipos, que van de más a menos grave, a saber: 1) la mentira en la doctrina religiosa, 2) la

21 que daña injustamente a alguien, 3) la que favorece a alguno y daña a alguien, 4) la cometida sólo por el apetito de mentir o engañar, 5) la que se comete por querer agradar en la conversación, 6) la que aprovecha a alguien pero sin perjudicar a nadie, 7) la que sin perjudicar a nadie, fa- vorece a alguien y 8) la que sin perjudicar a nadie, aprovecha a alguien para evitar ser mancillado en el cuerpo. Para Santo Tomás de Aquino (1882), la mentira también era consi- derada como pecado y la determinación de si era mortal o no dependía de la intención o de la gravedad del engaño. Así pues, si la mentira era considerada como una injuria a Dios, era mortal; mientras que si se daba en los varones perfectos y la causa era evitar el escándalo, entonces no era considerada de esa manera, sino per accidens. En los tiempos modernos Evelin Sullivan (2003) nos da una nueva clasificación de siete tipos de mentira. Cabe destacar los tipos 1, 4 y 5 por su novedad; mientras que los demás tipos —2, 3, 6 y 7— tienen rela- ción con alguno de los propuestos por San Agustín. Por ejemplo: el tipo 3 de Sullivan, “verdad por necesidad”, con el 8 de San Agustín, “para evitar ser mancillado”, tomando en cuenta los diferentes contextos so- ciales en los que se desarrollaron las clasificaciones. 1) Mentira noble: la que hacen los héroes en las novelas románticas. Mentir por la mejor de las causas; 2) mentira piadosa: presentada como inofensiva, un deber si se pretende evitar los sentimientos dolorosos y hacer enemigos; 3) mentiras de necesidad: es la mentira que se ocupa de alejar de nosotros a los matones. Se dice para desenvolverse en un mundo hostil; 4) mentira o cuento de altura: historias que se cuentan para que el lector u oyente admire su audacia e imaginación. En todas ellas se espera hacer reír al oyente; 5) mentira broma o travesura: tiene como fin la carcajada; 6) mentira de conveniencia: es la más común, es lo equivalente a un guiño, o sea no decir lo que no es conveniente; 7) mentira con la intención de hacer daño: difamación, calumnia, injuria. Para concluir este apartado se puede señalar que, en general, la historia está llena de mentiras y que en ciertas ocasiones éstas han modificado el curso del mundo, tal como se pudo constatar años atrás con el escándalo del ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton quien mintió bajo juramento acerca del amorío que mantuvo con Mónica Lewinsky, o las mentiras del siguiente mandatario del mismo país acerca de la ubicación de armas nucleares en territorio iraquí, que

22 dio como resultado una guerra que el mundo entero rechazaba. En nuestro país, cómo olvidar cuando el ex presidente Fox negó que hu- biera limitado la visita del presidente cubano Fidel Castro a la cumbre de Monterrey y por medio de una grabación salió la verdad, ocasio- nando que se tensaran las relaciones diplomáticas entre estas dos naciones. En el mismo orden de ideas, cabe aceptar que depende de la educación y los principios que tenga una persona para determinar si la mentira que decimos puede ser pasada por alto, o por el contrario ofender a alguien. Esto es, nosotros podemos decir mentiras que a nuestro parecer pueden ser piadosas, pero es el oyente quien finalmente determinará la forma de interpretarlas.

CONCEPTOS FILOSÓFICOS

En el apartado anterior tocamos el tema de la mentira. Toca el turno de hablar de su contraparte, la verdad, desde un punto de vista filosófico. Existen también otros términos importantes para el tema de esta inves- tigación, los conceptos creer, saber y conocer; las diferencias que existen entre ellos hacen que en el uso cotidiano del lenguaje no los utilicemos en las mismas circunstancias.

Definiciones de verdad en filosofía El concepto de verdad ha sido trabajado por distintas corrientes teó- ricas. En este apartado no pretendemos desarrollar minuciosamente cada uno de los tratos del término, sino más bien ofrecer un breve recorrido a través de la historia, tomando en cuenta los puntos prin- cipales de los diferentes enfoques, con base en la obra de José Ferrater Mora (1994). Para ello, cabe subrayar que se ha trabajado en dos sen- tidos para construir la definición de verdad; el primero tiene que ver con la realidad, si ésta es verdadera o irreal; el segundo, por su parte, tiene que ver con determinar si un enunciado o proposición es verda- dera o falsa. Nuestra historia comienza con los filósofos griegos, quienes buscaban la verdad en contraposición con la falsedad. Para ellos la verdad era lo correspondiente a la realidad y esta última era inmutable, permanecía,

23 no cambiaba. Así pues, en Grecia era verdadero aquello que era cons- tante. En cuanto a la verdad de enunciados la definición más conocida es la de Aristóteles: “Falso es, en efecto, decir que lo que es, no es, y que lo que no es, es; es verdadero, que lo que es, es y lo que no es, no es. Por consiguiente, quien diga que (algo) es o no es dirá algo verdadero o dirá algo falso. Sin embargo, ni de lo que es o no es puede decirse (indistin- tamente) que es o que no es” (Aristóteles 1994: 198). Alrededor de esa misma época, la filosofía hebrea consideraba que la verdad no se relacionaba con la realidad, sino con la fidelidad. La verdad por lo tanto era “primariamente la seguridad , o mejor dicho, la confianza, […] para el hebreo la verdad es lo que es fiel, lo que cumple o cumplirá su promesa” (Ferrater 1994: 3660). Por otra parte, para los escolásticos, como San Agustín, sólo existía una fuente única de la verdad y ésta era Dios. Esta corriente definía la verdad trascendental, entendiendo el vocablo final como aquello que nace del ser y de ahí se extiende a todas las demás unidades. La verdad trascendental, pues, está relacionada con el intelecto, es decir, existe una adecuación de la mente con la cosa. En la época moderna, si bien se siguen teniendo como base algunas de las ideas anteriores, surgen nuevas corrientes teóricas. Emmanuel Kant y Wilhelm Friedrich Hegel (Ferrater 1994: 3662), dentro de un marco idea- lista, definen la verdad. Kant la entiende como verdad trascendental, no entendiendo trascendental de la forma en que lo definían los escolásticos. Para Kant, este término se refiere a la realidad, pero excede los límites de la experiencia. Kant considera que la verdad es una verdad del conocimien- to, puesto que si existen cosas en sí, éstas no son asequibles, por lo que no es posible hablar de otro tipo de conocimiento que no sea el que responde a lo trascendental. Esto es, como lo mencionamos arriba, en lo que se refiere a la realidad, pero traspasa los límites de la experiencia. El segundo autor inscrito en esta corriente idealista es Wilhelm Frie- drich Hegel, cuyo fin es encontrar la verdad absoluta o filosófica. Hegel hace la distinción entre verdad matemática o formal —la cual está basada en el principio de contradicción— y la verdad histórica o concreta, cuan- do se habla de la existencia singular. La verdad que busca, la absoluta, sería una combinación de las anteriores, por lo que, para Hegel, lo que comúnmente se considera como lo contrario a la verdad —esto es lo falso y lo negativo— no lo considera como una parte de ésta, sino más

24 bien como el episodio de un desarrollo en el que lo falso y lo negativo se pierden, en la medida en que la verdad va alcanzando su idea absoluta para sí misma. Hegel considera la filosofía como la verdad absoluta. Para Edmund Husserl la verdad puede ser entendida de cuatro formas. La primera como la concordancia entre el significado y lo dado, teniendo en cuenta una situación objetiva. La segunda forma tiene relación con un acto de conocimiento, esto es, un acto empírico y con evidencia; en este tipo se toman en consideración los procesos cognoscitivos. La tercera es el objeto dado, esto es, el objeto que hace posible la evidencia. Por último, la justeza de la intención. Para Husserl consecuentemente: la verdad se limitaría “a la adecuación ideal de un acto relacionante a la respectiva percepción adecuada de la situación objetiva” (Husserl 1982: 687). Martín Heidegger, por su parte, regresa a la concepción griega conec- tada a la realidad, pero con algunas diferencias. Para él la verdad es un descubrimiento. Dicho con sus propias palabras “1. Verdad en su senti- do más original es el ‘estado de abierto’ del ‘ser ahí’, estado al que es inherente el ‘estado de descubiertos’ de los entes intramundanos. 2. El ‘ser ahí’ es con igual originalidad en la verdad y la falsedad” (Heidegger 2000:244). Otros autores han definido la verdad en relación con el provecho o la utilidad que algo puede dar a la vida. Por ejemplo, Friedrich Nietzsche (Ferrater 1994: 3664) define lo verdadero como aquello que contribuye a fomentar la vida de la especie, mientras que lo falso es el conjunto de obstáculos que impiden el desarrollo de esta misma. En el mismo orden de ideas, para F.C.S. Schiller la verdad es: “la manipulación de los mismos que […] demuestra ser útil, primariamente para cualquier fin humano, pero en última instancia para aquella perfecta armonía de nuestra vida” (Schiller 1903: 61). También hay que mencionar dentro de este tipo de concepción a William James; para él la verdad es lo que es bueno en el orden de la creencia o lo útil, entendiendo esto como lo que introduce un beneficio vital. Por su parte, José Ortega y Gasset (1982) la ha definido como aquello a lo que el hombre sabrá a qué atenerse, al ponerse claro consi- go mismo, en relación con lo que piensa o cree. Viendo el problema desde otro enfoque, Alfred Tarski (1972) definió la verdad enunciativa teniendo en cuenta que para tratar este problema era necesario hablar de dos tipos de lenguajes. El primero llamado len-

25 guaje-objeto, que es el lenguaje acerca del que se habla, y la definición de verdad se aplicará a las oraciones de este tipo. El segundo es el meta- lenguaje, que es el lenguaje en el que hablamos acerca del primer tipo (lenguaje-objeto), y es en los términos en los que se plantea la definición de verdad. Éste debe cumplir ciertas características, como poseer una riqueza necesaria, suficiente para poder dar nombre a todas aquellas frases del lenguaje-objeto y además tener términos de carácter lógico. El siguiente punto relevante es que la definición de verdad la plantea con base en el término de satisfacción (x ‘satisface’). Satisfacción es la relación que existe entre objetos arbitrarios y ciertas expresiones llama- das funciones proposicionales, “ciertos objetos satisfacen una función dada si ésta se convierte en una oración verdadera cuando reemplazamos sus variables libres por nombres de objetos dados” (Tarski 1972: 32). En relación con las oraciones, sólo existen dos opciones: o ésta es satisfecha por todos los objetos, o no lo es por ninguno de sus objetos. Así, pues, se puede definir “la verdad y falsedad diciendo simplemente que una oración es verdadera si es satisfecha por todos los objetos, y falsa en caso contrario” (Tarski 1972: 34). Por último, para Charles Sanders Pierce (en James 1909) la verdad debe ser verificada. Esto significa que no hay nada verdadero que no sea satisfactorio. Dejamos esta concepción al final puesto que, si se piensa en los evidenciales, resulta que éstos podrían ser la prueba que, a nivel de lengua, se necesita para verificar la verdad de lo que dice el hablante.

Creer, saber y conocer ¿En qué parte entra la evidencia? Al conversar hacemos uso de estos tres términos —creer, saber y conocer— y tal vez sean tan usuales en nuestra habla que no reflexionamos acerca de las diferentes circunstancias de uso de uno u otro. Así pues, de manera muy breve, se podría decir que utilizar un concepto en lugar de otro lleva consigo una carga que marca tener más o menos seguridad o certeza de lo que se dice, pero, ¿en qué consiste la diferencia de estos tres conceptos? Creer ha sido definido según el diálogo de Platón de “Teetes y el conocimiento”, como tener algo por verdadero pero sin tener seguridad ni contar con la evidencia o las pruebas necesarias para comprobar esta veracidad. Actualmente se sigue conservando un poco de esta idea pero se ha desarrollado un poco más; de esta forma, se puede entender creer

26 como una disposición, esto es, que la creencia nos dispone a actuar o responder de ciertas maneras. Tendríamos dos tipos de creencias: aque- llas que son reales y forman parte de mí, y las profesadas, que son aque- llas que comunicamos al exterior. Se suele dar el caso de que alguna de las creencias reales no se adecue a la creencia que se dijo, considerándo- se esto como un engaño. Sobre el mismo punto se puede concluir que no siempre actuamos de forma coherente con las creencias que tenemos (Villoro 2002). Una condición necesaria para creer sería la representación del objeto creído, pero no sólo basta esta representación, sino que el objeto tiene que ser aprehendido de alguna manera, por lo que creer es “un estado disposicional adquirido que causa un conjunto coherente de respuestas y que está determinado por un objeto o situación objetiva aprehendida” (Villoro 2002: 71). Es importante saber qué es lo que nos conduce a creer en algo, es decir sus razones. Éstas son las que logran crear un lazo entre la realidad y la creencia. No siempre estas razones tienen que ser racionales, pues existen muchas creencias que justificamos por medios no racionales, como por ejemplo cuando uno cree en lo que le dice una adivina, en el horóscopo o en el dogma religioso. Existen dos tipos de razones que acompañan a una creencia. Las primeras serían las explícitas, que son las que acompañan a una creencia cuando reflexionamos acerca de ella. Las segundas serían las razones implícitas, que se hacen reflexivas sólo en el momento en el que alguien, por ejemplo, nos pregunta por qué creemos en algo y no habíamos pen- sado antes en sus razones, las cuales nos conducirían al esclarecimiento de los procesos que originaron la creencia o las razones que estaban presentes cuando adquirimos la creencia, pero que ya las olvidamos. Dadas sus razones, una creencia puede tener grados de seguridad. El más bajo sería la presuposición, en la que sólo hay cierta probabili- dad de que la creencia sea verdadera. Aquí juegan un papel importan- te las convicciones y es donde entran las motivaciones del sujeto, es decir, la importancia que nosotros, como sujetos, le damos a una creencia. Por otra parte, el grado más seguro sería la certeza, en donde no cabe posibilidad alguna de que la creencia esté equivocada. En general, solemos creer en la proposición que sea más fuerte en relación con sus razones.

27 La creencia en su sentido más fuerte —la certeza— se acerca a nuestro siguiente término: saber. De hecho está tan cerca que podría decirse que no es fácil distinguirlo, pero cuál es la diferencia entre saber y creer. Saber es: “creer algo por razones objetivamente suficientes” (Villoro 2002: 139), y ¿cómo es posible saber que las razones que tengo de una creencia son objetivamente suficientes? Las razones son objetivas si “son suficientes para cualquier persona a la que le sean accesibles los mismos datos, puedan comprender razones teóricas semejantes y acepte el mismo marco conceptual” (Villoro 2002: 147). A este grupo de personas se le conoce como una comunidad epis- témica y a los miembros de esta comunidad, como sujetos epistémicos. Existen dos condiciones que definen cuándo una razón es objetiva; la primera es la condición de intersubjetividad, que está relacionada con lo mencionado en las líneas anteriores, es decir, “una razón es suficiente si es suficiente para cualquier sujeto de la comunidad epistémica perti- nente que la considera” (Villoro 2002: 148). La segunda condición es la de irrevocabilidad y ésta se relaciona con saber si el número de razones que tenemos de una creencia es suficiente o no, para saber; una razón es suficiente si lo es para el sujeto que la tiene y si éste puede inferir que ningún otro miembro de su comunidad epistémica tenga razones suple- mentarias que puedan tirar su creencia. Cuando hablamos de la certeza, dijimos que era una creencia en la que no cabía la menor duda de que fuera errónea, es decir, que fuera verdadera. En función de lo anterior, podemos decir que saber es una creencia verdadera, pero es imposible pedir en un saber la verdad abso- luta, porque entonces no podríamos catalogar como saber ningún tipo de conocimiento que esté justificado objetivamente, pero que sea falible —muchos de los conocimientos considerados como un saber en la Anti- güedad, no son considerados actualmente de esa forma— por lo que no es conveniente relacionar el saber con la verdad absoluta, ya que tal vez esta última sea imposible de encontrar. Finalmente queda nuestro último concepto: conocer. Al respecto, cabe señalar que para conocer algo es necesario tener experiencias di- rectas, personales y variadas, que después puedan formar una unidad; por lo anterior se puede graduar de mucho a poco lo que conocemos. Existen condiciones necesarias para conocer algo. Una de ellas ya la mencionamos: tener experiencias variadas y personales. Otra condición

28 es que lo conocido debe existir y se espera que tengamos respuestas in- telectuales adecuadas frente a lo que conocemos. Dado que al conocer tenemos experiencias personales y que en el saber obtenemos garantía de que nuestras disposiciones están determi- nadas por lo que en realidad existe —y no por una mera creencia de su existencia— entonces ¿cuál sería la diferencia entre conocer y saber? La diferencia recae en el tipo de garantía y justificación que se tiene. Para el saber es objetiva y social, mientras que para el conocer es personal. Nos resta responder a la pregunta del primer párrafo: ¿en dónde entra la evidencia? Pensamos que en los tres conceptos, si tomamos las razones como evidencia. Lo que varía es el tipo de razón o evidencia. Así tenemos que en las creencias no siempre las razones están presentes. Sólo lo están cuando reflexionamos acerca de ellas y éstas pueden ser racionales, irracionales o guiadas por nuestros motivos de creer. En el saber las razones tienen que ser objetivas y éstas se determinan dentro de una comunidad epistémica, lo cual hace que las razones de creer sean sociales. Por último, las razones o evidencias en el conocer son más di- rectas y nos las dan las distintas experiencias que tenemos sobre algo. Diríamos entonces que las razones de saber y conocer son más fuertes que las de creer y, por lo tanto, las proposiciones que tengan estos dos términos indicarán una mayor seguridad con respecto a la certeza de lo contenido en la proposición.

29

Evidencialidad •

EVIDENCIALES

Ahora es el momento de explicar las características propias de los evi- denciales. En este apartado ofreceremos una breve historia de la forma en la que se ha concebido la categoría, su definición, los tipos de eviden- cia que pueden presentarse en las lenguas y el origen de ellos, por la vía de la gramaticalización de distintas categorías.

Antecedentes históricos A lo largo de los siglos, los estudiosos de la lengua que se han enfren- tado con el fenómeno de la evidencialidad y lo han descrito de diferen- tes maneras. Un primer acercamiento se produjo en las descripciones que se hicieron como resultado de la colonización de las tierras ameri- canas. Dichas descripciones tenían gran influencia de las obras de Nebrija, en especial la Introctione latinae que realiza en 1481 y que tra- duce al castellano cuatro años después. En un principio se creía que esto daba por resultado que fenómenos poco usuales o inexistentes en las lenguas indoeuropeas fueran trabajados de forma poco extensa o que en definitiva no apareciera dentro de sus descripciones. Sin embar- go lo anterior no es del todo cierto, porque en algunas gramáticas co- loniales encontramos unas cuantas descripciones de la categoría de evidenciales. A continuación mostramos algunos ejemplos de la forma como algu- nas gramáticas coloniales de las lenguas quechua y aymara describían el fenómeno de la evidencialidad.

31 Un primer ejemplo es la Gramatica o Arte de la lengua general de los indios de los reynos del Perú hecha por fray Domingo de Santo Tomás en 1560, quien tanto en su capítulo 22 “de algunas partículas o syllabicas adjectiones no significativas, que entran en composición de nombres y verbos” como en su Plática, apéndice de su gramática de contenido reli- gioso (Dedenbach-Salazar 1997: 297-298), trata los sufijos –mi, –cha y –s. Para este autor colonial, –mi tiene solamente la función de adornar la oración. Se añade a los verbos que no están en primera o segunda per- sona. En caso que se utilice con la tercera persona es para significar ‘ser’. Del sufijo –cha dice que se agrega al potencial sin dar ningún tipo de significado, pero dicha combinación da por resultado un carácter dubi- tativo. Finalmente, de –s comenta que sólo tiene la función de marcar un cambio en el sentido de la oración, sin señalar específicamente a qué tipo de cambio se refiere. Importa señalar que en la actualidad estos sufijos son tratados como sufijos de evidencia directa, inferencial y re- portada, respectivamente, en algunas lenguas quechuanas. Una gramática anónima de esta misma lengua, escrita 26 años después, en 1586, también describe estos tres afijos. De –mi el autor explica que se utiliza para las oraciones afirmativas; y dentro de la categoría de “par- ticulas diversas […] que siendo por otra parte conjuctiones o adverbios o proposiciones, sirven de ornativas o variar significado” ubica el sufijo –cha como dubitativo; y del sufijo –si, para el que no da descripción explícita, afirma que corresponde al de la expresión del español ‘dicen que’. González Holguín, en su gramática del quechua de 1607, incluye un apartado especial para los sufijos de tipo discursivo. En su Libro quarto del segundo capítulo sobre la elegancia y propiedad, correspondiente a las partículas finales, distingue dos tipos, a saber: aquellas que varían la significación y las que mudan la significación. Dentro del primer tipo entra el sufijo –cha dizen, no se, quiça, o creo que o podrase, o dizen duda. En el segundo tipo se encuentran el sufijo –mi explicado como una afirmación simple y el sufijo –si con el significado de dizque o dizen que affirmando, o preguntando, pis, quien dizque es (Calvo Pérez 1994). En cuanto a las descripciones coloniales de la lengua aymara, un buen ejemplo es el del Arte de la lengua aymara, publicado en 1603 por el padre jesuita Ludovico Bertonio, que si bien sigue clasificando los ahora eviden- ciales como partículas de ornato, también describe la importancia de marcar la fuente de información. En relación con la partícula –chi expresa:

32 vsan los indios interponer esta particula quando van narrando alguna cosa que vieron o oyeron, a persona que no lo saue y le digo Pedro fue a Roma, dire Pedro Romaro mataui, vel matauina […]. Y esto es especialmente quando el que las cuenta no las vio, de manera que para que se pueda vsar desta particula o el que habla, o el que oye no ha de auer visto la cosa que narra […]. Tambien quando vno quenta desi las cosas que hiço sin aduertir, o por yerro y oluido interpone esta particula, .g viernesana aycha hincatauitha, por olvido comi carne en viernes (Bertonio 1603: parte III: 275; Calvo 1997: 334).

Algunos textos cristianos de la época, al haberse basado en las gra- máticas hechas por los padres de la región, utilizaban estas marcas con el valor correspondiente a los significados que tenían en dichas gramá- ticas, destacando que era poco el uso que tenían los evidenciales. Aven- daño, tanto en sus Sermones en lenguas castellana y quichua sobre los miste- rios de la fe y obligaciones del cristiano (1649), como en el Tercero cathecismo (1585) utiliza –mi implicando un conocimiento personal. El uso de estos mecanismos cambia un poco al revisar textos en la lengua, como es el caso de los textos quechua de Huarochirí, de comienzos del siglo xvii. En éstos se usa con cierta regularidad el sufijo –mi para expresar un acontecimiento que se ha presenciado o que pertenece al mundo que el narrador puede experimentar, y –si como marca para acontecimientos y acciones que el autor no ha experimentado ni puede experimentar personalmente (Dedenbach- Salazar 1997: 313-4). Es importante mencionar que en los ejemplos de las descripciones coloniales podemos notar que si bien los evidenciales no tienen un apartado especial, o en su defecto son puestos como marcas de ornato, éstos sí llegan a tener significados exactos o que se acercan a lo que ac- tualmente se denomina evidenciales, como en el caso de la descripción de la lengua aymara de Bertonio (1603). Aquí conviene informar que no sólo en las gramáticas coloniales los evidenciales no fueron descritos ampliamente, sino que incluso en los trabajos de la segunda mitad del siglo xx sobre la lengua aymara, como los de Ellen Ross (1963), Juan Enrique Ebbing (1965) y Wexler Paul (1967), que presentan los evidenciales como sufijos opcionales, de ador- no o énfasis. En Estados Unidos, Franz Boas (1911a) señala en la introducción del Handbook of American Indian Language, que cada lengua posee una ten- dencia peculiar a seleccionar este o aquel aspecto de la imagen mental

33 que es transportada por la expresión del pensamiento, y para esto da el ejemplo de la oración del hombre enfermo en la lengua kwakiutl, a la que se le pueden agregar modalidades para expresar la fuente de infor- mación. También hace notar la obligatoriedad de las marcas de fuente de información.1 (1922) en su trabajo de la lengua takelma ubica el evidencial por inferencia dentro de las categorías tempo-aspec- tuales. Por último, Morris Swadesh (1939) analiza las marcas de citativo y de inferencia en la lengua nootka, como ‘modos de evidencia’, dentro de un largo juego de flexiones de modo. Todo lo anterior dio como re- sultado que los evidenciales se clasificaran, a partir de entonces —en lenguas norteamericanas o de otras regiones— como modo por estar afijados al verbo, o bien como parte del sistema tempo-aspectual, además de subrayar la noción de obligatoriedad que en algunas lenguas tienen las marcas que nos ocupan. Roman Jakobson (1986 [1957]), en su artículo “Shifters, Verbal Ca- tegories and the Russian Verb”, da una definición del término, tomán- dolo como una categoría gramatical más amplia:

Hr Hrd/Hd testificante (evidencial) es una etiqueta tentativa para la categoría verbal que toma en cuenta tres acontecimientos o hechos —un hecho relatado (Hr), un hecho discursivo (Hd) y un hecho discursivo relatado (Hrd)—, a saber las pretendidas fuentes de información acerca del hecho relatado. El hablante refiere un hecho sobre la base de que se trata de algo referido por alguien más (una declaración citada, de oídas), de un sueño (declaración reveladora), de un acertijo (declaración supositiva), o de su experiencia anterior (patentización por la memoria) (Jakobson 1986: 315).

En 1986, un simposio sobre los evidenciales dio por resultado un libro (Chafe y Nichols 1986), en el que diversos autores trabajan el tema desde distintas perspectivas, tanto en lenguas amerindias (maricopa, kashaya, lenguas iroquesas, entre otras), como del resto del mundo (turco, zona de los Balcanes, pidgin chino-ruso), sin dejar de lado los aspectos puramente teóricos.

1 En el curso de la investigación encontramos el uso obligatorio de evidenciales sólo en cinco lenguas (quechua de Huallaga, aymara, jaqaru, siriano y yuruti). Asimismo, el uso optativo explicitado en tan sólo tres lenguas ( occidental, retuarã y mỹky). Sin lugar a dudas ésta es una deficiencia descriptiva generalizada.

34 Posteriormente, en 1988, Thomas Willett publica un artículo acerca de la gramaticalización de los evidenciales y dentro de su gramática del tepehuano del sur (1991) incluye un apartado específico para los eviden- ciales. A partir de la década de los noventa, cada vez más investigadores se acercaron al fenómeno de la evidencialidad, tanto en las lenguas de América como en las del resto del mundo, ya sea con artículos específi- cos sobre lenguas particulares o sobre aspectos teóricos. Finalmente, en 2004, Alexandra Aikhenvald publica un libro en el que, desde nuestro punto de vista y hasta el momento, hace el análisis más profundo y detallado sobre este tema.

Definición de evidencial Los evidenciales son definidos por Bybee (1985: 184), como las marcas gramaticales que indican la fuente del conocimiento de la información de la proposición del hablante. Anderson (1986: 274-275) ofrece cuatro puntos para distinguir evidenciales reales, de todas aquellas formas que podrían parecerlo. Un primer punto es que los evidenciales marcan el tipo de testimonio que esta disponible para el hablante. Estos pueden ser de evidencia directa, inferencia más evidencia directa, inferencia sin que se especifique el tipo de evidencia, y a través de razonamientos ló- gicos. Los evidenciales también muestran si la evidencia es de tipo visual o auditiva, entre otras. Una segunda distinción es que los evidenciales no son la predicación primaria2 de la oración, sino una especificación que se añade. Un evidencial tiene la noción de evidencia como su prin- cipal significado y no por inferencias pragmáticas. Finalmente, Anderson señala que los evidenciales se pueden presentar como formas flexivas, clíticos o formas libres, pero no en formas compuestas o de derivación. Para algunos autores, tales como Willett (1988) y Palmer (1991), cada marca de evidencialidad, además de expresar la fuente de información, también enuncia el compromiso o la falta de éste, por parte del hablan- te, hacia lo que está transmitiendo. Conforme a este tipo de definición, los evidenciales entrarían a ser parte de la modalidad epistémica. Sin embargo, Aikhenvald (2004) y Ferdinand de Haan (1999) comentan que el significado base de los evidenciales es el de proporcionar la fuente de

2 Cuando afirmamos que no es la predicación primaria se entiende que la marca de fuente de información ya sea ver, decir, no es el verbo principal en la oración.

35 información, sin que esto implique la expresión de un mayor o menor grado de certeza y de lo anterior surgen dos opciones para establecer su campo de acción, a saber: que formen una categoría independiente o que sean parte de la deixis. Las tres posibilidades planteadas se tratarán en el siguiente capítulo, dentro de los apartados “Modalidad epistémica”, “Categoría independiente” y “Deixis”.

