7 La administración y financiación de los medios masivos para la educación

Management and Financing of Mass Media for Education

Resumen La administración y financiación son dos factores fundamentales en todo proyecto económico, social, político o cultural, por cuanto a través de estos se resuelve la dinámica operativa que ga- rantiza el cumplimiento de los objetivos. En los proyectos agenciados por el Estado, se debe tener en cuenta que hay una interacción entre diferentes instituciones y organizaciones, lo que supone, en consecuencia, que la decisión política de desarrollar un proyecto genere un equilibro en la tensión de los intereses de sus actores. El Estado moderno guarda relaciones hacia su interior, en el sí mismo institucional, y en sus vinculaciones con otros Estados con los que tiene compromisos directos e indirectos. En este contexto, el presente capítulo se ocupa de describir la administra- ción y la financiación de los cuatro proyectos que han sido presentados en capítulos anteriores. Palabras clave: administración de proyectos educativos, , financiación de proyectos educativos, medios masivos, radio y televisión para la educación.

Abstract Management and financing are two fundamental factors in any economic, social, political, or cultural project since the operating dynamic guaranteeing the accomplishment of objectives is resolved thereby. In projects brought about by the State, it should be noted that there is an inter- action between different institutions and organizations, which means that, as a result, the political decision to implement a project balances the tension between the interests of its stakeholders. The modern State maintains relationships inward, in its institutional self, and in its links with other States with which it has direct and indirect commitments. In this context, this chapter focuses on describing the management and financing of the four projects that have been presented in previous chapters. Keywords: educational project management, Colombia, educational project funding, mass media, radio and television for education.

¿Cómo citar este capítulo?/ How to cite this chapter? Vizcaíno, M. (2014). La administración y financiación de los medios masivos para la educación. En Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004) (pp. 225-273). : Ediciones Universidad Cooperativa de Colombia. doi: http://dx.doi.org/10.16925/9789587600285

BY NC ND Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

La organización, administración y gestión de los programas

Después de presentar los proyectos, uno a uno, se hace un repaso por la organización 226 institucional, la administración y gestión de recursos empleados en el desarrollo de los programas y la infraestructura tecnológica de emisión-transmisión que contribuyen a la comprensión de las circunstancias institucionales en las cuales se desarrollaron los programas, las prioridades asignadas y las decisiones sobre recursos financieros, tecnológicos y de planta física. La puesta en marcha de un proyecto del Estado es un proceso complejo que requiere una permanente vigilancia sobre los objetivos, los medios y sus resultados. La forma como se organiza una actividad expresa los objetivos y las prioridades atribuidas al campo de acción y a la proyección que de ella se esperan. Las deci- siones que asume el Estado son el hilo conductor de la presentación de este capítulo.

Entre una identidad propia y una identidad prestada

El proyecto de la hjn alcanzó muy rápidamente su identidad cultural y educativa en razón de su ubicación en la Biblioteca Nacional y con la gestión de un académico convencido de su proyección como fue su director, Daniel Samper Ortega. Él tuvo la capacidad de liderar un grupo de 12 personas que echaron a andar un proyecto con escasos recursos financieros pero con el apoyo gubernamental y de las entidades públicas y privadas que se vincularon al desarrollo de las iniciativas. La estabilidad del proyecto dentro de la Biblioteca se explica por las vinculaciones estrechas entre esta unidad y el Gobierno nacional, el cual se encargaba de respaldar la gestión con una política fuerte de construcción de nación. Solamente cuando se distrajeron los recursos y cuando se careció de una infraestructura técnica adecuada el proyecto se congeló para ser revivido en la administración del presidente Eduardo Santos, en febrero de 1941, ahora convertido en la Radiodifusora Nacional, que luego tuvo a su cargo la dirección de la televisión, en su etapa inicial, y luego el bachillerato por radio. Así, la hjn creó sus extensiones en el tiempo para que estos proyectos tuvieran una base institucional que los desarrollara a nombre del Estado. La televisión educativa dirigida a niños y adultos navegó en su propia historia por buscar una identidad propia. Su ubicación al lado de la televisión no fue una adecuada solución para el cumplimiento de sus objetivos ya que debió sobrevivir al La administración y financiación de los medios masivos para la educación

lado de una competidora cada vez más sólida: la forma comercial de la televisión, la cual desplazó decisiones, recursos y prioridades a su favor con la consecuencia de ser administrada en una prioridad secundaria. Sus objetivos no han conformado una entidad con rasgos propios, de naturaleza jurídica y administrativa específica 227 ni con alguna de las denominaciones que en el Estado colombiano se dan a las organizaciones que cumplen funciones públicas. En tal sentido, no ha sido ni un ministerio, ni una superintendencia, ni un departamento administrativo, ni un instituto centralizado o no, ni una entidad sui géneris. Desde los primeros meses de funcionamiento de la televisión en Colombia el carácter cultural estuvo suficientemente claro y se expresaba en las programaciones que se ofrecieron a los pocos televidentes que tenían acceso al nuevo medio. Sin la formalización suficiente pero con la mística necesaria, una organización sin rival hacía presencia y tenía futuro porque era la única que existía en el país y estaba signada con el sello del Estado en un momento histórico en el que su poder era fuerte y tenía el respaldo de la legitimidad social. No era cualquier Estado, era uno que estaba dirigido por militares y asesorado por civiles que tenían claro el panorama del país y la tarea social y cultural que debía ser desarrollada. Una lección estaba clara: la decisión política identificaba la propuesta como subsumida en un proyecto más amplio de carácter cultural a secas. Cuando apareció la modalidad comercial en la televisión, el sentido cultural y educativo quedó bajo su subsidio, amparado inicialmente y opacado a lo largo de los años. La organización, en conjunto, servía más a la televisión agenciada por intereses particulares vinculados a la publicidad comercial que por una concepción de lo público. Esta es una historia que se tejió por los siguientes sesenta años. La primera fase de identidad propia es la época de la Televisora Nacional, que inicia en 1954 cuando el medio estaba orientado a ofrecer una programación cultural al lado de la cual surgió la dimensión educativa que alcanzó escaso desa- rrollo por condiciones financieras precarias. La preparación del proyecto de instau- ración se ocupó de los aspectos técnicos y de los primeros programas pero dejó de lado la organización administrativa. Se asumía que era un proyecto presidencial amarrado a la estructura de la existente Oficina de Información y Propaganda del Estado (Odipe), dirigida por Jorge Luis Arango, pero sin vida propia. La amistad del director con el general Gustavo Rojas Pinilla, su trayectoria en el Departamento de Extensión Cultural del Ministerio de Educación y su formación recia y bien definida, en su paso por Alemania, eran argumentos indiscutibles y suficientes. Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

Esta condición era una oportunidad que, de otra manera y siguiendo los conductos regulares y los estudios de prefactibilidad, no hubiera visto la luz del día sino después de un largo y tedioso curso de prerrequisitos, apropiaciones y capacidad de mover el aparato de Estado, como se demostró después con algunos 228 proyectos que se intentó poner en funcionamiento.70 Las órdenes de los militares configuraron una experiencia latinoamericana da abundantes ejemplos.71 A pesar de la claridad de los planteamientos y la precisión de las directrices, no todo era unanimidad en el seno del gobierno. Dos posiciones se vieron confron- tadas, la de Jorge Luis Arango y la del general Rojas. El presidente era partidario de que el nuevo proyecto dependiera de los Ministerios de Comunicaciones, Educación y Gobierno, mientras que Arango vislumbraba la televisión como una actividad de la Odipe. Rojas tenía razón desde el punto de vista del carácter que debía asumir la televisión y desde la coordinación necesaria que debía tener para asegurar su trascendencia social; Arango tenía razón desde el punto de vista funcional y polí- tico. Rojas entreveía lo que los administradores han denominado una estructura matricial por la dependencia múltiple y por la polifuncionalidad esperada; Arango presentía el fracaso de tal forma de funcionamiento y se inclinaba por imprimirle un sello desde el alto gobierno, jerarquizado como la estructura militar. Ganó esta posición, aunque fue transitoria. Al poco tiempo debió ser revisada, ya no dentro del mismo gobierno de facto sino del primero del Frente Nacional. La televisión educativa necesitó no sólo del Ministerio de Comunicaciones, sino también de Educación y de Gobierno, y de Hacienda, entre otros, por la misión asignada y por la proyección de sus programas. Era un proyecto del Estado y sus instituciones que exigía la transversalidad que comprometía toda la organiza- ción del Estado con la sociedad civil. Se tomó el camino más funcional pero de mayores riesgos en otro Gobierno, como se demostró con la milimetría política del Frente Nacional y la injerencia política en todas las administraciones respecto a la

70 Uno de ellos es aquel que tiene que ver precisamente con la actividad educativa dentro de Inravisión en lo que se llamó “Canal Cuatro”. Otro caso es el correspondiente a la infraestruc- tura tecnológica de transmisión y, específicamente, a la extensión de la cobertura del Canal 11. Otro más fue la importación, como parte del proyecto Thompson-csf, del “teletexto” que nunca se puso a funcionar y terminó oxidado en un rincón. 71 Las obras públicas que dejaron los militares en diferentes países de América Latina son un ejemplo de esta afirmación y que se pueden mostrar en carreteras, puentes, aeropuertos, edificios y proyectos sociales de envergadura, las cuales, en el plano político e ideológico, han sido objeto de controversias (Solaún, 1969). La administración y financiación de los medios masivos para la educación

conducción de las entidades del Estado. Las decisiones guardaron correspondencia con intereses de partido, de región, de lealtad grupal o de ideología en los cuales quedó envuelto, y no pocas veces oculto, el proyecto educativo. Por otra parte, el Estado se da su propia legalidad a través de normas que se 229 convierten en marcos para la acción. Nada del Estado se mueve, supuestamente y en la formalidad, sino dentro de los parámetros dictados por la Constitución Política, leyes, decretos, acuerdos, resoluciones o directivas. Sin embargo, primero se echó a andar la decisión, se inauguró la televisión y se comenzó a ofrecer programación y luego se dictaron las normas para respaldarlos. Los primeros decretos presidenciales se encaminaron a dar forma adminis- trativa y normativa al nuevo servicio. La televisión había iniciado su funciona- miento el 13 de junio de 1954 pero sólo el 19 de noviembre se expidió el Decreto 3363 mediante el cual se creó la Sección de Televisión dentro de la Oficina de Información y Propaganda del Estado. Esta sección, sin embargo, era transitoria y atendía a una necesidad coyuntural porque muy pronto fue transformada en la Televisora Nacional, así su dependencia directa fuera la misma Odipe.72 En cuanto a la cinematografía, en ausencia de registros de la televisión, tenía el privilegio de entrar tanto en las intimidades de los protagonistas de los acontecimientos del país como en los actos públicos de gobierno. Su función política era clara para quienes tenían la misión de preservar la imagen presidencial que debía ser mostrada a los televidentes. Este protagonismo de la cinematografía fue perdiendo vigencia y fue desplazado por la televisión con la introducción de sistemas de grabación, y fue ganando terrero hasta apoderarse del espacio creado y sostenido por el cine gracias a que el desarrollo tecnológico alivió el peso y volumen de los equipos y les dio facilidades de movilidad y desplazamiento desde el estudio, que era su escenario original, a múltiples “exteriores” desde los cuales se originan señales de televisión.

72 Decreto 0101 del 19 de enero de 1955, por el cual se crea la Televisora Nacional y se reorganiza la Dirección de Información y Propaganda del Estado de la Presidencia de la República. Se conforman las dependencias de: Dirección General, Televisión y Radiodifusión Nacional y Cinematografía. La Televisión y Radiodifusora Nacional que comenzó a funcionar desde el 1º de febrero de 1955 constaba de las Áreas de Producción con 33 funcionarios, Programación con tres libretistas, Administración con doce personas, Sección Técnica con 25 personas, Sección Fílmica con cuatro personas, y Radiodifusora con 30 funcionarios. Era una planta total para el Área de Televisión y Radiodifusión de 107 personas. Una presentación detallada puede encontrarse en Vizcaíno (1994, pp. 32-33). Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

La acción del Estado durante y después del Frente Nacional

Con la iniciación del Frente Nacional se abre campo al estigma de que la televisión fue una obra del general Rojas Pinilla y, por tanto, es catalogada como un resultado 230 de la “dictadura”. La crítica no conllevaba la liquidación de la organización ni, menos aún, prescindir de la prestación del servicio. Muy por el contrario, poco a poco se la fue asimilando para darle las condiciones que le permitieran posicionarse más que antes, se hicieron esfuerzos financieros para su expansión en términos de cobertura y de programación. Incluso algunos que negaron la existencia de la Televisora Nacional expresaron asimismo la certeza de su renovación. Muchos años después, en la presentación de un proyecto de ley al Congreso para reformar la televisión, el ministro de Comunicaciones (1989), Carlos Lemos Simmonds, afirmaba algo similar cuando expresaba que la televisión había sido originada en la dictadura.73 El significado escondido era evidente desde el punto de vista político y apuntaba a debilitar el carácter estatal y dirigirlo hacia la prestación del servicio por parte de empresas privadas. Era retomar las iniciativas privadas de hacer televisión en 1952 y 1953 y, sobre todo, la discusión de inicios de los sesenta y actualizarla ahora que la empresa privada había logrado una acumulación de capital suficiente para desprenderse de las amarras del Estado, especialmente con la incursión de grandes empresas como los conglomerados económicos de Carlos Ardila Lulle y de Julio Mario Santo Domingo. El contexto era cada vez más favorable por cuanto el neoliberalismo se había abierto un espacio importante que le permitía romper con la tradición del sistema mixto bajo el amparo estatal. Sin embargo, los inicios de la década los sesenta se caracterizaban todavía por una fuerte acción del Estado y la televisión era concebida bajo esta tutela. La nueva forma jurídico-política que había asumido el gobierno de la coalición frentenacionalista por 16 años indicaba un tratamiento un tanto distinto de la trayectoria anterior no sólo en cuanto a programación sino en cuanto a organización administrativa. Si antes la dependencia directa era la Odipe, en cadena directa con la Presidencia de la República, ahora se la pensaba como una unidad con mayor autonomía. La reforma administrativa de 1960 era un camino para precisar la orientación de este medio que había tenido una expansión en cobertura bastante significativo en la geografía nacional y en términos de las horas de ocupación del

