CINCO JESUITAS RELEVANTES EN AMÉRICA Y SU APORTE A LAS CIENCIAS
a cultura universal parece haber simpatizado con los jesuitas. En el medio literario existen innumerables CINCO JESUITAS biografías sobre diversos miembros de la Orden. En lo académico son estudiados principalmente en RELEVANTES On eatur? Imustiu sandere henimenimus Lcuanto a su interacción social, estructura orgánica, asuntos solo bla di ut voluptia denti que latendia volum susa cum is ad mos exernat. Sae religiosos y aspectos teológicos, y lo educacional. Sin em- EN AMÉRICA nonecae id que nitatentibus mod et quat. bargo, aún hay una doble perspectiva de análisis que ha sido Ihitem sunto omnim quiate omnimposani olvidada o no debidamente tratada sobre el legado de los blatiunt pos rercius an ad mos exernat. Sae Y SU APORTE nonecae id que nitatentibus mod et quat. jesuitas: la de la epistemología e historia de las ciencias. En Ihitem sunto omnim quiate omnimposani efecto, en tales áreas solo recientemente se observan algunas blatiunt pos rercius an Imustiu sandere incursiones que aluden a estudios sobre el aporte científico A LAS CIENCIAS henimenimus solo. de jesuitas desde la visión europea. Falta aún analizar su APORTE Y SU A LAS CIENCIAS AMÉRICA EN JESUITAS RELEVANTES CINCO Zenobio Saldivia Felipe Caro contribución desde la perspectiva de la historia de la ciencia en el continente americano, que es precisamente lo que se proponen los autores en el presente libro. On eatur? Imustiu sandere henimenimus solo bla di ut voluptia denti que latendia volum susa cum is ad mos exernat. Sae nonecae id que nitatentibus mod et quat. Ihitem sunto omnim quiate omnimposani blatiunt pos rercius an ad mos exernat. Sae nonecae id que nitatentibus mod et quat. Ihitem sunto omnim quiate omnimposani blatiunt pos rercius an Imustiu sandere henimenimus solo.
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Zenobio Saldivia Felipe Caro Ediciones Universidad Tecnológica Metropolitana
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Cinco jesuitas relevantes en américa y su aporte a las ciencias Autores: Zenobio Saldivia Maldonado Felipe Caro Pozo
1ra Edición, octubre 2016 500 ejemplares Ediciones Universidad Tecnológica Metropolitana ISBN: 978-956-9677-07-6 Registro de propiedad intelectual n.º 271100
Diseño, diagramación, portada y corrección de estilo: © Ediciones Universidad Tecnológica Metropolitana Vicerrectoría de Transferencia Tecnológica y Extensión
Las fotografías e ilustraciones utilizadas en el libro son gentileza del Archivo de la Provincia Chilena de la Compañía de Jesús
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Impresión: Nuevamerica impresores Santiago de Chile, octubre de 2016 Dedicatoria
A la memoria de aquellos viajeros de la Orden Jesuita que con pasión recorrieron América, llevando en secreto el sueño de unir algo más que la mera extensión territorial del continente. ÍNDICE pág.
Introducción 7
Los orígenes de la Orden: Ignacio de Loyola y la Compañía de Jesús 11
La Compañía de Jesús y sus vínculos con la educación 33
Los jesuitas y las teorías sobre la 47 potestad divina y monárquica de los siglos XVI y XVII
Los jesuitas y las ciencias 53
Cinco jesuitas relevantes para la ciencia en América 61
José de Acosta: su estancia en el Perú y su visión de la naturaleza 69
Antonio Ruiz de Montoya y el corpus físico y social del Paraguay 87
Juan de Velasco y el Ecuador del siglo XVIII 107 pág.
