Revista de Estudios Sociales

62 | Octubre 2017 Comunidades emocionales y cambio social

Edición electrónica URL: https://journals.openedition.org/revestudsoc/930 ISSN: 1900-5180

Editor Universidad de los Andes

Edición impresa Fecha de publicación: 1 octubre 2017 ISSN: 0123-885X

Referencia electrónica Revista de Estudios Sociales, 62 | Octubre 2017, «Comunidades emocionales y cambio social» [En línea], Publicado el 01 octubre 2017, consultado el 04 mayo 2021. URL: https:// journals.openedition.org/revestudsoc/930

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ÍNDICE

Dossier

Comunidades emocionales y cambio social Presentación Juan Manuel Zaragoza y Javier Moscoso

The History of Emotions Past, Present, Future Rob Boddice

The Roots of the 1909 Republican-Socialist Alliance: Changes in the Class Emotional Regime in 1903 in Biscay Sara Hidalgo García de Orellán

El Internado de Villa de las Niñas como comunidad emocional Disciplina y control de los cuerpos en el encierro Josefina Ramírez Velázquez

Jóvenes, memorias y comunidades emocionales: la experiencia de H.I.J.O.S. y de Contagio en Bogotá, Colombia Nicolás Aguilar-Forero

Redes de periodistas para vencer el miedo: comunidades emocionales ante la violencia de Estado El caso de México Oliva López y Guadalupe López

Otras voces

Políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación Tendencias regionales y espacios de convergencia Romina Loray

Documentos

La gobernanza emocional en el capitalismo avanzado. Entre el nihilismo emotivista y el neocomunitarismo adaptativo César Rendueles

Debate

Las consecuencias de la guerra en las emociones y la salud mental. Una historia de la psicopatología y medicalización en los frentes bélicos de Occidente (1914-1975) Mauricio Sánchez Menchero

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El hospital enfermo: análisis de la lucha de los trabajadores del Hospital San Juan de Dios en Bogotá, Colombia Stephanie Castiblanco Molina

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Dossier

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Comunidades emocionales y cambio social Presentación

Juan Manuel Zaragoza y Javier Moscoso

NOTA DEL EDITOR

DOI: 10.7440/res62.2017.01

NOTA DEL AUTOR

Este proyecto ha sido financiado por las siguientes instituciones y programas: el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad del Gobierno de España (FFI2016-78285-R); la Convocatoria 2015 de Ayudas Fundación BBVA a Investigadores y Creadores Culturales; la Comisión Europea a través de una Marie Curie Research Fellowship (IEF) del FP7, número 329466.

1 Nuestro mundo, de repente, se ha poblado de emociones: inteligencia emocional, marketing emocional, emotional management, seguridad emocional… Nuestra labor, como buenos ciudadanos, consiste en conocer nuestras emociones, así como las de las personas y de los animales que nos rodean. Y debemos ser capaces de gestionarlas, para que nuestro desempeño emocional sea el adecuado. Debemos cuidar las emociones dentro de nuestra institución, y ser conscientes de los afectos que circulan en nuestra oficina, que se tejen y destejen al lado de la máquina de café o en la sala de la fotocopiadora. Debemos ser cuidadosos con las emociones de los demás, de modo que no se sientan ofendidos, discriminados o explotados. Las emociones nos rodean, y se exige de nosotros cierta competencia emocional, cierta capacidad para leerlas, interpretarlas o gestionarlas.

2 Pero esto no era así hace tan sólo unos años. El siglo XX pensó las emociones como algo subsidiario, que debía estar supeditado a la razón y que debía controlar su

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potencialidad para el error y el daño. Las emociones nos apartaban de nuestra definición como “ser racional” y nos acercaban a la animalidad. Por eso era necesario reprimirlas, domarlas, educarlas. La historia de Occidente, al menos para algunos, sería la del dominio de las pasiones (Elias 2016). Si la Edad Media había sido un periodo que podíamos calificar de infancia de Occidente (Huizinga 2005), el Renacimiento, con su énfasis en el comportamiento cortés (Burke 2015), iniciaría un camino hacia la madurez. El proceso de civilización consistiría, así, en la historia del autocontrol.

3 A lo que hemos asistido estos últimos años es a un giro emocional, no tanto en la academia, que también, sino sobre todo en el contexto popular. Queremos que nos hablen de emociones, queremos saber qué ocurre con ellas, saber si es posible detectar al que miente, si para aprender hay que emocionarse o si es posible trazar un mapa de las emociones que nos sirva de guía. Las emociones ya no son algo de lo que avergonzarse, sino un objeto de conocimiento lícito, mucho más en estos tiempos de cambio que atravesamos. Nuestra valoración cultural de las emociones ha cambiado radicalmente, así como nuestra comprensión de su valor en la historia. Si la historiografía clásica las ignoraba totalmente, convirtiendo a la historia en el resultado de las decisiones racionales de sus protagonistas, la nueva historia de las emociones no sólo les ha otorgado un papel esencial en el desarrollo de los acontecimientos, sino que también ha empezado a registrar cómo esas mismas pasiones y esos mismos afectos modifican nuestra comprensión de la historia.

4 Todos estos factores han influido en la gestación de este monográfico, pero no seríamos del todo sinceros si no mencionásemos un último factor: la crisis económica global de 2008, que inauguró un largo periodo de inestabilidad no sólo económica o política, sino también emocional. Sus efectos en la vida cotidiana de personas y colectivos fueron rápidos y duraderos, truncando muchos de los planes vitales que venían desarrollando, con la frustración, la ira y el desánimo consiguientes. Se iniciaba así un periodo, recurrente en la historia de la política, en el que las emociones empezaron a ser percibidas como elementos fundamentales del orden social. Si bien el Brexit y la elección de Trump como presidente de Estados Unidos suelen considerarse los momentos álgidos de este proceso, no podemos olvidar las primaveras árabes, el 15M en España y todos los movimientos occupy y similares que cabalgaron en alas de la indignación a principios de la presente década. Junto a estos procesos de indignación o frustración política habría que subrayar otras tantas dinámicas políticas que se pusieron en marcha al amparo de estos movimientos, más relacionadas con el cuidado emocional y la constitución de comunidades.

5 Pero podemos ir un poco más allá. Como indica César Rendueles en su contribución para la sección Documentos, hemos asistido a una crisis en la forma de gestionar nuestras emociones, a un cuestionamiento de lo que el propio Rendueles denomina capitalismo emocional (que vendría a mediar entre el “ascetismo calvinista” presente en la del capitalismo clásico y el “hedonismo consumista”), un sistema socioeconómico que, mediante la gestión y el control de las emociones, fundamentaría una democracia emocional que, al relajar los conflictos sociales, ayudaría al buen funcionamiento del capitalismo posfordista. La crisis, por tanto, no sería sólo económica, sino que afectaría a la raíz del capitalismo tardío, y con ella, a una determinada forma de subjetividad que se ve, de pronto, desarraigada. Cómo será esa reconstrucción es, precisamente, lo que estaría ahora en cuestión.

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6 Todos estos elementos, y muchos otros, se encuentran presentes en los textos que se reúnen en este número monográfico dedicado, precisamente, a la relación entre cambio social y comunidades emocionales. Pero antes de hablar del contenido del número, nos gustaría profundizar un poco más en qué pueden aportar la historia de las emociones y la idea de “comunidad emocional” a los estudios sobre el cambio social. Hemos dividido esta introducción en tres apartados: en el primero trazaremos una breve historia de la historia de las emociones, señalando sus principales hitos. Esto nos servirá para situar la acuñación del concepto “comunidad emocional” en su contexto, tras lo cual señalaremos las principales críticas recibidas, así como la apropiación que se ha llevado a cabo de dicho concepto; en el segundo apartado nos centraremos en la idea de cambio social, y más concretamente, en el papel que la historia de las emociones puede desempeñar en ampliar nuestra comprensión de este fenómeno; en el tercer y último apartado buscamos mostrar otra cara de la relación entre emociones y cambio social, menos conocida. A través de la experiencia del 15M español, veremos cómo el papel de las emociones en la política no se reduce a la irrupción revolucionaria, sino que pueden ser el contenido de políticas concretas a favor del cambio social.

Las comunidades emocionales y la historia de las emociones

7 Como ya hemos señalado otras veces (Moscoso 2015b; Zaragoza 2013), los antecedentes de la historia de las emociones se encuentran, por un lado, en textos de principios del siglo XX (Febvre 1941; Huizinga 2002), y, por otro, en la emocionología de Peter y Carol Stearns, que sería su antecedente más directo (Stearns y Stearns 1985).1 No obstante, la madurez de la historia de las emociones debería fecharse en el año 2001, cuando William Reddy publica su libro The Navigation of Feeling (Reddy 2001). Es este un libro magnífico, que pretendía, a través de un sólido conocimiento de la psicología de finales del siglo XX, establecer una serie de elementos que permitieran el análisis histórico de las emociones. No en vano, el subtítulo de la obra de Reddy sería A Framework for the History of Emotions. Hay dos elementos que resultan interesantes y que marcarían, de cierta forma, el posterior desarrollo de la historia de las emociones. El primero es el compromiso político de Reddy, que busca generar una teoría de las emociones que le permita discernir la justicia o injusticia de los distintos regímenes emocionales, dependiendo del sufrimiento emocional que inflijan a sus habitantes. El segundo es la acuñación de conceptos como régimen emocional, refugio emocional, navegación emocional o emotives, que gozarían de diversa suerte en los años posteriores (muchos de ellos aparecen en los artículos de este monográfico, sin ir más lejos). No obstante, la recepción del libro fue, cuando menos, dispar. Si bien hubo un acuerdo generalizado sobre el enorme valor de la tarea emprendida por Reddy, muchos académicos también coincidían en señalar su esterilidad: el marco que Reddy proponía para la historia de las emociones no convencía a casi nadie (Rosenwein 2002; Stearns 2002).

8 En apenas cinco años aparecen tres libros que marcan el inicio del boom editorial en los países anglosajones: From Passions to Emotions, de Thomas Dixon (2003); Fear, de Joanna Bourke (2005); y, finalmente, el que nos interesa: Emotional Communities in the Early Middle Age, de Barbara Rosenwein (2006). Parece necesario realizar una primera valoración de esta súbita popularidad. Si bien el estudio de la emociones en disciplinas como la psicología (Lang 1994) o la antropología (Lutz y White 1986) puede remontarse

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a las décadas de los sesenta o setenta del siglo XX (cuando no más), lo cierto es que era un área que había pasado desapercibida para la historia (con las excepciones ya señaladas). Esta falta de interés por las emociones puede entenderse en parte si pensamos, como señala Ute Frevert, en la historia social dominante en la academia como una explicación racional de las acciones colectivas (Frevert 2011; Moscoso 2015a). Antes de la primera década del siglo XXI, el estudio de las emociones se centraba, en el ámbito anglosajón, en el estudio de instituciones como el hogar y la familia, al tiempo que se buscaba comprender la agencialidad de las masas sociales, sobre todo en contextos de violencia colectiva. En ambos casos, la aparición de una determinada emoción parecía un epifenómeno resultado de causas totalmente racionales (Stearns 2008, 19). Los tres libros señalados pretendían escapar de estos análisis y establecer las emociones como objetos de estudio por sí mismas, no como un adjunto a “otras historias”. Esto vino acompañado de una ampliación de los “contextos” de las emociones (el libro de Bourke es un buen ejemplo) y, por tanto, de las fuentes a disposición del historiador (Moscoso 2011; Stearns 2008, 21; Sullivan 2013). Uno de los esfuerzos en esa dirección es, precisamente, el de Barbara Rosenwein.

9 Rosenwein acuña el término “comunidad emocional”, a finales de los noventa, aunque es a principios del siglo XXI, precisamente en una reseña al libro de Reddy, donde encontramos una de las primeras apariciones del término. Para Rosenwein, el texto de Reddy tenía dos grandes debilidades: por un lado, un predominio del lenguaje como fuente, que deja por fuera cualquier otro tipo que no sea la escrita o la oral (¿qué ocurre con las expresiones corporales de las emociones, por ejemplo?); por otro, el concepto régimen emocional, que encuentra demasiado asociado (tailor-made es el término empleado) al de Estado moderno, para que pueda funcionar no sólo en contextos previos a su aparición, sino en variantes locales (Rosenwein 2002). Para una medievalista como Rosenwein, estos eran dos problemas muy graves, ya que, de ser así, la historia de las emociones que propone Reddy (y, para el caso, la emocionología de los Stearns) sólo tiene sentido si se acepta la existencia de una ruptura radical a partir de la modernidad (Rosenwein 2014). Si no aceptamos tal ruptura, si pensamos que el mundo previo a los siglos XVII y XVIII no era tan distinto al nuestro, entonces el marco que propone Reddy no es de utilidad para hacer historias de las emociones.2 Como alternativa, la “comunidad emocional” —entendida como aquel grupo que comparte un conjunto de normas acerca de las emociones y una valoración común de estas— permitía pensar el papel de las emociones en la vida humana, sin quedar constreñida dentro de los límites marcados por la modernidad.3 Ella entiende que es un concepto más fácilmente adaptable que el de “régimen emocional”, propuesto por Reddy, y que tendría la ventaja de no depender de asunciones históricas previas.4

10 Las críticas a Rosenwein llegaron pronto, principalmente alrededor de dos argumentos. El primero tenía que ver con el alcance de las comunidades emocionales. En tanto que los casos estudiados por Rosenwein se centraban en comunidades relativamente pequeñas (una comunidad católica en un pequeño pueblo de la Galia en los estertores del Imperio; la relación epistolar entre Gregorio de Tours y Venantius Fortunatus; la Corte del rey Clotario II, etcétera), era lícito preguntarse cómo explicaría la existencia y el funcionamiento de comunidades más amplias, muchas de las cuales sólo pueden comprenderse, precisamente, como resultado de la modernidad, por ejemplo: el potencial de la imprenta para generar comunidades emocionales de varios miles de individuos (Fernández 2016). La segunda crítica que se hizo a la idea de Rosenwein era la de la rigidez de estas comunidades, de forma que la relación entre individuo y

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comunidad parecía ser unívoca: un individuo sólo podía pertenecer a una comunidad emocional, por lo que cualquier posibilidad de cambio de una comunidad a otra no sólo era inexplicable, sino que ni siquiera se contemplaba (Zaragoza 2013). La misma Rosenwein ha reconocido estas limitaciones y ha intentado (con mayor o menor éxito) solventarlas en escritos posteriores, tanto en artículos (Rosenwein 2010a, 2010b, 2014) como en su libro más reciente, Generations of Feeling (Rosenwein 2016), en el que retoma diversos aspectos que no habían quedado del todo resueltos en el anterior (Rosenwein 2006).

11 Lo cierto, más allá de la evolución del pensamiento de Rosenwein, es que las comunidades emocionales se han convertido en una de las formas elegidas por diversos académicos para hablar de las emociones compartidas en contextos tan dispares como pueden ser la historia de las reliquias (Loreto López 2017) o el análisis de las obras de la escritora Almudena Grandes (Calderón Puerta 2017), aunque muchas veces el uso que se da a la expresión no sea, precisamente, el que Rosenwein había pensado.5 Este interés por la idea de comunidad emocional puede relacionarse con la irrupción de una serie de estudios que ponían a los comunes en el centro de su reflexión teórica, pero también práctica (Bollier 2016; Fundación de los Comunes 2016; Vercelli 2013), y que encontraría su momento de eclosión con la crisis económica y social iniciada en 2008, proporcionando una mayor visibilidad a aquellos textos que, de una forma u otra, reflexionaban sobre la idea de comunidad.

12 Se produce, así, una contradicción evidente entre la idea de Rosenwein de las comunidades emocionales y su apropiación posterior por parte de otros agentes. Como señalábamos antes, las comunidades de Rosenwein eran particularmente estáticas, y como tales, difícilmente servían para explicar la transición, ya sea personal o colectiva, entre estándares emocionales. Es decir, no resultaban útiles para explicar ningún tipo de cambio social. Sin embargo, cuando, a consecuencia de la actual crisis económica, ciertos grupos de personas han señalado la necesidad de que se produzca un cambio que incluye, como no puede ser de otra forma, también esos estándares se han identificado a sí mismos como comunidades emocionales. A intentar explicar esta aparente contradicción dedicaremos las líneas siguientes.

Cambio social y emociones: un nuevo programa para la historia de las emociones

13 La historia de las emociones se encuentra en un atolladero. Sin una definición clara de cuál sea su objeto, con una relación tensa entre las principales instituciones en que se practica, sin un acuerdo programático acerca de cuáles sean los compromisos epistemológicos y metodológicos mínimos, cada uno de los polos que la conforman (Londres, Madrid, Berlín, Adelaida) tiene su propia forma de pensar las emociones en la historia. Pero más allá de que esta pueda ser una situación lógica e incluso, por qué no, deseable, lo cierto es que a esta fragmentación se une una falta de capacidad, cada vez más evidente, para ofrecer resultados que sean relevantes.6 Más allá de que desde nuestro grupo en Madrid pensemos que la historia de las emociones es una apuesta incompleta y parcialmente agotada, y que deberíamos empezar a transitar hacia una historia de la experiencia (Moscoso 2016; 2017; Moscoso y Zaragoza 2014), también pensamos que todavía puede dar más de sí. Como ya señalamos en otros textos, si la historia de las emociones fuera una moda, sería una moda necesaria, pero, si queremos

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que perdure y desarrolle todo su potencial, es necesario acordar cuáles pueden ser sus aspectos más relevantes (Moscoso 2015b, 17). En concreto, nuestra propuesta plantea que la nueva historia de las emociones debe, en primer lugar, ser explicativa. Es decir, debemos ver cómo introducir la agencialidad y la causación en la explicación histórica (Moscoso 2015b, 23). En segundo lugar, debe ser política. Se trata, aquí, de recuperar las experiencias que, siendo personalmente relevantes, son ignoradas socialmente. Hablamos de experiencias privadas, como la del dolor crónico o la de la enfermedad mental, que sólo en casos excepcionales tienen una repercusión social (Moscoso 2014, 24). En tercer lugar, debe reforzar los estudios comparados, dado el peso desproporcionado de la historiografía anglosajona en la historia de las emociones. En este sentido, nos gustaría señalar el esfuerzo realizado por diversos académicos de España y Estados Unidos para lograr una propuesta de historia de las emociones netamente hispana (Delgado, Fernández y Labanyi 2016).

El mundo en crisis: emociones, historia y nueva política

14 El 17 de diciembre de 2010, en la ciudad de Túnez, se inició un proceso de protesta global que se extendió primero por el mundo árabe (Egipto y Yemen, en enero de 2011; Libia, en febrero; Siria, en marzo), pero que pronto alcanzó a gran parte de Occidente: primero, Madrid (15 de mayo de 2011); las revueltas estudiantiles en Chile (mayo y junio); Israel (julio), y la eclosión del movimiento occupy, primero en Nueva York (Occupy Wall Street, septiembre), Londres y Melbourne (octubre). Pronto, esta sucesión de acontecimientos fue identificada con una emoción: la indignación,7 que se relacionaba fácilmente, por un lado, con la irrupción violenta de las pasiones, y por otro, con el resentimiento, entendido como emoción política (Fantini, Moruno y Moscoso 2013; Fassin et al. 2013; Hoggett, Wilkinson y Beedell 2013; Moscoso 2017). Se trataría, en todo caso, de una emoción que encuentra sus raíces en la frustración, y que permite situar en el mismo plano tanto el Movimiento Indignado y la Primavera Árabe como los motines de Londres en 2011, los de París en 2005, la victoria de Trump en las elecciones presidenciales o el Brexit. Y si bien todo esto puede ser cierto, las emociones también tienen un papel político totalmente distinto, una vez que dejamos atrás este primer momento.8

15 Si las “explosiones” de la primavera de 2011 fueron, en muchos casos, el resultado de las tensiones acumuladas durante treinta años de globalización del capitalismo, la manera en que estos movimientos adquirieron forma en un segundo momento responde a elementos más complejos (y muchas veces locales). En concreto, y en el caso del 15M español, sería el resultado de la confluencia de esas tensiones con otras dinámicas de largo recorrido, que se remontan a los movimientos antiglobalización (Ayres 2004), la irrupción de las epistemologías del Sur (De Sousa Santos 2011), y ciertos movimientos locales, tales como plataformas de agitación cultural (La Dinamo); experiencias en la autogestión ligadas al movimiento okupa (Patio Maravillas en Madrid o , en Barcelona); el anarquismo feminista (La ); o el municipalismo (las Candidatures d’Unitat Popular catalanas). Todos ellos son deudores, de una u otra forma, de la tradición anarquista de las asociaciones de ayuda mutua y de la autogestión; y están muy influidos por ciertas aproximaciones al cuidado de corte

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feminista, no sólo desde un punto de vista ético (Gilligan 1982), sino sobre todo político (Federici 2010; Held 2006; Sevenhuijsen 1998).

16 No nos debería extrañar, por tanto, dada esta influencia anarquista en el 15M (asamblea, democracia directa, descentralización, etcétera) (Llamas 2015), que, en un momento en que era evidente la necesidad de constituir nuevas comunidades que acogieran a individuos necesitados de apoyo, lo primero que viniera a la mente fuese la ayuda mutua (Kropotkin 1902). Pero, a diferencia de los sindicatos tradicionales, las experiencias previas de los que constituían estas nuevas organizaciones los hacían muy conscientes de la necesidad de situar las emociones y los cuidados en el centro de la acción política (Colectivo Precarias a la Deriva 2004). No se trataba únicamente de interponer el cuerpo para parar un desahucio, sino de crear espacios, comunidades, que desde su inicio se piensen como emocionales, en tanto que la gestión y el cuidado de las emociones son un factor fundamental. La PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca), fundada en Barcelona en 2009, es un ejemplo excelente. Desde el principio se tiene muy claro que uno de sus principales ejes de actuación debe ser el emocional, en lo que algunos documentos llaman “rescate de las personas” (Mangot Sala 2013; Menna 2016; PSB 2016).

17 Así, si en un primer momento el 15M se define por la explosión de la indignación y la concentración en la Puerta del Sol, el segundo momento (lo que en algunos lugares se llamó “tomar las plazas”) se caracteriza por una descentralización que pretende “prender” en los barrios la mecha del 15M (Rodríguez López 2016, 32), y se construye, en sus expresiones más felices y duraderas, a imagen de la PAH y de estas tradiciones que llaman a situar el cuidado emocional del otro como un elemento fundamental e insustituible de la acción política. Si la indignación puede entenderse como el resultado del incumplimiento de la promesa revolucionaria de la igualdad (Moscoso 2017), el reconocimiento de la fragilidad y la vulnerabilidad, las prácticas del cuidado y la atención a los afectos son, como ha señalado recientemente Alicia García Ruiz, los contenidos políticos que deben permitirnos reclamar al gran olvidado de la terna de valores republicanos: la fraternidad (García Ruiz 2017).

18 Esta “segunda oleada”, por tanto, implica una nueva política de las emociones que cambia el régimen de visibilidad: afectos que antes eran relevantes individualmente, pero que pasaban desapercibidos socialmente ocupan, ahora, un espacio que los hace plenamente visibles (como era el caso, de nuevo, de los desahuciados). Los perdedores, que antes eran descartados, ven ahora cómo su experiencia se convierte en saber, en elemento fundamental del cambio político. Es aquí, precisamente, donde podemos establecer una relación entre esta nueva política y la nueva historia de la experiencia subjetiva que nuestro equipo propone desde Madrid (Moscoso 2014, 24-25). Una historia, retomando a Nietzsche, para los vivos (Nietzsche 2003).

19 Los textos que hemos escogido para este número monográfico de la Revista de Estudios Sociales elaboran muchas de las líneas de fuerza que hemos presentado en esta breve introducción. Proponemos para su lectura un orden cronológico, por cuanto nos permite visualizar las resonancias entre textos, pero también una cierta distancia entre aquellos que analizan el pasado (por cercano que sea) y otros que se embarcan en el análisis del presente.

20 El primer texto que presentamos lo escribe el historiador Rob Boddice. Una de las estrellas emergentes de la historia de las emociones escrita en inglés, Boddice nos ofrece una excelente introducción a esta nueva subdisciplina, en la que encara de forma

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clara y pedagógica algunos de los problemas principales, tanto teóricos como prácticos, que presenta la introducción de las emociones en la historia. Nos ofrece, también, una propuesta de futuro para la historia de las emociones, basada en una convergencia entre las humanidades y las neurociencias que permita, en sus propias palabras, “capturar el potencial de las emociones para hacer accesible la historia de la experiencia”. La mayoría de estos argumentos se desarrollan en profundidad en su libro, de próxima aparición, The History of Emotions.

21 El segundo texto que proponemos es de Sara Hidalgo, quien nos traslada a la margen izquierda del Nervión en 1909, para explicarnos un acontecimiento totalmente imprevisible apenas seis años antes, en 1903: la alianza entre socialistas y republicanos. Una alianza que había sido tachada de imposible por muchos socialistas, al entender que se trataba de proyectos demasiado contradictorios. Para explicar este cambio, la autora propone la existencia de dos comunidades emocionales en el socialismo vasco de principios del siglo XX: una relacionada con la minería, y otra, con artesanos y otras profesiones localizadas en la ciudad. La sustitución de una por la otra al frente del partido ayudaría a entender el suceso, al tiempo que nos transmite el funcionamiento de unas comunidades dinámicas y bastante poco restrictivas, con sujetos que transitan de una a otra sin mayor escándalo.

22 Por su parte, Josefina Ramírez Velázquez nos propone un detallado análisis de los “estados de malestar”. Escrito desde la antropología médica que continúa los trabajos de Kleinman, el texto de Ramírez se abre con una profunda reflexión de por qué es necesario introducir el estudio de las emociones en el análisis de la experiencia de la enfermedad, más allá, nos dice, de posibles “giros afectivos o emocionales”. Su estudio de caso nos lleva a un lugar muy particular: la Villa de las Niñas, situada en Chalco (México). Un lugar, fundado por una orden religiosa de origen coreano, que acoge a 4.000 niñas de clase desfavorecidas a las que ofrece educación. En 2007, esta institución salió a la luz debido a una “epidemia” de histeria que afectó a cerca de quinientas niñas. Utilizando el concepto de “comunidad emocional” como hilo vertebrador, la autora nos ofrece un análisis exhaustivo de las prácticas de control emocional, la extrema religiosidad, las fuentes de frustración y resentimiento, etcétera, en un intento por comprender este extraño fenómeno.

23 Nicolás Aguilar nos introduce en dos asociaciones de jóvenes dedicadas a la conservación y la difusión de la memoria histórica: H.I.J.O.S. (colectivo que agrupa a hijos de desaparecidos y asesinados por la dictadura, de origen argentino pero con representación en Colombia) y Contagio, comunicación multimedia. Al contrario que otros artículos dentro de este monográfico, Aguilar no se centra en el momento de aparición de estas asociaciones, sino que nos permite observar su funcionamiento cuando ya están en marcha. En otras palabras, no discute cómo es posible crear una comunidad política a partir de (o mediante) una comunidad emocional (apelando a sentimientos tales como la fraternidad o la complicidad), sino que nos sitúa en una comunidad política que es, también, comunidad emocional. A partir de ahí se nos muestra cómo estos colectivos usan diversas formas de intervención artística y cultural para consolidarse en cuanto comunidades emocionales.

24 Para concluir, las profesoras Oliva López y Guadalupe López nos invitan a compartir, por un momento, las preocupaciones de uno de los colectivos más amenazados del mundo: los y las periodistas mexicanos. Pero sobre todo nos permiten asistir a la creación de una comunidad de apoyo y resistencia a partir de una de las emociones más

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negativas y desintegradoras, empleada profusamente como herramienta de control: el miedo. Porque si algo caracteriza la vida de los periodistas es el miedo, tanto en el desarrollo de su profesión como en su vida privada. M.I.E.D.O. fue precisamente el título que el capítulo mexicano de la asociación internacional de periodistas Article 19 puso a su informe de 2015, con el que se buscaba señalar el miedo como una herramienta empleada por el poder para silenciar a los periodistas, pero también resignificarlo, señalando no sólo sus consecuencias, sino también las redes creadas por los propios periodistas para resistir el miedo instigado desde el Estado a través del apoyo mutuo (evitando, por tanto, la soledad) e introduciendo medidas de autodefensa. Serán precisamente estas redes las que las autoras identifiquen como comunidades emocionales, propiciadoras de cambio social.

25 En la sección Documentos ofrecemos un texto inédito del profesor César Rendueles. Como ya hemos señalado en este escrito, el autor de Sociofobia vuelve a la actual crisis económica para plantearse las relaciones entre capitalismo avanzado y gobernanza emocional. La profundidad de la crisis es tal, dice Rendueles, que lo que está en juego es la definición del sujeto del capitalismo tardío y su posible sustitución por otra cosa. Qué sea ese nuevo sujeto es algo que todavía estaría por decidir.

26 Para la sección Debates hemos reservado dos textos que, creemos, pueden ser útiles para el diálogo. Mauricio Sánchez Menchero nos ofrece una historia de la clasificación de enfermedades mentales en tiempos de guerra. Recurre para ello a historias orales de testigos (soldados, médicos, enfermeras, psicólogos) de tres de las grandes guerras del pasado siglo: las dos guerras mundiales y la de Vietnam. Trazando un hilo que va desde el shell-shock, diagnosticado en la primera, hasta el Síndrome de Stress Postraumático de la guerra de Vietnam, pasando por el Lack of Moral Fibre de la Segunda Guerra Mundial, el autor nos narra una historia de incertidumbre a la hora de saber qué se estaba enfrentando, de juicios morales explícitos ante ciertos diagnósticos y, sobre todo, de la incapacidad de todos ellos para entender qué es lo que estaba ocurriendo.

27 En su texto, la investigadora Stephanie Castiblanco nos habla acerca del cierre del Hospital San Juan de Dios, en Bogotá, y de las respuestas que los trabajadores despedidos dan a este acontecimiento, encuadrado dentro de un contexto de reforma de la sanidad colombiana (proceso iniciado en 1993), que pasa, según la autora, “de ser un derecho a ser un negocio”. Utilizando una metodología que entronca con los estudios feministas sobre los trabajos de cuidados, la autora presenta la resistencia de los trabajadores al cierre de este centro como un proceso de construcción de una comunidad emocional. La lucha carece de sentido, concluye la autora, si no viene acompaña de ese afecto compartido por los lugares y espacios que se habitan, se cuidan y se defienden. Un proceso en el que se construyen nuevas identidades, tanto individuales como colectivas, y que son imprescindibles para resistir la situación de violencia estructural que las políticas neoliberales iniciadas en la década de 1990 han instaurado en el país.

28 Creemos que la selección ofrece una buena muestra de cómo el concepto de comunidades emocionales está siendo utilizado en diversas disciplinas como espacio común desde el que analizar la realidad, sin que agoten su potencialidad explicativa. En un contexto de cambio social, como el que estamos viviendo, en que se está produciendo una reordenación de la escala social —con la desaparición no sólo de la clase media, sino también de la trabajadora (Hernández 2014)—, y la necesidad de redefinir nuestras identidades en el mundo del post-trabajo (Pfannebecker y Smith

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2016; Thompson 2015), la comunidad emocional se convierte no sólo en herramienta de análisis, sino también, como vemos, de resistencia.

BIBLIOGRAFÍA

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NOTAS

1. En el excelente texto de Rob Boddice que abre este monográfico se encontrará esta historia de forma mucho más detallada. Boddice comparte nuestra valoración sobre la importancia de los Stearns, a los que ha dedicado un texto donde analiza su profundo impacto en la historia de las emociones (Olsen y Boddice 2017). 2. Un argumento similar emplea Kirk Essary en el análisis crítico que realiza del ya mencionado libro de Dixon. En su reseña, Essary busca desarmar la hipótesis de Dixon de que en el siglo XVI se inicia un cambio en el lenguaje sobre las emociones, en lo que vendría ser otra modalidad de esta idea de ruptura entre la época moderna y “lo que hubiera antes”. Como dice Essary, refiriéndose a la variada comunidad que compone el Australian Centre of Excellence for the History of Emotions: “[…] we imagine ourselves to be doing more or less the same thing even if from radically different angles: studying the history of emotions” (Essary 2017, 2). 3. La deuda de este concepto con la definición de emocionología de los Stearns es evidente: “Emotionology: the attitudes or standards that a society, or a definable group within a society, maintains towards basic emotions and their appropriate expressions” (Stearns y Stearns 1985, 813). 4. Sobre la disputa acerca de la modernidad entre Rosenwein y Stearns, ver la introducción al libro Doing Emotions History (Matt y Stearns 2013). 5. Algunos de estos textos ni siquiera citan la obra de la profesora estadounidense. 6. Este argumento, y parte de lo que sigue, se encuentra más desarrollado en Moscoso (2015b). 7. Obviamente, la relación entre ambos movimientos (Primavera Árabe e Indignados) no se basa en los contenidos de sus demandas, bastante dispares, sino, por un lado, en el empleo de las herramientas online para organizarse políticamente (Howard et al. 2011; Toret 2013), y por otro,

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un profundo sentimiento de injusticia y de invisibilidad (Slaughter 2011). La presente reflexión se centra únicamente en lo ocurrido en el Movimiento de los Indignados, y, más concretamente, en España. 8. Esta asociación ha tenido como resultado una nueva identificación de las emociones con “lo irracional”, y la valoración de su papel en política como negativo, al relacionarlo estrechamente con el “populismo”; véase, por ejemplo, el último libro de José María Lassalle, titulado Contra el populismo: Cartografía de un totalitarismo postmoderno (2017).

AUTORES

JUAN MANUEL ZARAGOZA

Doctor por la Universidad Autónoma de Madrid (España). Investigador independiente. Ha sido Marie Curie Research Fellow en el Centre for the History of Emotions, Queen Mary University of London (Reino Unido), becario Leonardo de la Fundación BBVA (2015 – 2016) y profesor asociado de Bioética en la Universidad Miguel Hernández (España). Está terminando la que será su primera monografía, titulada Amor, cuidados y exilio: una historia material de las emociones. Sus últimas publicaciones son: “Objects, Brains and Emotions. Lido Rico’s Work and the Contradictions of our World of Things. En Genoarquitecturas/Inestablos, editado por Lido Rico, 146-151. Alicante: MUA, 2016; “Ampliando el marco. Hacia una historia material de la emociones”. Vínculos de Historia 4: 28-40, 2015. jm.zaragozabernal[at]gmail.com

JAVIER MOSCOSO

Doctor en Filosofía por Universidad Autónoma de Madrid. Es profesor de investigación de historia y filosofía de la ciencia en Instituto de Historia del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (CSIC) (España). Ha sido becario predoctoral en el Wellcome Institute for the History of Medicine y Postdoctoral Fellow en el Max Planck Institute for the History of Science, Berlin (Alemania). Fue también Fulbright Scholar en la University of Harvard entre 1995 y 1996. Sus últimas publicaciones son: “From the History of Emotions to the History of Experience: The Multiple Layers of Material Expressions”. En Engaging the Emotions in Spanish Culture and History (18th Century to the Present), editado por Luisa Elena Delgado, Pura Fernandez y Jo Labanyi, 176-191. Nashville: Vanderbilt University Press, 2016; “La historia de las emociones, ¿de qué es historia?” Vínculos de Historia 4: 15-27, 2016. Javier.moscoso[at]cchs.csic.es

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The History of Emotions Past, Present, Future Historia de las emociones: pasado, presente y futuro A história das emoções: passado, presente e futuro

Rob Boddice

EDITOR'S NOTE

Received date: May 30, 2017 Acceptance date: June 10, 2017 Modification date: June 26, 2017 DOI: 10.7440/res62.2017.02

AUTHOR'S NOTE

This project has received funding from the European Union’s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska-Curie grant agreement No 742470.

Universal Temptation

1 At the heart of the history of emotions project is the claim that emotions have a history. They are not merely the irrational gloss on an otherwise long narrative of history unfolding according to rational thought and rational decision-making. Nor are emotions merely the effect of history; they also have a significant place, bundled with reason and sensation, in the making of history. These two central claims require both a sophisticated understanding of what emotional experience is (or could be) and an openness to new understandings of historical causality and change. On the face of it, there is nothing particularly new about these claims. They were iterated in more or less

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this form by Lucien Febvre ([1938] 1992; 1941), who envisaged a history of emotions taking a central place in the Annales project. Others, less well known, came before Febvre (Bain 1859, 14-15, 28, 220-221; 1894, 619-622; Lewes 1879, 153-154). Nothing much was made of these ideas until Peter and Carol Stearns took up the baton in the mid-1980s (Stearns and Stearns 1985; 1986), but for more than a decade after that, few historians joined the throng. An uncomfortable debate lay at the centre of work on the emotions: essentially, were emotions to be found in nature, or were they nurtured in culture? It was a debate that few historians felt comfortable about challenging. It has either dominated interdisciplinary discussion about the emotions, or else it has lurked in the background, threatening to undermine anybody who went one way or another. But the debate has moved on for many; for some it has died. Historians now play a major role in emotions research, and some are reaching out to the emotion sciences in a convergent, sympathetic way. Essential to the success of this convergence is a resistance to the assumption that we already know what emotions are.

2 The temptation toward the universality of emotional phenomena is embedded in the sources with which we work. We are easily duped by continuities in language and by loose translations into thinking that love is love, fear is fear, anger is anger, and so on, and that we only need to take note of the changing contexts of expression with regard to these human biological universals. I am not the first to note that the archives are filled with hazardous materials! (Dixon 2012; Frevert et al. 2014; Wassmann 2016; Wierzbicka 1999). Yet the broader semantic context of individual emotion words can be unfolded to reveal a degree of nuance and unfamiliarity, if only we set out to look for it. Moreover, the temptation to translate historical “emotion” terms, be they in Greek, Latin or any other language, either living or dead, is fraught with the danger of elision, anachronism and simplification. We should, as per the exhortation of Ute Frevert and C. Stephen Jaeger, entertain the notion that some emotions have been “lost.”1 Those who study emotions in the classical world are under no illusions that they are dealing not only with different “emotion” words, but with entirely different affective experiences. Hence any translation of cholos as “anger,” or of elpis as “hope,” or of eleos as “pity,” comes with a long digression on dissimilarity and serial warnings of the dangers of thinking that we know what we mean by these labels (Cairns 2016; Konstan 2001; 2006). Anthropologists have provided similar warnings for years (Plamper 2015, 75-146; Reddy 1997). We should heed them.

3 Such caution has been integral to the best work in the history of emotions since the mid-1980s. That work has gathered significant pace since the turn of the century,2 bringing us to the current abundance of new material. One of the distinguishing marks of much recent scholarship, however, is that it does not take sufficient notice of the important theoretical and methodological work that has come before it.3 Indeed, I fear that the history of emotions is being done precisely because it is the done thing, and this raises a red flag concerning the value of the tidal wave of spilt ink. There is a serious and important purpose to the history of emotions, but there is a risk that this gets lost in the pursuit of an intellectual fad. In this brief appraisal, I want to re-express what that serious and important purpose is, and to point out what the history of emotions is not. Central to this negative construction is my firm conviction that the history of emotions cannot simply be comprised of histories about emotions, while neglecting to historicise the object of their inquiry. The history of emotions must reject, in line with much of the latest research in the social neurosciences, any semblance of psychologism

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that would essentialize what emotions are. We cannot preconceive what emotions are and then simply write about them.

4 This in turn leads to a second cautionary note, concerning the end of the history of emotions (in terms both of its telos and of its termination). History remains focused, fundamentally, on understanding the human past, of which the emotions have been an important diachronic component both at the individual and relational level. The aim of historians is not to understand emotions per se, however, but rather how they were experienced, what aroused them, in what form, and with what effects. Emotions are, therefore, an epiphenomenon of historical experience more generally, and it is to that broader project that the history of emotions ultimately contributes (Boddice forthcoming 2018b; Moscoso 2012; Moscoso and Zaragoza 2014).

“Emotion”: A Slippery Category

5 Cautionary quotation marks appear around the word “emotion” itself as testament to the slipperiness of the object of our inquiries at a categorical level.4 The scientification of “emotions,” as opposed to passions, sentiments, feelings, affections, and so on, in the nineteenth century, did something to emotions themselves (Dixon 2006). The attempt to quantify, measure and materialise emotions, in the viscera and in the mind, changed scientific understandings of what emotions were and how they worked, and in turn this re-wrote the cultural scripts for what constituted behaviour and communication recognised as “emotional” (Boddice 2016; Dror 1999). One could demonstrate similar shifts along these lines with regard to other major changes in knowledge about the affective realm, from Aristotle to the Stoics, to Descartes, to Darwin.5 In short, “emotions” are practised according to a dynamic relationship within an epistemology of what emotions are, a delimited framework of available expressions (both verbal and gestural), the parameters of which are inherently political, and the biological materiality of the historical body.6 Emotions are part of the biocultural story of being human.

6 For the history of emotions to work, the nature node of the nature/culture dyad has to be smashed. To say that emotions change over time is incompatible with claims that there is something fundamentally transcendent or “basic” about (some) emotions. The history of emotions implicitly challenges basic-emotions models and the principal tenets of affect theory, and it is my contention that it should explicitly do so (Ekman and Friesen 1976; Tomkins and McCarter 1964). The risks of not doing this, it seems to me, are obvious. If we presuppose that we know what love is, or what fear is, according to a certain strain of transcendental psychologism or by reference to a particular brand of neurobiology, then we undermine our project with anachronism from the very beginning. The recent and profoundly important turn to the social among neuroscientists is empirically confirming, as historians have expected, that when the context of emotional expression changes, so too does the quality of the emotion itself. In turn, however, this brings about the downfall of the culture node of the nature/ culture dyad as well because, for better or for worse, emotional experience is embodied in physical matter, thinking stuff, and visceral movement. We are left, happily, not with a binary model, but an integrated, biocultural whole.

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Bioculture and the Neuro Turn

7 The biocultural turn conceptualises human culture, in all its infinite varieties and materialities, as part of the natural and exaptive evolution of the species in its environment. It has become meaningless to talk of affects that are, as it were, “natural,” and of “emotions” as phenomena limited to that which is consciously self- managed. There is no reason to think that phenomena that appear “as if” automatic, to borrow Sara Ahmed’s formulation, take place outside of a cultural framework (Ahmed 2004, 27). Even if it were possible to conceive of such automaticity in the human body outside of a cultural context, it would be impossible to find such a human body. This observation throws open the scope of the history of emotions and points it in the direction of experience more broadly conceived. We cannot simply analyse conventions of expression in historical context and avoid the conclusion that, in documenting the historicity of gesture and utterance, we are also historicizing the experience of gesturing and uttering. We cannot simply analyse those emotional experiences — however dynamically they involve body and context— that we are conscious of, without also acknowledging that such emotive processes are running in the background. Our bioculturality does not afford us a “natural” realm to which to refer automatic processes.

8 If, along with the history of the senses and the history of ideas, the history of emotions’ chief contribution lies in its capacity to reveal the historicity of human experience, then it must look, as it develops, to insights from the neurosciences and to significant crossovers with neuro-historical approaches to history (Bourke 2016, 126; Burman 2012; McGrath 2016; Smail 2008). This is where it can achieve real traction as an historical methodology. After all, the history of love, or of anger, or of jealousy, is, in the end, about what it felt like to be in love, to be angry, or to be jealous, at one point or another in time. If we can allow that “what it felt like” changes over time and place, then we have the key to understanding what it means —how it feels— to be human is culturally and contextually contingent. And in this we find the political significance of our project. The social neurosciences are empirically demonstrating the mutability of experience and the contextual subjectivity of perceptions of reality. Even some of the most basic experiential phenomena, such as pain, have been shown to be at once both highly individuated and closely correlated with cultural pain scripts (Boddice 2017; MacDonald and Jensen-Campbell 2011). With pain, as with other emotions, there is no simple neurological and functional relation among stimulus, bodily process, and experience.

9 This has been one of the major contributions of work in neurohistory in the last ten years, which has pointed to a world of psychotropic influences on the body-mind, many of which have their effect without any conscious consumption or direct human agency (Bourke 2016, 126; Burman 2012; McGrath 2016; Smail 2008). While it is easy to point to the psychotropic effect of new drugs (caffeine, alcohol, opioids, etc.) when they are introduced into a society, as well as to the (literally) mind-altering effects of new technologies (print, TV, Internet, etc.), there is a whole ecology of chemical stimulants that is contextually specific and which forms the background to the range and quality of human affect. Whether it be specific atmospheric pollutants that have an effect on human behaviour (lead, for example), or the presence of other substances in specific technological processes (exposure to mercury in various industries, both past and

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present, for example, has clearly documented effects on the mental and physical disposition of the exposed), or the rise and spread of new diseases (syphilis is a prime candidate here), humanity is always being exposed to stimuli that —to some degree— influence “automatic” affective processes in historically specific and concrete ways. Daniel Lord Smail has argued that, in its focus on conscious processes and outward signs, the history of emotions is experientially limited and selective in its use of the historical body as explanatory tool. While human exposure to lead at high levels in the post-war United States (his example) cannot be used to explain any specific instance of violent crime in a given context, he argues that the connection between lead contamination and uncontrolled anger is demonstrable, and that such a stimulus has to be included as a probable contributory cause in what has otherwise been a socio- economic story of late twentieth-century American violence (personal correspondence with the author; Boddice and Smail forthcoming 2018). Moreover, and this is where historians of emotion must take note, it is a cause that historians of emotions would, until quite recently, have missed.

10 While some will resist a turn toward neuroscience in the discipline of history, it seems implausible for the history of emotions to avoid moving in this direction, if it is to claim any relevance or significance beyond the confines of its own practitioners. The pathfinding work of Lisa Feldman Barrett in particular has unpicked many of the prevailing psychologizing tendencies, pointing to the remarkable plasticity of the human brain and the worldedness of synaptic development, as well as to the activation of the whole brain in all emotional experiences (Feldman Barrett 2006a; 2006b; Gendron and Feldman Barrett 2009). The temptation to link certain emotional expressions to certain “built-in” affects has been shown to be misguided and misleading. Experience is not intrinsic to some kind of biological wiring, though of course embodiment places certain limits on what can be possible. Nevertheless, to an important degree synaptic development and changes in body chemistry take place in context. If we were to preserve the old binary relation, we might say that culture writes to nature, but it makes much more sense simply to claim the human as dynamically biocultural.

Future Prospects

11 The implications are profound. Human experience is, to borrow a phrase from the pain specialist Ronald Melzack, an output of the brain (Melzack 2005). Humans are not mere sacks of DNA, passively encountering the world around them and experiencing what is objectively and materially out there. Everything we experience is filtered through context, custom, cultural scripts and taboos, before being checked against what we know from the past (in our own lives and through what we know about more distant pasts) and projected outwards from the brain, as if automatically, as our construction —our interpretation— of what is happening and what that feels like. The entanglement of culture and biology shifts the register of possibilities for the history of emotions because it forces us to look at what is non-conscious as well as what is conscious.7 It displaces the wistful social constructionism of old and grounds it in an empirically verifiable field of evolutionary biology. It gives us cause to explore the historicism of reality, not as a simple gloss on a biologically stable base, but as an authentically experienced and embodied diachronic process.

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12 Some will object, no doubt, that we cannot subject past actors to neuroscientific analysis. My point of contention is that we do not need to. The insights from the social neurosciences offer historians an opportunity that they are ideally suited to carry out.8 Knowledge of neuroplasticity, of the effect of culture on biological processes, and of the cultural framing of neurological activity, suggest that we can look to reconstruct the conditions of historical experience, not to get at the past functioning of the brain, but to get at the past feeling of historical actors. This lies partially in historians’ ability to piece together the cultural context of historical worlds, in their material, intellectual and social aspects, but it lies mainly in historians’ attention to the testimony of historical actors.

13 I have suggested elsewhere that the principal change afforded by the neuro turn is that we are able to approach archival material with an eye to the literal rather than the metaphorical (Boddice and Smail forthcoming 2018). Since the cultural turn there has been an important shift towards taking the words of historical actors as meaningfully representative of the world in which they lived (Zemon Davis 1990), but underlying this there have been two opposed implications. Either the cultural construction of reality obliterates any reference to a reality beyond culture, or else the figural realism of historical actors is a simple gloss on an external reality that can be investigated separately.9 The neuroscientific impetus allows us, instead, to take historical actors at their word, with their perception of reality and their experience of it being both an expression of their cultural context and a manifestation of the way in which that context was embodied. To be able to take our sources at their word, that they loved, feared, angered, hoped, despaired and suffered in this way, does not require any particular technological wizardry on the part of historians. It simply behooves us to find the parameters of those affective experiences in context. This involves knowing the meaning and expression of historical “emotions” and emotion words, the social dynamics of their expression, and the causes and effects, including at the environmental level, of changes in these things.10 We do not come to know the historical brain, on a neurological basis, but we can come to know the history of experience.

14 In broad terms, these are the core arguments of my book, The History of Emotions, which is in press as I write this. As I was finishing my attempt to present the diverse range of approaches and the vast scale of periodical coverage of scholarship in the history of emotions to students and scholars, I realised that, publishing being what it is, my book would be bibliographically behind the curve by the time it appeared. The history of emotions, as a field, has reached a size that makes appraising it as a whole daunting, if it is even possible. New scholarship is appearing at a rate that makes even just keeping up with the reading a difficult task. It is a sign of the rude health of the field, but it comes with some caveats, which I have outlined in broad terms here. If the future of the history of emotions is uncertain, dependent for its rationale, if not its methodology, on the ongoing development of the social neurosciences, its future possibilities are nonetheless exciting for that very reason.

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NOTES

1. The coinage is Jaeger’s, but Frevert, who does not seem to have read him, has made the tag her own. See Frevert (2011); Jaeger (1999, 5). 2. Reddy (2001) has been the catalyst for much of this work, combined with a renewed interest in Norbert Elias’s theory of emotional development over the longue durée and historians’ reactions against it. See Elias ([1939] 1994); Rosenwein (2002). 3. I resist naming names here. Suffice it to say that there is pressure to produce a great number of works that stake a claim to topical relevance. Many recent works claim to be about emotions or a single emotion, but do not really ask what this means, or what assumptions are carried into the study. 4. I have been critical of a lack of theoretical sophistication among historians of emotion in this respect. Some historians of emotion have been casual about eliding the difference between passions, emotions, affects and so on, claiming that all such labels fall under the heading of what we mean when we think of emotional experience. I think this distorts the historical record on the one hand and flattens out contemporary semantics on the other. It also privileges a certain category of “we,” which presupposes that “our” understanding of emotional experience is the archetype to which to refer. See in particular Rosenwein (2016, 7-8, 17); Eustace (2008, 3, 76-77); Plamper (2015, 10-12, 38, 296, 299); Boddice (forthcoming 2018a). 5. For the experiential implications of emotional rhetoric, over the longue durée and against biologizing trends, see Gross (2006). 6. On emotions as a kind of practice, see Scheer (2012). On the political distribution, limitation and policing of emotions, see Gross (2006). For emotions and the history of the body, the best

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starting point is Smail (2008). The dynamic relation between feelings and codes of expression for feelings has been best explored by Reddy (1997). 7. This limitation is an explicit formulation of William Reddy, but the theoretical work of Sara Ahmed, Daniel Lord Smail, Monique Scheer and others undermines it. 8. Reddy (2015) said as much, calling Feldman Barrett’s work in particular a “hunting license” for historians of emotion. 9. This was the defining theme of the post-modern turn. The phrase “figural realism,” of course, belongs to Hayden White (1999). 10. There are some fantastic examples of this kind of work. Nicole Eustace, in particular, has carefully explored both the social dynamics of love and of anger in her wide-ranging work on pre-revolutionary America, Passion is the Gale (2008). Key to this is a sensitivity to the relation of social convention in private correspondence about, say, love, which at the same time informs the experience of love. She is equally alive to the shifting possibilities of public anger and the social dynamics that circumscribe both the experience and the expression of that emotion.

ABSTRACTS

This article briefly appraises the state of the art in the history of emotions, looking to its theoretical and methodological underpinnings and some of the notable scholarship in the contemporary field. The predominant focus, however, lies on the future direction of the history of emotions, based on a convergence of the humanities and neurosciences, and according to important observations about the biocultural status of human beings. While the article stops short of exhorting historians to become competent neuroscientists themselves, it does demand that historians of emotions take note of the implications of social neuroscientific research in particular, with a view to capturing the potential of the emotions to unlock the history of experience, and with a mind to unlocking the political importance of work in this area, namely, the shifting ground of what it means —how it feels— to be human.

Este artículo evalúa el estado del arte en la historia de las emociones, considerando tanto sus fundamentos teóricos como metodológicos y algunos de los estudios contemporáneos más notables en este campo. Sin embargo, el enfoque predominante reside en la dirección que tomará la historia de las emociones en el futuro, con base en la convergencia de las humanidades y las neurociencias, y de acuerdo con importantes observaciones acerca del estatus biocultural de los seres humanos. Aunque este artículo no llega a exhortar a los historiadores a convertirse en neurocientíficos competentes, sí exige que los historiadores de la emociones tomen nota de las implicaciones de la investigación neurocientífica social en particular, con miras a captar el potencial de las emociones para decifrar la historia de la experiencia, y con el propósito de entender la importancia política del trabajo en esta área, a saber, el terreno cambiante de lo que significa —de lo que se siente— ser humano.

Este artigo avalia o estado da arte na história das emoções considerando tanto seus fundamentos teóricos quanto metodológicos, e alguns dos estudos contemporâneos mais notáveis nesse campo. Entretanto, o enfoque predominante reside na direção que tomará a história das emoções no futuro, com base na convergência das humanidades e das neurociências, e de acordo com as observações sobre o estado biocultural dos seres humanos. Este artigo não pretende convencer os

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historiadores a converter-se em neurocientistas, mas pede que os historiadores das emoções atentem para as implicações da pesquisa neurocientífica, a social em especial, com o objetivo de captar o potencial das emoções para decifrar a história da experiência, e com o propósito de entender a importância política do trabalho nessa área, especialmente o terreno cambiante do que significa —do que se sente— ser humano.

INDEX

Palabras claves: historia de las emociones, neurociencia, neurohistoria, biocultura Subjects: experiencia Palavras-chave: biocultura, história das emoções, neurociência, neuro-história Keywords: history of emotions, neuroscience, neurohistory, bioculture

AUTHOR

ROB BODDICE

PhD in History (University of York, 2006). Wissenschaftlicher Mitarbeiter, Friedrich-Meinecke- Institut, Department of History and Cultural Studies, Freie Universität Berlin; Visiting Fellow, Department of Social Studies of Medicine, McGill University. Recent and forthcoming publications: The History of Emotions. Manchester: Manchester University Press, forthcoming 2018; Pain: A Very Short Introduction. Oxford: Oxford University Press, 2017; The Science of Sympathy: Morality, Evolution and Victorian Civilization. Urbana-Champaign: University of Illinois Press, 2016. boddice[at]zedat.fu-berlin.de

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Sara Hidalgo García de Orellán

EDITOR'S NOTE

Received date: August 31, 2016 Acceptance date: March 03, 2017 Modification date: March 21, 2017 DOI: 10.7440/res62.2017.03

AUTHOR'S NOTE

This article was written during my visiting period at Duke University. The visit took place within the framework of my doctoral research. There has been no funding. I am especially grateful to Professor William M. Reddy for his suggestions and comments.

1 During the past few years historians have debated the appropriateness of the category of emotion for historical analysis. Many scholars have joined this debate, establishing the so- called emotional turn. According to this approach, emotion is a useful category for historical analysis because it sheds light on certain processes that happened in the

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past. In this paper I am going to use the tools provided by the emotional turn to study a political process that unfolded at the beginning of the twentieth century in Biscay (Spain): the change in the working-class movement.

Can emotion be a useful theoretical category for historical analysis?

2 The study of emotion is currently a fashionable topic within the social sciences. Since the eighties, several different disciplines —History (Reddy 2001; Rosenwein 2006; Stearns and Stearns 1985), Philosophy (Nussbaum 2001), Anthropology (Abu-Lughod 1986; Hochschild 1983; Wikan 1990), Cognitive Psychology (Hassin, Uleman and Bargh 2005; Lazarus 1986) and Neuroscience (Damasio 1994)— have become engaged with the emotional turn. In History, the heightened interest in emotions has arisen mainly since the turn of the century. Of course, depending on the research topic, the concept of emotion is used in different ways. In this essay I am neither interested in emotion at the individual, psychological or biological level, nor in presenting a history of the concept of emotion. Like many other historians of emotion, I am more interested in studying it at the collective level: what emotion does in a community, how it influences political action, and how it works within both the subject itself and the community. Therefore, I am going to explain what I understand emotion to be, and how this category can be useful in historical analysis.

3 Emotion is a natural human aptitude that has cognitive, evaluative and performative dimensions (Ben-Ze’Ev 2000). Emotion is thus an important element of human experience. First of all, emotion is part of the cognitive process (neuroscience, cognitive psychology and phenomenology all support this idea). For scholars of the emotional turn, the Cartesian dualism that separates body from mind is set aside. Emotion includes an evaluative dimension, i.e., the personal relevance that each person attributes to his or her own context. Once the assessment is made, a person is moved to act in the performative dimension of the concept, in actions involving personal goals. William Reddy defines emotion as “goal-relevant activations of thought material that exceed the translating capacity of attention within a short time horizon” (Reddy 2001, 128). Emotion is thus a key part of both individual and collective decision-making and, depending on our goals, each of our decisions will be either one or the other. We should not, therefore, continue to think of human decision-making as grounded solely on rationality, but rather adopt the viewpoint of the sociologist Randall Collins who argues that it is based on the “emotional flow” (Collins 2001, 27).

4 Another important idea related to emotion is that it is involved in what may be called the “emotional experience.” This notion works on two levels: the pre-conscious, pre- linguistic and pre-cultural level on the one hand; and that shaped by culture and language —the level of emotional expression— on the other. This second level never totally shapes the first. As a result, it offers an escape from cultural and linguistic determinism. Sociologist Deborah Gould defines the first level, which she names affect, as the capacity “to indicate nonconscious and unnamed, but nevertheless registered, experiences of bodily energy and intensity that arise in response to stimuli impinging on the body” (Gould 2009, 19). Emotional expression has been defined as “a type of speech act different from both performative and constative utterances, which both describe (constative utterances) and change (performatives) the world, because

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emotional expression has both an explanatory and a self-altering effect on the activated thought material of emotion” (Reddy 2001, 128).

5 Thus, the idea that emotional expression is shaped by culture or by a given discourse, a position associated with cultural anthropology and with authors such as Lila Abu- Lughod (1986) and Catherine Lutz (1988), to mention just two, is insufficient. Culture certainly plays a role, but I rather consider that emotional expression is the product of a complex process in which not just language, but various other variables also take part. Therefore, emotional expression cannot be reduced to the realm of language, because language alone can never capture all the meanings of the emotional experience.

6 Moreover, emotional expression has great political significance since it is the locus of the exercise of power. According to William Reddy (2001), who has developed this idea to a great extent, political power is underpinned by what he calls an “emotional regime,” “the set of normative emotions and the official rituals, practices and emotives that express and inculcate them,” which is the “necessary underpinning to any stable political regime” (Reddy 2001, 129). For this regime to work, it is not enough to be consistent with the culture settings of time and place. Emotional expressions also have to appeal successfully to the participants and generate responses within them that ensure they recognize these expressions. This success is something that neither culture nor speech can ensure because it takes place in the background, beyond the reach of intentional action, and since the emotional regime underpins the political regime, it is also involved in political change. Herein lies the clue for a new understanding of historical change related to the emotional turn.

7 The challenge or threat to an emotional regime often arises in the form of emotional suffering, “an acute form of goal conflict, especially that brought on by emotional thought activations” (Reddy 2001, 129). When that happens, it can launch a self- exploratory process searching for new forms of emotional expression and challenging the existing emotional regime. This challenge explains political change to a substantial degree, for the search can overthrow the present emotional regime (and, therefore, the political regime as well).

