José María Iraburu
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José María Iraburu Por obra del Espíritu Santo Fundación GRATIS DATE Pamplona 2007, 2ª edición. 1 José María Iraburu – Por obra del Espíritu Santo entra en el desarrollo normal de la vida cristiana de la gracia. Hoy la Iglesia reconoce la veracidad de esta enseñan- za con tan gran seguridad que la incluye en su Catecis- mo oficial: los dones del Espíritu Santo «completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reci- ben» (n. 1831). Según eso, las virtudes cristianas solo pueden hallar su perfección cuando la persona, por los dones del Espíritu Santo, llega a participar de la vida so- Introducción brenatural al modo divino. Sin embargo, siendo ésta la verdad, conviene repetir hoy lo que el dominico Menéndez-Reigada decía en 1948 El Espíritu Santo es la más ignorada de las tres al introducir la edición española de la obra de Juan de Personas divinas. El Hijo se nos ha manifestado hecho Santo Tomás: hombre, y hemos visto su gloria (Jn 1,14). Y viéndole a Él, Con frecuencia los teólogos «tratan muy a la ligera las vemos al Padre (14,9). Pero ¿dónde y cómo se nos ma- cuestiones referentes a los dones, tal vez porque no se han nifiesta el Espíritu Santo? dado exacta cuenta de la importancia máxima que tienen, lo mismo en el orden especulativo, para la verdadera ciencia teo- Por otra parte, la misión del Hijo es glorificar –mani- lógica, que en el orden práctico, para formarse una idea exacta festar y dar a amar– al Padre: «yo te he glorificado sobre de lo que es o debe ser la vida cristiana» (15). la tierra» (17,4). Y la misión del Espíritu Santo es justa- La ignorancia de los dones del Espíritu Santo, y en ge- mente la de glorificar al Hijo –darle a conocer y a amar neral de la vida sobrenatural en su forma pasiva-mística, por el ministerio de los apóstoles y de toda la Iglesia–: «él implica un desconocimiento de la verdadera vida cristia- me glorificará» (16,14). Pero ¿quién se encarga de glori- na. Si nosotros tratáramos de explicar qué y cómo es una ficar al Espíritu Santo? rosa a una persona que desconociera esta flor, y le des- Aquella ignorancia de los primeros cristianos efesios, cribiéramos con todo cuidado cómo es un botón de rosa, «ni hemos oído nada del Espíritu Santo» (Hch 19,2), vie- que apunta en un tallo, o un capullo apenas abierto, no ne a ser ya una precaria tradición entre los cristianos lograríamos comunicarle el conocimiento de lo que de hasta el día de hoy. verdad es una rosa; para eso sería preciso que le descri- Es algo evidente, sin embargo, que la vida espiritual biéramos esta flor en su estado de pleno desarrollo. Del cristiana es la vida producida por el Espíritu Santo mismo modo sucede con la vida cristiana. Quien sólo la en los fieles de Cristo. Y que no podremos, por tanto, conoce por las descripciones de su fase ascética inicial, entenderla bien sino conociendo bien quién es el Espíritu ignora lo que la vida cristiana es en plenitud. Santo, Señor y dador de vida, Dominum et vivificantem, En este breve estudio desarrollo algunos temas que con y cómo es su continua acción en los cristianos. José Rivera (+1991) ya escribí hace unos años en la Sín- Las primeras investigaciones de la teología se orienta- tesis de Espiritualidad Católica (Fundación GRATIS 5 ron en seguida hacia el misterio de la Trinidad, y produje- DATE, Pamplona 1999 : inhabitación 37-47, gracia, vir- ron altísimas obras tanto en el Oriente como en el Occi- tudes y dones 93-102). dente. Pensemos en los escritos de Ireneo (+200), Hilario Que estas páginas sean un homenaje a aquellos gran- (+367), Atanasio (+373), Basilio (+379), Agustín (354- des maestros de la escuela dominicana que más han bri- 430), etc. llado en la doctrina de los dones del Espíritu Santo. Y la acción del Espíritu Santo en los cristianos, tema Dedico este librito con todo amor a la Virgen María, la central de la espiritualidad antigua, halla su más precisa llena de gracia, la Rosa mystica plenamente florecida exposición, concretamente, en Santo Tomás de Aquino, «por obra del Espíritu Santo». cuando enseña su doctrina sobre los hábitos (STh I-II,49- 54), las virtudes (ib. 55-67), y muy especialmente sobre los dones del Espíritu Santo (ib. 68). En su enseñanza, y en la que da directamente sobre el Espíritu Santo (I, 36- 38) y la gracia (I-II, 109-113), hallamos la más profunda exposición teológica de la vida espiritual cristiana. Con Santo Tomás, es preciso destacar en la doctrina de los dones del Espíritu Santo a otros tres grandes