Juan Ignacio Molina y su contribución a la ciencia en el Chile colonial 131
José Gumilla y sus viajes de explora- ción por Venezuela 147
Hacia eventuales conclusiones 163
Bibliografía 169
Introducción Cinco Jesuitas relevantes en América y su aporte a las ciencias
Introducción
La cultura universal parece haber simpatizado mucho con los jesuitas, puesto que hay una enorme bibliografía sobre dicha orden y porque los trabajos de sus integrantes están continuamente siendo analizados desde nuevos enfoques. En el medio literario por ejemplo, hay innumerables biografías muy completas de diversos miembros de la Orden. Y en el acadé- mico, a su vez, se observa actualmente que son estudiados principalmente en sus facetas relacionadas con su interacción social, con su estructura orgánica, con los asuntos religiosos, con los aspectos teológicos y con sus novedades en lo educacional. Empero, aún hay una doble perspec- tiva de análisis que ha sido olvidada o no debidamente tratada al hacer nuevas lecturas interpretativas sobre la praxis y el legado de los jesuitas: la de la epistemología y de la historia de las ciencias; en efecto, en tales áreas solo recientemente se observan algunas incursiones que aluden a estudios sobre el aporte científico de los miembros de esta Orden, pero mayoritariamente presentando la visión europea de dicho fenómeno. Por lo tanto, falta aún analizar su contribución desde la perspectiva de la historia de la ciencia en el Nuevo Continente Americano, ello como consecuencia directa, en primer lugar, de la tardía presencia de dicha disciplina en América, que principia a tener exponentes desde los años cincuenta en Estados Unidos, con Sarton y otros. Y en segundo lugar, seguramente por el perfil eurocéntrico de los inicios de esta disciplina, que se centraba casi únicamente en el desenvolvimiento de la ciencia europea y en sus preclaros exponentes, más que en una mirada holística que diera cuenta de adquisiciones cognitivas de lugares distintos a las metrópolis europeas. Por ello, solo recientemente están emergiendo estu- dios propios de esta disciplina en América central y América meridional. Sin embargo, trabajos que articulen aportaciones de los exponentes de la
8 Orden de los Jesuitas, desde los enfoques epistémicos y de historia de la ciencia contemporánea, son claramente nichos cognitivos no abordados debidamente en los círculos académicos e intelectuales. Y en este sentido, la Universidad Tecnológica Metropolitana (Santiago de Chile), consciente de su misión de aportar también nuevos conocimien- tos en las disciplinas de carácter sociológico y humanista, se congratula de poder contribuir a la difusión y análisis de estos tópicos, pues los autores concilian aquí diversos aspectos educacionales, históricos y de la marcha de la ciencia en Chile y América, que interesan a las disciplinas de educadores, sociólogos, epistemólogos, filósofos e historiadores de la ciencia y de las religiones, que encontrarán en estas páginas nuevos horizontes para sus personales abordajes cognitivos. En lo que sigue, se pretende dar cuenta de las contribuciones de los exponentes jesuitas seleccionados, en cuanto a su visión de la naturaleza americana y a eventuales aportes de carácter científico de los mismos en relación a la identificación y descripción de los especímenes bióti- cos y abióticos del Nuevo Mundo, dentro de los cánones taxonómicos y epistémicos de la época. Por esto, y ante la imposibilidad de estudiar las contribuciones de todos los miembros de la Orden durante su estadía en el Nuevo Continente, analizaremos los esfuerzos de descripción de la naturaleza americana y su aporte a las ciencias de cinco de ellos; en- fatizando en especial en los mecanismos epistémicos y discursivos que se pueden observar en las descripciones que utilizaron para captar los referentes bióticos y en los elementos identitarios sociológicos y cul- turales de lo americano, en relación al hito histórico que les tocó vivir. Para ello, comenzaremos desde los orígenes mismos de la Orden enfatizando en su peculiar estilo de trabajo docente y en sus primeras expresiones de interés científico en Europa, para luego concentrarnos exclusivamente en las aportaciones cognitivas de los cinco jesuitas selec- cionados en nuestra investigación: Juan Ignacio Molina (Reino de Chile), Antonio Ruiz de Montoya (Virreinato de la Plata), Juan de Velasco (Reino de Quito), José de Acosta (Virreinato del Perú) y José Gumilla, (Nuevo Reino de Granada). Pasando finalmente a apreciar sus contribuciones científicas, algunas correlaciones, diferencias y/o semejanzas en su prosa.