8 Emotion and emotional expression have further important political relevance. Emotions and emotional exchange bind the individual to the community. Emotional exchange and emotional communication are important ingredients in creating a community, ensuring that people can collaborate effectively in pursuing a common goal. Sharing an emotional regime and relying on it are essential elements in explaining how collective action works, and eventually how political consciousness is formed. Thus, historical analysis should bear in mind emotional expressions for a better understanding of collective action.

9 I find the explanations given by the emotional turn to be very helpful for analyzing the changes happening in class consciousness during the first decade of the twentieth century in various parts of Europe, and specifically in Biscay (Spain). The tools provided by the emotional turn are likewise useful for renewing working-class studies in order to answer the question of why class definition and class political actions change over time.

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Red Socialists and Scientific Socialists: Two different ways of understanding Basque class

10 Industrialization and modernization processes based on mining and on the iron and steel industries began during the last third of the nineteenth century in the Nervion Basin (Biscay, Spain). A bourgeois society developed during that period, which was characterized by economic liberalism and political and social conservatism. Industrialization brought social changes, including the impoverishment of workers and a deterioration of their living conditions. The bourgeoisie labelled this impoverishment “the social question” (Capellán 2004), while the newborn working-class movement referred to it as “the revolutionary class struggle.” Meanwhile, strikes became more and more common as Marxist and other labor movements gathered strength in Europe, including some parts of Spain (Piqueras 2003, 43-47). The general strikes of the 1880s in Spain, some of which were led by socialists, troubled political authorities who feared the advance of revolutionary Marxist ideas within the country. Some important political changes also occurred, such as the passage of the universal male suffrage law in 1890. The socialist movement was extremely successful among workers in Biscay. Nonetheless, despite their significance, these changes are not the only explanation of why workers in Biscay embraced socialism, and my purpose in this article is to analyze the changes occurring in the emotional realm in that context.

11 When Facundo Perezagua arrived in Biscay and founded the Socialist Party in 1886, he was accompanied by Felipe Carretero and other artisans and typographers. Indeed, Spanish socialism at that early stage was very closely linked to artisan culture (Felipe 2012), but in Biscay it soon became tied to the mining community. In fact, socialism had been marginalized there until 1890 when the great miners’ strike ended its obscurity and made it both a mass movement and the leading party of the working-class movement in that area. Consequently, miners became the leading group within the organized sector of the working class and the miner became the icon, leaving the artisan by the wayside. This process also established the hegemony of what I will call the “Red Socialist emotional regime.” Working-class consciousness was born and was by definition linked to a very specific emotional style.

12 The aim of this article is not to analyze the “Red Socialist emotional regime,” but rather the one that would come to challenge it later on. However, for a better understanding of working-class studies and the emotional turn, as well as for a better understanding of the shift that took place in class consciousness in 1903, it is necessary to summarize how the working class and class consciousness have been understood by the social sciences, and what the fundamental features of the “Red Socialist emotional regime” actually were.

13 Class and the working-class movement has been an important issue for twentieth- century historiography. The teleological understanding of the working class, in which workers were expected to embrace the working-class movement due to their social position in the production system was at last set aside, beginning in the 1960s. Historian Edward P. Thompson was one of the pioneers of the idea of class as a cultural construction. In The Making of the English Working Class (1963), he defines class in terms of culture and politics rather than in terms of roles dictated by the capitalist mode of production. In the 1980s, historian Gareth Stedman Jones used the “linguistic turn” to analyze this topic. He asserted that the Chartist political movement constituted the

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working population’s political experience (Stedman Jones 1983) and that political discourse shaped people’s experience, and not vice versa. Another historian of the working class, Patrick Joyce (1991), went even further. He stated that “class needs to be seen in cultural and political terms of the playing out of values and traditions in changing circumstances,” and held the category of “people” to be a more accurate analytical tool than that of “class” for nineteenth-century England (Joyce 1991, 4). Indeed, Joyce also stresses that class is the cultural and political expression of the prolonged sequence of industrial change throughout the nineteenth century.

14 Spanish scholars since the late 1980s have debated whether the concept of class could be used in the context of nineteenth-century Spain (Castillo 1989),1 and certain studies somewhat belatedly embraced the different historical trends. The “cultural turn” has deeply influenced Spanish historians since the late 1980s (Barrio Alonso 2008; Cruz and Pérez Ledesma 1997), but the “linguistic turn” has not been very popular among them in the past two decades, and only a few have defended said approach (Cabrera, Divasson and Felipe 2000).

15 A revival of working-class studies and diversification of the topics covered has been taking place in recent years, and Geoff Eley and Keith Nield’s work, The Future of Class in History (2007), is a noteworthy example of this. Nevertheless, no such revival has yet occurred in Spanish historiography. International historiography has tackled different issues regarding the working-class movement, such as the private lives of members of the working class (Strange 2015), workers’ different identities that are unrelated to class, and the case of national identity (Pasture and Verberckmoes 1998).

16 Nowadays, the “emotional turn” has come into historical analysis and I consider it a useful theory for a renewal of working-class studies. Adopting the perspective of the emotional turn requires a change in the definition of class. I also find Thompson’s category of “experience” to be very useful, as well as the views of historians who rely on the linguistic turn, but I push beyond them by considering class in terms of emotion. These emotional terms posit class consciousness as the expression of an emotional response to the social, economic and political changes that were occurring in the nineteenth century. Consequently, I define class in terms of emotional regimes. There is abundant evidence that understandings of class arose in relation to the defense of a code of dignity. I thus pay close attention to workers’ emotional expressions, specific goals, and emotional norms. In other words, this definition relies on a concept of class that considers the full complexity of human cognitive and emotional experience.

17 Working-class studies could use the methodological tools provided by the emotional turn in order to acquire a better understanding of why and how class consciousness arose at a certain point in time. Theoretical models that assume the rationality of workers in joining a class movement limit our understanding of how class consciousness arose. In fact, when I began to explore research sources, they pointed me towards emotion because they led me to realize that workers expressed emotions when performing a political act. They repeatedly expressed emotions in their speeches at meetings, in interviews, and regarding political claims. Moreover, those actions were a way to express the emotions of their experience. Thus, analyzing emotions rather than just politics or ideology gives historians new evidence to study. Sources show that Biscay workers possessed and defended a specific emotional style, a code of dignity, and an emotional regime. To go on strike, for example, was a way to defend these matters, and it was triggered by the emotions elicited through an attack against that

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code. Thus, the renovation in working-class studies could take into account not only discourses, political speeches and changes in politics or in ideology, but also the emotions underpinning them all, the emotions triggering workers action, as well as the emotions workers expressed when going into action. As Deborah Gould has pointed out, “the efforts to make sense of events and phenomena are never without feeling” (Gould 2009, 13).

18 Now that I have introduced the basic idea, it is important to comment on the specifics of the case of Biscay. I consider class consciousness to be the product of shared experiences that workers from diverse backgrounds experienced and felt during the industrialization and modernization period. Moreover, I believe that the Basque class experience —especially the experience of miners and of employees of large enterprises — was built upon the contrast they encountered between the principle of freedom of contract and the practical conditions of their employment, which constituted a state of quasi-bondage in which poverty meant abuse, and more poverty. They relied upon a certain code of dignity which they brought to the new capitalist institutions in order to deal with this contrast. One example of their effective defense of this pre-existing code of dignity occurred in 1888, when, during a strike against paper manufacturers in Bilbao, workers insisted that having a new boss with less expert knowledge of the craft than themselves constituted an offense against their dignity (ENB 14-10-1888). 2 According to that pre-existing code, the lack of freedom they experienced constituted a form of humiliation to which they were subjected by the foremen and other agents of their employers. In addition to this pre-existing code, a new sense of community elicited by new emotional norms arose that embodied certain features of liberal individualism and a related voluntary understanding of group solidarity. As wage laborers, they developed a new sense of family responsibility and love, and they became concerned about the system of voucher payments used by the mining companies.

19 Experiences of contradiction elicited certain emotions and led to a goal conflict and subsequent emotional suffering for workers. Goal conflict occurs within an individual, but it can also have a collective consequence when it creates a new emotional regime. That is what happened in Biscay when workers and the bourgeoisie defined their own distinct emotional regimes. The emotions that this suffering and experience of contrast produced in workers were expressed by using language borrowed from the Second International, and specifically from socialism. “We are the working class” was one of the statements most frequently repeated by workers in 1890. Although I do not consider class to have been the “natural” political subject of the working-class movement in Biscay, it did become the political subject of the working-class movement, and workers in Biscay did indeed define themselves as a class, which is why I consider the term appropiate for this specific case. Thus, in the Biscay scenario, workers’ suffering and goal conflict had a huge political consequence: the making of class consciousness and the development of a working-class movement.

20 Class consciousness is neither universal, nor static, nor unique. However, it does concentrate a myriad of identities and perceptions within it, which respond to the workers’ background, gender, homeland, educational level, religious beliefs, i.e., to their past experiences. Nevertheless, class identity has defined the identity of millions of people in Western societies in the past century, establishing action guidelines and characterizing their conduct and behavior. How did this happen? How can this

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common collective action be explained? Various scholars have tried to answer this question. According to Edward P. Thompson, the main ingredient in the making of the English working class was “common experience.” Gareth Stedman Jones believes that Chartist language created the consciousness, while politics created the class. Patrick Joyce believes that there were the “visions of the people” which eventually created the identities of “people,” and even of “class.” All of these authors agree on the idea that class consciousness is a cultural construction and not the “natural” result of capitalism or industrialization. Thus, class consciousness is not a static sociological category, but instead a cultural idea created by its own protagonists. In this analysis I focus on how nineteenth-century Biscay workers labelled and defined themselves. I have denominated the first development of an emotional regime that gave rise to the 1890 strike and the initial success of socialism in Biscay the “Red Socialist emotional regime.”

21 Broadly speaking, I use the term “Red Socialist emotional regime” to refer to the set of normative emotions and emotional expressions with which class consciousness was initially formed in Biscay. It also refers to the emotional management efforts of some workers (emotional norms always call for effortful self-management, the success of which can never be taken for granted.) This regime was established in 1890 and its hegemony lasted until the first decade of the twentieth century under the charismatic leadership of Facundo Perezagua. It also underpinned the socialist political regime. This emotional regime had very special features that differentiated it from the socialism that was developing in other parts of Spain.3 The political result of the establishment of this emotional regime was the making of class consciousness and the establishment of the working-class movement in Biscay. The “Red Socialist emotional regime” was built on the experience of contrast between the idea of freedom of contract, the idea of the worker as a free man, and the idea of the employee as a subordinate who must submit to the authority of his employer. Workers received two contradictory messages from official institutions and from their employers respectively: that the worker is a free man, and that he has to submit to the authority of the employer. There was also a contradiction between the concept of a free man with human dignity and the living conditions in which these free men were forced to live, which they themselves considered subhuman. Some workers considered these contradictions to be insulting, unjust violations of their code of dignity. This contradictory experience elicited certain emotions in the case I am analyzing here that would later be expressed in terms borrowed from the Second International. This contradictory treatment entailed a goal conflict for many workers: on the one hand they needed the salary, but on the other hand they wanted to resist the injustice, the unfair treatment. For the “Red Socialist emotional regime” this goal conflict was expressed through the strike, an event in which we can again see the use of socialist language (Hidalgo 2015).

22 As a matter of fact, striking was a central ingredient in the creation of class consciousness in Biscay. Great emotional communication and exchange, a sine qua non for creating and reinforcing a sense of community, inevitably takes place during a strike. By striking, class as a community was created and reinforced because the workers involved in the strike shared an emotional style, performed an emotional regime, and sought common goals. In this regard, it is not surprising that class consciousness in Biscay was born during the great miners’ strike of 1890. That event created community by eliciting emotions like indignation and outrage against the

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living conditions in which workers were forced to live and which contradicted both their code of dignity and their concept of humanity. It is not surprising that the strikers claimed that the “truck-system results in workers being treated like beasts, and this treatment must end” (ENB 6-5-1890).

23 The “Red Socialist emotional regime” displayed a specific emotional tone. The miners set the emotional tone for the socialist movement in Biscay. This specific feature of socialism as it developed in Biscay conflicted with the emotional tone of the artisan community, which was hegemonic in other parts of Spain. In this regard, the miners’ emotional norms in the emotional regime that emerged in 1890 led them to value behavior which the bourgeoisie or the artisans would have considered rude or bad mannered.4 The leader of the miners, the socialist Facundo Perezagua, provided a good example of this rude behavior, for which he was described as “illiterate yet resoluted” (Gómez Molleda 1980, 132) and bad mannered5 (Hidalgo 2016). This behavior was not considered rude by socialist miners, however, and when they responded agressively or rudely to a foreman’s insult, they believed they were defending their dignity in the best possible way.6 As a matter of fact, the defense of their code of dignity was a central component of the “Red Socialist emotional regime.” Going to the tavern and drinking was another important feature of the Reds. Miners felt that drinking was a way to reinforce their manhood and reinforce class pride rather than a shameful activity. Given this idea, the Reds did not believe that drinking alcohol or going to the tavern conflicted with their code of dignity or with socialist politics (Hidalgo 2013). Another element of the “Red Socialist emotional regime” was a sense of family reponsibility and love, i.e., defending their family and providing it with good food and a house to live in.7

24 The hegemony of the “Red Socialist emotional regime” began to be challenged and threatened around the turn of the century. The coming of a new generation of workers, certain changes in the Republican Party, and the continuous electoral defeats the socialists faced have been considered the main factors leading to this development. Moreover, the power of the miners decreased while factory workers (especially metalworkers) gained in strength. However, this does not entirely explain the change because the hegemony of miners within the working-class movement was not overturned until 1910. I suggest that, along with these elements, the essential ingredients for this political change were the shift in class goals (from the improvement of living conditions to democracy, republicanism and anticlericalism), and in class emotional tone (from temperamental behavior to the practice of emotionally constrained behavior).

25 These changes in the emotional regime, in goals, and in the emotional managementement were expressed in the events of 1903. That year, for the first time, part of the working class supported and defended certain Republican values and goals, thus challenging the “Red Socialist emotional regime.” My interest in these events lies in the fact that I consider them the origin of the Republican-Socialist Alliance of 1909, one of most influential political alliances in Spanish politics in the 1920s. Moreover, 1903 was important because the differences between the two ways of understanding class, the code of dignity, and the working-class movement became clear at that time, and I believe that those elements make the events of 1903 in Bilbao a good case study.

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The roots of the Socialist-Republican Alliance in 1903

26 On November 7, 1909 Pablo Iglesias, the head of the Socialist Party, took part in a meeting with Republicans in Madrid. This event represented the alliance between the two parties, and the speeches of both parties stressed that the aim was to strengthen the Republican values which guaranteed democratic freedom and social reform. The Republican Benito Pérez Galdós said that “Spain’s regeneration lies in its freedom” (LV 8-11-19098), while the Socialist Pablo Iglesias explained the alliance —which had previously been denied— in the following way: “the aim of the Alliance is to bring an end to clericalism and conservativism, which are responsible for Spain’s misfortune.” Socialists and Republicans came together on two main issues: first of all, democracy, freedom, and social reform; and secondly, anticlericalism (LV 8-11-1909).

27 Indeed, this meeting took place in the wake of Barcelona’s Tragic Week, in which the conservative government of Maura violently repressed demonstrators who opposed sending troops to the war in Morocco. The alliance was triggered by the repression, the suspension of democratic rights, and the execution of Vicente Ferrer —an anarchist educator who was the head of the Escuela Moderna de Barcelona. At that moment socialism realized that its existence was somehow linked to democracy and, thus, to the Republicans. The consequence of this alliance was the long-term collaboration between Republicans and Socialists that eventually led to the proclamation of the Second Republic in 1931. I not only consider this alliance a convergence of the two political programs, but also the consequence of a shift in class goals and class emotional regime, changes that would affect the socialist political program and its political agenda.

28 According to current historiography, the Republican-Socialist Alliance was the result of a change in the Socialist Party’s political strategy. Socialism was facing a contradictory situation: workers supported socialism during the strikes, but they did not vote in the elections. As a result, for 25 years after it it was formed, the Socialist Party had never achieved representation in Parliament. Historian Antonio Robles (2004) has analyzed this alliance by framing it within a European context. In his opinion, the Spanish Alliance, like those in other parts of Europe, was a result of the ideological and strategic changes in socialist and liberal parties during the first decade of the twentieth century. These changes became the political instrument for creating the so-called “welfare state.” Both parties wanted a democratic, secular, interventionist state on economic issues, especially on issues related to workers. They also wanted to promote education (Robles 2004).

29 Similarly, other historians have situated the roots of the alliance in the policies of Maura’s conservative government from 1907 onward, as well as in the influence of the progressive bourgeoisie inside the Socialist Party (Suárez Cortina 1986, 141-142). As a matter of fact, Pablo Iglesias’ refusal to accept the agreement until 1909 and his claims that the Republicans were not “trustworthy people” have led some historians to conclude that Barcelona’s tragic week changed the political agenda of the party (Santos Juliá 1997, 53-64). This event did mark a milestone, of course, but other important ingredients were also involved in this shift.

30 Other historians have interpreted this allegiance as the result of class compelling party leaders (Fusi 1975, 285; Miralles 2002), an idea supported by the testimony of some contemporary socialist leaders such as Juan Antonio Morato, who said that “The

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Republican-Socialist Alliance has been accomplished. While the leaders were reluctant to accept the Alliance, the crowd supported it” (EHM 8-9-19099).

31 Taking these analyses into consideration, I would like to emphasize some additional important elements regarding the alliance. The changes in the class emotional style and in the socialist emotional regime since 1903 also contributed to this political shift. A change occurred in the way workers expressed their emotions and the way they experienced the context. To explain this process, I will now analyze the events of 1903 in the Nervion basin in Biscay. The main episodes were the anticlerical rally, the meetings advocating democracy, and the proposal of the Republican Socialist Alliance known as the Proposición Quejido.

32 These events were not the whole story however. A change also occurred in the Socialists’ emotional tone as they began paying attention to a new generation of workers whose complaints and goals differed from those of the Reds. Those events showed a change in the way class consciousness was understood. They were also both the symptom and the consequence of a new class experience and a struggle between two different socialist emotional regimes: the “Red Socialist emotional regime” and the “Scientific Socialist emotional regime.”

33 Broadly speaking, the “Scientific Socialist emotional regime” was built on the experience of contrast between a code of dignity and the continuous humiliations workers faced in the public and private spheres; between the idea of freedom of conscience and the Church’s control over society; between the idea of being a free man living in a democracy, a man deserving civil rights, and the political corruption (caciquismo) that benefitted liberals; between a community based on solidarity, understood as love, and a community based on individualism, egoísmo (selfishness) and maldad (malice). The “Scientific Socialist emotional regime” also considered the worker to be the productive element in society and the bourgeoisie an element that was lazy and unproductive. Indeed, they believed it is productiveness that makes workers citizens. Moreover, the code of dignity was redefined and linked to democracy and freedom. It is not surprising that in 1904 they proclaimed that “What dignifies man is the dissemination of the ideal of human freedom” (LLC 6-02-190410). This experience of contrast had an emotional meaning for workers. They expressed their emotions of indignation, outrage and shame, but also of pride and love. These emotional expressions and the emotional tone workers sought was what constituted the “Scientific Socialist emotional regime,” which underlies their politics.

Changes of class political goals and emotional suffering

34 In 1903 the “Red Socialist emotional regime” was challenged for the first time and a shift in class political goals took place. The goals of the “Scientific Socialist emotional regime” were to end the hegemony of the Church, to achieve democratic rights, and to establish the Republic. With this in mind, they came together with the Republicans to form the Socialist-Republican Alliance of 1909.

35 Socialist antagonism with respect to the Church’s hegemony in society was expressed during the anticlerical events of 1903 in Bilbao when the Socialists joined the Republicans. In September 1903, the Church named the Virgen de Begoña the spiritual protector of Biscay in a presentation sponsored by the Catholic parties (the Basque Nationalist Party and the Conservative Party) as an expression of their political power.

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The importance of these events lay in the reaction of some socialist sectors as both a symptom and a consequence of the shift taking place in socialism.

36 The Socialist Party had never defended the Church and had consistently pleaded for separation between Church and State, but it had an ambiguous stance on anticlericalism, which it considered a bourgeois debate and struggle (Arbeloa 2012; Cueva Merino 1997, 108). This is why the Socialist Party did not want to be caught up in the anticlerical discourse of the Republicans, and the socialists of Biscay shared this opinion at the end of the nineteenth century. Indeed, the Reds considered anticlericalism a Republican interest, and the Republican party a bourgeois party. Thus, when some socialists, whom I will call “Scientific,” proposed joining the anticlerical fight at the turn of the century, the Reds did not agree.

37 The Scientific Socialists believed that the values the Church was promoting collided with their own values of freedom and democracy. Symptomatic of this were the continuous demands of the Scientific Socialist Felipe Carretero in Bilbao that the municipal government eliminate Sacred History and Christian Doctrine from public schools (EL 19- 09-190311). Those demands were always eventually rejected by the conservative majority until September 1903, which was a turning point. At that moment, groups of Catholic pilgrims flocked to Bilbao from all around the province to honor the Virgen de Begoña in pilgrimages that concluded with a great Mass. This experience elicited some strong emotions among the Republicans and Scientific Socialists who felt that pilgrims occupying public spaces and exhibiting religious items threatened the religious freedom in which they believed, so they proceeded to express their outrage and indignation as seen in the events that followed.

38 Moreover, said outrage and indignation were not the product of this episode alone, but were also the emotional effect of the contradictory message the Church was sending. Catholic doctrine was supposed to be favorable to the poor, the group to which most workers belonged. Nonetheless, the Church was defending the economic policies of liberalism and capitalism, and aligning itself with the bourgeoisie. In fact, both the Church and the bourgeoisie were portrayed by socialists in general, and especially by the Scientific Socialists, as indifferent to the plight of the workers. An example of this indifference was expressed in the following way by Tomas Meabe, one of the most important Basque Socialist leaders during the first decade of the twentieth century: […] workers are the modern martyrs, an excluded and miserable group. Workers are persecuted, arrested and executed. In the countryside, misery predominates, leading farmers´ daughters to prostitution. Anemia, thyphus and tuberculosis are merciless with workers. Those problems do not concern and do not conflict the “pious” ladies and priests. (LLC 5-09-1903) 39 The multitude of pilgrims in the streets infuriated Republicans and some Socialists who considered such pilgrimages part of a program to politicize Catholicism in support of liberalism and the political power of capitalists: “What is taking place in Bilbao happens nowhere else. Processions take place every day, and they have a very specific political purpose” (ENB 5-10-190312).

40 In expressing their outrage, both Socialists and Republicans were acting in defense of freedom and citizenship, concepts that were equally linked to anticlericalism. “We the liberals cannot patiently put up with these Catholic demonstrations. They are a provocation” (ENB 5-10-1903). That is why when the pilgrimages passed through the streets, “some priests shouted ‘God Save the Virgin of Begoña’ and insulted the

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Republic […]. Consequently, some anticlericals defended the Republic. Spirits were agitated” (EL 5-05-1903). The Republicans felt insulted by the crowd of pilgrims, which is why they convened an anticlerical meeting some days later.

41 For Socialists, the Church’s influence on civic life —and consequently on people’s everyday lives— was unacceptable and contradicted the freedom they believed every person should have. This view was expressed by the Scientific Socialist Felipe Carretero in 1903 in the following words: “clericalism is leading us to a new Inquisition. The Church’s influence over the municipal government of Bilbao and over asylums has to be combatted. Moreover, the Church is teaching Sacred History in state schools, and that is useless” (EL 5-10-1903).

42 Republicans and Socialists were involved in violent confrontations with Catholics in the wake of the grand Mass held to celebrate the coronation of the Virgin of Begoña. These events were described by the press as follows: Unfortunately our pleas for calm and caution have not been observed by the population, and yesterday we saw censurable scenes in Bilbao which outraged reasonable people. […] An incident that occurred at noon raised a wave of protests. Several groups gathered in El Arenal in the afternoon. Pilgrimages coming from San Nicolas church were jeered. At that moment the situation turned anarchic. Pilgrims vindicated their right to celebrate the pilgrimage while the anticlericals blamed pilgrims for the riots. As a consequence of those events, one person died and several others were injured. The army took up positions in order to preserve public order. (ENB 12-10-1903) 43 Republicans and Socialists expressed their rage and indignation by throwing the statues of saints, which stood at the front of some buildings in the Old Part of Bilbao, into the river. Anthropologist Bruce Lincoln, among others, has interpreted this iconoclastic attack as a kind of “obscene collective ritual,” a way of reinforcing radical freedom and militant solidarity (Lincoln 1999). This analysis has led me to think about the events of 1903 as a moment in which the ideological bonds between Republicans and Scientific Socialists were reinforced as indignation and outrage against the Church were expressed by both groups. These events mainly involved artisans from Bilbao and Socialist intellectuals. Miners were generally not involved, and in fact, Perezagua and the Reds summoned them on that same day to a meeting in which a miners strike was being planned (EL 12-10-1903).

44 The Scientific Socialists’ attitudes were emphatically condemned by the Reds, who were convinced that “both neoconservatives and republicans are enemies of the workers” (EL 12-10-1903). The contradictory messages of the Church did not conflict with the political agenda of the Reds, but it did conflict with the values of the Scientific Socialists.

45 Apart from anticlericalism, the Scientific Socialist emotional regime considered democratic rights and the coming of the Republic their political goals. In this regard, democratic rights were seen as a way of reinforcing the code of dignity and, moreover, democratic rights were linked to a specific type of government: the Republic.

46 There were some differences between the way the Reds and the Scientific Socialists interpreted their code of dignity as well as their goals, and 1903 is the year when this became clear. Enforcement of the dignity code had been a constant component of class consciousness since the very beginning. As mentioned previously, workers had begun to defend their dignity and refuse to be humiliated and abused as early as 1890. However, a subtle change took place with the turn of the century when the Scientific

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Socialists linked dignity to citizenship (not just to humanity, as was the case with the Reds). Citizenship was linked to the worker’s capacity to contribute to the productivity of the country,13 and it was explained as such in the Socialist press: “Worker, you must devotedly fulfill your duties in order to oppose those who want to subdue your consciousness as a citizen” (LLC 5-03-1904). Being the productive part of society dignified and transformed workers into citizens (unlike the bourgeoisie, who were presented as a lazy and unproductive group). Thus, workers claimed “respect, justice, and freedom in return for their work” (LLC 23-04-1904).

47 In 1890, miners faced a conflict between the goal of being well-treated, with the respect they deserve as humans and citizens, and the goal of earning a living, a key element for their day-to-day survival. However, beginning around 1903, the Scientific Socialists reinforced the miners’ sense of humanity and citizenship —usually linked to manhood — both in the workplace (where they made use of it to oppose abusive practices that treated them like animals) and in their private lives. The emotional suffering resulting from the conflict between their goal of achieving a vida digna (respectable life) and that of earning a living, which entailed subjection to abusive practices, was described as a “sad situation” by Tomás Meabe: “What grieves workers is the unequal balance between the cost of nutrition and the food they consume. It is profoundly sad to realize that workers spend their energy in their workplace but cannot afford to ingest enough food to replace the same amount of energy” (LLC, 4-04-1903).

48 Unlike the Reds, the Scientific Socialists considered the protection of democratic political rights the key to ensuring better pay and decent treatment and, therefore, they introduced democracy into their political agenda. For the Scientific Socialists, the best way to end such mistreatment was not to strike but to try to change the government from within by gaining representation in Parliament. In this regard, class experience for this group was built upon the contrast between the idea of freedom and democratic rights and the desperate suffering in their own everyday lives. Universal male suffrage had been approved in 1890 in Spain, yet constant political corruption invalidated this law in practice. The political system of the Restoration was characterized by bipartisanship, which meant that the liberal and conservative parties alternated in government in order to guarantee what they considered “political stability.” For this oligarchic system to work, the practice known as encasillado was developed, in which candidacies were prearranged before elections. The corrupt nature of the political system was one of the reasons why the Reds, unlike the Scientific Socialists, did not pay attention to elections as a way to develop their political struggle. The Scientific Socialists, however, belonged to the political and intellectual wave linked to the regeneracionista14 movement, according to which, Spain needed political regeneration in order to move ahead. This regeneration was linked to democracy and the Republic.

49 According to Scientific Socialists, workers would improve their situation only through elections because they believed that Socialist deputies in the Parliament would legislate in favor of the workers. Voting was also a way to respond to the emotional suffering that was part of their everyday existence, which is why Felipe Carretero “condemns those workers who sell their vote” (EL 5-10-1903). Workers were supposed to vote for the Socialist Party because: […] in the case of Pablo Iglesias being elected, he would take the voice of the working class to the Parliament. The working class was claiming justice and Iglesias would be its first genuine representative… The working class had never had a

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representation in Parliament, so, [he proclaimed] “Workers, honest workers from Bilbao, Long life to electoral sincerity!” 50 For Scientific Socialists, the hombres honrados (genuine and authentic honest men) were those who sincerely voted for what they wanted, not those who exchanged their vote for money, which was a common practice at that time. Ahead of elections, these socialists claimed: “Workers, I hope tomorrow you will fight for the worker candidate, so, Let’s vote!” (LLC 25-04-1903). In other words, the Scientific Socialists wanted workers to support socialist candidates in order to improve their working and living conditions. They believed that class power had to be exerted in Parliament, where the laws were drafted. At that point, socialism and republicanism managed to agree. The issue marked a difference for the Reds, who disdained Parliament as a bourgeois institution that did not represent them. Despite the the fact that the Socialist Party had had some representatives on the city council of Bilbao since 1891, the Reds did not believe that class power was exerted there. Instead, they thought their power resided in the number of workers they could get to strike.

51 As mentioned previously, Scientific Socialists and Republicans came to agree on different issues. Both groups shared similar views on politics and on the way to improve the situation of workers. In 1903 this became a political goal for the first time with the Proposición Quejido, a proposal launched by Antonio García Quejido. The core idea of the plan was to “make an alliance with the republicans ahead of the next elections in order to deal with the nation’s political situation” (EL 5-08-1903). In other words, the only way to reform and modernize the country was through the Republic. The Proposición Quejido was born in the federation of Madrid and it caused a great debate between its supporters (Antonio García Quejido, Jaime Vera) and detractors (Pablo Iglesias), but the proposal soon became popular in Biscay. It was especially acclaimed by the newborn Socialist Youth, who were highly compatible with the Republican Youth. It is thus not surprising that the Proposición Quejido was voted on in Erandio (the metalworkers’ village near Bilbao where the Socialist Youth organization was born). The proposal was debated in Bilbao, but it was not approved (LLC 5-09-1903).

52 The Scientific Socialists believed their proposal was going to be highly beneficial for workers. If workers embraced their class definition, struggled to achieve their goals, and adopted the emotional tone of the Scientific Socialists, they would be respected, treated well, dignified, and considered men. This notion is reflected in the following text: Before the Union existed in Bilbao, how were we treated? Worse than savages, like beasts. Who would confront the foreman when he issued a command? Nobody. Today things have changed. Today we are respected. Are we respected because bosses have changed their behavior? No. We are respected because the Union has taught the bosses some lessons. Members of the Union achieved dignity when they joined us. Fellow comrades, bosses hate us, fear us and, above all, they consider us men. (LLC 2-04-1904) 53 The Scientific Socialist emotional regime thus proposed a new way of exerting class power, a new way of having the worker respected, dignified, and treated as a human being.

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Class emotional tone and its changes in 1903

54 The Scientific Socialist emotional regime, apart from proposing a change in class goals, also suggested a shift in class emotional tone. Some of the main features of the Scientific Socialist emotional tone were constraint, solidarity (which was already present in 1890, but now took on new meaning linked to loving one’s fellow comrades) and “healthy and cultivated” leisure time, without drinking and wasting time in taverns.

55 According to the Scientific Socialists, the Socialist man had to control his emotions and exercise emotional constraint. The Scientific Socialist emotional tone aimed at moving workers away from the temperamental behavior that had characterized the Reds and leading them to become a “model of urbanity and politeness” (EL 10-08-1903). They believed that workers should express their emotional suffering through elections rather than through wildcat strikes, “Workers must not think of striking all the time. If temperamental workers call a strike for the slightest cause, what will they claim when facing serious matters?” (EL 28-11-1903).

56 Another feature of the Scientific Socialist emotional regime was solidarity. This emotional norm was central in the making of working-class consciousness because it assured group cohesion and coordinated collective action. In order to make the norm work, it was linked to the code of dignity, to being an hombre digno. This idea remained in effect in 1903. Solidarity was the emotional norm and a sine qua non for being a member of the socialist community, “Solidarity has to rule among workers in order to avoid traitors and scabs. Solidarity is also compulsory for the enthusiastic defense of our right to strike” (LLC 17-11-1906). Solidarity had to be elicited to have a vida digna (decent life), because “when encouraging solidarity, socialism ennobles” in order to achieve its goal, which is a vida dignamente humana (decent human life) (LLC 4-04-1903). In contrast, socialism portrayed the bourgeois emotional regime as one driven by individualism, selfishness and baseness. “Malice, hypocrisy, ignorance, deception, anger, theft, shamelessness, dishonesty, falseness, deceitfulness and greed” (LLC 4-11-1894) were the terms used to describe the bourgeoisie.

57 For Scientific Socialists, solidarity had a very specific meaning: solidarity means love. This new meaning was added to the Reds’ understanding of this emotional norm as a way to reinforce the community, as a way to strengthen class pride, as an emotional norm for creating a bond among fellow comrades, and as a way to shame those who would betray the strike. Tomas Meabe stressed the importance of life in a community characterized by love of others instead of life in an individualistic society. According to him, lack of love leads to suffering: “Men suffer because they fight each other instead of living as fellow brothers” (LLC 6-06-1903). To remedy this situation, Meabe proposed love, the ultimate goal for socialism and the finest expression of solidarity, as expressed in his article entitled “True Love” where he says: “Socialists are good-natured people. They want true love, real human solidarity” (LLC 6-02-1904).

58 Class leisure was also brought into question at that time. Scientific Socialists were deeply concerned about the stigmatizing effects of drinking alcohol on class (Serrano 1989, 22; Uría 2001). Entertainment away from the tavern and free of alcohol was thus strongly encouraged by the new emotional tone. The newly-founded Socialist Youth advocated a new kind of leisure: “We have to separate youth from taverns and from alcohol” (LLC 12-09-1903). In order to foster “healthy” amusement, the Socialist Youth

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organization began its anti-alcohol propaganda by saying, “We have to launch an anti- alcohol campaign. This vice dishonors, enslaves and dulls the working class” (LLC 16-01-1904). Indeed, the anti-alcohol campaign led by the Socialist Youth exhorted Parliament to pass the “Anti-Alcohol Law” in 1904: “Our fellow comrades in the Instituto de Reformas Sociales must fight taverns in order to reduce their number. This is the only way to regenerate Spain” (LLC 12-09-1903). The anti-alcohol discourse worked with some workers, especially with young ones who were tired of the negative effects that drinking had on their comrades. Different activities were launched, such as trips to the countryside and theater performances. Perhaps the paradigm of healthy entertainment was the Casa del Pueblo, a place where workers could enjoy themselves in a wholesome way. These places became very popular from 1910 onwards.

59 The seeds sown in 1903 came to fruition in the second decade of the century. At the end of this decade many Casas del Pueblo were built all over Spain, especially in Biscay (Luis and Arias 1997). Moreover, the Republican-Socialist Alliance was achieved in 1909 and Pablo Iglesias became the first Socialist deputy in Spanish history the following year. Great class changes occurred, which were the result of the shift incubated in 1903.

Conclusion

60 In this article I have explored the roots of the 1909 Republican-Socialist Alliance using the tools provided by the emotional turn. I consider this theoretical view useful for a renovation of working-class studies as it provides historians with new tools for historical analysis. The events that occurred in Biscay in 1903 are a good subject for a case study because they were at the root of the Republican-Socialist Alliance of 1909, they show the struggle between two different ways of understanding class and the working-class movement, and they provide evidence of the shift in the class emotional tone.

61 A renewal of working-class studies requires a new definition of class which considers the full complexity of human cognitive and emotional experience. Class has thus been defined in terms of emotional regimes rather than in terms of culture and politics. I understand class consciousness to be the expression of an emotional response to the social, economic and political changes occurring in certain industrial areas during the nineteenth century. In Biscay, industrializacion and modernization occurred along with the making of what I have called the “Red Socialist emotional regime,” the set of normative emotions and emotional expressions with which working-class consciousness was initially formed there. In 1890, miners had set the socialist emotional tone, and their claims for better treatment and respect for their humanity marked socialist policy in that area. At the turn of the century, however, a shift took place and class experience and the socialist emotional regime changed. What I have called the “Scientific Socialist emotional regime” was born at that time with features that differed from that of the Reds. A new generation of workers who founded the Socialist Youth organization, a new leader named Tomás Meabe, and new political goals such as democracy and anticlericalism appeared, all of which challenged the “Red Socialist emotional regime.” Moreover, the predominant emotional tone of the working class changed from one of rudeness to constraint, from pride in drinking alcohol at the tavern to the pride of being a literate and healthy worker. Indeed, the metalworker displaced the miner as the working-class icon. The Scientific Socialists thus expressed

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different emotions from those of the Reds, and they did so in a different way. An emotional regime was established which challenged that of the Reds, and the politics underpinning the emotional regime had changed as well.

62 The roots of the Republican-Socialist Alliance of 1909 became manifest for the first time in 1903. Scientific Socialists introduced anticlericalism and democracy into the socialist political agenda. Moreover, the way to exert class power changed and elections were proposed instead of strikes. Indeed, from that moment on, Scientific Socialists would ask workers to vote in the elections, as happened in the municipal elections of that year. The Scientific Socialist emotional regime, and the new policy it was underpinning, converged with Republicanism. The seeds sown in 1903 would come to fruition not only in 1909, but during the 1920s and 1930s as well. The Scientific Socialist political goals were achieved during the Second Republic when governmental power and the power of the Church were separated. Moreover, Scientific Socialist thinking on how class power should be exerted was put into practice in 1931, when local elections removed the Monarchy and installed the Republic. And in the years after 1910, the Casas del Pueblo became the most important leisure space for the working class, not only in Biscay but in other parts of Spain as well. All those developments were produced not only by a different political program, but also by changes in the working-class experience, the emotions this experience elicited in workers, and the way they expressed them. The influence of the Scientific Socialist emotional regime lasted until the end of the Second Republic, but its origin was clearly rooted in 1903.

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Newspapers

El Noticiero Bilbaíno (ENB). This daily newspaper reported social events and other news concerning the everyday life of Bilbao’s population. Bilbao. Years analyzed: 1888-1904.

La Vanguardia (LV). A Liberal newspaper founded in Barcelona and with close ties to the movement for Catalan autonomy. Barcelona. Year analyzed: 1909.

La Lucha de Clases (LLC). This newspaper, founded in Bilbao in 1893, was the official Socialist Party newspaper in Biscay. Bilbao. Years analyzed: 1894-1906.

El Liberal (EL). This newspaper, founded in Bilbao in 1901, was a supporter of Republican and democratic ideas. It soon developed close ties to Scientific Socialism. Bilbao. Years analyzed: 1902-1904.

El Heraldo de Madrid (EHM). Madrid. Year analyzed: 1909.

NOTES

1. Manuel Jover and Miguel Angel Artola held that the working-class movement in Spain was linked to the liberal revolutions in the second half of the nineteenth century. In reference to the Basque case, Juan Pablo Fusi has denied that class existed in that region until the end of the first decade of the twentieth century (Fusi 1975). 2. All the quotes in this text have been translated from Spanish by the author. 3. The Socialist Party in Madrid, led by Pablo Iglesias, showed very different characteristics from the one in Biscay. Typographers were the leading group in Madrid and their emotional tone differed from that of the miners in Biscay. However, a comparison of these two groups would go beyond the scope of this work. 4. There is a good analysis of the “rough character” of miners in Sierra Alvarez, (1994). 5. An argument between Facundo Perezagua and the mayor of Bilbao, Gaspar de Leguina, in 1895 is a good example of this behavior. (ENB 24-10-1895). 6. Statements like “Comrades, we must gather strength in order to free the working class, which is enslaved and miserable” were common during these events. See more evidence in ENB 4-5-1890 to 6-5-1890. 7. The marriage rate in the mining area was high given that 66.1% of immigration to the Nervion basin consisted of families, i.e.,married couples, usually with children (García 2012, 728-730). 8. La Vanguardia, LV. A Liberal newspaper founded in Barcelona and close to the movement for Catalan autonomy. Barcelona. Year analyzed: 1909. 9. El Heraldo de Madrid, EHM. Madrid. Year analyzed: 1909. 10. La Lucha de Clases, LLC. This newspaper, founded in 1893, was the official Socialist Party newspaper in Biscay. Bilbao. Years analyzed: 1894-1906. 11. El Liberal, EL. This newspaper, founded in Bilbao in 1901, was a supporter of Republican and democratic ideas. It soon developed close ties to Scientific Socialism. Bilbao. Years analyzed: 1902-1904. 12. El Noticiero Bilbaíno, ENB. This daily newspaper reported social events and other news concerning the everyday life of Bilbao´s population. Bilbao. Years analyzed: 1888-1904. 13. In this regard, Jesús de Felipe in his study of the Spanish working-class movement asserts that one of the features of class consciousness is worker identification with the idea of ciudadanos productivos (productive citizens) and hombres dotados de derechos y libertades (free men endowed with civil rights and freedoms) (Felipe 2012, 367). Nevertheless, he does not analyze the emotional aspect of this process.

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14. Regeneracionismo was an intellectual movement that appeared mainly in the wake of the disaster of 1898 when Spain lost the last of its colonies in Cuba and the Philippines. That loss came as a shock to Spanish society, which interpreted it as the ultimate proof of the country’s decline. The Regeneracionista movement demanded political regeneration and democracy in order to modernize the country.

ABSTRACTS

This article explores the roots of the 1909 Republican-Socialist Alliance with the theoretical and methodological tools provided by the emotional turn. This alliance has been considered in most of the historiography to be the product of a political context. In analyzing the Basque case in this article, I will examine how the central ingredient of that coalition was the change in the class emotional tone and emotional regime starting in 1903. The hegemonic “Red Socialist emotional regime” was challenged for the first time that year, and the definition of class, class emotional tone and class political goals were brought into question at that moment, which is where I situate the roots of the Republican-Socialist Alliance. The anticlerical events of that time, the approval of the Proposición Quejido (Quejido Proposal), and the founding of the Socialist Youth organization all provide evidence of the shift in the working-class movement.

Este artículo explora los orígenes de la alianza republicano-socialista de 1909 usando las herramientas teóricas y metodológicas que proporciona el giro emocional. Esta alianza ha sido considerada por la historiografía como el producto de un contexto político. No obstante, en un estudio del caso vizcaíno, se propone considerar que un elemento central de esta coalición es el cambio en el estilo emocional y en el régimen emocional de la clase desde 1903. En ese año, el hegemónico “régimen emocional socialista rojo” es por primera vez cuestionado, así como la vigente definición de clase, su estilo emocional y sus objetivos políticos. Analizaremos los sucesos anticlericales de ese año en Bilbao, la “Proposición Quejido” y la fundación de las Juventudes Socialistas como evidencias de este cambio.

Este artigo explora as origens da Conjunção republicano-socialista de 1909 usando as ferramentas teóricas e metodológicas proporcionadas pelo giro emocional (affective turn). Essa aliança foi considerada pela historiografia como o produto de um contexto político. Contudo, num estudo do caso vizcaíno, propomos considerar que um elemento central dessa coalizão foi a mudança no estilo emocional e no regime emocional de classe desde 1903. Nesse ano, o hegemônico “regime emocional socialista vermelho” é questionado pela primeira vez, assim como a definição vigente de classe, o estilo emocional dela e seus objetivos políticos. Analisaremos os eventos anticlericais desse ano em Bilbao, a “Proposição Quejido” e a fundação das Juventudes Socialistas como evidências dessa mudança.

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INDEX

Palabras claves: historia de las emociones, movimiento obrero, socialismo español, alianza republicano-socialista, régimen emocional socialista Keywords: history of emotions, working-class movement, Spanish Socialism, Republican- Socialist Alliance, Socialist emotional regime Palavras-chave: história das emoções, movimento operário, conjunção republicano-socialista, regime emocional socialista científico, regime emocional socialista vermelho

AUTHOR

SARA HIDALGO GARCÍA DE ORELLÁN

PhD in Political and Administration Sciences from the Universidad de Santiago de Compostela (Spain). Member of the research group “Violencia política, memoria e identidad territorial. El peso de las percepciones del pasado en la política vasca” (REF: HAR2014- 51956-P), directed by Antonio Rivera, at the Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. Latest publications: “Mujeres trabajadoras en el Bilbao finisecular: ¿estigma u orgullo?” Bidebarrieta. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales de Bilbao 28, 2017 (in press); and “Emociones y liderazgo político en la Vizcaya finisecular. Facundo Perezagua, líder socialista. Sancho el Sabio,” Revista de Cultura e investigación vasca 39: 67-90, 2016. s.hidalgogarcia[at]gmail.com

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El Internado de Villa de las Niñas como comunidad emocional Disciplina y control de los cuerpos en el encierro Villa de las Niñas Boarding School as an Emotional Community: Discipline and Body Control in Confinement O internato de Villa de las Niñas como uma comunidade emocional: disciplina e controle dos corpos na clausura

Josefina Ramírez Velázquez

NOTA DEL EDITOR

Fecha de recepción: 31 de agosto de 2016 Fecha de aceptación: 27 de febrero de 2017 Fecha de modificación: 07 de marzo de 2017 DOI: 10.7440/res62.2017.04

NOTA DEL AUTOR

El trabajo es producto de una reflexión actual, en el campo de las emociones y del concepto comunidad emocional, sugerida a partir del análisis de los datos de campo producidos dentro de la investigación que dirijo, titulada “El trastorno psicogénico de la marcha como lenguaje del cuerpo. Explicación socio-antropológica de la realidad vivida en Villa de las Niñas en Chalco Estado de México”. En ella me propuse explicar la enfermedad como construcción sociocultural y el internado como contexto significante. Todo ello desde la experiencia y significación de algunas exinternas participantes en el estudio. El propósito ha sido delinear la compleja trama que deriva, en los precursores del sufrimiento social definido, desde el saber psiquiátrico, como trastorno psicogénico. Ha contado con financiamiento del Instituto Nacional de Antropología e Historia, dependiente de la Secretaría de Cultura.

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Las emociones en la reflexión antropológica

1 Por un largo período, investigadores en ciencias sociales no reparamos en las emociones como elementos posibles de traducir contextos y relaciones. No advertimos su trascendencia, obturados por la primicia científica que privó por décadas y que apuntaló nociones estigmatizantes sobre las emociones que refieren a lo irracional, lo no científico, lo anecdótico. Como ha apuntado Crapanzano (1994, 111), las emociones “han sido representadas como la dimensión de la experiencia humana menos controlada, la menos construida, la menos aprendida (de ahí su universalidad), la menos pública y, de igual forma, la menos susceptible de ser sometida al análisis social y cultural”.1 Desde ese punto de vista, aplazamos la posibilidad de pensar que las emociones refieren a cosas que importan, es decir, a las grandes o pequeñas, pero significativas, experiencias de la vida.

2 Pero la antropología dedicada a la comprensión de los procesos de significación de la vida en sociedad2 ha tenido, al igual que otras áreas de conocimiento, su propio proceso de revisión epistémica. Dicho proceso implicó una autocrítica hacia su carácter colonizador, manifiesto en la representación del “otro”, conformado en pueblos estigmatizados, culturalmente inferiores, por su caracterización racial y étnica, y, por ello mismo, despreciados y dominados políticamente. Un debate profundo, derivado de ello, puso en cuestionamiento el papel del científico social, la manera en que se producen el conocimiento y la noción de cultura.3 Más allá de verse como una expresión folclorizada o como un compendio de rituales y creencias, la cultura se comprendió entonces, desde una perspectiva interpretativa, como el sitio desde donde se construyen las subjetividades.

3 La elaboración teórica y resignificación conceptual fueron notables, ya que evidenciaron procesos simbólicos y significativos que deben ser estudiados desde una hermenéutica de la vida humana, tomando en cuenta que los sujetos están situados dentro de estructuras sociales y limitados por ellas. Es a partir de asumir que el sujeto de estudio antropológico no es más un objeto, o un ser cuya producción de conocimiento es inferior y sin importancia, que la antropología pone el acento en la manera que dicho sujeto expresa sus circunstancias y actúa, las más de las veces, desde un marco emocional que promueve o limita la vida en sociedad.

4 Con Michelle Rosaldo (1984), el estudio de las emociones se posiciona directamente en el contexto del análisis cultural. Y siguiendo a Geertz, quien escribió que las “ideas eran artefactos culturales” (1987, 92), Rosaldo reflexiona sobre el yo y los sentimientos, y sobre las inevitables oposiciones binarias que se sitúan en el centro del debate de las emociones, enfatizando que “las emociones son pensamientos que de alguna manera ‘se sienten’ en rubores, pulsaciones, ‘movimientos’ de nuestros hígados, mentes, corazones, estómagos, piel. Son pensamientos encarnados impregnados con el temor de ‘estar involucrado’” (1984, 143).4

5 La fuerza cultural de las emociones se impuso como línea de pensamiento por explorar desde el ámbito de la antropología (Lutz y White 1986) y, de manera particular, desde la antropología médica anglosajona. Diversas posturas teóricas se desarrollaron para abrir la discusión de si las emociones son presociales y, por tanto, irracionales, o resultado de elaboraciones cognitivas, lo cual impuso discutir puntualmente las oposiciones binarias que han sido el origen de numerosos debates orientados a esclarecer el papel de los

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símbolos y el significado en el desarrollo de la mente, el self y las emociones (Shweder y Levine 1984).

6 La antropología médica —como área prominente de elaboración de conocimiento crítico sobre las formas de atender y comprender la salud, la enfermedad, el accidente y la muerte desde procesos de significación de diferentes conjuntos sociales— se dirige hacia un desafío metodológico mayor cuando se propone examinar el predominio de la racionalidad occidental, a través de considerar a la biomedicina como un sistema cultural de producción de saberes y prácticas (Hahn y Kleinman 1983; Lock y Gordon 1988) frente al compromiso ontológico de estudiar, de igual manera, las diferentes formas alternativas del ser y del saber (Kleinman y Good 1985). Y es concretamente a partir de numerosas investigaciones etnográficas, en particular del mundo asiático (Boellstorff y Lindquist 2004), que se crean nuevos horizontes de análisis que ponen en el centro de la discusión al cuerpo, la enfermedad y las emociones como construcciones socioculturales. Desde ahí se debate el paradigma racionalista cartesiano (discurso hegemónico), que ha descrito a tales nociones como universales, objetivadas, desprovistas de intencionalidad e intersubjetividad, como rasgo ideológico criticable.

7 La nueva teorización antropológica sobre el cuerpo se desarrolló a partir de dos grandes conceptualizaciones: embodiment (Csordas 1994) y mindful body (Scheper- Hughes y Lock 1987). Estas se antojan complementarias, pues ambas se apoyan en un enfoque fenomenológico y constructivista que pretende ir más allá de la oposición cuerpo/mente, repensando al cuerpo desde una condición existencial del self y la cultura, y examinando tres dimensiones para su comprensión: la existencial-individual, la social y la política.

8 Inspirada en estos autores, defino al cuerpo como un campo de experiencia perceptual de interacciones afectivas y sensibles, por medio del cual los actores construyen su mundo e interactúan produciendo significados, metáforas, negociando y renegociando sus situaciones en un proceso dinámico (Ramírez 2016, 116).

9 Estas nuevas formulaciones van entrelazando elementos para comprender que las emociones se ubican en ese cuerpo sintiente, que no ha sido sólo producto de la evolución o de una construcción social, sino resultado de procesos que se entienden mejor con referencia a los contextos culturales, a los puntos de resistencia y las asociaciones que evocan y producen tales emociones.

10 Puedo destacar, a partir de esas propuestas, que es posible una mirada más inclusiva y no determinista para pensar las emociones desde una perspectiva que articule el significado cultural y la sensación corporal, para destacar, como lo ha hecho Leavitt (1996, 532), que “las emociones son social y simbólicamente producidas, expresadas y sentidas”.

Las emociones como dimensión significativa de la enfermedad5

11 El acento en el estudio del padecer, desde la perspectiva sociocultural, ha sido una elaboración de la antropología médica orientada a explicar que, más allá de ser una entidad biomédica, es una construcción sociocultural, es decir, significa y representa, y, por ello, tiene una función y un uso específicos (Ramírez 2010). En este sentido, la enfermedad instalada en el cuerpo, o sin un sitio preciso, es un evento de interrupción,

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de quiebre, cargado de una constelación emocional que a veces se controla, y otras, deriva en síntomas que se potencian, generando nuevos estados de malestar. Desde esta perspectiva, comprendemos que la emoción es una dimensión significativa de la enfermedad, cuyo papel es importante porque nos habla de una motivación profunda, que comunica, y por ello se convierte en un vector importante de la interacción humana.

12 La experiencia vivida de la enfermedad provee una amplia información compleja, expresada desde una constelación de emociones y a través de procesos de metaforización que develan la realidad social, cultural e ideológica, que a menudo aparece opacada. Esto es relevante porque desde esa experiencia vivida se habla no sólo de la enfermedad en sí, sino también del contexto que provee la lógica de explicación de ese evento, en el que desde luego aparece también lo que dicen y hacen los médicos, quienes a menudo “no toman en cuenta de manera crítica las fuentes contextuales del sufrimiento, con lo cual lo que hacen es reafirmar las expectativas dominantes de la sociedad en general, o del contexto laboral en el que se disputan las relaciones jerárquicas y las de género” (Ramírez 2010, 36).

13 Esta advertencia configura otra ruta de estudio de gran impacto, sobre todo al considerar el efecto que sobre los cuerpos tienen las transformaciones económicas, la violencia política, la sexual, el desarraigo forzado, la desintegración de la comunidad, la pobreza y la desigualdad social.6 Estas problemáticas se han abordado desde el concepto de suffering o sufrimiento social, definido tempranamente por Kleinman (1986) como una categoría incluyente de las diferentes formas de adversidad humana. Se trata de una noción estratégica, no sólo por aquello que abarca, sino por su posición liminal entre lo político, lo moral y lo estrictamente médico. De esta manera, la expresión de la enfermedad hará referencia, según Kleinman, a una ontología causal sociopolítica que hablará de opresión, injusticia y pérdida, pero también de otras lógicas explicativas emergidas del propio contexto local.

14 Concuerdo con Shweder, quien afirma que el sufrimiento social es una noción que plantea “profundas inquietudes sobre el dolor psíquico y físico, sobre los estados espirituales del cuerpo, la somatización, y sobre las posibilidades de comprensión intercultural y traducción de los estados subjetivos del ‘otro’” (1988, 479). Ello implica, desde luego, una mirada crítica a la forma en que la biomedicina diagnostica la enfermedad, pero también una posición clara del investigador que explicite desde qué sitio explicará dicho evento.

15 He aquí la complejidad que adquiere el estudio de la enfermedad desde la experiencia comprendida como construcción sociocultural, pero también como producción ideológica y política. Cuestión nada menor que orienta las inquietudes actuales que refieren a la posibilidad de comprensión del cambio social y la manera en que las estructuras se interiorizan, convirtiéndose en modos de ser y de estar de los cuerpos, y cómo estos, a su vez, responden manifestando su agencia. Algunos autores han empezado a apuntar, en esta ruta, la importancia de una perspectiva relacional que articule al sujeto y su contexto.7

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Las emociones traducen y traicionan. Afirmación con implicaciones teórico-metodológicas

16 Llegué al estudio de las emociones a través de mi interés por explicar diversos estados de malestar, y porque en numerosas ocasiones el dato etnográfico las exponía de manera significativa. Y antes de acoplarme a la tendencia de lo que algunos llaman el “giro afectivo” o “emocional”, traté de reflexionar sobre por qué estudiarlas y su razón de ser en el campo de la antropología. Sé que lo descrito hasta aquí es una exposición muy apretada, pero el interés se dirigió a destacar el sitio desde el cual teórica, conceptual y metodológicamente he abordado y comprendido el brote epidémico del internado en cuestión. En este sentido, quisiera subrayar algunas cuestiones más.

17 En este estudio, el análisis de la enfermedad pone el acento en la manera en que esta (real o imaginaria, presente en el cuerpo o sin un sitio preciso) es pensada, sentida, relatada y atendida desde el punto de vista de quien la vive. Dicho punto de vista va a reflejar diversos procesos de metaforización, desde los cuales se verá con mayor claridad que las emociones traducen y traicionan. Es decir, se convierten en vehículos de comunicación porque es el cuerpo pensante el que habla del significado cultural, pero es el cuerpo sintiente el que, sensorial y performáticamente, expresará de manera espontánea (a través de rubor, latidos, temblor de cuerpo, tartamudeo, desmayos y gestualidad corporal en general) lo que posiblemente no pueda enunciar.

18 Para la comprensión de lo anterior, el recurso metodológico utilizado fue la etnografía como el acceso privilegiado a un circuito de producción de sentido, que en otro momento he abordado, conformado por el pensar-sentir-decir-hacer. Dicho circuito evidencia que: […] los cuerpos-sujetos responden ante sus circunstancias de manera cognitiva, emocional, discursiva y actancial; además, es una forma de visualización técnica que permite la comprensión del cuerpo en su ser y estar, y se plantea para evocar las descripciones y metáforas que son capaces de transformar las experiencias del cuerpo de un modo pre reflexivo de información, en un lenguaje como modo digital de información8 y en la acción como la plena realización de la interacción subjetiva. (Ramírez 2016, 116) 19 Tomando en cuenta ese circuito analítico, indagué lo que un grupo de exinternas de Villa de las Niñas experimentó sobre su enfermedad.9 Y, de acuerdo con Beatty (2013), enfoqué el proceso narrativo, ya que captura la particularidad y la dimensión temporal de la emoción con mayor fidelidad que los enfoques semánticos, sincrónicos y basados en el discurso. Pero también porque me interesaba más describir las causas y los procesos, y no sólo quedarme con un listado de síntomas, metáforas y emociones, que hablaran de la enfermedad. Desde este punto de vista, la función que en este estudio tienen las emociones y las metáforas es evidenciar la parte insensata e indecible del trastorno psicogénico y develar con ello los contextos y las lógicas que le dieron sentido a la enfermedad.

Villa de las Niñas como comunidad emocional

20 Decidí abordar, en esta ocasión, el internado de Villa de las Niñas como comunidad emocional, porque en la búsqueda de comprensión de las rutas de reflexión sobre la importancia del estudio de las emociones, me encontré con una producción muy

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vigorosa y de larga data sobre su propia historia. Las nociones acuñadas en este campo fueron un importante estímulo para pensar otras posibilidades de explicación, que, sin desechar las anteriores, vertieran algo más de luz a la explicación que pretendo.10

21 Villa de las Niñas es una institución filantrópica religiosa dirigida por la Congregación “Hermanas de María”, fundada en Corea.11 Brinda educación secundaria técnica, bachillerato y algunos oficios a la población más pobre, desposeída y marginal del país, la cual, lamentablemente, en la mayoría de los casos, es indígena. Alberga entre 4.000 y 5.000 niñas, quienes cultivan su mente estudiando la secundaria y preparatoria, instruyen su espíritu en el nombre de Dios, mantienen su cuerpo haciendo ejercicio y distintos trabajos manuales. Casi dos décadas de experiencia le han permitido crear redes de enganche en aquellos lugares más alejados y pobres, hasta donde llega un grupo de religiosas a contactar a los párrocos y a los padres de familia de diversas comunidades.12

22 El interior de la Villa toma vida como un espacio multicultural, toda vez que no sólo se encuentra conformado por religiosas coreanas, filipinas, guatemaltecas, brasileñas, sino también por un numeroso grupo de niñas y adolescentes de diversas regiones de México hablantes de náhuatl, mixteco, mazateco, mazahua, mixe, tlapaneco, zapoteco, entre otros. Esta diversidad de idiomas no sólo se expresa en el lenguaje propiamente dicho, sino en su manera de enunciarlo, en sus manifestaciones emotivas, que son igualmente reguladas bajo una nueva forma de expresión emocional que es institucional. Esa expresión emocional es regulada desde que llegan por primera vez, aunque de manera gradual, para ir habituando los cuerpos a un nuevo ordenamiento. Por ejemplo, se impide que hablen en su lengua y se exige que hablen sólo en español. Se inhibe cualquier emocionalidad corporal (llorar, manifestar comportamientos ansiosos, tener arrebatos, tocar los cuerpos, mostrar afecto, abrazarse). Pero hay comprensión y permisividad durante las primeras semanas de su primera vez, al inicio del ciclo escolar.

