Yo soy (1)

Yo soy un espíritu Mi cuerpo me atrapa Mi alma me culpa

Me siento sin rumbo A veces me alejo Y otras me acerco

Me siento muy solo Rodeado de gente No entiendo el olvido Me cuesta el encuentro

El mezquino lastima El justo es cruel El manso es estúpido El bueno no aporta

A veces soy manso A veces soy bueno A veces mejoro

Hay muchas verdades Hay muchos caminos Un solo destino La gente se miente De mil formas distintas Si solo pudiesen Verse un instante Seguro dirían Alguna otra excusa

Por que tan mediocres Hay tan pocos, brillantes Y algunos son falsos

No quiero ser débil Odio ser manso Lo fácil me aburre Lo inalcanzable me atrapa

A veces soy vago A veces tenaz

Me quiero encontrar No importa por donde El ego no ayuda El miedo retraza Mi pecho se hincha Cuando puedo vencerlos

Mi espíritu grita Y yo ... empiezo a enterarme.

C. Gilberto Sanchez

Era verano (2)

Era verano. La primavera no quería irse. La brisa traía perfumes de azahar. Un persistente sonido de campanas tocaba “a gloria”. Sobre la cama un velo de novia. En la solapa de un esmoquin un ramito de azahar. ¡Sí quiero! fueron las palabras que hicieron el resto. Era el , serán dos en una sola carne, nunca más estarán solos, hasta que la muerte los separe... Y la bendición los unió con un vínculo seguro, fuerte, indestructible. La vida no sabe de frases hechas, no respeta límites, no acepta condiciones, solo fluye y en ese devenir, ora fecundo, ora impiadoso, floreció el manzano, se secó el azahar. Soplaron vientos de indiferencia, de intolerancia, que desprendían sin pudor las hojas del almanaque, sacudiendo sin prisa pero sin pausa, las ramas, los tallos, las hojas, las flores y los frutos. Y el huerto que fue pensado para contener, para albergar, para cosechar, quedó expuesto a los fríos del invierno y a los calores tórridos del verano. Pero estaba el jardinero regando permanentemente esas raíces, tenían que brotar, no estarían secas del todo. Removió la tierra, plantó otras semillas y el jardín se cubrió nuevamente de flores. Eran ahora margaritas, las únicas conocedoras de lo que sucede ¿Me quiere? ¿No me quiere? Y rápidamente el jardinero quitaba un pétalo y la respuesta era siempre sí. Han pasado ya cincuenta años y si preguntan ¿dónde está el amor? Lo verán acurrucado entre dos corazones, muy atareado sacando un pétalo a la flor. O, como ahora, echando a vuelo las campanas. ¿Escuchan? Otra vez tocan “a gloria”.

Chiqui Lorenzo

BUSUEDAS(3)

Busco imágenes donde pueda encontrarte

Busco tiempos donde pueda detenerlos

Busco horas donde pueda amarte

Busco sentido a esto que tengo y siento

Busco tu rostro donde ya he visto que no me estas mirando

Dulce despedida me avisa el corazon donde siempre tienes tu lugar ese espacio que nunca vas a tomar vas a llenar

Buscado encuentro tomarte en mis manos llevarte conmigo a conocer mi desnudez mis pequeños mundos

Secreto ahogado en la garganta que no puede salir

Latente permanencia Tu cuerpo Tu voz Tu todo...

Natalia Monaco

Por las curvas (4)

¿Qué me convenció esa noche? No lo sé. Creo que las curvas de la morocha eran demasiado provocativas y las curvas del camino demasiado obscuras. La cuestión es que pasó lo que tenía que pasar. Me tengo que volver a casa. - dijo - Ya es muy tarde. Los muchachos del bar intentaron pararme, pero para mí también ya era demasiado tarde. El escote de su vestido ya me había engatusado y a esa altura de las circunstancias mi cerebro no pensaba más. Yo te acompaño morocha - le dije - para qué están los caballeros. Y salimos del bar. Ella con su escote y una brisa abajo de la falda. Yo, con unas cuantas cervezas de más y la mirada clavada en el escote y la falda. El paso era lento y pesado. La noche húmeda y sofocante. Un aroma a hierbas y a sudor paso a paso nos cubría y penetraba. Pensé en el peligro. En la mirada amenazante del gordo cuando alguno de los muchachos se animaba a saludarle la mujer. Pero ella estaba ahí, a mi lado, y eso no importaba. Allí estaba la fruta prohibida, en la palma de mi mano, dispuesta a ser probada. Morocha - le dije deteniendo el paso - te quiero dar un beso. Sus enormes ojos me miraron fijo, entre sorprendidos y traviesos. Sin decir palabra, humedeció sus labios, y me besó tan apasionadamente que terminamos rodando por el pasto del costado del camino.

A pesar de lo que ha pasado, nunca voy a olvidar el sabor de su piel mojada, la suavidad de sus curvas, el dulce perfume de su aliento, el roce de su largo pelo en mi cuello. Después el horror, la enorme mano del gordo agarrándome del cogote como a un pollo. La paliza, los gritos desaforados del gordo, los gritos desesperados de la morocha, y mi silencio. El frío del metal penetrando mi espalda y un desvanecido olor a sangre y a venganza esparciéndose por el piso, por el pasto, saliendo a borbotones de mi espalda. Lo último que alcancé a escuchar fueron los aullidos del gordo, que a mi a esa altura me sonaban a canturreada. ¿Qué me habrá convencido esa noche? Ya no tiene demasiada importancia. Ahora me paso los días deambulando por los camposantos del pueblo, cantando canciones tormentosas de abandono y pasiones perdidas. De vez en cuando, viene la morocha, y me deja algunas flores o alguna lágrima regada sobre mi tumba, que sin querer se filtra y me moja la espalda...

Yamila

Vuelos (5)

Desafiando mil noches Busco soles Supremos Cada dìa

Soñando diluvios rubios Asciendo y trepo Hacia la cima Intacta

Venciendo lunas opacas Ilumino equinoccios Evidentes

Marcela Courel

Un Cuento breve de navidad(6)

Hacia ya unos cuantos años que la familia se había afincado en aquel breve pueblo serrano. Era el tiempo de navidad y todos los vecinos hacían los preparativos para disfrutar estas fiestas. Recién entrada la noche, yendo a la casa paterna donde los esperaban para la cena, el abuelo adelante, Agustín, su nieto unos pasos mas atrás, mientras andaban el sendero, conversaban animosamente cosas de abuelos y nietos. De pronto, no muy alto sobre el horizonte corrió una estrella fugaz. - Uy, abuelo! Corrió una estrella…! - Ahá. Que rápida y bonita no?... - Que son? - Luces del cielo… vaya a saber… están tan lejos… los astrónomos saben. - Dice mi mama que cuando corre una estrella se deben pedir tres deseos… - Ahá. Algunas personas acostumbran así… pero… claro… hay que ver que es lo que se pide. - Ahora en navidad todos desean felicidades, pero los chicos pedimos cosas. Dicen que viene Papa Noel con regalos. No se, a mi me regalaron mi papa y mi mama. - Son costumbres para los chiquitos… vos ya sos grande y a lo9s diez años nadie te va a hacer zonzo. Es un mimo que uno hace a los que quiere. Es una costumbre. En otros lugares del mundo esto es desconocido. Volviendo a los tres deseos te digo que me parece bueno y, además, hay que estar preparado porque son muy rápidas fugaces. Yo creo en los buenos deseos y, por eso, tengo pensado tres que los pronuncio rapidito, y como los digo con cariño después me siento feliz. - Que cosa deseas abuelo?... (tratando de tocar algunas plantas aromáticas que estrechan el sendero). - Bueno… no son cosas… es un secreto… - Porque?! - …si vos miras el cielo… mira ahora para arriba… como ves es tan grande, tan profundo, que hace pensar en Dios, en la vida. Es una cuestión para analizar. Todo viene de adentro de uno y la respuesta es la esperanza. - Que difícil!... - No es tan difícil. Ya veraz con el tiempo… cuando seas grande… cuando te pasen cosas a vos, o a tus seres queridos, y quieras entender porqué. Cuando busques una respuesta por una injusticia o una maldad… hay tantas situaciones… - Abuelo, a veces no se cuando soy malo. - No te preocupes…ya aprenderás… Hay que tratar de ayudar al que tiene necesidad y no puede solo. Pueden haber muchas necesidades pero, lo más importante es ayudarlo a que no este triste, que no se sienta solo. - Como con un amigo? - Eso!... algo así… a veces hay que ayudar sin que te lo pidan… hay tantas maneras… - Abuelo…! …otra estrella… Uy!... …Ya pedí tres cosas. Casi no me alcanza el tiempo… - Si. Yo también… - Que lindo ¡… se cumplirán?.... - Dale tiempo… dicen que Dios no paga todas las semanas pero paga… me entendes? - Y… creo que sí… hay que esperar… - Sí, y pensando en que sucederá. De alguna manera, pero sucederá. - Sí, y pensando en que sucederá. De alguna manera, pero sucederá. (comenzaron a descender la suave loma. Podían ver las luces de la casa y escuchaban algunas voces familiares. Apuraron el paso) - Abuelo te quiero decir mi secreto… Pedí que vos fueras feliz esta navidad… - (tratando de disimular su emoción) Gracias! Tú deseo en este instante se cumplió en mí. Ya soy feliz… muy feliz. Yo también pedí por vos. Te quiero mucho! (se tomaron de la mano y hubo silencio). - Ya llegamos a la casa… guardemos nuestros secretos… - Sí!... Héctor Blanco

VINO AMARGO (7)

Los sonidos escapan del boliche se hacen vino amargo hasta convertirse en pena rompen ordinarios vasos, sudorosos de lágrimas, borrachos. rumores trágicos se hacen esquinas, suburbios conventillos donde se apagan sueños estallando en gritos salpicando sangre abriendo ojos de traición y muerte. Vino Amargo, garra líquida que lastima ahogando llantos en fatigado pecho

Carlos Pasquili

Ciento treinta y tres pasos (8)

Ciento treinta y tres pasos para refugiar mi soledad en la casa.

¿Que no es mi casa?

Aunque las cuotas fueron ya pagadas todas, las ventanas se ríen, saben de no pertenecerme. Me siento casi un extraño violando la intimidad de sus muros.

Enciendo el grabador para acallar las voces que pueblan las piezas denunciando mi invasión. Es mejor que los chicos cuando lleguen encuentren la leche caliente, quizás así encontremos mas tiempo para estar juntos y aprender a vivir en paz, en vez de tener que recoger todas las tardes los restos de polvo que van dejando nuestros cuerpos, mientras se gastan. Del polvo vienes y al polvo volverás.

Florencia ofrece millones de alternativas, el centro de mi universo pasa por Florencia; a las 18 hs concierto de Bach en el Teatro Comunale, a las 19 Picasso Erótico en Palazzo Pitti a las 20 la Naranja Mecánica en Spazio Uno, a las 9 del día de mañana conferencia: “El tercer mundo y las alternativas al subdesarrollo”, a las “...

El grabador me trae a casa Mercedes Sosa; tomo café con los Solistas de Zagreb y la Primavera de Vivaldi. El auto me ahorra tiempo y esfuerzo. El lavarropas lava por mí mis trapos sucios. El digestor digiere por mí, lo que no digerí.

Alguien tomó la decisión de elegir mi futuro y me acercó al paraíso, donde “libre de la esclavitud de mis necesidades, desarrollaré mi verdad espiritual”.

La vida me pasa frente a los ojos a una velocidad extraordinaria; no logro aferrar ni siquiera la compañera, miro desde cada vez más lejos mi soledad. El televisor me cuenta la historia de aquellos, que solo mientras eyaculaba fueron mis hijos.

Un papel mas largo que el higiénico certifica mi profesionalidad. Mi intelecto se ha desarrollado en un mundo lleno de experiencias.

Solo no recuerdo cómo se cuenta un cuento en las rodillas; ni si los pájaros cantaban o silbaban o si una gema que germina es verde. Me cuento la historia todas las mañanas, temo que también ella pueda dejar de pertenecerme.

Mi lenguaje es tan complicado, se me pierden las palabras, no se hablarte de nosotros.

Se volcó la leche. Maldición!

Hugo (9) ¿Eso te satisface, no? Sentirte responsable de mi locura, de mi abandono, de hacerme perder el control, de tener que ahogar mis gritos para que nuestra intimidad no se convierta en escándalo, en curiosidad de los vecinos. Pensándolo bien, creo que te gustaría, que te gustaría y mucho esa sensación de que podrían estar observándonos. Tengo que acordarme de proponértelo en algún momento. Levantar todas las persianas de mi cuarto, despejar la vista. Toda la pared, vidrio expuesto hacia los edificios vecinos, altos igual que el mío. No hay cortinas, nada que se interponga entre su mirada y la nuestra. Las habitaciones de los otros se muestran desvergonzadas. De noche. Las luces encendidas. Todo se revela. No hay nada que ocultar. Ni siquiera hace falta esforzarse mucho para ver, para cotillear, para participar como observador, neutral o no, del discurrir de la vida ajena. Con sólo mirar en círculo, un despliegue total de habitaciones entre las que elegir. El salón compartido con amigos que celebran con saltos y gritos un partido de fútbol. El baño con su ventana de vidrio esmerilado tras la que se vislumbra la silueta desnuda de un hombre mientras se ducha. La cocina donde una mujer ya mayor prepara la cena. La habitación de la adolescente, tendida en la cama mientras escucha música. El lugar de lectura, donde una mujer sola hojea un libro sentada en el sofá. El comedor donde una pareja discute acalorada, mientras camina por el cuarto. El dormitorio desvelando la intimidad de su dueño, sus costumbres más íntimas, cómo se cambia de ropa, dónde la deja, cómo se mira en el espejo que cuelga enfrente, ¿me verá reflejada?, cómo se sienta sobre la cama y se pone a hablar por teléfono. Debe gustarle lo que le dicen, lo que escucha o lo que se imagina, porque se recuesta y comienza a acariciarse.

La intimidad de cada casa, de cada cuarto violada indiscriminadamente por los efectos de la luz en la noche, por la proximidad con que la especulación del suelo nos obliga a vivir.

Reconozco que me hace sentir un cierto placer esto de observar sin ser vista. ¿Me verán también ellos a mí? Había salido de la ducha, con una toalla alrededor de mi cuerpo. Tengo que bajar las persianas antes de comenzar a vestirme. Tengo que bajar la intensidad de las luces. Sólo compartiré mis secretos con ellos cuando esté contigo. Definitivamente, tengo que recordar proponértelo. ¿Aceptarás?

Me visto despacio, protegida ahora por esas mismas ventanas que revelarían todo de mí si estuvieran abiertas. Aislada de la mirada ajena que no quiero compartir sola. Pero sé que ahí afuera siguen discurriendo las vidas de los otras, todos esos otros capítulos iniciados que quedarán ahora inconclusos. Porque mañana a la misma hora, cada ventana mostrará otra faceta de la realidad. La historia de cada uno habrá pegado un salto en el tiempo que no podré rellenar, que tan sólo podré imaginar.

Teresa Pérez Frías El mandato (10)

El círculo de la vida infinito y giratorio como un mandato nos unió nos reunió a nuestro pesar a nuestro amar a sabernos un poco menos solos a sabernos un poco menos poco a sentirnos mitad a completar el círculo.

El tiempo pasó rodando dejando restos de polvo en el camino partiendo sabiamente el círculo a la hora señalada La vida simplemente sigue girando. Yamila

No (11)

No, prefiero mirarte desde aquí desde esta gigantesca noción de que no estas desde esta distancia certera de no saberte Quien hubiera dicho que te quedarías austera que preferirías la calma de la mentada soledad la ausencia de temores las cuentas Dos veces te vi viviendo y te juro por Dios te lo juro que no eras esa Ahora no se si estas callada o si estas vacía ya libre de vos Si el espejo se ha dado la vuelta si la silla donde te mecías se ha quebrado ya Ya no se cuando llamas a quien llamas si se llama miedo o quien es ese señor que no se nombra La vida a veces gana las partidas amiga la vida a veces se las cobra a veces se gasta la vida y parece que no hemos hecho nada No, prefiero mirarte desde aquí aunque quieras creer que no he visto nada. Yamila

Saben que no saben los que no saben que saben (12)

Bullicio, muchos ruidos, como en una gran ciudad, blá blá, blá, blá... Pasos. Que van, que vienen, que vuelven. Cuerpos. Gente que anda apurada, que se cruzan, que se encuentran, ojos que miran otros cuerpos, pasos que pisan los pasos de otros cuerpos. Quieren llegar rápido, quieren estar primeros, ¡quieren llegar! Mucho ruido: bullicio de cuerpos, de pasos, y de blá blá, blá, blá...

Hablan de cosas que les parecen raras... blá, blá. Sueñan con el reconocimiento. Forjan ilusiones soberbias porque sienten que ingresan al pasillo central del Gran Mundo del Conocimiento. Rinden rutinarias pruebas intentando abrir sus puertas, haciendo concesiones al silencio, rindiendo culto sagrado a la complicidad con "los que saben" lo que dicen que saben... que algo saben que no saben. Saben fertilizar campos vírgenes de genialidad, con semillas de ortodoxia... Dogmas académicos que reproducen un credo. Un rosario de deberes, un rezo, y blá, blá, blás...

Después, los pasos son más cuidados. Ya no corren apurados... Sueñan con el éxito hasta quedar presos de un inocente domingo que verde, fresco y abierto, les regalaba su tiempo... ¡Universidad 'que me hiciste mal, y sin embargo te quiero' !..

La rueda gira veloz, más y más acelerada. ¡No se deben detener! ¡Ese Mundo no se acaba! ¡blá!.. ¡blá, blá, blá..!.. ¡blá! ¡blá! Más allá de tus recintos "lugar del conocimiento", fuera de tus fortalezas, está la vida que vira. Ella, con otros pasos y otros cuerpos, experiencia angustiosa de re-conocernos, es con genialidad nuestra matriz más auténtica ¡En ella vive radiante tanto conocimiento! Provocadora, se filtra desde tus más hondos cimientos. ¿Y entonces?.. Universidad ¿no saben nada de eso los que aún profesan tu credo? No saben que saben lo que nos han enseñado los sabios y el Universo.

Ciencia ¡divino dogma repetidamente rezado con exquisita excelencia! Aunque no le hayas puesto el acento con el rojo de tu tinta, otra carrera me aguarda: ¡ni más ni menos, la vida!..

SILVIA GATTINO

Esa fue nuestra primera vez (13)

No me puedo olvidar de ese primer encuentro. No sé si tú lo recuerdas así. No sé si recuerdas... o si tal vez es mejor olvidar. Olvidar para que cada encuentro sea el primero. Para que cada contacto vuelva a ser un descubrimiento, una conquista. Para no sentir que te pertenezco. Para no sentir que me perteneces. Porque no soy tuya. Porque no eres mío. Porque nuestras soledades se encuentran en el vacío del espacio infinito. Porque ese instante en que nos fundimos en uno, se transforma después en otro en que volvemos a ser dos. Porque tu sigues después con tu vida y yo sigo después con la mía. Creyéndonos dueños de nuestra propia existencia que, sin embargo, discurre siguiendo sus propios designios.

Si hubiera sido por mí, si hubiera sido por ti.... si hubiésemos tenido el valor de reconocernos uno y no dos, tal vez no nos hubiésemos separado. Pero tal vez entonces, no hubiésemos puesto tanto empeño tampoco en volvernos a encontrar. En jugar a reconocernos de nuevo, a empezar de nuevo.

Saliste de la cama y saliste de mi vida. En ese instante al menos lo sentí así. Pero me conozco y sé que ésa es casi la única manera de que entonces yo me llene de ganas locas de salir a buscarte de nuevo.

A la mañana siguiente la tormenta había pasado, la chimenea se había apagado. Los restos de la noche anterior, todo, parecía haber quedado demasiado atrás en el tiempo. Perdido y acabado. Nos vestimos de indiferencia. La camisa, el pantalón, el suéter, los zapatos, todo de la más pura, neutra y fría indiferencia. Sin faltar, eso sí, el abrigo de la cortesía y la bufanda de los buenos modales. Lo único que se resistió a ser camuflado fue el aroma de tu piel, ese olor denso y profundo, cargado todavía de nostalgias nocturnas.

Preparamos juntos el desayuno. ¡Qué buena costumbre ésa de desayunar!, ¡cuántos beneficios para la salud!, ¡cuánta energía renovada para comenzar bien el día!... Y entonces el aroma del café terminó por disipar también tu olor, por ocultarlo de mí. Ahora sí que no quedaba nada más.

Así que cerramos la casa, guardamos las bolsas de viaje en el auto e iniciamos el regreso. La vuelta a la normalidad. ¿Por qué tiene que ser normal esto y no lo que vivimos anoche?. ¿Por qué no me has vuelto a mirar a los ojos con esa pasión animal peleando por salir, con ese deseo irreprimible que se te escapa ayer por cada uno de los poros de tu cuerpo? Te busqué con la mirada, te busqué ciega con mis manos, procurando que un roce fortuito hiciera desencadenar de nuevo lo que sentíamos hacía apenas unas horas. Nada. Realmente nos habíamos reencontrado con la cotidianeidad más absolutamente gris.

Llegamos a la ciudad y me dejaste en casa. Bajaste del coche, abriste mi puerta, me ayudaste a bajar. Mi bolsa y yo, compañeras inseparables. Y me dijiste adiós sin casi volver a mirarme. Y te dije adiós sin dejar de mirarte. El portero me aguardaba solícito en la puerta, manteniéndola abierta para que pasásemos mi bolsa y yo, mi única compañera y yo. Tú te fuiste. ¡Qué amable; el portero, tú no!.

Subí. En el ascensor, la tentación de mirarme al espejo, la tentación de comprobar si todavía era yo, si todavía estaban mis ojos, mi nariz, mi boca, cada parte de mí misma en su sitio, o si bien, las piezas del rompecabezas se habían esparcido sin orden por toda mi superficie y el mosaico compacto de mi yo se había convertido en un montón de partes colocadas al azar, dispuestas sin sentido. Así era como me sentía. Desvaída, difuminada, gris, en definitiva, como esa cotidianeidad a la que había vuelto.

Mientras tanto, afuera el día brillaba de manera casi insultante. La vista desde mi departamento estaba llena de colores, la transparencia del aire permitía divisar hasta muy lejos. ¡Qué ganas de una ducha larga y reparadora! , qué ganas de dejar que el agua corra por mi cuerpo, que arrastre cualquier resto de ti y borre la coraza de nostalgia que se estaba empezando a instalar sobre mi alma.

Teresa Pérez Frías

DUELO (14)

Hoy mi otro yo Se despertó enojado Anduvo por ahí Golpeando puertas Levantando pancartas Murmurando protestas

Hoy mi otro yo En airado repudio Se proclamó de duelo Sacó su mortaja más compuesta Y se vistió con ella

Hoy mi otro yo Joven y sano Decidió que era hora de morirse Antes que estar atado a mis cadenas.

Ana Matar

Entrañable Isa (15)

Ni el sol ni la muerte pueden mirarse de frente. Así fue que hice mi pequeño bolso y partí. Cruzando el trópico de cáncer me cambié de ropa y de calzado, y crucé del lado cálido, 44 grados y sensación térmica 50. Hacia el lado frío, bajo cero. Divisaré el paisaje, conciliaremos el horario. En un proceso de magia no existen, ni la fragmentación, ni el desencuentro.

El, porfiaba que el paisaje tenia ese color maravilloso porque estaba cruzando la aurora boreal, por eso se pone escarlata. Si llegás por la mañana el tono blanco de la nieve y el gris de la niebla te va a desorientar. Y seguía con su desazón, llevate dos bufandas, y ponete toda de algodón, recién chantate la ropa de lana. Y si... ella no llega, y si... estalla la guerra, y si... los caminos se interrumpen y... si... ¡Para no me lechucies el viaje!. Ella sabe, ella es mujer, ve sin mirar y además mi pasión por el encuentro , mi olfato me lleva derecho al banco. Allí asentare mis hemorroides sobre la nieve y ella no tardara en llegar. Y por algo me engancho en su magia, quedate tranquilo tesorito, ya vuelvo, no me va a pasar nada, cuando viajo el mundo aparece, se abre, ponen pétalos de rosas, no faltaba más que voy a perder este encuentro. Tomé el primer arco iris de la aurora, tras el arco iris nada se oculta ,a él nada se le habla, lo mismo que el meteoro tiene los mil pequeños espejismos del brillo del sol y las estelas de vaho que se elevan, no es más que eso, es lo ilusorio, arco iris, cinturón iridiscente, no le dije nada me ajusté al naranja y sin darme un respiro, esperé en el banco. Estrellas, que intuición la tuya, el amor habia hecho tu esplendor, sonreías, vino a mi un llanto infinito, me lo debía a este llanto, nunca pude llorar, mi estomago latía en cada gemido, se te conmovió el cuerpo, lloraste todos los duelos, los torpes adioses... y... reímos y reímos, abriste la canasta , pan blanco, amasado por Julia, con salame y mortadela, el mate, el termo azul y el chocolate... fue un encuentro del dos mil tres, año del amor.

Maru.

El ego (16)

Era soberbio, egoísta, orgulloso. Nadie lo quería. Siempre atropelló, despreció, usó.

Su madre le decía “Dios te va a castigar. Y él se reía. Un día, ese ego enorme comenzó a perder consistencia, a hacerse más liviano, intrascendente, a disgregarse.

Y se hizo más chico, y más chico. Se redujo, se redujo… Hasta que fue sólo un punto. Y ese punto un día hizo ¡BLUP!...Y también desapareció. Marcela Courel

NATURA – CION (17)

Inmóvil, si resistes ahogada en cielo, derivada sombra, ramo de palomas propagas tu arrebol golpeado por el agua.

La ronca aguja del invierno, colgada de los árboles, entre rachas y lluvias, sola, sola, compacta, cuando como un sonido lento y lleno de frío yo me detengo y sufro.

Roto de noche entre las flores muertas: el río de agua airada que te acosa. Celeste tejida mariposa, vestidura con ropa y cabellera hecha jirones y centros corroídos por el aire.

Silvia Gattino

PAJARILLO(18)

Quiero andar los paisajes todos beber con mis alas las brisas todas Prolongar en mi árbol la herencia perpetua que los bosques atrapen los soles de alegría

Mi pequeño pecho guarda un anhelo que ignoro y acepto con todo mi celo para que mis alas prolonguen el viaje Hasta aquí yo Más allá mi linaje

Historia continua de cielos y nidos de rumbos sin marcas ni señas No sé del mañana ni de olvidos tan solo buscar al amigo por montes y peñas

Libre la música brota de mí El cielo es todo mío.

A este poema lo dedico con todo cariño a mi hija Victoria Carlota.

HÉCTOR J. BLANCO AHORA (19)

En un descuido Se extravió el olvido Y volvió tu nombre A ser nombrado

Y volviste a buscarme Y a nombrarme Y a recordarme Y a llamarme

Y el pasado se fue Y volvió el presente A no ser un ausente

Ahora estamos Sin pasado y sin presente Sólo estamos vos y yo

Mientras tanto, el tiempo Hace mutis por el foro.