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10 Los orígenes de la Orden: Ignacio de Loyola y la Compañía de Jesús Cinco Jesuitas relevantes en América y su aporte a las ciencias
LOS ORÍGENES DE LA ORDEN: Ignacio de Loyola y la Compañía de Jesús
El origen mismo de la Compañía de Jesús está prácticamente fusionado con la vida del sacerdote español Ignacio de Loyola, quien es su inspirador, fundador y primer prepósito general. Por ello, lo primero que corresponde en un trabajo de esta naturaleza es traer a presencia aquellos elementos de su vida y obras que ayudaron a darle forma a la Orden Jesuita, y que posteriormente guiaron el quehacer evangelizador y misionero de la Compañía de Jesús. Íñigo López de Loyola, más conocido por el nombre que tomaría posteriormente: Ignacio de Loyola, nace el año 1491 en Azpeitia, en la provincia de Guipúzcoa, actual territorio de la comunidad autónoma española de Euskadi o país Vasco (Leturia, 1938). Es el menor de trece hermanos y su infancia se desarrolla en la tranquilidad de la casa Loyola, hogar de colorido campestre y tranquilidad bucólica (Ribadeneyra, 1961). Estos primeros años los pasa al cuidado de su familia y de un tutor priva- do, y en el año 1506 es enviado por sus padres, Don Beltrán de Loyola y Doña María Sonnez, a servir en la corte de los Reyes Católicos de España, justo “cuando el mancebo podía figurar entre los pajes que servían en las grandes casas de la corte, y se criaban en ella para abrirse un porvenir militar o político cerca de los monarcas” (Leturia, 1938, pp. 33-34). Así, el joven López de Loyola arriba a Castilla, donde toma contacto con la cultura urbana y con las nuevas oportunidades que se le ofrecen en aquella ciudad. Si bien hasta el momento no ha recibido una educación formal, Íñigo se empapa de las costumbres y del entorno de la corte y comienza a desarrollar un gusto por la literatura y la música
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En este ambiente literario y musical se sitúan perfectamente las referencias que han llegado hasta nosotros, no de estudios ni de una formación literaria propiamente dicha (nunca la tuvo Ignacio) pero sí de sus aficiones a la pluma y a la música (Leturia, 1938, p. 63).
Tal como ha destacado su primer biógrafo, el también jesuita Pedro de Ribadeneyra (1961), en dicho círculo cortesano Íñigo rápidamente se entusiasma con la vida militar y el ejercicio de las armas. En este sentido, es interesante destacar las tradiciones culturales del período en el que le toca desenvolverse y que influyen en su forma de ser, especialmente los ideales caballerescos:
[…] es evidente que el ambiente bélico, con sus ribetes de exaltación caballeresca, penetra a principios del siglo XVI con formas nuevas en las villas vascas […] En esta atmósfera, es perfectamente inteligible el reflorecimiento del ardor militar […] y no menos el deseo que en él (Ignacio) se encendió de seguir la soldadesca (Leturia,1938, pp. 53-54).
Así, Íñigo va reflejando los estilos y modos de su tiempo, y los testimo- nios dan cuenta de que, como muchos otros jóvenes, se dedica a buscar aventuras, satisfacciones y, en suma, a disfrutar lo que la vida de princi- pios del siglo XVI tiene para un mozo de 21 años. Un relato cuenta, por ejemplo, como Íñigo “siempre ha traído armas é capa abierta, é cabello largo hasta los hombros […] traje acuchillado de dos vistosos colores, gorro colorado, espada y otras armas […] acostumbra a marchar armado de loriga y coraza, dardos, ballestas y toda clase de armas” (De Diego, 1975, p. 23). A partir de 1517, López de Loyola se desenvuelve como joven soldado en diversas tareas militares en la zona de Pamplona, capital del Reino de Navarra. Estos elementos, aparentemente superficiales, van perfilando el carác- ter de Íñigo y dan cuenta de algunas características que posteriormente serán relevantes para la Orden Jesuita. Entre estas, ser un reflejo del siglo en que le toca vivir, con todos los matices de su época y de la España del siglo XVI: “Aunque era aficionado a la fe, no vivía nada conforme a ella ni se guardaba de pecados, antes era especialmente travieso en juegos y cosas de mujeres, y en revueltas y cosas de armas” (Leturia, 1938, p.103); pero al mismo tiempo busca sobresalir y destacarse de lo mundano, como buscando algo más. Así, da muestras “en muchas cosas de ser ingenioso y prudente en las cosas del mundo, y de saber tratar los ánimos de los
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hombres, especialmente en acordar diferencias o discordias” (Leturia, 1938, p.103). Esta suerte de contradicción entre la búsqueda de los bienes terrenales y los ideales nobles de esta lonja de tiempo se observan ple- namente en los inicios de la Orden y en los primeros jóvenes que llegan a ser compañeros de Íñigo: son todos hijos de su tiempo que, buscando “algo más”, desean colocar esas diversas experiencias al servicio de una realidad superior. Íñigo sirve como soldado hasta ser herido, en el año 1521, en el sitio de Pamplona por las tropas francesas. Dicha situación lo lleva a replantear su forma de vida despreocupada. En este momento se produce uno de los primeros grandes cambios en su vida, ya que curándose de sus heridas se da a la lectura de textos religiosos, entrando así paulatinamente en una etapa de introspección de sus actos y de un cuestionamiento general de la vida que ha llevado hasta ese momento. Dichos textos son un Vita Christi Cartuxano y una colección de hagiografías o vidas de santos llamada Flos Sanctorum, los que con sus adornos, grabados y estilo y “con su rica y pintoresca galería de héroes y heroínas de la virtud” (Leturia, 1938, p.141) comienzan a motivarlo y lo inducen a soñar con futuras proezas bélicas y nuevas aventuras de tipo espiritual.
