LA DEFINICIÓN DEL SISTEMA DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA Y SU CRISIS ACTUAL

Por Jos L. RUBIO CORDÓN

Nota previa Todos los indicios llevan a la conclusión de que México vive el comienzo de una etapa de notables cambios que, sin duda, van a alterar el equilibrio del sistema surgido tras la Revolución —1910-1917— y definido en las dos décadas siguientes —20 y 30—. Trato aquí de presentar un breve acercamiento —sólo tocando sus líneas maestras— al procesé que fue llevando a aquella definición y que conf iguró hasta el presente el régimen más estable de toda Iberoamérica. Añado sólo unas consideraciones muy generales sobre cómo se ha llegado a la crisis actual del sistema y sobre las tensiones que aparecen como fruto de esta crisis.

El sistema “porfirista” Porfirio Díaz —general juarista”, hombre de la Reforma liberal” entra a gobernar como presidente el 2 de mayo del año 1876. Se mantiene en el poder hasta el año 1 911, ejerciéndolo directamente desde la suprema magistratura todo este tiempo, salvo el mandato de 1880 a 1884 en que aparece un presidente interpuesto: Manuel González. El largo Gobierno “porfirista” se distingue por: a) Un estancamiento político: bajo una teórica vigencia de la Constitución, se despliega con la mayor dureza uná real dictadura personal. b) Un retroceso social: las distinciones de clase —de “casta” debe decirse— se agravan. Una gran masa de campesinos son privados dé —49— sus tierras que engrosan las de los latifundistas. (En el año 1 91 0, el 97 por 100 de la tierra censada pertenece a los medianos y grandes propietarios, el 2 por 1 00 a los pequeños propietarios y el 1 por 1 00 a las comunidades.) Se mantienen sistemas equivalentes a los medievales de la “servidumbre de gleba”, a través de la “deuda” con la “tienda de raya”. —La vida media es de 28 años, la escolarización alcanza sólo al 15 por 100 de tos niños en edad escolar, sólo el 19 por 100 de la población sabe leer y escribir—. c) Un visible avance económico, -especialmente en comunicaciones ferroviarias, minería y petróleo, aunque normalmente ligado a capital extranjero —especialmente norteamericano—. En la práctica se lleva a la “unidad de mercado” de todo el territorio mexicano. (Se pasa de 617 kilómetros de ferrocarril a 20.000 kilómetros, aunque el 70 por 1 00 en manos norteamericanas). Dos tercios de la inversión total es controlada por extranjeros. Puede decirse que en este período México se constituye claramente en un “país dependiente” o “periférico”. Al aumentar en su seno la economía de mercado, disminuye lo que se produce para el consumo interno o el autoconsumo, aumentando la demanda exterior. El país se hace más rico. Y los pobres se hacen más pobres. Cuando en el año 1908 va aproximándose Porfirio Díaz a su séptima reelección —que debería producirse en el año 1910—, afirma en una entrevista a un periodista norteamericano que el pueblo mexicano se encuentra ya maduro para la democracia: “Ha llegado el momento de que el pueblo mexicano sea llamado a elegir a sus mandatarios”. La oposición, fuertemente reprimida hasta enconces, cobra esperanzas. Surgen partidos nuevos y la figura de Francisco 1, Madero, abanderado de la democratización. Sin embargo Porfirio Díaz no está dispuesto a abandonar el poder. El 26 de junio de 1910 se celebran las elecciones, y el viejo dictador vuelve a presentarse como candidato. Frente a él aparece Francisco 1, Madero, al que Díaz mantiene en la cárcel. Por supuesto, el cómputo oficial concede a Díaz un aplastante triunfo: 1 8.625 votos, frente a los 1 96 de Madero —el voto es censitario—.

El proceso revolucionario Madero, puesto en libertad provisional en San Luis Potosí el 22 de julio, huye a los Estados Unidos, y desde San Antonio, Texas, lanza un “plan

