EVOLUCIÓN POLÍTICA REPUBLICANA 1936-37

Durante los primeros meses de la guerra, el gobierno de la República se vio desbordado por los partidos obreros y los sindicatos. Más tarde, cuando recobró la plenitud de su poder, tuvo que enfrentarse a una serie de graves conflictos políticos: ¿Giral o Largo Caballero?, ¿Largo Caballero o Prieto?, ¿Prieto o Negrín? Todos ellos tenían como telón de fondo una realidad, la creciente importancia del Partido Comunista, garante de la ayuda aportada por la Unión Soviética.

A principios de septiembre de 1936 parecía que nada podía salvar a la República, había perdido gran parte de Andalucía y casi toda Extremadura a manos de los nacionales. Los restos del ejército regular, la guardia civil y la de asalto que seguían a su lado parecían desmoralizados. Y no sólo tenían problemas en la línea de fuego. El ministerio de Guerra todavía no tenía un verdadero Estado Mayor central. Las fuerzas catalanas y anarquistas que combatían en Aragón seguían sin tener ninguna relación con el gobierno de . Una profunda desconfianza impedía todo entendimiento entre comunistas y anarquistas. Además, el hecho de que los gobiernos británico y francés defendieran la no intervención era desmoralizador, no porque la República tuviera escasez de armas sino porque producía la impresión de que la República estaba aislada. En la capital este sombrío panorama impulsaba a la gente a apoyar a Largo Caballero que hablaba de la necesidad de un gobierno fuerte. Él y

1 sus seguidores ambicionaban un auténtico gobierno proletario. Pero también tenía rivales entre ellos Indalecio Prieto que se había opuesto a la idea de que Largo Caballero se hiciera con el gobierno porque creía posible influir en Inglaterra y Francia para que ayudaran a la República si mantenía un gobierno de clase media.

Sin embargo diversos acontecimientos echaron por tierra las aspiraciones de Prieto de atraerse el apoyo de las potencias democráticas. El principal tuvo lugar en la cárcel Modelo de Madrid el 23 de agosto de 1936. Dicha cárcel albergó durante los primeros meses de la guerra civil a más de 3.000 prisioneros políticos considerados enemigos del Frente Popular. El 22 de agosto se produjo un incendio en uno de los pabellones del edificio siendo difícil precisar si fue espontáneo o provocado, según diversas versiones, por los presos políticos allí recluidos o por delincuentes comunes estimulados por milicianos de la CNT. Sea como fuere lo cierto es que el incidente se convirtió en pretexto para que el referido día 23 un grupo de milicianos se congregara ante el edificio y al tiempo que se conocían las noticias de la matanza de Badajoz decidieran tomarse la justicia por su mano. Con el pretexto de que se urdía una evasión procedieron a sacar a 40 presos políticos de sus celdas y a fusilarlos sin más en el patio y un día después a treinta más ante la impotencia de las fuerzas de orden público y los funcionarios de prisiones que huyeron. Entre los presos asesinados se contaban los ex ministros Rico Avello, Álvarez Valdés y Martínez de Velasco, Melquíades Álvarez, jefe del Partido Republicano Liberal Demócrata, el doctor Albiñana jefe del Partido Nacionalista, así como los falangistas Fernando Primo de Rivera y Julio Ruiz de Alda.

Después de estos sucesos los dirigentes políticos republicanos estaban desolados, el jefe de gobierno Giral lloró y el presidente de la República Manuel Azaña deseó haber muerto también él. Para evitar nuevas matanzas arbitrarias el Ministerio de Justicia creó los tribunales populares destinados a cubrir el vacío del poder judicial. Los tribunales populares se componían de catorce delegados del Frente Popular y de la CNT. Sin embargo aunque las personas podían tener alguna forma de defenderse los falangistas eran casi siempre encontrados culpables y ejecutados y lo mismo ocurría con antiguos miembros o seguidores de la CEDA.