Tipos de evidencialidad Un primer criterio para clasificar a los evidenciales sería qué tan accesi- ble está la evidencia o fuente de información para el hablante. Esto es, si cuando el evento sucede el hablante lo está presenciando, o bien si éste se basa en resultados observados o en lo que alguien más le diga. Si el evento es atestiguado por el hablante, se puede considerar que la evidencia se da de forma directa. En los casos en los que el hablante no presencia el evento, se puede considerar que la evidencia es no directa o de segunda mano. Dentro de la evidencia directa el hablante puede presenciar el hecho a través de los cinco sentidos, ya sea que el hablante lo haya visto, oído, olido, gustado o palpado. Generalmente los sentidos más referidos son el de la vista y el oído. Los otros no aparecen por separado. La evidencia no directa se construye con un rumor o por inferencia. La primera in- dica que el hablante obtuvo la información gracias a que alguien le co- mentó el suceso o por medio de las historias orales que pasan de gene- ración en generación. La inferencia, según Willett (1988), es posible gracias a los resultados conclusivos observados por el hablante o por medio de un razonamiento que se elabora gracias a que el hablante tiene algún tipo de conocimiento previo. El esquema de la página siguiente muestra cómo Willett (1988: 57) resume los tipos de evidencia, basándose en esta división primaria entre las evidencias directa e indirecta. La evidencialidad también se puede dividir en sistemas, tal como lo hace Aikhenvald (2004). Aunque la diferencia primaria sigue siendo la evidencia de primera o segunda mano, esta autora clasifica los sistemas de evidenciales en función del número de marcas que presenten las lenguas. Así pues, podemos encontrar desde sistemas con dos marcas, hasta sistemas con un máximo de cinco marcas, siendo los primeros los que tienen más representantes en las lenguas naturales. A continuación

36 visual

directa atestiguada auditiva

otros sentidos

Tipos de segunda mano evidencia reportada tercera mano

folklore indirecta

resultados

inferencia

razonamiento referiremos los tipos de sistemas de evidencialidad presentados por Ai- khenvald (2004). A. Sistemas con dos opciones: 1) Primera mano vs. no primera mano, 2) no primera mano vs. todo lo demás, 3) reportada vs. todo lo demás, 4) evidencia sensorial vs. reportada y 5) auditiva vs. todo lo demás. B. Sistemas con tres opciones: 1) directa (o visual), inferencial, repor- tada, 2) visual, no visual, inferida y 3) visual, no visual, reportada. C. Sistema con cuatro opciones: 1) visual, no visual, inferida, repor- tada, 2) directa (o visual), inferida, suposición, reportada y 3) directa, inferida, reportada, citativa. D. Sistema con cinco o más opciones: 1) visual, no visual (marcas sensoriales), inferida, suposición y reportada. A primera vista, la clasificación que propone Aikhenvald parece completa. Sin embargo, a nuestro parecer, tiene un problema en relación con las marcas “todo lo demás”, ya que hace suponer la existencia de marcas cero, las cuales no necesariamente están ejemplificadas en las descripciones de las lenguas. Sin duda es muy arriesgado suponer que cuando en una descripción sólo se especifica una marca de evidencial, lo no marcado implicaría “todo lo demás”. Un ejemplo esclarecedor

37 sería el de la lengua kiliwa (Mixco 1996), que al parecer sólo marca la evidencia por inferencia –yuu=mit. Tomando en cuenta los sistemas de Aikhenvald, esta lengua pertenecería al sistema A2 (no primera mano vs. todo lo demás), pero según nosotros es atrevido concluir que si no tiene más marcas, lo no marcado ejemplifica todos los demás casos de evidencialidad. En este trabajo consideramos los tipos de evidencialidad que se refie- ren a continuación. En primera instancia, dependiendo de la accesibili- dad a la información, tendremos evidencia directa versus no directa.

Evidencia directa Entre la evidencia directa es posible encontrar tres tipos distintos. Un primer tipo sería el visual (vis) que, como su nombre indica, se emplea cuando la información que está proporcionando el hablante fue obteni- da a través de la vista. El uso de este evidencial se ejemplifica con la lengua akha (1), de la familia sino-tibetana (Thurgood 1986: 214), y la lengua tariana (2) de la familia arahuacana (Aikhenvald 2003: 134) que se habla en Brasil:

(1) nɔ -máq ájɔ́q-áŋ di-ŋá 2-PL 3-OBJ golpear-vis ‘Ustedes van a golpearlo (lo veo ahora)’

(2) Ceci tʃinu-nuku du-kwisa-ka Cecilia perro-TOP.NO.A/S 3SG.FEM-regañar-vis ‘Cecilia regañó al perro (yo lo vi)’

Un segundo tipo es la evidencia no visual (no.vis), la cual implica que la evidencia fue adquirida a través de cualquier otro de los senti- dos que no sea la vista (3a y 3b), o incluso puede llegar a indicar evi- dencia que el hablante siente dentro de él mismo (3c), o una experien- cia con un sentido más psicológico (3d), tal como lo muestra el apache occidental (De Reuse 2003: 80):

(3a) gozdod hiłts’ad 3SP.PERF.estar.caliente no.vis ‘Está caliente’ o ‘siento que está caliente’

38 (3b) ɬikąh gonlchih hiłts’ad 3SG.IMPERF.ser/estar.dulce 3SP+2SG.IMPERF.oler no.vis ‘Tú hueles bien (olfato)’

(3c) dinshniih hiłts’ad. 1SG.IMPERF. lastimar no.vis ‘No me siento bien (el hablante siente el malestar dentro de él)’

(3d) ch’a’oshínłtsoo hiłts’ad. 2SG+1SG.PERF.perdida.NCM no.vis ‘Me tienes perdida como una pelota mullida (sentido psicológico)’

Lo más usual en relación con este tipo de evidencia es que se refiera al canal auditivo. La lengua de la familia bantú, lega, (4) (Botne 1995: 205) y la lengua maricopa (5) (Gordon 1986: 77), de la familia yumana, nos sirven para ejemplificar esta clase de evidencia:

(4) ampó ɛ́kurúrá mompongɛ no vis. 3SG.PROG.moler 3.arroz ‘Ella está moliendo arroz (puedo oírlo)’

(5) m-ashvar-’a 2-cantar-no.vis ‘Tú cantas (lo oigo)’

Finalmente, tenemos la evidencia sin especificación (sin.esp), que se refiere a aquellas marcas que nos indican evidencia directa, pero no se pone en claro a partir de qué sentido se adquirió la información. Esta particularidad se muestra con la lengua tepehuano del sur (Willett 1991: 162) hablada en el estado de Durango:

(6) Jiñ-capiasa dyo gu cavay tacav na-ñ 1SG-patear sin.esp ART. caballo ayer SUJ-1SG ca-’uhlis TEM-ensillar ‘El caballo me pateó ayer mientras lo ensillaba’

39 Evidencia no-directa Existen cuatro diferentes formas de marcar que la evidencia que posee el hablante no es de primera mano. En primer lugar, la evidencia repor- tada (rep), que se usa cuando la información la adquirimos a través de alguien más. Dentro de esta categoría entran también las marcas que usualmente llaman citativos. Aikhenvald (2004) hace la distinción entre reportada y citativa. La primera indica que no se tiene la referencia de quién lo dijo, mientras que en el citativo sí. Esto podría relacionarse con lo que Willett nombra reportada de segunda o tercera mano. En este trabajo sólo haremos referencia a la marca reportada, puesto que con los datos que tenemos es difícil hacer la distinción que marca Aikhenvald. La lengua kannada (7) hablada en la India (Sridhar 1990: 3) y la lengua tuyuca (8), de la familia tucanoana (Barnes 1984: 257), nos sirven como ejemplos de este tipo de evidencia:

(7) nimma pustaka avara hattira illav-ante 2SG.POS libro 3SG.POS cerca NEG-rep ‘(Se dice que) tu libro no está ahí’

(8) díiga apé-yigɨ caucho jugar-rep ‘Él jugó futbol (obtuve la información de alguien más)’

La inferencia (inf) se usa cuando la información que se está dando se infirió —en el significado exacto de la palabra— a través de hechos percibidos por cualquier sentido. La evidencia inferencial se ilustra con ejemplos de la lengua qiang (9), hablada en Sicuani, China (La Polla 2003: 66) y la lengua kayardild (10), de Australia (Evans 1995:525):

(9) mi ʐ bə ʐete-k’! (qiang) persona tambor golpear-inf ‘Alguien está tocando el tambor (me parece a mí, pues escucho un sonido como el que producen los tambores)

(10) thabuju-ntha warra-jarra-nth (kayardild) hermano.mayor-inf ir- PAS-inf ‘Mi hermano mayor debió haberse ido (puesto que no está aquí)’

40 Por su parte, la suposición (sup) se basa en conclusiones obtenidas por medio del razonamiento lógico, suposición o conocimiento general, tal como nos lo muestra el wintu ( Pitkin 1984: 234):

(11) pi kupa-?el 3 cortar.madera-sup ‘Él está cortando madera (él tiene un trabajo cortando madera, usualmente va diario entre las ocho y las cinco, son las tres en punto por lo que debe de estar cortando madera)’

Por último sin especificación (sin.esp), al igual que en la evidencia directa, sólo marca que la evidencia fue adquirida de forma indirecta, sin aclarar por cuál vía. La lengua montañés (James et al. 2001: 239) de la familia álgida, nos sirve para ejemplificar este caso:

(12) pineshi:sha… pipa:mina:shi:ni:shapani: anite pájaro eso.volar.alrededor-sin.esp ahí pi:takami:t ni:tizna:t dentro nuestro.lugar ‘Parece que el pájaro voló alrededor de nuestra tienda’

En algunos casos, la misma marca de evidencia no directa sin espe- cificación puede tener tanto la lectura de evidencia inferencial como la de reportada, como es el caso del turco (Aksu-Koç y Slobi 1986: 159):

(13) Ahmet gel-miş Ahmet venir-sin.esp.PAS ‘Ahmet vino’ inferencial: el hablante ve el abrigo de Ahmet colgado en la sala principal, pero no ha visto a Ahmet. reportada: al hablante le dijeron que Ahmet había llegado, pero no lo ha visto.

A continuación, ofrecemos un esquema que contiene todas las clases de evidenciales arriba presentadas:

41 Evidencialidad

directa no directa

vis no.vis sin.esp rep inf sup sin.esp

Expresión de la evidencialidad Los hablantes de todas las lenguas tienen la posibilidad de expresar la fuente de su información. Para ello pueden recurrir a un puñado de mecanismos que van desde el uso de construcciones sintácticas, hasta el de formas totalmente gramaticalizadas, como lo son los afijos. A nivel sintáctico podemos encontrar frecuentemente sintagmas en los que el núcleo predicativo está constituido por verbos de percepción del tipo ver, oír, oler, tocar, probar, escuchar, etc., así como por verbos relacionados con la expresión verbal, tales como, decir, chismear, contar, etc. En cuanto a los verbos de percepción, Andy Rogers (1976) clasifica el universo de dichos verbos en tres clases. La primera la integran los verbos cognoscitivos, caracterizados por ser verbos no-agentivos que incluyen en su significado la recepción de datos sensoriales mediante mecanismos fisiológicos. Los verbos que entran en esta clasificación son: oír, ver, oler, sentir, saborear. El segundo tipo se refiere a aquellos verbos que son activos, como escuchar, mirar, olfatear, tocar, probar. Como su nombre indica, los sujetos de dichos verbos “parecen actuar como agentes de cierto género” (Rogers 1976: 145). Finalmente, los verbos de intercambio son sintácticamente estativos —al igual que los verbos cognoscitivos— y requieren el uso de un adjetivo como complemento. Dentro de esta clase se encuentran verbos como sonar, parecer, oler, saber (tipo de sabor), etc. Existe una relación entre los verbos de intercambio y los cognoscitivos, ya que, al parecer, las

42 oraciones con verbos de intercambio presuponen oraciones correspon- dientes con formas cognoscitivas. Lo anterior se ilustra con el siguiente ejemplo, en el que para poder decir la oración con el verbo de intercam- bio parecer, es necesario que la oración con el verbo cognoscitivo oír sea verdadera (Rogers 1976).

(14) Oí llorar al bebé. Parece que tiene hambre.

Es posible que el hablante use las tres clases de verbos de percepción para expresar evidencia. Probablemente los verbos de cognición sean los más típicos en la expresión de la evidencia directa (15). Es interesante hacer notar que el verbo oír puede emplearse tanto para evidencia di- recta como para evidencia reportada. En los casos de evidencia directa, dicho verbo generalmente se emplea con cuestiones físicas, como oír gotas de lluvia, pasos, ruidos etc. (16); mientras que en la evidencia re- portada se usa para referir las acciones de alguien más (17), aunque la interpretación sigue siendo ambigua:

(15) Aliocha llegó tarde, yo lo vi. (16) Oí cuando subías las escaleras. (17) Oí que Patricia cantaba desafinada.

Por su parte y en función de su significado, el verbo escuchar se uti- liza sobre todo en construcciones de evidencia reportada, aunque también llega a emplearse en evidencia directa:

(18) Escuché que Julio entró al doctorado.

Las oraciones con verbos interpretativos, combinados con oraciones con verbos cognoscitivos, tienen el sentido de inferencia, tal como se constata en el siguiente ejemplo:

(19) Vi a Carolina con una pequeña panza, parece que está embarazada.

Asimismo, Cornillie (2007) argumenta que construcciones como parecer/resultar + infinitivo o parecer/resultar + que pueden tener una lec-

43 tura de evidencialidad. Propone ciertas pruebas para determinar qué tipo de fuente de información o modalidad expresan. Así, con verbos como parecer o resultar más una reflexión ‘pero yo no lo creo’ daría una interpretación de evidencia inferencial, si la pregunta es ‘¿quién lo dice?’, sería un caso de evidencia reportada, y en caso de que la interrogante sea ‘¿tú crees?’ podría tener tanto una lectura de evidencia inferencial como una de modalidad epistémica relacionada con la creencia. En este mismo orden de ideas, cabe apuntar que los verbos relacio- nados con la expresión verbal suelen producir estructuras del tipo habla reportada. En el caso del español es interesante que una estructura claramente reportativa, como es “decir que”, haya experimentado una gramaticalización por subjetivización (Company 2004), entendiendo ésta última como “un proceso dinámico de cambio […] mediante el cual las valoraciones y actitudes del hablante encuentran codificación explícita en la gramática de una lengua” (Company 2004: 3), y producido dizque. Según Elsie Magaña (2005) la gramaticalización del verbo de tercera persona más un nexo produce un sustantivo que ha dejado de marcar “lo que dice alguien más” para tener ahora la función de cuestionar la certeza del verbo de la oración, siendo éste un cambio de un sintagma predicativo a una forma evidencial (Magaña 2005: 64). Desde nuestro punto de vista y dado que entendemos la evidenciali- dad como la marca de fuente de información, dizque se ha convertido en un marcador de modalidad epistémica, más que en un evidencial, puesto que su función es marcar falta de certeza, mientras que la forma predicativa mantiene una extensión de evidencia reportada.

(20) Se dice que tienen que perforar en aguas profundas para sacar petróleo. (21) Dizque tienen que perforar en aguas profundas para sacar petróleo

Más allá de los verbos de sentido y de expresión verbal, a nivel léxi- co se encuentran adverbios como: ciertamente, evidentemente, posible- mente, probablemente, etc. Dichos adverbios dentro de su significado expresan un grado de certeza, noción que para varios autores ha estado relacionada con las marcas de evidencialidad. Desde nuestra perspec- tiva —y a pesar de que los evidenciales no tienen dentro de su signifi-

44 cado base el grado de certeza— estos adverbios pueden utilizarse como mecanismos para marcar evidencia inferencial (22), aunque dicho sig- nificado es secundario. También es posible encontrar adverbios que tengan un significado más cercano a fuente de información, sin tener un grado de certeza (23), tales como visiblemente, notablemente o en inglés reportedly (24):

(22) Probablemente Enrique no venga a la fiesta (23) Diego estaba visiblemente molesto (24) John is reportedly ill ‘Juan está, según se informa, enfermo’

Finalmente, podemos encontrar lenguas que para expresar la eviden- cialidad recurren a formas gramaticalizadas o en vías de gramaticaliza- ción, como partículas y afijos. Dichas marcas suelen tener su origen en alguno de los mecanismos mencionados anteriormente, o en otras fuentes, como morfemas deícticos, tiempos pasados y aspectos perfecti- vos, entre otros. Dado que en este trabajo nos enfocamos en las marcas de evidencialidad gramaticalizadas o en proceso de gramaticalización, en el siguiente apartado expondremos los distintos orígenes que pueden tener dichas marcas.

Origen de los evidenciales En este trabajo nos enfocamos en la evidencialidad marcada por medio de afijos y partículas, entendiendo por partículas aquellas marcas que no están afijadas y que tienen un significado más gramatical que léxi- co. Cabe aclarar que sólo las marcas referidas con este nombre fueron las que utilizamos para los datos. En este apartado concentraremos nuestra atención en el origen que pueden tener estos mecanismos de evidencialidad. De entrada, es necesario asentar que existen diversos medios por los cuales los evidenciales pueden llegar a ser morfológicos; uno de ellos es la gramaticalización de verbos de discurso, percepción y, en raras ocasiones, de verbos con otras cargas semánticas. También es posible que los eviden- ciales provengan de morfemas deícticos, modalidades, tiempos pasados, aspectos perfectivos, participios y nominalizaciones, así como de reinter- pretaciones de complementos del discurso y construcciones copulativas.

45 Las gramaticalizaciones de verbos de discurso suelen dar por resulta- do evidencia reportada, como en el caso del mam (England 2005). En esta lengua mayense, la marca =ch es una gramaticalización del verbo intransitivo chi ‘hablar’. O en el de la lengua kawaiisu (Zigmound et al. 1990), de la familia yutonahua, en la que la partícula me?mee se deriva del verbo ‘decir’ mee. Los verbos de percepción usualmente dan origen a evidenciales visuales o no-visuales, como en el washo (Jacobsen Jr. 1953), en el que el evidencial no-visual –delem está históricamente rela- cionado con el verbo dámal ‘oír’. En el chinanteco de Sochiapan (Foris 1994), al igual que en la lengua anterior, la marca de evidencia no-visual ní1 es una gramaticalización del verbo niéh3 ‘oír’. En lenguas como el hup (Epps 2005), de la familia puinaveana, las marcas de inferencia =sud y –ni– tienen su origen en los verbos sud ‘estar localizado dentro de algo más’ y ni ‘ser, existir’, respectivamente. Para el caso de los deícticos que pueden dar por resultado marcas de evidencialidad, en la lengua toba (Messineo 2004), de la familia guaycu- rana, las marcas deícticas na, so, da, ñi y zi pueden indicar evidencia di- recta y el deíctico ka evidencia inferencial. En cuanto al origen modal de los evidenciales, la lengua estoniana (Aikhenvald 2004) es la que mejor nos sirve de ejemplo. En esta lengua, la marca de evidencia reportada –na puede estar relacionada con la marca de modo potencial –ne. En relación con aspectos perfectivos, resultativos y tiempos pasados, las lenguas álgicas montañés y naskapi (James et al. 2001) son un claro ejemplo. En ambas la marca de evidencia indirecta sin epecificación –shapan y –sipin, respectivamente, se derivan presumiblemente de la marca protoalgonquina de aspecto perfecto *(e) shapan. En este mismo orden de ideas, Friedman (1986) comenta el caso de la lengua macedonia, la cual desarrolla del aspecto perfecto del esla- vo común un pasado no definido, dicho pasado implica —en oraciones en las que el sujeto no es la primera persona— que la información fue adquirida de forma indirecta. Este sentido no se encuentra en todos los casos en los que aparece el mencionado pasado, puesto que también es posible encontrar oraciones en las que sigue teniendo la función de marcar el aspecto perfecto. El autor comenta en sus conclusiones que marcas como la del pasado indefinido en esta lengua indican principal- mente la actitud del hablante hacia lo dicho más que una fuente de in- formación.

46 En cuanto a la derivación de evidenciales a partir de tiempos pasados, un ejemplo es el sistema evidencial del tuyuca (Barnes 1984), que es si- milar en su forma a los sistemas temporales de otras lenguas de la fami- lia tucanoana; por ejemplo, en la lengua cayapa las marcas de tiempo pasado (–wi, –wo, –wa, –w) son idénticas a las marcas de evidencialidad en tuyuca (–wi, –wo, –wa, –w). El uso de participios como vía de origen de evidenciales se ilustra con el lituano (25) (Gronemeyer, en Aikhenvald 2004: 281), que muestra esta característica, puesto que las formas en participio de los verbos en esta lengua se pueden interpretar como marcas de evidencia reportada.

(25) Vyr-ai medžio-dav-e̹̹ hombre-PL.MASC.NOM cazar-ITER-ACT.PAS.PL.NOM (=rep) mišk-uose bosque-LOC.PL ‘Se ha dicho que el hombre solía cazar en el bosque’

Los complementos discursivos y las construcciones copulativas dan por resultado evidenciales, gracias a la reinterpretación de los elementos. En el caso de los complementos discursivos, se reinterpretan los elemen- tos de una oración subordinada, como en el estoniano, en el que existen construcciones para oraciones complementarias de actos de habla y verbos de estados mentales, iniciando con la construcción sai kuulda ‘aprender o escuchar que’. La reinterpretación consiste en que un verbo no finito ocurra en la oración principal, eliminando la construcción sai kuulda y siendo este verbo no finito en presente participio partitivo el único que tenga la interpretación de evidencia reportada (Aikhenvald 2004: 282). Por otra parte, las construcciones con verbos existenciales (Aikhenvald 2004: 283) suelen dar por resultado evidenciales de evidencia no-direc- ta, como en el caso del pidgin chino-ruso (Nichols 1986), en el que el verbo existencial copulativo est’ después de la raíz verbal significa evi- dencia indirecta. Los diferentes medios por los que una lengua puede adquirir sistemas morfológicos de evidencialidad toman mayor importancia en el tercer capítulo, gracias a que la gramaticalización posibilita determinar el ámbito gramatical en el que algunos investigadores colocan a los evi- denciales.

47 EVIDENCIALES: ALGUNAS CARACTERÍSTICAS

En las lenguas que presentan evidenciales es posible que éstos puedan aparecer junto con otras categorías gramaticales, como tiempo-aspecto, persona, género y cambio de referencia, siendo la primera de mayor in- terés para este trabajo, por la frecuencia con que se presenta. Los evi- denciales también pueden presentar extensiones semánticas —certeza, duda, probabilidad— para marcar actitudes del hablante hacia lo que está transmitiendo o significados de sorpresa.

Evidencialidad con otras categorías gramaticales Entre las lenguas con sistemas de evidencialidad es posible que encon- tremos marcas que sólo indiquen la fuente de información, como es el caso de las lenguas de la familia quechuana. Este tipo de evidencialidad se ilustra con el quechua de Huallaga (Weber 1989: 421):

(26) Qam-pis maqa-ma-shka-nki-mi tú-también pegar-1-PERF-2-sin.esp(dir) ‘Tú también me pegaste (yo lo vi y lo sentí y estaba consciente)’

Sin embargo, también es posible que, además del significado de fuente de información, estas mismas marcas se utilicen para indicar persona, número, género, tiempo o aspecto, tal como podemos apreciar en las lenguas de la familia tucanoana, por ejemplo la lengua siriano (Criswell y Brandrup 2000: 401):

(27) eeʝa-ri bãã kẽẽrã -bira-ʝo bɨ ̃ɨ ̃ ancho-SUSTPOR camino limpiar-NEG-inf.PAS.1,3 INAN usted ‘Usted no abrió el camino ancho (el hablante no vio cuando abrían el camino pero vio el resultado, un camino no muy ancho y del proceso de abrirlo y la ubicación supo quien no lo hizo)’

La relación entre evidenciales y tiempo se puede analizar desde dos perspectivas: un primer caso tiene que ver con el hecho de que los evi- denciales, por sí mismos, pueden tener una referencia temporal inde- pendiente de la del resto de la oración, como en la marca reportada de

48 la lengua tariana (Aikhenvald 2004: 101), que indica no sólo que la in- formación fue transmitida por alguien más, sino también la referencia temporal en la que esto pasó:

(28a) Tiago di-ñami-pida Tiago 3SG.N.FEM-morir-rep.PRES ‘Tiago ha muerto (el hablante lo acaba de escuchar)’

(28b) Tiago di-ñami-pidaka Tiago 3SG.N.FEM-morir-rep.PAS.REC ‘Tiago ha muerto (el hablante lo escuchó el día anterior)’

Una segunda perspectiva tiene que ver con el cómo se presenta la evidencialidad dentro de los sistemas tempo-aspectuales o viceversa (Aikhenvald 2004: 261). Existen tres posibilidades. Primero, los eviden- ciales y el tiempo-aspecto pueden presentarse dentro de la lengua en dos sistemas independientes. En estos casos lo común es que los evidenciales puedan aparecer en cualquier tiempo-aspecto, incluyendo el futuro. Comúnmente, un evidencial en tiempo futuro puede traer consigo un cambio en su significado, tal como se advierte en la lengua siberiana yukaghir (Maslova 2003: 227), que distingue entre tiempo futuro versus no-futuro. Cuando la evidencia inferencial aparece en el tiempo futuro, la oración adquiere una idea de probabilidad, significado que no está relacionado con el evidencial en otros contextos:

(29) locil-ŋin lebie-d emej-ŋin tadi:-un-l’el-te-m fuego-DAT tierra-AT madre-DAT dar-IMPERF-INF-FUT-3SG ‘Probablemente, lo usaban para dárselo al Fuego, a la Madre de la Tierra’

Un segundo tipo de marcación se produce cuando los evidenciales no se presentan en todos los tiempo-aspectos, como en el tibetano (De- Lancey 1986), en el que los evidenciales sólo se encuentran en el aspec- to perfectivo; o en el jarawara (Dixon 2003), en el que las marcas de evidencia directa (30) e indirecta sin especificación (31) sólo se presentan en el tiempo pasado.

49 (30) o-hano-hara o-ke 1SGS-estar.borracho-DIR.SIN.ESP.PAS.INM 1SG-DECLf ‘Me emborraché (deliberadamente)’

(31) o-hano-hani 1SGS-estar.borracho-NO:NO-DIR.SIN.ESP.PAS.INM o-ke 1SG-DECLf ‘Me emborraché (y no lo recuerdo)’

Finalmente, puede suceder que cada tipo de evidencialidad llegue a distinguir dentro del sistema diferentes tiempo-aspectos. Por ejemplo, la lengua jamamadi (Derbyshire 1986) de la familia arahuacana, marca la evidencia directa sin especificación sólo en tiempos pasados (33), mientras que en la evidencia no-directa reportada (34) hace la distinción entre acción realizada y no realizada. Por último, en la marca de inferen- cia, sólo hace la distinción de género

(32) yome oda-ra kiyoa-maro-ni jaguar 1PL-OBJ seguir-DIR.PAS.REM-COMENT ‘El jaguar nos siguió’

(33) me kama-ke-bone 3PL venir-aquí-REP.ACC.NO.RLZ ‘Ellos vienen aquí’ Para terminar, presentamos el único ejemplo del trabajo que muestra el uso combinado de evidenciales con cambio de referencia, en la lengua kashaya (Oswalt 1986: 41), de la familia pomoana, –bina evidencia infe- rencial y mismo agente, mientras que el sufijo –bem marca agentes dife- rentes:

(34) du ḱu-bína cohtoch-qh terminar-inf.M.A ir-inf ‘Él debió haber terminado y él mismo se fue (el trabajo está terminado y él ya no está más aquí)’

50 Extensiones epistémicas Como vimos en la definición de nuestra categoría, los evidenciales, además de marcar la fuente de información, pueden tener ciertos signi- ficados relacionados con la actitud del hablante hacia lo que se está transmitiendo. En relación a este punto, podemos apreciar lenguas como el quechua, en las que el uso de los evidenciales nos muestra el trato respetuoso con el que los hablantes manejan la información que dan. Así pues, para ellos la información que se puede tomar como verdadera es aquella que el hablante experimentó y existen ciertas normas cultu- rales, tales como no hacerse responsable de lo dicho a menos que sea seguro, o no tomar riesgos innecesarios con información que no es cien por ciento segura, o no ser una persona crédula en relación a la infor- mación que se está dando (Weber 1986: 138). Este tipo de significados relacionados con la certeza o falta de ésta son llamados extensiones epistémicas por Aikhenvald (2004), y no son ni obligatorias ni son las mismas en todas las lenguas, por lo que no es posible pensar en una jerarquía que relacione el tipo de evidencia que tiene el hablante con el grado de certeza que se tiene de la oración, como en la jerarquía que presenta de Frajzynger (1985: 250):

visual > auditiva > no visual > inferencia > citativo evidencia directa evidencia indirecta más creíble menos creíble

Aikhenvald (2004: 152) muestra que los tipos de extensiones que un evidencial puede tener dependen de toda la organización de la lengua. Si una lengua tiene un sistema extenso de modales epistémicos, enton- ces podemos esperar que el sistema de evidencialidad tenga poca varie- dad, en cuanto a las extensiones relacionadas con el compromiso del hablante. La autora ofrece las diferentes extensiones epistémicas, de- pendiendo de los sistemas que una lengua posea (Cfr. “Tipos de eviden- cialidad”). Dado que en nuestra investigación no utilizamos dicho tipo de organización para clasificar los tipos de evidencialidad, mencionare- mos las extensiones que pueden tener los evidenciales, tratando de re- lacionar la clasificación que utilizamos en el trabajo con la propuesta de Aikhenvald.

51 En los sistemas con dos opciones (A1, A2, A3, y A4),3 los términos de primera mano se relacionan con la evidencia directa en general; mientras que los de no primera mano lo hacen con la evidencia no-di- recta. La auditiva se relaciona con la marca de evidencia directa no-vi- sual. Finalmente, con la marca de reportada se mantiene la misma correlación. En los sistemas con tres, cuatro o más opciones, los térmi- nos utilizados por la autora tienen el mismo significado que los que nosotros manejamos. Aikhenvald menciona que en los sistemas pequeños no es común encontrar evidenciales con extensiones. Si se da el caso, es de la eviden- cia no directa (no primera mano), la cual puede adquirir significados relacionados con el hecho de que la información sea poco confiable. En el caso de lenguas que tengan un sistema con tres opciones, la evidencia directa o visual puede también marcar certeza y compromiso con la verdad sobre lo que se está diciendo. Dado el caso, la inferencia podría aludir a conjeturas, duda o falta de compromiso. Por su parte, en los sistemas más desarrollados, las evidencias visuales o directas son las que podrían tener una carga epistémica de certeza. Aikhenvald (2004: 176) comenta que en los sistemas grandes no se presentan demasiadas exten- siones epistémicas, debido a que en dichas lenguas existe una morfología verbal amplia y a que existen numerosas formas para expresar significa- dos relacionados con la certeza, duda o falta de compromiso. La eviden- cia reportada usualmente no adquiere estas extensiones, aunque se da el caso que mantiene relación con un distanciamiento de la responsabi- lidad y veracidad de lo que se está diciendo, así como de duda. Podemos apreciar que si bien las extensiones no son universales en todas las lenguas, sí siguen un mismo patrón y por lo menos hasta aho- ra las marcas de evidencia directa tienen relación casi siempre con un mayor grado de certeza o responsabilidad con lo dicho, mientras que las marcas de evidencia no-directa expresan duda y baja certeza. Habría que hacer estudios más extensos del uso cultural de las lenguas para poder profundizar en el conocimiento de las extensiones epistémi- cas que los evidenciales pueden tener.