Ana Matar

Si (20)

Si, prefiero verte desde aquí desde esta gigantesca noción de que estas desde esta cercanía certera de saberte tan entera tan vuelta y revuelta de regresos Quien hubiera dicho que te encontraría en este lado de la acera pulcra, limpia, transparente abrazada en el instante abrigada ya en la existencia Ahora se que estas callada colmada de silencios completa Ahora se que el espejo te mira de cerca y que has visto todas sus caras Ahora se quien es ese señor que sin nombre lo nombras y sin voz te llama. La vida a veces gana las partidas amiga la vida a veces nos da tregua pero siempre se vive la vida, amiga se vive, aunque no parezca. Si, prefiero verte desde aquí y que sepas que estoy a tu lado, cerca. Yamila

Los niños (21)

En este secreto que guardamos En este instante trazado y mil veces borrado en ese segundo de amor que ya llego En ese tiempo transcurrido de noches eternas tan pocas llegaron vientos remotos anunciando tu fe y mi fe y nuestros cuerpos queriendo ser uno sabiendo que el circular reloj sabía las horas y que nosotros no.

Vedados de entendimiento de ese misterio que pasó Rasguñando las ansias de algo esperado de algo ignorado deseado transcurrido caminamos por el lado oscuro las calles de testigos un puente balanceó nuestros nombres y como dioses nos lanzamos al río sin ver sin saber sin pensar en la corriente que nos amparaba en las piedras que podían rodar y nuestros deseos haciéndose bruma

La noche las noches fueron nuestras tan pocas las pobres que alivio saber que los sueños recuerdan y las almas flotan en el río Saber que un instante es eterno pero inalcanzable insostenible perdido el pasado que espía en su seno el devenir se arrodilla ante su sino

No pretendo entender los misterios de tu boca no pretendas los míos si en el cause presentimos el miedo no dejemos de nadar contra el río

Que los cuerpos resbalen las hojas que las ansias ansíen el grito y que griten las voces las horas que estás lejos y tu ser es mi abrigo

En este instante en todos los instantes no podremos dejarnos dejarlos abriremos las puertas y todas las ventanas permanecerán abiertas y ya entregados al todo a la nada al sentido seremos lo que el orden del universo crea y pasadas las dudas los pretextos los hallazgos seremos simplemente dos niños. Yamila ME ESTOY HACIENDO LADRONA (22)

Me estoy haciendo ladrona de tanto robar paisajes, cielos, esperanzas, colores. Nada alcanza. Me inquieta el sol, el nublado con llovizna, la nieve y otros climas. Me agobia el desierto, me quedo ahí. Ya no se si está allí o aquí donde mis ojos me engañan.

La magia nace cuando esta asegurado el pan, y si nace antes es gracias al decir de la palabra que hace de almohadón, hace que no nos duela tanto, pone distancia y acerca. El cuerpo está cuando nos duele, o está cansado. La palabra calma, consuela, aún cuando está en silencio. Va tomando cuerpo y se hace fuerte, real, como el estremecimiento. ¿Qué somos?, ¿De que estamos hechos?, ¿De carne y palabras?. Cada uno paga su moneda. Hay quien no paga nada. ¿Pagará algún día o será inimputable?. Sigo diciendo que le doy mi sentido a mi vida.

Maru

Siempre lo Mismo (23)

Siempre lo mismo, me piden recuerdos y no me sale ninguno limpio. Se agolpan en una puerta no muy generosa, que tan solo deja salir retazos de ellos, algunos me traen alegría, otros un poco de tristeza por lo que no será mas o por lo que no fue, algunos son mas traicioneros y juegan con nostalgias mas fuertes. Quizás algún día pueda agrandar la puerta, amigarme con ellos. Para integrarme, para saber concientemente lo que soy, de donde vengo y hacia...

C. Gilberto Sanchez

FERNANDINA BELLIS Y MIGUEL TREGGI (24)

Fernanda y Miguel fueron una Historia de Amor. Ella Mendocina, él profesor de Dibujo Técnico de la Escuela Naval del Perú. Ella arrebatada muy joven de las tranquilas y confortables siestas Mendocinas. El un tozudo aventurero en la alta sociedad limeña, primo hermano de un reconocido Director de Cine Argentino en la década del 40: Mario Soficci. Ella era prima de mi Abuela Mariana. Nunca se conocieron, pero mantuvieron correspondencia por más de 60 años. Cuando La Nona supo de mi Viaje alrededor del Mundo, y sabiendo que iba a pisar tierras de Lima, lo único que me pidió es que fuera a verla. No podía defraudarla ni iba a decirle que no. La Vida que en algunos casos se me mostró circular me regaló una gran Historia, que cerró perfectamente hasta el momento de la muerte de Fernandina, 17 años después de conocerla y un mes antes de Miryan. Paradojas del destino. Cuando mis pies tocaron tierra Limeña en el puerto de El Callao no sabia que conocería a esa simpática viejecilla que ya era Fernandina , por ese entonces con sus 72 años a cuestas.

Las sábanas eran de un profundo color blanco. Almidonadas. Crujientes. La cama era señorial, alta, con respaldos de bronce labrados. Con un enorme colchón que la desbordaba. Amplia y fresca. Las paredes blancas se confundían con el blanco del cubrecama. La habitación era sencilla. Estaba intacta desde hacía más de 30 años. Intacta en el sentido de que no se había vuelto a ocupar. Fernandina y Miguel habían abandonado el placer cuando el se marchó para siempre. Fernandina al igual que su prima argentina, no había vuelto a saber de la ardiente pasión con un hombre. Eran ancianas que se conformaban con el recuerdo de aquellos grandes amores que las habían dejado sumidas en las telarañas de los años que se fueron sucediendo. Ni Miguel, ni Juan Bautista regresarían jamás. Pero ellas años después, fueron a su encuentro. Cuando Fernandina nos abrió la puerta de aquel cuarto, tanto Miryan como yo nos miramos sonrojados. Para Fernandina era un homenaje. Y nosotros no pudimos menos que aceptarlo como tal. En las noches que lo ocupamos en aquellas húmedas noches limeñas con la Flaca, dimos rienda suelta a nuestro profundo amor. Sobre aquellas frescas sábanas de lino almidonadas concebimos a Stéfano, nuestro segundo hijo. Creo que el fantasma de Miguel, pícaramente nos observaba desde algún rincón del cuarto. Ellos no habían podido concebir hijos. Cuando Miguel murió, Fernandina padeció enormemente la ausencia de su amado. Pero también padeció el incomprensible designio que la Vida le había reservado: no había podido engendrar. Y los años que se sucedieron fueron siempre horas interminables del recuerdo del amado ido. De haber tenido un hijo, tan solo uno, distintas hubieron sido esas horas. Distinto el devenir y el porvenir. Cuanto de bueno. Y cuanto de noble hubiera aprendido ese hijo.

Alvaro Gatti

LA LEYENDA DE ULISES (25) Después de cargar los animales en el camión, aproximadamente a las 4 de la madrugada, se habría ido hacia el establecimiento La Luciana, en el paraje La Providencia, departamento Tulumba, para dejarlos. Unas horas después, en un allanamiento, la Policía encontró allí a los bovinos y determinó que eran propiedad de los Della Fuente. Isidro Gomes, un hombre que se dedica habitualmente al comercio de carnicería, era acusado días después de abigeato calificado, y con él, otros caerían en presunta complicidad. La experiencia de Isidro Gomes en la crianza, cuidado, faena, elaboración, comercialización o transporte de ganado, le había dado, a sus 48 años, una sensibilidad particular para la corrupción y los negocios oscuros. En esas horas, una trama oculta tras la apariencia de honrado carnicero de pueblo, quedaría definitivamente al desnudo. Con ella, su imbricada telaraña de hechos y planes, su esperanzada y feroz acumulación de ganancias anulando el gasto, mediante la estrategia de un robo de su materia prima. Con el allanamiento policial, Isidro Gomes caía en las trampas más profundas a la moral colectiva. Sin embargo, no estaría solo... Según la acusación, para cometer el robo, Isidro contó con la valiosa colaboración de otros dos peones de Della Fuente, de quienes aún no se han dado a conocer los nombres, que se habrían encargado de reunir los animales en el corral, la tarde anterior. Ingresaron en el campo de los Della Fuente para hacer tareas de limpieza y aprovecharon la ocasión para arriar los vacunos que estaban dispersos y encerrarlos en el corral. A partir de que el hecho se daba a conocer en diarios, revistas y noticieros televisivos, los campesinos, dueños o peones del paraje y de otros poblados aledaños, empezaban a recordar y hablar, dando lugar a la circulación de historias nunca aclaradas, muchas de ellas, convertidas en leyendas, fuente de supersticiones y desconfianzas colectivas. Tal era el caso de Ezequiel Zarzuela, un peón rural que se había hecho famoso por aparecer una docena de veces en su vida como portada de los policiales en los diarios locales. Tanto, que los pobladores al identificarse decían que eran oriundos de “La Zarzuela” para referirse al lugar real del caso. Cuando al cabo de varios años un buen día Ezequiel desapareció de las fotos y comentarios, y se borró del mapa, los demás pobladores se quedaron sin poder contestar de dónde eran. Fue Ulises Guzmán, primo hermano de Zarzuela, el que apareció ofreciéndole al paraje el nombre que hasta hoy conserva. Al principio se llamó “La Divina Providencia”, pero un domingo en el boliche un grupo de campesinos que jugaban a las bochas opinaba que era muy largo el nombre para tan pequeño paraje, y así fue como decidieron acotarlo a “La Providencia”. Ulises, como Ezequiel, habían desempeñado tareas menores en las estancias de los Della Fuente. Se dice que con el tiempo, Ulises también se fue del poblado sin mostrar ni una hilacha de rastro personal, dejando, a diferencia de Zarzuela, la referencia del paraje por un nombre más digno de su gente. Por eso es que toda la población ha convertido a Ulises en un ángel que llegó hasta allí para remediar las malas influencias de Ezequiel, reparando la situación con el nombre divino que les quedó, y con ello, la leyenda que todos los domingos en el boliche cuentan y reinventan en medio del tiro de bochas y el coñac en el invierno, y por la cual agradecen a su patrono, todos los domingos también, en la Iglesia... Hoy, sin embargo, al leer el diario en el boliche los rostros de Rodrigo, Juan José y Celso, quienes esperaban a su vez a Gaspar, el dueño, se acompañaban al ritmo de expresiones apocalípticas: tras valorar los testimonios y las pruebas documentales reunidas, el fiscal había considerado que los acusados deberán ser juzgados por abigeato calificado; Isidro Gomes, en calidad de supuesto autor y los otros dos, un tal E. Zarzuela y un primo hermano del mismo, como partícipes secundarios. Señala el diario, sin embargo, que perdura en el fiscal de la causa cierto desconcierto acerca del parentesco entre los dos cómplices, ya que el supuesto primo sería un ángel guardián del lugar.

SILVIA GATTINO Accidente: Lapa(26)

Asomo Al filo del aire Que se enreda En pupilas Sin auroras

Y atraviesa La muerte apresurada Que te robò El territorio de la vida

Y anocheciò tu piel

Cuanto fuiste Cayò Sin velos.

Sopla un viento inexacto De frìo negro y de silencio

Sìlabas heladas Rompen la palabra Los ecos La mirada Marcela Courel Eras fea (28)

Eras fea, si. Pero solo de a ratos. En cambio yo, en la oscuridad, quedaba desnudo; porque solo así podía quedar un hombre ante tanto despojo. Cuando las luces se apagaban para encender tu belleza, en mi tonta desnudez, me avergonzaba de mí. Cuando tu piel era luna, era estela, era sándalo. La mía, temblaba de vergüenza. Tu desnudez, era belleza. La mía, solo me desnudaba. Nadie me había dejado así, tan vulnerable, tan pequeño. Eras fea, si. Pero no lo sabías. Indiferente al concepto, al espejo, al maquillaje… entre las sombras te volvías transparencia, silueta, recodo. Gusto a fruta. Suavidad y aspereza. Genuina. Sin tapujos. Sin vergüenzas. Y yo, ante tanta entereza, dábame cuenta… que tu fealdad era solo el reflejo de mi propio espejo.

Yamila

No hace falta saber la hora (27)

No hace falta saber la hora para sentir el frío entrar por los ojos, son los minutos más largos del día; entre el mar de sábanas y el calor de tu cuerpo descubro las curvas que se insinúan entre las sombras largas.

Anoche me robaste las sábanas y tuve vergüenza del techo que me miraba y cuando quise abrir tu cuerpo para volver a dormir, me hablaste con lengua extraña, y sin embargo sabía lo que decías. Me quede mirando tu respiración tranquila.

Afuera están lloviendo copos negros, pero tus ojos siguen cerrados acunando la muñeca de trapo que nunca te pude sacar de las manos; recorro las líneas de tu rostro y no sabes que lo aprendí de memoria.

Tengo los pies fríos pero están debajo de tu vientre.

El café tiene el sabor del agua negra de los albañales. Doscientos metros de carrera me separan del cuarenta de las cinco y cuarenta y cinco, lleno de fantasmas de ojos huecos, dormidos hace muchos años, cuando se fueron los árboles de las calles, cuando la pelota naranja se disfrazó de naranjas que nunca probaste porque escaparon antes de las ramas; sin embargo sabes de memoria el sabor con que te llena el estómago el televisor del bar de la esquina.

La puerta de casa se cierra y el frío me golpea; aprendí a contar los pasos que nunca recuerdo, cada baldosa me mira muda. Un charco sin puentes me separa de la felicidad de tomar el ómnibus que me llevaría a la casa de chocolate; pero nunca llego a la otra orilla, alguien escondió el puente que no pudimos encontrar.

Sigo pensando cuantos ladrillos me faltan para techar la pieza y el gato me mira sabiendo que también hoy le toca su ratón cotidiano; perdí la cuenta de las ovejitas que saltan la tranquera para no dormir mientras subo las escaleritas; compro un pasaje a la eternidad, sin embargo dura solo una ida al trabajo sin vuelto y sin vuelta.

El tercer asiento lleva escrito mi nombre, nos conocemos desde siempre, así como su vecino conoce a la secretaria de anteojos, reconoce todos sus humores íntimos yo respiro con él; pero el olor se mezcla con los gases del gasoil quemado que va llenando el hongo negro de la ciudad.

Cada uno de los baches de la ciudad forma parte de mis nalgas, duermo con ellos, mezclando las treinta leyendas que dibujan el respaldo del asiento donde hoy se sentó el viejo de la barba.

El sol se levanta por la punta de tu seno, cuando los juguetes bailan y los cabellos negros del viejo de la barba acarician tu cuerpo desnudo. Y los animales grotescos que todas las mañanas me acompañan al taller, hoy no; hoy tu cuerpo desnudo inunda el ómnibus, la secretaria de anteojos se esconde detrás de los vellos del pubis, mientras diez pájaros despiertos respiran la frescura de su piel.

Se el nombre de todos ellos, reconozco sus brazos, sus manos, sus pies, sus poros; nos reímos de las caretas grises confundidas en la imaginación de la vereda, corriendo desde una punta a la otra de la ventanilla, perseguidos por postes de cemento ennegrecido, sin saber que nosotros miramos sus carreras locas. De cada bulón del piso brota una flor.

Pepe no recuerda que se llama García, descubre un lunar en su brazo izquierdo, en su pie derecho encuentra cinco dedos que sin mucho esfuerzo cada uno de ellos puede montar sobre el otro y rascarse el muslo con las uñas.

Claudio goza mirando, como es redondo y suave el culo de María, la brisa cálida le llena el cuerpo.

Los pezones de María se endurecen hasta producir un dolor suave y eterno; el calor y la humedad llenan su tierra fértil.

El placer es todo uno entre troncos caídos y robles erguidos, viven en ella, olas de escalofríos recorren su piel; es libre de escribir la historia o no concebirla siquiera.

Mis dedos recorren sin tocar, el rumor del agua que corre me despierta, el rojo y el naranja se pierden en el verde de tus ojos, una nube violeta baña los cuerpos que se disuelven en una gota sin perderse.

Mis manos se confunden en la piel, el paisaje no me entra por los labios.

Tu pecho se hace mi pecho, mis piernas entre tus piernas, empujo, con cada golpe el grito nos penetra hasta hacerse ensordecedor.

El techo se llena de estrellas, por la ventanilla sube el sol, nuestros cuerpos dibujan el paisaje conocido, por tu vagina entro al nuevo mundo, con mi reloj bato los minutos del nuevo tiempo que comienza ahora.

Recuerdo tus caderas golpeando para sembrar y cosechar entre tus labios.

Hacemos el mar con nuestros jugos, comemos y bebemos, el olor me recuerda la tierra del bosque. Tomo el bosque entre las manos, las hojas del otoño navegan por el espacio sin tiempo hasta la tierra húmeda. Mientras recojo los tornillos desparramados en el piso, García me grita: “te sentís mal Agustín”, “se te vé mareado”.

Me duele la grasa con virutas de acero clavadas en la carne. Por las junturas de las chapas se filtra un rayo de sol, que me golpea con fuerza en la cara, me arrodillo para tomar aquel que se escondió bajo el torno entre la mugre. Pega duro.

¡No, no. Todavía estoy despierto!”. Me brota un grito riendo, con toda la voz que tengo.

Hugo

(29) De donde vienen las mañanas que se abren En esa inmensidad tan luminosa De dónde viene el grito de alegría La desplazada nitidez en el contacto De donde viene esta palabra persistente Que se asoma a mi garganta en frases claras De dónde sale la fuerza que me habita Y también la que se me va en llamaradas Viene de ese hondo bajo fondo del que hablan O de las más altas alturas que no vemos Y también de todos esos lados que nos contornan y nos hablan y vienen y van danzando ritmos que nos conectan con la magia de la tierra con lo ancestral de los sonidos con la inmemorial memoria de la existencia.

TERESA CASTELLANOS

Panaholma, un lugar posible (30)

Seguramente el encanto del lugar hubiera impactado en la sensibilidad de la Flaca, ella lo conoció y le gustó, era uno de los posibles lugares de reposo para nuestra vejez, al cual regreso tratando de reordenar el resto de mis días por su ausencia… La tranquilidad: pasmosa, el lugar un paraíso con una paz sobrehumana , un río cálido donde disfrutan nuestros hijos, pero a la vez un lugar de anhelo: “sabes que lindo si hubiera estado la Mami??”, sentenció Giuliano retornando de nuestra primera cena en el único comedor disponible del pueblo… Desde la orilla de enfrente , me atreví a pedirle al fantasma de Miryan que me sonriera, pero no apareció..me encantó sacar fotografías desde allí al lugar común que teníamos cada vez que de paso por Traslasierra nos atrevimos a concurrir a este poblado. Las piedras eran su debilidad, donde podía tenderse al sol a dorar su esbelta figura, que delicia era contemplar esa piel toda tostada…y más cuando se atrevía a dorar sus senos y poder observar ese lánguido cuerpo de color bronce con las pequeñas marcas blancas de sus diminutas bikinis… Que triste que sigue siendo cada lugar que piso sin mi Flaca, que triste saber que ya no es ni será, que pena me produce saber que muchos no me entienden: por la sencilla razòn de que no saben lo que es un gran Amor…

Alvaro Gatti

(31) Me pregunto si estarás ahí. Cruzando desde más allá de las sombras. Surgiendo de nuevo.

Buscando ese placer irreprimible. Ese cosquilleo que baja por la espalda y desaparece entre los pliegues íntimos más ocultos, para subir de nuevo e inundar la garganta de sabores espesos. La respiración alterada y el pulso trémulo.

Abrir de nuevo la caja de las sorpresas, medir el tiempo entre espasmo y espasmo, respirar profundo, apretar los puños.

Imaginar. Proyectar. Desear. Consumar.

Secar despacio la transpiración que fluye, que rebosa cada poro, cargada de agua, mezclada de deseo...

Te imagino parado en el umbral, repetir el momento irrepetible, siempre el mismo y siempre distinto. Aflojar despacio el nudo; dejar deslizar la corbata, que resbala con lentitud por tu torso. Aspirar tu olor. Tantas cosas en ese olor profundo, con la química a flor de piel.

Desabrocharte la camisa. Despacio. Uno a uno, los botones se van abriendo y dejando tu pecho al descubierto...

No puedo esperar más. Tiro con brusquedad de los últimos que quedan. Caen al suelo y repiquetean, celosos de lo que está por venir......

El sonido del último botón cayendo todavía resuena en la sala. Desarraigados, esparcidos al azar sobre el suelo de madera.

La historia había comenzado mucho antes, compartiendo una botella de vino, o tal vez dos, o quizás tres. Las copas se llenaban una y otra vez, al tiempo que la conversación iba llenando también tiempo y espacio.

Empezamos temprano, al caer de la tarde. Hacía frío fuera y era agradable sentir cómo el fuego de la chimenea calentaba la habitación. Era sorprendente la facilidad con que los desplazamientos de ambos por el amplio salón nos ubicaban siempre lo más alejados posible el uno del otro. ¿Instinto de conservación?, ¿intuición?, ¿azar? Siempre en diagonal, como si los extremos más distantes estuvieran asignados previamente a ser ocupados por nosotros una y otra vez.

La noche que iba cayendo no podía ser más típica. Tormenta, relámpagos que encendían por breves instantes la habitación y que nos sorprendían buscándonos con los ojos. No habíamos encendido las luces. Bastaban el resplandor de la chimenea y los reflejos de la tormenta.

Un cachorro jugaba revoltoso. Era nuestro nexo de contacto. A través de él, que alternaba sus mimos juguetones entre ambos, podíamos medir la distancia que nos separaba. Tres saltos, cuatro saltos.... Nunca juntos.

Afuera se desplomaba un rayo y en ese instante sutil en que nuestras miradas se encontraban, alentadas por la luz que venía de fuera, mi interior retumbaba. ¿O era tal vez el trueno el que retumbaba? Era el momento de bajar la mirada, de alzar la copa y dejar que el vino fluyera, ahuyentando el pensamiento entrecruzado.

Las horas iban pasando, desgranadas al ritmo de la tormenta, al ritmo de las copas. No dejábamos que el silencio se entrepusiera. Era como si necesitáramos hablar de tantas cosas, de lo que fuera. Como temiendo que, si le dejásemos espacio al silencio, nuestros deseos estallarían incontenibles.

Una sensación familiar, ya conocida. Cambia el tono de voz, se espesa la saliva en la garganta, se acelera el corazón. ¿Le echamos la culpa al vino? Tere Perez Frias Fotos (32) Saliste del tren y el frío te golpeó la cara. Tenías los labios partidos por el aire áspero de la montaña. Mientras vibrabas con el viento, volándote el pelo, te sacaron esta foto. ¿Quién te espió el alma, detrás del lente?. Me hubiese gustado verte, allí, tan cerca del cielo, con las manos extendidas a la nada, al todo, a la inmensidad azul. Ahora mirás pensativo el vacío que te traga desde abajo, desafiando al puente esquelético que te une con el suelo. Cruzaste las piernas y te preparaste para dormir, lo veo en tus manos, relajadas cerca de tu cara. Otra vez te espiaron el alma... también me hubiese gustado hacerlo. Después... después te rendiste al paisaje y fuiste imponente en la cima de la montaña, extasiado de color en los cerros poli cromáticos. La memoria te llevó a los ojos negros de una anciana coya, con sus trajes vivos y trenzas de cenizas. Te volviste inocente y niño, comiendo naranjas descalzo, pisando la tierra reseca. Tu boca florecía de sonrisas y fruta. Te hubiese besado, para compartir la felicidad y robarte el gusto a naranja. Volviste un poco a mí... con esta instantánea de tu cara, plena de vida, de vos; pero también en esa tarde, volaste y te despediste ... sutilmente, sin ceremonias. Porque al ver estas fotos comprendo que una parte tuya quedó en el tren, en las nubes, entre las trenzas de ceniza... lejos de mí. Lia Peorotti

Cuento de Cuento (33)

Había una vez, un hombre agujereado por su dolor, acababa de perder su mujer. Ante el rostro frío, helado de la muerte, no pudo, no supo, ni él mismo se reconoció Pasaron los días, sin poder contener un llanto que salía de sus entrañas. No quería salir Su casa, la miró como descubriendo sus paredes, miró la jaula de un canario que no había dejado de cantar. “¡Piquito!”, y se detuvo. Estamos solos. Que vacío, que desolación se ha abierto, que se yo, aquí en el estomago, mi cuerpo ya no es mi cuerpo, me duele, me duele todo, ya no sé donde me duele. Soy dos, en un solo cuerpo, siento que me hablo, que me digo, y me pregunto, si podré vivir sin ella. No la merecí ni un solo día. Esto no lo digo ahora solamente, me di cuenta hace tiempo, ella era diferente a mí, siempre la contemplé en silencio, creo que no pude llegar, mis palabras quedaban ahogadas, pues nunca me coincidieron, entre lo que sentía y lo que podía expresarle. Era una verdadera mujer. Capaz de perderlo todo, menos lo esencial, que yo veía que era nada. Esa nada, fue lo fascinante que envolvió mi vida. Creaba fascinaciones, se ponía a pintar y el mundo desaparecía. Se ponía a escribir y se evaporaba hirviendo el agua de la pava. Y mientras leía, su rostro se iba transformando, cuantos días de sollozo y risas, la vi vivir, la vi morir, sin darme cuenta. Este cielo que ella me daba me hacía destellar el infinito. Esta dicha, nunca se la tuve que pedir, más bien se la robaba cada día.

Maria de los Ángeles (Maruca)

MIEDO (34)

María ya no existe. Le prestó al personaje María su experiencia, su dolor, su historia. Fuera de sus pequeñas muertes, está el mundo que la rodea, los objetos, la belleza, el dolor de otros. La pasión con aquello que creyó conocer porque lo ha sufrido o convivido sin que le pertenezca. María se fue integrando a lo virtual. Siento su partida, la finitud de su existencia y siento la inmortalidad, ese paso donde dejará su cuerpo de huesos solidos y esa otra parte que vuela, que se impregnó de amor, de cuánta calidad de días, de vida, ese sinónimo de enigma. Otra muerte desdobló su vida, ha dejado una huella anonadada. Siempre se está vistiendo para engañar y ahuyentar ese dolor de ver morir. A veces, se ha vestido de espantapájaros, de señora feliz, de “hay lo que hay” con tal de despistar al rival, disminuír el entusiasmo y disimular la fascinación

Este Amo así despedaza poco a poco, no mata, hace crecer el ojo del espíritu para no morir. ¿Qué tendran que ver con la muerte las pequeñas muertes?... si la muerte da tanta vida.

Maru

IMPOTENCIA (35)

De qué poco sirven las palabras Cuando nombrar no llama De qué poco sirven las caricias Cuando la herida sangra De qué poco sirven los consuelos Cuando el desconsuelo estalla De qué poco sirven los abrazos Cuando la ausencia manda De qué poco sirve la memoria Cuando el dolor reclama De qué poco me sirven estas ganas De estrujar tu soledad y triturarla.

Ana Matar

(36) Perturbada por ti. Seguro. Perturbada por no saber qué hacer. Si dejarte seguir con ella, como hasta ahora, con altibajos, peleas y reconciliaciones, rupturas y recomienzos, que encubren la incapacidad de comunicación que prima en vuestra relación. Y yo, asistente impertérrita, neutral, de vuestras historias. Las que ella me cuenta y las que me cuentas tú. Las dos caras de vuestra historia compartida. Tan distintas y sin embargo complementarias. Blanco y negro. Yo en el medio. Escuchando. Disimulando con ella y habiendo disimulado contigo hasta la noche pasada. Y ahora ¿qué?

Pero me corrijo, ¿quién soy yo para dejarte o no seguir con ella? La decisión es tuya. Una parte de ella al menos, es tuya y sólo tuya. Yo sólo puedo recorrer mi parte del camino. La tuya, te corresponde a ti, si es que quieres hacerlo. Porque el camino avanza en cualquier caso, independiente de nosotros, queramos o no. Lo máximo que podemos hacer es intentar recorrerlo con gusto, en la dirección que elijamos. Tampoco creo que seamos marionetas en manos de un director de escena que nos lleva y nos trae a su antojo. Sí creo en nuestra voluntad propia para buscar, para encontrar lo que queremos, para no quedarnos parados donde no nos guste. Para no resignarnos, diciendo esto es todo lo más que puedo esperar de la vida. Creo que la vida, generosa, está ahí, colmada. Depende de mí qué quiero tomar de ella, qué tomo y qué doy. Qué recibo y qué entrego.

