UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTÍN DE AREQUIPA FACULTAD DE CIENCIAS HISTÓRICO SOCIALES ESCUELA PROFESIONAL DE HISTORIA

LA DINÁMICA SOCIAL DE LAS CORRIDAS DE TOROS. UNA PRÁCTICA SOCIAL HISPANA EN LA CIUDAD DE AREQUIPA (1900-1930)

Tesis presentada por los Bachilleres: JOSUE AURELIANO VARGAS CUEVAS Y BLANCA PELENIA DELGADO HUILLCA para optar el Título Profesional de Licenciados en Historia.

Asesor: Mg. Alejandro Javier Málaga Núñez Zeballos

AREQUIPA – PERÚ 2019

DEDICATORIA

A mis padres, Benedicto y Rosario, por su apoyo y amor

incondicional; por los triunfos y los momentos difíciles que

me han enseñado a valorarlos cada día más; y a mis

hermanas por la motivación que me brindan.

BLANCA P. DELGADO HUILLCA

A mis pequeños hijos Santiago y Lucero, mis dos grandes motivaciones.

JOSUE A. VARGAS CUEVAS

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AGRADECIMIENTOS

Agradecemos a Dios, ser maravilloso que nos dio fuerza y fe para creer lo que nos parecía difícil culminar.

A nuestra casa de estudio UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTÍN DE

AREQUIPA por brindarnos la oportunidad de estudiar y ser profesionales.

A nuestro asesor, Mg. Alejandro Javier Málaga Núñez Zeballos, por conducirnos y apoyarnos en cada etapa de la investigación.

A nuestros docentes, Mg. José Renato Ballón Cusirramos, Dr. Luis Daniel Huamán Asillo y Mg. Raúl Quisocala Torres por habernos brindado en todo momento su apoyo, enseñanza y orientación para formarnos académicamente a lo largo de nuestra carrera universitaria.

A todos nuestros amigos con quienes compartimos sueños y jornadas de trabajo y a las personas que contribuyeron al logro de este trabajo de investigación.

Finalmente, quisiéramos mencionar que, las limitaciones encontradas sólo los autores son responsables.

BLANCA Y JOSUE

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RESUMEN

El presente trabajo titulado “La dinámica social de las corridas de toros en la ciudad de

Arequipa, 1900-1930”, tuvo como objetivo principal analizar la dinámica social de las corridas de toros en la ciudad de Arequipa en el primer tercio del siglo XX. Como fuente de información se recurrió a los diarios existentes en la época comprendida y que se pueden encontrar en la

Biblioteca Ateneo, estos fueron: La Bolsa, El Deber y El Pueblo. La investigación se ubicó dentro de los lineamientos del tipo de investigación Documental ya que la información requerida se obtuvo de fuentes escritas. Como resultado se halló que la práctica de las corridas de toros, considerada como una pericia artística para los aficionados arequipeños, estableció espacios de interacción muy importantes para la sociedad arequipeña, la organización de las corridas de toros estuvo vinculado a propósitos de valor social y cultural.

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ABSTRACT

The present work entitled "The social dynamics of in the city of Arequipa, 1900-

1930", had as main objective to analyze the social dynamics of bullfighting in the city of

Arequipa in the first third of the twentieth century. As a source of information, the newspapers existing at the time included and that can be found in the Athenaeum Library were used, these were: La Bolsa, El Deber y El Pueblo. The investigation was located within the guidelines of the type of Documentary investigation since the required information was obtained from written sources. As a result, it was found that the practice of bullfighting, considered as an artistic skill for Arequipa fans, established very important interaction spaces for Arequipa society, the organization of bullfighting was linked to purposes of social and cultural value.

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INDICE DEDICATORIA I AGRADECIMIENTOS II RESUMEN III ABSTRACT IV INTRODUCCIÓN IX CAPÍTULO I LAS CORRIDAS DE TOROS: DE LA PENÍNSULA IBÉRICA AL PERÚ 1 1.1. La fiesta taurina en Europa 1 1.2. El arte del toreo en el Reino de España 5 1.3. La tauromaquia en el Perú colonial y republicano 10 CAPÍTULO II ORIGEN Y ORGANIZACIÓN DE LAS CORRIDAS DE TOROS EN AREQUIPA (1900 - 1930) 17 2.1. Antecedentes de las corridas de toros en la ciudad de Arequipa 17 2.2. Acerca de los toros 20 2.3. Promotores de las corridas de toros 27 2.3.1. Diestros, entusiastas e instituciones organizadoras 30 2.3.2. El centro taurino 31 2.4. Lugares de confrontación, el redondel taurino 35 2.5. Diestros del arte taurino 40 2.6. Los incidentes taurinos 65 2.7. Los espectáculos bufos, las charlotadas 73 2.8. Recorridos tauromáquicos de los diestros 76 2.9. Los revisteros y su producción en la prensa 77 2.9.1. La tauromaquia en el diario La Bolsa 78 2.9.2. La tauromaquia en el diario El Deber 79 2.9.3. La tauromaquia en el diario El Pueblo 81 CAPÍTULO III DINÁMICA SOCIAL DE LAS CORRIDAS DE TOROS EN AREQUIPA (1900 – 1930) 83 3.1. Paseos en la ciudad 83 3.2. Precios de las localidades 84 3.3. Beneficiarios de las fiestas taurinas 87 3.3.1. Para obras sociales o públicas 88 3.3.2. Para el beneficio de toreros 93

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3.3.3. Para el beneficio de empresarios o instituciones. 94 3.4. Los homenajeados 94 3.5. La mujer en las fiestas taurinas 97 3.6. El espíritu musical en las corridas de toros 99 3.7. Las apuestas en las lidias de toros 100 3.8. La vestimenta en la tauromaquia 101 CONCLUSIONES 105 BIBLIOGRAFÍA 106 ANEXOS 118

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ÍNDICE DE TABLAS

Tabla 1 Ganaderías que proveyeron toros de lidia a la ciudad blanca (1900-1930) 24

Tabla 2 Nombres de los toros 25

Tabla 3 Capa de los toros 26

Tabla 4 Toreros que llegaron a la ciudad de Arequipa (1900-1910) 41

Tabla 5 Toreros que llegaron a la ciudad de Arequipa (1911-1920) 42

Tabla 6 Toreros que llegaron a la ciudad de Arequipa (1921-1930) 44

Tabla 7 Porcentaje de toreros que llegaron a la ciudad de Arequipa (1900-1930) 45

Tabla 8 Toreros lesionados en las corridas de toros de la ciudad blanca (1900-1930) 65

Tabla 9 Procedencia de los toreros 76

Tabla 10 Destinos de los toreros 77

Tabla 11 Corridas realizadas para el beneficio de los toreros 93

Tabla 12 Homenajeados en las corridas de toros 95

Tabla 13 Precio en soles de las corridas en la ciudad de Arequipa (1900 – 1910) 119

Tabla 14 Precio en soles de las corridas en la ciudad de Arequipa (1911 – 1920) 122

Tabla 15 Precio en soles de las corridas en la ciudad de Arequipa (1921 – 1930) 126

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ÍNDICE DE FIGURAS

Figura 1 Plaza de Toros en Yanahuara 1960 127

Figura 2 Elías Chávez “Arequipeño” 127

Figura 3 Vicente Hong 127

Figura 4 Manuel Suarez "Marinero" 127

Figura 5 Ángel Navas "Gallito de Zafra" 127

Figura 6 Elías Chávez “Arequipeño” 127

Figura 7 Julián Sainz Martínez "Saleri II" 127

Figura 8 Esteban Pérez "Moyano" 127

Figura 9 José Sánchez "Pulga de San Bernardo" 127

Figura 10 José Salazar Muñoz 127

Figura 11 Josefa Mola “Pepita” 127

Figura 12 Publicación de Corrida de Toros 127

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INTRODUCCIÓN

Esta investigación toma como paradigma los lineamientos teóricos de la “Nueva Historia

Cultural” la que tiene sus orígenes en Alemania del siglo XVIII en donde se dictaba un curso con el nombre Kulturgeschichte (Burke, 2006, p.19), es así que existen publicaciones de finales de este siglo como los de Johann Christoph Adelung con su obra Vesuch einer Geschichte der kultur der menschlichen geschlechts (ensayo de una historia de la cultura humana) en 1782 y de Johann Gottfried Eich-horn Allgemeine Geschichte der Kultur (Historia general de la cultura) escrita entre 1796 y 1799 (Burke, 2000, p.16).

