Las Ciudades De La Callaecia Romana Durante El Alto Imperió *
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Las ciudades de la Callaecia romana durante el Alto Imperió * Patrick LE Roux La Galicia de los romanos o Callaecia abarca los dos conventus del noroeste, el de Bracara Augusta y el de Lucus Augusti, dos lugares centra- les que reflejan la evolución que se ha producido en ella durante la época de Augusto en materia de urbanización y administración. Sin embargo, el enfoque que se puedeproponer para las transformaciones regionales en este campo, va relacionado con interpretaciones tanto más difíciles de funda- mentar cuanto que las fuentes son insuficientes y que las etapas mismas de la romanización previas a la época de Augusto se basan en indicios frágiles y discutibles. Por un lado, no se sabe nada preciso sobre el impacto de las campañas d&Décimo Bruto en el año 138 a.C. y. por otro, las excavaciones arqueológicas en los castros plantean problemas metodológicos cuyo exa- men y revisión está en curso, de modo que la historia de los años 150 al 27 a.C., decisivos para medir la naturaleza de los cambios posteriores, está todavía en buena parte por escribir. Según los testimonios de Estrabón y Plinio el Viejo parece que la ciudad no tenía en esta zona nada más que un papel secundario: la estructura dominante sería la de los pueblos (o etnias) más o menos recompuesta por el poder romano. Dicho de otro modo, en el momento de describirla emergencia y los rit- mos de difusión de la ciudad romana en la Callaecia, es indispensable. cii primer lugar, plantear el problema de los castros y de la existencia de una * Texto sin modificar que fue presentado como una lección en el curso de verano celebra- do en Gijón en el mes dejulio de 1995. Agradezco tanto al profesor N. Santos Yanguas, su ama- ble invitación, como al profesor y académico J. M. Blázquez Martínez, su propuesta de acoger este trabajo en la revista de Historia Antigua Gerión. Gerión, nY 14, 1996. Servicio de Publicaciones. Universidad Complutense. Madrid. 364 Paírick Le Roux protourbanización que habría influido sobre laurbanización julio-claudia y flavia de la comarca. En segundo lugar, tendremos como consecuencia que ocupamos del papel de la ciudad, de sus funciones y de los factores de jerarquización, paradespués abordar el tema de la originalidad de las socie- dades urbanas gallegas, en la medida que las inscripciones permiten apro- ximarse un poco más a ellas, para al final, concluir sobre la ciudad como testigo del desarrollo de la romanización durante el Alto Imperio. 1. EMERGENCIA DE LAS CIUDADES Y TEJIDO URBANO: RITMOS DIVERSOS Augusto, heredero de la tradición greco-romana, tendió a privilegiar la organización del territorio entre ciudades autónomas confiadas a notables bajo el control del gobernador provincial y el Emperador. Solo merecía el titulo de ciudad aquella que se encontraba dirigida desde un lugar central urbanizado, sede de las instituciones y de las decisiones. En Callaecia los establecimientos protourbanos, de los cuales Briteiros o Sanfins, por ejem- pío, son buenos testimonios, plantean directamente el problema de la herencia, es decir, de la configuración del llamado mundo de los castros así como de las distintas fases de su historia. Laimagen misma de los castros y de sus características da lugar hoy en día a dudas y a revisiones. Desdehace algún tiempo se viene corrigiendo la impresión que se tenía de una profusión de estos asentamientos, que según algunos historiadores deben contarse por millares. Nada permite sostener la idea de la existencia de una difusión homogénea y simultánea, ni tampoco de la adquisición concomitante de construcciones y de técnicas propias. Según se puede apreciar los hábitats fortificados mientras que corres- pondían a un mismo tipo de aglomeración, no tenían todos ellos las mismas estructuras, la misma importancia ni la misma función en todas las épocas. Lo que revelan es, más probablemente, la continuidad de sociedades poco diferenciadas, esencialmenw rurales y montañesas, que por no estar reple- gadas sobre sí mismas no han conocido invasiones decisivas, ni tampoco transtornos producidos por causas exógenas. La presencia de Roma ha debido tener una influencia precoz, pero progresiva, lo que permite enten- der mejor el florecimiento en los siglos ti y ¡ a. C. de citanias como las de Briteiros o Sanfins, anteriormente mencionadas. Estas citanias de aspecto urbano por ciertas construcciones y monumentos y por sus murallas, no eran, por tanto, nada más que aglomeraciones de tamaño reducido cuyo territorio tenía una naturaleza económica, es. decir, tenía sobre todo una Las ciudades de la Callecia romana durante elAlío Imperio 365 función de abastecimiento. Ahora bien la romanización empieza a hacerse notar, aunque de modo limitado, sobre todo entre mediados del siglo í a.C. y mediados del siglo í d.C., para una mayoría de establecimientos cas- treños. Además contra lo que se