El padre Pedro Ribadeneyra relata este suceso de la siguiente manera:
Era en este tiempo (Ignacio) muy curioso y amigo de leer libros profanos de caballerías, y para pasar el tiempo, que, con la cama y enfermedad, se le hacía largo y enfadoso, pidió que le trajesen algún libro de esta vanidad. Quiso Dios que no hubiese ninguno en casa, sino otros de cosas espirituales, que le ofrecieron; los cuales él aceptó, mas por entretenerse en ellos que no por gusto y devoción (1961, p. 21).
Sin embargo, este cambio en su espíritu no se da de forma inmediata, sino más bien acontece en forma lenta; en efecto, Ignacio sopesa cons- tantemente durante su convalecencia sus posibilidades, el camino que desea elegir para su vida. Por una parte, se siente atraído por los honores de la corte, por sobresalir en las gestas y por obtener el amor de una dama “en los precisos momentos en que la fantasía le pintaba risueñas perspectivas de gloria y grandeza” (Leturia, 1938, p. 150), tal como mos- traban las leyendas y obras de caballería del período, con las hazañas y gestas de Perceval, Tristán, Floristán y Amadís de Gaula. Pero por otro lado, se impresiona por la abnegación y el heroísmo de los santos, que
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en sus aspectos prácticos no se alejan tanto de los rigores y disciplinas militares que tanto lo atraen. Esta contraposición de ideas, así como el hecho de compararlas e intentar discernir entre ellas según la impronta o cambios que producen en su espíritu, se van convirtiendo en los pilares de los que serían sus ejercicios espirituales. De esta manera, Íñigo inicia enseguida la lucha entre los pensamientos sobre la santidad y sobre el mundo, “pero no confundiéndose ni entrecruzándose ambos en una acción simultánea y confusa, sino engendrando el desfile de dos series anímicas, opuestas y paralelas, que avanzaban cada una en su plano organizadas y compactas” (Leturia, 1938, p.165).
GÉNESIS DEL TRATADO DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES
Así, estas primeras indagaciones que Ignacio realiza en su conciencia, y de las que da cuenta en su autobiografía (Loyola, 1992), corresponden a una evaluación de los actos y vivencias de su vida hasta ese momento, y al mismo tiempo dichos actos son contrastados con la perspectiva eventual de convertirse en un instrumento de Dios; todo lo cual se convierte años más tarde en el grueso de los contenidos de su principal obra: Tratado de los ejercicios espirituales, texto que escribe entre 1521 y 1548, año en que finalmente es publicado en Roma (O’Malley, 1995, p. 21). En efecto, Ignacio va reconociendo que los pensamientos sobre el mundo material, tales como la riqueza, los honores y la gloria, lo dejan cada vez más triste y apesadumbrado, mientras que las ideas sobre Dios y el servicio a los más necesitados lo llenan de gozo, alegría y confort. Por ello, tal como ya se ha destacado, es esta comparación entre los distintos estados de su ánimo y las causas de los mismos la génesis real de los ejercicios espirituales, tal como menciona Ribadeneyra:
“[…] y vino [Ignacio] á entender cuán diferentes eran los unos pen- samientos de los otros en sus efectos y sus causas. Y de aquí nació el cotejarlos entre sí, y los espíritus buenos y malos, y el recibir lumbre para distinguirlos y diferenciarlos” (1961, p. 23).
