Izquierdas

24 | Julio 2015 Varia

Edición electrónica URL: http://journals.openedition.org/izquierdas/197 ISSN: 0718-5049

Editor USACH - Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile

Referencia electrónica Izquierdas, 24 | Julio 2015 [En línea], Publicado el 15 julio 2015, consultado el 28 febrero 2020. URL : http://journals.openedition.org/izquierdas/197

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Artículos

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Anticomunismo a la chilena: el caso de James Bond en el cómic, 1959-1971 Anticommunism in Chilean Perspective: The case of James Bond in comics, 1959-1971

Jorge Rojas Flores

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 10-04-2015 – Aprobado: 13-05-2015

NOTA DEL AUTOR

Este artículo es producto del Proyecto Fondecyt Regular N° 1130205, “Chile a través de las historietas, 1945-1960”. dirigido por el autor y patrocinado por la Universidad de Santiago de Chile (2013-2015)

Introducción

1 La Guerra Fría expresó de múltiples formas la confrontación entre los dos bloques que dividían al Mundo, desde el diplomático y político institucional, hasta el social y cultural. Algunos autores han destacado este último como un campo de notable particularidad, que enfrentó iniciativas de todo tipo, en procura de la defensa simbólica de los dos proyectos en pugna.1 Como lo han planteado varios autores, esto no significó que la Guerra Fría Cultural fuera una mera reproducción mecánica de las lógicas políticas, ya que la forma en que cada sujeto y cada país se situó en este enfrentamiento tuvo matices especiales.2

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2 En este artículo veremos la forma particular en que se vivió el clima de la Guerra Fría en la literatura de entretención de un país periférico, en particular en las adaptaciones para cómic de la serie de espionaje James Bond, publicadas en dos revistas distintas: Okey, entre 1959 y 1964, y 007 James Bond, entre 1968 y 1971. Nos interesa observar en estas versiones locales las diversas formas de intervención del contexto político, que en aquellos años fue experimentando cambios, tanto a nivel internacional como nacional. 3 En Chile el anticomunismo tuvo su propio recorrido y fue especialmente intenso bajo el gobierno de Gabriel González Videla (1946-1952).3 Sin embargo, la estabilidad política y cierto clima de tolerancia republicana permitieron que el enfrentamiento fuera relativamente moderado a partir de entonces, aunque el balance historiográfico no es homogéneo en este aspecto. Algunos autores plantean sus dudas sobre esta apariencia de estabilidad y tolerancia.4 Adicionalmente, algunas experiencias políticas latinoamericanas, como el peronismo, fueron gravitantes en incorporar otras alternativas, alterando de algún modo el esquema bipolar. En 1952, el Partido Comunista abandonó la clandestinidad y se reinsertó en el escenario político, aunque la tensión volvió a aumentar en la coyuntura electoral de 1964, y con mayor intensidad en 1970. La llegada al poder de Eduardo Frei en 1964 marcó una inflexión importante, que quedó reflejada en la apertura de relaciones diplomáticas con la URSS. 4 A nivel internacional, a partir de fines de los años 50, la Guerra Fría pasó a una fase distinta, tras el debilitamiento de la URSS como referente político y la aparición en escena de otros actores y nuevas preocupaciones, como la amenaza nuclear. Las intervenciones militares de Estados Unidos en Vietnam y Santo Domingo también generaron críticas y fisuras entre sus aliados, al ponerse en duda su convicción democrática. El fraccionamiento aumentó dentro la izquierda (dividida entre maoistas, titoistas, guevaristas, etc.), además de verse fortalecidas algunas posiciones reformistas, críticas tanto del capitalismo como del socialismo, como fueron en su momento los proyectos de Joao Goulart y Eduardo Frei, en Brasil y Chile respectivamente. En este contexto, la propia obra de Fleming comenzó a incorporar cambios, como lo ha estudiado en detalle Jeremy Black. La representación de la amenaza comunista se vio complementada por la aparición de otros peligros, en los libros más tardíos, además del permanente intento por reforzar el papel de Gran Bretaña, mostrándola con relativa autonomía frente a Estados Unidos y sus problemas.5 5 El libro que dio origen a la serie había sido publicada en inglés por primera vez en 1953, bajo el título de Casino Royale, y desde entonces, anualmente fueron apareciendo sucesivos episodios, entre los cuales podemos mencionar Live and Let Die (1954), Moonraker (1955), Diamonds are Forever (1956) y From Russia, with Love (1957). 6 En 1958, a raíz del éxito editorial, se inició la publicación de la versión para historieta, con frecuencia diaria (daily strip), dibujada por John McLusky y con guiones de Anthony Henry, Henry Gammidge y Peter O´Donnell. En 1962 se conoció la primera de varias adaptaciones para el cine.7 6 El rápido éxito de la serie, en sus distintos formatos, llamó la atención de los intelectuales interesados en los fenómenos propios de la cultura de masas, lo que llevó a la realización de algunos estudios sobre el personaje, desde variadas perspectivas. Proceso a James Bond, de Tornabuoni y otros autores, fue el pionero, en 1965, al que le siguieron varios más. 8 7 Las investigaciones sobre el cómic surgieron en forma tardía, en parte por la subvaloración que predominó durante mucho tiempo en el campo académico, a pesar

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de los esfuerzos pioneros de autores como Humberto Eco.9 A nivel metodológico, las propuestas de Barker, McCloud y Muro coinciden en plantear ciertas particularidades en el lenguaje del cómic, así como en su desciframiento, que obligan a tener en cuenta tanto el texto (en globos y didascalias) como los aspectos visuales (encuadre, perspectivas, montaje, dibujo, etc.).10 Sin embargo, esta regla general debe tener en cuenta que el aspecto visual no adquiere igual connotación en todos los cómics. Como hemos explicado en otra parte, hay historietas especialmente intensas en incorporar componentes icónicos, lo que no parece suceder en particular en la versión inglesa de James Bond, que se publicó a partir de 1958, siendo algo más importante en la chilena, de 1968.11 Por problemas de espacio, no podremos desarrollar en forma intensa este aspecto. 8 Varios intentos por descubrir dimensiones políticas en las historietas nos han servido de modelo, como los de MacDougall y Murray, en los contextos de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.12 En Chile, destacan los aportes de Jorge Montealegre y Maximiliano Salinas, para el caso de la caricatura política, además de nuestros estudios sobre Mampato, Chu-Man-Fú y varias otras series.13 El presente artículo aporta un componente nuevo, en contraste con estas obras. La dimensión política suele ser entendida únicamente desde su situación local, es decir, desarrollada por los autores (guionista y dibujante), en un contexto dado, acotado y fijo. Acá, en cambio, veremos un objeto cultural que surge en Inglaterra, circula por varios países, es traducido, adapta sus contenidos y en ocasiones incorpora elementos completamente nuevos, aunque siempre conservando una cierta afinidad con la obra original. El lugar de origen y recepción ya no coinciden, y además resulta difícil identificar el contexto de producción, que es a la vez local y global. Esta síntesis especial se puede ejemplificar con claridad en esta serie de espionaje. Adicionalmente haremos una comparación del resultado de esta adaptación en dos momentos distintos, lo que, esperamos, muestre evidencias de los cambios que experimenta el contexto nacional e internacional. 9 Para poder comparar las distintas versiones dibujadas de James Bond, utilizaremos la original inglesa, en particular la reedición facsimilar de Titan Books, además de las dos versiones chilenas, publicadas la primera en Okey y la segunda en 007 James Bond. Como el detalle de las diferencias y similitudes nos obligaría a dedicar mucho más espacio que el disponible, en el texto que sigue pondremos más acento a los elementos que distinguen a las dos adaptaciones realizadas en Chile, dejando la descripción de la serie original en manos de los autores que la han trabajado más detalladamente.

La versión publicada en Okey (1959-1964)

10 Un año después de publicada en el Reino Unido, apareció en Chile la serie “James Bond” en Okey. Como esta era una revista semanal, los episodios diarios fueron ajustados al formato de la publicación, lo que implicó algunas alteraciones en las viñetas y retoques en los dibujos, además de las adaptaciones propias de la traducción, que también eran realizadas por la editorial chilena. Lamentablemente, la ausencia de archivos de la empresa nos impide conocer a quienes participaron en estas tareas, así como los criterios que aplicaron.14

11 Aunque, a primera vista, la versión en Okey fue idéntica a la inglesa, las diferencias eran importantes. En el aspecto visual, al parecer no hubo cambios significativos, como ocurrió con series recargadas de mayor erotismo y publicadas poco antes, que

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obligaron a aplicar retoques, para diluir estos rasgos.15 En James Bond, estos ajustes operaron únicamente bajo un criterio práctico, para ajustar el formato diario de la serie inglesa al de una revista. Como veremos, la función de los traductores parece haber sido más importante en este caso, posiblemente siguiendo alguna orientación editorial. Tal como lo han estudiado algunos expertos en el tema, la transferencia de un idioma a otro es más que un procedimiento técnico. También suele ser una actividad con ribetes políticos, donde lo que se dice y lo que se omite, así como la forma en que se elabora el relato, remite a un determinado contexto social y cultural.16 12 El primer episodio publicado en Chile fue “El bacarat de la muerte”, adaptación de Casino Royale. La historia se concentra en Leon Burdet (en el original, Le Chiffe), agente soviético que en su calidad de tesorero de unos sindicatos franceses, realiza negocios por cuenta propia que le llevan a perder el dinero que se le ha encomendado. Bond está encargado de desenmascarar sus negocios, para destruir la organización a la que pertenece. Finalmente lo logra, lo que provoca que los propios soviéticos encarguen su asesinato y se desarticule la infiltración sindical (N°525-541, agosto-dic./1959). Siguiendo la idea original de la novela de Fleming, la versión que apareció en Okey conservó la idea central de la historia: las sospechas gubernamentales sobre la acción de los sindicatos, vistos como meros instrumentos de los comunistas, algo que no solo afectaba a Francia (desde la perspectiva de los sectores anticomunistas), donde se ubica la escena, sino también a los países de la comunidad británica, a la cual pertenecía el autor.17 13 En la versión publicada en Chile, las referencias a los soviéticos son evidentes, aunque hubo especial cuidado de moderar las alusiones directas. Como ocurrió también en otros episodios, con frecuencia se habla de una “potencia extranjera”, en vez de hacer mención directa a la Unión Soviética, siguiendo la versión inglesa.18 En todo caso, no es difícil percibir que el tono es fuertemente antisoviético. Además, en ocasiones, no se elude mencionar en forma explícita a los “amos soviéticos” (N°539, 4/dic./1959). Es posible que, en la época, la revista considerara inapropiado para el público chileno leer un texto con excesivas referencias anticomunistas. 14 En esta primera obra de Fleming, el protagonista todavía no se perfila como un agente indestructible, algo que se mantiene en la versión publicada en Okey en 1959. De hecho, el desenlace resulta inesperado, porque Bond se salva de las torturas de Le Chiffe gracias a la intervención del agente soviético, quien ha sido enviado para matarlo. El final, además, es bastante oscuro, porque se devela que Marcia, su aliada en la misión, es una doble espía. Temerosa de ser descubierta, se suicida, dejando una nota explicativa a Bond. El contenido es especialmente trágico porque Bond pensaba casarse con ella. 15 Los siguientes episodios tuvieron similar tono conspirativo y anticomunista, aunque el lenguaje fue ligeramente moderado en la versión chilena. En “Contraespionaje” (basada en Live and Let Die), la acción se traslada a Estados Unidos, donde Bond desbarata una organización que financia el espionaje en ese país. El villano es Mr. Big quien en forma deliberada utiliza el vudú “para obtener el control absoluto en el barrio de Harlem, primero como gangster y luego como agente secreto de la potencia extranjera que lo tiene a sueldo” (N°542, 25/dic./1959). Nuevamente se aprecia el intento por evitar una referencia directa a los comunistas, ya que el texto original aludía a su condición de “agente soviético” (imagen N°1). En el siguiente episodio, bajo el título de “Vendetta” (basada en Moonraker), el enemigo es un magnate, Sir Drax, un

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ex nazi, que conspira contra Inglaterra aliándose con los rusos, aunque nuevamente se hacen comunes los eufemismos en la adaptación local (N°553-566, marzo-junio/1960). Una excepción resulta el episodio “Gemas de color de sangre”, donde esto no es necesario, porque se diluye la amenaza comunista (N°587-604, nov./1960-marzo/1961). Esta historia marca una pausa en la obra de Fleming (aunque el tema volverá a aparecer más adelante), en una época en que el anticomunismo abierto y simple ya comienza a agotarse como tema, incluso en las novelas de espionaje, como ocurría por entonces en las obras de John Le Carré.19

Original de “Live and Let Die” (1958), tira 143

Imagen N°1: Original de “Live and Let Die” (1958), tira 143, y versión publicada en Okey, N°542, 25/dic./ 1959. Guión adaptado de Anthony Hern y dibujos de John McLusky. Traductor y retocador desconocidos.

“Live and Let Die”, versión publicada en Okey, N°542, 25/dic./1959

Guión adaptado de Anthony Hern y dibujos de John McLusky. Traductor y retocador desconocidos.

16 El tono antisoviético se retoma en “Entre espías anda el juego” (basada en From Russia with love). En este caso, no hay dudas sobre el origen de todos los males, por el dibujo, el contexto, los nombres utilizados y las continuas referencias a “camaradas”. Sin embargo, en Okey se insiste en evitar una referencia directa a la Unión Soviética, a diferencia del original (N°605-617, marzo-junio/1961). En la versión inglesa se menciona la ubicación real del cuartel general de Smersh (“Inside the headquarters of Smersh on the Sretenka Ulitsa in Moscow”, strip 495), mientras la traducción realizada en Chile fue bastante elusiva (“Entre tanto en los cuarteles del servicio de contraespionaje de la potencia extranjera...”, N°605, 10/marzo/1961). En el siguiente episodio esto cambia. El Doctor Shang es un desquiciado oriental aliado de los “rusos”, quienes son mencionados sin eufemismos (N°659, 23/marzo/1962). Sus instalaciones ponen en riesgo a Estados Unidos al interferir los proyectiles de prueba que estos lanzan. En “Misión en Roma” (originalmente “Risico”, de 1960), la historia se centra en un traficante de droga, que está envenenando a la juventud inglesa. Nuevamente se

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omite la referencia directa. Kristatos, el villano, obtiene gratuitamente el opio que le proporciona “una potencia enemiga interesada en destruir a Inglaterra desde su base: ¡la juventud!” (N°736, 13/sept./1963).

17 En “Estrictamente confidencial” (originalmente “For your eyes only”, novela publicada en 1960) no se trata de una misión de espionaje, sino un ajuste de cuentas personal, que M le encarga a Bond (N°745-757, nov./1963-febr./1964). El enfrentamiento entre las potencias vuelve a desaparecer. En esta ocasión el villano es un gangster que espera proteger sus intereses mientras se estabiliza la situación de su país. Aunque en el cómic inglés se alude directamente a la transición entre la caída de Batista y el ascenso de Castro, en la versión chilena esta circunstancia es descrita en forma elíptica: “vienen de una isla en la cual pronto caerá un dictador para ser reemplazado por otro...”. (N°745, 15/nov/1963).20 18 Un elemento común en la serie, que se mantendrá en la adaptación que veremos a continuación, fue el énfasis en las conspiraciones y el control de pequeños grupos. Los movimientos sociales, cuando llegan a aparecer, no son más que el resultado de maquinaciones al servicio de infiltrados y agentes extranjeros. 19 Como vimos, el sesgo político de la serie inglesa se moderó parcialmente por efecto de la traducción, que disminuyó la frecuencia con que se utilizaron las expresiones anticomunistas. A ello se agregó una circunstancia particular: en Okey no solo circularon estos contenidos. En ella hubo también espacio para series de contenido romántico, suspenso policial y aventuras de todo tipo. Algunas de ellas incluso llegaron a mostrar simpatías por la causa republicana en España y por la intervención soviética durante la Segunda Guerra Mundial, o plantearon críticas al colonialismo.21 La publicación, por tanto, no tenía una orientación monolítica, por lo menos en los años 50, en la etapa más dura de la Guerra Fría, y su público lector parece haber sido variado.

La versión publicada en 007 James Bond (1968-1971)

20 Okey dejó de publicarse en 1965, por entonces convertida en una revista exclusivamente de vaqueros. La industria del cómic había experimentado cambios y la publicación no había logrado ajustarse al nuevo formato dominante, con impresión a todo color y episodios unitarios y conclusivos. Siguiendo la tendencia, Zig Zag comenzó a privilegiar la publicación de nuevos títulos, poniendo énfasis a los contenidos temáticos, con revistas bélicas, de vaqueros, de aventuras en la selva y de espionaje.22

21 Esta etapa se inició en 1962 con la firma del acuerdo con Disney, que permitió una base material para contratar un equipo de dibujantes, diagramadores, coloristas y traductores, que comenzaron a editar Disneylandia y, dos años después, Aventuras Disney, que incluyó la serie “El Zorro”, un producto híbrido con contenidos extranjeros y algunos locales. En 1965 se comenzaron a ensayar proyectos enteramente nacionales, como Rocket, de ciencia ficción, y El Jinete Fantasma, pero fuertemente influidas por estilos y contenidos de sus modelos europeos y norteamericanos. La vinculación entre lo global y lo local ya empezaba a ser más compleja, en comparación con la experiencia de Okey, en general limitada a reproducir series extranjeras (salvo “Condorito” y unas pocas más), con ligeras modificaciones locales. 22 Como ya vimos, el ambiente social y político se hacía cada vez más exaltado y los cambios en los códigos morales eran notorios. Adicionalmente las propuestas

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reformistas buscaban desmarcarse de la polaridad cerrada de los años 50, sin lograrlo plenamente. El propio anticomunismo adquirió ribetes mucho más diferenciados y complejos, con la aparición del “titoismo”, el “maoismo” y el “guevarismo”, por citar algunos ejemplos.23 Todas estas condiciones propias del ambiente tardío de la Guerra Fría se filtraron en las publicaciones de aquellos años. 23 En 1968, la Editorial Zig Zag comenzó a publicar un nuevo título, entre los muchos que editaba: 007 James Bond. Su éxito fue inmediato, transformándose en una de las que exhibió el mayor tiraje, cerca de 70 mil ejemplares quincenales. A diferencia de la anterior versión, la producción de esta revista quedó a cargo de Germán Gabler, del Departamento de Historietas, quien adaptó directamente las novelas de Fleming, creando también episodios completamente inéditos. Al parecer, el convenio con la empresa poseedora de los derechos contemplaba esta mayor libertad para crear historias adicionales, preservando el estilo de la serie. Los dibujos quedaron en manos del propio Gabler, además de Abel Romero, Hernán Jirón y Lincoln Fuentes, entre otros. Aunque hubo variantes notorias en los estilos, algo propio de la constante presión por trabajar en varias revistas a la vez y dar cabida al personal disponible, todos ellos intentaron explotar la estética cinematográfica de la serie, abundante en acción, que ya obtenía un resonado éxito con ayuda de la atractiva figura de Sean Connery.24 De ahí que el contraste con la versión aparecida en Okey sea notorio: la nueva estética se aprecia mucho más atractiva, el contenido más centrado en la acción y las referencias políticas más tenues. 24 Si observamos los componentes visuales, la versión chilena de los años 60 estuvo dominada por mujeres con escasa ropa, en insinuantes bikinis o ropa ajustada, además de escenas de alcoba, aunque nunca explícitas, para evitar algún reproche moral. También se multiplicaron las viñetas dedicadas a la acción, con enfrentamientos de todo tipo. 25 En 007 James Bond las variadas misiones que se le encomiendan al protagonista suelen tener un trasfondo político, donde la lucha contra el comunismo es central, aunque no con la misma intensidad de la versión aparecida en Okey. Esto se debió, en parte, a que fueron incluidos más episodios de Ian Fleming, quien fue ampliando las temáticas y el perfil de los antagonistas al avanzar la década de los 60, hasta su muerte en 1964.25 Además, al basarse directamente en la obra original, el guionista chileno desarrolló algunas historias laterales que no siempre tenían como centro la amenaza comunista. 26 En las primeras novelas el enemigo es Smersh, de origen soviético. Spectre fue apareciendo con mayor frecuencia a partir de 1961 (por primera vez, en la novela Thunderball), desplazando a las organizaciones vinculadas a la URSS, aunque sin desaparecer del todo. La función de Spectre es menos clara en términos políticos, en la medida en que es descrita como una institución internacional dedicada al crimen organizado, sin objetivos definidos. Así aparece descrita en la revista chilena en 1968, donde su objetivo es matar por encargo a un gobernante (“Spectre”, Nº28, 28/nov./ 1969), y luego robar un avión con una carga atómica para chantajear a varios países (“Operación trueno”, Nº33, 5/febr./1970). En “El espía que me amó” (Nº37, 3/abril/ 1970), los rusos contratan a Spectre para que asesine a un científico de Alemania Oriental que ha desertado y entrega valiosos secretos. 27 En algunos relatos de Fleming la amenaza a la seguridad de Inglaterra es indirecta, sin enemigos claros. Así ocurre en “Operación riesgo” (originalmente Risico), episodio en el que James Bond debe detener a una asociación ilegal dedicada al contrabando de

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heroína. La operación sigue teniendo importancia estratégica, porque se sospecha que detrás de ella hay un intento por destruir las “reservas morales y físicas” de Inglaterra por medio de una especie de “sabotaje sicológico” (N°1, 4/nov./1968). En este caso, no hubo mayores diferencias de contenido con la versión anterior publicada en Okey. En la revista se agregaron varias historias similares, donde las misiones aparentan tener un fin económico, resolver robos que involucran grandes volúmenes de dinero, aunque en verdad detrás de ellos hay conspiradores e intentos de desestabilización política.26 Una historia con baja connotación política es “La rareza Hildebrand”, aunque la circunstancia fortuita que lleva a Bond a las islas Seychelles es detectar los posibles alcances de una “infiltración subversiva desde Ceilán”, consistente en huelgas y sabotajes (N°2, 15/nov./1968).27 28 La tendencia a omitir algunas referencias explícitas a los soviéticos, que ya se había aplicado en la versión de Okey, se mantuvo en la nueva revista. En “Sabotaje” (basada en “Moonraker”) la relación con los comunistas es evidente, pero se encubre bajo alusiones a “camaradas” y “amigos de oriente” (N°18, 11/julio/1969). En varios relatos sucesivos el personaje que está detrás es Goldfinger, tesorero de Smersh, es decir, nuevamente se trata de un agente soviético, pero la vinculación no se desarrolla con detalle y la preocupación central es la acción (Nº10-14, marzo-mayo/1969). Lo mismo sucede con Le Chiffe, el protagonista de “Casino Royale”, descrito como personaje clave dentro de Smersh y cerebro de algunos robos, en varios relatos previos al principal. En uno de ellos sólo se habla de la presencia de una “siniestra organización” (N°5, 30/dic./ 1968).28 29 Hay episodios como “De Rusia con amor” donde la intervención de las autoridades soviéticas es directa. En una reunión el general Gruchenko, a cargo de Smersh, señala: “Creo, y con ello expreso el sentir del camarada Primer Ministro, que la única manera de salvar nuestro prestigio es realizar una acción de terrorismo que produzca conmoción a través del mundo” (N°22, 5/sept./1969). 30 Sin embargo, el tono anticomunista tendió a ser más moderado y los dilemas personales del protagonista se diluyeron. En este sentido, la versión chilena de Casino Royale, de 1969, se distanció de la inglesa, publicada una década antes en Okey. El final trágico fue simplemente eliminado. La hermosa Vesper Lynd no es una contraespía ni se suicida. Al contrario, Bond y ella terminan juntos, en un idilio fugaz, como muchos en la serie (N°8, 12/febr./1969). Gran parte de la trama, en este y otros episodios, se dedica a seguir la acción del protagonista, quien parece más entusiasmado con la aventura y las mujeres, que con la defensa de la libertad y la democracia. Las versiones para el cine, muy populares en los años 60, fueron decisivas en este énfasis.

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“Casino Royale”, en Okey, N°541, 18/dic./1959

Imagen N°2: Dos fnales para un mismo episodio, “Casino Royale”. Arriba, la versión trágica en Okey, N°541, 18/dic./1959. Abajo, desenlace más liviano en 007 James Bond, N°8, 12/febr./1969.

“Casino Royale”, en 007 James Bond, N°8, 12/febr./1969

Imagen N°2: Dos fnales para un mismo episodio, “Casino Royale”. Arriba, la versión trágica en Okey, N°541, 18/dic./1959. Abajo, desenlace más liviano en 007 James Bond, N°8, 12/febr./1969.

31 En la revista 007 James Bond no solo se dibujaron guiones extranjeros, basados en las novelas de Fleming, sino que se ilustraron versiones enteramente chilenas, escritas por Germán Gabler. La razón parece haber sido estrictamente económica.29 Sabemos que este dibujante y guionista siempre mantuvo cierta distancia con las ideas de izquierda.30 En todo caso, este elemento no debió ser decisivo, ya que su autonomía para crear tenía límites, debiendo mantener cierta fidelidad con la serie inglesa. De todos modos, estos episodios reflejaron con mayor fuerza el contexto local de la época, aunque siempre situando la acción en otros países.

32 En varios guiones chilenos se mantuvo la idea original, de tono marcadamente anti- comunista. En “Juego de niños” un grupo de enanos, vinculados a un circo búlgaro, son contratados por una “potencia oriental” para matar al Primer Ministro británico (Nº7, 30/enero/1969). En “Safari mortal”, Bond debe descubrir las razones que tiene un país africano para aliarse con potencias del este, a pesar de ser un tradicional amigo de Occidente (N°19, 24/julio/1969). En “El asunto CIPET”, tiene que investigar una organización política que busca devolver Hong Kong a China comunista (N°24, 2/oct./ 1969). Por su parte, en “El rally de la muerte”, el enemigo es un gobierno de Europa Oriental (al parecer Albania) que persigue a la disidencia (N°57, 22/febr./1971).

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33 En grado creciente, en los episodios chilenos (sobre todo aquellos que aparecieron en 1970) se agregaron temas y personajes nuevos. Por ejemplo, en “La reina de las abejas” el peligro queda encarnado en una feminista radical que ha creado una sociedad donde los hombres son tratados como esclavos sumisos (N°29, 16/dic./1969). También se sumó la temática latinoamericana en “Grito de libertad”, ambientada en un país caribeño, donde un cruel y corrupto dictador enfrenta una guerrilla apoyada por Inglaterra. El dictador chantajea con un agente inglés que ha capturado, a cambio de ayuda que ni rusos ni norteamericanos quieren entregarle (Nº45, 24julio1970). Adicionalmente se hacen presente grupos paramilitares al servicio de gobiernos agresores, sin que se planteen vínculos con la izquierda (“Mercenarios”, N°53, 12/nov./1970), así como delincuentes comunes, motivados por la codicia (“El príncipe y el dragón”, N°47, 12/ agosto/1970). Un caso interesante se produce en el episodio en el que Bond debe proteger a un cruel gobernante árabe, con muchos enemigos, pero aliado de Inglaterra, que está de visita en este último país. La oposición no es descrita en forma positiva y más bien se enfatiza que se trata de un país rico en petróleo, pero sumido en agudos conflictos de poder. Finalmente Bond logra evitar varios atentados, aunque se sugiere que nada evitará que el tirano muera una vez concluida la misión (imagen N°3). Como en otros episodios de esta etapa, la función del espionaje se diluye y se limita al cumplimiento de tareas de dudoso valor moral. Posiblemente el contexto político (campaña presidencial y ascenso al poder de Allende) estaba influyendo en el contenido de la revista, cuyo equipo evitaba sumarse al clima ya polarizado, incorporando nuevos temas.31

Bond protege a un dictador, en “Guardaespaldas”, en 007 James Bond, N°49, 17/sept./1970

Imagen N° 3: Bond protege a un dictador, en “Guardaespaldas”, en 007 James Bond, N°49, 17/sept./ 1970. Dibujos de Lincoln Fuentes, guión de Germán Gabler.

34 En los últimos episodios, la versión chilena agregó un personaje nuevo, El Hombre sin Rostro. Al comienzo el personaje actúa misteriosamente, y sólo se sabe que no se trata de un agente soviético. Al develarse el secreto, nos enteramos que es un antiguo terrateniente de una excolonia africana, movido por el deseo de venganza contra Inglaterra, tras otorgar independencia a sus posesiones (N°54, 26/nov./1970). Su perfil es el de un racista defensor de la superioridad de los colonos blancos, diluyéndose el típico antagonismo propio de la Guerra Fría.

35 En los episodios finales, con guión de Gabler, es posible observar más cambios en la serie, como la tendencia a humanizar al enemigo, por lo menos en algunos personajes. En “La mano del destino”, hace su aparición un espía ruso de aspecto bonachón. Dimitri Prochenko es la antítesis de Bond (de edad más avanzada, algo desgarbado, sin mucha agilidad física), aunque igualmente eficiente en su labor. Tanto Bond como Prochenko deben proteger a un criminal nazi amenazado por una “organización terrorista

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hebrea”, con el fin de que trabaje para sus respectivos países. M justifica la misión, en un tono pesimista: “Este es un mundo sucio y no vale la pena desvelarse por las cosas que suceden en él”. Al final del episodio, el nazi se suicida, atormentado por sus propios miedos. Al despedirse, Bond le desea suerte a Prochenko, aunque sabe que están en trincheras opuestas. Pareciera que cada cual hace el trabajo que le ha correspondido (imagen N°4). Más adelante vuelve a aparecer apoyando a Bond, para evitar un conflicto diplomático entre rusos y norteamericanos (Nº46, 10/agosto/1970); disputan el secreto de un arma bacteriológica que le ha sido robada a los chinos, aunque finalmente colaboran para que no caiga en poder del Hombre Sin Rostro (Nº50, 2/Oct./ 1970); y unen fuerza contra Spectre (N°59, 16/marzo/1971). 36 En una década marcada por crecientes contactos entre los países bajo la esfera de influencia norteamericana y los países socialistas (por ejemplo, a través de embajadas culturales), negociaciones y eventualmente alianzas entre los países capitalistas y algunos socialistas (por razones geopolíticas, a veces para aislar a la Unión Soviética, como ocurrió con Yugoslavia), no deben extrañar estos acercamientos. Es la época, además, de la política de Coexistencia Pacífica de la URSS, que levantó sospechas pero también expectativas. 37 Los episodios de distensión, dentro del contexto de Guerra Fría, claramente influyeron en las series de espionaje. En algunas se consideró la alianza entre países occidentales y la Unión Soviética para detener a enemigos comunes. Fue lo que ocurrió en la serie de televisión El agente de Cipol ( The man from Uncle), coprotagonizada por un norteamericano (Napoleon Solo) y un ruso (Illya Kuryakin), exhibida originalmente entre 1964 y 1968. A partir de 1965 se agregó una sátira al género del espionaje, El Superagente 86 (“Get Smart”), protagonizada por Don Adams como Maxwell Smart, la que fue transmitida por la naciente televisión chilena. En ella, ni siquiera hay claridad sobre el perfil ideológico de los villanos, quienes no son asociados a los soviéticos, sino a una organización siniestra y terrorista, pero de rasgos ridículos, vinculada más bien al nazismo.

Imagen N°4: Un ruso bonachón

Imagen N°4: Un ruso bonachón, escena fnal del episodio chileno “La mano del destino” en 007 James Bond, N°32, 15/enero/1970. Dibujos de Abel Romero y Manuel Rojas, guión de Germán Gabler.

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38 La humanización del enemigo comunista y la pérdida relativa de centralidad del antagonismo propio de la Guerra Fría posiblemente estuvo influida por el ambiente que vivía el país, en plena campaña electoral, que llevaría al poder a la Unidad Popular a fines de 1970, y en los primeros meses del nuevo gobierno. Sin embargo, el tono más moderado que adoptó la serie de espionaje no pudo revertir la abrupta interrupción de la serie en abril de 1971. Por entonces, la nueva empresa del Estado, la recién creada Editorial Quimantú, había absorbido completamente el Departamento de Historietas de Zig Zag, tras una negociación que le permitió a esta última conservar sus derechos sobre otros títulos.

39 Quimantú no demoró en aplicar una nueva política sobre las revistas de historietas, que algunos intelectuales de izquierda venían anunciando desde antes: frenar lo que consideraban un mecanismo de penetración ideológica de efectos nefastos para el proceso que estaba viviendo el país. Las dos publicaciones más leídas, 007 James Bond y El siniestro Doctor Mortis, fueron las primeras en verse afectadas, aunque finalmente todos los restantes títulos comenzaron a ser evaluados bajo el nuevo criterio.32 40 Así terminó el experimento de publicar en Chile la serie inglesa, con dibujantes y guionista chilenos. En el ambiente polarizado de 1971 poco importaba que el contenido tuviera ciertos componentes que lo habían distanciado del modelo original, aunque sin alejarse completamente del formato propio de las series de espionaje. Los efectos de la Guerra Fría se hacían sentir en el país y con ello se impuso el debate sobre la importancia de enfrentarse también en el plano de la cultura. Aunque no toda la izquierda compartiera el mismo diagnóstico, en este caso en particular se impuso la suspensión de la publicación por parte de la editorial estatal.33

Conclusiones

41 Chile no estuvo ajeno al ambiente típico de confrontación que caracterizó a la Guerra Fría, cuyo impacto estuvo determinado por factores internacionales y nacionales. En el primer caso, fue importante la acción desplegada por ambos bloques, la influencia de las agencias noticiosas y la cultura de masas que asediaba de múltiples formas, a través de libros, películas e historietas de origen extranjero. También influyeron los factores internos, vinculados a una larga rivalidad entre la derecha y la izquierda, así como desconfianzas y diferencias estratégicas dentro de esta última. Sin embargo, también hubo posiciones políticas que intentaron tomar distancia de ambos bloques, como fueron varias propuestas de reformismo nacionalista.

42 Es necesario tener en cuenta que la Guerra Fría en el campo de la cultura contó con exponentes de ambos bandos. Es decir, no solo circularon contenidos anticomunistas en revistas como Okey. En ella también hubo simpatías por los republicanos españoles, la lucha antifascista de la guerrilla en Francia y la intervención soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Del mismo modo, es posible detectar series donde se formulaban críticas a la falta de democracia en Estados Unidos. 43 En todo caso, es claro que hubo mayor presencia de contenido anticomunista. La serie James Bond fue una de ellas, con alusiones frecuentes a la amenaza roja. En la primera publicación en Chile de la serie inglesa, que circuló entre 1959 y 1964, el lenguaje intentó ser suavizado, eliminándose el exceso de referencias a los soviéticos. En su reemplazo se utilizaron eufemismos como “potencia extranjera”, que no impedían

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entender a qué país se refería el guión, ya que la trama misma lo aclaraba. Es posible que la situación interna del país, con ciclos de mayor tolerancia política, haya colaborado a atenuar la dureza del lenguaje y evitar críticas que afectaran su nivel de venta. 44 En los años 60, el contexto comenzó a variar, al diluirse la polaridad que había forzado a cerrar filas en torno a los dos bloques. En la nueva versión de la serie James Bond, esta vez dibujada en Chile y recreada con historias nuevas, algunos episodios mantuvieron un contenido anticomunista. Sin embargo, la tendencia fue a que la moderación aumentara. El ambiente de mayor distensión favoreció este cambio, sumado al hecho de que la producción fuera nacional, lo que permitió una mayor intervención sobre los contenidos. 45 A diferencia de las novelas y de la versión en cómics publicada entre 1959 y 1964, la que circuló entre 1968 y 1971 tuvo contenidos más livianos y de menor intensidad política, aunque también hubo otros más clásicos. Por ejemplo, se agregaron otros enemigos, además de los comunistas, y en algunos casos los servicios ingleses y soviéticos aparecieron colaborando, algo que algunas series para televisión también habían incorporado. Adicionalmente, las conquistas amorosas, el énfasis en la acción y el erotismo de algunas escenas aumentaron en esta versión. 46 Aunque la Guerra Fría fue común a lo largo de todo el período de estudio, alcanzando momentos especialmente intensos, en los años 60 la oposición cerrada y permanente entre ambos bandos se fue diluyendo, abriendo camino a un ambiente de mayor distensión. La apertura de relaciones diplomáticas, los quiebres dentro de los dos bloques y las estrategias favorables a la coexistencia pacífica colaboraron en esa dirección. Esto se pudo observar si comparamos las dos versiones para cómics de la serie James Bond que circularon en Chile. La primera se ajustó más al original inglés, con ligeros cambios en el diseño y algún nivel de intervención sobre el texto, que eliminó la abundancia de referencias directas al comunismo. En la segunda versión, la injerencia fue mucho mayor, ya que se trataba de una revista con dibujantes locales y un guión que adaptaba el contenido de las novelas y creaba capítulos inéditos. 47 Los estudios sobre el cómic no suelen ahondar en la forma en que las obras originales y las reproducciones y adaptaciones han circulado. La tendencia predominante es a estudiar lo peculiar de cada país, relegando a un segundo plano las historietas extranjeras, que se suponen una mera réplica del original. La internacionalización de la cultura de masas no ha logrado ser comprendida en toda su complejidad, con peculiares formas de integración (y tensión) entre lo local y lo global. 48 En los cómics analizados se observa que la Guerra Fría fue un proceso de gran influencia en el mundo, penetrando con facilidad en el espacio de la entretención, aunque la recepción no haya sido mecánica ni pasiva, como podría observarse a primera vista. Por diversos factores, el contenido fue afectado por la realidad local, en distintos grados, y el resultado fue una síntesis peculiar, donde las fronteras entre lo propio y lo ajeno se diluyeron. A partir de esta investigación es posible apreciar el potencial que tiene la historieta para hacer un seguimiento del alcance y las peculiaridades del discurso anticomunista en una sociedad como la chilena, así como de otros contenidos afectados por dinámicas propias de la cultura de masas.

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Revistasy libros de historietas

007 James Bond, Editorial Zig Zag, 59 números, 1968-1971.

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Okey, Editorial Zig Zag, 850 números, 1949-1965.

NOTAS

1. Rafael Pedemonte, “La ‘diplomacia cultural’ soviética (1964-1973)”, Bicentenario, 9.1 (2010), 57-100; Germán Alburquerque, La trinchera letrada. Intelectuales latinoamericanos y Guerra Fría, Santiago: Ariadna Ediciones, 2011; Karina C. Janello, “El Congreso por la Libertad de la Cultura: el caso chileno y la disputa por las “ideas fuerza” de la Guerra Fría”, Izquierdas, 14 (dic./2012), 14-52; Adriana Petra, “Cultura comunista y Guerra Fría: los intelectuales y el movimiento por la paz en la Argentina”, Cuadernos de Historia, 38 (junio/2013), 109-130. 2. Benedetta Calandra y Marina Franco (eds.), La guerra fría cultural en América Latina. Desafíos y límites para una nueva mirada de las relaciones interamericanas, Buenos Aires: Biblos, 2012. 3. Carlos Maldonado, ACHA y la proscripción del Partido Comunista en Chile, 1946-1948, Santiago: Flacso, marzo/1989; Carlos Huneeus, La Guerra Fría Chilena. Gabriel González Videla y la Ley Maldita, Santiago: Debate, 2009; Cristián Garay y Ángel Soto: Gabriel González Videla, No a los totalitarismos, ya sean rojos, pardo o amarillos, Santiago: Centro de Estudios Bicentenario, 2013. 4. Juan Carlos Gómez Leyton, La frontera de la democracia. El derecho de propiedad en Chile 1925-1973, Santiago: Lom Ediciones, 2004; Marcelo Casals Araya, Anticomunismos, política e ideología en Chile: la larga duración de la “campaña del terror” de 1964, tesis de Magister en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 2012. 5. Jeremy Black, The Politics of James Bond: From Fleming's Novels to the Big Screen, Westport: Praeger Publishers, 2001. 6. Los títulos que aparecieron con posterioridad son Doctor No (1958), Goldfinger (1959), For your eyes only (1960), Thunderball (1961), The Spy who loved me (1962), On her Majesty's Secret Service (1963), You Only Live Twice (1964), The Man with the Golden Gun (1965) y Octopussy and The Living Daylights (1966) 7. Para más detalles sobre las distintas versiones de la obra de Fleming, véanse las páginas web Archivo 007 y The Home of James Bond 007. 8. Lietta Tornabuoni, y otros, Proceso a James Bond. Análisis de un mito, Barcelona: Editorial Fontanella, 1965; James Chapman, Licence to Thrill: A Cultural History of the James Bond Films, New York: Columbia University Press, 2000; Kalus Dodds, “Screening Geopolitics: James Bond and the Early Cold War films (1962–1967)”, Geopolitics, 10.2 (2005), 266-289; Jeremy Black, “The Geopolitics of James Bond”, Intelligence and National Security, 19.2 (Summer/2004), 290-303; y Black, The politics of James Bond. 9. Humberto Eco, Apocalípticos e integrados en la cultura de masas, Barcelona, Ediciones Lumen, 1965. 10. Martin Barker, Comics: ideology, power and the critics, Manchester/New York: Manchester University Press, 1989; Scott McCloud, Understanding Comics: The Invisible Art, Northampton: Kitchen Sink Press, 1993; Miguel Ángel Muro Munilla, Análisis e interpretación del cómic. Ensayo de metodología semiótica, Logroño: Universidad de La Rioja, 2004. 11. Jorge Rojas Flores, Las historietas en Chile, 1960-1980. Industria, discursos y prácticas sociales, Santiago: Lom Ediciones, 2015 (en edición).

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12. Robert MacDougall, “Red, Brown and Yellow Perils: Images of the American Enemy in the 1940s and 1950s”, The Journal of Popular Culture, 32.4 (1999); Christopher Murray, Champions of the Oppressed? Superhero Comics, Popular Culture, and Propaganda in America During World War II, New Jersey: Hampton Press, 2011. 13. Jorge Montealegre, Historia del humor gráfico en Chile, Lleida: Editorial Milenio, 2008; Maximiliano Salinas y otros, El Chile de Juan Verdejo. El humor político de Topaze, 1931-1970, Santiago: Editorial USACh, 2011; Jorge Rojas Flores, “Estrategias de poder y valores políticos en Mampato (1968-1978)”, Mapocho, 71 (1er semestre/2012), 297-314; Jorge Rojas Flores, “Luchas políticas en una revista de historietas: Okey, 1949-1965”, Cuadernos de Historia, 40 (junio/2014), 115-145; Jorge Rojas Flores y Mauricio García, “Humor, magia y política en El Diario Ilustrado: el caso de Chu- Man-Fú (1938-1950)”, Mapocho, 76 (2do semestre/2014), 219-242. 14. Esto explica que la fuente principal para esta investigación haya sido la revista, sin poder complementarla con otras. 15. Fue el caso de “Pantera Rubia”, entre 1952 y 1959. Al respecto, Rojas, “Imágenes de la mujer en Okey, 1949-1965”, inédito. 16. Para el caso chileno hay pocos estudios sobre el tema, desde una perspectiva histórica y política. Una excepción es el interesante texto de Payás sobre el papel de los traductores en el siglo XIX y comienzos del XX, y Estefane, sobre el desafortunado intento de Vendel-Heyl por traducir a un polémico autor clásico, Lucrecio, en un ambiente conservador como el chileno. Gertrudis Payás, “La Biblioteca Chilena de Traductores, o el sentido de una colección”, en Biblioteca chilena de traductores ordenada por José Toribio Medin (2da edición, Santiago: Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 2007) 23-68; Andrés Estefane, “De naufragios e infortunios. Louis Antoine Vendel-Heyl en Chile”, en Juan Luis Ossa y otros, XIX Historias del siglo diecinueve chileno, Santiago: Ediciones B, 2006, 71-98. 17. Recordemos que Fleming era inglés, aunque la obra fue escrita en Jamaica. En todo caso, el contexto de referencia parece haber sido Gran Bretaña, que el autor siguió visitando tras su traslado a la isla caribeña. Black, The Politics of James Bond. 18. Por ejemplo, el narrador explica que Burdet es “enviado de una potencia extranjera, enemiga del mundo Occidental” (N°525, 28/agosto/1959). 19. En 1961 apareció la primera obra de John Le Carré, Call for the Dead, de tono sombrío y cruzado por dilemas morales. 20. El original dice: “Cuba’s riddled with crooks and gangsters. They want to get out before Batista falls and Castro gets in” (strip 990). 21. Más detalles en Jorge Rojas Flores, “Tiranías, luchas políticas y justicia en una revista chilena de historietas: Okey, 1949-1965” (inédito). 22. Un completo catastro de estas revistas en Moisés Hasson, Comics en Chile. Catálogo de revistas (1908-2000), NautaColecciones Editores, Santiago, 2014. 23. Recordemos que Tito fue recibido por Jorge Alessandri, en 1963. 24. Sobre la revista, algunos datos en Rojas, Las historietas en Chile, 1960-1980; y Mauricio García, “Germán Gabler” (entrevista), disponible en el sitio web Ergocomics: http://ergocomics.cl/wp/ 2003/11/germn-gabler/. 25. Un ejemplo en este sentido es The spy who loved me, novela de 1962, narrada por una joven que se encuentra fortuitamente con Bond. Fue publicada en la revista 007 James Bond en abril de 1970 (N°36). 26. N° 12; 13; 14; 23; 38 y 39, de abril/1969 a mayo/1970. 27. Lo mismo sucede en “Solo para tus ojos”, centrada en una operación encargada por M para vengar la muerte de una pareja conocida (N°3, 6/dic./1968). 28. Hay referencias a Le Chiffe en los N°4, 6 y 7 (dic./1968 a enero/1969). 29. En las revistas extranjeras que resultaban exitosas se solían agregar episodios propios, para poder mantener la entrega regular (los originales a veces tardaban mucho) e incluso prolongarla

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cuando se agotaban los originales. También pudo influir el interés de los propios guionistas y dibujantes. 30. En Quimantú, donde comenzó a trabajar en 1971, no se sintió a gusto y dejó la empresa, como se revela en una entrevista realizada por Mauricio García, “Germán Gabler”, disponible en: http://ergocomics.cl/wp/2003/11/germn-gabler/ 31. La falta de archivos de la editorial impide aclarar si se trata de una estrategia de la empresa, de una decisión de los equipos de producción o de una tendencia derivada del ambiente de la época. 32. La revista El siniestro Doctor Mortis se vio afectada en su contenido y finalmente su creador, Juan Marino, la comenzó a publicar en otra editorial. Manuel Jofré, “Las historietas y su cambio. Experiencias prácticas para la transformación de los medios en el proceso chileno”, en Ariel Dorfman y Manuel Jofré, Superman y sus amigos del alma, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1974. 33. Sobre este, puede consultarse Rojas, Las historietas en Chile, 1960-1980.

RESÚMENES

En este estudio caracterizamos dos adaptaciones chilenas de la serie James Bond, de Ian Fleming, en el formato de cómics, entre 1959 y 1971. La primera apareció en la revista Okey, y la segunda en 007 James Bond, ambas de la Editorial Zig Zag. El período escogido cubre dos fases de la Guerra Fría en un país periférico. Los resultados muestran distintos niveles de intensidad en los mensajes, así como cambios en la forma de representar la amenaza comunista. El esfuerzo de adaptación de una serie extranjera por parte de una empresa editorial revela el modo en que se reprodujo, con un énfasis local, las tensiones y consensos de este período.

In this study we describe two Chilean adaptations of James Bond, Ian Fleming’s serie, in comic format, between 1959 and 1971. The first one was published in Okey magazine, and the second one in 007 James Bond, both from Editorial Zig Zag. The period chosen covers two phases of the Cold War in a peripheral country. Outcomes show different levels of intensity in messages as well as changes in how to represent the communist threat. Adaptations of comics reveals how they reproduced, with local emphasis, tensions and consensus of this period.

ÍNDICE

Palabras claves: Guerra Fría, Chile, cómics, historietas, cultura de masas, James Bond Keywords: Cold War, Chile, comic, media culture, James Bond

AUTOR

JORGE ROJAS FLORES

Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile. [email protected]

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La mujer anarquista Discursos en torno a la construcción de sujeto femenino revolucionario en los albores de la “idea” Anarchist woman. Discourse around the construction of a female revolutionary subject in the beginnings of The Idea

Adriana Palomera

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 12-marzo-2015 – Aprobado: 13-mayo-2015

NOTA DEL AUTOR

Este artículo es parte de la investigación de Tesis doctoral. Becaria CONICYT

Introducción

1 La constitución y naturaleza de los sujetos políticos y sociales, se ha convertido en las últimas décadas en uno de los objetos de estudio que ha congregado a una diversidad de intelectuales de distintas disciplinas. Desde lo particular, uno de los desafíos académicos ha sido la construcción del imaginario del o de los sujetos femeninos.

2 Las primeras investigaciones sobre las mujeres, resaltaron preferentemente su relación con el plano doméstico. Respondiendo a la posición social modernizadora que habían adquirido luego de su significativa participación en los procesos emancipadores de Europa, Norteamérica y América Latina del siglo XVIII y XIX, las mujeres, especialmente las representantes de elite burguesa, comenzaron a ser desvinculadas de los espacios públicos, siendo recluidas a la esfera privada. Para ellas, la libertad, igualdad y fraternidad se convirtió en una quimera, frente a la cual consciente o inconscientemente hicieron resistencia. Esta particularidad, determinó que se

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construyera un imaginario de mujer que lejos de representar a la mayoría de ellas, terminó por ser un eslabón de la invisibilidad de las féminas en su integralidad. En este sentido, aparecieron relatos desde los distintos ámbitos del poder como la iglesia y los sectores conservadores y posteriormente incluso, desde los más progresistas, que bajo estos enfoques construyeron un sujeto femenino, que salvo excepciones, se presentó “inerte”, “acompañante” y sufriente. 3 Pasaron años para que este imaginario avanzara hacia otras construcciones, las primeras de este tipo recompusieron su vínculo con los ámbitos del poder, cualquiera fuera este. De esta forma, las corrientes feministas y sufragistas, por mucho tiempo, reivindicaron a la mujer ideal, aquella que luchó por la participación política o bien a aquellas que lograron, no sin esfuerzo, tener estudios y profesión. Sin embargo mayoritariamente la representación generada operó sobre un sujeto necesario a ese esquema de emancipación de género o de participación electoral en general. Obviando en aquellas referencias sintetizadoras aunque parciales, las diferencias de clase, actividad económica, marginación cultural o condición étnica. ¿Era lo mismo ser blanca que india o mestiza? La noción de mujer subsumió la especificidad del ser mujer en cada caso específico y operó en el sentido de un indeseado e involuntario ocultamiento tras el reconocimiento merecido de las más ilustradas, más visibles y más notables. 4 Las mujeres fueron prácticamente invisibilizadas por la historia tradicional, o en el mejor de los casos, cuando se prodigaba una mirada hacia ellas, ésta estaba enmarcada en la construcción de una representación de un tipo de mujer (la mujer del patriciado) que pertenecía a los sectores dominantes de la sociedad chilena en los distintos momentos de nuestra historia, o bien por la tendencia a caracterizar a las mujeres populares de manera superficial y estereotipada, generalmente denostándola u otorgándole una mínima presencia en la sociedad chilena en general y decimonónica en particular. 5 Por su parte la historiografía marxista clásica, centrada en aspectos estructurales o en aspectos políticos formales, sin duda relevantes, como las grandes organizaciones y episodios de lucha, las mujeres eran siempre, las compañeras; aquellas que al igual que los hombres pertenecían al mundo obrero entendido generalmente como una clase perfectamente estructurada, homogénea y con conciencia de clase. En este rango de categorización de naturaleza estructural, el obrero -entendido como un sujeto necesario- era sólo uno e indiviso, por lo tanto no era necesaria su identificación particular, sus pliegues subjetivos, sus entramados particulares diferenciadores o sus diferencias de género. Ahora bien, fueron esas mujeres trabajadoras, proletarias o asalariadas en general pero llenas de subjetividad y riqueza cultural, las que por lo general se perdieron en este amplio y aglutinador discurso clásico de emancipación. Esta corriente dio la mayor importancia al estudio del movimiento obrero, sus líderes, contradicciones de clase, condiciones materiales de la explotación, partidos políticos y alianzas entre otros. 6 Lentamente, junto a este enfoque se produjo en las últimas décadas un acercamiento a la historia e historicidad de otras mujeres, de aquellas populares, las trabajadoras, las militantes, las marginales. Esto probablemente ligado a la urgencia a nivel mundial por lograr avanzar en prácticas igualitarias entre mujeres y hombres, y por la permanente necesidad de visualizar las identidades y subjetividades construidas en torno a ellas. Se debe mencionarse en esta línea a historiadoras como Alejandra Brito, Carola Agliati, Lorena Godoy, Claudia Montero, Julia Antivilo, entre otras autoras que han

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incursionado en el estudio de las mujeres. Estas han reconstruido la historicidad de la mujer aportando desde distintos enfoques a la visibilización de las mujeres.1 7 Para el caso argentino, existen variados trabajos sobre el tema, destacando la recopilación de Dora Barrancos, una de las primeras investigadoras que se acercó al tema de la mujer y del anarquismo argentino con la publicación del libro “Anarquismo, Educación y costumbres en la Argentina de principios de siglo”2. También es relevante mencionar a las autoras argentinas Claudia Bacci, Laura Fernández Cordero y Mabel Belluci, quienes abordaron el tema de la mujer anarquista y su discursividad. 8 Este trabajo se articula bajo este enfoque, aproximándose al estudio de uno de los actores políticos y sociales presentes a inicios del siglo XX, los anarquistas, pero alejándose de los estudios tradicionales de estos actores. Poco se sabe de la construcción de los sujetos anarquistas, en general los trabajos sobre los ácratas se focalizan mayoritariamente sobre la descripción histórica de ellos, su participación obrera o intelectual y en ocasiones, descripción y encuadramiento de los teóricos clásicos3, dejando de lado la construcción del sujeto anarquista y dando cabida a una idea generalizada de los libertarios, que muchas veces responde más a un construcción presente que a un relato y praxis anarquista. 9 En la revisión del campo historiográfico y las fuentes consultadas, se observa que salvo notables excepciones, los discursos y prácticas libertarias se han domiciliado lejos de las hazañas de grupos y clases que, no sin mérito, han ocupado las páginas escritas por la historiografía tradicional, la historiografía marxista clásica o en general en la historiografía del mundo obrero. En general para los discursos políticos militantes (y su historiografía), que prevalecieron durante el siglo XX, el cuerpo y la palabra de las mujeres ácratas fue un cuerpo ausente y solamente ocuparon el papel de compañeras de ruta en los proyectos y gestas emancipadoras de sus contemporáneos varones o como telón de fondo de las mujeres destacadas. 10 El tema abordado en este artículo, representa una problemática femenina (concepto de por sí problemático), que contribuye a ampliar la perspectiva de la historia político social y que además de permitir la reconstrucción, de un aspecto de la historicidad de las mujeres libertarias, se presenta como un ejercicio de visibilización de las anarquistas rescatando la construcción del sujeto femenino revolucionario construido por y desde el anarquismo4. 11 En el ámbito temático, se contribuye a la vinculación existente entre la estructura doctrinaria y la práctica política de los anarquistas, en favor de una interpretación y comprensión integral del fenómeno histórico y de las características constitutivas de actores relevantes como fueron su identidad, praxis y discurso. El análisis de estos vínculos permitirá aportar a la cimentación del conocimiento sujeto femenino libertario revelado por los ácratas. 12 Se estima que los anarquistas, tanto en Chile como en Argentina, desde sus respectivas tribunas y aparatos culturales -de elaboración y transmisión- de discurso y praxis, buscaron configurar una subjetividad e identidad política, social y cultural de las mujeres, reconociéndolas como parte constitutiva de un sujeto histórico de cambio social, capaz de emanciparse integralmente en lo público y en lo privado. En esta línea deben mencionarse dos textos compilatorios de la prensa femenina anarquista de Argentina porque fueron publicaciones realizadas por mujeres. El primero de ellos la “ Voz de la Mujer de 1897-1898”5 y el segundo “Nuestra Tribuna Femenina” de 1920. Ambas

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compilaciones presentan todos los artículos publicados por mujeres anarquistas del periodo, resultando vitales para esta tesis. 13 Desde la historia política y social se hace especial hincapié en el análisis de los discursos y el contexto en que fueron construidas esas alocuciones y práctica. Se trabajó en torno a archivos de prensa de Argentina y Chile entre 1880 y 19306, y se analizaron los discursos obtenidos. A partir de la densidad y frecuencia de ciertos tópicos se construyeron categorías analíticas discursivas. En éstas, es posible rescatar parte de las representaciones subjetivas de las mujeres construidas desde el anarquismo.

Consideraciones previas para un estudio de la mujer libertaria

14 Los libertarios al igual que otras ideologías del período, surgieron en el contexto de la incorporación de los Estados (como superestructura política jurídica) y de las estructuras económicas (como modo de producción) de Chile y Argentina al capitalismo liberal y a la apropiación de un discurso pro civilizador por parte de las elites y los gobiernos de ambos países durante el siglo XIX. La implementación y consolidación de estos cambios políticos y económicos condujeron al surgimiento de nuevos actores sociales y a una mutación exponencial y rápida de la sociedad que abarcaron también a aquella no despreciable parte de la población compuesta por las mujeres. Existe en la actualidad un mayor consenso en reconocer que la necesidad de mano de obra provocada por la industrialización también significó la incorporación de las mujeres al ámbito laboral. Para los anarquistas, ellas al igual que los hombres que ingresaron a las industrias, sufrían de la misma explotación, pero a diferencia de ellos, esta incluso se profundizaba por su condición de mujer.

15 Paradójico fue, que al mismo tiempo que se intentó excluir a la mujer, estos factores condujeron hacia fines del siglo XIX a la emergencia y al ingreso de ellas al ámbito productivo capitalista y, como consecuencia de aquello, se produciría su incorporación a la participación político-social, fortaleciendo las filas del proletariado. Las mujeres, especialmente de extracción popular ampliaron su representación laboral y pública de modo creciente hacia los inicios del nuevo siglo. 16 A pesar de su significativo arraigo en los sectores artesanales, para los comunistas libertarios antiautoritarios el avance del capitalismo y el proceso de proletarización, resultó una coyuntura propicia para incorporarse en las fábricas, mineras y centros portuarios. Fue de esta manera, que en la medida que creció el movimiento de obreras y obreros también aumentaron su influencia en sus organizaciones, especialmente porque se inició el proceso de formulación y formación del sindicalismo revolucionario, con tendencias anti estatales. El surgimiento del anarcosindicalismo supuso que serían las y los trabajadores organizados quienes debían encabezar las luchas por la revolución social y esto debía ser sin la presencia de partidos y por supuesto sin gobierno. 17 En Argentina a diferencia de Chile, en los espacios obreros se destacaron públicamente varias mujeres en la dirección del movimiento o en la propagación de las ideas, lo mismo sucedió con el anarquismo, donde se ha logrado vislumbrar públicamente para el país trasandino un número significativo de mujeres militantes7. Para los libertarios el tema de las mujeres y su incorporación al trabajo fabril fue un asunto del cual se

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preocuparon, pero sin abandonar otros aspectos “Las mujeres anarquistas intentaron resolver el nuevo paradigma de la modernidad industrial: mujer–obrera–madre8. Este sería uno de los nudos que no serían fáciles de resolver para los anarquistas. 18 La relación sujeto–contexto, es la base para entender el proceso de desarrollo del anarquismo en Chile y Argentina, puesto que como señala Suriano “...no es menos cierto que el rol de los mensajes ideológicos no deben ser analizados de manera aislada y perdiendo de vista quiénes son los sujetos que los expresan, cuál el contexto cultural y social en el que circulan (...) Desde esta perspectiva se infiere no sólo la contaminación de los mensajes libertarios, sino también las influencias externas, los cruces filosóficos, las prácticas conjuntas con otros sectores...”9. 19 Al abordar aspectos teóricos vinculados a la construcción del sujeto femenino en el marco del discurso libertario, se observan una serie de tensiones en su interior. Es relevante señalar en este plano, los componentes del discurso y la reflexión ácrata respecto de la mujer y para ello se presenta una propuesta de construcción analítica compuesta por categorías de análisis que se desprenden del propio discurso anarquista sobre las mujeres y desde las mismas.

20 Se manifiesta como clave analítica de entrada, la naturaleza peculiar y en ocasiones, sui generis del anarquismo, como un movimiento que si bien se desarrolló preferentemente al amparo del movimiento obrero, se ha constituido históricamente como una expresión ideológica, política y cultural, que presentó características propias y que por poseer en su interior diversas corrientes con múltiples directrices, resulta difuso e inexacto asumirlo como si fuera una sola integridad ideológica o incluso orgánica10. La no constitución de un partido político, la rotación de sus dirigentes, la presencia de muchas líneas estratégicas y las distintas formas de su accionar, fueron y son sin duda un problema a la hora de poder agruparlos bajo una trinchera de organización única. 21 Los ácratas se organizaron en distintas esferas, actuando mediante la propaganda por el hecho, la difusión verbal y escrita de sus principios, la defensa de principios como el antialcoholismo, la difusión del racionalismo ilustrado de raigambre emancipadora, la defensa de la mujer y la organización de múltiples actividades culturales.11 22 Para una mejor comprensión del anarquismo, hay que constatar y entender que el movimiento ácrata se instituyó en un sistema de pensamiento social que apuntaba a cambios profundos en la estructura de la sociedad y por tanto no representaba ni representa una tendencia de alcance inmediato. Una de sus principales finalidades residía en el reemplazo del poder del Estado, entendido éste como un organismo autoritario en sí mismo, por algunas formas de cooperación entre individuos libres y conscientes12 y por la persistente y profética difusión de La Idea. 23 El anarquismo es una forma de actuar desde el sujeto, pero en favor de la sociedad- comunidad, razón por la cual se presentaron en su interior contrastes permanentes que impidieron a los ácratas el desarrollo de una colectividad propia. Subordinado a la mirada que cada libertario traía consigo, se fue formando un imaginario colectivo anarquista, que logró insertarse en un sector de la sociedad.

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Debates sobre el sujeto femenino y el anarquismo

La mujer y el problema del sujeto

24 Los ácratas, en la búsqueda de libertades individuales y para la sociedad en su conjunto, apuntaron a la construcción de un sujeto revolucionario que fuera capaz de romper con el orden político y económico establecido, pero sin dejar de lado la transformación social y cultural que imbricaba sujeto y sociedad. Este posicionamiento teórico fue acompañado siempre de una praxis libertaria que traspasaba la transformación del sujeto en toda su magnitud, llevando su discurso a todas las esferas de la sociedad. Supeditados a esta convicción, la mujer, el matrimonio y el amor libre se constituyeron en un pilar fundamental de su alocución con el fin de construir un sujeto libertario y con ello una subjetividad femenina que tuvo su antesala en los postulados ilustrados.

25 A modo de antecedente, haré una escueta referencia a la construcción del sujeto femenino ilustrado-moderno, momento, que a mi juicio, permitió que las mujeres quedaran sometidas bajo construcciones conceptuales que se habían erigido desde la ilustración. En estas, hombres y mujeres pasaron a formar parte de categorías totalizantes y muchas veces binarias que determinaron el lugar que ocuparían en el mundo contemporáneo y que responderían a lo que Kant llamaría la disyuntiva entre seres consientes de sí mismo y seres en “minoría de edad”: Para este autor todo sujeto ilustrado, como seres con conciencia de sí mismos debían presentar características asociadas a su capacidad de razonar, por tanto la categoría ilustrado era antagónica a la condición de “minoría de edad”, tipología con la cual se refería a aquellos hombres y mujeres que no habían alcanzado la capacidad de pensar autónomamente “La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapereaude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón! : He aquí el lema de la ilustración.”13 26 Es interesante observar como este juicio -aun cuando hubo mujeres destacadas en ámbitos del poder político, cultural, social y económico- se convirtió mayoritariamente en uno de los principios que desvincularon a las mujeres y sus luchas de la acción política y cívica durante el siglo XIX, intentando recluirlas al ámbito privado y negándoles ser partícipes de los nuevos derechos adquiridos pos procesos revolucionarios del siglo XVIII y del siglo XIX

27 Un caso paradigmático fue el de Marie Gouze conocida por su seudónimo Olympe de Gouges. En 1791, llamó firmemente la atención sobre este punto, redactando la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadanía, documento que buscó ilustrar y crear consciencia respecto de los abandonos y la invisivilización en que habían quedado las mujeres pos revolución francesa. En su preámbulo la autora convocaba a constituir una Asamblea Nacional con las madres, hijas, hermanas “Considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de las desgracias públicas y de la corrupción de los gobiernos, han decidido exponer en una solemne declaración los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer, con el fin de que esta declaración, presente continuadamente en la mente de todo el cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y deberes.”14

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28 Es ilustrativa esta declaración porque con el fin de obtener el mismo lugar que los hombres, aceptaba no solo la conquista de derechos, sino también la adquisición de deberes, “Ninguna mujer se halla eximida de ser acusada, detenida y encarcelada en los casos determinados por la Ley. Las mujeres obedecen como los hombres a esta Ley rigurosa”15 Claramente, esta posición crítica fue uno de los factores que la llevaron al reconocimiento público de una parte de los líderes de la revolución, pero fue también lo que cimentó su camino político en contra de los Jacobinos y determinó su destino al ser condenada a la pena muerte bajo la guillotina el año 1793 acusada de reaccionaria.

29 El problema del sujeto para el anarquismo tiene en la historiografía una asociación directa con la pregunta por el sujeto anarquista. Lejos de ser una obviedad el problema del sujeto se plantea entre dos definiciones, la del sujeto histórico y la del sujeto de la historia. El sujeto histórico como problema antropológico y ontológico ya había sido planteado por Kant quién relacionó la dimensión racional y racionalizable del sujeto. La segunda acepción se remite fuertemente a Hegel y luego Marx, específicamente como una definición del sujeto de la historia. Si la primera acepción es de naturaleza antropológica (genero-individuo humano) la segunda tiene implicancias políticas y filosóficas que se relacionan con la primera (un sujeto ontológico) pero no son sinónimos. Para los anarquismos la imbricación o entrelazamiento entre el ser antropológico e histórico-político del sujeto tienen referencias en todos los autores clásicos del pensamiento anarquista. 30 Aunque en las lecturas simplificadas del marxismo y del anarquismo la idea del sujeto aparece clausurada en planos ontológicos, ni los clásicos ni las elaboraciones posteriores, ni las prácticas políticas, proponen un sujeto absoluto aunque en el pensamiento en boga, especialmente durante la primera mitad siglo XX, fueran frecuentes las alusiones a un marcado componente estructural del cual derivaría la subjetividad. 31 La práctica política del anarquismo abrió el foco de atención sobre la naturaleza dinámica del sujeto histórico y sobre problemas como la contradicción, la negación y la creación de la subjetividad. La naturaleza marcadamente “profética” de los imaginarios redentores justifica nuestra interpretación dinámica de la noción de sujeto presente en los actores que estudiamos. 32 Brevemente podemos señalar que ni en la teoría ni en la práctica política existe un sujeto absoluto y es la dimensión social y política la que da un carácter generativo al sujeto histórico transformándolo en sujeto de la historia. 33 En la historiografía chilena, por señalar solo dos casos ilustrativos, tanto Gabriel Salazar como Sergio Grez han realzado la naturaleza dinámica del sujeto, su carácter integrador y su desborde político social expresado como “Bajo Pueblo”, movimiento popular y clase para sí16. Con diferencias sustantivas ambos cuestionan el carácter estructural de la ontología marxista clásica presentes en la historiografía posterior a Julio Cesar Jobet y en las primeras obras de Luis Vitale. 34 Para Salazar el sujeto tiene una naturaleza indivisible social y política, no existe un sujeto doméstico y otro político y como proyección política la potenciación del sujeto histórico popular se da solo en el campo de la cotidianeidad. 35 El sujeto es así eminentemente social y se cuestiona históricamente la lógica estructural del marxismo clásico que propone que el proletariado sea un “ser” destinado ontológica e inevitablemente a hacer la revolución. En esta línea de pensamiento el sujeto es un

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ser social que ejerce como “actor social” que posee consciencia de sí desplegada en el curso de su acción. El sujeto no “es”, está “siendo” en el ámbito de la estructura y de la cultura que produce. 36 La observación de la práctica política libertaria y de la producción de discurso dirigido a la mujer así como la acción de las mujeres anarquistas permite establecer una racionalización política de esta dimensión integradora como una dialéctica en que la contradicción capital-trabajo no se agota en la ontología del ser obrero. En la emergencia de la dialéctica sujeto-poder la subjetividad deviene, se “da” como proceso y no como “cosa” y particularmente como un proceso de subjetivación entre sujetos a nivel de campo práctico (político) y perceptivo. El sujeto y particularmente la mujer anarquista como sujeto emerge como constructo y como intersubjetividad. Los sujetos se construyen colectivamente en el espacio social de la contradicción que se devela en las luchas colectivas. 37 La práctica política de las organizaciones obreras, de grupos intelectuales, asociaciones políticas y personalidades públicas identificadas con el pensamiento libertario dio a la mujer un lugar como parte de la subjetividad histórica del cambio social. La tensión entre objeto-mujer como víctima de los males del orden capitalista y sujeto-mujer como actor del cambio definen una subjetividad que es igualmente realidad, constructo y necesidad. La mujer es destinataria del discurso, sin duda, pero es igualmente condición necesaria e insoslayable para un sujeto mayor. La praxis política debe llevar, en la profecía libertaria, de la mujer objeto a la mujer sujeto de la historia en el plano estructural, simbólico y político. En el taller y en la domesticidad, como compañera y como “compañerita”, en lo público y en lo privado como “dadora” de sentido. En este plano el campo se abre y recorre un inevitable pensamiento de “época” tanto como un imaginario de vanguardia. Este amplio espectro, como continuum contradictorio, aloja tanto a la mujer madre caracterizada por la abnegación como a la mujer libre en su razón y su sexualidad. 38 El sujeto, en esta dimensión dinámica, debía hacerse en el proceso de la praxis libertaria y no estaba garantizado fuera de ella. El sujeto era así sujeto político, social y solo en esa dimensión podía ser sujeto histórico y de la historia.

Representación e imaginario de la mujer en los pensadores libertarios

39 En el pensamiento y la polifónica representación de la mujer presente en el pensamiento libertario, es posible constatar la presencia de aquello que con frecuencia se denomina imaginario. El concepto se asocia de modo coloquial a la idea de mentalidad, conciencia colectiva o incluso ideología y es una forma de nombrar o referir las representaciones sociales. Para autores como Cornelius Castoriadis17 el imaginario y la representación son siempre sociales y no fenómenos intrapsíquicos o individuales. Como se verá, más allá de las diferencias que en el ámbito de la definición se puede encontrar entre las voces libertarias más consagradas, hay un núcleo común por contradictorias que ocasionalmente parezcan.

40 De Prudhon a Goldman, visto con los ojos del presente, hay un mundo de imaginarios contrastantes aunque en la pura representación se definan cada cual como emancipadores del mismo objeto y sujeto que nombran. Sólo hechas distinciones es posible comprender como comparten un mismo campo de significación

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representaciones de la mujer que en términos del imaginario son epocalmente tan dispares. 41 Sin duda no se agotará aquí el balance total de los pensadores que han tenido a la mujer como lugar central o periférico de sus enunciados; Se aporta ejemplarmente una parte de los más paradigmáticos convocados frecuentemente como autoridades del pensamiento y guías para la acción. 42 La reconocida diversidad del ideario ácrata, da espacio a una igualmente amplia variedad en cuanto al imaginario y representaciones de la mujer. Mientras unos se preocuparon ampliamente del tema, otros lo trataron esporádicamente. No obstante, se puede afirmar que la generalidad de los teóricos del anarquismo suelen coincidir en la idea de su emancipación, (así lo demuestran cartas, textos y publicaciones periodísticas de la mayoría de los referentes anarquistas que hablan sobre la mujer, el amor libre y la sexualidad como uno de los temas prioritarios para alcanzar la sociedad ideal). 43 En la génesis del anarquismo, una parte de los ácratas no quedaron ajenos al encuadramiento tradicional del nuevo sujeto femenino que surgió pos ilustración, Proudhon fue un fiel reflejo de estos representantes, señalando constantemente su desprecio a las mujeres. Para él la igualdad era un tema innecesario respecto a ellas “Después que habré establecido con hechos y documentos, la inferioridad física, intelectual y moral de la mujer; después que habré mostrado con ejemplos luminosos que eso que se llama su emancipación es lo mismo que su prostitución, sólo me restará determinar con otros elementos la naturaleza de sus prerrogativas, y a ocuparme en su defensa contra las divagaciones de algunas impuras, que el pecado ha vuelto locas”.18 44 Lo anterior versaba sobre la individualidad femenina, que partía de la base que las mujeres eran seres “menores”, sin embargo no agotaba ahí su fobia femenina, culpándolas también en su texto sobre el amor y el matrimonio por su escaso apoyo a la economía “El amor: se desea recíproco, fiel, constante, siempre igual, siempre adicto, siempre ideal. La mujer: ¡qué hermosa criatura si no costase nada, si a lo menos pudiese bastarse a sí misma, si con su trabajo pudiera pagarse sus gastos!”19 45 Como se observa, Proudhon, siguiendo los parámetros culturales de la época, presentaba una visión crítica respecto de las mujeres, para él eran los hombres quienes al sacrificar su libertad, su fortuna, placeres y trabajo, sufrían una carga mayor con las féminas, puesto que estas siendo un mal asociado, costaban más de lo que producían. De acuerdo a su criterio las mujeres no se conocían a sí mismas ni eran capaces de llegar a hacerlo, porque esto era una labor privativa de los hombres. 46 Siguiendo los conceptos de la ilustración en torno al sujeto civilizado y la definición Kantiana sobre la minoría de edad, la mujer constituía para Proudhon un ser débil que difícilmente podía velarse por sí misma en términos materiales y espirituales “…no está dotada de ninguna iniciativa, no distingue las circunstancias de las cosas; su inteligencia no actúa sobre sí misma, y sin el hombre, que le sirve de revelador y de verbo, no saldría de un estado primitivo”20 47 El genio (la inteligencia) era, pues, la virilidad del espíritu, su potencia de abstracción, de generalización, de invención, de concepción, de los cuales estarían desprovistos el niño, el eunuco y la mujer. Convivir entre estos dispares sujetos demandaba, en palabras de la época, la solidaridad de los dos órganos, y tal como el atleta se aleja de la mujer para conservar su vigor, el pensador se debía alejar también de ella para conservar su genio. No obstante, se daba por sentado un principio universal y natural

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de complementariedad en que “…cada hombre ame a todas las mujeres en su esposa, y que cada mujer ame a todos los hombres en su esposo. Es así como conocerán el verdadero amor y como la felicidad les será dulce”.21 48 La normalizada debilidad e inferioridad intelectual de la mujer se traducía en la incapacidad de producir universalismos y categorías, no podía en resumen pensar racionalmente por sí misma. Si bien podía en ciertas circunstancias recibir “La Idea” y de seguir con esfuerzo su deducción no podía ejercitar las virtudes de la razón en plenitud; no generaliza, no sintetiza, su espíritu era por definición y constitución antimetafísico: “si se le ocurre una idea, es un accidente fortuito, un hallazgo, de la cual ella misma no puede dar la demostración, ni la razón. De ello resulta que la mujer es incapaz de producir una composición regular, aunque sólo sea una simple novela. En el fondo, sólo percibe analogías; hace marquetería, improvisaciones; compone pistos y amalgamas. En la conversación no percibe el conjunto del discurso de su interlocutor; replica. A la última palabra. Por el mismo motivo no tiene potencia crítica: hará epigramas, rasgos de ingenio, sátiras y triunfa en la mímica; pero no sabe motivar, ni formular un juicio. Su razón es obscura como los ojos de Venus. La mujer ha contribuido abundantemente por su parte al vocabulario de las lenguas; pero no es ella que ha creado las palabras que sirven a las ideas abstractas, substancia, causa, tiempo, cantidad, relación, etc.; no es ella, por consiguiente, que ha creado las formas gramaticales y las particulares, como no ha inventado la aritmética y el álgebra.”22 49 La mujer solo podía ser receptiva y por consiguiente relegada a la tuición del varón que la tuviese a cargo. Improductiva por naturaleza, inerte, sin habilidades especiales ni destacadas para las industrias ni el entendimiento, despojada de valores como la justicia y el pudor necesitará del padre, hermano, amante, esposo, de un amo-hombre que le provea por fuerza o influencia de las virtudes viriles, sociales e intelectuales “… consideraba más importante la sociedad conyugal que el lazo fraternal y, por tanto, elevaba el adulterio a un delito de “lesa sociedad Además, correlacionaba sin titubear, la existencia de dos sexos diferenciados anatómicamente, el amor, su expresión en el matrimonio y, al fin, la procreación.”23

50 En esas condiciones para este autor, las mujeres no podían igualar la potencia viril, lo que determinaba su subordinación. Solo el matrimonio se convertiría para él en la salvación de las mujer “Por su naturaleza y ante la Justicia, pesa la tercera parte del hombre, de suerte que la emancipación que se reivindica en su nombre sería la consagración legal de su debilidad por no decir su esclavitud. La única esperanza que le queda es hallar, sin violar la Justicia, una combinación que la redima. Todos mis lectores habrán adivinado que esa combinación es el matrimonio.”24 51 El sujeto femenino proudhoniano sin lugar a dudas estaba traspasado por su contexto, no obstante, esto no lo exculpa de ser reconocido como un misógino, alejándose de las futuras posturas ácratas sobre la mujer. En la medida que se desarrollaron otras experiencias anarquistas los postulados de Proudhon pueden ser asumidos como un dispositivo lejos de los principios que la mayoría de los autores van a elaborar desde la tribuna anarquista.

52 En adelante se examinará la posición de dos de los teóricos clásicos de mayor reconocimiento del anarquismo, Mijaíl Bakunin y Emma Goldman 53 Para Mijaíl Bakunin, la mujer como individuo y como componente de una institución era sujeto pleno de la emancipación y radicaban en ella igualmente todas las

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posibilidades humanas presentes y futuras. Para él un gran mérito del cristianismo fue la humanidad de todos los seres incluidas las mujeres. Los límites de la religión quedaban claros al ceñir la igualdad de todos los hombres al ámbito celestial, para un tiempo eterno por venir cuando era aquí en el presente y sobre la tierra donde esas caras aspiraciones debían ser carne.25 54 La libertad y las conquistas espirituales no eran menester individual si no colectivo y enmarcado en la existencia de un entramado social sostenido por instituciones y costumbres que eran obra de la sociedad misma. La libertad individual sólo podía advenir mediante la emancipación colectiva de hombres y mujeres como seres humanos. La conquista de la libertad era considerada parte de la ley natural que otorgaba un derecho natural que había sido violado por instituciones arbitrarias y opresivas que había que abolir no contra natura si no a favor de ella. Este era el caso cuando en defensa de la familia natural Bakunin llamaba a abolir la familia legal fundada en el derecho civil y la propiedad. 55 Para el Ácrata el matrimonio religioso y civil debía ser sustituido por el matrimonio libre que encarnaba la unión voluntaria y soberana de dos individuos mayores de edad que ejercían el derecho de unirse y separarse según su voluntad, intereses mutuos y las necesidades de su corazón “… sin que la sociedad tenga derecho de impedir su unión ni de mantener ésta contra los deseos de ellos... Ni la violencia de la pasión ni los derechos libremente reconocidos en el pasado pueden servir de excusa para que uno cometa un atentado contra el otro - y cada atentado que se cometa en este sentido será considerado como un crimen”26 56 La inversión de la utopía cristiana y su radicación en el mundo terrenal debían ser acompañadas de los mecanismos que aseguraran la eliminación del peor de los males cual era la herencia de la propiedad y arribar a la adquisición de la igualdad de derechos políticos y socioeconómicos entre mujeres y hombres. “Por consiguiente, queremos la abolición del derecho familiar y del matrimonio tanto eclesiástico como civil-, (que están) vinculados inseparablemente al derecho hereditario”27

57 En su Circular a mis amigos de Italia Bakunin llamaba a rechazar por completo la intervención de cualquier autoridad en el establecimiento de la unión entre el hombre y la mujer. Solamente de ese modo se encontrarían más estrechamente unidos, fieles y leales28. 58 Dentro del cuerpo teórico del anarquismo, Emma Goldman,1869–1940 fue la representante femenina de mayor reconocimiento en el mundo ácrata, aunque no focalizó su alocución al tema preferentemente femenino, tuvo acercamientos teóricos hacia él, destacándose por su vehemencia en la defensa de las posiciones libertarias. 59 En comparación con los autores antes señalados la norteamericana Emma Goldman articuló una de las críticas más profundas, íntimas y sagaces del mundo ácrata respecto de las instituciones que, en base a representaciones instituidas socialmente como imaginario, configuraban la identidad y función social de la mujer. Desde el amor a la producción de la vida material Goldman articulaba el entramado de la sociedad capitalista industrial como lugar de subjetivación. Como una verdadera antecesora de la biopolítica develó como se tejía la red de necesidades de la producción y la acumulación del capital en la cual la mujer, hilaba su propia vida o mejor dicho la vida que, a ojos de Goldman, no le pertenecía. La radicalidad del discurso emancipatorio de Goldman llevó

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a la sospecha máxima la misma cultura emancipadora, sus vicios y sus trampas discursivas así como las limitaciones de los diversos campos teóricos de la época. “…sin tener en cuenta las teorías políticas y económicas que tratan de las diferencias fundamentales entre las varias agrupaciones humanas; sin miramiento alguno para las distinciones de raza o de clase, sin parar mientes en la artificial línea divisoria entre los derechos del hombre y de la mujer, sostengo que puede haber un punto en cuya diferenciación misma se ha de coincidir, encontrarse y unirse en perfecto acuerdo.29 60 Junto a la denuncia de la debilidad de la teoría, Goldman instaló un principio cognitivo adelantado por lejos a los recursos discursivos del mundo ácrata de sus contemporáneos; el principio de la comprensión como punto de partida de un reconocimiento intersubjetivo entre los sexos y por su intermedio de la construcción social. Ese es el punto de partida de la emancipación de la mujer por encima de la “igualación” de hombres y mujeres en el marco de la explotación del capital y la sumisión ancestral.

61 Para Goldman, como otros ácratas la emancipación haría de la mujer un ser humano en el verdadero sentido. “Todas sus fibras más íntimas ansían llegar a la máxima expresión del juego interno de todo su ser, y barrido todo artificial convencionalismo, tendiendo a la más completa libertad, ella irá luego borrando los rezagos de centenares de años de sumisión y de esclavitud”30 62 Si bien la autora identificaba la emancipación de la mujer (en tanto objetivo) como la razón de ser principal que originó y guió el movimiento de la emancipación de la mujer (en tanto acción política), la praxis socio-política desarrollada generó un efecto perverso y superfluo, de aislamiento, figurativo y reflejo de la cultura varonil. Una versión acomodada a la pretensiosa actividad intelectual y política de ciertos grupos y lejos de las necesidades profundas y sensibles de las mujeres comunes de su época. “la convirtió en una criatura artificial, que tiene mucho parecido con los productos de la jardinería francesa con sus jeroglíficos y geometrías en forma de pirámide, de conos, de redondeles, de cubos, etc.; cualquier cosa, menos esas formas sumergidas por cualidades interiores. En la llamada vida intelectual, son numerosas esas plantas artificiales en el sexo femenino”.31 63 La consigna “¡Libertad e igualdad para las mujeres!” lanzada, según Goldman, por los más valerosos y nobles espíritus de su tiempo fue el sol que iluminó un nuevo mundo en el cual las mujeres podían dirigir sus propios destinos aunando de paso “entusiasmo, valor y perseverancia en incesantes esfuerzos por parte de un ejército de mujeres, que combatieron todo lo posible contra la ignorancia y los prejuicios”.32

64 Sin embargo en la radical perspectiva de Goldman la dinámica emancipadora, en tanto, enunciados y prácticas, habría fracasado en su cometido fundamental quedando pendiente “la necesidad de emanciparse del movimiento emancipacionista si desea hallarse verdaderamente libre. Puede esto parecer paradójico, sin embargo es la pura verdad”.33 65 Goldman interroga “¿Qué consiguió ella, al ser emancipada? Libertad de sufragio, de votar. ¿Logró depurar nuestra vida política, como algunos de sus más ardientes defensores predecían? No, por cierto.”34 Pues el movimiento de emancipación habría traído efectivamente luna cierta nivelación económica entre la mujer y el hombre pero no le suministró la necesaria fuerza para competir con el hombre desgastando sus energías, tensionando su vitalidad y envileciendo su vida a fin de ser incorporada en el

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marcado de la mano de obra con magros resultados y en dispares condiciones de confianza, prestigio y remuneraciones. “La gran masa de muchachas y mujeres trabajadoras, ¿qué independencia habrían ganado al cambiar la estrechez y la falta de libertad del hogar, por la carencia total de libertad de la fábrica, de la confitería, de las tiendas o de las oficinas? Además está el peso con el que cargarán muchas mujeres al tener que cuidar el hogar doméstico, el dulce hogar, donde solo hallarán frío, desorden, aridez, después de una extenuante jornada de trabajo. ¡Gloriosa independencia esta! No hay pues que asombrarse que centenares de muchachas acepten la primera oferta de matrimonio, enfermas, fatigadas de su independencia, detrás del mostrador, o detrás de la máquina de coser o escribir. Se hallan tan dispuestas a casarse como sus compañeras de la clase media, quienes ansían substraerse de la tutela paternal”.35 66 A la paradójica y desigual incorporación a la actividad productiva, en el marco de la explotación de la fuerza de trabajo, Goldman suma la crítica al modo de vida y la cultura de sumisión en la esfera pública y privada de manera plenamente articulada. El desciframiento de la institución matrimonial, como contrato, devela no solo la disociación con el sentimiento amoroso sino además su función como dispositivo de control que garantiza la soberanía del hombre en perjuicio de la mujer al mismo tiempo que es la alternativa para escapar a una solitaria penuria y estrechez económica incluso en el caso de las mujeres consideradas emancipadas.

67 En el mismo sentido Goldman rompió la idea de que el amor y la maternidad eran necesariamente sinónimos de esclavitud y subordinación, considerando absurdos los dichos del movimiento emancipatorio que argumentaban sobre el dualismo de los sexos en que el hombre y la mujer representaban dos mundos antagónicos. Igualmente absurda consideró la noción popular acerca del matrimonio y del amor como sinónimos, surgidos de los mismos motivos y llenando las mismas necesidades cuando por el contrario eran, a su juicio, completamente antagónicos. “Como la mayoría de los dichos y creencias populares, éste no descansa en ningún hecho positivo y si sólo en una superstición”.36 68 Para Goldman el matrimonio, por el cual las mujeres eran educadas y ofrendadas de niñas, era un arreglo económico, un pacto de seguridad que en poco difería dl seguro de vida de las compañías comerciales pero en el cual ambas partes pagaban, en el fondo, el costo de su felicidad. Sin embargo el espurio arreglo se mantenía revalidado por las condiciones infames de la proletarización a la que la mujer aportaba una tasa de ganancia sustantiva. “Hay seis millones de mujeres asalariadas; seis millones de mujeres que tienen el mismo derecho que los hombres a ser explotadas, robadas y a declararse en huelga; también a morirse de hambre. ¿Algo más, señor mío? Sí, seis millones de trabajadoras asalariadas en cada tramo de la vida, desde el elevado trabajo cerebral hasta el más difícil y duro trabajo manual, en las minas y en las estaciones de ferrocarril; sí, también detectives y policías. Seguramente su emancipación es ahora completa”.37

Categorías de análisis para el estudio del discurso libertario38

69 Las categorías analíticas que utilizamos, no son arbitrarias, en tanto se han construido para agrupar y examinar parte de las temáticas abordadas por los anarquistas en sus múltiples discursos referidos a las mujeres. Estas categorías sistematizan el discurso

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ácrata en torno a distintas esferas en las cuáles ellos se vincularon con el tema de la mujer, dando cuenta de la construcción de un sujeto femenino anarquista, sin embargo en este artículo se trabajará solo con dos de ellas: La mujer anarquista en el plano sociocultural y la mujer como un actor social

La mujer ante lo sociocultural

70 La mujer ante lo sociocultural es una categoría de análisis de aquellas afirmaciones y discursos que revelan un aspecto del imaginario social anarquista. Como veremos los ácratas parten de una premisa ética, la cual les llevó a una apelación constante a los valores morales que debían tener las mujeres obreras y marginadas, criticando constantemente el acercamiento a vicios como el alcoholismo que se entendían como un producto y elemento de degradación surgido de un orden social decrépito.

71 Incesantemente fueron reprochadas todas aquellas conductas de las mujeres que imitaban las tradiciones y el actuar de las féminas burguesas, asumiendo con esto que una parte importante de las prácticas y costumbres, la negación del matrimonio, el antifeminismo asociado a la burguesía, la crítica a la iglesia, la subordinación de la mujer que la mantenía como sierva y propiedad de los hombres y de las costumbres no podían si no ser barridos por “La Idea” y práctica regeneradora. Junto al componente moral se encontraba una crítica desde la posición de clase que pretendía que estas mujeres no se asemejaran a las burguesas teniendo por tanto el carácter de una afirmación de la identidad clase. 72 Frecuentemente se asociaron causalmente elementos como la ignorancia, la presencia de la iglesia y sus valores y la desmedrada situación de la mujer teniendo, esos aspectos, una presencia fuerte en la alocución anarquista dirigido hacia las mujeres a quienes no sólo se consideró permeable a la ideología burguesa y sus valores sino también el receptor privilegiado del influjo eclesial. 73 La crítica a la moral y costumbres burguesas generadas por el régimen económico son uno de los tópicos frecuentes en este plano en que el orden social era visto como la expresión de una descomposición que de arriba abajo corroía la sociedad por su inmoralidad: “Nuestro régimen económico, por un lado, y por el otro la enorme depravación de las costumbres, el libertinaje más escandaloso a que llegaron a entregarse las mismas clases privilegiadas, son efectos de una causa común que obliga a los individuos a colocarse bajo la égida de la ley, que, dicho sea de paso, jamás ha conseguido ni ha de conseguir la purificación de las costumbres, ni llevar la honestidad a los prostituidos hogares de nuestra época, porque esto es obra de la evolución, y la evolución es independiente de las leyes, pues para que éstas sean consignadas, es necesario que aquella se haya manifestado primeramente.”39 74 El cuadro descrito fue el que a juicio de los ácratas colocaba a la mujer en una situación de múltiple exposición y siempre sujeta a los intereses conservadores de la sociedad. En ese medio había sido educada lo mismo que el hombre y a pesar de sus conquistas políticas en ascenso no lograba aún revolucionar el carácter de su actividad “prisionera en las redes del hogar, quedará ahora prisionera en las redes de un conjunto de intereses conservadores que reforzarán aún más su carácter conservador”.40

75 Como vemos la denuncia oponía libertad y resignación, siendo esa actitud pasiva el escollo a la emancipación, a esa resignada apatía los ácratas oponían una acción

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educadora y la denuncia de las condiciones y prácticas burguesas, especialmente las más conservadoras y apegadas a la tradición católica. “Me exaspera contemplaros desfilar en triste caravana, de Santas sin creencia, pero sí fanatizadas, por esas calles de dios; cubriendo vuestros cuerpos, de formas delicadas y enlutando vuestros rostros de bellas araucanas con esa inmunda saya que no conoció dios. Y enredando esas manos marfilinas en el rosario, para ir sin miramientos a uniros al rebaño de esa inmunda plaga que es la religión, no vaciláis que a cada paso, pisoteáis el gran progreso que este es el verdadero norte de nuestra evolución”.41 76 Se aprecia, entre los responsables de esa resignación no solo al pensamiento conservador y sus instituciones en general, específicamente la Iglesia, los curas y monjas, las escuelas católicas y hasta la creencia general en un ser superior actuaba en contra del cambio anhelado manteniendo el orden social para la posteridad. “La atada y sugestionada por las religiones no puede educar los hombres y las mujeres futuras. Y como esclava sólo puede contribuir a la perpetuidad de la esclavitud. Más el día que la mujer se emancipe de la tutela clerical, ya no podrá soportar otro tutelaje que el de su razón y su conciencia.”42. 77 La vulnerabilidad económica y sexual de la mujer tenía un componente sociocultural al verse influenciada por los sistemas educativos conservadores y burgueses. Esto no era responsabilidad de la mujer pues se consideraba que ella era la primera víctima de los malos sistemas educativos que de niña a mujer la llevaban desde temprano, a la explotación burguesa si era proletaria y al convento de monjas para ser instruida y educada cerrando un círculo vicioso. “Al tomar estado la iglesia exige tan solo que sepa de memoria algunos embustes del catecismo; la ley civil le manda estar bajo el dominio del hombre, y los padres, especialmente las madres, solo saben aconsejarle tonterías, que la hacen más esclava y más hipócrita. Sobre esa pirámide del artificio y la ignorancia se sostiene la familia. ¡Cuánto falta que aprender!”.43 78 En la crítica de la moral conservadora se denunciaba un “funesto fanatismo” que se percibía en el mundo femenino y que radicaba en la ignorancia a la cual había estado sometida la mujer a través de la dominación masculina. “…así que la mujer ignorante, incapaz de raciocinar, toma con frecuencia lo falso como verdadero, lleva hasta la exageración las teorías y prácticas religiosas, se hace fanática y lleva el fanatismo al seno de su familia, donde se deja sentir con todo el peso de sus consecuencias funestas.”44 79 Ese sentido común fanático era alimentado y alimentaba a su vez el influjo eclesial que la sustraía de una participación social y política. “Si hoy en día no reconocemos todo lo que ella hace, todo lo que influye en la vida de la humanidad, es porque, desgraciadamente, le hemos negado que pueda por su inteligencia estar con los hombres en las luchas del pensamiento y del adelanto humano; y esto por la rutina; triste cosecha de una religión y de unas costumbres que le han negado derechos y han rebajado su dignidad”45 80 Este carácter de la sociedad clerical y conservador que a juicio de los anarquistas, hacía mella en las mujeres era el fruto del influjo del discurso eclesiástico que era parte del mecanismo de opresión hacia las féminas y debía ser denunciado y puesto en evidencia apuntando a la víctima de esa influencia. Un poema publicado en El Azote de 1909 acusaba ese llamado y denunciaba los abusos cometidos por los frailes en la inocencia o en otros casos la lascivia y corrupción de las mujeres que acudían a su apoyo moral y eventualmente económico.

