Sanna, Sofía Andrea

Rompecabezas: Teoría social, empiria y control social a la luz de Delito y Sociedad, Revista de Ciencias Sociales

Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciada en Sociología

Director: Oyhandy, Angela Graciela

CITA SUGERIDA: Sanna, S. A. (2013). Rompecabezas: Teoría social, empiria y control social a la luz de Delito y Sociedad, Revista de Ciencias Sociales [en línea]. Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.947/te.947.pdf

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Esta obra está bajo licencia 2.5 de Creative Commons Argentina. Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA

LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA

TESINA

“Rompecabezas: Teoría social, empiria y control social a la luz de Delito y Sociedad, Revista de Ciencias Sociales”

Alumna: Sofía Andrea Sanna Legajo: 86576/1 Correo electrónico: [email protected] Directora: Dra. Ángela Oyhandy Co- Director: Lic. Santiago Galar Fecha: Octubre de 2013

1 1 Índice

1. INTRODUCCIÓN...... 3 2. CAPÍTULO I: Forjando las “anteojeras conceptuales” ...... 4 3. CAPÍTULO II: Sobre el concepto de control social durante la década del noventa en “Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales”...... 5 3.1. El control social y sus diferentes significados: entre la coerción y el consenso social...... 6 Cuadro nº 1: Teoría social y control social durante los años noventa...... 6 3.1.1. Morris Janowitz y el control social como mecanismo de cohesión social...... 7 3.1.2. La “decadencia” del control social: de la regulación comunitaria al management de la “desviación”...... 7 3.1.3. Control social: de la autorregulación a la dominación social...... 8 3.1.4. El control social como productor de sentidos: “lo normal” y “lo patológico” 8 3.1.5. El papel del control social en la producción de hegemonía...... 8 3.1.6. El control social duro y blando al calor de las dinámicas productivas mundiales...... 9 3.2. Recapitulación preliminar...... 9 3.3. La producción académica nacional durante los años noventa en Delito y Sociedad. El Estado como agencia suprema de control social: políticas públicas en materia de salud, delito, vivienda y recaudación fiscal...... 10 Cuadro nº 2: Empiria y control social durante los años noventa...... 10 3.3.1. Ocupaciones de inmuebles y políticas públicas habitacionales: entre la dominación social y la organización popular como resistencia...... 11 3.3.2. El Estado y los asentamientos urbanos: de la represión a la cooptación política...... 11 3.3.3. Jóvenes, delito y administración de justicia: hacia una alternativa a la institucionalización...... 11 3.3.4. La configuración del delito de jóvenes al interior de las instituciones judiciales...... 11 3.3.5. La intervención institucional frente a la “desviación juvenil”: prohibición y promoción de conductas...... 11 3.3.6. Jóvenes, pobreza y “desviación”: la socialización en el castigo...... 11 3.3.7. La enfermedad castigada: sobre políticas públicas y representaciones sociales...... 12 3.3.8. Consumo de drogas y “selectividad punitiva": entre el sistema penal y el mundo institucional...... 12 3.3.9. El abordaje estatal de la enfermedad mental: prácticas hegemónicas y alternativas...... 12 3.3.10. Enajenación y delito: la selección de los “grupos marginales”...... 12

2 2 3.3.11. Maltrato infantil, saber médico y “reacción social selectiva”...... 12 3.3.12. El control social de los “no desviados”:...... 12 3.3.13. La promoción y cohibición de subjetividades en la sociedad civil: El actor sindical y la fuerza de trabajo: disciplinamiento y resistencia...... 13 3.3.14. La moral como sistema de reglas: internalización y “autonomía de conciencia”...... 13 3.4. Recapitulación preliminar...... 13 4. CAPÍTULO III: Sobre el concepto de control social durante la primera década del siglo XXI en “Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales”...... 13 4.1. El control social en los escenarios modernos y post-modernos: de las visiones regulacionistas a las radicales...... 14 Cuadro nº 3: Teoría social y control social en los inicios del siglo XXI...... 14 4.1.1. Repasando la conceptualización del control social...... 14 4.1.2. El control social como proceso de socialización...... 14 4.1.3. El desmantelamiento del Estado de Bienestar: de la inclusión de la “desviación” a la “criminología de la intolerancia”...... 14 4.1.4. Juan Pegoraro y el control social como dispositivo de mantenimiento de la dominación social...... 15 4.1.5. El control social como estrategia disciplinaria en la reproducción de la racionalidad capitalista: la transición al paradigma post-fordista...... 15 4.2. Recapitulación preliminar...... 16 4.3. La producción académica nacional durante el inicio del nuevo milenio en Delito y Sociedad: El control social como imbricación de procesos macro y micro sociales ...... 17 Cuadro nº 4: Empiria y control social en los inicios del siglo XXI...... 17 4.3.1. El control social como “dominio hibrido”: de las políticas públicas a los sentidos compartidos...... 17 4.3.2. Prácticas de gobierno y construcción de subjetividades: el caso de los programas de transferencias monetarias condicionadas...... 17 4.3.3. Sobre salud, delito y control social: del “Estado terapéutico” a la representación social del toxicómano...... 17 4.3.4. Sobre juventud, vulnerabilidad social y control social...... 17 4.3.5. El “campo del control del delito”: entre el Estado y la sociedad civil...... 17 4.4. Recapitulación preliminar...... 18 Gráfico nº 1: Delito y Sociedad en datos numéricos...... 19 5. A modo de cierre...... 20 Bibliografía...... 20

3 3 RESUMEN

La presente investigación tiene como propósito llevar a cabo una aproximación sobre la temática del control social a partir de un estudio exploratorio en cuanto a la utilización del término, razón por la cual no descansa en la intención de reponerlo en la exhaustividad del detalle. En efecto, debido al carácter polisémico que reviste este concepto, en el que subyacen diversas caracterizaciones y valoraciones, estimo que es propicio realizar un aporte por sistematizar su uso en las ciencias sociales en general, y en la sociología, en particular. Asimismo, creo que es relevante desarrollar una investigación alrededor de la temática del control social debido a la centralidad que está adoptando contemporáneamente en nuestro país como problemática social, si se la considera dentro del marco de la denominada seguridad ciudadana y del tratamiento del delito.

Ahora bien, el presente trabajo versará sobre los distintos usos y sentidos del concepto control social, y se propone abordarlo tomando como objeto de estudio una serie de artículos publicados en distintos números de “Delito y Sociedad, Revista de

Ciencias Sociales”. En efecto, el objetivo general apuntará a explorar cuáles fueron los usos del concepto de control social a partir de un análisis teórico-metodológico de dichas publicaciones, el cual se encuentra lejos de sostener un binarismo como concepción epistemológica que pretenda disociar la teoría de la práctica.

Términos claves: Control social, orden social, consenso social, coerción social, delito, desviación.

4 4 1. INTRODUCCIÓN

ucho se ha escrito y más aún hablado acerca del control social; desde

escritores, periodistas, filósofos, sociólogos, psicólogos, abogados, Mcriminólogos y hasta tecnócratas, entre otros, utilizan, y han utilizado, el concepto de distintas maneras, ya sea para analizar la realidad en la que se hallan insertos o para describir realidades pasadas o futuras. En efecto, debido al carácter polisémico que reviste este concepto, en el que subyacen diversas caracterizaciones y valoraciones, procedentes tanto del ámbito académico como fuera del mismo, estimo que es propicio realizar un aporte por sistematizar su uso en las ciencias sociales en general, y en la sociología, en particular. Asimismo, creo que es relevante desarrollar una investigación alrededor de la temática del control social debido a la centralidad que está adoptando contemporáneamente en nuestro país como problemática social. Esto es, si se la considera dentro del marco de la denominada seguridad ciudadana y del tratamiento del delito, sobre todo a través de los medios de comunicación masivos, en tanto reclamo realizado desde la sociedad civil hacia el

Estado como manifestación de una de las cuestiones principales a resolver dentro la agenda pública. De esta forma, por un lado podría pensarse al control social como categoría descriptiva y polisémica, y por otro lado, se la podría considerar como problemática social contemporánea, semánticamente atada a la cuestión de la seguridad pública.

En este sentido, sería pertinente señalar que este trabajo nace con el afán de sentar algún tipo de precedente alrededor de una temática poco explorada desde el

ámbito académico, tratando de señalar por esta vía que existen zonas de vacancia para investigaciones que proceden de las ciencias sociales en la dirección que aquí se propone, sobre todo en lo que respecta, paradójicamente, a la vasta utilización del

5 5 concepto pero a la exigua definición del mismo. De esta manera, pretende allanar el camino para llevar a cabo una aproximación sobre la temática del control social a partir de un estudio exploratorio sobre la utilización del término, razón por la cual no descansa en la intención de reponerlo en la exhaustividad del detalle.

Así, el presente trabajo versará sobre los distintos usos y sentidos del concepto control social, y se propone abordarlo tomando como objeto de estudio una serie de artículos publicados en distintos números de “Delito y Sociedad. Revista de Ciencias

Sociales.” En lo que respecta a esta última, este recorte dejará de lado, por lo menos para esta ocasión, las instancias que giran en torno a su edición, circulación, recepción y relación con otras universidades.

Debido a que la biblioteca de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la

Educación (UNLP) cuenta con los primeros siete números de la revista, para obtener la mayor parte del material me dirigí hacia la Universidad de Buenos Aires (UBA). Así, la primera aproximación con los artículos fue a partir de un previo análisis virtual, es decir, vía Internet, de los índices de los treinta y dos números que aquí se contemplan.

Ahora bien, editada desde el año 1992 hasta la actualidad, Delito y Sociedad es una publicación del Programa de Estudios de Control Social (PECOS)1 del Instituto de

Investigaciones Gino Germani (IIGG)2 y de la cátedra Delito y Sociedad: Sociología del 1 En cuanto al PECOS, tiene como actividad un seminario permanente, dirigido también por Juan Pegoraro, que desde 1993 se reúne en el IIGG para la discusión colectiva de trabajos que abordan las temáticas vinculadas al orden social, los ilegalismos, los mecanismos penales y extra-penales de control social, el ejercicio de relaciones de poder y dominación, entre otras. http://boletiniigg.blogspot.com.ar/2010/07/programa-de-estudios-de-control-social.html

2 Tal como se informa en su sitio Web (http://iigg.sociales.uba.ar/), “el IIGG remonta sus orígenes a principios de la década de 1940, cuando el historiador Ricardo Levene, profesor de Sociología, organiza el Instituto de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Allí, durante la década de 1960, su Director, el investigador italiano Gino Germani, impulsó la denominada “Sociología Científica”, orientando la investigación y la producción de conocimiento hacia los problemas sociales de la realidad nacional y de la sociedad contemporánea. Décadas después, en 1988, cuando se crea la Facultad de Ciencias Sociales, se funda e institucionaliza el actual Instituto de Investigaciones, al que se denominó como “Gino Germani” en homenaje al aporte del sociólogo italiano al desarrollo de la investigación en Ciencias Sociales en nuestro país. El Instituto cobija a partir de entonces a los docentes-investigadores del conjunto de las Carreras que integraron la nueva Facultad de Ciencias Sociales: Ciencia Política, Ciencias de la Comunicación, Relaciones del Trabajo, Sociología y Trabajo Social.

6 6 sistema penal, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires (UBA).3

Entre los años 1992 y 2011, dicha revista ha presentado treinta y dos números, siendo anuales o bianuales, con unas doscientas páginas promedio por publicación que incluyen fotos. Cuenta con una tapa a color que ha mantenido como ilustración a través de los años, un fragmento de la obra llamada “El 3 de mayo de 1808 en Madrid” de

Francisco de Goya. En general se organiza y divide entre artículos, documentos, avances de investigación, dossiers, entrevistas, comentarios de libros y estadísticas sociales, según su propia denominación. Está dirigida por Juan Pegoraro4 y compuesta por un Consejo de Redacción y por un Consejo de Asesores que han ido variando con el correr de los años.

Ahora bien, la intención de esta investigación tendrá, como objetivo general, explorar cuáles fueron los usos del concepto de control social al interior de la revista

Delito y Sociedad a partir de un análisis teórico- metodológico de los artículos de la misma, el cual se encuentra lejos de sostener un binarismo como concepción epistemológica que pretenda disociar la teoría de la práctica.

Dicho material contemplado incluye aquí a los artículos propiamente dichos, documentos, seminarios, avances de investigación y dossiers, tal como aparecen nombrados en la revista. En efecto, en relación con el criterio de selección del material,

El IIGG tiene como misión fundamental “contribuir activamente al desarrollo de la producción científica de la UBA en el área de las Ciencias Sociales”. En su sede (ubicada en Pte. J. E. Uriburu 950, 6to piso, Ciudad Autónoma de Buenos Aires) se llevan a cabo proyectos de investigación de carácter básico y aplicado, impulsando la investigación social entendida como un instrumento imprescindible para enfrentar creativamente los complejos desafíos que plantea el orden social contemporáneo y contribuir a la construcción de una sociedad más equitativa, inclusiva y democrática”.

3 http://www.catedras.fsoc.uba.ar/pegoraro/

4 “Abogado (Universidad Nacional del Litoral); Master en Sociología (FLACSO-México); Prof. Titular de Delito y Sociedad. Sociología del Sistema Penal, en la Carrera de Sociología de la Fac. de Ciencias Sociales, UBA. Investigador Titular del Instituto Gino Germani (IIGG). Dirige el Programa de Estudios del Control Social (P.E.C.O.S.) y un Seminario Permanente del Control Social (de postgrado) de frecuencia semanal desde 1993 en el IIGG, y dirige “Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales”. Ha sido director de la Carrera de Sociología de la UBA. Profesor invitado en Universidades nacionales y extranjeras. Ha publicado numerosos artículos sobre el tema en Brasil, Ecuador, México, Italia, Venezuela, Colombia y España”. (Fuente: http://www.campusapp.com.ar/presentacion/pegoraro.html)

7 7 he tomado las publicaciones que presentan la temática del control social en sus títulos y otras en las que, aunque no se encuentre esa expresión en el encabezamiento, se refieren al tema debido a que se hallan divididas mediante un apartado correspondiente en el que se introduce el término. Accediendo, de esta manera, a la lectura de un total de treinta y nueve artículos, comprendidos entre los números 1 y 32 inclusive. Recopilación que luego de aplicar los criterios de selección mencionados en los párrafos anteriores, comprenden un conjunto de treinta y uno artículos.

Si bien tengo en cuenta los riesgos de realizar un recorte a partir de la denominación presente en los títulos, el que podría dejar por fuera otros trabajos; considero que el criterio de selección puede ser significativo de todas maneras. En este sentido, la intención de este recorte ha sido acceder a la mayor parte de las publicaciones referidas a esta cuestión, las cuales incluyen a las que en sus títulos o apartados contienen las palabras control o control social, para primero poder leerlas y luego tomar las más relevantes para un tipo de trabajo exploratorio.

En cuanto a los artículos de carácter teórico se tendrán en cuenta tanto a los autores que proceden de instituciones académicas nacionales como extranjeras; mientras que, en cuanto a los artículos de carácter empírico, esto es, aquellos que desarrollan un

“trabajo de campo”, se contemplarán sólo autores de pertenencia institucional argentina.

Esta distinción descansa en un interés por conocer, a través de la revista, qué cuestiones se han teorizado a lo largo del tiempo desde una mirada que se configura teniendo al control social como horizonte, ya sea desde el ámbito nacional o extranjero. Asimismo, si bien la revista ofrece artículos de corte empírico enraizados en distintos países, sobre los cuales se problematiza la temática del control social, escoger sólo investigaciones de origen argentino obedece a un interés por explorar la trayectoria de la producción

8 8 académica nacional sobre la temática, fomentada por Delito y Sociedad mayormente a partir de la generación de investigaciones empíricas.

Mientras, los objetivos específicos implicarán la búsqueda de diferentes visiones, de rupturas y continuidades, en cuanto al abordaje del término control social en Delito y Sociedad con la intención de observar variaciones, y de realizar un intento por construir categorías de análisis a través del estudio de los artículos.

De esta forma, y en lo que respecta a la estrategia metodológica en líneas generales y para la globalidad de las publicaciones, se tendrán en cuenta la temática de las mismas, el marco teórico, la definición del término control social y la relación con otros conceptos y autores, la época en la que se inscriben, y el espacio y el territorio sobre los cuales se desarrollan. En esta oportunidad, la propuesta descansará en presentar breves descripciones de los trabajos y en base a la consideración de las anteriores variables, realizar un esfuerzo por llevar adelante una categorización que aporte al análisis, a la organización del texto y a las conclusiones futuras.

En efecto, la sugerencia de trabajo será dividir el análisis de los artículos en dos series: la primera se corresponde con las publicaciones que la revista realizó durante la década del noventa, e incluye del número 1 al 14, es decir desde el año 1992 al año

2000; mientras que la segunda se corresponde con la primera década de los años dos mil e incluye del número 15 al 32, es decir desde el año 2001 al año 2011. Dicha división se realiza con el objetivo de buscar algún orden en las preocupaciones más relevantes de

Delito y Sociedad con respecto a la temática a lo largo de sus dos décadas de vida.

Teniendo en cuenta lo antedicho, en el primer capítulo me ocuparé en presentar brevemente un estado de la cuestión acerca de la temática de la seguridad ciudadana.

En un segundo capítulo, me abocaré al análisis de la primera serie de números de la revista Delito y Sociedad, en base a las condiciones planteadas más arriba, que

9 9 comprende desde el año 1992 hasta el año 2000 inclusive, dividiéndolo en dos secciones. La primera sección estará dedicada al análisis de los artículos de carácter teórico, cuyos autores podrán ser nacionales o extranjeros, tratando de realizar un análisis particular de los trabajos de cada uno de estos autores y a su vez, un análisis a nivel global de los mismos. La segunda sección estará dedicada al análisis de los artículos de corte empírico, poniendo el foco en autores nacionales, tratando de buscar un criterio de agrupamiento a partir de sus problemáticas.

En el tercer capítulo me dedicaré a examinar la segunda serie de números de la revista, que engloba los años comprendidos entre 2001 y 2011 inclusive, procurando reproducir las lógicas propuestas anteriormente.

Finalmente, el último apartado operará a modo de compendio alegando las reflexiones finales acerca del recorrido trazado a lo largo de la presente exposición.

10 10 2. CAPÍTULO I: Forjando las “anteojeras conceptuales” 

En esta instancia sería pertinente señalar el estadio de los desarrollos académicos dentro del campo de estudios del derecho, la seguridad y la justicia. En efecto, un aporte realizado en esta materia por Barreneche y Oyhandy (2012), sistematiza recientes contribuciones a través de la diversidad de las miradas ofrecidas por las ciencias sociales acerca de “las leyes”, “las justicias" y las distintas instituciones encargadas de accionar el monopolio de la coerción estatal. En este sentido, dichos autores señalan que a partir de la década de 1980 y ante los procesos de democratización, se ha asistido a una renovación al interior de este campo de estudios desde las ciencias sociales latinoamericanas. De esta forma, el estudio de lo legal deja de ser analizado como un entramado normativo inmutable para ser enmarcado dentro de una arena de conflictos que contempla las relaciones con otras esferas sociales, en tanto análisis de las interacciones entre los distintos actores gubernamentales y la sociedad civil. Asimismo comienzan a considerarse las tensiones entre la lógica jurídica con otras racionalidades que también intervienen en el funcionamiento cotidiano de las agencias de seguridad y de administración de las justicias, disputándose los sentidos legítimos de la legalidad, los derechos y la seguridad. Poniendo el foco en Argentina, sostienen que dicha renovación también se ha centrado en estudiar las diferentes intervenciones de aquellos actores y movimientos sociales con capacidad para orientar sus demandas a las instituciones judiciales y de seguridad. En esta sintonía, el Estado es entendido como un

“espacio de articulación del poder que se encuentra tensionado por disputas históricamente cambiantes” al interior de sus agencias en materia de gestión de  En alusión a la concepción de Foucault, Michel (1966), presente en Las palabras y las cosas, Siglo XXI Editores, México, 1982.

11 11 conflictos, es decir, que no es visto como un actor monolítico, sino en tanto construcción portadora de contradicciones. En consecuencia, la sociedad es analizada como una madeja de relaciones conflictiva y asimétrica, en la que se albergan múltiples desigualdades como las de clase, género y edad. Asimismo, advierten que bajo esta lupa se ha reconsiderado la capacidad de agencia de los actores subalternos en relación con las instituciones estatales, poniendo el foco en las luchas por el significado de la ley y la ampliación de derechos.

Según los autores, otra característica de esta renovación se apoya en el análisis del expediente judicial como fuente sobre la cual rastrear las disputas en torno a las instituciones jurídicas. Sostienen como nueva impronta, el viraje de la mirada hacia el interior de los tribunales, abordando las acciones cotidianas de jueces, funcionarios, peritos y legos, permitiendo conocer el rol de diversos actores en la difusión y aplicación de las normas. (Speckman Guerra, 1999; Barreneche, 2001; Palacio, 2004).

Los autores indican que a partir de la década del noventa el grupo de Antropología

Jurídica de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, se dedica a explorar el funcionamiento de la justicia penal de nuestro país a partir de la imbricación de redes familiares, profesionales y funcionales (Martínez, 2004, 2005; Tiscornia, 2004).

Asimismo, Barreneche y Oyhandy destacan como un campo muy reciente de investigación histórica el análisis interdisciplinario de las instituciones de seguridad, debido a que la historia de dichas instituciones estuvo ligada a su propia producción historiográfica. Dentro de este campo, señalan la producción acerca del rol de las fuerzas de seguridad durante la última dictadura militar realizada por los equipos de investigación de los organismos dedicados a la defensa de los derechos humanos, destacándose las contribuciones realizadas sobre el estudio de las fuerzas policiales por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) en nuestro país. En este marco, se

12 12 subraya el abocamiento al estudio de las agencias de seguridad centrado en el análisis de la violencia institucional y la persistencia del autoritarismo tras la recuperación democrática. Se indicaba entonces que los procesos de formación interna y la trama normativa de la institución policial perpetuaban una “concepción militarista de la seguridad”, tornándose visible mediante estas investigaciones el problema del uso ilegal y desmedido de la fuerza, identificando además un patrón policial represivo con un profundo sesgo clasista.

Por otro lado, se destacan los aportes realizados desde la UBA a partir del

Programa de Estudios del Control Social y de la Revista Delito y Sociedad, acerca de la problematización del concepto de control social desde una relectura crítica que articuló la perspectiva marxista con los trabajos de Foucault y con una revisión de los sociólogos del etiquetamiento. Esta concepción descansa en “el señalamiento del papel de los dispositivos penales en la reproducción de una sociedad desigual, la invisibilización de los delitos de cuello blanco y la identificación del carácter selectivo del castigo estatal”.

Así se subraya la centralidad de la obra de Foucault, sobre todo a partir de la recepción de Vigilar y Castigar en los estudios acerca de la penalidad en nuestro país. A través de conceptos como disciplina, saber/poder y dispositivo, dicha obra ha sido utilizada para pensar la imbricación entre los poderes dominantes (políticos, económicos, culturales) los discursos científicos y las prácticas de las instituciones de seguridad. Barreneche y

Oyhandy sostienen que desde esta perspectiva que conjuga los desarrollos teóricos de la criminología crítica, así como los foucaultianos y marxistas, las ciencias sociales nacionales se han centrado en analizar la relación de las instituciones penitenciarias con las transformaciones del régimen de acumulación capitalista -mayormente aquellas referidas al aumento del desempleo y el empobrecimiento-, y el gobierno de la cuestión social. En este sentido, mencionan como una de las referencias frecuentemente citada a

13 13 nivel local, la tesis elaborada por Waqcuant en Las cárceles de la miseria (2000), sobre la emergencia del Estado penal y el ocaso del Estado social.