— 50 — revolucionario”, llamando a la lucha armada, convencido de que los métodos pacíficos no podían acabar con la dictadura de Díaz. E) ‘Plan de San Luis”, que se fecha el 5 de octubre de 1 91 0 declara ilegales las elecciones e ilégitima la presidencia de don Porfirio, anuncia que el propio Madero asume la presidencia provisional, señala —de paso— que habrá devolución de tierras a los campesinos desposeídos bajo el ‘porfiriato” y, finalmente, pide el alzamiento en armas de los mexicanos, exactamente el 20 de noviembre a las 6 de la tarde. Surgen, antes y después de esta fecha, distintos focos de rebelión, iniciándose la etapa revolucionaria. La Revolución va a tener, desde el primer momento, un desarrollo caótico, de múltiples sectores personalistas enfrentados no acogidos a una ideología común, ni a una o unas pocas organizaciones de amplio arraigo. (La ideología revolucionaria de los Flores Magón era prácticamente irrelevante como fuerza política). La protesta tiene, primariamente, un doble sentido: el político —por la democratización— y el social —por la reforma agraria—. Pero, ni la burguesía nacional —la que produce manufacturas para el mercado interior— es mínimamente sólida, ni el campesinado tiene la menor organización. No habrá, consecuentemente, una fuerza aglutinante y vertebradora. Ni habrá tampoco entendimiento entre las líneas política —simbolizada por Madero— y social-agraria —simbolizada por Emiliano Zapata—. Ello costará a México largos años de luchas fraticidas, de sangre, de destrucción de riqueza. (Entre los años 1910 y 1921 la población desciende en 1 millón de habitantes: de 15 millones a 14 millones). En un levantamiento que se crece y multiplica se llega a forzar la renuncia de Porfirio Díaz. En los convenios de Ciudad Juárez entre revolucionariQs y porfiristas (21 de mayo de 1911) se acuerda: el fin de las hostilidades, el abandono del poder por parte de Díaz y la formación de un gobierno provisional, de integración, presidido por el secretario de Relaciones Exteriores, Francisco León de la Barra. Así se cumple. El 25 de mayo Porfirio Díaz cede el poder y marcha al extranjero. En el mes de octubre se celebran elecciones presidenciales. Madero es elegido, sin oposición, y ocupa el poder (la apariencia de poder) el 6 de noviembre. Pero ¿de qué se trata? ¿de la sustición de una persona o del cambio de un sistema? Madero piensa que la democracia está conquistada y que paso a paso se irán cumpliendo las metas sociales de la Revolución. Sus opositores

— 51 — revolucionarios, y singularmente el sector agrarista, consideran que sin unas tajantes medidas de cambio en la estructura agraria realizadas con urgencia no será posible una mínima vida democrática. Zapata, el mismo mes de noviembre, levanta contra Madero su “Plan de Ayala”. La ingenuidad de Madero —también hay quien habla de su mala fe, lo que no comparto— le lleva a perder sus apoyos revolucionarios, y a quedar así prisionero de su entorno político-económico-militar que es el del ‘porfiriato” intacto. Este entorno, que tampoco confía en él, recupera en febrero de 1 91 3 la totalidad del dominio —con el apoyo de la Embajada de los Estados Unidos— al apartar de la Presidencia a Madero e imponer en su lugar al general . —El día 22, Madero y su vicepresidente Pino Suárez fueron asesinados—. El ‘porfirismo”, en apariencia, ha recuperado la totalidad del poder, sin enmascaramiénto. Pero la Revolución es ya demasiado profunda para aceptarlo, y el país se subleva. El día 26 de marzo se lanza el Plan dé Guadalupe” contra Huerta, por el que se desconoce al mismo, se constituye el Ejército Constitucionalista para combatirle y se designa al gobernador de Coahuila, Venuestiano Carranza, como jefe de este Ejército y como encargado del poder Ejecutivo. 0 La guerra civil se vuelve a encender, se extiende y alcanza cotas más altas dé dureza. Está claro ahóra qué nó se trata de acabar con el poder de una persona: que se trata de acabar con todo un sistema. Y el sistema es finalmente vencido. —Ahora, a nueva Administración norteamericana de Wilson está en contra: se llega, incluso, a la ocupación de el 21 de abril de 1914—. Huerta firma su renuncia el 1 5 de julio. Los revolucionarios —tropas de Alvaro Obregón— entran en la capital el 1 5 de agosto. Ppco después llega Carranza. El Ejército Federal porfirista es licenciado. No hay más Fuerzas Armadas que las revolucionarias. El “porfirismo” concluye definitivamente.

La selección del “definidor”: Concluido el ‘porfiriato” y triunfante la Revolución, aparece el nuevo problema: ¿Qué modelo revolucionario se va a imponer? Dada la distribución de fuerzas en presencia, ello equivalía a decir: ¿Qué caudillo revolucionario se impondrá? Los años que siguen muestran un México más ensangrentado aún en el que luchan a muerte opciones personales. (Personales, aunque cada una de —52— ellas represente una determinada aunque no muy perfilada inclinación ideológica.) La guerra entre “constitucionalistas” de Venustiano Carranza y ‘convencio nistas” de Gutiérrez, y en realidad de Villa y Zapata se extiende por todo el país. Se producen altibajos, tomas y abandonos de la capital. Pero, finalmente, sale triunfante el partido de Carranza, especialmente por la efectividad militar de Alvaro Obregón. La División del Norte, de Villa, es prácticamente deshecha. El Ejército de Liberación del Sur, de Zapata, se confina a zonas muy limitadas de Morelos. A finales del año 1916, Carranza, dueño de la mayor parte del territorio nacional, puede convocar elecciones para una Asamblea Constituyente. Carranza se constituye, a su vez, en el gran definidor del régimen heredero de la Revolución. Menos conocido mundialmente que Madero, que Villa o que Zapata, sin embargo es el hombre más importante de la Revolución mexicana, pues va a imponer su orientación y definición posterior de la misma. La Constitución, promulgada el 5 de febrero de 1917, recoge, pues, la definición carrancista de la Revolución: una concreción democrático- nacional-burguesa, reformista en lo social, más avanzada en lo agrario, y con la carga anticlerical heredada de la Reforma del siglo XIX. (Hay que tener en cuenta que sólo a final del mismo año 1917, se produce el fenómeno revolucionario ruso).