23 Los relatos de las participantes sobre los síntomas y su evocación en la reconstrucción del brote epidémico revelaron una constelación de emociones y de nociones contradictorias, en donde las más de las veces operaban las oposiciones binarias del mundo religioso.

24 En los inicios de las conversaciones, aquellas empezaban diciendo si estaba bien o mal que ellas hablaran, pues podrían tomarse como malagradecidas y enfatizaban que no lo eran. Y siempre se cuidaron, casi todas, de mostrar el lado bondadoso de las religiosas, aunque sus recuerdos enunciados y su gestualidad casualmente las delataban. Me parecía que el internado en su conjunto configuraba un grupo social claramente jerarquizado y con puntos específicos de control, dirigidos en particular al cuerpo de las internas, para su fácil manejo y el buen funcionamiento de la institución.13 Y este grupo podía caracterizarse por el tipo de valoraciones sobre las emociones, su expresión social y, desde luego, su regulación.

25 Cuando estaba en ese proceso de ordenamiento y codificación de mi información etnográfica, y al mismo tiempo intentaba tomar una postura frente al estudio de las emociones, me encontré con las propuestas venidas del ámbito de la historia.

26 Para esta nueva reflexión, pensé primero guiarme por el concepto regímenes emocionales de Reddy (2001), que subraya las emociones normativas y rituales que se inculcan en cualquier régimen político estable. Pero la lectura alterna de Rosenwein (2002) me

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convenció de optar por su concepto comunidad emocional, por tres razones importantes. Una, por su amplia definición, que incluye una noción de producción social de las emociones que articula a los grupos sociales a partir de la valoración que estos hacen de ellas, ya sea para promoverlas, tolerarlas o condenarlas. Segunda, porque, a partir de su análisis de inventarios detallados sobre el lenguaje utilizado por los monjes medievales, enfatiza que las emociones no vinieron a ser sólo el preludio del pecado, sino vicios que se atan a la carne, cuyos códigos orientadores son los siete pecados capitales (Rosenwein 2006). Finalmente, porque en una afirmación valiosísima que hace en reveladora entrevista realizada por Plamper (2010), ella menciona que las personas pueden transitar de una comunidad a otra sin problema, siempre y cuando las normas no sean radicalmente diferentes, pues si eso fuere así, la persona experimentará incongruencia, contradicción y tensión.

27 Las tres razones constituyeron un estimulante aporte para mi reflexión, al advertir que la comunidad de Villa de las Niñas es, en estricto sentido, una comunidad emocional que requería ser analizada como tal para comprender los procesos de significación de las emociones, poniendo énfasis en aquellas que, como vicios que se atan a la carne, deben ser controladas a través de dispositivos de poder, a veces sutiles y otras claramente descritos en un reglamento que exige un deber ser, conducido por el orden, la limpieza, el silencio y la oración.

28 Vista la institución de esta manera, e incluso antes de trabajar el concepto comunidad emocional, apunté que el internado “instituye un sistema cultural de moralidad conformado por un circuito de simbolizaciones, rituales y prácticas donde se controlan, imponen y redirigen las emociones hacia un solo fin: docilizar y controlar los cuerpos y las almas de las internas” (Ramírez 2013, 631), y supuse que un conjunto de emociones iban a ser producidas, transmitidas, controladas o resignificadas en pos de lograr un cuerpo disciplinado y dócil. Para ello, se establece una convivencia que, al ofrecer educación gratuita y una formación sólida de moralidad, privilegia un tipo de emocionalidad y controla otra.

29 Y es justo en el encuentro de dos sistemas de moralidad diferente —el de sus comunidades de origen, que a través de dispositivos socioculturales inscriben en el cuerpo de las niñas una concepción del mundo y de sí mismas; y el del internado, que, desdibujando aquel sistema de moralidad, impone uno nuevo, en el cual las niñas deben encontrar el sentido de sus vidas al servicio del orden, la limpieza (no sólo de sus espacios habituales sino de sus cuerpos y mentes), en un ámbito de silencio y oración marcado por tiempos y movimientos perfectamente cronometrados— que se puede producir la contradicción y gestar el quebranto social.

30 Observar el internado como comunidad emocional admite descifrar que la disciplina, vigilancia y normativización del cuerpo son un proceso que se construye a través de la enseñanza, el control y regulación de las emociones. Esto se logra desde una estructura jerárquica, en donde destacan las religiosas coreanas. Existen diversos puntos de poder para cuidar, vigilar y controlar la vida cotidiana organizada por grupos, llamados familias, y las aulas de clases.14 Las facultadas para ello, elegidas por una estructura mayor, son: las madres encargadas; las ates, que en coreano quiere decir hermana, representadas por una interna de mayor edad y nivel escolar; y las jefas de grupo, destacadas estudiantes y bien portadas. Las emociones se despliegan en una suerte de jerarquía y se adiestran. Las madres son emocionalmente superiores porque son virtuosas, por cuanto han logrado un estatus especial como esposas de Cristo, y, en

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consecuencia, se debe hacer notar su templanza ascética, que toda interna debe imitar. Las ates son el sitio de aspiración de toda interna, pues representan una distinción, aunque también un compromiso, que puede generar ansiedad.15 Las jefas de grupo vigilarán el orden en el aula, así como el comportamiento de los profesores. Ya situadas en ese lugar de poder, las internas elegidas deben mostrar su capacidad de control emocional y regulación del cuerpo, para predicar con el ejemplo. Para ello, toda emocionalidad es conducida por dos valores básicos: la castidad y la obediencia, aprendidas a través del catecismo y la vida de los santos, que son transmitidas en películas, que pueden verse como actividad lúdica los sábados por la tarde.

31 Con esta información, que va perfilando al internado como comunidad emocional, y siguiendo a Lazarus (1999) y Kleinman (1999), lo definí como un sistema de moralidad, un circuito de simbolización, un espacio de significación y organización que estipula ciertos valores, metas, reglas afectivas y modos de expresión aceptados, regidos por una noción católica del bien y el mal, pero también por una economía productivista del cuerpo. En consecuencia, inhibirá toda expresión que se considera proveniente del orden del mal y del ocio como antítesis de productividad. Aquí tiene sentido no sólo el control de las emociones sino de la enfermedad, como terreno fértil del cual emanarán aquellas, revelando las tensiones y el quebranto social.

32 Siguiendo la tercera razón por la que me inspiró Rosenwein, supongo ahora que, en ese encuentro de dos sistemas de moralidad, se gesta el punto de implosión que hacia el interior del cuerpo de las internas se experimenta como incomprensión y desasosiego, y cuya expresión individual o colectiva será vista siempre como la transgresión de la norma.

33 Una expresión de ello es la enfermedad como dimensión emocional, que, a partir de los relatos de las entrevistadas, se expone como evento cuestionable, porque altera el orden y debe contenerse y, en su límite, ser castigada.

Repertorios emocionales

34 Estas respuestas ya las he empezado a analizar como repertorios emocionales trazados desde el momento en que hace su aparición el brote epidémico, y en la recuperación de la historia de cada una de las entrevistadas, a partir de la cual he destacado dos procesos para el análisis de la significación emocional. Uno es el trayecto de internamiento, en el que se transita de la curiosidad al miedo (Ramírez 2013). En este proceso hay un cúmulo de emociones que varían de acuerdo a lo que les es más significativo a las chicas. Por ejemplo, la entrada al internado es un rito de iniciación caracterizado por el despojo: se les corta el cabello, se les viste con otra ropa y se les inscribe en el brazo su nueva ubicación, que refiere a la familia donde estarán y al nombre de una santa.16 Habituarse a la comida, con un toque coreano, que, entre los nuevos sabores y la ausencia de tortilla, les encona una nostalgia cotidiana que es purificada, a fuerza de exigencias y coacciones en el nombre de Dios y de los pobres, y también cuando aprenden a tragarla hasta que le encuentran el gusto, no sin antes derramar algunas lágrimas, ser amonestadas por eso o ingeniárselas para hacer trueque con algunas compañeras. El ordenamiento de las tareas y los aseos, que se realizan por familias y de manera cronometrada. El incumplimiento en tiempo y forma de esta exigencia recibe como sanción máxima correr varias vueltas a una pista de atletismo, que, para la inteligencia de las religiosas, es una manera de relajar sus cuerpos

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potenciando sus fuerzas, pero para la experiencia de las internas es un castigo que quiebra su fortaleza corporal y las expone debilitadas en su tejido social, ya que no importa si una, dos o un grupito transgredió alguna norma, pues será toda la familia la que debe cumplir el castigo.

35 El otro proceso que me interesa exponer aquí involucra otro repertorio emocional, y refiere al punto cumbre de expresión del brote epidémico. Ubico el punto de quiebre y los orígenes de la enfermedad en la triste espera del tiempo en el que la emocionalidad de las internas se exacerba, cuando se acercan las vacaciones de diciembre de 2006. Ahí, las voces y las ansias de las internas están apostadas en la esperanza del encuentro con sus familiares, sus tradiciones, sus querencias, su yo cultural.

36 Desde la narrativa de algunas de ellas, ubicaré ese punto en el que las voces iracundas de niñas y adolescentes no se emitirán por miedo, en cambio, devendrá la enfermedad como un recurso de enunciación, y eso pone en alerta todos los vectores del control en la institución. En el internado, cuando la enfermedad se presenta, estará siempre bajo sospecha.

Las rutas del quebranto

37 Sentí coraje y mi ceño se frunció inmediatamente al mirar en el televisor las primeras imágenes que impactaron a la audiencia durante la Semana Santa del 2007, con la impresionante noticia que mostraba a las niñas del internado de Villa de las Niñas presas de un extraño mal. Se informó que más de quinientas alumnas del internado fueron presas de un brote epidémico de histeria colectiva. Decían que no podían caminar, que se arrastraban, vomitaban, tenían fiebre y dolores articulares.

38 Seguí la noticia, primero en un tono personal, pero a medida que documentaba el caso advertí que aquella expresión pensada como histeria colectiva sería resuelta por la intervención de la Secretaría de Salud, y a través de un grupo de psicólogos y paidopsiquiatras, quienes la diagnosticaron como trastorno psicogénico de la marcha.17 Tal diagnóstico delegó la responsabilidad al cuerpo individual, empobrecido y violentado (de las internas) desde su cuna de origen, y le restó todo compromiso a la institución.

39 Ahí fue cuando decidí realizar una investigación de campo, seria y profunda, en busca de la experiencia de las jóvenes que enfermaron, toda vez que el diagnóstico explicó la enfermedad desde el punto de vista médico psiquiátrico, convirtiendo la expresión del malestar, como lo ha apuntado Young (1982, 275) en un hecho deshistorizado y descontextualizado que culpabilizó a la propia víctima, al afirmarse que todo fue producto de su psique. De las niñas enfermas no se volvió a saber, ni se les dio seguimiento, ni se les dio atención de ningún tipo.

40 Toda la información recabada de la prensa y de diferentes medios de comunicación retrató, con cierto detalle, un mundo en convulsión. El internado había sufrido un episodio difícil e incontrolable, ya que, como lo fueron relatando las jóvenes que salían de este para volver a sus casas, “muchas estaban cayendo”. Era como si narraran el suceso de una guerra, pero con la incomprensión al no entender las razones, los orígenes, ni la cara del enemigo.

41 Afuera se amotinaba la incertidumbre de los padres, junto con las ansiedades de los reporteros por lograr la nota. Me acerqué para documentar esa salida intempestiva y

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escandalosa que había dado mucho que decir a la prensa amarillista. En esa cercanía de la multitud, miré primero sin mucho interés la fuerza emocional del encuentro: los padres amotinados, las caras interrogantes y la reunión al fin con sus hijas, quienes ansiosas rompían en llanto y escondían el rostro, pero se dejaban abrazar con la avidez de sentir, de ser tocadas, ser sostenidas. Numerosas jóvenes salieron del internado, sostenidas al fin, colgadas de los hombros de sus familiares. Un hecho muy performático quizás, que dio de qué hablar a algunos reporteros, quienes en algún momento mencionaron que parecía que fingían.

42 El movimiento de camiones que se allegaban al internado en calles aledañas aún sin pavimentar indicaba su procedencia, todas regiones pobres de la Montaña de Guerrero, Veracruz, Oaxaca, Puebla. Desde un registro meticuloso que realicé, enumeré las comunidades de las que mayoritariamente provenían las internas. Con ese listado emprendí la pesquisa realizada en varias temporadas de campo discontinuas, desde el último trimestre del 2009 hasta el 2011. Inicié en la Montaña de Guerrero, y después siguieron Oaxaca, Veracruz, Puebla, Hidalgo, Chiapas y Yucatán.

43 Posicionada en el paradigma centrado en el punto de vista del actor, busqué dar voz a chicas que enfermaron localizándolas en sus comunidades de origen. Apliqué una metodología etnográfica guiada por entrevistas en profundidad, toda vez que es la única ruta que permite dar cuenta de la compleja trama en la que los sujetos expresan sus emociones como códigos particulares que producen la intersubjetividad, y les dan sentido a sus vidas y a sus circunstancias, develando un contexto sociohistórico cambiante y el sitio de tensión en que se encuentra el sujeto que narra. Al solicitarles su participación en la investigación, aunque primero hubo suspicacia sobre esta, advertí que la gran mayoría de ellas y de sus padres mostraron verdaderos deseos de hablar de su experiencia, con el afán de explicar lo sucedido. Mencioné que su participación serviría para explicar el fenómeno y subrayé el carácter confidencial de la investigación, para lo cual sus nombres serían cambiados.18

La enfermedad no escuchada

44 Para describir cómo se construye la idea de enfermedad entre las entrevistadas, sintetizo en este apartado las numerosas referencias hechas por ellas, que muestran varias perspectivas, pero sobre todo describen los escenarios del posible origen.

45 En el análisis de la información codificada de las diversas entrevistas destacaron el miedo a la enfermedad y la muerte, develando con ello la exigencia de disciplinar los cuerpos y los castigos como fórmula para el adiestramiento; las terapéuticas orientales que no forman parte del sistema de creencias de las internas; y una lógica mágico- religiosa que explica la enfermedad como resultado de un maleficio que alude a su producción, derivada del coraje, la injusticia y la pérdida.

46 Los orígenes del malestar se ubican con cierta precisión en diciembre del 2006. Algunas internas, quienes claramente no podían caminar, eran llevadas en sillas de ruedas o cargadas entre varias compañeras en un banquito hasta el gimnasio donde se efectuaban las misas. A ellas se les dispensaba que no se hincaran. El resto de la población miraba con recelo ese hecho pues todas ya estaban cansadas de pasar largo tiempo hincadas. Sus rodillas abultadas mostraban los estragos de una acción que parecía penitencia. Muchas, al mismo tiempo que relataban su historia, sobaban sus

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rodillas mientras destacaban que esas bolas eran “como callos”, debidos al excesivo tiempo para los rezos y la contrición.

47 Un hecho que alteró un poco los días previos a las vacaciones de diciembre fue el accidente que una alumna de Guerrero había sufrido durante el festejo del Día de la Virgen. Ella era Orquídea,19 alumna que cursaba el tercero de secundaria, quien accidentalmente cayó y se fracturó la clavícula. Las religiosas no le creyeron hasta que efectivamente un médico externo al internado resolvió que debía ser enyesada. El relato de este hecho, con tintes muy dramáticos, dibuja algunos procesos de injusticia que experimentaban las internas cuando por diversas razones se enfermaban, y tenían que dejar de realizar sus labores y responsabilidades cotidianas. Su experiencia de enfermedad expone, en primer lugar, cómo esta altera el orden establecido, ya que, imposibilitada por el yeso, requería ser atendida por otras compañeras para bañarse y “lavar su sangre”, como decían todas al referirse a las telitas que les daban para usar como toallas sanitarias.

48 En la proximidad de ese hecho, los ojos de las madres encargadas cuestionan que otras internas toquen el cuerpo de Orquídea, así como el tiempo perdido por esta y por quienes la ayudan. Además, presa del dolor físico, ella insiste en ser atendida con medicinas, pero no lo logra. Al referirse al dolor, recuerda cómo a muchas alumnas que experimentaban una menstruación dolorosa o estaban simplemente extenuadas no les permitían quedarse en cama. Al respecto, todas describieron algún pasaje por el cual la enfermedad —cualquiera que esta fuera— estaba bajo sospecha. “Nos decían que sólo estábamos inventando para no trabajar”.

49 También hizo hincapié en que las formas de atender a la salud eran muy controladas, ya que sólo les daban un tipo de medicina para todo (Paracetamol) y una “agüita milagrosa”, y, al solicitarle que explicara su procedencia, pude advertir que las religiosas tenían como costumbre tratar las enfermedades bajo su sistema de creencias oriental, de tal manera que diversos malestares eran atendidos con moxibustión, ventosas, y la famosa “agüita milagrosa”. Orquídea comenta: “Nos llamaba la atención que como las madres eran coreanas, curaban a las niñas que se enfermaban de algo difícil… las quemaban, era lo que yo veía. Aunque no era muy abierto. Una compañera de primer año iba todas las tarde a planta baja con la madre. Nos dijo que la curaban con unas bolitas que al ponértelo en el cuerpo, como que se hacía una brasa, quemaban la carne. Es que allá los coreanos en sus remedios caseros son diferentes a los de México, le ponían eso por aquí en el cuello y en la columna. Ella nos enseñaba que tenía tres puntos y era su misma carne pero ya tostadita, eran tres bolitas”.20 50 Este tipo de atención a la salud era experimentado por aquellas que lo permitieron como algo que en principio las angustiaba, pero eran convencidas por las religiosas del poder curativo de esa terapéutica, aunque posteriormente, cuando sus padres se enteraban al verles las cicatrices que dicho tratamiento les dejaba, fueron reprendidas al preguntarles casi en todos los casos: “¿Por qué permitiste que te hicieran eso?”.21

51 Orquídea prefirió la atención alopática, y al regreso de sus vacaciones, en enero del 2007, como otras compañeras, trajo consigo los medicamentos que le recetaron. Ella cuenta que su mamá se los había comprado con muchos sacrificios, y pensó que, al llevar la anuencia del médico, se los iban a dejar tomar, pero, por el contrario, se los confiscaron dejándole una molestia mayor de emociones negativas pues afirmó: “No me dejaron pasar las medicinas […] Llegué a mi familia vacía, sin nada, sólo llena de rabia y de dolor, y digo: ‘¡Ay, Dios mío!’. Lloré porque no era justo, mi

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mamá me las había comprado con mucho sacrificio. Yo pasé un tiempo exigiendo, pero sin gritos ni nada, sólo lloraba y pedía que me dieran mis medicamentos, y nada, sólo fui recibiendo regaños”. 52 Otras compañeras como Lida,22 quien cursaba segundo de bachillerato, corrieron la misma suerte. Ella relató que en vacaciones fue al doctor en su comunidad, pues era propensa a la migraña. Afirmó que el médico le dijo que se le estaba formando un soplo en el corazón, debido a las exigencias de correr y agitarse demasiado. Como a Orquídea, tampoco le creyeron y le confiscaron sus medicamentos mencionándole que “le iban a dañar el estómago, y que nada más el doctor la había alarmado, que no era cierto, por eso se los quitaban”. Ambas relataron que las tuvieron en observación para que no alteraran las normas del internado.

53 En sus relatos había pausas y, en ocasiones, quiebres de voz que podían denotar rencor, cuando mencionaban lo que les parecía injusto. En otras se asomaba el temor al recordar el caso triste de una compañera. Micaela se llamaba, era de Zongolica (Veracruz). La gran mayoría la recordó, y su experiencia quedó grabada con un significado de temor y de dolor por la pérdida. Ella sufría de un problema cardiaco que las religiosas tampoco querían reconocer. Algunas relataron que, en una ocasión, una madre encargada de la familia, pensando en que se estaban debilitando las reglas, exigió a Micaela que bajara a correr como todas y que nadie la ayudara más. El desenlace fue triste para Orquídea, pero también para toda la comunidad, ya que Micaela murió. Orquídea recuerda este suceso y parece hilvanar su propio lamento, cuando, fracturada, no es tratada oportunamente por un médico y es maltratada por las religiosas, quienes, como en el caso de Micaela, le exigen también hacer las labores sin ayuda y la obligan a correr como todas. Derivados de este relato, contado con una emocionalidad compleja, entre tristeza y coraje, emergen algunos elementos que, a mi entendimiento, son reveladores, pues el miedo a ser castigadas por estar enfermas, y concretamente a la muerte, se hace presente en la mente de Orquídea, pero también en las de las otras internas, aun sin poderlo externar claramente.

Las rutinas y las fallas

54 Mientras en la fase I (primero de secundaria) y en la fase III (tercero de secundaria), donde estaban Lida y Orquídea, se empezaban a vivir acciones injustas, las chicas de otras fases iban cayendo enfermas, y estas se multiplicaban ante los ojos incrédulos de ellas mismas y de las religiosas. Los salones de clases mermaban pues a las enfermas las trasladaban al séptimo piso, creyendo, en un primer momento, que podía ser contagioso.

55 En fase III, Orquídea no dejaba de manifestar molestia por el dolor físico, y creo que era por el dolor que se estaba gestando en su interior, con una extraña mezcla de coraje, rabia e incredulidad al pensar en la imagen de una monja que debía ser compasiva y piadosa, y no como aquella, la que con un ademán de repugnancia le exigió a un grupo de sus compañeras que la bañaran. El relato de Orquídea es atroz e impensable para un medio caritativo, donde deben imperar la piedad y el amor al otro. Y es atroz porque devela las marcas del cautiverio, cuando las compañeras, con saña, que pareciera que sacan para satisfacer a la madre encargada y a la ate, lavan a Orquídea y le cortan las uñas hasta sangrarla. Ella empeora en su angustia, y su actitud es vista como una franca

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insurrección. La escena la observa con horror el resto de la familia, que guarda su interpretación desde el sitio que le tocó mirar. Ante eso, nadie quiere enfermar.

56 La lectura parece hacerse en diversos sitios; la enfermedad es una insurrección que debe castigarse. Lida contó que a ella la castigaron muchas veces, y lo sufría como todas, pues las hacían correr muchas vueltas a la pista si no llegaban a tiempo a realizar las tareas, o si no guardaban el debido silencio. Pero, dijo con voz quieta, pasó algo en otra fase: “las castigaron bien feo”.

57 Era la familia Santa Serafina. La mayoría de las entrevistadas de Veracruz y Puebla hicieron alusión a un día en especial en el que una de las madres encargadas castigó a una familia entera, debido a que no todas sus integrantes bajaron a correr, ni a tiempo. Luz,23 de segundo de bachillerato, lo describió así: “La madre Elisa nos castigó haciéndonos correr dieciocho vueltas a la pista porque unas niñas no se apuraron a bajar. Fue una exageración, sentíamos que nos moríamos. Luego, muchas se pusieron mal”. Luz es de las que cree que la enfermedad fue originada por un problema en los huesos, ocasionado por el ejercicio, porque inmediatamente después de terminar de hacerlo, tenían que bañarse con agua fría. Dijo: “Unas compañeras empezaron con fiebre, era, más que nada, digamos, un desguansamiento en las piernas, que no tenías soporte en las rodillas, como que ya no te respondían y te dobleteabas toda. Un tiempo fueron unos especialistas y dijeron que estaba muy extraño, hicieron estudios, y nunca se supo qué era”. 58 Pero las historias contadas subrayan que iban cayendo, y todas las que enfermaban eran subidas al séptimo piso, en donde, de alguna manera, la realidad que vivían se había fragmentado. No asistían a clases, no había más actividades cronometradas, ni exigencias, ni castigos. Por el contrario, algunas decían que estando arriba realizaron otras actividades más festivas, que si bien al principio les llevaban la comida y se las dejaban en el piso para que ellas la recogieran y no contagiaran a otras, después les llevaban dulces y las trataban con cariño. Por esa razón, también construida en la colectividad conmocionada, muchas entrevistadas mencionaron que algunas internas fingieron su enfermedad, o bien por curiosidad, para subir al séptimo piso y ser tratadas de igual manera, o para poder salir a sus casas y tomar algunos días más de vacaciones que los reglamentarios.

59 Otras explicaciones hablan del control de los cuerpos, de la sanción de comportamientos no apropiados; sanciones cuyo dramatismo impacta considerablemente a la comunidad entera. De esta manera, se habló de la respuesta contundente que una alumna dio al internado, cuando fue expulsada tras ser sorprendida realizando actos no permitidos. Algunas refieren a dichos actos como acercamientos y expresiones de afecto que no están permitidas entre ellas, ni entre estas y las religiosas. Para mencionarlo, ni siquiera se atreven a decir claramente la palabra lesbianismo, ni algo referido a la sexualidad, pues en casi todas se advierte pena. 24

60 Entre todas las narrativas se advierten diferentes lógicas de explicación que transitaron entre el contagio por virus, la histeria colectiva, el estrés y la brujería. En el relato de Virginia,25 quien cursaba el tercero de secundaria, pude apreciar dichas lógicas sintetizadas. Ella dijo: “Yo me enfermé. Primero decían que fue por un virus, no sé cuál. Luego, por estrés, pues había mucha presión para todo, luego nos dijeron que todo era psicológico, y cuando todo estaba muy alborotado, muchas dijeron que fue por

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brujería”. Su narrativa fue abundante al mencionar la brujería, y fue la única que aceptó conocer a Carolina, a quien le adjudicó la maldición narrando lo siguiente: “Carolina fue una de mis mejores amigas; hacía cosas raras; cuando salía con ella a jugar, me decía: ‘Allá está mi mamá’. Yo le decía: ‘¿Dónde?’. La buscaba y no veía nada. Ella decía: ‘Me manda chocolates todos los días’. Yo le preguntaba: ‘¿Con quién?’. Me respondía: ‘Sólo yo puedo ver a mi mamá’. Ahí fue cuando yo ya le tenía miedo, ya no le hablaba. Una vez me subió al séptimo piso en la noche, como a las doce, y me dijo: ‘Vamos a ver a mi mamá, te la presento y tú le puedes pedir cualquier cosa’, y subí con ella y me dijo: ‘Te enseño a jugar la güija,26 de esa forma podrás ganarle a las madres, y no que te ganen a ti’. Me tomaba de la mano, y le dije: ‘¡No quiero jugar eso!, eso es del diablo…’, y ya me enseñó las tablas y unos lápiz de colores y me enseñó cómo se jugaba, me quería explicar y yo no le hice caso, y me bajé. [...] Le pregunté quién le daba eso, y me dijo que su mamá… un día me dio un chocolate y me lo comí, entonces fue cuando creí ver a la mamá. Esa vez que me llevó allá sí me dio miedo pero no le demostré, le dije: ‘No quiero aprender esas cosas’, y me bajé por el elevador y se molestó conmigo. Después de tres días, me dijo: ‘Si me quiero vengar de ti lo puedo hacer’; le dije ‘Hazlo’, y así pasó. Yo le dije a la madre que tal vez fue ella quien nos dio la enfermedad”. 61 Cobran fuerza los relatos mágico-religiosos, a medida que se profundiza en las entrevistas con todas las participantes. Destacándose que había muchos rumores en todas las fases, mucho alboroto. Orquídea menciona: “Una ocasión, en el gimnasio, nos juntaron a todos y hablaron con nosotros, que por qué estábamos hablando de cosas extranormales, que nosotros éramos católicos, que cómo era que estábamos hablando ese tipo de cosas, que las niñas que estuviéramos jugando a la güija (que es el juego del diablo), que las iban a llevar a sus casas… Es que… unas niñas empezaron a decir que las que jugaron con la güija eran las culpables de lo que pasaba. Me dio mucho miedo porque decían que cuando tú entras a ese juego, ya nunca puedes salir de eso, siempre te va a estar siguiendo, tienes que estar en eso y tienes que jugarlo constantemente. Pero sólo era una niña la que seguía ese juego, ella era de Catemaco. Decían que ella jugaba la güija porque el diablo la ayudaba a pasar sus materias y no la mandaban [expulsaban]. Muchas decían: ‘Más seguro porque tiene contacto con el mal, porque ella juega mucho este juego, más seguro es por eso que le dice al diablo: Oyes, no me dejes que me saquen de esta escuela’. Dicen que ella echó una maldición, y por eso nos enfermamos todos…”. 62 Sandy27 cursaba primero de secundaria. Comentó que la enfermedad de las piernas fue porque “a mediados de febrero, unas niñas jugaron la cuija, las madres se dieron cuenta y las expulsaron porque no es bueno que ellas jugaran esto ahí”. Relató que una de las niñas insultó a la madre, que la niña dijo que todas se iban a arrepentir y que todas lo iban a pagar. Y se empezaron a enfermar de las rodillas y dejaron de caminar. “A mí me pasó también, un día ya no me pude parar, se me durmieron mis pies... Al otro día me llevaron con el doctor; me dijo que los rayos28 estaban bien, que no entendía por qué yo dejé de caminar. Porque primero se me durmieron las rodillas, luego se me durmió de la cintura para abajo; yo nada más estaba acostada, no podía hacer nada, los doctores no entendían por qué estábamos enfermas, algunos doctores les decían a las religiosas: ‘Ha de ser mala enfermedad’, pero como ellas no creen en las cosas malas, pues dicen: ‘No, esto es de médico’, y todo eso, pero los doctores nunca dieron con la enfermedad. En mi caso, yo me curé porque mi mamá me llevó con una señora que cura de brujería, y ella hizo que volviera a caminar”. 63 Yoselyn29 cursaba el tercero de secundaria. En su reflexión, que se advierte temerosa, por lo que recuerda, explica:

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“Me pongo a pensar, pues ya no estoy allá, si fue que la escuela está maldecida, pues ya no estoy allá, no debo tener temor. Esa niña mandó la maldición, porque estaba enojada de que la expulsaron y la encontraron con la cuija, y como ahí todos son religiosos, pues es faltarle a la religión, por así decirlo”. 64 Ella afirma que la maldición consistió en tres números que expresarían las enfermedades: primero iban a ser las rodillas; en segundo lugar, los codos, y en tercer lugar, el corazón, además de que iban a salir niñas muertas de ahí.

65 La expresión contundente de esa afirmación fue el rumor de que en cada fase encontraron una muñequita con el uniforme de la escuela llena de alfileres; según esto, en las partes que se iban a enfermar. Sandy insistía: “Aunque las madres no creían en eso, se dijo que luego unas niñas que hacían el aseo en el jardín de atrás de una de las fases encontraron muñecos con harto alfiler en las rodillas. Entonces las madres limpiaron todo. Algunas de ellas lloraron pues no entendían por qué habían hecho eso, si las habían apoyado en todo”.

Reflexiones finales

66 En este artículo analicé el trastorno psicogénico que aquejó a cientos de internas de un centro educativo religioso en México, a partir de un enfoque crítico de la antropología que evidencia la importancia de las emociones como dimensión significativa de la enfermedad, destacando su notable papel, ya que nos habla de una motivación profunda, que comunica, y por ello se convierte en un vector importante de la interacción humana. Desde este punto de vista, apunté que las emociones traducen y traicionan, aduciendo con ello que son vehículos de comunicación desde los cuales se expresa el cuerpo pensante y sintiente que, como en el caso que nos ocupa, enunció performáticamente el punto de quiebre, desde el cual se expresó el efecto de los diversos mecanismos de control y dominación que hicieron aflorar distintos estados emocionales.

67 Mi propósito fue poner atención a la dimensión emocional de la enfermedad vinculando, para su explicación, el contexto significante que ahora abordo desde la noción comunidad emocional como orientación conceptual estratégica, toda vez que habilitó la posibilidad de pensar la enfermedad desde significaciones derivadas del mundo religioso como lo hizo Rosenwein (2006) al analizar las expresiones de los monjes medievales y evidenciar que las emociones en contextos religiosos pueden ser analizadas como vicios que se atan a la carne, cuyos códigos orientadores son los siete pecados capitales.

68 A partir de esta orientación, el control de las emociones en el internado configura una de las tareas nodales de sujeción y disciplinamiento de los cuerpos en encierro, tarea que se realiza desde un sistema de señalizaciones y signos para el gobierno del cuerpo y el alma de las internas que inculca nuevos valores a través de los sacramentos y los siete pecados capitales. En este sentido, la enfermedad como sospecha no sólo se castiga por considerar que rompe las reglas, el cumplimiento del trabajo y el ordenamiento de la vida interna, sino también porque puede asociarse al ocio, que, como vicio de la carne, debe ser sancionado.

69 El dato empírico muestra que en el internado como comunidad emocional, la enfermedad significa y representa. Y, más allá de ser una realidad orgánica, fue una realidad que constituyó el lenguaje del cuerpo que enunció el punto de quiebre del ámbito social.

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Desde mi perspectiva, la enfermedad bajo sospecha, la enfermedad que se castiga, encierra el principal interés de las autoridades religiosas por mantener el orden, evitando así el relajamiento de las normas disciplinares.

70 Pero la enfermedad también cobra una representación negativa al asociarla con la muerte de Micaela, una de las internas. Aunque las entrevistadas no lo mencionaron así, en sus narrativas está implícito el temor; lo vemos en lo expuesto por Orquídea pero también en la respuesta anotada por Yoselyn, en donde se afirma que, según la maldición, algunas niñas saldrían muertas de Villa. Paradójicamente, la idea de enfermedad incapacitante (imposibilidad para caminar) pudo ser un elemento que originó el malestar, y, al presentarse en forma de epidemia, mostró el poder que tiene el lenguaje del cuerpo; ese cuerpo sometido y disciplinado, al que no se le permite enfermar y sólo se le exige, pero cuya expresión colectiva adquiere soberanía para ser escuchado.

71 La enfermedad como maldición se puede interpretar como una manifestación que encubre conflictos, violencias y ataques contra “chivos expiatorios”, sobre todo en ámbitos como el que he descrito, que está tensado por relaciones de poder y dominación que han penetrado los cuerpos, al grado de obnubilar en cada una de las jóvenes la causalidad estructural de la enfermedad. Pero, además, puede tener la función de ir más allá de la debilidad o incapacidad personal de las internas, para colocar en un “otro” la responsabilidad. Es decir, cuando se empieza a mencionar que la expresión de la enfermedad pudo ser psicológica y, en esta misma idea, “un invento”, ellas recurren a una explicación mágico-religiosa que cumple la función de mitigar su ansiedad.

72 Finalmente, es posible pensar que esta comunidad emocional está configurada como un sistema de moralidad, un circuito de simbolización, un espacio de significación y organización que estipula ciertos valores, metas, reglas afectivas y modos de expresión aceptados, regidos por una noción católica del bien y el mal, pero también por una economía productivista del cuerpo. En consecuencia, inhibirá toda expresión que se considera proveniente del orden del mal y del ocio como antítesis de productividad. Aquí tiene sentido no sólo el control de las emociones sino de la enfermedad, como terreno fértil del cual emanaron diversos estados emocionales, revelando así las tensiones y el quebranto social.

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NOTAS

1. La traducción es mía. 2. En términos generales, a eso se ha dedicado la práctica antropológica, aunque, como mencionaré enseguida, fue preciso hacer consciente esa postura a través de profundas críticas y nuevas teorizaciones. 3. No voy a detenerme aquí a discutir cómo se abordó la famosa crisis de las representaciones en el mundo hispánico, por ejemplo, México, pero subrayo que, en una producción prolífica y crítica, es la antropología anglosajona la que ha venido dictando las rutas más polémicas y sus resultados. Particularmente, voy a referirme a esta. 4. La traducción es mía. 5. Aunque a lo largo del texto me refiero a la enfermedad, la perspectiva que abordo es la que alude a la narrativa del padecer. Es decir, a la experiencia de las afectadas. 6. Incluso, como tema de interés, también está el efecto que causa sobre los conjuntos sociales, la apropiación global del sufrimiento con fines comerciales y sociales. Véase Csordas (1994). 7. Una reflexión muy fundamentada sobre el tema la ha desarrollado Menéndez (2002), quien además se ha encargado de profesionalizar la antropología médica en México. 8. Es decir que es capaz de transmitir símbolos no sólo lingüísticos o escritos, sino performáticos y gestuales. 9. Más adelante hablaré de cómo realicé la investigación de campo y conformé el grupo de participantes. 10. En los orígenes de la investigación, abordé el internado conjeturando que podía explicarse como una Institución Total al estilo de Goffman, haciendo hincapié en los efectos que esta genera en los cuerpos de las internas. Con los primeros datos de campo pude configurarla como tal. También observé como coordenadas analíticas los síntomas que configuraron el trastorno psicogénico (desmayos, falta de fuerza en las piernas, dolor de cuerpo, incapacidad de hablar, fiebre, dolor de cabeza) suponiendo que podrían interpretarse como expresiones de miedo y resistencia contra las múltiples violaciones a los límites corporales. Siguiendo a Scheper-Hughes y Lock (1987) y a Ong (1988), enfaticé que los síntomas “son actos de rebelión que simbolizan lo que no puede hablarse directamente, pero que puede interpretarse como una renegociación de las obligaciones y derechos entre las autoridades y las alumnas” (Ramírez 2009, 8). 11. Se instaló en Chalco (en el Estado de México) en 32 hectáreas, en donde se construyeron cuatro edificios de siete niveles, los cuales están catalogados como fases que corresponden a los grados de estudio. Así, la fase I corresponde a primero de secundaria, la fase II a segundo, la fase III a tercero y la fase IV a preparatoria. Ahí se ubican aulas y dormitorios, talleres, laboratorios, salas de cómputo y capillas. En amplias áreas verdes llenas de flores están el gimnasio, la pista de carreras, campos de juego, alberca semiolímpica y auditorios y un pequeño establo. Funciona con donativos de grandes consorcios transnacionales.

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12. Para entrar a Villa es necesario provenir de una familia pobre de más de tres hermanos, tener certificado de primaria y pasar un examen de conocimientos básicos que las religiosas realizan. A quienes reúnen los requisitos se les informa que, una vez internas, no pueden recibir visitas, ni llamadas telefónicas, ni cartas, y sólo pueden volver a sus comunidades dos veces al año, en agosto y en diciembre. 13. Es claro que dicho control tiene como principal objetivo las internas y aquellas que decidieron seguir su formación como religiosas. Pero también a todo el personal administrativo y docente que labora ahí. 14. Las familias están conformadas hasta por cuarenta internas que conviven en los dormitorios y en las aulas de clases. 15. Como todo sitio de poder, ser ate tiene su complejidad. Algunas internas mencionaron: “te quita tiempo pues tienes que ayudar en muchas tareas a la madre encargada de la familia y además debes dedicar tiempo para enseñar a las internas cómo debe ser su comportamiento en tiempo y forma”. Otras querían ser ates para acusar, regañar o castigar a quienes no les caían bien. 16. Deben cortarse el cabello a la altura de la barbilla y entrar al internado con la nueva ropa que se les da. No llevar aretes, colguijes, fotos, ni cosas personales. En la pérdida de su cabello existe una respuesta emocional de molestia que es contenida ante la emoción de estar en un lugar que han idealizado. 17. Afirmaron que ese trastorno responde a distintos factores: el origen socioeconómico; el aislamiento de las estructuras familiares; antecedentes de violencia familiar; otros eventos traumáticos previos al ingreso al internado. Se subrayó que no fue contagioso, ni provocado por maltrato físico o por intoxicación. Con esto exoneraron a la institución de cualquier responsabilidad. Comunicado de prensa número 124 de la Secretaría de Salud, fechado el 13 de abril del 2007. 18. La información proviene de la etnografía elaborada en comunidades de las regiones citadas, basada en entrevistas semiestructuradas realizadas a jóvenes afectadas; a sus padres y familiares; a autoridades civiles, religiosas y médicas. La estancia en las comunidades se efectuó por semanas, conviviendo con algunas familias que me recibieron, y las entrevistas a cada participante tuvieron una duración de entre dos y tres horas y media, en promedio. El principal criterio de selección de participantes fue que hubieran enfermado y tuviesen interés por narrar de manera vigorosa su experiencia. En este texto sintetizo algunos hechos subrayados por la gran mayoría, destacando particularmente la voz de algunas de ellas cuya reflexión fue notable. 19. Originaria de Malinaltepec (Guerrero). Hablante de tlapaneco. Entrevistada en su casa, en noviembre de 2009, cuando tenía 17 años. 20. Las madres aplicaban la moxibustión para curar varios malestares de las internas. Muchas de ellas de diversas regiones, fueron “quemadas”, según ellas, en las rodillas, los pechos, el cuello, la cabeza. 21. Una respuesta fácil pero que requiere otro tipo de reflexión es que sus hijas fueron entregadas a las religiosas como niñas de 12 años, con escasos conocimientos de todo lo que les rodea, y encerradas bajo unas exigentes normativas y con poco poder de decisión. 22. Con 20 años en el momento de la entrevista, originaria del municipio de Atzitzintla (Puebla). Entrevistada en su casa, en febrero de 2010. 23. Originaria de Mariano Escobedo (Veracruz). Entrevista en su casa, en enero de 2010, cuando tenía 16 años. 24. Diversos relatos destacan que algunas de las jóvenes que salieron durante la enfermedad fue por haber sido “cachadas” en actos afectivos no apropiados. Reales o inventados, pues algunas narrativas conducen a pensar en acusaciones falsas que unas hacen de las otras, en venganza por algo.

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25. Originaria de La Chachalaca, municipio de Santiago Camotlán (Oaxaca). Hablante de zapoteco. Entrevistada en su casa, en abril del 2010 cuando tenía 19 años. 26. Se trata de un tablero con letras y números utilizado para invocar a los espíritus. Su nombre es Ouija pero en español se usa güija, aunque las entrevistadas a menudo se refirieron a ello como “cuija” o güija. Y como no podían tener físicamente ese juego, dado que estaba prohibido, ellas lo confeccionaban con hojas, cartón y lápices. 27. Originaria de Atzitzintla (Puebla). Tenía 19 años. Entrevistada en su casa, en octubre del 2010. 28. Sandy es un caso particular pues desde que entró a la Villa manifestó su interés por ser monja. Cuestión por la cual se puede suponer que es la única que manifiesta que, al tener los primeros síntomas, es enviada a realizarse varios estudios que ella llama rayos (placas radiográficas), y ninguna de las otras entrevistadas mencionó algo parecido. 29. Originaria de Ixhuatlán (Veracruz). Hablante de náhuatl. Entrevistada en mayo de 2010, cuando tenía 16 años.

RESÚMENES

Desde la antropología de las emociones, de la narrativa del padecer y de la noción de comunidades emocionales, acuñada en el ámbito de la historia de las emociones, me propongo mostrar, a través de datos etnográficos provenientes de entrevistas en profundidad, las principales explicaciones que un conjunto de exalumnas de un internado de religiosas en México relató para revelar el brote epidémico de histeria que las aquejó en 2007. A partir de ello, muestro cómo un nuevo sistema de moralidad y de expresión emocional, exigido intramuros, y conducido por la disciplina y el control de los cuerpos y almas de las internas, está comprometido en ese espacio liminal en el que la enfermedad, castigada, se convierte en un lenguaje del cuerpo y revela el sufrimiento social.

From the perspective of the anthropology of emotions, the narrative of suffering, and the concept of emotional communities coined in the area of the history of emotions, I aim to show, through ethnographic data obtained from in-depth interviews, the main explanations that a group of former students of a boarding school run by nuns in Mexico gave to reveal the epidemic outbreak of mass-hysteria they faced there in 2007. Based on that, it shows how a new system of morality and emotional expression, required intra-muros, and driven by discipline and control of the bodies and souls of the boarding students, was imposed in this liminal space in which illness, punished, turned into a form of body language that revealed the social suffering.

Sob a antropologia das emoções, da narrativa do padecer e da noção de comunidades emocionais, criada no âmbito da história das emoções, o propósito deste texto é mostrar, por meio de dados etnográficos procedentes de entrevistas em profundidade, as principais explicações encontradas nos relatos de um conjunto de ex-alunas de um internato de religiosas no México sobre um surto epidêmico de histeria que sofreram em 2007. A partir disso, o artigo mostra como um novo sistema de moralidade e de expressão emocional, exigido intramuros, e conduzido pela disciplina e pelo controle dos corpos e das almas das internas, está comprometido nesse espaço limiar no qual a doença, castigada, se converte numa linguagem do corpo e revela o sofrimento social.

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ÍNDICE

Palabras claves: antropología de las emociones, narrativa del padecer, comunidades emocionales, trastorno psicogénico, internado religioso Temas: cuerpo, México Palavras-chave: antropologia das emoções, comunidades emocionais, internato religioso, narrativa do padecer, transtorno psicogénico Keywords: anthropology of emotions, narrative of suffering, emotional communities, psychogenic disorder, religious boarding school

AUTOR

JOSEFINA RAMÍREZ VELÁZQUEZ

Doctorada en Antropología, con especialización en Antropología Médica, por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) (México). Profesora- Investigadora del Posgrado de Antropología Física de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) (México). Hace parte del grupo “Cuerpo y Poder” en la misma institución. Últimas publicaciones: “Las emociones como categoría analítica en Antropología. Un reto epistemológico, metodológico y personal”. En Cartografías emocionales. Las tramas de la teoría y la praxis. Colección Emociones e Interdisciplina, coordinado por Oliva López y Rocío Enríquez, 97-126. México. UNAM – ITESO, 2016; “Construcción social del estrés. Una propuesta integradora”. En Efectos psicosociales de la crisis laboral y la precarización del trabajo, coordinado por Susana Martínez, Germán Gómez, Cecilia Sánchez y Jorge Sandoval, 326-345. México: Universidad Autónoma Metropolitana, 2015. josefinaram[at]prodigy.net.m

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Jóvenes, memorias y comunidades emocionales: la experiencia de H.I.J.O.S. y de Contagio en Bogotá, Colombia Youth, Memories and Emotional Communities: The H.I.J.O.S. and contagio Experiences in Bogota, Colombia Jovens, memórias e comunidades emocionais: a experiência de H.I.J.O.S. e de Contagio em Bogotá, Colômbia

Nicolás Aguilar-Forero

NOTA DEL EDITOR

Fecha de recepción: 31 de agosto de 2016 Fecha de aceptación: 27 de febrero de 2017 Fecha de modificación: 07 de marzo de 2017 DOI: 10.7440/res62.2017.05

NOTA DEL AUTOR

El presente artículo de reflexión se deriva de la investigación doctoral desarrollada por el autor, titulada “COMUNICA(C)CIÓN. La comunicación en la acción colectiva juvenil: dos experiencias organizativas en la ciudad de Bogotá”. Dicha investigación no contó con financiación y se puso en marcha desde el 1 de agosto de 2012 hasta el 30 de agosto de 2014.

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Introducción

1 Desde 2012 hasta 2014, tuve la oportunidad de participar en el proyecto de investigación sobre Acción colectiva juvenil, que durante este período desarrolló la línea “Jóvenes, culturas y poderes” del Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud (Cinde-Universidad de Manizales). En dicho proyecto participamos investigadores de distintas regiones de Colombia interesados en los procesos de agitación social y, en especial, en las contribuciones de los jóvenes a estos. Mi aporte a la investigación partió del reconocimiento del significativo rol que desde aquel entonces, e incluso desde algunos años antes, han venido desempeñando dos colectivos juveniles que trabajan por la reconstrucción de memoria histórica en este país: H.I.J.O.S. (Hijos e hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) y Contagio Comunicación Multimedia (en adelante, Contagio).

2 Mi relación con ambas experiencias se ha consolidado poco a poco a través de acercamientos tanto investigativos como afectivos y colaborativos. Dicha relación, en el caso de H.I.J.O.S. Bogotá, se ha basado en una cercanía no sólo generacional sino de amistad, sueños e ideas políticas. A partir de allí, en 2012 quise iniciar un trabajo colaborativo con el fin de comprender, visibilizar y potenciar esta experiencia organizativa con la cual, desde su surgimiento, en 2006, siempre me he sentido identificado. Fue así como desde finales de ese año comencé a participar de manera activa en reuniones y acciones colectivas, que registré sistemáticamente y que puse en diálogo con algunas claves interpretativas ligadas a los estudios culturales, a las ciencias sociales y al pensamiento crítico latinoamericano. Esta participación se tradujo en un sentimiento de pertenencia e integración desde diciembre de 2012, cuando asistí a un evento que venía preparando H.I.J.O.S. Bogotá, con el fin de colaborar en la elaboración de la relatoría de la sesión de instalación, del panel central, de una de las mesas de trabajo y, también, de la relatoría general del encuentro, que se denominó Memoria es acción.

3 Por su parte, la relación con Contagio comienza desde mucho antes de su surgimiento, en 2009. Empieza con una relación de complicidad y amistad de casi quince años con Carolina Zamora, quien desde 2009, y hasta agosto de 2014, coordinó la experiencia. Una relación que ha estado mediada por múltiples conversaciones sobre música, arte y política, y acompañada de sentimientos de indignación frente a la situación del país, de las comunidades rurales, de la educación, de la salud y de las organizaciones defensoras de derechos humanos como la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, en la que ella ha participado, y la Fundación Centro de Promoción Ecuménica y Social (CEPECS), a la que yo he pertenecido. Esta cercanía con Carolina me permitió aprender de Contagio, a partir de diversas conversaciones tanto formales como informales, y participar en diferentes actividades que desbordan lo que podría conocer al ser simplemente “público” y seguidor de las emisiones y los programas que día a día transmite Contagio en su espacio virtual.1

4 Puedo decir, entonces, que fueron dos los procesos convergentes que justificaron el trabajo investigativo con tales colectivos. Por una parte, estuvo latente la constatación de un nudo problemático en el que se condensan dinámicas de violencia estructural soportadas en aparatos sociopolíticos, paramilitares, judiciales y mediáticos que reproducen la opresión, el miedo, el olvido y la impunidad. El reconocimiento de una situación problemática y la necesidad de intervenirla por medio de acciones colectivas

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son la razón de ser de ambas experiencias y el motor del trabajo investigativo y político que desarrollé. Por otra parte, estuvo presente una trayectoria vital, la de quien escribe estas páginas, que se cruzó con otras trayectorias, historias y subjetividades, estableciendo vínculos humanos, solidaridades, emocionalidades, complicidades y apuestas. Lo subjetivo, con sus horizontes de sentido, sus pasados, sus presentes y sus anhelos de futuro, provee suficientes razones, motivaciones y justificaciones ético- políticas para la selección de un tema de exploración y de unos actores con los cuales conversar y a los cuales aportar.

5 De esta manera, en el corazón del estudio estuvo el interés por conocer el lugar que ocupan las prácticas comunicativas en las dos experiencias de acción colectiva juvenil, desde un trabajo intelectual eminentemente crítico y colaborativo. Para ello, realicé un conjunto de actividades, entre las que estuvieron una amplia revisión bibliográfica sobre los nodos de interés (acción colectiva juvenil, prácticas comunicativas, políticas de la memoria),2 la participación en acciones colectivas de H.I.J.O.S. Bogotá y Contagio, su registro sistemático, la presencia constante en el ciberespacio y en las plataformas virtuales de ambas experiencias, la conversación permanente con algunos de sus integrantes, la realización de entrevistas con expertos, el procesamiento y análisis de información, la producción escrita, entre otras.

6 Estas actividades permitieron una comprensión densa del tema mencionado y la construcción de algunas conclusiones. Una de estas, en la que me centro en el presente artículo, la expreso mediante la siguiente tesis: experiencias de acción colectiva juvenil como H.I.J.O.S. y Contagio constituyen comunidades emocionales que, desde intervenciones artísticas, mediadas por la música, el arte urbano y la poesía, aportan al posicionamiento de memorias contrahegemónicas que denuncian el olvido e impugnan la impunidad. Para sustentar dicha tesis, en primer lugar, hablo de las intervenciones artísticas de H.I.J.O.S. Bogotá, para luego presentar las formas de “contagio” emocional expresadas en uno de los programas radiales de Contagio: Sonidos Urbanos.

H.I.J.O.S.: entre emociones y prácticas político- culturales

7 H.I.J.O.S. es una red internacional que desde mediados de los años noventa viene adelantando un trabajo en contra del olvido y de la impunidad. Integrada por hijos e hijas de personas que sufrieron algún tipo de violencia política, en especial estatal, dicha red ha puesto en marcha distintas acciones colectivas, en las que el componente emotivo y cultural ha tenido un rol fundamental. Vale la pena destacar, como lo hace Bonaldi (2006), que las motivaciones políticas no fueron necesariamente los puntos de partida y los factores centrales en el momento de explicar cómo decenas de jóvenes en distintos países de América Latina y el mundo decidieron actuar colectivamente, coordinar acciones y disputar los sentidos otorgados al pasado.

8 Ese otro ingrediente, ligado a la empatía, a la emotividad, a los vínculos humanos y a aquello que nos afecta profundamente y atraviesa nuestra existencia, constituye el motor de la acción política y de la producción de la identidad colectiva. El verse “reflejados en las historias de otros hijos generó un fuerte sentimiento de identificación y de pertenencia” (Bonaldi 2006, 147); un sentimiento tan intenso que llevó a los miembros del grupo a construirse y nombrarse como hermanos, como familia. Se trata de un proceso de configuración identitaria que no sólo pasa por las racionalidades o por

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el deseo de reivindicar las militancias políticas de décadas pasadas, sino que emerge desde las emociones, desde las angustias, desde los temores, las rabias y los dolores compartidos que fungieron como catalizadores de la unión y la organización. Dicha carga emotiva logró estrechar lazos familiares, sin que necesariamente existieran vínculos consanguíneos, y potenció la acción allí donde se quisieron imponer el silencio, el olvido y el miedo paralizante.

9 En este orden de ideas, no cabe duda de que el surgimiento de H.I.J.O.S., tanto en Argentina como en Colombia y en otros países,3 está relacionado con aquellas emociones a veces contradictorias que se entrelazan con las memorias y encuentran ecos en las historias compartidas. Se comienza a construir, así, una comunidad política desde el sentimiento de fraternidad y complicidad producido por el hecho de reconocerse como parte de una misma historia de vida, de encontrarse con otros que se perciben como iguales porque han pasado por las mismas situaciones: por un pasado similar acompañado de ausencias, silencios e, incluso, preguntas sin respuestas. Dicha identificación colectiva se fortalece y preserva por medio de intercambios sobre lo vivido, de discusiones sobre lo acontecido y de lecturas compartidas sobre el presente y los futuros posibles. De igual manera, se estrecha a través de fiestas, viajes, conversaciones cotidianas, relaciones afectivas y espacios informales de socialización y encuentro entre sus integrantes, que también logran explicar la permanencia de sus miembros en la organización, más allá de las convicciones y apuestas políticas.

10 Sin embargo, esa empatía o cercanía que une y que funda es también la fuerza que diferencia y que excluye. Los lazos de amistad y hermandad que producen un “nosotros” son los mismos que designan un “ellos”, que construyen su propia exterioridad. La identidad creada bajo la idea de una experiencia compartida se traduce con facilidad en la configuración de un “otro” que no la comparte igual; de alteridades que se piensa que no pueden saber exactamente lo que implica vivir una ausencia o una experiencia de dolor, sencillamente porque no la han vivido de la misma manera. Lo político, gústenos o no, pasa por cerramientos arbitrarios que a veces pueden ser interpretados como esencialismos, o tomar la apariencia de identidades estables y autorreferenciales (Bonaldi 2006).

11 Desde sus inicios en Argentina, por ejemplo, no hubo pleno acuerdo acerca de quiénes debían integrar la agrupación. Mientras que algunos apoyaban la vinculación de jóvenes bajo cuatro orígenes (hijos de desaparecidos, asesinados, presos políticos y exiliados), otros preferían aceptar como miembros a todo tipo de jóvenes, aunque no cumplieran con dicha condición. Si bien para muchos de sus miembros limitar la libre asociación significaba esencializar la condición de hijos como si existiera un vínculo natural entre aquellos que sufrieron el asesinato o desaparición forzada de sus padres, para otros había razones de peso para reconocer “como miembros solamente a los hijos de desaparecidos y asesinados por la dictadura” (Bonaldi 2006, 145), reduciendo la participación no a cuatro sino sólo a dos orígenes. La razón fundamental de ello, en parte, radicó en cierta carga moral atribuida a los presos políticos y sobrevivientes, pues se llegó a pensar que “si aparecieron o fueron liberados por algo sería”, o en otras palabras, que pudieron haber sido liberados o estar vivos por su complicidad con los represores. En contraste, los desaparecidos y asesinados siempre han sido reconocidos públicamente como “las víctimas del terrorismo de Estado por antonomasia” (Cueto 2010, 134).4

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12 Lo cierto es que experiencias de acción colectiva juvenil como H.I.J.O.S. configuran comunidades emocionales que se expresan en redes afectivas y en nuevas formas de “estar juntos” y “estar en contra”, atravesadas por procesos plurales de identificación, reconocimiento y pertenencia (Aguilera 2010, 90). Asimismo, como expongo a continuación, despliegan formas de intervención en las que lo artístico y cultural están en el centro de las prácticas políticas y contribuyen, a su vez, a la consolidación de tales comunidades emocionales. En la siguiente sección presento algunos ejemplos de ello, derivados de la investigación colaborativa que desarrollé con H.I.J.O.S. Bogotá.

Las intervenciones artísticas de H.I.J.O.S. Bogotá

¿Verdad? ¿Qué es, se preguntan por aquí y responden por allá? Es la sombra sin matices de la humanidad. Polifonía, coro donde canta hasta el que no sabe cantar. Es tan profunda como el mar, tan oscura y transparente como la noche estrellada, donde unos ven puntos y otros no ven nada. Verdad es la luz del día tras la larga noche sin justicia. Chico Bauti 2013

13 La relación entre jóvenes, memorias y emociones se construye en buena parte por medio de intervenciones artísticas diversas. Música, teatro, performance, poesía, body- art, net-art, grafiti, esténcil, y otras tantas formas de expresión y despliegue emotivo/ comunicativo, son en el mundo actual herramientas estratégicas para potenciar la acción política juvenil. En H.I.J.O.S. Bogotá, por ejemplo, la acción colectiva se ha apoyado en la música, la poesía y el arte urbano, que actúan como potentes medios de comunicación de ideas y de afectación emotiva y simbólico-cultural. Quiero referirme a tres intervenciones concretas mediadas por lo artístico: a) la poesía de Chico Bauti; b) los murales de la memoria; y c) la música de El Furibundo.