3 Véanse páginas 37 y 38, en las que se desarrollan los sistemas propuestos por Aik­ henvald (2004).

52 Evidenciales y admiratividad Es común, como vimos en el punto anterior, que los evidenciales tengan, además de su significado base, extensiones semánticas que especifiquen otros sentidos, como las actitudes del hablante hacia lo dicho y un sig- nificado relacionado con la sorpresa, llamado admirativo. Este último se define como el término que se refiere a la marca lingüística de una expresión que conlleva información nueva o inesperada para el hablan- te (DeLancey 2001: 369-370). El estudio de la marca admirativa tuvo sus orígenes en los estudios de las lenguas con marcas de evidencialidad. Fueron varios los investi- gadores que se percataron de que, junto con las marcas de evidencia inferencial o reportada, también era posible tener una lectura que mar- cara sorpresa. Tal es el caso del turco (Aksu-Koç y Slobin 1986: 162), en el que el sufijo –miş además de indicar que el hablante sabe la informa- ción —porque alguien más lo dijo o vía una inferencia por algún resul- tado observado— también existe una lectura de sorpresa:

(35) Ahmet gel-miş Ahmet venir-sin.esp.PAS (ADM) ‘Ahmet vino (el hablante oye que alguien se está aproximando, abre la puerta, y ve a Ahmet, un visitante totalmente inesperado)’

Poco a poco se han llevado a cabo más estudios en las lenguas para esclarecer las características del admirativo, en un principio totalmente relacionado con la evidencialidad —en específico con la evidencia repor- tada y la de inferencia— para, posteriormente, colocarla como una cate- goría independiente o una subcategoría del mediativo. Según Lazard (1999), el mediativo abarca los tres términos (reportada, inferencial y admirativo) puesto que:

ni abarcan una información concreta en relación a la fuente de información como lo harían los evidenciales, ni indican un estado psicológico, ni un sig- nificado modal. Sólo interponen una referencia no específica del origen de la información entre el hablante y su discurso (Lazard 1999: 96).

53 Aikhenvald (2004: 208-209) menciona que hay tres vías por las que un evidencial puede adquirir un significado admirativo. La primera guarda relación con el acceso a la información que el hablante tiene, en específico de no primera mano,4 y da el siguiente esquema:

falta de conocimiento de primera mano > sin participación del hablante y falta de control > mente no preparada a nuevo conocimiento > lectura admirativa

Es el caso de la lengua khanty hablada en Rusia (Nikolaeva en Ai- khenvald 2004: 196), la marca –m de no primera mano pasado adquiere la lectura de admirativo.

(36) śi x∩t-ən wer-lə -ŋən pa xŏti entonces casa-3DU hacer-PRES-3DU y entonces ul-lən kurte-t ul-m-el poste-3DU hierro-PL ser-NO.PRIM.MAN.PAS-3SG ‘Entonces, ellos estaban haciendo una casa, y los postes resultaron ser de hierro (aquellos que estaban haciendo la casa no pensaban que los postes serían de hierro, estaban sorprendidos cuando lo descubrieron)’.

Otro ejemplo es el de la lengua jarawara de la familia arahuacana (Aikhenvald 2004: 197), en la que la marca –hani de evidencia directa sin especificación, en pasado inmediato femenino, adquiere esta misma lectura de sorpresa:

(37) Okomobi faha hi-fa-hani Okomobi agua Oc-tomar-SIN.ESP.PAS INM.FEM ama-ke EXT-DECL.FEM ‘Okomobi (para su sorpresa) tomó agua (Okomobi pensó que le darían whisky y cuando se percató de que era sólo agua se sorprendió)’

4 Como en el caso de las extensiones epistémicas, la evidencia de no primera mano tiene que ver con nuestras marcas de evidencia no directa.

54 Un segundo camino para que un evidencial tenga una extensión semán- tica de admiración es a través de la falta de participación del hablante de forma deliberada. Esta vía está relacionada de forma cercana con la anterior:

sin participación del hablante de forma deliberada > efecto de distanciamiento > presentar la información como nueva e inesperada > sorpresa

La diferencia recae en la actitud del hablante, con relación a la forma deliberada en la que no participa en el evento, como en la lengua ecua- toriana tsafiki (Dickinson 2002), en la que el hablante puede utilizar la marca de evidencia por inferencia –nu para marcar su distanciamiento o desacuerdo con lo que se está planteando. Finalmente, la tercera vía implica una acción diferida en el tiempo, como podemos apreciar en siguiente esquema:

acción diferida: el hablante ve o aprende los resultados del evento pero lo interpreta después de hecho > la interpretación de los resultados es inesperada y sorpresiva

El apache occidental (De Reuse 2003: 86) usa la partícula de eviden- cia reportada lęk’eh para indicar que lo que el hablante está transmitien- do es una historia. Puede darse el caso de que esta partícula se encuen- tre en contextos diferentes a los de una narración. En estos casos la lectura sería de una acción diferida en el tiempo:

(38) yáhwa̜ hyú nash āā lę k’eh tienda.en 1SG.IMPERF.ser/estar alrededor rep ‘Yo estaba en la tienda (pero no estaba consciente de esto en ese momento)’

Resumiendo, se puede ver que existe una relación estrecha entre la categoría admirativa y la evidencia no-directa, pero esta relación no implica que todas las lenguas con evidenciales puedan adquirir este significado extra. De hecho es posible encontrar lenguas con evidencia- les sin que conlleven el significado de admiratividad, como es el caso de la lengua tariana (Aikhenvald 2004: 213):

55 (39) Oli yaɾu-si ma-weni-kade-ka du-a-mhe Oli cosa-NPOS NEG-pagar-NEG-SEC 3SF.FEM-ver-ADM du-a-ka 3SG.FEM-AUX- vis.PAS.REC ‘Olivia se sorprendió por las cosas baratas que había’

En esta lengua arahuacana el admirativo no se marca junto con los evidenciales, sino que existe otro sufijo aparte que indica la categoría de admiración.

56 Campo de acción •

CAMPO DE ACCIÓN DE LOS EVIDENCIALES

Una vez que revisamos la definición de la categoría que constituye el objeto de estudio de nuestro trabajo, toca el turno al campo de acción en el que los evidenciales se manifiestan dentro de la lingüística. Prime- ro se verá la clasificación por medio de campos epistémicos hecha por Givón (1982), para después pasar a las tres vertientes —modalidad epis- témica, categoría independiente y deixis— que hasta el momento se han planteado en los trabajos especializados.

Espacios epistémicos Retomamos el principio de cooperación entre los participantes de Grice (1975) (Cfr. “Máximas de Grice”) y los rasgos con que Hockett (1962) caracteriza el lenguaje humano —específicamente la intercambiabilidad, es decir, la capacidad de transmitir y recibir mensajes— para relacionar- los con el contrato implícito que existe entre el hablante y el oyente, al cual Givón (1982) usa como base para determinar las modalidades de las proposiciones. A diferencia de la visión filosófica, en la que las proposiciones pueden ser verdaderas o falsas, este contrato da como resultado tres tipos de proposiciones. Primero, aquellas que son tomadas como garantía y, por lo tanto, el oyente queda incapacitado para debatirlas, pues no es nece- sario que exista alguna justificación de evidencia. Un segundo tipo de proposición es aquella en la que se asegura un cierto grado de confianza, que aunque existe no llega a ser absoluto, razón por la cual el oyente sí

57 puede debatir lo que le han informado y, dado el caso, se llega a admitir que se haga algún tipo de justificación evidencial. Por último, encontra- mos aquellas proposiciones que son definitivamente puestas en duda, tanto, que no es necesario que exista ningún tipo de justificación. Estas tres proposiciones, a su vez, se relacionan con los tres espacios epistémicos existentes. El conocimiento incuestionable, que es de alta certeza y por lo tanto no necesita de la evidencialidad. El conocimiento acertado realis, de media certeza, que sí necesita algún tipo de evidencia y, finalmente, el conocimiento acertado irrealis, o de baja certeza, en el cual el conocimiento es puesto en duda y por lo tanto al igual que en el caso del conocimiento incuestionable, no necesita que exista alguna evidencia de lo que se dice. Todo lo anterior se muestra gráficamente en la tabla 1.

Tabla 1 RELACIÓN DE LAS PROPOSICIONES Y ESPACIOS EPISTÉMICOS (GIVÓN 1982)

Tipos de proposiciones Espacios epistémicos Aquellas tomadas por garantía Alta certeza, conocimiento incuestionable Aquellas que el oyente sí puede debatir Media certeza, conocimiento acertado realis Aquellas que son puestas en duda Baja certeza, conocimiento acertado irrealis

A partir de aquí nos enfocaremos en el espacio epistémico de media certeza, pues es en éste en el que la verdad no es presupuesta. La infor- mación vertida por el hablante, como lo mencionamos antes, puede ser puesta en duda por el oyente, de tal forma que es en este espacio en el que aparece el contraste de evidencialidad y, por lo tanto, es posible ubicar en este punto al rasgo en cuestión para este libro: los evidenciales.

Modalidad epistémica En el apartado “Definición de evidencial” anotamos la definición de los evidenciales e indicamos que para algunos investigadores éstos no sólo indican la fuente de información, sino también un compromiso del ha- blante hacia lo que está diciendo. Si tomamos en cuenta este último punto, entonces podemos afirmar que el campo de acción de los evidenciales pertenece a la modalidad epistémica, pero ¿qué es la modalidad epistémica?

58 Antes de definir la modalidad epistémica es necesario caracterizar la modalidad, que ha sido tratada de diferentes maneras en los trabajos lin- güísticos. En primer lugar, ha sido trabajada dentro de un análisis lógico oracional. En este contexto, la modalidad es el factor que permite saber si el proceso de comunicación —sin ningún tipo de adorno por parte del hablante— se puede considerar efectuado o no, aceptado o no, y la forma en la que éste es aceptado, ya sea con alegría, tristeza, pena, etcétera. Para este tipo de análisis toda proposición viene cargada con un tipo de modalidad. Puede ser que ésta se encuentre de forma explícita en la oración o no. Por ejemplo, el modo verbal sería una de las manifestacio- nes de la modalidad (Bally 1950). Para otros investigadores la modalidad no es parte del modo. Frank Robert Palmer (1991) plantea que si bien existe una diferencia entre las dos categorías, ésta no resulta tan clara como entre el tiempo gramatical y el tiempo físico, el género y el sexo, entre el número y la enumeración. En los casos anteriores, una de las categorías está relacionada con la parte gramatical de la lengua (tiempo gramatical, género, número) y la otra es una categoría nocional o semántica (tiempo físico, sexo, enume- ración). Esto significa que algunas lenguas podrían no tener las marcas gramaticales que indiquen el tiempo, el género o el número, pero no quiere decir que los hablantes de dichas lenguas no tengan una idea clara sobre estos particulares. En el caso del modo y la modalidad, el modo sería la parte formal, mientras que la modalidad sería la semántica. Una diferencia entre modo y modalidad y las categorías antes men- cionadas es el hecho de que en algunas lenguas hay marcas formales que indican la modalidad de la oración. La modalidad se puede presentar en tres sistemas. El primer tipo estaría representado por las lenguas que marcan sólo una parte del sistema semántico total, como es el caso de las lenguas indígenas que con un morfema indican cómo es que se sabe lo que se va a decir. Un segundo tipo agruparía a aquellas lenguas que tienen un sistema más complejo y ordenan el campo en distintos patro- nes, como es el caso de la lengua australiana ngiyambaa, que posee tres tipos de clíticos distintos para marcar el discurso: clíticos modales de creencia o conocimiento, clíticos contrafactuales y clíticos de evidencia. El último tipo incluiría a aquellas lenguas que utilizan distintos dispo- sitivos para marcar la modalidad, como el caso del inglés, que utiliza los verbos modales.

59 Otra diferencia entre estas dos categorías es que el modo, cuando se presenta en las lenguas del mundo —por lo menos en las atestiguadas— está relacionado con el verbo; es decir, es una categoría morfosintáctica que según John Lyons (1977) puede no encontrarse en todas las lenguas. La modalidad no tiene esta relación semántica, por lo que es común que cuando encontramos marcas de modalidad, éstas puedan aparecer en cualquier parte de la oración, sin importar qué tan lejos o cerca estén del verbo. Para Joan Bybee (1985), la modalidad queda definida como un cam- po conceptual que puede ser expresado de distintas formas lingüísticas. Las lenguas que marcan el modo tienen en su mayoría las mismas ca- racterísticas, por lo que éste suele referirse tanto a la marca flexional como al dominio conceptual. Bybee (1985) indica que es posible encon- trar, dentro de las lenguas, morfemas que designen prototípicamente modos, como imperativo, subjuntivo, optativo, condicional y subordina- do, y morfemas que designen las distintas modalidades de la oración, las cuales tendrán necesariamente relación con la obligación, la proba- bilidad y la posibilidad. Así pues, se puede definir la modalidad como la opinión o actitud del hablante hacia la proposición (Lyons 1977). Según Palmer (1991) es posible hacer una distinción entre una modalidad objetiva y una subje- tiva. La primera es la que han trabajado generalmente los lógicos, pues- to que es en ésta en la que el hablante no entra en acción. La modalidad subjetiva, por su parte, es la que se manifiesta for- malmente en las lenguas naturales y se define como “la gramaticaliza- ción de las actitudes y opiniones (subjetivas) del hablante” (Palmer 1991: 16). La factividad es otro tema relevante para la modalidad, a pesar de que existe controversia con respecto a su importancia. En general las oraciones no factivas tendrían que ser analizadas en relación con la modalidad, mientras que su contraparte —las oraciones de hecho— se pueden categorizar como oraciones no modales, ya que el hablante tiene el compromiso total con lo que dice (Lyons 1977). El uso de los términos factivo y factividad trae consigo algunas dificultades puesto que en los diccionarios especializados el término se utiliza para indicar causatividad. Palmer sugiere el uso del término facultativo para hacer referencia a oraciones de hecho, de facto (Palmer 1991: 17).

60 Por su parte, dentro de la modalidad existen dos tipos: modalidad deóntica y modalidad epistémica. Antes de definir los dos tipos es nece- sario apuntar que no todos los investigadores reconocen esta distinción. Tal es el caso de Joan Bybee et al. (1994), quienes refieren tres tipos de modalidad. En primer lugar, la modalidad orientada al agente, la cual reporta la existencia de condiciones internas y externas con relación a la acción, ya sea que ésta se encuentre terminada o no. Dentro de esta modalidad existen cuatro subtipos: de obligación, necesidad, habilidad y deseo. El segundo tipo es el de la modalidad orientada al hablante, que incluye oraciones de tipo directivas, demandas, peticiones, etc. En esta modalidad se le permite al hablante imponer las condiciones, por eso aquí se encuentran el imperativo, el prohibitivo, el optativo, etc. Por último está la modalidad epistémica, la cual indica el grado del compro- miso con la verdad de su proposición. De aquí se derivan tres subclases: la posibilidad, la probabilidad y la certeza, siendo la primera la más baja y la última la más alta dentro de la jerarquía relacionada con el compro- miso. Es importante hacer aquí una anotación de orden histórico, concerniente a la evolución de estas modalidades. Según Bybee et al. (1994), dado que la modalidad orientada al agente rara vez se encuentra marcada de forma flexional, resulta razonable suponer que aquellas dos modalidades con marcas afijantes más frecuentes sean gramaticalizacio- nes de la susodicha modalidad orientada al agente. En cuanto a cómo la modalidad orientada al agente evoluciona hacia la epistémica, se debe hacer notar que existe un cambio en cuanto al alcance: la orientada al agente es parte del contenido proposicional y sirve para relacionar el agente con el predicado; la epistémica es externa al contenido proposi- cional y tiene como límite de su alcance toda la oración. Sólo nos refe- rimos a este cambio, puesto que la modalidad epistémica es la relevante para este tema. Ahora bien, regresando a la división entre modalidad deóntica y epistémica, cabe apuntar que la primera tiene que ver, según Lyons (1977), con la necesidad y la posibilidad de actos hechos por agentes moralmen- te responsables. La modalidad deóntica es expresada de un modo más usual por medio de verbos y si es el caso que esté expresada gramatical- mente, las marcas más usuales son las que refieren a directivas y exhor- tos. Finalmente llegamos al punto de nuestro interés: la modalidad epistémica, definida como todo sistema modal que indica el grado de

61 compromiso del hablante con lo que dice (Palmer 1991: 51). Para Lyons, dicha modalidad está en cualquier enunciado en el que el hablante ca- lifica explícitamente su compromiso, con respecto a la verdad de la proposición expresada, sin importar la parte en la que esto sea marcado, ya sea en el componente verbal o en cualquier otra parte de la oración (Lyons 1977: 797). Joan Bybee (1985), por su parte, explica que la moda- lidad epistémica es aquella que se aplica a distintas oraciones en las que el hablante está comprometido con la verdad de lo que expresa. El caso no marcado indica un total compromiso con la verdad y la marca de esta modalidad expresa algo menos que ese compromiso total. En el mismo orden de ideas, Frank Robert Palmer señala cuatro maneras de indicar que lo que se está transmitiendo no es un hecho, pues el hablante puede 1) estar especulando, 2) presentando una deduc- ción, 3) aceptando que la información se la dieron previamente o 4) haciendo notar la evidencia que se tiene sobre lo que se está diciendo. Estas cuatro maneras se pueden agrupar en dos subsistemas: juicios y evidenciales. Las dos primeras corresponden a juicios, mientras que las dos últimas se incluyen en los evidenciales. En esta propuesta los juicios involucran las opiniones y las conclu- siones del hablante, mismos que se pueden graduar de débil a fuerte. Los evidenciales, como su nombre indica, especifican el tipo de evi- dencia que se tiene. Se podría pensar que una distinción más de estos sistemas es la que mantienen en relación con lo mencionado anterior- mente: modalidad subjetiva versus modalidad objetiva. Así pues, los juicios entrarían dentro de la subjetiva y los evidenciales dentro de la objetiva, puesto que, al parecer, estos últimos no indican solamente lo que cree el hablante, sino el tipo de pruebas que tiene para apoyar lo dicho. Los evidenciales también se podrían apreciar desde otra perspectiva, puesto que si lo que indican es el grado de compromiso que tiene el hablante, éstos solamente están ofreciendo una parte de la información y califican lo que se dice a partir del tipo de evidencia que se tenga, por lo que podrían incluirse también dentro de la mo- dalidad epistémica subjetiva. Dentro de los sistemas gramaticales, Palmer (1991) indica que puede haber lenguas que tengan un sistema puro de evidenciales, como es el caso del tuyuca, o lenguas puras en cuanto a juicios, como el inglés; pero lo más común es que se encuentren sistemas mixtos. En este punto

62 existe un problema, porque en el sistema puro de evidenciales de la lengua tuyuca existen cinco marcas de evidencia (el sistema de eviden- ciales de esta lengua lo veremos adelante, con más detalle). Una de ellas, la que es relevante para este punto, es la que indica que lo que se está diciendo fue asumido como un tipo de inferencia por hechos conocidos. Los ejemplos de lenguas con sistemas mixtos tienen marcas de inferen- cias y sin embargo no son tomados como evidenciales, sino como juicios. Desde nuestro punto de vista, no existe una característica que nos permita distinguir cuál es la diferencia para llamar evidencial a la marca del tuyuca, frente a las marcas de juicios de las otras lenguas. Palmer se da cuenta de este problema y comenta:

no hay de forma común una clara distinción (en cuanto a la diferencia entre juicios y evidenciales) porque los juicios de los hablantes están relacionados de forma natural con la evidencia que tienen. Pero sigue siendo razonable argumentar que algunos sistemas como el del tuyuca son predominantemente evidenciales, mientras que otros como el del inglés son predominantemente judicativos (Palmer 1991: 70).

La única forma que podría indicarnos la diferencia entre estos dos sistemas sería que la evidencia por la cual el hablante infiere algo esté especificada. Para los fines de esta investigación —y puesto que no existe una distinción clara— se tomarán en cuenta tanto los sistemas puros de evidenciales como los judicativos. Dentro de esta misma corriente podemos encontrar a Frajzinger (1985), quien hace notar que a través de las oraciones indicativas no marcadas —que de forma inherente tienen el significado ‘es verdade- ro’— y el uso de modales epistémicos se marca el distanciamiento del hablante con respecto a lo que dice. Las lenguas con afijos obligatorios de evidenciales presentan un problema para este enfoque, ya que no tendrían una oración no marcada. En aquellas lenguas en las que el uso del evidencial no es obligatorio, no existe este problema, pues las oraciones con ausencia de una marca de evidencial son las no marca- das. La solución que plantea el autor a este problema es que la grama- ticalización de la verdad, en lenguas con un sistema de evidenciales obligatorios, no se produce siempre de la misma forma, pues aquí lo que se representa son diferentes grados de certeza en relación con la verdad, dando por resultado la división de las lenguas en dos tipos.

63 En el primero entrarían todas aquellas lenguas en las que el modo no marcado indica que el hablante cree lo que dice. El segundo tipo es- taría conformado por las lenguas que no tienen una oración no marcada, pero que indican la fuente de información y representan los grados de certeza. Como se puede apreciar, este enfoque ha sido el más utilizado en los trabajos sobre los evidenciales, aunque en investigaciones más recientes se han empezado a considerar los evidenciales como una categoría inde- pendiente, si bien, de cierta forma relacionada con la certeza y el com- promiso del hablante, pero sólo de manera secundaria.

Categoría independiente En este apartado veremos el punto de vista avalado por Alexandra Ai- khenvald y Ferdinand de Haan, entre otros, que tratan a los evidencia- les como una categoría independiente de la modalidad epistémica. Ferdinand de Haan (1999) propone que no existe una relación de uno a uno entre los evidenciales y los grados de certeza (modales epistémicos). La falta de relación obedece a razones semánticas, sin- tácticas y del origen de los morfemas. A nivel semántico, la no corres- pondencia se debe a que los evidenciales sólo reportan la fuente de evidencia que se tiene sobre un evento, mientras que los modales epistémicos la interpretan y valoran. Constantemente, los evidencia- les son tratados como no marcados dentro de su forma base, en rela- ción con la verdad. Existe una cercanía entre los dos términos, porque ambos trabajan con evidencia y esto puede ocasionar que haya un traslape entre ellos. Por ejemplo, el modal must del inglés posee mati- ces de evidencialidad, pero no como para ser considerado un eviden- cial, dado que la fuente de información en la que el hablante se podría basar para usar must es secundaria. Su significado central continuará siendo el de aportar un grado de duda a la oración. Sucede algo dife- rente en el holandés, donde el modal moet podría tener dos lecturas distintas; una de ellas sería la evidencial y otra la epistémica. La lec- tura evidencial implica que el hablante no tiene información directa de lo dicho en la oración, mientras que la lectura epistémica marca un alto grado de confianza. El significado de evidencia se puede for- talecer por la vía de las implicaturas conversacionales, como en el siguiente ejemplo (De Haan 1999: 90):

64 (40) Het moet geen goede film zijn Eso modal.3SG no buena película ser.INFN ‘No debe ser una buena película’ (epistémica) ‘Se dice que no es una buena película’ (evidencial)

Con respecto a la distinción sintáctica, ésta se da con base en el comportamiento diferente que presentan los evidenciales y los modales epistémicos frente a la negación. A diferencia de los evidenciales, los segundos estarían dentro del ámbito de la negación, ya que cubren un espectro más amplio. El holandés (De Haan 1999: 91) vuelve a servir para ejemplificar este caso, mediante la utilización del verbo modal de necesidad para cancelar la lectura de evidencial:

(41) Het hoeft geen goede film zijn Eso modal.3SG.PRES no buena película ser.INFN ‘No necesita ser una buena película’ (epistémica) * ‘Se dice que no es una buena película’ (evidencial)

El maricopa (Gordon 1986: 85), lengua yumana, ejemplifica el caso de los evidenciales. En esta lengua se tiene un sufijo evidencial –?yuu totalmente gramaticalizado, para marcar evidencia visual. Cuando se usa el sufijo de negación –ma, ubicado entre la raíz y el evidencial, se puede tener una lectura en la que se vea tanto el espacio del evidencial como el de la negación. Por lo tanto, lo que se niega es el contenido proposicional de la oración y no el evidencial en sí mismo. Para tener una lectura en la que se niegue el evidencial es necesario contar con una estructura de dos cláusulas y, en tal caso, el sufijo evidencial no se usa, pues en su lugar se utiliza el verbo ver:

(42a) Waly -marsh -ma-?yuu NEG- ganar- NEG-vis ‘(Yo vi) Ellos no ganaron’

(42b) Marsh-m waly-?-yuu-ma-k ganar.DU-SD NEG-1SG-ver-NEG-ASP ‘No vi que ellos ganaran’

65 Otro argumento para la separación de estas dos categorías es que tanto los evidenciales como los modales epistémicos llegan a aparecer dentro de una misma oración. En el tarahumara occidental (Burguess, 1984: 104), lengua de la familia yutoazteca, una misma oración puede tener un evidencial y marcas de modales epistémicos, tanto de certeza (43b) como de duda (43c):

(43a) alué hu-rá él ser-rep ‘Dicen que es él’

(43b) rahá-ra-guru quemar-rep-verdad ‘Dicen, que él quemó (la casa) y probablemente es verdad’

(43c) simí-le-ga-ra-e ir-PAS-STAT-rep-DUB ‘Alguien dijo que él fue, pero quizá no lo hizo’

Como ya señalamos, el tercer tipo de distinción tiene que ver con el origen de los morfemas gramaticalizados de estas dos categorías. Los modales epistémicos surgen generalmente de los modales deónticos. Éstos, a su vez, se originan de verbos de habilidad, atrevimiento y esivos. Los evidenciales, por su parte, tienen tres vías de origen. La primera, y menos frecuente, es que se deriven de los modales epistémicos, como el caso del holandés (De Haan 1999). En lenguas del continente americano también podemos encontrar este origen. Por ejemplo, en la lengua win- tu (Schlichter 1986), la partícula de evidencia reportada –ke(le)– se deri- va de la palabra *kEl con un significado de posibilidad. Por su parte, Pitkin (1984) plantea que el origen de esta misma partícula es el de un pasado distante –kir. Se esperaría que el origen de evidenciales a través de modales epistémicos fuera más común, si la conexión entre estos dos términos fuera más cercana. Un segundo origen es a partir de verbos que contengan significados correspondientes a los expresados por los evidenciales. Por ejemplo, el caso del sufijo de evidencia directa del maricopa (Gordon 1986) –?yuu, que es una gramaticalización del verbo ver yuu.

66 Finalmente, una tercera vía de desarrollo es la de los morfemas que marcan aspecto o tiempo, como en el turco, en el que el aspecto resul- tante y el anterior pueden desarrollar evidencia indirecta, o marcadores de tiempo, como en el caso del tuyuca (Barnes 1984), en donde las antiguas marcas de pasado han dado por resultado sufijos evidenciales visuales. Como mencionamos al principio de este apartado, Aikhenvald (2004) es otra lingüista que apoya la separación entre modalidad epis- témica y evidenciales. La autora considera que hablar de los evidencia- les como una parte de la modalidad epistémica obedece al hecho de que los evidenciales son una categoría poco atestiguada en las lenguas indoeuropeas, de manera que al describir lenguas con este fenómeno y mantener el esquema eurocentrista, el campo de la modalidad epis- témica era la mejor opción. Para Aikhenvald los evidenciales contienen, dentro de su semántica básica, marcas referentes a la fuente de infor- mación de lo que se está transfiriendo. Si bien es cierto que las marcas de evidenciales suelen tener más de un significado, también lo es que se pueden encontrar extensiones epistémicas que indiquen la confia- bilidad, posibilidad o probabilidad de lo dicho en el enunciado. Dado el caso, este significado sería secundario y no todos los evidenciales tendrían esta extensión y si acaso la llegaran a tener, ésta no estaría jerarquizada de la misma manera. Dicho con otras palabras, en algunas lenguas el evidencial visual o de directa sería el más fuerte con relación a la confianza, pero en otras lenguas podría ser el marcador de infe- rencia. La jerarquización de esta extensión semántica epistémica de- pende de la cultura de la lengua en cuestión y, por lo tanto, si el evi- dencial tiene como significado base el de fuente de información, entonces éste no tiene relación alguna con el compromiso del hablan- te en cuanto a lo que está diciendo y consecuentemente queda fuera de la modalidad epistémica.

Deixis Ahora es el momento de exponer que los evidenciales pueden incluir componentes deícticos y, por lo tanto, actuar en cierta medida como una forma de anclaje en el contexto. Una primera visión es la de Alice Schli- chter (1986), que se enfoca en el origen funcional deíctico de los eviden- ciales. Un segundo punto es el de Ferdinand de Haan (1998), que muestra el origen de los evidenciales visuales a partir de deícticos.