73 Exposición de motivos que acompañó el proyecto de Ley presentado por el ministro de Comunicaciones, Carlos Lemos Simmonds, al Senado de la República en 1989. La administración y financiación de los medios masivos para la educación

tiempo de los televidentes. Ambas circunstancias hacían de la televisión un medio de tanta importancia que justificaba ampliamente su administración autónoma o, por lo menos, no tan directamente amarrada a las decisiones directas del Ejecutivo. Según el informe del ministro Carlos Martín Leyes (1961) al Congreso en 231 julio de 1961,74 el Departamento de Televisión Educativa que se constituyó estuvo fundado en razones como las siguientes:

a. El poderoso vehículo de difusión, que es la Televisora Nacional, debe tener plena utilización en todas sus manifestaciones; b. Aunque se encuentra en una etapa experimental en el mundo entero, la televisión educativa ha sido ya empleada en muchos países con algún éxito y, en todo caso, nadie osaría desconocer su importancia; c. Si es cierto que no se puede pretender que la televisión, ni ahora ni en el futuro probablemente, desplace los métodos convencionales de la educación, particularmente en lo que se refiere a la educación básica, de maestro y escuela, es verdad también, que constituye un poderoso auxiliar; d. En el caso de Colombia, este medio audiovisual servirá muy eficazmente para perfeccionar los métodos educativos que se emplean en muchas escuelas. Un profesor de reconocidos méritos, que dicte una cátedra por televisión, puede no sólo enseñar a un gran número de estudiantes sino perfeccionar también los conocimientos de los maestros que simultáneamente escuchan las lecciones.

Este paso era importante, sin duda, y se avanzaba sobre él cuando se creaba la Comisión Nacional de Televisión Educativa, integrada por el ministro de Educación o su representante, el director técnico del ministerio de Educación, el rector de la Universidad Nacional o su representante, y el director de la Radiotelevisora Nacional. Era el Estado en acción a través de sus organismos más afines al nuevo proyecto. Una herencia bien definida de la administración del general Rojas fue el fortalecimiento del Estado como aparato. El Frente Nacional avanzó en su forta- lecimiento. Los estudios de Lauchlin Currie y su gradual y definitiva influencia en las decisiones del gobierno plantearon la necesidad de una reorientación de

74 El ministro se refería al Decreto 1566 del 30 de junio de 1960, por medio del cual se reor- ganizaron las dependencias de la Radiotelevisora Nacional y se creó el Departamento de Televisión Educativa. Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

la administración pública.75 Por ello se decide que la Televisora Nacional haga su tránsito de una dependencia directa de la Presidencia a ocupar un lugar dentro del Ministerio de Comunicaciones76 con el carácter de una “división”.77 La deci- sión de 1955 de dar a la televisión un carácter gubernamental sin ambages queda 232 ahora encubierta bajo la figura de una dependencia del organismo que dirige las comunicaciones en el país. Pero, al mismo tiempo, es el reconocimiento de que una institución ha hecho su aparecimiento y que su fuerza y poder es tal que no solamente merece ser conservada sino que se le debe atribuir una categoría de importancia y ubicarla en el lugar indicado dentro de la organización de las entidades del Estado a cargo del Ejecutivo. Era reconocer, igualmente, un tipo de racionalidad en la organización de las entidades del Estado en un contexto externo al colombiano, como se desprende de la adopción de la asesoría internacional. La exposición de motivos de parte del ministro de Comunicaciones ilustra la situación percibida por el Ejecutivo:

La estructura administrativa del Ministerio, con las trabas, dificultades y lentitud de la administración pública ordinaria, no le permitía operar y prestar directamente los servicios de comunicaciones con la agilidad y eficacia requeridos por este tipo de

75 Lauchlin Currie fue un economista canadiense-norteamericano que vino a Colombia en octubre de 1949 como director de una misión financiada por el Banco Interamericano de Reconstrucción y Fomento (birf) y por el Banco de la República y que estuvo encargada de adelantar un estudio sobre las condiciones económicas, sociales y culturales del país. A partir de este estudio se generaron decisiones como la introducción de la planeación, la raciona- lización en la distribución de las funciones y actividades del aparato de Estado, la definición de prioridades en las inversiones públicas, el control fiscal y los servicios públicos, especial- mente salud, vivienda y educación. Después del paréntesis de la administración militar, las tesis de Currie tuvieron amplia influencia en las decisiones de gobierno y se cristalizaron en los planes de desarrollo del Frente Nacional y de administraciones posteriores. 76 El Ministerio de Correos y Telégrafos, creado por la Ley 21 de 1923 en el gobierno de Pedro Nel Ospina, funcionó con los departamentos administrativos de correos, telégrafos, telé- fonos, inalámbricos, cables, convenios postales internacionales, giros postales y telegráficos, y personal y material del Ministerio. Por Decreto 0259 del 16 de febrero de 1953 se cambió la nomenclatura del Ministerio de Correos y Telégrafos por Ministerio de Comunicaciones. 77 Artículo 1º del Decreto 1566 del 30 de junio de 1960, que adopta una estructura-tipo para los despachos de la rama ejecutiva del poder público y se reorganizan las dependencias de la Radiotelevisora Nacional y se crea el Departamento de Televisión Educativa. Esta reforma fue asesorada por expertos de las Naciones Unidas, cuyo director fue Aryeh Attir, para la cual se retomaron las indicaciones de la “misión Currie” sobre la administración pública (Escobar Méndez, 1964, pp. 10, 25-33). La administración y financiación de los medios masivos para la educación

servicios, se llevó a cabo su reorganización78 (Exposición de motivos del Decreto-Ley 3267 de 1963).

No sólo se tenía en cuenta el crecimiento del medio y su inocultable presencia 233 en la sociedad, sino la dificultad en su operación desde el Ministerio por las razones consignadas por el ministro de turno. El informe “La reforma administrativa en Colombia”, elaborado por la misión de las Naciones Unidas, bajo la dirección de Aryeh Attir, consignaba que:

[…] el establecimiento de tantos institutos autónomos o semiautónomos surgió indu- dablemente de una necesidad objetiva. Su índole era mucho más técnica que aquella de las oficinas gubernamentales industriales o financieras.

Sin embargo, el desarrollo de estos establecimientos públicos creó nuevos problemas, entre los cuales se podrían mencionar los siguientes: 1) interpretando su autonomía de manera muy liberal, se estaban desligando del cuerpo de los organismos centrales de gobierno, y su independencia del Gobierno nacional fue casi absoluta; 2) como resultado de dicha independencia o autonomía, el Gobierno perdió el control sobre estos organismos y, por consiguiente, el control sobre muchos servicios públicos vitales, que en otras épocas se consideraron funciones del Ejecutivo (Escobar, 1964, pp. 25-26).79

Organizar una empresa independiente correspondía a la tendencia de separar y colocar en dos lugares distintos la capacidad decisoria y la de ejecución, con lo cual se practicaba una transferencia del taylorismo de la empresa de producción de bienes privados a la entidad del Estado. Esta práctica se mantuvo en Colombia hasta los años noventa como una política, pero también como una ideología, para

78 Las decisiones se tomaron con base en las facultades extraordinarias otorgadas por el Congreso al Ejecutivo por la Ley 21 de 1963 el cual, por su parte, sirvió de fundamento al Decreto-Ley 3267 del 20 de diciembre de 1963 que reforma el Ministerio de Comunicaciones y crea a Inravisión. 79 La relación entre Ministerio y establecimiento público estaba claramente determinada en la Ley 21 de 1963, la cual era una reiteración de lo que se había establecido en el Decreto 0550 de 1960, expedido con base en la Ley 19 de 1958, apenas al inicio de la primera administración del Frente Nacional. Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

separar de las decisiones a otros actores que no fueran aquellos que provenían de los partidos tradicionales que accedían al poder en cada una de las administraciones.80 En este orden de ideas, las organizaciones de la sociedad civil no tenían un juego dentro del Estado como cooperativas, acciones comunales, sindicatos, 234 agremiaciones, juntas de vecinos, voluntariado, sociedades mutuales, entre otras. Ninguna de ellas disponía de un espacio dentro del Estado para expresar sus inte- reses, solamente eran reconocidas por sus agremiados pero no por el Estado que legitimara su presencia como una instancia de poder. Por el contrario, el poder era hegemónico de las organizaciones políticas tradicionales. La inspiración de la decisión de la descentralización en un instituto inde- pendiente estuvo en la concepción de la administración pública que asignaba la determinación de la política, la dirección, el planeamiento, la regulación y el control en cabeza del Ministerio; mientras la esfera de la operación y la ejecución se colocaba en los entes adscritos o vinculados a los cuales competía directamente la prestación de los servicios, y, si fuera el caso, la descentralización seccional para prestar directamente los servicios a las comunidades regionales o locales, cuando la entidad tuviera subsedes fuera de la sede principal.81 Esta concepción de la organización de las entidades del Estado fue asimilada a través de consultorías internacionales organizadas en el primer mundo y siempre dispuestas a producir

80 La Constitución de 1991 abre la posibilidad de intervenir a comunidades organizadas, por ejemplo en áreas como la salud, la educación, los servicios públicos y aún en políticas de precios y salarios, no sólo en administración sino, sobre todo, en control y vigilancia. Las figuras de “Estado social de derecho” y “democracia participativa” rompen la tradición. Sin embargo, muchas empresas siguen con los estilos administrativos tradicionales. En donde menos ha habido permeabilidad a nuevas formas administrativas es en las organizaciones del Estado en comparación con empresas privadas. La Ley 42 de 1985 incluyó representantes de gremios, Iglesia católica y empresarios en la conducción de Inravisión. 81 Los establecimientos habían sido colocados en relación de dependencia respecto del Ministerio de Comunicaciones por el Decreto-Ley 1635 de 1960. Se hablaba de adscribir “dos establecimientos públicos, la Empresa Nacional de Telecomunicaciones y la Caja de Auxilios de los Ramos Postal y Telegráfico, y un organismo amorfo, el Servicio de Giros y Especies Postales” (Decreto-Ley 1635 de 1960, p. 27). Más delante, los establecimientos públicos que dependían del Ministerio de Comunicaciones eran Telecom (Empresa Nacional de Telecomunicaciones), Adpostal (Administración Postal Nacional), Caprecom (Caja de Previsión Social de Comunicaciones) e Inravisión (Instituto Nacional de Radio y Televisión) y luego Audiovisuales. La administración y financiación de los medios masivos para la educación

transferencia a los países del tercer mundo. Este es un caso de cuanto ha ocurrido en Colombia en todos los campos de la administración pública.82 En todo caso, la decisión de descentralización administrativa no sólo legiti- maba el sentido y el significado atribuido a la televisión, sino que además asumía 235 parcialmente la tesis planteada por el general Rojas, en cuanto a que dependiera de un ministerio. Si en su momento no se veía clara la perspectiva del medio, ahora era inocultable el espacio que había ganado en el consenso político. Se reconocía abiertamente que la decisión

[…] obedeció también a la necesidad de que estos servicios fueran prestados por un organismo descentralizado, con fondos propios alimentados por las tarifas que pagan los arrendatarios de espacios y con autonomía para invertirlos en el mantenimiento del sistema, en sus ensanches y en la reposición de sus propios equipos (Escobar, 1964, pp. 15-16).

