¿Lobos O Ungidos?
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¿Lobos o ungidos? Vionette G. Negretti Al mejor de los compañeros de viaje, mi hijo Boris, y al Arcángel Barakiel, quienes siguen acompañándome en esta aventura que el Cielo me ha permitido emprender. Lobos El lobo (Canis lupus) es un mamífero depredador del orden de los carnívoros que habita en una gran cantidad de ecosistemas. Los lobos suelen organizarse en manadas siguiendo una estricta jerarquía social y al cazar presas grandes, normalmente intentan ocultarse a medida que se aproximan al animal elegido. Por norma general, esperarán a que la presa paste, momento en el cual está distraída. Los lobos suelen ceder cuando se enfrentan a una presa valerosa, lo cual es generado en parte por las capacidades defensivas de la última. En el Antiguo Testamento (Habacuc 1:8) se habla de la fiereza de los lobos y se compara a las malas personas con dichos animales: Y sus caballos han resultado más veloces que leopardos y ellos han resultado más fieros que lobos nocturnos. En Ezequiel 22:27 se les compara a los príncipes sin escrúpulos de Judá: Sus príncipes en medio de la ciudad son como lobos que desgarran la presa, derramando sangre y destruyendo vidas para obtener ganancias injustas. En el Nuevo Testamento (Mateo 7:15) los lobos representan a los falsos profetas que quieren corromper la congregación cristiana: Guárdense de los falsos profetas que vienen a ustedes en ropa de oveja, pero por dentro son lobos voraces. En Mateo 10:16 los lobos representan a los opositores despiadados del ministerio cristiano: Los envío como ovejas en medio de lobos. Por tanto, sean astutos como serpientes y sencillos como palomas. En Hechos 20 los lobos representan a los falsos maestros que desde adentro pondrían en peligro a la congregación cristiana: Yo sé que después de mi partida, se introducirán entre vosotros lobos crueles que no perdonarán al rebaño. Cierto proverbio latino dice que: Cuando el lobo aprende salmos, echa de menos a los corderos. Los italianos, al sentirse atemorizados, dicen: ¡In bocca lupo!, (¡Estoy en la boca del lobo!) a lo que se responde: In crepi lupo! (¡Muera el lobo!) En 1812, los escritores folclóricos alemanes conocidos como Los Hermanos Grimm tomaron un cuento de transmisión oral difundido por toda Europa desde el Siglo 17 y lo plasmaron en el libro Caperucita Roja, en el que un lobo aparece como un embaucador cuyo propósito es comerse una niña. En el poema Los motivos del lobo, escrito por el nicaragüense Rubén Darío en 1913, se hace una comparación metafórica entre la naturaleza pura de los animales y la maldad que de antaño existe en el ser humano. Ungidos En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra ungir aparece con tres significados: (1) aplicar aceite u otra materia pingüe (grasosa) a algo extendiéndola superficialmente; (2) signar con óleo sagrado a alguien para denotar el carácter de su dignidad o para la recepción de un sacramento y; (3) elegir a alguien para un puesto o para un cargo. Se llama unción (del latín ungere, ‘untar’) al proceso de embadurnar a una persona con aceite perfumado, leche, grasa animal, mantequilla derretida u otras substancias. La unción está presente en los rituales de muchas religiones y a la persona a la que se le ha untado una de estas substancias se le llama ungido. Las personas y las cosas se ungen para simbolizar la introducción de una influencia sacramental o divina, una emanación, un espíritu o un poder sagrado. En este marco religioso, la unción puede también perseguir que el mal o la enfermedad se aparten de alguien, restableciéndose la purificación o la salud. La práctica de la unción es antiquísima y abarca muchos pueblos. Por ejemplo, los árabes de África Oriental se ungían con grasa de león para adquirir coraje e inspirar miedo a los animales. Durante siglos, en muchos lugares se utilizó la unción para que la influencia de una deidad fuese transferida a una persona. Entre los hebreos, el acto de la unción era importante en la consagración de lo sagrado, por lo que se ungía al sumo sacerdote y las vasijas sagradas. La Biblia hebraica indica que el sumo sacerdote y el rey eran a veces llamados el ungido y que los profetas también eran ungidos. Desde la más remota antigüedad, entre los judíos y otras razas, los reyes eran ungidos y ungir a un rey era equivalente a coronarlo, por lo que el rey David fue ungido o ‘coronado’ por el profeta Samuel. En la Edad Media comenzaron a ungirse los reyes merovingios (Francia, Bélgica, Alemania y Suiza) y los británicos. Las unciones también son parte de cierto ritual de entronización de las monarquías hindúes. Entre los hebreos contemporáneos a Jesús, la unción era también un acto de hospitalidad. Este concepto fue registrado en los evangelios cuando se describe a Jesús siendo ungido en la casa de un fariseo. El Nuevo Testamento también registra que el