Enrique Plasencia De La Parra Historia Y Organización De Las Fuerzas Armadas En México, 1917-1937
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Enrique Plasencia de la Parra Historia y organización de las fuerzas armadas en México, 1917-1937 México Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas. 2010 416 p. (Serie Historia Moderna y Contemporánea, 52) ISBN 978-607-02-2092-0 Formato: PDF Publicado en línea: 23 marzo 2015 Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros /fuerzas/armadas.html DR © 2015, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas. Se autoriza la reproducción sin fines lucrativos, siempre y cuando no se mutile o altere; se debe citar la fuente completa y su dirección electrónica. De otra forma, requiere permiso previo por escrito de la institución. Dirección: Circuito Mario de la Cueva s/n, Ciudad Universitaria, Coyoacán, 04510, México, D. F. I. ORGANIZACIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS Del ejército constitucionalista al ejército nacional Francisco I. Madero inició la Revolución mexicana y en poco tiempo logró derrocar al general Porfirio Díaz. El ejército revolucionario se formó al calor de la lucha, no tenía un mando unificado y los grados se otorgaban al criterio de los jefes maderistas. Pocos de ellos eran mi- litares de profesión. Al concluir la lucha, Madero disolvió esa fuerza para conservar la estructura, el funcionamiento y el personal castrense del porfirismo: el llamado ejército federal. El golpe de Estado que dio uno de los militares de ese ejército, el general Victoriano Huerta, que culminó con los asesinatos del presidente Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, para muchos fue la constatación de que con esa institución el país estaba más cerca de la restauración porfirista que de los ideales políticos y sociales de la Revolución. Es por ello que el go- bernador de Coahuila, Venustiano Carranza, al lanzar el Plan de Gua- dalupe que desconocía al gobierno de Huerta, inició la formación del ejército constitucionalista. Es importante señalar que la fecha que se considera como el acta de nacimiento del ejército actual es la del 19 de febrero de 1913, cuando el congreso de Coahuila desconoció a Huerta y otorgó facultades extraordinarias a Carranza con el fin de que “pro- ceda a armar fuerzas para coadyuvar al sostenimiento del orden cons- titucional de la República”.1 Actualmente, el Día del Ejército se celebra aún cada 19 de febrero. La fecha de este decreto precede al Plan de Guadalupe (26 de marzo) e, incluso, al momento de los asesinatos del presidente y vicepresidente. Carranza nunca quiso otorgarse a sí mismo un grado militar, pero en su carácter de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista era la más alta autoridad de aquel ejército. Creía firmemente que el poder militar debía subordinarse al poder civil, lo cual fue relativamente más fácil en la época de la lucha contra Huerta porque había un enemigo y causa comunes. Carranza había dividido su ejército en tres grandes bloques por cuestiones operativas, pero tam- bién por la influencia de tres grandes caudillos —ninguno militar de 1 Decreto citado en Jesús de León Toral et al., El ejército y fuerza aérea mexicanos, v. 2, México, Secretaría de la Defensa Nacional, 1979, p. 363. 12 HISTORIA Y ORGANIZACIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS EN MÉXICO profesión— que las comandaban: Álvaro Obregón, que estaba al frente del Cuerpo de Ejército del Noroeste, Francisco Villa, de la División del Norte, y Pablo González, del Cuerpo de Ejército del Noreste. Cuando Huerta fue derrocado, el ejército federal se rindió incondicionalmente. Por los Tratados de Teoloyucan (14 de agosto de 1914) se disolvió el ejército federal. Carranza no repitió el error de Madero. Los jefes y oficiales de ese ejército quedaron a disposición del Primer Jefe para que éste decidiera su reacomodo en el ejército revolucionario o los diera de baja. Ya sin un enemigo común, empezaron las disputas entre las fac- ciones vencedoras. Villa se enfrentó a Carranza, quien tuvo como alia- dos a Obregón y a González. Aquél derrotó a Villa y así fortaleció el poder del constitucionalismo. En diciembre de 1916 el Congreso Constituyente inició las discusio- nes relacionadas con la nueva Carta Magna del país. De los 221 diputa- dos electos sólo 45 eran militares y quedaron excluidos de formar parte del congreso quienes habían sido federales o villistas. Se ha dicho que la Constitución tiene aspectos antimilitaristas, en gran parte debido al asesinato de Madero. El artículo 82 excluía, para llegar a la presidencia, a toda persona que en el pasado hubiera participado en una rebelión o cuartelazo contra el gobierno.2 Esta restricción fue eliminada en 1927. Los artículos que tratan sobre las fuerzas armadas fueron poco discuti- dos, excepto el número 13 que establecía tribunales especiales para de- litos militares. Algunos consideraron que esto representaba la supervi- vencia del fuero de Guerra del siglo XIX; el general Francisco J. Múgica defendió la existencia de los tribunales militares y finalmente se estable- ció una importante