Este es el sentido de un ente descentralizado tal como era aceptado desde esta época y que cubría gran parte de la historia de la televisión en el país. Pero la decisión iba más allá: se entendía que la televisión era un medio de comunicación, un medio de transmisión y un dispositivo para la difusión masiva de mensajes. Este énfasis instrumental y mediático de canal no necesariamente indicaba el contenido que circulaba por las redes. Las primeras administraciones de la televisión no diferenciaron claramente el carácter educativo del cultural y, menos aún, de la tendencia comercial. Más bien se enfatizó en la propiedad y en la dirección sobre el medio, asunto que no discutió que estuviera en manos del Estado. Aunque los años sesenta fueron fértiles en el debate sobre el traslado de la propiedad a particulares (Vizcaíno, 1992, p. 66),83 esta no procedió legalmente

82 Los ejemplos abundan: Educación (Plan Atcon, organización de los inem, sena, etc.), Información (dane), seguridad nacional (fuerzas militares y de policía), política económica (Cepal). Prácticamente todos los ámbitos de la vida pública habían sido tocados con propuestas generadas en el exterior del país, y la televisión no era una excepción, tampoco la televisión educativa. Salta a la vista, desde luego, la cuestión de la identidad, de la autenticidad y de la generación de una cultura “colombiana”. 83 En Colombia primó el “sistema mixto”, caracterizado por la propiedad, la capacidad de regulación y el control de parte del Estado y arriendo de espacios a particulares, quienes se encargaron de la programación y de la producción. La Ley 182 del 20 de enero de 1995 fracturó este sistema y abrió la posibilidad de los canales privados, tantas veces intentada Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

por cuanto se requería una decisión del legislativo que nunca se presentó. Con estos argumentos el ministro de Comunicaciones manifestaba que esta posibilidad estaba en el tapete de la discusión (Vizcaíno, 1992, p. 16) pero que no tenía el respaldo legal indispensable en un Estado de derecho. 236

El papel educativo de la televisión

Lo que sí estaba claro era el papel de la nueva entidad con respecto a la educación. El mismo ministro de Comunicaciones reconocía que “la realización más significativa y de más promisorios alcances que se ha efectuado en este campo, es la reanudación sobre bases más sólidas del programa de televisión educativa, iniciado en 1961, pero infortunadamente interrumpido en 1963 por razones insalvables de carácter fiscal” (Escobar, 1964, p. 16). Este es el informe más positivo sobre la televisión educativa y el que se compromete con el programa como una tarea gubernamental. Sin embargo, no era algo excepcional. Era lo esperado en un Estado de derecho ya que la actividad estaba plasmada explícitamente en el Decreto de creación de Inravisión, el 3267 de 1963, en donde se determinaba que el objeto era

[…] desarrollar y ejecutar los planes y proyectos generales que adopte el Ministerio de Comunicaciones sobre la materia, y la prestación de los servicios oficiales de carácter educativo, cultural e informativo por los sistemas de radiodifusión y televisión nacio- nales, con sujeción a la política y normas generales que establezca el Gobierno (art. 31).

Desde el punto de vista normativo y formal no se hacía cosa distinta de seguir la tradición desde la inauguración de la televisión; era una reiteración de su rol educativo y cultural. En concordancia con el objeto determinado, las funciones que correspondían a la entidad cobijaban por igual a la radio y a la televisión, en tanto se consideraban medios para cumplir con la finalidad propuesta legalmente. Por esta

por particulares y por funcionarios del Estado. La televisión por suscripción había abierto una puerta y había tomado una decisión irreversible a favor de empresas privadas facultadas para administrar y usar directamente el medio de la televisión. Siempre se ha planteado la propiedad del Estado como un “monopolio”, aunque es una denominación impropia en tanto el concepto corresponde más bien al resultado de la acumulación capitalista, dentro del enfoque marxista, observación que se debe a Jorge E. Rodríguez, autor de El espacio audiovisual en la sociedad de la imagen (1993). La administración y financiación de los medios masivos para la educación

razón, la prestación del servicio público de radiodifusión en programas culturales e informativos (art. 32, a) definía el carácter de la actividad radial del Instituto. Pero, al mismo tiempo, prestar el servicio público de televisión educativa o docente, conforme a los programas que adoptara el Ministerio de Educación Nacional (art. 237 32, b) y prestar el servicio público de televisión destinado a programas culturales e informativos (art. 32, c) orientaban la actividad televisiva a cargo del incipiente Instituto. Las demás funciones, de transmisión y de conceder en arrendamiento espacios en los canales de televisión (art. 32, d y e), eran complementarios. Tres eran, en consecuencia, las actividades centrales del Instituto: radiodifusión cultural e informativa, televisión cultural e informativa y arrendamiento de espacios a particulares. Era la formalización de una actividad que se había impulsado con ahínco desde 1961. Las normas posteriores no hicieron sino confirmar esta misión que se convirtió en reiterativa y que se encargó de dar cuenta de su continuidad y permanencia a prueba de los años. Esta era la formalidad de las normas, aunque los hechos no siempre guardaban la debida y esperada correspondencia. Televisión y radio venían juntas desde la administración del general Rojas y en la dependencia de la Odipe, y ahora constituían dependencias de una misma entidad pero con un ingrediente adicional que era la presencia fortalecida de la televisión comercializada que cautivaba tanto a las audiencias como a los progra- madores, publicistas, miembros del gobierno y, por supuesto, directivos del Ministerio de Comunicaciones, integrantes de la Junta Directiva y ejecutivos de la entidad. La historia se encarga de resaltar una afinidad electiva de los destinos de la televisión a favor de particulares y la asignación de un lugar secundario a los objetivos educativos. De las tres actividades centrales asignadas al nuevo Instituto, el peso se inclinó hacia la prestación de servicios a particulares en desmedro de las dos primeras, que fueron desplazadas a un papel secundario. Dos aspectos deben ser reiterados para comprender mejor este momento de la historia. El primero es que la programación oficial e institucional del Instituto, aquella que él ofrecía a las audiencias, tenía el sello educativo, cultural e infor- mativo, fuera ella por la radio o por la televisión. No se hacía diferenciación en cuanto a la orientación, los contenidos, ni a la finalidad en los medios a cargo del Instituto. El segundo se refería a la necesaria coordinación que debía existir entre el Instituto y el Ministerio de Educación Nacional. Dado que se trataba de programas de apoyo a la labor de las escuelas, en las aulas de maestros y niños, era indispensable la presencia del Ministerio en la adecuación de los currículos a las ofertas televisivas. Ello correspondía a la forma como se concebía la educación Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

a principios de los sesenta y a la organización del aparato escolar. Se había esta- blecido recientemente un nuevo plan de estudios, mediante el Decreto 1710 de 1962, que unificaba la educación rural con la urbana en el nivel de la primaria. El Ministerio de Educación tenía el compromiso de ampliar la cobertura y lograrla con 238 calidad para cumplir con los convenios internacionales. El Consejo Interamericano Económico y Social84 recomendaba para la década de 1960, entre otros asuntos, los siguientes:

•• Educación primaria gratuita y obligatoria, para toda la población en edad escolar. •• Erradicación del analfabetismo. •• Reforma de la educación media y ampliación de oportunidades. •• Promoción de sistemas de adiestramiento industrial. •• Preparación de personal para la administración pública. •• Preparación de cuadros técnicos para la reforma agraria. •• Reforma y ampliación de las universidades e instituciones de educación superior. •• Fomento de la enseñanza de las ciencias y de la investigación científica y tecnológica.85

La primera fase, de apoyo a la educación primaria, encontraría en la televisión un instrumento apropiado para expandir masivamente la ideología propuesta e involucrarla en las áreas de conocimiento que trabajaban los docentes de aula. Nada más eficaz que usar la televisión como “técnica social” para incidir en las mentes frescas de las nuevas generaciones, por ello se hacía indispensable el compro- miso del Estado. La vinculación de Inravisión, y por supuesto del Ministerio de Comunicaciones, con el Ministerio de Educación, sería un evento cuya continuidad estaría mediada por la voluntad política de cada administración como garantía de

84 El documento fue elaborado por el Comité de Educación de la Comisión Colombiana Preparatoria de los trabajos de la Conferencia de Punta del Este de agosto de 1961. Sus miembros fueron Guillermo Nannetti, Gabriel Betancur Mejía, Jaime Posada, Luis Córdoba M., Gabriel Anzola Gómez y Antonio Díaz. El documento sirvió de base para la elaboración del Plan Decenal de Educación que fue incluido en la Carta de la Alianza para el Progreso. 85 Memorandum del Consejo Interamericano Económico y Social (citado en Le Bot, 1978, pp. 159-161). La administración y financiación de los medios masivos para la educación

éxito. La estrecha relación de principios de los sesenta se debilitó gradualmente y en los ochenta y noventa será prácticamente imperceptible para sostener conjun- tamente un programa como el de la televisión educativa. El compromiso no era asumido conjuntamente sino, más bien, se procuraba evadirlo y no exhibirlo como 239 parte de sus políticas. El carácter educativo se entendía como una tarea de la nueva dependencia más que del propio Ministerio de la Educación, lo cual generaría un deslinde, con una periodicidad incierta, respecto de él.86 En adelante sería más difícil establecer la conectividad necesaria para agenciar un proyecto en tanto implicaba unos esla- bones adicionales que suponían una coordinación y una complementariedad que no siempre era fácil ni se daba automáticamente. En tanto se consideraba como un medio de comunicación que posibilitaba la apertura a una televisión menos cultural, menos educativa y más comercial, la decisión era acertada, como indica la historia posterior, a costa de desplazar el objetivo principal. No se trataba de una decisión solamente administrativa. Sin embargo, en este aspecto se adelantaron los trámites de rigor, como la realización de un estudio por parte de la Secretaría de Organización e Inspección de la Administración Pública encaminado a orientar la institución a la estructura fijada por la ley. Ubicar la actividad de la televisión en un ministerio significaba especializar su función de comunicación y comprender que su manejo debía estar más racionalmente orien- tado con arreglo a fines que a decisiones de carácter personal ya sea del Ejecutivo o de los responsables directos de la televisora. Este concepto de racionalidad constituye un avance respecto de las prácticas anteriores en el manejo de las organizaciones de carácter público ya que la herencia del general Rojas Pinilla y su administración implicaban más una decisión jerarquizada y autonómica sin una delegación clara y funcional. Ahora se desconcentraba la actividad y la decisión. Tal decisión era pertinente y estaba soportada en razones de orden administra- tivo pero que no llevaban a una solución radical. El estudio de la Administración Pública recomendaba la conversión en una entidad autónoma y descentralizada en

86 Este es un asunto crucial en la organización de la actividad educativa en el Instituto. Más adelante se percibirá como un proyecto no deseado y colocado en una situación marginal para asignar la prioridad administrativa, financiera y operativa a la televisión denominada “comercial” por estar dirigida y orientada por particulares, quienes, con sus tasas y tarifas, contribuían indirectamente al funcionamiento del objetivo educacional. Desde el propio Instituto, y con mayor razón desde los empresarios privados, se incubó y se fortaleció la idea, a veces encubierta y a veces abierta, de su no responsabilidad con la educación. Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

consideración a la complejidad alcanzada en el desarrollo del medio tanto desde el punto de vista técnico, como de producción y de financiación. Este era, sin embargo, el aspecto más débil por cuanto no se contaba con las rentas suficientes para su operación que le dieran una solvencia y justificaran el carácter descentralizado 240 que se proponía (Leyes, 1961). Por estas razones se prefirió asignar la categoría de “división”, como de hecho se asumió, tal como se explicó antes. Este antecedente, sumado a los problemas en el manejo de las contrataciones y la adjudicación de espacios y franjas para ser administrados por particulares (Bibliowicz, 1979) fue considerado un terreno abonado para dar un paso significa- tivo en el tratamiento administrativo de la televisión. A finales de 1963 se replanteó la decisión asumida en 1960 y se optó por conformar un instituto descentralizado que reuniera la televisión con la radiodifusora nacional, que tuviera autonomía administrativa y financiera y, al mismo tiempo, capacidad de decisión sobre la actividad de la televisión. Las decisiones en cuanto a la administración serían compartidas entre una Junta y un director, vale decir entre un ente colectivo y un sujeto individual, lo cual sería garantía de transparencia con respecto a las contrataciones, adjudicaciones y demás actuaciones públicas de acuerdo con las funciones y delimitación de competencias establecidas en el decreto respectivo (Decreto 3267 de 1963). Se había dado legalidad a una “subregión” dentro del Estado que se encargaría de las tres funciones básicas mencionadas arriba.

La televisión para adultos

El entusiasmo derivado de la exitosa experiencia de la televisión dirigida a la pobla- ción infantil fue una buena anticipación para el uso de la televisión para adultos. La política de la “transformación nacional” del tercer gobierno del Frente Nacional creó el Fondo de Capacitación Popular como un organismo anexo a Inravisión.87 Era una nueva unidad y una nueva función que se adicionaba pero que tenía un carácter administrativo sui géneris. No era una dependencia dentro de su estruc- tura ni contaba con una planta de personal que se agregara a la que ya existía para su funcionamiento; era un “híbrido” que no tenía par en otra entidad colombiana

87 Acuerdo 09 del 8 de junio de 1967, de la Junta Administradora de Inravisión, por el cual se crea el Fondo para desarrollar la operación “Capacitación popular”, en desarrollo de la “integración popular”. La administración y financiación de los medios masivos para la educación

del Estado. Dependía sólo formalmente de Inravisión pero, en realidad, lo era de la Consejería de Integración Popular de la Presidencia de la República. Tenía un director y un cuerpo administrativo propio y unas funciones que guiaban su acción, pero la dependencia de la Presidencia de la República flexibilizaba los conductos 241 regulares. Era otra “subregión” dentro del Estado que adquiría una forma legal y que tenía conectores con las “fronteras” vecinas que eran la televisión educativa para niños, la radio oficial y la televisión en su forma comercial orientada por particulares. No pocas veces se catalogaba la nueva entidad como una “rueda suelta”, pero esta era su virtud. No estaba atada a la estructura burocrática de un Instituto que se encontraba en dificultades financieras y que no definía con claridad su identidad ni su estabilidad como entidad. Sin embargo, esto también era su defecto, porque dependía de las decisiones unipersonales de su “fundador” y “padre”, el consejero presidencial de los gobiernos de Lleras Restrepo y de Pastrana Borrero, José Galat Noumer. Nada se movía sin su consentimiento, todo se hacía de acuerdo con su voluntad. La historia mostró, finalmente, que su permanencia en la Consejería por dos periodos presidenciales dio vida al proyecto, pero también que su retiro significó un severo traumatismo del cual no se recuperó jamás. Las siguientes administraciones encontraron un proyecto venido a menos. Todo esto coincidió con la aceptación de una concepción de Estado que se quiso liberar de su función protectora para asumir una voluntad de abandonar funciones y trasladarlas a los particulares. Para 1970, se consideraba que la estructura de funcionamiento del Instituto

[…] contemplaba en todos los niveles un crecido número de cargos que no se justi- ficaban dentro de la organización. La administración ha racionalizado la distribu- ción de funciones y ha logrado una mayor eficiencia del trabajo. Sin embargo, se ha aumentado el personal de planta, entre 1968 y 1970, con la creación de 150 nuevos cargos, para atender adecuadamente las necesidades impuestas por el crecimiento del Instituto en los siguientes servicios: a) ampliación de la red nacional de televisión, lo que requiere más personal para el mantenimiento y la operación; b) puesta en marcha de tres nuevos estudios para la producción de programas de televisión; y c) aumento de las horas de emisión de los programas de televisión educativa (Díaz, 1970, p. 224).