Por otro lado, advierten que en la década del noventa surgen estudios (Saín,

2008; Frederic, 2008) dedicados a analizar los vínculos entre los gobiernos democráticos y las fuerzas de seguridad. En este sentido, indican que una de las conclusiones más difundidas de estos trabajos de proyección regional, a través del

ILSED (Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia), sostiene que la crisis del Estado en materia de justicia y seguridad pública fue causada por una delegación política -tácita o explícita- de la gestión y el manejo de estas cuestiones en la burocracia judicial y en la policía. También se señala que los estudios sobre las instituciones de seguridad incorporan los problemas de eficacia contra el delito y las demandas de rendición de cuentas. En este contexto, mencionan el desarrollo de investigaciones empíricas cualitativas (Kessler, 2004, Miguez, 2008) que, desde la sociología, abordan los problemas derivados de la relación entre juventud, trabajo, educación y trasgresión, en el marco de las profundas transformaciones socioeconómicas experimentadas por la sociedad argentina en dicha década. Otra novedad, destacada dentro del campo de estudios sobre la seguridad pública, es el abordaje en torno a la llamada sensación de inseguridad, a partir de la problematización del papel de los discursos mediáticos en la agenda pública, así como en la construcción de representaciones sociales y en la modificación de hábitos. (Martín, 2004; Vilker, 2007; Isla, 2008; Gutiérrez, 2006,

Murillo, 2008).

De esta forma, dentro de la revisión realizada por los autores se advierte el surgimiento de ciertos postulados como la definición del campo judicial en tanto arena de conflictos; los múltiples significados y prácticas en tensión que se disputan los sentidos legítimos de la legalidad y la seguridad; y la consideración de las diferentes

14 14 lógicas que intervienen en la cotidianeidad de las justicias y las agencias de seguridad, como las profesionales, burocráticas, jurídicas e ideológicas.

3. CAPÍTULO II: Sobre el concepto de control social durante

la década del noventa en “ Delito y Sociedad . Revista de

Ciencias Sociales”

Antes de abocarme al análisis de los artículos teóricos de la primera serie, me gustaría delinear y retomar algunas concepciones y conceptos que considero serán convenientes para iniciar la lectura de un trabajo que se propone hablar del control social en el marco de la construcción social de lo delictivo. Partiendo para ello, y a grandes rasgos, de ciertos artículos introductorios dentro de Delito y Sociedad que ofrecen distintas temáticas y posiciones relacionadas con el delito y el sistema penal debido a que constituyen preocupaciones centrales al interior de la misma.5 Poniendo de relieve aquellas que han abonado y sustentado la producción académica de la revista, con el sentido de rastrear, en líneas generales, cuál es la perspectiva teórica-política desde la cual se ha recogido la temática del control social al interior de ésta.

De esta forma, ya desde las primeras líneas de dicha producción académica se habla de la necesidad de analizar el establecimiento de un orden social y de su naturalización, poniendo el foco principalmente en el “funcionamiento real del sistema penal” y la construcción social de lo delictual; propósito que se presenta como una carencia de las ciencias sociales y de la sociología en particular, las cuales “(…) raramente incluyen en la reflexión sobre la construcción del orden social las conductas delictuales (1992:2).” En este sentido, Pegoraro señala que

“(…) el mantenimiento de ese determinado orden de las relaciones sociales, necesita del control social; ¿dónde y cómo se expresa?, ¿cuál es el observable de

5 Me refiero a Pegoraro, J. (1992), Presentación de la revista Delito y Sociedad; Pegoraro, J. (1993), De la teoría social al control social.

15 15 este control, de esta represión, de esta constitución, de esta producción? Vuelta a recordar las propuestas metodológicas de Foucault: más que fijarnos en lo que reprime el control social, o sea ese silencioso-sibilino casi- poder que se ejerce más que se muestra o declama, hay que ir detectando lo que construye, lo que promueve, lo que produce (1993:5).”

Y en este sentido, tampoco se deja de advertir una cuestión crucial que, como contracara de lo anterior, señala que “el orden social siempre genera a su vez resistencia, y hasta desorden y por momentos inestabilidad (1992:4).”

En efecto, en cuanto a la utilización del concepto de control social, Pegoraro

(1993) advierte que muchas veces se pierde de vista la importancia que éste encierra para la construcción de nuevas formas de subjetividad debido a que sólo se resalta la característica de la exterioridad. Así, para algunos “el control social no necesitaría ser analizado o criticado porque su fundamento sería la seguridad y el bienestar común; una concepción implícita de la peligrosidad de ciertos individuos (diferentes?) y de la amenaza a determinados bienes que se deben preservar (1993:5).” Aquí, el concepto de peligrosidad se trae a colación para señalar que “en virtud de él, el sistema penal en su conjunto se propone controlar con los castigos los comportamientos delictuales, pero también antes que estos violenten la normativa (1992:1).” En efecto, se configura al interior de la revista la intención de develar la hipótesis de que el sistema penal es parte de un todo cuyo objetivo es el “disciplinamiento social”, en donde la norma y su aplicación -o quita-, revela a quién castiga y a quién perdona, qué señala y qué oculta, dividiendo entonces al conjunto social en una parte sana y otra parte patológica, en una normal y otra anormal; constituyendo al delito como el producto de un conjunto de instituciones sociales. En consecuencia, Pegoraro pone de relieve aquello que se tomará en consideración como sistema penal, esto es,

“(…) por una parte en el plano teórico o discursivo (conjunto de instituciones y organismos dedicados a la creación y aplicación de normas penales) y también a su práctica, a su realidad, o sea el proceso de creación de las normas penales, y formando parte inescindible del mismo el proceso de aplicación de las normas penales. Tanto uno como otro necesitan ser investigados empíricamente en esta sociedad y ese será un gran desafío que enfrentaremos. (…) Nuestra preocupación

16 16 será el análisis de la ejecución de las políticas penales en una sociedad con un orden social construido -valga una vez más la aclaración- socialmente (1992:5).”

De esta manera, es interesante destacar el planteo de Pegoraro, quien sostiene:

“Desde siempre el sistema de recompensas y castigos sirvió y sirve para ordenar la sociedad; en suma como sabemos, la naturaleza del derecho penal reside en las formas y condiciones en las que se puede castigar una acción considerada violatoria de las normas dictadas por la sociedad

(1992:4).” Dicha afirmación pone de relieve una concepción de la sociedad como campo de batalla y no como un sistema de funcionamiento armonioso, donde los delincuentes y delitos son considerados en tanto anormalidades y patologías, siendo buena la conducta que aumenta la racionalidad del funcionamiento de la sociedad, y mala o patológica la que obstaculiza el trabajo de racionalización sobre el que descansa la sociedad moderna.

La visión foucaultiana es central dentro de la revista, por lo cual, podría ser relevante poner de relieve algunos de sus lineamientos teóricos. En suma, según

Foucault (2002) el poder es entendido no sólo como una cualidad negativa sino también como una cualidad positiva, capaz de construir realidad. Este dispositivo no sólo funciona excluyendo, también incluyendo, adiestrando, regulando, fabricando los cuerpos y produciendo tipos de saber y verdad que ayudan a mantener y extender las prácticas de dominación.6 Al analizar el poder, el autor no lo visualiza como un instrumento inherente a una determinada clase social, o a formas sociopolíticas, como el

Estado, por el contrario, lo conceptualiza de manera relacional, constituido y ejercido al

6 Según Foucault, un dispositivo es “(…) en primer lugar, un conjunto decididamente heterogéneo que comprende discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas, en resumen: los elementos del dispositivo pertenecen tanto a lo dicho como a lo no dicho. El dispositivo es la red que puede establecerse entre estos elementos (1984:128).” En relación al mantenimiento de una situación de dominación, Foucault sostiene: "He dicho que el dispositivo era de naturaleza esencialmente estratégica, lo que supone que se trata de cierta manipulación de relaciones de fuerza, bien para desarrollarlas en una dirección concreta, bien para bloquearlas, o para estabilizarlas, utilizarlas, etc… El dispositivo se halla pues siempre inscrito en un juego de poder, pero también siempre ligado a uno de los bornes del saber, que nacen de él pero, asimismo lo condicionan (1984:130).”

17 17 interior de las relaciones sociales; en donde el dominio de ciertos sectores sociales es visto como un predominio estratégico. Asimismo, el poder es local pero no localizable, es difuso, se encuentra en todas partes, conformando una red de relaciones de poder.7

En tanto modalidad y técnica de poder, la disciplina exige generalmente el encierro; sin embargo no configura un espacio homogéneo sino que organiza un espacio funcional, que tiende a estar fragmentado para descomponer lo colectivo y así vigilar las conductas individualmente. Las disciplinas exploran el cuerpo humano mediante una coerción continua, implican un cálculo sobre sus gestos, sus actitudes y sus comportamientos, tienden a producir un cuerpo individual, adiestrado, que se desarticula y se reconstruye. Pero para lograr este fin se toma a la consciencia como objetivo del poder; ésta atestigua que el poder se ha insertado en los cuerpos, que se dulcifican a través de las disciplinas. Las técnicas disciplinarias son susceptibles a adaptarse a resultados diferentes, articulándose con la idea de normalización: el poder se ejerce comparando unos individuos con otros, tarea que va a permitir la diferenciación entre éstos, jerarquizando o clasificando para luego excluir a aquellos que no se adecuen a la norma. Se establece así una correspondencia en donde la producción histórica del saber se ve relacionada con tecnologías de poder.

En este sentido, Foucault (1992) sugiere que las sociedades modernas son sociedades de normalización ya que la norma es lo que se puede aplicar al cuerpo que se quiere disciplinar como a las poblaciones que se quieren regular, constituyendo un tipo de sociedad donde se entrecruzan la norma de la disciplina y la norma de la regulación.

Así, en tanto dispositivo de poder, el objetivo de la biopolítica (2006) es el cuerpo múltiple y, a través de mecanismos de previsión y de estadística, busca el equilibrio de

7 En efecto, Foucault sostiene que “(…) las relaciones de poder son las que los aparatos de Estado ejercen sobre los individuos, pero asimismo la que el padre de familia ejerce sobre su mujer y sus hijos, el poder ejercido por el médico, (…) el poder que el dueño ejerce en su fábrica sobre sus obreros (2012:42).”

18 18 la población, su regulación y normalización. Se organiza en torno a la vida y su configuración útil, no sólo para su conservación sino sobre todo para su gobierno, su disposición y su reproducción controlada, con el objetivo de fortalecer las fuerzas del

Estado.

Pues bien, con respecto a la temática del castigo, y con el objetivo de presentar una línea de pensamiento diversa, que atribuye a la sociedad una naturaleza orgánica y cooperativa, y considera contingentes las actividades delictivas, también sería interesante recurrir a la interpretación de Durkheim. La misma nos permitirá, mediante la contraposición, poner de relieve el enfoque teórico-crítico sobre el cual se erige

Delito y Sociedad.

Así, Durkheim sostiene que: “El lazo de solidaridad social a que corresponde el derecho represivo es aquel cuya ruptura constituye el crimen; llamamos con tal nombre a todo acto que, en un grado cualquiera, determina contra su autor esa reacción característica que se llama pena (2004:73).” Y dirá que el delito no tiene una característica inherente que lo convierta en delictivo, ya que un acto es considerado criminal porque una sociedad lo castiga: “(…) no hay que decir que un acto hiere la conciencia común porque es criminal, sino que es criminal porque hiere la conciencia común. No lo reprobamos porque es un crimen sino que es un crimen porque lo reprobamos (2004:84).” La noción de conciencia común o colectiva hace referencia a las creencias y sentimientos comunes presentes en el término medio de los miembros de una sociedad, los cuales funcionarían como una fuerza unificadora. Dentro de esta visión, la función de la pena no es corregir al culpable o prevenir el delito, sino la de mantener la cohesión social, teniendo como objetivo la preservación de la conciencia colectiva, la cual se reforzaría con la reacción punitiva ante hechos que perturban aquellos sentimientos comunes. Por el contrario, el eje foucaultiano radica en

19 19 “analizar los métodos punitivos no como simples consecuencias de reglas de derecho o como indicadores de estructuras sociales, sino como técnicas específicas del campo más general de los demás procedimientos de poder. Adoptar en cuanto a los castigos la perspectiva de la táctica política (2002:30).”

De esta forma, Foucault percibe al castigo como una “función social compleja”, en donde el sistema penal es mucho más que una forma de reprimir delitos ya que extiende el control a todo el cuerpo social ocultando relaciones asimétricas de poder. En esta misma clave, la concepción disciplinaria de Foucault (2002), se sintetiza en aquella institución caracterizada por la intersección entre el poder codificado de castigar y el poder disciplinario de vigilar. Así, la prisión se entiende como reformatorio íntegro del individuo; el aislamiento asegura que se ejerza sobre los condenados un poder ininterrumpido. No obstante, Foucault considera que la prisión no tiene como objetivo suprimir las infracciones, sino distinguirlas, clasificarlas, distribuirlas. Los castigos tienden a organizar la trasgresión de las leyes en una “táctica de sometimiento”. El poder-saber ha producido el delincuente como sujeto patologizado: es un ilegalismo que el sistema penal ha organizado y definido. Asimismo, la multiplicidad de técnicas carcelarias se extendendería a toda la sociedad, que se encuentra invadida por jueces de la normalidad y por instituciones que se dedican a ejercer un poder normalizador. En efecto, la visión foucaultiana se erige como piedra de toque al interior de la revista, la cual entiende que el orden social naturalizado, como producto de este poder normalizador, es sinónimo de mantenimiento de la dominación política. Así, al finalizar la presentación de la revista, Pegoraro señala “(…) con un breve repaso de los interrogantes sobre el orden social que quiere decir sobre el mantenimiento de la dominación política, abrimos esta revista a la sociedad. El delito no puede entenderse como una robinsonada

(1992:8).”

En suma, la intención de este repaso ha sido recuperar distintas visiones y objetivos de la revista Delito y Sociedad al momento de su fundación, la cual tras veinte

20 20 años de su aparición continúa trabajando en la producción académica de las ciencias sociales justo allí donde se consideró que había un déficit, un espacio que era necesario problematizar y atender. En relación con ello, la elección del nombre de esta publicación denominada “Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales”, podría ser consideradA como una impugnación a esa carencia encontrada dentro del campo científico social, como un emblema que se consideró y se considera necesario enarbolar justamente desde esta visión del mundo. Con todas las certezas e incertidumbres que acarrea una tarea de dicha envergadura, su continuidad a través del tiempo hoy nos habla del carácter inacabado que implicó y que implica asumir dicho proyecto y del abordaje de sus problemáticas, dando cuenta asimismo de la tenacidad en el recorrido realizado por la revista.

21 21 3.1. El control social y sus diferentes significados: entre la coerción y el

consenso social

Ahora bien, sin dejar de orientarse hacia una configuración que pretende

fundarse sobre un carácter minucioso y a la vez exhaustivo, las presentes descripciones

de los artículos se estructuraron en base a límites explícitamente establecidos, es por

ello que para la profundización de las temáticas aquí ofrecidas (y de tantas otras), así

como para la concretización de lecturas en base a otros criterios, se recomienda por

sobre todo, recurrir a las fuentes originales de los mismos.

Pues bien, tomando como punto de partida la primera serie de análisis que aquí

se corresponde con las publicaciones que la revista ha realizado durante la década del

noventa, en esta sección el foco estará puesto en distintos artículos de corte teórico,

estos son:

Cuadro nº 1: Teoría social y control social durante los años noventa

Autor Título del artículo Procedencia Número Año La Gaceta de la Moralidad: El castigo, la Universidad Darío Melossi economía y los procesos hegemónicos de control de California 1 1992 social (EE.UU.) Universidad Morris Janowitz Teoría social y control social de Chicago 6/7 1995 (EE.UU.) Universidad Gustavo Herbel Hacia nuevas formas de control de Bs. As. 6/7 1995 (Argentina) Universidad de Cambridge Collin Sumner La decadencia del control social (Gran 8 1996 Bretaña) Universidad Thamar Pitch ¿Qué es el control social? de Camerino 8 1996 (Italia) Universidad Roberto Bergalli El sistema penal contemporáneo: una forma de Barcelona 8 1996 violenta de control social (España) Fuente: elaboración propia.

22 22 3.1.1. Morris Janowitz y el control social como mecanismo de cohesión social

Ahora bien, promediando la década de los noventa, Delito y Sociedad publica diferentes artículos cuyos autores se dedican a la reconstrucción y sistematización de la historia del concepto control social en la teoría social. La primera de estas publicaciones es la de Morris Janowitz, quien se dedica de manera exhaustiva a dicha empresa.8 En líneas generales el recorrido histórico trazado por el autor se realiza de Norteamérica a

Europa y aparece ligado con temas como orden social, internalización de normas y regulación social, tomando autores como Durkheim, Park, Parsons y Ross.

En efecto, Janowitz (1995) plantea que a comienzos del desarrollo de la sociología como disciplina, desde Auguste Comte y los sociólogos influidos por éste, la idea de control social, enmarcada dentro de una preocupación mayor por el orden social, fue central para analizar la organización social y el desarrollo de la sociedad industrial, desde la perspectiva del progreso social y de la reducción de la irracionalidad en el comportamiento social. Así, postula que el término control social tiene continuidad porque puede entenderse como un compromiso de los grupos constitutivos en una sociedad para comportarse sobre la base de ciertos valores morales (racionalmente aceptados e internalizados) referidos, por lo menos, a dos elementos, la reducción de la coerción (aunque se reconozcan los irreductibles elementos coercitivos en un sistema legítimo de autoridad) y la eliminación de la miseria (aunque se reconozcan ciertos grados de desigualdad). De esta forma, considera que lo contrario a control social sería pensado como un control coercitivo. Mientras, con respecto al debilitamiento de este compromiso expone que,

“En un periodo de Control Social debilitado e ineficiente en las sociedades industriales avanzadas, los continuos conflictos y la desintegración son resultados 8 Artículo originalmente publicado en EE.UU. en el año 1975, traducido por Juan Pegoraro y revisado por Máximo Sozzo.

23 23 alternativos o aun simultáneos. La desintegración social implica una reducción en la capacidad de un grupo de controlar el comportamiento de sus miembros (…) (1995:28).”

Así, inicialmente, y bajo una perspectiva consensualista de la noción de control social, los sociólogos intentaron enfocar lo macrosocial, es decir, el comportamiento colectivo en cuanto a las normas morales y la formación de códigos legales, la emergencia de los mass media así como las tradiciones, las costumbres y la religión.

La construcción del autor en cuanto al uso del término expone que éste apareció primeramente en los escritos de Ross9 en 1894, quien utilizó el concepto para explicar cómo los hombres consiguen vivir juntos en armonía, abocándose al estudio de los mecanismos de persuasión, tanto interpersonales como institucionales.

Alrededor de 1920 en EE.UU., el término control social se ligaría con las cuestiones de política social y trataría los problemas de la desviación. Los sociólogos de este periodo no percibían el control social como un mecanismo de conformidad, e incluían la cuestión de cómo la sociedad cambiaba y se regulaba a sí misma.

Asimismo, Janowitz presenta las ideas de MacIver10, quien sostenía la idea de que el control social era el equivalente moderno del clásico tema del orden social. Control social hacía referencia a los mecanismos institucionales por los cuales una sociedad regulaba los comportamientos individuales y la manera en que esos comportamientos

9 “ (1866-1951) Nace en Illinois (EE.UU.). En Nebraska, Ross publicó una de sus obras más famosas, Social Control (1901), en la que se analizó la estabilidad de la sociedad en cuanto a la simpatía, la sociabilidad y la justicia social. En sus Foundations of Sociology (1905), creó una teoría global de la sociedad. En 1908 publicó Social Psychology, en busca de ampliar las ideas del sociólogo francés Gabriel Tarde. En 1920 se publica Principles of Sociology realizado junto con Howard y Libra. Muere en Madison (EE.UU.). Ross creyó que el propósito principal de la sociología fue identificar y curar los males de la sociedad”. (Texto original en idioma inglés, traducción propia) Fuente: American Sociological Association: http://www.asanet.org/about/presidents/Edward_Ross.cfm

10 “Robert Morrison MacIver (1882-1970) Nace en Stornoway (Escocia). Fue autor de numerosas obras de sociología, política y delincuencia juvenil. Algunos de estos incluyen: Society: Its Structure and Changes (1931), The Web of Government (1947), Social Causation (1964), The Prevention and Control of Delinquency (1966), Politics and Society (1969), y On Community, Society, and Power; Selected Writings (1970). Creyó en la compatibilidad entre el individualismo y la organización social, su trabajo influyó en la creación de nuevas teorías de la democracia. Muere en Nueva York (EE.UU.)” (Texto original en idioma inglés, traducción propia) Fuente: American Sociological Association: http://www.asanet.org/about/presidents/Robert_MacIver.cfm

24 24 estandarizados abonaban el mantenimiento de la organización social. Asimismo,

MacIver emparenta el control social con la cuestión de la coerción en tanto fuerza legítima, postura cercana a las orientaciones de Weber; la problemática estaba relacionada con el aumento o la disminución de la coerción. A partir de los años ´30, las preocupaciones teóricas y empíricas de la sociología americana impactarían en el pensamiento europeo a través de Mannheim, quien señaló el rol de las instituciones parlamentarias en los procesos de control social en las sociedades industriales avanzadas; ya que según él la libertad de elección fue un tipo particular de control social para que la sociedad de masas no degenerara en comportamientos autoritarios.

Por su parte, Janowitz recalca que a partir de 1945 los teóricos funcionalistas mantienen una inquietud por la temática desde el análisis del comportamiento en base a una internalización normativa. Así, autores como Parsons11 se centraron en la cuestión del orden social; quien en 1951 utiliza su análisis del control social para explicar el comportamiento desviado.

En suma, para Janowitz, el control social ha sido un concepto básico en el origen y desarrollo de la sociología ligado estrechamente con una preocupación por los elementos de un orden social; contemporáneamente reconoce esta perspectiva tradicional bajo el mote de “regulación social”. Concluyendo que

“El núcleo elemental del concepto de control social es la idea de autorregulación del grupo –ya sea un grupo primario cara a cara o un estado-nación. En esencia, el control social es una perspectiva sobre la organización social, una perspectiva que enfoca el resultado de los mecanismos regulativos (1995:29).”

De esta forma, su análisis del control social se halla fuertemente anclado a una concepción normativa del accionar social con respecto al orden social establecido, de 11 “ (1902-1979) Nace en Colorado (EE.UU.) Contribuyó al campo de la teoría sociológica, sobre todo a través de su desarrollo de una “teoría general de la acción” centrada en la elaboración de un conjunto de conceptos sobre los determinantes de la conducta humana. Sus obras más importantes fueron Structure of Social Action (1937), Social System y Towards a General Theory of Action, (ambas publicadas en 1951). Muere en Múnich (Alemania)” (Texto original en idioma inglés, traducción propia) Fuente: American Sociological Association: http://www.asanet.org/about/presidents/Talcott_Parsons.cfm

25 25 manera que control social y coerción aparecen como mecanismos opuestos de regulación social. Asimismo, dentro de su análisis emerge la relación entre control social y la teoría social funcionalista, sobre todo a través del término desviación.

3.1.2. La “decadencia” del control social : de la regulación comunitaria al management de la “desviación”

Por otro lado, Delito y Sociedad publica un trabajo de Colin Sumner (1996) referido a “la decadencia del control social”, en tanto señala su cuestionamiento como

“proyecto” a partir de los años ´60, en EE.UU. y en Europa del Norte, territorios identificados por el autor como sus centros originales.12 En efecto, señala que “la fantasía del control de los asuntos sociales” y el estatismo han sido reemplazados por la desesperada utopía de management de “espacios problemáticos”, con sus contadores y gestores para llevar adelante las funciones de control y prestación de servicios; abandonando a la socialdemocracia y las políticas de consenso. Según Sumner,

“La regulación intra-familiar, intra-comunitaria e intra-instucional, tan central para el viejo proyecto del control social, es sacrificada a las habilidades manageriales rápidamente asimiladas fundamentalmente a la capacidad de “recortar” de acuerdo a los ampliamente desacreditados principios de la economía de mercado (…) (1996:11).”

