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NUESTRO

REGOMEYO

JUAN DE DIOS GARCÍA SOTO

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CRÉDITOS

4 NOTA BIO-BIBLIOGRÁFICA

uan de Dios García Soto nació el 9 de J junio de 1941 en Fuerte del Rey provincia de Jaén, pasó sus primeros nueve años en este pequeño pueblo en compañía de sus padres y otros seis hermanos. A esta edad se trasladó con su familia a Jalance (Valencia) donde vivió hasta los dieciocho años, momento en que se fue como voluntario militar a Madrid durante cuatro años. No se decidió por la carrera militar y regresó a Valencia, donde trabajó de cartero, zapatero y, finalmente de taxista, primeramente asalariado y, posteriormente autónomo.

Siempre ha sentido un gran interés por la lectura y por la escritura, en el año 1984 recogió en un libro llamado “La luz de mi silencio” medio centenar de poesías que llevaba escribiendo desde su juventud, la publicación fue por medios propios y tuvo una tirada de mil ejemplares que se vendieron íntegramente. En los años siguientes, ha seguido escribiendo poesía para propios y ajenos.

En 1989 pudo finalizar los estudios de graduado escolar, ya que la infancia le había privado de poder acabarlos.

Ahora, una vez alcanzada la jubilación decide escribir una narrativa corta y sencilla acerca de observaciones que en su andar por la vida han

5 suscitado su interés y crea una historia que se desarrolla entre sus dos amadas tierras la andaluza y la valenciana.

6 RESUMEN

na mezcla de resignación y rebeldía U acompaña durante su vida al protagonista. Su pensamiento es abierto y solidario, busca por encima de todo la dignidad y el reconocimiento de su familia, y en general, para todos los de su entorno.

Procede de una familia de bajo nivel económico, pero con gran poder de resistencia y decisión, sin amohinarse por nada le planta cara a la adversidad aunque ya desde su tierna infancia, sufre las injusticias de la época.

Su padre decide acoplarse a las injusticias con resignación, para no sufrir peores consecuencias. Andrés, sin embargo, desde su corta edad supo que su puesto en la sociedad debía ser de ciudadano y no de súbdito. Llegó al convencimiento que la única forma de conseguirlo era mediante la cultura.

Reglas y conceptos anquilosados tendrían que ser borrados de la vida pública para dejar paso a la sabia inspiración de la juventud, sin por ello despreciar la experiencia de los mayores.

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NUESTRO REGOMEYO

n el enorme caserón, no era la primera Evez que se producían idénticos acontecimientos, sin embargo esta vez causaba más expectación.

Julián, más conocido por su apodo el tío Garrote, se encontraba rodeado de sus once hijos esperando el nacimiento de otro. Su mujer estaba dando muestras, una vez más, de su gran fortaleza.

Cuando se produjo el embarazo de Juana, que así le llamaban, pensaba que era la menopausia, sin embargo fue la culminación de la docena.

Julián estaba sentado en su sitio de costumbre del enorme comedor y a pesar de la altura del techo creía que se le caía encima. El grosor de las paredes le impedía oír lo que estaba pasando en la habitación de al lado. Julián encendía el cigarro con la colilla del otro, sin caer en la cuenta del cenicero, tiraba las colillas y ceniza al suelo rematándolas con un pisotón, así llevaba diez pisotones.

Se abre la puerta de la habitación, le dice la partera: Julián, ya ha nacido, es un niño, puedes pasar.

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Julián atizó un tremendo pisotón y mandó a una de sus hijas que recogiera las colillas. Entra como asustado a pesar de la costumbre, nunca conseguía tranquilizarse.

Lo cogió y suspendiéndolo en el aire se lo arrima al pecho y dice: “Juana, ¡que chiquillo!, será posible que acabando de nacer este zagal, ya esté bregando con tanta agilidad que ante siquiera ha cumplió media hora y mía ningún pue decir que si se descuida nace criao. No creo haiga en toa la contorná criatura que le puea igualar”.

Esto ocurría a finales del siglo diecinueve, cuando los niños venían con un pan bajo el brazo. Por eso tenían tantos.

Andrés fue bautizado con el nombre de su tatarabuelo, siguiendo la tradición.

Cuando vio la luz de la vida, fue como un impulso, todo su cuerpo se estremecía, todas sus extremidades se movían con gran energía, sus ojos abiertos despedían luz como dos estrellas. Igual que Julián, todos los presentes se quedaron atónitos, diciendo: esto es lo nunca visto, está tan espabilado que parece como si quisiera hablar.

Así se crió Andrés: inquieto por la vida, lleno de curiosidad y ganas por saber, poniendo

9 incertidumbre en todo, queriendo buscarle solución a los problemas y no pasar de ellos. Al empezar el siglo veinte, Andrés había cumplido diez años, a tan corta edad ya le marcó la vida. Su padre creyó que ya tenía edad suficiente para trabajar y, así se lo expuso a Juana. La madre de Andrés opinaba que, en vista que había otros hermanos mayores, la situación económica no era tan acuciante como para no poder estudiar.

Julián se opuso radicalmente, alegando:

Si dejamos que Andrés estudie nos despreciarán, diciendo y con razón, que los estudios son para los ricos que se los pueden costear. Nosotros tenemos que encaminarlos y, sobre todo, enseñarlos a trabajar y no invadir el terreno de los ricos.

No, Juana, se reirían de nosotros, por orgullosos, queriendo igualarnos con los potentados. Ellos –continúa diciendo Julián—están por encima de nosotros en todo y para todo con sus riquezas. Nosotros si queremos vivir en paz, no tenemos que entrometernos en su terreno. Lo primero que harían si le dejáramos estudiar, sería negárselo todo para que le sirviera de escarmiento.

Julián, creo que sacas las cosas de quicio, sigo pensando que las personas con estudios sabrán defenderse mejor.

10 Bah, bah, calla mujer, estás totalmente equivocada. No hablemos más, a partir de mañana a trabajar, que es como será un hombre de provecho.

Julián no estaba completamente convencido de la decisión, por lo que le habló así a Andrés:

“Hijo mío, me penso que naide en su sano juicio, envía tan joven a su hijo a bregar por la vida. Pero a los provees la necesidá nos obliga”.

Julián, en muchas ocasiones, hablaba con el léxico, según decía “de los suyos”. Los potentados tenían una finura que a él no le cuadraba. Para sus adentros decía: - “¡pobre hijo mío!”, si hay que reconocer que sus fuerzas físicas son las adecuadas para jugar y estudiar”.

Pero, se sentía coaccionado oyendo tan disparatados comentarios: “Con tu edá yo ya trabajaba y mía, aquí estoy y no me ha pasao ná”.

La decisión la tenía tomada. El dueño de medio pueblo, don Nicolás que así le llamaban, tenía entre otras cosas una almazara. Allí se encaminó Julián con Andrés.

“Don Nicolás, aquí tiés a mi hijo, está educao, como me educaon a mí –aguanta a pie firme sin chistar, sin bufar, sin gemir --. Y, si no lo jaciera, que lo duo, sin tan siquiera eguntarle, tie el mio

11 permiso, y pues pegar, pa que se haiga un hombre de verdá”.

La sensibilidad liberadora de Andrés quedó traumatizada, no llegaba a comprender la actitud de su padre. Quedó callado por miedo a una bofetada, pero no podía llegar a entender que su propio padre autorizara a alguien, aunque fuera el más rico, para que le pegara. Ya no estaba de acuerdo con los azotes de su padre y menos los de otra persona. Le parecía que su padre daba permiso para ser marcado a hierro, como un animal.

El hecho más que debilitar, fortaleció su mente, lo consideraba un abuso pero no mermaría su resistencia para hacer frente a semejante arbitrariedad. Los fines de su padre, quizás él no los comprendía y fueran ejemplares, aún pensando lo contrario. Creía que el único ejemplo razonable que le serviría, sería para que él no hiciera lo mismo con los demás.

El tío Garrote según sus creencias:- “el garrote, que de ahí le viene el mote, hace milagros y mantiene a las personas con el pie asentao y la sesera, sin holgazanear y no yendo y viniendo, sin pensar en ná güeno”.

Sin embargo, su hijo no pensaba igual. Se preguntaba:-“¿por qué los hijos de los ricos eran bien tratados: trabajan de mayores y de niños juegan y estudian?”.

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Andrés no comprendía que había nacido en una sociedad clasista de educación obsecuente. Él se resistía y, desde su edad temprana, buscaría por encima de todo la dignidad humana. De momento, lo ideal era esperar a formarse y aprender a vivir con la discriminación sectaria aguantando la humillación impuesta. Andrés ignoraba que no le tendrían piedad ni consideración, aún en el hecho de ser un niño.

Don Nicolás, el dueño de la almazara, tenía dos mozalbetes estudiando en la ciudad. Sólo frecuentaban el pueblo al tomar las vacaciones al final del curso. Nicolás y Javier que eran sus respectivos nombres, se regodeaban de sus paisanos con insolencia, con el único propósito de rebajarlos.

Pero, con Andrés llegaron a extremos insospechados, orgullosos les gustaba demostrar ante él lo mucho que ellos creían que sabían, riéndose descaradamente, con el sólo interés de hacerse los importantes. En muchas ocasiones, no comprendían sus argumentos y divagaciones que, disfrazaban de toda realidad y las convertían en simples elucubraciones sin sentido.

Andrés con hábil sutileza se introducía en sus mentes vanidosas y en su lengua sin cultivar les decía:

13 “Querría y perdonar por mi osadía, paecerme a vusotros tan listos, me pregunto, ¿cómo os habéis apañao pa saber tanto?”.

¿Cómo va a ser? Inteligencia natural adquirida por nuestra innata condición. No como tú que eres un ignorante.

Andrés no dando importancia a los exabruptos de la pareja de imbéciles, no se amohinó.

“No duo de vuestra antiligencia innata. Pero, también habrá contribuio la ayua de los libros”.

Naturalmente merluzo, mira, tú eres tan torpe que ni se han preocupado de llevarte a un colegio.

Con que desahogo hablan las personas que se creen superiores en todo con los demás. Su actitud es tan impositiva que infunden miedo, consiguiendo que llegues a creerte un insignificante ignorante, delegando tu voluntad en ellos.

Acabaron mirándole con displicencia burlona y socarrona. Él no les apartó la mirada penetrante como queriendo traspasarlos que, hasta incluso, consiguió molestarles. Se marcharon pidiéndole, con desprecio, que mirara con más respeto.

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A Andrés le entró hasta ganas de llorar, pensaba: -“¿qué he hecho yo para que me traten así?”, que trabajara en la empresa del padre, no les autorizaba para humillarlo.

Andrés pensó que su padre debiera estar informado. Los insultos le dolían más que una bofetada.

El tío Garrote escuchó a su hijo pero no le dio la más mínima importancia. Enseguida, buscó solución:

“Mía Andrés, po ná del mundo tenes que chistar a los señoritos que pa don Nicolás so sagraos. Tú como toos tamos jaciendo: trabajar y callar, pa eso so los amos”.

Andrés no desatendió el consejo de su padre. Les saludaba con respeto, sin embargo, ellos no le contestaban pero sí le miraban con sonrisa burlona.

Entre ellos comentaban:

Se ha pasado el ignorante, ¿qué se habrá creído?, mira, querer igualarse a nosotros. Le tenemos que atisbar y como le cojamos en la más mínima…su actitud estriba en falta de respeto causa de una mala educación. Tenemos que vigilar sin contemplaciones.

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Don Nicolás era respetuoso con todo el mundo y no hubiese permitido el abuso de sus hijos. Por eso, ellos se cuidaban mucho para que no se enterara. No tardaron mucho en volver a la carga, disfrutaban con el mal ajeno.

Era una tarde de verano cuando los rayos del sol caen a plomo sobre las cabezas de los que tienen la obligación de tenerlas al descubierto. Nicolás y Javier estaban parapetados en una rica sombra y cuando le descubrieron distraído en su trabajo reclamaron su presencia.

Andrés acudió expectante, con la mirada penetrante, sin perder la compostura. Ellos le pidieron con severidad que se sentara, no soportaban ante ellos a un subordinado erguido. Al instante, rectificaron:

No Andrés, sitúate ante nosotros de pie, pero la mirada agachada. Te hemos llamado porque no podemos consentir tu actitud inexorable desde lo ocurrido el otro día, no notamos ningún arrepentimiento ni respeto por nosotros. Rehuyendo nuestra presencia para evitar el saludo. ¡Te pedimos una explicación convincente!

Andrés aprendía con rapidez, de haber querido se hubiese expresado con el mismo vocabulario de ellos. Pero, pensaba que la

16 diferenciación le daría mejores resultados para sus propósitos.

Así se dirigió:

“Penso, señoritos que tenís razón, ma yo he pensao que las enemistaes para el que las quiea son güeñas, que na más traen muchas desazones y muchas perdas, si a mano viene. A partir de agora, yo a trabajar y no chistar como dice mi padre”.

No esperábamos menos de ti y para que sepas que somos personas consideradas queremos concederte un regalo que te agrade.

Andrés se quedó aturdido, desconcertado se preguntaba: - “¿a qué se deberá semejante reacción?, quizás sea la sumisión que he dejado caer para evitar conflictos, pero están equivocados”.

Andrés, después de dar muestras de agradecimiento, dijo:

“Vuestra generosidad se desborda, yo llevo mucho tiempo pensao en peiros algún libro de los muchos que tenis. Aunque penso me será moy trabajoso me gustaría hablar al igual como vusotros. Y, poer tindrenme mejor, pa que cuando me habléis sus comprenda. Me dicen Don Faustino y pirsonas que han estudiao que sin cultura se habla

17 de utra maera. Y vusotros en sabéis tanto que mi sufoco cuando sus escucho”.

No Andrés, no es exclusivamente falta de cultura. Don Faustino está equivocado es inteligencia diferente. La nuestra nos viene de la prosapia del más noble linaje. No como tú y los de tu clase plebeya que jamás os igualaréis, por mucho que os esforcéis. De todas maneras, dejaremos pasar tu ingratitud, y para que reconozcas de nuestra largueza, no te prestamos ningún libro, te los regalamos como principio de nuestra generosidad. Esperamos que aún con tu mediocre inteligencia sepas comprendernos.

Los dos fatuos presuponían del fracaso de Andrés, ironizando decían:

Pobre infeliz, piensa que va a comprender algo en los libros, que nosotros sepamos es analfabeto….ignorante presuntuoso.

A escondidas, Andrés llevaba oculto cuanto había leído. Cuando tenía ocasión devoraba cualquier cosa con letras que caía en sus manos. Autodidacta, él mismo se extrañaba de los avances tan espectaculares que experimentaba. Cuando recibió los libros ya estaba enteramente introducido en la cultura, y así fue perdiendo, como por encanto, la rudeza e ignorancia.

18 Ante los pedantes orgullosos de Nicolás y Javier se mostraba secuaz, fingiendo no entender nada, ellos se alegraban dando por sentado que no les venía de nuevas. Él les decía:

Paciencia que, dada su mediocridad, le costaría, pero no le faltaba ilusión.

Andrés pensaba que la cultura debe de ser compartida, para nada serviría saber él si los suyos continuaban analfabetos.

Promocionó la cultura en personas de su entorno con sensibilidad parecida. No resulta fácil convencer a los ignorantes que tienen que salir de la ignorancia. Andrés estaba convencido que ellos no eran menos inteligentes que el sector dominante y que estos últimos disponían únicamente de más medios, sin embargo, a ellos les eran negados, eran esclavos de sus propias circunstancias. Ahí estaba el quid de la cuestión.

También la cultura en nuestro afán por querer, pudiera llenarnos de orgullo y soberbia. No está bien pedir, pedir y pedir, sin hacer nada para merecerlo. Aquel grupo de adelantados pronto notaron la diferencia, sus mentes anteriormente dormidas se llenaron de inquietudes, surgiéndoles con exigencia mejoras sociales. Y pensaban que sin más querían empezar por el empresariado.

19 Andrés consciente del ímpetu que ofrece la cultura, cuando crees que sabiendo cuatro cosas ya estás preparado les decía:

Ahora sólo tenemos una mera información hay que esperar, nos falta la forma de ejecutarla. ¡Mirad!, los poderes públicos son los primeros que deben cambiar la mentalidad y, eso es lento. Nunca penséis que se puede obtener mejoras sin trabajo y esfuerzo, y si nos valemos de malas artes, más pronto que tarde lo pagaremos .La empresa la crean personas dotadas de inteligencia, sacrificio y riesgo. Los hay tan atrevidos que se empeñan en un crédito.

Vosotros habéis pensado, ¿quién frena a estas personas, si consiguen tener éxito? Nadie expone su capital intelectual y económico en beneficio de los demás. Aquí es donde tendrían que intervenir los Gobiernos, controlando los abusos entre empresarios y trabajadores. ¿Quién crea riqueza? La mayoría contestaría: el empresario. Pensad, la riqueza es creada por los buenos trabajadores y los empresarios. Malos empresarios con sus trabajadores crean ruina. La solución estriba en el fomento de la cultura intelectual y profesional. ¿De quién depende? Del Gobierno. Si somos empresarios y trabajadores cualificados en los sectores profesionales e intelectuales se crearán empresas rentables.

20 SOÑANDO CON SU REGOMELLO

ndrés, a medida que iba madurando le A aumentaban las inquietudes. No era la primera vez que se introducía en un mundo de ilusión, dentro de su burbuja particular, daba rienda suelta a su imaginación, en ella todo lo encontraba en estado apacible como el viento galeno que se percibe en la orilla del mar.

Fue invadido en un instante de una tremenda melancolía, contempló el cielo con aspecto de celaje y, sin razón su desánimo aumentó. Percibía una húmeda y fresca bruma cuando cambió el cielo de color y se convirtió en nubes negras, que provocaron una copiosa lluvia.

Dando rienda suelta, se esparcían las aguas por los sedientos campos, formaban riachuelos que sonaban discordantes en desiguales cascadas. La flora despedía variados olores, los árboles con sus ramas cargadas de agua, lloraban de alegría, de igual manera los campesinos celebraban la buena nueva.

Así Andrés pensó: -“no por estar el sol fuera es mejor día”.

Y, como en estado de éxtasis, recorría el término del Regomello, aquellos campos de sus sueños, que tanto pisoteaban, los veían en sus

21 pensamientos convertidos en productivos y fértiles como jamás hubiese imaginado.

Su mente lo trasladaba a un prominente lugar para que la bella panorámica le dejara al descubierto los chorros de sudor que otros como él estaba derramando, a cambio de un mísero jornal, que no les alcanzaba para cubrir las básicas necesidades.

Sus explotadores propietarios argumentaban que aquellas tierras eran inservibles y jamás producirían nada de valor, su escasa humedad consecuencia de largas sequías y la ausencia de acuíferos daba como resultado abandonarlas. Muchos, así lo hicieron, obligados a buscar en otras partes, la riqueza que dejaban en su casa.

En un sistema de explotación basado en el absentismo, donde sus dueños fijaban su residencia en la capital, haciendo recaer el peso de la administración en el arrendatario, la única preocupación de los propietarios era poner la mano, considerando la hacienda como un plus. Poco importaba que un montón de familias estuvieran sumidas en la miseria, ésta era la pobreza de las tierras, el abandono cómodo y despiadado de sus dueños con los riñones bien cubiertos.

Andrés como queriendo remediar tanta tristeza compuso para deleite, un poema:

22 “FUENTE DEL REGOMELLO”

Eres la hilaridad del pueblo:

Exaltación, orgullo y prominencia.

Tienes un inexhausto manantial.

Tú, mi “Fuente del Regomello”,

Tus tierras que eran eriales

Ahora son ricas almunias, de …

Productivos y variados frutales.

¡Fuente sin regomeyo!,

Se curaron todos tus males,

Desapareciendo tu acíbar

Por un estado de progreso.

¡Ahogando penas, calmando la sed!

23 EL PUEBLO

no más de los muchos de la campiña andaluza, U es el pueblo del Regomello. Está situado en una enorme meseta, se extienden grandes besanas de tierra calma, haciendo su aparición variedad de cereales.

Allá en mes de agosto, la época de la recolección, los niños están como celebrando una fiesta, se llenan las eras de mies, esperan con ilusión la trilla, la convierten en una gran diversión.

Cuando terminan la jornada en las copiosas eras, no dudan en dormir al sereno. Están tan casados que jamás la paja les produjo comezón, creyendo que es el más mullido colchón. Contemplando , perciben el rico y suave viento nocturno del verano, les queda el grato recuerdo de su juventud.

A lo largo de los años, les acompañan los sueños de las eras, con la más dulce y placentera sensación. Acompaña a la tierra calma, la singular olivera, orgullo de España entera. Ilustres literatos han ensalzado en sus escritos, la infinita mar que forman los olivares.

Aquí estaba el mundo de Andrés, rodeado de una tremenda grandeza, convertida en muchas miserias. Su padre le infunde esfuerzo y sacrificio,

24 como un soniquete le repite: -“Andrés, con los amos sin chistar y a trabajar”.

A base de oírlo, se lo creyó, creándose fama de hombre callado y trabajador. En el fondo sentía insatisfacción, estaba a punto de compartir con sus compañeros sus inquietudes, pero si él los había frenado como ahora pretendía excitarlos.

Se recreaba en su pena considerando que tendría que esperar para que madurara el conjunto de la sociedad. Pensaba: - “si lleva razón mi padre, si me rebelo con la intransigencia reinante, me pueden volatizar sin dejar rastro, más con mi edad, considerarían que son fantasías locas de juventud”.

Optó por buscar una mujer y crear una familia como Dios manda. Elvira fue la elegida, sus relaciones fueron aprobadas por unanimidad, por ambas familias.

Andrés, hombre cabal y siempre dispuesto para el trabajo, y ella considerada por todo el pueblo como modelo de virtudes: hacendosa, trabajadora y limpia, cualidades muy necesarias y suficientes para una mujer.

Poco importaba su carencia cultural, mejor, así sería más doméstica. Lo importante radicaba en encontrar un buen hombre y casarse.

25 Elvira contaba veinte años y Andrés veinticuatro cuando se unieron en matrimonio. No dejaron pasar el tiempo y por tradición tuvieron cuántos hijos Dios quiso. Elvira era lo que se dice una mujer de una vez, hembra de cría engendró diez hijos, le sobrevivieron seis. Cuyos nombres de mayor a menor fueron los siguientes: Luisa, Ramón, Adela, Luis, Rafael y Abel.

Habían cosas que no se permitía cambiar, se unía la sociedad entera civil y religiosa, a tanto unos como a otros les interesaba la procreación. Sólo la cultura podría romper la Bendición Divina, sustituyendo las familias numerosas, hundidas en la miseria por otras que tuvieran sus necesidades básicas cubiertas. En la época de Andrés y Elvira sufrieron la carencia de cultura y la calamidad de las guerras.

Durante este tiempo habían ocurrido tres guerras, dos internacionales y la civil de su propia casa. Fue una generación puesta a prueba donde se fortalecieron con el sufrimiento y las calamidades de toda índole. Como es natural, la Guerra Civil fue la que más desolación les produjo, durante y después. En la posguerra ya contaba con sus seis hijos, más con una edad para la época avanzada; cuarenta y cinco, ella; cuarenta y nueve, él.

Con esa suma de hijos para la bendición y glorificación del Altísimo, la situación se les presentaba peliaguda con la única ayuda basada en

26 la resignación y la esperanza Divina, recibían la escasez absoluta.

Las expectativas de vida fueron desoladoras. Sin embargo, a Andrés le ayudó su prudencia conciliadora con todo el mundo, con tal motivo, acabada la guerra se consideró persona grata y reconocida.

La guerra acabó con todas las existencias, la única granja de ganado vacuno del pueblo quedó desabastecida de piensos. Muchas personas como Andrés fueron empleadas en la busca de hierba para los animales, sí no querían morir por inanición.

Elvira, su mujer, no dudó en indagar también la forma de salir adelante. Así pues, el Alcalde le ofreció regentar el bar del pueblo de propiedad Municipal, constaba de planta baja con bar, cocina y comedor con mesas para juego popular y primer piso con salón de reuniones municipales, el cual los domingos por la tarde era utilizado como salón de baile para la juventud. Por esto último, Elvira no podía estar más contenta teniendo a sus dos hijas recogidas bajo su presencia.

Don Ricardo, el alcalde, pretendía convertir el Centro en un lugar que motivara a sus ciudadanos a olvidar las muchas calamidades y, en

27 lo posible, aplacar, sosegando a unas personas hundidas en la más pura tristeza.

No dudó en pensar que Elvira era la persona adecuada: limpia, amable, servicial y sacrificada, muy poco dada a los chismes y habladurías que tanto se fomentan en los lugares públicos, con estas cualidades se ganó al pueblo entero.

El Centro fue auxilio de las personas más necesitadas, en este momento era casi todo el pueblo. Allí se servían unas sencillas, pero deliciosas comidas de racionamiento.

Nunca se pierde en la juventud las ganas de divertirse, por eso, se desarrollaron en el salón por la tarde sesiones de baile. También, una vez al mes, el alcalde reunía a los ciudadanos, donde con la asistencia del párroco, don Faustino, les impartía unas charlas de buena moral cristiana.

El alcalde, hombre respetable, no tanto por su autoridad como por su dinero, reunía cualidades y un cierto carisma, animaba con interés a escuchar la palabra de Dios.

En un sistema de Gobierno basado en la teocracia, la salvación del alma resultaba primordial.

28 LA FAMILIA ESPARCIDA

Andrés pensaba en la suerte de sus dos hijos mayores, Ramón y Luis.

