AÉO I. MADni» IXÚm. 33.

MOVELAS, VIAJES, LITERATURA, HISTORIA, CAUSAS CÉLEBRES, CHISTES, ETC., ETC. SEMANARIO ILUSTRADO ESCRITO POR D. B. FERNANDEZ Y GONZÁLEZ. D. R. ORTEGA Y FRÍAS Y D. T. TARRAGO Y NIATEOS.

PRECIO EN MADRID. PRECIO EN AMÉRICA, DOS REALES EL NÚMERO. PRKGIO KN PROVINCIAS. Un real cada semana, pag^ado en Real y medio cada semana .pagado el aoto de recibir el número. Se anscribe en Madrid, ProTincias y América en todas en el acto de recibir el número. las Ubrerias, ó bien dirigiéndose 4 su Editor o. JEtUC SE RErtRTE UN ROHERO SEIIUtL QRACii, Kncomienda, le, principal, Madrid. SE lUak k DMICILIO.

EL BEY DEL PUÑAL.

— Espera, espera,—exclamó Josias Datham. (r^'g' ^i^-) 514 EL PERIÓDlCO'KyfFTODOS. d i,-,^

SUMARIO. lo que,es el rey mi aeñor: no puede pasarse Vagaron los ojos de Josias Datham. Tr.xTW—íl Rey del pntitl., novela por don -Manuol Fer­ sin mí. ' ": " •> ' " DoA Oantoncílló "K^bia Visto Sque el^Jiidio nandez y González.—L« NxUyidad, por doita Robuslia- Y don Cáatoucilío ST levxntó,' abrazé kixt eiBtijnafia aquella copa efr «a tésoí^)i y se na Armiño de Ciieüta.—Honor de esposa y corazón de mujer y se fué á buscar á Jo'slaa Datham, al íprovecii^ü de ia'ocasioD. -v ,-.-.'V ni^ttfc. novela por don Ramón ürlega y l'rias—Scc- que eacontró entre sus amanuenses y sus Be acordó de la miseria de doña Coulítaaza cito de imiriei: A í)r¡llaí,«rillan Buxó.—Cauaas célclircs—Malé­ ,En'cuanto el judío vio á don CáátdiiciUo dejipues dé muchos años. vola iDlIucneia de la Tatsa amistad, por'don l'c;jir6 l'a- se levantó y sa'lió por un^ peceña pijería Era una verdadera copa de príncipe.' lau y Masonl.—El l^unal de oro. novela por don Torcua- del almacén. * ' ^. Etiííedio dedar seguramente la muerto lo Tarrago.—Variedades, por doTIa Rojjusllaíía ArwHhr Don Oantoncillo le siguió. r -áia tener que valerse de personas interme­ fe Cuesta.—Sección fesUva. Cttancl<> llegaron á osa estancia inmediata, dias para obtenSf un tósigo. el juglar dijo al judío: Esto era inapreciahle. nKiBiBos.—El Rey del puñal.—Loa Exeópticos (do> grabx- .-"jOrees tú qtie yo puedo llevar al rey el Por muy flelqué sea un asesino delque se ilot.J—Arturo JlrouDsvilIc. selló de su cancillería? ha usado, y por mucho interés que él mismo —Si, puesto que está hecho,—dijo Josias, ten¿ia en guardar , este secretó pue­ —yo le he hecho limpiar y arreglar de tal de descubrirse. ,'i, - . manera, que iio parece sino que aéaba de tra­ Josias OathaD' péjjis'ab» en «ato, en la ga­ EL REY DEL PUÑAL. bajarse en él. nancia que aqdejla copa podía {trocniraíla. —Pero el rey ¿podrá creer que se ¿ahecho El se., ásonrbratia-d^ fligtona larga vi tud •OTILA HISTÓRICA - ese selio en tan poco tiempo? •-.- mortal de la^cbpa* y nV<íwÓlpr§üdia isámo ha­ —¡Oh! el rey sabe que mis orfebreros ha­ bía podido ser mezclado á ella de üira mane­ m B. lARüEL FEBÜAÜDEZ T GOIZALEZ. cen milagros; más de una vez, para satisfac- ra tan peí manente un veneno. cer uno desuscapnohoá seha terminadottoaj «íal^iip sí?tóinioy<,se preparaba una copa para bella y difícil alhaja, empezando por fundir el matar ufaa o dos veces. LIBRO PRIMERO. ori^.iPuedes llerar sin temoralgiipo ese ceÜQ. Pero esto debia ser en un corto espacio. al rey acompañado de la cdpa'" ' • ' —'" Aquella maravilla había excitado a Josias —iAb!—exclamó don Cantoncillo,—pues Datham, y de tal manera, que no lo podía di­ se me flgura que el rey va á querer un nuevo simular. Er.RE DVlagro^Jiíque jpara ese milagro va &enTÍar-> I me amí. • .- -j V ^'^n^ípii .¿no «nq —Y bien,—exclamó Josias,—aun falta una —Te ,vendo esa copa,—dijo Gautoncil^ —jAliI np, porque yo, H9. sacó,más que un hora para el medio dia: si el rey como es de acometiendo de: freiTtX á, Josias DaiiUam. ¡üstruraen'to da fa pi'ovWijnCíá'y'e "Dios. Ade- presumir, quiere tener panaüííilteche éÁ0LÚo>-—¿Y para qué quiero yo la copa?—excla­ vSÁm, ««tr^a lo que quiera» tíl«iieaík)r , ;a te pa, la tendrá, y no será una sola copa la q^ue mó Jofiíáft aliWáaadosé' y 'miíaiú'do tft? \'ittk lo IMÍ dicho j tC' lo repito: tea^a algo dSVéy se haga, se harán dos.' entonééá te convence­ manera intensa y'aiísrosa á'don Cildtou- y de rey terrible, y no renuacio jamás-^ mis rás dalo-que valen mi» platero» y mis (4Í3- eillo. proyectos, laútii e», pi^es^.^^ue pretendas di­ mantwtas. ; ^ —Capaz ere8'd'e''f>r(yp0TieT «ü véh^a á'-la se­ suadirme. —Pues voy á llevar esta cop i y este sello á ñoría dft V^necia, que pa^a muy bien todos —Nos perderemos,—exclamó Blancaflor.— su señoría, mi muy querido hijo y dueño, y los medios dematar secretamente; capaz ere-s Yo ereo que el destino del rey dua Pedro es díme tú, Josias, ¿por qué han de ser dos co­ también de venderla á un cardenal que codi­ devorar to que tieae á su lado. pas en vez de Una lasque tú vas á falsificar? cie ser Papa ó de echarte á buscar un rey do —¡Ah! yii soy más fuerte que él; yo le co- —¿Quieres tú decirme, Cantoncillo, si se la cristiandad que quiera tañer un medio se­ noz'.ío ea tanto que para él yo soy un miste­ puede dejar tranquilamente en poder del rey guro para dar al traste con alguno de lo.s rio, y 6U todo camo, ¿crees tú que la piiSalada don Pedro una copa envenenada como esta? otros reyes, sus buenos hermanos. ¿No sab.'.s que yo di anoche a ese bueu don Pedro de ¿No seria de temer que un dia Ja emplease en tú que yo he nacido debajo de una teja del Kgeriefc ha sido mi última puñalada? uosotros? alcázar y que conozco bien todas las infamias —Nos perderemos, don Cautuncillo; nos­ —Todo podría ser,~dijo don Cantoncillo qué e» los alcázares se hacjn y aun se pien­ otros y los que nosotros preteadamos prote­ dejando ver un rostro no muy satisfecho.— san? ger: estoy Tiendo en tu frente arrugas, si- ¿Pero no consideras, imbécil, é idólatra, que —Pues para nada necesito esa copa,—dijj niestrM arrugas queme aterran. tú ere^, qae el rey no se satisfará .sí no pruer- rehaciéndose Josias l)ath»m. í-¡Bahf—exclamó don Cantoncillo,—su- ba la éttét. y sé convence de que continúa en- —Pues bueDK^ inala llevo y digo al rey pátotteíones: creen ios ímbóciies que nosotros vene^'^da? ,• los gitanos tenemos el don de la adivinación; r^ÍBahl gbáhl eálo mismo que sirva para pope nosotros los gitanos no podemos creer- 0i a una de tas copas que yo baga, el kspec- Jo; nó nos podemü.4 enífl^irá'nosotros'mis- io da antigua, itk unveneno^aepateen Wiitf 8%«» ^íesespeS^o por los ojos y por itips. ¿Has adivinadotu^uelleg^ariasá casal*/ Veinte y cuatro horas por algunos diaa: des- el Mmbl^te de.)}o8ia4. toiéoa uno de tu raza, y que casándote coa paes el veneno peederf «u fuerA y dentro áó un gitano llegarlas á ser uua poderosa seño­ de un mes será la coparinofenaiTa. ra? iSttbis TU antes de encontrarte que tods- —Sin duda debes tener tú nn pacto líecho TÍs había relicidad y amor para mí sobre la con el diablo,—dijo don Cantoncillo.—Pero va­ —Es que yOímodó jr alrey,—exclamó,—y tierra? No te engañes, Blancaflor; el hombre mos i. cuentas: si no se puede dejar tranqni- decirle la propinMlüonque me has hecho y que ntf Mbe de dÓBoe Tiene ni á dónde ve, ni Umentauna copa envenenada en Iksmajioáael porque yo he sido Ij^radoj tú me calumnias cuetos BOU sus días, ni eaál su poder. rer, meaos se puede dejar en I«a tuyas. ¡He- y me desacrdii^SiS'^íciendo que yo no puedo —To eabis que habiirde llegar á unk ffraa Teí« tú «res un lobo, tú «res avaro,, tú 88tóft]ía'-Isiflcal r un«'wga sirtiejitnte. furtnna,—dijo Biancafior,—que amaría á an sediento, perdido'de amares por I»tija de tú —Por eso «^íjflde,—dijo don Cantonci­ hambre TÍejo y feo, q,ue por él me Tendría mujer y del señor rey don Alfónsi» el Beníg^ llo,—yo te BÍíwipí de introductor ha-sta ti uis grAn fortuna ,' y que esafortuna seria no. ^Quién sahe lo qae tú puiides intentar eon mismo rey. " t ' . piMnii una inmensa dresgrjieia. esa Copa sr ae queda en tu poder? —¡Asesinol—exclamó casi á punto de llo­ '•oAbora que ha sucedido;'—dijo don Oan - —Quédese en el tuyo,—dijo JoUaí Da- rar el judío, ••'.; tcneillo,—erees haberlo aaÍTÍnado; pero la tham,-*-yo te la dejo tranquilo: tú serás Ivodó- —¿Cuánto éi# das por la copa?—dijo mi­ aliTinacion no existe, adorada mia, ^ <{e tal 10 malo que se quiera; pero no matarás á na rándole Coa" ana sonrisa de diablo don Can- niUien. 60 estoque TO no meatreTQjria á ase- die si no en tan malo como tú por lo ménus. toncillo. gttrar, i pesar de Tas pruebas de »mor que —pien düfao: yo no he matado nunca m^ —Vamos,—1iJo Josias Datham,—pues para n^sliM dado, ai acabarás por olWdttfm*, por que picaros; y para eso no me he valido del cumplir con Dios v con mí conciencia, y par» MMtir repugnancia báciamí y p0r enamo­ veneno. Pero ¿cómo puedo yo fiar en tí? ¿Có­ evitar destruyend,o esa. copa, los críncenes ran* de otro, tal Tez de ese mismdiwñor rey. mo puedo 70 saber si en vez de hac^ do' co­ que con ella pueden cometerse, te daré el do­ '*HfiM imposible,—exclamó Bnuiesñor,— pas haces tres, y me ehtregas una; que esté ble de su valor. me he quedado sin alma ; mi alma i» tienes envenenada por cierto tiempo? —¿Y cuánto poirá valer esta copa?—dijo tú, todo lo qae yo podía amar lo he ama­ —Haz una señal á esa copa don Cantoncillo. , . do ya. —¿Tú crees que yo soy tan imbécil como —Esa copa vale cuando más quinientos -^iQaién sabe, quie'n sabe?- exclamó don tú? Hónrame más. Pues qué, ¿de la misma cruzados de oro. CaotooeiUo;—pero en fio, querida mia, te- manera que falsifloas la copa no puedes fal­ —No me tieae cuenta;, con quinientos cru­ Xwaqssobrado tiempo para hablar, y el rey sificar la señal qnc yo la haga? zados de oro no hay para nada. 4wl|^ptra y tal Tez se impacienta por más —¿Pues cuánto quieres, malhechor?—ex • que'así baya dejado el día libro: yo sé bien claaó Josias Datham. * ÉL PERIÓDICO PARA TODOS 515