El 4 de septiembre, Azaña se resignó a lo inevitable, aceptó la dimisión de Giral como jefe de gobierno y pidió a Largo Caballero que formara gobierno. Largo Caballero se negó a aceptar el cargo a menos que el Partido Comunista entrara en el gobierno. También invitó a los anarquistas aunque estos se negaron. No estaban dispuestos a abandonar su desprecio teórico hacia el poder gubernamental. Los comunistas en cambio si aceptaron por consiguiente, Jesús Hernández, director de "Mundo Obrero" pasó a ser ministro de Educación y de

2 Agricultura. Había seis socialistas en el gobierno, incluidos Prieto como ministro de Marina y del Aire y Álvarez del Vayo como ministro de Estado. El ministerio de la Gobernación fue para el incompetente Ángel Galarza y el de Hacienda para un socialista prietista, Juan Negrín. Completaban el gabinete republicano dos miembros de Izquierda Republicana, incluido Giral como ministro sin cartera, uno de Unión Republicana y uno de Esquerra.

Este "gobierno de la victoria", como lo llamaron, fue el primer gobierno occidental en el que participaron comunistas. Su propósito era crear un gobierno fuerte dentro del marco de la legalidad republicana. A partir de entonces Largo Caballero hablaría mucho menos de la necesidad de la revolución y sí de movilización de todas las clases, incluida la burguesía, contra el enemigo. No cabía duda de que se estaba gestando una nueva autoridad estatal por lo que el 27 de septiembre los anarquistas aceptaron formalmente ingresar en el gobierno de la Generalitat catalana. Los anarquistas hablaban de "consejo de defensa regional" para que sus seguidores, que ya se sentían alarmados, no sacaran la impresión de que formaban parte de un auténtico gobierno. Pero de hecho significaba su fracaso en la tarea de sustituir al gobierno. Irónicamente, la entrada de los anarquistas en una posición de poder político supuso el principio del fin del anarquismo en España como fuerza política. También el POUM entró en el gobierno de la Generalitat representado por Andreu Nin y el PSUC con Joan Comorera. El Comité de Milicias Antifascistas, que actuó de fuerza motriz en las primeras semanas de la guerra fue disuelto el día 1 de octubre. Pero si las relaciones entre anarquistas, comunistas y nacionalistas catalanes por no hablar del POUM, eran malas, apenas sí existían contactos entre y Madrid. La presencia del líder anarquista Durruti y otras columnas en el frente de Aragón hizo posible el establecimiento de una sociedad puramente libertaria. Ello resultaba inquietante para el gobierno central, el gobierno catalán, los comunistas y todos los sectores ajenos a la CNT o la FAI. Las colectividades anarquistas establecidas en Aragón crearon un "consejo de defensa" regional, compuesto por miembros de la CNT y presidido por Joaquín Ascaso. Tenía su sede en Fraga y desde allí ejercía el supremo poder sobre el Aragón revolucionario.

Aquel otoño tuvo otras repercusiones políticas en el bando republicano como fue la reunión de las Cortes Españolas para aprobar el estatuto de autonomía vasco. José Antonio Aguirre abogó por que la nueva República Vasca (Euzkadi), de la que fue nombrado presidente, apoyara al gobierno de Madrid hasta derrotar al fascismo. Se formó un gobierno bajo el célebre árbol de Guernika. Formaban parte del gabinete cinco nacionalistas vascos así como tres socialistas, un comunista y un miembro de cada uno de los partidos republicanos. Este gobierno vasco sólo se pudo formar después de unas laboriosas negociaciones durante las cuales José Antonio Aguirre tuvo que convencer a Largo Caballero de que era una concesión necesaria para lograr que los vascos entraran en la guerra.