Ramón tenía veintidós años, después de la guerra continuó en el ejército cumpliendo el servicio militar correspondiente, en la ciudad de Valencia. Luis que estudiaba para sacerdote, fue también trasladado a Valencia, motivo que sirvió de alegría a los hermanos por estar juntos.

A Luis le ayudó la Divina Providencia para poder estudiar. Don Faustino, el párroco, se interesó y dedicó todo su empeño para que ingresara en el seminario.

Hombre tenaz fue don Faustino con buena formación religiosa vocacional e interesado en el bien común. Consiguió que Luis siguiera los pasos de la Fe, enseñando con orgullo lo que representa la humanidad para engrandecimiento de los valores humanos.

Don Faustino recibía a escala superior alguna reprimenda, resultaba más comprendido y querido por la sociedad que por la institución que representaba. Aunque pronto disipó cualquier duda, dado que sabía enviar claro y convincente el

29 mensaje religioso. Se sentía arropado por sus feligreses y conseguía aunar voluntades, inspirando confianza. Llegó a las mentes abandonadas, reconfortándolas con amor y pan, sabía glorificar en cuerpo y alma. Supo remediar necesidades con realidades, no empleando palabras banales de resignación, sin soluciones.

Luisa y Adela, compartían con su madre el trabajo del Centro Municipal.

Quedaban los dos pequeños, Rafael y Abel, de doce y nueve años respectivamente, que dadas las circunstancias acompañaron al padre en la búsqueda y recogida de hierba. Debía dejar pasar el tiempo y tener a sus hijos ocupados, aportando ayuda para la economía familiar.

A pesar de las calamidades de una guerra, te queda la esperanza e ilusión por la vida, con sus inconvenientes y flaquezas, te agarras a ella, como a un clavo ardiendo.

Andrés, en circunstancias tan acuciantes, tenía una prioridad: comer. Al no tener ninguna oportunidad para sus hijos pequeños, se emplearon en lo mismo que él. No obstante, al terminar la jornada, repasaban juntos los estudios para no perder lo poco que habían aprendido.

A los niños, el hecho de no acudir al colegio, les producía más alegría que preocupación.

30 Se sentían honrados y orgullosos desempeñando el mismo trabajo que su padre, aportándoles una inmensa satisfacción momentánea, pero a la larga la más perjudicial.

El trabajo fue para los niños una gran experiencia, cuando les empezaba a producir cansancio, los apartó. No resultaba fácil conseguir de nuevo los colegios, los profesores junto con los religiosos se llevaron la peor parte de la infernal contienda, quedando la nación mermada en la base de la cultura.

Cuando se consiguieron abrir los colegios, muchos niños quedaron fuera porque se les había pasado la edad. A la edad de catorce años se consideraban capacitados para el trabajo, aún siendo analfabetos.

Rafael cumplió la edad sin asistir al colegio. Poco importó a nadie, a no ser a su padre. Con el transcurso del tiempo, Andrés pensaba abandonar el pueblo, por ello estaba preocupado por las expectativas de vida de sus hijos. Sin embargo, se sentía amarrado a su ruina, la edad le privaba de cualquier decisión. A pesar de todo, ponía las esperanzas en sus hijos mayores, Ramón y Luis.

Hablando con Elvira le decía:

Tú y yo, sin abandonar nuestras raíces que son las que nos mantienen vivos, a pesar de las

31 calamidades que nos dan. Pero, nuestros hijos que son jóvenes que levanten el vuelo.

A Elvira se le caía el alma a pedazos, no pudiendo evitar la enorme tristeza que invadía todo su ser, no se resignaba a separarse de sus hijos por el hambre traicionera. Andrés la consolaba, restando importancia y, a cambio, valorando a sus hijos colmándolos de virtudes.

Continuaba diciendo:

¿Sabes, Elvira? Que nuestro hijo Ramón, tiene una gran experiencia y una intachable conducta rebosante de cordura y sensatez. Luego, tenemos a Luis que aún no habiendo terminado sus estudios eclesiásticos, le queda el rescoldo de la cultura que aprovecha para ampliar estudios. Quiero, Elvira, aprovechar la mínima oportunidad para pedirles que estén los cuatro hermanos juntos en la capital.

Elvira toda nerviosa respondió:

“Jesús, ¡qué disparate!, con lo lejísimos que está y lo pequeños que son entavía”.

Si, comprendo Elvira, se tienen que desplazar a una región muy lejana. ¿Tú, Elvira habías oído hablar de la región valenciana?

32 Elvira que continuaba siendo iletrada, condición bastante corriente para la época, se expresó así:

“Entavía, no me entero que eso existía, debe de está rematao de llejos,¿no, Andrés?”.

Pues, imagínate: una carta tarda ocho días y el tren veinte horas sin contar los transbordos.

Elvira exclama:

“Virgencita del Carmen. ¡Qué exageración!, y que haiga pirsonas que no teigan meido pa ir tan llejos”.

Valencia: bilingüe, rica en industria y agrícola es bañada por el mar Mediterráneo, fue y continua siendo el destino de millones de emigrantes.

“Andrés – pregunta Elvira sobresaltada - ¿es verdá que Vaencia o como se llame, no habla como nusotros?”.

Eso parece según tengo entendido. Pero, si no los entiendes, cambian radicalmente a la lengua común de todos los españoles.

Elvira contesta: - “¡Ah!... gúeno, asin ya me gusta algo eísas pirsonas”.

33 Andrés soñaba con el mar, le decía a Elvira: - ¡Cómo me gustaría conocer Valencia, visitar sus playas, bañarme y tomar el sol!

“Andrés – le pregunta Elvira - ¿es verdá que en el mar se bañan, hombres y mujeres cuasi desnuos?”

Así, parece ser – le responde Andrés – Aunque debes de comprender que no puede ser de otra manera, ¿tú te imaginas bañarte vestida? Yo pienso que exageran, llevan unos bañadores que les cubre todo el cuerpo, sobre todo a las mujeres.

En esta conversación, llamó el cartero, les llevaba carta de sus hijos. Casi a diario recibían correspondencia, en esta ocasión se llevaron una tremenda alegría, les anunciaban que iban a venir a pasar la Navidad.

Elvira, dado el tiempo que hacía que no veía a sus hijos, de alegría arrancó a llorar y Andrés, por vergüenza, no hizo lo mismo. Andrés no era la primera vez que tenía sus dudas: - “¿por qué no podían expresar los hombres, sus sentimientos?”.

En ocasiones, tenía que recurrir en solitario para desahogarse. No entendía de tantas etiquetas de distinción, pero tampoco podía romper normas, sino quería ser tachado de poco hombre y vituperado con toda severidad. No se consiente cambiar en una sociedad intolerante y de moral ejemplarizante.

34

Ramón y Luis hacía siete años que faltaban del pueblo. En ese tiempo, su hermana Luisa se casó y tenía un hijo de tres años que ellos no conocían.

Una familia más de las muchas separadas por las fatídicas guerras, si se quedan unidas es por los vínculos familiares que han sabido mantenerse inquebrantables.

Elvira y Adela criaron con esmero el pavo de Navidad. Había sido el juguete del niño de Luisa, con sus tres años llenos de ilusión, Ambrosio que así le llamaban por su padre, disfrutaba con el animalito, le encantaba oír su: “gordo, gordo gordo”, esperando que hiciera la rueda para agarrar la cola. A la hora del sacrificio tuvieron mucho cuidado para no herir la sensibilidad del niño y buscar la sustitución adecuada.

Fue una navidad de sorpresas y alegrías, todos reunidos con sus padres ¡cuántas alegrías juntas! Reinaba una gran armonía, dirigiendo la atención en el nieto que con su media lengua, no la dejaba descansar, derrochando carcajadas a doquier. Llegó la madrugada y nadie supo ni pudo dormirlo y acabó durmiendo a todos.

Elvira pensó que había llegado la hora de tomar decisiones, así que las mujeres comenzaron a retirar las sobras de la mesa y los hombres a la

35 salita para hablar, mientras degustaban algún licor y saboreaban humeantes cigarros.

Andrés se llevó una gran alegría al comprobar que sus hijos mayores, pensaban en los pequeños.

Padre, Luis y yo, - dijo Ramón – queremos pedirte tu autorización para que Rafael y Abel se vengan con nosotros a Valencia - .Creemos que conseguirán mejor porvenir en la ciudad. Lo tenemos todo arreglado, nuestra casa tiene capacidad para los cuatro, y les hemos buscado trabajo.

Andrés aún esperando el ofrecimiento como agua de mayo, puso cara de sorpresa y les pidió toda clase de detalles.

Ahora habló Luis para dar a entender el mutuo acuerdo.

Suponemos – razonó Luis – que quieras conocer el gran mundo desconocido de una ciudad.

Justo ahí están mis inquietudes, vosotros solos en una ciudad tan grande con los peligros que encierra, ¿cómo os apañaréis?

Luis tranquilizando a su padre dijo:

36 Los peligros son relativos, habiendo que los hay, las cosas buenas los superan con creces. La ciudad es un mundo con infinitas posibilidades, no tienes nada más que pensar: a la élite ricachona del pueblo les falta tiempo para mandar a sus hijos a la ciudad, consideran que la ciudad es un cúmulo de posibilidades, de cultura y trabajo. Sin embargo, pasa como en el pueblo, necesitas un periodo de adaptación. No creas padre, que alguien de la capital en un pueblo se acopla a la primera de cambio, necesita un tiempo de prueba. La ciudad es independiente – continúa Luis – haciendo como dice nuestra madre, cada uno de su capa un sayo. En la ciudad adquieres carácter y personalidad, tomando tus propias decisiones. La gente actúa libremente, rompiendo en lo que puede con los paternalismos de Estado que tanto les oprime.

Los hijos están queriendo empezar a hacer desarraigo de opinión, creando algún conflicto generacional, a causa del cambio que se está experimentando.

Andrés quedó como aturdido, no comprendía las explicaciones de su hijo. Tomó aliento y sacando fuerzas, se expresó así:

Hijos míos, espero guardéis, la opinión, respeto y cariño hacia vuestro padres, que es lo más bonito que pueda existir.

37 Ramón como hermano mayor y apoyando las palabras de Luis, le dijo a su padre:

Luis como yo, jamás perderemos el cariño que os tenemos y nos habéis dado. Pero, queremos sucumbir y no a costa de nadie, preferimos sufrir las penas y disfrutar nuestras glorias, aprendiendo de nuestros propios errores.

Andrés que siempre demostró su avance dijo:

Hijos míos, la vida es tan compleja, que no me cabe la menor duda, hasta los padres podemos estar equivocados. En un principio, contar con mi permiso, Rafael y Abel se van con vosotros. Y el tiempo dirá.

38 LO MISMO, PERO CON MATICES

espués de la Guerra Civil, España Destaba desmantelada, ricos y pobres quedaron separados de sus hogares. Mucho fue el tiempo que tardó en volver todo a la normalidad.

Don Nicolás, dada su edad, no participó en la contienda. Sus hijos participaron, pero encontrándose con titulación académica, ocuparon un alto rango militar. Nicolás, el hijo mayor, tenía la carrera de medicina terminada, se incorporó de médico militar. Combatió en la parte ganadora, pasó los tres años en Madrid, siendo su lugar preferido, fijó su residencia en la capital de España, ya en sus años de estudiante soñaba con poder ejercer la medicina en Madrid.

Contrajo matrimonio y con la facilidad que da un padre poderoso, le fue proporcionada una vivienda acorde con su estatus, sin la preocupación que te supone el préstamo hipotecario, con sus manos limpias, ejerció la medicina en un hospital de la capital.

Su hermano Javier se encontraba en Valencia sin ganas de volver al pueblo. El cretino Javier que continuaba con su orgullo desorbitado decía:

El pueblo para los muertos de hambre, yo en la capital.

39

Javier se sentía saciado de opulencia, pero no por sus propias fuerzas, por su insolencia despreciativa no llegaba a comprender que era más “muerto de hambre” que cualquier otro. ¿Qué hubiese sido de él sin sus padres? Careciendo de agallas para desenvolverse por la vida, le faltó tiempo para recurrir a sus padres. El “pobrecito” en Valencia se sentía sólo y abandonado.

El padre sabiendo la clase de hijo que le había tocado, lo puso a prueba. Le escribió una carta y entre otras cosas le dijo:

Javier he recibido tu suplicante carta donde me solicitas ayuda, comprendo tu delicada situación, pero quién no parece comprender nada eres tú. Parece que das a entender que sólo recae sobre ti, la situación que están soportando todos los españoles. Te pido te pongas a trabajar en lo primero que te venga a la cara. Mientras tanto, te envío lo suficiente para que puedas subsistir durante un tiempo. Por lo tanto, empieza a buscar que el tiempo te apremia a partir de este instante.

Javier sabía que con su padre no se juega, se lo demostró en otras ocasiones. Javier poseía igual que su hermano una carrera, sólo le faltaba ganas para trabajar, aunque sin perder tiempo se colocó de pasante en una notaría. Se sintió herido en su orgullo, por una vez, sacó lo bueno que toda persona lleva dentro. Se propuso superarse y

40 demostrar a su padre que era digno de merecerlo. Hincó los codos e hizo oposiciones para la carrera judicial, con tan buenos resultados que terminó siendo juez. Por fin, consiguió que su padre se sintiera orgulloso. Dada la entrega y aprovechamiento del tiempo, el padre no dudó en ayudarle económicamente.

Javier contrajo matrimonio y fijó su residencia en Valencia. No ejerció la profesión de juez con arbitrariedad, sino con honestidad justa, supo granjease fama y prestigio. Tuvo dos hijos, chico y chica, al varón le puso el nombre de Nicolás y a ella Claudia. Los principios de su hijo fueron idénticos a él: persona insoportable, de actitudes arrogantes y déspotas.

Por las casualidades de la vida, hizo que coincidieran, Nicolás y Luis en la universidad. Ambos no se conocían, pero Luis relacionaba el apellido con alguien de su pueblo. Nicolás con una edad apropiada para entrar en la universidad se extrañaba viendo a un hombre de mayor edad estudiando como él. En su interior pensaba que sólo podía ser un zoquete entrometido, sin embargo, no se atrevía a decirle nada, aunque ganas no le faltaban. Pero, consiguió crear grupos, para hacer comentarios solapados malintencionados. Luis estaba a la expectativa, esperando la ocasión; pero esta clase de personas sólo se enfrentan cuando descubren la debilidad

41 DEL PUEBLO A LA CIUDAD

cababan de sonar las doce del A mediodía, en cuyo instante empezaron a rezar el ángelus. Estaba dando el último fogonazo la máquina de vapor e hizo su entrada el Expreso de Andalucía, en la estación del Norte de la ciudad de Valencia.

Los cuatros hermanos se deslizaron por el andén buscado la salida, de sus brazos colgaban las maletas de cartón piedra, anudadas individualmente con una cuerda que les servía de cerradura al rudimentario equipaje. Tras sobrepasar las grandes verjas que separan la cerca de la estación, transitaron por la popular calle de Játiva, donde se encuentra el espectacular coso taurino.

Abel dio un codazo a sus hermanos y dijo: - ¿Qué es eso tan redondo?

Ramón contestó: La Plaza de toros.

Abel sorprendido, exclamó: ¡Madre mía de mi alma, qué cosa más grande!, -continuó preguntando- ¿Cuándo podemos venir a verla?

Le contesta ahora Luis: - Por fuera, ahora mismo y por dentro, en días de corridas.

Prosiguió Ramón: - Si os parece, vendremos en Fallas.

42

Tanto Rafael como Abel no habían oído hablar de dichas fiestas, por consiguiente, preguntaron con extrañeza: - ¿Qué significa “fallas”?.

A Ramón que le entusiasmaba la fiesta fallera, habló amplio y tendido de la fiesta:

Veréis es la fiesta más popular de la ciudad donde no hay nadie que se quede fuera de ella. Esta fiesta, la denominan “Fallas”, también es conocida por las “fiestas josefinas”, en honor a San José. Tienen su inicio el 16 de marzo y terminan la madrugada del 19, día de San José, aunque como he dicho son tan populares y se reciben con tanta ilusión que a primero de marzo ya tenemos fiesta.

La fiesta de las Fallas suscitan un conglomerado de festejos donde resulta imposible aburrirte, predomina el ruido mezclándose la charanga musical con cerca de trescientas bandas de música animando cada una a sus respectivas fallas. La Falla es un monumento artístico de madera y cartón creado por verdaderos artistas que simbolizan la vida misma según los últimos acontecimientos, son narrados en su lengua vernácula con una impresionante sátira llena de gracia e ingenio. Acompañan a cada festejo: hombres, mujeres y niños ataviados con sus trajes regionales, destaca el vestido de las mujeres, desde los pies a la cabeza se concentra tanta belleza que

43 resulta imposible de explicar, sí quiero airear el porte y elegancia para llevarlo. Es una fiesta donde se mezcla la pomposidad y sencillez, dando participación al conjunto de la ciudadanía y mostrando la grandiosidad de su tierra.

Los fuegos artificiales abundan en muchas ocasiones a lo largo del día y la noche, siembran el cielo nocturno de figuras refulgentes con ruidos estruendosos quedando el conjunto de los asistentes boquiabiertos. Pero, cuando en realidad, tanto la ciudad entera como su cielo arden en llamas es la noche del diecinueve de marzo, conocida como “La Nit de la cremá”. Arde simbólicamente, empleando el fuego como arte y diversión. Pero lo que sí arde al natural es el “Arte de los artistas fallero”, quedando su ingenio renovador intacto para evolucionar año tras año su laboriosidad artística…

Ramón que había cogido cariño a la ciudad valenciana, hablaba y hablaba con tanta ilusión que los hermanos le cortaron diciendo:

Parece que muy pronto os habéis olvidado del pueblo. Nos recordáis al tío Genaro, cuando volvió de la ciudad al pueblo, recién acabada la guerra, decía con asombro:- “se me antoja que el cielo se ha subido o las casas se han bajado”. Cualquier cosa por insignificante que fuera le daba más valor que a su pueblo.

Ramón, con el ánimo conciliador, les dijo:

44

Me parece que me habéis mal interpretado. Nuestro pueblo es intocable y sin habernos dado nada más que sufrimientos hasta el extremo de tener que abandonarlo, ¡qué nadie pretenda hablar mal de él! Tiene un no sé qué, que no pasa un instante que no lo recuerde. Podéis quedaros tranquilos, no quita lo cortés con lo valiente. Y, tiempo al tiempo, ya lo comprobaréis vosotros, veréis que no exagero.

Guardaron silencio mientras se encaminaban a la parada del autobús urbano. Encontraron la vivienda no muy separada del centro. Los hermanos se quedaron sorprendidos, en el comedor miraban en todas direcciones. Abel en un rincón descubrió una cama plegable, extrañado preguntó: -¿Esto qué es?

La cama que vas a usar para dormir, le respondió Luis.

Abel como novedad se sintió encantado.

Cada uno fue ordenando las pertenencias y se sentaron alrededor de la mesa, colocaron sobre ella, una fiambrera de variados embutidos; otra, con una gigantesca tortilla de patata. Ramón tomó con disimulo el socorrido jamón que sus padres habían elaborado con tanto cariño. Comieron en silencio con el pensamiento en el pueblo.

45 Los pequeños empezaban a añorar cuanto se habían dejado; amigos, sus lugares preferidos, dudaban si les sería fácil acoplarse en la ciudad.

Aquí en la ciudad, aún en su grandiosidad se sentían como encerrados, sin poder de decisión, sentían miedo, que era lo que más les angustiaba. Miedo a lo desconocido, al bullicio descontrolado, sin saber porqué cerraban los ojos y se sentían desamparados.

Ramón se percató de la situación de sus hermanos y los sacó del letargo somnoliento en el que parecía se habían sumergido.

¿Qué os pasa, que parece que estáis fuera de este mundo?

No, estamos bien, sólo que un poco desconcertados.

¡Vaya, animaros! Mañana iremos a un pueblo parecido al nuestro que le llaman Sedaví, conocido por la “Cuna del Mueble”. Allí trabajaremos vosotros y yo, Luis trabaja en la ciudad.

Un año hacía que Luis abandonó el seminario, no fue una decisión alegre y precipitada, con una sensibilidad similar a la de su padre, le ahogaba tanta disciplina y se preguntaba: -“¿para

46 qué sirven tantas exigencias y obligaciones, sin ningún poder de decisión?

Todo lo desarrollan basado en la obediencia ciega, sin dejar ningún abismo de discusión o discrepancia”.

Su libertad de pensamiento le hacía encerrarse en una profunda confusión. Buscó la forma de discernir sus dudas, concluyendo que no estaba llamado para aceptar los designios del “Señor”. Luis tenía en mente algo muy claro, continuaría cultivándose, compaginando estudios y trabajo. Buscó algo que no le apartara de la cultura y se empleó en un despacho de abogados. No tardó, en el bufete como en la universidad, en crearse cierta admiración, comprendía que no suelen estar bien vistos los “empollones”. Luis de carácter afable, sencillo y no dado a presumir, contestaba con eclecticismo y procuraba dejar la puerta abierta para los demás. Se encaminó hacia las leyes y consiguió entrar en la Universidad de Derecho. Luis había recibido una educación obsecuente durante sus años de seminarista, por ello hubo quien pensó que era un infeliz. Algún compañero se pavoneaba y se pasaba las clases hablando de conquistas y jolgorios, Luis no le daba importancia y lo consideraba un orgulloso y un barbián, rechazaba tales aficiones y su tiempo se lo estimaba mucho como para desperdiciarlo en jolgorios inútiles.

47 Un domingo a mediodía, los cuatro hermanos sentados alrededor de la mesa, comían en armonía y diversión. Hablaban de sus trabajos y de la suerte que habían tenido desde que decidieron vivir juntos. Marchaban bien con sus trabajos y les quedaba algo para ayudar a sus padres. Luis les dijo:

¿Sabéis que estudia conmigo un paisano?, le llaman Nicolás, teniendo en cuenta que el “señorito” Javier fijó su residencia en Valencia, tendrá que ser su hijo.

Ramón lo confirmó:

Naturalmente, es el nieto de don Nicolás. ¡Vaya!, qué vueltas da la vida – continua Ramón -, el más rico del pueblo en la universidad contigo. ¡Increíble!. Supongo, Luis, que estarás enterado de la humillación que ejerció el “señorito” Javier y su hermano con nuestro padre. Fue de lo más desolador para una persona, basado en el clasismo exacerbado de unas gentes despiadadas.

Sí Ramón, estaba informado. Ahora estoy a la expectativa .Quizás no conozca las básicas normas de convivencia, me da la impresión que él tampoco ha cambiado con relación a su padre y tío.

Don Nicolás, el abuelo – comenta Ramón-, era un hombre noble y sencillo con un gran espíritu de servicio. Un día pilló, por sorpresa a sus hijos

48 discutiendo con nuestro padre, con singular astucia supo descubrir la verdad de la discusión que no era otra que el desprecio humillador por el sólo delito de pertenecer a otra clase social diferenciada en lo económico, únicamente. Don Nicolás de talante justo, les echó una bronca a sus hijos que les dejó recuerdo. Se expresó así:

“Queridos hijos, pensaba que os conocía y no os conozco, sin rodeos, sois unos ingratos, pedantes y soberbios que en vez de respetar a quien nos proporciona la continuidad de la empresa, lo humilláis despiadadamente. Debéis de pensar que personas como Andrés hacen que la empresa siga adelante, trabajando, naturalmente, pero nosotros como honrados empresarios debemos respetar su dignidad y salario. ¿Quién costea vuestros estudios, buena ropa y alimentación? ¡ignorantes!. Vuestro padre, pero con el trabajo y esfuerzo de los trabajadores. Esto que no se os olvide nunca, aunque tengáis las cabezas huecas”.

Nuestro padre se quedó estupefacto, no podía dar crédito a lo que estaba viendo. Los hijos parecía que había perdido la respiración, plantados como dos pasmarotes. Nada más querer mover un pie, don Nicolás les frenó:

“Alto ahí, no quiero que pidáis perdón porque ya tenéis bastante pero, al menos, despediros de Andrés como personas educadas”.

49 Le dieron las manos, aunque sin perder su orgullo – finalizó Ramón -.

Luis se quedó confuso y contrariado, aun conociendo el caso no llegaba a comprender que en aquella época pudiera existir personas tan respetuosas con los demás.

Ahora Luis – quiso Ramón aclarar con su hermano una duda que le tenía confuso desde su uso de razón -, tú, Luis que has estado metido en conceptos religiosos, quiero preguntarte. Me contó nuestro padre que don Nicolás, no pisaba la iglesia a no ser por alguna causa familiar. Don Nicolás, a la hora de los ejercicios, se dedicaba a pasear por el campo acompañado por un libro. Ahí va mi pregunta: ¿crees que no asistir a la iglesia es de mala persona?

Ramón, aquí debe de imperar el sentido común. Don Nicolás, dices que no iba a la iglesia y, sin embargo, no hacía daño a nadie y se preocupaba de los necesitados, ¿qué más quieres?, era más que bueno, buenísimo.

Continúa Ramón interrogando:

¿Por qué dicen los sacerdotes que no se puede ser bueno sin cumplir los preceptos de Dios y la Santa Madre Iglesia? – Añadiendo-, ¿de qué te sirve ganar el mundo si, al final, pierdes el alma?