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81 Era evidente la crítica a la Iglesia como responsable de los dilemas morales con los cuales se cuestionaban a las mujeres y junto con ello la denuncia de inconsistencia, ignorancia e hipocresía de la institución que “está cimentada sobre el fango a nosotros nos parece que la está sobre la ignorancia y la sotana basada en la hipocresía”46 y que carecía de fundamento para validar entonces, con sus valores, la unión de las personas. “La ficción de aquellos vínculos, que se consideraban sagrados, palpitaban en la conciencia de quien los contrajera; y los quebrantaba, malogrado su idolatría por ellos. Así se desmoronaba aquel infierno que, santificado por la mano del clérigo, se llamaba hogar conyugal; así nacía la degeneración física y moral de las sucesiones, los hechos de sangre, la prostitución.”47 82 La crítica al matrimonio, desde esta perspectiva, no era remisible al ámbito individual o privado, se relacionaba con la situación social y económica al ser una vía de escape de una vida de privaciones y desdichas “La falta de trabajo en el “marido”, lo escaso de la remuneración, las enfermedades, etc., hacen que lo que en otra circunstancia sería el colmo de la dicha, sea en nuestra condición una grave y temible carga, para los “esposos”.48

83 La voz de la Mujer de 1896, muestra el caso de una mujer que no pudo con la terrible carga de su condición y como otras fue arrastrada por una moral ‘despreciada’ lo cual la llevó a cometer “Arrebatos de la pasión, violencias del temperamento, hiciéronla caer. Palpitaciones lascivias de la carne empujáronla a entregarse ciega en brazos de un amante. Amor o lujuria, o las dos cosas a la vez, lleváronla a romper la venda de la virginidad. Pecó, y la conciencia posterior de su pecado ha removido todo su ser. Pesan sobre ella los estigmas de una moral aceptada generalmente, y la sociedad entera la desprecia y maldice.49 84 Sin embargo socioculturalmente la crítica no era restrictivamente moral sobre la individualidad de la mujer, era una crítica política al conjunto del sistema y a quienes desde él se hacían parte del flagelo y que eran más deleznables por su función y posición que las mismas prostitutas que eran sus víctimas y que podían ser consideradas trabajadoras de una actividad noble y requerida socialmente. El Azote hacía la comparación entre un fraile y una prostituta dando más crédito a esta última por su aporte a la sociedad. “En esta última condición se halla el fraile. Este, en cambio del dinero que recibe, solo ofrece misas, oraciones, cánticos, hipótesis, quimeras y esperanzas, es decir, todo lo que no tiene valor ni utilidad alguna. La prostituta al contrario: no sólo es un factor útil sino esencial en la sociedad: ella satisface una necesidad orgánica de primer orden, una de las funciones más nobles”50 85 La misma comprensión a las prostitutas no era prodigada a la promiscuidad de la clase alta, su libertinaje hedonista y como bajo su influencia las mujeres del pueblo se veían permeadas por esas prácticas. Nuevamente el problema no era de la intimidad, era social y hasta de salud pública. La comparación entre el placer hedónico de clase alta y la lujuria arrebatada de los de abajo colocaba el tema de la lucha de clases y sus consecuencias en el tapete mostrando desde este tópico el orden social corrupto. “Lo mismo en las grandes que en las pequeñas ciudades, en la capital y en la aldea, las clases supuestas distinguidas se degradan en el lupanar; los burgueses adinerados y los burgueses sin blanca se roban sus mujeres, se refocilan con sus criadas y caen en todas las bajezas de la holganza y de la lascivia; obreros y campesinos se embrutecen en la taberna y gozan de la carne como bestias. Y mientras las mujeres del gran mundo regalan su carne lujuriosa en la más

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espléndida promiscuidad, las mujeres del pueblo yacen panza arriba continuamente dispuestas a ser fecundadas al menor roce del macho.”51 86 La emancipación de la mujer de todas estas situaciones consideradas lacras sociales debía partir por la autonomía en el pensamiento y en la acción. Sin embargo se denunciaba que la emancipación femenina había sido una situación estancada en la narrativa ya que la responsabilidad de los males no solo estaba en los varones, los burgueses y los curas. La mujer debía tomar conciencia y parte. “Es necesario entonces, buscar la emancipación moral de la mujer, dándola un puesto de responsabilidad directa en los acontecimientos de toda índole, a fin de que vaya formándose un concepto propio y exento de prejuicios. Hasta ahora, se ha usado el halago para convencerla, del elogio taimado para poseerla, de la mentira convencional para gastarla, pero no se la ha insinuado siquiera la obligación de su propia defensa como ente de sentimientos libres.”52 87 Una mirada introyectiva a la personalidad y carácter de la mujer podía explicar el por qué la mujer cobraba sentido en función de “otro” situando en la educación el problema pero igualmente en cierto feminismo que actuaba paternalistamente. “Como hija, solo llora el dolor de sus padres, como novia solo siente la amargura de su novio, como madre, egoístamente, solo se emociona ante el desamor del fruto de sus amores.” 53

88 La crítica hacia el feminismo burgués era dura, desconfiada y radical acusándolo de ser expresiones pomposamente emancipadoras de la mujer, que no intentan otra casa que sumirla en la mansedumbre y resignación de los siervos: “…anulando su voluntad con torpes halagos; embruteciendo su entendimiento con viles concesiones; empequeñeciendo su espíritu con groseros artificios, llevando sus aspiraciones hacia todo lo mísero, lo vano, lo inútil, y haciéndola temer o despreciar lo positivo, lo beneficioso; entregándola al hombre no como su compañera, sino como su hembra, y para mayor escarnio recomendándole la consideración hacia ella! ¡Cómo si en un concubinato, y lo es la unión de dos almas desemejantes, pudiera haber otra cosa que tirano y sierva!.”54 89 Se creía que estos movimientos acusados de conservadores, con el triunfo político del feminismo serían más adelante contrarios a la causa, cómplices del hombre al perseguir sus objetivos y gastar las energías y confianza de las mujeres que “Educada la mujer en el ambiente conservador de las leyes y de los intereses actuales, leyes e intereses que el hombre comienza a combatir, no es dudoso se llegue a dar forma a monstruosas tiranías; es posible que lleguemos a perder una gran parte del dominio que hemos conquistado sobre nuestras acciones y nuestras ideas.”55 90 Para 1930 el periódico Palotes planteaba que la estrategia no estaba solo en convencer al hombre sobre la emancipación femenina, sino en apelar a la misma mujer para su propia liberación evitando el peligro de desviar la lucha y corromperla ante los intereses masculinos o simplemente ganar en masa para la causa. “Hemos llamado constantemente al corazón de los hombres, pero nunca se nos ha ocurrido tocar el aldabonazo de la advertencia a las puertas del sentimiento femenino, como si su existencia corrieses simplemente atada a las exigencias más o menos torpes del masculinismo.”56

Mujer como actora social

91 En general, los anarquistas aluden a las obreras y oprimidas, resaltando la importancia de las mujeres trabajadoras y la necesidad de la unión de éstas para ayudar a cambiar el

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sistema capitalista. Se las interpelaba a jugar un rol más activo frente a la marginación social, política, económica y cultural, llamándolas a reconocer lo vital de su desarrollo educativo. Se apelaba al deber crítico de las mujeres, y aunque en algunos casos se interpeló a todas, principalmente manejaron un discurso de clase, esencialmente traspasado por la persistente crítica al sistema capitalista y sus leyes burguesas. En este sentido las fuentes indican una crítica desde una posición de clase más que una de género. “Y vosotras, infelices compañeras nuestras que os matáis todo un día para hacer una docena o dos de camisetas, por las cuales se os paga la veintésima parte de lo que luego ellos cobran, ¿creéis que eso es justo? Si reclamáis no os atenderán y lo que es más probable os despedirán, no os darán más trabajo, si os declaráis en huelga, la perderéis, y si la ganáis, no tardaréis en estar en peores condiciones, porque la evolución de los demás gremios hará nulo vuestro triunfo, no, no haréis nada si nos os rebeláis contra los ladrones. Destruyendo es como se puede derrumbar el mundo de la explotación. Imitad nuestro ejemplo. Rebeláos abierta y francamente, sin ambages, sin términos medios.”57 92 También, como consolidación de una posición típicamente política que se busca difundir, suelen presentarse artículos de mujeres próceres del anarquismo internacional, féminas que habrían sido capaces de reconocerse como actoras sociales y políticas como Emma Goldman y Luisa Michel.

93 En su mirada de mundo, se consideró que ellas no eran ajenas a la emancipación universal. La emancipación era entendida desde la negación de las barreras cotidianas hasta las barreras políticas económicas y religiosas. Una arenga hacia la liberación femenina de 1907 señalaba: “Pero la civilización, cumpliendo su misión regeneradora, hace penetrar un rayo de luz en las lobregueces de las inteligencias femeninas, y con una voz que como ariete abre grietas y conmueve la fortaleza de las vulgaridades y rutinas, dice á la muger: caminad vosotras también por la senda de la perfección, reclamad vuestro puesto en el mundo del pensamiento, educad, vosotras á los que mañana regirán la sociedad, y de este modo acelerareis el día en que yo reine como soberana del mundo, derramando mis inestimables bienes en los senos de la humanidad.”58 94 Invitar a la organización y unión de las mujeres a favor de estudiar y protestar junto a los hombres contra las injusticias impuestas por el sistema, se convirtió en un aspecto fundamental de la convocatoria ácrata. Por un lado, el llamado se hacía a la autoformación, y por otro, se dirigía a los varones para que contribuyeran en esta tarea, acercándolas a los libros y a la instrucción. El primer número de la Voz de la Mujer instaba en 1896 a la lucha por la liberación femenina en los siguientes términos: “Y bien: hastiadas ya de tanto y tanto llanto y miseria, hastiadas del eterno y desconsolador cuadro que nos ofrecen nuestros desgraciados hijos, los tiernos pedazos de nuestro corazón, hastiadas de pedir y suplicar, de ser el juguete, el objeto de los placeres de nuestros infames explotadores o de viles esposos, hemos decidido levantar nuestra voz en el concierto social y exigir, exigir decidimos, nuestra parte de placeres en el banquete de la vida”.59 95 Si para el sujeto femenino, la crítica al capitalismo, la sociedad burguesa, el conservadurismo y la búsqueda del amor libre y la sexualidad sin contrato, requerían de una educación plena y organización, la victoria oral de esos valores y objetivos debía derrotar a una institución fundamental: La iglesia y la religión católica. “Hasta ayer hemos suplicado a un Dios, a una virgen u otro santo no menos imaginario el uno que el otro, y cuando llenas de confianza hemos acudido a pedir un mendrugo para nuestros hijos, ¿sabéis lo que hemos hallado? La mirada lasciva y

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lujuriosa del que anhelando cambiar de continuo el objeto de sus impuros placeres, nos ofrecía con insinuante y artera voz un cambio, un negocio, un billete de banco con que tapar la desnudez de nuestro cuerpo, sin más obligación que la de prestarles el mismo.”60 96 Las definiciones políticas antagónicas especialmente con la Iglesia y el Estado, entendidos como sostenedores y cómplices del capital, servían de punto de partida, doctrinario y político, frecuentemente para explicar el por qué se asumen como comunistas libertarias. “Y fue entonces también, que desconocimos a ese Dios y comprendimos cuán falsa es su existencia; en suma, que no existe. Fue entonces que compadecimos a nuestras caídas y desgraciadas compañeras. Entonces quisimos romper con todas las preocupaciones y absurdas trabas, con esta cadena impía cuyos eslabones son más gruesos que nuestros cuerpos. Comprendimos que teníamos un enemigo poderoso en la sociedad actual y fue entonces también que mirando a nuestro alrededor, vimos muchos de nuestros compañeros luchando contra la tal sociedad; y como comprendimos que ése era también nuestro enemigo, decidimos ir con ellos en contra del común enemigo, mas como no queríamos depender de nadie, alzamos nosotras también un girón del rojo estandarte; salimos a la lucha… sin Dios y sin jefe. He aquí, queridas compañeras, el porqué de nuestro periódico, no nuestro sino de todos, y he aquí, también, por qué nos declaramos COMUNISTAS ANÁRQUICAS proclamando el derecho a la vida, o sea igualdad y libertad.”61 97 Otro componente de la autonomía y construcción del discurso político como más clase remite a la crítica a la hegemonía educativa hecha en las escuelas por la burguesía. Las mujeres ácratas de preguntan “No siendo libre la educación y no pudiendo disponer de tiempo suficiente para adquirirla ¿cómo vamos a ser educadas? ¿Quién ignora que desde nuestra más temprana edad el taller nos traga y martiriza? En él no es donde nos podemos educar, muy al contrario, allí hay de todo, de todo, menos eso… ¡y cien y cien veces hemos visto víctimas de la lubricidad burguesa las míseras obreras, bajar rápidamente en horribles tumbos y caer despeñadas al abismo del vicio, que cada vez más hambriento e insaciable las trabaja, cubriéndolas de cieno y lágrimas, que, niñas casi… que apresuraban por sí mismas su caída, para con ella librarse de la rechifla y el escarnio de sus mismos verdugos!...”62 98 En esta misión redentora las mujeres no dejaron de dirigirse a aquellos hombres anarquistas que habían dicho que se podía prescindir de la emancipación femenina llamándolos “señores cangrejos y no anarquistas” anunciándoles que “esta máquina de vuestros placeres, este lindo molde que vosotros corrompéis, ésta sufre dolores de humanidad, está ya hastiada de ser un cero a vuestro lado, es preciso, ¡oh!, ¡falsos anarquistas! Que comprendáis un vez por todas que nuestra misión no se reduce a criar vuestros hijos y lavaros la roña, que nosotras también tenemos derecho a emanciparnos y ser libres de toda clase de tutelaje, ya sea social, económico o marital.”63 99 No sólo contra los compañeros anarquistas lanzaban las mujeres sus diatribas, la dominación del hombre hacia la mujer se vive, dirá La Voz de la Mujer, cotidianamente, desde aspectos evidentes como otros más implícitos. Se crítica entonces el capricho del marido que comparte sólo momentos de pesar, quiere atenciones domésticas, sexo y favores que si no los tiene los buscará en otra dejando a su mujer en el olvido. “gastando en orgías con otras mujeres el tiempo y el dinero que sólo deberían ser para ti, lo primero para gozar y lo segundo para llenar las necesidades más apremiantes de la vida; y aun siendo así no te quejes, pues si lo haces con tu marido recibes indiferencias o palos y si te quejas a tus padres no hacen más que

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compadecerte y decirte que tengas paciencia, puesto que nada es duradero y una vez muertos todo se acabó.”64 100 La arenga femenina también debía dirigirse a los varones junto a las mujeres para llamarlos hacia la revolución social oponiendo su miseria a los privilegios del rico y sus lujos ostentosos. También se explica por qué se adhiere a los principios anarquistas desde las mujeres. “A vosotras, compañeras de trabajo e infortunios, me dirijo, a vosotras que sufrís como yo la doble esclavitud del capital y del hombre. Algunas de nosotras hemos abrazados el bello ideal anarquista porque comprendemos que sólo con la amplia libertad que ésta proclama, podemos ser felices.”65 101 Junto a los llamamientos, siempre cargados de dramatismo, para cambiar el sistema capitalista burgués, también, suelen presentarse con frecuencia artículos de mujeres próceres del anarquismo internacional, féminas que habrían sido capaces de reconocerse como actoras sociales y políticas como Luisa Michel y Emma Goldman de quien se señalaba como una de sus características más salientes era “…su sentimiento de la justicia profundamente desarrollado. Donde la justicia y la dignidad humana eran pisotear, estaba la Goldman en primera línea para protestar con ardiente palabras contra la injusticia, la injusticia, indiferente a todas las consecuencias personales.”66 102 En su mirada de mundo, se consideró que ellas no eran ajenas a la emancipación universal. Su auto concepto era de “alma de la humanidad”. La emancipación era entendida desde la negación de las barreras cotidianas hasta las barreras políticas, económicas y religiosas: “¡Libertad, libertad, ideal de soñadores visionarios de un mundo mejor. ¿Cuándo serás realidad?... Y así, entonamos salmos a la libertad, sigamos adelante siempre mirando el porvenir67 “Nosotros, que por experiencia conocemos el alcance de todas las palabrerías que emanan de los labios de los políticos, no hacemos otra cosa que vociferar contra la política, que hoy como ayer, está abriendo la fosa que ha de sepultarla para siempre. Ahora tú, compañera estudiante, medita un poco sobre los hecho, contempla la inmundicia que se oculta bajo el nombre de partidos políticos, y piensa que es a ese fango inmundo y corrompido, donde pretenden conducir a la mujer, las “leaders feministas”. 68 103 Sin embargo para algunos contemporáneos la condición sentimentalista de la mujer la condenaba a situarse al margen de ciertos procesos revolucionarios. Su destino como actor social estaba cuestionado por el sentido común y el prejuicio de su inferioridad racional e invalidez política. “La condición psicológica de la mujer, digan lo que quieran los feministas irreflexivos, es poco apta para la construcción de modalidades revolucionarias en los pueblos; tenemos una prueba en sus luchas y pretensiones que no son más que simples imitaciones de una actividad vieja de los hombres. El sentimentalismo que forma el carácter más saliente en la mujer, es una cualidad, buena si se quiere, pero de esencia conservadora.”69 104 Sin embargo en contraposición a esta afirmación taxativa, La Campaña en 1919 destacaba a la mujer en su condición de obrera y de soldado(a) que se hace parte de una guerra pues ella es “soldado y obrero; empuña el fusil y maneja el arado, … en las fábricas sórdidas y las oficinas particulares y del Estado… ¿Tiene algún valor esa emancipación ficticia que

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desata a la mujer de un odioso tutelaje, que la libra del infierno del hogar para subyugarla al presidio del taller?70 105 La politicidad de clase que integraba todos los temas en una lucha mayor se expresaba en una arenga en La Voz de los Tiempos llamando a la movilización femenina contra el patriarcado y la proletarización del pueblo que es causante de todos los males. “Ya ha sonado la hora en que debemos ser algo más que la débil autómata, la incubadora de hijos, la esclava del hombre; otros deberes, grandes y nobles también, nos reclaman cumplimiento: es exigir los mismos derechos y deberes que el hombre. Debemos reclamar nuestro sitio en la gran lucha universal contra la sociedad burguesa.”71 106 Más allá de los universalismos de la amplia unidad de la clase y las luchas comunes se pensaba que era a través del anarquismo que la emancipación femenina se materializará y no a través del feminismo burgués. Sin embargo la educación para el anarquismo debía hacerse en los cánones del mismo anarquismo y no en los de la fuerza “Eduquemos a la mujer para el anarquismo. Pero no a la fuerza, porque entonces, su inconsciencia sería también un peligro mayor que su indiferencia o su desagrado. ¡Hombre, dignifica a la mujer, y la mujer te escuchará complacida de saber que la quieres libre!”72 107 El desarrollo de la mujer se imaginaba como el resultado de un proceso de instrucción libre y emancipador alejado de los centros de enseñanza “donde la mujer recibe una instrucción rutinaria y deficiente, llegando á su inteligencia la verdad mutilada y el error ensalzado, glorificado lo inútil, desfigurados los hechos por importantes que sean, siempre que les convenga ocultarlos; enseñanza monopolizada por el catolicismo á los que entran bajo su dirección”73. 108 Se promovía una instrucción llamada verdadera, útil y racional para permitir el desarrollo de facultades superiores que le permitieran reflexionar, tener criterio recto y hacer de su inteligencia un aporte para su familia y la sociedad moderna.

Conclusiones

109 Los ácratas, profetas de la revolución social, amantes de la libertad y el amor libre desecharon, en su discurso y en su acción no sólo el orden económico capitalista, abominaron también de la cultura y los valores que la burguesía imprimía en la sociedad mediante sus instituciones. Propiedad y Estado, Matrimonio e iglesia, guerra y policía, superstición e ignorancia fueron los medios y resultados del dominio burgués a derribar, en una larga marcha que involucró al individuo entero en lo privado y en lo público.

110 En la realización de “La Idea” la realidad de la incorporación de la mujer a las actividades productivas, colocó a los y las ácratas el desafío de mirarse como un conjunto que debía reconocer y proyectar la construcción de un sujeto íntegro del cambio social. Las mujeres no fueron sumadas a la tarea revolucionaria, ellas fueron parte de ella, e hicieron ver ante sus camaradas varones y ante ellas mismas que no había revolución sin emancipación y esta se hacía en el hogar y en la fábrica, en la lucha y en el amor, destrabado de prejuicios y violencias impuestas por un orden que inventado por hombres les dominaba a todos por igual.

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111 La configuración de un sujeto femenino ácrata no fue nítida ni homogénea, el discurso no podía apelar a la liberación si no emprendía la tarea de educar para emancipar incluso en el interior de las filas libertarias. Una cultura burguesa en el marco de sociedades excluyentes no era el único obstáculo, la tradición, los valores, la dependencia económica de muchas mujeres, la sobreexplotación, la violencia y el abuso, la religión, el matrimonio y la potestad del padre y el esposo, el machismo presente en el movimiento obrero y sus organizaciones y el recelo de muchos camaradas libertarios, amparados por supuestos conocimientos científicos que avalaban la “fragilidad” de la mujer, las llevaba a ser muchas veces valoradas como hermanas, madres y “compañeritas” pero no como iguales, ahí también debieron luchar ese derecho, en el marco de una diferencia que ellas también reivindicaban. 112 A diferencia del feminismo burgués, con matices entre Argentina y Chile, la lucha principal y su contradicción principal era la existencia de las clases y no de los géneros aunque en las organizaciones Argentinas se enunciara con más fuerza ese discurso. La búsqueda de una identidad política y social revolucionaria, propia de las ideas libertarias, fue más importante que las ideas de participación política sufragista o de derechos ciudadanos, defendidos por personas o grupos feministas de la época. 113 La Interpelación a la mujer estuvo sumida en variantes que sacralizaban al mismo tiempo que reivindicaban su posición, a la par que el hombre, en la lucha por la liberación y unidos en “fraternal amor”. Sin duda y a pesar de las contradicciones que se han develado, se trató de una experiencia de reflexión y praxis radical, que habló fuerte desde una tribuna donde las mujeres ocuparon un sitial destacado a pesar de todos los determinismos culturales masculinos que traspasaron a libertarios y libertarias. 114 Más allá de las amplísimas concepciones teóricas de algunos de sus clásicos, los ácratas situaron tanto en Chile como en Argentina a la mujer desde una subjetividad de clase abriendo el debate sobre tópicos que les eran propios y que nutrían el conjunto del ideario ácrata. 115 El proceso vivido “en el interior” del mundo libertario, en tanto tribuna redentora de la mujer obrera y popular, no declamaba solo para una audiencia anarquista. El destinatario y la destinataria principal eran las mujeres populares las que debían reconocerse y verse a sí mismas como actoras de un movimiento social y político popular surgido en torno a la cuestión social, para llegar a identificarse con el movimiento obrero y con las ideas libertarias. 116 El anarquismo vio en las ideas de progreso y civilización, la necesidad de instrucción y auto educación para la mujer, la única forma de liberarse de su condición de marginación política y económica, ante un poder capitalista, que las postergaba y las limitaba a la subordinación social, moral, económica y cultural masculina. La tribuna anarquista, en su discurso, reflexión y praxis, criticó la pasividad y la resignación, llamaron a actuar y tomar posición frente al sistema. Mostraron una práctica sistemática y sostenida para movilizar a las mujeres en el sentido de ir reconociéndose como actoras políticas y sociales. En ese contexto la toma de conciencia, la construcción de un movimiento político y la emancipación de la mujer eran los pilares que hacían garantía del cambio social. 117 El discurso femenino y la idea de un Sujeto femenino se construyeron desde la concepción ideológica propia de los anarquistas, dando vitalidad a lo que he

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denominado una “Subjetividad femenina militante” que apelaba al reconocimiento y visibilidad de las mujeres mediante una prensa anarquista, tuvo una amplia producción de artículos destinados a las mujeres. 118 Desde el imaginario ácrata, se establece la existencia de la mujer como Sujeto Femenino Histórico en tanto enjuiciamiento del deber ser tradicional y la autoconstrucción del deber ser de la mujer futura. La dimensión de la emancipación de lo privado a lo público en la construcción de sujeto femenino libertario se expresó en nuevas ideas sobre la sexualidad femenina y el amor libre que apuntaban a la articulación de una teoría y una praxis que desembocaría en la Mujer como un Actor Social desde una posición de clase desde lo femenino. 119 Para finalizar las palabras de Severino Di Giovanni. Desde mi punto de vista, fiel reflejo del tipo de mujer que era anhelada desde las filas anarquistas. Una construcción de un sujeto femenino en simbiosis entre el romanticismo y la práctica revolucionaria. En aquel entonces se luchaba en todos los rincones del mundo. Un alma gemela a la tuya, en Chicago, elevaba el más bello monumento del heroísmo de la juventud femenina. ¿Te acuerdas de Aurora D’Ángelo? Ella era hermosa como tú. Ella era generosa como tú. Ella era desprejuiciada como tú, ¡oh bella hija de la anarquía! ¡Oh dulce compañera mía! ¡Oh, mi gran amor!74

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Periódicos

Chile

El Rebelde 1898-1899

La Luz 1902

El Martillo

La Batalla 1913

Mar y Tierra

Verba Roja 1919-1927

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El Ácrata 1900-1901

La Revuelta 1903

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Obrero Panadero 1921

Argentina

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Estudios

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Germen

El Azote

Ciencia Social

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Palotes

Germen

La Campana

La voz de los Tiempos

La voz de la Mujer

NOTAS

1. Carola Agliati y Claudia Montero, realizan un recorrido de las expresiones femeninas aparecidas en la prensa nacional. En su artículo “Explorando un espacio desconocido: prensa de mujeres en Chile. 1900-1920”, observan la tradición patriarcal que invisibiliza los discursos femeninos, destacando el aporte de la prensa en la incursión femenina del espacio público. 2. Buenos Aires: Editorial Contrapunto, 1990. 3. Ver Ángel Cappelletti, Irving Horowitz, Sergio Grez, entre otros. 4. Este artículo forma parte de la tesis de grado conducente al grado de Doctora en Estudios Americanos de la Universidad de Santiago. Está basado en artículos de prensa anarquista de Argentina y Chile. de principios del siglo XX. 5. S.A. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 1997. 6. Para el caso argentino, se trabajó en el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina CEDINCI. Este trabajo, fue complementado con el levantamiento y recopilación de fuentes y archivos en la Federación Libertaria Argentina (FLA) y en la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), donde se pudo revisar una serie de documentos correspondientes a Suplementos de La Protesta, Estudios, Martín Fierro, Germen, El Azote, Ciencia Social, La voz de los tiempos, Palotes, Germen, La Campana, La voz de los Tiempos y otros periódicos anarquistas. Sin duda, estas fuentes hicieron posibles grandes aportes a esta investigación, en tanto se encontraron una serie de artículos referidos a la temática de estudio.

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En Chile, el trabajo se focalizó esencialmente en el levantamiento de fuentes de prensa. Se recopilaron diversos artículos de las publicaciones periódicas anarquista de mayor difusión aunque de heterogénea duración. Entre los periódicos revisados se encuentran Acción Directa, Verba Roja, El rebelde, El grito del Pueblo, El Proletario, La Batalla, El ácrata, La agitación de Santiago. 7. Es probable que esto responda a la mayor presencia de ácratas al otro lado de la cordillera, permitiendo que las mujeres tuvieran una visibilización más significativa en el movimiento popular obrero argentino. 8. Mabel Belluci, “De la pluma a la imprenta”, Mujeres y cultura en la argentina del Siglo XIX, Lea Fletcher compiladora, (Buenos Aires: Feminaria editora, 1994) 260 9. Juan Suriano, Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires, 1890-1910. (Buenos Aires: Ediciones Manantial, 2001) 27 10. Adriana Palomera Valenzuela. “Subjetividad e identidad política y social de la mujer en prensa anarquista de comienzos del siglo XX”, Redes políticas y militancia. La historia está de vuelta, ed. Olga Ulianova, (Santiago: Ariadna Ediciones, 2009) 32 11. Ver, Juan Suriano, Anarquistas. Cultura y política… 12. Walter Montenegro, Introducción a las doctrinas políticas. (Ciudad de México: F.C.E, 1983) 173. 13. Immanuel Kant, ¿Qué es la Ilustración? En Filosofía de la Historia, (Buenos Aires: Editorial Nova, 1998), 45. 14. Marie Gouze, (Olympe de Gouges). Preámbulo de la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadanía: 1791 [En línea]. Publicado en 19 de junio, 2007 [fecha de consulta: 6 de noviembre, 2014]. Disponible en: http://www.feministasconstitucional.org/sites/default/files/ FRANCIADECLARACION_DERECHOS_1789_y_DE_LA_MUJER_1791_%28Olympe_de_Gouges%29-1.pdf 15. Marie Gouze, (Olympe de Gouges). Preámbulo de la Declaración... 16. Para ilustrar esta discusión y sus matices ver Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia contemporánea de Chile, Tomo II: Actores, identidad y movimiento, (Santiago: LOM Ediciones, 2010); y Sergio Grez, Escribir la historia de los sectores populares con o sin la política incluida: A propósito de dos miradas a la historia social (Chile, Siglo XIX). Revista Política, Otoño, 2005, Vol. 44, 17-31. 17. Olivier Fressard, El imaginario social o la potencia de inventar de los pueblos. Sciences de l’homme & Sociétés, septiembre, 2005. Nº 50. 18. Pierre-Joseph Proudhon, Amor y matrimonio. [en línea]. Publicado en 1858, p. 51 [fecha de consulta: 23 de diciembre, 2014]. Disponible en: http: //www.antorcha. net/ biblioteca_ virtual / filosofia/matrimonio/ indice.html 19. Proudhon, Amor y matrimonio… 68. 20. Proudhon, Amor 68. 21. Proudhon, Amor 68 22. Proudhon, Amor 68. 23. Laura Fernández Cordero, “Queremos emanciparos: anarquismo y mujer en Buenos Aires de fines del XIX” Revista izquierdas (2010) año 3, Número 6. 24. Proudhon, Amor 77. 25. Mijail Bakunin. Dios y el Estado, (Buenos Aires: Ediciones Terramar, 2008) 46. 26. Mijail Bakunin, Catecismo revolucionario. 1864-1867. En BERNARD, Thomas. Ni Dios ni amo: cita de los anarquistas [en línea]. Ciudad de México: Editorial Extemporáneos, 1970 [fecha de consulta 3 enero, 2015]. Disponible en http://nidiosniamocitasanarquistas.blogspot.com/ 27. Mijaíl Bakunin, Escritos de filosofía política. Tomo II [en línea]. 11 de noviembre 1874, p. 64 [fecha de consulta: 19 de enero, 2015]. Disponible en: https://es.scribd.com/doc/226103121/ Mikhail-Bakunin-Escritos-de-Filosofia-Politica-II-pdf 28. Mijail Bakunin, Circular a mis amigos de Italia (1871). En VELASCO, Demetrio. Ética y poder político en M. Bakunin. Bilbao: Universidad de Deusto, 2008.

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29. Emma Goldman, The Tragedy of Woman's Emancipation, Mother Earth, marzo, 1906. V. 1, Nº 1, pp. 9-17 30. Emma Goldman, 9-17 31. Emma Goldman, 9-17 32. Emma Goldman, 9-17 33. Emma Goldman. 9-17 34. Emma Goldman. 9-17 35. Emma Goldman. 9-17 36. Emma Goldman. 9-17 37. Emma Goldman. 9-17 38. Estas categorías fueron creadas con el fin de agrupar los discursos de los anarquistas hacia las mujeres y son partes de la tesis doctoral. Para mayor información ver Adriana Palomera “Subjetividad e identidad política…” 42-55 39. Ciencia Social, Año II (2º época), Nº 06, diciembre de 1898, p. 91 40. Estudios, Año III, Nº3. 20 de julio de 1917, 54. 41. La Voz del Marino, 16 de junio de 1917. Nº3. p. 1. 42. Verba Roja, Valparaíso, 1 de mayo de 1919. Nº 9, p. 6. 43. Martín Fierro, Año I, Nº22. 4 de agosto de 1904, p. 8 44. Germen, Año I, Nº6. 1 de marzo de 1907, 173. 45. El Azote, Año IV, Nº88. 17 de marzo de 1912, p. 3 46. El Azote, Año IV, Nº105. 21 de julio de 1912, p 3. 47. Ciencia Social, Año II (2º época), Nº 11, junio de 1899, p 171. 48. La Voz de la Mujer, Año I, Nº1. 8 de enero de 1896, pp. 7-8. 49. Ciencia Social, Año II (2º época), Nº 12, julio de 1899, p 190 50. El Azote, Año IV, Nº88. 17 de marzo de 1912, p. 1 51. Ciencia Social, Año II (2º época), Nº 12, julio de 1899, p. 180 52. Palotes, Año I, Nº4, 15 de febrero de 1930, p. 12 53. Palotes, Año I, Nº4, 15 de febrero de 1930, p. 12 54. La Voz de la Mujer, Año I, Nº2. 31 de enero de 1896, p. 4 55. Estudios, Año III, Nº3. 20 de julio de 1917, 55. 56. Palotes, Año I, Nº4, 15 de febrero de 1930, p. 12 57. La Voz de la Mujer, Año I, Nº4. 27 de marzo, 1896, p. 5 58. Germen, Año I, Nº6. 1 de marzo de 1907, p. 172 59. La Voz de la Mujer, Año I, Nº1. 8 de enero de 1896, p. 1. 60. La Voz de la Mujer, Año I, Nº1. 8 de enero de 1896, p. 1. 61. La Voz de la Mujer, Año I, Nº1. 8 de enero de 1896, p. 1-2 62. La Voz de la Mujer, Año I, Nº1. 8 de enero de 1896, p. 9. 63. La Voz de la Mujer, Año I, Nº2. 31 de enero de 1896, p. 1. 64. La Voz de la Mujer, Año I, Nº3. 20 de febrero, 1896, pp. 7-8 65. La Voz de la Mujer, Año I, Nº7. 14 de noviembre, 1896, p. 10. 66. Acción directa, 1 de mayo de 1924. N° 30. p. 4. 67. Luisa Arratia, “¡Libertad!”. En Acción Directa, Santiago, 1ª quincena de noviembre de 1922. Nº 18, 2. 68. Verba Roja, 2º quincena de septiembre de 1922. Nº 42, p. 3. 69. Estudios, Año III, Nº3. 20 de julio de 1917, p. 53. 70. La Campana, Año I, Nº2. 13 de julio de 1919, p. 22. 71. La voz de los tiempos, Año I, Nº5. 5 de julio de 1927, p. 13. 72. Palotes, Año I, Nº4, 15 de febrero de 1930, p. 13. 73. Germen, Año I, Nº6. 1 de marzo de 1907, p. 174

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74. Carta de Severino Di Giovanni a su amada América Scarfó en Osvaldo Bayer, Severino Di Giovanni. El idealista de la violencia, (Buenos Aires, Argentina: Editorial Planeta,1998) 74

RESÚMENES

En la actualidad la búsqueda de igualdad entre mujeres y hombres se ha convertido en uno de los desafíos de una parte significativa de la sociedad. Para lograr este reto, desde las ciencias sociales y en particular desde la historia, se inició la búsqueda en el pasado de la participación femenina en ámbitos que, hasta ahora, habían sido preferentemente explorados para rescatar a los varones, sus virtudes y aportes. Lejos de la pluma académica quedaron aspectos fundamentales de la condición de la mujer como la construcción del sujeto femenino. En esta búsqueda, este artículo examina la construcción de sujeto femenino anarquista desde el análisis de la tribuna teórica de los clásicos libertarios y a partir de artículos de prensa anarquista de Chile y Argentina de los albores del Siglo XX, con el fin de reconocer el aporte de los ácratas a la construcción política y social de las mujeres del período.

Nowadays the search of equality between women and men has been converted into the main challenges of a significant part of society. To fulfill this challenge, from the social sciences and, in particular, from the History discipline, it has begun a search in the past of the female participation in fields that, until now, have been principally explored to rescue the men, their virtues and gains. Some fundamental features of women condition in the construction of a female subject, have been let far from the academic research. Inside this search, this article studies the construction of a female anarchist subject from the analysis of the theorist tribune of the libertarian principal writings and from newspapers from Chile and Argentina in the beginning of Twenty Century. Pointing to realize the output of “acratas” in the political and social construction of the women in that period.

ÍNDICE

Palabras claves: sujeto, femenino, mujeres, anarquismo, subjetividades Keywords: subject, women, female, anarchists, subjectivities

AUTOR

ADRIANA PALOMERA

Chilena, Doctora © en Estudios Americanos, becaria CONICYT, [email protected]

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Marxismo-Leninismo. Pensamiento iconoclasta y nuevo sentido común socialista en Chile durante la década de 1980 Marxism-Leninism, iconoclastic thinking and socialist new common sense in Chile during the 1980s

Marcelo Mella Polanco

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 25 marzo 2015 – Aceptado: 30 mayo 2015

NOTA DEL AUTOR

Este artículo ha sido elaborado en el marco de los proyectos “Coaliciones gubernamentales en regímenes presidenciales: análisis de los mecanismos de formación, mantenimiento y disolución en los casos de Uruguay, Argentina y Chile (1983 a 2010)” financiado por DICYT, Universidad de Santiago de Chile, código 031152MP y “Contexto histórico y dinámicas políticas de la insurgencia armada en Chile (1978-1994)” financiado por FONDECYT Regular, código 1130323. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y discutir atentamente los medios de corregirlos: eso es lo que caracteriza a un partido serio; en eso consiste el cumplimiento de sus deberes

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V. I. Lenin. La revolución proletaria y el renegado Kautsky

Introducción

1 El artículo aborda el estudio de los factores de crisis del pensamiento marxista leninista en Chile durante el Régimen Autoritario de Pinochet, así como, los fundamentos que hicieron posible la reconstrucción ideológica de la “izquierda reformista” en las décadas de 1980 y 1990.

2 Aunque con anterioridad hemos analizado las implicancias ideológicas y conceptuales del “giro reformista” de la izquierda chilena, principalmente orientadas a la mejor comprensión del diseño del proceso transicional (Mella, 2011a); en esta oportunidad nos interesa comprender los fundamentos teóricos para el surgimiento de un nuevo “sentido común” en el socialismo concertacionista. En buena parte, la resiliencia del “pensamiento de izquierda después del golpe” (Paramio, 1986) estuvo condicionada por el distanciamiento de los proyectos históricos preexistentes a 1973 y su desplazamiento hacia antípodas ideológicas por la recepción de conceptos y autores “iconoclastas”. 3 Si la fase de desarrollo ideológico en la izquierda socialista que va desde la Revolución Cubana en 1959 hasta el triunfo electoral de la Unidad Popular en 1970, se caracterizó como una etapa marcada por la radicalización estratégica del PS y por una creciente influencia de concepciones leninistas-revolucionarias; el período que va desde fines de la década de 1970 y 1990, constituyó un momento marcado por la recepción de la experiencia de la crisis del socialismo internacional y por el imperativo político estratégico de superar el Régimen Autoritario. 4 En este trabajo nos interesa indagar como (mediante que repertorios conceptuales y acomodos estratégicos) la tradición del pensamiento de izquierda de raigambre socialista en Chile se desplazó, en un lapso de una década, desde orientaciones marxistas-leninistas a una alineación con perspectivas iconoclastas, entre las que destaca el “marxismo de la elección racional”, también denominado, “marxismo analítico” (Levine, Sober y Wright, 1987). Dicho paradigma, de matriz individualista y racionalista, constituyó un esfuerzo de adaptación al liberalismo y a los entornos culturales de las sociedades de mercado. 5 ¿Cómo impactaron estos desplazamientos ideológicos a las definiciones estratégicas de la izquierda chilena y, específicamente, a la “renovación socialista”? ¿Cuál fue la relación entre las teorías iconoclastas (entre ellas, el “marxismo analítico”) y los procesos adaptativos del pensamiento Concertacionista y del Socialismo en particular? 6 Tal como las tradiciones heterodoxas fueron relevantes en un primer momento para definir la orientación estratégica de la oposición reformista al autoritarismo en el proceso de transición (Mella, 2008); afirmamos que existió un segundo momento, en el que el pensamiento iconoclasta en la izquierda, y especialmente el “marxismo analítico”, sentaron las bases ideológicas y estratégicas de los gobiernos concertacionistas de Patricio Aylwin (1990-1994), Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000), Ricardo Lagos (2000-2006) y Michelle Bachelet (2006-2010) (Mella, 2010) (Mella, 2011a) (Mella, 2011b). Este segundo momento resultó ser decisivo, cuando el objetivo fue comprender la propensión a la inercia y al statu quo que caracterizó a la Concertación, coalición constituida originalmente con vocación progresista.

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7 Nuestro supuesto ha sido que la crisis del pensamiento de izquierda en Chile no solo se expresó en los efectos de la represión autoritaria, o como derrumbe de un paradigma “preexistente”, sino también, mediante la recepción (voluntaria o forzosa) de tradiciones nuevas surgidas en el contexto de los debates europeos en tiempos de crisis de la ortodoxia marxista (Moyano, 2011; Santoni, 2013). Esta mirada hace posible analizar el desplazamiento de las tradiciones anteriores, la conexión del pensamiento con la acción y los ajustes entre creencias y decisiones. De todas formas, suponemos que es necesario identificar los lazos entre las acciones y las tradiciones de pensamiento en uso, por cuanto, la elaboración de un soporte de pensamiento permite dar continuidad en el tiempo a las políticas (reduciendo los conflictos entre racionalidades sucesivas) y bajar los costos derivados de los desplazamientos ideológicos o estratégicos. 8 En relación al enfoque del estudio, se ha optado por utilizar una perspectiva de historia del pensamiento político, con el propósito de centrarnos en los repertorios de reemplazo, desplazamiento y ruptura en la tradición de la izquierda chilena durante las décadas de 1980 y 1990. Con J.G.A. Pocock (2009) entendemos que el pensamiento es un modo de relación de los sujetos con las instituciones sociales, lo que supone interiorización de la experiencia y ciertos grados de abstracción de conceptos provenientes de tradiciones particulares. Al mismo tiempo, supone que existen interacciones entre los sujetos y una tradición de pensamiento, mediante las cuales, se podría entender las rupturas ideológicas y los desarrollos de la subjetividad. Por tanto, nos interesa el pensamiento de la renovación socialista y la afluencia del marxismo de la elección racional (analítico) en las creencias de los actores; como fórmulas destinadas a equilibrar la experiencia en un mundo asumido como ajeno y la necesidad de actuar en contra de la violencia autoritaria.

La fuerza de las circunstancias

9 La inclinación al orden, observada en la evolución del pensamiento socialista chileno desde fines de los años ochenta, desplazó a una concepción de la política como enfrentamiento y lucha, fundada en una racionalidad contra-adaptativa y proclive a la ruptura con el orden liberal capitalista. (Walker, 1990) Desde la década de 1990, la Concertación como coalición gubernamental y el socialismo como actor sobresaliente de dicho conglomerado, mantuvieron de manera persistente y sistemática, altos niveles de continuidad con el modelo heredado del autoritarismo, así como también, respecto de la orientación ideológica de sus políticas.

10 Los trabajos del democristiano Edgardo Boeninger (1998) (2007) sugieren que como primer factor de explicación de la modificación de las creencias en la izquierda reformista (PS, PPD, sectores MAPU y MIR) que se integró a la Concertación, es necesario considerar la experiencia del fracaso político y estratégico del proyecto de la Unidad Popular. (Boeninger, 1998) Esto lleva a concluir a Boeninger que el proceso de desarrollo político chileno muestra que en aquellos momentos en los cuales la clase política optó por lógicas de enfrentamiento, la totalidad del sistema se estancó o sufrió dinámicas involutivas. En cambio, en aquellos momentos en los que la interacción permitió la cooperación y el compromiso entre los actores políticos, el resultado fue el avance en el proceso de democratización. Para este enfoque, el fracaso del gobierno de la UP y el quiebre de la democracia en 1973 debería ser comprendido, sin descartar los

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factores de contexto internacional, como un fracaso estratégico de los partidos que integraron la coalición o apoyaron al gobierno del presidente Allende. (Boeninger, 1998) 11 En el siguiente cuadro (Cuadro 1) se muestra la evolución de los patrones de autoridad en Chile desde los inicios de la república hasta 2010, en base a los datos de Polity IV elaborado por el Center for Systemic Peace. La información se presenta en una escala tricotómica de 10 a -10, en la que el rango -10 a -6 corresponde a “Autocracia”, el rango -5 a +5 corresponde a “Anocracia” (Regímenes híbridos) y el rango +6 a +10 a “Democracia”. De acuerdo a estos parámetros, se puede apreciar que la regresión democrática (desdemocratización) más severa a lo largo de la historia republicana se produjo en la coyuntura de 1973 y abarca la totalidad del período autoritario de Pinochet.

Cuadro 1: Evolución patrones de autoridad en Chile

Fuente: Elaboración propia en base a datos de POLITY IV

12 El Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación (Informe Rettig) (1991) consigna, además de la proliferación de violaciones a los derechos humanos por parte del gobierno del general Pinochet, el profundo quiebre democrático acaecido que produce diversas modalidades de regresión institucional, entre estas: a) A nivel de poderes públicos • Disolución de Congreso y del Tribunal Constitucional (DL N° 27) • Proscripción y receso de partidos políticos (DL N° 77 y 78) • Caducidad e incineración de registros electorales (DL N° 130) • Cesación de Alcaldes y Regidores (DL N° 25) • Interinidad de la Administración Pública (DL N° 6, DL N° 22, DL N° 98) b) A nivel de garantías constitucionales • Estados de Emergencia (DL N° 3, DL N° 4, DL N° 5, DL N° 922, DL N° 640, DL N° 228, DL N° 951, DL N° 81) • Control de la actividad Sindical (DL N° 198) • Intervención de las Universidades. (DL N° 50, DL N° 111, DL N° 112, DL N° 139)

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13 Aunque después de 1989 se produjo la recuperación de la democracia y la superación del patrón “autocrático”, no es menos cierto que la gobernabilidad del modelo chileno fue concomitante con una alta capacidad de adaptación de la izquierda concertacionista a las instituciones y estrategias de desarrollo implementadas por Pinochet. Por supuesto, esta propensión del socialismo a la estabilidad y el orden tiene afinidad con la experiencia extendida del fracaso de la UP, de la represión autoritaria que afectó a la izquierda y de la fragmentación del Partido Socialista, después del quiebre democrático en 1973 y durante la década de1980.

14 Observamos que desde la división del PS a finales de la década de 1970, entre PS Altamirano (1979), PS Almeyda (1981) y PS Coordinadora Nacional de Regiones (Vuskovic, 1977); le siguen durante los años 80 nuevos fraccionamientos, a saber, PS Comité Político de Unidad (1984), PS XXIV Congreso (1986), PS Núñez, PS Mandujano (ambos surgidos del Comité de Unidad de 1984), PS Unitario y PS Dirección Colectiva. A estos complejos procesos partidarios hay que agregar desde 1983 la incorporación de sectores del MAPU al proceso de renovación socialista y especialmente al PS Núñez. En este contexto fue el eje PS Altamirano, PS Comité de Unidad y posteriormente, PS Núñez, más los sectores del MAPU que se incorporan a esta tendencia quienes internalizan ciertas narrativas para hacer viable la estrategia pactista de transición y gobierno. (Walker, 1990) 15 Con todo, es necesario hacer presente que existieron en actores tales como el Partido Comunista, el MIR y el FPMR, otros procesos de reinterpretación de la experiencia del fracaso de “La Vía Chilena al Socialismo” que darán lugar a otras redefiniciones estratégicas, entre estas últimas, las perspectivas insurreccionales y la política de rebelión popular de masas. (Valdivia, Álvarez y Pinto, 2006: 101-206) Incluso dentro del socialismo es posible percibir las tensiones entre sectores proclives a la convergencia estratégica y sectores inclinados a definiciones estratégicas revolucionarias. A fines de los años 80 y frente a los posicionamientos generados por la inminencia del plebiscito de 1988, Adonis Sepúlveda señalaba: “Sabemos que hay quienes sostienen que estas posiciones son añejas y no corresponden a la realidad actual; cuestionan su validez. Con esto no solo despojan al Partido de la base teórica para formular sus líneas estratégicas y tácticas, sino que lo dejan entregado al clásico empirismo oportunista. Quienes defendemos el pensamiento histórico del Partido y la vigencia teórica de sus postulados, sostenemos que el P.S. es una necesidad política y social en el país no por su pasado heroico sino porque sus ideas crearon perspectiva propia de poder en el pueblo de Chile. Esto no era voluntarismo ni exaltaciones pequeño burguesas sino la aplicación de concepciones afincadas en la teoría y práctica del marxismo y lo esencial del pensamiento de Lenin.” (Sepúlveda, 1988: 149)

Continuidad y profundización

16 A nivel de acciones políticas, la propensión al status quo de la Concertación, como Gobierno de Coalición, fue especialmente notoria en dos aspectos: i) la continuidad del marco institucional, cuya nota más prominente ha sido, la persistencia de la Constitución de 1980 y del Sistema Electoral binominal y ii) la profundización de reformas estructurales orientadas a consolidar un sistema centrado en la economía de libre mercado. Por cierto, este es un asunto polémico por cuanto la calificación de los gobiernos de la Concertación debe ser realizada en un contexto en el que

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desaparecieron coordenadas que permitían construir identidades políticas nítidas y en el que se debía optar entre priorizar democratización o transformación económica. Esta última decisión, constituye para algunos un dilema obligado de suma cero. (Garretón, 2012: 81-85)

17 Respecto de la continuidad de las reglas del juego, se observa en el cuadro siguiente (Cuadro 2), la duración de la Constitución de 1980, sus principales reformas desde 1989 y la configuración del sistema de partidos. Se ha agregado una visión de cuatro países; Bolivia, Perú y Uruguay para hacer posible una interpretación de los datos en perspectiva comparada. El primer rasgo a destacar en el caso de Chile, consiste en la vigencia, por más de treinta años, de la Constitución creada por Pinochet, no obstante, consignar reiteradas modificaciones producidas desde 1989. Salvo pocas excepciones (Reformas de 1989 y 2005) el alto número de modificaciones no consiguen atenuar los problemas por legitimidad de origen de este marco normativo. En segundo término, se observa que el rango de fragmentación del sistema de partidos permanece relativamente estable, a nivel de multipartidismo extremo (M.E.), para todo el período desde 1989 a 2012. 18 Comparado con los otros casos (Bolivia, Perú y Uruguay) se puede sostener que existe relación entre estabilidad en el grado de fragmentación y estabilidad general del sistema político. Para el caso de Perú, el paso de un sistema bipartidista (BIP) a uno multipartidista extremo (M.E.) en 1990 antecede a la regresión autoritaria con Fujimori y para Bolivia, la sucesión de formatos multipartidistas extremos, moderados y extremos coexiste con un debilitamiento de los partidos tradicionales surgidos en la Revolución de 1952, así como de los sistemas de pacto y estrategias coalicionales en uso desde la recuperación de la democracia. El caso de Uruguay, nos previene que aunque importante, el factor fragmentación no puede considerarse causa suficiente de la estabilidad del sistema político, por cuanto los veinte años de multipartidismo moderado (M.M.) (1984-2004) y el surgimiento de una matriz bipartidista (BIP), convivió con un fenómeno de reemplazo entre coaliciones-partidos declinantes y emergentes. Concretamente, se trata del reemplazo de los partidos blanco y colorado en el gobierno por el Frente Amplio EP en el 2005.

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Cuadro 2: Continuidades y rupturas constitucionales en cuatro casos

Fuente: Elaboración propia.

19 Acerca de la profundización de la sociedad de mercado durante los gobiernos de la Concertación, existen razones para sostener que las cuatro administraciones de esta coalición han contribuido a fortalecer el modelo económico implementado bajo el autoritarismo. Eduardo Lora (2012) ha desarrollado un Índice de Reformas Estructurales con el objetivo de estimar la magnitud de las reformas económicas pro mercado en América Latina. Para este autor, el Índice se compone de cinco variables; política comercial, política financiera, política tributaria, privatizaciones y legislación laboral. A su vez, cada una de estas variables se compone de uno o más indicadores. (Lora, 2012)

20 Desagregando en perspectiva histórica (1985 a 2009) la variable privatizaciones1 obtenemos para el caso de Chile, Bolivia, Perú y Uruguay, el siguiente cuadro con la evolución de la reformas privatizadoras (Cuadro 3). Se observa que Chile avanza de manera constante en este tipo de reformas desde 1985-1986, y continúa a un ritmo semejante durante los gobiernos de la Concertación. Cabe mencionar que para todo el período el índice de privatizaciones en Chile está por encima del promedio de la Región. El caso de Bolivia muestra un aumento más tardío de las privatizaciones y con una tendencia exponencial entre 1994 y 1998, siendo la fase de mayor intensificación de las reformas simultánea a la crisis del sistema de partidos tradicional y la irrupción del MAS. Perú, por su parte, inicia la fase de reformas de manera más tardía, bajo el autoritarismo de Fujimori, para posteriormente, alcanzar los niveles regionales. El caso de Uruguay resulta interesante, porque el país posee los índices más bajos de la región en materia de reformas estructurales y privatizaciones.

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Cuadro 3: Índice de privatizaciones en cuatro casos

Fuente: elaboración propia en base a datos de Lora (2012).

Exceso y debilidad de la voluntad

21 Jon Elster (1988), al fundamentar una reinterpretación del marxismo centrado en el agente (teoría de la acción racional), distingue las preferencias forjadas por las oportunidades (racionalidad adaptativa) de aquellas preferencias forjadas para superar (transgredir) el conjunto de oportunidades disponibles (racionalidad contra- adaptativa). Aunque Elster enfatiza que los alcances últimos de su teoría llegan a la explicación del comportamiento individual de los actores, resulta sugestiva la relación que se puede trazar a nivel de actores colectivos entre racionalidad adaptativa y estrategias de cambio gradual por vía institucional o racionalidad contra-adaptativa y estrategias de cambio rápido por vía de confrontación violenta.

22 Conceptualmente, la distinción entre “exceso de voluntad” y “debilidad de la voluntad” permite entender el proceso de formación de creencias en los actores y su relación con las decisiones, tal como ocurre con la oposición reformista a Pinochet y, posteriormente, con los cuatro gobiernos concertacionistas. Para Elster, el exceso de voluntad corresponde al intento de conseguir de manera voluntaria aquello que no es posible lograr voluntariamente, dado que se trata de estados que son subproductos y, por tanto, solo son posibles mediante estrategias indirectas. Una variante del exceso de voluntad lo constituye la hiperrracionalidad, esto es, la búsqueda de gran cantidad de información para tomar una decisión. Por su parte, la debilidad de la voluntad consiste en un conflicto de yoes sucesivos, donde predominan las metas de corto plazo frente a las expectativas de beneficios en tiempos medios o largos. Según Elster (1997), la estructura decisional de los actores que poseen debilidad de la voluntad es la siguiente: Siendo X objetivos de largo plazo, e Y objetivos de corto plazo, i) Tengo deseo de hacer X ii) Tengo deseo de hacer Y iii) Creo que X e Y son incompatible

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iv) Creo que debo hacer X v) Hago Y. (Elster, 1997) 23 En este sentido, la noción de debilidad de la voluntad, hace posible construir una interpretación sobre la propensión adaptativa de la Concertación. Dicha interpretación debería suponer una identificación razonable de factores que condicionan decisiones orientadas a corto plazo cuando (Y), cuando el actor (Concertación) cree que debe actuar orientado a largo plazo (X) y además, X e Y son incompatibles.

24 Observando en perspectiva histórica los procesos de formación de preferencias de los actores políticos chilenos se identifica entre los partidos de izquierda, una inclinación al exceso de voluntad en la década de 1960 hasta 1973 y una tendencia a la debilidad de la voluntad desde 1990 en adelante. Ambos momentos permite diferenciar, grosso modo, la izquierda anterior y posterior al Régimen Autoritario. 25 Suponemos que la superación de los encuadres doctrinarios históricos de la izquierda chilena y su proceso posterior de renovación, acaecido desde la década de 1980, han tenido tres fundamentos claves: por una parte, la derogación de aquellas tesis político- estratégicas que contribuyeron al fracaso del gobierno de la Unidad Popular (UP); por otra, la recepción de tradiciones teóricas que permitan adaptaciones estratégico- doctrinarias frente al nuevo contexto; y finalmente, la construcción de una narrativa capaz de movilizar a una mayoría electoral de respaldo. Cada una de estas operaciones permitió invalidar las narrativas dominantes de los partidos de la UP. 26 La UP fue una coalición política formada en octubre de 1969, bajo la convocatoria del PS y el PC a diversos actores políticos y sociales. Además de los convocantes la coalición fue integrada por el Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU), Acción Popular Independiente (API), el Partido Socialdemócrata, y desde 1971, el Partido Izquierda Radical y la Izquierda Cristiana. Entre los principales factores de cohesión de la alianza se consignan una crítica severa al gobierno democristiano de Eduardo Frei Montalva y en tono más general, un cuestionamiento a las opciones estratégicas y resultados del Frente Popular. 27 Aunque ya en el Congreso de Unidad del PS en 1957 se habían establecido líneas estratégicas claves (Tesis del Frente de Trabajadores), sería solo hasta después del triunfo aplastante de la DC, en los Congresos de Linares (1966), Chillán (1967) y La Serena (1971), que el socialismo consolidará una orientación leninista. (Walker, 1990: 143) La declaración emanada del XXI Congreso del PS, realizado en Linares en junio de 1966, señalaba: “Nuestra estrategia descarta de hecho la vía electoral como método para alcanzar nuestro objetivo de toma del poder. ¿Significa esto abandonar las elecciones y propiciar el abstencionismo por principios? (…) Un partido revolucionario, que realmente es tal, le dará un sentido y un sentido revolucionario a todos sus pasos, a todas sus acciones y tareas que emprenda y utilizará para estos fines todos los medios que permitan movilizar las masas. (…) Afirmamos que es un dilema falso plantear si debemos ir por la via electoral o la via insurreccional. El partido tiene un objetivo, y para alcanzarlo deberá utilizar los métodos y los medios que la lucha revolucionaria haga necesarios. La insurrección se tendrá que producir cuando la dirección del movimiento popular comprenda que el proceso social, que ella misma ha impulsado, ha llegado a su madurez y se disponga a servir de partera de la revolución”. (Arauco, 1966: 35-36) 28 Joan E. Garcés (2013) identificó en la UP, una coexistencia de narrativas contradictorias destinadas a cristalizar un proceso de cambio revolucionario por distintas vías. Esta

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contradicción estratégica subyacente consistió en el uso simultáneo de “tácticas indirectas” y “tácticas directas”. Como se aprecia esquemáticamente en el cuadro 4, las primeras destinadas a construir un nuevo orden sociopolítico mediante la vía institucional parlamentaria, y las segundas, destinadas a agudizar las tensiones y generar condiciones para el enfrentamiento civil violento.

Cuadro 4: Caminos para la construcción de un nuevo orden sociopolítico

Fuente: Garcés, Joan E. (2013). 50

29 En palabras de Garcés esta distinción táctica, consignada en el cuadro de manera dicotómica, apareció en el proceso político efectivo, con matices y grados, dentro de la coalición de respaldo a Salvador Allende. Desde mediados de la década de 1960 tendencias internas del PS y otros actores de izquierda (sectores MAPU y el MIR) se desplazaron hacia posiciones de mayor radicalidad, fortaleciendo la táctica directa, lo que implicó reafirmar la vía revolucionaria y la orientación de estos partidos como expresión de vanguardia de clase. Lo anterior, aunque la posición oficial de la coalición de respaldo de Allende fue el uso de la estrategia indirecta. En este sentido, Joan Garcés sostiene: “En Chile, durante el gobierno de la Unidad Popular (UP), puede decirse que el ingreso en el período de transición al socialismo era concebido a través de una vía predominantemente indirecta por el Partido Comunista, el Radical, y una gran parte del Socialista y el MAPU. Otros sectores de estos últimos dos partidos y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) –que no formaba parte del gobierno- entendían, por el contrario, que solo instrumentando una política según las directrices de la táctica directa el socialismo podría abrirse camino en el país. A su vez, desde el punto de vista de las tácticas contrarrevolucionarias también se daba una contraposición semejante. Mientras el Movimiento Patria y Libertad – inspirado en la Falange Española-, el Partido Nacional y el sector Frei de la Democracia Cristiana oponían en mayor o menor grado a la acción de la UP una resistencia conforme a la táctica directa, el sector Tomic de la DC siempre lo hizo dentro de una indirecta”. (Garcés, 2013: 50-51) 30 De maneta tal, si se considera la situación estratégica de la izquierda en la coyuntura de la UP, el MIR, sectores del PS y sectores MAPU, reivindicaron definiciones leninista- revolucionarias, aunque ello no significara su hegemonía invariable dentro del bloque

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allendista. Por cierto, la narrativa de Allende en términos estratégicos apareció resumida en el concepto de “vía chilena al socialismo”, noción que emergió en su discurso del 5 de noviembre de 1970, y desde ese momento, en múltiples documentos oficiales. La “vía chilena al socialismo” se constituyó en la definición estratégica y el proyecto político del gobierno de la UP, siendo su propósito fundamental la construcción del socialismo por vía institucional, esto es, mediante los procedimientos electorales en uso y en “democracia, pluralismo y libertad”. (Garretón y Moulián, 1983:161) Obviamente, este camino no seguía los métodos ni la trayectoria de los procesos socialistas tradicionales, no requería diseños de partido único, ni estrategias de rupturas violentas con el orden republicano preexistente, ni tampoco suponía un momento dictatorial o autoritario. (Garretón y Moulián, 1983: 162)

Cuadro 5: Actores políticos ubicados por posiciones de poder y estrategias

Fuente: Garcés, Joan E. (2013) 51

31 Al no constituir “la vía chilena al socialismo” una perspectiva hegemónica dentro de la UP, ni menos aún, entre los partidos cercanos que no formaban parte de la coalición, el balance de los factores que precipitaron el Golpe de Estado de 1973, podía llegar a ser contradictorio. Luego del Golpe, en octubre de 1973, el Secretario General del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), Miguel Enríquez, sentenciaba que la caída de la UP era un hecho, no solo predecible, sino con lecciones claras para la izquierda; no era viable intentar hacer la revolución socialista, manteniendo intactas las instituciones de la democracia burguesa y buscando el “consentimiento de las clases dominantes”. Como señala Julio Pinto, paradojalmente, el fracaso de la “vía chilena…”, representó para buena fracción de los partidarios de las tácticas directas, la posibilidad de convertir al MIR –bajo la Dictadura- en la vanguardia del proceso revolucionario. (Valdivia, Álvarez y Pinto, 2006: 153-154)

32 Luis Guastavino, analizó con especial crudeza la distribución de las responsabilidades en el desenlace final del gobierno de la UP y en la caída del régimen democrático de los partidos que cuestionaron desde la izquierda la “vía chilena al socialismo”. Particularmente, Guastavino identificó en las aplicaciones dogmáticas y reduccionistas del leninismo, el factor detonante de los errores de aquellos partidos o sectores que impulsaban tácticas directas dominantes. A ese dogmatismo de sectores proclives a la UP, se atribuye la carencia de “racionalidad” frente al proceso político, la ausencia de mayor realismo táctico y la incapacidad de evitar el desenlace de enfrentamiento total en 1973.

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“Creo que toda la concepción del gobierno de la Unidad Popular y su ejecutoría están invadidas por un vacío histórico, por una batería ideológica marxista-leninista pervertida por el ejercicio rígido, esquemático y dogmatizado que institucionalizó el otrora movimiento comunista internacional, lo cual afecta a toda la izquierda chilena, ya que en ese tiempo el Partido Socialista llegó al paroxismo en tal dirección ideológica (…) El tema del poder total para la clase obrera, la incomprensión real sobre el tema de la democracia y el juego de mayorías y minorías, los reduccionismos clasistas para enfocar cualquier fenómeno y la errónea apreciación sobre el tema de las capas medias, el dogma de la dictadura del proletariado (…) la absolutización del determinismo económico, las confusiones sobre asuntos como la propiedad o la libertad y muchos otros aspectos contribuyeron a enervar la política de la izquierda (…) el peso del marxismo leninismo codificado otorgaba a la Unidad Popular y a su gobierno calidad democrática dudosa en diversas y decisivas materias para el futuro del país (…) Por eso la Unidad Popular no fue capaz de consolidar los logros de 1971 (…) y comenzaron a operar los ejercicios ultraizquierdistas con su espiral desenfrenada de irresponsabilidad y de confrontación”. (Boeninger, 1998: 217) 33 Para Edgardo Boeninger (1998), la constelación de factores que desencadenaron, secuencialmente, la crisis del sistema político en 1973 fueron: i) radicalización ideológica de los partidos y predominio del “purismo” ideológico, ii) proyectos globales excluyentes, iii) retracción de lógicas cooperativas y de coexistencia en el sistema de partidos, iv) búsqueda de transformaciones radicales sin mayoría político-social, v) uso de movilización social como mecanismo supletorio para generar presión frente a oponentes, y vi) uso de poderes administrativos del Ejecutivo para evitar negociación con actores con capacidad de veto parlamentario. (Boeninger, 1998: 246-251)

34 En perspectiva histórica, observando las experiencias coalicionales chilenas del Frente Popular, la Unidad Popular y la Concertación, podemos afirmar que los niveles iniciales de respaldo electoral y parlamentario del presidente, inciden en las posibilidades de mantenimiento de las coaliciones gubernamentales. De acuerdo al cuadro 6 y en una escala decreciente, identificamos cuatro escenarios que facilitan el mantenimiento coalicional, a saber: i) Mayoría en apoyo al presidente (MaP) y mayoría en apoyo diputados (MaD) durante la Concertación (Aylwin y Frei Ruiz-Tagle); ii) Minoría en apoyo al presidente (MiP) y mayoría en apoyo diputados (MaD), durante la Concertación (Lagos y Bachelet); iii) Mayoría en apoyo al presidente (MaP) y minoría en apoyo diputados (MiD), durante el Frente Popular; iv) Minoría en apoyo al presidente (MiP) y minoría en apoyo diputados (MiD), durante la Unidad Popular.

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Cuadro 6: Contingente electoral y parlamentario inicial

Fuente: Elaboración propia.

35 Ordenando estos cuatro escenarios desde aquellos que tienden a facilitar el mantenimiento de la coalición a aquellos que tienden a precipitar su declinación o caída, resulta la siguiente secuencia: MaP-MaD> MiP-MaD> MaP-MiD> MiP-MiD. Se puede afirmar, a la luz de estos datos, que el desempeño electoral de la UP (a nivel presidencial y parlamentario) fue el más deficiente de las tres principales coaliciones de izquierda desarrolladas en Chile durante el siglo veinte (FP, UP y Concertación) y, en consecuencia, constituyen la constelación más propicia para el fracaso del conglomerado y el colapso del régimen político. Bajo esta constelación de factores, la “difícil combinación” de presidencialismo y multipartidismo (Mainwaring, 1995), demostraría ser más bien una mixtura insostenible.

Interiorización del aniquilamiento

36 En el proceso político chileno, la oportunidad para la introducción de conceptos iconoclastas dependió, inicialmente, del cambio abrupto en las relaciones de poder con ocasión de la coyuntura de 1973 y de los mecanismos subjetivos de apropiación de dicha experiencia. Desde ese año, se produjeron cambios drásticos en la condición de actores, a la sazón dominantes, que produjeron desplazamientos en las creencias tradicionales y el abandono de las posiciones leninistas y de táctica directa. Estos cambios, estuvieron acompañados de una fuerte percepción de fracaso generacional entre quienes fueron actores relativamente centrales y proclives a la UP.

37 Eugenio Tironi en su libro “La Torre de Babel” (1984), recuerda que en la izquierda chilena se transitó, en pocos años, desde la condición de sujeto con ideales o preferencias autónomas (frente a las oportunidades), a sujeto sometido por las restricciones impuestas por el contexto histórico. Tironi lo describe del siguiente modo: “Nuestra generación corre el riesgo de ser tal vez la más frustrada en lo corrido de este siglo. Las expectativas protagónicas que en un tiempo alcanzó a amasar, y el trauma sistemático que la ha perseguido desde 1973, difícilmente tengan paragón en Chile. Fuimos los dioses desde siempre. En nosotros, aquel sentimiento de omnipotencia que, para bien de la especie, cada cual lleva consigo, fue llevado hasta el límite. En torno suyo se construyó algo así como una cultura de cual fuimos, a la vez, resultado y gestores. Porque la propia historia era para nosotros un avance y

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un progreso continuos, sin regresiones violentas e irreversibles. (…) Nuestra omnipotencia no parecía encontrar limites sociales infranqueables y no hallaba cómo y en que vertirse positivamente. Se acumulaban, es verdad, muchos fracasos, errores, limitaciones; pero lo cierto era que el carro, después de todo, avanzaba en el sentido que queríamos, aun cuando su marcha nos parecía irritantemente lenta.” (Tironi, 1984: 17-19) 38 Además de la tragedia subjetiva de la izquierda en Chile durante el autoritarismo, Tironi consigna un conjunto de transformaciones estructurales y de larga duración ocurridas después de la Segunda Guerra Mundial en las democracias de mayor desarrollo (Expansión del mercado, complejización de la estructura social, crisis de legitimidad del Estado de Bienestar, entre otros fenómenos). Estos procesos representan al mismo tiempo, condiciones históricas, sociales y culturales que obligar a pensar los desafíos de la izquierda en los años 80 bajo un marco de restricciones objetivas. Al llegar los últimos años de la década de 1980, se observa, según este sociólogo, un nuevo escenario en Chile, fundado en condiciones que requerían el necesario ajuste programático de la izquierda, entre estas: • El abandono de la función mediadora del Estado frente a las contradicciones sociales en sistemas capitalistas ha generado una “agudización, intensificación y atomización de los conflictos” así como su desplazamiento al ámbito privado. • La disminución del porcentaje obreros en la fuerza total de trabajo, aumento del empleo informal y mantención del porcentaje de desempleados, situación que debilita el “anclaje social” de los partidos de izquierda. • El debilitamiento y remisión de valores tradicionales de las culturas de izquierda y expansión de los valores propios de las sociedades centradas en el mercado (individualismo, consumismo y competencia). (Tironi, 1984: 30)

39 Los desplazamientos ideológicos y estratégicos de actores frente a la retracción de las tradiciones dominantes en el pensamiento de la izquierda chilena tenían concordancia con los modos de reconstruir explicaciones del fracaso político de la UP y los modos de interiorizar la experiencia de la violencia del régimen autoritario. En un primer análisis aparece, hacie finales de la década de 1970, la subversión táctica entre el PS y el PC. Mientras el PC, situado en 1973 en el eje de partidos que asumen tácticas indirectas, se desplazó hacia una estrategia directa de tipo insurreccional; el PS dominado inicialmente por la perspectiva de tácticas directas durante la UP se desplazó hacia una racionalidad “adaptativa”.

40 Eugenio Tironi argumenta que la principal ruptura “epistemológica” en la izquierda, durante el autoritarismo, consistió en dejar atrás el leninismo que marcó al pensamiento marxista de fines de la década del 1960 y comienzos de 1970. (Tironi, 1984) Junto a ello, se produjo el surgimiento de tradiciones (autores, conceptos) que, con mayor o menor coherencia, posibilitaron la reconstrucción del socialismo en tiempos de crisis del Estado. Tironi llegó a sostener (de manera premonitoria) que en los comienzos de 1980 se observan coincidencias nítidas entre el neoliberalismo y ciertas formas de socialismo libertario. (Tironi, 1984: 41-43) Entre estas coincidencias aparecían los siguientes rasgos: i) la reducción del tamaño y poder del Estado, ii) el valor irreductible del individuo y su libertad, iii) la defensa de la autonomía del mercado respecto de cualquier forma de intervención. (Tironi, 1984: 41-43)

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La fuerza normativa de lo factico

41 En esta coyuntura de aniquilamiento, aparecieron dos patrones de importación de ideas destinados a amalgamar el pensamiento socialista con la crisis del Estado y la expansión de la economía de mercado: por una parte, una corriente centrada en la subjetividad, la vida cotidiana y los mecanismos de reproducción social (Lechner, 1986); por otra, aparece una variante centrada en el actor como sujeto dotado de racionalidad elaborada, preferentemente, por el marxismo de la elección racional (Wright,1997).

42 Norbet Lechner en “Los patios interiores de la democracia” (1988), recordando las contribuciones de Agnes Heller y Norbert Elías para el estudio de la vida cotidiana, sostiene: “Ella (Agnes Heller) entiende por vida cotidiana el conjunto de actividades que caracterizan la reproducción de los hombres particulares, los cuales, a su vez, crean la posibilidad de la reproducción social. Ella enfatiza así el carácter de mediación que relaciona las prácticas singulares a la producción y reproducción del orden social a la vez que da cuenta de la determinación estructural de las experiencias subjetivas. Cabe concluir (…) que no hay razón para pensar que sean incompatibles la investigación de las estructuras de la convivencia social (que realizada unilateralmente, bien puede ser llamada objetivista) y la investigación del sentido con que los mismos participantes viven los distintos aspectos de su convivencia (que analizado unilateralmente puede ser llamado subjetivista). Sobre todo si consideramos el proceso de cambio social, el estudio de la experiencia (del tipo como los hombres en relación con su vivencia de las estructuras sociales contribuyen a su reproducción, como a su transformación) es tan indispensable como el estudio de los mecanismos de enlace a largo plazo, no planificados y ciegos que obran en el cambio de las estructuras”. (Lechner, 1988: 376-377) 43 De acuerdo a Lechner, los mecanismos de reproducción social permiten comprender el mantenimiento del orden social, incluso en contextos, como el autoritario, donde existen condiciones de violencia individual o estructural que harían suponer oportunidades para el cambio político. Norbert Lechner (1986), afirma que, aunque el fundamento último de la dominación y la conflictividad social tiene un sustrato material evidente (conflicto entre propietarios y no propietarios), los mecanismos que posibilitan mantener el orden, incluso en condiciones materiales desfavorables, surgen (de las implicancias subjetivas) del divorcio entre la “existencia y el proyecto”. En este punto, Lechner antepone las condiciones objetivas que garantizan a los sujetos una base mínima de seguridad o la consecución de sus intereses básicos, por sobre la dimensión normativa. Sería, más relevante y anterior, la mantención de una forma de orden, en concordancia con la estructura de intereses creados, que apostar a estrategias destinadas a romper el status quo. Estas ideas, relevan la creencia acerca del “poder normativo de lo fáctico”, noción elaborada por Hans Kelsen que designaba la tendencia a conferir rango de normativo a aquello que existe de hecho. (Lechner, 1986) En palabras de Lechner: “La relación de poder no surge de un contrato social; ni siquiera aparece como el resultado de una actividad planificada de los usurpadores. La división entre gobernantes y gobernados se establece sin recurrir ni a la violencia ni al consenso. Aparece como un faít accompli; algo tan simple y complejo como un hecho. Lo decisivo es, que a través de este proceso de facto la relación de poder se desarrolla como orden. Es lo que se conoce como el poder normativo de lo fáctico. La determinación fáctica de la realidad es a la vez una determinación normativa. El poderse realiza qua orden. La realidad no es una naturaleza muerta sino una

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producción social. La realidad se construye (también) a la fuerza y esa fuerza se objetiva en el poder de la realidad. Queremos enfatizar esta fuerza de las cosas. Se trata de una coerción estructural que no suplanta la coacción física directa (siempre presente como ultima ratio); la complementa como una violencia institucionalizada. El poder no es solamente la coacción física; es también y sobre todo el poder de la estructura social. En esa cosificación y rutinización del poder como fuerza de las cosas radica el orden y es en ese orden cotidiano donde se origina el reconocimiento del poder estatal”. (Lechner, 1986: 70)

Racionalidad adaptativa

44 Para fines de este trabajo, nos interesa explorar con especial cuidado la vertiente de la renovación socialista centrada en el sujeto en tanto “actor racional”, acorde a los supuestos del marxismo de la elección racional. Esta corriente se caracterizó por la elaboración de una noción de sujeto, apoyada en la experiencia del fracaso de la voluntad y la pasión como motor de la decisión de los actores políticos. Como se ha visto en otros trabajos (Mella, 2011) (Paramio, 1986), Jon Elster constituyó, desde el “marxismo analítico” (MA) una expresión fundante de la crítica a la ortodoxia marxista.

45 Entendemos que el MA se trata de una tradición crítica fundamentada en una oposición tajante frente al “colectivismo metodológico” de la ortodoxia marxista, por cuanto, sus explicaciones se apoyarían en la “actuación del todo” y no en sus partes constitutivas. Por esta actitud de dogmatismo evidente, la ortodoxia argumenta que las categorías sociales fundantes de la tradición (por ejemplo el Estado, el capitalismo y las relaciones de Clase) son irreductibles a procesos de nivel micro. En Ulises y las Sirenas (1989) Elster denomina a este sesgo dogmático, explicaciones “funcionales”, por cuanto subyace en ellas una actitud profundamente ideológica que persigue la defensa de la concepción evolutiva y teleológica vigente en ciertas tradiciones del marxismo burocratizado.2 46 Ángel Flisfisch ha sostenido en “Los ideales y la izquierda: la racionalidad del cambio” (1987), que, históricamente, uno de los rasgos centrales del pensamiento de izquierda ha consistido en un “desajuste o falta de correspondencia” entre los ideales (preferencias) y el estado de cosas existente. (Flisfisch, 1987: 1) O como bien dice Leszek Kolakovski, la izquierda se define, idiosincráticamente, por su “tendencia a modificar las cosas”. Si la izquierda se identifica con un pensamiento en el que lo propio es una brecha entre la dimensión aspiracional a nivel subjetivo y el orden actual; entonces, buena parte del desafío para quienes se autoperciben ubicados en esta posición, consiste en imaginar mundos posibles alternativos y condiciones límites. Por condiciones límites, entendemos el horizonte de lo posible, considerando las condiciones dadas por la coyuntura y por las tendencias estructurales. 47 Sin embargo, lo que usualmente no se advierte es la relación entre la experiencia de fracaso y el impulso adapatativo hacia la estructura de preferencias originales. Flisfisch supone que es más frecuente encontrar casos en los cuales las consideraciones estratégicas modifican preferencias, y no al revés, como se piensa tradicionalmente, casos en los que son los propósitos de la acción los que definen los medios apropiados. “Desde el punto de vista de la mantención de un status quo, o de la introducción de reajustes marginales en él, discriminar entre lo posible y lo imposible, lo viable o lo inviable, lo eficaz y lo ineficaz, tiende a ser un asunto rutinario. Aquí, el material

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para hacerse de creencias sobre que es viable y la evidencia que fundamente esas creencias, es un solo mundo posible que se confunde con el mundo realmente existente. Para una política de izquierda, dada la escala de las transformaciones deseadas y perseguidas, ese material comprende otros mundos posibles, distintos del realmente existente, y ello explica tanto arbitrariedad en las creencias sobre lo que es posible, como una naturaleza particularmente tenue de la evidencia que las fundamenta”. (Flisfisch, 1987: 3) 48 El mismo autor, agrega que estudios de los partidos socialdemócratas durante las últimas décadas, permiten concluir que la evolución de estos partidos se caracterizó por un predominio de racionalidad instrumental de tipo adaptativo para ajustar la estructura de preferencias a las oportunidades. Más concretamente, ajustar los objetivos políticos a la disponibilidad de respaldo electoral. (Flisfisch, 1987) Con seguridad, el fracaso estratégico más relevante para las izquierdas latinoamericanas durante la segunda mitad del siglo veinte fue la caída de los regímenes democráticos, la declinación electoral combinada con maximalismo ideológico y la proliferación en la región de autoritarismos de cuño militar desde 1964. (Flisfisch, 1987: 6)

49 Se sostiene, por ende, que la adaptación de los fines a las oportunidades será legítima cuando constituya una expresión autónoma, reflexiva y pública de procesos adaptativos. En este escenario, el giro en las creencias no tendría nada de reprochable. Eso ocurrió en cierto sector de la izquierda opositora a Pinochet, al internalizar la idea de democracia como fin superior de la acción política a partir del “fracaso catastrófico”. (Flisfisch, 1987: 9) 50 Un proceso bastante distinto se habría dado con la creciente tolerancia de la izquierda frente al sistema capitalista. En este plano, se habría tratado de un proceso de acomodación “no consciente” y por tanto, “no intencional” de ideales, siendo realizado dicho proceso “a espaldas” de los actores. Así, el cambio en las preferencias de la izquierda reformista habría sido una expresión de irracionalidad o, parafraseando a Ludolfo Paramio, de “anomia política”. (Flisfisch, 1987: 10) En tono más coloquial, otros autores han llamado a esta dinámica de asimilación, “la sopa común neoliberal”. (Otano, 1995: 134-147) 51 Sin embargo, más allá de lo dicho, se producirá la adaptación de la izquierda reformista a la institucionalidad heredada del autoritarismo, engendrándose políticas de profundización del modelo de mercado. José Joaquín Brunner (1983), ha analizado las estrategias de socialización y los contenidos de la “cultura autoritaria” poniendo énfasis en el carácter dicotómico frente al pasado histórico preautoritario. Respecto de dicha socialización, Brunner observa un conjunto de cadenas causales, que contribuyeron a generar un desprestigio extendido del Estado. Sin embargo, no es razonable sostener por ello que la adaptación de sectores de la izquierda al discurso de mercado pudo haber sido a espaldas de la racionalidad de los actores, en la medida que se tiene a la vista los mecanismos electivos instrumentados por los gobiernos de la Concertación. 52 Edgardo Boeninger señalaba en 1998 que la oportunidad del gobierno de Aylwin para implementar su fórmula de “crecimiento con equidad”, fue estrecha e implicó un conjunto de elecciones estratégicas: “Debemos tener claro que la opción del crecimiento con equidad tiene márgenes de operación estrechas. Una reducción no muy dramática del compromiso con la equidad en términos de políticas y programas concretos de gobierno, nos puede hacer caer de hecho en la opción neoliberal. Del mismo modo, ceder a la tentación

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de acentuar el esfuerzo social mediante un mayor gasto público o de intentar un cambio más drástico de tipo redistributivista, conducen rápida e inevitablemente a la opción populista con el riesgo cierto de ciclos de inflación, desempleo, estancamiento e inestabilidad; es preciso tener claro que no hay plena compatibilidad, al menos en el corto plazo, y en menor medida, en el mediano plazo, entre elevar los niveles de inversión y crecimiento económico y lograr un éxito espectacular en la política de erradicación de la pobreza y de mayor equidad”. (Boeninger, 1998: 464 y 465) 53 Si consideramos lo anterior, no parece ser el único criterio para definir la racionalidad adaptativa en la izquierda, el nivel de consciencia desarrollado por los actores frente al proceso. Un aspecto no estimado suficientemente por Ángel Flisfisch, consiste en el peso de la variable temporal para la realización de preferencias. Sabemos por Jon Elster que la “debilidad de la voluntad” implica el enfrentamiento de yoes sucesivos, donde predominan las preferencias de corto plazo.

54 Por lo general, las investigaciones de fines de los 80 y comienzos de 1990 distinguían entre las tareas de la transición y los desafíos de la democratización, coincidiendo en que se debía dar prioridad a las primeras. Si se atiende a esta distinción, apreciamos que desde 1990 la Concertación tendió a formular, más bien, las metas de corto o mediano plazo que favorecieran la consolidación democrática, vale decir, la eliminación de amenazas de regresión autoritaria y la continuidad de la coalición en el poder. (Boeninger, 1998: 35) Esta inclinación por el corto plazo que prolongó inercias institucionales y de políticas públicas se puede analizar mediante el estudio de la implementación de las políticas y la composición de ministerios. 55 Si se analiza, por ejemplo, la producción legislativa para los primeros tres gobiernos de la Concertación, se concluirá que, precisamente, aquellos temas que más inciden en la estabilidad de las reglas del juego son las áreas que poseen un menor nivel de logro. Edgardo Boeninger (2007), al analizar la producción legislativa Concertacionista, desagrega la agenda legislativa en diez temas: 1. Beneficios a favor de funcionarios públicos, 2. Proyectos económicos y financieros, 3. Proyectos a favor de sectores de la actividad nacional, 4. Reformas sectoriales, 5. Convenios Internacionales, 6. Acuerdos de libre comercio, 7. Cambios político-institucionales, 8. Derechos humanos y asuntos militares, 9. Varios, 10. Leyes de presupuesto. En este contexto, el autor identifica los temas estratégicos para la persistencia del marco institucional, como las reformas sectoriales (con énfasis en reformas mayores), derechos humanos y asuntos militares y cambios político-institucionales, en los cuales se aprecia menor porcentaje de productividad legislativa durante los primeros tres gobiernos. (Boeninger, 2007: 140-141) 56 Por otra parte, apoyándonos en los estudios de configuraciones de gabinetes en presidencialismo de coalición, podemos sostener, que el carácter técnico de los ministros y su menor dependencia de las estructuras partidarias, en general, facilitan la implementación de reformas de amplio espectro (Amorim Neto y Borsani, 2004). En Chile, el patrón de dependencia desde 1990, caracterizado por reproducir las correlaciones parlamentarias en la distribución de ministerios, se mantuvo constante durante los cuatro gobiernos de la Concertación hasta 2010. Específicamente, el coeficiente de correlación entre la composición del primer gabinete de cada uno de los cuatro gobiernos y la elección inmediatamente anterior arroja valores próximos a 1, lo que significa alta capacidad de reproducción de las correlaciones parlamentarias en la composición de los gabinetes (Aylwin 0,93; Frei 0,99; Lagos 0,99 y Bachelet 0,83). Por

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tanto, si los partidos de la Concertación durante el período 1990-2010 experimentaron una fuerte propensión adaptativa y fueron altamente influyentes en la composición del poder ejecutivo, es posible sostener (en base al modo de relación del gobierno y su coalición de partidos), que no existieron condiciones propicias para la generación de reformas profundas y de larga implementación.

A modo de conclusión

57 Para John Pocock, existen dos posibles entradas al estudio del pensamiento político, a saber; analizar los diferentes tipos de relaciones entre los conceptos de una tradición y la tradición misma; y por otra parte, analizar las relaciones entre conceptos de una tradición y la conducta resultante. (Pocock, 2009: 27) En cierto sentido, se supone que el pensamiento político se desarrollaría entre la abstracción pura de los teóricos y el mundo de la acción. Por tanto, nos ha interesado el pensamiento de la renovación socialista y la afluencia del marxismo de la elección racional (analítico) en las creencias de los actores del período, como fórmulas destinadas a equilibrar la experiencia en un mundo asumido como ajeno y la necesidad de actuar, desde una izquierda aniquilada en sus creencias, contra la violencia autoritaria.

58 Específicamente hemos preguntado ¿Cómo impactaron estos desplazamientos ideológicos a las definiciones estratégicas de la izquierda chilena y, específicamente, a la “renovación socialista”? y a continuación ¿Cuál fue la relación entre las teorías iconoclastas (entre ellas, el “marxismo analítico”) y los procesos adaptativos del pensamiento Concertacionista y del Socialismo en particular? 59 Acerca del primer problema, sostenemos que los desplazamientos ideológicos y las rupturas de la izquierda de estirpe socialista durante el régimen autoritario de Pinochet, así como su intensa adaptación a las preexistencias a nivel institucional y de modelo de desarrollo, se tradujeron desde comienzos de la década de 1990, en dos narrativas que formaron parte del sentido común concertacionista. Por un lado, una narrativa “negativa” tendiente a quitar legitimidad y desestructurar a ciertas creencias dominantes entre aquellos actores “responsables” de la derrota del proyecto de la UP. Este ha sido el caso, por ejemplo, el caso de la crítica o deconstrucción de la “táctica directa” en su forma leninista, así como, de diferentes expresiones de ortodoxia. Por otra parte, una narrativa “positiva” tendiente a definir nuevas creencias bajo conceptos iconoclastas, en el contexto de la renovación socialista. Estos han sido los casos de la revalorización de la idea de democracia, el agente, la subjetividad y la racionalidad. 60 En relación a la segunda pregunta, podemos concluir que las teorías iconoclastas en la izquierda fueron inicialmente objeto de una recepción instrumental para procesar el aniquilamiento y sostener el enfrentamiento contra el régimen autoritario provistos de repertorios adecuados a los tiempos de crisis de la ortodoxia marxista. La posibilidad que la alternativa final para derrotar a Pinochet fuese la vía electoral, también actúo como factor dinamizador de la recepción de estas nuevas ideas heterodoxas en sectores “cosmopolitas” de la izquierda chilena. En momentos posteriores al autoritarismo, durante los cuatro gobiernos de la Concertación (1990 a 2010), la racionalidad adaptativa y la debilidad de la voluntad, originalmente instrumentos funcionales para recuperar la democracia, se convirtieron en creencias fetiches para el nuevo sentido común del socialismo. Dichos referentes idiosincráticos fueron proyectados en el tiempo por un desempeño electoral sobresaliente del conglomerado.

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61 Así, la “debilidad de la voluntad” se transformó, progresivamente, en defensa del status quo o profundización del modelo heredado, todo ello “convirtiendo la necesidad en virtud”. La fuerte propensión adaptativa de la Concertación hizo posible, que en las narrativas del socialismo se impusieran creencias heréticas, mudando la cultura de la izquierda, en mayor o menor medida, a partir del “poder normativo de lo fáctico”.

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NOTAS

1. El índice de privatizaciones se calcula en base al valor de las privatizaciones (acumuladas para medir expansión del sector privado), como porcentaje del PIB. (Lora, 2012: 31) 2. Para este punto también puede se puede consultar: Cohen G., “La teoría de la historia de Karl Marx. Una defensa”. (1986): 275 a 326.

RESÚMENES

Este artículo analiza el proceso de reconstrucción de los repertorios ideológicos y estratégicos en el socialismo chileno después de la caída del gobierno del presidente Allende y su coalición de partidos, la Unidad Popular. Particularmente, se abordarán los desplazamientos ideológicos de la izquierda en el contexto del proceso de la “renovación socialista”. Al mismo tiempo, indagaremos en las vinculaciones entre teorías “iconoclastas” como el “marxismo analítico” y la reconstrucción del socialismo durante la década de 1980, en el contexto de la consolidación de la oposición moderada al régimen autoritario de Pinochet. Se sostiene en este trabajo que la crítica al marxismo leninismo desarrollada por la “renovación socialista” constituyó una forma de interiorización frente a la experiencia de la derrota del proyecto de la Unidad Popular y el aniquilamiento posterior. En este transcurso, la apropiación de diferentes expresiones de pensamiento “iconoclasta” permitió reconstruir un nuevo sentido común para el socialismo con alta propensión adaptativa frente a las condiciones históricas preexistentes.

This article analyzes the process of reconstruction of the ideological and strategic repertoires in the Chilean socialism after the fall of President Allende and his coalition of parties, the Unidad Popular. Particularly, will be examined the ideological displacements of the left in the context of the process of “renovación socialista”. At the same time, will investigate the linkages between “iconoclastic” theories as “analytical Marxism” and reconstruction of socialism during the 1980s, in the context of the consolidation of the moderate opposition to the authoritarian regime of Pinochet. It is argued in this paper that the critique of marxism-leninism developed by the “renovación socialista” constituted a form of internalization compared to the experience of the defeat of the Unidad Popular project and the subsequent political annihilation. In this course, the appropriation of different expressions of “iconoclastic” thought allows to reconstruct a new common sense for socialism with adaptive high propensity regarding preexisting historical conditions.

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ÍNDICE

Palabras claves: renovación socialista, pensamiento izquierda, política chilena, marxismo leninismo, transición política Keywords: socialist renewal, left thinking, Chilean politics, Marxism-Leninism, political transition

AUTOR

MARCELO MELLA POLANCO

Doctor en Estudios Americanos, IDEA-Universidad de Santiago de Chile. Magister en Ciencia Política, INAP-Universidad de Chile. Licenciado en Historia, Instituto de Historia, Universidad Católica de Valparaíso. Profesor Departamento de Historia. Universidad de Santiago de Chile. [email protected]

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El sindicalismo combativo en la Unión Obrera Metalúrgica Villa Constitución y el desafío de su reorganización en el retorno de la democracia The militant unionism in the Metal Workers Union Villa Constitution and the challenge of reorganization in the return of democracy

Agustín Prospitti

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 30 marzo 2015 – Aceptado: 9 junio 2015

NOTA DEL AUTOR

Una versión preliminar de este trabajo fue presentada como ponencia en el V Congreso Regional de Historia e Historiografía, Santa Fe, mayo de 2013, Universidad Nacional del Litoral. Facultad de Humanidades y Ciencias.

Presentación

1 Desde los años ‘40 el movimiento obrero en la Argentina alcanzó un alto nivel de organización, homogeneidad y capacidad de negociación y lucha, tanto en el terreno social como en la arena política, que lo destacó a nivel latinoamericano, y su trayectoria repercutió aún más allá de las fronteras del continente.