67 La deixis se puede definir de forma general como el mecanismo mediante el cual las lenguas ponen un enunciado dentro de coordenadas de persona y espacio-temporales: “el sujeto pone en relación su enuncia- do con el momento de la enunciación, con los participantes en la comu- nicación y con el lugar en el que se produce el enunciado” (Dubois et al. 1998: 173). Schlichter (1986) se enfoca en dos puntos específicos de la deixis, el componente locativo y el componente interpretativo del oyen- te. Deja claro que el wintu es una lengua en la que no se expresan marcas temporales dentro del verbo, teniendo como los únicos mecanis- mos para relacionar eventos el aspecto, la coordinación y la subordina- ción. El primero es el único que se marca en el verbo. En consecuencia, el procedimiento que se tiene para ubicar el evento —de forma similar a la que lo hacen las lenguas con tiempo verbal— es a través de los eviden- ciales. Generalmente se dice que el centro deíctico es el momento de la enunciación, caso que no se da en esta lengua, pues dicho centro es el evento en sí. En wintu, el trato que recibe el flujo de tiempo es el de eventos consecutivos y localiza dichos eventos con respecto a los resul- tados, manifestaciones visibles y condiciones que son observadas de forma directa. Así, el uso de evidenciales le permite al oyente decidir si la evidencia dada es suficiente o si es necesario reclamar algo en parti- cular. Por su parte, al hablante se le otorga el derecho de estar seguro de lo que dice. La lógica de este pensamiento es que el tiempo es entendido como una secuencia de eventos. Así, mientras las lenguas que poseen una distinción temporal codifican el enlace entre el acto de habla y el evento por medio de la relación temporal que existe entre ellos, lenguas como el wintu —que tienen sistemas de evidencialidad y carecen de tiempo gramatical— especifican la anterioridad o posteridad de los even- tos a través de una secuenciación de los mismos y por medio de los evidenciales. Ferdinand de Haan (1998) nos da un punto para suplementar esta idea, que es el correspondiente al origen de los evidenciales. Ya vimos en el apartado anterior que existen tres vías de gramaticalización, siendo una de ellas la de los morfemas tempo-aspectuales. De Haan hace una investigación sobre el origen de los evidenciales visuales en particular, argumentando que la idea que se tenía previamente acerca de que estos evidenciales provenían de verbos como ver —tal es el caso del evidencial –?yuu del maricopa, mencionado antes— es errónea y que de hecho esta

68 vía suele ser la menos frecuente o incluso inexistente. Sin embargo, tal como se argumentará más adelante, la forma –?yuu corresponde a la flexión en primera persona singular del verbo ver, es decir ‘yo veo’. Un primer caso sería el de aquellos evidenciales que vienen de mor- femas temporales. El ejemplo que muestra De Haan es de la lengua tu- yuca, en la que el paradigma de evidencia visual se había considerado como uno de evidenciales fusionados con tiempo. Pero este autor modi- fica esta visión, ya que plantea más bien que son marcas que vienen de morfemas temporales, cuya prueba es que suelen aparecer en construc- ciones en las que no se esperarían los evidenciales visuales, actuando así, por default, como morfemas de tiempo. Al comparar el tuyuca con otras lenguas de la familia, como el carapana, se puede observar que el paradigma visual del tuyuca corresponde al sistema temporal de las otras lenguas emparentadas (De Haan 1998: 15):

Tuyuca pasado visual Carapana tiempo pasado 3sg. masc. -wi -wi 3 sg. fem -wo -wo 3pl -wa -wa 3sg inan -w -w

La vía de gramaticalización de los evidenciales visuales a partir de morfemas temporales ocurre en tres etapas. El mecanismo presupone que existen dos tiempos pasados. Así, la primera etapa consiste en que en una lengua específica se ha desarrollado una interpretación de evi- dencia directa en un tiempo pasado, mientras que el otro tiempo sigue siendo no marcado en relación con este significado y se utiliza en ambas situaciones, directa e indirecta. La segunda etapa se da cuando el tiempo pasado que era no marcado en relación con la evidencialidad se asocia con la evidencia directa, por la vía de un refuerzo pragmático. Finalmente, la tercera etapa se produce cuando dentro de algún punto del sistema introduce un evidencial no visual y éste tiene una marca abierta para diferenciarlo de la marca de evidencia directa, dejan- do ésta con un único significado de evidencia visual. Existen también evidenciales visuales que vienen de aspecto, lo cual crea un problema para esta hipótesis, puesto que el aspecto es conside- rado como una categoría no deíctica. Una posible solución que da el autor es que las lenguas en las que esto sucede son lenguas sin morfemas

69 temporales. La idea anterior ya fue tratada al inicio de este apartado e ilustrado con la lengua wintu. Los demostrativos son otra clase deíctica que puede desarrollar evi- denciales. El toba (Messineo 2004), lengua del Gran Chaco, es un claro ejemplo de este proceso, puesto que dentro de sus marcas de evidencia- lidad existen dos clases: los evidenciales “por manifiesto” y los eviden- ciales “por inferencia”. Los de manifiesto son aquellos que dentro de su significado base está la evidencialidad, mientras que los inferidos son los que provienen de marcas deícticas. El sistema deíctico del toba se conforma de seis marcas que se anteponen al nombre; dicho sistema se subdivide en marcas referenciales, que indican las propiedades inheren- tes de forma y posición: da (extendido, vertical), ñi (no extendido, hori- zontal), zi (extendido, horizontal) y las marcas propiamente deícticas —como las denomina la autora— que se refieren al espacio en el que se ubica el referente. De esta forma tenemos: na (en movimiento, próximo), so (en movimiento, distante), ka (no perceptible, ausente). Dicho sistema se puede organizar a la manera de un gradiente, en el cual las marcas se distribuyen de lo más a lo menos cerca, o lo que es igual, de lo pre- sente a lo ausente (Messineo 2004: 271):

presencia ausencia ego na da ñi zi so ka +cerca –cerca

Teniendo esto en cuenta, los deícticos na, da, ñi y zi implican eviden- cia directa (44a), mientras que ka, indirecta (44b). Si observamos el gradiente mencionado, podemos advertir que los deícticos que indican evidencia directa son aquellos que ya sea por su forma o por su ubicación con respecto al hablante están presentes y, por lo tanto, se puede asumir que el hablante los presenció; mientras que con el deíctico que marca evidencia indirecta el hablante no está presente, de lo que se puede concluir que el hablante no presenció el evento. Si bien en esta lengua el significado primario sigue siento el deíctico, también podemos apreciar que las marcas en cuestión adquieren una extensión semántica de evi- dencialidad y posiblemente este proceso nos indica que en el caso del toba los evidenciales de directa y no directa se encuentran en las prime- ras etapas de su gramaticalización hacia marcas de evidencialidad.

70 (44a) wo’o na awot ltday-k EX MOV.PROX lluvia grande-más ‘Hay una gran tormenta de lluvia (ahora). (lit. Hay una lluvia grande)’ (p. 281)

(44b) nte’eta wo’o ka awot mañana EX NO.PERCP.AUS lluvia ‘Mañana va a llover (probablemente)’ (p. 283)

Por último, tenemos la deixis de persona. Los evidenciales pueden ser gamaticalizaciones de la marca de primera persona, como en la lengua akha (Thurgood 1986), en la que el evidencial –ŋa puede tener dos vías. Una de ellas es el remanente de una construcción bi-oracional, teniendo el verbo como matriz. La segunda proviene de la primera persona. Este mecanismo suena lógico, puesto que la primera persona pone al hablan- te en el momento que se efectuó el evento o acción, pero no suele ser el más usado. Así, gracias a este mecanismo De Haan (1998) explica el caso del maricopa, lengua que marca la evidencia visual con el sufijo –yuu, que como se puede apreciar claramente está relacionado con el verbo yuu ‘ver’. No obstante, el autor argumenta que el evidencial visual no sólo es la gramaticalización del verbo ver, sino de la construcción ‘yo veo’, siendo la marca de primera persona y yuu el verbo ‘ver’. El origen del evidencial visual del maricopa sería parecido al de la lengua akha y, por lo tanto, se podría pensar que el origen de los evidenciales en marcas deícticas no sería excepcional. La última hipótesis ha sido muy poco trabajada, por lo tanto es difí- cil encontrar más autores que la apoyen y si bien es necesaria más infor- mación acerca del origen deíctico de los evidenciales, creemos que las aportaciones de Schlichter y De Haan justifican que se lleve a cabo una investigación más profunda de la relación entre los evidenciales y la deixis.

71

La muestra y la tipología •

LA MUESTRA

A lo largo del capítulo anterior mostramos las características principales de la categoría en estudio en diversas lenguas del mundo. A continuación examinaremos con más detalle la presencia de los evidenciales en las lenguas indígenas americanas, sus sistemas, su estabilidad genética y su tendencia a la difusión. Para ello fue necesario establecer una muestra representativa de las lenguas del continente. A continuación se presentan los criterios que se emplearon para su conformación.

Definición de la muestra En los trabajos de tipología lingüística a escala mundial o continental es imposible estudiar exhaustivamente todas las lenguas comprendidas en los territorios investigados; por lo tanto, es necesario establecer una muestra representativa. Existen dos tipos principales de muestras: las probabilísticas y las no probabilísticas. Las primeras se forman aleato- riamente y se benefician del cálculo de probabilidades. Un gran proble- ma que enfrentan los lingüistas para conformar dichas muestras es que no todas las lenguas existentes han sido descritas, independientemente de que las descripciones existentes sean adecuadas para los propósitos del investigador y estén a su alcance. Por estas razones, es más común que en los trabajos de tipología se utilicen muestras no probabilísticas, también llamadas muestras de conveniencia u oportunidad (Bell 1978). Para este trabajo hemos utilizado una muestra de conveniencia por cuotas. Las cuotas permiten que haya una representatividad equilibrada,

73 puesto que se divide el objeto de estudio en categorías, las cuales se cubren con un número específico de lenguas, de manera que la repre- sentación sea lo más proporcional posible al universo de lenguas consi- deradas en la investigación. Dado que los objetivos de esta investigación son establecer la variabilidad tipológica, examinar la estabilidad genéti- ca de los sistemas de evidenciales en las lenguas americanas, estimar la propensión a la difusión del rasgo y analizar su distribución geográfica en el continente, las cuotas que se utilizaron fueron la genética, la tipo- lógica y la areal. A continuación presentamos la clasificación genética de las 204 len- guas incluidas en este trabajo, refiriendo la clave de la Nómina de lenguas indoamericanas de Thomas C. Smith-Stark (2000). Utilizamos dicha nómina para la determinación de la clasificación genética, ya que el propio autor, dentro de su hoja de entrada, comenta que se trata de una clasificación conservadora. Dicha nómina, a su vez, se basa en diferentes propuestas, dependiendo de la zona geográfica de estudio. Para las len- guas de Norteamérica se basa en Campbell y Mithun (1979) y Camp­bell (1979), mientras que para Sudamérica se basa en Voegelin y Voegelin (1977) y en Tovar y Larrucea de Tovar (1984). En la nómina también se incluye la clasificación planteada por Greenberg (1987), sin que esto implique convalidar dicho superagrupamiento. En cuanto al nombre de las lenguas, se utiliza la ortografía que aparece en las descripciones consultadas.

escaleutiano 1.Escaleutiano 1.B.2 yupik de Central 1.B5 groenlandés occidental

nadené 2. Atapascano 2.25 hupa 2.28.a navajo 2.28.c apache occidental

amerindio I. Amerindio Norteño I.A. Almosano-keresiuxano

74 5. Selicano 5.A.1 bella coola 5.B.6 halkomelen 7. Huacashano 7.A.3 kwakiutl 7.B.1 nootka (nuuchahnulth) 7.B.3 makah 9. Álgico 9.A.2 *wiyot1 9.B.1 *blackfoot 9.B.3 9.B.5.a montagnais 9.B.5.b cree 9.B.5.c naskapi 9.B.7 *ojibwa 9.B.8 9.B.17 *munsee 11. Iroqués 11.A.1 11.B.9 séneca 11.B.10 cayuga 11.B.12 oneida 11.B.13 mohawk 12. Cadoano 12.2 wichita 12.5 pawnee 14. Siuxano 14.2 mandan 14.3bis hidatsa 15. Yuchiano 15.1 * 16. Queresano 16.A.1 acoma

I.B Penutiano 17. Tsimshiano 17.1.a tsimshian 17.1.b nisgha 18. Sahaptiano 18.1 *nez perce

1 Las lenguas marcadas con asterisco son aquellas que al parecer no cuentan con un sistema de evidencialidad gramatical.

75 18.2 *sahaptin 21. Lutuamiano 21.1 *klamath 22. Chinucano 22.1 *chinook 25. Siuslauano 25.1 *siuslaw 27. Taquilmano 27.1 takelma 28. Miwokano 28.5 miwok de la sierra sureña 29. Costañoano 29.2 *mutsun 30. Yokutsano 30.1 *wikchami 31. Maiduano 31.1 maidu 31.3 nisenan 32. Huintuano 32.2 patwin 32.3 wintu 33. Mijezoqueano 33.A.1.c mixe de Tlahuitoltepec 33.A.2. *oluteco 33.B.1.a *zoque de Chimalapa 33.B.1.b zoque de Copainalá 33.B.3 *popoluca de Texistepec 34. Huaveano 34.1 *huave de San Mateo 35. Totonacano 35.1.g *totonaco de Misantla 36. Mayense 36.A.1.a huasteco potosino 36.B.3 itzá 36.C.2 *ch’ol 36.C.6 tzotzil 36.D.3 *kanjobal 36.D.6 *acateco de la frontera sur 36.D.5 *jacalteco 36.E.I.2 mam 36.E.II.6 tzutujil 39. Mascoquiano 39.B.3

76 39.B.4 koasati I.C. Jocano 44. Karokano 44.1 karok 49 Pomoano 49.2 pomo oriental 49.4 pomo norteño 49.5 pomo suroriental 49.7 kashaya 50. Washoana 50.1 washo 52. Yumano 52.A.1.a *cocopa 52.A.2 *diegueño 52.B.1 kiliwa 52.C.2.a walapai 52.D.1 maricopa 52.D.3 *yuma 53. Cocchimiano 53.1 *cochimí 54. Salinano 54.1 salinan 56. Seriano 56.1 *seri 61. Tequistlatecano 61.2 *chontal de la sierra de Oaxaca

II. Amerindio Central 72. Tañoano 72.A.1 73. Yutonahua 73.A.3 shoshone 73.A.5 payute sureño 73.A.6 *chemehuevi 73.A.7 kawaiisu 73.E.1 pápago 73.E.2 nevome 73.E.3 tepehuano norteño 73.E.4 tepehuano sureño 73.F.I.1.b tarahumara occidental 73.F.I.2 *guarijío de Arechuyro 73.F.II.3 *mayo de los Capomos 73.G.1 cora

77 73.G.2 *huichol de San Andrés Cohamiata 73.H.2.e *náhuatl de Acoxochitlán 73.H.2.g náhuatl de Mecayapan 74. Otomangueano 74.A.1 *chichimeco-jonaz 74.A.5.d *otomí de San Andrés Cuexcontitlán 74.A.5.g *otomí 74.A.6 *matlatzinca de San Francisco Oxtotitlán 74.B.1 *chinanteco de San Juan Lealo 74.B.1.k chinanteco de Sochiapan 74.C.1 *tlapaneco de Malinaltepec 74.E.2.b *trique de San Juan Copala 74.E.3 *mixteco de Sta. María Peñoles 74.E.3.c.iv.3.a *mixteco de Chalcotongo 74.F.2 amuzgo de Oaxaca 74.G.1.f *mazateco de Chiquihuatlán 74.G.3 *chocho de Sta. Catarina 74.H.1.d.a *chatino de la zona alta 74.H.1.d.b *chatino de la sierra occidental 74.H3.d.i.a *zapoteco San Pablo Guilá

III. Chibchano-paezano 75. Tarascano 75.1 *purépecha de Jarácuaro 79. Yanomamano 79.4 sanuma 81. Chibchano 81.5 ika 81.6 *damana 81.10 *cuna 83. Cocunucano 83.A.1 páez de Cauca, Colombia 84. Barbacoano 84.1 *awa pit 84.3 *cayapa 84.4 tsafiki 85. Chocoano 85.1 *embera 85.2 *epena pedee 85.3 *waunana 86. Guaraunoano 86.1 warao

78 89. Murano 89.4 piraha IV. Andino 100. Patagoniano 100.1 selknam 100.3 tehuelche 104. Araucaniano 104.1 *mapuche 105. Quechuano 105.A.1 quechua de Huallaga 105.A.1.b quechua de Junín-Tarma 105.B.2.a quechua de Imbabura 105.B.2.b inga 105.B.f quechua santiagueño 106. Aymarano 106.1 aymara 106.2 jaqaru 107. Zaparoana 107.1 záparo 107.6 iquito 109. Sabelano 109.1 waorani (auca)

V. Ecuatorial-tucanoano V.A. Macrotucanoano 117. Tucanoana 117.A.2 *koreguaje 117.A.4 siona 117.B.2 retuara 117.E.1 cubeo 117.F.4 *macuna 117.F.10 *tatuyo 117.H.1 desano 117.H.2 siriano 117.I.1 tucano 117.I.3 tuyuca 117.I.11 yuruti 117.I.13 wanano 117.I.15 barasano 127. Movimano 127.1 *movima 128. Puinaveano 128.5 hup

79 132. Iransheano 132.1 my ̃ky (iranxe) V.B. Ecuatorial 141. Arahuacano 141.A.3 paumari 141.A.4 jamamadi 141.A.6 deni 141.A.7 jarawara 141.E.1 amuesha 141.F.7 baniva 141.F.8 *yavitero 141.F.12 waura 141.F.13 *palikur 141.F.17a baure 141.F.17.b *ignaciano 141.F.21 terena 141.F.27 piro 141.F.31 *machiguenga 141.F33 *wayuu 141.F.36 caribe isleño 141.F.49 *achagua 141.F.58 *yacuna 141.F.60 *warekena 141.F.64 tariana 145. Guahiboano 145.1a *guajibo 145.1.b *guayabero 145.1.c cuiba 147. Salibano 147.1 *piaroa 149. Tupiano 149.A.1 guaraní 149.A.2 urubu-kaapor 149.A.16 siriono 156. Cayuvavano 156.1 *cayuvava 160. Jivaroano 160.2 *aguaruna 161. Muratoano 161.1 *candoshi

VI. Ye-pano-caribe VI.A. Macrocaribe

80 165. Caribano 165.C.1 kariña 165.D.1 apalai 165.D.1.a *wayana 165.D.14 wai wai 165.D.25 *pemón 165.F.3 *carijona 166. Pebano 166.1 *yagua 167. Huitotoano 167.3 *muinane 169. Andoqueano 169.1 andoque 171.Tacanano 171.1 tacana 171.6 *ese’ejja 172. Panoano 172.A.6 shipibo-konibo 172.A.8 capanahua 172.A.12 amahuaca 172.E.1 *chacobo 177. Matacoano 177.1 *mataco 177.2 *chorote 178. Guaycurano 178.2 toba 178.3 *abipón 182 Ye, ge, tapuya 182.C.1 *canela-kraho

Para cubrir la cuota tipológica se recurrió al orden básico de consti- tuyentes de las oraciones transitivas, declarativas, simples, con sujeto y objeto nominales. En cuanto a ello, sólo se pudieron clasificar 137 lenguas del total, tipando así 67.1% de la muestra y atestiguando los seis tipos de órdenes posibles. Los resultados obtenidos son los siguientes:

VSO (33) bella coola, *blackfoot, halkomelen, kwakiutl, makah, tsimshian, nisgha, *sahaptin, *chinook, *totonaco de Misantla, *acateco de la frontera sur, *jacalteco, pápago, tepehuano norteño, tepehuano sureño, cora, *chi- nanteco de San Juan Lealao, chinanteco de Sochiapan, *tlapaneco de

81 Malinaltepec, *trique de San Juan Copala, *mixteco de Sta. María Pe- ñoles, *mixteco de Chalcotongo, amuzgo de Oaxaca, *mazateco de Chiquihuatlán, *chocho de Sta. Catarina, *chatino de la zona alta, *chatino de la sierra occidental, *zapoteco de San Pablo Guilá, *kore- guaje, *movima, *wayuu, caribe isleño, *yagua.

SVO (23) hidatsa,*ojibwa, takelma, huasteco potosino, *zoque de Chimalapa, *popoluca de Texistepec, *huave de San Mateo, itzá, tzutujil, salinan, *chontal de la sierra de Oaxaca, *matlatzinca de San Francisco Oxtoti­ tlán, *purépecha de Jarácuaro, záparo, iquito, paumari, amuesha, *palikur, *achagua, guaraní, *mataco, *abipón, toba.

SOV (66) navajo, apache del occidente, mandan, *yuchi, maidu, nisenan, mixe Tlahuitoltepec, mam, alabama, koasati, pomo oriental, pomo surorien- tal, washo, *diegueño, kiliwa, walapai, maricopa, *seri, kiowa, shoshone, , nevome, tarahumara occidental, *mayo de los Capomos, *huichol de San Andrés Cohamiata, *chichimeco-jonaz, sanuma, ika, *cuna, *damana, paez, *awa pit, *cayapa, tsafiki, *embera, *epena pedee, *waunana, warao, piraha , quechua de Huallaga, quechua de Junín-Tar- ma, quechua de Imbabura, inga, quechua santiagueño, aymara, waorani (auca), retuara, cubeo, siriano, tucano, tuyuca, yuruti, wanano, barasano, iranxe, piro, tariana, *guayabero, urubu-kaapor, siriono, *aguaruna, apalai, *esse-ejja, shipibo-konibo, capanahua, arahuaca.

VOS (8) *siuslaw, zoque de Copainalá, *ch’ol, tzotzil, *kanjobal, *otomí de San Andrés Cuexcontitlán, baure, terena.

OVS (5) *guarijío de Arechuyro, selknam, *mapuche, tehuelche, *pemon.

OSV (2) groenlandés occidental, jamamadi.

82 Tal como esperábamos, los órdenes más frecuentes son el SOV con 66 lenguas, seguidos a cierta distancia por el VSO con 33 lenguas y el SVO con 23. Ya muy alejados se encuentran el VOS con ocho lenguas, así como el OVS con cinco y el OSV con dos lenguas. Tampoco consti- tuye ninguna sorpresa el hecho de que las lenguas SO sobrepasen por mucho en número a las lenguas OS, pues así lo establece el universal 1 de Greenberg (1963). Como mencionamos, la tercera cuota es la que concierne a la distri- bución geográfica de las lenguas. Un primer acercamiento a este punto —el más notorio— es el referente a su ubicación dentro del continente americano, teniendo la siguiente distribución: 74 lenguas corresponden a Norteamérica, 38 a Mesoamérica y 92 a Sudamérica. Para las áreas culturales tomamos como base los trabajos de Barriga (1998 y 2005), que constituyen una integración de los de Driver et al. (1953) para Nor- teamérica, Kirchhoff (1943) para Mesoamérica y Murdock (1951) para Sudamérica. En estos trabajos se definen 35 áreas culturales, de las cuales en nuestra muestra están representadas 30 (véase mapa 1). A continuación damos cuenta de la distribución de las lenguas de la mues- tra por áreas culturales:

I. Ártico yupik de Alaska central, groenlandés occidental

III. Subártico oriental montagnais, cree, naskapi, *ojibwa.

IV. Costa noroccidental kwakiutl, bella colla, halkomelen, nootka, makah, nisgha, tsimshian, *chinook, *siuslaw, takelma.

V. Meseta *nez prece, *sahaptin, *klamath.

VI. *, miwok de la sierra sureña, *mutsun, *wikchami, maidu, nisenan, wintu, karok, pomo oriental, pomo norteño, pomo suroriental, kashaya, *diegueño, kiliwa, *cochimí, salinan, kawaiisu, hupa.

83 VII. Gran Cuenca washo, shoshone, payute sureño, *chemehuevi.

VIII. Llanuras *blackfoot, patwin, arapaho, wichita, pawnee, mandan, kiowa, hidatsa, comanche.

IX. Noroeste *munsee, potowatomi, seneca, cayuga, oneida, mohawk.

X. Sureste cherokee, *yuchi, alabama, koasati.

XI. Suroeste navajo, acoma, apache occidental, *cocopa, walapai, maricopa, *yuma, *seri, pápago, nevome, tepehuano norteño, tarahumara occidental, *guarijío, *mayo de los Capomos, *chichimeco-jonaz.

XII. Mesoamérica mixe de Tlahuitoltepec, *oluteco, *zoque de Chimalapa, zoque de Co- painalá, *popoluca de Texistepec, *huave de San Mateo, *totonaco de Misantla, huasteco potosino, itzá, *ch’ol, tzotzil, *kanjobal, *acateco de la frontera sur, *jacalteco, mam, tzutujil, *chontal de la sierra de Oaxaca, tepehuano sureño, cora, *huichol de San Andrés Cohamiata, *náhuatl de Acoxichitlán, náhuatl de Mecayapan, *otomí de San Andrés Cuex- contitlán, *otomí *matlatzinca de San Francisco Oxtotitlán, *chinanteco de San Juan Lealao, chinanteco de Sochiapan, *tlapaneco de Malinalte- pec, *trique de San Juan Copala, *mixteco de Sta. María Peñoles, *mix- teco de Chalcotongo, amuzgo de Oaxaca, *mazateco de Chiquihuatlán, *chocho de Sta. Catarina, *chatino de la zona alta, *chatino de la sierra occidental, *zapoteco de San Pablo Guilá, *purépecha de Jarácuaro.

XIII. Istmo *cuna, *awa pit, *embera, *epena pedee, caribe isleño.

XVI. Colombia paez, inga, *koreguaje.

84 X V. Caribe ika, *damana., *wayuu

XVI. Caquetá cubeo, siriano, tucano, tuyuca, yuruti, wanano, barasano, amuesha, andoque, *macuna, *tatuyo, desano, tariana, hup, *baniva, *yavitero, *achagua, *yacuna, *warekena, *yagua, *muinane.

XVII. Orinoco warao.

XVIII. Guyana *palikur, apalai, *wayana, kariña, *pemon, *carijona.

XIX. Sabana *waunana, *guajiro, *guayabero, *cuiba, *piaroa.

XX. Amazonas retuara , wai wai.

XXI. Loreto záparo, shipibo-konibo, iquito, waorani (auca), siona, *aguaruna, *can- doshi.

XXII. Jurua - Puros piraha , paumari, piro, sanuma, yamamadi, deni, jarawara.

XXIII: Para urubu kaapor.

X XIV. Goyas *canela-kraho

X X V. Xingu iranxe, waura.

XXVI. Montaña capanahua, amahuaca.

85 XXVII. Perú *cayapa, tsafiki, quechua de Huallaga, quechua de Junín-Tarma, quechua de Imbabura, aymara, jaqaru, *machiguenga, tacana.

XXVIII. Bolivia terena, baure, *ignaciano, siriono, *cayuvava, *ess’eja, *chacobo.

XXIX. Chaco guaraní, *mataco, *chorote, toba, *abipón .

XXXI. Chile *mapuche, quechua santiagueño.

XXXII. Pampa selknam, tehuelche.

Las cinco áreas culturales que no están representadas en la muestra, debido la falta de gramáticas de lenguas en estas zonas son: II. Subártico occidental, XXX. Paraguay, XXXIII. Tierras Bajas Orientales, XXXIV. Atlántico y XXXV. Tierra de Fuego. En la muestra antes descrita encontramos que 85 de las lenguas al parecer no tienen la categoría de evidencialidad. En aras de la cabalidad a continuación damos un listado de aquellas lenguas sin evidenciales: 9.A.2 wiyot (Teeter 1964), 9.B.1 blackfoot (Frantz 1991), 9.B.7 ojibwa (Bloomfield 1957), 9.B.7 munsee (Goddard 1979), 15.1 yuchi (Wagner 1933-1938), 18.1 nez perce (Aoki 1970) 18.2 sahaptin (Rigsby y Rude 1996), 21.1 klamath (Barker 1964), 22.1 chinook (Boas 1911b), 25.1 siuslaw (Frachtenberg 1922), 29.2 mutsun (Okrand 1977), 30.1 wikcham- ni (Gamble 1978), 33.A.2 oluteco (Zavala 2000), 33.B.1.a zoque de Chimalapa (Knudson 1980), 33.B.3 popoluca de Texistepec (Wichmann 2007), 34.1 huave de San Mateo (Stairs y Stairs 1980), 33.1.g totonaco de Misantla (Mackay 2005), 36.C.2 cho’l (Warketing y Ruby 1980), 36.D.3 kanjobal (Zavala 1992a), 36.D.4 acateco de la frontera sur (Zava- la 1992b), 36.D.5 jacalteco (Grinevald 1977), 52.A.1.a cocopa (Crawford 1966), 52.A.2 diegueño (Langdon 1970), 52.D.3 yuma (Halpern 1946), 53.1 cochimí (Mixco 1978), 56.1 seri (Moser y Marlett 1996), 61.2 chon- tal de la sierra de Oaxaca (Waterhouse 1980), 73.A.6 chemehuevi (Press 1979), 73.F.I.2 guarijío de Arechuyro (Miller 1993), 73.F.II.3 mayo de los

86 Capomos (Freeze 1989), 73.G.1 huichol de San Andrés Cohamiata (Gó- mez 1999), 73.H.2.e náhuatl de Acaxochitlan (Lastra 1980), 74.A.1 chichimeco-jonaz (Angulo 1933) 74.A.5.d otomí de San Andrés Cuex- cotitlán (Lastra 1989), 74.A.5.g otomí (Hekking 1984), 74.A.6 matlatzin- ca de San Francisco Oxtotitlán (Escalante y Hernández 1999), 74.B.1 chinanteco de San Juan Lealao (Rupp 1980), 74.C.1 tlapaneco de Mali- naltepec (Suárez 1988), 74.E.2.b trique de San Juan Copala (Hollenbach 1975), 74.E.3 mixteco de Santa María Peñoles (Daly y Holland 1977), 74.E.3.c.iv.3.a mixteco de Chalcotongo (Macaulay 1996), 74.G.1.f maza- teco de Chiquihuatlán (Jamiesson y Tejeda 1978), 74.G.3 chocho de Santa Catarina (Mock 1977), 74.H.1.d.a chatino de la zona alta (Pride y Pride 1997), 74.H.1.d.b chatino Sierra Occidental (Pride 1965), 74.H.3.d.i.a zapoteco de San Pablo Guilá (López 1997), 75.1 purépecha de Jarácuaro (Chamoreau 2003), 81.6 damana (Trillos 2000), 81.10 cuna (Llerena 2000), 84.1 awa pit (Calvache 2000), 84.3 cayapa (Abrahamson 1962), 85.1 embera (Hoyos 2000), 85.2 epena pedee (Harms 1994), 85.3 waunana (Mejía 2000), 104.1 mapuche (Smeets 1989), 117.A.2 koregua- je (Rodríguez 2000), 117.F.4 macuna (Gómez-Imbert y Jones 2000), 117.F.10 tatuyo (Gómez-Imbert y Jones 2000), 127.1 movima (Judy y Judy 1967), 141.F.7 baniva (Mosonyi y Mosonyi 2000), 141.F.8 yavitero (Mo- sonyi y Mosonyi 2000), 141.F.13 palikur (Derbyshire 1986), 141.F.17.b ignaciano (Ott y Ott 1967), 141.F.31 machiguenga (Snell y Wise 1963), 141.F.33 wayuu (Mansen y Captain 2000), 141.F.49 achagua (Meléndez 2000), 141.F.58 yacuna (Schauer y Schauer 2000), 141.F.60 warekena (Aikhenvald 1998), 145.1.a guajibo (jiwi) (Mosonyi y Mosonyi 2000), 145.1.b guayabero (Tobar 2000), 141.1.c cuiba (Merchán 2000), 147.1 piaroa (Mosonyi 2000), 156.1 cayuvava (Key 1967), 160.2 aguaruna (Larsen 1963), 161.1 candoshi (Anderson y Wise 1963), 165.D.1.a waya- na (Jackson 1972), 165.D.25 pemón (Mosonyi y Mosonyi 2000), 165.F.3 carijona (Robayo 2000), 166.1 yagua (Payne y Payne 1990), 167.3 mui- nane (Walton et al. 2000), 171.6 ese’ejja (Shoemaker y Shoemaker 1965), 172.E.1 chácobo (Prost 1965), 177.1 mataco (Hunt 1940), 177.2 chorote (Gerzenstein 1978) 178.3 abipón (Najilis 1966) y 182.C.1 canela-kraho (Popjes y Popjes 1986). La proporción entre lenguas con evidenciales gramaticales y lenguas sin evidenciales consignada en el trabajo que Ferdinand de Hann (2005) realizó como parte del proyecto World Atlas of Language Struc-

87 ture y la encontrada en nuestra investigación es muy similar. De Hann tiene una muestra mundial de 418 lenguas; de éstas, 181 no tienen evidencialidad gramatical, lo cual equivale a 43.3%. Por su parte, las lenguas con evidenciales son 237, que representan 56.6%. Nuestra muestra se limita al continente americano y contienen un total de 204 lenguas. Las lenguas sin evidenciales suman 85, cifra que constituye el 41.6% del total. Las lenguas con evidenciales son 119, cantidad arroja un 58.3%. Como se puede observar, las proporciones son muy parecidas en ambas muestras, pues sólo varían a razón de 1.7% en los dos casos. Dado que nuestro interés se centra en los sistemas de evidencialidad, de aquí en adelante nos concentraremos en las 119 lenguas que sí cuen- tan con evidenciales gramaticales. Dichas lenguas pertenecen a 45 de las 193 familias conservadoras de la nómina de Smith-Stark (2000). Las lenguas de la muestra con evidenciales tienen una marcada preferencia por el orden SO, aunque también están representadas las OS. Específi- camente, el tipo SOV incluye más lenguas que los otros cinco tipos juntos. En cuanto a su distribución geográfica, encontramos que 53 de estas lenguas corresponden a Norteamérica, 13 a Mesoamérica y 53 a Sudamérica, lo cual representa un balance de la distribución (véanse mapas 2-8). Finalmente, debemos mencionar que las lenguas con evi- denciales de la muestra están distribuidas en 27 de las 35 áreas cultura- les integradas por Barriga (1998 y 2005).

