Baronesa Dandy, Reina Dadá
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Gloria G. Durán BARONESA DANDY, REINA DADÁ La vida-obra de Elsa von Freytag-Loringhoven Introducción de Luis Antonio de Villena Colección VITA ÆSTHETICA ÍNDICE Dirección Federico L. Silvestre DANDYS, ESTETAS Y GINANDRAS 1 Mujeres en la rebelión estética 1 XPERIMENTOS MATRIMONIALES © del texto: Gloria G. Durán E 11 © de la edición: Díaz & Pons Editores, 2013 Leopold, el tercero 11 August: el primero, el maestro 20 Corrección: Antonio Díaz Correa Felix: el traductor 25 Diseño: XXX UNA SEXUALIDAD DESBORDADA 33 Maquetación: D+G Impresión: XXX Body Sweats 33 Confesiones 43 ISBN: XXX GREENWICH VILLAGE 57 Depósito Legal: XXX Códigos BIC: XXX MARCEL DUCHAMP: M’ARS 71 DE DIOSES Y CAÑERÍAS 89 Díaz & Pons Editores S. L. UNA PERFORMER DADAISTA 111 MODA DADA 131 Impreso en España · Printed in Spain LA MUERTE NO PUEDE SUICIDARSE 145 DANDYS, ESTETAS Y GINANDRAS Luis Antonio de Villena MUJERES EN LA REBELIÓN ESTÉTICA Si uno repasa la formación y los primeros esplendores de lo que fue —y es, de otro modo— el dandysmo, el esteticis- mo o el decadentismo —tan unido a la corriente transgre- sora del periodo «entresiglos»— o a la androginia que mu- chos de esos gestos conllevaron como rebelión contra el género, contra el dominio de un poder casi unívoco —po- lítico y religioso— desde comienzos del XIX se da cuenta, entre muchos nombres ilustres más o menos conocidos, de la casi radical ausencia de mujeres. George Sand —vesti- da en su juventud de hombre— es un caso más aparente que real, porque llevó después una vida muy convencional. Hubo pocas mujeres, quizá porque éstas —en el sentido real y en el figurado— no habían roto todavía con el corsé. La transgresión estética de la mujer llega, especialmente, con el nacimiento de la «modernidad» —el «modernism» anglosajón— a principios del siglo XX y, sobre todo, con 1 Luis Antonio de Villena Dandys, estetas y ginandras las iniciales vanguardias y todo lo que estas conllevaron de de la protección efectiva, pecuniaria, de millonarias que ellas libertad. mismas se sentían modernas y rupturales, como Peggy Gug- Hubo un caso excepcional que marcó los inicios —y dada enheim o Nancy Cunnard —fotografiada con mil brazaletes la longevidad de la dama— buena parte del desarrollo, en el étnicos por Man Ray— , que era nada menos que la hija del siglo XX, de esta modernidad femenina. Hablo de la millo- dueño de la gran naviera «Cunnard». En este capítulo han naria norteamericana Natalie Clifford-Barney (1876-1972) de entrar otras modernas como la bella Mina Loy —que se que vivió casi toda su vida en París, entonces capital general casó con el vanguardista y singular Arthur Cravan, también de la cultura, y allí no sólo se atrevió a hacer del safismo una sobrino de Wilde, pero este sólo por línea política— o como religión transgresora, sino que fue esperable amante —en su la imagista H. D. amiga de Pound —que le sugirió firmar gran promiscuidad— de la poetisa Renée Vivien. Y lo quye con iniciales— y que trajo el mundo griego a la poesía mo- nos importa más —porque era un género sin descodificar— derna a la vez que se psicoanalizaba con Freud. de una célebre y muy famosa démi-mondaine, Liane de Pougy Vita Sackville-West, aristócrata lesbiana y amiga de Vir- que escribió en clave una novela sobre esos amores, Idilio gina Woolf —a la que inspiró la gran novela «Orlando»— se sáfico (1900) que yo traduje al español en 2010 para Egales. vestía de hombre para viajar con una de sus amantes, Violet Natalie —en su casa de la rue Jacob, con templete al Amor Trefussis, aunque ambas estaban casadas. ¿Basta vestirse de en el jardín— se abrió —aunque ella fuera siempre, y en el hombre para que una mujer se convierta en dandy, ya que fondo, una escritora ocasional y muy «belle-époque» en fran- sin duda todas las que he mencionado eran notables estetas? cés— a todas las verdaderas «modernas» que llegaban al París No. Ha de vestirse de hombre —como lo hacía Vita— con el más tolerante y abierto de los años 20. Por su casa —y a ve- deseo de provocar, de descolocar al espectador, para que este ces con sus brazos, aunque fuera ocasionalmente— pasaron dude y, si llega el caso, se escandalice. El dandysmo es arte no la pintora Romaine Brooks, a la larga su amante de mayor sólo pose. Vita buscó ese escándalo, y pudo entonces hallarse duración, Djuna Barnes que la retrata en su El almanaque de con el «ginandrismo». las mujeres (1928) como «Evangeline Musset» y, por supuesto, Si el andrógino es un ser ambiguo —para muchos, como Dolly Wilde, la extraordinaria y verdadera sobrina de Oscar, para el Sâr