Para referirse a las raíces del concepto de control social se dirige a Park13, y esboza que este autor recupera el esfuerzo durkhemiano por cultivar la regulación social en una sociedad moralmente desregulada y desarrolla el concepto en la sociología americana en los años ´20 en oposición a nociones previas y consensualistas como la de

12 Presentado en Barcelona, (España) en el año 1993. Traducción: Rosana Abrutzky, revisión: Máximo Sozzo.

13 “Robert Ezra Park (1864-1944) Nace en Pensilvania (EE.UU.) Fue autor de Introduction to the Science of Sociology (con E. W. Burgess, 1921); The Immigrant Press and Its Control (1922); The City-Suggestions for the Study of Human Nature in the Urban Environment (1925); en 1950 publica Race and Culture. Una lista parcial de los ámbitos en los que hizo contribuciones significativas incluiría: las relaciones raciales, la comunidad, el desarrollo de la personalidad, la patología social, la ecología humana, la organización institucional, la conducta colectiva, el sectarismo, el periódico (como institución), así como métodos técnicos y la lógica de las ciencias sociales. Muere en Tennessee (EE.UU.)” (Texto original en idioma inglés, traducción propia) Fuente: American Sociological Association: http://www.asanet.org/about/presidents/Robert_Park.cfm

26 26 Ross. En el sentido de la Escuela de Chicago, control social implica la participación de públicos diversos e informados en la formación de asociaciones que son significativas para ellos y que funcionan para regular las consecuencias del capitalismo desregulado.

Así, relaciona el surgimiento del concepto con “el pluralismo liberal del siglo veinte”.

Según Sumner, este sentido del término emergió con el ascenso del New Deal de los años ´30, siendo un intento por rescatar el capitalismo de sus contradicciones intrínsecamente desintegradoras. Asimismo, señala que el concepto de control social es muy indiferenciado, ya que de acuerdo con el uso de los años ´60, cualquier asociación puede ser vista como una agencia de control social dentro del sistema social, y de esta forma, el concepto podría referirse tanto al intervencionismo de un Estado benefactor o a una forma totalizante de represión estatal que invade todos los rincones de la sociedad.

En este sentido, manifiesta que “(…) las cuestiones claves acerca de cualquier instancia de control social son: 1. qué hay de social en ella misma; 2. a quién controla; y 3. con qué propósito (1996:16).”

Y en relación con el concepto de desviación sostiene que “(…) en la sociología más conservadora y funcionalista (…) el control social es simplemente concebido como la dimensión normativa de la vida social que define y censura la desviación (1996:16).” Según el autor, a partir del uso del término en la sociología parsoniana post-1945, el control social puede ser duramente criticado por su “inocencia política” de asumir que los controles informales, o a nivel de la comunidad, no se tornarían extensiones ideológicas de la intervención estatal en la vida cotidiana, poniendo de relieve una relación entre control social estatal (o formal) y control social informal.

Según el diagnóstico del autor, el concepto de control social ha perdido sus bases fundamentales, manifestando que,

“(…) existe una clara decadencia del control social que aflora (…) cuando los individuos se sienten constreñidos a un orden, institución o proceso social. (…) Los neoconservadores no pueden quejarse del aumento del crimen cuando han hecho

27 27 tanto por destruir los lazos sociales que desalentaban a la gente de cometerlo. (…) es nuestra tarea, irónicamente, comenzar la búsqueda de nuevas formas de ligazón social que puedan comenzar a detener la marea de desvinculación de cualquier compromiso social (1996:22).”

Así, el artículo de Sumner aborda la historia del concepto control social dentro de la sociología norteamericana dirigiéndose a Park y Ross para hacer referencia a su surgimiento; señalando el sentido del término en tanto regulación y lazo social para mostrar luego el abandono de este uso. Introduce la diferenciación entre control social estatal y control social “informal”, siendo este último aquel instalado en la sociedad civil. Por otro lado, trata la relación del concepto con la temática de la desviación desde el interior de los enfoques funcionalistas. Entre las referencias bibliográficas se destacan autores como Cohen, Mead, Melossi y Park.

3.1.3. Control social : de la autorregulación a la dominación social

Al igual que Janowitz y Sumner, Roberto Bergalli (1996) ubica el surgimiento, dentro de la sociología norteamericana, de la expresión control social a través de Ross y el desarrollo de la temática de la integración de los grandes flujos migratorios que formaron la sociedad de masas de EE.UU. El autor señala que Ross suele ser criticado por ser partidario de una aceptación de valores universales; en cambio, plantea que con los trabajos de Park y Mead, la idea de control social le otorga a la comunicación la capacidad de integración, pero teniendo en cuenta la gran heterogeneidad social que la inmigración conllevaba. De esta forma, a través de esta mirada sobre el control social los individuos serían los responsables de adquirir una disciplina por medio de la cual no se requiera que sea una instancia superior la que sostenga e imponga los valores sociales en torno a los que se produce el orden, sino que sea la propia interacción social la que produzca la adhesión a los valores que se construyen al interior de la sociedad. Esta perspectiva se apoyaría en el distanciamiento del concepto de control social del concepto de control público, en el sentido de estrategias disciplinarias surgidas desde el

28 28 Estado, como aquellas “formas organizativas” que el derecho pueda imponer. Sin embargo, a partir del Big Crash y los efectos del New Deal, se produce un movimiento desde esta idea de control social que postula un alejamiento de la intervención estatal, hasta el regreso a reconocer en el derecho estatal el ejercicio de la organización de la convivencia. Este pasaje se consolidaría a través de la obra de Parsons, donde el concepto de control social aparece absolutamente orientado hacia el control de la desviación, la que luego será tipologizada por Merton.

En esta construcción conceptual, Bergalli señala que al culminar el auge del estructural-funcionalismo como teoría social, y al haberse agotado la Welfare Age, la categoría de la desviación y el control social pensado en relación a ésta se desvelaron como expresiones de la “censura social”, es decir, represión y exclusión sociales.

Procesos que, al combinarse con las formas expresivas del poder y de la economía, resultarían ser las características más importantes de las prácticas contemporáneas de dominación y regulación social.

Ahora bien, luego de realizar este breve recorrido histórico el autor propone, desde una perspectiva crítica enraizada en la consideración del mantenimiento de un orden social desigual, analizar el concepto de violencia en el marco del control social enfocado en el funcionamiento contemporáneo de los sistemas penales europeos, considerados como un instrumento de “disciplina y control social” por parte del sistema político. Su análisis establece una relación entre el concepto de violencia interindividual abonado por el pensamiento criminológico tradicional por un lado, y entre el concepto de violencia estructural y el pensamiento criminológico crítico por el otro. Parte de aquella concepción política europea que explica la necesidad de concentrar la violencia en manos del Estado para mantener el orden social, y de esta forma aduce que la mayor legitimidad de la violencia que ejerce el sistema penal (SP) se alcanza en las sociedades

29 29 capaces de satisfacer el nivel de bienestar prometido por la forma Estado-social y democrática del derecho.

En efecto, el artículo de Bergalli también se centra en EE.UU. para abordar la reconstrucción histórica del uso del término, en donde se señala nuevamente el significado de control social como regulación social en los orígenes del concepto, además del surgimiento de la temática de la desviación a través de los análisis de

Parsons y el estructural-funcionalismo. Asimismo, a lo largo del recorrido propuesto se muestra la existencia de dos formas de concebir el control social, una lo ubica en las interacciones sociales dentro de la sociedad civil y otra lo ubica a nivel de la intervención estatal por medio del derecho y del sistema penal como estrategias de disciplinamiento social. Puntualmente, su trabajo se impregna de la relación entre control social, violencia, sistema penal, derecho, delito, sistema político, disciplina, dominación social, polarización social, orden social y Estado de Bienestar, sobre todo en el contexto europeo, desde la perspectiva de la criminología crítica. Entre la bibliografía citada encontramos autores como Foucault, Garland, Melossi y Pavarini,

Sumner y Sutherland.

3.1.4. El control social como productor de sentidos: “lo normal” y “lo patológico”

Por otro lado, el artículo de Thamar Pitch (1996) sistematiza el concepto de control social alrededor de la articulación entre coerción y consenso delimitando estos usos dentro de distintos enfoques teóricos, entre los cuales se señala el de Parsons.14

Asimismo, control social aparece ligado con los términos Estado, desviación, normalización, subjetividad y peligrosidad social. También emerge la diferenciación, desde la perspectiva penal, entre control social duro y blando. Y dentro de los autores citados encontramos a Cohen S., Foucault, Janowitz, Melossi, Parsons, Pavarini.

14 Publicado originalmente en Italia en el año 1988. Traducido por Máximo Sozzo.

30 30 Pitch (1996) sostiene que el debate contemporáneo en torno al control social es preponderantemente anglosajón y expresa que existen incertidumbres alrededor de la individualización de los procesos así designados. Postula que, desde la óptica de las ciencias sociales europeas y norteamericanas “el problema del orden, o bien, cómo se obtienen espontáneamente (esto es, en modo no coercitivo) cohesión ética y organización social, deviene el problema del control social (1996:53).” Entonces, bajo esta mirada, el control social es aquello que produce consenso antes que aquello que reprime. Contrariamente, control social entendido como represión, aplicada al portador de sentidos amenazantes, denota una lectura que remarca la heterogeneidad y el antagonismo de objetivos de control con respecto a los actores y grupos sociales.

Desde una perspectiva foucaultiana argumenta que, por un lado, se puede entender el control social en tanto categoría creadora, productora de sentido, por otro lado, puede ser leído como represión, la cual debe ejercitarse sobre algo preexistente entendido como amenazador. En este sentido, introduce la cuestión del objeto del control; para plantear que, bajo la acepción de control social como “productor de consenso”, toda interacción tiene funciones de control social, ya que se basa en reproducir un universo de significados compartidos que es lo que hace posible la interacción misma. Pero, bajo esta perspectiva, si este orden dado, y consecuentemente la comunicación intersubjetiva, es perturbado, aquellos mecanismos antes diluidos del control social aparecen en primer plano postulando un “otro-lugar del control” sobre el cual intervenir e interactuar.

La autora expone que dentro de los enfoques teóricos, como el de Parsons o los que parten de él, que consideran a la interacción como comunicación intersubjetiva

“racional”, el control social se refiere a los procesos de inducción a la conformidad como forma de autorregulación sistémica, en los que la interacción reproduce el orden y viceversa, y donde la connotación creativa del control permanece inactiva dado que éste

31 31 no tiene un objeto sobre el cual intervenir. Dentro de los enfoques parsonianos, coerción sería gestión de lo “irracional”, siendo el sentido producido por ésta el único racional.

La categoría de represión sería incompatible con estos presupuestos ya que implicaría la existencia de un “otro-lugar productor de sentido” que no es posible reconocer.

En cuanto a la relación entre control social y desviación entiende que la última indica tanto aquello que se ha desacoplado de los procesos de control social “primario” como aquello que el control “secundario” debe contener, reorientar o reprimir. Señala que hablar de desviación conlleva dos cuestiones, asumir la existencia de un “otro-lugar del control”, lo cual implica buscar las causas de la desviación al interior de un modelo de orden como principio constitutivo del sistema, y pensar a ese “otro-lugar del control” sin autonomía de discursos o lógicas; de manera que la desviación vendría a constituir el campo de acción del control, que la delimita y define.

Para Pitch,

“Qué cosa es señalada como “control” (…) depende, en gran medida, del surgimiento de actores en conflicto que, al reivindicar una propia “subjetividad” (social, política) y al jugarla como fundamento y/o como proyecto, denuncian como procesos de control social, o como procesos orientados a ocultar o impedir la obtención de esta subjetividad, ámbitos hasta entonces vividos y experimentados como neutros. (…) El otro-lugar del control, su objeto, no puede entonces sino ser, en sí mismo, móvil, no simplemente resistencia a la imposición, sino construcción en el conflicto, en la interacción con procedimientos determinados de normalización, considerados como constricción (…) (1996:59).”

Es interesante destacar aquí el uso de la palabra “subjetividad”, como una novedad con respecto a los demás trabajos. En efecto, Pitch plantea que a nivel operativo,

“La categoría de control social no individualiza procesos particulares, no recorta un área específica de objetos sociales, sino que, en cambio, es el punto de vista que tiene en cuenta (…) los aspectos que contribuyen a la producción de lo bueno y lo malo, de lo normal y lo patológico: qué procesos y qué objetos deben en modo privilegiado ser analizados según esta clave de lectura dependerá de la interacción entre los intereses culturales y políticos del observador, la dislocación de los conflictos y el surgimiento de nuevos actores sociales (1996:59).”

De esta forma y con el objetivo de delimitar y sistematizar el uso del término, sugiere tres áreas de procesos para abordar la cuestión del control social, una, la

32 32 “tradicional”, el funcionamiento de las instituciones que definen y gestionan lo anormal: el derecho, el sistema penal y las instituciones psiquiátricas; otra, el funcionamiento de las agencias relacionadas con la distribución de servicios y recursos (económicos, psicológicos, sanitarios) en la medida en que contribuye a la producción de lo “normal”

(y viceversa); y por último; las actividades de grupos y movimientos sociales productoras de nociones de lo que está bien (y viceversa). Así, desde su visión, el control social puede pensarse como distintos procesos que se dan tanto desde el Estado como desde la sociedad civil.

Por otro lado, Pitch plantea que con la crisis del Welfare State a partir de los años

´70, en Europa y EE.UU., la hipótesis rehabilitadora es abandonada y surge desde la visión neoliberal el modelo de la incapacitacion que sostiene que los “criminales” no deben ser recuperados sino puestos en situación de no causar daños. De esta forma, los sistemas de control social, desde la perspectiva penal, se bifurcan en dos direcciones, por un lado, el control segregativo, represivo, concretizado en el “tipo de autor” y orientado a la incapacitacion de un “núcleo duro” despojado de cualquier posibilidad de reintegración social. Por el otro, la difusión de un control blando, descentralizado territorialmente, dirigido a “todos los otros”. De esta forma, manifiesta que, en relación con estos procesos, aparece la noción de peligrosidad social para señalar todo aquello que no es susceptible de rehabilitación y para evocar la responsabilidad del sistema penal en cuanto a su tratamiento.

3.1.5. El papel del control social en la producción de hegemonía

Darío Melossi (1992) plantea la necesidad de articular los conceptos de control social y hegemonía en relación al sistema de justicia criminal. Emerge entonces la relación entre delito, castigo y control social basándose en los aportes realizados por

Foucault sobre las instituciones carcelarias y la disciplina, así, “(…) el espectáculo del

33 33 castigo funcionaría como medio de control social sobre aquellos cuya posibilidad de llevar adelante un estilo de vida que incluya implicaciones delictivas es altamente improbable

(1992:49).” Según Melossi, la pena es utilizada para redefinir el carácter moral general de la sociedad, en donde la intensidad del castigo tiende a regular la postura de la sociedad hacia la desviación en general. De esta manera, el principal propósito del castigo sería su utilización social simbólica, como una “gaceta oficial de la moralidad”, a través de lo que Melossi llama “élites morales”, es decir, aquellos individuos y grupos que tienen éxito en expresar las posiciones morales que se transformarán eventualmente en hegemónicas; considerando la existencia de conflictos que se desarrollen al interior de esas élites bajo la forma de proyectos ideológicos que compiten entre sí. Este proceso señalaría lo que Melossi denomina “control-social-en-acción”, esto es, la producción de hegemonía, además del control social referido a los enunciados de los reformistas penales. En este sentido, enuncia que

“la sensibilidad cambiante de la sociedad tiende en realidad a variar de acuerdo a la sensibilidad de sus élites. Los miembros de la sociedad aprenden a creer que los intereses y enemigos de las élites son sus propios intereses y sus propios enemigos. Esto solo es, mínimamente, el resultado de intencionalidades conspirativas. Es en realidad parte de lo que denominamos hegemonía (1992:53).”

De esta forma, la criminalidad y su represión serían partes constitutivas de las relaciones hegemónicas, funcionales a los intereses de aquellos que detentan el poder. En este contexto, la finalidad del control social no sería la eliminación de criminalidad postulada por los criminólogos “oficiales”, sino la reproducción de las relaciones sociales y políticas típicas de una formación social, económica y cultural.

En suma, este trabajo procura establecer una discusión en torno a las relaciones entre control social y producción de hegemonía, mediante la articulación de conceptos como desviación, castigo y élites morales, y en cuanto a los autores citados encontramos a Becker, Cohen S., Durkheim, Foucault, Garland, Mead G., y Sudnow.

34 34 3.1.6. El control social duro y blando al calor de las dinámicas productivas mundiales

Mientras tanto, además de los artículos referidos a la historia del concepto,

Gustavo Herbel (1995) pone de relieve la relación entre control social, orden económico neoliberal y desviación, anclada en el contexto de la crisis del Estado de Bienestar, haciendo referencias a Europa y América Latina. Dentro de los autores citados se destacan Bergalli, Cohen, S., Foucault, Habermas, Pavarini.

En efecto, Herbel aborda la relación tejida entre la reproducción social y económica y la gestación de nuevas formas de control para administrar conflictos. Parte del programa del Welfare State dirigido a la reducción de desigualdades socio-económicas donde se dio preponderancia a los procesos de control social denominados “primarios”, esto es, escuela, familia, esparcimiento, mecanismos asistenciales, etc. Sin embargo señala, al igual que Sumner, que esta dinámica social comienza a resquebrajarse a fines de la década del ´60, a partir de la concentración empresarial y tecnológica, y la consiguiente reducción del mercado de trabajo tanto en los países centrales como en los periféricos, proceso que habría provocado una

“deslegitimación del estado asistencial”, con lo cual plantea que,

“comenzó a motorizarse una reversión de los mecanismos de control social; imposibilitados los gobiernos de licuar los conflictos sociales con mayor asistencialismo por falta de recursos, se vieron abocados a la tarea de priorizar los sistemas de control llamados “secundarios” (como ser organismos de seguridad, cárcel, etc.) (…) (1995:181).”

De manera que Herbel se presenta como otro autor de esta serie que señala dos formas de entender el control social, reflejadas en la diferenciación de sus mecanismos: una como productor de consenso y de lazos sociales y otra como aplicación de coerción.

En referencia con el plano punitivo dentro del contexto latinoamericano, afirma que resulta “físicamente inviable” el mantenimiento de un sistema de seguridad que contenga a las mayorías desplazadas y pauperizadas producto del orden neoliberal, mediante las denominadas por Foucault “instituciones de secuestro” (cárceles,

35 35 hospitales, manicomios, etc.) ya que se trata de la mayoría de los habitantes de las grandes ciudades de esta región. Según el autor, a este nuevo ciclo económico social le corresponde una nueva estrategia de control social, situación que lleva a que el Estado economice su propio ejercicio del poder y defina centros conflictivos para concentrar su acción contra los actos que generen alarma con respecto a la continuidad de las relaciones sociales mantenidas por éste. De esta manera, la intervención estatal se concentraría en la protección de los bienes de los sectores privilegiados -que paralelamente recurren a servicios privados de seguridad-, reduciendo el contacto con los sectores empobrecidos a un accionar meramente confrontativo. Así, los espacios marcados como portadores de conductas desviadas, esto es, ámbitos de exclusión social, legitiman intervenciones coercitivas aún a costa de la legalidad, y en relación a ello el autor menciona el papel de los medios de comunicación en la generación de valores y formas de comportamiento.

En efecto, Herbel sostiene que las sociedades postmodernas se hallan fracturadas entre los beneficiarios del circuito tecnológico-productivo y los marginados del sistema; sin que se pueda llevar a cabo una “estrategia de control” que mantenga la estabilidad en la organización social ante las cada vez mayores franjas sociales que sobreviven accediendo a los bienes de consumo por medios no legitimados por el sistema de producción, es decir, a través del “delito”.

36 36 3.2. Recapitulación preliminar

Ahora bien, este recorrido permite dar cuenta de los pasos que ha seguido la revista Delito y Sociedad durante su surgimiento en la década del noventa, con relación a la temática del control social, y en este sentido se podría decir que en esta etapa, la misma se ha dedicado a instalar el debate de dicha temática en las ciencias sociales partiendo de diversas publicaciones que justamente tienen que ver con la reconstrucción de la historia de la conceptualización del control social en la teoría social, así como también con la problematización en relación con las definiciones contemporáneas del mismo, con la intención de clarificar el término. En este sentido, luego de realizar el análisis de este conjunto de artículos se podría decir que el origen y el desarrollo posterior del concepto control social se halla ligado espacial y temporalmente, a las ciencias sociales norteamericana y europea, hacia fines del siglo XIX y sobre todo durante el siglo XX. Si tuviéramos que hacer referencia en términos generales, a las temáticas con las cuales el control social aparece relacionado en estos artículos, éstas serían: orden social, regulación social, sociedad de masas, consenso, valores morales, desviación, sistema penal, castigo, delito, poder, hegemonía, dominación, coerción social, Estado, dinámica productiva, peligrosidad social, normalización, instituciones de secuestro, sociedad disciplinaria y post-disciplinaria, exclusión social y pobreza, polarización social, modernidad y postmodernidad -temáticas diversas y en muchos casos, opuestas entre sí- y a su vez, aparece ligado con distintas coyunturas históricas como el New Deal, el Estado de Bienestar, el neoliberalismo, la globalización. Con

37 37 respecto a estos escenarios, las distintas lecturas sugieren que bajo el New Deal y el

Estado de Bienestar habrían predominado los llamados mecanismos primarios de control social, asentados en la generación de políticas de consenso, el asistencialismo estatal y la integración social en múltiples ámbitos del orden social. Asimismo, se denota que a partir de la crisis del Estado de Bienestar se instituye la preponderancia de los denominados mecanismos secundarios de control social, asentados en la represión y exclusión social en cuanto al tratamiento de los conflictos sociales.

De la misma manera, estos autores han trazado distintas clasificaciones sobre el control social como primario/secundario, formal/informal, estatal/civil, duro/blando. A su vez, los marcos teóricos con los cuales se halla ligado el concepto de control social podrían delinearse entre el estructural-funcionalismo y la criminología crítica. Entre los autores más citados dentro de este conjunto de artículos encontramos a Cohen,

Durkheim, Foucault, Garland, Melossi, Park, Parsons, Pavarini y Ross, recopilación que no solo abre la posibilidad de cartografiar las coyunturas históricas y las procedencias disciplinares sobre el control social dentro de este conjunto de artículos, que descansan en una perspectiva macrosocial, sino que también permite operar como punto de apoyo de las diversas conjeturas hasta aquí planteadas, si bien de manera rudimentaria, acerca de la producción teórica referida al control social, sobre todo aquellas que se hallan relacionadas con la dimensión espacio-temporal y con el antagonismo con respecto a los marcos teóricos desde los cuales se ha enfocado la cuestión.

Asimismo, de lo dicho anteriormente se desprende que el recorte aquí realizado permitiría pensar que en sus orígenes, el término aparece entendido desde la perspectiva del consenso/cohesión social, mientras que más adelante se hacen presentes otras visiones que entienden el control social como coerción/dominación, desarrollándose también aquellas que lo consideran en términos de hegemonía y producción de sentido,

38 38 destacándose siempre la referencia hacia un orden social instituido que puede entenderse a partir de la constitución de un consenso social o bien, a partir de la preeminencia del conflicto y de relaciones sociales desiguales como ejes constitutivos del mismo.

De esta manera sería interesante preguntarse -aunque la respuesta no se encuentre en este trabajo- si la temática del control social ha sido desarrollada desde dos cuerpos teóricos distintos, esto es, desde una sociología consensualista y organicista, cercana a los enfoques durkhemiano y estructural-funcionalista, y desde una sociología crítica, orientada hacia el develamiento de las desigualdades sociales y el conflicto social, cercana a los enfoques marxistas, criminológico crítico, y a aquellos de raigambre foucaultiana.

Por otro lado, pareciera que las decisiones tomadas por Delito y Sociedad en cuanto a la publicación de estos artículos extranjeros nos habla de una búsqueda realizada con el objetivo de presentar diversas perspectivas y enfoques teóricos que posibiliten la instalación y la apertura de debates en torno a la cuestión del control social, rastreando como punto de partida aquellos trabajos que reconstruyen de una u otra forma el surgimiento y desarrollo posterior del concepto.

También, es interesante destacar que, como se ha ido señalando a lo largo del desarrollo, en muchas ocasiones los mismos integrantes de la revista son los que llevan adelante la traducción y revisión de estos artículos de origen extranjero, lo cual refleja el esfuerzo realizado para allanar el camino y re-plantear el tema del control social desde las ciencias sociales, ya delineado como uno de los objetivos centrales en la presentación de la revista, acercando estos debates al contexto nacional y por qué no, ponderar su aporte con respecto al contexto latinoamericano.