Pero, ¿qué se entiende? o ¿cómo se define la historia cultural?, es un asunto que al parecer espera respuesta. En las obras de Karl Lamprecht, Was ist Kulturgechichte? (1897), así como el de Peter Burke, Whast is cultural history? (2004), se cuestionan sobre su definición, pero ambos autores nos dejan con la interrogante (Burke, 2006, p.15). Sobre los objetivos de la historia cultural nos menciona Prost es que la historia cultural “no puede pretender destronar a la historia económica y social de ayer más que proponiéndose un objetivo de ambición similar.

Debe pretender ser válida para un conjunto amplio un grupo social, una sociedad entera” (Prost,

1999, p.142).

Sobre la evolución de la historia cultural, como se dijo con anterioridad, ésta ya se dictaba en Alemania con el nombre de Kulturgechichte a finales del siglo XVIII, pero para Peter Burke la historia cultural clásica tendría sus orígenes desde el siglo XIX hasta mediados del siglo XX

(Burke, 2006, pp.19-20).

Dentro de los representantes de este periodo se destaca al historiador suizo Jacob Burckhardt con su trabajo La cultura del Renacimiento en Italia (1860) y al holandés Johan Huizinga y su obra El otoño de la Edad media (1919), ambos entendían como cultura el ámbito de las bellas artes, la literatura y las ideas (Burke, 2000, p.233). Estos historiadores eran también artistas aficionados, el interés que tenían era ubicar las obras dentro de un contexto histórico con el fin

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de comprender una época (Burke, 2006, p.20). Es así que la historia cultural en un primer momento se encuentra vinculada a un enfoque hermenéutico (Burke, 1998, p.4).

Un personaje muy importante en el desarrollo de esta disciplina también es el alemán Aby

Warburg, quien dedicaría parte de su vida a la tradición clásica y sus transformaciones a largo plazo (Burke, 1998, p.4), él tenía mucho interés en los estudios y formación de una “ciencia de la cultura”, centrándose en los esquemas culturales, esto por la década de 1930 (Burke, 2006, pp.24-25).

En 1931, el antropólogo Malinowski presentó un artículo en la Enciclopedia de las Ciencias

Sociales (Encyclopedia of the Social Sciences), en donde dió el alcance que “La organización social no puede comprenderse, verdaderamente excepto como una parte de la cultura; y todas las líneas especiales de investigación relativas a las actividades humanas, los agrupamientos humanos y las ideas y creencias humanas se fertilizan unas a otras en el estudio comparativo de la cultura” (Malinowski, 1975, p.85).

Ya por la década de 1960 se da un giro en la historia cultural poniendo mayor interés en la cultura popular (Burke, 2006, p.20). Si bien la noción de “cultura popular” surgió en el mismo tiempo que la historia cultural en Alemania con el nombre de volkskultur a finales del siglo

XVIII, este es dejado de lado por mucho tiempo, encargándose de este ámbito sobre todo los antropólogos, seria recién en la década de 1960 cuando tendría un interés por los historiadores de la cultura1.

Años más tarde, por la década de los 80 y 90 el interés por la cultura se hizo más evidente.

En Estados Unidos se empieza a hablar de la Nueva Historia Cultural. En Francia, la frase

Histoire Culturelle tardó en incorporarse al idioma, debido a que ya existía otros ámbitos de estudio como L´histoire des mentalités y L´histoire de Límaginaire social, existiendo una

1 Investigadores germanos encontraron en los bailes, los rituales, las artes y los oficios, la parte esencial de una historia cultural, para así lograr estudiar y comprender mejor a la sociedad. (Burke, 2006, p.32)

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rivalidad con la nueva historia cultural, a pesar de ello Roger Chartier y otros historiadores se definen hoy como historiadores culturales. En Alemania y Holanda, la nueva historia cultural se ha insertado en la tradición a partir de Burckhardt y Huizinga, acentuando más la llamada

“historia de la vida cotidiana”. En Gran Bretaña, la historia cultural supuso un nuevo campo de estudio. Aunque sean los “estudios culturales” más que la historia cultural los que han cobrado mayor importancia en las últimas generaciones.

Varios historiadores ilustraron la historia cultural como Lucien Fevbre, Robert Mandrou,

Philippe Ariès, Mauririce Crubellier, entre otros. Dentro de los estudiosos de este momento como ejemplo se tiene a Eric Hobsbawn y Edward Thompson quienes se interesaron por la cultura popular al darse cuenta que los estudios de la historia cultural y de la misma historia no tomaban en cuenta a la población mayoritaria, sino que se le excluía a la vez que la historia política y económica excluía a los estudios sobre la cultura (Burke, 2006, p.33).

La historia cultural recibió innumerables críticas por los demás ámbitos de estudio de la historia, tal es el caso de Aby Warbur quien criticaba la noción de “tradición” que se tenía ya que para él los objetos, prácticas y valores no se heredaban de manera uniforme si no que sufría continuos cambios (Burke, 2000, p.237). También está la crítica de considerar a la cultura como una unidad en donde todos sus componentes comparten las mismas características (Burke,

2000, p.235). Los marxistas también criticron a la historia cultural de encontrarse “en el aire”, al no tomar como fundamento la base económica (Burke, 2006, p.38). Otras de las críticas que se le hacía era el de subestimar la homogeneidad cultural y de ignorar los conflictos culturales

(Burke, 2006, p.39), así como hacer alusión de cultura como cultura erudita. Los estudiosos marxistas de la historia cultural también reciben fuertes críticas al emplear el término de

“pueblo” ya que se caía en el error de homogenizar lo excluido (Burke, 2006, p.43).

Realizando un recorrido por los diferentes momentos de la historia cultural en diferentes contextos Peter Burke nos habla en su trabajo de la historia cultural a las historias de las culturas

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primero del momento alemán con los aportes de estudiosos como Jacob Burckhardt, Aby

Warburg, Ernst Cassirer, Erving Panofsky, Erich Auerbach, fueron quienes dieron grandes aportes a esta disciplina vinculándola a una tradición hermenéutica. En el momento anglo húngaro se puede apreciar la participación de Lukács, Frederrick Antal, Karl Mannheim,

Arnold Hauser, Francis Kligender, Si Anthony Blunt, Donald Kelley, Edward Thompson, Eric

Hobsbawn, estos dos últimos le dan un enfoque marxista al estudio de la historia cultural. En

Francia se desarrolló la historia de la civilización durante el siglo XIX sobre todo por François

Guizot, se puede mencionar también a estudiosos como Marcel Maus, Marc Bloch, Lucien

Febvre, Fernand Braudel, Robert Mandrou y Le Goff; quienes trataron el tema unos más que otros. El momento norteamericano tiene su importancia en los años 60 y 80, cuando la historia cultural y el relativismo logra vincularse íntimamente, los trabajos de antropólogos como

Clifford Geertz y Víctor Turner son muy apreciados por los historiadores, denominándose como antropólogos históricos, tal es el caso de Natalie Davis y Robert Darnton2.