La consolidación del régimen revolucionario Con arreglo a la nueva Constitución, el 11 de marzo de 191 7 se celebran elecciones, y Venustiano Carranza obtiene el triunfo, como candidato oficial —tradición que se mantendrá hasta el presente—. Carranza ocupa la Presidencia constituciónal el 1 de mayo. Pronto se desacredita, y sus aliados en la lucha le van abandonando. Se encuentra cercado de enemigos. El descontento crece. Contribuye al hundimiento de su prestigio la muerte “alevosa” en el año 1919 de Emiliano Zapata. Carranza se decide a huir de la capital hacia Veracruz. En la huída muere asesinado en la noche del 20 al 21 de mayo del año 1920. Tras la Presidencia interina de , Alvaro Obregón triunfa en las elecciones y asume la suprema magistratura el 1 de diciembre. Le sucede en el año 1 924 Plutarco Elías Calles, quien se va a distinguir por su enfrentamiento con la Iglesia Católica —que lleva a la sublevación ‘cristera”—.

— 53 — Las elecciones del año 1 928, previa modificación constitucional para permitir la reelección no consecutiva, dan nuevamente el triunfo a Alvaro Obregón. Sin embargo, no pudo llegar a tomar posesión: el 1 7 de julio fue asesinado. La situación se resuelve con el nombramiento de un presidente provisional, elegido por el Congreso, el 25 de septiembre: . Bajo su mandato se crea el PNR —antecedente del PRI actual—, y se pone fin al conflicto “cristero” mediante un modus vivendi con la Iglesia. En las elecciones del 1 7 de noviembre del año 1 929 obtiene la Presidencia , quien toma posesión el 5 de febrero del año 1 930. El 2 de septiembre de. 1932 dimite. Con lo que el Congreso ha de designar otro presidente provisional, Abelardo Rodríguez. Estos tres últimos presidentes son, en realidad, marionetas en manos de quien se ha convertido en el verdadero poder, la última instancia: el llamado “jefe máximo de la Revolución”: Plutarco Elías Calles. Como un cuarto “presidente pelele”, bajo el “”, llega a la Presidencia, tras las elecciones del 1 de julio de 1 934, Lázaro Cárdenas —el primero que gobernará un período de 6 años—. Cárdenas que toma posesión el 1 de diciembre, rompe la obediencia a Calles, le expulsa del país, y da un giro extraordinariamente aótivo al proceso mexicano —desde la intensificación de la distribución de tierras, la política sindical y social y la nacionalización petrolífera en el año 1938—. Políticamente, deja definido el sistema mexicano, que a partir de entonces, con un partido “preponderante” o “hegemónico”, pero no único, mantiene el control de la vida pública, en manos cada 6 años de un nuevo presidente, salido invariablemente de las filas de dicho partido. Desde entonces, las sucesiones presidenciales ocurren con absoluta regularidad los 1 .° de diciembre de cada 6 años. (Y, a partir de Miguel Alemán Valdés —1946-1952—, todos serán civiles, de la misma manera que antes casi todos fueron generales de la Revolución.) La serie de estos presidentes es la siguiente:

— 1940: Manuel Avila Camacho.

— 1946: Miguel Alemán Valdés.

— 1952: .

— 1958: Adolfo López Mateos.

— 1 964: Gustavo Díaz Ordaz.

— 1 970: Luis Echevarría Alvarez.

— 1976: José López Portillo.

— 1982: Hurtado.

— 1988: Carlos Salinas de Gortari.