LA TIPOLOGÍA

A continuación procedemos a explicitar los criterios que se utilizaron para la elaboración de la tipología y la clasificación de las lenguas de la muestra conforme a dicha propuesta.

Conformación de la tipología En primer lugar se tomó en cuenta el carácter directo (Dir) o no-directo (No-Dir) de la evidencia que posee el hablante con respecto a la infor- mación que está transmitiendo. Basándonos en esta división, encontra- mos tres combinaciones lógicas posibles, a saber:

88 Dir 1 lengua (.84%) No-Dir 65 lenguas (54.6%) Dir/No-Dir 53 lenguas (44.5%)

Como podemos apreciar en los resultados anteriores, la marca de evidencia directa sola es en extremo marginal, puesto que sólo la repre- senta una lengua (mapa 9); mientras que los sistemas de evidencia no-directa (mapa 10) y los de la combinación de ambos tipos (mapa 11) de evidencia son bastante productivos, pues cuentan con 65 y 53 lenguas respectivamente. Con el fin de afinar los resultados de la tipología, fue necesario hacer una subclasificación de los tipos ya mencionados. Para el caso de la evidencia directa, recurrimos al criterio de si el hablante adquirió la información por el sentido de la visión o no, subcategorizando la evi- dencia en cuestión de la siguiente manera:

Visual (vis) No visual (no.vis) Sin especificación (sin.esp)

En cuanto a la evidencia no-directa, se tomaron como parámetros las dos formas de acceder a la información de forma indirecta, ya sea porque alguien más contó el suceso o porque se dedujo la información a través del razonamiento, dando las siguientes opciones:

Reportada (rep) Inferencial (inf) Suposición (sup) Sin especificación (sin.esp)

Los criterios secundarios arriba especificados los escribiremos volados sobre las abreviaturas de los criterios primarios, a la manera de expo- nentes. Un primer acercamiento a esta subclasificación nos permite mostrar unos primeros resultados en relación con las combinaciones más fre- cuentes. Para el rasgo directo existe una marcada preferencia por las si- guientes combinaciones:

89 Dir sin.esp 26 lenguas Dir vis no.vis 13 lenguas Dir no.vis 8 lenguas

Las demás combinaciones posibles o son inexistentes o tienen muy poca representatividad en la muestra. Por su parte, con el rasgo no-di- recto aparecen las siguientes combinaciones:

No-Dir rep 41 lenguas No-Dir rep inf 33 lenguas No-Dir rep inf sup 16 lenguas No-Dir sin.esp 13 lenguas No-Dir inf 9 lenguas

Al igual que en el caso anterior es necesario hacer notar que las otras combinaciones no aparecen en la muestra o son marginales. Al combinar el criterio clasificatorio con el subclasificatorio en las lenguas de la muestra se obtuvieron los siguientes resultados:

Tipo Dir Dirno.vis.: amuzgo de Oaxaca.

Tipo No-Dir No-Dirrep: bella coola, halkomelen, nootka, arapaho, potawatomi, cherokee, hidatsa, mixe de Tlahuitoltepec, zoque de Copainalá, huasteco potosino, itzá, tzotzil, mam, tzutujil, károk, salinan, kiowa, shoshone, kawaiisu, nevome, tepehuano norteño, náhuatl de Meca- yapan, paez, warao, iquito, paumari, amuesha, baure, terena, piro, guaraní, urubu kaapor, tacana, capanahua, amahuaca. No-Dirinf: miwok de la sierra sureña, kiliwa, quechua santiagueño, deni. No-Dirsin.esp: montagnais, cree, naskapi, acoma, takelma, waorani (auca), caribe isleño, siriano. No-Dirrep inf: yupik de Alaska central, navajo, cayuga, oneida, mandan, tsimshian, maidu, nisenan, alabama, comanche, payute sureño, cora, záparo, wai wai, andoque. No-Dirrep sin.esp: patwin. No-Dirrep inf sup : kwakiutl, mohawk. Tipo Dir/No-Dir

90 Dirvis No-Dirrep inf: seneca, piraha . Dirno.vis No-Dirrep: koasati, pomo norteño. Dirno.vis No-Dirrep inf: pawnee, retuara . Dirno.vis No-Dirrep sup: pomo oriental. Dirno.vis No-Dirrep inf sup: apache occidental, wintu. Dirsin.esp No-Dirrep: nisgha. Dirsin.esp No-Dirinf: walapai, selknam. Dirsin.esp No-Dirsin.esp: ika, tehuelche, kariña. Dirsin.esp No-Dirrep inf: wichita, pápago, tepehuano del sur, tarahuma- ra occidental, quechua de Huallaga, quechua de Junín- Tarma, tuca- no, jamamadi, toba. Dirsin.esp No-Dirrep sup: inga. Dirsin.esp No-Dirinf sup: apalai. Dirsin.esp No-Dirrep sin.esp jaraara. Dirsin.esp No-Dirrep inf sup: tsafiki, quechua de Imbabura, jaqaru, cubeo, siriano, waura, shipibo-konibo Dirsin.esp No-Dirrep inf sin.esp: sanuma. Dirvis no.vis No-Dirrep: pomo suroriental, maricopa. Dirvis no.vis No-Dirinf: hupa, washo. Dir vis no.vis No-Dirsin.esp: siona. Dirvis no.vis No-Dir rep inf: groenlandés occidental, kashaya, desano, hup. Dirvis no.vis No-Dirrep inf sup: tuyuca, yuruti, mỹky, tariana. Dirno.vis sin.esp No-Dirrep: chinanteco de Sochiapan. Dirno.vis sin.esp No-Dirinf: aymara. Dir no.vis sin.esp No-Dir sin.esp: barasano. Dirno.vis sin.esp No-Dirrep inf: wanano. Dirvis no.vis sin.esp No-Dirrep inf sup: makah.

En el siguiente y último capítulo se analizarán con mayor profundidad los tipos y las cifras, cruzando la información con la clasificación gené- tica de las lenguas en cuestión, la tipológica y la referente a su distribu- ción geográfica, que ha sido establecida en los mapas que presentamos en el apéndice correspondiente al final del trabajo.

91

Conclusiones •

En este apartado enlistamos los resultados a los que hemos llegado en este trabajo. Dado que sólo nos enfocamos a las lenguas indígenas ame- ricanas con evidenciales, entonces las conclusiones sólo aplican a las lenguas del continente. Dichas conclusiones abarcan desde la tipología de la evidencialidad, hasta aspectos concernientes a la estabilidad gené- tica, la distribución y difusión de la categoría en el continente. Las últimas conclusiones del paquete plantean algunas ideas sobre la historia natural de los tipos de evidencia. Las conclusiones se presentan siguiendo apro- ximadamente el orden en el cual se trataron en los capítulos del trabajo. I. Se estudiaron un total de 204 lenguas indígenas americanas. De éstas 85 (41.6%) no tuvieron evidencialidad gramatical. Por su parte 119 lenguas (58.3%) sí tuvieron evidenciales. La proporción de lenguas con evidenciales encontrada en América es muy semejante a la que encontró De Haan (2005) en una muestra mundial. II. Los evidenciales son morfemas gramaticales que expresan la fuen- te de información; además, parece existir una relación entre los eviden- ciales y la deixis, debido a que llegan a tener cierta función de anclaje en el contexto (De Haan 2004). De las 119 lenguas con evidenciales de la muestra, cuatro (que representan 3.3%) cuentan con algunos eviden- ciales en su sistema que no cumplen con la noción básica de evidencia- lidad, es decir, uno de los cuatro puntos que Anderson (1986) juzga necesarios para considerarlos evidenciales plenos (Cfr. “Definición de evidencial”). Sin embargo, se incluyeron porque parecen representar instancias emergentes de evidencialidad. En el payute sureño la marca de inferencia parece tener un primer significado de interrogación. En el

93 chinanteco de Sochiapan la marca de evidencia directa sin especificar tiene la función principal de adverbio. En tehuelche la marca de modo no real —como la nombra el autor— también puede significar interroga- ción, dubitativo y poca certeza. Finalmente, en la lengua toba las marcas de evidencia directa sin especificación y de inferencia tienen un primer uso como deícticos. III. De las 119 lenguas con evidenciales de la muestra, nueve (que equivalen a 7.5%) tienen marca cero, la cual representa siempre la evi- dencia directa y en todos los casos el sistema incluye marcas explícitas de evidencia no-directa. De éstas, siete marcan la evidencia directa sin especificación: makah, wichita, walapai, pápago, tsafiki, cubeo y kariña. El hup y el desano, por su parte, marcan la evidencia visual. IV. Existen 92 lenguas (77.3%) que indican la fuente de información por medio de afijos verbales o clíticos, avalando así lo dicho por De Haan (2005), quien indica que dicha estrategia es la más común dentro de las lenguas del mundo con evidencialidad. V. Encontramos 40 lenguas de la muestra (33.6%) que marcan evi- dencialidad por medio de partículas. De éstas, 31 indican algún tipo de evidencia no directa, tal como lo ha propuesto De Haan (2005). Las nueve excepciones a la generalización hecha por De Haan, que asocia una fuerte relación entre el uso de partículas y la marca de evidencia no directa son: apache occidental, seneca, tepehuano del sur, chinanteco de Sochiapan, apalai, sanuma, piraha, waura y toba. En las cinco prime- ras lenguas de la lista todo el sistema de evidencialidad está marcado por medio de partículas. El sanuma, piraha , waura y toba también tienen afijos y clíticos dentro de su sistema. VI. De las 119 lenguas con evidenciales de la muestra, 13 manejan un sistema mixto de marcación (10.9%), esto significa que en sus sistemas de evidencialidad hay tanto afijos como partículas para indicar los tipos de evidencia que tienen las lenguas. VII. Los hablantes de las lenguas estudiadas tienen a su disposición dos tipos de evidencia. La evidencia directa y la no-directa. Cada uno de estos tipos se puede subcategorizar. La evidencia directa se divide en evidencia visual, no-visual y sin especificación. La evidencia no-directa, por su parte, se divide en reportada, inferencial, suposición y sin espe- cificación. En la muestra se encontraron todos los subtipos de evidencia arriba señalados.

94 VIII. De las 119 lenguas con evidenciales de la muestra, 54 señalan evidencia directa (45.3%). Dentro de esta evidencia, el subtipo más usual es la evidencia sin especificación, seguida por la no visual y, finalmente, la evidencia visual. Esto es lógico si consideramos que la evidencia visual es la menos marcada. IX. Las lenguas de la muestra que tienen evidencia visual cumplen con la generalización propuesta por De Haan (2004), en el sentido de que la presencia de un evidencial visual implica que la lengua marque algún otro evidencial directo, ya sea el no visual o el sin especificación. Así, encontramos que 13 de las lenguas que marcan evidencia visual también marcan evidencia no visual (pomo suroriental, maricopa, hupa, washo, siona, groenlandés occidental, kashaya, desano, hup, tuyuca, yuruti, iranxe y tariana) y una lengua que además de tener evidencia visual, también tiene evidencia no visual y sin especificación (makah). Las únicas excepciones a la generalización son el seneca y el piraha . X. De las 119 lenguas con evidenciales de la muestra 118 presentan evidencia no directa (99.1%). Dentro de este tipo de evidencia lo más frecuente es que se marque la evidencia reportada, seguida por la infe- rencial, la suposición y finalmente la sin especificación. XI. Existen 17 lenguas de la muestra (13.4%) que junto con la eviden- cialidad marcan tiempo, género, persona, número y cambio de referencia. De éstas, el nootka marca evidencialidad más la categoría de persona y el selknam la categoría de género. Las lenguas naskapi, wichita, sanuma, siona, cubeo, siriano, tucano, tuyuca, yuruti, wanano, mỹky, jamamadi, jarawara y tariana marcan alguna de las tres categorías anteriores más tiempo/aspecto. Finalmente, la única lengua que marca a la par eviden- cialidad y cambio de referencia es el kashaya. Aquí es importante hacer notar que de las 17 lenguas mencionadas, cuatro pertenecen a Nortea- mérica y 13 a Sudamérica. XII. Dentro de los sistemas que marcan evidencialidad junto con tiempo/aspecto es posible encontrar algunos más complejos que otros. Así pues, documentamos sistemas como el del naskapi, que sólo distin- guen en la evidencia directa sin especificación, una marca para pasado y otra para presente, o como el del wichita que distingue los aspectos aoristo y perfecto, además del tiempo futuro, en la evidencia reportada. Las lenguas de la familia tucanoana tienen sistemas más complejos, pues en algunos casos distinguen entre los tiempos presente y pasados (inme-

95 diato, reciente y lejano). Todos los sistemas complejos de evidencialidad más tiempo se encontraron en lenguas de Sudamérica. XIII. Para el caso de las lenguas con sistemas complejos de marcas de evidencialidad más tiempo, podemos establecer un par de generalizaciones. La primera es que si la lengua tiene marcas para evidencia directa y no-di- recta, y no cuenta con una marca cero, la evidencia reportada tendrá menos distinciones de tiempo o sólo marcará tipo de evidencia. La segun- da es que las marcas de evidencia directa tienen al menos el mismo nú- mero de distinciones temporales que las marcas de evidencia no-directa. XIV. El admirativo sólo se documentó en cinco lenguas (4.2%) y siempre asociado a la evidencia no-directa. De éstas, tres aparecen en la evidencia inferencial (apache occidental, washo y selknam), una en la evidencia indirecta sin especificación: (jarawara) y una en la suposición (shipibo- konibo). XV. Planteamos una tipología de dos dimensiones, que produce por resultado cuatro tipos lógicos posibles. Las dimensiones de la tipología están constituidas por la evidencia directa (Dir) y la evidencia no-direc- ta (No-Dir). Los tipos lógicamente posibles son: 1) Lenguas sin eviden- ciales, 2) Dir, 3) No-Dir y 4) Dir/No-Dir. Dejando de lado a las lenguas sin evidenciales, encontramos que los más productivos son los tipos No-Dir y Dir/No-Dir con 65 y 53 lenguas, respectivamente. Es importante aclarar que el tipo Dir es completamen- te marginal, puesto que sólo lo representa una lengua. De llegarse a validar plenamente el caso, éste constituiría una excepción a la genera- lización contenida en De Hann (2005), en la que reporta que hay lenguas que sólo marcan la evidencia Dir. XVI. La evidencia directa se manifiesta más frecuentemente a través del subtipo sin especificación (26 lenguas), seguido de la combinación visual/no-visual (13) y del subtipo no-visual (8). Las demás combinacio- nes son marginales o inexistentes XVII. Para el rasgo de evidencia no-directa, lo más usual es encontrar marcas con el subtipo de reportada (41 lenguas), seguido de reportada/ inferencial (32), reportada/inferencial/suposición (16), sin especificación (13) e inferencial (10). Los otros subtipos tienen muy poca representati- vidad o son inexistentes. XVIII. Para examinar la estabilidad genética de los sistemas de evi- dencialidad, sólo se tomaron en cuenta las seis familias de la muestra

96 que tienen cinco o más lenguas con evidenciales representadas. Dichas familias son: iroquesa (5 lenguas), mayense (6), yutonahua (11), quechua- na (5), tucanoana (10) y arahuacana (11). La permanencia del tipo varió desde 64.6% (familia arahuacana) hasta 100% (familia mayense y tuca- noana). Dicha permanencia promedió 82.7% en las seis familias. Como es lógico, a nivel de los subtipos la permanencia disminuyó. Su variación fue de 22% (familia tucanoana) hasta 100% (familia mayense), teniendo un promedio de 48.8%. Cabe destacar que la permanencia de los tipos es más alta en la evidencia directa que en la no-directa. XIX. Con respecto a las formas, basta un primer examen de los datos (disponibles en el apéndice), para darse cuenta de que las cognadas abundan. Por ejemplo, en la familia quechuana la evidencia directa se marca con el sufijo –mi en cuatro de las cinco lenguas que representan la familia. En la familia iroquesa el séneca y el cayuga usan la partícula ’a:yᶒ́: para marcar evidencia visual y reportada respectivamente. Por otra parte, las lenguas mam y tzutujil, de la familia mayense, marcan la evi- dencia reportada con el clítico =ch y la partícula cha7. En la familia arahuacana las lenguas baure, terena y piro, usan hi, –hi, –hima, respec- tivamente, para la evidencia reportada. XX. Al examinar la distribución continental de los sistemas de evi- dencialidad encontramos que en Norteamérica —incluyendo el área de mesoamérica— tienen un mayor número de sistemas de evidencia no-di- recta (43) que en Sudamérica (20). Por el contrario, en Sudamérica hay más lenguas con sistemas complejos que marcan evidencia directa y no-directa (32) que en Norteamérica (21) (mapa 2). XXI. Las lenguas de la muestra se localizan en 27 de las 35 áreas culturales integradas por Barriga (1998 y 2005). Las áreas con mayor concentración de lenguas con sistemas de evidenciales son: California con 13 lenguas, Mesoamérica y Caquetá con 12 lenguas cada una, y Llanuras y Suroeste con ocho. Las áreas no representadas por falta de descripciones disponibles o porque el rasgo en cuestión no ha sido do- cumentado ahí son: Subártico occidental, Meseta, Sabana, Goyas, Para- guay, Tierras Bajas Orientales, Atlántico y Tierra de Fuego (mapa 1). XXII. Se identificaron tres áreas claras de convergencia de evidencia- lidad; dichas áreas son: California, en la que se localizaron sistemas de evidencialidad en lenguas de las familias atapascana (1), taquilman (1), miwokana, (1), maiduana (2), huintuana, (2), karokana (1), pomoana (4),

97 washoana (1), yumana (3), salinana (1) y yutonahua (1). La zona del Vau- pés (en la frontera de Colombia, Brasil y Perú), donde coexisten lenguas con sistemas de evidenciales de las familias: yanomamano (1), puinavea- na (1), tucanoana (7), arahuacana (1), caribano (3). Por último, la costa del pacífico de Colombia y Perú, donde encontramos lenguas con evi- denciales de las siguientes familias: barbacoana(1), quechuana (4), ayma- rana (2), zaparoana (2), sabelano (1), tucanoana (1), arahuacana (3) y pa- noana (2). Es interesante subrayar que a escala continental, la distribución de las lenguas con evidenciales muestra una tendencia de agrupamiento en el oeste del continente, hacia la cuenca del Pacífico (mapa 2). XXIII. En cuanto a la distribución geográfica de los subtipos de evidencia directa obtuvimos los siguientes resultados: el subtipo visual (mapa 12) se localiza principalmente en dos áreas, California y la zona del Vaupés. El subtipo no visual (mapa 13) tiene la misma distribución que la evidencia visual, esto se debe en gran medida a lo expuesto en la conclusión número IX, que indica que las lenguas que marcan evidencia visual también tienen dentro de su sistema marcas para evidencia no visual. Con respecto a la evidencia directa sin especificación (mapa 14), notamos que la mayoría de las lenguas con este tipo de evidencia se lo- calizan en Sudamérica. XXIV. En relación con los subtipos de evidencia no directa, podemos apreciar que el evidencial de reportada (mapa 15) es el más extendido en el continente americano, con concentraciones en el noroeste del continente, el sureste de Mesoamérica, la zona del Vaupés y los Andes centrales. La evidencia no directa inferencial (mapa 16) tiene, a grandes rasgos, la misma distribución que el subtipo anterior, pero con una menor representación. Los subtipos no directa suposición (mapa 17) y sin especificación (mapa 18) se localizan principalmente en Sudamérica. XXV. Dos casos claros de difusión son los de las lenguas tariana y hup. La lengua tariana, de la familia arahuacana, presenta un sistema parecido en complejidad al que presentan algunas de las lenguas de la familia tucanoana, como por ejemplo, la lengua tuyuca, que distingue la evidencia visual y no visual, así como las evidencias reportada, infe- rencial y suposición, además de que junto con la evidencialidad marca también tiempo. Si comparamos el sistema de evidencialidad del tariana con otras lenguas de la familia arahuacana podremos ver que éstas, con excepción de la lengua wuaura, tienen sistemas muy simples, pues sólo

98 marcan evidencia no-directa reportada o sin especificación. Geográfica- mente, la lengua tariana está en contacto con las lenguas de la familia tucanoana, razón por la cual podemos suponer, con un buen grado de certidumbre, que la complejidad de su sistema es un producto de la di- fusión. En la misma región y en condiciones semejantes está la lengua hup, de la familia puinaveana, que también cuenta con un sistema complejo de evidenciales. XXVI. La lengua mỹky es una lengua aislada de la familia iranshea- na y tiene un sistema de evidencialidad muy similar al de las lenguas tucanoanas. Hace la distinción entre evidencia directa y no directa. Dentro de la evidencia directa marca la evidencia visual y no visual con marcas de tiempo. En la evidencia no directa distingue reportada, in- ferencia y suposición. Se podría pensar en una difusión, como en el caso de las lenguas del punto anterior, pero esta lengua se encuentra geográficamente más alejada de las tucanoanas. Consecuentemente hay tres explicaciones posibles. La primera sería la de una mera coinciden- cia, una convergencia estructural. La segunda explicación podría ser mediante el argumento de una migración, es decir, el grupo de hablan- tes de la lengua mỹky en algún momento pudo estar ubicado cerca de los de la familia tucanoana y haber tomado el rasgo de evidencialidad de ella, para después migrar más al sur. Finalmente, y dado que la evidencialidad es un rasgo genéticamente estable, se podría pensar en una relación genética remota. Si bien con los datos que tenemos es difícil decidir cuál de los tres escenarios es el que impera, creemos que es un caso suficientemente interesante. XXVII. Croft (1990) menciona cuatro combinaciones posibles en relación con la estabilidad y frecuencia de un fenómeno en las lenguas: estable y frecuente, inestable y frecuente, estable e infrecuente y final- mente inestable e infrecuente. Con base en las siete últimas conclusiones podemos afirmar que la evidencialidad es un rasgo estable y frecuente. XXVIII. Los sistemas de evidenciales se encontraron con los seis órdenes básicos. Sin embargo, es importante hacer notar que el tipo SOV comprende más lenguas (50) que los cinco órdenes restantes (33). XXIX. Con los resultados que hemos obtenido nos es posible sugerir la historia natural de los sistemas de evidencialidad. Para ello, primero observamos que en las lenguas de la muestra tenemos 64 del tipo No- Dir, una del tipo Dir y 53 de la combinación Dir/No-Dir. A partir de

99 estos datos podemos suponer que si una lengua desarrolla evidenciales, los primeros que emergerán en su sistema serán los de evidencia No-Dir. Posteriormente también podrá incorporar los de evidencia directa para formar sistemas del tipo Dir/No-Dir. XXX. Dentro de los tipos de evidencia también es posible trazar la hipótesis de una historia natural. Así, en los sistemas de evidencia di- recta observamos que la primera marca será la de sin especificación. Posteriormente, a este subtipo se le agregará la evidencia no visual para así formar el subtipo no-visual/sin especificación. Por último, la eviden- cia sin especificación adquirirá el significado de visual, resultado de contraponerse con la evidencia no visual, para así obtener el subtipo visual/no-visual. Con todo ello se avala lo dicho por De Haan (1998), en relación con el origen de las marcas de evidencia visual. En el caso de las marcas de evidencia no-directa, las lenguas adquirirán en primer lugar la evidencia reportada. Posteriormente ingresará al sistema la marca de inferencia, para formar el subtipo reportada/inferencial. Fi- nalmente, se integrará la marca de suposición, para formar el subtipo reportada/inferencial/suposición. En este punto es importante remarcar que la evidencia por suposición no aparece sola, pues siempre está en compañía de alguna de las dos marcas de evidencia no-directa. Por lo tanto es probable que el subtipo sin especificación represente un estado de transición entre la evidencia reportada y reportada/inferencial, ya que el rasgo sin especificación unas veces puede denotar información que se adquirió a través de la evidencia reportada y otras mediante la evidencia inferencial (montañés, takelma, patwin, sanuma y waorani). Dicho con otras palabras, el subtipo de evidencia no-directa sin especi- ficación puede representar un estadio transitorio entre los subtipos de evidencia reportada y reportada/inferencial.

100 Apéndice de datos •

En este apartado aparecen las lenguas con evidenciales de la muestra que se usó en esta investigación. El listado está enumerado con base en La nomina de lenguas indoamericanas (Smith-Stark 2000). Debajo del nombre se podrá encontrar, entre paréntesis, la familia lingüística de la lengua, seguida por el orden de constituyentes —si es que pudimos clasificarla—, el área cultural y las fuentes que consultamos. Al respecto cabe señalar que, en general, encontramos descripciones de buena calidad, en algunas ocasiones la dificultad para obtener el dato residía en el lugar en el que los autores ubicaban los evidenciales. En aquellos casos donde tuvimos dudas con respecto a la exactitud de los datos, procuramos consultar segundas fuentes, tal como está consignado en el mismo apéndice. En el siguiente renglón mostramos el tipo al que pertenece la lengua según nuestra tipología de evidenciales. Aquí hemos agregado, entre paréntesis, después del subtipo, el número correspondiente de marcas. Si no hay indicación se da por entendido que sólo existe una marca. Al final de la fórmula ofrecemos el número total de morfemas en el sistema. Finalmente anotamos los morfemas de evidencialidad que marca la lengua. En algunas lenguas, después de los datos proporcionamos algu- nas especificaciones de la forma en la que se presenta la evidencialidad.

1.B.2 Yupik de Alaska Central (escaleutiano, Ártico, Reed et al. 1977) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: –ni– inferencial: –llini–

101 1.B.5 Groenlandés occidental (escaleutiano, OSV, Ártico, Fortescue 2003) Dir vis. no-vis.(2) No-Dir rep.(2) inf.(2) (7) Evidencia Directa visual: –(r)paluC– no visual: –(r)palaar– (aud) –(r)pallaC– Evidencia No Directa reportada: unnia = (n)nguuq inferencia: –gunar– –sima–

2.25 Hupa (atapascano, California, Goddard 1911) Dir vis no-vis (2) No-Dir inf (2) (5) Evidencia Directa visual: –e no visual: –tsu –tse Evidencia No Directa inferencia: –xõlan –xõ lûñ (evidencia más certera)

2.28.a Navajo (atapascano, SOV, Suroeste, Willie 1996) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: jiní inferencia: daats’i La marca evidencia reportada es el verbo ‘hablar’ más sujeto.

2. 28.c Apache occidental (nadene, SOV, Suroeste, Reuse 2003) Dir no-vis No-Dir rep (2) inf (2) sup (6) Evidencia Directa no visual: hiłts’ad

102 Evidencia No Directa reportada: ch’inīī (historias tradicionales) lé̜ k’eh (historias traducidas del inglés) inferencial: golnīī lᶏ́ᶏ́ (adm.) suposición: nol ̜ih Las partículas no son obligatorias. Por otra parte, vale la pena subra- yar la distinción que se hace, a nivel de evidencia reportada, entre his- torias tradicionales e historias traducidas en inglés.

5.A.1 Bella Coola (selicano, VSO, Costa Noroccidental, Newman 1969) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: kw–

5.B.6 Halkomelen (selicano, VSO, Costa Noroccidental, Galloway 1993) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa: reportada: ɵˈɛ ⁓c’ɛ

7.A.3 Kwakiutl (huacashano, VSO, Costa Noroccidental, Boas 1911c) No-Dir rep inf sup (3) Evidencia No Directa reportada: –ɛl(a) inferencial: –xEnt suposición: –Eng‧a (por sueños) La existencia de un evidencial por sueño es de gran relevancia cultu- ral, pues es elocuente con respecto a la importancia que se le otorga a los sueños en este grupo.

7.B.1 Nootka (Nuuchahnulth) (huacashano, Costa Noroccidental, Nakayama 2001) No-Dir rep (6) (6) Evidencia No Directa

103 reportada: –wa·?ičas (1sg) –wa·?ičin (1pl) –wa·?ick (2sg) –wa·?icuš (2pl) –wa·?iš (3sg) –wa·?iš (3pl)

7.B.3 Makah (huacashano, VSO, Costa Noroccidental, Jacobsen Jr. 1986) Dir vis no-vis sin.esp No-Dir rep inf (2) sup (6) Evidencia Directa visual: –caquil (poca certeza) no visual: –’qadi sin especificación: ø Evidencia No Directa reportada: –wa·d inferencia: –pi·d –ckwi suposición: –x̥a

9.B.3 Arapaho (álgico, Llanuras, Salzman 1967) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: héé?ih Salzman nombra a este sufijo como narrativo pasado, tal vez se deba a que es usual que los morfemas de evidencia reportada se utilicen en historias orales.