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Entretanto el fragor de la batalla por Madrid estaba en su máximo apogeo y la proximidad entre Madrid y el frente de combate trajo consigo la confraternización de socialistas y anarquistas en Cataluña. El 22 de octubre zanjaron sus disputas en una declaración de objetivos comunes. Este decreto venía a ser la culminación del tema de las colectivizaciones. Más que dar libertad de acción a los anarquistas, los objetivos del decreto eran unificar y controlar el proceso de la producción. Pero la coordinación lograda en la práctica fue muy vaga. Tres meses después del estallido de la guerra en el bando republicano se introducían innovaciones tales en las que no podía evitarse la división y el derroche de recursos. La República y la Revolución eran empresas distintas. A principios de noviembre se creía que la capital estaba pérdida para la República y con ella la guerra. Las calles de la capital estaban llenas de refugiados y en estos momentos de crisis se reformó el gobierno para dar entrada en él a los anarquistas igual que había pasado en la Generalitat catalana hacía un mes. El destacado organizador anarcosindicalista Juan García Oliver pasó a ser ministro de Justicia, Juan Peiró, el treintista que en julio se había pronunciado contra el terror del principio de la guerra, fue nombrado ministro de Industria, , una intelectual de Barcelona, en ministra de Sanidad y Juan López Sánchez se convirtió en ministro de Comercio. Los restantes ministerios permanecieron igual que antes. Azaña se opuso a la entrada de los anarquistas pero le fue imposible evitarlo. Al mismo tiempo que los anarquistas entraban a formar parte del gobierno, el Consejo de Aragón, anarcosindicalista, se trasladó a Caspe. En un futuro inmediato el Aragón republicano seguiría siendo anarquista pero ya se habían sembrado las simientes de su destrucción.

En el invierno de 1936-1937 aunque se había detenido la ofensiva nacionalista sobre Madrid, la República sólo parecía un estado unido en las páginas de la prensa extranjera. La división era la característica de todos los partidos e instituciones. Los comunistas, que habían adquirido un gran prestigio como artífices del fracaso franquista en tomar Madrid eran el nuevo partido de ley y orden. Su actitud política basada en el sentido común y el prestigio de las armas rusas lo convertían en el partido ideal. Muchos oficiales del ejército, que antes habían sido neutrales, se adhirieron al Partido Comunista o quedaron sometidos a su influencia. La debilidad del Partido Socialista contribuyó también al éxito de los comunistas. Mientras tanto los anarcosindicalistas estaban también divididos. Muchos censuraban la entrada de los cuatro dirigentes en el gobierno. Los socialistas y comunistas catalanes ya casi no se distinguían dentro del PSUC. El número de comunistas había ascendido a 250.000 a finales de 1936. Su defensa de la propiedad individual de los campesinos y su oposición a la revolución les hicieron ganar terreno en todas partes. En junio la cifra aumentaría hasta casi 400.000. Frente a este enorme aumento de los efectivos comunistas ahora el Partido Socialista sólo tenía 160.000 afiliados. El Partido Comunista utilizó su poder para entrar a fondo en la administración republicana y hacer que los tentáculos de la NKVD, la policía secreta soviética, controlara todos los ámbitos políticos preparando el camino para una matanza de miembros del POUM y otros marxistas antiestalinistas como ya había sucedido en Rusia. Merece la pena examinar los motivos de los

4 comunistas porque el POUM no era trotskista desde que Nin había roto con Trotsky al entrar en el gobierno catalán. Lo que molestaba a los comunistas era que el POUM constituía un grupo serio de marxistas españoles revolucionarios bien dirigidos e independientes de Moscú.

El primer paso de la purga española fue la campaña del PSUC para lograr que el POUM saliera de la Generalitat basada en la tesis de que el gobierno tenía que estar formado por sindicatos, no por partidos. Nin dimitió el 16 de diciembre y el gobierno catalán fue reconstruido. La CNT obtuvo cuatro puestos, la UGT tres, la Esquerra otro tres y los rabassaires uno. La poderosa figura de Comorera, secretario general del PSUC pasó, de hecho, a dominar cada vez más este gobierno.

Una prueba del malestar existente entre el gobierno central y Barcelona lo constituía el hecho de que Cataluña había aprovechado el alzamiento para llevar a cabo lo que de hecho había sido su propio golpe de estado contra Madrid. La situación de Cataluña era de una complejidad única, Companys y sus amigos de la Esquerra estaban completamente de acuerdo con el gobierno central y los comunistas cuando había que tratar de anarquistas y el POUM, respecto a la necesidad de acabar con el terror en la retaguardia, y a lo beneficiosa que era la intervención estatal en la industria comparada con el control de los propios trabajadores. Se oponían al gobierno central (y a los comunistas) en sus ideas de centralizar el esfuerzo de guerra.