—Qien veces quinientos cruzados. perio, y alta jurisdicción de justicia civil y —Vamos,—exclamó Josias Datham. —¡Cíncueuta mil criízíidos! ¡Tremendo Je- criminal, es así una cualquier cosa insignifi­ Y rompió para adelante, silencioso, som­ bová, póderogoDios de Israel! ¿Y tú que tro­ cante que tú pus'les traer y llevar á tu ca­ brío, trémulo, y llegó can don Cantoncillo naste en Sinaí, Señor Dios mió, no trueuas pricho? Rstiéndeme ahora mismo una alba- hasta la poterna. sobre la cabeza de este protervo y la aaiqui- la y obligación firmada por esos cincuenta Cuando don Cantoncillo hubo salido, Jo­ lais? mil ducados, oblígándúto apagármelos ma­ sias Datham exclamó: —Me parece que estimas tanto esta copa, ñana al medio día en punto. —Que Dios quiera que la tierra se abra ha- —dijo doa Gaatonciilo,—que es una tontería —¿Qué te hé hecho yo, tigre jorobado,— jo tus pies y te trague, maldito. Pero esa co­ no doblar el precio. exclamó Josias Datham"Con voz de chillido y pa, esa copa es inapreciable; esa copa vale todo —¿Quieres diez mil cruzados?—dijo casi extendiendo hacia él sus manos trémulas,— lo que yo poseo; una copa que no pierde su apometido por una cpnvuiaioa, Josiaa Da- que así pretendes causarme la muerte ? potencia mortal, que puede pasar de genera­ tham. —Adiüs,—dijo de una manera solemne don ción en generación de tiranos, siendo un se­ —Ni un cornado meaos que cincuenta mil Cantoncillo. creto de príncipes. No es cara, no; no es ca­ cruzados de oro. Y puso mano á la puerta para abrirla. ra. Pero ¿por (jué no haberla sacado yo más —¡Pero desesperado que tú eres y dejado Volvió á agarrarse á él Josias Datham. barata? i Ah, imbécil, imbécil! Con todo lo de Ja maño do Dios!—exclamó Josiaa Da- que me has sacado, no has llegado á sacar­ tham,—¿sabes tú lo que me pides? me el equivalente á esa copa de sangre. Pe­ —El valor de tu buena conciencia, Josias. ro hay que tener cuidado contigo, no pre­ —•Ven ven, toam,—dijo.—No quiero que tendas sacarme una gota de sangre más, Pero en fin, yo no te obligo; no ie pongo el Dios condene mi alma por no haber tenido puñal al pecho; tú no quierss pagarme esta porque tú eres el primero que pruebas oí valor de quedarme pobre para evitar críme­ poder de mi copa. copa en lo que yo estimo la delicadeza de tu nes horrendos. . conciencia; pues bien, aííunto concluido; tau Y Ec volvió lentamente á su almacén y se apxigüs como antes, —¡Oh, sí!—exclamó don Cantoncillo,—seria puso á trabajar con sus amanuenses, espe­ una gran lástima que tú te condenaras. Pero rando impaciente & que don CantoaciÚo vol­ y eljuglar volvid la espalda y se dirigió á dame el albalá. la })uerta. viese con la copa. —Kspera, espera.-^exclamd. Josias Da- Don Cantohcillo entre tanto abanzaba ha­ thíim. cia el alcázar infinitamente más inflado (jue Don Caritoncillo no volvió el cuerpo,sino la Josias Datham agonizando, dominado por antes, haciendo reír cap su gravedad cómica, ur»a convulsión poderosa que apenas le dé- á todo el que le encontraba por la calle. cabez^, jaba 'escribir, extendió en forma uno de los —Té daré treinta mil ducados,—exclamó el Le conocía todo el mundo j todo el mundo documentos comerciales deaquellostiempos, creia que eus nobilísimas vestiduras que tau judío con un. acejito tarribleoiente apenado, por el cual se obligaba á pagar al din siguien' como si se le hubieran salido con aquellas ridículo efecto producían sobre él, eran un te al medio día al muy alto, muy poderoso y disfraz de que don Cantoncillo se valia para palabras las entrañas. muy temido señor don Cantoncillo de Ariza, El juglar continuó hacia la puerta. hacer reir al rey, enrabiando á los nobles y procer de Aragón, barón de Ariza, cincuen­ para divertir á todo el mundo. —Tómalos,, tómalos,—exclamó abalanzán­ ta mil cruzados de oro cendrados de la banda. Don Cantoncillo murmuraba: dose á dojí ^antoncillo. Don Cantoncillo leyó con una indiferencia —Pues mira,—dijo don Cantoncillo vol­ —Cincuenta mil cruzados por una parte; irritante para Jusias Datham el documento, por otra el aderezo dé esmeraldas y diamantea viéndose,—ahora ÜQ me bastan los cincuenta le enrrolló y le guardó en su escarcela. mil ducados; si no me das cien mil me voy de Blancañor, que vale bien otro tanto, y lu á decir al rey que tú no sirves para el caso. que yo pueda añadir. Con cincuenta mil cru­ —¡Ay, infame, infame, alma de tigre!— zados puede levantarse un ejército para con- exclamó, con un acento imposible de descri­ —¡Ah! se me olvidabí,—dijo deteniéndose 3uistar un reino. ¡Ah, mi pobre, mi pobre bir, Josias.—Tuestas vendido á Satanás, ó al abrir la puerta,—mi muy querida y noble oña Constanza y su desventurado rey dou eres Satanás mismo; tú no estimas en lo que esposa debe ser un estorbo para tí. Jaime! Ellos volverán á ser reyes, y n.) reyes vale mi caridad. Josias Datham que le vio venir, le dijo de Mallorca, sino reyes de Aragón; y mi villa —Sí por cierto.—dijo don Cantoncillo,—la apresuradamente: y castillo de Ariza y la Liga de la Únion y el —¡Estorbo! ¿que' es lo que estás diciendo popular de Zaragoza, acaudillado por ese estimo en cien mil cruzados. buen Gome-Gomis preboste del mercado! —¡Vete, vete !—dijo Josias,—suceda lo que don Cantoncillo? Alegría de mi casa, que no estorbo. ¡Ah, hijo mió y señor don Pedro el Ceremo­ quiera; Dios sabe que yo he querido evitarlo; nioso, demonio coronado! Con que placer he pero yo no puedo dejarme robar de este mo­ —Yo te lo agradezco mucho,—dijo don do ver tus miembros palpitantes esparcidos do ; esto es una desdí'iha, esto es insoporta CantoDcillo;—pero ni mi esposa ni yo quere­ acá y allá y pisoteados por los buenos de ble; esto es para morirse. Rebeca, que se ha mos .sor molestos. Aragón. Asesino, infame, incestuoso, sacri­ propuesto que nos quedemos pobres hasta el — ¡MolcFtia, Dios de Moisés!—dijo el ju­ lego. ¡0!i! ¡y tengo ansias. Dios mío, por ver punto de tener que mendigar nuestro pan, dío. á mi buena hija, ala hija de mi Azepha la ha dado á tu mujer un tesoro en alhajas; para —Pues bien; si nosotros no te somos mo­ infanta de Granada! Y no poder decirla: yo que tú repares tu villa y castillo de Ariza, me lestos,—dijo don Cantoncillo,—á nosotros soy tu padre. Puede, puede ser que algún ha, sacado otro tesoro, y otíro, en fin, para que nos molesta mucho no vivir en nuestra casa día lo sepa. Pero sera cuando ef deforme puedas armar tu mesnada; esto no era bas - como corresponde á nuestra alcurnia, Terle - Cantoncillo, el esclavo libre, el lastimado de taate, ahora me pides cien mil cruzados. Yo mos en verdad ea Ariza un hermoso alcázar, la mano de Dfos, el juglar, el risible sea lu­ no puedo más, yo no hará eso, seria mi ruina. algo deteriorado; .pero se le repondrá en su an­ garteniente del rey de Aragón. —¡Que seria tu ruina y has encontrado la tiguo explendor; en Zaragoza no tenemos ni piedra filosofal! una pulgada de terreno, y no es decente que (Ss continuari.) —(Poderoso señor Dios de Sabahot, de el primer prohombre de Aragón, casi un in­ ' Abraham y de David, de Datham y Aviron! fante, esté de posada en casa de un judio. Me ¿Si yo hubiera encontrado la piedra filosofal parece-que has comprendido, Josias LA NATIVIDAO. seria rey de Aragón don Pedro? ¿Habría en —No, no, pues no comprendo,—exclamó el el mundo más rey que yo? judío que estaba agonizando y á punto de '—Vamos, no te «ofoques, Josias; dame IÜS espirar. Es la Natividad la primera fiesta del año ciacuenta mil ducados y tranquilízate. —Pues torpe y desesperado que tú eres,— cristiano, supuesto que inaugura la serie de —¡Que me tranquilice!—exclamó Josias.— exclamó don Cantoncillo,—¿no comprendes ;randes recuerdos que sucesivamente desfi­ > Crees tú que yo puedo darte esos ciacuenta que yo necesito •fin Zaragoza una noble casa fan ante nosotros. mil cruzados? ¿Crees tú que yo loa poseo? • aonde pueda recibir dignamente á mis igua­ No puede comenzar mejor el cielo de las —Que vuelvo á subirme, á los cien mil. les y aun al mismo gracioso rey nuestro se­ co»as divinas. —(Ah. engeadro de Satanás! ¡maldito!— ñor, y dáf los saraos y banquetea dignos de La Natividad, en el mundo redimido, es exclamó Josiaí Datham.—Te los daré, si, te mi grandeza? Casa necesito mañana al medio Dios hecho hombre; es la unión completa­ los daré; pero te los daré en diez años; qui­ día, en la que nada falte.' mente realizada del cielo y de la tierra. nientos cruzados en cada uno. —¡Señor, señor!—exclamó Josias,—hé aquí El instinto popular no se equivoca nunca; —Mañana he de tener yo en mi poder tan­ que yo siento venir al ,\ntecristo para des­ V donde quiera que reina la civilización cris­ tas eajaa pequeñas cuantas sean necesarias truir al mundo; no puede ser de otra manera. tiana, la fiesta religiosa es al mismo tiempo para contener los cincuenta mil duiíados; por Llegado ya al colmo de su desesperación, la fiesta popular. ejemplo, cincuenta cajas. rasgó sus vestiduras. Desde Jerusalen hasta New-Y'ork, desde —Para hacer las cajas no hay tiempo,-T-ex- Don Cantoncillo salió impasible, y como Sevilla hasta San Petersburgo, una alegría clamó Joaias Datham. no le siguiese Josias, que había que lado inmensa y plácida llena el alma de los hijos —Componte como puedas y concluyamos. como petrificado, asomó La cabeza á la puer­ de Cristo. ¿Crees tú que don Cantoncillo da Ariza, pri- ta, y dijo: Es que la Natividad es el aniversario del DW del rey, señor de pendón y de caldera, de ¿Crees que hay alguien más aue tú ea tu nacimiento maravilloso del que fué, durante pernada y de muslada, con mero misto im­ casa que me pueda facilitar la salida de olla? I cuatro mil años, el esperado de las gentes; 516 EL PERTODICO PARA T(M)OS.

de A^uel á quien los poetas cantaban sin co­ capilla subterránea dedicada á los Santos Ino^ La verdad es ciue ella había luchado y es­ nocerle; al que anunciaba la Sibila, lo mismo centes. La tradición coloca en aquel sitio la taba diípuesta a luchar, hasta morir, con su que los profetas, y al que Virgilio celebraba sepultura de algunos. Fueron los Inocentes severo padre, y que su amante no merecía en versos inmortales. los primeros mártires de Jesucristo. Ellos le perdón si se mostraba débil. Es notorio que Jesús nació á corta distan­ salvaron muriendo por El, y es justo hon­ No, Querubín no era una criatura vulgar. cia de Jerusalen, en una pequeña aldea lla­ rarlos cerca de la cuna de Aquel por quien Había dado una prueba de su amorá María, mada Betlem, perteneciente á la Judea. perdieron su sanare. prueba de inmenso valor. Permitanos el lector, puesto que no lo La gran iglesia de que hemos hablado, Ella fué por algunos momentos dichosa. creemos objeto indigno de su curiosidad, que construida por la emperatriz Santa Elena, bajo Sentíase halagada como no se ha sentido le hadamos visitar en nuestra compañía la la advocación de la virgen, ha sufrido tantas ninguna mujer. cuna de su religión Y de su Dios. rej)aracione8, que seria difícil reconocer el Sin embargo, tenia miedo, porque era posi­ Pocas aldeas de Oriente son tan encanta­ genero de arquitectura á qne pertenece. ble que Querubín cambiase de resolución doras como Betlem, población cristiana in­ Los musulmanes, materialistas por exce­ después de reflexionar. crustada en un país musulmán. lencia, se han apoderado de su extensa nave Juana dijo: Su nombre nos trae & la memoria los re­ adornada de cuarenta y ocho columnas co­ —^iliuLieseisestado escuchando como yo, cuerdos más poéticos y encantadores, entre rintias , y han hecho un bazar donde venden os hubierais entusiasmado hasta el punto de los que descuellan el pesebre del Niño Dios, toda clase de objetos. entrar s ganas de abrazar al señor Querubín. la estrella brillante de los Magos y el cántico Las pinturas naturales, que reproducen —Sí, á pesar de todos mis sufrimientos soy de los pastores. tipos bizantinos en actitudes majestuosas, y dichosa, tan dichosa como no lo es ninguna ¡Gloria á Dios en las alturas y paz en la mosaicos brillantes, han desaparecido ya. criatura. tierra á los hombres de buena voluntad I La iglesia tiene la forma de una cruz grie­ —¿Y qué debemos hacer ahorat El sitio donde nació Jesús es ún santuario, ga. Un gran muro que rompe bruscamente —Tenemos que esperar. y parece al entrar en él que se respira el olor la armonía de sus lineas separa la nave del —Si encuentro un pretexto iré á buscar al del incienso. coro, este pertenece hoy á los armenios y á señor Querubín, le hablaré de lo mucho que Toda mi vida recordaré el instante de mi los griegos, cuyos dos conventos se ven á los lo amáis, y asi no vacilará. llegada. dos lados de la iglesia. —Pero se trata de sus padres. Era un domingo por la noche. Algunos A medio kilómetro de la ciudad, y hacia el —Tiempo le queda para abrazarlos, y asi hombres permanecían sentados delante de Sur, se encuentra la Gfruta de la leche, de la Como ha pasado sin ellos un año y otro, bien las puertas, como en tiempos de Buth y cual existe una tradición interesante. puede pasar algunos días ó algunos meses. Booth. Se dice que durante la persecución de He • —Su noble corazón.... Nos detuvimos donde se había detenido la rodes., y esperando la hora propicia para su —Es vuestro antes que de nadie. Estrella, y nos apeamos, como los tres Ma­ huida, la Virgen se retiró á aquella gruta —No lo dudo. gos, cerca del establo donde nació el Niño. coa el Niño. Un dia que presentaba el pecho —Esperemos y confiemos en la fortuna Cuando se visitan en Oriente Jos lugares á los divinos labios, cayó al suelo una sola que siempre nos ha protegido en que se cumplieron los grandes misterios gota de leche, y el pavimento, blanqueado de .—Confio en la misericordia divina. de la religión cristiana, no se puede menos repente, dibujó una larga franja brillante en —Ahora voy á enredar conversación con de sentirla contrariedad de ánimo que se su­ toda la extensión de la gruta, que todavía es Andrés. fre con una decepción. La piedad de los pri­ hoy visible y puede llamarse la tia láctea del —Cuidado, porque ya sabes que es muy mitivos fieles se ha apoderado de ellos con el mundo cristiano. Se ha dejado la gruta en el astuto. pretexto de honrarlos más, y los ha cambia­ mismo estado en que se hallaba en los pri­ —Nada temáis, que cuando habla conmigo do. Para encontrarlos es prejjiso buscarlos mitivos tiempos. se turba j es torpe como la misma torpeza. mucho tiempo. Si Betlem, cuyo nombre significa tiCasa del —En ti confio. Una vasta y magnífica iglesia, una de las Pan», está rodeado de campos fértiles, al otro La doncella salió del aposento de María. más bellas de la Tierra Santa, se e.eva por lado de aquel terreno empieía el desierto, No se equivocaba al creer que toda la as­ encima de los santuarios que se visitan en donde no hay huellas de vejetacion, y las tucia de Andrés desaparecía cuando hablaba Betlem. El primero de todos es aquel en que plantas de los caballos se hunden en la mo­ con ella. nació Jesús. vediza arena. Se penetra en un desfiladero de El establo tradicional se presenta hoy á ásperas colinas que se suceden con igual for­ CAPITULO XXVI. nuestros ojos bajo la forma de una gruta ma y monotonía de color que disgusta y El señor de Guevara entró en la vivienda abierta en ía roca, y revestida de un arco de fatiga. de don Pedro. mármol. At llegar al punto más alto de aquellas —¿Y el señor comendador?—preguntó. Esta gruta, que no tiene ventaras, y que montañas inmensas, un magnifico panorama Los criados de éste miraron de pies á ca­ por consiguiente no penetra en ella laclari- se extiende ante la vista

