La Guerra Civil Española
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EVOLUCIÓN POLÍTICA REPUBLICANA 1936-37 Durante los primeros meses de la guerra, el gobierno de la República se vio desbordado por los partidos obreros y los sindicatos. Más tarde, cuando recobró la plenitud de su poder, tuvo que enfrentarse a una serie de graves conflictos políticos: ¿Giral o Largo Caballero?, ¿Largo Caballero o Prieto?, ¿Prieto o Negrín? Todos ellos tenían como telón de fondo una realidad, la creciente importancia del Partido Comunista, garante de la ayuda aportada por la Unión Soviética. A principios de septiembre de 1936 parecía que nada podía salvar a la República, había perdido gran parte de Andalucía y casi toda Extremadura a manos de los nacionales. Los restos del ejército regular, la guardia civil y la de asalto que seguían a su lado parecían desmoralizados. Y no sólo tenían problemas en la línea de fuego. El ministerio de Guerra todavía no tenía un verdadero Estado Mayor central. Las fuerzas catalanas y anarquistas que combatían en Aragón seguían sin tener ninguna relación con el gobierno de Madrid. Una profunda desconfianza impedía todo entendimiento entre comunistas y anarquistas. Además, el hecho de que los gobiernos británico y francés defendieran la no intervención era desmoralizador, no porque la República tuviera escasez de armas sino porque producía la impresión de que la República estaba aislada. En la capital este sombrío panorama impulsaba a la gente a apoyar a Largo Caballero que hablaba de la necesidad de un gobierno fuerte. Él y 1 sus seguidores ambicionaban un auténtico gobierno proletario. Pero también tenía rivales entre ellos Indalecio Prieto que se había opuesto a la idea de que Largo Caballero se hiciera con el gobierno porque creía posible influir en Inglaterra y Francia para que ayudaran a la República si mantenía un gobierno de clase media. Sin embargo diversos acontecimientos echaron por tierra las aspiraciones de Prieto de atraerse el apoyo de las potencias democráticas. El principal tuvo lugar en la cárcel Modelo de Madrid el 23 de agosto de 1936. Dicha cárcel albergó durante los primeros meses de la guerra civil a más de 3.000 prisioneros políticos considerados enemigos del Frente Popular. El 22 de agosto se produjo un incendio en uno de los pabellones del edificio siendo difícil precisar si fue espontáneo o provocado, según diversas versiones, por los presos políticos allí recluidos o por delincuentes comunes estimulados por milicianos de la CNT. Sea como fuere lo cierto es que el incidente se convirtió en pretexto para que el referido día 23 un grupo de milicianos se congregara ante el edificio y al tiempo que se conocían las noticias de la matanza de Badajoz decidieran tomarse la justicia por su mano. Con el pretexto de que se urdía una evasión procedieron a sacar a 40 presos políticos de sus celdas y a fusilarlos sin más en el patio y un día después a treinta más ante la impotencia de las fuerzas de orden público y los funcionarios de prisiones que huyeron. Entre los presos asesinados se contaban los ex ministros Rico Avello, Álvarez Valdés y Martínez de Velasco, Melquíades Álvarez, jefe del Partido Republicano Liberal Demócrata, el doctor Albiñana jefe del Partido Nacionalista, así como los falangistas Fernando Primo de Rivera y Julio Ruiz de Alda. Después de estos sucesos los dirigentes políticos republicanos estaban desolados, el jefe de gobierno Giral lloró y el presidente de la República Manuel Azaña deseó haber muerto también él. Para evitar nuevas matanzas arbitrarias el Ministerio de Justicia creó los tribunales populares destinados a cubrir el vacío del poder judicial. Los tribunales populares se componían de catorce delegados del Frente Popular y de la CNT. Sin embargo aunque las personas podían tener alguna forma de defenderse los falangistas eran casi siempre encontrados culpables y ejecutados y lo mismo ocurría con antiguos miembros o seguidores de la CEDA. El 4 de septiembre, Azaña se resignó a lo inevitable, aceptó la dimisión de Giral como jefe de gobierno y pidió a Largo Caballero que formara gobierno. Largo Caballero se negó a aceptar el cargo a menos que el Partido Comunista entrara en el gobierno. También invitó a los anarquistas aunque estos se negaron. No estaban dispuestos a abandonar su desprecio teórico hacia el poder gubernamental. Los comunistas en cambio si aceptaron por consiguiente, Jesús Hernández, director de "Mundo Obrero" pasó a ser ministro de Educación y Vicente Uribe de 2 Agricultura. Había seis socialistas en el gobierno, incluidos Prieto como ministro de Marina y del Aire y Álvarez del Vayo como ministro de Estado. El ministerio de la Gobernación fue para el incompetente Ángel Galarza y el de Hacienda para un socialista prietista, Juan Negrín. Completaban el gabinete republicano dos miembros de Izquierda Republicana, incluido Giral como ministro sin cartera, uno de Unión Republicana y uno de Esquerra. Este "gobierno de la victoria", como lo llamaron, fue el primer