39 39 3.3. La producción académica nacional durante los años noventa en Delito y

Sociedad . El Estado como agencia suprema de control social : políticas

públicas en materia de salud, delito, vivienda y recaudación fiscal

Prosiguiendo con las publicaciones que la revista ha realizado durante la década

del noventa, la presente sección estará orientada a trazar un recorrido sobre los trabajos

nacionales de corte empírico, los cuales aparecen publicados bajo los siguientes

apartados, a saber:

Cuadro nº 2: Empiria y control social durante los años noventa

Autor Título del artículo Procedencia Número Año Avances de investigación: Becaria Carla Rodríguez El control social en los grupos vulnerados: Programa 4/5 1994 (Lic. en Sociología) Ocupantes de inmuebles en Capital Federal U.B.A-C.y.T. (Argentina) Bajo el apartado “El control social de los menores infractores”: El programa de libertad asistida cinco años Universidad de Alcira Daroqui después: Buenos Aires 6/7 1995 (Lic. en Sociología) * (Argentina) La justicia en el banquillo: Facultad de Cs. Silvia Guemureman acerca de cómo los jueces dictan las Sociales, UBA 6/7 1995 (Lic. en Sociología) sentencias* (Argentina) Bajo el apartado “Políticas sociales y control social”: Diana Rossi Facultad de Cs. Graciela Touzé (Lics. Políticas públicas en SIDA y drogas: Sociales, UBA 6/7 1995 en Trabajo Social) el control social duro* (Argentina) Claudia Danani Facultad de Cs. (Lic. en Trabajo Nuevos patrones de reproducción social: Sociales, UBA 6/7 1995 Social y Lic. en la cuestión del control* (Argentina) Ciencia Política) Asentamientos y vida cotidiana: Facultad de Cs. Denis Merklen Organización popular y control social en las Sociales, UBA 6/7 1995 (Lic. en Sociología) ciudades* (Argentina) Control Social – Control Penal: Facultad de Cs. Matías Bruera La en el fin de Sociales, UBA 6/7 1995 (Lic. en Sociología) siglo* (Argentina) Bajo el apartado “El control social en los grupos vulnerados”: Mapa institucional y políticas públicas Facultad de Cs. Analía Meo destinadas a mujeres “menores” Sociales, UBA 6/7 1995 (Lic. en Sociología) vulneradas* (Argentina) Fac. de Derecho, Máximo Sozzo Sistema de justicia penal, selectividad y Un. Nac. Del 40 40 (Estudiante de en la ciudad de Santa Fe* Litoral 6/7 1995 Derecho) (Argentina) Silvia Kuasñosky La : Facultad de Cs. Dalia Szulik violencia y exclusión social* Sociales, UBA 6/7 1995 (Lics. en Sociología) (Argentina) Bajo el apartado “Formas duras y blandas de control social”: Silvia Faraone La crisis del modelo asilar. Facultad de Cs. (Lic. en Trabajo Transformaciones en la práctica de abordaje Sociales, UBA 6/7 1995 Social) a la problemática de la salud mental* (Argentina) Nora Morales Vanina Gruart La nueva política de control social de la Facultad de Cs. 6/7 1995 (Lics. en Sociología) Dirección General Impositiva: 1990-1994* Sociales, UBA (Argentina)

Ana Pereyra Un desafío a la inteligibilidad: Facultad de Cs. (Lic. en Sociología) Las formas de la conciencia moral de los Sociales, UBA 6/7 1995 trabajadores (Argentina) Avances de investigación: Silvia Guemureman La tolerancia: ¿otra cara del control social Facultad de Cs. 9/10 1997 (Lic. en Sociología) penal? El abordaje del maltrato infantil Sociales, UBA desde la perspectiva médica (Argentina) Fuente: elaboración propia.

3.3.1. Ocupaciones de inmuebles y políticas públicas habitacionales: entre la

dominación social y la organización popular como resistencia

En efecto, Carla Rodríguez (1994) trata el tema de los ocupantes de inmuebles

en Capital Federal (Bs. As.) durante fines de la década del ‘80 y principios de la década

del ‘90. Parte de la ruptura del régimen de acumulación fordista generada desde los

países centrales y su impacto negativo en los países latinoamericanos a partir de

modificaciones significativas en las actividades productivas y la generación de empleo.

Y específicamente enmarca el tema de las ocupaciones de inmuebles en Argentina como

una de las expresiones de la cada vez más acentuada polarización de ingresos. Luego,

realiza una caracterización socioeconómica de los ocupantes afirmando que estos

actores urbanos constituyen una franja socialmente heterogénea, lo cual “(…) tiene

consecuencias para la percepción de los propios ocupantes sobre el fenómeno, su capacidad de

desarrollo organizacional, la eventual formulación de políticas habitacionales en el sector y

 Artículo perteneciente al “Seminario del Carapachay” publicado durante el año 1995, según la denominación de “Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales.”

41 41 también sobre el desarrollo de redes clientelares partidarias (1994:223).” En relación con lo anterior, se aborda la cuestión de la “actitud gubernamental” frente al problema que, durante la década del ´80, comprende la existencia de una actitud “tolerante” que implicaba, por ejemplo: la “invisibilización” del fenómeno a partir de la negación del reconocimiento público y, por lo tanto, una carencia de políticas de vivienda destinadas a sectores populares. Mientras, se afirma que a principios de la década del ´90 dicha actitud gubernamental se modifica a partir de la aplicación de distintos dispositivos que implicaron desde la aceleración de juicios de desalojo hasta la generación de importantes deudas en los ocupantes, por parte de las compañías privatizadas, debido a los procedimientos de recaudación del pago de servicios.

En suma, se podría decir que aquí el concepto de control social aparece ligado por un lado, con el accionar estatal hacia los ocupantes de inmuebles y sus organizaciones, introduciendo dentro de esta mirada el tema del desarrollo de políticas públicas y del clientelismo político, entendiendo este último “(…) como condicionante estructural inherente al sistema y las posibilidades de intervención para el desarrollo de prácticas que cuestionen distintos planos donde se manifiestan las relaciones de dominación

(1994:229).” Por otro lado, se ofrece una relación entre el control social y los efectos reconocidos por la autora (“seminomadismo”, “semiclandestinidad”, “culpabilidad”,

“autosegregación” y “segregación” por parte de otros actores) en el ámbito de la vida cotidiana que experimenta el sector a partir de la “opción” de ocupar y que se entienden como parte constitutiva de su identidad, reconocimiento social y como marco generador de prácticas y creencias, sin dejar de tener en cuenta la cuestión de las resistencias que se desarrollan entre los ocupantes para permanecer en la ciudad.

Entonces, aquí el control social se relaciona con temas como crisis económica, pobreza, políticas públicas, clientelismo político y resistencia, considerando sus formas duras y blandas, y pudiendo ser entendido como bisagra para analizar relaciones entre el 42 42 Estado y la sociedad civil, específicamente para pensar, desde la lógica del concepto foucaultiano de poder, no sólo aquello que se reprime sino aquello que se construye, abordando las relaciones que se configuran entre el Estado y los ocupantes de inmuebles y su posible constitución como organizaciones sociales. Asimismo, el trabajo recurre a autores como Clichevsky, Herzer, y Pírez, Holloway, J., y Yujnovsky, O.

3.3.2. El Estado y los asentamientos urbanos: de la represión a la cooptación política

Otro artículo que se ocupa del tema de asentamientos, organización popular y control social en las ciudades, a través de un estudio en el Gran Buenos Aires a principios de la década del ´90, es el de Denis Merklen (1995). El cual, como punto de partida sostiene que los asentamientos han constituido una estrategia defensiva respecto de la exclusión en el sentido de que antes de la toma, los futuros vecinos configuran un proyecto urbano que incluye la obtención de determinados servicios a partir del acceso a la tierra en la ciudad. Se produce, entonces, la creación de una estructura organizativa interna conformada por un cuerpo de delegados y sus diferentes comisiones (salud, educación, etc.) con el objetivo de organizar la reproducción de la vida cotidiana a nivel comunitario y no a nivel familiar como se daba antes de la toma. A partir de esta estructura, “(…) la acción social expresada en la organización no posee un contenido instrumental sino de lazo social, de construcción de la identidad colectiva (1995:109).”

Por otro lado, se aborda la cuestión de las relaciones tejidas entre estas organizaciones populares y otros actores sociales, como el Estado y el sistema político, en donde aparece la necesidad de la organización de los vecinos -que puede implicar una “acción de fuerza”- frente al posible ejercicio de una acción represiva estatal, que se desarrolla con el objetivo de lograr un reconocimiento político y legal para la obtención futura de la propiedad de las tierras. Según el autor, los intentos de construir movimientos organizados como los descriptos anteriormente dan cuenta de una primera

43 43 etapa de los asentamientos, percibidos como un movimiento desestabilizador desde el sistema político, que culminaría a fines de la década del ‘80. En efecto, Merklen relaciona el declive de esta forma de organización popular a partir de “(…) un cambio importantísimo en la actitud del Estado, trocando los intentos de represión directa por el de la cooptación de dirigentes barriales (1995:110).” En este sentido, se sostiene que “el asentamiento como figura organizativa posee todos los elementos como para ser envuelto en una trama de control social. (…) y todo ello como apéndice de prácticas clientelares que los vuelven cada vez más dependientes (1995:111).” Así, el accionar del Estado fragmentaría a las organizaciones, puesto que al establecer vínculos particulares con sus dirigentes obtura procesos de unidad, desestructurando su base organizativa.

De esta forma, el concepto de control social aparece aquí ligado con la relación tejida entre el Estado -ya sea en su faz permisiva o represiva- y las organizaciones populares -tanto en su matriz defensiva o dependiente-. Asimismo, se lo analiza bajo el prisma de conceptos como clientelismo político, sistema político, lazo social, identidad, acción social, pobreza, exclusión social y reproducción social. Entre los autores consultados encontramos a Castells, Coraggio y Evers.

3.3.3. Jóvenes, delito y administración de justicia: hacia una alternativa a la institucionalización

Asimismo, encontramos otra serie de artículos referida a la temática de juventud y delito. Uno de ellos es el de Alcira Daroqui (1995), quien trabaja sobre su experiencia como coordinadora del equipo técnico del “Programa de libertad asistida” (P.L.A.). Éste fue desarrollado al interior del Juzgado N° 2 de Menores de Quilmes (Bs. As.), y presentado como alternativa con respecto a los dos mecanismos utilizados en relación a la “justicia de menores”: la internación y la entrega a sus familiares. Sus destinatarios residían en Quilmes, Florencio Varela y Berazategui y pertenecían a “sectores populares pobres”, “marginados” o “excluidos”.

44 44 Tal como se plantea, el P.L.A. no tiende a eliminar el delito o sus causales, sino que pretende brindar un espacio de contención, teniendo en cuenta “la palabra del chico”, en donde se pueda reflexionar el por qué del delito y quiénes son los involucrados en la “situación de riesgo”, apuntando así a incorporar no sólo a la familia sino también al barrio.15 Esta condición de “vulneración de derechos” es considerada como una situación estructural, “Es entonces menester, promover el acotamiento de las potenciales/futuras situaciones de riesgo que implica para los pibes el con las agencias de control social duro (1995:68).” Ya en las conclusiones Daroqui aduce: “(…) desde la visión del poder, un programa (…) que tienda a la integración social mediante el conformismo puede ser un instrumento maravilloso de control social (…) (1995:74).”

Entonces, para evitar dichas consecuencias, sostiene la necesidad de una articulación con otras “políticas horizontales de integración”.

De esta forma, en cuanto al control social, se ponderan los mecanismos duros y blandos existentes dentro del sistema de justicia de niños y jóvenes, promoviendo a partir del P.L.A. el arribaje hacia formas de contención que integren al joven, a su familia y al barrio presentando una alternativa a las acciones “de corte represivo e institucionalizador” de la justicia considerada tradicional. De manera que se tienen en cuenta las dimensiones represivas y constructivas del control social, el cual aparece relacionado con conceptos como pobreza, vulnerabilidad y exclusión social, delito, juventud, sistema penal, situación de riesgo, poder, políticas públicas. 15 Ahora bien, el programa opera a través de dos mecanismos: el abordaje grupal y el abordaje individual. El primero consiste en la concurrencia del menor al Juzgado una vez por semana a conformar grupos de orientación donde, en los últimos encuentros se integra a los padres. Por otro lado, hay tres aspectos básicos que se tienen en cuenta para la selección de los chicos: la respuesta familiar, es decir, si hay una respuesta activa en el momento en el cual el delito es cometido; la actitud del chico frente al delito, esto es, si hay un registro del acto cometido. Y la índole del delito, puesto que se considera que el involucramiento en delitos como violación u homicidio constituirían casos imposibles de integración grupal e intercambio, además de que no se presenten patologías severas, como la adicción a las drogas. Mientras, el abordaje individual está destinado a chicos que no tienen un registro del acto cometido, donde la respuesta familiar es poco contundente, pero el hecho mismo es muy leve, y los chicos se hallan trabajando o estudiando, por lo que se considera que existen otras instituciones que pueden ayudarlos, como la escuela o el trabajo. Así, la concurrencia al Juzgado es quincenal o mensual.

45 45 3.3.4. La configuración del delito de jóvenes al interior de las instituciones judiciales

En el marco de una investigación llevada a cabo en la UBA, Silvia Guemureman (1995) aborda el objetivo de conocer cómo opera la administración de justicia sobre la

“población menor de edad” a través del análisis de las sentencias pronunciadas entre los años 1989 y 1992 provenientes de dos Juzgados de Menores en lo Criminal dentro de la jurisdicción de Capital Federal.16 En efecto, las sentencias -comprendidas como normas individuales que derivan de la aplicación de una norma general a casos particulares- permitirían conocer las acciones de los magistrados debido a que se supone que cumplen con el objetivo de “medir la reacción de aquellos en relación a los menores, es decir, de constituirse ellos mismos como objetos de análisis, desfocalizando la atención sobre los menores ya objetos de tutela (1995: 77).” De esta forma, las sentencias permiten acceder a los siguientes datos: conocimiento del hecho imputado -destacando que “el uso del término

“hecho” en vez de “delito” es absolutamente intencional. La propia definición de delito como hecho típico, antijurídico y culpable, presupone una carga a priori en la valoración de las acciones (1995: 82)”-, conocimiento del imputado por sexo, edad, oficio e instrucción, valoración del Juez de Sentencia, petición de la Defensa, dictamen del Juez, eventual apelación. “Estos datos nos permiten de un lado trazar un perfil de los menores encausados, pero de otro ir construyendo un perfil de cómo esos menores son tratados (variante de individualizar a las y de control social: jueces, peritos técnicos en general) (1995: 80).” Entonces, aquí el control social se relaciona con el derecho y el sistema penal, ubicándose al interior del Estado, específicamente en las instituciones judiciales, en tanto agencias de control social, y en los jueces, en tanto agentes específicos de control social. Centralmente el artículo liga la temática del control social con términos como reacción social, criminalización, etiquetamiento, sectores populares, 16 El universo de casos estuvo compuesto por 51 sentencias de los dos Juzgados Nacionales en lo Criminal de Sentencia y 25 Fallos de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional. Se afirma entonces, que los sujetos que pueden llegar a esta instancia son los” menores” comprendidos entre 16 y 18 años cuyas causas hayan pasado por el Juzgado de Instrucción (etapa de sumario).

46 46 delito y desviación considerando que ésta última “(…) no es una cualidad del acto cometido, sino un efecto de la reacción social:

éxito como tal>, desarrollando a partir de esta definición negativa una producto de la criminalización secundaria de la cual es objeto (1995:82).”

3.3.5. La intervención institucional frente a la “desviación juvenil”: prohibición y promoción de conductas

En su artículo, Analía Meo (1995) propone analizar la “Reacción Social

Institucional Penal y Asistencial” desplegada en Capital Federal y en el Gran Buenos

Aires entre los años 1989 y 1992, frente a determinados comportamientos calificados como “desviados” realizados por mujeres menores de 21 años de edad.17 De esta manera considera que la Reacción Social Institucional es la desplegada mediante distintas políticas de instituciones públicas y privadas, que cuentan con recursos materiales y simbólicos, frente a determinados comportamientos definidos por ellas mismas como problemáticos.18 En este sentido, la autora sostiene que “(…) mientras que la dimensión penal apela a la calificación de una conducta como desviada y a su supresión y censura social; la reacción asistencial, en cambio, se dirige (…) a la promoción de comportamientos, actitudes y motivaciones -a través de la normalización y el disciplinamiento de los sujetos- (1995:137).” Identifica dos formas de reacción social: la asistencial, que se despliega frente a menores calificados como

“abandonados moral o materialmente”, como “chicos de la calle”, sin “vínculos familiares”, y la penal, que se desenvuelve frente a “menores” calificados como “en conflicto con la ley”, con “problemas de conducta”. Así, la investigación se centró en el

Consejo Nacional del Menor y la Familia con el objetivo de describir sus formas de intervención y caracterizar la Reacción Social Institucional de dicho Consejo. Por tanto,

17 El estudio consideró que el marco legal que estructuró las políticas en materia de “minoridad” estaba compuesto por tres leyes: 10903, 22803 y 22278.

18 Según la definición tomada de Ozlak y O´Donnell, “se entiende por política al conjunto de acciones u omisiones en torno a una cuestión social que evidencian un particular modo de intervención predominante, sea del Estado o de las organizaciones privadas (1995:132).”

47 47 se identifican dos modalidades: la tradicional, referida a la institucionalización, ya sea en institutos oficiales o privados, y la moderna, referida a aquellos tratamientos

“alternativos” a la institucionalización realizados en un medio social y familiar. La investigación sostiene que en aquella época en Capital Federal, la Reacción Social

Institucional creció tanto en su versión tradicional como en su versión moderna.19 En este sentido, Meo entiende esta expansión como un incremento del control social formal, definido a través de Pavarini como aquel aplicado “(…) por las agencias institucionalmente delegadas; a la disciplina social de conductas sociales definidas como merecedoras de control social, por medio de procedimientos y formas de intervención formalizados (1995:138).” Asimismo, y tomando como referencia a autores como Cohen,

Pavarini y Pitch, trae a colación la diferenciación de dos circuitos de control social formal, el carcelario o hard -de tipo segregatorio/custodial destinado a los “peligrosos e incorregibles”-, y el asistencial-psiquiátrico o soft -de tipo comunitario destinado a los

“no peligrosos y reformables”-.

En efecto, a partir de la distinción de dos tipos de intervención institucional, tradicional y moderno, se pone de relieve una concepción de control social entendido como proceso capaz de reprimir y producir comportamientos, visión tributaria de la concepción de Pitch (1988). Asimismo, se lo define como control social formal, compuesto por circuitos de acción duros y blandos, planteándose la centralidad ocupada por el Estado en materia de control social, ligándolo con el concepto de reacción social institucional penal y asistencial, censura social, normalización, disciplinamiento y con la teoría del etiquetamiento. Entre los autores citados encontramos a Becker, Cohen,

Foucault, O´Donnell, Oslak, Pavarini y Pitch.

19 Debido a que se registró un incremento del número de instituciones privadas y de la creación de nuevos programas preventivos así como del aumento del número de “menores” (varones y mujeres) “atendidos” por los ya existentes.

48 48 3.3.6. Jóvenes, pobreza y “desviación”: la socialización en el castigo

Silvia Kuasñosky y Dalia Szulik (1995) realizan un trabajo de investigación basado en el estudio de un grupo de quince jóvenes de sectores populares, identificados como pobres estructurales o underclass, en un barrio del sur de Gran Buenos Aires, cuyas edades variaron entre los 18 y 23 años. De esta forma, presentan al grupo “(…) en situación de ruptura total con la normatividad social, (…) en relación a su inscripción en el mundo de la ilegalidad: consumo de drogas y delincuencia; en relación a su exclusión del mercado laboral; en relación a sus conductas reproductivas (…) (1995:166).”

Centralmente, se habla de las distintas instituciones que han enmarcado el proceso de socialización de este grupo de jóvenes, desde la familia, la escuela, los institutos y/o comisarías de menores, la cárcel, y hasta la calle, la cual es considerada como espacio privilegiado de socialización de estos jóvenes. “El paso por estas instituciones es fundamental para entender ciertas cuestiones propias de los jóvenes y también para comprender cómo se establecen las relaciones sociales entre ellos y los distintos sectores sociales (1995:167).” En efecto, en primer lugar se caracteriza a estos hogares como atravesados por una situación de inestabilidad, de estancamiento y de violencia. En segundo lugar, afirman que la escuela “(…) comúnmente percibida como el , no cumple para este grupo de jóvenes dicha función. (…) el entorno extraescolar por tanto va adquiriendo progresivamente una mayor importancia en la definición de su identidad (1995:167).” Más adelante se hace presente el tema de la institución carcelaria y la desviación, en donde las autoras sostienen que debido a la situación de vulnerabilidad en la que se halla este grupo de jóvenes“(…) siempre va a ser

como grupo desviado. (…) Es en este sentido que hablamos de socialización a partir de estas instituciones sancionatorias (…) (1995:168).” Con respecto al tema de la situación de calle, se plantea que “paradójicamente siendo un lugar normativamente poco

49 49 estructurado, resulta ser un mundo fuertemente penalizado. Territorio en el cual el Estado se hace presente bajo la faz del castigo: la policía (1995:169).”

En efecto, en cuanto al control social, se puede decir que se lo analiza a partir de un enfoque institucional y de la intervención de sus distintos mecanismos. Asimismo, se realiza una diferenciación entre control social duro y blando que se corresponde con las diferentes instituciones nombradas en el artículo, sobre todo al contrastar la ausencia de la escuela y la presencia de instituciones carcelarias en la socialización de los jóvenes, otorgándole mayor centralidad en el análisis a las instancias estatales relacionadas con la aplicación del castigo. La temática del control social aparece ligada aquí con conceptos como socialización, desviación, etiquetamiento, criminalización, underclass, pobreza, vulnerabilidad y desagregación social. La investigación se apoya en autores como Auyero, Becker, Foucault, Goffman, Lamneck, Melossi, Minujin, Pavarini,

Peterson y Tenti Fanfani.

3.3.7. La enfermedad castigada: sobre políticas públicas y representaciones sociales

Diana Rossi y Graciela Touzé (1995) proponen analizar políticas públicas preventivas en materia de SIDA y drogas en nuestro país durante el neoliberalismo, partiendo de datos estadísticos recogidos de distintos Ministerios Nacionales.20 Afirman que las primeras comisiones de trabajo referidas al VIH/SIDA en el ámbito gubernamental comenzaron en el año 1987, y en el plano jurídico, en 1990 se sanciona la ley 23.798 que promueve la no discriminación de las personas que viven con VIH/SIDA, aunque no habría existido una campaña nacional de prevención y hasta la fecha (1995) no se había abordado un diseño que contemplase la situación de los consumidores de drogas, 20 Por ejemplo, plantean que según el Programa Nacional de Lucha contra los Retrovirus del Humano y SIDA, en Argentina, el crecimiento porcentual entre 1987 y 1994 es de 59,76%; el 89% de los casos está localizado en Capital Federal y provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, tratándose de una población predominantemente joven. Y en cuanto a las formas de contagio se plantea que el 44% corresponde a la vía sanguínea, en la que en un 92% de los contagios se atribuyen a uso de drogas por vía endovenosa. Luego, presentan el tema del consumo de drogas en la Argentina y afirman que los estupefacientes ilegales consumidos son básicamente cocaína y marihuana.

50 50 a pesar de la incumbencia de su uso como vía de contagio. En cuanto a las políticas públicas en relación a las drogas, las autoras sostienen que en 1989 fue promulgada la ley 23.737sobre el tráfico y consumo de drogas.21

Mientras, la hipótesis de las autoras indicaría la tendencia de un desarrollo de políticas punitivas en materia de drogas y de SIDA, “Ello, según creemos, se expresará en la capacidad de captar para el castigo y la estigmatización especialmente a los grupos sociales más excluidos combinando estrategias de “control social” duro (cárcel) y blando (agencias asistenciales) (1995:100).” En relación con lo anterior, se sostiene que “las representaciones sociales que una sociedad tiene de un fenómeno están fuertemente condicionadas por el tipo de respuestas institucionales y, simultáneamente, los mecanismos sociales que se ponen en juego para intentar controlarlo son coherentes con la percepción social dominante (1995: 97).”