Anoche di un gran paso, dimos un gran paso cuando se encontraron por fin nuestros deseos escondidos. Cuando nos hablamos, esta vez sin palabras, para decirnos por fin toda la verdad. Para confesarnos esa verdad evidente que ya no resistía por más tiempo encerrada en nuestro interior. Nos lo habíamos dicho en silencio tantas otras veces, sin querer escucharnos... Tere Perez Frias VOLVER (37)

De los paisajes la flor culmina su belleza. Cae insospechadamente un corpúsculo de vida la semilla

Como una madre mansa y heroica en agreste limo y sol brindará un retoño ansioso de azules y oros.

Subirá a buscarlos. Mostrará sus verdes. Alegre su corazón estallará en colores luciendo en el prado de nuevo una flor.

HÉCTOR J. BLANCO

(38) Con este humo que surge de la brasa y del incienso y de la mirra y de la ruda y de la flor limpio esta casa, los espíritus que la habitan y la guardan, las energías que circulan resonando el eco, me acoplan y suena mi sonido que vibra y crece y se hace extenso y se entrelaza con el de todos los que existimos vibrando en este momento y además le agrego el eucaliptos, que sana en respiración, aroma y fuerza y el romero. El perfume se hace más profundo, más dulce, más denso, y con el azúcar el humo sube, en profundidad y en energía crece; y en el dulzor y en la fuerza y en la sanidad se expresan, bailando la danza del blanco y del negro, en fuerza y en pureza, la integración, el carro, el ying y el yang, la esperanza en la estrella, la hoja del eucaliptus se enciende en fuerza, el azúcar suena y el laurel, crepita sanando los sabores, las tristezas. En ellos se consuman las visiones, la voces de la vida y de la tierra y las de todas las mujeres que gestaron y que gestan y las de todos los hombres que fecundaron y fecundan los vientres ardientes de la tierra, y en la redondez del eucaliptus y en su perfume abridor, baila el misterio y también mi fuerza, cuando entregada al presente, a lo que es y a la belleza, se solaza en perfumes y en sonidos y vibra, elevando las plegarias por todos los que quiero, por todos los que me quieren, por todos lo que no me quieren, por todos los que no conozco, por todos, por mis iguales semejantes, por todos mis diferentes, constituyentes. Y relumbro en el fulgor de los contornos de la hoja del eucaliptos que hacia el centro se va encendiendo, relumbrando, colorada incandescente y va tomando formas nuevas, emanando el perfume sanador, que abre los bronquios, que dilata las narinas, que crepita en el fulgor. Te pido por papá y por mamá y por cada uno de mis hermanos de carne y hueso, de mis hermanos de alma, de mis sobrinos, directos de sangre y tiempo y de todos los que hicieron que existieran y los que existirán después de nosotros, con nuestra desaparición y nuestra presencia, en la construcción eterna de la vida y de la existencia, para que la vida siga circulando y que de mí use lo que hace falta con amor y sin resistencia, con comprensión y con la oposición a veces necesaria, para construir belleza.

Creo que el siglo de la descomposición (39)

Creo que el siglo de la descomposición nos esta tocando a todos.

Durante el 74-77 perdimos la batalla y por sobre la alegría venció el miedo, por sobre el indio que llevamos adentro volvió a ganar el hombre blanco, siempre occidental y cristiano, y a la sífilis tuvimos que sumar por enésima vez la enfermedad del terror y con ella no pudimos menos que importar la crisis del existencialismo. Una vez más fuimos desposeídos y desarraigados por ende reprimidos y suprimidos, a esto ninguno pudo escapar, ni vos ni yo, ni él, el de la calle. Ni siquiera el que está por venir, ya que al fin y al cabo también a él le tocará asumir su hoy y aquí, así como lo tenemos. No se preocupen, esto no quiere decir que perdí el optimismo y la alegría que me caracterizan, simplemente estoy tratando de asumir: la realidad que me rodea, para poder transformarla si es que aún hay alguna posibilidad de hacerlo, la esperanza cuando redescubro mis raíces de indio todavía adormecido, que de vez en cuando nos despierta y grita presente como en Vaquerías, como en un panfleto, en el laburo, en la construcción de la casa, en el orgasmo que da a la luz a mi hijo, que no importa si se llama Santiago, o Florencia o Don Ninguno, basta que aprenda a escribir su propio nombre en la tierra dura de la sierra.

Si, queridos amigos, en este siglo de Nietzche dios ha muerto, ha nacido el superhombre y con el profeta todos nos hemos vuelto locos; en vez de plantar maíz y comer perdices llenamos la tierra de T.N.T, D.D.T. y demás siglas homicidas, estamos en condiciones de saltar todos por los aires, no de alegría seguramente, cada uno tiene y aumenta su ración cotidiana, pero claro, nadie es libre de auto administrar sus propios bienes, a pesar del derecho a la propiedad individual; si no fuera así, se imaginan la salvajada que podría ocurrir. Agradezcamos entonces a los señores de la guerra que velan por nosotros, por nuestra conciencia y nuestros intereses (no se muy bien aún cuales, quizá como administrar o acrecentar la propia miseria) como padres inteligentes y atentos.

En fin, como les decía, las cosas están así; gracias doy al sol que sigue brillando, gozo al sentir sus rayos sobre la piel, acepto la energía necesaria para crear mi futuro y digo que para mi este seguirá siendo gratis.

No creo idealizar sobre mi país, simplemente lucho por encontrar al lugar más adecuado para actuar mi cotidianidad.

Estoy descubriendo mis instrumentos, mis armas para la batalla, aprendiendo a usarlas, corrijo mis errores, la enseñanza, la escritura, la agricultura son una alternativa y una elección diaria. Una vida mas ecológica, teórica y práctica; en la enseñanza conozco a mis hijos y escribo cartas y otras cosas menos importantes que hacen a mi libro.

¡Sí!, el compromiso pasa por cada punto de la tierra que pisamos, todavía asi es imprescindible encontrar el lugar donde el compromiso producirá los frutos más fecundos; mi lucha pasa por ambos lados, y las posibilidades son las que son para cada lugar. De nada me sirven si abundan pero no pasan por mi compromiso o si solo se transforman en instrumentos de mi propia individualidad y egoísmo. ¡No!, no le escapo a la realidad, ni siquiera la rechazo, la acepto si, pero consiente y responsable, inmediatamente es necesario que luche para transformarla de acuerdo a mis capacidades, a los valores de esta nueva moral que debemos escribir sobre todo con responsabilidad.

Hugo ENCUENTRO (40)

Tendió el otoño su red de festones amarillos complicando al viento vagabundo del este de la catedral el reloj, en su desperezo arrojó esferas convertidas en flechas y secuestró la hora volviéndola encuentro En llorosa esquina húmedas manos rozaron el sueño solo respondieron la niebla y el viento

L. Carlos Pasquali

Se de senderos imposibles (41)

Sé De senderos imposibles Que cabalgando palabras En la noche Puedo transitar sin nombre Como figura invisible

Sé que soy Tumba De muertes nuevas e infinitas

Pero, sé también De deseos de Dios y de su lumbre, De auroras, abrazos, De inviernos antiguos De suelos, desiertos De incesantes treguas

Y sè que, asì, La vida va: Un resplandor Un sol

Y, después La niebla

Y nosotros ahí Mezcla de memoria y de deseo Hijos de Dios, Hijos del hombre Poblando la tierra ¿Despierta?

Marcela Courel

A la abuela (42) Aquellas marcas arrugadas profundas y con olor a vida Esas manos llenas de tiempo Tus cabellos grises, victimas del reloj Tus ojos con años Pero a la vez, tan llenos de savia Y tu boca en aquellas miradas que sin pensar meditan No hables que tu cuerpo es hoy tu huella Tus manos ya cansadas de amasar Y tus ojos luminosos espejos de ese amor No eres más que el diario de tus propios días, pues ellos pasaron y se hicieron en tu piel…

Constanza Ordonez

(43) En un baúl viejo duermen sus recuerdos de niña: vestidos desteñidos, puntillas amarillentas, un juego de tacitas partidas en pedazos y cuidadosamente vueltas a unir. En ellas, Fina, tomó el té tantas veces como tuvo ganas. Una foto la muestra con más edad, el pelo prolijamente peinado, los ojos soñadores y los brazos abiertos como alas, queriendo volar. Un ramo de novia, las rosas están secas y amarronadas. Un día fueron blancas y perfumadas; Fina las olía una y otra vez durante la fiesta. El perfume de las rosas siempre olía a libertada para ella, una libertad que esperaba, pacientemente, dentro de su corazón. Un sombrero de paño negro descansa en el perchero, con el ala torcida hacia delante. Al lado, en la repisa, una foto de su marido, luciendo pimpollos blancos en el ojal del saco. Un hombre muy apuesto, de bigotes recortados y la ternura del amor colmando su mirada. Eduardo, compañero de libertad y de vuelo. 50 años y más, mucho más que ese tiempo compartido. Aún parece estar aquí, observándola distraído y a la vez, sin poder desviar su mirada de esa figura tan amada. Fina respira pausadamente, una sonrisa se escapa de su boca; algún dulce recuerdo, visitándola a último momento. La llamo dulcemente y abre sus ojos, soñadores más que nunca. Extiendo mi mano y unos dedos delgados y sutiles me rozan tímidamente y luego siguen el recorrido de la luz. La ayudo a incorporarse, es muy liviana. Ha logrado desprenderse de todo lo humanamente posible... justo a tiempo. Su respiración se detiene. Juntas cruzamos el umbral con pasos livianos, despegándonos cada vez más del suelo. Lia Peorotti

FÉNIX (44)

En la línea del tiempo me busco. Miro atrás. Me acompaña mi sombra. Gozosa, veo a la mujer que contó treinta seis lunas. Ella aún me nombra y me evoca.

No me inquieta, sin embargo, mi sombra. No es e1la la que me impide ver nuevas mañanas. Insistente, me busco en una línea que descubro en espiral dibujada, y allí donde creo que hubo comienzos, avanzo y no descubro nada. Pero miro hacia atrás desde el presente, distingo la nitidez de este punto en que me encuentro entonces es allí cuando el tiempo se niega a ser línea: ni comienzos, ni finales. Más bien trazos superpuestos y mi sombra asoma allí, amasada con viejos elementos: contradicciones, incertidumbre, miedo, desconfianza... ¡y la fuerza tan pujante del deseo! Mas, me empuja danzarina a lo que estoy viviendo.

Intento ser otra. Es como estar naciendo. El momento es trascendente. Un parto complicado y lento. En la espiral de mi tiempo, sin retorno doy un giro, asomo la cabeza y detrás de la pregunta "¿soy yo?", que en la conciencia siento, a ambos lados de mi presente se expanden, victoriosos, espacio y tiempo. Es como romper el mapa que otros dibujaron para mí. Y que seguí... Perdida aún en el comienzo de un camino ha llegado el momento: ser yo misma y hacer lo que deseo. Claramente esto asoma, no desde una ciega búsqueda en el tiempo, sino desde raíces interiores y profundas, cual destellos y reflejos. Algo estructural de mí no podría clonarse: mi presente y yo, la que perdió su sombra. Como la luna, que se pinta con la luz del sol, pero la transforma y la hace propia

Por primera vez mi mirada se desplaza, y no existo por reflejo de los otros. Hoy me miro. ¡Al fin me veo! Sensaciones inquietantes ponen vida a mis ojos. Romper el molde al que me adapté para ser un yo aceptado cuesta mucho. Mas con igual intensidad ya lo disfruto. Es la hora del llanto inicial, soplo virtual que me acepta bienvenida Segura estoy que es hora de decirle "adiós!" a aque1la sombra danzarina y con éxtasis, ya sin mapas, inventarme a cada instante un nombre propio. Ya no hay línea, sólo tiempos... Por atajos, entre valles o terrenos pedregosos me alumbran utopías que transmutan mi existencia ante nuevos intentos.

Gozosa, siento e intuyo a la mujer que asoma. Ella será desde ahora la que me nombra... la que me nombra.

SILVIA GATTINO

VEO EN TU MIRADA (45)

Veo en tus ojos la mirada triste noches enteras sin poder dormir angustias pasadas, antiguos amores, un presente esquivo, muchos sinsabores, la gracia pedida no la recibiste y alguien que llamaste no quiso venir.

Es un nuevo día, abrí tu ventana dejá que el sol se meta en tu cama te caliente el cuerpo, te caliente el alma y en tus ojos tristes de mirada lánguida prenda una chispita porque esta mañana hasta un pajarito cantó desde el alba.

Ponete un ropaje de muchos colores camina descalzo, descubrí las flores que hay desparramadas entre los zarzales aún entre piedras o en los matorrales pisa la gramilla, caminá en la arena híncate piadoso, pedí por que llueva.

Si tus ojos tienen alguna lagaña o si entre tus párpados se escapa una lágrima levantá tus brazos, alzá tu mirada, dejá que la lluvia te lave la cara, sacate la ropa, cubrite de arena, corré por la playa, tirate en el agua.

El río te cubre, el agua te lava, meté la cabeza adentro del agua y allí bien abajo que nadie te escuche gritá cuanto puedas, llorá en tus entrañas, pedí por la vida, rezá por tus ansias recien entonces volvete a tu casa. Chiqui

TANGO (46)

Sonidos de bandoneón, percusión, violines, piano y un trasnochado cantor vibración de contrabajo.

Figuras entrelazadas abrazadas en la pista, giros de corte y quebrada mejilla contra mejilla.

Y esa imperiosa presión de tu mano en mi cintura, de tu aliento en mi rubor recostado en tu ternura.

Bailes de declaración que llenan noches de luna... y esa imperiosa presión de tu mano en mi cintura.

Chiqui

Polvo y ceniza (47) Un corazón que vive sus últimos latidos en un murmullo disimulado. Polvo y ceniza La ciudad en su habitual inmoralidad, apática ante el dolor y la tristeza. Polvo y ceniza. Un árbol sin hojas, testigo de la devastación del otoño, resignado a perder el verde. Polvo y ceniza. El rostro de la miseria, las manos de la miseria encarnadas en el pobre viejo que agita el puño sobre su cabeza, luchando contra sus recuerdos indiferentes. Polvo y cenizas. Pasos perdidos, sin rumbo, sin búsqueda. Polvo y ceniza. Un cielo gris, nostálgico se me pega en la mirada como un cristal que tiñe cada una de las imágenes que me rodean. Polvo y ceniza.

Lia Peorotti

MIS PIÉS(48)

Era un niño que soñaba los sueños de su niñez Que era grande que reía que el mundo estaba al revés Que su madre le decía solo mira donde pones tus piés

Cuando grande ya no soñaba Corría los caminos no sabía donde estaba El mundo era malo todo lo engañaba

Miró atrás Su madre estaba diciéndole otra vez no corras tanto solo mira donde pones tus piés

HÉCTOR J. BLANCO

Cuenta la leyenda (49)

Cuenta la leyenda que en un pequeño pueblo entre colinas Maremmanas, tierras de mucho sol y buen chianti, vino seco de sabor agreste, pero gigante como el contadino que zapando el galestro llena tu vaso con el jugo de la uva fresca, se escuchó llegar los pasos de un caminante, trovador de tierras muy remotas.

Los pájaros, los animales del bosque, las hojas en los árboles callaron sus voces, escucharon la melodía que poco a poco desenterró sentimientos que nunca antes de hoy vieron la luz del sol.

El villorrio todo fue una fiesta.

Cuentan los viejos de larga barba de aquel joven y de sus cantos, que enamoraba jóvenes vírgenes como en la noche la luna llena ama su sombra en la laguna. Pero así como la viajera luz en las tinieblas, despierta y descubre el resplandor en un reflejo, huye cubriendo su vergüenza en la mañana, las jóvenes que escaparon al bosque en pos del canto, vuelven sobre sus pasos a ojos gachos por la perdida inocencia de sus labios, a buscar en el trabajo la luz de un nuevo día. Miraba el trovador su rostro en la laguna, nada nuevo había llenado el canto de la noche. Las llamas de la fogata disfrazaban el cansancio en su mirada, mientras el sueño lo envolvía, su música vuelve a llenarse de preguntas sin respuestas. Una sensación de creciente soledad lo acompaña.

“Duerme, duerme entre los árboles”.

Como sucede desde siempre, el canto de los pájaros saludaba a un nuevo día que comienza, el campesino se levantó junto al alba, los nuevos brotes contaron de la primavera que se acercaba.

Como sucede desde siempre, la vida anunciaba su llegada con alegría y llanto, su mujer era de parto, la vida llamaba en su entrañas. Sus gritos silbaban entre las ramas, llenaba con su fuerza todos los vacíos.

El trovador despertó de su sueño y escucho lo que escuchaba desde siempre.

El campesino tenia la mano de su mujer entre sus manos, con su voz acariciaba la sien sudada, el niño habría la puerta entre sus piernas, sus ojos aún cerrados, pero forzaba por salir al mundo que lo esperaba. El grito de su voz impuso la presencia inalienable de la vida, apoderóse de todos los espacios, llenó la música de esperanzas, se adueñó de la voz del trovador y se hizo canto para contar la historia de su tiempo, todas las grandes cosas de la pequeña gente que escribe con las arrugas de la frente, en la tenue mueca de sus labios, el dolor y la alegría el sudor de un suspiro.

Las palabras brotaron de su pecho “las flores están creciendo”, de sus dedos escaparon notas melodiosas “las flores están creciendo”, volaron entre valles y colinas “las flores están creciendo”.

El trovador decidió aprender a sembrar la tierra y las flores están creciendo.

Su canto ya sabe a hierbas.

Hugo

Clara de luna (50)

Clara de luna, el rojo de sus pechos entre velos violetas, índigo transparentes. El surco de su sexo me llama y espera entre sus brazos, libero la imaginación, me arrojo a las tinieblas. Te doy, me das la mano, reposar la cabeza en tu regazo, en la cálida “V” de tu cuerpo, te disuelves, te volatilizas; velos arrastrados por suave brisa, copos de espuma que viajan por el espacio sin tiempos.

Paz, ¡paz sin soledad!

¡No! Es un abismo sin fin, bajo los pies el vacío de historias, hechos, imágenes que se repiten infinitas veces, palpita la realidad a mi alrededor y a cada golpe me confundo con los puntos del lápiz que ya son rocas, son mundos, universos.

N.N. se sentó bruscamente en su cama bañado de sudor; sobre los brazos tensionados, apoyó el peso de sus espaldas, la habitación se llena de objetos cotidianos, no es tiempo de levantarse.

El agua de la canilla es siempre demasiado fría y el mate cocido demasiado caliente, aunque si es suficiente para esconder el sabor a agua sucia y desayunar. Enumerar cosas importantes, recontar si alcanzará el sueldo del mes pasado; conseguir una changa para asegurar el mes que viene. Soñar, comer, cosechar, comer, cosechar. No soñar, cosechar, cerezas en agosto, buenas las cerezas en agosto que la gente consume.

El parque se va llenando de primavera, la calle de sombras gris claro y de muchachas de polleras cortas y amarillas, hasta el nacimiento de sus piernas largas. Pantys verdes, naranja, rojo brillante.

En la cámara de trabajo, la lista inmóvil en mi hermoso número 33.

Entre los pasos, entre los techos se filtran los rayos del sol, discutir inútilmente con el encargado hasta que las palabras se cansen y se llenen de amargura.

Comienza a calentar, piel fría de invierno, escapando a las sombras, robando un poco de calor al amigo sol. Vestido de careta, el primer bar es la lucha por descubrir la excusa de un trabajo sin descuentos. Hoy me prometo dormir la siesta de panza entre los árboles plagiando iguanas entre los montes. Sueños llenos de sonrisas y promesas, vacíos de sueldos y sin trabajo para quien quiere. Lood a ti Sistema en crisis. Bar a bar la cera se derrite, las historias se desgajan. El silencio no me llena el alma. Mejor será que caliente la mañana.

Sus caderas están despiertas. Escucha muchacha, me llaman. Escucha muchacha ¿dónde brilla el sol?

¿Por qué no me acompañas? Vengo de allí, no conozco la región y temo perderme entre las calles, siente muchacha, perdona mi insolencia, me muero de vergüenza pero tu tez cobriza es hermosa. Muero por desflorar con las yemas de mis dedos la piel de tus manos nuevas; perdona, pero en el parque nuestros caminos quizás se separen y antes quiero regalarte la luna llena de estrellas para adornar tus cabellos, no te enojes ni te sonrojes ya que si fuera así el sol se avergonzaría ante tu belleza y hoy es día de festejos. Te he conocido.

Reposa tus caderas sobre la hierba fresca, acaricio tus cabellos, me atreveré a besar tu boca y descubrir la historia de tus días en la lengua con mi lengua, sonríe muchacha, la tierra abre sus entrañas para cobijarnos, rodaremos abrazados sobre la hierba de la colina.

No me importa tu lugar, el camino nos encontrará otra vez mañana y el sol abrirá una ventana entre las nubes para que nuestros ojos vuelen sobre ellas. El cielo cobija mis despojos en la mañana, duermo mientras escapas al trabajo, muchacha viva y sin nombre. Duermo con el recuerdo de tu beso y el perfume de tus manos.

Hugo

La canción que duerme a los duendes (51)

El dijo que deseaba explorar la estética del amor, y que prefería esperar a conocer cómo era su mirada cuando estuviera desnuda. Ella se estremeció. Perpleja, deseaba tocar ese rostro nada desnudo que tenía delante de sí, y pegarse a ese cuerpo diferente, maduro y tierno a la vez, que sólo se atrevía en las sombras y que de ese modo, la tomó de la mano y la besó.

Cuentan que un duende _ uno de ésos que quedaron en la vieja esquina _ dejaba paso en sus oídos a la música que nacía de aquella escena y se dejaba llevar por sus claves hasta los confines del encuentro más profundamente humano, en donde las diferencias no son obstáculos sino desafíos, y en el que la palabra vale por la emoción que transmite... Pero aunque abría bien grandes sus ojos, no veía eso el duende allí. Más bien veía en esas sombras mucho miedo. Ella preguntaba _o se preguntaba _ "¿qué es esto?" El quería que le respondiese la misma pregunta, pero el duende seguía con aquella música en sus oídos, y no los pudo escuchar. Hacía notables esfuerzos estéticos para provocar un goce que intuía, ambos estaban deseando: rodeaba con el brazo de él la cintura femenina y posaba ambos pares de ojos en únicas miradas. Sin embargo, por fuera de este trabajoso intento del duende (que tenía la fuerza de su magia) ellos emitían mensajes muy confusos, señales desesperadas de algo que se desea mucho pero que paradójicamente, se evita... Se dice que el duende pidió refuerzos, llamó a otros duendes y gnomos intentando juntar fuerzas para romper tantos muros. Les decía: "ellos hablan y no se escuchan demasiado. .. dicen que quieren explorarse, y que prefieren esperar. ¿Cuál sería nuestro modo de provocar un encuentro tan deseado y tan temido?" Los otros duendes no respondieron. Sólo se tomaron de las manos en una ronda infinita de ternura. Invisibles, se metieron en las entrañas de ambos, y por sendas voces aparecían en gritos acallados: "¿Y si me gustara mucho?", o en respuestas como: "es una elección desde el corazón, no desde la cabeza... " Cansados de rodeos los duendes se durmieron dentro de ambos cuerpos y miradas. Quedaron atrapados en esos muros, ¡tan fatigados por los intentos!

Pero aún están allí, adentro. Ella no lo creía tan dispuesto a romperse e1 corazón, aunque sí la razón. Él se preguntaba si esto no sería una locura, preso de las fobias que produce la libertad cuando se está sometido a estructuras tan pesadas... Sin embargo, allí dentro de ellos, en los sueños más fantasiosamente libres que duermen a sus duendes, una canción los mece: " la realidad baila sola en la mentira... y en un bolsillo tiene amor y alegría..." 1 El decía que quería conocer cómo serían sus caricias cuando sus manos no estuvieran frías y conocer cómo sería ella cuando se perdiese... el agobio de creerse y hacer sentir que la vida ya no guarda para él, a esta altura, ningún estallido de deseos. Ella, por él imaginada en una nebulosa de ideas sin conexión y presa de miedos y prejuicios, no era más que su propio espejo...El1a, en fin, quiso romper algún muro y creyó que eran sólo los propios... No se sintió comprendida, no entendía tampoco aquel concierto de fantasías y deseos que estaba a punto de caer sepultado entre las ruinas de sus muros...

Se despidieron, con el entusiasmo que dan esos contactos. La ilusión de que podrían conservarlo todavía no se había evaporado... Sin embargo, los cimientos de esos muros _ con tantos duendes allí dentro_ empezaron a debilitarse y con ello, a tambalearse estructuras pasadas y pesadas... ¿Quién sabe si esos duendes algún día podrán salir de allí? Lo cierto es que, según se dice, esos duendes habitaron por igual y a la vez el corazón de él y de ella. Tanto, que hasta sus muertes, se necesitaron para vivir...aún que sea tan sólo entre paréntesis. ...Si al fin y al cabo, la vida es una cadena de fragmentos, puestos entre paréntesis.. .

SIL VIA GA TTINO

Dando (52)

Dando vueltas... nos encontramos Dando vueltas... nos extraviamos Dando vueltas... nos desgastamos Dando vueltas... nos redondeamos

Dando vueltas... desaparecemos

Dando... nos engrandecemos

Dándonos..... encontramos

C. Gilberto Sanchez

La morocha (53)

Los sonidos se escapan del boliche, se hacen vino amargo, hasta convertirse en pena...

La luz triste del foquito se balancea acompañando el paso de los que salen después de medio litro de ginebra. Los naipes sucios abandonados sobre la mesa, únicos testigos de tantas manos ganadas por suerte o por trampa. Y sentada en aquella silla, la morocha. Con sus labios pintados de rojo, con una rosa pendiendo de su pelo largo, y con esa nostalgia entre las manos y el sudor entre sus piernas cruzadas. Ahí está la morocha, pitando su cigarrillo largo. Exhalando en rítmicas bocanadas la soledad, el vacío y un milagro. Porque todos saben que la morocha es de todos y no es de nadie. Porque todos bebieron de sus labios. Porque a ninguno le mezquinó el calor de sus brazos largos. Todos la quieren a la morocha. Pero ella sabe, que como ella el hijo que lleva, también es de todos y no es de nadie. Y allí sentada esa noche, con su cuerpo de mujer y sus ojos de niña. Se va quedando sola, con un tango, un vino amargo y una pena. Yamila

Ç

Yo Espero (54)

Yo espero, tener La suavidad del mar Cuando acaricia la arena Y la furia... De cuando es tormenta

Yo espero, tener La paciencia del mar Cuando desgasta las costas Y el ímpetu.... De cuando arremete las rocas

Yo espero, tener La mansedumbre del mar Cuando acepta su pequeñez, ante la atracción de la luna Y su inmensidad.... Cuando alberga la vida

Yo espero tener La integridad del mar Cuando no espera nada Y deja fluir la vida C. Gilberto Sanchez

Tu figura me la trajo el viento (55)

Tu figura me la trajo el viento en el polvo de la pampa desierta, bien morena, tus cabellos negros y largos se enredaron con las espinas del tala. Me río de ti salvaje, estoy haciendo un trato con el viento para meterme bajo tus polleras largas y coloridas, acariciaré tus piernas desnudas bajo las ropas, esconderme dentro de ti.

