Victoriano Huerta Y Sus Correligionarios En España 1914-1920
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Victoriano Huerta y sus correligionarios en España 1914-1920 Victoriano Huerta y sus correligionarios en España 1914-1920 Mario Ramírez Rancaño UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO Instituto de Investigaciones Sociales Instituto de Investigaciones Históricas Ciudad de México, 2020 Catalogación en la publicación UNAM. Dirección General de Bibliotecas Nombres: Ramírez Rancaño, Mario, autor. Título: Victoriano Huerta y sus correligionarios en España : 1914-1920 / Mario Ramírez Rancaño. Descripción: Primera edición | Ciudad de México : Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Sociales : Instituto de Investigaciones Históricas, 2020. Identificadores: LIBRUNAM 2083156 | ISBN 978-607-30-3270-4 Temas: Huerta, Victoriano, 1845-1916 | México – Historia – Revolución, 1910- 1920 | México – Relaciones exteriores – 1910-1946 | España – Relaciones exteriores – Siglo XX Clasificación: LCC F1234.H87.R355 2020 | DDC 972.0816 —dc23 Este libro fue sometido a un proceso de dictaminación por académicos externos al Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, de acuerdo con las normas establecidas por el Consejo Editorial de las Colecciones de Libros del Instituto. Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana. Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio, sin el consentimiento por escrito del legítimo titular de los derechos. Primera edición: septiembre de 2020 D.R.© 2020, Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones Sociales Ciudad Universitaria, C.P. 04510, Ciudad de México D.R.© 2020, Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones Históricas Ciudad Universitaria, C.P. 04510, Ciudad de México Coordinación editorial: Virginia Careaga Covarrubias Cuidado de la edición: Marcela Pineda Camacho Diseño de portada y tratamiento de imágenes: Cynthia Trigos Suzán Formación de textos: Óscar Quintana Ángeles Impreso y hecho en México ISBN: 978-607-30-3270-4 Índice 7 Agradecimientos 9 Introducción 19 La renuncia de Huerta 39 ¿Hacia dónde ir? 51 Otros fugitivos 69 La ruptura entre Huerta y Blanquet 77 Desencuentros entre México y España 103 Hacia Barcelona 111 Los residentes porfiristas y felicistas 123 La avanzada huertista 133 Un lugar para radicar 145 La desarticulación del aparato consular 171 España: refugio de cónsules de otros países 5 181 Los mecanismos de supervivencia 203 Tras los pasos de Huerta 209 El juicio adverso sobre Huerta 229 Franz von Rintelen, Enrique C. Creel, Victoriano Huerta y la contrarrevolución 239 Huerta hacia el Nuevo Mundo 253 Porfirio Díaz hijo y la contrarrevolución 259 La madre patria abandonada 281 La colonia mexicana en los años veinte 289 El destino de la familia Huerta 299 La medusa: ¿mito o realidad? 307 Fuentes de investigación Agradecimientos En la investigación contamos con el apoyo del director del Instituto de Investigaciones Sociales, doctor Miguel Armando López Leyva, y de la entonces secretaria académica, doctora Silvia Inclán. La doctora Ana Carolina Ibarra González, directora del Instituto de Investigaciones Históricas, vio con simpatía la investigación y apoyó su coedición. Asimismo, agradecemos el apoyo del doctor Hubert Carton de Grammont, coordinador de las Colecciones de Libros, a la maestra Virginia Careaga, coordinadora del Departamento de Publicaciones del IISUNAM, y de la maestra Miriam Olvera, secretaria técnica del IIH. A los licenciados Cynthia Trigos y Óscar Quintana por el proceso editorial. Y finalmente a la Dirección General de Asuntos del Personal Académico y la Coordinación de Humanidades que nos proporcionaron los recursos necesarios para rastrear en el Archivo Histórico Nacional de Madrid las andanzas de Huerta en la península, sobre todo en Barcelona, donde se radicó. Españita, Tlaxcala San Lucas, Coyoacán Sant Just Desvern, Barcelona, España 7 Introducción El 15 de julio de 1914, con un semblante de persona amargada y derro- tada, pero no exenta de cierto orgullo, Victoriano Huerta presentó su renuncia al Congreso. No tenía otra opción. Las fuerzas revoluciona- rias se acercaban peligrosamente a la capital de la República, y no le quedaba más que resistir militarmente, o huir. Resistir con los resi- duos del ejército federal derrotados en Torreón, en San Pedro de las Colonias, Saltillo y finalmente en Zacatecas, más la invasión ameri- cana a Veracruz, carecía de sentido. Resistir no era una buena opción ya que la moral del ejército estaba hecha añicos. Por lo demás, a sus espaldas, violando la ordenanza militar, algunos generales estaban dispuestos a negociar con los jefes revolucionarios el cese de la lucha armada. Ya no tenían intención de seguir luchando por una causa que consideraban perdida. Pero algo más dramático estaba ocurriendo. Acorde al adagio que dicta que cuando un barco se hunde, las ratas huyen despavoridas, algunos de los colaboradores, alegando diversos pretextos, empezaron a salir del país. Un día antes de su renuncia, Huerta sacó a su familia de la ciudad de México para salvarla de un