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2 Este papel protagónico del sindicalismo en la vida social, legado por el peronismo, y sus implicancias tanto en las relaciones capital-trabajo como en el sistema político, gestaron un actor con capacidad para discutir y conseguir permanentes mejoras en sus salarios y condiciones de trabajo, así como también lograría condicionar los ensayos posperonistas en tiempos de proscripción, y participar de la mesa de negociaciones políticas en las débiles experiencias democráticas a partir de 1958. 3 Dicho peso social puso en entredicho la reproducción capitalista, y su legitimación en un régimen político estable, al punto de generarse una crisis de hegemonía en la clase dominante.1 El intento más profundo y sistemático de su superación lo constituyó el proyecto refundacional que inspiró el Golpe de Estado de 1976. 4 Los objetivos de la empresa dictatorial protagonizada por las tres armas que constituían las Fuerzas Armadas Argentinas implicaban un corte quirúrgico con el pasado reciente, una eliminación lisa y llana de aquellos a quienes se responsabilizaba de subvertir el orden y amenazar a la nación, y una reforma económica profunda.2 En este esquema de catalogar a los culpables, el movimiento obrero y las juventudes militantes de los partidos revolucionarios fueron los principales apuntados, pero no los únicos. 5 En cuanto a la clase obrera, se perseguía su desmovilización, despolitización y fragmentación socio-espacial. Los argumentos apuntaban tanto al poder alcanzado por aquella, como a su importante politización; en particular con el desarrollo de una corriente combativa que a fines de los sesenta desarrolló una línea ideológica anti burocrática, anti patronal, anti imperialista, y en algunos casos anticapitalista.3 Ésta significaba un serio desafío para los intereses patronales y una amenaza velada hacia la propiedad privada de los medios de producción. 6 Por ello el activismo gremial de izquierda, peronista y no peronista, fue identificado en los marcos de la Doctrina de la Seguridad Nacional con el enemigo interno a exterminar. La metodología aplicada consistió en intervenciones a los sindicatos, federaciones o seccionales, detenciones, asesinatos y desapariciones de obreros, activistas, delegados, miembros de comisiones internas y directivas. 7 En el plano del ataque a las bases organizativas del movimiento obrero el Proceso de Reorganización Nacional logró cumplir parcialmente uno de sus principales objetivos. El saldo de la aplicación de los métodos del Terrorismo de Estado fue una importante, aunque no total, desmovilización y un disciplinamiento por la pérdida de dirigentes y activistas sindicales, las caídas en los niveles de participación en los conflictos y el terror sembrado en las consecuencias de la represión.4 8 En este marco pocas experiencias de sindicalismo combativo iniciadas a fines de los sesenta o a comienzos de los setentas pudieron soportar el impacto de la represión y ser retomadas con el retorno de la democracia en el ‘83. 9 Para aquellos que pudieron sobrevivir a la dictadura procesista y buscaron retomar los proyectos sindicales a partir del triunfo de Alfonsín, los años ochenta presentaron grandes desafíos en sus prácticas sociopolíticas, fundamentalmente en la reconstrucción de la organización institucional y activista de los sindicatos que fueron duramente atacados y en la re discusión de sus clivajes ideológicos. 10 Con este panorama la pretensión principal de este artículo es reconstruir el modo en que los líderes y activistas sindicales identificados con la combativa Lista Marrón de la Unión Obrera Metalúrgica Villa Constitución (UOM V.C.) recuperaron el proyecto

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sindical de los años setenta durante el transcurso del gobierno alfonsinista. Para ello se adopta como método de exposición un análisis de caso. 11 En este sentido, el trabajo busca explicar cuáles fueron los cambios en la participación política del gremio metalúrgico villense, y de sus dirigentes, en un tiempo histórico de reformulación de las identidades y prácticas políticas progresistas y de emergentes desafíos estructurales para la clase obrera. A tales efectos se recurre a una batería de fuentes, por una parte, escritas (mayoritariamente editas) constituidas por prensa periódica (nacional y local), publicaciones políticas y sindicales, y por otra parte, por una significativa presencia de entrevistas a dirigentes y militantes metalúrgicos. En este sentido es clave en el proceso investigativo no sólo la triangulación de las fuentes, sino también la reflexión sobre las distintas formas en que ambos tipos de fuentes se construyen e inciden en el análisis.

Los sueños no olvidados de la Marrón (resurgen en los escombros de la represión)

12 El 20 de marzo de 1975 se ejecutó una operación planificada de las fuerzas de seguridad interior del Estado sobre el cordón industrial localizado a la vera del río Paraná. Las autoridades nacionales buscaban desactivar un supuesto complot subversivo con epicentro en Villa Constitución. El operativo “serpiente roja del Paraná” buscaba paralizar la región que aún permanecían con un alto nivel de activismo gremial y político, a través del desplazamiento de las conducciones sindicales de los gremios mas importantes en la zona industrial comprendida entre Campana (al norte de la provincia de Buenos Aires) y la localidad de San Lorenzo (al norte de Rosario en la provincia de Santa Fe).5

13 Desde la expulsión de los dirigentes de la Lista Marrón de la conducción de la seccional metalúrgica villense en marzo del ‘75 se atacó, persiguió y asesinó no sólo a sus militantes sino también a su proyecto de democratización de las prácticas sindicales. La dictadura encabezada por Videla profundizó esas condiciones y rompió temporalmente el vínculo establecido entre esa vanguardia obrera y el pueblo local. Pero más allá de estas condiciones el ideario gremial construido en los primeros años setenta no sería abandonado. 14 En siete años de intervención de la seccional metalúrgica villense, las políticas represivas que afectaron a los trabajadores de la zona y el encarcelamiento de gran parte de la dirigencia sindical local no lograron impedir la reorganización del activismo gremial en los ámbitos fabriles de Villa Constitución, aunque dicha aspiración no se presentaba como una tarea fácil. 15 Aún en tiempos de los gobiernos de facto del Proceso esta dinámica reconstructiva comenzó a ponerse en marcha. En el plano nacional, en la primera huelga general de 1979 (organizada por la Comisión de los 25) se iniciaba una creciente manifestación de demandas obreras y un dialogo entre la jefatura sindical y las FFAA (representada en la Comisión Nacional de Trabajo), en un contexto general de clausura de la actividad político-sindical que siguió vigente hasta la asunción del presidente constitucional Raúl Alfonsín. La realidad socio-laboral de los trabajadores, de las comunidades vinculadas al mundo de la producción y a las áreas industriales estaba atravesada también por las consecuencias del plan económico neoliberal de Martínez de Hoz; según Julio Godio

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“Como consecuencia del programa económico neoliberal, la industria manufacturera fue seriamente afectada: el PBI industrial de 1983 era equivalente al 90% del similar de 1973; el volumen físico de la producción se contrajo entre 1976-1980 en un 10%; la cantidad de obreros ocupados en la industria se redujo en más de un tercio (34,3%); las horas-obrero trabajadas disminuyeron en 30,4%. Pero la productividad media de la mano de obra aumenta en un 37,6% entre los obreros ocupados, al tiempo que el salario real y el costo salarial disminuyen un 17,3% y 18,6%, respectivamente, lo cual indica una creciente apropiación del excedente por el sector empresarial, apropiación que se produce en condiciones de estancamiento del PBI, pero posible por la suspensión de las actividades sindicales”.6 16 Este marco general caracterizado por la desindustrialización, la contracción de la economía nacional y el desempleo creciente, la prohibición de la actividad sindical y la más dura represión, era el telón de fondo sobre el que se inició el proceso de reactivación de la lucha gremial y de reorganización de la corriente combativa de Villa Constitución. Éste fue en sus comienzos clandestino, lento y gradual e implicó el engranaje, la articulación de varias circunstancias que fueron desarrollándose de manera paralela. 17 Ahora bien, un primer paso fue en el año ’78, con la apertura de la posibilidad para algunos metalúrgicos presos de marchar al exterior. Los que iniciaron el camino al exilio asumieron con su partida el compromiso de denuncia y testimonio sobre los hechos y la historia reciente de la clase obrera villense. Entre algunos de ellos estaba Pascual D’Errico y Ángel Porcu, miembros de la Comisión Interna de Acindar; y Zenón Sánchez y Victorio Paulón del Comité de Lucha de marzo de 1975. 18 Las tareas desarrolladas en el exilio apuntaron a conseguir la solidaridad internacional de las centrales sindicales y organismos internacionales defensores de los derechos humanos, para lograr la libertad de los detenidos y denunciar los crímenes del Terrorismo de Estado en la Argentina. De este modo, se elevó un informe al Comité de Libertad Sindical que sesionó en la 64a. Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). También se publicaron algunos trabajos que reunían los hechos y testimonios de violaciones a los derechos básicos denunciados, por ejemplo en Francia se publicó “Lettres d’Information” con prólogo de Victorio Paulón, un trabajo del historiador alemán Werner Wurtele y una publicación del Centro de Estudios y Documentación Latinoamericana de Ámsterdam realizado por Bernardo Gallitelli, ex delegado de la UOM San Nicolás y protagonista de la historia obrera de la zona. 19 Otro cause abierto hacia el reagrupamiento del activismo combativo se generó a partir de la libertad transitoria otorgada a varios de sus referentes, después de cumplir más de cinco o seis años de detención en distintas cárceles del país a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Entre ellos Alberto Piccinini, el líder sindical más reconocido de Villa Constitución desde las luchas obreras de comienzos de los setenta y por su (breve) cargo de Secretario General de la seccional UOM Villa Constitución, quien obtuvo su libertad definitiva en 1981 tras cinco años de cárcel y ocho meses de libertad vigilada. 20 Piccinini, como los otros dirigentes de la Marrón que dejaban a sus espaldas la cárcel, sabía que su liberación estaba condicionada por una estricta vigilancia de organismos de inteligencia y su libertad era muy endeble, pero aún bajo esa presión fue paulatinamente reencontrándose con sus compañeros del sindicato. Como un modo de volver a conectarse con la vida gremial se iniciaron reuniones clandestinas, donde ex dirigentes sindicales, activistas, y algunos obreros de las fábricas locales dialogaban e

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intercambiaban visiones sobre la realidad laboral y sindical de la ciudad, en relación con el proceso interrumpido con la intervención a la UOM V.C. de marzo de 1975. 21 Por otra parte, debe agregarse al conjunto de hechos que tuvieron importancia en la posterior recuperación de la seccional, a manos de su última conducción electa en las urnas, el ingreso de una nueva generación de trabajadores a las plantas metalúrgicas de Villa Constitución con posterioridad a los despidos del ’75. Piccinini calcula que entre el cincuenta y sesenta por ciento de la nueva masa proletaria había ingresado en la etapa del Proceso de Reorganización Nacional, en base a una estrategia patronal de recambio y depuración de personal, destacándose los (aproximadamente) 700 obreros empleados por Acindar con motivo de la inauguración de la Planta Integral en 1978.7 22 Esta camada de metalúrgicos comenzó su rutina laboral experimentando los duros ritmos y condiciones laborales que se impusieron en la acería (a diferencia de otros sectores de la planta) de la empresa más importante de la región, las jornadas extendidas de trabajo que superaban largamente las ocho horas establecidas en los convenios colectivos y la rigidez de los controles “militarizados” al interior de las plantas. 23 Las patronales tenían la expectativa de que estos nuevos trabajadores no se politizaran. Pero, siguiendo sus lógicas expectativas de progreso económico, estos jóvenes trabajadores comenzaron a plantearse la necesidad de elevar a la patronal los reclamos por salarios, condiciones de trabajo, etc. Tales inquietudes de las nuevas cuadrillas metalúrgicas se fueron cruzando con la historia reciente del sindicato local y los novatos fueron incorporando de manera muy paulatina a través de la transmisión oral una historia de luchas y reivindicaciones, fueron descubriendo una cultura gremial de lucha en la UOM V.C., que se había interrumpido, soterrado, silenciado, con la intervención de la seccional y la dictadura pero que no había desaparecido.8 24 Algunos testimonios de trabajadores metalúrgicos que se incorporaron a la vida fabril en medio de la dictadura, y no habían vivido las luchas del primer quinquenio de los setenta, así lo manifiestan; en palabras de Eduardo: “Con respecto al problema de la recuperación del sindicato ahí tuvo mucho que ver toda la nueva vanguardia que empieza a surgir dentro de la fábrica”.9 Jaime, otro asalariado de corta edad en los años del Proceso, describe la conjunción entre viejos y nuevos obreros en el mismo sentido: “cuando hablamos de dos corrientes: el activismo de los compañeros antiguos, ellos conocían por haberlo vivido, lo del sindicato, y a partir de diciembre del ‘82 y posteriormente, comenzamos a juntarnos, o sea comienza una búsqueda, a pesar de la represión, del miedo, de todo lo demás […] después de la derrota de Las Malvinas (sic), es decir hay hechos nacionales que nos van diciendo… todos vamos sintiendo que hay un poquito de mayor espacio para movernos”.10 25 Ahora bien, el entretejido de hechos, movimientos y situaciones que marcaban la voluntad de retomar la actividad permanecía aún en un grupo cerrado, no había tomado estado público, hasta el 6 de diciembre de 1982. La decisión de retomar el proyecto inconcluso de autonomía y democratización para la UOM V.C. de los referentes de la Marrón, un conjunto de obreros jóvenes con inquietudes por la mejora de sus ingresos, y una dictadura en retirada tras la derrota de Malvinas fueron las circunstancias que se combinaron ese día de diciembre del ‘82, junto a un acontecimiento decisivo en esta reconstrucción histórica: el paro nacional convocado por la CGT Brasil y la CGT Azopardo que fue desconocido por la UOM V.C.

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26 Ese día que adquirió una profunda densidad histórica por lo que estaba en juego, Alberto Piccinini y un puñado de sus viejos compañeros decidieron parar a los colectivos cargados de obreros en el ingreso a la planta de Acindar para arengarlos y convencerlos de la necesidad de adherirse a la jornada de protesta. A través de una asamblea se logró que los trabajadores no ingresaran a ocupar su puesto de trabajo y que se plegaran a la medida de fuerza decretada a nivel nacional. 27 Uno de los dirigentes de mayor trayectoria en la UOM V.C., Juan Actis, reconstruye aquella jornada que sería un punto de inflexión para la historia futura del sindicalismo en Villa Constitución: “El Grupo de los 25 convoca a un paro a nivel nacional […] y Tito Martín [Dirigente ferroviario y referente del Partido Comunista en Villa Constitución] a la mañana temprano lo encuentra al Pichi [Piccinini] y dice, mira está convocado un paro nacional y es una vergüenza que en Villa los metalúrgicos estén trabajando. A todo esto la intervención que estaba en el sindicato había puesto un cartel que se trabajaba normalmente y que no se adherían al paro […] Así que hicimos todos los preparativos […] cinco éramos. Nos aparecimos una y media allá a la rotonda de [entrada a la portería de] Acindar, y en la medida en que iban viniendo los colectivos le íbamos haciendo señas que paren, nos subíamos arriba, los arengamos, pero con un cagazo bárbaro, que pasa si no nos dan bola, era el funeral nuestro”.11 28 También Piccinini, principal protagonista de ese suceso hace hincapié en la peripecia y el arrojo de enfrentarse cara a cara con los trabajadores después de tantos años de cárcel y ausencia en la ciudad: “[…] entonces vamos, nos distribuimos y me pongo en el medio de la ruta por donde iban a pasar los compañeros… y ahí vienen los recuerdos… ahí me acordé del Gallego Soto porque en la Patagonia [Rebelde], en la película, cuando el Gallego vuelve después de un tiempo se pone a arengar a la gente y la gente le pasa al lado y no le da bolilla, no se acuerda más de él… entonces yo cuando me paré en la ruta donde iba a pasar el colectivo me pregunté qué va a pasar con la gente… habían pasado siete años… me van a dar pelota o me va a pasar lo mismo que el Gallego Soto. De alguna manera eso definió mi vida, y cuando me subo al primer colectivo y caras desconocidas todos los compañeros… y empiezo a arengar que como puede ser que los compañeros de Villa entren a laburar en un paro… y pasaron unos minutos y algunos compañeros viejos se levantaron, me abrazaron… y bue les dije bajen, bajen, discutan en asamblea a ver si van a entrar o no. Se bajó un colectivo, se bajó el segundo y cuando llegó la cana ya había dos colectivos abajo… cayeron dos móviles de la cana y quisieron llevarme preso y la gente no los dejó… te imaginas… para mí eso que significaba… a partir de ahí me di cuenta que yo no tenía lugar para el retroceso”.12 29 En la jornada siguiente al paro, que fue finalmente cumplido, los dirigentes que reaparecieron en la escena pública organizaron un acto, con formato de asamblea, en una plaza pública muy próxima al local de la seccional metalúrgica al que concurrieron tres mil trabajadores para exigir la devolución del sindicato. Esta manifestación pública se constituyó en un paso clave para la recuperación de la lista Marrón, al retomar la práctica del vínculo con el espacio y con los pobladores de su comunidad. Allí florecía también el encuentro generacional entre las dos camadas de trabajadores que se fusionaron bajo un objetivo común, elegir sus representantes a través del voto. Para Actis este hecho en los más jóvenes tenía el mismo sentido que lo experimentado por su generación a comienzos de los setenta, la lucha por tener dirigentes genuinos y fieles representantes de los intereses proletarios.13

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30 La respuesta afirmativa de una gran mayoría de los obreros que decidieron adherirse al paro nacional y acompañar el reclamo de normalización del sindicato fue también un acto de reafirmación del liderazgo de Alberto Piccinini sobre los obreros metalúrgicos villenses, tras su salida de la cárcel. 31 Por ello, este acontecimiento en las puertas de la principal fábrica de Villa Constitución tuvo características refundacionales para la lista Marrón, porque se comenzó a escribir un nuevo capítulo en la historia de las luchas de los metalúrgicos villenses, con la argamasa de la sangre joven, “viejos” trabajadores y la experiencia de una dirigencia que pese a sufrir la cárcel, el exilio, las detenciones y persecuciones no abandonó su lucha y sus ideales. 32 Este encuentro generacional y cultural formó parte del relato (y de la construcción mitológica subsiguiente)14 que acompañó la recuperación de la seccional y reafirmó un clivaje identitario en torno a la lista Marrón. Una publicación de la Agrupación Metalúrgica 6 de Diciembre –Lista Marrón titulada 25 Años de Lucha así lo rememora: “hay dos historias que se encuentran. La de la marrón perseguida, reprimida, prohibida, y la realidad de siete años de represión y autoritarismo patronal sobre los trabajadores. Cuando seres humanos maduros, acostumbrados a soportar y callar quiebran la barrera del llanto es porque algo muy profundo se desgarra en su interior. Cuando los viejos compañeros del setenta se enteraron en los vestuarios que el Pichi estaba afuera haciendo una asamblea con el turno tarde para adherir al paro, muchos de ellos lloraban conmovidos. Los nuevos, invadidos por la curiosidad, querían conocer directamente lo que habían escuchado en voz baja en las horas de la comida”.15 33 En este sentido, otro de los jóvenes que ingresó a Acindar en aquellos años de la última dictadura recrea un ejemplo de cómo se comenzó a gestar en lo cotidiano esta mixtura generacional, en el marco de la clandestinidad que obligaba la época: “después lo que comienza, posterior al 6 de Diciembre del ’82, [son] las reuniones donde nos juntábamos a jugar al fútbol y en realidad nos juntábamos para discutir cuestiones de la fábrica”.16 Este tipo de experiencias compartidas fueron importantes para transmitir la relación entre las luchas y los objetivos de la Marrón que quedaron incumplidos por la intervención de la Seccional y los problemas que vivían los obreros recientemente incorporados a las plantas metalúrgicas de la zona ante las duras condiciones de trabajo, la negativa que imponían las patronales a atender las demandas y la inacción de los interventores de la seccional.

Militares en retirada. Cambios en el escenario político nacional y local

34 Los nuevos vientos de apertura y movilización que comenzaron a soplar en Villa Constitución, con la reaparición de la dirigencia sindical de los setenta en el espacio público, fueron coincidentes con el retorno de las expectativas de cambio en la población argentina, con la inevitable salida democrática y la sensación de la finalización del período más oscuro que, con el Proceso, había atravesado la Argentina.

35 Desde el fracaso castrense en la aventura bélica del Atlántico Sur hasta las elecciones del ’83 la política como práctica colectiva y ciudadana vivió una etapa de reverdecer. Se multiplicó la participación y el compromiso con la reorganización de las estructuras partidarias y los espacios sociales y comunitarios más diversos, que se poblaban de

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renovada militancia, como los organismos de Derechos Humanos, centros de estudiantes, sindicatos, etc. Como afirma José Luis Romero “Durante ese año y medio, la sociedad argentina no sólo revivió y se expresó con amplitud sino que se ilusionó con las posibilidades de la recuperación democrática”.17 36 La juventud se vio especialmente movilizada por el entusiasmo en participar de la gesta de la recuperación de la democracia y en la tarea de desplazar a los militares del poder, incorporándose en gran número principalmente a los dos partidos más importantes del país. Por un lado el peronismo que resurgía comandado por los cuadros partidarios y sindicales ligados a la última etapa del gobierno de Isabel. Y en la UCR se imponía, tras la muerte de Balbín, la corriente renovadora caracterizada por representar nuevas posturas al interior del partido, a través de las cuales se identificaron los jóvenes con la prédica denuncista y anti autoritaria de Raúl Alfonsín, en lo que se conocería en adelante como la primavera alfonsinista. 37 La clave del discurso de campaña de Alfonsín, que marcaría su decidido y tajante corte con el pasado reciente de la Argentina, fue la polémica denuncia sobre un presunto pacto sindical-militar. Esta estrategia implicó emparentar a la principal estructura de poder del peronismo, el sindicalismo, en una actitud de complicidad con los crímenes cometidos por las FFAA, en momentos en que algunos de los jefes sindicales negociaban con el gobierno castrense el retiro de los interventores de algunos sindicatos importantes y la prórroga de mandatos de las Comisiones Directivas previas a las intervenciones o el nombramiento de comisiones normalizadoras a partir de la Ley laboral Nº 22.105 dictada por el régimen militar.18 38 El pacto de impunidad sobre los denominados excesos de la “guerra sucia”, colocaba a los sindicatos en un incómodo vínculo con el pasado que se trataba de superar. A ello se sumaban los supuestos acercamientos de líderes partidarios del justicialismo con la jerarquía castrense en un diálogo que implicaría la búsqueda de una transición negociada, sin revisión ni juzgamiento de la actuación militar durante el Proceso. 39 La impronta de campaña del peronismo, aunque muchos no lo advirtieran en la efervescencia proselitista, ya preanunciaba sus dificultades para la contienda electoral. Siguiendo el análisis de Godio: “El peronismo, cuya fórmula encabezaba el Dr. Ítalo Luder, se presentaba frente al electorado sin ninguna imagen autocrítica superadora de los caóticos y tormentosos tiempos de Isabel Perón, dando la imagen a una parte de la población de ser la continuidad constitucional del mismo Proceso. El peronismo presenta una imagen autoritaria, exactamente lo que la mayoría de la población deseaba dejar atrás para siempre. La imagen de un peronismo que no estaba interesado en juzgar a las FFAA por el genocidio, y en cambio interesado en estructurar una nueva alianza entre el PJ y los militares, fue inteligentemente utilizada por Raúl Alfonsín”.19 40 El último golpe de efecto del camino a la derrota en las urnas para el peronismo lo produjo el propio partido al cerrar su campaña electoral con la quema de un ataúd envuelto en la bandera radical por parte del sindicalista Herminio Iglesias, constituyéndose en un símbolo de la intolerancia autoritaria que la sociedad buscaba dejar atrás. 41 En su denuncia del pacto militar-sindical Alfonsín remarcaba las críticas a una tradición sindical que asociaba con el verticalismo, el privilegio de intereses corporativos y la sumisión de las herramientas gremiales del conjunto de los trabajadores a los objetivos

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de un partido político, que en parte habían provocado las recurrentes crisis políticas de la Argentina contemporánea. 42 Este posicionamiento del líder radical, que planteaba la democratización de la vida sindical y la garantía del pluralismo en su armado, despertaba simpatías y generaba expectativas en aquellos referentes sindicales que desde la década del setenta venían cuestionando el estilo sindical peronista dominante, desde posturas anti burocráticas y democratizadoras de las estructuras de representación de los intereses obreros. 43 Sobre la base de la idea de la reconstrucción de la democracia, que era el eje del discurso alfonsinista, se hallaba el proyecto de profundizar su alcance más allá de las instituciones políticas, bajo la convicción de que para alcanzar los objetivos propuestos era necesario penetrar en el ámbito de las corporaciones. En particular con respecto a la estructura sindical propugnaba una “democratización sindical” para garantizar la convivencia democrática y ahuyentar definitivamente la cultura autoritaria de las relaciones sociales. 44 Este desafío a la estructura del poder sindical implicaba para el candidato radical la necesidad de establecer acuerdos y acercamientos con otras tendencias al interior del movimiento obrero que cuestionaran la concentración de poder y los vínculos de la jefatura sindical peronista con los militares y el Estado, y que pudieran constituirse en promotores de un nuevo ordenamiento sindical basado en el pluralismo, la democratización y apertura de los sindicatos en el país. Este proyecto de reordenamiento encontraba inspiración en el fracasado intento democratizador de la estructura sindical impuesto por el ex presidente Arturo Illia, que contó con un apoyo muy minoritario dentro de los ámbitos gremiales y resultó fuertemente rechazado por los sindicalistas afectados. 45 Para evitar este problema Alfonsín comenzó a estrechar vínculos con dirigentes opuestos a las 62 Organizaciones Peronistas e identificados con posturas independientes o alternativas a las dos líneas de la CGT. De allí provienen los diálogos y la ayuda brindada por el líder de la UCR a Piccinini y los referentes de la Marrón. 46 Tras su salida de la cárcel Piccinini retomó la actividad gremial pero tuvo que atravesar algunas dificultades en este camino del retorno al sindicalismo. Particularmente su afiliación como metalúrgico y su condición de obrero de Acindar, que fueron negadas tanto por la intervención del sindicato como por la empresa. 47 Es frente a estos problemas que Alfonsín le brindó ayuda a Piccinini para que pudiera reincorporarse legalmente a la UOM. Las gestiones del dirigente radical le permitieron incorporarse al líder metalúrgico como trabajador del taller Borrás-Alas ubicado en la localidad de Alcorta (incluida en el área de la Seccional UOM V.C.), cuyo propietario estaba vinculado con el radicalismo. De este modo el hombre más importante en el gremialismo de la última década en Villa Constitución pudo presionar a las autoridades de la UOM para ser reconocido como un miembro de la seccional en condiciones de presentarse a elecciones. 48 Otro desafío importante para recomponer la organización sindical era la pérdida de cuadros por las consecuencias de la dictadura y la falta de formación de los jóvenes obreros. Piccinini plantea el cuadro de situación: “Sigue de algún modo vigente la [Ley] 22.105 y hay un delegado cada cien trabajadores y no uno cada treinta, como dice el estatuto metalúrgico. Esto dificulta la tarea de representación sindical. Además, como durante tanto tiempo no hubo actividad sindical, la gente que entró a trabajar en los

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últimos años prácticamente no tiene experiencia gremial. A la vez que reorganizamos los cuadros de delegados y comisiones internas, debemos hacer una tarea de formación de compañeros, para que la experiencia anterior sirva a quienes se inician. Tenemos que reconocer que se ha golpeado muy duramente al movimiento obrero durante los últimos años y necesitamos un período de recuperación, de acumulación de fuerzas que haga posible esbozar un proyecto nuevo, de renovación, que nos permita jugar el papel que corresponde a la clase obrera”.20

La reconstrucción de ámbitos organizadores para la normalización sindical

49 El clima de entusiasmo y movilización en torno al avance de la revitalización de la agrupación lista Marrón fue acompañado por la necesaria canalización institucional de la militancia gremial metalúrgica con la creación del Centro de Estudios de Formación Sindical (CEFS) en 1982. Este centro fue el primer espacio de organización y encuentro entre los obreros y activistas de Villa Constitución que buscaban retomar el proyecto sindical de los setenta. Los sucesos en torno a la huelga del 6 de diciembre del ’82 aceleraron ese proceso organizativo en ciernes, en el camino hacia la recuperación sindical.

50 El CEFS tenía como objetivo crear un ámbito de formación y debate político-sindical, de estudio de las transformaciones realizadas durante el Proceso en el mundo laboral y en su legislación. A su vez se buscaba abrir espacios para la preparación de los nuevos dirigentes sindicales y generar una apertura a la circulación de ideas y proyectos.21 51 La formación de un dirigente gremial, la incorporación de un conjunto de competencias básicas sobre la dinámica de las luchas sociales y el arte de la negociación implican un proceso largo. El saldo trágico de la dictadura que había diezmado una generación de militantes sindicales y políticos demandaba la preparación y promoción de los jóvenes obreros y activistas que se sentían atraídos por la posibilidad de incorporarse a la lucha gremial, pero que carecían de experiencia sindical y política. En este sentido, la vieja dirigencia era consciente de la necesidad irreemplazable de esta formación para generar cuadros sindicales con capacidad de liderazgo en los conflictos, de toma de decisiones y de negociación con las patronales, que implicaba un proceso performativo. 52 Este desafío fue el asumido con la creación del centro de formación sindical, como lo explica Piccinini: “La represión de estos años nos ha dejado con una carencia muy grande de cuadros sindicales. Muchos han sido muertos, otros exiliados, otros desaparecidos, despedidos […] Por lo tanto hay que recomponer esos cuadros. Por eso vimos la necesidad de crear una estructura, sin ningún sello partidario, en la que pudieran confluir los compañeros que quisieran trabajar, al margen de sus ideas políticas, por la clase obrera. Es bien unitario y pluralista, no estamos con el sectarismo […] El centro nace como un proyecto para permitir a los trabajadores formarse, orientarse y adquirir conocimientos para defender mejor sus intereses”.22 53 El lanzamiento del CEFS fue impulsado por Alberto Piccinini, Juan Actis, Luis Segovia, Alberto O. González y acompañado por otros referentes sindicales nacionales de trayectoria como Alfredo Bravo, Raymundo Ongaro, etc.23 54 El CEFS fue la expresión institucional de la reorganización gremial de la Marrón y el símbolo de la perspectiva sociocultural que acompañaba tal aspiración. Se planteaba

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como indispensable para la lucha sindical la formación de los obreros y de los nuevos dirigentes en el conocimiento de los procesos de trabajo y su relación con el contexto histórico nacional y mundial, se trazaba una nueva relación entre la clase obrera y los intelectuales, y se establecía un nuevo vínculo con los partidos y sindicatos de orientación socialdemócrata, en sintonía ideológica con los tiempos de lucha por la recuperación democrática. 55 La capacitación a través de los cursos que se dictaban en el CEFS abordaba esta preocupación por una formación integral. Así lo expresa Piccinini: “Sirvió como una herramienta para capacitar, formar a los compañeros en el ambiente sindical, y también para organizar la recuperación de los sindicatos. Ese es el trabajo que hizo el CEFS: capacitar, formar a los compañeros, dar cursos para los delegados, para los compañeros nuevos […] tratamos de compartir con los compañeros que veníamos de alguna experiencia sindical propiamente dicha. Hubo una etapa de bonanza en el CEFS, cuando había algunos recursos y había aportes, en la cual éste contaba con compañeros profesionales, economistas, abogados […] Había varios niveles. Estaban los compañeros que tenían que aprender a ser delegados y los que tenían que estudiar algunas nociones básicas de economía. O sea que no solamente enseñamos a los compañeros como recuperar el sindicato, cómo tenía que moverse un delegado en la fábrica, en los lugares de trabajo, sino que también tratamos de dar cursos que fueran capacitando y formando a los compañeros más profundamente en nociones básicas de la economía, lo que pasaba con los sectores de la industria, de los servicios. O sea, una noción bien amplia para saber dónde estábamos parados. Es importante que un sindicato maneje lo que son los modelos económicos porque no puede salir a pelear contra una ley que lo perjudica si no se da cuenta, por el origen de esa ley, a que intereses beneficia, con quien tiene que pelear, quiénes son sus aliados, quienes van a ser sus enemigos concretos. Por eso la cosa siempre termina politizándose, en el buen sentido de la palabra. Yo creo que es inevitable”.24 56 Este espacio novedoso se transformó también en un ámbito de promoción de las discusiones que el sector opositor a la cúpula sindical peronista comenzaba nuevamente a plantear, en el contexto de la normalización de los sindicatos y de la actividad gremial, que abrió un marco formal para la crítica del modelo sindical. Como lo plantea Hernán Haríspe, otro protagonista de los primeros pasos del centro de formación “Había una idea de recuperar la Memoria, no perder el hilo conductor y construir un nuevo modelo sindical. Democrático. A eso ayudaban los cursos de formación. Los cursos sindicales en Villa eran quincenales o mensuales. En aquella época lo principal era la metodología de trabajo. Un curso sindical no se puede basar en la lectura de textos o simplemente en exposiciones de tipo estadísticas. En largas y complicadas letanías… Y había que basarse en la experiencia concreta, en la sabiduría de los propios trabajadores en su lugar de trabajo, que es siempre superior a la que cualquier ‘profesor’ puede transmitir. Y, naturalmente, a la mía. No se trataba de ‘dar o bajar línea’ […] Lo nuestro era generalizar experiencias. Potenciarlas. La actividad consistía mucho más que volcar conocimientos en dar seguridad. Confianza en las propias fuerzas del compañero y en la acción colectiva”.25 57 Con respecto a las características de los cursos, los mismos tenían una dinámica que partía de un fuerte contacto con la experiencia cotidiana de los trabajadores y desde allí se ampliaba la discusión incorporando elementos teóricos y cuestiones prácticas para comprender y aprehender la tarea de representación de los intereses obreros. Era una

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modalidad flexible, qué consistía en que los cursantes elegían los temas y el plan de cursos según sus necesidades y preocupaciones cotidianas, una de ellas “era la función del Delegado, de la [Comisión] Interna, sobre lo cual no hay bibliografía valedera. Ni ley. Otro el estudio del puesto de trabajo, del proceso de trabajo, los movimientos, las cadencias… Otro tema era la estructura productiva de la región industrial que va de Zárate a San Lorenzo, que era y es un mundo industrial aparte, que mira hacia el exterior. Con puertos. Otra Argentina. Otra clase obrera. Otra forma de negociar. Eran ‘secretos’ públicos, pero útiles para tener y juntar fuerzas. Otro curso era sobre la estructura sindical argentina, la historia obrera. Otros temas eran el papel esencial de la Mujer en las luchas obreras o el de la seguridad y la Higiene en el trabajo. También había cursos de que era Argentina, su historia social, las corporaciones. La Sociedad Rural, la UIA, la CGE, la Iglesia, las fuerzas armadas […] Incorporamos el debate sobre Taylorismo, Fordismo, Toyotismo, que sirve hasta ahora. De esa conjunción de cursos, de la vida sindical, de la experiencia concreta de cada uno surgieron cuadros sindicales, delegados, dirigentes de la UOM, de otros sindicatos”.26 58 Como se ha evidenciado, el CEFS fue un importante avance en el camino de la reorganización de la agrupación. Desde aquel mítico momento de reencuentro entre el puñado de líderes sindicales de los setenta y los obreros en actividad en la puerta de Acindar, a finales de diciembre del ‘82, los miembros de la Marrón comenzaron un trabajo de rearmado de la agrupación, de captación de activistas y simpatizantes que pudieran trasladar al conjunto de los trabajadores las propuestas e ideas con las que se acompañaba la firme decisión de luchar para recuperar la seccional metalúrgica. 59 El CEFS se transformó en el lugar de encuentro de esta nueva militancia gremial, que se fue organizando y formando durante el año ochenta y tres para la llegada de la nueva etapa democrática y para la tarea político-gremial que se desarrollaría a partir de entonces. También permitió un intercambio con las tradiciones intelectuales provenientes de los años setenta, que refuncionalizaron los contenidos de la tradición sindical y política combativa de la etapa previa, ante los cambios de época, en la argamasa que se gestaba en el contacto inter generacional. 60 El triunfo de Alfonsín en las elecciones de octubre del ’83 y el retorno de la democracia hizo crecer la confianza de los metalúrgicos en la recuperación de una dirigencia honesta y representativa. El temor disminuía al mismo tiempo que aumentaban las protestas públicas y los pedidos de normalización de los sindicatos y seccionales intervenidas. 61 El 10 de diciembre de 1983 asumió el electo presidente Raúl Alfonsín. Los dirigentes de la Marrón aprovecharon el nuevo contexto y retornaron a la tradicional práctica de convocatoria a asambleas abiertas y a marchas hacia el sindicato local de la UOM en reclamo de la restitución de la seccional a las últimas autoridades electas en el año 1974. 62 Alberto Piccinini describe detalladamente los detalles de la movilización en pos de la recuperación de la seccional: “nosotros habíamos previsto que a partir del 12 de diciembre, o sea el lunes siguiente de la toma del nuevo gobierno, las condiciones se iban a empezar a dar y fuimos con un grupo de compañeros despedidos; cerca de 200 compañeros a las puertas de fábrica a traer un petitorio a la empresa, solicitando la reincorporación y también aprovechamos el momento, el horario -que lo hicimos ex profeso- para juntarnos con los compañeros que salían y realizar una asamblea ahí nomás, en la puerta y proponer a los compañeros que teníamos que luchar por la

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reincorporación de los cesantes y además por la recuperación de nuestro sindicato. Volvimos a hacer otra asamblea y a la segunda asamblea vinimos hasta el sindicato a decirles a los interventores que queríamos la devolución del sindicato. Por supuesto que no nos atendieron, o sea, recibieron nuestro pedido pero no nos dieron ninguna satisfacción y cursamos algunas notas a la UOM Nacional. Tampoco tuvimos respuesta y por lo tanto realizamos dos asambleas más y en la última, vinimos con los compañeros frente al sindicato, trajimos una escribana y se obligó a los interventores a renunciar […] También logramos mediante esa movilización que se acordara un método poco usual, diríamos inédito, en la elección de los normalizadores, ya que nuestra elección fue hecha a través del voto secreto y directo”.27 63 La recuperación de la iniciativa gremial y el importante apoyo de los trabajadores a los referentes de la Marrón fueron reafirmando su influencia sobre la clase obrera a nivel local y regional. El camino de la normalización fue garantizado por el nuevo gobierno radical y las autoridades nacionales del sindicato metalúrgico, restando el veredicto de los comicios en la seccional metalúrgica como instancia fundamental ratificadora del apoyo obrero a la lista Marrón. 64 En la elección de enero de 1984 para constituir la comisión normalizadora, la Agrupación Metalúrgica 6 de Diciembre –Lista Marrón llevaba como candidatos a: Alberto Piccinini - Delegado normalizador (Borrás-Alas), Elvio Nardoni - Secretario de Organización (Metcon), Mario Aragón - Secretario administrativo (Borrás-Alas), Luis Lascano - Secretario de asistencia social (Acindar). 65 Con la votación de 4.250 afiliados metalúrgicos a la UOM V.C., los días 16, 17 y 18 de enero se realizaron los comicios que arrojaron para la lista Marrón un triunfo por el ochenta y cuatro por ciento de los sufragios. El resultado en números refleja esta amplia diferencia, 3.605 votos fueron para la Marrón, 618 votos para la Lista Amarilla (identificada con la intervención y el Secretariado Nacional de la UOM) y 26 votos resultaron impugnados.28 66 Esta victoria en las urnas ratificó el apoyo masivo que recibía la Marrón entre la comunidad metalúrgica de Villa Constitución. También implicó la posibilidad de participación gremial para ese nuevo grupo de jóvenes trabajadores que se habían incorporado a la actividad metalúrgica con posterioridad a las luchas de los setenta.

La era democrática. Las reglas de la política en revisión

67 El proceso de recuperación democrática promovió un profundo debate sobre las concepciones y prácticas de los actores políticos y sociales que estuvo permeado por un nuevo clima de ideas que adjudicaba a la experiencia política previa al quiebre institucional la agitación de las pasiones, el mesianismo y las utopías redentoras postuladas en los grandes relatos. Tras ese diagnóstico, se estableció en el imaginario colectivo la necesidad de “aliviar la política de los compromisos ético-religiosos, origen de la anterior intransigencia y de expectativas desmesuradas”, se buscaba “descargar” la sobrecargada política democrática.29 Dicha postura hacia los ‘80s se transformó en hegemónica en el Cono Sur, sobre la base de una vuelta a la política democrática entendida en un sentido minimalista, institucionalista y procedimentalista.

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68 Esta impronta no sería ajena a la experiencia de reconstitución del sistema democrático que iniciara Raúl Alfonsín en 1983. El líder de la UCR, quien se asumía como el mejor prospecto para instaurar una democracia genuina resguardada de las desmesuras y disputas del pasado, debía afrontar un conjunto de problemáticas económicas y sociales en gran medida heredadas del Proceso y a la vez garantizar el funcionamiento del nuevo régimen de gobierno. Sus discursos de campaña enfatizaban la denuncia a los actores corporativos dominantes (militares y sindicalistas) como los responsables de la debacle nacional y al mismo tiempo incitaba a los argentinos, en su condición de ciudadanos - en términos de individuos, no ya de pueblo-, a reconstruir el poder civil. 69 La estabilidad y el crecimiento económico, por un lado, y la normalización de los vínculos con las Fuerzas Armadas, por el otro, aparecían como los desafíos cruciales para viabilizar la democracia renaciente.30 A ello se sumaría la performance electoral, dada la centralidad y el peso otorgado a las instituciones tradicionales como el parlamento y el sistema de partidos, transformándose en ámbitos decisorios claves en esta nueva etapa política. 70 Frente a estos retos Alfonsín se vio sometido a una fuerte tensión con actores sociales y políticos. En primer lugar ante los desafíos militares al orden constitucional, en segundo término por la puja distributiva entre empresarios y sindicatos en un marco de crisis económica. Y como tercera cuestión de peso se presentaba la necesidad de acumulación de fuerza propia en el Poder Legislativo y la construcción de un vínculo sistémico con la oposición. 71 Las respuestas a esa agenda política del partido gobernante terminarían con la sanción de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, luego de los episodios del levantamiento cara pintada de la Semana Santa del ’87, que cerrarían el ciclo de condena a los responsables del Terrorismo de Estado, provocando una pérdida de confianza en la figura presidencial y una crisis de gobernabilidad. 72 A su vez, tras el naufragio del proyecto de Ley Mucci de reordenamiento sindical, cedería ante las presiones sindicales por aumentos salariales y el mantenimiento de sus espacios de poder (Obras Sociales, Ley de Asociaciones Profesionales). Tampoco lograría cerrar un acuerdo con el sector empresario que evitara el aumento de precios, marcando la imposibilidad de controlar las principales variables económicas. 73 Y junto a estos reveses con los actores sociales perdería en las urnas en reiteradas oportunidades frente a su histórico rival (’87 y ‘89), condicionando el accionar de un ejecutivo que rehusó en gran medida del uso de los mecanismos presidenciales (como los decretos de necesidad y urgencia, etc.) en pos de afianzar la legitimidad de las decisiones políticas y fortalecer el sistema democrático. 74 Ahora bien, pese a las dificultades atravesadas por el radicalismo en su gestión de gobierno se establecieron los puntales básicos del sistema político que permitieron alcanzar un piso de estabilidad institucional con el recambio de autoridades electas en todo el país. 75 Este logro se recuesta en una serie de objetivos alcanzados que refuerzan y complementan el carácter fuertemente presidencialista de nuestra constitución nacional y de nuestra tradición institucional, “que permitieron enfrentar y resolver graves crisis en términos de políticas”. Ellos son, la afirmación de un sistema bipartidista (dos partidos dominantes) que otorgaba un fuerte respaldo del Parlamento al ejecutivo, un grado elevado de disciplina partidaria y paralelamente espacio para la

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disidencia y autonomía opositora garantizada en las instancias federales establecidas en nuestra Constitución.31 76 La contracara de estos avances institucionales fueron los intentos de fortalecer la instancia decisionista del ejecutivo para garantizar la gobernabilidad, que despuntarían con Alfonsín y se agravarían a partir de 1989 en la presidencia de Menem, a partir de la pérdida de poder y autonomía de las provincias y la subordinación y dependencia de los poderes judicial y legislativo al mandato imperativo del poder ejecutivo.32

Cambios en la relación Estado-Sindicatos con el radicalismo en el gobierno

77 Desde la campaña electoral que llevó al líder radical a ocupar la primera magistratura del país ya se habían jugado las cartas del tipo de relación que el radicalismo planteaba hacia la columna vertebral del peronismo, los sindicatos y sus dirigentes más encumbrados. La eliminación o disminución del poder corporativo de los gremios a partir de inyectarles nuevas conductas con el suero del pluralismo y la democratización de las estructuras organizativas.

78 Por su parte los sindicalistas concentraron sus esfuerzos en volver a tomar posesión de los gremios y sostener las posiciones logradas. Buscarían también revertir el corpus legal regresivo implantado por el Proceso, reinstaurando la negociación a partir de convenios colectivos por rama de actividad y la gestión de las obras sociales.33 79 Este horizonte de agendas de actuación y expectativas tan diferenciadas demarcaba las tensiones que recorrerían la relación Estado-sindicatos durante la presidencia de Raúl Alfonsín. El fracaso de una norma que reordenara el funcionamiento y la vida interna sindical (proyecto de ley Mucci) obligó al líder radical a asumir una postura de negociación y cuasi resignación frente al poder gremial. 80 Los cambios estructurales que había sufrido la economía nacional en el transcurso de la última dictadura, los condicionamientos a la misma que generaba la deuda externa y la inflación, chocaban contra la pretensión de los asalariados de recuperar su poder adquisitivo. De todos modos las luchas salariales marcaron la segunda etapa de conflictividad entre los sindicatos y el gobierno. En agosto de 1984 se llevaba a cabo el primer paro general convocado por la CGT y se comenzaba a perfilar en su conducción el dirigente cervecero Saúl Ubaldini. 81 El gobierno buscó infructuosamente en reiteradas oportunidades el camino de la concertación, pero el diálogo no lograría evitar la movilización y la reiteración de los paros generales de actividades que tanto impactaban en la actividad económica y en la legitimidad política del gobierno. En el otro lado del mostrador la cúpula cegetista orientada por Lorenzo Miguel volvía a poner en práctica la añeja pero efectiva táctica vandorista, golpear y negociar. Así, nuevamente utilizaba su capacidad de presión controlando las características de las convocatorias y la frecuencia de la movilización obrera y presionando al gobierno radical con mayor intensidad que a los propios patrones, al extremo de coincidir empresarios y sindicalistas en algunas coyunturas en reclamos conjuntos al Estado por diferencias con el rumbo económico del país. 82 Otro factor que incidió en las estrategias sindicales peronistas del período fue el doble juego nuevamente asumido por estos, tanto en la representación de los intereses sectoriales de los trabajadores como en la encarnación simbólica del partido peronista.

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Por ello, la relación con el oficialismo también atravesó los vaivenes de las coyunturas electorales y provocó alejamientos y manifestaciones más duras en épocas cercanas a las convocatorias a las urnas.

La dirigencia metalúrgica villense entre lo gremial y lo político: el autonomismo y sus tensiones

83 Para tener una mirada precisa de los posicionamientos estratégicos y discursos ideológicos asumidos por los dirigentes de la Marrón a comienzos de los ‘80 es necesario plantearse cuales fueron los principios organizativos y cosmovisiones que se recuperaron del pasado y como se vincularon con la nueva realidad política y el recambio generacional de obreros que tuvo lugar en las fábricas de Villa Constitución.

84 El hecho de que la reconstitución del proyecto de la Marrón haya sido impulsada por un grupo chico pero muy simbólico de las luchas del setenta, encabezados por Alberto Piccinini, marca la continuidad de las aspiraciones de consolidar una práctica gremial bajo los principios del pluralismo, la democracia sindical, el anti burocratismo, la honestidad de los dirigentes, y la confrontación del modelo sindical dominante. 85 Estos principios rectores del proyecto inconcluso de los setenta estaban caracterizados en general por una fuerte impronta de autonomía sindical para ser ejercidos. Ahora bien, como les sucediera a los dirigentes cegetistas a principios de los años ’40 en tiempos de la aparición de Perón en la escena nacional y de fuertes tensiones en relación con un apoyo político explícito a su figura a expensas de la autonomía, para los dirigentes de la Marrón el cambio de coyuntura implicaba tomar posición en la disputa política nacional y complejizaba el sostenimiento de una postura independiente a ultranza. La relación con las bases, en su mayoría políticamente identificadas con el peronismo, también promovería discusiones en torno a los posicionamientos de la agrupación. 86 La adopción de ciertas posturas más cercanas o distantes con el alfonsinismo marcarían desde el comienzo las discusiones al interior de la Marrón y la readecuación de los postulados combativos, anti burocráticos y anti gubernamentales a la nueva coyuntura política marcada por el retorno de la democracia y la pérdida de poder global de la clase obrera. 87 Como fuera mencionado anteriormente Alfonsín depositó en la UOM V.C. la expectativa de contar con un aliado táctico para su proyecto de reordenamiento sindical y en su lucha para disminuir el peso de la jefatura sindical peronista. No sólo brindó ayuda a Piccinini para que pudiera ser reconocido como metalúrgico sino que visitó personalmente al gremialista en Villa Constitución34 y le abrió las puertas a los espacios sindicales que el radicalismo venía fomentando para confluir con la rama sindical de tradición independiente y opositora al modelo gremial hegemónico. También Piccinini manifiesta haber recibido propuestas de candidaturas y cargos del radicalismo, y también de la izquierda.35 88 Frente a estas iniciativas auspiciadas desde el radicalismo como el Movimiento de Renovación Sindical, con preceptos cercanos a los esbozados por la Marrón, Piccinini se mantuvo expectante sin descartar de plano su participación pero priorizando la recuperación de la seccional metalúrgica villense. El mismo Piccinini reconoció conversaciones con ese sector impulsado por “Antonio Mucci (futuro ministro de

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trabajo de Alfonsín) del gremio gráfico, Yasiuc (sic) de los ferroviarios y Fernández de Gas del Estado (sic)”, y si bien afirmó en una entrevista “tenemos coincidencias en cuanto a la democratización de los sindicatos […] los que lo impulsan quieren crear una corriente pluralista, democrática, e independiente de cualquier partido político”, también remarcó “Yo no formo parte de ese movimiento”.36 89 Finalmente la seccional metalúrgica de Villa Constitución participaría del armado de un bloque o espacio sindical de dirigentes asociados con la tendencia combativa al interior del movimiento obrero denominado Encuentro de Trabajadores Argentinos (ENTRA), junto a Julio Guillán de FOETRA y Francisco “Barba” Gutiérrez de la UOM Quilmes. 90 Este reposicionamiento en el escenario sindical argentino de la Marrón fue afirmado tras la victoria definitiva en las urnas en noviembre de 1984 por el 88% de los votos, 4.144 para la Lista Marrón y 529 para la Lista Azul y Blanca identificada con las 62 Organizaciones (dirigidas entonces por Lorenzo Miguel)37, con un porcentaje de participación en los comicios superior al 90%. Este triunfo confirmó la conducción de la Agrupación 6 de Diciembre Lista Marrón sobre la seccional UOM V.C. 91 La lista Marrón, que ganó tras un compás de nueve años de ausencias de elecciones sindicales, estuvo conformada por activistas y dirigentes muy ligados a su referente más importante, Alberto Piccinini.38 92 Con la Seccional normalizada definitivamente y los liderazgos legitimados comenzó para la regional metalúrgica una nueva etapa de fortalecimiento de la organización interna y de vinculación político-gremial hacia afuera del ámbito villense. En esa línea Victorio Paulón manifiesta que “la UOM de Villa [Constitución] transita los ochenta con una fuerte impronta de rescate de la memoria de los Derechos Humanos, de conocer lo que había pasado, de la CONADEP. Un fuerte compromiso con la democracia. En ese momento Villa fue muy protagonista cuando fueron los levantamientos carapintadas, por ejemplo un par de vigilias que se hicieron en la plaza durante toda la noche, en los momentos más críticos”.39 93 En el plano sindical, a la ya mencionada participación en el ENTRA se agregó también la estrategia replicada de los setenta de trabajar en constituir un nucleamiento gremial fuerte en la región. Como describe Paulón la UOM V.C. “Se empieza a integrar al movimiento […] al conjunto del movimiento sindical a partir de la experiencia de la CGT Regional. En la etapa de [Saúl] Ubaldini existían los plenarios nacionales de la CGT, pero existían los plenarios regionales donde participaban los delegados de base, los sindicatos locales. Y ahí empieza una experiencia donde nos empezamos a encontrar con otras experiencias de renovación sindical que se habían dado a la salida de la dictadura, en un momento de relativa fragilidad del aparato burocrático. Para darte una idea, en las elecciones de la UOM del ’84 hubo nueve seccionales que estaban fuera de la órbita del esquema de Lorenzo Miguel”.40 94 Las formas de organización y praxis gremial en la recuperada seccional UOM de Villa Constitución fueron una continuación de las experiencias de organización esbozadas en los setenta y se plasmaron en la institucionalización de una práctica gremial democrática, a partir del principio de la unidad obrera y de la participación colectiva. De este modo la asamblea se convirtió en el órgano decisorio principal y el sindicato local era la instancia organizativa fundamental desde donde se estructuraba la representación de clase. Este proceso al interior de la seccional no estuvo exento de

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tensiones internas y disputas por lógicas y formas de desempeñar la representación del mandato del conjunto de los obreros de las plantas metalúrgicas de Villa Constitución. 95 Si bien la unidad en la acción reivindicativa cohesionaba al activismo al interior de la Marrón, la existencia de diferentes identidades políticas y generacionales se manifestaron en la dinámica interna de coexistencia de esas heterogeneidades. Cuestiones como los posicionamientos políticos clásicos del tipo peronismo-anti peronismo que regían los debates obreros desde mediados de siglo reaparecieron en las discusiones al interior de la clase obrera metalúrgica villense. Las posiciones del sindicato local frente al gobierno de Alfonsín y a las estrategias gremiales del titular de la CGT Saúl Ubaldini eran materia constante de disputas sobre los posicionamientos de la seccional. 96 Estas diferencias políticas existentes tensionaron el proceso de participación interno. Así por ejemplo, los obreros del sector acería de Acindar reclamaron a la Comisión Directiva de la UOM V.C. encabezada por Piccinini que la elección de la Comisión Interna de la fábrica se realizara a través del voto directo, y no a criterio único del Secretario General. No obstante, las asambleas continuaron siendo el marco de estas discusiones internas. En una de ellas se produce “[…] la ruptura con la Marrón de un grupo que era noventa por ciento de la acería rompe con Piccinini, por alguna cuestión generacional, indudablemente éramos todos muy jóvenes, estamos hablando de 1984-86”.41 97 Otro factor de discusión al interior de la Marrón fue la postura de la seccional frente a las medidas de fuerza convocadas por la CGT. Así lo manifiesta el por entonces joven activista metalúrgico: “nosotros discutíamos mucho cuando comienzan los paros de Ubaldini en contra de Alfonsín. En dos oportunidades no se moviliza a Buenos Aires, la UOM no moviliza y nosotros decíamos, no, hay que ir a Buenos Aires, hay que ir […] y ahí empieza toda una discusión de peronismo-anti peronismo adentro del sindicato”.42 98 De esta ruptura interna surgió un nuevo agrupamiento de obreros de identidad peronista y sintonía política con el liderazgo sindical nacional de Saúl Ubaldini. Se armó así la Lista Verde, con un fuerte componente del sector acería de Acindar, que competía electoralmente con el sector de Piccinini y disputaba la influencia de éste sobre el Cuerpo de Delegados. 99 Uno de los dirigentes de la generación joven e integrante de esa nueva lista vinculada a la renovación peronista, Aldo Strada, plantea que la conformación de una línea opositora al oficialismo surgió del cuerpo de delegados del sector acería “que entró rápidamente en contradicción con la dirección del sindicato. Ese proceso después tiene otra expresión que son las elecciones en el ’88 donde se elige la nueva Comisión Directiva, nosotros armamos otra lista, la Lista Verde donde participan estos compañeros que venían del peronismo”.43 100 En ese contexto, influye sobre las elecciones de la seccional local el fuerte impulso que había adquirido la renovación al interior del peronismo y genera una ruptura transitoria al interior de la Marrón. Siguiendo a Strada: “La Lista Verde se forma […] en el ’87. Porque en realidad se rompe parte de la Comisión Directiva, o sea, ahí lo que yo te decía, o sea, Luisito Ramírez y varios compañeros más que eran de la Comisión Directiva, que venían del peronismo, que eran peronistas, que habían armado una agrupación peronista también, porque ellos también estaban en el proceso de renovación partidaria. Inclusive te digo más, Luisito llega a ser el presidente del PJ [Partido Justicialista] en Villa […] la Lista Verde se arma con un núcleo que tenía que

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ver fundamentalmente con sectores del peronismo y sectores independientes y quedan al costado los compañeros que habían transitado parte de nuestro camino, que venían del socialismo y la izquierda y todo lo demás. Tampoco integraron la Lista Marrón porque ellos habían discutido junto con nosotros, pero terminaron apoyando y votando a la Lista Marrón”.44 101 El proceso de competencia interna entre las dos líneas de acción sindical identificadas con las consignas anti burocráticas y democratizadoras duraría hasta el inicio de los fuertes conflictos con la patronal por la introducción de los nuevos métodos de trabajo. Las luchas que se desarrollaron a principios de los noventa por resistir la imposición de la flexibilidad laboral unificaron nuevamente a los activistas de la seccional bajo la referencia de la agrupación 6 de Diciembre-Lista Marrón.

Reflexiones finales

102 A partir de lo analizado pudimos observar que a mediados de los años setenta la represión adquirió en la Argentina una centralidad excluyente como modo de resolver los conflictos y las tensiones sociales. Ello impactó particularmente en el mundo de los trabajadores ya que como resultado de la represión descargada contra la clase obrera provocó un cambio en la situación global de la misma, es decir una pérdida de su capacidad de discutir las condiciones de las relaciones capitalistas y de participar en la arena política.

103 Este legado, que dejó su huella en Villa Constitución, implicó una gran dificultad para la recuperación de la lucha gremial en la transición hacia la democracia de los años ochenta. No obstante, pese a la cárcel, a la persecución y a las víctimas de la represión, los sueños incumplidos de la vanguardia obrera villense reaparecieron entre los escombros del régimen militar implosionado tras la Guerra de Malvinas. 104 El proceso de recuperación del proyecto de democratización sindical de los líderes y activistas de la Agrupación lista Marrón, que comenzó durante el ocaso de la dictadura, fue clandestino, lento y capilar. Una combinación de factores voluntarios e involuntarios, entre los que marcamos el exilio de algunos dirigentes a los que se les concedió esa posibilidad y su tarea de denuncia en el exterior, la libertad de los dirigentes sindicales presos y su retorno a la militancia gremial, la renovación generacional de los obreros que trabajaban en las plantas metalúrgicas villenses, y otros hechos de la coyuntura política nacional, generaron las condiciones para que aquellos decidieran retomar las banderas de un sindicalismo combativo. 105 La lucha por reconquistar el sindicato estuvo también atravesada por el encuentro de dos generaciones, los viejos referentes setentistas que protagonizaron los conflictos sindicales del primer quinquenio de los ’70 y los nuevos activistas que ingresaron en la fábrica en tiempos dictatoriales y comenzaron a familiarizarse, por la transmisión oral y las reuniones clandestinas, con la historia de luchas y los proyectos de la generación anterior. 106 En este proceso de vinculación de los intereses y aspiraciones, de los valores e ideales de dos generaciones paridas en momentos históricos muy divergentes, fue fundamental el rol cobrado como ámbito de encuentro por el CEFS, que aportó de manera significativa tanto en la reorganización de la militancia gremial, como en la formación de los nuevos cuadros sindicales –tanto en lo referente al ámbito gremial como a

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conocimientos sociopolíticos más generales- que se sumaron a participar en la actividad sindical al calor del clima de la primavera alfonsinista. 107 Por otra parte, en relación con los cambios en la participación política del gremio metalúrgico villense, y de sus dirigentes, en un tiempo histórico de reformulación de las identidades y prácticas políticas, los postulados gremiales de la agrupación sindical se mantuvieron inalterados aunque las estrategias para alcanzarlos fueron variando, de posturas radicalizadas a posiciones más reformistas, dado el clima defensivo de los ochenta y la influencia de la ideología socialdemócrata que fue asumida por los líderes históricos de Villa Constitución. 108 Estas nuevas tramas identitarias incorporadas por aquellos estuvieron atravesadas por las discusiones con las nuevas camadas sobre la actuación sindical y política del gremio a partir de la clásica disputa peronismo-anti peronismo, que se reprodujeron en las controversias al interior de la Marrón y marcaron diferencias tanto generacionales como políticas, que llevaron a una ruptura transitoria de la agrupación sindical. 109 Mas allá de estas divisiones internas, el amplio triunfo (71% de votos) en las elecciones de la Seccional UOM V.C. de 1988, tuvo una importancia especial porque significó la consolidación del proceso abierto con la reorganización de la Marrón a comienzos de los años ochenta, en plena dictadura. 110 El desafío de sostener la conducción sobre la regional metalúrgica a partir de la relegitimación del proyecto gremial en las urnas era una circunstancia no atravesada en su trayectoria por la dirigencia local e implicaba demostrar el fortalecimiento de la construcción gremial, mas allá de las diferencias internas que emergieron con el grupo de activistas identificados con la corriente de la renovación peronista. 111 En este sentido, la Marrón logró durante los años ochenta reconquistar y sostener un amplio dominio en la política gremial metalúrgica de la zona, y pudo recomponer la trama organizativa del activismo obrero que fue duramente reprimido y perseguido por la dictadura. 112 Por otra parte, estas reflexiones finales también permiten arriesgar algunas preguntas sobre los futuros desafíos con los que se encontraron los metalúrgicos villenses en los años posteriores a la recuperación de la seccional metalúrgica, en particular con dos coyunturas indudablemente clave en su historia sociopolítica: por una parte la experiencia de la profunda reconversión productiva que encaran las empresas del sector (Acindar en particular) en el contexto de la imposición de una nueva matriz neoliberal que impulsó el menemismo y su impacto en la conciencia y el accionar de los metalúrgicos villenses. 113 Por otro lado, mucho mas reciente, pero posiblemente tan central como aquella coyuntura son los años en curso donde la histórica lista Marrón (o por lo menos sus herederos mas conspicuos) pierden en elecciones democráticas la conducción de la seccional a manos de líderes mas identificados con el nuevo gobierno peronista, pero que también proclaman su identificación con aquella tradición. 114 En ambas coyunturas los desafíos a una identidad obrera construida sobre la reivindicación de un pasado combativo están a la orden del día: qué y cómo se resignifica esa memoria “heroica”, que ya en ese entonces portaba tensiones (políticas, ideológicas), son dilemas en tanto los actores los perciben como necesarios para articular y legitimar sus prácticas. Indudablemente estas preguntas están mas allá de poder ser respondidas en estas páginas, no obstante nos parecía por lo menos

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pertinente traerlas a colación como potencial agenda de investigación para futuros trabajos.

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Winter, Jorge. La clase trabajadora de Villa Constitución. Subjetividad, estrategias de resistencia y organización sindical. Buenos Aires: Reunir. 2010.

NOTAS

1. Para profundizar el análisis sobre el peso social adquirido por la clase obrera durante el peronismo, y su “herético impacto” para la reproducción del sistema capitalista ver Daniel James. Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina 1946-1976. Buenos Aires: Siglo XXI. 2005. En referencia a la crisis de hegemonía o “empate hegemónico” entre 1955 y 1976 ver Juan Carlos Portantiero. “Economía y política en la crisis argentina (1958-1973)”, en Waldo Ansaldi y José Luis Moreno Estado y sociedad en el pensamiento nacional. Antología conceptual para el análisis comparado. Buenos Aires: Cántaro. 1989. pp. 301 a 346. 2. Para una explicación exhaustiva de los objetivos del Proceso de Reorganización Nacional y de la metodología del Terrorismo de Estado ver Hugo Quiroga. El tiempo del ‘Proceso’. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares. 1976-1983. Rosario: HomoSapiens.2004. 3. Esta corriente, que encuentra sus raíces identitarias en la experiencia de la resistencia peronista y en los Programas de La Falda y Huerta Grande, cobró forma a partir de la experiencia de la CGT de los Argentinos en 1968 y germinó en el desarrollo de una línea de liberación nacional y otra clasista. 4. Héctor Palomino. “Los cambios en el mundo del trabajo y los dilemas sindicales” en Juan Suriano (Dir.) Dictadura y democracia (1976-2001). Buenos Aires: Sudamericana / Nueva Historia Argentina. 2005. 5. La intervención de la delegación metalúrgica villense permitió contener un amplio pliego de demandas provenientes desde las bases, facilitando la definición de las negociaciones en las convenciones colectivas de trabajo entre la cúpula sindical burocratizada y la patronal. Un desarrollo más amplio y pormenorizado de los hechos de 1975 son analizados en los siguientes trabajos: Bernardo Gallitelli, “La huelga de Villa Constitución”; En Ernesto Rodríguez y Oscar Videla (Comp.). El Villazo. La experiencia de una ciudad y su movimiento obrero. Tomo I, Rosario: Revista Historia Regional. 1999. Pág. 81-104; Andrea Andujar. “Combates y experiencias: las luchas obreras en Villa Constitución (1974-1975)” en Taller. Revista de Sociedad, Cultura y Política. Buenos Aires, Asociación de Estudios de cultura y sociedad, Vol. 3, Nº 6. 1998; Agustín Prospitti. Los metalúrgicos de Villa Constitución: sindicalismo y política en los conflictivos años ’70. Tesis de grado, inédito. Rosario. 2005. 6. Julio Godio. El movimiento obrero argentino (1955-1990). De la resistencia a la encrucijada menemista. Buenos Aires: Legasa. 1991. 7. Alberto Piccinini, en Mercedes Balech “La lucha por la democracia sindical en la UOM de Villa Constitución”. Luchas obreras argentinas, año II Nº 7. Buenos Aires: Experiencias. 1985. 8. Entrevista a Rubén Pereyra, Ex miembro de Comisión Interna de Acindar. Villa Constitución, 12/1/12. 9. En Balech, Op. Cit., 1985. 10. Ibíd. 11. Entrevista a Juan Actis, Ex Secretario General UOM Villa Constitución y miembro de la Comisión Directiva de la Lista Marrón. Villa Constitución, 13/1/12. 12. Entrevista a Alberto Piccinini, Ex Secretario General de la UOM Villa Constitución por la Lista Marrón. Villa Constitución, 17/11/2005. 13. Entrevista a Juan Actis, Op. Cit., 13/1/12. 14. Estos rasgos mitológicos operaron en la formación de las memorias construidas posteriormente por los protagonistas de esta historia y tuvieron repercusión en la vida gremial local hasta el presente.

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15. Publicación “25 Años de lucha. Agrupación Metalúrgica 6 de Diciembre Lista Marrón” s/f. 16. Entrevista a Aldo Strada, Ex delegado y miembro de Comisión Directiva UOM V.C. Rosario, 16/10/10. 17. José Luis Romero. Breve Historia de la Argentina. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 2002. 18. Ernesto Villanueva (coord.). Conflicto obrero. Transición política, conflictividad obrera y comportamiento sindical en la Argentina, 1984-1989. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes.1994. 19. Godio, Op. Cit., 1991. 20. Alberto Piccinini, en Revista Democracia Sindical, Junio de 1984. 21. Historia del CEFS. En http://www.cefs.org.ar/article40.html?lang=es 22. Entrevista de Mona Moncalvillo a Alberto Piccinini, En Revista Humor, Buenos Aires, Agosto de 1983. 23. Ibíd. La comisión fundadora estaba integrada por Piccinini (metalúrgico), Actis (metalúrgico), Alí (gráfico), Segovia (metalúrgico), Bravo (docente), Aragón (metalúrgico), Campbell (viajante) y Ejea (carne). Este centro de formación y sus objetivos fueron tomados como ejemplo por otros sindicatos, y su trascendencia en el ámbito sindical implicó que el mismo fuera trasladado a Buenos Aires para permitir una mayor capacidad de aporte a la preparación de los nuevos cuadros sindicales y de reapertura a las discusiones sobre el modelo sindical dominante. 24. Alberto Piccinini, en: Isabel Rauber. Profetas del cambio: CTA una experiencia de construcción de poder popular en Argentina. Cuba: Pasado y presente XXI. 1997. 25. Hernán Haríspe, en Jorge Winter. La clase trabajadora de Villa Constitución. Subjetividad, estrategias de resistencia y organización sindical. Buenos Aires: Reunir. 2010. 26. Ibid. 27. Alberto Piccinini, en Balech, Op. Cit., 1985. 28. Winter, Op. Cit., 2010. 29. Norbert Lechner. “La democratización en el contexto de una cultura posmoderna”, incluido en Norbert Lechner. Cultura política y democratización. Buenos Aires: Humanitas. 1987. 30. Mark Jones. “Una evaluación de la democracia presidencialista argentina: 1983-1995”, en Scout Mainwaring, y M. S. Shugart (eds). Presidencialismo y democracia en América Latina. Buenos Aires: Paidós. 2002. p. 214. 31. Jones, Op. Cit., 2002. p. 215. 32. Ídem. p.216. 33. Palomino, Op. Cit., 2005. 34. Entrevista a Alberto Piccinini, Op. Cit., 17/11/2005. 35. Página 12, Buenos Aires, 5 de Abril de 1988. 36. Entrevista de Mona Moncalvillo a Alberto Piccinini, Op. Cit. 37. Revista Democracia Sindical. Bs. As. Junio de 1984. 38. La misma estaba integrada de la siguiente forma: Secretario General - Alberto Piccinini; Secretario Adjunto - Mario Aragón; Secretario de Organización – Elvio Nardoni; Secretario de Administración - Luis Lascano; Tesorero - Luis Ramírez; Pro tesorero - Victorio Paulón; Secretario de Actas - Jorge Galdo; Secretario de Acción Social - Pedro Parada; Secretario de Prensa y Cultura - Dante Manzano. La nómina se completaba con los Vocales: 1º Miguel Lezcano; 2º Carlos Vázquez; 3º Benito Ojeda; 4º Érico Schneider; 5º Raúl Alomar; 6º Carlos Cabrera; 7º Walter Contreras; 8º Obdulio Ríos; 9º José Alba Fernández. Electores Nacionales Titulares: Ramón Córdoba, Julio Zapata y Héctor Totro. Electores Nacionales Suplentes: Salvador Metz, Francisco Fernández y Santos Reche. 39. Entrevista a Victorio Paulón, Ex Secretario General UOM V.C. y miembro del Comité de Lucha de 1975. Villa Constitución, 11/03/11. 40. Ibíd. 41. Entrevista a Aldo Strada, Op. Cit., 16/10/10.

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42. Ibíd. 43. Ibíd. 44. Ibíd.

RESÚMENES

El objetivo principal del artículo es reconstruir el modo en que los líderes y activistas sindicales identificados con la combativa Lista Marrón de la Unión Obrera Metalúrgica Villa Constitución (UOM V.C.) recuperaron el proyecto sindical de los años setenta durante el transcurso del gobierno alfonsinista. En este sentido, se analiza cuáles fueron los cambios en la participación política del gremio metalúrgico villense, y de sus dirigentes, en una coyuntura de reformulación de las identidades y prácticas políticas.

The main aim of this article is to reconstruct the way in which the leaders and activists identified with the militant “Brown List” of Villa Constitución Labor Metallurgical Union (UOM V.C.) recovered the seventies’ syndical project during the course of Alfonsin’s government. Here, we analyze which were the changes in the political participation of Villa’s metallurgical union and of its leaders, in a context of reformulation of identities and political practices.

ÍNDICE

Keywords: militant unionism, UOM Villa Constitución, syndical recovery, return to democracy Palabras claves: sindicalismo combativo, UOM Villa Constitución, recuperación sindical, retorno a la democracia

AUTOR

AGUSTÍN PROSPITTI

Argentino. Docente en la Facultad de Ciencia Política y RRII de la UNR y en la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos. [email protected]

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La crisis del marxismo en una perspectiva latinoamericana Diálogos entre el morenismo y los estudios subalternos The Marxism’s crisis in a Latin American perspective. Dialogs between the morenism and the subordinate studies

Julia Exposito

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 24 marzo 2015 – Aceptado: 14 mayo 2015

Introducción

1 Hablar en la actualidad del marxismo y su “crisis” se ha convertido, indudablemente, en una de las empresas más difíciles. ¿Existe hoy una crisis del marxismo?, y si asentimos ¿De qué tipo de crisis se trata? En primer lugar, la dificultad radica en la constatación de un amplio arco de definiciones desde las que se puede dar respuesta a estas preguntas. En segundo lugar, porque estas cuestiones nos conducirán a otra, quizás más compleja: la de preguntarnos por la naturaleza misma del pensamiento marxista. Se hace válida, de esta manera, la cuestión planteada por C. Castoriadis: “¿De qué marxismo, en efecto habrá que hablar?”1.

2 Consideramos, que por la amplia producción y por los extensos márgenes de controversias que sobrelleva, la “crisis del marxismo” es un tema crucial para un pensamiento político-cultural crítico2. Habitamos un mundo, y hasta podríamos aventurar, una cultura, que conserva la marca de la herencia marxista. Como afirmara Derrida: Será siempre un fallo no leer y releer a Marx. Es decir, también a algunos otros [marxistas] (…). Será cada vez más un fallo, una falta contra la responsabilidad teórica, filosófica, política. Desde el momento en que la máquina de dogmas y los

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aparatos ideológicos ‘marxistas’ (…) están en trance de desaparición, ya no tenemos excusa solamente coartadas, para descentrarnos de esta responsabilidad. (…) No hay porvenir sin Marx. Sin la memoria y sin la herencia de Marx.3 3 Este nuevo siglo, y esta nueva época, denominada “posmoderna”, tienen como hito político una caída, la del muro de Berlín, que terminó de arrastrar junto con él gran parte del bagaje de saberes y certezas del discurso marxista. De este modo, E. Palti sostendrá que “la disolución de la URSS, (…), para muchos de los enrolados en las filas de la izquierda revolucionaria representó una experiencia traumática (…); abrió, para ellos una suerte de quiebra de inteligibilidad en la que todas sus anteriores certidumbres colapsaron4. En este sentido, N. Moreno, desde una perspectiva militante declarará “los marxistas revolucionarios, en general sostenían que el capitalismo se dirigiría a la catástrofe (…). Todos nosotros hemos compartido esa concepción, (…) decíamos que (…), se hundiría el capitalismo para dar lugar a una sociedad socialista”5. El “sentido marxista de la historia” parecía, ahora, descentrarse, dando lugar a la especulación de la no posibilidad del socialismo, algo impensable para cualquier marxista. Así se nos revela el carácter peculiar de esta crisis: “La pérdida del Sentido deja en pie aún la pregunta por el sentido, o más exactamente, por los múltiples sentidos, pues el sentido con minúscula oculta mal cuánto se ha cedido de la búsqueda política del Sentido”6.

4 La pregunta que se nos presenta, entonces, es qué implicancias teóricas, metodológicas y políticas suponen el cómo se piensa la llamada “crisis del marxismo”. Es decir, ¿las distintas resoluciones teóricas sobre la crisis del marxismo, no conllevarían impactos disímiles en el modo de pensar: las formas organizativas y/o institucionales, es decir los modos políticos-culturales; las subjetividades con potencialidades emancipatorias; y la forma más general de organización de la “sociedad”, aquello que el marxismo denominaba “estructura”? 5 En función de lo hasta aquí expuesto, nos parece pertinente volver sobre nuestra pregunta: ¿qué impactos suponen el cómo se teoriza la “crisis del marxismo” sobre lo político-cultural, la/las subjetividades y la “estructura” social? Creemos que los aportes que se han realizado en este sentido se encuentran vinculados con aquello que podríamos denominar “pensamiento europeo”. Aportes que si bien generan una suerte de panorama y una contribución fundamental en la cuestión, no agotan sus posibilidades. En efecto, sería un fallo pretender cerrar esta problemática desde una visión eurocéntrica, dada la cantidad de debates y teorizaciones en torno al marxismo que se han realizado en los demás continentes. En este sentido, y con el objetivo de aportar al debate actual en torno a la “crisis del marxismo”, creemos que es necesario realizar un recorrido por las producciones de ciertos autores latinoamericanos que, de algún modo, han hecho eco de esta problemática. Un análisis de este tipo podría generar un aporte interesante a un pensamiento político-cultural contemporáneo que pretenda ser crítico. 6 De este modo, hemos escogido dos corrientes, ilustradas por sus dos máximos exponentes (si bien comprendemos que los escritos de los autores, de algún modo, operan como pensamiento colectivo), para relevar la problemática de las crisis del marxismo en Latinoamérica: el Movimiento al socialismo (MAS), ejemplificado por ciertos escritos relevantes de Nahuel Moreno, y los Estudios subalternos latinoamericanos, expuestos por textos de uno de sus fundadores John Beverley. Consideramos que la dupla Moreno-Beverley puede ser interesante para relevar estos

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debates, puesto que nos permite abordar esta temática desde distintas perspectivas (perspectivas las cuales encierran en sí mismas, distintas definiciones del marxismo)7. No obstante el recorrido por distintas tradiciones, ambos grupos son herederos de ciertos debates teóricos comunes, al mismo tiempo que se encuentran inmersos en las vicisitudes de una misma coyuntura tanto internacional como latinoamericana (ambas teorizaciones discuten el contexto de finales de los ´80). El desafío metodológico será, entonces, el de analizar las producciones teóricas de estos autores como “espacios discursivos”, ligadas a su contexto de aparición. En este sentido, “toda acción social tiene un sentido, ella se constituye bajo la forma de secuencias discursivas”8 y por ello el discurso es co-extensivo de lo social. Por lo tanto, la categoría de “discurso”, lejos de inferir una tendencia “idealista”, supone pensar la bibliografía como un complejo entramado de teoría y práctica, donde la totalidad estructurada de estos espacios es siempre contingente. Dicha contingencia, supone por tanto una articulación que puede ser explorada, siguiendo las conexiones conceptuales (que revelan su carácter de no “necesarias”) y de esta manera sacar provecho de un entrecruzamiento entre las producciones de los autores y los temas, revelando los puntos nodales para nuestra investigación. 7 Para exponer los objetivos planteados, nos proponemos en este artículo realizar, en un primer apartado una suerte de mapeo sobre determinadas posturas frente a la actual crisis del marxismo, puesto que consideramos que aporta a la discusión sobre los autores trabajados. En un segundo momento, pretendemos indagar sobre el contexto más general en el cual los autores realizan la mayor parte de su obra significativa para este trabajo. A la vez que este análisis es aclaratorio en relación al contexto que hacen referencia los autores cuando teorizan sobre la crisis del marxismo. Para ir luego, en un tercer apartado a referirnos al contexto teórico-conceptual que permitirá luego realizar un cuarto apartado que trabaja ya específicamente sobre las obras de los autores -recortada según el contexto trabajado- para distinguir que reformulaciones teóricas presentan frente el discurso marxista clásico a la hora de pensar la crisis de este pensamiento.

Un mapeo sobre la actual crisis del marxismo

8 El debate sobre la crisis del marxismo, como marcábamos más arriba, implica sin dudas una tarea ardua y compleja. En este sentido, es que hemos decidido, a los fines prácticos de este trabajo, comenzar exponiendo una suerte de delimitación teórico-conceptual, que si bien entendemos no agota la problemática, es útil para generar un contexto más amplio sobre posturas frente a la crisis, a la vez que es atinado para referenciar los puntos clave que prendemos tratar en la obra de Moreno y Beverley. Es así que podemos decir que las respuestas al por qué de la crisis del marxismo rondarán en torno a su “saber” y su “verdad”. Es decir, la crisis parecería desdoblarse. Por un lado, supone una suerte de puesta en cuestión de los pilares teóricos del marxismo (el marxismo en tanto “saber”) y, por el otro, sería resultado del balance negativo, incluso de la derrota, de la práctica política marxista en el siglo XX (la puesta en cuestión de la “verdad” marxista de la historia).

9 El desdoblamiento entre saber y verdad, complejiza los debates en torno a qué significa la crisis del marxismo. L. Althusser distinguirá que hacia dentro del marxismo hay tres formas generales de reaccionar frente a esta crisis. La primera, afirma, se caracterizará

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por “(…) cerrar los ojos para no ver, y callar: oficialmente el marxismo no conoce crisis alguna, son los enemigos quienes la han inventado”9. Dentro de este punto podemos ubicar a las visiones más ortodoxas, o incluso a los análisis de algunos partidos tradicionales dentro del discurso marxista tal como se había consolidado tras las primeras décadas del Siglo XX. También podemos situar aquí a algunos teóricos, como por ejemplo a P. Anderson, quien sostendrá que la actual crisis el marxismo no es tal, sino que por el contrario sería más preciso hablar de un colapso del movimiento comunista y de la III Internacional: “me parece francamente aberrante —es invertir la realidad—, describir la fase actual como un período de ‘crisis del marxismo’, en lo que se refiere a la instancia teórica de la producción del marxismo como fuente de pensamiento”10. Las contradicciones en el plano de la práctica no suponen un cuestionamiento del discurso marxista. 10 La segunda forma mencionada por Althusser, consiste en comprender que existe una crisis, “y sufrirla mientras se continúan buscando motivos reales de esperanza en las fuerzas del movimiento obrero y popular”11. Alegando que se trata de una crisis cíclica más, aunque quizás más intensa que las anteriores, la crisis (más allá de su intensidad) supone su eventual solución por medio de alguna revisión interna dentro de la tradición marxista. En este sentido localizamos teorizaciones como la de M. Löwy, que señala el peligro de ubicarnos “en el terreno de la ‘crisis del marxismo’ [puesto que] vuelven a florecer el liberalismo burgués, el positivismo, la metafísica idealista o materialismo vulgar, el biologismo social, el oscurantismo reaccionario”12. Para Löwy, el marxismo sigue siendo el horizonte intelectual de nuestra época, por lo tanto el punto fundamental para salir de esta situación crítica precisa de una renovación dentro de la teoría marxista: “Esta renovación implica ‘necesariamente’ el enriquecimiento del marxismo con el aporte de los nuevos movimientos sociales, (…), exige también su ‘fertilización’ por las formas más avanzadas y productivas del pensamiento teórico no marxista (…). Finalmente, el desarrollo creador del marxismo y la superación de su actual ‘crisis’ requieren, paralelamente a la radicalización de su negatividad dialéctica, el restablecimiento de su dimensión utópica”13. 11 El tercer tipo de reacción descripta por Althusser frente a la crisis “es tomar una perspectiva histórica, teórica y política suficiente para tratar de descubrir, (…), el carácter, el sentido y el alcance de esta crisis. Si se acierta, es posible también cambiar de lenguaje. En vez de comprobar: ‘El marxismo está en crisis’, decir: ‘¡Por fin ha estallado la crisis del marxismo!’”14. Es precisamente en este punto donde se ubicará el propio Althusser, entendiendo por crisis del marxismo “un fenómeno contradictorio que debe pensarse a escala histórica y mundial, y que (…) rebasa los límites de la ‘teoría marxista’; (…) concierne al conjunto de las fuerzas que toman al marxismo como punto de referencia, a sus organizaciones, sus objetivos, su teoría, su ideología, sus luchas”15. De este modo, para Althusser, desde el cisma chino-soviético aparecen grandes conflictos en el interior mismo de la tradición y militancia marxista, que ponen en cuestión la interpretación de la historia del marxismo. Por lo tanto, para Althusser habría, no sólo una crisis política, sino también, y más importante aún, una crisis teórica del marxismo: Es en [un] sentido, profundamente político, que me parece inevitable hablar hoy de crisis del marxismo. El resquebrajamiento de las certezas heredadas de una larga tradición, la de la II y luego de la III Internacional, los efectos ideológicos y teóricos de la crisis manifiesta (escisión entre China y la URSS) y encubierta (entre los partidos comunistas occidentales y la URSS), el abandono solemne o silencioso de

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principios (como la ‘Dictadura del proletariado’) sin una razón teórica confesable, la diversidad de las preguntas y las respuestas, la confusión de los lenguajes y de las referencias, traicionar; y enuncian la existencia de dificultades críticas de la propia teoría marxista, de una crisis teórica del marxismo16. 12 Es interesante, a las tres formas althusserianas de reaccionar ante de la crisis, agregarle una más. Nos referimos a concebir esta crisis del marxismo como el símbolo de su “muerte”, como una crisis general, que obligue a la demolición y abandono de dicho discurso. En esta línea, para Castoriadis, por ejemplo, “el marxismo he llegado a ser una ideología en el mismo sentido que Marx daba a ese término: un conjunto de ideas que se relacionan con una realidad, no para esclarecerla y transformarla, sino para velarla y justificarla en lo imaginario”17. Este autor afirmará que los dos pilares de la teoría marxista, el desarrollo de las fuerzas productivas y la lucha de clases, son contradictorios tanto en sí mismos como en su vinculación en tanto motores de la historia, y que a su vez son dos universos disímiles que generan formas distintas de pensar la filosofía, la política, la revolución. Para Castoriadis entonces, “la concepción materialista de la historia nos aparece hoy en día insostenible, (…) no podemos mantener más la filosofía marxista de la historia”18.

13 Para Palti las cuatro formas descriptas de reaccionar ante la crisis no agotan la problemática señalada. Si bien, en su análisis, la actual crisis de la tradición marxista no podría enmarcarse como una crisis cíclica, tampoco debería hablarse de una crisis general que declare la “muerte del marxismo”: Toda verdadera ‘crisis conceptual’, como la que intentamos explorar (…), comienza por la puesta en crisis del propio concepto de ‘crisis’. Ésta visión de la crisis surge, precisamente, de la desarticulación de su marco implícito de nacimiento- destrucción-muerte-regeneración; disloca el dispositivo categorial médico-jurídico en que hunde sus raíces conceptuales; destruye el sentido del tiempo (kairós), sin que por ello nos devuelva al puro acontecer (chronos), sino que abre a la pregunta por lo que viene después del sentido, por el sentido luego del fin del Sentido19. 14 Para Palti, entonces, “la crisis contemporánea sería definitiva y al mismo tiempo insuperable. En efecto, lo que los denodados pero insatisfactorios esfuerzos de salvar al marxismo como saber o como práctica política delatan, es la imposibilidad de ir más allá del marxismo, una vez que éste ha fracasado”20.

15 Ahora bien, entendemos que es necesario por la antes dicho enfatizar dónde nos ubicaremos nosotros en este gran debate sobre la actual crisis del marxismo. Sostenemos que, se hace indispensable pensar la crisis del marxismo tanto en un plano teórico como practico-político. De este modo, y como decíamos al comienzo, la “crisis” podría ser desdoblada, con fines analíticos, entre una suerte de debate teórico del marxismo (su saber), y una suerte de puesta en cuestión y de reformulación de su práctica política (su verdad). Puesto que consideramos, junto a Sazbón (2002), que el propio marxismo desde sus orígenes ha demostrado ser una teoría de la praxis, que por ende no se encuentra escindida de las coyunturas político-económicas particulares, creemos que no es posible desvincularlo de la época en la que ha surgido: aquella signada por el desarrollo del sistema capitalista como tal. En efecto, si algo nos ha mostrado la propia historia del marxismo es que ella se encuentra intímamente ligada a las “crisis” tanto del sistema capitalista en general, como a los vaivenes de las luchas emancipatorias, en particular. Teoría y práctica son, por lo tanto, dos ejes inseparables para pensar la historia del marxismo. Veamos ahora entonces esta vinculación en la obra de Moreno y de Beverley.

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De luchas y derrotas. En busca de un contexto histórico de las últimas décadas del siglo XX

16 Las experiencias políticas de la izquierda a nivel internacional hacia fines de los ´80 y principios de los ’90, estuvieron fuertemente condicionadas por el fin de la experiencia de los socialismos reales, fin que se produjo como resultado de una concurrencia de hechos en el panorama global y los procesos sociales internos de los países que pertenecían a la zona de influencia de la URSS durante el desarrollo de la Guerra Fría, y que en 1989 tuvo como hito de alto impacto simbólico la caída del Muro que dividía a Berlín desde 1961. Si a esto le añadimos las transformaciones en la estructura económica y política que venían siendo llevadas adelante por el gobierno del Partido Comunista Chino (marcadas a fuego por las jornadas represivas de Tian´anmen en 1989); la crisis de la revolución cubana con el endurecimiento del régimen castrista; la derrota electoral del FSNL en Nicaragua, sólo por mencionar algunas, comprenderemos que todas estas mutaciones contribuyeron a que el clima de derrota de esos años se extendiera cada vez más. Cabe agregar que estas transformaciones a menudo generaron, incluso desde dentro de la misma izquierda (y podríamos decir, sobre todo desde ella), una crítica hacia los procesos revolucionarios que sostenía que éstos en amplias ocasiones habían “traicionado” las premisas emancipatorias: enquistándose en el poder; persiguiendo políticamente a disidentes (siendo el encarcelamiento la “menor” de las consecuencias); empobreciendo a los trabajadores, campesinos, etc.

17 De este modo, por ejemplo, la derrota electoral del FSNL, es analizada en clave de las trasformaciones político-económicas restrictivas que impulsa el mismo FSNL a partir del ´88: “A partir de mediados de 1988 el gobierno sandinista encaró una política económica que favoreció a los ricos y perjudicó a los pobres, y que además los agredió ideológicamente y ratificó en el discurso oficial la ausencia de un especio legítimo para buena parte de las bases sociales del sandinismo”21. Al mismo tiempo que, “la organización partidaria fue coincidiendo y solapándose con la estructura administrativa del Estado”22. 18 Junto con este proceso de “derrota” de los socialismos reales, se desarrollaban fuertes mutaciones dentro de la lógica de producción capitalista. El contexto económico global se encontraba signado por el quiebre del tándem fordista/taylorista, momento en el cual la organización vertical del fordismo era subvertida por la aparición del toyotismo, que suponía una organización radicalmente nueva: la tendencia hacia una horizontalización de la forma del trabajo, que se hallaba en una mejor sintonía con la nueva “lógica neoliberal” que promovía el debilitamiento del modelo del Estado de Bienestar23. 19 En términos ideológicos es importante afirmar que, el auge de la “lógica neoliberal” alentó la instalación de dispositivos discursivos que demonizaron la política como práctica y como herramienta de disputa por el orden social, vaciándola de sus contenidos conflictivos y recortando su campo de intervención en función de la multiplicación de los abordajes técnicos –como desvinculados de lo político- y la consolidación de una tecnocracia lista para llevar adelante el desmantelamiento de redes sociales y políticas más o menos institucionalizadas (sindicatos, gremios, partidos políticos, organizaciones de base, etc.).

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20 Es en este complejo contexto internacional en el cual los grupos y autores escogidos comienzan a poner en jaque no sólo los aportes tradicionales del marxismo, sino, incluso, sus anteriores producciones teóricas. Si las teorizaciones de Moreno y de Beverley parten de un diagnóstico común de derrota, sin embargo se diferencian en sus exploraciones críticas acerca de las lógicas políticas llevadas a cabo por la izquierda. 21 Creemos que para ambos autores el problema radicaba en un debate en torno a las subjetividades que construían-constituían los procesos revolucionarios. Sin embargo, el problema era entendido por caminos disímiles. Para Moreno ese problema era leído en clave de “contenido clasista”, es decir, bajo el apoyo de qué clases sociales se sostenían los procesos revolucionarios: Tomemos ejemplos cercanos: Cuba y Nicaragua. En los dos se produjo un fenómeno similar. Fidel Castro puso de presidente de la República a Urrutia, un importante agente político de la burguesía y el imperialismo. Lo mismo hizo el FSLN nicaragüense con Violeta Chamorro y Róbelo, (…) representantes de la burguesía (…). Lógicamente, si el actual gobierno nicaragüense es frente populista no puede ser obrero y campesino ni haber expropiado a la burguesía24. 22 Por su parte, Beverley y los estudios subalternos argumentaban que el problema era que los procesos revolucionarios dejaban por fuera de su “sujeto” a sectores que eran subalternos, recreando las relaciones dominantes/subalternos en una nueva forma. Las dificultades de la revolución cubana o de la nicaragüense radicaban en que habían comenzado a “rearticular la relación dominante/subalterno, no habían radicalizado suficientemente esa relación. Una ‘estructura’ –en el sentido que dan a esa palabra los estructuralistas- continuaba produciendo efectos políticos ‘extraños’, contraproductivos”25. Este fenómeno se expresaba en que tanto negros, como indios, chicanos y mujeres, al mismo tiempo que ciertos modelos alternativos de sexualidad y de corporalidad, no habían entrado en pacto con el estado revolucionario. De este modo, si para Moreno el problema radicaba en el “contenido clasista” de los procesos revolucionarios, para el grupo de estudios subalternos, el problema se presentaba en que el “cierre” sectario del sujeto revolucionario, velaba la posibilidad de concebir al sujeto emancipatorio en su heterogeneidad constitutiva.

Un debate (de época) con y contra el marxismo

23 En términos generales, los debate teóricos fundamentales, de finales de la década del ´80 principios del ´90, se centraban en la pregunta por la posibilidad óntico-ontológica misma del “sujeto” emancipatorio predicado por la tradición marxista. El eje central de problema comenzaba por remarcar que el marxismo, en tanto perteneciente al pensamiento propiamente moderno, había teorizado sobre un sujeto, que si bien suponía toda una serie de complejidades y trasformaciones para el pensamiento, se encontraba bajo la lógica reinante del supuesto cartesiano de la subjetividad: el sujeto como cogito, el sujeto del ego, el sujeto unívoco.

24 En este sentido, uno de los puntos claves de los teóricos, militantes, etc., fue el de discutir esta idea de subjetividad. Esto tuvo como resultado diversas connotaciones en torno a la relación antes trabajada entre “saber” y “verdad” del marxismo. El debate giraba en torno a la posibilidad de mantener el discurso marxista, sabiendo que era necesario transformar sus conceptos fundamentales, es decir, se presentaba la incógnita de si determinadas herramientas teóricas que el marxismo proporcionaba en

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términos de saber aun continuaban vigentes (como por ejemplo: “lucha de clase”, “modo de producción”, “estructura/superestructura”, “alienación”, etc). Por otra parte, esa discusión de índole teórica se relacionaba inevitablemente con la pregunta por la “verdad” del marxismo: ¿Era posible la transformación de la “sociedad” toda, o por el contrario ese había sido el error capital del discurso marxista? 25 No obstante este debate, el resultado general fue que en las obras de muchos teóricos/ militantes del marxismo la conocida tesis dualista Burguesía/Proletariado a secas, comenzaba a ser desbordada ampliamente. En los análisis concretos se presentaba la necesidad de complejizar la pretendida polarización social. En este sentido, no es casual, entonces, que en esta época comiencen a re-aparecer y a re-formularse categorías tales como: “mito”, “bloque histórico”, “masa”, “desarrollo desigual y combinado”, “subalternidad”, “poscolonialismo”, “hegemonía”, entre otros. 26 De este modo, teorizaciones como la de Spivak, vienen a mostrar que el vínculo trabajado por el marxismo entre capitalismo global, en tanto modo de producción que supone un proceso de explotación económica, y la configuración de los Estados-Nación, como dominación geo-política, adquiere un análisis tan macrológico que hace que sea imposible que de éste se desprenda un análisis de “la textura micrológica del poder”26 (Spivak, 2003:314). Complementario con estos supuestos, Spivak sostiene que el sujeto no puede ser pensado de forma unívoca, dado que supondría una reducción en un doble sentido. Por un lado, se presentaría la imposibilidad de pensar los vínculos coloniales y poscoloniales, y al sujeto que éstos configuran (colonizado subalterno). Y por otro lado, aunque existiera la posibilidad de pensar este tipo de subjetividades en las coordenadas clásicas, se coartaría la potencialidad de pensar a ese sujeto ya no de modo cerrado y uniforme, sino como portador de una heterogeneidad irresoluble. 27 La idea de un desarrollo desigual de los procesos sociales se hace fuerte en esta época. Así se enfatiza en los análisis la idea de un carácter asimétrico de la economía en las distintas regiones y de los desarrollos sociales de un área a otra: “las mismas clases o elementos que eran dominantes en un área (…) podían estar entre los dominados en otra. Esto (…) creaba ambigüedades y contradicciones en actitudes y alianzas”27, entre el campesino, el proletariado, los desocupados, etc., no obstante, todos pudiesen ser comprendimos como clases subalternas. 28 De este modo, la mayor crítica que pesó sobre el discurso marxista, en este contexto, se basó en cómo pensar la subjetividad una vez que el sujeto de la Historia se ha desdibujado, o en algunos casos se ha declarado inexistente. Stuart Hall sostiene que es preciso realizar una reconceptualizacion del sujeto sin abandonarlo como categoría, puesto que si bien no puede ser pensado a la vieja usanza, si él no podrían pensarse cuestiones claves de la coyuntura actual. Por lo tanto, la propuesta stuarthalliana se afirma en pensar al sujeto de modo descentrado o desplazado, no obstante, dentro de ciertos parámetros del viejo paradigma: “las identidades son puntos de adhesión temporaria a las posiciones subjetivas que nos construyen las prácticas discursivas. Son el resultado de una articulación o «encadenamiento» exitoso del sujeto en el flujo del discurso”28. 29 Las teorizaciones de Ernesto Laclau se despliegan en un camino similar al presentado por Hall. Laclau, propondrá que, junto con la noción de sujeto, es necesario re-trabajar la categoría de “estructura” sostenida por el discurso marxista. La estructura, de este modo, lejos de ser aquella que conforma las determinaciones económicas, será una estructura discursiva; y por tanto todo sujeto será entendido como “posición de sujeto”.