El plan comunista consistía esencialmente en restablecer el poder de la Generalitat frente a los anarquistas y el POUM para ayudar luego al gobierno central a controlar a ésta. Así, en el invierno de 1936 el PSUC se movió para conseguir la disolución de los comités revolucionarios, con el fin de colocar todos los órganos ejecutivos del gobierno bajo la Generalitat. La rivalidad entre los anarquistas y el PSUC se agudizó en Barcelona a principios de enero cuando el PSUC convenció a Companys para que nombrara consejero de Abastos a su secretario general, Comorera. A pesar de todo, la "normalización" de la vida en Barcelona

5 (respaldada por los comunistas y por Companys) tranquilizó a muchos, incluso a la clase obrera. Se restableció la vida municipal, se nombraron consejos que reemplazaron a los comités revolucionarios. Al mismo tiempo, a nivel nacional, Largo Caballero convenció al nuevo ministro anarquista de Industria, Peiró, para que dejara de presionar para conseguir una mayor colectivización de las industrias, diciéndole que aquello asustaría al capital extranjero. El sistema no funcionaba como había previsto el decreto de octubre. Continuaban las colectivizaciones ilegales y no se pagaron muchas indemnizaciones acordadas. No era sorprendente que la producción industrial hubiera disminuido en un tercio desde junio y continuara disminuyendo. Aunque se adoptaron algunas nuevas medidas de seguridad social (entre las que se encontraban el seguro de accidentes y enfermedad, una mayor racionalidad en las pensiones y subsidios familiares) y se aumentaron los salarios los efectos de estos aumentos quedaban anulados por la inflación, la falta de crédito. Más tarde los ministros anarquistas se quejarían amargamente de que sus ideas eran rechazadas en el gobierno por los comunistas y los republicanos. Peiró argumentó que los comunistas le negaban dinero, se oponían a sus decretos de colectivización y desbarataban todos sus proyectos.

A los problemas existentes entre anarquistas y comunistas en lo referente a la industria se sumaron las dificultades todavía más graves en lo referente a la tierra. Porque ahora los comunistas apoyaban abiertamente a los pequeños propietarios agrícolas, mientras que los anarquistas, y en colaboración con ellos, muchos socialistas, defendían las colectividades agrarias. En la España republicana había unas 2.500 colectividades y las familias que trabajaban en ellas eran casi medio millón de personas siendo el total de la tierra cultivada de más de 3.500000 hectáreas. Es particularmente difícil emitir un juicio sobre el éxito económico de las colectividades anarquistas.

En lo referente a las relaciones entre los vascos y el gobierno central se daba el mismo caso que el de Cataluña, las relaciones eran más distantes de lo que deberían ser. Indudablemente los vascos habrían intentado rendirse en condiciones favorables si el gobierno republicano no hubiera aceptado sus exigencias de autonomía. Su presidente, José Antonio Aguirre, se había nombrado a sí mismo comandante en jefe del ejército republicano de Euzkadi (unos 30.000 hombres) ante todo el mundo, como si fuera el jefe de un ejército independiente pero Largo Caballero consideraba que aquella fuerza formaba parte del ejército republicano del norte, en el que estaban incluidos Asturias y Santander. En Euzkadi, el vasco, el euskera, era el idioma oficial junto al castellano. De toda la España republicana sólo estaban abiertas las iglesias en las provincias vascas. Euzkadi continuaba dominado por un partido nacionalista católico y conservador que se había visto obligado a aliarse con la República. Muchos vascos estaban luchando con Franco y Euzkadi sólo comprendía a Vizcaya. Pero la moral era alta. No había ningún problema con los comunistas y sin embargo las bajas cifras de producción de las industrias vascas pronto afectaron a la pequeña república.