No podrás escapar salvaje, tus ojos le pertenecen a mi tierra y estás esperando, quizás no gozarás conmigo pero habitaré dentro tuyo. Ha llegado tu hora, después ¿la vida, la muerte? No me importa habitaré dentro tuyo, arañaré tus entrañas para plantar mis semillas, abriré tu tierra con mi azada, creceré hacia adentro y hacia fuera. Tú te retorcerás entre las sábanas, tu vientre crecerá y sentirás el dolor de tu cuerpo que querrá salir de si, sentirás el placer de mis caricias en tu vulva, cuando mis dedos lleguen a tu cuello temblarás sin saber si te desfloran cariño, o bien te apretaré hasta morir, godot tendrá miedo de nosotros. No seremos poseídos, te poseeré, me aprisionaré en ti.

Tu hijo será ilegítimo, tu dolor será ilegítimo, tu placer será ilegítimo, tu tiempo, tu lugar será ilegítimo. Gozarás conmigo sobre la tierra mojada, tormenta de verano y tus crinas largas negras se mezclarán con el lodo, tu cuerpo en arco y las ancas abiertas sobre el camino mientras entro en ti, tus pelos harán carpa con la tierra el viento se colará entre ellos, mis manos subirán por tus nalgas hasta retener tus espaldas y entraré dentro tuyo. Vive flor de cactus.

Hugo

PARECIDO (56)

Soy yo, la del espejo? La del gesto cansado y la mueca tallada? Si soy, me desconozco Por favor, que alguien nos presente Quiero verme de lejos y de afuera Entablar una charla como primas lejanas Descubrir en los rasgos tan sólo un parecido Robarle a hurtadillas la mirada Y comprobar que el horizonte no es el mismo Mirarla frente a frente y reprocharle Esa no soy yo, porqué me engañas?

Ana Matar

En dos(57) Atravesada por un tajo justo acá en el centro de mi ser de mi cuerpo de mi amor. Dividida en dos. Lia Peorotti

EL VIEJO (58)

El Viejo se encargó de buscar el lugar ideal para pasar su juventud, enamorarse, tener hijos y lograr que estos tuvieran en ese lugar una infancia muy feliz. Uno de esos hijos soy yo. Era un tipo sencillo, buen mozo, profundos ojos pardos. Inteligente. Austero. Demasiado austero. Fue Jefe de Correos, cuando el Correo de mi país era un gigante en América. Y también fue Intendente de ese pueblo. Mina Clavero en el Valle de Traslasierra en la Provincia de Córdoba. El Viejo, el Tato como le decían en su pueblo de Santa Fe, era un exquisito telegrafista. Cuando los telegramas se transmitían por hilo. Solía pasarme horas en su oficina espiando como con los tics cortos y los tics largos combinados, era capaz de conversar a cientos de kilómetros. Su dedo índice y el mayor unidos eran las herramientas del mágico golpeteo sobre el telégrafo. El Viejo era un idealista. Creía en un mundo mejor. Tenía lo esencial y lo disfrutaba sobre todo una mujer a la que amaba y dos hijos a los cuales adoraba. El Viejo era severo, pero demasiado bueno para creerlo tan duro como quería parecer. Hincha fanático de Boca, el me transmitió la pasión por los partidos transmitidos por Radio. Teníamos una General Electric con onda corta. Por las noches cíclicamente cada dos o tres minutos la onda se perdía tras las altas montañas cordobesas. A veces el partido lo creíamos perdido y cuando volvía la onda, estaba empatado. De a poco fue tiñendo mi corazón de azul y oro. Pero también lo fue tiñendo de su bonomía, su sinceridad, su humildad y su grandeza que la mantuvo siempre. Era peronista. De Perón. Si hoy viviera seguramente se reiría y mucho. O los reputaría. Me acuerdo aquel día de Julio en que el General murió. Volvió desencajado del Correo. Y tuvo la televisión prendida hasta que lo sepultaron un par de días después. Yo tenía once años y el Viejo me quería convencer que el Pocho era lo mejor que le había pasado al país. Hoy estoy convencido que todavía al País no le pasó nada bueno. No me pudo contagiar su pasión política, pero si me transmitió la pasión de creer en algo mejor para el mundo. Al Viejo le voy a estar siempre agradecido del lugar que eligió para mi infancia. Mis recuerdos son para esas montañas, esos ríos, esos amigos que he dejado y a los que siempre vuelvo. Con Miryan éramos conscientes que los dos en distintos lugares habíamos tenido la misma sensación: los años de la infancia fueron inolvidables. Ella en el medio de la llanura, embostada en los corrales, trepada a los árboles, montada en los caballos, ordeñando las vacas. Yo en el medio de la montaña, trepando piedras, bañándome en su río, pescando truchas, sufriendo el frío y la escarcha del invierno. Los dos sin conocernos transitábamos una Infancia muy feliz. Años después nos cruzaríamos. Yo ya no tenía más al Viejo. Pero siempre llegamos a la conclusión de que aquella enorme dosis de felicidad de los años infantiles se debió a que los dos tuvimos Padres enormemente felices y juntos. Nuestros hijos no tendrán esa misma sensación. Para ellos será diferente. Su infancia la habrán transitado sin su Mamá. Y ellos a tantos años vista podrán describir a su modo como transitaron los años infantiles. El Viejo siempre fue para mí un amigo al cual lo he tenido siempre a mano. Al Viejo lo sentí el día que me casé. La noche que nació mi primer hijo. Y también la noche en que velé el cadáver de mi esposa. El Viejo no conoció a Miryan pero creo que ellos se deben haber conocido. El Viejo me sigue desde hace más de 26 años disfrazado de fantasma.

Alvaro Gatti

(59) Te busqué en mis recuerdos y no puede encontrarte. Recorrí cada detalle de mi mente y no estabas ahí. Busque en las fotos en los perfumes en los colores. Seguí el rastro de la noche. Busque en las sombras. Perseguí pasos caminantes perdidos. Canté canciones que una vez cantaste. Fui a un bar pedí tu trago. Falsifique tu firma. Soñé en tu almohada. Hundí las manos en tus bolsillos. Me desgaste en esfuerzos inútiles. Me paré en tu esquina todos los días durante diez años a la misma hora y te espere, incansable. Me volví vieja, por dentro y por fuera, pero nunca deje de buscarte ni de amarte. Lia Peorotti

“Silencio” (60)

Ayer sentada en aquel sillón anhelando el ocio de mis días me invadió ese silencio que suele callar en la vorágine y que me invade cuando la encuentro… penetro hasta la última gota de sangre de mí ser, la sensación de un alma a mi lado… Se la sentía, dispuesta, abstracta, intangible, animada y sin corporeidad y una sensación de incertidumbre me dejo sórdida, ¿quien era? ¿que buscaba? Y dije …como SOMOS sin saber nada, andamos como entes sin saber a donde, sin rumbo, sufriendo por lo que no sabemos y apenas sospechamos, vamos con triángulos en la espalda, con caretas en los rostros, lagrimas cuadradas, unos tras otros en fila con los ojos vendados y harapos del mismo color, buscando lo que en realidad esta justo allí, encontrando lo ke ya estaba, pero en ese momento no lo vimos, y así sin saber a donde vamos ni de donde venimos seguimos, existimos ¿vivimos?,he aquí el dilema…

Constanza Ordonez

“EL café” (61) Me siento, en aquel café, rutinaria, vulnerable, presente… El periódico sobre la mesa y el café al costado… Mientras enciendo un cigarro, mis pupilas contemplan la realidad de mis días, tan de siempre, a veces tan desapercibida… Clarita que me ve desde la vereda, se acerca, con sus ojos desarmados y sus harapos gastados, toma su chocolate del día y se vuelve rápido hacia los autos, hacia la gente, hacia aquella vorágine, sorda y apresurada, buscando su sustento… Mi mirada brotada del alma, desesperada, buscando esencias… Me siento tranquila al respirar el aire del ocio, y me sale un suspiro desde el fondo de mi perturbación… Mis pupilas con un dejo de nostalgia, brillan luminosas, buscando entre la gente, retazos de alma, filtrando; rostros con aquel llanto de tiempo vivido, cantidades de palabras tan mudas, tan vanas, almas rodeadas de entes corporales absortos en la ingenuidad, aquella soledad en medio de todo y de todos y en el núcleo de la nada ,ese vació del haber recorrido sin encontrar, de haber buscado lo ke una vez tuvimos, de haber perdido lo que amamos y de no haber sido alguien en el momento indicado… Ya duelen los ojos y afuera el frió tiembla en la memoria, pienso en las almas desconsoladas, ingenuas, inocentes, embrionarias y no sé sin romper con todo o asumirlo con una sonrisa de resignación… Mis ojos ya están cansados, sienten dolor, el café se ha acabado, me voy, ya con la cabeza gacha, con los hombros pesados, con mis ojos vibrantes y mi alma en pena, pues nadie sabe que estoy en la tierra con los ojos abiertos de infinita ausencia…

Constanza Ordonez

LA GRAN CARRERA(62)

Un caracol, entrando a la sala con su acostumbrada lentitud, miró con sorna al reloj de pared y le dijo: - Oye... reloj, que aburrida ha de ser tu vida. Siempre dando vueltas, la misma vuelta, en el mismo sitio... - Hombre !, que descaro el tuyo. Cualquiera diría que das la vuelta al mundo y haces viento al pasar. Tus paisajes han de ser muy extensos... - Mira. Mi andar es pausado pero me muevo, con tiempo voy donde quiero, puedo mirar para todos lados y viajo seguro... No me quedo ahí, de plantón ! - Vaya, vaya... Sí que eres vanidoso... A ver, a ver !, te animas a jugar una carrera ?. Te apuesto que mi minutero da una vuelta entera antes que tú hayas completado una vuelta a la sala... - Bah... Bah... Pobre de tí ! Trato hecho !. - Trato hecho: Larguemos ,a la una, a las dos, a las... tres !

Nuestros héroes, afanosos, cada uno, hacía su recorrido.

- Uf ! Uf !... que manera de transpirar, ya casi es de noche y me falta el último lado de la sala. El reloj me ganará... como se va a reir de mí...! - Tic...tic... tec... t... t... t..., pero, que me está pasando... Que ocurre que no avanzas minutero ? La pila ? La maldita pila se está acabando ! No puede ser que ese miserable caracol se burle de mí ! Vamos pilita, vamos pilita, aguante !, que solo faltan cinco minutitos... - Bueno amigo reloj, acá estoy ! un poco tarde pero estoy ! Caramba, que le pasa que está mudo...? - Estoy mudo de bronca ! Se me acabó la pila ! Caracol, tengo que declararte vencedor ! - Espera, espera... Seamos sinceros los dos. Yo salí de día y ya es de noche, de manera que reconozco mi tardanza, y tú te quedaste sin pilas !... No será que los dos fuimos muy necios ?!... - Coincido, amigo caracol, coincido... Ahora veo claro que no es bueno hacer apuestas sin medir bién las propias fuerzas ...! - Tal cual, amigo reloj, tal cual, hemos descubierto algo muy bueno para los dos ! - Sí Señor ! - Sí Señor ! # HÉCTOR J. BLANCO

(63) No perderme en un abismo infinito es una sombra que se repite esta ilusion un alimento invisible no existe, es mentira

Busco me habites y tienes tu propia casa Yo ahun construyo la mia, dándome cuenta no puedo conmigo misma

Necesitando de tu sed que no es la mia tienes tu propio vaso lo estoy observando a la vez estoy frente al mio

Solo lo veo y no puedo traspasar el abismo me paraliza porque ahun no puedo ni siquiera tocarte.

Natalia Monaco

(64) Quiero que estalle la primavera que renazca el verde y brote la savia en cada rama del árbol de la vida.

Que el cielo deje de ser azul profundo y vuelva a vibrar teñido de rojo en el atardecer.

Que florezcan todas las flores y la semilla germine, alumbrando en vida nueva. Lia Peirotti

(65) Recuerdo una vez en el club de tiro. Los tres. Ella, tú y yo. Triángulo imperfecto, no, triángulo escaleno, o quizás, isósceles, dos lados iguales, tú y yo, separados y unidos por la base, por ella. El nexo común. Llevabas una camisa blanca, con los puños doblados. Remangado. Dejando ver el moreno de tus brazos, el bronceado recién traído de no sé qué isla del Caribe donde habías tomado una semana de descanso. Solo. Tus brazos al aire y el aroma de tu colonia, que tanto me gusta, que tengo vinculada a ti y sólo a ti.

A ella no le gustaba disparar. Tirábamos tú y yo. Ella observaba. Cada uno en nuestro pasillo. La silueta, el blanco, al fondo. Tú, con pistola grande, la silueta lejos. Yo, aprendiz apenas, con calibre 22; la silueta cerca. Haciendo blancos ambos. Cada uno ensimismado en lo suyo. Con el ruido de cada disparo rebotando en los oídos, pese a los protectores. Sintiendo la fuerza del retroceso en cada tiro. Más fuerte el tuyo; suave el mío. Los cargadores se vacían muy rápido. Se genera una especie de obsesión por seguir tirando, por acertar en el blanco, por comprobar cómo se va agrandando el agujero por donde entran los tiros certeros. Todavía conservo las dianas con las que tiré aquel día. El dibujo asimétrico, al azar. La constelación de disparos distribuidos en el blanco, buscando un sentido.

Acabar la caja de balas. Sentir el brazo cansado. Salir del corredor y verte sentado al fondo, mirándome. La camisa remangada. Los brazos morenos al aire. Ella a tu lado. Sonreír a los dos y acercarme. Satisfecha. Contenta del tiempo que pasé disparando, concentrada. Olvidada de todo, salvo de la pistola entre mis manos. Tirar con la derecha. Probar con la izquierda. Comparar diferencias. Mantener la concentración en medio del ruido. Sentir la responsabilidad del arma entre mis manos. Acercarme a vosotros. No poder mirarte apenas. Tú sentado. Ella de pie. Me siento a tu lado. Un momento de descanso. Sólo un momento porque una sensación extraña me invade cuando te siento tan cerca. Cuando nuestros brazos se rozan. Cuando siento tu piel. No hay mucho espacio. Es inevitable que nos toquemos, inocente, casualmente. Me perturba sentirte. Me preocupa que ella lo pueda notar. Me preocupaba por aquel tiempo también, que tú lo pudieras notar. Aunque mi intuición me decía ya entonces que esa sensación era algo compartido. Nunca he sentido con una intensidad así, salvo que fuera fruto de la interferencia constructiva de los deseos de dos, de las sensaciones de dos.

Pero me levanté rápido. No necesito más descanso, no. Pero sobre todo, lo que no necesito, lo que no puedo manejar por más tiempo, es tenerte tan cerca y no acercarme más. No tocarte. Me levanto. Pido una caja nueva de balas y vuelvo a empezar. Esta vez con la mano izquierda directamente. Tengo que mejorar. Tengo que estar concentrada totalmente en algo que me haga olvidar lo que sentí hace un momento. A la tercera caja, terminamos. Salimos. Nos fuimos a cenar los tres juntos, los tres amigos. ¡Qué tortura tener que disimular de nuevo!

Tres personas, tres autos, tres individualidades. Empezando a orbitar juntas, bajo el influjo de una fuerza más poderosa que la gravitacional, bajo el influjo de la fuerza del deseo. Para qué llevar cada uno su auto. Vayamos mejor los tres juntos. Uno sólo. Tres en uno. Destino, restaurante.

Charlar de lo cotidiano, mantener la conversación encendida para no tener que pedirle respuestas al silencio. No tuvimos que aguardar mucho. Apenas llegamos, quedó una mesa libre. Mesa para tres. Fumadores, al menos, por favor. Y nos sentamos y ordenamos. Una entrada compartida. ¿Por qué no? De hecho estábamos empezando a compartir algo más importante que un plato en el restaurante. Porque no podía dejar de sentirme perturbada ante ti, temerosa de mirarte al fondo de los ojos y perderme en ellos, preocupada, no por lo que eso querría decir, sino por cómo podría interpretarlo ella. Afortunadamente la educación conveniente de tantos años, la facilidad para levantar el caparazón siempre a punto, y esconderse tras él, ahora podrían adquirir otro sentido. No sé si entonces te diste cuenta. Cuando hablo, la miro a ella, me centro en ella como si tú no estuvieras, como si tú no existieras. Dirijo toda mi atención, le dedico toda mi atención a ella. A costa de darte a ti mi perfil malo, de percibirte sólo de refilón. Pero con eso me basta para tenerte presente. Sé que estás ahí e intuyo que algo parecido ronda también por tu cabeza. No quiero que ella tenga dudas conmigo. Quiero que todo siga igual, que no piense, que no se imagine lo que de hecho todavía no existe. Esto que empezamos a compartir desde la sensación imaginada, desde la intuición más básica y primitiva. Tengo que seguir siendo su amiga. Tiene que seguir siendo mi amiga.

Sabré (66)

Sabré perder este momento de dolor por los laberintos inciertos que me pueblan Sabré quedarme conmigo y llorar cuando afloren los fantasmas a mi puerta Pariré esta ausencia la daré a luz vaciaré mis entrañas sin una queja Sabré derribar el muro y no esperar a que se abra ya ninguna puerta.

Y cuando haya perdido llorado parido derribado el destiempo acunado esta pena Sabré renacer como nueva a la vida sin pasado ni herida sin cenizas a cuestas. Yamila

Tristeza (67)

Tengo los bordes ateridos Esta tarde Las orillas sin abrigo. Y tirito Un desamparo Que rechina En la intemperie De dientes Que mastican La memoria Marcela Courel

Secretos (68)

Tengo miedo de ir abriendo mi pecho Noto, se filtran mis secretos Sé.... me aprisionan el pecho Pero son mis compañeros... son mis hechos Si incauto alguno en mi cuerpo Es tan solo por que no lo asumo, ni lo quiero Cosa rara... son los secretos Al principio nos cubren, para hacernos Al final nos tapan... para deshacernos

C. Gilberto Sanchez

69 Ahora que lo pienso, podría intentar algo... Tengo la guía telefónica en algún lugar y con un poco de suerte, podría dar con un número de teléfono, el de aquel hombre que hablaba desde su cuarto. Una vez hace mucho tiempo hice algo parecido, aunque por razones distintas. Sabía donde vivía un muchacho que me interesaba, así que, listín telefónico en mano, fui llamando uno a uno, a todos los números de su edificio. El vivía en un departamento alquilado, compartido con otra gente, por lo que el teléfono no estaba a su nombre. Como no podía ser de otra manera, el número que dejé para el final resultó ser el suyo. La sorpresa de su voz cuando le pasaron la llamada, compensó el esfuerzo. Hoy, de nuevo, podría intentar algo parecido y esperar que la suerte jugara a mi favor.

Tal vez la guía tuviera una utilidad que no había imaginado hasta ahora.

Levanté de nuevo las persianas de mi dormitorio y ubiqué su ventana. Seguía ahí, tirado displicente sobre la cama, con las luces encendidas y el teléfono sobre la mesilla de luz. Su edificio estaba sobre la calle paralela a la mía, casi a la misma altura que mi edificio. Número 1365 de la calle de más abajo. Busqué. El mismo número, no, pero sí había un 1321 que podía encajar. ¿Por qué no intentarlo?

Comencé a marcar números. Tenían que conjugarse dos cosas, una voz masculina contestando y la imagen del hombre sobre la cama respondiendo al teléfono. Había marcado ya siete u ocho veces y empecé a pensar que no era una buena idea. Sólo una locura más que se me había cruzado por la mente. Mientras pensaba si seguir o no, marqué un número más. Al otro lado, una voz grave, pero simpática. En la ventana, un hombre que se incorporaba, descolgaba el teléfono y parecía hablar. Tenía que conseguir que me escuchara y ver si era él. Le dije, no cuelgues, por favor. No me conoces, pero te estoy viendo desde la ventana. Hace un momento vi cómo te acariciabas.... Lo dejé en suspenso, esperando su reacción. Podía colgar directamente, llamarme cualquier cosa y también colgar después o ... podía seguir escuchando. Podía darme pie a empezar una conversación que no sé dónde nos llevaría. Le seguí hablando, dulce, suave, despacio. Una vez me dijeron que mi tonada aquí resultaba excitante. ¿Lo sería también ahora?

Las luces de mi habitación permanecían apagadas. Protegida desde mi oscuridad, podía hablarle, podía mirarle, podía seguir sus movimientos sin que él me viera.

Me gustaría saber tu nombre, le dije. Si voy a hablar contigo, creo que deberías tener un nombre. El tuyo o cualquier otro; uno que te resulte apropiado para la ocasión. El se terminó de incorporar y se sentó, medio inclinado, en el borde la cama. De vez en cuando miraba hacia afuera, buscando de dónde podría venir esa voz que le susurraba desde algún lado.

Le dije, me gustó ver cómo te acariciabas. Tienes un cuerpo bonito, un cuerpo que me gustaría hacer temblar. No sé con quién hablabas, pero me gustaría intentar hablarte yo y hacerte sentir yo a través del teléfono. ¿Te atreves? Le vi removerse un poco intranquilo, nervioso, o tal vez incómodo, pero seguía ahí, con el auricular en la mano.

Le dije, estoy enfrente tuyo. Deja la ventana como está y la luz encendida para que pueda continuar viéndote mientras te hablo. El me dijo, me gustaría verte también yo. ¿Dónde estás? Le dije, espera un poco; todavía no. Deja que te hable primero, deja que te invadan mis palabras primero. Después encenderé mi luz y te diré dónde estoy. Entonces podrás verme. Tere Perez Frias PLICKI

- Hola, hola ! que tal ese descanso, ¿como estamos ? Esta tarde tenemos actuación de manera que debemos darle duro a la práctica. ¿ Dispuesta ? - ¿ Me parece o la veo disipada con cara picarona ? - Sí, sí, Ud... mire que yo la conozco Plicki... - Bueno, comencemos. ¡Ponga ánimo ! ¡ A ver ese super salto mortal triple ! - ¡Cómo que quiere con red ! ¿Que pasa ? ¿Quiere con red !? - ¡Con red ! ¿Desde cuando ? no me venga con chistes, no me haga reir ! una pulga saltar con red ! Ud. la acróbata más dotada que se haya visto jamás pide una red para saltar. ¿Tiene miedo de quebrarse una patita la señorita ? ¡No me diga ! Bién Plicki, dejémonos de chistes que pronto tenemos que actuar. Vamos a la mesa de prácticas que esta tarde nos tenemos que lucir... vamos vamos... - ¡Muy bién, lista la musiquita, y ahora, a la una, a las dos y a las.... tres ! - ¡Ep ! ¿Plicki donde está ? Eh... ¿que hace en mi cuello ? - ¿Plicki a donde va ? ¿que se propone ? - ¡Por favor, esto no ! ¡Salga de mi axila ! ¡No...no...no...ah...ah...ah.., salga le digo ! - ¿Hacia donde va ahora ? ¡Ese cosquilleo me mata ! ¡Que comezón ! ¡Fuera del ombligo !! - ¿Pero que es esto Plicki, al rascarme le voy a hacer daño a Ud.!. ¡Plicki tenemos que trabajar, basta ya ! - Ah.. ah.. ah.. ¿a donde va ahora ? ¿más abajo... ? ¡ah...ah...ah....! ¡Fuera de mi.... ah...ah...ah....ah... jamás ha...ho... hu..biera imaginado...¡ ¡uy... ¡uf...! esta agresión de su parte ! ¡Salga inmediatamente fuera de mi cuerpo ! esto no lo considero un chiste ! Estoy muy enojado con Ud. ! ¡Yo no soy un perro o un gato ! Soy su manager, su adiestrador y también creía que me consideraba su amigo... ¿Donde anda ahora ? ¡Póngase a la vista que tenemos que hablar muy seriamente ! ¡Habráse visto, Ud. es una pulga casquivana ! ¡Si me dan ganas de no se que ! ¡Ud. va a reencarnar en un pestoso pulgón verde, va a reencarnar ! - ¿Como dice ? ¿¡De manera que para una pulga esto no es ninguna ofensa !? - ¿ Como...? ¡Me faltaba oir, Así que yo sin Ud. no soy nada ! ¡Ahora me viene con desplantes y se da por ofendida ! Bonito le queda. ¿Y Ud. sin mi ? ¿A ver, quién cuida de Ud.? ¿Se olvida quién la rescató de convivir con un perro atorrante ? ¿Y quién le regaló un pellón de ovejero alemán para su confort personal ? - ¿Perdón, perdón...! ¡Está fácil. Ahora pide ser perdonada ! - Bien, le entiendo... lo hizo porque está sola y necesita divertirse. Que no tiene buenos amigos...., que todos son interesados... A mí también me pasa... - Cierto es. Bueno así es la vida Plicki. Un día cualquiera, el que era amigo ya no lo es más... Se olvida... se va... y ¡ uno se queda con las manos vacías... y el corazón quebrado ! - Yo? Yo soy un buen amigo suyo, lo que dije fué en un momento de enojo, pasajero... Imagínese, ¿como cree que pudiera ser... yo sin Ud. y Ud. sin mí ?... ¿Acaso yo no me aguanto sus picardías ? ¿Acaso no hemos construido juntos nuestro éxito ? Bueno, bueno, Yo sé que Ud. es muy sensible... Ya pasó, somos amigos... tenga... seque ese lagrimón y recompongamos el ánimo... Así está mejor.... - ¡Que extraña relación la nuestra ! ¡Ud. en su mundo, tan especial, y yo tratando de hacerle entender mi mundo ! ¿Sabe ? Nos parecemos al eterno tú y yo, de la conducta personal y la conciencia. Ojalá me entendiera... - ¿Oye? ¡Escuche ! ¡Trompetas y redoble de tambores !.. Se retiran los payasos... Ya estamos en lo anuncios de nuestro número... Pronto nos iluminarán los reflectores de colores. Ya es nuestro turno, suba a la palma de mi mano y entremos a escena, triunfales... Como siempre el público nos recibirá con un aplauso. El maestro de ceremonias está anunciándonos “Señoras y señores, niñas y niños, respetabilísimo público..., con Uds. ... el espectáculo más increíble de todos los tiempos...!!”.... - Entremos, agradezcamos el recibimiento con sonrisas y reverencias ... porque como alguien lo dijo “ el espectáculo debe continuar “. Pongamos fuerza y entusiasmo Plicki. ¡Así es nuestra vida ! ¡Esta es nuestra vida ! ¡Vayamos hacia adelante !! - Oiga... Pli, ¿No se le ocurrirá otra vez el chistecito... verdad ?... Ah ! Así está bién ! #

HÉCTOR J. BLANCO

Acto 1 (71)

También hoy hice mi caridad cotidiana, maté el amor porque un par de ojos tristes pudieran gozar el baile de media noche.

El aire se llena de campanas que tintinean cubriendo el sordo rumor de las cadenas que amordazan mis emociones; mientras las lágrimas, en pimpollos de rosas, florecen la oscuridad; ahogo el grito.

Una luna de papel plateado dibuja las facciones de mi rostro, la armadura de metal crece hacia adentro, un fantasma de fantasía representa la comedia justa y necesaria.

La verdad, inalienable compañera, va llenando los espacios del mas acá y del mas allá, nada puede detener su alarido ensordecedor, se mezcla con las voces del grabador al máximo de su volumen y cada uno es un dedo acusador de las tantas mentiras escondidas.

Y las fuerzas del mal me llenan la piel, pero jamás la razón podrá caer derrotada ante los sentimientos locos del amor.

Dos seres enloquecidos luchan en la playa de espaldas al sol. ¿Lograré resistir sus golpes duros?. Dos seres que jamás fueron hermanos guerrean por no sobrevivir y en cada tajo se me escapa la luz. Desde ayer el señor de la muerte sigue mis pasos que se apagan con los grillos de la noche. ¿Despertará mañana el sol?