De acuerdo con la expansión de los servicios, la administración con su personal y sus recursos tenían mayores exigencias y había que responder a ellas. Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

La expansión no significa crecimiento de la televisión educativa

En 1972, además de los canales del tipo nacional, como los dos que ya funcionaban 242 como Canal 7 y Canal 9 (o , entre 1965 y 1970), se comenzaba a plantear una nueva forma: los canales locales. El informe ministerial de 1972 mencionaba cuatro de ellos, los de San Andrés Isla y los de las ciudades de Bogotá, Medellín y Barranquilla. El hecho ocurría veinte años después de haberse oído por primera vez en el país la iniciativa de este tipo de canales. En efecto, en 1951, el señor Rafael Fuentes presentó la idea de organizar un canal local en Barranquilla y, en 1952, el señor Hernando Cala proyectaba estaciones locales en Bogotá, Barranquilla, Cali y Medellín, para lo cual preparó un borrador de decreto que tramitó ante el Palacio de San Carlos a finales de 1953, pero que nunca fue firmado (Vizcaíno, 1992, p. 66). Los argumentos de 1972 eran específicos para cada caso. En cuanto a San Andrés Isla, el canal encontraba la justificación “por las dificultades de orden técnico que impiden el enlace directo con la red nacional” (Fernández, 1972, p. 153) y se proyectaba la construcción de estudios para la producción de programas locales y la transmisión de cintas grabadas suministradas desde Bogotá y que tendrían un cubrimiento hasta Providencia. Muy pronto se cumplió parte de la propuesta ya que en 1975 se inauguró la estación Simón Bolívar en una sede propia, con apoyo de la gobernación local y con material remitido desde Bogotá, situación que permaneció hasta cuando se estableció la transmisión satelital a mediados de los ochenta, inicialmente en el Canal 7 y más adelante en el Canal 9; lo que nunca se logró fue la producción local desde la Isla.88 En la actualidad se lo reconoce como uno de los canales regionales. La instalación de los otros tres canales correspondía a un estudio que llevó a una licitación para la adquisición de equipos por un valor de $50 millones y la inversión total ascendía a $96 millones, a valores de 1972. El Canal de Cali cubriría Cali, Palmira, Tuluá y poblaciones vecinas, y tendría una penetración potencial a 1.800.000 televidentes. Por su parte, el canal de Medellín beneficiaría a 1.500.000 habitantes. El canal de Barranquilla cubriría Barranquilla, Cartagena, Santa Marta, Riohacha, Maicao y otras regiones de la costa Atlántica y de las riberas

88 En 1995 Inravisión dictó un curso especial para personal de la Isla, el cual tenía por finalidad preparar un grupo que se encargara de la realización para televisión allí. Infortunadamente el canal no operó en ese momento. La administración y financiación de los medios masivos para la educación

del río Magdalena, con una población aproximada de 1.600.000 habitantes. Los argumentos se referían a la conveniencia de

[…] descentralizar los programas de televisión para dar oportunidad a otras regiones 243 de producir sus propios programas, estimular la creatividad y fomentar el talento artístico. El funcionamiento de los nuevos canales contribuiría a aumentar el empleo de recursos humanos y a desarrollar otros factores potenciales en las respectivas regiones (Fernández, 1972, pp. 153-155).89

Estos hechos confirman varios asuntos: en primer lugar, el interés del Instituto de abrir nuevos canales para entregarlos a la comercialización, ya que nunca se mencionan como una extensión o descentralización del canal educativo y cultural; en segundo lugar, el aplazamiento del proyecto educativo y cultural a una prioridad secundaria; y en tercer lugar, el interés de los gobiernos por la privatización veinte años antes de la generalización de este proceso. El argumento medular era que “el Estado no quiere una privatización desbordada, sin límites y sin control, sino una privatización selectiva, ordenada y orientada racionalmente” (Vizcaíno, 1992, p. 77).90 Nuevamente se encuentra que la televisión educativa no se explica por ella misma sino sólo en relación con las formas de televisión comercializadas como la televisión abierta y la televisión por suscripción (prepagada) que le sirven de soporte financiero. En 1978 se produce una reforma administrativa de Inravisión en virtud de la Ley 5ª que otorga facultades al ejecutivo para introducir modificaciones en las entidades del Estado. Para Inravisión se producen dos decretos: uno para el

89 Los canales locales encuentran vida jurídica en la Ley 182 de 1995, pero no tienen desarrollo. La Ley 335 de 1996 confirmó la decisión del Congreso y se puso en ejecución en 1997. Los canales locales del tipo de televisión por suscripción tienen vía libre a partir de 1985 (Vizcaíno, 1993). En cambio, los canales regionales son aceptados en el Decreto 3100 y 3101 de diciembre de 1984 y a partir de esta norma se organizan los de Antioquia, Caribe, Pacífico, antiguo Caldas, Oriente y Bogotá. La Ley 335 de 1996 acepta el canal para Bogotá (que se denomina “Teleandina” y sale al aire en noviembre de 1997) y un canal para el Congreso; la Comisión Nacional de Televisión abrió licitación para tres canales zonales que se convierten en nacionales a partir de 1998. 90 En 1972 aún no estaban maduras las condiciones para la privatización plena porque el capital en el medio no tenía aún suficiente desarrollo y los grupos financieros (Santo Domingo, Ardila Lulle, Antioqueño y Bogotá) no habían entrado de lleno en el negocio; el Estado se encarga de preparar la infraestructura necesaria y de abrir los caminos que conducirán a ella. Los proyectos de ley así lo confirman en los veinticinco años siguientes. Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

Instituto y el otro para el Fondo de Capacitación Popular,91 cada uno con su planta de personal, y con la asignación a responsabilidades y tareas diferenciales. En 1984 la Junta Administradora de Inravisión crea la Subdirección de Educación a Distancia con la finalidad de asimilar el Fondo de Capacitación Popular y adecuarlo a 244 la política del momento de fortalecer los programas a distancia. Se aprobó la estructura pero no se le dotó de los cargos correspondientes y, en consecuencia, fue vacua la deci- sión, que no tuvo vida real porque tampoco se tomó una decisión sobre sus recursos presupuestales. El Fondo siguió con su existencia, claro está que de manera formal. Ello ocurría mientras se adelantaba una reforma administrativa. En el informe del Ministerio de Comunicaciones al Congreso se menciona la reestructuración de Inravisión como uno de los objetivos centrales de la administración, se hace referencia a la actividad del Instituto y a la participación tanto del Servicio Civil, de la Secretaría de Administración Pública de la Presidencia de la República y de la Universidad de los Andes (Sanin, 1984, p. 78), así como de la Asociación de Psicología organizacional y de la bbc de Londres, a través del jefe de capacitación del momento, el señor Gordon Crotton. A pesar de los esfuerzos y de las declaraciones oficiales, estos proyectos no tuvieron legitimación ni en la Junta Administradora ni en el Gobierno. La Ley 42 de 1985, tan publicitada como respuesta a la sociedad colombiana y en la cual intervendría la “comunidad”, no tenía desarrollo para Inravisión ni para el proyecto de televisión educativa. Todo quedó en el papel. Este fue un segundo intento de reorganización administrativa del Instituto después de los decretos expedidos en 1978. Como consecuencia de ellos, durante 1979 se prepararon documentos para adelantar un proyecto de ley que autorizara reformas en la estructura administrativa, en la planta de personal, estatuto de régimen interno, escala salarial y desarrollo de la entidad.92 Ninguno de estos propósitos tuvo realización porque faltó voluntad política e interés por atender los requerimientos de una entidad que, se pensaba, debía ser liquidada. Esta posición nunca se hizo explícita de cara al país, pero estaba muy presente en funcionarios de alto nivel y en

91 Decreto 1169 de 1978 que establece los niveles, la nomenclatura y clasificación de cargos; y los decretos 1331 y 1332 de 1978 para el Instituto y para el Fondo, respectivamente. Era un reconocimiento de que se trataba de dos entes administrativa y funcionalmente separados. 92 La administración de Germán Vargas Cantillo fue muy activa en este propósito. Integró una comisión mixta con participación de delegados de la entidad y de acotv como representante de los trabajadores. Se hicieron estudios y se consolidó una propuesta que se oficializó ante el Ministerio de Comunicaciones, pero allí finalizó su proceso porque no fue atendida. La administración y financiación de los medios masivos para la educación

dirigentes políticos y, ante todo, en empresarios del medio que veían el derrumbe administrativo de la entidad del Estado. De contera, el proyecto de televisión educa- tiva sentía las consecuencias directas del deterioro por cuanto, en el establecimiento de prioridades, este proyecto estaba en un lugar bastante secundario y la frustrada 245 reforma no le permitió satisfacer sus expectativas de fortalecimiento. La decisión de desalojo de la programación educativa del Canal Tres para transferirla a un horario secundario dentro de uno de los canales comerciales, la Segunda Cadena, en 1987, fue solamente una consecuencia, pero la más visible e impactante. Era una evidencia suficientemente demostrativa de que el proyecto educativo era indeseable dentro de la organización de Inravisión y podía ser desplazado a un lugar de menor importancia. En 1987 se planteaba una reforma de la Ley 42 aunque se afirmaba que se debe- rían “recoger las críticas y evaluar tranquilamente los resultados para corregir en forma adecuada los defectos que se anoten. Se propiciará un debate público, abierto y pluralista, que permita identificar los criterios sobre lo que deberá ser el nuevo formato de la televisión colombian […]” (Cepeda, 1987, p. 29). Todas las críticas estaban dirigidas a la programación de carácter comercial, vale decir sobre los dos canales que Inravisión entregó en concesión a particulares. Tres años más tarde se insiste en la necesidad de reformar la Ley 42 de 1985 en el sentido de otorgar una base legislativa a los canales regionales y a la televisión por suscripción, al mismo tiempo que lograr la redistribución y diferenciación de funciones entre organismos como la Comisión Nacional de Televisión, la Junta Administradora y el director ejecutivo de Inravisión. De igual manera, se buscaba introducir en la reforma un reconocimiento y apoyo a la industria de la televisión (Daníes, 1990, pp. 27-37, 73, 358, 367),93 habida cuenta de la madurez lograda en las décadas anteriores. La mira estaba puesta, una vez más, en la televisión prestada por particulares pero apoyada con recursos del Estado en las redes de distribución de las señales para todo el país. La presencia de grupos financieros, como Santo Domingo y Ardila Lulle, fueron definitivos en estos procesos por su capacidad de negociar el poder con el Estado. Ninguna mención se hace sobre la programación educativa y cultural. Pasa inadvertida en el informe ministerial y en la propuesta de modificación de la legis- lación. Sin embargo, como se indicó arriba, se produjeron medidas drásticas como la cancelación de los programas educativos en el canal, llamado ahora eufemísticamente

93 El proyecto en referencia se convertirá en la Ley 14 de 1991. Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

“de interés público”.94 Entretanto, los programas fueron llevados a la segunda cadena, en una franja de 2 a 4 de la tarde porque no había sido entregada en licitación a particulares por ser un espacio “no colonizado”. La programación educativa infantil se ofrecía, como siempre había sido, en la Cadena Uno, al lado de la programación 246 comercial dirigida por particulares. El canal “de interés público” se dedicaba a una programación cultural abierta. Esta es una de las decisiones más drásticas que se han tomado en toda la vida institucional con respecto a los programas educativos, que no mereció ningún comentario de prensa ni se consignó en el informe del ministro al Congreso de la República, pero que fue decisivo. De ahí en adelante los programas educativos estarían condenados a la diáspora y a la inestabilidad más severa que los aproximaría a su fin. A pesar de la radicalidad de la decisión, se argumentaba públicamente que el tradicional Canal 11 recibía la denominación de “canal de interés público” con la idea de “construir una opción adicional para el televidente, dentro del pluralismo de alternativas que es característico de la televisión en el mundo” (Cepeda, 1987, p. 29). Los cambios estaban representados en incremento en los hora- rios de programación y en su promoción por los otros canales a cargo de Inravisión, según el mismo informe. Muy poco se decía para justificar plenamente el cambio de denominación del canal y su reinauguración. Lo que sí resulta interesante es la perspectiva de que el canal “pasa a ser otra de las posibilidades reales que la televisión colombiana ofrece al televidente, quien ahora puede tener opciones” (Cepeda, 1987, p. 29), como lo dice el informe ministerial. El asunto de las opciones era discutido ampliamente en el país. En el fondo se planteaba un cierre de posibilidades con los dos canales a cargo del Instituto y que fueron licitados para una programación comercial. Claro está que los regionales, y en particular y , tenían dos años y medio de funcionamiento en ese momento.95 Abierta o encubiertamente se estaba ventilando, una vez más, la libertad de empresa y el salirse de las amarras, cada vez más incómodas, del control del Estado. La Ley 42 de 1985 no había sido suficiente para aplacar un interés que se venía gestando desde