aceite se aplicaba a los enfermos, a las heridas y a los cuerpos de los difuntos en forma de unción. Los cristianos también dan gran importancia al ungimiento. La palabra Cristo, que se usa actualmente como la parte del nombre compuesto Jesucristo (Jesús, el Cristo,) es en realidad un título procedente del griego christos, que significa ungido. Según el Nuevo Testamento (Juan 1:41; Hechos 9:22, Hechos 17:2-3, Hechos 18:5, Hechos 18:28 y Lucas 4:18) Jesús es El Ungido, El Mesías. Lucas afirma que el mismo Jesús dijo: El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver y para despedir libres a los oprimidos. En la Iglesia Católica, la unción es parte de los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, la Ordenación Sacerdotal y el anteriormente llamado Extremaunción, que al presente es conocido como Unción de los Enfermos. Dice un refrán: Al que no quiere caldo le sirven tres tazas. La veracidad de esas nueve palabras ha sido mi “gran descubrimiento” después de pasados siete años de la publicación del libro La buenaventura, cuya primera edición fue distribuida a todas las librerías de la isla por Representaciones Borinqueñas durante el verano de 2005. Una vez finalizadas las presentaciones del libro en universidades, librerías, centros culturales, programas televisivos y radiales y ¡hasta residencias!, estaba convencida de que había cumplido con la misión de informar a mi pueblo referente a los acontecimientos relacionados a La Santa Montaña de San Lorenzo, Puerto Rico, que incluyen: una alegada serie de apariciones marianas de 10 años de duración (1899 a 1909) y otra presunta serie de apariciones marianas en el mismo lugar en 1982, (esta vez de varios meses de duración,) un aparente ataque injustificado contra el investigador de ambas presuntas series de apariciones – el padre Jaime Reyes, un sacerdote de conducta intachable – y el supuesto desbanque un obispo sumamente amado por su pueblo, monseñor Enrique Hernández Rivera. Ese no fue el caso. Descubrí que son miles los puertorriqueños que desean que las autoridades eclesiales reabran una investigación cerrada en 1994 a raíz de un informe preparado por el sacerdote diocesano José Dimas Soberal sobre los acontecimientos en la Santa Montaña, ya que dicho informe aparentemente está plagado de alegadas medias verdades, suposiciones, pobres técnicas investigativas, contradicciones y falsedades, para que de una vez por todas se determine lo sucedido en torno a la figura conocida como Vuestra Madre Elenita de Jesús, quien reportadamente permaneció 10 años en una montaña que se yergue en el extremo oriental del Bosque Carite. Esos puertorriqueños están deseosos de que se les haga justicia al padre Reyes, quien fue catalogado como ‘el inventor de que Elenita era la Virgen’ cuando publicó los resultados de su investigación sobre los sucesos en La Santa Montaña y también al obispo emérito de la Diócesis de Caguas, monseñor Hernández Rivera, sobre quien alegadamente se desató una campaña de descrédito y presión constante para desbancarlo y que, pese a que hace poco tiempo le fue levantada la veda residencial que le fue impuesta en 1998, permanece sin ocupar una posición dentro del clero de su patria, ya que la jerarquía de la Iglesia Católica de Puerto Rico alegadamente no le ha ofrecido empleo. Tras la publicación de La buenaventura, se comunicó conmigo un sinnúmero de personas a través del teléfono y de la Red Electrónica Mundial (la Internet) – incluyendo empleados de la Diócesis de Caguas – para solicitar que continuara investigando este asunto, pero debido a que desde hacía mucho tiempo deseaba escribir una novela histórica, intenté zafarme de los acontecimientos relacionados a La Santa Montaña mediante el establecimiento de un portal electrónico (buenaventurapr.com) en donde se explica lo sucedido allí, se incluyen los nuevos hallazgos y testimonios (hasta 2007) y se ofrecen pruebas y documentos para substanciar los mismos. Una vez la novela histórica de mi autoría fue colocada en los estantes de las librerías – lo que permitió que mis compatriotas se enteraran de que en 1950 el Comandante Elio Torresola y 34 otros valientes no sólo declararon la República de Puerto Rico en Jayuya, sino que la mantuvieron viva por espacio de cuatro días – me di a la tarea de redactar otra novela, pero no pude completar el segundo capítulo, ya que nuevamente dio comienzo el bombardeo de información sobre La Santa Montaña. A finales de 2012 y principios de 2013, obtuve información que a mi entender, constituye el clímax de la historia de La Santa Montaña de San Lorenzo, Puerto Rico, por lo que compilé, (a manera de secuela de La buenaventura,) los sucesos y hallazgos relacionados a este asunto a partir de la publicación de dicho libro, así como la evidencia y la información impactante que me fue suministrada a manera de lo que catalogué como mi regalito de Navidad y de Reyes de 2013.