El ciprés de mis dedos es de noche y sin embargo respira.

Acto II

Te di sin saber a quien.

Tomaste el corazón de mis madres, robaste la sinceridad de quien cree ser mi amigo, quisiste mi razón y fue tuya.

Cambiaste mi intelecto por mi trabajo.

Te llevaste también él, me escondiste el aroma de mis sierras, alejaste mis amigos.

Encerré por ti mis hijos en un reformatorio, creí que el sol brillaba y el sol brillaba para otros, para mi ardía la luz de una candela a media noche.

Perdí la sonrisa de mis ojos, no encontré la luz de mis labios, fui despojado del orgullo.

Rechazaste cada uno de mis deseos, no compartiste ni un instante con mi historia.

El año muere en el silencio, estoy desposeído, juzgado y condenado; con el frío y la lluvia se pierde la esperanza, pero me resisto a morir en la oscuridad y llevo conmigo mi esqueleto desnudo.

Tu trofeo mayor serán las estaciones mas oscuras de la vida, siempre tuyas.

Hugo

(72) En cualquier momento, te librarás de mi abrazo, liberarás tus manos y me agarrarás tú a mí. Rodeas mi cara, la aprietas entre tus manos y pones tu boca sobre mi boca. Ahora eres tú el que me absorbe a mí. Me haces retroceder, te liberas de la pared donde te había retenido y me empujas suave sobre la cama. Me sorprende la delicadeza con que lo haces, cuando la pasión ya está hirviendo en nuestros cuerpos. Me parece que voy a caer de espaldas sobre la cama, rebotar sobre ella violentamente, pero no es así. Todo lo contrario. Me sostienes casi en vilo, casi en el aire. Te sostienes con una mano sobre el colchón, mientras con la otra me sostienes a mí y me depositas suave, suave sobre el colchón. Ahora te toca a ti. Eres tú el que abre la bata con que me cubro. Te detienes sobre el corpiño, Ahora soy yo la que está con los brazos abiertos, en cruz sobre la cama, indefensa. Te sientas sobre mí. Me encanta sentir tu peso sobre mí. Con dos dedos pellizcas cuidadoso mis pezones por encima del corpiño. Aprieta fuerte, no duele, todo lo contrario, me gusta. Me hace sentir una sensación de cosquilleo profundo que me baja por dentro. Te miro. Sonríes. En posición dominante. No puedo moverme. No quiero moverme. Me excita que me domines... y que lo hagas con suavidad contundente, con mimo incontestable, con rotundidad, sin dejarme alternativa más que rendirme a tu cuerpo. Mi resistencia no dura mucho; me gustaría hacerla durar más, pero el sitio a que sometes mi fortaleza es implacable. No tengo escape, tengo que arriar la bandera, abrir mis puertas, dejar que entres hasta el fondo del castillo y que allí, en medio del patio, ices tu bandera triunfadora. Te estás mirando en el espejo que esconde el armario. Te gusta verte así. Lo siento. Te sientes poderoso, ganador. Y me veo también a mí misma, debajo de ti, doblada en no sé qué posición absurda, flexible y dócil debajo de ti. Y me siento pequeña. Y me gusta sentirme así. Pero me da vergüenza el espejo. El reflejo que me enseña sin dobleces la profundidad de nuestra juego, su avance, su retroceso. El ariete poderoso entrando y saliendo, cada vez con más fuerza, cada vez más adentro. No quiero verte a través del espejo. Prefiero mirarte a los ojos. Con la luz encendida. Sin perderme detalle. Ahí, en tus ojos, no siento vergüenza. A veces me abstraigo y me desdoblo. Me convierto en espectador privilegiado de mi propia escena. Actriz y público. Me observo entonces y no siempre me reconozco.

Debajo de nuestros trajes ejecutivos, de las corbatas, los tacones altos y las medias de seda. Tras los portafolios negros y los títulos que anuncian nuestras tarjetas de visita. Bajo toda la parafernalia en que nos envolvemos, con la que nos escondemos, está la piel, ese modelo exclusivo, que nos hace únicos. Esa piel que se estremece con la caricia, que se transforma y vibra sola cuando reconoce el contacto con otra piel afín. A veces, en medio de una reunión de trabajo, juego a imaginarme cómo serán, desnudas, las pieles que me rodean. Cómo será que reflejan el deseo por el otro. Me cuesta imaginar a la mayoría de los que conozco. ¿Se transformarán como lo hacemos nosotros cuando estamos solos, desnudos frente a frente, piel con piel? ¿Serán sus gemidos como los nuestros? ¿su pasión como la nuestra? ¿Cuántos yos se esconden bajo los modales adquiridos, bajo la educación recibida, bajo las convenciones sociales?

En el restaurante donde todavía estamos apurando el último café, te miro sentado entre nosotras. Pienso cómo serás cuándo estás con ella; si hacerle el amor es como hacerlo conmigo. Me lleno de celos, me invaden como la mala hierba que sofoca el pasto. Se me hace vacío en el estómago y los tentáculos de la angustia me aprietan el alma. Tengo la sensación de que desbordan por los ojos y todos a mi alrededor van a percibir que algo ocurre. Nunca había sentido tan fuerte el desgarro de los celos, su poder de destrucción. Socavan mi autoestima, bombardean bajo la línea de flotación de mi propia consideración. ¿Por qué ella y no yo? Pero no tengo respuesta. Entre la soberbia y la envidia, me resisto a pensar que ella sea mejor que yo. Es más hábil sin duda que yo para retenerte, para atraparte. Formalmente al menos, porque quiero creer que una parte de tu pensamiento, de tus sueños, de tu alma, sigue estando conmigo.

P.D. ¿Te hubiera gustado saber estas cosas antes? Pensé que compartirlas contigo podría acercarnos. Pero no lo hice. Los tiempos de la vida jugaron en contra o a favor. Yo ya no sé.

Estaciones (73)

Otoños dorados de soles Hojas transhumadas en cobres Y el galope de Agosto En tuls pastos helados Que anhelan El verde màs verde De la primavera. Tòrridos veranos Arden En el incendio De resplandores sin tiempo.

Marcela Courel

TRÁNSITO (74)

Se dío cuenta que su paso no había sido alucinante ni fugaz Que las luces y las sombras lo envolvían, no hacían más que trasladarlo como en un viajre irreal. Imaginar, presentir que nada acaba sino que todo comienza, dejó en su alma que fluía en esplendor sideral La respuesta. Inalcanzable respuesta cuando era simple mortal Perdurar... Desde hoy y para siempre. que morir no es solo eso Es, haber marcado el regreso A formar parte de un todo inalterable ETERNO.

Chiqui SUEÑO (75)

La hebra del sueño se corto tensada por la realidad. Su carne olió a dolor. Los sollozos de hicieron convulsiones. Sin embargo, pudo elevar las manos para borrar la visión que se multiplicaba en cada lágrima. Cecilia, como un de sombras volvió a él. Una, dos, cien Cecilias flotaba, danzaban como marionetas movidas por interminables suspiros, paraban si baile maca- bro para mirarlo con cuencas vacías. La fiebre de una pasión interminable fluyo en sus sentidos. Se sintió excitado. La respiración de le entrecortaba. Necesitaba poseerla. Un remolino absurdo lo atrajo, lo envolvió en sus giros donde, un sinfín de bocas los incitaban al beso obsceno. De pronto solo quedo ella mostrando su desnudez, cubrien- dolo con su aliento. Aspiro un extraño olor, mezcla de sexo y droga. Su carne ya no le dolía. De sus poros brotaban sudores que saco la caricia gélida de Cecilia. La estridencia de un gigantesco timbral sacudió su mente. Las notas roncas se fragmentaron creando estrella fulgurantes, que al desaparecer dejaron un silencio lánguido. Cecilia lo esperaba mas allá del sueño que abrió la bala suicida.

L. Carlos Pasquali

MALVINAS (76)

Arrecian los vientos De victorias rotas Los músculos tensos Sangrantes las botas.

Grita una intemperie De voces amorfas Su marcha desnuda Virgen de derrotas

Se quiebra el silencio Las notas tullidas Galopan sin freno Huérfanas de velos

Oblicuo el combate Se anuncia constante.

Las piernas, las manos Atan adelante Las nubes de huesos Que taladran fuerte Un futuro instante Preñado de duelos

Envueltos en marchas, En urnas, en vientos Los hombres caminan

Algunos lo saben Los devora el tiempo.

Marcela Courel

El agua (77)

Desde niño lo atrajeron el agua y los peces. Huía del pueblo y pasaba horas y horas

Observándolos. Les dedicaba todo el tiempo que podía. Y más también.

Poco a poco su interés se transformó en una curiosidad obsesiva

Hasta que un 7 de Febrero, mientras , como siempre ,contemplaba el agua, sintió que el

aire entraba con dificultad en sus pulmones. Se asustó. Se sofocaba tratando de inhalar

Y exhalar . Quedó sin aliento. Casi asfixiado hizo un movimiento brusco y cayó al agua.

¡No sabía nadar¡ Desesperado pensó que era el fin. Pero, extrañamente, se sintió relaja do y tranquilo. “Por primera vez me siento a gusto en el mundo”, pensó, mientras su cuerpo comenzaba a llenarse de escamas y sus miembros se simplificaban en cola y aletas.

Marcela Courel

LA TELEVISIÓN QUE ME GUSTA (78)

_ ¿Viste el programa de César y Mónica? _ No. Es muy tarde, a las 23.30 estoy agotada, he pensado poner el despertador a esa hora. Me acuesto a las 21 horas, haré un descanso. Esta semana, me conmovió ese investigador de Tucumán. Se había interesado en l984, es decir hace 20 años, en el problema de la desnutrición infantil. Separó unas cepas en un cultivo químico que mezcladas con leche hacían desaparecer la diarrea. Los niños que pudieron beberla, se sanaron en una semana, El, la llamó la leche-bio. La que da vida. Podían hacer tan solo, cincuenta litros semanales, que no alcanzaban abastecer la demanda. Recurrieron a las autoridades sanitarias de la Nación que en ese momento pertenecían al gobierno del doctor Alfonsín, y no encontraron respuesta. Se pusieron en contacto con empresas productoras de leche y cedieron el descubrimiento, para su producción industrial a bajo costo. No cumplieron. Hoy , la leche cuesta 4,50 el litro. Con este precio, los verdaderos destinatarios no pueden adquirirla. Maru

79 Y me brotan las mujeres sabias que me habitan, esas mujeres sabias de otros tiempos, que usan mi vida o mi cuerpo para salir a mostrar el alma y cuando yo me pongo disponible, dejando de lado mi importancia, en el contacto con el otro, con la situación , salen palabras y gestos y dinámicas y entendimientos y motivos y operaciones y respuestas y caminos y poemas que siento que en parte no son míos aunque me salen a mi y yo los digo y yo los hago en esta totalidad inmensa de mi cuerpo y de mi vida, pero me vienen de otro lado en el que yo también estoy presente pero esta mas allá de mi y por eso puedo confiar tan plenamente en que va a ser lo que haga falta y que no necesito ni razones, ni controles, ni motivos, sale así, y cuando eso fluye, y es esa corriente, yo solo me entrego, a esta diosa de todos los azules y a todas las diosas, y a todas las mujeres y a todas las existencias que me preexistieron o que me coexisten uno sólo en la vida es instrumento, todos y cada uno de nosotros. Y si dejamos las categorías, los títulos, los fragmentos, de los roles y podemos conectarnos con esa unidad que nos conecta, con todos y con todo lo creado, la matriz entonces, es siempre la misma, Y lo que uno percibe son estas maravillosas interconexiones, que se hacen claras, se ven ahí, y todo es lo mismo y nada es igual, pero puedo entender en cada proceso, en cada realidad, en cada desenvolvimiento, que esta operando esa misma matriz, esa misma tríada, ese mismo modelo circular y espiralado que en contracción y dilatación va dando vida a una versión que nunca podemos creer que es “la” verdadera, es tan verdadera como todas las demás que construyen el movimiento eterno de la esfera; y esto que puede, a veces no gustarnos en este color, esta connotación vuelve a resignificarse permanentemente, sólo teniendo esta con-ciencia, de que es sólo una parte y que así como se dilata, se contrae y que en este espiral las posiciones son continuamente diversas …y que el espiral puede ser ascendente o descendente… según el amor…. cuando ve e incluye, es el que sana… cuando por la lealtad es cerrada, y las parcialidades excluyen , enferman; pero en realidad tampoco es ni ascendente ni descendente , es parte del este dibujo del circulo espiralado, que continuamente y con constante va siendo tras-cendente; ni sube, ni baja, ni hay inferior, ni hay superior, hay otra, cosa a cada paso , hay otra cosa, que no sabremos qué es, pero que contiene a ambas, a las dos anteriores y así perpetuamente … y entonces ya no hay clave más que ampliar la mirada, no hay más programación que el reconocimiento. No hay más rumbo que la inclusión de todo lo que esta siendo, y no hay más sentido que el des-cubrimiento. Y aquí estamos disponibles al acontecer de los sucesos, de eso que de todas las posibilidades toma forma a cada momento y se hace éxito en cuanto existe en esa versión y genera otra y otra y otra y otra, todo el tiempo… y entonces me acompaña el movimiento, que es pendular en el circulo que limpia y en el que asiente y en el que va en esta elipsis de un extremo a otro y vuelve y va y vuelve, en este símbolo del recorrido circular y ascendente, no se cierra en sí mismo, abre campos y mas campos de acción, de sentimiento, de existencia, de transformación, de desencadenamiento y se dispara una miríada de eventos, impredecibles, incalculables, mágicos, maravillosos, inexorables, no hay nada que no tenga consecuencias, ni la inacción que también es movimiento, la con-secución , es la esencia misma de este proceso que es la vida, que incluye a la muerte y a la otra, van tejiendo, esta con-secución, con-secuencias permanentes, en secuencias com-partidas van el nacer y el morir continuamente. Tere Castellano

80

Me he metido en el río para encontrar el centro, en la corriente…. y me he metido al río para ser también cascada y despeñarme, bajar a las profundidades retornando en una elipsis que después del salto sigue corriendo… y me he metido al río para entregarme mansa a la densidad del flujo, al desapego de no ser mas que agua y nada menos…. y me he metido al río para estar de nuevo en ese entero contacto con mi alma.

Tere Catellanos

UN HOMBRE NUEVO (81) Filipo era ya un joven de veintidós años. Había venido a visitar a su hija y conocer el resto de la familia. ¿Me quieres decir Filipo, con sinceridad, porqué usas aritos?

Si, cuando era pequeño, le decía a mi mamá, me hubiera gustado ser mujer. Son tan bellas... Se visten, se pintan, y yo siempre ando de jeans y estas remeras desabridas.

Todo esto se me pasó cuando descubrí el valor del pito. Me enamoré a los nueve años, a los quince años la amé tanto que la embaracé. Fue una fascinación mutua. Su mamá había viajado y jugábamos, reíamos, chichoneábamos, hasta caer en un diván totalmente envueltos en un reclamo de más y más.

Cuando, de pronto, en medio y al final de esta sinrazón, la mamá nos encontró y me echó malamente.

Cuando volví a la escuela ella demoró en mirarme y, poco a poco, no me mmiró más. Su cuerpo se fue transformando, la ví llevar en su vientre abultado eso que me confirmó que yo era varón.

Seguí su embarazo como un espía. Mi preocupación me la aliviaba mi mamá que había empezado a tejer. Corrí al sanatorio cuando me llegó el rumor que ya era la hora de nacer. El médico se asomó y preguntó, seguramente por costumbre: ¿quién es el padre? Y yo, orgulloso y tímido, me paré y dije ¿Yo! Es una nena. Nació bien su Natasha. ¿porqué no estuvo en el parto? Y me puse a llorar. Gemía. Lloré y lloré. Al otro día cumplí dieciseis años. Nunca tuve un regalo tan conmovedor. Fui a la oficina donde se registran los niños en el mismo hospital y esperé allí. Quería a toda costa se llama Natasha Hidalgo y así fue. Estuve dos días con fiebre. Toda la familia estaba preocupada. Después salvé mi angustia durmiendo.

Ella no quiso que viera la niña. Mamá hizo varias visitas a su madre y entre mujeres se entendieron, se ayudaron a cuidar la niña y me aferré a Natasha. Natasha y mi madre me han dado fuerzas para superar el dolor de ser rechazado hasta hoy. Aún no he vuelto a enamorarme. Trabajo y estudio con alegría. Amo a mi hija; la sostengo económicamente. Paseamos, jugamos y nos reímos. Natasha vive con su mamá y tuve que ir al juez a reclamar mis derechos de visita.

Maru

(82) Cerré los ojos y pensé en ti. Dejé que fuera mi mano la que apartaba las sábanas, mientras me imaginaba que era la tuya. Pensando que era tu mano, la tuya y no la mía, reposando sobre mi vientre antes de empezar a deslizar, despacio. Primero sobre el camisón que me cubría. Despacio. Arrugándolo después alrededor de mis pezones, que fueron los primeros en despertar aquella noche. Despacio. La suavidad de la seda deslizando por mi mano que era tu mano. Despacio. Coronar la cima que se eleva por momentos, reaccionando a cada remolino suave que forman tus dedos, que forman mis dedos. Despacio. El resurgir de dos montes, iguales pero distintos. Por favor, no te detengas sobre ninguno en concreto. Por favor, despacio. Explora los dos. Haz que te enseñen lo que esconden en su interior.

Pienso en tu boca. Mi boca reclama tu boca. Mis pechos reclaman tu boca. Mi vientre reclama tu boca... Pero no la tengo. No conozco todavía tu boca. No está conmigo esta noche. Hoy sólo tengo mi mano que imagino tu mano.

Mis manos. Necesito mis manos para colmarme. Para sacar fuera esta ropa que no me deja imaginarme contigo. Que no me deja sentirme. Despacio. Mis pezones se erizan de nuevo, de frío, de deseo, de ganas...

La izquierda sobre mi pecho. Recorre cada circunvolución de su cumbre. Se mueve en círculo sobre la base, pellizcando la cima. Una vez. Otra vez. Una y otra vez. La derecha se detiene de nuevo sobre mi vientre; una parada más antes de proseguir camino. Despacio de nuevo. Me vuelve loca ir tan despacio. Pienso en ti. Quiero llegar. Pero si llego tan pronto, se termina mi sueño, se rompe la magia de tu presencia imaginada sobre mi cuerpo. No quiero que te vayas. No quiero que desaparezcas. Tengo que seguir yendo despacio.

Mi mano sigue avanzando aunque despacio. Cruza la zona prohibida. Otro monte que coronar. A partir de aquí ya no hay retorno. Sólo se detendrá cuando encuentre una salida. Cuando mi cuerpo se dispare incontrolada y bruscamente. Cuando estallen las mil formas del deseo en una sola. Esa en la que todas convergen. Presiento que sube en ráfagas, las siento iniciándose bien abajo, entre los dedos de mis pies, subiendo.

Suben y suben, ya no despacio. Ahora vienen en tromba. Alcanzan el interior de mi sexo y lo sacuden convulsivo.

Me gusta contar cuántas veces el latido de mi corazón se traslada y se convierte en este otro latido. Durante esos momentos, mi corazón deja de bombear sangre para bombear sólo deseo.

Con la respiración agitada. Tapándome la boca con el envés de la mano. No quiero dejar escapar el jadeo profundo que lucha por salir de mí. Quiero retenerlo conmigo; que no se vaya. Abro los ojos. La mirada clavada en el techo que no distingo, mientras intento recuperar la calma. El corazón todavía latiendo acelerado.

Entonces me doy cuenta de la puerta entreabierta, de la luz que se filtra desde el pasillo, de la presencia detenida en el umbral que me observa. De tu presencia.

Ahora sí es tu mano. Tu mano sobre el picaporte de la puerta. Tu mano ceñida que lo aprieta como si fuera mi pecho. Tu respiración también está alterada. Tú también jadeas. No te quedes ahí, parado sin decir nada. Ven conmigo. Que sea tu cuerpo el que ahora me cuente lo que has ocultado toda la noche. Ahora no hay duda. Te deseo. Me deseas. Ven a mí. Qué pasó entonces con el tiempo es algo que sólo nos pertenece a nosotros dos. ¿Qué podría decir? , ¿que se paró el mundo, que goce como nunca, que fue lo mejor que me había pasado en la vida, que eres único y me hacías sentir única también? Todo podría ser verdad y todo podría ser mentira también. Sentí todo eso y más en ese contacto eterno contigo. Sentí que me llenaba de ti, que ocupabas todos mis vacíos, que no quedaba nada en mi interior que no hubieras penetrado, que no hubieras colmado.

Tu presencia en mí en ese instante llena sobre todo mi mente. Se convierte en el intercomunicador de todas y cada una de mis neuronas, que en ese preciso momento, sólo pueden pensar en ti, sólo quieren sentirte a ti.

¿Serán las neuronas las responsables de que te sienta así? Creo que no. Se me disparan las hormonas, se altera la sensibilidad de todos y cada uno de los milímetros de mi piel, mis pechos yerguen turgentes y entre mis piernas arde el principio de creación del universo, el fuego de la vida, la fluidez de las aguas, la transparencia del aire y la solidez de la tierra. No pueden ser las neuronas las responsables de todo ese principio de creación, de todo ese final de muerte cíclica cuando por fin tu cuerpo sale de mi cuerpo. Porque entonces, una presencia intangible sigue llenándome por dentro. Surgiendo kairós, desapareciendo cronos.

Tere Perez Frias (83) Transcurre como una rueda, girando hasta no girar remonta su camino, llegando a la cima vuelve a bajar

Cada sombra va mutando desdibujándose se disuelve infinitamente...

Esa llama pequeña reinicia fogosamente su nuevo ciclo

Cada vida cada muerte te sorprende te despierta

El agua que llueve y se hace nube en la densidad de las alturas vueve y te bautiza

Particulas que forman parte del todo que tantas veces es nada universo que devuelve recicla toma deja aparta y une cada vida, cada muerte

Natalia Monaco

PERLAS DE LA FORTALEZA. (84)

Consumiendo años luz, vigorosa, irrumpe la fortaleza galáctica encima de mi cuerpo, punto nada perenne de uno en miles de itinerarios... Dominio de una noche que pareciera ser la vidriera de todas sus lunas y sus estrellas. Allí está ella, inabordable... Espera sigilosa el momento de la Ofrenda Final. Mas no es la eternidad el lecho obligado de tal Ofrenda. Ese momento será selecto y anunciado, en cortos ciclos naturales del Universo demarcado por el Sol. Esperan fantasmales, invisibles y sin luz propia, cual eficientes guardias firmes en la fortaleza de un Imperio hecho de un lado claro y otro oscuro. Cada noche imperial asoman las briosas huestes guardianas en la fortaleza, un perímetro del Universo que más allá o más acá, nos alberga como súbditos. Cada día, nos dan vuelta la cara y muestran sin culpas sus partes más oscuras, clamando al Sol que las cubra hasta que retorne otra vez su hora. Saben que un segundo pegado a otro, mientras cada Planeta siga girando sin interrupción, alguien extenderá sus manos y hundirá allí todos sus dedos. El cosquilleo será entonces tan intenso, que en cúmulo, iniciarán presurosas su contundente movimiento de concentración o de dispersión, transmutado. Entonces, miles y millares de estrellas se desparramarán, se autoproducirán _ruidosamente algunas, más secretamente, otras_ sin embargo, allí siguen sin resistirse a los ciclos naturales: Ofrendas del Universo. Cada uno de nosotros, puntos concupiscentes del itinerario galáctico, miramos esa vidriera cada 24 horas, y nos convencemos que ella se cierra tras un ventanal de nubes blancas, o de doradas cortinas de rayos solares. Entonces creemos ciegamente que somos nosotros los dueños del Imperio, y construimos otras fortalezas. En tanto, Júpiter arrastra sus lunas cual una coqueta a su collar de perlas sobre un elegante manto negro, como la noche. Hoy observo respetuosa sus cuerpos luminosos, y me pregunto qué estará planeando el Sol para mañana, sintiendo en mi sinapsis natural la leve cercanía de un momento más para la Ofrenda Final.

SILVIA R. GATTINO

Generar Estrellas (85)

Me gustaría generar estrellas Para mostrar con sus luces. Lo que mi corazón esconde para ti.

Me encantaría generar estrellas Para iluminar el camino Por el que llegues a mi.

Me enloquecería generar estrellas Para despertar tus sueños A si compartir la vida con vos.

Me enloquecería generar estrellas Para con sus luces Mostrarte. El camino Iluminarte De tus sueños Despertarte.

Me fascinaría generar estrellas Para ti. C. Gilberto Sanchez 86

Venimos de lo mismo, y en cada uno de ustedes… de nosotros… me reconozco y me diferencio. Tenemos todo este algo inevitable…. Somos hijos de los mismos padres …y no hace falta dividirnos sino multiplicarnos como lo hicieron ellos… como se hace la vida… los mismos dos no se dividieron para tener hijos o al tener hijos…. sino que se multiplicaron en versiones que traían ….y que los llevan en cada uno de nosotros …y en cada uno de sus hijos, los de ustedes ….y en cada uno de los que cada uno de ellos tenga… Siempre… siempre vamos a tener algo de lo mismo: el grado de parentesco por ejemplo… en la fila de un distanciamiento del cual es imposible perder el contacto… A veces podemos desconocerlo …pero uno a medida que se con-forman las relaciones va siendo… más allá de nuestro gusto, de nuestra elección… es…. Y los vínculos no son renunciables…. no hay forma de dejar de ser hermanos de los hermanos… hijos de los mismos padres… nietos de los mismos abuelos… bisnietos de los mismos bisabuelos… de los que fueron… Quizás con la cabeza y en este plano del tiempo… podamos decir que no nos gustó tal cosa… que nos hubiera gustado que no hubiera sido… de alguna otra forma… pero bue… y todos igualmente venimos de lo que ha sido…. y vamos siendo. Todo es mas allá del como…. estamos asistiendo, mas allá de que nos guste…. de que sea lo que hubiéramos querido… lo que quisiéramos… al proceso de partida de papá… es un proceso. Quizás está llegando el final de esta etapa… y al punto cuando se llega la punto clave que es la transformación llega a eso… a su punto clave y eso que viene siendo o hacia donde viene siendo…. se manifiesta con mayor integridad antes de saltar al otro extremo y entonces … más cerca de este paso… a este irse… de este cuerpo… de este lugar… de estas actividades…. y como el proceso se acelera vamos cambiando… y los que nos parecía grave hace un mes… hoy es estar bien… lo que nos pone contentos o lo que tomamos como un signo de vida favorable… aprovechable… es lo hace dos meses no teníamos en cuenta…. En el conjunto vamos pasando a la des- agregación de los detalles y hoy es vital que trague un trago de agua…. tan vital como hacía diez meses… hace diez años…. hace 78 años….. pero hoy cobra relevancia…. y así es lo mismo…. nos va pasando a todos nosotros… a cada uno con distintas cosas…. las que tomamos…. las que no vimos en ese momento…. y hoy re-vemos con otro significado…. las que vimos y hoy son mas amplias… diferentes …. Y aquí estamos…. todos atravesados por la misma historia y por un hecho único que nos une… indivisible… el padre que se esta terminando de ir a pedazos es el mismo … y encarna todas nuestras versiones… . ¿Por qué no reconocernos en estas diferentes manifestaciones… de la tristeza,…del recuerdo… del contacto… de las necesidades… sin buscar tener razones… o certezas fundadas? quizás la única sea que permanentemente nos estamos yendo de lo que vamos siendo ….para eso solo basta ver las fotos… los álbumes que mamá hace y que hacen evidentes los procesos de crecimiento… de mirar las experiencias … el número… la multiplicación y las salidas de cuadro… todos nos vamos yendo a cada momento hacia otra cosa que también se llama muerte entre otras cosas …. Dispongámonos a disfrutar del viaje. Tere Castellanos

Tiempo (87) El sentimiento de impotencia crece cada día más Esque contra ti no puedo luchar Esque no me esperas y no me dejes respirar Esque pasas por arriba mío sin siquiera consultar Quisiera tomar el mundo y hacerte frenar Pero contra ti no hay armas y así eres mi enemigo mortal Esque me visto comiendo y como vistiéndome para poderte alcanzar Esque pasas tan rápido y sin avisar Las horas ya segundos y mis suspiros agendados a las seis Pues tiempo corres y te resbalas de mis manos Te mezquinas y nosé a donde vas Quédate un rato más no dejemos la vorágine ganar…

Constanza Ordonez

CUADROS (88)

1 – Sobre mis hombros

Te cargué sobre mis hombros igual que la impaciencia carga las ambiciones Girábamos en una montaña rusa sin alcanzarnos, como dos planetas orbitando el sol. Mientras jugabas, yo lastimaba mis manos trepando muros. Cuando me atrapó el horror de la guerra, temí por mi muerte. Mientras el dolor me espiaba entre los escombros, aguardaba el final de la pesadilla y con la misma y terrible ansiedad, aguardaba tu salto, trapecista sin red, al otro lado de tu mundo. No saltaste, me quedé con los brazos extendidos, abiertos, inútiles. Cuando me atrapó el horror del vacío, temí por mi vida.