salvedad: esos tribunales no podían extender su ju- risdicción a personas que no pertenecieran al ejército, y conocerían sólo los casos en contra de la disciplina militar. El nombramiento de puestos militares quedó en manos del Ejecutivo, facultad indispensable del pro- yecto civilista y presidencialista de Carranza. Otros artículos relaciona- dos con la milicia se limitaban a asuntos y principios que se encontraban en la mayoría de las constituciones modernas de otros países.3 En ese tiempo Obregón estuvo al frente de la Secretaría de Guerra y desde ahí comenzó una tímida reforma no exenta de medidas impor- tantes. Una de ellas fue la desaparición de grandes cuerpos de ejército: el Cuerpo de Ejército del Noroeste que comandó el propio Obregón; el 2 Edwin Lieuwen, Mexican militarism. The political rise and fall of the revolutionary army, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1968, p. 44. 3 Para las discusiones sobre los artículos que tienen que ver con asuntos militares, véa- se Juan de Dios Bojórquez, Crónica del Constituyente, México, 1938. Para la discusión del mi- litarismo en el Congreso Constituyente y en el proyecto de Carranza, véase Félix F. Palavici- ni, Historia de la Constitución de 1917, 2 v., México, 1938. ORGANIZACIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS 13 de Oriente, de Pablo González; el del Sureste, de Salvador Alvarado y el del Noreste, de Jacinto B. Treviño.4 Ese tipo de unidades había sido apropiado para las campañas contra el huertismo y el villismo, pero la nueva situación del país —con núcleos rebeldes de importancia, aun- que más delimitados en distintas regiones del territorio— hacía más conveniente una organización con unidades más pequeñas. Además, dejarlas tal como estaban era la mejor manera de que se repitiera el fenómeno de la División del Norte de Villa. Se creó también la Legión de Honor para aquellos oficiales (de tenientes a capitanes) que volun- tariamente se retiraran del servicio activo. También se planeó un me- canismo para que a todos los oficiales y jefes les fueran revisados sus méritos militares con el fin de determinar si merecían los grados que ostentaban. Una instancia técnica, la Comisión Revisora de Hojas de Servicio, se encargaría de esto. Lo anterior era una medida indispensa- ble para un ejército que estaba tan alejado del profesionalismo, con tantos jefes y oficiales que tenían grados pero muchas veces carecían de méritos o de una forma para demostrarlos. El paso del régimen preconstitucional del Primer Jefe al constitucio- nal del Presidente de la República tuvo sus repercusiones en el ejército. Una de las más importantes fue la renuncia de Obregón como secretario de Guerra y Marina (1 de mayo de 1917). Otra fue que algunas disposi- ciones de la Carta Magna obligaban a hacer cambios: el artículo 129 suprimía las comandancias militares, las cuales tenían facultades muy amplias y, por tanto, favorecían el poder excesivo de sus comandantes, y se sustituyeron por jefaturas de Operaciones Militares.5 La Constitu- ción también creaba la Guardia Nacional que nunca se formalizó. Una medida de gran trascendencia fue la organización del Depar- tamento de Establecimientos Fabriles y Aprovisionamientos Militares, con el propósito de que México fuera autosuficiente en la producción de armamento y equipo castrenses. Es evidente que la meta era muy ambiciosa, de ahí que nunca se cumpliera en los años tratados en esta investigación (ni en los no tratados, por cierto). Pero la experiencia de la lucha constitucionalista justificaba esa meta. Las fuerzas revolucio- narias se habían abastecido de armas en Estados Unidos a través del contrabando, puesto que existía una prohibición del gobierno norte- americano para vender armas a los rebeldes antihuertistas. El mismo año en que se levantó la prohibición (1914), la armada estadounidense ocupaba Veracruz. Cuando los norteamericanos se fueron, Carranza se 4 Edwin Lieuwen, Mexican militarism..., p. 45. 5 Álvaro Matute, “Del ejército constitucionalista al ejército nacional”, Estudios de Histo- ria Moderna y Contemporánea de México, v. VI, 1977, p. 162. 14 HISTORIA Y ORGANIZACIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS EN MÉXICO enfrentó a un nuevo problema militar: el villismo. De nuevo la suerte no le favoreció, pues la Primera Guerra Mundial cerró las fuentes de aprovisionamiento europeas y encareció las estadounidenses. Con el reconocimiento del gobierno de facto las cosas parecían mejorar, pero en 1916 Villa atacó Columbus, Nuevo México, lo que derivó en la ex- pedición punitiva y de nuevo tensó las relaciones entre ambos gobier- nos; al retirarse el general Pershing, debido a que su país le había de- clarado la guerra a Alemania, el gobierno de Carranza fue acusado de germanófilo; el escándalo por el telegramaZimmermann cerró de nue- vo la frontera a la importación de armas desde Estados Unidos.6 El nacionalismo de Carranza no sólo era discursivo, se tradujo en acciones, como la creación de los Establecimientos Fabriles, para armar lo mejor posible a un ejército del cual dependía para sobrevivir como gobierno y como proyecto político.