9.B.5.a Montañés (álgico, Subártico Oriental, James et al. 2001) No-Dir sin.esp (2) (2) Evidencia No Directa sin especificación: –shapan –tak Según James et al. –tak puede denotar evidencia inferencial y evi- dencia reportada, –shapan se utiliza tanto para inferencia como suposi- ción pero también para referirse a la evidencia que el hablante adquie- re a través de medios actuales tales como el periódico, la televisión o la radio.

104 9.B.5.b Cree (álgido, Subártico Oriental, James et al. 2001) No-Dir sin.esp Evidencia No Directa sin especificación: –tik

9.B.5b Naskapi (álgico, Subártico Oriental, James et al. 2001) No-Dir sin.esp (2) (2) Evidencia No Directa sin especificación: –sipin (pas.) –tik (pres.)

9.B.8 Potawatomi (álgico, Noreste, Hockett 1948) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: ?e (narraciones)

11.A.1 Cherokee (iroqués, Sureste, Reyburn 1954) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –ei

11.B.9 Séneca (iroqués, Noreste, Mithun 1986) Dir vis No-Dir rep inf (3) Evidencia Directa visual: a:yᶒ́:’ Evidencia No Directa reportada: kyó̢ ó̢ inferencia: no̢

11.B.10 Cayuga (iroqués, Noreste, Mithun 1986) No-Dir rep inf (2) (3) Evidencia No Directa reportada: akᶒ ’ inferencia: o̢ a:yᶒ́ :’

105 11.B.12 Oneida (iroqués, Noreste, Mithun 1986) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: yakv’ inferencia: uhne

11.B.13 Mohawk (iroqués, Noreste, Mithun 1986) No-Dir rep inf sup. (3) Evidencia No Directa reportada: yukhiró:ri inferencia: –ta’ suposición: nà:’a

12.2 Wichita (cadoano, Llanuras, Rood 1976) Dir sin.esp No-Dir rep (3) inf (5) Evidencia Directa sin especificación: ø Evidencia No Directa reportada: –ka?~ –kiya~ –a:? (aoristo) –a:? (perf.) –ehe:? (fut.) inferencia: wéra? La evidencia inferencial se utiliza en historias orales.

12.5 Pawnee (cadoano, Llanuras, Parks 1976) Dir no-vis No-Dir rep inf (3) Evidencia Directa no visual: ar– Evidencia No Directa reportada: wi– inferencia: tir–

106 14.2 Mandan (siuxano, SOV, Llanuras, Kennard 1936) No-Dir rep inf (2) (3) Evidencia No Directa reportada: –ka’ ɛhɛ inferencia: –otɛ –tɛrɛ (habla fem.) –tɛc (habla masc.) Kennard habla del elemento –tɛ que indica una acción completa; este mismo puede usarse para formar evidenciales. Si la idea más pro- minente en la oración es la evidencialidad, se usa la marca –otɛ o la forma completa –tɛc, –tɛrɛ dependiendo de si el hablante es un hombre o una mujer.

14.3bis Hidatsa (siuxano, SVO, Llanuras, Robinett 1955) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –ware

16.A.1 Acoma (queresano, Suroeste, Miller 1965) No-Dir sin.esp (1) Evidencia No Directa sin especificación: t– La marca sin especificación sólo indica que el hablante no atestiguó el evento que reporta.

17.1.a Tsimshian (tsimshiana, VSO, Costa Noroccidental, Boas 1911b) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: –g at inferencia: –sE·n

107 17.1b Nisgha (tsimshiana, VSO, Costa Noroccidental, Tarpent 1987) Dir sin.esp No-Dir rep (2) Evidencia Directa sin especificación: –gin Evidencia No Directa reportada: =qat

27.1 Takelma (taquilmano, SVO, Costa Noroccidental, Sapir 1922) No.Dir sin.esp (1) Evidencia No Directa sin especificación: –kh La marca de evidencia no directa sin especificación sirve tanto para marcar evidencia reportada como inferencial.

28.5 Miwok de la sierra sur (miwokano, California, Broadbent 1964) No–Dir inf (1) Evidencia No Directa inferencia: kuH–

31.1 Maidu (maiduano, SOV, California, Shipley 1964) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: –cój inferencia: –wéw

31.3 Nisenan (maiduano, SOV, California, Eatough 1999) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: haj (textos) inferencia: –ma 2.2 Patwin (huintuano, Llanuras, Wistler 1986) No-Dir rep sin.esp (2) Evidencia No Directa

108 reportada: –bom ~ –bem sin especificación: –boti ~ –beti La marca –boti / –beti indica evidencial general, que al parecer con- junta un número de significados de evidencialidad, que son reportada, inferencia lógica e inferencia basada en circunstancia o apariencias.

32.3 Wintu (huintuana, California, Pitkin 1984) Dir no-vis No-Dir rep inf sup (4) Evidencia Directa no visual: –nthere Evidencia No Directa reportada: –kele inferencia: –re• suposición: –?el

33.A.1.c Mixe Tlahuitoltepec (mixe-zoque, SOV, Mesoamérica, Lyon 1967) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –(ə)k

33.B.1.b Zoque de Copainalá (mixe-zoque, VOS, Mesoamérica, Wonderly 1951) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –?un ~ –?n

36.A.1.a Huasteco Potosino (mayense, SVO, Mesoamérica, Edmonson 1988) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –kwa?

36.B.3 Itzá (mayense, SVO, Mesoamérica, Hofling 1991) No-Dir rep (1)

109 Evidencia No Directa reportada: b’in

36.C.6 Tzotzil (mayense, VOS, Mesoamérica, Cowan 1969) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: la

36.E.I.2 Mam (mayense, SOV, Mesoamérica, England 2005) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: =ch El evidencial de reportada viene del verbo intransitivo chi ‘hablar’.

36.E.II.6 Tzutujil (mayense, SVO, Mesoamérica, Dayley 1985) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: cha7 El evidencial de reportada viene del verbo citativo intransitivo che7naq.

39.B.3 Alabama (mascoquiana, SOV, Sureste, Sylestine et al. 1993) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: –mpa inferencia: –sa

39.B.4 Koasati (mascoquiano, SOV, Sureste, Kimball 1991) Dir no-vis No-Dir rep (2) Evidencia Directa no visual: –hawa– (aud.) Evidencia No Directa reportada: –mpa–

110 44.1 Karok (karokano, California, Harrington 1931) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: ’ata La partícula siempre se encuentra al principio de las narraciones, es común que las marcas de reportada se utilicen en narraciones de histo- rias orales. Harrington la glosa como partícula inferencial.

49.2 Pomo oriental (pomoana, SOV, California, McLendon 1975) Dir no-vis No-Dir rep (2) sup (4) Evidencia Directa no visual: –inḱe Evidencia No Directa reportada: –le xa suposición: –ine En la evidencia reportada el sufijo y la partícula siempre co-ocurren.

49.4 Pomo norteño (pomoana, SV, California, O’Connor 1987) Dir no-vis No-Dir rep (2) Evidencia Directa no visual: –Vnhe (aud.) Evidencia No Directa reportada: –do

49.5 Pomo suroriental (pomoana, SOV, California, Moshinsky 1974) Dir vis no-vis No-Dir rep (3) Evidencia Directa visual: –ya no visual: –qo Evidencia No Directa reportada: –do

49.7 Kashaya (pomoana, California, Oswalt 1986) Dir vis (2) no-vis No-Dir rep inf (2) (6)

111 Evidencia Directa visual: –yǎ –wǎ no visual: –Vnna (aud.) Evidencia No Directa reportada: –do inferencia: –qǎ –bi (–bina, –bem, –binati, –beti)

La diferencia entre la marca –qa y –bi según el autor es sólo la distri- bución, ya que –bi nunca aparece en verbo final y siempre está seguida de algún sufijo, siendo el de cambio de referencia el más usual, dichas marcas aparecen como forma fusionadas: –bina inferencia más correferencia de los agentes de la cláusula subordinada o superordinada, –bem inferencia con agentes diferentes en dos cláusulas y –binati, –beti que aumentan el significado “aunque”. También existe una marca narrativa –yowa que re- emplaza todas las marcas de evidencialidad en narraciones.

50.1 Washo (washoana, SOV, Gran Cuenca, Jacobsen Jr 1953) Dir vis no-vis No-Dir inf (3) Evidencia Directa visual: –iye? no visual: –delem (aud.) Evidencia No Directa inferencia: –á?yi? (adm.) La marca –delem está relacionada históricamente a dámal verbo tran- sitivo ‘oír’.

52.B.1 Kiliwa (yumana, SOV, California, Mixco 1996) No-Dir inf (1) Evidencia No Directa inferencia: yuu-mit Siempre aparece con el verbo ‘ser’.

112 52.C.2a Walapai (yumana, SOV, Suroeste, Reeden 1981 y Watahomigie 1982) Dir sin.esp (2) No-Dir inf (2) (4) Evidencia Directa sin especificación: ø –(ny)–o Evidencia No Directa inferencia: –w ~ –aw –ô ~ –o(–k) 52.D.1 Maricopa (yumano, SOV, Suroeste, Gordon 1986) Dir vis no-vis No-Dir rep (3) Evidencia Directa visual: –k’yuu ~ –’yuu no visual: –k’a ~ –’a Evidencia No Directa reportada: –’ish’a

54.1 Salinan (salinano, SVO, California, Turner 1987) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: te?

72.A.1 Kiowa (tañoano, SOV, Llanuras, Watkins 1984) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –hel

73.A.3 Shoshone (yutonahua, SOV, Gran Cuenca, Dayley 1989) No Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: mii

113 73.A.4 Comanche (yutonahua, SOV, Llanuras, Charney 1993) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: me– inferencia: =kia=

73.A.5 Payute Sureño (yutonahua, Gran Cuenca, Sapir 1992) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: –y’a inferencia: –q’ai La marca de inferencia tiene un primer significado como marca de interrogación pero puede utilizarse como marca de inferencia.

73.A.7 Kawaiisu (yutonahua, California, Zigmound et al. 1990) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: me?mee Se deriva del verbo mee ‘decir’

73.E.1 Pápago (yutonahua, VSO, Suroeste, Saxton 1982) Dir sin.esp No-Dir rep inf (3) Evidencia Directa sin especificación: ø Evidencia No Directa reportada: – ̙s inferencia: –ki

73.E.2 Nevome (yutonahua, SOV, Suroeste, Shaul 1982) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: xa

114 73.E.3 Tepehuano norteño (yutonahua, VSO, Suroeste, Bascom 1982) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: =sa ̴ =s

73.E.4 Tepehuano del sur (yutonahua, VSO/VOS, Mesoamérica, Willet 1991) Dir sin.esp No-Dir rep (2) inf (4) Evidencia Directa sin especificación: dyo Evidencia No Directa reportada: sap sac inferencial: vac sap indica que lo reportado no es conocido para el oyente, mientras que sac indica que lo reportado es conocido previamente por el oyente.

73.F.I.1.b Tarahumara Occidental (yutonahua, SOV, Suroeste, Burgess 1984) Dir sin.esp No-Dir rep inf (3) Evidencia Directa sin especificación: –ke Evidencia No Directa reportada: –ra inferencia: –le Existen sufijos enfáticos además de las marcas de evidencialidad los cuales se usan para verificar si algo es verdad –’e, o si se tiene duda –e. Con la marca de reportada se puede usar el sufijo –guru en caso de que sea verdad lo reportado.

73.G.1 Cora (yutonahua, VSO, Mesoámerica, Casad 1984) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: nú’u inferencia: séin

115 73.H.2g Náhuatl de Mecayapan (yutonahua, Mesoamérica, Law 1958) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –ki

74.B.1.k Chinanteco de Sochiapan (otomangue, VSO, Mesoamérica, Foris 1994) Dir no-vis sin.esp No-Dir rep (3) Evidencia Directa no visual: ñí1 sin especificación: la3 Evidencia No Directa reportada: néh1 La marca de evidencia directa sin especificación es un adverbio. La marca ñí1 del evidencial no visual es una gramaticalización del verbo niéih3 ‘oír’.

74.F.2 Amuzgo de Oaxaca (otomangue, VSO, Mesoamérica, Stewart y Stewart 2000) Dir no-vis (1) Evidencia Directa no visual: ca–

79. 4 Sanuma (yanomamano, SOV, Jurua-Puros, Borgman 1990) Dir sin.esp (4) No-Dir rep inf sin.esp (6) Evidencia Directa sin especificación: ku– (pres.) ke , kehe, kuhe (pas. inm.) kupi, köpi, kipi (pas. rec.) kupili, köpili, kipili (pas. lejano) Evidencia No Directa reportada: thai, tahalí + noa/no (pas.) inferencia: thai, tahalí + –ma (pas.) sin especificación: noa/no (pres.)

116 La marca noa/no puede indicar tanto evidencia por inferencia como reportada. Al agregar las marcas thai, tahalí a noa indica evidencia repor- tada en pasado, y si es con –ma evidencia inferencial en pasado.

81.5 Ika (chibchano, SOV, Caribe, Frank 1990) Dir sin.esp No-Dir sin.esp (2) Evidencia Directa sin especificación: –in Evidencia No Directa sin especificación: ni

83.A.1 Páez (cocunucano, SOV, Colombia, Jung 2000) No-Dir rep (1) Evidenca No Directa reportada: –ne?

84.4 Tsafiki (colorado) (barbacoano, SOV, Perú, Dickinson 2002) Dir sin.esp No-Dir rep inf sup.(4) Evidencia Directa sin especificación: ø Evidencia No Directa reportada: –ti inferencia: –nu suposición: –n–ki

La marca de evidencia directa parece indicar que fue a través de la visión. La marca de reportada puede aparecer con cualquiera de los otros evidenciales y puede repetirse para distinguir entre reportada de prime- ra y segunda mano. La marca de suposición es el producto de una no- minalización y marca de clase verbal.

86.1 Warao (guaraunoano, SOV, Orinoco, Osborn 1967) No-Dir rep (1)

117 Evidencia No Directa reportada: –(ya)ma

89.4 Pirahã (murano, SOV, Jurua-Puros, Calvo López 1994) Dir vis No-Dir rep inf (3) Evidencia Directa visual: xáagahá Evidencia No Directa reportada: –híai inferencia: –sibiga

100.1 Selknam (patagoniano, OVS, Pampa, Adelaar 2004) Dir sin.esp (3) No-Dir inf (2) (5) Evidencia Directa sin especificación: –nn (masc.) – ɛn (fem.) –n (n.) Evidencia No Directa inferencia: –s –y (adm.)

100.3 Tehuelche (pantagoniano, OVS, Pampa, Fernández y Hernández 2006) Dir sin.esp No-Dir sin.esp (2) Evidencia Directa sin especificación: –k ~ –k’ Evidencia No Directa sin especificación: –m Fernández y Hernández los nombran “modo” pero por la definición que dan funcionan como evidenciales.

105.A.1 Quechua de Huallaga (quechuana, SOV, Perú, Weber 1989) Dir sin.esp No-Dir rep inf 3) Evidencia Directa

118 sin especificación: –mi Evidencia No Directa reportada: –shi inferencia: –chi Las marcas son obligatorias.

105.A.1.b Quechua de Junín-Tarma (quechuana, SOV, Perú, Adelaar 2004) Dir sin.esp No-Dir rep nf (3) Evidencia Directa sin especificación: –mi Evidencia No Directa reportada: –shi inferencia: –chi

105.B.2.a Quechua de Imbabura (quechuana, SOV, Perú, Cole 1982) Dir sin.esp (2) No-Dir rep inf sup (5) Evidencia Directa sin especificación: –má(ri) (enfático) –mi Evidencia No Directa reportada: nin inferencia: –cha(ri) suposición: –shi La marca para evidencia reportada es el verbo nin ‘hablar’.

105.B.2.c Inga (quechuana, SOV, Colombia, Levinsohn y Tandioy 2000) Dir sin.esp No-Dir rep sup (3) Evidencia Directa sin especificación: –mi Evidencia No Directa reportada: –si suposición: –tʃar

119 105.B.f Quechua Santiagueño (quechuana, SOV, Chile, Bravo 1956) No-Dir inf (1) Evidencia No Directa inferencia: –cha/–chá

106.1 Aymara (aymarana, SOV, Perú, Hardman 1986, Calvo López 1994 y Adelaar 2004) Dir no-vis sin.esp No-Dir inf (3) Evidencia Directa no visual: –tayna sin especificación: –wa Evidencia No Directa inferencia: –pacha Los sufijos son obligatorios.

106.2 Jaqaru (aymarana, Perú, Hardman 1986) Dir sin.esp No-Dir rep inf sup (4) Evidencia Directa sin especificación: –wa Evidencia No Directa reportada: –mna inferencia: –jilli suposición: –psilli Los evidenciales son marcas obligatorias y se usan en la información que se da de una fuente viva y no en historias tradicionales.

107.1 Záparo (zaparoana, SVO, Loreto, Peeke 1962) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: ana ~ –na inferencia: akΛ ~ –kΛ

120 107.6 Iquito (zaparoana, SVO, Loreto, Eastman y Eastman 1963) No-Dir rep (2) (2) Evidencia No Directa reportada: kináhá (palabra reportativa) –áána ~ –na La ocurrencia de kináhá es la misma en la que aparecen los sufijos de evidencia reportada y probablemente indica un énfasis en el hecho de que la oración fue previamente dicha y está siendo reportada.

109.1 Waorani (Auca) (sabelano, SOV, Loreto, Peeke 1973 y Wilkendorf 1988) No-Dir sin.esp (1) Evidencia No Directa sin especificación: – ̃ı Peeke lo nombra como marca de inferencial que denota la falta de verificación del hablante, ya sea porque la acción no ha sido efectuada o porque el hablante no observó la acción. Wilkendorf lo marca como citativo.

117.A.4 Siona (tucanoana, Loreto, Wheeler 2000) Dir vis (9) no-vis (3) No-Dir sin.esp (9) (21) Evidencia Directa: visual: ’bo–hi (pres. 3 masc.) ’bo–go (pres. 3 fem.) ’bo–jɨ (pres. otras) ’bo–bi (pas. inm 3 masc.) ’bo-go (pas. inm 3 fem.) ’bõ –?–wĩ (pas. inm otras) ’bõ –?–hi (pas. rem 3 masc.) ’bõ –?–ko (pas. rem 3 fem.) ’bõ –?–kɨ–wĩ (pas. rem otras) no visual: ‘bo–ma –kĩ (pas. inm 3 masc.) ’bo–ma –‘ko (pas. inm 3 fem.) ’bo–ma –‘te (pas. inm otras)

121 Evidencia No Directa sin especificación: ’bo–gɨ–jã (pres. 3 masc.) ’bo–go–jã (pres. 3 fem.) ’bo–je–jã (pres. otras) ’bo–gɨ–jã (pas. inm 3 masc.) ’bo–go–jã (pas. inm 3 fem.) ’bo–de–jã (pas. inm otras) ’bo–?–kɨ–jã (pas. rem 3 masc.) ’bo–?–ko–jã (pas. rem 3 fem.) ’bo–?–j ̃e –jã (pas. rem otras)

117.B.2 Retuarã (tucanoana, SOV, Amazonas, Strom 1992) Dir no-vis No-Dir rep inf (3) Evidencia Directa no visual: –ko Evidencia No Directa reportada: –re inferencial: –rihi Las marcas son opcionales.

117.E.1 Cubeo (tucanoana, SOV, Caquetá, Ferguson et al. 2000) Dir sin.esp No-Dir rep inf (5) sup (4) (11) Evidencia Directa sin especificación: ø Evidencia No Directa reportada: sufijo personal + ja inferencia: –ki (pas. no reciente masc. sg) –ko(pas. no reciente fem .sg) –ra (pas. no reciente pl) –re (pas. no reciente inan.) keba (pas. no reciente) suposición: –jɨ (pas. rec. y no reciente masc. sg) –jo (pas. rec. y no reciente fem. sg) –jara (pas. rec. y no reciente pl) –je (pas. rec. y no reciente inan.)

122 117.H.1 Desano (tucanoana, Caquetá, Ardila 2000) Dir vis no-vis No-Dir rep inf (4) Evidencia Directa visual: ø no visual: –ko Evidencia No Directa reportada: –jo [–py (masc.), –po (fem.), –daN (pl), –do (no 3per)] inferencia: –jo [–biN (3 masc.), –boN (3 fem.), –baN (3 pl), –by (no 3 per)] La diferencia entre el evidencial de reportada e inferencial consiste en el juego distinto de terminaciones de persona que utilizan, marcado en la parte superior entre paréntesis.

117.H.2 Siriano (tucanoana, SOV, Caquetá, Criswell y Brandrup 2000) Dir sin.esp (8) No-Dir rep (4) inf (4) sup (8) (24) Evidencia Directa sin especificación: –bɨ (pas. 1.3 inan.) –bi (pas. 3 masc.sg) –bõ (pas. 3 fem.sg) –ba (pas. 3 pl) –a (pres. 1.3 inan.) –bi (pres. 3 masc.sg) –bõ (pres. 3 fem.sg) –ba (pres. 3 pl) Evidencia No Directa reportada: –ʝuro (pas. 1.3 inan.) –ʝupɨ (pas. 3 masc.sg) –ʝupo (pas. 3 fem sg) –ʝũra (pas.3 pl) inferencia: –ʝo (pas. 1.3 inan.) –ʝũbi (pas. 3 masc.sg) –ʝũbõ (pas. 3 fem. sg) –ʝũba (pas. 3 pl) suposición: –kuʝo (pas. 1.3 inan.)

123 –kũʝũbi (pas. 3 masc. sg) –kũʝũbõ (pas. 3 fem .sg) –kuʝuba (pas. 3 pl) –koa (pres. 1.3 inan.) –kũbi (pres. 3 masc.sg) –kũbõ (pres. 3 fem.sg) –kũba (pres. 3 pl) Las marcas de evidenciales son obligatorias.

117.I.1 Tucano (tucanoana, SOV, Caquetá, Welch 2000) Dir sin.esp (8) No-Dir rep (4) inf (4) (16) Evidencia Directa sin especificación: –?V’ (pres. otra) –bi (pres. 3 masc. sg) –bõ (pres. 3 fem. sg) –ba (pres. 3.anim. pl) –wi (pas. rem. otra) –wi (pas. rem. 3 masc. sg) –wõ (pas. rem. 3 fem. sg) –wa (pas.rem. 3.anim. pl) Evidencia No Directa reportada: –poro/–paro (otra) –pɨ (3.masc. sg) –po (3 fem. sg) –para (3.anim. pl) inferencia: –pa (otra) –pi (3 masc. sg) –põ (3 fem. sg) –pa (3.anim. pl)

117.I.3 Tuyuca (tucanoana, SOV, Caquetá, Barnes 1984) Dir vis (8) no-vis (8) No.Dir rep (4) inf (7) sup (8) (35) Evidencia Directa visual: –i (pres. masc. 3sg) –yo (pres. fem. 3sg)

124 –ya (pres. 3pl) –a (pres. otros) –wi (pas. masc. 3sg) –wo ( pas. fem. 3sg) –wa (pas. 3 pl) –wɨ (pas. otros) no visual: –gi (pres. masc. 3sg) –go (pres. fem. 3sg) –ga (pres. 3pl) –ga (pres. otros) –ti (pas. masc. 3sg) –to (pas. fem. 3sg) –ta (pas. 3pl) –tɨ (pas. otros) Evidencia No Directa reportada: –yigɨ (pas. masc. 3sg) –yigo (pas. fem. 3sg) –yira (pas. 3pl) –yiro (pas. otros) inferencia: –hii (pres. masc. 3sg) –hio (pres. fem. 3sg) –hira (pres. 3pl) –yi (pas. masc. 3sg) –yo (pas. fem. 3sg) –ya (pas. 3pl) –yu (pas. otros) suposición: –ki (pres masc. 3sg) –ko (pres. fem. 3sg) –kua (pres. 3pl) –ku (pres. otros) –hiyi (pas. masc. 3sg) –hiyo (pas. fem. 3sg) –hiya (pas. 3pl) –hiyu (pas. otros) 117.I.11 Yuruti (tucanoana, SOV, Caquetá, Kinch y Kinch 2000) Dir vis (8) no-vis (2) No-Dir rep (4) inf (4) sup (8) (26)

125 Evidencia Directa visual: –wɨ (pas. otras) –wi (pas. 3 masc. sg ) –go (pas. 3 fem. sg) –wa (pas. 3.pl) –V (pres. otras) –wi (pres. 3 masc. sg) –wo (pres 3 fem. sg) –wa (pres 3pl) no visual: –tiwi (pas.) –ga (pres.) Evidencia No Directa reportada: –juro (pas. otras) –jugɨ (pas. 3 masc. sg) –jugo (pas. 3 fem. sg) –jura (pas. 3.pl) inferencial: –ju (pas. otras) –ji (pas. 3 masc. sg) –jugo (pas. 3 fem. sg) –jua (pas. 3.pl) suposición: –tiju (pas. otras) –tiji (pas. 3 masc. sg) –tijugo (pas. 3 fem. sg) –tujua (pas.3.pl) –ga (pres. otras) –gawi (pres. 3 masc. sg) –gago (pres. 3 fem. sg) –gawa (pres. 3.pl) Los evidenciales son obligatorios y se añaden al final del verbo de la oración principal.

117.I.13 Wanano (tucanoana, SOV, Caquetá, Waltz y Waltz 2000) Dir no-vis (2) sin.esp (4) No-Dir rep (2) inf (2) (10) Evidencia Directa no visual: –ka (pres. 2,3) –?a (pas. 2,3)

126 sin especificación: –ha (pres. 1) –ra/–da (pres. 2,3) –i (pas. 1) –re (pas. 2,3) Evidencia No Directa reportada: –ju–?ka (pres. 2,3) –ju–?ti (pas. 2,3) inferencia: –ri hi–ra (pres. 2,3) –ri hi–re (pas. 2,3p)

117.I.15 Barasano (tucanoana, SOV, Caquetá, Jones y Jones 1991) Dir no-vis sin.esp (4) No-Dir sin-esp (4) (9) Evidencia Directa no visual: –ro (pres.) sin especificación: –a (pres. próximo) –s (pres. no próximo) –bu [pas. próximo (ausencia de –a)] –ka (pas. lejano) Evidencia No Directa sin especificación: –yu-a (no 3) –yu-i (3 masc.sg) –yu-õ (3 fem.sg) –yu-a (3. pl) La marca de evidencia no directa sin especificación se usa tanto para evidencia reportada como inferencial.

128.5 Hup (puinaveano, SV, Caquetá, Epps 2005) Dir vis no-vis No-Dir rep inf (2) (5) Evidencia Directa visual: ø no visual: =hõ Evidencia No Directa reportada: =mah inferencia: =sud –ni–

127 La evidencia no visual tiene su origen en el verbo hɔ̃h ‘producir so- nido’. La marca de inferencia =sud deriva del verbo sud ‘estar localizado dentro de algo más’. La lengua desarrolló una segunda marca –ni– de inferencia. La diferencia entre las dos marcas consiste en que la segunda pone menos énfasis en el acto de inferir y es más común que se utilice en narraciones, –ni– probablemente se deriva del verbo ni ‘ser, existir’.

132.1 Mỹky (Iranxe) (iransheano, SOV, Xingu, Dixon y Monserrat 2003) Dir vis (6) no-vis (6) No-Dir rep inf sup (15) Evidencia Directa visual: –si (pres. y pas. inm. 2sg) –mé–xi (pres. y pas. inm. 2du) –mə́–xi (pres. y pas. inm. 2pl) –xu (pas. no inm. 2sg) –mé–xu (pas. no inm. 2du) –mə́–xu (pas. no inm. 2pl) no visual: –hmi (pres. y pas. inm. 2sg) –mé–hmi (pres. y pas inm. 2du) –mə́–hmi (pres. y pas. inm.2pl) –hmjũ (pas. no inm. 2sg) –mè–hmjũ (pas. no inm. 2du) –mə́–hmjũ (pas. no inm. 2pl) Evidencia No Directa reportada: –maka inferencia: –aka suposición: –hé Los sufijos de evidencia no directa aparecen en una posición más cercana a la raíz verbal que los de evidencia directa, lo cual significa, en términos de Bybee (1985), que tienen una mayor relevancia.

141.A.3 Paumari (arahuacano, SVO, Jurua-Puros, Calvo López 1994, Chapman y Derbyshire 1991) No-Dir rep (2) (2) Evidencia No Directa reportada: mona (– responsabilidad) kasavaha

128 La diferencia entre las dos marcas de evidencia reportada consiste en el grado de compromiso del hablante con lo reportado, con kasavaha el hablante indica que lo reportado es correcto mientras que con mona marca un alejamiento de responsabilidad.

141.A.4 Jamamadi (arahuacano, OSV, Jurua-Puros, Derbyshire 1986) Dir sin.esp (2) No-Dir rep (4) inf (2) (8)

Evidencia Directa sin especificación: –maro (pas. rem. fem.) –mari (pas. rem. masc.) Evidencia No Directa reportada: –mone (realizado fem.) –mona (realizado masc.) –bone (no. realizado fem.) –bona (no realizado masc.) inferencia: –mete (fem.) –mata (masc.) 141.A.6 Dení (arahuacano, Jurua-Puros, Derbyshire 1986) No-Dir inf (1) Evidencia No Directa inferencia: –vaha

141.A.7 Jarawara (arahuacano, Jurua-Puros, Dixon 2003) Dir sin.esp (6) No-Dir rep (2) sin.esp (6) (14) Evidencia Directa sin especificación: –(ha)ra (pas. inm. fem.) –(ha)re (pas. inm. masc.) –(ha)ro (pas. rec. fem.) –(hi)ri (pas. rec. masc.) –(ha)maro (pas. lejano fem.) –(hi)mari (pas. lejano masc.) Evidencia No Directa reportada: –(ha)mone (fem.)

129 –(hi)mona (masc.) sin especificación: –(ha)ni (pas. inm. fem.) (adm.) –(hi)no (pas. inm. masc) (adm.) –(he)te (pas. rec. fem.) –(hi)ta (pas. rec. masc.) –(he)mete (pas. lejano fem.) –(hi)mata (pas. lejano masc.)