2 – Prisionero de un pensamiento

Soy una idea prisionera en una burbuja. Irreal, casi un fantasma, perdida en las brumas de tu pasado, cuando la vida era atemporal, no éste fragor de incendios, de olores nauseabundos, de mortajas. Miro de soslayo y te veo, abajo, en tu infierno de dudas, peleando con tus monstruos, preguntándoles inútiles porqué, para qué, para siempre? Nos separa un mundo fragmentado, fracturado en su centro vital. En la otra mitad de ese mundo están tus manos, ya nunca inmaculadas. Las extiendes, pero no me alcanzan y mis flores se marchitan y mis fuerzas ya no bastan para sostener tanto asco.

3 – El espejo

Llueve detrás del cristal. Apoyo mis manos sobre el vidrio helado y te veo. Abres los brazos y das un paso, queriendo cruzar el pesado espejo. Quizás es sólo un espejismo del relámpago que te traga y te vomita, con su enorme boca de fuego, sobre la sucia noche, sobre los restos del naufragio. Hubo un antes, en que las tormentas eran hermosas: el agua formaba riachos en los que mojábamos nuestros pies desnudos; verdes eran los campos de los días gloriosos; el perfume de las flores nos embriagaba y había un brillo de rocío estrenado en cada amanecer. Eso fue… La lluvia no cesa. Mis manos se aplastan sobre el vidrio empañado del invierno. Será una larga noche. Será un largo invierno.

Ana Matar

Y mi cuerpo (89)

Y mi cuerpo haciendo de valla Y mi cuerpo haciendo de puente Y mi cuerpo haciendo de trapecio Y mi cuerpo Otra vez mi cuerpo y mis cuerpos Y mi cuerpo espacio del encuentro Y mi cuerpo espacio de separación Y mi cuerpo límite con contorno Y mi cuerpo continente y contención Y mi cuerpo manifestando todos los cuerpos Y mi cuerpo llenado por otro cuerpo en el cuerpo Y mi cuerpo Y mi cuerpo Y mi cuerpo

Tere Castellanos

EL SUAVE AIRE DE PRIMAVERA(90) Tarde de estío poblada de sonrisas y niños alegres Agraciadas damitas gozando las flores y los saludos galantes

Eclosiona la vida en la suave Primavera adornada de abejas y musicales nidos Entretejida de rumbos alados por multicolores pájaros en exultante carrera

La brisa deleita las almas tranquilas se van las tristezas la armonía viaja en todos los seres

El Sol se despide anuncia a la Luna En Primavera de día y de noche como se goza la Vida ...

Este poema está dedicado con todo cariño a mi hija ANA GABRIELA (Anita de los ositos).

HÉCTOR J. BLANCO

"Su canto” (91)

Mi abuela cuando canta es el espejo de su alma,

se siente la sangre recorrer sus venas

su corazón que late y luego acelera…

Sus parpados marcados, intensos al compás, pues su vida fue y será por siempre un cantar…

Puedes sentir la melodía, rebozante en sus pupilas

Su voz son recuerdos,

ella les da vida con sus notas y su alma con sus versos y poesías…

Al ritmo de la caja añeja

le llora a los días

a sus ayeres

a su familia a esos antes que ella quería hoy ya melancolía … sus manos del tiempo golpean sin cesar acompañan su llanto

sus dolores,

aquel pesar…

Tiemblan y vibran con fuerza aferrada a las pasiones, a los dolores que ella enfrentaba… en su rostro aquella expresión

retenida en la niña y en sus ojos, esa savia de la vida tan pura

tan algún día mía

Constanza Ordonez

AMISTAD(92)

Quisiera que el mundo me llame de nuevo por sus amaneceres sus campos hermosos de trigo de lino montañas y ríos la brisa de estío sus puestas de sol

Quisiera que el mundo me llame de nuevo por las bellas melodías y el sólido tono del amigo fiel La tierna frescura de una amiga buena el cariño la flor Preciosos recuerdos de niño de joven de hoy.

Quisiera que el mundo me llame de nuevo para descubrirlo con ansioso anhelo, en la aventura joven y en tiempo maduro negando la guerra negando el olvido del dolor ajeno el hambre la pena el horror.

Quisiera que el mundo me llame de nuevo para sentir mi alma buscando la luz Viajar con mi mente las galaxias celestes de mi fantasía donde haremos brindis con seres queridos alegres seguros cantando al Amor

Si el mundo me llama de nuevo quisiera gozoso en todas estas Glorias tenerte a mi lado que no faltes vos.

HÉCTOR J. BLANCO

MALAGUEÑA (93)

Queriendo escribir palabras al compás de la guitarra, con la música de Albéniz Cacho Tirao tocaba. Tocaba una malagueña que es como decir de Málaga. Mi madre con buena voz junto a mi padre cantaba cantaba su juventud que galanteo aceptaba con toda su dulzura al sentirse cortejada. Cortejada cual la lluvia por las flores esperada con la pasión de la música que con cadencia sonaba. Sonaban con disciplina los dedos que desgranaban las notas, que como el llanto de ternura estan mojadas. Mojadas por el rocío o rociados por las lágrimas. Los sueños que son recuerdos cuando en el piano sonaban. Sonaban en el teatro como guitarra sonaban los aplausos y el telón queriendo escribir palabras. Chiqui

CARTOGRAFIA DE UNA MEDITACIÓN (94) “...La existencia se mueve hacia las profundidades y las alturas, y la mente se mueve hacia delante y hacia atrás. La mente se mueve horizontalmente; eso es el sueño. Si puedes moverte verticalmente, eso es la conciencia.”2

Me aproximo, extraña, a una esfera de energía y magnetismo. Todas las leyes de la física están puestas en cuestión aquí, porque la atracción y resonancia de los cuerpos en el espacio hacen que mi órbita se salga de sí misma y enloquezca. Iracunda y vertiginosa, mi centro se desplaza con el gozo trasgresor de la velocidad más allá de la luz. Saldré de la nave, en silencio, sola, con los ojos despiertos, aunque no tenga dónde pisar... me dejo llevar por mi conocimiento de la cartografía terrestre, convencida de que podré juntar las tierras con los cielos, rodeando con mis brazos el Planeta. De pronto dejo atrás una esfera de luz, y desafiando al infinito con la inocencia de una travesura, la velocidad de mi órbita juega con mi inconsciente, negro, azul oscuro, hasta la locura.

Entonces el viaje se convierte en brincos chispeantes de materia y cuerpos físicos, de un país a otro, de un trozo a otros del Planeta. Ahora el pie izquierdo aquí, levanto todo mi ser para no poner mi derecho en el Océano Atlántico, y ¡uf!.. fue grande el brinco pero ya estoy aquí, del otro lado. Me doy cuenta del espacio y de la existencia, y deseo probar si mis extremidades podrían apoyarse en sendas tierras, cada una al lado del Océano como saltando un gran charco. ¡Y estoy justo ahí, donde el agua refleja mis costados claros y oscuros! Es el espejo que me muestra la vertiente de agua, fuego, tierra y aire del mundo real, milenariamente grabado en mi memoria celular. Ahora no quiero girar. Otra fuerza me toma de la base del cuello y me eleva hacia las nubes, emanaciones tibias de las moléculas de agua que se mezclan con el aire fresco, para ser lluvia en algún lugar. Otra fuerza lleva mi brazo como si estirara una banda elástica, y allá abajo mi mano acaricia una mata tupida, verde oscura y húmeda: ¡el Amazonas! Pero sigo aquí parada, de modo que mis dos piernas se elevan desde cada continente hacia el cielo, como los dos lados de un triángulo respecto de su base, y mi centro energético más poderoso se yergue sobre el agua del océano, una vez más... y me miro en el espejo... Descubro que allá abajo hay algo más, y me pregunto si la altura y la profundidad serán dos polos de propiedades físicas que se unen en algún punto del diámetro de esta esfera de energía. Decido investigarlo y hundo convencida la otra mano y su brazo hasta el fondo más lejano del océano. Mi brazo gira, gira, roza comunidades marítimas e ingresa finalmente a un espacio inexplorado, oscuro. Muy oscuro. Habitado por desconocidos peces, animales y vegetales marítimos que viven allí desafiando las leyes de las teorías biológicas. Me doy cuenta entonces que en las profundidades no hay luz, pero hay algo de vida, al menos hasta un límite que es bastante imprevisible. Investigo ahora las alturas, y mi otro brazo se desplaza desde la humedad del Amazonas a la de las nubes, sigue más arriba y contemplo no sólo mi base sino todos los continentes, mares, bosques, montañas y ciudades ¡Veo mucho más! ¡contemplo el panorama y lo domino inundándolo de gozo! Me elevo sin límites. Entonces mis dedos palidecen, se congelan, el aire cada vez es más frío y más oscuro, y el silencio lastima. Estoy rodeada de numerosos cuerpos celestes que me inundan de luz, pero no puedo respirar, no solo hace frío sino que la atmósfera enrarece y cambia. Me mata. Nadie habita estas dimensiones, es grande la soledad... soy como una flecha veloz hacia la altura que no se detiene, y su impacto perfora el espacio, llego más allá, donde no se ve nada... ni siquiera veo a la nave. Me doy cuenta entonces que en las alturas hay luz, claridad y dominio, también algo de vida, al menos en las primeras capas de atmósfera, límite posible de existencia por la presencia de oxígeno. Luego vuelve la asfixia y la oscuridad del vacío, en un espacio donde todo gravita sin gravedad...Experimento mi cuerpo, mente y alma entre la altura y la profundidad. Avanzo y retrocedo desde las luces a las oscuridades, y advierto consternada que los dedos de mis manos no se tocan. Aunque quiero perforar las profundidades del Planeta con una y sus alturas con la otra, ellas no se tocan en el mismo punto. Ningún diámetro queda trazado por mis brazos en el espacio infinito, y la órbita se hace interminable.

Me siento algo cansada y he perdido mis mapas. Me propongo retornar a la nave espacial. Cambio mi posición con ese afán. Bajo los brazos y los encuentro con mis dos pies, aún ubicados cada uno a sendos costados del Atlántico, en una dimensión infinitesimal en la que se interceptan las oscuridades vacías a que conducen las alturas extremas, con las oscuridades apenas vitales de los fondos profundos. Ingreso a la nave. Suspendida ahora en su interior, en el espacio, empiezo a vivir la dialéctica entre opuestos. Hago conciente los mapas que aún no he recorrido entre mis alturas y mis profundidades para próximos viajes en mi cápsula espacial. Regreso a casa...

SILVIA GATTINO

AÑOS JOVENES (95)

Era la explosión de los años jóvenes tal vez esos días fuimos poderosos con las alegrías, la melancolía el desamor el amor dichoso. Saltando saltos de rebeldía las manos juntas, las almas libres por los caminos de la serranías, cantamos, soñamos, volamos, como los pájaros, como los ángeles, sobre la bruma, sobre la nieve. jugar carreras contra el silencio Y atar recuerdos con las hilachas de la nostalgia. Eso nos queda de aquella edad, la irreverencia de creerse eternos Y con los cantos y con las risas desmenuzando la soledad en que la muerte por fin habita.

Chiqui

LA VERDAD (96)

Mi verdad y la tuya A veces coinciden Al doblar una esquina Y del brazo caminan

Tu verdad y la mía A veces se pelean Y a los lejos se nota Cuando son enemigas

Tu verdad y la mía Se alejan ofendidas Cuando ambas opinan De que una es verdad Y la otra, mentira

Mi verdad es verdad Y la tuya mentira Y también viceversa Tu verdad Y la mía.

Ana Matar NO LLORES QUERIDA (97)

La mano del esposo le acaricia suavemente el brazo, ella prepara un bolso con ropa, la elige, coloca la más usada, la nueva la vuelve a guardar en la cómoda. Es el cumpleaños de este hombre, 77 años, hace 53 que están juntos, todavía recuerda el día que se casaron, a la mañana, con misa de esponsales, en la capilla del colegio La Salle, donde curso su secundario y recibió la promesa de esta mujer, que amó con pasión y entrega, esta mujer que no acepta la separación, ¿por qué?. Ya voy a volver, tengo que trabajar, ¡tengo que atender mi trabajo! Vinieron los hijos y los nietos, llenaron la casa con regalos, tortas y sándwiches, con bullicio pero sin alegría, tratando de estar bien, se nota la ternura, el respeto, la devoción que les despierta este padre, al que deben su propia capacidad para el trabajo, transmitida desde muy chicos, y hasta ahora, que son ingenieros, contadores, arquitectos, o el que no quiso estudiar, pero dedica su vida a luchar por su familia. Es él, el menor, que llega y dice “Vamos Viejo, yo te llevo”. El árbol del fondo le ha regalado, ese día, 4 hermosas paltas; las acomoda en la cocina y dice “¡Si, vamos!”. Una cámara de fotos oportuna lo fija en el papel cuando viene con las paltas, junto a las macetas de flores. Han pasado unas horas el bolso quedó sobre la cama; ella presurosa le coloca una estampita de la virgen y el rosario. Junto con su hijo, se acerca al lugar donde está él y le deja las cosas, lo besa sin poder sin poder contener las lágrimas, y él le dice “¡No llores querida, tengo que trabajar!”. Un letrero en el frente dice “Hogar San Camilo”.

Chiqui

El Caio (98)

El Caio era el tío soltero. Soltero desde siempre. Pero tenía una teoría muy clara “ a las mujeres no se las mantiene con pasto”. Tuvo un gran amor. Pero eso lo supe muchísimo tiempo después, cuando Miryan ya no estaba. La única mujer con que se hubiera animado a emprender un camino en común. Ella eligió a otro que terminó no siendo tan hombre y que la dejó viuda a edad temprana. Y deshonrada. Pero no volvieron a cruzarse. Él siguió su larga vida entre el campo, los amigos y persiguió otros aromas de mujer. Ninguno fue para él. O ninguno se quedó en su estación. Era una personalidad tan misteriosa como las grandes profundidades. Prácticamente insondable. Difícil entrarle por el lado del corazón. Pero un tipo muy simple. De tantos tipos simples que habitan nuestras pampas. Y cuando escribo simple, la simpleza se traduce en buena gente, humildad y enorme dignidad. Era un gusto visitarlo cada tanto en su austero hogar. Donde siempre había un buen salamín o un pedazo de bondiola o jamón crudo aguardando al visitante. Este tenía que llevar un buen vino por cierto. Era la llave que abría la posibilidad de acceder el compartir alguna delicia oculta en la alacena. Y era el momento propicio para intentar ingresar en algún misterio del Tío solterón. Anécdotas fluían raudamente. Todas en el ámbito campestre, en jornadas de cosechas, de yerra, de carneadas, en algunas escapadas de caza o en los bailes sabatinos donde concurrían los jóvenes de entonces a intentar conquistar algún corazón solitario. O robar el alma de algunas de las señoras casadas que también a veces abandonaban todos sus principios, tras una dosis de oculta pasión. En el patio del Tío Caio se podían encontrar desde gallinas, hasta melones. Nunca vi tanta diversidad de especies comestibles en tan poco espacio. Cosechaba tomates, pimientos, zapallos, berenjenas, habas, melones. Criaba gallinas, chivos, patos. Era un hábil agricultor en pequeña escala. Y tenia entonces por aquellos años que lo conocí casi 70 años. El tipo usaba bombachas batarazas y pañuelo de seda al cuello. Aún en el asfixiante verano del sudeste cordobés. Y la piel de sus manos y de su cara era como un cuero. Por el color y por la rudeza. Pero el Caio si bien espetaba rudeza era un tipo tierno. Con esas manazas acariciaba los cabellos rubios de mis pequeños. Con esas manazas llevó alguna vez a Giuliano a caminar por las calles del pueblo. El tipo duro aflojó aquella tarde en que me volvió a ver después que lo volví a visitar solo. Cuando Miryan ya no estaba. Creo que un profundo dolor le cubrió el alma. Solo sentí sus curtidas manos acariciando fuertemente mis hombros. Allí me transmitió su gran pena. Allí en ese momento, el Caio terminaba de perder para siempre la imagen y el recuerdo de aquella flacucha niña que había sido su sobrina y que siempre había tenido como preferida. Allí en ese mismo momento mi alma sentía ese vínculo extraño cortado para siempre. Allí esa tarde supe que un par de fantasmas deambularían para siempre en las calles de Chilibroste. Las noches que he regresado, creo que los he visto.

Alvaro Gatti

No conforme (99)

Una espera tranquila para la cotidianidad del devenir En el consumo de la espera, un poco de altiva indiferencia Un tiempo de divagar, con los pensamientos Mientras.... Quien sabe... La tranquilidad no conforma

C. Gilberto Sanchez

100 El cielo luminoso y centellante. Abajo el río. Bajo las barrancas, el Paraná extendido en horizontes con islotes en el medio, que irrumpen y desatan corrientes, las estrellas en la oscuridad brillan más fuerte. Y yo aquí, entre las cortaderas, en La Paz, en la noche que me abraza, con amigos que quiero y que encuentro en esta maravilla inusitada, el agua de las termas en mi pelo, esa agua que brota de la entraña de la tierra y pone la creatividad de la tierra en mis entrañas, y este lugar que se llama La Paz y en la Paz vivo este momento de intensa calma. Es de noche, es un largo camino, de este país generoso , y deslumbrante, mirado por los ojos de otros ojos, pero el mundo es el mundo en cualquier parte, en la amistad no conoce de fronteras y los amigos encuentran las palabras y los ojos se encuentran con los ojos, y el corazón con las almas, y no hace falta más nada y ante tanta belleza y tanta fuerza y tanta sabiduría en el paisaje, uno se pregunta por qué mierda hacemos tanto lío, tanto rollo, si nos es dada la enseñanza, el mensaje.

Tere Castellanos

LA PALABRA(101)

Es el instrumento del alma para expresar su sonido

Es el encuentro de la materia con la efusión del espíritu

Es un pájaro que después del vuelo se posa sobre su nido

Es un documento imborrable que se borra en un suspiro

Es la esclava de la idea que se estampa con los signos

Es una desesperación Infranqueable por saberse comprendido

Es la puerta en escena De una obra de delirios.

Natalia Monaco NORA (102)

Compartiendo el enamoramiento del amor, nos conocimos. Iba a verla bailar, tenía la gracia del movimiento clásico, estricto. Por otro lado sentía y hacía suya la danza árabe, y para complacerme, tocaba las castañuelas y ardía en el baile gitano, la danza de fuego. Amaba su contoneo, ella amaba mi decir. Nos reuníamos, los sábados, eran sagrados, pues compartíamos un amigo. Ella necesitaba decirme que él me amaba. El me decía de ella. Tiene tanta belleza, y la distancia suficiente para hacerla un imposible. Ella me aseguraba que él estaba enamorado de mi, que le hablaba de este amor imposible e inalcanzable.

Las dos atribuíamos una a la otra, este amor enamorado. Nos quedó claroscuro, que él gozaba de estos amores imposibles .

Maru

LA DANZA (103)

Restos de comida. Vino derramado sobre los manteles. Ojos enrojecidos por el alcohol. Sospeché, en las somnolencias de los viejos y el silencio de las mujeres, el mítico mensaje de los acontecimientos. La música se complicaba en la efervescencia de los sentidos. Como no bebí, razonaba, y... temía. El arroyo cercano, con sus pícaras cascadas, no alcanzaba a refrescarnos. Busqué huir. No pude. Me estrecharon los brazos. Nos quedamos en la danza alegre, chispeante, sensual. Vi complicidad en la mirada de los machos heridos. El juego se había cerrado. Me rodearon rostros sudorosos, agrios. La música... la música, la danza, giros de una ruleta interminable, trágica. Mareo... Dedos burdos esgrimieron la navaja. Olor a sangre. La cueva grande, oscura, interminable. Las piedras regadas de sol se tornaron grises. Las viejas calladas. Los viejos somnolientos fumaban su pipa. Las montañas áridas quedaron allá abajo. Se hizo de noche.

L. Carlos Pasquali

HORIZONTE (104)

Estiro el horizonte como a los chicles de mi infancia Como a una gomita que vuelve y me pega en el rostro Como al eco de mi voz en un viejo aljibe Estiro el vuelo del pájaro hasta donde llega la mirada Y el color de las mariposas que me tiñen los dedos Y los pétalos de las flores que caen sin dueño Estiro el agua del río que no quiere decirme por qué huye Y el silbato del tren despidiéndose de mí y de un mendigo Y la estrella que cae negándome un deseo Estiro el adiós y la copa se rompe y el vino se derrama Pero no hay dedos mojados en la suerte Un cometa arrastra el horizonte con su cola de viento Y no te veo.

Ana Matar

CLASE DE LITERATURA (105)

Ahora, dijo la profesora, van a escribir tres sustantivos concretos y tres abstractos, que empiecen con “T” y otros tres que empiecen con “B”. Así comenzó la clase en el taller literario. Al conseguir todos “como muy bien resuelto” nuestras doce palabras, vino la otra orden: unan uno con siete, dos con nueve, tres con ocho, y así hasta completar la lista. Hasta aquí todo andaba bien; con nuestra sabiduría orgullosa de sus resultados, pero, no hay que festejar de antemano. Si ya está, vean que significado les sugiere esa dupla y tradúzcanlo en otro sustantivo. En el techo en ese momento se encontraba un albañil colocando la membrana: el soldador largaba fuego, su figura se movía al borde del patio, pedazos de material quemados por las llamas caían arrastrados por el viento y llenaban el piso de trozos negros. Tálamo – barco = matrimonio, trapecio – bonanza = gimnasio, brío – bajeza = violador, temor – barrilete = abandono – lazo. Seguía la lista y nuestros logros se agrandaban y parecía que ya estábamos en el podio esperando nuestra corona de laureles, cuando ahora, dijo la profe: _ Póngale a cada una de esas palabras dos sustantivos más que los modifiquen y califiquen. _ Es difícil, dije yo _ Pero ustedes pueden, contesto ella y poniéndose el poncho se fue al jardín a fumar un pucho. Fue una bajeza: sufrimos el temor de un barrilete cuando por abandono se le suelta el lazo, pero, ávido de aventura y dando sentido a su vida, despliega toda su belleza y armonía y se deja empujar por el viento hasta quedar enredado en el trapecio del gimnasio. Cristina fue a atender el teléfono. Era un vecino que le avisaba que en su techo había un hombre moviéndose sigilosamente con un arma de fuego, _ Es el albañil que esta colocando la membrana, si está bien, gracias. Graciela atiende el timbre, _ No oficial, no es un ladrón, es el albañil. _ E que, sabe, recibimos un llamado que había un hombre merodeando y encontramos al sospechoso con una escalera portátil y un bolso de herramientas descolgándose por la pared del fondo y vinimos a avisarle. _Gracias, gracias, pero es el albañil que espera al ingeniero para irse a su casa, si, si muchas gracias está todo bien. Ahora, dijo la profe, recuerden: no hay palabra que se tire o se pierda todo tiene que quedar aquí y palmeaba el cuaderno, nada se desperdicia, toda palabra es útil. _Inocencia, inocencia, decía Cris, sólo me sale niñez. _ No busca otra, dijo la profesora. Héctor no sabia que hacer con su basurero ¡basura!, dijo eufórico. _ No, es obvio, dijo la profesora. ¡Casa!,¡no!, ¡cilindro!, no ¿para que?, para desecho, ¡no! _Tapa, claro dije yo, no dijo la profesora. A todo esto Héctor estaba convencido que el basurero debió haberse transformado en bonete para ponérselo a la profe de sombrero o usarlo él con dos orejas largas dándole el mote de burro, que también es con “B”. Yo me debatía con el violador que si, era ruin pero no, por ser adjetivo; que era animal pero tenia que estar acompañado por otro sustantivo. El duendecillo de Esther se reía a carcajadas cansado de estar acurrucado en la bola – te y después que un chorro de agua hirviendo en la tetera casi lo convierte en infusión, sacudiendo el cascabel, se puso el bonete y empezó a hacer piruetas entre las palabras. Cris seguía murmurando inocente, inocente, no se si se refería al albañil, al violador o tal vez estaba expresando un sentimiento de autocompasión al recordar el día que se anoto en el taller literario.

Chiqui

EL NUBLADO DE LA CORDURA(106)

Mirá mi propio cielo deci que los autos son naves No quiero comprar el sol. Siento que el vino me enrojese la sangre me da tranquilidad Queres callar mis movimientos en un papel Sabes que no puedo llorar tampoco sonreir Amo el lapiz que escribe su propia fortuna sin necesidad de hablar La tristeza de escribir en el agua La pluma que flota La tormente de un sueño La locura del calido frio de la gente

Beber a golpes sintiendo el nublado De la cordura

Natalia Monaco

JUAN (107)

Juan llega a través de la doctora del Centro de Jubilados Favaloro. Lo deriva por un problema somático, se le cierra el pecho. Se presenta como muy agobiado diciendo: “Es la primera vez que acepto buscar respuestas por este lado.” - Por este lado? -Si, disculpe, por el lado de la psicología. Tengo 63 años y me denomino un perdedor. -¿Un perdedor? -Soy separado, con dos hijos muy buenos. La hija tira más para la madre, el muchacho se apoya en mí. Me deja su hijito de 2 años por algunas horas y eso me hace tanto bien. Mi nueva esposa no tuvo hijos, ella era ya una mujer grande para tenerlos cuando nos casamos. Es casi de mi edad, es pianista, tiene muy ocupado su tiempo, yo tomo muy en serio sus ensayos, así que cuando el nieto viene le doy la mano y caminamos, el va juntando palitos ,ramitas. -¿Un perdedor? -Fui el fundador del primer instituto bio-sistematizado, viví 10 años en Europa, se me dio todo a nivel de mi idoneidad como químico, gané dinero y progresé increíblemente. Fui reconocido. Hice mi métier en esterilización, invertí en Córdoba, Argentina, por nostalgia. Iba y venia. Como me iba bien decidimos radicarnos en Córdoba y me fui derrumbando paso a paso y en cada caída me creí consolar bebiendo, mi socio fue vaciando la empresa y un día le dio un infarto y a los pocos meses quede en la calle, me dejo mi mujer, y llegue a no tener para comer. En esas condiciones conoci a mi nueva compañera, era empleada en el Hospital Clínicas, como técnica en laboratorio y nos casamos. Con ella salí de la tristeza, me soportó económicamente, tuve que tratarme por el alcoholismo y dejé de fumar. Y el resto es un enfisema. He estado mejor, menos abrumado y viendo pasar en mi mente todo lo que le iba a decir hoy, sin embargo a la noche me volvió a faltar el aire. Mi madre fue madre soltera, en aquella época lo viví con terror. Me adelanté 60 años, hoy ningún chico sufre, creo yo, de esos terrores. Mi mamá fue muy buena, me apoyé en ella siempre. Para ganarse la vida se compró un pequeño telar y después un telar grande y se hizo industrial, empleó una chica, me enseñó a mi a poner los hilos, a cruzar las lanas, se ocupó de mí para que me fuera excelente en la escuela. Mi papá venía seguido, pero no paraba en nuestra casa. Él se ocupo de que mi educación fuera cuidada, jamás me faltó nada, también mi mamá era potente para mí por que sabía ganarse la vida con mayúscula. Cuando me llego la hora de la universidad tuve que viajar y quedarme en una pensión muy recomendada por mi madre. Sentí la perdida de mi hogar, sobre todo su cariño, lloraba en muchos momentos, sin que nadie supiera, y ahí sentí que una cerveza me calmaba. Comencé a fumar y fumaba un porrito el día del examen. Me iba bien, me recibí sin perder tiempo en 5 años. En estos días no he estado bien, se me volvió a cerrar el pecho. Esta vez no se lo he atribuido al tiempo. ¿vió que llovió? se puso húmedo. Entré en una tristeza, vuelto a mi adolescencia, cuando mi mamá me explicó por qué yo tenía un papá que no dormía con ella.