— 54 — La definición del régimen revolucionario Aunque los acontecimientos no dejan de mostrar mútiples manifestaciones de violencia, es en los años siguientes al año 1917, y hasta el año 1940, cuando el sistema se consolida y alcanza su total definición en todos los aspectos. Si el económico-social es el primero en perfilarse —ya en la nueva Constitución—, la fórmula política concreta es el que requerirá más años para su perfilamiento definitivo. Veamos algunos de estos aspectos: Definición económico-social La Revolución mexicana precede a la Revolución rusa. Y mientras ésta abordará un cambio radical del sistema económico-social, escapando del capitalismo para adentrarse en una economía coléctivizada de férrea dirección estatal, aquella no abandonará los límites del sistema capitalista, aunque introduciendo en el mismo notables reformas sociales y un alto grado de protagonismo estatal. La Constitución de Querétaro del año 1 91 7 no es una constitución socialista: es una constitución democrático-nacional-burguesa avanzada. Para la fecha, la más avanzada. Este carácter está determinado por el hecho de la imposición, sobre cualquier otro sector, del sector carrancista, impregnado de la personalidad de su cabeza. Venustiano Carranza, hacendado, senador bajo Díaz, se había insertado en el proceso revolucionario. Gobernador del Estado de Coahuila con Madero, encabezó después la lucha contra Vitoriano Huerta. Se opuso a que en el “Plan Guadalupe” contra éste aparecieran exigencias sociales. Después, en la época de enfrentamiento con el resto de sectores revolucionarios, desplegó una hábil propaganda social, que se hizo radical en su famoso discurso de Hermosillo (24 de septiembre de 1913), y llegó a la formulación de una “ley agraria” (el 6 de enero de 1 91 5), más avanzada que el “Plan de Ayala” zapatista. Sin duda esta propaganda obtuvo buenos resultados, y a las filas del Ejército carrancista se llegaron a incorporar 6 “Batallones Rojos” integrados por obreros de la capital. Sin embargo, una vez afianzado en el poder, su política de hecho, se hace cada vez más conservadora y antiobrera, y no muestra demasiada preocupación agrarista.

— 55 — Carranza abre las sesiones de la Constituyente de Querétaro el 1 de diciembre de 1 91 6, con un discurso sumamente moderado. Pretende una reforma de la Constitución de 1857 que introduzca precisiones en las vaguedades de aquella. La nueva constitución, efectivamente, es muy precisa y detallista. Sobre las mismas líneas democráticas y presidencialistas de la anterior, introduce el sufragio universal —frente al censitario precedente—. En las deliberaciones se discute la fórmula económica. La idea del socialismo se descarta. La propiedad privada se mantiene, si bien con una ‘función social”. Se establecen —artículo 1 23— amplios principios para el desarrollo posterior de una legislación social avanzada, incluyéndose la jornada máxima de 8 horas, el descanso semanal, el derecho de huelga y la participación obrera en los beneficios de la empresa. El sentido nacionalista y el papel superior del Estado aparecen ampliamente reflejados. Por lo demás, persiste en las posiciones gravemente contrarias a la Iglesia mantenidas en el siglo anterior por el movimiento de reforma —artículo 3 y 130—. La Constitución permitirá a los presidentes sucesivos girar hacia la derecha o hacia la izquierda, pero sin salirse de los márgenes nacional burgueses establecidos: no se podrá llegar a una ecoñomía de libre competencia total, ni a una economía enteramente socialista.

Definición agraria Un aspecto en donde la izquierda del carrancismo se impone a su derecha y al propio Carranza en las deliberaciones de Querétaro, es el relativo a la reforma agraria. Motor principal de la movilización popular, el tema de la tierra es el gran tema revolucionario. Madero, con su “Plan de San Luis”, abrió algunas esperanzas, pero sus dilaciones como presidente llevaron al sector zapatista a lanzar contra él un “Plan de Ayala” de apremios en la distribución de la tierra (25 de noviembre de 1991) —por cierto, un plan urgente pero sumamente moderado—. Carranza, a fin de arrebatarle la bandera agrarista al caudillo sureño, firma en Veracruz la “ley agraria” (6 de enero de 1 91 5). Late en la aspiración campesina el deseo de volver a la secular tradición de la propiedad comunitaria de la tierra. Asentada en el pasado azteca —con el “calpullalli”, y en las tierras comunales y los “ejidos” de la época virreinal. Se trata de recuperar una fórmula de propiedad comunal y cultivo familiar por parcelas, que acabará concretándose con el nombre de ‘ejido”. Es decir: en una dirección inversa a la política de destrucción de las comunidades practicada por la reforma son su ley desarmonizadora de 1 856.