Así, se podría decir que se ubica al control social en tanto accionar predominantemente estatal, razón por la cual el análisis parte de un seguimiento sobre políticas públicas, y en donde aparece nuevamente la diferenciación entre control social duro y blando. El texto trabaja la relación entre control social, representación social, estigmatización, exclusión social y castigo, abordando por esta vía la relación

Estado-sociedad civil. Entre los autores citados encontramos a Baratta, Barbeito,

Fernández, Jodelet, Lo Vuolo, Pavarini, Pegoraro y Szasz.

3.3.8. Consumo de drogas y “selectividad punitiva": entre el sistema penal y el mundo institucional

La intención del artículo de Matías Bruera (1995) es conocer cómo opera la política de penalización de consumo de drogas ilegales en Argentina, tratando de abordar la cuestión de la selectividad en cuanto a los tratamientos y a los sujetos alcanzados por ésta. Para ello, se establecerá una muestra representativa a partir de un

21 Dicha ley “(…) considera que el consumidor de drogas es un y un que debe ser tratado, y ordena en ese plano tratamientos compulsivos (1995:96).”

51 51 relevamiento de 3475 causas registradas por infracción a la ley 23.737 de dos Juzgados en Capital Federal en el año 1993.

El autor señala que en el año 1989 se produce un cambio sustancial en cuanto al discurso que las instancias oficiales y los medios de comunicación difundían sobre el tema de las drogas ilegales, sobre todo a partir de la sanción de la ley 23.73722 la cual ampliaría lo punitivamente sancionado, poniendo de relieve que este tema “(…) no deja de estar vinculado con una mayor intervención del Estado en el control de la sociedad

(1995:120).” Se destaca que dicha ley puede dar lugar a prácticas penales de diversa

índole y en diversas instituciones, como punitivas, educativas o terapéuticas, entonces, la preocupación se focaliza en atender el tipo de relación que se da entre el “Sistema Penal y el Mundo Institucional”, debido a que con la implementación de dichas medidas, intervienen organismos gubernamentales y no gubernamentales en la administración de justicia y en lo que el autor llama la “Cruzada contra la droga”.23 Así, destaca que existen cuatro modelos que representan perspectivas y formas de intervención divergentes encaminadas a modificar el uso de drogas: el “ético-jurídico”, el

“médico-sanitario”, el “psico-social” y el “socio-cultural”. De esta forma, se tiene en cuenta que son distintos los sujetos y los discursos que intervienen en la configuración del tema, aunque se señala la primacía de las acciones desplegadas por los primeros dos modelos.

Para abordar la existencia de la selectividad del sistema penal en cuanto a la determinación de los tratamientos, el autor configura su marco teórico desde la visión de la penalidad de Foucault y de la criminología crítica, citando a Baratta (1991) para plantear que “la criminalidad sería desde este punto de vista distribuido

22 También tomada por Rossi y Touzé (1995)

23 Denominación surgida a partir de diversas declaraciones de autoridades nacionales en el diario Página 12 (31/10/1989)

52 52 desigualmente según la jerarquía de intereses fijada en el sistema socioeconómico, y según la desigualdad social entre los individuos (1995:122).”

En efecto, en el presente artículo se piensa a las prácticas judiciales como formas de control social y por lo tanto, se ve relacionado con el accionar estatal, aunque también se tienen en cuenta otros ámbitos no estatales en los que podría operar. Al distinguir discursos y modos de intervención de las diferentes políticas punitivas que se encargan de modificar el uso de drogas, se podría decir que se realiza una diferenciación entre control social duro y blando. Asimismo, la temática del control social se relaciona aquí con el enfoque de la criminología crítica y con el concepto de criminalización, etiquetamiento, selectividad y la relación entre saber-poder. Algunos autores citados son

Arlacchi, Baratta, Bergalli, Fernández, Foucault, Jandira, Kievsky, Masur y Pegoraro.

3.3.9. El abordaje estatal de la enfermedad mental: prácticas hegemónicas y alternativas

Silvia Faraone (1995) propone realizar una revisación crítica de distintos modelos de atención a “la problemática de salud-enfermedad mental” -a través de un avance teórico que se encuadra dentro del análisis de políticas en salud mental-, con respecto a dos ejes: la construcción del espacio manicomial y sus prácticas de abordaje y la transformación de ese modelo a partir del surgimiento de políticas de desinstitucionalización. En cuanto al espacio asilar, se destaca que a partir de la segunda mitad del siglo XVIII en Europa aparece, como un producto de decisiones estatales, la exclusión de los “locos” de los otros internados y con ello, el impulso de una ciencia de la locura en la cual la figura del médico puede controlar todos los aspectos de la vida del paciente. Desde una visión foucaultina, Faraone afirma: “es el encierro la matriz que permite constituir la figura del médico sostenida desde un

(1995:173).” Durante el siglo XIX, la “medicalización” de los enfermos se instaura como práctica, siendo el asilo la institución de realización de relaciones de poder fundadas en el discurso psiquiátrico. Así, Faraone enuncia que la medicina mental positivista, como 53 53 cuerpo teórico-práctico, generó “(…) transformaciones en las disposiciones jurídicas, en las estructuras penales y en los modos de administración y control de la marginalidad y la desviación (1995:174).” Y en esta sintonía sostiene la existencia de una “lógica psiquiátrica de contradicción” debido a que desde el discurso se apunta a la rehabilitación

“(…) sin embargo, subyacente y paralelamente se cristaliza otra función que es la de aislar, bajo la forma de asilo a personas que representan algún tipo de problemática social (…) desde la perspectiva de la salud-enfermedad mental (1995:172).”

Por otro lado, se plantean transformaciones con respecto a este modelo ligadas principalmente a la instauración del Estado Social en los países centrales y a los movimientos sociales que comienzan a cuestionar las prácticas institucionales poniendo en evidencia las funciones contradictorias del manicomio y su relación con la teoría del etiquetamiento y de la “psiquiatrización de la vida”. Así, en Inglaterra a partir de los años ´40, se desarrolla el modelo de Comunidad Terapéutica basado en técnicas grupales para tratar a personas internadas en instituciones psiquiátricas; el cual impacta luego en EE.UU. y en otros países europeos. Mientras, Faraone sostiene que en América

Latina el sistema manicomial siguió siendo la respuesta frente al tratamiento de la enfermedad mental, sin embargo plantea que la experiencia de los países centrales también produjo influencias en la región, por ejemplo, en Argentina, a partir de la reinstauración democrática de 1984 se producen intentos de reformular las prácticas asistenciales, señalando la sanción en la provincia de Río Negro de la ley 2440 como un antecedente legal a nivel nacional y latinoamericano en esa dirección.

En efecto, partiendo de esta reconstrucción teórica, la autora hace una pequeña referencia a un trabajo de campo realizado en dos instituciones manicomiales instaladas en Buenos Aires y en Río Negro, con el objetivo de analizar experiencias divergentes que permitan contrastar prácticas hegemónicas de tipo asilar con modelos de participación e integración comunitaria como propuesta alternativa.

54 54 Entonces, el control social se ve aquí relacionado con la administración de la desviación dentro del marco de la implementación estatal de políticas en salud mental, considerando la figura de la medicina psiquiátrica como agente de control. De esta forma se lo liga con el concepto de saber-poder; psiquiatrización de la vida, desviación y con la teoría del etiquetamiento. Asimismo, se podría señalar que a partir de la presentación de los modelos de abordaje de la cuestión de la salud-enfermedad mental se hablaría de formas duras y blandas de control social. El artículo cita a autores como

Becker, Foucault, Galende, Goffman, Menéndez, Stolkiner, Szasz y Vezzetti.

3.3.10. Enajenación y delito: la selección de los “grupos marginales”

En primera instancia, Máximo Sozzo (1995) se propone delinear la relación entre la Reacción Social Institucionalizada (R.S.I.) y el Sistema de Justicia Penal

(S.J.P.), así, la R.S.I.24 es llevada a cabo por agentes públicos (“moral entrepeneurs”: policías, jueces fiscales, etc.) que imponen determinadas reglas sociales, esto es, las leyes penales. Luego se introduce el tema de la selectividad llevada a cabo por el S.J.P., planteando que “existe un estándar de persona a ser estigmatizada como

(1995:149).” Y, entre otros “atributos estructurales de la identidad social real”, recurre a

Baratta para señalar que “las máximas chances de ser seleccionado para formar parte de la población criminal aparecen de hecho concentradas en los niveles más bajos de la escala social

(subproletariado y grupos marginales) (1995:149).” Entonces, articulando los planteos anteriores, Sozzo se concentra en analizar la “medida de seguridad curativa”25 aplicable a los “enajenados peligrosos” (regulada en el Art. 34 Inc. 1° del Código Penal),

24 La R.S.I. a través del S.J.P. es presentada en forma esquemática mediante tres etapas: 1) Definición de un comportamiento X como “delito” a través de un juicio realizado por los agentes públicos del S.J.P., construido a partir de la referencia con las leyes penales. 2) Definición de la persona X como“delincuente” por parte de los “otros”, en términos de Becker, los moral entrepeneurs, la cual constituye un “proceso de estigmatización”. 3) Tratamiento con respecto a la persona X en razón de su comportamiento delictivo a través del S.P.J.

25 Otras medidas de seguridad nombradas serían, la “medida de seguridad eliminatoria” aplicable a los “multireincidentes” y la “medida de seguridad educativa” aplicable a “los menores”.

55 55 señalando a este modelo como R.S.I. –M.S.C.26 Así, el autor sostiene como hipótesis que dentro de la R.S.I.-M.S.C., el S.J.P. manifiesta la misma selectividad en el proceso de criminalización secundario (relacionado con la aplicación de la ley penal) que despliega en su gestión dentro del modelo corriente de la R.S.I. Entonces, las personas estigmatizadas en la R.S.I.-M.S.C. “(...) se ubican pues, también entre los sectores marginalizados o menos privilegiados en la estructura social atravesada por redes de poder

(1995:155).” Ahora bien, para comprobar esta afirmación, Sozzo realiza en 1994 un trabajo de campo en el Hospital Psiquiátrico público Mira y López en la ciudad de Santa

Fe (Arg.), investigando los “atributos estructurales de la identidad social real” de las personas que se encontraban cumpliendo una M.S.C.27 Entonces, a partir de la construcción de los datos, Sozzo advierte que no existen adjudicaciones a las infracciones penales denominadas “delitos de cuello blanco”, y sostiene que “(…) los ilegalismos típicos de aquellas personas ubicadas en los estratos superiores de la estructura social, no son atrapados por la red del sistema de justicia penal y si lo son, nunca son llevados adelante por personas que puedan ser calificados como y

(1995:163).”

Ahora bien, aquí el enfoque del control social aborda la cuestión de la selectividad del S.J.P. en torno a los ilegalismos de personas en situación de reclusión

26 Comparando el modelo R.S.I.-M.S.C con el R.S.I.-S.J.P, señala: 1) La definición de un comportamiento X como “delito” se mantiene intacta. 2) Aquí también se produce por parte de los agentes públicos un proceso de estigmatización de la persona X que ha llevado un comportamiento X “delictivo”, pero no en términos de “delincuente”, sino como “enajenado peligroso”, expresión utilizada según el lenguaje del Discurso Jurídico-Penal, sin embargo, el autor utiliza la expresión “loco-criminal” para denotar la confluencia de dos estigmas: el de “delincuente” y el de “enfermo mental”. 3) Según Sozzo, el tratamiento que recibe el “loco-criminal” es completamente distinto con respecto al que recibe el “criminal”, debido a que si bien en la R.S.I.-M.S.C. encontramos al hospital psiquiátrico público como una instancia más de control social formal desplegada por el S.J.P., la “reclusión manicomial” es por tiempo indeterminado, a diferencia de la cárcel, e incluye la “medicalización” dentro del tratamiento.

27 Así, en primer lugar, se realiza un censo de la población del Hospital para luego cuantificar los datos obtenidos Por ejemplo, los datos relacionados con las infracciones penales que les habían sido atribuidas a estas personas, sostienen que al 8,9% se le adjudicaba la realización de delitos contra la honestidad, al 11,1% se le adjudicaba la realización de delitos contra la libertad, al 15, 6% se le adjudicaba la realización de delitos contra las personas, al 31,1% se le adjudicaba la realización de infracciones tipificadas como faltas o contravenciones, y al 33,3% se le adjudicaba la realización de delitos contra la propiedad.

56 56 manicomial. Otra cuestión relevante a señalar sería que el autor señala la existencia de un control social formal ligado al S.J.P., lo cual podría indicar una diferenciación implícita entre un tipo de control formal y otro informal que podría estar ubicado en la sociedad civil. El autor recurre al enfoque de la criminología crítica y utiliza conceptos como Reacción Social Institucionalizada, reacción social, delito, estereotipo, delito de cuello blanco, marginación social. Algunos autores citados son Baratta, Becker,

Bergalli, Cohen, Foucault, Goffman, Kitsuse, Larrauri, Lemmert, Pegoraro, Sutherland,

Vezzetti, Young.

3.3.11. Maltrato infantil, saber médico y “reacción social selectiva”

Silvia Guemureman (1997) presenta, como un avance de investigación, una descripción de las formas en que el “maltrato infantil” (MI) es abordado por profesionales de la salud (física y mental) con inserción en instituciones hospitalarias

(públicas y privadas) de Capital Federal (Bs. As.). Para ello, a mediados de la década del ´90, se recorrieron estos hospitales con el fin de documentar la existencia o no de

“Servicios Especiales” destinados a la atención de casos de maltrato, para luego seleccionar tres instituciones pediátricas poseedoras del servicio. Así, en primera instancia se consultaron los registros que llevaba la institución sobre casos de MI; luego, se escogieron profesionales de la salud -pediatras, traumatólogos, ginecólogos infanto-juveniles y psicólogos/psiquiatras infantiles- de todas las instituciones a las que se pudo acceder, para recoger datos sobre el abordaje del fenómeno del MI mediante un cuestionario. Por último, se realizaron entrevistas semi-estructuradas a los profesionales de las instituciones seleccionadas. Tal investigación, incluye entre sus dimensiones, la desagregación de los motivos de consultas por MI, las formas de demandas de atención

“ajenas” a la práctica de un maltrato explicitado, a cuyo develamiento el profesional

57 57 contribuirá o no a realizar, las respuestas adoptadas en cada caso, y los recursos (legales, institucionales, sociales, humanos) para afrontar el fenómeno.

En esta oportunidad, el artículo presenta algunos resultados elaborados por la autora en base al relevo realizado en diferentes agencias de salud y orientados a la comprobación de las hipótesis propuestas, las cuales suponen que: el MI es un fenómeno que se encuentra distribuido en todos los sectores sociales; el tratamiento que recibe como ilegalismo refleja una “gestión diferencial” de los mismos, la cual se traduce en una “reacción social selectiva”. Ésta se expresa en la sanción y condena de la escala social más baja y en la tolerancia y encubrimiento en la escala más alta, como polos de la política penal “del no-castigo y no denuncia”, y “castigo-denuncia” respectivamente. Esta correspondencia estaría relacionada con las agencias públicas

(hospitales, escuelas) que atienden a sectores sociales más bajos, y las agencias privadas

(sistema de medicina prepaga, colegios) que atienden a sectores medios/altos. Mientras las agencias públicas actuarían como instancias develadoras de conductas privadas, las agencias privadas actuarían como instancias encubridoras del fenómeno del MI.

En suma, se podría decir que, en este caso, se han considerado a los profesionales de la salud como agentes de control social en tanto representan las lógicas institucionales de respuesta frente a casos de MI, las cuales reflejarían estrategias duras o blandas de control social en tanto adopten o no un sesgo penalizador. De esta forma, se podría relacionar este trabajo, que utiliza términos como reacción social, criminalización y marginación social, con la concepción foucaultiana de disciplina y saber-poder.

3.3.12. El control social de los “no desviados”:

Nora Morales y Vanina Gruart (1995) realizan un trabajo de investigación observando las características que asumen las políticas de fiscalización de la Dirección

58 58 General Impositiva (D.G.I.), en nuestro país entre los años 1990 y 1994.28 Partiendo de datos que sostienen que desde 1991 la recaudación fiscal en Argentina superó en casi un

50% la del año anterior, las autoras se plantean, bajo el enfoque de la sociología fiscal,

“(…) analizar las características de la política de control social dirigida hacia sectores tradicionalmente considerados como no vulnerables ni desviados (1995:193).” En efecto, se esboza que “(…) no sólo la política de recaudación tributaria funciona como un mecanismo de control social -al establecer tipologías de impuestos y sujetos imponibles- sino que la misma política de redistribución del gasto pasa a formar parte de las estrategias para dirimir los conflictos entre las distintas fracciones sociales (1995:196).” Es así que se dedican a delinear una mirada desde la teoría del control social, retomando básicamente el enfoque de

Pitch analizado en la sección 3.1.4., el cual se orienta a entender la configuración de los mecanismos destinados a definir lo bueno y lo malo, esto es, aquello que debe ser reprimido y aquello que se puede tolerar. Asimismo sostienen, siguiendo a Melossi, que

“(…) el control social debe ser valorado en sus dos dimensiones, aquella , que se apoya en mecanismos de inhibición de conductas; y aquella que recalca los aspectos productivos y no productivos de los ejercicios del poder (1995:197)”, visión que refieren en

Foucault en primera instancia. Y sobre este terreno se preguntan, “(…) ¿cómo se van articulando diferentes prácticas que van conformando comportamientos originales?

(1995:197)”, afirmando que la política de control de la D.G.I. apunta por un lado, a modificar las conductas bajo la amenaza del castigo a los supuestos evasores y, por el otro, a construir comportamientos novedosos que incentivan el desarrollo de “agentes

28 En efecto, entre los cambios en la forma de trabajo de la D.G.I., que enmarcan dentro de los diseños neoliberales de política económica, destacan el endurecimiento en la tipificación de las penas a partir de la sanción de la Ley Penal Tributaria en 1990 y una fuerte inversión en materia publicitaria sobre el cumplimiento del pago tributario, y como resultado de la combinación de ambos factores, el sustancial aumento en el monto de la recaudación de la agencia. De esta forma afirman que a partir de dicho accionar, la población modificó su comportamiento, el cual no sólo se observa a nivel monetario, sino también en el aumento de denuncias efectuadas por los ciudadanos ante la D.G.I. sobre el incumplimiento de leyes tributarias sin necesidad de presentar pruebas.

59 59 periféricos de control”, esto es, diferentes individuos ubicados a lo largo del espacio social que hacen propias las metas de la agencia, haciendo que la estrategia de control social no se localice en un lugar determinado, si no que se convierta en una red difusa.

En este sentido, destacan que el accionar desplegado por la D.G.I. apunta a “(…) conformar y ampliar su política de control tanto a partir de su dimensión formal como de la informal (…) (1995:202).”

Así, en el presente artículo se utiliza el concepto de control social según las definiciones de Pitch y Melossi. Se establece la relación entre control social y políticas públicas atravesada por el enfoque de la sociología fiscal. Asimismo, encontramos delineadas distintas dimensiones del concepto de control social como activo/reactivo, duro/blando, formal/informal, el cual aparece considerado en tanto red difusa instaurada en el espacio social a partir de la relación configurada entre los organismos estatales y la sociedad civil. Entre los autores citados se destacan Allan, Cohen, Foucault, Melossi,

Musgrave, O´connor, J., Pavarini, Pitch, Schumpeter, J., Weber.

3.3.13. La promoción y cohibición de subjetividades en la sociedad civil: El actor sindical y la fuerza de trabajo: disciplinamiento y resistencia

Dentro de una investigación llevada a cabo en el Instituto de Investigaciones de

Ciencias Sociales (UBA) anclada en la descripción sobre el lugar que, como parte del proceso de “reproducción social”, cabe a las Obras Sociales en la vida de sus afiliados,

Claudia Danani (1995) bosqueja que el artículo publicado expone resultados parciales referidos al actor sindical. En efecto, parte del concepto de régimen social de acumulación (RSAC), formulado por Nun y Portantiero (1987), para definir al “(…) conjunto de instituciones, regulaciones y prácticas que, en un determinado momento, favorecen a la acumulación de capital (1995:102).” Asimismo, plantea que dicha formulación contiene la idea del desarrollo de un doble proceso que implica la “decadencia” pero también la “constitución” de un nuevo RSAC, otorgándole prioridad dentro de la

60 60 investigación al “(…) proceso de reconstitución de los patrones de producción y reproducción de la fuerza de trabajo, fenómeno (…) que conduce a revisar los patrones de organización de la vida social en su conjunto (de la sociedad y del Estado, de los individuos y las clases, etc.)

(1995:102).” En el plano de la producción, Danani sostiene que se está asistiendo a una nueva forma de organización del proceso de trabajo que se aleja del modelo taylorista-fordista.29 Y Al mismo tiempo, en el plano de las políticas sociales, observa que esta redefinición “(…) opera en la línea de la imposición no forzada (rasgo fundamental de un control que se pretenda efectivo y de largo plazo) de una visualización de los derechos como derechos de los consumidores/clientes; ya no, de los ciudadanos ni de los trabajadores

(1995:103).” Como materia pendiente, Danani expresa el interés por detectar cuáles son las restricciones que tornan conflictivo este nuevo patrón de control, con la intención, a su vez, “(…) de evitar el error de reducir el problema del “control social” al análisis de las reglas institucionales y a las acciones deliberadamente normadas (…) (1995:104)”, reconstruyendo por esa vía los procesos micro-sociales que otorgan sentido y materialidad a lo estructural.

Entonces, en lo que respecta al uso del concepto control social, aquello que se puede destacar es que no se lo considera en tanto política detentada por el Estado, sino como forma de disciplinamiento de la fuerza de trabajo por parte del actor sindical. Así, el control social sería visto como una relación configurada entre el sindicato y los trabajadores, dentro de la cual se incluye la existencia del conflicto y por tanto, la posibilidad de la resistencia. Y, en tanto control efectivo, se lo nombra como

29 Para ejemplificar esta reconversión, se presentan datos surgidos de un relevamiento empírico realizado por la autora en el año 1993 al interior de una empresa industrial del Conurbano Bonaerense que, en el lapso de tres años, reduce en un 54% la cantidad de obreros empleados. Más adelante, se presentan extracciones de entrevistas realizadas al Secretario General de la Seccional y al Secretario de Prensa de la Seccional para dar cuenta de un fenómeno que habla del avance de “(…) un modelo gremial que asume como propia la tarea del control y del disciplinamiento (1995:104)” como parte del proceso de reestructuración de la fuerza de trabajo, debido a que los entrevistados expresan que en una situación de elevado desempleo mundial, como la que se vivía en aquel momento, los obreros no deberían desmerecer su situación laboral.

61 61 “imposición no forzada”. Asimismo, se lo relaciona con los conceptos de disciplinamiento, poder, y régimen social de acumulación. Algunos autores citados son

Balestra, Barbeito, Lo Vuolo, Marshal, A., Nun y Portantiero y O´Connor.

3.3.14. La moral como sistema de reglas: internalización y “autonomía de conciencia”

Por su parte, Ana Pereyra (1995) realiza un trabajo de investigación en torno a la peregrinación a San Cayetano, por hallarse vinculada a la inserción en el mercado de trabajo. En efecto, el objetivo ha sido aproximarse hacia la configuración de las “formas de la conciencia moral de los trabajadores” mediante la realización de 364 entrevistas, el día 7 de agosto de 1992, a una muestra intencional por cuotas basadas en sexo, edad y localización en el evento. El interés por este tema “(…) se funda en la convicción de que no habrá democracia hasta tanto no haya ciudadanos capaces de desobedecer órdenes aberrantes

(1995:206)”, poniendo de relieve la cuestión de la obediencia a la autoridad. La pregunta que atraviesa el artículo tiene que ver con una situación planteada a los entrevistados en la cual un niño desobedece una orden de su padre y éste piensa en castigarlo, por lo tanto, el interrogante es “¿qué le sugiere usted al padre?”.30 A partir de la posible implementación de un castigo, se considera la existencia del antagonismo y la desigualdad al interior de la relación padre-hijo, de manera que el interés reside en conocer cómo se posicionan los entrevistados frente al dilema moral planteado, posición que dependerá del registro o no de la existencia de dicho antagonismo.