Tenia 12 años y vino mi papá, cenamos, mamá le dijo explicale también vos, que sos el padre, nuestra situación. A él se le salieron las lagrimas y me dijo “usted es mi hijo y quiero darle mi apellido; su mamá nunca quiso por que yo tengo esposa, 2 hijas y 2 hijos, quiero que vos decidas, que sea tu voluntad”. En un segundo sentí que me desvanecía. Hasta hoy recuerdo el horror que me produjo pensarme “Estrada” en lugar de “Hidalgo” como mi madre y le dije no gracias. Esa noche tuve 40º de fiebre, no pude al otro día ir a la escuela. Se me produjo una neumonía, me faltaba el aire por primera vez, trajeron un tubo de oxigeno y me salve como de la muerte. Me quedó, hasta hace poco tiempo atrás, un horror de que mi madre fuera deshonrada, que se le juzgara mal. Y sabe qué, hoy antes de venir, pensé que lo quería a mi papá y fue mi gran pérdida, tal vez la primera gran pérdida, mucho antes de que él muriera. (llora) Tenía 21 años, cuando un día, mi madre, me llama a la pensión y me dice “vas a tener que viajar, tu padre ha muerto. Estoy muy triste, vení acompañame”. Sin más preguntas saqué el boleto y me fui a Paraná. En el ómnibus me tocó el asiento al lado de una mujer joven, más o menos de mi edad; que me dijo “viajo angustiada porque voy al velorio de mi papá”. Yo le pregunté “¿quién es su papá?” y cuando ella me contestó me di cuenta de que mi papá era su papá, me quedé en silencio. Al llegar mi madre estaba esperándome, la abracé y nos quedamos llorando, juntos, solos, sin poder ir al velorio; sólo fuimos a su tumba pasados unos días, increíblemente algo de este sufrimiento desapareció de mi. Al volver a casa, mi madre me dijo que mi papá habia sido muy bueno, que siempre se habia ocupado de nosotros; a partir de esta muerte yo sentí un alivio, no se porque. Mamá quiso venir unos días a la pensión, para estar conmigo. Yo tenia que rendir y no necesité el porrito, me sentía bien, sereno. Después de mi examen caminamos mucho, yo le mostraba la ciudad. Ella se fue y yo empecé a sentir que me gustaba una chica, por primera vez; sin embargo, no dejé el alcohol, ni el cigarrillo, y esta angustia, que hasta hoy tengo, nunca fue calmada.

Maru

UN PATIO DE BUENOS AIRES (108)

Antigua puerta de hierro con sus vidrios de colores que deja atrás las baldosas de un pasado colonial. Pero se yergue orgullosa de preservar los olores que es siempre un privilegio sentir el olor a flores que inunda toda la estancia cuando cruzas el umbral. Entonces te maravilla airoso patio andaluz con mayólicas y rejas bancos mesa y asador. La escalera hay que trepar para mirar desde arriba de las hojas al trasluz un pequeño campanario que si tenés un rosario ya te convida a rezar. Conejitos, alegrías, taco de reina, malvón, jazmines, chinitas, calas, ala de ángel, pensamiento, la violeta de los Alpes , Y hasta el yuyo que nació en esa vieja pared también quiso florecer para sumarse al encanto que reina en este vergel. En lo alto tras las rejas prodigando sus colores la rosa, con sus olores llena el alma de ilusión. Y vienen los pajaritos llevándose en sus piquitos todo tipo de alimento para dar a sus hijitos. Y en el jardín han dejado el sonido de sus trinos.

Chiqui

UNA MUJER (109)

-Juanita- ¿ aquí nació Ud.?, que lugar tan bello, ¡que clima!, siempre he querido venir para quedarme. -María- ¿quedarse?. - Tal vez, podría hacerme un lugar, soy muy hábil, y me gusta leer en voz alta, yo podría leer en voz alta, mientras cocina, pela las papas. - ¿En voz alta? - Yo estoy muy sola y usted también. ¿No quiere que nos hagamos compañía? – No me siento sola. No lo había pensado, podríamos probar. A mi me gustaría que usted tuviera sus propias cosas que hacer, y que su compañía no me interrumpiera, pues lo que me he propuesto ,requiere de soledad. - Si, yo sé estar sola, sabiendo que el otro está. -¿El otro?, ¿de quien habla, a que se refiere? – El otro, es el otro, no tiene genero. - ¿Y que haría mientras yo me ocupo de mis cosas, de mis tiempos necesarios de soledad? - A veces limpiaría la casa, desenchufaría la heladera, haría un postre, hago licores, entro la ropa de la soga, la acomodo en los cajones, miro si le falta algun botón, veo la novela, así podrá tener mas tiempo para su soledad. - ¿Porque ha venido, usted que necesita? - Ser... Ser útil. No me trae la necesidad de dinero. -Si bien la siento mencionar, desde que era niña, mamá era amiga de su mamá. Después se distanció, se también lo que les pasó, mamá la echó de menos y la olvidaron, tal vez, fue la distancia, ustedes vivían en la misma calle. - nunca la olvidó. Papá se ponía muy celoso, o vaya saber si no fue el principio de su locura, lo tubo que internar, se puso agresivo, y por momentos no la conocía. - Su mamá escribía, usted también escribe ¿si? - yo le leía en voz alta, hasta que se quedaba dormida. Tenía varias formas de llevar bien su angustia. - ¿escribe o no escribe? - ¿ y usted me recibe o no me recibe?

Maru

110 Vuelvo a las palabras, al origen primigenio a la constitución más allá de todos los contextos en esa constante que mantiene perceptual y el reconocimiento en todas las versiones, en todas las manifestaciones, en todas las lenguas, en todos los idiomas, en todas las situaciones, en todos los eventos. La esencia relacional en la que se siguen y se enriquecen en cada uso, en cada resignificación, en cada encuentro con la percepción de un significado nuevo… El encubrimiento y el descubrimiento de los velos y la amplitud maravillosa ondula y crece sin perderse. Vuelvo a la palabra, a lo esencial y a su riqueza. Vuelvo a la palabra para desnudarla y también para maquillarla y florecerla en versos nuevos, en nexos coherentes y congruentes. Vuelvo a la palabra para amarla, para volverla creación en el contacto. Vuelvo a la palabra para amarme y recrearme y desnudarme y comunicarme y emplazarme. Vuelvo a la palabra en su dimensión maravillosa de metáfora, vuelvo a la palabra como imagen, vuelvo a la palabra como nexo, vuelvo a la palabra como nombre, vuelvo a la palabra como fuerza, vuelvo a la palabra como vibración, vuelvo a la palabra como emoción. Vuelvo a la palabra con palabra hecha ritmo, hecha tono, hecha poesía, hecha emoción, hecha vértigo, hecha totalidad, hecha partícula. Vuelvo a la palabra para sernos y para hacer con ella otro universo que es el mismo más allá del tiempo.

(111)

Soy Padre. Orgullosamente Padre. Necesariamente Padre. Aprendí a serlo de la Vida. Ella pícaramente me asestó una estocada en el Alma. Y me dejó en el mundo siendo un Padre para tres hijos. Recurrí al manual que me dejó inconcluso mi Viejo tantos años atrás, cuando la vida comenzó a jugar con la rueda de mi destino. Traté de entenderlo, y aprenderlo: cociné, lavé, cosí, limpié, acaricié, reté, reí, lloré, putié, corrí, extrañé, descansé, seguí…pero el capítulo entero que recuperé fue el de amar Entonces amé. Traté de recordar la barba del Viejo, sus caricias, sus manos enormes donde mis manitos de entonces naufragaban, el aroma de su perfume mezclado con olor a tabaco, su risa, su voz, su caminar, su irse, sus chocolates de premio, sus enormes consejos, sus pequeños defectos, su risa enorme y franca, sus caricias a Mamá, su desparpajo de entonces al decirle Te Amo, su humildad y su grandeza, pero sobre todo su himno de cada día amando la Vida. Siento la ausencia de sus huesos descansando en un solitario páramo de un pueblo lejano en Santa Fe. Y amo entonces estos pequeños niños, que cada día se comienzan lentamente a aproximar al hombre que soy yo y que serán ellos, les comienzo a dejar mi olor sin tabaco, mis manos enormes, mis premios, mis retos, mis consejos ni tan grandes ni tan chicos, mis defectos, mi sonrisa de a veces, mi humildad, mi desparpajo guardado cuando tantas veces le dije a su Madre: Te Amo. Mis caricias guardadas en la piel de mi alma que fueron para ella. Mis hijos ,los nuestros, que hoy son estos, que cada tanto me confunden y me dicen Mamá. Mi hijos que cada día me enseñan a ser Papá.

Alvaro Gatti

POEMA (112)

Me atraviesa El latido invisible De una vigilia Transhumante Que rescata La sangre sideral De palabras Débiles de carne Calladas en sus rezos Incendiadas en sus roces al silencio

Las sílabas aprietan La derrota De la oscura vanidad De las formas Recorridas Mil veces Con el ritmo Insensato Del que busca.

Y entonces Llegan las palabras Irrenunciables.

Y la tierra se aclara Respira Se estremece Sufre Y canta.

Marcela Courel

CELEBRACIÓN(113)

Y es vibrar en misma sintonia tu violin mi violin afinados, afinándose dos corazones latiendo estamos vivos a la vez desechos es estremecerse y volverse hoja seca volar con el viento y no tener nube teniendo mas que uno acompañandonos descubrirnos y volver a ser uno.

Natalia Monaco

LA MEMORIA (114)

De niña volvía con frecuencia al pueblo donde nací, a la casa de mis abuelos paternos. En aquel lugar, donde el horizonte se pierde entre tanto amarillo y verde de trigo y cebada. Donde el cielo es más azul, o más rojo o más negro. Donde los vientos son más vientos, las escarchas más escarchas y los cuentos de aparecidos abundan, fue que tuve mis primeros encuentros con “la luz mala” y “el jinete sin cabeza”. En las noches cerradas, sin luces ni esquinas acortando distancias, más de una vez “la luz mala”, nos siguió de cerca, encabritando al manso caballo bayo, atado al sulky, o, en el medio de una polvareda, “el jinete” se nos presentaba, saludándonos con su poncho abierto. No sé si me cree. Ud. decide. Mis abuelos vivían en la “casa del pueblo”, ya retirados de las tareas rurales. La casa era, (es, porque todavía existe), fresca en verano, helada en invierno, de techos altos y “piezas” enormes, patio, quinta y gallinero, donde pollos y gallinas y un gallo pendenciero, armaban alborotos de plumas y picotazos. En esa casa se respiraba un aire de matriarcado. Mi abuela, una mujer de gran carácter, ejercía su autoridad sin que nadie se la disputara. Mi abuelo, cómodamente instalado bajo el orden establecido por mi abuela, disfrutaba de la comodidad de ser más benévolo y condescendiente. Con ellos, mi tía, única hija soltera entre tantos hermanos, permanecía fuertemente aferrada a sus deberes filiales. También estaba Juana, que ayudaba en las tareas de la casa. Juana parecía no tener edad, ni familia, ni voz, ni voto. A duras penas tenía una cama y un roperito en la “pieza del fondo” y unas chancletas que delataban si iba o venía, con un ruidito característico e inolvidable. No recuerdo el sonido de su voz, no recuerdo una risa, ni el esbozo de una sonrisa, sólo su mirada parecía tener vida, una mirada vigilante como la de un águila al acecho. Pertenecía al paisaje de la casa, nadie le daba órdenes, ni falta que le hacía. Todo estaba bajo su control, el pan recién horneado, la casa limpia, la mesa tendida. Era tan silenciosa que la olvidábamos, confundida entre las sombras de los pesados muebles. Sólo con el tiempo noté el espacio enorme que ocupaba. También con el tiempo me di cuenta de la fidelidad ciega a la familia, del amor que nos profesaba y de lo que le habría costado tomar la decisión que la llevaría a transitar su destino. Entendí sus apariciones en los lugares en los que me encontraba, si me demoraba en regresar a la casa. Llegaba, sus ojos registraban todo con la precisión de una cámara fotográfica y sin decir palabra se marchaba, aliviada por saberme sana y salva. Una mañana al despertar noté que algo extraño sucedía. En el fregadero se apilaban las tazas sin lavar, el fuego se consumía en grises cenizas y la ausencia del olor a pan recién horneado, me pareció un presagio. En la cocina, mi abuela y mi tía, enmudecieron al verme. Mi tía, me llenó un tazón de leche tibia, cortó unas rebanadas del pan del día anterior, esperó pacientemente que terminara mi desayuno y me ordenó salir a visitar unos parientes cercanos. Nunca más supe de Juana, hasta muchos años después. Un día, mi tía, muy mayor y enferma, cansada de sus largos y obligados silencios, de sus ya huérfanas obediencias, de sus inútiles deberes, quizás para alivianar su equipaje o porque advirtió que la niña ya era adulta, me contó la historia: Juana se había marchado con un peón de una estancia cercana, un hombre tan hermético y extraño como ella. Nadie supo cómo se inició esa relación, ni cómo la convenció para que lo siguiera. Al cabo de poco tiempo, encontraron el cuerpo de Juana, asesinado de varias puñaladas. El peón había desaparecido, tragado por los caminos polvorientos que no dejan huellas. Cuando el viento no sopla, cuando las gallinas no cacarean, cuando el gallo pendenciero no arma alboroto y hay silencio en la casa, juraría que sigo escuchando el clip-clap de las chancletas de Juana, trajinando las gastadas baldosas. Mi tía vive sola. Ella dice que tiene quien la cuide. No sé si me cree. Ud. decide.

Ana Matar

La vida me parece (115)

En algunas horas fáciles la vida me parece solo eso Un río que pasa porque es su destino Un bostezo que surge porque tiene ganas El tiempo que transcurre sin apuros ni tardanzas Y yo aquí sentada en algún banco en alguna plaza. Yamila

¿Cómo? (116)

¿Cómo hacer, para expresar lo que produces dentro mío, sin ocasionar ningún tipo de obligación?

¿Cómo hablarte, para llegar dentro tuyo sin que te sientas invadida?

¿Cómo mirarte, para transmitirte lo que me haces sentir cuando me miras?

¿Cómo explicarte, para que entiendas?... Comprendo, necesitas tiempo.

¿Cómo esperarte, sabiendo que podrías escurrirte en el tiempo y haber sido para ti solo un bastón?

¿Cómo hacerte entender?... No importa lo que pase entre nosotros: estoy agradecido por cada minuto que compartiste a mi lado.

C. Gilberto Sanchez

La otra orilla (117)

La otra orilla, despectivamente los Orientales se refieren a Buenos Aires y del mismo modo los porteños se refieren a los Uruguayos, para ellos es nada más que eso…la otra orilla.

La otra orilla….siempre la buscamos añorando que esté quien queremos encontrar, donde del otro lado aparezca el ángel que andamos buscando, donde se cumplan los sueños…en la otra orilla he buscado a la Flaca, queriendo encontrar a su espectro, queriendo encontrar un guiño que me dijera: acá estoy y estoy bien, los sigo cuidando y siguiendo…la otra orilla…

A la otra orilla del río apunté mi mirada de todos los días, en la extensa playa donde años atrás compartimos algunos sueños como el de querer estar en ese lugar…mientras los chicos jugaban a ser tan niños en el agua mis ojos buscaban entre los árboles, tendida en la arena, arriba de las piedras, buscaban el lugar donde ella apareciera diciéndome :acá estoy…entre los pajonales, entre los árboles..pero no apareció…

La busque a la Noche, bien entrada ésta, en la orilla de ese río de aguas cálidas queriendo vislumbrar el fantasma que me saludara desde el otro lado..la busqué con el dolor del alma y los ojos humedecidos, pero los espectros en las otras orillas solamente aparecen en los sueños o en las películas…

Alvaro Gatti

DESPERTAR(118)

Voy sombreando mi desvelo ante la parálisis me voy moviendo del despojo justificado. Dispersa voy luciendo la presion del despertar la desilusion caminante.

En comunión alejada sin amor al tragar cada vez tu trueno

Quiero soltar el sonido atravesando mi pecho mirar el tambor y no sentir mochila que tambien te pertenece

Es azul el sentido, los sentidos y la piel abandono, dialogo de anillo vacio y mi despojo este corazon

Natalia Monaco

¿Dónde está tu silueta? (119) ¿Dónde está tu silueta? ¿Dónde va la mía? El mar se unió con el cielo y tu mirada quemó el atardecer. Lo sé, aunque no puedo ver tus ojos. En algún lugar de este mundo, de esta playa, estás contemplando el sol. De otro modo, no hay explicación para tanta belleza. Lia Peorotti

VIDA(120)

Nací Morí Aprendí Ordene Tropecé Negué Amaque Apure Llore Continué Ignore Oculte Archive

Natalia Monaco

(121) ¿A donde van tus ojos cuando inertes miran el mar?.

¿En que profundidad se hunden? Lejanos a la distancia.

La tristeza flota en el aire. Hecha mirada convive con tus ojos acompañada por la soledad. Lia Peorotti

(122) En la frontera del universo, de la locura, de mi cuerpo y tu cuerpo.

Del color, del llanto, del deseo y lo imaginable.

De lo abstracto, de la salida, de la luz, de la oscuridad ... y el miedo.

Del silencio, de la hoja, de los espacios y los tiempos,

En la frontera de mi humanidad. Lia Peorotti (123) Y me quedé sola en la habitación, mientras escuchaba cerrarse tu puerta. El cachorro me miraba interrogante. No habría más juegos esa noche. No al menos juegos compartidos. Si quería jugar, tendría que hacerlo en solitario. Una última mirada a las llamas, esta vez ya sin ti. No tardé mucho en levantarme yo también y esconderme en mi cuarto.

Abrí la cama y me hundí entre las mantas. Tenía frío. No me atrevía ni a respirar. Quería escuchar los ruidos de fuera, cualquier señal que me avisara de que estabas inquieto, de que dabas vueltas dudando. Me hubiera gustado tener alguna excusa para llamar a tu puerta. O que la hubieras tenido tú para comprobar si no me faltaba algo que pudiera necesitar. Si yo hubiera llamado, si tú hubieras aparecido, todo habría estallado. Tú, yo; tus deseos, los míos; tus ganas, las mías. Pero tú no venías. Pero yo no iba.

La cabeza me daba vueltas. Echémosle de nuevo la culpa al vino. Teresa Perez Frias

“Soledad” (124) Hace tiempo que llevo mi cuerpo al mercado de vidas y nadie ha ofertado un céntimo por mi testera de pensamientos Puedo ver morir horas indefensas en la vana frialdad de incontables muros En las casas solitarias, crecer el olvido Como un desierto que aprisiona horas de melancolía Ya la tristeza debe calmar su sombra y sacarse los zapatos El tiempo huele a montones de arena, a insepultos ojos a dolores de brisa… Busco una tierra solitaria, un horizonte virgen, sin huellas y sin pájaros, un espacio en el que no haya amanecido el hombre Un momento solo para mi tempestad… La sombra del agua, escribe en las rocas del silencio y el árbol con su savia con su rostro alargado y añejo encierra su misterio… Estoy enamorada del día, de sus ocasos, de sus entradas y salidas, de sus sombras consecutivas, de esa entrañable melodía, entrego mi cuerpo y mi alma al azar y que el silencio duerma en paz… Constanza Ordóñez

EN LA BORRA DEL CAFÉ (125)

La Casona, esquina muy conocida en la ciudad, alberga intensas y pasionales vidas con humeares violetas y grises soledades que después de un virulento festín nocturno, se esconden temerosas en ese nostálgico suburbio.

Distinguible por sus lámparas rojas y un pequeño farolito, puesto allí donde no incomoda, es el desahogo tácito de ansiedades, pesadillas y fantasías al amparo de un imperceptible guardaespaldas: el faro que vigila, allí erguido frente a ella en la vereda que hace esquina, encendido en alerta desde muy temprano. Allí trabaja Rosario. Usa sensualmente su cuerpo con marcas impecables de una historia absolutamente personal. “Cuerpo – soporte” de goces farsantes, que ella negocia según las leyes del mercado. Un trabajo: su cuerpo cumple horarios, atiende numerosa clientela, cuida y busca incrementarla noche a noche. Debe mantener obsesionada y prolijamente, ese cuerpo que es piel, músculos y erotismo...para la venta. Yo conozco a Rosario. Nuestras más cándidas edades fueron comunes: ni más ni menos que las de 35 alumnas del Bachillerato, símbolo por entonces de enorme reputación para nuestros padres, paladines de aquella añorada clase media leudante como el pan nuestros de cada día. La vida, sin embargo, nos llevaría por diferentes senderos. Ambos igualmente vulgares.

Noche de mis desvelos. Con cansancio no disimulado mis pies llevaron el cuerpo que soy portando, sabrá la vida para qué, confusas emociones a un café de ese suburbio, las 24 hs. Abierto. Allí entré alguna de esas últimas horas y deposité mi agotamiento nocturno. No vivo lejos... Minutos soñolientos en la floja silla oscura, tanto como el rincón elegido por mis emociones para ese otoño que al fin, iniciaba su desahogo silenciado. Pedí un whisky, luego un café negro, fuerte y amargo. Me entretuvo la borra del café: formas, líneas que se cruzan, líneas que se quiebran, espacios que se abren y se vuelven a cerrar... Cuando me distrajo la estridencia de un auto viejo observé sorprendida a la madrugada negociando intensamente con la oscuridad y los vagabundos de la noche para asomar ella, plena y henchida... Fue precisamente ése el instante en que la vi salir entre las últimas sombras de la diagonal, esa que siempre había atrapado mi curiosidad reprimida en el deber ser de una intelectual de clase media. Supe que venía de allí. El cuerpo de Rosario irradiaba calor. Encendía a su paso cuanto farolito adormecido rozaba, aunque sea tan sólo con sus ojos. Cuando la reconocí, mi rostro estaba bañado de frío llanto. No pude llamarla. Mi llanto no era pena, lástima o pudor. No era dolor... no por ella, al menos. La humedad de mis ojos y mi grito contenido hablaron claramente: al verla, vi los fragmentos ausentes en mí. Ese cuerpo cuidado como mercancía exhibida, esplendoroso y vital, mostró el motivo sangrante de mis desvelo: yo, puro intelecto de academia, lógica caminante sin destino y sin sentido. “Mente - soporte” de goces farsantes negociados según las leyes del mercado. Un trabajo: cumplo horarios, atiendo numerosa clientela y me empeño en dejarla convencida y satisfecha. Cobro por ello también. _ “¡Nada de casualidad!” _ pensé, teniendo su imagen cada paso más cerca de mí _ “una generación forjada sobre ausencias...” _ Rosario se detuvo en la esquina de ese café, pero no por mí. Ni me advirtió _ “¡Ausencias que se depositaron en los cuerpos!” _ Junto al farolillo aún brillante e por la oscuridad de los edificios contiguos, un hombre con semblante de guapo la esperaba. Aspecto valiente, paciente y amoroso. Recordé recién entonces haberlo cruzado al entrar, sin prestarle atención después. _ “¿Fue una buena noche?” _ alcancé a escuchar su saludo, casi un susurro lleno de ternura masculina, sellado con un cálido y prolongado beso en los labios anchos y rojos de ella, mordidos, chupados, pero nunca besados como en esos roces, entre erotismo y amor. La boca del Rosario degustó con placer esa caricia en su lengua. Y en su alma, seguramente... Con un abrazo de apoyo y encuentro, él la hizo girar hacia la callecita que se perdía al doblar la esquina, sosteniendo suavemente su larga y negra cabellera que con alivio, ella apoyó en el hombro seguro de su varón. Parecían felices...

El perro, que hasta entonces dormía junto a los pies de su amo despertó, los miró y comenzó a ronronear. Erguido en sus patas delanteras ahora los miraba, como yo. El respeto y la discreción ante sus amos, llevaron al animal hacia otra esquina, sin ladrar. Hice lo mismo que él. Por la gran ventana y desde afuera, un sol brillante y calentito entre las ramas en breve mecería mis movimientos y mis pasos hacia un sueño interrumpido. Antes de marcharme desde el fondo del pocillo alguien me chistó. Me incliné y miré su interior hasta allí. La borra del café que aún quedaba, me decía: “No temas a tu lado oscuro y hallarás allí el espejo perdido”.

SILVIA GATTINO (2003)

Antes de haber nacido (126)

Antes de haber nacido vinieron a comprarme el carbón, lo pagaron con muchas lentejas. Estaba hambriento, no se muy bien por que; mis abuelos tenían mucha caza en este bosque, hoy es difícil encontrar una liebre que no esté sifilítica. Los niños de la tribu tenían hambre; ese día vendí los árboles sin imaginarme nunca que con ellos se llevaron también mi felicidad y mi alegría.

No recuerdo ya antes de esos días, algo me dice en el pecho que en esas tierras donde se escuchan largos silencios, lamentos hechos zambas; la tierra era verde, el canto era alegre, pero no recuerdo nada de aquel tiempo.

Mi sangre se puso cabellos rubios, vino de una colina donde el sol tiñe los viñedos, cruzó la plaza, atravesó un lago de muchos días y los pómulos rosados de luz se apagaron en la oscura pieza del hotel de inmigrantes.

Así fui caminando por la tierra que dejaba crecer entre las rocas desnudas tunilla y churqui; y contra tanta piedra el arrope es dulce y el cactus también florece.

Mi abuelo me enseñó a leer en Fontamara, me enseñó a caminar por las sierras y buscamos entre las pajas los huevos de perdiz. Aprendí el poleo, el tomillo y la menta; apoyamos nuestros huesos cansados a la orilla del camino. El me miraba nadar desnudo entre las piedras del río, ese día no supe que en sus lágrimas caían las hojas del olivo y la “casa del popolo”, donde la mujer con el vaso en la mano discutía el derecho al trabajo de sus hijos.

