Cuaderno 3. Retiro
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1 GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES Jefe de Gobierno Dr. Fernando de la Rúa Vice Jefe de Gobierno Dr. Enrique Olivera Secretario de Cultura Sr. Darío Lopérfido Subsecretaria de Desarrollo Cultural Lic. Teresa de Anchorena Directora Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires Lic. Liliana Barela 2 3 Editor Responsable: Liliana Barela Coordinación General: Lidia González Autores: Hebe Clementi Horacio J. Spinetto Carlos Moreno Daniel Schávelzon Graciela N. Toranzo Calderón Elisa Radovanovic Gabriel Vignolo Silvia Alderoqui (Secretaría de Planeamiento Urbano y Medio Ambiente) Débora Kantor (Secretaría de Educación) Redacción: Lucía Dorin Supervisión de Edición: Rosa De Luca Daniel Paredes Diseño: Jorge Mallo Fabio Ares Colaboración especial María José Caeiro (Delegada Comunal Zona Y - CGP Nº1) Virgilio Méndez 4 CUADERNO Nº3 5 Testigo de la diversidad 6 7 Prólogo por Liliana Barela Este es el primer libro que se produce desde que el Instituto Histórico tiene a su cargo el Programa por la memoria de Buenos Aires. Continuamos con uno de los productos que mejor contribuyen a la formación de reflexiones según las identidades primeras que se forman en el barrio. Empieza este nuevo ciclo con Retiro, el barrio que mejor representa la complejidad de la ciudad, sus contradicciones paisajísticas y arquitectónicas, sus gentes y su evolución histórica. El libro comienza con el viejo Retiro -borde de la ciudad colonial- con su paisaje chato, su Plaza de toros, su cuartel, el enigma del origen de su nombre. La presencia del negro nos señala un momento clave de la historia de la ciudad: su condición colonial con la dependencia de las decisiones metropolitanas. La paz de Utrecht -por la que se permite la trata- constituye una verdadera cuña en el imperio español, a la vez que inaugura el gobierno de una nueva dinastía, cuya concepción política llevaría a privilegiar esta zona convirtiéndola en capital del Virreinato. La ciudad, su población, no crecen demasiado hasta bien entrado el siglo XIX. A partir de allí, el crecimiento será rápido y otra vez el registro histórico se dará en esta zona de la ciudad. Todo lo pensado e imaginado se concreta en 1880. Este momento es de inflexión y corte en la ciudad y en el país mismo. Un país que planea un crecimiento territorial y económico dentro de un modelo agroexportador. Y que aprovecha la expulsión de población europea para conseguir lo que necesitaba y para concretar “el anhelado progreso”. Transformar la ciudad fue uno de los más preciados objetivos de la clase dirigente. El embellecimiento dejará en las residencias palaciegas su impronta en Retiro. El registro de la inmigración será el Hotel de Inmigrantes. Pero Retiro será también con el tiempo el lugar que recibe a migrantes del interior a través del tren. Así en la década del ‘30 aparecen unas cuantas casillas en la zona del puerto. Y nacerá entonces la Villa 31 que para la década del ‘60 será de las más pobladas de la ciudad. Registro de la expansión industrial y el hacinamiento céntrico. Buenos Aires se latinoamericaniza y Retiro lo registra. Pero esta expansión se acompaña con el crecimiento del mundo financiero que convierte -desde el Kavanagh en adelante- a la ciudad en la de los rascacielos. Otra vez desde lo arquitectónico está presente el registro en Retiro de este crecimiento de los grupos económicos y los grandes edificios que sintetizan las diferentes privatizaciones de empresas públicas. Todo lo registra Retiro, y si lo miramos con ojos que saben mirar podremos volver a recuperar -memoria de por medio- al sujeto histórico, ese que dejó de ser ingenuo pero todavía tiene confianza. Será a través de proyectos consensuados, con la participación de todos, con acciones transversales y estrategias de convocatorias múltiples que registraremos la historia del Retiro que nos falta: la de hoy, que será seguramente la memoria del futuro. 8 El Retiro por María José Caeiro Tres largos siglos han pasado desde que el gobernador español Don Agustín de Robles, sin hacer mucho caso de una de las normas restrictivas establecidas por la corona, y sin poder resistirse al seguro encanto del paisaje ribereño, hizo edificar a orillas de la barranca su villa a la que denominó “El Retiro”. A partir de este hito, y como respondiendo a un designio ineludible, el paraje vio pasar en sucesión interminable, una triste y casi centenaria reserva de negros esclavos hacinados; cuarteles de artillería y de presidiarios; una plaza de toros que dejó de serlo para convertirse en heroico bastión de resistencia a la prepotencia del invasor inglés; un apresurado campo de adiestramiento para los ganaderos que tendrían en San Lorenzo su bautismo de fuego; el contradictorio escenario de la barbarie y los excesos rosistas por un lado, y la alegre manifestación popular de las fiestas patrias por el otro; notorias y notables exposiciones de industria y arte; el arribo interminable de inmigrantes con ojos absortos y corazones