— 56 — La Constitución del año 1917, en su extenso artículo 27 —después reiteradamente modificado— declara que la nación es propietaria en origen de la tierra, el agua y el subsuelo, y sólo ella puede autorizar la propiedad privada de estos bienes, siempre que se someta a obligaciones. (Es, realmente, una vuelta a la doctrina “patrimonialista” de la propiedad de la tierra de la Corona española.) La Constitución adquiere el dompromiso de acabar con el latifundio privado y de fomentar la pequeña propiédad y la propiedad comunal. Corresponde a Carranza poner en marcha estos planteamientos. Pero no parece tener prisa. Va a ser Alvaro Obregón —su ‘genio’ militar y díscolo por la izquierda— quien verdaderamente defina lo que va a ser la reforma agraria y lo que a ser el “ejido”, con las leyes de 25 de diciembre de 1 920 y de 22 de noviembre de 1 921. Contra lo establecido por Carranza, decide que los campesinos no han de pagar la tierra que se les otorgué. Por otra parte, pronto dejan de pagarse los “bonos” ofrecidos a los terratenientes expropiados. El sistema establecido por Obregón significa un proceso lento, caso por caso, con previa solicitud de los campesinos que pretenden óbtener tierras. No se realiza por parte del Estado una distribución rápida de todas las tierras, como en otras reformas agrarias iberoamericanas posteriores. La fórmula se mantiene esencialmente hasta el presente. Los cambios sólo son el ritmo de distribución de tierras que promueve el talante más o menos agrarista de cada presidente. La fórmula “ejidal” es el modelo agrario que presenta la Revolución mexicana: propiedad comunal y cultivo familiar. Otro tipo de “ejido” —“comunal” según la sugerencia de Obregón y “colectivo” según la realización de Cárdenas— llega también hasta el cultivo colectivo. Pero el “ejido colectivo” es hoy sólo una pequeña parte del total de la propiedad “ejidal”. Esta propiedad “ejidal” representa hoy los dos tercios de las tierras censadas: más de 100 millonesde hectáreas. Recuérdese que antes de la Revolución las tierras de los pueblos significaban sólo el 1 por 100. (Las propiedades privadas significan el tercio restante. Dentro de las cuales aún perduran latifundios de más de 1 .000 hectáreas, con un total de unos 45 millones). El “ejidatario” es generalmente pobre, muchas veces casi miserable. Pero posee su tierra, lo que le otorga categoría de persona, autoconsideración. Y por ello es un elemento de estabilidad social.

— 57 — Definición cultura! El gran impulso cultural se da en México en la Presidencia de Alvaro Obregón, cuando éste lleva a la Secretaría de Educación a José Vasconcelos, en julio de 1921. Vasconcelos desarrolla una actividad sin descanso, casi frenética, en la difusión de la educación básica, en el despliegue cultural, en la edición de libros y su distribución gratuita, en la creación de bibliotecas, en el planteamiento de una universidad reformada. El acoge en México a los exponentes de toda Iberoamérica del “movimiento de reforma universitaria”, nacido en la Córdoba argentina en el año 1918, en un Congreso de Juventudes en 1 921. Abre, por otra parte, los muros de los edificios públicos para que los pintores muestren al pueblo los ideales mexicanos. Así nace la magnífica escuela de muralistas de México: Ribera, Orozco, Tamayo, Siqueiros, O’Corman,.. Recupera la formidable artesanía popular. Difunde la afición por la música... La siembra de Vasconcelos —no comprendida suficientemente por el México oficial posterior— produce una cosecha vigorosa. Sin duda, México viene siendo una de las sociedades culturalmente más activas y fecundas de nuestro tiempo. (En materia educativa se estableció en la Constitución de 1917 —artículo 3— una exigencia radicalmente laica. Posteriormente, en el año 1 934, se alteró su sentido para imponerse una “educación socialista”. Y, finalmente, en el año 1 945 una nueva reforma estableció una educación humanista, científica, democrática y nacional, insistiendo en el laicismo de la educación básica). A pesar de las tensiones —no resueltas— en la cultura y la propia identidad mexicanas, entre tesis hispanistas y tesis indigenistas, el resultado de la presencia de ambas y de sus choques da un evidente resultado mestizo, integrados, que es lo que trasciende universalmente de la vigorosa personalidad mexicana. México es en su cultura —tomada en el más amplio sentido de la palabra— una España exagerada. Y, al mismo tiempo, es un mundo indígena de fabulosa creatividad. De ahí su inmensa riqueza. De ahí sus inmensas posibilidades si los genios de la exclusión terminan por ser abatidos por los de la síntesis. La Revolución mexicana, pese a todas las expresiones parcialistas que engrendró, resultó ser en los hechos profundos un decisivo avance de la definición del mestizaje.