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Más es importante comprender que al hablar de posiciones de sujeto, Laclau no está pensado en la determinación última de una posición, sino en la “sobredeterminación” de posiciones que constituyen al sujeto, retomando el concepto althusseriano de sobredeterminación29.

Moreno y Beverley, como pensadores del marxismo ante su crisis

30 Como marcábamos más arriba, si bien ambos autores partes de un diagnostico de “derrota” y de “traición” de los procesos revolucionarios del siglo XX, las diferencias que presentan en estos análisis los conduce, de alguna manera, a teorizar de modos diferentes la “crisis del marxismo”. El primer gesto teórico-político de Moreno será el de reformular la premisa clásica del devenir histórico inevitable hacia el socialismo, afirmando que: El tiempo nos ha demostrado que no existe una ley científica por la cual se llega inexorablemente a la catástrofe final del capitalismo y el comienzo del socialismo. El problema es mucho más complejo, ya que entran en juego los sujetos históricos, que son las clases, con sus sectores, grupos y dirigentes. La crisis definitiva de una sociedad está íntimamente relacionada con las luchas y los acuerdos para la lucha entre todos30. 31 En este sentido, Moreno resuelve la tensión existente en el marxismo entre “lucha de clases” o “sucesión de modos de producción” como motor de la historia, a favor de la “lucha”. Esta decisión, lo conduce a afirmar que si la lucha es el motor de la historia ya no es posible prever antemano su resultado. En otras palabras, el desarrollo de las fuerzas productivas puede haberse detenido, mas ya no podemos concebir que dicho estancamiento implique el cambio de un modo de producción por otro, ya que el resultado estará signado por la “lucha”: “El motor absoluto y total del proceso histórico es la lucha, luchas entre tribus, luchas entre naciones, luchas entre razas, luchas entre grupos humanos, luchas entre sectores burocráticos, luchas entre grupos de las tribus. (…) Es decir, la lucha es una constante del proceso histórico”31. No obstante, lo que aparece como innegable, es la existencia de la lucha -de clases-. La “crisis del marxismo” es definida, por lo tanto, dentro de un problema teórico, ya que es inevitable a partir de este “descubrimiento” reformular constantemente los saberes del marxismo. Éste es considerado por Moreno como una “ciencia abierta”, permeable a incorporar nuevos saberes y campos de pensamiento. La lógica marxista es, de esta manera “la única lógica concreta, científica existente, eficiente y con pretensiones de tal, que ha logrado un progreso importante, aunque la mayor parte de las veces inconsciente, práctico, en manos de científicos que pueden o no declararse marxistas” 32. En un segundo término, no por ello menos importante, la crisis del marxismo es para Moreno una crisis política, una crisis de dirección internacional, la cual debería luchar por el advenimiento del socialismo. De alguna manera, el balance que realiza Moreno en relación a las revoluciones cubana y nicaragüense, como vimos más arriba, referencia el por qué el rol de la “dirección” adquiere un cariz fundamental. Es decir, si el problema de estas revoluciones se manifestaba en su “contenido clasista”, era porque tanto la dirección del FSLN y del castrismo, habían pactado con sectores burgueses. De este modo, Moreno sentenciará al respecto, “no existe una gran dirección internacional, con influencia de masas que se plantee la perspectiva de derrotar al imperialismo”33. Moreno consideraba que cabría la posibilidad de que al caer el

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stalinismo como práctica política, que era un fuerte obstáculo para la resolución de la crisis del marxismo, podría surgir una nueva dirección a nivel mundial.

32 La relación entre saber y verdad se articularía en Moreno, dando como giro resolutivo la necesidad de que en gran parte el saber del marxismo tenga que reformularse, mas no así su verdad, ya que ésta solo puede sostenerse o no a través de la lucha. Como desarrolla Palti, el marxismo “a fin de preservarse como práctica revolucionaria, de conservar su esencia (su Verdad implícita), debería reformularse constantemente, reconstruir una y otra vez todo su saber”34. 33 Para comenzar a trazar las líneas en torno a la crisis del marxismo que rastreamos a lo largo de ciertos escritos de Beverley, tendríamos que comenzar diciendo que su postura parte de un balance de “derrota”, a la vez que de una ruptura. En este sentido, el grupo de estudios subalternos latinoamericano se forma luego de la derrota en las elecciones presidenciales nicaragüenses de 1990, lo cual supone para esta generación de intelectuales que el sueño de la revolución había fracasado. Proceso que lejos de coartarles la posibilidad de reflexionar sobre los problemas emancipatorios, los conduce a apostar por “un nuevo programa, ajustado a las condiciones actuales, que incluyen el colapso de la alternativa representada por el bloque soviético y la crisis del marxismo”35. Es sobre este punto donde se presenta la ruptura. A grandes rasgos podríamos decir que ciertos integrantes del grupo pertenecían a la corriente de estudios culturales de García Canclini y a partir de este contexto internacional, sobre todo con la derrota electoral del FSLN, comienzan a pensar que los estudios sobre subalternidad no deben ser pensados como una disciplina menor: “en vez de pensar que los estudios subalternos son un componente dentro de los estudios culturales, sería más correcto decir que representan una manera alternativa de articular las preocupaciones de los estudios culturales”36. Inspirados por el grupo de estudios subalternos sudasiaticos y por ciertos ejes de debate del Centro de estudios culturales de Birmingham, los estudios subalternos latinoamericanos criticaban “los estados de izquierda y las organizaciones partidistas por su liberalismo (…) [y] les incomodaba el ‘multiculturalismo triunfante’ que hablaba poco de la descentralización de la riqueza y la democratización del poder político”37.En este sentido, como afirmaba Beverly, el grupo de estudios subalternos se erigía como un método defensivo, al mismo tiempo que contra ofensivo: “Representan para nosotros una especie de correctivo, por un lado, a la crisis de la izquierda; por otro, a lo que vemos como la despolitización de los estudios culturales a consecuencia de su institucionalización”38. 34 Si como sostiene Beverley, luego de la “derrota” del discurso marxista, el proyecto de los estudios culturales de García Canclini suponía que el “capitalismo es (…) simplemente la nueva condición de vida -algo inevitable-”39, para el grupo de estudios subalternos la crisis de marxismo deja abierta la posibilidad de pensar la premisa emancipatoria, junto con el desafío teórico de crear nuevas categorías de análisis. De este modo, las palabras claves que presenta el grupo para re-teorizar la problemática de lucha son: “cultura”, “democratización”, “globalización” y algunos “post” (postmarxismo, postmodernismo, postestructuralismo). Junto con estos conceptos, se abría el debate acerca de abandonar categorías tales como “modernización”, “dictadura del proletariado”, “partido’’, “revolución”, “centro-periferia”, “desarrollo”, “nacionalismo” y “liberación nacional”, para remplazarlos por nociones que den cuenta de las nuevas especificidades de los social, a la vez que continuasen manteniendo intacta la apuesta rupturista de lucha. De este modo, “pluralismo”, “democracia”,

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“consenso”, “subalternidad”, “desplazamientos de poder”, entre otros, parecían conceptualizaciones más pertinentes para los objetivos del grupo40. 35 La crisis del marxismo se presentaba, entonces, como una gran crisis teórica y de método, ya que el discurso marxista había quedado, en cierto sentido, desactualizado frente a las grandes transformaciones a nivel mundial, no pudiendo ver las complejidades y las especificidades de los distintos países y procesos sociales. Este desajuste, al mismo tiempo, había generado que el “marxismo” cometiese atroces crímenes contra aquellos sectores por los cuales supuestamente había luchado en el pasado, a la vez que, paradójicamente, operaban con las mismas reglas que los dominadores. 36 Ahora bien, si perderse dentro de esa paradoja representaba la crisis del comunismo del siglo XX, la nueva tarea era explicitar la paradoja para sortear sus obstáculos. De este modo, se hacía necesario, para Beverley, trazar los límites que la paradoja había adquirido. Si la paradoja del siglo XX había estado signada por el rol preponderante de los Estados-nación, de ahí la apuesta marxista por la “toma del poder del Estado”; la paradoja contemporánea se regía por los procesos de desjerarquización operantes dentro de la lógica neoliberal. En este sentido, ya no era necesario pensar la lucha como un problema de “toma del Estado” sino como una lucha en torno a la hegemonía de los subalternos que re-conquistase “el espacio de desjerarquización cedido al mercado y al neoliberalismo”41. El problema radicaba en que, precisamente en esa “articulación ideológica”, se abría el peligro de no comprender la desjerarquizacion desde una “apertura hacia la diferencia y nuevas formas de libertad y auto-desarrollo”42. 37 El balance que sostiene Beverley en relación a la crisis del marxismo se afirmaba en la posibilidad de sostener la verdad marxista en tanto premisa de lucha emancipatoria (por otros medios: lucha por la hegemonía de los subalternos en el plano de la desjerarquización abierto por la lógica neoliberal), a costa de trastocar sus métodos y su saber. 38 En resumen, tenemos dos maneras diferentes de entender la crisis del marxismo. Mientras que Moreno nos sugiere que el marxismo debe permanecer en una constante reformulación de su saber sin abandonar su contradicción fundamental (burguesía/ proletariado), más no por ello debe dejar de creer y de luchar por su verdad; Beverley y el grupo de estudios subalterno nos propondrán permanecer, de algún modo, dentro del discurso marxista, reformulando sus saberes, y seguir luchando por la verdad a pesar (e incluso a causa) de que “la verdad” se haya transformado. A partir de lo relevado, veremos que estos autores propondrán una revisión de las categorías clásicas del marxismo develando distintas maneras de concebir al sujeto, y su vinculación con la lucha, la estructura, y las formas de organización político-culturales. En efecto, ¿Cómo impactan estas conceptualizaciones de la crisis del marxismo a la hora de pensar las subjetividades contemporáneas? El “descubrimiento” del descentramiento de la historia, una realidad social cada vez más opaca, el cuestionamiento del carácter determinante de la economía, desbordarán el concepto clásico de clase social y marcarán las limitaciones explicativas de la aplicación de esta categoría. 39 Moreno, como vimos, afirmará que son los hombres en lucha y las dinámicas que adquieren estas luchas las que demarcan el sentido de la historia. Ahora bien, esta lucha – como motor de la historia- se articula y es explicada, para el morenismo, como una tensión permanente entre los conceptos marxistas de estructura y la superestructura. O para ser más precisos, con la distinción entre el sujeto social y el sujeto político. Moreno

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formulará la hipótesis de que ya no es posible pensar un Sujeto histórico, sino dos: “¿Cuáles son los sujetos? Uno es qué sector de explotados va a dirigir la revolución, quién la va a hacer, (…), es decir, el sujeto social. Y el segundo sujeto es el de los partidos”43, el sujeto político. 40 En este sentido, es impórtate explicitar que entiende Moreno, por “sujeto social”. En términos generales, si bien retoma el término marxista de “estructura”, la comprende de una manera más compleja que la teorizada por Marx. Moreno recoge el término masas, utilizado por Trotski, para hacer referencia a todo sujeto explotado, a todo aquel que vive de su fuerza de trabajo. Al mismo tiempo, el término “masas” fue utilizado políticamente para convocar a las distintas “clases” a la lucha. En un continente como el latinoamericano, se hacía prácticamente imposible reivindicar la lucha “obrera”, sin tener en cuenta al campesinado (pensamos en países como Perú, Bolivia, entre otros) y a la clase media urbana (sector muy importante en la política Argentina, por ejemplo). De esta manera, y al ser un tema poco desarrollado por Marx, se hacía necesario para el morenismo precisar el concepto de “clase”. La masa vendría ahora a explicar aquello que excedía a la clase obrera como tal. 41 Ahora bien, para Moreno el sujeto masa no se caracteriza, en su definición, como el sujeto que lucha. La masa comienza a luchar como resultado de la extrema explotación del sistema capitalista, explotación la cual conforma el carácter subjetivo de la masa. La propia crisis del sistema capitalista es la que crea la necesidad de luchar; a la vez que el grado de desarrollo del movimiento de masas es el que determina que la movilización estalle o no. En otras palabras, la conciencia de las masas está determinada por “la necesidades que sufren y de las condiciones en que se encuentran para enfrentar a los explotadores”44. Para Moreno, la conciencia del sujeto social es independiente del sujeto político. Es decir, si la “conciencia” del sujeto masas se da en las mismas luchas que ella genera, el rol el sujeto político es el de disputar la hegemonía de las masas, a través de la lucha con otras organizaciones y tendencias: “El partido revolucionario tiene que ganar la hegemonía política del movimiento de masas. Esto se consigue trabajando sobre ellos, con una política que se plantea para que ellos la tomen”45. 42 De este modo, creemos que el pensamiento de Moreno radica en el intento de concebir a “la acción subjetiva de un modo que ésta no aparezca como un mero complemento de las determinaciones materiales, pero que tampoco las niegue”46. Se distingue, entonces, una “inversión de la ley de causalidad histórica”, porque “ya no son los factores objetivos sino el más subjetivo de ellos, la presencia o no de un partido revolucionario (el sujeto político), el que se convierte, (…), en el determinante en última instancia”47. La tensión entre la dislocación de la lógica estructural y su mantenimiento se convertirá en una constante en la obra de Moreno: “La irrupción de la temporalidad, la introducción de un elemento de contingencia en el seno del pensamiento marxista, no conlleva la resolución de la contradicción entre los dos principios motores de la historia. (…) El trotskismo afirma simultáneamente la necesidad y la imposibilidad de pensar un orden poscapitalista que no sea socialista”48. En consecuencia, la apuesta morenista que se ancla en marcar una fisura que habilita el campo de la lucha política: disputa hegemónica, sujeto político, aun presupone un espacio estructural que constituye la identidad, sin fallas, de un sujeto social (las masas). 43 Por su parte, Beverley y el grupo de estudios subalternos propondrán al igual que Moreno que ya no es posible pensar un Sujeto histórico, como lo formulaba el marxismo clásico. No obstante, nuevamente, la resolución a tal planteo encontrará

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otros caminos a los planteados por el argentino. El punto nodal radica, en la imposibilidad que plantea este grupo de continuar pensando la estructura, y las relaciones que ésta generaba como lo hacía el marxismo clásico, en dos sentidos. Primero, el sujeto (de la lucha) ya no puede ser pensado como Uno. Es decir, este sujeto no puede ser pensado en términos reduccionistas, debe comprenderse por el contrario como algo múltiple, no determinado, de ahí la elección del término subalterno: El subalterno no es una sola cosa. Se trata, insistimos, de un sujeto mutante y migrante. Aun si concordamos básicamente con el concepto general del subalterno como masa de la población trabajadora y de los estratos intermedios, no podemos excluir a los sujetos ‘improductivos’, a riesgo de repetir el error del marxismo clásico respecto al modo en que se constituye la subjetividad social49. 44 En segundo lugar, la subalternidad no emerge de la estructura, como el sujeto marxista clásico, sino que por el contrario disloca las cristalizaciones estructurales. Así la emergencia política del subalterno se encuentra en “las fisuras que dejan las formas hegemónicas y jerárquicas”50, de este modo el locus en donde la subalternidad habla como sujeto político y social, requiere una exploración de los márgenes del estado. Para los estudios subalternos ya no es posible pensar la escisión entre sujeto social y sujeto político, dado que la propia posibilidad del surgimiento de la subalternidad, como sujeto de cambio, está dada por la articulación entre lo social, lo político y lo cultural que generan las fallas estructurales.

Conclusiones

45 Los desplazamientos conceptuales que realizan Moreno y Beverley, en relación al discurso marxista clásico, encuentran su condición de posibilidad en el acto mismo de pensar la “crisis del marxismo”. No obstante, ambas apuestas teórico-políticas presentan dos maneras diferentes de entender esta crisis. Mientras que Moreno nos sugiere que el marxismo debe permanecer en una constante reformulación de su saber sin abandonar su contradicción fundamental (burguesía/proletariado), más no por ello debe dejar de creer y de luchar por su verdad; Beverley y el grupo de estudios subalterno nos propondrán permanecer, de algún modo, dentro del discurso marxista, reformulando sus saberes, y seguir luchando por la verdad a pesar (e incluso a causa) de que “la verdad” se haya transformado. A partir de lo relevado, veremos que estos autores propondrán una revisión de las categorías clásicas del marxismo develando distintas maneras de concebir al sujeto (masa en el caso de moreno, subalterno en el caso de Beverley), y su vinculación con la lucha, la estructura, y las formas de organización político-culturales.

46 La obra de ambos autores, si bien presentan distintas particularidades teóricas como vimos a lo largo del artículo, nos muestran los riesgos y las ventajas de asumir la des- realización de aquella Historia que el marxismo pregonaba. Por tal motivo, estas formas de concebir la importancia de las formaciones político-culturales, y las subjetividades que aquellas permiten colegar, abren posibilidades para un pensamiento político- cultural crítico de recrear sus conceptos, desde una perspectiva latinoamericana de la crisis del marxismo.

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NOTAS

1. Cornelious Castoriadis, La institución imaginaria de la sociedad. Marxismo y teoría revolucionaria (Barcelona: Tusquets, 1993) 17. 2. Entendemos al vínculo entre lo político y lo cultural como lo hacen Szurmuk y McKee Irwin en su “Diccionario de Estudios culturales latinoamericanos”, donde afirman que la cultura es plausible de asumir una función política especifica “tanto en la construcción de hegemonías como en su desestabilización” (2009:71), en tanto se entienda a la cultura como un espacio de “intervención y agonía, pero igualmente como zona de resistencia en los procesos coloniales/ neo/poscoloniales, como ese esfuerzo para descolonizar y para su nueva articulación en procesos constitutivos de las identidades”; Ver Mónica Szurmuk y Robert McKee Irwin, Diccionario de Estudios Culturales Latinoamericanos (México: Siglo XXI Editores, 2009) 70. 3. Jacques Derrida, Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional (Madrid: Trotta, 1995) 27. 4. Elias Palti, Verdades y saberes del marxismo. Reacciones de una tradición política ante su “crisis” (Buenos Aires:Fondo de cultura económica, 2005) 19. 5. Nahuel Moreno, Conversaciones con Nahuel Moreno (Buenos Aires: Antídoto, 1986) 1. 6. Omar Acha, “La irresistible seducción filosófica del marxismo”, Revista herramienta Nº33, Argentina, (2006: 2). 7. Esta dupla nos permitiría, no solamente enmarcar el debate dentro de herencias marxistas disímiles, aunque no opuestas, sino que también nos habilitaría, en cierta manera, a oscilar en la tensión, siempre existente en el marxismo, entre teoría y práctica. Mientras que Moreno, proveniente de la tradición trostkista, fue un dirigente abocado a la acción política partidaria; Beverley, es ante todo un intelectual militante del ámbito universitario, ligado a una tradición de los Estudios culturales latinoamericanos. 8. Rosa Nilda Buenfil Burgos, “Foucault y la analítica del discurso”, ponencia para Coloquio Aniversario del Nacimiento de Michel Foucault, México, (1996). 9. Louis Althusser, “Dos o tres palabras (brutales) sobre Marx y Lenin”, Eco. Revista de la cultura de occidente Nº 197, Bogotá (1978:515). 10. Perry Anderson, “¿Existe una crisis del marxismo?”, Revista Dialéctica Nº9, 145-158, México (1980:148). 11. Louis Althusser, “Dos o tres palabras…” 515. 12. Michael Löwy, “Marx un siglo después”, El Rodaballo, Revista de cultura y política Nº 1, (1994:4). 13. Michael Löwy, “Marx un siglo…” 6-7. 14. Louis Althusser, “Dos o tres palabras…” 515. 15. Louis Althusser, “Dos o tres palabras…” 513.

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16. Louis Althusser, “Dos o tres palabras…” 515. 17. Cornelious Castoriadis, La institución imaginaria… 20. 18. Cornelious Castoriadis, La institución imaginaria… 64. 19. Elias Palti, Verdades y saberes del marxismo… 17-18. 20. Omar Acha, “La irresistible…” 1. 21. Carlos Vilas, “Nicaragua: El camino de la derrota electoral y el porvenir de la revolución sandinista”, Reviste Realidad N 14, Marzo-Abril, (1990):143. 22. Salvador Martí, “Nicaragua postrevolucionaria: el laberinto sandinista y la difícil consolidación democrática”, Afers Internacionals, núm. 34-35, (1996): 150. 23. Ricardo Antunes, ¿Adiós al trabajo? Ensayo sobre las metamorfosis y el rol central del mundo del trabajo. (Buenos Aires: Ediciones Herramienta, 2003) 36. 24. Nahuel Moreno, Las revoluciones del siglo XX (Buenos Aires: Antídoto, 1984a) 58. 25. John Beverley, “Sobre la situación actual de los estudios culturales, en Asedios a la Heterogeneidad Cultural”, Homenaje a Antonio Cornejo Polar, ed. J.A. Mazzotti y J. Cevallos (Perú:Asociación Internacional de Peruanistas, 1996) 9. 26. Gayatri Spivak, “¿Puede hablar el subalterno?”, Revista colombiana de antropología, volumen 39, (2003):314. 27. Gayatri Spivak, “¿Puede hablar …” 323. 28. Stuart Hall, “Introducción: ¿quién necesita «identidad»?”, Cuestiones de identidad cultural, ed. Stuart Hall y Paul Du Gay (Buenos Aires: Amorrortu, 1996) 20. 29. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia (Buenos Aires: Fondo de cultura económica, 2004). 30. Nahuel Moreno, Conversaciones…2. 31. Nahuel Moreno, “Sobre los sujetos históricos. Charla-debate con André Gunder Frank”, Biblioteca digital www.nahuelmoreno.org, (1984b), consultado al 25/02/2015. 32. Nahuel Moreno, Nahuel Moreno, Conversaciones….101. 33. Nahuel Moreno, Nahuel Moreno, Conversaciones….14. 34. Elias Palti, Verdades… 89. 35. John Beverley, “Sobre la situación…” 13-14. 36. John Beverley, “Sobre la situación…” 10. 37. Mónica Szurmuk y Robert McKee Irwin, Diccionario… 255. 38. John Beverley, “Sobre la situación…” 10. 39. John Beverley, “Sobre la situación…” 13. 40. John Beverley, José Oviedo y Michael Aronna, “Manifiesto inaugural”, The Posmodernism Debate in Latin America (Duke University Press: Grupo latinoamericano de estudios subalternos, 1995). 41. John Beverley , “La persistencia del subalterno”, en el panel Canto del cisne de los estudios culturales, organizado por Abril Trigo (Washington DC: LASA, 2001): 55. 42. John Beverley , “La persistencia…”55. 43. Nahuel Moreno, “Sobre los sujetos…”. 44. Nahuel Moreno, El partido y la revolución. Teoría, programa y política. Polémica con Ernest Mandel (Buenos Aires: Antídoto, 1989) 340. 45. Nahuel Moreno, El partido…28. 46. Elias Palti, Verdades…69. 47. Elias Palti, Verdades…58. 48. Elias Palti, Verdades…81. 49. John Beverley, José Oviedo y Michael Aronna, “Manifiesto…”11. 50. John Beverley, José Oviedo y Michael Aronna, “Manifiesto…”2.

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RESÚMENES

¿Qué impactos suponen el cómo se teoriza la “crisis del marxismo” sobre lo político-cultural, la/ las subjetividades y la “estructura” social? Creemos que los aportes que se han realizado en este sentido se encuentran vinculados con aquello que podríamos denominar “pensamiento europeo”. En este sentido, y con el objetivo de aportar al debate actual en torno a la “crisis del marxismo”, creemos que es necesario realizar un recorrido por las producciones de ciertos autores latinoamericanos que, de algún modo, han hecho eco de esta problemática. Consideramos que la dupla Nahuel Moreno-John Beverley puede ser interesante para relevar estos debates, puesto que nos permite abordar esta temática desde distintas perspectivas, las cuales encierran en sí mismas, distintas definiciones del marxismo.

What are the impacts as theorizes the “crisis of Marxism” on the political-cultural,/subjectivities and the “structure” social? We believe that the contributions that have been made in this direction are linked with what could be termed “European thought”. In this sense, and with the aim of contributing to the ongoing debate about the “crisis of Marxism”, we believe that there is a need for a tour of the production of certain Latin American authors that, somehow, have echoed this problematic. We believe that the duo Nahuel Moreno-John Beverley can be interesting for relieving these debates, because it allowed us to address this issue from different perspectives, which contain in themselves, different definitions of marxism.

ÍNDICE

Keywords: subject, Marxism, subaltern, crisis Palabras claves: sujeto, marxismo, subalterno, crisis

AUTOR

JULIA EXPOSITO

Argentina, Magister en Estudios Culturales por la Universidad Nacional de Rosario, Licenciada en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Rosario y Doctoranda del Doctorado en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Buenos Aires. Centro de Estudios de Teoría Crítica, Becaria doctoral del CONICET, [email protected]

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Hacia una “transición modelo”: influencia y significación de la transición española en la oposición chilena a la dictadura (1980-1987) Toward a “transitional model”: influence and significance of the spanish transition in opposition to the Chilean dictatorship(1980-1987)

Patricio Ruiz Godoy

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 12 enero 2015 – Aprobado: 30 marzo 2015

NOTA DEL AUTOR

El presente artículo se realizó en el contexto de la elaboración de la tesis para optar al grado de Magíster en Historia en la Universidad de Santiago, centrada en el debate sobre la transición chilena durante la década del ochenta a través del estudio del conglomerado político denominado “Alianza Democrática”. Agradezco los comentarios realizados por la Doctora en Historia Cristina Luz García y los licenciados en Historia Jessabel Guamán Flores, Paola Jaña Contreras y David Coronado Canales.

Introducción

1 La transición chilena y sus protagonistas políticos ha sido un tema poco abordado por la historiografía nacional. Luego del boom transitológico de los setenta y ochenta 1, esta temática fue dejada de lado por las ciencias sociales, enfocándose en otros procesos. Se

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suponía que después de ocurrida la transición, serían los historiadores quienes se encargarían de estudiar este proceso, lo cual aún no ocurre salvo excepciones2. La cercanía en el tiempo, la falta de consenso en la determinación de sus “márgenes” cronológicos o el enfoque en otros actores “secundarios” del periodo3 pueden ser aducidos como las razones para esta aparente omisión.

2 Tomando lo anterior en cuenta, en el presente artículo pretendemos aportar al estudio historiográfico de la transición chilena utilizando la perspectiva de la historia transnacional. Para esto, nos centraremos en la conformación de la oposición política a la dictadura de Pinochet durante la década de los ochenta, especialmente en aquellos sectores más moderados que dieron vida a la denominada “Alianza Democrática”. Creemos que estos sectores formaron una verdadera cultura política de “transición” durante estos años, la cual se basaría en la resignificación de ciertos conceptos claves para el propio proceso transicional, como las nociones de “consenso”, “concertación social” o “ruptura pactada”. Durante la misma época, España comenzaba a afianzar su democracia luego de la muerte de Franco en 1975. Tempranamente se comenzó a observar a la transición española como un “modelo” para el resto de los países, pues esta habría sido pionera en la realización de un proceso pacífico y consensuado entre todos los sectores políticos4. El propio Estado español habría aprovechado esta coyuntura para afianzar la “marca España” en el mundo, proyectando la imagen de un país serio y renovado que se abría a Europa y al resto del orbe (García Gutiérrez, 2013). De esta forma, develaremos el cruce que existió entre ambos procesos, especialmente en lo relativo a la influencia que ejerció el imaginario de la transición española en la oposición chilena. Nuestra hipótesis es que uno de los aspectos de los cuales se alimentó semánticamente la nueva cultura política chilena fue la observación de otros procesos de transición y las “lecciones” que de estos se podían extraer. En este sentido, el caso español es paradigmático, pues calzaba a la perfección con el cariz que iba adquiriendo la transición chilena a medida que avanzaban los años ochenta: las nociones de unidad entre el centro y la izquierda renovada (representadas por la Democracia Cristiana y los sectores renovados del Partido Socialista) y la idea de una transición pactada, que aceptaba tácitamente la institucionalidad establecida en la Constitución de 1980. 3 Por otra parte, creemos que la perspectiva transnacional nos permite entregar nuevas luces al proceso histórico de la transición a la democracia (Pedrosa, 2013). Los primeros estudios históricos que integraron esta variable fueron de carácter cultural, vinculados a las corrientes postcoloniales de estudio5. Estos autores entendían que el concepto de estado-nación no podía ser una cortapisa a la hora de analizar procesos históricos más amplios, que respondían a lógicas de intercambios culturales mutuos entre la metrópolis y sus colonias (García Gutiérrez, 2010). Posteriormente, la historiografía en general comenzó a integrar este enfoque, practicando una suerte de revisionismo al repensar ciertos procesos históricos a través de esta perspectiva (De la Guardia y Pan- Montojo, 1998). La existencia de procesos que superan el ámbito de lo nacional y se extienden por más de un país, zona geográfica o continente es una realidad a la cual la historiografía no ha podido quedar ajena, y que ha sido reconocido en los últimos tiempos, especialmente en los estudios sobre historia del tiempo presente, donde el fenómeno de la globalización ha potenciado de forma exponencial su existencia. 4 En el caso chileno, existen algunos historiadores que han introducido conceptos transnacionales en sus investigaciones, las cuales, en general, se han relacionado con la historia política de Chile durante el siglo XX, especialmente en temáticas derivadas de

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la llamada “Guerra Fría Global”6, superando las estrechas barreras impuestas por los límites geográficos nacionales y un aparente nacionalismo que se encontraba implícito en los estudios históricos chilenos (Fermandois, 2009). 5 El marco cronológico de este estudio se extiende desde 1980, donde a raíz del plebiscito para aprobar la nueva Constitución, la oposición comienza a encontrar los primeros espacios de discusión en el debate público luego del golpe (proceso que se aceleraría en 1983) hasta 1987, año en que se disolvió la Alianza Democrática y la aceptación del plebiscito de 1988 determinó el éxito de la opción de “ruptura pactada” dentro de la oposición política a la dictadura cívico-militar. Las fuentes utilizadas fueron principalmente los medios escritos proclives a la oposición (las llamadas “revistas de oposición”), junto a una serie de documentos y bibliografía secundaria, lo cual nos permite seguir la trayectoria de estos sectores y las formas en que se relacionaron con el mundo hispano.

Chile y España: dos casos de transiciones pactadas

6 Si bien el objetivo de este artículo no es realizar un ejercicio de historia comparada entre los procesos transicionales de Chile y España7, es necesaria una sucinta contextualización de ambos fenómenos. En primer lugar, describiremos el caso ibérico, con el objetivo de comprender la formación del “modelo español” de transición y su proyección internacional. Luego, esbozaremos algunas ideas sobre la transición chilena, buscando ciertas similitudes y diferencias al caso antes descrito. Todo esto con el objeto de contextualizar el proceso de agrupación de la oposición chilena y su relación con la transición española.

7 A diferencia del caso chileno, en España existe un consenso relativamente generalizado sobre los límites cronológicos de la transición. Esta habría comenzado en 1975 con la muerte del dictador Franco y culminaría en 1982 con la asunción a la primera magistratura de Felipe González y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). El régimen de Franco pasó por varios periodos, desde un breve periodo corporativista hasta una institucionalización autoritaria basado en un apoliticismo social y el papel de Franco como árbitro entre las distintas “familias” que convivían dentro de la estructura de poder (Sánchez Recio, 1994). Si bien se ha discutido latamente la verdadera naturaleza del franquismo, se ha impuesto la tesis sobre su impronta autoritaria, donde se ejercía un férreo control desde el Estado pero sin llegar a inmiscuirse en todos los ámbitos de la población8. Otro aspecto importante del régimen franquista que influyó en el tipo de transición acaecido fue la economía. Recién instaurado el caudillo en el poder, implementó una economía autárquica, gracias al aislamiento internacional producido luego de la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Ya en la década de los 50, en plena Guerra Fría, la importancia geopolítica de España la acerca a Estados Unidos y el resto de Europa (Rodríguez, 2014). Este nuevo acercamiento entre ambos países terminó con el aislamiento internacional del régimen y favoreció una paulatina apertura de la economía nacional, aunque aún era muy inferior a la de otros países del continente, como Alemania o Francia. 8 A mediados de los sesenta comenzó un auge económico que mejoró de forma notable, aunque desigual, el nivel de vida de la mayoría de la población, formando una clase media pujante. Pero entrado los setentas, esta realidad comenzó a cambiar. El modelo económico mostraba algunas fisuras y el ascenso de la clase media (nacida al alero del

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propio boom) demostró una creciente desafección a un régimen que se eternizaba en el poder (Saz, 2011). Todo este descontento –sumado a una cierta reorganización de las fuerzas políticas opositoras– tuvo su catalizador en la muerte del dictador el 20 de noviembre de 1975, dando comienzo al proceso transicional. Luego de este suceso, el poder queda en manos del Consejo de Regencia, el cual asume las funciones de la Jefatura del Estado hasta el 22 de noviembre, fecha en la que fue proclamado rey ante las Cortes y el Consejo del Reino Juan Carlos I de Borbón, el cual ya había sido ungido por el mismísimo Franco como sucesor en 1969, proclamando en España la que, se supone, era su forma histórica de gobierno: la monarquía. 9 Juan Carlos mantiene en el poder al primer ministro franquista, Carlos Arias Navarro. Sin embargo, la negativa de este a realizar ciertas reformas hizo que el rey le exigiera su renuncia. Su sustituto fue el franquista moderado Adolfo Suárez, quien se encargaría de negociar con la oposición y comenzar un proceso de democratización. La vía utilizada para esto fue la elaboración de una nueva Ley Fundamental (la octava), la que no sin tensiones fue finalmente aprobada por las Cortes franquistas y sometida a referéndum el día 15 de diciembre de 1976 y promulgada el 4 de enero de 1977. Este nuevo ordenamiento se aleja en gran medida del legado franquista en apenas cinco artículos y estableció el llamado a elecciones democráticas. La Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suarez obtenía el triunfo y conformaba el gobierno, produciendo en este periodo el proceso constituyente que finalmente daría vida a una nueva Constitución. Este proceso se realizó en una comisión parlamentaria y no en una Asamblea Constituyente, delineando lo que sería el “modelo español” de transición, basado en un pacto entre todas las fuerzas políticas (incluidas las de pasado franquista) y realizado entre cúpulas partidistas. En 1981 dimite Suarez, y una vez superado un intento de golpe de Estado, el PSOE sucede a la UCD tras obtener la mayoría absoluta en las elecciones generales del 82, comenzando así la Segunda Legislatura de España. Este hecho marcaría el fin de la transición española e inmortalizaría el mito de la “modelo español”, el cual ciertamente oscurece muchos aspectos propios del periodo, como la violencia de Estado y la movilización social (Ortiz Heras, 2004; Mir García, 2007) 10 En Chile, el proceso transicional aún no ha sido definido con claridad. Sin embargo, como forma de contexto operacional, podemos decir que la dictadura de Augusto Pinochet puede ser dividida en dos periodos: por un parte, existe un primer momento que va desde el mismo golpe de Estado de 1973 y que se extiende hasta 1983. Este se caracteriza por la férrea represión a los partidos políticos y el carácter refundacional del régimen luego de un proceso de “estabilización”. En 1980 Pinochet busca institucionalizar su “revolución” con la promulgación de una nueva Constitución que finalmente es aprobada en dudosas circunstancias. Este proceso marcaría el lento proceso de acercamiento y reorganización de las fuerzas políticas opositoras, definiendo lo que sería el periodo posterior de transición. Este segundo periodo (1983-1989) comienza con un cierto “despertar” de la sociedad civil en una serie de movilizaciones (las llamadas “Jornadas Nacionales de Protesta”) que obligaron al régimen a una tibia apertura, representada en la designación de Sergio Onofre Jarpa en el Ministerio del Interior, el cual comenzó un diálogo con las fuerzas políticas9. 11 La oposición chilena se dividió en dos grupos, la Alianza Democrática (AD) y el Movimiento Popular Democrático (MDP). El primero fue liderado por la Democracia Cristiana y sectores del socialismo renovado junto a otros grupos pequeños, mientras el segundo agrupó al Partido Comunista y el socialismo más ortodoxo (ejemplificado en la

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figura del ex ministro de Allende, Clodomiro Almeyda). La diferencia entre ambos conglomerados radicaba en la validación de la acción directa como forma de oposición al régimen, aunque lo cierto es que tanto la influencia de Estados Unidos10 como la estrategia deliberada de Pinochet hacían que fuese imposible un acercamiento entre la AD y el PC. En este contexto, mientras el MDP siguió con una estrategia de movilización social, la AD optó por negociar con el régimen con el fin de adelantar el proceso transicional establecido en la Constitución del ochenta, es decir, la realización de un plebiscito en 1988 que determinaría el llamado a elecciones libres o la continuidad de Pinochet durante ocho años más. Pero la negativa del propio Pinochet a dejar el poder, junto al aumento de la represión a través de los estados de sitio, fue dinamitando esta opción, permitiendo que cada vez más sectores de la oposición comenzaran a resignarse a acatar la institucionalidad dictatorial. Si bien existió un último esfuerzo de acelerar el proceso en 1985 a través del llamado “Acuerdo Nacional” propuesto por el Cardenal Fresno, lo cierto es que la transición chilena quedó definida por su carácter transaccional, donde se aceptó mantener la Constitución del ochenta y el modelo económico, generando los llamados “enclaves autoritarios” que definirían los próximos treinta años de democracia chilena (Moulian, 1997). La expresión fáctica de esta aceptación es la formación de la Concertación de Partidos por el No en 1987 (luego de la disolución de AD), la cual se planteaba como objetivo el plebiscito de 1988, legitimando el proceso de transición pactada chilena.

Del “camino propio” al consenso democrático: imaginario del proceso español en la oposición chilena

12 Como ya expresamos, la década del setenta fue un periodo caracterizado por la fuerte represión ejercida por la dictadura hacia los partidos políticos y el casi inexistente debate público. La mayoría de los grupos organizados de izquierda se mantenían en la clandestinidad, luchando por la sobrevivencia, mientras la DC transitaba desde la “independencia crítica” hacia la franca oposición a la dictadura, debilitando aún más sus estructuras partidarias. Debemos recordar que en los estertores de este decenio, la dictadura comenzó a cristalizar su proyecto, tanto en el terreno económico como en el político, lo que significó el punto más bajo en las relaciones entre los partidos políticos y su antigua base social (Huneeus, 2005). Este proceso afectó más, obviamente, a las organizaciones de la oposición, que ahora incluían a la DC. No obstante, este aparente quiebre de las estructuras políticas no hizo mella en todos los partidos por igual. Lo que para la Falange fue una separación de su clientela, para la izquierda fue una verdadera destrucción de su capital social a través de la represión y el terror11. La composición más homogénea de la militancia falangista y su unidad constituida alrededor de intereses políticos, preservaron su organización aun cuando esta estuviese aislada de los sectores a lo que representaba o buscase representar (Yocelevsky, 2002: 186). Esto explica, en parte, el activo papel que desarrolló la DC como eje articulador de la oposición en la década siguiente.

13 Un producto relevante del proceso de desarticulación que sufrieron los partidos chilenos en el interior fue la autonomía adquirida por la intelectualidad con respecto a sus orgánicas partidarias. Este proceso produjo un acercamiento ideológico donde los cuadros de la izquierda provenientes de la antigua elite política confluyeron con los

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democratacristianos que se habían mantenido en esta actividad de forma prácticamente ininterrumpida desde el 11 de septiembre de 1973 (Yocelevsky, 2002: 194). Fueron las elites intelectuales quienes primero comenzaron un acercamiento entre el centro y la izquierda, proceso que se vio acelerado con el proyecto de nueva Constitución que proponía la dictadura, el cual fue rápidamente entendido por la oposición como la piedra angular del proyecto autoritario. Las incipientes revistas de oposición se transformaron en uno de los reductos principales de la intelectualidad opositora, convirtiéndose en una base de apoyo fundamental durante este periodo12. 14 Es en este contexto que la oposición comienza a visualizar las formas que debía poseer una alianza amplia que pudiera oponerse al intento gubernamental de institucionalizar su proyecto. Así, el imaginario de la transición española fue principalmente utilizado por los intelectuales, los cuales elucubraron alrededor de las condiciones que hicieron posible un proceso de tránsito hacia la democracia en otras latitudes. Una de las primeras observaciones que estos realizaron fue la experiencia de la unidad de los partidos de centro, izquierda e incluso derecha en España, agrupados en estructuras multipartidarias, las cuales habrían sostenido ciertos mínimos denominadores, como la valoración de la democracia y la condena a las violaciones de los DD.HH. Así, desde la revista APSI, Eduardo Ortiz planteaba que: Otra lección es la realidad de una alternativa centroizquierdista. La solución española, a diferencia de lo que se repite majaderamente en nuestro medio, no consisten en dejar a la izquierda fuera de un entendimiento entre el centro y la derecha. La fórmula, por el contrario, consiste en dar cabida en el juego político al más amplio espectro de partidos y tendencias con exclusión sólo de aquellos que se aparten por iniciativa propia del juego democrático13. 15 Esta de idea de unidad o “concertación social” atravesó prácticamente todo el debate político durante los ochenta, donde una y otra vez los distintos actores bogaron por la unidad de la oposición (con matices relevantes como observaremos más adelante) e incluso por un acercamiento a los sectores reformistas del propio régimen. Pero lo importante a destacar es que las primeras interpretaciones que se realizaron sobre el proceso español apuntaron hacia la constitución de un eje centro-izquierdista que era ajeno al sistema político chileno de los últimos 20 años, lo cual significaba un cambio importante en las culturas partidarias tanto de la DC como de los partidos de izquierda (Ortega Frei, 2005). De esta forma, el PSOE español fue observado como un partido de izquierda que había sabido formular una propuesta de unidad con el centro cristiano y la izquierda comunista, aunque sin llegar a construir un proyecto político común, sino más bien un consenso alrededor de la necesidad de la recuperación democrática. Heraldo Muñoz, a la fecha militante socialista, en una columna de opinión sobre los partidos socialistas alrededor del mundo, se detenía en el caso del socialismo español y planteaba que: (…) El PSOE propone que las fuerzas democráticas renuncien parcial y temporalmente a sus legítimas aspiraciones programáticas para lograr el objetivo común de defensa de las libertades conquistadas en los últimos cuatro años. Esta experiencia democrática ya había sido consensuada en los comienzos de la transición española, incluso antes de la muerte de Franco…14 16 La admiración hacia el partido socialista español se daba en el contexto del proceso de renovación que vivía el socialismo chileno en el exterior. Si bien esta es una temática cuyo desarrollo excede este artículo, es importante remarcar que la transformación ideológica de gran parte de la izquierda chilena se realizó al alero de las izquierdas europeas15. El exilio propiciado por la dictadura –junto a los lazos históricos que unían a

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los partidos políticos chilenos con sus contrapartes internacionales– permitió que la oposición chilena tejiese una importante red de contactos y apoyos en el exterior durante los setenta. El sistema político chileno anterior a 1973 generó partidos que, en general, seguían las corrientes ideológicas mundiales, lo cual permitió que cada conglomerado relevante (como la DC, el PS y el PC) fuese acogido por partidos “hermanos” tanto en Europa como en América Latina.

17 Lo anterior permitió que muchos dirigentes políticos encontrasen acogida y solidaridad en países con gobiernos ideológicamente disímiles, como fue el caso de los “socialismos reales” (especialmente en la República Democrática Alemana y la URSS) (Ulianova, 2009) y las “social-democracias” occidentales: Francia, Italia y Suecia, entre otros (Camacho, 2012). También es relevante destacar la importancia de la Internacional Socialista en la inserción de los exiliados chilenos, especialmente de algunos sectores del Partido Socialista y del Partido Radical, el cual era miembro de esta organización de raigambre social-demócrata (Pedroza, 2015) En la esfera latinoamericana, destacó la acogida cubana a los exiliados socialistas y comunistas, así como el vínculo entre los grandes partidos venezolanos (AD y Copei) con los democratacristianos nacionales. 18 Así, la presencia de exiliados chilenos en distintos países de Europa -los cuales muchas veces se integraron y colaboraron con las orgánicas de los países que prestaban solidaridad a la causa chilena-, significó una gran influencia ideológica. Si bien el exilio chileno en España fue bastante más acotado que en las naciones europeas nombradas, también influyó en varios dirigentes políticos que luego participarían de la transición chilena, como son los casos de los democratacristianos Luis Risopatrón y Andrés Zaldívar16, así como los socialistas Ricardo Núñez17 y Erick Schnake. Este último había sido senador del PS antes de 1973 y durante su exilio en España se vinculó fuertemente con el PSOE y la figura de Felipe González. En sus memorias recordaba que: Bien mirado, ahora, a la distancia, no hay ninguna duda que en nosotros ha influido notoriamente la presencia del PSOE y especialmente su líder, Felipe González. Nuestra reivindicación permanente, sentida y verdadera, es la democracia sin apellidos, porque entendemos, y así lo planteamos… Esto es, en el esquema de las grandes divisiones del socialismo en el mundo, tomar la opción socialdemócrata, o socialista democrática, que es lo mismo, y no cabe duda que Carlos Altamirano y los que le seguimos estamos en esa postura. (Goicovic, 2010: 300) 19 Schnake fue un puntal de la renovación del partido socialista chileno, pues durante la división de este en 1979, adhirió a los sectores renovados e intentó reorganizar el partido desde España18. Pero sus memorias no sólo dan cuenta de su acercamiento a la socialdemocracia, sino que también al proceso de transición española y la idea del consenso social: “Felipe tenia clarísima la visión de la caída de Pinochet: Se iba a producir según él, cuando se afianzara en plenitud la alianza socialista y democratacristianos, que atraería a radicales, liberales y gentes de centro-derecha y centro-izquierda afines a estos dos grandes partidos” (Goicovic: 301). Según el propio Schnake, la solución que proponía González para la transición chilena era replicar la experiencia de la “Platajunta” española19, aunque adaptada a la cultura política chilena. Esto quería decir que el eje de este conglomerado no estaría en la unión del socialismo y el comunismo marxista, sino entre el socialismo democrático (obviamente representado en el sector renovado del partido) y la Democracia Cristiana, algo que como ya expresamos, representaba una novedad en la historia chilena contemporánea.

20 En lo que respecta a la Democracia Cristiana, lo importante durante estos años era reconstruir una opción que se opusiese al régimen de Pinochet. Según Yocelevsky, a

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comienzos de los ochenta, la DC se encontraba en medio de una redefinición de su camino a seguir. Los principales ideólogos del partido comenzaba a vislumbra una cierta apertura del régimen hacia la existencia de partidos, aunque fuese de forma tácita (202). En esta coyuntura, la falange debía liderar la oposición, continuando con un rasgo distintivo de su cultura política (203). El hipotético tránsito hacia la democracia sólo sería posible en la medida que hubiese un proyecto de desarrollo nacido del consenso social. En una entrevista realizada a Edgardo Boeninger20 ante la discusión sobre la unidad de la oposición y la construcción de un proyecto alternativo al representado por los militares, este contestaba que algo de esta índole: Debería elaborarse en el transcurso del periodo de transición para ser aplicado más integralmente a partir de la reconstitución plena de la democracia. Debería ser un proyecto nacional en el sentido de interpretar a los diferentes grupos sociales y funcionales… empresarios, trabajadores, intelectuales, etc. Todos ellos deberían reconocer en este proyecto alguna parte de sus aspiraciones, de su propia visión futura del país. A Chile lo que le hace falta es el equivalente de los Pactos de la Moncloa en España, que significaron un gran acuerdo nacional en torno a qué hacer en el país durante un periodo razonable y no solamente en un muy corto plazo. Esa es una condición de estabilidad21 21 Observamos como el “modelo español” es presentando por Boeninger como algo deseable, una experiencia óptima que, al menos, debe ser considerada. Su alusión a los Pactos de la Moncloa resulta interesante, pues no sólo delatan el imaginario que amplios sectores de la oposición chilena tenían sobre la transición ibérica, sino que además denota la fuerte penetración que la idea del consenso y la unidad social lograba entre la oposición política a la dictadura de Pinochet.

El debate sobre la ruptura: Chile, España y las formas de transición

22 En la sección anterior observamos como el “modelo español” fue utilizado por algunos intelectuales de oposición chilenos para legitimar la unidad de la oposición alrededor de la idea de democracia y transición. En este apartado nos ocuparemos del periodo 1983-1987, donde la oposición reaparece en el debate público debido a una cierta apertura de la dictadura hacia los partidos.

23 El impacto de la primera Jornada de Protesta Nacional del 11 de mayo de 1983 contribuyó a la adopción de una nueva estrategia por parte de Pinochet, materializada en un incipiente acercamiento a la oposición a través del recién nombrado Ministro del Interior Sergio Onofre Jarpa, un “señor político”22. Esta pequeña “primavera de Jarpa” aceleró la formación de alianzas entre los distintos partidos de oposición, constituyéndose la Alianza Democrática y el MDP. Habitualmente, los pocos trabajos referidos a este periodo plantean que las diferencias entre ambos grupos correspondían a la aceptación de la violencia como forma legítima de manifestación (punto de vista representado por el PC) (Arrate y Rojas, 2003). Si bien esto es en parte cierto, otra discusión subyacía a la oposición y se trataba sobre el tipo de transición a la democracia a la cual se debía propender. Por un lado, la mayoría (prácticamente todo el MDP y parte de la AD) argumentaban que Chile estaba en condiciones de transitar hacia una ruptura democrática, entendida como un proceso de movilización social que obliga a la apertura del régimen, mientras que los sectores más moderados proponían una “ruptura pactada”, en donde se acepta la institucionalidad establecida y se negociaban

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ciertas reformas con los sectores “blandos” de la oficialidad. Estos últimos eran, principalmente, militantes de la Democracia Cristiana, entre los que se incluía a Patricio Aylwin. Este, en un congreso realizado en 1984, planteaba que: En España, fueron las Cortes, constituidas bajo Franco y deseosas de conservar el régimen que éste había proyectado para después de sus días y –según sus palabras – dejado bien atado, las que, en un acto de cordura y patriotismo, aprobaron la ley de reforma política que, aprobada plebiscitariamente por el pueblo español, permitió a la Madre Patria cambiar su régimen. Es lo que se llamó ruptura pactada, que hizo posible una transición pacífica y sin quebrantos del autoritarismo franquista a la democracia. ¿Por qué no podría, en nuestra Patria, seguirse un ejemplo semejante?23 (Aylwin, 1985) 24 Pero lo cierto es que durante el periodo estudiado, aún no existía unanimidad respecto al tipo de transición que Chile debería observar. Esta discusión se desarrolló de manera importante durante los años 1983 y 1984. La confrontación se produjo principalmente a nivel intelectual, dentro de las distintas organizaciones opositoras. En público se intentaba demostrar una imagen de unidad (al menos dentro de cada conglomerado), influidos por la necesidad del consenso como axioma político. Así, quienes defendían una u otra posición utilizaban distintos tipos de argumentos: la situación económica, la cultura cívica chilena o el contexto internacional. Es en este último aspecto donde volvemos a encontrar el imaginario de la transición española, aunque con distintos grados de valoración. En las actas de las reuniones del Grupo de los 2424 podemos observar esta disyuntiva de forma clara. El integrante del grupo y miembro del PC Sergio Teitelboim, estaba completamente en contra del modelo de transición española. Influido por la política comunista de defensa de todas las formas de luchas, se contraponía al concepto de ruptura pactada. Teitelboim fue enfático en criticar el dialogo entre el régimen y la Alianza Democrática. Así afirmó que: Tiene muy claro, que en cuanto al dialogo del año pasado, hubo sectores que desilusionaron al conversar con Pinochet, al intentar una salida mediante una ruptura pactada, una salida a la española. La fuerzo de los hechos demostró que el dialogo se desgajaron sectores de la protesta incluso partidos y hubo un retraso en la lucha contra las dictaduras25. 25 A diferencia de los sectores que defendían la ruptura pactada, este sostenía una opinión crítica del modelo español, desconociendo el papel de la izquierda en el proceso de transición española. Otra crítica la encontramos en las palabras de otro fundador del grupo, Manuel Sanhueza (PS), ex ministro de la Unidad Popular, el cual se declaró partidario de la ruptura democrática, pues proponía la renuncia inmediata del dictador y el desconocimiento de la Constitución de 1980. El socialista argumentó la necesidad de convocar una Asamblea Constituyente y el establecimiento de un gobierno provisional que conduzca el proceso de transición. El caso español no sería aplicable a Chile, pues: Expresa que discrepa de una ruptura pactada para Chile, no hay un poder moderador, como en España el Rey, que lo haga posible. (…) No le ve el objeto al dialogo ya que estamos en posiciones irreconciliables (…) Para el dialogo no hay interlocutores válidos.26 26 En otras palabras, Sanhueza no descartaba de plano el modelo español, pero si lo consideraba inaplicable para el caso chileno, pues no habría un ente mediador (el rey Juan Carlos) que sirviese como bisagra para los acuerdos entre los sectores reformistas de lado y lado. También percibía que dentro de la civilidad que apoyaba a Pinochet no había alguna figura que fuese capaz de desafiar la autoridad del dictador. Y por si fuera

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poco, los sectores “blandos” del régimen (hablando en términos transitológicos), eran débiles y las FF.AA estaban subyugadas bajo la impronta de Pinochet. Todo esto marcaba una diferencia cualitativa con el caso español, pues la muerte de Franco habría facilitado el proceso, pues no existía figura alguna dentro del franquismo que aglutinase a las múltiples “familias” que componían el régimen del generalísimo27.

27 Sin embargo, dentro del Grupo de los 24 también hubo defensores del proceso español. Estos fueron los representantes de la DC, partido donde el concepto de ruptura pactada tuvo un impacto más pronto. Alejandro Silva Bascuñán, abogado y dirigente señalaba lo siguiente: “Recuerda la lección brillante expresada por personeros de la nueva España que vinieron a decirnos que a pesar de las diferencias encontradas en España lograron acercamientos”. Es decir, se valoró el consenso alcanzado en España para construir un nuevo orden constitucional entre distintas corrientes de pensamiento. En virtud de ellos, Bascuñán planteó la aplicación de la política consensual en el Chile de aquel momento –agobiado por la crisis- la cual permitiría construir un verdadero acuerdo patriótico nacional28. Edgardo Boeninger también compartía esta afirmación, y la planteaba al ser invitado a una sesión del Grupo. El dirigente DC era partidario de una salida institucional, ideas que expresó en numerosas ocasiones, como hemos comprobado en esta investigación. Afirmaba que la transición debía realizarse bajo cauces constitucionales, ya que de lo contrario, se corría el riesgo de llegar a una dictadura de otro signo29. De esta forma, la movilización social debía ser un complemento de la vía electoral. Sin embargo, señaló que los efectos de la protestas del 27 de mayo de 1984 podrían significar el riesgo de una polarización social, en que la clase media terminase apoyando a la dictadura. 28 Ahora bien, hacia mediados de la década de los ochenta, la influencia del proceso español en Chile ya no sólo se reduciría a una inspiración discursiva, sino que avanzaría hacia una influencia directa del mundo político ibérico en la realidad chilena. La llegada del PSOE al poder en 1982 marcó un nuevo tipo de acercamiento entre España y América Latina, caracterizado por un potenciamiento de las relaciones tanto económicas como políticas (Lasagna, 1991: 131-143). Ya en 1983, y con apenas siete meses en el gobierno, Felipe González realiza una gira por el continente, visitando México, Panamá, Venezuela, Colombia y Estados Unidos. Al explicar la razón para este viaje (que también incluyó la visita del Rey Juan Carlos a Brasil y Uruguay), González explicaba que Latinoamérica era considerada el “área natural” de España. 29 En este nuevo marco, el discurso de los DD.HH. y la democracia se transformó en un eje de la estrategia exterior española, siendo Chile uno de los países predilectos para su aplicación. La concretización de esta estrategia se reflejó en la visita de varios políticos españoles al Cono Sur para relatar la experiencia española y “exportar” las lecciones que esta habría dejado en los españoles. Según documentos desclasificados por EE.UU., doce embajadas europeas en Chile se coordinaron para elaborar una estrategia de apoyo hacia la oposición chilena, específicamente a aquellos sectores “democráticos”, a los cuales vinculaban con la Alianza Democrática. Sin embargo, los documentos no mencionan aportes monetarios, sino más bien “acompañamiento para sostener la moral”, aunque se enfatizaba en la necesidad de ser “discretos” a la hora de apoyar determinados partidos, pues una ligazón demasiado pública podría haberse considerado una intromisión extranjera, fomentando el discurso del régimen relativo a las conexiones internacionales de la oposición y el “marxismo”30.

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30 Lo anterior finalmente se tradujo en una profundización de los lazos generados entre la oposición chilena y la sociedad española. De esta forma, en 1983 viajan a Chile dos políticos españoles de cierta relevancia: José María “Txiki” Benegas en junio y Fernando Álvarez de Miranda en octubre. El primero era el Secretario General del Partido Socialista Vasco, y en una entrevista realizada por Madlen Yopo, planteó que la transición española se desarrolló en un ámbito de consenso, incluso entre aquellos que habían sido “enemigos jurados” años atrás31. También enfatizó en la necesidad de integrar al PC chileno en las negociaciones llevadas a cabo por la AD, pues estos representaban a parte importante del pueblo chileno, al igual que el PCE español32. Por su parte, Álvarez de Miranda era integrante de la Democracia Cristiana española, grupo escindido de la Unión de Centro Democrático (UCD) y asiduo visitante a nuestro país, pues ya había estado en 1978 y en 1982, con ocasión de la muerte de Eduardo Frei Montalva. Durante su estadía es entrevistado por la revista Hoy, donde refrenda su posición sobre la transición española y su enseñanza para los chilenos. Al ser consultado por la responsabilidad que le caben a los políticos en este proceso, planteó que: Tiene que saber tener la suficiente serenidad y prudencia o instinto político para adivinar los momentos precisos para dar pasos oportunos, aceptando incluso la posibilidad de cambio si hubiera una oferta sincera de quienes ostentan el poder. Recuerdo el gesto generoso de las últimas cortes franquistas, las que, autodisolviéndose, convocaron a elecciones democráticas. Ese gesto fue aceptado por el pueblo y hoy tienen, por él, el reconocimiento de casi todos los españoles.33 31 Durante su estadía también dictó una charla en la sede de CIEPLAN, también rescatada en sus aspectos fundamentales por revista Hoy34. Su alocución se centró fundamentalmente en la necesidad de generar un pacto o consenso entre todos los sectores oposición y los grupos reformistas del propio régimen, utilizando para ello el ejemplo de España: En lo que se refiere, reitero, a la búsqueda del consenso. Sin un acuerdo de todas las fuerzas políticas no es posible llegar a elecciones democráticas competitivas, que representen verdaderamente una opción de futuro. Esto es válido para cualquier régimen autoritario que esté evolucionando hacia pautas democráticas y un pacto de restauración democrática no puede ser celebrado por un solo partido, un solo sector social o un solo grupo económico: es una labor conjunta de toda la sociedad y en la que no puede quedar nadie marginado. (…) Porque la paz es anterior a cualquier planteamiento político, y la paz democrática significa ante todo y sobre todo dialogo, entendimiento y consenso. 32 Ambos extractos plantearon algunas máximas fundamentales para la izquierda socialista chilena durante estos años. Ante la división del socialismo en dos conglomerados (PS-Briones en la AD y PS-Almeyda en el MDP), aquellos donde la renovación penetró de forma más profunda, argumentaron que la discusión en Chile debía superar las diferencias producidos en el debate sobre el tipo de sociedad que debía construirse con posterioridad a la caída de la dictadura. En palabras de Ricardo Núñez, no se trataba de una disyuntiva entre “socialismo o dictadura, sino entre democracia y dictadura”, por lo que luego de superada la práctica autoritaria, podrían las distintas fuerzas políticas confrontar sus visiones de sociedad35.

33 Otra visita importante fue la realizada por Oscar Alzaga (presidente del Partido Demócrata Popular, PDP) y Juan Carlos Guerra Zunzunegui, vicepresidente del Senado español y también militante del PDP en 1985, con motivo del cincuentenario de la Democracia Cristiana. El PDP era un pequeño partido de orientación demócrata-

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cristiana (16 diputados y 12 senadores a la fecha), cuya alianza con el partido derechista Alianza Popular (AP) era observada con extrañeza en Chile. En esta visita, Alzaga se refirió a la aparente contradicción entre haber sido opositor a Franco, y luego conglomerarse con la AP, apoyando como candidato a las presidenciables de 1986 a Manuel Fraga, ex ministro franquista. Para él, este apoyo se basó en el “realismo” y en la necesidad de generar una oferta “que tome lo mejor de la derecha democrática y el centro popular”, con el objetivo de “hacerle frente al socialismo”. Lo importante es que extrapoló esta situación a la realidad chilena, planteando que “no debe haber temor por parte de la DC chilena a buscar arreglos con los sectores democráticos de la derecha, incluso aunque estos apoyen a Pinochet”. Si bien no se podían soslayar los “aspectos oscuros” de la dictadura, también había que tomar en cuenta la “realidad vigente” y buscar una salida constitucional hacia la democracia36. 34 Una forma más elaborada de relación directa entre Chile y España fue la organización de una serie de reuniones, congresos y seminarios donde se invitaba a destacadas personalidades europeas. La historiadora Encarnación Lemus (2001) ha pesquisado varios de ellos, entre los que se cuentan el “Seminario sobre la Transición Española” en el Instituto Hispano-chileno de Cultura en junio de 1983 y el Ciclo de Conferencias denominadas “España Hoy: su realidad cultural, social y política”, con las intervenciones de políticos, académicos y artistas españoles, entre los cuales se encontraban Alberto Reig, Luis Suñen, Javier Bobillo y Fanny Rubio realizado en enero de 1984. Durante este año también visitó el país el destacado politólogo Ludolfo Paramio, quien brindó dos conferencias, una sobre sindicalismo en el local de VECTOR y otra sobre los “Desafíos del proceso democrático español” en el Instituto Hispánico Cultural37. En esta última Paramio desarrolló una especie de cuadro comparativo entre la transición española y las condiciones que, supuestamente, presentaba Chile en aquel año, las cuales habrían sido “casi idénticas” al caso español durante la segunda mitad de los setenta, especialmente en lo referido a la unidad opositora y el desgaste del régimen en su relación con la ciudadanía. 35 Mención aparte merece la realización de las jornadas “Consenso y transición: la experiencia de España”, organizadas por la Fundación Eduardo Frei Montalva en 1986. Este encuentro resulta interesante, pues reunió a una importante cantidad de políticos chilenos de oposición con algunos de sus pares españoles, entre los que se encontraba Adolfo Suarez, junto a Oscar Alzaga (PDP) y Leopoldo Torres (PSOE). También resultó importante porque se produjo en el momento que se discutía el Acuerdo Nacional propuesto por el Cardenal Fresno y que representó la última oportunidad de la oposición para lograr acelerar el proceso de transición. Y por si esto fuese poco, durante este año España intensificó su estrategia internacional en contra del gobierno chileno al presentar ante la CEE una moción pidiendo sanciones condenatorias contra la violación de Derechos Humanos en Chile (Lasagna: 137) y acusándolo de espionaje contra su embajada38. 36 Lo anteriormente expresado hizo de esta actividad un encuentro de gran importancia dentro de la oposición chilena. La modalidad utilizada fue el de exposiciones acompañadas de comentarios. En las intervenciones de los políticos españoles cada exposición se complementó con comentarios de sus pares nacionales, de esta forma la ponencia de Suarez, titulada “El proceso político de la transición española”, fue comentada por Ricardo Núñez (PS-Núñez) y Gabriel Valdés (DC). “Filosofía para el consenso para una democracia” de Alzaga, con los de Ricardo Navarrete (PR) y Julio

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Subercaseaux (P. Republicano) y, finalmente, “Consenso español: el acuerdo constitucional”, por Leopoldo Torres, recibió los comentarios de Rene Abeliuk (Socialdemocracia) y Pedro Correa (Alianza de Centro). Junto con la presidencia de decisivos representantes de la plataforma de Acuerdo Nacional, el seminario contó también con la colaboración de la Alianza Democrática y la Comisión de Derechos Humanos. El diario opositor Fortín Mapocho le brindó gran importancia a la conferencia de Suarez, planteando que “su posición de tomar una legalidad para cambiarla y arribar a la democracia – lo que en el caso español fue plenamente exitoso y en un marco pacífico – parece haber dejado una importante influencia en parte de la oposición”39. Si bien entendía que esta experiencia podía ser positiva, había que entenderla con “gruesos matices”, adaptándola a la realidad chilena. 37 Volviendo al seminario40 propiamente tal, la discusión giró alrededor de los temas que ya hemos descrito: la observación de la experiencia española como modelo a seguir, específicamente en sus dos ámbitos principales: el consenso democrático y la opción de la ruptura pactada. Una de las reflexiones más interesantes en este sentido la realizó Eduardo Frei Ruiz-Tagle, quien participó en el encuentro en su rol de experto en economía de la DC, pero sorprendió con un sesudo análisis de las lecciones que debía aprender Chile de su “madre patria”. Primero, remarcó el tema del consenso entre los grupos de oposición y, agregó, la confluencia de los mismos con las “fuerzas que vienen a la democracia desde dentro del régimen autoritaria”, aludiendo de forma explícita a la idea de una “ruptura pactada”. Frei hizo referencia directamente a la necesidad de buscar un “pacto entre la oposición y las FF.AA”. Luego, declaró su preferencia por la utilización de la legalidad creada por la dictadura, en plena concordancia con los dichos de Aylwin, aduciendo además los casos contemporáneos de Filipinas y Brasil. Por último, el futuro presidente manifestó que otra enseñanza básica de la transición española había consistido en que hubiera “logrado unir al país en un camino de moderación, de justicia y sensatez”. 38 En definitiva, la intervención de Frei resume de forma esquemática la posición de quienes, idealizando al modelo español, defendieron la postura de la ruptura pactada. Estas declaraciones venían acompañadas de mensajes tranquilizadores hacia los estamentos considerados como pilares del régimen militar: las FF.AA. y el empresariado, pidiendo al mismísimo Suarez que ahondase en la mejora que, supuestamente, estos grupos habrían encontrado en la democracia española. Con el mismo objetivo, Alzaga, planteó el principio de la rentabilidad, en el sentido de que, cuando el “precio” de la represión, supera al “precio” de la tolerancia, la estabilidad económica de la nación se ve afectada, generándose un caos institucional contrario al crecimiento económico. 39 El resto de las ponencias giraron alrededor de los temas ya descritos, como la reconciliación nacional, la estabilidad económica o la necesidad del consenso. Cuando se entraba en el debate sobre el alcance del consenso en España, se abordaba no sólo la aplicación que anteriormente hemos tratado -el converger la oposición hacia la unidad-, sino también, y más importante, la confluencia entre la oposición y sectores reformistas nacidos dentro del régimen. Eduardo Frei, Gabriel Valdés, Ricardo Navarrete y Pedro Correa repitieron la alternativa de búsqueda de un pacto con las FF.AA. Incluso Navarrete iba más lejos, al decir que este acercamiento debió haberse producido antes, pues: … de la enseñanza española se deduce la necesidad de dirimir el conflicto que ha tenido entrampada a la oposición en una suerte de excesivo voluntarismo más que

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en una conducta práctica {…} hemos llegado tarde a la definición de materias que hubieran ayudado mucho a la oposición democrática y a la definición de un camino de mayor eficacia. 40 Por el contrario, Ricardo Núñez no lo creía posible, manifestando el peligro de que un acuerdo de esta índole pudiese derivar en una especie de “democracia tutelada” por los militares. Si bien manifestó su apoyo a la unidad de la oposición, incluso integrando a quienes habían optado por “todas las formas de lucha”, pero al momento de negociar con el régimen, había que ser cuidadosos y evitar la legitimación de Pinochet a través de negociaciones que pudiesen ser considerados como “espurias” por las bases sociales de la oposición. Esta visión de Núñez demuestra que la adopción de la táctica de la ruptura pactada fue un proceso progresivo dentro de los partidos que conformaban la AD41.

Conclusiones

41 A finales de 1987 ya estaba desechada la opción del Acuerdo Nacional, y varios dirigentes comenzaron a resignarse a cumplir con los plazos establecidos por la Constitución de 1980. Consideramos que la formación de la Concertación de Partidos por el NO significó la victoria definitiva de la opción de la ruptura pactada dentro de la oposición. También cimentó la exclusión definitiva de aquellos grupos que desde comienzos de la década se declararon seguidores de la movilización social y la vía insurreccional (o la ruptura democrática, visión matizada de esta postura).

42 Ambas opciones fueron el resultado de una disputa interna, donde acción y teoría se conjugaban en una relación dialéctica. Ciertas coyunturas favorecían una u otra opción –como la masividad de las protestas o los resultados de las negociaciones con la dictadura– y al mismo tiempo, las elucubraciones teóricas determinaban el accionar de los sujetos. De esta forma, la utilización del imaginario de la transición española cumplió la función de alimentar esta disputa, brindándole legitimidad a la formación de una cultura política de transición, la cual terminó por imponerse dentro de los sectores que finalmente le dieron forma a la transición chilena. 43 Pudimos observar como el grado de influencia del “modelo español” en Chile aumentó de forma progresiva. Cuando la oposición recién comenzaba un proceso de agrupamiento alrededor del plebiscito de 1980, la transición española era utilizada como forma de legitimar teóricamente la necesidad de una alianza entre el centro y la izquierda, rescatando la experiencia del PSOE y la Platajunta, algo que era anómalo en la historia democrática chilena. Luego de cristalizado este proceso, la formación de alianzas más o menos estables cambio el foco de la discusión, centrándose en la estrategia que debía utilizarse para acelerar el camino a la democracia. Mientras en el MDP, el liderazgo del PC imponía cierto camino de forma clara, en la Alianza Democrática comenzó una disputa que se alargó por casi cuatro años. Ruptura democrática o pactada era el binomio en que se fundamentaba el debate. En este contexto, la utilización del imaginario de la transición española y la influencia directa del mundo político ibérico jugó un papel relevante en la opción por la ruptura pactada, posición que finalmente se impuso hacia 1987. 44 Creemos que el análisis del proceso transicional chileno desde una perspectiva historiográfica resulta una tarea ineludible en la actualidad. Esto debido no sólo a la escasa producción académica sobre el periodo, sino que también por ser un proceso

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esencial para comprender nuestro presente. Entre aquellos aspectos que se encuentran aún oscurecidos sobre la transición chilena, su dimensión internacional cobra gran relevancia, pues también permite localizar a Chile dentro del mapa global a finales de la Guerra Fría, confirmando la necesidad de observar los procesos históricos sin las restricciones de lo “nacional” En el caso de la transición chilena, resulta ineludible asumir la existencia de procesos acaecidos fuera de las fronteras del Estado chileno (como la renovación socialista y la solidaridad internacional), los cuales generaron circulaciones de saberes y prácticas relativos a las formas que debía adquirir un eventual tránsito a la democracia. 45 Claramente el caso español no agota las posibilidades de realización de una historia transnacional de la transición chilena. Temáticas relacionadas a la influencia estadounidense (tanto en la oposición como en la propia dictadura), el papel jugado por el resto de los países latinoamericanos o el imaginario de otros acontecimientos internacionales en la oposición chilena -como la revolución iraní de 1979, las guerras civiles en América Central u otras transiciones cercanas (como la brasileña o argentina)- se encuentra aún casi inexploradas por la historiografía chilena e internacional.

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NOTAS

1. Desde la llamada “transitología” existe un nutrido cuerpo de investigaciones que describen la transición chilena desde una óptica estructuralista. Un buen resumen de estas hipótesis se encuentra en Cañas (1997) 2. Si bien no existe alguna obra historiográfica que aborde este proceso de forma general, algunas obras que lo abordan parcialmente son Yocelevsky (2002), Portales (2000) y Goicovic (2006). 3. Llama la atención el auge que ha tenido el estudio de algunos grupos políticos que si bien fueron relativamente pequeños, generan un gran interés de la historiografía nacional, como son los casos del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. 4. Esta interpretación edulcorada de la transición española ha comenzado a ser cuestionada desde la historiografía y otras ciencias sociales, develando ciertos aspectos invisibilizados del proceso, como la violencia política o el papel de la sociedad civil. Un par de ejemplos son González (2008) y Sánchez-Soler (2010). 5. Destacan los trabajos de Edward Said y Franz Fanon. 6. Algunos autores destacados son Joaquín Fermandois, Fernando Purcell y Olga Ulianova, entre otros. 7. Existen estudios realizados desde una perspectiva comparada entre ambos procesos, especialmente desde la “transitología”, como por ejemplo Alcántara (1992). 8. Sobre la discusión por la “naturaleza” del régimen franquista, revisar Guillermo Olmo e Israel Viana, “¿Totalitario o autoritario? Franco fue por encima de todo un superviviente”, Diario ABC (Madrid), 9 de diciembre de 2013, asequible de forma digital en http://www.abc.es/20110604/ archivo/abci-totalitario-autoritario-franco-sobre-201106030839.html 9. Para una propuesta de periodización del proceso, revisar Cañas Kirby (1994; 22) 10. La llegada del demócrata Jimmy Carter a la Presidencia de EE.UU. supuso un cambio en las relaciones entre este país y la dictadura, sobre todo en lo relativo a los Derechos Humanos y el asesinato de Orlando Letelier en Washington. Si bien este proceso fue, en parte, revertido por Ronald Reagan (1981-1989), en 1986 las relaciones se vuelven a deteriorar y EE.UU boga fuertemente por una transición pacífica a la democracia. 11. Como ejemplo, revisar el caso del Partido Comunista en Álvarez (2003). 12. El rol de las revistas de oposición en la configuración de los liderazgos de la izquierda en Moyano (2009: 55-86) 13. “Cortes españolas: la democracia no quiere a Suarez”, Revista APSI 76 (1980). 17-18. El resaltado es nuestro. 14. “Socialismo democrático en el mundo”, Revista APSI, 103, (1981) 18-22. 15. Sobre la renovación socialista en Chile, revisar Durán (2001: 79-91) y Moyano (2013). 16. Destacado dirigente de la Democracia Cristiana. Si bien apoyó el golpe en un comienzo, luego de un par de años pasó a ser parte de la oposición, siguiendo a su mentor Eduardo Frei Montalva. En ese contexto, y tras supuestas declaraciones a un diario mexicano en que cuestionaba la legitimidad de la Constitución de 1980, el Gobierno le prohibió la entrada al país, debiendo radicarse en España junto a su familia. Asumió como presidente del partido entre 1976 y 1982, regresando al país al año siguiente. En el exilio había ocupado el cargo de presidente de la Internacional Demócrata Cristiana, entre 1981 y 1986. En 1981, además, fue miembro fundador de la Fundación CIPIE, en España, ocupando el cargo de presidente. Algunos detalles de este periodo en Andrés Zaldívar, La transición inconclusa (Santiago: Editorial Los Andes, 1995). 17. Al momento del triunfo de la Unidad Popular, Ricardo Núñez (PS) se desempeñaba como investigador del ILPES. Asume la dirección de Planificación en la Consejería Nacional de Desarrollo Social para el Gobierno del Presidente Salvador Allende. En 1972, es electo secretario general de la Universidad Técnica del Estado. Después del Golpe de Estado del 11 de septiembre

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de 1973 es detenido y exiliado en 1974, permaneciendo en la RDA y en España. En este último país establecerá fuertes lazos con el PSOE, colaborando en la campaña municipal de 1979. Vuelve a Chile en 1980 y colaboró con la facción renovada del PS, liderada por Carlos Altamirano y Carlos Briones. Mayores detalles Arancibia, Góngora y Fernández (2013) 18. En 1984, Schnake estuvo 14 días clandestino en Chile, participando de un Pleno del Partido Socialista (Briones). En esta estadía brinda una entrevista al Fortín Mapocho, donde expone su visión sobre la unidad de la oposición. Revisar “Me encontré con la Patria”, Fortín Mapocho, 297 (1984), 6. 19. Este fue un organismo unitario de oposición al régimen dictatorial creado el 26 de marzo de 1976, fruto de la fusión de la Junta Democrática de España (establecida en 1974 por el PCE y distintas figuras vinculadas a Don Juan de Borbón, con la adhesión de CCOO, PSP, PTE, ASA e independientes) con la Plataforma de Convergencia Democrática (establecida en 1975 por el PSOE, Movimiento Comunista, democristianos y socialdemócratas). Sus objetivos fueron la amnistía, la libertad de asociación política y la convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes. Luego se convertiría en la Plataforma de Organismos Democráticos, la cual negoció con el gobierno de Adolfo Suárez el contenido de la reforma política llevada a cabo por éste (Ley de Reforma Política). 20. Destacado militante de la DC y quien durante estos años se desempeñaba como asesor económico en varios organismos nacionales e internacionales, como el Sistema Financiero Campesino, el Rockefeller Foundation en el Evaluation Committee of Education for Development Program y en el World Bank in Public Sector Managment, en Perú. También fue miembro fundador del Grupo de Estudios Constitucionales de Chile o “Grupo de los 24”. 21. “Pacto de la Moncloa para Chile”, Revista APSI, 68 (1980) 2. El resaltado es nuestro. 22. Expresión utilizada por el propio Pinochet para referirse a la clase política proveniente de la democracia parlamentaria pre golpe de 1973. 23. El resaltado es nuestro. 24. El Grupo de Estudios Constitucionales o Grupo de los 24, fue un conjunto de veinticuatro juristas y personalidades de oposición al régimen de Pinochet, formado el 21 de julio de 1978. Su objetivo fue crear un proyecto alternativo de Constitución para el país, en contraste al anteproyecto de la Constitución Política de la República de 1980, redactado por la Comisión Ortúzar, establecida en 1973 por el régimen cívico-militar de Pinochet. Las citas a continuación presentadas fueron extraídas de Araya (2012). 25. Acta reunión Comisión de Estudios Constitucionales, 5 de abril de 1984, 7 en Archivo Histórico Fundación Eduardo Frei Montalva. El resaltado es nuestro. 26. Acta reunión Comisión de Estudios Constitucionales, 5 de abril de 1984, p. 2 en Archivo Histórico Fundación Eduardo Frei Montalva. El resaltado es nuestro. 27. El concepto “familias” hace referencia a los distintos grupos que conformaban el régimen franquista: monárquicos, falangistas, tecnócratas, etc. 28. Acta reunión Comisión de Estudios Constitucionales, 27 de marzo de 1984, 2 en Archivo Histórico Fundación Eduardo Frei Montalva. 29. Acta reunión Comisión de Estudios Constitucionales, 27 de marzo de 1984, 7 en Archivo Histórico Fundación Eduardo Frei Montalva. 30. Estas naciones eran Alemania Federal, Bélgica, Inglaterra, Francia, Italia, Portugal, Noruega, Luxemburgo, Irlanda, Dinamarca y Grecia. Para mayores detalles, revisar el documento Fm amembassy Santiago To secstate washdc inmediate 8678, subj: views of EC ambassadors in Santiago of the oposittion, october en http://foia.state.gov/Default.aspx 31. “Raíces para la democracia” Revista Análisis 60 (1983) 30-32. 32. “Raíces para la democracia” 32. 33. “No se pueden hacer remedos de transición”, Revista Hoy 335 (1983) 19. 34. “Consenso, palabra mágica”, Revista Hoy 337 (1983) 28-29.

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35. Esta expresión se encuentra en “Los socialistas y la Alianza”, Revista Análisis 64 (1986), 14. 36. “Con paciencia y cálculo”, Revista Hoy 431 (1985), 75. 37. “España: se fortalece la democracia”, Fortín Mapocho, 309 (1984), 13. 38. En agosto de 1986, el Canciller español Francisco Fernández Ordoñez, acusó a los servicios secretos de la dictadura de espionaje en contra de su embajada en Santiago, específicamente a su embajador Miguel Solano Aza. Según el gobierno español, los espías buscaban información respecto a la posición del gobierno de Felipe González y a los contactos entre la oposición chilena y diplomáticos españoles. Para mayor información, revisar: “España comprobó que hubo espionaje chileno”, Fortín Mapocho, 376 (1986), 7. 39. “Febrero: el mes de las resoluciones” Fortín Mapocho, 382 (1987), 3. 40. Las citas sobre este tópico se encuentran en Lemus (2001: 132-134) 41. Núñez desarrolla con mayor extensión este análisis en dos columnas de opinión: “Ochentaynuevismo”, Revista Análisis 112 (1985) 2 y “Ochentaynuevismo con riendas sueltas”, Revista Análisis 115 (1985) 4-6.

RESÚMENES

El presente texto analiza la recepción y significación de la transición española en la oposición política a la dictadura de Augusto Pinochet. Específicamente, desde la llamada “historia transnacional”, determinaremos el grado de influencia que tuvo el proceso español en la formación y consolidación de una oposición política durante la década de los ochenta. El artículo sostiene que existió una utilización de la experiencia ibérica y su noción de “transición modelo” como forma de legitimar el tipo de transición propuesto por algunos sectores opositores representados en la “Alianza Democrática”, especialmente en lo relativo a dos conceptos claves: 1) “consenso social”, referido a la unidad de los partidos “democráticos” y la necesidad de llegar a ciertos acuerdos con la dictadura y 2) “ruptura pactada”, entendida como la aceptación de la legalidad pinochetista.

This paper analyzes the reception and significance of the Spanish transition in political opposition to the dictatorship of Augusto Pinochet. Specifically, from the “transnational history”, will determine the degree of influence that had the Spanish process in the formation and consolidation of political opposition during the eighties. This article argues that there was a use of the Iberian experience and his notion of “transition model” as a way of legitimizing the transition type proposed by some opposition groups represented in the “Alianza Democrática”, especially with regard to two key concepts: 1) “social consensus”, based on the unity of the “democratic” parties and the need of reach certain agreements with the dictatorship and 2) “negotiated rupture”, understood as the acceptance of the Pinochet legality.

ÍNDICE

Keywords: transnational history, transition, Chile, Spain, negotiated rupture Palabras claves: historia transnacional, transición, Chile, España, ruptura pactada

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AUTOR

PATRICIO RUIZ GODOY

Licenciado en Historia, Universidad de Concepción. Tesista Magíster en Historia, mención Historia de Chile, Universidad de Santiago.

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11 de septiembre de 1973: incomprensiones y ambigüedades entre la DC chilena y la italiana September 11, 1973: misunderstandings and ambiguities between Chile and Italy DC

Raffaele Nocera

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 03 marzo 2015 – Aceptado: 24 mayo 2015

NOTA DEL AUTOR

Este artículo es el producto de la investigación realizada en el marco del proyecto “Inserción Internacional de la Democracia Cristiana chilena 1973-1989”, N° 1130046. CONICYT-FONDECYT regular. Se agradece a FONDECYT por la financiación aportada.

1 Los estudiosos que se han ocupado de las relaciones entre Chile e Italia desde la segunda mitad del siglo XX, frecuentemente han tenido que lidiar con las presuntas o acertadas analogías entre el sistema político chileno y el italiano. Esta clave interpretativa inició con la elección de Eduardo Frei Montalva, del Partido Demócrata Cristiano de Chile (PDC) 1, a la Presidencia de la República en 1964, para fortalecerse durante los años de la Unidad Popular y en el período inmediatamente sucesivo al golpe2. Por otra parte, si a partir de los años sesenta y hasta el final de la decada posterior “America Latina adquiere, en Italia, una gran importancia”, son justamente “los acontecimientos chilenos los que ocupan un lugar de absoluta relevancia en el debate político y cultural”3. Es, además, ampliamente conocida la reflexión hecha por el secretario del partido comunista italiano (PCI) Enrico Berlinguer a partir de la llamada

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“lección chilena”, reflexión que inspiró la estrategia política elaborada y apoyada por los comunistas italianos, conocida como “el compromiso histórico”4.

2 En cambio, han sido menos analizadas las analogías entre las otras dos principales formaciones políticas de aquel período de ambos Países, es decir la Democracia Cristiana italiana (DCI) y la chilena5. Este artículo propone algunas reflexiones acerca de la recepción de los acontecimientos chilenos y sobre las contradicciones que caracterizaron la conducta del partido de mayoría relativa en Italia6, puesto en jaque por sus responsabilidades y por las divisiones de la democracia cristiana chilena en ocasión del golpe de estado de 19737. En relación directa con este problema, analizaremos la falta de reconocimento de la junta militar por parte de Italia. Sin embargo, es preciso especificar que estas dos temáticas se analizan principalmente en las semanas inmediatamente sucesivas a la conquista del poder por parte de los militares golpistas.

El golpe

3 En cuanto las noticias del Golpe se difundieron en Italia, todas las fuerzas políticas representadas en el Parlamento - con la sola excepción del Movimento Sociale Italiano (MSI), partido heredero del fascismo - condenaron sin vacilar el golpe de Estado en Chile. Sin embargo, la posición de la DCI fue mucho más compleja y delicada, como lo evidencian la prensa de inspiración Demócrata Cristiana8, los comunicados y las declaraciones oficiales de los principales representantes del partido.

4 El primer comentario relevante fue el de Amintore Fanfani, quien expresaba sus condolencias por la muerte de Salvador Allende y condenaba el uso de la fuerza que, aunque se utilizara con el objetivo de restaurar el orden perdido, en realidad había pisoteado la libertad9. El secretario nacional había decidido hacer esta declaración 24 horas antes, como se evidencia en el texto escrito en su diario: Con respecto al Golpe en Chile, condeno con reiteración la presencia de la violencia en la vida política […] Aconteció lo que yo predije en junio a Valdés, cuando él vino a verme al Senado10: es decir, que el hecho de invitar a los militares a participar en el gobierno de Allende, acabaría por convencerlos que tenían que tomar el poder y prescindir de los civiles. Él no creyó en mi predicción que, lamentablemente, se cumplió!11. Dicha reflexión subraya el hecho de que Allende no había fallado en las transformaciones socio-económicas realizadas por el ejecutivo, sino en la incorporación de los militares en el equipo gubernamental. 5 El 13 de septiembre también es el día en el que toda la prensa italiana decidió dar amplio espacio a los hechos chilenos. Il Popolo, diario oficial de la DCI, publicó un artículo en primera página en el que pronosticaba que los militares chilenos tenían la intención de formar un ejecutivo “de tipo brasileño”, que “se mantuviese en el poder durante mucho tiempo”12. Además en la página 3, también dedicada completamente a Chile, se publicaba un artículo en el que se anticipaba una constante de los meses siguientes: es decir, se proponía una visión muy positiva del líder socialista13, pero crítica hacia la acción del gobierno y de los partidos de izquierda14.

6 Al día siguiente, Il Popolo publicaba, integralmente, el documento difundido dos días antes por la dirección nacional del PDC con el que se apoyaba la acción de las Fuerzas Armadas, señalando como único responsable “del desastre económico, del caos

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institucional, de la violencia armada” al gobierno de Allende15. Sin embargo, el diario adjuntaba un comunicado muy crítico de la DCI, en el que se tomaba sustancial distancia de la línea adoptada por los homólogos chilenos. Consideramos que -y ésta es nuestra única respuesta a todos los intentos de involucrar a la DC italiana en los eventos chilenos- no existen entre los partidos de inspiración cristiana [...] vínculos que disminuyan, condicionen o limiten la libertad de decisión frente a los problemas del País en el que cada partido actúa. [...] mientras reconozcamos al partido de los demócratacristianos chilenos el derecho de defender su propia conducta y su propia línea política, criticando aquella de sus adversarios [...] creemos poder atribuir a la DC italiana el derecho de decir que [...] la expresión de simple “pesar” no nos parece adecuada a la gravedad de los hechos. Además, es difícil comprender cómo se pasa de la realidad de una violenta interrupción del proceso democrático-constitucional, que también la DC chilena hasta tres días antes apoyaba como el único correcto, a la optimista espera del desarrollo de una intervención, que la DC italiana [...] condena16. 7 Con esta declaración, la DCI mostraba su desacuerdo (y desorientación) con respecto a la posición asumida por el PDC, además de ser forzada a hacer marcha atrás en relación a lo establecido dos días antes, cuando su órgano oficial, al dar por primera vez las noticias del golpe de Estado, había subrayado que el partido chileno estaba trabajando en un acuerdo con el gobierno17. Fue Fanfani quien estableció la línea del partido; de hecho, el día antes había apuntado en su diario: La DC chilena hace un comunicado muy servicial sobre los jefes chilenos. Hago escribir un comentario desde el “Popolo”, también contra las izquierdas italianas que tienden a confundir los jefes chilenos con la DC italiana. Es verdad que las pespectivas empeoran y no será fácil volver al sistema democrático ni siquiera en Chile. La DC de allá terminará por dividirse18. 8 La posición asumida por Fanfani fue apreciada por muchos exponentes de la izquierda demócrata-cristiana chilena (minoría del partido en ese momento); entre ellos Gabriel Valdés, que dos semanas después escribió una larga carta al secretario nacional de la DC italiana, en la que le agradecía las declaraciones sobre el golpe de Estado, ya que representaban “un llamado estricto y necesario al respeto de los principios que dan vida a la esencia misma de la Democracia Cristiana”19. Aunque admitiera las responsabilidades de Allende y lamentara la muerte del diálogo y la pérdida de una oportunidad preciosa – tal vez única – para llegar a un “acuerdo constructivo, si bien muy difícil y complejo, en Chile, entre cristianos y marxistas”, la desaprobación del ex ministro de Relaciones Exteriores por la acción de sus compañeros de partido resultaba sin contemplación: La tesis de los dirigentes más fuertes del Partido era que la U.P. llevaría el País a la dictadura marxista y entonces, cuanto antes se interrumpiera de alguna manera la vida del Gobierno, tanto antes el País regresaría a la normalidad y con un gasto relativamente menor en vidas humanas y capacidad económica. Su tesis era ésta: los militares como solución inmediata, y la D.C. a largo plazo. […] Considero que aquellos que tienen una influencia decisiva en el Partido han perseguido una estrategia equivocada y funesta para la D.C. chilena […] El partido, siempre con mayores dificultades, tendrá que explicar su aprobación del golpe de estado, la seguidilla de abusos y persecuciones de personas e ideas y la – hasta ahora – clara ostentación totalitaria de su política20. 9 Valdés, quien estaba viviendo en Estados Unidos a cargo del PNUD, dos semanas después del 11 de septiembre, probablemente ya estaba al corriente de las tentativas puestas en marcha por Frei, Aylwin y otros, para romper las perplejidadades surgidas

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entre los amigos del PDC fuera de Chile. Operación, esta última, que ofuscaba la reputación que en pocos años habían ganado a nivel internacional los demócrata- cristianos chilenos, puesto que implicaba la aceptación de las motivaciones esgrimidas por las Fuerzas Armadas para justificar su intervención, entre las cuales la existencia de un arsenal a disposición de los “marxistas” con el objetivo de realizar un autogolpe21. Como se evidencia más adelante, la línea seguida por los vértices de la DC se basaba en la apreciación que los militares no conservarían el poder durante largo tiempo y que, para asegurar la gobernabildiad del País, necesitarían el PDC o sus especialistas y líderes como fuerza política22.

10 A la toma de posición de la dirección nacional del 12 de septiembre, hizo eco, así, un documento del Departamento Internacional dirigido a los “Partidos demócrata- cristianos y a personalidades mundiales”, con el intento de ofrecer “una información objetiva sobre la realidad y los acontecimientos políticos” vividos en Chile en aquellos días. Se sostenía que la Junta Militar “con razón [...] debió actuar forzada por las circunstancias de un País al borde de la guerra civil”, y que los primeros comunicados tenían el objetivo de “unir a la familia chilena, reconstruir el País, normalizar la vida ciudadana y prolongar su presencia en el poder sólo hasta el logro de estos objetivos”; y se añadía y se ponía especial énfasis en el hecho de que los demócrata-cristianos habían intentado con todos los medios de evitar la solución de la fuerza. El texto intentaba, principalmente, ratificar el juicio manifestado el día después del golpe, para invalidar las críticas expresadas en Chile y en el exterior23. 11 Estos argumentos no modificaron, al menos en un principio, la posición asumida por la DCI. Si bien con tonos más blandos, ella continuó criticando la acción del partido chileno, y añadió como nuevo elemento de reflexión, la existencia de divisiones y divergencias en su interior – que el documento mencionado desmentiría algunos días después – y de la “rígida contraposición de dos actitudes”, una atribuida a Patricio Aylwin y favorable al diálogo con los militares, porque éstos últimos iban a regresar muy pronto a sus cuarteles; otra a Radomiro Tomic “de claro rechazo” 24. Así actuando, la DCI decidía no alinearse con la Unión Mundial Demócrata Cristiana (UMDC) 25 y con la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) que con sus declaraciones oficiales en relación al Golpe (respectivamente del 13 y del 15 de septiembre) se habían preocupado mucho de no condenar la actitud de los demócrata-cristianos chilenos26. La posición asumida por los italianos, y por Fanfani en particular, de hecho, no resultaba ni dada por supuesta ni libre de repercusiones internas, si se consideran los cargos de algunos de los más distinguidos exponentes en los organismos internacionales de la DC, primero entre ellos, , presidente de la UMDC. Y por cierto, los chilenos no ofrecieron ninguna solución27, sino que se mostraron más bien preocupados por la sobrevivencia del partido y por negociar una especie de colaboración externa con los militares. Quien condujo y trató a hurtadillas con los golpistas, fue principalmente el presidente Aylwin, que en una carta a Valdés, le informaba de una reunión con la junta28, y admitía que su “principal preocupación” era, esencialmente “la unidad demócrata-cristiana para el futuro”: Creo que llegará la hora del restablecimiento democrático y entonces nosotros tendremos posibilidades reales si no nos hemos atomizados por diferencias que siembren la discordia en nuestros cuadros y confundan a nuestras bases. Por ahora, pienso que nuestra actitud debe ser de no comprometerse políticamente; pero no negar nuestra cooperación – la de gente nuestra – en lo técnico y administrativo29.