50 Bueno Ramón, también dicen: “Dios está en el Cielo, en la Tierra y en todo lugar”. Luego, tienes que pensar, sin lugar a dudas, don Nicolás lo encontró fuera de la iglesia. Reflexiona Ramón, tú que puedes. La religión es un enigma, quien quiere la comprende, sin buscar razón. El final de don Nicolás fue presidido por don Faustino, el párroco. Don Faustino aceptaba el proceder de don Nicolás, aunque discrepando de su pensar religioso. Le ofreció una despedida apoteósica, acudiendo en masa el conjunto del pueblo con todas sus autoridades, no faltaron detractores que repudiaban el tratamiento que le habían dado, no siendo creyente. Aún quedaban pensamientos inquisitoriales. Don Faustino hizo oídos sordos y quiso despedir a don Nicolás con unas palabras de reconocimiento:

“Queridos feligreses de este humilde pueblo del Regomello, hemos tenido la suerte de compartir la vida con un gran hombre. Don Nicolás fue un ejemplo de humanidad, posiblemente también en el Cielo ya se lo hayan reconocido. Pensad, nuestro Señor nos dijo: por vuestras obras seréis reconocidos”.

51 LA BODA

uisa, a pesar de tener obligaciones de L mujer casada, ayudaba a su madre en el Centro pero, la que le hacía continua compañía era su Adela. Disponía de dos hijas cariñosas y serviciales, aunque su Adela al mantenerse soltera y habiendo sufrido una contrariedad, se volcaba en atenciones.

Adela reunía unas excelentes cualidades: simpatía, belleza y amabilidad, le rondaban los moscones sin cesar, disfrazados de galanes honestos como pudo comprobar. Con sigilo calculador, rechazaba cuanto le caía encima, pero no podía evitarlo era constantemente acosada, consideraba que con alguno tendría que formalizar relaciones y tuvo la desgracia de tocarle el peor. El auténtico barbián, simpático y de buen porte y cayó en sus brazos locamente enamorada. Una vez consiguió “su perla dorada”, se olvidó y empezó a desparramar por su boca, cuanto veneno poseía de persona ruin. A partir de entonces, ningún hombre le miró a los ojos, ni oyó palabra bonita, hasta de las mujeres.

Un año en fiestas, intercambió unas simples palabras con un conocido del pueblo vecino, y ello provocó toda una serie de comentarios, llegando a confabularse las alcahuetas diciendo:

52 Teníamos que ponernos de acuerdo y echar del pueblo a esta “perra” que no nos trae más que vergüenzas.

Elvira también percibía, por intuición, alguna que otra habladuría, aunque hacía oídos sordos. Pero, un día no pudo contenerse y se despachó a gusto. Precisamente, esta alcahueta tenía a su hijo que en los pueblos vecinos hacía estragos, “pero claro, para eso era hombre”, Elvira, a su manera, no se mordió la lengua, le dijo:

Vusotras que no tenis hijas, habláis con mucho desahogo, aunque vuestro hijo sea un animal, que suis unas convenencieras, tratando a la mea muchacha como una calisquiera, que no tenis más que aprensiones y sois unas atrasás, e ignorantes y chismosas.

Elvira llevaba con entereza, la tabla de rasero con que medía la sociedad y las actitudes morales de la época. Reconocía que la conciencia de la sociedad era obsesiva y discriminatoria, imperaba mayor rechazo en el sector femenino, cualquier avance a favor de la mujer resultaba, en principio, menos aceptado por ellas.

En su misma casa tenía un ejemplo: nadie ponía en tela de juicio que Andrés estudiara y se hiciera culto. Sin embargo, ella no necesitaba saber más. Cuando Elvira experimentaba sensación de paz y tranquilidad era escribiendo a sus hijos,

53 recurría a la ayuda de su marido, ya que a ella le venía justo firmar

“Nuestros queridos hijos:

Nos alegramos mucho que al recibo de ésta os encontréis bien. Nosotros todos bien, ¡gracias a Dios!

Os escribimos a vuelta de correo, nos alegra mucho os encontréis bien. Nos ha hecho mucha ilusión el anuncio de la boda de Ramón.

Ramón, nos gusta mucho en la foto, tu novia, esperamos y deseamos pronto conocerla, con ilusión. Aquí las cosas siguen con los problemas de siempre, vosotros ya sabéis, como son de cerriles. Pero, ya se sabe, mal de muchos, consuelo de tontos.

Luisa y familia bien, con muchas ganas de veros. Sin otro particular, nos despedimos con un fuerte abrazo, de quien mucho os quiere.

“Elvira y Andrés”

Los hijos mantenían una comunicación intensa con sus padres, contándoles hasta el último detalle de sus vidas. Ya hacía un tiempo que Ramón había conocido a una simpática mujer que lo tenía embelesado.

54 Ramón y Luis también se comunicaban. Recuerda Luis cuando Ramón conoció a Amparo que así le llamaban y le decía todo entusiasmado:

He conocido a una bella y simpática valenciana – continúa Ramón -, Luis, sus ojos negros te encandilan; con una mata de pelo del mismo color que hechiza los sentidos; su cuerpo como una vara de mimbre acompañándole esbeltez, elegancia y el semblante alegre que puede trastornar al hombre más cuerdo.

Luis con media sonrisa preguntó: - ¿Dónde has conocido esa belleza?

Mira, Luis, no exagero o quizás sean mis ojos que necesiten gafas. Te diré la he conocido en un guateque que organizó un compañero de trabajo, donde fui invitado. Fue como un flechazo, me miró, la miré, nos miramos. Me fui andando hacía ella, no dio tiempo para ofrecerle bailar, sobró con la mirada, nos cogimos con compases melodiosos. Miraba sus bellos y graciosos ojos, sin saber cómo ni por qué, me enamoré. Aunque la armoniosa música del “picú” amenizaba, tras cuatro piezas musicales decidimos descansar.

En el más recoleto lugar, junto a una mesa nos acomodamos, nos sirvieron la típica zarzaparrilla, levantamos las copas deseándonos salud. El suave chasquido de las copas, provocó dos insinuantes sonrisas.

55

Con simpática labia supo entablar una agradable conversación. Yo la escuchaba tan entusiasmado que quería no terminara. En silencio como hipnotizado me había impregnado de su dulzura, todo me parecía encantador: el timbre de su voz, su risa, me extasiaba mirándola, mis sentidos se llenaban de hilaridad preguntándome ¿serán éstos, los síntomas que producen el amor?”

Por favor, Ramón, qué fuerte te ha dado.

Es posible Luis, pero esto es lo más bonito que me ha pasado en mi vida.

Todo no fue de color de rosas, su romance sufrió un tremendo trago cuando conoció a sus padres. El padre de Amparo, cuyo nombre era José, hombre austero con acentuada severidad, preguntaba e indagaba de forma impertinente, caía en la perseverancia sobre la procedencia de Ramón. No comprendía que cuatro hermanos tuvieran que desplazarse de una región tan lejana a la valenciana. Creía que había gato encerrado, tendrían algunos motivos ocultos.

Este buen señor, en su cómoda situación, no comprendía que otras personas tuvieran que emigrar por el hambre traicionera, dejándose su patria chica que es lo que más se quiere y no digamos quien procede de otra nación. Sólo, su conducta ejemplarizante y el cariño que sentía por

56 Amparo, bastaron para disipar cualquier duda o sospecha.

Amparo era la “xiqueta”(chica), nombre cariñoso que se adopta en la tierra. José decía con sumo cariño en su lengua vernácula:

“¡A la meua xiqueta que ningú la toque, ni li faça ningún mal!” (A mi hija que nadie la toque, ni le haga ningún daño)

No resultaba extraño que un padre se obsesionara con instinto de protección. Aquella época era muy protectora con las hijas y, al mismo tiempo, despiadada en el supuesto de tener la desgracia de romperle “el cántaro”.

Las mujeres con el “cántaro roto”, sin antes haber pasado por la vicaría eran repudiadas con toda severidad, consideradas como una afrenta pública, sentían su propia vergüenza y optaban por abandonarlas para que sirviera de ejemplo. ¿Qué iban a pensar las gentes, si las acogían en casa como si no hubiese pasado nada? ¡Menuda vergüenza! Lo correcto y aceptado por personas de bien y orden en una sociedad como Dios manda, era echarla de casa y que expiara sus culpas sola, para no contaminar su maldad pecadora y endiablada, para servir de ejemplo a los demás.

En un sociedad de educación sexista. La sexualidad se condiciona con represión, ocultismo

57 y abstinencia en el sector femenino. Los hombres estaban libres de semejantes restricciones. Resulta difícil de comprender que siendo cosa de dos sólo a uno se le considerara culpable.

Ramón comprendió a un padre afligido, le demostró con su conducta que en nada tenía por qué temer. Hoy, afortunadamente, ya eran hechos para recordar.

Se debería mantener el pensamiento y acciones en el bien común. Algo tan natural como la sexualidad, con una educación equivocada, se crean hombres brutos con poderío falso y mujeres mojigatas.

58 LOS PREPARATIVOS NUPCIALES

amón continuaba con Amparo como en R un paraíso, congeniaron casi en todo. Sí, en casi todo porque las personas que coinciden en todos los puntos es porque una de las dos es tonta. Éste no era el caso de Ramón y Amparo, personas normales y con discrepancias que buscan el entendimiento usando la fuerza de la razón y no la física.

Ella con veinticinco años y él con treinta y tres, habían llegado a la plena madurez, resultaban la pareja ideal. Amparo ilusionada y radiante de felicidad esperaba con avidez unirse con un hombre que le prometía amor y seguridad.

Ramón se había convertido en un auténtico artesano del mueble, declaraba quien le conocía que no existían manos más hábiles para la ebanistería.

“Ramonet”, como le llamaban los compañeros, consiguió ocupar el puesto de encargado, vinculó trabajo y amistad y así consiguió crear armonía e ilusión en la empresa.

La valía profesional resultaba tan superior que irradiaba luz y calor humano, aunque a la vez exigía responsabilidad profesional, se había ganado reputación de hombre formal y responsable.

59 Ramón, tras su matrimonio, delegó en su hermano Luis la responsabilidad de sus hermanos Rafael y Abel.

Ramón había contraído un préstamo para veinticinco años para la creación de su nuevo hogar. En nada han cambiado los tiempos, relacionados con la vivienda, antes como hoy se seguían endeudando, mortificando la existencia. Sólo cambian los conceptos; antes, viviendas subvencionadas y hoy, de protección oficial (para el caso es lo mismo). ¡Deberían existir viviendas accesibles según las posibilidades económicas!

Los preparativos nupciales tenían a Ramón absorbido totalmente. Sin embargo, le tranquilizaba la confianza que le inspiraba Luis referente a sus hermanos.

Sus padres y hermanos llegaron con cinco días de antelación a la boda. Aún no conocían la ciudad y quedaron encantados, desde la estación hasta llegar a la vivienda, sólo expresaron admiración por todo. Los temores y escepticismo hacia una gran ciudad quedaron disipados.

A sus hijos los encontraron cambiados para bien, desechando la idea que todo cambio entraña vicio.

Lo que más agradó a Elvira y a Andrés, fue Amparo, les gustó con el primer golpe de vista.

60 Ella supo agradar y no defraudar a Ramón que siempre le había hablado de sus padres poniéndolos en un pedestal.

Las hermanas Luisa y Adela se sentían llenas de curiosidad. Los grandes escaparates alegraban sus sentidos, no habiendo tenido ocasión de conocer otras ciudades, gozaban de admiración.

Las pancartas de los cines y teatros anunciaban a los ídolos de la época, destacando: Luis Mariano, Antonio Machín, Gloria Lasso e Imperio Argentina, entre otros. De todos ellos, sólo conocían sus voces por la radio, ahora incluso, tendrían ocasión de conocerlos personalmente. Hay personas que las ocasiones se le presentan una sola vez en la vida. El acto matrimonial fue de lo más cordial, dos pueblos con marcada diferencia folclórica y cultural, unidos en fraternidad.

Amparo y sus padres, amabilísimos con la familia de Ramón, hablando un castellano claro e intercambiando costumbres y opiniones de las diferentes regiones. La madre de Amparo tuvo un lapsus cuando se expresó así:

Elvira, mi familia está encantada con vuestro “fill” y nosotros lo queremos como si fuera nuestro.

Al final, se mezclaron inevitablemente las dos lenguas, sirviendo de incidente anecdótico.

61 LA LUNA DE MIEL

los recién casados les propusieron Ainiciar la “Luna de miel” en mitad de la huerta valenciana donde la soledad fuera su mejor aliada. Ellos aceptaron encantados, no encontrarían más intimidad y soledad que en plena naturaleza donde su única compañía era el trino de los alegres pájaros, al menos, eso fue lo que pensaron.

La “Barraca”, casa típica de la huerta, fue con gusto arreglada y le dieron un toque especial para los recién casados. En el silencio de la noche primaveral todo auguraba una exuberante velada, se percibía a través de la ventana el olor a azahar acompañado de infinitos y agradables olores. Cuando emprendieron el placentero juego amoroso, se vio alterado por el siniestro canto del búho y, el no menos, estrepitoso ladrido de los perros. Motivo que no frenó la excitante pasión.

Ya muy avanzada la noche les llegó el merecido descanso de tan agotador trabajo, en la madrugada, el sueño se apoderó de la fatigada situación. No tardando mucho en ser sobresaltados por el canto del gallo, su serenata era interminable y obligaba al más somnoliento a abandonar, aún en el más placentero lecho de rosas.

Amparo sorprendida abandonó el desayuno y abrió la puerta de entrada.

62

Pero, madre, ¿qué pasa?, ¿qué haces aquí?

Nada, hija mía, tenía miedo que perdieses el tren.

La familia de Ramón acompañaría a los novios en la segunda estancia: el pueblo.

El reloj de la estación señalaba las ocho y cuarenta y cinco minutos, quince faltaban para la salida, momento que aprovecharon para despedirse y derramar alguna lágrima.

La gran velocidad del ferrocarril, aún no estaba ni en proyecto. Sin embargo, a pesar de su largo “cha ,cha ,chá”, el viaje fue ameno y distraído. Asomados a la ventanilla contemplaban la policromía de la exuberante naturaleza mediterránea.

Aprovecharon la magnanimidad emocional que invadía sus pensamientos para que la falta de soledad no limitara su idilio de recién casados. El recíproco reparto de miradas, sonrisas insinuantes, roces con tropezones intencionados que eran rápidamente liberados del mínimo daño al quedar con un abrazo salvados de la más nimia lesión.

Próximo al anochecer, la camioneta hacía la entrada en la plaza del pueblo que estaba ocupada por la mayoría de sus habitantes, todas las miradas

63 se dirigían hacia Amparo sin ningún reparo, ni discreción. A Elvira le hubiese gustado cubrir a Amparo con un tupido manto pero le resultó imposible.

Con el léxico convencional, a coro las más allegadas preguntaron:

“Elvira, ¿ella es tu nuera?, preséntanosla. ¡Mia , qué guapa es!, ¡qué gusto ha tenío tu muchacho!, qué callaico se lo tenía!, ¡mia qué tunante!”

Y otras solapadamente, murmuraban:

“Ya ve tu, ni que aquí no haiga mujeres, gúeno, él tampoco se hacía de merecer, siempre tan presumío, ¿qué se habrá creio?”

Elvira atajó las impertinencias, a sabiendas que el único interés que representaba Amparo era el morboso.

“Mia, nos vamos y no os digustéis,el viaje ha sío rematao de pesao, mañá más tranquilos jaremos las presentaciones. Con Dios a toas que ya queará tempo pa tan agraable ocasión”.

Amparo pegó un suspiro que le sirvió de alivio para toda su vida, aunque era social y afable agradeció el gesto de Elvira.

64 ¡Verdad, que me siento cansada y desaliñada del viaje!, gracias Elvira, lo que más agradezco es llegar a su casa.

Con la ausencia de luz eléctrica, asfalto en las calles imperaban los desniveles que causaban tropezones, por ello Ramón pensó que para Amparo sería una desconocida novedad y como Ramón la protegía en exceso, ella le aclaró la situación:

Ramón, no tienes por qué preocuparte por mí, estoy acostumbrada. Mis padres nacieron en un pueblo valenciano idéntico al tuyo, esto no tiene porqué alarmarte, existen barrios de grandes ciudades españolas que carecen de todo como en los pueblos. Aquí, como en el pueblo de mis padres las casas son de piedra. En los barrios de las ciudades, la mayoría están construidas con latas y cartón, son las viviendas conocidas por el nombre de “bidonvilles”. Sí, Ramón estamos plagados de chabolismo y miseria, dichosos los que pueden librarse de ella.

Ramón en casa se tranquilizó, la luz del candil le pareció tan brillante como el sol, convirtiendo el aposento en una pudiente mansión.

Las hermanas acompañaron a Amparo a su habitación, la habían arreglado sin escatimar en detalles, con tanto gusto y esmero que dejaron a su cuñada deslumbrada.

65

Cortinas con encajes de bolillos de sus propias manos, la cama vestida de color rojo picardía que hacía resaltar el azul de las paredes, con todo ello, consiguieron agradar e ilusionar a Amparo. Querían suprimir, en lo posible, las deficiencias que Amparo acostumbrada a la ciudad, echaría en falta en el pueblo.

Después de dejar las pertenencias la acompañaron al lavabo, situado en el hueco de la escalera. No quedó sorprendida, recordaba en la barraca tener otro igual.

La estancia en el pueblo fue breve, un recorrido en redondo saludando a la familia y amistades de Ramón. Sin dar más treguas, agradecieron todos los ofrecimientos y emprendieron rumbo a Granada, llegaron a la inmortal ciudad al anochecer cuando el embrujo embriagador empieza a tomar forma hechizando los sentidos.

En la Carrera del Genil, próximo a la Iglesia Virgen de las Angustias encontraron el hotel, allí crearon su nido de amor.

66 Mientras se inscribían en el registro del hotel, alguien próximo los estaba observando, le faltó tiempo al terminar para dirigirse hacia ellos, era un empleado de relaciones públicas, que les ofreció una salida nocturna al Barrio del Albaicín.

La visita, por la estrechez de sus calles, se realizó en taxi en parejas de dos. Ramón no cabía en su piel, soñaba con las Cuevas del Sacro monte, para poder contemplar el cante y baile flamenco.

Esas gitanas con su mata de cola y lunares rojos y negros, soltaban su bella mata de pelo enredándose en sus manos llenas de dedos hechizados, doblegaban cintura y brazos al compás de las palmas y castañuelas y percibían el sonido dentro de las entrañas de la mágica guitarra, sin perder el compás del ritmo peculiar del trepidante taconeo. Sólo resta para el castizo, soltarse la camisa y revolcarse por el suelo.

Amparo disfrutó como nunca, una gracia diferente a la que estaba acostumbrada, le caló dejándola satisfecha.

Cada ciudad andaluza tiene su gracejo particular. Granada, sin pretender achicar a las demás, tiene su duende: gentes ocurrentes, espontánea y dicharachera, asombra a propios y extraños.

67 INTRIGA Y CURIOSIDAD

espués de casarse Ramón, Luis recibió Dla custodia de sus hermanos menores, aunque no excesivamente mayor que ellos, pero por su carácter y personalidad se le encargaba esa responsabilidad.

Abel, el más joven había cumplido veinte años se desenvolvía con entera normalidad en su trabajo y en diversión. Luis sin embargo, no lo veía del mismo modo con respecto al proceder de Rafael, rehuía siempre el bulto, se comportaba de manera ensimismada y apenas despegaba los labios para decir una palabra. Con anterioridad, su comportamiento no implicaba ninguna preocupación para tener en cuenta, su cambio fue espontáneo e inesperado, empezó mostrando una exagerada obsesión en su aseo personal y denotaba, en ocasiones, un cierto amaneramiento.

Luis le quitaba importancia, quizás fuese imaginaciones suyas, creía para sus adentros que esos problemas, sólo se producen en familias desintegradas socialmente, entregadas al vicio voluptuoso y desenfrenado. Siempre habían salido juntos pero, poco a poco, se fue distanciando y encontraba siempre excusas para quedarse solo. Como persona introvertida, su trato resultaba superficial y era difícil averiguar sus sentimientos.

68 Luis decidió controlar loa pasos de Rafael, terea que no resultó fácil dada su forma de escabullirse, a base de paciencia comprobó, de pura casualidad, las artimañas empleadas. Rafael se quedaba rezagado siempre buscando excusas, Luis lo descubrió andando por la amplia calle mezclado con la inmensa aglomeración, por intuición, descubrió Luis que llevaba compañía. Alarga distancia los siguió y comprobó que la compañía era de un hombre, se pararon juntos en las carteleras de un cine y tras consultarlas optaron por entrar en la sala.

Luis con discreción hizo lo mismo, se situó en una posición para observar sin ser visto, quería llegar a las últimas consecuencias, no pretendía dirigir la vida de su hermano, pero sí creía conveniente estar enterado de todo, sin entrar en el reproche indiscriminado, sino para dialogar y comprender mejor las causas y razones, no quería crear un estado impositivo.

Luis apenas si se enteró de la película, pero sí de la película que estaban realizando su hermano y el amigo. Le vino al pensamiento el consejo de sus padres cuando ingresó en el seminario: — “hijo mío, que tu comportamiento sea ejemplar que nadie se tenga que avergonzar de tus comportamientos y modales”—.

Sus educadores eclesiásticos coincidieron aunque emplearon otras palabras:

69

Hermanos, vosotros sois el ejemplo y espejo de toda la sociedad, debéis de ser modelo de rectitud, obediencia, humildad y sacrificio con los demás, procurando que vuestros actos no entrañen ponzoña.

Pensaba Luis: — “por consiguiente, mi hermano no puede poner en entredicho las buenas costumbres de toda una vida y romper las normas establecidas de la propia sociedad, esta desviación degenerativa, no puedo, ni debo consentir, cortaré de raíz el proceder de mi hermano” —.

En cuyo instante, Luis vio una luz que le hizo reflexionar, la escena le resultó insólita, creía que el cerebro le iba a estallar, entrando y saliendo un mar de dudas, llenándolo de prejuicios, llegó a pensar que no tendría todo el derecho para reprochar las conductas ajenas y menos la su propio hermano. Se preguntaba: — “¿por qué no podía aceptar como una forma de vida la de su hermano, tan respetable como la tradicional establecida?—, ¿quién es Dios? — es un Ser Todopoderoso, creador del bien y el mal e infinitamente bueno y sabio. Desde el principio religioso, no estamos autorizados para juzgar a nadie, poniendo en duda el poder e inteligencia del (Creador). ¿Dónde está la ponzoña?, ¿no estaremos buscando mal donde no existe?”.

70 Jamás Luis se encontró más solo, no sabiendo donde acudir, ni con quien contar. Sentía una soledad interna que no conseguía descifrar, hasta incluso, llegó a pensar que había vivido en una falacia que ahora le ahogaba dejándolo prisionero de su propio engaño. Pensó contar con su hermano Ramón, para aclarar la situación, tenía plena confianza por su lucidez y sensatez.

Ramón escuchó con atención y detenimiento a Luis, cuando ya no tenía nada más que decir quedó esperando. Los dos se miraron silenciosamente. Luis en el silencio pensó: — “no conozco a mi hermano, siempre tan paladino, elocuente y directo, ¿a qué se deberá este silencio?”

Ramón pausadamente y acentuando bien las palabras, empezó diciendo:

Escucha Luis con atención, nuestro hermano no es peor a otras personas, sólo diferente, tiene una tendencia sexual distinta a la nuestra, eso es todo. No hace ningún daño a nadie, ni propicia ningún mal. Ahora, ¡que se ande con cuidado!, si lo descuben no quiero ni pensar qué podría pasarle. Nosotros somos su familia y como tal debemos apoyarlo y respetarlo en su proceder. Hablaremos con él y le diremos que no está solo, sus penas y alegrías son nuestras también. Ofreciéndole todo nuestro cariño y solidaridad, ¿no crees Luis que ya tiene bastante pena con la incomprensión de toda la sociedad? Tienes que

71 tenerlo seguro, nuestro hermano no sería feliz de otra manera impuesta, por mucho que nos empeñáramos. Nada conseguiremos con el zaherimiento solapado, heriríamos sus sentimientos despiadadamente.

Respondió Luis a Ramón:

No sabes cómo me confortan tus palabras, estoy totalmente de acuerdo contigo. Rafael debe de tener confianza, sabiendo que nosotros llenaremos el vacío de la sociedad con nuestra inexorable lealtad familiar.

72 LA CUEVA DE LOS RECUERDOS

uando llegaba el buen tiempo dejando C pasar el mes de marzo, hacía su aparición la florada primavera con sus verdes campos. Las amapolas adornaban las interminables besanas de trigo y cebada, vistiendo el campo con su traje de gala para recibir al espléndido verano.

En esta magnífica estación, cada día al toque sonoro del reloj de la plaza de la iglesia al terminar la última sonoridad de las cinco de la tarde, Andrés descolgaba la gancha que tenía escondida detrás de la puerta; atenta Elvira introducía su mano en el mandil, se deslizaba la cinta que suspendía la llave y la introducía en la cerradura, haciendo sonar dos golpes para al instante abrirse la puerta.

La venerable pareja cogida del brazo emprendía su puntual y metódico paseo con pasos lentos pero seguros, tenían costumbre de transitar entre los guijarros y el polvo de los caminos. Se encaminaban a su prominente lugar, allí en la cueva de sus recuerdos, les gustaba, recordar, ver y vivir lo que con tesón y amor la vida les había deparado. Habían convertido el lugar en un oasis donde día a día recibían el bálsamo de la felicidad.

Elvira con ternura y sin perder su léxico, preguntaba a Andrés:

73 “¿Recuerdas cuanto tempo jace que tuvimos aquí por vé primera?”

—Naturalmente, fue con exactitud cuando tú tenías doce años, ¡cómo se me puede olvidar que nos dimos el primer beso! —.