—Estos miserables me han ofendido. precisamente ha de quedar todo en claro, pues —Ese no. —Perdonad,—dijo el confidente de don Pe­ para eso he venido, y ya sabéis que no soy de —Para matarme tenéis que provocarme dro,—se les castigará como merecen por ha­ los que hacen las cosas á medias. Me llamo como caballero; otras personas habrán de en­ ber faltado al respeto á una persona de vues­ Godofredo de Guevara; soy tan caballero tender en el asunto, y resultará . . tra clíise, entrad, que m¡ noble señor tendrá como vos, tan noble como el miarno rey, y —¡Vive Dios!... ¡Mil legiones de condena­ mucho gusto en recibiros. ¡vive el cielo! que no he de permitir que na­ dos!... El señor de Guevara se volvió á los otros y die me ofenda. —Soy egoísta... les dijo con desdén: —Os dejais arrebatar demasiado fácil­ —¡Truenos y centellas!... —Os perdono villanos. mente. —El amante de mi hijasehaburladode mí, Pocoj minutos después encontrábase frente —Os escucho, don Pedro. me ha puesto en ridículo, y para vengarme al comendador. —Por una casualidad supe que cierta dama soy capaz de todo. Tenéis sobrado talento, se­ No le sorprendió á éste la visita, sino que, había olvidado sus deberes y que ese niño á ñor de Guevara, y no necesitáis más expli­ por el contrario, la esperaba. quien amparáis era el fruto de semejante de­ caciones para comprender la situación. Es­ Saludáronse muj cortesmente y dieron bilidad. toy decidido y no retrocederé. No me amena­ principio á la conversación, diciendo el padre —¿Sabéis cómo Querubín vino á mi po­ céis, porque será en vano. Secreto por secre­ de María; der? to, y si otra cosa no puedo consej^uir, ya que —He tenido el gusto de almorzar en com­ —.Supongo, aunque esto no es más que una de boca en boca y mal parada anda la reputa­ pañía de vuestro protegido, cuya inteligen­ suposición, que al morir su nodriza, que vi­ ción de mi hija, peor quelará la honra de la cia he admirado. vía en vuestra misma casa, lo recogisteis. madre de Querubín, y Dios sabe las compli­ -Di mi hijo diréis,—replicó el señor de —No os equivocáis. caciones á que dará lugar todo esto. Reco­ Guevara. —Yo no tengo para qué meterme en asun­ brad la calma, reflexionad y OJ convencerais Sonrió levemente don Pedro y repuso: tos ágenos, y hé ahf porqué he callado. de que os conviene transigir. —¿Os ha dado el señor Querubín explica­ —Pero si podiais hacer un beneñcio... (S« conlintiari.) ciones de nuestra conversación? —También era posible que resultase un —Para mí no tiene secretos. mal para la dama en cuestión, puesto que es —Entonces, sabréis... casada, vive su esposo y tiene otros hijos. —Sí; que le habéis dicho que yo no «oy Además, una serie de circunstancias que aho­ SECCIÓN DE AMERICA. su padre. ra no son del caso, me aconsejaban guardar —Es verdad. absoluta reserva. A ORILLAS DEL AHAZONAS. —X precisamente sobre ese punto necesito —¿Y no hay ya ningún inconveniente en muy claras, j muy terminantes explicacio­ que mi protegido conozca el secreto? nes. —Ninguno. , (Continuación.) —Señor de Guevara:, tened en cuenta que —Pues entonces... IIL se trata de la suerte de mi hija. —Perdonad,—interrumpió don Pedro. —Ya lo sé. —Sigo escuchando. Una vez colocados en nuestra improvisada —Y debe perdonárseme que me aproveche —Por uua coincidencia que no só si consi­ habitación, dulcemente perfumada con las de la ocasión que se me presenta para poner derarla afortunada, viene aresultar que vues­ flores de la magnolia, y casi herméticamente en claro el misterio que tanta importancia tro ahijado conoce al miserable que ha tras­ cubierta por el abundoso y espeso ramaje, tiene para mí. tornado la cabeza de mi hija, y yo, en uso de nos entregamos, no solamente con alegría, —S flor don Pedro, cuando so trata de mi derecho, exijo que me diga quién es ese sino con entera confianza, á procurarnos un cumplir un deber, no hay ,'conveniencias, no hombre, ofreciéndole en cambio decirle quié­ lecho sobre las blandas hojas que existian en hay nada, y un hombre honrado y noble nes son sus padres. Tal vez hay en esto algo aquel sitio. Pronto encontramos cada cual un como vos está doblemente obligado a ser ge de egoismo. paraje á propósito para acostarnos, y esto neroso. —Mucho, comendador, muchísimo. dio ocasión á no pocas bromas y chanzone- —Autos que honrado, antes que caballero, La suerte de mi hija es lo primero para mí: tas. A través de las ramas del gigantesco ar­ soy padre. encuentro una ocasión j la aprovecho... busto se descubría el fondo del horizonte que —Según entiendo conocéis el secreto de la —Para dar á las cosas su verdadero nom­ seguía iluminándose de tiempo en tiempo existencia de Querubín desde que nació. bre debierais decir que cometéis un abuso. con la fuerte explosión de un relámpago, lo —Es verdad. —Aunque la calificación es demasiado cual dio ocasión á Norton para decir á su ve­ —Entonces hay una cosa que no me ex­ dura la acepto. cino Josué: plico. —Y si yo 03 echo en cara ese abuso... - —¿Sabéis que no me agradan mucho esos —¿Una no más?—replicó don Pedro.— —Nos quedamos lo mismo que antes,—re­ relámpagos, querido amigo? El horizonte se Pues yo creía que eran muchas, y os adver­ puso don Pedro con calma. encuentra muy sobrecargado de negros y es­ tiré' lealmente que no me es posible daros la —Y como el abuso redunda en perjuicio de pesos nubarrones, y pudiera suceder que se clave de ciertos misterios; de manera que Querubín, que tiene derecho á mi protec­ adelantase el equinoccio, cosa que, á decir después de nuestra conversación j co no vul­ ción... verdad, me baria muy poca gracia. garmente se dice, os quedareis completamen­ —Me pediréis cuenta de mi conducta, me —¡Diablo! ¿Sí?—exclamó Josué con voz te á oscuras. recordarais que sois también caballero como soñolienta.—¿Qué sucedería con tal cosa? No era el señor de Guevara hombre do mu­ yo, que ceñís espada... —Una friolera. Que peligraría el gran co­ cha paciencia, v como había ido resuelto á —I Truenos!... mercio que vamos á establecer. poner en claro la situación, empezó á sentir­ —Si ese caso llega, reconoceré que la ra­ Josué agitó su cuerpo mecánicamente y se muy disgustado. zón os sobra. lanzó una especie de ronquido. Con muestras de inquietud movióse de un —Pues si así lo reconocéis, yo debo estar —Ya.... ya —murmuró por último.— lado para otro, y si pudo contenerse fué por­ loco, ó tendréis que revelar el secreto. Pero, compadre Norton, ¿queréis dejarmejen que pecsó que en último caso podía apelar ¿ —Y lo revelare. paz con vuestro equinoccici, con vuestros re­ su espada. —Gracias á Dios. lámpagos y con vuestro comercio? Sabed ¡jue —Quisiera,— dijo,—que no estraviáramos —Muy pronto os alegráis, señor do Gue­ tengo un sueño terrible v que ni siquiera la cuestión. vara. puedo pronunciar una palabra. —En ella estoy. —Si coi.sigo lo que deseo... Pero Norton era inflexible y se puso á ha­ —Ante todo establezcamos los hechos. —Sí, lo conseguiréis, porque todo el mun­ cer una disertación de lo que son los equinoc­ —Me parece bien. do sabrá quiénes la madre de Querubín, y cios entre trópicos, haciendo reseñas nada —Conocéis el secreto de la existencia de cuando esa mujer, que goza de una gran re­ apacibles sobre el resultado que suelen pro­ Querubín, sabéis que sus padres lo han bus­ putación, se vea deshonrada; cuando vuestro ducir. Josué acabó por responderle con ron­ cado ain cesar, y (][ue el desgraciado niño protegido se convenza dé que ha sido dicho­ quidos más ó menos sonoros, mientras Bus- puede ser dichoso sm que para esto se nece­ so á costa del reposo y del honor de su ma­ tillo y yo, entregados á meditaciones más site más sino que vos pronunciéis algunas pa- dre... abstractas y poéticas, ya hablábamos de las liíbras. —iCuernos de Lucifer!—exclamó fuera de tradiciones y literatura de los salvajes, ya —-Todo eso es verdad. sí el señor de Guevara. de fkuestros escritores clásicos, ya, en nn, de —¿Y por qué esas palabras no las habéis —Y no podéis exigirme otra cosa. la calma solemne y majestuosa de la noche. pronunciado? ¿Por qué ¿ los padres noles ha­ —¡Rayos del infierno!... Y en efecto, había en aquella noche un si­ béis dicho dónde su hijo se encontraba? Ha­ —Porque ante todo soy padre. lencio tan profundo, que todo aquello tenia ciéndolo así, hubierais cumplido vuestros de­ —Os mataré, don Pedro, os mataré. más de siniestro que de expansivo. Aquella beres, no solamente de caballero, sino de —Ya soy viejo, no tengo más afecciones barrera de nubes negras y tempestuosas que hombre honrado. ¿Qué interés tenéis en que que mi hija, la existencia es para mí una se levantaban hacia el Sur, no nos permitía esa criatura arrastrase una existencia penosa carga insoportable... estar con mucha quietud. Mas cuando la jorna­ mientras sus padres sufrían? esto es incom­ -^Comprendo, comprendo. da ha sido larga, y el dia ha estado Heno do prensible, comendador, y sobre este punto —Vos no s6Í8 un asesino. otras emociones, el cuerpo seriado al fia, y 518 Et PERIÓDICO PiÜRA TODQSt

por mucho que quiera velar el espíritu, éste lar.'Esté no era otro que el de manifestará su largo cuRso, crecía-de repeírté cubriendo cede y se entrega al supremo y apacible reposo cada motaeiito que no había nada más póli-^ en una eitension de muchas leguas los CaiU' en que lebrínda la naturaleía. Los ronquidos groso que el de permanecerá las orillas del pos, IHS praderas ^los bosques. Era necesa­ de Josué principiaban & ejercer en torno Amazonas en tiempos de las grandes lluvias. rio tomar una resolución suprema, inmedia­ nuestro su influencia soporífera, en términos, —Pero' todavía no haprihcipiadoá llover,— ta; instantánea. ' j. '. que Bustillo comenzó á lo naejor á hacer el dijo BuStiliosonriéndbse.—Ya sé lo que ocur­ El doctor Josué, qué había\sido el fúnebre dúo á nuestro célebre y original doctor. re en estos casos. profeta de aquella desgracia, fué ¿[ufen or­ Mientras tanto, Norton seguía hablando de —^Sefia conveniente que si tenemos tiem­ ganizó la expedición. Cada uno de nosotros las nubes del trópico, de la electricidad, de po, es decir, desde mañana mismo abnndo- montaría sobre un caballo, los cuales, por las inundaciones y de otras mil cosas por el nemos el Amazonas y tomemos la dirección su prodigioso instinto, nos sacarían de' peli­ estilo, quedando por consiguiente perorando del Nordeste. Repito que no me gustan esos gro Gur-Gur y Campeche pondrían de reata á sus amigos dormidos. relámpagos, y más que todo la inmensa bar­ alas pobres muías donde ibanuestro humilde No tardé yo en estarlo también; pero mi rera de nubes que se dilatan hacia el Sur. En equipaje, escasa desptnsa, y ellos las coudu- sueño era una modorra más bien que otra ciertas ocasiones ha ocurrido que el Amazonas cirian de este modo. Los perr s, que no ce­ cosa. Carecia de voluntad, pero percibía las se ha extendido por las numerosas selvas y saban de aullar, serian colocados sobre di­ cosas exteriores. Cuando tedo se iba borran­ llanuras y ha convertido en mar todo lo que ve­ chas muías. do de mi imaginación, cuando la campanuda mos hoy fecundo, verde y lozano. Conviene Arreglado de este modo el orden de la ex­ voz de Norton se extinguió por completo en prevenirnos por si acaso. pedición, nos foé'fácii descender por el tron­ mi cabeza, un ruido súbito, extraño, inespe Todos principiamos á reírnos de aquellas co. El agua habia subido ya más de dos va­ rado vino k arrancarme impensadamente de agoreras palabras coa que nos calentaba la ras y era preciso ganar, sin perder un mo­ mi soñolencia. Aquel ruido,se parecía al hu­ Cfibeza el ouen JoFué,-y no pensamos sino en mento, la lejana orilla, pues en aquellas lla­ racán que se desencadena de repente, al true­ los seis hermos's caballos que estaban en nuras tan poco accidentadas, el Amdzottas se no que retumba de improviso, al terremoto nuestro poder. Gnr-Gur y Campeche sabian extendía sin diflcillfad hasta los límites más que se presenta de un modo imprevisto. Abrí él'modo de sujetará aquellos indómitos ani­ lejanos. Sin embargo, distinguíamos ya'á los ojos, como los abrieron todos mis compañe­ males, y pasaron bastantes horas de la no nuestra izquierda la sombía délos grandes ros, n6 sableada ^plicai'naá

-¿Grees tú que vaynmos á dar en un Ga- cayó sobre nosotros: los cabiMos saltaron de esos caballeros que, exagerando la sen­ J>0 -preg^antí el doctor Josué con alguua in- espantado.^, las olas pasaron sobie nuestras tencia de Santo Toma.*, no creen ni aun .lo cabi'Zíis, y las turbulentas espumas lo ítiva- que ven. —!]!'? probáMR,—replica el negro. dierou todo Cuando pude hacerme cargo da No me voy á entretener ea analizar las ra­ Eí (Ja^ó'no es otra cosa sino uagrande es­ aquella frenética envestida de las olas, miré rezas do aquellos excéaírlcos famosos: temo pacio de terreno iúu'ndado completamente de ;i tod;i3 partos^ paro mis amigos, mis queri­ pasar por un erudito lie ÜSÍUIÜU, cuaudo no RgiiH, do don-ie es enteramente impoüible dos compañeros ya no estaban allí. La cor- son de todo punto necesarios esos datos. Bulir. riiínte nos habían dispersado en distintas di­ I/)s excéntricos cuutcrri;ioráneos, esos ciu­ (}ur Gur miraba de tiempo en tiempo la recciones y solo veía las fonaas vaj,'a3 de mis dadanos que topian ác'iaeotaít do lo serio, y co'rriente de! Amazonas, cujaa verdaderas tristes amigos impulsadas por las olas, ale­ se pouep graves'por cualquier tontería; esos orülas babiirnos dejado muy atrás; per.) era jándose cada vez más de mi lado. altivos indífeeates aue propagan la duda, muy difícil conocer estas. Solo se distinguía Entonces perdí la esperanza: la tierra prin­ sembran !o la discordia entre los inocentes uDí" franja dij agua más amarillenta qio las cipió á alejarse, la corriente era cada vez más que aun creen en algo, van á cargar con mi demás, hacia nuestra espalda. ímpetuosa,y yo juguetede ellr.; me consideré anatema. Otra vez le vimo3 mover la cabeza con sor­ que abriría de un momento á otro Cuando un hombre público se levantó en da desesperación. sus fnuces para tragarme plena Cámara CoustituyenCe, no hace mu­ —¿Que suctdo?—le dijo el doctor. Entonces elevé mis ojos al cielo; pero aquel chos años, pnra combatir ua discurso, y se —Kl agua aumenta. Si seguimos así dos cielo parecía cerrado á la esperanza: todo él atrevió á exponer teorías excépticas, diez y horas sin encontrar la orilla no hay más ro- estaba negro y horrible. seis millones y medio de españoles exclama­ medio que .... Mí caballo principió á ceder: no podía más, ron á una voz: ¡Es un ateo, casi un locol El néí?ro se detuvo. Á todos se nos pusie­ y la bienhechora orilla se perdía en ol límite Yo, que pjesenciaba aquella memorable se­ ron los pelos de punta. Gur-Gur siiprimia la del horizonte. Para colmo de horror un cai- sión, comparé las doctrinas del hombre pú­ ímjáíjra; pero nosotros comprendimos qud maa seguía nadando detrás de mí y me mira* blico con.ia.3 d^ otros.,excépticos, y encontré está palabra era la senteácía de nuestra ba con un <^p inmóvil y espantoso. Olvidé á notable diferencia. mu'erte: ' 1' mis eomp&iÍíméáürftdttmi^nté'«ns ojos'Verdes^—¿Dónde porveniri-T-gríté. • ," . está la orilla de ei?te'ihfir? Y abraándomo al cuello del oaballa prin­ : TIL Gur Gur no contestó; estaba abstido. cipié á seíitir Que las olas-pasaban sobre mi —¡l'ero se puede concebir,—repitió Bustj: cabeza.-, -i- Un amigo mío estaba ético y loco. lio,—que perezcamos de esta maoera ínespe-' •*''A««ÍÍpo?"5^erder el conocimiento. Era un excéptico de ^rmi'wiííto cartíWo: no rada! podiendo resistir la org^anízacion social, in­ —Todo puede ser,—murmaró lúgubremen­ •v. 'Tfvui;iAT() TAHIIAGO Y MATEOS. crédulo, tenaz, filósofo, pesimista, se empe­ te el doctor Joans'. ñó en pegarse ua uro después de almorzar. Las ideas más siniestras principiaron á La noche antes escribió dos cuartillas de •podefarsé dé nuestra razón. El Amazoias ^LOS EXCSa>TIGOS. pensamientos. parecía no tener orillns; la inundación era ¿Quieren ustedes conocerlos? Conservo su cada vez mayor: los caballos podían fatigar­ cartera. se de un momento á otro, y entonces El estilo es el hombre, y conociendo loa Ante esta idea, aunque todos teníamos pro­ pensamientos de mi amigo, se le van ustedes bado nuestro valor, nos pusimos pálidos co­ ••) á figurar tal y como era. Para comenzar su retrato, copiemos sus mo la muerte. 1. Pero no convenía en aquel instante entre­ reñexiones.... ó cosa asi. garnos á la desesperación. Le digo á usted que hay de todo en la viña —Adelanté, adelante,— volvió á gritar el del Señor. «Tengo mejor idea de la muerte que de la 'doctor Josué.—No hay que pensar sino en sal­ El exceso de fe conduce al fanatismo: el vid». varnos. Adelante, que Dios nos protejerá. exceso de mala fo, ó sea la incredulidad, es (Repito que se pegó un tiro después de al­ Gomo .«i los caballos hubieran comprendi­ el camino recto y seguro para llegar al ex- morzar.) do aquel idioma, lleno de esperanza, redobla­ «epticismo. «Cuando me preguntan: ron sus esfuerzos, y pronto adelantamos una Da excéptico á dijniente hay taato como de —¿Dónde has nacido? distancia: etjttiáorainaria'-GSá'átrA 'It^uas ha­ fanático á necio: ¡ya ven ustedes, á tiro de Acostumbro á deoír yo.... bríamos andado, cuando descubrimos, siem­ balal. —Pero... ¿vivo?» pre hacía nuestra izquierda, una faja negra y Ún excéptico es un bicho raro, un fenóme­ ¿Eh? ¿qué tal se explicaba el mozo? Pues sombría. no, un ser inconcebible. eso es torta» y pan pintado en comparación • ^¡Tierm... tierral—^ritó G'iw-(?»)f lleno de El que, hablando de un excéptico charla- con los2>ensamientos que siguen. ropentifut alegría.—He «lli nuestra salva- tan, dice; «Eshombre de talento,» no sabe lo cioi». qne es talento, ni tiene la más ligera noción ' Bn efeoto, descub'iamos perfectamente el de los deberes del hombre. «La humanidad es la caja de obleas del Umita délas bguas, y drm'i'ro da una hora es* El excepticismo es hermano de la excen­ Criador.» tftriames en sftlvo'. tricidad: hasta por su etimología se parecen (¡Ya escampa y llueven obleas de color como otros nacen para toctr el violón ó para cartero, que es ministro á la vez y tiene las Pero cuando creíamos encontrarnos ya fue­ hacer ol oso, en donde quiera que se pre­ llaves de la casa.» ra de-peligro, sentimos á nuestras espaldas sentan. na ruido más alarmante y pavoroso. Gur-Oicr I,a predestinación es una teoría de irreou - dio un grito y entonces nos señaló unaa ver­ sable verdad. ¡Ya pareció el ateol paro con tales formas, daderas montañas de agua que avanzaban que á cualquiera que por onriosidad tuviera como el torbellino h%cia nosotros. II. ganaste serlo un par de días, se las quitaba —iQué es eso?—exclamamos todos. Los excépticos notables en la historia pa­ el estilo del difunto pensador. —iGapol... iffapol—replicó el negro. san de mil: en las gacetillas de los periódicos Ahora la toma con las mujeres: pero debo Momentos después la imprevista corriente habrán ustedes leído infinitos chascarrillos advertir que entre el iieuaiinento anterior y 520 El. PERIÓDICO PARA TODOS.

