Quiero Conocerte, Papá
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
Quiero Conocerte, Papá Por Adamo Karnevale DEDICATORIA A Dios, por este modesto talento. A José y Patricia Vicuña, mi padre y hermana por su apoyo y comprensión incondicional en todo momento; y en especial a María, ese ser que se fue temprano pero al que extraño tanto: mi madre. A Paula, Xaviera, Sebastián, estos seres que al haber jugado un rol importantísimo en mis antepasados familiares, sirvieron de inspiración para consolidar esta obra. A mis familiares y amigos, y a ustedes, amables lectores. Gracias totales. PRÓLOGO Nos sumerge en la apasionante historia de Paula y Giuliano, dos personajes que siendo separados por la guerra, el destino vuelve a unirlos al cabo de veinte años en una vorágine de misterios, pasiones encendidas y perdones. Paula Montiel es una agraciada muchacha que posee atracción por los hombres maduros. Ella tiene como íntima amiga a Xaviera Rivera, a quien considera casi “su hermana”; ambas comparten un problema en común: perdieron a sus respectivos padres en los hilos del conflicto bélico en Afganistán hace décadas atrás. Las guapas jóvenes ganan un crucero y viajan a Italia. En medio de aquel paseo, Paula se enamora del guía turístico Giuliano Scarole, un hombre bien parecido quien le dobla en edad. Ellos viven un romance que se torna dramático cuando comprueban que Cupido los flechó equivocadamente, puesto que su amor está prohibido para ellos. Su entrañable amiga Xaviera, equivocadamente o no, busca vengar en Giuliano todo el sufrimiento vivido por Paula y que la empujó a un desenlace inesperado; pero pronto descubrirá un revelador secreto que también la involucra con aquel italiano, desatando un baño de verdad que sorprende a propios y extraños por su impredecible final. Una obra que vale la pena ser leída hasta el final, sólo así podrán avalar que haber navegado en cada una de sus páginas es toda una odisea, y lo más importante es que nos deja como mensaje alentador que ninguna guerra en el mundo puede ni debe tener copia. Disfrútenla… porque es de ustedes. BUSCANDO UN ANHELO CAPITULO I Ambientada entre dos escenarios diferentes, Estados Unidos e Italia, - ambos países separados por el “gran charco del Atlántico”-, se encuentran Paula y Giuliano. Por esas ganas de molestar que a veces tiene la vida, después de veinte años un torbellino de sentimientos los envuelve en la telaraña del misterio y lo prohibido. Son los postreros días del año 2.001 en Folkland, Texas, una ciudad pequeña, sin mayor desarrollo, de gente en su mayoría con origen hispano, y conocedores de que no tienen mucho futuro a que aspirar como toda ciudad de frontera. La vegetación es inhóspita y rodeada de varios riachuelos con gran caudal, como caudalosa es también la riqueza petrolera de sus campos. Le fascina que la llamen, “Folkland, the city does not have comparison”, o, “Folkland, la ciudad que no tiene copia”, por lo que un gigantesco letrero con esa leyenda se ubica a la entrada de la urbe, convirtiéndose en la puerta que invita a gritarle al mundo que ningún conflicto bélico debe ser emulado. Aquí reside la guapa y dulce Paula Montiel, -una muchacha que bordea los veinte y un años, tez blanca, ojos cafés, cabellos castaños, de carácter alegre, aunque un tanto introvertida-. Es hija de Flordeliz Roldán, -una mujer hispana como muchas que habitan este país-, de aspecto frágil, que frisa los cincuenta y algo de años, cabellos negros y entrecanos, con apariencia de pertenecer a una buena estirpe, pero padece esquizofrenia, ya que la guerra marcó esas secuelas en ella. Flordeliz es un ser tranquilo, su vida transcurre horas tras horas dormida en su mecedora o en esa fiel hamaca que siempre la acompaña. Sus miradas perdidas y la mente en el limbo son el fiel reflejo de que es inofensiva, aunque a veces nos sorprende con sus arrebatos que rayan en lo dramático. Paula nunca ha internado a su madre en un sanatorio mental como se lo han sugerido muchas personas, porque aquello significaría alejarse de ella, ya que el hospital psiquiátrico central se encuentra en Austin, la capital del estado. Esta joven tiene una amiga muy íntima con quien ha crecido desde niña. Ella es Xaviera Rivera, -una atractiva chiquilla contemporánea en edad con Paula, piel blanca, grandes ojos negrísimos y cabellos del mismo tono, de carácter decidido, y dueña de una avasallante personalidad-, orgullosa de llevar aquel nombre al que siempre recalca que se escribe con X. Xaviera vive con su progenitora, Socorro Rivera, -otra señora de origen latino bronceada por el sol, menuda, que bordea ya los sesenta y cinco años, de temperamento afable y dadivoso-, quien estuvo unida sentimentalmente a un soldado llamado Ariosto Montalván, de quien sólo se sabe que lo dieron por desaparecido hace muchos años en una de las tantas guerras libradas por este país anglosajón. Ambas chiquillas comparten un