94 En la administración del ministro de Comunicaciones, Fernando Cepeda Ulloa, en 1987. 95 Los canales regionales surgieron legalmente en 1984 y tuvieron el carácter educativo y cultural desde el acto de su creación (Decreto 3101), lo cual fue ratificado luego, por ejemplo, en el Informe Ministerial cuando se afirmaban sus objetivos de “prestar el servicio público […] con programas de carácter educativo, cultural, informativo y recreativo […]” (Cepeda, 1987, pp. 30-31). Sin embargo, era un tránsito hacia una programación comercializada, como ocurrió con la televisión de los primeros años en el país. La administración y financiación de los medios masivos para la educación

los primeros años de funcionamiento de la televisión en el país. Uno de los analistas más reconocidos en el país, Azriel Bibliowicz, preparado en los Estados Unidos en comunicación social y con una tesis de doctorado sobre la televisión colombiana (1979), afirmaba el enclaustramiento del televidente y cuestionaba la debilidad de la 247 democracia por la falta de alternativas para el televidente. A propósito de esta discusión, llega muy oportunamente la nueva presentación y legitimación del canal educativo como una de las esperadas opciones. Esto mismo se había planteado años atrás cuando se identificaba el canal como “TV-11: Más televisión”, en el sentido de ofrecer más programación, más posibilidades, nuevas opciones para su elección, pero con otro sentido diferente de la corriente comercial por su contenido y orientación (Vizcaíno, 1992, pp. 134 y ss). Pero, en realidad, lo que interesaba en el fondo no era tanto la nueva alternativa sino el discurso implícito de abrir camino hacia una programación comercial más diversificada. Se sabía muy bien dentro del establecimiento público que el canal cultural no tendría el respaldo financiero necesario como efectivamente sucedió. Era un discurso que decía una cosa para justificar otra diferente que la socio- logía denomina comportamiento “cínico” (Goffman, 1971, pp. 29-30). El contexto indicaba con mayor claridad el camino de la televisión pública. La predilección, y también la fascinación, por la modalidad comercial también ocurrían en otros ámbitos sociales y geográficos. Por ejemplo, se contaba que

[…] en los años 1980 hemos asistido en Europa al proceso de desreglamentación que, en síntesis y centrándose en nuestro continente, significa esencialmente la apertura de una actividad pública a empresas privadas. Esta apertura tiene dos variantes, por un lado la privatización de instituciones públicas de televisión (la TF1 en Francia) y, por otro, la entrada en el sector de empresas de capital privado (García, 1994, p. 65).

Se había constituido un escenario nuevo para la televisión. La regulación ya no se encuentra en el Estado, ni en criterios definidos como culturales o sociales sino, fundamentalmente, en las relaciones de mercado. Begoña García lo decía claramente:

En definitiva, por un camino o por otro, asistimos a un predominio de la lógica del mercado en lo que respecta a las funciones del medio televisión. De una televisión de servicio público en la que las reglas del mercado y los mercados basados en la competencia estaban excluidos, a una televisión comercial regida por las reglas del mercado y los mecanismos basados en la competencia, cuyos objetivos, obviamente, obedecen a la ley de la máxima rentabilidad económica (García, 1994, pp. 65-66). Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

Estos criterios fueron impuestos a la programación educativa que tuvo, en este aspecto, una homologación con la televisión comercializada. Las diferencias en medios y sobre todo en fines y en objetivos, metas y estrategias se borraron y fueron considerados según los mismos criterios. 248 Estados Unidos es el país líder en el establecimiento del mercado como patrón regulador. Un estudio de Lester C. Thurow afirma sin ambages que “uno no tiene que ‘aprender’ cómo ver la televisión o las películas. Este es un medio oral o emocional no controlado por los más ancianos ni por las familias, sino controlado por aquellos que pretenden hacer dinero” (Thurow, 1996, p. 97). Esta declaración está confirmada cuando dice que “el consumo individual se ha glorificado […] como el único objetivo de la ambición privada: la satisfacción personal es la única meta legítima […] no hay un bien común, ningún papel para la comunidad” (Thurow, 1996, p. 99). Diez años atrás había escrito otro norteamericano sobre una situación similar: “la teledifusión sigue siendo en los Estados Unidos un fenó- meno primordialmente comercial, cuya guía principal son criterios financieros, no los de orden estético o social” (Kidder, 1986). La situación no ha variado, sino que se ha profundizado el consumo como criterio y la mercancía como producto. Esta posición entró sin permiso a la televisión y arrasó con la televisión educativa. El ambiente reinante dentro del mismo Instituto era de desdén e, incluso, de menosprecio por la actividad educativa. De acuerdo con testimonios de funcio- narios del momento, la presencia activa del director del Fondo de Capacitación Popular en las oficinas es significativa: solamente en tres oportunidades que sumaron ocho horas en total durante un lapso de diez meses. Este dato revela varias cosas: el grado de desinterés institucional, el abandono de la actividad interna a la iniciativa de funcionarios de segundo orden, la falta de asignación de recursos para la operación, y la carencia de relaciones hacia el exterior con el Ministerio de Educación y otras instancias externas oficiales y no oficiales. La debilidad del sistema en su segmento interno y en su relación con el entorno es evidente por cuanto desaparece el límite y la frontera que lo definen. Se ha perdido el referen- cial autopoiético de reproducir sus propios elementos (Luhmann, 1993, citado en Melich, 1996, p. 19)96 hacia dentro y, desde luego, hacia fuera.

96 Sobre el particular dice Luhmann (1996): “un sistema puede denominarse autorreferente cuando él mismo constituye los elementos que le dan forma como unidades de función […]” (p. 19). La administración y financiación de los medios masivos para la educación

En la búsqueda de la identidad educativa

La identidad perdida, la inestabilidad reinante y el futuro oscuro se reflejan en las tres denominaciones que simultáneamente convivieron desde la Ley 42 de 1985 hasta la 249 Ley 335 de 1996: “Televisión educativa y cultural”, “Fondo de Capacitación Popular” y “Señal Colombia”, desde diciembre de 1995. Esas denominaciones revelan más la crisis que la riqueza institucional, y la ambigüedad de su vida institucional. Los tres nombres esconden una historia del pasado, pero cada uno indica un origen distinto. El primero proviene de 1960, el segunda de 1967 y el tercero de 1995. Circunstancias distintas revelan estas tradiciones que se juntan en un momento de inestabilidad que a todos cobija. Los dos primeros se agotaron a lo largo de los años, mientras que el tercero surge como sustitución con una expectativa cultural de un orden distinto del tradicional pero apoyada solamente en el discurso oficial. El agotamiento se debió a factores internos y externos. Los internos se refieren a la “burocratización”, no en el significado weberiano de racionalidad, de sus funcionarios, a la precariedad de sus recursos, a la escasa divulgación de sus programas y a la obsolescencia de su enfoque educativo y pedagógico. Los externos, en cambio, se deben a la alta y negativa politización en cuanto representación de los partidos convencionales en las estructuras de poder de las organizaciones con las cuales tuvo relación el programa, a la ausencia del Estado en la definición y el mantenimiento de una política anclada y permanente, al progresivo desarraigo del programa en la sociedad colombiana y a los debilitados resultados que logró consolidar en las estructuras gubernamentales y en la población (Rincón y Zuluaga, 2010, pp. 121-139). En cambio, el tercer nombre surgió como alternativa a los otros dos en el sentido abierto de cultura, conceptualmente ambiguo pero políticamente apto para incluir todo tipo o cualquier tipo de programación. En todo caso, la programación educativa ya no tuvo espacio y fue excluida definitivamente con la transformación de Inravisión en rtvc en octubre del 2004 (Decreto 3550 de 2004) por cuanto la nueva estructura no contempla funciones relacionadas con educación (Decreto 3912 de 2004).

La financiación: una encrucijada sin salida

La financiación de un proyecto es una decisión trascendental, sobre todo desde la perspectiva y en el terreno del Estado. En este territorio sólo proceden decisiones Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

legalmente respaldadas, con fundamento en el acto de creación de una entidad, en la normatividad que regula su funcionamiento y en las medidas administra- tivas internas que se generan con base en disposiciones preexistentes. Nada debe moverse sin el aval de alguna ley, decreto, reglamentación o directiva de autoridad 250 competente. Estas son las reglas de juego dentro del Estado. En el caso específico del presupuesto y de la asignación de recursos financieros, no siempre se procede de manera racional conforme a una previsión y ordena- ción de acciones. En la administración pública es un lugar común afirmar que el presupuesto es una herramienta de planeación y control que permite “anticiparse al futuro previendo lo que pueda suceder, ideando mecanismos y analizando estrategias para hacer frente a circunstancias inciertas” (Burbano, 1988, p. 4). Este modelo tuvo un clima favorable sólo después de la Segunda Guerra Mundial. Unos ejemplos son relevantes: en 1948, el Departamento de la Marina de Estados Unidos presentó el presupuesto por programas y actividades; en 1961, el Departamento de Defensa de Estados Unidos trabajó con un sistema de planeación por programas y presupuestos; y en 1965 el Gobierno de Estados Unidos creó el Departamento de Presupuesto e introdujo la planeación por programas y presupuestos. La racio- nalidad ejerce su función orientadora. La historia, en nuestro caso, es buena consejera porque va regando expe- riencias que se deberían asimilar. Al poco tiempo de aparecer la televisión en Colombia, sobrevino la crisis financiera y con ella los propósitos iniciales se vieron truncados o, al menos, postergados. La tarea educativa que con tanto entusiasmo había sido uno de los objetivos explícitos fue la primera damnificada. Los pocos meses de planeación y los escasos programas que se alcanzaron a idear y a colocar en pantalla se vieron abruptamente cortados. La televisión tomó otro camino: la comercialización, que salvó la situación pero llevó consigo una tendencia que marcó definitivamente la línea de la primera prioridad hacia el futuro. Más adelante, cuando se decidió reactivar el proyecto, en 1963 se presentaron deficiencias financieras cuando no fue posible salir al aire con la programación educativa. Obviamente la programación comercializada tuvo prioridad y fue aten- dida con los recursos de Inravisión y con la responsabilidad de particulares que se habían posicionado en el medio con el carácter de empresas a las cuales se adjudicaba espacios en la parrilla de emisión y transmisión. La estrechez financiera llevó a buscar alternativas en el extranjero y no dentro del país. No se golpearon las puertas de las entidades del Estado ni del presupuesto nacional, ni de las entidades financieras, sino que se buscó el apoyo de organismos como la La administración y financiación de los medios masivos para la educación

Agencia Internacional para el Desarrollo (aid) y los Cuerpos de Paz de Estados Unidos. La decisión tiene sentido en el contexto de la Guerra Fría y de la relación político-militar que significó la doctrina de la seguridad nacional para los países bajo la influencia de Estados Unidos. El temor de que la revolución cubana se 251 convirtiera en un multiplicador del cual brotaran otras experiencias avivó los lazos de solidaridad con el líder en la confrontación capitalismo-socialismo, los Estados Unidos (Mills, 1960). Dentro de este ambiente, es comprensible la agilidad de los trámites y la faci- lidad como se otorgaron los US$575.000 para 1964-1965. Obviamente habría una contrapartida nacional que para 1964 estaba calculada en COL $600.000 y para 1965 en $1.050.000. Todos estos recursos preveían la organización y el funciona- miento de los programas educativos en 1.500 receptores, vale decir en otras tantas escuelas públicas del nivel de primaria para niños (Escobar, 1964, p. 17 y 87). Para 1963 el presupuesto total de la Televisora Nacional se discriminaba en dos grandes programas, como se muestra en la tabla 19.