el que si!?ue hay en la cartera una no­ LOS EXCÉPTICOS. —No, señor... ¡no he querido! ta Cfue dice: —¡Hombre, hombre! ¿y á Bnlmes? «He dejado empeñado el relájenla —Muy poco... casi nada. calle de... niímero .. casa de cucas.» —¡Válgame Dios!... Pues entonces Vean ustedes qué cosas parecen en no es usted un filósofo, ni un hombre los tratados de filosofía priradal ilustrado, es usted un tonto de la ca­ beza... y me quedo corto. Y supongamos, por fin, que topan «Las mujeres enamoradas, son ustedes con uno de esos que se bur­ locas ó tontas. lan del culto, que insultan al clero, EL amor no es un sentimiento, ni que se ríen de todo lo solemne y nada de lo que dice Víctor Hugo. quieren empequeñecer todo lo gran­ Kl amor es una lej derogada [por dioso... ¡Oh, á ese... á ese! Guando le el matarialismo, que es el progreso.» vean ustedes ó le oigan hablar con el Enseguida le da por lo grave, á la desenfado propio de la ignorancia, cartera del difunto, y dice: hagan lo que un andaluz muy jaca­ «Entre Dios j el hombre vivo hay randoso que estaba en una reunión, comunicación constante. harto, como todos los allí presentes, i.Lh habrá también entre Dios y un de oír disparatar á un majadero. cadáver?» Mientras uno se empeñaba en dis­ cutir con él y otro quería citarle ejemplos y otro le recordaba hechos, «Dice Becquer que nadie ha deja­ nuestro guasón metió la cucharada y do de llorar alguna vez. entrando en el círculo en que esta­ Yo.» ba perorando el necio, dijo con mu­ Me parece bien: ahí tienen ustedes cha parsimonia: nn filósofo nue no concibe ei llanto. —¿Saben ustedes lo que á mí se ¿Cjncebiria la risa? me ocurre, para desconcertar á este Porque de seguro que ustedes, caballero? Pues con dos palabras, le aunaue no la concibiera, se estará voy á dejar tamañito. rienao de aquel caballero. —No... no se moleste usted, no me Pues aun hay más sobre el llanto, convencerá. y esto 8Í que es echarlo sobre el di­ —Sí, que diga Fulano esas dos pa­ funto: labras. «El hombre que llora, demuestra El andaluz preparó al auditorio que le preocupan las cosas de la vida. como si fuera á pronunciar un dis­ Para vivir bien es preciso saber curso, y de repente gritó con toda la despreciar » fuerza de su pulmón: Entre estos renglones y los que si- —¡Que baílel (ruen hay otra notita que dice ad pm- dem litera. «Décimo mió para la lotería de Na­ Quedamos en que los excépticos vidad, el 1.556. ¡Si me cayera el pre­ son incompatibles con la sociedad. mio de los seÍ8milíonesl;> Se puede aspirar á reformar todas Apreudau ustedes á despreciar el las instituciones, todos los siste­ dinero de un filósofo que juega á la mas, todas las creencias: y tal es la lotería. Y siguen loa disparates: difícil misión del sabio: pero querer destruir sin miramientos y án lógi­ «Quisiera hablar con Dios para ver Fíj ense ustedes en e;e caballero que con las manos si me convencía de que este mundo ca, condenar en absoluto la obra de no es juguete suyo.» metidas en los bolsillos... . (pág. 520.) tantas generaciones, sobre quiméri­ Y así, como por vía de despedida, co, sobre gigantiiscamente ilusorio, escribió por último estas cinco palabras: —No señor,—contestará, de fijo. es pedantesco y despreciable. «La muerte es la Independencia.» —¿Dónde come usted? ¡Si se tolerase á cada excéptico la organi­ Después de las cuales parece que se oye el —En casa de un conocido. zación de su falansterio, proporcionándoles pistoletazo. —¿En qué se ocupa usted? recursos para arreglar un mundo á su mane­ ra... cuanto aumentaría el número de las IV. —En hacer. . teorías. —¿A. cómo se las pagan á usted? casas de orates! A. hombres como di autor de esa letanía, no —No encuentro comprador. ELOT PERILLA» DDX6. les hablen ustedes de familia, ni de trabajo, —Pues entonces, basta. Es usted más bien — --•-3S:£>-o— ni de amistad. que excéptico, otra cosa que no le quiero Los que creemos en algo de eso, estamos llamar. NOCHE-BUEMA Y NOCHE-MALA. en Babia. —Llámemelo usted... no me enfado: toáo Por supuesto que la generalidad de los ex­ me es indiferente. I. cépticos lo es por una de estas razones, todas —¿Sí...? pues entonces lo diré. ¡Es usted de conveniencia: un perdido! La humanidad tiene que resignarse y su­ Por ambición no satisfecha. Echen ustedes á correr antes que el aludi­ frir humildemente sus propias injusticias. Por ser vanidosos y do olvide sus creencias y se acuerde de que Así como desde que los hombres se agru­ Por ser tontos de la cabeza. lleva bastón y habrán conseguido la regene­ paron formando pequeñas sociedades existe Fíjense ustedes en ese caballero... hasta ración de un ser inútil para la sociedad. la desigualdad originada por el picaro inte­ cierto punto, que con las manos meiidas en Si el excéptico que á ustedes se les presen­ rés, hay otras muchas desigualdades pareci­ los bolsillos de un pantalón estrecho y el ta es un caballerito, filósofo novel, con pre­ das á la del rico y el pobre. sombrero encajado hasta la nariz, se pasea tensiones de sabio, parlanchín y osado, que El enfermo y el sano, el alegre y el triste por el Retiro á las cinco de la mañana. habla mal del cristianismo y ensalza la anar­ Todas ellas se encierran en una sencilla Es ua seáor muy grave, va pensativo, ca­ quía como la mejor forma de gobierno, y nie­ clasificación, para la cual no es necesario ser bizbajo, luchando con un batallón de ideas ga todo lo negable, cójanle ustedes por su muy fuerte en taxonomía. que asaltan su cerebro. cuenta, y pregúntenle, antes de dejarle ha­ La diferencia es más redonda si se deter» ÉÍPregúntesele por curiosidad... blar: ruina en esta otra forma: «Los que lo pasan —¿Es usted excéptico? —¿Es usted excéptico, señorito? bien y los que lo pasan mal.» Y si contesta aflrmativament-); si dice que —Hasta la médula de los huesos,—contes­ Las fiestas, las solemnidades, esos días no cree en dogmas, que no es partidario de tará. marcados en que el Calendario parece decir ninguna religión conocida, que el mundo se —Pues bien, ¿quiere usted decirme qué li­ «Gala con uniforme», lo son realmente para desquicia, que la virtud no existe, que la bros ha. leído? el que tiene .salud y pesetas, fórmula sintéti­ verdad eaun? quimera y que detrás *Jel cielo —¿Quién, yo? Todo lo que usted pueda fi­ ca de la felicidad humana. no hay más que lo que él asegura, no ledejen gurarse: Kant, Hegel, Fitohé, Voltaire, la Salnd y pesetas quiere decir; Carnaval ale­ ustedes to.nar aliento, acome'tanle enseguida Enciclopedia entera y verdadera. gre, San Isidro buUicioPO, Corpus de lujo, preguntando: —Y dígame usted... ¿ha leido á Santo To­ Dominoo de Ramos con palma, Feriaaon nue­ —¿Tiene usted cuatro pesetas? más? ces j Noche-buena con besugo. EL PERIÓDICO PABA TODOS. 521

Pobreta y enfermedad j cualquiera LOS EXCÉPTICOS. hay besugo, nueces, avellanas, tur- de las dos aislada, suponen todo lo ron de Alicante y otros excesos. contrario; Carnaval en casa, San Isi­ Terminada la colación, cada hués­ dro con llanto, Corput de suspiros, ped tira por su lado; los sombreros etcétera, etc. se llenan de altos y bajos, Iss capas La Noche-buena conmemora el na­ arrastran por las calles, ei e.scándalo cimiento del Hijo de Dios: la cristian­ sucede ala embriaguez, y mientras se dad tiene gue estar alegre, recordan­ deja oír el ruidoso desconcierto de do la aparición de su Salvador. las almireces y de los panderos; los En los matrimonios que se llevan médicos de las casas de socorro no á bien y que tienen un hijo que cons­ tienen manos para atender á las cu­ tituye todas las alegrías de la casa, ras de primera intención, y no bas­ cuando la mujer dice al marido en­ tan los botes de amoniaco para hacer señándole á su heredero...—«Hoy ha­ que los discípulos de Baco recobren ce un año, dos ó tres, que nació nues­ la serenidad. tro «tesoro», los esposos empiezan Dos son las preguntas obligadas el por dar un beso al niño y concluyen dia 23 de Diciembre: por unirse en estrecho abrazo. Primera. ¿Dónde piensa usted ce­ ¿Cómo no ha de regocijarse la hu­ nar? manidad, cuando au madre, la Histo­ Segunda. ¿Le ha focado á usted ria, la dice al son de rabeles y zam­ algo? ponas:—Hoyes el aniversario del na­ Aquella pregunta supone la nece­ talicio de Jesús. sidad de cenar entre personas queri­ das: ésta, reconoce la legalidad de un II. sorteo de lotería que á muchas fami­ Pero es el caso que no todos cele­ lias priva de lo preciso jiara cubrir bramos de igual manera esa gran fes­ las atenciones de la casa. tividad cristiana. ¡Un pavo y la lista grande! Hé aquí Hay escritores que censuran la lo que puede sintetizar la fiesta uni- tendencia que hay en este picaro veieal de Noche-buena, en este Ma­ mundo, á poner enjuego las mandí­ drid que siempre está de buen hu­ bulas para manifestar así el regocijo mor. .)ti popular. IV. Y declamando contra esa nutritiva inclinación, dicen airados: —Vamos, date prisa mujer, que ya —«El mundo es egoísta; el hom­ no tardará Luisito .. bre se ha hecho esclavo del materia­ —¡Si todo lo tengo al corriente, lismo. hombre de Dios!... Para visitar una ermita, hay una —¿Todo? ¿Y qué es ello, Nicanora? romería, meriendas en abundancia, —Pues te lo voy á decir, Sisebuto. vinos, dulces, jaleas, frutas y baile Primero... la sopa... de postre. *Qué significa esto?* —¡Ah! ¿Supongo que mandarías al «San Isidro llega. La pradera se café de que soy parroquiano, con la llena de comestibles y de columpios: tarjetita que me dieron? ¡la gula y el arrebato! Viene la No- —Sí... na ido la muchacha esta tar­ che-b*ena, besugos á millares, tur- de y la han llenado una jarra de dos ron por quintales, licores, frutas , cuartillos y medio... panderetas... ¿Qué es esto? ¿qué es Si el excéptico quo á ustedes se le presenta, es un —Perfectamente... ya tenemos la esto?» sopa... ¿Qué más? «A.11Í donde aparece el entusiasmo, caballero filósofo novel (pág. 520.) —Entremeses de pepinillos y acei­ le siguen los excesos gastronómicos, tunas sevillanas. Nuestro sobrino se la religión, las glorias patrias, los grandes Aquí todo se convierte en sustancia: á las muere por las aceitunas... sucesos, todo se celebra así, comiendo, be­ tres de la mañana sale usted al balcón, si no —A mí también me gustan... sigue, sigue... biendo, bailando; dejándose arrastrar por el llueve, ó si no vive usted en cuarto interior, —Un magnífico besugo de tres libras... materialismo de placeres instantáneos, fuga­ que no tendría mucho de particular; no pa­ —¿Oon rodajitas de limón... eh?... ces y trastornadores..;.. ¿Que es esto, qué es sarán cuatro minutos sin que se deje, oír el —¡Por supuesto! esto qué es esto?» cante ñamenco,más ó menos andaluz, y el ar­ —Acompañamiento de vinos... ¿Qué vinos iQué ha de ser, señores filósofos hipocon­ peado de las guitarras y el jolgorio de la tenemos? driacos? panderetas. —Valdepeñas y Burdeos. La humanidad no tiene más recursos: Se pone usted las botas y se echa á la ca­ —¡Al peto, Nicanora, al pelo!... cuando la dicen «alégrate porque ha sucedi­ lle, como todo hijo de vecino; los cafés están —¡Además, hay merluza frita! do esto que te honra ó te conviene», no se le iluminados á.9tor)(o; las mesas llenas de cenas —¡Mucho pescado me parece!... ocurre otra cosa que preparar una tortilla ó y de licores; el aire lleno de sonidos (permíta­ —No lo creas... ¡Paella valenciana! templar una guitarra. se la manera de señalar) y los estómagos lle­ —¿También hay paella:... ¡Sublime, incom­ Y hace lo que debe: mejor dicho, hace lo nos de dulces y viandas. parable! que puede. —Postres... Queso de Gruyere, Koquefort, ¿Quién se acuerda de que es tarde para pasas, turrón, cascajo y una botella de acei­ ¡Pues estaría bueno que para celebrar el acostarse y pronto para andar correteando? nacimiento de Dios, se encerrara cada uno en te de anís para tomar con el café... ¿Qué te su casayallí recogidito, en silencio, con las Los placeres de , las dulzuras del parece el programa? zapatillas puestas y la cabeza entre las ma­ turrón, el eco atronador de los cantares, la —¡Suculento, magnifico, como tuyo!... nos, se pusiera á escribir, á leer 6 á meditar misa del gallo, todo esto recuerda la ventura Pero ¡cuanto tarda ose chiquillo!... Estoy yo sobre cosas graves. pasuda, y aunque la noche sea oscura, como rabiando por hincar el dient-i al besugo... boca de lobo, y no haya en el fondo del cajón ¡Nada de eso!... Comer de largo, beber... ¡Ah! ¿has oído la campanilla? Abrid, abrid, ó en loa bolsillos del chaleco, lo suficiente será él... una cosa regular, tocar cualquier instrumen­ para la compra del día prosaico • que sucede to, menos el violón, echar una copla á la salud á los de Pascua, ¿quién sabe?... dice el más —No, señor... ¡es el sastre que trae la del médico de la casa, y cuando los párpados cuenta!... •v^ayan entornándose, cuando se fatiguen las aprensivo... Dios proveerá... ¡De aquí á en­ tonces!... —¡La cuenta del sastre en undia como piernas y la garganta ¡á dormir! al siguiente hoy!... Que poca consideración... Di que ma­ flia es Pascua y bien puede uno levantarse á Y con limpio mantel, un par de botellas ñana me pasaré por allí. las dos y media de la tarde, siempre que se llenas de manzanilla ó cariñena, unas cuan­ —¡Vuelven á llamar!... Ese si que es Lui­ haya oído la misa de alba. tas libras de cascajo y turrón del despacho sito!. de Luís Mira, se olvidan las penas y se des­ —Tío ¡aquí estamos todos!... ni. precia el porvenir. —¡Pues a la mesa, á la mesa!... La Noche buena de nuestras provincias es muy diferente de la de Madrid. Hasta en las casas de huéspedes, en esas mazmorras donde el más robusto pierde el En aquellas todo se hace con método v sin mucha bulla. •' I estómago, la paciencia y el dinero, la patro- —Dígame usted, señor médico ¿quétalen­ na hace la indispensable sopa de almendra. cuentra usted al enfermo? 522 EL PBRIOmGO PARA TODOS.