El momento más importante para la historia cultural se da en la década de 1970, es en este momento cuando la ciencia historiográfica fija su atención en la historia cultural, esto como una opción a la crisis en la que se encontraba. La historia cultural a la vez sufre cambios, en esta nueva fase habla de culturas en plural, no suponen que todas las culturas son iguales en todos los aspectos, pero se abstienen de hacer juicios de valor de la superioridad de unas sobre otras, a la vez que se define a la cultura “…en la línea de Malinowski, como “artefactos, artículos, procesos técnicos, ideas, hábitos, y valores heredados” o, en la línea de Geertz, como

“las dimensiones simbólicas de la acción social” (Burke, 2000, p.244).

Sobre las fuentes y métodos de la historia cultural, se puede decir que en la historia cultural clásica en cuanto al método se ha criticado tanto a Burckhardt y Huizinga de impresionistas y

2 Robert Darnton es un historiador estadounidense, muchos de sus trabajos aparecieron bajo el título La gran matanza de gatos y otros ensayos de historia de la cultura francesa. Darnton definiría la tarea del historiador cultural como “la captura de la alteridad” (Darnton, 1987) (Burke, 1998).

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anecdóticos, además de que Burckhard tenía una confianza plena en la labor de los historiadores culturales esto por afirmar que sus fuentes eran material transmitido de modo no intencionado, desinteresado o incluso involuntarios, mientras que a Huizinga se le criticó por emplear solo unas cuantas fuentes literarias en su trabajo, El otoño de la Edad Media (Burke,

2006, pp.35- 36), ambos historiadores no ponen en juicio la certeza y contenido de sus fuentes además de no considerar otras fuentes que podrían dar un giro a las conclusiones. Los métodos que mayormente emplea la historia cultural son el Método cuantitativo o serial, el método microhistórico, los estudios de caso y el análisis del discurso.

Lo que se pudo notar líneas arriba era que la historia cultural pone atención en las producciones simbólicas de grupo, y que por lo tanto como afirma Antoine Prost se pone mucha mayor atención a los discursos (Prost, 1998, p.43). Antoine Prost también nos hace mención que la historia cultural debe interesarse por los archivos sensibles, y que para poder analizarlas debe de tomar prestados los métodos de los antropólogos por ser mucho más sistemática que la de los historiadores (Prost, 1998, p.150).

Sin embargo, cuando se trabaja con discursos se presenta un problema ya que este tipo de fuente es mayormente oral cuando se trabaja con la cultura popular, ya que la escritura era practicada predominantemente en la cultura de élite. Si bien se pude realizar estos estudios tomando en cuenta las fuentes escritas, se debe siempre tener conciencia de que son fuentes indirectas, uno por su naturaleza escrita y por otro lado porque las fuentes escritas son de autoría de individuos relacionados a la cultura de élite.

La literatura sobre las corridas de toros en la ciudad de Arequipa es prácticamente inexistente en el ámbito académico; por lo que en este apartado se desarrollará una reseña sobre los estudios de las corridas de toros desarrollados en otros espacios geográficos y campos de estudios en el Perú.

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El literato Antonio Garland (1948) en “Lima y el toreo” nos habla sobre la historia, los recuerdos, las citas o la evocación de las corridas de toro en la ciudad de Lima. En su trabajo toca temas como “La fiesta de la sangre”, “San Martín en el coso de Acho” o “Bolívar, un aficionado a la tauromaquia”.

Fernando Iwasaki (2000) en “Toros y sociedad en Lima colonial” nos ofrece un trabajo que pretende hacer seguimiento al recorrido histórico del toreo en Lima desde la fundación de esta ciudad en 1535 hasta la construcción de la Plaza de Acho en 1766. En ella nos explica cómo se articularon poder y sociedad alrededor de esta fiesta en los años del virreinato peruano. En la investigación nos hace mención que la primera corrida de toros celebrada en Lima se llevó a cabo durante la consagración de óleos hecha por el obispo fray Vicente de Valverde el 29 de marzo de 1540. La realización de estas celebraciones durante el siglo XVI fue de mucha importancia para las autoridades coloniales, pues resultaba ser muy beneficioso ya que exaltaba su prestigio y poder, es así que en un año realizaban hasta cuatro corridas. Ya en el siglo XVII en solo un sólo año podían realizarse hasta nueve corridas de toros. Ya en el siglo XVIII el virrey Amat y Juniet firma un decreto para la construcción de la plaza firme de Acho el 15 de junio 1765. La construcción de una plaza resultaba ser un fondo seguro y permanente para ocurrir con prontitud a cualquiera novedad, además que implicaba ubicar al público en asientos colocados detrás de una barrera, también impediría la intromisión de negros e indios durante las corridas.

Héctor López (2005) en “Plaza de Acho. Historia y tradición 1766-1944” nos presenta un repaso de la historia de la fiesta de toros desde su práctica en el siglo XVI hasta nuestros días.

La obra se encuentra dividida en capítulos históricos, nos inserta en el siglo de las luces, en el virreinato y el Perú independiente. También nos habla de la plaza de Acho. Se introduce en el siglo XX, pero sólo en su primera centuria. Asimismo, hasta 1944, hace un repaso de la nómina de toreros peruanos, describiendo su perfil psicológico.

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Desde un enfoque antropológico, Luis Murguia (2011) en “Toro puqllay: escenario de diálogo intercultural” nos presenta una investigación sobre las corridas de toros en la localidad de Ayaviri, provincia de Melgar, departamento de Puno. En el trabajo nos manifiesta que, en los pueblos ganaderos de Puno, la fiesta taurina constituye un acontecimiento cultural de primer orden, que involucra a gran parte de la sociedad; en él confluyen diversas tradiciones culturales que posibilitan el entendimiento, reconocimiento, diversificación, conflicto, disputa, imposición de expresiones socioculturales y modos de resolverlo. En la fiesta y el juego de los toros en la localidad de Ayaviri, encontró la presencia de otras colectividades, tal es el caso de los kori lazos, provenientes de Chumbivilcas; los kanchis, oriundos de la provincia de Quispi

Kanchis; Arequipa; Maranganí; Trujillo y Lima. Estas relaciones entre grupos y colectividades en el marco de la celebración de la corrida de toros, manifiesta que no son espontáneos ni momentáneos, por el contrario, resultan ser duraderos, están signados por la intensidad y densidad de los vínculos sociales, culturales, económicos, políticos, lúdicos, afectivos, por ello la fiesta taurina andina constituye un universo social en permanente ebullición.

Jorge Polar (1891) en “Arequipa: Descripción y estudio social” nos da a conocer como en

1550 se aprueba un decreto en el que se ordena que en la fiesta de fundación de Arequipa se lidien seis toros.

Juan Guillermo Carpio (2011) en “Surco pasión y gloria del chacarero arequipeño y sus peleas de toros” realiza una síntesis de las historia de las corridas de toros en Arequipa desde la colonia hasta la actualidad.

Habiendo finalizado el siglo XX hace más de una década, la práctica de las corridas de toros en la ciudad de Arequipa parece olvidada y su importancia es menos clara aún. Ello implica el riesgo de perder contacto con la memoria de los hechos que fueron parte importante en la vida social de esta ciudad. Atribuimos que existe un silencio en la legitimidad que tuvo las corridas de toros en la historia de Arequipa. Y son estos silencios los que nos motivan a reflexionar

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acerca de esta práctica, los protagonistas sociales que lo hicieron posible y el papel que jugó en el mismo.

Para ello la investigación tomará como paradigma los lineamientos teóricos de la “Nueva

Historia Cultural” y será posible llevarlo a buen término ya que, en cuanto nuestras fuentes impresas como La Bolsa, El Deber y El Pueblo, se conservan y aún se encuentran disponibles en la biblioteca municipal de Arequipa “Biblioteca Ateneo”.