— 58 — Definición de la relación Revolución-fe religiosa

De los grupos revolucionarios, sin duda el carrancista representaba mejor que ningún otro el anticlericalismo militante heredado de la reforma. (Por contra, el sector zapatista era el más ‘popularmente” religioso, llevando como bandera el estandarte de la Virgen de Guadalupe). La Constitución de Querétaro establece un régimen en principio laico, pero de hecho con notables medidas restrictivas de la actividad religiosa. Los artículos 3 y 130 establecen que “ninguna corporación religiosa, ni ministro alguno de culto, podrán establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria», “la ley no reconoce personalidad alguna a las agrupaciones religiosas denominadas iglesias”, las legislaturas de los Estados podrán determinar “el número máximo de ministros de culto’, “éstos habrán de ser mexicanos por nacimiento”, tendrán prohibido emitir opiniones políticas en cualquier reunión y “no tendrán voto activo ni pasivo, ni derecho de asociarse con fines políticos”. Las iglesias no podrán ser propietarias de sus locales, que pertenecen a la nación. Las medidas constitucionales pendían como un hacha sobre el cuello de la Iglesia Católica. Su despliegue, y la forma más o menos radical del mismo, dependían del talante de cada presidente. Por eso, cuando llega al poder Plutarco Elías Calles, un apasionado enemigo de aquélla, sé inicia por parte de las autoridades un ataque frontal. El 24 de junio del año 1 926 se dicta la ley de reforma del Código Penal sobre delito en materia de culto religioso —la famosa «ley penal Calles»—. El día 4 de enero de 1927 se reglamenta el artículo 1 30 constitucional, llevando duramente a la práctica el acoso a la Iglesia y a sus ministros. A continuación, cada una de las Legislaturas de los Estados completa con medidas locales las formas de persecución, llegándose a los mayores despropósitos. Las respuestas católicas se producirán con una radicalidad creciente. Y se llega en las zonas campesinas más tradicionales a un levantamiento armado popular de los llamados “cristeros”. La guerra ‘cristera” (1 926-1929) no termina más que por un acuerdo entre Estado e Iglesia: el modus vivendi (21 de junio de 1 929), ya bajo la Presidencia de Emilio Portes Gil. Estos “acuerdos” —como se los conoce en México— significan de hecho una cierta coexistencia pacífica entre Estado e Iglesia Católica, sobre el supuesto de que ésta asume como irreversible la Revolución y el régimen —59— revolucionario acepta el hecho de que es católica la inmensa mayoría del país. (Los intentos inmediatos del “jefe máximo de la Revolución”, Calles, para volver a encender el enfrentamiento religioso, son cortados por Cárdenas. A los maestros —los más exaltados por Calles— les dice, el día 4 de marzo de 1 936: ‘Las campañas religiosas sólo podrían provocar una resistencia prolongada y retardarían indefinidamente el renacimiento económico”). La coexistencia perdura. Aunque, evidentemente, las disposiciones discrimi natorias siguen insertas en la Constitución. Los sacerdotes son ciudadanos de segunda clase.

Definición política Por supuesto, la Constitución de 1 91 7 definía las grandes líneas del sistema político, sobre la base de la formulada en 1857, con el cambio del sufragio censítario al universal. Constitución presidencialista clásica, con división de poderes y sistema de garantías y derechos. Pero ¿cómo funcionaría en la práctica este sistema teórico?, ¿cómo sería el sistema político real? Cabía la posibilidad de un sistema democrático, puro y verdadero, con libertad de partidos —aunque éstos fueran, en una versión limitada, sólo los identificados con la Revolución—, y pureza electoral que llevara a la libre elección de presidente-y legislativo. Pero ésta era una posibilidad puramente teórica, desasistida del menor realismo. La lucha de facciones, que tendían a resolver sus diferencias con las armas, subsistió durante muchos años. Del resultado de estas luchas tenía que salir —era la posibilidad real— la fórnula adoptada. Sin duda pudo producirse una instauración de hecho de un Estado totalitario (recuérdese la época) con partido único y jefes vitalicios. (no dejaba de rondar por bastantes cabezas la idea de una “dictadura del proletariado”, a la manera soviética: un ministro de Cárdenas aseguró en un discurso que el presidente deseaba poner término a la época de los presidente y entrar en la de la “dictadura del proletariado”). Más cerca estuvo, seguramente, la posibilidad de una dictadura personal de un hombre, Alvaro Obregón, que se hiciera reelegir una y otra vez, como en su tiempo hiciera Porfirio Díaz. Obregón, presidente de 1920 a 1924, consiguió modificar la Constitución para permitir una reelección no