gobierno occidental en el que participaron comunistas. Su propósito era crear un gobierno fuerte dentro del marco de la legalidad republicana. A partir de entonces Largo Caballero hablaría mucho menos de la necesidad de la revolución y sí de movilización de todas las clases, incluida la burguesía, contra el enemigo. No cabía duda de que se estaba gestando una nueva autoridad estatal por lo que el 27 de septiembre los anarquistas aceptaron formalmente ingresar en el gobierno de la Generalitat catalana. Los anarquistas hablaban de "consejo de defensa regional" para que sus seguidores, que ya se sentían alarmados, no sacaran la impresión de que formaban parte de un auténtico gobierno. Pero de hecho significaba su fracaso en la tarea de sustituir al gobierno. Irónicamente, la entrada de los anarquistas en una posición de poder político supuso el principio del fin del anarquismo en España como fuerza política. También el POUM entró en el gobierno de la Generalitat representado por Andreu Nin y el PSUC con Joan Comorera. El Comité de Milicias Antifascistas, que actuó de fuerza motriz en las primeras semanas de la guerra fue disuelto el día 1 de octubre. Pero si las relaciones entre anarquistas, comunistas y nacionalistas catalanes por no hablar del POUM, eran malas, apenas sí existían contactos entre Barcelona y Madrid. La presencia del líder anarquista Durruti y otras columnas en el frente de Aragón hizo posible el establecimiento de una sociedad puramente libertaria. Ello resultaba inquietante para el gobierno central, el gobierno catalán, los comunistas y todos los sectores ajenos a la CNT o la FAI. Las colectividades anarquistas establecidas en Aragón crearon un "consejo de defensa" regional, compuesto por miembros de la CNT y presidido por Joaquín Ascaso. Tenía su sede en Fraga y desde allí ejercía el supremo poder sobre el Aragón revolucionario. Aquel otoño tuvo otras repercusiones políticas en el bando republicano como fue la reunión de las Cortes Españolas para aprobar el estatuto de autonomía vasco. José Antonio Aguirre abogó por que la nueva República Vasca (Euzkadi), de la que fue nombrado presidente, apoyara al gobierno de Madrid hasta derrotar al fascismo. Se formó un gobierno bajo el célebre árbol de Guernika. Formaban parte del gabinete cinco nacionalistas vascos así como tres socialistas, un comunista y un miembro de cada uno de los partidos republicanos. Este gobierno vasco sólo se pudo formar después de unas laboriosas negociaciones durante las cuales José Antonio Aguirre tuvo que convencer a Largo Caballero de que era una concesión necesaria para lograr que los vascos entraran en la guerra. 3 Entretanto el fragor de la batalla por Madrid estaba en su máximo apogeo y la proximidad entre Madrid y el frente de combate trajo consigo la confraternización de socialistas y anarquistas en Cataluña. El 22 de octubre zanjaron sus disputas en una declaración de objetivos comunes. Este decreto venía a ser la culminación del tema de las colectivizaciones. Más que dar libertad de acción a los anarquistas, los objetivos del decreto eran unificar y controlar el proceso de la producción. Pero la coordinación lograda en la práctica fue muy vaga. Tres meses después del estallido de la guerra en el bando republicano se introducían innovaciones tales en las que no podía evitarse la división y el derroche de recursos. La República y la Revolución eran empresas distintas. A principios de noviembre se creía que la capital estaba pérdida para la República y con ella la guerra. Las calles de la capital estaban llenas de refugiados y en estos momentos de crisis se reformó el gobierno para dar entrada en él a los anarquistas igual que había pasado en la Generalitat catalana hacía un mes. El destacado organizador anarcosindicalista Juan García Oliver pasó a ser ministro de Justicia, Juan Peiró, el treintista que en julio se había pronunciado contra el terror del principio de la guerra, fue nombrado ministro de Industria, Federica Montseny, una intelectual de Barcelona, en ministra de Sanidad y Juan López Sánchez se convirtió en ministro de Comercio. Los restantes ministerios permanecieron igual que antes. Azaña se opuso a la entrada de los anarquistas pero le fue imposible evitarlo. Al mismo tiempo que los anarquistas entraban a formar parte del gobierno, el Consejo de Aragón, anarcosindicalista, se trasladó a Caspe. En un futuro inmediato el Aragón republicano seguiría siendo anarquista pero ya se habían sembrado las simientes de su destrucción. En el invierno de 1936-1937 aunque se había detenido la ofensiva nacionalista sobre Madrid, la República sólo parecía un estado unido en las páginas de la prensa extranjera. La división era la característica de todos los partidos e instituciones. Los comunistas, que habían adquirido un gran prestigio como artífices del fracaso franquista en tomar Madrid eran el nuevo partido de ley y orden. Su actitud política basada en el sentido común y el prestigio de las armas rusas lo convertían en el partido ideal.