La cara poética de la memoria

14 En el 2011 irrumpe la segunda recopilación poética de Chico Bauti, titulada Tránsitos de un hijo al Alba. En sus páginas, Erik Arellana Bautista, integrante de H.I.J.O.S. Bogotá y conocido como Chico Bauti, crea una atmósfera en la que convergen “la tragedia y la utopía, el recuerdo y los ideales, el absurdo y la ternura”. Así lo señala el padre Javier Giraldo, referente de la defensa de los derechos humanos en Colombia, en la presentación de este manojo de poemas en el que se percibe aquella cara poética de la memoria, que toma gestos de nostalgia, de dolor, pero también de sueños y rebeldías. El padre Javier, con sus palabras de presentación del libro, se encarga de remover sentimientos apabullantes en los lectores al recordar a la madre de Chico Bauti, “cuya presencia se insinúa tenuemente en algunas páginas y otras parece inundarlas de sangre, de dolor y de lágrimas”: Todo comenzó o se trastocó un 30 de agosto, año de 1987. Era el día de la Primera Comunión de Erik […]; la madre, Nydia Erika Bautista de Arellana, fue raptada violentamente en un jeep de los servicios secretos del Estado e inmediatamente desaparecida. Era el precio que pagaba por pensar en clave de justicia en un país inundado de injusticia. […] El sepulcro incógnito de Nydia Erika, como el de todos nuestros desaparecidos, fue un tormento familiar inextinguible hasta que un mismo

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victimario, acosado por remordimientos, reveló su escondite supuestamente blindado por el poder. Allí estaban sus huesos junto con el vestido de fiesta de la Primera Comunión y el tierno recordatorio en la solapa. […] Erik será siempre el HIJO en TRÁNSITO al ALBA. El aura de la madre desaparecida y reencontrada en el sentido sublime de su lucha, nunca podrá dejar de ser el secreto recóndito de su energía solidaria y creadora. (Giraldo 2011, 17) 15 Esta última frase orientó mi lectura de los poemas de Chico Bauti. La memoria como algo que no queda atrás, sino como una suerte de aura que nos acompaña y que otorga sentidos a las luchas del presente. La memoria, además, como base de una energía solidaria y creativa que se canaliza a través de distintos recursos expresivos, siendo el poético uno de los más sugestivos y conmovedores. Con versos y palabras cargados de humanidad, los 32 poemas de Chico Bauti transportan al lector por distintos estados emocionales, en los que la tristeza y el desconcierto no se sobreponen a los anhelos y esperanzas. Hay espacio para la madre, la militante del M-19 desaparecida forzosamente. Hay espacio también para recordar a San José de Apartadó y al periodista Julio Daniel Chaparro, asesinado en 1991 en Segovia (Antioquia) mientras preparaba un reportaje sobre la masacre de 1988 cometida en ese lugar. Pero también hay espacio para las vivencias, las desobediencias y la ilusión, que se expresan en algunos títulos de sus poemas: “Sigo haciendo caso omiso”, “La memoria crece”, “Yo digo vida”, “Somos tantos”. No pueden dejar de mencionarse esas palabras allí incluidas y que tantas veces hemos escuchado en eventos de H.I.J.O.S. en Bogotá, en la sincera y a la vez desgarradora voz de Chico Bauti cuando recita y grita “Somos hijos e hijas”: Somos hijos e hijas de los guerreros que derrotaron tiranías, en estas tierras sagradas, nuestra bandera está enlutada! Decimos No a los transgénicos, al glifosato, a las fumigaciones, a la privatización de los parques naturales, al tratado de libre comercio ALCA, al plan Puebla-Panamá, a los bombardeos, al canal Atrato-Truandó, a las bases militares gringas fuera de la USA, al banco mundial, al fondo monetario internacional, al plan patriota, al plan Colombia, al plan victoria.

Mientras siembran palma africana y destierran afrocolombianos. Aquí estamos junto a los Uwa, contra la Esso, junto a los Embera Katio contra Urra s.a. Con las comunidades de paz Recordando a las víctimas Sin olvidar ni perdonar! 16 Erik Arellana Bautista, quien además es dirigente de la Fundación Nydia Erika Bautista para los Derechos Humanos, lanzó el 11 de julio de 2013 su tercera recopilación poética, titulada Transeúntes y migrantes. El lanzamiento del libro tuvo lugar en el auditorio del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, y comenzó con el Hip Hop de Lucía Vargas Rap-Art-01.5 Luego vinieron las palabras de Marco Chacón, miembro de H.I.J.O.S., quien destacó la importancia de la poesía para tramitar el dolor y potenciar la acción desde/ por la memoria. Después vino la intervención de Janeth Bautista, directora de la Fundación Nydia Erika Bautista e integrante de la primera delegación de víctimas que viajó a La Habana en agosto de 2014 para ser escuchada por los integrantes de las FARC- EP y el Gobierno nacional, en el marco de los diálogos de paz. Acto seguido se leyó el prólogo del libro, elaborado por Fabiola Lalinde, “La Madrina”, quien con una reflexión

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seria y serena escribió sobre el significado de la desaparición forzada de un ser querido, crimen que ella misma padeció en el caso de su hijo.6

17 Sus palabras destacaron además a los H.I.J.O.S. que se organizan y heredan de sus padres la nobleza, la honestidad, el respeto, el sentimiento de país y de humanidad. Por último, exaltaron la capacidad de Erik para convertir en poesía todo lo que piensa, siente, ve o narra. Después del prólogo de “La Madrina” comenzó el recital. Chico Bauti leyó varios de sus poemas con el acompañamiento musical de Sistema Sonoro Skartel, agrupación musical que trabaja desde la resistencia cultural por causas políticas diversas, ligadas a la defensa del derecho a la rebelión y a la libre expresión. Los poemas, musicalizados, hablaron de errancias y miserias, de jóvenes caídos, de viajes y odios, de voces, aves, caminos y recuerdos. Asimismo, la cara poética de la memoria mostró sus más claros gestos, cuando María Mercedes Méndez y Rodrigo García7 se hicieron presentes en los versos: Ariari, Fértil, fecundo, Infinito, profundo. Ariari donde semillas libertarias fueron engendradas. Donde la llanura se expande tropezando con los Andes. Aquí llegaron traídos por los vientos cantores del llano adentro. Sus coplas del recuerdo de grandes almas luchadoras por los derechos del pueblo atroces batallas enfrentaron hasta el destierro, por levantar un pañuelo que anunciaba la paz. Entre arpas y zapateos el eco sublime de gritos emitieron por la liberación y contra toda opresión. Luego vino la represión.

Cada mes nombres en el olvido luchas suspendidas vidas perdidas… María Mercedes Méndez, Rodrigo García, Por ustedes nuestra vida. 18 Al final del evento se hicieron presentes las jóvenes del colectivo de mujeres Wiphala, quienes con sus rostros cubiertos, sus torsos desnudos y el cuerpo hecho consigna recorrieron el espacio, elaboraron un hermoso mandala y luego, sin palabras, desaparecieron. Fue así como culminó el lanzamiento de Transeúntes y migrantes, un espacio en el que circularon sentimientos encontrados y en el que las emociones, los recuerdos y el contagio afectivo inundaron a los participantes. En este y otros momentos, el arte y la poesía han demostrado ser instancias fundamentales de afectación, de encuentro, de producción de resonancias. Son prácticas comunicativas estratégicas cuando se trata de “mover las fibras” emotivas de otras personas, o de generar tristezas, evocaciones, alegrías, sueños y complicidades. De igual forma, la presencia de Skartel, del Hip Hop de Lucía Vargas, de académicos, de hijos e hijas, de familiares de víctimas, entre muchos otros presentes en el lanzamiento, confirmó que ciertas personas como Chico Bauti, con su sensibilidad, su personalidad y su capacidad comunicativa, convocan/articulan con facilidad a personas y colectivos distintos que

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comparten motivaciones comunes en la lucha contra el olvido, el silencio y la impunidad.

Muros en pugna: memorias vivas y prácticas de terror

19 El 17 de marzo de 2013, H.I.J.O.S. Bogotá apoyó la creación de un mural en homenaje a las víctimas del genocidio contra la Unión Patriótica, la violencia antisindical y el desplazamiento forzado. Diferentes colectivos artísticos, liderados por el “Colectivo Animal”, participaron en esta muestra de arte urbano que se realizó en la Avenida El Dorado (calle 26 con carrera 18) de Bogotá. Entre música y pinturas de colores se fue dando forma al que sería uno de los murales más grandes de la ciudad, cuya iniciativa recibió el premio “Arte y Memoria”, otorgado en diciembre de 2012 por el Centro de Memoria, la Alta Consejería para las Víctimas y el Instituto Distrital de las Artes (IDARTES). La creación gráfica, que configuró una representación de la historia de la UP, es un buen ejemplo de las marcas por medio de las cuales se les da materialidad a las memorias. Como señala Elizabeth Jelin, estas marcas territorializadas son actos políticos pues su instalación y emergencia son siempre el resultado de luchas, y, además, porque “su existencia es un recordatorio físico de un pasado político conflictivo, que puede actuar como chispa para reavivar el conflicto sobre su significado en cada nuevo período histórico o para cada nueva generación” (Jelin 2005, 102).

20 Precisamente, fue esto lo que ocurrió. La memoria, viva en los muros de la calle 26, reanimó conflictos e hizo visibles fuerzas sociales encontradas: las que apuestan por la vida y la memoria, y las que insisten en el miedo, el silenciamiento y la estigmatización. El 12 de abril de 2014, los murales fueron rayados con pintura blanca por un grupo de cerca de cincuenta jóvenes, ante la impotencia y, para algunos, indiferencia y omisión de los agentes de policía de un CAI cercano que presenciaron el hecho. Además de los “tachones” con pintura sobresalieron los emblemas nazis y las frases amenazantes que fueron plasmadas: “Fascismo totalitario ya”, “fuera UP”, “fuera FARC. Colombia libre”. Las luchas políticas por la memoria se hicieron entonces evidentes. El poder constituyente de quienes por medio del arte intentaron dignificar un pasado truncado por la represión y el exterminio entró en confrontación directa con las prácticas de terror e intimidación de quienes pretendieron cambiar la forma y la función del lugar (Jelin 2005), negar el significado público y colectivo de esta creación artística, y dotarla de un sentido violento al borrar las marcas de la memoria e imponer las del miedo y la exclusión.

21 A propósito de las consignas plasmadas, no sorprende la asociación que en ellas se hace de los militantes de la UP con las FARC, pues esta ha estado en la base del exterminio incesante de los militantes de dicho movimiento político. Basta recordar, como lo hacen Cepeda y Girón (2005), el debate en el Parlamento entre Bernardo Jaramillo Ossa, recién elegido senador de la República, y el entonces ministro de Gobierno, Carlos Lemos Simmonds. En tal discusión, en marzo de 1990, Lemos inculpó a los líderes de la UP de ser “testaferros políticos de la guerrilla”, frente a lo cual Jaramillo Ossa (conocido por sus críticas abiertas a la guerrilla) respondió que acusaciones como esas equivalían a “colgarle lápidas en el cuello a los dirigentes de la oposición. […] Como se recuerda, tres días más tarde, el joven dirigente fue asesinado en el aeropuerto de Bogotá cuando se disponía a tomar un vuelo nacional rodeado de una nutrida escolta policial” (Cepeda y Girón 2005, 187).8

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22 De manera que tales acusaciones no son una novedad. Pero lo que sí resultó novedoso e igualmente inquietante es que este tipo de actos de estigmatización y violencia simbólica hayan sido promovidos bajo el paraguas del “fascismo totalitario” y agenciados por grupos juveniles que reafirman la intolerancia social y la cultura antidemocrática. Los “rayones” fueron firmados por “Tercera Fuerza”, “Comando Radical” y “Cabezas Rapadas Nacionalistas”, movimientos juveniles neonazis plenamente identificados por las autoridades, debido a su participación en diversos actos violentos. Estos movimientos, amparados en los artículos 19 y 20 de la Constitución Política de Colombia, que protegen la libertad de opinión y de pensamiento, promueven una ideología caracterizada por la negación del Holocausto, la adulación de ciertos símbolos (esvásticas, imágenes de Hitler) y un posicionamiento en contra del comunismo, las guerrillas, la homosexualidad, la drogadicción, la prostitución y la mendicidad. Más allá de sus estilos de vida y sus formas de presentarse en público —caracterizadas por el uso de botas Dr. Martens, chaquetas bomber, cabezas rapadas y el gusto por el género R.A.C. (Rock Anti Comunista)—, su emergencia y creciente consolidación deben ser puestas en contexto.

23 Si bien Tercera Fuerza ha hecho presencia en las calles capitalinas desde los años noventa, su crecimiento y la proliferación más reciente de otros grupos similares pueden entenderse en el marco de un proceso más amplio de neoconservadurismo moral y reafirmación de principios de extrema derecha que han permeado los imaginarios colectivos de lógicas paramilitares y complacientes con la discriminación sociopolítica. El mismo expresidente Uribe Vélez, durante sus ocho años de gobierno, no escatimó señalamientos en contra de diversos periodistas, defensores de derechos humanos y dirigentes de izquierda, a quienes acusó de “guerrilleros vestidos de civil”. Su política de seguridad democrática y “mano firme”, además de canalizar los odios sociales hacia el que se quiso mostrar como el único problema del país, el “terrorismo de las FARC”, impuso la violencia como forma legítima para solucionar discrepancias y promovió actitudes y prácticas, jurídicas y socioculturales, justificadoras del accionar paramilitar. Lo propio hizo el exprocurador general de la Nación Alejandro Ordóñez, cuyas posturas conservadoras y abiertamente opuestas al reconocimiento de derechos de las minorías sexuales y políticas han hecho eco en los imaginarios colectivos y han ocupado un lugar considerable en la sociedad.

24 Así que el acto de intimidación y estigmatización en contra de los integrantes de la UP que se produjo en el caso de los muros en pugna de la calle 26 adquiere sentido en una coyuntura en la que figuras representativas y amplios poderes políticos y mediáticos han difundido valores y razonamientos que logran interpelar a ciertos públicos, muchos de ellos juveniles, y reproducir entramados relacionales y emocionales favorables a la continuidad de la violencia sociopolítica. De modo que no sólo el extremismo ideológico sino la promoción de comunidades emocionales complacientes con la estigmatización política explican lo sucedido en contra de los murales de la UP.

25 Para muchos, lo más problemático de este suceso fueron la apología del genocidio y el hecho de que esta práctica constituya otra de las modalidades de revictimización de la UP, que se suman a las tres décadas de persecución, amenaza, estigmatización y asesinato de los que han sido víctimas sus militantes. Pero de lo que no cabe duda es de que se trató de una ofensa en el orden simbólico y emocional, que buscó perpetuar el terror, el silencio y el odio, en momentos en los que incluso los muros comienzan a hablar, las paredes devienen memoria viva y el arte resignifica dolores y sienta

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precedentes para los procesos de construcción de paz. Pese a ello, cabe la pregunta de Jelin (2005) con respecto a si es posible “destruir” lo que la gente intenta recordar o perpetuar: ¿no será que el olvido que se quiere imponer con la oposición/represión tiene el efecto paradójico de multiplicar las memorias?

26 La respuesta, en este caso, es afirmativa. La agresión, que no sólo fue contra la UP sino contra la memoria de las víctimas y de Colombia, en lugar de amedrentar, propició de nuevo la organización, la acción colectiva y la articulación de comunidades emocionales que impugnan el olvido, la violencia y la impunidad. La mañana siguiente al acto en contra del mural, jóvenes artistas y diversas personas manifestaron su repudio frente a esta práctica por medio de una intervención denominada “jornada en contra del miedo y la agresión”. En esta nueva jornada creativa se eliminaron las consignas y los trazos de las organizaciones neonazis, y sobre la pintura blanca que utilizaron para tachar y amedrentar resurgió el color, y un nuevo mensaje quedó plasmado: Ante la intolerancia, renace la esperanza. De esta forma, tales muros en pugna ejemplificaron lo que significan las disputas por los sentidos otorgados al pasado y al presente. Las prácticas que buscaron propagar el odio, la estigmatización y la violencia no lograron sobreponerse al arte, la organización y la movilización. Las políticas de terror tropezaron con las políticas de la memoria contrahegemónicas, y los territorios en donde se quiso imponer el miedo fueron los mismos que continúan batallando para instalarse como lugares cruciales de memoria y dignidad.

El Furibundo: semillas de música, poesía y resistencia cultural

27 El componente cultural, emotivo y estético-artístico es parte integrante de las luchas políticas por la memoria y se manifiesta también por medio de la música. La agrupación musical El Furibundo ha sido fundamental para comunicar ideas y sensibilidades compartidas por una generación de jóvenes que están convencidos de la necesidad de reivindicar ciertos procesos políticos y de generar nuevos recursos expresivos para construir los cambios que requiere el país. Aunque lleva casi veinte años en escena, en su ciclo más reciente llegó a tener presencia pública como “el grupo de Hijos”, en gran parte porque la mayoría de sus integrantes, al mismo tiempo, eran miembros de ese colectivo. Los hermanos Chacón, Manuel y Marco, hijos de Manuel Gustavo Chacón,9 han liderado esta agrupación, que, con raíces en la movida Redskin de Bogotá e influencias del punk de izquierda, cuenta con varias producciones musicales y con numerosas canciones que transitan entre el rock, el punk, el ska, el hardcore, e incluso el reggae.

28 En varias oportunidades, Marco Chacón, vocalista de El Furibundo, ha señalado que el grupo está integrado por hijos que decidieron construir historia desde un escenario cultural y enriquecedor como es el de la música. El nombre de la agrupación rinde tributo no sólo a Furibundo Serna, a Ernesto Guevara de la Serna, más recordado por el apelativo “Che Guevara” y por la imagen que mercantilizó su figura, en detrimento de sus ideas políticas. También hace honor a todos los “furibundos” que hay en Colombia, quienes actúan con rabia, fuerza y convicción ante las múltiples adversidades y violencias: estudiantes, trabajadores, mujeres, minorías sexuales, y muchos jóvenes conscientes de las precariedades educativas, laborales y vitales, han sido y seguirán siendo furibundos.

29 Las letras de sus canciones, representativas del rock políticamente comprometido, son ricas en denuncias directas, en reivindicaciones de luchas sociales y en llamados a la

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emancipación de América Latina. Canciones como “Tu libertad”, “El don de la injusticia”, “Jihad latino”, “Yo sí acuso a Mancuso”, entre muchas otras, logran abrir conciencias, perturbar a otros jóvenes furibundos y movilizarlos en contra del orden neoliberal y violento que ha afectado a nuestras sociedades. Son, en definitiva, un buen ejemplo de lo que significa la música como forma de resistencia política y cultural, de expresión de inconformismo y de oposición a los sistemas de corrupción y muerte. El arte como medio de comunicación y acción político-cultural se presenta en El Furibundo como una posibilidad de defender las luchas de los trabajadores y manifestarse en contra de las multinacionales, de la guerra, de la corrupción, del olvido y la impunidad.

30 En lo que tiene que ver con el intento de aportar a la reconstrucción de las memorias acalladas, para sus canciones, los integrantes de El Furibundo recurren al rescate de la poesía de Manuel Gustavo Chacón, la cual es musicalizada e interpretada en distintos eventos y conciertos. Dada mi formación musical, hace algunos años tuve la oportunidad de ensayar con el grupo, de pasar por él como muchas otras personas lo han hecho. Recuerdo varias sesiones en las que conjuntamente proponíamos ritmos y melodías para convertir en canción el poema “Ariari capricho y son”, escrito por María Mercedes Méndez. También tuve la oportunidad de aprender en guitarra algunos de los poemas de Manuel Gustavo Chacón que ya habían sido musicalizados, y que Marco Chacón canta o recita con una voz profunda que logra estremecer cada vez que su cuerpo/mente se hace palabra y poesía. Incluyo un ejemplo para ilustrar el espesor de sus versos. Caritas tristes De dónde vienes hermano con la carita dolida, si eres campesino al que le reprimieron la vida, o tal vez sobreviviente de las balas asesinas que disparan los sicarios de estos grupos homicidas, contratados del sistema para segarles la vida y recorrer por la Colombia ríos de sangre viva. La sangre es de campesinos, hombres, mujeres y niños, que con la frente erguida exigieron el derecho y el respeto, a lo lindo y a lo bello de la vida; exigieron con justeza la tierrita merecida. Por esta razón hermano, se mata en la patria mía. ¿De dónde vienes hermano? ¿Ayudar en qué podrías? Son ya tantos sufrimientos los que acongojan sus vidas, permítanme que recoja esta experiencia vivida, para ejemplo de este pueblo y su gente adormecida. Es imposible la paz mientras haya oligarquías y las botas militares defendiendo extranjerías. Por esta razón hermano, se mata en la patria mía. 31 Aunque mi participación se redujo a pocos ensayos y toques acústicos en reuniones informales, pude sentir desde otro lugar el poder comunicativo de la música y convencerme, todavía más, de su importancia para alterar conciencias, sembrar inquietudes y descentrar a “esas gentes adormecidas” de las que se habla en el poema anterior. Pese a que han sido muchas las reconfiguraciones en la conformación grupal, El Furibundo continúa como un proyecto político-cultural, que promueve aquella racionalidad/sensibilidad estético-expresiva identificada por Boaventura de Sousa Santos (2003) como uno de los principios fundamentales del pilar de la emancipación, que en el mundo actual está llamado a sobreponerse a la hegemonía de la regulación

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expresada en el disciplinamiento, la normalización, el orden o la racionalidad cognitivo-instrumental de la ciencia y la técnica. La música contrahegemónica de El Furibundo, en cuanto forma de afectación emotiva, logra “hacer ruidos”, propiciar desórdenes y desobediencias, fortalecer posicionamientos sociopolíticos y llegar con sus mensajes a las mentes ávidas de cambios sociales.10

Contagio y una de sus formas de contagio emocional

32 Contagio Comunicación Multimedia es un proyecto comunicativo basado en la promoción de los derechos humanos y la confrontación del olvido y de la impunidad. Su origen se remonta a un grupo de apoyo de diferentes universidades, principalmente de la Universidad Javeriana de Bogotá, que quiso hacer un aporte desde la comunicación al trabajo de derechos humanos que adelantaba la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz. 11 Desde mediados de los años noventa, este grupo de apoyo, conformado por estudiantes de Comunicación, Psicología y otras carreras que conocían la Comisión y quisieron voluntariamente aportar a su trabajo, logró consolidar una revista y producir numerosos artículos para denunciar violaciones a los derechos humanos, difundir relatos e historias invisibilizadas, aportar a la reconstrucción de la memoria y luchar contra la impunidad. Esta revista, que fue denominada Contagio y circuló durante cerca de cinco años, dejó de producirse por falta de financiación; los estudiantes del grupo de apoyo suspendieron actividades, y la iniciativa no tuvo continuidad inmediata.

33 Sin embargo, en la Comisión ya estaba sembrado el interés por lo comunicativo, pues se reconocía su importancia para formar en derechos humanos, promover contenidos y visibilizar el trabajo que se venía realizando con las distintas comunidades que se acompañan. Así, en 2009 se diseña un proyecto para reabrir Contagio, ya no sólo como revista sino como propuesta radial online. Este proyecto obtiene recursos por parte de la Generalitat valenciana, que contaba con fondos para financiar propuestas en América Latina. Con la aprobación de la iniciativa y la obtención de recursos, a partir del 2009 fue posible conformar un equipo de cinco personas, mantenerlo durante un año, construir la cabina de grabación en las instalaciones de la Comisión y comprar equipos de producción: un computador para emitir, una consola, computadores de apoyo, entre otros.

34 Desde aquel entonces, Contagio, como espacio alternativo de promoción de los derechos humanos que intenta formar opinión crítica y visibilizar la voz y la vida de las comunidades vulneradas del país, ha contado con un equipo interdisciplinar de no más de diez jóvenes, integrado por estudiantes y egresados de campos tan diversos como Administración de Empresas, Teología, Trabajo Social, Ciencia Política, Publicidad y Periodismo. Asimismo, ha desarrollado distintas prácticas comunicativas y acciones colectivas que otorgan centralidad a lo cultural (arte, música, literatura, poesía), movilizan lo sensible y logran consolidar comunidades emocionales que no se reducen a ideales totalizadores de transformación social orientados hacia un modelo único y definido con antelación. A continuación presento uno de los ejemplos de las propuestas de contagio afectivo y emocional de esta experiencia organizativa juvenil.

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Programa radial Sonidos Urbanos

35 Si bien Contagio cuenta con programas de opinión y de memoria que ocupan un lugar central en su programación (Otra Mirada, Hablemos Alguito y Sin Olvido), algunos otros de sus programas radiales han permitido la consolidación de comunidades políticas y emocionales desde el poder cohesionador del arte y la música. Tal es el caso de Sonidos Urbanos. Este programa, de una hora de duración aproximada, hasta el 2014 se emitió en vivo todos los miércoles, a partir de las 6 de la tarde, y buscó llegar a públicos más amplios a los que normalmente se ha llegado, por medio de los espacios de información y análisis Otra Mirada y Hablemos Alguito. Su sentido fundamental ha consistido en apoyar las expresiones musicales de diferentes géneros, invitando a los integrantes de distintas bandas a hablar de su historia, de su música y de sus posturas frente al mundo. Por Sonidos Urbanos han pasado bandas locales, nacionales y, cuando es posible, internacionales. A través de sus micrófonos se han escuchado las voces de agrupaciones con cierto reconocimiento local como las 1280 Almas o Tumbacatre, pero también muchas otras que, si bien no cuentan con ninguna resonancia mediática, cantan en bares, transitan por la ciudad, se mueven permanentemente y tienen un proyecto de vida, a través de la música, que logran visibilizar en este espacio.

36 Usualmente, el programa se realiza desde las instalaciones de Contagio, a donde llegan los integrantes de las bandas, por lo general jóvenes capitalinos. En la cabina de grabación y emisión, una persona se encarga de la producción sonora, y otra, de moderar la conversación con los invitados, quienes a lo largo de la emisión interpretan en vivo varias de sus canciones. El primer bloque del programa consiste en una serie de preguntas a la banda sobre su trayectoria, acompañadas de la presentación y emisión de sus canciones. En el segundo bloque se les pregunta a los miembros de los grupos invitados acerca de algún tema de la coyuntura nacional o internacional y se discute al respecto. En los programas de 2013 se discutió con las bandas, entre otras temáticas, acerca de las protestas campesinas, el proceso de paz entre el Gobierno y las FARC, la elección del nuevo Papa y las elecciones presidenciales que ya se acercaban. También se abrieron los micrófonos del espacio para hablar con los jóvenes invitados acerca de distintas temáticas relacionadas con la memoria histórica del país, ante las cuales los jóvenes aprovecharon para promover, desde sus voces y lenguajes propios, la denuncia de la impunidad y de las políticas de olvido, en casos como la Operación Génesis12 y los desaparecidos del Palacio de Justicia.

37 El escuchar con atención las respuestas de las agrupaciones a este tipo de preguntas permite hacer una lectura de lo que está pensando la juventud del país, y qué tan posicionados e informados están los jóvenes frente a las diferentes situaciones del contexto nacional o internacional. De hecho, aunque algunos integrantes muestran desconocimiento y desinterés frente a lo que acontece en Colombia, muchas otras bandas que pasan por Sonidos Urbanos reflejan un discurso politizado, que confronta la presunta apatía juvenil con respecto a lo político que hace algunos años formaba parte del sentido común académico y adulto-céntrico.

38 Un ejemplo de ello es la red de bandas en resistencia, cuya postura antimilitarista y a favor de la objeción de conciencia al servicio militar obligatorio en Colombia se hizo presente en algunas alocuciones de Contagio. De igual forma, varios grupos que conforman la plataforma alternativa y autogestionada conocida como “Tráfico independiente” han transmitido en Sonidos Urbanos sus mensajes de libertad y sus

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apuestas a favor de la transformación social por medio de la música y en contra de la alienación y la mercantilización de la cultura y la vida misma. En este sentido, Sonidos Urbanos se ha configurado como una ventana para acceder no sólo a la música o a las líricas, sino también a las críticas y reflexiones hechas desde los mundos juveniles. Bandas como Desarme, Reacción Propia, Rastro, Ganyarikies, Sin Nadie al Mando, Distrito Skapital, El Furibundo, Sistema Sonoro Skartel, Intifada Internacional, Los Parias, entre otras, han expresado en el programa sus ideas y opiniones, han hablado de su música y han compartido en este espacio un momento agradable de encuentro, reflexión y expresión, que aporta a la difusión del arte independiente y a la consolidación de comunidades emocionales basadas en el pensamiento crítico juvenil.

39 En el tercer y último bloque, haciendo eco del nombre completo del programa (Sonidos Urbanos: Historias de Ciudad, la Ciudad en la Historia), se les pide a los invitados que compartan una historia de ciudad. Aunque algunos muestran desconcierto ante la petición y se demoran en contestar, finalmente hablan de alguna situación o anécdota que les es cercana y que muchas veces coincide entre las diferentes bandas: algún problema con la Policía por estar haciendo un uso “indebido” del espacio público, o casos de violencia urbana que los han afectado. Durante el 2013 fue muy diciente que, de manera espontánea y coincidente, ante la pregunta del tercer bloque, varias agrupaciones expresaran su preocupación con respecto a los actos de agresión e intimidación protagonizados por colectivos neonazis en Bogotá. Así, el programa constituye un buen ejemplo de cómo al pensar la comunicación y la cultura se deben pensar al mismo tiempo el lugar, las calles, la ciudad, las problemáticas urbanas que hacen parte de las formas de vida juveniles y que son inherentes a sus maneras de expresión, pensamiento e identificación.

40 Otro aspecto por destacar de Sonidos Urbanos es que su concepto y su lenguaje están impregnados de las marcas juveniles. A diferencia de los programas de información y análisis de Contagio, en Sonidos Urbanos el lenguaje es mucho más informal, y términos como “raquetear”, “bareto”, “nos creen idiotas”, “fachobook”,13 entre otros, dotan el espacio de un tinte juvenil y de un ambiente de libertad que trasciende los protocolos o libretos estructurados. Asimismo, en este programa es usual que se invite a los oyentes a que escuchen en vivo las emisiones o a participar vía saludando a las bandas o comentando lo que escuchan, lo cual promueve aquella interactividad que por lo general atrae a las audiencias juveniles, mucho más que los mensajes difundidos de manera unidireccional.

41 Este tipo de prácticas, sin duda, han dado buenos resultados. El hecho de que las bandas comuniquen a sus redes de amigos y seguidores que estarán en Contagio y que las pueden escuchar en vivo, de entrada garantiza una importante sintonía. Además, la propuesta del programa, con los tres bloques señalados, el uso del lenguaje, el cariz interactivo y la invitación que se hace a seguir el trabajo de Contagio por otros canales o redes sociales, favorece que los internautas terminen “contagiados” y comiencen a sumergirse en los contenidos de otros programas, como Otra Mirada y Hablemos Alguito. Hay acá una suerte de vínculo colaborativo, afectivo y emocional de doble vía. En un sentido, Contagio aporta a las bandas la difusión de sus proyectos musicales, de sus apuestas y sus reivindicaciones. Pero en el otro sentido, las bandas invitadas contribuyen a la circulación del trabajo comunicativo de Contagio, no sólo “voz a voz” sino en sus propios espacios virtuales, en donde informan el día y hora de la conversación que tendrán en vivo en Contagio, y posteriormente publican los audios

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correspondientes. Lo anterior, más que un tipo de ayuda caritativa, se trata de una “solidaridad militante”14 entre jóvenes que desde la música y las prácticas comunicativas tejen lazos de confianza y apoyo que permiten construir una comunidad afectiva y emocional; un “ethos de compromiso” orientado a subvertir “las predisposiciones afectivas inamistosas como la hostilidad y la sospecha” (Gibson y Graham 2011, 348).

A modo de cierre

42 H.I.J.O.S. Bogotá y Contagio vienen desempeñando un papel destacado en la historia reciente de Colombia. Algunos integrantes de H.I.J.O.S. Bogotá hicieron parte de la primera y segunda delegaciones de víctimas que fueron escuchadas por las partes — Gobierno y FARC—, en el marco del cuarto punto de la agenda de paz para llegar al fin del conflicto armado entre el Estado y dicho grupo insurgente.15 Este espacio fue propicio para difundir algunas de las propuestas, exigencias y medidas concretas que el colectivo ya había planteado en el Foro Nacional de Víctimas, que tuvo lugar del 3 al 5 de agosto de 2014, en Cali: 1) La obligatoria garantía del derecho a la verdad como base del modelo de justicia y reparación, de la democratización y de la paz. 2) La reforma a la Ley de Víctimas como condición fundamental para el logro de una reparación integral en concordancia con los acuerdos de paz. 3) La creación de un Proyecto Nacional para la no repetición.

43 Por su parte, a pesar de que Contagio constituye un equipo pequeño, ha logrado avances significativos en audiencia, al punto que, bajo ciertas coyunturas, como las elecciones presidenciales de 2014, de las que se hizo un cubrimiento especial, tuvo una sobrecarga de la página, lo cual significa, como explicó su coordinadora, que al mismo tiempo estuvieron conectadas más de 1.000 personas escuchando y descargando audios. Las potencialidades y la fuerza de los contenidos de esta iniciativa de comunicación multimedia se hacen evidentes, no sólo en el hecho de que grandes medios los tengan en cuenta (o los plagien, como aseguró su coordinadora), sino también en los intentos de represión y censura. En tres ocasiones, la página web de Contagio ha sido hackeada, les han querido publicar información sin su consentimiento, les han borrado archivos, han recibido insultos, amenazas,16 e incluso, agresiones físicas durante algunas manifestaciones.17

44 Al margen de las dificultades siempre presentes, ambas experiencias organizativas siguen aportando a la consolidación de comunidades políticas y emocionales que desde la música, el arte urbano, la poesía y otras intervenciones culturales y comunicativas apuestan a la reconstrucción de memoria histórica y a la consolidación de otro tipo de relaciones sociales que abren caminos al pensamiento crítico, al tejido de redes afectivas y a la movilización de sensibilidades y de utopías. Aguilar Fernández, Paloma. 2008. Políticas de la memoria y memorias de la política. El caso español en perspectiva comparada. Madrid: Alianza Editorial. Aguilar-Forero, Nicolás. 2016. “COMUNICA(C)CIÓN. La comunicación en la acción colectiva juvenil: dos experiencias organizativas en la ciudad de Bogotá”. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud 14 (2): 1331-1344. Aguilar-Forero, Nicolás y Germán Muñoz. 2013. “Una experiencia de construcción de Nación desde la comunicación”. Revista Argentina de Estudios de Juventud 7: 1-25.

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BIBLIOGRAFÍA

Páginas web

Lucía Vargas, Activismo con ritmo hiphop, https://www.youtube.com/watch?v=dkgB6daG_FE

EL Furibundo - Yo si acuso a Mancuso, https://www.youtube.com/watch?v=juG-f3DkcVM

El Furibundo - jihad latino, https://www.youtube.com/watch?v=WELCNiHt92U

Agresión de la fuerza pública contra periodista y fotógrafo de Contagio Radio y TV, https:// www.youtube.com/watch?v=cJs8xO8eQwA&t=1s

NOTAS

1. Para conocer los programas y la propuesta de comunicación alternativa de Contagio se puede consultar su página web: http://www.contagioradio.com/. También se pueden encontrar análisis sobre esta experiencia en Aguilar-Forero y Muñoz (2013) y en Aguilar-Forero (2016). 2. La acción colectiva juvenil se refiere a formas de asociación e intervención, con jóvenes a la cabeza, que se desarrollan a partir de motivaciones comunes. En ellas convergen marcos interpretativos, sentimientos de identificación, dinámicas asociativas y organizativas, formas de participación y expresión, espacialidades (lugares en los que se despliegan las prácticas —cuerpo, territorios, calle, ciberespacio—) y temporalidades (historicidad de las acciones —corta, mediana, larga duración; continuas o discontinuas, etcétera—). Las prácticas comunicativas, por su parte, se entienden como procesos productores de significados, tanto hegemónicos como subalternizados, que se realizan a través de una red de mediaciones y de la lucha política por la construcción de sentidos sobre el mundo social (Martín-Barbero 1987). Por último, las políticas de la memoria hacen referencia a todas las iniciativas de carácter público, tanto oficiales como no oficiales, orientadas a difundir y consolidar interpretaciones sobre acontecimientos del pasado, que tienen cierta relevancia para determinados grupos sociales o para el conjunto de un país (Aguilar Fernández 2008). 3. Además de Argentina y Colombia, hay nodos de la red de H.I.J.O.S. en España, Holanda, Francia, Suecia, México, Guatemala, Paraguay y Uruguay. Sempol (2006) explica que H.I.J.O.S. Uruguay también emerge desde la década de los noventa como un grupo numéricamente reducido pero con gran impacto en los medios, que logró poner sobre la mesa la eficacia de las nuevas formas de protesta social y el cuestionamiento de ciertas políticas de la memoria hegemónicas. 4. La investigación de Cueto (2008) explica muy bien cómo, a raíz de conflictos con la Red Nacional de H.I.J.O.S. en Argentina, la regional de La Plata, que se inclinaba hacia criterios más restrictivos en su definición de la agrupación (sólo hijos de desaparecidos y asesinados), en ciertos momentos decidió llamarse HIJOS, sin puntos, en señal de ruptura con la Red Nacional. A pesar de ello, cuando las relaciones mejoraban y eran más fluidas, incorporaba de nuevo la sigla para autodefinirse y firmar sus actividades. Santiago Cueto, en entrevista realizada el 9 de junio de 2014 en La Plata (Argentina), afirmó que HIJOS, al tener un número abundante de militantes (cerca de doscientos en los años noventa), podía “darse el lujo” de restringir la membresía. Sin embargo, la razón central estuvo asociada a la cercanía con Hebe de Bonafini, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, y al deseo de adecuar la acción propia a los criterios de

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dicha línea fundadora: si las Madres eran madres de detenidos y desaparecidos, los Hijos también debían mantener este rasgo. 5. En el siguiente link se puede escuchar un poco de la música de Lucía Vargas y sus posturas con respecto al activismo político a través del arte y del hip hop: https://www.youtube.com/watch? v=dkgB6daG_FE 6. Luis Fernando Lalinde, estudiante de Sociología de 26 años y militante de Partido Comunista, fue detenido arbitrariamente, torturado, desaparecido forzadamente y ejecutado extrajudicialmente, entre el 3 y el 4 de octubre de 1984, por integrantes de las Fuerzas Militares (“Luis Fernando Lalinde” 2012). 7. María Mercedes Méndez, alcaldesa de El Castillo (alto Ariari, Meta) por la Unión Patriótica, fue asesinada en la masacre de Caño Sibao, en 1992, en la que también cayeron cuatro personas más de la Unión Patriótica (UP). A los cinco meses y veintitrés días de su asesinato, el 26 de noviembre de 1992, fue asesinado su esposo, José Rodrigo García Orozco, quien también pertenecía a la UP y se desempeñaba en ese momento como diputado de la Asamblea Departamental del Meta y como su vicepresidente (“María Mercedes Méndez” 2012). 8. El propio expresidente Uribe Vélez aseguró, durante la campaña presidencial previa a su primer mandato, que “el ‘error’ cometido con la UP es comprensible, pues no es posible querer ‘combinar la política con los fusiles’” (Cepeda y Girón 2005, 187). 9. Obrero, poeta, músico, artesano y líder campesino y sindical de la Unión Sindical Obrera (USO). Fue asesinado el 15 de enero de 1988 en el centro de Barrancabermeja (Santander), en circunstancias en las que, por acción o por omisión, participaron unidades de la Armada Nacional, del Batallón Nueva Granada, adscrito a la V Brigada del Ejército, y de la Estación de Policía de la refinería Ecopetrol (“Manuel Gustavo Chacón Sarmiento” 2008). 10. Se puede consultar un par de videos de la música de El Furibundo en los siguientes enlaces: https://www.youtube.com/watch?v=juG-f3DkcVM – https://www.youtube.com/watch? v=WELCNiHt92U 11. Organización de derechos humanos que desde 1988 viene haciendo acompañamiento integral a comunidades afrodescendientes, mestizas e indígenas que sobreviven, se organizan y afirman sus derechos sin el uso de la violencia, en medio del conflicto sociopolítico y armado de Colombia. 12. La Operación Génesis, dirigida por el general retirado Rito Alejo del Río, fue una operación militar que tuvo lugar en 1997 en el bajo Atrato chocoano, y que fue desarrollada por la Brigada 17 del Ejército, en colaboración con paramilitares. Según las fuentes oficiales, se trató de una acción contra el frente 57 de las FARC, pero en realidad lo que expresó fue una estrategia de control territorial y de la población, que conllevó el desplazamiento forzado de más 4.000 familias afrocolombianas de los ríos Cacarica, Salaquí y Truandó. Como parte de la Operación se asesinó y desmembró al campesino Marino López (en un acto de sevicia que implicó jugar fútbol con su cabeza), hecho por el cual, en 2012, fue condenado a 25 años y 8 meses de cárcel el exgeneral Rito Alejo del Río. 13. “Raquetear” en el lenguaje juvenil e informal de Bogotá quiere decir revisar o requisar de manera abusiva. “Bareto”, por su parte, hace referencia a un cigarrillo de mariguana. Por último, “Fachobook” es una forma de nombrar la red social Facebook, haciendo referencia implícita a su carácter “vigilante y opresivo” que contrasta con el de otras redes o plataformas no comerciales o corporativas. 14. Como explica Florencia Saintout (comunicación personal, 16 de junio de 2014), al margen de la ayuda caritativa, la “solidaridad militante” permite que colectivos heterogéneos se articulen en torno al bien común, a una motivación compartida. Esto lo explica al referirse a los más de 10.000 jóvenes de diversas organizaciones de Argentina que se congregaron en La Plata a partir del 2 de abril de 2013 para colaborar y hacer tareas solidarias, luego de la tragedia inesperada, una inundación que afectó a dicha ciudad por aquel entonces.

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15. José Antequera Guzmán y Yessika Hoyos, integrantes de H.I.J.O.S. Bogotá, hicieron parte de la primera y segunda delegaciones de víctimas, respectivamente. 16. Como señaló Contagio en un comunicado en el que denunció ser víctima de hackeo, esta experiencia organizativa ha padecido, además, la persecución en redes sociales por parte de sectores afines a las ideas de extrema derecha, que incluso han llegado a afirmar, en informes militares, que se trata de una “emisora que habla en contra del desarrollo y del gobierno” (“Contagio Radio víctima de Hackeo” 2010). 17. El 29 de agosto de 2013, en el marco de las protestas del paro agrario que se desarrollaban en el centro de Bogotá, la fuerza pública agredió a la periodista y al fotógrafo de Contagio que se encontraban cubriendo los hechos. La agresión quedó registrada en el siguiente video: https:// www.youtube.com/watch?v=cJs8xO8eQwA&t=1s

RESÚMENES

El presente artículo expone una reflexión en torno a dos experiencias de acción colectiva juvenil que en la ciudad de Bogotá (Colombia), han desarrollado diversas iniciativas de construcción de memoria histórica, de comunicación alternativa y de resistencia cultural. Se argumenta que, por medio de la música, el arte urbano, la poesía y otras prácticas comunicativas, ambas experiencias configuran comunidades emocionales que contribuyen a denunciar el olvido y a confrontar la impunidad.

This article presents a reflection on two experiences of collective action among youth in the city of Bogota (Colombia) that have developed diverse initiatives in the construction of historic memory, alternative communication and cultural resistance. It is argued that by means of music, urban art, poetry and other communicative practices, both experiences create emotional communities that help to denounce forgetting and confront impunity.

O artigo expõe uma reflexão sobre duas experiências de ação coletiva juvenil que desenvolveram diversas iniciativas de construção de memória histórica, comunicação alternativa e resistência cultural na cidade de Bogotá (Colômbia). O artigo argumenta que, pela música, pela arte urbana, pela poesia e por outras práticas comunicativas, em ambas as experiências, se configuraram comunidades emocionais que contribuíram para denunciar o esquecimento e confrontar a impunidade.

ÍNDICE

Palavras-chave: organização juvenil, ação coletiva juvenil, comunidades emocionais, contagio, H.I.J.O.S. Temas: organización juvenil, memoria, comunidad Palabras claves: acción colectiva juvenil, comunidades emocionales, H.I.J.O.S., contagio Keywords: youth collective action, emotional communities, H.I.J.O.S., Contagio

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AUTOR

NICOLÁS AGUILAR-FORERO

Doctor en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud (Universidad de Manizales-Cinde, Colombia). Investigador posdoctoral de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes, Colombia. Grupo de investigación: Educación, Desarrollo y Convivencia. Publicaciones recientes: “Contribuciones de los estudios culturales para el análisis de la acción política juvenil”. En Entre lenguas y culturas, tomo 2, Escenarios para los estudios culturales, 43-68. Bogotá: Ediciones Uniandes, 2016. “COMUNICA(C)CIÓN. La comunicación en la acción colectiva juvenil: dos experiencias organizativas en la ciudad de Bogotá”. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud 14 (2): 1331-1344, 2016. Correo electrónico: nj.aguilar1902[at]uniandes.edu.co

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Redes de periodistas para vencer el miedo: comunidades emocionales ante la violencia de Estado El caso de México Networks of Journalists to Overcome Fear: Emotional Communities in the Face of State Violence. The Case of Mexico Redes de jornalistas para vencer o medo: comunidades emocionais diante da violência do Estado. O caso do México

Oliva López y Guadalupe López

NOTA DEL EDITOR

Fecha de recepción: 23 de agosto de 2016 Fecha de aceptación: 27 de febrero de 2017 Fecha de modificación: 27 de marzo de 2017 DOI: 10.7440/res62.2017.06

NOTA DEL AUTOR

Este artículo es producto de la investigación en colaboración de las autoras que son miembros de la Red Nacional de Investigadores en los Estudios Socio-Culturales de las Emociones (RENISCE. https://renisce.wordpress.com). No contó con financiamiento.

Introducción

1 Desde hace más de una década, en México, el miedo ha sido una de las emociones centrales en la experiencia del periodismo crítico y los medios independientes, a causa

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de las violencias sistemáticas que enfrentan. Debido a ello, esta profesión es considerada una de las más peligrosas en este país, de acuerdo con diversos organismos internacionales, en materia de libertad de expresión y derechos humanos (Freedom House 2016; Misión Internacional 2008). La organización Article 19, fundada en 1987, ha documentado la violación a los derechos de los periodistas1 en el mundo y, a partir de 2006, en México. En 2016 publicó el informe M.I.E.D.O. – MIEDO/IMPUNIDAD/ESTADO/ DEMOCRACIA/OPACIDAD, cuyo título es un léxico en forma de acrónimo que no sólo describe los componentes centrales en el recuento de las agresiones y los asesinatos de periodistas ocurridos en México en 2015, sino que sitúa en el centro la emoción principal desde donde se articula el documento de 198 páginas y con cubierta negra: miedo. La estructura del documento evidencia la importancia de la dimensión emocional en las acciones de un colectivo, al dar cuenta de cómo el miedo que paraliza en lo individual puede ser resignificado y transformado en el ámbito social.

2 En este artículo hacemos una revisión del informe, desde una mirada sociocultural de la emociones (Hochschild 1979; 2008; Illouz 2007; López 2011). Nos importa entender por qué y cómo el miedo —emoción que resulta de una relación desigual de poder y subordinación, a causa de una amenaza real y material como la violencia infligida a periodistas— funciona como una política de control (Moïsi 2009), pero también por qué y cómo puede orientar y reconfigurar las acciones de las comunidades o los grupos sobre los cuales se pretende ejercer ese dominio.

3 Pretendemos rebasar la concepción teórica que cosifica las emociones como productos sociales y culturales fuera de los sujetos, para pasar de una referencia singular que alude al yo, a un plural: nosotros. Así, las entendemos como esa energía que acompaña toda acción humana individual y colectiva. Como sostiene Scheer (2012), las acciones sociales no sólo generan emociones, ya que lo que se siente —es decir, las emociones y los afectos, tales como la indignación y la rabia— constituye, del mismo modo, una potencia para encauzar prácticas y acciones sociales específicas concretas y materiales.

4 En este análisis reconocemos las emociones no sólo como procesos psicofisiológicos y psíquicos que orientan respuestas individuales; destacamos, sobre todo, su sentido social y culturalmente construido respecto de las reglas del manejo emocional (feelings rules) (Hochschild 1979), acorde con las expectativas sociales (Thoits 1985), que van dando lugar a comunidades emocionales con nuevas reglas y formas de organización profesional. Particularmente, nos interesa hacer énfasis en lo que Hochschild (1979) denomina “trabajo emocional profundo” (emotion work), para mostrar la importancia de las emociones en la vida social, y el lugar central que deben tener en la explicación de movimientos y organización de los conjuntos sociales, la cual se pierde al ser reducidas las emociones a su concepción psicológica (Jasper 2012). Los grupos de periodistas en México, como en otros lugares del mundo, son una comunidad emocional (Jimeno, Varela y Castillo 2015; Rosenwein 2007) que se está cohesionando a partir de la creación de redes motivadas por el miedo, cuyos objetivos van desde la generación de estrategias psicológicas para enfrentarlo hasta la elaboración y difusión de acciones que buscan informar y profesionalizar al periodismo.

5 La revisión del informe M.I.E.D.O. está distribuida en tres apartados. En el primero, abordamos elementos teórico-conceptuales sobre las emociones, en general, y el miedo, específicamente. En el segundo, presentamos una síntesis del contenido del informe que hace un recuento de las agresiones a periodistas ocurridas en el 2015 en México, y

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en el tercero incorporamos el análisis al informe desde una perspectiva sociocultural. Cerramos con unas breves reflexiones.

Las emociones en la vida social: el miedo como motor de cambio

6 El miedo ha sido considerado concomitante de la existencia humana porque ha orientado la vida de hombres y mujeres ante lo desconocido y lo incontrolable que amenaza la vida (Delumeau 2005). Desde una perspectiva sociocultural de las emociones, el miedo ha dejado de ser una respuesta psicológica para convertirse en una cultura (Moïsi 2009), porque sus significados, representaciones y prácticas construyen subjetividades que corresponden a la vida pública, más que a hechos privados.

7 Al respecto, Ahmed (2015) advierte que no se trata de elegir un modelo excluyente de las emociones que focalice exclusivamente el ámbito psicológico (inside out) o sólo considere su aspecto externo y social (outside in). Una postura más integradora (Ahmed 2015; Hochschild 1979; Illouz 2007; López 2011) las concibe como un nexus crucial para la constitución tanto de lo psíquico como de lo social. Es decir, las emociones constituyen una dimensión de los fenómenos sociales, en los cuales intervienen tanto los individuos como los colectivos humanos.

8 Por eso, las consideramos como esa fuerza de la experiencia que dirige las acciones, ya sea porque orientan nuestras decisiones —porque son nuestras emociones razonadas las responsables de nuestras elecciones, como sostiene Le Breton (1999)—, o porque lo que sentimos es tan importante como lo que pensamos y hacemos en la vida social, en palabras de Hochschild (1979). También pueden ser pensadas como vehículos de la comunicación, porque están ligadas a valores morales y normas sociales pactados en tiempos y espacios concretos, por lo cual tienen un carácter público que se legitima según los códigos y ritos de cada sociedad en determinados tiempos (Illouz 2007).

9 Las emociones forman parte de la experiencia humana y orientan nuestras relaciones sociales e interpersonales porque nos ligamos al mundo, tanto por lo que pensamos como por lo que sentimos: “Lo que nos [con]mueve, lo que nos hace sentir, es lo que nos mantiene en nuestro sitio, o nos da lugar en el mundo para habitarlo” (Ahmed 2015, 36). Si reconocemos que las emociones implican un (con)moverse, necesariamente estamos obligados a reconocer la imposibilidad de separarlas del cuerpo, en el sentido material y simbólico. La imposibilidad de su eliminación o negación no pasa por una concepción neuropsíquica de las emociones sino por la premisa de que cuerpo y movimiento están unidos. El cuerpo es el espacio de la afectividad: “el vínculo se realiza mediante el movimiento, al verse (con)movido por la proximidad de otros” (Ahmed 2015, 36).

10 La afectación de la proximidad depende de lo que se ha denominado “reglas del sentir” (Hochschild 1979) o “cultura emocional” (Illouz 2007), que son, en el fondo, las características sociales y culturales estabilizadas que regulan nuestras maneras de sentir en circunstancias, contexto y tiempo determinados (Hochschild 1975, 1979, 2008; Lively y Weed 2014), según los códigos culturales y las condiciones de los sujetos, de acuerdo con el sexo, edad y etnia, entre otros ejes de estructuración social.

11 Así, el miedo, la emoción más democrática (Bourke 2006) y dominante en el mundo moderno (Delumeau 2005) y posmoderno (Moïse 2009), siempre se experimenta cuando

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se aproxima una amenaza, porque necesariamente implica una relación de poder y control desde la subordinación y una desventaja entre quien(es) ejerce(n) distintas acciones para generarlo y quien(es) lo vive(n). El tránsito de mensajes, actos concretos para crear miedo, se convierte en lo que Delumeau (2005) y Ahmed (2015) refieren como la circulación de objetos de la emoción, que no es más que la transformación de lo que se siente en ficciones, estrategias y actos, que lo materializan ante los miedos específicos.

12 La principal consecuencia del miedo son la inmovilidad y desarticulación, porque esa emoción funciona para alinear el espacio corporal y social. Si bien es la respuesta ante un peligro inminente —frente al cual se carece de condiciones reales o imaginarias para contrarrestarlo—, el miedo se experimenta de manera distinta entre hombres y mujeres, entre jóvenes y adultos, entre indígenas y población urbana. Más que una cuestión natural, lo anterior se debe a causas estructurales que posibilitan grados o niveles de subordinación distintos, por condiciones físicas o, sobre todo, sociales y materiales.

13 Los tipos de subordinación reproducidos social e históricamente generan distintos tipos de miedos y son generadores de estos, los cuales se manifiestan de modos diferentes entre las clases sociales, las etnias, el sexo y las generaciones; de ahí que el miedo constituya un elemento nodal que anima las relaciones entre el grupo y el individuo. No se trata de pensar que es la estructura social la que lo crea, como lo han supuesto algunos enfoques sociológicos (Bericat 2000), ya que también da forma a las estructuras sociales, a través de las narrativas y los imaginarios sociales. En ambos casos, el miedo no puede entenderse como una promulgación social: se trata del ejercicio del poder.

14 El miedo y la paralización de los cuerpos son —en palabras de Butler (1993)— un efecto de la repetición. Este fenómeno es capaz de borrar los procesos de producción de las emociones, llevándonos a su conceptualización de naturalización y fetichización, que consiguen impregnarse como cualidades de los objetos (Ahmed 2015). En esa misma lógica, los mundos se materializan a través de la repetición de las normas; así, se produce “el efecto de frontera, permanencia y superficie” (Butler 1993, 9), y también se producen sujetos, los sujetos de las relaciones de poder.

15 Pero, ¿por qué, de toda la gama de emociones, el miedo resulta central en el control? Un aspecto teórico importante en nuestra perspectiva analítica es la conexión entre emociones y sociedad. Especialistas en los estudios sociales en esa área plantean la necesidad de indagar las funciones del miedo, el cual —visto desde un enfoque psicológico— se considera una respuesta interna, un mecanismo psíquico defensivo individual (Bourke 2006). Esta aproximación lo reduce a una categoría individualista y a un estado interno tal, que desdibuja su lectura en las relaciones de poder. Además de ser una disposición cognitiva, el miedo se articula en función de otros sujetos y objetos inmersos en relaciones de poder, como en el caso de los periodistas, con las distintas esferas del poder público, aunque el grado de tensión de esta relación en conflicto permanente obedece, en gran medida, a la información que se difunde y a la libertad que se tiene para expresarla.

16 Entonces, ¿por qué una emoción como el miedo puede reactivar otros procesos y organizaciones de los sujetos? Thoits (1984, citado en Lively y Weed 2014) alude a la experiencia emocional, la cual está constituida por cuatro componentes interdependientes: aspectos psíquicos, cognitivos, los significados que se da a la experiencia —a través de las etiquetas y los adjetivos empleados tanto por otros como

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por nosotros mismos— y las maneras en que se expresa en uno mismo y en los otros. Si bien esa tesis parece reducir las emociones al nivel individual, cuando se analiza la experiencia emocional a la luz de sus consecuencias sociales, como la que aquí se presenta (periodistas unidos en redes para enfrentar el miedo), identificamos que los componentes psicológicos y sociales de las emociones están íntimamente relacionados, de tal forma que un cambio en el lenguaje evidencia la creación de estándares emocionales (Sterns y Sterns 1985), a partir de los medios y las actitudes de ciertas prácticas que una sociedad o un grupo define, fomenta y mantiene respecto de ciertas emociones.

17 Por otra parte, sociólogas de las emociones como Hochschild (1979) y Thoits (1990), y Frevert (2011), desde la historia cultural de las emociones, aseguran que las variaciones en los significados de la expresión emocional pueden ser el motor para reorientar nuevas experiencias emocionales, porque posibilitan un cambio emocional profundo en los sujetos y los colectivos, que encuentran las formas de estabilizar nuevas reglas emocionales ante los imperativos sociales de gestionar emociones como el miedo. Existe, como resaltan Lively y Weed (2014), una relación intrínseca entre emoción y los roles sociales; de tal suerte que estos están motivados por la dimensión emocional, que constituye una brújula en la expectativa de cada uno. Cuando el manejo emocional de una colectividad está guiado de manera directa y busca una adecuación de los papeles en función de las expectativas sociales, se puede hablar de la conformación de comunidades emocionales, en el sentido que lo propone Rosenwein (2007),2 porque las agrupaciones comparten la internalización de las normas, los valores y emociones, los cuales son importantes porque determinan el qué y el cómo pensar y actuar en determinadas circunstancias.

18 Los sujetos son capaces de hacer cambios en lo que sienten para buscar mantener un lugar en la vida social acorde con su grupo de pertenencia, y no sentirse fuera. El trabajo emocional puede ser entendido también como una estrategia de reorientación que va desde el repliegue y la búsqueda de la autocontención hasta un trabajo profundo que representa trascender —en este caso— el miedo, por coraje, rabia e indignación, emociones que se convierten en un motor de la acción colectiva (Jasper 2012). En el caso de los periodistas, se trata de reconocer el miedo en la vivencia personal (historias del miedo) y resignificarlo y materializarlo en lo social (redes para vencer el miedo).

19 Las normas emocionales orientan lo que debe sentirse en circunstancias precisas y en ciertos contextos sociales; por ello, constituyen un modo de control social. No obstante, a partir de distintas estrategias socioemocionales, los sujetos tienen la libertad y capacidad de re-organizar otras formas de sentir, cuando se enfrentan a situaciones adversas en las que —en lugar de resignarse ante lo inminente— identifican lo que sienten y construyen vínculos que les permitan tener nuevos significados en la vida social (Lively y Weed 2014).

20 La experiencia emocional de los sujetos en la vida social rebasa el nivel psicológico y cognitivo al hacer de las emociones señales que vinculan lo psíquico con lo social, cual nexus que permite dimensionar su función social, al reconocer la importancia que adquieren para entender las acciones de los sujetos desde una dimensión vital de la vida de los actores, como lo vemos con los periodistas que han sido agredidos por su trabajo en medios.

21 Al analizar el informe M.I.E.D.O., identificamos que en la creación de nuevos lenguajes — en este caso, convertir en positivo el significado de miedo— hay una iniciativa política

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por parte de Article 19, que pone en el centro el manejo emocional, con posibilidades de construir nuevas experiencias fuera de la normatividad socioemocional de la cultura del miedo. Los testimonios son un ejemplo de cómo las emociones tienen una relación directa con la cultura material (Labanyi 2010) y con las prácticas sociales (Scheer 2012), además de cumplir una función política (Ahmed 2015), ya sea para paralizar o movilizar la agencia de los sujetos.

El informe M.I.E.D.O.

22 Article 193 fue fundada en Londres en 1987, en defensa de la libertad de expresión y de información. Su nombre lo retoma del Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que a la letra indica: “Toda persona tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye la libertad de sostener opiniones sin interferencia y buscar, recibir y difundir informaciones e ideas por cualquier medio y sin consideración de fronteras”. En 2006, abrió una oficina para México y Centroamérica, con el fin de documentar las violaciones a sus derechos y dar acompañamiento a quienes son afectados (“Sobre Article 19” 2012). A partir de esos objetivos, Article 19 emite un reporte anual de las agresiones a periodistas y a medios de comunicación en el país.