— 60 — consecutiva, obteniendo un nuevo mandato en las elecciones dél año 1 928, cuando finalizaba el de su sucesor Calles. Si de no ser asesinado antes de su toma de posesión, llega al poder ¿no habría producido otra reforma para permitir las reelecciones consecutivas? O bien ¿no se hubiera producido una perpetuación de alternancia entre Obregón y Calles, aliados para repartirse el poder? Estas dos salidas quedan dentro de la conjetura. Pero lo que síse intentó instalar fue una fórmula original: el ‘maximato”. Ante la muerte de Obregón, Plutarco Elías Calles hace elegir presidente provisional a Emilio Portes Gil. Después, en elecciones generales, a Pascual Ortiz Rubio. Y en nueva elección parlamentaria por la dimisión del anterior, a Abelardo Rodríguez. Calles, constituido en “jefe máximo de la Revolución”, gobierna “tras el trono”, es el centro del poder. (Con Emilio Portes G1Í se crea el PNR —el posterior PRI—, en el que se unifican los distintos alineamientos políticos de la “familia revolucionaria”. A partir de entonces, el partido “preponderante” o “hegemónico” controla la vida po!ítica del país, y, por supuesto, los procesos electorales. El partido es un instrumento en manos del “jefe máximo”, como lo es el presidente de turno). El esquema del maximato” se acabará rompiendo con Lázaro Cárdenas, destinado a ser el cuarto “presidente pelele”, pero que con gran habilidad y ¿tÍnáda éstrategia, va minando los poderes de Calles, asumiéndolos él mismo, y expulsando al antiguo “soberano” del territorio nacional. Cárdenas significa la plasmación final del sistema político mexicano heredero de la Revolución. Con él quedan definidos todos sus perfiles. El sistema es de un cerrado presidencialismo, con una enorme concentración de poderes en manos del supremo magistrado, quien determina además, la persona de su sucesor —el ‘tapado”—. Porque lo que separa al sistema de una fórmula lindante con la dictadura personal es el hecho de que el presidente no es vitalicio: forzosamente ha de renovarse cada 6 años. Tampoco cabe la posibilidad de reelección, aún no consecutiva. El instrumento clave de esta dominación personal es el Partido Revolucionario Institucional (PNI) actual, que anteriormente se denominó Partido Nacional Revolucionario (PNR) y Partido de la Revolución Mexicana (PRM). El PRI es un partido hegemónico, que se ha asegurado el permanente control de la vida pública, pero que no está por encima del presidente, sino enteramente subordinado al mismo. El “señor presidente” es el “astro sol” del sistema. Tal vez con un sentido reverencial de emperador azteca, que le aproxima a modelos asiáticos.

— 61 — Definición internacional

La Revolución mexicana nace dotada de un fuerte sentido nacionalista. Uno de sus objetivos es la lucha contra la dominación económica extranjera. Así se refleja en las limitaciones impuestas en la Constitución de 1 91 7. Sin embargo, ese exaltado sentimiento nacional tiene que convivir con la inevitable presencia de su gran vecino del Norte que no ha dejado nunca de intervenir, de una u otra forma, en la vida mexicana. La animadversión del embajador norteamericano contra Madero, cuesta ¡a vida de éste y el espúreo mandato de Victoriano Huerta en febrero de 1 91 3. Pocos días después, el 4 de marzo, toma posesión de la Presidencia de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, alternando la política de Taft, oponiéndose a Huerta, ocupando el puerto de Veracruz, y optando por las fuerzas revolucionarias. Dentro de ellas selecciona al sector carrancista como el de mayor confianza, y le reconoce el 19 de octubre de 1915. Después, atacará a Villa en el territorio mexicano, con la Expedición Punitiva Pershing (en 1916), lo que llegará a producir incluso choques entre Fuerzas norteameri canas y carrancistas. Carranza mantendrá una postura siempre digna ante Estados Unidos. Pero las relaciones se mantienen. Su asesinato hace que aquéllos retiren su embajador. Los primeros años de Obregón son tensos, pero finalmente, con las “conversaciones de Bucareli” (de mayo a agosto del año 1923) se llega a un acuerdo. México cede ante las pretensiones norteamericanas. La buena relación crecerá bajo Calles y a lo largo de su “maximato”. El embajador Morrow es un auténtico poder decisorio en México. A partir de entonces —y salvo el momento en que Cárdenas nacionaliza el petróleo afectando propiedades norteamericanas— México mantendrá siempre una actitud internacional que combina la defensa teórica de su dignidad nacional —y la de todos, con su política de “no intervención”— y la práctica cesión en los asuntos internacionales decisivos a la voluntad de los Estados Unidos.

La desmitificación del “régimen revolucionario”: 1968 Hasta el año 1968 se mantenía interna e internacionalmente la imagen del régimen mexicano como una expresión revolucionaria, progresista. El movimiento universitario de este año iniciará la desmitificación de estos supuestos.

— 62 — Hasta entonces la crítica procedía de la derecha. La protesta universitaria venía ahora de la izquierda. Se destaca que el régimen no es democrático —el pueblo no tiene el menor poder de decisión—, no es izquierdista —cualquier aspiración socialista o de mera mejora social ha sido descarta da—, y no es nacional —la dependencia hacia los Eátados Unidos no es sólo económica, sino cultural y mental—, El régimen no está acostumbrado ‘a estas críticas, y el Gobierno de Gustavo Días Ordaz actúa contra los estudiantes en forma especialmente dura. Hay decenas de muertos y centenares de detenidos. Pero el choque más sangriento —y que tiene una repercusión internacional mayor— se produce el 2 de octubre del año 1 968, cuando la concentración universitaria en la plaza de las Tres Culturas, de Tlatelolco, en la capital, es agredida por un amplio contingente militar con ráfagas de metralleta. Las versiones del origen del tiroteo varían, pero el resultado es de al menos 150 muertos civiles y 40 militares. La “masacre” de la plaza de las Tres Culturas marca una línea divisoria, no en la firmeza del régimen, pero sí en la imagen universal del mismo. A partir de entonces se inicia un reexamen en profundida de la realidad mexicana, que conducirá 20 años más tarde a una nueva distribución de fuerzas. Y a que sea puesta en entredicho la misma firmeza del sIstema.