El objetivo principal que persigue este trabajo es analizar la dinámica social de las corridas de toros en la ciudad de Arequipa entre los años 1900 y 1930. Los objetivos específicos desprendidos para abordar la investigación de manera sistemática fueron: 1.- Describir el proceso de la tauromaquia en el viejo continente desde el Neolítico hasta el siglo XIX, mostrando como se realizaba dicha práctica; 2) Describir el origen y organización de las corridas de toros en la ciudad blanca desde 1900 hasta 1930; y 3) Explicar la importancia de las corridas de toros en la ciudad de Arequipa desde 1900 hasta 1930.

En la presente investigación partimos de la importancia que las corridas de toros tuvieron en ciudad de Arequipa; por cuanto la hipótesis que nos planteamos demostrar es que esta práctica cultural constituyó importantes espacios de interacción y, como tales, resultaron fundamentales para la dinámica de la sociedad arequipeña.

Este trabajo de investigación histórica se caracteriza por ser parte de la realidad socio- cultural de la ciudad de Arequipa en el primer tercio del siglo XX, por tanto, la información requerida debe de obtenerse de fuentes escritas, por lo que la investigación se ubicaría dentro de los lineamientos de la investigación documental. De esta manera se adoptó el diseño de

Investigación Bibliográfica, pues se trata de un componente básico de las investigaciones documentales. El nivel de investigación es de carácter Descriptivo - Analítico, buscando las características del objeto de estudio y evidenciando los rasgos más peculiares o diferenciadores,

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teniendo un enfoque cualitativo que nos servirá para caracterizar las corridas de toros en la ciudad de Arequipa a inicios de la primera mitad del siglo XX.

Como se hizo mención, para realizar esta investigación se recurrió a los diarios existentes en la Biblioteca Ateneo, estos fueron: La Bolsa, El Deber y El Pueblo. Estos tres diarios cubren el periodo comprendido entre 1900 y 1930. Se seleccionaron estos diarios por ser los únicos, pero sobre todo por ser obra de tres grupos de editores con diferentes ópticas. Consideramos estas fuentes periodísticas como catalizadores de las opiniones generadas en un espacio y tiempo determinado. Este tipo de fuente, así como las fuentes de las ciencias sociales en general han sido cuestionados por su carencia de objetividad3. Es indudable que el periódico “carga consigo una doble subjetividad: la intencionalidad del autor y la selección del historiador”

(Cruz, s. f.), pero también es innegable el aceptar que los valores son inherentes a la personalidad de los sujetos cognoscentes y por ello pueden influir, aunque en distinta intensidad, en toda actividad cognoscitiva. Debemos reconocer que dicha influencia es mayor en el terreno de las ciencias sociales, así como en a ciencias histórica, pero no es, en ningún caso, exclusivos de ellos4. Los diarios como fuente de la historia “nos ofrecen una especie de sociología de un tiempo histórico determinado. Pues nos permiten que se puedan extraer las ideas y la manera de pensar de un grupo social. Como ellos mismos se representan y se ven en el desarrollo del proceso histórico del cual son parte” (Aguirre y Moran, 2008, p. 28).

Para el relevamiento de la información, nos es importante distinguir entre investigaciones que utilizan fuentes de información primarias e investigaciones que utilizan fuentes secundarias. Siendo el primero nuestra principal fuente de información.

3 Weber sostenía una postura de neutralidad por parte de los investigadores en ciencias sociales ya que podrían adoptar juicios de valor (Weber, 1971). 4 Para hacer frente a este problema consideramos que se puede instaurar racionalmente un proceso cognoscitivo que conduzca a la objetividad, mediante un método que nos ayude a circunscribir los juicios de valor a límites epistemológicos y que permita pasar la investigación por un proceso de comprobación, ese método ya existe y se le conoce como el Método Científico. El método científico es el conjunto de etapas y reglas que señalan el procedimiento para llevar a cabo una investigación cuyos resultados sean aceptados como válidos para la comunidad científica. (Huamán, 2004, p. 22)

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Las técnicas de investigación adoptadas fueron la revisión bibliográfica y la revisión documental, haciéndose uso de instrumentos de investigación como las fichas, la libreta de apuntes y las fotografías.

El trabajo de investigación titulado “La dinámica social de las corridas de toros en la ciudad de Arequipa, 1900-1930” se divide en tres capítulos. En el primero se realiza un estudio de los orígenes de las corridas de toros, con el propósito de conocer su trascendencia en los diferentes espacios y momentos históricos, la que nos permitirá tener un conocimiento general de las corridas de toros en la historia. En el segundo capítulo se realiza una descripción del origen y la organización de las corridas de toros en la ciudad de Arequipa, las características de los toros de lidia, sus promotores, los lugares de celebración, los toreros que demostraron su arte en la arena arequipeña, los espectáculos bufos y los revisteros. Por último, en el tercer capítulo se explica la importancia de las corridas de toros en la ciudad de Arequipa de 1900 a 1930, describiendo las actividades de promoción, precios de las localidades, los beneficiarios, homenajeados, genero, música y las apuestas que se dieron en este momento de la historia de la ciudad de Arequipa.

Siendo estos los alcances de la tesis, se deben precisar los límites de la misma. Como ya se señaló, se recurrió a las fuentes impresas como La Bolsa, El Deber y El Pueblo, estos tres diarios cubren el periodo comprendido entre 1900 y 1930 de nuestra investigación; de esta manera, el panorama ofrecido en las siguientes páginas sería más completo si es que se hubiera revisado otras fuentes primarias. Esta tarea queda pendiente para una próxima investigación.

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CAPÍTULO I

LAS CORRIDAS DE TOROS: DE LA PENÍNSULA IBÉRICA AL PERÚ

1.1. La fiesta taurina en Europa

Desde tiempos inmemorables, es posible notar la existencia de un vínculo entre el hombre y el toro a través del juego, esto se manifiesta en los hallazgos encontrados en las primeras culturas del Continente Europeo. Tal parece que estos juegos fueron evolucionando a través de los siglos, ya que, en la actualidad se manifiestan en lo que se conoce como las corridas de toros o tauromaquia. Según el diccionario de la Real Academia Española, en su 23ª edición, las corridas de toros o tauromaquia, provienen del griego “tauros” que significa toro y “maquia” que significa lucha, que sería, el arte de lidiar toros.

Desde el período neolítico, surge la relación del hombre con el toro, prueba de ello se revela en las diferentes pinturas rupestres encontradas en las cuevas de Altamira, isla de Creta, Grecia, en donde se pueden apreciar las actividades de cacería de reses realizadas por el hombre

(Robayo, 2012, p. 33). Otro de los hallazgos sobre el juego con el toro, serían los restos

1

arqueológicos de la cultura Qatal Húyúk en la llanura de Konya, en Anatolia – Turquía. Estos restos tienen una antigüedad de 6500 a.C. en donde el hallazgo de una pintura mural se muestra:

dos figuras masculinas que corren junto a un animal que no ha conservado su

cabeza pero que probablemente se trata de un toro. Una tercera persona aparece

junto al animal en una posición ambigua corriendo de manera paralela al toro

quizá con la intención de saltar sobre él (Serrano, 2002, pp. 18-19).

Según Serrano, en la pintura no se observan indicios aparentes de que se produzca una escena de caza sobre el animal, dada la ausencia de figuras humanas armadas.

Más adelante, en la fase final de la época pre palacial (2700 - 1850 a.C.), en la civilización minoica de Creta, se hallaron restos de ceramios en las tumbas de Mesara, en donde se evidencia las imágenes de lo que sería un posible juego entre el hombre y el toro. En otro hallazgo en la tumba de Koumasa, se aprecia dos pequeñas figuras humanas que se encuentran sujetadas a los cuernos del toro y una tercera figura humana que se encuentra frente a la cara del toro (Serrano, 2002, pp.103-104). Serrano refiere, que esta representación podría significar una lucha entre el animal y el hombre.