23 En los tres últimos informes publicados por Article 19, el miedo fue expresado como un factor que orilló a los periodistas a modificar su actividad profesional, a dejar de cubrir información —principalmente la policiaca—, a la autocensura, a cerrar medios y a dejar su trabajo, casa y familia y abandonar su lugar de origen. El reporte del 2013, Disentir en silencio: violencia contra la prensa y criminalización de la protesta, México 2013, señaló que “La impunidad sigue siendo el elemento transversal en los casos que reportamos en 2013. Es la misma impunidad que poco a poco genera miedo entre los periodistas, arrincona e inhibe la responsabilidad de comunicar temas de interés público” (Article 19 2014, 5). En el 2014, el reporte llevó por título Estado de censura, en el cual el miedo siguió tomando relevancia: México vive un estado de miedo y hacer periodismo bajo miedo afecta severamente no sólo el derecho individual de toda persona a ejercer ese derecho, sino el derecho colectivo a la información. Los gobiernos totalitarios son los que se sostienen gracias al miedo y a un control férreo de la información […] La prensa independiente resulta demasiado incómoda para el poder político […] El miedo, la impunidad, la violencia son elementos demasiado comunes para la prensa en México. (Article 19 2015, 1) 24 El informe de las agresiones en 2015, M.I.E.D.O. MIEDO/IMPUNIDAD/ESTADO/ DEMOCRACIA/OPACIDAD, fue presentado en marzo de 2016. En su título se refleja una reconfiguración de la emoción que domina en el periodismo; sólo que, en forma de acrónimo, a los responsables de la estabilización del miedo que sitúa a México como el lugar más peligroso para ejercer esa profesión. Darío Ramírez, entonces director de la Oficina para México y Centroamérica, destaca que el informe constituye una “radiografía clara del miedo que sufre la prensa debido al incremento de hechos violentos en su contra y que no han recibido respuesta efectiva del Estado” (Article 19 2016, 5). Agrega que el miedo que sienten los periodistas, generado por la impunidad, la indefensión y la ineficacia del Gobierno, es casi generalizado, y describe cómo esta emoción se ha situado en el centro del ejercicio periodístico:

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El miedo no es el estado natural de las personas. El miedo lacera la libertad, la confianza, la colectividad. Destruye lentamente lo más esencial de los núcleos sociales. La anatomía del miedo es incierta. Cada persona lo carga de manera distinta, pero lo cierto es que hoy en México el miedo está instalado, en mayor o menor medida, en todas las redacciones de prensa. Y es imposible hacer periodismo responsable, diligente y de interés público con miedo […] Vivir con miedo en una democracia es un contrasentido. (Article 19 2016, 6 y 7) 25 El reporte anual se ordenó en cinco apartados: I. Geografía del miedo, II. Las historias del miedo, III. Las redes para vencer el miedo, IV. Estado, administrador del miedo, y V. Recomendaciones. Esta estructura conforma una narrativa distinta del miedo, anclada en la búsqueda de la construcción de una identidad afectiva que cohesione al gremio de periodistas que reconocen ejercer su labor profesional con miedo.

Geografía del miedo

26 En este apartado, Article 19 presenta un panorama nacional de las agresiones a periodistas desde 2009 hasta 2015, período en el que contabilizaron 1.832 casos. El primer lugar lo ocupó Ciudad de México, con 302. Se hizo énfasis en Guerrero, Guanajuato y Puebla, porque en el primer estado, en 2015, el 58,2% de los 56 ataques los cometieron integrantes del “crimen organizado”. Guanajuato y Puebla, que no habían tenido un lugar relevante en los informes anteriores, en esta ocasión tuvieron un aumento en esos acontecimientos, al contabilizarse 13 y 38, respectivamente.

27 A nivel nacional, en 2015, Article 19 contó 397 agresiones (entre estas, a 84 mujeres y 69 medios de comunicación, en sus instalaciones), con siete periodistas asesinados (todos hombres). Ciudad de México y Veracruz ocuparon el primer lugar, con 67 registros; las siguieron Guerrero, Puebla, Oaxaca, Quintana Roo, Estado de México y Guanajuato, con 56, 38, 35, 18, 14 y 13, respectivamente. El 41,5% de los casos (165) fueron cometidos por funcionarios públicos; sin elementos suficientes, 21,5% (85); particular, 19,5% (78); grupos del crimen organizado, 9% (35), y fuerza partidista, 8,5% (34).

28 El informe incluyó los asesinatos, las desapariciones forzadas, desplazamientos obligados, hostigamiento y acoso, allanamiento de domicilio, privación ilegal de la libertad, ataques a redes y plataformas independientes de periodistas, la violencia institucional, las agresiones en procesos electorales, las amenazas y los atentados a medios de comunicación. Asimismo, señala cómo quienes detentan el poder han desarrollado estrategias más precisas para manejar la información en diferentes ámbitos y cómo la violencia ha alcanzado a los trabajadores de los medios (un trabajador administrativo fue asesinado) y a sus familiares, aunque en 2015 los más afectados fueron los reporteros (183), los fotoperiodistas (44) y los directivos de medios (35), tendencia similar en el período 2009-2015.

Las historias del miedo

29 En cuatro bloques, Article 19 reseña los casos más representativos de agresiones a periodistas y medios de comunicación durante 2015. En el primero, ubica al estado de Tamaulipas como “la raíz del miedo”, pues ahí fue donde se registraron los primeros crímenes de periodistas que informaban sobre la violencia en México, a partir del año 2000. Relata los ataques al periódico El Mañana de las ciudades fronterizas de Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros, y calcula que hubo trece periodistas asesinados (dos

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mujeres), entre 2000 y 2015; seis desaparecidos (una mujer) de 2003 a 2015 y once atentados a medios de 2006 a 2015.

30 En el segundo bloque, “Veracruz: el miedo que muta”, Article 19 indica que esa entidad se convirtió en la más peligrosa para ejercer el periodismo en México, pues en el período del gobernador Javier Duarte de Ochoa, quince informadores habían sido asesinados. Entre los casos más representativos están el de Moisés Sánchez Cerezo, director, editor, reportero y fotógrafo de la gaceta La Unión, en el municipio de Medellín de Bravo, desaparecido el 2 de enero de 2015 y encontrado muerto; el de Rubén Espinosa, fotoperiodista colaborador para diversos medios, asesinado el 31 de julio en Ciudad de México, así como los veintidós atentados a la Agencia Veracruzana de Comunicación y Noticias (AVC Noticias), entre 2013 y 2015. El tercer bloque, “La frecuencia del miedo en Oaxaca”, relata el caso de Filadelfo Sánchez Sarmiento, director de la estación de radio La Favorita 103.3 FM, municipio de Miahuatlán, quien fue asesinado después de recibir varias advertencias.

31 El último bloque, “El miedo en internet”, está dividido en tres secciones. La primera aborda las agresiones a comunicadoras en redes sociales, que las ubica como “blanco de violencia de género”; es decir, una violencia diferenciada en relación con los hombres, que comprende hostigamiento, acoso sexual, adevertencias, lenguaje discriminatorio y misógino, campañas de desprestigio con connotación sexual, fotomontajes y publicación de fotografías sin su consentimiento. Se describen tres casos. El de la activista Luisa Velázquez, conocida como @menstruadora, cofundadora de La Colectiva Lesboterroristas y colaboradora del medio digital La Crítica; Rossana Reguillo, investigadora, bloguera y colaboradora de varios medios de difusión en temas relacionados con juventud y violencia, y el de Marion Reimers, periodista deportiva de .

32 En las intimidaciones y los atentados a las periodistas, invariablemente se identifica un componente de género, toda vez que son tratadas de manera despectiva por incumplir el imaginario social que ubica el espacio privado como el lugar naturalizado de las mujeres, además de responsabilizarlas de la violencia que han padecido. En los discursos de amenazas y notas posteriores a desapariciones y asesinatos se encuentra una concepción de las periodistas como sujetos anómalos o abyectos (Kristeva 2006) por transgredir un “orden de género hegemónico”. Una muestra son los mensajes posteados en las redes sociales de periodistas desaparecidas, cuyos captores los hacen pasar como si fuesen de las propias comunicadoras. En la cuenta de María del Rosario Fuentes, del blog ValorX Tamaulipas, aparecieron después de su secuestro —ocurrido el 15 de octubre de 2014— fotografías suyas con el siguiente mensaje: “#REYNOSAFOLLOW CIERREN SUS CUENTAS NO ARRIESGUEN A SUS FAMILIAS, COMO LO HICE YO, LES PIDO PERDON”.4 La imagen de su cuerpo fue vista por última vez en Twitter.

33 Por otro lado, el permanente riesgo de violencia sexual contra las mujeres representa una estrategia brutal de miedo y de destrucción total; genera en las sobrevivientes trastornos físicos y emocionales que difícilmente pueden ser superados. La asociación entre sexualidad e identidad de género es articulada como elemento nodal de las relaciones de poder desigual que perpetúan la subordinación de las mujeres. Como indica Article 19 (2016), la violencia contra los periodistas en México posee características insoslayables de acuerdo con la identidad de género de las víctimas, porque en cada caso, y dependiendo del sexo, se incluyen amenazas de tipo sexual o de intimidación, por el potencial daño a los hijos o familia cercana. Las estrategias de la

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cultura de miedo por parte de los agresores están orquestadas muy cercanamente a las identidades, para conseguir la eficacia que persiguen: bloquear la comunicación social libre e independiente que amenace el statu quo de políticos o de líderes del crimen organizado.

34 La segunda sección de este bloque es la censura digital en el estado de Puebla. Entre los afectados estuvieron las versiones digitales de los diarios La Jornada de Oriente y Centro. Por último, Article 19 expone cómo se da el control estatal en el ámbito digital, a través de una amplia y compleja normatividad que ha restringido el derecho a la privacidad y protección de datos, como resultado de “las legislaciones y políticas del gobierno mexicano orientadas a ejercer un control público desproporcionado sobre el ejercicio de la libertad de expresión, la protección a la privacidad y los datos personales” (Article 19 2016, 113), sin el resguardo ni el cumplimiento de las mínimas garantías para los comunicadores sociales.

Las redes para vencer el miedo5

35 Ante la nula respuesta de las autoridades a las agresiones y los asesinatos, de acuerdo con Article 19, los periodistas crearon redes solidarias con defensores de derechos humanos, que han permitido frenar —en cierta medida— la violencia hacia el gremio. En el 2013, Article 19 creó la red de monitoreo #RompeElMiedo, para registrar posibles lesiones a periodistas durante la cobertura de la marcha conmemorativa del 2 de Octubre. En la actualidad, tiene el objetivo de fortalecer la seguridad y la protección de periodistas y documentadores en contextos de protesta social o coberturas de riesgo. En su sitio virtual,6 la red presenta diversos materiales gráficos para conocer lo que se debe hacer y no se debe hacer durante la documentación en coberturas de alto riesgo (“Prevención para documentar” s/f).

36 Otra red es el Colectivo Voz Alterna,7 en el estado de Veracruz, convertido “en uno de los grupos más críticos de la impunidad y la simulación del gobierno de Javier Duarte” (Article 19 2016, 128), con más de treinta periodistas que trabajan por la libertad de expresión, la capacitación y justicia para sus compañeros asesinados y desaparecidos. Fue creado en 2012, a raíz del crimen de la corresponsal de la revista crítica Proceso en la ciudad de Xalapa, Regina Martínez, para mantenerse protegidas/os, no aislarse, trabajar en grupo y contar con medidas de autoprotección.

37 En 2013, Rubén Espinosa fue promotor de la red Fotoreporteros MX,8 también para monitorear a colegas que realizaran cobertura de alto riesgo, “promover, defender y cuidar de los derechos de la libertad de prensa. Compartir, intercambiar experiencias y capacitar a los fotoperiodistas que laboran en México” (“Fotoreporteros Mx” 2013). Luego del homicidio, este medio utilizó las redes sociales (Facebook) para publicar información.

38 La Red Puebla de Periodistas9 se constituyó a raíz de la conocida Ley Bala,10 promovida por el gobernador del estado de Puebla, Rafael Moreno Valle, como una respuesta a la falta de garantías para el ejercicio periodístico en dicha entidad. La conforman “reporteras y reporteros de medios críticos al gobierno que cubren movimientos sociales, protesta social y derechos humanos” (Article 19 2016, 131). Samantha Páez, una de sus integrantes, subrayó que la principal motivación fue “ver cómo la represión y el bloqueo a la libertad de expresión iba creciendo y que los periodistas podíamos ser un blanco de esa represión” (Article 19 2016, 131).

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39 La Red de Periodistas de Juárez surgió en 2011, integrada primeramente por cinco reporteras, a partir de la censura y violencia que se vivían en esa ciudad fronteriza. El eje que las articuló fue la solidaridad, como “la forma de hacer frente al miedo que el contexto de inseguridad les generaba” (Article 19 2016, 134). Su función fundamental ha sido —desde su primera actividad: presentación del libro Fuego cruzado, de la periodista Marcela Turati, en 2011— llevar a cabo talleres, conferencias y presentaciones, así como crear espacios para la formación y capacitación, y para combatir la censura, con miras a la profesionalización del periodismo, que incluyan temas de seguridad y autoprotección, el acceso a la información y trato con víctimas (Article 19 2016, 135).

40 Article 19 hizo mención de la Red en Defensa por los Derechos Digitales R3D, que está dedicada a la defensa de los derechos humanos en el entorno digital: Utilizamos diversas herramientas legales y de comunicación para hacer investigación de políticas, litigio estratégico, incidencia pública y campañas con el objetivo de promover los derechos digitales en México. En particular, la libertad de expresión, la privacidad, el acceso al conocimiento y la cultura libre. (“Quiénes somos” s/f) 41 En el informe también se aludió al programa en internet Rompeviento TV y a Periodistas de a Pie.11 Una de sus colaboradoras, Jade Ramírez, señala que es fundamental crear redes solidarias entre compañeros para minimizar el riesgo de amenazas y coberturas de riesgo. “La red entre periodistas, comparada con una organización, es más cálida” (“Redes de solidaridad entre periodistas” 2016), refirió Ramírez.

42 Las redes conformadas a lo largo de estos años a consecuencia de los ataques a los periodistas en México son las acciones colectivas que han intentado conjurar el miedo que se vive de manera individual y enfrentar los obstáculos en el ejercicio de su labor profesional. Esta forma de articulación horizontal constituye comunidades emocionales que se crean como medida de protección, cuando los periodistas están expuestos a las amenazas y violencia. Si bien las agresiones a compañeros y fuentes de trabajo, los mecanismos de regulación/censura de la información o los contextos de violencia social impulsaron esos espacios, estos han extendido su campo de acción hacia la profesionalización de sus integrantes y el ejercicio de un periodismo independiente y crítico, pese al miedo permanente. En ese sentido, se trata de la construcción de redes basadas en la identidad de vulnerabilidad de un gremio que busca potenciar un cambio emocional que oriente acciones específicas en la consecución de su rol periodístico.

Estado, administrador del miedo

43 En este apartado del informe, Article 19 presenta un balance —en cuatro bloques— de las acciones instrumentadas por el Estado en la protección a periodistas. En el primero, detalla el papel de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) como una “simulación de autonomía”. De las recomendaciones emitidas no hay seguimiento, y no tiene facultades para coadyuvar en la reparación del daño. Cuenta con el Programa de Agravio a Periodistas y Defensores Civiles, que se distingue por su opacidad para reportar sus resultados. El segundo bloque está dedicado a la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE, Procuraduría General de la República), a la cual califica como “cómplice de la impunidad”. Es una fiscalía ineficiente y cara.

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44 La tercera sección de ese apartado es la correspondiente al Mecanismo para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas,12 con una “burocracia sin resultados”, presupuestos mal aplicados y escasa rendición de cuentas. Cuenta con una Unidad de evaluación de riesgos que genera un “camino tortuoso” para acceder a la protección. El botón de pánico es una de las medidas a las que más se acogen los informadores, pero los cinco testimonios que presenta Article 19 demuestran la ineficacia de este; incluso, Bartolomé Canché, periodista del Diario de Yucatán, recibió una amenaza por ese medio. El cuarto inciso del apartado menciona cómo las legislaciones que aluden a la libertad de expresión son restrictivas con la tipificación de “delitos contra el honor”, “halconeo”13 y “ultraje a la autoridad”.

45 Este sistema de acceso a la justicia para terminar con la impunidad, proteger a los periodistas, reparar el daño y garantizar el derecho a la información ha generado desconfianza, debido a los niveles de corrupción y a que no existe un plan integral para garantizar el funcionamiento de las medidas. De este extenso inventario, una sola frase resume el papel de las autoridades: “el Estado no quiere investigarse a sí mismo” (Article 19 2016, 169). Pese a ello, Article 19 emite una serie de recomendaciones en materia normativa, administrativa y de procedimientos, así como para garantizar la autonomía de la CNDH y la derogación de normas que criminalizan la libertad de expresión.

Del miedo psicológico que paraliza, al miedo colectivo que organiza

46 En el informe M.I.E.D.O. observamos tres procesos que nos permitieron acercarnos a las emociones desde la dimensión sociocultural: el miedo como control político, aspecto que se hizo evidente al señalar al Estado como “administrador del miedo”; el miedo que, experimentado de manera individual, desarticula y repliega a quienes se busca controlar, que lo podemos identificar en los relatos de “Las historias del miedo”, y, finalmente, la reconfiguración del miedo que orienta la actividad periodística, con guías para practicar de manera menos vulnerable su labor profesional, y basadas en la solidaridad entre quienes están expuestos a las agresiones, a partir de “Las redes para vencer el miedo”. Asimismo, se identificó cómo las emociones —el miedo, en este caso— representan una dimensión vital de lo social, por las funciones normativas que cumplen en la vida de los actores sociales (Hochschild 1979). A la vez, las relaciones de poder ejercidas a partir del miedo nombrado, y la amenaza identificada, no sólo producen sujetos normados y controlados sino que pueden ofrecer las condiciones para reorientar acciones de cohesión, como un intento de conjurar la violencia.

47 La estructura del informe M.I.E.D.O. pone como eje central esa emoción, con lo cual podemos ejemplificar la teoría del manejo emocional de Hochschild (1979), cuya tesis principal es que lo que sentimos es tan importante como lo que pensamos. Como hemos argumentado antes, el miedo puede ser un medio infalible para re-producir la subordinación, la parálisis, y conllevar la desarticulación política en cuanto cultura de miedo que intenta normar a los periodistas en su labor de comunicadores, pero también puede dar lugar a la resistencia y transgresión como estrategias para resignificar e impulsar acciones colectivas que buscan implementar otras experiencias emocionales en los mismos escenarios sociales. En “Las historias del miedo” se dibujan los efectos de repliegue y desarme que esa emoción produce en los sujetos, en tanto que

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en “Las redes para vencer el miedo” se demanda de las personas un cambio profundo capaz de impactar la experiencia emocional que acompaña el cumplimiento del rol profesional, al impulsar un movimiento de denuncia y protección, que potencialmente les permitiera transitar a los periodistas de la vulnerabilidad a la indignación y a la visibilización pública de su situación en el escenario mundial.

48 El tránsito del repliegue al despliegue, nos ha permitido identificar qué tan importante es el trabajo emocional profundo que sitúa en el centro a la socialidad, fuera de escenarios controlados y terapéuticos, porque las redes para vencer el miedo o los grupos de apoyo orientan un manejo emocional interpersonal, basado en la identidad de los integrantes que comienzan por retratar, como lo hace el informe de Article 19, las historias del miedo que reflejan sentimientos que van de la angustia, la tristeza y la desesperación a emociones de empoderamiento como la ira, el orgullo y la solidaridad. Las redes otorgan un lugar central a los compañeros porque es el colectivo el que conforma emociones distintas en los contextos de vulnerabilidad, al ofrecer otros relatos sobre la misma emoción (Lively y Weed 2014).

El miedo en primera persona: el repliegue

49 Cada persona carga el miedo de manera distinta, indicó Darío Ramírez en la introducción del informe, aunque las narraciones relatan un patrón generalizado: el repliegue y la “prudencia”. En el caso de la violencia vivida por los periodistas, vemos que el miedo se estabilizó como la principal emoción experimentada al llevar a cabo su trabajo de comunicadores sociales disidentes y socialmente comprometidos con causas específicas, y como acciones de denuncia social. De acuerdo con Raymundo Sandoval, de la Universidad Iberoamericana: El miedo al realizar la propia práctica periodística dada la percepción subjetiva u objetiva, se constituye como una limitante al ejercicio de la libertad de expresión. En Guanajuato, durante 2015 esta cuestión es importante, dado que son varios reporteros que señalan haber realizado su trabajo con miedo ese año. (Article 19 2016, 20) 50 El miedo cumple una función de encogimiento real y simbólico del cuerpo en el espacio. Tal como se refleja en las historias del miedo, por cuanto esta emoción es una experiencia corporeizada, hay una relación con el cuerpo, el espacio y la movilidad. “Hay una calma construida con base en el miedo y la incertidumbre de estar bajo el fuego del narcotráfico y la falta de acción gubernamental” (Article 19 2016, 40). Quien o quienes experimentan más miedo en ciertos escenarios se tornan más vulnerables, y ello obliga a un repliegue del uso del espacio o la palabra como una medida de autoprotección. Filadelfo Sánchez Sarmiento, de Oaxaca, “no tenía miedo, sabía a lo que estaba expuesto. Nunca se protegió, nunca se escondió y tampoco se quiso armar” (Article 19 2016, 77), cuenta su compañero Chevedo Blas, quien también ha recibido amenazas de muerte. Aun así, tres semanas antes de su muerte, Sánchez Sarmiento mantuvo un bajo perfil en radio y redes sociales.

51 Por esta razón, la vulnerabilidad implica un tipo de relación corporal con el mundo (Ahmed 2015). “Lo recuerdo siempre con miedo” (Article 19 2016, 60), contó la periodista Norma Trujillo sobre su compañero asesinado, el fotoreportero Rubén Espinosa. El miedo está en íntima unión con el cuerpo significado, porque es en el cuerpo en donde aquel se experimenta, por el despojo o mortificación del propio cuerpo y por el efecto looping, en el sentido propuesto por Goffman (1992), y por los simbolismos asociados al

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cuerpo que lo van desarticulando de la escena social hasta eliminar su lugar en la vida. Es el miedo traducido en incertidumbre, desconfianza, autocensura: “Todos estamos jodidos de manera emocional” (Article 19 2016, 19), afirmó para el informe una fuente anónima.

52 Ahmed asegura que “Las emociones funcionan para alinear el espacio corporal con el espacio social” (2015, 115), no porque el miedo surja primero en el cuerpo o en la psique y ello limite la movilidad de dichos cuerpos, sino porque las narrativas del miedo y sus simbolismos logran conformar realidades corporeizadas limitadas para ocupar los espacios: “Todo el tiempo estás pensando: ‘En cualquier segundo me va a pasar algo’” (Article 19 2016, 101), reconoció Reimers. Se trata de un proceso largo de significados, y no del origen del miedo como una respuesta individual e interna, en relación con la figura de la feminidad como una movilidad constreñida: “Te deshago de tu identidad política y te construyo como ‘hembra subordinada’, ‘pendeja’, ‘puta’, y entonces eso me autoriza a ejercer mayor violencia” (Article 19 2016, 97), explicó Reguillo.

53 La reflexión de Reguillo referente a la destrucción de la identidad política que la expone ante el imaginario social —equivocadamente, como una mujer abyecta— busca reducir la imagen femenina de la comunicadora a su condición de subordinación, por el hecho de ser mujer y madre: “Fue muy fuerte porque utilizaban un lenguaje misógino y narco. Luego empezaron a referirse a mi familia: ‘Aquí está la dirección de tus hijos y van a arder como esquites’”14 ( Article 19 2016, 96). Por lo cual, el miedo remite a una subordinación social, que abarca a todos, incluidos los poco privilegiados (Bourke 2006). Sentirlo constituye, en términos sociales, la sensación de riesgo, por la vulnerabilidad que representa en nuestra irreductible materialidad: el cuerpo.

54 Los cuerpos de las mujeres son moldeados por la vulnerabilidad y el miedo que provocan las amenazas constantes y los ataques, al limitar su movilidad en el espacio público. En el caso de las periodistas y blogueras, el silencio es generado por miedo. Donde “la vulnerabilidad no es una característica inherente a los cuerpos de las mujeres, es un efecto que funciona para asegurar la feminidad como una delimitación del movimiento en público y una sobre-habitación de lo privado” (Ahmed 2015, 117). El testimonio de Luisa Velázquez lo refleja: “Me da mucho miedo que digan: ‘Mientras el agresor no toque a tu casa, puede escribirte todos los días que te va a violar’, [porque están] normalizando la violencia” (Article 19 2016, 95).

55 De ahí el énfasis en señalar que las emociones no son simples reportes de estados internos. Emociones como el miedo no son sólo individuales o sociales: ocupan un lugar de intersección entre lo individual y lo social, y entre lo mental y lo físico, pues pueden establecer límites de negociación entre los sujetos. Por ejemplo, el odio constituye una frontera o límite entre el espacio corporal y el espacio social: el objetivo de las agresiones e intimidaciones es “convertirnos en figuras de odio. Es todo un tributo hacia el odio” (Article 19 2016, 92), agrega Velázquez. En su caso, el miedo cumple una función de jerarquía social porque supone una relación de subordinación del que lo siente, frente aquel o aquello que lo promueve.

56 En los testimonios del informe M.I.E.D.O. se muestra que el miedo alcanza a compañeras y compañeros de trabajo, a la familia y su entorno social, debido al azaroso laberinto burocrático y el vacío legal que obstaculizan la justicia. Ni siquiera se agota cuando los periodistas se amparan en los mecanismos de protección, pues el miedo asomó nuevamente en los relatos sobre el botón de pánico, un nombre en realidad análogo a lo que se siente.

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El miedo en colectivo: el despliegue

57 La transición del miedo en lo individual al miedo resignificado y compartido colectivamente es la evidencia de que las emociones no pueden tener una valencia de positivas o negativas, ni clasificaciones que las ubiquen en relación con el tipo de respuestas que generan de manera excluyente, o estar contenidas en los objetos del miedo (Ahmed 2015). A través del trabajo emocional de los periodistas se potenció una acción: la organización de redes. En ese momento, la experiencia del miedo se transmuta, se reconfigura, se convierte en un pegamento social capaz de articular a quienes practican un tipo de periodismo y comunicación más allá de sus diferencias políticas, de sexo e identitarias, como se reconoció en la creación del Colectivo Voz Alterna: “Se unieron por el miedo […] pero también como alternativa para mantenerse protegidos: no aislarse, capacitarse y trabajar en grupo” (Article 19 2016, 128).

58 Las redes de periodistas han empleado distintas estrategias de manejo emocional, algunas muy directivas. Por ejemplo, al crear un nuevo lenguaje con una resignificación de la palabra M.I.E.D.O. se busca conformar experiencias emocionales centradas en la esperanza y la solidaridad. Como lo plantean Jimeno, Varela y Castillo (2015), se trata de comunidades emocionales que se construyen en función de pensamientos y sentimientos y de prácticas y representaciones de los colectivos. Las redes muestran el efecto performativo de las emociones, porque los periodistas, aun cuando se ven intimidados por el miedo, buscan continuar con el ejercicio de su rol profesional de manera autoprotegida y con la menor disonancia emocional posible.

59 Esas redes son comunidades emocionales porque orientan qué es lo que la comunidad considera como valioso, cuáles son los lazos afectivos que se reconocen y cuáles son los modos de expresión emocional que se permiten. Por otro lado, este tipo de organizaciones horizontales construyen nuevas identidades entre sus miembros, al reconocer que el miedo y la vulnerabilidad les son comunes en sus actividades profesionales, y que afectan su vida íntima: “Ahora somos más precavidos. Ya sabemos a lo que nos enfrentamos cuando publicamos sobre algún político […] Es cuando ya entra la mesura, la prudencia” (Article 19 2016, 128), dice Juan David Castilla Arcos, integrante de Voz Alterna.

60 Al transitar de una experiencia emocional individual a una identidad colectiva que busca vencer el miedo, este se reconoce y se le dota de un nuevo significado social y político. M.I.E.D.O. es una etiqueta lingüística que busca una acción no normativa y contraria a la que el miedo de ordinario y performativamente conllevaría: el repliegue y el silencio.

61 En el informe M.I.E.D.O. se reconoce la disonancia psicológica y social producida por el miedo en la labor profesional del periodista, y se hace necesario un cambio en la normatividad emocional o las reglas del sentir (Hochschild 1979) para enfrentar las discrepancias emocionales resultantes de los ataques y amenazas, que, en vez de llevar a los periodistas a autoetiquetarse como miedosos y ansiosos (desviados emocionales) —en el sentido propuesto por Thoits (1985)—, reconfiguran en colectivo el miedo para transmutarlo en fuerza que organiza. Es decir, sentirlo en lo individual y compartirlo en comunidad conllevan la emergencia de un cambio profundo que da lugar a nuevas reglas del sentimiento que terminan por producir una transformación social. El desafío de las reglas del sentir puede dar origen a nuevas reglas: “No sólo la evocación de

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emociones, sino las normas que las gobiernan pueden convertirse, en varios niveles, en la arena política” (Lively y Weed 2014, 203). El miedo deja de ser una emoción que constriñe el cuerpo para convertirse en una expresión que promueve la construcción de nuevas identidades de los periodistas que enfrentan la violencia constante y que pretenden generar distintas experiencias en sus vidas personales y profesionales al romper el miedo.

62 Si bien experimentar miedo conlleva el aislamiento y la inacción, los periodistas —a partir de las redes para romper el miedo— se capacitan, trabajan en grupo y generan medidas de autocuidado y canales de denuncia con mayor protección, y siempre en comunidad. La capacitación de los miembros de las redes incluye la impartición de talleres de autoprotección y cursos legales con organismos como Article 19, que ofrece información sobre la base normativa y jurídica en favor de la libertad de expresión. Samantha Páez opina: Es un trabajo lento, no creo que los resultados puedan ser inmediatos, pero algo que sí se nota es que las agresiones contra la prensa de Puebla ahora son más visibles, ya no pasan en blanco. Si como red nos enteramos de una agresión, pues le damos mayor difusión, buscamos saber cuál fue la situación, y creo que eso ha permitido hacer más visible lo que se vive en Puebla. Al hacerlo visible, en cierta forma nos estamos protegiendo. (Article 19 2016, 132) 63 Las redes de periodistas se sustentan en el compromiso emocional que busca superar sus diferencias, sobre la base común de organizarse para protegerse y profesionalizar su trabajo, dentro del país y bajo la mirada internacional. Lo más destacable de estos colectivos es el impulso a las prácticas ritualizadas y performativas, a través de lazos emocionales, que también se han llamado comunidades emocionales (Jimeno, Varela y Castillo 2015).

Reflexiones finales

64 Atender la dimensión emocional en el análisis de la vida social permite dar cuenta del tipo de vínculo entre individuos, el cual puede caracterizarse por la subordinación, debido a las relaciones de poder derivadas del género, la clase social, el estatus, los roles, entre otros. Si bien no puede explicar los fenómenos sociales en su totalidad, resulta insoslayable incorporar esta dimensión para dar cuenta del nivel de la interacción entre los individuos y el tejido social. La revisión del informe M.I.E.D.O. nos ofreció una ventana para entender cómo el miedo, instrumentado desde una posición de estatus y relaciones de poder desiguales, puede transformar —incluso, paradójicamente— la dinámica de una gama de sentimientos y acciones que van desde la inacción, para resguardarse, hasta la organización planeada, en el momento en que se presenta una amenaza, en este caso, al ejercicio de la profesión de los periodistas.

65 Esa transición está atravesada por un proceso de regulación o manejo emocional profundo, en el que un cambio emocional puede generar acciones conjuntas concretas en el tiempo y espacio. En el informe M.I.E.D.O., la mayor evidencia de ese trabajo emocional es de carácter interpersonal entre los distintos colectivos, que si bien tienen sus particularidades por el tipo de medio, región e identidad de género, todos ellos se suman afectivamente al objetivo común: vencer el miedo. La resignificación de esta emoción, sentida en lo individual (las historias del miedo), al miedo vivido en lo colectivo (redes para vencer el miedo) muestra el dolor de quienes en primera persona comparten

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sus relatos y atribuyen responsabilidades al mostrar al Estado como su principal agresor. Sobre todo, nos ha permitido identificar los actos performativos gestados desde la dimensión emocional de toda interacción social.

66 Los efectos de la repetición, potenciados a través de los vínculos y los lazos emocionales, han buscado, a través de la organización, solidarizarse a partir de procesos liberadores como los movimientos sociales en el mundo actual. Como refieren Jimeno, Varela y Castillo (2015), citando a Alexander (2006), el acto performativo requiere actores, representaciones colectivas, medios de producción simbólica, la puesta en escena, la audiencia, y un poder que los cruce. El miedo vivido por los periodistas en el ejercicio de su profesión en México ocupa un lugar central en la conformación de las redes —sin desconocer que hay dimensiones o factores propios del periodismo que llevan a la conformación de grupos con diferentes objetivos, como puede ser la defensa del derecho a la libertad de expresión—, porque la experiencia de miedo permite que determinados sucesos de violencia particular (crímenes, torturas, desapariciones, amenazas) sean apropiados colectivamente y se constituyan en fuente de interpretaciones y acciones sociales concretas del gremio.

67 Las historias del miedo apuntan a una política y a una ética del reconocimiento de quienes ocupan un lugar de vulnerabilidad, por el riesgo que implica el cumplimiento de sus roles profesionales. Entre esos testimonios y las historias de las redes para vencer el miedo se tiende un puente entre el miedo en un nivel individual y subjetivo y el miedo como emoción política que se hace pública y se comparte, a través de una vía impresa y digital del informe M.I.E.D.O., que busca denunciar y construir acciones afirmativas entre un colectivo.

68 El miedo no sólo constituye una afinidad afectiva entre los periodistas en México: es una dimensión de lo social que se convierte en el motor que los cohesiona como una comunidad emocional que busca de modo solidario, a través de acciones reflexivas y actos políticamente acotados, hacer visible la violencia en un país en donde el miedo y la violencia forman parte del escenario cotidiano.

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NOTAS

1. Article 19 define a los periodistas como “aquellos que trabajan en la generación, difusión y distribución de noticias, mismas que per se representan una de las formas de libre expresión por excelencia” (2016, 151, nota al pie de página). 2. Las comunidades emocionales refieren la agrupación de miembros que han de compartir la internalización de las normas, los valores y emociones que determinan el qué y el cómo pensar y actuar (Rosenwein 2007). 3. www.article19.org

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4. Descripción y detalles tomados del proyecto “Tú y yo coincidimos en la noche terrible” de Nuestra Aparente Rendición (NAR). Disponible en: http://www.nuestraaparenterendicion.com/ tuyyocoincidimosenlanocheterrible/index.php/component/k2/item/161-maria-del-rosario- fuentes-rubio#.WNR3o6K1vcc 5. La información de redes se complementó con datos de sus portales digitales. 6. www.articulo19.org 7. Facebook: Colectivo Voz Alterna. 8. Facebook: Fotoreporteros Mx. 9. Facebook: Red Puebla de Periodistas. 10. Ley para Proteger los Derechos Humanos y Regular el Uso Legítimo de la Fuerza Pública, aprobada y posteriormente derogada en 2014. 11. http://www.periodistasdeapie.org.mx/ 12. Derivado de la Ley para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, aprobada en 2012. 13. Es la actividad para obtener información de las instituciones de seguridad pública, de procuración e impartición de justicia, del sistema penitenciario y sobre la ejecución de penas, incluidas en parte las autoridades militares (Article 19 2016). 14. Granos de elote cocido, aderezados con limón, sal y chile.

RESÚMENES

A través del análisis del informe M.I.E.D.O., publicado en marzo de 2016 por Article 19, en el cual se hace un recuento de las agresiones y los asesinatos de periodistas ocurridos en México durante el 2015, pretendemos entender por qué y cómo el miedo puede funcionar como una política de control, pero también como una fuerza social capaz de orientar y reconfigurar nuevas reglas del manejo emocional de los grupos sobre los cuales se pretende ejercer ese dominio. Desde el enfoque sociocultural de las emociones, intentamos entender cómo se puede transitar del miedo individual que repliega al miedo colectivo que organiza y despliega acciones sociales. El énfasis analítico está puesto en la dimensión emocional contenida en la noción del trabajo o regulación emocional de los periodistas, a través de la creación de redes para enfrentar las discrepancias emocionales producidas por el miedo vivido desde lo individual, que ha dado lugar a la formación de comunidades emocionales con objetivos comunes: protección y profesionalización de su labor comunicativa comprometida, para enfrentar la violencia de la cual han sido objeto durante los últimos años en México.

The M.I.E.D.O. report, published by Article 19 in March of 2016, gives an account of the aggression against and murders of journalists in Mexico during 2015. Through an analysis of that report we attempt to understand why and how fear can function not only as a policy for control, but also as a social force capable of guiding and reconfiguring new rules of emotional management among the groups targeted for domination. Using the sociocultural perspective of the emotions, we attempt to understand the transition from individual fear that ends in retreat, to a collective fear that organizes and develops into social actions. The analytical emphasis is placed on the emotional dimension contained in the notion of the work and emotional regulation of journalists, through the creation of networks to deal with the emotional discrepancies produced by fear experienced at the individual level, which has led to the formation of emotional communities

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with common goals: the protection and professionalization of their committed communicative work, to confront the violence to which they have been subjected in recent years in Mexico.

Por meio da análise do relatório M.I.E.D.O, publicado em março de 2016 por Article 19, no qual se faz um recenseamento das agressões e dos assassinatos de jornalistas ocorridos no México durante 2015, pretendemos entender os porquês e os mecanismos do medo como uma política de controle, mas ao mesmo tempo como uma força social capaz de orientar e reconfigurar novas regras de manejo emocional dos grupos sobre os quais se pretende exercer esse domínio. A partir do enfoque sociocultural das emoções, tentamos entender como é possível transitar do medo individual, que se recolhe, ao medo coletivo, que organiza e lança ações sociais. A ênfase analítica está na dimensão emocional contida na noção do trabalho ou regulação emocional dos jornalistas por meio da criação de redes para enfrentar as discrepâncias emocionais produzidas pelo medo vivido a partir do individual e que, por sua vez, resultou na formação de comunidades emocionais com objetivos comuns: proteção e profissionalização de seu trabalho comunicativo comprometido, para enfrentar a violência da qual foram objeto durante os últimos anos no México.

ÍNDICE

Temas: periodistas, redes Palabras claves: miedo, comunidades emocionales, trabajo emocional, Article 19 Palavras-chave: redes, Article 19, comunidades emocionais, medo, trabalho emocional Keywords: fear, emotional communities, emotional work, Article 19

AUTORES

OLIVA LÓPEZ

Doctora en Antropología por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Unidad DF (CIESAS-DF). Profesora titular de la Facultad de Estudios Superiores (FES), plantel Iztacala, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Co-coordinadora de la Red Nacional de Investigadores en los Estudios Socioculturales de las Emociones (RENISCE), México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel II. Miembro permanente de la Academia Mexicana de Ciencias. Publicaciones recientes: “La representación médica de las emociones en la histeria y la epilepsia en la psiquiatría mexicana”. En Emociones, afectos y sociología. Diálogos desde la investigación social y la interdisciplina, coordinado por Marina Ariza, 521-544. México: Instituto de Investigaciones Sociales – UNAM, 2016; “La higiene popular dirigida a las madres: estrategias para el fiel cumplimiento de la cruzada médico-higienista en la sociedad mexicana del Porfiriato”. En Al otro lado del cuerpo. Estudios biopolíticos en América Latina, compilado por Hilderman Cardona Rodas y Zandra Pedraza Gómez, 163-184. Medellín: Departamento de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Medellín – Departamento de Humanidades de la Universidad EAFIT – Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales de la Universidad de los Andes, 2014; La pérdida del paraíso: el lugar de las emociones en la sociedad mexicana entre los siglos XIX y XX. México: Facultad de Estudios Superiores Iztacala – UNAM, 2012. olivalopez[at]aol.com

GUADALUPE LÓPEZ

Comunicóloga y magíster en Estudios de la Mujer por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, México. Consultora en políticas públicas y género. Periodista de

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Mujeresnet.info. Publicaciones recientes: “Del testimonio de Concepción al testimonio de Guadalupe”. En Fem, siempre entre nosotras, coordinado por Elvira Hernández Carballido, 119-125. México: DEMAC, 2014; “Futbol profesional y medios en México: una mirada feminista”. En Las que aman el futbol y otras que no tanto, compilado por Elvira Hernández Carballido, 192-208. Pachuca de Soto: Creativa Independiente, 2014; “Radio Femenina: más que una anécdota en la radio mexicana”. En El género es el mensaje. Mujeres Periodistas en México, coordinado por Elvira Hernández Carballido, 41-60. Pachuca de Soto: Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2013. glg1963[at]hotmail.com

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Otras voces

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Políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación Tendencias regionales y espacios de convergencia Public Policies in Science, Technology and Innovation: Regional Trends and Areas of Convergence Políticas públicas em ciência, tecnologia e inovação: tendências regionais e espaços de convergencia

Romina Loray

NOTA DEL EDITOR

Fecha de recepción: 28 de mayo de 2016 Fecha de aceptación: 11 de noviembre de 2016 Fecha de modificación: 29 de noviembre de 2016 DOI. 10.7440/res62.2017.07

NOTA DEL AUTOR

El presente trabajo se desarrolla en el marco de la beca doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina, y fue financiado por dicho organismo.

Introducción

1 Dentro del campo de los Estudios Sociales de la Ciencia y Tecnología, el marco teórico que sostiene el presente trabajo combina el análisis de políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación (CTI) (Albornoz y Gordon 2011; Emiliozzi, Lemarchand y Gordon 2009); en especial, las políticas centradas en la focalización, selectividad y

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asociatividad, y el estudio de los instrumentos de políticas de innovación (Borrás y Edquist 2013; Sagasti 2011), con algunas aproximaciones desde la economía del cambio tecnológico (Pérez 2010).

2 Se entiende que “la política pública constituye un conjunto de iniciativas y respuestas, manifiestas o explícitas, que permiten inferir la posición predominante del Estado frente a una cuestión que atañe a sectores significativos de la sociedad” (Oszlak y O’Donnell 1995, 113). El rol del Estado en general ha variado desde sus orígenes, oscilando entre la intervención y el “dejar hacer”, pero sea por omisión o decisiones explícitas, esta institución central no ha dejado de estar presente, lo cual se distingue en la implementación de políticas, tanto generales como sectoriales.

3 En este sentido, implementar significa “el conjunto de acciones que transforma las intenciones en resultados observables” (Aguilar Villanueva 1993, 44). Es decir, aquel espacio que se estructura entre las declaraciones de intenciones y la manifestación de resultados. De este modo, este trabajo se propone analizar la implementación como parte del policy-making, a partir de una secuencia programada de acciones donde converge una gran cantidad de actores, operaciones individuales y colectivas, que con medios específicos procuran responder a objetivos particulares (Aguilar Villanueva 1993).

4 En términos generales, “la dinámica de crecimiento del Estado durante el siglo XX fue acompañada por el desarrollo y diversificación de instrumentos de política pública y por la acumulación de programas y dispositivos en los diversos ámbitos de intervención estatal, de allí que surgiera un inusitado interés por el estudio de los mismos” (Sarthou 2015, 152). En lo que respecta particularmente a las políticas de CTI, se ha seguido esta misma tendencia de las políticas públicas, donde la complejidad de la realidad ha llamado a la expansión de diferentes herramientas para intervenir en los procesos que involucran la producción de conocimiento, junto a la resolución de problemáticas concretas que enfrenta el mundo actual.

5 Ahora bien, para comprender los procesos particulares de elaboración y ejecución de políticas públicas en materia de CTI es imprescindible dar cuenta de lo que se entiende por ello. Salomon (1977, 76) las define como aquel conjunto de “medidas colectivas tomadas por un gobierno, con el propósito de, por un lado, impulsar el desarrollo de la investigación científica y tecnológica, y por el otro, emplear los resultados de estas investigaciones para alcanzar amplios objetivos políticos”. De manera complementaria, no se pueden dejar de destacar los aportes que derivan de las expresiones de política científica implícita y política científica explícita abordadas por Amílcar Herrera (1995). Su aproximación permite ubicar aquellas políticas de CTI explícitas o formales, por ejemplo, los planes nacionales de ciencia, tecnología e innovación de los distintos países, sin descuidar las articulaciones o contradicciones con los objetivos generales de gobierno. En este sentido, el autor sostiene que “[…] la política científica implícita es la que realmente determina el papel de la ciencia en la sociedad […] en esencia, expresa la demanda científica y tecnológica del ‘proyecto nacional’ vigente en cada país” (Herrera 1995, 125).

6 Los modelos organizativos de las políticas de CTI ponen de manifiesto el perfil del Estado y el papel desempeñado por los distintos actores, sean públicos o privados. En consecuencia, dar cuenta de las políticas de CTI implica centrar la atención en las herramientas que utiliza el Estado para posicionarse y orientar las instituciones en función de los intereses y visiones que predominan en el contexto político y económico. Mientras que algunos autores ponen énfasis en la necesidad de incorporar variables

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políticas e institucionales a la explicación de las políticas de CTI (Sanz Menéndez 1997), otros prefieren indagar acerca de la coherencia y coordinación de esas disposiciones gubernamentales (Martínez Nogueira 2008). Del mismo modo, es posible anteponer el análisis de los instrumentos y mecanismos de CTI, a partir de sus objetivos específicos, facilitando con ello la aproximación a la interpretación de los perfiles de política de CTI de cada país.

7 No obstante, el diseño de políticas de CTI está atravesado por la convergencia de tendencias en las cuales los países aplican nuevos marcos conceptuales que emergen tanto desde fuera, como los enfoques del Sistema Nacional de Innovación (SNI), como desde adentro de la región, tal como la escuela latinoamericana de pensamiento sobre ciencia y tecnología, el enfoque estructuralista, entre otros. Siguiendo a Lemola (2002), se advierte que los SNI se desarrollan en procesos de evolución y convergencia que implican aprendizajes institucionales. Durante la última década se ha producido una convergencia creciente hacia la implementación de marcos institucionales que aumentan la interacción y la colaboración entre los diferentes actores (gubernamentales, empresas y centros de investigación) del SNI, confluyendo hacia el llamado enfoque sistémico o evolutivo de las políticas de CTI (Crespi y Dutrénit 2013).

8 Este trabajo propone abordar las manifestaciones de la política de CTI dentro de América Latina, resaltando para ello algunas tendencias generales, así como también expresiones particulares, respondiendo a las preguntas sobre cuál es la tendencia actual, a qué modelo responde y qué actores inciden en la configuración de dicha tendencia. Luego de esta breve introducción, la estructura del trabajo se desarrolla en tres apartados y finaliza con las respectivas consideraciones finales. En primera instancia, se realiza, mediante revisión bibliográfica, una aproximación conceptual sobre la implementación de las políticas de CTI a través de los diferentes instrumentos. En segundo lugar, desde una perspectiva histórica, se considera el contexto de cambios en que operan las políticas de CTI en el mundo exponiendo algunas tendencias generales. En la tercera sección se desarrolla una mirada regional sobre las políticas de CTI, para lo cual —a instancias de la presentación de datos tanto cuantitativos como cualitativos— se expone un marco general seleccionando algunos países de América Latina (Argentina, Brasil y México). A continuación se observa el rol de los organismos internacionales, con el objetivo de profundizar en los elementos que inciden en la convergencia de políticas e instrumentos de CTI en la región. Finalmente, se retoman las clasificaciones iniciales sobre políticas e instrumentos, y se distinguen ciertas tendencias regionales observando, de manera específica, a Argentina, Brasil, México, Uruguay y Chile. Para ello, se utilizó un conjunto de fuentes, tales como planes de CTI, páginas web oficiales de los distintos países y documentos de trabajo de organismos internacionales.

Las políticas de ciencia, tecnología e innovación productiva: una aproximación conceptual ante las tendencias actuales

9 Varios estudios —tanto de evaluación como de impacto de instrumentos y mecanismos — coinciden en que las políticas de CTI implementadas en América Latina incurren en fallas frecuentes del Estado (Del Bello 2014; Peirano 2011; Zurbirggen y González Lago 2010). Pero estas fallas no son las únicas. Las capacidades institucionales requeridas

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para explorar, diseñar, implementar, monitorear y evaluar las políticas son claves para la viabilidad y el éxito de dichas políticas (Stein 2014). Al parecer, los errores se despliegan en todo el proceso de creación e implementación de las políticas, pasando tanto por la debilidad en el diseño de instrumentos como por la insuficiente evaluación de impacto.

10 Del mismo modo, se resaltan la fragilidad e inestabilidad de los recursos financieros provenientes de los presupuestos nacionales, y la insuficiente cantidad y calidad de recursos humanos abocados a esta tarea, que generan cierta dependencia del financiamiento externo para el diseño y ejecución de las políticas. A este conjunto de problemáticas se agrega una de carácter estructural, como es la dificultad para establecer acuerdos gubernamentales con el sector privado y, más aún, lograr la inversión necesaria para aportar a la ejecución de las políticas de CTI de manera integral en todo el entramado socioproductivo (Zurbirggen y González Lago 2010).

11 En el escenario regional han prevalecido dos grandes modelos: por un lado, el esquema orientado por la demanda, propio de países como Argentina, donde se canalizan recursos públicos o préstamos de organizaciones internacionales a actividades de CTI, de acuerdo con una lógica horizontal, basada en la evaluación de propuestas y aplicaciones, directamente presentadas por los posibles beneficiarios; por otro lado, el esquema que enfatiza la coordinación entre la demanda y la oferta de CTI, característico de Brasil, donde se rescatan el diseño y la implementación hacia mecanismos de financiamiento a la CTI y la gestión operacional de fondos tecnológicos.

12 A su vez, mientras que las políticas desarrollistas centraron su atención en la promoción de mecanismos e instrumentos de promoción industrial, en la actualidad se ven absorbidas por iniciativas de gobierno más cercanas a los ministerios de Ciencia, Tecnología e Innovación, agencias de investigación e innovación, secretarías de innovación, entre otros, dejando en segundo plano las dependencias dedicadas estrictamente a la industria y sus problemáticas. Ahora bien, vale preguntarse por qué sucede esto y a qué se deben estas transformaciones. Se entiende que, bajo la relevancia del creciente cambio tecnológico y la necesidad de responder a una estructura productiva por demás compleja, se percibe un redireccionamiento de la lógica de intervención, con el objetivo de potenciar la efectividad de las políticas de CTI.

13 En este sentido, diversos autores desarrollan sus trabajos en torno a una posible clasificación de instrumentos de acuerdo con los objetivos que persiguen dichas políticas (Codner y Del Bello 2011; Peres y Primi 2009; Pittaluga y Snoeck 2013). Estas líneas de trabajo proponen al menos tres tipos de políticas de CTI: las horizontales, las verticales y las focalizadas. De ninguna manera, estos autores hacen referencia a una oposición entre las tres tipologías; por el contrario, de lo que se trata en la práctica es de establecer una complementariedad de las dimensiones que representan.

14 En ese caso, Peres y Primi (2009) consideran que una política de desarrollo productivo obedece principalmente a dos dimensiones: la capacidad para hacer política —que a su vez depende de un conjunto de factores, que incluyen la capacidad institucional para el diseño, la puesta en práctica y la evaluación— y el número y el alcance de las herramientas de políticas utilizadas, derivadas de la estrategia de desarrollo y de sus objetivos específicos. Como consecuencia de estas dimensiones se derivan entonces tres tipos de políticas —que coinciden con las mencionadas por otros autores— en relación estricta con los objetivos de las políticas de CTI: horizontales, selectivas o sectoriales y de frontera o focalizadas (Codner y Del Bello 2011; Del Bello y Abeledo 2007).

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15 Continuando con el planteamiento de los autores, estos invocan la complementariedad de las distintas políticas, entendiendo la necesidad de estas en la resolución de diferentes problemas, para lo cual la dimensión de las capacidades institucionales en el diseño y aplicación de estas políticas se ha diversificado y complejizado. Por un lado, las políticas horizontales se fundamentan en fallas del mercado, que constituyen dificultades para la apropiación y asimilación de los conocimientos científicos y tecnológicos generados en innovaciones productivas o sociales (Del Bello 2014). En términos generales, estas políticas incluyen medidas tendientes a apoyar la formación de capital humano, apoyo a las actividades de producción (certificaciones, control de calidad, entre otras) e incentivos para la infraestructura y el sector empresarial.

16 En segundo lugar, las políticas sectoriales requieren una mayor capacidad institucional, por cuanto involucran sectores o áreas de interés específico, aplicando un amplio conjunto de instrumentos particulares, desde la atracción selectiva de inversión extranjera directa, los incentivos y subsidios para sectores o para la producción específica de actividades y programas de apoyo a la competitividad de las actividades industriales, hasta la producción directa de las empresas estatales y la implementación de contratos públicos (Peres y Primi 2009).

17 En tercer lugar, las políticas de frontera “[…] responden a una visión de desarrollo nacional más amplio, y tienen por objeto la creación de capacidades en áreas tecnológicas y científicas estratégicas” (Peres y Primi 2009, 16). De esta forma, estas políticas pueden considerarse a partir de la expresión de estrategias más complejas, las cuales requieren fuertes capacidades de gestión institucional y efectiva coordinación de diferentes grupos de interés. Atendiendo a la especificidad que dichas políticas adquieren en la creación de instrumentos y mecanismos, pueden denominarse “focalizadas”, por cuanto la biotecnología, la nanotecnología y las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) son las tecnologías protagonistas, junto con programas nacionales para el desarrollo de capacidades científicas, tecnológicas y de producción en áreas seleccionadas, por medio de parques tecnológicos, consorcios de investigación, entre otros.

18 Si bien las políticas focalizadas implican una ruptura con las formas horizontales de financiamiento, aquellas resultan complementarias, producto de un salto evolutivo de las políticas públicas en materia de CTI que van configurando un mix de instrumentos (Borrás y Edquist 2013), para responder a la complejidad del medio socioproductivo y a los desafíos de las estrategias político-económicas más generales. En este contexto, los enfoques lineales —tanto los predominantes del “ofertismo”, orientados a la inversión en ciencia, como aquellos dirigidos a identificar las necesidades de los clientes y las actividades de desarrollo—, dan lugar a estas políticas “focalizadas”.

19 Ahora bien, desde el enfoque sociológico de los instrumentos de política pública (Lascoumes y Legales 2007) se expresa la idea de que la instrumentación de las políticas públicas es un tema importante, ya que revela explícitamente la relación entre el gobierno y los gobernados. Se entiende que cada instrumento constituye, por un lado, una manera condensada de conocimiento sobre el control social y las formas de su ejercicio; y, por el otro, un dispositivo no neutral a través del cual se producen efectos específicos, con independencia de la finalidad perseguida por el propio instrumento, y que responden a objetivos de políticas de mayor envergadura. Es decir, desde esta mirada se propone identificar las diferentes dimensiones de análisis de los

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instrumentos de política y el proceso de instrumentación, con el fin de analizar los cambios de política.

20 En términos específicos de las políticas públicas en CTI, la elección de los instrumentos es una decisión crucial dentro de la formulación de políticas, lo cual implica al menos tres dimensiones importantes. En primer lugar, una selección primaria de los instrumentos específicos más adecuados entre la amplia gama de estos; en segundo lugar, su diseño concreto y personalizado para el contexto en el que se supone operan; y en tercer lugar, el diseño de una combinación de estos, o un conjunto de diferentes y complementarios instrumentos de política, para hacer frente a los problemas identificados (Borras y Edquist 2013). Principalmente, los autores sostienen que una dimensión crucial, cuando se habla de la elección de los instrumentos de la política de innovación, es adaptarlos a los problemas específicos del sistema de innovación, y, lo más importante, a las características específicas de las estructuras administrativas. Es decir, los instrumentos de política requieren un cierto grado de adaptación a las necesidades cambiantes del sistema y de las capacidades del sector público.

21 Finalmente, en términos de experiencia, al realizar un recorrido por los diferentes instrumentos de CTI de América Latina, se puede dar cuenta de que la mayoría de los países han implementado aquellos devenidos de políticas horizontales, mientras que algunos cuentan con mayores sesgos hacia las verticales. Sin embargo, en los últimos veinte años puede observarse cierta tendencia hacia las políticas focalizadas en el área de CTI. Por lo que, para responder a los objetivos del presente trabajo, el análisis empírico correspondiente retomará la clasificación de instrumentos según los objetivos de políticas de CTI.

Políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación: una visión de conjunto

22 A nivel mundial, el Estado cobró un rol protagónico en la definición de la política en ciencia y tecnología finalizando la Segunda Guerra Mundial, particularmente en Estados Unidos. El discurso tradicional que definía las relaciones entre la ciencia y el gobierno quedó canonizado, como afirma Sanz Menéndez (1997), con el informe “Ciencia: la frontera sin fin” de Vannevar Bush, en 1945. La relevancia de dar cuenta de ello tiene que ver con que —a partir de allí— la ciencia quedó vinculada con el poder como nunca lo había estado antes (Albornoz 2007). La creciente importancia que fue adquiriendo el conocimiento científico y tecnológico, la emergencia de la Big Science y el papel que fue desempeñando el Estado en la gestión de las actividades de investigación en los países industrializados fueron los fenómenos más destacados, junto al grueso de recursos científicos movilizados con fines predefinidos y con objetivos estratégicos. Entonces, las políticas públicas en CTI adquirieron tal notabilidad a medida que el conocimiento científico comenzó a constituir una cuestión central para los Estados modernos. En adelante, el rol del Estado en la definición de las políticas públicas en materia de CTI resultó clave.

23 Aunque la situación se ha ido transformando y complejizando, con la entrada de nuevos actores y en un contexto de gran diversidad institucional (Sanz Menéndez 1997), la presencia del Estado ha sido permanente. A su vez, la creciente internacionalización consolidó algunos espacios para la acción de organismos internacionales, tales como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura

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(UNESCO) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)1 en la esfera de la ciencia y la tecnología; la primera, centrada fundamentalmente en los países en desarrollo, y la segunda, atendiendo las inquietudes de sus integrantes, es decir, de los países con mayor producto bruto del mundo.

24 Estas instituciones fueron permeando y consolidando algunas ideas sobre la vinculación entre ciencia, tecnología y desarrollo. El propósito general ha consistido en orientar la formulación de la política científica por parte de los gobiernos, así como también consolidar un complejo de relaciones científicas internacionales. En relación con ello, junto a la definición de políticas de CTI por parte de estos organismos, se robusteció la presencia de las instituciones de crédito. De ahí en adelante, la preeminencia en la esfera de la promoción y el financiamiento de CTI ha sido una constante.

25 Mientras que los Estados y los organismos internacionales afianzaban la conceptualización y la dinámica de las políticas CTI, iniciadas luego de la Segunda Guerra Mundial, se evidencia un salto cualitativo en la década de 1970, cuando una verdadera Revolución Científica y Tecnológica2 configuró el nuevo paradigma tecno- económico (Lastres y Albagli 1999), en el que los cambios científicos comenzaron a acelerarse de manera vertiginosa. A partir de allí se destaca un punto de ruptura, producto de esta amplia aceleración, difusión y generalización de las nuevas tecnologías de la información, las cuales convergieron para constituir un nuevo paradigma tecnológico-productivo,3 dando surgimiento a una sociedad de nuevo tipo, la Sociedad de la Información y el Conocimiento (Piñero 2003).

26 Para comprender en relación con qué eventos se diseñan las políticas de CTI se advierte que fenómenos como la globalización y la tendencia hacia la descentralización política, también guardan estrecha relación con el cambio de paradigma, con las nuevas posibilidades que ofrece, y con la manera más eficaz de aprovecharlas. Puede considerarse que la descripción schumpeteriana de las revoluciones tecnológicas como procesos de “destrucción creadora” no se aplica sólo a la economía sino también a las políticas y las instituciones (Pérez 2001).