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12 La respuesta del ex ministro de Relaciones Exteriores no se hizo esperar. Sin atribuirle explícitamente responsabilidades directas y reconociendo los errores cometidos por la U.P., censuraba duramente la acción del partido y, sobre todo, las principales argumentaciones usadas por el mismo Aylwin y por los otros líderes de primer orden. El texto merece ser citado en algunos pasajes porque es indicativo de las fuertes divergencias que se registraron en aquellos días al interior del PDC con respecto al golpe de Estado, y de la diferente percepción que tuvieron los dirigentes en Chile y aquellos que estaban en el exterior, en relación a la “misión como DC”. Para salvar el cuerpo o el poder, o la posibilidad del poder, hemos ido perdiendo el alma […] DC y dictadura son esencialmente opuestos. La imagen nuestra fuera es atroz y no solo por obra de los marxistas. Leer las declaraciones de Eduardo F. comentadas en todas partes negativamente – por decir lo menos – quitan toda esperanza en la posibilidad de recuperación. Seguir denigrando a Allende lo considero deshonesto. Estamos en presencia de un fascismo que no podemos negar y que nos aplastará. Seguir justificándolo – y algunos aplaudiendo – con el argumento que la U.P. había producido el caos y que quería una dictadura no tiene justificación. En fin, tú conosces mejor los hechos pero desde fuera se ve el porqué. El clamor que la revolución ha levantado en todo el mundo es atroz. Que la Junta dé sus explicaciones es natural, pero que la DC avale lo que sucede y nos convirtamos en abogados me resulta intolerable30. 13 ¿Y la DC italiana? No cabe duda en que la querelle propia de los demócrata-cristianos chilenos causó cierta vergüenza, obligándola a valerse de cualquier pretexto. A pesar de lo anterior, a partir de mediados del mes de septiembre, ella pareció mucho más interesada en detener los golpes enviados por los partidos de izquierda, que la acusaban de complicidad con lo acontecido en Chile y de distraer la atención de la opinión pública. Así se explica que, hasta el debate en el Parlamento del 26 de septiembre, haya sido cada vez mayor, la insistencia de la relación entre el golpe chileno y el “empeoramiento de la persecución contra los intelectuales soviéticos” (la referencia era en particular a los casos Sakharov y Solgenitsin)31.

Sin una posición común sobre los acontecimientos chilenos

14 Hay que subrayar, de todos modos, que a partir del 18 de septiembre y en previsión de la discusión en la Cámara de Diputados, la DCI también comenzó a modificar parcialmente el juicio sobre los colegas chilenos y a insistir, cada vez más, en las responsabilidades de la U.P. En ese sentido, son emblemáticos el mini reportaje con el título “La lección de Chile” escrito por Marcello Gilmozzi y publicado por Il Popolo en los días 20-23 de septiembre32; y las palabras del director Franco Amadini, según el cual “recordar los errores cometidos por el gobierno, no significa justificar su violenta destitución”33. Sin embargo, es verdad que al interior de la DCI se enfrentaron posiciones opuestas sobre los hechos chilenos, reflejo de las varias corrientes y almas presentes en el partido. Así, solo por citar algunos ejemplos, mostraron desaprobación Antonio Bisaglia, exponente de punta de los demócrata-cristianos del norte del País, según el cual “también hubo algunas responsabilidades por parte de la oposición”34, y el Subsecretario de Relaciones Exteriores Luigi Granelli, para quien era un deber expresar solidariedad “con quienes en Chile […] rechazan la idea de los que creen que pueden manejar a quienes han llevado a cabo el golpe de tipo fascista”35. Entre las voces

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críticas, se destacó la de Carlo Donat Cattin, líder de la corriente interna de izquierda “Fuerzas Nuevas”: aludiendo a la posición asumida por los demócrata-cristianos chilenos del mencionado grupo “disidente”36 (al que pertenecían Renán Fuentealba, Bernardo Leighton y Radomiro Tomic)37, acusó a la DC chilena de haber participado “a tientas” en el golpe de Estado38. En el bando opuesto estuvieron otros destacados líderes, como Giulio Andreotti, quien el 26 de septiembre, anticipando la publicación en las páginas de Concretezza de una declaración enviada casi un mes antes por Aylwin al movimiento mundial demócrata-cristiano, invitó por aquellos días a no emitir “juicios demasiado fáciles” sobre los acontecimientos de Chile. Pero, de hecho, en la revista dirigida por Andreotti, él no se mostró para nada cauteloso. A pesar de censurar el uso de la violencia como método de lucha política, declaraba su convicción sobre la completa extraneidad del PDC en el golpe de Estado y confiaba en “una rápida evolución de esta paréntesis de fuerza”39.

15 En defensa del PDC también estuvo Piccoli 40, quien por otro lado fue uno de los primeros del partido en hacer referencia explícita a las repercusiones que el golpe iba a tener en el debate y en la vida política italiana41. Estando así las cosas, en el debate que se desarrolló en el Parlamento sobre los acontecimientos chilenos 42 para el partido de mayoría relativa italiano, no fue fácil definir qué conducta asumir, tanto más que en esos días la revista Politica Internazionale escribió que en el centro del debate político italiano estaba el problema de la relación entre la línea de la DC italiana y la chilena: “¿Podría la DC italiana haber alentado con el ejemplo y tal vez con las palabras a los demócratas cristianos chilenos a exasperar su posición hasta la ruptura, con el objetivo de utilizar un impulso hacia la derecha para alcanzar el poder?”43. 16 Dicha hipótesis, si confirmada, podía provocar un grave desconcierto en la DCI. Probablemente y para disipar toda sospecha, la línea oficial asumida por el partido, fue aquella de una condena “dura y sin justificación” del golpe de Estado, pero en el cuadro de “un análisis despiadado de las contradicciones internas del gobierno de la Unidad Popular y de su incapacidad de gobernar las tensiones sociales”44. En la Cámara de Diputados, además, Piccoli minimizó la responsabilidad de los demócrata-cristianos chilenos y volvió a proponer la teoría de los “opuestos extremismos”. Según él, en realidad, habían sido los socialistas y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) los que rechazaron el acuerdo con el PDC y, con su extremismo, alimentaron “el aventurismo” de los grupos de extrema derecha como Patria y Libertad; y era a ellos, por consiguiente, a quienes había que imputar las mayores responsabilidades del desastre45. Al partido homólogo, en cambio, adjudicaba los errores de haberse aliado con los partidos de derecha sin denunciar “las responsabilidades en el plano de la estrategia de la tensión”, y de no haber evaluado más profundamente “los límites que se ponían a una oposición que fue sin duda dura, pero que se refería al mismo tiempo y más puntualmente, a los peligros involutivos implícitos en la situación. Pero se equivoca […] quien imagine por parte nuestra una condena contra los demócrata- cristianos chilenos”46. 17 Esta posición no convenció al Partido Socialista que, a pesar de ello, mostró aprecio hacia la DCI por haber “tomado distancia de su hermana chilena”. Elogiando la acción y la “ilimitada” confianza de Allende en los principios democráticos, Luigi Mariotti llevó adelante una durísima crítica hacia la democracia cristiana chilena (y, en especial, de Frei), a quien culpó de haberse “prestado al juego económico de potentes fuerzas internacionales […] aliándose con la derecha facista”47. La interpelación socialista

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advertía, además, sobre las posibles consecuencias de los hechos chilenos en la política italiana, e invitaba a sacar de aquella trágica experiencia un estímulo para volver a lanzar – profundizando la acción de reformas – la fórmula del centro-izquierda en Italia48. 18 La derecha italiana, obviamente, no compartió esta interpretación; es más, el llamado que venía de Chile tenía el intento de apelar a los demócrata-cristianos para que finalmente se encaminasen hacia la dirección opuesta a la indicada por los socialistas. En el Parlamento, el MSI consideró necesario el golpe con el objetivo de pacificar el País, aunque tuvo como efecto colateral el “sacrificio de la libertad”. Al caso chileno bien se podía aplicar la fórmula de renunciar a toda responsabilidad moral para salvaguardar “el orden”. Sin embargo, lo que más se evidenciaba de la interpelación del MSI era un duro ataque a la DC italiana y, en particular, un juicio despreciativo por su oportunismo, el cual se expresaría, según el MSI, en desaprobar la acción de los amigos chilenos, por cálculos políticos contingentes y para salvaguardar la estabilidad de la mayoría de gobierno. Dirigiéndose a los diputados demócrata-cristianos, el diputado Ernesto De Marzio afirmó, en efecto: ¡Debieran pensarlo antes, cuando estaban en contacto con Frei, cuando estaban en contacto con la democracia cristiana chilena! ¿Es verdad o no, que la democracia chilena, que está unida a la democracia cristiana italiana no solo por vínculos ideológicos y políticos, informó constantemente, hasta la vigilia del golpe de Estado, sobre lo que sucedía en Chile? ¿La informó de sus preocupaciones sobre el posible golpe de estado de las izquierdas y de la imposibilidad de llegar a la colaboración con Allende? ¿Es verdad que la democracia cristiana italiana declaró que compartía aquellas preocupaciones y que aprobaba la línea de conducta de la democracia cristiana chilena? Y, para no ponerse en conflicto con los socialistas, para no ponerse en conflicto con los comunistas, ¿cómo pueden Ustedes renegar a sus amigos, los que han combatido una dura batalla durante tres años, en un País que estaba en condiciones difíciles?49. 19 No muy distinto fue el examen del Partido Liberal Italiano, cuya posición en la sala fue expresada por Vittorio Badini Confalonieri. Éste, anunciando que solo quería pedir al gobierno “aclaraciones”, consideró Allende responsable “de la ruina política, económica y social” que había de hecho provocado el golpe, y después se lanzó contra los demócrata-cristianos chilenos – que habían mantenido “sobre el golpe de Estado un silencio de complicidad o, a decir lo menos, de tácita aprobación” – y sobre todo contra los demócrata-cristianos italianos, responsables de ofrecer, con su apoyo a Frei hasta poco antes del golpe, la oportunidad a los partidos de izquierda de instrumentalizar los eventos chilenos con objetivos de política nacional50.

20 La evaluación del Partido Comunista tuvo un corte totalmente opuesto por lo que concierne el juicio del líder socialista chileno y de la acción del ejecutivo allendista, pero sustancialmente similar, en mérito a la conducta de los demócrata-cristianos chilenos (con la excepción de la corriente de izquierda de la que elogiaba el sentido de responsabilidad, la búsqueda del diálogo y el rechazo de soluciones de fuerza). La crítica era dirigida sobre todo contra la DC italiana, acusada implícitamente de ser corresponsable. Tras haber subrayado la “traición” de los generales, pero sobre todo de Frei 51, Giancarlo Pajetta fustigaba al partido de la mayoría relativa, acusándolo de haberse separado solo a posteriori de la conducta del PDC 52 . 21 Indiferente a los ataques provenientes de la bancada opositora y con la moderación que lo distinguía, , a quien correspondía el derecho de réplica del gobierno, en su intervención antes de todo expresó el pésame por la muerte de Allende, que había

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“testimoniado con firmeza, hasta el sacrificio de la vida, su fe en la libertad y en el progreso de su pueblo”53; después, recordó que ya el día siguiente el golpe había condenado las violaciones de los principios democráticos y el uso de la violencia 54. Finalmente, y a pesar de no querer entrar en el mérito de las evaluaciones políticas que, según lo dicho, debían ser hechas por los partidos, el ministro de Relaciones Exteriores no pudo evitar de evidenciar que “las dificultades encontradas en la economía y en la misma organización social de Chile […] no pueden ser usadas para justificar la intervención de los militares […] este golpe de estado es muy grave y lleva consigo siniestros presagios”55. 22 Sin embargo, la condena del golpe no se tradujo en un acto de ruptura con la junta militar, como había solicitado la izquierda política. En su discurso en la Cámara de Diputados, y en las declaraciones de las semanas siguientes, Moro eligió una estrategia de “espera” en cuanto a las relaciones diplomáticas con el nuevo régimen chileno, estrategia que dejaba a Italia la puerta abierta para cualquier desarrollo futuro, pero que, entre líneas, hacía entrever su preferencia por la conservación de las relaciones. Una “espera”, además, que era debida también al anhelo que se pudiese proceder con una iniciativa conjunta en ámbito europeo. De hecho, Moro recordó que, en el ámbito de la CEE, Francia, Inglaterra, Alemania Federal y Dinamarca ya habían deliberado mantener las relaciones diplomáticas en base al principio (apoyado particularmente en Paris) que los que se reconocen son los Estados y no los gobiernos que son llamados a guiarlos paso a paso; y agregando que “el contacto diplomático, útil para la protección de los intereses y además para favorecer la evolución democrática o de todas maneras la atenuación del rigor de la represión, no significa de ninguna manera la aprobación del método de la violencia y del hecho consumado” 56. Algunos días después, también , al contestar a las preguntas de los periodistas italianos que le pedían juicios sobre las quejas de los principales representantes de la comunidad italiana en Chile (por la mayoría a favor del golpe), compartía la posición de Moro, insistiendo en que hace falta evaluar el problema de la toma de conciencia de la situación - tal y como lo hicieron muchos otros Países – en base […] a la tutela de los intereses de […] nuestros connacionales y […] a la posibilidad de una intervención efectiva que pudiese manifestarse, mediante pasos oficiales, contra las persecuciones y las represiones57. 23 Hay más de un indicio de esta orientación en las comunicaciones que la embajada chilena en Italia envió a Santiago en los primeros meses post-golpe. Ellas documentan primero, la convicción que el reconocimiento se llevaría a cabo tras el ya tan mencionado debate en el Parlamento y una vez disminuida la presión de la prensa58; después, que esta decisión podría provocar efectos negativos a la estabilidad política italiana59 e “incluso la ruptura de la coalición de centro-izquierda y la consiguiente caída del gobierno Rumor”60. A partir del mes de noviembre, entonces, el tema de las relaciones con la junta militar fue, según parece, estrechamente asociado, para el ejecutivo italiano, al problema de los tantos chilenos en fuga desde la represión, que se habían refugiado en la sede de la embajada italiana en Santiago 61. De hecho, la indecisión de Palazzo Chigi llevó a que, al poco tiempo, se suspendiesen las relaciones diplomáticas con Chile, pero sin que ellas fuesen formalmente interrumpidas, y provocó el aislamiento en el plano diplomático europeo62.

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La tímida reconciliación

24 Hay que señalar, sin embargo, que para el ejecutivo, por una parte, debido a las críticas de los aliados socialistas, y por otra, a las presiones comunistas, y con la fuerte movilización social en acto en el país, no fue fácil moverse, pero sobre todo a causa de las tensiones internas de la DCI, presionada entre la debida condena oficial del golpe y la voluntad de no debilitar sobre manera las relaciones con la democracia cristiana chilena, ayudada y apoyada activamente desde 196263. Es también en este contexto que se enmarca la carta que Eduardo Frei Montalva envió a Mariano Rumor el 8 de noviembre de 197364. A pesar de que fuese escrita especialmente para informar a la internacional demócrata-cristiana sobre el desarrollo de la situación chilena, además ella pretendía restablecer con los amigos italianos las relaciones deterioradas justo a causa del golpe. Reafirmando conceptos ya expresados muchas veces en los tres años anteriores65 y retomados en varios diarios de inspiración demócrata-cristiana 66, el ex presidente de la República pretendía, de hecho, recordar a los demócrata-cristianos italianos que siempre los había informado sobre la evolución política nacional desde el ascenso al poder por parte de Allende hasta el 11 de septiembre de 197367. Deseoso, además, de confrontar la versión que en Italia (y en Europa) estaban difundiendo – o empezando a difundir – los partidos de izquierda y los principales exponentes del grupo de los disidentes (en particular Leighton), en la carta Frei justificaba su conducta y la de su partido en ocasión del golpe de Estado y desmentía toda colaboración con los militares. A nuestro juicio la responsabilidad integra de esta situación […] corresponde al régimen de la Unidad Popular instaurado en el país […] la Democracia Cristiana chilena puede decir ante el mundo que una vez más dio un ejemplo de honradez democrática y de lealtad con sus principios […] Las Fuerzas Armadas –estamos convencidos– no actuaron por ambición. Más aún, se resistieron largamente a hacerlo. Su fracaso ahora sería el fracaso del país y nos precipitaría en un callejón sin salida. Por eso los chilenos, en su inmensa mayoría, más allá de toda consideración partidista, quieren ayudar porque creen que ésta es la condición para que se restablezca la paz y la libertad en Chile”68. 25 A pesar de ello, Frei no logró convencer a Rumor y obtener la solidaridad del partido italiano, como se lee en la correspondencia privada con Angelo Bernassola, del que se hablará más adelante. Según Cristián Gazmuri el problema de fondo – del que nació el fastidio de Rumor y de otros exponentes de la DCI – consistió en el hecho de que a los ojos de los demócrata-cristianos europeos e italianos el relato de los eventos chilenos narrados por el grupo de disidentes del PDC que circulaban por Europa “era una verdad más “creíble””69. Por cierto, estos últimos no se quedaron de brazos cruzados y utilizaron todos los medios a su disposición para desmentir el actuar de los dirigentes del partido (en particular el del ex presidente de la República) y para manifestar su rechazo a la toma del poder por parte de los militares. Además de las declaraciones públicas, la confirmación llega a través de los documentos reservados, como es el caso de una carta que Fuentealba envió pocos días después al mismo presidente de la UMDC: Tengo conocimiento de que altos personeros demócratacristianos chilenos, se han dirigido a ud. tratando de justificar la vacilante y débil actitud que nuestro Partido tuve con ocasión de los últimos acontecimientos. Esas personas, que siempre me han combatido, hasta el extremo de jugarse enteros para sacarme de la dirección del Partido, a fin de que ésta adoptara una actitud política de absoluta intransigencia frente al gobierno de la U.P. […] Pero lo que esas personas olvidan o

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callan intencionalmente, es que la Directiva que presidí, y personalmente, fuimos siempre absolutamente contrarios a una solución de fuerza, a un golpe o a un pronunciamiento militar que otros, en cambio, veían siempre con buenos ojos y estimulaban directamente o indirectamente […] Yo sé que los dirigentes italianos son lo suficientemente inteligentes para no dejarse engañar […] Hoy, en este momento, nadie en el Partido, puede dar opiniones políticas a nombre del partido. Sus organismos están paralizados70. 26 La dificultad de Frei y de otros exponentes de primer plano del PDC en romper las resistencias de los demócrata-cristianos italianos, están, en cambio, claramente atestiguadas por las numerosas críticas expresadas por el mismo líder chileno entre los años 1974-75 y, sobre todo, por el silencio de la DCI. No es un caso que Bernassola escribiese a Frei, solo dos meses después y en relación a la carta enviada a Rumor el 8 de noviembre, desmintiendo un juicio negativo sobre el actuar de la democracia cristiana italiana y expresando comprensión por el “drama” que el partido chileno estaba viviendo71. Bernassola también comunicaba que la conducta de su partido era debida al hecho de que “tras el Congreso de junio pasado, muchas cosas y personas han cambiado y no siempre los «nuevos» conocen los hechos y los antecedentes de situaciones politicas de otros países, siendo inexcusable su ignorancia”, pero sobre todo: Lo que tengo a precisar […] es que diversas cosas han ocurrido en cierto modo para evitar grandes problemas o complicaciones internas. Tal y como aquí es unánime el rechazo a toda acción violenta tanto de los marxistas como de los militares, también es unánime el sentido de solidaridad y de cercanía de los d.c italianos con los amigos d.c. chilenos. Es verdad que también recientemente, se han cometido errores en el plano táctico, sin embargo esto no debe resquebrajar la amistad de fondo entre nosotros. Éste es el sentimiento de sus amigos italianos y no cambiará […] Es probable que, en algunos meses, otros y yo viajemos a Chile también para demostrar que no consideramos definitivo este estado de cosas y este régimen, que estamos cerca de Ustedes en todo esfuerzo hecho a favor de la libertad y de la democracia. 27 Pidiendo paciencia, ocultándose tras las dificultades políticas internas y definiendo los errores cometidos por los demócrata-cristianos chilenos exclusivamente como “tácticos”, Bernassola logró entablar de nuevo sus relaciones con Frei y la mayoría de su partido y, sobre todo, convenció al líder chileno de mirar hacia adelante. Este último respondió dos meses después72 expresando su complacencia por la carta (“tenía la impresión de que todos mis amigos italianos habían dejado de existir”), pero al mismo tiempo evidenciaba, sin nombrarlo, que Rumor ni siquiera le comunicó que la había recibido (“Esto se hace aún con las personas más insignificantes”). Sin embargo a pesar de todo, según él, ese episodio no podía modificar mi afecto por quienes han sido tan expecionales amigos […] Durante tres años fui muy franco para decir lo que iba a pasar en Chile. Sin embargo ahora estimen que poco menos ha sido responsabilidad nuestra la catástrofe de nuestro país. No lo entenderé nunca […] Si bien algunos no han tenido confianza en nosotros, nosotros seguimos teniendo confianza en Uds. y seguimos con el más vivo interés todo lo que en Italia ocurre, y también – porqué no decirlo – con una tremenda preocupación, ya que siempre hemos visto en PDC italiano una firme columna de todo el movimiento de la Democracia Cristiana mundial. Yo siempre he comprendido la posición de la DC italiana, pues creo que Uds. Tienen que mirar primero sus problemas internos. El Partido Comunista usa el caso chileno para atacar y chantajear a la DC italiana. Su dualismo es evidente y nosotros lo sufrimos en toda su extensión. Ningún DC chileno estaba comprometido en el golpe y el actual gobierno es cada vez más hostil a la Democracia Cristiana en Chile73.

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Poco más de un año después74 Frei reiteraba: aún cuando la DC italiana ha demostrado tanto desprecio por la Democracia cristiana chilena, yo sigo creyendo que es fundamental para nuestra causa que Uds. tengan éxito. Yo creo que el tiempo dirá muchas cosas. Portugal es un buen ejemplo […] He visto con qué energía la DC italiana ha defendido las libertades en Portugal y en especial, los demócratacristianos perseguidos. Sin embargo, no he visto la misma confianza y el mismo ardor para con nosotros en Chile, seguramente porque somos más pequeños y estamos más lejanos75. 28 A pesar del resentimiento que todavía manifestaba el líder demócrata-cristiano chileno, los tiempos ya estaban maduros para la reconciliación. En ocasión de una visita de Bernassola a Chile, Rumor, en aquel momento Jefe del Ministerio de Relaciones Exteriores76, envió una breve carta a Frei, en la que manifestaba “nuestra solidaridad” e implícitamente invitaba a dejar de lado los desacuerdos77. El ex presidente chileno contestó de inmediato, deseando que “aclarado muchos hechos, se mantenga la amistad, la solidaridad y la confianza recíproca”78. Entonces, el desacuerdo nacido en ocasión del golpe se superaba, si bien el 11 de septiembre dejó heridas nunca totalmente saneadas79. Los dos partidos volvieron, de hecho, a colaborar, pero manteniendo como principal horizonte el fortalecimiento de la internacional demócrata-cristiana80.

29 Se puede concluir evidenciando la profunda ambigüedad que caracterizó el comportamiento de la DC italiana y, por tanto, del gobierno, en particular del ministerio de Relaciones Exteriores, sobre todo en los meses que siguieron al golpe. Ambigüedad que, en el caso de la primera, se superaría solo a partir del año 1975, cuando las relaciones con el PDC volvieron a normalizarse, aunque el reencuentro entre los dos partidos se completó solo con la reconciliación interna de la DC chilena. Por lo que atañe a las relaciones diplomáticas entre Italia y Chile, la falta de claridad dejaría lugar a una especie de ficción: oficialmente quedaron estancadas hasta el retorno de la democracia, sin dejar, sin embargo, que eso impidiera las relaciones que se seguían teniendo, si bien con un volumen de negocios reducido con respecto al pasado, a nivel comercial y, más generalmente, a nivel económico81. En efecto, a pesar de las escaramuzas de los primeros meses posteriores al golpe y en un contexto de reiteradas tensiones diplomáticas, originadas sobre todo por la cuestión de los refugiados acogidos por la embajada italiana en Santiago, acerca de la cual no podemos ahondar por razones de espacio 82, el Ejecutivo mantuvo siempre separados el plano político-ideológico del económico. La asociación entre dimensión política y dimensión diplomática significó, sin embargo, muchos dolores de cabeza para Roma y, sobre todo, para los representantes diplomáticos italianos en Chile, no obstante en mayo de 1981 ambos Países procedieron a reconocer oficialmente a los respectivos encargados de negocios, el italiano Tomaso de Vergottini y el chileno Mariano Fontecilla. 30 Es lo que señaló, precisamente poco antes de este paso oficial, en marzo de aquel año, el mismo de Vergottini en una relación enviada al ministro italiano de Relaciones Exteriores , documento que merece ser citado en algunos pasos, porque sintetiza eficazmente algunos de los ejes que se han intentado analizar en este ensayo. Después de siete años, así escribía el jefe de la misión italiana, Vale la pena reflexionar sobre el pasado, saber si fue bueno o malo, para nuestro Gobierno, manifestar una actitud de rechazo político […] El caso chileno se transformó para nosotros […] en un acontecimiento de política (interna) […] Ahora, a siete años de distancia, se intenta recoser el tejido separando lo político de lo diplomático. Pero no es fácil […] Hay también que reconocer que el régimen

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chileno, justo cuando parece ofrecer una oportunidad, en seguida retracta. Por ejemplo, estimulado por un Reagan intento a maquillar los regímenes latinoamericanos a los que destina su apoyo, Pinochet ofrece al pueblo chileno una nueva Constitución, que por lo demás, se revela construída a medida para la oligarquía […] Las ceremonias a las que he asistido no tienen nada de provisorio, o de transitorio; al contrario, se parecen a una coronación de tipo napoleónico del Presidente “más omnipotente” de la historia de Chile […] Por el momento, el camino escogido no parece el más idóneo para reconducir a Chile a su secular tradición democrática y legalista. Pero ésta es la constatación política, mientras que, para nosotros, es preciso separar lo político de lo diplomático83.

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NOTAS

1. Acerca del PDC véase Michael Fleet, The Rise and Fall of Chilean Christian Democracy, Princeton, Princeton University Press, 1985, e Wilhelm Hofmeister, La opción por la democracia. Democracia Cristiana y desarrollo político en Chile, 1964-1994, Santiago de Chile, Konrad Adenauer Stiftung, 1995. Sobre Eduardo Frei Montalva, cfr. Los dos volúmenes de Cristián Gazmuri, Eduardo Frei Montalva y su época, Santiago, Aguilar, 2000. Finalmente, véase Scott Mainwaring – Timothy R. Scully (eds.), La democracia cristiana en América Latina, México, Fondo de Cultura Económica, 2010, un estudio comparativo de corte político sobre la Democracia Cristiana en America Latina. 2. El origen de una presunta analogía entre el Chile de la UP y la situación política italiana de los primeros años Setenta se debe al famoso artículo de Cyrus Sulzberger, “Spaghetti with Chile Sauce”, New York Times, 13 de enero de 1971. 3. Luigi Guarnieri – Maria Rosaria Stabili, “Il mito politico dell’America Latina negli anni Sessanta e Settanta”, en Agostino Giovagnoli – Giorgio Del Zanna (a cargo de), Il mondo visto dall’Italia, Milano, Guerini e Associati, 2004, p. 228. Con respecto a las analogías del punto de vista de las dinámicas político-partidistas, estos dos autores señalan, además, que “con la victoria electoral

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de la Unidad Popular y la presidencia de Allende […] en el sistema de partidos chileno, el italiano se refleja plenamente y nuestros tres partidos de masa (demócrata-cristiano, socialista y comunista) registran antiguas solidaridades con sus correspondientes chilenos” (p. 235). 4. Cfr. Andrea Mulas, Il Cile di Allende e la politica italiana: il compromesso storico, San Cesario di Lecce, Manni, 2005; Alessandro Santoni, “Berlinguer, il compromesso storico e il caso cileno”, Contemporanea, 3, julio de 2007, pp. 419-439, Il PCI e i giorni del Cile, Roma, Carocci, 2008, “Los comunistas italianos y el Partido Comunista de Chile en la década de los 60”, en Olga Ulianova (ed.), Redes Políticas y militancias, Santiago, Universidad de Santiago, 2009, pp. 313-354, y “Il Cile e il travaglio identitario del comunismo italiano”, en Raffaele Nocera - Claudio Rolle Cruz (a cura di), Settantré. Cile e Italia, destini incrociati, Napoli, Think Thanks, 2010, pp. 167-189. Véase finalmente, el reciente ensayo de Valentine Lomellini, “Bisbigliando al «nemico»? Il Pci alla svolta del 1973, tra nuove strategie verso Washington e tradizionale anti-americanismo”, Ricerche di Storia Politica, n. 1/2013, pp. 25-44. 5. Sobre esta temática, y acerca de los vínculos entre los dos partidos desde el principio de los años sesenta que no es posible abarcar en esta ocasión, me permito sugerir mis obras: “Dove non osò la diplomazia. Alcune riflessioni sull’internazionalismo democristiano e sulle relazioni italo- cilene, 1962-1970”, Ricerche di Storia Politica, n. 1/2009, pp. 29-52; “Las relaciones diplomáticas y político partidistas ítalo-chilenas durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva”, Historia, n. 42, vol. II, julio-diciembre de 2009, pp. 435-470. 6. Hasta 1992 el sistema de los partidos en Italia fue caracterizado por un pluralismo polarizado, con dos partidos principales (DCI y Partido comunista, PCI) que no alcanzaban la mayoría. La DCI, con excepción de las elecciones europeas de 1984, siempre fue el partido más votado y, por consecuencia, el que detenía la mayoría relativa. 7. Hay que tener en cuenta que la única referencia al golpe de Estado del 1973 que aparece en la Storia della Democrazia Cristiana a cargo de Francesco Malgeri es la consideración que el compromiso histórico fue, además, la respuesta del PCI “a las preocupaciones provocadas en Italia por la experiencia de Allende, experiencia que también por su maximalismo y su veleitarismo no había sido capaz de vencer el golpe de derecha del general Pinochet” (Pierluigi Castellani, “La Democrazia Cristiana dal centro-sinistra al delitto Moro (1962-1978)”, vol. IV, Dal centro sinistra agli “anni di piombo” (1962-1978), Roma, Edizioni Cinque Lune, 1989, p. 73). Sobre las “consecuencias” de la lección chilena para la DCI véase Agostino Giovagnoli, Il partito italiano. La Democrazia cristiana dal 1942 al 1994, Roma-Bari, Laterza, 1996, pp. 155-156. 8. Una reflexión sobre la lectura del golpe de Estado en la prensa de área católica la encontramos en Chiara Brunetti, “La stampa cattolica e il golpe cileno”, en Raffaele Nocera - Claudio Rolle Cruz (a cargo de), Settantré. Cile e Italia, cit. pp. 25-54. 9. “Non si restaura l’ordine calpestando la libertà”, Il Popolo, 13 de septiembre de 1973. 10. Gabriel Valdés había estado en Italia para participar, junto a Frei, al XII congreso de la DCI, realizado en Roma del 6 al 10 de junio de 1973. Valdés ha dejado los recuerdos de su actividad política en la biografía Gabriel Valdés. Sueños y memorias, Santiago, Taurus, 2009 (véanse, sobre todo las págg. 117-197 sobre su experiencia de ministro de Relaciones Exteriores de 1964 a 1970 durante el gobierno de Frei). Ver también el libro de Elizabeth Subercaseaux, Gabriel Valdés, señales de historia, Santiago, Aguilar, 1998. 11. Archivio Storico del Senato della Repubblica (desde ahora ASSR), Fondo Fanfani, Diario, 12 de septiembre de 1973. 12. “Insurrezione cilena contro i militari. Si combatte nelle strade di Santiago”, Il Popolo, 13 de septiembre de 1973. 13. Sobre la trayectoria política y personal de Allende cfr. el reciente trabajo de Mario Amorós, Allende. La biografía, Barcelona, Ediciones B, 2013. 14. “Allende. Piena coerenza di una scelta”, Il Popolo, 13 de septiembre de 1973. Merece la pena señalar que, los juicios emanados en los tres años anteriores, fueron a menudo de tono muy

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diferente. En la revista trimestral dirigida por Angelo Bernassola (D.C. Internazionale. Notizie, documentazioni e commenti sulla presenza dei democristiani nel mondo), en aquel entonces responsable de la “Sezione Esteri della Direzione centrale” de la DCI, Angelo Sferrazza describía a Allende como un “hombre proveniente de una rica familia y él mismo, rico, masón y de formación cultural laica y burguesa”, empujado por el extremismo de la izquierda marxista, “adulada y protegida” por él, sobre el “camino de la demagogia” (“Speciale Cile”, n. 2-3/72, marzo-octubre de 1972, p. 4). Pero véase también, como ejemplo entre los más significativos, el artículo, siempre titulado “Allende fa bancarotta” escrito poco antes del golpe y publicado en las páginas de La Discussione, semanal fundado por Alcide De Gasperi (13 de septiembre de 1973, n. 35, pp. 15-16). 15. El comunicado se encuentra en Jorge Donoso Pacheco (comp.), Tomic, testimonios, Santiago, Editorial Emisión, 1988, p. 467, y en Eugenio Ortega Frei, Historia de una alianza, Santiago, CED- CESOC, 1992, pp. 42-43. 16. Il Popolo, 14 de septiembre de 1973. 17. Cfr. F.A., “Democrazia in pericolo”, Il Popolo, 12 de septiembre de 1973. 18. ASSR, Fondo Fanfani, Diario, 13 de septiembre de 1973 19. Carta de Gabriel Valdés a Amintore Fanfani, 25 de septiembre de 1973, Archivo Histórico Gabriel Valdés (de ahora en adelante AHGV) consultable, como todos los otros documentos de este archivo, en www.ahgv.cl. 20. AHGV, Carta de Gabriel Valdés a Amintore Fanfani, 25 de septiembre de 1973. 21. Se hace referencia al llamado Plan Z del cual no hay noticias en los primeros comunicados oficiales emitidos por la junta militar (cfr. Corrado Corghi, L’ideologia democristiana e l’internazionale DC, Milano, Mazzotta, 1974, pp. 205-206). Hay que poner en evidencia el gran impacto que causó, entre los DC italianos, la entrevista a Eduardo Frei Montalva, publicada en el diario español ABC el 10 de octubre de 1973, que planteaba el papel salvador de las FFAA. Si bien el propio Frei desmintió la entrevista y expresó una protesta formal al ABC, su reproducción en Europa y en Chile, dejaron marcado lo que amplios sectores de la opinión pública internacional vieron como la postura del PDC chileno frente al golpe. Muchos fragmentos de la entrevista en Franca Bertolini – Frieda Hermans, La DC in Cile, Milano, Mazzotta, 1974. pp. 210-213. Los militares golpistas denunciaron la existencia de armas de diferente tipo disponibles para el autogolpe de la U.P. en el Libro Blanco publicado en noviembre de 1973 (cfr. “Il discorso di Tomic nella riunione del partito democratico cristiano due mesi dopo il golpe”, in Pino Di Salvo (a cura di), Cile. Una lezione. Documenti della sinistra democristiana cilena, Roma, La Tartaruga, 1974 pp. 277-280). Cfr. finalmente “Aylwin: le “sinistre” preparavano un golpe”, Il Popolo, 19 de septiembre de 1973. 22. Veinticinco años después, Aylwin hacía finalmente una autocrítica a las opiniones emanadas y a las posiciones tomadas en ocasión del golpe de Estado, reconosciendo también lo infundado de una “insurrección de la extrema izquierda” (Patricio Aylwin Azócar, El reencuentro de los Demócratas. Del Golpe al Triunfo del NO, Santiago, Ediciones B, 1998, p. 14). 23. AHGV, Carta Demócrata Cristiana desde Chile, n. 20, 24 de septiembre de 1973. 24. “I d.c. cileni divisi da “serie divergenze””, Il Popolo, 15 de septiembre de 1973. Sobre el asunto el órgano del partido insistía también en los días siguientes. Para citar otro ejemplo véase “Continua in tutto il Cile la repressione militare” (Il Popolo, 18 de septiembre 1973) en el cual se publicaban partes de una entrevista realizada por Tomic a la oficina de correspondencia de la agencia de prensa Inter Press Service de Buenos Aires donde no se compartía la declaración emanada el 12 de septiembre por Aylwin porque resultado de una “apurada e unilateral decisión del vértice”. 25. La UMDC fue constituida durante la III Conferencia intercontinental de los demócrata cristianos realizada en Santiago de Chile desde el 27 al 30 de julio de 1961. Cfr. Roberto Papini, L’Internazionale DC. La cooperazione tra i partiti democratici cristiani dal 1925 al 1985, Milano,

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Franco Angeli, 1986, pp. 33-72, y Niels Arbøl, I democristiani nel mondo, Milano, Edizioni Paoline, 1990, pp. 62-68. 26. Las declaraciones en Roberto Papini, L’Internazionale DC. La cooperazione tra i partiti democratici cristiani dal 1925 al 1985, cit. p. 274, nota 99. La línea del órgano DC de América Latina tampoco cambiaría más adelante. Durante el VIII Congreso realizado en Curaçao en 1974, éste acogió, de hecho, la relación sobre la evolución política nacional presentada por la delegación chilena, donde, si bien con matices menos duros, se reiteraban las acusaciones al gobierno de Allende y la total extraneidad al golpe. Con respecto a la declaración del 12 de septiembre de 1973, los demócratas chilenos evitaban únicamente justificar el golpe y lo hecho por las Fuerzas Armadas en el primer año de gobierno. Cfr. Informe chileno, VIII Congreso de la ODCA en Curaçao, agosto 30 – 1 de septiembre de 1974, documento custodiado pero no catalogado por el archivo de la Corporación Justicia y Democracia. Analizando bien, se trataba de una elección obligada, ya que su relación se presentaba solo algunos meses después de la “Declaración de Principios” emitida por la junta de gobierno (marzo de 1974) y con la cual los militares manifestaban su propósito de quedarse “indefinidamente” en el poder. 27. Después del documento del día siguiente al golpe, la dirección nacional emitió otros dos comunicados, mucho más largos y articulados y menos condescendientes hacia la junta militar, sobre todo en materia de violación de los derechos humanos (en el cual sin embargo se confirmaba el juicio expresado el día después del golpe sobre la responsabilidad de la Unidad Popular). Véanse, “Posición del PDC frente a nueva situación del país”, 27 de septiembre de 1973 y Patricio Aylwin Azócar, “Informe sobre posición de la Democracia Cristiana chilena frente al gobierno de S. Allende”, noviembre de 1973, ambos en Centro de documentación Fundación Frei, desde ahora CFF, respectivamente PPdc-PP-8 e PPdc-PP-9. 28. En la carta Aylwin sostenía que la junta los había recibido el día diez de octubre, señalando también que “por insinuación expresada en varios recados, pedimos audiencia a fin de tratar del régimen de los Partidos Políticos” (AHGV, Carta de Patricio Aylwin a Gabriel Valdés, 16 de octubre de 1973). 29. Ibid. 30. AHGV, Carta de Gabriel Valdés a Patricio Aylwin, 19 de octubre de 1973. 31. Véanse, solo para citar dos ejemplos, las declaraciones de Fanfani y de Flaminio Piccoli, presidente del grupo parlamentario a la Camara de Diputados, publicadas en primera página en Il Popolo el 16 de septiembre, respectivamente en “Coerente impegno per la libertà e il progresso” y “Presentate interpellanze del gruppo dc alla Camera”. 32. Se trató de cuatro largos artículos titulados “Tutti i “segnali” indicavano pericolo”, “Disperazione e speranza”, “Rivoluzione e produzione”, “Il “golpe” è contro la democrazia” (Marcello Gilmozzi, Il Popolo, respectivamente, 20, 21, 22, 23 de septiembre de 1973). 33. Franco Amadini, “La nostra coerenza democratica”, Il Popolo, 18 de septiembre de 1973. 34. “Condanna politica e morale delle violenze consumate in Cile”, Il Popolo, 19 de septiembre de 1973. 35. “Su “golpe” cileno e dissenso in URSS dibattito alla Camera”, Il Popolo, 20 de septiembre de 1973. 36. Cfr. “Declaración disidente: 13 de septiembre 1973”, en Jorge Donoso Pacheco (comp.), Tomic, testimonios, Santiago, Editorial Emisión, 1988, p. 467-469. Véase también Cristián Gazmuri, Eduardo Frei Montalva y su época, 2° vol., cit. pp. 856-857; y el más reciente Jorge Donoso Pacheco - Grace Dunlop Echavarría, Los 13 del 13. Los DC contra el golpe, Santiago, RIL Editores, 2013. 37. Según Tomic la declaración del 12 de septiembre fue “inútilmente precipitada […] implicó un imprudente aval al golpe en un momento en que hubiera sido mejor quedarse callado: fue, en definitiva, un serio error político” (“Il discorso di Tomic nella riunione del partito democratico

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cristiano due mesi dopo il golpe”, in Pino Di Salvo (a cargo de), Cile. Una lezione. Documenti della sinistra democristiana cilena, Roma, La Tartaruga, 1974, p. 283). 38. Luigi Guarnieri – Maria Rosaria Stabili, “Il mito politico dell’America Latina negli anni Sessanta e Settanta”, cit. p. 239. 39. Giulio Andreotti, “Un documento cileno”, Concretezza, n. 19, 1 de octubre de 1973, p. 4. Hay que tener en cuenta que Andreotti recibió el documento del responsable de la Oficina internacional del PDC Enrique Krauss Rusque con fecha 28 de agosto. 40. Flaminio Piccoli (1915-2000) fue uno de los principales representantes de la DC italiana, diputado desde 1958 hasta 1992, y después senador hasta 1994. 41. “Piccoli: evitare in Italia gli errori commessi nel Cile”, Il Popolo 18 de septiembre de 1973. 42. Atti parlamentari, Camera dei Deputati, VI Legislatura, 1973, Sesión del 26 de septiembre, pp. 9149-9189. Partes del debate se encuentran en “L’Italia e il “golpe” cileno. Dibattito alla Camera dei Deputati. Moro illustra la posizione del governo”, Relazioni Internazionali, n. 40, 6 de octubre de 1973, pp. 1025-1032; para un comentario véase Ellio Rogati, “La tragedia cilena a Montecitorio” (p. 1001). 43. Ruggero Orfei, “Il colpo di stato dei militari allo specchio della politica italiana”, Politica Internazionale, n. 10, octubre de 1973, p. 44. 44. Luigi Guarnieri – Maria Rosaria Stabili, “Il mito politico dell’America Latina negli anni Sessanta e Settanta”, cit. p. 239. 45. Atti parlamentari, Camera dei Deputati, VI Legislatura, 1973, Sesión del 26 de septiembre, p. 9171. 46. Ibid. Es necesario resaltar, sin embargo, que al iniciar el discurso, sin nombrar a los demócrata-cristianos chilenos, Piccoli había hablado de “ingenuidad de aquellas fuerzas” que habían confiado en la intervención de los militares en lugar de comprometerse para una solución política (ivi, p. 9168). 47. Ivi, p. 9154. 48. Es oportuno recordar que en Italia aquellos eran todavía los años de los gobiernos de centro- izquierda, o sea, basados en la alianza entre las fuerzas políticas de centro y el partido socialista. Además la intervención de Mauro Ferri, en nombre del Partido Socialista Democrático Italiano (PSDI), retomaba a grandes rasgos la del colega del PSI (ivi, pp. 9156-9160). 49. Ivi, p. 9184. 50. Ivi, p. 9167. 51. Ivi, p. 9162. 52. Ivi, p. 9163 53. Ivi, pp. 9186-9187. 54. Ivi, p. 9187. Para el comunicado de la Farnesina véase Il Popolo del 13 de septiembre de 1973. 55. Atti parlamentari, Camera dei Deputati, VI Legislatura, 1973, Sesión del 26 de septiembre, p. 9188. 56. Ibid. 57. Archivio Storico dell’Istituto Sturzo, Fondo Flaminio Piccoli, busta 16, fascicolo 176, “Comunicato stampa”, 2 de octubre de 1973. 58. Cfr. Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores – desde ahora AMRE – Embajada chilena en Roma a Ministerio de Relaciones Exteriores, Telex cifrado n. 72, 26 de septiembre de 1973; y Cable cifrado n. 76, 28 de septiembre de 1973. 59. AMRE, Embajada chilena en Roma a Ministerio de Relaciones Exteriores, Cable cifrado n. 80, 1 de octubre de 1973. 60. AMRE, Embajada chilena en Roma a Ministerio de Relaciones Exteriores, Cable cifrado estrictamente confidencial n. 83, 5 de octubre de 1973. 61. Véase, solo como ejemplo, AMRE, Embajada chilena en Roma a Ministerio de Relaciones Exteriores, Telex estrictamente confidencial n. 132, 23 de noviembre de 1973. Es necesario

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recordar que desde el 11 de septiembre de 1973 hasta la llegada a Santiago de Tomaso de Vergottini en el mes de diciembre (jefe de la misión italiana hasta el 1984), la embajada italiana estuvo a cargo de Piero De Masi, ya que el embajador de Italia en Chile, Norberto Behman D’Elmo, se encontraba en Roma el día del golpe. Hay tres reconstrucciones de lo que hizo la embajada italiana en Chile: el libro de de Vergottini (Cile: diario di un diplomatico (1973-1975), Roma, Koinè Nuove Edizioni, 2000), que resulta ser el más completo, puntual y rico de informaciones; el de De Masi (Santiago. 1 febbraio 1973 – 27 gennaio 1974, Acireale-Roma, Bonanno, 2013) publicado 40 años después del golpe chileno; finalmente, el libro, menos convincente y demasiado anecdóctico, de Emilio Barbarani (Chi ha ucciso Lumi Videla? Il golpe di Pinochet, la diplomazia italiana e i retroscena di un delitto, Milano, Mursia, 2012). Merece la pena subrayar que, cuando en noviembre de 1973 el encargado de negocios de la embajada chilena dio la noticia del posible nombramiento de de Vergottini como jefe de la misión italiana en Chile, se preocupó también de decir que se trataba de un demócrata-cristiano de la corriente “de derecha” (AMRE, Embajada chilena en Roma a Ministerio de Relaciones Exteriores, Aerograma Confidencial n. 73, 17 de noviembre de 1973). 62. Cfr. Luigi Vittorio Ferraris (a cargo de), Manuale della politica estera italiana 1947-1993, Roma-Bari, Laterza, 1996, pp. 309-310, pero véase también Annuario dell’Istituto Affari Internazionali, 1974-75, p. 631. La línea escogida por el gobierno italiano fue confirmada en el Parlamento algunos meses después por el subsecretario de Relaciones Exteriores Mario Pedini (Atti parlamentari, Senato della Repubblica, VI legislatura, 1974, Sesión del 13 de febrero, p. 12708). Véase finalmente el comentario “Immutata la posizione del governo contro la giunta cilena”, Politica Internazionale, n. 2, febrero de 1974, pp. 25-26; y “Dissenso del Governo per il «golpe» in Cile”, Il Popolo, 14 de febrero de 1974. 63. En las páginas que siguen retomo algunas reflexiones ya adelantadas en “Il governo italiano e la DC di fronte al golpe cileno”, Nuova Storia Contemporanea, n. 2, marzo-abril 2008. pp. 87-110. 64. La versión original se encuentra en el Centro de documentación Fundación Frei. Una reproducción integral se encuentra en el libro a cargo de Sofía Correa et al., Documentos del siglo XX chileno, Santiago, Editorial Sudamericana, 2001, pp. 413-427. Cabe señalar que la carta fue enviada también al papa Paolo VI (cfr. CFF, Carta de Eduardo Frei a Paolo VI, noviembre de 1974 y la respuesta, en nombre del pontífice, del nuncio apostólico Sótero Sanz Villalba del 11 de diciembre, Correspondencia Internacional, C.C.-2.2/IT). 65. De hecho, la carta parte enumerando los créditos democráticos del PDC chileno, incluyendo su papel en la derogación de la “Ley Maldita”, la forma democrática de su gobierno entre 1964 y 1970 con amplias garantías para los opositores, el establecimiento de relaciones diplomáticas con la URSS y otros países socialistas. Como parte de esta conducta democrática, se destaca especialmente el haber apoyado en el Congreso el triunfo de Allende en 1970. También la oposición ejercida por el PDC a Unidad Popular entre 1970 y 1973 se caracteriza como democrática. La clave para responsabilizar al gobierno de Allende y a la izquierda del quiebre de la democracia está en la insistencia en su carácter de gobierno de minoría que, según Frei, no accedía a negociar y trataba de imponer su línea a toda costa, incluso violando la legalidad. A ello se agregan sobre todo dos líneas de crítica: el colapso económico del País y el ingreso de armas para preparar un autogolpe. 66. Como ejemplo, véase el comentario a las elecciones parlamentarias de marzo de 1973 firmado por Dedalo Dati (“Il futuro del Cile sempre nelle mani della DC”, D.C. Internazionale. Notizie, documentazioni e commenti sulla presenza dei democratici cristiani nel mondo, n. 1/73, marzo de 1973, pp. 6-8,), donde se evaluaba el actuar del gobierno de la U.P. “un socialismo peligrosamente liberticida, muy a menudo aplicado al margen de las leyes y de la Constitución si no hasta fuera de ellas. Reformismo que, no raras veces ha dado, en estos dos últimos años, la neta sensación de que Chile estuviera precipitando hacia una dictadura de clara matriz

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marxista”; mientras que, sobre la actuación de la DC chilena, se subrayaba que había hecho una “oposición firme, pero sin excesos”. 67. A tal propósito, véanse las cartas – todas en CFF, Correspondencia Internacional CC-2-D y Correspondencia Internacional CC-2.1 – del 27 de junio y del 16 de septiembre de 1971, del 27 de octubre de 1972, del 5 de abril de 1973, enviadas por Eduardo Frei a Angelo Bernassola, del 31 de agosto de 1971 a ; del 23 de mayo de 1973 a Mariano Rumor, donde se reiteran las referencias a la “dramática” situación vivida por el País. Hay que señalar además que Frei viajó a Italia varias veces desde el fin de su mandato presidencial casi hasta el momento del golpe de Estado, y que en ocasión del XII congreso de la DC italiana declaró que su partido estaba enfrentando a un gobierno que “está llevando el País hacia una dictadura totalitaria y que ha destruido, en dos años y medio, la economía del País de una manera inimaginable” (CFF, Intervención de Eduardo Frei durante el desarrollo del XII Congreso del Partido Demócrata Cristiano de Italia, 6 de junio de 1973, Labor Internacional Efin -1-D). 68. Vale la pena señalar que menos de veinte días después, en una carta a Valdés, Felipe Amanategui, miembro de la última dirección nacional que había emitido el documento del 12 de septiembre, hacía notar sarcásticamente como Frei fuera promotor, en oposición a Tomic, de una línea estratégica basada en el “éxito del Gobierno militar en sus objetivos; pacificación y reordenamiento social, político y económico de Chile para que, cumplida su tarea, las Fuerzas Armadas, devuelvan el poder al pueblo”. Según él, se trataba de una postura ingenua y “creer que quienes detentan el poder estarán dispuestos a devolverlo por su propio desinterés, por su heroísmo, desprendimiento u otros motivos igualmente altruistas, no solo es desconocer la realidad humana, sino además renunciar a actuar como político” (AHGV, Carta de Felipe Amanategui a Gabriel Valdés, 26 de noviembre de 1973). 69. Cristián Gazmuri, Eduardo Frei Montalva y su época, 2° vol., cit. p. 869. 70. AHGV, Carta de Renán Fuentealba Moena a Mariano Rumor, 21 de noviembre de 1973. 71. CFF, Carta de Angelo Bernassola a Eduardo Frei Montalva, 10 de enero 1974, Correspondencia Internacional CC-2-D. 72. CFF, Carta de Eduardo Frei Montalva a Angelo Bernassola, 5 de marzo de 1974, Correspondencia Internacional CC-2-2-IT. 73. La insistencia de Frei de que “ningún DC chileno estaba comprometido en el golpe” no logra imponerse en la opinión pública italiana por encima de un aspecto ya conocido también en Italia, es decir, la colaboración con el gobierno militar por parte de exponentes de su partido y anticipada por Aylwin a Valdés en la carta ya mencionada del 16 de octubre (cfr. Cristián Gazmuri, Eduardo Frei Montalva y su época, cit. p. 869). Si bien Aylwin hable de cuadros técnicos e incluso esta participación fuera pronto retirada por el PDC con la expulsión de aquellos que se quedaban, la imagen queda instalada. Un resumen de las restricciones a las cuales fue sometido el partido hasta mediados de 1975 se encuentra en el segundo número de la revista, difundida entre los partidos demócrata-cristianos latinoamericanos, Informaciones Demócratas Cristianas (septiembre de 1975, pp. 1-31). 74. En ese año, merece la pena recordarlo, el PDC ya estaba prácticamente en la oposición y había abrazado por completo la causa de los derechos humanos; y el propio Frei, tachado por los militares como el “Kerensky chileno”, estaba publicando El mandato de la historia y las exigencias del porvenir (Santiago, Editorial del Pacífico, 1975), un libro abiertamente opositor a la junta militar. 75. CFF, Carta de Eduardo Frei Montalva a Angelo Bernassola, 25 de abril de 1975, Correspondencia Internacional CC-2-D. 76. Desde el 1974 al 1976 en el IV y V Governo Moro. Hay que hacer notar que el 1° de abril Rumor había recibido por parte de de Vergottini, una larga relación confidencial (titulada “Il regime militare cileno”) en la cual se reconstruía también la conducta de la democracia cristiana chilena durante el golpe. Para el jefe de la misión de la embajada italiana en Chile, el PDC, contrastando el

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gobierno Allende, se había simplemente dividido sobre los “métodos de lucha”. De Vergottini reconocía sin embargo que, después del 11 de septiembre, dirección y base habían avalado “el operado de la Junta”, mientras la izquierda había manifestado públicamente su propio desacuerdo; señalando, finalmente, que “a medida que el nuevo gobierno revelaba su verdadera cara […] también dirección y base del PDC empezaron a cambiar de actitud. En el verano de 1974, Patricio Aylwin delineaba la posición del partido con la fórmula «independencia activa y crítica», que excluye por un lado la resistencia y, por el otro, la colaboración” (Archivio Centrale dello Stato – de ahora en adelante ACS - Fondo Consigliere diplomatico della Presidenza del Consiglio dei Ministri, II parte, 1964-1985, sobre 37, Relación confidencial de Tomaso de Vergottini al ministro de Relaciones exteriores Mariano Rumor, 1° de abril de 1975). 77. CFF, Carta de Mariano Rumor a Eduardo Frei, 17 de mayo de 1975, Correspondencia Internacional, C.C.-2.2/IT. 78. CFF, Carta de Eduardo Frei a Mariano Rumor, 23 de mayo de 1975, Correspondencia Internacional, C.C.-2.2/IT. 79. Relevante en este sentido es una carta que Frei envió a finales de diciembre del 1974 al otro gran líder demócrata cristiano latinoamericano, Rafael Caldera, presidente de Venezuela desde el 1969 a 1974, en la que se quejó mucho de la actitud de los demócrata-cristianos italianos y europeos, acusándolos sin tapujos de “cobardía” (CFF, Carta de Eduardo Frei a Rafael Caldera, 9 de diciembre de 1974, Correspondencia Internacional CC-2-D.). 80. Los documentos custodiados en el archivo de la Fundación Frei son muchos – imposible de incluír en esta ocasión – y confirman que en los siguientes años las relaciones entre Frei y Rumor tuvieron que ver casi exclusivamente con la UMDC. 81. Véase a tal propósito la carta enviada por el diputado Antonio Falconio al presidente del Consiglio dei ministri , en mayo de 1981, en la que se apoyaba la causa de la regularización de las relaciones diplomáticas, para aumentar los intercambios comerciales con Chile y para “tranquilizar y estimular a nuestra numerosa y calificada comunidad italiana” (ACS, Fondo Consigliere diplomatico della Presidenza del Consiglio dei Ministri, II parte, 1964-1985, sobre 37, 6 de mayo de 1981). 82. La situación, iniciada el día después del Golpe, se concluyó el 8 de abril de 1975 con la salida del País del último grupo de refugiados (en total la Embajada italiana acogió a 676 de los cuales 531 llegaron a Italia). Para un balance véase la relación confidencial enviada por De Vergottini al ministro Rumor en ACS, Fondo Consigliere diplomatico della Presidenza del Consiglio dei Ministri, II parte, 1964-1985, sobre 37, 21 de abril de 1975. 83. ACS, Fondo Consigliere diplomatico della Presidenza del Consiglio dei Ministri, II parte, 1964-1985, sobre 37, 19 de marzo de 1981.

RESÚMENES

Este artículo propone algunas reflexiones acerca de la recepción de los acontecimientos chilenos y sobre las contradicciones que caracterizaron la conducta del partido de mayoría relativa en Italia, puesto en jaque por sus responsabilidades y por las divisiones de la democracia cristiana chilena en ocasión del golpe de estado de 1973. En relación directa con este problema, analizaremos la falta de reconocimento de la junta militar por parte de Italia. Estas dos temáticas se analizan principalmente en las semanas inmediatamente sucesivas a la conquista del poder por parte de los militares golpistas.

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This article offers some thoughts on receiving the Chilean events and contradictions that characterized the behavior of the majority party in Italy, and placed in check by their responsibilities and divisions of Chilean Christian Democracy on the occasion of the 1973 coup. Directly related to this problem, we analyze the lack of Reconnaissance of the military junta by Italy. These two topics are mainly discussed in the immediate weeks the conquest of power by the military.

ÍNDICE

Palabras claves: golpe de Estado, Democracia Cristiana, Chile, Italia, política Keywords: coup, Christian Democratic Party, Chile, Italy, politics

AUTOR

RAFFAELE NOCERA

Italiano, Doctor en historia, académico en la Università di Napoli “L’Orientale” [email protected]

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Del Partido Comunista al Partido Comunista Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria en la Argentina de los años sesenta Una escisión con marca universitaria From the Communist Party to the Communist Party – National Committee of Revolutionary Recovery in 1960s Argentina. A split marked by university politics

Juan Sebastián Califa

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 8 febrero 2015 – Aceptado: 28 abril 2015

Introducción

1 En los últimos años se han incrementado ostensiblemente los estudios dedicados al Partido Comunista durante el siglo XX en todo el mundo. De este modo, se ha ido saldando desde las ciencias sociales un agujero historiográfico sumamente relevante de completar dada la importancia que gozaron estas formaciones políticas amparadas, y guiadas en buena medida, por la extinta Unión Soviética. La Argentina no ha sido una excepción al respecto. En este país, en sintonía con dicho fenómeno, es cada vez mayor la producción académica, y también periodística, abocada a indagar sobre distintos aspectos del Partido Comunista Argentino (PCA) en el siglo pasado. Los intelectuales, los jóvenes, los líderes partidarios, el movimiento obrero dirigido y conformado en torno a esta organización han sido objetos de variados estudios.

2 En paralelo a este proceso, también el movimiento estudiantil en la Argentina ha sido revalorizado como objeto de estudio. Si bien en esta indagación la intensidad analítica

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no es tan pareja en todo el globo y en Latinoamérica específicamente, siendo México otro país donde esta clase de estudios se han desarrollado con sistematicidad, no es desdeñable la labor de la última década. Teniendo como antecedente más significativo los trabajos realizados al calor del aumento de la conflictividad universitaria en los años sesenta y setenta tras a prosperidad de posguerra, los actuales estudios han revisitado este período de un modo más puntilloso como lo demuestran los meticulosos estudios de casos que sostuvieron tal indagación. El trabajo de detección y análisis de fuentes ha arrojado una serie de conocimientos que diferencian estos trabajos de los de la primera ola, puesto que en estos primeros la mirada macro soslayaba el análisis micro detallado y ligado a las fuentes. El desafío actual reside en poder construir una síntesis global, esta vez bajo la ventaja que otorga el conocimiento acumulado. 3 Este artículo se ubica precisamente en la intersección entre ambos campos de estudio. Ello es así porque el objeto de análisis de este trabajo como se verá, la ruptura del PCA a fines de los años sesenta del siglo XX, tuvo un sujeto preponderante y casi excluyente en la juventud universitaria. Si bien otros trabajos han señalado esta ruptura clave en el itinerario político de este partido, hasta aquí no existen estudios académicos específicos abocados a la indagación de este divorcio político que prologó el ascenso de izquierdas militante más significativo que tuvo la Argentina. Las páginas que siguen tratarán de responder a los interrogantes sobre las razones y el desarrollo de esta escisión así como de referir sus consecuencias inmediatas. 4 Dado que es insoslayable el contexto de conflictividad y los enfrentamientos sociales propios de los universitarios que conllevaron a esta separación partidaria, este artículo necesariamente se imbuye en tales confrontaciones. En ese sentido, antes de zambullirse a los documentos de la ruptura, se saca a luz la coyuntura universitaria en que la misma se gestó. Para ello, se han privilegiado las fuentes primarias que permiten recrear los enfrentamientos sociales que marcaron el derrotero del movimiento estudiantil y particularmente de la militancia comunista. Finalmente, en relación a la ruptura en sí misma la intención en este trabajo radica en ubicar los pormenores de lo dicho en los documentos que ésta hizo aflorar en el contexto de tal conflictividad universitaria, alejándose así de un mero análisis discursivo. Precisamente, la principal hipótesis de trabajo a demostrar sostiene que sin un entendimiento acabado de la coyuntura universitaria y del desenvolvimiento de la militancia comunista en ésta no es posible dar cuenta cabalmente de esta escisión en el seno del PCA. 5 Por último, aclárese que si bien este trabajo plantea una perspectiva general, y una tesis también global desde donde analizar la ruptura en su conjunto, el análisis concreto se dirige aquí hacia un caso específico: lo acaecido en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Esta casa de estudio, que concentraba más de la tercera parte de la matrícula universitaria argentina, emplazada en la Capital Federal, centro político del país, constituyó el epicentro de la ruptura juvenil con el PCA. Ello fue así porque desde esta institución la militancia comunista había conquistado posiciones dirigentes en el movimiento estudiantil argentino, siendo un verdadero baluarte para el PCA desde donde desarrolló la Federación Juvenil Comunista (FJC). De este señalamiento espacial de la fuerza juvenil comunista queda en claro que cualquier fractura allí iba a repercutir y arrastrar al resto de la organización juvenil. Dado que así ocurrió, abocarse a lo sucedido en la UBA es una tarea central que aquí se emprenderá.

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El PCA y los convulsionados años sesenta

6 La autoproclamada “Revolución Libertadora” tras derrocar al gobierno peronista durante 1955 fue sucedida tres años después por el gobierno de constitucionalidad emparchada del radical intransigente Arturo Frondizi quien luego de casi cuatro años al frente del Poder Ejecutivo resultó reemplazado por un senador de su partido, José María Guido. Mediante esta operación golpista las fuerzas armadas que la promovieron intentaron conservar la formalidad constitucional. Esta operación fue seguida de un nuevo llamado a elecciones en 1963, manteniéndose la proscripción a Juan Domingo Perón, que consagraron presidente con escasa cosecha de votos el radical del pueblo Arturo Illía, a quien un nuevo golpe de Estado impidió completar su mandato tres años más tarde. Estos hechos, sobre los cuales la historia argentina ofrece con su trascurrir nuevas evidencias, conllevan a un razonamiento básico de los estudiosos del período: el rasgo característico del sistema político argentino en los años sesenta reside en su inestabilidad. Ello, sumado a las crisis económicas con que estas convulsiones políticas se entrelazaban, permite visualizar el terreno pantanoso en que se desenvolvió la política argentina.

7 En el comienzos de estos vertiginosos años sesenta el PCA tuvo en su rama juvenil, entre la que sobresalían los universitarios, uno de sus sectores más enérgicos.1 Las estimaciones más osadas desde el partido sostenían que se habían alcanzado las 100.000 afiliaciones a comienzos de la década.2 Si bien esto ha sido puesto en duda, siendo probable que el crecimiento partidario existiera pero no a ese nivel, es destacable que desde la dirección comunista la juventud universitaria era señalada como una fuente de dinamismo.3 La Universidad recaía en parte dentro del mundo intelectual dentro del cual este partido siempre había tratado de conquistar influencia, contando con una significativa minoría y una plétora de iniciativas culturales que le granjeaban cierto reconocimiento.4 Los esfuerzos supremos del partido recaían, no obstante, en la conquista de la clase obrera. Si bien el PCA seguía contando con influencia en el movimiento laboral, ésta se veía restringida por el freno que le imponían las mayorías sindicales asumidas peronistas tras cuya dirección se alineaba el grueso de los trabajadores. El golpe que le había asestado al partido el gobierno peronista, se constituía pues en un desafío a revertir. Para ello, resultaba fundamental contar con una organización unificada y coherente, se razonaba, lista para actuar en el terreno político cuando en este se desataran grandes convulsiones. El aporte a las filas partidarias de los universitarios no era entonces nada desdeñable. 8 Prueba de su ascenso en las filas estudiantiles fue la conducción del partido, junto a aliados que le eran cada vez más próximos, de la Federación Universitaria Argentina (FUA) que conquistó a principios de los años sesenta. Los comunistas en el mundo universitario integraban el reformismo, esto es, el sector universitario que se reconocía heredero de la Reforma Universitaria de 1918. Pregonaban, en ese sentido, la autonomía universitaria y el cogobierno estudiantil de las casas de altos estudios. Pero no sólo sostuvieron esa identidad universitaria formando parte de las agrupaciones que le daban vida, sino que también en buena medida se encargaron de actualizarla. La centralidad que adquirió en los sesenta la cuestión de la unidad obrera-estudiantil en el joven reformismo conformó en cierto modo parte del programa político que los comunistas renovaron. Así, bajo esa identidad política reformista, que ya sustentaban

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con firmeza desde la década de 1930, éstos incrementaron su influencia en la juventud universitaria. 9 La UBA, que concentraba como ya se dijo más de la tercera parte de la matrícula universitaria nacional –alrededor de 200.000 estudiantes a mediados de los sesenta– resultó clave en este proceso de ascenso militante.5 Tras el golpe de Estado de 1955, las universidades recuperaron su autonomía. Así, el rector era designado por la asamblea universitaria y ya no por el Poder Ejecutivo, estando todo el sistema de dirección basado en el cogobierno universitario (profesores, graduados y estudiantes participaban, con preeminencia de los primeros, de los consejos que decidían los destinos universitarios). En este marco, la UBA se destacó por la inédita modernización que encaró, la que trajo aparejada un desarrollo científico inédito que aunque no fue parejo y ni siquiera mayoritario, no dejo de ser significativo. El movimiento estudiantil de signo reformista mayoritario ocupó un papel destacado en este proceso aunque sus acuerdos con las autoridades docentes cedieron lugar a las tensiones de modo creciente, dando cuenta estas pujas de la radicalización estudiantil del período. 10 En esta casa de estudio, “los bolches” vieron crecer desde fines de los años cincuenta su poder de convocatoria, llegando a la dirección de muchos centros de estudiantes y alcanzado, cuando no, minorías significativas. Los consejos directivos de las facultades contaron asimismo con representantes de esa tendencia que, dado su peso en éstos, recalaron también en el consejo superior. El epicentro de este proceso tuvo lugar en la Facultad de Medicina porteña donde los comunistas dominaban con holgura el centro local, siendo además mayoría entre los consiliarios estudiantiles. Las principales movilizaciones de la época, como las luchas presupuestarias en 1964 o las movilizaciones contra el envío de tropas a la intervención estadounidense en Santo Domingo un año más tarde, encontraron en estos jóvenes comunistas su vanguardia. Si a fines de los cincuenta se habían presentado motorizando el reformismo de “izquierda” en detrimento de otra sección de esta fuerza caracterizada como de “derecha”, sector este último más identificado con el antiperonismo liberal, a mediados de los sesenta reformismo e izquierda conformaban una identidad política más compacta. Ello ofrecía nueva evidencia del avance de los comunistas entre las juventudes universitarias. 11 Las desavenencias de la FJC con la dirección partidaria no fueron ajenas en estos años de crecimiento. Silvia Sigal, ha mostrado también que con el paso de los años sesenta el PCA fue perdiendo su hegemonía cultural en la izquierda.6 La aparición de revistas como El escarabajo de oro o El grillo de papel sacaron a la luz tempranamente este fenómeno. Entre los jóvenes la primera ruptura significativa se produjo en la provincia de Córdoba durante 1963. Allí los universitarios comunistas acompañaron precisamente una escisión que ocasionó la intelectualidad del partido, la que dio vida al grupo nucleado en torno a Pasado y Presente, otra revista que se haría célebre en el campo intelectual de la época.7 Esta ruptura fue seguida al año siguiente por otra, esta vez más puramente juvenil, con epicentro en la Universidad porteña: Vanguardia Revolucionaria se denominó el grupo escindido. En Córdoba la escisión resultó más significativa para el PCA que en Buenos Aires ya que en la capital argentina el grupo separado rápidamente se esfumó y la FJC local se recobró rápidamente, cosa que no pudieron hacer sus pares cordobeses con la misma celeridad. Más allá de la contabilidad precisa de los daños ocasionados por ambos disidentes, que en ningún caso llegaron a ser tan significativos como los que vendrían, estas divergencias, que no

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fueron las únicas aunque sí las más significativas, exteriorizaron el malestar reinante en la filas de la FJC con la dirección del PCA. En esos años fue común criticar la pérdida de dinamismo revolucionario de dicha dirección, un terreno en que, así razonaban sus críticos, el PCA debía destacarse. Sin embargo, los que partieron no prosperaron en el terreno político, con lo cual el nivel de competencia al partido resultó sumamente limitado. 12 Más globalmente estas disidencias deben ubicarse dentro de los efectos locales que disparó la Revolución Cubana, la cual puso en tela de juicio las vías revolucionarias a seguir en Argentina. Los debates que se abrieron afectaban a una dirección partidaria convencida de su arquitectura estratégica, plasmada en la consigna del Frente Democrático-Popular, que preveía la revolución democrático-burguesa, agraria y antiimperialista, como una etapa necesaria antes de alcanzar el socialismo. La vía pacífica que en la práctica impuso fue uno de los puntos de disidencia fundamentales con el resto de una izquierda cada vez más radicalizada.8 Sin embargo, estas desavenencias tendieron a acallarse hacia adentro del partido, no sólo por el hecho de que las expulsiones y deserciones suprimieron un debate interno de más largo plazo, sino también porque los escépticos prefirieron mantener el silencio para así priorizar la unidad partidaria. Como ha mostrado Isidoro Gilbert, si bien desde la dirección del PCA, advirtiendo tensiones a mediados de los años sesenta, se movieron para impedir la llegada de los más remisos a la dirección de la FJC, éstos aplazaron la polémica hasta encontrar las circunstancias en que se hiciera adecuado difundirlas.9 13 No obstante lo anterior, los inquietos jóvenes comunistas no pensaban en un divorcio sino, más bien, en entablar un proceso de debate que permitiera una renovación partidaria. “Ganar al partido desde adentro” era su objetivo en última instancia. Muy distinta resultó esta situación en comparación con lo que había sucedido a mediados de los años sesenta con el Partido Socialista: para entonces, impulsado por sus sectores juveniles cada vez más radicalizados, éste no pararía de escindirse.10 Por ende, no había nada inevitable que ya planteara el accionar de la juventud comunista. La historia estaba abierta, cualquier cosa podía ocurrir. Como trataré de demostrar en las páginas que siguen, las circunstancias que se produjeron tras el golpe de Estado de 1966 con la represiva intervención universitaria que el gobierno de facto impuso fueron claves en la gestación de la escisión más significativa en la historia del PCA.

El golpe de Estado de 1966 y la intervención universitaria

14 El 28 de junio de 1966 asumía la presidencia tras el golpe de Estado el general retirado Juan Carlos Onganía, liderando el autoproclamado gobierno de la “Revolución Argentina”. En su asunción se hizo presente un amplio abanico de personalidades que incluía figuras destacadas del mundo empresario junto a gremialistas de fuste como el líder de la Confederación General del Trabajo (CGT), Augusto Vandor. Guillermo O’ Donnell denominó “consenso de terminación” a la amplia unidad gestada en torno al objetivo de acabar con el régimen político constitucional presidido por Arturo Illia, unidad que no preveía acuerdos en relación al nuevo régimen por construir.11 El comando militar se ocupó meticulosamente en identificar esas jornadas con una imagen de eficiencia, que contrastara con la etapa anterior, asociada con la impronta que se pretendía para el gobierno. Se iniciaba así lo que muchos analistas del período

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denominaron “modernización autoritaria”, etapa en la que el “tiempo político” quedaría supeditado a los objetivos trazados para el “tiempo económico”. En ese sentido, el horizonte gubernamental de largo plazo requerido por las tareas a emprender singularizaba el proyecto de estos golpistas respecto a sus antecesores marcados por el signo provisorio con que habían encarado sus funciones. Aunque al momento del golpe y por algunos meses fue difícil señalar con exactitud qué fracción de la burguesía encabezaba el proyecto gubernamental, pronto esto se hizo evidente: los monopolios industriales trasnacionales. Así, según Juan Carlos Portantiero: “… se trata del intento más decidido realizado hasta hoy por la fracción dominante en el nivel económico-social, para superar a su favor una situación de crisis orgánica y transformar ese predominio en hegemonía.”12 En ese contexto, sobresalió, por su carácter excepcional, el activo repudio a este gobierno de facto de parte del PCA, que lo juzgó desde sus inicios un instrumento del imperialismo y al gran capital nativo.13

15 En el terreno universitario el impacto del golpe fue enorme. El derrotero de activación política estudiantil de los últimos años que había marcado a estas casas de estudio públicas, lapso en el que la consigna impulsada por los comunistas “más presupuesto universitario y menos presupuesto militar” había establecido claramente el enemigo del joven reformismo, constituía motivo suficiente de indignación para el nuevo Ejecutivo. La Universidad constituía en ese sentido un territorio hostil. En lo inmediato poco importaba erigirla como baluarte de modernización social. Antes de encarar esa labor era prioritario imponer el orden en sus aulas. Finalmente, el viernes 29 de julio de 1966 el decreto-ley 16.912 firmado por Onganía dispuso, intentando acotar el impacto negativo de la medida, que los rectores y decanos universitarios pasaran a ser designados por el Poder Ejecutivo en carácter de administradores. Sin embargo, excepto en las casas de altos estudios más pequeñas (del Sur, Cuyo y Nordeste), los rectores de las otras seis universidades nacionales se negaron y debieron dejar sus cargos. 16 La medida atacaba la democracia interna de las casas de altos estudios al desconocerles legitimidad e injerencia a sus órganos gubernamentales. Anulaba así instancias de cogobierno como la asamblea universitaria, el consejo superior y los consejos directivos que decidían los destinos de cada facultad. Se daba por tierra con toda la institucionalidad construida bajo el ideario de la Reforma. Tras la intervención, que en esta casa tomó ribetes dramáticos con los episodios de violencia policial que alcanzaron su epicentro en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales durante la llamada “Noche de los Bastones Largos”, cualquier posibilidad de continuidad institucional quedó anulada. El cambio a los bastonazos mostró la determinación del Ejecutivo para imponer sus prerrogativas sobre estas verdaderas “cuevas de comunistas”. Entre la pléyade de grupos estudiantiles opositores, los comunistas en Buenos Aires asumieron el mayor protagonismo. 17 A comienzos de agosto de 1966 el gobierno decretó la suspensión de clases en las universidades nacionales por los próximos quince días. En la UBA, a medida que se iban liberando a los estudiantes detenidos se incrementaba la vigilancia policial en todas sus dependencias.14 En este clima represivo la FUA, dirigida por los comunistas, emitió una declaración contra la Ley 16.912 en la que sostenía que “… viene a llenar las aspiraciones del gobierno de someter y amordazar a la universidad para impedir que se cumpla con el pueblo”. La misma convocaba a los alumnos a concurrir a las universidades y organizar la resistencia contra la intervención, reclamando la

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reapertura de las clases con la plena vigencia de la autonomía y la derogación del decreto-ley. Esta declaración fue seguida por los centros estudiantiles y agrupaciones reformistas contrarios a la intervención quienes alertaron sobre el peligro de disolución de estas entidades por parte del régimen. 18 En ese contexto, en las facultades comenzaron a darse las renuncias docentes. Entre los profesores críticos primó el “renuncismo”, la renuncia a los cargos, como modo de manifestar su descontento con una situación que no se pretendía legitimar desde las aulas. Quienes alzaron esta postura, que en Ciencias Exactas y Naturales, Filosofía y Letras y Arquitectura sumó sus mayores adherentes, sobrepasaron a los docentes que preferían “luchar desde adentro” contra el régimen. Más de mil docentes dejaron sus cargos.15 Los universitarios comunistas sintieron, al igual que otros tantos, como un desamparo esa situación que los llevaba a quedarse solos frente a los interventores dispuestos por el gobierno. Desde el partido, se llamaba a apoyar pese a todo a los renunciantes con el afán de construir un bloque político que se planteara la recuperación futura de estas casas de estudio. Los jóvenes comunistas impulsaron así un comité junto a graduados y profesores que llegó a editar varios boletines con sus críticas al régimen, poniendo las esperanzas en que la intervención concluyera pronto. Pese a ello, eran escépticos respecto a un apoyo acrítico de un conjunto de dimisiones que juzgaban en el fondo un error. Como la minoría docente crítica que permaneció en las facultades unos meses más hasta que se la expulsó, creían que era mejor que aquellos fueran en el peor de los casos echados que dimitir para deslegitimar a la intervención. Esta cuestión, sin embargo, en el trajín de la lucha no motorizó una polémica abierta con la dirección partidaria. Pero, como se verá, el debate se había suspendido, no cancelado. 19 En paralelo, se incrementó la represión frente a cualquier manifestación contraria a la intervención universitaria. En estos días la maquinaria represiva estatal hacia la juventud como sujeto peligroso llevada a cabo por el comisario Luis Margaride en Buenos Aires se pondría en marcha. Según Lilia de Riz: “Se persiguió a las parejas en la plazas, se multiplicaron las razias a los hoteles alojamiento, se clausuraron locales nocturnos y se prohibió el uso de minifaldas y pantalones a las mujeres en las escuelas y oficinas públicas.”16 El mundo de la cultura también resultó afectado al producirse la suspensión de numerosas publicaciones, Tía Vicenta fue la más célebre. Los partidos políticos opositores, el PCA resultó peculiarmente atacado, fueron puestos en la clandestinidad.17 Como ha señalado José Luis Romero: “La primera fase del nuevo gobierno se caracterizó por un ‘shock autoritario’”.18 20 Lo sucedido en la Universidad anticipó esta campaña de “moralidad pública” a la vez que expuso su capítulo más brutal. Como ha advertido Mónica Gordillo, las luchas estudiantiles en el país forjaron la principal resistencia al régimen tras el golpe.19 Todo un anticipo de ello en la Capital Federal resultó la detención de dos estudiantes en la segunda jornada de agosto de 1966 en cercanías del Hospital de Clínicas por pegar carteles en defensa de la autonomía universitaria, a quienes se les abrieron sumarios por “desorden en la vía pública”. Pero además la represión cobró formas más abiertas como lo demostró lo sucedido allí mismo tres días después. Por entonces, un gran número de policías impidió la concentración estudiantil convocada por la FUA frente al Clínicas. Los manifestantes, unos doscientos, debieron improvisar un acto frente a la lindante Facultad de Ciencias Económicas. El mismo concluyó repentinamente ante el avance policial, obligándolos a dispersarse. Tampoco las manifestaciones “relámpagos”,

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es decir acciones de pocas personas que se realizaban sin aviso previo y que tenían una duración acotada pero suficiente para concitar la atención pública con la ruptura del orden que producían, contaron con mejor suerte. Para los jóvenes manifestantes resultó claro que el gobierno no estaba dispuesto a ceder un milímetro de su política universitaria. Si éste debía incrementar la coerción sobre el cuerpo universitario opositor lo haría. En ese sentido, arrancarle demandas al Ejecutivo, o más aún dar por tierra con la intervención, requería un nivel de movilización mucho mayor. No bastaba con el activo militante movilizado. 21 Las luchas estudiantiles actuarán como si, o pretendiendo que, esta situación sea apenas una circunstancia pasajera. Sin embargo, la represión omnipresente en cualquier protesta que encaraban los estudiantes tendió a desarticular esa presunción. La asunción del interventor de la UBA a mediados del mes, el abogado Luis Botet que se proponía “normalizar” la institución, confirmó la firmeza del gobierno y las dificultades en que se encontraban sus opositores. Ese día, algo ya habitual, resultaron detenidos ocho estudiantes tras las protestas protagonizados por unos setenta de ellos frente al rectorado. Los manifestantes arrojaron volantes de la FUA e Intercentros que decían desconocer a las nuevas autoridades, como así también la aplicación de la ley que establecía el nuevo régimen universitario. 22 En breve, la dirección comunista fuista en conferencia de prensa anunció que a partir del 22 de agosto se llevarían a cabo asambleas en todas las facultades para analizar los pasos a seguir y decidir la expulsión de las autoridades. Sin embargo, este plan de acción no contó con ningún éxito. Muy por el contrario, el nuevo rector avanzó en su proyecto represivo al disolver los centros de Ciencias Económicas e Ingeniería, conducidos por fuerzas reformistas no comunistas aunque con el apoyo de éstos ante el ataque. Desde el gobierno nacional no sólo se avaló el curso represivo seguido por el rectorado porteño, sino que se dio un nuevo salto en éste al decretar la disolución de la FUA. 23 Entretanto, tuvo lugar la protesta convocada por dicha federación. En Buenos Aires, se iniciaban ese 22 de agosto las clases en algunas facultades bajo una férrea vigilancia policial. Para ingresar, los alumnos debían mostrar sus pertenencias y la libreta universitaria que los acreditaba como tales a personal de maestranza y policías de civil. No en pocos casos volvían a encontrarse a las fuerzas policiales merodeando pasillos y aulas. En realidad, sólo las Facultades de Agronomía y Veterinaria, Medicina, Odontología y Derecho habían reanudado sus clases. Ingeniería y Farmacia, por su parte, tardarían un tiempo más en lograr la normalización. Mucho más tarde llegaría la paz a Ciencias Económicas. La situación se complicaba particularmente en Ciencias Exactas y Naturales, Filosofía y Letras y Arquitectura, cuyos centros eran dirigidos por los comunistas, facultades en las que corría la idea de que se perdería el año lectivo entre profesores y alumnos. El rectorado porteño, por su parte, al reabrir la Universidad cesanteó a una treintena de estudiantes opositores. En Medicina, pilar de la militancia comunista, las clases comenzarían drásticamente: dos carros de asalto ingresaron al edificio para disolver una asamblea estudiantil que planteaba impedirlo. Los actos, que se repitieron durante toda la jornada, se encontraron con una tenaz respuesta policial que no dudó en abortarlos. Durante esa jornada se evidenció además que los interventores no sólo se valían de las fuerzas del orden y de sanciones legales sino también de otras organizaciones estudiantiles que les respondían. Se trataba de organizaciones de derecha nacionalistas, que reunían un escaso números de seguidores

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y contaban con una minúscula representación pero que amparadas por la policía mostraban cierto dinamismo. Así, en la calle Paraguay la minúscula Liga de Estudiantes Independientes firmó pintadas censurando a la FUA y a los “bolches”. En los carteles que pegaron se leía: “Basta de FUA, desorden, pérdida de clases, política bolche. Nosotros a clase, FUA a Moscú”.20 24 Este balance provisorio se iría confirmado con el correr de los días. Ya en la jornada siguiente se empezó a corroborar. La FUA en un comunicado declaró su propósito de “… continuar la resistencia y la lucha por la derogación de la ley 16.912 y en defensa del gobierno tripartito y de la autonomía universitaria, así como por la plena vigencia de los centros de estudiantes.” Sin embargo, los hechos pondrán en aprietos el plan de lucha. Ni los estudiantes se movilizaban con la masividad que éste requería para triunfar, ni el resto de los claustros lo acompañó con la fuerza necesaria. Los profesores estaban más compenetrados en decidir destinos para alojar sus equipos de investigación en el exterior que imbuidos en una lucha que consideraban perdida. Por fuera de la Universidad, más allá del PCA eran pocas las formaciones políticas de fuste que brindaban un apoyo cabal a los estudiantes en lucha, a veces por el desorden interno en que se encontraban, otras veces por complicidades, que en buena medida se explicaban por su integración al gobierno. En el mundo del trabajo, junto a quienes los estudiantes en lucha venían protagonizando grandes protestas, un pronunciamiento crítico a la intervención universitaria emitido por las fuerzas obreras comunistas constituyó una excepción dentro de un mayoría sindical peronista que eligió no inmiscuirse en ese tema.21 25 El 14 de septiembre, el deceso del estudiante cordobés Santiago Pampillón, herido de muerte unos días antes por la policía en una protesta, determinó un paro universitario nacional que impactó con fuerza en las UBA. Una “marcha del silencio” coronó la jornada. La conflictividad, trascurrido unos días de este asesinato, poco a poco languideció. Así, “la semana del estudiante en lucha” dispuesta por la FUA para fines de septiembre no pudo romper, pese a que la represión le otorgó cierta difusión al plan de lucha, la apatía estudiantil. Aunque la dirección comunista universitaria mantuvo a mediados de octubre que la intervención estaba asentada en un “verdadero tembladeral” y agregó que la lucha seguía abriendo nuevas perspectivas, dando cuenta del abigarrado panorama de acciones masivas y nacionales contra ella desde las universidades públicas, este diagnóstico sonaba más a una expresión de deseos que a la realidad.22 La monotonía política reinante en el estudiantado iría ratificando el descenso de la conflictividad social y el fin de una etapa. Frente a esta situación una serie de medidas de lucha entraban en suspenso, empezando a plantearse objetivos inmediatos más limitados. Resulta elocuente respecto a la imposibilidad de quebrar la voluntad del gobierno en las calles el hecho de que el Centro de Filosofía y Letras, presidido por los comunistas, ante la reanudación de las clases, sacara un comunicado en el que proclamaba defender “desde adentro lo nuestro”, cuando poco antes se empecinaba en impedir el comienzo del ciclo lectivo. 26 En 1967 la conflictividad social, propulsada históricamente por la conflictividad laboral, mermó notablemente en todo el país. Las protestas universitarias acompañaron esta línea descendente. A comienzos del año, el Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras fue disuelto por las autoridades de la facultad. En esta casa de estudios, muchos aventuraban con la posibilidad de que las carreras de Psicología, Sociología y Educación, en pleno desguace, se cerraran definitivamente. El mismo rumor se

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escuchaba en Arquitectura, llegando la Sociedad de Arquitectos a pedir por la continuidad de la carrera frente al delegado interventor. En Ciencias Exactas y Naturales, según informaba también Primera Plana, las materias de alto nivel de especialización ya no se dictaban. “‘Se fueron los mejores’, se lamentó un estudiante del doctorado en Física... está estudiando las reglamentaciones aprobadas en el Tratado de Montevideo para ver si es posible rendirla en el Uruguay y jurar allá el título. Como el suyo, hay más de un centenar de casos”, completaba la crónica.23 Las tres facultades donde los comunistas dirigían sus centros estudiantiles vivían los mayores dramas. 27 En este contexto, se promulgó finalmente el 21 de abril la “Ley Orgánica de las Universidades Nacionales”. La Ley 17.245 contenía cientoveintiseis artículos que regulaban meticulosamente la vida académica. Una rápida mirada no tarda en descubrir la preocupación que transmitía por erradicar la política de las aulas, es decir, una actividad que, según O’ Donnell, la dictadura concebía como sinónimo de “desorden”, “división de los argentinos” y hasta “subversión”.24 El especialista en legislación universitaria Emilio Mignone señala que si bien esta legislación planteaba la autonomía académica, el artículo 71 la limitaba.25 Asimismo, si bien el artículo 81 otorgaba libertad académica, la cláusula siguiente la restringía al condenar las opiniones políticas. En relación a los estudiantes, la ley reducía el gobierno universitario a los profesores de mayor jerarquía, concediéndoles a los estudiantes voz pero no voto. El representante electo, además, debía ser elegido entre los alumnos del último año y sólo quienes tuvieran aprobada al menos la mitad de la carrera podrían sufragar. La nueva legislación admitía la existencia de centros estudiantiles pero advertía que no podrían realizar ninguna clase de actividad política. Por otro lado, obligaba a tomar exámenes de ingreso a las casas de estudio, previendo que cada facultad encontrara el mejor modo de implementarlos. 28 Frente a esta medida, bautizada más adelante por el estudiantado opositor como “operación ablande”, la FUA dispuso una huelga “… en repudio de la nueva ley, por entender que tiene objetivos antipopulares, institucionaliza la eliminación de la estructura democrática en la alta enseñanza y legaliza la persecución del movimiento estudiantil”. Pero nuevamente los llamados a la acción no lograron revertir la tendencia descendente de la conflictividad universitaria. Ello motivó que la federación abortara el paro por tiempo indeterminado. A esta altura la dirección comunista ya comenzaba a elaborar una autocrítica de lo actuado. Así lo pone en evidencia un folleto emitido por la Junta Ejecutiva de esta organización en junio de 1967 propuesto para ser discutido en la próxima Convención Nacional de Centros26. Respecto a las renuncias de profesores en la UBA, aunque valoraba el que se dieran como parte de una oposición a la dictadura, sostenía ahora abiertamente que tal postura táctica devino en una orientación política equivocada. “Política que tendió, sobrevalorando los alcances de la acción universitaria, a crear las mejores condiciones para una operación de recambio de la dictadura, a concretarse con el apoyo de algún sector del Departamento de Estado norteamericano, y que volviese atrás entre otras cuestiones la nueva estructura universitaria.”27 Frente a ello se reprochaba no haber combatido esta posición de un modo más firme y público. En este punto se hacía pública una disidencia con el partido ya que desde la dirección del PCA, como se sostuvo, no se planteaba una crítica similar a los renunciantes.28 Quizás también otro punto que pueda confirmar una divergencia es la mayor crudeza con que estos jóvenes comunistas juzgaban la actuación de la dirección sindical. Finalmente, se criticaban por haber impulsado “… en algunos centros, hechos políticos que se desligaron de la necesaria construcción del proceso

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estudiantil masivo que junto a la clase obrera y el pueblo, y sólo así, podrá hacer variar radicalmente la situación…” lo que conllevó a “una acción que visualizó el hecho de resonante efecto y no la construcción del proceso.”29 29 En un clima fuertemente represivo, el nuevo elenco universitario había impuesto una derrota a la militancia estudiantil opositora de la que no podía recuperarse. Los comunistas, que como mostró esta síntesis de este primer año de intervención universitaria ocupaban posiciones dirigentes en este proceso, se encontraban en el centro del drama universitario que llevaba a poner en debate el modo en que habían conducido la lucha. En este marco, los resquemores hacia la dirección de su partido salieron a la luz con mayor virulencia, impulsando la ruptura.