mismo sufrimiento: nunca conocieron a su padre porque el conflicto bélico se los arrebató. A Paula la reconforta el hecho de saber que lleva el apellido paterno, Xaviera ni eso. Y en un vistazo al viejo continente, específicamente al puerto de Génova, en uno de sus viejos barrios llenos de bohemia y tertulia, habita Giuliano Scarole, -un hombre maduro, colorado, cincuentón, alto, corpulento, canoso, de profundos ojos verdes, pero mirar triste-, el mismo que perteneció a la marina de guerra estadounidense y combatió en el enfrentamiento bélico de Afganistán en la década de los ochenta. Reside en un espacioso departamento de su propiedad con Nicoletta, su hija de siete años, fruto de la relación amorosa con una italiana hace muchos años. Es viudo, y se desempeña como guía turístico de cruceros que realizan sus diferentes paseos por las bellas costas italianas. 12 DE DICIEMBRE 2.001 Esta buena mañana que ya huele a Navidad, donde los árboles y las luces propias de la fecha van adornando de a poco las residencias de Folkland, Paula llega irradiando felicidad a su trabajo de cajera en la pastelería “El Encanto”, propiedad del italiano Enrico Cipriani, -un hombre de fina estampa, alto, tez blanquísima como la nieve y con un genio de temer-. Xaviera, quien labora detrás de la vitrina atendiendo a los clientes indaga a su compañera el motivo de tanta alegría: -¿Qué te ocurre, amiga? Tal parece que le hubieses pegado al gordo de la lotería-. La muchacha de los ojos cafés responde: -Estoy dichosa. Acabo de comprobar que me he ganado un crucero con todos los gastos pagados a Italia por dos semanas, ¿no te parece maravilloso?-, concluye, abrazando a su compañera de labores y destilando alegría por todos sus poros. Xaviera continúa inquiriendo: -Pero, ¿cómo es posible aquello?-. La hija de Flordeliz responde agitando un boleto en sus manos: -Mira, “ñaña”, -un objetivo con el cual algunas veces la llama cariñosamente-, ¿recuerdas que compré unos frascos para limpiar vajillas de porcelana, e incluía un billete para sortearlo con la lotería?-, pregunta con mucha convicción. -Claro, claro que lo recuerdo. Si hasta te lo reproché por gastar el dinero en tonterías, en vez de regalármelo-, reafirma Xaviera. -Pues, me lo gané, amiga. El número 308 coincide con el boletín-, subraya Paula, comprobando con el diario en las manos la realidad de su afirmación. -Qué suerte, hermana, te felicito. Ojalá lo disfrutes, te lo mereces-, afirma la muchacha de los cabellos negro-azabache, acomodando los pasteles en las respectivas vitrinas. -¡Cómo que ojalá lo disfrutes!-, exclama su compañera de trabajo para enseguida agregar: -Debes decir: ojalá lo disfrutemos porque he decidido llevarte conmigo. ¿O piensas que me voy a ir sola?-, interroga la ganadora. -¿Estás hablando en serio, o es una tomadura de pelo?-, inquiere Xaviera, estrujando entre sus manos la franela con la que acaba de limpiar. -Pero, por supuesto que no, amiga. Si eres como mi hermana, no voy a dejarte aquí, además, recuerda que ambas salimos de vacaciones por esos días, y el premio es para dos personas. Te confieso que hubiese querido ir con mamá, pero la pobre con su problema no disfrutaría nada. Así que nos vamos y no se hable más-, sentencia la dulce chiquilla de apellido Montiel. Xaviera lanza un grito de emoción que alarma a los compradores del lugar, ella se ruboriza aunque no le da mucha importancia al hecho. En esos felices momentos desde el fondo de aquella pastelería hace su aparición un joven simpático, de unos veinticinco años, estatura mediana, fornido, de tez canela, con mentalidad progresista y pragmático, aunque algo impaciente, que responde a los nombres de Sivalter Segura, -hijo de inmigrantes mexicanos- quien funge como jefe de la bodega. Él se dirige a Xaviera: -Buenos días, corazón. Y bien, ¿aceptas la invitación para comer esta noche y luego vamos a bailar?-. -Lo siento, Sivalter. Muchas gracias por la deferencia, pero mejor invita a Susan, -refiriéndose a la chica del restaurant esquinero-. Te aseguro que ella se sentirá feliz de ir enganchada a tú brazo-, responde la hija de Socorro Rivera. -Pero, a quien estoy invitando es a ti, no a Susan-, afirma el bodeguero, mientras se acerca a ella intentando robarle un beso sin conseguirlo. -Está bien, te lo pierdes-, contesta e inmediatamente regresa a su puesto de trabajo. Xaviera al observar hacia la caja se percata que Paula luce un aspecto triste y procede a preguntarle: -¿Qué te pasa? ¿Quién te borró la felicidad de hace pocos minutos?-. Paula replica: -Es que estoy pensando en mamá. Si me voy, quién cuidará de ella, tengo miedo dejarla con alguien desconocido-. -Ay, Paula, tú y los dichosos miedos. Nunca digas: tengo miedo porque más te ocurren las cosas que temes. En cuanto a Flordeliz, de sobra sabes que mamá se encargará, es su vecina preferida, así que no te preocupes más -, afirma la amiga del alma con absoluta seguridad.