27 El espectacular desarrollo de la ciencia y la tecnología que se evidenció en los países industrializados a partir de la década del setenta, y la grave crisis que azotó a América Latina en los años setenta y ochenta, produjeron un profundo deterioro de la estructura productiva y del sistema científico tecnológico de los países de la región. Sin embargo, permanecía la percepción de los principales sectores políticos de que era necesario adecuarse al veloz desplazamiento de la frontera tecnológica internacional, elementos que permitieron iniciar, en los principales países de la región, una reestructuración de los Sistemas Nacionales de CTI. En este contexto, hacia finales de los años ochenta fue incorporándose el concepto de innovación en las estructuras y el diseño de políticas públicas. De esta manera, la planificación de CTI fue incorporando la variable “innovación”, y con ello, también los marcos teóricos para enfocar el proceso de cambio desde una perspectiva de sistemas de innovación (Albornoz 2007).

28 A finales del siglo XX, el estado del conocimiento científico universal adquirió un alto grado de desarrollo, conducente a nuevas tecnologías, cuyo impacto estratégico y económico no tiene antecedentes. Las tecnologías de convergencia se encuentran como prioridad en la agenda de los países desarrollados y en las estrategias de inversión de las grandes empresas multinacionales, a medida que la realidad socioeconómica se traslada de la estrategia centrada en las TIC a una más amplia, con epicentro en la biotecnología, la nanotecnología y los nuevos materiales, denominadas en conjunto

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Tecnologías de Propósito General (TPG). 4 En términos conceptuales, estas áreas fueron convirtiéndose en prioritarias, no sólo por su versatilidad en los usos, sino principalmente por la influencia de la experiencia de Estados Unidos, los países de la Unión Europea, los organismos internacionales y las comunidades científicas dentro de las redes internacionales de producción de conocimiento.

29 De esta forma, las TPG surgen como resultado de los cambios en el paradigma tecno- productivo a nivel mundial, para luego permear la planificación y el diseño de las políticas de CTI adquiriendo preeminencia dentro del conjunto de las políticas públicas, producto de las transformaciones que presenta la matriz productiva y de una mayor visibilidad de los problemas sociales que pueden ser resueltos a partir de la aplicación de soluciones científico-tecnológicas.

30 En estos casos, las políticas de CTI cobran mayor sentido cuando se vinculan, de manera trasversal, con aquellas consideradas más específicas, ya sean de salud, educación, industrialización, entre otras. La complejidad que adquieren los procesos de diseño e implementación de dichas políticas está en consonancia con el desarrollo de los cambios, y es en relación con estos que se pueden analizar las innovaciones institucionales que se exponen a continuación.

Una mirada regional de las políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación

31 Los análisis tradicionales sobre el desempeño de los sistemas nacionales de innovación, y, con ello, la implementación de políticas públicas en CTI en la región dan cuenta de los continuos y profundos desfases entre estos y los que pertenecen a los países “más desarrollados”, o con mejor desarrollo “relativo”. Se sostiene que hay un “retraso” significativo, tanto en la dinámica de los propios complejos de CTI como en las políticas que procuran expandirlos.

32 A pesar de la heterogeneidad de los gobiernos respecto al compromiso con la CTI, se evidencian esfuerzos que han permitido avanzar en la generación de nuevo conocimiento, así como en la definición de nuevas tecnologías. De todas formas, es claro que hay una brecha importante entre los propios países de la región, donde se puede observar un mayor peso de la CTI en términos de intenciones, que el representado en la esfera de la política, el financiamiento e institucionalidad en cada uno de los países. Las políticas de CTI, en términos generales, se han ajustado a la realidad político-económica de los países de la región, caracterizada por importantes períodos de incertidumbre e inestabilidad.

33 A continuación se presentan algunos datos, que si bien han sido creados en términos comparativos con los países de mayor peso en el área de CTI, asumen cierta importancia para el análisis dentro de la región. La inversión en I+D en América Latina y Caribe en 20115 alcanzó casi los 44 mil millones de dólares (medidos en PPC6), lo cual duplicó los valores de 2002. Según la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICyT), el impacto de la crisis de 2008-2009 afectó, con una leve desaceleración, a Brasil y México. A su vez, esta fuente destaca que para 2011, la inversión de la región representó sólo el 3,2% del total mundial, donde Brasil duplicó los valores por invertir, mientras que Argentina tuvo un desempeño de crecimiento sostenido entre 2002 y 2011, y México presentó, a su vez, una evolución positiva y sostenida de la inversión.

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34 Atendiendo al tamaño de las economías, se observa que Argentina en 20117 utilizó el 0,61% de su PBI en I+D, mientras que Brasil participó con el 1,14%, y México, con el 0,51%. Respecto de los valores per cápita, los gastos en I+D refuerzan esta tendencia, ya que Argentina aportó en 2011 US$74,04 per cápita, mientras que Brasil lo hizo con US$151,04, y México, con US$52,18.

35 En este sentido, se observa una fuerte concentración en los países de la región, donde sólo los tres países antes mencionados contienen el 92% de la inversión total. En 2011, Brasil representaba el 63%, México el 18% y Argentina el 11% (RICyT 2013). Esta situación expresa, en parte, que en el plano nacional, los países de la región vienen desarrollando e implementando políticas de fomento a la innovación, pero la importancia de la cooperación en la materia no ha dado lugar a un mayor desarrollo de las estructuras científico-tecnológicas de la mayoría de los países de la región.

36 Finalmente, es posible sostener que las políticas de CTI de la región se han ido ajustando a los procesos generales, tanto de la misma región como de los propios países que la componen. No obstante, se ha ido configurando una impronta regional en materia de CTI, a la vez que es posible distinguir estructuras científico-tecnológicas particulares.

37 A continuación se presentan dos apartados que permiten observar las tendencias regionales en CTI. Por un lado, se analiza el papel que han desempeñado los organismos internacionales en el área científico-tecnológica, los espacios de definiciones de políticas y los tipos de financiamiento. Por otro lado, se exponen algunas especificidades regionales que marcan cierta tendencia en el quehacer de la política de CTI, rescatando aquellos instrumentos construidos a través de una impronta mayormente focalizada, de lo que deriva la especial atención realizada al Fondo Argentino Sectorial (FONARSEC), perteneciente a la estructura de CTI de Argentina.

El rol de los organismos multilaterales en la configuración de los espacios de promoción de la ciencia, la tecnología y la innovación

38 El papel que han desempeñado los organismos internacionales en la región de América Latina con relación a la ciencia, la tecnología y la innovación ha sido múltiple: asesoramiento técnico, configuración de políticas públicas y financiamiento.

39 En términos generales, se distinguen dos perspectivas que se trasladaron a la región a través de sus intervenciones. Una perspectiva científica y tecnológica que privilegia el papel de la ciencia y su difusión como expresión cultural y fuente de conocimientos para el uso productivo y social, la cual se desarrolló dentro de la UNESCO, la Organización de los Estados Americanos (OEA) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La otra perspectiva es la económica-estructuralista, la cual aduce que el hecho de contar con capacidades propias de investigación científica y desarrollo tecnológico genera las herramientas para apropiarse de los beneficios del aumento de la productividad, la industrialización, el comercio exterior y el crecimiento económico. Estas últimas expresiones han sido difundidas desde la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

40 Sagasti (2011) sostiene que sin la participación y el apoyo de instituciones internacionales, como la UNESCO, la CEPAL, la OEA, la OCDE, el Banco Mundial, entre otros, no hubiera sido posible difundir las ideas, las estrategias, los programas y

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propuestas que permitieron un avance en las políticas científicas y tecnológicas de la región. En este caso, también se considera relevante entender las formas de vinculación que dicha relación ha adquirido con los países de la región, en términos de desarrollo de los complejos científico-tecnológicos y de las políticas públicas en materia de CTI, para lo cual se realiza a continuación un breve recorrido respecto a la incidencia de dichos organismos en la región desde las perspectivas antes señaladas.

41 En primer lugar, la intervención tanto de la Unesco como de la OEA corresponde a la perspectiva que privilegia la CTI como fuente de desarrollo cultural. Desde los inicios de la Unesco (1946), el tema de la ciencia ha sido un tópico por demás difundido; tal es así, que hacia 1949 se creó el Centro de Cooperación Científica para América Latina en Montevideo, y de ahí en adelante, el compromiso de la Unesco fue extendiéndose a partir de la organización de misiones a los países de la región, a fin de difundir, principalmente, la importancia de la política científica para el desarrollo. Estas misiones se complementaron con la realización de numerosos estudios sobre el estado de situación de la CTI en la región, hacia la década de los años sesenta.

42 En cuanto a la OEA, las primeras iniciativas en el ámbito de la ciencia y la tecnología fueron desarrollándose con mayor impulso también en los sesenta. En estos años surgió el Programa Regional de Desarrollo Científico y Tecnológico. Una parte de los objetivos de la OEA iba dirigida a recomendar a los organismos financieros internacionales la necesidad de organizar un programa integral de financiación de la investigación en América Latina para el desarrollo científico encaminado a la solución de problemas específicos (Sagasti 2011).

43 Actualmente, dentro de la estructura de la organización, el Departamento de Ciencia, Tecnología e Innovación se propone dar apoyo a los Estados miembros en la formulación de políticas en ciencia y tecnología para promover y acompañar el desarrollo socioeconómico de estos. De manera particular, la presencia de la OEA en materia de CTI está dirigida a la promoción de las ingenierías, para lo cual se han desarrollado diferentes grupos de trabajo en coordinación con los organismos especializados de los países, así como con los rectores de las universidades. En definitiva, se busca promover el aumento de graduados en ciencia, tecnología, ingeniería y educación técnica, y mejorar los programas de estudios en estas áreas para responder a las necesidades cambiantes de la industria, en especial de las microempresas y pequeñas empresas, y de las comunidades (MINCyT 2014). En adición, ambos organismos —OEA y UNESCO—, en sus primeras etapas de desarrollo institucional, tuvieron un rol central, en tanto que actualmente su presencia respecto del financiamiento y el apoyo técnico a la región es prácticamente nula.

44 En último lugar, la perspectiva estructuralista remonta sus orígenes hacia los años cuarenta, con los primeros estudios de Raúl Prebisch sobre la economía latinoamericana;8 pensamiento que dominaría la escena de la región por más de tres décadas, y donde se ofrecía particularmente una interpretación integral alternativa a la economía neoclásica. Estas ideas fueron permeando la constitución de la Cepal, dependiente de la ONU. Nahón, Rodríguez Enríquez y Schorr (2006) consideran que esta oficina, […] asumió una decisiva gravitación en el nivel regional, no sólo porque racionalizó o teorizó ciertos procesos que estaban transitando la mayoría de los países latinoamericanos, sino también, y en gran medida derivado de lo anterior, porque pasó a ser clave en la recomendación de políticas con el propósito de que los países

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de la región pudieran salir de la situación de atraso —en lo económico, en lo político y en lo social— en la que se encontraban. (2006, 331) 45 De este modo, y a pesar de las importantes transformaciones que ha sufrido la institución, continúa siendo una fuente de análisis relevante en el área de CTI y su relación con el desarrollo. De ahí la existencia de numerosos documentos de trabajo, anuarios estadísticos e informes particulares sobre países y sectores económicos.

46 No obstante, ambas perspectivas, tanto la económica-estructuralista como la científica- tecnológica, fueron confluyendo hacia los años sesenta, dando lugar a un complejo de ideas donde ha predominado la importancia otorgada a la ciencia y la tecnología para el desarrollo de la región, y desde ahí se han ido formulando distintas miradas acerca de lo que es posible llevar a cabo desde las políticas públicas en materia científico- tecnológica.

47 A partir de la conformación del Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo9 (PLACTED) se ha expresado un conjunto de ideas de varios autores latinoamericanos en torno al rol que debían asumir la ciencia y la tecnología en el contexto social, así como acerca de la dependencia científica y tecnológica de la región respecto de las decisiones de los países centrales. Cuestiones todas que continúan retomándose en los análisis actuales sobre la política de CTI y que devienen de esta confluencia de perspectivas antes mencionada.

48 Las distintas perspectivas presentes en las instituciones analizadas han permeado las políticas de CTI en América Latina, al tiempo que han ido transformándose producto de la confluencia de ideas, y principalmente por los cambios producidos en la realidad de los países de la región. Es necesario advertir otras dos cuestiones finales; en primer lugar, destacar la influencia que dichos organismos tuvieron en el desarrollo del modelo lineal de producción del conocimiento y su traslación hacia algunas de las instituciones principales de los distintos complejos científico-tecnológicos; en segundo lugar, subrayar los contrastes teórico-conceptuales entre estos y los exponentes del PLACTED.

49 De manera complementaria, los organismos multilaterales de crédito se han constituido como actores claves en el proceso de financiamiento y coordinación de la CTI en América Latina. Es así como las principales fuentes de financiamiento en la región se componen de los presupuestos públicos nacionales, los programas de inversión pública, junto a préstamos y donaciones de organismos multilaterales, recursos provenientes de la cooperación y de fundaciones.

50 El Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) merecen especial atención, ya que son las dos instituciones que mayor financiamiento externo han otorgado a los países de la región. Ha sido a través de sus financiamientos que se ha desarrollado gran parte de las capacidades científico-tecnológicas, mediante sus operaciones de préstamos y cooperación técnica. A modo de ejemplo, el BID mantiene relación con Argentina desde 1962, cuando otorgó el primer préstamo, para reequipar universidades nacionales (Sagasti 2011). En un documento institucional, el organismo procura diferenciarse de otras entidades financieras al sostener que “En contraste con las prácticas del mundo financiero internacional de los años sesenta, el BID inició a comienzo de esa década, los financiamientos para el desarrollo de la educación superior, la ciencia y la tecnología” (Mayorga 1997, 2).

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51 En la actualidad, el BID constituye la principal fuente de financiamiento, con préstamos vigentes en toda la región (Aguiar, Aristimuño y Magrin 2015), entre los que se pueden mencionar algunos créditos activos dirigidos a Argentina, Chile, Guatemala, Jamaica, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay (Sagasti 2011). Asimismo, el Banco Mundial, aunque con menor incidencia, ha apoyado financieramente proyectos para la promoción de la competitividad, desplegando su influencia en toda América Latina.

52 El tipo de financiamiento que dichas instituciones llevan adelante se corresponde con líneas diseñadas y orientadas para apoyar proyectos conjuntos entre universidades, centros de investigación y empresas, buscando impulsar la asociatividad entre distintos actores. Así, también las características sobresalientes de las últimas líneas de créditos son la dimensión de los volúmenes desembolsados, la continuidad entre los programas y la especial coordinación que ambos organismos mantienen para, entre otras cosas, no solapar su labor y duplicar recursos.

53 De lo señalado se desprende la cuestión de la relación entre el financiamiento y la coordinación de políticas públicas, observando los condicionamientos que conllevan este tipo de líneas de créditos. Dicha vinculación puede producir rigideces en la aplicación de los instrumentos financiados, ya que han sido muchas veces diseñados conforme a estructuras o dinámicas que pueden ser propias de dichos organismos o de economías desarrolladas, pero que no necesariamente responden a la estructura científico-tecnológica a la cual le otorgan financiamiento.

54 Considerando esto, algunos autores sostienen que el avance de los organismos multilaterales de crédito en la región ha traído consigo la pérdida de definición de prioridades por parte del Estado, y con ello, la tendencia a quedar supeditado a las condiciones impuestas por los organismos. Sobre todo, se destaca que el otorgamiento de créditos por parte de organismos externos implica atender a metodologías de implementación, monitoreo y evaluación de los programas públicos en función de lo acordado con los bancos (Kohon, Mochi y Peirano 2012). Con el objetivo de ordenar la operatoria de las líneas de financiamiento, los organismos han promovido la creación de estructuras de funcionamiento y organización dentro de los propios Estados, que se mantienen en el tiempo.

55 No obstante, en este trabajo se afirma que el margen de maniobra del Estado en las negociaciones puede variar y ser mayor o menor, de acuerdo con los condicionamientos que como contraparte pueda imponer, entendiendo que se trata de políticas de Estado (Martínez Nogueira 2008). En este sentido, algunos autores se atreven a afirmar —para el caso de Argentina, por ejemplo— que, producto del propio proceso evolutivo de las políticas públicas en materia de CTI, ha quedado superada la etapa fundacional, y con ello, la dependencia del financiamiento internacional (Del Bello 2014). De todas formas, el interrogante permanece abierto, en cuanto a la posibilidad de sostener que, en la actualidad, en las políticas de CTI haya mayor margen de maniobra para seleccionar áreas de interés, sectores y, consecuentemente, una participación activa en las decisiones en materia de CTI por parte de los Estados.

Tendencia regional para la promoción de la ciencia, la tecnología y la innovación

56 Las políticas de CTI han formado parte de las diferentes estrategias de desarrollo de América Latina a lo largo de las últimas décadas; cuenta de ello son la expansión de la

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planificación y las normativas de CTI, el interés por la medición de la I+D, la creación de instituciones, entre otras referencias. De este modo se ha reimpulsado una mirada hacia el valor e importancia que la CTI tiene dentro del proceso de modernización de los sistemas productivos de la región (Porta et al. 2010).

57 Si bien al analizar la dinámica de la inversión en I+D de los países latinoamericanos entre 2004 y 2013 se observa cierto estancamiento de la región con respecto a otros países emergentes, se advierte un aumento de la inversión por encima del promedio mundial en varios países de la región como Argentina y Brasil (CEPAL 2016). Esta situación permitió resignificar las estructuras de las instituciones encargadas de diseñar los programas e instrumentos de CTI, incorporando ciertas lógicas, que, si bien han facilitado el desenvolvimiento gradual y continuo de la política de CTI, también han dado lugar al desarrollo de algunas innovaciones de carácter institucional y conceptual. Una mirada en conjunto de los nuevos aportes permite observar el surgimiento de instrumentos y programas basados en la incorporación de una modalidad de intervención más “focalizada”, donde se destaca un doble juego de experiencia institucional y conceptualización.

58 Las políticas públicas que asumen esta lógica de intervención focalizada parten de una realidad socioproductiva ampliamente más compleja. En este sentido, congregan la heterogeneidad del tejido productivo, la multiplicidad de agentes, instituciones y modalidades de interacción y la especificidad con que el conocimiento científico- tecnológico es incorporado a nivel sectorial, y, tal como son configuradas las políticas focalizadas, están orientadas a resolver algún problema específico. Esta nueva orientación de criterios de intervención ha venido desarrollándose con distintos impulsos en toda la región. Brasil ha comenzado a trabajar en ello en los primeros años de la década del dos mil, mientras que otros como México y Argentina han seguido dicho proceso finalizando esa década, y están en la actualidad consolidando algunas de las estructuras diseñadas bajo las características mencionadas.

59 En la configuración de los más recientes instrumentos para la promoción de la ciencia, la tecnología y la innovación predomina la búsqueda de una intervención en todo el entramado institucional, el cual participa en el proceso de innovación, desde la I+D hasta el acceso a los mercados o la incorporación a desarrollos sociales no comerciales. En este sentido, ha sobresalido el énfasis en la creación de instrumentos para la resolución de problemas concretos, los cuales no quedaban abarcados dentro del conjunto de herramientas en funcionamiento (de carácter horizontal y/o vertical).

60 Por un lado, algunos países de la región han implementado instrumentos para la promoción de la conformación de clusters y polos tecnológicos, entre los que se pueden destacar el programa de Proyectos Integrados de Aglomerados Productivos (PI-TEC) del Fondo Tecnológico Argentino (Fontar), en Argentina; el Programa Nacional de Incubadoras y Parques Tecnológicos de la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep), en Brasil; el Programa de Promoción de clusters de la Fundación Chile, y los Programas Sectoriales y Territoriales de Innovación de la Agencia de Investigación e Innovación (ANII), en Uruguay. Por su parte, en Chile, la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) implementó el programa Profo de Proyectos Asociativos de Fomento. Profo es un instrumento de fomento que cofinancia un conjunto de acciones emprendidas por un grupo de al menos cinco empresas, destinadas a lograr metas comunes al grupo y a cada empresa que potencien su competitividad. En México, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) viene llevando a cabo las Alianzas Estratégicas y Redes

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de Innovación para la Competitividad (AERIS), un instrumento que tiene por finalidad promover la articulación entre instituciones de investigación y empresas que, al utilizar su sinergia, incrementen la competitividad del sector productivo en cuestión.

61 Por otro lado, se ha promovido la creación de instrumentos para la promoción de la constitución de redes que buscan dinamizar la circulación y el intercambio de conocimiento, como también la cooperación en la utilización de infraestructura costosa. A tal efecto, en Brasil se creó la Red Brasilera de Tecnología, con el objetivo de facilitar una eficiente articulación entre las áreas del gobierno, las universidades brasileras, empresas privadas y agentes financieros. En cuanto a las redes para el uso compartido de infraestructura científica, es posible mencionar el caso de Argentina, donde se creó el Sistema Nacional de Microscopía, un instrumento para maximizar el uso compartido de grandes microscopios por parte de organismos públicos de investigación.

62 Otro conjunto de instrumentos enfatiza en la creación de fondos sectoriales, los cuales se han extendido a lo largo de toda la región en la última década. El primer caso regional corresponde a Brasil; allí, además de la adecuación de la legislación y nuevos marcos jurídicos para la modernización del sector, la principal innovación estuvo en el ámbito del financiamiento y se relacionó directamente con la creación de los Fondos Sectoriales de CTI. En este contexto, es el país que cuenta con más experiencia, ya que desde 1999 introdujo esta categoría como instrumentos de política científica- tecnológica, pero que responden de manera transversal a toda la estructura socioproductiva del país.

63 Actualmente, Brasil cuenta con dieciséis Fondos Sectoriales, de los cuales catorce corresponden a sectores estratégicos o prioritarios de la economía, y dos fondos transversales, compuestos por el Fondo Verde Amarelo, para la promoción de la cooperación universidad-empresa, y un fondo para el apoyo a la mejora de la infraestructura de las instituciones de investigación científica. En el caso brasileño, los Fondos Sectoriales cuentan con un mecanismo participativo de gestión. Los Comités de Gestión de cada fondo están presididos por un representante del Ministerio de Ciencia y Tecnología, y cuentan con representantes de los distintos ministerios, agencias reguladoras, organizaciones académicas y empresariales. Otra característica distintiva es que se basan en un mecanismo de financiación específico, que incluye distintos impuestos federales y tasas particulares para cada sector.

64 Entre las intenciones más claras en el momento de crear este tipo de fondos se destacan la necesidad de contar con un flujo estable y previsible de ingresos; el desafío de mejorar la distribución regional de los recursos; la ampliación de capacidades en sectores estratégicos; el impulso de las inversiones privadas en investigación y desarrollo; la promoción de la asociatividad, y, al tiempo, garantizar transparencia en la asignación de recursos (por ejemplo, a través de los Comités de Gestores).10 A su vez, los fondos sectoriales representan una nueva fuente de financiamiento, destinada a ampliar la infraestructura científica y tecnológica, incentivar las inversiones en innovación y promover iniciativas, en aras de aumentar la competitividad a escala nacional (Buainain, Corder y Pacheco 2014).

65 Uruguay, a su vez, está iniciando el mismo camino y lanzó recientemente tres fondos sectoriales, que son implementados a través de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), con la participación de diversos ministerios, institutos y empresas

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públicas. Estos son el Fondo Innovagro, el Fondo Sectorial de Energía y el Fondo Sectorial Salud.

66 Otro ejemplo por destacar es Chile, donde se observan dos grupos de programas que tienen particularmente seleccionados los objetivos y los beneficiarios. El caso de las políticas de fomento y promoción de Consorcios público-privados, y el Fondo de Desarrollo y Crecimiento de Chile, que se ha planteado como objetivo fomentar la creación de fondos de inversión que permitan financiar y desarrollar las pequeñas y medianas empresas chilenas con alto potencial de crecimiento y que se encuentren en etapas de expansión.

67 En Argentina, la administración de instrumentos de promoción de la innovación está diversificada en tres ministerios. El Ministerio de la Producción se caracteriza por sus políticas horizontales y orientadas a la oferta. Además, los instrumentos están focalizados exclusivamente a empresas, al igual que el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, con la salvedad de presentar un perfil sectorial. Por último, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT) es el principal actor en materia de política de innovación al implementar políticas a través de los instrumentos que se administran desde la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT), donde residen fondos fiduciarios de carácter horizontal, vertical y focalizados (Codner y Del Bello 2011). Todos los Fondos11 que integran la ANPCyT cuentan con herramientas de promoción que apuestan a la asociatividad, la priorización temática, la formación de recursos humanos calificados, la incorporación del sector privado como actor y beneficiario en muchas de las convocatorias presentes, pero el Fonarsec12 se caracteriza por profundizar las estrategias mencionadas.

68 De manera específica, para el MINCyT, “[…] las políticas focalizadas constituyen un cambio radical en las acciones destinadas a promover el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación y su articulación con el sistema productivo y social” (MINCyT 2014, 2). Por consiguiente, el objetivo rector de dichas políticas es fortalecer sectores y áreas tecnológicos estratégicos, de manera tal que puedan mejorarse tanto la competitividad socioproductiva como la calidad de vida de la población.

69 Los lineamientos que sostiene el MINCyT están enmarcados en el nuevo Plan de Ciencia, Tecnología e Innovación: Argentina Innovadora 2020 (PNCTI 2020), y entre las innovaciones instrumentales propuestas en el Plan aparece el fondo mencionado, que es presentado como el inspirador de los lineamientos de política de CTI actuales, es decir, orientador de las acciones en materia de CTI. De este modo, el Plan plasma explícitamente en sus objetivos la orientación general de las políticas diseñadas por el MINCyT para fomentar la transferencia de manera proactiva, en el marco de una elevada focalización en términos de tecnologías y sectores, al tiempo que resalta el eje puesto en la focalización y selectividad de las políticas desarrolladas desde el MINCyT, sobre lo que han denominado “Núcleos Socio-Productivos Estratégicos (NSPE)”;13 de acuerdo con el impacto económico, tecnológico o social de los sectores productivos de bienes y servicios que representan dichos Núcleos (Mincyt 2013).

70 La segunda dimensión de la focalización es la selección de tecnologías, y, en este caso, las elegidas para impactar de manera trasversal en sector y territorio son la biotecnología, las TIC y la nanotecnología o TPG. La tercera dimensión donde confluyen los NSPE y las TPG es el territorio. Al poner mayor énfasis en lo territorial, con la intervención focalizada se procura materializar el impacto y convergencia de las tecnologías sobre un espacio específico. Pensar en la dimensión territorial también

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supone, por un lado, comprender la brecha científico-tecnológica entre los grandes centros urbanos y el resto del país; por otro lado, expresa la necesidad de profundizar la federalización de la CTI a través del financiamiento y la búsqueda de solución a problemas estructurales, tanto sociales como productivos.

71 A partir de la descripción antes mencionada puede comprenderse cómo la operación de las políticas focalizadas se condensa explícitamente en un instrumento en particular como es el Fonarsec, y cómo, a partir de la lectura de sus objetivos, es posible, a su vez, dar cuenta de los fines más generales de la política de CTI, en este caso, de Argentina.

72 Hay dos cuestiones por resaltar al finalizar este apartado. En primer lugar, la implementación y ejecución de estos fondos, proyectos y programas se han desarrollado de una manera particular que debe ser considerada, teniendo en cuenta que algunos países de la región comparten iniciativas, y con ello se manifiesta cierta impronta de las políticas de CTI regionales, producto de una evolución común de estas. Pero otra realidad innegable es que muchas de estas innovaciones en materia de CTI, incluso el FONARSEC, responden a la financiación del BID y el Banco Mundial, por lo que el análisis de la implementación de las políticas de CTI tiene que ser abordado también desde este marco.

Consideraciones finales

73 En términos del recorrido regional se describió una batería de programas e instrumentos que provienen de políticas públicas en materia de CTI, pero también de políticas de organismos multilaterales que han asumido la tarea de asistir financiera y conceptualmente la promoción de CTI para un mejor desarrollo relativo de los países. En todos ellos se vislumbran algunas particularidades que trascienden los espacios nacionales y tienen que ver con la profundización del uso de instrumentos mucho más específicos en la selección de sectores por intervenir y en la elección de la asociatividad como la forma más apropiada de producción de conocimiento y tecnologías.

74 Se advierte que la decisión sobre qué instrumentos son más acertados para cada tipo de situación tiene que estar mediada por las políticas públicas derivadas del modelo de desarrollo nacional. Sin embargo, se presenta otro conjunto de dimensiones por considerar, tales como el propio estado de las capacidades de CTI, las características y evolución del entramado socioproductivo, y el contexto económico, político y social.

75 No obstante, se distingue una nueva institucionalidad de la política de CTI, donde predomina la implementación de instrumentos con un marcado perfil focalizado, selectivo y con particularidades que permiten diferenciarlos (y complementarlos) respecto de aquellos pensados con una lógica horizontal y/o estrictamente vertical, de ahí que las orientaciones conceptuales recientes resalten la importancia de que las políticas de CTI permitan el desarrollo de un mix de instrumentos.

76 Al retomar lo aseverado en el apartado sobre el papel de los organismos financieros de crédito tiene sentido cuestionar cuál ha sido la injerencia de dichas instituciones en la configuración de los instrumentos de política pública con una lógica más selectiva y focalizada. Así, también resulta interesante constatar cómo el apoyo financiero puede traer consigo aportes conceptuales. En este contexto, ¿en qué lugar del diseño de instrumentos de política de CTI predomina la presencia estatal? Es decir, cuál es el grado de singularidad de los instrumentos de CTI y cuántas de las innovaciones

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corresponden a una tendencia regional producto de dos grandes variables: la propia evolución de las políticas de CTI en la región, y, en relación con esta, el tipo de financiamiento internacional para esos instrumentos. Cuestionamientos que permiten ampliar el horizonte de análisis propuesto desde este trabajo respecto de las políticas públicas CTI en el contexto regional de América Latina.

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NOTAS

1. Fundada en 1961, la OCDE agrupa a 34 países miembros, en su mayoría europeos, Estados Unidos, Japón, y sólo dos países de América Latina (Chile y México). 2. Manuel Castells (1999) manifiesta que la Revolución de las Tecnologías de la Información no fue determinada por una necesidad social —es decir, la necesidad del capitalismo de reestructurarse para hacer frente a la crisis— sino que su inducción fue tecnológica. En la década

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del setenta se produjo la difusión amplia de las nuevas tecnologías, lo que aceleró su desarrollo sinérgico y permitió que convergieran en un nuevo paradigma. 3. Un cambio de paradigma tecno-económico es un cambio en las herramientas y en los modos de hacer las cosas, es un cambio en patrones organizativos y en posibilidades tecnológicas, es encontrarse frente a un enorme potencial de generación de riqueza, cuyo aprovechamiento exige adoptar una nueva lógica (Pérez 2001, 2). 4. Entendidas como tecnologías transversales de los sectores intensivos en conocimiento, que tienen múltiples campos de aplicación. Entre las más destacadas se ubican las TIC, la biotecnología y la nanotecnología. En líneas generales, Estados Unidos y China aparecen como los principales actores en todas las TPG. Si bien la posición de liderazgo de Estados Unidos es un fenómeno de larga data, se ve desafiada por el crecimiento chino, que ya ha conseguido superar al país norteamericano en la producción científica en nanotecnología. En esta área es llamativa también la presencia de India entre los cinco países más productivos. Por su lado, la biotecnología presenta un panorama de actores más tradicional, con fuerte presencia de Inglaterra, Alemania y Japón. El caso de las TIC es similar, aunque aquí se destaca España entre los cinco países más productivos a nivel mundial (RICyT 2015). 5. Último dato disponible en la RICyT (2013). Estos datos han mantenido una dinámica sostenida durante todo el período, al tiempo que las diferencias en términos regionales también han permanecido sin variaciones de consideración. 6. Paridad de Poder de Compra. 7. Último dato completo para los tres países, según RICyT. 8. Raúl Prebisch (1901-1986) fue una figura central del pensamiento latinoamericano. Construyó un pensamiento propio a partir de una visión del desarrollo económico y de la inserción internacional de la región denominada centro-periferia. Este enfoque se constituyó a partir de la elaboración de una metodología donde se relacionaban las condiciones internas de los países de la región con su contexto internacional, y la inestabilidad de corto plazo con la vulnerabilidad estructural en el largo plazo. 9. Entre sus exponentes más relevantes se ubican los postulados de los argentinos Herrera, Sábato y Varsavsky, y el uruguayo Halty. Desde distintas concepciones político-ideológicas, que van desde el pragmatismo de Sábato al idealismo de Varsavsky, dichos autores rompieron la consideración de la ciencia como algo estrictamente positivo. Sostenían que la ciencia y la tecnología debían tener como objetivo el desarrollo socioproductivo, y situaban al Estado como eje articulador del entramado científico-tecnológico y responsable de la concreción de políticas para la promoción y el desarrollo de la ciencia y la tecnología. 10. Los Comités de Gestores tienen la características de contar con la representación de los tres grandes sectores: universidad o centro de I+D, gobierno y empresa. 11. La ANPCyT, creada en 1996, está compuesta por cuatro Fondos: el Fondo Tecnológico Argentino (FONTAR), el Fondo para la Investigación científica y Tecnológica (FONCyT), el Fondo Fiduciario de Promoción de la Industria del software (FONSOFT), y el cuarto y último, el Fondo Argentino Sectorial (FONARSEC), desde 2009. 12. El Fondo tiene diferentes programas, entre los que pueden distinguirse el Programa de Formación de Gerentes y Vinculadores Tecnológicos (GTec), el Proyecto de Infraestructura y Equipamiento Tecnológico (PRIETec), y el Programa Empretecno, que comprende los subprogramas FFP (Facilitadores del Flujo de Proyectos) y EBT (Empresas de Base Tecnológica). Asimismo, son parte exclusiva del Fonarsec los Fondos Sectoriales (FS); estos están enmarcados, a su vez, en dos programas diseñados por el MINCYT: el “Programa para Promover la Innovación Productiva y Social” y el “Programa de Innovación Tecnológica”. 13. Los 34 NSPE que se exponen en el Plan se conforman como orientadores de la política de CTI para los próximos años y constituyen un conjunto de subsectores en donde se busca intervenir

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estratégicamente, los cuales se desprenden de una selección más acotada de sectores como la agroindustria, el ambiente y desarrollo sustentable, desarrollo social, energía, industria y salud.

RESÚMENES

Los modelos organizativos de las políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación (CTI) ponen de manifiesto el perfil del Estado y el papel desempeñado por los distintos actores, ya sean públicos o privados. Consecuentemente, dar cuenta de las políticas en CTI reciente implica centrar la atención en las herramientas que utiliza el Estado para posicionarse y orientar las instituciones en función de los intereses y visiones que predominan en el contexto político y económico. El artículo analiza los instrumentos de políticas de CTI a partir de sus objetivos específicos, facilitando con ello la aproximación a la interpretación de los perfiles de política. Particularmente, se observan las manifestaciones dentro de América Latina, dando cuenta de tendencias generales y casos específicos.

Organizational models of public policies in science, technology and innovation (STI) show the profile of the State and the role performed by the different actors, whether public or private. Consequently, giving an account of recent STI policies involves focusing on the tools used by the State to position and guide institutions according to the predominant interests and views in the political and economic context. The article analyzes STI policy instruments from the viewpoint of their specific objectives, thereby facilitating the approach to interpreting policy profiles. It studies the manifestations of this phenomenon in Latin America in particular, accounting for general trends and specific cases.

Os modelos organizativos das políticas públicas em ciência, tecnologia e inovação (CTI) demonstram o perfil do Estado e o papel desempenhado pelos diferentes atores, sejam públicos, sejam privados. Por isso, a prestação de contas das políticas recentes em CTI implica concentrar a atenção nas ferramentas que utiliza o Estado para se posicionar e orientar as instituições em função dos interesses e das visões que predominam no contexto político e econômico. O artigo analisa os instrumentos de políticas de CTI a partir de seus objetivos específicos, facilitando, com isso, a aproximação à interpretação dos perfis de política. Particularmente, são observadas as manifestações dentro da América Latina, mostrando tendências gerais e casos específicos.

ÍNDICE

Palabras claves: política de innovación Keywords: innovation policy Palavras-chave: política de inovação Temas: América Latina, política científica, política tecnológica

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AUTOR

ROMINA LORAY

Magíster en Ciencia, Tecnología y Sociedad por la Universidad de Quilmes (Argentina). Becaria doctoral del CONICET, e investigadora del Centro de Estudios en Problemáticas Internacionales y Locales (CEIPIL) de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Argentina). Entre sus últimas publicaciones están: “¿La bioeconomía como modelo de desarrollo? Recursos naturales y políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación”. Revista Estado y Políticas Públicas 5: 99-118, 2015, y “La política científica, tecnológica y de innovación en Argentina, Brasil y Chile: tendencias recientes hacia la implementación de fondos de financiamiento desde una dimensión focalizada y sectorial”. En Anuario de Integración Latinoamericana y Caribeña 2012, coordinado por Jaime Antonio Preciado, 481-492. Guadalajara: University Press of the South, Nueva Orleans – Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, 2015 rominaloray[at]gmail.com

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Documentos

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La gobernanza emocional en el capitalismo avanzado. Entre el nihilismo emotivista y el neocomunitarismo adaptativo Emotional Governance in Advanced Capitalism: Between Emotivist Nihilism and Adaptive Neo-Communitarianism A governança emocional no capitalismo avançado. Entre o niilismo emotivista e o neocomunitarismo adaptativo

César Rendueles

NOTA DEL EDITOR

Fecha de recepción: 31 de agosto de 2016 Fecha de aprobación: 27 de febrero de 2017 Fecha de modificación: 07 de marzo de 2017 DOI: 10.7440/res62.2017.08

NOTA DEL AUTOR

Este artículo forma parte de una investigación que se inscribe dentro del proyecto “Naturaleza humana y comunidad III: ¿Inactualidad del hombre y actualidad del humanismo?” (Ref, FF12013-46815-P), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad de España.

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La época de la desregulación anímica

1 Las publicaciones especializadas calculan que, en la actualidad, casi el 25% de los estadounidenses padecen alguna forma de trastorno bipolar, también conocido popularmente como “enfermedad de las emociones”. Las prescripciones de medicación para estabilizar el estado de ánimo se han incrementado en ese país un 4000% desde mediados de los años noventa (Leader 2015). Aún más, el diagnóstico de “trastorno bipolar infantil” se ha extendido como la pólvora y está llevando a atiborrar a niños muy pequeños, de dos y tres años, con medicamentos de efectos neurotóxicos (Frances 2014). Los síntomas de la bipolaridad infantil —grandiosidad, sueño disminuido, locuacidad, pensamiento acelerado, distractibilidad, agitación psicomotriz…— recuerdan poderosamente las características de casi cualquier infancia. De algún modo, el diagnóstico parece más bien una descripción de la incapacidad contemporánea de muchos adultos para gestionar ciertas expresiones emocionales infantiles que les resultan problemáticas (García de Vinuesa, González y Pérez 2014).

2 Como es sabido, el inicio de esta epidemia de bipolaridad coincide sospechosamente con la fecha de finalización de las patentes de los principales medicamentos antidepresivos, a mediados de los años noventa del siglo pasado (Whitaker 2015). Fue entonces cuando la industria farmacéutica presionó con éxito para que los psiquiatras recategorizaran un amplio conjunto de síntomas, cuya combinación pasó a ser considerada patológica, y relajaran sus criterios diagnósticos. De ese modo, se logró aumentar exponencialmente el número potencial de consumidores de psicofármacos, supuestamente capaces de proporcionar estabilidad emocional.

3 Pero sería equivocado interpretar la bipolaridad de manera exclusiva como el resultado de una conspiración del Big Pharma1 y las asociaciones profesionales psiquiátricas. Los usuarios respondieron con genuino entusiasmo a las promesas de una ortopedia farmacológica que embridase sus emociones. Así que tal vez no sea exagerado pensar que la bipolaridad es una expresión privilegiada del malestar psíquico de nuestra época, del mismo modo que la ansiedad fue la enfermedad mental característica de la posguerra, y la depresión, la de los años ochenta del siglo XX (Leader 2015, 10). El correlato subjetivo del capitalismo global del siglo XXI parece ser la “desregulación destructiva del estado de ánimo”, una categoría que se introdujo en el DSM-5 —la quinta edición del Manual diagnóstico y estadístico, editado por la American Psychiatric Association—, precisamente para evitar el sobrediagnóstico de bipolaridad infantil, y que consiste, básicamente, en una montaña rusa emocional.

4 En primer lugar, merece la pena señalar la copertenencia entre la bipolaridad y el papel central —tanto ideológico como material— que ocupan las tecnologías de la información en el capitalismo contemporáneo. Para los neoliberales, el mercado es, esencialmente, un sistema de transmisión de información a través de los precios que debe discurrir lo más depuradamente posible, con la menor fricción institucional (Hayek 1980, 77-91). De ahí que, ya desde los años setenta, como señaló David Harvey (2007, 8), los defensores de la restauración mercantilizadora mostraran un gran interés en las tecnologías capaces de almacenar, transferir y analizar información, utilizando enormes bases de datos para guiar la toma de decisiones individuales en el mercado global.

5 La bipolaridad parece un trastorno adaptativo a esta hipertrofia comunicativa. El carrusel emocional se retroalimenta con la sobreabundancia de canales comunicativos

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personales, transformando en un ideal de vida lo que en el pasado se consideraba un síntoma patológico: Si el síntoma capital de la manía se definió en otra época como el intento compulsivo de conectar con otros seres humanos, actualmente eso es casi una obligación: si no estás en Facebook o en Twitter, algo debe de andar mal en ti. Lo que en otro tiempo eran signos clínicos de psicosis maniaco-depresivas, se han convertido ahora en el objetivo de las terapias y del aprendizaje para alcanzar el éxito. (Leader 2015, 10) 6 Lo que lleva, en segundo lugar, al curioso hecho de que la bipolaridad está rodeada de un halo paradójicamente positivo. En nuestra cultura, la enfermedad mental siempre ha estado asociada al sufrimiento psíquico. A nadie se le ocurriría sugerir que hay una depresión positiva o fructífera (Styron 2009). Los intentos de valorizar la experiencia de la esquizofrenia desde la antipsiquiatría nunca sobrepasaron el ámbito de la contracultura. En cambio, la idea de que existe una “manía” productiva está muy asentada en la cultura contemporánea. Numerosos artistas y empresarios de éxito han manifestado que padecen alguna forma de bipolaridad. En la cuarta temporada de la exitosa serie televisiva Homeland, la protagonista, una espía norteamericana que padece una forma aguda de trastorno bipolar, decide dejar de tomar su medicación cuando se enfrenta a un caso particularmente difícil que requiere toda su capacidad mental y su energía. Es como si los períodos de depresión fueran el precio a pagar por los momentos de autoexpresión aumentada.

7 De algún modo, la epidemia de bipolaridad parece la última etapa de la tormentosa relación que ha mantenido el capitalismo con las emociones colectivas: el reflejo anímico definitivo de un sistema económico autoexpansivo y universal, incapaz de convivir con cualquier tipo de limitación, y al mismo tiempo enormemente frágil e inestable, sujeto a una sucesión de crisis y depresiones crecientemente catastróficas. Es como si un cierto exceso emocional fuera un componente subjetivo necesario de un sistema social cuya subsistencia depende de la reproducción ampliada de capital. Como apunta Fisher (2016, 66), “si la esquizofrenia es la enfermedad mental que señala los límites exteriores del capitalismo, como quieren Deleuze y Guattari, el trastorno bipolar puede ser la enfermedad mental propia del ‘interior’ del capitalismo”. Las teorías clásicas de la alienación entendían que los trabajadores capitalistas padecían un déficit de subjetividad, eran carcasas de fuerza de trabajo cuyas posibilidades de autodesarrollo habían sido aniquiladas por la falsa conciencia, la explotación y la competitividad (Fromm 1966; Marx 2013). Hoy más bien ocurre lo contrario: los ciudadanos del capitalismo avanzado están demasiado llenos de subjetividad, rebosan emociones. Y ese exceso parece una terrible fuente de malestar y sufrimiento.

Los orígenes del capitalismo emocional

8 El desarrollo de esta cultura capitalista del exceso afectivo ha sido en sí mismo tumultuoso y ha discurrido por distintas vías, a menudo conflictivas entre sí. Desde el principio, una parte significativa de las teorías económicas que desempeñaron y desempeñan un papel central en la autocomprensión de la sociedad moderna aspiraron, como una de sus tareas centrales, a contener y aprovechar el magma emocional que liberó la transición al capitalismo.

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9 En un trabajo muy importante, William Davies (2016) recuerda cómo Jeremy Bentham fue el pionero en la investigación del papel de las emociones como cemento social e indicador de la idoneidad de un sistema social. Esta línea especulativa fue crucial en los albores de la denominada “revolución marginalista”, que supuso el inicio de la economía ortodoxa contemporánea. Al fin y al cabo, los economistas políticos clásicos no sentían particular interés por las cuestiones de índole psicológica, como los sentimientos o la felicidad: “Según razonaban, si el objetivo era la generación de riqueza, los recursos que debían estudiar tenían que ser de tipo físico: mano de obra, alimentos, capital fijo, tierra. […] Tal como ellos lo veían, los problemas de la economía, en último término se reducían a cómo dominar mejor las fuerzas de la naturaleza” (Davies 2016, 61). Es una tradición teórica materialista que llega plenamente a Marx y que se prolonga hasta Sraffa (1960) o Steedman (1977). El marginalismo encontró una vía matemática para abrir la economía a la psicología, relacionando el concepto mercancía con las emociones que suscita en sus usuarios: las mercancías ya no se definían por ninguna propiedad específica de su proceso productivo; podían ser cualquier cosa que produjera placer o evitara el sufrimiento.

10 Jevons (1871) —junto con los otros fundadores del marginalismo: Menger, Walras y Marshall— logró esquivar el problema de nuestra inaccesibilidad al aparato emocional de las personas (la ausencia de hedonímetros o utilímetros) mediante un aparato matemático basado en la comparación entre distintas preferencias. El precio por pagar fue una concepción muy rígida y restrictiva de la subjetividad humana, que asumía principios polémicos, como la transitividad de la preferencia, y eludía los fenómenos de intensionalidad,2 que fueron catalogados sistemáticamente como irracionalidades (Perelman, 1998; Schick 1997). Dicho de otro modo, la arquitectura económica de nuestras sociedades está basada en la hipótesis de que el cálculo hedónico —el placer y displacer revelados en nuestras elecciones en el mercado— es una guía certera para garantizar la subsistencia material colectiva, mientras que otro tipo de emociones — relacionadas, por ejemplo, con la obligación, la satisfacción, la compasión, la serenidad, el recelo o el respeto— sólo son relevantes en la medida en que se puedan reducir a las primeras.

11 Casi desde el primer momento resultó evidente que la economía ortodoxa era un marco interpretativo demasiado exiguo para, por un lado, intervenir en el laberinto anímico al que el capitalismo había arrojado a las instituciones tradicionales familiares o laborales, pero también, por otro lado, para aprovechar económicamente las posibilidades que ofrecía una gestión más compleja de las emociones propias de la subjetividad moderna. Como han explicado Eva Illouz (2007; 2009; 2010) y Arlie Russell Hochschild (2009), existe un juego de espejos complejo entre la creciente sentimentalización de las relaciones mercantiles y el modo en que las emociones personales y familiares están atravesadas cada vez más por estrategias de gestión de inspiración económica, donde los sentimientos íntimos son objeto de proyectos de maximización y optimización.

12 Ante el enclaustramiento matematiforme de la economía, otras disciplinas asumieron la responsabilidad de intervenir en el orden de los afectos capitalistas. La difusión del psicoanálisis en Estados Unidos a principios del siglo XX dio lugar a una nueva cultura emocional, marcada por una concepción patologizadora de la identidad personal y la vida familiar, y que, a partir de los años veinte, se expandió al léxico del marketing y el management. Elton Mayo (1933) y otros psicólogos del trabajo contribuyeron a difundir

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estrategias laborales en las que la gestión de las emociones ocupaba un lugar central. Los gerentes debían saber trabajar en equipo, ser empáticos y tener tacto: El lenguaje de la psicología se adaptaba particularmente bien a los intereses de gerentes y empresarios: los psicólogos parecían prometer nada menos que aumentar las ganancias, combatir los conflictos laborales, organizar relaciones no confrontativas entre gerentes y trabajadores, así como neutralizar la lucha de clases mediante su incorporación al lenguaje benigno de la personalidad y las emociones. El lenguaje de la psicología resultaba atractivo a los trabajadores porque era más democrático, dado que ahora la buena dirección dependía de la personalidad y la capacidad de entender a los otros más que el privilegio innato y de la posición social. (Illouz 2007, 46) 13 Como explicaron Robert Bellah et al. (1989), el terapeuta se convirtió en la imagen especular del gerente. También él se especializó en movilizar recursos para una acción efectiva, sólo que en este caso se trata de recursos interiores del individuo, y el único criterio para medir la eficacia es la satisfacción personal: El terapeuta [como el directivo] acepta la organización de la sociedad industrial como un contexto no problemático de la vida. El objetivo de la vida es alcanzar alguna combinación entre trabajo y “estilo de vida” que sea económicamente posible y psicológicamente soportable, es decir, que “funcione”. Para el terapeuta, y para el directivo, los fines están establecidos; la atención se centra en la eficacia de los medios. (Bellah et al. 1989, 75) 14 Esta emocionalización de las relaciones económicas tuvo un carácter relativamente amable hasta finales de los años sesenta y principios de los setenta. Fue entonces, en pleno declive del modelo de acumulación capitalista keynesiano de la posguerra, cuando apareció un nuevo marco de gestión emocional mucho más agresivo (Ehrenreich 2012), que Foucault tematizó tempranamente con el concepto “empresario de sí” (Foucault 2007, 264), que ha tenido una amplia recepción en la teoría crítica y el campo de estudios biopolíticos (Barry, Osborne y Rose 1996; Han 2014; Virno 2003). Desde esta perspectiva, la restauración neoliberal habría logrado superar la contradicción entre los discursos laborales marcados por la responsabilidad y el ascetismo de origen calvinista y el hedonismo consumista: Las nuevas técnicas de la “empresa de sí” alcanzan, sin duda, el colmo de la alienación al pretender suprimir todo sentimiento de alienación: obedecer al propio deseo y al Otro que habla en voz baja dentro de uno mismo, todo es lo mismo. El management moderno es en este sentido un gobierno “lacaniano”: el deseo del sujeto es el deseo del Otro. Al poder moderno le corresponde hacerse el Otro del sujeto. A esto tiende, ciertamente, la construcción de las figuras tutelares del mercado, de la empresa y del dinero. Pero, sobre todo, es lo que permite obtener sofisticadas técnicas de motivación, incentivación y estímulo. (Laval y Dardot 2013, 333) 15 En efecto, el neoliberalismo sacó a la luz afinidades monstruosas entre los partidarios de la mercantilización y un conjunto de discursos críticos que habían circulado en espacios contraculturales y antagonistas (Boltanski y Chiapello 2002). Las nuevas estrategias gerenciales incorporaron un feroz rechazo al modo en que el capitalismo corporativo típico de la posguerra limitaba la creatividad y abogaron por formas de empresariado supuestamente antiburocráticas. Según Thomas Frank (2011), los orígenes de esta concepción del management, tan contracultural como rabiosamente schumpeteriana, se remontan a los años sesenta, y, desde su punto de vista, es un error entender este proceso como una mera cooptación interesada y espuria de las críticas artísticas de la alienación. Se trata de un trayecto de influencia mutua que reverbera en distintos aspectos de la autocomprensión emocional contemporánea.

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16 La normalización de esta retroalimentación entre la crítica antagonista de la alienación y la ultramercantilización se produjo en los años ochenta del siglo pasado. Seguramente, su primera expresión teórica en las ciencias sociales fue la famosa teoría de Ronald Inglehart (2002) acerca la transformación posmaterialista de las sociedades occidentales, que habría producido una pérdida de interés generalizada en los conflictos materiales —la lucha de clases— y una preocupación creciente por otro tipo de valores relacionados con los afectos o la autoexpresión individual. Posteriormente, Anthony Giddens (2004) interpretó este proceso como una extensión de los procesos de emancipación y de la cultura cívica progresista a la esfera íntima. En esta “democracia de las emociones” (Giddens 2000) desempeñan un papel fundamental las nuevas formas de relaciones afectivas y familiares “puras”, basadas en la comunicación emocional fluida (Giddens 2004). El exceso emocional de la modernidad capitalista sería, así, el precio a pagar por la libertad de una sociedad no tutelada, una exuberancia que la terapia y otras formas de intervención experta nos ayudarían a gestionar (Giddens 1997).

De la crítica reaccionaria al contramovimiento neocomunitarista

17 En un ensayo hoy un poco olvidado pero muy influyente en su momento, Lionel Trilling (1973) elaboró una arqueología de las transformaciones subjetivas que han conducido a esta autocomprensión colectiva en términos de una democratización emocional. A través de textos literarios, Sincerity and Authenticity rastrea la aparición histórica de una cultura de la sinceridad en los albores de la modernidad europea. En ese período, la sinceridad era entendida como la “congruencia entre la manifestación y el sentimiento real”, de modo que uno, “al mostrarse verdadero consigo mismo, evitaba ser falso con los demás” (Trilling 1973, 6). Según Trilling, fue un elemento crucial de la moralidad compartida durante varios siglos hasta que, ya en el siglo XX, esta comprensión no finalista de la sinceridad dio paso a una fortísima cultura de la autenticidad, en la que la búsqueda de una relación verdadera con el yo empezó a considerarse un objetivo en sí mismo: “El propósito de la autenticidad es el autoexamen, más que la comunicación dirigida a los demás; la autenticidad, así, no tiene que ver con representar un papel, y es precisamente la orientación pública que subyacía a la sinceridad —que surgió durante una época que presenció el florecimiento del teatro— la que hace que la noción resulte sospechosa para el nuevo temperamento antisocial” (Trilling 1973, 15).

18 Poco sorprendentemente, un conjunto de autores —como Christopher Lasch, Richard Sennett, Alasdair MacIntyre, Charles Taylor o Robert Bellah—, a los que a veces se ha etiquetado como “reaccionarios de izquierda”, fueron los primeros en señalar que este imperio de la autoexploración iniciaba una reacción en cadena de desfundamentación ética. Las comunidades tradicionales eran exoesqueletos emocionales que, si bien podían ser alienantes o patriarcales, prevenían los efectos autoinmunes de la ultrarreflexividad sentimental sobre la moral común. Bellah denominó “individualismo expresivo” a esta forma de autoconstrucción de una identidad posmaterialista, a menudo interesada en valores altruistas y cooperativos, pero que, al igual que el “individualismo egoísta” tradicional, no cuenta con otro criterio de decisión que la ganancia y pérdida, en este caso emocional: “Si el yo se define por su capacidad para elegir sus propios valores, ¿en qué se basan entonces esas mismas elecciones? […] Al no

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existir criterios objetivables respecto a lo que es correcto o incorrecto, bueno o malo, el yo y sus sentimientos se convierten en nuestra única guía moral” (Bellah et al. 1989, 108).

19 En Tras la virtud (2001), Alasdair MacIntyre habla de “emotivismo” para referirse a esta forma de subjetividad incapaz de identificarse incondicionalmente con ninguna de las perspectivas morales que adopta, que considera que los juicios de valor, y específicamente los juicios morales, no son nada más que expresiones de preferencias, actitudes y sentimientos: “El yo peculiarmente moderno, el yo emotivista, cuando alcanzó la soberanía en su propio dominio perdió los límites tradicionales que una identidad social y un proyecto de vida humana ordenado a un fin dado le habían proporcionado” (MacIntyre 2001, 49). Esta carencia de límites apropiados para establecer juicios éticos hace que, para el emotivista, cualquier cosa puede ser criticada, incluida su propia perspectiva. Pues, desde este punto de vista, ser un agente moral consiste precisamente en ser capaz de adoptar una posición universal y abstracta liberada de cualquier particularidad social, por cuanto la capacidad ética se sitúa en el sujeto, y no en las prácticas sociales que adopta. La cuestión es que esta subjetividad libre de trabas, arrojada a su propia autoexpresión, conduce al borde del nihilismo: “este yo democratizado, que no tiene contenido social necesario ni identidad social necesaria, puede ser cualquier cosa, asumir cualquier papel o tomar cualquier punto de vista, porque en sí y por sí mismo no es nada” (MacIntyre 2001, 51). 20 Por eso, paradójicamente, la democratización emocional allana el camino para la subordinación gerencial y terapéutica. La independencia de la autoexploración subjetiva de cualquier valor heredado conduce a una indefensión emocional al borde mismo de la vida dañada sobre la que diferentes expertos intentan intervenir. Un amplio abanico de especialistas en distintas disciplinas a caballo entre la terapia y la gestión de recursos humanos proclaman su destreza para tutelar las emociones que emanan de subjetividades demasiado débiles para articularlas con sentido. Lasch (1999) resumió con acidez el modo en que el individualismo expresivo emotivista era un billete de ida a la sumisión y el malestar compartido: El hombre económico ha dado paso al hombre psicológico de nuestra época: el último producto del individualismo burgués. El nuevo narcisismo está obsesionado, no por la culpa sino por la ansiedad. Relajado y tolerante en la superficie, halla escasa utilidad en los dogmas de la pureza racial y étnica, aunque a la vez extraña la seguridad que brindan las lealtades grupales […]. Sus actitudes sexuales son permisivas antes que puritanas, aunque su emancipación de los viejos tabúes no le trae la paz en lo sexual. A la vez que abriga profundos impulsos antisociales, ensalza la cooperación y el trabajo en equipo. […] Codicioso, en el sentido de que sus antojos no tienen límites, no acumula bienes y provisiones para el futuro, […] pero exige gratificaciones inmediatas y vive en un estado de deseo inagotable, perpetuamente insatisfecho. (Lasch 1999, 16-17) 21 Ahora bien, ¿es la crítica reaccionaria la última palabra de la relación del capitalismo con las emociones?; ¿es la epidemia de bipolaridad la etapa definitiva de la evolución subjetiva asociada a la progresiva desinstitucionalización mercantil? William Davies (2012; 2013) ha sugerido que, tras la crisis de 2008, tal vez se esté produciendo entre las élites capitalistas un contramovimiento adaptativo similar al que Boltanski y Chiapello (2002) detectaron en el neoliberalismo. Según Davies, se están popularizando entre algunos sectores de las clases dominantes nuevos mecanismos de gobernanza basados en una especie de neocomunitarismo hegemónico y conciliador. El objetivo es preservar algunos elementos cruciales del sistema de estratificación neoliberal

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desactivando, en cambio, sus aspectos más autodestructivos. Frente a la crítica ética al liberalismo político de Charles Taylor, Michael Sandel y Alasdair MacIntyre, el bagaje teórico de este neocomunitarismo consensual hunde sus raíces en la crítica psicológica y neurológica reciente a la economía neoclásica (Kahneman y Tversky 2000), con el objetivo de poner en marcha políticas tecnocráticas de contención de la conflictividad social y la inestabilidad sistémica.

22 Desde esta perspectiva, la preservación de la economía de mercado requiere tomar en consideración a agentes que deben ser entendidos no meramente como decisores racionales sino como individuos socializados, cuyas elecciones vienen dadas por haces emocionales complejos, sesgos, hábitos y relaciones interpersonales. Frente al énfasis neoliberal en la competición como criterio de selección de las decisiones adecuadas, este neocomunitarismo hegemónico buscaría recursos tecnocráticos para establecer políticas económicas que garanticen la sostenibilidad del modelo de acumulación y limiten la incertidumbre y la exuberancia irracional. Las nuevas ciencias emocionales — la psicología cognitiva y la neurología, antes que la terapia tradicional—, auxiliadas por la recolección masiva de datos en las redes sociales, proporcionarían las bases para gestionar el malestar colectivo, no ya a través de la satisfacción del deseo consumista, sino mediante una gestión tecnocrática de la felicidad individual (Davies 2012).