Tabla 19. Definición de ítems y su financiación en dos tipos de programas de la Televisora Nacional, 1963

Programa Ítems Financiación

Programa I Conservación y ampliación de equipo $600.000, de los cuales $200.000 estarían financiados con recursos del crédito aid

Amortización del contrato con Phillips $436.504 para instalación de equipos de tele- visión

Pago de parte del contrato con la casa $106.801 Ampex (por equipos de grabación)

Programa II Adquisición e instalación de la Red $1.500.000, de los cuales $650.000 co- Televisora rresponden a recursos del crédito aid

Fuente: Escobar, 1964, p. 119

Para 1964, entre abril y diciembre, se estimaba un presupuesto de $15.427.842,21, discriminado como se observa en la tabla 20. Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

Tabla 20. Definición de ítems y su financiación en dos tipos de programas de la Televisora Nacional, 1964

Ítems Financiación

252 Servicio de personal $6.130.760

Gastos generales $6.770.000

Transferencias $1.250.025 Inversiones $1.277.057,21 Fuente: Escobar, 1964, pp. 171-173

Por su parte, el Gobierno nacional se comprometió a aportar $5.000.000 para 1964 y $3.000.000 para 1965 (Escobar, 1964, p. 221). Los montos de dinero no eran tan exagerados si se tiene en cuenta que la sola transmisión por dos años equi- valía a $2.600.000, para cuatro horas diarias (Escobar, 1964, p. 87).97 Es preciso anotar que la actividad del Instituto estaba claramente dibujada en tres frentes: uno que era la prestación de servicios de televisión a través de terceros, que eran los programadores contratistas del medio; otro que era el de la radio nacional, cuyos presupuestos se calculaban de manera separada (Escobar, 1964, pp. 118-119);98 y el otro que era la televisión educativa. Estos tres frentes continuarán por el resto de los años sesenta hasta los noventa, cuando ocurre una fractura del “sistema mixto”, con lo cual Inravisión deja de manejar los servicios a la televisión comercial por cuanto ellos son administrados directamente por la Comisión Nacional de Televisión, que se convierte en una fuente de financiación tanto para Inravisión como para los canales regionales. La encrucijada del proyecto consistió en que la capacidad financiera no siempre fue solvente para responder a los requerimientos exigidos por los programas. A finales de los años sesenta se notaba claramente una crisis, identificada por el ministro de Comunicaciones de ese momento como

[…] un verdadero caos en materia contable. Ni los registros de carácter general ni los controles de ejecución presupuestal y de costos, suministraban informaciones fide- dignas. Para solucionar el problema, se hizo una reforma al plan general de cuentas,

97 Los cálculos incluían operación de la transmisión y pago al personal asignado a esta actividad. 98 Para 1963, pp. 118-119, y para 1964, pp. 171-173. La administración y financiación de los medios masivos para la educación

se organizó la ejecución presupuestal y se estableció un sistema que ha permitido actualizar los registros contables y mantener el control sobre los costos. Además, se están valorando los activos del Instituto con el fin de calcular técnicamente la depre- ciación de los equipos y lograr que el balance refleje la verdadera situación financiera 253 y contable de la entidad (Botero, 1968, p. 84).

El caos se reflejaba en el volumen de las deudas, el crecido déficit de teso- rería y, de manera especial, el desconocimiento u ocultamiento que se tenía del problema. La falta de racionalidad en la ordenación de los recursos estuvo a punto de provocar una situación que llevara a plantear la venta de la entidad o su liqui- dación. Los compromisos de la entidad estaban representados en los contratos con particulares para garantizar la transmisión de señales de los canales nacional y local (“Teletigre”) que se identificaban como 7 y 9, respectivamente, además de la radio nacional y de la televisión educativa, ahora con un nuevo proyecto dirigido a los adultos a través del Fondo de Capacitación Popular. El año 1967 fue particularmente crítico para el Instituto. De acuerdo con el director, William Fadul, la precariedad de recursos planteaba la necesidad de ajustar tarifas o vender la entidad a los particulares. Estos no entraron en el negocio y prefirieron pagar unas tarifas más altas, a condición de que Inravisión continuara con la dirección de la televisión y haciendo las inversiones mayores en infraestructura, como la había hecho en los quince años anteriores. En el informe del ministro Botero Boshell, en 1968, se da cuenta de los presupuestos destinados al proyecto de televisión educativa infantil. Por parte del Instituto se asignaron $6.000.000 anuales para la preparación y emisión de los programas y su administración. El Ministerio de Educación, por su parte, aportó $700.000 anuales destinados a la asistencia técnica y pedagógica. La aid y los Cuerpos de Paz suministraron equipos y un grupo de cerca de cien voluntarios, ciudadanos norteamericanos en su totalidad (Botero, 1968, p. 87). El apoyo interno y externo aseguraba una oxigenación, así fuera de corto plazo, al programa. El documento ministerial presentado al Congreso reconocía que “no obstante el elevado costo de este programa para el Instituto, se han hecho esfuerzos que han permitido extenderlo a casi todo el país” (Botero, 1968, p. 88). El costo se enfatiza en un área que no reporta beneficios de orden monetario a la entidad sino que su contraprestación debe verse en términos del beneficio social que constituye la finalidad del proyecto educativo. No se plantea igual cosa de la televisión entregada Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

a los particulares, la cual se beneficiaba de las inversiones en infraestructura. Con ellos hay mayor benignidad y complacencia. La precariedad de recursos llevaba a que, en 1970, el ministro de Comunicaciones reclamara una partida adicional de $8.000.000 para la construcción de estudios de 254 televisión en el Centro Administrativo Nacional (can) (Díaz, 1970, p. 78), antiguas instalaciones de la Imprenta Nacional, que ahora se dedicarían a la producción de televisión educativa, mientras que la planta de San Diego prestaría servicios a la televisión comercial, es decir a los programadores que todavía no contaban con estudios propios. En 1976 se había cambiado de criterio, de proyecto y de visión sobre la nece- sidad de una planta física adecuada. El lugar elegido ya no eran los terrenos en el can sino en la Calle 26 con carrera 22, en inmediaciones del Cementerio Central, en un lote adquirido en años anteriores. La idea, sin embargo, coincidía en cuanto a la centralización de todos los servicios para unificar todas las dependencias que se encontraban dispersas. La autoridad ministerial dejaba consignado que la construcción del edificio se encontraba “en la etapa de anteproyecto y se tramitan los contratos para los planos generales y de detalles y para asesorías. Se prevé que a finales de este año se abrirán las licitaciones para las estructuras y construc- ción” (Gaviria, 1976, p. 201). Los costos estimados para el proyecto ascendían a $373.464.000, con los reajustes correspondientes, los cuales serían cubiertos en su totalidad con recursos propios y se proveerían en el término de cuatro años, como se muestra en la tabla 21.

Tabla 21. Montos presupuestales estimados para el proyecto educativo por televisión, periodo 1976-1979

Año Montos (en miles de $)

1976 25.000

1977 161.000

1978 119.025 1979 68.439 Fuente: Gaviria, 1976, p. 201

El proyecto se desarrollaría en tres fases con diferentes destinaciones: adminis- trativa, de estudios, escenografía, utilería, talleres y almacén. Todo estaba previsto, La administración y financiación de los medios masivos para la educación

pero el proyecto se quedó en estudio y en una idea que no se vio en los hechos. Una vez más las intenciones no fueron suficientes. Un balance financiero desde 1970 mostraba el incremento en el presupuesto global de la entidad (tabla 22). 255

Tabla 22. Resultados financieros de Inravisión en 1966, 1968 y 1970

Año Montos (en pesos colombianos)

1966 $21.350.000

1968 $46.514.000

1970 $93.035.000 Fuente: Gaviria, 1976, p. 201

El balance financiero respondía satisfactoriamente a la crisis y presentaba recuperación: el 90% del presupuesto total provenía de recursos propios derivados de los servicios prestados, y sólo el 10% era asignación del presupuesto nacional. Ello permitía que el 40% se dedicara a inversiones que, por otra parte, se refle- jarían en calidad del servicio y en eficacia y cumplimiento en su prestación. La crisis financiera de 1966 arrojó un déficit de $10 millones; en cambio, en 1968 los registros contables muestran un superávit de $6.500.000 y en 1969 de $7.120.000. En 1966 el monto de pasivos a cargo de bancos y proveedores ascendía a $17 millones. En 1970 todos ellos estaban saneados. El Instituto apenas subsistía financieramente porque sus inversiones eran altas, especialmente en infraestructura de producción, emisión y transmisión. Por la época estaba adelantando los trabajos de expansión de las redes de las cadenas comerciales, introducía modificaciones en la tecnología de grabación y ampliaba su planta de producción. Hay que tener en cuenta que, por la época, Inravisión era el único centro de producción de televisión que existía en el país. A él acudían todos los programadores y realizadores, salvo la porción que era producida en el Teletigre y que era, fundamentalmente, para llenar las horas de su programación propia (en la Calle 22, entre carreras 6ª y 7ª de Bogotá). La situación descrita permite entender la decisión de asignar una nueva función a la entidad, como fue la educación de adultos en el proyecto de la operación “Capacitación popular”, pero con la previsión de llevar una contabilidad indepen- diente y separada en una cuenta especial, como se indicó en el acto de creación del Fondo de Capacitación Popular (Acuerdo 09 de 1967, Junta Administradora Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

de Inravisión). Se esperaba que al Fondo llegaran todos los aportes o dineros adquiridos directamente con destino al proyecto. Por ello se entiende que el primer aporte de 2 millones de pesos otorgado por la Empresa Licorera de Cundinamarca (Botero, 1968, p. 90) llegara a este Fondo con destinación específica, como también 256 la tuvieron los dineros que provinieron de las fundaciones europeas, como Adveniat y Pax Terrae, y de la Fundación Ford. Se suponía que los dineros serían aportados y había necesidad de hacer las previsiones para que la destinación llegara a los programas educativos dirigidos a los adultos. Sin embargo, como se ha dicho, ello no resultó ajustado a los hechos. Dado que el Instituto no tenía la capacidad de generar todos los recursos que se hacen necesarios, por los menguados ingresos debilitados por los subsidios a los particulares representados en bajas tarifas, hubo necesidad de apelar a otros organismos del Estado. Por ejemplo, en 1972 el Ministerio de Educación hace un aporte de $8.000.000 para gastos de funcionamiento del Fondo de Capacitación Popular y de $1.000.000 para inversión. El Ministerio de Comunicaciones, por su parte, transfiere $7.900.000 con destino al mismo Fondo, vale decir para la programación de adultos y del Canal 11. Entretanto, la Organización de Estados Americanos (oea) hace llegar COP $150.000 para becas en el Centro Regional de Televisión Educativa que opera dentro el Instituto (Fernández, 1972, p. 177). La oea, además, aportó COP $1.200.000 para el funcionamiento del Centro Regional de Televisión Educativa (Fernández, 1972, p. 173). Pasaban los años y el Instituto no se recuperaba financieramente. Este venía padeciendo una aguda crisis financiera debida principalmente al crecimiento de los costos de operación que eran mayores que el crecimiento de los ingresos, en una rela- ción de tres a uno. Para subsanar el déficit, se puso en funcionamiento una estrategia fundamentada en tres elementos: a) incremento generalizado de todas las tarifas por prestación de servicios cercanas a los índices de inflación para cada año, b) un manejo racional de los recursos del Instituto y c) una reestructuración del pago de la deuda con el fin de reducir el costo financiero que ella implicaba (Leyes, 1989, p. 98). Es la primera vez que se intenta aplicar un criterio distinto al político y de complacencia con las empresas privadas en el pago de las tarifas por los servicios. Por ello se propone apoyarse en un criterio económico como el índice de inflación determinado por el Departamento Nacional de Estadística (dane), entidad que presenta estudios sobre el movimiento de valores de la canasta familiar. Sin embargo, el primer defensor de la tradicional ventaja a las empresas particulares es el mismo ministro de Comunicaciones, situación que enfrenta el entonces director del Instituto. La administración y financiación de los medios masivos para la educación

Para 1989, la administración del Instituto encontró que los déficits en “los ingresos por concesión de espacios de televisión y prestación de servicios auxiliares fueron superiores a los proyectados”, lo cual obligó a hacer los traslados internos requeridos para cubrir los ingresos que faltaron. Pero ello no fue suficiente; hubo 257 necesidad de apelar a Telecom (Empresa Colombiana de Telecomunicaciones) para que aportara COP $1.718 millones que se destinaron al pago de gastos de naciona- lización en la ejecución del contrato con la Thompson-csf para el fortalecimiento de la red nacional de televisión (Lemos, 1989, p. 88).99 Telecom, por su parte, aseguró sus inversiones en la entidad, mediante el establecimiento de acciones para quienes figuraban como socios del Instituto. De esta manera, Telecom quedó con el 99% de las acciones, con unas inversiones mínimas y sin tener en cuenta el patrimonio global del Instituto que había consolidado durante cuarenta años. Los particulares también se beneficiaron porque las cadenas a su servicio permi- tieron transportar las señales en óptimas condiciones. Nuevamente las cadenas comerciales sintieron una inyección tecnológica importante. Entretanto, el Canal Tres quedó en el atraso y nutriéndose de los equipos que dejó la reposición de los canales “nacionales” y “comerciales” que tuvieron prelación. Este es un ejemplo del orden de prioridades, en el cual la televisión educativa y cultural quedó ubicada en un lugar secundario. En ese lugar las probabilidades de irrigación presupuestal eran extremadamente menguadas, lo cual se sintió en el apoyo interno a los programas educativos que entraron definitivamente en barrena. En el medio de la televisión todos reconocen que producir y transmitir es costoso y, cuando faltan los presupuestos, la calidad cae necesariamente. El sentido del proyecto educativo se disuelve en estas eventualidades. Esta primera experiencia se repitió durante muchos eventos hasta el día en que, al parecer, todo estaba claro con la expedición de la Ley 182 de 1995. Cuando los acuerdos entre congresistas, Gobierno y miembros de la sociedad civil, entre ellos acotv en representación de los trabajadores de Inravisión, conciliaron diversas

