El Rock En Colombia
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EL ROCK EN COLOMBIA PRIMERA PARTE (1967-1992) SURFIN’ CHAPINERO - Eduardo Arias SEGUNDA PARTE (1987-2007) DE LA MANO DEL ROCK, POR LA VÍA DEL PADRE ESTADO, LA MADRE MEDIOS Y EL ESPÍRITU GRATUITO - José Enrique Plata fotorreportaje ROCK AL PARQUE - María Isabel Garcés Fotografías: Luis Carlos Celis 199 El rock en Colombia. Primera parte (1967-1992) Surfin’ Chapinero* Eduardo arias** n 1988, como en 1971, el rock colombia- de aplastarlo o, al menos, de magnificar sus vi- no creyó tocar el cielo. En realidad estuvo cios y tergiversar sus aciertos. (Penetración del a punto de tocarlo. Y, por qué no, tal vez imperialismo yanqui para los mamertos y sí lo tocó. Pero no fueron más que los izquierdosos Mercedes-Sosos; música dosE espejismos, cara y cruz de la misma ahistórica y acrítica para los intelectuales moneda, y de los espejismos no queda pancaribes que sólo aceptan la validez de nada distinto que la emoción pasajera los rockeros en tanto que descubran de haber visto algo que desaparece la cumbia, el vudú o el son montu- de pronto y la secreta esperanza no, ya sea en de que algún día regrese. Brooklyn, * * * Montego Bay, Hablar de rock colom- Soweto o El biano resulta aventurado Goce Pagano porque, en términos prác- de la carrera quin- ticos, el rock colombiano no ta; música de droga- existe. Y no existe porque, dictos, vagos e irrespon- por lo general, a casi nadie sables para los guardianes le ha interesado realmen- de la moral y las buenas te que exista. Y cuando costumbres; táctica de la ha tenido posibilidades Doctrina de Seguridad Na- de existir, el amarillis- cional, compañero, para mo, el camandulerismo desviar los movimientos de y el marxismo-leninis- protesta estudiantil hacia mo se han encargado * Plublicado originalmente en revista Gaceta, No 13, mayo-julio de 1992, Colcultura, pp. 14-19. ** Con la colaboración especial de Augusto Martelo. 200 el escapismo de la droga). Claro: mucho de lo an- terior puede llegar a ser cierto. Pero el hecho ob- jetivo y concreto es que el rock hecho en Colom- bia no ha tenido jamás la menor oportunidad de despegar. Los pocos esfuerzos aislados de algún disc jockey, label manager, empresario o mecenas de nada han servido. Así haya músicos reventán- dose las yemas de los dedos con una guitarra en el garaje de su casa o en alguna bodega, así haya de tarde en tarde alguna presentación en un bar, muy de vez en cuando un concierto algo más ma- sivo y, excepcionalmente, tres o cuatro grupos se hayan ganado la lotería de ser escogidos como te- rock hippie desaparecieron de pronto en medio de CONCIERTO DE CON- loneros de alguna atracción internacional, el pa- CIERTOS BOGOTÁ EN norama general es triste. la indiferencia generalizada. ARMONÍA DE 1988 El rock colombiano sigue latente y renace con- Dos excepciones que confirmarían la regla tra todos los pronósticos porque infinidad de ve- El Concierto de Conciertos Bogotá en Armo- ces ha soñado que se desliza en una veloz tabla nía de 1988 fue un espejismo festivo y despreo- sobre las olas de cuatro metros de océanos ima- cupado, creado por el entonces alcalde de Bogotá ginarios que revientan en algún lugar cercano a y unos cuantos empresarios y directores de esta- Chapinero, el Camping del Sol, el río La Miel o ciones de radio. El Concierto de Ancón de 1971, Melgar. Si no ha logrado consolidarse, no ha sido en cambio, lo creó un puñado de aventureros (en del todo por culpa de los músicos. Tampoco ha el buen sentido de la palabra) que creyeron posi- sido culpa exclusiva de la radio o de las casas dis- ble revivir el fantasma de Woodstock en un par- queras. Es más, tal vez no haya ni siquiera culpa- que de las afueras de Medellín. bles. Y no vale la pena buscar culpables, porque El rock, para bien o para mal, fue noticia en tampoco hay de qué sentirse culpable. 1969-1971 y en 1988-1989. Manuel Quinto, líder del movimiento hippie de finales de los sesenta, viajó de Tumaco a Bogotá en el mismo avión del presidente Carlos Lleras y dialogó un rato con él. Esta curiosa charla apareció reseñada en los dia- rios. Andrés Pastrana, alcalde de Bogotá, tomó su micrófono en el estadio El Campín ante seten- ta mil personas y recibió una ovación equivalen- te a unos cuatro o cinco millones de votos en una elección presidencial. Todo eso fue noticia, como también lo fueron la calle Sesenta de Chapine- ro, el Parque de los Hippies, la calle a espaldas del Hotel Hilton, el go-go y el ye-ye, el Campín a las seis de la madrugada mientras Miguel Mateos terminaba su presentación, el álbum Contacto de Compañía Ilimitada, el amor libre, “Igor y Penélo- pe” de Pasaporte, “Sonata