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NOTAS

1. Big Pharma es un término coloquial que alude a la gran industria farmacéutica. 2. Se denomina intensionalidad (con “s”) de la preferencia al modo en que la interpretación de una situación objeto de elección lleva a tomar diferentes decisiones, aunque las creencias y los deseos en juego sean idénticos. Por ejemplo, cuando las gasolineras estadounidenses empezaron a aceptar los pagos con tarjeta de crédito, algunas agregaron un aumento de los precios para aquellos que pagaban con tarjeta, lo que llevó a algunos usuarios a boicotear a estas gasolineras. Estas, entonces, cancelaron el aumento, subieron el precio para todos y ofrecieron un descuento a aquellos que pagaban al contado, lo que puso fin al boicot (Schick 1997, 5).

RESÚMENES

Desde sus orígenes históricos, el capitalismo ha desarrollado una cultura emocional crecientemente compleja y conflictiva que ha culminado en el individualismo expresivo característico de la globalización neoliberal. El postfordismo ha implementado intensas formas de autoexamen emocional y cultivo del deseo para superar la contradicción tradicional entre el ascetismo calvinista propio del mundo del trabajo y el hedonismo consumista. El resultado debería haber sido una “democracia de las emociones” que relajara los conflictos de clase y extendiera la cultura cívica progresista a la esfera íntima mediante una comunicación emocional fluida. Sin embargo, como pronto señaló la crítica comunitarista, el emotivismo neoliberal más bien ha conducido a una desfundamentación ética que ha arrojado a las sociedades capitalistas a la intemperie subjetiva, la vida dañada y el malestar emocional, como demuestra la epidemia contemporánea de trastornos psiquiátricos relacionados con el estado de ánimo.

Starting from its historical origins, capitalism has developed an increasingly complex and conflictive emotional culture that has culminated in the expressive individualism that is characteristic of neoliberal globalization. Post-Fordism has developed intense forms of emotional self-examination and cultivated a desire to overcome the traditional contradiction between the Calvinistic asceticism proper to the world of work and the hedonism of consumer society. The result should have been a “democracy of the emotions” that would relax the class conflict and extend progressive civic culture to the intimate sphere by means of fluent emotional communication. However, as communitarian criticism soon pointed out, neoliberal emotivism has instead led to an ethical de-foundation that has driven capitalist societies to subjective inclemency, damaged lives and emotional malaise as demonstrated by the contemporary epidemic of psychiatric disorders relating to the individual’s state of mind.

Desde suas origens históricas, o capitalismo desenvolveu uma cultura emocional crescentemente complexa e conflitiva que culminou no individualismo expressivo característico da globalização neoliberal. O pós-fordismo desenvolveu formas intensas de autoexame emocional e cultivo do desejo, com o objetivo de superar a contradição tradicional entre o ascetismo calvinista, próprio

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do mundo do trabalho, e o hedonismo consumista. O resultado deveria ter sido uma “democracia das emoções” que relaxaria os conflitos de classe e estenderia a cultura cívica progressista à esfera íntima mediante uma comunicação emocional fluida. Entretanto, como logo mostrou a crítica comunitarista, o emotivismo neoliberal conduziu a uma desfundamentação ética que atirou as sociedades capitalistas à intempérie subjetiva, à vida danificada e ao mal-estar emocional, como demonstra a epidemia contemporânea de transtornos psiquiátricos relacionados com o humor.

ÍNDICE

Palavras-chave: capitalismo emocional, comunitarismo, empresário de si mesmo, individualismo expressivo Keywords: emotional capitalism, expressive individualism, self-entrepreneur, communitarianism Palabras claves: capitalismo emocional, individualismo expresivo, empresario de sí, comunitarismo

AUTOR

CÉSAR RENDUELES

Doctor en Filosofía. Profesor del Departamento de Sociología V (Teoría Sociológica) de la Universidad Complutense de Madrid, España. Entre otros trabajos, ha publicado En bruto. Una reivindicación del materialismo histórico. Madrid: La Catarata, 2016; Capitalismo canalla. Una historia personal del capitalismo a través de la literatura. Barcelona: Seix Barral, 2015; Sociofobia. El cambio político en la era de la utopía digital. Madrid: Capitán Swing, 2013. crenduel[at]ucm.es

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Debate

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Las consecuencias de la guerra en las emociones y la salud mental. Una historia de la psicopatología y medicalización en los frentes bélicos de Occidente (1914-1975) The Consequences of War on Emotions and Mental Health: A History of Psychopathology and Medicalization on the War Fronts of the West (1914-1975) As consequências da guerra nas emoções e na saúde mental. Uma história da psicopatologia e da medicalização nas frentes bélicas do Ocidente (1914-1975)

Mauricio Sánchez Menchero

NOTA DEL EDITOR

Fecha de recepción: 20 de agosto de 2016 Fecha de aceptación: 27 de febrero de 2017 Fecha de modificación: 13 de marzo de 2017 DOI: 10.7440/res62.2017.09

NOTA DEL AUTOR

El presente artículo formó parte de la ponencia “Los soldados están regresando o de cómo las heridas fijan un presente continuo”, presentada en el coloquio “Pensar la Historia del Tiempo Presente”, celebrado en la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, febrero de 2016.

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Introducción

1 Durante los conflictos bélicos del siglo XX, la presencia de la muerte provocó entre los soldados una serie de emociones incontroladas como el miedo.1 El azar o las malas decisiones condujeron al deceso o, en el mejor de los casos, provocaron heridas físicas y mentales.2 En buena parte, los accidentes han sido causa de muchas desgracias, debido a la torpeza de los altos mandos militares, la impericia de los pelotones o las imperfecciones de nuevas tecnologías. Por ello, Proctor (2008, vii) señala que si se ha dado mucha atención a la epistemología (“cómo sabemos”), también debería estudiarse la ignorancia (“cómo o por qué no sabemos”), pues el no hacerlo puede significar pérdidas irreparables como la vida misma. Así, por ejemplo, la falta de acierto en temas de psicopatología y medicalización durante las batallas ha tenido enormes costos por las pérdidas de vidas humanas3 o la falta de efectividad en la atención de los heridos de guerra.

2 Los resultados de las guerras durante el siglo pasado, con sus millones de muertos, heridos y desaparecidos, trastocaron las percepciones de los sentidos y las emociones de millones de reclutas y civiles. Por ello, para entender estas perturbaciones, en el presente trabajo se utilizará el concepto comunidades emocionales para dar cuenta de lo que constituye una historia de las enfermedades psicológicas en tiempos de conflagraciones mundiales. Se trata de colectividades conformadas, en los frentes y retaguardias, por las intersubjetividades dispuestas entre soldados y altos mandos militares sin olvidar a los médicos, psicólogos y enfermeras. Se pretende, así, estudiar a toda una comunidad activada por la guerra para establecer el particular sistema de sentimientos que constituyen: […] the emotions that they value, devalue, or ignore; the nature of the affective bonds between people that they recognize; and the modes of emotional expression that they expect, encourage, tolerate, and deplore. (Rosenwein 2010, 11) 3 Estas emociones se construyeron en los campos de batalla, donde era difícil tener un espacio visual claro, debido a las nubes de confusión y polvo que se levantaban por las explosiones y los incendios constantes. Los sentidos y nervios de los soldados terminaban por tensarse hasta el límite y, en muchas ocasiones, llegaban a quebrarse, romperse y enfermarse:4 el tiempo y el espacio se convertían entonces en una pesadilla que se repetía, una y otra vez.

4 Este trabajo se enfoca en el término neurosis de guerra, con sus diferentes variantes semánticas, referido a la nosología del padecimiento mental, particularmente en el campo médico anglosajón. Así, para dar cuenta de la enfermedad mental y emocional de los heridos se consideró un período de sesenta años, conformado por tres conflictos bélicos internacionales. De esta forma, se tomaron en cuenta los conceptos psicopatológicos que circularon más frecuentemente, tanto en los frentes de guerra como en el homefront: Shell-shock (Primera Guerra Mundial), neurosis de guerra o fatigue (Segunda Guerra Mundial) y Trastorno de Estrés Postraumático (guerra de Vietnam). Estos conceptos provienen de libros de especialistas en medicina, psiquiatría o psicología, pero también de recuerdos vertidos por los soldados y el cuerpo médico en diarios, correspondencia o entrevistas filmadas o grabadas en audio. Se trata de testimonios con los que se han pretendido caracterizar, sólo de forma general, el miedo y los efectos que experimentaron los combatientes en una comunidad emocional

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circunscrita en un ambiente de destrucción, enfermedad y muerte que tuvo sus variaciones a lo largo del tiempo.5

5 Desde luego, en el presente artículo, sólo se abordan algunos casos en donde estos trastornos y su comprensión se manifestaron tanto en los diagnósticos médicos como en la interacción desigual especialista-paciente. Asimismo, se citan casos en los que se enfatiza cómo los altos mandos militares y las autoridades médicas mantuvieron una articulación de poder, no exenta de tensión, a la hora de definir y enfrentar las heridas mentales y emocionales (Castro 2011, 235). Se trata de saber cómo se ha intentado demostrar qué tanto funcionaron o no los conceptos referidos a la neurosis de guerra en el momento de establecer su nosología y terapéutica para enfrentar todo tipo de trastornos de los soldados. Aunque este tema ya ha sido tratado por otros autores,6 aquí se ha querido analizar desde una perspectiva cotidiana de larga duración. Ello, en primer término, para destacar polifónicamente,7 y dentro de las comunidades emocionales, la participación de los propios pacientes y de las enfermeras, en su papel de intermediarias.8 Y, en segunda instancia, para esbozar los procesos de evolución, empoderamiento e institucionalización de disciplinas como la medicina, la psicología y la farmacología en el momento de definir los efectos del miedo, en referencia a los padecimientos psicopatológicos.

6 En los siguientes apartados, y a partir de la cita de relatos escritos y orales de soldados, mandos militares, médicos, psicólogos y enfermeras, se han expuesto sus sentimientos relativos a la guerra. Estos documentos demuestran cómo muchos de los yoes, principalmente los de los soldados, padecieron trastornos interiores, a pesar del valor colectivo demandado en los ejércitos. En consecuencia, estos veteranos con padecimientos neurológicos constituyeron una subcomunidad emocional, donde florecieron disturbios mentales y de personalidad, que unas veces fueron rechazados e incomprendidos y otras veces diagnosticados y “medicalizados”. Así, se ha buscado dar cuenta de cuáles fueron los discursos y las representaciones sobre emociones y enfermedades que se generaron dentro de esta comunidad emocional a lo largo de tres conflictos bélicos —la Gran Guerra, la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Vietnam —.

La categoría del Shell-shock durante la Gran Guerra

7 Al bombardeo incesante entre ejércitos atrincherados se le llamaba “fuego nutrido” (en alemán, Trommelfeuer, fuego de tambor), una situación bélica que generaba profundo temor, tanto entre militares como entre la población civil. Sirva de ejemplo lo que escribía el joven ingeniero del Ejército ruso Andrei Lobanov-Rostovski en agosto de 1916: Es imposible captar en palabras esta experiencia —apuntaba en su diario—, pero todo aquel que la ha vivido sabe a lo que me refiero. Tal vez la mejor manera de describirla sea decir que es como un terremoto prolongado y violento, mezclado con rayos y truenos, al mismo tiempo que un estúpido gigante se divierte disparando cientos de fogonazos. Yo yacía en mi agujero en medio de todo ese fragor y estruendo, me atormentaba pensar y hacer lo que se esperaba de mí. (Englund 2011, 361) 8 Otro momento de angustia, durante la Gran Guerra, es el que vivían los aviadores cuando sus aparatos eran atacados o sufrían averías en pleno vuelo. Es el caso del piloto Roland H. Neel, que cuenta cómo el avión en que volaba sufrió una avería que no le

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permitía lograr un descenso normal. Él y su compañero Hank habían salido a derribar globos alemanes, pero en el momento de querer volver, les sucedió que “en vez de ir hacia abajo, empezamos una escalada [de] cerca de 40 a 50 kilómetros [...] Así que empecé a preocuparme. Estaba asustado”.9 Por suerte, para Roland, Hank conocía muy bien su avión y logró controlar los alerones para inclinar su plano de forma perpendicular al suelo y conseguir un aterrizaje a salvo.10

9 Pero en muchas ocasiones, los accidentes sucedían por falta de pericia. Así, a lo largo de cinco largos años que duró la Gran Guerra, la destrucción y la muerte campearon como fantasmas tanto sobre los frentes de batalla como en la retaguardia. Este tiempo fue propicio para que el miedo se instalara en millones de soldados. En su mayoría, estos reclutas iban a depender más de su suerte que de las estrategias militares para librar balas, granadas y obuses. Por ello, cada día se convertía en un experimento.11 “[…] El tiempo no cuenta. [Pues] [t]oda la eternidad se condensa en un solo instante”, como alcanzó a describir el joven infante italiano Vincenzo D’Aquila antes de ser encerrado en el hospital psiquiátrico de Siena (Englund 2011, 232).

10 La experiencia bélica de la Primera Guerra Mundial no sólo aniquiló a millones de soldados, sino que también trastocó las emociones y las mentes de reclutas que cruzaban fuego en las trincheras. Esta, al menos, fue la experiencia del joven Robert Graves, quien a sus 19 años se alistó en el regimiento de los Royal Welsh Fusiliers. De esta experiencia bélica, Graves relatará en su libro Adiós a todo eso (2009) cómo fueron afectados sus sentidos y sus percepciones de la realidad: Desde 1916 me obsesionaba el miedo al gas; cualquier olor desacostumbrado, hasta un repentino aroma de flores en un jardín, era suficiente para provocarme estremecimientos. Y no podía soportar el estruendo del cañón; el ruido del tubo de escape de un automóvil bastaba para que me lanzara cuerpo a tierra, o para echar a correr. […] mi mente y mi sistema nervioso seguían en la guerra. Los obuses aún explotaban sobre mi cama a medianoche, aunque Nancy la compartiera conmigo; durante el día, los desconocidos que veía en la calle asumían los rostros de amigos muertos [...] (Graves 2009, 354 y 379) 11 Así, ya durante la posguerra, Graves percibía su ser con ciertas heridas, si no físicas, sí emocionales. Él también padecía las consecuencias traumáticas de la guerra, que se repetían en su vida como un presente ya pasado que seguía repitiéndose como un taladro. En esa época, Graves creía en el psicoanálisis freudiano; por eso consideraba que el análisis de los sueños podía “curarlo” de su “estado de nervios”, al que describía con la analogía de un mosquito en su poema “The Gnat” (1921, 38-41). En dicha obra poética, Graves hablaba de un pobre pastor, de nombre Watkin, que había acabado por enloquecer, debido a que un mosquito, al entrar por su oreja, había terminado por meterse en su cerebro. En el caso de Graves, este trauma provocado por la guerra, y descrito como un mosquito con “alas de hierro” y “garras de metal”, lo abandonó — según relató él mismo— sin necesidad de terapia alguna.

12 El neurólogo alemán Hermann Oppenheim fue uno de los primeros especialistas en estudiar las enfermedades mentales relacionadas con daños cerebrales. En una monografía publicada en 1889, Oppenheim analizaba la neurosis traumática a partir de cuarenta y una historias elaboradas en la clínica psiquiátrica de la Charité, anexa a la Universidad de Berlín. Del total de casos, dieciséis revelaban síntomas neuróticos postraumáticos vinculados a accidentes ferroviarios; otros diecisiete tenían que ver con

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lesiones fabriles, y ocho más, con otro tipo de accidentes (Micale y Lerner 2001, 143-144).

13 Asimismo, la postura de Oppenheim se mantuvo, en el campo del diagnóstico, diferenciada de la del neurólogo francés Jean-Martin Charcot. Así, mientras que para el especialista alemán, los síntomas postraumáticos eran diagnosticados de forma separada de la histeria, para el francés, en cambio, se trataba de la identificación de ambos elementos, que estudiaba en las mujeres recluidas, hipnotizadas, exhibidas y fotografiadas en el hospital de Salpêtrière, en París.

14 De hecho, Charcot iba a describir un tipo general de sus mujeres recluidas en el momento del “gran ataque histérico”: “espasmos, convulsiones, síncopes, semblanzas de epilepsia […]: mil formas en unos instantes” (en Didi-Huberman 2007, 131). Sin embargo, su colega Paul Richer, anatomista y artista, sería quien trazaría “con su plumilla, todo el ‘gran ataque histérico completo y regular’ en [una tabla con] ochenta y seis figuras […]”. Dicha tabla terminaría por convertirse en punto de referencia (en Didi-Huberman 2007, 158). Todos, a su manera, le rindieron homenaje o se definieron basándose en ella: así, los alemanes Andree y Knoblauch hicieron para los varones histéricos y para los traumatizados por la guerra lo que Richer había realizado, representando en su tabla […] sólo [para] el género femenino. (Didi-Huberman 2007, 158-159) 15 En los años previos al estallido de la Gran Guerra se consolidaron algunas vanguardias médicas, en las que se integraron conceptos y metodologías disciplinarios de campos como el anatómico, el neurológico y el psicoterapéutico (García 2006, 24). Un par de alumnos de Charcot serían los encargados de la difusión de la psicoterapia entre los dos conflictos bélicos mundiales: Pierre Janet y Sigmund Freud. El especialista austriaco, que había iniciado sus estudios analizando casos de histeria, reconocía que este padecimiento debía ser entendido como resultado de un bloqueo de emociones y experiencias: si las exigencias sobrepasan a los individuos, podía producirse en estos una rebelión o una neurosis (Freud 1984, 85). Por ello, la apuesta terapéutica de Freud se dirigió a la transferencia de dichos recuerdos a la superficie de la conciencia, a través de un proceso que llamó abreacción, con lo cual pretendía lograr la catarsis y alcanzar la salud mental (Shephard 2001, 13). Con este propósito, Freud había utilizado originalmente la hipnosis, pero nunca pudo destacar en esta. Por ello, desde 1905, se encaminó al análisis de los sueños y al análisis de la libre asociación.

16 Sin embargo, uno de los primeros problemas a los que se enfrentaron los psicólogos, pero también médicos y militares, fue la falta de claridad conceptual a la hora de denominar las afectaciones del sistema nervioso que empezó a manifestar un buen número de soldados, tales como temblores, parálisis, fijación de la mirada, pesadillas repetidas e insomnios, además de alucinaciones y estados depresivos.12

17 El término Shell-shock fue acuñado durante la guerra para denominar los trastornos emocionales y neurológicos causados por la exposición constante al combate. Es decir, no se trataban de daños físicos en los cuerpos, sino de traumas, en su sentido etimológico, de heridas que, como mosquitos en el cerebro, dañaban el sistema nervioso de los soldados. Esta idea provenía de la creencia de sentido común de que todos los males estaban originados por golpes en la cabeza; de hecho, la anatomía del cerebro estaba en plena fase experimental para localizar lesiones cerebrales (Davoine y Gaudillière 2011, 188-189).

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18 De esto modo, el diagnóstico de Shell-shock se convirtió en un campo de batalla conceptual, en donde, de forma paralela al conflicto real, se enfrentaron de manera atrincherada los discursos, las prácticas y las representaciones de instituciones médicas, militares y periodísticas. No era la mejor de las situaciones para ponerse de acuerdo, pues si en las situaciones de cambio las palabras toman sentidos opuestos, cuánto más los neologismos elaborados entre cañonazos, destrucción y fuego.13 Para el artillero alemán Herbert Sulzbach se trataba de un tiempo en que “No sabes si lo que vives es realidad o si estás soñando. Los hechos se han precipitado a tal velocidad que no puedes atraparlos” (Englund 2011, 638).

19 Además, el asunto se vuelve más complejo cuando se considera no sólo la producción de términos, sino también su circulación a través de los medios y su apropiación diversificada por los públicos. Al respecto, un buen ejemplo es la campaña publicitaria que —como demuestra Ben Shephard—, en abril de 1915, circuló a través de la prensa para difundir el fármaco Phosferine. El anuncio, que tenía la imagen de una enfermera, destacaba que el tónico para los nervios —en su presentación como jarabe o pastillas— proporcionaba fuerza para prevenir molestias corporales como la fatiga cerebral experimentada bajo el fuego de artillería (Shephard 2001, 28-30).

20 A la par que las noticias sobre desastres, muertos y heridos eran relatadas desde fines de 1914, comenzó a llegar a la Oficina de la Guerra, en Londres, una serie de reportes, en los que se informaba, cada vez con mayor frecuencia, de soldados británicos que estaban siendo evacuados de los frentes, debido a que padecían de un “choque nervioso y mental”. La documentación militar, incluso, daba porcentajes del personal que sufría depresión nerviosa: 7-10% de todos los oficiales y 3-4% de todos los rangos (Shephard 2001, 21).

21 En octubre de 1918, el cirujano norteamericano Harvey Cushing reportó en su diario cómo en aquellos días un compañero suyo […] vio por primera vez un caso de Shell-shock. Él no entendió nada, sino que creyó que el hombre era un cobarde. Cada vez que caía una granada en las cercanías el hombre corría a buscar refugio, temblando y dando sacudidas. Pero después siempre volvía y reanudaba su cometido. Lo que el hombre no soportaba eran las explosiones […] (Englund 2011, 629) 22 Frente a este tipo de hechos, ¿cómo se podía distinguir cuándo el soldado padecía verdaderamente de Shell-shock y cuándo se trataba de un acto de pusilanimidad para evitar permanecer en los frentes de batalla? En todo caso, ¿cómo se podía explicar por qué algunos soldados sufrían de una neurosis de guerra, mientras que otros muchos no? ¿O cómo se organizó la clasificación de soldados doblemente heridos —física y emocionalmente— y la de aquellos que sólo lo estaban de su sistema nervioso? Más aún, si al soldado se le diagnosticaba que padecía neurosis de guerra y se le retiraba, ¿cuánto tiempo se le iba a mantener su pensión como veterano de guerra?

23 El campo militar se vio afectado por los numerosos casos que se hacían públicos en periódicos que reportaban algunos de “neurosis de guerra”, que pronto se convirtieron en un interrogante para el Parlamento británico. A finales de 1915, el Consejo del Ejército, en Londres, por primera vez reconoció oficialmente la existencia de una zona intermedia entre la cobardía y la neurosis. De hecho, no fueron pocos los objetores de conciencia ni los soldados rebeldes. También abundaron los desertores en todos los frentes, ya fueran militares de las potencias centrales o de los aliados (Hochschild 2015). Pero entre lealtad y rebeldía terminó por imponerse, como en el caso inglés, el

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castigo de la cárcel para los “cobardes” o la imposición de una distinción en la clasificación de la neurosis en el personal del Ejército: quienes sólo sufrían de dicho mal y quienes lo padecían además de llevar heridas físicas por “fuego enemigo”. Así, para este último caso, en el informe de la víctima, se anotaba la letra “W” [inicial de wound] como prefijo del padecimiento de Shell-shock. No obstante, el efecto de esta política no hizo más que agravar una situación ya de por sí confusa. El asunto de la correcta clasificación se convirtió en un problema para las autoridades del Ejército: un militar traumatizado y herido por acción enemiga podía ganar una pensión; en cambio, uno que se hubiese provocado una autolesión podía ser enviado de vuelta al frente (Shephard 2001, 28-30).

24 Ahora bien, en la esfera de las ciencias médicas también surgieron problemas y desavenencias entre distintas posturas, en cuanto al diagnóstico y el tratamiento de los pacientes con neurosis de guerra. Algunos psicoterapeutas señalaban: […] que el hecho clínico importante no consiste en los síntomas psíquicos o neurológicos, debidamente diagnosticados, sino en la relación perturbada con otro […] expresada mediante un juego de lenguaje, verbal o no verbal. Esos pocos terapeutas, que no ocupaban posiciones institucionales muy preeminentes, ejercieron sin embargo una influencia decisiva sobre el psicoanálisis de los traumas y de la locura. (Davoine y Gaudillière 2011, 181-182) 25 Charles S. Myers fue uno de estos terapeutas cuyo trabajo con los heridos fue muy importante. Para empezar, Myers abogaba por eliminar el concepto Shell-shock, ya que —según él— no servía para explicar cada uno de los casos de los pacientes de guerra: Los hombres conocen este término y le dirán con tranquilidad y soltura que están sufriendo de neurosis de guerra, cuando en realidad una descripción muy diferente podría ser aplicada a su condición. (Shephard 2001, 29) 26 Myers le apostaba a tratar a los pacientes de forma individual, pero el mayor problema se le presentó cuando se enfrentó al manejo de las bajas psiquiátricas masivas que siguieron a las grandes ofensivas. Myers identificó tres elementos esenciales en el tratamiento de la neurosis de guerra: “la rapidez de acción, el medio ambiente adecuado y las medidas psicoterapéuticas”. En este sentido, Myers argumentó que los militares debían establecer unidades especializadas “tan lejos de los sonidos de la guerra como fuera compatible con la preservación de su ambiente en el frente” (en Jones 2012, 18).

27 Como consecuencia de las operaciones militares de la Gran Guerra, el número de los psiquiatras aumentó, año tras año, para atender a un 20% de los militares afectados que sufrieron algún tipo de neurosis de guerra o Shell-shock (Winter 2009, 110). Así, la presencia de los terapeutas disminuyó una vez que fue restablecida la paz. Sin embargo, el malestar de la cultura bélica y sus consecuencias materializadas en los militares derrotados y heridos, además de la depresión económica en la década de 1930, dieron cobijo al surgimiento, unos años más tarde, de la Segunda Guerra Mundial. Un ejemplo fue Fritz Haber, el químico alemán de origen judío que participó durante la Gran Guerra, no en las trincheras, sino en las fábricas de bombas de gases. En una carta, escribió sus propios malestares: “Estoy luchando, cada vez con menos fuerzas, contra mis cuatro enemigos: el insomnio, las exigencias económicas de mi ex mujer, una profunda preocupación por el futuro y la sensación de haber cometido graves errores en mi vida”. Pero todavía faltaba por llegar el golpe más duro de su existencia: el arribo de Hitler al poder, en 1933 (en Cornwell 2005, 82).

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La neurosis de guerra durante la Segunda Guerra Mundial

28 En 1939, de los 120.000 veteranos de guerra pensionados en el Reino Unido por trastornos mentales derivados de la Gran Guerra, sólo 80.000 casos habían sido dados de alta. Ante esta situación, el Dr. Joseph Francis Engledue Prideaux, ministro de Pensiones, puso en marcha un nuevo programa para establecer una política médica con una definición restrictiva del concepto neurosis de guerra. En el Gobierno se acordó entonces que el nombre cuasi médico de Shell-shock ya no debería ser usado. Además, Prideaux escribió un informe sobre las lecciones que se debían tomar en cuenta de la Gran Guerra en relación con la terapia aplicada por militares, sobre todo cuando un nuevo conflicto bélico amenazaba con extenderse por Europa (Shephard 2001, 165-166).

29 Sin embargo, las lecciones de la Primera Guerra Mundial no se aprovecharon, ni tampoco las previsiones hechas por el Ejército y la Marina de Estados Unidos para atender a los pacientes con trastornos psiquiátricos. Para empezar, no se pudo aplicar un método fiable para prever cuál era el estado físico y mental de los reclutas. El Dr. Douglas Grahn, que sirvió en un batallón de cañones, recuerda al respecto: Tuve mi última llamada para un examen físico, creo que, en los primeros días de enero de [19]43, pasé por un examen físico detallado y pruebas psicológicas, y así sucesivamente. [...] A aquellos de nosotros que pasamos nos hicieron prestar juramento y, a continuación, nos dieron permiso de una semana.14 30 No obstante, en muchos casos, los intentos de detectar la vulnerabilidad psicológica por parte de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial resultaron un desastre, pues no se pudo prever el comportamiento neurótico de algunos reclutas durante el combate.

31 Dentro del campo militar norteamericano, el término Shell-shock se vio desplazado por la neurosis de guerra o battle fatigue. Este último era un concepto que provenía de la Guerra Civil, y por el cual se buscó reportar síntomas de dolor de pecho crónico, así como la fatiga, la falta de aire y las palpitaciones del corazón (Frueh et al. 2012, 2-3). Dicho concepto fue actualizado y utilizado, dando énfasis a la fatiga y al estrés en el Ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial.

32 En cuanto a su nosología, al battle fatigue se le clasificó bajo tres formas: leve, que era la incapacitación más común en las unidades de combate; dramática, que era una etapa transitoria que se producía durante las operaciones de combate iniciales, y el síndrome del viejo sargento, que era una forma de desgaste físico y psicológico que ocurría después de meses de combate continuo. Al respecto, el Dr. Howard McDougall, que asistió a la Escuela de Medicina durante la Segunda Guerra Mundial, mencionaba que en el hospital donde trabajaba habían recibido “algunos muchachos [que] se rompieron emocionalmente […]” [We had some fellas (who) broke emotionally…].15 Subrayamos la sinonimia del battle fatigue con la expresión broke emotionally, que fue de uso común en el Ejército.

33 El Dr. Jerome Selinger, que sirvió como soldado de infantería durante la Segunda Guerra Mundial, recordaba a alguien que había perdido el control. “Se rompió [Broke down]. Él fue enviado de vuelta. No sé qué pasó con él”.16 La sintomatología de este mal psiquiátrico indicaba aumento de trastornos del sueño, sobresaltos ante movimientos cercanos o repentinos, así como con ruidos, además de fatiga y malestares físicos leves

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(Chermol 1985). Sin duda, las heridas emocionales paralizaban a los soldados tanto como las pérdidas físicas de brazos y piernas. Durante la Segunda Guerra Mundial, Virgene Kallemeyn, una enfermera del Army Nurse Corps, animaba a un paciente tetrapléjico diciéndole: “[…] usted tiene su mente. Yo sé que tengo aquí abajo a unos que no tienen sus mentes. Ellos pueden tener las dos piernas y los dos brazos, pero son inútiles porque no tienen sus mentes”.17

34 Otra enfermedad psiquiátrica fue la conocida como Lack of Moral Fibre (LMF), que fue diagnosticada a miles de militares. En un sentido, LMF fue durante la Segunda Guerra Mundial una contraparte del concepto Shell-shock de la Gran Guerra. La diferencia entre ambas debe mucho a sus orígenes. LMF fue un término introducido por los altos mandos del Ejército, mientras que la neurosis de guerra fue un diagnóstico empleado por los médicos. Aunque ambas categorías fueron tratadas en los centros hospitalarios, el Shell-shock fue finalmente aceptado como un trastorno psíquico, por lo cual se ofrecía una atención, se otorgaba una suspensión del servicio y se validaba el reclamo de una pensión de guerra. Por el contrario, al paciente con LMF se le consideraba como una persona con un temperamento inadecuado a la que, incluso, se le podía achacar cobardía. Y aunque a menudo al paciente diagnosticado con LMF se le otorgaba la dispensa de las fuerzas, no implicaba derecho alguno a una compensación económica (Jones 2006).

35 En cualquiera de sus manifestaciones, la magnitud del problema rebosó los departamentos médicos y militares: el número de soldados dados de baja por problemas psiquiátricos superó al de los reemplazos. De hecho, las cifras de gravedad y cronicidad en los trastornos psiquiátricos registrados durante la Segunda Guerra Mundial demostraron una atención y capacidad médicas insuficientes. En la Armada de Estados Unidos, de aproximadamente 150.000 ingresos hospitalarios por causas psiquiátricas, solamente 100.000 recibieron el alta médica. En el Ejército, de alrededor de un millón de ingresos hospitalarios, sólo 300.000 recibieron el alta médica (Chermol 1985).

36 La producción de fármacos durante el conflicto bélico se benefició en buena medida por la convergencia de la investigación en laboratorios e industria. Todo un dinamismo que buscó proporcionar medicamentos (penicilinas, sulfamidas o anfetaminas). La enfermera Margaret Virgene Ward Gilkerson cuenta cómo tenían que atender a los heridos con los escasos recursos terapéuticos disponibles, y en medio de las carencias para su conservación y actividad farmacológica adecuadas: […] después de una batalla, tuvimos un millar de pacientes que atendimos sin parar. No teníamos refrigeración. La penicilina acababa de hallarse por aquel entonces […] [esta venía dispuesta] en polvo dentro de una pequeña botella a la que había que poner una solución salina para prepararla [...] Y si no se utilizaban todas las dosis, y con el fin de resguardarlas, se colocaban en un hoyo hecho en el suelo, en donde con agua fría se metían colgadas con una cuerda para tratar de mantenerlas frescas. 18

37 En las penurias de la guerra, junto a los medicamentos, se buscó brindar tratamiento para aliviar las dolencias de aquellos cuya salud estaba en peligro de muerte. Por ejemplo, en Lieja (Bélgica), el hospital fue atacado con bombas voladoras (buzz bombs) — también conocidas como V-1, V-2, o bombas robot— que eran dirigidas con mayor precisión mediante un motor que zumbaba aterradoramente alterando los nervios, como recuerda la enfermera Muriel Phillips: Sí, eran horribles […] los pacientes odiaban estar bajo un ataque de bombas voladoras […] Siempre decían que hubieran preferido estar en el frente de batalla,

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en los que era relativamente tranquilo una parte del tiempo. Desde luego es difícil estar hospitalizado en una cama y escuchar cómo se acerca una bomba y no poderse mover. Bueno, [tampoco nosotras] podíamos movernos. Teníamos que tener cuidado de los pacientes […] nunca se sabía lo que estaba ocurriendo.19 38 Se vivía en un peligro constante, como en los trayectos de evacuación, tal y como lo relata la enfermera Naomi Dobbins, al marcharse de Nueva Guinea, en el frente del Pacífico: […] nos enviaron [a California] en cualquier barco que se podía. Y llegué a casa […] había nueve [enfermeras] de nosotras que llegamos a casa en el Bristol. [Este] era un destructor […] [y durante el trayecto] se disparaba hacia el agua, hacia las bombas que estaban en el agua, hasta que llegamos a casa. Lo cual fue muy estresante [Which was very nerve-wracking]. Pero se tiende, después de todos estos años, a recordar las cosas buenas.20 39 El Dr. Gordon F. Lewis, que participó en un proyecto de rehabilitación psiquiátrica centrado en trastornos de estrés postraumático durante la Segunda Guerra Mundial, cuenta sobre el uso de medicamentos; desde luego, no se trataba de tónicos para la rehabilitación de los enfermos, sino de píldoras y drogas tranquilizantes. […] estábamos alojados […] en un cuartel de madera calentado por una estufa de carbón en uno o dos extremos [...] Allí, una buena parte de la gente pertenecía a la 34ª división de Infantería […] Algunos eran productos de horribles experiencias en Italia [...] La misión con estos hombres incluía dar[les] las dosis de los fármacos […] Una parte de ellos querían más de lo que estaban tomando […] [A este fármaco] creo que lo denominaban “Cielo Azul” [Blue Heaven] [...]21 40 Durante la Segunda Guerra Mundial, varios directores de cine fueron llamados a filmar material de propaganda bélica a favor de Estados Unidos. Uno de ellos fue el realizador John Huston, quien fue convocado a colaborar con el Ejército mediante la filmación de una trilogía documental. Los dos primeros fueron acerca de la participación de los estadounidenses en los frentes del Pacífico —Report from the Aleutians, 1943— y de Europa —The Battle of San Pietro, 1944-1945—. Para el tercer documental, Hágase la luz (Let There Be Light, 1945-1946), los soldados ya habían regresado a suelo patrio. Con este último material, el Departamento de Guerra esperaba contar con un mensaje dirigido a los futuros patrones de estos veteranos: debían quedar convencidos de que estos hombres, heridos psicológicamente, eran tan capaces de recuperación como aquellos cuyas heridas habían sido exclusivamente físicas. Así que, luego de su mejoría, estos excombatientes podían ser contratados para reinsertarse a la vida laboral y social con toda normalidad.

41 Para la realización del documental, Huston llevó sus cámaras al Hospital Mason, en Long Island, donde pasó tres meses. Ahí, con el consentimiento escrito de los internos, pudo filmar tanto entrevistas individuales como sesiones grupales. Al inicio de la cinta aparece una vez más la descripción ya conocida de neurosis de guerra. La voz del narrador, Walter Huston, explica: “Todo hombre tiene su punto de ruptura [Every man has his breaking point]. Y a estos soldados, en el cumplimiento de sus deberes, se les exigió más allá de los límites de la resistencia humana”.22 Pero el documental, siendo un material de propaganda, al final mostraba la recuperación de los soldados gracias a la terapia.

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El Trastorno de Estrés Postraumático en la guerra de Vietnam

42 El final de la conflagración de los treinta años —como el general De Gaulle denominaba en conjunto los dos conflictos mundiales (Ferro 2003, 25)— sólo serviría como marco de la Guerra Fría. Corea, en primer lugar, y luego, sobre todo, Vietnam iban a convertirse en el escenario para el desarrollo de nuevas estrategias militares y prácticas médicas. Estados Unidos, por ejemplo, incrementaría la participación de las mujeres en misiones de combate, y ya no sólo en los ámbitos del homefront o en hospitales, como había sido durante la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, se implementaría, de forma más amplia que en Corea, una abundante circulación de medicinas, alcohol y drogas, al lado de técnicas de destrucción como el uso de helicópteros, napalm o el Agente Naranja (un defoliante químico).

43 La destrucción campeaba sobre la selva, los arrozales y las aldeas vietnamitas. Fueron ocho millones de toneladas de bombas las que arrojó Estados Unidos sobre Vietnam, Laos y Camboya entre 1962 y 1973 (Appy 2014, 243). En ocasiones, durante algún ataque masivo por parte de la Armada, la Fuerza Aérea y los marines, la hecatombe era más que estridente. El teniente Dennis Deal cuenta, por ejemplo, cómo: […] el ruido era ensordecedor. Teníamos a todos los cazabombarderos […] esperando para lanzar sus proyectiles. Pues bien, uno de ellos fue alcanzado desde tierra [por el Ejército norvietnamita], justo sobre mi posición, a unos cien metros por encima de nosotros. De forma que un motor de avión chirriaba haciéndose pedazos camino del infierno, pero no lo podíamos oír. Eso da una idea del ruido que atronaba el campo de batalla, de la cantidad de disparos. Hubo un ataque con napalm a unos trescientos metros por detrás de nuestra posición y tampoco lo pudimos oír. (En Appy 2014, 175-176) 44 Los nervios y las emociones de los soldados se iban tejiendo día a día para resistir al miedo de morir en cualquier momento, fuera debajo de un cielo cruzado por nubes de fuego o de agua. En su pequeño pelotón, el soldado Leroy V. Quintana recuerda cómo: Durante el monzón, estuvimos afuera durante una semana y no paraba de llover. Por fin amainó y me relajé. Me puse de pie y me estiré. Giré la cabeza y había una fila de soldados del Vietcong que venía hacia nosotros. Me tiré al suelo. Mis compañeros se ocultaron entre la maleza. Estaba temblando en el barro y la frase que mejor definía mi sensación en aquel momento era “quiero estar con mi mamá”. Lo deseaba de verdad. Fue terrorífico. Continuaron pasando en fila uno detrás de otro. Me castañeaban los dientes. Cuando las cosas se ponen difíciles de verdad todo se vuelve muy básico. Cuando los helicópteros vinieron a buscarnos algunos simplemente lloraban aliviados. (En Appy 2014, 530-531) 45 Durante la intervención militar de Estados Unidos en la pequeña nación vietnamita, el uso de conceptos referidos a las crisis psiquiátricas sufridas por militares, también atravesaría por un uso polisémico, debido a la inmediatez del conflicto bélico y a la falta de tiempo para realizar estudios más precisos. El Dr. Robert B. Daroff, que sirvió en un hospital en Vietnam como neurólogo, recuerda cómo: […] los psiquiatras recibían referencias de los chicos que estaban deprimidos o ansiosos o nerviosos o locos. Si estaban locos, es decir, esquizofrénicos o con depresión severa, eran devueltos a Estados Unidos, de lo contrario, se les mandaba de vuelta a sus unidades […] La ansiedad no era [una prescripción] suficiente para mantenerlos fuera de combate. Todos estábamos ansiosos […] [en] determinar si tenían o no enfermedad cerebral estructural.23

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46 La enfermera Betty Antilla describe a los pacientes que atendió en una unidad médica, donde trabajaba al lado de psiquiatras y psicólogos. La mayoría eran hombres con depresión […] por lo general, era bastante raro tener a alguien realmente psicótico porque si uno era esquizofrénico, [era detectado] en la base, [durante] su formación básica. [Así que la] mayor parte de [los militares en los frentes terminaban] con depresión y luego, por supuesto, algunos se perdieron en el consumo de drogas […]24 47 La variable de las drogas se convirtió en un problema añadido al optimismo ingenuo estadounidense y a la idea de una fácil victoria en Vietnam (Appy 2014, 110-111). Mientras tanto, el tráfico de estupefacientes fue una realidad en los destacamentos militares. El teniente Michael Horton recuerda el tipo de drogas que descubrieron en una inspección: Los cigarrillos de marihuana que estaban disponibles por allí, en ese momento, fueron hechos en una fábrica [local] […] E incluso tenían el logotipo estampado en el papel. Y ese podría ser Lucky Strike o cualquier marca de moda […] Así que estos chicos que estaban caminando durante el día [aparecían] fumando lo que parecía ser un cigarrillo [normal] […] Otros fármacos que encontramos eran opio […] un líquido de color púrpura oscuro en un pequeño frasco. Encontramos heroína en polvo. La heroína la hallamos en cápsulas del tamaño de un dedal de costura.25 48 En un mundo rodeado de destrucción, los jóvenes soldados pasaban, gracias a las drogas, del extremo del dolor y el miedo a un estado de euforia que los hacía obnubilarse y fugarse. La frase que dejó escrita un soldado en su diario de guerra en Vietnam es más que reveladora: “El 22 de diciembre de 1967, es el día en que los hombres civilizados se convirtieron en animales. Yo era un jodido animal”. Ciertamente, el consumo de fármacos ayudó a fortalecer a los reclutas en su resistencia física, redujo su sensación de dolor, disminuyó su estrés y alivió su miedo (Kamienski 2016, 43). Todo ello, al menos, mientras los efectos y la realidad de la batalla así lo permitieron.

49 La derrota del Ejército norteamericano en Vietnam y su regreso sin gloria se convirtieron en un momento de lucha contra el Gobierno por parte de los veteranos que buscaban una compensación económica y una atención médica a sus lesiones físicas y psicológicas. A finales de 1960, un grupo de psiquiatras, autoproclamados como antibelicistas, formuló un nuevo concepto de diagnóstico para describir las heridas psicológicas sufridas en la guerra. La propuesta original era el concepto Vietnam syndrome. De forma paralela, el movimiento feminista ganó impulso político al exponer la violencia que era común en contra de las mujeres, lo que llevó al desarrollo de un rape trauma syndrome. Estos dos grupos de activistas pronto se unirían para hacer una causa común con los médicos de salud mental y los investigadores (Frueh et al. 2012, 3-4).

50 Por su parte, la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) no hizo eco a estos reclamos. Pero la intervención de los psiquiatras Chaim Shatan y Robert Jay Lifton, conocido este último por su trabajo en el daño psicológico causado por Hiroshima (Satel 2003), logró impulsar un proceso de medicalización. Ejemplo de ello fue la entrada de la conceptualización clínica de trastorno de estrés postraumático ( Post-traumatic Stress Disorder, PTSD, por su sigla en inglés). Así, para el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, en su tercera edición (DSM-III), publicada en 1980, se logró la adición del diagnóstico PTSD. A partir de entonces ha cambiado el panorama de los estudios de estrés y trauma en general, lo cual ha contribuido al desarrollo de una

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extensa gama de temas clínicos, políticos y sociales. Incluso, el concepto reacciones postraumáticas ha sido ampliamente absorbido por el público en general, en relación con la adaptación psicológica después de eventos traumáticos (Frueh et al. 2012, 1).

51 No obstante, en muchos casos, el paso del tiempo no fue un factor que sirviera para aliviar a los veteranos de guerra en su diagnóstico y reinserción correctos a la vida cotidiana. La enfermera Cynthia Fitzgerald relata, con tristeza, haber conocido a un paciente que había sufrido una amputación y que se había convertido: […] en un amigo de mi marido y mío […] [él] había sido un médico en Vietnam que a través de los años luchó con, ya sabes, el abuso de drogas. Y años más tarde, después de haber regresado [de Vietnam], se suicidó con una sobredosis.26 52 Gary Blinn, excombatiente de Vietnam, cuenta cómo al hablar con un psicólogo sobre el concepto trastorno de estrés postraumático, le dijo que este “no era algo así como tener una gripe. Me dijo: ‘Es casi como una depresión, y, sí, para tenerlo [diagnosticarlo], hay ciertos criterios médicos, y hay que clasificarlo con cinco o seis categorías diferentes […]’”27 Ciertamente, la utilización del concepto PTSD no ha sido algo fácil de manejar social y económicamente. Para una enfermera como Ada Hacker, muchos veteranos han buscado el beneficio sin presentar en realidad problemas mentales: Muchos de ellos no eran las mismas personas. Muchos de ellos estaban peor que otros. Pero muchos de ellos, al igual que en el Hospital de Veteranos, demasiados, por desgracia, eran veteranos que se estaban presentando con lo que ellos llaman casos mentales, pero [que en realidad] no eran mentales […] Algunos de ellos estuvieron en realidad en el servicio y tuvieron malas experiencias, pero sus cuerpos estaban bien, aunque sus mentes estaban afectadas y lo estarán siempre. [Pero] otros en realidad nunca estuvieron activos —estaban en el servicio, pero nunca salieron del país—, y están reclamando que tenían todos estos problemas, por lo que están tratando de obtener una gran cantidad de cosas de forma gratuita.28 53 Por su parte, Lawrence Dacunto, otro veterano de Vietnam, menciona los problemas económicos que ha arrojado recientemente un concepto como el trastorno de estrés postraumático: Supongo que no entiendo [el concepto PTSD] por completo. Creo que el Ejército y el Gobierno y los medios de comunicación, y todos, lo [van a utilizar] […] Yo puedo aceptar que las personas sometidas a presiones extremas vayan a tener consecuencias posteriores en su psique y su comportamiento, y así sucesivamente. Pero creo que todo el asunto se [va a complicar] por el hecho de que la Administración de Veteranos, el Gobierno, ahora está pagando una gran cantidad de dinero a las personas que han sido entrevistadas y certificadas por sufrir el trastorno de estrés postraumático […] [Todo] lo que crea un incentivo para que los individuos [sean] menos escrupulosos [para solicitar su inscripción al programa] […] Creo que ahora [en 2008] el pago máximo para el [paciente con] PTSD es de […] casi 2.500 dólares al mes.29 54 Al hablar de la presencia de Vietnam en el cine se puede ver que algunos conceptos sirvieron para caracterizar cómo algunos veteranos, en el momento de su regreso, sufrían afectaciones traumáticas. De hecho, la representación común de los excombatientes fue la de antihéroes que padecían heridas psicológicas que les dificultaban su reintegración social (Frueh et al. 2012, 1).30

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Conclusiones

55 Con todo lo hasta aquí expuesto, creemos haber dado cuenta de la importancia —como indicaba James A. Secord— no sólo de dirigir el análisis a la teorización y utilización de conceptos creados en campos científicos como la medicina, la psiquiatría o la psicología, sino de ampliar y cambiar los ángulos de estudio de la teoría científica como acto de comunicación e interacción con otras esferas como la militar o los medios de comunicación. Por ello, el conocimiento médico o psicológico no debe ser observado como mera disciplina abstracta, sino como prácticas comunicativas dentro de las comunidades emocionales, en su referencia al binomio salud-enfermedad de los soldados (Secord 2004, 666 y 671).

56 De esta forma, bajo el concepto comunidad emocional se ha intentado identificar las palabras, frases e imágenes por donde transitan las definiciones de los sentimientos de muerte, destrucción y heridas emocionales, bajo un enfoque más sincrónico. Pero ello no deja de presentar problemas al estudiar la variabilidad semántica de las palabras, así como las diferencias gramaticales. Por tanto, conviene estudiar períodos de larga duración,31 en donde se observen cómo ciertos términos acaban imponiéndose sobre otros, gracias al empoderamiento y legitimación institucionales y disciplinares, como fue el caso de la nomenclatura científica del PTSD frente a la frase acuñada en medio de la batalla de Shell-shock. Sin embargo, esta pretendida circulación del conocimiento de conceptos no siempre fue efectiva; por el contrario, condujo las más de las veces a la ignorancia y el desconocimiento. Al respecto, puede citarse un ejemplo más, en referencia al problema de la nominación de las enfermedades mentales provocadas por las guerras, ya no sólo a nivel de los soldados, sino incluso en el área médica. En una entrevista reciente que Michael Willie le hizo a la enfermera Velma Laura Hignight, ella mencionó el caso de un joven soldado que estaba encerrado en una habitación, debido a que estaba “loco como una cabra” (He was as crazy as a loon). —Michael Willie: Y, ¿cómo lidiaron con esto? ¿Se trataba de fatiga de batalla (battle fatigue)?… —Velma Laura Hignight: No sé cómo lo llamaban. —Michael Willie: ¿Neurosis de guerra o solamente estrés (Shell-shock or just stress)? —Velma Laura Hignight: Probablemente todo ello en su conjunto.32 57 A fin de cuentas, como se ha podido observar, el problema de la nominación de la enfermedad depende de las prácticas internas que manifiestan instancias, agentes especializados, intermediarios y usuarios de una comunidad emocional específica de cada momento y lugar (Scheer 2012, 220). Depende, como en toda cultura médica, de la dinámica intersubjetiva y, desde luego, de la inmediatez y el sufrimiento que este provoca. Cada combatiente, en el contexto de las diferentes guerras, participó con sus propias características biológicas, psicológicas y sociales. Y la nosología médica de cada momento sirvió para tratar de acercarse a los padecimientos psicológicos desatados por el estrés bélico. Al respecto, una intermediaria como Diane C. Evans, cuenta su experiencia en su labor como enfermera: En 1967, cuando estaba haciendo mis prácticas en el hospital de Veteranos, yo tenía el cuidado de los veteranos de la Primera Guerra Mundial a los que les faltaban algunas extremidades pero que además estaban teniendo complicaciones […] se estaban muriendo por las terribles heridas de la guerra… [Pero incluso] Yo cuidaba de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial y los veteranos de Corea, y de algunos veteranos de Vietnam que llegaron al sistema de Veteranos en los últimos años de los sesenta. Por lo tanto, tenía toda la gama [de soldados]. Tenía todo un

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grupo de veteranos que estaba cuidando [el cual sumaba en edades un siglo]. [Pero] [l]o que descubrí fue que estos tipos son todos iguales, que eran simplemente diferentes en edades.33 58 Sin lugar a dudas, hace falta, entonces, profundizar en estudios del presente sobre los períodos internacionales de guerra, considerando análisis comparativos o interconectados globalmente para tener una comprensión sobre las nominaciones locales referidas a las heridas psicológicas en los ejércitos, por ejemplo, de Japón, China o Vietnam. Lo anterior exige considerar las diferentes circunstancias socioeconómicas y culturales de la comunidad emocional analizada. Para ello, no dudamos en destacar la importancia de que fuentes provenientes de la cultura escrita y oral y de los estudios visuales sirvan para que la historia de las emociones, así como las cuestiones de género, ahora plenamente integradas a las investigaciones historiográficas, se conviertan en una parte integrada en los estudios históricos (Rosenwein 2010, 24). Appy, Christian G. 2014. La guerra de Vietnam. Una historia oral. Barcelona: Cátedra. Bourdieu, Pierre. 1991. La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus. Bubnova, Tatiana. 2006. “Voz, sentido y diálogo en Bajtín”. Acta Poética 27 (1): 97-114. Burke, Peter. 2010. “Cultural History as Polyphonic History”. Arbor. Ciencia, Pensamiento y Cultura 186: 479-486. https://dx.doi.org/10.3989/arbor.2010.743n1212 Castro, María del Carmen. 2011. “Habitus lingüístico y derecho a la información en el campo médico”. Revista Mexicana de Sociología 73 (2): 231-259. Chermol, Brian H. 1985. “Wounds without Scars: Treatment of Battle Fatigue in the U.S. Armed Forces in the Second World War”. Military Affairs 49 (1): 9-12. https://dx.doi.org/ 10.2307/1988270 Cooper, Cary L. y Philip Dewe. 2008. Stress. A Brief History. Nueva York: Wiley. Cornwell, John. 2005. Los científicos de Hitler. Ciencia, guerra y el pacto con el diablo. Barcelona: Paidós. Crocq, Marc-Antoine y Louis Crocq. 2000. “From Shell Shock and War Neurosis to Posttraumatic Stress Disorder: a History of Psychotraumatology”. Dialogues in Clinical Neuroscience 2 (1): 47-55. Davoine, Françoise y Jean-Max Gaudillière. 2011. Historia y trauma. La locura de las guerras. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Didi-Huberman, George. 2007. La invención de la histeria. Charcot y la iconografía fotográfica de la Salpêtrière. Madrid: Cátedra. Englund, Peter. 2011. La belleza y el dolor de la batalla. Barcelona: Roca Editorial. Ferro, Marc. 2003. Diez lecciones sobre la historia del siglo XX. México: Siglo XXI. Freud, Sigmund. 1984. El malestar en la cultura. México: Alianza Editorial. Frueh, B. Christopher, Anouk L. Grubaugh, Jon D. Elhai y Julian D. Ford. 2012. Assessment and Treatment Planning for PTSD. Nueva Jersey: John Wiley & Sons, Inc. García, Rolando. 2006. Sistemas complejos. Barcelona: Gedisa. Gillespie, R. D. 1945. “War Neuroses After Psychological Trauma”. The British Medical Journal 1 (4401): 653-656. Graves, Robert. 1921. The Pier-Glass. Nueva York: Alfred A. Knopf. Graves, Robert. 2009. Adiós a todo eso. México: Universidad Veracruzana. Hediger, Ryan (ed.). 2013. Animals and War. Studies of Europe and North America. Boston – Leiden: Brill. Hochschild, Adam. 2015. Para acabar con todas las guerras: una historia de lealtad y rebelión (1914-1918). Barcelona: Península.

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NOTAS

1. En dos obras publicadas durante la Segunda Guerra Mundial se expuso la importancia de una emoción como el miedo, capaz de desencadenar trastornos mentales durante los conflictos. Por

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ejemplo, Kardiner (1941, 71) escribió: “The state of war is therefore at the very outset of anxiety- provoking situation. Though similar to those of peace-time, the activities of war represent a stripping of the refinements built up by social organization, with the effects of releasing a great deal of anxiety in the form of impending danger [...]”. Por su parte, R. D. Gillespie señaló que, en tiempos de guerra, el principal estímulo para padecer un trauma era el miedo, y a veces, el horror [“In a war the provocative stimulus is usually one of fear, less often one of horror, or both combined” (Gillespie 1945, 653)]. 2. Las estrategias erráticas han resultado trágicas, como lo ha señalado Geoffrey Regan (2004, 18): “La dirección de la guerra está erizada de dificultades, que a menudo se superan heroicamente, pero que a veces resultan ser desastrosas”. 3. No debe olvidarse que al lado de las pérdidas humanas se generó un importante deceso de animales. Por ejemplo, los caballos muertos durante la Gran Guerra alcanzaron la cifra de ocho millones (Hediger 2013, 78). 4. Hay que recordar que, al mismo tiempo que las técnicas de armamentos se desarrollaron durante el siglo pasado, lo mismo sucedió en referencia a los avances médicos, quirúrgicos y farmacéuticos. Con relación a esto último, hay que recordar el uso de la morfina, y sobre todo de la cocaína, durante la Gran Guerra; las metanfetaminas y anfetaminas en la Segunda Guerra Mundial, y el uso de marihuana, heroína y derivados de anfetaminas en la guerra de Vietnam. Todo un arsenal médico se puso a disposición no sólo para aliviar el dolor sino para estimular la furia (Kamienski 2016). 5. En el presente trabajo, sólo se mencionan, de forma general, los trastornos ocasionados por el temor sufrido por los soldados en medio de la guerra, y no tan específicos como las veintiséis categorías que el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders-IV (DSM-IV, Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales-IV) se ha dado a la tarea de explicitar para describir los diferentes tipos de perturbaciones mentales padecidas por los veteranos (Pichot 1995). 6. Por ejemplo, Marc-Antoine Crocq y Louis Crocq (2000) y Cary L. Cooper y Philip Dewe (2008). 7. Al respecto, Peter Burke señala que, desde un marco polifónico, el significado cultural no debe ser un nudo en un hilo de una red, sino más bien una relación (Burke 2010, 479). 8. Dentro de la comunidad emocional, las enfermeras fungieron como intermediadoras entre los médicos y psiquiatras atendiendo a los heridos. Un concepto con características similares a las que Bourdieu (1991) otorgaba a los intermediarios culturales. 9. [So I began to get worried. I was scared.] 10. Roland H. Neel Sr. Collection (AFC/2001/001/01875), Veterans History Project. American Folklife Center. The Library of Congress (VHP/AFC/LC). http://memory.loc.gov/diglib/vhp/bib/ loc.natlib.afc2001001.1875 (14/02/2016). 11. En su voluminosa obra, Regan estudió hechos de incompetencia militar a lo largo de cuatro siglos, de los cuales dos casos corresponden a la Primera Guerra Mundial y uno a la Segunda Guerra Mundial. “Al hacerlo lo que resulta sorprendente no es que la incompetencia haya estado tan extendida; lo asombroso es que no lo haya estado mucho más. Los competentes y eficaces han vuelto con sus condecoraciones… ¿cuántos han tenido la humildad de asombrarse por su fortuna?” (Regan, 2004, 18). 12. Hay que tener en cuenta que el concepto neurosis de guerra, por ejemplo, surgió en medio de la eventualidad de la guerra. “Esto implica una explicación de estas neurosis según el estado de la teoría psicoanalítica del momento, lo que, por tanto, variará según cambien los límites de sus paradigmas, con efectos conceptuales y clínicos” (Ramírez 2008, 3). 13. Al respecto, Mijaíl Bajtín apuntó: “Por su naturaleza, la palabra es social. La palabra no es una cosa, sino el medio eternamente móvil, eternamente cambiante de la comunicación social. La palabra nunca tiende a una sola conciencia, una sola voz. La vida de la palabra consiste en pasar de boca en boca, de un contexto a otro, de un colectivo social a otro, de una generación a otra generación. Con ello la palabra no olvida su camino y no puede liberarse plenamente de aquellos

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contextos concretos cuya parte había formado. Cada miembro de un colectivo de hablantes encuentra la palabra no como la palabra neutral de la lengua, libre de intenciones, sin ser poblada de otras voces. No: recibe la palabra de una voz ajena y plena de voz ajena” (en Bubnova 2006, 107). 14. Shaun Illingworth, Rutgers Oral History Archives (ROHA), 16. http://oralhistory.rutgers.edu/ images/PDFs/grahn_douglas.pdf (19/02/2016). 15. G. Kurt Piehler y Robert Lipschitz, ROHA, 22. http://oralhistory.rutgers.edu/images/PDFs/ macdougall_howard.pdf (19/02/2016). 16. Joseph Ciccone y Sandra Stewart Holyoak, ROHA, 35. http://oralhistory.rutgers.edu/images/ PDFs/selinger_jerome.pdf (19/02/2016). 17. Virgene Kallemeyn Debeer, Collection (AFC/2001/001/74391), VHP/AFC/LC. https:// memory.loc.gov/diglib/vhp/bib/loc.natlib.afc2001001.74391 (15/02/2016). 18. Margaret Virgene Ward Gilkerson. Collection (AFC/2001/001/95850), VHP/AFC/LC. http:// memory.loc.gov/diglib/vhp/bib/loc.natlib.afc2001001.95850 (15/02/2016). 19. Muriel Rose Phillips Engelman. Collection (AFC/2001/001/68748), VHP/AFC/LC. http:// memory.loc.gov/diglib/vhp/bib/loc.natlib.afc2001001.82536 (14/02/2016). 20. Naomi Lucille Humphreville Dobbins. Collection (AFC/2001/001/66614), VHP/AFC/LC. http:// memory.loc.gov/diglib/vhp/bib/loc.natlib.afc2001001.66614 (15/02/2016). 21. Shaun Illingworth, ROHA, 31. http://oralhistory.rutgers.edu/images/PDFs/lewis_gordon.pdf (19/02/2016). 22. Conviene recordar que este documental se mantuvo enlatado por el Gobierno porque creían que podía ser usado por los veteranos como prueba y demanda en contra del Ejército norteamericano. No obstante, a partir de 1980, el documental fue puesto al alcance público. 23. Robert Daroff, Collection, The Vietnam Center and Archive, Texas Tech University (TVCA/ TTU), 26-27. https://vva.vietnam.ttu.edu/repositories/2/digital_objects/428777 (20/02/2016). 24. Kara Dixon Vuic, Collection, TVCA/TTU, 36-37. http://www.vietnam.ttu.edu/virtualarchive/ items.php?item=OH0387. (20/02/2016). 25. Michael Horton, Collection, TVCA/TTU, 17-18. http://www.vietnam.ttu.edu/virtualarchive/ items.php?item=OH0039 (20/02/2016). 26. Cynthia Frances Given Fitzgerald, Collection (AFC/2001/001/97572), VHP/AFC/LC. http:// memory.loc.gov/diglib/vhp/bib/loc.natlib.afc2001001.97572 (13/02/2016). 27. Gary Blinn, Collection, TVCA/TTU, 38. http://www.vietnam.ttu.edu/virtualarchive/items.php? item=OH0308. (20/02/2016). 28. Ada Jeanne Lucas Hacker, Collection (AFC/2001/001/05246), VHP/AFC/LC. http:// memory.loc.gov/diglib/vhp/bib/loc.natlib.afc2001001.5246 (15/02/2016). 29. Lawrence Dacunto, Collection, TVCA/TTU, 87. . (20/02/2016). 30. Un ejemplo son Regreso sin gloria (1978), El cazador (1979), Nacido el cuatro de julio (1989) y En el valle de Elah (2007). 31. Según Reinhart Koselleck, si la historia social y conceptual no puede prescindir de casos individuales, su interés primordial es explorar las condiciones que a largo plazo actúan diacrónicamente y hacen posible los casos individuales. Así, al investigar las estructuras y su transformación se generan preguntas acerca de los datos lingüísticos bajo los cuales tales estructuras han entrado en la conciencia social, han sido concebidas y también han cambiado (Koselleck 1989, 318-319). 32. Velma Laura Hignight, Collection (AFC/2001/001/09767), VHP/AFC/LC. http:// memory.loc.gov/diglib/vhp/bib/loc.natlib.afc2001001.9767 (12/02/2016). 33. Kara Dixon Vuic, Collection, TVCA/TTU, 4. . (20/02/2016).