ha afirmado durantecierto tiempo, no fue- ron abandonados todos los castros con la llegada del Imperio y laevolución del siglo í. Muchos siguieron cambiando y transformándose. Una constatación resume de modo esquemático los datos de la cuestión: según parece sólo excepcionalmente el sitio donde existía un castro ha dado lugar a una ciudad bajo el Imperio y es significativo que ni Briteiros, ni Sanfins, ni Monte Mozinho, ni tampoco Sabroso hayan sido después luga- res centrales de ciudades. Por otra parte, en un contexto de urbanización relativamente poco desarrollada, son lugares nuevos los que han adquirido el estatuto urbano, que iba paralelo, en la mayoría de los casos, con el de lugar central. Es bastante probable, además, que fueran otras aglomeracio- nes ya existentes, las de tipo oppidum, las que hayan recibido una promo- ción urbana a medida que avanzaba la romanización: Dactonium de los lemavi, Castromao de los coelerni, el lugar central de los avobrigenses y, tal vez, hasta la futura Aquae Flaviae. Aún influenciados por las estructuras urbanas, los castros se consideraban sólo como pueblos o aldeas por parte de Roma. La determinación de los centros urbanos nacidos como tales desde la época augustea no es nada fácil. Como ya hemos dicho las fuentes no faci- litan la investigación. Estrabón no dice casi nada a este propósito aparte de la mención de las ciudades ártabras situadas alrededor del golfo del mismo• nombre (III, 3, 5); Plinio el Viejo enumera solo populi, indicándonos un número de dieciséis para el conventus lucensis y de veinticuatro civitates para el de Bracara Augusta. Sin embargo Plinio conoce, vecino de los copori, el oppidum Noeca el único que le parece digno de citar (IV, 34, 111). Pomponio Mela. tacé lo mismo basándose también en la relación que tenía este oppidum~ con las arae sestianae (III, 1, 12). Este último recoge, además; la ciudad de Lam- briaca situada en el flexus Grovi, donde desembocaban los ríos Laeros y Ulla, y la de Adrobrica entre los ártabros. Las informaciones de Ptolomeo y los itinerarios plantean la cuestión de la naturaleza de las aglorneráciones enumeradas así como la de su origen cronológico. Queda la epigrafía que, por medio del origo o de una devoción a un genius o una divinidad tópica, añade topónimos a la lista ya conocida o menciona norúbrés.atestiguados por otra parte. Son muchos los problemas de identificación y de localiza- ción que surgen como, por ejemplo, en el caso de ‘Ibngobriga, que se tien- de a situar en Freixo en la región de Marco de Canaveses. 366 Patrick Le Roas Los únicos indicios de la política augustea consisten, pués, en la orga- nización de comunidades según el modelo de la civitas y en la creación de dos poíos urbanos preeminentes y nuevos, Bracara Augusta y Lucus Augusti. Nopodemos estar seguros de que todos los pueblos se hayantrans- formado en ciudades y hayan desarrollado desde el principio un núcleo urbano-lugar central, aunque la costumbre se ha iniciado; la fórmula de Pli- nio que reserva la palabra civitas para el conventus de Braga, podría signi- ficar, por otra parte, que la urbanización estaba ahí más desarrollada. En cuanto a los dos centros augústeos, éstos constituían los instrumentos de un método aplicado en otras provincias, con el fin de conceder a centros urba- nos una cierta preeminencia para que fueran imitados después. En efecto, como confirma Plinio, Bracara Augusta —y en consecuenciaLucus Augus- ti— se ha fundado como oppidum, término pliniano para designar a la ciu- dad, y al mismo tiempo como caput civitatis. El cognomen augústeo de los dos establecimientos tenía un valor político y religioso: señalaba que la decisión procedía del dueño único del linperio y, al mismo tiempo, invoca- ba sobre la nueva ciudad la protección de los dioses que se supone inter- cedían a los ruegos augústeos, de un Augusto definido como un patrono prestigioso. He emitido la hipótesis, a propósito de Bracara Augusta, de que estas ciudades con nombre augústeo habían recibido un estatuto superior al de simple ciudad peregrina desde su promoción al rango de caput civitatis. En este caso, el estatuto más verosímil que se puede aceptar para ellas es el de ciudad latina sin el título municipal. Se ha objetado que la tribu Quitina, atestiguada entre las ciudades augústeas de Callaecia, marcaba una promo- ción cívica de época flavia. Sin embargo, además de que las menciones de una tribu son bastante escasas y, en consecuencia, difíciles de interpretar, parece más razonable proponer otra explicación distinta: en primer lugar, que la tribu Quima se relaciona con promociones individuales de época flavia, sin peijuicio de promociones anteriores que implicaban la adscrip- ción a otras tribus romanas como, por ejemplo, a la Galeria; en segundo lugar, que Bracara Augusta no se conoce hasta ahora en ninguna época como municipio, lo que parece significar que ni con Vespasiano tuvo esa evolución según el estado actual de la documentación.