La quiebra política: 1988

La crítica contra el sistema mexicano sólo podrá afectar la firmeza del mismo, sólo podrá cobrar una manifestación política eficaz, si penetra en el sólido aparato del PAl, si consigue quebrarle. Y esto es lo que empieza a producirse en vísperas de las elecciones de 1988 —como resultado de las convulsiones originadas en 1968—. Un sector crítico, encabezado por un ex presidente de PRI —Muñoz Ledo—, plantea la batalla por la democratización del partido, creando la corriente democrática”. La maquinaria partidaria no es esta vez capaz —como lo fue en tantas ocasiones anteriores— de reabsorber estas disidencias, y expulsa a los díscolos. Muñoz Ledo, alma de esta “corriente”, tiene una fortuna de contar a su lado con una persona de nombre mítico: el hijo de Lázaro Cárdenas: Cuauthémoc Cárdenas. Y éste se convierte en candidato de la oposición a la candidatura oficial de Carlos Salinas de Gortari. —63— Cuauthémoc Cárdenas, candidato del Frente Democrático, respaldado también por la mayor parte de los grupos de la izquierda mexicana, atrae a una parte importante de votantes del PRI, A duras penas, y con artimañas electorales denunciadas por la oposición, Salinas de Gortari obtiene la Presidencia en los comicios del 6 de julio: alcanza el 50,35 por 100 de los votos válidos, aunque sobre el total posible de votantes —el censo— sólo obtiene el 21,91 por 1 00. Sin duda la era de los triunfos inevitables del PAl se ha concluido. A partir de ahora, el sistema político que configuró el presidente Lázaro Cárdenas, y gracias en gran medida a su hijo Cuauthémoc, ha entrado en discusión en el terreno de los hechos. Tanto, que poco después el PRI pierde por primera vez un gobernador de un estado: el de Baja California, que pasa a poder del PAN, de la oposición conservadora, tras los comicios correspondientes.

El sistema en discusión

Los temas que ahora son discutibles en México son los mismos que atañen a las definiciones establecidas en el proceso posterior a la Revolución y hasta el año 1940, respecto a: La definición, económico-social. La izquierda mexicana, constituida en la segunda fuerza en las elecciones del año 1988, plantea, más que un cambio revolucionario del sistema, una vuelta a los orígenes del mismo, a sus ideales sociales y nacionales, combatiendo, por supuesto, la orientación neoliberal que domina en los últimos tiempos en la política oficial —en esto apoyada por la derecha—. La definición agraria. Mientras un sector conservador sostiene la necesidad de transformar la propiedad “ejidal” en pequeñas propiedades privadas, sin restricciones —lo que, se piensa, originaría una redistribución de la tierra en fórmulas adecuadas y económicamente rentables—, el sector izquierdista apunta a la colectivización de los “ejidos”, aproximando a Ja mayoría de ellos al modelo “ejidal” cardenista: el “ejido colectivo”. La definición cultural. Sin duda la más decisiva, la discusión se plantea entre la entrega total al mito de modernización bajo el modelo norteamericano, y la recuperación de una identidad nacional resultante de la asunción de los factores indígenas y de los factores hispanos, en una afirmación tajante de mestizaje.

— 64 — La definición de la relación Revolución-fe cristiana. La tensión se establece entre el mantenimiento a ultranza de los términos constitucionales —que consideran al factor religioso como un mal a vigilar y contener— y la comprensión de que la realidad popular sigue siendo profundamente creyénte y este hecho ha de tener un reflejo legal claro —para poder hablar de “sistema democrático”, no consistente en salir del Estado laico, pero sí del Estado que discrimina a los sacerdotes y mantiene para las entidades religiosas medidas discriminatorias. Más allá están, incluso, los que en la línea de la Teología de la Liberación piensan que un movimiento popular y cristiano ha de generar una segunda revolución necesaria. La definición política. Está en juego, simplemente, la permanencia del PRI como partido hegemónico, identificado con la Administración, o su conversión en un partido más, a disputar con los otros el poder en elecciones limpias, aceptanto, por supuesto, la posibilidad de tener que transmitir el poder a la oposición. La definición internacional. —Y en íntima conexión con la cultural—: México se debate hoy entre dos posibilidades: la de afirmar su carácter iberoame ricano —o latinoamericano—, uniéndose más y más con sus hermanos del Sur para llegar a edificar la “patria grande bolivariana”, o la de aproximarse e integrarse progresivamente con su vecino del Norte. (Muchos iberoameri canos se sienten hoy desolados ante una imagen de México que se les aparece —por razones originadas en su grave crisis económica— cada día más volcada en esta segunda opción).

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