Los documentos de la ruptura

30 Nadie que leyera sin estar imbuido en la vida cotidiana del PCA sus principales publicaciones podría sospechar sobre la ruptura motorizada por un sector relevante de la juventud que se haría pública en septiembre de 1967. Efectivamente, las páginas partidarias, respondiendo a una tradición partidaria, poco advertían sobre los cuestionamientos que conducirían a dicho divorcio. Nuestra Palabra, el semanario del PCA, no sugería nada en los meses previos de la ruptura que pueda preanunciarla. A principios de junio comunicaba sobre la VII Conferencia convocada recientemente por la FJC, no dejando trascender absolutamente nada sobre debates internos.30 Es más, en el número de mediados del mes siguiente, en las páginas que se explayaba sobre la evolución de la campaña financiera en marcha se felicitaba especialmente a la juventud universitaria de la Capital Federal por haber alcanzado el primer millón.31 Estos elogios ya se habían realizado en Nueva Era, la revista oficial del partido, en uno de sus primeros números de 1967. La crónica de lo sucedido en la Capital Federal, epicentro de la inminente escisión, sostenía: “… las organizaciones de la Juventud Comunista aplicaron certeramente la línea del partido y desempeñaron el papel decisivo al saber trabajar por la unidad de los distintos sectores del estudiantado y unir sus fuerzas al conjunto de las de la Universidad.”32 En el número siguiente, dedicado a la VII Conferencia del PCA, el secretario general de la FJC, Héctor Santarén, hombre sumamente orgánico al partido, señalaba debilidades de la FJC en el terreno organizativo, como el hecho de que el reclutamiento en el marco de conflictos haya sido bajo últimamente, pero dejaba bien en claro la adhesión incondicional de este sector al PCA. Los números de junio y julio siguientes recogían diferentes opiniones en las que se reflexionaba sobre la situación universitaria, entre las que había voces de los universitarios que se marcharían, aunque no sugerirían ninguna rivalidad partidaria. Es llamativo asimismo que en Juventud, órgano oficial de la FJC, no se registraran abiertamente polémicas con el partido. Pero, más allá de que esto sea así, lo importante es destacar que nunca hasta los inicios de la ruptura se polemizó abiertamente con la dirección del PCA. Esto es más llamativo si se tiene en cuenta que los que se fueron finalmente venían manejando esta publicación. Del mismo modo Línea, periódico de los estudiantes universitarios comunistas, también controlado por quienes motorizarían la ruptura, lejos de esbozar críticas al partido, recurría a las actitudes reverenciales características de su relación pública con el mismo.33

31 Cuadernos de Cultura, la revista que el PCA dirigía a los intelectuales, resultó una excepción al dejar entrever polémicas entre la juventud y la dirección partidaria. Desde

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siempre esta publicación había reflexionado largamente sobre la cuestión universitaria. Inmediatamente después del golpe de Estado de 1966, Sergio Rodríguez, encargado del sector estudiantil de los universitarios comunistas en la Capital Federal, escribió un artículo en el que analizaba la nueva situación.34 Con optimismo, el texto redactado unos días antes de la intervención hacía hincapié en la actitud decisiva del partido a la hora de ganar a las masas universitarias. En el número siguiente, una vez consumada la intervención, Giúdici aportó una extensa reflexión a modo de balance en la que además fundamentaba la política universitaria por seguir.35 Su palabra, más que cualquier otra, resultaba central ya que este intelectual era el principal dirigente del PCA encargado hace una década de ayudar a los jóvenes en la elaboración y aplicación de la línea partidaria en la Universidad. En esta nueva reflexión, lanzaba una advertencia respecto a lo dicho por el anterior: Pretender, como hace S.R…. que pasar de los objetivos específicos de la Universidad a la unidad obrero-estudiantil revolucionaria es un progreso, implica caer en un serio error. Este cambio se encaró, teóricamente, hace más de treinta años en el movimiento reformista, y desde entonces el ascenso consistió en integrar lo revolucionario general y lo específico, con el desarrollo de esto último como deber responsable del movimiento reformista. Toda nueva disociación y mutilación es un retroceso. Deja de comprenderse entonces que es lo que cambia en la Universidad y cuál es la fuerza nueva que desde ésta se incorpora al país; no se comprende, por ello, desde una base económica, la fuerza ideológica que pasa a ser relativamente primera y decisiva en ese campo específico de la educación y la cultura. Sin ello, naufragan las más sanas intenciones revolucionarias.36 32 La crítica apuntaba, en definitiva, a no reducir el análisis universitario a lo clasista enunciado de un modo genérico, esto es, como puro economicismo puesto que ello hacía perder de vista la única perspectiva desde la que era plausible abordar la lucha de clases: la que partía de lo específico en la Universidad. En segundo lugar, el artículo realizaba un constante llamado de atención al hecho de mantener la alianza con la nueva fuerza social científica que conformaban muchos profesores renunciantes, dimisiones que por otro lado saludaba dado el golpe que le infligieron a la dictadura. En ese sentido, criticaba a quienes no las valoraban como él. Finalmente, el autor sugería no perder de lado la integración total de la línea política, no descuidando el plano ideológico en pos de un inconducente llamado a la revolución, lo cual los acercaría a la “ultrazquierda”, un sector siempre criticado por su “revolucionarismo” inoperante. El artículo concluía sosteniendo: “Queda una línea: científica y política. En la ciencia, otra política; en la política, más ciencia.”37

33 A comienzos de 1967, Leonardo Paso, el máximo responsable partidario de la Capital Federal, opinaba sobre la actualidad universitaria.38 Bajo un retroceso marcado de la conflictividad social, no imperaba en estas páginas el optimismo que había surcado la reflexión de Giúdici. Al final del texto advertía que “hay quienes andan confundidos o quieren confundir cuando nuestro partido lanza la consigna de recuperar esa universidad. No cabe dudas de qué es lo que defendemos.” ¿A quién le hablaba Paso? ¿Sólo a los extrapartidarios? ¿O intuía que había correligionarios no muy convencidos de la línea del PCA? Es imposible saberlo. Pero si esas palabras planteaban tal divergencia interna, como sin dejar dudas lo había hecho Giúdici unos meses antes, nada haría razonar que ambos disensos conducirían inevitablemente a una fractura. 34 En el número siguiente se publicó un artículo firmado por Sergio Rodríguez y Oscar Landi, otro importante dirigente universitario (presidente del Centro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA).39 En éste se leía:

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A veces en el apasionamiento de la discusión contra las posiciones de la ultraizquierda –que propugna el abandono de la lucha en la universidad– se argumenta que al imperialismo se lo combate desde cada trinchera social (los estudiantes en la universidad, los obreros en la fábrica, los campesinos en el campo, etc.). Esto es cierto, pero parcialmente, pues si esas batallas no son orientadas a vincular cada sector al resto en la perspectiva del asalto al poder, se transforman en batallas defensivas que no tienen más perspectivas que las de lograr mejoras parciales, pero siempre dentro del mismo régimen y con el peligro de perderlas en cualquier momento, como hoy ocurre en la universidad.40 35 Las críticas, sin menciones directas a nadie, indudablemente se dirigían a la dirección del partido. En estas líneas se reclamaba un mayor protagonismo en la lucha de clases de parte de los estudiantes, poniendo en el centro la cuestión del poder. Constituía una interpelación directa a planteos partidarios que en su afán de que los estudiantes se ocuparán de la especificidad del sujeto que debían movilizar en la Universidad, los relegaban de las principales decisiones políticas. Si ello era cierto o no, o en qué medida podía considerarse de ese modo, no es lo que importa aquí. Es suficiente advertir que desde la perspectiva de los estudiantes críticos resultaba así. Sin embargo, de estas críticas, al igual que sucedía con las críticas de los dirigentes partidarios, no podía colegirse una ruptura inminente. Es verdad que el PCA se había caracterizado siempre por su monolítica disciplina: lo que decía la dirección no se cuestionaba, se acataba. Con todo, las señales que estas contadas controversias públicas daban de un proceso a punto de estallar eran, a lo sumo, insuficientes.

36 De acuerdo a lo repasado, pues, se hace evidente que si las intenciones de romper con la organización existían de parte de la mayoría de la FJC, éstas no habían salido a la superficie. ¿O en realidad hasta entonces no se pensaba en marcharse, sino en cambiar desde adentro al partido? ¿Fue entonces la propia tozudez del PCA de renovarse lo que provocó la partida juvenil? Como siempre sucede, las versiones dan la razón a quien las enuncia. Como se verá, ambos contendientes dieron cuenta, al momento de la ruptura, de malestares que subrepticiamente se acarreaban hace rato. 37 Un primer anuncio de las divergencias internas se hizo público en septiembre de 1967 a través de Juventud y Línea.41 Sus páginas se dedicaban a trascribir íntegramente lo resuelto por el Comité Ejecutivo (C.E.) de la FJC en su reunión del 18 de septiembre.42 Durante las últimas semanas, se narraba, se habían planteado preocupaciones en torno a cómo fortalecer política y orgánicamente la organización por parte de compañeros de este CE pero también de los comités locales de la Capital, de Santa Fe, de Mendoza, así como en los sectores y organismos universitarios de todo el país (Buenos Aires, La Plata, Rosario, entre otros) y en las comisiones colaboradoras nacionales y provinciales (Comisión Sindical de Relaciones Políticas, por ejemplo). Se sostenía que el C.E. votó por mayoría abrir el debate ante un miembro del Secretariado Nacional del PCA, que luego no reconoció este hecho, prefiriendo la tergiversación. Se agregaba: Ante la situación creada, miembros del secretariado nacional de la FJC, preocupados por el no funcionamiento del C.E. –se suspendieron reuniones programadas– lo que dificulta analizar el conjunto de los problemas surgidos y discutir la realización próxima de un CC [Comité Central] (ya convocado por el CE anteriormente) propusieron su urgente funcionamiento. Esto no fue aceptado por tres miembros del secretariado, entre ellos el secretario nacional de la FJC. Frente a esta situación, la mayoría del CE decidió autoconvocarse. La reunión se realizó con la presencia de seis de sus miembros: los responsables nacionales obreros y universitarios, los responsables del trabajo de masas y con las juventudes políticas y la Coordinadora, y los secretarios de la FJC de la Capital y Santa Fe.

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En ella se aprobó la presente resolución, el enviar una carta a nuestro Partido y la citación del próximo CC. Asimismo, enviar delegaciones al conjunto de las regiones a discutir la presente situación.43 38 En el CC de la FJC, reunido el 21 de septiembre, sus quince miembros asistentes resolvieron por unanimidad aprobar el informe del CE, encargar a éste un documento político de fondo sobre la actual situación, citar al IX congreso de la FJC, repudiar a los que niegan el debate, solicitar una reunión con el CE del PC para encontrar los medios que mejor resuelvan la situación.

39 Los cuestionamientos políticos que habían llevado a esta situación partían de la preocupación acerca de la pasividad de las masas, ya que las mismas no ganaron las calles como el PCA había previsto. Los cuestionamientos al partido se dirigían a tres áreas centralmente: la crítica a una orientación no suficientemente clasista en el plano sindical, la falta en el plano político más general del mantenimiento de la independencia política e ideológica en las eventuales alianzas que se tejían con otras fuerzas y, finalmente, en el contexto latinoamericano las carencias en la aplicación de la línea ofensiva en relación a la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), impulsada por Cuba y su estrategia revolucionaria armada, a la que el PCA veía con renuencia. Pese a todo, el periódico concluía con vivas al partido y a la FJC. 40 Un documento de 42 páginas firmado por el CC de la FJC en el mes de octubre siguiente se explayaba largamente sobre los cuestionamientos a la política seguida por el PCA fechado en octubre de 1967.44 En primer lugar, se fustigaba la caracterización realizada en la VII Conferencia Nacional, realizada en abril de 1967, respecto al derrocado gobierno de Illia en la que se había concluido que bajo la presión popular, apoyando sus medidas progresivas, se habría logrado la reorganización gubernamental, satisfaciendo de este modo las demandas populares. Para estos jóvenes, por el contrario, “El no haber denunciado y atacado suficientemente la política, en lo esencial reaccionaria del gobierno de Illia, facilitó a la derecha peronista su maniobra de aparecer como los más decididos combatientes de esa política, lo que era un pretexto para enganchar a las masas detrás del golpe.”45 En relación al sindicalismo peronista, poniendo el acento en su principal dirigente, el metalúrgico Vandor, se sostenía que en el afán de conquistar la unidad del movimiento obrero se apaciguaron las ineludibles críticas a “la actividad criminal y reaccionaria de estos elementos sindicales, actitud que a nuestro entender, no ayudo a la clase obrera y al pueblo a ver los verdaderos propósitos de estos dirigentes y mostrar cómo, tras una aparente política unitaria y de oposición ‘frontal’ al gobierno de Illia, se ocultaban sus fines golpistas.”46 Este error, se denunciaba, persistía al no rechazarse claramente el anticomunismo reinante en esta dirección sindical que se buscaba seducir. Se reclamaba, en ese sentido, mayor protagonismo al partido. 41 El texto no sólo atacaba la línea política del partido durante los últimos años, sino que también se defendía de las críticas que ya había recibido por parte de su conducción. En primer lugar recusaba la caracterización hecha en la referida reunión del CC oficialista de la FJC que los acusó de pregonar un aventurerismo sectario que los aislaba de las masas juveniles. Para contrarrestar este planteo, se relataban los avances que habían alcanzado en el movimiento obrero. Respecto a la crítica de que ellos habían olvidado las reivindicaciones juveniles, respondían aseverando su falsedad como lo probaba la lucha que llevaban adelante en la Universidad por más presupuesto. Esgrimían además, retomando un discurso que ya se ha comentado, que pese a que había que luchar por

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estas reivindicaciones no había que acotar la lucha a ellas, ya que hacerlo implicaría caer en el apoliticismo. 42 De cara a la salida de la situación actual que se avizoraba desde el PCA, estos jóvenes volvían a criticar el documento de la VII Conferencia. Lanzaban: “No entendemos porque en ninguna de estas citas se expresa la necesidad de la toma del poder por la clase obrera y el pueblo, para la realización de estos cambios…”.47 Sostenían que no precisar las clases que definirían los cambios en las consignas partidarias generaba confusiones que llevaban al espontaneísmo. Todo ello redundaba en seguir detrás de las masas y no conducirlas en la lucha por el poder, que era la tarea de vanguardia que debía asumir el partido. Por otro lado, frente a la amenaza de un golpe de Estado llamaban a movilizar más activamente a las masas en su contra. Un señalamiento especial merecía la alerta de no subestimar la preparación militar, la cual por el contrario había que mejorar. 43 En definitiva, como se observa, si hay un denominador común del malestar entre los jóvenes disidentes es el reclamo de una actitud política más aguerrida a la dirección del PCA. En momentos en que la conflictividad social en el país era baja (también en la Universidad, donde tenían su epicentro), mostrándose el régimen todopoderoso, se hacía evidente para los disidentes la falta de protagonismo del partido en la política nacional. En paralelo, se reclamaba mayor atención a los planteos de esta juventud, voz a la que urgía otorgarle un lugar más destacado en las principales decisiones. El documento concluía, al igual que lo habían hecho a través de Línea, afirmando su voluntad de permanecer en el partido, pero al mismo tiempo reclamaba que se abriera el debate. ¿Este planteo de unidad era sincero? ¿O, más bien, los disidentes sabían que era imposible que la dirección convocara al diálogo pero juzgaban, en el juego político, necesario exigirlo? 44 Si es que había alguna chance de evitar la ruptura definitiva, el accionar de la dirección del PCA terminó por acabar con cualquier posibilidad de que los disidentes permanecieran en sus filas. Desde el partido se encargaron de desacreditarlos y expulsar a sus principales figuras, y sólo intentaron afianzar sus vínculos con aquellos que habían quedado a la deriva, no sabiendo por quién optar. A comienzos de octubre Nuestra Palabra ofreció una versión contrapuesta a la plasmada por los disidentes acerca de las circunstancias en que se gestó la ruptura. Una declaración firmada por el CC de la FJC, que reflejaba lo dispuesto en la reunión del 26 de septiembre, informaba que a este encuentro fueron invitados todos sus miembros pero hubo quienes no concurrieron ya que sus planes eran crear un sedicente “movimiento juvenil revolucionario”.48 Frente a este grupo “fraccionista y antipartido” este CC había resuelto separarlos y nombrar una comisión investigadora. Entre los expulsados figuraba Jorge Rocha, presidente de la FUA. Se acusaba a los echados de pretender hacer su propia política, usando para ello los órganos directivos y de prensa de la FJC, disimulados sus argumentos con preocupaciones y dudas sobre la línea oficial. Lo que se pretendía, pues, era sabotear la política del partido, apelando al sectarismo y aventurerismo. Se comprobaba, por ejemplo, que entre las juventudes, y sobre todo en el movimiento obrero, los avances habrían sido mayores de no ser por este grupo “antipartido” y su “doblez”. Otra de las acusaciones que se vertía sobre éstos era la de “pseudo revolucionarios pequeño burgueses”. 45 Lo “pequeño burgués” se constituiría en la clave explicativa del porqué de la ruptura. En los meses siguiente Nuestra Palabra dedicó una serie de notas en las que, sin

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mencionar a los disidentes, quizás como un modo de no darle mayor dimensión a su partida, se defendía no obstante la política del PCA en los aspectos que habían sido criticados por éstos. Así, por ejemplo, se aclaraba que el partido siempre tuvo una línea de clase independiente o en relación a la clase obrera se señalaba que no se tenía que apartar de ésta a quienes debían ser sus aliados. En el medio de estas notas, a comienzos de noviembre, al reflexionar sobre una ruptura juvenil que había sufrido hace un par de años el PC francés se sostenía que “Los tales grupos pequeño-burgueses actúan principalmente en el ámbito universitario, tratando de sacar provecho de los rasgos universitarios que los distinguen.”49 Se concluía que: “No asombra entonces que también acá la influencia burguesa elija igualmente la esfera universitaria para tratar de introducir su veneno ideológico. El anticomunismo y el fraccionalismo son la avanzadilla de la ideología nacionalista burguesa.”50 46 La peculiaridad de la extracción social para entender la ruptura aparecería mejor explicada en el último número de 1967 de Cuadernos de Cultura.51 La extracción universitaria, permitía explicar sociológicamente la escisión ya que esta ubicación estructural los hacía propensos a vacilaciones ideológicas y a la impaciencia política. Aunque entre éstos había dudas juveniles sinceras, el modo en que había procedido, intentando enfrentar a la FJC con el PC, le quitaba toda legitimidad a su accionar. En relación al programa del PCA que los “fraccionistas” habían puesto en cuestión, el núcleo de la respuesta pasaba por señalar la incomprensión de la situación política que los llevaba al sectarismo y, como resultado, al aislamiento. Se rompía así, argüían, la posibilidad de coincidir con aquellos que luchaban contra la dictadura pero que no aceptaban en todo el programa del PCA ya que no se distinguía entre el enemigo principal (el imperialismo, la oligarquía y el gran capital intermediario) y las distintas clases y capas sociales susceptibles de integrar el frente democrático nacional. Esta tesis “trotskista”, se agregaba, llevaba al asilamiento al cederles las masas que no se disputaban al enemigo. Se daba como ejemplo lo que sucedía actualmente en la Facultad de Medicina de Buenos, recuérdese, el bastión de los comunistas en la Universidad. Allí se postergaba ruinosamente la batalla específica hasta tanto no se produzca la unidad del programa revolucionario y la toma del poder, lo que llevaba al asilamiento de la vanguardia. En definitiva, se rechazaba la consigna “gobierno de amplia coalición democrática” que levantaba el PCA al considerarla estos jóvenes contraria al “poder obrero y popular”. Esta impaciencia política también se observaba en la crítica al partido de no haber conquistado la hegemonía en el movimiento obrero. La crítica en este punto no recaía tanto en la necesidad de esa búsqueda, que efectivamente constituía un déficit más o menos asumido, sino en el hecho de no darse por ello una política frente a otros sectores hasta que no se triunfara en la clase obrera. Así: “En el ámbito cultural –y en particular en el universitario– queda sepultada la lucha por insuflar un contenido actual a la propia Reforma Universitaria y se esteriliza toda posibilidad contemporánea de alianzas con sectores tales como las masas influidas por el humanismo y otros sectores igualmente vastos y ponderales de la vida cultural.” 47 Entre el 4 y 5 de noviembre de 1967, se reunió la Comisión Nacional Universitaria del PCA.52 El informe de Giúdici aquí expuesto puso de relieve que el extremismo de ultraizquierda y la reacción terminaban identificándose. “Trasladar a ésta un esquema clasista puro, sin tener en cuenta a los aliados y las etapas intermedias, significa, simplemente, liquidar a cualquier movimiento de masas.”53 La línea sectario oportunista que se había aplicado en la juventud había conducido a “… un debilitamiento de organizaciones estudiantiles, centros y federaciones regionales,

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reduciendo la lucha de masas a núcleos activistas que buscan el éxito en hechos políticos directos…”54. Esta política “exitista” desligada de las masas “… ha despreciado la lucha específica, ideológica, en la Universidad, pretendiendo encontrar un reflejo mecánico de la lucha de clases en la misma…”.55 48 Respecto a esta última cuestión, es llamativo que tal autocrítica aludiera con tal dureza al presente universitario ya que, como he mostrado en el apartado anterior de este artículo, desde las propias filas fuistas la dirección estudiantil cuando aún permanecía en el PCA venía autocriticándose desde mediados de 1967 por su accionar. Esta autocrítica, por cierto, una vez que estos jóvenes rompan con el partido, se seguiría sosteniendo.56 En un contexto de derrota marcado por la baja conflictividad universitaria, desde el partido se planteaba como gestores de esta situación a quienes debían haber aplicado la línea del partido por no haberla desarrollado adecuada o directamente por haberla rechazado en la práctica. Dado que no había nada de que reprocharse entonces, quizás tan sólo la insuficiente vigilancia revolucionaria ejercida de cara a los “faccionistas”, era lógico depositar todas las culpas entre sus contendientes. Más allá de las interpretaciones plausibles de hacer sobre la corrección o no de esta actitud, es evidente que entrababa en abierta contradicción con las felicitaciones de meses antes con que desde los principales órganos de prensa, de las que se dejó registro más arriba, se había distinguido a estos militantes universitarios. 49 Las caracterizaciones del PCA fueron respondidas por los disidentes. Otto Vargas, su máximo líder, cuatro meses después de iniciada la ruptura realizó una pormenorizada crítica al partido.57 En primer lugar, manifestaba que desde el mismo se había impedido todo tipo de discusión con el CC de la FJC. Recusaba, asimismo, las críticas que aludían al carácter exclusivamente estudiantil de los disidentes. Desde su punto de vista la ruptura incluía también sectores de trabajadores, pero incluso aceptando que los universitarios eran mayoría, eso no debía invalidar sus críticas ni la necesidad de responderles. En ese sentido, subrayaba que desde Nuestra Palabra se tergiversaban sus opiniones críticas para no responder lo que se debía responder. El núcleo de la argumentación de Vargas pasaba por considerar: … que los errores señalados son manifestaciones de una deformación oportunista que, si bien no cree capacitada a la burguesía nacional para dirigir y realizar las transformaciones revolucionarias agrarias y antiimperialistas, cree, por diversas razones, QUE SÓLO ESA BURGUESÍA SERÁ CAPAZ DE INICIAR EL PROCESO REVOLUCIONARIO EN EL PAÍS.58 50 Esta postura expectante respecto a determinadas fracciones burguesas, se agregaba, llevaba a darle tanto al partido como a la clase obrera un rol secundario. Esta estrategia respondía a una idea “indolora” del proceso revolucionaria que respondía a una concepción pacífica del mismo. Más allá de repetir críticas que ya se han analizado, el texto concluía llamando a liquidar las tendencias “sectarios-oportunistas” en el partido, rompiendo así con todo puente.

51 Poco después, a comienzos de 1968, se constituiría el Partido Comunista Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria. En la declaración fundacional se asumían las responsabilidades que le competían en la crisis partidaria, cuestión que se decía los diferenciaba de la dirección comunista, como un punto de partida radical que los encamine hacia la verdadera senda clasista y revolucionaria.59 Tras repetir el balance ya expuesto, en el documento se sostenía: ASUMIMOS ANTE EL CONJUNTO DE LOS MILITANTES DEL PARTIDO COMUNISTA, DE LA CLASE OBRERA Y EL PUEBLO,CON EL FIN DE SALVAR AL PARTIDO PARA LA REVOLUCIÓN LA RESPONSABILIDAD HISTÓRICA

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DE RECONSTRUIR LA LÍNEA Y DE REESTABLECER LOS MÉTODOS LENINISTAS. Para ello organismo y militantes del P.C. de la Pcia. De Buenos Aires, la Capital Federal, Santa Fe, Tucumán, Mendoza, Córdoba y Corrientes, reunidos el día 5 de enero de 1968 en un lugar de la Pcia. de Buenos Aires, nos constituimos en COMITÉ NACIONAL DE RECUPERACIÓN REVOLUCIONARIA DEL PARTIDO COMUNISTA DE LA ARGENTINA.60 52 No obstante, advertía que si se levantaban las antiestatutarias expulsiones y sanciones, se repusiera a todos los camaradas en sus puestos, se abriera la discusión orgánica, se habilitara los órganos de prensa para desarrollar el debate y se respetara finalmente la rectitud de la vigencia del PCA, este comité se disolvería.

53 Un folleto contemporáneo a los anteriores documentos de más de sesenta página editado por la FJC dejó en claro que desde la dirección del PCA no se aventuraba ninguna reconciliación.61 El mismo incluía el informe de la comisión investigadora acerca de la ruptura en el que se confirmaba la expulsión de los dirigentes disidentes Jorge Rocha, Carlos Echague, Manuel Campos y Ricardo Rubinich. El texto comunicaba que en la reunión del supuesto “CC” de la FJC, la de una semana antes que la que hicieron ellos, habían participado apenas nueve titulares sobre veintiseis, por lo que debieron ascender seis suplentes para funcionar. Se habían adoptado así ilegítimas resoluciones en nombre del verdadero CC. En relación a los fundamentos de la separación el folleto trascribía el informe de Héctor Santarén rendido ante el CC de la FJC en su reunión del 21 de diciembre de 1967 (encuentro que siguió al de septiembre). En el mismo se repetían las acusaciones al “grupo fraccionista” de llevar a cabo una acción “sectaria, aventurera y antipartidaria”. Además, se refería a éstos como un “grupúsculo de intelectuales y estudiantes de extracción pequeñoburguesa”. Para reflejar lo que se pensaba en el terreno práctico respecto a aquellos se sostenía que los sectores fraccionistas respecto a Vietnam dicen que lo mejor que se puede hacer por ellos es hacer la revolución en nuestro país, lo cual es cierto, pero que mientras tanto no hacen nada. Es decir, se los acusaba de disimular detrás de sus ideas revolucionarias su carencia política ante las grandes masas. 54 En el apartado referido a las Universidad las críticas recaían con mayor dureza aún. Se sostenía que la línea sectario oportunista fue impulsada principalmente por la Comisión Universitaria de la FJC y en particular por las direcciones de los sectores de la Capital Federal, La Plata y Rosario, aunque por todos los medios intentaron llevarla al resto del país. Resumiendo, se los acusaba de sabotear la línea del partido, pasarse a la ultraizquierda y no atender las cuestiones específicas de la Universidad, realizando el trasplante mecanicista de la lucha de clases a este ámbito. Respecto al Congreso de la FUA de fines de 1967, realizado en condiciones de semiclandestinidad, se recusaba a los organizadores de no haber realizado un congreso representativo de masas sino una reunión de tendencias. Así: “De 250 delegados que debía tener el congreso, no llegaron a participar 150. Y lo que es más serio, electos por menos de 1.500 estudiantes o sea ¡un congreso representativo de el uno por ciento de los estudiantes universitarios del país!” 62 Aunque en ese Congreso se ratificaría la política reformista, por ejemplo se pedirían por el retronó de la autonomía universitaria63, y a mediados de 1968 la FUA encabezaría las celebraciones por el cincuenta aniversario de la gesta estudiantil, se criticaba estar rompiendo con el reformismo. En definitiva, estas críticas daban cuenta que el PCA pasaba a ser tras años en la conducción de la FUA una pequeña minoría frente a una dirección que decía identificarse con el verdadero comunismo, hecho que confirma la dimensión de la ruptura en este ámbito. Ello lo reconocía este documento partidario:

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“Sin duda, su principal trabajo y su principal daño lo han hecho en la Universidad, único lugar donde han encontrado puntos de apoyo.”64

Conclusiones

55 Tras la ruptura iniciada en septiembre de 1967 se constituyó a comienzos de año siguiente el Partido Comunista Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria, justo cuando el PCA cumplía cincuenta años de vida. Según quien se convertiría en el líder de los escindidos, la ruptura abarcó a 4.000 militantes, aunque otros señalan que en realidad fue un poco menos de la mitad.65 Todos reconocen, sin embargo, la centralidad de los universitarios en este hecho, siendo el centro de la escisión la Capital Federal que vacío de militantes al PCA en la UBA. En marzo de 1969 los escindidos conformaron el Partido Comunista Revolucionario (PCR), abandonando ya la idea de que era posible ganar más adeptos en las filas del viejo partido. Tres año más tarde, el PCR asumió la ideología maoísta, algo que en los orígenes se había condenado. No todos, por cierto, de los que habían roto con el PCA terminaron allí. Hubo quienes tomaron otros caminos, como aquellos que confluyeron en las Fuerzas Armadas de Liberación.66 A diferencia de las rupturas de comienzos de los sesenta, que no pasaron de articular alternativas en el campo cultural, lo significativo de esta escisión es que los disidentes prosperaron en el terreno político, convirtiéndose en un competidor por izquierda del PCA.

56 Este artículo se ha dedicado, más específicamente, a explicar el proceso de ruptura que dio vida a estas organizaciones políticas de lo que se suele denominar la “nueva izquierda”. Sin dudas este proceso no puede explicarse en escala nacional, sino que fue parte de un período revolucionario mundial en el que el protagonismo de la juventud resultó incuestionable. En este marco, formaciones anteriores de la izquierda como el comunismo sufrieron escisiones frente a otras que se planteaban como superadoras de un programa y una práctica que juzgaban moderados, y por lo tanto fuera de época. 57 En este clima de contestación a escala planetaria tampoco es una novedad el peso que alcanzaron los universitarios entre los jóvenes. En el caso argentino que ha tratado este artículo se ha enfatizado la preeminencia de la cuestión universitaria para entender la ruptura juvenil que vivió el PCA a mediados de 1967. El predominio de estos estudiantes en la escisión no es, claro está, en sí mismo una tesis novedosa. Los propios documentos de la ruptura analizados ponen, como se mostró, en el centro a este sujeto. Vargas ha enfatizado el tenor de la ruptura en el ámbito universitario, y particularmente en la ciudad de Buenos Aires donde el PCA se quedó prácticamente sin militantes en la UBA. Más recientemente, el periodista Gilbert en su historia de la FJC argentina lo ha reiterado. 58 Lo que constituye un aporte de este artículo es haber indagado con énfasis en la cuestión universitaria para explicar más acabadamente la ruptura, corriéndonos del uso de los testimonios como fuente principal de este proceso de ruptura. Si bien los discursos posteriores de militantes constituyen un complemento de la investigación, traen también aparejados problemas y rencillas personales de circunstancias históricas distintas a la de mediados de 1967, que es lo que sí se investigó aquí para explicar efectivamente la división partidaria. En pos de ofrecer un relato más fidedigno sobre este proceso de separación, se necesitó reunir los documentos que fueron reflejando la ruptura e imbuirse al mismo tiempo en los enfrentamientos sociales que

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protagonizaron estos universitarios, su trayectoria militante concreta, lo cual pudo reconstruirse a partir de un considerable trabajo de archivo. 59 Como se vio, tras la intervención del gobierno de Onganía a las universidades públicas, la militancia estudiantil reformista experimentó un revés significativo. Si bien en un primer momento los comunistas creyeron estar frente a la posibilidad de acabar pronto con esta intervención, ello finalmente no sucedió. Por el contrario, 1967 resultó un año donde la conflictividad universitaria, en sintonía con la conflictividad laboral, retrocedió notablemente. En este contexto, los malestares preexistentes se potenciaron. Desde el PCA, tenebrosos de que el proceso pusiera en jaque a la vieja dirección, se anuló todo debate interno al decidir apartar a los dirigentes díscolos. Como resultado de ello las posiciones de sus adversarios se tensaron, resolviendo los jóvenes críticos dar la batalla interna. Finalmente, dado que adentro era imposible ganar, progresivamente fueron marchándose hasta conformar su propia organización. 60 Los procesos sociales son multicausales. Señalar lo decisivo de la cuestión universitaria para explicar esta ruptura comunista reafirma este carácter dado que bajo el malestar universitario mundial se han registrado numerosas motivaciones que van de lo meramente generacional hasta explicaciones más complejas que tratan de sumar la estructura de clase y sus variaciones y el fin del ciclo del desarrollo capitalista de posguerra, los índices inéditos de bienestar entre los trabajadores, y, en Latinoamérica particularmente, el ciclo de dictaduras con la restricción de libertades públicas que trajeron consigo, para explicar la centralidad que adquirieron las luchas universitarias. Desde el ángulo adoptado en este trabajo, se ha mostrado que sin considerar el desenvolvimiento de la lucha de tales estudiantes, la parálisis en que se encontraban, no es posible explicar la ruptura más significativa que sufrió el PCA. Esta contribución, sin dudas, debe ser completada en el futuro por otros trabajos que den cuenta de la trayectoria de organizaciones que como el PCR afloraron en este proceso.

BIBLIOGRAFÍA

Obras citadas

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Archivos consultados

Archivo del Partido Comunista Argentino.

Biblioteca del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”.

Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina (CEDINCI).

Fuentes primarias analizadas

Base de datos de Capital Federal para el periodo 1966-1967 confeccionada por Pablo Bonavena (construida a partir de los diarios porteños Crónica, Clarín, La Nación y La Prensa).

Cuadernos de Cultura, 1966-1968.

Documentos del PCR. Desde la ruptura con el PC revisionista hasta el Primer Congreso del PCR realizado del 11 al 14 de diciembre de 1969. Tomo 1. Buenos Aires: Edición del Partido Comunista Revolucionario (PCR).

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Primera Plana, 1966-1967

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NOTAS

1. Respecto al PCA en estos primeros sesenta desde hace más de una década vienen apareciendo una serie de artículos que si bien no llegan a tener la profundidad de una obra de conjunto sirven no obstante para empezar a cubrir el hueco historiográfico existente. Véase María Cristina Tortti. “Izquierda y ‘nueva izquierda’ en la Argentina. El caso del Partido Comunista”. Sociohistórica. Cuadernos del CISH, nº 6, Centro de Investigaciones Socio-Históricas, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP. La Plata: Al Margen, 2º semestre de 1999, pp. 221-232 y “Debates y rupturas en los partidos Comunistas y Socialista durante el frondizismo”. Prismas. Revista de historia intelectual, UNQui, nº 6. Quilmes, 2002, pp. 265-274; Hernán Camarero. “Tras las huellas de una ilusión: El Partido Comunista Argentino y sus planteos del Frente Democrático Nacional (1955-1963)”. Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, año III, nº 5. Buenos Aires, septiembre de 2014, pp. 31-50. En relación a la historiografía general referida al PCA consúltese Jorge Cernadas; Roberto Pittaluga y Horacio Tarcus. “La historiografía sobre el partido comunista de la Argentina. Un estado de la cuestión”. El Rodaballo. Revista de política y Cultura, año IX, nº 8. Buenos Aires, otoño-invierno de 1998, pp. 30-39; Hernán Camarero. “La izquierda como objeto historiográfico. Un balance de los estudios sobre el socialismo y el comunismo en la Argentina”. Nuevo Topo. Revista de Historia y Pensamiento Crítico, nº 1. Buenos Aires, septiembre-octubre de 2005, pp. 77-99; Daniel Campione. “El Partido Comunista de la Argentina. Apuntes sobre su trayectoria”. Elvira Concheiro Borquez, Massimo Modonesi y Horacio Crespo (coords.). El comunismo: otras miradas desde América Latina. México D.F.: UNAM, 2007, pp. 167-215. 2. Tortti. “Izquierda y ‘nueva izquierda’….”, p. 223. 3. Camarero cuestiona este crecimiento al mostrar que no existen evidencias empíricas más allá de las proclamaciones partidarias. “Tras las huellas… “, p. 34. 4. Sobre los antecedentes universitarios del PCA véase Marcelo Caruso. “La amante esquiva: comunismo y reformismo universitario en Argentina (1918-1966). Una introducción”. Renate Marsiske (comp.). Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina, volumen II. México D.F.: Plaza y Valdés, 1999, pp. 123-162 y más cerca en el tiempo de mi autoría “Los estudiantes comunistas frente a la reestructuración de la Universidad de Buenos Aires (1955-1958)”. Estudios Sociales, año XX. Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral, primer semestre de 2010, pp. 127-150. Desde la perspectiva de un importante dirigente estudiantil de esta corriente véase Bernardo Kleiner. Veinte años del movimiento estudiantil reformista 1943-1963. Buenos Aires: Platina, 1964. 5. En mi tesis doctoral referida al movimiento estudiantil de esta casa de altos estudios en dicho periodo he explicado cómo este ascenso se produjo, y la centralidad que en este temprano proceso de radicalización militante le cupo a los universitarios comunistas. La misma ha sido publicada como Reforma y Revolución. La radicalización política del movimiento estudiantil de la UBA 1943-1966. Buenos Aires: Eudeba, 2014. 6. Intelectuales y poder en la década del sesenta. Buenos Aires: Puntosur, 1991, p. 107. 7. Al respecto véase Roberto Ferrero. Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba tomo III (1955-1973). Córdoba: Alción, 2009, pp. 107-164. 8. Sobre este asunto véase Laura Prado Acosta: “Sobre lo ‘viejo’ y lo ‘nuevo’: el Partido Comunista Argentino y su conflicto con la Nueva Izquierda en los años sesenta”. A Contracorrientes. A Journal on Social History and Literature in Latin America, North Carolina State University, vol. 11, nº 1. North Carolina: Raleigh, pp. 68-85 y Alexia Massholder: El Partido Comunista y sus intelectuales. Pensamiento y acción de Héctor P. Agosti. Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2014, p. 257 y ss. 9. Este señalamiento aparece en numerosas ocasiones a lo largo de La Fede. Alistándose para la revolución, La Federación Juvenil Comunista 1921-2005. Buenos Aires: Sudamericana, 2009.

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10. María Cristina Tortti estudió esto en El ‘viejo’ Partido Socialista y los orígenes de la ‘nueva izquierda (1955-1966). Buenos Aires: Prometeo, 1999. 11. “Estado y alianzas en la Argentina”. Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, vol. 16, nº 64. Buenos Aires, enero-marzo de 1977, pp.523-554, p. 161. 12. “Clases dominantes y crisis política en la Argentina actual”. Oscar Braun (comp.). El capitalismo argentino en crisis. Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 1973, pp. 73-117, p. 85. 13. Específicamente sobre el PCA en esta coyuntura véase Paola Bonvillani. “Unidad contra la dictadura ‘corporativo fascista’: algunas lectura del Partido Comunista sobre el golpe de Estado de 1966. Revista Izquierdas. Una mirada histórica desde América Latina, nº 22, Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile. Santiago de Chile, enero de 2015, pp. 110-132. 14. La reconstrucción del día a día se realizó a partir de la base construida por Pablo Bonavena. Las luchas estudiantiles en la Argentina. 1966/1976, Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires, 1992. Esta base supone un enorme caudal de información diaria para todo el país. En el caso particular de Capital Federal se nutre de los diarios Crónica, Clarín, La Nación y La Prensa. A ello le sumé la lectura de una revista emblemática de la época: Primera Plana. 15. De acuerdo a Marta Slemenson. Emigración de científicos argentinos: organización de un éxodo a América Latina. Buenos Aires: Instituto Torcuato Di Tella, 1970. 16. En La política en suspenso 1966-1976. Buenos Aires: Paidós, 2000, p. 53. 17. Sobre la represión al comunismo en estos años véase Jorge Luis Ubertalli. El enemigo rojo. La represión al comunismo en la Argentina. Buenos Aires: Acercándonos Ediciones, 2010, p. 281 y ss. 18. En Breve Historia Contemporánea de la Argentina. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 232. 19. “Protesta, rebelión y movilización: de la resistencia a la lucha armada, 1955-1976”. Daniel James (dir.). Nueva Historia Argentina. Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976). Tomo IX. Buenos Aires: Sudamericana, 2007, pp. 329-380, p. 344. 20. “Universidad. Lo que el viento se llevó”. Primera Plana, año IV, nº 192, 30 de agosto al 5 de septiembre de 1966, pp. 16-17, p. 16. 21. En el volante, titulado “Los Trabajadores junto a estudiantes y profesores en defensa de la autonomía universitaria”, fechado el 30 de agosto, avalado por más de cien firmas pertenecientes a unos veinte gremios, se sostenía: “Los dirigentes y militantes sindicales firmantes expresamos nuestra total solidaridad con la justa y ejemplar lucha de los estudiantes, profesores y graduados en defensa de la autonomía, de gobierno tripartito y de las conquistas culturales del pueblo. La adhesión a esta lucha de repercusión nacional e internacional es un deber inexcusable de todos. Los trabajadores anhelan que la CGT, cumpliendo con ese deber, exprese su solidaridad militante. Así darían también reciprocidad a la activa solidaridad universitaria con las acciones proletarias de los últimos tiempos, donde junto a los mártires obreros cayeron jóvenes estudiantes.” (Archivo del PCA) 22. De acuerdo al folleto de la FUA “Resistencia y Lucha”, fechado el 14 de octubre de 1966 (CEDINCI). Respecto a este archivo largamente consultado, cabe aclara que al momento que lo hice su personal se encontraba reestructurando su archivo de volantes. Por lo tanto, no me es posible brindar más información sobre su ubicación puesto que ésta se estaba definiendo por entonces. 23. “Universidad. Un año perdido”. Primera Plana, año V, nº 210, 3 al 9 de enero de 1967, pp. 23-25, p. 25. 24. En El Estado Burocrático Autoritario 1966-1973. Triunfos, derrotas y crisis. Buenos Aires: Prometeo, 2009, p. 89. 25. En Política y Universidad. El Estado legislador. Buenos Aires: Lugar Editorial, 1998, p. 48 y ss.

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26. “FUA” Informe que se elevaba para ser discutido en la Convención Nacional de Centros motorizada por la federación (CEDINCI). 27. “FUA”, p. 24. 28. Una nota aparecida en una revista del PCA a fines de 1966, en la que se hacía un balance de la política comunista en la Universidad tras la intervención, señalaba que aunque auspiciaban otras medidas de lucha, como la de los profesores que se quedaron para ofrecer resistencia, no dejaron de estimar a quienes renunciaron. La nota agregaba que lucharon desde el comienzo para que se hiciera una falsa división entre renunciantes y no renunciantes. El tono más benévolo y comprensivo de la nota, era el tono que el partido promovía hacia los renunciantes. Nota firmada por Bernardo Kleiner, Berta Perelstein y Sergio Rodríguez. “Universidad y dictadura”. Nueva Era. Revista Teórico-política del Partido Comunista de la Argentina, nº 11, diciembre de 1966, pp. 58-70, p. 6. 29. “FUA”, p. 26. 30. “Se realizó la VII Conferencia de la Federación Juvenil Comunista”. Nuestra Palabra. Órgano del Partido Comunista, nº 883, 6 de junio de 1967, p. 4. 31. “Para el recuadro de honor de la juventud”. Nuestra Palabra, nº 889, 18 de julio de 1967, p. 6. 32. “Los comunistas en las luchas de la Capital”. Nueva Era, año XVIII, nº 2 (144), marzo-abril de 1967, pp. 62-75, p. 67. El artículo fue firmado por Athos Fava, militante mayor que permanecería en el partido. 33. Al respecto Línea. Periódico de los estudiantes universitarios comunistas, año 6, nº 25, 17 de abril de 1967. Este es el último periódico que me fue posible consultar antes del editado en septiembre que ya se repasará. Lamentablemente, el nº 26, que está en el medio de ambos, me ha sido imposible de encontrar. 34. “Perspectivas del estudiante universitario”. Cuadernos de Cultura, nº 81, julio-agosto de 1966, pp. 37-46. 35. “¿Qué ha sucedido en la Universidad Argentina?”. Cuadernos de Cultura, nº 82, septiembre- octubre de 1966, pp. 9-46. 36. “¿Qué ha sucedido en…”, p. 10. 37. “¿Qué ha sucedido en…”, p. 46. 38. “Proyecciones y limitaciones en la Lucha Universitaria”. Cuadernos de Cultura, nº 84, marzo- abril de 1967, pp. 34-50. 39. “Los estudiantes comunistas y las perspectivas de la Universidad”. Cuadernos de Cultura, nueva época, nº 1 (85), septiembre-octubre de 1967, pp. 89-99. Nótese que este número fue publicado con posterioridad al inicio de la ruptura. Es posible trazar tres conjeturas sobre ello: los editores pese a todo decidieron publicar el número, éste ya estaba preparado y no quedó otra que sacarlo o, finalmente, los editores imprimieron la revista poco antes o sin percatarse aún de la escisión. 40. “Los estudiantes comunistas y…”, p. 96. 41. Línea. Periódico de los estudiantes universitarios comunistas, septiembre de 1967, año 6, nº 27 y Juventud. Órgano de la Federación Juvenil Comunista, edición extra, septiembre de 1967. En las citas posteriores la numeración se refiere a ambas revistas, ya que las dos se dedicaron a emitir dicho comunicado. 42. Otto Vargas, quien se convertiría en líder de los rupturistas, sostuvo que esta determinación fue producto de un ataque inicial por parte de la dirección del PCA. Según éste, frente a la rebelión de la FJC “En determinado momento, cuando esta fuerza crecía, para romperla y contenerla, la dirección del PC, fragua una denuncia por trabajo fraccional contra una camarada, e inicia la intervención de la FJC en la Capital, y a las direcciones barriales de ésta. Así provocan ellos la ruptura.” Véase Jorge Brega. ¿Ha muerto el comunismo? El maoísmo en la Argentina. Entrevista con Otto Vargas. Buenos Aires: Ediciones Brega, 2012, p. 36. 43. “Línea…” y “Juventud…”, p. 4.

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44. “Hacia el IXº Congreso. Por la unidad y la defensa de la FJC y el PC sobre la base de los principios leninistas”, octubre de 1967, firmado por el CC de la FJC (consultado en el Archivo del PCA pero también disponible en el CEDINCI). Este texto también se encuentra en una compilación de documentos intitulada Documentos del PCR. Desde la ruptura con el PC revisionista hasta el Primer Congreso del PCR realizado del 11 al 14 de diciembre de 1969. Tomo 1. Buenos Aires: Edición del Partido Comunista Revolucionario (PCR), 2002. 45. “Hacia el IXº Congreso…”, p. 2. 46. “Hacia el IXº Congreso…”, p. 3. 47. “Hacia el IXº Congreso…”, p. 13. 48. “Declaración del Comité Central de la Federación Juvenil Comunista”. Nuestra Palabra, nº 900, 3 de octubre, p. 5. 49. “Influencia de la ideología burguesa”. Nuestra Palabra, nº 905, 7 de noviembre, p. 2. 50. “Influencia de la…”, p. 2. 51. “A propósito de una plataforma fraccional entre los jóvenes”. Cuadernos de Cultura, Nueva Época, noviembre-diciembre de 1967, nº 2 (86), pp. 129-134. Aunque en el índice de la revista el artículo se encuentra firmado con las iniciales B.L., que no pude identificar, cuando comienza no hay quien lo suscriba. 52. La Línea de los Comunistas en la Universidad. Folleto editado como Suplemento de la revista Línea, noviembre de 1967 (consultado en Archivo del PCA aunque también se encuentra en el CEDINCI). Ya para entonces esta revista, al igual que Juventud, había vuelto a ser controlada por el PCA. 53. “La Línea de los Comunistas…”, p. 5. 54. “La Línea de los Comunistas…”, p. 9 55. “La Línea de los Comunistas…”, p. 10. 56. La FUA repitió tal cual la autocrítica de mediados de año en su congreso de fines de 1967. Véase al respecto Carlos Ceballos. Los estudiantes universitarios y la política (1955-1970). Buenos Aires: CEAL, 1985, p. 120. 57. “¿Por qué no se quiere discutir?”. Artículo enviado a la revista Nueva Era finalmente rechazado y publicado como folleto por el del C.C. de la F.J.C durante diciembre de 1967 (CEDINCI). También se puede leer en Documentos del PCR. Desde la ruptura… 58. “¿Por qué no se…”, p. 10. 59. Esta acta fundacional fue reproducida íntegramente por el nuevo periódico de esta organización. Véase Nueva Hora. Órgano del Partido Comunista Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria, quincenal, año 1, nº 1. Buenos Aires, 12 de febrero de 1968. Se puede encontrar asimismo en Documentos del PCR. Desde la ruptura… 60. “Nueva Hora…”, p. 41. 61. “Asimilar, difundir y defender la línea del Partido para unir y coordinar las luchas de la juventud por sus derechos y contra la dictadura” Buenos Aires: Ediciones Voz Juvenil (Archivo PCA). No está fechado pero dado que los acontecimientos que se narran son de fines de 1967, creo que a lo sumo salió a luz a comienzo de 1968. 62. “Asimilar, difundir y…”, p. 42 63. Carlos Ceballos. Los estudiantes universitarios y la política (1955-1970). Buenos Aires: CEAL, 1985, p. 117. 64. “Asimilar, difundir y…”, p. 42. 65. Para lo primero, Jorge Brega, p. 34. El testimonio divergente con éste pertenece a Sergio Rodríguez, recogido por Gilbert, p. 542. Es llamativo, por otro lado, que Oscar Arévalo al realizar una nueva historia oficial del PCA haya calificado de limitada la ruptura que produjo el grupo faccional sin dedicarle una línea más. El Partido Comunista. Buenos Aires: CEAL, 1983, p. 112. 66. Al respecto véase Stella Grenat. Una espada sin cabeza. La FAL y la construcción del partido revolucionario en los ’70. Buenos Aires: Razón y Revolución, 2010, p. 131 y ss.

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RESÚMENES

A mediados de 1967 tuvo lugar la mayor ruptura con la juventud en el seno del Partido Comunista Argentino, hasta entonces la más nutrida formación política de la izquierda de este país. Dado que los universitarios encabezaron este proceso de escisión, resulta central interrogarse por lo sucedido en ese mundo estudiantil para explicarlo. Este artículo se concentrará en lo acaecido en la Universidad de Buenos Aires, ya que en esta ciudad y en esta institución se dio su epicentro. Para dar cuenta de las razones de este divorcio político me remitiré no sólo a los documentos en los que se explicitó la polémica partidaria, sino también a otras fuentes que permiten reconstruir la coyuntura universitaria determinante en que se desarrolló la escisión.

In mid 1967 the biggest rupture with the youth faction occurred within the Argentine Communist Party, until then the most numerous left-wing political party in the country. Since it was university groups that spearheaded this split, it is crucial to examine the inner workings of the process in this sphere. This article focuses on the University of Buenos Aires, given the central role of the capital city and its flagship higher education institution in the events. To account for the reasons for this political divorce I will refer not just to the documents where the conflict became explicitly fleshed out but also other sources that allow to reconstruct the circumstances giving rise to the split.

ÍNDICE

Keywords: communism, youth groups, university, rupture Palabras claves: comunismo, juventud, universidad, ruptura

AUTOR

JUAN SEBASTIÁN CALIFA

Argentino. Licenciado en Sociología, Magister en Sociología de la Cultura y Doctor en Ciencias Sociales (FSOC-UBA). Investigador del CONICET [email protected]

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José Ingenieros y Juan Creaghe: las polémicas entre el socialismo revolucionario y el anarquismo en el periódico La Montaña José Ingenieros and Juan Creaghe: polemics between revolutionary socialism and anarchism in the newspaper La Montaña

Pilar Parot Varela

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 27 marzo 2015 – Aceptado: 30 mayo 2015

Introducción

1 El vínculo entre el joven estudiante de medicina José Ingenieros y el médico anarquista Juan Creaghe se desenvuelve en un contexto político signado por la reciente formación del Partido socialista en Argentina y por la presencia de un significativo proceso de transformación en el seno del movimiento anarquista.

2 En 1897 comienza a publicarse La Montaña. Periódico socialista revolucionario, editado por Ingenieros y el poeta cordobés Leopoldo Lugones. Esta publicación surge como espacio de expresión de la tendencia revolucionaria encabezada por estos jóvenes al interior del Partido Socialista, la cual se opuso radicalmente al reformismo del líder Juan B. Justo. A pesar de la corta edad de sus integrantes y de la breve experiencia política con la que contaban, la corriente izquierdista había logrado imponer, en el Congreso Constituyente del Partido en 1896, una serie de modificaciones a la “Declaración de Principios” redactada por Justo. Por otro lado, a fines de 1897 se consolidaba al interior del anarquismo una tendencia que dejaba en el pasado las reivindicaciones

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insurreccionales del individualismo, y comenzaba a adoptar ciertas formas de organización e intervención en el movimiento obrero. En el marco de una lucha ideológica por alcanzar la hegemonía dentro de la clase obrera, anarquistas y socialistas comenzaron a participar simultáneamente en diferentes manifestaciones e, incluso, reuniones de discusión, que a menudo eran publicadas en la prensa anarquista y socialista de esos años. 3 El carácter general del periódico La montaña, enfáticamente anti-estatista, anti- autoritario y atravesado por un tono moral en su crítica hacia el capitalismo, hizo que en ocasiones se lo ligara a la ideología anárquica. Es así que algunos autores analizaron el grado de influencia del anarquismo tanto en La Montaña como en el pensamiento de juventud de Ingenieros. En La Montaña. Jacobinismo y Orografía, Marcela Croce señala que el periódico La Montaña se funde dentro del universo anarquista. Oscar Terán, en José Ingenieros: pensar la Nación, ha inscripto la primera etapa del pensamiento de Ingenieros (1895-1898) dentro de la ideología social-anarquista debido a la adopción de ciertas ideas y valores propios del anarquismo. Si bien los factores libertarios efectivamente estuvieron presentes en la obra de Ingenieros, no podemos pasar por alto las apreciaciones de Horacio Tarcus en Marx en Argentina. Allí el autor advierte que muchas ideas anarquistas formaban parte del imaginario ideológico de izquierda y también fueron retomadas por los socialistas. En este sentido, no resulta extraño que estos matices se entremezclaran en la concepción socialista de Ingenieros y en el periódico La Montaña el cual, por otra parte, se autodefinió desde el inicio como “socialista revolucionario”. 4 El tono libertario de La Montaña y la coexistencia entre socialistas y anarquistas en el movimiento obrero posibilitaron que este periódico fuese tribuna para el intercambio de posiciones entre Ingenieros y Creaghe. Una nota publicada por la redacción del periódico proponía un acercamiento progresivo del anarquismo pro-organizador hacia el socialismo, lo cual provocó la inmediata respuesta de Creaghe, desencadenando así una larga polémica. En 1897 el anarquista dejaba de editar El Oprimido, periódico en el cual había empezado a esbozar una posición moderada, para luego apoyar ideológica y económicamente la creación de La Protesta Humana, periódico que influyó notablemente en el afianzamiento de la tendencia organizadora del anarquismo. 5 El objetivo de este trabajo es reconstruir y contextualizar la polémica entre Ingenieros y Creaghe, a fin de mostrar que la misma se ve atravesada por las tensiones que cada uno de los interlocutores vivía en relación a otras tendencias dentro de su propia posición ideológica. Ingenieros definía su propuesta revolucionaria en tensión con el socialismo reformista de Justo y, a través de la posibilidad de convertir a los anarquistas a su tendencia. Creaghe caminaba hacia la consolidación de la línea organizadora a partir de una oposición al sector individualista del anarquismo, y a través de la interpelación de algunos socialistas que irrumpían en el interior mismo del anarquismo. 6 Como resultado del debate, ambos contrincantes consolidarán posiciones, en gran medida, diferentes a las defendidas inicialmente. El progresivo viraje de Creaghe hacia una perspectiva más moderada del anarquismo culminó en la adopción de modos de organización para la lucha y para la vida en sociedad, aunque no fue suficiente para encontrar en el socialismo el punto de llegada, tal como lo pretendía Ingenieros. Asimismo, la postura del joven socialista, inicialmente revolucionaria, irá acercándose

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gradualmente al reformismo que antes rechazaba y encontrará más contrapuntos que afinidades en relación al anarquismo. 7 Las diferencias consolidadas en el transcurso de la polémica nos conducen a concluir, además, que los rasgos libertarios que inicialmente presenta la posición socialista de Ingenieros no parecen haber sido retomados a partir de la teoría anarquista. En primer lugar porque la misma propuesta de Ingenieros por alentar una conversión del anarquismo en el socialismo ya implica un intención por reafirmar su postura socialista. En segundo lugar porque muchos elementos característicos de las teorías anarquistas que Ingenieros adopta estaban también presentes en otras corrientes de pensamiento y en otros autores socialistas a los que con frecuencia Ingenieros alude y que gozaban de una fuerte presencia en La Montaña. 8 Para desarrollar el trabajo realizaremos una división en apartados en base a los principales ejes conceptuales que creemos que organizan la polémica y reflejan el trasfondo teórico en el que ella se desenvuelve. En el primer apartado, a modo introductorio, haremos un recorrido por las trayectorias políticas y los perfiles ideológicos de ambos interlocutores, haciendo hincapié en las condiciones socio- políticas que hicieron posible ese encuentro. En el segundo apartado analizaremos la discusión respecto de los métodos de acción, a partir de la definición del concepto de revolución. En la tercera parte, estudiaremos la polémica a propósito de las lógicas que presidieron tanto al ideario anarquista como al socialista; para ello analizaremos el concepto de libertad tal como fue definido por Ingenieros y por Creaghe, y el modo en que esta definición marcó una diferencia en relación a los fines que cada uno de ellos persiguió. En el cuarto y último apartado, realizaremos un análisis acerca de la presencia de ciertas connotaciones de tipo moral en las concepciones del anarquismo y en el socialismo de Ingenieros en el contexto de una polémica sobre la moral anarquista que adquirió gran repercusión entre los libertarios.

Las trayectorias de Ingenieros y Creaghe

9 Los primeros pasos en la actividad política de Ingenieros transcurrieron en sus años de estudiante en la Facultad de Medicina, durante los cuales el socialista comienza a participar de las primeras manifestaciones1 y entabla relaciones con Justo, quien por ese entonces era su profesor. Hacia 1894 se realizaba la fundación del Centro Socialista Universitario2, del cual Ingenieros, con sólo 18 años de edad, sería su primer secretario; asimismo Justo se incorporaba a la Agrupación Socialista3 desde donde proyecta la edición del periódico La Vanguardia, órgano de dicha agrupación, a fin de delinear el programa para la creación de un Partido. En 1895 Lugones viaja desde Córdoba hacia Buenos Aires para vincularse con los grupos socialistas y allí inicia su estrecha amistad con Ingenieros. Al año siguiente se instala definitivamente en el barrio de Barracas, integrándose al Centro Socialista Barracas al Norte. Sin embargo, no sólo el socialismo unirá a estos jóvenes sino también su participación en el ala modernista del Ateneo de Buenos Aires, en torno al cual el poeta Rubén Darío constituyó el cenáculo conocido como La Syringa. El pasaje por esta asociación artística y literaria será el origen de los motivos modernistas que luego aparecerán en La Montaña.

10 En el clima previo a la configuración del Partido Socialista, Ingenieros publica su folleto “¿Qué es el socialismo?” (1895), editado por la Biblioteca del Centro Socialista Universitario. Allí, el joven socialista se define como representante y difusor de la

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doctrina del “socialismo científico”, esto es, de aquello que ella “propone como solución a esa desigualdad de condiciones que surge como lógica consecuencia de una errónea organización económica (…)” (1895:108). En esta primera publicación ya podemos encontrar, esbozados, tres factores que marcarán la obra de juventud del socialista. En primer lugar, la influencia del evolucionismo de Spencer que lleva a Ingenieros sostener una concepción determinista sobre el desarrollo de la sociedad, según la cual ésta evoluciona obedeciendo a determinadas relaciones de causalidad. Este evolucionismo mecanicista, a su vez, fundamenta el determinismo económico que Ingenieros recoge de las teorías de Aquiles Loria4 y de Enrique Ferri, a partir de las cuales interpreta la cuestión social en términos económicos. En particular, Ingenieros adopta del italiano Ferri una lectura positiva del marxismo5 que considera al factor económico determinado por el ambiente natural y, a su vez, determinante de los fenómenos políticos, sociales y religiosos. Sobre esta idea Ingenieros fundamenta la verdad de la explicación científica acerca de la sociedad la cual, según él, anuncia el advenimiento del sistema de producción socialista: Quiere demostrar (el folleto) que el socialismo, más que una organización social impuesta, es una consecuencia lógica y necesaria de la evolución económica que se ha iniciado, y que por la fuerza de los hechos debe implantarse como regulador de las producciones y consumos, y como nivelador de las condiciones individuales ante los medios de producción (1895:108). 11 En tercer lugar, podemos observar su explícito repudio frente a la concepción insurreccional de los anarquistas, a través de la cual éstos pretenden un cambio radical: “Platónico es suponer que un cambio radical en las instituciones pueda realizarse por una rebelión localizada, por un movimiento prematuro o por un golpe de Estado” (Ingenieros, 1895:49). Esto, según el joven socialista, resulta de la falta de rigor científico con la que el anarquismo produce sus teorías sobre la nueva sociedad y los modos de alcanzar la misma.

12 El primer vínculo de Ingenieros con los anarquistas tuvo su origen en las luchas obreras producidas en Argentina durante los años 1896 y 1897. Ellas configuraron un escenario para la intervención simultánea de socialistas y anarquistas, cada cual nucleado en diferentes colectivos obreros. El aumento en la desocupación y la baja calidad de las condiciones laborales habían provocado una gran cantidad de manifestaciones que confluyeron en la gran huelga de los ferrocarrileros, a la cual Ingenieros prestó su apoyo desde el Centro Socialista Revolucionario de Barracas6. En un artículo periodístico titulado “La huelga de los ferrocarrileros y mecánicos. Junín, Tolosa, Brown y Caballito”, de1896, Ingenieros sostiene: “la huelga general es un hermoso ideal”, aunque señala que no debe realizarse bajo el sistema burgués. Asimismo, señala “el día en que los trabajadores de todos los países declarasen huelga general, no habrá sistema que derribar y se vivirá en una sociedad sin autoridad, ni salario ni propiedad” (Ingenieros, 1896:18). Para Ingenieros la huelga aspiraba a una transformación total y no al logro de mejoras parciales, por ello resultaba una herramienta complementaria para la lucha política, cuya finalidad radicaba en la difusión del socialismo revolucionario. 13 La situación de los trabajadores condujo a los anarquistas a contemplar la posibilidad de intervenir en las luchas obreras y sindicatos, cuestión que ya venía provocando grandes polémicas dentro del anarquismo, marcando una escisión, todavía inminente, entre quienes se negaban a participar en tales sucesos y quienes creían necesario adoptar ciertas formas de organización. Como señala Gonzalo Zaragoza Ruvira, desde

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mediados de la década de los ´90 la presencia de grupos anarquistas partidarios de la organización irá aumentando progresivamente en gran parte como consecuencia del fortalecimiento de esta tendencia en España e Italia. Estos grupos buscaban una alternativa frente a la tendencia que, desde 1888 venía apoyando la libre iniciativa y la propaganda escrita, principalmente mediante el periódico El Perseguido. A partir 1894 surgen una serie de periódicos de tendencia anarquista moderada que reaccionaban frente a las exageraciones terroristas de la corriente individualista: La Questione Sociale (1894-96), La Voz de la Mujer (1896-1897), El Oprimido (1894-1897) y L´Avvenire (1896-1904), entre otros. 14 El Oprimido fue editado por el irlandés Creaghe, quien contaba con una trayectoria militante más larga que la de Ingenieros, en tanto le llevaba al joven estudiante 36 años. Graduado como médico cirujano en Royal College of Surgeons en Dublín, Creaghe emigraba por primera vez a Argentina en 1874 y hasta 1890. En este primer período tuvo contacto con el italiano Enrique Malatesta y participó de la edición del periódico anarquista La Verdad. En 1890 Creaghe viajaba a Inglaterra en donde, luego de una breve participación en la liga socialista de William Morris, se separaba de ella para formar el grupo “Los anarquistas de Sheffield” y el periódico Sheffield Anarchist. En 1892 el médico regresa a Argentina para instalarse en la cuidad de Luján donde, además de ejercer su profesión, organizaba múltiples actividades de propaganda entre los obreros. Durante estos años estuvo suscripto y fue un referente importante del periódico El Perseguido, el cual publicaba noticias sobre la actividad anarquista en Luján y difundía las conferencias y reuniones7 que Creaghe convocaba. 15 En 1894 el anarquista, en busca de posiciones más moderadas se aleja de El Perseguido y comienza a editar El Oprimido, el cual se redactaba en Luján pero se imprimía y era distribuido en Capital Federal por el italiano Fortunato Serantoni, que además publicaba La Questione Sociale. En 1896 La Questione Sociale, que publicaba artículos de Kropotkin Reclus, Bakunin, Malatesta, se convierte en suplemento literario bisemanal de El Oprimido. La orientación ideológica del periódico de Creaghe estuvo signada por la influencia de Kropotkin y Malatesta y abrió lugar a un debate sobre la moral anarquista, que fue parte importante de la polémica entre organizadores e individualistas. En este contexto, la posición moderada del anarquismo comenzaba a dar un giro en su posición frente a las huelgas. Creaghe, desde 1894 sostenía que la reivindicación de la violencia perjudicaba la propaganda anarquista y que, dado que la huelga conformaba un fenómeno inevitable, resultaba más conveniente involucrarse en ellas para radicalizarlas e incentivar a los trabajadores en la lucha por la revolución social. Además de la actividad anarquista llevada a cabo en Luján, Creaghe participaba de asambleas en otro gran centro de propaganda anarquista El Prado Español, que nucleaba a los obreros panaderos que también adhirieron a la gran huelga. 16 Estas tentativas plasmadas en El Oprimido y los restantes periódicos confluirán en 1897 con la aparición del periódico La Protesta Humana. Por cuestiones ideológicas y económicas, Creaghe decide dejar de publicar El Oprimido y unirse a La Protesta Humana, al cual prestará gran apoyo económico y moral, siendo su administrador y director en varios períodos. El primer director del periódico fue Gregorio Inglán Lafarga y entre sus primeros y más conocidos colaboradores se destacaron José Prat, Eduardo Gilimón, Mariano Cortés, Antonio Pellicer Paraire y Alberto Ghiraldo. La Protesta Humana configuró uno de los periódicos más importantes del anarquismo argentino; además de contribuir en la consolidación de la línea organizadora, este periódico también tuvo un

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papel importante en el incremento de la participación anarquista en la actividad sindical de los obreros, principalmente a través de su vínculo con la FORA8. La decisión centralista de unificar todas las voces en un solo periódico, era contrario al ideal que pregonaban los individualistas en tanto creían que atentaba contra las libertades individuales. Del mismo modo, los individualistas se opusieron firmemente a la creación del Círculo Internacional de Estudios Sociales9, alegando que todo tipo de organización suponía el principio de autoridad. 17 Creaghe además de participar de la creación de La Protesta Humana y brindar un sostén económico, publicaba artículos en La Ciencia Social. Revista de Sociología, Artes y Letras (1897-1901), diario de la Librería Sociológica, también editado por Serantoni y en el cual escribían anarquistas como Kropotkin, Jean Grave, Eliseo Reclus, José Prat, Esteban Gori, y Molina y Vedia. 18 Este clima de agitación y movilización fue casi paralelo a la celebración del primer Congreso constituyente del Partido Socialista, en junio de 1896, y justamente el uso de la fuerza como método para realizar la revolución constituyó uno de los factores que enfrentaron a Ingenieros y a Lugones con Justo. La propuesta que había redactado Justo en la “Declaración de Principios” para el congreso, fue la de establecer la acción política y la asociación libre como medios para llevar a cabo la revolución. En ese documento, Justo denominaba revolución10 a la transformación perseguida, la cual consistía en establecer una sociedad basada en la propiedad colectiva de los medios de producción, en la cual cada trabajador fuese dueño del producto de su trabajo. Este nuevo orden, para Justo, fundaba una organización científica de la producción y una moral social que venía a reemplazar la anarquía económica y el egoísmo. En este contexto, la vía parlamentaria resultaba, para Justo, el único camino adecuado para llegar al poder político y desde allí realizar la transformación, en cambio, se apelaría a otro medio de acción “si las circunstancias se lo imponen”. 19 Ingenieros y Lugones, en cambio, defendieron en el Congreso no sólo la vía parlamentaria sino también la acción reivindicativa, en tanto “medios de agitación, propaganda y mejoramiento que servirán para preparar esa fuerza” (1896:167). Asimismo, los jóvenes propusieron agregar un enunciado adicional: “que por este camino el proletariado podrá llegar al poder político, constituirá esa fuerza y se formará una conciencia de clase, que le servirán para practicar con resultado otro método de acción cuando las circunstancias lo hagan conveniente” (1896:362). Para Ingenieros la acción política y la organización para la resistencia constituían una especie de momento de preparación anterior al momento revolucionario que se produciría cuando estuviesen dadas las condiciones. En este sentido, ese “otro método de acción” denotaba el momento insurreccional, el cual parecía inevitable y no una excepción como lo era para Justo en su afirmación “si las circunstancias se lo imponen”. La modificación fue votada por la mayoría y, de este modo, quedó establecida esta concesión respecto del uso de la fuerza. No obstante, la permanencia de tal enmienda será breve ya que en el segundo congreso de 1898, una vez consolidada la posición de Justo como hegemónica dentro del Partido, se suprimirá el párrafo final de la Declaración de Principios. 20 En abril de 1897 comienza a publicarse el periódico La Montaña. La disposición de la publicación consta de tres secciones o columnas: “Estudios sociológicos”, “Arte, filosofía, variedades” y “Actualidad”. La primera sección incluye colaboraciones de carácter principalmente científico, y relativas al socialismo. Entre ellas encontramos

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artículos de Loria, Ferri, Gabriel Deville, algunos párrafos extraídos de los textos de Carlos Marx, Paul Lafargue, Jules Guesde, August Bebel, entre otros. En la segunda sección se publican poemas de Lugones y Felipe Turati, fragmentos de Luis Blanc, poesías de Rubén Darío, Ada Negri y el francés Adolphe Retté. La tercera sección se centra en el comentario crítico sobre ciertos acontecimientos y costumbres de la vida social y política burguesa, realizados desde categorías morales. 21 En el segundo número del periódico se incorpora la sección “Bibliografía”, a través de la cual se divulgan periódicos, libros y folletos enviados desde diferentes países y ciudades, “emitiendo un juicio sobre los que lo merezcan” (1897:53). Como señala Tarcus (2009/2011), el periódico atraía a los jóvenes interesados no sólo en el socialismo sino también en el modernismo literario. Chile y Uruguay11 fueron los países donde La Montaña produjo un mayor impacto, en gran medida por la presencia del modernismo en estos países. A nivel nacional los redactores de La Montaña manifiestan contar con el apoyo de Rubén Darío, Carlos Malarriaga, Macedonio Fernández, Julio Molina y Vedia, Alfredo Palacios, Enrique Dickman, entre otros. Entre las figuras internacionales12 reivindicadas con mayor énfasis están los italianos Antonio Labriola, Felipe Turati y el francés Jean Allemane y su publicación Le Parti Ouvier. En su último número, la sección “Bibliografía” del periódico nombra entre sus lectores y colaboradores a Eliseo Reclus, Auguste Vaillant, Abate Garnier, Spring Walley, Charles Parisis, Henry Malatesta, entre otros. 22 Una especie de manifiesto titulado “Somos socialistas” abre el primer número del periódico, allí se explicitan las bases de su orientación política: la implantación de un sistema en el cual “los medios de producción estén socializados; en que la producción y el consumos se organicen libremente (…)” (1897:11) y “la supresión del Estado y la negación de todo principio de autoridad” constituyen los puntos principales. Con ellos, Ingenieros y Lugones definen un socialismo revolucionario e intransigente basado en un antiestatismo radical. A diferencia de La Vanguardia, que propone fomentar la acción política de los trabajadores para conseguir reformas concretas dentro del régimen vigente, en La Montaña no existe algo siquiera próximo a un programa de acción.

La Revolución

23 El reformismo parlamentarista de Justo no sería el principal interlocutor para Ingenieros y Lugones en la polémica sobre los medios de acción. En tanto esta discusión había dividido al anarquismo en dos sectores, los jóvenes socialistas encontrarían en los periódicos anarquistas un terreno de interés para continuar delimitando su postura. Curiosamente, en relación a la prensa y literatura anarquista, en el segundo número de La Montaña se presentan tres libros: Entre campesinos, de Malatesta, La Anarquía, su filosofía y su ideal de Kropotkin-al que la redacción critica por la falta de correspondencia entre el título y el contenido-, y Psicología del anarquista-socialista de A. Hamon. Asimismo, La Montaña anuncia diversas publicaciones anarquistas; en particular, la revista Ciencia Social, en la que colaboraba Creaghe, y que es destacaba por los artículos de Julio Molina y Vedia, de Edward Charpenter y de Jean Grave. La Autonomía “periódico libertario, amoral y antiorganizador” (1897:154), La Protesta Humana y el periódico italiano L´Agitazione también se anunciarán de modo recurrente.

24 El artículo “Anarquistas y socialistas”, fue el punto de partida para la discusión con el anarquista Creaghe. Allí Ingenieros se incorpora en el debate, que aún atravesaba al

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anarquismo, entre los sectores organizadores y los anti-organizadores, el cual aparece representado por dos periódicos diferentes: L´Avvenire, representante del primer grupo, y La Autonomía, del segundo. El objetivo del joven socialista en este artículo consiste en establecer afinidades entre su propuesta revolucionaria y el sector del anarquismo defensor de la organización, a fin de marcar la evolución de este último hacia el socialismo. Por esta razón, toma como punto de partida una coincidencia que advierte entre ambas corrientes respecto del objetivo último “tanto anarquistas como socialistas coinciden en la aspiración final: 1º socialización de la propiedad; 2º Supresión del Estado” (Ingenieros, 1987:147). 25 No obstante, Ingenieros señala dos aspectos en los cuales el anarquismo y el socialismo marcan sus distancias. En primer lugar, existe una diferencia respecto de las lógicas a través de las cuales cada grupo concluye en la necesidad de la transformación. En este sentido, el socialismo supone que el Estado es un efecto de la propiedad individual y que fue creado para conservarla, con lo cual, al suprimir la propiedad individual desaparecería el Estado. En cambio, desde la perspectiva del anarquismo la propiedad constituye un efecto del Estado y por ello es necesario suprimir al último para que la primera desaparezca. Sin embargo, Ingenieros aclara que se trata de lógicas convergentes ya que la diferencia es sólo dialéctica, lo cual no amerita establecer una distancia absoluta entre ambas teorías. 26 En segundo lugar, el joven socialista detecta una diferencia en relación a los métodos de acción. Sin embargo, Ingenieros sostiene que esta diferencia sólo es tal en el caso de los anarquistas que repudian cualquier tipo de organización. La creciente tendencia de ciertos grupos anarquistas a apoyar la organización es interpretada por el socialista como una evolución del anarquismo hacia el socialismo, como la progresiva adopción de la táctica socialista. El artículo finaliza del siguiente modo: Y volviendo a los periódicos citados demos un apretón de manos a L´Avvenire que de la táctica anarquista evoluciona, permaneciendo antiparlamentario, hacia la táctica socialista, mientras que reconocemos en La Autonomía al verdadero defensor de la táctica anarquista tal como siempre la hemos comprendido: libre iniciativa, atentados individuales, antiparlamentarismo (1897: 148). 27 En consecuencia, el verdadero adversario del socialismo aparecía representado por el sector individualista del anarquismo, defensor de la libre iniciativa13. Así, la figura del anarquista organizador se presentaba como alguien que estaba en camino hacia el socialismo: “No cabe la menor duda que esa salutable evolución de los anarquistas hacia el socialismo se extenderá cada vez más (…), y que la táctica socialista es más provechosa para la Revolución” (Ingenieros, 1897:147).

28 El 15 de agosto se publica en La Montaña una nota firmada por Creaghe, escrita el 23 de julio, en la cual, a lo largo de 13 puntos, refuta uno a uno los comentarios desarrollados en el artículo “Socialistas y anarquistas”. El anarquista le cuestionaba a Ingenieros el presunto carácter revolucionario de su tendencia: “¿cómo es posible que uno que se llame revolucionario tome parte en las luchas de los partidos burgueses sin echar en olvido la lucha de clase? Una vez que tome parte en la política reconoce prácticamente el sistema social existente con todas sus abominaciones, (…)” (Creaghe, 1897:244). 29 El 1 de agosto La Protesta Humana publica en la sección “Reuniones”, una reflexión sobre una reunión de controversia entre socialistas y anarquistas, desarrollada durante los días 17 y 18 de junio, cuyo tema de discusión se había centrado en la acción política. Desde La Protesta Humana expresaban:

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Consideramos nosotros, los anarquistas, que la única táctica que puede dar resultados satisfactorios y acelerar la deseada emancipación, es la táctica revolucionaria; la abstención electoral, la huelga militar, la huelga general, la agitación y la propaganda netamente revolucionaria, táctica a la cual recurrirán los socialistas de buena fe, cuando como muchas fracciones socialistas, se convenzan de que la acción política que consiste en aburguesar a unos cuantos obreros y fiar la obra de la emancipación en ellos les está dando resultados negativos (1897:4). 30 Esta “táctica revolucionaria”, sin embargo, irá moldeándose progresivamente hasta encontrar la forma adecuada que permitiese al anarquismo lograr una intervención sólida en el movimiento obrero sin perturbar el valor anarquista de la libertad. Como veremos en el próximo apartado, esto conducirá al anarquismo a redefinir el fundamento de su nueva propuesta. No obstante, la acción política parlamentaria será, en todo momento, el límite que el anarquismo encontrará en su proceso de transformación.

31 La cuestión de los métodos de acción es retomada por Ingenieros en otro artículo de La Montaña titulado “El factor de la revolución”, publicado en el mes de abril. Ingenieros presenta al capitalismo como un estadio necesario en la historia de la evolución, que comienza con el salvajismo, pasando por la barbarie, hasta llegar a la civilización. El joven socialista advierte allí que el sistema de producción capitalista encierra los elementos de un nuevo sistema de producción, y por eso el pasaje hacia el socialismo se realizaría mediante la expropiación del pequeño número de poseedores del capital. En este contexto, la idea de revolución aparece, en primera instancia, sólo como una posibilidad, aunque luego resulta casi inevitable: “La revolución social obedece, en primer término, a un cambio en el sistema de producción. Si la clase privilegiada fuese inteligente -caso imposible porque el parasitismo trae consigo la degeneración- se adaptaría estoicamente a ella” (1897:20). No obstante, argumenta Ingenieros, la burguesía va a oponerse a este cambio en el sistema de producción, y entonces “el proletariado usará la fuerza para expropiar a los expropiadores. No puede haber en este caso dos líneas de conducta: la fuerza se combate con la fuerza” (1897:20). 32 En aquel artículo el socialista parecía introducir una concesión para evitar el uso de la fuerza -que la burguesía comprendiese el cambio-, para luego negarla, ya que la burguesía estaría determinada por esa ignorancia. Como consecuencia, la revolución resultaba inevitable, el único modo de poseer los medios de producción en común sería a través de la fuerza. Este artículo dejaba al descubierto las contradicciones entre, por un lado, la confianza de Ingenieros en el desenvolvimiento de una evolución natural hacia el socialismo por la fuerza de las condiciones económicas, y por otro lado, el carácter inevitable de una revolución violenta como producto de la ignorancia casi natural de la burguesía. 33 No obstante, estas tensiones comenzaban a atenuarse en otros dos artículos publicados posteriormente también en La Montaña. En “Socialismo y Revolución”, del mes de julio, Ingenieros reivindica la revolución como el método adecuado para lograr la socialización de todos los medios de producción, la supresión de las clases sociales y, por ende, la desaparición del Estado. Asimismo, considera que la revolución constituye una característica esencial del socialismo, “Ser o no ser. Socialista y revolucionario son dos cualidades inseparables” (Ingenieros, 1897:163). Sin embargo, lo revolucionario aparece en este artículo asociado a la pretensión del objetivo: la socialización de los medios de producción. Revolucionario es, para Ingenieros, “aquel que aspira a realizar

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la Revolución, es decir aquel que aspira sustituir el sistema de producción capitalista vigente” (1897:163). 34 Finalmente, en “El individuo y la sociedad”, publicado en el número 7 del 1 de agosto, Ingenieros realiza una reseña crítica sobre el libro del anarquista francés Jean Grave El individuo y la sociedad. Ingenieros sostiene en su artículo que la idea de revolución defendida por el anarquista entra en contradicción con sus ideas expresadas en otros escritos. Lo interesante es que allí el socialista recupera y reivindica la definición sobre la idea de revolución que Grave sostiene en otras obras; según esta concepción, la revolución es un fenómeno social que resulta de la evolución del ambiente natural y económico y consiste en la transformación de una forma de organización social en otra más armónica con las nuevas condiciones del ambiente. Sin embargo, en el libro reseñado, Ingenieros encuentra que, en contradicción con lo anterior, el anarquista mantiene posiciones individualistas14 sobre la revolución; esto es, que los progresos logrados por los hombres se producen en virtud de la rebelión, en tanto “exteriorización más elevada de la conciencia individual contra la opresión de la conciencia colectiva” (Ingenieros, 1897:217). Según Ingenieros, en su pretensión por oponerse al socialismo, Grave terminó distorsionando las coincidencias que presentaba con la concepción socialista de la revolución en los primeros escritos, lo cual le provocó contradicciones en el interior de su propio sistema. En tanto aclara que un conjunto de rebeliones no conforman una revolución, el joven socialista asume su rechazo respecto del uso de la violencia y su proximidad a concepciones evolutivas sobre la revolución. 35 De esta manera, Ingenieros desligaba la idea de revolución con el uso de la fuerza y, asimismo mitigaba la contradicción entre la inevitabilidad del socialismo y el carácter voluntarista de la revolución entendida como un momento concreto en el cual se modificaría el estado actual. En definitiva, la idea de revolución parecía referirse a la pretensión de un cambio, lo cual volvía inútil el uso de la fuerza como herramienta de lucha, y lo acercaba a la formulación de Justo en la “Declaración de principios” del Congreso de 1896. Allí, como vimos, la revolución aparecía asociada a la pretensión de una transformación económico-social, llevada a cabo por la clase trabajadora y en favor de la misma. La organización política de los trabajadores para acceder al poder y a partir de allí realizar el cambio fue la táctica propuesta por Justo y en este sentido no había espacio para el momento insurreccional. 36 En 189915 Ingenieros abandonaba su militancia en el Partido Socialista y continuaba acercándose a posiciones gradualistas sobre la revolución que interpretaban la llegada del socialismo como el producto de una progresiva sucesión de reformas. El uso de la fuerza tampoco constituyó, en ese entonces, una herramienta de lucha habitual y permanente entre los anarquistas; incluso entre los sectores anarco-individualistas el recurso a la violencia permaneció más en el plano discursivo que en la realidad (Suriano, 2008:279). La táctica anarquista, por el contrario, estuvo centrada fundamentalmente en la propaganda y difusión de la idea libertaria con el fin de concientizar al pueblo de la necesidad de una transformación que se produciría de forma espontánea. Por último, la defensa del joven socialista respecto del momento insurreccional como medio para instaurar la sociedad socialista, se desvanece rápidamente a lo largo de los artículos publicados en un periódico cuya duración no superó los seis meses.

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Libertad y Autoridad

37 En la carta publicada en La Montaña, Creaghe establece un vínculo entre la cuestión de los medios de acción y las lógicas que rigen a cada sector. En este sentido, el anarquista señala que el factor determinante para definir la táctica revolucionaria es el modo de concebir la cuestión social y, en este punto, anarquistas y socialistas adoptan posiciones completamente opuestas. En tanto la cuestión social es concebida por el anarquismo, no desde un punto de vista económico como según él lo hace el socialismo, sino como una cuestión de libertad, así los pares de oposiciones se dirimen entre libertad absoluta y autoridad de la mayoría. Creaghe sostiene que el Estado no constituye un producto de la propiedad privada como pretenden los socialistas sino al revés: el Estado al controlar y reglamentar la producción de los trabajadores limita la libertad individual y conduce a la esclavitud, por ello, la cuestión social resulta una cuestión de libertad.

38 Sin embargo, Creaghe, no sólo se centra en marcar las diferencias respecto a las lógicas sino que, además, cuestiona la identidad de fines entre el socialismo y el anarquismo propuesta por Ingenieros. En efecto, el anarquista sostiene que una vez instaurada la sociedad socialista ésta no permitiría la realización de la libertad sino que se impondría la autoridad de la mayoría y por ende, los parlamentos y el Estado, “la diferencia es que reclamamos toda la libertad, creyendo que menos que toda no es nada -la Libertad no admite restricción-” (Creaghe, 1898:243). A partir de esta definición, Creaghe critica la concepción acerca de la libertad expresada por Paul Lafargue en un artículo publicado el 15 de julio en La Montaña, según la cual los obreros serían libres cuando los medios de producción pertenecieran al productor (1897:189), ya que de ese modo sólo necesitarían unas pocas horas de trabajo y en el resto del tiempo podrían “reposar y pertenecerse”. El anarquista deduce de lo anterior que los obreros, durante la tarea exigida, pertenecerían a los gobernantes socialistas quienes reglamentarían la producción y, por ende, al productor; lo cual implicaría dejar la puerta abierta a la tiranía. 39 Pero, si la libertad concebida por el anarquista revestía un carácter absoluto, es decir, implicaba la ausencia total de cualquier tipo de autoridad entonces la cuestión a resolver consistía en cómo evitar el conflicto entre las diferentes libertades individuales. En El Oprimido Creaghe consideraba que no haría falta ningún tipo de regulación entre los individuos de la sociedad anárquica en virtud de la existencia de una razón universal que garantizaría que todos los individuos actuasen del mismo modo16. En La Protesta Humana, por el contrario, esta posición será refutada. En el número 6 del periódico, fechado el 2 de septiembre de 1897, se publica una nota titulada “Del individualismo en el anarquismo”, donde se critica la idea de “armonía por ley natural”, atribuida ahora al anarquismo individualista, la cual permitiría conciliar el principio de la absoluta libertad individual con el bien común de toda la sociedad: “Destruid el estado y la propiedad individual, dicen los anarquistas individualistas, y todo irá bien, todos marcharán naturalmente de acuerdo. Así que, yendo al fondo del asunto, hallamos que el anarquismo individualista no es otra cosa que una especie de armonismo de providencialismo” (1897:1). 40 El periódico defiende la idea de que, al contrario de lo que argumentaban los individualistas, resultaba posible la organización sin autoridad, “(…) entendiéndose por Autoridad la facultad de imponer la propia voluntad”. El 21 de noviembre se publica un artículo titulado “La Organización”, en el cual señalan que la organización constituye el

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principio y la condición de la vida social y, sobre todo, la garantía de las libertades individuales: Sin organización consciente y querida no puede haber ni libertad, ni garantía alguna de que los intereses de los que vivan en sociedad sean respetados. Y el que no se organice, quien no busque la cooperación de los demás y ofrezca la propia en condición de reciprocidad y de solidaridad, se coloca necesariamente en estado de inferioridad (1897:1). 41 Asimismo, en el número 15 de La Protesta Humana, del 21 de noviembre, advierten explícitamente la imprescindible organización de un Partido anárquico “Nosotros entendemos por Partido Anárquico el conjunto de aquellos que quieren contribuir a actuar la anarquía, y que para esto tienen necesidad de trazarse un objetivo para realizarlo y un camino para seguirlo (…) Permanecer aislados es condenarse a la impotencia”. A partir de esta organización al interior del anarquismo concluyen la necesidad de una organización general de las masas obreras para la resistencia contra el gobierno y contra los patrones, lo cual supone apoyar organizaciones obreras de toda clase, no sólo aquellas que tuviesen como objetivo directo la anarquía. De este modo, hacia fines de 1897 se consolidaba la corriente organizadora que será dominante en el anarquismo hasta 1910.

42 Ingenieros, por otro lado, en “El arte de la sociedad futura” propone una concepción relativa sobre la libertad, en tanto que la subordina al concepto de posibilidad: “se puede ser libres, dentro de una órbita determinada, cuando es posible hacer todo lo que se encierra dentro de ella” (Ingenieros, 1895:45). El joven socialista denuncia que en su actualidad la libertad es sólo formal en tanto predomina la imposibilidad de realizarla. Esto se debe a la existencia de un sistema socio-económico que beneficia a unos pocos individuos en detrimento del resto. En la misma línea, el primer número de La Montaña anunciaba: “queremos al individuo libre de toda imposición o restricción económica, política y moral, sin más límite a su libertad que la libertad igual de los demás” (1897: 11). Según Ingenieros, el socialismo aportará el máximo de libertad ya que le otorgará a cada individuo la posibilidad de hacer lo que desee, sin perjudicar a los demás. Con esto, el socialismo suprimirá la libertad burguesa de explotar: “marchando del sistema presente hacia el socialismo, la humanidad marcha de la esclavitud a la libertad” (Ingenieros, 1895:50). 43 En el mismo número en que se publicaba la carta Creaghe, aparecía a continuación una nota titulada “Observaciones a la carta precedente”, firmada por la redacción. Allí Ingenieros persiste en reafirmar la identidad de fines con el anarquismo. El joven socialista reivindica la necesidad de la destrucción del Estado y, para reforzar el argumento, alude a los artículos publicados en números anteriores sobre la cuestión: uno del francés Gabriel Deville17 “La sociedad sin Estado” y otro de Augusto Bebel “La evolución del Estado”. En el escrito, Deville define al Estado como “el poder público de coerción que la división en clases crea y mantiene dentro de las sociedades humanas, y que, disponiendo de la fuerza, hace la ley y percibe el impuesto” (1897:12). Si examinamos los artículos de Deville, podemos observar que de allí Ingenieros retoma la idea según la cual resulta indispensable suprimir las clases sociales para suprimir el Estado. Asimismo, Ingenieros reitera la finalidad para el socialismo de la socialización de los medios de producción y la libre organización de los individuos productores, sin necesidad de gobierno alguno. 44 En la nota dirigida a Creaghe, Ingenieros esbozaba un criterio para regular la producción basado en el factor natural: “organizarla (la producción) de acuerdo con

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aquellas reglas fundadas en las ciencias naturales que aseguren un máximum de producción con un mínimum de esfuerzo; es muy probable que los productores lo hagan satisfaciendo su propia conveniencia” (1897:245). Esta libre organización, sin embargo, tenía un límite en las necesidades colectivas; en la declaración inicial de La Montaña señalaban “Porque luchamos por la implantación de un sistema (…); en que el consumo y la producción se organicen libremente de acuerdo con las necesidades colectivas por los productores mismos para asegurar a cada individuo la mayor suma de bienestar…” (1897:11). La existencia de algún tipo de organización para la sociedad socialista pareciera confirmarse en Ingenieros más aún si examinamos nuevamente lo expresado por Deville: “Esto no quiere decir que la sociedad socialista carecerá de organización. Sólo que la organización social futura (…) no será un Estado, ni serán capital los medios de producción (…) ni será lo que se llama salario la manera de retribución del trabajo” (1897:66). Respecto al criterio y modos de organización específicos ni Ingenieros ni Deville brindan una definición específica. 45 Tanto Ingenieros como Creaghe terminaron admitiendo la necesidad de algún tipo de organización como modo de garantizar las libertades individuales. Sin embargo, Creaghe consideraba que la libertad “parcial” defendida por los socialistas, los habría conducido a defender la participación política, lo cual implicaba para el anarquista una aceptación del sistema social vigente, de la lucha de clases y de la esclavitud del proletario productor. 46 En efecto, el carácter de clase del partido, que unía a los socialistas entre sí y los diferenciaba del anarquismo, los había enfrentado al momento de discutir sobre la cuestión de las alianzas políticas en aquel congreso de 1896. Lugones e Ingenieros propusieron mantener la intransigencia del partido, lo cual se oponía al proyecto original que aceptaba las alianzas, siempre que se respetara el programa. Por mayoría de votos triunfó la propuesta de la corriente revolucionaria “serán excluidos del Partido las colectividades o individuos que hagan pactos o alianzas con los partidos burgueses o con sus candidatos” (Justo: 1896:361), aunque esta enmienda sólo durará hasta 1898. No obstante, la medida que lograron establecer desde aquel carácter izquierdista de la tendencia no logró acercarse a la posición anarquista que rechazaba cualquier tipo de acción política. En la medida en que, como señala Juan Suriano, la idea de libertad constituyó para el anarquismo un derecho natural inherente al hombre, la denuncia se centró en las formas de opresión que turbaban ese derecho, antes que en el antagonismo de clases. Por esto, la interpelación anarquista se dirigió hacia los “oprimidos” más que a la clase obrera en particular. 47 Por último, el reflejo más claro del viraje de Creaghe hacia la organización consistió en su vinculación con la FORA a través de La Protesta Humana, la cual, a partir de 1904 será vocera no oficial de dicha organización. Desde 1904 el periódico se convierte en diario gracias a la adquisición, por parte de Creaghe y otros colaboradores, de una imprenta propia y pasa a llamarse La Protesta. La mayor frecuencia en la tirada les permitía comunicar y divulgar con mayor frecuencia los postulados de esta Federación que se opuso a la política parlamentaria y, en cambio, se enfocó en las reivindicaciones económicas.

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La cuestión moral

48 Como mencionamos anteriormente, Creaghe había sido uno de los propulsores del debate sobre la moral anarquista desde las páginas de El Oprimido, que formó parte importante de la polémica entre individualistas y organizadores. En este periódico, Creaghe contraponía la falsa moral capitalista a una moral natural, fundada en una razón universal, libre de obligaciones y sanciones: “la verdadera moral anarquista es la que nos enseña la razón”. En la sociedad anarquista cada individuo, atendiendo a los dictados de la razón, sería capaz de determinar por sí mismo aquello que debía hacer en cada circunstancia, respetando la libertad del otro.

49 En La Protesta Humana, esta identificación de la moral anarquista con la idea de una moral natural que resulta degradada en el marco de la sociedad capitalista, continua vigente. Sin embargo, el rechazo hacia el principio individualista de una armonía natural capaz de garantizar espontáneamente el mutuo respeto de las libertades, condujo a los anarquistas representados en La Protesta Humana a buscar formas de contribuir al desenvolvimiento de esa moral natural. 50 En este sentido, a partir del número 8 del periódico, fechado el 8 de octubre, se anexa un folletín titulado La Moral anarquista de Kropotkin, traducida por Prat. El fundamento de la moral es colocado por Kropotkin en la idea de solidaridad o apoyo mutuo, entendida como una ley de progreso que rige las sociedades naturales: “En toda sociedad animal la solidaridad es una ley de la naturaleza (…). Cuanto más desarrollado está el principio de la solidaridad igualitario en una sociedad animal y convertido al estado de hábito, más probabilidades tiene de sobrevivir y salir triunfante de las luchas contra las intemperies y contra sus enemigos”. En el caso de las sociedades humanas, la práctica de la solidaridad se ve opacada por las instituciones actuales. Sin embargo, “Desembarazándose de la Ley, la Autoridad y la Religión, la humanidad toma de nuevo posesión del principio moral que se había dejado arrebatar”. El criterio o máxima a seguir en la determinación de la maldad o bondad de los actos particulares radica en el principio “trata a los demás como quieras ser tratado por ellos en circunstancias análogas”, el cual, según Kropotkin, se encuentra en todos los niveles de la sociedad natural. 51 En su intento por brindar una explicación sobre el origen del deber moral, Kropotkin apela a las ideas del francés Jean M. Guyau en Esbozo de una moral sin obligación ni sanción, en donde intenta construir una moral sin fundamento místico o sobrenatural. Según Guyau, el sentimiento del deber responde a un impulso vital: “es el sentimiento de su propia fuerza. Es la vida que rebosa, que busca extenderse”. El progreso moral se produce en virtud del heroísmo, de la acción de aquellos individuos verdaderamente morales cuya fuerza los impulsa a brindarse a los demás sin pedir nada a cambio. 52 Kropotkin concluye que la moral anarquista no ordena normas ni ideales, sino que se convierte en una simple comprobación de hechos, una ciencia que invita a los hombres a escoger entre una vida monótona y una vida heroica, dedicada a luchar por el resto de los individuos “si sientes en ti la fuerza de la juventud, sé fuerte, sé grande, se enérgico en todo lo que tu hagas. Siembra la vida en torno tuyo. Observa que mentir, engañar (…) es reconocerte de antemano débil. Lucha para que sea permitido a todos vivir esta vida rica y exuberante (…)”.