En la Edad del Bronce tardío, entre 1500 y 1100 a. C., de la cultura Minoica, se desarrolló un vínculo comercial con la isla de Creta. Esta cultura recibe el nombre de minoica o cretense, también tiene otras denominaciones: Cultura Prehelénica, Cultura Egea, Cretense, etc. Sobre las investigaciones realizadas en Hagia Triada, se encontró una vasija donde se puede apreciar a dos toros corriendo y en una de las reses se nota una figura humana colgando de sus cuernos

(Desmonde, 2005, p. 107), Desmonde manifiesta que la figura humana que cuelga de los cuernos del toro, posiblemente intenta realizar un salto o quizá haya sufrido una cogida.

Para la cultura minoica, los palacios fueron los elementos más representativos, donde se realizaban varias actividades sociales y religiosas, según el Arqueólogo Arthur Evans, los juegos de toros se celebraban en el patio central del palacio, lugar en el que se encontraron

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frescos con escenas de saltos de toros en diversas zonas del palacio, como en el pórtico, entrada del norte; y sobre todo, por la forma de las construcciones rectangulares de los palacios que servirían para dotar de mayor seguridad frente a estos juegos (Serrano, 2002, pp. 164-167).

En la cultura egipcia, aproximadamente 1500 a. C., ya se realizaban combates de toros. Esto a partir del hallazgo de un bajorrelieve en donde se aprecia la figura de un toro corneando a un hombre caído en el suelo, mientras que un segundo cazador parece haber sido derribado previamente por el mismo toro; según Desmonde (2005), estas representaciones estarían asociadas a lo mágico religioso (p.106). Otro hallazgo, son los fragmentos de pinturas murales, en el reino de los Hicsos en Avaris, donde se ilustra a un toro saltando, estas pinturas posiblemente fueron de origen cretense, porque los hallazgos fueron clasificados dentro de la cultura Minoica (Serrano, 2002, p. 282). También se distingue la presencia del toro en un vaso de madera hallada en Kahun. En esta se aprecia la figura de un toro que arremete contra una serie de figuras humanas, la primera figura humana está en el suelo, mientras que, de la segunda figura humana, apenas se logra apreciar el brazo y la cabeza, y en la tercera figura, se está desarrollando un salto sobre el toro (Serrano, 2002, p.284).

En la cultura siria (siglos XV - XVI a. C.), el arqueólogo Seyrig halló una serie de estampillas originarias que contienen ilustradas escenas con saltos de toros; en una de las estampillas procedentes de la ciudad de Alepo, se observa una figura humana que salta por encima del toro, la segunda figura humana se muestra colgada, con sus manos sobre uno de los costados del animal, mientras que la tercera figura humana se muestra en un gesto de saludo

(Serrano, 2002, p.287).

La civilización helénica de la Grecia antigua, tiene su origen en las culturas cretense y micénica. Los habitantes de Grecia se extendieron por la Península Balcánica, las islas del mar

Egeo y las costas de la península de Anatolia, en la actual Turquía. Es en este último escenario es el que se hallaron una serie de monedas del siglo V a. C. que nos manifiesta sobre las diversas

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fiestas desarrolladas en Tesalia, donde resaltan unos jinetes, los cuales aparentemente iniciaban diversas carreras y acrobacias con la intención de desgastar las fuerzas del animal, una vez débil el toro, el brincaba de repente desde su caballo al gollete o dorso del bóvido

(Serrano, 2002, pp.315-316). Otro hallazgo de un relieve en Esmirna, muestra la escena de cinco jinetes que van corriendo detrás del toro, hasta que uno de ellos salta sobre el toro para luego balancearse sujetándose de los cuernos de esta dicha escena parece reafirmarse en otro relieve que se encuentra en Estambul.

En Roma, según Nicolás Fernández el origen romano de las corridas de toros, como el combate a muerte entre guerreros y animales, en donde los guerreros honraban a los emperadores. El espectáculo, más que un juego, era una parte integral de la vida romana

(Giraldo, 2015, p.17).

El Imperio Romano se extendió por toda la península Ibérica, esto hizo posible la difusión de las corridas de toros, llegando a introducirse en la sociedad romana por medio del emperador

Julio César. Así se muestra en uno de los paneles de un mosaico hallado en el templo de Diana en el Aventino (siglo II – III d.C.), donde se observa la figura de un jinete persiguiendo a un toro mientras con su mano intenta provocar las reacciones del bóvido para ir mermando sus fuerzas poco a poco (Serrano, 2002, p.326).

Otro hallazgo, en una columna de Tunisia, se aprecia la “figura de un saltador vestido con túnica que está realizando un salto, a la manera cretense” (Serrano, 2002, p.326), la figura según Serrano, tiene características propias de la Isla de Creta.

En el sudoeste francés, comarca de Las Landas, la práctica del juego de toros se denominaba,

“corrida landesa”, no solo esta destreza taurina se realizaba en este lugar, también tuvo influencia en las ciudades más cercanas; prevaleciendo las características regionales propias del espectáculo Landes (Saumade, 1996, pp.129-130). Además, se hallaron narraciones sobre la práctica de esta fiesta en otra localidad de Francia, ubicada al sur (Camarga), en dicha ciudad

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los aficionados y extranjeros denominaban a la tradición taurina como corrida provenzal, la fiesta era recreada solo a nivel local y el origen de esta destreza era la conjunción de elementos recreativos provenientes de la popularidad, desde siglos atrás. El espectáculo estuvo influenciado por burguesía provincial y en cuanto al ganado se caracterizaba por ser del lugar; además, en esta ciudad de Francia se valoraba más al toro a diferencia de España donde se glorificaba al matador (Saumade, 1996, p.137).

En la ciudad de Portugal, regiones del Ribatejo y del Alentejo, la pericia sobre la lidia de reses bravas fue perfeccionándose durante cada centuria. Los nobles con apoyo de algunos monarcas establecieron la lidia de toros como deporte de élites; los toreros, actores del espectáculo, pertenecían a las familias nobles. La fiesta de toros que se impuso en Portugal se diferenciaba de las prácticas taurinas de España (Saumade, 1996, pp.129-130).

1.2. El arte del toreo en el Reino de España

En España, los primeros relatos sobre festejos taurinos datan de la Edad Media. Según

Izquierdo y Milán (1996) en la primera crónica General de Alfonso X el Sabio, redactada después de 1269, se menciona la presencia de fiestas con toros desde el siglo X (p.6). Las primeras prácticas de lidias de toros, al parecer fueron a caballo, este tipo de espectáculo ya habría tenido presencia en los matrimonios reales, los que a su vez fueron influenciados por la cultura islámica (711-1492). Los moros tuvieron una gran influencia al ejercer la costumbre del uso del caballo; pero no fue predominante ya que varios cristianos y moros toreaban a pie para ganar dinero en corridas populares (Giraldo, 2015, pp.16-17).

Según Desmonde, la mayoría de investigaciones concluyen en que la corrida de toros, tiene su génesis en las costumbres bárbaras; aunque existen opiniones divididas sobre el origen, si fue romana, mora o nativo de Iberia (Desmonde, 2005, pp.115-116).

En el siglo XVI, la fiesta taurina significó para el noble aristócrata una preparación especial para el combate, así como de exhibición ante la sociedad de la época, debido a que se trataba

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de juegos donde los participantes que pertenecían a un status social alto, debían reafirmar su posición ante la sociedad (Barrios, s/f, pp.20-21). También se le denominó la época caballeresca, donde los nobles salían a la plaza ricamente armados, mostrando su valía en el juego de matar toros, durante este siglo las personas de las diferentes ciudades españolas debían revalidar su posición honorífica, y la destreza de dominar a la fiera (García, Romero y Vásquez,

1980, p.40).