Peladan, una raza futura— en el que desde fuera o Radclyffe Hall la gran autora de El pozo de la soledad y mu- predominarían los rasgos masculinos, aunque sean efébicos jer que se acercó al ginandrismo. En verdad todas o casi todas o de cercana adolescencia, la «ginandra» —que no es sino aquellas modernas transgresoras —nadie se ha parecido más la misma palabra, anteponiendo lo femenino a lo masculi- a Oscar Wilde, en una foto, que su propia sobrina posando no— es ese mismo o parecido ser ambiguo, dudoso, entre para imitarlo, quizás eso sea una ginandra básica— tuvieron dos géneros, pero en cuyo dudoso aspecto exterior predomi- la fortuna, en años que aún sabían del mecenazgo, de gozar na el componente femenino. Por ello Vita fue una ginandra, 2 3 Luis Antonio de Villena Dandys, estetas y ginandras y también Clifford-Barney cuando en su juventud se disfra- representa su drama poético Le marthyre de Saint Sebastien, zaba de paje, pero la joven se adivina más que el muchacho escrito en francés, acude a la actriz rusa Ida Rubinstein, les- que también está o lo pretende. Si nos venimos a lo más biana y con aires de muchacho, según la había pintado en moderno, la cantante Patty Smith fue un caso magnífico de 1910 el gran Leon Bakst. Ida —perfecta ginandra— dará la ginandrismo, como Rimbaud chica cuando imitaba al poe- imagen que D’Annunzio pensaba para su San Sebastián, el de ta maldito y tenía relaciones con un conocido homosexual un jovencito ambiguo, que queda en un cuerpo femenino, como fue el fotógrafo Robert Mapplethorpe —¿y que de- sin merma de esa mentada ambigüedad. cir de Colette, que vivió hasta los años cincuenta pasados? En varios de los casos citados —como tantas veces ocurre También se vistió de hombre y tuvo sus seducciones sáficas, en el dandysmo— la representación de la vida, pensada o so- pero (para mí) el encanto mayor de Colette es el de haber ñada según el modelo de la obra de arte, puede resultar más dado voz a unos jóvenes ambiguos y mimosos, queridos por atractiva que la obra misma, no siempre alta o solo dentro de mujeres mayores e hijos, a menudo de cortesanas, como el la altura de la curiosidad temporal. La vida y los propósitos protagonista del que toma su título su novela Cheri—. de Freytag-Loringhoven valen más que sus poemas o sus an- La rebelión que se puede atribuir a la gran poetisa del ticipos de ready made. Sin embargo la biografía tumultuosa y expresionismo alemán, Else Lasker-Schüler —que era judía, alcohólica de la primera Barnes, o aún su segunda etapa de pero laica y perfectamente asimilada a la cultura germáni- casi autoprisionera en el apartamento de Patching Place, en ca— es la misma que se puede reconocer desde cierto da- Nueva York, no pueden ocultar el fulgor de esa gran novela daísmo o cierto exhibicionismo intencionado a la baronesa moderna —tan admirada por Eliot— que es Nightwood. Ni Elsa von Freytag-Loringhoven, sobre la que el lector se dis- aunque se hable de su amor por la escultora Thelma Wood pone a conocer el muy sugerente libro de Gloria G. Durán. y se agregue que «wood» puede traducirse por «bosque». Re- Pero la segunda acabó con su vida en 1923 —es una pionera, cordemos que el dandy no tiene obligación de hacer nada, en muchos aspectos— mientras que Lasker-Schüler, al ser salvo hacerse a sí mismo y mostrarse, tal como hizo George escupida por la calle en Berlín, en 1933, a los días del ascenso Brummell. Por eso, a la postre, Brummell es más dandy que nazi, emigró a Palestina, donde moriría. Estamos ante mu- Lord Byron, aunque éste tenga una obra notable. En el mis- jeres que querían provocar con su dicción y con su atuen- mo sentido, si probablemente la literatura escogería antes a do. Quizá como cuando Djuna Barnes llegó brevemente a Djuna Barnes que a su amiga la baronesa Elsa, el puro dan- Tánger, enviada por Gertrude Stein —que no sería una gi- dysmo se quedaría con la Freytag- Loringhoven, que tomó nandra sino una virago— y se presentó maquillada de verde. tan llamativo apellido de un marido prusiano que le valió ¿Insólito? De eso se trata. Cuando en 1912, en París, Gabrie- poco más que para cumplir el sueño nominal que ella anhe- le D’Annunzio —un dandy con mucho de provocador— laba. Sí, las grandes estetas y provocadoras nacen con el fin de 4 5 Luis Antonio de Villena Dandys, estetas y ginandras siglo y la modernidad. No puedo dejar de citar al respecto los que siguen la moda como pinceles. Ni Beyoncé, ni Shakira, inicios —su etapa decó— de la pintora Tamara de Lempicka ni Beckham ni Cristiano Ronaldo tienen nada que ver con —que también tomó el apellido de un primer marido— y a nuestro discurso.