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La crisis surgida en la España republicana era en buena parte achacable a una nueva fuerza en la política española desde julio de 1936, el Partido Comunista, movimiento favorecido por la ayuda diplomática y militar de Rusia. Los comunistas propugnaban un régimen burgués, disciplinado y de centro-izquierda capaz de ganar la guerra con una industria privada limitada por algunas nacionalizaciones pero no por una colectivización o por el control de los trabajadores. Companys, a pesar de saber que el comunismo ponía el acento en el centralismo, prefirió utilizar a los comunistas catalanes del PSUC, bien organizados por Joan Comorera contra los cenetistas que en el pasado habían apoyado al separatismo catalán y a quienes el mismo Companys había defendido en tantas ocasiones. Contra esta nueva fuerza política se alineaba una mezcla de diversos grupos políticos. estaban los socialistas de izquierdas, dirigidos por Largo Caballero, cada vez más resentidos por la infiltración comunista en los órganos del Estado. Quedaban, formando un grupo aislado, los comunistas revolucionarios del POUM y finalmente el movimiento anarquista. Entretanto la situación económica iba empeorando de forma implacable. En mayo de 1937 la mayoría de las fábricas estaban hundiéndose, los precios de la alimentación en Barcelona habían casi duplicado los de julio de 1936.

La crisis política de la República llegó a su cenit en mayo de 1937 aunque sus raíces hay que buscarlas en los sucesos del invierno anterior. Los dirigentes del POUM empezaron a ser vilipendiados. Éstos habían comentado que luchaban por el socialismo y contra el capitalismo y que la "democracia burguesa de este país" ya había llegado a su fin, lo cual constituía un ataque directo contra la línea seguida por los comunistas. José Díaz, secretario general del PCE, denunció a los militantes del POUM como "agentes del fascismo". Los pocos periódicos y emisoras de radio del POUM fueron incautados por considerárseles perjudiciales para el esfuerzo bélico. Durante la primavera los dirigentes del POUM se volvieron más recelosos. Durante el mes de marzo (cuando los asesores militares rusos y oficiales veteranos comunistas estaban en el auge de su influencia con motivo de la victoria de Guadalajara) los dirigentes del Komintern en el PCE decidieron acabar con Largo Caballero de una vez para siempre. Poco después se convocó una reunión sorpresa del ejecutivo del PCE en la que se declaró que Largo Caballero debía ser destituido de su cargo. Díaz y Hernández protestaron alegando que los comunistas españoles

7 no tenían porque someterse siempre a las directrices de Moscú. Finalmente una votación decidió su sustitución por el ministro de Hacienda Juan Negrín.

La tensión reinante en las calles de Barcelona entre los anarquistas y el POUM por una parte y el gobierno y el PSUC por otra era igualmente elevada. Desde el mes de enero habían surgido problemas constantemente. En Barcelona y Madrid había habido muchos asesinatos entre anarquistas y comunistas, disputas sobre el control de los comités y las industrias e inesperados intentos de intimidación por parte de los comunistas. Finalmente, el 16 de abril el hábil Companys formó nuevo gobierno. La mayor diferencia fue el traslado del consejero de Abastos, Comorera, a la consejería de Justicia. Los partidos conservaron las armas, subsistieron las patrullas de control y el nerviosismo siguió reinando en Barcelona. En Barcelona empezó a temerse que estallara la guerra abierta. El primero de mayo, que tradicionalmente era una jornada de fiesta, transcurrió en silencio, pues la UGT y la CNT acordaron suspender los desfiles ya que habrían ocasionado tumultos. El gobierno y los comunistas estaban convencidos que desde hacía algún tiempo la CNT registraba sus llamadas telefónicas. Eusebio Rodríguez Salas, comisario de orden público de Barcelona se dirigió a la Telefónica resuelto a ocupar el edificio.

