CENTÓN EPISTOLARIO (Volumen III) CASA DE ALTOS ESTUDIOS DON FERNANDO ORTIZ UNIVERSIDAD DE LA HABANA
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
BIBLIOTECA DE CLASICOS CUBANOS DO DELMINGO MONTE CENTÓN EPISTOLARIO (Volumen III) CASA DE ALTOS ESTUDIOS DON FERNANDO ORTIZ UNIVERSIDAD DE LA HABANA BIBLIOTECA DE CLÁSICOS CUBANOS RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA Juan Vela Valdés DIRECTOR Eduardo Torres-Cuevas SUBDIRECTOR Luis M. de las Traviesas Moreno EDITORA PRINCIPAL Gladys Alonso González DIRECTORA ARTÍSTICA Deguis Fernández Tejeda ADMINISTRADORA EDITORIAL Esther Lobaina Oliva BIBLIOTECA DE CLASICOS CUBANOS DO DELMINGO MONTE CENTÓN EPISTOLARIO (Volumen III) Ensayo introductorio compilación y notas Sophie Andioc LA HABANA, 2002 Responsable de la edición: Diseño gráfico: Zaida González Amador Deguis Fernández Tejeda Realización y emplane: Composición de textos: Beatriz Pérez Rodríguez Equipo de Ediciones IC Todos los derechos reservados. © Sobre la presente edición: Ediciones IMAGEN CONTEMPORÁNEA, 2002; Colección Biblioteca de Clásicos Cubanos, No. 26 ISBN 959-7078- 46-5 obra completa ISBN 959-7078-49-X volumen III Ediciones IMAGEN CONTEMPORÁNEA Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz, L y 27, CP 10400, Vedado, Ciudad de La Habana, Cuba PRESENTACIÓN La década de los años 1840 puede considerarse una de las más impor- tantes en las transformaciones de la sociedad esclavista cubana. La curva ascendente de la esclavitud llega durante esta a su momento más alto y, también, inicia su declive. Los censos efectuados en los años 1841 y 1846 —se ha polemizado en torno a la exactitud de sus datos— permiten, no obstante, valorar la población esclava en esa década. El problema racial parece, por entonces, convertirse en el que más preocupa a los escritores cubanos. Las fuentes históricas calculan en unos 60 000 esclavos los intro- ducidos durante los primeros dos y medio siglos de dominio colonial; mien- tras que entre 1774, fecha del primer censo de población hecho en la Isla, y 1841, los censos arrojan alrededor de 577 805 esclavos.1 Un estudio de esos censos extremos, en un período de 67 años, arroja una interesante inver- sión en la composición demográfica de la Isla. En ese período la población se sextuplicó pasando de 171 620 habitantes a 1 007 624. Pero, lo significati- vo, que explica la actitud de la intelectualidad criolla en los años de la década de los 40, es que mientras la población blanca se multiplicó por 4,3 la de color lo hizo casi por 8 y la esclava por 10. Esto implicó que, si la población blanca era mayoría en 1774, al constituir el 56,19% de la pobla- ción, en 1841, era ya minoritaria al alcanzar sólo el 41,51%. La esclava superaba esta cifra al componer el 43,32% y la “de color”, en su conjunto, el 58,48%. Según estos datos estadísticos, para 1841 existía en la Isla una masa esclava de 436 495 individuos. Estas cifras tenían además un agrega- do importante. La mayoría de los esclavos, para esta fecha, habían sido introducidos a partir de 1820. Si se tiene en cuenta la alta mortalidad entre ellos, se llega a la conclusión de que, para los inicios de la década de los 1840, había más bozales africanos que esclavos criollos lo cual generaba mayor inquietud entre la intelectualidad blanca criolla.2 Desde otro ángu- 1. Pérez de la Riva, Juan: El monto de la inmigración forzada en el siglo XIX, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1979, pp. 41-44. 2. Comisión de estadística: Resumen del censo de población de la Isla de Cuba a fin del año 1841, Impresora del Gobierno por S.M., Habana, 1841; para el censo de 1774, VI \ CENTÓN EPISTOLARIO lo, el problema de la esclavitud presentaba nuevas aristas al término de los años 1830. Era un hecho que las tendencias abolicionistas en el mundo crecían y que, tanto por factores económicos como filantrópicos, esta institución parecía no sostenerse a largo plazo. Desde 1820 la introducción de esclavos en Cuba era ilegal debido al tratado anglo-español de 1817. Este tratado había sido sistemáticamente violado con la anuencia de las autoridades españolas. Al margen de otras consideraciones, para Inglaterra la situa- ción se hizo más compleja cuando inició el proceso de abolición de la escla- vitud en sus colonias antillanas durante la década de 1830. En 1838 quedó abolida en su mayor colonia antillana, Jamaica. Fue entonces cuando la Sociedad Abolicionista inglesa inició sus más activas campañas por la eli- minación de la esclavitud en Cuba, lo que hace presumir que esa campaña tenía una fuerte raíz en la desproporción económica que se creaba entre el azúcar esclava cubana, más barata, y la de las colonias británicas.3 La participación inglesa, tanto en forma directa a través de presiones de los gabinetes británicos sobre los españoles, como indirecta, por medio de la acción de importantes agentes suyos en la Isla, constituye uno de los factores más importantes en el desencadenamiento de los profundos con- flictos, de las insurrecciones y de las conspiraciones de