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53 Ingenieros, en cambio, sostuvo un concepto positivo sobre la moral, que se caracterizó por ser relativo a cada espacio y tiempo particular, y a cada comunidad: “en sí mismo un acto no es moral ni amoral; según las condiciones del ambiente se lo juzga de uno u otro modo. Entre ciertos pueblos son actos amorales matar a los ancianos, vivir en poligamia, etc; entre nosotros son actos morales” (Ingenieros, 1897:215). Estas “condiciones del ambiente” que actuaban como determinantes de la moral de cada grupo referían al factor económico, determinante de todos los demás factores humanos. En tanto el joven socialista consideraba que estaban dadas las condiciones para la realización del socialismo, entonces el capitalismo configuraba un fenómeno artificial fundante de un orden inmoral ya que resultaba opuesto al orden que debía imponerse. Por eso, al modificarse el sistema económico desaparecería esta falsa moral: “porque creemos que a la supresión de todo yugo económico y político seguirá necesariamente la de la opresión moral, caracterizada por la religión, la prostitución, la ignorancia, la delincuencia, etcétera” (1897:11). 54 En este contexto, el socialismo constituyó, para Ingenieros, aquel orden que permitiría realizar el mayor bienestar, otorgando igualdad de condiciones a todos los individuos. Dado que el factor económico estaba determinado en última instancia por el factor biológico, la inmoralidad era tal por su antagonismo respecto de las leyes naturales. Para el joven socialista, la sociedad capitalista contradecía la ley biológica de supervivencia del más apto ya que no permitía que subsistiesen quienes desenvolvían sus aptitudes sino quienes poseían mejores medios de lucha, lo cual daba por resultado el parasitismo de unos pocos a expensas del trabajo de otros: “existe una perversión de la naturaleza humana producida por las presentes condiciones sociales que permite la inercia degenerativa de unos pocos a expensas de la laboriosa y agotadora esclavitud de la mayoría” (Ingenieros, 1895:50). En este sentido, la desigualdad resultaba una circunstancia artificial, contraria al orden natural que la ciencia mostraba. 55 A partir de esta concepción sobre la moral Ingenieros denunció, en un conjunto de artículos publicados en La Montaña, las costumbres de la sociedad burguesa: las visitas al santuario, las sociedades de beneficencia, los lujos excesivos, las costumbres políticas, todas ellas fueron criticadas por encubrir una falsa moral basada en la hipocresía, el interés y la especulación. En particular, Ingenieros denuncia en sus artículos el monopolio y el privilegio ético, siempre en beneficio de aquellos que redactan e imponen esa moral. En este sentido, expresa su repudio respecto de la “justicia” y el “derecho” burgueses, en relación a ciertos sucesos en los cuales las leyes no habían sido aplicadas por igual a burgueses y proletarios18. 56 Los tres artículos firmados por Ingenieros, “Los Reptiles burgueses” (I, II y III), constituyeron la vía a través de la cual el socialista denunció en su periódico la moral de una burguesía que, viciada por las ansias de riqueza, vivía a costa de la opresión de demás: “El moralista burgués es siempre un cerdo que ha acumulado las células de su tocino destilando las lágrimas, el sudor y la sangre de la clase trabajadora (1897:121). De tal modo, “(…) todos los actos conceptuados inmorales son moneda corriente entre los moralistas” (Ingenieros, 1897:121). El tono provocador de estos artículos le costó la aplicación de una multa y el secuestro del segundo número del periódico, por parte del intendente municipal Francisco Alcobendas quien consideró ofensiva dicha publicación. 57 Según Terán, esta denuncia moral presente en La Montaña “no es ajena a la matriz conceptual del anarquismo”. En efecto, un lenguaje similar recorría las publicaciones

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de La Protesta Humana, donde se dirigía una crítica, en términos morales, hacia todas las instituciones de la sociedad capitalista. El segundo número del periódico, con fecha 27 de junio, expresaba “La sed de robar, de chupar el sudor del pobre, jamás se había acentuado como actualmente, la religión, refutada y desmentida por la verdadera ciencia, (…); y nunca como ahora, la política perdió poderes morales y materiales, sin poseer la más leve esperanza de más tarde poder rehabilitarse”( 1897:2). 58 Sin embargo, esta denuncia al carácter inescrupuloso del capitalismo y el rechazo a los valores burgueses había sido una característica dominante también en el discurso del modernismo cultural19, dominante en el campo estético-literario. Desde la corriente del modernismo la crítica se centró principalmente en los valores utilitarios de la sociedad capitalista, frente a los cuales opusieron el valor de la belleza. Desde 1893 Rubén Darío residía en Buenos Aires y la crítica moral a la burguesía pudo haber funcionado como vía de comunicación entre el modernismo literario y el socialismo de Ingenieros (Terán, 1986:15). La denuncia modernista hizo hincapié en la situación de marginalidad que el artista vivía dentro de la sociedad capitalista a causa del predominio del valor monetario por sobre el mérito artístico. 59 En La Montaña, Ingenieros relaciona la cuestión artística con la cuestión obrera al colocar al artista en una relación de paridad con el proletariado, en tanto considera que ninguno recibe la retribución que le corresponde: “junto al malestar del proletariado está el malestar de los que poseen como único material su inteligencia” (1895:15). En el primer número de La Montaña la redacción publica una nota titulada “Fundación de una colonia de artistas”, desde donde se convoca a los artistas e intelectuales de todos los países a independizar al arte del mercantilismo burgués por el cual “a menudo hemos debido mendigar el pan ante los editores, los críticos, los aficionados y los diversos intermediarios (…)” (1897:22). Como contrapartida del intelectual, la imagen del burgués aparece identificada con la del mediocre, carente de buen gusto estético y aptitudes, que en su afán por aparentar cierto status “se ve forzado a codearse con gente bien para no sucumbir en los embates de la lucha por la vida” (Ingenieros, 1897:194). La aparición de este elemento modernista en La Montaña, presentado en relación a la explotación obrera, nos brinda razones para encontrar en el modernismo literario la principal fuente del carácter discursivo de Ingenieros. 60 Tanto Ingenieros como Creaghe consideraron que el orden vigente sólo permitía la realización de una falsa moral, opuesta a un orden natural. Mientras que para Ingenieros bastaba con modificar las condiciones económicas para la realización de aquel orden que las ciencias reflejaban en sus leyes, Creaghe y los anarquistas representados en La Protesta Humana, sostenían la necesidad de terminar con todo tipo de institución vigente para que pudiese aflorar la tendencia hacia la solidaridad innata en el hombre. A pesar de la negativa anarquista por imponer al individuo normas e ideales morales, es cierto que, en concordancia con la creciente tendencia hacia la organización, la argumentación de Kropotkin brinda, bajo la forma de una sugerencia, un modo particular de promover el desarrollo de la moral: la elección individual de llevar una vida heroica, fecunda e intensa, movida por el deseo de contribuir al progreso de toda la humanidad. 61 Si bien el pensamiento de Kropotkin ejerció gran influencia en la actividad anarquista de Creaghe, es preciso mencionar su adopción respecto al ideario del pedagogo catalán Francisco Ferrer y Guardia, cuyo modelo autodidacta Creaghe intentará aplicar en la Escuela Racionalista de Luján en 190620. Esta educación libertaria, basada en la ciencia,

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implicaba la ausencia de imposiciones ideológicas o partidarias a los alumnos, lo cual provocó hondas polémicas al interior del anarquismo entre quienes pretendían difundir los principios anarquistas a través de las escuelas libertarias y quienes, como Creaghe defendían el modelo integral y laico, abierto a todos los sectores de la sociedad.

Conclusiones

62 A lo largo de este trabajo analizamos el modo en que los interlocutores de la polémica fueron consolidando sus respectivas posiciones. Creaghe abandonó por completo su vínculo con el anarquismo individualista, contribuyó a afianzar la tendencia organizadora del anarquismo y participó en el movimiento gremial. Ingenieros, en su acercamiento hacia posiciones reformistas, se desligó de la corriente revolucionaria que había gestado junto a Lugones y, luego de desvincularse del Partido Socialista, criticó la posibilidad misma de la revolución y manifestó la necesidad de elaborar reformas concretas dentro de los márgenes del capitalismo.

63 Si bien tanto Ingenieros como Creaghe propusieron la eliminación del Estado y de todo tipo de poder, y la socialización de los medios de producción, las bases de esa nueva sociedad que buscaron resultaron diferentes. Pese al fundamento natural del orden social garantizado por la sociedad socialista, Ingenieros admitió la necesidad de algún tipo de regulación que permitiese organizar la producción y el consumo y así asegurar la igualdad de condiciones a todos los individuos. Creaghe, en tensión con el individualismo, criticó la posibilidad de un orden espontáneo garantizado por una armonía innata a la naturaleza humana. Frente a esto, sostuvo la posibilidad de algún tipo de acuerdo entre los individuos que, sin implicar la existencia de una autoridad, pudiese evitar el conflicto entre las libertades individuales. 64 Pese a que, tanto en el discurso de Ingenieros como en el de Creaghe, la connotación moral de la crítica hacia el capitalismo adquirió un lugar importante, ambos lo hicieron desde concepciones acerca de la moral diferentes. En relación a los elementos libertarios presentes en la obra de Ingenieros concluimos que sus ideas relativas a la destrucción del Estado resultaron próximas a la argumentación de Deville y que la presencia dominante de la crítica moral hacia el capitalismo y la vida social burguesa fue un factor esencial del modernismo literario al que Ingenieros adhirió desde los inicios de su militancia. 65 El esfuerzo inicial de Ingenieros por lograr la conversión del anarquismo en el socialismo, las diferencias fundamentales que encontramos entre Creaghe e Ingenieros respecto a los supuestos filosófico-políticos de sus respectivas teorías, y el origen plural de los elementos libertarios presentes en las argumentaciones de Ingenieros, nos conducen a rechazar la hipótesis de una posible adscripción ideológica de Ingenieros respecto del anarquismo en su etapa inicial. En efecto, los años inmediatamente posteriores a la publicación de La Montaña encontrarán a Ingenieros polemizando nuevamente con otras figuras del anarquismo como Félix Basterra y Pascual Guaglianone, a través de La Vanguardia y La Protesta Humana. Esta vez, serán no sólo los antagonismos aquello que caracterizará estos debates sino, además, un interés cada vez menor por parte de Ingenieros en la figura misma del anarquista como su interlocutor.

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NOTAS

1. El proyecto presentado por el concejal Eduardo Pittaluga a fin de establecer la jornada de 8 hs para los empleados municipales convocó una manifestación el 13 de octubre de 1894 a la que asistieron Ingenieros y Ángel Giménez. Fue allí donde los jóvenes entablaron un vínculo político con Justo, quien también había colaborado con el proyecto. 2. Fundado el 7 de diciembre, la comisión inicial quedó conformada por José Ingenieros como secretario y Ángel Giménez, A. Ferrari, Rafael Rodríguez, Domingo Guglialmelli y Bartolomé Firpo como vocales. En 1896 se agregaron Emilio Onrubia, A. Ferrané y Justo como vocales. Guglialmelli pasó a ser secretario de actas. 3. La Agrupación socialista se constituyó en 1892, luego de la disolución de la Federación Obrera, a fin de sentar las bases para la creación de un partido obrero, a través del periódico El Socialista. La Federación Obrera fue una organización intersindical conformada en 1890, que además estaba ligada a la Internacional socialista. Esta federación, cuyos intereses fueron expresados mediante el periódico El Obrero, comprendía no sólo a los socialistas sino también a los anarquistas y a organizaciones de connotación mazzinista. En 1893 ambos periódicos dejaron de editarse y la Agrupación socialista convocó a una reunión para editar un nuevo periódico: La Vanguardia. Con el impulso de Justo, la Agrupación socialista pasó a llamarse Centro Socialista Obrero. 4. Ingenieros adoptó de Loria la interpretación del fenómeno social en términos de una desigualdad de hecho que choca con una igualdad de derecho, lo cual establece un abismo infranqueable entre el proletario y el productor y este es el origen del problema económico. En “El arte de la sociedad futura” de 1895 Ingenieros citaba la frase de Loria “iguales en derecho, el proletario que muere de hambre y el archimillonario están separados por un abismo”. 5. Sobre la influencia del marxismo en la obra temprana de Ingenieros véase Falcón (2008). 6. Este centro socialista se constituyó el 1 de junio de 1895, a instancias del Centro Socialista Obrero (ex Agrupación Socialista). Participaron de sus inicios Ricardo Cardalda, Francisco Cardalda, Ramón Potau, Benigno Abriani, Salvador Lotito, Manuel Berenguer, Felipe R. Palancas, Juan Toulousse, Antonino Piñero y Arturo Roqueta. Radicado en la calle Australia 1131 (Barracas al Norte), barrio de obreros y de inmigrantes, este local constituyó un espacio central del apoyo socialista a la huelga de los ferroviarios. Asimismo, a partir de 1896, fue lugar de reunión para Ingenieros y Lugones, desde donde emprendieron una actividad de propaganda y difusión de su tendencia izquierdista. 7. El 11 de noviembre de 1893, El Perseguido publica, en la página principal, un incidente sucedido en Luján que tuvo a Creaghe como protagonista. Los anarquistas habían convocado a una conferencia el 29 de octubre anunciada “Ni Dios ni patria. Conferencia comunista anárquica”. Un momento antes de la hora de la reunión, el comisario de la localidad se presentó en el domicilio del médico creyéndolo iniciador y director de la reunión y le manifestó que tenía orden superior de su jefe para no permitir que se efectuara la reunión. La reunión se inició de todos modos pero fue sorprendida por un comisario acompañado de un grupo de vigilantes armados. Creaghe

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regresó a su domicilio pero a la noche allanaron la casa y lo detuvieron. Los anarquistas que habían ido desde otros lugares a la conferencia también fueron apresados en la estación de tren, lo cual generó un pedido de ayuda para poder liberarlos. 8. fundada el 25 de mayo de 1901 con el nombre de Federación Obrera Argentina y denominada FORA en 1904, constituyó una organización intersindical que nucleó a diferentes sociedades obreras, inicialmente socialistas y anarquistas. Esta coexistencia resulto una contradicción muy grande al interior de la Federación, lo cual condujo a la escisión de los socialistas en 1904. La presencia del anarquismo en la FORA fue dominante hasta 1915. 9. Su programa fundacional se da a conocer a través de La Protesta Humana, en agosto de 1897. Entre sus objetivos señalan la necesidad de una propaganda activa entre los trabajadores, la igualdad de los seres humanos y de los sexos, la lucha contra la autoridad y la religión, la consideración de que las riquezas sociales son el resultado del trabajo común, y la idea de que el objetivo de todos los esfuerzos debe ser la revolución. 10. Falcón en “Notas sobre la formación de la identidad socialista en Argentina” señala que Justo mantenía la misma interpretación sobre el concepto de revolución dominante en la II Internacional, según el cual el partido socialista era revolucionario por la magnitud de las transformaciones que perseguía. 11. Entre las Revistas chilenas que son anunciadas en esta sección cabe destacar a El Pueblo, editada en Valparaíso por el médico Mario Centore; la redacción de La Montaña, en el tercer número, agradece el afectuoso saludo enviado desde las páginas de la revista de Valparaíso. Además, la revista chilena de literatura modernista Tacna, dirigida por José María Barreto, es anunciada en la mayoría de los números del periódico. En el caso de Uruguay, la redacción de La Montaña anuncia el número 50 de la Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales, editada en Montevideo por Víctor Pérez Petit y José Enrique Rodó. 12. Entre las revistas de origen europeo se destacan la revista socialista marxista Social Democrat de Londres, que es valorada por La Montaña en virtud de los artículos de Vandervelde y de Carlos Marx. La revista mensual de literatura modernista Neuland, de Berlín, La ilustración Popular, de Madrid, la cual reproduce artículos de La Montaña, y una enorme cantidad de revistas socialistas francesas que son anunciadas sin comentario alguno: La Revue Socialiste, La Revue Blanche, Le Devenire Social, Le Jura Socialiste. 13. La táctica individualista era rechazada por La Montaña en una carta firmada por la redacción, en la cual se expresa el rechazo por los atentados individuales y, en cambio, una defensa respecto de la necesidad de la lucha política: “los socialistas preconizamos la organización para la lucha, creemos tan fatales como inútiles los atentados individuales, y demostramos con la argumentación irrefutable de los hechos que la participación en la lucha política es un excelente medio de propaganda, agitación y mejoramiento” (1897:196). 14. Ingenieros señala que Grave sostiene la misma posición que critica, ya que considera que sería una minoría quien debería impulsar ese conjunto de rebeliones, arrastrando al pueblo en ese mismo movimiento. Esto, para Ingenieros, resulta una demostración del mismo autoritarismo que el propio autor pretende combatir. 15. Ese mismo año, en la conferencia “La jornada de Trabajo” Ingenieros afirma “Esta transformación no puede operarse sino de una manera progresiva y constante, por un proceso de integración gradual, mediante la sucesión de reformas y conquistas que irán paulatinamente convirtiendo en Hecho la Idea (…)” (1899:6). Esta concepción procesual del socialismo termina de definirse en 1906 en el artículo “Socialismo y legislación del trabajo” en el cual sostendrá “Conviene, pues, al socialismo abandonar ciertas exageraciones violentas, otrora exigidas por las masas como condición de su aplauso y de sus votos. Se advierte entre sus elementos pensantes la necesidad de adaptarse al régimen económico actual, y perseguir dentro de él reformas reales (…)” (Ingenieros, 1908:14).

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16. En El Oprimido Creaghe sostenía: “Será libre cada uno a determinar para sí lo que debe hacer, pero la razón es una, es igual entre los hombres y resultará que cada uno se comportará de la misma manera como los otros, en un tiempo será tan habitual comportarse así en una sociedad comunista-anárquica, en donde no habrá lucha de intereses, que se perderá la palabra deber (1894:4)”. El anarquista contraponía la artificialidad de la sociedad creada sobre el principio injusto a la naturalidad de la sociedad anarquista, en la cual los individuos se hallan libres de sanciones y obligaciones, y se comportan de acuerdo a los dictados de su propia razón. 17. Fue uno de los introductores del marxismo en Francia a través de su resumen del Tomo I de El Capital y su actividad en el Partido Francés de los Trabajadores, de Jules Guesde, fundado en 1879. 18. Tal fue el caso de la condena a prisión de la proletaria Alcira Boni por el asesinato a Pedro Intronich, dado que el juez consideró que ella violentó su pudor al mantener relaciones “ilícitas” con el agredido. Otro caso fue el naufragio del buque de guerra “Santa fe”, provocado, según Ingenieros, por el capricho de un grupo de burgueses que intentaban dar un paseo con un grupo de señoritas, después de lo cual quedaron en libertad. 19. Sobre modernismo cultural véase Real de Azúa (1986). Sobre Lugones y el modernismo véase Franzé (1997). 20. Creaghe solventó y dirigió la escuela Racionalista de Luján, inaugurada en 1906 junto a Ernesto Ortiz, un militante anarquista vinculado a la redacción de La Protesta Humana. Creaghe llegó a organizar una colonia de educación agrícola y un internado mixto. El modelo educativo de Ferrer y Guardia, que influyó notablemente en el movimiento pedagógico anarquista latinoamericano, estuvo basado en la coeducación de clases y de sexos, la neutralidad militante, el autodidactismo, el antimemorismo y la confianza en la ciencia. La tendencia educacionista que adoptaba estas ideas, encabezada por Julio Barcos, abrió escuelas racionalistas en diversos puntos de Buenos Aires, y se opuso a la tendencia revolucionaria, encabezada por Gilimón y los doctrinarios puros, cuyo objetivo era educar para la militancia anarquista. Sobre un estudio más profundo en torno al debate educativo del anarquismo véase Suriano (2008) y Puiggrós (1996).

RESÚMENES

El artículo analiza la controversia suscitada en el periódico La Montaña entre el anarquista Juan Creaghe y el socialista José Ingenieros, enfatizando las transformaciones ideológicas que cada uno de los interlocutores experimentaba, a fin de mostrar el modo en que sus respectivas posiciones se redefinen y se consolidan.

The article analyzes the controversy in the newspaper La Montaña, between the anarchist Juan Creaghe and socialist José Ingenieros, emphasizing the ideological transformations that each of the partners felt, to show how their positions are redefined and consolidated.

ÍNDICE

Keywords: socialism, anarchism, newspaper La Montaña, revolution, freedom, moral Palabras claves: socialismo, anarquismo, periódico La Montaña, revolución, libertad, moral

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AUTOR

PILAR PAROT VARELA

Argentina, Licenciada en Filosofía. Doctoranda en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires. [email protected].

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Notas de investigación

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Historiografía Mapuche: balances y perspectivas de discusión en el Chile reciente Conversación con Jorge Pinto Rodríguez Mapuche historiography: balance and perspectives Index in the recent Chile. Conversation with Jorge Pinto Rodríguez

Pedro Canales Tapia y Jorge Pinto Rodríguez

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 9 marzo 2015 – Aceptado: 24 mayo 2015

NOTA DEL AUTOR

Este trabajo se inscribe dentro de las labores del proyecto FONDECYT Nº11121231, cuyo autor es investigador responsable.

Introducción

1 Luego de la publicación del libro Escucha winka en 2006, la historiografía chilena ha ido tomando nota de los cuatros ensayos y el epilogo de futuro, como indica el sub titulo de dicho libro. Las propuestas Mapuche desde sitiales marcados por la letra y la investigación, desde los albores de la década de 1990 ya se vislumbraban en el horizonte. Desde 1989 el Centro de Estudios y Documentación Mapuche CEDM Liwen fue sistematizando un trabajo de discusión y análisis social y político desde la esfera Mapuche. José Marimán, por ejemplo, fue uno de los primeros interlocutores que se refirió a la autonomía como horizonte de lucha para el movimiento Mapuche de

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aquellos años1. Luego vinieron otras propuestas y enunciados, como los de “Mapuche urbano”2, “diáspora Mapuche”3 y reivindicación del trabajo de Manuel Manquilef en la primera parte del siglo XX4. Todos estos esfuerzos fueron abriendo el debate en Chile respecto de la historia y situación de los pueblos indígenas en este país, creciendo paulatina y sostenidamente la convicción de que Chile sigue siendo una estructura de poder marcadamente colonialista.

2 ¿Cómo ha impactado este debate a las bases de las “formas de hacer historia” en Chile? ¿Se vislumbra en el horizonte un giro descolonizador en la pluma de nuestros historiadores e historiadoras? ¿O definitivamente, la letra y voz Mapuche siguen siendo -así como lo son las demandas de organizaciones y comunidades en Santiago y otras regiones de Chile- marginales? 3 Consignemos en este escenario, que el trabajo llevado a cabo por investigadores y cientistas sociales Mapuche, se ha dado en un contexto en el cual la historiografía y ciencias sociales chilenas, poseen su propia idea respecto de los Mapuche, su historia y presente. Desde la década de 1980, los estudios fronterizos liderados por Sergio Villalobos5 y los estudios interétnicos liderados por Rolf Foester, Sonia Montencino 6 y José Bengoa7, fueron hilvanando un debate que de una u otra forma fue naturalizando la noción de mestizaje como punto clave en la discusión identitaria del país8. De esta forma, a pesar de que los detractores de Villalobos nieguen tal influjo, la tesis antiindígena de este historiador, se fue imponiendo. José Bengoa, por citar un caso, escribió Emergencia indígena9, refiriéndose a nuevos sujetos que en toda América Latina se fueron indianizando, en contextos de marcada mestización de la población. Este mismo autor, en más de una ocasión, defendió la máxima “desarrollo con identidad”, idea que se identifica con la lógica multiculturalista de las políticas indigenistas propias del escenario globalizado. 4 En este contexto, la mirada del historiador Jorge Pinto Rodríguez, premio nacional de historia 2012, acerca de la cada vez mayor visibilización de historiografía Mapuche, resulta ser un ejercicio analítico, teórico y metodológico, necesario. En primer lugar, por el trabajo de décadas de este historiador en territorio Mapuche sobre la relación entre este pueblo y el estado chileno luego de 1883, hito materializado en el libro De la inclusión a la exclusión10; en segundo término, porque desde la docencia, este académico ha sido formador de varios de los historiadores Mapuche que hoy publicación y difunden sus trabajos, y en tercer lugar, porque Pinto propone claves para enfrentar el futuro y permanecer el tiempo como expresión investigativa de corte étnica. Si bien en los años 80 Pinto fue parte importante de la línea denominada estudios fronterizos, con el paso de ellos, este investigador se fue distanciando de quien fuera su maestro y mentor, el ya mencionado Villalobos11. 5 En 1996 Pinto indica que el Estado luego de la ocupación militar de Wallmapu o Araucanía “(…) no logró la modernización en los niveles esperados; (…), no consiguió aplastar al mundo indígena12. En 1998, por otro lado, agrega que el proindigenismo que él identifica entre algunos actores en la segunda mitad de la centuria decimonónica, no se pudo imponer frente al macizo antiindigenismo chileno que irrumpió en territorios mapuche en “aras” del “progreso” y la “civilización”13. Juicio que ratifica y fundamenta en el texto de la Inclusión a la exclusión, el cual reivindica el valor de la historia regional y la urgencia de asumir la situación Mapuche en la Araucanía, como un tema país, que no debe ser reducido a medidas economicistas, sino a formulas políticas que

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“paguen la deuda” que el estado chileno detenta con los Mapuche. En septiembre de 2012, Pinto declara en el Diario Austral de Temuco: “El estado no logró construir una identidad regional, que es lo más delicado”14. Cuestión que pasa inexpugnablemte por el no reconocimiento de los Mapuche como habitantes y legítimos propietarios de los territorios ocupados y entregados a colonos.

6 De este modo, la elaboración de este trabajo, conjuga la rigurosidad de una propuesta investigativa, con la subjetividad de opiniones y pareceres en torno a la coyuntura social – política Mapuche hoy en Chile, más la evaluación a la tarea de historiar de sujetos que desde su acerbo indígena, su experiencia como colonizados entre colonizados como indican los autores de Escucha winka, hacen del debate de las ciencias sociales un reducto que ha ido ampliando sus fronteras, sus énfasis y nodos discursivos. Teóricamente podríamos consignar, las respuestas e interpelaciones de Jorge Pinto a la historiografía Mapuche de hoy en Chile, son parte del ejercicio interpretativo que en la década de 1980 Guillermo Bonfil Batalla presentó como teórica del control cultural en contextos étnicos. La asimilación y los elementos externos o no mapuche, han ido configurando una figura reivindicativa desde la historia, que fundamenta en el tiempo el proyecto autonómico que el movimiento mapuche ha ido erigiendo durante décadas.

Emergencia y visibilización de las “letras” Mapuche

7 Luego de Escucha winka, nuevos textos Mapuche han ido destacando y aportando en la apertura del debate y el trabajo disciplinario. José Marimán en 2012 publicó Autonomía. Ese mismo año Héctor Nahuelpan y otros historiadores Mapuche editaron Ta iñ fijke xipa rakizuameluwün. Historia, colonialismo y resistencia desde el país Mapuche; también se presentó un dossier de historia Mapuche en la revista de historia social y de las mentalidades de la USACH15. El año 2014 destacaron los libros de jóvenes historiadores como José Luis Cabrera Llancaqueo y su trabajo Machi Mongen tani Santiago Warria New16 y más recientemente Fernando Pairican presentó Malón. La rebelión del movimiento mapuche17. Pedro Canales Tapia – En este sentido, Profesor Pinto ¿Qué opinión tiene usted sobre estas producciones historiográfcas? Jorge Pinto Rodríguez– A mí me parece que son aportes muy interesantes, porque son producto de una mirada distinta a la que tenemos los historiadores no mapuche, por lo tanto yo valoro el esfuerzo que están haciendo los jóvenes historiadores mapuche, porque me da la impresión que están contribuyendo notablemente al conocimiento que debemos tener de lo que ocurrió aquí en la región de La Araucanía. Creo que aportan no solo nuevas miradas, sino que refrescan la historiografía, la ventilan y de alguna manera aportan un conocimiento que nosotros no podemos producir. ¿Usted le haría alguna crítica a esta mirada propia de la historia que tienen estos investigadores? Si, yo me atrevería a formular un par de observaciones. Primero, en algunos autores, no en todos -no los voy a identificar en particular-, pero en algunos de ellos veo una dosis de resentimiento que es muy explicable, pero que a lo mejor sería conveniente contener, en la medida en que se está tratando de construir un conocimiento, que debería… no sé cómo decirlo precisamente, pero contener o bloquear esos factores

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que podrían quizás afectar un poco la mirada que se le quiere dar a los acontecimientos del pasado. Bueno, ellos mismos lo dicen en el “Escucha wingka”, “Muchos nos dirán resentidos y tal vez lo somos”, dicen ellos textualmente. Yo creo que eso podría generar una suerte de barrera. Los invitaría a reflexionar sobre eso. Eso en primero lugar. En segundo lugar, por lo mismo, yo creo que ellos también deberían hacer un esfuerzo por valorar lo que hacen algunos historiadores wingkas, en un esfuerzo por comprender mejor y desde una óptica distinta lo que se ha venido sosteniendo respecto de lo que ocurrió aquí en La Araucanía, de tal modo que yo, tal vez, recomendaría una cierta dosis de equilibrio en ese sentido, pero eso, naturalmente, no impide valorar lo que ellos están haciendo.

Viabilidad y permanencia historiográfica Mapuche

8 En 1989 nación el CEDM Liwen en Temuco. Su aporte a los estudios Mapuche fue innegable; por dicha institución pasaron importantes representantes Mapuche como Margarita Calfío, José Mariman, José Ancán y Pablo Mariman entre otros. En 2005 Liwen cerró sus puertas18. Hacía 2012 gracias a un esfuerzo colectivo surge la Comunidad de Historia Mapuche, la cual se organiza desde la autogestión e independencia de su proyecto respecto de la institucionalidad chilena, como una forma de viabilizar su proyección en el tiempo y constituir en un efectivo referente discursivo y político frente a la alteridad colonial. Con respecto a este movimiento historiográfco ¿Usted cree que va a permanecer en el tiempo?, ¿O a la larga está destinado a desaparecer, como le sucedió luego de dieciséis años el CEDM Liwen, por ejemplo? Pero Liwen hizo un aporte muy importante; creo que Liwen hoy día no tiene la prestancia que tuvo hace algunos años, pero sentó un piso a partir del cual muchos de estos jóvenes historiadores mapuche han empezado a operar, por lo tanto yo no desmerecería el aporte que hizo Liwen. Allí se forjaron los primeros historiadores de esta nueva generación de historiadores, entre ellos los hermanos Mariman, bueno, quien se alejó de la historia hoy día Alfonso Cayul y varios jóvenes que en los años 80-90 básicamente, a fines de los 90 yo creo, en la década de los 90, dieron forma a este movimiento que se asocio a Liwen. Que va a pasar en el futuro? Uno no tiene la bola de cristal para saber que va a pasar, pero yo creo que en la medida en que estos historiadores que han adquirido un cierto grado de madurez cómo Héctor Nahuelpan, Sergio Caniuqueo o Pedro Mariman, bueno a la cabeza de ellos José Mariman, Pablo Mariman, en la medida en que ellos se propongan formar nuevas generaciones de historiadores mapuche, incorporando aún a jóvenes historiadores no mapuche, creo que se van a proyectar en el tiempo. Por lo tanto yo tengo la confianza y la esperanza, la esperanza más bien, de que ellos van a ser capaces de proyectarse en el tiempo. Respecto a lo que usted señalaba hace un momento. Los trabajos de historiadores Mapuche han sido “virulentos contra algunos trabajos de profesores e investigadores wingka o no mapuche, ¿Cómo evalúa esta actitud? Yo los invitaría a reflexionar sobre lo mismo, porque no se puede desconocer el aporte que ha hecho José Bengoa por ejemplo. La verdad es que estos jóvenes historiadores están muy marcados por quienes han sido sus maestros en la

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universidad, no mapuches y yo creo que las disputas que hay entre los historiadores no mapuche sobre los temas que tienen que ver con lo que ocurrió aquí en La Araucanía, la disputa entre esos profesores, de algún modo se expresa en los juicios de estos historiadores, que paradojalmente hoy día se sienten muy cercanos a historiadores, cuya producción historiográfica en este último tiempo, yo creo que a lo menos es discutible, a lo menos es discutible. Pero fueron estos profesores, cuya producción hoy día es discutible, los que los han marcado sobre todo en la Universidad de Chile. Entonces yo los invitaría a reflexionar, porque no se puede desconocer el aporte que hizo José Bengoa, es imposible. Ellos hablan de un amiguismo también, en general yo creo que esas actitudes poco contribuyen a generar una cierta solidaridad en el proceso de construcción de conocimiento, sea mapuche o no mapuche. Yo sobre eso los invitaría a reflexionar. Existen interlocutores chilenos que clasifcan como racista la actitud de algunos investigadores Mapuche, por ejemplo cuando fundan la Comunidad de Historia Mapuche sólo con miembros Mapuche ¿Es contraproducente aquello? ¡No!, no lo considero racista porque es el mismo derecho que tenemos los historiadores latinoamericanos a plantear una historia latinoamericana. Los historiadores chilenos a la hora de plantear una historiografía chilena, los historiadores argentinos… Yo creo que eso corresponde a un sentimiento de identidad que se expresa en cualquier parte del mundo, por lo tanto yo no lo consideraría una postura racista. Ahora, por otra parte, en este último tiempo ellos se están abriendo a jóvenes historiadores no mapuche que están participando, colaborando. Tu mismo no eres un historiador mapuche, por lo tanto yo no diría que no… se observa una apertura en estos jóvenes historiadores, que están incorporando a jóvenes historiadores. Creo que más bien es un tema generacional de jóvenes mapuche que se encuentran con su historia aquí en la Universidad de La Frontera, porque la mayoría se formó aquí en la Universidad de La Frontera, por no decir casi todos. Bueno, hay algunos que no se han formado en la Universidad de La Frontera y que no tengo tan claro que estén incorporados a este grupo de historiadores mapuche; el Fernando Pairican por ejemplo, entre otros. No sé si estará incorporado, yo en realidad no he conversado últimamente con Fernando, pero me da la impresión de que no están incorporados. También el antropólogo Enrique Antileo, entre otros… Exactamente, hay varios más… Cesar Loncón que estuvo haciendo algunos aportes interesantes tiempo atrás. No sé si estarán incorporados, pero yo no los considero racistas. Me parece muy legítimo que ellos generen una producción historiográfica en su condición de historiadores mapuche. Y en segundo lugar, porque creo que en este último tiempo ha habido una apertura de parte de ellos. Yo valoro mucho el trabajo de Sergio Caniuqueo, creo que de estos jóvenes historiadores al que veo con más porvenir es a Sergio Caniuqueo. Un historiador mapuche que ha madurado, un historiador mapuche que está participando de una serie de proyectos, un historiador mapuche que ha trascendido a La Frontera. Héctor Nahuelpan ha hecho aportes muy interesantes y, por cierto, los más maduros como los hermanos Mariman y otros jóvenes historiadores que hoy día están en el extranjero.

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A propósito de enfoques y disputas

9 Los historiadores y cientistas sociales chilenos que han estudiado en los últimos años la historia Mapuche han ido poniendo el acento en aspectos que vinculan directamente a los Mapuche con las diferentes aristas de la historia chilena, occidental, capitalista y republicana. En este sentido, la centralidad de la lógica y sabiduría Mapuche, siempre fueron quedando relegadas a un segundo plano, lo cual establece un control de corte colonial, que tiende a poner cerrojo a las expresiones históricas Mapuche. En parte, es lo que Héctor Nahuelpan denomina las “zonas grises” de la historia Mapuche19. Respecto a este diagnóstico colonialista que hacen autores Mapuche ¿Qué comentarios tiene usted de este diagnóstico contra la historiografía chilena? Tengo la impresión de que ellos tienen el legítimo derecho a calificar la historiografía no mapuche del modo que la califica. Es un derecho muy legítimo, por lo tanto yo no cuestionaría aquellas observaciones, porque son producto de una vieja historia colonialista que ya no tiene que ver con los historiadores no mapuche, sino que tiene que ver con lo que hizo la Corona y con lo que hizo el Estado. Por lo tanto, en tanto a nosotros nos ven como historiadores miembros del Estado chileno, es obvio que tengan la tentación de considerarnos historiadores colonialistas. Creo que no está la intención en nosotros de ser historiadores colonialistas, pero como este tema no lo hemos discutido con ellos, yo no recuerdo algún foro en donde yo haya estado presente, en que se haya discutido esto, me quedo con la idea de que tienen legítimo derecho a hacer las observaciones que ellos están haciendo, cómo yo también tengo derecho a hacer algunos cuestionamientos a la labor que ellos hacen. Eso está dentro de las reglas del juego y el respeto es lo que se impone en este caso. Profesor, con respecto a Sergio Caniuqueo, Héctor Nahuelpan, Pablo Mariman y otros historiadores Mapuche que en estos momentos están en un fuerte proceso de producción intelectual, ¿Cuál es su evaluación respecto del trabajo intelectual de ellos? A ellos no les gusta que los llamemos intelectuales mapuche. Exactamente, no les agrada y tiene sus razones. Pero es que no tengo otro término en realidad. Podríamos hablar de historiadores mapuche. Yo hablaría de historiadores mapuche, tratándose de esta gente que se ha formado en el campo de la historia. No sé como denominar a Pedro Cayuqueo que es un periodista, pero que a la vez es un intelectual mapuche, a Fernando Pairican que desborda muchas veces la historia, para analizar temas contingentes. El propio José Mariman. José Mariman, yo creo que ha desbordado la historia, se ha incorporado hoy día o ha incorporado su acervo a la ciencia política. Para mi José Mariman por ejemplo, es básicamente un intelectual mapuche20. Un intelectual mapuche que con los años se va a convertir en un sabio, como los viejos sabios mapuche. ¿Qué les podría decir a estas nuevas generaciones Mapuche que se están formando en la Universidad de La Frontera y otras Universidades, que están incursionando en estos estudios y se han ido organizando en colectivos como el grupo de descolonización Leeliaiñ Taiñ Aiwiñ, que funcionó hace un tiempo, en donde destacaban Sergio Caniuqueo, Jaime Antimil, Juan Porma y chilenos como Patricio Macaya. Que perseveren, que no se desanimen por las dificultades que tienen, yo entiendo, en el ámbito laboral. Estos jóvenes no tienen el suficiente apoyo, solo uno y otro hoy está instalado en el sistema universitario. Recuerda el caso de Héctor Nahuelpan, que está

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con una beca pos doctoral acá en la Universidad de La Frontera que tiene medianamente resuelta con el tiempo su situación económica, pero conozco de los sacrificios que tiene que hacer Sergio Caniuqueo, que tiene que hacer Pablo Mariman. No se desalienten, que perseveren, que sigan. Que lo están haciendo bien y que el país necesita una generación de historiadores mapuche, sobre todo una generación de historiadores jóvenes y que tendrán siempre aquí, en nosotros, los historiadores de la Universidad de La Frontera, el apoyo que ellos requieran, de manera que mis palabras son de estímulo y de confianza en que van a ser capaces de salir adelante con su proyecto y sobre todo en este país, que no se ha caracterizado por una mirada muy amplia. A abrir la consciencia a un tema que muchos chilenos que nosotros hemos olvidado, hemos invisibilizado.

De la historia a la política: figuras y movimientos

10 El escenario actual en Chile, a la hora de discutir de la situación social, política y/o cultural Mapuche, necesariamente se relaciona con figuras destacadas como el Intendente de la Araucanía, Francisco Huenchumilla o el actual embajador en Guatemala, Domingo Namuncura. En caso Huenchumilla ha sido parte del proceso Mapuche por instalar sus voces, demandas y propuestas en mesas de discusión nacionales. Dicho intendente ha dado declaraciones impensadas en otras épocas: ha sindicado al estado como responsable de la situación de violencia vivida en la región; ha pedido perdón a nombre del Estado a los Mapuche por la violencia y abusos en su contra y ha dicho que se quemaría a lo bonzo para asegurar la “paz social” en su región21. Salgamos un instante del debate central de esta conversación. A propósito de la coyuntura nacional y la fgura del Intendente Huenchumilla y todo el revuelo que ha causado su actuar político ¿Cree que en Chile y en la región de la Araucanía se está produciendo algún tipo de proceso de descolonización?, ¿Cuál, cree usted, que es el propósito político de Intendente y su actuar? La actitud de Huenchumilla no es nueva, de ninguna manera. Yo hace ya 14 años publiqué por primera vez el libro “La formación del Estado, la nación y el Pueblo Mapuche”, y en ese libro yo incorporo expresiones de Francisco Huenchumilla. Yo estoy hablando de fines de los años 90.Y en esta oportunidad Huenchumilla hacía algunos planteamientos que yo recogí cuando Huenchumilla, si mal no recuerdo era Parlamentario o era Ministro Secretario General de Gobierno y Huenchumilla aparece aquí en el texto, en la contratapa [Jorge Pinto procede a mostrar un ejemplar de la primera edición del texto mencionado], yo digo lo siguiente, cito a Aukan Huilcaman sin nombrarlo, vientos de guerra en La Araucanía estoy diciendo yo y Aukan señalaba que la nacionalidad chilena es una idea que no tiene más de 200 años, mientras que la mapuche tiene miles de años. Y aquí cito entre comillas, “(…) la sociedad de hoy agregaba un diputado de la zona - en ese tiempo era diputado Huenchumilla- está pagando los pecados cometidos hace 120 años en la mal llamada Pacificación de La Araucanía. El Ministerio del Interior y la Intendencia cometen un grave error –o comenten un error, para ser más preciso- al pensar que el problema mapuche se reprime como se hace con las protestas en Santiago. De esa forma solo se toca la superficie y no se va al fondo del asunto (…)” Esta es una cita textual del actual Intendente Huenchumilla, y esto lo planteo

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Huenchumilla en los años 90, por lo tanto, quienes han seguido la trayectoria de Huenchumilla no tendrían por qué sorprenderse de lo que está planteando hoy día. Estuve con Francisco Huenchumilla el año pasado en ENAMA, en ese momento, en la reunión de ENAMA, Huenchumilla, no era Intendente todavía; planteó que el tema de las forestales tenía que enfrentarse ahí. Es más, el planteo allí de sacar a las forestales de la región. Entonces Huenchumilla ha tenido una trayectoria muy coherente y en este sentido a mi no me han sorprendido sus declaraciones como Intendente de la región y yo las comparto plenamente. El intendente ha dicho que está dispuesto a hacer todo lo posible por instalar la paz acá en la región, porque tenemos que resolver este conflicto que de otra manera está hipotecado el futuro de la Araucanía, de tal manera que yo no solo comparto los dicho de Huenchumilla, sino que quiero destacar que lo que viene planteando hoy día como intendente es lo que ha venido sosteniendo Huenchumilla desde hace muchos años. Huenchumilla fue invitado a presentar este libro, lo presentó aquí en Temuco y yo, precisamente, lo invité a presentarlo, porque yo había recogido de la prensa estas citas del entonces diputado Francisco Huenchumilla22. ¿Cuál será el futuro del actuar político de Huenchumilla?, ¿En qué va a terminar la tensión entre este Intendente Mapuche y las fuerzas que rechazan su estilo y decisiones? Eso dependerá de la manera de cómo se comporte la fuerza política del país. Yo creo que es incierto saber lo que va a pasar, a lo menos a colocado el tema en la agenda pública. Ha generado una mayor sensibilidad. Yo voy a estar probablemente en un foro con Francisco Huenchumilla y el Senador Espina, e próximo mes. En septiembre creo que está convocado un foro y ahí voy a poder conocer más a fondo lo que está planteando Huenchumilla en términos de una estrategia política. Lo que yo veo en Huenchumilla hoy día es una coherencia con lo que él ha venido planteando, pero no se hacia donde apunta en términos concretos, porque yo no estoy interviniendo en el mundo político y no sé cuales con las alianzas, cuales son los puntos de apoyo de Huenchumilla, al margen de las declaraciones de buena crianza que hace el Ministro del Interior y la presidencia de la República en el sentido de apoyarlo. Profesor, y acá en el debate, ¿Cuál es la influencia que puede tener la Universidad de La Frontera como universidad regional a este debate? Lamentablemente es muy poca. Yo creo que la Universidad de La Frontera se ha desentendido de este tema. Yo creo que hay razones que tienen que ver con lo que es la Universidad de La Frontera como universidad estatal, comprometida con todos los sectores de la sociedad regional. Yo creo que en ese sentido, quizá una de las críticas que yo le podría hacer a la Universidad de La Frontera, es haber tenido, como institución, quizás, la palabra es fuerte, pero quizás falta de valentía para enfrentar esta situación. Denunciando los abusos, pero al mismo tiempo proponiendo soluciones, pensando que este es un tema que afecta tanto a las comunidades mapuche como a los agricultores de la región. O sea la Universidad de La Frontera podría ser un agente mediador hoy día quizás, por el peso que tiene una universidad estatal en una región como esta. Pero lamentablemente yo creo que los vientos que soplan en la Universidad de La Frontera se han alejado un poco de este conflicto, con el cual –parece- las autoridades no quieren comprometerse, involucrarse.

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Lo último ¿Cómo visualiza la lucha del movimiento indígena en Chile respecto de experiencias como la boliviana y ecuatoriana? Yo creo que en los últimos 20 años se ha ido produciendo simultáneamente en América Latina movimientos indígenas que han brotado en México, en Guatemala, en Ecuador, en Perú, en Bolivia, en Argentina y en Chile por cierto. En algunas partes con más fuerza y en otras con menos fuerza, pero es que yo diría que a partir de los años 90 América Latina cambia y empiezan a levantar su voz estos grupos que habían sido invisibilizados, sometidos, aplastados muchas veces. Yo diría que estos movimientos tienen su propia energía. Están asociados a fuerzas muy profundas que han recorrido una larga historia, pero también están marcados por las coyunturas que vivimos en América Latina. Nunca olvida las palabras de Domingo Namuncura, que entiendo que hoy día está de embajador allá en Guatemala. Namuncura cuando escribió el libro sobre Ralco, tiene que haber sido a mediados de los 90, Namuncura recordó una reunión que se hizo en Atacama, San Pedro de Atacama, una reunión que convocó a los pueblos originarios de todo Chile y en ese momento el dijo “(…) nosotros venimos desde largas distancias a juntarnos acá en San Pedro de Atacama, pero no solo venimos desde largas distancias, sino que también venimos de una larga historia de represión, de invisibilización, de olvido, de postergación (…)” Y ese largo recorrido de discriminación, de represión, se ha ido instalando en la memoria colectiva. Creo que ese es el punto de partida de estos movimientos que surgen en Chile, en Ecuador y en varios otros países. Pero también matizados por las coyunturas de la época. Así es que confianza a estos jóvenes historiadores mapuche. Que perseveren.

Conclusiones

11 Luego de 2006 los estudios Mapuche fueron incluyendo de manera permanente la discusión en torno al colonialismo chileno y las formas que este ha ido asumiendo a lo largo de los años. Jorge Pinto en la Universidad de La Frontera fue protagonista activo de la erección de este diagnóstico. En otras zonas de América Latina, los estudios post coloniales y otros denominados decoloniales, hay detenido su preocupación en los aspectos adaptativos, culturalmente, de los pueblos indígenas de la región. Salvo contadas excepciones, no escudriñan mayormente en las propuestas políticas de transformación y cambio y menos dialogan para lograr, con referentes indígenas23.

12 Ahora bien, son muchas las interrogantes que desnudan las palabras de Pinto a la hora de referirse a los investigadores y cientistas sociales Mapuche que han ido poniendo en la palestra, aspectos que en discusiones pretéritas no se vislumbraban. El autor, por ejemplo, hace mención al tono del lenguaje de algunos interlocutores Mapuche, especialmente cuando critica el tenor de referencias a trabajos de historiadores chilenos como Bengoa, indica él. 13 Las preguntas entonces se multiplican y focalizan la atención de la discusión. ¿Estamos frente a una nueva semántica histórica? ¿Son los estudios Mapuche ejercicios que más que descomprimir han afectado los vasos comunicantes entre especialistas? ¿Es el colonialismo y su peso justificativos que den pie a la no – comunicación con otros, con investigadores no indígenas? ¿O es de esperar que el diagnostico de descolonización

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que se ha ido articulando pueda ser un eje transversal en la historiografía, universidades y foros que existen en este país? Frente a este panorama, podemos articular al menos tres indicaciones para la reflexión y el análisis. 14 La primera de ellas tiene que ver con la preocupación de Jorge Pinto respecto del aporte de los estudios históricos Mapuche acerca de su pueblo, en escenarios urbanos y rurales. Al respecto, este premio nacional, es tajante en apoyar las nuevas miradas, más aún cuando varios de estos estudiosos fueron sus estudiantes en aulas universitarias en Temuco; no obstante, este respaldo no se engarza a una propuesta política de fondo en este autor. Lo que Pinto plantea es valioso pero “no se sale” de lo que ya ha dicho anteriormente, específicamente cuando hace suyo el peso de la historia regional y reconoce que la Araucanía es un espacio excepcional sobre el cual se deben tomar medidas excepcionales para lograr, en palabras del intendente Francisco Huenchumilla, la “paz social”.

15 Este punto, nos lleva a una segunda consideración. Si bien este autor, no rechaza el diagnóstico que apunta al colonialismo chileno como gran motor de la situación de discriminación, violencia y pauperización Mapuche, tampoco se suma a este debate. En términos teóricos, la postura de este autor es eminentemente una opinión personal en base a la experiencia propia y el vínculo con ex alumnos Mapuche. Su mirada política centra su mirada en relaciones de poder entre Mapuche y chilenos, mediadas por el Estado. En este ápice, el autor reconoce el aporte a la historia de varios referentes Mapuche como José Mariman, Pablo Mariman, Sergio Caniuqueo, Héctor Nahuelpan, y uno que no fue su alumno, Fernando Pairican. En este núcleo, Pinto referencia su anhelo de comunicación permanente y trabajo historiográfico riguroso. 16 Por último, en tercer término, las palabras de Jorge Pinto dan pie a proyectar como corriente historiográfica, el impulso Mapuche por escribir desde sus propios sitios, la historia de los suyos; considerando el kimün o conocimiento Mapuche, sus instituciones comunitarias, los aspectos pedagógicos de estos y las nuevas realidades en la ciudad – warria, espacios en los que a diario se resignifica la existencia y los códigos de vida. 17 El sueño de Pinto pasa por la reparación del Estado chileno a los Mapuche. Se refiere a nuevas expresiones de comunicación y entendimiento; esto quedó más que claro en la entrevista que Pedro Cayuqueo le hizo a este profesor en el capítulo cinco del programa Kulmapu, cuando Pinto indica que a principios del siglo XIX hubo una gran admiración hacia los Mapuche, como necesidad de crear un discurso épico de fundación del país. Para este autor, esta referencia decimonónica es clave pues hace referencia a una readecuación que transforma la identidad en sujeto de estudio y da pie a la construcción de nuevos imaginarios; lo que pinto denomina “cruzar puentes”, concluyendo que “(…) la historia marcada por la tristeza, el abusos, la violación es la que tenemos que tratar de superar” 24.

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NOTAS

1. Mariman, José (1992). “Cuestión Mapuche, Descentralización del Estado y Autonomía Regional.” En Rehue Foundation. www.xs4all.nl/~rehue/art/jmar1.html 2. Ancan, José (1994). “Los urbanos: Un nuevo sector dentro de la sociedad mapuche contemporánea”, Pentukun 1. Temuco: Instituto de Estudios Indígenas, Universidad de la Frontera. 3. Marimán, Pedro (1998). La Diáspora Mapuche: una Reflexión Política” En Liwen Nº 4. Temuco: Centro de Estudios y Documentación Mapuche Liwen. p. 216. 4. Ancan, José (2002). Historias de familia. Temuco: CEDM Liwen. 5. Villalobos, Sergio (1995). Vida fronteriza en la Araucanía. Santiago: editorial Andrés Bello. 6. Foerster, Rolf y Montecino, Sonia (1988). Líderes, contiendas y luchas mapuche. Santiago: CEM. 7. Bengoa, José (1985). Historia del pueblo mapuche. Santiago: Ediciones Sur. 8. Ver Canales, Pedro (2010). Tierra e Historia. Estudios y controversias acerca de la historia Mapuche en Chile. 1950-2010. La Serena: Universidad de La Serena. 9. Bengoa, José (1999). Emergencia indígena. Santiago: Fondo de Cultura Económica. 10. Pinto, Jorge (2001). Formación del estado y pueblo mapuche. De la Inclusión a la exclusión. Santiago: IDEA-USACH. 11. Canales, Pedro (2010). Tierra e Historia…Op. Cit. 12. Pinto, Jorge (1996). “Del antiindigenismo al proindigenismo en Chile en el siglo XIX”, en Jorge Pinto (edit) Del discurso colonial al proindigenismo. Temuco: Ediciones Universidad de La Frontera. p. 107. 13. Pinto, Jorge (1998). “Araucanía, 1750-1850. Un mundo fronterizo en Chile a fines de la Colonia y comienzos de la República”, en Jorge Pinto (edit) Modernización, inmigración y mundo indígena. Temuco: Ediciones Universidad de La Frontera. p. 111. 14. Diario Austral. Temuco. 2012: 8. 15. Ver Nahulpan, Héctor et al (2012). Ta iñ fijke xipa rakizuameluwün. Historia, colonialismo y resistencia desde el país Mapuche. Santiago: Comunidad de historia mapuche; Ver revista de historia social y de las mentalidades. Nº 16. 2013. USACH. 16. Cabrera Llancaqueo, José (2014). Machi Mongen tani Santiago Warria New. Santiago: Grupo de trabajo Kuifike. 17. Pairican, Fernando (2014). Malón. La rebelión del movimiento mapuche, 1990-2010. Santiago: Pehuén editores. 18. Marimán, Pablo (2011). “Pensar y hacer como Mapuche”. Lasa Forum. Volumen XLIII. Chicago: Latin American Studies Association. 2013. pp. 14-16.

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19. Ver Nahuelpán, Héctor (2013). “Las ‘zonas grises’ de las historias Mapuche”. Revista de Historia Social y las Mentalidades. N° 17. Santiago: USACH. 20. Canales, Pedro (2012). “Intelectualidad mapuche, problemáticas y desafíos. Conversación con el historiador José Marimán Quemenado”. Revista Cuicuilco, Núm 63, México: Escuela Nacional de Antropología e Historia. p. 223. 21. El Diario Austral de Temuco desde marzo de 2014 ha seguido en detalle la seguidilla de declaraciones del Intendente. Organizaciones de agricultores y colonos han pedido en más de una ocasión la renuncia de la autoridad, acusándolo de parcial frente a lo que se ha dado a llamar el “conflicto Mapuche”. 22. El libro al que Jorge Pinto se refiere es a La Formación del Estado y el Pueblo Mapuche. De la inclusión a la exclusión. Editado en 2001 por el Instituto de Estudios Avanzados de la USACH. 23. En los últimos años en Chile han proliferado los libros que se detienen el esta discusión. Algunos ejemplos: NAHUELPAN, Héctor et al (2012). Tai ñ fijke xipa rakizuameluwün, historias, colonialismo y resistencia desde el país Mapuche. Temuco: Edición Comunidad de Historia Mapuche; PAIRICAN, Fernando (2014). Revista de historia social y de las mentalidades. Nº 17. Santiago: USACH; OLIVA, Elena, STECHER, Lucía y ZAPATA, Claudia (2013). Frantz Fanon desde América Latina. Lecturas contemporáneas de un pensador del siglo XX. Buenos Aires: Corregidor y CNALES, Pedro y REA, Carmen (2013). Claro de luz. Descolonización e “intelectualidades indígenas” en Abya Yala. Chile: IDEA-USACH. 24. Ver http://www.cnnchile.com/programa/kulmapu/capitulo/2431

RESÚMENES

En el siguiente trabajo se presenta una mirada panorámica de la situación actual de lo que se ha dado a llamar Historiografía Mapuche. Por medio de la una conversación franca y necesaria con el historiador chileno y premio nacional e historia, Jorge Pinto Rodríguez, se va articulando una discusión que da cuenta de desafíos y proyecciones tanto para los investigadores y cientistas sociales Mapuche como en los procesos de dialogo con sus pares chilenos.

In this paper a panoramic view of the current situation of what has been called Mapuche Historiography is presented. Through frank and necessary conversation with the Chilean historian and national and history prize, Jorge Pinto Rodriguez, it will articulating an argument that accounts for challenges and projections for both researchers and social scientists Mapuche as in the processes of dialogue with their Chilean counterparts.

ÍNDICE

Keywords: Mapuche historiography, Mapuche intellectuals, recent Chile, indigenous status, Chilean Mapuche dialogue Palabras claves: historiografía mapuche, intelectuales mapuche, Chile reciente, situación indígena, dialogo mapuche-chileno

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AUTORES

PEDRO CANALES TAPIA

Chileno. Doctor. Académico e Investigador. Instituto de Estudios Avanzados. Universidad de Santiago de Chile. [email protected]

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Fuerzas motrices y perspectivas de la revolución rusa Karl Kautsky 1906 Drivers and perspectives of the Russian revolution. Karl Kautsky 1906

Daniel Gaido y Paula Avila

REFERENCIA

Fuente: Karl Kautsky, “Triebkräfte und Aussichten der russischen Revolution”, Die neue Zeit, 25. 1906-1907, 1. Bd., H. 9-10, S. 284-290, 324-333.

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 3 mayo 2015 – Aceptado: 27 junio 2015

Introducción

1 “Fuerzas motrices y perspectivas de la revolución rusa” es el título del artículo de Karl Kautsky que surge como respuesta al cuestionario que G. V. Plejánov envió en octubre de 1906 a líderes de la socialdemocracia internacional, solicitándoles formalmente su opinión sobre la situación rusa: “La importancia creciente para el movimiento obrero mundial de la opinión del socialismo internacional me incita a recurrir a usted … para conocer sus puntos de vista sobre la situación extraordinariamente seria en la que se encuentra actualmente Rusia. […] 1) ¿Cuál es el carácter general de la Revolución rusa? ¿Estamos frente a una revolución burguesa o socialista? 2) En vista de los desesperados esfuerzos realizados por el gobierno ruso para aislar el movimiento revolucionario, ¿cuál debería ser la posición del partido Social- Demócrata ruso respecto a la burguesía democrática, la cual, a su manera, también

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pelea por la libertad política? 3) ¿Cómo pueden las tácticas del partido de la Social Democracia, respecto a las elecciones a la Duma, utilizar las fuerzas de los partidos de la oposición burguesa en la lucha contra el antiguo régimen, y al mismo tiempo permanecer fiel al punto de vista de la resolución de Amsterdam?” (Baron 1995, pp. 117-18 y 120).1 2 Recibe doce respuestas de figuras británicas (Harry Quelch y Fedor Rotshtein), belgas (Camille Huysmans, Emile Vandervelde, y Edouard Anseele), francesas (Jules Guesde, Paul Lafargue, Edouard Vaillant, y Edgar Milhaud), italianas (Enrico Ferri y Filippo Turati), y una alemana (Karl Kautsky), de las cuales once son publicadas en Sovremennaia zhizn´ (Vida Moderna) (Baron 1995, p. 118). En parte debido a la forma en que son redactadas las preguntas (forma que Lenin abiertamente califica de subterfugio y Trotsky sutilmente ironiza respecto de su carácter “ideológicamente imparcial”), las respuestas en su conjunto, apoyan la postura Menchevique: la revolución rusa no es socialista, a lo sumo es burguesa con elementos socialistas, el boicot a la Duma es considerado un error y la cooperación con los partidos de la oposición burguesa, esencial.

3 La respuesta de Kautsky fue la única que no fue publicada por Plejánov, aunque sí por el mismo Kautsky en Die neue Zeit como un artículo en dos entregas, y también en cuatro ediciones rusas, una con un prefacio de Trotsky (Trotsky 1907, pp. 122-48) y otra con uno de Lenin (Kautsky 1906, pp. 1-7; Lenin 1906a, pp. 408-13), ambos incluidos en esta traducción. 4 Podemos imaginarnos las razones de la no publicación de la respuesta de Kautsky por Plejánov. Si bien la respuesta es cautelosa y lo suficientemente ambigua para que tanto Lenin como Trotsky la consideren como una ratificación de sus teorías, es categórica en rechazar la posibilidad de una coalición con la burguesía, la postura que Plejánov avalaba. Trotsky expone claramente esta táctica de Plejánov en su artículo Tres concepciones de la Revolución Rusa de 1939, al mencionar que éste separaba la revolución burguesa de la revolución socialista, estableciendo para cada una de ellas combinaciones de fuerzas diferentes y momentos distintos. La conquista de la libertad política era una tarea de la revolución burguesa, la cual sólo podía ser lograda por la burguesía liberal en alianza con el proletariado. La revolución socialista, llevada a cabo por el proletariado directamente enfrentado con la burguesía, era pospuesta para un futuro indefinido cuando el desarrollo capitalista de las fuerzas productivas alcanzase un nivel superior (Trotsky 1939, p.56). 5 Más allá de la fallida intención de Plejánov de pretender apoyar su punto de vista en la opinión de uno de los grandes teóricos que produjo el marxismo, la respuesta que el cuestionario motiva de Kautsky muestra la dirección general del debate ideológico que tenía lugar en Rusia como consecuencia de los eventos de la Revolución de 1905. Dicho debate giraba, en el seno de la Socialdemocracia, en torno al carácter general de la Revolución Rusa y su dinámica interna de clase, planteando así concretamente la cuestión del poder revolucionario (Trotsky 2006, p. 13). Las implicancias de este debate también son puestas de manifiesto por Trotsky: El carácter de la revolución rusa era la cuestión principal alrededor de la cual se agrupaban, según la respuesta que daban, las diversas corrientes de ideas y organizaciones políticas en el movimiento revolucionario ruso. En la propia Socialdemocracia esta cuestión provocó, desde que comenzó a plantearse de forma concreta debido al curso de los acontecimientos, las divergencias de opiniones más grandes. Desde 1904, estas divergencias de opiniones se han expresado en dos corrientes básicas: el menchevismo y el bolchevismo (Trotsky 1906, p. 29).

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6 Es importante recordar, ante estas divergencias en el seno de la Socialdemocracia rusa, que Kautsky, al no estar familiarizado con el idioma ruso y no poder leer los documentos rusos de manera directa, sin intermediarios, fue deliberadamente cuidadoso y ambiguo en su contestación, ya que no deseaba exacerbar las diferencias entre los socialdemócratas rusos, en particular sobre el rol del campesinado. Decimos que esta era una actitud deliberada, ya que, según Steenson, Kautsky estaba al tanto de las divisiones internas en el movimiento ruso, aunque no demasiado familiarizado con las diferencias tácticas, como él mismo lo afirma en el artículo (Steenson 1991, pp. 136-7). Tanto Lenin como Trotsky invocaron su autoridad para respaldar sus posturas, lo cual muestra el gran respeto que todos los círculos de la Social Democracia rusa sentían hacia Kautsky y la contundencia de su respuesta, que implicaba una refutación del menchevismo.

7 En concreto, Lenin afirmó en el prefacio a la traducción rusa del artículo de Kautsky que sus proposiciones eran una brillante confirmación de la táctica de los bolcheviques. También se manifestará en igual sentido en una crítica publicada en el periódico Proletarii, en esta ocasión invocando a Kautsky para apoyar su defensa de la posición de la Social Democracia revolucionaria contra el oportunismo (Lenin, 1906b, pp. 372-3). Trotsky, por su parte, en el prefacio que incluimos a continuación, se refirió al trabajo de Kautsky como una reivindicación de sus ideas sobre la revolución permanente, tal como la expuso en Resultados y Perspectivas, encontrando entre ambos un desarrollo casi idéntico, circunstancia que encuentra de lo más gratificante. 8 Esto no es algo aislado, por el contrario, Trotsky apeló en reiteradas oportunidades a la autoridad de Kautsky, tanto en la obra mencionada como así también en su libro 1905. Tampoco es casual, ya que Kautsky fue el primer marxista de Europa Occidental en emplear la teoría de la revolución permanente en conexión con los eventos del Imperio Ruso. Ayudó a iniciar el debate respecto a la revolución permanente en su artículo “Los eslavos y la revolución”, publicado en Iskra el 10 de marzo de 1902. En 1903 redactó la introducción a una edición polaca del Manifiesto Comunista, en la cual encontramos una referencia explícita a la “Circular del Comité Central de la Liga Comunista” de marzo de 1850 así como una mención a “una revolución burguesa que, al hacerse permanente, crece más allá de sus propios límites y se desarrolla como una revolución proletaria” (Kautsky 1904b). Luego del estallido de la revolución de 1905, Kautsky también empleó repetidamente la expresión “revolución permanente” en una serie de artículos publicados en julio en Die neue Zeit (Kautsky, 1905), bajo el título “Las consecuencias de la victoria japonesa y la Social Democracia.” En diciembre de 1905 Kautsky publicó el artículo “Vieja y Nueva Revolución”, donde declaraba que la Revolución Rusa “promete inaugurar […] una era de revoluciones europeas que culminará con la dictadura del proletariado, preparando el camino para el establecimiento de una sociedad socialista” (1905b, pp. 3-5). Al mes siguiente, reimprimió la sección de su libro sobre la revolución francesa que describía la política de los sans-culottes en 1793-4 como una de estrategia de revolución permanente, en un folleto publicado en conmemoración del primer aniversario del “Domingo Sangriento” (Kautsky, “Die Sansculotten der französischen Revolution” –originalmente publicado como Kaustky 1889b— en Kautsky 1906a, pp. 11-12). La serie de estas publicaciones donde se hacen referencias expresas a la teoría de la revolución permanente se completa con el artículo incluido en esta traducción.

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9 Esto ayudará, esperamos, a superar la visión anacrónica del Kautsky anterior a 1910 como un apóstol del quietismo y como un reformista oculto tras una fraseología revolucionaria, un anacronismo que ya fue objeto de crítica por su principal biógrafo, Marek Waldenberg. En su libro, que lamentablemente no fue traducido al español, considera que no es correcto juzgar toda la obra de Kautsky en función de sus ideas posteriores al estallido de la guerra. Esta postura es propia de aquellos que, como Karl Korsch, ven su pensamiento como un todo que evolucionó desde un cripto-revisionismo a un revisionismo abierto (Waldenberg, 1980, p. 898.). En el obituario que Trotsky escribe con motivo del deceso de Kautsky en 1938 podemos ver con toda claridad, que ésta no era la postura de Lenin y Trotsky antes de la Primera Guerra Mundial.2 Finalmente, creemos que es importante destacar dos ideas rectoras que pueden ayudar a una mejor comprensión del artículo de Kautsky: — Primero, Kautsky advierte a sus lectores que la Revolución de 1905 los estaba enfrentando a situaciones completamente nuevas y a problemas para los que ningún modelo anterior era adecuado. “La historia no se repite”: las analogías entre la revolución rusa y la gran revolución francesa no convertían a la primera en una simple repetición de la segunda (Trotsky 1906, p. 52) y mucho menos proporcionaban soluciones a los problemas acuciantes de la sociedad rusa. Como gran teórico del marxismo que era, Kautsky comprendía acabadamente que éste es un método de análisis de las relaciones sociales y como tal, existen riesgos en pretender convertir un comentario histórico relativo del marxismo en un teorema secular.3 — Segundo, Kautsky sostiene que la era de las revoluciones burguesas ha terminado en Europa. Con esto quiere decir que la burguesía ya no es una fuerza motriz de la revolución: es ahora el tiempo del proletariado, como clase independiente y con objetivos revolucionarios también independientes. Partir de esta noción hace absolutamente irrelevante el planteo de una posible coalición con la burguesía liberal. Esto es aplicable asimismo a Rusia, a pesar de su atraso secular: un país cuya superficie representaba la sexta parte de la superficie del planeta (5.400.000 kilómetros cuadrados de tierra en Europa y 17.500.000 en Asia), contaba en 1905 con una población de 150 millones de personas, de las cuales 1.430.000 vivían en San Petersburgo y 1.100.000 en Moscú, y poseía la industria más concentrada de Europa combinada con la agricultura más atrasada. El estado de la autocracia zarista, a medio camino entre el absolutismo europeo y el despotismo asiático, era completamente parasitario y consumía una enorme proporción de la riqueza social en gastos militares y suntuarios. La inmensa mayoría de la población, dispersa en aldeas campesinas, contrastaba con los habitantes de las ciudades, que pasaron de ser centros administrativos a ser centros industriales, sin transitar el camino del artesanado y de los gremios. El proletariado, por ende, no tenía raíces artesanales sino que provenía directamente del campesinado y poseía una importancia económica extremadamente significativa a pesar de su debilidad numérica. Frente a él, se alzaba la burguesía compradora, en gran parte directamente extranjera o bien ligada a los subsidios del estado absolutista, y por ende políticamente cobarde. Esta clase social, que debería haber liderado la revolución democrática, tenía vínculos estrechos con la gran propiedad terrateniente, y aunque odiaba la autocracia, más aún temía al proletariado. La pequeña burguesía urbana era casi inexistente e incapaz de asumir las tareas de la revolución junto a la intelectualidad desclasada y radicalizada. Las descripciones de la época abundan en detallar situaciones de una enorme miseria, descontento campesino y una opresión feroz de las minorías

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nacionales, que comprendían más de la mitad de la población del imperio ruso (aproximadamente el 55%).4 10 En este marco, la cuestión agraria surgía como ineludible. Como menciona Trotsky, la burguesía había cedido su carácter revolucionario al proletariado y también le cedería el liderazgo revolucionario del campesinado. La revolución podía ser burguesa por sus objetivos y resultados, pero nunca debía perderse de vista que el agente principal de la revolución era el proletariado, que sería empujado hacia el poder por el curso revolucionario y excedería los límites de las tareas democrático-burguesas y nacionales (Trotsky, 1939, p. 70).

Introducción a la antología En defensa del partido – León Trotsky (1 Enero 1907)5

11 El último punto […] es la traducción de un artículo de Kautsky: “Fuerzas Motrices y perspectivas de la Revolución Rusa”. Este artículo demostró ser un golpe inesperado para algunos camaradas que se conforman con concepciones comunes y utópicas sobre el curso de la Revolución rusa, concepciones que estaban muy lejos de cualquier análisis serio, cualquiera sea su contenido real. Ellos soñaron con una dictadura democrático- burguesa (Jacobina) cuyos toques finales serían dados aquí por la “unión de uniones”, es decir, por los Cadetes. ¡Pobre “unión de uniones”! ¡Pobres Cadetes!

12 Algunos amigos me dijeron, en broma por supuesto, que una leyenda muy poética fue inventada para debilitar el efecto que el artículo de Kautsky podría tener. Parvus, después de huir del distrito de Turujansk [Siberia] y en camino a la campaña electoral en el Rin [se dice que ha comenzado] su actividad en Friedland, Berlín, confundiendo el claro pensamiento de Kautsky. Los autores de la leyenda prueban, refiriéndose al periódico Nachalo, que Parvus es un peligroso emisario de la teoría de la revolución permanente.6 13 Eso es por supuesto sólo una broma ingeniosa. Una broma completamente estúpida, por otra parte, es el intento, dictado por pereza espiritual, de negar la competencia de Kautsky en cuestiones de la Revolución rusa. Es especialmente notable que tal intento fue a veces hecho precisamente por aquellos camaradas que se contentaron con la definición general de nuestra revolución como burguesa, y que la identificaban como cuestión de principio con las viejas revoluciones burguesas de Europa Occidental. Eso implicaría que los teóricos europeos de la Social Democracia son incapaces de captar el tradicional carácter burgués de la Revolución rusa porque es… demasiado peculiar para ser comprendida. 14 Pedimos disculpas a nuestros lectores por dedicar algunas líneas a esas necedades. El artículo de Kautsky es un fenómeno tan sobresaliente que debe ser considerado aparte de tales insignificancias anecdóticas.

Kautsky sobre la revolución rusa – León Trotsky (23 diciembre 1906)7

15 […] Para muchos camaradas [el artículo de Kautsky] parecerá completamente inesperado e incongruente, tal vez hasta sólo algún tipo de idea pasajera. Pero esta no

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es la primera vez que ha expresado tales pensamientos. La diferencia es que ahora él las ha reunido en respuesta a la consulta de Plejánov. En su trabajo del año pasado sobre el proletariado norteamericano,8 Kautsky ya proporcionó un breve pero significativo análisis de las relaciones de clase en la Revolución rusa, que ahora usa como base para el [presente] estudio […]

16 Después de proporcionar un esquema general de las condiciones socio-históricas que explican, por una parte, la insignificancia política de la burguesía rusa, la ausencia de cualquier movimiento serio de democracia burguesa y por otra parte el poderío del proletariado revolucionario, Kautsky escribió lo siguiente: La lucha por los intereses de toda Rusia recae en los hombros de la única clase moderna fuerte que posee: el proletariado industrial. De esta forma, los trabajadores rusos pueden ejercer una fuerte influencia política, y la lucha por la liberación de la tierra del asfixiante pulpo del absolutismo se ha convertido en un duelo entre el zar y la clase trabajadora; un duelo en el que los campesinos proveen una indispensable asistencia pero en el cual de ninguna manera tienen el rol dirigente.9 17 En cuanto a la perspectiva de la revolución mundial en conexión con la revolución en Rusia, en 1904 Kautsky escribió: “una revolución en Rusia (que en ese momento sólo se preveía) no puede establecer un régimen socialista inmediatamente. Las condiciones económicas del país no están lo suficientemente desarrolladas para eso”.10 Pero la revolución rusa debe inevitablemente dar un impulso poderoso al movimiento proletario del resto de Europa, y el resultado de una lucha revitalizada en Alemania podría ser que el proletariado llegara al poder. “Tal resultado”, continúa Kautsky, Tendrá inevitablemente un efecto poderoso sobre toda Europa y traerá con él la supremacía política del proletariado europeo, creando de este modo para el proletariado de Europa del Este la posibilidad de abreviar las etapas de su propio desarrollo e, imitando el ejemplo alemán, de crear artificialmente instituciones socialistas. Una sociedad no puede, como un todo, saltear las diferentes etapas de su desarrollo, pero esto puede ser hecho por sus elementos particulares, que pueden acelerar su propio desarrollo atrasado imitando a los países avanzados, y así ellos incluso pueden llegar a la vanguardia del desarrollo porque no están arrastrando el lastre de la tradición con la que un viejo país debe lidiar… Esto podría ocurrir [continúa Kautsky] pero, como ya hemos dicho, aquí abandonamos los dominios de la inevitabilidad y entramos a los de la posibilidad, lo que significa que todo puede también resultar bastante diferente.11 18 Esto fue escrito antes del estallido de la revolución rusa. Desde entonces, pasaron casi tres años. Y no importa cuán cuidadosamente habló Kautsky en la parte final del artículo anterior, es claro que en términos de perspectivas internacionales el curso de los eventos durante esos años ha tomado la dirección que él caracterizó como “posibilidad” histórica. Pero ese no es el punto esencial. Si la Revolución rusa puede suscitar directamente una agitación socio-política en Europa, y justo ahora esto puede repercutir en el desarrollo y resultados de la revolución rusa, son cuestiones que, aunque importantes, por ahora sólo pueden ser respondidas provisionalmente. En el presente, el punto central se refiere a las relaciones internas y al curso posterior de la revolución rusa. Y en lo que se refiere a esta cuestión, la opinión de Kautsky no puede ser más clara. Debemos estar extremadamente agradecidos al camarada Plejánov, ya que su cuestionario provocó que un socialista minucioso y profundamente reflexivo hable tan categóricamente; todos debemos estar tanto más agradecidos porque la consulta dirigida a Kautsky fue tan ideológicamente imparcial y porque Plejánov debe haber sabido, por todo lo que Kautsky ha escrito previamente sobre la Revolución rusa,

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que la respuesta difícilmente podría dar algún apoyo a las opiniones actuales del propio Plejánov.12

19 Kautsky, quien muy raramente habla de materialismo dialectico pero siempre usa el método excelentemente al analizar las relaciones sociales, respondió la primera pregunta del camarada Plejánov rehusándose llamar burguesa a la revolución rusa. La época de las revoluciones burguesas ha pasado, y esto es también verdad para Rusia. No tenemos un movimiento democrático-burgués que sea independiente y revolucionario. Ni tendremos uno, porque falta la fundamental precondición socio-económica de tal movimiento, es decir, una poderosa clase media urbana, una pequeña burguesía con pasado histórico y también un histórico futuro. El campesinado representa una enorme fuente de energía revolucionaria, pero es incapaz de desempeñar un rol histórico independiente. El proletariado tendrá que guiar al campesinado y, en cierta medida, cumplir el mismo rol en relación a éste que aquel que desempeñó la pequeña burguesía de las ciudades en las revoluciones pasadas, en relación al proletariado. “La burguesía rusa cederá todas sus posiciones revolucionarias al proletariado. También deberá ceder hegemonía revolucionaria sobre los campesinos.”13 Kautsky lleva su análisis hasta el momento en que un profundo antagonismo social se abre entre el proletariado en el poder y las capas influyentes de las masas campesinas en quienes el poder proletariado confía. ¿Cuál es la salida de este antagonismo? 20 No está completamente claro para mí lo que los camaradas de la mayoría14 quieren decir con la expresión “dictadura democrática del proletariado y el campesinado”. No querría tergiversarlos describiendo incorrectamente el contenido de esta “dictadura” de coalición. Pero si quieren decir que la Social Democracia entra en una alianza formal con el partido campesino para formar un gobierno, posiblemente uno en que el segundo es numéricamente predominante, y que ese gobierno entonces crea un régimen democrático, tras lo cual uno de los aliados, el proletariado, pacíficamente se transforma en oposición, entonces, en respuesta a tal opinión yo sólo puedo repetir lo que ya he escrito en mis Resultados y Perspectivas. La dominación política del proletariado es incompatible con su esclavitud económica. Cualquiera sea la bandera política con la que el proletariado ha llegado al poder, será obligado a tomar el camino de la política socialista. Sería la mayor utopía pensar que el proletariado, habiendo sido elevado a la dominación política por el mecanismo interno de una revolución burguesa, será capaz incluso si así lo desea, de limitar su misión a la creación de condiciones democrático republicanas para la dominación social de la burguesía. La supremacía política del proletariado, incluso si es sólo temporaria, debilitará en grado extremo la resistencia del capital, que siempre requiere el apoyo del estado, y dará a la lucha económica del proletariado un tremendo alcance. Los trabajadores no pueden sino demandar apoyo para los huelguistas por parte del gobierno revolucionario, y un gobierno que dependa del proletariado no podrá rehusar tal apoyo. Pero esto significa paralizar el efecto del ejército de reserva de trabajadores y hacer a los trabajadores dominantes no sólo en el campo político, sino también en el económico, y convertir la propiedad privada de los medios de producción en una ficción. Estas inevitables consecuencias socio-económicas de la dictadura del proletariado15 se revelarán muy pronto, mucho antes que la democratización del sistema político se haya completado.16 […] Desde los primeros momentos después de la toma de poder, el proletariado deberá encontrar apoyos en los antagonismos entre los pobres de las aldeas y los ricos de éstas, entre el proletariado agrícola y la burguesía agraria. Mientras que la heterogeneidad del campesinado crea dificultades y estrecha las bases para una política proletaria, el insuficiente grado de diferenciación de clase creará obstáculos

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a la introducción dentro del campesinado de una lucha de clases desarrollada, en la cual el proletariado urbano pueda confiar. El primitivismo del campesinado muestra su cara hostil al proletariado. La tibieza del campesinado, su pasividad política, y la cada vez mayor oposición activa de sus estratos superiores, no puede sino tener una influencia en una parte de los intelectuales y en la pequeña burguesía urbana. De este modo, mientras más clara y determinada se haga la política del proletariado en el poder, más estrecha e inestable será la tierra bajo sus pies.17 […] Pero ¿hasta dónde puede ser aplicada la política socialista de la clase trabajadora en las condiciones económicas de Rusia? Podemos decir una cosa con certeza – que tendrá que lidiar con obstáculos políticos mucho antes de tropezarse con el atraso técnico del país. Sin el apoyo directo del proletariado europeo, la clase trabajadora de Rusia no podrá mantenerse en el poder y transformar su supremacía temporaria en una dictadura socialista duradera.18 21 Kautsky dice que los límites a la actividad del proletariado victorioso se encontrarán en los intereses sociales del campesinado, que apoya al régimen revolucionario. Pero esto, por supuesto, no debe ser entendido en el sentido de que el proletariado, en virtud de algún acuerdo expreso con sus aliados, no debe cruzar ciertos límites. La cuestión no se refiere a un acuerdo. Los “límites” que el proletariado va a encontrar serán puramente obstáculos externos y objetivos, que en algún momento de su gobierno no será capaz de superar. No hace falta decir que el proletariado en el poder hará todo lo posible para evitar un conflicto prematuro con el campesinado. Pero como la posesión del poder no cambiará la naturaleza de clase del proletariado – sin dudas, hará lo contrario y forzará a esa naturaleza a hacerse más visible – y como el proletariado apoyará a los trabajadores agrícolas en su lucha por una vida más digna, el resultado es que el conflicto entre el proletariado y el campesinado “fuerte”, en última instancia, será inevitable. Pero esto será el inicio del fin. ¿Cómo podría resolverse este conflicto? Por supuesto, no será resuelto teniendo representantes del proletariado que pasen de puestos ministeriales a los de la oposición. El asunto será mucho más complejo que eso. El conflicto terminará en guerra civil y en la derrota del proletariado. Dentro de los límites de una revolución nacional, y dadas nuestras condiciones sociales, no hay otra “salida” para la dominación política del proletariado. Por esto es que el proletariado va a enfrentar, desde el primer momento de su dominio, una tarea colosal con implicancias de vida o muerte, concretamente, traspasar los límites nacionales de la Revolución rusa y poner en movimiento todos los recursos de su poder temporario para transformar el levantamiento nacional en un episodio de la revolución europea. Este es el camino que surge de toda la situación revolucionaria como la describe Kautsky, y las líneas finales de su artículo apuntan exactamente a esa conclusión.

22 ¿Cómo responde Kautsky a la segunda pregunta de Plejánov, sobre la adecuada relación con la democracia burguesa, “que está luchando a su manera por la libertad política”? Kautsky responde preguntando: ¿Qué queremos decir con democracia? El tipo de democracia revolucionaria que escribió su nombre en la historia no existe en Rusia. Todo lo que queda es liberalismo burgués por un lado, que es anti-revolucionario hasta la médula, y las masas populares por el otro, sobre todo, el campesinado. Esas son dos entidades completamente diferentes. El camarada Plejánov hace su pregunta en términos de una “fórmula algebraica” de la democracia burguesa. Esencialmente, esto significa que él piensa en términos de asimilación de los Cadetes con las masas populares. En realidad, no obstante, tal asimilación no ha ocurrido y, según Kautsky, no ocurrirá.

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23 Para resolver la cuestión agraria, será necesario renunciar a todas las dudas y prejuicios liberales y adoptar una posición revolucionaria audaz. Sin embargo, esto nuevamente requiere encontrar apoyo en las ciudades, en los centros de la vida política. No hay tal apoyo aparte del proletariado y sólo un partido socialista puede confiar en el proletariado. Kautsky espera que concentremos nuestras tácticas en la lucha por la directa e inmediata influencia sobre el campesinado. ¿Podrá el liberalismo competir con nosotros en este ámbito? En el momento en que el campesinado surja en la forma del grupo Trudovik,19 los liberales serán completamente desalentados. 24 Mucho se ha escrito sobre el carácter difuso, la inestabilidad y la indecisión de los Trudoviks, y todo esto está fuera de discusión. Pero, ¿esto también altera el hecho extremadamente importante que el campesinado ruso, que acaba de ser despertado por el trueno de la revolución y ha sido llamado por primera vez para formular sus demandas, sin embargo envió diputados a la Duma que, en su mayor parte, resultaron ser patentados “demócratas” de izquierda de los zemstvos20, las universidades y los periodistas? Y ¿cuándo sucedió esto?: en un momento cuando [la Duma] todavía está privada de cualquier oportunidad de oír inquietudes expresadas libremente y todavía permanece confundida por los detalles de un complejo sistema electoral, en un momento cuando los que se llaman a sí mismos Demócratas Constitucionales estaban en el medio de su luna de miel con el pueblo. 25 Por supuesto, no tiene sentido idealizar a los Trudoviks, por cuanto ellos no son ciertamente la última palabra en la evolución política del campesinado. Pero eliminarlos despectivamente o amontonarlos junto a los Cadetes sería un grave error político. Por supuesto, el ala izquierda de los Cadetes tiene vínculos ocasionales con el campesinado, y en la determinación práctica de nuestra posición en las localidades debemos considerar esto. Pero como un todo, el campesinado no tiene vínculos con el liberalismo en general. Es difícil decir en qué medida los diputados campesinos en la segunda Duma realmente representarán al campesinado, y quiénes serán esos diputados, es difícil de predecir. No hay duda, sin embargo, que el campesinado se ha movido a la izquierda al mismo tiempo en que los Cadetes han doblado a la derecha. Kautsky habla de Social Democracia en términos de liderazgo revolucionario del campesinado. En ese sentido, simplemente describe la situación que ya existe en el Cáucaso. Guria21 es el modelo terminado de relaciones revolucionarias entre el campesinado y el partido del proletariado. 26 En respuesta a la tercera pregunta, sobre las tácticas en las elecciones a la Duma, Kautsky contesta que “[la] acción conjunta con el liberalismo es sólo posible siempre y cuando no afecte la acción conjunta con el campesinado”. Esta cautelosa formulación es perfectamente apropiada. Permite limitados acuerdos prácticos con los Cadetes, sin tratarlos al mismo tiempo como centrales para la campaña electoral o lo que es más importante, considerarlos como el punto de partida para una campaña de coalición. He considerado en otra parte de este volumen la motivación política para los acuerdos electorales. Aquí voy a decir sólo que la motivación para acuerdos con los liberales queda completamente dentro de los límites de nuestra directa lucha contra el liberalismo por la influencia sobre las masas populares. 27 Repito: la cuestión ahora no es en qué etapa está nuestra revolución, sino más bien el camino por el cual se va a desarrollar. El asunto, por supuesto, no es cómo llamar a nuestra revolución – si es burguesa o socialista – el asunto real es establecer su dirección actual analizando las fuerzas involucradas. Mientras tanto, nosotros también

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frecuentemente reemplazamos un análisis materialista con una deducción formalista en el sentido de que nuestra revolución es una revolución burguesa; una revolución burguesa victoriosa transfiere el poder a la burguesía; el proletariado debe ayudar a la revolución burguesa a vencer; entonces, debe promover la transferencia de poder a la burguesía; la idea de un gobierno de los trabajadores es por lo tanto incompatible con las tácticas proletarias en la época de las revoluciones burguesas, etc., etc. 28 Tales series de silogismos escolásticos son sólo basura. La construcción puede ser elegante, pero uno debe tener cuidado que ninguna de las proposiciones presuponga “lo que tiene que ser probado”. Kautsky rechaza llamar a nuestra revolución burguesa porque la burguesía no es la fuerza dirigente, aunque podríamos provisionalmente aceptar esta designación en el sentido que nuestra revolución está todavía luchando para lograr las condiciones “normales” para la existencia de la sociedad burguesa. ¿Pero esto realmente responde a la pregunta de qué fuerzas están actualmente luchando por esas condiciones “normales” o sólo cómo ellas lo están haciendo? Sabemos que en un momento el ejemplo “plebeyo” de los victoriosos sans-culottes (según Marx) creó las condiciones para el dominio de la burguesía capitalista. ¿No hay razones para pensar que hoy esas condiciones serán preparadas por el ejemplo de clase del victorioso proletariado? 29 Mientras que los sans-culottes proporcionaron apoyo a los Jacobinos, el proletariado obviamente llevará a la Social Democracia al poder. El punto es que una definición general o, para ser más exactos, una etiqueta, no puede plantear o resolver tales problemas. Esto requiere análisis, y el análisis debe responder preguntas tales como: ¿Se está desarrollando nuestra revolución? ¿Tiene alguna chance de victoria, es decir, de transferir el poder a una clase opositora? Si es así ¿a qué clase? ¿Qué partido es o podría convertirse en su representante político? Quienquiera que reconozca que la revolución tiene todas las posibilidades para la victoria decisiva, pero sin embargo niega simultáneamente la inevitabilidad o la probabilidad del dominio de la clase trabajadora, obviamente tiene en mente algún otro postulante al poder. ¿Dónde está este pretendiente y quién es? Obviamente, es la democracia burguesa. ¿De qué clases depende? ¿Dónde está su ejército de luchadores? 30 Ya que el proletariado ha sido hasta ahora la fuerza dirigente de la revolución, el tipo de ejército que podría asegurar a sus representantes una posición completamente independiente tendrá necesariamente que estar también opuesto a cualquier gobierno democrático burgués. La cuestión principal no es si la democracia burguesa en nuestro país ha o no cumplido este rol histórico (por supuesto que no lo ha hecho), el asunto real se refiere a los límites posibles de ese rol. Entre nosotros no hay Tercer Estado, lo que principalmente significa una pequeña burguesía fuerte, culta y revolucionaria. Este es un hecho fundamental. Entre nuestra población urbana, el proletariado urbano toma el lugar de los demócratas pequeño-burgueses. ¿Y quién reemplazará a los demócratas pequeño-burgueses en términos de poder? No he oído respuesta definitiva a esta cuestión, aunque ha sido discutida en la literatura de nuestro partido por casi dos años, desde el momento del prólogo de Parvus a mi panfleto Hasta el nueve de Enero. 31 Personalmente, con frecuencia he tenido que volver a esta pregunta. Si el lector se toma la molestia de considerar mi artículo ‘Resultados y Perspectivas’ (en Nuestra Revolución, pp. 224-86),22 entonces va a ver que no tengo motivo para rechazar alguna de las posiciones formuladas en el artículo de Kautsky que he traducido, porque el desarrollo de nuestro pensamiento en estos dos artículos es idéntico. Encuentro esta

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circunstancia de lo más gratificante ya que un crítico, una persona respetada por todos los tipos de marxistas, aunque también muy inclinado a expresar prejuicios comunes, recientemente rechazó mi trabajo con soberano desprecio con el argumento de que a pesar de mis nobles intenciones, yo había construido puras fantasías. No había más que decir porque el digno crítico no se tomó la molestia de pensar detenidamente en mi análisis. Aunque el artículo de Kautsky no introduce nada nuevo en términos de argumentación, parece que su trabajo es más apropiado y relevante. Por supuesto, esto no es porque escandalizó al exponente de los prejuicios comunes sino porque el autor, en el caso del artículo de Kautsky, tiene tal autoridad que obliga a los camaradas, incluso aquellos con un punto de vista diferente, a hablar más precisa y concretamente de las relaciones sociales involucradas en la revolución. Esto es exactamente lo que estoy esperando tan impacientemente escuchar. A pesar de todas mis esperanzas [para tal explicación], hasta ahora no he podido aprender nada en este sentido de mis críticos.

Prefacio a la traducción rusa de ‘Fuerzas motrices y perspectivas de la revolución rusa’ de K. Kautsky – V.I. Lenin (Diciembre 1906)

32 K. Kautsky es reconocido desde hace tiempo por los trabajadores progresistas de Rusia como su escritor, como un escritor que no sólo puede justificar y exponer la doctrina teórica del Marxismo revolucionario, sino que además aplicarla, con conocimiento en los asuntos y a través del análisis de los hechos, a las complejas e intrincadas cuestiones de la Revolución Rusa. Y ahora, cuando la atención de los socialdemócratas está a veces totalmente ocupada con el parloteo inútil de los Petrushkas23 liberales y de sus conscientes o inconscientes aduladores, cuando para mucha gente los tecnicismos del insignificante parlamentarismo ocultan los problemas fundamentales de la lucha de clases proletaria, y cuando el desánimo frecuentemente abruma incluso a la gente decente y daña sus facultades intelectuales y políticas; es ahora sumamente importante para todos los socialdemócratas de Rusia prestar cuidadosa atención a la opinión de Kautsky sobre los problemas fundamentales de la revolución rusa. Y no tanto sólo prestar atención a la opinión de Kautsky, como también reflexionar sobre la manera en que plantea la cuestión, porque Kautsky no es tan superficial para explayarse sobre asuntos específicos de la táctica rusa con la cual no está suficientemente familiarizado, ni es tan ignorante de las cuestiones rusas para descartarlas con comentarios triviales o con una repetición irreflexiva de las últimas declaraciones de moda.