Aquello parecía una provocación puesto el control de la Telefónica por el comité anarquista era "legal" con arreglo a un decreto de la propia Generalitat acerca de las colectivizaciones. Los trabajadores anarquistas abrieron fuego por lo que Rodríguez Salas solicitó ayuda por teléfono. Se presentó la guardia de asalto, junto a dos dirigentes de la FAI que persuadieron a los cenetistas de que cesaran el fuego. En la plaza de Cataluña se había congregado una muchedumbre. El POUM, los "amigos de Durruti", los "leninistas bolcheviques" y las juventudes anarquistas tomaron posiciones. Al cabo de unas cuantas horas empezaban a construir barricadas. Los comunistas, una vez estallado el conflicto, esperaban sacar provecho de los acontecimientos con la finalidad de desacreditar al POUM. Al anochecer, Barcelona era una ciudad en guerra. El PSUC y el gobierno controlaban un sector urbano situado al este de las Ramblas. Los anarquistas dominaban el sector oeste. En el centro de la ciudad empezó a oírse el tiroteo de las ametralladoras instaladas en tejados y azoteas. Lo que empeoraba la situación era el hecho de que ni en la CNT ni en la FAI existía la menor cohesión. Los jefes del POUM propusieron a los aturdidos dirigentes anarquistas formar una alianza contra el comunismo y el gobierno. Los anarquistas se negaron.

El 4 de mayo Barcelona estaba sumida en el silencio, solo interrumpido por el fuego de fusiles y ametralladoras. Los comunistas y el gobierno contraatacaron. Entretanto los dirigentes cenetistas García Oliver y Federica Montseny leían por radio un llamamiento a sus seguidores para que depusieran las armas y volvieran al trabajo. El 5 de mayo los "amigos de Durruti" publicaron un panfleto en el que anunciaban que se había formado una junta revolucionaria. Aquel día se produjeron combates en Tarragona y otras localidades de la costa. Por la noche

8 Companys y Largo Caballero mantuvieron una conversación telefónica en el curso de la cual Companys aceptó la oferta formulada por el jefe de gobierno de enviarle ayuda para restaurar el orden. El día 6 de mayo los anarquistas proclamaron una tregua pero por la tarde se reanudaron los combates. Por la noche dos destructores republicanos llegaron al puerto de Barcelona cargados con hombres armados. El 7 de mayo la CNT lanzó un llamamiento pidiendo la vuelta a la normalidad. La presencia de los guardias de asalto en las calles lo hizo posible. El 8 de mayo los disturbios de Barcelona habían terminado. Los anarquistas lamentaron después haber conseguido este alto el fuego porque llevó a su rendición final ante los comunistas. La Generalitat recuperó sus funciones.

Las "jornadas de Mayo" demostraron que no podía haber tregua entre el POUM y los comunistas. A partir de entonces se pudo decir que el Estado republicano se hallaba en guerra contra el Estado nacional y no la revolución contra el fascismo. Los comunistas pudieron de esta manera emprender con mayor facilidad su cruzada contra el POUM y otros herejes del marxismo. Asimismo dichas "jornadas" precipitaron el último acto de la ofensiva comunista contra Largo Caballero. El día 13 de mayo en una reunión ministerial celebrada en Valencia, Jesús Hernández y Vicente Uribe propusieron el castigo de los responsables de mayo, a saber, el POUM y la CNT. El jefe de gobierno calificó a los comunistas de "embusteros y calumniadores" y declaró que no podía disolver una hermandad de camaradas trabajadores a menos que existieran pruebas contra ella. Los dos ministros comunistas abandonaron la sala a los que secundaron otros socialistas que siguieron sus pasos. Largo Caballero quedó solo con sus dos viejos amigos Galarza y y con los ministros anarquistas. Éstos propusieron un gobierno sin comunistas y socialistas de ala derecha pero Largo Caballero no accedió. El 14 de mayo el jefe de gobierno acudió a entrevistarse con Azaña, que quedó encantado de que le presentara la dimisión aunque no la aceptó inmediatamente. Juan Negrín a quien los comunistas ya no ocultaban que apoyaban su candidatura se perfilaba como la alternativa más clara. Los comunistas estimaban inadecuada la candidatura de Indalecio Prieto sabedores de que no podía ejercer la misma influencia que creían poder ejercer sobre Negrín. Negrín desarrolló como jefe de gobierno una política oportunista y realista. como socialista moderado estaba dispuesto a realizar cualquier sacrificio político a fin de ganar la guerra. Esto le llevó como en el caso de Largo Caballero a estrechar relaciones con Rusia pues esta seguía siendo la principal fuente de suministro de armas. Pero estaba claro que Negrín no era un mero instrumento de la política rusa. Pocos políticos han utilizado con éxito al Partido Comunista sin ser absorbidos por él. El gabinete de Negrín incluía dos socialistas: Prieto, como ministro de la Marina y el Aire y Zugazagoitia, ministro de la Gobernación. Hernández y Uribe permanecieron al frente de Instrucción Pública y Agricultura. Giral y Giner de los Ríos, republicanos, fueron nombrados ministros de Asuntos Exteriores y de Comunicaciones. El vasco Irujo pasó a Justicia y el catalán Jaume Aiguader a Trabajo. La CNT y la FAI siguieron colaborando con el gobierno pero ya no tendrían responsabilidad de sus actos. En los primeros meses de verano los anarquistas siguieron perdiendo poder de forma sistemática. En junio la CNT abandonó la Generalitat catalana por propia decisión.