En la siguiente centuria, aun se continúa poniendo en práctica los festejos taurinos siguiendo la tradición del siglo XVI. En honor a los caballeros se picaban y rejoneaban las reses a caballo; pero esta lidia de toros todavía no se consideraba un espectáculo común. Mientras que el pueblo organizaba sus propias fiestas de toros, práctica que fue criticada por los aristócratas como acciones denigrantes y poco éticas; sin embargo; estas extravagantes maniobras fueron muy bien apreciadas por la población (Vargas, 1961, p. 45). Según Fernández, durante los dos primeros tercios del siglo XVII, los toros no solían morir en la plaza al terminar la corrida, por el contrario, eran curados con el fin de ser sacrificados después o para volver a utilizarlos, estas reses eran conocidas como los toros viejos (1987, p.28).

A fines de 1640, la presencia de una peste causó recesión en varias ciudades españolas, por lo que el representante de la iglesia organizó espectáculos de toros para amortiguar esta crisis sanitaria, asimismo hay registro de otras corridas que se realizaron en conmemoración a algún santo o patrón de la ciudad, con el fin de recaudar fondos para mejorar la infraestructura de las iglesias, capillas, etc. (Sánchez, 1989, pp.15-16).

En el país de la Península Ibérica, durante la denominada fiesta nacional se promovían sucesos religiosos, distinciones reales, ceremonias políticas, y de manera simultánea el cabildo establecía algunos espectáculos de toros, con el propósito de aumentar el fondo para el

“depósito de cereal”. De esta forma las fiestas que prevalecían fueron las referidas a conmemoraciones de la realeza y propias del cabildo. Durante la visita del rey Felipe IV a la

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ciudad de Córdoba, se organizó un espectáculo taurino de bienvenida en la Plaza de la

Corredera, la cual fue discreta a pedido del monarca. Felipe IV presenció la lidia de reses bravas acompañado por autoridades como: el Infante Don Carlos, el conde Duque de Olivares, el

Marqués del Carpio, y el representante de la iglesia. Tal parece, que los reyes Austriacos eran aficionados a la lidia de toros, en cambio los soberanos Borbones eran poco atraídos por la fiesta taurina, aunque, cuando se realizaban las visitas reales, debían presenciarlas (Extremera,

2006, pp.101-103).

La fiesta de los toros era usada como una vía de diversión desenfrenada, pero a razón del comportamiento desagradable del público las censuras no se hicieron esperar, estableciéndose un reglamento taurino para mantener el orden del espectáculo, estas disposiciones legales:

Que persona alguna saque espada en la plaza hasta que se haya mandado tocar

a desjarretar y que para mayor terror y ejecutar luego la prisión en los que

delinquieran quebrantando la orden, se formen cárceles en diferentes partes de

la plaza, donde se pongan inmediatamente como se ha hecho en otras ocasiones;

que para quede sin gente alguna después del despejo he dado orden a la sala

para que repartan alguaciles de Corte en todos los tablados prevenidos que

señalen que serán castigados los que permitieren haya gente que puede

embarazar a los toreadores, para mayor divertimiento (Plasencia, 2000, p. 15).

En el siglo XVIII, en la dinastía Borbónica, el rey Felipe V, su corte y sus descendientes no eran aficionados a los festejos taurinos, restándoles importancia, en ese contexto otros actores comenzaron a tener participación en el toreo, como la clase popular qué impulsaría el toreo a pie. Más tarde, el gusto por esta nueva modalidad de lidiar toros aumentó considerablemente teniendo como protagonistas no solo a los que pertenecían a la nobleza, sino a las clases más bajas (Barrios, 1939, p. 21).

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En esta centuria, la fiesta de toros tuvo como fin, matar a las reses al finalizar la corrida, asimismo a los toreros que cometían esta faena en el coso taurino se les comenzó a llamar

“matadores”, mientras que el toreo a caballo fue perdiendo importancia (Extremera, 2006, p.126).

Como anteriormente se había mencionado la importancia de la organización de este tipo de festividades, era conseguir fondos para que el cabildo pudiera concretar obras como: la reparación de las cañerías y empedrado de calles, así como la adquisición de camas para el ejército. Y en épocas de escases la lidia de toros tuvo un aporte económico muy importante.

La Fiesta Nacional, siendo un espectáculo público conglomeraba a diferentes representantes de los estratos sociales. Según Extremera (2006), los toreros en su mayoría eran nobles en los siglos XVI, XVII y parte del siglo XVIII; pero en la tercera década de 1800, crecía la popularidad de nuevos actores, que van adquiriendo notable presencia en las festividades taurinas, e incluso llegaron a apropiarse de la fiesta imponiendo su toreo a pie. Por otro lado, en el escenario, ruedo o plaza, se reunía un público variado para presenciar la fiesta nacional.

En dicha festividad se establecían jerarquías para presidir el espectáculo, donde la figura central era el corregidor, el cual decidía como debía llevarse la lidia taurina (pp.116-118).

Según Bennassar (2000), desde 1730 a 1750 se fueron consolidando las nuevas técnicas en la invención del toreo moderno (p. 46). En la ciudad de Sevilla, los aficionados gustaban de una lidia de toros, donde se podía apreciar el arte, gracia, ingenio que prodigaba el torero, mientras en la plaza de Pamplona en la localidad de Navarra, se tenía bastante consideración a la bravura de los toros y los toreros de a pie.

Córdoba, otra de las ciudades de España, se caracterizó por ser una sociedad con una dinámica constante debido a las actividades de carácter político, en cuyo nombre se justificaba perfectamente la celebración de la lidia de toros, como la toma de Buda a los turcos en 1686,

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la llegada del embajador de Marruecos a la ciudad de Córdoba en 1766 y la proclamación de la constitución de Cádiz en 1812 (Sánchez, 1989, p. 14).

La característica más destacada de las corridas de toros realizada en el antiguo régimen de

España, era el fin benéfico que daban a la ciudad y a la iglesia, la cual fue aceptada por los monarcas españoles. De estos eventos se tiene registro de aproximadamente 20 corridas entre los años 1624 y 1823 (Extremera, 2006, pp.106-107).

Siendo un antecedente la reglamentación de toros dictaminada en la centuria pasada, vemos que al finalizar el siglo XVIII, se anuncian nuevas advertencias y prohibiciones para el aficionado taurino, con el objetivo de brindar un espectáculo más óptimo.

II. No se arrojará a la plaza, tendidos ni otros sitios de ella, perros, gatos,

cascaras, de melón, sandía, naranja ni otra cosa alguna.

III. Se prohive silvar, vocear, proferir, ni hacer acciones, y palabras

descompuestas, pues todos los concurrentes guardaran la compostura y

circunscripción que es debida.

VI. En los tendidos, nichos y demás parages de la plaza mayor, nadie fume ni

encienda yescas, ni haga uso de pedernal o cosa semejante, ni pase por dicha

plaza, ni sus soportales con hachas encendidas, de día ni de noche.

VI. Los que hayan ocupado los asientos no se mudaran de unos a otros ni se

pondrán en pie todo el tiempo que el toro estuviese en la plaza, pues de este

modo lograran los espectadores completamente de la diversión, sin estorbo de

unos a otros.

(Cabrera Bonet; Artigas, 1999:182-184 como se citó en Extremera, 2006,

p.124).

En la fiesta de toros, las reglas impuestas que regían el espectáculo no se cumplían en su totalidad, razón por la que ocurrían varios incidentes.