«-rMalj teñora» muy mal. La fiebre conti­ —Pues mira,... yiO-le-he mandado el pavo dicho. Toda aquella sangre frja, aquella se­ núa,-ei delirio me hace temer aa ataque ce­ que vino de óa'Sá'de Kó'iriguB'/..' H:iy que evi­ renidad, aquel valor, era taji salo una más­ rebral;;. Procuren ustedes- ífttaKtar sileacio. tar quB fjfanetu primo Enrique eso pleito.... cara; ui-Sü sonrisa-pasaba de los labios, ai.lAa •—^Aliles que'usted no sabe io p«or. Enci­ (Un casa de Rodriguet.) expresión desdeiÍQ(«i de su ininada pasaba do ma fl»aa alcoba, está el. comedor, da los del —¿Híis mandadS». á Fernández el pavo que RUS pupilas. La teuipestad rugía por--dentro, piso tercero: tieoen baile, correiii gritan y trajeron do casa da <3roiríil«t% sorda, pero violenta/La-idea .vU-qae habia par Étás recados que les envío, no oallaa. —¡Sí, hombre.sí! Hay qíió tenerle conten­ caido al fia en poder de la justicia y^ .la «asi r-Pues eso Ivace^ macho daño al enfermo. to, porque según dice ¿4 Correspondencia, le seguridad del castigo que 1-e esperaba, no íObserya usted? Cada pisadaj cada voz que van a nombrar subsecretario.... eran pensamientos para que su cerebrj» esta- oys, le arranca un grito de dolor .. Vuelva (En casa de Qqmalez.) viese tranquilo ni su corazón sosegado; pero usted á avisar á la familia del piso tercero. —¿Quién ha enviado ese pavo, Nicolasita? poseía el secreto de saber fingir y la energía —¡íáubiré yo misma! —Enrique Sánchez, ese chico que tiene un bastante de voluntad para sostener aquel La esposa atribulada, sube á la liabitacion pleito con un primo suyo. fingimiento hasta el último .momento. de sus vecinos... —¡Ah, sí! ¡pues me parece que le pierde! Solo dos cosas le inquietaban, no ver á su —¡Señores!—dice entrando en el comedor. García el magistrado tiene mucha influencia hermano cerca de él y dar á sus enemigos el Mi esposo moribundo, tiene su alcoba debajo y está de parte de Fernandez. ¡Hoy le ha he­ espectáculo de su púolica humillación y pú­ (le este comedor... Suplico á. ustedes que, cho un regalillo! blico castigo. Respecto á la primera, ya he­ poí caridad, no metan ese ruido que agrava —¿Un pavo? mos dicho que el afecto que profesaba á José su dolencia de una manera terrible. —Sí. .. ¡creo que le habia recibido de casa era la única afección de su corazón, y como Los circunstantes se miran unos á otros de Rodríguez! única, no hay que decir- si seria profunda ó con extrañeza. ' , f El lector es dueño de seguir el vuelo del intima. Sabia muy bien que de salie él para Aquélla mirada parece diécir: / animalito. ¡Sabe Dios á quien se le mandará Almayate no dejaría»á, BU hermano en Val­ >^¿P«ro hay quiea eet» eüfermo «n Noche- el señor de Garcia! depeñas, y el presentimiento-qué !j«il¡&ilii>!fem •buena?'.: • •.- • >• - •• . ••••. ,/.;,, • ¡.• asaltado otra vez, volvió en aqueilos instan- iLti señora de lapaea d»'t»da gáa«ro de a^!-^ |es á herir su alma con uta d.^lorosa iucerti- g:u^idades,.,y.«ooa'9ej» á SUHeomeoflalea, qutf ' Ya saben ustedes cómo pasa Ji Noche­ rjfllíuabre. Pero tjratando de consolarse, pensó iiagan juegos de prendat en la sal& buena la gente de Madrid. '"^ •l|ijá tal vez faó •habrían saiJady á suMíérmhn.o Por" fclpronto , Iws oonvidadpa guardMi ú*' El pobre cpu escasez^, el rico x^á,a])uadan- lila cárcel por téáibr'Sé'^üfe'yend<í;Jiiril.t|s ienciu,-se oeasionadas por la multitud qae-sfe''ágblpftU!i lla tertuli;» se:reaaima, olvidando que á BIX Dii z felices mortales que no ^áib&xi cenar. átfránsito, la comitiva llé^d á'l^ estación, y pies exhalii tristes quejidos uuj ferm&i, j^ue se volverán locos de alegría. ^^l^ipe Pardo fué colocado éieL anden, éftel - Ai amanecer, cuando loa comensales atttíf-n iSaben ustdes á quienes me refiero? «í*l se sentó para que le volviesen á póh«r tirai), bajando, la esoalcra ^presuradamAjoti^ A los qua tengan los déeie seguró que no ée embriagai|^%unque tiéndose la Guardia civil por la'eatacion, sólo —¡Vaya usted ct.n Dios,, señor méáíco! láir'^^te áuciio el vino, por miedo de que quedaron con el preso varios individuos (^^1 - Ahwra mtsiao voy á encargar el tttaud á la se lea extravie el papelito. ayuntamiento de Valdepeñas, el' sefiorjuet., Funeraria, ELOY PF,r,iLL.4N Buxó. promotor, escribano y el cabo de serenos Ma­ nuel Martin Toledo, que habia de acompañar á Felipe en su viaje. —¡Venga otra copla, Ramoiicilla! La multitud que habia sega-ido al presó re­ —¡Siga el baile y que traigan otra ronda, CAUSAS GELIEBRÍIS. unióse con la que ia habia estado esperando señor Dionisiol en la estación, y extendiéndose por aquellos —¡Alia va, muchachos! campos, formó una masa compactaque rodeó —¡Eh! tú, Golasa, ahora vas á bailar con­ JOSÉ ¥ FELIPE PARDO MARTÍN, todo el edificio y que dio no pocagjuerraá los migo, porque Dios quiere.... guardas de la vía, vigilantes, guarda-agnjas —Eso será lo que tase un sastre, Manolin. y demás empleados de la estación, los qué, —Pues qué, ¿quiés tú bailar con la chá­ DON CABIOS PALOMERA Y FEBRER. en unión de la Guardia civil, tenían que im­ vala? pedir que el pueblo se metiese en la vía jén —¡Ya se vé que quiero! las varias dependencias del edificio —jDe veri tas? fOonlitmaeian.J Delante de Felipe Pardo, y coníémplfclído- —¡Como lo oyes! Apenas hubo puesto el pié en la callé, un le con esa descarada é inocente fijeza délos — ¡Bs que antes nos veremos las caras, tú murmullo de admiración se extendió por en­ niños, hallábaseí un hijo del secretario del y yo! cima de aquel mar de cabezas humanas, pues ayuntamiento, señor Oejudo:' La 'atención y —¿M^ vas á pegar, P^pin? ni el aspecto del presunto reo ni su fisono­ asombro que se retrataban eh el dulce y her­ - No digo* mayormente, lo contrarío. mía, eran lo que habían creído los buenos moso rostro dé la tierna eriáfúra, aeasa por­ —¡Lo que tú tienes es mucho látigo y poca vecinos de Valdepeñas. Creían encontrarse que nopod^a,comprender porquétíquelh6rii- .calesa!, .,,... ,. ^,, ..,,'.. con un hombre abatido, y se hallaban eon un bre estaba t«h cargado de caaértas y tan ro­ . -rLo que tú eres,, es piás blanco que ua hombre de arrogante mirada y souri^a des-; deado de gente, llamó la atención die Felipe, .papelillo d^¿ff Fajtíírtf. deñ^sa; creían que el pri^so no podría andar que sóariendóse con aínabllidádvle ¿lío-seña —¡Pus anda! échate á la calle si eres hom­ abogado |M}r la emoción, y le veían caminar deque sé le aproiiinara. bre- t , con más serenidad y aplomo que todos los El'ftiño titubeó y vaciló por alguno* segon- . —Es que antea quiero que te ganes una que lo rodeaban. £1 desengaño no podía ser dos, sin duda porque le inspii'abá miedo el máa completo. aspecto de aquel hombre, que no conócih. ': —jPaf! . Mientras tanto Felipe, que miraba en tor­ aherrojado y atado; pero después, ya otro •—¡Jésúsf no suyo con una firmez i inaudita y que pa­ llamamiento de Felipe Pardo, la criatura se —¡Muchachos, silencio, y no armar jarana! recía impacientarüe, porque de tiempo eú le aCe^rcó, aunque con la timidez propia de —¡Mauolin.... no te pierdas por ese gaUral tiempo tenia que detenerse, se dirigió al al­ sus cortos hños. —iPepia! , calde don Manuel S y Recuero, que iba á su Cuando ya élítuvo cerca, Felipe le Airó y —¡Colaaa! lado, y le dijo con la más profuada ironía: clavó en él su profunda mirada, mirada en la —¡Socorro! ^¿Ve usted cuántagente? Pues no parece cual se descubría un reduérdo de ternura. , -^¡Ay! ¡que saca la navaja! Bino que van á una boda. ,,Cuándó me volve­ Felipe Pardo era padre, y ésto, que no he­ —Estjy neriaó... ¡Madre mía! ré á ver tan acompañado? (1) mos dicho hasta ahora, fué sin duda loque —¡Ya no le arcanza la Unción! Sí no estamos mal informados, causó tal le impulsó á llamar al niño del señor Cejudo. impresión en el señor Recuero esta aeremdad fSe continuará.) y sangre fría, que no pudo contestarle, y la (En. cata de Fernandez ) comitiva prosiguió su camino. —¿Has mandado la tarjeta al señor García? ¿Pero era posible que Felipe Pardo mar­ —^Si. chase con el alma tranquila? No, .ya lo heniog' (1) Histórico. EL PERIÓDICO PARA TODOS. 523