Andrés la tomó por el talle y ella se dejó llevar. Se miraron con ternura y sin mediar palabra unieron sus labios, sin prisa por terminar, enlazando sus cuerpos con ímpetu vehemente, ante semejante apasionamiento creyeron que perdían el equilibrio y buscaron un lugar para sentarse. Se dejaron caer sobre unas piedras cómodas que durante un tiempo les sirvieron de asiento. Andrés aumentaba el idilio, sobresaliendo con unas románticas palabras:

Cariño el brillo de estas piedras es nuestro mayor recuerdo, siendo aliadas de nuestros amorosos secretos, están tan acariciadas como nuestros cuerpos, se han convertido en nuestras mascotas infundiendo cariño y tomando parte de nuestros dulces sentimientos.

Elvira apoyada sobre el hombro de Andrés, se sentía levitar y así creyendo situarse cercana a las nubes, creía volar percibiendo su melodía adorada, le infundía a su corazón más ternura que en la juventud y tenía reparo de cerrar los ojos y que aquella hermosa realidad se convirtiera en un sueño.

74

No, no había sufrido ningún éxtasis, la situación era real. Los brazos que con tanto ímpetu la abrazaban eran los de Andrés, más la fragancia que percibía en sus labios era continua repetición. Aun habiendo perdido el frenesí de la juventud conservaba la solera de la experiencia y lo convertía en el más puro romance de amor.

Cuando quería caer la tarde emprendieron el regreso.

“Gúeno, Andrés ya quea ná pa que vengan los niños, paece que tenen desimio venir este estío”.

Ya estoy en la cuenta atrás —respondió Andrés.

“¡Ay, Andrés! Adela me tiene soliviantá”.

Pues, debes tranquilizarte, sabemos que ella se encuentra bien y repuesta de su melancolía, gracias a don Faustino que ha intercedido en el problema. Nosotros con la gente del pueblo, ni una palabra y que hagan sus cábalas.

A la vuelta de la esquina divisaron a unos vecinos sentados junto a las puertas de sus casas tomando el fresco.

“Gúenas tardes” —dijeron al llegar—.

75

Les respondieron a coro: — “Gúenas tardes teingais paeja —, ¿Qué? ¿Ya venís del paseo?”.

“Sí, mia no poemos pasar sin él”.

Tras el correspondiente saludo entraron en casa. Mantenían un contacto vecinal bastante superficial, la convivencia, en ocasiones, traía roces que querían evitar. Así, actuaban desde que Adela abandonó el pueblo. Los vecinos se quedaron en su constante ronroneo emocional, se sentían contentos de haber conseguido su empeño. Ahora, ya tenían tema de conversación con argumentos cerriles para herir los sentimientos ajenos, decían susurrando por miedo a ser descubiertos:

“A en saber que estaá jaciendo esta perdida en la capitá que nadie la conoce. Vergüenza en tenía que tendre los padres con cosentir en una mujer entanta libertá”.

Exclamó una sentenciando: — “Mirar que sus digo, Rafael también me han dicho qui anda por mu mal camino — acabó diciendo —, esta vía moerna va a llevar al mundo a la perdición”.

Así de esta forma cruel, Andrés y Elvira tenían que soportar las críticas incomprensibles. Ellos contaban con el apoyo familiar, unidos más que nunca en las adversidades para mantenerse con sus hijos formando una piña.

76

A mediados de julio, cuando el sol quiere derretir las piedras, Luis y Abel, con Ramón y su mujer e hijo llegaron al pueblo. Esta visita les hacía recordar la primera Navidad en la posguerra. Ahora, en otras circunstancias, pero seguían los problemas.

Andrés impaciente aprovechó la primera ocasión para descargar su pena. Fue en la comida, cuando ansioso les dijo:

Adela ha tenido motivos más que suficientes para abandonar el pueblo, con el firme propósito de no volver. Ha sido criticada hasta por respirar, haciéndole la vida insoportable. Exceptuando a don Faustino, hombres y mujeres la injuriaban sin cesar. Su único delito: querer a un hombre y él despreciarla después de deshonrarla, semejante acción condena sin compasión a la mujer el hombre carece de culpa. Cuando todo lo creíamos perdido apareció don Faustino. Nosotros en muchas cosas le hemos consultado, pero ahora con ésta, pensábamos que era caso perdido, pero enseguida buscó solución, conoce a tanta gente en todas partes, con nosotros ha sido mucho mejor.

Tiene unos familiares en la ciudad de Alicante, que vosotros conoceréis, nos dijo que está próxima a Valencia, pues allí está Adela con estos familiares, será acogida mientras se recupera y encuentra trabajo. Ya nos ha comunicado que se

77 había empleado en una fábrica de juguetes, añade que se recupera de su melancolía con el consejo de don Faustino.

Don Faustino es nuestro amparo y salvación, cuando estaba sumida en las más horrible desesperación apareció con el sólo propósito de ayudar. Aunque siempre hay quien lo considera como un entrometido, desempeñando posturas inconsecuentes relacionadas con su misión pastoral. Nunca más lejos de la realidad, sólo de consecuencias de personas egoístas que no les importa hacer daño y sembrar cizaña para esparcir el veneno, — finalizó Andrés —.

Después de escuchar a su padre. Ramón y Luis dudaban si contar lo suyo, relacionado con Rafael. Pensaron que peor sería si se enteraba por otras personas. Les plantearon a sus padres la cuestión como algo asumido por ellos.

Padres — se dirigió Ramón—, sin rodeos no sabemos cómo empezar a contaros algo que suponemos os creará un disgusto. Sin preámbulos más largos que sólo sirven para enredar la cuestión queremos deciros que Rafael es “maricón”. Los padres no podían dar crédito a lo que acababan de oír. Al final, Andrés exclamó:

Esto es el acabose de toda la familia, tendremos que seguir los pasos de Adela y marcharnos del pueblo — continuaba Andrés—,

78 ¡qué fatalidad! Dos hijos desahuciados de la vida social.

Quería mostrar entereza pero interiormente estaba deshecho. Pensaba: —“yo no tengo el problema, lo tiene la sociedad que no quiere admitir una realidad”.

La reacción familiar fue unirse de forma madura y consecuente, buscando la concordia y creando solución, sin considerarlo un escándalo. Para ellos, era una realidad de siglos empecinados en ocultar, ellos tendrían que afrontarla para el bien de sus hijos, con la máxima comprensión y cariño.

Luis dotado de formación cultural, no encontraba sintonía para ver las cosas claras. El problema calaba en una sociedad moralista, sectaria y discriminatoria, se sentía incapaz para cambiar nada. Primero, la conducta de su hermano; segundo, la aceptación social; ambas, le creaban un profundo dolor. Se preguntaba: — “¿dónde está el amor cristiano y humano?, ¿quién elabora las leyes, que más que beneficiar y ayudar nos perjudican?, ¿quién es capaz de cambiar la genética?. ¡Cuántas preguntas sin respuesta!”.

Se despidió de su familia pensando: — “quien ha vivido en el arroyo, no sale de él, sólo una minoría se privan”.

79 Se fue a respirar aire puro no muy lejos existía una vaguada en donde a de la naturaleza entre dos paredes se formó un vacío que destinaba como refugio de su soledad, Así como un anacoreta dejaba libre su pensamiento, cuando fue sorprendido por don Faustino.

He estado en casa de tus padres y he pensado que te encontraría aquí —dijo don Faustino—. Padre, estoy al borde del precipicio, decidido en dejarme caer.

Vaya…. Luis no seas catastrofista, piensa que todo es relativo y sujeto a discusión.

Luis interpela de nuevo: —Don Faustino, este problema no tiene discusión, el hecho de padecerlo ya es condenable.

Bah, bah….no exageres Luis, ya buscaremos, al menos, consuelo.

—Luis abatido contesta: —Don Faustino, sus palabras me confortan en estos momentos de angustia, porque en realidad, mi dolor se ha convertido en angustia que no me deja vivir con una sociedad intransigente— se expansionó Luis y contó a don Faustino el problema de su hermano Rafael.

80 Luis —dijo don Faustino —, la causa se me escapa de las manos, al convertirse en conflicto social, hemos chocado con un muro muy complicado de saltar. En primer lugar, a la Iglesia, ni mencionarla, segundo, la sociedad entera lo rechaza por sistema. El núcleo de opinión humana ha cerrado los ojos al problema, convirtiéndolo en una degeneración humana, le dan el calificativo de corrupción y perversión. Mi querido Luis, sin paternalismo que es nuestro peor mal, los problemas cuando los convierten en socioculturales tienen difícil solución. Aunque, en este caso hay que esperar. Nuestra principal esperanza es la evolución, ¿cómo se consigue? Con la base cultural de los ciudadanos. Las sociedades evolucionan con la base cultural, de lo contrario se vuelven hostiles y regresivas, y eso a los gobernantes inteligentes, no les interesa, ya que pasan al vagón de cola siendo rechazados por el conjunto.

Hoy, el planeta es comunitario dependiendo unos de otros: social, económica y culturalmente. España es una nación que sufrió cuando fue un “Imperio” y ahora que es pequeña sufre lo mismo, pero no más que otras de nuestro entorno. Sin embargo, nosotros por nuestra cultura clasista continuamos en el subdesarrollo industrial y cultural. Mira Luis, si un País basa su cultura en la desigualdad, por su ceguera egoístamente crea el caos. Como puede funcionar una sociedad proliferando el analfabetismo o “semis- analfabetismo,” (que es peor todavía), adquiriendo

81 los oficios por el sistema del empirismo, creando profesionales rutinarios sin vías de desarrollo ni progreso. Cualquier cambio tanto cultural o industrial será rechazado, amparándose en la desconfianza conservadora.

82 LA VISITA

uy próxima a Valencia se encuentra M Alicante que junto a Castellón forma la “Región Valenciana”, hoy Comunidad Valenciana. Cualquiera de ellas es ideal para vivir, por su clima y economía brindan al forastero todo lo necesario para hacerle la vida agradable.

En un breve periodo de tiempo en Alicante, Adela rehízo su vida que se encontraba deshecha por la intolerancia social. Ahora era otra persona llena de ilusión y ganas de vivir, con expectativas de futuro, que no mucho tiempo atrás pensaba que le resultarían imposibles de recuperar.

A Ramón y Luis les faltó tiempo para desplazarse a Alicante y visitar a su hermana. Los tres hermanos no podían estar más contentos. Adela no parecía la misma, siempre tan callada, reservada, ausente, con una mirada de simple sonrisa, ahora toda ella despedía hilaridad, derrochando placer y alegría.

¡He conocido a un hombre! —Con admiración e ilusión les comentaba Adela a sus hermanos—.

¡No nos lo podemos creer!, ¿hace mucho tiempo? —preguntaban con sorpresa Ramón y Luis.

83 Quince meses —respondió Adela—, le llaman Jerónimo —toda emocionada, les contó con detalles, las cualidades físicas y morales—: es alto, moreno, atlético y en lo personal: inteligente, cariñoso, expresivo y honrado. Para qué deciros, todo eso y mucho más.

Luis, en plan detective interrogaba: ¿A qué se dedica?—.

Adela como esperando la pregunta contesta: —Es periodista. ¿Está empleado? —sigue con curiosidad Luis.

Sí, claro, trabaja en un periódico local, en la sección social. Difícil de ejercer, según me comenta. Los problemas sociales, como vosotros sabéis, están dirigidos y censurados, resultando casi imposible expresar las ideas contrarias y, menos publicarlas. Él emplea según me comenta: la astucia, audacia e ingenio, provocando algún mal entendido, así consigue en ocasiones aumentar su prestigio, en el supuesto que consiga editarlo. Pensamos en breve, casarnos. Con cuarenta años y yo ya sabéis, no podemos esperarnos mucho tiempo, —a Adela le salían las palabras a borbotones, ¿Sabéis?, le he contado mi pasado y lo acepta con toda naturalidad. Me dice que no me preocupe de habladurías y patrañas.

84 Luis le preguntó:

¿No te parece que quince meses, es poco para conocerlo?

No, porque ahora me valgo de la experiencia pasada, desechando la actitud de sumisión. Hablamos de igual a igual como personas civilizadas, empleamos el diálogo y pluralidad de criterios sin sexismos discriminatorios. Según Jerónimo existe diversidad de pensamientos y formas de proceder, no nos podemos encasillar y medirnos con el mismo patrón. Sí… eso es lo que más sobresale de él. Busca el porqué de las cosas, con la fuerza de la razón y no la razón de la fuerza.

Luis se sentía dubitativo, pretendía para su hermana lo mejor y viéndola tan ilusionada sólo quería que ella fuera reflexiva y las decisiones las dictara su mente y no el apasionamiento.

Escucha Adela —dijo Luis—, ten mucho cuidado y no te fíes de las buenas palabras. Precisamente es un hombre que vive de la palabra, y le resultaría muy fácil engañarte con bonitas palabras de libertad y buenos propósitos.

Ramón intercede: —Luis, nuestra hermana no es tonta y, sin lugar a dudas, habrá visto con el primer golpe de vista sus intenciones.

85 Bueno —aclara Adela—, nunca se llega a conocer a una persona, pero hay un refrán que dice : gato escaldado, del agua fría huye. Yo he pensado en todo y ahora pregunto: ¿me tengo que pasar la vida sin confiar en nadie? Creo que esa postura y toma de decisión es de cobarde, a la vida hay que plantarle cara y coraje para salir adelante, de lo contrario puedes convertirte en un gusano pisoteado por todo el mundo.

Aún soy joven y merezco otra oportunidad. La ciudad te cambia y ves la vida bajo otro prisma, al encontrarte fuera de las miradas atentas sentenciadoras, como si todos fuesen jueces y verdugos. Ahora me siento liberada de ese atropello continuo. Más, son tan cerriles que no admiten explicaciones ni conocen la palabra comprensión, sólo el castigo eterno, ¡qué triste resulta hablar así! Pero, creedme, lo hago sin rencor porque estoy convencida que no saben lo que hacen, no considerando el daño que producen. Todo es por mi bien, pero piensan que soy tan ingrata que me empeño en producirles daño y no me doy por aludida, motivándoles sufrimiento al interpretar que yo no pienso ni actúo como ellos ordenan.

Bueno, ya está bien, todo el tiempo hablando de mí, ¿y vosotros cómo estáis?

86 Nosotros bien —contesta Ramón—, pero con ganas de que todo se arregle pronto y de la mejor forma posible.

¿Qué es todo?—pregunta preocupada Adela—.

¿No sabes lo de Rafael?

No, no sé nada, ¿qué pasa? ¿Ha pasado algo?

Pues nada, que no creamos que sea natural. Aunque se empeñen en considerarlo sobrenatural.

Pero, ¿qué pasa?, ¡me tenéis en ascuas!

Rafael tiene diferente tendencia sexual, es homosexual.

La reacción de Adela fue de asombro y extrañeza y más de su propio hermano. Ellos pretendían tratar el problema con naturalidad, pero no todos lo consideraban igual. Había calado en los sentimientos de la sociedad, creándose un estado de reprobación y rechazo.

No puedo creerlo —exclamaba Adela — ¡madre, madre de mis entrañas!, ¡qué barbaridad! Pero… ¿cómo puede ser? Si no se le notaba nada y, hasta incluso, le he visto relacionarse con mujeres,

87 mas en el baile era el más atrevido y bailón del pueblo.

¡Sí, nosotros también pensamos lo mismo!, hemos hablado con él. Nos dice que lo ha intentado pero resulta superior a sus fuerzas. Nos aclara que lo siente en lo que a nosotros pueda perjudicarnos.

Él se siente avergonzado, por lo que nos concierne, le gustaría no pasar por este trance para no hacernos daño. Las mujeres le gustan pero como amigas, opina que necesita hablar con ellas como una necesidad de amistad, se siente identificado con su propia sensibilidad, aunque su verdadero sentimiento sexual estriba con los hombres. Tiene las ideas bastante claras, comenta: “dentro de mi grupo existen escandalosos, exhibicionistas y de mal gusto, creando precedentes y rechazo cara a la opinión pública.” Opina que debieran de llevar con satisfacción su condición, pero no con chabacanería. Algo que desde siglos ha estado perseguido, si un día llega a la aceptación social, debiera en todo momento, emplear el buen gusto, sin por ello, dejar de pedir que los respeten como son: personas dignas y honestas como los demás — decía Luis—, Adela no puedes imaginarte con que respeto y cordura exponía su condición de homosexual.

¿Los padres estarán hechos ceniza? — preguntaba Adela con pesadumbre.

88

Mira, Adela son muy enteros y, aún a pesar de su edad, no les ha cogido de nuevas. — Luis seguía hablando. Nuestros padres, sabes tú, que siempre han querido lo mejor para nosotros, siendo los primeros en sorprenderse, han pensado que estas cosas sólo les ocurren a lo demás. Ahora que pensaban que vivirían con tranquilidad y nos tenían encarrilados, esto los deja un tanto desconcertados. Es tanta la presión social, que tienen sus dudas, ¿defienden a su hijo o se ponen de parte de la sociedad? Antes de venirme hablé con don Faustino, no me dio esperanzas —le confirmaba Luis a Adela.

Me comentó que siendo un conflicto social, no se puede hacer nada. La sociedad es como la fruta: hay que esperar a que madure. Don Faustino razonó:

“Tenemos que esperar la evolución de la sociedad y eso es lento y costoso, habiendo, hoy por hoy, problemas más acuciantes como por ejemplo: comer, vestir, cultura, equipamientos públicos y, un sin fin, de necesidades primarias; dejan este problema relegado al olvido. El simple hecho de mencionar su existencia es negado, argumentando que esos brotes enfermizos tienen como remedio: el desprecio y el castigo para que sirva como ejemplo de comportamiento.

89 ESPÍRITU DE SUPERACIÓN

esde tiempos remotos la mujer ha D demostrado inteligencia, astucia, y disposición para dominar y conseguir sus propósitos. El hombre, en su ingenuidad, ha pensado que con la fuerza bruta conseguiría amansarlas y dominarlas, nunca más lejos de la realidad, poseedoras de una inteligencia congénita igual al hombre resulta absurdo emplear por sistema la contraofensiva y el descrédito.

Estos pensamientos le iban rondando a Andrés constantemente por su cerebro. De igual manera que consiguió culturizar a un grupo de hombres pretendía ahora hacer lo mismo con las mujeres, consideraba que hombres y mujeres con igualdad de condiciones se entenderían mejor, para ello quería contar con don Heliodoro, el maestro de escuela. Ambos mantenían una buena amistad. No era la primera vez que Andrés había platicado largo y tendido con don Heliodoro resultando las conversaciones amenas y prolíferas.

Cierto día de fiesta, se encontraba don Heliodoro paseando por la linde de un hermoso olivar, tenía por compañía el suave viento que proporciona la agradable primavera y percibía el perfume que despide la naturaleza en esa genial estación. Buscó descanso a la sombra de un olivo, distraído, pasaba las hojas del libro que estaba

90 leyendo, cuando recibió la acostumbrada y agradable compañía de Andrés.

Don Heliodoro —exclamó.

¡Hombre, Andrés, me alegra verte! ¿Qué te trae por aquí?

Nada que tú no puedas arreglar.

¡Bah!, Andrés, no exageres, no obstante cuenta que haré cuanto esté en mis manos.

Andrés sin rodeos le expuso la cuestión:

¿Será posible crear una escuela para adultos, exclusivamente de mujeres?

¡Pero bueno Andrés! ¿Qué mosca te ha picado? Siempre me dices cosas sorprendentes pero ésta se sale de lo normal. ¿Qué pretendes enseñar a las mujeres que no sepan?

Efectivamente, me sorprende que siendo inteligentes por el sólo hecho de ser mujeres se le niegue la cultura.

Andrés te entiendo perfectamente pero lo tenemos muy difícil. Primero: ellas están mentalizadas a que no la necesitan, segundo: los organismos competentes no la consideran necesaria; tercero: a la sociedad entera no le

91 preocupa. Por consiguiente, el problema que tú afrontas para ellas resulta inexistente. Andrés, sí le damos un repaso a la Historia, las mujeres siempre han sido protagonistas de cualquier ámbito cultural, el único problema que han padecido y padecen es el veto. Le han negado el acceso a la cultura, sólo las rebeldes rompen las normas establecidas triunfando en su empeño. El número de sobresalientes ha sido tan nimio que ellas, en su mayoría, no se han enterado, sintiéndose cuidadoras de sus hijos y maridos. No obstante, no me importa intentarlo Andrés. A ver si impartimos cultura al sexo débil que no será ten débil cuando tanto miedo se le tiene.

Andrés se sentía en deuda con las mujeres, le resultaba increíble apartar a más del cincuenta por ciento de la sociedad, sin derecho a la educación. Sin embargo, se las consideraba aptas para la educación y cuidado de sus hijos. El hombre cabeza de familia, delegaba en su mujer, educación y cuidado de sus hijos. Se oían consideraciones y dejación: —“como no corrijas a nuestros hijos tendremos que hablar serios. Algo tan simple y se te va de las manos”. Estos comentarios eran en buenos términos, los peores los reservo. El hombre con llevar el sueldo, no el dinero necesario, se eximía de toda responsabilidad. Estaba prohibido pensar: “tienes suficiente, ¿asisten los niños al colegio? ¿Están bien vestidos, y alimentados? etc.”

92 El hombre, por lo general, actuaba de “coco”: ¡cuándo venga tu padre te vas a enterar!

El niño respondía asustado: —“No madre, no le digas nada que me portaré bien”.

Los padres en muchos casos, creaban en los niños un terror desorbitado y una educación nefasta.

Andrés se encargó de transmitir el mensaje. Las mujeres en contra de lo que se pensaba recibieron la noticia con satisfacción. El día de la convocatoria acudieron en masa, hasta incluso, presididas por su líder. Águeda las encabezaba, mujer con muchas agallas que no se amedrentaba por nada.

Don Heliodoro en compañía de Andrés efectuaron la exposición de tan delicado tema. Todas escucharon en silencio con la máxima atención. Al terminar la locución, don Heliodoro les propuso que expusieran su opinión. Águeda les respondió:

“Don Heliodoro y Andrés, sus nombro a los dos porque tengo pa los dos. Nusotras todas semos analfabetas y agora pregunto yo: ¿a nuestros marios les ha faltao de na? Vusotros pensáis, ¿Qué en nuestras edades nos trae poca cuenta aprender o seremos el hasmerreír de to el pueblo?”.

93 Andrés le contesta: —Águeda nadie pone en duda vuestro trabajo, sacrificio de casa y otros menesteres de ayuda con vuestros maridos y en cuanto atención hacia ellos resultáis modelo de orgullo. Quiero deciros a todas que se puede vivir sin saber leer y escribir, pero, no os debe causar ninguna vergüenza querer aprender por dos razones:

Primera: si quien os critica sabe, decirle: ¿qué derecho tiene él para negaros que vosotras queráis aprender?, segunda: si critica quien no sabe, debería animarlo para que aprenda. No debe ser tan vergonzoso ser culto, cuando con tanta satisfacción admiramos a quien lo es.

Águeda tomó la palabra de nuevo y dijo:

“Ya veo que tienes razón Andrés, pero ya sabes cómo son los del pueblo, no dejarán de decir. Pero que digan lo que quieran nusotras lo tenemos desimio a estudiar y que sufran”.

Aplaudieron en prueba de conformidad.

Las alumnas resultaron muy aplicadas, terminaron con nota de notables, no desistiendo ninguna de su empeño y consiguieron llegar juntas al final. Casi sin percatarse cambiaron su pronunciación y se familiarizaron con las letras y números. Ahora, eran personas con las cuentas claras. Aunque muy raro sería que todo el pueblo

94 estuviera de acuerdo. Siempre surgen discrepantes que por sistema no están conformes con nada. Aunque cuando descubren los beneficios también critican y argumentan discriminación.

95 SACRIFICAR SU FELICIDAD

as relaciones de Adela con Jerónimo Lse consolidaron y se disipó cualquier sospecha. Adela recuperó su entusiasmo y se convirtió en la persona alegre y entusiasta que siempre había sido.

Jerónimo se integró totalmente en la familia y creó lazos de convivencia. En primer lugar, Amparo la mujer de Ramón congenió con Adela a las mil maravillas, motivo que hizo que los hermanos se vieran con más asiduidad aún a pesar de las distancias. Por otra parte, el carácter abierto y el pensamiento liberal de Jerónimo hicieron que Rafael se comunicara y coincidiera con él.

Rafael empezaba a reflexionar referente a su situación y quería dar un cambio a su vida. Se sentía culpable de la situación creada con su familia. Se consideraba la oveja negra en una familia donde nunca había recibido ningún reproche, al contrario siempre dándole cariño y respeto. Rafael pensaba: —“si Jerónimo ha sido capaz de dar felicidad y cariño a mi hermana, ¿yo, por qué no hago lo mismo con mi familia?”.

Decididamente Rafael contó tres y cerrando los ojos habló con su compañero sentimental, se sentían a gusto juntos pero de puertas para dentro, sus relaciones tenían que ser ocultas, nadie debía enterarse, si no querían ser

96 vituperados y lo que era peor encarcelados, así que decidieron dejar pasar el tiempo. Formar nuevas vidas donde se sintieran amparados. “Cualquier cosa de la vida necesita apoyo y nosotros no podemos vivir en la clandestinidad, sin reconocimiento posible”.

A Rafael después de la ruptura le entraron tremendas dudas: “¿pero qué he hecho? ¿Cómo se puede ser tan insensato e inmaduro?

Con más de 28 años y me comporto como un niño: ahora lloro, luego río, ¿pero qué clase de mamarracho soy?”.