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1.3. La tauromaquia en el Perú colonial y republicano

La llegada de los españoles al Perú, en el siglo XVI, comprendió muchos cambios en la estructura económica, política, social y cultural del estado del Tahuantinsuyo. El reordenamiento hispano se realizó a partir de la necesidad de la instauración de un nuevo sistema que les ayudara a sacar el mayor provecho posible de los recursos que hallaban. Ello implicó el establecimiento permanente de considerable número de españoles en el Perú, los que dieron inicio a la reproducción de muchos de sus patrones culturales a fin de no sentirse alejados de su tierra natal. El desarrollo de las corridas de toros es uno de esos elementos culturales que se manifestaron tempranamente en el Perú.

La primera corrida que se realizó en Lima fue el lunes 29 de marzo de 1540, en el segundo día de Pascua de Resurrección, con el fin de celebrar la consagración de óleos hecha por el obispo fray Vicente Valverde (Mendiburu, 2002, p.84). Dicho espectáculo se realizó a la una de la tarde en la Plaza Mayor, lidiándose tres toretes de la ganadería de Maranga y en donde tuvo participación don Francisco Pizarro; quien, a caballo, mató al segundo toro (Palma, 1957, pp.46-47). Según el historiador Iwasaki, es poco probable la participación de Pizarro en dicho espectáculo por su avanzada edad, más de setenta años, y por no existir otra fuente que confirme dicho acontecimiento (2000, p.90).

Conforme pasaron los años las corridas de toros tomaron mayor impulso, ocupando un papel importante para la sociedad limeña, es así que:

El cabildo destinó para esta diversión cuatro días en cada año; y desde 1559 se

verificaron, la primera corrida el día de la Epifanía o Pascua de Reyes, la

segunda el de San Juan, la tercera el de Santiago y la cuarta el de la Asunción”

(Mendiburu, 1902, pp.83-84).

Dicha disposición da por entendido que las corridas de toros tomó un papel religioso predominante por esos años; más adelante, en 1571, una disposición Papal, aceptada por el rey

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de España, prohíbe las corridas de toros; el virrey Toledo, ante el mandato de la corona española y el Papado cumplió con prescindir de estos espectáculos, pero no duraría mucho tiempo, ya que ese mismo año volverían a organizarse corridas de toros en la ciudad de los reyes (Iwasaki,

2000, p.91).

En el siglo XVII, los espectáculos taurinos se desarrollaron con mayor frecuencia, las corridas de toros jugaron un papel importante para la sociedad limeña, llegando a ser un elemento de reconocimiento de hechos muy importantes. La organización de las corridas de toros dejaba de ser un ejercicio exclusivo de los cabildos:

Además de las fiestas ordinarias de toros que se dirigían por empresarios sujetos

á contrato con la ciudad, había otras que disponía el Cabildo, en la que sus

agentes se entendían para consultar el mayor decoro y lucimiento. Eran estas las

que se hacían con ocasión de la jura del Rey, nacimiento de Príncipe,

matrimonios reales, entrada en Lima de nuevo Virrey ó Arzobispo, y

fundaciones ó acontecimientos plausibles, como lo fueron la canonización de

Santa Rosa y de otros Santos (Mendiburu, 1902, p.84).

Esta nueva particularidad, generó conflictos entre los organizadores de las corridas y sobre todo por los fines por los que se emprendían. Así se muestra en 1674, año en el que el arzobispo de Lima, Juan de Almoguera y Ramírez, organiza una corrida para celebrar su llegada a la ciudad de los reyes. El día de la celebración, el arzobispo se instala en los balcones del cabildo para apreciar la celebración:

y no salió a las ventanas del acuerdo ningún señor oidor a verlos. Tampoco hubo

paseo por la plaza de alcaldes ordinarios, ni un caballero que saliese a ella por

el disgusto de los señores oidores que querían ir a verlos a Cabildo (Mugaburu,

1935, p.169).

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Esto conseguiría generar un malestar al arzobispo de Lima, ya que veinte días después del suceso se volvió a organizar una corrida de toros en honor del virrey Baltazar de la Cueva

Enríquez “y el señor arzobispo no salió a verlos” (Mugaburu, 1935, p.170). La exclusividad de las corridas de toros del siglo XVI se fue disipando en el siglo XVII.

Tímidamente, otros actores de la sociedad empezaron a organizar sus propias corridas de toros. Las personas de raza negra e indígena, dieron muestras de su interés por este tipo de espectáculos. Es así que, en enero de 1631, los africanos celebraron su primera corrida en la ciudad de los Reyes:

A 14, los morenos hicieron sus fiestas al nacimiento del Príncipe Nuestro Señor

y mandaron, por la tarde, jugar toros, que no fueron muy buenos pero fueron de

mucho gusto y risa para todos, porque salieron hasta 30 negros a la plaza con

capas y gorras milanesas a jugar los toros, que hicieron figuras muy ridículas y

algunos deellos hicieron algunas suertes de consideración en dar garrochones,

con que la fiesta vino a ser de mayor gusto que todas (Suardo, 1938, pp.108109).

Este tipo de espectáculos, lejos de causar malestar en la población española, parece haber sido un elemento de diversión. “La clase dominante toleraba y promovía esas parodias que, a la larga, adquirieron carta de ciudadanía” (Iwasaki, 2000, p.100). A los indígenas no les fue tan bien, ya que para 1630 se difundió una orden impidiéndoles participar en dichos espectáculos.

La prohibición fue hecha a razón de que muchos de los indígenas terminaban heridos luego de participar en las corridas en la capital:

A 15, por aver hecho relación a Su Excelencia el protector general de los

naturales que en el hospital de Santa Ana estavan muchos de ellos muy

maltratados de los toros, se pregonó un bando para que los días que se jugasen

toros en esta ciudad ninguno dellos pueda estar en esta plaza bajo pena de

cinquenta azotes (Suardo, 1938, p.94).

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Este mandato estuvo vigente por cerca de treinta años, Iwasaki afirma que la primera corrida organizada por los indígenas en la ciudad de los reyes, luego de la prohibición de 1630, fue en

1659 (2000, p.103), fecha en que los indígenas celebraron una fiesta en memoria de los incas:

Martes 23 del dicho mes hicieron la fiesta los indios, donde hubo un castillo en

la plaza, y salió el rey Inga y peleó con otros dos reyes hasta que los venció y

cojió el castillo; y puestos todos tres reyes ofrecieron las llaves al Príncipe que

iba en un carro retratado; y salieron a la plaza todos los indios que hay en este

reino, cada uno con sus trajes; que fueron más de dos mil los que salieron, que

parecía la plaza toda plateada de diferentes flores, según salieron los indios bien

vestidos y con muchas galas. Hubo toros aquella tarde y salieron dos indios a

garrochear a los toros. Fiesta de mucho regocijo para todos, y dicen llevaron la

gala de todos, con que cesaron las fiestas (Mugaburu, 1935, pp.34-35).

El siglo XVIII fue el escenario en el que se expusieron nuevas corrientes de pensamiento en

Europa, los que influenciaron la manera de pensar de los ciudadanos en España. Estas nuevas tendencias hicieron que muchos españoles cuestionaran el desarrollo de las corridas de toros, situación que también influyó en el virreinato del Perú (Iwasaki, 2000, p.103). En Lima se prohibiría la organización de las corridas de toros, dicha disposición no sería bien visto por sus moradores, originándose medidas de rechazo ante tales restricciones. Es el caso del oidor limeño Pedro Joseph Bravo de Lagunas, quien en 1761 publica un folleto sobre los derechos y exoneraciones del hospital San Lázaro, incluyendo en dicho documento un discurso “para justificar su concepto y parecer afirmativo en favor de las lidias de toros” (Mendiburu, 1902, p.92).