Así, se recurre al concepto de moral de Piaget que plantea que “toda moral consiste en un sistema de reglas y la esencia de cualquier moralidad hay que buscarla en el respeto que el individuo adquiere hacia estas reglas (1995:208).” De esta forma, el presupuesto es que las respuestas obtenidas expresan concepciones distintas acerca de cómo se llegan a respetar concientemente las reglas. En cuanto a las alternativas de

30 Se destaca que dicho interrogante ha sido implementado por Jean Piaget en sus estudios para conocer la evolución de la noción de justicia en el niño.

62 62 acción encontradas frente a la situación hipotética presentada, se las clasificó dividiendo entre aquellos que adscribieron al castigo y aquellos que promovieron el no castigo y a su vez, se establecieron matices al interior de cada grupo de alternativas. Según Pereyra, esta categorización expresaría una escala que va de los castigos menos severos, tendientes a la igualación de los términos de la relación padre-hijo, a los más severos, los cuales reflejan un ejercicio autoritario de la paternidad. Ahora bien, lo que se pretende interpretar con respecto a las respuestas obtenidas es la heterogeneidad de comportamientos que la “sociedad de los fieles” expresa frente al delito. En este sentido, se recurre a la teoría durkhemiana, que concibe al delito como un acto que ofende los estados fuertes de la conciencia colectiva y al castigo como una reacción sobre aquellos que han violado determinadas reglas de conducta. Así, el respeto se dirige al grupo y resulta de la presión que éste ejerce sobre el individuo. En contraposición, se recoge el concepto de autonomía de la conciencia perteneciente a la teoría piagetiana, la cual plantea la existencia de dos morales, la moral de la presión -del deber puro y la heteronomía- y la moral de la cooperación -basada en la autonomía de la conciencia y la responsabilidad subjetiva-. Al observar en el niño el pasaje del primer tipo de moral al segundo, Piaget considera que el respeto se dirige a las personas y resulta de las relaciones de los individuos entre sí. De esta manera, mediante estos desarrollos teóricos, Pereyra pretende plantear la cuestión de la configuración de la internalización de normas y el respeto a la autoridad. Así, sobre el final del artículo se pregunta: “¿qué experiencias y en el marco de qué relaciones sociales son las que contribuyen al desenvolvimiento de la autonomía normativa? (1995:222).”

En efecto, en este caso, el enfoque del control social se halla centrado para abordar procesos desarrollados al interior de la sociedad civil y se lo liga a conceptos

63 63 como moral, autonomía de la conciencia, internalización, delito, castigo. Y entre los autores citados encontramos a Durkheim, Foucault, Gilligan, Marín, Marx, Piaget.

3.4. Recapitulación preliminar

Sobre la presente serie de artículos empíricos desarrollados por Delito y

Sociedad durante la década del noventa, se pone de manifiesto que la revista se ha dedicado a la investigación y producción dentro del enfoque del control social, teniendo en cuenta que la mayoría de los autores proceden de la Universidad de Buenos Aires, estableciendo una profunda imbricación con la temática desde el abordaje de las ciencias sociales. Esto quiere significar que no se ha dedicado solamente al análisis y posterior publicación de investigaciones nacionales relacionadas con la temática, sino que ha otorgado un impulso orientado al desarrollo investigativo de la realidad nacional; cuestión que podría considerarse, sobre todo desde el terreno de la sociología, como un referente en relación al análisis y desnaturalización de la configuración del orden social, pudiendo reflejarse en la gran cantidad de artículos realizados bajo el llamado

“Seminario del Carapachay”.

En efecto, si se consideran las interpretaciones propuestas en el punto 3.2., podríamos decir que la revista se pliega a aquellas concepciones teóricas que entienden el control social como coerción o hegemonía, considerando la primacía del conflicto en la configuración de las relaciones sociales. Así, atravesados por una perspectiva crítica que sostiene que el orden social establecido se configura a partir de la dominación política y por tanto lleva a cabo el estudio del delito -y la desviación- no como una conducta individual sino, por el contrario, como un fenómeno profundamente social.

Reflejo de aquella lógica, los artículos inscriben el enfoque del control social dentro de líneas de investigación relacionadas, a grandes rasgos, con la realidad del sistema penal y la administración de justicia, el delito, el castigo y la aplicación de políticas públicas,

64 64 y más específicamente con temáticas como criminalización y penalización selectivas, pobreza y exclusión social, jóvenes, enfermedad mental, drogadicción, clases sociales, realidad tributaria. Asimismo, sería relevante destacar la centralidad que adopta al interior de esta serie de artículos, el Estado y sus funcionarios públicos como agencia y agentes detentadores de un tipo de control social, que en general es presentado en dirección estatal hacia la sociedad civil, recalcando su dimensión represiva.

En suma, sobre la caracterización conceptual de las producciones se puede afirmar que al interior de éstas se hallan términos como delito, desviación, políticas públicas, clientelismo político, Estado, sociedad civil, sistema político, relaciones de dominación, resistencia, identidad, socialización, internalización, estereotipo, poder, moral, norma, ley, moral entrepeneurs, reacción social, instituciones de secuestro, normalización, peligrosidad social, disciplinamiento, psiquiatrización de la vida, saber-poder, criminalización, etiquetamiento, delito de cuello blanco, representación social. Este conjunto de conceptos denota una tendencia hacia la problematización de un tipo de relación tejida entre el Estado y la sociedad civil que bien podría analizarse a través del concepto foucaultiano de biopolítica y en tanto práctica de gobierno.

En cuanto a los marcos teóricos utilizados, las mayores referencias descansan en el enfoque foucaultiano, la visión de la criminología crítica y la teoría del etiquetamiento.31 Entre las dimensiones abordadas en materia de la conceptualización del control social encontramos que las investigaciones se remiten a ciertas clasificaciones como duro/blando, activo/reactivo, formal/informal. En relación a los autores más citados dentro de este conjunto de producciones, en su mayoría teóricos sociales y criminólogos contemporáneos, encontramos a Baratta, Becker, Bergalli,

Cohen, Foucault, Goffman, Larrauri, Melossi, Pavarini, Pitch, Szasz, Young. Dicho 31 Para ahondar en el desarrollo de estos enfoques teóricos ver BUSI, Fabricio (2003) “Teoría sociológica y criminología contemporánea”, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP), Departamento de Sociología.

65 65 compendio permitiría entrever cuál sería el sustento teórico-conceptual sobre el que se habrían apoyado los investigadores de esta serie de artículos a fin de llevar a cabo el desarrollo y articulación de sus problemáticas. Asimismo, como anclaje histórico y contextualización de varias investigaciones se destacan el neoliberalismo y la aplicación de políticas estatales de ajuste estructural, la consolidación de la sociedad de mercado con sus distintos procesos de exclusión social. Y en cuanto a los espacios geográficos, encontramos que las investigaciones se han desplegado casi en su totalidad en la provincia de Buenos Aires, exceptuando dos casos realizados en las provincias de Santa

Fe y Río Negro. Sobre los ámbitos de desarrollo de las investigaciones, en líneas generales, hallamos aquellos relacionados con instituciones, como las sancionatorias y las hospitalarias, pasando por otros espacios como el industrial, el urbano y el religioso.

Es necesario señalar que, si bien Delito y Sociedad se halla fundada en una perspectiva que postula, como eje caracterizador que el control social no solo descansa en la represión sino que implica asimismo la promoción de conductas, la mayoría de los artículos correspondientes a esta serie se halla enraizada en la investigación de los aspectos reactivos del control social, mientras que las investigaciones sobre las formas activas del control social representan la minoría de los mismos. No obstante, la producción de Delito y Sociedad ofrece una mirada capaz de abarcar tanto a sujetos,

ámbitos, instituciones y procesos considerados desviados como así también a los no-desviados, a partir del planteamiento de interrogantes sobre los mecanismos y relaciones de poder configuradas a nivel jurídico y extrajurídico; conllevando, de la misma manera, el abordaje de fenómenos tanto macrosociales como microsociales.

66 66 4. CAPÍTULO III: Sobre el concepto de control social durante

la primera década del siglo XXI en “ Delito y Sociedad . Revista de Ciencias Sociales”

Antes de adentrarnos en el capítulo III, me gustaría poner de relieve un artículo de Juan Pegoraro, publicado en el año 2007, titulado “Delito y Sociedad: una herencia de los librepensadores”, con el ánimo de repasar brevemente algunas cuestiones allí planteadas que permitan dar cuenta de nuevas improntas, así como de la existencia de continuidades, con respecto a los objetivos y las perspectivas desde las cuales se ha recogido la temática del control social al interior de esta publicación que, para ese entonces cuenta con quince años de trabajo transcurridos.

De esta forma, y al igual que en la primera edición de la misma, se convoca a colaborar a los “librepensadores del mundo”, haciendo referencia a aquellos como portadores de un “pensamiento secular en la tradición democrática, científica y crítica”.

Y, siguiendo a Foucault, se pone de manifiesto que Delito y Sociedad formó y forma parte de una “actitud intelectual y moral que supone un compromiso frente a la pereza, la frivolidad o la resignación ante un orden social inhumano (2007:5).” En consecuencia, interpelando nuevamente a las ciencias sociales, resurge la pregunta acerca de la imbricación entre construcción y reproducción del orden social por un lado, y las conductas delictivas por el otro; cuestión que en esta ocasión se problematiza con respecto a la región latinoamericana, en tanto se postula que la instauración del modelo neoliberal incluyó, además de una profunda segmentación social, el fenómeno del aumento de delitos violentos, dando lugar a la generación de una atmósfera social en la que recurrentemente comenzaron a aparecer conceptos como sociedad de riesgo y la

67 67 consecuente necesidad de aplicación de la “tolerancia cero” para con el delito. En este contexto, Pegoraro enuncia que ello, “(…) el sistema punitivo sólo se descarga sobre sujetos socialmente débiles que pueblan las cárceles del país y se articula con otros poderes para preservar la inmunidad e impunidad de sujetos socialmente poderosos (2007:6).” De esta forma, se postula que se circunscribe “la relación entre delito y sociedad” a la inseguridad personal provocada por el delito común, “(…) oscureciendo el hecho de que las inseguridades sociales son producidas por la progresiva transformación de la salud, la vivienda, la educación y la seguridad personal en mercancías privatizadas (2007:7).”

En efecto, se manifiesta que el eje vertebrador de la revista ha sido y continúa siendo “la problemática sociológica del orden social y del control social”, anclado en el funcionamiento del sistema penal y la selectividad punitiva. En este sentido, y para continuar abordando la compleja relación entre ilegalidad y orden social, además de los

ámbitos judicial, policial y penitenciario abordados con anterioridad, se menciona la inclusión en esta mirada de las relaciones con otros “micropoderes” como los familiares, institucionales, educativos, simbólicos, tanto de origen estatal como privado.

Asimismo, otras dimensiones se hacen presentes en el horizonte de los debates jalonados por la revista, en donde se señala la compleja configuración entre actividades legales e ilegales “tanto en el ejercicio del poder político como en las actividades económicas organizadas empresarialmente”. A su vez, se profundiza la relación entre lógicas económicas productivas y control social, tal como se verá en las páginas siguientes.

68 68 4.1. El control social en los escenarios modernos y post-modernos: de las

visiones regulacionistas a las radicales

Ahora bien, en esta instancia nos adentraremos en la segunda serie de números

que aquí se corresponde con las publicaciones que la revista ha realizado entre los años

2001 y 2011, de manera que la presente sección se enfocará en el análisis de distintos

artículos de corte teórico, los cuales son:

Cuadro nº 3: Teoría social y control social en los inicios del siglo XXI

Autor Título del artículo Procedencia Número Año Universidad Jock Young Canibalismo y bulimia: patrones de control social de Middlesex 15/16 2001 en la modernidad tardía (Inglaterra) Universidad Colin Sumner Control Social: historia y política de un concepto de Cambridge 18/19 2003 central en la sociología anglo norteamericana (Inglaterra) Universidad Juan Pegoraro Las paradojas del control social punitivo de Bs. As. 25 2008 (Argentina)

Alessandro Hacia una economía post-fordista del castigo: la Universidad De Giorgi nueva penología como estrategia de control de San José 27 2009 post-disciplinario (EE.UU.) Universidad Edwin Lemmert Folkways y Control Social de California 29 2010 (EE.UU.) Fuente: elaboración propia.

4.1.1. Repasando la conceptualización del control social

En el año 2003 la revista recoge un trabajo de Colin Sumner (1995) que,

revisando muchos de los tópicos tratados dentro de los artículos publicados en la década

del noventa, apunta a construir la historia del concepto de control social dentro de la

sociología anglo-americana, orientándose a atender las distintas transformaciones con

respecto a sus usos y significados.32 En efecto, Sumner parte de los sociólogos que

32 Traducido por Nicolás Maggio (UBA).

69 69 escribieron acerca del control social durante el primer cuarto del siglo XX en Estados

Unidos, ante el surgimiento de la industrialización y de la sociedad de masas, preocupados por la desorientación moderna vivida a raíz de la ausencia de una “fuerza moral” que guiara a las personas hacia “adaptaciones cooperativas”. Así, el control social comenzó haciendo referencia a formas de interacción y regulación sociales -en términos de normas informales- orientadas a generar cohesión social. De acuerdo a

Sumner, este uso temprano del concepto representaba una crítica a la coerción y al libre mercado, significaba consenso y colaboración, integración de los sistemas sociales, de manera tal que encuentra un “paralelismo no considerado” en relación con el término gramsciano de hegemonía. En este sentido, el control social sería entendido como parte del proceso de dominación que refiere a la construcción de hegemonía y que se maneja en los registros discursivos de la regulación y la participación, antes que en la represión y pacificación. Al igual que Janowitz y Bergalli, presenta a Ross como un autor que en este contexto se dedica a observar la inestabilidad de los ideales y valores tradicionales y la erosión de la sociabilidad, de manera que abogaba por un planeamiento y control social para sostener el orden social. Sumner menciona que al igual que Ross, Park distinguía entre un control social espontáneo, informal y un control social de carácter planificado, público y formal. Preocupado por la formación de comunidades multiculturales, Park señaló el rol de la comunicación de masas como medio de control social al interior de las nuevas sociedades urbanas del siglo XX porque consideraba que las noticias permitirían que la población se “readaptara” a los constantes cambios sociales.

Sumner sostiene que las reflexiones de estos autores evidencian la relación del concepto con el New Deal y la política socialdemócrata que intentaba reparar el daño de la economía de libre mercado de los años ´20. En esta instancia, señala que estos

70 70 sentidos tempranos del control social fueron dejados de lado por la teoría de los sistemas sociales a partir de 1945. Así, construida como una defensa contra la repetición de los horrores de la guerra, esta noción de control social era puesta al servicio de un sistema social e institucional organizado rigurosamente, era un instrumento tecnocrático ejercido por las agencias regulatorias del Estado de Bienestar, y al interior de la sociología era analizado por su eficacia para sostener un sistema de valores. El autor postula que las versiones normativo-funcionalistas inspiradas en el trabajo de Parsons fueron centrales en el periodo 1940-1960 para hablar de normas y regulación sociales.

Destaca que a partir del enfoque funcionalista el control social iba a ser definido como una respuesta al comportamiento desviado, y al sostener una interdependencia armoniosa entre instituciones, roles y valores, cada aspecto del sistema social se volvería una agencia de control social. En este sentido, presenta las ideas de LaPiere que consideraba que una socialización imperfecta habría producido una sociedad delictiva e inestable, de manera que teorizaba el control social como el correctivo del sistema para los errores de transmisión cultural. A partir de los planteos anteriores

Sumner indica un nuevo giro en el significado del control social, transformado ahora en un concepto “atrápalo-todo y moralmente minimalista” que evaluaba la efectividad de la respuesta del Estado y la comunidad frente a la desviación social. Frente a esta visión,

Sumner indica el sentido desarrollado por los enfoques radicales, entre los que se destaca la “nueva criminología”, que caracterizan al control social como parte de la competencia por el poder y la lucha por la dominación. La visión de la teoría del etiquetamiento sostenía que la desviación no existía si no era establecida por medio de las etiquetas del control social. Más adelante, para la década del ’80, Sumner recalca que el control social era visto como expresión de un poder autoritario.

71 71 En suma, el recorrido trazado por Sumner en torno a la historia del concepto de control social se enfoca dentro de la sociología anglo-americana durante el siglo XX, señalando distintos fenómenos como el surgimiento de la sociedad de masas y la industrialización, el New Deal y el Estado de Bienestar. Aparece ligado con temas como interacción, integración y regulación sociales, consenso y cohesión social, hegemonía, orden social, sistema social, normas, socialización, desviación, dominación, teoría funcionalista, teoría del etiquetamiento. Entre los autores citados se destacan Durkheim,

Foucault, Gibs, Gramsci, Hollingshead, Janowitz, LaPiere, Lemert Melossi, Merton,

Park, Parsons, Ross.

4.1.2. El control social como proceso de socialización

Para el año 2010 aparece publicado un texto de Edwin Lemmert33 que pone de manifiesto el enfoque del control social en relación con la noción de folkways dentro de los desarrollos de la sociología norteamericana, a partir de su “invención” en un libro de

William G. Sumner34 (1907), “(…) para hacer referencia a los usos, la tradición o las costumbres informales, transmitidas por la imitación y la presión social antes que por el derecho, al interior de un grupo social (2010:121).” De esta forma, Sumner propone que “el problema del control social” debería tener en cuenta la explicación de los usos, costumbres e instituciones sociales, y que su “esencia” debe ser buscada en la organización de un grupo. Lemmert indica que Sumner concibió a las folkways, y a los

33 Publicado originalmente en inglés en American Sociological Review, Vol. 7, No. 3 (1942). Traducción de Antonella Comba (PECOS,UBA)

34 “ (1840-1910) Nace y muere en Nueva Jersey (EE.UU.) En su libro enciclopédico más conocido, Folkways (1906), Sumner añadió los términos patrones de conducta y tradiciones a los vocabularios de los sociólogos norteamericanos. Él creía que se trataba de las influencias más poderosas en el comportamiento humano. Darwinista social y conservador en sus pensamientos, Sumner trabajó continuamente para trazar la evolución de las costumbres humanas, costumbres y moralidad. Él creía que estas fuerzas, desarrolladas naturalmente a través del curso de la evolución, hacen cualquier intento de reforma social inútil. Sumner definió el concepto de etnocentrismo como las actitudes de superioridad respecto del grupo de uno mismo en comparación con otros”. (Texto original en idioma inglés, traducción propia) Fuente: American Sociological Association:http://www.asanet.org/about/presidents/William_Sumner.cfm

72 72 procesos por los cuales surgen y se difunden, como leyes naturales activadas inconscientemente, y que veía al control social como la coerción automática de las costumbres introyectada en la conciencia del individuo. Según Lemmert, la deficiencia en los trabajos del control social es el fracaso para diferenciar entre las regularidades en el comportamiento y las técnicas empleadas para generarlas. Según su visión, las folkways no se perpetúan a sí mismas y no las concibe como un poder coercitivo capaz de prevenir las desviaciones en el comportamiento. “Las actitudes básicas para la continuidad de la cultura deben ser desarrolladas y reincorporadas dentro de los individuos y los grupos. No hay una transferencia automática de tales actitudes. (…) la clave del control social debe ser encontrada en el proceso de condicionamiento (2010:125).” En este sentido, retoma la concepción de Snedden (1935) que entiende al control social como un proceso de socialización. Y a través de Hollingshead (1941) considera que los fenómenos relacionados con la estructura del grupo son los más adecuados para un abordaje del control social, esto es, factores como tamaño, heterogeneidad, movilidad, participación social, dicotomías intra y extra grupo. En efecto, al interior de este enfoque encontramos el tema del control social puesto en relación con el desarrollo de la socialización y la cultura, tomando autores como Hollingshead, Mead, Snedden, Sumner, W.

4.1.3. El desmantelamiento del Estado de Bienestar: de la inclusión de la “desviación” a la “criminología de la intolerancia”

Durante el año 2001 se publica un trabajo de Jock Young sobre los “patrones de control social en la modernidad tardía”, enmarcado en las manifestaciones del debilitamiento de la forma Estado de Bienestar y el avance de la sociedad de mercado.35

Discute con teorías como la criminología de la intolerancia, que según Young arraigan en la imposibilidad de mantener los parámetros de vida construidos en la “modernidad

35 Ponencia originalmente presentada en Barcelona en el año 2000, traducida por Diego Zysman Quirós (UBA) y revisada por Juan Pegoraro (UBA).

73 73 social”, los cuales se habrían diluido ante el pluralismo de valores, el resultado de la inmigración y la diversidad subcultural. Con este panorama, los objetos de conocimiento de las nuevas teorías apuntan a captar la criminalidad de un mundo atravesado por la exclusión y proponer modos para controlarla. Asimismo, Young se dedica a criticar dos tipos de explicaciones convencionales de las causas del delito: las teorías culturales que sugieren que el delito y la desviación se producen por una carencia de cultura, de socialización, de arraigo simbólico con la sociedad. Y otras teorías vinculadas con la “privación absoluta”, que sugieren que el delito y la desviación son un producto de la carencia de bienes materiales, de la desigualdad, la pobreza, el desempleo. En contraposición, retoma el punto de vista de Merton que sostiene que el delito y la desviación, en lugar de considerarse una patología de los individuos, es la respuesta “normal” generada por la cultura y la estructura social.

Ahora bien, el análisis de Young trata la transición de una sociedad inclusiva a una excluyente. Ante el desmantelamiento del Estado de Bienestar, los cambios en el mercado -a nivel de la producción y del consumo- y la posterior aplicación de políticas económicas de ajuste neoliberal, dan lugar a un aumento en los niveles de “desórdenes” y a una creciente violencia delictiva. Young postula como característica actual de las sociedades capitalistas occidentales, la inclusión y asimilación cultural de casi toda la población -a través de la educación, los medios de comunicación y la participación en el mercado- y al mismo tiempo una política de exclusión y marginación social llevadas a cabo para tratar la desviación que el autor denomina “canibalismo y bulimia”, retomando en relación con esas metáforas, las ideas de autores como Lévi-Strauss y

Robert Merton. En suma, el mundo que incorporaba la desviación (ya sean criminales, locos, adictos, inmigrantes, teenagers o familias disfuncionales) en el período de

74 74 post-guerra, se vio transformado en uno de tipo excluyente a partir del último tercio del siglo XX, durante la modernidad tardía.

Según Young, la combinación de un aumento de las “dificultades” -delito y desorden- y otro de la diferencia -en la diversidad y el debate sobre las reglas en sí- provoca transformaciones en la sociedad civil y asimismo, un cambio en el sistema de control social, el cual ve reflejado en el surgimiento del “actuarialismo”. Este tipo de criminología se caracteriza por el cálculo del riesgo, no se preocupa ni por las causas del delito y la desviación, ni por la justicia, ni por la moral, sino por la minimización del daño. Además, supone la ubicación de los individuos en un escalafón social cuyos extremos dan cuenta de un mundo profundamente segregado. La postura actuarial reflejaría el hecho de que el riesgo ha aumentado y que el delito se ha convertido en una característica de la vida cotidiana, tal es así que el delincuente podría hallarse en cualquier ámbito, desde la calle hasta una oficina importante, en zonas urbanas pobres y en las instituciones que fueron creadas para rehabilitar y proteger, en el mundo público y en la familia. Se desconfía de todo y de todos, el “otro” puede estar en cualquier parte y no es únicamente el delincuente o extraño. Según el análisis del autor, la inseguridad se convierte en el eje de cualquier situación o actividad, lo importante es tornar seguro cada momento para evitar lo riesgoso, aunque ello sea probabilístico. Así, la tendencia actuarial habría presionado para que el sistema de justicia criminal alcance un mayor grado de eficacia. Estas actividades no tratarían tanto de la rehabilitación de los individuos, si no que se orientan a establecer una clasificación de grupos sociales evaluados por su peligrosidad y por la inseguridad que generan. El autor considera que si la actitud actuarial es la vía para confrontar la dificultad, el multiculturalismo es la respuesta a la diferencia. Young recurre al concepto de subcultura para hablar de la diversidad en la modernidad tardía, las subculturas serían interpretaciones matizadas de

75 75 los valores generales que varían por edad, clase, género y etnia, que conectan lo global y lo local como un producto de la sociedad de mercado.

