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Antología de poetas líricos castellanos. Tratado de los Romances Viejos. T. 2 Índice: CAPÍTULO XXXVI.—ROMANCES HISTÓRICOS VARIOS.—LA INFANTA DOÑA TERESA.—EL CONDE VÉLEZ.—EL PECHO DE LOS CINCO MARAVEDÍS.—LAS CUITAS DEL REY SABIO.—EL EMPLAZAMIENTO DE FERNANDO IV.—CICLO DEL REY DON PEDRO.—EL DUQUE DE ARJONA. CAPÍTULO XXXVII.—ROMANCES FRONTERIZOS CAPITULO XXXVIII.—ROMANCES HISTÓRICOS DE TEMA NO CASTELLANO. CAPÍTULO XXXIX.—ROMANCES CABALLERESCOS DEL CICLO CAROLINGIO. CAPÍTULO XL.—ROMANCES CABALLERESCOS DEL CICLO BRETÓN.— ROMANCES DERIVADOS DE LOS LIBROS INDÍGENAS DE CABALLERÍAS. CAPÍTULO XLI.—ROMANCES NOVELESCOS Y CABALLERESCOS SUELTOS file:///C|/PARA_PUBLICAR/ABRIL/MENENDEZ_PELAYO/029126/029126.HTM ANTOLOGÍA DE POETAS LÍRICOS CASTELLANOS — VII : PARTE SEGUNDA : TRATADO DE LOS ROMANCES VIEJOS. II. [p. 7] CAPÍTULO XXXVI.—ROMANCES HISTÓRICOS VARIOS.—LA INFANTA DOÑA TERESA.—EL CONDE VÉLEZ.—EL PECHO DE LOS CINCO MARAVEDÍS.—LAS CUITAS DEL REY SABIO.—EL EMPLAZAMIENTO DE FERNANDO IV.—CICLO DEL REY DON PEDRO.—EL DUQUE DE ARJONA. Al perderse la primitiva vitalidad de la poesía épica y disolverse los antiguos ciclos, comenzó la elaboración de romances históricos sueltos, pero son muy pocos los que cantan asuntos anteriores al reinado de Don Pedro. Sólo cuatro admitió Wolf, y no puede ampliarse mucho el número. Ninguno de ellos, salvo acaso el del emplazamiento del rey Don Fernando IV, puede tenerse ni remotamente por contemporáneo de los hechos que narra. El primero de ellos, sacado de la Crónica General, aunque no al pie de la letra, se refiere al supuesto casamiento de Almanzor con una hija de Bermudo II. Encuéntrase por primera vez este relato en el Chronicón del obispo de Oviedo D. Pelayo, escrito después del año 1119, según razonable conjetura. Este cronista, pues, a quien generalmente se concede muy poca autoridad en todas las cosas algo remotas de su tiempo, refiere que el rey de León Alfonso V dió por bien de paz a cierto rey pagano de Toledo una hermana en matrimonio, no sin que ella lo resistiera mucho y amenazara al moro con que el ángel del Señor le heriría si la tocaba. Una sola vez tuvo el Rey acceso con ella, y el ángel le hirió de muerte. [p. 8] Sintiéndose próximo a su fin, llamó a los de su Cámara y Consejo y les mandó devolver la Infanta al de León con grande aparato y comitiva y muchos camellos cargados de oro, plata, piedras preciosas, ricas vestiduras y otros magníficos presentes. La Infanta entró monja en San Pelayo de Oviedo, y allí fué enterrada. [1] El arzobispo D. Rodrigo repite esta misma narración, añadiendo solamente dos circunstancias: el nombre del rey moro de Toledo, que, segun él, era Abdalla, y la condición del pacto que había hecho con el rey de León, que era prestarle auxilio contra el emir de Córdoba. [2] En una de sus Recherches o disquisiciones históricas intentó Dozy demostrar el fundamento histórico de esta leyenda, que algunos historiadores nuestros habían tenido por mera fábula. [3] [p. 9] Ante todo, consta la existencia de la infanta Doña Teresa, que en el año 1017 suscribe una donación hecha por su madre a la iglesia de Compostela; que en 27 de enero de 1030, juntamente con su hermana Doña Sancha, hace a la misma iglesia donación de la villa de Serantes, titulándose en el privilegio hija del rey Don Bermudo y de la reina Doña Elvira. Consta su residencia en San Pelayo de Oviedo, donde firmó un diploma en 22 de diciembre de 1037; consta su fallecimiento en 25 de abril de 1039, y en su largo epitafio, publicado por el P. Yepes, [1] se la llama Tarasia Christo dicata, proles Beremundi regis et Geloirae Reginae, clara parentatu, clarior et merito. La leyenda fué recogida por el obispo de Oviedo probablemente en el mismo claustro de San Pedro, donde la Infanta pasó los últimos años de su penitente vida. El casamiento de Doña Teresa aparece confirmado por los historiadores árabes Aben Jaldún y Aben file:///C|/PARA_PUBLICAR/ABRIL/MENENDEZ_PELAYO/029126/029126.HTM (1 de 57)01/04/2008 12:53:50 file:///C|/PARA_PUBLICAR/ABRIL/MENENDEZ_PELAYO/029126/029126.HTM al Jatib; pero si hubiéramos de creerles, su marido no fue rey de Toledo ni rey de ninguna parte, aunque más poderoso que los reyes: fué el terrible Almanzor, azote de los cristianos. Aben Jaldún cuenta que en el año 933, Bermudo II envió su hija a Almanzor: da a entender que como esclava, pero añade que Almanzor la manumitió después y la hizo su esposa. Aben al Jatib escribe: «Almanzor hizo más de setenta campañas: conquistó muchas provincias; extirpó la cizaña de la impiedad; humilló a los infieles; desbarató sus ejércitos; arrancó las cruces; llegó hasta el último confín de las tierras de