—¿ Aguardas el cumplimiento de mi pro * MAmOii IIFLÜENCIi DE lA FAISI AMISTAÍ. eleprante forma y subido precio, más sin ta­ lones ya y descosidas y echadas á perder por mesa? tantos y tan distintos lados, que mas que de —Claro está que sí,—le contestamos. • comodidad y resguardo de los pies, servían —Pues escucha, que á ello voy. solo de tropiezo y para hacer notar qué éstos Y después de una breve pausa y de echar Hace unos sseis.apos que asuntos propios y estaban enteramente desniuios y sin la debi­ dos ó tres bocanadas de humo, empezó así: del mayor iutarés aos lla:naroa á 1% capital da limpieza. Y si á esto añadimos un ro.-^tro —Corrían los años de 1193 , . de España. de veintisei.? años, con larga y descuidada La Francia se hallaba en plena república Cos meses ya llevábamos de perjnauencia barba, pálido, ajado y con todas las huellas roja, y Robespierrey sus secuaces habían de­ ea la corte, sin que eu todo ese tiempo.nada del vicio, y unos ademanes y modo de andar clarado guerra á muerte y sin cuürtel á toda nos hubiese ocurrido que fuei'a digno de mea- que á la legua demostraban una persona dis­ la nobleza, por lo cual, multitui de miem­ cíou; de m )do, que temimos, seria y formal­ tinguida, pero del todo arruinada, tendremos bros de esta clase buscaban precipitadamen­ mente, tenernos que volver á nuestra amada el retrato fiel del personaje que nos ocupa. te su salvación en países extranjeros, en vis­ provincia sin poder relatará nuestros parien- Mirándole estuvimos con oxcrupulosa cu-^ ta de los muchos que habían sido ya gj''''^- • tes y amigos ninguna de aquellas cosas que riosidad y detención hasta que desapareció tinados y sacrificados al odio implacable de excitan fuertemente la curiosidad de quien del alcance de nuestra vista, por haberse in­ los hombres que en aquella época tenían en li»8 oye y dan importancia, aunque momen­ ternado en la villa que distaba unos doscien­ sus manos las riendas del gobierno de la na­ tánea como la dicha de este mundo, al afor­ tos pasos de nosotros. ción francesa. tunado mortal que las refiere. Así que el tal sujeto se hubo ocultado á Uno de los nobles que logró escapar al fu­ Salió, sin embargo, fallido nuestro cálculo nuestras miradas, dirigiéndonos á nuestro ror de aquellos republicanos fué el abuelo de en aquel entonces; pero lejos de sentir el fra­ amigo le dijimos: Arturo, quien se estableció en España, eli­ caso de los. presentimientos ó teniiores que —¿Conoces á ese hombre que acaba de giendo para su residencia la hermosa y agra­ cual hemos dicho abrigábamos, experimentó pasar? dable ciu-dad de Sevilla. nuestro corazón uaa alegría,inmensa con el Adolfo, con airetristey compasivoá la vez, Se aficionó tanto el noble marqués de mentís recibido, viendo que, además del feliz nos contestó: Brounsviíle al claro cielo y benigno clima de resultado de nuestros negocios personales y nuestras Andalucías, que no pefasó en volver de laá acostumbradas notician que de Madrid —\Y quién no conoce en Madrid al señorito Arturo de Brounsvillt-I iamás á su patria, aun después qne Napoleón reccigetodo aauel que le visita, se i[ios había Bonapal-te se hubo .calzado la situación y deparado una bugna ocaisioa^ide nafrar á nues­ —i Attuío de Brounsviíle 1;—repetimos ma- quinalmente y sin que eáte nombre desper­ prociamádose emperador. tra querida familia y numerosos amigos una MR* nada de extraño tiene eso, puesto que de las hÍ3t,Qri,£kS.que, enseñan desnuda y cla- tara en nosotros recuerdo alguno. —Sí, querido, sí; ¡Arturo de Brounsvi­ al extremado cariño y aflcion que el abti«io r^npiente iij'IwmDr.e el mucho tino, la gran de Arturo profesaba al suelo esp; ñol, se ana­ prudencia y el esmerado y profundo conoci­ íle!—repuso Adolfo en el acto.—¿No has oido hablar de él? ¿No le conoces tampoco? , dia a poderosa circunstancia de haberse ca­ miento que es .necesario tener del mundo y sado ya con tína bella andaluza, la cual le sus diabólicas mañas, para no caer en las re- —yo, Adolfo, no sé quién es,^-contestamos en seguida. había hecho padre de dos agraciados ninoR, dís de ésas personas arteras y malignas que y ser también más querido y respetado en por él pululan y que, fingiéndonos sumo ca­ —Pues amigo,—replicó aqnel,—Arturo de Sevilla que en el mismo país donde vio la luz riño y amistad sincera, upa arrastran fatal y Brounsviíle era, antes de su desgracia y totaí primera. alevosamente á toda clase' de desitinoB y vi­ ruina, el joven más aribtocrático y petrime- Así es, que tan pronto como pudo regresar cios, y por consiguiente, á la ruina y perdi­ tre que pisaba los suntuosos salones ,de esa á Francia sin riesgX) alguno para su vida , «e ción total. rígida y distinguida clase da la sociedad que fué allá á vender cuanto era de su propiedad, Veamos, pues, sin más dilaciones ni preám­ se llama nobleza. Todas las bellas se dispu­ y á su vuelta empleó todo su caudal en ha­ bulos por nuestra , parte, cómo tuvo efecto, taban su amor, y los hombres su amistad; ciendas españolas, con ánimo de vivir y mo­ cómo se llovó á cabo la frustración de núes - pero como ahora ha perdido el pobre toda rir en la nación que le había dado sosiego y tro temor, hoy que ya no sentimos con tanta su hacienda, y no le quedan más que sus ran­ seguridad durante el Reinado del Terror, y fuerza la honda y penosa sensación que nos cios pergaminos de marque'si y su miseria que tan feliz le hacia ahora. produjo el conocimiento exacto, triste y lu­ todos le han vuelto la espalda, y le llaman Siguió, pues, viviendo en España con Gu minoso de 'la citada y verídica historia que despilfarrador y calavera.,... y otras cosas que esposa y sus dos hijos hasta su postrer mo­ sin pensar adquirimos durante aquella época me callo. mento ; pero tuvo la dicha de vivir largos en la villa del oso y del madroño. —¿Sabes, querido Adolfo,—replicamos,— años con satisfacción, y de ver enlazados coa Empocémosla, pues. que tus palabras han movido poderosamente dos nobles y buenas mujeres á los dos únicos mi curiosidad? vastagos que le había concedido el cielo, las 11. — ¡Oh, no lo extraño!—nos dijo nuestro cuales llenaron su vejez de regocijo y de de­ faltaban ja muy pocos dias para nuestro amigo.—¡Es toda una historia; pero historia licias, haciéndole abuelito de un hermoso retorno al país natal y al seno de nuestra fa­ de mucha enseñanza y de gran provecho para niño la esposa de su primogénito, y de una milia, «ra, si mal no recordamos, la antevís­ esos j ó venes frivolos y atolondrados q ue cuen­ seductora niña la de su segundo hijo. pera de nuestra salida de Madrid. tan las amistades por sus conocidos! Pasaron á la muerte del ilustre proscrito Deseosos de matar el tiemjjp que hasta la —¿De veras, querido Adolfo? ¿De tanta francés, como era natural, todas las hacien­ hora de comer debia trascurrir con su acos­ monta es la historia de ese joven que acaba­ das y títulos nobiliarios de este, al padre do tumbrada lentitud y compás, fulmonos á casa mos de ver?—preguntamos á nuestro amigo. nuestro héroe, por ser el de mayor edad en­ de uno de los pocos amigos que allí tenemos, —¿Lo dudas?—nos dijo Adolfo. tre los dos hermanos, y portante, el herede­ proponiéndole dar un paseo por el Prado has­ •—No, no lo dudo; pero —replicamos. ro directo del nombre de marqués de Brouns­ ta 1* referida hora. ,—Pues amigo,—interrumpió Adolfo,—para viíle y de aquella opulenta casa. Largo, rato Uevábamos de andar por aquel desvanecer tus dudas, si alguna tienes, para Hombro rico, ilustrado, noble y sin ningu­ ameno sitio,, j eu dulce é interesante plática satisfacer tu curiosidad, y para que cuentes na de e'^as rancias preocupaciones que aun e»bebidos,.r-puesto que Adolfo, que este es á tu esposa é hijos , y particularmente á és­ tienen algunos de los sugetos que pertenecen el hombre del mencionado amigo, es sujeto tos, la desastrosa vida de Arturo, víctima de á esa alte y privilegiada clase de nuestra so­ ae cpaversacion muy agradable é instructiva, una falsa amistad, te referiré su historia de ciedad, quiso el padre de Arturo qne éste se tanto por sus vastos y profundos conocimien­ sobremesa, si te tomas hoy la pena de acom­ instruyese en los diversos ramo» del saber tos, pomo por las muchas y muy buenas re­ pañarme il comer. ¿ Aceptas? humano, para lo cual lé dio sabios y entendi­ laciones que tiene en la coronada villa,— —Con mucho gusto,—contestamos á nues­ dos profesores que le inculcaran, no solo cuando cruzó por nuestro lado un hombre tro amigo. aquellos conocimientos, sino que procurasen que llamó poderosamente nuestra atención, —Pues vamonos,—nos dijo Adolfo,—que además el desarrollo de su naciente é infantil haciéndonos girar sobre loa talones para con- son las cinco y media y no hay tiempo que inteligencia. ''®^P|arle á nuestro sabor, y no perder ni uno perder. Cuando Arturo so halló ya en estAdo de solo de los detalles de su chocante aspecto. Y cogidos por el brazo nos encaminamos cursar con provecho una carrera, su bonda­ Llevaba el tal un sombrero de copa todo directamente hacia su casa con ánimo de lle­ doso padre le mandó á la corte á estudiaj- la abollado con sus ribetea de engrudo ; un cha- gar á ella á la hora acostumbrada, pues Adol­ déla abofracía;pero no sin antes recomendar­ loco V una camisa muy buenos, y que hablan fo era muy puntual en todas sus cosas y no lo eficazmente á una muy noble y virtuosa fa­ sido blancos como el armiño alia en su tiem­ le gustaba que nadie tuviese que molet ta.'se milia que allí habitaba y con la quemanteuia po, pero que ahora eran sumamente negros por él sin necesidad forzosa. desde muchos años muy buenas y amistosas y asquerososá puro de inmundicia; una levi­ relaciones. ta de paño fino y de airoso corte, pero tan es­ III. tropeada y llena de manchas que apenas se Las siete serian cuando concluímos de co- JV. conocía su color primitivo; unos pantalones JJ^er; y alargándonos Adolfo un rico tabaco de újtima moda, rotos por diversas partes y habano, y encendiendo otro, nos preguntó Diez y siete años contaba Arturo cuando muy sugios, y unas botinas de clarol de muy con la sonrisa en loa labios: salió de la casa paterna para ir á cursar en la 524 EL PERIÓDICO PARA: TOD0& coroaada villa la lucida, provechosa 7 litera­ Serrán.—Pues, hombre, bien elaro me ex­ predilecta de un primogénito taarioo 7 noble ria carrera de abogado. plico. como tú no hade ser el adquirir ciencia, sino Nada de particular ocurrió á nuestro prota­ —Para ti, no digo que no,—repuso nuestro frecuentar los teatros, bailes, reuniones 7 de­ gonista durante los dos primeros cursos; pues héroe;—pero lo que es para mí. tu lenguaje más placeres que ha creado el mundo para niño todavía, sin ningún amigo, ignorante es poco meaos que turco, amigo mío. quien, como tú, no ha menester una carrera de las pasiones j vicios que envuelven á la —Pero ¡hombre de Diosl—dijo Francisco, ni sabiduría para vivir bien considerado 7 especie humana, j dominado aun por los se­ con toda la dulzura posible 7 en extremo al­ con todaá las comodidades apetecibles. veros 7 santos principios de moralidad que borozado, viendo la mucha inocencia del jo­ —Pero si 7.) á nadie conozco en Madrid,— de su padre 7 maestros había recibido allá ven que había elegido para victima en aque­ replicó Arturo con voz entrecortada por la en su niñez 7 primera juventud, cifraba todo lla ocasión.—¿Es posible que con tanto talen­ emoción que sentía á causa del lenguaje de su afán 7 su ambición en adquirir la mejor to no comprendas el por qué me inspiras lás­ su amigo.—Si 70 nunca he hecho más que lo nota en los exámenes de fln de curso 7 en tima? ¿Es posible? Pero ¡cál ¡no puede que hago ser el primero de la clase por sus luces, su ser!—.lijo interrumpióndoserepentina 7 brus­ —¡Y bien!—interrumpió Francisco. — ¿No puntualidad, su aplicación 7 sus buenas cos­ camente. me conoces á mí? ¿No merezco tu confianza? tumbres. ¡Ojalá hubiera seguido siempre asil —Pues te repito, Serrán,—contestó Arturo ¿Qué importa, pues, que hasta aquí ha7as Los catedráticos estaban ufanos 7 conten­ en el acto,—que por más que me devano los vivido como un cenobita? Es necesario que tos de él, su padre orgulloso, v las honradas sesos para comprenderte no puedo lograrlo. cambies de conducta, si no quieres que caiga gentes con quienes vivía no aorian sus bocas O 70 807 mu7 torpe, ó tú no te explicas con el ridículo sobre tí, 7 que todo el mundo te sino para deshacerse en elogios de Arturo; la debida claridad. señale con el dedo. de modo que por todos era querido 7 de todos —Lo último será sin duda,—repuso Fran­ —Yo bien quisiera seguir tus consejos, alabado 7 mimado hasta lo increíble. cisco con ánimo de adular 7 atraerse aun me­ pero Pero semejante satisfacción 7 bienestardu- jor á au compañero.—Mas como no gusto de —Pero temes ¿no es verdad?—replicó Fran­ raron poco, esto es, fueron tan fugaces como que tortures tu elevada inteligencia por cosa cisco sin dejar concluir la frase á su amigo. laudables 7 encantadores. tan sumamente insignificante, trataré de ha­ —Sí, sí; temolefeetivamente,—contestó Ar­ Abriéronse de nuevo las puertas de la Uni­ certe comprender el verdadero sentido de mis turo. versidad central, 7 Arturo, ávido de saber 7 primeras palabras, si no te opones á ello; es —Pues deja eSe temor 7 fíate á ,mí,—repu­ concluir su carrera, apresuróse á matricular­ decir, si lo deseas. so de Serrán,—qué de fijo me darás las gra­ se con tiempo, á fin de que pudiese cursar en —No solo oiré con gusto tfi explicación,— cias por haberte hecho cóiioeer lo que igno­ aquel año el tercero de le7es sin ningún «a- dijo nuestro candoroso joven,—sino qjxe la ras. Además, ¿consideras si querré tu mal torpecimiento por falta del requisito indis- exijo de tí, Francisco. amándote como te amo? p«nsable de la matrícula. —¿De veras?—preguntó éste gozoso 7 ale­ ¡Ah, no, no!—replicó Arturp.—Te (?reo En aquel curso académico, 7 en las mismas gré- incapaz de engañarme, cuando tan leal te clases que nuestro estudioso joven, ingresó —Como lo 07es,—repuso Arturo. has mostrado conmigo siempre, 7 cuando también por vez primera un arrogante don­ —Díme, pues; ¿de cuántos millones me tanto interés descubro en tí para haOeríne fe­ cel de unos veintidós años, llamado Francis­ contaste un dia que eras heredero? liz 7 dejarme avroso ante la sociedad. Pero co de Serrán, quien reunía á una figura su­ —De trescientos poco más ó monos,^-con­ ¿qué pensarán de mí 7 de mi nueva conduc­ mamente simpática un carácter franco, chis­ testó Arturo.—Pero ¿qué tienen que ver los ta las excelentes personas con quienes habi­ toso 7 decídidor si los ha7. Pero tenia un millones con tu explicación? to 7 á las cuales me recomendó mi querido gran defecto, 7 este consistía en ser mu7 ca­ —Mucho, amigo mío, mucho, como luego padre? lavera, 7 vicioso cual ninguno. verás,-replicó de Serrán.—Y tu mensuali­ —¿Y qué quieres que piensen?—repuso de Este joven, pues, trabó desde luego amis­ dad ¿á cuánto alcanza? Serrán con satánica satisfacción viendo ya tad con Arturo, mejor dicho, este último se —Hombre, 7a te lo he dicho mil veces; á logrados sus deseos 7 tratando de desvane­ prendó del primero con tanta vehemencia 7 doscientos duros,—repuso de Brounsville cer por entero los escrúpulos que aún asalta­ afición que a los dos meses escasos de tra­ algo confuso por no ver claro adonde iban & ban á su pobre é inocente amigo —Nada quo tarle 7a no sabia pasarse niir á ninguna par­ parar tales preguntas. pueda perjudicarte en lo más mínimo, pues­ te sin su querido amigo, como había dado —¿Y qué haces tú de tus cuatro mil reales to que tu conducta será tan irreprochable en llamarle. mensuales, siendo heredero de trescientos como hasta aquí, á pesar de divertirte algo Maa estA amistad fué fatal para nuestro hé­ millones? ¿Los gastas en divertirte? ¿Los más de lo que has hecho. Sin embargo, 70 roe; pues Francisco, conociendo á los pocos empleas en llamar la atención hacia tu per­ lo llevaré tedo de manera que tus buenos días el grandísimo ascendiente que sobre Ar­ sona por lo lujoso 7 elegante de tus trajes?— huéspedes lleguen á alegrarse coa tu cambio turo tenía 7 el mucho provecho que de esto dijo Francisco con la más refinada malicia.— de vida, en vez de reprenderte como acabas fiodía reportar para mejor satisfacer sus ca- tOhl no; ¡pobre amigo mío! Lo que haces tú de suponer. ¿Estás resuelto, pues, á venir averadas 7 vicios, se aprovechó oportuna­ es guardar tu dinero casi íntegro, cual sí conmigo esta misma noche? mente de semejante ocasión para imbuir al fueras un oscuro 7 pobre aldeano, 7 de la —Hombre, ¿tan i)ronto?—peguntó Arturo joven inexperto que tanto le amaba sus erro­ acumulación de esos cuatro mil reales de - con alguna admiración. res 7 sus aespilfarros,si bien obró con toda la pendiese tu futura suerte; estudiar de dia 7 —En estas cosas, cuánto más pronto me­ cautela, á fin de no errar el golpe 7 no ver de noche con febril afán, como si necesitaras jor,—respondió Francisco sin vacilar —¿Te frustrados los intentos que había ideado 7 concluir pronto la carrera para no morirte de decides, pues, á acompañarme? concebido desde su amistad con Arturo. hambre; 7 ocultarte todo lo posible á la vista — Haré lo que deseas, 7a que ningún mal, Por eso una tarde de un día festivo, vendo de las gentes, cual si tu nombre esclarecido como me aseguras, he de reportar ae ello. -- Francisco á pasear con aquel por las afueras de Brounsville 7 tu exorbitante herencia fue­ dijo Arturo con algún recelo todavía. de Madrid, empezó á vadear el terreno 7 á sen todavía poco para lucir entre la aristo­ —De eso 70 te fio,—replicó de Serrán con malear las sanas costumbres de su inocente cracia de la sangre 7 para darse algunas di­ el aplomo 7 entereza que cre7Ó convenientes víctima con las siguientes palabras: versiones 7 mejor vida de la que te das. ¡Y usar para convencer del todo á su víctima.—- —Eres heredera de una colosal fortuna, no quieres ni comprendes que te tenga lásti­ ¿Quedamos, pues, por esta noche? Arturo,—le dijo,—estudioso hasta no poder ma haciendo vida de anacoreta, de miserable —Sf, quedamos,—dijo Arturo,—7a qtt* más 7 el mejor entre los mejores discípulos trabajador! Vamos, vamos, amigo mío, el tanto te empeñas en que sea así. de la Universidad; pero ¿me creerás? lejos de pobre que pide limosna de puerta en puerta —Entonces demos la vuelta hacia tu cas* tenerte envidia, me inspiras lástima. es mucho menos digno de compasión, con to­ do 7 su horrible miseria, que tú con tus mi­ para preparar el ánimo de tus amables hués­ Nnestro inexperto joven se quedó mirando llones 7 tu íluftre título de marqués, heredi­ pedes con sobrado tiempo,—exclamó Fran­ á su amigo como quien no comprende lo que tarios; porjiue sabe sacar del mundo más par­ cisco en el colmo de su felicidad por la fácil le dicen, pero al caoo de un rato pregunto á tido que tú, puesto que se divierte cuanto victoria conseguida en detrimento de la vir­ Francisco: puede. tud 7 caudales de su candido amigo. —[Lástimal ¿jr por qué? Y sin darle tiempo para replicar, le asió —¡Ah, cuan niño eres, Arturo!—repuso de Atónito quedó Arturo á la tan inesperada del brazo sonriendo 7 amistosamente, enca­ Serrán con la seductora sonrisa 7 meloso como fuerte filípica de su ami^o; de modo que minándose ambos á la morada de nuestro acento que tanto gastaban á aquel 7 que no después de un Duen rato de silencio no supo simpático 7 querido Arturo, cu7a vida ejem­ eran sino el producto de un estudio indigno decir sino tímidamente: plar estaba amenazada de un grande 7 muy 7 la red en que envolvía á los incautos que —¡Qué debo hacer, pues! próximo peligro, del que casi era imposible de él fiaban con sobrada confianza. —Lo que hago 70, 7 lo que hacen todos los se salvara á menos que la Providencia obra­ —¿Y por qué me dices eso, Francisco?— jóvenes,—contestó Francisco, con aire de se algún milagro en favor SU70. replicó de Brounsville. triunfo en vista de la vergüenza 7 timidez de —iTomal—contestó de Serrán;—porque de su amigo.—Gastar alegremente todo el dine­ V. niños es tu primera pregunta. ro que te envía cada mes tu padre en dulces Dios, 7 solo Dios sabe cómo se las arregli^ —¡De niñosl—repuso Arturo.—Pues fran­ pasatiempos 7 bullicio propios de la juven­ Francisco de Serrán para conseguir de lo9 camente, Francisco, note entiendo. tud, robando algunas horas al estudio que celosos, previsores, escarmentados v noble" —¿Que no me entiendes, dices?—replicó de tan enamorado te tiene; pues la ocupación condes del Palenque, que tal era el título de EL PERIÓDICO PARA TODOS. 525 los huéspedes de nuestro protagonista, el —¡Oh! no temas, Francisco, que eso suce­ la clase alta; de modo que todas á porfía se consentimiento para llevarse aquella noche da; al contrario, tengo tal pasión ya por ese disputaban la gloria de merecer sus obse­ y_ cuantas quisiese á su joven recomendado, pasatiempo que ha llenado de oro y billetes quios y galanteos y la honra de avasallar sin excitar sus sospechas: lo cierto es que i mis bolsillos, que mañana pienso otra vez aquel indomable corazón. Mas todo en balde- las once de la noche de aquel mismo dia se probar fortuna. Muchas duquesas, marquesas y condesas encontraba Arturo jugando en uno de los —¡Tú te guardarás muy bien de cometer hacían esfuerzos inauditos por conquistar su más aristocráticos y decentes garitos de Ma­ semejante desatino! amor, sabiendo lo ilustre de su nombre y Is drid, si es que aristocracia y decencia caben —¿Y por qué? colosal fortuna de que era heredero; más él, en casas tan inmorales é indignas del hom­ —Porque, como sabes, la suerte es muy amigo solo de devaneos y amores fugaces y bre, y al parecer con muy buena stierte por caprichosa; y fuera fácil que te arruinaras en clandestinos , apartaba' astutamente de sí desgracia suya, según se podía colegir del vez de enriquecerte como hoy. Además,—re­ cuantas redes se le tendían para atraerlo i grandísimo montón de oro y billetes de Ban­ puso Francisco,—que mañana quiero darte un compromiso formal y tal vez al buen ca­ co que junto á sí tenia. á conocer otra nueva diversión: que sí bien mino. No ha;^ que decir que á su lado se hallaba, no es lucrativa como la de esta noche en Su afán era divertirse, encenagarse en el pero sin jugar y sirviendo solo de espectador cambio nos proiíuce un placer más dulce y vicio y pasar alegre y caprichosamente la en aquella malhadada noche, Francisco de más intenso. ¿Vendrás á etia? juventud, saltando de flor en flor como la Serrán, quien de vez en cuando desplegaba •—Vendré,—contestó Arturo sin vacilar. industriosa abeja, sin pensar en el después, una sonrisa satánica, viendo la inmensa añ- —Pues ¡chiten! y á dormir, que ya esta­ y no haciendo caso ya ni délos disgustos que cion y cuidado con que Arturo seguia todos mos en tu casa. con sus desarregladas costumbres propor­ los vaivenes y azares del juego, V la crecida Y asi era en efecto. Los dos amigos se ha­ cionaba á sus padres, ni de los sanos avisos y colosal ganancia que de éste iba reportan­ llaban entonces frente por frente i la man­ y amonestaciones que éstos y los nobles con. do su desdichada víctima. sión de los ilustres condes del Palenque. des del Palenque le daban con frecuencia En esta ocupación non sancta y muy repro­ Despidiéronse con vivas muestras de amis­ para sacarlo de la resbaladiza y mala senda bable por todas las personas de rectas cos­ tad, y prometiéndose reunir al siguiente dia que de dos años á esta parte seguia, en de­ tumbres, les sorprendió la media noche. para pasar la noche en donde habian éoncer- trimento de su salnd y de su carrera y buen Entonces se acercó Francisco al oído del tado. nombre. Era, en toda la extensión de la pa­ jugador novel y ganancioso, y le dijo suma­ labra, un verdadero y consumado Tenorio. mente bajito: IV. Un dia, sin embargo, tuvo que compren­ —Las doce, Arturo; es hora ya de mar­ Como se ve, iba cobrando Arturo grandísi­ der sus errores v extravíos, y llorar el des­ char. ma afición y cariño á los desarreglos y vicios precio con que había recibido las adverten­ —[Qué pronto ha pasado el tiempo!—dijo humanos, mejor dicho, fué tal el efecto que cias de las personas que le querían bien; éste exhalando un suspiro.—¡Parece increí­ le causó la pasada noche con su albur y su pero este día, por desgracia suya, llegó cuan­ ble! ganancia, que no había para él vida más ale­ do ya no había arrepentimiento que fuese —Y sin embargo no lo es: ¡mira!—contes­ gre y divertida que la que se pasaba sobre el capaz de reparar ni su perdida fortuna ni el tó Francisco mostrándole con el dedo la es­ tapete verde y en las fuertes emociones del borrón que sobre el esclarecido y respetable fera del reloj que en salón se había colocado. juego. nombre de sus ilustres antepasados, que era —En efecto, las doce;—exclamó Arturo Toda la mañana, dormido y despierto, le­ el suyo propio, había echado con sus torpe­ después de haber mirado el reloj.—Vamonos, vantado y en la cama, soñó en montones de zas y liviandades. amigo mío. oro y billetes de Banco, y en la nueva diver­ Veamos cómo fué eso, y acabemos de una Y recogiendo lo que á su lado tenia y sión que le esperaba y que le había prometi­ vez con esa triste historia. guardándoselo en los bolsillos de su sobre­ do Francisco; toda la tarde soñó lo mismo todo, se levantó de aquella mesa para diri­ también. ¡Ob, pernicioso efecto del vicio! VIL girse con su amigo á la calle. No es extraño, pues, que aguardase con Tres afioshaciaya qne nuestro protagonista Una vez en ella, de Serrán fué el primero ansia la llef^ada de su falso amigo, para cor­ se había pervertido por causa de los malos que interrumpió el silencio, preguntando á rer en busca ae la diversión ofrecida, y que consejos y funestas investigaciones de Fran­ su camarada: se le hicieran lentaí<, pesadas y monótomas cisco de Serrán, su falso amigo y su diablo —¿Te ha gustado, Brounsville? ¿Te has di­ las horas que habían de trascurrir hasta el tentador. vertido en esa casa? momento citado. Arturo, embriagado completamente por los —¡Oh, mucho, Serrán, muchol La lástima Por eso cuando vio llegar á su demonio vicios que en este tiempo conoció j probó, y es jue haya trascurrido con tanta velocidad tentador tuvo una verdadera alegría , y no arrastrado y dominado fatalmente por ellos, el tiempo. ¡Era tan feliz jugando^ solo asistió squella noche al inmundo lupa­ no pensaba sino en satisfacerlos aun i true­ —¿No decías esta tarde? — preguntó nar á que le llevó Francisco, sino que todas que de contraer algunas deudas, por habér­ Praacisco con toda la perversidad de que era las noches sucesivas siguió frecuentando á sele trocado la suerte de jugador afortunado capaz aa corrompido corazón. las casas de juego, ó las de prostitución; pues y feliz. —¡Oh! lo que es esta tarde,-interrumpió contaminada ya su alma por las impresiones Apuradillo se enconti-aba ya para llenar Arturo,—no Babia lo que me decía; era un recibidas y por las reiteradas instigaciones y sus compromisos y caprichos, cuando el mis­ unbócil. Mas ahora que he probado ya lo fatal ejemplo del joven que en mal hora se mo diablo en persona vina á sacarle de sus bueno de tus consejos, francamente, Serrán, atravesó en su camino, no podia prescindir apuros, haciendo que suciimbiesen sus pa­ te proclamo y te proclamaré en todas partes de aquellos vicios, porque constituían ya dres á la terrible enfermedad tifoidea que ei mejor díe los amigos. para el una segunda naturaleza. por aquel entonces reinaba en Sevilla. La Gracias á la oscuridad que reinaba en la Hízose, por tanto, en poco tiempo un con­ repentina y desdichada muerte de los auto • éíilie por donde pasaban en aquel entonces, sumado jugador j calavera; pero de esos que res de su existencia, fué la peor de las cala­ ^0 pudo ver Arturo el efecto que sus pala­ no reparan en derrochar el oro á montones, midades qne podían sobrevenir al heredero bras habian producido á de Serrán, porque con tal de conseguir lo que una vez se han del marqués de Brounsville, con todo, y que­ 8» hubiera visto su semblante y la extrañeza propuesto, siendo, y excusado es decirlo, el dar dueño absoluto por tal causa de una Tdiabólica sonrisa que se dibujó en los la­ terror y el espanto de los maridos sobre cu­ fortuna de trescientos millones de reales. bio» de este último al oír sus alabanzas, de yas mujeres fijaba los ojos. ¿Y cómo fué su perdición? ¡A.h!muy sen­ *j* que se hubiera espantado y no habría El compañero inseparable de todos sus des­ cillamente. persistido por la senda del vicio que tan fatal órdenes era siempre de Serrán, quien estaba Al verse Arturo en posesión del título de le fué. Pero eomó sin duda debía de consu­ orgulloso con su obra, porque con el dinero su padre y de la furibunda riqueza de su marse la perdición de Arturo, y suceder lo y desarreglos de Arturo podía satisfacer me­ casa, pensó que nunca se le acabarían sus qne ha sucedido, por eso éste no vio absolu­ jor su rabiosa sed de orgias , banquetes, mu­ millones, y que por lo tanto podia entregarse tamente nada; por eso pasó desapercibido jeres y juego; en una palabra, su imponde­ sin freno alguno á su pasiones favoritas: el por él. rable pasión de vicios de todas clases. juego, el lujo y las mujeres. Francisco, disimulando la satisfacción in­ Mis como la mala conducta del jugador y Así es que lo primero que hizo fué com­ terior que experimentaba y mordiéndose los calavera no está exenta de funestos lances, prar un magnifico y elegante palacio que en labios para apagar ia risa qne estaba próxi­ también tuvo Arturo en su azarosa vida dos Madrid se vendía; amueblarlo con explendi- ma á salir por ellos, aclamó: ó tres de ellos; pero diestro tirador de armas dez asiática, y gastar un dineral en coches y —jCon que tanto te ha gustado el juego! como era y protegido quizá por la fortuna, caballos. Lo celebro infinito, amigo mío, porque asi salió ileso de sus desafíos, matando ó hirien­ Para todo eso le sirvió mncho Francisco á lo menos comprenderás y verás que por tu do gravementa á sus contrarios. de Setrán, quien ni un solo instante le de­ bien he insistido tanto á que dejaras tu exis­ Esto, su arrogante figura, sus finos moda» jaba ya, puesto que tenía habitación, y ha­ tencia de fraile cartujo. Mas cuidado con rein­ lea, sus lujosos v elegantísimos trajes, y los bitación muy lujosa en el mismo palacio de cidir y volverte á tus costumbres antiguas; inmensos caudales que le proporcionaba el Arturo. Era su secretario, su confidente, su pues tal disparate seria una falta ímperdona- juego, pues raro era el dia que la suerte le cómplice y su amigo; pero su amigo fatal. ole en ti; pero como la cabra siempre tira al volvia fas espaldas, se hizo el joven más de ¡Valiera más para Arturo que nunca le hu­ monte, poaria suceder muy bien moda de la corte y el ídolo de las bellas de biese conocido! 526 EL PERtóWGO PABA TODOS.