Decidió poner orden a sus pensamientos y buscó compañía femenina. No le fue difícil relacionarse con mujeres, sabía cómo tratarlas. Tenía una, próxima a su lugar de trabajo que no le desagradaba. Ella también estaba dispuesta a colaborar, ambos habían coincidido en muchas ocasiones, demostrándose atractivo mutuo, por lo tanto, dio la impresión que se estaban esperando.

Le llamaban Rosalía y reunía unas excelentes cualidades, dotada de una exquisita belleza, sorprendía por su simpatía y no les resultó difícil enamorarse. Los primeros en enterarse fueron, Ramón y Luis. No se lo podían creer, le decían:

97 ¿Cómo es posible que tan convencido puedas cambiar?

Sí, hermanos quiero darle un nuevo ritmo a mi vida, las cosas nunca son como parecen, yo era feliz, pero quiero ser feliz compartiendo con vosotros y con la familia, ¿sabéis ya tengo novia?

¡Estupendo!, nos alegramos y, sobre todo insistimos que sepas que eres tú y nadie más quien decide. Nosotros te queremos con tus virtudes y defectos y, sobre todo piensa que nadie es perfecto y menos los humanos.

La familia al completo se iba adaptando a las normas: Ramón seguía la tradición y, en apenas cuatro años se había juntado con dos hijos; Abel vivía una vida sin crear problemas; Rafael volvía al redil sirviendo de alegría para todos, aunque no se contase con sus sentimientos; Adela recuperaba la plenitud de su felicidad perdida; Luisa nació sin norte y seguía resignada.

Luis seguía preocupado con sus estudios y trabajo laboral, aspiraba por encima de todo a formarse para obtener una sólida profesión, no quería restar tiempo a sus estudios, mezclándolos con amores estables. No le inquietaba la soltería a pesar de su edad madura, pensaba que era incompatible el compromiso de casado con sus agobiantes obligaciones. Se preguntaba: —“con mis estudios por terminar y un trabajo que no

98 puedo abandonar, ¿tendré tiempo necesario para complacer a una mujer?, la vida de relación entre hombre y mujer no debiera tomarse como capricho. Hay cosas que siendo primordiales las dejamos relegadas al olvido y, sin embargo, cuando nos apetece queremos tenerlas a nuestra disposición sin ningún mérito para merecerlo”.

Por otro lado, Luis no tenía clara la decisión de Rafael dudaba que el problema estuviera resuelto: —“no sería una postura altruista en beneficio de los demás, en su propio perjuicio” ¡ojalá, estuviera equivocado!

La noticia de Rafael causó una tremenda alegría, decidieron celebrarla con una excursión a la isla de Tabarca.

El día salió radiante, las gaviotas revoloteaban pacíficamente alrededor del barco y despedían a los pasajeros a punto de salir del embarcadero. La mar estaba en calma y se percibía un suave oleaje que apenas sí hacía vibrar el catamarán. En jubilosa armonía contemplaban como el barco avanzaba hacia la isla quedando majestuoso a sus espaldas, el pueblo de Santa Pola.

A media mañana ya se encontraban paseando por la pequeña pero encantadora isla, dos calles y unas cuantas viviendas diseminadas formaban el conjunto arquitectónico. De obligada visita se encontraba la majestuosa, expectante y

99 silenciosa: Torre Vigía, desde la prominente atalaya, la panorámica dejaba la isla al descubierto, a la vez que la rodeaba y bañaba el ancho mar.

Las curiosas miradas descubrieron un bello recodo de aguas cristalinas y no dudaron en zambullirse para refrescar los sudorosos cuerpos, tumbados para tomar el sol percibieron el inconfundible olor a marisco que despedían las humeantes paellas, se les despertó el apetito y se saciaron en el más próximo de los variados restaurantes que tenían especialidad en arroces y degustaron un delicioso arroz con bogavante.

De regreso, Rafael aprovechó la placidez que produce una buena comida en compañía y quiso dejar recuerdo de la excursión. Se recreaban en una conversación común y en el momento más álgido de la misma, interrumpió para llamar la atención, cogió la mano de Rosalía con ternura y suavidad:

Escuchad, Rosalía y yo queremos hablaros: hemos decidido, en un plazo no superior a seis meses, casarnos.

Todos emocionados felicitaron tan emotiva noticia. Adela y Jerónimo con ensalzada alegría felicitaron a la pareja, tenían decidido también unirse en breve plazo de tiempo y no dudaron en pedirles que se sintieran honrados en celebrar el mismo día ambas bodas. Rosalía y

100 Adela se fundieron en un abrazo. Continuaron todos con bromas, risas y algarabía y llegaron contentísimos al destino. Al día se unió la noche y Jerónimo no los dejó marchar. Cenaron todos juntos en Alicante y cuando llegaron a los brindis acordaron el día exacto de las bodas, tomando el mutuo acuerdo de celebrarse en Valencia.

Cuando Andrés y Elvira recibieron la noticia no se podían imaginar que su alegría no iba a ser compartida. Ambrosio, el marido de Luisa, rompió el silencio para decir que con él no contaran para bodas:

No quería quedar en entredicho con los del pueblo. No compartía la moral de Adela y Rafael y, menos, no aceptándola el pueblo.

Llegaron a los oídos de Ambrosio los desatinados comentarios que hizo el pueblo:

Mirad qué contentos están, se les casan “la perra y el sarasa” como para echar las campanas al vuelo, vergüenza que tuvieran con haber tenido semejantes perdidos.

A Andrés, las habladurías aun siendo absurdas le dejaban huella ya que no comprendía el cerrilismo de algunos de sus paisanos.

101 Pensaba dudando: — ¿Me voy del pueblo o continúo aguantando humillaciones? ¿Qué será de mi Luisa sola en este infierno?

Luisa, de carácter flemático y agradable, estaba considerada diferente al resto de la familia. Decían:

Mira, debiera ser el espejo de la familia donde todos se miraran y, sin embargo, no le hacen caso.

Luisa no opinaba, ni contradecía, cuando en algo no estaba de acuerdo que era mucho, decía:

Mirad, dejarme tranquila que no quiero opinar de nada y tenerlo claro no os enfadéis que no quiero quedar mal con nadie.

Cuando Luisa se marchaba decían: —Qué buena persona es, no se parece a ninguno de la familia.

Resignada con su suerte le dijo a sus padres: —A mí me duelen las críticas que hacen a mis hermanos más que si fueran a mí, pero no puedo ponerme en contra, si quiero convivir con ellos.

Don Faustino había recibido la invitación para las bodas. Estaba enterado de los comentarios obtusos de algunas personas, que lo habían dejado

102 dolido, pero comprendía los absurdos comportamientos derivados de conductas maniqueas que forjadas en su única razón provocaban el desprecio a cualquier diferenciación.

Habló con Andrés y Elvira, quitó importancia y se puso a su disposición para apoyarles en todo. Se comprometió a celebrar las bodas en Valencia como le habían pedido Adela y Rafael.

103 REFLEXIÓN

einaba un absoluto silencio cuando R Andrés se dio media vuelta en la cama. Al alba con el canto del gallo desprendía su cuerpo de entre las sábanas. Elvira se le había adelantado y ya tenía el desayuno preparado. Sentados uno frente al otro comían en silencio, en cuyo instante, el picaporte produjo dos golpes secos. Era Blas, el taxista del pueblo.

Pasa Blas que estamos terminando de desayunar, ¿quieres compartir con nosotros el desayuno?

Pues sí, que con las prisas no me ha dado tiempo a tomarlo, —Blas era hombre sencillo y resultaba un cúmulo de sinceridad, sin ninguna maldad, — se agradece que a estas horas no puede caer ni entrar mejor —dijo Blas —, Elvira los picatostes buenísimos, mi mujer no los hace tan buenos.

Se acomodaron en la tartana y fueron a recoger a don Faustino, no hubo necesidad de llamarlo ya se encontraba esperando.

Quince quilómetros separaban la estación de ferrocarril del pueblo. Emprendieron el monótono pedregoso camino cuando empezaba a bostezar el nuevo día. Allí, en el lejano horizonte donde parece juntarse el cielo con la tierra, tímido

104 y perezoso hizo su aparición el sol, que rompía como por encanto la oscura nocturnidad.

El viaje duró dos horas de balanceo y golpes de ruedas de tartana.

Blas se despidió con toda amabilidad, felicitándoles por la boda de sus hijos y deseándoles buen viaje. Se sentaron en un banco a esperar la salida del tren. Don Faustino estaba pensativo, no sabía cómo empezar para remediar en lo posible la situación. Dijo don Faustino:

Quiero exponer vuestro caso desde dos puntos de vista: ético y religioso:

Religioso: no podemos dudar de la infinita misericordia del Altísimo, Él sólo nos pone a prueba pero nuestro egoísmo es tan grande que no nos deja ver. Ético: debemos crearnos un alma nueva y entonces, todo será fácil. Necesitamos matar el egoísmo y así, la abnegación y la tolerancia que ahora sólo conocen unos cuantos espíritus privilegiados llegarán a ser virtudes comunes a todos los hombres. Sin embargo, comparado con tiempos pasados, hoy nos vamos tolerando nuestras virtudes y defectos. Quien sufre la incomprensión que le venga con romances. No es ningún consuelo pensar que hemos mejorado y más viendo estas barbaridades, pero con todo, la situación ofrece esperanzas. Hoy, las familias afrontan la situación, no se repudian, sino que se

105 consideran víctimas de la intolerancia. No hace mucho, en vuestro caso la familia era la primera en condenar y rechazar

Con estas consideraciones de don Faustino, sin entenderlas del todo, Andrés y Elvira le dieron las gracias.

Con su particular silbido, el tren efectuó la salida.

El tren fue y sigue siendo el medio de locomoción más seguro y rápido. En aquellos años, se creó una filosofía sociocultural: ese botijo colgado para beber agua todo el mundo; esas familias con sus tortillas de patatas en las fiambreras rebosantes de embutidos; los hombres llevaban las botas de vino colgadas sobre sus hombros y ofrecían a cualquiera en señal de amistad y familiaridad; el niño durmiendo mientras otro correteaba por los pasillos sin parar; el abuelo apoyado sobre la esquina , sin parar de roncar; los enamorados en las ventanillas contemplando el paisaje y soñando con la grandiosa ciudad. Aún siendo largos y lentos, los viajes resultaban ideales para crear amistad y convivencia.

En este ambiente de relajamiento no pudiendo contar los fogonazos, silbidos y toques de campana cuando llegaron a la estación valenciana.

106 Elvira fue la primera en divisar a sus hijos, se fundieron en un abrazo y al ver a don Faustino recibieron no menos alegría.

Amparo, la mujer de Ramón, no acudió a la estación, se quedó preparando la comida para agasajar a los recién llegados. Allí se encaminaron todos juntos. Amparo les tenía preparado un exquisito banquete.

Tenían muchas cosas que contarse y todo se desarrolló con entera armonía. Les faltaba Luisa, la echaban de menos. Andrés con un nudo en la garganta, les dijo:

A vuestra hermana le ha tocado igual que a vosotros, sufrir la incomprensión de una sociedad que vive sometida y sin pensarlo se martirizan mutuamente. No debemos culparla, se siente ligada a su marido e hijo. Vuestro cuñado Ambrosio está viviendo acorralado sin poder de decisión y ha optado por apoyarse en sus conciudadanos si quiere vivir en paz, son circunstancias de la vida y así debemos afrontarlas. Bueno, pasemos a hablar de vosotros y los preparativos de las bodas que a eso hemos venido.

Las dos parejas unieron sus manos cariñosamente, dando toda clase de detalles, no fue necesario argumentar que las parejas estaban enamoradas, pensaron Andrés y Elvira. Ahora, sí que se nos presenta la ocasión para lanzar las

107 campanas al vuelo. Al ver a sus hijos tan felices, comprendían una vez más que la maldad no está extendida, a veces se concentra en la tradición del pensamiento obtuso empecinado en no cambiar.

Se eligió un día del mes de junio. Los novios radiantes hicieron que el día brillara más, la festiva ceremonia resultó emotiva desde el principio hasta el final.

Don Faustino y tres sacerdotes más presidieron el oficio religioso, resultó una ceremonia parecida a la de la Corte Real. En el acto de la homilía, don Faustino cautivó tanto a los contrayentes como a los feligreses. Con un solemne respeto, en la casa de Dios, no lo nombró ni una vez, sin embargo, transmitió amor y paz, sustituyó las palabras banales de resignación, por hechos reales que conforten de ánimo, sin falsas esperanzas espirituales. A la salida del templo, los comentarios fueron unánimes:

Sacerdotes, así necesitamos que hablen sin rodeos, viviendo y afrontando las necesidades, exponiéndolas para concienciar a los mandatarios que sobran sermones y faltan soluciones.

Con esos comentarios, todos juntos se fueron a saborear un delicioso banquete.

El menú original era el detallado: ternera, solomillo, y marisco con otras menudencias, a los

108 invitados no les pegó mal. Pues quedó reducido a unos exquisitos bocadillos de chorizo y queso acompañado de un sabroso vino peleón para sazonar.

Todos quedaron satisfechos con el singular banquete de la época, no provocó ninguna indigestión, ni insomnio y durmieron a la pata suelta. También, tenía algo de bueno las restricciones.

Se puso de moda la “luna de miel” en Mallorca. Los novios cumplieron su sueño dorado. Mientras los novios disfrutaban en su viaje de enamorados, Ramón le preocupaba la situación de sus padres. Pensaba: —“el pueblo del Regomello había perdido su encanto, no resultaba fácil, ni agradable la convivencia”.

Ramón se dirigió así a sus padres:

A Amparo y a mí nos parecería maravilloso que cambiaseis de residencia, nuestra casa es grande y podéis disponer de una habitación con toda comodidad, podríais disfrutar de la compañía de vuestros nietos. Juntos los problemas son más llevaderos, a ver si podemos aliviar en lo posible el resquemor que perturba vuestro ánimo.

Andrés quería hablar, pero le faltaba el aliento, Ramón lo tranquilizó:

109 No tienes que contestar en este instante pero sí, alargar la visita y pasado el tiempo sin prisa tomar una decisión.

Andrés miraba a Amparo y experimentaba satisfacción en su mirada, le transmitía afecto y aprobación con las palabras de Ramón. Andrés había llegado al convencimiento absoluto de que Amparo como su hijo estaba de acuerdo en la decisión tomada. Por lo tanto, no sería descortés y aceptó con gusto para fijar su residencia en Valencia. Lo ideal hubiese sido tener la libertad de elegir y no sentirse obligado a partir de su pueblo natal por la incomprensión ciudadana que se mantiene anclada en la sinrazón.

110 CAMBIO DE NIDO

Andrés, en la ciudad, no le resultó Adifícil adaptarse al nuevo ritmo de vida, todo lo contrario, no tardó mucho en saborear la multitud de oportunidades que ofrecía.

En primer lugar, desarrolló con más intensidad el papel de abuelo de sus nietos. Aquí en la ciudad, al contrario que en el pueblo, las calles entrañaban más peligros. Los niños no se podían dejar solos, había necesidad de acompañarlos. Él encantado, se encargaba de llevarlos al colegio o jugar con ellos en los parques.

Como por encanto, sus nietos de la ciudad, le hicieron que se trasladara a sus recuerdos de la niñez. Comprobó que los juegos eran diferentes, los niños lo invitaban a participar, él que aún conservaba movilidad se sentía a sus anchas, hasta consiguió enseñarles los juegos de su época

Andrés, en el pueblo, no comprendía del todo que los niños se ensuciaran, aquí en la ciudad lo entendía mejor ya que era parte integrante. La nueva situación le hacía ver las actitudes infantiles más positivas. Aparte de la distracción que le proporcionaban sus nietos tenía a su alcance todo un mundo por descubrir.

La ciudad del Turia tenía tal infinidad de atractivos que a una persona activa le podía

111 dispensar cuanto pudiera desear. En la estación estival, a pesar del exceso grado de humedad, la temperatura resultaba ideal, así pudo cumplir el sueño de su vida: bañarse en el mar.

Junto al puerto Marítimo se encontraba la popular playa de las “Arenas” que hacía prolongación con la no menos famosa “Malvarrosa”. Ambas ofrecían un variado servicio de restaurantes que , por su saber gastronómico, de cualquier rincón de España acudían dichosos a saborear sus exquisitos guisos.

La masa popular, se instalaba próxima a la orilla del mar, chiringuitos con servicio de hamacas, sillas y sombrillas.

Así sin pensarlo, se lanzaba a tomar los deliciosos baños de mar y con el cuerpo chorreando se introducían en la tumbona cara al sol, mientras se tostaba, le estaba esperando la aromática y sabrosa paella, siendo auxiliadora del sofocante calor: una refrescante jarra de sangría.

Con la caída del sol y el estómago lleno, el sueño hacía su aparición, cuando se despertaba de la siesta a la sombra de la sombrilla y percibiendo la suave brisa del mar había servido de relax, abría los ojos, extendía los brazos por inercia, se incorporaba dando a lo sumo cuatro pasos para percibir la suave ola de la playa. Se sentía invitado a soñar, cerrando los ojos, respirando con

112 profundidad, sentía estar navegando a otros horizontes, teniendo la imperiosa necesidad de explorar los anchos mares, entonces era sobresaltado reclamando su presencia, había llegado la hora de regresar.

Si por el contrario, querías visitar y conocer la flora y vegetación de la ciudad, podía perderse en sus jardines. Tenía entre otros, tres que valía la pena mencionar: Jardín de Monforte, era un pequeño paraíso digno para soñar, donde en su mínimo espacio tenía cuanto el más exigente podía desear. Sobresalían los dos pulmones de la ciudad que, como a cualquier ser humano no le podían faltar, (Botánico y Viveros).

El Jardín Botánico tenía una variedad de árboles milenarios, multitud de aves enjauladas y otras revoloteando por encima de las cabezas y deleitando con sus cantos. La curiosidad llevaba a un importante Museo de insectos donde expertos en el tema le introducían en la vida de estos insignificantes y dañinos seres.

No muy distante, siguiendo la margen del río Turia, asombraba la sobresaliente y exuberante flora del jardín de los Viveros: jardín lúdico donde niños y adultos encontraban un estupendo lugar de ocio u distracción, por inercia no tardaban en encontrar el estanque habitado con patos y cisnes que, a través de las miradas curiosas de los

113 visitantes, se enseñoreaban en un deslizar suave y sutil forma de nadar.

Acto seguido entre pasillos tocados con gusto por las manos humanas, se percibía el oloroso perfume de la abundante vegetación, se llegaba en su recorrido al parque zoológico, donde una raquítica variedad de fieros animales en cautiverio producía apatía a los mayores y una cierta diversión a los niños.

Lo que resultaba un verdadero deleite de recreo era pasear por el centro de la ciudad. El centro, cualquier día resultaba ideal, en especial el domingo de mañana con el bullicio relajado de sus gentes merodeando los mercadillos, sin prisa a base de paciencia, alguna ganga podían encontrar.

Recibida la primera satisfacción se introducía en la Plaza Redonda para admirar su gran esplendor, se continuaba por la plaza Lope de Vega desembocando en la emblemática y popular Iglesia de Santa Catalina. Aquí, se podía recuperar fuerzas con un delicioso chocolate con buñuelos, en la castiza Chocolatería de Santa Catalina. Relamiéndote los labios se daba a la Plaza de la Reina, allí estaba majestuosa y permanente, la Catedral, sobresaliendo su simbólica torre de nombre Torre del Miguelete. La Basílica de la Virgen de los Desamparados era de visita obligada, no había valenciano que se preciara que no se apresurase a visitar a su Cheperudeta, nombre con

114 el que se conocía a la Virgen más venerada de la ciudad.

En esta primera impresión, Andrés se acordaba con tristeza de su pueblo: — “¿qué poco me ha costado compararte? —se preguntaba, yo que siempre te he admirado, ahora tú, mi pueblo, ¿por qué me has abandonado?, quizás no comprendí tu cultura siendo ejemplar para muchos, a mí me resultó mediocre con esa familiaridad tradicional de costumbres arcaicas. Aquí, en la distancia cómo te añoro; mi pueblo del Regomello, sigues siendo adorado, no se vivir si no es en tu recuerdo. Mi único motivo es quererte, por romper la monotonía y el silencio. Ahora, sin delito sufro condena, ¿seré capaz de tenerte lejos y poder vivir en la distancia sólo por tu savia? La savia de mi vida has sido tú. ¿Podré encontrar savia diferente que me de vida y llene mi espíritu? Hay heridas que curan pero la cicatriz te marca. Pasa y pasa el tiempo y no hay manera de poderla borrar. Habiendo recuperado la alegría y emoción por la vida, sientes languidez en el espíritu, te empuja al recuerdo del pasado, se recrea culpándote de todo y fustigando conducta”.

En la composición de lugar haciendo análisis de conciencia. Andrés reflexionaba: “¿cómo todo un pueblo puede romper el derecho de la razón? Algo falla en el conjunto de valores establecidos para hacer funcionar humanamente las conciencias”.

115 LA PAZ DEL PUEBLO

os recién casados ya estaban en sus L respectivos hogares: Adela y Jerónimo en Alicante, Rafael y Rosalía en Valencia. Dos meses .habían transcurrido desde la unión, la semilla había germinado y ambas estaban embarazadas.

Ramón y Amparo quisieron juntar a la familia al completo para celebrar tan grato acontecimiento y eligieron la Barraca.

Septiembre estaba dando sus últimas bocanadas, pero no por ello dejó de obsequiar con un esplendido día, aunque había perdido fuerza el calor del verano.

El campo tenía un encanto parecido al primaveral y ofrecía una temperatura ideal. Próximo a las diez de la mañana, el tren eléctrico se detuvo en el apeadero, no muy distante de la Barraca. Cada cual, con su hato a cuestas, emprendieron un breve trecho, con la mirada al frente podían divisar la Barraca. Una extensa llanura mostraba la majestuosa huerta valenciana dando muestras de sus abundantes naranjos y limoneros, completaban las enormes besanas de hortalizas que componían las singulares tres cosechas anuales de variados productos. Multitud de bancales en riego conforma el entorno de la Barraca.

116

Entraron en el sendero entre paralelos grupos de frondosos naranjos, les separaba trescientos metros de la entrada, como rompiendo toda la riqueza que la rodeaba: sencilla, sobria y solitaria, pero desafiante y triunfante se alzaba la Barraca.

Los niños, al instante, se perdieron por entre los naranjos, los mayores ordenaron el avituallamiento y se asignaron los quehaceres: elaboración de la paella; las mujeres de la limpieza de los alimentos, el resto de hombres a buscar leña encender el fuego.

Todos en buena harmonía privaron a Adela y Rosalía de cualquier trabajo. Por razones de mimo, en su estado de buena esperanza podían permitírselo. Ellas aceptaron de buen gusto, no siendo imposición, como si su estado las dejara incapacitadas para el trabajo. Entre bromas y risas, la humeante paella consumía el caldo a fuego lento, acabando por completo la llama, la dejaron consumir en su propio rescoldo.

Para entrar en juego, antes de la paella, se preparó un estupendo refrigerio. Aunque la paella resultó tan exquisita que se comieron hasta el “socarrat”. En los postres, Jerónimo propuso una visita al pueblo del Regomello. No lo conocía y, además, quería disipar sospechas malintencionadas. Rafael y Rosalía se unieron a la idea de la visita. A Andrés y Elvira les pareció una idea estupenda.

117

Adela informó a su hermana Luisa de la visita y Ambrosio se sintió molesto con dicha visita.

Ambrosio era hombre austero, criado por sí mismo. Desde muy pequeño vivió sin padre, su madre tenía cinco hijos y él era el mayor, así que el peso de sus hermanos recayó sobre él. Su vida se vio privada de influencias externas, si algún tiempo le sobraba después de su trabajo lo empleaba en cuidar a sus hermanos. Se formó con carácter severo y estricto, empleando para comunicarse pocas palabras y tajantes. Esta forma de ser para la época resultaba ejemplar. Hombres así hacían falta para meter en vereda a todo el mundo.

Los tiempos pasan y las personas, en ocasiones, suelen cambiar, él seguía igual. Tanía en su mente, la condición de hombre formal estricto que tanto honraba. Sólo tenía respeto en aquél que consideraba superior por sus estudios o un cargo importante. Luisa que conocía a su marido y sabía que en el fondo no tenía malos sentimientos habló con don Faustino, Luisa pretendía que don Faustino suavizara a su marido para cuando llegaran sus hermanos.

Surgió el efecto deseado, habló también con Águeda. Ella recibió una gran alegría al saber que los hijos de Andrés y Elvira visitaban el pueblo.

118 Para mí — le dijo a don Faustino, es algo que no tenía que haber creado ninguna consecuencia negativa.

Luisa conocedora de la terquedad no las tenía todas consigo.

Don Faustino le dijo a Luisa:

Mira, ahora las cosas no son como toda la vida de Dios. A Dios le tienen veneración, pero lo ven más dialogante y transigente, sienten que escucha a ambas partes con imparcialidad.

Las mujeres habían terminado el friegue, los hombres se distraían jugando al dominó. La reunión estaba tocando a su fin. Ahora, tocaba distribuir los hatos para a pie transportarlos al apeadero, a los niños aún les quedaban ganas de corretear, Pero, los adultos con los hatos encima emprendieron el regreso sin dudar.

Andrés y Elvira se extasiaban con el olor de azahar, dudaban si comparar, no tiene comparación, la multitud olivarera y los inmensos naranjales.

Cuando Andrés, Elvira y su familia llegaron a Regomello, la plaza estaba a rebosar. No se había producido ningún evento musical, tampoco llegaba un máxima autoridad, ni contaban con la familia de Andrés y Elvira.

