La Caída Del Dragón Y Del Águila
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La Caída del Dragón y del Águila Javier Tolcachier Índice Primera Parte: En algunos miles de Primaveras y Otoños Sobre el rumbo de las nubes 6 Una bola china en cada columna del ábaco 8 De quienes se dice que nueve de cada diez son iguales y el décimo, cincuenta y seis veces distinto 10 La fuerza de la huella del pájaro 14 El Maestro que nunca habló de milagros, violencia, desórdenes o espíritus 17 Lazos de familia resistentes como las fibras de la seda 20 De quienes conociendo lo conocido querían conocer lo desconocido 22 La Jaula del Dragón 25 El Nacimiento del Dragón y del Águila 28 El Águila de Dos Cabezas 35 Del tiempo en que el mundo se extendió, volviéndose cada vez más pequeño 43 En busca de otros espacios 48 De cuando el Dragón tuvo que enfrentar al Águila 53 El Dragón ha muerto, ¡viva el Dragón! 58 De la vertiginosa mutación de las polaridades 60 El Dragón acude en auxilio del Águila moribunda 62 Segunda Parte: La caída del Dragón y del Águila Un oficio antiguo y riesgoso 69 El plano mayor Entre vientos y tormentas 71 El huracán tecnológico 72 En medio del ciclón del encuentro y la extrañeza 74 Urbanos… 75 … y Ancianos 77 De la difusión y la confusión 79 Mareas y tormentas de religiosidad 81 Lo que traen los Ecos 83 El Feudalismo empresarial y la Corpocracia 88 La promiscuidad geopolítica 94 El Yin que avanza 96 Cuando los jóvenes sean viejos y los viejos jóvenes 101 El plano medio En relación a las relaciones 104 Entre la ausencia y la omnipresencia 106 El Águila depredadora 112 El plano menor En las vísceras del Dragón 118 Del abismo que crece mientras más la montaña se engrandece 120 Si eres ciego al tiempo no verás el foso 124 De cuando el Dragón muda la piel 126 De quienes estando fuera, preferirían estar dentro 130 De quienes estando dentro, preferirían estar fuera 133 En las entrañas del Águila Out of order 135 Armérica 138 Tráfico de sueños 142 Economía de guerra 147 El casi perfecto triunfo de la degeneración 153 Little Kids 158 La caída del Dragón y del Águila 162 El horizonte y el valor central 163 En los años anteriores al del Cerdo 167 La revuelta de los barbijos 172 Epílogo 175 Fuentes consultadas 179 Prefacio Un punto en el océano del tiempo Este libro ha sido escrito en tiempos en los que el tiempo suele ser imaginado como una línea que transcurre hacia adelante y en sentido infinito. El punto de inicio de la línea es siempre el momento escurridizo del presente. Increíblemente, la secuencia elimina de inmediato la vigencia de toda vivencia inmediatamente anterior, como si una tinta invisible borrara la actualidad de lo que sucede, dejando sin embargo trazos firmes en nuestra memoria. Pero aunque en este tiempo ya se sabe que el tiempo no es esa linealidad escolar y abstracta, este conocimiento no adquirirá vigencia plena hasta tanto no halle su justo lugar en los anaqueles de creencias que sustentan a cada época. Por ello, para ajustar este libro a las normas del período en que fue elaborado, fijaremos la fecha en que encontró su punto final. De esta manera, disiparemos toda bruma que pudiera eximirnos de los errores que ciertamente cometeremos en el intento de anticipar hechos que aún no sucedieron. En todo caso, aceptamos con gesto alegre el reto de transportarnos a través del tiempo libremente. Febrero 2012 Primera Parte En algunos miles de Primaveras y Otoños Sobre el rumbo de las nubes Este es un libro que estudia posibles futuros, algo similar a poder decir algo sobre el rumbo de las nubes. Curiosamente, o no tanto, los sabios abocados a anticipar los destinos intentaban develarlos en el cielo, observando movimientos estelares que tradujeran verdades cósmicas a previsiones sobre el estado futuro de las cosas. Claro que en sociedades agrícolas, anticipar los climas se convertía en una ayuda inestimable al proceso productivo. Y por supuesto reyes y otras gentes de poder acudían a los videntes a por consejo sobre las mejores condiciones para sus planes. Pero astrólogos, magos, luego astrónomos y astrofísicos, pretendieron desde siempre descubrir en los cielos los signos de lo Sagrado, unir lo por venir con las preguntas sobre el origen y significado del Universo, dar significación y fundamento unívoco y permanente enlazando futuros y pasados en una inmanencia totalizadora. Ésta no será la amplitud de la presente obra, aunque compartamos la atracción que seguramente muchos habrán sentido por descifrar lo hasta allí incognoscible. Predecir es algo osado y ciertamente atrevido en épocas de gran inestabilidad. Resulta más escandaloso aún querer hacerlo con respecto a China, cultura con gran prestigio en este campo y una de cuyas principales obras es precisamente un libro metódico para avizorar futuro como es el I Ching o “libro de las Transformaciones”. Pero tal transgresión de antecedentes, absolutamente impropia y alejada de