esperanzados. Se contempla hoy el admirable diseño de la plaza más bella de la ciudad y la construcción de lujosos palacios cuya existencia nos llena de orgullo; como nos sucede con sus íconos más inconfundibles: el monumento al Padre de la Patria, la Torre de los Ingleses, el altivo Kavanagh, el señorial Plaza Hotel, el magnífico edificio de la Estación Mitre y el siempre renovado espectáculo de los jacarandáes y palos borrachos florecidos. En el viejo Retiro lugar de rica historia como hemos visto, se respiran desde hace tiempo aires reiterados de dinámica renovación, de cambio latente, de revolucionario contraste, donde la imponencia y el modernismo han sentado sus reales y alternan en plácida convivencia y armonía con el paisaje tradicional, inconmovible testigo del paso diario de miles de personas encaminadas a cumplir con sus obligaciones cotidianas. Pero los cambios previstos para los años venideros son mucho más rotundos: un complejo subterráneo de transbordo de pasajeros con un saludable reordenamiento de subtes, trenes y colectivos, una estación terminal de ferrocarriles unificada, hoteles de cinco estrellas, modernas torres para oficinas y viviendas, museos y centros culturales, más los diversos emprendimientos que se irán agregando con el correr del tiempo. Todo ello en un predio de 75 hectáreas, de las cuales el 65% deberán reservarse al uso público y a espacios verdes y el 35% restante para edificaciones. Defendido por quienes la exaltan como un gigantesco símbolo de progreso, y denostado por aquellos que solo lo ven como un megaproyecto que deteriorará la riqueza natural de ese sector costanero, el conjunto de obras a iniciarse probablemente en plazos no muy lejanos, plantea un interrogante al que solamente los años darán respuesta. 9 Retiro hasta 1880 El Retiro, dibujo anónimo que se conserva en la Biblioteca Nacional de París (c.1740). 10 11 El Retiro por Hebe Clementi como vestigio y como memoria MIGUEL DE RIBLOS (1649-1719) había nacido en Tudela, sur de Navarra, y a los veinte años llega solo a Buenos Aires. Cuatro años después se casa con Gregoria de Sylveira Gouvea, 22 años mayor que él, viuda acaudalada y de ascendencia portuguesa (presencia importante en ese siglo en Buenos Aires en todos los ámbitos, más notorios como artesanos, maestros, médicos, agricultores, hacendados y sobre todo comerciantes interesados en el tráfico hacia las ciudades interiores). Era el tercer matrimo- nio de Gregoria, poseedora de “rica dote”, lo que le permitirá al joven Riblos entrar al ruedo de los grandes negocios de la época, vinculados al monopolio del comercio, abasto de carnes, compra y venta de cueros, compra de “suertes de estancias” en lugares como Areco, Escobar, Luján, de las que obtenía más de mil mulas por año, y cuya venta le daba disponibilidad para adquirir productos y venderlos con provecho, amén de ir gozando de notoriedad y respeto ante “el vecindario”. La llegada del nuevo gobernador, Agustín de Robles, cambiará su vida porque a través de una amistad estrecha que se reflejó en fuertes ayudas financieras de Riblos a emprendimientos que el gobierno no podía cubrir por demoras de la Corona, Riblos acudía con sus ayudas en la espera del situado previsto, en momentos en que España vivía acosada por las guerras europeas, y presionada por intereses más urgentes que Buenos Aires, todavía apenas puerto y fuera de la mira de ambiciones expansivas de otras potencias. Robles, accediendo al pedido de los moradores de la ciudad, autoriza la venta a los vecinos, de cuadras, solares, medios y cuartos solares en zonas hasta allí reservadas a chacras, lo cual extendería la traza y aumentaría recursos. Allí es cuando Riblos solicita se le vendan “trescientas baras en quadro” en el área que hoy estamos considerando, ofreciendo dar en contado su monto, al Cabildo, y el 6 de diciembre de 1692 firmó Riblos la escritura de venta, rubricada por tres testigos y los miembros del Cabildo. Era momento de grandes negocios, y la documentación muestra préstamos de dinero, fletamento de ganado y de yerba, compra y venta de mercaderías y propiedades. El caso es que en 1696 el gobernador está en más de finalizar su período, pide autorización al virrey para edificar una vivienda fuera del ejido “ya que no hay dentro de la ciudad casa adecuada para residir con su fa- milia”. Llamó El Retiro a esa residencia, empleó como peo- nes a los soldados del presidio (complementando así la falta de paga de la tropa), y permitió que llevasen la carne que quisieran para sus familias. No se ha encontrado ningún 12 documento de venta de esas tierras, y el terreno era el mismo que había comprado Riblos. Siguen entretanto las compras de tierras, por parte de Riblos, los fletamentos de todo tipo de productos llegados de Europa, la construcción de embarcaciones en Paraguay, que después deberían bajar a Buenos Aires, con los productos no vendidos, o siguiendo otras alternativas, como la noticia de que 12 fragatas francesas de guerra se dirigían a Buenos Aires lo cual hace que esos barcos bajen con pólvora para los cañones.