141.E.1 Amuesha (arahuacano, SVO, Caquetá, Wise 1986) No-dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –o? (narraciones)

141.F.12 Waurá (arahuacano, Xingu, Derbyshire 1986) Dir sin.esp No-Dir rep inf sup (4) Evidencia Directa sin especificación: trama Evidencia No Directa reportada: –ka inferencia: pitsana suposición: –maka

141.F.17 Baure (arahuacano, VOS, Bolivia, Baptista y Tallin 1967) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: hi

141.F.21 Terena (arahuacano, VOS, Bolivia, Derbyshire 1986) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –hi

141.F.27 Piro (arahuacano, SOV, Jurua-Puros, Matteson 1965)

130 No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –hima

141.F.36 Caribe Isleño (Garifuna) (arahuacano, VSO, Istmo, Taylor 1956) No-Dir sin.esp (1)

Evidencia No Directa sin especificación: negé(–) 141.F.64 Tariana (arahuacano, SOV, Caquetá, Aikhenvald 2003) Dir vis (3) no-vis (3) No-Dir rep (3) inf (2) sup (2) (13) Evidencia Directa visual: –naka (pres.) –ka (pas. rec.) –na (pas. rem.) no visual: –naka (pres.) –mahka (pas. rec.) –mha-na (pas. rem.) Evidencia No Directa reportada: –pida (pres.) –pidaka (pas. rec.) –pida–na (pas. rem.) inferencia: –nihka (pas.rec.) –nhi–na (pas.rem.) suposición: –si–ka (pas. rec.) –si–na (pas. rem.)

149.A.1 Guaraní (tupiano, SVO, chaco, Rosbotton 1967) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: nañe

149.A.2 Urubu Kaapor (tupiano, SOV, Para, Kakumasu 1986) No-Dir rep (1)

131 Evidencia No Directa reportada: je

149.A.16 Siriono (tupiano, SOV, Bolivia, Priest et al. 1961) NoDir sin.esp (1) Evidencia No Directa sin especificación: –na

165.C.1 Kariña (caribe) (caribano, Guyana, Hoff 1986) Dir sin.esp No-Dir sin.esp (2) Evidencia Directa sin especificación: ø Evidencia No Directa sin especificación: –n

165.D.1 Apalai (caribano, SOV, Guyana, Koehn y Koehn 1986) Dir sin.esp No-Dir inf sup (3) Evidencia Directa sin especificación: puh ~ puhko Evidencia No Directa inferencia: toko suposición: tano ~ –ta 165.D.14 Wai wai (caribano, Amazonas, Hawkins 1998) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: ti inferencia: mi

169.1 Andoque (andoqueano, Caquetá, Landabaru 2000) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: ha– inferencia: di–

132 171.1 Tacana (tacanano, Perú, Ottaviano y Ottaviano 1967) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: pa

172.A.6 Shipibo-Konibo (panoana, SOV, Loreto, Valenzuela 2003) Dir sin.esp No-Dir rep (2) inf sup (5) Evidencia Directa sin especificación: –ra Evidencia No Directa reportada: –ronki –ki inferencia: –bira suposición: –mein ~ –main (adm.) 172.A.8 Capanahua (panoana, SOV, Montaña, Calvo López 1994) No-Dir rep (3) (3) Evidencia No Directa reportada: kii ronki ka?–ki 172.A.12 Amahuaca (panoano, SOV, Montaña, Sparing-Chávez 1998) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –quiha (narraciones) 178.2 Toba (guaycurano, SVO, Chaco, Messineo 2004) Dir sin.esp No-Dir rep inf (3) Evidencia Directa sin especificación: na, da, ñi y zi Evidencia No Directa reportada: –o’ inferencia: ka

133 Existen dos tipos de evidencialidad documentados en toba: la eviden- cialidad manifiesta por el sufijo –o’ y la evidencialidad inferida expresa- da por los morfemas deícticos na (en movimiento, próximo), da (exten- dido, vertical), ñi (no extendido, horizontal) y zi (extendido, horizontal), para evidencia directa sin especificación y ka (no perceptible, ausente) para evidencia no directa inferencial. Lo anterior fue tratado en el apar- tado “Deixis” del texto principal.

134 Mapas •

Mapa 1 ÁREAS CULTURALES (BARRIGA 2005)

I. Ártico 2 II. Subártico occidental 0 III. Subártico oriental 3 IV. Costa noroccidental 8 V. Meseta 0 I VI. California 13 II VII. Gran Cuenca 3 VIII. Llanuras 8 IX. Noroeste 5 III X. Sureste 4 XI. Suroeste 8 IV V XII. Mesoamérica 12 XIII. Istmo 1 VII VIII IX XIV. Colombia 2 XV. Caribe 1 XVI. Caquetá 12 VI XI X XVII. Orinoco 1

XII XIII XVII XV XVIII. Guayana 2 XIV XVIII XIX. Sabana 0 XVI XIX XX. Amazonas 2 XX XXI. Loreto 5 XXI XXIII XXII XXII. Jurua-Puros 7 XXIV XXIII. Para 1 XXV XXVIII XXIV. Goyas 0 XXVI XXVII XXV. Xingu 2 XXX XXVI. Montaña 2 XXIX XXXIV XXVII. Perú 7 XXVIII. Bolivia 3 XXXI XXIX. Chaco 2 XXXIII XXX. Paraguay 0 XXXII XXXI. Chile 1 XXXII. Pampa 2 XXXIII. Tierras Bajas Orientales 0 XXXIV. Atlántico 0 XXXV XXXV. Tierra de Fuego 0

137 Mapa 2 LENGUAS CON EVIDENCIALES DE LA MUESTRA Y ÁREAS DE CONVERGENCIA

Tipo No-Dir Tipo Dir/No-Dir Tipo Dir/No-Dir Tipo Dir

Tipo Dir

138 Mapa 3 LENGUAS CON EVIDENCIALES DE LA MUESTRA (NORTEAMÉRICA)

1.b.5 groenlandés de occidente

1.2.B yupik de Alaska central

9.B.5.a montagnais 17.1b nisgha 17.1a tsimshian

5.A. 1 bella coola 9.B.5.c naskapi 7.A.3 kwakiutl 9.B.5.c cree

7.B.1 nootka 5.B.6 halkomelen

7.B.6 makah 1.B.12 oneida 11.B.13 mohawk 27.1 takelma 14.3bis hidatsa 11.B.10 cayuga

14.2 mandan 11.B.9 séneca 9.B.8 potawatomi 73.A.5 payute sureño 9.B.3 arapaho 12.5 pawnee 2.28 a navajo 11.A.1 cherokee 72.A.1 kiowa 16.A.1 acoma 39.B.3 alabama 12.2 wichita 39.B.4 koasati 2.28.c apache occidental 73.A.4 comanche 73.E.2 névome 73.F.I.1.b tarahumara occidental 73.E.3 tepehuano norteño 73.E.4 tepehuano sureño 73.G.1 cora 36.A.1 huasteco potosino

139 Mapa 4 LENGUAS CON EVIDENCIALES DE LA MUESTRA (CALIFORNIA)

44.1 karok

2.25 hupa

32.3 wintu 49.4 pomo norteño 31.1 maidu 49.2 pomo oriental 31.1 nisenan 49.5 pomo suroriental 73.A.3 shoshone 49.7 kashaya 50.1 washo

32.2 patwin 28.5 miwok de la sierra sur

54.1 salinan 73.A.7 kawaiisu

52.B.2 walapai

52.D.1 maricopa

52.B.1 kiliwa 73.E.1 pápago

140 Mapa 5 LENGUAS CON EVIDENCIALES DE LA MUESTRA (MESOAMÉRICA) 141.F.36 caribe isleño 141.F.36 36.E.I.2 mam 36.B.3 itzá 36.E.II.6 tzutuil 36.C. tzotzil 33.B.1.a zoque de Copainalá zoque 33.B.1.a 73.H.2.g náhuatl de mecayapan 33.A.1.c mixe tlahuiltoltepec mixe 33.A.1.c 74.F.2 amuzgo de Oaxaca 74.F.2 74.B.1.k chinanteco de Sochiapan chinanteco 74.B.1.k

141 Mapa 6 LENGUAS CON EVIDENCIALES DE LA MUESTRA (SUDAMÉRICA 1)

86.1 warao 81.ika

165.C.1 kariña

83.A.1 páez

117.H.2 siriano 117.I.11 yurutí 117.E.1 cubeo 117.H.1 desano 117.I.3 wanano 105.B.2.c inga 117.I.3 tuyuca 141.F.64 tariana128.5 hupda 84.4 tsafiki (colorado) 117.A.4 siona 117.I.15 barasano 79.4 sanumá 169.1 andoque 117.I.1 tucano 109.1 huaorani (auca) 117.B.2 retuará 107.1 záparo107.6 iquito 105.B.2.a quechua de Imbabura 149.A.3 paumari 172.A.8 capanahua 141.A.6 dení 141.A.4 jamamadi 172.A.6 shipibo-konibo 89.4 piraha 141.A.7 jarawara

105.A.1 quechua de Huallaga 141.F.27 piro 141.E.1 amuesha 172.A.12 amahuaca 105.A.1.b quechua de Junín-Tarma 171.1 tacana 141.F.17 bauré 106.2 jaqaru 106.5 aymara 149.A.16 sirionó

142 Mapa 7 LENGUAS CON EVIDENCIALES DE LA MUESTRA (SUDAMÉRICA 2)

165.D.1 apalai

128.5 hupda 165.D.14 wai wai 79.4 sanumá

149.A.2 urubu kaapor 141.A.3 paumari

141.A.6 dení

89.4 piraha

171.1 tacana 141.F.12 waurá 141.F.17 bauré

149.A.16 sirionó 132.1 myky (iranxe)

143 Mapa 8 LENGUAS CON EVIDENCIALES DE LA MUESTRA (SUDAMÉRICA 3)

141.F.21 terena 178.2 tobá 149.A.1 guaraní

105.B.2.g quechua santiagueño

100.3 tehuelche

100.1 selknam

144 Mapa 9 TIPO DIR

74.F.2 Dir no-vis

145 Mapa 10 TIPO NO-DIR

1.B.2 No-Dir rep inf

9.B.c.a No-Dir sin.esp 17.1.a No-Dir rep inf 5.A.1 No-Dir rep 9.B.5.c No-Dir rep sin.esp 9.B.5.b No-Dir rep sin.esp 7.A.3 No-Dir rep inf sup 5.B.6 No-Dir rep 7.B.1 No-Dir rep 27.1 No-Dir sin.esp 44.1 No-Dir rep 11.2 No-Dir rep inf 9.B.3 No-Dir rep 31.2 No-Dir rep inf 11.B.12 No-Dir rep inf 32.2 No-Dir rep sin.esp 73.A.5 No-Dir rep inf 9.B.8 No-Dir rep 31.3 No-Dir rep inf 73.A.B No-Dir rep 11.B.13 No-Dir rep inf sup 11.B.10 No-Dir rep inf 54.1 No-Dir rep 72.A.1 No-Dir rep 16.A.1 No-Dir sin.esp 11.A.1 No-Dir rep 28.5 No-Dir inf 73.A.7 No-Dir rep 39.B.3 No-Dir rep inf 2.28.c No-Dir rep inf 73.A.4 No-Dir rep inf 52.B.1 No-Dir inf 73.E.2 No-Dir rep 36.A.1.a No-Dir rep 73.E.3 No-Dir rep 36.B.3 No-Dir rep 73.G.1 No-Dir rep inf 33.C.6 No-Dir rep 73.H.2g No-Dir rep 141.F.36 No-Dir sin.esp 33.A.1.c No-Dir rep 33.B.1.a No-Dir rep 36.E.II.6No-Dir rep 1 No-Dir rep 36.E.2 No-Dir rep 83.A.1 No-Dir rep 165.D.14 No-Dir rep inf 169.1 No-Dir sin.esp 149.A.2 No-Dir rep 109.1 No-Dir sin.esp 141.A.3 No-Dir rep 107.1 No-Dir rep inf 107.6 No-Dir rep 141.A.6 No-Dir inf 172.A.3 No-Dir rep 141.F.17 No-Dir rep 141.E 1 No-Dir rep 141.F.27 No-Dir rep 149.A.16 No-Dir sin.esp 171.1 No-Dir rep 172.A.12 No-Dir rep 141.A.21 No-Dir rep 149.A.1 No-Dir rep 105.B.2 No-Dir inf

146 Mapa 11 TIPO DIR / NO-DIR

1.B.5 Dir vis no-vis No-Dir rep inf

17.1.B Dir sin.esp No-Dir rep

7.B.6 Dir vis no-vis No-Dir rep inf sup

2.25 Dir vis no-vis No-Dir inf 49.4 Dir no-vis No-dir rep 49.2 Dir no-vis No-Dir rep inf 32.3 Dir no vis No-Dir rep inf sup 49.5 vis no-vis No-Dir rep 11.B.9 Dir vis no-Dir rep inf 49.7 Dir vis no-vis No-Dir rep inf 12.5 Dir no-vis No-Dir rep inf 50.1 Dir vis no-vis No-Dir inf 52.B.2 Dir sin.esp No-Dir inf 39.B.4 Dir no-vis No-Dir rep 52.D.1 Dir vis no-vis No-Dir rep 12.2 Dir sin.esp No-Dir rep inf 73.E.1 Dir sin.esp No-Dir rep inf 2.28.c Dir no-vis No-Dir rep inf sup 73.F.I.1.b Dir sin.esp No-Dir rep inf

117.H.2 Dir no-vis No-Dir rep inf sup 73.R.4 Dir sin.esp No-Dir rep inf 117.I.11 Dir vis no-vis No-Dir rep inf sup 117.E.1 Dir sin.esp No-Dir rep inf sup 74.B.1.k dir no-vis sin.esp No-Dir rep 165.C.1 Dir sin.esp No-Dir sin.esp 117.I.13 Dir no-vis sin.esp No-Dir rep inf 117.I.3 Dir vis no-vis No-Dir rep inf sup 81.5 Dir sin.esp No-Dir sin.esp 41.F.64 Dir vis no-vis No-Dir rep inf sup 28.5 Dir vis no-vis No-Dir rep inf 117.A.4 Dir vis no-vis No-Dir sin.esp 165.D.1 Dir sin.esp No-Dir inf sup 105.B.2.a Dir sin.esp No-Dir rep sup 117.I.1 Dir sin.esp No-Dir rep inf 84.4 Dir sin.esp No-Dir rep inf sup 79.4 Dir sin.esp No-Dir rep inf sin.esp 105.B.2.a Dir sin.esp No-Dir rep inf sup 117.I.15 Dir no-vis sin.esp No-Dir sin.esp 117.B.2 Dir no-vis No-Dir rep inf 117.H.1 Dir vis no-vis no-Dir rep inf 141.A.4 Dir sin.esp No-Dir rep inf 89.4 Dir vis no-Dir rep inf 172.A.6 Dir sin.esp No-Dir rep inf sup 141.F.12 Dir sin.esp No-Dir rep inf sup 141.a.7 Dir sin.esp No-Dir rep sin.esp 105.A.1 Dir sin.esp No-Dir rep inf 132.1 Dir vis no-vis No-Dir rep inf sup 105.A.1.b Dir sin.esp No-Dir rep inf 106.2 Dir sin.esp No-Dir rep inf sup 178.2 Dir sin.esp No-Dir rep inf 106.2 Dir no-vis sin.esp No-Dir inf

100.3 Dir sin.esp No-Dir sin.esp

100.1 Dir sin.esp No-Dir inf

147 Mapa 12 DISTRIBUCIÓN CONTINENTAL DEL SUBTIPO DIR VIS

148 Mapa 13 DISTRIBUCIÓN CONTINENTAL DEL SUBTIPO DIR NO.VIS

149 Mapa 14 DISTRIBUCIÓN CONTINENTAL DEL SUBTIPO DIR SIN.ESP

150 Mapa 15 DISTRIBUCIÓN CONTINENTAL DEL SUBTIPO NO-DIR REP

151 Mapa 16 DISTRIBUCIÓN CONTINENTAL DEL SUBTIPO NO-DIR INF

152 Mapa 17 DISTRIBUCIÓN CONTINENTAL DEL SUBTIPO NO-DIR SUP

153 Mapa 18 DISTRIBUCIÓN CONTINENTAL DEL SUBTIPO NO-DIR SIN.ESP

154 Bibliografía •

Abreviaturas utilizadas en la bibliografía: enah Escuela Nacional de Antropología e Historia. fce Fondo de Cultura Económica. iifl Instituto de Investigaciones Filológicas. ijal Internacional Journal of American Linguistics. ilv Instituto Lingüístico de Verano. inah Instituto Nacional de Antropología e Historia. sil Summer Institute of Linguistics. unam Universidad Nacional Autónoma de México.

Abrahamson, Arne. 1962. “Cayapa: grammatical notes and texts”. En Benjamin F. Elson (ed.), Studies in Ecuadorian Indian Languages 1, pp. 217-247. sil y University of : Norman. Adelaar, Willem F. H. 2004. The Languages of the Andes. Cambridge University Press: Cambridge. Aikhenvald, Alexandra Y. 1998. “Warekena”. En Desmond C. Derby­ shire y Geoffrey K. Pullum (eds.), Handbook of Amazonian Languages 4, pp. 225-439. Mouton de Gruyter: Berlín, Nueva York y Ámsterdam. Aikhenvald, Alexandra Y. 2003. “Evidentiality in Tariana”. En Alexandra Y. Aikhenvald y R.M.W. Dixon (eds.), Studies in Evidentiality, pp. 131- 164. John Benjamins Publishing Company: Ámsterdam y Filadelfia. Aikhenvald, Alexandra. 2004. Evidentiality. Oxford Universty Press: Nueva York.

155 Aikhenvald, Alexandra Y. y R.M.W. Dixon. 1998. “Evidentials and Areal Typology: A Case Study from the Amazonia”. En Language Science, 20(3): 241-257. Aksu-Koç, A. y Dan I. Slobin. 1986 “A Psychological Account of the Development and Use of Evidentials in Turkish”. En Wallace Chafe y Johanna Nichols (eds.), Evidentiality: the Linguistic Coding of Episte- mology, pp. 159-167. Ablex; Norwood. Anderson, Lloyd B. 1986. “Evidentials, Paths of Change, and Mental Maps: Typologically Regular Asymmetries”. En Wallace Chafe y Jo- hanna Nichols (eds.), Evidentiality: the Linguistic Coding of Epistemology, pp. 273-312. Ablex: Norwood. Anderson, Loretta y Mary Ruth Wise. 1963. “Contrastive Feature of Candoshi Clause Type”. En Viola G. Waterhouse (ed.), Studies in Peruvian Indian Languages 1, pp. 67-102. sil y University of Oklahoma: Norman. Angulo, Jaime de. 1933. “The Chinanteco Language (Central Mexico)”. En ijal, 7(3-4): 152-192. Aoki, Haruo. 1970. Nez Perce Grammar. University of California Press: Berkeley. Aquino, Santo Tomás de. 1882. Suma Teológica. Moya y Plaza Editores: Madrid. Ardila, Olga. 2000. “Reseña bibliográfica del desano”. En María Ste- lla González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 489-491. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Aristóteles. 1994 (1078). Metafísica. Gredos: Madrid. Baptista, Priscilla M. y Ruth Tallin. 1967. “Baure”. En Esther Matte- son (ed.), Bolivian Indian Grammars 1, pp. 27-87. sil y University of Oklahoma: Norman. Bally, Ch. 1950. Lingüistique Générale et Lingüistique Française. A. Franke S.A: Berna. Barker, M.A.R. 1964. Klamath Grammar. University of California Press: Berkeley. Barnes, Janet. 1984. “Evidentials in the Tuyuca Verb”. En ijal, 50(3): 255-271. Barriga Puente, Francisco. 1998. Los sistemas de numeración indoameri- canos. Un enfoque areotipológico. iifl-unam: México. Barriga Puente, Francisco. 2005. Los sistemas pronominales indoameri- canos. inah: México.

156 Bascom, Burton. 1982. “Northen Tepehuan”. En Ronald W. Langacker (ed.), Uto-Aztecan Grammatical Sketches: Studies in Uto-Aztecan Grammar 3, pp. 267-393. sil y University of : Dallas. Bell, Alan. 1978. “Language Samples”. En Joseph H. Greenberg (ed.), Universals of Human Language 1, pp. 122-155. Stanford University Press: Stanford. Bertonio, Ludovico. 1603. Arte y gramatica muy copiosa de la lengva aymara. Luis Zannetti: Roma. Bickerton, Derek. 1994 (2004). Lenguaje y especies. Alianza: Madrid. Bloomfield, Leonard. 1957. Eastern Ojibwa: Grammatical Sketch, Texts and Word List. University of Michigan Press: Ann Arbor. Boas, Franz. 1911a. Handbook of American Indian Languages. Government Printing Office: Washington. Boas, Franz 1911b. “Tsimshian”. En Franz Boas (ed.), Handbook of Ame- rican Indian Languages 1, pp. 283-422. Government Printing Office: Washington. Boas, Franz. 1911c. “Kwakiutl”. En Franz Boas (ed.), Handbook of Ame- rican Indian Language 1, pp. 423-558. Government Printing Office: Washington. Boas, Franz. 1911d. “Chinook”. En Franz Boas (ed.), Handbook of Ame- rican Indian Languages 1, pp. 559-679. Government Printing Office: Washington. Botne, Robert (1995). “The pronominal origin of an evidential”. En Diachronica, 12: 201-21. Borgman, Donald M. 1990. “Sanuma”. En Desmond C. Derbyshire y Geoffrey K. Pullum (eds.), Handbook of Amazonian Languages 2, pp. 15-248. Mouton de Gruyter: Berlín, Nueva York y Ámsterdam. Burgess, Don. 1984. “Western Tarahumara”. En Ronald W. Langacker (ed.), Studies in Uto-Aztecan Grammar: Southern Uto-Aztecan Grammatical Sketches 4, pp. 1-149. sil y University of Texas: Dallas. Bravo, Domingo A. 1956. El quichua santiagueño: reducto idiomático argentino. Universidad Nacional de Tucumán: Tucumán. Broadbent, Sylvia M. 1964 The Southern Sierra Miwok Language, Univer- sity of California Press: Berkeley y Los Ángeles. Bybee, Joan. 1985. Morphology: A Study of the Relation Between Meaning and Form. John Benjamins: Ámsterdam. Bybee, Joan, Revere Perkins y William Pagliuca. 1994. The Evolution

157 of Grammar: Tense, Aspect and Modality in the Languages of the World. University of Chicago Press: Chicago. Calvache Dueñas, Rocío. 2000. “Fonología y aproximación a la morfo- sintáxis del awa pit”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 97-116. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Calvo López, Julio Alexis. 1994. “Los evidenciales en las lenguas andinas y amazónicas”. En Julio Calvo Pérez (ed.), Estudios de lenguas y cultura amerindias 1, pp. 85-94. Actas de las II Jornadas Internacionales de Lengua y Cultura Amerindias. Universidad de Valencia: Valencia. Calvo López, Julio Alexis. 1997. “La gramática aimara de Bertonio 1603”. En Klaus Zimmermann (ed.), La descripción de las lenguas ame- rindias en la época colonial, pp. 321-378. Iberoamericana: Frankfurt, Vervuert y Madrid. Campbell, Lyle. 1979. “Middle American Languages”. En Lyle Campbell y Marianne Mithun (eds.), The Languages of Native America, pp. 902- 1000. Universtity of Texas Press: Austin. Campbell, Lyle y Marianne Mithun. 1979. The Languages of Native Ame- rica. Universtity of Texas Press: Austin. Company Company, Concepción. 2004. “¿Gramaticalización o desgra- maticalización? Reanálisis y subjetivización de verbos como marcadres discursivos en la historia del español”. En Revista de Filología Hispánica, 94: 29-66. Casad, Eugene. 1984. “Cora”. En Ronald W. Langacker (ed.), Studies in Uto-Aztecan Grammar: Southern Uto-Aztecan Grammatical Sketches 4, pp. 153-459. sil y University of Texas: Dallas. Chafe Wallace y Johanna Nichols. 1986. Evidentiality: the Linguistic Coding of Epistemology. Ablex: Norwood. NJ. Chamoreau, Claudine. 2003. Purépecha de Jarácuaro, Michoacán. El Colegio de México: México. Chapman Shirley y Desmond C. Derbyshire. 1991. “Paumari”. En Desmond C. Derbyshire y Geoffrey K. Pullum (eds.), Handbook of Amazonian Languages 3, pp. 161-352. Mouton de Gruyter: Berlín, Nueva York y Ámsterdam. Charney, Jean Ormsbee. 1993. A Grammar of Comanche: Studies in the Anthropology of North American Indians. University of Nebraska Press: Lincoln y Londres.

158 Cole, Peter. 1982. Imbabura Quechua. North-Holland Publishing Com- pany: Ámsterdam. Cornillie, Bert. 2007, Evidentiality and Epistemic Modality in Spanish (semi-)auxiliaries: A Cognitive-functional Approach. Mouton de Gruyter: Berlín, Nueva York y Ámsterdam. Cowan, Marion M. 1969. Tzotzil Grammar, sil y University of Oklaho- ma: Norman. Crawford, James Marck. 1966. “The Cocopa Language”. Tesis. Uni- versity of California: Berkeley. Criswell, Linda L. y Beverly A. Brandrup. 2000. “Un bosquejo fono- lógico y gramatical del siriano”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 395-414. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Croft, William. 1990. Typology and Universals. Cambridge University Press: Cambridge. Daly, John y Margarita Holland de Daly. 1977. Mixteco de Santa María Peñoles, Oaxaca. Archivo de Lenguas Indígenas de México 3. El Colegio de México: México. Dayley, Jon P. 1985. Tzutujil Grammar. University of California Press: Berkeley, Los Ángeles y Londres. Dayley, Jon P. 1989. Tümpisa (Panamint) Shoshone Grammar. University of California Press: Berkeley, Los Ángeles y Oxford. De Haan, Ferdinand. 1998. “Visual Evidentiality and its Origins”. ms. De Haan, Ferdinand. 1999. “Evidentiality and Epistemic Modality: Setting Boundaries”. En Southwest Journal of Linguistics, 18: 83-102. De Haan, Ferdinand. 2004. “Encoding Speaker Perspective: Evidentials”. En Z. Frajzynger y D. Rood (eds.), Linguistic Diversity and Language Theories, pp. 379-397. John Benjamins: Ámsterdam. De Haan, Ferdinand. 2005. “77. Semantic Distinctions of Evidentiality”. En M. Dryer, M. Haspelmath, D. Gil y B. Comrie (eds.), The World Atlas of Language Structure. Oxford University Press: Oxford. De Haan, Ferdinand. 2005. “78. Coding of Evidentiality”. En M. Dryer, M. Haspelmath, D. Gil y B. Comrie (eds.), The World Atlas of Language Structure. Oxford University Press: Oxford. De la Torre Loranca, Miguel A., Gustavo Aguirre León y Marco A. López Luna. 2006. “Coralillo verdadero (Serpentes: Elapidae) y

159 coralillos verdaderos (Serpentes: Colubridae) de Veracruz, México”. En Acta Zoológica. 22(3): 11-22. De Reuse, Willem J. 2003. “Evidentiality in Western Apache (Atha- baskan)”. En Alexandra Aikhenvald y R.M.W. Dixon (eds.), Studies in Evidentiality, pp. 79-100. John Benjamins Publishing Company: Ámsterdam y Filadelfia. Derbyshire, Desmond C. 1986. “Comparative Survey of Morphology and in Brazilian Arawakan”. En Desmond C. Derbyshire y Geoffrey K. Pullum (eds.), Handbook of Amazonian Languages 1, pp. 469-566. Mouton de Gruyter: Berlín, Nueva York y Ámsterdam. Dedenbach-Salazar Sáenz, Sabine. 1997. “La descripción gramatical como reflejo e influencia de la realidad lingüística: la presentación de las relaciones hablante-enunciado e intra- textuales en tres gramáticas quechuas coloniales y ejemplos de su uso en el discurso quechua de la época”. En Klaus Zimmermann (ed.), La descripción de las lenguas amerindias en la época colonial, pp. 291-319. Iberoamericana: Frankfurt, Vervuert y Madrid. DeLancey, S. 1986. “Evidentiality and Volitionality in Tibetan”. En Wallace Chafe y Johanna Nichols (eds.), Evidentiality: The Linguistic Coding of Epistemology, pp. 203-213. Ablex: Norwood. DeLancey, S. 2001 “The mirative and evidentiality”. En Journal of Prag- matics, 32: 369-382. Dickinson, Connie. 2002. “Complex Predicates in Tsafiki”. Tesis. Uni- versity of Oregon: Oregon. Dixon, R.M.W. 2003. “Evidentiality in Jarawara”. En Alexandra Y. Aikhenvald y R.M.W. Dixon (eds.), Studies in Evidentiality, pp. 165- 187. John Benjamins Publishing Company: Ámsterdam y Filadelfia. Dixon, R.M.W y Ruth Monserrat. 2003. “Evidentiality in Mỹky”. En Alexandra Y. Aikhenvald y R.M.W. Dixon (eds.), Studies in Evidentia- lity, pp. 237-241. John Benjamins Publishing Company: Ámsterdam y Filadelfia. Driver, Harold E., John M. Cooper, Paul Kirchhoff, Dorothy Rainier Libby, William C. Massey y Leslie Spier. 1953. “Indian tribes of North America”. En ijal, 19(3) suplemento. Dubois, Jean y Mathée Giacomo, Louis Guespin, Christiane Marcellesi, Jean-Baptiste Marcellesi y Jean-Pierre Mével. 1998 (1979). Diccionario de Lingüística. Alianza: Madrid.