los parámetros culturales que se pretende indagar, lejos de coartar el impulso, lo estimula, cual viento que en su intento por apagar el fuego, termina avivándolo. A la inversa, estos juegos paradojales con los conceptos a los que habitualmente recurrimos para afectar la razonabilidad lógica de opuestos excluyentes a las que nos ha acostumbrado cierta ciencia positivista y cierta visión del mundo maniquea, además de hacer la lectura más amena, sí nos trasladan al interior de un clima cultural donde principios contrapuestos no sólo no antagonizan sino que son útiles en su complemento, resolviendo su contradicción en armonías que los exceden y a la vez contienen. Aún en la dificultad de poder afirmar con valor absoluto verdades que aún no ocurrieron, nos consuela el hecho de que – en el caso de China – es idénticamente fortuito también establecer verdades absolutas sobre lo ya ocurrido, dada la distancia que ponen las fuentes idiomáticas, la extensión de tiempo en su desarrollo civilizatorio, la distorsión de la propia mirada que pretende asimilar lo desconocido a lo poco o mal conocido para reconocerlo y la imposibilidad del análisis completo de recursos que impone tamaña tarea. Definido entonces de algún modo el propósito del texto - y sus inocultables limitaciones - diremos que este estudio podría clasificarse en un tipo de futurología intencional, que no cree en la simple mecánica de los acontecimientos o lo ineludible de condiciones en desarrollo. Así como admitimos la posible imponderabilidad de factores múltiples y en veloz desarrollo, así como ponderamos el inapresable azar posibilitado por la elección humana, así también consideramos que los pueblos son los artífices definitivos de la Historia, desde sus más profundas aspiraciones y creencias. En este sentido, como parte de esa producción humana, este trabajo pretende también ser un manifiesto que ayude a los cambios citados, con lo cual la hipótesis se hará plena por el poder de la intencionalidad y la obra en sí no hará sino interpretar dicha fuerza, la más poderosa de las existentes. Por último, según veremos más adelante, el interés no sólo se centra en lo que ocurrirá en China, sino en que este hecho, absolutamente entroncado estructuralmente con el resto del mundo, estará incluido en transformaciones sistémicas planetarias. Acaso entonces varíe el objetivo del trabajo y nos aboquemos a predecir la caída de un sistema depredador, imbuido de competencia, avaricia y destrucción, un monstruo de varias cabezas, en cuyo coletazo final podremos señalizar el surgimiento de un nuevo momento de la Historia Humana. En todo caso, y anteponiéndonos a la celebración de nuestros errores, citemos las palabras del matemático chino Liu Hui, quien en el año 263 del calendario vulgar, y comentando el intento en un texto clásico de exponer una fórmula – no del todo exacta - para el cálculo del volumen de una esfera, compasivamente escribió: “Dejemos el problema para quien pueda decir la verdad”. Una bola china en cada columna del ábaco El territorio que ocupa China alberga hacia el año 2010 un número cercano a los 1300 millones de personas, es decir, algo así como un quinto de la población mundial. Ese dato escolar y ampliamente conocido basta para denotar la importancia de todo fenómeno que allí ocurra y es una proporción que ningún estudio de geopolítica puede obviar. El hecho de que cada quinto habitante de la Tierra sea chino - la quinta bola del ábaco en la parábola con la que intitulamos el presente capítulo - nos llevó a indagar cómo se llegó a desarrollar semejante masa poblacional. Procedimos desandando diversas posibilidades y estableciendo relaciones entre distintos indicadores demográficos. Según un corte por regiones geográficas, la comparación arrojó que efectivamente 6 (o 7, dependiendo de cómo se clasifique a Rusia) de los 10 países más poblados son asiáticos. Así, China, India, Indonesia, Pakistán, Bangladesh y Japón, albergan a más de 3 billones de seres humanos. Si se agrega Rusia, esto da aproximadamente la mitad de la población mundial. Sin embargo, la ubicación de China en el lugar número 77 en la tabla de densidad poblacional o número de habitantes por kilómetro cuadrado, relativizaba de algún modo la contundencia de los números absolutos. Está claro, China es un territorio muy grande - el cuarto en superficie en el mundo, apenas detrás de Canadá y Estados Unidos – (según estadísticas chinas acaso el tercero) y por ello, pese a su enorme población, al ser comparada con territorios más pequeños o minúsculos, descendía velozmente en ese tipo de ordenamiento. Por lo demás, estamos sin duda ante una población eminentemente rural, la cual – como es sabido – impulsa fuertemente la natalidad, decreciendo en la medida en que se producen los éxodos del campo a la ciudad. Pero comparando los porcentajes de crecimiento demográfico encontramos a China en la actualidad en el lugar 146.