33 Kautsky está respondiendo a las preguntas que Plejánov formuló a un grupo de socialistas extranjeros y, en la respuesta a estas preguntas, o más concretamente, al seleccionar de esas preguntas tan pobremente formuladas, los puntos que pueden ser temas útiles para la discusión entre los socialistas de todos los países, Kautsky comienza con una modesta reserva: “Me siento como un novato frente a mis camaradas rusos cuando se trata de los asuntos rusos.” Esto no es falsa modestia de un “general” socialdemócrata que comienza con los modales afectados de un pequeño burgués y termina con la arrogancia de un Borbón. Para nada, Kautsky, de hecho se ha limitado a contestar sólo aquellas preguntas a través de un análisis por el que puede ayudar al pensamiento de los socialdemócratas de Rusia a resolver por sí mismos las tareas concretas y las consignas del día. Kautsky se negó a ser un general impartiendo

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órdenes: “¡Media vuelta a la derecha!” o “¡Media vuelta a la izquierda!”. Él ha preferido preservar su posición como camarada manteniéndose a la distancia, pero como un camarada atento, señalando dónde debemos buscar la respuesta por nosotros mismos. 34 Plejánov preguntó a Kautsky: 1. ¿Cuál es el “carácter general” de la Revolución Rusa: burgués o socialista? 2. ¿Cuál debería ser la actitud de los socialdemócratas hacia los demócratas burgueses? 3. ¿Deberían los socialdemócratas apoyar a los partidos de la oposición en las elecciones a la Duma? 35 A simple vista estas cuestiones parecen haber sido elegidas con mucha delicadeza. Pero, como dice el refrán, “Si una cosa es muy delicada, se rompe.” De hecho, cualquier persona más o menos competente y observadora verá inmediatamente el delicado… subterfugio en estas preguntas. Subterfugio, primero, porque es un ejemplo típico de la metafísica contra la cual Plejánov tiene tanto gusto de declamar pomposamente, aunque él no pueda mantenerla fuera de sus propios juicios históricos concretos. Subterfugio, segundo, porque la persona consultada es artificialmente conducida hacia un pequeño y excesivamente angosto rincón. Sólo aquellos que son completamente inocentes, o incluso podría decir virginales, en cuestiones de política pueden no darse cuenta que Plejánov deliberadamente comienza desde una posición muy por encima del tema y delicadamente empuja a la persona que está consultando en la posición de justificar… ¡una coalición con los Cadetes!24 36 Guiar a un interlocutor ingenuo a justificar bloques con cierto partido, sin nombrar a ese partido; hablar de un movimiento revolucionario sin distinguir a los demócratas revolucionarios de la oposición demócrata burguesa; insinuar que la burguesía está “luchando” a su manera, esto es, de una forma distinta de la del proletariado, sin decir lisa y llanamente cuál es la diferencia; entrampar al interlocutor como un pichón con la carnada de la resolución de Amsterdam25, con el fin de ocultar a los extranjeros la real manzana de la discordia entre los socialdemócratas rusos; manifestar reglas concretas relacionadas a tácticas específicas en casos específicos y la actitud a adoptarse hacia los variados partidos de los demócratas burgueses, a partir de una frase general sobre el carácter general de la revolución, en lugar de deducir este “carácter general de la Revolución Rusa” del análisis preciso de los datos concretos sobre los intereses y posiciones de las diferentes clases en la Revolución rusa: ¿no es todo esto un subterfugio? ¿No es abiertamente una burla al materialismo dialéctico de Marx? “Digan sí cuando es sí, y no cuando es no; cualquier otra cosa que se le añada, viene del demonio” O una revolución burguesa o una socialista; ¡el resto puede ser “deducido” a partir de la “solución” principal por medio de simples silogismos! 37 Kautsky realiza una gran tarea al contestar tales preguntas, él capta el punto inmediatamente y va a la raíz del error contenido en la forma misma en que fueron formuladas. En rigor, Kautsky responde a las preguntas de Plejánov ¡rechazando la formulación de éstas hecha por Plejánov! Kautsky responde a Plejánov corrigiendo la formulación de las preguntas de Plejánov. Mientras más suave y cautelosamente él corrige al interrogador, más implacable es su crítica a la formulación de las preguntas de Plejánov. “Haríamos bien”, escribe Kautsky, “en darnos cuenta que nos estamos moviendo hacia situaciones completamente nuevas y hacia problemas para los cuales ninguno de los viejos modelos es adecuado”.

38 Esto da en el clavo respecto a la pregunta de Plejánov: ¿es nuestra revolución burguesa o socialista en su carácter general? Kautsky dice que esto es el modelo viejo. La pregunta no debe ser expresada de esa manera, no es la manera Marxista. La revolución

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en Rusia no es una revolución burguesa porque la burguesía no es una de las fuerzas motrices del presente movimiento revolucionario en Rusia. Y la revolución en Rusia no es una revolución socialista porque de ninguna manera puede conducir al proletariado hacia un gobierno exclusivo o a la dictadura. La Socialdemocracia es capaz de vencer en la Revolución Rusa y debe esforzarse para lograrlo. Pero la victoria en la presente revolución no puede ser la victoria del proletariado solo, sin la ayuda de otras clases. ¿Qué clase entonces, frente a las condiciones objetivas de la presente revolución, es la aliada del proletariado? El campesinado: “un sustancial interés común para todo el período de la lucha revolucionaria existe sin embargo, sólo entre el proletariado y el campesinado”. 39 Todas estas proposiciones de Kautsky son una brillante confirmación de la táctica del ala revolucionaria de la Socialdemocracia rusa, esto es, la táctica de los Bolcheviques. Esta confirmación es muy valiosa porque Kautsky, separando cuestiones concretas y prácticas, ha concentrado toda su atención en una exposición sistemática de los principios generales de la táctica socialista en nuestra revolución. Ha demostrado que el trillado razonamiento de Plejánov del argumento “la revolución es una revolución burguesa; luego, debemos apoyar a la burguesía” no tiene nada en común con el Marxismo. Él, de esa manera reconoce el error principal de nuestro oportunismo socialdemócrata, es decir, menchevismo, contra el que los bolcheviques vienen combatiendo desde principios de 1905. 40 Además, el análisis de Kautsky, que no proviene de frases generales sino de un análisis de la situación e intereses de clases determinadas, reafirma la conclusión, que los aduladores de los Cadetes dentro de nuestras filas consideraron “poco diplomática”, concretamente: que la burguesía en Rusia teme a la revolución más que a la reacción; que desprecia a la reacción porque engendra la revolución; que quiere libertad política para frenar la revolución. Comparar esto con la fe ingenua en los Cadetes que profesa nuestro Plejánov quien, en sus preguntas, ¡equipara imperceptiblemente la lucha de la oposición contra el viejo régimen a la lucha contra los intentos del gobierno para aplastar el movimiento revolucionario! A diferencia de los Mencheviques, con sus opiniones estereotipadas sobre la “democracia burguesa”, Kautsky ha mostrado sus elementos revolucionarios y no revolucionarios, ha demostrado la bancarrota del liberalismo y mostró que, a medida en que los campesinos se hagan más independientes y más conscientes, los liberales inevitablemente girarán rápido hacia la derecha. Una revolución burguesa, llevada a cabo por el proletariado y el campesinado, a pesar de la inestabilidad de la burguesía, este principio fundamental de las tácticas Bolcheviques, es completamente confirmado por Kautsky. 41 Kautsky demuestra que en el curso de la revolución es bastante posible que el Partido Socialdemócrata conquiste la victoria y que ese partido debe inspirar a sus militantes la confianza en la victoria. La conclusión de Kautsky contradice completamente el miedo menchevique a una victoria socialdemócrata en la presente revolución. Los esfuerzos ridículos de Plejánov para “amoldar” las tareas de nuestra revolución “para que encajen en la resolución de Amsterdam” parecen peculiarmente cómicos cuando se los compara con la proposición simple y clara de Kautsky de que “es imposible luchar con éxito si uno renuncia de antemano a la victoria”. 42 La diferencia básica entre los métodos de Kautsky y aquellos del líder de nuestros actuales oportunistas, Plejánov, es mucho más llamativa cuando el primero declara: pensar que “todas las clases y partidos que están luchando por la libertad política

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tienen simplemente que trabajar juntas para obtenerla” significa “ver solamente la superficie política de los eventos”. Esto suena como si Kautsky se estuviera refiriendo directamente a la pequeña banda de Socialdemócratas que desertaron a los liberales: los señores Portugálov, Prokopóvich, Kuskova, Bogucharsky, Izgoév, Struve y otros, que están cometiendo precisamente el error al que Kautsky se refiere (y quienes en el proceso están arrastrando a Plejánov con ellos). El hecho que Kautsky no esté familiarizado con los escritos de esos señores, sólo refuerza la importancia de su conclusión teórica. 43 Es innecesario decir que Kautsky está en completo acuerdo con las tesis fundamentales de todos los Socialdemócratas Rusos por las que el movimiento campesino es no- socialista, que el socialismo no puede surgir de la pequeña producción campesina, etc. Sería muy instructivo para los Socialistas Revolucionarios, a quienes les gusta afirmar que ellos “también coinciden con Marx”, considerar esas palabras de Kautsky. En conclusión, unas pocas palabras sobre ‘autoridades’. Los Marxistas no pueden adoptar el punto de vista usual de los intelectuales radicales, con su abstracción pseudo-revolucionaria: “nada de autoridades”. 44 No; la clase obrera, que en todo el mundo está librando una dura y persistente lucha por una completa emancipación, necesita autoridades pero, por supuesto, sólo en el mismo sentido en que los jóvenes trabajadores necesitan la experiencia de los combatientes veteranos contra la opresión y la explotación, de hombres que han organizado numerosas huelgas, han participado en varias revoluciones, que están versados en las tradiciones revolucionarias y que tienen un amplio panorama político. El proletariado de cada país necesita la autoridad de la lucha mundial del proletariado. Necesitamos la autoridad de los teóricos de la socialdemocracia internacional para permitirnos comprender correctamente el programa y la táctica de nuestro partido. Pero esta autoridad naturalmente nada tiene en común con las autoridades oficiales de la ciencia burguesa y la política policíaca. Es la autoridad de la experiencia obtenida en la más diversificada lucha librada en las filas del ejército socialista internacional. Aunque esta autoridad es importante para ampliar el horizonte de aquellos involucrados en la lucha, sería inadmisible en el partido de los trabajadores, afirmar que las cuestiones prácticas y concretas de su política inmediata puedan ser resueltas por éstos desde afuera, manteniéndose lejos. El espíritu colectivo de los trabajadores con conciencia de clase, directamente involucrados en la lucha en cada país siempre será la autoridad suprema en todas estas cuestiones.

45 Este es nuestro punto de vista sobre la autoridad de las opiniones sostenidas por Kautsky y Plejánov. Los trabajos teóricos de éste último – principalmente su crítica a los Naródniki y a los oportunistas – conservan un valor duradero para la Socialdemocracia de toda Rusia y ningún “faccionalismo” podrá cegar a cualquier hombre que posea una mínima parte de “capacidad mental” en tal medida que pueda olvidar o negar la importancia de esto. Pero, como líder político de los Socialdemócratas rusos en la revolución burguesa de Rusia, como un táctico, Plejánov no resiste la crítica. En este ámbito él ha mostrado un oportunismo que es cien veces más dañino que el oportunismo de Bernstein hacia los trabajadores alemanes. Debemos luchar implacablemente contra esta política afín a los Cadetes de Plejánov, que ha vuelto al redil de Prokopovich26 y compañía, a quienes él mismo expulsó del Partido Socialdemócrata en 1899-1900.

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46 Que este oportunismo táctico de Plejánov es una completa negación de los fundamentos del método Marxista es demostrado de la mejor manera por el argumento desarrollado por Kautsky en el ensayo aquí presentado al lector.

Fuerzas motrices y perspectivas de la revolución rusa – Karl Kautsky (1905)

1. La cuestión agraria y los liberales

47 La revolución rusa puede ser vista de dos maneras: como un movimiento para el derrocamiento del absolutismo y como el despertar de la enorme masa del pueblo ruso a la actividad política independiente. Lo primero sólo raspa la superficie de los eventos: desde este punto de vista parece tan lejano como si la revolución hubiera fallado. Pero sólo podemos hablar de un fracaso real si el movimiento encalla cuando se lo ve también desde la segunda perspectiva. Si se hace retroceder al pueblo ruso nuevamente hacia su vieja indiferencia política, entonces el absolutismo ciertamente habrá ganado y la revolución habrá perdido el juego. Pero, si eso no sucede, entonces la victoria de la revolución está asegurada, incluso si el absolutismo intenta prolongar por un tiempo la ilusión de su dominio, asesinando a su propia gente, derrochando su propia riqueza y devastando su propio país.

48 La masa del pueblo ruso está constituida, sin embargo, de campesinos. Lo que les preocupa es la cuestión agraria. Por lo tanto, esta cuestión tiene un lugar cada vez más destacado: el destino de la revolución depende de su resolución. Este es el caso, al menos, de la masa de Rusia específicamente, que es lo que estamos tratando aquí, pero no tal vez para Polonia, Finlandia o el Cáucaso. 49 Los campesinos en Rusia no son sólo la enorme mayoría de la población: todo el edificio de la economía y el estado descansa sobre la agricultura. Si la agricultura fuera a colapsar, también lo haría todo este edificio. De los observadores burgueses de Europa Occidental sobre la situación revolucionaria en Rusia, Martin ha reconocido esto claramente en su trabajo sobre el futuro de Rusia y es en esta premisa donde reside la certeza de su profecía sobre la bancarrota del estado ruso, la profecía que recientemente ha causado tal sensación en Alemania, aunque sólo en círculos burgueses que no sabían nada de la crítica socialista a la política económica de Rusia27 50 Los campesinos deben ser satisfechos y la agricultura puesta en sólidas bases económicas: estas son las condiciones que deben cumplirse antes que la población de Rusia vuelva a la pasividad y abandone la vía revolucionaria. 51 Casi todos los partidos en Rusia reconocen esto ahora. Pero difieren considerablemente en la manera en que ayudarían a los campesinos. Un ensayo publicado recientemente, Sobre el Movimiento Agrario en Rusia28, dará al lector alemán una muy buena explicación sobre la actitud de los liberales: contiene traducciones de dos artículos rusos, uno de Petrunkevich, el reconocido político ‘Cadete’, y uno del profesor moscovita A. A. Manuilov, así como una colección de programas agrarios de los diferentes partidos rusos. 52 Como todos, los liberales admiten el atraso y la decadencia de la agricultura rusa. Manuilov escribe:

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Nuestras mayores cosechas parecen tener la mitad del tamaño de las cosechas promedio en otros países. Si tomamos el rendimiento promedio de todas las variedades de grano en Rusia como 100, el rendimiento en otros países será: centeno 230, trigo 280, avena 277, etc. El rendimiento neto de cereales y papa para el área cultivable promedio del campesino ruso (0,74 desiatina) da en promedio 20,4 puds29, mientras que en otros países un área similar produciría 56,9 puds, específicamente en Bélgica 88, en el Reino Unido 84,4, en Japón 82,8 puds, etc…. El Profesor A.I. Chuprov también ha demostrado que las cosechas en nuestras tierras campesinas con sus 35-40 puds de centeno por desiatina son tan bajas que incluso las mejoras más primitivas, disponibles para todos, serían suficientes para elevar el rendimiento por encima de un 50% del nivel actual. [Numerosos estudios de agrónomos sugieren que una sola y mejorada variedad de semilla sería casi suficiente para lograr este resultado] Pero la tecnología dispone de recursos incomparablemente más poderosos. Un rendimiento de 30 centenas métricas30 de centeno por hectárea o 200 puds por desiatina, es considerado bastante bajo en países con tecnología desarrollada.31 53 Y las cosas están cada vez peor, no mejor. Manuilov prosigue: En la actualidad, como el Departamento de Agricultura ha señalado en su informe, los campesinos tienen la cantidad mínima posible de ganado necesario para la existencia de la agricultura… En las cincuenta provincias de la Rusia Europea, el número de caballos en los diez años de 1888 a 1898 cayó de 19.6 millones a 17 millones, y el ganado bovino de 34.6 millones a 24.5 millones… Comités locales han proporcionado evidencia que respalda de lo que he dicho en sus Transacciones. Parece, por ejemplo, que en la provincia de Nizhny Novgorod, la provisión de abono equivale a un quinto y un tercio de la demanda y, como resultado, el rendimiento promedio, independientemente del hecho que el suelo sea adecuado, es extremadamente bajo: 38 medidas de centeno y 49 medidas de avena. En el distrito Mikhailov de la provincia de Ryazan, sólo de una décima a una octava parte de la superficie es abonada. En el distrito de Klin de la provincia de Moscú, el abono es hecho dos veces y media por debajo del nivel normal.32 54 Liberales y socialistas están completamente de acuerdo al reconocer la importancia de estos hechos. Pero la tibieza liberal se hace inmediatamente evidente al momento de poner de manifiesto las razones de esos fenómenos y proponer los medios para solucionarlos. Su tibieza en el último caso surge de su posición de clase, pero forzosamente genera una similar tibieza en el primer caso. Un hombre que no está decidido a arrancar el mal de raíz por medios radicales, también debe estar asustado de dejar al descubierto sus raíces más profundas.

55 Los liberales ven las causas de la decadencia de la agricultura rusa en la forma en que los siervos fueron emancipados en 1861. Los campesinos fueron entonces desposeídos de una parte de sus tierras: no recibieron suficiente y lo que recibieron fue mayormente tierra mala. Si su parte en aquel momento era inadecuada, desde entonces se ha disminuido aún más porque la población ha crecido considerablemente. Sobre esto Manuilov escribe: En 1860 la población rural consistía en 50 millones de almas de ambos sexos, pero al final de 1900 había llegado cerca de los 86 millones […] Al mismo tiempo el tamaño promedio de la parcela fue reducido. De acuerdo a cifras producidas por la Comisión de Investigación sobre el empobrecimiento del Centro [de Rusia], la parcela promedio de un siervo emancipado en 1860 era equivalente a 4.8 desiatinas; en 1880, la extensión promedio de la parcela para un hombre se había reducido a 3.5, y en 1900 a 2.6 desiatinas.33 Los hechos citados aquí son verdades, pero para entender las causas de la decadencia en la agricultura, son sólo verdades a medias.

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56 Cuando el yugo feudal fue levantado los campesinos de otros lugares fueron tratados de la misma manera que en Rusia y fueron despojados de su propiedad. En otros estados esto condujo frecuentemente al colapso de las explotaciones agrícolas, pero nunca llevó a la decadencia de la agricultura, a un deterioro de las explotaciones en general, a un incremento de malas cosechas. Al contrario, la pauperización de los campesinos creó el proletariado rural cuya existencia en ese estadio particular de la producción de mercancías constituyó una de las precondiciones de la agricultura capitalista basada en el trabajo asalariado. Esta pauperización condujo a una situación en la cual una parte del campesinado descendió al proletariado, mientras que otra parte alcanzó la prosperidad a costa de los jornaleros. De las ruinas de la destrozada economía campesina surge un nuevo y superior modo de producción. Pero en el caso de Rusia, sólo los comienzos de todo esto son discernibles. ¿Por qué sucedió esto? Esta es la pregunta decisiva.

57 No hay manera en que podamos acusar al comunismo aldeano de haber hecho imposible el advenimiento de la agricultura capitalista. El comunismo aldeano rápidamente cayó en decadencia y no tuvo la fuerza necesaria para evitar el surgimiento entre los aldeanos de proletarios sin tierras por una parte y especuladores por otra, o el desarrollo de relaciones de explotación capitalista de muchos tipos atroces. Por esta razón el comunismo aldeano actualmente en Rusia dejó de ser un verdadero baluarte contra el crecimiento de los métodos capitalistas en la agricultura. 58 Todas las condiciones del capitalismo ya existían, excepto por dos, pero estas eran las dos más importantes: la población campesina no había tenido hasta ahora la necesaria instrucción, la capacidad, para vencer los límites de la tradición y elegir con certeza, entre todas las cosas nuevas que estaban presionando aquellas que eran las más adecuadas y eficaces. Esto requiere una serie de conocimientos y métodos que son imposibles de adquirir sin una buena educación escolar. Pero el capital en sí, el dinero necesario, tampoco estaba a mano. Por lo tanto, las dos condiciones que tienen la mayor importancia para el desarrollo de la producción capitalista estaban ausentes. Precisamente el último factor, la acumulación de sumas de dinero suficientes en manos individuales, es el más indispensable de todos para que se desarrollen sobre la base de la producción de mercancías, formas de producción superiores y la aplicación de la ciencia a la producción. 59 Junto con la falta de instrucción está la falta de capital que es el factor decisivo en la crisis agrícola de Rusia. La escasez de tierras explica por qué los campesinos están empobrecidos, pero no explica por qué los campesinos sin embargo, siguen adelante en condiciones cada vez más miserables, por qué una clase de agricultores prósperos no surge para reemplazarlos, una clase que pueda adquirir las empobrecidas granjas campesinas y los administre racionalmente con recursos adecuados; por qué también la mayoría de las explotaciones mayores son también administrados irracionalmente y sin el capital suficiente y no desplazan a las tenencias campesinas arruinadas. ¿Por qué sucede esto? Esta pregunta debe ser contestada.

2. La escasez de capital en Rusia

60 La pregunta sobre las razones del atraso económico e intelectual de Rusia no puede ser contestada simplemente haciendo referencia al hecho de que el modo de producción moderno tuvo su origen en Europa Occidental y sólo está expandiéndose lentamente

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hacia el Este. Esto es porque inmediatamente se plantea la cuestión adicional de por qué se expande tan lentamente hacia el Este. En el momento en que Rusia estaba entrando en un contacto más cercano con Europa Occidental su agricultura estaba casi al mismo nivel en que está hoy y el Imperio estaba lleno de numerosos trabajadores campesinos. Norteamérica, por otra parte, era entonces una tierra virgen donde estaban perdidas unas pocas tribus de salvajes y bárbaros. A pesar de esto se ha convertido en el mayor poder capitalista del mundo.

61 Las razones para esta diferencia son múltiples, pero todas derivan del contraste entre la organización política de cada país. Norteamérica fue colonizada por granjeros y pequeños burgueses que encabezaron la lucha por la democracia contra el ascenso del absolutismo en Europa y quienes prefirieron libertad en la América salvaje a sometimiento al estado absoluto en la civilización europea. Rusia era una masa de innumerables comunidades aldeanas que estaban sólo preocupadas por sus asuntos propios y satisfechas con la democracia en su propia comunidad y que tenían sólo una vaga concepción del poder del estado y pasivamente lo dejaban a los gobernantes absolutos cuyos ejércitos las liberaron de los Mongoles y estaban obligados a protegerlas contra cualquier enemigo externo. 62 En Norteamérica había libertad política ilimitada que dio a los individuos absoluta libertad de acción. La necesidad de aceptar, y dominar las condiciones completamente nuevas requirió de los colonos que vinieron de Europa una enorme cantidad de esfuerzo individual, espiritual y físico, completa libertad de acción, extrema crueldad y la superación de innumerables prejuicios. 63 En Rusia por siglos no ha habido ni un rastro de libertad política; cada uno de los movimientos fuera de la comunidad aldeana estaba sujeto a supervisión policial. Más aún: existía sólo un muy limitado deseo de libertad de movimientos. Ha habido un “saludable sueño vegetativo34”, un adormecimiento en las modestas condiciones heredadas que no cambiaron por generaciones y que permitió crecer y arraigarse a todo tipo de prejuicios y paralizó todas las formas de energía. 64 Mientras que las condiciones para la población europea de Norteamérica engendraron todas las características espirituales que dan al hombre la ventaja en el modo de producción capitalista, las condiciones en Rusia engendraron precisamente esas características que hacen que los cautivos de la competencia capitalista sucumban y eso obstaculiza el desarrollo capitalista. 65 Además, desde Pedro el Grande, Rusia ha adherido a una política cuyos resultados ya me he referido en mi serie de artículos sobre el obrero norteamericano en el capítulo que se ocupa del capitalismo ruso.35 Sólo puedo reiterar aquí lo que dije allá. 66 Pedro I abrió Rusia a la civilización europea, es decir, al capitalismo, pero también condujo a Rusia dentro de las filas de las Grandes Potencias Europeas, la involucró en sus conflictos, la forzó a competir con ellas en armamentos militares en mar y tierra y medirse contra ellas en términos militares. Esto ocurrió cuando el capitalismo ya era muy fuerte en Europa Occidental y las fuerzas productivas estaban bien desarrolladas. A pesar de esto, incluso en Europa Occidental la rivalidad militar condujo a una serie de poderes a la bancarrota, por ejemplo, España y Portugal, y obstaculizó el desarrollo económico de muchos otros, a excepción de Inglaterra, que estaba resguardada por su posición insular de la necesidad de agotarse en guerras continentales, y pudo dedicar todos sus recursos a la armada por la cual regía los mares, hizo pingües ganancias de la

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piratería, la trata de esclavos, el contrabando y el saqueo de la India, y de este modo hizo de la guerra un negocio altamente rentable, un medio de acumular capital, como las Guerras Revolucionarias más tarde lo hicieron para Francia permitiendo a los victoriosos ejércitos de la República y el Imperio saquear a los países más ricos del continente Europeo, Bélgica, Holanda e Italia, y extraer un abundante botín también de otros países. 67 Rusia nunca ha emprendido guerras tan rentables. Ha habido un conjunto de serios obstáculos a su desarrollo como potencia naval, pero en la tierra limita sólo con vecinos pobres. Ha tenido éxito en derrotar a Japón y aprovechando las riquezas de China, hubiera, por primera vez en la historia desde su surgimiento como Gran Potencia Europea, sido capaz de sacar un beneficio económico considerable de una guerra. Pero la ironía de la historia quiso que sea precisamente esa guerra la que selló su bancarrota. 68 Como Rusia era, en términos económicos, la más débil y atrasada de las Grandes Potencias Europeas, el zarismo desde el siglo dieciocho, ha tenido que, para mantener su posición entre ellas, saquear a su propio pobre pueblo de manera creciente y haciendo imposible para ellos acumular riqueza alguna. La deuda estatal pronto se unió al militarismo para que este saqueo pudiera incrementarse. 69 No hay país en el mundo, ni siquiera los más ricos, en donde la rentabilidad de los impuestos sea suficiente para cubrir los enormes gastos que el militarismo de vez en cuando requiere y que es colosal en tiempos de guerra pero aún considerables en períodos de armamento, rearme y otros por el estilo. En tales casos la deuda pública ha sido por mucho tiempo la forma de probada eficacia para producir recursos inmediatos para esos enormes gastos. El pago de los intereses de la deuda pública siempre es una pesada carga para la población que paga impuestos pero puede ser un medio de enriquecer a la clase capitalista de un país cuando ésta es acreedora del estado. El estado entonces expropia a la clase trabajadora, para enriquecer a la clase capitalista, multiplica su riqueza y simultáneamente aumenta el número de proletarios a su disposición. 70 Pero en Rusia no había ninguna clase capitalista capaz de cubrir los requerimientos de capital del estado y la presión impositiva constante hizo mucho más difícil para tal clase capitalista emerger en una escala suficiente. De este modo, el dinero tuvo que pedirse prestado principalmente a capitalistas extranjeros que fueron convocados para llenar las arcas del estado que habían sido vaciadas por la insaciable sed del militarismo. Estos desembolsos de capital no fueron utilizados productivamente: fueron usados sólo para jugar a los soldaditos y para el esplendor de la corte. El interés en ellos fluyó al extranjero y, junto con el militarismo, este interés pronto formó una segunda herida abierta, siempre ensanchándose, drenando la savia vital de Rusia. 71 La guerra de Crimea y sus consecuencias hicieron entender al gobierno ruso después de 1860 el hecho de el coloso de su poder descansaba sobre pies de barro, porque el despliegue de poder diplomático y militar es imposible a largo plazo sin poder económico. Pero, este poder económico surge en la sociedad moderna ante todo de la industria capitalista y en menor medida de la agricultura y sin duda no procede de una agricultura primitiva y empobrecida; es por eso que el absolutismo ruso aprovechó la idea de cerrar la brecha lo más rápido posible. Intentó crear industrias capitalistas a gran escala garantizando una enérgica ayuda estatal. Pero como el estado vivía de la agricultura, esto simplemente significó que la industria debía ser respaldada por la imposición de una carga más pesada sobre la población campesina. Así pues, la política

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de industrialización en tiempos de paz se convirtió, como la política de conquista en tiempos de guerra, en un medio para saquear y oprimir a los granjeros y sobre todo a los campesinos. 72 Esta política de tiempos de paz llevó, como la política de guerra lo hizo, a un creciente endeudamiento hacia los extranjeros. El crecimiento del capital doméstico progresó muy lentamente para los propósitos del gobierno ruso; quería lograr una rápida independencia de los países extranjeros en aquellas ramas de la industria que son importantes para los armamentos militares, que producen cañones y armas, barcos y ferrocarriles y que proveen equipamiento. Como el capital interno estaba creciendo muy lentamente para fundar las empresas a gran escala necesarias, el gobierno en décadas recientes ha tratado cada vez más de atraer capital extranjero y éste está en particular, fuertemente representado en las industrias del carbón, acero y petróleo de Rusia meridional. Fue, sin embargo, no mayor independencia, sino dependencia a lo extranjero lo que resultó de la gran industria moderna cultivada en invernadero. 73 La existencia de crédito por supuesto que proporciona un poderoso aliciente para el desarrollo del capitalismo industrial. Cuando un noble feudal pide prestado dinero del usurero y paga los intereses de su deuda, su ingreso en consecuencia se reduce y finalmente se arruina, pero el capitalista industrial obtiene mayores ganancias si pide prestado dinero y paga sus intereses porque utiliza su dinero productivamente, no como el consumo improductivo del noble, para que, además del interés sobre el capital, obtenga ganancias. Si pide dinero al 4% y lo invierte para que obtenga un 10%, entonces está ganando un 6%. En esta forma, como capital financiero, el capital extranjero puede fácilmente acelerar el surgimiento de una clase capitalista en países económicamente atrasados. 74 Pero, para adquirir capital financiero, se necesita crédito, se debe ya tener un negocio que funcione bien, y en ese sentido, Rusia no tenía nada que ofrecer. El capital extranjero sin dudas fluyó en miles de millones hacia Rusia para desarrollar su industria pero sólo un mínimo porcentaje de este fue prestado a los empresarios rusos como capital para fundar y ampliar plantas industriales a gran escala. Al contrario, estas plantas en su mayoría fueron creadas directamente por capitalistas extranjeros y las mantuvieron en sus manos de manera tal que no sólo el interés sobre el capital sino todos los beneficios fueron acumulados por ellos y sólo los salarios permanecieron en Rusia. Este método para atraer capital extranjero produjo sólo el desarrollo de un fuerte proletariado, pero no de una clase capitalista fuerte, dentro de Rusia. Animó, más que obstaculizó, el empobrecimiento de Rusia. 75 Esta tendencia, sin embargo, se evidenció de la manera más clara y determinante en la agricultura, aquella rama de la producción que participa más tardía y débilmente de los efectos de la creciente productividad del trabajo en el modo de producción capitalista y que, más que cualquier otra, necesita de una población instruida para aprovechar las ventajas de los modernos recursos y métodos de producción. El capitalismo en Rusia no trajo a los campesinos escuelas mejoradas, el dinero para obtener fertilizantes artificiales o para mejorar las herramientas y maquinarias, sino que sólo aumentó la explotación. Mientras que en Europa Occidental el incremento de la explotación del campesinado por el estado y el capital fue de la mano con un crecimiento en la productividad del trabajo agrícola, en Rusia, al contrario, la explotación creciente del campesino, que se vio estimulada por el incremento de la competencia entre Rusia y las naciones capitalistas desarrolladas, trajo una constante caída en la productividad

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agrícola. El número de malas cosechas creció y además en cada hambruna el ganado era sacrificado antes que la gente sucumbiera al hambre. De este modo cada hambruna produce una reducción en el stock de ganado que en su momento conduce a una escasez de fertilizantes, un cultivo menos eficiente, y así a un mayor deterioro en la agricultura y a nuevas y peores malas cosechas. Pero toda la nación cae en la miseria junto con el campesino, ya que con él el mercado interno para la industria rusa se hunde y es el único mercado que ésta abastece porque no es competitiva en el mercado mundial; pero con la desaparición del campesino el estado también se enfrenta a su propia bancarrota a pesar de esa enorme riqueza natural con la que los corredores de bolsa de Europa Occidental se entusiasman cuando están dispuestos a poner más miles de millones a los pies del sangriento zar. ¡Si sólo esos millones hubieran sido usados para extraer esa riqueza y no para oprimir y masacrar a aquellos que a través de su trabajo son los únicos capaces de transformar esa riqueza natural en objetos de valor que pueden ser intercambiados en el mercado mundial por dinero! 76 La decadencia de la agricultura es, luego del ascenso del proletariado industrial, la causa principal de la presente Revolución rusa. Ha Llevado al estado al borde de la bancarrota financiera y creó condiciones que son insatisfactorias incluso intolerables, a todas las clases, condiciones que ellos no pueden soportar y de las que deben intentar escapar, una vez que han comenzado a moverse.

3. La solución a la cuestión agraria

77 La manera más obvia de ayudar al campesino es incrementar su parcela de tierra. Casi todos los partidos concuerdan en eso. Pero, ¿es esto suficiente? ¿Cuán útil puede ser dar más tierras al campesino cuando ni siquiera tiene ganado suficiente o herramientas para trabajar adecuadamente su parcela actual? Tal vez le dará un alivio temporario pero la vieja miseria pronto prevalecerá nuevamente. Si el campesino va a ser ayudado en el largo plazo entonces deben tomarse previsiones que le permitan optar por más intensivos y más racionales métodos de cultivo. Debe tener ganado, herramientas y fertilizantes a su disposición, debe establecerse un sistema de educación elemental de primer nivel: en resumen, al campesino debe dársele, lo más rápido y completamente posible, aquello que por décadas se le ha retenido o quitado como consecuencia del progresivo endeudamiento del estado, su continuo incremento impositivo y su creciente incapacidad e indiferencia para realizar cualquier tipo de tarea cultural. Sólo un régimen que sea capaz de hacer esto puede poner nuevamente a la agricultura campesina rusa, y con ella a todo el estado, sobre bases sólidas y de este modo poner fin a la revolución. 78 ¿Es el absolutismo capaz de hacer esto? Si lo fuera entonces podría dominar la revolución. Si el zar tuviera la inteligencia y la fuerza de transformarse en un emperador campesino como Napoleón I él podría asegurar su régimen absolutista una vez más. Por lo general el campesino no tiene mucho interés en la libertad política de la nación. Normalmente su interés gira en torno a los asuntos de la aldea. Si viera que el zar cuida de sus necesidades económicas, se pondrá nuevamente de su lado.

79 Pero por fortuna esto es imposible. Incluso el primer Napoleón sólo estaba en la posición de traicionar la libertad política de Francia con la ayuda de los campesinos y el ejército reclutado de entre sus miembros porque él era el heredero de la revolución y porque la revolución ya había satisfecho las demandas de los campesinos y él

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simplemente aparecía como el protector de los logros que habían obtenido en y mediante la revolución. 80 Incluso el monarca más enérgico y previsor no puede vencer una revolución política por sí mismo realizando su objetivo económico. Para hacer esto tendría que ser no sólo más previsor sino también más poderoso que toda la clase dominante en cuyo seno vive y a cuyas expensas la meta económica de la revolución sólo puede ser lograda. Incluso si fuera posible para un solo individuo pensar y sentir, clara e inconfundiblemente, de una manera completamente opuesta a la del entorno en el que se ha movido desde su infancia, no hay un solo individuo, aún el más dotado, que sea capaz de desafiar a todo su entorno solo. El zar de Rusia tiene menos poder que nadie para hacer esto. Apenas muestre la más leve inclinación a llegar a un acuerdo con la revolución los fieles siervos del absolutismo acabarían con él. Pero de Nicolás II no podemos siquiera esperar cualquier intento para romper significativamente con su entorno por cualquier asunto. 81 Por lo tanto este gobierno rechaza enérgicamente cualquier cosa que pudiera mejorar la miserable parcela de los campesinos incluso en una medida limitada. Les ofrece sólo promesas vacías, estafas y miserables fracasos. Pero ha pasado el tiempo en que el campesino se permitía ser engañado por todo esto. La revolución ya ha logrado tanto en el campo que el campesino quiere ver acción y juzga a cada partido por sus actos. Pero ¿qué es lo que espera de las acciones del gobierno, el cual asimila al zar? Los impuestos aumentaron pero no se les ofreció ninguna ayuda a las provincias donde las malas cosechas causaron hambrunas. Escuelas y hospitales cerraron por falta de recursos, los ferrocarriles se deterioraron porque su equipamiento no fue reemplazado, mientras que el zar necesita más dinero que nunca para soldados que usa para luchar contra su propia gente. Desde la invasión napoleónica el campesino ruso no ha visto un soldado enemigo en su país y se ha sentido seguro contra los enemigos extranjeros gracias al poder del zar. Ahora son los mismos soldados del zar quienes arrasan el campo como lo hicieron antes los Mongoles. De este modo todas las promesas que fueron hechas al campesino y que de vez en cuando lo llenaban de nuevas esperanzas de salvación final demostraron ser una miserable decepción y este descubrimiento hace su situación doblemente indignante y su ira disimulada dos veces más fuerte. La Duma, que le fue presentada como una salvación en este momento de necesidad, fue disuelta y el derecho a votar por una segunda Duma, que está actualmente siendo elegida, le fue arrebatado delante de sus narices. Frente a todo esto no es sorprendente que el pasado respeto ilimitado por el zar se haya transformado en un equivalente odio ilimitado por el zar. Pero, ¿tienen los liberales la posibilidad de convencer al campesino a largo plazo? 82 Ellos ciertamente le están ofreciendo lo que quiere más que nada: más tierras. Al menos, muchos de ellos están demandando la expropiación de la gran propiedad territorial y su redistribución entre los campesinos. Pero ¿a qué precio? La propiedad debería ser tratada con consideración en la medida en que esto sea posible y eso significa que los terratenientes deberían ser completamente indemnizados. Pero ¿quién debe compensarlos? Quién más que el campesino, ya sea directamente si paga intereses sobre el precio de compra de la tierra cedida a él, o indirectamente si el estado indemniza al terrateniente. Pero entonces los intereses sobre el precio de compra recaen nuevamente en los proletarios y en los campesinos indirectamente en la forma de nuevos impuestos. ¿Qué podrían haber ganado los campesinos al aumentar su

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parcela de tierra? Nada en absoluto, porque los beneficios netos del incremento volverían en la forma de intereses o impuestos a los anteriores dueños de los latifundios. A menudo ni siquiera las apariencias externas cambiarían porque muchos campesinos ya trabajan partes de los latifundios en arrendamiento para incrementar su propia parcela. Si fueran dueños de lo arrendado y en lugar de intereses sobre la renta, ellos tuvieran que pagar un nuevo impuesto ¿cómo podrían estar mejor?

83 Es sólo a través de la confiscación de las grandes propiedades territoriales que los lotes de los campesinos pueden ser significativamente ampliados sin que se le impongan nuevas cargas. La expropiación de un solo estrato de la clase dominante sin compensación es por supuesto una medida severa. Pero no hay alternativa. La pauperización del campesinado fue tan lejos que no es posible pedirle que paguen compensaciones. Si los propietarios liberales hubieran tenido la energía y el desinterés para [imponerle al zar] formas políticas y una política de estado que les hubiera permitido una discusión amigable con el campesinado mientras era todavía solvente, ellos podrían haber preservado sus intereses en la propiedad de una manera u otra. Ahora es demasiado tarde. Además ellos tienen poco de que quejarse. Sus antepasados entendieron perfectamente cómo engañar a los campesinos más provechosamente cuando la servidumbre fue abolida: desde entonces se han aprovechado de su posición desesperada para el peor tipo de especulación y nunca han mostrado por el campesinado la menor consideración o respeto. La confiscación de los latifundios es inevitable si se quiere ayudar a los campesinos. Pero los liberales están luchando firmemente contra esto. Sólo los partidos socialistas no retroceden con miedo. 84 Pero un incremento en la parte de las tierras de los campesinos está lejos de resolver la cuestión agraria de Rusia. Hemos visto que el campesino no sólo esta escaso de tierra, también le faltan técnicas y dinero. La decadencia de la agricultura rusa no será detenida en lo más mínimo porque la tierra y el suelo sean divididas de alguna manera diferente. Al contrario. Si las grandes propiedades, donde la agricultura es frecuentemente realizada sobre bases mucho más racionales, son divididas y reemplazadas por campesinos ignorantes sin recursos, la decadencia de la agricultura rusa sólo se acelerará si no se toman medidas enérgicas al mismo tiempo para incrementar la instrucción de los campesinos y su capital.

85 Eso es, no obstante, imposible sin una profunda conmoción en la totalidad del sistema político actual que ha estado causando la presente miseria a ritmo creciente por 200 años. Mientras más profundamente esta miseria, que el absolutismo continúa aumentando visiblemente incluso ahora, esté arraigada, más enérgicos ataques serán requeridos contra las instituciones existentes y las relaciones de propiedad si queremos poner esta miseria bajo cualquier tipo de control. 86 Sin la abolición del ejercito permanente y la supresión de la carrera armamentística naval, sin la confiscación de toda la propiedad de la familia imperial y de los monasterios, sin la bancarrota del estado y sin la confiscación de los grandes monopolios aún en manos privadas (ferrocarriles, pozos petroleros, minas, siderurgia), no será posible recaudar la enorme suma que la agricultura rusa necesita si va a ser arrebatada de su terrible decadencia. 87 Pero está claro que los liberales retroceden ante tales gigantescas tareas, tales decisivas revoluciones en las relaciones de propiedad vigentes. Básicamente, todo lo que quieren es continuar con la política actual sin tocar los fundamentos de la explotación de Rusia

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por el capital extranjero. Ellos adhieren firmemente al ejército permanente, que por sí solo, según su mirada, puede asegurar el orden y salvar sus propiedades, y quieren obtener nuevos recursos para Rusia a través de nuevos préstamos, lo que es imposible si el interés de los anteriores no es pagado a tiempo. 88 El interés sobre la deuda pública y el militarismo ruso está costando ahora dos mil millones de marcos. Los liberales quieren seguir exprimiendo esta colosal suma del pueblo ruso año tras año y todavía imaginan que podrán al mismo tiempo llevar a cabo todas las grandes tareas culturales que el zarismo ha descuidado y ha tenido que descuidar para pagar por el militarismo y la deuda pública. Creen que la constitución de una Duma es suficiente para hacer aparecer miles de millones de la tierra. 89 Ellos con frecuencia evocan la gran Revolución Francesa. No siempre correctamente. Las relaciones en la Rusia actual son en muchas formas distintas de aquellas de Francia en 1789. Pero la diferencia no reside en el hecho que las condiciones rusas requieren medidas menos radicales que las francesas. Al contrario. Francia no estaba endeudada con países extranjeros, no sufría del mismo tipo de escasez de capital, su educación, agricultura e industria no estaban tan atrasadas como éstas en Rusia al compararlas con las del resto de Europa. Y aun así, la Asamblea Nacional no pudo salvar a Francia de la bancarrota del estado y de las confiscaciones. Y, si Francia pudo mantener su militarismo, sólo pudo hacerlo gracias a las victoriosas guerras revolucionarias que la pusieron en una situación desde donde pudo saquear media Europa y de este modo pagar los costos de la guerra. La Revolución Rusa no tiene perspectivas de cumplir con sus necesidades financieras de este modo. Debe acabar con el ejército permanente si pretende satisfacer al campesinado ruso. 90 El liberalismo es tan incapaz de hacer esto como el zarismo. Se puede recuperar nuevamente de manera temporaria pero pronto se desvanecerá. Esto sucederá tanto más rápido ya que está privado de elementos democráticos enérgicos porque la única clase con alguna importancia en la que puede confiar es la de los grandes terratenientes, una clase cuyo liberalismo naturalmente se diluye en cuanto la cuestión agraria sale a la palestra.

4. Liberalismo y Social Democracia

El liberalismo de Rusia es de un tipo diferente al de Europa Occidental y sólo por esa razón es bastante erróneo presentar la gran Revolución Francesa simplemente como el modelo de la [revolución] rusa actual. 91 La clase dirigente en los movimientos revolucionarios de Europa Occidental fue la pequeña burguesía y, sobre todo, la de las grandes ciudades. Debido a su posición dual frecuentemente mencionada como la representante de la propiedad y el trabajo se convirtió en el nexo entre el proletariado y la clase capitalista, unió a ambos para luchar conjuntamente en la democracia burguesa que obtuvo su fuerza victoriosa de esto. El pequeño burgués se ve a sí mismo como un futuro capitalista y en ese sentido defendió los intereses del capital emergente. Pero él mismo creó el modelo para el proletario, quien por lo general provenía de los círculos pequeño burgueses, y al no tener aún una conciencia de clase independiente pedía sólo por la libertad y la oportunidad de ascender a la pequeña burguesía.

92 Además, la pequeña burguesía en las ciudades era la más numerosa, más instruida y económicamente más importante de las clases que constituían la masa popular. Pero las

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ciudades en sí se convirtieron en las sedes de los poderes gobernantes desde la Edad Media. Las ciudades regían el campo abierto y lo explotaban y la pequeña burguesía desempeñó un gran papel en este dominio y explotación: tuvieron éxito oprimiendo a los artesanos rurales y al mismo tiempo afianzaron su posición como una fuerza poderosa contra la nobleza y la aristocracia de las ciudades. Nada como esto pasó en Rusia. Las ciudades allí, débiles, pocas en número y la mayoría de reciente desarrollo, nunca han logrado la poderosa posición que alcanzaron en Europa Occidental y la masa del pueblo nunca ha conocido cómo distinguirse de, y elevarse por encima de, la población rural, como lo ha hecho allá. La masa de los artesanos urbanos se constituía de campesinos y numerosas formas de artesanía continuaron [realizándose] más en el campo que en la ciudad. Servidumbre y opresión, desamparo político y apatía eran iguales allí que aquí. 93 Fue sólo después de la abolición de la servidumbre que las semillas del interés político comenzaron a germinar entre las masas urbanas, pero esto ocurrió en las últimas décadas del siglo diecinueve al tiempo en que Europa Occidental el rol revolucionario dirigente de la pequeña burguesía se había finalmente agotado. Por una parte el proletariado se había hecho independiente y había sido poderosamente fortalecido mientras que por otra parte una enorme brecha se había abierto entre la pequeña burguesía y el capital. El pequeño burgués ya no ve más a los capitalistas como la clase a la que aspiraba ser elevado, sino como la clase que lo está oprimiendo y arruinando. Pero él ve a los asalariados como el elemento cuyas demandas están acelerando este proceso. Ya no es más el líder de la democracia que se une al capitalista y al trabajador en una lucha política común sino un descontento inescrupuloso que, decepcionado con la democracia, se enfurece simultáneamente contra ambos, proletario y capitalista y es influenciado por cualquier estafador reaccionario que le prometa algo atractivo.

94 De esta forma la pequeña burguesía de Europa Occidental se está haciendo cada vez más reaccionaria y poco confiable a pesar de sus tradiciones revolucionarias. La pequeña burguesía rusa entra al movimiento político sin tradición similar y bajo la completa influencia de la situación económica que también la está haciendo caer en Europa Occidental. Está, por lo tanto, mucho más inclinada que sus camaradas de clase europeos Occidentales al antisemitismo y la reacción, a la vacilación sin carácter que puede ser comprada a precio vil por cualquiera, al rol que el Lumpenproletariado 36 jugó en la revolución de Europa Occidental: ese Lumpenproletariado con el que la burguesía está cada vez más ligado espiritualmente y con el cual, aún en Rusia, voluntariamente colabora. A través del progreso de la revolución puede eventualmente involucrarse de manera creciente en un movimiento de oposición pero no constituirá un apoyo seguro para los partidos revolucionarios. Así, Rusia carece del firme apoyo de una democracia burguesa y le falta la clase que, a través de su interés económico común, puede fusionar burguesía y proletariado en un partido democrático unidos en la lucha común por la libertad política. 95 Incluso antes que la lucha revolucionaria comenzara, la clase capitalista y el proletariado en Rusia se colocaron en oposición directa uno frente al otro. Ambos habían aprendido de Occidente. El proletariado llegó derecho a la arena política no como parte de un partido democrático puro, sino como Social Democracia, y la clase capitalista se ha permitido a si misma ser intimidada por la mínima agitación por parte del proletariado: su principal preocupación es lograr un gobierno fuerte.

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96 El núcleo del partido liberal en Rusia estaba formado por los grandes propietarios territoriales, a excepción de los latifundistas, es decir, precisamente la clase contra la que el liberalismo en Europa Occidental dirigió sus principales esfuerzos. Pero en Rusia, en contraste con Europa Occidental, el absolutismo recientemente ha sacrificado la agricultura al capital. El mismo proceso que fue completado en Europa occidental a finales de la Edad Media y en los inicios del absolutismo, la explotación del campo por la ciudad, fue practicada cada vez más por el régimen absolutista ruso en el siglo diecinueve, y manifiestamente condujo a la aristocracia terrateniente a la oposición. Esta posición opositora [de la aristocracia terrateniente] fue facilitada por el hecho de que esta esta entró menos en conflicto directo con el proletariado que el capital industrial de las ciudades, la otra clase opositora. Mientras el campesinado se mantuvo calmo, el terrateniente ruso pudo darse el lujo del liberalismo, como los Tories ingleses y algunos Junkers prusianos se permitieron rodearse de una atmósfera de simpatía hacia su fuerza laboral a los inicios de la industrialización. 97 Y se mantuvo calmo por un tiempo. La agricultura podía visiblemente decaer, el campesino hundirse en la miseria, diezmarse sus filas hambruna tras hambruna y arruinarse sus negocios, y él permanecería fiel a Dios y al zar. Ciertamente, se reveló de vez en cuando pero la causa de esos disturbios se atribuyó a penurias particulares antes que al completo sistema de dominación, que no fue reconocido como la fuente de dichas penurias. 98 Pero la transformación de las relaciones económicas fue gradualmente preparando un cambio en el panorama del campesino y en sus sentimientos en la segunda mitad del siglo diecinueve. La aldea estaba unida al comercio mundial que llevó sus productos al mercado mundial. El aislamiento de la aldea cada vez más llegaba a su fin. La conscripción general llevó a sus hijos a la gran ciudad donde fueron expuestos a nuevas impresiones y aprendieron a conocer nuevas necesidades. Al final, numerosos campesinos o sus hijos que habían perdido sus tierras se dirigieron a las fábricas y las minas y de este modo se unieron a la lucha de la clase proletaria y transmitieron sus impresiones de ésta [lucha] a sus camaradas dejados atrás en las aldeas de regreso a casa. 99 Así es como los cimientos en los cuales el absolutismo ruso descansaba fueron gradualmente socavados, pero se necesitaba un poderoso golpe para que esos cimientos colapsaran completamente. Eso pasó como resultado de la guerra en Manchuria y la subsiguiente rebelión del proletariado urbano. Los eventos que treinta años antes hubieran pasado sin dejar rastro en el campesino ruso, están provocando ahora una respuesta enérgica de éste. Se ha despertado y se dio cuenta que finalmente llegó la hora de poner fin a su miseria. Ya no lo oprime: lo provoca. De repente, se ve a sí mismo desde una nueva perspectiva: el observa al gobierno, a cuyo control se ha sometido, hasta ahora con confianza, como el enemigo que debe ser derribado. Él no va a permitir que otros piensen por el de nuevo, debe pensar por sí mismo, debe usar toda su inteligencia, toda su energía, toda su crueldad y abandonar todos sus prejuicios si va a sostenerse en el remolino por el que ha sido succionado. Lo que provocó que el campesino anglosajón y el pequeño burgués de los siglos diecisiete al diecinueve, emigrara traerá para el campesino ruso al inicio del siglo veinte, más rápida y violentamente, la revolución y la transformación del despreocupado, somnoliento e irreflexivo animal de costumbres en un enérgico, incansable e infatigable luchador [por un futuro] nuevo y mejor.

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Esta increíble transformación está desarrollando una base firme para la nueva agricultura rusa que surgirá de las ruinas de la anterior pero también proporciona la garantía más segura para el triunfo final de la revolución. Mientras tanto, cuanto más revolucionario se hace el campesino, más reaccionario es el terrateniente. Cuanto más el liberalismo pierde el apoyo que en él tenía, tanto más indecisos se vuelven los partidos liberales y tanto más giran los profesores liberales y abogados de las ciudades hacia la derecha para no perder completo contacto con su previa base de apoyo. 100 Este proceso puede conducir a un reforzamiento temporario de la reacción pero no puede suprimir la revolución en el largo plazo. Sólo acelera la bancarrota del liberalismo. Esto debe guiar a los campesinos cada vez más a los brazos de esos partidos que protegen sus intereses enérgica y crudamente y no se permiten ser intimidados por dudas liberales: los partidos socialistas. Mientras más dure la revolución, aún más este proceso debe continuar incrementando la influencia de los partidos socialistas también en el campo. Puede finalmente llevar a una situación en donde la Social Democracia llegue a ser la representante de las masas del pueblo y por lo tanto el partido vencedor.

5. El proletariado y sus aliados en la revolución

101 Es tal vez adecuado aquí, como conclusión a este estudio expresar mi opinión sobre una consulta que mi amigo Plejánov ha realizado entre un grupo de camaradas no rusos sobre el carácter de la revolución rusa y las tácticas que los socialistas rusos deberían seguir. Es decir, me gustaría hacer sólo unas pocas observaciones sobre esas preguntas y no responderlas concretamente. Mientras creo que casi tres décadas de contacto cercano con los líderes destacados del movimiento revolucionario ruso me ubica en la posición de proporcionar a mis camaradas alemanes alguna información sobre este movimiento, también me siento como un novato frente a mis camaradas rusos cuando se trata de los asuntos rusos. Pero es, por supuesto, urgentemente necesario para nosotros socialistas de Europa occidental, formarnos un punto de vista definido sobre la Revolución rusa porque no es un evento local, sino internacional, y de la manera en que la valoremos dependerá la manera en que enfrentemos las próximas tareas tácticas de nuestro propio partido. Pero además no tengo motivo para ocultar mi propia opinión cuando los camaradas rusos me preguntan por ella.

102 El cuestionario contiene las siguientes tres preguntas: 1. ¿Cuál parece ser el carácter general de la Revolución rusa? ¿Estamos frente a una revolución burguesa o socialista? 2. En vista a los desesperados intentos del gobierno ruso para suprimir el movimiento revolucionario ¿cuál debería ser la actitud del Partido Social Demócrata hacia los partidos democrático burgueses, que están luchando a su manera por la libertad política? 3. ¿Qué táctica debería proseguir el Partido Social Demócrata en las elecciones a la Duma para usar la fuerza de los partidos de la oposición burguesa en la lucha contra nuestro antiguo régimen sin violar la Resolución de Amsterdam?

103 Ninguna parte de la primera de estas preguntas me parece fácil de contestar. La era de las revoluciones burguesas, es decir, de las revoluciones en las que la burguesía era la fuerza impulsora, ha concluido también en Rusia. Allí también el proletariado ya no es más un apéndice y una herramienta de la burguesía, como lo era en las revoluciones burguesas, sino una clase independiente, con objetivos revolucionarios independientes.

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Pero dondequiera que el proletariado emerja de esta forma, la burguesía deja de ser una clase revolucionaria. La burguesía rusa en la medida en que es liberal y tiene una política de clase independiente, desde luego odia al absolutismo pero odia la revolución aún más, y odia el absolutismo porque lo ve como la principal causa de la revolución; y en la medida en que demande libertad política, lo hace sobre todo porque cree que es la única manera de poner fin a la revolución.

104 La burguesía por lo tanto no constituye una de las fuerzas impulsoras del presente movimiento revolucionario en Rusia y en ese sentido no podemos llamarla burguesa. 105 Pero no podemos usar esto como un motivo para llamarla socialista sin más preámbulos. No hay manera en que esta [revolución] pueda llevar al proletariado solo a la dominación política, a la dictadura. El proletariado ruso es demasiado débil y atrasado para eso. En cualquier caso es muy posible que en el curso de la revolución la victoria recaiga en el Partido Social Demócrata y la Social Democracia hace muy bien en mantener esta perspectiva de victoria ante sus seguidores porque uno no puede luchar exitosamente si ha renunciado a la victoria de antemano. Pero no será posible para la Social Democracia lograr la victoria solo a través del proletariado sin la ayuda de otra clase y como partido victorioso no será capaz de poner en práctica más de su programa que lo que le permitan hacerlo los intereses de la clase que apoya al proletariado. 106 Pero ¿en qué clase debería confiar el proletariado en su lucha revolucionaria? Si uno sólo echa un vistazo superficial a la política podría llegar a la conclusión que todas las clases y partidos que están esforzándose por la libertad política solo tendrán que trabajar juntos para obtenerla y sus diferencias deberían sólo ser resueltas luego que la libertad política haya sido ganada. 107 Pero cada lucha política es una lucha de clases y de este modo también una lucha económica. Los intereses políticos son resultado de intereses económicos; es para proteger a éstos, y no para llevar a cabo ideas políticas abstractas, que las masas están sublevadas. Cualquiera que desee alentar a las masas hacia la lucha política debe mostrarles cuán estrechamente está unida a sus intereses económicos. No debe permitirse que esto quede en segundo plano si no se quiere llegar a un punto muerto en la lucha por la libertad política. La alianza entre el proletariado y otras clases en la lucha revolucionaria debe descansar sobre todo en un interés económico común, si va a ser duradera y victoriosa. Las tácticas de la social democracia de Rusia también deben estar basadas en ese tipo de interés común. 108 Existe un sustancial interés común durante todo el período de la lucha revolucionaria, sin embargo, sólo entre el proletariado y el campesinado. Este debe proporcionar las bases de toda la táctica revolucionaria de la social democracia rusa. La colaboración con el liberalismo sólo debe ser considerada cuando y donde la cooperación con el campesinado no sea por esto perturbada. Es en el interés común entre el proletariado industrial y el campesinado en que la fuerza revolucionaria de la social democracia rusa se funda, es la posibilidad de su victoria y al mismo tiempo, los límites a la posibilidad de su explotación. 109 Sin los campesinos no podemos ganar en el futuro próximo en Rusia. No debemos, sin embargo, anticipar que los campesinos se harán socialistas. El socialismo sólo puede ser construido sobre la base de la gran empresa, es demasiado incompatible con las condiciones de la pequeña empresa para que sea capaz de surgir y afirmarse en medio de una población predominantemente campesina. Quizás pueda ser posible, si [el

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socialismo] llegara al poder en la industria a gran escala y en la gran empresa agrícola y, a través de su ejemplo, fuera capaz de convencer a los pobres campesinos e incitarlos a la imitación, pero el socialismo no puede prescindir de ellos. Y en Rusia, más que en otros lugares, las condiciones intelectuales y materiales para esto están ausentes. El comunismo de las aldeas rusas yace en ruinas y de ninguna manera significa comunidad de producción. También es imposible convertir la producción de mercancías moderna sobre la base de la comunidad aldeana en un modo superior de producción. Para esto es necesario al menos el marco del estado nacional, pero los agricultores rusos no son capaces de ninguna forma de producir sobre bases nacionales.

110 La presente revolución sólo puede conducir a la creación en el campo de un campesinado fuerte sobre la base de la propiedad privada de la tierra y a la apertura de la misma brecha entre el proletariado y la parte propietaria de la población rural que ya existe en Europa Occidental. Parece por lo tanto impensado que la presente revolución en Rusia esté llevando a la introducción de un modo socialista de producción, incluso si llevara a la social democracia al poder temporalmente. 111 Claramente, sin embargo, podemos experimentar algunas sorpresas. No sabemos cuánto tiempo más va a durar la Revolución rusa y las formas que hasta ahora ha adoptado sugieren que no tiene intenciones de llegar a un pronto final. Tampoco sabemos qué influencia va a ejercer sobre Europa Occidental y cómo enriquecerá al movimiento proletario allí. Finalmente, no tenemos todavía ninguna idea de cómo los éxitos logrados por el proletariado de Europa Occidental afectarán a los rusos. Haríamos bien en recordar que nos estamos acercando a situaciones completamente nuevas y problemas para los que ningún modelo anterior es adecuado. 112 Deberíamos probablemente ser justos con la Revolución rusa y las tareas que nos plantea si no la viéramos como una revolución burguesa en el sentido tradicional ni como una socialista sino como un proceso bastante único que está teniendo lugar en las fronteras entre la sociedad burguesa y la socialista, que requiere de la disolución de una [de ellas] mientras prepara la creación de la otra y que en cualquier caso trae a aquellos que viven en la civilización capitalista un paso significativo hacia su desarrollo.

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NOTAS

1. El cuestionario fue publicado en Sovremennaia zhizn’ (Vida Moderna) nro. 11 (1906) p. 206. Si bien Plejánov permanecía en Ginebra, era editor de este periódico moscovita y como tal publicó el cuestionario y posteriormente las respuestas al mismo que seleccionó (Baron 1995). 2. “Los intentos de la presente historiografía del Comintern para presentar las cosas como si Lenin, casi en su juventud, hubiera visto en Kautsky un oportunista y le hubiera declarado la guerra, son radicalmente falsos. Casi hasta la [Primera] Guerra Mundial, Lenin consideraba a Kautsky como el genuino continuador de la causa de Marx y Engels”. (Trotsky 1938, p. 98).

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3. “La definición sociológica general de lo que es una revolución burguesa no determina en absoluto las tareas político tácticas, las contradicciones y los problemas que se presentan en el caso de una revolución burguesa concreta” (Trotsky 1906, p. 67). 4. En 1897 menos del 13% de la población de la Rusia europea vivía en ciudades, frente a un 41% en Francia, 54% en Alemania y el 77% en Gran Bretaña. Los campesinos seguían siendo aproximadamente las cuatro quintas partes de la población total. Según el censo de 1897 sólo el 25% de los hombres y el 10% de las mujeres fuera de las ciudades estaban alfabetizados. Según las estadísticas oficiales, un total de 2,2 millones de trabajadores estaban empleados en las industrias de minería y manufactura en 1900. Si se incluyen los que no estaban sujetos a la inspección de fábricas, se obtiene una cifra de aproximadamente dos millones y medio. A esto se puede añadir otro medio millón de empleados en el transporte y aproximadamente 300.000 obreros de la construcción en zonas urbanas, lo que arroja una cifra total de 3,3 millones de trabajadores. Esto representaba aproximadamente el 2,5% de la población total de 129 millones en 1897. Antes de 1906 cualquier organización sindical independiente estaba expresamente prohibida por la ley. Hasta 1905 una huelga, aun cuando no estuviera organizada, era también un delito penal, por el que los responsables podían ser detenidos por un período de ocho meses (datos tomados de Keep 1963, pp. 1-10). 5. Trotsky 1907, pp. 142-3. 6. N. de los Ed.: Kautsky, que no leía ruso, obviamente no podría haber sido convertido a la teoría de la revolución permanente leyendo Nachalo. 7. N. de los Ed.: Trotsky 1907. En pp. 122-39 Trotsky proporciona un sumario del ensayo de Kautsky a través de fragmentos detallados. Para el comentario de Trotsky ver: Richard Day and Daniel Gaido (eds.), Witnesses to Permanent Revolution: The documentary record, Leiden: Brill, 2009 pp. 139-48. 8. N. de los Ed.: K. Kautsky, "The American Worker" (febrero de 1906), en Richard Day and Daniel Gaido (eds.), Witnesses to Permanent Revolution: The documentary record, Leiden: Brill, 2009, pp. 609-661. 9. Ibid., p. 625 10. N. de los Ed.: K. Kautsky, “Revolutionary Questions”, en Richard Day and Daniel Gaido (eds.), Witnesses to Permanent Revolution: The documentary record, Leiden: Brill, 2009, p. 216. Trotsky omite la próxima oración de Kautsky: “Lo mejor que puede hacer [la revolución] es lograr un gobierno democrático detrás del cual estaría un proletariado fuerte, impetuoso y progresista que sea capaz de exigir concesiones importantes.” 11. N. de los Ed.: Kautsky 1906a. La traducción al ruso que cita Trotsky difiere levemente del original de Kautsky en alemán. Ver: Richard Day and Daniel Gaido (eds.), Witnesses to Permanent Revolution: The documentary record, Leiden: Brill, 2009, p. 219. 12. N. de los Ed.: Para la interpretación subjetiva de Plejánov sobre la respuesta de Kautsky, ver Plejánov 1926a, pp. 295-7. 13. L. Trotsky 1969, pp. 69-74 14. N. de los Ed.: Los Bolcheviques, dirigidos por Lenin, propusieron la ‘dictadura democrática del proletariado y el campesinado’. 15. N. del Original: Kautsky rechaza llamar esta dominación política del proletariado una dictadura, e igualmente normalmente evito usar esta palabra; en cualquier caso, mi comprensión del contenido social del gobierno proletario es el mismo que para Kautsky. 16. L. Trotsky 1969, pp. 100-6 17. L. Trotsky 1969, pp. 75-81 18. N. de los Ed.: Trotsky 1969, p. 105. Estas palabras enfatizan dramáticamente la diferencia entre dominación temporaria y una dictadura socialista. 19. N. de los Ed.: En abril de 1906, un grupo de diputados campesinos en la Duma comenzaron a separarse de los Socialistas Revolucionarios para formar un partido independiente. El programa

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Trudovik apoyaba demandas campesinas de propiedad de la tierra y poner fin a todo vestigio de feudalismo. Los Trudoviks nunca se separaron totalmente de los Socialistas Revolucionarios, en cambio, vacilaron entre estos y los Social Demócratas como Trotsky predijo que harían. 20. N. de los Ed.: los Zemstvos eran órganos de gobierno local, en cuya composición los nobles detentaban la abrumadora mayoría (74%), aunque como cuerpos colegiados, sólo representaban al 1,3% de la población. A pesar de esto, se transformaron en órganos de oposición al zarismo 21. N. de los Ed.: Un distrito histórico del oeste de Georgia. 22. N. de los Ed.: la referencia de páginas es de la edición rusa de Trotsky 1906, en la cual Resultados y Perspectivas fue publicado por primera vez. 23. N. de los Ed.: Petrushka es un criado de Almas Muertas de Gogol que leía libros pronunciando cada palabra sin tener en cuenta su significado. 24. N. de los Ed.: El Partido Democrático Constitucional (cuyos miembros eran conocidos como Cadetes) era una agrupación liberal radical formada en Octubre de 1905 con el objetivo de participar en las elecciones para la Primera Duma en la cual surgieron como el partido mayoritario. 25. N. de los Ed.: En el Congreso de Amsterdam de la Segunda Internacional en Agosto de 1904, el SPD y los Marxistas Franceses se combinaron para proponer una denuncia expresa al revisionismo y a la participación socialista en los gobiernos burgueses. Plejánov invocó la autoridad de esta resolución, que remarcaba en su Art. 2 que “La Social Democracia no puede luchar para participar en el gobierno bajo la sociedad burguesa […].” contra los proyectos de los Bolcheviques y partidarios de la estrategia de la revolución permanente (De Leon 1904, pp. 132-3). ​ 26. N. de los. Ed.: Prokopovich, en un momento líder de la joven oposición del Grupo de Emancipación del Trabajo, había, para esta época, surgido como publicista de los Cadetes. 27. Nota del original: Rudolf Martin, Die Zukunft Russlands, Leipzig: Dieterich, 1906. 28. Nota del original: ‘Zur agrarbewegung in Russland’ (Teutonia-Verlag, Leipzig, 1905) Estos ensayos son incluídos en la colección rusa Agrarnyi Vopros, eds. P.D. Dolgorukov y I.I. Petrunkevich (2 vols., Moscú, 1905). 29. Nota del original: ‘Una desiatina es poco más que una hectárea y un pot poco más que 16 kilogramos’. N. de los Ed.: En el sistema métrico, 1,093 Ha y 16,38 Kg, en el sistema de medidas imperial británico, 2,7 acres y 36 libras. 30. N. de los Ed.: La centena o hundredweight es una unidad de medida de masa del sistema anglosajón, que en el Reino Unido equivalía a 112 libras avoirdupois, es decir, 50,8 kilogramos del sistema métrico. 31. Nota del original: A.A. Manuilov, en P.D. Dolgorukov y P.P. Petrunkevich, Agrarnyi Vopros, I, p. 61. 32. Nota del original: A.A. Manuilov, en P.D. Dolgorukov y P.P. Petrunkevich, Agrarnyi Vopros, I, p. 63. 33. Nota del original: A.A. Manuilov, en P.D. Dolgorukov y P.P. Petrunkevich, Agrarnyi Vopros, I, p. 51. 34. N. de los Ed.: En alemán gesunder Planzenschlaf, es una frase de Menzel con la que responde a la queja de Börne de que los alemanes estaban dormidos. Menzel replica que el sueño era saludable, por lo tanto preferible, para la evolución pacífica de Alemania antes que una revolución. 35. K. Kautsky “The American Worker” 1906, en: Richard Day and Daniel Gaido (eds.), Witnesses to Permanent Revolution: The documentary record, Leiden: Brill, 2009, pp. 609-61. 36. N. de los Ed.: El Lumpenproletariado era, según Marx, esa parte de la clase de los no propietarios de los medios de producción que, por deficiencias de organización, articulación y conciencia eran presa fácil del soborno y la demagogia de los dictadores como Luis Bonaparte. En un inusual estilo gráfico, Marx describió este peligroso, aunque pintoresco, grupo de este modo: Al lado de los decadentes rouès [libertinos/sans scrupule] con dudosos medios de subsistencia y

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dudoso origen, junto con los arruinados y aventureros vástagos de la burguesía, había vagabundos, soldados licenciados, ex-presidiarios, esclavos fugados de galeras, pícaros, charlatanes, lazzaroni, carteristas, estafadores, jugadores, maquereaus [proxenetas], guardias de burdeles, porteadores, literati, organilleros, ropavejeros, afiladores, hojalateros, mendigos, en pocas palabras, un conjunto indefinido, una masa desintegrada, tirada aquí y allá, que los franceses llaman la bohème. (MECW 11, p. 148-9)

RESÚMENES

En octubre de 1906 G. V. Plejánov envió un cuestionario a líderes de la socialdemocracia internacional, solicitándoles formalmente su opinión sobre el carácter de clase de la revolución rusa y las tácticas que de dicho análisis de desprendían para el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Recibió doce respuestas, que en su gran mayoría apoyaban la postura menchevique: la revolución rusa no es socialista, a lo sumo es burguesa con elementos socialistas, el boicot a la Duma es considerado un error y la cooperación con los partidos de la oposición burguesa, esencial. La excepción a dicha regla fue la respuesta de Karl Kautsky, que tradujimos y editamos por primera vez en castellano para el presente artículo. Si bien la respuesta es cautelosa y lo suficientemente ambigua para que tanto Lenin como Trotsky la consideren como una ratificación de sus teorías, es categórica en rechazar la posibilidad de una coalición con la burguesía, la postura que Plejánov avalaba, y por ende constituye una clara refutación de las perspectivas mencheviques de la revolución rusa. Más aún, Trotsky, en el prefacio a la antología En defensa del partido, fechado 1 de enero de 1907, que incluimos en el presente artículo, se refirió al trabajo de Kautsky como una reivindicación de sus ideas sobre la revolución permanente, tal como la expuso en su famoso libro Resultados y Perspectivas, originalmente publicado en 1906.

In October 1906 GV Plekhanov sent a questionnaire to the leaders of international Social Democracy, formally requesting their opinion about the class character of the Russian revolution and the tactics which followed from this analysis for the Russian Social Democratic Labour Party. He received twelve responses, which overwhelmingly supported the Menshevik position: the Russian revolution is not socialist, at most it is bourgeois revolution with socialist elements; the boycott of the Duma is considered an error and cooperation with the parties of the bourgeois opposition, essential. The exception to this rule was the response of Karl Kautsky, which we have translated and edited for the first time in Spanish for this article. While Kautsky’s answer is cautious and ambiguous enough so that both Lenin and Trotsky considered it as a confirmation of their theories, it categorically rejected the possibility of a coalition with the bourgeoisie, the posture favoured by Plekhanov, and therefore constitutes a clear refutation of the Menshevik prospects on the Russian revolution. Moreover, Trotsky, in the preface to the anthology In Defense of the Party, dated January 1, 1907, which we have also included in this article, referred to Kautsky’s work as a vindication of his ideas on permanent revolution, as presented in his famous book Results and Prospects, originally published in 1906.

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ÍNDICE

Palabras claves: Revolución rusa, Kautsky (Karl), Lenin, Trotsky, revolución permanente Keywords: Russian Revolution, Kautsky (Karl), Lenin, Trotsky, permanent revolution

AUTORES

DANIEL GAIDO

Argentino, Ph.D. (2000), Universidad de Haifa (Israel), es investigador adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). [email protected]

PAULA AVILA

Argentina, Licenciada en historia, investigadora independiente, docente auxiliar de Historia Contemporánea Universidad Nacional de Córdoba, Escuela de Historia. [email protected]

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Reseñas

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Ernesto Ottone, El Viaje Rojo. Un ejercicio de memoria 2da. edición, Debate, Santiago, 2014, 178 páginas

Manuel Loyola

REFERENCIA

Ernesto Ottone, El Viaje Rojo. Un ejercicio de memoria, 2da. edición, Debate, Santiago, 2014, 178 páginas.

1 Sin ser amplios ni menos diversos, los relatos de recuerdos personales realizados por ex militantes del Partido Comunista de Chile (PCCh), resultan siempre interesantes al permitir nuevos acercamientos e interrogantes a la historia de esta organización, una de las más antiguas y relevantes de la izquierda nacional y regional.

2 Es cierto que desde hace poco más de una década se dispone de nuevas contribuciones en este género, ligadas preferentemente a la vida o trayectoria de quienes, por su avanzada edad, estiman llegado el momento de exponer lo que consideran fue lo significativo que les tocó vivir o conocer y que, tal vez, disponga de alguna utilidad para las nuevas generaciones de compañeros. La paulatina acumulación de estos recuentos no sólo debería alentar, actualmente, a la realización de más de algún trabajo de sistematización y análisis por parte de estudiantes y estudiosos, sino, a la vez, al impulso de nuevos rescates orales y escrituras de la memoria de militantes a lo largo del país. Tanto en lo primero como en lo segundo, el PCCh y la academia están aún en deuda. 3 Sin pretender ser una biografía, lo que efectivamente no es, ni tampoco un libelo teórico sobre la política y la democracia, el texto de Ernesto Ottone El viaje rojo, cumple perfectamente con lo que promete en un inicio: ser un ejercicio de memoria (personal) sobre una determinada vivencia, es esto, sobre su calidad de militante y dirigente comunista chileno por espacio de unos 15 años, entre 1967 y 1983.

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4 Respecto de ello, dos asuntos saltan a la vista casi inmediatamente comenzada la lectura. Primero, lo más evidente, es que la experiencia militante del personaje refiere a lo más álgido del contexto político chileno del siglo XX, aquél que dio con el fin de la democracia representativa enmarcada en la Constitución de 1925, y la refundación e institucionalización del esquema capitalista criollo, ahora –dictadura mediante- de extrema subordinación a la expoliación privada nacional e internacional. Y, segundo, que quien cruzó por tal período no fue un personaje de edad avanzada o experimentado de la política local, sino un joven que a los 22 o 23 años de edad (bajo el gobierno de la Unidad Popular), ya estaba instalado entre lo más destacado del segmento juvenil de la élite partidaria, desempeñando funciones burocrático-estatales y, muy pronto, burocrático-transnacionales, al ser llamado a ocupar altos cargos en la Federación Mundial de Juventudes Democráticas (FMJD). A su trabajo desempeñado en esta estructura internacional, está dedicado la mayor parte del libro que comentamos. 5 En la FMJD, Ottone estuvo casi una década, es decir, lo más importante de su vida comunista lo desarrolló en esta instancia donde, a la par con la intensa actividad de apoyo a la causa democrática chilena y de denuncia de la dictadura de Pinochet, tuvo que emprender múltiples relaciones, gestiones y viajes en apoyo a las “luchas de liberación nacional” de numerosos pueblos que, en el aquel entonces, conformaban el llamado Tercer Mundo. De todo ello, el autor da nutrida cuenta en las páginas de su libro, sazonando oportunamente su relato de serias y solemnes actividades de la diplomacia mundial, con graciosos comentarios sobre anécdotas y chistes acontecidos en tales ocasiones. Su prosa, por lo general clara y fluida, adquiere así niveles de amenidad que cabe destacar. 6 Para bien o para mal, es innegable que la experiencia militante comunista ha sido o es altamente significativa en la vida de muchos de quienes la han emprendido (o padecido)*. Decimos esto porque el texto de Ottone y, por cierto, su propio título, señalan lo determinante que aquello fue en la vida particular del narrador. 7 ¿Por qué se escribe un libro como este? ¿Hay necesidad de hacerlo? ¿Para quién escribe El Viaje Rojo? Sin ser explícito respecto de estas interrogantes (es más, ni siquiera se las plantea en su Prefacio) pareciera que la redacción de este “ejercicio de memoria” persigue en el autor ordenar un cierto pasado, ajustarlo, comprenderlo mejor a fin de revelar una probable verdad: la afirmación de una autonomía personal –política e intelectual- que procura constantemente enfatizar en sus páginas. Por tanto, este libro parece ser, por sobre todo, un balizado personal, un decir: de ahí vine, eso hice y en esto me convertí. En este sentido es una escritura sensible y honesta, y que procura avisar a todos “lo que hice”, políticamente hablando. 8 Nada ajeno a la motivación que acabamos de proponer, es el hecho de querer (tal vez) ajustar cuentas públicas con el PCCh y la cultura comunista en la que vivió. Y hacerlo sin caer en alardes ni en negaciones destempladas, y sin acudir a los efectismos post mortem a lo Ampuero, o de otros literatos del montón que, desde un tiempo a esta parte, hacen caricatura del pasado comunista del cual, en más de un caso, profitaron. Ottone no evita la crítica ni tampoco el juicio adverso a los cercos de la vida partidaria, a la mediocridad de varios de sus dirigentes máximos, o a la soberbia de otros, en especial de aquellos que, a finales de los 70, buscaban personificar la nueva línea revolucionaria del Partido. Expone el dogmatismo de todos, la docilidad y obsecuencia de muchos, la candidez de tantos. Y de todo eso, si bien de un modo un tanto oblicuo, es capaz, en

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algunos momentos, de colocarse él mismo como parte y ejemplo de tales convicciones y cinismos. 9 Ottone busca exponer las muchas pamplinas ideológicas presentes en lo que llama “la vulgata marxista-leninista”; las reiteradas ruedas de carreta de la comunión comunista en las que él también creyó; pero lo hace con tino, sin exagerar, por más que en sus expresiones haya más de un personaje que francamente detestó. Y es que transita en el habla de Ottone un querer ser agradecido y afirmar un determinado respeto. Sabe que, más allá de los errores e imposturas, hubo también mucha sangre y sacrifico, dolores y pérdidas de las que es imposible escapar. Sabe que los lazos y las marcas quedan, y si bien hoy no es posible volver a sentirlas como antes, sus proyecciones –las pasadas, pero también, las futuras- de algún modo siguen vigentes. Su libro es un modo de reinstalarse delante de ese pasado y delante de ese Partido que tanto le dio, pues, claramente, sin el paso por sus filas, no habría alcanzado lo que llegó a ser. Ese pasado y ese Partido -que, en la práctica, vienen a ser una sola cosa- es a los que ahora apela, no para volver a abrazarlos (asunto imposible), sino para hallar con ellos y para ellos, un modus vivendi para la vida actual**. 10 Obviamente, la narración de Ottone deja unas cuantas situaciones o preguntas sin abordar. ¿Qué ocurrió en la Jota en la segunda mitad de los años 60 que llevó, entre otros, a él, a ser rápidamente promovido a puestos relevantes? ¿Cómo se construyeron los ámbitos y relaciones de influencia al interior de la Jota? ¿Por qué fue destacado prontamente a roles en el plano del comunismo internacional? No es claro -ni menos detalla- su relación respecto a cómo cuestiona la política nacional a internacional del PCCh entre fines de los 70 e inicios de 80. Indica que hubo al menos dos momentos decisivos en ello: 1979 y 1981, en sendos ampliados partidarios, pero se omiten circunstancias y contenidos en un fenómeno que debió ser, suponemos, intenso. Nada sustancial desarrolla sobre sus vínculos con la Social Democracia y el Eurocomunismo; con las fundaciones y centros académicos de Europa Occidental; su pronta incorporación a organismos de las Naciones Unidas, una vez que deja la Federación Mundial. Omite, igualmente, referirse a sus relaciones con la élite PC una vez alejado orgánicamente de él. 11 No cabe duda, por las mismas señas de personalidad con que se describe, que Ottone fue parte y cultivó una de las variantes más sobresalientes del conservadorismo partidario, la variante de la dirigencia más añosa (la de Millas, Montes, Zorrilla, Campusano, Teitelboim, Corvalán, etc.), la misma que pronto se verá sobrepasada por la irrupción de otra articulación de poder partidario no menos rígida y conservadora en sus posiciones: la de los circuitos militarizantes nucleados en torno a Gladys Marín. El declive de la vieja guardia, a inicios de los años 80, implicará la incomodidad de varios militantes cercanos a los mecanismos de decisión comunista, más aún cuando estos eran ya mucho más evidentes en Chile que entre los contactos externos. El PC había cambiado y fue cada vez más insostenible tener que responder a políticas poco complejas, rudas, que no dejaban espacio a discrepancias, y que en aras de nuevas muestras de sacrifico, despreciaban las buenas maneras y las prácticas cultas de lo político. Ottone y su sentido de lo adecuado y ponderado, tuvieron que retirarse, no sin un fuerte pesar por ello. Así queda expuesto en el libro que hemos comentado.

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NOTAS

*. Ya en otros lugares hemos reflexionado sobre ello, y no es del caso aquí reiterarlo. *. * El texto de Ottone fue elaborado en instantes de acelerado acercamiento entre el PCCh y la anterior Concertación, asunto que cristalizaría en la creación de la Nueva Mayoría. Esto importó un giro definitivo del PC hacia posiciones de ajuste social del proyecto de modernización neoliberal en una perspectiva conceptual que se dio a llamar “nuevo ciclo” de la política chilena, ampliamente sostenido por Ernesto Ottone.

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S. Sándor John, Bolivia’s Radical Tradition: Permanent Revolution in the Andes University of Arizona Press, 2012, 320 páginas

Daniel Gaido

REFERENCIA

S. Sándor John, Bolivia’s Radical Tradition: Permanent Revolution in the Andes, University of Arizona Press, 2012, 320 páginas.

1 El libro del Steven Sándor John, un profesor de historia en el Hunter College de la City University of New York y militante trotskista norteamericano (primero de la Spartacist League y luego de una de sus escisiones conocida como el Internationalist Group), es el producto de toda una vida de estudio de la cuestión sobre la que trata, la historia del trotskismo boliviano. El libro tiene su origen en una tesis presentada en 1997 para obtener el grado de Maestro en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México, titulada El movimiento trotskista en Bolivia, 1935-1955, luego ampliada en una tesis doctoral en inglés que cubre el período hasta el ascenso de Evo Morales al poder: Permanent revolution on the Altiplano: Bolivian Trotskyism, 1928-2005, Ph.D. Thesis, City University of New York, 2006.

2 La redacción del libro involucró la consulta de archivos en tres idiomas en varios países, así como la realización de numerosas entrevistas a los principales dirigentes del trotskismo boliviano. Además, no se trata de un libro puramente académico: el autor es un militante comprometido, como lo demuestra la campaña macartista en su contra realizada por la corporación mediática Fox, en represalia por haber organizado protestas contra la presencia del ex-general Petraeus en el campus de la universidad en la que enseña (“Jesse Watters Confronts Radical Professor Who Organized Ugly Anti- Petraeus Protests”, Fox Nation, September 24, 2013). Es necesario recalcar esto, porque la mayoría de esta reseña estará dedicada a puntualizar nuestras críticas al trabajo, y

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esto puede conducir a la falsa impresión de que el mismo carece de interés. Por el contrario, consideramos que se trata de un trabajo valioso, que merecería ser traducido al español para enriquecer el debate sobre uno de los movimientos revolucionarios más significativos que ha producido la clase obrera en Latinoamérica. 3 Luego de trazar los orígenes del trotskismo en Bolivia a partir de la fundación del POR en la Ciudad de Córdoba, Argentina, en 1935, Sándor John pasa al estudio de la revolución de 1952. El autor critica correctamente a la falta de diferenciación política del POR con el MNR, y en particular con su ala izquierda, que operaba en el movimiento obrero a través de Lechín y de otros dirigentes del MNR en la COB – falta de diferenciación que por otro lado fue reconocida por el mismo Lora en Figuras del trotskismo boliviano, p. 83 – pero intenta además remontar esa crítica a los fundamentos programáticos del trotskismo boliviano en las Tesis de Pulacayo de 1946. Al hacerlo, no critica el verdadero punto débil de las Tesis (su planteo de frente único proletario, por contraposición al antiimperialista), sino que le atribuye falsamente una concepción confusa de revolución democrático-burguesa (aunque las tesis dicen claramente: “la revolución será democrático-burguesa por sus objetivos y sólo un episodio de la revolución proletaria por la clase social que la acaudillará”), y las acusa de circunscribir la revolución boliviana al terreno nacional (aunque dicen: “Nos declaramos solidarios con el proletariado norteamericano y enemigos irreconciliables de su burguesía que vive de la rapiña y opresión mundiales.”) 4 El problema no es, como sostiene el autor, que el POR haya llamado a un gobierno de la izquierda del MNR, porque el partido bolchevique también hizo algo similar con la consigna “fuera los diez ministros capitalistas”. Tampoco es objetable que el POR haya tratado de producir una ruptura entre el ala derecha y el ala izquierda del MNR, llamando a conformar un gobierno conjunto de ésta última con el POR, porque los bolcheviques también formaron eventualmente un gobierno de coalición con los eseristas de izquierda. El problema es que el POR fomentó ilusiones en la posibilidad de que el ala izquierda del MNR, y en particular Lechín, se pusieran al frente del proceso revolucionario, e incluso de que transformaran al gobierno del MNR en un “gobierno obrero-campesino”, en vez de levantar, inmediatamente después de la conformación de la Central Obrera Boliviana el 17 de abril de 1952, el slogan “todo el poder a la COB”. 5 Sándor John aporta una cita reveladora de la posición adoptada por Lora en 1952. En una entrevista originalmente publicada en La Vérité N° 294, 17 avril 1952, Lora responde a la pregunta “Notre parti est à l’avant- garde de cette lutte?” de la siguiente manera: “Oui, et il appuie la fraction de gauche du nouveau cabinet.” (p. 130). En las Tesis de Abril de 1917, por el contrario, Lenin planteó las consignas “Ningún apoyo al Gobierno Provisional” y “que todo el poder del Estado pase a los Soviets de diputados obreros”. El apoyo a los ministros mencheviques y eseristas de izquierda fue la política defendida por Kamenev y Stalin antes de la llegada de Lenin a Petrogrado. 6 Igualmente reveladora es la cita del periódico del POR Lucha Obrera, 11 noviembre 1952, reproducida en The Militant, 19 January 1953: “The MNR is a party in transition from traditional reform politics to the new politics of revolutionary transformation with the proletariat at the head of society… The formation of a solid grouping of workers in the MNR, elimination of the counter-revolutionary tendencies, a political program expressing the interests of the exploited, absolute pre-eminence of the working class in the ranks of the movement — this course can give the MNR a role of importance on the revolutionary road to the Workers and Peasants Government.”

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7 Pero Sándor John no solo critica al POR su falta de delimitación política del MNR sino su adopción de la política de frente único, por ejemplo con la conformación del Bloque Minero Parlamentario (BMP) en 1946, o los llamados del POR a conformar un frente único antiimperialista con el MNR y el PIR sobre la base de un programa de lucha (“Lora emerges as a sorcerer’s apprentice, unleashing a process he could not control. The call for an ‘anti-imperialist front’ to draw closer to the MNR ranks, insistently proposed by the Lora-Möller faction, was the direct precursor of entrism”, p. 152). De haber seguido esta política, el POR nunca hubiera superado el estadio de un grupo propagandístico sin influencia en las masas y por ende incapaz de jugar un rol en los destinos del país. 8 Todo sectarismo se reduce, en el fondo, al rechazo de la política de frente único, que es una condición indispensable para la unidad de acción de la clase obrera, desde la conformación de órganos elementales de autodefensa de las masas como los sindicatos hasta la creación de órganos de poder proletario como los soviets, en todos los cuales conviven distintas tendencias políticas. Dado que los países semicoloniales como Bolivia plantean además una serie de tareas democráticas históricamente irresueltas por la burguesía, comenzando por la liberación nacional, las Tesis sobre la Cuestión de Oriente adoptadas por el Cuarto Congreso de la Internacional Comunista en 1922 plantearon la necesidad de aplicar en éstos una política de frente único antiimperialista. Dicha política leninista, sin la cual es imposible dar un paso en los países subyugados y explotados por el imperialismo, fue explícitamente rechazada por los Spartacists (ver “Permanent Revolution vs. the ‘Anti-Imperialist United Front’: The Origins of Chinese Trotskyism”, Spartacist, No. 53, Summer 1997), de allí la confusión del autor entre la crítica a las políticas erróneas del POR y la crítica a la táctica de frente único en general, y de frente único antiimperialista en particular, por ejemplo en esta cita: “At critical junctures, the ‘anti-imperialist front’ took center stage as a recipe for blocs with the Lechinista labor officialdom and nationalist politicians.” (p. 230) 9 El sectarismo reaparece en la crítica del autor a la concepción de Lora sobre la guerra de guerrillas. Sándor John se ve obligado a reconocer que ya en junio de 1963 “Lora criticized Guevara’s Guerrilla Warfare for “extreme schematism”, as it presented “a set of recipes its author claims must be applied to all countries.”… Moreover, Guevara was wrong to “assume the guerrilla foco can create the revolutionary party.” (p. 178, una referencia a la crítica de Lora al manual de Guevara La Guerra de guerrillas, titulada Las guerrillas: La concepción marxista contra el golpismo aventurero, junio de 1963). Asimismo, debe reconocer que, en su texto de noviembre de 1967 Revalorización del método de las guerrillas, “Lora criticized the concept that the foco was the ‘preeminent method’ of struggle and ‘the party of today’, which Debray had argued in his best-selling Revolution in the Revolution?” (p. 191). Pero Sándor John critica a Lora por afirmar que “OLAS could become a ‘single Latin American command of revolutionary forces,’ if it ‘overcomes its current sectarianism and opens its doors to all leftist tendencies,’” y por sostener que “For Bolivia to be ‘converted into a real Vietnam,’ however, the ‘guerrilla focos must be removed from their isolation’ and ‘rooted in the mass movement.’” Según el autor: “This was far from the intransigent critique the POR-Masas later advanced” (p. 191). 10 Esto es particularmente lamentable porque la crítica de Lora al foquismo es uno de los aportes más importantes del trotskismo latinoamericano. Mientras que las tendencias trotskistas internacionales se dividían entre una crítica sectaria a la revolución cubana que negaba la expropiación de la burguesía (Healy, Lambert, etc.), y una adaptación acrítica al foquismo, que no era sino una repetición inconsciente de las teorías de los

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populistas y de los narodniks rusos sobre la posibilidad de una vía campesina al socialismo (Michel Pablo, Ernest Mandel, Pierre Frank, Livio Maitan, Nahuel Moreno, etc.), Lora sostuvo que la guerrilla era un método de lucha armada que la clase obrera podía adoptar en ciertas circunstancias, como lo hizo por ejemplo en Europa durante la resistencia a la ocupación nazi, pero que de ninguna manera podía suplantar a la construcción de un partido de la clase obrera, como condición indispensable para la transición del capitalismo al socialismo. De allí su crítica al escrito de Guevara, ya que “lleva directamente a un desprecio del partido del proletariado como expresión del alto grado o la madurez de la condición subjetiva de la revolución” (Guillermo Lora, Revolución y foquismo: Balance de la discusioń sobre la desviacioń “guerrillerista”, Buenos Aires: RyR, 2011, p. 127). En la misma línea se inscribe la crítica de Lora al libro posterior de Régis Debray ¿Revolución en la Revolución?, donde se lee: “Todo intento de sustituir al partido con otra organización importa el menosprecio a la actividad consciente de la clase y endiosa la espontaneidad. No debe olvidarse que sólo el partido político, por su naturaleza y estructura nace y se desarrolla en el plano consciente. Tal es el problema fundamental y constituye un error suplantarlo con la discusión acerca de las formas de lucha que deben ser desechadas (lo que, por otra parte, depende del momento político que se viva).” (Ibid., p. 271). 11 El autor sostiene que Lora adoptó una posición equívoca ante la Asamblea Popular de 1971, convocada con el beneplácito del gobierno de Torres y presidida por Juan Lechín, la cual podía, según el POR, transformarse en un organismo soviético, así como el MNR podría haberse transformado en un partido revolucionario del proletariado en 1952. También critica la creación por el POR-Masas, inmediatamente después del golpe de estado de Hugo Banzer, del Frente Revolucionario Antiimperialista (FRA), el cual incluía a Torres (asesinado en Buenos Aires el 2 de junio de 1976, en el marco del Plan Cóndor). Sin embargo, no indica que la idea de un frente único revolucionario no procede del marxismo clásico sino del morenismo (compárense las “Tesis de Leeds” de Nahuel Moreno, disponibles online, con la Carta abierta de la Zentrale del Partido Comunista Unificado de Alemania, 8 de enero de 1921, disponible como apéndice al artículo “Paul Levi y los orígenes del comunismo alemán”, Izquierdas, no. 22, enero 2015, pp. 45-47). 12 Hacia el final del libro, el autor también señala, aunque de pasada, el impacto del desplazamiento del Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional del foquismo al democratismo sobre su sección boliviana, luego de la creación en 1980 del Comité Nacional de Defensa de la Democracia (CONADE): “Proclaiming itself ‘an important component’ of CONADE, the González POR had moved away from the guerrilla warfare orientation, in line with a shift by Mandel’s United Secretariat.” (p. 222) 13 El autor hace algunas observaciones pertinentes sobre el ocaso del POR: señala que “Lora’s POR argued the ‘non-viability of bourgeois democracy’ in a semicolonial country like Bolivia” (p. 222), lo que lo condujo a un abstencionismo ultraizquierdista, por ejemplo cuando, en las elecciones de junio de 1980, “Lora’s POR-Masas called on voters to cast blank or spoiled ballots” (p. 222). Menciona asimismo un incidente significativo que tuvo lugar en 1995: “the very public purge of Juan Pablo Bacherer, who had functioned as Lora’s right-hand man […] suddenly denounced as an ‘informer’ by the long-time POR leader, who refused to provide any evidence for the inflammatory charge.” (p. 233-4). No menciona, sin embargo, que Bacherer denunció que “el POR se ha transformado en secta nacionalista” (título de su texto de ruptura con el POR, publicado en En Defensa del Marxismo, Buenos Aires, no. 17, julio de 1997).

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14 Quisiéramos concluir esta reseña repitiendo que, si hemos puntualizado nuestras diferencias con el análisis de la obra reseñada, no ha sido porque la consideremos carente de valor; muy por el contrario. El libro de S. Sándor John, producto de una investigación seria y exhaustiva, es una contribución importante a la historia del trotskismo boliviano y, como tal, merece ser objeto de una pronta traducción al castellano, ya que enriquece considerablemente nuestro conocimiento de una de las facetas más significativas de la historia del movimiento obrero revolucionario en Latinoamérica.

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