El nombre ,de BrounsTílle corrió por Ma­ Esta CIÚ& tenia incrustaciones de oro. drid como el de un héroe; sus trenes y boato EL PUÑAL DE ORO, La abrió y sacó un pomito de cristal que causaban la en^ridia de todo el mundo; los NOVELA ORIGINAL contenía un licor rojo que tiraba á violado. jóvenes pertenecientes á la nobleza se apre­ —La ciencia sujeta al leou, la medicina ma­ suraban á ser sus amigos, y todos los salo­ POR TORCUATO TARRAGO. ta al crimen,—-murmuró Thomas. nes aristocráticos le abrían las puertas de Y acercando, el pomito á las narices de la par en par, honrándose con la presencia en Tóbala, le obligó á respirar un instante. ello» del hombre más en boga y de moda que SEGUNDA PARTE- Por un momento, un ligero temblor circu­ en la corte existia. ló,por el cuerpo de aquella mujer; en segui­ da quedó inmóvil. Pero ¡ayl á los dos años ile ese tremendo COontinttaeiónJ despilfarro, de orgías y juego, se encontró Thomas le quitó el pañuelo que le tapaba Arturo agobiado por los «creedores que sin Antes al contrario, el público aplaudió al la boca y el lazo que le sujetaba las manos. cesar le pedian las crecidas y exhorbitantes ver al negro tocar el organillo. —Ved aquí el poder humano,—esxclamó el sumas que les debia. Saturno, entre tanto, entró en la casa, médico triunfante.—Por medio de un elíxir Entonces, y solo entonces pensó el joven subió las escaleras como un tigre, y cuando esta mujer ha perdido la memoria; obedecerá marqués de Brounsville en reparar sus que­ llegó á lo alto, oyó la voz de la Tóbala, que ciegamente cuanto yo la mande, y siguiendo, brantos y su ruina con el matrimonio; mas repetía en son de amenaza.- no á sus ideas propias, sino al instinto, ven­ cuando ya próximo se hallaba á enlazarse —¡Oropell ¡Oropell drá detrás de mí como un perro. con una muy rica y hermosa condesa, que Una formidable patada dada por Saturno El coronel Berdier quedó admirado. ignoraba por completo el miserable estado á la puerta fué la contestación que respondió —¿Será cierto? de su fortuna, Francisco de Serrán. ese per­ á las voces de la Tóbala. —si, no lo dudéis, señor. Y si no, ved la verso amigo que le ayudó poderosamente á Pero entonces un hombre negro se le puso prueba. i . disipar sus cuantiosos bienes, y fué la causa delante, y antes de que Saturjao pudiese La Tóbala habia quedado sentada en el de todos sus funestos vicios, ese hombre que echar mano del cuchillo, tenia una pistola suelo. Toda la frialdad de su semblante había vivió á expensas de Arturo por espacio de puesta al pecho. desaparecido de repente. Allí había atonía, tantos años, fué el que le precipitó en el col- Saturno retrocedió, quedó con la boca pasmo, frialdaíl, indiferencia; es decir, los m.0 de la miseria y la desgracia, descubrien­ abierta y con los ojos extraviados. sentimientos:más contrarios de los que le do traidora y cobardemente á la prometida El bandido tuvo miedo. ¿uñieron de dominar anteriormente. de Brounville la ruina total en que éste se Oyó de nuevo la voz de su mujer; pero la Thomas se acercó á la; Tóbala y le dio la hallaba. Y no satisfecho aun con haber pri­ pistola que tenia delante le (hacia andar ha­ mano. vado á su víctima de rehacer su fortuna, le cia atrás. Esta entrególa s\ija, sinresifitencia.. deshonró ant« toda la nobleza y ante el mun- El negro llegó de este modo á la escalera. —Levántate,—le dijo. AIO todo, explicando la' vida y milagros del Saturno tuvo que bajar un escalón, luego La mujer se levantó. joven que habia sido demasiado crédulo é otro, y luego otro. El médico miró al coronel, y la preguntó: inocente , demasiado céudido y ciego en no El negro, siempre con lá pistola en la ma­ —^¿Estais convencido? conocer la perversidad que atesoraoa y po­ no, avanzaba á medida que el otro retroce­ —Lo estoy. seía el vicioso y podrido corazón del ser de­ día. —Dos horas durará esta situación. Pasado gradado que con tanto cinismo le habia con­ Decididamente Saturno comprendió que ese tiempo, la fiera volverá á ser fiera. ducido á la depravación y á la ruina. no podía socorrer á su mujer. —Aplicadla entonces de nuevo el frasco á Hó aquí el pago de un falso amigo ; hó Lanzó un bufido de cólera, un bufido de las narices. aquí los terribls efectos de unaamistad ma­ toro bravo, y salió. —Imposible. Haciéndolo as', quedaría toda lévola. ¡Dichoso mil veces quien no tropieza En la siniestra y oscura mirada de aquel la vida en un perpetuo estado de imbecili­ en «1 mundo con una serpiente como esal hombre se píató el gesto iracundo de una dad. Aplicado por tercera vez, la muerte se­ ¡Feliz también el que posee el tacto y cono­ venganza implacable. ria el termina de todo, üontamos, por lo tan­ cimiento necesarios para apartarlo de sí y Cuando la Tóbala oyó la terrible patada to, con dos horas. Es preciso que para enton­ no caer en sus astutas redes I que dio su marido en la puerta de la habita­ ces esta mujer esté asegurada. ción , pegó un salto como una pantera, y se —Decís bien,—contestó Berdier.—No tar­ VIII envistió al Sr. Berdier con el puñal en una dará en llegar nuestro carruaje. mano y las uñas crispadas. En efecto, el ruido de un coche sonó de allí Hoy dia es Arturo el hombre más desdi­ El coronel pudo detener aquel ataque, no á poco en la puerta chado de la hamanidad, puesto que á su ex­ sin que el puñal se le clavase en un brazo. Fabiauay Formin, aue habían sentido rui­ tremada miseria y repugnantes vicios, tiene Entonces, con uua f>ieiza sobrehumana, do, pero que no se habían hecho cargo de lo que sufrir impune y vergonzosamente el me­ agarró á aquella mujer, la arrojó al suelo, y que acababa de uassir, llegaron en este mo­ nosprecio de los mismos que un dia se creían á pesar de la faroz resistencia que esta le opo­ mento y vieron a la Tóbala que no se movía más que honrados, pudieudo estrechar sú nía, pudo taparle la boca con un pañuelo y de su sitio. blanca j aristocrática mano delante de la atarle las manos con un lazo que llevaba á —I Parece una mansa cordera)—exclamó la gente, y no cabían en sí de gozo, si por uno prevención. zapatera al oido de su; marido. -. de sus frecnentes caprichos les invitaba á Concluido esto, abrió la puerta, y entonces —Así es,—contestó éste. aa mesa ó á dar un paseo coa él. se presentó Thomas, el médico negro, que Pero un nuevo negro, mejor dicho, un ne­ , CompadBZQámoBl^, pues, ya que tan triste acababa de ahuyentar, como ya sabemos, al grillo, se presentó á anunciar que la berlina y desgraciada^ es su existencia, y tan des­ terrible Saturno. estaba á la disposición del señor. astroso fin le aguarda, atendidos sus an- —Hó aquí la fiera,—exclamó Berdier pre» —Vamos, pues,—dijo.«ate á Thomas.—¿0^ .tecedentes. Dos caminos le quedan solo al sentando el tronco inmóvil de la Tóbala. encargáis de esa mujer? infeliz Arturo: ó el Hospital o el suicidio. —Está vencida. ^-Ahpra lo veréis, sefior. ¡Que su historia nos sirva de ejemplo para —Y atada. Tomó de la mano á la Tóbala, y ésta echó no dejarnos engañar, y para vivir alerta —¿Ha confesado ? i andar al lado del médico. En seguida dijo: coQtra las asechan^sas que se nos tiendan en —No. —^El dí% que la ciencia posea mi secreto, la el trascurso de nuestra peregrinación poT' —Entonces justicia humana no necesitará de alguaciles este mundo! Ella es, en verdad, la prueba Bl médico se detuvo; una cosa terrible, ai de esbirros. máselocaente y clara del poder de un falso cierta sombra que pasó por sus ojos fué á La Tóbala bajó la escalera eiitre el coronel »míga, y la tremeoda,expiacion que aguarda expresar el pensamiento que se perdía en las y Thomas. Üiadb el que, abandonando la virtud y sose­ profundidades de su cerebro. Cuando salieron á la calle, subieron al car­ gada vida, se entrega febril y torpen^eute á Luego que trascurrió un instante de si- ruaje a los excesos del inmundo vicio. lencio, dijo Berdier: Saturno, que acechaba desde el fondo de Seamos, pues, previsores, virtuosos y pru -^Lo que importa ahora es sujetar i esta un o.scitro portal, se asqntbró devac á su mtt* deut^s, y no tendremos que llorar, como lio-' fiera. Vedla cómo se retuerce; vedla cómo jer, que sin resistencia, casi sin andar, á !> i;a Arturo de Brounsville, ni la pérdida dé patalea; vedla cómo muje, ya que no: puede manera de un fantasma, penetró en la berlina* Qiiesti'os biensiS, ni el desprecio de nuestros gritar. —¡Oh! ¡Eso es maravilloso!-exclamó.-' semejantes por tan ienigrante y condenable — La sujetaremos,—respondió el negro Damián, Damián,-dijo al oido de su cóm' cauea. (Dioa haga que sea asíl sombríamente. plíce,—corre detrás de es) carruaje, ¿lo en­ —¿Atándola más? tiendes?.... Ahí va la Tóbala ¡portodoS PICHO PALA* Y MAMKI. —Al contrario, desatándola. los demonios del iníieruo, es preciso saber El médico se acercó lentamente á la Toba> donde va! la, la miró un raLo, vio y estudió los rasgos XIII. ofc.CgiO'O depravados de aquella fisonomía, y en segui­ da sacó uua caja de palo de rosa del tamaño Cara á cara y frente á frente. de la palma de la mano. El coche rodaba rápidameuta á lo largo -,'»El huevo ordinario no aceitado, pierde des­ sino alcanzar al carruaje. tallo llega apenas á cuarenta centímetros de pués de tres meses de exposición al aire 11,40 'Este, ajeno-i aquella persecución, llegó á altura; la ortiga divi ;a, cuya altura alcanza por loo y después de seis 18,10 por 100 do la calle de Lega ni tos, subió por la del Duque un metro, y la ortiga piluUfera, común en el su peso primitivo; se vacía casi Ja mitad y déOsuna y penetró poria famosa puerta ver­ Sur de Francia. exhala ua olor pútrido. Coa aceite de linaza de, claveteada de gavilanes de hierro, que ya Las dos primeras especies se emplean con­ la evaporación se hace con más lentitud y la es conocida por nuestros lectores. tra el reumatismo y la parálisis. Se procede pérdida no es más que de 2,91 al cabo de tres Famian sé détíivo; estaba fatigado, pero no para ello á' hacer fricciones ó flagelaciones meses y da 4,51 al cabo de seis. Blandido, Miró al edificio, qjie como el Sésamo con la planta en la parte enferma, obtenien­ Muchos años de experiencias han demos­ de'lbs'ciieíili'ós árabes,' hatftá tragádb' al car­ do así una reacción que, en muchos casos trado que se obtiene mejor resultado con el ruaje y á los que iban dentro, y fué á colo­ produce la curación completa. El jugo de la colodión y tiene la ventaja sobre elaceibe, por­ carse silenciosamente delante de la puerta, planta es emostático, y se usa en dosis de que su disecación es iustantánfta. Suponen ya para esperar; ya para tomar pormenores y tres ó cuatro copas de licor al dia con agua los huevos en una olla de barro, de hierro ó noticias de aqiiel paraje. ' azucarada. Las semillas y las puntas, des­ de zinc; se les echa por encima el colodión en i?l piínto qué naturalmefnté éspógió Da­ pués de secas, se emplean en forma de tisana canfciJ£^d:.3uíleíeat8 para bañarlas; se hace mián para sus observaciones fué ua áti»ulo para aliviar las funciones de los ríñones. La después correr, el líquido por un orificio que que existia cerca de lap;i.ertadelatahona. mejor de las propiedades de la ortiga para se le abrirá en el faada á la olla, y se sacan, Allí permaneció cerc'a de'una íióra. Pare­ usarla ea fricciones y flagelaciones, es la de se exponen al aire y se completa el bariiíza- proproducir una irritación cutánea muy nota­ mieuto con un pincel. cía abstraído porcina ¿ifo.fundá meditación, ble. También se ha tenido la idea de em- y sus,ojos .no cesaban dé mirar el extremo plerla contra el cólera, sirviéndose al efecto Cuando se desea conocer la calidad de los del ediflcK) en cuyo corazón se encontraba la de la ortiga ardiente, habiendo bastado en huevos, basta sumergirlos en agua ordinaria tía Tóbala. . ; : .» •,.. . muchos casos para restablecer la circulación que contenga en disolución .SO por 100 de (Se aóntimiarú.) de la sangre, conseguir que reapareciese el sal común; los huevos que son frescos se van calor y curar »1 enfermo. No se debe, por al fondo del líquido; los que no, notan á la consiguiente, vacilar nunca en hacer uso de superficie. L i VARIEDADES. esta planta, puesto que, cuando no produce efecto, no puede ser nociva en ningnn caso. Leemos en el Euscalduna el Sigftiente suel­ La Abra de la ortiga dioica se emplea en to, que ofrecemos á las personas de buen hu- DBSGIfflRIMSSNTOS !& 1N>nBNGI0NES. Francia como materia textil, y en Suecia y iiíor: Noruega se hace tela con ella. Su hoja her­ «Un caso raro y poco visto vamos á referir vida y mezclada con salvado es un excelente á nuestro-i lectores. Pareée que ayer tátde se L.a cindad «dbtei'ránea. alimento para el ganado menor. El salitre que presentó en la plaza del mercado, para la ven­ ta, un pez dividido en tres pedazos, cuando En las inmediaciones de Calcuta (India in­ entra en |su composición química hace ade­ más que ese alimento sea muy agradable una de las encargadas de expenderlo cogió la glesa) acaba de verificarse un descubrimiento parta en que se hallaba la cabeza, recibiendo sorprendente. Parece que^algnnosoftoiales de para esos animales que la buscan con avidez. RoBvsTUNÁ ARMISO. al mismo tiempo un mordisco tan terrible cu la guarnición dejaron la ciudad, dirigiéndose una de sus manos, que hubo necesidad de hScia el interior del paía, con objeto de pasar conduciirln al Hospital civil paía hacerle la algunos días entregados al saludable ejerci­ primera cura, pues la herida ofrecía caracte • cio de la caza. ¿Dónde está el tiempo en que un ciento de res de gravedad, siendo abundante la sangre Sorprendidos por un fuerte aguacero en huevos se vendía por dos sueldos? Pasado y que de ella salla.» iaedio de una selva, buscaron abrigo en las muy pasado; creo que no volverá. Porque en ruinas de un pequeño edificio que descubrie­ esa época no se servían de huevos para clari­ ron á la derecha del camino que seguían ficar los vinos y jarabes, para componer algu­ Un estadista ha calculado que los ómnibus ' ^Recogidos allí, les llamó la atención una nos medicamentos, para fijar colores y suavi­ de París recorren diariamente, sumadas las piedra que aparecía desprendida del muro, y zar la piel de cabra para hacer los guantes. distancias, la suma increíble de trece mil le­ reconociéndola con más detenimiento vieron Se ignoraba, como lo ha escrito más t»rde guas; es decir, vez y meJia la distancia que ciiWB wsultaba la entrada, de,un subterráneo, Brillat Savarin, que se pueden cómpr guisa­ se necesita andar para dar la vuelta al en el que penetraron los viajeros con las ^ de­ dos de setenta y dos maneras. mundo. bidas .precauciones para no sufrir ningún ac­ Los médicos proscriben loa huevos á los La línea que va de Odeon á la barrera Cli- cidente desagradable. ^ANnos, ponqué Siendo muyg 4¿j«r>M3ile3 se chy, tiene nueve kilómetros de longitud. '•''ua ecaye£do coa^'^adiiente, sia.eBlb&rgo, asimilan á nuestros órganos sm nutrirlos de­ ;-4!C'íMÍift-'(^ncoAiittutos ^ute uu ómni;lAis, do aventurarse en aquellos sombríos corredores, masiado; pero e* necesario que sean frescos, modo que en ocho horas, solamente se haoe atendida su inmensa extensión, daeidieron lo que no es fácil encontrarlos en invierno, el enorme trayecto de quinientas leguas. Tolvetse á Cttloot*, proveerse-de los útiles i .Eraaci» man ia cada año al extranjero mu Mcestrioapara el caso, y recorrer todas las chos millones de huevos, de los que Inglater­ ^oitltas cavidades y tortuosos corredores de ra sola compra por más de tres millones de Se casa el magnífico ministro del sultán lí-osveraa. libras; es opinión entre los que se dedican á! en París, un turco con ribetes de parisieufe, Hiciéronlo así, y cuál seria su admiración, .eata industria, que doblaría la produoeion si Kalíl-Bajá La novia, hija de S. A. Mustaí'á, Cuando vieron desarrollarse ante sus asom­ hubiera uu modo de conservarlos indefinida­ llevará el dia de la boda un míUoneu piedras brados ojos una ciudad subterránea con sus mente, , preciosas sobre sí y su veló virginal habí á Calles, sus monumentoR, estatuas, palacios, Se sabe que la alteración de los huevos vie­ costado por sí solo 20.000 francos. Un mue­ t*;ínplos y ediflqiqs, abierto todo en la peña ne da la porosidad de la cascara; sustraer la blaje de 70.000 francos, sin coutar con los viva por la mano del hombre".' parte líquida djl huevo del contacto del aire objetos de arte, .2 docenas de cada objeto Estog'Sdifloios «9 crea que cuenten la más impidiendo la evaporación, es resolver un usual y del más altp precio, cuatsorca^tnfiajes, remota antigüedad, y de ellos existen algu­ problemf^ de>,eCQAOiui& doméstica), yo creo seis caballos de raza y doce esclavas cjrcasia- nos en el interior del Asia; pero lo más sor­ haberlo resuelto. Veamos cómo nuestros ha­ na^ de rara belleza, constituyen la c^nastil a prendente del nuevo descubrimiento, lo que cendados conservan ios huevos. Seles entier- ofrecida á la novia por el novio. < le hace ser más importante, es el haber ha­ ra en ceniza, acerrin, trigo, arena, algodón, . II 1 II llado entre 1» muchedumbre de edificios, uno paja, lo que es muy malo, porque si se hu­ destinado al parecer para sarcófagos, puesto medece la paja, por una causa imprevista, SEGGION FESTIVA. que en él se encóhtrarbrí inás de cien mó- adquieren los huevos un gusto detestable; mwa, cubiertas de rica», vestiduras, mieujtras también se sumerjen en agua salada, agua de Eo todos los caadros que representan que sobre el pecho tenia cada una de ellas cal,.disolución do subacetato de plomo, lo la feliz mansión de nuestros primefos padres, nu manuscrito énlenérua pelví, que podrán que es muy peligroso. Se suelen cuDrir á ve­ aparece Eva con el pelo largo, muy largo, y llegará ser preciosos para descifrar ciertos ces de un barniz cualquiera, lo que les da un Adán pelado. hechos que la historia no ha podida resolver gusto á cola ó resina que daña su calidad. Sa Pregunto: aun. ha hecho uso también del agua hirviendo, su- —¿Quién lo peló? Las riquezas y preciú8idade3''de está ciudad merjíiéndolos al momento, pero este tiempo Y si, como parece indudable, lo pelaron: ascienden hasta ahora á muchos cientos de basta para coagular la albúmina que se ad­ —¿Quién inventó las tijeras? ülilos do libras esterinas; especialmente en hiere a la cascara, formando una capa que Hé aquí una invención más antigua que el magaiflcas pedrerías y láminas de oro. preserva de toda evaporación el reüto del lí- rascar. 528 EL PERIÓDICO PARA TODOS.