9 Desde la formación del gobierno de Negrín los comunistas habían centrado sus esfuerzos en perseguir al POUM. Sus dirigentes fueron acusados de fascistas. A mediados de junio los comunistas se sintieron lo suficientemente fuertes para emprender la acción final. El 28 de mayo habían conseguido la suspensión del periódico del POUM "La batalla". Antonov Ovseenko, aquel ruso que llegara en olor de multitudes a Barcelona, fue llamado a Moscú en junio de 1937 desapareciendo para siempre. El 16 de junio, en Barcelona, por orden del nuevo comisario de Orden Público, el pro- comunista coronel Ricardo Burillo, fue clausurada la sede del POUM en el Hotel Falcón. Rovira, jefe de la 29ª División del POUM que se hallaba en Aragón fue llamado a Barcelona siendo detenido. Los pequeños batallones del POUM fueron disueltos. A Andreu Nin, jefe del POUM, se lo llevaron por separado y todos sus amigos fueron recluidos en calabozos. Entonces se extendió el rumor de que Nin había sido asesinado en la cárcel. Nin era el tipo exacto de individuo que Stalin quería ver muerto. Los miembros socialistas y republicanos del gobierno español, si entonces hubieran podido comprar y transportar armas de fabricación norteamericana, británica y francesa hubieran tenido la opción de romper con Stalin. Pero la no intervención hizo inquebrantable la alianza con Rusia. Negrín pidió al Partido Comunista que liquidara aquel caso tan deshonroso. Por entonces Nin había muerto ya sin dudas. Parece ser que fue trasladado en coche desde Barcelona hasta la prisión particular de Orlov, miembro del NKVD, en Alcalá de Henares y después asesinado en el parque real de El Pardo. El caso del POUM levantó en el mundo del comunismo una polémica intelectual similar a la que suscitó el caso del clero vasco en el mundo católico romano. El gobierno de la República hacía los mayores esfuerzos por salirse de la trampa en que había caído por su excesiva confianza en los rusos. Durante los últimos meses de 1937, numerosos miembros y dirigentes del POUM fueron fusilados de forma ilegal y despiadada en procesos de guerra sumarísimos organizados por comunistas. Los crímenes perpetrados contra el POUM fueron actos de barbarie cometidos en España por comunistas españoles y extranjeros a las órdenes de Rusia. Azaña y con él miles de personas, consideraban que la muerte de Nin y la disolución del POUM eran una contrapartida aceptable en tiempos de guerra a cambio de que, gracias a la policía comunista, terminaran los asesinatos y a cambio del aburguesamiento de la revolución que había pasado a manos del Estado.