119

Simple diversión y costumbre, a las siete de la tarde llegaba el autobús, motivo más que suficiente para recibirlo como una diversión. La situación fue de entera normalidad. Ambrosio y Luisa les ofrecieron un recibimiento muy cálido y cariñoso.

El pueblo había adquirido experiencia con perfecto cambio evolutivo cultural. Águeda se puso al frente de la alfabetización, tanto hombres como mujeres no faltaban a las clases. La biblioteca se había surtido de diversos autores, cuyos libros no llegaron a acumular ningún polvo. Ambrosio tenía la lección sabida, no podía defraudar a don Faustino. Después del saludo les dijo:

Venid todos a cenar a mi casa, Luisa lo tiene todo dispuesto.

Después de la cena, Adela y su marido se alojaron en casa de Ambrosio y Luisa, Rafael y Rosalía en casa de los padres. Habían dispuesto visitar el pueblo al día siguiente.

Estaba Elvira preparando el desayuno cuando hicieron su aparición Rafael y Rosalía. Elvira al oírlos depositó sobre la mesa, unos buenos tazones de café con leche y una fuente de sabrosos picatostes. Al olor acudió Andrés, los cuatro degustaron con satisfacción el caliente y apetitoso desayuno.

120

En la plaza de la Iglesia habían quedado a las doce. Como todos los domingos a esa hora, se celebraba la Misa Mayor.

Muy pocas personas faltaban a la misa de los domingos. Luisa, Adela y sus maridos fueron los primeros en llegar. Casi por sorpresa se incorporaron al grupo, Rafael, Rosalía, Elvira y Andrés. Los ocho se sentaron en los bancos centrales de la parroquia. Todas las miradas se centraron en el grupo, incluso causando descaro. Todos con devoción se pusieron en pie y desaparecieron las miradas. Apareció en el Altar Mayor don Faustino llevaba con solemnidad el misal y lo depositó con cuidado en el atril que descansaba sobre el mostrador del Altar.

Al terminar el acto eucarístico, don Faustino mandó recado con el sacristán para que la familia de Andrés acudiera a la sacristía. ¡Cómo disfrutó don Faustino con la compañía de todos! Adela y Rafael casados; Ambrosio medio civilizado y en la mirada de Luisa se percibía la pérdida de de su regomeyo que tanto la había entristecido.

Les dijo don Faustino:

Bienvenidos a la casa de Dios que os bendiga y con su misericordia no os abandonen.

121 Cuando salieron de la Iglesia, la plaza estaba desierta, apenas si quedaba nadie, sólo algunos niños jugando y tres bancos ocupados por personas mayores. Ellos no se esperaban la sorpresa.

Águeda en compañía de algunas vecinas acudió inesperadamente y saludaron con cordialidad:

Hola Elvira y familia, ¡qué alegría!, ¿cómo estáis?

¡Muy bien!

Águeda llevaba la voz cantante y argumentó:

Nos gustaría todas juntas hablar —la ciudadanía no parecía la misma, habían perdido la rudeza, hablaban con un vocabulario sencillo, pero claro. El léxico empleado no tenía nada que ver con el de antaño. Águeda continuó diciendo, —quería venir sola, en nombre de todas, pero no me han dejado. Yo que siempre he sido tan reacia con la cultura, pensaba que no me hacía falta. Con saber coser, lavar y las cosas de la casa de la casa ya tenía bastante. ¡Qué error más grande! La cultura te abre las puertas del entendimiento, nos hace iguales en dignidad, ajustando las cosas a la realidad. No es la panacea, pero sin ella, el mundo sería doble infierno y menos habitable —Águeda emocionada

122 se explicó así: Elvira queremos ser de ti y tu familia, amigas y vivir en paz y alegría. En lo sucesivo buscaremos las cosas buenas que nos unen que las malas vienen sin buscarlas.

A Jerónimo le invadía una emoción que rebosaba su felicidad. Le dijo así a Águeda:

Mi querida señora, puede sentirse orgullosa con su actitud, al mismo tiempo, no puedo por menos de felicitarla y expresarle a todas mi mayor respeto, Adela mi mujer, creo debe sentirse confortada y podrá recuperar la paz interior y despedir todo su regomeyo que tanta pena le ha causado.

123 DONDE DIJE DIGO, DIGO DIEGO

ué está pasando? ¿Cómo un pueblo “¿Qpuede cambiar tanto?”

Andrés se había introducido entre las sábanas de su confortable cama; como de costumbre daba las buenas noches a Elvira con un tierno beso.

Dejó caer la cabeza sobre la almohada, a pesar de la edad no le costaba conciliar el sueño pero esa noche su cerebro se negaba a dormir. Pensaba en las palabras de Águeda tan conciliadoras y amables.

Se preguntaba: — “¿la cultura aclara las ideas? No tengo la menor duda. Sin embargo, los sentimientos, el orgullo, la vanidad y el egoísmo continúan latentes, siendo las personas iguales en cultura y riqueza, aparentemente, se respetan por su estatus. Los abusos surgen con las desigualdades. En mi pensamiento optimista y un tanto utópico, quiero llegar a pensar que el pueblo con la base cultural ha producido el efecto deseado. En todo caso, cualquiera que sea el motivo y la razón, bienvenida sea”.

Aunque las dudas y sospechas afloraban a su pensamiento con insistencia. Por otro lado, soñaba poder vivir en su pueblo definitivamente. La ciudad no le disgustaba, pero sólo mantenerla de

124 visita. Ahora que se encontraba inactivo para el trabajo profesional quería mantenerse en sus orígenes y conocer su entorno, cuando estaba en activo no le quedaba tiempo para saborear su hábitat y toda su riqueza.

Pensaba que a lo largo de su vida había adquirido experiencia para vivir la etapa final con satisfacción y desarrollo. Con estos pensamientos se quedó dormido.

La rendija de la ventana de su habitación dejó pasar la luz del nuevo día. Andrés se dio media vuelta topándose de cara con Elvira, con un dulce beso se saludaron el nuevo día, unieron sus manos entrelazando los dedos, en esta posición la fresca mañana invitaba a unir los cuerpos y producirse calor. Se sentían solos y liberados. Sus hijos marcharon a la ciudad, en el tiempo que estuvieron en Valencia con su hijo Ramón, la intimidad se vio interrumpida como por encanto.

Ahora era cuando se apreciaba la soledad de dos personas, la tristeza de una sola y el jolgorio de la multitud.

Echaban de menos: sus cándidas sonrisas, las caricias, el olor de sus cuerpos y el roce de la piel. Tras el deleite amoroso, quedaron satisfechos con la mirada fija en el techo. Elvira rompió el silencio y preguntó:

125 ¿Andrés, cuánto hace que pintamos por última vez?

Pero Elvira, no se te ocurre algo más romántico. ¡Tú siempre tan práctica!.

Se produjeron unas sonoras risas y se fundieron en un fuerte abrazo, la pintura no había truncado para nada la dicha. El silencio de la mañana invernal y el calor que les proporcionaban sus cuerpos fue suficiente para reanudar el sueño.

Hasta la habitación llegó el aromático olor de café, Andrés al comprobar que estaba solo no dudó, ni un instante, para poner los pies en el suelo.

Elvira lo tenía todo dispuesto. Ambos saborearon con apetito, los crujientes picatostes que impregnados en mantequilla y sumergidos en el café los hacían más apetitosos. A pesar de la estación del año, el día salió soleado e invitaba para dar un paseo, no dudaron en cogerse del brazo y disfrutar de la tranquilidad añorada del pueblo. Al abrir la puerta les vino el recuerdo de la ciudad, contrastaron el ajetreo con la calma.

Andrés y Elvira sentían una sosegada paz, estaban en su pueblo, podían pasear por los rincones de sus recuerdos. Pensaban: —“¿será verdad la concordia manifiesta por Águeda o sólo eran buenas voluntades quedando en algo más de lo mismo?”.

126

Andrés le comentaba a Elvira:

Si la ciudadanía nos acepta; no cambio el pueblo por nada de este mundo.

Elvira dijo: —experimento una agradable paz interior. Sólo pensar que puedo perder este pequeño paraíso me entra una congoja que me ahoga.

Elvira no quería pasar sin hacer una visita, era devota de la Virgen del Carmen, se arrodillaron los dos ante el Altar, aunque Andrés no era creyente, pero jamás puso objeción, ni dejó de acompañar a Elvira. Ella creyendo y él sin creer, vivieron felices y no impidieron estas diferencias que vivieran queriéndose.

En el mercado fueron saludados y rodeados por la mayoría con enorme cordialidad. Los más allegados decían:

¡Pensábamos que nos habíais abandonado cambiando el pueblo por la ciudad!

Andrés con toda satisfacción respondía:

Eso querían mis hijos pero les hemos dicho que del pueblo no nos saca nadie.

127 Se habían ganado, de nuevo, la amistad del pueblo. Sin pensarlo, la distancia unía. Cuando regresaban hacía su casa, en un recorrido no superior a doscientos metros, tardaron una hora en recorrerlo, no había persona que cruzara que no les diera la bienvenida. Sentados alrededor de la masa mientras comían comentaba Andrés:

Elvira, hemos tenido que marcharnos para que nos consideren parte integrante del pueblo. Posiblemente, hemos dado demasiada importancia a los cuatros cretinos impertinentes que en todas partes existen y aquí no iba a ser menos. ¿Tú no te has dado cuenta que los criticadores se han escondido?

Pues, sí que es verdad, ahora que lo dices.

Elvira tenemos que andar con cuidado, por lo general, estas personas son necias y difíciles de convencer a la mínima ocasión la emprenden de nuevo. Argumentando: “¿no te decía yo?”, sacando polvo de lo mojado, buscarán infundios que es su única arma defensiva, debemos ser precavidos y hacer oídos sordos. Ahora, lo tenemos todo a nuestro favor. Nuestros hijos casados, como ellos querían y Dios manda, pero los cuatros ilusos cizañadores son difíciles de eliminar. Resulta imposible vivir exentos de perturbadores, por lo tanto, habrá que acostumbrarse para vivir con ellos, forma parte de la esencia del ser humano. Hasta incluso, no considerarán culpables, ellos infalibles

128 sin pensar, en ningún momento, que han confundido el buen sentido de la vida.

Se fue pasando el tiempo y las cosas se desarrollaron con regular normalidad. Ambrosio no estaba ni medio convencido pensaba en sus adentros que a él no le asustaba nadie. Oía comentarios que no le agradaban. Un día habló con su mujer:

Si he cedido con los consejos de don Faustino fue por respeto. Pero, hasta cierto punto se debe respetar, siempre y cuando no quieran gobernar mi casa. Don Faustino, con su carrera y todo, está muy equivocado. ¡Pues no faltaba más, en mi casa mando yo! Estas personas de letras y números piensan que porque saben, tenemos que obedecerlos. Escucha Luisa, tomaré ejemplo de Manuel, el “tío sentencias”, que tenía un caso parecido al mío. Lo primero que hizo fue: poner a su mujer más derecha que una vela, sentenciándola, si replicaba le tapaba la boca con una bofetada, como debe ser, tiene que saber todo el mundo quien lleva los pantalones y manda en casa.

Con estas ideas exacerbadas quería imponer su autoridad empleando la fuerza y el miedo. Luisa lo escuchaba silenciosa pero con las ideas claras. Pensaba: —“yo no puedo replicarle pero no significa que le obedezca”.

129 La primera medida ejemplarizante de Ambrosio fue prohibir a Luisa la visita a sus padres si no iba acompañada por él. Luisa a partir de esa prohibición visitaba a sus padres con más asiduidad. Estaba esperando que se marchara a trabajar para encaminarse tranquilamente a casa de sus padres. Y cada mes le decía:

Ambrosio, ¿qué te parece si vamos a visitar a mis padres?

Él estaba creído en que en que la tenía sometida y, cumpliendo su voluntad. Decía:

Pues sí, iremos pero haremos la visita del médico, rápida que a mí no me mangonea nadie.

Pero Ambrosio, ¿cómo puedes pensar cosas así?

Si que las pienso Luisa, hay quien piensa que soy tu juguete y de tus padres.

¿Y tú haces caso de la gente?

Naturalmente que lo sí, si no quieres que me traten de pelele y sea la burla de todo el pueblo. Además, no tengo que dar explicaciones, las cosas se hacen como mejor yo las vea y tú a callar, para eso eres mi mujer.

130 Luisa cuando hablaba con tanta severidad, callaba para no soliviantarlo. Él accedía convencido: —“aquí mando yo con toda claridad y transparencia”. Ambrosio se pasó su vida como agricultor. La tierra la sembraba para recoger, sin embargo en el trato con el ser humano no procedía igual, pensaba que podía recoger sin sembrar. Su egoísmo cerril, le impidió pensar que con los seres humanos, a veces, aún sembrando no se recoge, imagínate sin sembrar.

131 SEGUIR LA CORRIENTE

uisa informó con todo detalle a sus Lpadres de la actitud de su marido. A sus padres se les podía confiar un secreto. No les causó ninguna sorpresa, aunque pensaban que era buena persona, estaba chapado a la antigua. La época hacía coincidir los caracteres.

Andrés conoció al padre de Ambrosio que , a pesar de morir joven, dejó la huella de su carácter y la transmitió a su hijo. El padre de Ambrosio reunía tres cualidades muy valoradas: trabajador, honrado y austero, tres condiciones que causaban admiración, orgullo y respeto. La austeridad, con todas sus consecuencias, era la que tenía más arraigada. El hombre que no actuaba con severa austeridad se consideraba un blandengue, entrañaba debilidad de carácter y de autoridad, el blandengue era despreciado y arrinconado como un trasto inútil.

El azar y las imposiciones culturales quisieron que Ambrosio heredara dicha condición. Ambrosio se crió con limitados valores de convivencia, pecando siempre en la exageración. Estricto, hablaba de su madre con veneración y decía en repetidas ocasiones:

¡Qué buena fue mi madre! Y lo que tuvo que sufrir y trabajar, al quedarse viuda tan joven y sin ayuda de nadie para salir adelante con sus cinco

132 hijos —añadía — jamás le levantó la voz a mi padre ni le contradijo en nada. Eso es una mujer y no las de ahora que no tienen respeto ninguno a sus maridos. Ahora que a mí, sí me respetan, los demás que se apañen como mejor puedan.

Cuando se juntaba en el bar con los amigotes, a la más mínima ocasión, hacía semejantes comentarios. Ellos aprobando y engrandeciendo los ánimos decían:

¡Qué razón tienes Ambrosio!, a las mujeres en cuanto las dejas pasar una, se toman tantas confianzas que te tratan como el pito del sereno. Y, luego, ni palos las puedes domar.

Enseguida surgían las comparaciones:

¡Mirad fulano! Que no da un paso sin el permiso de su mujer. Otro que parecía que no estaba prestando atención dijo:

Qué razón tenéis es el más calzonazos que te puedes tirar a la cara. Escuchad lo que me pasó con él: quedamos el otro día en irnos de caza. ¿A qué no sabéis que me dijo? Que sí que iba, pero con permiso de su mujer, ¿vosotros habéis visto igual?, pues esperad, que ahora bien lo más gordo, nos fuimos de caza, él con permiso de mujer, bah….bah…Yo por no hacerle un feo, pero que no cuente conmigo. Calzonazos así, a mí me dan asco.

133 A Andrés no le extrañaba nada de Ambrosio por eso le dijo a su hija:

Paciencia que cambiar no cambia — continúa hablando—, el machismo no es un problema, es una condición arraigada en la sociedad y admitida por las fuerzas jurídicas y sociales como valor noble y ejemplarizante. Mira Luisa, la actitud de tu hermano Rafael, la sociedad la codena con severidad y, sin embargo, el machismo lo admiten, todo hombre lo practica con orgullo, hasta incluso, reciben apoyo colaboración. No piensan que, sin lugar a dudas, hace más daño a la sociedad el machismo que la homosexualidad. Hoy, cuando se comete una barbaridad por el machismo desorbitado, responde la sociedad entera: “algo habrá hecho” o “se lo merece”, “así otra vez aprenderá y sabrá comportarse”, “qué no hacen caso de sus maridos”. “ellas se lo han buscado”…Hija mía, estos valientes, de hombre a hombre, habría que verlos quizás se pondrían el rabo entre las piernas, como los perros.

Luisa recibía alguna bofetada de Ambrosio, ella aguantaba con resignación. Para no crear mayores conflictos. Había pasado lo peor de su matrimonio: sus hijos se habían convertido en unos hombres y el marido se iba suavizando. No tuvo más que dos hijos, por razones que nadie conoce, no pudo engendrar más a su Ambrosio y a su Andrés, que ya contaban con veintiséis y veintitrés años respectivamente. Crecieron con valores

134 nuevos e inquietudes que al abuelo le llenaban de felicidad, preguntaban a su padre con curiosidad, él respondía con evasivas, diciendo:

Cuando seáis mayores ya lo comprenderéis, ahora aún sois pequeños —o les decía—, callaros y no seáis preguntones que las cosas son porque sí y, nada más, que os van a tomar por tontos, preguntándolo todo.

Ellos en su inmadurez confiaban en su padre, lo veían como un talento, sumisamente guardaban silencio. Pero, pensaban: —“¿será verdad que nos tomen por tontos, al querer saber el significado de las cosas? Ante la duda permanecieron un tiempo en silencio pero observando.

Cuando estaban con su abuelo sentían una cierta excitación, la curiosidad no les dejaba vivir con tranquilidad. El abuelo que tuvo una infancia similar a las de sus nietos se comunicaba con ellos con toda naturalidad buscando temas que a ellos les interesaban. Terminaron los niños preguntando al abuelo en sus conversaciones:

¿Abuelo qué es telepatía?

Telepatía es coincidir en el pensamiento de otro.

135 Justo abuelo, eso es lo que nos pasa contigo, tu pensamiento es el nuestro, escuchamos de ti lo que estamos pensando.

¿Os parece mal?

Al contrario, nos agrada y nos gusta, sólo que nos resulta extraño.

A Luisa, estos hilos le compensaban con creces la problemática cerril y obtusa de su marido, seguía la corriente de algo que no podía cambiar. Al quedarse en casa sola, su pensamiento quedaba libre y se preguntaba: —“¿cómo será posible que mis hijos no se parezcan a su padre? Hay quien afirma, éste es así y hace eso, porque se parece a su padre. Yo estoy comprobando que el carácter de los padres, los hijos no tienen porqué heredarlo forzosamente. Quizás llevaríamos más razón, asegurando que las personas hacen las cosas bien o mal siendo ellos los únicos responsables de sus actos. No es prudente buscar atenuantes de caracteres consiguiendo, más que ayudar, convertirlos en unos tunantes irresponsables, culpando de sus actos al que tienen a su alcance”.

Luisa se enamoró de Ambrosio por su hombría y brutalidad, pensaba que había encontrado al hombre ideal. Las amigas le tenían envidia, decían:

136 ¡Qué hombre más cabal!...Y con qué severidad hace las cosas, nadie tiene más poderío. …Hombres tan completos existen contados.

En aquella época, estos superdotados en “burrología”, sin que ellos se percataran se empleaban de arrieros para arrear a la recua.

137 POR FIN

on un cierto tiempo de antelación, Luis C iba conectando y sondeando las posibilidades que podía ofrecerle su recién terminada licenciatura en Derecho. La situación parecía prometedora con una carencia de personas ilustradas, él se presentaba como un privilegiado de su clase, con lo cual, tendría que multiplicar el esfuerzo, no podía dormirse en los laureles, tenía que demostrar más que cualquier otro, su valía.

Hubo algunos compañeros que menospreciaban su capacidad, anteponiendo su ascendencia humilde. Consideran con displicencia:

Éste no pasará de ser un constante pipiolo, ¿no os parece que nadie confiará en él?

Luis oía con indiferencia, tan absurdos comentarios, consideraba normal la animadversión que creaba entre sus compañeros. Se había introducido en un terreno reservado. La elite minoritaria se sentía con derecho a veto, por lo cual, era considerado un intruso que quería romper el predominio ejecuto de la clase dominante.

Fue clasificando los cabos sueltos y una vez reunidos todos los ató en grupos que separó para que no interfirieran entre sí. Pretendía establecerse en solitario, aprovechó la experiencia de su paso por el bufete y, por último, en la fábrica de muebles

138 se había rodeado de muchas personas del mundo de los negocios que le ofrecían la posibilidad de ser una futura clientela. Además viviendo en una gran ciudad, el éxito se le presentaba esperanzador. Le gustaba a Luis, a ser posible, un lugar tranquilo y céntrico pero ausente del bullicioso ruido.

Pensaba que la parte antigua de la ciudad daba cierta prestancia, por ahí pretendía encauzar sus iniciales derroteros. Sus años de seminarista le hicieron apreciar los lugares sobrios. En pleno centro urbano encontró un despacho sencillo que algunos consideraron de mayor categoría, por ello volvieron las murmuraciones: “¡mira el cateto!, a este iluso le tenemos que marcar su territorio”, “siempre ha habido clases y él renuncia a la suya, seguramente”, “cuando me lo eche en cara le voy a decir cuatro palabritas bien claritas que se me antoja que no se entera”.

La cosa no llegaba más allá de los pensamientos solapados, en fondo resultaban unos cretinos cobardes. Estos petulantes sólo de envalentonan, ante la debilidad, en igualdad de condiciones no se atrevían.

Luis esperaba responder a la humillación vejatoria que sufrió su padre de la pareja de papanatas. Estos nuevos déspotas no se atrevían, sabían que las fuerzas intelectuales estaban equiparadas, su soberbia no les permitía sufrir ningún batacazo.

139

Con el mayor cariño, Ramón le dijo:

Luis me da la impresión que te has convertido en el eterno estudiante solterón. ¿Cuándo terminas de estudiar? Que llevas la tira de años y da la impresión que estás empezando.

Contesta Luis a su hermano con la mayor cordialidad:

En cualquier profesión manual o intelectual, no existe límite, ni el fin.

Todo evoluciona tan rápido que si no sigues el ritmo de normas y técnicas te quedas desfasado. En todas las profesiones existen mediocres por su propia culpa, teniendo un alto nivel intelectual, su esfuerzo de superación es nulo. La mayoría de las veces, se apoltronan en el puesto de trabajo esperando se las traigan todas. Buscan la vida fácil pasando el resto de sus días quejándose de su mala suerte pero sin hacer nada para remediarlo. Ramón —continúa Luis, nos falta ilusión por el trabajo. El trajo, no es un castigo divino como nos han dicho, es un bien necesario. Hay muchísimas razones para quererlo y una sola para rechazarlo: si es forzado. No debemos ser esclavos del trabajo, trabajar para vivir, y no vivir para trabajar. Cuando la esclavitud sea eliminada de la faz de la Tierra, entonces recibiremos pequeñas dosis de felicidad, digo pequeñas dosis porque lo bueno es mejor, poco a

140 poco, para que dure. El trabajo debiera servir para dignificar a la humanidad, no como herramienta de humillación.

Luis se sentía a gusto con su hermano y Ramón estaba encantado escuchándolo. Dijo Luis a Ramón:

A lo largo de mis cuarenta años de edad, la he basado en el trabajo físico e intelectual, con tanta ilusión que no he sentido ningún decaimiento, experimento ilusión y ganas por continuar. Tú lo estarás comprobando en la fábrica de muebles, ¿se emplea el mismo sistema ahora que hace veinte años?

El tema de conversación a Ramón no le desagradaba, no le parecía mal dialogar sobre bienestar, dignidad en el trabajo, ni nada por el estilo. Pero, tenía un presentimiento relacionado con Luis que hacía un tiempo quería hablarlo. Le preocupaba la soltería de Luis, se le antojaba muy larga, empezaba a sospechar…., no se veía bien las solterías prolongadas. Ramón no dudaba de su hermano, se lo habría dicho y más, con los antecedentes de Rafael. Luis se lo aclaró con detenimiento:

Escucha, Ramón, no me molesta, estaba esperando semejante observación, formamos parte de una sociedad de prejuicios. Nosotros no íbamos a ser una excepción. Puedes estar tranquilo, no soy

141 un sarasa. Y, no me caso, porque así lo he decidido, me parece tan normal, casarme como permanecer soltero. Comprendo que hemos recibido una educación de normas generales comunes, yo la tradición y me marco mi propio camino. Quiero obedecer las leyes que benefician al conjunto de los ciudadanos. Pero quiero que respeten mi propia personalidad, poder elegir mi vida individual, en definitiva quiero ser persona y no una máquina. Sí Ramón, mi soltería es una protesta de rebeldía, quiero ser yo y revolcarme en mi miseria y no en miserias impuestas.

Los hermanos, aún después de casados, continuaban comunicándose, intercambiando impresiones y diferentes puntos de vista, seguían abocados al entendimiento. La adversidad les hizo unirse más, buscaban fórmulas razonables de convivencia.

Sabemos que no nos dejarán en paz, encerrándose en posturas maniqueas.

Rafael vivía según ellos querían. Habían creado una familia sacrificando su personalidad y aún así lo criticaban, que si no fuera por ellos seguiría siendo un vicioso, como si la homosexualidad fuese un vicio.

Para Adela también tenían su correspondiente responso, majaderías como:

142 Es una embaucadora que se aprovecha de la ciudad para engañar al más pintado.

Argumentaban con satisfacción:

Si no se va del pueblo, Adela se queda para vestir santos.

En definitiva, la casa propia por barrer y empeñados en arreglar la ajena.