160 Eastman, Robert y Elizabeth Eastman. 1963. “Iquito syntax”. En Ben- jamin F. Elson (ed.), Studies in Peruvian Language 1, pp. 145-192. sil y University of Oklahoma: Norman. Eatough, Andrew. 1999. Central Hill Nisenan Texts with Gramatical Sketch. University of California Press: Berkeley. Ebbing, Juan Enrique. 1965. Aimara, gramática y diccionario. Don Bosco: La Paz. Edmonson, Barbara Wedemeyer. 1988. “A Descriptive Grammar of Huastec (Potosino Dialect)”. Tesis. Tulane University. England, Nora C. 2005. “¿Qué tan cierto es lo que digo? Evaluación de información en mam”. En Memorias del Congreso de Idiomas Indígenas de Latinoamerica-II. University of Texas: Austin. Epps, Patience. 2005. “Areal Diffusion and Development of Evidentiality: Evidence from Hup”. En Studies in Language, 29(3): 617-650. Escalante, Roberto H. y Marciano Hernández. 1999. Matlatzinca de San Francisco Oxtotilpan, Estado de México. Archivo de Lenguas Indígenas de México 23. El Colegio de México: México. Evans, Nicholas. 1995. A Grammar of Kayarrild, with Historical- Compa- rative Notes on Tangikic. Mouton de Gruyter: Berlín. Everett, Daniel. 1986. “Piraha ”. En Desmond C. Derbyshire y Geoffrey K. Pullum (eds.), Handbook of Amazonian Languages 1, pp. 200-335. Mouton de Gruyter: Berlín, Nueva York, Ámsterdam. Ferguson, Judith, Cari Hollinger y Linda L. Criswell. 2000. “Cubeo”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 357-372. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Fernández Garay, Ana y Graciela Hernández. 2006. Textos tehuelches (aonek’ a jen): homenaje a Jorge Suárez. Lincom Europa: Munich. Ferrater Mora, José. 1994. Diccionario de Filosofía. Ariel: Barcelona. Fortescue, Michael. 2003. “Evidentiality in West Greenlandic: A Case of Scattered Coding”. En Alexandra Y. Aikhenvald y R.M.W. Dixon (eds.), Studies in Evidentiality, pp. 291-306. John Benjamins Publishing Company: Ámsterdam y Filadelfia. Foris, David Paul. 1994. “A Grammar of Sochiapan Chinantec”. Tesis. University of Auckland: Nueva Zelanda. Frachtenberg, Leo Joachim. 1922. “Siuslaw (Lower Umpqua)”. En

161 Franz Boas (ed.), Handbook of American Indian Language 2, pp. 431-629. Government Printing Office: Washington. Frajzinger, Zygmunt. 1985. “Truth and the indicative sentence”. En Studies in Language, 9: 243-254. Frank, Paul S. 1990. Ika Syntax: Studies in the Languages of Colombia 1. sil y University of Texas: Dallas. Frantz, Donald. 1991. Blackfoot Grammar. University of Toronto Press: Toronto. Freeze, Ray A. 1989. Mayo de los Capomos, Sinaloa. Archivo de Lenguas Indígenas de México 14. El Colegio de México: México. Friedman, Victor A. 1986, “Evidentiality in the Balkans: Bulgarian, Macedonian and Albanian”. En Wallace Chafe y Johanna Nichols (eds.), Evidentiality: the Linguistic Coding of Epistemology, pp. 168-187. Ablex: Norwood. Galloway, Brent D. 1993. A Grammar of Upriver . University of California: Berkeley y Los Ángeles. Gamble, Geoffrey. 1978. Wikchamni Grammar. University of California Press: Berkeley, Los Ángeles y Londres. Gerzenstein, Ana. 1978. Lengua Chorote. Universidad de Buenos Aires: Buenos Aires. Goddard, Ives. 1979. Delaware Verbal Morphology. Garland Publishing: Nueva York. Goddard, Pliny E. 1911. “Athapascan (Hupa)”. En Franz Boas (ed.), Handbook of American Indian Language, pp. 85-158. Government Printing Office: Washington. Gómez-Imbert, Elsa y Stephen Hugh Jones. 2000. “Introducción al estudio de las lenguas del Piraparaná”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 321-356. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Gómez, Paula. 1999. Huichol de San Andrés Cohamiata, Jalisco. Archivo de Lenguas Indígenas de México 22. El Colegio de México: México. González de Pérez, María Stella. 2000. Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Gordon, Lynn. 1986. Maricopa Morphology and Syntax. University of California Press: Berkeley Givón, Talmy. 1982. “Evidentiality and Epistemic Space”. En Studies in Language, 6: 23-49.

162 Greenberg, Joseph H. 1963. “Some Universals of Grammar with Par- ticular Reference to the Order of Meaningful Elements”. En Joseph H. Greenberg (ed.), Universals of Language, pp. 58-90. The mit Press: Massachussetts. Greenberg, Joseph H. 1987. Language in the Americas. Stanford Univer- sity Press: Stanford. Grice, Herber Paul. 1975 “Logic and Conversation”. En Peter Cole y Jerry L. Morgan (eds.), Syntax and Semantics 3, pp. 41-58. Academic Press: Nueva York. Grinevald Craig, Colette. 1977. The Structure of Jacaltec. University of Texas: Austin. Halpern. M.A. 1946. “Yuma II: Morphophonemics”. En ijal, 12(3): 147-151. Hardman, Martha. 1986. “Data-Source Marking in the Jaqi Languages”. En Wallace Chafe y Johanna Nichols (eds.), Evidentiality: The Linguistic Coding of Epistemology, pp. 113-186. Ablex: Norwood. Hardman, Martha. 1988. Aymara: compendio de estructura fonológica y gramatical. Instituto de Lengua y Cultura Aymara: La Paz. Harms, Phillip L. 1994. Epena Pedee Syntax: Studies in the Languages of Colombia 4. sil y University of Texas: Dallas. Harrington, J. P. 1931. “Karuk Texts”. En ijal, 6(2): 121-161. Haviland, John B. 1988. “Minimal Maxims: Cooperation and Natural Conversation in Zinacantán”. En Mexican Studies/ Estudios Mexicanos, 4(1): 79-114. Hawkins, Robert. 1998. “Wai wai”. En Desmond C. Derbyshire y Geof­ frey K. Pullum (eds.), Handbook of Amazonian Languages 4, pp. 443-485. Mouton de Gruyter: Berlín, Nueva York y Ámsterdam. Heidegger, Martín. 2000 (1977). El ser y el tiempo. fce: México. Hekking, Ewald. 1984. Gramática otomí. Universidad de Querétaro: Querétaro. Hockett, Charles F. 1948. “Potowatomi III: The Verb Complex”. En ijal, 14(3): 139-149. Hockett, Charles F. 1962 (1958). Curso de lingüística moderna. Eudeba: Buenos Aires. Hoff, B.J. 1986. “Evidentiality in Carib: Particles, , and a Variant of Wackernagel’s Law”. En Lingua, 69: 49-103.

163 Hofling, Charles Andrew. 1991. Itzá Maya Text, with a Grammatical Overview. University of Utah Press: Salt Lake City. Hollenbach, Fernando. 1975. Trique de San Juan Copala. Archivo de Lenguas Indígenas de México 2. El Colegio de México: México. Hoyos Benítez, Mario Édgar. 2000. “Informe sobre la lengua embera del río Napipi”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 73-83. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Hunt, R. J. 1940. Mataco Grammar. Universidad Nacional. Departamen- to de Investigaciones Regionales. Instituto de Antropología: Tucumán. Husserl, Edmund. 1982. Investigaciones lógicas. Alianza: Madrid. Jacobsen Jr., William Horton. 1953. “A Grammar of the Washo Lan- guage”. Tesis. University of California: Berkeley. Jacobsen Jr., William Horton. 1986 “The Heterogeneity of Evidentials in Makah”. En Wallace Chafe y Johanna Nichols (eds.), Evidentiality: the Linguistic Coding of Epistemology, pp. 3-28. Ablex: Norwood. Jackson, Walter. 1972. “A Wayana Grammar”. En Joseph Grimes (ed.), Language of the Guianas, pp. 47-77. sil: Dallas. Jakobson, Roman. 1986. Ensayos de lingüística general. Orígen/Planeta: México. James, William. 1909. The Meaning of Truth: A Sequel to Pragmatism. Longmans: Nueva York. James, Deborah, Sandra Clarke y Marguerite MacKenzie. 2001. “The Encoding of Information Source in Algonquian: Evidentiality in Cree/Montagnais/Naskapi”. En ijal, 67(3): 229-263. Jamieson, Allan y Ernesto Tejeda. 1978. Mazateco de Chiquihuitlán, Oaxaca. Archivo de Lenguas Indígenas de México 5. El Colegio de México: México. Jones, Wendell y Paula Jones. 1991. Barasano Syntax: Studies in the Lan- guages of Colombia 2. sil, y University of Texas: Dallas. Judy, Robert A. y Judith Judy. 1967. “Movima”. En Esther Matteson (ed.), Bolivian Indian Grammars 2, pp. 353-408. sil y University of Oklahoma: Norman. Jung, Ingrid. 2000. “El Paez. Breve descripción”. En María Stella Gon- zález de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 139-54. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Kakumasu, James. 1986. “Urubu-Kaapor”. En Desmond C. Derbyshire

164 y Geoffrey K. Pullum (eds.), Handbook of Amazonian Languages 1, pp. 326-403. Mouton de Gruyter: Berlín, Nueva York y Ámsterdam. Kennard, Edward. 1936-1938. “Mandan Grammar”. En ijal, 9(1): 1-44. Key, Harold H. 1967. Morphology of Cayuvava. Mouton: La Haya. Kimball, Geoffrey D. 1991. Koasati Grammar. University of Nebraska Press y The American Indian Studies Institute, Indiana University: Lincoln y Londres. Kinch, Rodney y Pamela Kinch. 2000. “El yuruti”. En María Stella Gon- zález de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 469-87. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Kirchhoff, Paul. 1943. “Mesoamérica, sus límites geográficos, compo- sición étnica y caracteres culturales”. En Acta Americana, 1: 92-107. Koehn, Edward y Sally Koehn. 1986. “Apalai”. En Desmond C. Derb- yshire y Geoffrey K. Pullum (eds.), Handbook of Amazonian Languages 1, pp. 33-127. Mouton de Gruyter: Berlín, Nueva York y Ámsterdam. Knudson, L. 1980. Zoque Chimalapa, Oaxaca. Archivo de Lenguas Indí- genas de México 6. El Colegio de México: México. Landaburu, Jon. 2000. “Andoque”. En María Estella González de Pérez (ed.), Lenguas Colombianas: una visión descriptiva, pp. 275-288. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Langdon, Margaret. 1970. A grammar of Diegueño the Mesa Grande Dia- lect. University of California Press: Berkeley, Los Ángeles y Londres. LaPolla, Randy J. 2003. “Evidentiality in Qiang”. En Alexandra Y. Aikhenvald y R.M.W. Dixon (eds.), Studies in Evidentiality, pp. 63-78. John Benjamins Publishing Company: Ámsterdam y Filadelfia. Larsen, Mildred L. 1963. “Emic Classes which Manifest the Obligatory Tagmemes in Major Independent Clause Types of Aguaruna (Jivaro)”. En Viola G. Waterhouse (ed.), Studies in Peruvian Indian Languages 1, pp. 1-36. sil y University of Oklahoma: Norman. Lastra de Suárez, Yolanda. 1980. Náhuatl de Acaxochitlán, Hidalgo. Archi- vo de Lenguas Indígenas de México 10. El Colegio de México: México. Lastra de Suárez, Yolanda. 1989. Otomí de San Andrés Cuexcontitlán, Estado de México. Archivo de Lenguas Indígenas de México 13. El Colegio de México: México. Law, Howard W. 1958. “Morphological Structure of Isthmus Nahuat”. En ijal. 24(2): 109-129.

165 Lazard, Gilbert. 1999. “Mirativity, evidentiality, mediativity, or other?”. En Linguistic Typology, 3: 91-109. Levinsohn, Stephen y Domingo Ch. Tandioy. 2000. “Inga”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 121-34. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Llerena Villalobos, Rito. 2000. “Elementos de la gramática y fonología de la lengua cuna”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva. pp. 59-74. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. López Austin, Alfredo. 1990. Los mitos del tlacuache: caminos de la mitología mesoamericana. Alianza: México. López Cruz, Ausencia. 1997. “Morfología verbal del zapoteco de San Pablo Guilá”. Tesis de licenciatura. enah: México. Lyon, Don D. “Tlahuitoltepec Mixe Verb Syntagmemes”. 1967. En ijal, 33(1): 34-45. Lyons, John. 1977. Semantics. Cambridge University Press: Cambridge. Mackay, Carolyn J. 2005. Totonaco de Misantla, Veracruz. Archivo de Lenguas Indígenas en México 26. El Colegio de México: México. Macaulay, Monica Ann. 1996. A Grammar of Chalcatongo Mixtec. Uni- versity of California Press: Berkeley. Magaña, Elsie. 2005. “El paso de ‘dice que’ a ‘dizque’. De la referencia a la evidencialidad”. En Contribuciones desde Coatepec, pp 59-70. Uni- versidad del Estado de México: Toluca. Mansen, Richard y David Captain 2000. “El idioma wayuu (o guajiro)”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 795-810. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Maslova, Elena. 2003. A Grammar of Kolyma Yukaghir. Mouton de Gruyter: Berlín y Nueva York. Matteson, Esther. 1965. The Piro (Arawakan) Language. University of California Press: Berkeley y Los Ángeles. McLendon, Sally. 1975. A Grammar of Eastern Pomo. University of Ca- lifornia Press: Berkeley, Los Ángeles y Londres. Mejía Fonnegra, Gustavo. 2000. “Presentación y descripción fonológica y morfosintáctica del waunana”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 85-96. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá.

166 Meléndez, Miguel Ángel. 2000. “Esbozo gramatical de la lengua acha- gua”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 625-640. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Merchán Galindo, Ana Joaquina. 2000. “El cuiba (variante Maibén)”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 585-598. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Messineo, Cristina. 2004. “Categorías pragmáticas del toba (guaycu- rú): deixis y evidencialidad”. En Zarina Estrada Fernández, Ana V. Fernández Garay, Albert Álvarez González (eds.), Estudios en lenguas amerindias: Homenaje a Ken L. Hale, pp. 269-292. Unison: Hermosillo. Miller, Wick R. 1965. Acoma Grammar and Texts. University of California Press: Berkeley, Los Ángeles. Miller, Wick R. 1993. Guarijío de Arechuyo, Chihuahua. Archivo de Lenguas Indígenas de México 16. El Colegio de México: México. Mithun, Marianne. 1986. “Evidential Diachrony in Northen Iroquian”. En Wallace Chafe y Johanna Nichols (eds.), Evidentiality: the Linguistic Coding of Epistemology, pp. 89-112. Ablex: Norwood. Mixco, Mauricio. 1978. Cochimí and Proto-Yuman: Lexical and Syntactic Evidence for a New in Lower California. University of Utah: Salt Lake City. Mixco, Mauricio. 1996. Kiliwa del Arroyo León Baja California. Archivo de Lenguas Indígenas de México 18. El Colegio de México: México. Mock, Carol. 1977. Chocho de Santa Catarina Ocotlán, Oaxaca. Archivo de Lenguas Indígenas de México 4. El Colegio de México: México. Moser, Mary Beck y Stephen Marlett. 1996. Seri de Sonora. Archivo de Lenguas Indígenas de México 19. El Colegio de México: México. Moshinsky, Julius. 1974. A Grammar of Southeastern Pomo. University of California Press: Berkeley. Mosonyi, Esteban Emilio. 2000. “Elementos gramaticales de la lengua piaroa. Estudios sobre la lengua koreguaje”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 657-668. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Mosonyi, Esteban Emilio y Jorge Carlos Mosonyi. 2000. Manual de lenguas indígenas de Venezuela. Fundación Bigott: Caracas.

167 Murdock, George Peter. 1951. “South American culture areas”. En Southwestern Journal of Anthropology, 7: 415-436. Nakayama, Toshide. 2001. Nuuchahnulth (Nootka). University of Ca- lifornia: Berkeley. Najilis, Elena. 1966. Lengua abipona. Universidad de Buenos Aires: Buenos Aires. Newman, Stanley 1969. “Bella Coola grammatical process and form classes”. En ijal, 35(2): 175-179. Nichols, Johana. 1986. “The Bottom Line: Chinese pidgin Russian”. En Wallace Chafe y Johanna Nichols (eds.), Evidentiality: The Linguistic Coding of Epistemology, pp. 239-60. Ablex: Norwood. O’Connor, Mary Catherine. 1987. Topics in Northern Pomo Grammar. University of California: Berkeley. Okrand, Marc. 1977. “Mutsun Grammar”. Tesis. University of Califor- nia: Berkeley. Ortega y Gasset, J. 1982 (1941). “La verdad como coincidencia del hombre consigo mismo”. En En torno a Galileo. Alianza: Madrid. Oswalt, Robert L. 1986 “The Evidential System of Kashaya”. En Wallace Chafe y Johanna Nichols (eds.), Evidentiality: The Linguistic Coding of Epistemology, pp. 29-45. Ablex: Norwood. Osborn, Henry A. Jr. 1967. “Warao III: Verbs and suffix”. En ijal, 33(1): 46-64. Ott, Willis y Rebecca B. Ott. 1967. “Ignaciano”. En Esther Matteson (ed.), Bolivian Indian Grammars 1, pp. 85-137. sil y University of Oklahoma: Norman. Ottaviano, John e Ida Ottaviano. 1967. “Tacana”. En Esther Matteson (ed.), Bolivian Indian Grammars 1, pp. 139-207. sil y University of Oklahoma: Norman. Palmer, Frank Robert. 1991 (1986). Mood and Modality. Cambridge University Press: Nueva York. Parks, Douglas 1976. A Grammar of Pawnee. Garland Publishing: Nueva York y Londres. Payne, Doris y Thomas Payne. 1990. “Yagua”. En Desmond C. Derbys- hire y Geoffrey K. Pullum (eds.), Handbook of Amazonian Languages 2, pp. 249-474. Mouton de Gruyter: Berlín, Nueva York y Ámsterdam. Peeke, M. Catherine. 1973. Preliminary Grammar of Auca. sil, The Uni- versity of Oklahoma: Norman.

168 Peeke, Catherine. 1962. “Structural Summary of Záparo”. En Benjamin Elson (ed.), Studies in Ecuadorian Indian Language 1, pp. 125-216. sil, University of Oklahoma: Norman. Pitkin, Harvey. 1984. Wintu Grammar. University of California Press: Berkeley, Los Ángeles y Londres. Popjes, Jac y Jo Popjes. 1986. “Canela-Kraho ”. En Desmond C. Derbys- hire y Geoffrey K. Pullum (eds.), Handbook of Amazonian Languages 1, pp. 128-199. Mouton de Gruyter: Berlín, Nueva York y Ámsterdam. Press, Margarett. 1979. Chemehuevi: A Graímar and Lexicon. University of California Press: Berkeley. Pride, Leslie y Kitty Pride. 1997. Chatino de la zona alta, Oaxaca. Archivo de Lenguas Indígenas de México 20. El Colegio de México: México. Pride, Kitty. 1965. Chatino Syntax. sil y University of Oklahoma: Nor- man. Priest, Perry N., Anne M. Priest y Joseph E. Grimes. 1961. “Simultaneous Orderings in Siriono (guaraní)”. En ijal, 27(4): 335-344. Prost, Gilbert R. 1965. “Chácobo”. En Esther Matteson (ed.), Gramáticas estructurales de lenguas bolivianas 2, pp. 1-130. ilv: Riberalta. Raven, Peter H., Ray F. Evert y Susan E Eichhorn. 1999 (1971). Biology of Plants. WH, Freeman & Company: Nueva York. Reed, Irene, Osahito Miyaoki, Steven Jacobson, Paschal Afcan y Michael Krauss. 1977. Yup’ik Eskimo Grammar. Alaska Native Language Center, University of Alaska: Fairbanks. Redden, James E. 1981. “Notes on Walapai Syntax III”. En James Red- den (ed.), Occasional Papers on Linguistics. Proceedings of the 1980 Hokan Language Workshop. University of Illinois: Carbonale. Reyburn, William D. 1954. “Cherokee Verb Morphology III”. En ijal, 20(1): 44-64. Rigsby, Bruce y Noel Rude. 1996. “Sketch of Sahaptin, a ”. En Ives Goddard (ed.), Handbook of American Indians 17, pp. 666-692. Smithsonian Institute: Washington, D.C. Robayo Moreno, Camilo Alberto. 2000. “Avance sobre la morfología carijona”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 171-180 Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Robinett, Florence M. 1955. “Hidatsa II: Affixes”. En ijal, 21(2): 161-177. Rogers, Andy. 1976. “ Tres tipos de verbos de percepción física”. En

169 Victor Sánchez de Zavala (comp.), Semántica y sintaxis en la lingüística transformatoria 2, pp. 141-163. Madrid: Alianza. Rosbotton, Harry. 1967. “Guaraní”. En Esther Matteson (ed.), Bolivian Indian Grammar 2, pp. 99-194. sil y University of Oklahoma: Norman. Rodríguez Gónzalez, Sandra Patricia. 2000. “Estudios sobre la lengua koreguaje”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indíge- nas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 199- 213. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Rood, David S. 1976. Wichita Grammar. Garland Publishing: Nueva York y Londres. Ross, Ellen M. (1953) 1963. Rudimentos de gramática aymara. Canadian Baptist Mission: La Paz. Rupp, John. 1980. Chinanteco San Juan Lealao, Oaxaca. Archivo de Len- guas Indígenas de México 9. El Colegio de México: México. Salzman, Zdene c 1967. “Arapaho VII:Verb”. En ijal 33(3): 209-223. Santo Tomás, fray Domingo de. 1560. Gramatica o Arte de la lengua general de los Indios de los Reynos del Peru. Francisco Fernández de Cor- doua: Valladolid. Sapir, Edward. 1922. “The Takelma language of southwestern Oregon”. En Franz Boas (ed.), Handbook of American Indian Languages 2, pp. 1-296. Government Printing Office: Washington. Sapir, Edward. 1992 (1930). “Southern Paiute, a Shoshone Language”. En William Bright (ed.), The Collected Works of Edward Sapir 10, Mou- ton de Gruyter: Berlin y Nueva York. Saxton, Dean. 1982. “Pápago”. En Ronald W. Langacker (ed.), Uto- Aztecan Grammatical Sketches: Studies in Uto-Aztecan Grammar 3, pp. 92-266. sil y The University of Texas: Dallas. Schauer, Stanley y Junia Schauer. 2000. “El yacuna”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 515-32. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Shaul, David Leedom. 1982. Topics in Nevome Syntax. University of California Press: Berkeley. Schiller, F.C.S. 1903. Humanism: Philosophical Essay. Macmillan: Lon- dres y Nueva York. Schlichter, Alice 1986. “The Origin and Deictic Nature of Wintu Evidentials”. En Wallace Chafe y Johanna Nichols (eds.), Evidentiality: The Linguistic Coding of Epistemology, pp. 46-59. Ablex: Norwood.

170 Schiffman, Harold F. 1983. A reference Grammar of Spoken Kannada. University of Washington Press: Seattle y Londres. Shipley, William F. 1964. Maidu Grammar. University of California Press: Berkeley y Los Ángeles. Shoemaker, Jack y Nola Shoemaker. 1965. “Ese’ejja”. En Esther Matte- son (ed.), Gramáticas estructurales de lenguas bolivianas 3, pp. 181-306. ilv: Riberalta. Smeets, I. 1989. “A Mapuche Grammar”. Tesis. University of Leiden: Leiden. Smith-Stark, Thomas. 2000. “Nómina de lenguas indoamericanas”. ms. Snell, Betty E. y Mary Ruth Wise. 1963. “Noncontingent Declarative Clauses in Machiguenga (Arawak)”. En Viola G. Waterhouse (ed.), Studies in Peruvian Indian Languages 1, pp. 103-44. sil y University of Oklahoma: Norman. Sparing-Chávez, Margarethe W. 1998. “Interclausal Reference in Ama- huaca”. En Desmond C. Derbyshire y Geoffrey K. Pullum (eds.), Handbook of Amazonian Languages 4, pp. 443-485. Mouton de Gruyter: Berlin, Nueva York, Ámsterdam. Sridhar, S.N. 1990. Kannada. Descriptive Grammars. Routledge: Londres. Stairs, Glenn A. y Emily F. de Stairs. 1980. Huave de San Mateo del Mar, Oaxaca. Archivo de Lenguas Indígenas de México 11. El Colegio de México: México. Stewart, Cloyd y Ruth D. Stewart. 2000. Diccionario Amuzgo de San PedroAmuzgos. ilv: México. Strom, Clay. 1992. Retuarã Syntax: Studies in the Languages of Colombia 3. sil y University of Texas: Dallas. Struhsaker, T.T. 1967. “Auditory Communication among Vervet Monkeys (Cercopithecus aethiops)”. En S.A. Altmann (ed.), Social Communication among Primates, pp. 281-324. University of Chicago Press: Chicago. Suárez, Jorge A. 1988. La lengua tlapaneca de Malinaltepec. iifl-unam: México. Sullivan, Evelin. 2003. El pequeño gran libro de la mentira. Paidós: Buenos Aires. Swadesh, Morris. 1939. “Nootka internal syntax”. En ijal, 9(2-4): 77- 102. Sylestine, Cora, Heather K. Hardy y Timothy Montler. 1993. Dictionary of the Alabama Language. University of Texas Press: Austin.

171 Tarpent, Marie-Lucie. 1987. “A Grammar of the Nisgha Language”. Tesis. University of Victoria: Columbia Británica. Tarski, Alfred. 1972 (1944). La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la semántica. Nueva Visión: Buenos Aires. Taylor, Douglas. 1956. “Island-Carib morphology III: Locators and Particles”. En ijal, 22(2): 138-150. Teeter, Karl V. 1964. The Wiyot Language. University of California Press: Berkeley. Thurgood, G. 1986. “The Nature and Origins of the Akha Evidentials System”. En Wallace Chafe y Johanna Nichols (eds.), Evidentiality: the Linguistic Coding of Epistemology, pp. 214-222. Ablex: Norwood. Tobar, Ortiz Nubia. 2000. “Aspectos generales de la lengua guayabero”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 599-610. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Tovar, Antonio y Consuelo Larrucea de Tovar. 1984. Cátalogo de las lenguas de América del Sur con clasificaciones, indicacciones tipológicas, bibliográficas y mapas. Gredos: Madrid. Tovar Guzmán, María Magdalena. 2001. Sexgate, un enfoque al discurso de la mentira. Tesis. enah: México. Trillos A., María. 2000. “Síntesis del damana”. En María Stella Gonzá- lez de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 733-48. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Turner, Katherine.1987. “Aspects of Salinan Grammar”. Tesis. Univer- sity of California: Berkeley Valenzuela, Pilar M. 2003. “Evidentiality in Shipibo-Konibo, with a Comparative Overview of the Category in Panoan”. En Alexandra Y. Aikhenvald y R.M.W. Dixon (eds.), Studies in Evidentiality, pp. 33-61. John Benjamins Publishing Company: Ámsterdam y Filadelfia. Villoro, Luis. 2002. Creer, saber, conocer. Siglo XXI: México. Voegelin, C.F. y F.M. Voegelin. 1977. Classification and Index of the World’s Languages. Foundations of Linguistics Series: Elsevier. Ámsterdam. Wagner, Günter. 1933. “Yuchi”. En Franz Boas (ed.), Handbook of Ame- rican Indian Language 3, pp. 293-385. Government Printing Office: Washington. Walton, James, Grace Hensarling y Michael R. Maxwell. 2000. “El muinane”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas

172 de Colombia: una visión descriptiva, pp. 255-271. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Waltz, Nathan y Carolyne Waltz. 2000. “El wanano”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 453-61. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Warkentin, Viola M. y Ruby Scott. 1980. Gramática ch’ol. ilv: México. Watahomigie, Lucille J., Jorigine Bender y Akira Y. Yamamoto. 1982. Hualapai Reference Grammar. University of California: Los Ángeles. Waterhouse, Viola. 1980. Chontal de la Sierra de Oaxaca. Archivo de Lenguas Indígenas de México 7. El Colegio de México: México. Watkins, Laurel J. 1984. A Grammar of Kiowa. Studies in the Anthropology of North American Indians. Nebraska University: Lincoln. Weber, David John. 1986. “Information Perspective, Profile and Patterns in Quechua”. En Wallace Chafe y Johanna Nichols (eds.), Evidentiality: the Linguistic Coding of Epistemology, pp. 137-158. Ablex: Norwood. Weber, David John. 1989. A Grammar of Huallaga Quechua. University of California: Berkeley y Los Ángeles. Welch, Betty. 2000. “El tucano”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 419-36. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Wexler, Paul. 1967. Beginning Aymara: A Course for English Speakers. University of Washington: Seattle. Wheeler, Alva. 2000. “La lengua siona”. En María Stella González de Pérez (ed.), Lenguas indígenas de Colombia: una visión descriptiva, pp. 181-98. Instituto Caro y Cuervo: Santa Fe de Bogotá. Wichmann, Soeren. 2007. Popoluca de Texistepec. Archivo de Lenguas Indígenas de México 27. El Colegio de México: México. Wilkendorf, Patricia. 1988. “‘Waorani’ Clause Formulas”. En E.G. Pike y R. Saint (eds.), Work Papers Concerning Waorani Discourse Features, pp. 47-69. sil: Dallas. Willett, Thomas L. 1988. “A Cross-Linguistic Survey of the Grammati- cization of Evidentiality”. En Studies in Language, 12: 51-97. Willet, Thomas. 1991. A Reference Grammar of Southeastern Tepehuan. sil y University of Texas: Dallas. Willie, MaryAnn. 1996. “On the Expresión of Modality in Navajo”. En Eloise Jelinek, Sally Midgette, Keren Rice y Leslie Saxon (eds.),

173 Athabaskan Language Studies. pp. 331-47. University of New Mexico Press: Albuquerque. Wistler, Kenneth W. 1986. “Evidentials in Patwin”. En Wallace Chafe y Johanna Nichols (eds.), Evidentiality: the Linguistic Coding of Episte- mology, pp. 60-74. Ablex: Norwood. Wise, Mary Ruth. 1986. “Grammatical characteristics of Preandine of Peru”. En Desmond C. Derbyshire y Geoffrey K. Pullum (eds.), Handbook of Amazonian Languages 1, pp. 567-642. Mouton de Gruyter: Berlín, Nueva York y Ámsterdam. Wonderly, William. 1951. “Zoque III: Morphological classes, list, and verbs”. En ijal, 17(3): 137-162. Zavala, Roberto. 1992a. El kanjobal de San Miguel Acatán. iifl-unam: México. Zavala, Roberto. 1922b. Acateco de la frontera sur. Archivo de Lenguas Indígenas de México 17. El Colegio de México: México. Zavala, Roberto. 2000. Inversion and Other Topics in the Grammar of Olutec (Mixean). Tesis. University of Oregon: Oregon. Zigmound, Maurice L., Curtis G. Booth y Pamela Munro. 1990. Kawaii- su: A Grammar and Dictionary with Texts. University of California Press: Berkeley, Los Ángeles y Oxford.

174 La evidencialidad en las lenguas indígenas americanas. Un enfoque areotipológico se terminó de imprimir en octubre de 2013 en los talleres gráficos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Producción: Dirección de Publicaciones de la Coordinación Nacional de Difusión.