Si querida hermanita, hoy, mientras descubro las lágrimas del nono, la voz de la señora discutiendo, me acuerdo de ese día cuando el agua encantada del río me llenaba de indios negros y salvajes y el lamento de la zamba se hizo grito de batalla y viento fresco.

Ese día aprendí mi desarraigo, desde ese día me desposeyeron de todo o casi todo que es lo mismo; tuvieron que reprimirme física, cultural, emocionalmente los sicarios del miedo. No podremos nunca escapar a esa angustia que nos llena más y más, solo podremos vivir eligiendo nuestra participación en la lucha, asumiendo nuestras responsabilidades, las pocas que aún nos pertenecen. Pienso que sólo siguiendo ese hilo, que quizás todavía nos aguanta, construir el mundo propio y ajeno en el que creemos o mejor donde encontrar razones para vivir con alegría: este es nuestro tiempo y nuestro mundo y/o dejamos despertar al indio en nuestro cuerpo o nos descompondremos junto a las instituciones, estructuras, payasos del poder, que se descomponen hoy en día. Hoy nos toca a vos, a mí, a él elegir entre las pocas alternativas que todavía nos quedan, construir el mañana que queremos, si es que aún existe la posibilidad de hacerlo.

Hugo

Y SIEMPRE Y(127)

Y esta escrito en tus ojos Y no llores Y no bebas esa agua Y se escapa entre tus manos Y es mayor el desamparo Y no te encuentro Y el tiempo Y se pasa Y se va Y camina Y va Y vuelve Y la vida como una rueda gira Y gira Y yo giro alrededor de ella Y ella a mi alrrededor

Natalia Monaco

ACUERDO (128) Doña Catalítica nació, se casó y enviudo en Villa Quilino. Toda una vida en la villa que solo abandono cuando nació su séptimo hijo y la llevaron a Deán Funes para hacerle una cesárea, porque los demás habían venido al mundo con la ayuda de Rosa, la comadrona. Ahora, criada su familia, empezó a sentirse sola y triste. Lo advirtió el Juan, su hijo mayor que como sus hermanos vivía en una barrio de Córdoba capital. Puestos de acuerdo, Juan se encargo de proponerle a la viejita trasladarse a la ciudad, estaría cerca de todos y ocuparía la piecita que, es su casa, estaba desocupada. Brotaron primero las dudas, después los temores y lo pero el despegue de los recuerdos. Ella que no sabia de insomnios, pasó noches en vela hasta decidirse y un día partió después de despedirse de los vecinos, del Cura y hasta del sargento de policía, al que conocía desde niño. Esparció consejos y promesas de visitas. No fue al cementerio. Estaba convencida de que de los finados no había que despedirse porque a las ánimas queridas se las llevan siempre en el corazón. Nunca quedaban solas. Además agregaba. “Que te vas a despedir, si en una de esas, ahicito nomás y de golpe te encontrás con ellas”. Susto, admiración, fueron las primeras sensaciones que la ciudad causó en la viejita. El cariño de sus hijos, de sus nietos atemperaron sus emociones y de a poco de fue integrando, pero aún así buscaba la soledad de su piecita. Ante una estampa del Corazón de Jesús, diariamente decía sus oraciones. Luego arrimaba una sillita con asiento de paja a la ventana y mientras tejía escarpines con tres agujas, observaba la calle. Pasaba allí muchas horas. Una vez por semana abandonaba su cuartito para satisfacer el pedido de la familia y preparar empanadas, puchero a la criolla. A su gente le preocupaba ese aislamiento. Por eso, un día, le preguntaron poe qué se recluía, por qué no salía al jardincito, allí podía hacer sus manualidades y gozar de luz natural y del aire. Ella escuchó atenta, devolvió el mate que su nuera le había servido, masticó unos segundos de silencio y como sacando las palabras de su íntima alforja contesto así: - Miren hijos, ustedes son muy buenos, me quieren, pero yo no puedo dejar de recodar la Villa, los amigos, el rancho, los pollos que dejé a la Ernestina y encontré una manera de alivianar mis horas. Mientras tejo arrimada a la ventana, cuando siento que alguien se acerca, adivino por su sombra quien va a pasar por el frente. Seguro que si la sombra es gorda, viene el cura, la conozco porque además no es oscura del todo, viene seguida de cierta santa luz. Cuando va a pasar el verdulero lo sé porque primero se ve en el suelo a la altura de la cabeza, como dos sombritas llamativas, lo que en mis pagos se dice “Sombras e´chivo” Ah.. ! y yo no le erro. Antes de continuar, se le chispearon picaronamente los ojos. Con otra que no me equivoco es con la modista de la otra cuadra. Su sombra se mueve de un lado al otro. Golpea en la pared y se desparrama por la vereda. No se me escapa la sombra del Comisario. Siempre pegada a los muros para que no lo vean, pero la del rengo Ranchedo, que le dicen, esa si que es fácil.. marca un sube y baja inconfundible. El que se me dispara es Don Corredela, el funebrero. Ese no tiene sombra, porque de tanto andar con la muerte y como ésta no la tiene, se la roba a todos los que negocian con ella. Se miraron sonrieron y dándole un beso, la dejaron con su pasatiempo. Allá en Quilino, sin que Doña Catalítica se diera cuenta, su sombra había quedado para siempre, no la pudieron traer. No le gustaba la cuidad.

L. Carlos Pasquali EN ALGUN LUGAR (129)

En algún lugar de la memoria Está la muñeca de tu infancia Tus osos de peluche, tus colores Tu mirada de carbones encendidos Avivando fogones y guitarras

En algún lugar de los recuerdos En el suelo que extraña tus pisadas Están las huellas de tu niña En la tierra marcadas Hasta volverse una en la distancia

En ése, tu lugar, está la fuente De la vida que fluye con su savia Y te nutre para dejar de ser retoño Y te da la riqueza de ser planta

Es hermoso ser árbol aferrado A la generosa tierra que lo amarra Y es hermoso ser hoja y con el viento Poder volar, ingrávida, sin alas. Ana Matar

ACECHO (130)

Aún escucho el revoloteo de pájaros buscando refugio entre los árboles del viejo monte de paraísos y percibo el fresco aroma de alfalfa recién emparbada. Recuerdo el frío húmedo en los pies calzados con alpargatas y como los rayos mortecinos del lánguido sol de julio se colaban entre las ramas sacudidas por el viento dibujaban sombras excitantes. El mujido triste llamando a los terneros se convertía en el marco lúgubre que entornaban un paisaje que, aún hoy, me causa intranquilidad. Pero había una tarea que inexorablemente había que cumplir, pues había sido dictada por mi abuela, persona de recia personalidad y cuyas órdenes no podían ser postergadas: Buscar entre el pajonal, casi siempre al lado de un árbol, un nido de gallinas y recoger los huevos puestos en él. La simplicidad de la tarea era siempre encargada al más chico al más chico de la casa y no menoscababa el marco en que debía desarrollarse. La venta de los productos ayudaba a la economía familiar, pero yo con mis diez años, no entendía de ahorros pero si de de las visiones que cada sombra, que cada ruido del monte acusaba en mis miedos. Percibía miradas de ojos sospechados, presentía figuras que se diluían en copas de los árboles, entonces con frío en el dorso apuraba los pasos en búsqueda del camino marcado en la graminea húmeda. El sendero traía cierto alivio en mi ánimo aunque las sombras parecían alargarse para retenerme. Una de esas tardes, encontré sobre el caminito una rama con gajos nudosos con forma de garras, un pedazo de los viejos paraísos, de unos cincuenta centímetros de largo que al pretender pasarlo, por encima se enredó en las bocamangas de mi pantalón, obligándome a tener que arrojarla a un costado. Continué con otras tareas y olvidé lo que había ocurrido

Carlos Pasquali

(131) Me costó hacerle entender a Giuliano. Seguramente no me entendió. Esa mañana nos habíamos subido al techo de nuestra casa donde acomodé algunas tejas y limpié unos desagües. El me acompañó. En un momento me agarró muy fuerte del brazo y con lágrimas en sus ojos me preguntó:- “la Mama se va a morir?”. Giuliano tenia solamente 9 años. -“La Mamá se va a morir, el Papá se va a morir, los abuelos se van a morir, tus hermanos se van a morir...” -”No Papi, la Mami se va a morir ahora?” -“Eso es algo que solamente Dios sabe hijo. Mamá está muy enferma, es muy probable que no se cure pero yo no te puedo decir si se va a morir” Abajo en nuestra habitación Miryan se debatía en un tedioso padecimiento de remedios e interminables horas de postración. Pocos días después lo retiraba un martes a la mañana del colegio para decirle que su Mamá se había muerto. Nuestros hijos presenciaron con profunda entereza su declinar físico, pero mucho tuvo que ver ella en que no declinaran ante esa imagen alentándolos a seguir adelante y sobretodo no ocultándose aún en los peores momentos. En los últimos días ellos estuvieron a su lado. La acompañaban, trataban de contenerla de abrazarla , de mimarla. Las fuerzas la habían abandonado definitivamente y se cansaba muy fácilmente. Pero esos pequeños hombrecillos tenían el momento de intimidad con la Mamá. La mañana en que Miryan murió, los dos mayores entraron a la habitación para darle un beso dormida. Lo hacían todos los días antes de ir a la escuela. Pocos minutos después ella ya no estaba mas. Fueron los últimos besos que recibió. Los míos se los había dado temprano al despertarme.

Desesperado, agarré de un cajón algo de su ropa, pero después fríamente tomé la que más le hubiera gustado. Un pantalón verde musgo que semanas atrás le hube comprado con mi Madre…un pullover de bremer verde claro y un chaleco tejido que gustaba lucir. La vestí al tono como ella lo hubiera hecho conmigo en la situación inversa, aunque no fuera más la mujer aquella que desesperadamente amé. En la soledad de nuestra habitación su cuerpo había dejado de pertenecer definitivamente a este mundo, pero su presencia inmaterial se respiraba y creo que ese mismo día se instaló desdoblado su espíritu en el corazón de cada uno de los que habitábamos la casa, pero sobretodo cubriendo a sus hijos con una coraza insondable entre ella desde su nueva dimensión y ellos desde su presencia terrenal. Ese supuesto lo he ido comprobando día a día en acciones concretas que se han presentado en el duro camino de seguir sin ella.

Alvaro Gatti

HOY NO (132)

...... Y hoy, no fué todavía! Esta es mi realidad. Tengo frío, tengo calor, nuevamente la pesadez en los ojos. Que blanda es esta cama. Me hundo otra vez, me hundo... como haré para parar esto ?... no puedo...

Estos árboles con sus ramas repletas de pájaros grises no me dejan avanzar ! Se corren de sitio a propósito para ponerse en mi camino... Apuren, apuren, el tren va a partir ! Estará lejos el tren ? Porque se me pegan los zapatos al piso ? Ahora una bajada. Es muy pronunciada, me voy a resbalar. Quizás es mejor para así andar más rápido. Estos pájaros, ya vienen nuevamente. Otra vez la voz ? sí... Apúrense, el que llega al tren es libre ! Ahí está el tren, ya me falta poco ! Maldición ! Ya se va... y ahora ? No tengo ya fuerzas, el piso se hunde... a donde iré a parar... Este sol tan fuerte y tengo frío... Que se vayan los pájaros, por favor, que se vayan..! Ahí vienen las mujeres de blanco. Ellas los corren. Ojalá pronto... Me hundo, donde estoy ? donde estoy ?

Acá, con nosotros, tranquilo, esto te va a bajar la fiebre... Tengo sed, cuando me voy ? Como te vas a ir, tenés que mejorarte. Cuando pase el doctor de ronda le preguntamos... porqué esas lágrimas ? Quiero curarme, me quiero ir. Hasta cuando ? Ayer me dijo pronto, pronto. Y hoy no fué todavía!, y hoy no fué, todavía.... y hoy, no fué todavía...! Demorará el doctor ?

HÉCTOR J. BLANCO

133 La alegría se contagia… el dolor…. conecta y la conexión es tener nexos en común o tener mas de un nexo en el vivir del otro, que nunca es uno… cada nexo esta compuesto de miríadas de nexos…previos…que constituyen cada experiencia, aquella con la que conectamos…y desde la que partimos para ampliarnos…en cada una de las nuevas…. y frente a lo común… de nuevo esto… de nuevo la in-tegración… que se haga integro, aquello… que al principio parece fragmentado… que se una y se potencie… aquello que es diferente…y que con-forma una forma nueva…y nos hace íntegros…. Y de nuevo los roles… y más que los roles los lugares…en los que nos toca jugar…a cada momento. Las constantes se mantienen…las tendencias…se con-firman en los actos…en las afirmaciones… en acciones… Y cuando llaman a la tolerancia… yo hoy digo no me sirve… Cuando tolero algo…. estoy juzgando…críticamente y no apreciativamente… si ponemos la mente apreciativa… aún a lo que, en principio no nos gusta, no nos parece… y a-preciamos … y a-preciar quiere decir no ponerle precio…. con lo cual su vuelve total… con lo cual… se vuelve tomar y disfrutar de lo incondicional , no tiene precio… cuesta y vale el todo y desde ese todo se vuelve a reorganizar… y se requiere la firmeza que abandona toda rigidez… la firmeza del junco… que plantado en una raíz… puede moverse hacia todos lados… inclinarse… doblarse, volver a los lugares anteriores y de allí volver a moverse… sin perder el centro... Porque se mueve a merced del viento… y va continuamente re- acomodándose, para recuperar esa… dinámica estabilidad… que viene de la compensación… de los pesos… de las fuerzas… y de la dirección…. Y esa eterna compensación…es la que permite... que la vida per-dure… mas allá de las vidas individuales, consideradas esas… como un todo relativo… y de las vida de cada partícula… tendiendo a ser… y no siendo… al mismo tiempo.

Tere castellanos

Miryan Isabel Machado (134)

Miryan Isabel Machado Riva en esa mañana del 26 de agosto definitivamente nos había dejado, abandonaba un hombre quebrado por el dolor y tres pequeños y dulces hijos, el día de máximo acercamiento en la Historia del planeta Marte a la Tierra , ella se alejaba físicamente para siempre de nuestro lado , había vivido 43 años y 20 días desde su nacimiento un 6 de Agosto en el año 1960 anotada 4 días después de su nacimiento porque vivía en el medio del campo, lugar que siempre recordaba con nostalgia: Noetinger, Chilibroste, su escuela de Los Patos…era esa niña que iba a la escuela en el sulky con su Papá, las patitas flacas, embostadas en los días de lluvia, aquella “chinita” que aprendió de las labores del campo, a ordeñar, a azuzar las vacas, a respetar a rajatabla a los mayores, esa flaquita huesuda que se abriría paso en la Vida y que sería un ser inencontrable en el Universo de seres humanos, siempre recordaba la tarde de lluvia que su Papá la fue a buscar y esperándola en una Pulpería, se agarro una curda infernal con Caña Legui, eran lugares muy caros a sus afectos de la niñez y a los cuales por cierto me llevó , había sido una persona franca, directa, sin peros, una amante apasionada y fiel, una madre cariñosa y rígida, dejaba una marca y un camino y se que jamás me apartaré mientras viva de esos nortes y que los principios de dignidad y honestidad de la Flaca se los voy a transmitir para que sepan que se puede vivir con grandeza sin grandezas, con humildad sin ser pobre, con la Verdad a flor de piel por más que no duela y que no tenga remedio, pero sobre todo sin pisotear a los demás nunca por más que la Vida los ponga un escalón más arriba que a otros, y también que cada uno sepa que aquellos nuestros deseos para sus nacimientos, se transporten en el tiempo y los transmitan a sus hijos, los nietos que no sé si llegaré yo a conocer, pero que la Flaca nunca los podrá ver. El resto fue lo de rutina un sepelio con dolor pero con mucha gente que la quiso, confesiones de gente que se hubo comportado en forma indigna con ella pero que en ese momento de profunda consternación tuvo la nobleza de saber decir perdón, otros que con falsedad manifiesta concurrieron a sus exequias, pero que la Flaca desde el cielo o desde el rincón del universo donde está con gran sabiduría cobró sus pendientes facturas muy pocos meses después.

Alvaro Gatti

Por obra del azar (135)

El vuelo de las gaviotas hacia el horizonte se interpuso, impertinente, entre sus hombres...

Quizás haya estado siempre allí. Más, ese día sería como el primero.

Laberintos de amor: secretos atajos del alma irascibles líneas blancas de los destinos

Llegó más de dos veces tarde. Sin embargo, las puertas permanecieron abiertas.

_ No retornes _ le devolvió el eco _ nunca podrías encontrar ese, tu punto de partida. SILVIA GATTINO

LA CASA DE LAS SIETE NIÑAS (136)

Nací para navegar quimeras vientos ilusorios me encallaron en esa esquina, donde cavilantes poetas rompían silencios entre rimas y polleras Enredaron mis anclas madreselvas y malvones Reflejos de caireles tapizaron mis alcobas para que pariera el alba siete sueños Se hicieron candombe las siete niñas mestizas raptadas por el embrujo en gotas de rocío Hoy las devuelve llorando el viento a la puerta de esta vieja esquina y amanecen las niñas en las flores de las tipas.

L. Carlos Pasquali

AMIGAS (137)

El sol se perdía en el horizonte llevándose las sombras y los ruidos provocados a su paso para devolverlos al otro día. Le dejaba a la luna ir creando sus claroscuros y desparramar sus silencios. Paulatinamente las calles eran ganadas por las sombras que escapaban de las pocas casas del pueblito. Los sonidos se refugiaban en el boliche, esperando despertar cuando algún solitario vecino entrara al local a tomarse una copa. Al poco tiempo, la luna imperaba en la noche y los reflejos que se le escaparon fueron rescatados por la oscuridad, creando muecas de árboles deshojados. Las casitas inventaban sueños de palacios. La Iglesia, ubicada al frente de la plaza, proyectaba su cruz en pretendida protección contra los duendes. Una sombra se movía ingenua transponiendo las que se cruzaban en el camino. Era un perro vagabundo, solitario, noctámbulo como sus iguales, cuyos ladridos escuchaban venir ya de un rincón ya de otro del caserío, iniciando una competencia que parecía contestar a preguntas incomprendidas. Solo la muerte de algún vecino rompía la monotonía y alteraba las sombras. Sin embargo, una vez al año, el cristal del silencio caía estrepitosamente. La Iglesia se llenaba de luz, se destrozaban los fantasmas y nuevas sombras se proyectaban por las calles. Al cabo de nuevas noches retornaban las habituales manchas, las severas pausas y la vida volvía a regularse. Cuentan que fue durante un eclipse, cuando la luna se llevó las sombras del pueblito. Desde entonces las guarda celosamente y solo las muestra cuando su cara se llena de luz. En el pueblito y durante las noches, recorren sus calles las esperanzas de los vecinos hechas estrellas transparentes, que solo son vistas por los perros vagabundos que reclaman con sus ladridos lastimeros, les sean devueltos sus amigas las sombras.

Carlos Pasquali

Escondido (138)

No todo lo que parece es No todo lo que mostramos somos Esconderse no tan solo atrasa Veda los ojos del alma Tapa la luz de la vida Y alguien nos descubre Nos sorprende Nos deja empezar a vivir

C. Gilberto Sanchez

(139)

Juan llego con las manos llenas de regalos, o me duele mas la bronca...

Juan llego con las manos llenas de regalos, en uno se podía leer su vida. Aquel día estaba saltando en la cama, se cortó la luz, todo estaba vacío, luego el colchón se llenó de aire y él caía, todavía caía. Se despertó, acurrucado en un rincón; llegaban desde afuera los sonidos que llenaban la casa y ese día las paredes no fueron amarillas ni el piso marrón, todo era blanco, o no importa el color, los ojos se llenaban de imágenes color pelota, campos azules, y todos corrían, el sol brillaba, el vacío estaba lleno, todo se levantaba.

Se llama Rita, Marta o Rosa, la bombachita es verde, roja, beige, con una flor en la cadera, su piel esta desnuda, huele a mandarina. “¿cuánto falta para el puente?” “gracias”.

Se llama Mari, Mara o Mirna; me entrarán sus pechos en la cueva de mis manos? Me entrará su mano en mi mano?

Sentado, la ruta se adormenta, el asiento se mueve, ella aprieta entre mis piernas, el sueño está empañado, el nido de sus manos es caliente. Se llama azul, el sueño es azul, el nido está bañado, es bueno sentir ese fuerte olor que nos emborracha; más azul, hay nidos, estoy vivo. Cuando el azul se disfraza de blanco descubro una sonrisa, me descubro sonrisas. “Chau”. Todo fue azul, no importa su nombre.

Me duele mas la bronca que la patada en los huevos. No! Quiero decir No! Me duele mas la rabia que...

El miedo es grande, pero peor es no escuchar lo que la garganta dice y no dice, la voz se ahoga de miedo.

La garganta se llena de voces que hoy me pertenecen, todas están hablando, la casa esta poblada, el miedo se ahoga de voces.

Parado sobre un banco de la secundaria hablando de ellos, hablando para ellos, veía solo un campo de ojos luminosos que creen. El miedo se ahoga todavía más, cuando volvemos a clase las líneas de mi cara escriben nuestra fuerza, las líneas se entrecruzan.

En la Universidad Nacional de Córdoba, el profesor habla para escuchar su propia voz, los sonidos no logran escapar del perfecto rayo de ondas que rebotan en el reloj de la pared y vuelven intactos a su persona. Entre las microondas y las constantes de Plank, la nave de mayor calado se averiaba, a lo mejor con “A/10” no pierdo la batalla.

En el rincón del aula, la mosca quedo atrapada entre los infinitos hilos de la tela, la araña espera la cantidad necesaria de energía que necesita para desarrollar sus reacciones vitales, está lista a disolver con sus jugos el interior de su presa, después absorberá su alimento.

Cuantas toneladas de T.N.T. tengo aseguradas en mi cabeza?

Cuantas toneladas de D.D.T. aseguran mi seguridad?

La araña viaja entre los hilos hacia su lugar de reposo preferido, sueña con un mundo de árboles que perdió entre las torres de cemento.

Sus ojitos brillantes me espiaban tratando de descubrir el secreto de mi risa, no aprendió el secreto, sonreía; entre senos y cosenos nos llegaba la música. Cuando le preguntaron por que no supo nada durante todo el año, Mario dijo “Seguramente la responsabilidad es de quien no ha sabido compartir lo que sabe, lo que no sabe”.

Las lagrimas son dulces entre vaso y vaso.

“Me das un poquito de alfajor, Roberto”, “bueno, pero la mitad es de Analía”. El queso de chancho era muy bueno. “¿Sabes que mientras los chicos gritaban saludando a los soldados, Roberto dijo que esos eran gente mala por que mataban?”.

Cuantas veces me mataron la alegría en el cuartel?

No lo suficiente, ya que todavía puedo emocionarme ante la música de Pablo.

Estoy en Fiesole, sentado en la colina y espero la llegada de aquel que tiene que escribir su nombre, que fuimos metiendo de a poquito en la panza grande de Liz, no somos tres hermanitos, somos uno mas que quiere, aunque este por llegar la tormenta.

Las manos de Juan estaban llenas de regalos.

Entre 9 de julio y Jujuy , hay una mesa con un café caliente o frío, frente al vidrio quedó la imagen de un beso que nadie escribió, hay dos lenguas que no se conocen desde nunca y se conocen desde siempre. Se perdió el café, la mesa, el barman, la música llega desde otra galaxia.

Me gusta verte desnuda mientras te pones la bombachita con boladitos blancos, los pezones me están mirando; nada puede esconder tu bosque, las curvas de tu cuerpo me pertenecen. Con tu mano y con mi mano, recorrí tu pecho entre los árboles, no sabías que existías; se mezclaban las lagrimas con la sangre, cuando clavaste tu cuerpo en mi cuerpo. Tus ojos me pertenecen, tu jamás me perteneciste después de aquel día.

Estoy abriendo los dedos de tus pies en la brisa de la noche, se bañan en ella; siento la música del San Antonio, me saco la camisa y el pantalón para meterme en calzoncillos en el agua, está caliente y me abraza.

Juan está soñando en setenta milímetros y a colores; una bola recorre la punta de sus dedos, aprendiendo cual es la forma y sube piano piano saltando de pierna en pierna, se emboca en la punta de su pene erguido, para recorrer una a una las venas que lo pueblan; sube creciendo en los pezones sin poder escapar por el ombligo, se agranda en la garganta para cerrar el paso a ese grito que llena los silencios de la casa, después de recorrer en toda su longitud cada uno de sus cabellos se reúne en los ojos y de allí escapó por las escaleras de mi casa. Mi cuerpo ya no me pertenece, la mente ni siquiera existe, esa pelota blanca, roja, azul, beige forma parte de la sombra larga de los cipreses del cementerio. Está en la mosca que se comió la araña, está en la araña que tuvo un hijo, que debe escribir su nombre, que no quiere enterrar el T.N.T., que se bañó en el agua, se evaporó en el aire y lluvió en el bosque.

Me desperté acurrucado en un rincón de mi pieza, las paredes eran amarillas y el piso marrón, el silencio puebla la casa; en el banco me dan doscientas liras por mis regalos, sonrío por que quien escribe me mira y sabe que el fuego me dá mas calor por mis regalos. El banco se queda con las doscientas, estoy esperando que llegue mas frío, miro las ultimas estrellas, para aprovechar el máximo el calor que me darán los regalos de Juan en el fuego, pero ya! El frío no hace tanto frío. El río va poblando la casa, Juan llevó las manos llenas de regalos al río. Entre los cipreses verdes, brilla una pelota roja roja.

Hugo

(140) No sé si regresaría a esas playas ardientes de Brasil. Quizás retornaría con muchísima nostalgia en el alma a las soleadas arenas de Guaratuba, pero no creo retornar a Camboriú...allí nos amamos intensamente con Miryan, allí Giuliano tuvo su primera experiencia en el mar, allí disfrutamos de las espumas briosas del gigante de agua jugando con las arenas blancas, allí corrimos por la playa ancha y nos revolcamos sobre la arena mojada, allí la pasión llegó al límite en las adorables noches de luna bañándose en el mar, allí todos los sueños eran posibles, allí lo imaginable podía transformarse en realidad, conocimos lugares que siempre añoramos, realizábamos caminatas sobre las extensas playas, nos deleitábamos con manjares culinarios típicos de esos climas tropicales, eran horas de intenso descanso desde las primeras horas de la mañana hasta entrado el atardecer, allí descansaban nuestras mentes y nuestros cuerpos, pero allí mismo se gestaban los próximos pasos de nuestras vidas que siempre tratamos de marcar antes de efectuarlos, la Flaca siempre añoraba llegar un poco más allá, siempre mantenía la esperanza de que el próximo viaje sería más lejos y a otros lugares...Miryan un par de semanas antes de morir estaba diseñando un viaje “merecido” de descanso para todos, incluida su madre y la mía, que nos llevara a la orilla del mar...solo puedo aseverar hoy desde estas líneas que ese viaje lo efectuaremos ambos cuando mis cenizas se unan a las suyas y sean arrojadas a ese infinito misterio del mar que a ambos nos mantenía cautivos...es muy probable que tanta pasión se la haya contagiado yo contándole de mis anécdotas de tantos años ganados en una profesión marítima que abandoné para siempre, por el solo hecho de que fue Miryan quien me obligó a decidir, entre el calor de su cuerpo o la soledad del mar...creo que a todas luces mi determinación fue la más acertada.

Alvaro Gatti

IMÁGENES (141)

Llamaradas de luces que se apagan Huyendo en un sin fin de caprichos sutiles, frágiles Reflejos opacos Inventores inconscientes De duendes trastocados, Huidizos, fugaces, Estériles testigos de las formas Bordadas con festones de misterios.

L. Carlos Pasquali