Tampoco los anarquistas se libraron de la purga comunista. Pronto se propuso liquidar el Consejo de Aragón. Los socialistas moderados apoyaron sin reservas esta política. El 4 de agosto Prieto cursó las órdenes. El Consejo de Aragón, según ellos, había ofendido gravemente al gobierno catalán y al central. Bajo la presidencia de Joaquín Ascaso muchas de las colectividades habían resultado socialmente un éxito pero su contribución a la guerra era ineficaz. El día 11 de agosto el Consejo de Aragón fue disuelto. Ascaso y los anarcosindicalistas del Consejo fueron detenidos y otros 600 anarcosindicalistas fueron detenidos en Aragón. Las oficinas del comité regional de la CNT fueron ocupadas y sus archivos y registros confiscados. La mayoría de los anarquistas consideraban a Negrín el símbolo de la contrarrevolución. Pero, con todo, y a pesar de que continuaron los desórdenes y la inquietud interna, el gabinete de Negrín alcanzó un grado tal de unidad que constituía de por sí una revolución dentro de la historia de España. El propósito de Negrín era crear un Estado fuerte, capaz de resistir, si no de vencer, a otro Estado igualmente fuerte. Trató de limitar la expansión de las colectividades agrarias, de reducir el control obrero, sustituyéndolo por la nacionalización o la dirección estatal. Negrín luchaba por la democracia y la libertad aunque llegó a confiar en el apoyo de los comunistas. Quienes luchaban por la revolución, como era el caso de los anarquistas, jamás le perdonaron.

Durante el verano de 1937 el Partido Comunista siguió presionando para lograr la unificación entre socialistas y comunistas y el 17 de agosto se publicó un pacto de cooperación entre ambos partidos. En él se reiteraban los objetivos bélicos del gobierno de Negrín. Pero ni en

10 esta declaración, ni en otra posterior, firmada el 10 de octubre por los cinco partidos del Frente Popular se hacía ninguna nueva concesión a los comunistas. Negrín declaró que una organización rígida era más apropiada para la España nacional que para la republicana. Hacia el otoño de 1937 Azaña creía ya inevitable la derrota y no sólo él. Martínez Barrio, Prieto, Giral y acaso todos los ministros excepto Negrín y los comunistas creían que la República no podía ganar la guerra militarmente pero comprendían que no podían dejar abandonados a su suerte a los millones de españoles que apoyaban a la República. La persecución desencadenada tras la caída del norte era un anticipo de lo que sucedería en el resto de España si la República no conseguía la paz negociada. Solo Negrín con su "tranquila audacia" conservaba alguna esperanza.

La primera necesidad de Negrín era la de poner término a la desunión geográfica de la República. El mayor desafío frente a la autoridad republicana seguía siendo el de los catalanes. Cataluña era un Estado dentro del Estado y Negrín creía que era esencial la intervención del Estado español en la industria catalana para que esta contribuyera al esfuerzo bélico. Resuelto a zanjar definitivamente el problema de la autoridad y con el apoyo de Azaña y la oposición de los comunistas decidió trasladar la sede del gobierno de Valencia a Barcelona en otoño de 1937. Negrín evitó todo contacto con Companys ya fuera por escrito o personal. Tales actos enfurecieron a la Generalitat que preveía un intento sistemático de mermar la autoridad del gobierno catalán por parte de Negrín. Azaña aseguró de que a nadie se le había ocurrido suprimir la Generalitat. Los vascos después de ser derrotados no estaban en posición de crear semejantes problemas puesto que su gobierno estaba en el exilio.

El 1 de octubre las Cortes celebraron una de las seis sesiones anuales que venían manteniéndose para guardar las formas externas de la democracia. Los comunistas propusieron la celebración de nuevas elecciones, aunque sin mucho entusiasmo. Ciertamente la representación parlamentaria del partido no reflejaba su fuerza real. La crítica más dura a la acción del gobierno vino de las filas de la CNT, algunos de cuyos miembros todavía confiaban en crear un estado sindicalista al margen de la guerra civil. Durante el otoño e invierno de 1937-1938 concentraron sus esfuerzos en mantener la independencia aunque sin buscar extenderla tratando de conservar a ultranza el funcionamiento de sus ya escasas colectividades. El carácter milenario del anarquismo se había casi esfumado.

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