Asimismo, la exclusión social genera una crisis de identidad. En este sentido,

Young advierte que este proceso de esencialismo y creación de estereotipos puede devenir en la demonización del otro, que usualmente se corresponde con los sectores vulnerables de la estructura social, por ejemplo la underclass o la juventud, abonando de esta manera el proceso de exclusión social.

En suma, el artículo de Young liga los procesos contemporáneos de segregación y exclusión social occidentales con el desarrollo de distintas teorías criminológicas y de su relación con la promoción de nuevos sistemas de control social. El trabajo se tiñe de conceptos como canibalismo y bulimia, delito y desviación, sociedad civil, actuarialismo, underclass, estereotipo, multiculturalismo, sociedad de mercado, segregación social, modernidad tardía, peligrosidad social, inseguridad, gestión del riesgo. Y entre los autores citados encontramos a Bauman, Cohen, Gouldner,

Lévi-Strauss, Merton.

4.1.4. Juan Pegoraro y el control social como dispositivo de mantenimiento de la dominación social

Durante el año 2008 Delito y Sociedad presenta un artículo de Juan Pegoraro anclado en desentrañar distintas relaciones entre el orden social, el control social y el delito; así se manifiesta que la teoría sociológica desde sus inicios en el siglo XIX, y sobre todo a partir del paradigma durkhemiano, asignó a la sociedad una naturaleza orgánica y cooperativa; considerando “contingentes” las actividades delictivas, “(…) esto implicaba ignorar el papel relevante que las violencias, las ilegalidades y/o los delitos han tenido y tienen tanto en la construcción del proceso histórico cuyo resultado es un determinado

76 76 orden social así como en el mantenimiento y reproducción de dicho orden (2008:8).” 36 Según

Pegoraro, aquí la noción de “Ley” se halla ligada a un imaginario de orden social moral del cual deriva la idea de control de la sociedad por sí misma -considerada como conformada por hombres libres e iguales- y en donde, a partir de esta concepción,

“(…) el concepto de “control social” se relaciona con la organización política del Estado liberal clásico y también con las formas democráticas de gobierno y representación política (2008:12).”

En contraposición, la hipótesis de la cual parte Pegoraro descansa en la idea de la existencia de “lazos sociales ilegales” que en lugar de disolver el “principal” conviven con él y responden a las “necesidades sociales” del propio orden social, las cuales se conforman por la estratificación social, por una estructura de jerarquías e imaginarios sociales. Y tomando como punto de partida la tesis de Foucault acerca del funcionamiento del sistema penal como una “administración diferencial de los ilegalismos”, Pegoraro sostiene que la necesidad de reproducir el orden social hace que el “Control Social Punitivo” se ejerza de manera “selectiva”, como una forma de

“gobernar la conducta de los hombres”, lo cual implicaría la represión de ciertas conductas ilegales -esto es, las llevadas a cabo por “personas socialmente débiles”- y paradójicamente, la tolerancia, encubrimiento y participación en actos ilegales llevados a cabo por otros sujetos sociales. En este sentido, el orden social es entendido como el producto del control social cuyo instrumento sería la “Ley”, y siguiendo a Bourdieu y

Passeron se plantea que también lo serían la opinión pública, la educación, las tradiciones, las costumbres y demás “dispositivos” que construyen y reproducen el orden social, producto de un proceso histórico con sus relaciones de dominación y sometimiento.

36 Presentado como parte de la investigación “La trama social de las ilegalidades: lazos sociales y poderes ocultos en la sociedad argentina del fin del siglo XX”, (UBA CyT).

77 77 Contrariamente, según Pegoraro, las perspectivas que parten del consenso y de la existencia de un interés general universal suponen la “naturalización y despolitización del control social punitivo”. En efecto, en cuanto al fenómeno social de las ilegalidades el autor postula que la teoría social ha reducido su explicación a manifestaciones particulares producto de patologías personales o de carencias sociales y/o morales, y que la atribución de un delito depende más de la reacción (o no reacción) de las instituciones de control social penal que de la violación de una norma. Entonces, en relación con el fenómeno delictivo la concepción del autor radica en que su existencia se establece sólo a través de la definición de la ley y que no puede ser considerado marginal dentro de la configuración del orden social, resaltando por esta vía el carácter funcional del fenómeno delictivo. En efecto, específicamente su análisis descansa en el abordaje del “Delito Económico Organizado” (DEO), definido como “la organización delictiva dedicada a negocios legales-ilegales de una cierta complejidad política-jurídica con la necesaria participación de instituciones y/o funcionarios estatales, que producen una recompensa económica importante y que gozan de impunidad e inmunidad social-penal

(2008:15).” El DEO se caracterizaría por la ausencia de una estructura orgánica fija, puesto que estaría conformado por una red informal y contingente de individuos poderosos.

Con respecto a la forma de instrumentación del control social penal en las sociedades modernas, Pegoraro apunta a que paradójicamente no sólo conllevaría una gestión diferencial de los ilegalismos “(…) sino también diversos dispositivos, políticas, estrategias, técnicas, discursos que logran en su conjunto la creación y el mantenimiento de desigualdades en las relaciones de poder y dominación y en el acceso a bienes culturales y materiales (2008:17).” En este sentido, retoma las ideas de Wacquant quien plantea la existencia de un “estado penal” que reproduce las políticas de exclusión y diferenciación social del modelo neoliberal. Así, se considera que existe un “hiato”

78 78 entre el Derecho Penal y la Política Penal debido a que no habría automaticidad entre el derecho violado y el correspondiente castigo, ese hiato estaría constituido por

“mediaciones” entre las que se destacan la naturaleza de la víctima y la del victimario, el contexto cultural, los intereses involucrados, la preservación del cargo por parte del agente jurídico en función de las relaciones afectadas, la participación de los medios de comunicación. De esta manera, Pegoraro expresa que “(…) la función de los castigos (del control social punitivo) no es preservar la moral, las buenas costumbres, la equidad, la igualdad sino un orden de las diferencias, de las jerarquías, de las desigualdades (…) (2008:30).”

En efecto, aquí el enfoque del control social se halla relacionado con conceptos como orden social, estratificación social, desigualdad, dominación, sistema penal, castigo, ilegalidad, lazo social, delito económico organizado, procurando establecer una discusión principal en torno a las formas de aplicación del control social punitivo y el mantenimiento y reproducción de desigualdades sociales, y en el mismo sentido se advierte la relación entre control social y una madeja de “dispositivos” no punitivos como los medios de comunicación y la opinión pública, la educación, las tradiciones y las costumbres. Entre los autores más citados encontramos a Agamben, Bauman,

Beccaria, Becker, Bourdieu y Passeron, Durkheim, Foucault, Garland, Gouldner,

Gurvitch, Janowitz, Mead, Melossi, Park, Pavarini, Pitch, Ross, Rusche y Kirchheimer,

Sumner, Sutherland, Wacquant, Young.

4.1.5. El control social como estrategia disciplinaria en la reproducción de la racionalidad capitalista: la transición al paradigma post-fordista

En el año 2009, dentro del número 27, se publica un artículo de Alessandro de

Giorgi abocado al enfoque de la economía política del castigo, la cual investiga las relaciones entre sistemas económicos y formas de castigo y cuya hipótesis principal postula que las instituciones y prácticas de control social tienen una influencia

79 79 importante en la reproducción de las relaciones productivas de tipo capitalistas.37 Así, la

“historia revisionista del castigo” vincula el papel de la prisión correccional en la constitución de una clase obrera industrial inserta en un modelo fordista de producción, esto es, un sistema fundado en industrias de producción masiva y trabajo asalariado, asistencia social extendida y bajo nivel de desempleo. Dentro de este marco, el autor hace referencia a la obra de Foucault, sobre todo en relación a la emergencia de la

“gubernamentalidad”, en tanto apropiación de una racionalidad económica capitalista por la ciencia del gobierno, ligada a la conformación de dispositivos de seguridad para garantizar el funcionamiento del aparato gubernamental y el principio de maximización económica. Según De Giorgi, esta racionalidad se expresaría dentro de la fábrica, produciendo un tipo de fuerza de trabajo, y fuera de ella, donde las políticas keynesianas establecían la intervención estatal en los procesos sociales. Estas políticas, maximizadoras de la capacidad productiva de la fuerza de trabajo, consideraban necesarias la socialización y las disciplinas debido a que sus déficits aparecían en forma de desviación, criminalidad, enfermedad, desempleo y pobreza. Se explica que bajo la forma Estado de Bienestar, las estrategias disciplinarias para preparar la fuerza de trabajo giraron en torno a la administración económica, la regulación estatal y el control social de la desviación.

Sin embargo, De Giorgi sostiene que a comienzos de los años ´70 se produce en las economías occidentales una transición significativa hacia un orden post-fordista y neoliberal caracterizado por el alto desempleo, la flexibilidad e inseguridad laboral en un contexto de creciente desigualdad de ingresos y vulnerabilidad social, donde reaparecen conceptos como underclass y exclusión social. Se plantea entonces que la crisis del paradigma fordista-keynesiano pone de relieve que las instituciones para el

37 Traducido por María Soledad Sanchez y Guido Munari (PECOS, IGG, UBA).

80 80 gobierno económico de la sociedad son incapaces de mantener la inclusión social mediante el trabajo. De esta forma, se pregunta “¿qué tecnologías de control y racionalidades de poder están surgiendo de la crisis del fordismo y del sistema de regulación social vinculado a él? (2009:52).” Ante la emergencia de lo que el autor denomina un

“excedente” social -los marginales, los desempleados permanentes, los trabajadores precarizados e informales- sostiene que las antiguas tecnologías disciplinarias de control pierden su significado, ya que la estructura económica en la que se apoyan está desapareciendo. A partir de un análisis estrechamente ligado con la concepción foucaultina, explica que estas tecnologías de poder se basaban en un conocimiento individualizante de los cuerpos y las formas de cooperación de los individuos. Pero bajo la transición a un régimen post-fordista se perdería esa posibilidad de acumulación de saber respecto del cuerpo productivo. Esta fuerza de trabajo -flexible, móvil, precaria y vulnerable- no se abre al conocimiento de estos mecanismos de poder; lo cual “(…) obliga a las instituciones de “control social” a categorizar a sectores enteros de la fuerza de trabajo post-fordista como “grupos de riesgo”, y a implementar estrategias consecuentes de reclusión, incapacitación y vigilancia masivas (2009:53).” La lógica de esta perspectiva se inspira en la probabilidad, que tiene por objetivo seleccionar categorías de sujetos

“productores de riesgo” que debieran ser castigados más que otros debido a que presentan una serie de indicadores de “propensión permanente al delito”. El autor sostiene que esta nueva “población problemática” producida por la economía global se gestiona menos a través de las políticas de regulación social y más a través de las tecnologías penales, ilustrando este pasaje, en términos de Wacquant, como la transición del Estado Social al Estado Penal en tanto estrategia para la criminalización de la pobreza. Así, la “nueva penología -como posible modelo global de control basado en la construcción social de unos “otros peligrosos” a ser incapacitados y neutralizados- se erige

81 81 como una estrategia post-disciplinaria que se adecua (…) al sistema de producción post-fordista

(2009:68).”

En suma, el trabajo de De Giorgi establece una relación, atravesada por el enfoque del control social, entre matrices económicas y prácticas penales, sobre todo las desarrolladas dentro de la economía post-fordista, mediante la utilización de conceptos como fuerza de trabajo, underclass, gubernamentalidad, prisión, fordismo, post-fordismo, economía global, disciplinamiento, exclusión social, poder-saber, excedente social, Estado Penal, riesgo, incapacitación. Entre la bibliografía citada encontramos a Bauman, Beck, Castel, Foucault, Garland, Gorz, Hardt y Negri, Melossi y Pavarini, Rusche y Kirchheimer, Sennet, Wacquant, Young.

82 82 4.2. Recapitulación preliminar

A grandes rasgos, sobre la presente sección se podría decir que, con respecto a la década del noventa, Delito y Sociedad continúa recogiendo artículos que abordan la reconstrucción conceptual del control social en la teoría social contemporánea, específicamente en lo que respecta a los desarrollos anglo-norteamericanos sobre todo a partir del siglo XX, en donde, al igual que en los análisis vistos anteriormente, se plantean coyunturas históricas claves en la utilización y transformación del significado del concepto, como las consecuencias de la industrialización y el surgimiento de la sociedad de masas en los países centrales, el New Deal, el Estado de Bienestar, así como la segunda post-guerra y el surgimiento de los enfoques funcionalistas con respecto al comportamiento desviado. Es decir, nuevamente asistimos a la reconstrucción de un pasaje del significado del concepto que va desde la referencia a la socialización, integración y cohesión social a procesos coercitivos y represivos de la desviación social.

Por otro lado, aparecen nuevas cuestiones con respecto a las temáticas recogidas durante la década del noventa acerca del control social que se traducen en la publicación de artículos que tratan acerca de coyunturas como la “modernidad tardía” y su relación con un nuevo paradigma de la seguridad, en el marco del debilitamiento del

Estado de Bienestar y del avance de la sociedad de mercado como consecuencias del

83 83 embate neoliberal. De esta forma, sería relevante destacar como impronta dentro del presente recorte temporal, que se corresponde con el siglo XXI, la contemplación de distintos artículos atravesados por líneas teóricas enmarcadas dentro de la economía política del castigo acerca de procesos tales como la globalización y el post-fordismo, en donde además, se pone de manifiesto el auge del actuarialismo y de la gestión del riesgo entendidas como nuevas estrategias de control social abocadas al mantenimiento de un orden basado en relaciones sociales desiguales. Es decir, se observa una continuidad en los intereses temáticos de la revista y al mismo tiempo, una actualización de los mismos a partir del contexto histórico.

Más detalladamente, en cuanto a las temáticas y conceptos con las cuales el control social aparece relacionado en esta serie de artículos encontramos las siguientes: post-modernidad, régimen neoliberal, delito, desviación, underclass, estereotipo, sociedad de mercado, exclusión social, actuarialismo, gestión del riesgo, incapacitación, inseguridad, peligrosidad social, orden social, estratificación social, desigualdad, dominación, castigo, sistema penal, prisión, lazo social, delito económico organizado, medios de comunicación, socialización, folkways, gubernamentalidad, economía global, fuerza de trabajo, desempleo, precarización laboral, excedente social, Estado penal, sociedad post-disciplinaria. Entre los autores citados con mayor frecuencia hallamos a

Agamben, Bauman, Beck, Becker, Bourdieu y Passeron, Castel, Durkheim, Foucault,

Garland, Gorz, Gouldner, Hardt y Negri, Janowitz, Mead, Melossi, Park, Pitch, Ross,

Rusche y Kirchheimer, Sennet, Sumner, Sutherland, Wacquant, Young. De esta forma, sobre esta serie de artículos se puede señalar que los autores, en su mayoría contemporáneos, operan sobre perspectivas macrosociales fuertemente atravesadas por el análisis sobre el fenómeno de la post-modernidad.

84 84 4.3. La producción académica nacional durante el inicio del nuevo milenio

en Delito y Sociedad : El control social como imbricación de procesos macro y

micro sociales

En la presente sección se presentará el recorrido sobre las publicaciones

nacionales de corte empírico referidas a la temática del control social que la revista ha

desarrollado entre los años 2001 y 2011, los cuales aparecen bajo los siguientes

apartados, a saber:

Cuadro nº 4: Empiria y control social en los inicios del siglo XXI

Autor Título del artículo Procedencia Número Año Avances de investigación: Universidad En el nombre de la Madre. Control social, de Buenos Nicolás Dallorso conflictos y solidaridades en la convivencia entre Aires 24 2007 manzaneras y familias en el Conurbano (Argentina) Bonaerense Avances de investigación: Universidad Diego A. López Nuevos dispositivos de control social: las de Buenos 24 2007 prácticas y los discursos en las comunidades Aires terapéuticas (Argentina) Avances de investigación: Emilia Alfieri La estrategia socioeducativa como nuevo modo Universidad Ma. Belén Olmos de intervención en institutos de menores. de Buenos 29 2010 Avances y persistencias en las agencias de Aires control social penal para adolescentes y jóvenes (Argentina) Avances de investigación: Universidad Nicolás Dallorso Un nuevo escenario para las prácticas de control de Buenos 30 2010 social: los programas de transferencias Aires monetarias condicionadas en Latinoamérica (Argentina) Avances de investigación: Universidad Ezequiel De la prisión preventiva al campo del control del Nacional de 32 2011

85 85 Kostenwein delito en la provincia de Buenos Aires: algunas La Plata reconfiguraciones (Argentina)

Fuente: elaboración propia.

4.3.1. El control social como “dominio hibrido”: de las políticas públicas a los sentidos

compartidos

Nicolás Dallorso (2007) realiza una investigación centrada en analizar las

prácticas de control social informal en las que participan las trabajadoras vecinales

llamadas “manzaneras”, como controlar, denunciar o resolver situaciones conflictivas

dentro de los barrios empobrecidos del Conurbano Bonaerense asistidos por el “Plan

Más Vida”.38 Su interés radica en visibilizar la participación de actores informales en la

vinculación de las políticas sociales asistenciales con las “políticas de seguridad y

control social”. Para ello se optó por la realización de entrevistas abiertas a estas

trabajadoras con el objetivo de analizar las percepciones que tienen de su rol social y de

los conflictos entre sus vecinos y los grupos señalados como “peligrosos”. Dallorso

utiliza el concepto de control social para abordar procesos tendientes a naturalizar y

normalizar un determinado orden social, prestando atención a la función cumplida por

las políticas sociales. Consideradas como interventoras en la reproducción social de los

sectores populares, éstas se entienden, en términos de Foucault, como “tecnología

regularizadora de la vida”, en el marco de una “estrategia política de dominación,

pacificación e integración social” que implica la rutinización de conductas aceptables,

ya sea mediante la coerción o la neutralización-integración. Se postula entonces que el

Plan no se despliega sólo como una política social asistencial sino como una estrategia

de gobierno de la pobreza, refiriéndose al rol que éste desempeña en “el control social

de la vida cotidiana de los sectores populares” en tanto supervisión estatal sobre los

sistemas informales de control social. Así, se sostiene que los mecanismos de control

38 Programa lanzado en 1994 en la provincia de Buenos Aires bajo la gestión de Duhalde y destinado a disminuir el impacto de la pobreza en la población materno-infantil.

86 86 social formales harían referencia a los utilizados por el Estado en la gestión de conflictos, mientras que los informales se consideran radicados en las interacciones cotidianas de la sociedad civil que, enraizados en un sentido compartido, intervienen de manera íntima a partir del contacto cara a cara. Anclados en lo local, se ejercen rutinariamente por las familias, los vecindarios y las comunidades como prácticas aprendidas y habituales de mutua supervisión y moralización, complementándose con las disciplinas impuestas por las escuelas, los lugares de trabajo y otras instituciones. En este contexto, se consideran a los mecanismos de control social imbricados en un continuum dinámico más que a partir de una división necesaria entre los formales y los informales. Según Dallorso, las trabajadoras vecinales realizan las tareas vinculadas al

Plan como la distribución de alimentos, el cuidado de la salud de niños y madres embarazadas beneficiarios del programa, pero asimismo participan en el manejo y resolución de situaciones conflictivas en el barrio. La intervención de las trabajadoras se caracteriza por la recuperación del diálogo con los protagonistas de acciones

“desviadas”, así se considera que las manzaneras acaparan flujos de información que posibilitan la vigilancia sobre ciertos vecinos de su territorio. Entonces, el autor plantea que estas redes de relaciones no sólo son utilizadas de forma clientelística partidaria ni como forma de distribución de bienes, sino que también son utilizadas para la regulación de conductas indeseadas a partir de las posiciones de poder ocupadas por las manzaneras en la estructura social del barrio, articulándose un “dominio hibrido” entre lo público y lo privado. De esta forma, el enfoque del control social aparece ligado a conceptos como pobreza, neoliberalismo, sectores populares, políticas asistenciales, políticas de seguridad, Estado, sociedad civil, sentidos compartidos, orden social, reproducción social, desviación, dominación, tecnología regularizadora de la vida. Entre

87 87 los autores citados encontramos a Auyero, Baratta, Deleuze, Donzelot, Feeley y Simon,

Foucault, Garland, Melossi, Pegoraro, Pitch, Wacquant.

4.3.2. Prácticas de gobierno y construcción de subjetividades: el caso de los programas de transferencias monetarias condicionadas

Asimismo, en el año 2010, Nicolás Dallorso presenta otro avance de investigación en el cual se analizan las transformaciones recientes en materia de políticas asistenciales en Argentina. Y nuevamente utiliza el concepto de control social para referirse a aquellos procesos tendientes a la naturalización de un orden social establecido. Señala que el orden social es una construcción compleja, resultado de interacciones conflictivas, cuya naturalización se estructura a partir de “múltiples producciones de sentido” sobre lo permitido y lo prohibido, con lo cual, tomando a

Foucault, se refiere no sólo a las formas de censurar un comportamiento sino también a analizar cómo se producen “subjetividades valoradas socialmente”. Así, considera que las políticas sociales “(…) producen efectos en la construcción del orden social, puesto que contribuyen en la producción social tanto de “lo normal” y “lo permitido” como de “lo desviado” y “lo prohibido” (…) (2010:103)” debido a que su funcionamiento, anclado en la distribución de servicios y recursos, se basa en la definición que hace de los “sujetos merecedores” de las prestaciones y de las condiciones para dicho merecimiento. De manera que se pretende abordar los efectos de las políticas sociales en la reproducción de sectores populares entendidas en el marco de una “estrategia política de dominación, pacificación e integración social”. Consecuentemente, trata de indagar qué tipo de subjetividades se construyen a partir de la incorporación de la Teoría del Capital

88 88 Humano39 y el Enfoque de Capacidades40 en los denominados “programas de transferencias monetarias condicionadas”, los cuales proveen dinero a familias pobres a condición de que éstas cumplan con acciones demostrables, relacionadas con la

“inversión en capital humano” mediante acciones de educación, nutrición y salud en niños y jóvenes. Se plantea que estos programas, en consonancia con dichas teorías, aplican el “principio de corresponsabilidad entre asistidos y Estados” con el objetivo de fortalecer la agencia de los pobres comprometiéndolos como protagonistas de la superación de distintos problemas. En este contexto, Dallorso plantea que la lógica de aplicación de estas políticas fortalece el rol de la agencia individual en la interpretación de la dinámica social y a partir de lo cual se asiste “(…) a la presencia de un modo neoliberal en que son reflexionadas las prácticas de gobierno, puesto que se valoran los subsidios a la demanda que distribuyen poder de compra y expanden la frontera del mercado

(…) (2010:108).” Sostiene que según la Teoría del Capital Humano los pobres mantienen esa condición “por opción”, porque no han invertido en dicho capital, de manera que las desigualdades sociales se reducen a factores individuales obviando la existencia de clases y su conflicto. Mientas, entiende que la adopción del Enfoque de las Capacidades en las políticas sociales hace que el Estado se limite a promover la responsabilidad de los perceptores en relación a las transferencias monetarias, conllevando una “política orientada a la autogestión de la pobreza”. De esta forma, se engarza el análisis de las políticas sociales y el control social en tanto se lo define, tomando a Cohen, como “una parte del aparato coercitivo del estado, o un elemento oculto en toda política social (2010:109).”

39 Según Dallorso, esta teoría analiza el modo en que el agente económico, el trabajador individual, utiliza los recursos de que dispone. El “capital humano” se refiere al conjunto de las capacidades productivas que un individuo adquiere por acumulación de conocimientos, siendo la educación considerada en términos de inversiones que realizan individuos racionales para incrementar su eficiencia productiva y sus ingresos.

40 Este enfoque refiere al desarrollo de la capacidad de una persona para actuar por sí mismo e impactar en el mundo, las capacidades serían “libertades fundamentales” para conseguir diferentes estilos de vida.