esclavos y de ne- gros y mulatos libres así como de la compleja participación de la intelectualidad blanca en la discusión y presentación del problema de la esclavitud en la Isla. En estos años será Domingo del Monte una de las figuras que, de una forma u otra, estará involucrada en los sucesos más notables del período y, además, tendrá una activa producción intelectual vinculada a la problemática esclavista cubana. Otras cuestiones importan para valorar esta etapa de la historia de Cuba. Es durante la década de los años de 1840 cuando la producción de azúcar de remolacha se hace más sensible en los países europeos, compra- dores hasta entonces del azúcar de caña tropical. Cuba comienza a perder importantes mercados y la tendencia a exportar sus azúcares al mercado norteamericano se incrementa. En su conjunto los precios altos del azúcar se detienen y comienzan a presentar altibajos con tendencia a decaer. Ello estuvo también acompañado de las primeras grandes depresiones del mer- cado tanto del azúcar como del café, dos de los productos básicos de las exportaciones cubanas. Si a ello añadimos la tendencia contraria en el pre- cio de los esclavos, el cual aumentaba debido a las dificultades creadas por “Cuadro sinóptico de los principales censos de la Isla de Cuba desde 1768 a 1879” en Boletín Oficial de Hacienda y Estadística de la Isla de Cuba, año 2, La Habana, censo de 1882. 3. Sobre este asunto han insistido los historiadores cubanos más contemporáneos, entre ellos Manuel Moreno Fraginals, Julio Le Riverand y Eduardo Torres-Cuevas. DOMINGO DEL MONTE / VII la persecución de la Real Armada Británica a los barcos negreros, puede entenderse que los márgenes de ganancia no sólo podían reducirse, sino que también podía producirse las primeras grandes quiebras de los pro- ductores cubanos.4 Ello ocasiona el inicio de un proceso de cambio en la forma de produc- ción azucarera. Si hasta entonces caracteriza a la Isla de Cuba la presencia de un gran número de ingenios pequeños y medianos y la existencia de un alto número de dueños de fábricas de azúcar, a partir de aquí se va a incre- mentar un proceso de concentración de la propiedad y de la producción. Grupos económicos, como el de los Alfonso-Aldama —al que pertenece Domingo del Monte, como ya vimos—, surgen convertidos en un verdade- ro monopolio de ingenios, esclavos, ferrocarriles, almacenes, casas de cré- dito, bancos, compañías de vapores y otras propiedades. Una de las carac- terísticas de estos bloques es su concepción más moderna del negocio azucarero. Constituyen verdaderas concentraciones de capitales, tierras y esclavos que permiten contar con los elementos fundamentales para la transformación del ingenio semimecanizado en mecanizado, con la intro- ducción, entre otras novedades, del sistema de caldera conocido como Tren Derosne, y, al mismo tiempo, rehacer la organización del trabajo, uno de cuyos signos es el barracón que sustituye a la antigua forma de agrupación de los esclavos, según plantea Juan Pérez de la Riva.5 Si el panorama socio-económico de Cuba para los finales de la década de 1830 ya auguraba cambios sustanciales, en lo político la situación era par- ticularmente compleja. Si hasta 1837 el movimiento intelectual cubano presentó una cierta coherencia dentro de sus tendencias, a partir de la expulsión de los delegados cubanos de las Cortes españolas y del manteni- miento de un régimen político de Facultades Omnímodas de los capitanes generales, se observa una crisis en los valores históricos, una dispersión del movimiento de los autotitulados “jóvenes liberales”, no sólo como diás- pora geográfica sino, también, en lo referente al pensamiento y a las pro- yecciones políticas. Como se ha visto, para 1838 ya Domingo del Monte gozaba de un fuerte prestigio dentro de la intelectualidad cubana de la época; intelectuales por afición y no por profesión. Desde su tertulia, así como a través de su epistolario, se había convertido en uno de los mentores más notables de los 4. A este respecto pueden verse las tablas estadísticas que ofrece Manuel Morenos Fraginals en el tomo III de su obra: El ingenio. Complejo económico-social cubano del azúcar, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978. También puede verse la información y la tesis referidas a este asunto en Instituto de Historia de Cuba: Historia de Cuba. La Colonia, Editora Política, La Habana, 1994, capítulo X. 5. Pérez de la Riva, Juan: El barracón y otros ensayos, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 15-75. VIII \ CENTÓN EPISTOLARIO nuevos escritores. Lo más significativo es la cultura que demostraba po- seer sobre los más variados temas, tanto políticos, como sociales, litera- rios, científicos y económicos. Sus relaciones en Madrid, Barcelona, París, Nueva York y Londres, entre otros lugares, le permitían una actualización no sólo en cuanto a estilos y discusiones literarias, sino también en aque- llas materias que se adentraban en el vasto campo de lo que posteriormen- te se definiría como ciencias sociales.