143 ABEL, EL HIJO MENOR

bel era una persona ensimismada y de pocas palabras, en contadas ocasiones opinaba de Aalgo, ninguno de los hermanos jamás supo lo que pensaba o quería. Su actitud era silenciosa, recluido en una constante apatía, dado muy poco al dialogo, no invitaba a la amistad, con una exagerada imagen tétrica. Cuando le dirigías la palabra, respondía con monosílabos y dejaba muy poco margen para entablar una conversación. Sin embargo, aún con esta característica personal no dio motivo de preocupación. Las relaciones familiares eran normales, cumplía en su trabajo y, hasta incluso, no parecía mantener malas relaciones, en general.

Cristina, la novia de Abel, lo entendía a la perfección y mantenía una relación sentimental agradable. Cristina era bella, llena de alegría, lozanía y espontaneidad, quizás por esa diferencia de caracteres congeniaban.

La casualidad quiso que ambos fueran foráneos. Cristina procedía de Galicia y él de Andalucía, habían llegado a Valencia a una edad muy temprana. Aquí en Valencia, donde la luz del sol parece brillar “más y mejor”, el perfume de los campos fértiles atrae al idilio amoroso de los errantes perdidos que al encontrarse en el cruce de caminos descubren que no están perdidos, sólo que se están buscando para unir sus destinos.

144

Un bálsamo sensual que envuelve los sentidos, fue lo que percibió Abel de Cristina, al instante de conocerse. En ella todo era suave dulzura, con inesperada ocasión para llenar el momento en dicha y placer. Cristina sorprendió a Abel por su ternura silenciosa, se la transmitía como un murmullo. Él estaba acostumbrado a expresar los sentimientos a gritos como si le salieran de las entrañas, empleaba la exageración y con Cristina le invadía una cierta confusión. Por otro lado, no le disgustaba, se sentía dueño absoluto del cariño de Cristina, le entraba suavemente por los sentidos, sin ahogamiento, apoderándose todo su cuerpo de una placentera hilaridad. Por el carácter reprimido de Abel, expresaba sus sentimientos, nervioso como si le faltara tiempo, a pesar de todo a Cristina le gustaba esta condición era el quid de su dichosa relación.

El noviazgo no fue excesivamente largo.

Cuando empezaba a introducirse la silenciosa rueda neumática y, paulatinamente, los carros iban desapareciendo del casco urbano.

Abel y Cristina decidieron casarse, realizaron una boda mecanizada. Era la época del “Seat 600”, el coche de los ricos y los pobres, que daba infinitas alegrías a todos los españoles.

145 Serían las cuatro de la tarde cuando Cristina se acomodó en el Seat 600, Abel dio media vuelta a la llave de contacto y sonó el motor a cantos celestiales. Había empezado la era de las prisas y la competición. Abel cogido al volante se introducía triunfante en las serpenteantes carreteras, adornadas por paralelas hileras de árboles.

La máxima velocidad alcanzada en recta no sobrepasaba los ochenta kilómetros por hora, que acostumbrado al carro imaginaban una avión de propulsión a chorro. No faltó quien parodiara tan exagerada velocidad, quedando que iba “ha-cien- do” el ridículo. En todo caso, sólo con tiempo suficiente, no se llegaba tarde.

Cristina sentía morriña, soñaba con su tierra y pretendía enseñar a Abel hasta el último rincón. Abel quedó encantado con Galicia: el verde de sus campos rodeados de multitud de montañas ramificadas entre sí, creaban infinidad de laderas donde sobre los sotobosques imperaba un conjunto de arboleda conífera que , a pesar de la depresión realzaba una singular belleza.

Por otro lado el mar Cantábrico, a pesar de su bravía, tenía una gran generosidad y ofrecía unas rías donde lo más maravilloso era perderse para aparecer en cualquiera de sus afrodisíacas islas. El carácter de sus gentes es socarrón e irónico, costaba trabajo averiguar si empezaban o terminaban,

146 derrochando una sutil inteligencia, sin por ello, mermar la amabilidad hospitalaria.

La inolvidable luna de miel finalizó guardando un imborrable recuerdo, dada la frescura y humedad de la región emprendieron el regreso con viento fresco. El trote sereno del Seat 600 dio prueba de su gran utilidad e hizo imperar la normal seguridad.

Cristina, al igual que las demás, como por encanto y norma general, se quedó embarazada. La alegría de la casa se vio confortada con el nacimiento de una preciosa niña que llenó de satisfacción a la pareja.

La armonía de los recién casados se colmó tras el nacimiento de la niña, pero Cristina se sentía extrañada con la reacción de los padres de Abel, la niña había cumplido ya tres años y sus padres seguían sin conocerla. La correspondencia con los padres era asidua, motivo que aún dejaba más desconcertada a Cristina.

Un día después de recibir carta de los suegros, Cristina preguntó:

Abel, ¿qué cuentan tus padres?

Abel como sobresaltado contesta:

147 ¡Nada!, que están bien —cerrándose en un absoluto silencio.

Cristina prosigue:

¿No te parece que debíamos ir para visitarlos y que conocieran a la niña y yo a tu pueblo?

Ya, lo que pasa es que mi pueblo tiene tan pocas cosas que ver que te resultará aburrido.

¡Va, Abel! Que parece mentira que hables así, tu familia no conoce a la niña, yo no conozco tu pueblo y me respondes que voy aburrirme. Me da la impresión que algo escondes, así que aclárate y habla claro que el solapamiento que empleas no es correcto.

Cristina te diré la verdad. No quiero ir a mi pueblo porque me avergüenza que conozcas donde he nacido, después de vivir en esta hermosa ciudad donde no falta de nada, las carencias de mi pueblo me deprimen.

Cristina, por un momento, fue la que se avergonzó de su marido y lo consideró un niño. Con ternura y amor le dijo:

Abel, tu complejo está lleno de temores absurdos, te priva de la realidad, te atrofia el entendimiento racional y rompe cualquier posible

148 solución del problema. Cuando tu situación personal tendría que ser de orgullo y no de mezquindad. Si desciendes de un pueblo humilde y eres pobre económicamente, no te conviertas en mezquino, de eso sí tienes que avergonzarte. Cuando te conocí me hablabas: “en mi pueblo aprendí las primeras palabras, me enseñó a andar, correr por sus campos percibiendo el aire perfumado de su fértil naturaleza”. ¿Eso para ti no significa nada? No… Abel, son tus raíces, no debes renunciar a ellas, has de llevarlas como un talismán que te infunda superación, orgullo y poder. Nada de vergüenza. Piensa que nunca se ha escrito nada de ningún cobarde, qué más satisfacción puede tener cualquier persona que de la nada viva teniendo cubiertas sus necedades. De los humildes proceden las grandes obras: “no vivas humillado, sí humilde”, lleva la humildad como virtud, no todos tienen esa suerte.

Abel no supo contestar pero se le notaba que había aprendido la lección. En ocasiones semejantes, se le amontonaban las ideas, trabucaban su pensamiento y le creaban un maremágnum de confusión, que le hacía optar por el absoluto silencio.

Cristina intuía que había conseguido su propósito: le había aclarado las ideas. No era suficiente con ser bueno y vivir sin maldad, se necesitaba algo esencial como es el reconocimiento del entorno. No resulta igual, vivir aislado en el

149 monte, como un ermitaño que en una ciudad inmerso con la gran sociedad.

Abel no tenía las cosas claras, necesitaba abrirse pero nadie le había orientado ni tampoco él se había preocupado. Su vida había sido de misántropo, viviendo en absoluto y aislado relajamiento donde pocas cosas le interesaban.

Cristina fue el modelo de valores que necesitaba, en vez de ser una carga consiguió ser el factor determinante que él esperaba. En el pensamiento de Abel se amontonaban infinidad de dudas, no tenía respuesta, brotaban algunas preguntas como. —“¿conmigo nadie cuenta?, ¿por qué tengo que preocuparme de los demás?, ¿o quizás sea al revés?, me comporto como un huraño, huyendo todos de mí, ¿por qué no intentan comprenderme? Mi timidez me priva de toda relación humana y creo ser rechazado. De todas maneras, me conviene cambiar, mis orígenes son abiertos y comunicativos”

Se estaba introduciendo en un mar de dudas, cuando Cristina le entregó una carta de sus padres. Abel la abrió, empezó a leer con la máxima excitación, se fue apaciguando a medida que comprobaba que no contenía reproche, sólo el puro interés paternal hacía un hijo. Metió, con sumo cuidado, la carta en el sobre y dijo a Cristina:

150 Falta un mes para tomar las vacaciones de verano en la empresa, será la espera más larga de mi vida, ¡qué tozudez!, no haberlo pensado antes.

Abel se encontraba sentado frente a Cristina, ella hizo como que le daba la espalda, pero se incorporó y dando media vuelta, lo estrechó con ternura entre sus brazos, a él de la emoción se le saltaron las lágrimas, mientras decía:

Tantos mis padres como tú tenéis merecimientos para avergonzaros de mí que aunque sea por cortedad y falta de comunicación, la situación ha llegado a convertirse en desdeñable.

Pasó el tiempo y un cierto día sobre las ocho de la tarde, Abel llegó su casa. Cristina lo encontró más contento que en otras ocasiones.

Cristina ya podemos irnos a mi pueblo.

Dos horas antes de la hora acostumbrada para ir al trabajo sonó el estridente el reloj despertador, no les causó ningún sobresalto, lo esperaban con ilusión. La niña, al ruido, preguntó:

¿Mamá, ya nos vamos a casa de los abuelitos?

Si, cariño, ahora mismo salimos.

151 A Abel la pregunta de la niña le produjo rabia y alegría, se reprochaba interiormente, no haberlo antes.

Cuando los rayos del sol querían alumbrar el nuevo el nuevo día emprendieron la salida. Dado que era día de fiesta, la ciudad se encontraba desierta, sólo el personal de la limpieza se afanaba con tan poca destreza que a su paso empaparon por completo al “600”, los ocupantes se libraron del chaparrón, por encontrarse las ventanillas cerradas. El incidente no causó ninguna alteración, sólo el consabido susto que se solucionó con carcajadas y sonrisas.

Abandonaron la ciudad para introducirse en plena naturaleza. Percibían el suave y delicioso viento matinal con el perfume embriagador de sus campos, armonizando con tanta delicia, se escuchaba el rugir desafiante del motor del “600” que acortaba las distancias como un reactor.

Cuando desde la colina, Abel divisó su pueblo, su patria chica, le invadió un gran pesar por todo el cuerpo, se sentía mezquino por haberlo despreciado. Paulatinamente, aminoró la marcha, quería contemplar, lo que a distancia le parecía que brillaba más que el Sol. Se sumergió en la paz acompañada de calma y silencio que sólo podía proporcional su singular villa. Una enorme pancarta daba la bienvenida a los visitantes, por un instante, creyó que en particular se la daban a él

152

Las blancas paredes de sus casas, de puertas como palacios sobresalían amplias aceras que acababan en limpias calles adoquinadas, Abel le comentó a Cristina:

Me da la impresión…¿me habré confundido de pueblo?

La belleza y lozanía del pueblo, también había calado en sus gentes: niños alegres escolarizados, con sus parques de diversión; jóvenes y mayores cultivados. Las mujeres, en general, habían cambiado el moño por la melena, soltando el pelo al viento, en señal de libertad. Los hombres aunque parezca extraño, compartían en el vestir: los pantalones y los hechos con las mujeres.

Cuando llegó su hijo y nuera con la niña, Elvira y Andrés se encontraban en la “cueva de los recuerdos”, allí sentados barruntaban la presencia del hijo. Elvira le dijo a Andrés, hoy nos vamos antes a casa, me da la espina que vamos a tener visita. Efectivamente, junto a la puerta de la casa de sus padres, los vecinos como de costumbre se encontraban tomando el fresco. Abel, tras saludar, preguntó por ellos, los vecinos le informó que se habían ido a su paseo diario. Una de las vecinas le preguntó:

¿Tú, serás Abel, el hijo pequeño?

153 Sí… yo soy. Y aquí: mi mujer e hija.

Enseguida se levantaron y los abrazaron efusivamente.

Pero, ¿cómo estás Abel? Que te fuiste siendo un niño y vuelves hecho todo un hombre, casado con una belleza de mujer y una niña preciosa.

¡Ay, ay….! ¡qué alegría se van a llevar tus padres cuando os vean!

Pero, podéis entrar si queréis, ellos siempre se dejan la puerta abierta, aquí no hay ladrones.

Pasaron y se acomodaron en dos butacas que acompañaban a un amplio sofá. La niña estaba avisada, sus abuelos llegarían de un momento a otro, Abel la aleccionó para que en cuanto llegaran saliera corriendo a abrazarlos. Así ocurrió, se lanzó hacía ellos como si estuvieran viéndolos todos los días, los abuelos que ya habían sido informados por los vecinos, cogieron en volandas a la niña y, por un instante, pensaron comérsela a besos. El recibimiento y encuentro no pudo ser más emotivo.

Pero, ¿cómo no habéis avisado?, lo tendría todo dispuesto de haberlo sabido.

Elvira echó mano del adobo, el auxilio más recurrido cuando te pillan infraganti, Abel desde

154 que había llegado, no paraba de presentársele ocasiones de satisfacción: lomo, chorizos, morcillas y jamón, ¡qué deliciosos manjares!, con razón los guardaba en adobo. La sobremesa fue larga y amena, hablaron como se suele decir, de lo divino y lo humano. Abel, para su forma de ser, sorprendía no parando de hablar. Andrés pensaba: —“¡pero que mayor está mi niño, el pequeño, y nosotros Elvira que viejos nos estamos haciendo!

Ellos octogenarios, disfrutaban de una salud ideal, no se restringían en nada, sin conocer la existencia de ningún medicamento, estaban a prueba de bomba. Había muchos que se acaecía, quedándose a mitad de camino, pero los que salían con buena salud eran eternos. Lo mismo que siempre, con la particularidad, que los de ahora se sabe de lo que padecen y los de antes, por ignorancia, se culpaba “al miserere”.

A Elvira, no le cantó el gallo en la cama, se dirigía al corral silenciosa, su primer trabajo matinal empezaba por cuidar: gallinas, pavos, patos, conejos, cerdos y cabras; éstos dos últimos, Andrés los sacaba a pastorear. Dada la avanzada edad le aportaba buenos ratos de distracción y pingües beneficios: el comercio de leche y el suculento adobo.

El humeante café delató a Elvira. Cristina quiso saltar de la cama, pero Abel la amedrentó.

155 No Cristina, mi madre se molestará, ella disfruta preparándolo todo sola, nos dará la señal cuando lo tenga todo depositado encima de la mesa.

Elvira no tardó en correr las sillas con estruendo y otra serie de ruidos dando a entender que había llegado la hora de levantarse. Con exquisito gusto apareció sobre la mesa redonda, una deliciosa y repleta fuente de picatostes que les faltaba hablar para decir: “¡comedme”!, acompañando al sabroso y aromático café con leche.

La niña sorprendió a su madre y a sus abuelos comiendo picatostes. Cristina quedó asombrada. Cuando en casa, para tomar un sorbo de leche en ayunas le resultaba un penoso calvario.

Tras el desayuno decidieron pasear por el pueblo y sus alrededores, por el pueblo en redondo para no salirse. De esta forma, a Cristina le dio tiempo de saborear las engalanadas puertas, las ventanas y las entradas de los típicos patios andaluces, donde se deleitaba con el conjunto floral que como si se tratara de una serenata, alegraba el espíritu con el canto de jilgueros, ruiseñores, canarios y el loro cotorro.

Salieron al aire libre y tomaron un camino, donde fueron perseguidos por los perros que no cesaban de ladrar, los animales comprobando la

156 indiferencia dejaron de ladrar. Volvieron al pueblo y libres de los escandalosos intrusos continuaron su paseo. Se introdujeron en un camino rodeado de un gran olivar y casi sin percatarse se encontraron sumergidos a lo largo de una loma.

A Cristina, la impresión le hizo trasladarse a su tierra natal y cerrando los ojos, oía las gaviotas volar, sentía el olor a salitre, escuchaba el chocar de las olas en unas enormes rocas, salpicando el agua como si fuera real. Cristina alargó sus brazos y rodeó la cintura de Abel, reclinó la cabeza sobre su hombro y le susurró al oído:

¡Jamás pensé que existiera un océano tan inmenso y tú pudieras avergonzarte de él!

Era media mañana, cuando oyeron sonar las campanadas del reloj de la iglesia, con la debida atención contaron doce, en ese instante, se encaminaron a casa de Luisa. Cuando Ambrosio y Luisa los vieron llegar, mostraron que estaban esperándolos, y se fundieron tos en un abrazo.

Luisa no ahorró mimos y elogios para su sobrina. Tenía a sus hijos casaderos y añoraba con ilusión un nieto. Por eso, al abrazar a su sobrina sentía doble emoción.

Bueno, sentaros, hablemos, me da mucha alegría veros.

157 Ambrosio dispuso que las mujeres se quedaran en casa hablando y preparando la comida y ellos, para no molestar, se irían al bar. Ambrosio, Abel, Andrés y los nietos se despidieron y fueron con dirección al bar. Se sentaron alrededor de una y fueron atendidos de inmediato. Les sirvieron unos vinos con sus correspondientes aperitivos. Con toda cordialidad, entablaron una amena conversación que derivó en algo esencial y socialmente aprobado: discutir del fútbol. Ambrosio era un entusiasta forofo de dicho deporte.

Sin embargo, como el fútbol da para todo, hasta incluso, se puede afirmar que no te gusta, sin que nadie moleste. La afición es tolerante: “deporte de masas y mentes abiertas, con gritos e insultos te acogen con las puertas abiertas”.

Ambrosio que, en cualquier otra discrepancia, se hubiese molestado, aquí respondió con toda normalidad.

A mí me gusta, pero al campo no voy —dijo Ambrosio. Ahora, que por la radio no me pierdo ni uno. En algo tienes que matar el tiempo, digo yo, mientras estás pensando en fútbol no piensas en otras cosas malas. Buen, repitamos otra ronda.

Sirvieron con gusto otros vinos y apuraron hasta las catorce treinta horas. Se acomodaron de nuevo en casa haciendo gala de buen apetito. Luisa les preparó “conejo a la campesina” y los dejó

158 satisfechos y contentos. Cristina era la última en llegar al seno de la familia y disfrutaba en ella. No existía mucha diferencia con la suya, aunque los orígenes y caracteres fueran diferentes, las inquietudes eran iguales.

Familias diferentes, con un fin sin imposiciones, buscando el entendimiento, tienen la concordia asegurada.

Cristina pensó. —“¡qué suerte vivir entre familias donde los instintos de maldad están dormidos!, siguen guardados como defensa necesaria para emplearlos en caso de imperiosa necesidad”.

159 REBELDES EN SOLTERÍA

omo un día de fiesta cualquiera, los rayos de Csol penetraron a través de los ventanales hasta el centro del comedor. Recién salido del baño, le gustaba a Luis percibir el sol sobre su cabello húmedo, mientras degustaba el desayuno. Relajado, dejaba pasar el tiempo, disponía de tres horas para la ansiada cita.

En idénticas circunstancias se encontraba Olga, la mujer con la que se había citado. En el instante que Luis tomaba el desayuno, ella se encontraba sumergida en el agua perfumada del baño, así cubierta de espuma, Olga mantenía el pensamiento en Luis, se sentía nerviosa, le asustaba cometer la torpeza de enamorarse.

Estos rebeldes solterones amaban por encima de todo la independencia personal. Olga, al igual que Luis, no quería formar lazos sentimentales, se conocían desde los años de la universidad, hacían mucho que terminaron y no habían vuelto a verse. Ella sin saber el porqué sentía un algo especial por él, ambos se relacionaron esporádicamente con otras parejas, acabando en un hermoso romance sin consecuencias. Ahora más maduros, les hacía ilusión recordar el pasado. Lo que más le preocupaba a Olga era romper su independencia que tanta felicidad le aportaba. Cuando terminaron los estudios en Derecho. Luis se estableció en un

160 despacho propio. Ella preparó unas oposiciones para la administración pública y consiguió plaza. Ambos en la universidad, cuando se cruzaban por los pasillos, sentían una campanilla especial, pero sin llegar a sintonizar. Ahora, el azar creía haberlos unido.

Olga no se dejaba amedrentar, de carácter recio rompía reglas de conducta, no eligió la vida bohemia por vocación, al contrario, le hubiese gustado casarse. Pero, no tenía la seguridad de encontrar plenitud en el hogar, siempre le importó mucho su estima y, algo más perderla. Pensaba que se vería coaccionada en sus derechos esenciales, atropellando su dignidad de mujer y de persona.

Olga consiguió sin oposición el título de “solterona rebelde”. Tenía preocupación por perder su modus vivendi que, en principio, tantas satisfacciones le estaba aportando y optó por no depender de nadie.

Olga no aireaba su soltería, casi con nadie. La vida liberal no siempre resulta bien vista y aceptada, por lo tanto, era mejor vivirla en el anonimato. Nunca resultaba agradable causar animadversión y más en una sociedad estricta.

Luis, pausadamente, paseaba de un lado a otro por la calle Roger de Lauria, merodeaba próximo a la Cafetería Balanzá, según su reloj faltaba diez minutos. Olga se dirigía al encuentro

161 por la calle lindante de Marqués de Sotelo y se toparon de frente, como aún no había llegado la costumbre del beso, se dieron afectuosamente la mano, Entraron en la cafetería, Luis gentilmente le ofreció asiento, cogiendo la silla por el respaldo, ella se lo agradeció con una simpática y tierna sonrisa.

La presencia del camarero fue inmediata y solicitaron vermú para los dos, mientras esperaban se miraban con disimulo, rompió la monotonía la llegada del licor que el camarero depositó encima de la mesa. Tras el aperitivo, disponían de un restaurante próximo que no dudaron en visitar, habían decidido pasar una velada completa: comida de restaurante, teatro o cine y después Dios diría.

Optaron por el teatro donde pasaron un rato relajado de entretenimiento con una comedia de humor. Cuando salieron, serían las veinte horas, daba gusto pasear con una temperatura de veinte grados, unieron sus manos y así, como sin rumbo fijo no mencionaban palabra, parecía como si hubiera hecho una apuesta para ver quien empezaba primero. Se sentían a gusto juntos, rozándose intencionadamente y apretando con suavidad sus manos.

Así, como una pareja de quinceañeros cuando ya no cumplirían los cuarenta, pensaban en silencio: “¡qué bonita es la eterna juventud!

162 Olga —le propuso Luis ¿por qué no nos vamos a cenar?

Ella aceptó encantada. Eligieron el lugar más recoleto del comedor, donde la intimidad no pudiera ser invadida. Se entrecruzaron distraídamente miradas fugaces, la atracción que cualquier pareja desde el primer momento habría buscado, ellos la repelían, sentían recelo, no se conocían bastante y se apreciaban lo suficiente como para no querer comprometerse. Olga sentía un cariño tan sincero hacía Luis que tenía miedo que se rompiera la amistad cayendo en la voluptuosidad que con otros no le importaba.

Se preguntaba Olga: —“¿sabrá comprender que lo deseo, sin instinto carnal, sólo con amor puro, ¿sabrá intuir que estando los dos libres, ninguna acción tiene porqué retenernos guardando fidelidad?”.

Por otro lado, Luis esteba lleno de confusión, jamás se había sentido tan contrariado con una mujer, pensaba: —“cuando la miro todo mi cuerpo se estremece, me inspira respeto, sin ninguna pasión, ¿será capaz de entenderme, hablándole de mis sentimientos?”.

Olga, hablemos…

Luis, quisiera…

163 Los dos rompieron el silencio al unísono, en ese instante sonaron dos carcajadas, terminaron diciendo.

Tú primero.

Quería decirte Luis, sólo tú me haces tomar la vida en serio —prosigue— a mi entender llevo una vida normal y ordenada, sin implicar a nadie. Sin embargo, para la época resulta de lujuria y desenfreno. Yo, por otro lado, no creo que por el hecho de ser mujer, me tenga que diferenciar, tengo los mismos sentimientos de cualquier ser humano, sin diferenciación de sexo. No me convence para nada la situación en que queda la mujer en el matrimonio, motivo por lo que no renuncio a mi libertad y opto por la soltería. Quizás tú me considerarás una egoísta empedernida donde mi única obsesión sea vivir un mundo aparte.

Todo lo contrario Olga, después de escuchar tus razones y razonamientos, para nada estoy en desacuerdo. En mis años de seminarista pude comprobar que a la mujer la tenían considerada como único mal insalvable. No dudo que se pueda adoptar posturas similares a la tuya, se pone en duda los derechos de la mujer y no sus obligaciones. Pongamos un ejemplo: la mujer es predestinada para madre, y educadora de sus hijos. Sin embargo, los mismos que le asignan su papel educador le niegan el derecho a pensar quedando sujeta a la voluntad del hombre sin ninguna

164 posibilidad de instruirse, etcétera, etcétera. Tienen la educación pedagógica que le ha ofrecido la experiencia de la vida, ponen en duda su intelecto. Mira Olga, me siento orgulloso de ti, mujeres así hacen falta y, sobre todo, hombres que las apoyen.

Se unieron con los lazos sinceros del amor, no necesitaban papeles que acreditaran la obligación de vivir eternamente en el desamor.

165 EL MÉDICO

uchos años había vivido Andrés sin Mnecesidad de visitar al médico. Don Bernardo dado su avanzada edad cuando se jubiló, se despidió de Andrés diciéndole:

Andrés te felicito por tu salud de hierro, pero con personas como tú se perdería la profesión. Cuarenta años pasando consulta y jamás me has honrado con tu presencia.

Otros tantos aguantó sin visitar al sustituto, pero como no hay persona que se resista a la enfermedad, aunque tarde, Andrés no se libró. Su primer síntoma fue la falta de apetito, causa que jamás en su larga vida había padecido, nunca dejaba de comer por no poder más, únicamente al considerar, que ya tenía bastante. No fue persona glotona, pensaba que la glotonería era enfermedad y la causa de muchas enfermedades.