89 89 Como ya se ha dicho, el trabajo de Dallorso liga control social y política social a partir de conceptos como orden social, naturalización, producción de sentidos, sectores populares, gobierno de la pobreza. Entre los autores citados encontramos a Becker, G.,

Cohen, Foucault, Grassi, Marchionni y Conconi, Melossi, Pegoraro, Pitch, Sen.

4.3.3. Sobre salud, delito y control social : del “Estado terapéutico” a la representación social del toxicómano

Diego López (2007) desarrolla un trabajo de investigación que articula el enfoque del control social con el “problema de la droga”. Para ello, se propone analizar las prácticas y los discursos al interior de tres comunidades terapéuticas de la ciudad de

Buenos Aires, mediante la realización de entrevistas abiertas al personal y a los residentes. El objetivo ha sido describir las dinámicas que vinculan la “adicción” a otras

“categorías socialmente negativas” y su impacto en las prácticas y discursos de aquellos que se encuentran internados. Asimismo, se ha intentado relacionar estos procesos con determinados “agentes del control social” que inciden en las comunidades, “(…) sean estos formales (poder judicial, sistema de salud, etc.) o informales (familia, amigos, etc.)

(2007:177).” Dentro de este marco se entiende a las comunidades terapéuticas como instituciones en las que se definen y difunden normas sociales, orientadas a sectores considerados “conflictivos”. Se trata de indagar las prácticas y los discursos socialmente construidos en torno a quiénes son considerados adictos, en donde los enfoques penalmente prohibicionistas y sanitariamente abstencionistas predominantes reflejan

“(…) la concepción de quienes ejercen el “control social”, traduciendo sus intereses y actitudes valorativas en sistemas de normas válidas para el conjunto de la sociedad, en tanto políticas para la defensa social (2007:179).” Se plantea entonces la existencia de una construcción discursiva en la cual el “toxicómano” es configurado a partir de la serie

“droga-delincuencia-enfermedad”, en donde el uso de determinadas sustancias opera como puerta de acceso a la “peligrosidad social”; representando íconos de riesgo y

90 90 focos de atención en la planificación de agendas políticas penales y sanitarias. En este sentido, López hace referencia al concepto de Estado Terapéutico como aquel que

“conjuga el saber médico con el poder estatal bajo el discurso de la defensa social (2007:180).”

Así, el autor sostiene que en el momento en que el uso de determinadas drogas ha sido socialmente calificado como “delito y enfermedad”, una serie de “dispositivos, representaciones y prácticas” impactan en los sujetos calificados como “adictos”. De esta forma, se entiende que las comunidades terapéuticas contribuyen, desde la visión de

Pitch, a formar ideas de lo bueno y lo malo, lo normal y lo patológico. Asimismo, se considera que los enfoques de Goffman y Foucault permiten analizar las prácticas y discursos a través de las cuales se normaliza y construye al toxicómano al interior de estas instituciones, como así también permiten analizar “(…) qué relación existe entre estos procesos y el orden social, es decir, con los factores sociales, económicos y culturales dentro de los cuales las instituciones se inscriben (2007:182).”

En efecto, el enfoque del control social aparece aquí ligado con los conceptos de peligrosidad social, delito, normalización, drogadicción, estereotipo, orden social, políticas estatales, defensa social, Estado Terapéutico y con la noción de agentes de control social, ya sean formales, es decir, médicos-estatales, o informales, es decir, actores familiares que desarrollan vínculos cara a cara. Algunos autores citados son

Bergalli, De Leo, Feeley y Simon, Foucault, Garland, Goffman, González Zorilla,

Melossi, Pegoraro, Pitch, Szasz.

4.3.4. Sobre juventud, vulnerabilidad social y control social

Emilia Alfieri y Belén Olmos (2010) realizan un trabajo de investigación dentro de un “instituto de menores” de Capital Federal (Buenos Aires), entre los años 2008 y

2009, centrado en analizar la estrategia socioeducativa como nueva forma de intervención sobre la niñez y la adolescencia en “situación de vulnerabilidad

91 91 socio-penal”.41 Según las autoras, la población del instituto se compone por chicos en situación de calle, en su mayoría con problemas de adicción a las drogas, sin inserción dentro del sistema educativo, ni en el mercado de trabajo, ni en un círculo familiar.

Centralmente, observan que desde la organización se plantea como objetivo el abordaje integral de la problemática del joven a partir de la coordinación de los diferentes

ámbitos y agentes que operan en el instituto, tales como, el personal de seguridad, el cuerpo docente que se desempeña en la escuela montada en su interior, los operadores socioeducativos, los profesionales del área de salud y el equipo técnico, compuesto por psicólogos y trabajadores sociales. No obstante, postulan que existe un “funcionamiento discordante” en la cotidianeidad del instituto, esto es, entre el plano normativo y el plano real, puesto que sostienen la existencia de tensiones por ejemplo, entre la concurrencia obligatoria de los chicos a la escuela y la concurrencia efectiva dependiente de la “garantía” aportada por los guardias, entre un seguimiento integral del joven que debe realizar el equipo técnico y las citas realizadas sólo en el ámbito del gabinete y superpuestas con el horario escolar, y por último, en la ausencia de un médico especialista en adicciones.

Considerando la contradicción entre las dimensiones punitivas y pedagógicas que conviven en la organización, plantean que dicha “institución total” se halla orientada formalmente a la función resocializadora por medio de la estrategia socioeducativa, pero cotidianamente operara, tomando a De Giorgi, en la

“neutralización e incapacitación selectiva” mediante prácticas penales orientadas a

41 Las autoras toman como marco legal la Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, Ley 26061, promulgada en 2005, la creación de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENNAF); y el decreto-ley de la última dictadura, Régimen Penal de la Minoridad, Ley 22278. Plantean que desde la nueva legislación, las medidas socioeducativas tienen que ver, formalmente, con el ideal resocializador y con el desarrollo del adolescente como persona y como ciudadano, además de que se inscriben dentro de la reformulación de las políticas sociales que apuntarían a un cambio intrainstitucional basado en un tipo de intervención integral.

92 92 eliminar al sujeto del contexto social. Así, “(…) es innegable el carácter de agencia de control social penal que reviste, la función que cumple en tanto custodio del orden social

(2010:96)”, priorizándose la intervención punitiva como respuesta a la ausencia de

“intervenciones positivas del Estado”. Asimismo, retoman el análisis del autor sobre la transición de una “sociedad disciplinaria” a la “sociedad actuarial postfordista” en donde prima la “gestión de riesgos” estableciendo que el objeto de control ya no es el individuo desviado sino los “colectivos productores de riesgo” que, en este caso serían los jóvenes pobres definidos como “clase peligrosa”. Las autoras entienden esta selectividad como una atribución identitaria que se cristaliza en un conjunto de estrategias de control diferenciado, destinadas a satisfacer la demanda de “seguridad ciudadana”, en tanto legitimación de la intervención estatal represiva con respecto al recorte de lo delictual (microcriminalidad y desorden urbano), que Rangugni entiende como “una herramienta privilegiada de gobierno del neoliberalismo”, en donde los

“empresarios morales” y su incidencia en los medios de comunicación, logran instalar un “estado de emergencia securitaria”.

Entonces aquí el enfoque del control social se tiñe de conceptos como exclusión y vulnerabilidad social, jóvenes, pobreza, delito, incapacitación selectiva, orden social,

Estado penitencia, sociedad postfordista, clase peligrosa, gestión del riesgo, seguridad ciudadana, neoliberalismo. Entre los autores citados encontramos a Agamben, Becker,

Beloff, Castel, Daroqui, De Giorgi, Foucault, Goffman, Miguez y González, Pegoraro,

Rangugni, Wacquant.

4.3.5. El “campo del control del delito”: entre el Estado y la sociedad civil

El trabajo de Ezequiel Kostenwein (2011) se halla orientado a comprender la utilización de la prisión preventiva (PP), considerada como una práctica judicial compleja más que como una decisión de empleados judiciales, es decir, como un

93 93 elemento que forma parte de las pautas culturales del mundo penal, atravesada por hábitos, rutinas y regularidades que hacen que la PP se convierta en un “portador de sentido” dentro de los operadores de la justicia. De esta forma, su análisis excede lo estrictamente legal para orientarse a comprender qué lugar ocupa la PP dentro de un conjunto de relaciones que suponen estructuras en la configuración del espacio jurídico, teniendo en cuenta a su vez, qué papel juega el entorno y cómo se dan esas relaciones.

En este sentido, el autor recurre a Garland para hablar del campo de control del delito

(CCD), ubicando a la PP como una práctica que se halla inserta en una configuración más amplia de vinculaciones que sería la de dicho campo. A partir de ello, su trabajo se extiende hacia las disputas hegemónicas sobre la problemática criminal, su diagnóstico y definición dentro del CCD en la provincia de Bs. As., entre los años 1997 y 1999. Así, se considera al CCD como una “sistematización de relaciones objetivas” entre una serie de actores tales como la policía, la administración de justicia, el Servicio Penitenciario

Bonaerense, los encargados de ejecutar la política criminal en cualquier esfera del

Estado, los partidos políticos, el ámbito académico, las agencias de seguridad privada, los medios de comunicación, las organizaciones no gubernamentales involucradas en la problemática del delito y el castigo y los “grupos de presión” que aparecen emparentados con la definición de “empresarios morales” de Becker. Así, “(…) el CCD es una categoría que aspira a diagnosticar la situación actual del control social respecto de diferentes infracciones, tomando en cuenta una amplia gama de operadores que por distintos motivos incidan en su definición (2011:113).” En este sentido, lo específico del CCD es que puede delimitar “qué es el delito (criminalización primaria), qué delito se perseguirá efectivamente (criminalización secundaria), cómo se transmitirán ciertos delitos

(criminalización mediática), cómo se castigara la comisión de delitos (criminalización terciaria)

(…) (2011:110).” En este marco, el autor retoma los análisis de Bourdieu y la tríada

“campo”, “habitus” y “capital” para comprender la práctica de estos agentes, que

94 94 pugnan por la acumulación del capital que se pone en juego en este campo, dándole contenido y expresión al mismo.42 Entonces, “quien más capital haya acumulado (…) tendrá en este campo mayores recursos para hacer imponer su concepción de aquello que debe ser considerado, temido, perseguido y castigado como delito (…) (2011:110).” Y en este sentido, recoge los planteos de Garland con respecto a las mutaciones al interior del CCD para afirmar que “este campo se extiende ahora más allá del Estado, comprometiendo a actores y agencias de la sociedad civil, permitiendo que las prácticas del control del delito se organicen y dirijan a distancia de las agencias estatales (2011:114).” En efecto, el artículo de Kostenwein articula la temática del control social con el concepto de campo de control del delito de

Garland y la teoría del espacio social de Bourdieu. Otros conceptos utilizados son hegemonía, criminalización, delito, empresarios morales, Estado y sociedad civil.

Asimismo, encontramos autores como Baratta, Becker, Bergalli, Foucault, Kessler,

Larrauri, Pavarini, Pratt, Saín, Tiscornia, Wacquant.

42 Según Bourdieu y Wacquant, “un campo puede ser definido como una red o configuración de relaciones objetivas entre posiciones. Estas posiciones están objetivamente definidas, (…) por su situación presente y potencial en la estructura de distribución de especies de poder (o capital) cuya posesión ordena el acceso a ventajas específicas que están en juego en el campo (…) (2011:109).” La noción de habitus hace referencia a un principio socialmente construido de percepción y apreciación que va forjando un “sentido práctico”.

95 95 4.4. Recapitulación preliminar

En suma, sobre la presente compilación de artículos desarrollados por Delito y

Sociedad durante la primera década del siglo XXI, brevemente, puede indicarse que, en continuidad con las cuestiones que se han ido presentando a lo largo de este recorrido iniciado en la década del noventa, éstos inscriben la temática del control social sobre esferas de investigación que se hallan vinculadas con estrategias de intervención punitiva y juventud, drogadicción y comunidades terapéuticas, sistema penal, prácticas judiciales, delito, desviación, castigo, exclusión y vulnerabilidad social, pobreza, desocupación, sectores populares. Asimismo, se puede señalar que en esta sección inscripta en un cambio de siglo, encontramos una diversificación de los ejes temáticos que incorporan lineamientos como políticas sociales asistenciales, políticas de seguridad ciudadana, sociedad post-fordista, gobierno de la pobreza, paradigma de la inseguridad,

96 96 gestión del riesgo, agentes del control social, incapacitación selectiva, estrategias de intervención socioeducativas, criminalización mediática. Por otro lado, en comparación con la cantidad de artículos presentados en la década del noventa sobre el control social, se advierte una disminución de los mismos al interior de esta serie, dato que invita a especular sobre la existencia de un viraje de los intereses temáticos de la revista.

Sobre los conceptos utilizados con mayor frecuencia dentro de este conjunto de artículos se podría afirmar que se hallan términos como orden social, dominación social, clientelismo político, estereotipo, construcción discursiva, producción de sentido, atribución identitaria, peligrosidad social, disciplina, moralización, naturalización, norma social, poder, defensa social, Estado terapéutico, neoliberalismo, desafiliación social, sociedad civil, empresarios morales, grupos de presión, medios de comunicación,

Estado penitencia, prisión preventiva, campo del control del delito, sociedad post-disciplinaria.

Con respecto a los marcos teóricos, además del enfoque foucaultiano, la teoría del etiquetamiento y la criminología crítica utilizados durante los años noventa, se introduce la utilización de los desarrollos teóricos de Bourdieu, la teoría del capital humano, el enfoque de capacidades, la economía política del castigo y la visión sobre la sociedad actuarial post-fordista de De Giorgi. Entre las dimensiones utilizadas en cuanto a la conceptualización del control social encontramos que este conjunto de trabajos se remite a clasificaciones como formal/informal, intervención positiva/negativa, punitivo/pedagógico, resocializador/represivo. En relación a los autores más citados dentro de la bibliografía de esta serie de producciones encontramos a Agamben,

Auyero, Baratta, Becker, Bergalli, Castel, Cohen, De Giorgi, Deleuze, Feeley y Simon,

Foucault, Garland, Goffman, Kessler, Larrauri, Melossi, Pavarini, Pitch, Pegoraro,

Szasz, Wacquant.

97 97 Asimismo, como anclaje histórico y contextualización espacio-temporal de los presentes trabajos se destacan la crisis del Estado de Bienestar considerando la disminución de la capacidad estatal en la gestión de conflictos sociales y dando lugar al avance de su brazo represivo, procesos entendidos dentro del marco de las consecuencias de aplicación del paradigma neoliberal durante la década del noventa en nuestro país, y de la transición al denominado régimen post-fordista, a nivel global. De manera que la presente serie de investigaciones empíricas nacionales podría entenderse dentro de aquellas “visiones radicales” del control social, enmarcadas dentro de los desarrollos teóricos que tratan sobre la llamada post-modernidad.

Y en cuanto a los espacios geográficos sobre los cuales se concentran estas producciones hallamos como referencia nuevamente a la provincia de Buenos Aires, específicamente a la Capital Federal y al Conurbano. Sobre los ámbitos de desarrollo de las investigaciones, a grandes rasgos, hallamos que se inscriben en el campo institucional, tales como las sancionatorias, las terapéuticas y las relacionadas con la administración de justicia, así como en el campo de la vida privada de los sujetos, en relación al ámbito doméstico, familiar y barrial.

En efecto, a diferencia del abordaje estado céntrico de la década del noventa, el análisis sobre dicha serie de artículos nos permite entrever la imbricación entre Estado y sociedad civil en materia de control social, proceso desplegado en varios ámbitos y abordado de diferentes formas como “dominio hibrido” entre lo público y lo privado, como campo del control del delito, como relación entre políticas sociales y políticas de seguridad a través de actores informales, como criminalización mediática, como relación entre saber médico y poder estatal, como relación entre asistidos y Estado. En este sentido, aparece en varios artículos la comprensión del control social como una construcción de subjetividades valoradas socialmente, ya sea positiva o negativamente,

98 98 y realizada tanto desde agentes formales como informales. Así, estas visiones permitirían asistir a la apertura de interrogantes sobre la existencia de nuevos agentes y prácticas de control social entretejidos con la centralidad del Estado en materia de su aplicación.

Gráfico nº 1: Delito y Sociedad en datos numéricos

Fuente: elaboración propia.

*Para la confección de este gráfico se consideraron todos los artículos que contienen las palabras "control" o "control social" en el título o se hallan bajo un apartado que las contenga. Pudiendo acceder a la lectura de un total de treinta y nueve artículos, aunque luego de aplicar las discriminaciones propuestas en términos de teóricos/empíricos y nacionales/extranjeros, se contemplan en este trabajo un total de treinta y uno artículos. En términos de datos numéricos se podría decir que sobre el total de los artículos aquí considerados, el 67,74% de los mismos se publica en la década de los años noventa; mientras que el 32,26% se publica a partir del año 2001. Asimismo, del total de los artículos publicados en los años noventa, el 33,33% sería de corte teórico, mientras que el 66,66% sería de porte empírico. En cuanto a este último conjunto de publicaciones, el 85,71% pertenece al llamado “Seminario del Carapachay” realizado en 1995, año en donde se registra el mayor número de artículos publicados con respecto a la temática. Mientras, del total de los trabajos publicados en la primera década de los años 2000, la división entre teóricos y empíricos se halla dividida en iguales proporciones.

99 99 5. A modo de cierre

El presente trabajo ha intentado abordar la temática del control social desde una construcción particular referida a la delimitación de la utilización del concepto dentro de la mirada de las ciencias sociales y específicamente al interior del campo de estudios del derecho, la seguridad pública y el castigo estatal; asimismo ha tomando como objeto de estudio, para la realización de este propósito, diversas publicaciones halladas en la

Revista Delito y Sociedad. En este sentido, sería interesante advertir las dificultades de dicho desarrollo, las cuales se hallaron relacionadas con el proceso de descripción e interpretación de la información, y en donde se ha entrecruzado por un lado, la mera descripción de los artículos, y por otro lado, el análisis de las intenciones, los presupuestos y el proyecto intelectual llevado adelante por Delito y Sociedad como revista. Dificultades que por supuesto no fueron advertidas al inicio del proceso de trabajo pero que fueron surgiendo a lo largo del recorrido trazado, como producto de la construcción de un prisma intelectual determinado.

Este señalamiento quiere significar que si bien el análisis de Delito y Sociedad como revista no fue mentado como objetivo principal de la investigación, terminó constituyéndose como un pilar ineludible de la misma, complejizando el análisis sobre la utilización y definición del concepto de control social, dando cuenta de la centralidad revestida por dicha producción con respecto a la temática de este trabajo.

100 100 En el transcurso del proceso de investigación, ha sido sumamente enriquecedor haber tenido la posibilidad de asistir a la conferencia realizada con motivo de la celebración del XX aniversario de la revista, el día 4 de octubre de 2012, en el auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), cuyos disertantes fueron Sergio Caletti,

Dora Barrancos, Sofía Tiscornia, Máximo Sozzo y Juan Pegoraro. Dicha ponencia ha operado como brújula dentro del análisis de la revista, confirmando distintos supuestos puestos de relieve a lo largo del presente trabajo, como la constitución de Delito y

Sociedad en tanto espacio académico de difusión y producción de la información, de carácter interdisciplinar, con una fuerte impronta académica y política en el desentrañamiento del funcionamiento de las instituciones estatales, en particular las penales, y las políticas públicas. Inscribiéndose en el campo de estudios sociales sobre el delito y el control social, ha representado por esta vía una instancia para la criticidad jurídica mediante la interpretación de casos locales puntuales, mayormente referidos a la aplicación de la ley.

Asimismo, dicha producción ha desplegado diversos objetivos como desarrollar y dar a conocer las investigaciones empíricas locales en materia de criminología, sociología y antropología jurídicas. Dar a conocer mediante la realización de traducciones, las publicaciones y las principales producciones de criminólogos, historiadores y antropólogos de Europa y EE.UU.; poniendo de manifiesto la importancia de esta tarea a partir de la influencia que esta literatura ha revestido en el desarrollo de las disciplinas locales. A su vez, ha promovido una forma particular de pensar las complejas relaciones entre el delito y la sociedad, partiendo del supuesto de que aquellas conductas consideradas delictuales, y aún las “desviadas”, constituyen una construcción social y política que se halla lejos de representar un aspecto residual de las relaciones sociales, y ha promovido la revisión del concepto de control social a través

101 101 de una matriz de pensamiento crítica que combina visiones foucaultianas, marxistas y criminológicas críticas. No obstante, no ha dejado de publicar textos de autores clásicos de las ciencias sociales que han desarrollado posiciones teóricas contrapuestas en relación a la evocada desde su interior, dando cuenta de un compromiso académico que apunta a la ampliación y complejización de las miradas dentro de este campo de estudios.

Ahora bien, por medio de la revista se podría considerar entonces la importancia adoptada por el concepto de control social al interior de la sociología; cuyo origen y desarrollo posterior se halla ligado espacial y temporalmente, a las ciencias sociales norteamericana y europea, hacia fines del siglo XIX y sobre todo durante el siglo XX.

Dicha preeminencia no implica que su definición y sus usos sean de carácter homogéneos, por el contrario, como se ha visto, en algunos trabajos se enfatizan los procesos consensuales de regulación de conductas, mientras que otros se centran en modalidades represivas de construcción del orden social, desarrollándose también aquellas que lo consideran en términos de hegemonía y producción de sentido. Así, el concepto ha sido analizado en referencia a un orden social instituido que puede entenderse a partir de la constitución de un consenso social o bien, a partir de la preeminencia del conflicto y de relaciones sociales desiguales como ejes constitutivos del mismo. De esta manera sería interesante preguntarse si la temática del control social ha sido desarrollada desde dos cuerpos teóricos distintos, esto es, desde una sociología consensualista y organicista, cercana a los enfoques durkhemiano y estructural-funcionalista, y desde una sociología crítica, orientada hacia el develamiento de las desigualdades sociales y el conflicto social, cercana a los enfoques marxistas, criminológico crítico, y a aquellos de raigambre foucaultiana.

102 102 Con respecto a los escenarios en relación a los que se ha analizado el término, las distintas lecturas sugieren que bajo el New Deal y el Estado de Bienestar habrían predominado los llamados mecanismos primarios de control social, asentados en la generación de políticas de consenso, el asistencialismo estatal y la integración social en múltiples ámbitos del orden social. Asimismo, se denota que a partir de la crisis del

Estado de Bienestar y del avance de la sociedad de mercado como consecuencias del embate neoliberal, se instituye la preponderancia de los denominados mecanismos secundarios de control social, asentados en la represión y exclusión social por parte del

Estado en cuanto al tratamiento de los conflictos sociales. En este marco, se destacan los análisis acerca de la “modernidad tardía” y el post-fordismo y su relación con un nuevo paradigma de la seguridad basado en el auge del actuarialismo y de la gestión del riesgo, entendidas como nuevas estrategias de control social abocadas al mantenimiento de un orden fundado en la configuración de relaciones sociales desiguales. En efecto, a partir del abordaje de Delito y Sociedad se destaca, dentro de la temática del control social, la consideración de las conductas ilegales, y también las “desviadas”, como un fenómeno relevante y constitutivo en la estructuración del orden social contemporáneo. Sin embargo, el proyecto intelectual desplegado por la revista no ha dejado de lado la referencia a la posibilidad de la resistencia en el marco de la conformación de relaciones sociales de poder y dominación. Así, a la hora de definir y utilizar el concepto es interesante no perder de vista el sustento filosófico sobre el que abreva la configuración de la trama de lo societal; siendo sugestivo considerar el debate sociológico alrededor del cual se ha entendido el nexo entre acción social y sistema social.

De esta manera, y como corolario de estas reflexiones, surge el interrogante acerca de cómo ha sido construido el “otro-lugar del control” a lo largo de la historia nacional dentro de las múltiples y complejas relaciones entre el Estado y la sociedad

103 103 civil. Asimismo, se podrían considerar otras esferas de pensamiento dentro de la teoría social, más allá del campo de estudios de la penalidad estatal, en donde rastrear la noción de control social. Y en este sentido, me imagino principalmente aquellos ámbitos de socialización y de formación de subjetividades como los sistemas educativos.

Hasta aquí, mediante la especificidad de este estudio, de carácter exiguo, se ha intentado ensamblar algunas piezas de un rompecabezas inacabado.

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