99 Los costos no previstos hasta el momento cubrían nacionalización de equipos, agente de aduanas, transportador de equipos, recursos técnicos, obras civiles y material eléctrico, honorarios, adquisición de terrenos, viáticos y desplazamientos, torres y otros, los cuales se estimaban en $8.004.120.194 para 1989 y en $1.101.639.336 en 1990. Estos “costos” no incluían el servicio a la deuda que, en total y en ese año, ascendía a $491.837.000 francos franceses. Estas inversiones estaban orientadas, principalmente, al fortalecimiento de los servicios de televisión por parte de Inravisión (televisión comercial y televisión educativa, sin discriminación). Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

posiciones frente al futuro del medio, todo estaba claro: se abrían opciones para los televidentes desde la iniciativa del Estado, desde los particulares y desde las comu- nidades; alternativas de propiedad, administración y programación llevarían consigo la financiación. El caso de Señal Colombia, que se veía más sólido por la trayectoria 258 de Inravisión, fue el primero que evidenció la falta de recursos financieros. Los primeros contratos agotaron los presupuestos destinados para el funcionamiento del canal y la Comisión Nacional de Televisión optó por reclamar para sí la facturación de los contratos de concesión a los particulares por el uso de las señales comerciales en un monto equivalente al 40% de todo el presupuesto de 1996.100 La evidente debilidad financiera hizo temblar la estructura de la programación e, incluso, se habló públicamente de la posibilidad de “apagar el canal” (Arboleda Gómez, 1996). El proyecto educativo no encontró alternativas para superar una de sus difi- cultades mayores: la falta de recursos financieros. Su presencia marginal frente a la televisión comercial, y ambas dentro de Inravisión, no le posibilitó una fuerza mayor ni una identidad propia que asegurara los presupuestos porque faltó la voluntad política para hacerlo y los intereses privados ganaron en el forcejeo por las prioridades. En otros contextos se han intentado salidas imaginativas. En Europa, por ejemplo, se han presentado cuatro modelos de financiación que determinan, asimismo, cuatro modelos de sistema televisivo, con la consecuente orientación en las funciones que las distintas sociedades atribuyen al medio. Estos modelos son:

• La televisión pública se financia, esencialmente, mediante fondos públicos previstos, generalmente, en los Presupuestos Oficiales de cada Estado. • La televisión pública se financia, esencialmente, mediante un canon por tenencia de televisor que paga el ciudadano.

100 El presupuesto de Inravisión para 1996 fue de $80.000 millones, en cifras gruesas. La Comisión Nacional de Televisión recibió para sí la suma de $32.000 millones, en datos globales, por convenio de cesión firmado entre el director del Instituto, el ministro de Comunicaciones y el presidente de la Comisión, como resultado de la interpretación de la Ley 182. Esta decisión creó dificultades para el canal, asunto que fue llevado incluso a la Comisión Sexta del Senado en donde se planteó un debate que duró varias sesiones entre los meses de julio, agosto y septiembre de 1996 y en el cual se evidenciaron los enfrentamientos entre miembros de la Comisión Nacional de Televisión, congresistas, el ministro de Comunicaciones, el director de Inravisión y trabajadores afiliados a acotv. El asunto fue llevado a la Corte Constitucional. La administración y financiación de los medios masivos para la educación

• La televisión pública se financia, esencialmente, con los ingresos publicitarios que se obtienen mediante la venta de tiempos de emisión y de audiencia a los fabricantes y distribuidores de productos y servicios. • La televisión pública se financia mediante un sistema mixto que cumple varias de 259 las vías expuestas (García, 1994, p. 69).

En Estados Unidos existe televisión pública en todos los Estados, a veces con un canal o con dos o tres, en televisión y en radio. En Colombia ha ocurrido un fenómeno particular. Tradicionalmente la televisión educativa y cultural fue financiada con recursos propios de Inravisión, el cual, inicialmente como esta- blecimiento público y posteriormente como empresa industrial y comercial del Estado, aseguraba sus propios ingresos para funcionamiento e inversión. A partir de la Ley 182 de 1995, el Instituto continuó con la generación de ingresos, pero la Comisión Nacional de Televisión se ocupó de su administración y control, lo cual fue ratificado en la Ley 335 de 1996. Por tanto, los presupuestos del Instituto pasaron a depender de las decisiones de la Comisión Nacional de Televisión, perdiendo autonomía y juego en las inversiones y en la asignación de recursos para las operaciones asignadas al Instituto. El último lugar fue asignado a la tele- visión educativa mientras que la primera prioridad fue siempre para la televisión comercial. Cuando salió al aire la llamada Señal Colombia, en diciembre de 1995, llevó consigo el lugar secundario que la caracterizó. El balance entre financiamiento y responsabilidades por ejecutar no tuvo el equilibrio que supusieron, en el inicio del proyecto, administradores, gobiernos y legisladores. Sin embargo, hubo momentos de bonanza en coyunturas específicas que permitieron no solamente la financiación de Inravisión con recursos propios sino que su solvencia llevó a transferir recursos a entidades como Audiovisuales, los canales regionales y Procultura, más los aportes obligatorios de las entidades con destino a la guerra interna. El gobierno nacional así lo dispuso. Cuando la infraestructura tecnológica de transmisión exigió inversiones para su reposición o renovación se requirieron muchos más recursos y el presupuesto quedó desbalan- ceado. Esto mismo sucedió con la ampliación de las redes terrenas vía microondas para transportar la señal por la geografía nacional. Estas “inversiones” no tuvieron retorno racionalmente calculado porque las tarifas fueron establecidas más con criterios políticos que financieros. La carga presupuestal por los programas educa- tivos y culturales de la televisión y de la radio oficial estuvo a cargo de la misma bolsa con los dineros sobrantes en una distribución desigual. Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

Todos los caminos conducían al final de Inravisión como entidad encargada de agenciar la televisión en el país. Un Decreto sentenció la supresión, disolución y liquidación de Inravisión, en el 2004 (Decreto 3550 del 28 de octubre de 2004).101 Dos argumentos sostuvieron la decisión: el primero fue que “Inravisión es finan- 260 cieramente inviable”, fundamentado en evaluaciones de la gestión administrativa y en indicadores de gestión y de eficiencia provenientes de los órganos de control, entre ellas de la Contraloría para la Infraestructura Física y Telecomunicaciones, Comercio Exterior y Desarrollo Regional, del 16 de febrero del 2004 y del Documento Conpes 3314 del 25 de octubre 25 del 2004. El segundo argumento fue que “no existe desarrollo legal alguno que le dé contenido especial a la protec- ción de los derechos de los trabajadores de Inravisión, incluido el de estabilidad […] su régimen es común al de los demás servidores del Estado”, según concepto de la Sala de Consulta y Servicio Civil del Consejo de Estado del 17 de junio del 2003. En consecuencia, el pasivo pensional debe ser transferido por la Comisión Nacional de Televisión a la entidad que cumpla la función del ente suprimido. El primer argumento se respalda en el Documento Conpes que afirma que Audiovisuales102 e Inravisión “no han tenido la capacidad de generar los recursos suficientes para su sostenimiento, creándose una dependencia para el cumplimiento de su objeto, de los recursos de la cntv” (p. 2).103 El documento reconoce que:

La televisión pública se ha visto afectada por el aumento de la oferta televisiva de carácter privado, una disminución de la demanda publicitaria, la reducción acelerada de los recursos de inversión para el sector tanto en infraestructura como en contenidos de calidad y los elevados costos de funcionamiento de Inravisión” (p. 3).

Ante esta situación, se decide que “es imperioso redefinir el modelo de presta- ción de estos servicios [por cuanto] la radio y la televisión pública deben dirigirse al ciudadano más que al consumidor” (p. 4). El nuevo modelo es la operación de

101 Decreto 3550 del 28 de octubre del 2004, por el cual se suprime el Instituto Nacional de Radio y Televisión (Inravisión), y se ordena su disolución y liquidación. 102 Fue creada en 1976 y funcionó hasta el 2004 cuando fue suprimida (Decreto 3551 de 28 octubre 2004). En adelante toma el y se convierte en el Canal Institucional dirigido por rtvc (Radio Televisión de Colombia). 103 Documento Conpes 3314 de octubre 25 del 2004. La administración y financiación de los medios masivos para la educación

canales privados104 en virtud del cual “los niveles de inversión de INRAVISIÓN disminuyeron progresivamente pasando de aproximadamente COP $20.000 millones de pesos anuales en 1996 a cero en el año 2003” (p. 9).105 El resultado en el corto plazo fue que el “nuevo esquema de competencia puso en desventaja 261 tanto al operador nacional como a los programadores de los canales públicos” (p. 10).106 El Documento Conpes argumenta con cifras de Ibope, Planeación Nacional e Inravisión. Las normas recién expedidas (Ley 182 de 1995 y Ley 335 de 1996) transfirieron la función financiera a la Comisión Nacional de Televisión y, obviamente, Inravisión quedó sin la capacidad de administrar los recursos que produce.107 El Instituto es definido como una empresa industrial y comercial del Estado pero no tiene autonomía ni administrativa ni financiera. Se había supri- mido el supuesto que fundamentaba un instituto descentralizado como Inravisión, creado en 1963 (Decreto 3267). Es más: la rtvc (Radio Televisión de Colombia), como entidad de reemplazo, tampoco asumió la administración de sus recursos sino que siguió con la dependencia de la cntv, ahora antv (Autoridad Nacional de Televisión). El Documento Conpes afirma, igualmente, que “existe duplicidad de funciones en algunas actividades principales del sector como son programación, produc- ción, post-producción y transporte de las señales” (p. 11) y menciona a Inravisión, Audiovisuales, terceros y canales regionales. Estos organismos fueron creados con esas especificidades que ahora no se pueden imputar como ineficiencias atribuibles, en este caso, a Inravisión. Por el contrario, este Instituto aportó equipos, asesoría e infraestructura para la operación de los canales regionales y el funcionamiento de

104 Los dos primeros canales privados fueron Caracol y rcn. La concesión “fue otorgada por licitación pública en 1998, por 10 años prorrogables con el pago de US$95 millones cada uno, y una compensación del 1,5% de la facturación bruta anual”, según el Documento Conpes 3314. 105 Estados financieros de Inravisión, citados en el Documento Conpes 3314. 106 “Los canales Uno y A perdieron progresivamente su audiencia y por lo tanto sus ingresos operativos. Dichos canales se encontraron con inflexibilidades que no les permitieron explotar las expectativas del público, como la falta de unidad de criterios de programación y la imposi- bilidad de llegar a acuerdos comerciales suficientemente rentables entre concesionarios como la programación en franjas”, concluye el Documento Conpes 3314. Los canales Caracol y rcn llevaron consigo la pauta publicitaria de las empresas de sus conglomerados y, con ello, debilitaron el sistema mixto y, de paso, a Inravisión.

107 La cntv recibe los pagos por servicios, como queda explicado en la Nota 17 del Documento Conpes 3314 y en el cuadro 2. Nuevo esquema propuesto (p. 24). Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

Audiovisuales por decisiones administrativas de los gobiernos. No se menciona que el documento se refiere a las redes terrenas de transmisión vía microondas ya que aún no se tenían servicios satelitales para todos los servicios, la tecnología digital apenas se implantaba en una fase inicial y, entretanto, la reposición de equipos se 262 hacía para mantener la tecnología analógica. En síntesis, es el mismo Inravisión sin la transmisión, que pasa a Telecom, con las funciones de Audiovisuales, también suprimida, más el “Canal Institucional” que había sido creado como canal del Congreso de la República y que ahora se identifica como rtvc. El segundo argumento es el punto central. En el momento de la creación del Documento Conpes citado estaban vinculados a Inravisión 411 empleados, de los cuales 137 ocupaban cargos administrativos. Hay que tener en cuenta que en 1992 la planta aprobada era de 1.288 empleados y que los planes de retiro redujeron el volumen de funcionarios a la cifra mencionada, tema que no es tratado en el Documento Conpes en mención. Una opción frente a problemas administrativos y financieros era la reestructuración de Inravisión que fue desechada porque “se mantienen grandes desventajas operacionales y organizacionales en lo que concierne a unos excesivos costos laborales, una convención colectiva onerosa, el incremento progresivo del pasivo pensional y una menor flexibilidad en el logro de los objetivos de eficiencia” (p. 15), según el mismo Documento Conpes. Todos los argumentos fueron de carácter financiero. Allí estaba un obstáculo fundamental atribuido a los costos laborales, con lo cual se ocultaban los costos en otros sectores como los operacionales, las bajas tarifas de servicios, el despilfarro de recursos y las transferencias a otras entidades.108 Un aspecto señalado como relevante es la falta de competitividad y modernización tecnológica, ineficiencia financiera y costos operacionales altos que no se explican dentro de la historia de Inravisión sino que solamente son mencionados. El aspecto, sin embargo, más decisivo que no aparece mencionado es la orga- nización de los trabajadores de Inravisión, acotv, la cual tomó como su bandera política la defensa de la televisión pública, cultural y educativa a cargo del Estado.