domi- nicos: el portugués Juan de Santo Tomás (1589-1644), el papa italiano León XIII (1810-1903), con su encíclica so- bre el Espíritu Santo Divinum illud munus, y el español Juan González Arintero (1860-1928). Ellos muestran, con otros muchos autores, que la vida espiritual cristiana alcanza su perfección sólamente cuando llega a ser mística, es decir, cuando en ella predomina el ejercicio habitual de los dones del Es- píritu Santo. Esta doctrina teológica enseña claramente que, si todos los cristianos estamos llamados a la santi- dad, todos –sacerdotes, religiosos o laicos– estamos lla- mados a la vida mística. Y que la vida mística, por tanto, 2 1 – La revelación del Espíritu Santo cerá un Mesías, en el que residirá con absoluta pleni- tud el Espíritu divino (Is 11,1-5; 42,1-9). Y también re- vela que, a partir de este Mesías, el Espíritu divino será difundido entre todos los hombres (Is 32,15; 44,3): «Yo les daré otro corazón, y pondré en ellos un espíritu nuevo; quitaré de su cuerpo su corazón de piedra, y les daré un corazón de carne, para que sigan mis mandamientos, y 1 observen y practiquen mis leyes, y vengan a ser mi pueblo y sea yo su Dios» (Ez 11,19; +36,26-27; Zac 12,10; Joel 3,1-2). La revelación Nuevo Testamento La revelación plena de la Trinidad divina, y por tanto del Espíritu Santo del Espíritu Santo, va a producirse en nuestro Señor Jesu- cristo. Es en los Evangelios donde el Espíritu divino se revela muchas veces en cuanto distinto del Padre y del Hijo. Hemos de ver todo esto más detenidamente en el capítulo próximo; pero aquí expongo brevemente los ras- 1 gos principales de la revelación del Espíritu Santo en el evangelio. Es el Espíritu Santo el que encarna al Hijo divino en las Sagrada Escritura entrañas de María (Lc 1,35). Es Él quien desvela este misterio a Isabel (Lc 1,41), a Zacarías (1,67), a Simeón (2,25-27). Es de fe que «por la grandeza y hermosura de las cria- Es el Espíritu Santo quien, en las orillas del Jordán, al turas, mediante la razón, se llega [es posible llegar] a mismo tiempo que se oye la voz del Padre, desciende en conocer al Creador de ellas» (Sab 13,5; +Rm 1,19-20; figura de paloma sobre el Hijo encarnado (3,22). Padre, Vaticano I: Dz 1806/3026). Hijo y Espíritu Santo, por primera vez, se manifiestan en Puede la razón, con sus propias luces, llegar a conocer formidable epifanía como Personas divinas distintas. que Dios existe, que es único, bueno, omnipotente, Es el Espíritu Santo quien conduce a Jesús al desierto, providente, etc. Pero nunca, sin la Revelación divina, podrá para que luego, saliendo de él, inicie su ministerio como alcanzar a conocer el misterio de las tres Personas divi- Profeta enviado por el Padre (Lc 4,1). Es Él quien alegra nas. a Cristo, mostrándole la predilección del Padre por los La revelación del Padre, del Hijo y del Espíritu San- pequeños (10,21). Por Él hace Jesús milagros admira- to se realiza únicamente en Jesucristo. bles, revelando su condición mesiánica de Enviado de Dios (Mt 12,28). Antiguo Testamento En la última Cena, Jesús anuncia a sus discípulos que, En la Revelación divina que Israel recibe no se mani- una vez vuelto al Padre, vendrá sobre ellos el Espíritu fiesta en Yavé el misterio de la distinción eterna de Tres divino: recibirán «el Espíritu Santo, que el Padre enviará Personas divinas. La expresión «Espíritu Santo» se usa en mi nombre» (Jn 14,26). Tres Personas distintas, las tres veces (Is 63,10-11.14; Sal 50,13). tres divinas e iguales en eternidad, santidad, omnipoten- cia... Y así como en muchas ocasiones la antigua Escritura habla de Dios en modo antropomórfico, y así alude a la mano de Poco después, en la cruz redentora, «Cristo se ofreció Dios, a su boca, a su brazo, también habla, y con no poca a sí mismo inmaculado a Dios por el Espíritu eterno» (Heb frecuencia, del Espíritu de Dios, del Espíritu de Yavé (ruah 9,14). Es en el fuego del Espíritu Santo, en la llama del Yavé): es decir, de su aliento vital. En el hombre, como en los amor divino, en el que Cristo ofrece al Padre el holocaus- animales, la respiración, el aliento, es la vida. Y en un sentido semejante se habla del Espíritu de Yavé; pero no, por supues- to redentor de su vida. La epiclesis eucarística nos lo to, como Persona divina. recuerda cada día. La Escritura antigua suele hablar del Espíritu divino en Y en seguida, en Pentecostés, nace la Iglesia, que, como cuanto fuerza vivificante de la creación entera, ya des- Jesús, nace «por obra del Espíritu Santo» (+Hch 2). Él es, de su inicio (Gén 1,2; 2,7).