En 1746, un terremoto dejaría en ruinas la ciudad de los reyes, el sismo trajo como consecuencia la miseria de gran parte de sus habitantes. Dentro de la población afectada se encontraban los negros, mulatos e indígenas, los que no tuvieron otra alternativa que dedicarse

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al vagabundaje (Iwasaki, 2000, p.110), esta situación inquietó de sobremanera a la aristocracia limeña. El virrey Amat, en 1765, decidió aceptar la propuesta de Agustín de Landaburu, quien tuvo la idea de construir una plaza firme con su propio patrimonio. Para el virrey, la construcción del coso taurino sería una respuesta a los problemas del vagabundaje, ya que con la renta de la plaza se permitiría financiar el hospicio de pobres, liberar a la ciudad de vagabundos y entretener a la población (Iwasaki, 2000, p.112).

La plaza de Acho se estrenó en 1768, convirtiéndose en el espacio principal de las fiestas taurinas en la ciudad de los reyes. La disposición del coso no estaba destinada para celebraciones ordinarias, sino para sucesos notables, las que se festejaban con los preparativos tradicionales de las fiestas taurinas (Mendiburu, 1902, p.85); mientras que, en la última década del siglo XVIII, las corridas de toros ordinarias se realizaron en la plaza otero:

Eran ocho y un encierro, habiéndose mandado por el Rey, en cedula de 6 de

Octubre de 1798, que fuesen en día Lunes, á consecuencia de la antigua

oposición de la autoridad eclesiástica á que se celebrasen en días de precepto,

porque, con el alboroto de la lidia de toros, dejaba mucha gente de oír misa

(Mendiburu, 1902, p.85).

Mendiburu manifiesta que esta plaza era armada y preparada anualmente y se caracterizó por no dar muerte al toro durante el juego.

Durante las dos primeras décadas del siglo XIX, las corridas de toros tuvieron un impacto sobre los hechos sociales y políticos, el comienzo de estos sucesos coyunturales estarían relacionados con la toma de mando del Virrey José Fernando de Abascal y Sousa, acompañada de las reformas políticas y el nombramiento de nuevas autoridades, siendo estos cambios motivos de celebración, organizándose un espectáculo taurino para el aficionado limeño, con la participación de toros como actores de distracción, convirtiéndose así la lidia de toros en una fuente económica rentable para la época, generando muy buenos ingresos, los cuales serían

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empleados para la construcción de obras sociales, estas construcciones beneficiaban a las instituciones públicas de carácter cívico y religioso.

La afición por la fiesta taurina al parecer, le demando bastante importancia por el Virrey

Joaquín de la Pezuela, quien con la ayuda de nuevos gestores impulso la creación de un reglamento para la fiesta taurina, el 27 de noviembre de 1817 (Garland, 1948, p.35):

El 10 de diciembre de 1818, si esperar mayores trámites, de su puño y letra, así

lo disponía el Virrey: “sin perjuicio de atender a sus obligaciones militares, los

señores jefes de estos cuatro individuos les permitirán los días de toros salir a la

plaza Pezuela (Garland, 1948, p.37).

Desde ese momento la corrida de toros estuvo regida por las siguientes normas:

- Si la destreza del torero fuera notable, esta acción seria premiada con dos, tres, cuatro pesos

o si no serían castigados con pena de cárcel.

- Si el torero se negaba a matar al toro, dicha sanción seria penalizada por el Juez de

espectáculos.

Además, Mendiburu menciona que la lidia de toros estaba regidas por normas ambiguas, las que permitian la práctica de suertes y estilos, que ponían en riesgo la vida del torero, estas ocasiones resultaba desagradable, y por orden del virrey se volvía a repetir la suerte en el coso taurino (Mendiburu, 1902, p.91).

A finales del siglo XIX, dejaron de organizarse corridas de toros, debido a que el país se encontraba en enfrentamientos coyunturales en vísperas de su independencia, “Nuestro pueblo anhelaba su libertad. Había llegado el momento del ajuste de cuentas. ¡Y no todo podía ser toreo!” (Garland, 1948, p.37).

Años más tarde, la lidia de toros fue presenciada nuevamente por el público limeño, en celebración de haberse concretado la independencia del país, además el protector don José de

San Martin, entraría en posesión de la plaza de Acho, para obtener beneficios a favor del

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ejercito libertador. La temporada originó ingresos de 25,000 mil pesos, patrimonio suficiente para atender las necesidades de las tropas patrióticas, y otra cantidad de 4,000 se destinó a la edificación de un Navío para San Martín (Garland, 1948, pp.39-40).

La difusión del espectáculo taurino en el Perú, tuvo que ver con la creciente aceptación como práctica novedosa, arriesgada y divertida; otro factor que explica su auge, fue el uso de esta festividad en el ámbito político, religioso y social que contribuyeron a la transmisión de la fiesta taurina por generaciones.

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CAPÍTULO II

ORIGEN Y ORGANIZACIÓN DE LAS CORRIDAS DE TOROS EN AREQUIPA

(1900 - 1930)

2.1. Antecedentes de las corridas de toros en la ciudad de Arequipa

La bella y conservadora ciudad de Arequipa, fue fundada el 15 de agosto de 1540, de

hermosa campiña y de colosales volcanes, de solariegas casonas y de empedradas calles; que

conducen a veteranos templos y conventos de sillar, ciudad de espectaculares corridas y peleas

de toros, picanterías y yaravíes, de poetas y de mártires, de gente tan orgullosa y rebelde: como

conservadora de sus tradiciones. Esta es la misma ciudad que hace 119 años fuera aún muy

aficionada a las corridas de toros, una práctica festiva traída por los españoles.

Desde mediados del siglo XVI, la Ciudad Blanca era testimonio de una las costumbres

traídas por los españoles; las corridas de toros, práctica foránea que fue reproducida y adaptada

con los elementos naturales del lugar, estuvo presente en la ceremonia de fundación española

y de la festividad religiosa a la patrona de Arequipa.

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E luego en el dicho cabildo los dichos señores dixeron que por cuanto el dia de

nuestra señora de agosto (1) se fundo esta cibdad que el tal dia el cabildo desta

cibdad le tomó por patrona y hordenó que tal dia se sacase el estandarte de armas

questa cibdad tiene e su magestad le dió y por ques justo que la tal festividad se

haga con todo Regocijo hordenaron que de aquí adelante para siempre jamás se

libien seys toros e se haga mas regocijo posible e asy lo acordaron” (Barriga,

1939, p.359).

Para el historiador Carpio Muñoz, la fiesta con toros se realizó de manera esporádica en los primeros años de la fundación española, estimando que las primeras reses que llegaron a la ciudad fueron vacas y que en las primeras corridas no se matara al toro, debido a que se tenía que hacer cría de ellos (Carpio, 2011, p.121).

La tauromaquia estuvo estrechamente ligada a las fiestas religiosas de Arequipa, este pueblo al pie del Misti fue muy devoto a Santa Marta, es así que, en vísperas de su fiesta, se realizaran corridas de toros.

E luego el dho cauildo, sus mercedes dixeron que por cuanto en efta ciudad solía

aver grandes temblores de que cayan muchas casas e moria algunas personas e

para amparo della después de la gracia dibina avian tomado por patrona de esta

ciudad A señora Santa Marta y edificadole casa y después que se avia tomado

por patrona mediante ser nuestro señor servido avia cefado los temblores y por

que hera justo que el dia su abocación se festejase y alegrase esta ciudad por

tanto que hordenaban y hordenaron que el dia dela avocación de señora Santa

Marta de Aquí adelante para siempre jamas se digan vísperas solenes e mifa

ese tal dia se lidien seis toros y se haga todo regocijo y que esta horden se tenga

para siempre e asi lo acordaron (Polar, 1891, p.153).

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La festividad con los toros tuvo como escenario durante los tres primeros siglos, después de la fundación española, la plaza principal de la ciudad:

Bajo pequeños toldos en la Plaza Mayor se vendían verduras y frutas, todas las

mañanas, hasta las diez, conforme a la Ordenanza del Cabildo, hora en que se

levantaban las mesitas y toldos, porque después el