108 Gustavo Castro Caycedo plasmó estos hechos, veinte años antes, en dos libros: La televisión en negro (1980) y El libro blanco de la tv (1981). Inravisión aportó recursos para la guerra, los canales regionales, Audiovisuales, Procultura y la producción, emisión y transmisión de televisión y de radio para la Presidencia de la República en las diferentes administraciones; para mencionar solamente algunas, los viajes dentro del país y en el exterior de las comitivas presidenciales, las negociaciones de paz con las farc, en el Caguán, del presidente Andrés Pastrana y los “consejos comunitarios” del Gobierno de Álvaro Uribe Vélez. La administración y financiación de los medios masivos para la educación

El Documento repite esta función como inherente al Estado pero los hechos mostraron que era solamente un discurso. La supresión del Instituto implicaba la desaparición del sindicato y la decisión legal, en consecuencia, tenía este objetivo. La televisión educativa no contó con el último doliente que le quedaba. El camino 263 estaba despejado para colocar en un lugar más secundario aún al canal Señal Colombia y, por tanto, continuar con el fortalecimiento de las ofertas comerciali- zadas. El nuevo ente, la rtvc no tuvo dentro de sus funciones el desarrollo de la educación (Decreto 3912 de 2004). Un año después del Decreto de supresión de Inravisión, el Departamento Nacional de Planeación presentó el “Estudio de caso: Reforma de la televisión pública en Colombia” (dnp, 2005). El estudio hace un diagnóstico de la televisión pública, un análisis jurídico, una comparación con otros países y la organización de diferentes escenarios y recomendaciones de acción. El documento hace énfasis detallado sobre los dos puntos centrales mencionados que justifican, como conclu- sión, las medidas de supresión de las dos entidades y deja la preocupación de la dependencia de la cntv que se superaría si la rtvc, como condición necesaria, asume una estrategia comercial, es reconocida su marca y amplía tanto la disponibilidad de los canales en el ámbito nacional como sus políticas decisivas. En suma, es una tautología: la rtvc tendrá éxito si sus operaciones tienen éxito, con lo cual no señala el camino de cómo hacerlo y con cuáles recursos cuenta como política de Estado. El sistema mixto que era reivindicado por el Estado como una de sus respon- sabilidades fundamentales en la prestación del servicio de televisión y radio oficial, y que fue defendido como argumento para apoyar a las empresas privadas, se convirtió en el sepulturero de la opción educativa y cultural. A él correspondía la administración y la financiación como lo había hecho por cerca de 40 años. Hubieran debido intervenir, por ejemplo, además del propio Instituto, la Comisión Nacional de Televisión, los Ministerios de Comunicaciones y Educación, Planeación Nacional, Colciencias, las universidades y colegios del Estado, las Secretarías de Educación, los centros de investigación, entre muchos otros. Pero el silencio respaldó la decisión gubernamental.

La planta física: un viacrucis

La concentración de todas las actividades del Instituto en unas solas instalaciones parece un libreto aprendido por todos los ministros y directores del Instituto. Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

Siempre se repite porque nunca se soluciona. Inicialmente fueron las instalaciones de la Calle 24, entre carreras 5ª y 6ª, en San Diego, al lado de la Biblioteca Nacional, en donde se generaron las transmisiones desde el Estudio Uno y luego en los cuatro siguientes que se construyeron. Allí se producían programas tanto de televisión 264 educativa como aquellos adjudicados a empresas concesionarias de espacios, es decir al sistema mixto según el cual Inravisión colocaba la infraestructura de producción y de transmisión y los particulares colocaban el talento y la dirección de los programas. Cuando a principios de los años sesenta se entregaron las instalaciones de la Imprenta Nacional a Inravisión, en la Avenida El Dorado, en el Centro Administrativo Nacional (can), la televisión educativa para niños tuvo ese espacio para sus actividades de televisión compartidas con la Radio Nacional de Colombia que se había trasladado de la carrera 17 entre calles 25 y 26, en donde funcionaba inicialmente. En cambio, el Fondo de Capacitación Popular siempre estuvo en la diáspora. La apertura del programa en 1967 tuvo lugar en una casa de Colsubsidio (Caja Colombiana de Subsidio Familiar) en el centro de la ciudad. En 1969 se tomaron en arrendamiento tres casas en el sector de Palermo, en donde funcionó el programa hasta 1972.109 En este año se trasladó a la Avenida Caracas con calle 63, esquina noroccidental, en un edificio en arrendamiento. Allí fue trasladada la televisión educativa infantil, de las instalaciones del can, sede que compartió hasta 1994, año en el que se tomó un piso de un edificio de Caprecom en la avenida El Dorado. Hasta el primer semestre de 1997 este fue el lugar de las oficinas. De allí regresaron a las instalaciones de Inravisión en el can hasta su liquidación. El tránsito por diferentes lugares de la ciudad capital muestra la escasa apropiación que de los programas de televisión hizo el propio Inravisión y el lugar secundario en donde fueron colocados. Sin embargo, Inravisión tampoco tuvo sede propia. Su primer albergue fueron los sótanos de la Biblioteca Nacional, en San Diego, en donde siempre fue conside- rado incómodo, riesgoso para la seguridad del patrimonio de la Biblioteca, invasor de un espacio no convenido y fruto de una decisión presidencial en periodo de dictadura, según se argumentaba. Siempre cargó con el estigma de estar donde no debía. Hasta finales de los años sesenta no se cuestionaba tan fuertemente

109 Una de ellas, la sede principal, se encontraba en la calle 42 con carrera 15, la otra en la carrera 15 con calle 41, y la tercera en la calle 38-a con carrera 15, en el barrio Teusaquillo de Bogotá. La administración y financiación de los medios masivos para la educación

su estadía en esta sede, pero muy pronto se hizo un lugar común la urgencia de abandonar las instalaciones y trasladarse a otro lugar. Los argumentos fueron los mismos y, por tanto, repetitivos: siempre se hizo referencia a la Biblioteca Nacional y a los “riesgos”, a la conveniencia de tener todos los recursos y el personal en un 265 sólo lugar y en la facilidad para desarrollar las operaciones. Dentro de la reestructuración prevista para 1985 se incluía la construcción de un edificio en la sede del can al cual se trasladarían las dependencias que funcionaban en San Diego desde 1954. Dicho edificio significaría “una solución a los problemas técnicos y administrativos del Instituto al integrarlo en una sola sede dotada, además, de las especificaciones necesarias para una estación productora y emisora de televi- sión” (Sanín, 1984, p. 78). Ni reestructuración ni edificio tuvieron realización, sólo quedaron las intenciones. La iniciativa no era original, se trataba de dar vía a una idea que se venía analizando desde 1968. En este momento se consideraba inade- cuada la planta física utilizada en los terrenos de la Biblioteca Nacional. El informe del ministro Antonio Díaz afirmaba, en 1970, que era “un local provisional, que no guarda las características necesarias de una planta de producción de programas comerciales de televisión” (Botero, 1968, pp. 93-94). La provisionalidad del funciona- miento de la planta, la ubicación fuera del lugar en donde el Instituto había decidido centralizar sus servicios y en donde se habían ubicado cinematografía, los estudios de la Radio Nacional y los estudios y dependencias administrativas de la televisión educativa, presionaban el traslado al antiguo edificio de la Imprenta Nacional en el can. El mismo ministro de Comunicaciones, Douglas Botero Boshell, recomendaba la construcción de los estudios definitivos de la Televisora Nacional en los terrenos del can, para lo cual se tenía previsto un presupuesto de $10 millones y la obra iniciaría en 1969. Esta iniciativa quedó en proyecto. Otra idea de centralizar todas las dependencias proviene de 1972. En esta oportunidad, el informe del ministro Juan B. Fernández mencionaba la adquisición del lote de 28.000 metros cuadrados ubicado en las inmediaciones del Cementerio Central por un valor de $10.000.000; en ese momento se adelantaban estudios de suelos y preparación de los anteproyectos (Fernández, 1972, p. 155). En el informe ministerial de 1976 nuevamente se mencionaba el asunto y se decía que “actualmente se está en la etapa del anteproyecto y se tramitan los contratos para planos generales y de detalles y para asesorías. Se prevé que a finales de este año se abrirán las licitaciones para las estructuras y construcción” (Gaviria, 1976, p. 201). La ubicación se consideraba central porque “permite acceso fácil por varias Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

vías y sus alrededores no presentan obstáculos de altura que no se puedan salvar fácilmente con una torre de antenas como la proyectada”.110 El informe de la ministra Noemí Sanín Posada repetía que una de las razones para trasladar las dependencias que funcionaban en los sótanos de la Biblioteca 266 Nacional era que constituían “un riesgo para el Archivo Nacional” (Sanín, 1984, p. 78). El argumento formaba parte del libreto aprendido de una generación a otra. Para mostrar la importancia que daba al proyecto el director de Inravisión, Fernando Barrero Chaves, tomaba como referencia la torre de Berlín que sirve de centro visual para esa ciudad; así sería la torre homóloga en Bogotá. Pero el proyecto nunca se ejecutó. La dosis de optimismo llevaba a proponer la inversión de dineros que nunca estuvieron disponibles. En el informe de 1990 todavía aparecían los mismos argumentos de años anteriores. Allí se decía que “la existencia de diferentes sedes de Inravisión presenta inconvenientes para su funcionamiento administrativo, incrementa los costos de funcionamiento (sic) y, adicionalmente, las instalaciones de San Diego no son adecuadas para los servicios de producción de televisión que debe prestar la entidad” (Daníes, 1990, p. 241). Los riesgos para la Biblioteca nuevamente sirvieron de argumento. Se decía que

[…] la sede de San Diego funciona en inmediaciones de la Biblioteca Nacional, donde se conserva el Archivo Nacional. Si bien se han tomado medidas para minimizar el riesgo que los estudios de televisión ofrecen para la zona, dada la importancia de tales documentos y las características de los equipos, resulta de interés nacional desocupar la sede de San Diego y, por consiguiente, adecuar otra sede que permita que el Instituto siga prestando los servicios que la ley ordena (Daníes, 1990, p. 241).

Después de haber realizado programas por un periodo de 36 años en las insta- laciones ubicadas en San Diego se argumentaba que generaban riesgos. Por otra parte, las justificaciones que se hicieron para ventilar el otro proyecto de traslado al terreno vecino al Cementerio Central y, por tanto, abandonar las instalaciones ubicadas en el can, quedaron en la formulación porque el terreno fue vendido y

110 En el informe de Gaviria (1976, p. 210) se describen las características del proyecto, el área administrativa, la zona de estudios, servicios técnicos, escenografía y utilería, camerinos, maquillaje y sastrería, controles técnicos centrales y otros servicios, cinematografía, radio nacional, talleres, costos específicos y programa de financiación. Todo ello implica los procesos técnicos que se adelantaron y el alto costo que conllevaron para, finalmente, generar un “resultado cero”. La administración y financiación de los medios masivos para la educación

nunca se utilizó para el objetivo que había justificado su adquisición. Los estudios, planos, proyecciones, etcétera, quedaron en ideas porque, al fin y al cabo, todas las inversiones se hicieron en el can. El informe ministerial de 1990 dejaba sentado que:

267 Inravisión adelantó la realización de un anteproyecto arquitectónico que contem-

plara la ampliación de la sede del can, de tal forma que se permita el traslado de las instalaciones que funcionan en San Diego. Este anteproyecto se adelantó sobre dos premisas fundamentales, a saber: un corto tiempo de ejecución y un bajo costo de realización (Daníes, 1990, p. 241).

En julio de 1994, con ocasión de los 40 años de la televisión en Colombia y en la inauguración de una exposición fotográfica alusiva a esta conmemoración, tanto el ministro de Comunicaciones como el director de la Biblioteca Nacional nuevamente hicieron referencia a estos “riesgos”. acotv, como sindicato de los trabajadores de Inravisión, interpretó esta medida como un indicador del debilitamiento del Instituto y de la intención velada de su liquidación por parte del Gobierno. Todo esto ocurría después de los hechos. Los argumentos no detuvieron el proceso porque el 20 de enero de 1993 había sido abandonada la planta de San Diego, esta vez de manera defini- tiva.111 Sólo tres meses antes del traslado se estaban haciendo inversiones en esta sede como instalación de equipos, adecuación de oficinas y modificación de espacios. La decisión, entretanto, andaba rápido y todo debió ser concentrado en la sede del can. Entretanto, el Fondo de Capacitación Popular y la Televisión Educativa perma- necieron en la diáspora. La diáspora no era sólo en relación con las instalaciones de la planta física, también lo fue de la administración y de la financiación de sus proyectos. El Estado había declarado, de manera implícita, su incapacidad de continuar con el proyecto y, desde luego, hacer algún esfuerzo administrativo o financiero para continuar con él como parte de su misión constitucional y política. Este fue un final silencioso que no tuvo resonancia en los medios masivos, en las sesiones de control político del Congreso de la República ni en los informes de los ministros de Comunicaciones o de Educación. No hubo dolientes.

111 Las dependencias de San Diego se abandonaron el 20 de enero de 1993, en cumplimiento de un acuerdo entre el Ministerio de Comunicaciones, en cabeza de William Jaramillo Gómez, el director de Inravisión, Luis Guillermo Ángel Correa, el director de Colcultura, Juan Luis Mejía, y el director de la Biblioteca Nacional, Carlos José Reyes. Estado y medios masivos para la educación en Colombia (1929-2004)

La decisión del alto gobierno daba punto final a los proyectos educativos. El Decreto 3550 de 2004 suprimía el Instituto Nacional de Radio y Televisión, Inravisión, y ordenaba su disolución y liquidación, y con ello su trayectoria educativa. La rtvc que lo sustituyó (Decreto 3912 de 2004) no incluyó funciones 268 relacionadas con la educación. Las disposiciones legales de 1963 (Decreto 3267) que habían fundamentado la actividad educativa habían sido canceladas de manera definitiva por el mismo Estado que las había creado.

Referencias

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