—¡Alabado sea DicH y fiu Santísima ARTURO BE BROÜNSVILLE. — Conjugue usted el verbo amar. Madre, cristiana señora mia! —¿Con quién? —Por siempre. —Conmigo. —Padre nuestro que estás en los cie­ —Hombre, es usted muy feo. los.... ' —Perdone usted por Dios, hermano. —jQué hora tienes? —En la tentación; mas líbranos de todo —Las diez. mal. Amen. —¡ Cómo las diez, si son más de las —Hermano, perdone usted. doce! —Este Padre nuestro va por el alma do —No puede ser, mi reloj es de los más sus difuntos, señora mia. fijos. —Dios nos dé que dar, hermano. —No comprendo. —Señora mia, por aquellos siete dolo­ —Siempre le verás en la misma hora. res, y aquellos tres clavos, y aquella.... —¿Quién te ha regalado ese bastón? —Perdone usted por Dios. —Amparito, la bailarina. —¡Maldita sea tu alma! ¿Cuándo llega­ —¿Y aceptas palos de una mujer? rá la hora del petróleo? A Dios le va á ar­ —¿Qué tiene de particular? der el pelo. _—Nada, que tras del primer palo te da­ rá ciento. Ya sabes que conozco á las mu­ -Diga n*ted , jde quién fue hijo el jeres. gran capitán Fernandez de Córdoba? —Del Papa Julio segundo.... —jQuién es Dios? —¿Y de quién más? —El bendito San Roque. —Y de don Fernando el Católico. —Lo has acertado. —¡Muy bien! ¿Y cómo pudo nacer el —Pues mire usted, lo he dicho á bulto. buen Gonzalo de un Papa y de un rey, que eran dos hombres? —¿Qué tienes niño? —Porque.... •—Que he perdido dos cuartos. —Siga usted. —Tómalos y no llores. ¿Por qué no ca­ —Porque era bastardo. llas? ^ —¿Dónde ha cursado usted la asignatu­ —Porque si no hubiera perdido los dos ra de historia? ahora tendría cuatro. —Privadamente. —¡Viva la enseñanza libre! Un pobre pidió limosna á nn avaro. — Toma un cuarto y devuélveme un —ÍEl padre es Dios? ochavo. —Sí, padre. —No tengo, señor. —¿El Hijo es Dios? — ¡Cómo na de ser!—dijo el avaro guar­ —Sí, padre. dándose el cuarto. —El Espíritu Santo es Dios? —¡Válgame Dios,—dijo el pobre,—has­ —No, padre; es un palomo. ta para pedir limosna hace falta dinero. —Haga usted el favor de retirarse Confesábase uno de prestar dinero con usura. —Hija, JO no la molesto. — Sí el interés pa^a del 6 por 100,—la —Pero me sigue usté. decía el confesor,—comete usted un peca­ —Y es mi obligación. do; no olvide usted que Dios todo lo va —¡Ay qué gracia! desde el cielo. —Como soy carabinero, estoy para per­ seguir el contrabando. ¿Se entera usté? —Por eso precisamente, señor cura, porque todo lo ve desde el cíelo, presto al 9 por 100, porque el 9, visto desde arri­ —Va cüeibo, pijorro. ba le parecerá un 6. —¿Onde vas, rapaza? Malévola inñuencia de la falsa amistad. —Por una jáquima. (pdg. 523.) —Caballero, su perrito de usted In­ —¿Pá quién? tenta ensuciarse sobre la alfombra. —Pá el mulo de mi padre. —No tema usted, señorita: trae bozal. — jQué hora es esta de entrar en casa, — A<|ní tiene vueeencla la espada del señor mío? —¿Es aquí la relajación de los nun­ conde Fernan-Gonzalez. —¿Qué me dijo usted ayer noche, padre? cios? — ¡Hombre! ¡Qué grandota es! —Que se recogiera usted temprano. —Sí, señor, ¿qué se ofrece? —Sirvió después á Garci»Perez de Vargas. —¿Y no son las cuatro de la madrugada'í —Que tenga usted el gusto de ensartarme, —¿Ahora poco? —¡Cabatlerito! cuando mejor le venga, que se han perdió —En el siglo XIH. —¿Mus temprano quería usted? tres animales, todos de mi familia. La cabra ¡Carai! ¡Qué lástima que no conserven us­ de mi mujer, el güey de mi cuñao y el mulo tedes la vaina! —¡Hijo niiu! jqné quieres ser euaiido de mi suegro. —Como viecencia conoce, señor, el cuero crezcas? dura menos que el metal. —El que compone los Almanaques. —Sí; pero está fea una espada desnuda. —¿Para qué? Digo, á mí me lo parece. —Para que tenga cuatro domingos cada CHARADA. semana. —Buenos dias, don Crisanto. Mí primera es ua pronombre, —Felices, tia Lutgarda. Un estudiante tronado pidió en la fon­ mi segunda una bebida, —Como estuvo usted en casa, cuando yo da un cubierto de veinte reales. Al concluir y por mi todo los humbres estaba en la iglesia, vengo.... llamó al camarero, y le dijo: están en guerra continua. —Es natural. —¿Qué haría usted con el que después de Si el gobierno te lo da, —Vaya; con que vio usted á mi nieta, ¿eh? comerse un cubierto de veinte reales, no tu­ que el diablo te la bendiga. —La vi. viera un cuarto para pagarle? —Se explicaría con usted.... —Le echaría á puntapiés. —Se explicó. —Pues como usted. Solución á la charada del número anterior: —Y vamos, ¿qué tiene mi pobre palomita? Y levantándose los faldones de la levita le —Nada, que está en huevos. presentó el trasero. ACALORADA.

Siendo este Somanario propiedad exclusiva d« li Cata tditorialde D. Jetú» Gracia, se prohibe su reproducción y Iraduccion, para lo cual queda hecho el depósito quB marca la ley.

MADRID, 1872.—LOS DOS MUNDOS: Establecimiento tlpográHco, i cargo de Manuel Martínez: Hiedra, 9,