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RESÚMENES

El artículo da cuenta de cuáles fueron los discursos y representaciones sobre emociones y enfermedades que se generaron dentro de una comunidad emocional conformada por altos mandos militares, cuerpo médico y soldados a lo largo de tres conflictos bélicos —Primera Guerra Mundial, Segunda Guerra Mundial y guerra de Vietnam—, todo a partir de una serie de testimonios escritos y orales de los participantes. De esta forma, con el concepto comunidad emocional se identificaron palabras y frases —con su variabilidad semántica y gramatical— por donde transitaron las definiciones de los trastornos de conducta y cambios de personalidad de soldados. Un tema que requiere ser estudiado en un período de larga duración para observar cómo ciertos términos acabaron imponiéndose sobre otros.

The article gives an account of the discourses on and representations of emotions and illnesses that arose within an emotional community made up of senior military officers, members of the medical corps, and soldiers throughout three wars: World War I, World War II, and the Vietnam War. It is based entirely on a series of written and oral testimonies of the participants. Thus, using the concept of emotional community, certain words and phrases were identified —with their semantic and grammatical variations— through which the definitions of the soldiers’ behavioral disorders and personality changes had passed. This is a subject that must be studied over a long period of time in order to observe how certain terms came to predominate over others.

O artigo trata dos discursos e das representações sobre as emoções e as doenças geradas dentro de uma comunidade emocional formada por altos comandos militares, corpo médico e soldados ao longo de três conflitos bélicos —Primeira Guerra Mundial, Segunda Guerra Mundial e guerra do Vietnã—, tudo a partir de uma série de testemunhos escritos e orais dos participantes. Dessa forma, usando o conceito de comunidade emocional, foram identificadas palavras e frases —com sua variabilidade semântica e gramatical— pelas quais transitaram as definições dos transtornos de comportamento e mudanças de personalidade dos soldados. Um tema que exige ser estudado usando períodos de longa duração para se observar como certos termos acabaram sendo impostos sobre outros.

ÍNDICE

Temas: guerra, trastorno, medicina, emociones Palabras claves: miedo, trauma Palavras-chave: transtorno, emoções, medo, trauma Keywords: disorder, fear, trauma

AUTOR

MAURICIO SÁNCHEZ MENCHERO

Doctor en Historia y Comunicación en el Mundo Contemporáneo por la Universidad Complutense (España). Investigador titular del Programa de Estudios Visuales en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México. Últimas publicaciones: “Cuando decir Napoleón III significaba decir Hitler. Los biopics de Dieterle y Muni (1935-1939)”. Revista Valenciana 19: 169-206, 2017; “Historia cultural”. En Léxico de la vida

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social, coordinado por Fernando Castañeda, Laura Baca y Alma Iglesias, 336-343. México: UNAM – Editorial Sitesa. menchero[at]unam.mx.

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El hospital enfermo: análisis de la lucha de los trabajadores del Hospital San Juan de Dios en Bogotá, Colombia The Ailing Hospital: An Analysis of the Struggle of the Workers of San Juan de Dios Hospital in Bogota, Colombia O hospital doente: análise da luta dos trabalhadores do Hospital San Juan de Dios em Bogotá, Colômbia

Stephanie Castiblanco Molina

NOTA DEL EDITOR

Fecha de recepción: 30 de agosto de 2016 Fecha de aceptación: 27 de febrero de 2017 Fecha de modificación: 13 de marzo de 2017 DOI: 10.7440/res62.2017.10

NOTA DEL AUTOR

Los argumentos aquí planteados forman parte de mi tesis de Antropología, con énfasis en Antropología de la Salud.

Introducción

1 Al cerrarse1 el Hospital San Juan de Dios en Bogotá, supuestamente 2 por la falta de recursos que el Estado necesitaba para mantenerlo, 3.640 personas quedaron

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desempleadas,3 y aproximadamente a 1.500 trabajadores no se les pagó la liquidación por sus años de trabajo;4 muchos de ellos, al verse abandonados por el Estado, y con unas condiciones de vida inestables, resuelven quedarse viviendo en el Hospital, con el fin de hacer visible el atropello que se cometía en su contra. El Hospital, que un día nació para ayudar a los más necesitados y que se convirtió en un símbolo de la medicina en el país, hoy está enfermo y olvidado.

2 Esta lucha ha durado dieciséis años hasta el día de hoy, lo cual ha complicado las cosas pues muchos de los trabajadores se han cansado y se han ido,5 otros han muerto y algunos se han quedado allí, a la espera de una respuesta del Estado que les garantice su derecho al trabajo, acepte el pago de sus liquidaciones, y se reconozca el derecho a la salud de los colombianos. A pesar de la permanente zozobra de vivir sin agua, sin luz, enfermos, hasta degradados, marginados, maltratados y hostigados por los vigilantes, la Policía, los medios de comunicación y los representantes del Estado, los trabajadores del Hospital se han mantenido firmes en una lucha que tiene como principal objetivo velar por esta institución médica.

3 Bajo la perspectiva de la antropología médica, la salud ha pasado de ser un derecho a un negocio, luego de que se instauraran en el país políticas de privatización. Estas políticas han agrandado la brecha social y económica, al tiempo que han creado formas que mercantilizan el cuerpo, y cambiado la perspectiva de los sujetos respecto a nociones como la salud y la enfermedad. De esta manera, el sistema de salud se ha convertido en un sistema profundamente individualista, orientado a la lógica del mercado, el cual no está interesado en la prevención y curación de enfermedades, y en eliminar los límites del acceso a los servicios por parte de las poblaciones más pobres, sino en privatizar los recursos públicos con fines de lucro, a costa de la salud de la población.

4 Es en medio de este lugar donde se conjugan la memoria, la injusticia y la resistencia; los trabajadores han permitido que el Hospital se mantenga en pie gracias a las manifestaciones que se expresan en vivencias, luchas con objetivos concretos, emociones, significados, representaciones y acciones de la práctica cotidiana. El trabajo de campo me permitió encontrar en la situación de los trabajadores del Hospital San Juan Dios un paradigma adecuado para ejemplificar la influencia que tienen las emociones en las luchas sociales; por tal motivo no hay un amplio despliegue de información etnográfica puesto que el énfasis del mismo es estrictamente teórico y argumentativo.6

La muerte de los hospitales públicos en Colombia

5 Las crecientes reformas en el sector salud en Colombia se produjeron en el marco de grandes transformaciones económicas, políticas y sociales a nivel global. Hacia finales de los años ochenta y principios de los noventa, la salud comienza a verse bajo un enfoque de producción, distribución y consumo, es decir que el derecho a la salud se considera similar a un producto de mercado (Paredes 2003, 35). La Ley 100 se expidió en diciembre de 1993,7 bajo el desarrollo del Sistema General de Seguridad Social en Salud (SGSSS). Este sistema se apoya en los conceptos de solidaridad e integralidad; en el neoliberalismo, con la propuesta de la libre escogencia de los usuarios, el fomento de la competencia entre las empresas prestadoras de los servicios y la descentralización administrativa y la autonomía de las instituciones.

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6 Según el investigador Iván Jaramillo (1997), la Ley 100 puede resumirse en seis pilares que le dan sustento: 1) separación de la provisión y el financiamiento de los servicios, que busca brindar la posibilidad de la libre elección de los usuarios entre distintas entidades gestoras del aseguramiento (EPS)8 e instituciones prestadoras de los servicios (IPS);9 2) cobertura universal por medio del sistema de afiliación obligatorio (POS), 10 mediante la creación de un plan obligatorio integral; 3) estructuración de mecanismos de compensación y solidaridad; 4) diseño de mecanismos de control de costos; 5) incorporación del sector privado; y 6) sustitución de la asistencia pública a los pobres (Jaramillo 1997, 46).

7 En el artículo 8 de dicha ley se concibe el sistema de seguridad social como integral, lo que permite articular los servicios prestados por entidades públicas y privadas, y abre una extensa posibilidad para que en los procesos de afiliación y prestación de servicios se ejerza la libre elección del usuario. No obstante, dicha afiliación se realiza dependiendo de sus condiciones económicas. El acceso al sistema puede realizarse de dos formas: afiliación a un régimen contributivo, al cual pueden vincularse las personas que pueden pagar, y la afiliación al régimen subsidiado, en el cual se pueden vincular las personas sin capacidad de pago. De esta manera se crea un paradigma entre la rentabilidad financiera y la calidad del servicio, pues la búsqueda de rentabilidad de las EPS11 afecta la oferta de servicios, que se evidencia en el trato a los usuarios y en las prestaciones ofrecidas.

8 Bajo este nuevo esquema se reorganiza el derecho a la salud como un escenario competitivo de mercado, pues las premisas de oferta y demanda entran a regir el funcionamiento del sistema. Así, el papel del Estado no es garantizar la salud, sino regular y controlar a las empresas privadas para que tomen un papel protagónico como prestadoras del servicio de salud a la población. Si bien la ley pretende regirse bajo los conceptos de cobertura e integralidad, sus componentes neoliberales dificultan que esto se lleve a cabo, principalmente por la falta de recursos de la mayoría de la población que quiere acceder a los servicios. Aunque la misma ley propone que “El sistema integral de seguridad social establecido en la presente ley, no tendrá, en ningún caso, aplicación cuando menoscabe la libertad, la dignidad humana o los derechos de los trabajadores”,12 es de especial importancia mostrar cómo este panorama puede llegar a ser contradictorio, y la ley puede no alcanza a desarrollar sus planteamientos, pues, por una parte, se reformula la Constitución Política en 1991, donde se estipula la salud como un derecho de los colombianos, y, por otra parte, se adoptan medidas neoliberales, impuestas por organizaciones políticas y económicas de mayor escala que impiden que este derecho se cumpla.

9 Entre las múltiples consecuencias de la implementación de la Ley 100, encontramos el aumento de la crisis de los hospitales públicos, pues permitió una retirada progresiva del Estado frente a sus responsabilidades con la salud de los colombianos y dejó a la deriva las entidades de carácter oficial. De esta manera, los hospitales debieron cubrir sus necesidades a través de los subsidios que se obtenían por medio de la venta de servicios. La sustitución de recursos que se generó hizo que se produjera ineficiencia económica, por lo que se buscó la forma de racionalizar los recursos de los hospitales por medio de su reducción, el ahorro de los insumos y de los procesos hospitalarios, tales como los salarios de los trabajadores, los recursos para medicinas, los procedimientos médicos y quirúrgicos, entre otros.

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10 Según Víctor de Currea-Lugo (2003), la disminución del subsidio por parte del Estado ha sido progresiva desde 1996. Ya en 1997 se comenzaron a sentir los efectos de la reducción del 15% de los aportes nacionales en los hospitales públicos, especialmente en los hospitales universitarios, donde los gastos son mayores y su capacidad de venta de servicios y cobro de dinero es menor, dado que estos hospitales atienden población pobre. Además, se obligó a los hospitales a reestructurar sus plantas de personal y modificar los sistemas de contratación, bajo el postulado de la flexibilización laboral y el acondicionamiento de servicios para que pudieran ser competitivos.

11 A su vez, Natalia Paredes (2005) argumenta que fue al final de 1998 que todos los hospitales públicos entraron en crisis, después de la aplicación de la Ley 344 de 1996. “Esta Ley convierte los recursos transferidos históricamente a los hospitales públicos (subsidio a la oferta) en subsidios a la demanda, lo que significa que los hospitales dejan de recibir directamente los recursos para su funcionamiento y deben sostenerse con la facturación o venta de servicios” (Paredes 2005, 4). Así, la única posibilidad de financiación de los hospitales es por medio de los pacientes y usuarios, que de igual manera son recursos insuficientes, y por esto, los servicios prestados son ineficaces.

12 Debido a esta precarización de la salud, muchos de los hospitales públicos en el país se vieron damnificados, de forma tal que tuvieron que cerrar sus puertas. La imposición de una nueva lógica de financiamiento fue catastrófica para el mantenimiento de los centros de salud, en especial en el caso de los hospitales y las clínicas públicos. Antes, el dinero llegaba de un modo directo al hospital para su financiamiento anual, pero, bajo las nuevas lógicas, los hospitales comenzaron a recibir exclusivamente el dinero por el pago de los servicios, lo que determinó una nueva dinámica de autosostenimiento, donde debieron diseñar estrategias de mercado y hacer énfasis en los asuntos financieros, lo cual condujo a que los hospitales se convirtieran en empresas privadas. Este es el caso del Hospital Infantil Lorencita Villegas de Santos, reconocido por ser el hospital de pediatría más importante de la capital, cerrado en 1999, al igual que el del emblemático Hospital Universitario San Juan de Dios, cerrado dos años después. Otros hospitales que tuvieron que cerrar sus puertas en diferentes ciudades del país fueron el Federico Lleras Acosta, en Ibagué; el Ramón González Valencia, en Bucaramanga; el Universitario, de Cartagena, y el de La Victoria, en Bogotá (“Recaen los hospitales” 2000).

13 En este orden de ideas, el Hospital San Juan de Dios ha sido un blanco de reformas desde mediados de los años setenta, cuando se dieron los grandes cambios en materia de salud en el país, como se expuso anteriormente. Hacia 1979, el entonces presidente de la República, Julio César Turbay, declaró al Hospital un bien de la empresa privada de la Fundación San Juan de Dios y de la Beneficencia de Cundinamarca (dependencia de la Gobernación de Cundinamarca), lo cual encubrió la condición de hospital público. Esto se hizo bajo el Decreto 290 de ese año, donde se previó que la fundación instituida por fray Juan de los Barrios y Toledo, por escritura pública otorgada el 21 de octubre de 1564, seguiría denominándose Fundación San Juan de Dios y que se regiría por los estatutos del Gobierno Nacional. Allí se estipula que los bienes muebles e inmuebles quedarían a disposición de los administradores competentes, es decir, la Fundación y la Beneficencia de Cundinamarca.

14 Por más de treinta años, el Hospital se identificó por ser una institución meritoria pero ahogada por la corrupción de los gobernantes y las malas administraciones. Esto se convirtió en un problema jurídico hasta que llegó un momento en el que nadie se hizo

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cargo del San Juan. Con este panorama, y en medio de la apertura de la Ley 100, que generó incentivos financieros, se obligó a que el servicio fuera rentable, lo cual terminó por ser un duro golpe para el Hospital pues se dejaron de prestar los servicios, ya que no eran viables los hospitales de caridad.13

El trabajo del cuidado

15 El problema con este nuevo sistema de salud y seguridad es que los asuntos del cuidado, la dedicación y la salud —vista como un derecho que debe respetar a los pacientes, y, por lo tanto, ser compasiva y solidaria— quedan rezagados por una necesidad de producción y de eficiencia. Los trabajadores son despedidos, los médicos son reemplazados y los pacientes mueren en la entrada de los hospitales; así es el sistema que vivimos a diario, un sistema donde no se valoriza el trabajo de cuidar y lo que ello involucra, como amar el Hospital y luchar con sus colegas por su conservación. Bajo la visión dicotómica entre emoción y razón, no sólo el afecto, el cuidado y las emociones son desvalorizados, sino que también lo son aquellos sujetos asociados a ellos y a las tareas del cuidado.

16 De conformidad con lo anterior, los estudios feministas se han encargado de hacer una crítica al concepto clásico de trabajo, señalando el carácter androcéntrico que presentan las categorías trabajo y trabajador, a través de las cuales se hace universal la experiencia masculina, que invisibiliza o desconoce otras formas de trabajo, no sólo de mujeres sino de grupos sociales subalternos (Arango y Molinier 2011, 91). Así, ver el trabajo del cuidado como una actividad no reconocida en la construcción y el mantenimiento de la sociedad es una forma de politizar el trabajo cotidiano de hombres, y especialmente de mujeres, que se dedican al cuidado, en este caso al cuidado de un lugar, acción que no resulta legítima a los ojos del mismo sistema capitalista que niega sus acreencias laborales. El trabajo del cuidado es una actividad desvalorizada y subordinada, principalmente por la devaluación de las personas que cuidan, la invisibilidad que caracteriza las condiciones en las que se cuida y la naturalización de lo femenino (Molinier 2011, 51). El trabajo de las trabajadoras y los trabajadores del Hospital San Juan de Dios se ha visto vulnerado e invisibilizado, por pertenecer a la clase de trabajos que no son “útiles” o que hacen “trabajos sucios” para el mercado laboral.

17 En esta investigación planteo cómo estas actividades del cuidado mantienen vivo el Hospital San Juan de Dios, por medio de acciones que representan el empleo de tiempo, salud y disposición, como una forma de debatir el concepto hegemónico sobre el mercado y la economía monetaria, donde la producción y el trabajo se consagran como actividades que desvalorizan o no tienen en cuenta las actividades de producción de bienes y servicios (Molinier 2011). Pese a ello, los trabajadores han conservado su labor como cuidadores; aunque su función sigue siendo el cuidado, su paciente ha sido reemplazado, dado que ahora es el lugar el que se cuida.

18 Entre los cargos que desempeñaban se encuentran la enfermería, los servicios generales, la dieta de los pacientes, los servicios de aseo, entre otras actividades relacionadas con el cuidado del otro. Aquí quiero hacer un giro respecto a la noción de cuidado, pues, si bien los trabajadores siempre han sido cuidadores en este lugar, este trabajo ha variado después del cierre del Hospital. En primer lugar, su trabajo dejó de ser remunerado, y, en segundo lugar, los cuidadores no sólo cuidan, sino que a su vez

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son cuidados por el lugar. Con esta idea, quiero ilustrar que los lugares también inciden en las decisiones de las personas (Latour 2005); para ello, es importante reflexionar sobre la pertinencia de ver los objetos y los lugares como agentes, por cuanto instan a emociones, sentimientos y acciones.

19 Es así como, luego de que el Estado inhabilitara el Hospital, algunos de estos empleados decidieron instalarse allí y cambiaron el cuidado de pacientes por el cuidado del lugar. Su función ha sido mantener vivo el Hospital a través de una lucha diaria contra el Estado, las empresas privadas, la fuerza pública y los medios de comunicación. Además, un factor fundamental en esta investigación tiene que ver con la dimensión de género que se evidencia en la lucha por el San Juan, dado que, a partir del trabajo de campo realizado, pude evidenciar que las personas que más participación han tenido son las mujeres del Hospital. Eso suscita una pregunta sobre el rol del género, el rol de las mujeres en la sociedad y la dimensión afectiva que cumplen, es decir, ver el cuidado como una tarea que consiste en atender, cuidar, proteger, alimentar, y, en general, todas las acciones que tienen una preocupación por el otro (Molinier 2011).

20 Claramente, también hay participación de hombres, pero en mi experiencia logré acercarme más a las mujeres del lugar, principalmente porque soy mujer y porque logré entablar una relación de amistad con ellas. La preeminencia del cuidado y del rol de las mujeres me lleva a plantear una hipótesis: el cuidado que las mujeres empleadas por el Hospital brindaban a los pacientes se trasladó al cuidado del Hospital como lugar, con el propósito de lograr su reapertura y mantenimiento. A lo largo de esta investigación he visto cómo estos trabajadores y trabajadoras se encargan de luchar por un sentido de pertenencia, por su orgullo y por su dignidad, del mismo modo que se han encargado de mantener vivo el Hospital en la memoria de la ciudad y de la sociedad bogotana, principalmente.

21 Por otra parte, es importante poner este análisis en una perspectiva más amplia, en un país donde es casi imposible pensar en el cuidado como una parte del trabajo de la salud, pues la oferta y la demanda, la privatización del sistema y el capital que está en juego no permiten que exista una práctica que se interese en el otro como un paciente, como una persona con necesidades, como alguien a quién atender, a menos que se pague por ello. Lamentablemente, el trabajo del cuidado, y lo que ello implica en términos emocionales, no tiene lugar en el sistema de salud colombiano, lo que ha invisibilizado el trabajo de miles de personas en el país, pero también ha precarizado el sistema para los pacientes y los enfermos.

22 Quiero resaltar las maneras con las cuales los trabajadores reivindican el trabajo del cuidado por medio del trabajo emocional como un componente ético e identitario, dado que van en contravía de la racionalización, burocratización y despersonalización de su trabajo, y dan prioridad a lo colectivo y a lo público. La idea es que sin el afecto y sin el hacer por el otro y por cada uno no hay un sentido de lucha; sin un sentimiento que los motive y que los una no hay un trabajo del cuidado, y sin sentido de pertenencia no hay Hospital San Juan de Dios.

Emociones

23 Tiempo después del cierre del Hospital, las dificultades que pasaron los trabajadores se volvieron borrosas, múltiples y heterogéneas. Al respecto, la primera demanda de la lucha se hizo para que los trabajadores fueran despedidos de manera legal y, así,

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pudieran reclamar su pensión. Después vino la solicitud de que sus años de trabajo fueran valorados y reconocidos; por último, está la pugna porque el Hospital fuera abierto al público en las mismas condiciones de hace veinte años. Todas estas peticiones tienen lugar en medio de un ambiente de hostilidad e indiferencia, que de alguna forma ha dificultado la situación y ha separado a los trabajadores —facilitando la fragmentación de su unidad—, tanto así, que muchos de ellos se han encargado de rehacer sus luchas en pro de beneficios individuales; otros se han cansado y se han ido, y otros pocos continúan allí. Esto se debe a la trayectoria de las emociones y de los objetivos de lucha que se han modificado a lo largo del tiempo.

24 Para entender el afecto que las personas tienen por los lugares que habitan y defienden es necesario ver cómo estas emociones cumplen un papel importante en las decisiones y luchas de las personas. Parto del debate que las feministas vienen planteando hace varias décadas, el cual problematiza comprender las emociones como un asunto femenino, que se diferencia y opone a la razón, y que, por lo tanto, no incide y/o no es importante en la esfera pública (Ahmed 2004; Jasper 2012; Jimeno 2004; Gould 2009).

25 Así, para analizar cómo las emociones influyen en la movilización de los trabajadores, he decidido seguir la definición de emociones de varios autores, que las definen como formas de representar, de reaccionar y de accionar en la vida social, que a su vez actúan como motivaciones (Ahmed 2004), juicios y evaluaciones sobre lo que nos rodea. Las emociones dependen de la posición del sujeto (Rosaldo 1991) y son generadas por prácticas de producción de significado (Gould 2009); no obstante, a pesar de que son culturales e históricas, también dependen de la historia individual de cada persona (Beatty 2014). Estas emociones son esenciales para la construcción del sentido de los objetos y del lugar mismo, pues, así como construyen un sentido de pertenencia al Hospital San Juan de Dios, son las que movilizan su lucha, pero también son las que la han fragmentado (Jasper 2012).

26 La vida social de los trabajadores del Hospital San Juan de Dios se desenvuelve en medio de relaciones emocionales con el lugar y la lucha, que se construyen en la cotidianidad, enmarcadas en las experiencias de cada individuo con la colectividad. Estas tareas se despliegan en la interpretación, la emoción, la expresión, la significación, el lenguaje, el cuerpo y las relaciones con los demás. Las emociones están ligadas al cuidado, dado que es gracias a las emociones que el Hospital suscita en sus trabajadores que ellos han asumido la responsabilidad de cuidarlo, defenderlo y luchar por él.

27 Para poder recuperar y entender las cosas, las emociones, los recuerdos y los objetos que se vuelven importantes en el Hospital, hice una etnografía de su cotidianidad, pues es en el diario vivir que el lugar cobra sentido; sentido que no es inherente al Hospital, por el contrario, este se construye y se produce por las personas que habitan en él y que están a su alrededor. El trabajo de campo realizado en el lugar ha servido como evidencia certera para demostrar el afecto, el amor y el apego que los trabajadores despertaron por el lugar; sentimientos y emociones que se manifiestan en sus cuerpos, su memoria y su lenguaje, en la forma como hablan del Hospital y de lo que un día fueron su vida y su trabajo allí.

28 Si bien las emociones por el Hospital han significado un impacto positivo en lo que respecta a la movilización e incidencia de los trabajadores, cabe resaltar que dichas emociones también han tenido una incidencia en la fragmentación de su unión y en las frecuentes discusiones entre ellos. Afín con este análisis es plausible justificar que la apropiación de una causa sociopolítica es motivada por la simpatía que se despierta por

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esta misma, ya que, para que las personas se apropien de unos objetivos, es necesario que los sientan como suyos.

29 Este apartado tiene como objetivo analizar el papel de las emociones en los procesos de lucha social y politización de los trabajadores del Hospital, quienes, a pesar de la dificultad de su lucha, encuentran formas de resistir que han permitido mantener vivo al Hospital y han creado identidades colectivas. Considero fundamental dar prioridad a sus voces como forma de visibilizar las condiciones que llevaron a su movilización, así como ver de primera mano las emociones que suscita en los trabajadores la lucha por el Hospital.

30 A diferencia de la dicotomía planteada entre razón y emoción, las emociones sí hacen parte de la racionalidad y, por lo tanto, de la esfera pública y del campo político; según Constanza Tabbush (2015, 3), “cuando militamos sentimos”, una frase que sirve para explicar cómo las emociones hacen parte de la acción colectiva y cómo distintas organizaciones políticas son atravesadas por las emociones. Esta dicotomía ha sido debatida en varias ocasiones por teóricas feministas que discuten la idea que las emociones son exclusivamente femeninas, y, por lo tanto, la razón es algo masculino. En realidad, las emociones hacen parte de la vida social tanto de hombres como de mujeres, y se encuentran tanto en la esfera pública como en la privada.

31 Ahora bien, según Myriam Jimeno, “Las emociones, son reacciones que tienen las personas en su acción social, considerar su contenido cultural y específico es reconocer que estas hacen parte del mismo proceso de la vida social de los sujetos” (Jimeno 2008, 270). Gracias a esta definición es válido afirmar que las emociones están presentes en todas las acciones, decisiones, formas de hablar y de pensar de los sujetos. Por lo tanto, las emociones que envuelven la lucha por el Hospital San Juan de Dios son múltiples y dependen de la historia personal de cada trabajador; estas van desde la rabia, la indignación, el dolor, la impotencia, hasta el amor, el afecto y el apego, la esperanza, entre otras.

32 Las emociones son fundamentales en los movimientos sociales, los procesos organizativos y la politización de las causas, dado que hacen que las personas se comprometan entre sí, se necesiten, se cuiden, se organicen y se mantengan en la lucha. Las emociones hacen parte del lenguaje, del cuerpo y de la memoria, y están presentes en los lugares y en los objetos. Además, los lugares adquieren significados a partir de la vida social que las personas llevan a cabo allí; por esta razón, el Hospital San Juan de Dios se ha convertido en el motivo de lucha de los trabajadores, gracias a que en él ven no sólo un lugar de trabajo sino el lugar donde criaron a sus hijos, el lugar en el que aprendieron, en el que forjaron amistades y en el que viven ahora. Este Hospital es más que un recinto hospitalario: para muchos es un paciente, para otros es como un hijo, para otros es el símbolo de la medicina en el país, pero para la mayoría de los trabajadores, especialmente quienes permanecen allí es símbolo de resistencia. Este enfoque me parece fundamental para entender la razón por la que los trabajadores del Hospital San Juan de Dios continúan luchando por este después de tantos años.

Rabia e indignación

33 Diana Gómez (2015), siguiendo a Barrington Moore (1989), expone que la indignación moral “[s]e convierte en una sensación que se acompaña de otras como la ira, el miedo y la tristeza” (Gómez 2015, 228; traducción del autor) en la lucha social. Si bien la

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indignación no es una emoción, esta se acompaña de emociones que llevan a actuar a las personas: la indignación de la que hablan los trabajadores tiene que ver con el cierre inesperado del Hospital, lo que produjo rabia e impotencia y llevó a los trabajadores a organizarse. Con el pasar del tiempo han crecido el dolor y la tristeza por ver cómo muchos trabajadores han muerto sin ver el resultado de la lucha; otros han muerto en el Hospital, víctimas de la precaria infraestructura; otros están cada vez más débiles de salud, tanto física como mental, y otros rehicieron sus vidas alejándose del Hospital y de ese motivo que les produce dolor.

34 No obstante, la indignación es una sensación que se mantiene a lo largo de la historia de la lucha; los trabajadores no dejan de sentir que el Estado, quien se supone debe prever el bienestar de los ciudadanos, se encarga de arrebatarles su trabajo, de cerrar un Hospital que beneficiaba a cientos de colombianos, y no responde por ello. Los trabajadores sienten que se está en deuda con ellos y que lo que se cometió en el año 2000 fue una de las injusticias más grandes contra ellos y sus familias, pues después de este evento su vida cambió.

Dolor y sufrimiento

35 En este orden de ideas, también existe el dolor,14 tanto para los trabajadores como para los pacientes que asistían al Hospital. No obstante, el concepto de dolor puede ser problemático —al igual que otras emociones— pues, desde muchas corrientes teóricas, las emociones, y más aún aquellas que deben mantenerse en el ámbito de lo privado, son incomunicables.15 Esta idea se puede legitimar si pensamos en la indiferencia que han sufrido los trabajadores, quienes se sienten invisibles ante la sociedad y los aparatos del Estado, y en los múltiples problemas que han tenido al transmitir no sólo la situación que viven en el Hospital sino su dolor, su lucha y sus sentimientos por el lugar.

36 Sin embargo, este argumento sobre el dolor es retomado por Veena Das (2008), quien expone la relación entre el cuerpo y el lenguaje como un factor central en la investigación antropológica; en esta relación, el lenguaje no actúa como un estado mental interno sino como una expresión corporal (Das 2008, 332). Esto significa que el cuerpo expresa que siente dolor, y esto se establece como una queja. El cuerpo va más allá de lo físico, resulta ser un vehículo por el que se expresan las emociones, se adscriben los pensamientos y las historias con uno mismo y con el mundo (Duch y Mèlich 2005, 241). El cuerpo se convierte en un espacio donde habitan la esperanza, el amor, la tristeza y el odio; por ello, estos cuerpos se mueven. Las teóricas feministas, por su parte, han expresado que el cuerpo también es un territorio, que no tiene barreras físicas claras, por cuanto se relaciona con otros más allá de la presencia física (Gómez 2015, 205).

37 Esta discusión tomó lugar luego de que problematizaran las limitaciones, los silencios y las ambigüedades frente al análisis de las emociones; por esto es necesario estudiar cómo las emociones se manifiestan, no sólo en el lenguaje sino en el cuerpo de las personas, y cómo las motivan a hacer o no hacer. Dicho esto, es posible preguntarse por ese dolor que es propio, pero que también puede hacerse colectivo en cierto grado; ese dolor, que se expresa y se comparte, infundido por el Hospital San Juan de Dios en la población de trabajadores, los motiva a tomar posesión del lugar.

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38 El filósofo David Suárez (2014) argumenta que hay una diferencia entre dolor y sufrimiento: “todo el que siente dolor, sufre, no toda circunstancia de sufrimiento implica necesariamente dolor” (Suárez 2014, 191). Por lo que es muy diferente sentir un dolor físico a sentir el sufrimiento que experimenta un grupo de personas, debido a la injusticia o a la violencia. El dolor físico quedaría en el plano de lo personal, mientras que en el sufrimiento hay un ejercicio violento que afecta a las personas y que a su vez las une, las marca y las identifica; así, cuando el dolor pasa a ser compartido se habla de sufrimiento social.

39 Para comprender mejor este asunto, Veena Das (1997), junto a Arthur Kleinman (1997), entienden el sufrimiento como una experiencia social, por cuanto la gente es vulnerada por fuerzas estructurales violentas, lo que hace que esa experiencia de sufrimiento se vuelva compartida: El sufrimiento social resulta de lo que el poder político, económico e institucional hace a la gente, y recíprocamente, de cómo estas mismas formas de poder influyen en las respuestas que se dan a los problemas sociales. Incluidas en la categoría sufrimiento social hay condiciones que generalmente están divididas entre campos separados, condiciones que implican simultáneamente la salud, el bienestar, legal, moral, y las cuestiones religiosas […] En pocas palabras, el sufrimiento es una experiencia social. (Kleinman, Das y Lock 1997, ix; traducción del autor) 40 Cuando Jimeno (2008) habla de reconstruir las comunidades políticas16 por medio de la comunicación de la experiencia de las víctimas se refiere a contextos de violencia física en situaciones de conflicto con grupos armados; tomaré este concepto para hablar sobre la violencia que ejerce el Estado sobre las personas cuando trata de inhabilitarlas, de callarlas, despedirlas o quitarles sus hogares. Sin duda, los trabajadores que son padres y madres de familia no sólo son víctimas, también son activistas, y se vinculan con varios procesos para apoyar la reapertura del Hospital, como también luchan por intereses propios. La idea de que se reconozcan como víctimas de la Ley 100 no es con el fin de plantear este concepto como un ser pasivo que acepta las injusticias; todo lo contrario, los trabajadores se reconocen como víctimas con el fin de mostrar que el sistema de salud y seguridad implantado hace veintidós años perjudicó a más personas de las que se supone que beneficiaría, y que esto generó una forma de rebelarse contra este, de decir que este sistema no representa los intereses y necesidades de las personas, y que es ineludible oponerse a él.

Solidaridad

41 Cuando se hace de la lucha la cotidianidad, conviviendo día y noche con los compañeros, nacen la solidaridad y el sentir con los otros; en medio de esta relación, donde se sufre y se lucha con los compañeros, por la injusticia, por la dignidad como trabajadores y pacientes, por la indiferencia y por la falta de reconocimiento, se afianzan relaciones con los demás y se construyen vínculos. Entre los trabajadores existe esta solidaridad, por cuanto se ve en el otro una necesidad propia y se encuentra en el otro la fuerza para seguir luchando. En el Hospital se encuentran varios objetivos de lucha, pero todos tienen en común que son producidos por las carencias que se deben a la ausencia de herramientas o formas de restituir la vida social de las personas, es decir, la falta de posibilidades de que estas personas reconstruyeran su vida normalmente, después de que se inhabilitó el Hospital San Juan de Dios. Esta lucha va

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más allá de reabrir un hospital, es la lucha por acceder a las formas de una vida digna, no sólo para los trabajadores del Hospital sino para la sociedad.

42 En este orden de ideas es importante plantear cómo las emociones hacen parte de la politización de las personas y cómo las emociones, junto con otras sensaciones, hacen parte de la transformación social, del fortalecimiento y creación de los movimientos sociales y los procesos organizativos de lucha, al tiempo que son generadas por prácticas de producción de significado (Gould 2009; Jasper 2012). Las comunidades emocionales generalmente experimentan una mezcla de emociones que derivan del suceso doloroso y que varían con el tiempo y el contexto. Por el Hospital San Juan de Dios, los trabajadores han expresado amor, afecto, sentido de pertenencia, compasión, apego; han expresado ira, odio, impotencia, dolor y tristeza. La conjunción de estas emociones da paso a que se exterioricen por medio de la acción y la movilización por el lugar, por el trabajo, por los derechos y el trato digno. Una frase bastante apropiada al respecto pertenece al ingenio de Sara Ahmed (2004): “Las emociones son aquello que nos mueve, pero también se trata de apegos sobre lo que nos conecta a esto o a eso […] lo que nos mueve y nos hace sentir” (Ahmed 2004, 27; traducción del autor). “A mí lo que me genera es dolor inmenso, ver como se cae este lugar a pedazos después de ser el mejor hospital de Colombia. Me duele ver la indiferencia con la que nos tratan y con la que tratan al San Juan, no es justo que no tengamos derecho a disfrutar de lo que trabajamos. Aspiro a que me paguen todo lo que me deben, pero mi sueño es ver el San Juan así en las mismas condiciones en las que estaba abierto hace más de 20 años. Nadie se imagina lo triste que es esta situación, pero aquí seguiré porque el San Juanito es como un hijo para mí y seguiré luchando por él”. (Entrevista a María 2015; énfasis del autor)17

Lugar, emociones y lucha por el San Juan

43 Por otra parte, la oscilación de estas emociones hace que se creen nuevas identidades individuales y colectivas con sus compañeros, lo que permite que se apropien del lugar y que resignifiquen los objetos de este. Sus identidades pasan por las lealtades grupales, que convierten a los compañeros en nuevos familiares, y muchos de quienes son líderes de las movilizaciones pasan a ser figuras reconocidas en los medios de comunicación; otros se vuelven expertos en leyes e historia, y se ocupan de estar bien informados para saber defenderse. Estas identidades no sólo le dan sentido a la lucha sino a la vida de sus miembros, pues adquieren una responsabilidad que consideran necesaria con sus familias, con los pacientes que son víctimas de la Ley 100 y, en general, con un país que quiere construirse en paz (Gómez 2015).

44 Así, los trabajadores amplían la lista de objetivos, pues ya no sólo se trata de luchar por el San Juan, de unirse a una marcha contra la Ley 100 o de aliarse con el grupo sindical: se comienzan a incluir más metas y beneficios grupales dependiendo de las necesidades de cada uno, reinando el sentido de pertenencia y la desazón ante la injusticia, lo cual involucra emociones de amor, de orgullo y rabia (Jasper 2012, 54). Para Deborah Gould (2009), los movimientos sociales son espacios de construcción de sentido, donde no sólo las emociones incitan y forman, sino que también son generadas por las prácticas, es decir, por las dedicaciones y el quehacer. Las emociones tienen relevancia en los movimientos sociales, por cuanto proveen pedagogías afectivas, autorizando y creando formas de sentir (Gould 2009, 213).

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45 Considerando la anterior argumentación, las emociones son fundamentales en los movimientos sociales, los procesos organizativos y la politización de las causas, dado que las emociones hacen que las personas se comprometan entre sí, se necesiten, se cuiden, se organicen y se mantengan en la lucha. Las personas acuden a ciertas estrategias para respaldar a sus compañeros en términos económicos y afectivos. Entre los trabajadores del Hospital San Juan de Dios existen estos lazos de solidaridad, donde se ayudan en los momentos más angustiantes; han creado estrategias para darse ánimos entre ellos, para llorar juntas y juntos, para respaldarse económicamente, para convivir, tener problemas y reconciliarse. Estas formas de demostrarse afecto, cuidado, preocupación e interés entre los compañeros hacen que la resistencia siga en pie. Tal como ilustra Gómez en su trabajo con víctimas, hay: […] estrategias para hacerse cargo de la otra como para hacer compañía, escuchar, aconsejar, ayudar con las expediciones y las acciones para la promoción de los casos jurídicos, y llevar a cabo conmemoraciones. A veces, sólo un abrazo, una palabra de apoyo, o alguien que le permita llorar, es suficiente para hacer sentir que el otro es alguien que se preocupa por ella. En este proceso, algunas amistades se consolidan, y son en sí mismas fundamentales para mantener unos a otros en movimiento y en el movimiento. (Gómez 2015, 243; traducción del autor) 46 Entre las emociones que inundan a los trabajadores del Hospital San Juan de Dios están el orgullo y el sentido de pertenencia, el amor y el apego por el lugar, el dolor por la injusticia y la tristeza por la indiferencia del Estado. Estas emociones tienen un impacto en la forma de movilizarse pues hay un deseo de producir un impacto en la sociedad y de que sean recordados como un grupo de trabajadores valientes que se enfrentaron a los poderosos y no se dieron por vencidos. Hay un gran sentimiento de querer cambiar el rumbo de las cosas en este país, razón por la cual suelen vincular la injusticia que se cometió contra ellos con otras injusticias u otros movimientos que también se encuentran en lucha, tales como grupos sindicales, pacientes que se han visto afectados por la privatización de la salud y estudiantes. Estos deseos se ven en la cotidianidad con cosas como estar pendiente de las noticias del radio, de los periódicos, y mirar qué se ha dicho de nuevo sobre la situación en el Hospital; al hacer una pancarta nueva, pues la que estaba en la entrada del Hospital ya está muy vieja y no se entiende lo que dice ahí; repartir volantes en una esquina de la ciudad para informar a los bogotanos sobre un hospital olvidado que les pertenece. A pesar de que estas cosas que se hacen a diario forman parte de la rutina de los trabajadores del Hospital, aún hay una fuerza y pasión en estas acciones que los mantienen fuertes y que hacen que la rabia y la esperanza se mezclen para ver esta lucha como algo necesario.

Problemas y divisiones del movimiento

47 Si bien es cierto que, en algunos casos particulares, se aprovecha el impacto que tienen las emociones en las personas para provocar diversas reacciones, no se puede reducir su influencia simplemente a herramientas de coacción. Aunque las estrategias de movilización por el Hospital San Juan de Dios son múltiples, y los trabajadores se han encargado de mantener la esperanza, es difícil que las personas que se sensibilizan con ellos o con su situación se hagan partícipes de los movimientos de lucha que los trabajadores organizan. Por lo general, las personas acuden un par de veces a las reuniones, pero olvidan fácilmente el tema o dejan de ir. Esto ocurre porque, para que la indignación o el sentimiento de lucha perduren en las personas, es necesario que

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haya solidaridad (Gómez 2015), que se sitúen en el lugar del que lucha y se compartan emociones. Es claro que hay muchos simpatizantes de la lucha por el Hospital que no necesariamente viven allí, así como hay médicos, hay estudiantes y abogados que frecuentan las marchas y reuniones; sin embargo, en comparación con toda la gente que ha pasado por el lugar en algún momento, son muy pocos. De hecho, esta es una de las quejas de los trabajadores, pues sienten que esta es una forma de usurpar al Hospital, tomar de él lo que se necesita por un momento y luego abandonarlo en el olvido nuevamente; esto es más doloroso para ellos que la misma indiferencia de la sociedad, pues para los trabajadores, una vez se conoce la situación en el Hospital, es muy difícil olvidarlo.

48 Siguiendo a James Jasper (2012, 48), las emociones están presentes en todos los aspectos de la protesta y de la movilización. Son las emociones las que dan forma a los objetivos de los movimientos, las que se generan en la multitud y las que se expresan retóricamente. Sin embargo, las emociones pueden ser medios y fines, y pueden favorecer o dificultar los esfuerzos de movilización, las estrategias y el éxito de los movimientos, dado que no todas las emociones |funcionan de la misma manera.

49 Uno de los problemas que ha dificultado la lucha en el Hospital San Juan de Dios ha sido la división en la que se encuentran los trabajadores, médicos y enfermeras y funcionarios del Estado. Aun cuando todos estos grupos actúan en pro del Hospital, entre ellos existen diferencias que los han llevado incluso a rivalizar. Emociones como los rencores, la envidia, la soledad, la impotencia, la misma violencia que los ha llevado a discutir por la falta de agua, electricidad o trabajo, hacen que la convivencia entre los trabajadores se vuelva hostil y se creen problemas. En muchas ocasiones, los procesos de movilización se han visto truncados por los mismos trabajadores, quienes por razones personales con otros trabajadores obstaculizan la organización de la lucha y la fragmentan. Las emociones tienen aquí un papel importante, ya que es ingenuo pensar que las luchas y los movimientos sociales actúan de forma monótona e inalterable; por el contrario, las emociones reaccionan ante nuestro entorno inmediato, por lo que siempre están en movimiento. Este fue un punto en el que tuve que detenerme en el transcurso de esta investigación, dado que, por algún motivo, creía que las luchas eran siempre homogéneas y que no podrían existir roces entre personas que luchan por una misma causa, cuando en realidad los eventos adquieren sentido para las personas de diversas maneras, y todos tenemos intereses diferentes, y reconocer esto es también reconocerlo dentro de los movimientos sociales.

50 En cuanto a la situación actual del Hospital, el debate sobre su reapertura y, por lo tanto, la solución al limbo jurídico de los trabajadores se reabrió, luego de que la pasada administración distrital abriera de nuevo el caso. El Distrito propuso expropiarlo y comprárselo a la Gobernación de Cundinamarca por 157.000 millones de pesos, en noviembre del 2015; con ello se buscaba decretar su utilidad pública y solventar las deudas de pensiones que tiene la Gobernación con los trabajadores (“Gobernación de Cundinamarca, autorizada para vender San Juan de Dios” 2015). A pesar de que en la segunda semana de enero de 2016 la nueva administración de Bogotá y la Secretaría de Salud se manifestaron en contra de esta medida y abiertamente expresaron que el emblemático Hospital es un gasto innecesario, este está siendo gradualmente habilitado desde octubre del 2016 (“El San Juan de Dios: Peñalosa” 2016; “En esta administración no vamos a abrir el San Juan” 2016). Sin embargo, el problema de las acreencias

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laborales de los trabajadores del Hospital aún no se ha solucionado, y algunos continúan viviendo allí esperando a que se haga justicia.

Conclusiones

51 Atendiendo a lo anteriormente expuesto, he llegado a las siguientes conclusiones respecto a la importancia de las emociones en la lucha como una forma de transformar la sociedad. La violencia estructural18 (Abadía, Oviedo y Goretty 2010) que se ha impuesto en el país, por medio de discursos sobre la modernidad y el desarrollo, se ha establecido en todas las formas de vida social, e incluso ha trascendido a la esfera privada y se ha instaurado en los cuerpos y en la vida de las personas. Mediante el discurso sobre el acceso a la salud, su privatización y la Ley 100 de 1993 se han acrecentado las diferencias sociales entre la población, bajo la consigna de quiénes pueden y no pueden pagar. Dependiendo del capital monetario de cada persona se miden su valor y su derecho a vivir o a curarse.

52 Estando Colombia en medio de un proceso de paz es necesario ver cómo esta también hace parte de vivir en un lugar donde los derechos mínimos a la salud, la educación, el trabajo y la vida digna sean respetados. Por igual, es necesario que se hagan visibles las víctimas de todas las formas de violencia que se han implantado en el país, no sólo la violencia de la guerra armada, sino la violencia que desemplea a las personas —que después de un tiempo las cataloga como inútiles—, o la violencia que mata a los pacientes enfermos que no tienen dinero para un medicamento.

53 La violencia que se ejerce desde el sistema neoliberal crea una contradicción entre el capitalismo y el trabajo del cuidado, dado que no es reconocido como un trabajo legítimo, y, por lo tanto, no existe una remuneración para ello; algunos estudios feministas plantean que no es siempre por la remuneración económica por lo que se lucha; por el contrario, se trata de visibilizar la importancia que tienen estos trabajos desde el hogar, el cuidado, la preocupación por los demás, y en general, todo aquel trabajo que reproduce y mantiene la vida (Carrasco 2001). Lo que se plantea aquí es otra visión de la economía y del sistema de producción, con el fin de crear un sistema más equitativo, donde los roles tanto de hombres como mujeres sean reconocidos en igualdad. Los trabajadores y, en especial, las trabajadoras del Hospital San Juan de Dios ponen en debate este sistema neoliberal que plantea el trabajo sólo como un medio de producción con remuneración monetaria; por el contrario, el trabajo que se ejerce en este lugar demuestra que son necesarios factores como el cuidado y el afecto, y que la lucha por este Hospital es también una lucha por el derecho al trabajo y a la vida digna.

54 Los trabajadores y las demás víctimas de este sistema son quienes aún resisten y se oponen a las formas de violencia, opresión e injusticia que se han desarrollado en el país; estas víctimas continúan peleando, movilizándose y luchando en contra de los múltiples modos de violencia, y por la exigencia de sus derechos; por lo tanto, es necesario escuchar sus relatos, sus cuerpos, sus trayectorias de vida, sus recuerdos y sus emociones.

55 En este texto expuse que es necesario reconocer que entre las múltiples formas en que las personas luchan y se organizan están involucrados elementos que no son comúnmente tomados en consideración, tales como las emociones, el cuidado y el afecto, los cuales se encargan de crear, fortalecer y movilizar a las personas, así como de aportar a la construcción de la sociedad y su mantenimiento (Ahmed 2004; Gómez

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2015; Gould 2009; Jimeno 2004). Este análisis es una manera de resistir a esa violencia que se naturaliza, y que ha insensibilizado a la sociedad, donde el dolor, el sufrimiento, la guerra, la violencia y la injusticia se normalizan y se hacen cotidianos.

56 Además, es importante aclarar que los movimientos sociales no son espacios homogéneos, donde todos los participantes luchan por el mismo objetivo. Ciertamente, hay unos objetivos acordados; en estos espacios confluyen diversos actores con sus trayectorias y sus propios intereses, y son espacios en los que coinciden las emociones, que, al ser móviles, despiertan rivalidades, odios y problemas. Un asunto de gran eco en la lucha por el Hospital San Juan de Dios es el desacuerdo entre los diferentes manifestantes que participan en la defensa de este lugar. Esto se debe a la pluralidad de emociones y los encuentros y desencuentros emocionales entre los manifestantes a lo largo de su lucha. También influye la violencia que se ejerce desde las instituciones que niegan la lucha por el Hospital y no reconocen la importancia de este lugar. Los agentes implicados en este desconocimiento del lugar son las instituciones que se oponen a liquidar económicamente a los trabajadores, los que hostigan a los manifestantes, como la Policía y el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD), la Alcaldía y la Secretaría de Salud. Resistir esta violencia es también una forma de lucha.

57 La lucha por el Hospital San Juan de Dios sí es un asunto emocional, contrario a la opinión del Secretario de Salud y el actual Alcalde de Bogotá,19 quienes justifican que en la problemática del San Juan hay que desestimar su cariz emocional; pero como se ha querido mostrar en este texto, no se puede desconectar lo emocional de lo racional, y por ello, el valor de lo emocional es protagónico en la lucha por el Hospital. Esta motivación emocional es la que da sentido a las cosas y a los lugares, a los procesos organizativos, a las movilizaciones y a la vida en general. Por el vínculo emocional que los trabajadores entablaron con el lugar, el San Juan se vuelve un paciente, se vuelve un hijo y se vuelve un motivo de lucha. La importancia del Hospital está ligada a la memoria de los trabajadores, que actúa como un motor de la movilización y de la lucha pero que también es una forma de debatir los discursos neoliberales que hace dieciséis años negaron la importancia del Hospital y negaron un sistema de salud asequible para todos los colombianos; por medio de este ejercicio de memoria se debaten las relaciones de poder entre la gente que se moviliza y los agentes que oprimen. El Hospital San Juan de Dios, hoy en día, no sólo continúa siendo el símbolo de la medicina en Colombia, sino que ahora, gracias a la lucha de los trabajadores allí, también es un símbolo de resistencia.

58 Como se ha visto, son varias las motivaciones de los trabajadores para permanecer en esta pelea; en todas ellas, su dignidad está en juego; sólo hasta cuando se reconozcan y acepten sus demandas, abandonarán su lucha. Al establecer un vínculo emocional tan profundo con el lugar, optaron por convertir al Hospital en su hogar; allí establecieron vínculos con sus compañeros y formaron una familia, agregando más motivos para seguir resistiéndose al desconocimiento de su causa. Este viaje, que conjuga el pasado con el presente en medio de consultorios, camillas y edificios olvidados, ha creado en mí un ejemplo de que la resignación sólo lleva al olvido, y que la lucha y la defensa son la única salida para resistirse a la injusticia.

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NOTAS

1. Me gustaría aclarar que, para los trabajadores, el Hospital San Juan de Dios no ha cerrado. Esta —considero— es una forma de resistir por medio de lo que se enuncia en el lenguaje, pues, para ellos, el Hospital está “temporalmente inhabilitado”. 2. Digo “supuestamente” porque para los trabajadores del Hospital el Estado sí tenía los recursos para mantenerlo, sin embargo, este no encajaba en el modelo económico que se planteaba a finales de los años noventa, por lo que para trabajadores y pacientes el Hospital se cerró sin justificación. 3. El número puede variar, pues luego de que el Hospital se “inhabilitara” se estigmatizó a los trabajadores tildándolos de “guerrilleros” y “sindicalistas”. Es por ese motivo que muchos de ellos tuvieron que borrar de sus hojas de vida los años de trabajo en el Hospital San Juan de Dios, para volver a vincularse en el campo de la salud. 4. No hay claridad sobre el número de trabajadores que fueron liquidados ni aquellos a quienes se les pagó y se quedaron en el Hospital. 5. El número de trabajadores y habitantes del Hospital varía; este ha ido disminuyendo en los últimos años e incluso algunos trabajadores viven en el lugar de forma esporádica. Ahora que el Hospital está parcialmente abierto, los últimos trabajadores que viven allí han sido hostigados y obligados a salir.

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6. La información etnográfica de este artículo se encuentra disponible en mi tesis de pregrado. Si al lector le interesa ampliar su conocimiento de este trabajo puede contactarme al correo [email protected] 7. La Ley 100 fue impulsada por el expresidente Álvaro Uribe Vélez. 8. Empresas promotoras de salud: instituciones intermediarias que cumplen las funciones de gestión del aseguramiento y protección de la salud, pero no necesariamente son instituciones hospitalarias. 9. Instituciones prestadoras de servicios: es decir, todos los centros hospitalarios donde se prestan los servicios. 10. Plan Obligatorio en Salud: servicios a los que tiene derecho el afiliado. 11. La EPS recibe un valor por cada afiliado; este valor le permite a dicho afiliado pagar los gastos en salud, los gastos administrativos, y producir utilidades. 12. Artículo 272, Ley 100 de 1993. 13. Para profundizar en este tema, sugiero consultar el texto de Darío I. Restrepo B. y Mario E. Hernández (2012) La seguridad social en la encrucijada. Inequidad en salud en Bogotá. 14. El objetivo de esta investigación no es victimizar ni desacreditar la lucha de los trabajadores del Hospital San Juan de Dios por medio del uso de los conceptos dolor y sufrimiento; por el contrario, es ver cómo estas emociones confluyen con otras y dan paso a un gran proceso de resistencia, de agenciamiento político y defensa del Hospital. 15. La corriente solipsista es una teoría filosófica que sugiere que la única existencia real es la existencia propia, la existencia del yo, sólo porque el yo es lo único de lo que tenemos certeza, mas no de la existencia de los demás. Siguiendo esta corriente, las experiencias son netamente individuales porque están inmersas en un lenguaje privado, lo cual impide la comunicación fidedigna de lo experimentado. No obstante, es una tesis que no comparto y que debatiré en esta investigación. 16. La autora dice que “el proceso que permite sobrepasar la condición de víctima pasa por la recomposición del sujeto como ser emocional y esto requiere la expresión manifiesta de la vivencia y de poder compartirla de manera amplia, lo cual a su vez hace posible recomponer la comunidad política” (Jimeno 2008, 262). 17. El nombre de la trabajadora ha sido cambiado para proteger su identidad. 18. Entendida como una barrera estructural que niega o no permite el derecho a la salud, producto de la implantación del neoliberalismo en el país (Abadía, Oviedo y Goretty 2010). 19. A la fecha (30/08/16), son Luis Gonzalo Morales y Enrique Peñalosa Londoño, respectivamente.

RESÚMENES

En 2001 se inhabilitó el Hospital San Juan de Dios en Bogotá, pero sus trabajadores han recuperado este sitio como un símbolo de lucha y resistencia, gracias a sus manifestaciones mediadas por emociones, la resignificación del entorno, el trabajo del cuidado y la lucha dados en la práctica cotidiana. El presente artículo, producto de una investigación etnográfica, indica y analiza las causas de la clausura del Hospital, los motivos y objetivos de la lucha de los trabajadores, y, especialmente, resalta la importancia de las emociones en el desarrollo de su

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movimiento de resistencia, planteando como propósito de este texto la relevancia que tienen las emociones en los movimientos sociopolíticos.

The San Juan de Dios Hospital in Bogota was shut down in 2001, but its workers have rescued the place as a symbol of struggle and resistance, thanks to their demonstrations mediated by emotions, the re-significations of the surroundings, the work of caretaking and the struggle entailed in their everyday practice. This article, which is the product of an ethnographic study, indicates and analyses the reasons why the hospital was closed, the motives and objectives of the workers’ struggle, and above all else, it highlights the importance of emotions in the development of their resistance movement, to show the relevance of emotions in socio-political movements, which is the purpose of this text.

Em 2001, o Hospital San Juan de Dios em Bogotá foi desativado, mas seus trabalhadores recuperaram o lugar como um símbolo de luta e resistência, graças a suas manifestações mediadas pelas emoções, pela ressignificação do ambiente, pelo trabalho do cuidado e pela luta realizada na prática cotidiana. O presente artigo, produto de uma pesquisa etnográfica, indica e analisa as causas do fechamento do Hospital, os motivos e os objetivos da luta dos trabalhadores e, especialmente, ressalta a importância das emoções no desenvolvimento de seu movimento de resistência, tendo como propósito deste texto a relevância que as emoções têm nos movimentos sociopolíticos.

ÍNDICE

Palavras-chave: emoções, equidade em saúde, Hospital San Juan de Dios, Lei 100, saúde na Colômbia Temas: trabajadores, emociones Keywords: San Juan de Dios Hospital, health in Colombia, Law 100, health equity Palabras claves: Hospital San Juan de Dios, salud en Colombia, Ley 100, equidad en salud

AUTOR

STEPHANIE CASTIBLANCO MOLINA

Antropóloga egresada de la Pontificia Universidad Javeriana (Colombia). stephacass[at]gmail.com

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