Nº 7 a la Revolución” de Malanga, los discos de Los Speakers, Los Fli- ppers y Génesis. Pero el “rock en tu idioma” y el 201 Guzmán, Los Teen Tops y agrupaciones simila- res, popularizaron “el ritmo de moda”. Para los más románticos, nunca faltaron versiones en cas- tellano de las empalagosas baladas de Pat Boone y Paul Anka. Augusto Martelo, bajista de Malan- ga, Mango y otras agrupaciones, recuerda haber escuchado en su infancia una versión de “See you later alligator” interpretada en castellano con acordeón y caja, tal vez en versión de Aníbal Ve- lásquez. (“Hasta luego cocodrilo / te pasaste de caimán”). Pero Colombia aún no tenía grupos ni cantantes propios. Apenas comenzaba a formar- se un público que hoy en día se reencuentra en pequeños bares donde aún es posible escuchar aquellas canciones, aquellas melodías y aquellas voces. (Quienes quieran descubrir o reencontrar- se con aquel repertorio, pueden hallar parte de él en la recopilación Días felices, editada hace un par de años por cbs). Sin entrar en detalles nostálgi- cos (esa tarea le corresponde, por derecho propio, Érase una vez... a Juan Harvey Caicedo), baste recordar que fue Todo comenzó como en todas partes. Como en las discotecas de aquel entonces donde se cen- en Inglaterra, España, Argentina o México: con tró aquella movida. En 1964 ya había estallado el Elvis. Y el rock’n’roll llegó a Colombia como Can- furor de los Beatles y se hablaba del go-go y del tinflas, las rancheras, el Chapulín Colorado y Ve- ye-ye. Uno de los primeros grupos, si no el prime- rónica Castro: vía México. Versiones cantinfles- ro, fue Los Desconocidos de Samper y Durana. En cas y chapulinescas de los éxitos de Elvis, Little lugares como La Gioconda, Las Mazmorras o La Richard y otros, a cargo de César Costa, Enrique Bomba era posible escuchar las primeras bandas locales, tales como Danger Twist, Los Caminan- tes y Los Speakers, quienes alternaban con Los Yetis de Medellín y Los Crickets de México. Los Speakers entraron pisando duro y se con- virtieron en la principal banda colombiana. Sus integrantes fueron Luis Dueñas, el español Rodri- go García, Humberto Monroy y muchos otros que pasaron furtivamente por el grupo. Aparecieron Los Flippers, grupo integrado por Arturo Astudi- llo, Carlos Martínez, Édgar Dueñas y Orlando Be- tancur, por el que también pasaron, entre otros, Ferdie, Caliche, Miguel Muñoz y Miguel Durier. Otros grupos de la época: Los Ampex y, por los lados del Chicó y El Lago, estaban los del grupo 2+2, integrado por Nano Pombo, Willie Vergara, Diego Betancur, Christian Gómez y Augusto Mar- telo, y Los Playboys, de Chucho Merchán y Juan- go Fernández. Aparecieron solistas aún muy re- 202 cordados: Harold, traron en contacto con el nuevo Óscar Golden, Vic- movimiento y Pablus Gallinazus ky, Jairo Alonso y irrumpió como una especie de demás integran- Bob Dylan sabanero. Esta época tes de la cuerda del coincidió con el advenimiento de Club del Clan, que un importantísimo movimiento llegó a la televisión teatral de vanguardia encabeza- después de haber do por el grupo La Mama, mien- sido un programa tras que Bernardo Salcedo y Nor- radial. Eran tiem- man Mejía escandalizaban con pos de conciertos su obra en los salones nacionales ÓSCAR GOLDEN, INTEGRANTE DEL en el Teatro Almi- de arte. CLUB DEL CLAN. rante, los concur- Hubo eventos muy importantes. Además del sos Milo a Go-Go concierto de Ancón celebrado en Medellín en y las primeras gi- 1971, sin lugar a dudas el evento más importante ras por todo el país. de la historia del rock nacional, también se desta- Aparecieron grupos de otros lugares como los Ye- caron los del Parque Nacional de Bogotá, los do- tis de Medellín y Los Colores del Tiempo de Ba- mingos musicales en el escenario de Lijacá, los del rranquilla. Grupos mexicanos como Los Crickets Parque de la Sesenta, Apocalipsis, el tpb, El Lo- (no confundirlos con los de Buddy Holly) y Los cal, La Mama, la Zona Verde de la Calle 87 y el Pe- Moonlights alternaban con lo mejor del rock na- dregal de Cali. Contrariamente a lo que señalan CONCIERTO DE ANCÓN ,CELEBRADO EN MEDELLÍN cional de aquel entonces. ciertos teóricos del movimiento estudiantil en Co- EN 1971. De la era de las discotecas, que terminó hacia 1967, se pasó a la de los conciertos. La referencia obligada ya no eran necesariamente Los Beatles y el sonido beat de Liverpool. Nuevos sonidos propa- gados desde Londres y San Francisco hablaban de la psicodelia, el rock ácido, el soul; eran los tiem- pos de la Gran Conciencia Universal… Los nuevos héroes eran Cream, Jefferson Airplane, Traffic, Ja- nis Joplin, Jimi Hendrix, Joe Cocker… Y el hippis- mo comenzó a apoderarse de las calles.