Cuando don Emilio, el sustituto de don Bernardo, reconoció a Andrés no descubrió nada de importancia, pero sí lo normal para una edad de noventa años, le aconsejó cambiara de hábitos dietéticos y, posiblemente, volvería su apetencia.

Elvira estaba presente y apoyó al médico diciendo:

166 Doctor, ya se lo estoy diciendo, debiera comer alimentos digestivos que nuestros cuerpos no son como los de los jóvenes.

Don Emilio con una mirada acompañada de sonrisa le dio una palmadita en la espalda.

Sí, Andrés haga caso a su mujer y ya verá como recupera su insaciable apetito de juventud.

Andrés salió de la consulta médica, animado y contento, pensando para sus adentros: — “si llevan razón, nunca me he privado de nada con este saque que tengo, tiene más vergüenza mi organismo que mi proceder. A ver si me he pasado la vida pidiendo cordura a los demás y yo conmigo ninguna”. Le dijo a su mujer:

Elvira, a partir de ahora quiero cambiar de receta culinaria, no sea que me impongan la receta farmacéutica.

Si Andrés, debemos cuidarnos sin recomendaciones ajenas que ya somos mayorcitos y nuestras edades no perdonan los abusos.

El cambio de hábitos mejoró el estado de Andrés, pero no con plenitud, tenía un no se qué, que le preocupaba. Decía:

Tengo un cuerpo sin gracia, con lo gracioso que siempre lo he tenido.

167

Dejó de pensar e intentó adaptarse al nuevo estado de salud, no rompiendo su actividad y haciendo las mismas cosas de antaño. Fue un bálsamo eficaz, preocuparse sólo lo justo del problema.

Así, con sus noventas años salía despuntando el día a pastorear los animales, disponía de una piara de cerdos, los sacaba al campo donde los animales se esparcían a sus anchas. Se revolcaban en las charcas y con el hocico profundizaban en la tierra, descubrían las raíces de grama que tanto les gustaban. A la hora del medio día, cuando quería empezar el sol a calentar, Andrés regresaba refugiando a los animales a la sombra. Así, él tranquilamente hacía la comida en compañía de su mujer y acto seguido su siesta acostumbrada.

La tarde estaba reservada para su metódico paseo, aunque los últimos años lo hacía en compañía de media docena de cabras.

En aquel remanso de paz que ellos durante tantos años habían frecuentado, no perdieron sus hábitos anteriores. Ahora, el berrear y el cencerreo de los animales, les permitían mantenerse tranquilos, sabiendo que aún cerrando los ojos melosamente, no había peligro de ningún extravío.

168 Cuando se encontraban en un absoluto silencio y sólo oían el sonido de la respiración, parecía como sí el universo los hubiera abandonado y, sin querer, volaran para introducirse dentro. Así, ahora con el ruido cansino de los animales, más que molestarles le servía de compañía.

Allí, sentados en sus dos piedras brillantes, no buscaban compañía, confortaba sentir la existencia de otro vivir, ausente de su mundo, sabiendo su palpitar, era suficiente para saber que en la soledad existía y daba compañía.

Aquel día, Andrés sentía una melancolía, hacía fuerzas de flaqueza para no transmitir a Elvira su depresiva situación. Él siempre tan entusiasta, auguraba una confusa situación que no podía descifrar. Elvira se percató del ánimo perdido de Andrés, no creía conveniente dárselo a entender y buscó banalidades para infundirle distracción.

Las cabras aunaban berreos con tanto escándalo que se hacía insoportable el delicioso lugar. Se anticipó el regreso, hasta los animales barruntaban que Andrés no se encontraba bien. Esa noche se le cerró la boca acostándose sin cenar. Elvira le ofreció de todo pero él no consintió ni que avisara al médico. Le confesó que no era nada y por una noche sin cenar no le pasaría nada.

Sin embargo, la noche fue siniestra. Andrés deliraba reclamando la presencia de sus hijos y

169 nietos. Elvira por no dejarlo solo recurrió a una vecina para que avisara a su Luisa que no tardó ni quince segundos en acudir con el marido e hijos. Andrés al verlos parecía que se tranquilizaba, alargó las manos y se refugió con ellos, así se calmó la agitada respiración. Reclamó la presencia de su mujer:

Elvira, ¿por qué no vienen los demás? Avisa que vengan todos.

Cálmate Andrés, viene de camino, ¡ya sabes que viven muy lejos!

Elvira también avisó al médico. Don Emilio viendo el estado de ansiedad le administro un calmante que paulatinamente lo fue tranquilizando.

Próximo a las dieciocho horas del día siguiente de la fatídica noche, llegaron los hijos y nietos de la ciudad. Se encontraba algo relajado bajo los efectos de los sedantes. Entró Elvira a la habitación, ellos esperaron fuera.

¿Cómo te encuentras?

Andrés con los ojos entornados, respondió:

Un poco mejor, ¿han venido ya nuestros hijos?

170 Eso quería decirte, ya están aquí, esperando para verte, ¿quieres que entren todos de golpe o uno a uno?

Andrés con la sensatez que lo caracterizaba dijo:

Pienso que dado mi estado, mejor por familias.

Entraron en primer lugar, Ramón y Amparo con sus hijos. Los besó con avaricia, mientras les pedía que se mantuvieran al rededor de la cama. De este modo, se rodeó de sus hijos y nueve nietos. Andrés con la salud deteriorada y sin y sin haber sufrido ninguna merma a lo largo de su vida, pensó que la primera sería la última. Los miró a todos con una suave sonrisa.

¡Qué agradable sentirse con todos rodeado como toda la vida os he tenido! Me alegra veros, no es despedida final, es ayuda que me traéis para seguir viviendo. No, no me estoy muriendo, aún me tendréis más tiempo entre vosotros.

Andrés sabía que no decía la verdad, su vida estaba colgando de un hilo a punto de romperse, pero quería transmitir esperanza, aunque fuera falsa, estaba convencido que en el último trance era necesaria.

171 Los hijos le sonrieron con satisfacción, inclinaron sus cuerpos como queriendo abrazarlo y notaron como cerraba los ojos.

Luis habló en nombre de todos:

Padre, salimos, te dejamos descansar.

Sí hijos míos, id tranquilos.

Bien, por la presencia de los hijos o porque no le tocaba, pero Andrés se animó y mejoró, su estómago comenzó a admitir los alimentos y combatió la causa del mal.

Andrés se equivocó, aún no le había llegado su hora, no resulta fácil averiguar el fin.

“Hasta los médicos suelen errar en sus pronósticos”.

172 VOLUNTAD PROPIA

pesar de todo, no actuaba por voluntad A propia, vivía con la vida impuesta, sometido estrictamente a las voluntades ajenas. Su situación le producía grandes contrariedades y conflictos personales que le llevaban a la desesperación. Sólo le retenía una preciosa niña, “su hija”, fruto de la exigencia de las circunstancias imperantes en la época. La presión social ejercida en los años de su juventud, equivocaron la existencia de su vida. Se sentía solo, engañado y marginado de su propia sociedad y, sin embargo, se culpaba de sus circunstancias. Razonaba: —“¡qué puedo hacer con mi vida, dependiendo de mi mujer e hija?”.

Su esposa se encontraba feliz en su matrimonio y la hija dichosa con el padre que le había tocado. Rafael compartía la dicha y felicidad con ambas, el cariño hacia ellas era de absoluta entrega. Sin embargo, su instinto sexual le atormentaba, se refugiaba con su mujer e hija queriendo superar la prueba, pero cada vez le resultaba más insoportable. No había coincidido con su compañero desde la ruptura, pero últimamente no conseguía apartarlo de su pensamiento. Pensaba: —“mi mujer e hija no se merecen ningún daño, sería ruin y mezquino producirles perjuicio con el abandono, si abandonara a mi familia por un hombre, nadie me perdonaría y lo que es más no lo entendería, no

173 llegarían a pensar, ni por asomo, que mi situación ha sido el fruto de la intransigencia social”.

Las acciones, modo de hablar y aspecto de Rafael daban el pego, era los más normales admitidos. Nadie sospechó de su afeminamiento a excepción de su familia. Su lucha interior le dificultaba la vida, no comprendía que le pasaba era como un poder superior que le obligaba y le provocaba actitudes contrarias a las deseadas.

Rosalía estaba inocente de la situación, él en alguna ocasión pensó en sincerarse, pero no lo creía conveniente, sólo como último recurso. Había accedido al matrimonio por voluntad propia y ahora tenía que ser consecuente y responsable.

Se sentía marginal, pero eso no le autorizaba para crear dos víctimas más. Tampoco podía enfrentarse a la sociedad para pedirle responsabilidades. Él sólo era culpable, en su momento, tenía que haberse enfrentado para defender su tendencia sexual, pero las circunstancias obligan y era víctima de una sociedad intransigente y dogmática con una conducta moral sectaria. Víctima de sus propios errores, tenía que ser valiente y afrontarlos ya que no supo defenderlos por cobardía.

Recordaba las palabras de Ramón y Luis: —“¡Tú, Rafael y solo tú, tienes que decidir tu forma de vida”.

174

Ahora pasado el tiempo descubría la doble experiencia.

Primero. Con su compañero, una vida espontánea y sin esfuerzo de adaptación, actuando con libertad y sin fingir, no sentía haber perdido su identidad, aumentando su autoestima, le llenaba la vida de ilusión y esperanza.

Segundo: con Rosalía, arreglo convencional mezcla de paz y desasosiego, que soportaba gracias a su preciosa hija. Se sentía otra persona, intentaba sentirse a gusto y no lo conseguía. Ella, con su cariño y bondad remediaba su soledad interna, pero su pensamiento vivía con él, experimentando un vacío difícil de explicar.

Gracias a los puntos donde apoyase pudo salir adelante.

Primero: unos padres tolerantes y consecuentes que siempre quisieron el bien para sus hijos por encima de todo, dando consejos sin imposiciones, esperando que ellos mismos aprendiesen de sus propios errores.

Segundo: hermanos solidarios y afectuosos guiados por el bien común. La tolerancia y el amparo recibidos durante toda su vida, le motivaron para no romper el matrimonio y sacrificar su identidad en beneficio de su familia.

175 RECUERDOS DEL PASADO

ndrés necesitó el zarpazo de la A enfermedad para conocer el verdadero significado existencial, esa suerte aparente le creó un vacío que ahora en la vejez le atormentaba. Estaba viviendo su época nonagenaria y cuando debiera tener casi todo superado, le invadía la reminiscencia del pasado.

Era un domingo del mes de mayo, salieron Andrés y Elvira juntos de casa, se dirigían a misa de doce. Pero, Andrés en el último momento decidió irse sólo a plena naturaleza, Elvira se fue sola a misa Andrés se despidió en la puerta de la iglesia.

Se encaminó a su lugar preferido, llamándole la atención un ribazo que servía de separación con la tierra calma. Buscó asiento y levantando su vista por encima del olivar, la trasladó al infinito horizonte. Se quedó extasiado recordando el país Andino, se centró en la vasta cordillera de los Andes, contemplaba la Montaña de la Aconcagua, aquí le dijeron sus hermanos que se forma la gran altiplanicie llamada Puna de atacama. Le sorprendió a Andrés que esta volcánica cordillera de enormes montañas se sumergiera en el mar y apareciera de nuevo como isla, los “Andes Antárticos”. Esta curiosidad de los Andes contada por sus hermanos, la mantenía en su mente como recuerdo de familia. Sumergido en los recuerdos,

176 pensaba tristemente que igual que la lava del volcán se esparce por los campos, sus hermanos fueron sepultados en aquellas tierras tan lejanas.

Echaba de menos a Elvira, regresó a casa, Elvira había oído misa y se encontraba preparando la comida. Le sorprendió que Andrés volviera tan pronto del paseo, solía hacer largos paseos campestres.

¿Qué pronto has vuelto? —preguntó Elvira.

Me he cansado de pensar solo y ahora quiero hacerlo contigo — contestó Andrés—. He recuperado la salud, pero sin saber porqué tengo insistentemente el recuerdo de mis hermanos, aún sabiendo que hace tiempo que dejaron de de existir. Los veo y los recuerdo en los años de mi juventud que fue la época en que se marcharon América, ¡con que ilusión nos hablaban de aquellas tierras: la Patagonia y la Pampa!, nos explicaban que trabajaban de gauchos en una producción agropecuaria, igual que yo pero ellos en Argentina. Tú, Elvira, ¿entiendes que tengan necesidad de desplazarse tan lejos y dejar a la familia para ocuparse de otras tierras que aquí por desidia de sus dueños están abandonadas?

No, Andrés, no lo entiendo, eso ya lo hemos hablado repetidas veces. Aquí en España, si estuviera bien administrada no habría necesidad de abandonarla por el hambre traicionera. Sería

177 maravilloso desplazarse, por lo que representa el intercambio cultural que tanto enriquece a las sociedades, ¿qué enriquecimiento representa vivir en un país por la fuerza del hambre? Sí, Andrés, con razón es hora que olvides pensamientos que aunque puros son inhallables. Pienso Andrés que contigo se cumple el refrán: genio y figura hasta la sepultura, ¿no crees que con tus noventas años lo que necesitas es paz y tranquilidad?

¿Cómo se puede olvidar, Elvira, viviendo en la adversidad? Tú, sabes Elvira que tengo once hermanos y he vivido toda la vida separados de ellos, ¿qué satisfacción aporta la multiplicación familiar?, si por imperiosa necesidad vives separado de ella. Comprendo, Elvira, que soy como los pepinos, que nos repiten. ¿te dije en una ocasión que oí decir a un estadista de cierto gobierno: — “gobernar es poblar”. ¡Comprendes como no me puedo resignar! Se excita a la sociedad con la proliferación demográfica, sin importarles la subsistencia, nos consideran de clase inferior y nos privan de la dignidad humana para servir al privilegiado pudiente, negándonos la oportunidad de elegir nuestro propio destino.

Elvira guardó silencio, aún comprendiendo a su marido, debía quitar importancia para no crear más pesadumbre. Ella guardaba en silencio las mismas preocupaciones pero no podía vivir en las calamidades del pasado, ambos habían vivido infinidad de penalidades. Ahora que eran dos

178 ancianos tenían que valorar el presente, simbolizando el pasado que, a pesar de todo, había servido para que sus hijos vivieran mejor.

Recapacitaba Elvira:

Nacimos a finales del siglo XIX, nos encontramos a dos décadas para finalizar el XX, nuestras penurias no han caído en saco roto, la actual sociedad no tiene ni comparación con la nuestra. Viven mejor y con grandes expectativas de progreso.

Tras el monótono diálogo de Andrés, se sumergieron en un profundo silencio siendo alertados por el metódico cartero que casi a diario y a la misma hora les traía noticias de sus hijos.

Los hijos, en esta ocasión, les ofrecían pasar una temporada con ellos en la ciudad. A los hijos, sin darlo a entender, les preocupaba la estancia de sus padres en el pueblo dada su avanzada edad, la asistencia sanitaria del pueblo no les ofrecía confianza. A los padres les gustaba la ciudad, como mera visita familiar pero como permanencia, no entraba en sus cálculos. No compartía la preocupación de los hijos y, más ahora, que eran tratados con cariño por sus convecinos.

Andrés contestó a sus hijos diciendo que sus edades no eran las adecuadas para desplazamientos,

179 se encontraban muy a gusto respirando el aire del pueblo.

“Nosotros sabemos que queréis lo mejor, vuestra compañía la echamos en falta y la ternura de los nietos, sin embargo, nos cuesta mucho esfuerzo dejar la paz y costumbres añejas del pueblo: el fresco de la esquina hablando con los vecinos, visitar la “cueva de nuestros recuerdos”…. Hijos: ¡qué bonito! A nuestras edades poseer la tranquilidad de mantenernos en nuestras propias raíces, no os extrañe que ofrezcamos resistencia para ser apartados de la tierra que nos vio nacer”.

180 ES PEOR EL REMEDIO QUE LA ENFERMEDAD.

afael había cumplido cincuenta y tres R años, con esta edad a cuestas la vida le empezaba a cambiar. Nunca se tienen las cosas claras, pero a él le había cambiado la visión de los problemas.

Es la experiencia la que proporciona personalidad y poder de decisión, los años rompen con el ímpetu juvenil y lo cambian por el asentamiento equilibrado personal. El tiempo ha cimentado y moldeado a las personas, las ha dotado de facultades psíquicas e intelectuales para poder discernir con mayor acierto las decisiones. Muchos, complicados y difíciles son los compromisos que cada cual va adquiriendo a lo largo de su vida; muchos son los errores que se cometen a lo largo de nuestra existencia, nos sirven de aprendizaje que aprovechamos. Sin embargo, a medida que vamos adquiriendo conocimientos, se comprende lo mucho que falta por saber. En estas circunstancias, se encuentran el conjunto de los seres humanos y, ellas nos acompañan para el resto de nuestras vidas.

Rafael se estaba rompiendo loe sesos, creía que su problema había prescrito, por antiguo. Estaba condenado a vivir con él por el resto de su vida.

181 Se viven épocas donde se dictan conductas y reglas eternas, sin ninguna posibilidad de rectificación. Sin embargo, la vida demuestra que el más sabio se equivoca y, no por ello, se ha de condenar.

A Rafael la duda le atormentaba, eran tantos los prejuicios que se sentía prejuiciado. Había pagado su equivocación, reprimía su diferencia sexual, dando cariño y fidelidad, pero no conseguía apartar de dentro de sí, un enorme regomeyo que le martirizaba, ya creía que había llegado el momento de sacar al exterior lo que durante años con tanto sigilo había llevado en sus entrañas.

La mayor esperanza la tenía depositada en sus hermanos, siempre había confiado en ellos y. por ellos optó, aunque en esta ocasión, pensaba que sólo concernía a su propia familia, mujer e hija.

No era la primera vez que se reunían, siempre tenían muchas cosas para contarse. La última fue para tomar decisiones sobre la situación de sus padres en el pueblo, ya era sabido que la venerable pareja se sentían felices y contentos en su pueblo.

Cuando Rafael terminó la versión de su situación sentimental, Ramón quedó sorprendido, pensaba que eso ya estaba superado con creces después de tantos años, con una hija encantadora metida en más de veinte años y una mujer de

182 condiciones inmejorables, no podía concebirlo. Ramón espontáneamente lleno de sorpresa, se expresó.

¡Pero hombre de Dios, ya estás de nuevo en las andadas, con tú edad complicándote la vida!

Ramón entendía que su hermano de joven tuviera problemas de identidad sexual, pero no a su cincuenta años. Consideraba que ese problema surgía como el acné y una vez pasada la juventud desaparecía sin dejar huellas. De igual manera, tampoco había concebido que personas mayores tuvieran necesidades sexuales, aunque esto ya había comprobado con sus sesenta años que estaba equivocado. Sin embargo, lo de su hermano lo consideraba diferente.

También era verdad que la mayoría de las personas pensaba que de mayores todo quedaba soldado. Por suerte para todos, se habían roto muchos tabúes creados por los salvadores del cuerpo y alma, que tanto daño habían causado.

Luis no pensaba igual, la sorpresa fue que tardara tanto. Ahora, le demostraba que su hermano era un hombre responsable, y no había querido herir la sensibilidad de su hija mientras fue pequeña. Le pidió que procurase que las cosas, en lo posible, no se rompiesen totalmente, Luis le decía que aunque la separación fuera irremediable,

183 pero dentro de lo posible debía crear una convivencia cordial, incluso en la distancia.

Rafael debes de pensar que antes perdonaría tu mujer, ser abandonada por otra que por un hombre. Desde esa base, sólo necesitas el doble de comprensión para ella sin esperar respuesta.

Estos problemas se han llevado en secreto por vergonzosos e inmorales, sólo han recibido apoyo incondicional de sus madres. Ellas eran y son las únicas comprensibles y consideradas y cuando han faltado, han debido sacrificar su vida en solitario por la repulsa.

Madres íntegras, sin fisuras, dispuestas a entregar toda su vida a sus hijos, hacen recaer toda su fuerza y dedicación en el más débil o necesitado, no importa que sea listo o tonto, ella lo quiere igual, le da más de lo que pida o pueda necesitar, está siempre en disposición para las necesidades del hijo, sean psíquicas, morales o de cualquier índole, sin sentirse avergonzada por prejuicios cerriles o pensamientos arcaicos. Ellas, en su mayoría, han sido las que han dado cariño y comprensión al desvalido.

Rafael piensa que te presentas a un problema sin ningún apoyo social. Tú puedes sentirte satisfecho, tu familia nunca te ha abandonado, eso tiene que llenarte de fuerzas para

184 salir adelante y valorar los pros y los contras. Como siempre, tienes la última palabra.

Rafael recapacitó sobre los consejos de Luis y la reacción de Ramón, tan contraria a la idea que tenía de él, Hizo examen de conciencia: — “mi tendencia sexual, la mayoría no la tienen clara, están lejos de la realidad; mi hermano Ramón la considera un desajuste emocional de juventud y considera que con la edad se arregla; la mayoría lo consideran como una degeneración humana y sólo una minoría la considera congénita y natural. Me enfrento al problema, llegando a considerar que es “peor el remedio que la enfermedad”.

¿Quién me asegura que mi mujer e hija van a comprenderme?, ¿se merece ser abandonadas para mi propia satisfacción personal?, ¿vale la pena el cariño real presente por la incógnita del futuro?

Tantas preguntas sin respuesta. La solución se la encomiendo a mi regomeyo, esa angustia que cada cual lleva dentro, que no puede compartir, sentimientos que hay que acostumbrarse a saber vivir con ellos.”

185 NOTA DEL AUTOR

e preguntaban cuando me faltaba poco para Mla jubilación. ¿Cuándo te jubiles en qué dedicarás el tiempo? Yo no lo tenía claro, tampoco quería caer en el tópico de escribir un libro. Para muestra un botón, tenía ya uno. El anterior me llenó de satisfacción, hubo más halagos de los que esperaba, supieron inyectarme la dosis necesaria para no morir en el intento y sirvió para darme ánimo y para seguir escribiendo.

Lo titulé: “La luz de mi silencio”, reflejé sentimientos similares al actual, siempre he creído que las gentes, con excepciones son buenas, sin embargo, también pienso que las hay ofuscadas, tienen buenos sentimientos e ideas, pero equivocados llegan a la obstinación ciega. Se anclan en el pasado sin evolucionar y consideran hasta en su propio perjuicio que nada debe cambiar, se martirizan y a todos cuantos están en su alrededor. Esas personas tienen en su interior un amargo regomeyo, que van esparciendo al conjunto de la sociedad. No hay quien se libre de algún regomeyo, cosa natural y necesaria, malo sería carecer de sentimientos sensoriales.

En el actual, titulado: “Nuestro regomeyo”, no he querido moralizar, pero sí reflejar actitudes del pasado, que hoy en el siglo XXI todavía persisten. Pasado el tiempo se crea el olvido en

186 muchas personas. Esa amnesia que resultaría normal por la edad, no lo es tanto cuando en realidad es fingida. Pienso que es bueno olvidar y perdonar, pero las atrocidades humanas hay que recordarlas para no repetirlas.

He querido crear una familia ficticia, residente en un pueblo imaginario, con algunas connotaciones relacionadas con nombres que me llamaron la atención en mi niñez. Nada ni nadie tiene que ver con la realidad. Pero, si esta familia imaginaria pudiera tener relación con cualquiera, no de España sino del mundo entero. Las miserias están esparcidas por todo el Globo Terrestre.

He querido una vez más recordar, pero, con la voz sencilla de los que padecen, infinidad de veces se han escrito relatos similares a éste, pero he preferido recordarlos. “La historia que se olvida estamos condenados a repetirla”.

Hablando de olvidar, no quiero pasar por alto la colaboración y apoyo de mi familia. En primer lugar, a mi mujer por su entusiasmo, quiero agradecer la confianza que ha depositado en mí, tanto en éste como en el anterior. Agradezco la gran paciencia que ha tenido, sabiendo infundir ánimo e ilusión con mi empeño. Estoy convencido que ha sido y sigue siendo la luz que alumbra el camino y aparta con delicadeza y cariño cuantos estorbos pudieran molestar. Por último, agradezco a mis hijas, el cariño que me dispensan,

187 ofreciéndome su apoyo moral y cultural, consiguiendo que el proyecto de mi pensamiento, se convierta en una feliz realidad.

188 ÍNDICE

1. Nota Bio-Bibliográfica………………...... 5 2. Resumen…………………………………7 3. Nuestro Regomeyo………………………8 4. Soñando con su Regomello……………..21 5. El Pueblo……………………………….24 6. La Familia esparcida……………………29 7. Lo mismo pero con matices…………….39 8. Del pueblo a la ciudad………………….42 9. La boda…………………………………52 10. Los preparativos nupciales……………..59 11. La luna de miel…………………………62 12. Intriga y curiosidad…………………….68 13. La cueva de los recuerdos…………….. 73 14. La visita………………………………...83 15. Espíritu de superación………………….90 16. Sacrificar su felicidad………………….96 17. Reflexión……………………………...104 18. Cambio de nido……………………….111 19. La paz del pueblo……………………..116 20. Donde dije digo, digo Diego………….124 21. Seguir la corriente…………………….132 22. Por fin…………………………………138 23. Abel, el hijo menor……………………144 24. Rebeldes en soltería…………………...160 25. El médico……………………………...166 26. Voluntad propia……………………….173 27. Recuerdo del pasado…………………..176 28. Es peor el remedio que la enfermedad..181 29. Nota del autor…………………………186

189

190