los enemigos, y les impuso tributos. El caudillo de los rumíes tuvo de él tal temor, que quiso juntar su casa con la suya, y le ofreció su hija, que llegó a ser la mujer favorita de Almanzor, y sobrepujó a todas sus compañeras en piedad (?) y en virtud.» La última frase hasta parece indicar que doña Teresa hubiese abrazado el mahometismo. Nótese que ninguno de los autores musulmanes atribuye la afrentosa entrega al excelente rey Alfonso V, sino a su padre Bermudo II, que ha dejado en nuestras historias un nombre oscuro y nada glorioso. Según los cálculos cronológicos de Dozy, la vuelta de Doña Teresa a León debería ponerse en 1003, año [p. 10] en que Alfonso V hizo ventajosas paces con Modhafar, hijo de Almanzor, y estipuló sin duda el rescate de su hermana. Como se ve, Aben Jaldún y Aben al Jatib distan mucho de estar conformes con D. Pelayo en las circunstancias del lance: fijan distinto reinado y dan distinto esposo a Doña Teresa: para los unos es Almanzor; para el obispo de Oviedo era un rey de Toledo sin nombre; para el arzobispo D. Rodrigo un cierto Abdala, que no puede ser otro que el gobernador toledano llamado por mote Piedra Seca. Tal confusión de tiempos y personas engendra muchas sospechas, que luego se confirman con argumentos más graves. Dozy (prescindiendo por lo tardía y lo inverosímil de la versión del Arzobispo, puesto que Abdala en ningún tiempo pudo llamarse rey de Toledo) quiso demostrar la imposibilidad de la versión de D. Pelayo, alegando, entre otras razones de menos peso, que el rey de Toledo Aben Jaich, cuyo poder era por otra parte muy flaco y no podía infundir grandes recelos a Alfonso V, vivió hasta 1036, y sabemos que Doña Teresa estaba ya en su convento de León en 1017. Acaso pudiera objetarse sin excesiva sutileza que ni D. Pelayo ni el Toledano dicen resueltamente que el Rey muriese, sino que fué herido por el ángel del Señor, y que, sintiéndose próximo a la muerte, o en inminente peligro de muerte, mandó dar libertad a su esposa y devolverla honoríficamente a su tierra. Pudo convalecer después, levantando de él su mano el ángel que le había herido: en los términos de una leyenda sobrenatural todo cabe. Pero si esta versión ofrece dificultades, todavía las presenta mayores el casamiento con Almanzor, que Dozy admite, y cuya evidente imposibilidad cronológica acaba de demostrar D. Emilio Cotarelo. [1] Doña Elvira no pudo casarse en 993 con Almanzor, como supone Aben Jaldon, porque entonces tendría a lo sumo cinco años, como nacida del segundo matrimonio, que su padre contrajo en 987 o poco después. Lo que no parece tan difícil de [p. 11] admitir, porque en nada se opone a la cronología, es el casamiento de Almanzor con otra princesa del Norte, de la cual tuvo un hijo, llanado en Córdoba Abderramán Sanchol, por ser nieto de un Sancho. Este Sancho pudo ser sin inconveniente alguno Don Sancho II Abarca, rey de Navarra, y entenderse de él el texto de Aben al Jatib, porque, en fin, toda leyenda nace de algo. file:///C|/PARA_PUBLICAR/ABRIL/MENENDEZ_PELAYO/029126/029126.HTM (2 de 57)01/04/2008 12:53:50 file:///C|/PARA_PUBLICAR/ABRIL/MENENDEZ_PELAYO/029126/029126.HTM Ésta, como casi todas las de nuestra historia primitiva, fué recogida en la Crónica General, que la tomó casi literalmente del arzobispo D. Rodrigo, amplificando un poco el relato. «Cuenta la estoria que este rey Don Alfonso mantuvo bien su reyno, por consejo de los sabios, por quien él se guiava; mas empero que él era niño dió con poco seso a su hermana Doña Teresa a Abdalla, rey de Toledo, por razon que le ayudasse contra el rey de Cordoua; pero esto non fizo él de si mismo, mas por consejo de los altos homes, porque hoviesse paz con él, ca fazie en la tierra mucho daño: e aquel Abadalla fizie infinta que era Christiano; pero escondidamente; [1] e hauie ya jurado e prometido al rey Don Alfonso de le ayudar contra los moros a quien quier que viniesse; pero este casamiento non fué con prazer de la dueña: e despues que gela houieron llevado a Toledo, quiso el moro aver con ella su prazer e su solaz, e la dueña le dixo: «Yo soy Christiana, e tú eres moro, e non ha menester que me tangas, ca yo non quiero hauer companna con home de otra ley: e digote que si pusieres mano en mí, o me fizieres pesar, que te matará luego el Ángel de aquel mi Señor Iesu Christo en quien yo creo.» E el moro non se dió nada por ello; e tovol en desden, e trauó della e fizo su voluntad en ella; mas luego a poca de ora le firió el Ángel de Dios de una tan grande enfermedad donde bien cuydó ser muerto, [2] e llamó sus homes e mandó cargar muchos cauallos de oro, e de prata, e de piedras preciosas, e embió todo aquello de consuno con la dueña para Leon, a su [p.