eventual linchamiento, pero el enigma era, qué haría él después de renunciar. Como la historia lo registra, también decidió huir, y exiliarse en Europa. Pero Huerta tomó sus precauciones. Consciente del clásico cambio de casaca entre el personal político y la población, con los militares de su confianza, integró una guardia personal para 9 Victoriano Huerta y sus correligionarios en España que lo acompañara en el trayecto hacia Puerto México, actualmente Coatzacoalcos, Veracruz, y luego al destierro. Aceptada su renuncia, una caravana de automóviles abandonó la capital de la República hacia un entronque ferroviario cercano. En él iba Victoriano Huerta. Para los observadores que se percataron del paso de los automóviles por las calles, se trataba de una huida des- esperada. Ya instalados en el tren, durante el trayecto hacia la costa veracruzana, los viajeros vivieron momentos de angustia, temerosos que un grupo rebelde los interceptara y atentara contra su vida. No obstante el destacamento militar que superaba los mil efectivos ubicados en la vanguardia y en la retaguardia del tren, que lo acom- pañó hasta el citado puerto, el temor de ser asesinados los tuvo al filo de la navaja. Al final de cuentas, nada sucedió. Ya en Puerto México, Huerta y su familia abordaron dos cruceros, y es probable que lo mismo hicieran los integrantes de su comando militar. De cualquier forma, el drama de resultar atrapados y fusilados no desapareció, sino hasta que llegaron a Kingston, Jamaica. Casi al mismo tiempo, otro grupo importante de sus seguidores, civiles y militares, abordaron el vapor Buenos Aíres, el Alfonso XIII, el María Cristina, y el Espagne para cruzar el océano. Su intención era exiliarse en España. En Kingston, Jamaica, Huerta y sus acompañantes contrataron otro crucero para cruzar el océano y llegar al Viejo Mundo. Después de unos días, atracaron en Bristol, Inglaterra, cuando los tambores de guerra anunciaban el inicio del conflicto bélico mundial. Por cierto, las autoridades no le rindieron saludo alguno de cortesía. Lo mismo sucedió el llegar a España. Quizás debido al estallido de la citada guerra, en ambos países, su arribo pasó desapercibido. De cualquier forma, para una persona enterada del protocolo diplomático, la hu- millación debió ser dolorosa. En su paso por España rumbo al exilio en Francia, Porfirio Díaz fue homenajeado, e incluso recibido por el rey Alfonso XIII, y durante sus viajes de placer a varios países euro- peos, le rindieron el trato de ex mandatario. Es probable que Huerta soñara con recibir el mismo trato, e incluso ser saludado por el rey Alfonso XIII. Las razones para soñar con semejante trato son múltiples: 10 Introducción su gobierno fue reconocido por España, al igual que por casi todas las naciones del mundo, salvo por los Estados Unidos. Sea lo que sea, las autoridades españolas le recetaron la indiferencia total. En cambio, uno de sus subalternos, instigador del golpe de Estado contra Madero y redactor del Pacto de la Embajada, Rodolfo Reyes, afirma que al llegar a España conversó con el rey Alfonso XIII sobre los avatares de la guerra e incluso jugó el tiro al pichón. De noche y de día, a Huerta lo atormentaba su debacle político y militar. Soñó con restablecer el orden en México, contó con el apoyo político y económico de amplios sectores de la población, y de casi todas las naciones del mundo, salvo de los Estados Unidos, y todo se esfumó de un plumazo. Todo ello sin contar con que, al llegar a España, sus culpas, ficticias o reales, aumentaron. La propaganda de los constitucionalistas explotaba su traición a Francisco I. Madero, la usurpación de la silla presidencial, el asesinato de Madero y José María Pino Suárez, provocar la invasión a Veracruz, amén de una multitud de defectos personales como su alcoholismo, su raigambre indígena, y su supuesta afición a las drogas. Una leyenda negra que creció como la espuma. Ya en España, la prensa explotó al máximo la afectación a la vida y propiedades de los peninsulares, pero los culpables fueron sus sucesores en el poder. A diferencia de Porfirio Díaz, quien vivía tranquilo en París, Huerta mascullaba su desgracia y se resistía a quedarse quieto. Destilaba sumo rencor contra quienes lo echaron de la silla presidencial al grado que la única forma de aplacarla era vengándose. A su favor jugaba el hecho de que en España estaba exiliado, Manuel Mondragón, su pri- mer ex secretario de Guerra y Marina, y a su lado, Aureliano Blanquet, su acompañante durante poco más de un año en el gabinete también como secretario de Guerra y Marina. Semanas más tarde, arribó a suelo hispano, el general José Refugio Velasco, quien fue secretario de Guerra y Marina, de otro presidente de la República, de Francisco S. Carbajal. Una cuarteta de militares de alta graduación con los cuales, en teoría, era viable el montaje de la contrarrevolución. Lo que faltaban eran las infanterías, soldados a pie, que brillaban por su ausencia. 11 Victoriano Huerta y sus correligionarios en España Para Huerta era vital reunirse de inmediato con sus correligio- narios para decidir qué hacer en el futuro.