Este proceso lo lleva a plantearse una nueva vida: más rigurosa y orien- tada a lo espiritual, enfocada en disciplinas prácticas y en los medios para un desarrollo interior. Empero, no se evidencia todavía la entrega
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apostólica que caracterizará posteriormente la labor evangélica y social de la Orden Jesuita, sino más bien por ahora, una búsqueda personal, individual, marcada por una necesidad que tiene mucho en común con los ideales caballerescos (Leturia, 1938, p. 197). Lo anterior deja de manifiesto que hasta el momento Íñigo se ha limitado solo a anotar los cambios que experimenta con todas las ideas que lo motivan, con la intención de ayudarse en su búsqueda espiritual, recogiendo de esta manera la riqueza de sus propias experiencias internas. Tras este período de autorreflexión, Ignacio se decide a viajar en peregrinación al Monasterio de Montserrat, donde se dedica a la ora- ción, al ayuno y la penitencia. Justamente el camino al monasterio de esta localidad pasa a ser el último referente geográfico donde deja su vida acomodada, asumiendo así voluntariamente un voto personal de pobreza (Ribadeneyra, 1961, pp. 27-33). Es en este lugar donde culmina su intención heroica, al realizar una vela de armas a la usanza de los caballeros, ofreciendo su montura, sus armas y su vestimenta a la Vir- gen. Se completa así un ciclo en su vida, en el que une las ideas de los libros de caballería con un nuevo ideal cristiano de servicio espiritual (Leturia, 1938, p. 249). En esta unión o síntesis de ideas que realiza Ignacio puede recono- cerse el modernismo de su pensamiento, puesto que logra aplicar ciertos valores clásicos de la sociedad de su época en un nuevo paradigma o modo de experimentar el mundo, tal como ha reconocido Pedro Leturia (1938, p. 164): “[…] el abrazo recóndito con Dios en el secreto del espíritu, sí se había consumado aún, pero no iba a consumarse por vía del arrojo caballeresco; la vía iba a ser más íntima, más consciente, más moderna”. Así, la decisión de Ignacio se expresa en dos momentos fundamen- tales: primero, el abandono de todas sus posesiones y el comienzo de una existencia marcada por la rigurosidad y las abstinencias, por las disciplinas y los ayunos, alejándose de las vanidades de la época y apun- tando a lo inmanente; segundo, su deseo de lanzarse al camino y llegar hasta Jerusalén para visitar aquellos lugares de significación religiosa. Imbuido de estos nuevos anhelos, Íñigo personifica algunos de los idea- les espirituales más importantes de su siglo al adoptar un estilo de vida caracterizado por la abnegación y la mortificación, imitando la vida de los santos, frente al clima de indiferencia moral de su tiempo; y luego, al iniciar un peregrinaje, desplazándose de un lugar a otro, asumiendo una actitud de expiación para hallar al Cristo caminante, a Dios en to- das las cosas (De Diego, 1975). Esta última característica es uno de los
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primeros legados de Íñigo a la Compañía de Jesús, puesto que desde su fundación se desarrolla como una Orden peregrina, activa, que se mueve constantemente, llegando a aquellos lugares en que más se la necesita. La idea del desprecio por lo que representa el siglo que le toca vivir y el abandono de lo material para seguir a Cristo también es fundamental en la vida de Íñigo y en la conformación del pensamiento ignaciano; tales nociones cobran mayor importancia al analizar los movimientos culturales, religiosos y políticos tanto en Europa como en la España de su tiempo; entre ellos: la Reforma Protestante, los nuevos descubri- mientos geográficos y técnicos y las constantes guerras entre los países del Viejo Continente. Dichos cambios van afectando todos los niveles de la sociedad y generan nuevas discusiones de las que sin duda Íñigo toma parte, como por ejemplo, en aquellas sobre el derecho de España a la conquista de América, la guerra justa, la independencia frente a los autores escolásticos o las cuestiones sobre la potestad legítima de los reyes para gobernar (De Diego, 1975). Asimismo, en el terreno espiritual se viven una serie de irregularida- des que impresionan al joven Íñigo, tal como menciona Luis de Diego:
[…] un ejemplo de la situación general en la que se encontraba el país [España] desde el punto de vista de las vocaciones, y camino de un sacerdocio muy peculiar. Inmunidad de tribunales civiles, privilegios, mentalidad materialista, beneficios y su secuela de procesos, corta edad, despreocupación moral: todos ellos indicios que no aseguran la verdad de una vocación (1975, p. 54).
CONTINUACIÓN DEL PEREGRINAJE Y ELABORACIÓN DE LOS EJERCICIOS
Decidido a viajar a Jerusalén, Ignacio se detiene primero en Manresa, el año de 1522, donde se dedica a prestar auxilio en el hospital de dicha ciudad. Aquí desarrolla una estricta vida de oración y penitencia:
Disciplinábase reciamente cada día tres veces. Y tenía siete horas puesto de rodillas en oración, y esto con grande fervor e intensa devoción. Y oía misa cada día […] Solamente se sustentaba con pan y agua, y aun esto con tal abstinencia, que si no eran los domingos, todos los demás días ayunaba. Tenía el suelo por cama, pasando la mayor parte de la noche en vela (Ribadeneyra, 1961, p. 35).
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En este ambiente de austeridad y contemplación, Ignacio va esbozando las primeras directrices generales de su pensamiento:
En este mismo tiempo, con la suficiencia de letras que tenía Ignacio, que era solamente leer y escribir, escribió el libro que llamamos de los Ejercicios Espirituales, sacado de la experiencia que alcanzó, y del cuidado y atenta consideración con que iba anotando todas las cosas que por él pasaron (Ribadeneyra, 1961, p. 48).
Entre aquellas ideas, se destacan las siguientes: